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El Cuarto Libro de Esdras Llamado también Apocalipsis de Esdras En la Vulgata aparece como 4 Esdras, en las versiones eslavas y rusas como 3 Esdras y en las traducciones inglesas (King James) como 2 Esdras (en la sección de apócrifos). Tomado de la traducción original al castellano, en 1569, por Casiodoro de Reina, conocida como la Biblia del Oso. *** El Cuarto Libro de Esdras CAPÍTULO I l segundo libro de Esdras, profeta, hijo de Saraías, hijo de Azarías, hijo de Helcías, hijo de Sadama, hijo de Sadoc, hijo de Achitob, 2 Hijo de Achías, hijo de Phinees, hijo de Hech, hijo de Helí, hijo de Amarías, hijo de Aziel, hijo de Marimoth, hijo de Arua, hijo de Ozías, hijo de Borith, hijo de Abisea, hijo de Phinees, hijo de Eleazar, 3 Hijo de Aarón, de la tribu de Leví: el cual Esdras fue cautivo en la provincia de Media, del reino de Astarjerjes, rey de Persia. 4 Y fue a mí la palabra del Señor, diciendo, 5 Ve y declara a mi pueblo sus maldades: y a sus hijos sus iniquidades que han cometido contra mí, para que las cuenten a los hijos de sus hijos. 6 Porque los pecados de sus padres han crecido en ellos: que olvidados de mí, sacrificaron a dioses ajenos. 7 ¿No los saqué yo de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre?, y ellos me han enojado y han menospreciado mis consejos. 8 Y tú, sacude el cabello de tu cabeza, y echa sobre ellos todos los males: porque no han obedecido a mi ley: mas es pueblo sin castigo. 9 ¿Hasta cuándo los tengo de sufrir, que les he hecho tantos beneficios? 10 Por amor de ellos he trastornado a muchos reyes: a Faraón con sus criados y a todo su ejército herí. 11 Todas las Gentes destruí delante de ellos: y en el Oriente disipé pueblos de dos provincias, a Tiro, y a Sidón: y maté a todos sus enemigos. 12 Tú, pues, háblales diciendo, Esto dice el Señor, 13 Yo os pasé por la mar, y os allané las calles desde el principio: os di por capitán a Moisés, y Aarón por Sacerdote. E

El Cuarto Libro de Esdras Hech, hijo de Helí, hijo de

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El Cuarto Libro de Esdras Llamado también Apocalipsis de Esdras

En la Vulgata aparece como 4 Esdras,

en las versiones eslavas y rusas como 3 Esdras

y en las traducciones inglesas (King James)

como 2 Esdras (en la sección de apócrifos).

Tomado de la traducción original al

castellano, en 1569, por Casiodoro de Reina,

conocida como la Biblia del Oso.

***

El Cuarto Libro de Esdras

CAPÍTULO I

l segundo libro de Esdras, profeta,

hijo de Saraías, hijo de Azarías, hijo

de Helcías, hijo de Sadama, hijo de

Sadoc, hijo de Achitob,

2 Hijo de Achías, hijo de Phinees, hijo de

Hech, hijo de Helí, hijo de Amarías, hijo de

Aziel, hijo de Marimoth, hijo de Arua, hijo

de Ozías, hijo de Borith, hijo de Abisea, hijo

de Phinees, hijo de Eleazar,

3 Hijo de Aarón, de la tribu de Leví: el cual

Esdras fue cautivo en la provincia de Media,

del reino de Astarjerjes, rey de Persia.

4 Y fue a mí la palabra del Señor, diciendo,

5 Ve y declara a mi pueblo sus maldades: y

a sus hijos sus iniquidades que han cometido

contra mí, para que las cuenten a los hijos de

sus hijos.

6 Porque los pecados de sus padres han

crecido en ellos: que olvidados de mí,

sacrificaron a dioses ajenos.

7 ¿No los saqué yo de la tierra de Egipto, de

casa de servidumbre?, y ellos me han enojado

y han menospreciado mis consejos.

8 Y tú, sacude el cabello de tu cabeza, y

echa sobre ellos todos los males: porque no

han obedecido a mi ley: mas es pueblo sin

castigo.

9 ¿Hasta cuándo los tengo de sufrir, que les

he hecho tantos beneficios?

10 Por amor de ellos he trastornado a

muchos reyes: a Faraón con sus criados y a

todo su ejército herí.

11 Todas las Gentes destruí delante de ellos:

y en el Oriente disipé pueblos de dos

provincias, a Tiro, y a Sidón: y maté a todos

sus enemigos.

12 Tú, pues, háblales diciendo, Esto dice el

Señor,

13 Yo os pasé por la mar, y os allané las

calles desde el principio: os di por capitán a

Moisés, y Aarón por Sacerdote.

E

2

14 Os di lumbre por una columna de fuego:

e hice en vosotros grandes maravillas: y

vosotros me habéis olvidado, dice el Señor.

15 Esto dice el Señor Todopoderoso: La

codorniz os fue por señal: os di real (tiendas)

para defensa, y allí murmurasteis.

16 Y no hicisteis triunfos en mi nombre de la

destrucción de vuestros enemigos: antes aun

hasta ahora murmuráis.

17 ¿Dónde están los beneficios que os he

hecho? ¿No clamasteis a mí en el desierto,

cuando tuvisteis hambre,

18 Diciendo, Por qué nos has traído a este

desierto para matarnos? Mejor nos fuera

servir a los Egipcios, que morir en este

desierto.

19 Y yo me condolecí de vuestros gemidos: y

os di Maná por comida.

20 Pan de ángeles comisteis. Cuando tuvisteis

sed, ¿no rompí yo la peña, y corrieron aguas

a hartura? Por el calor os cubrí de hojas de

árboles.

21 Os repartí las tierras gruesas: los

Cananeos, y los Ferezeos, y los Filisteos eché

delante de vosotros: qué más os tengo que

hacer, dice el Señor.

22 Esto dice el Señor Todopoderoso: En el

desierto cuando estabais en el río del

Amorreo, sedientos y blasfemando mi

nombre,

23 ¿No os di fuego por las blasfemias?: mas

metiendo del leño en el agua hice dulce el

río.

24 ¿Qué te haré Jacob? Judá, no quisiste

obedecer. Me volveré a otras Gentes, y les

daré mi nombre, para que guarden mis leyes.

25 Pues que me habéis dejado, yo también

os dejaré. Cuando me demandareis miseri-

cordia, yo no la tendré de vosotros.

26 Cuando me llamareis, yo no os oiré:

porque habéis manchado con sangre vuestras

manos: y vuestros pies son diligentes a

cometer homicidios.

27 No que me habéis dejado a mí, más a

vosotros mismos, dice el Señor.

28 Esto dice el Señor Todopoderoso: ¿No

os he yo rogado como el padre a los hijos, y

como la madre a las hijas, y como el ama de

leche a sus chiquitos,

29 Que fueseis mi Pueblo, y yo vuestro Dios:

vosotros mis hijos y yo vuestro Padre?

30 Os recogí, como la gallina a sus pollos

debajo de sus alas, y ahora, ¿qué os tengo de

hacer? Echaros de delante de mí.

31 Cuando me trajereis ofrenda, apartaré mi

rostro de vosotros: porque vuestros días de

fiesta, y nuevas Lunas, y circuncisiones, he

desechado.

32 Yo he enviado a vosotros a mis siervos los

profetas, los cuales tomasteis y los matasteis, y

despedazasteis sus cuerpos: mas yo

demandaré su sangre, dice el Señor.

33 Esto dice el Señor Todopoderoso:

Vuestra Casa está desierta: yo os echaré como

el viento las aristas.

34 Y los hijos no harán linaje: por cuanto

despreciaron mis mandamientos, e hicieron

lo malo delante de mí.

35 Yo entregaré vuestras casas al pueblo que

viene, que aunque no me oyen, creen: a los

cuales no mostré señales y harán lo que yo

mandé.

3

36 No vieron profetas, y se han acordado de

sus iniquidades.

37 Testifico la gracia del pueblo que viene,

los niños del cual se gozan con alegría: que

no me ven con los ojos de la carne, más con

el espíritu creen lo que he dicho.

38 Y ahora, hermano, mira qué gloria, y ve al

pueblo que viene de Oriente:

39 A los cuales daré la conducta de

Abraham, de Isaac, de Jacob, de Oseas, de

Amós, de Miqueas, de Joel, de Abdías, de

Jonás,

40 De Nahun, de Abacuc, de Sofonías, de

Aggeo, de Zacarías, y de Malaquías, que

también es llamado Ángel del Señor.

CAPÍTULO II

sto dice el Señor: Yo saqué a este

pueblo de la servidumbre, a los

cuales di mandamientos por mis

siervos los profetas, a los cuales no quisieron

escuchar, antes menospreciaron mis consejos.

2 La madre que los engendró, les dice:

Hijos, andad: porque yo soy viuda, y

desamparada.

3 Os crié con alegría, y os perdí con lloro y

con tristeza: porque pecasteis contra el Señor,

Dios vuestro, y cometisteis lo que él

aborrece.

4 Más ahora, ¿qué os haré yo? Yo soy viuda

y desamparada. Andad, hijos, y pedid al

Señor misericordia.

5 Más tú, que eres el padre, yo te llamo por

testigo acerca de la madre de los hijos, que no

han querido guardar mi Concierto.

6 Que a ellos pongas en confusión, y a su

madre a facco (en despojo), para que su linaje

no vaya adelante.

7 Que sean esparcidos entre las Gentes: que

sus nombres sean raídos de sobre la tierra:

por cuanto han menospreciado mi Concierto.

8 Ay de ti, ¡oh1, Asiria, que encubres en ti a

los injustos. ¡Oh!, mala Gente, acuérdate de

lo que hice a Sodoma y a Gomorra.

9 Cuya tierra está vuelta en terrones de pez

(brea), y en montones de cenizas. En tales

tornaré a los que no me han escuchado, dice

el Señor Todopoderoso.

10 Esto dice el Señor a Esdras: Di a mi

pueblo, que yo les daré el reino de Jerusalén,

que había de dar a Israel:

11 Y que yo me glorificaré con ellos, y les

daré las moradas eternas, que les he

aparejado.

12 Ellos tendrán el árbol de la Vida por olor

de ungüento, y no trabajarán, ni se cansarán.

13 Andad y recibiréis. Rogad por vosotros,

que el tiempo que os es largo, se os abrevie,

el Reino os está ya aparejado: Velad.

14 Llama por testigos al cielo y a la tierra:

porque yo ya he quebrantado el mal, y he

creado el bien: porque yo vivo, dice el Señor.

15 Madre, abraza a tus hijos: críalos con

alegría: afirma sus pies como una columna:

porque yo te he escogido, dice el Señor.

16 Y resucitaré a los muertos de sus lugares,

y los sacaré fuera de los sepulcros: porque yo

he conocido mi nombre en Israel.

17 No temas, Madre de los hijos: porque a ti

he escogido, dice el Señor.

E

4

18 Yo te enviaré a mis siervos Isaías y

Jeremías en ayuda, por el consejo de los

cuales te he santificado: y te he aparejado

doce árboles cargados de diversos frutos,

19 Y otras tantas fuentes, que manan leche y

miel: y siete inmensos montes que tienen

rosas y lirios, en los cuales henchiré a tus

hijos de alegría.

20 Haz justicia a la viuda, juzga la causa del

huérfano, da al pobre, defiende al

desamparado, viste al desnudo.

21 Cura al quebrantado y debilitado, nos

escarnezcas del cojo, ampara al manco, guía

al ciego a ver mi luz.

22 Guarda al viejo y al mozo dentro de tus

muros.

23 Y donde hallares muertos, dales sepultura,

y yo te daré la primera silla en mi

Resurrección.

24 Pueblo mío, espera, y descansa, que tu

reposo vendrá.

25 Ama buena, cría a tus hijos, afirma sus

pies.

26 Ninguno de los siervos que te he dado, se

perderá: porque yo los requeriré de entre los

tuyos.

27 No te canses: porque cuando viniere el

día de la dificultad y de las angustias, los otros

llorarán, y estarán tristes, mas tú estarás

alegre, y tendrás abundancia.

28 Las Gentes harán envidia de ti, y ninguna

cosa podrán contra ti, dice el Señor.

29 Mis manos te cubrirán, porque tus hijos

no vean el tormento.

30 Madre, alégrate con tus hijos, porque yo

te libraré, dice el Señor.

31 Acuérdate de tus hijos, que duermen,

porque yo los sacaré de los costados de la

tierra, y haré con ellos misericordia: porque

soy Misericordioso, dice el Señor Todo-

poderoso.

32 Abraza a tus hijos hasta que yo venga, y

les haga misericordia: porque mis fuentes

revierten (rebozan), y mi gracia nunca faltará.

33 Yo, Esdras, recibí mandamiento del Señor

en el Monte Oreb, que fuese a los de Israel.

Cuando vine a ellos, ellos me echaron de sí, y

desecharon el mandamiento del Señor.

34 Por tanto, a vosotros digo, Gentes, que

oís y entendéis, Esperad a vuestro pastor, el

cual os dará eterno reposo: porque el que ha

de venir al fin del siglo, está cercano.

35 Estad apercibidos a los premios del

Reino: porque la luz eterna resplandecerá

sobre vosotros perpetuamente.

36 Huid de la sombra de este mundo:

recibid la alegría de vuestra gloria. Yo testifico

públicamente a mi Salvador.

37 Recibid el don que os está encomendado,

y alegraos dando gracias al que os ha llamado

al Reino celestial.

38 Levantaos, y estad de pie, y mirad el

número de los que están señalados en el

convite del Señor.

39 Los cuales se apartaron de la sombra del

mundo, y han recibido del Señor vestiduras

resplandecientes.

40 ¡Oh!, Sión, recibe tu número, y encierra a

tus blanqueados, que cumplieron la Ley del

Señor.

41 El número de tus hijos que tú deseabas,

es cumplido: Ruega al imperio del Señor que

5

tu Pueblo sea santificado, el cual ha sido

llamado desde el principio.

42 Yo, Esdras, vi en Monte de Sión una gran

multitud, la cual no pude contar, y todos

alababan al Señor con canciones.

43 Y en medio de ellos estaba un mancebo,

el cual pasaba en grandor a todos los otros,

que ponía coronas sobre las cabezas de cada

uno, él, más alto que los otros: y yo estaba

espantado.

44 Entonces pregunté al Ángel diciendo,

Señor, ¿quiénes son estos?

45 El cual me respondió, y dijo, Estos son

los que dejaron la vestidura mortal, y

tomaron la inmortal, y confesaron el nombre

del Señor; ahora son coronados, y reciben

palmas.

46 Y yo torné a preguntar al Ángel, ¿Quién

es aquel Mancebo que les pone las coronas, y

les da las palmas en las manos?

47 Y respondiendo me dijo, Éste es el Hijo

de Dios, al cual ellos confesaron en el

mundo. Entonces yo comencé a magnificar a

los que habían estado fuertes por el nombre

del Señor.

48 Entonces el Ángel me dijo, Ve, y anuncia

a mi pueblo cuáles y cuántas maravillas del

Señor has visto.

CAPÍTULO III

n el tercer año después de la ruina de

la Ciudad, estando yo en Babilonia

acostado en mi cama conturbado, y

subiéndome pensamientos a mi corazón,

2 De ver la asolación de Sión, y la

abundancia de los que moraban en

Babilonia, de lo cual mi espíritu era

conmovido,

3 Comencé a hablar al Altísimo con palabras

religiosas, y dije:

4 Señor, Señoreador, tú ordenaste, desde el

principio, cuando tú solo fundaste la tierra, y

mandaste al pueb (pueblo)

5 Cuando diste a Adán un cuerpo sin ánima,

el cual también era obra de tus manos; y al

inspirarle en él espíritu de vida, fue hecho

viviente delante de ti:

6 Y lo metiste en el Paraíso que tu diestra

había plantado antes que la tierra creciese.

7 Y ahí le mandaste que amase tu camino,

mas él lo traspasó; y luego enviaste la muerte

en él y en su posteridad, de donde nacieron

gentes, naciones, pueblos, y linajes sin

número.

8 Y como cada nación siguiese su voluntad, y

cometiesen maravillosas cosas delante de ti, y

menospreciasen tus mandamientos,

9 Tú hiciste venir a su tiempo el diluvio

sobre los moradores del mundo, y los

destruiste.

10 Y por el diluvio vino a cada uno de ellos

lo que a Adán por la muerte.

11 Más tú dejaste uno de estos, que fue Noé

con su familia, del cual son nacidos todos los

justos.

12 Después, como se multiplicaron los

moradores de la tierra, y el número de los

hijos y pueblos y de muchas naciones

creciese: aconteció que la impiedad de los

postreros fue mayor que la de los primeros.

E

6

13 Y aunque eran malos en tu presencia, tú

te escogiste un hombre de entre ellos llamado

Abraham.

14 Al cual tú amaste, y a él solo mostraste tu

voluntad.

15 E hiciste con él un Concierto eterno,

prometiéndole que nunca dejarías su

simiente.

16 Y le diste a Isaac, y a Isaac le diste a

Jacob, y a Esaú: y de Jacob creció gran

multitud.

17 Y aconteció que como sacaste su simiente

de Egipto, los trajiste al Monte del Sinaí:

18 Y abajaste los cielos, y afirmaste la tierra,

y conmoviste el mundo, e hiciste temblar los

abismos, y conturbaste el siglo,

19 Y pasó tu gloria por cuatro puertas de

fuego, con terremotos, vientos, y hielos, para

dar a la simiente de Jacob la Ley, y a la

generación de Israel la diligencia.

20 Más no le quitaste el corazón maligno, a

fin de que tu Ley hiciese en ellos fruto.

21 Porque Adán, que fue el primero,

teniendo corazón maligno, fue vencido y

pecó: y así mismo todos los que vienen de él.

22 Y así la enfermedad y la Ley permanecen

siempre juntas en el corazón del Pueblo con

la maldad de la raíz: y lo que era bueno se

perdió, y quedó lo malo,

23 Y pasaron tiempos, y fenecieron años, y

te levantaste un siervo llamado David,

24 Al cual mandaste que edificase una

ciudad de tu nombre, en la cual fueses

honrado con incienso y ofrendas.

25 Y siendo hecho así por muchos años, los

moradores de la Ciudad se rebelaron,

26 A la imitación de Adán y de toda su

posteridad, porque ellos también tenían

corazón maligno.

27 Y por tanto entregaste tu Ciudad en

manos de tus enemigos.

28 ¿Más los que habitan en Babilonia hacen

mejores cosas, para que por eso sean señores

de Sion?

29 Y aconteció que venido yo aquí, y vistas

las maldades sin cuento, porque he visto

muchos que pecan en estos treinta años, yo

salgo fuera de mí.

30 Porque veo que pecando ellos, tú los

sufres: y perdonas a los que hacen impiedad:

y de otra parte has destruido tu pueblo,

guardando a tus enemigos sin dárselo a

entender.

31 Yo no hallo cómo pueda pasar este

negocio. ¿Son mejores los hechos de

Babilonia que los de Sion?

32 ¿Hay otra nación que te conozca fuera de

Israel? ¿O qué tribus han creído a tus

testimonios como Jacob?

33 El salario de estos no ha parecido: ni su

trabajo ha tenido fruto. Porque yo he pasado

por entre las Gentes, y las he visto florecer sin

tener memoria de tus mandamientos.

34 Pesa pues ahora en balanza nuestras

iniquidades, y las de los que habitan el

mundo, y no se hallará que se haga mención

de tu nombre sino en Israel.

35 ¿O cuándo no pecaron delante de ti los

que habitan la tierra? ¿O qué nación ha

guardado así tus mandamientos?

36 Estos cierto hallarás nombrados haber

guardado tus mandamientos, y no las Gentes.

7

CAPÍTULO IV

ntonces el Ángel que me fue enviado,

el cual tenía por nombre Uriel, me

respondió, y dijo:

2 Tu corazón excede demasiado en este

siglo, en pensar de poder comprender los

hechos del Altísimo.

3 Entonces dije, Es así, Señor. Y él me

respondió, y dijo, Yo soy enviado para

mostrarte tres a cosas, y proponerte, tres

comparaciones:

4 De las cuales si tú me supieses declarar la

una, yo también te mostraré el camino que

deseas ver: y te enseñaré de dónde viene el

corazón maligno.

5 Y yo dije, Di, Señor. Él entonces me dijo,

Ve, pésame el peso del fuego. O, mídeme el

soplo del viento. O, tórname atrás el día

pasado.

6 Y respondí, y dije, ¿Qué hombre entre los

nacidos podrá hacer lo que me pides de estas

cosas?

7 Y él me dijo, Si yo te preguntase diciendo,

¿Cuántos retretes hay en lo profundo de la

mar? ¿O, cuántos manaderos en el principio

del abismo? ¿O, cuántos manaderos hay en

el extendimiento del cielo? ¿O, cuáles son los

términos del Paraíso?

8 Por ventura me dirías, Yo nunca descendí

a los abismos, ni al infierno tampoco, ni

nunca subí al cielo.

9 Más ahora yo no te he preguntado sino del

fuego, del viento, y del día por el cual tú has

pasado, y de los cuales tú no te puedes

apartar: y con todo ello no me has

respondido.

10 Atiende de esto, me dijo, Tú no puedes

conocer las cosas que son tuyas, y que crecen

contigo:

11 ¿Cómo pues podrá tu vaso comprender

los caminos del Altísimo? ¿O, corrompido ya

el mundo de por fuera, conocer la

corrupción que a mi vista es evidente?

12 Entonces yo le dije, Mejor nos fuera no

ser, que ser para vivir en impiedad, y padecer

sin saber por qué.

13 A lo cual él me respondió, y dijo:

Caminando yo, llegué a un bosque de árboles

del campo.

14 Los cuales estaban en consejo, y decían:

Venid, y vamos a hacer guerra a la mar para

que nos dé lugar, y hagamos otros bosques

para nosotros.

15 Así mismo las ondas de la mar tuvieron

su consejo diciendo, Venid, y vamos a hacer

guerra a los bosques del campo para que

ocupemos allá otra región para nosotras.

16 Mas el consejo del bosque fue vano;

porque vino el fuego, que lo consumió.

17 Así mismo el consejo de las ondas de la

mar: porque la arena se allegó y las detuvo.

18 Ahora pues, si tú hubieses de ser el juez

de estos, ¿a cuál comenzarías a justificar, o a

condenar?

19 Y yo respondí, y dije: Ciertamente ambos

pensaron locamente, porque la tierra está

señalada para el bosque, y a la mar lugar en

que detenga sus ondas.

20 Entonces él me respondió, y dijo, Bien

has juzgado. Más, ¿por qué no juzgas así de ti

mismo?

21 Porque como la tierra está señalada para

el bosque, y la mar para sus ondas, así los que

E

8

habitan la tierra, solamente pueden entender

las cosas de la tierra: y los que moran en el

cielo, las cosas que son sobre la altura del

cielo.

22 Y yo repliqué, y dije, Señor, te ruego que

me sea dado juicio para entender:

23 Porque no he querido preguntar de tus

cosas de arriba, más de las que pasan entre

nosotros cada día. ¿Qué es la causa porque

Israel es dado en oprobrio a las Gentes? ¿Por

qué el Pueblo que tú has amado es entregado

a las naciones impías? ¿Por qué es abrogada

la Ley de nuestros padres, y las ordenanzas

escritas se han perdido?

24 ¿Por qué somos nosotros echados de una

parte a otra por el mundo a manera de

langostas: y nuestra vida no es otra cosa que

miedo y espanto, y no somos oídos por

dignos de alcanzar misericordia?

25 Más, ¿qué hará él a su Nombre del cual

somos llamados? De estas cosas he

preguntado.

26 Entonces él me respondió, y dijo: Cuanto

más escudriñareis, tanto más te maravillarás:

porque el siglo se da gran prisa a pasar:

27 Y no puede comprender las cosas que

están prometidas a los justos para el tiempo

por venir: por cuanto este siglo es lleno de

injusticia y de enfermedades:

28 Más, por declararte las cosas que

preguntas, El mal es sembrado, mas aun no

ha venido su fin.

29 Pues si lo que está sembrado, no fuese

trastornado; y el lugar donde el mal fue

sembrado, no fuese destruido, el bien no

vendrá cuando fuese sembrado.

30 Por cuanto el grano del mal fue echado

en el corazón de Adán desde el principio: ¿y

cuánta impiedad ha engendrado hasta ahora,

y engendrará hasta que venga la segada?

31 Estima pues en ti mismo cuánto fruto de

impiedad ha llevado aquel grano de la mala

simiente.

32 Y cuán grande siega será menester que se

apareje, cuando las espigas, que son sin

número serán cortadas.

33 Y yo respondí, y dije, ¿Cómo y cuándo

serán estas cosas? ¿Por qué son nuestros

años pocos, y desventurados?

34 Y él me respondió, y dijo: No te apresures

tú más que el Altísimo: porque por demás

trabajarás de ser sobre él, por más que te

esfuerces.

35 Las ánimas de los justos desde sus

retraimientos no han preguntado acerca de

estas cosas, diciendo: ¿Hasta cuándo esperaré

así, y cuándo ha de venir el fruto de la siega

de nuestro premio?

36. Y el Arcángel Jeremiel respondió a esto,

y dijo: Cuando fuere cumplido en vosotros el

número de las simientes: porque él ha pesado

el siglo en balanza.

37 La medida de los tiempos está medida:

los siglos están contados: y no serán

meneados ni mudados hasta que la medida

sea acabada.

38 Entonces yo respondí, y dije: Señor,

Señoreador, nosotros estamos tan llenos de

impiedad:

39 Que por ventura por causa nuestra no es

llena la mies de de los justos, por los pecados

de los que habitan la tierra;

40 Y él me respondió, y dijo: Ve y pregunta

a la mujer preñada, ¿Si cuando fueren

9

cumplidos sus nueve meses, su matriz podrá

detener aun su parto en sí misma?

41 Y yo respondí, Señor, no puede. Y él me

dijo: En los infiernos los lugares donde las

ánimas son guardadas, son como la matriz.

42 Porque así como la mujer preñada se da

prisa a salir de la necesidad del parir, así

aquellos lugares se dan prisa a devolver lo

que les es dado en guarda.

43 Te será mostrado desde el principio lo

que deseas saber.

44 Y yo respondí y dije: Si he hallado gracia

delante de tus ojos, y si es posible, y si yo soy

idóneo para ello, declárame,

45 Si el tiempo que está por venir es más

largo que el pasado; o, si las cosas pasadas

son más que las por venir.

46 Bien sé yo lo que ha pasado; mas no sé lo

que está por venir.

47 Y él me dijo; Párate a la mano derecha, y

yo te interpretaré la figura.

48 Y yo me paré, y miré; y he aquí un horno

encendido que pasaba por delante de mí; y

aconteció que como la llama fue pasada,

miré, y he aquí que el humo sobrepujaba.

49 Tras estas cosas pasó por delante de mí

una nube llena de agua, la cual envió mucha

agua con gran ímpetu: y cuando el ímpetu de

la lluvia fue pasado, vinieron tras ella unas

gotas.

50 Entonces él me dijo, Piensa contigo

mismo; que como la lluvia es más grande que

las gotas; y el fuego, que el humo, así la

medida pasada es más grande. Mas las gotas y

el humo eran en gran cantidad.

51 Y yo le pregunté, y dije; ¿Te parece que

yo viviré hasta ese tiempo?

52 Y él me respondió, y dijo; Las señales de

las cosas que me demandas en parte te las

puedo decir; más de tu vida, yo no soy

enviado a decirte, ni aun lo sé.

CAPÍTULO V

as cuanto a las señales, he aquí

que vendrán días, que los que

morarán en la tierra serán

tomados de la gran abundancia; y el camino

de la Verdad se esconderá, y el mundo será

estéril de fe.

2 Y la injusticia será multiplicada más de lo

que ahora ves, ni has oído en el tiempo

pasado.

3 Y acontecerá, que en poniendo el pie, la

región que ahora ves reinar, será vuelta en

desierto.

4 Y si el Altísimo te diese vida, verás que tras

la tercera trompeta súbitamente el Sol

resplandecerá de noche: y la Luna tres veces

al día.

5 Del árbol goteará sangre, y la piedra dará

su voz; y los pueblos se alborotarán.

6 Reinará el que los moradores de la tierra

no esperaban: y las aves mudarán lugar.

7 La mar de Sodoma echará fuera los peces,

y de noche dará un sonido no entendido de

muchos, aunque todos oirán la voz.

8 La tierra se abrirá en muchas partes; y el

fuego centelleará muchas veces; las bestias

salvajes se pasarán de unos lugares a otros, y

las mujeres menstruosas (menstruales)

parirán monstruos.

M

10

9 Las aguas saladas serán halladas en las

dulces, y todos los amigos pelearán los unos

contra los otros. Entonces el sentido se

esconderá, y el entendimiento se retraerá en

su retraimiento.

10 Será buscado de muchos, mas no será

hallado, y la injusticia e incontinencia será

multiplicada sobre la tierra.

11 La una región preguntará a la más cercana,

y dirá: ¿La justicia que justifica ha pasado por

ti?, y ella dirá, No.

12 Y acontecerá en aquel tiempo, que los

hombres esperarán, mas nada conseguirán:

trabajarán, mas no saldrán con lo que

pretendieron.

13 Me ha sido permitido de decirte estas

predicciones: y si todavía orases y llorases,

como lo has hecho ahora, y ayunases siete

días, oirás aun mayores cosas que éstas.

14 Entonces desperté, y mi cuerpo tuvo

grande horror: y mi ánima desmayaba, y

desfallecía.

15 Mas el Ángel que hablaba conmigo,

llegándose a mí me sustentó, y me confirmó,

y me enderezó sobre mis pies.

16 A la siguiente noche aconteció que

Salathiel Gobernador del Pueblo vino a mí, y

me dijo: ¿Dónde has estado, y por qué tienes

rostro triste?

17 ¿No sabes tú que Israel te es dado a cargo

en la región de su transmigración?

18 Levántate pues, y come pan, y no nos

dejes, como el pastor sus ovejas, entre las

manos de los lobos malignos.

19 Y yo le respondí, Vete de mí, y no te

acerques a mí. Él oyendo esto se apartó de

mí.

20 Y yo ayuné siete días lamentando y

llorando, como me había mandado el Ángel

Uriel.

21 Los cuales siete días pasados, aconteció

que los pensamientos de mi corazón me

tornaron a fatigar mucho:

22 Y mi espíritu tornó a tomar gana de

disputar; y torné otra vez a hablar delante del

Altísimo, y a decir:

23 Señor, Señoreador, De todos los bosques

de la tierra y de todos sus árboles tú has

escogido para ti una sola viña:

24 Y de toda la tierra del mundo has

escogido para ti una sola trinchera: y de todas

las flores del mundo has escogido para ti un

solo lirio:

25 Y de todos los abismos de la mar has

henchido para ti un solo arroyo: y de todas

las ciudades edificadas tú has santificado para

ti a Sion,

26 Y de todas las aves creadas has nombrado

para ti una sola paloma: y de todos los

rebaños formados has escogido para ti una

sola oveja:

27 Y de todos los pueblos crecidos has

adquirido para ti un solo pueblo y has dado

Ley aprobada de todos a este Pueblo que

tanto amaste.

28 Y ahora Señor, ¿por qué has entregado

este Pueblo, uno a muchos? ¿Has puesto

muchas raíces sobre una: y has sembrado tu

único entre muchos?

29 Lo han hollado los que contradicen a tus

promesas, y los que no creen a tus

testimonios.

30 Que si tanto aborrecías a tu Pueblo, con

tus manos había de ser castigado.

11

31 Y aconteció que en diciendo yo estas

palabras, el Ángel que vino a mí la noche

pasada, me fue enviado.

32 El cual me dijo, Óyeme para que yo te

instruya. Estame atento para que yo te enseñe

largamente.

33 Y yo le respondí, Habla, Señor. Entonces

él me dijo: Tú estás en gran manera

conturbado a causa de Israel. ¿Lo amas tú

más que el mismo que lo hizo?

34 Y yo le respondí: No, Señor: mas hablo

con el dolor: que mis entrañas me

atormentan a todas horas, trabajando de

comprender el consejo del Altísimo, y de

sacar del rastro alguna parte de su juicio.

35 Y él me dijo: No podrás. Y yo le

respondí: ¿Por qué, Señor? ¿Para qué soy

nacido? ¿O por qué el vientre de mi madre

no me fue el sepulcro?, para no ver el trabajo

de Jacob, y la fatiga del linaje de Israel.

36 Entonces él me dijo: Cuéntame ahora las

cosas que aún no son venidas: o cógeme las

gotas derramadas: reverdéceme las flores

secas.

37 Ábreme los retraimientos cerrados, y saca

los vientos que están encerrados en ellos.

Muéstrame el retrato del sonido: y entonces

yo te enseñaré lo que pides, y trabajas de

saber.

38 Y yo dije: Señor, Señoreador, ¿quién

puede saber estas cosas, sino aquél que no

tiene su habitación entre los hombres?

39 Más yo que soy ignorante, ¿cómo podré

hablar de las cosas que me has demandado?

40 Entonces él me dijo, Así como tú no

puedes hacer alguna de las cosas dichas, así

tampoco podrás hallar mi juicio, ni la

postrera merced que yo he prometido al

Pueblo.

41 Y yo le repliqué: A ti, Señor, están

presentes las postreras cosas: ¿mas qué será

de los que han sido antes de mí, o de

nosotros, o de los que vendrán después de

nosotros?

42 Y él me dijo: Mi juicio puede ser

comparado a un círculo: como las partes de

atrás no van despacio, así las de delante no

van de prisa.

43 Entonces yo respondí y dije: ¿No pudieras

tú crear juntos a los que han sido, los que

son, y los que han de ser, para que mostraras

más presto tu juicio?

44 Y él respondiéndome dijo: La criatura no

puede ir delante del Creador; ni el mundo

pudiera tener juntos a todos los que en él

habían de ser creados.

45 Y yo dije, Como has enseñado a tu siervo,

que tú, que eres alimentador de todas las

cosas, diste vida a toda obra que tú hiciste, y

la has sustentado, así pudiera también ahora

el mundo tenerlos a todos presentes.

46 Entonces él me dijo; Pregunta a la matriz

de la mujer, y dile; ¿Para qué has menester

espacio de tiempo antes de parir? O, pídele

que dé diez juntos.

47 Y yo respondí, Cierto, no podrá sino por

espacio de tiempo.

48 Él entonces me dijo; Yo también repartí

así por razones la matriz de la tierra, cuando

se echaron las simientes.

49 Porque así como el niño no pare las cosas

que son de los viejos, así yo ordené el tiempo

que creé.

12

50 Y yo le torné a preguntar diciendo; Pues

que ya me has mostrado el camino, yo

proseguiré a hablar delante de ti, Nuestra

madre, la cual tú me has dicho que aun es

moza, ¿acercase ya de la vejez?

51 Y él me respondió, y dijo; Pregunta a la

que pare; y ella te responderá.

52 Tú le dirás; ¿Por qué los que ahora has

parido no son semejantes a los que nacieron

de ti antes, más son de más pequeña

estatura?

53 Y ella te responderá; Los unos nacieron

en la fuerza de la mocedad, y otros cerca del

tiempo de la vejez, cuando ya la matriz

desfallecía.

54 Considera pues también tú, que vosotros

sois de menor estatura, que los que fueron

antes de vosotros.

55 Y que los que serán después de vosotros

serán de menor estatura que vosotros

envejeciéndose ya las criaturas, y pasándose

el vigor de la mocedad.

56 Entonces yo dije, Señor, te ruego que, si

he hallado gracia delante de ti, muestres a tu

siervo, ¿Por quién visitas tu obra?

CAPÍTULO VI

Él me dijo; Desde el principio del

mundo terreno, y antes que los

términos del mundo fuesen puestos,

antes que los concursos de los vientos

soplasen,

2 Antes que resonasen los sonidos de los

truenos; antes que el resplandor de los

relámpagos resplandeciese, antes que los

cimientos del Paraíso fuesen afirmados,

3 Antes que las hermosas flores apareciesen,

antes que las virtudes de los movimientos

fuesen afirmadas, antes que los innumerables

ejércitos de los Ángeles fuesen ajuntados;

4 Antes que las alturas del aire fuesen

alzadas, antes que las medidas de los cielos

fuesen nombradas, Antes que las chimeneas

fuesen calentadas en Sion,

5 Antes que los años presentes fuesen

hallados, y antes que las invenciones de los

que ahora pecan, se extrañasen, y los que

hicieron tesoros de fe, fuesen marcados,

6 Ya yo había pensado estas cosas, y por mi

solo fueron hechas, y no por otro: y el fin de

ellas será por mí, y no por otro.

7 Entonces yo respondí, y dije; ¿Cuál será la

división de los tiempos: o, cuándo será el fin

del primero, y el principio del siguiente?

8 Y él me dijo, Desde Abraham hasta Isaac:

cuando nacieron de él Jacob y Esaú, la mano

Jacob tenía desde el principio, el calcañar de

Esaú.

9 Porque Esaú es el fin de aquel siglo, y

Jacob el principio del que se sigue:

10 Mano de hombre entre el calcañar y la

mano, y Esdras, no repreguntes otra cosa.

11 Más yo respondí, y dije, Señor,

Señoreador, si he hallado gracia delante de ti,

12 Te ruego que acabes de mostrar a tu

siervo tus predicciones, parte de las cuales me

enseñaste la noche pasada.

13 Y él me respondió, y dijo: Levántate

sobre tus pies, y oye una voz de muy gran

sonido.

14 Se te ha de dar una figura de un

terremoto, mas el lugar donde tú estarás no

se moverá.

Y

13

15 Por tanto no te espantes cuando él

hablará: porque la palabra es del fin: y la

inteligencia, del fundamento de la tierra.

16 Por lo cual mientras se habla de ellos,

tiembla y se conmueve, porque él sabe que el

fin ha de ser trocado.

17 Oyendo esto, yo me levanté sobre mis

pies para oír: y he aquí una voz que hablaba y

el sonido de ella era como de grandes aguas.

18 La cual decía: He aquí que vienen

tiempos: y será, cuando yo me comenzaré a

acercar para visitar los moradores de la tierra;

19 Y cuando comenzaren a hacer

información de los que con su injusticia

agraviaron injustamente: y cuando la aflicción

de Sion será acabada:

20 Y cuando será sellado el siglo que va a

perdición: yo haré estas señales: Los libros

serán abiertos en la presencia del cielo: y

todos juntamente verán,

21 Los niños de un año hablarán con sus

voces; y las mujeres preñadas parirán las

criaturas de tres o cuatro meses, y vivirán

resucitados.

22 Entonces los lugares sembrados

aparecerán súbitamente no sembrados: y los

graneros llenos, súbitamente serán hallados

vacíos.

23 Y la trompeta sonará: y todos los que la

oyesen súbitamente serán espantados.

24 Y acontecerá en aquel tiempo, que los

amigos harán guerra a los amigos como a

enemigos: y la tierra se espantará con ellos.

Las venas de las fuentes estancarán y cesarán

de correr por espacio de tres horas.

25 Mas todos los que escaparen de todas

estas cosas que yo te he predicho, serán

salvos, y verán mi salud, y el fin de vuestro

siglo.

26 Lo han de ver los hombres que han sido

recibidos: y que no han gustado la muerte

después de su nacimiento. Entonces el

corazón de los que habitan la tierra será

mudado, y tornado en otro sentimiento.

27 Porque el mal será destruido, y el engaño

será apagado:

28 Y la fe florecerá, y la corrupción será

vencida: y la Verdad saldrá a luz, la cual tanto

tiempo ha estado fin fruto.

29 Y estando hablando conmigo, he aquí

que yo poquito a poquito miraba hacia aquél

delante del cual yo estaba,

30 El cual me dijo estas cosas: Yo he venido

para mostrarte el tiempo de la noche que

viene.

31 Por tanto si tú tornases a orar, y ayunases

otros siete días, Yo te haré saber mayores

cosas que las que de día he oído.

32 Porque tu voz ha sido oída del Altísimo;

porque el Fuerte ha visto tu rectitud, y ha

mirado la limpieza que has guardado desde

tu mocedad.

33 Por lo cual me ha enviado para mostrarte

todas estas cosas y declarártelas. Ten pues

confianza, y no temas.

34 Y no te apresures en la vana consideración

de los primeros tiempos, porque apresurán-

dote no te alejes de los tiempos que se

siguen.

35 Después de esto yo comencé a llorar de

nuevo, y así mismo ayuné siete días por

acabar las tres semanas que me habían sido

señaladas.

14

36 Y a la octava noche mi corazón se tornó a

turbar en mí, y comencé a hablar delante del

Altísimo.

37 Porque mi espíritu se inflamaba en gran

manera, y mi ánima se angustiaba: y dije:

38 Señor, Tú hablaste claramente en la

primera creación en el Primer día, cuando

mandaste, Sea hecho el cielo y la tierra: y la

obra se siguió a tu palabra.

39 Mas entonces estaba el viento y las

tinieblas extendidas alrededor con silencio, ni

el sonido de la voz del hombre, era aun

creado por ti.

40 Entonces tú mandaste que saliese de tus

tesoros la luz resplandeciente, que alumbrase

tu obra.

41 En el Segundo día creaste el viento del

cielo, y le mandaste que poniéndose en

medio, hiciese división y apartamiento entre

las aguas, y que la una parte se fuese arriba, y

la otra se quedase abajo.

42 En el Tercer día mandaste a las aguas que

se juntasen en la séptima parte de la tierra, y

secaste las seis partes reservándolas para que

algunas de ellas te sirviesen plantadas y

cultivadas divinamente.

43 Porque en el instante que tu palabra era

pronunciada, la obra era hecha.

44 Por lo cual luego fueron producidos frutos

en abundancia, y muchas maneras de sabores

apetecibles, y flores de colores inimitables, y

olores de admirable olor, todas las cuales

cosas fueron creadas en el día Tercero.

45 En el Cuarto día creaste con tu

mandamiento la lumbre del Sol, y de la

Luna, y los órdenes de las estrellas.

46 Y les mandaste que sirviesen al hombre

que había de ser hecho.

47 En el Quinto día dijiste a la séptima parte

en la cual el agua estaba ajuntada, que criase

animales, aves, y peces:

48 Lo cual fue hecho así. Que el agua muda

y sin ánima engendró los animales que Dios

le mandó por señas: para que de esto las

naciones tuviesen que contar tus maravillas.

49 Entonces tú conservaste dos animales; al

uno llamaste Enoch, y al otro Leviatán.

50 Y los apartaste el uno del otro: porque la

Séptima parte donde el agua estaba ajuntada,

no los podía tener a ambos.

51 Y a Enoch diste la una de las partes que

habían sido secas en el día Tercero, para que

habitase en ella, en la cual hay mil montes.

52 Más a Leviatán diste la séptima parte

húmeda, preparándolo para que trague los

que tú quisieses, y cuando tú quisieses.

53 Finalmente en el Sexto día mandaste a la

tierra que criase delante de ti bestias mansas y

fieras, y serpientes:

54 Y sobre todo esto a Adán, al cual hiciste

Capitán sobre todas las obras que habías

hecho: y de él somos venidos todos, y

también el Pueblo, que tú escogiste.

55 Yo, Señor, he dicho delante de ti todas

estas cosas, porque por causa nuestra has

creado el mundo;

56 Declarando que todas las otras gentes

nacidas de Adán tenías en nada, y que eran

como la saliva: y que estimabas sus riquezas

como las gotas que están colgadas del vaso.

57 Y ahora, Señor, he aquí que estas Gentes,

que en nada son tenidas, han comentado a

enseñorearse sobre nosotros, y a tragarnos.

15

58 Y nosotros, que somos tu Pueblo, a quien

tú has llamado, tu Primogénito, y Unigénito,

e Imitador, somos entregados en sus manos.

59 Pues si el mundo es creado por causa

nuestra, ¿por qué no lo poseemos nosotros

por heredad? ¿O hasta cuándo hemos de

padecer tales cosas?

CAPÍTULO VII

cuando hube acabado de decir esto,

aconteció que el Ángel que me había

sido enviado las noches pasadas, me

fue enviado; y me dijo,

2 Levántate Esdras, y oye las palabras que

soy venido a decirte.

3 Y yo dije, Habla mi Dios. Entonces él me

dijo, La mar fue puesta en lugar ancho para

que fuese honda, y larga.

4 Más demos caso que su entrada es en un

lugar estrecho y semejante a las de los ríos.

5 ¿Quién habría que quisiese entrar en la

mar, ó por verla, o por señorearla, que para

venir a su anchura no pasase por la

estrechura?

6 Igual, otra semejanza. Hay una ciudad

edificada, y asentada en un lugar llano, la cual

está llena de todos los bienes:

7 Mas su entrada es estrecha, y puesta en un

despeñadero: y a la mano derecha hay fuego,

y a la siniestra una profunda agua.

8 Y no hay más que una senda entre el fuego

y el agua de no más de un pie de un hombre.

9 Si esta ciudad fuese dada por herencia a un

hombre, ¿cómo podría éste tomar su

herencia, si primero no pasase por el peligro

que está delante?

10 Y yo le dije: Es así, Señor. Entonces él

me dijo: De esta manera es la suerte de

Israel.

11 Porque yo creé el mundo por amor de

ellos: y cuando Adán quebrantó mis

constituciones, entonces aconteció un caso

como éste.

12 Que las entradas de este siglo se volvieron

estrechas, tristes y trabajosas: pocas, y malas,

y llenas de peligros, y de grades trabajos.

13 Porque las entradas del siglo primero eran

anchas y seguras, y llevaban fruto de

inmortalidad.

14 Así que si los vivientes no trabajan de

entrar por estas cosas vanas y angostas, no

podrán recibir las cosas que están guardadas.

15 Ahora pues, ¿por qué te turbas tú, pues

eres caduco? ¿Y por qué te desasosiegas

siendo mortal?

16 ¿Por qué no tomas de corazón lo que está

por venir, más que lo presente?

17 Respondí, y dije, Señor, Señoreador, he

aquí que tú has ordenado por tu Ley, que los

justos tengan estos bienes por herencia, y que

los malos perezcan:

18 ¿Por qué han de padecer los justos estas

estrechuras esperando las anchuras? Porque

los que han vivido impíamente también han

padecido las estrechuras, más no verán las

anchuras.

19 Entonces él me respondió. No hay juez

más justo que Dios: y nadie es más sabio que

el Altísimo.

Y

16

20 Porque muchos perecen en esta vida, por

cuanto dejaron la Ley de Dios que está

puesta.

21 Porque Dios ha avisado con diligencia a

los que vienen, todas las veces que vinieron,

de lo que habían de hacer para vivir: y de lo

que habían de guardar, para no ser

castigados.

22 Más ellos no recibieron el aviso, antes lo

han contradicho, y se imaginaron con

posturas vanas:

23 Y se han propuesto a sí mismos engaños

de pecados. Han negado la divinidad del

Altísimo, y no han conocido sus caminos.

24 Han menospreciado su Ley, y han

refutado sus promesas: han violado

pérfidamente sus derechos, y no han puesto

en ejecución sus obras.

25 Por tanto, Esdras, las cosas vacías, para

los vacíos: y las llenas, para los llenos

26 He aquí que vendrá tiempo, y será,

cuando las señales, que yo te he predicho,

serán hechas. La Esposa aparecerá: y

apareciendo será vista la que ahora está

debajo de la tierra.

27 Y cualquiera que de estos males escapare,

verá mis maravillas.

28 Porque mi Hijo Jesús aparecerá con los

que son con él, y los que hubiesen quedado

celebrarán alegrías, por cuatrocientos años.

29 Y acontecerá que después de estos años

mi Hijo Cristo morirá, y todos los hombres

que respiran.

30 Y el mundo será tornado al silencio

antiguo por siete días, como en los primeros

juicios, hasta que no quede ninguno.

31 Mas acontecerá, que después de los siete

días el siglo, que aun está dormido, se

despierte, y muera lo corrompido.

32 Entonces la tierra restituirá las cosas que

en ella duermen; y el polvo las cosas que en

él están guardadas en silencio: y los cilleros

(encargados) restituirán las ánimas que les

fueron dadas a guardar.

33 El Altísimo entonces aparecerá sentado

en silla de juicio: y las miserias pasarán, y será

puesto fin a la paciencia.

34 Mas la justicia sola quedará, la Verdad

será establecida, y la fe será confirmada.

35 La obra de la fe seguirá, el premio

aparecerá, las buenas obras serán en su

fuerza, y las maldades dejarán de

enseñorearse.

36 Entonces yo dije: Abraham oró primero

por los de Sodoma: después Moisés, por los

padres que pecaron en el desierto:

37 Y los que vinieron después de él, por

Israel en el tiempo de Acaz y de Samuel:

38 David, por la mortandad: y Salomón, por

los que viniesen al Santuario:

39 Elías, por los que recibieron la lluvia; y

por el muerto, que resucitaste.

40 Ezequías, por el Pueblo en tiempo de

Senaquerib: y así otros muchos, por otros

muchos.

41 Pues si ahora, que los vicios han crecido,

y la injusticia abunda, algunos justos orasen

por los impíos, ¿por qué no se seguirá el

mismo efecto?

42 Más él me respondió, y dijo: La vida

presente no es el cabo (fin): muchas veces la

honra dura en ella: por tanto hay oración por

los flacos.

17

43 Mas el día del juicio será el cabo de este

siglo, y el principio de la inmortalidad,

vendrá: cuando la corrupción toda cesará:

44 La intemperancia será deshecha: la

incredulidad cortada; mas la justicia será

aumentada, y la Verdad venida.

45 Porque entonces nadie podrá salvar al

que fuere perdido, ni echar abajo al que

hubiere vencido.

46 Entonces yo respondí, y dije, Ésta es mi

primera y mi postrera palabra; que mejor

fuera no haber dado la tierra a Adán; o que

ya que se le dio, haberlo tenido, para que no

pecase.

47 Porque, ¿de qué sirve que los hombres

que vivan esta vida presente en tristeza, y

después de muertos temer el castigo?

48 ¡Oh!, Adán, ¿y qué has hecho? Porque

en lo que tú pecaste, no has caído tú solo mas

la caída viene hasta nosotros, que

descendimos de ti.

49 Porque, ¿qué nos aprovecha, que nos sea

prometida inmortalidad, si nosotros hacemos

obras, que también nos acarree la muerte?

50 Y que nos sea prometida esperanza

Eterna, ¿si nosotros estamos ligados a

vanidad pésima?

51 ¿De qué nos sirve, que tengamos moradas

de salud y de seguridad, si nosotros hemos

mal vivido?

52 Y que la gloria del Altísimo esté guardada

para defender a los que han vivido en

paciencia, si nosotros hemos tenido el mal

camino.

53 ¿De qué nos sirve que fe haya de

manifestar un paraíso eterno, cuyo fruto

permanezca incorruptible, en el cual haya

seguridad y salud, si nosotros no hemos de

entrar allá?

54 Porque nosotros hemos vivido en lugares

ingratos.

55 ¿De qué nos aprovecha, que la faz de los

que hubiesen vivido en abstinencia,

resplandecerán más que las estrellas, si las

nuestras son más negras que las tinieblas?

56 Porque mientras que vivíamos, cuando

hacíamos lo malo, nunca pensábamos que

después de muertos habíamos de padecer.

57 A lo cual él respondió, y dijo; Ésta es la

condición de la pelea en que el hombre que

naciese en la tierra, ha de pelear;

58 Que si fuese vencido, padezca lo que tú

has dicho; y si venciese, reciba lo que yo he

dicho.

59 Porque ésta es la vida, de la cual habló

Moisés al Pueblo, cuando vivía; diciendo,

Escoge para ti la vida, porque vivas.

60 Mas ellos no creyeron a él, ni tampoco a

los profetas después de él, ni menos a mí,

que les he dicho,

61 Que no es tanta la tristeza para su

perdición, cuanta es la alegría, que ha de

venir sobre aquellos, a quien la Salud fuere

persuadida.

62 Entonces yo respondí, y dije; Señor, yo

sé, que el Altísimo es llamado

Misericordioso, por cuanto él hace

misericordia a los que aun no han llegado a

este siglo;

63 Y que él tiene piedad de los que viven

según su Ley.

64 Así mismo, que es Longánimo; porque

espera luengamente a los que han pecado,

como a hechuras suyas.

18

65 Y que es Liberal, porque él nos quiere

dar todo lo que hemos menester.

66 Y que es de gran clemencia, porque con

su mucha clemencia pasa a los que ahora

son, y a los pasados, y a los que están por

venir.

67 Porque al no ser él liberal de sus

misericordias, el mundo no viviera, ni los

que lo poseen.

68 Y que él es Perdonador, porque si con su

bondad él no diese que fuesen soportados los

que hacen maldad, de diez mil no quedaría

69 Y siendo juez, Si no perdonase a los que

sanan por su palabra, y quitase la multitud de

los pecados,

70 Por ventura no quedarían sino bien pocos

de una multitud tan innumerable.

CAPÍTULO VIII

ntonces él me respondió, y dijo; El

Altísimo hizo este siglo para muchos;

y el venidero para pocos.

2 Y yo te pondré una comparación ¡oh!

Esdras. Como si tú preguntases a la tierra,

ella te diría, que ella lleva mucha tierra para

hacer ollas, mas para hacer oro, ella no da

sino un poco de polvo; así va el negocio de

este siglo.

3 Muchos son creados, mas pocos se

salvarán.

4 A esto yo respondí, y dije; Ahora pues

ánima mía sírvete el sentido, y trágate la

sabiduría.

5 Porque tú has concertado de obedecer, y

tú quieres profetizar, y no te es dado más

espacio, que solamente el de la vida.

6 Si tú, Señor, no permites a tu siervo que te

oremos, que des simiente en nuestro

corazón, y cultives nuestro sentido, de donde

salga fruto de que pueda vivir todo hombre

corrupto, ¿quién intercederá por el hombre?

7 Porque tú eres solo, y nosotros somos la

única obra de tus manos, como tú has dicho.

8 Porque desde que el cuerpo es formado en

el vientre, y que le has dado los miembros, tu

criatura es conservada por fuego y por agua, y

la obra que tú has hecho sufre por nueve

meses en sí, tu obra creada en ella.

9 Y lo que guarda y lo que es guardado lo

uno y lo otro son conservados: y cuando es

venido el tiempo, la matriz conservada

restituye lo que en ella ha crecido.

10 Porque tú has ordenado, que de los

mismos miembros, es a saber, de las tetas, sea

dada leche a la criatura determinada para las

tetas.

11 Para que lo que ha sido formado sea

alimentado por algún tiempo, hasta que tú lo

determines a tu benignidad.

12 Tú lo alimentas de tu justicia, y lo metes

en tu Ley, y lo corriges con tu juicio.

13 Tú lo matas como a criatura tuya, y le das

vida como a hechura tuya.

14 Pues si tú hechas a mal lo que fue

formado con tantos trabajos, cosa fácil será

de ordenar por tu mandamiento que también

sea conservado, lo que fue hecho.

15 Ahora pues, Señor, yo hablaré. De la

universidad de los hombres, esto, sea como

E

19

mandares. Mas de tu Pueblo, por el cual yo

tengo dolor,

16 Y de tu heredad, por la cual yo lloro; de

Israel, por el cual yo me entristezco: de

Jacob, por el cual me aflijo:

17 De estos haré mi oración delante de ti,

por mí, y por ellos: porque yo veo las faltas

de los que habitamos en la tierra.

18 Más también he oído la prisa del juez que

viene.

19 Por tanto oye mi voz, y entiende mi

razón, que yo propondré delante de ti. El

principio de las palabras de Esdras antes que

fuese tomado.

20 Y yo dije: ¡Oh!, Señor, que vives

eternamente, que miras desde arriba lo que

está en el cielo, y en el aire,

21 Cuyo trono es inestimable, y la gloria

incomprensible: delante del cual está

presente el ayuntamiento de los Ángeles con

temor:

22 La guarda de los cuales se vuelve con

viento y fuego: Cuya palabra es verdadera,

cuyos dichos, seguros. Cuyo mandamiento es

fuerte, y su gobierno terrible.

23 Cuya vista seca los abismos, y su enojo

abate los montes, como la misma obra lo

testifica:

24 Oye la oración de tu siervo, y admite en

tus oídos la súplica de tu criatura.

25 Porque entre tanto que viviese, hablaré: y

mientras tuviese sentido daré mi voz.

26 No mires a los pecados de tu Pueblo, más

que a los que te sirven con verdad.

27 No mires al malvado corazón de los

hombres, más que a los que en sus aflicciones

han guardado tus testimonios.

28 No pienses a los que han sido traidores

en tu presencia, mas antes acuérdate de los

que han reverenciado tu voluntad.

29 Y no quieras echar a mal los que se han

gobernado como los animales brutos: mas

mira a los que animosamente han enseñado

tu Ley.

30 No te airees contra los que se han

mostrado peores que bestias, mas antes ama a

los que se han siempre confiado en tu justicia,

y en tu majestad.

31 Porque nosotros y nuestros padres

estamos enfermos de tales enfermedades,

más tú eres llamado Misericordioso por

causa nuestra, que somos pecadores.

32 Por tanto si tienes voluntad de hacernos

misericordia, entonces podrás ser llamado

Misericordioso para con nosotros, que no

tenemos las obras de justicia.

33 Porque los justos, que tienen copia de

buenas obras, reciban el premio de sus obras.

34 ¿Qué cosa es el hombre, para que te

enojes con él? ¿O el mortal linaje, que tanto

te amargue?

35 Porque verdaderamente ninguno hay de

los nacidos, que no haya sido impío: ni

ninguno de los que te alaban, que no haya

pecado en algo.

36 Ciertamente Señor en esto será tu justicia

y tu bondad celebrada, cuando perdonares a

aquellos que carecen de sustancia de buenas

obras.

20

37 Entonces él me dijo, Algunas cosas has

dicho bien: y así se hará conforme a tus

palabras.

38 Porque verdaderamente yo no tendré

cuenta con las obras de los malos, antes de la

muerte, antes del juicio, antes de la perdición:

39 Antes me holgaré con la obra de los

justos: y así misino tendré memoria de la

peregrinación, de la conservación, y del

premio que ha de ser recibido.

40 Así que como he dicho, así es.

41 Porque como echa el labrador muchos

granos de simiente en la tierra, y planta

muchas plantas: mas ni todo lo que fue

sembrado se salva en su tiempo, ni todo lo

que fue plantado echa raíces, así tampoco

todos los que en el mundo fueron

sembrados, serán salvos,

42 Entonces yo respondí, y dije: Si he hallado

gracia, hablaré.

43 Como la simiente del labrador perece, si

no se levanta, o si no recibe tu lluvia en su

tiempo, o si por muchas aguas se corrompe:

44 Así es el hombre que es formado de tus

manos, del cual tú eres llamado la imagen, en

cuanto es hecho a tu semejanza: para el cual

tú has hecho todas las otras cosas: y lo has

hecho semejante a la simiente del labrador.

45 No te airees con nosotros, antes perdona

a tu Pueblo, y ten misericordia de tu heredad:

porque tú eres el que has de hacer piedad de

tu criatura.

46 Entonces él me respondió, y dijo: Las

cosas presentes, para los presentes: y las por

venir, para los por venir.

47 Cierto muy lejos estás de poder amar mi

creatura más que yo: por tanto me he

acercado muchas veces a ti, y a ella: más de

los impíos, nunca.

48 Ciertamente en esto eres admirable

delante del Altísimo,

49 Que te has humillado, como te conviene:

y no te has tenido por digno de gloriarte

mucho entre los justos.

50 Porque muchas miserias y calamidades

esperan a los que vivieren en los postreros

tiempos, por cuanto andarán muy soberbios.

51 Tú empero, aprende para ti: y pregunta

de la gloria de tus semejantes.

52 Porque a vosotros es abierto el Paraíso,

plantado el árbol de la vida, aparejado el

tiempo venidero, aparejada la abundancia,

edificada la ciudad, examinado el reposo,

acabada la bondad, y la sabiduría cumplida.

53 La raíz del mal herrada (clavada) se ha

apartado de vosotros: pereció de vosotros

enfermedad y polilla: corrupción se huyó a

los infiernos en olvido.

54 Los dolores se fueron, y finalmente el

tesoro de inmortalidad apareció.

55 No pases pues adelante en preguntar de

la multitud de los que perecen:

56 Porque también ellos alcanzando la

libertad menospreciaron al Altísimo, tuvieron

en poco su Ley, y dejaron sus caminos.

57 Y además de esto, hollaron (pisaron) a

tus justos,

58 Diciendo en su corazón que no había

Dios, aunque sabían que habían de morir.

59 Porque así como os han de recibir a

vosotros las cosas dichas, así a ellos los

recibirán la sed y el tormento que les están

aparejados.

21

60 Porque Dios no quiso que el hombre se

perdiese: mas ellos después de creados

profanaron el Nombre, del que los creó; y

fueron ingratos al que les había aparejado la

vida,

61 Por lo cual se acercan ahora mis juicios:

62 Los cuales no he mostrado a todos, sino a

ti, y a otros pocos semejantes a ti.

63 Entonces yo respondí, y dije; He aquí

ahora, Señor, me has declarado muchas

maravillas, que tú piensas hacer en los

postreros tiempos: mas en qué tiempo, no

me lo has aún declarado.

CAPÍTULO IX

ntonces él me respondió, y dijo:

Mide con diligencia el tiempo

consigo mismo: y cuando vieres que

una parte de las señales dichas es pasada,

2 Entonces entiende que aquél es el tiempo

en que el Altísimo comenzará a visitar el siglo

que fue hecho por él.

3 Así que cuando se sintiese en el mundo

temblor de tierra, y alborotos de pueblos:

4 Entonces entenderás, que el Altísimo

habló de estas cosas desde los tiempos que te

han precedido desde el principio,

5 Porque de la manera que todo lo que se

hace en el mundo, tiene principio y fin, y la

consumación es manifiesta,

6 Así los tiempos del Altísimo tienen sus

principios manifiestos con señales y eficacia: y

así mismo acaba con efectos maravillosos.

7 Así que todos los que escapasen a salud, y

que pudiesen escapar por sus obras, y por la

fe en que vosotros habéis creído,

8 Escaparán de los peligros dichos, y verán

mi salud en mi tierra y en mis términos:

porque yo me he apartado del mundo como

Santo y limpio.

9 Entonces harán mancilla de sí mismos los

que abusaron de mis caminos: y los que los

desecharon con menosprecio, quedarán en

tormentos.

10 Porque es necesario que los que no me

conocieron recibiendo beneficios mientras

vivieron.

11 Y los que tuvieron fastidio de mi Ley

mientras estuvieron en la presente libertad:

12 Y los que teniendo aún oportunidad de

arrepentirse: no la quisieron entender, antes

la menospreciaron, que después de la muerte

sean enseñados por el tormento.

13 Tú, empero no seas curioso en preguntar,

de qué manera los impíos serán

atormentados: mas pregunta, de qué manera

los justos serán salvos: y de cuáles es el mudo:

y por causa de cuáles es el mundo: y cuándo.

14 Entonces yo respondí, y dije: Yo he ya

dicho, y ahora lo torno a decir, y lo mismo

diré de aquí en adelante,

15 Que los que perecen son más que los que

se salvan,

16 Como la onda del agua es mayor que la

gota. Y él me respondió, y dijo:

17 Cual es el campo, tales también han sido

las simientes: cuales las flores, tales los

colores: cual el maestro, tal la obra: y cual el

labrador, tal su labranza: porque aquel era el

tiempo del mundo;

E

22

18 Ciertamente que cuando yo aparejaba el

mundo antes que fuese hecho, para ser

morada de los que ahora viven, nadie

entonces me contradecía:

19 Antes cada cual obedecía: mas ahora las

costumbres de los que fueron creados en este

mundo después que fue hecho, son corruptas

de una simiente perpetua, y de una ley

indispensable.

20 Yo he examinado el mundo, y he aquí

que él era peligroso, a causa de las afecciones

que en él han nacido.

21 Lo cual viendo, yo le perdoné con

diligencia: y me guardé un grano del racimo,

y una planta del gran número de gente.

22 Piérdase pues la multitud nacida en vano:

y mi grano sea guardado: y mi planta, la cual

yo he cultivado con grandes trabajos.

23 Más si tú entremetieses ahora otros siete

días, en los cuales no ayunarás,

24 Mas y te irás a un campo florido donde

ninguna casa haya edificada: y comerás

solamente de las flores del campo: no

gustarás carne, ni beberás vino, sino

solamente de las flores,

25 Y que tú ores sin cesar al Altísimo: yo

vendré y te hablaré.

26 Yo pues me fui como él me dijo, a un

campo, el cual se llama Ardath: y allí me

asenté entre las flores, y comí de las yerbas

(hierbas) del campo: y la comida de ellas me

hartó.

27 Y aconteció siete días después, que

estando yo acostado sobre la yerba, mi

corazón se comenzó a alborotar, como antes,

28 Y abriendo mi boca comencé a hablar

delante del Altísimo, y a decir:

29 Señor, queriendo manifestarte a nosotros,

te manifestaste a nuestros padres en un

desierto estéril, y sin camino, cuando

partieron de Egipto: a los cuales mandaste

severamente, diciendo,

30 Tú, Israel, óyeme, y Simiente de Jacob,

está atenta a mis palabras.

31 Porque he aquí que yo siembro en

vosotros mi Ley, para que ella lleve fruto en

vosotros, y seáis glorificados eternamente.

32 Mas nuestros padres habiendo recibido la

Ley, no la guardaron, ni vivieron conforme a

tus derechos: y el fruto de la Ley nunca se

mostró: ni tampoco podía, porque no lo

había.

33 Por tanto los que la recibieron, mas no

guardaron lo que en ellos fue sembrado,

perecieron.

34 Y he aquí que la costumbre es ésta:

cuando la tierra ha recibido alguna simiente,

o la mar algún navío, o cualquier vaso la

comida o la bebida, si acontece, que aquello

en que fue sembrado, o aquello en que la

cosa fue puesta, se pierde;

35 Juntamente se pierde también lo que fue

sembrado, o lo que fue puesto o fue recibido

dentro, ni más lo podemos cobrar. Mas en

nosotros no aconteció así:

36 Porque nosotros recibimos la Ley, y

pecando perecimos, y así mismo nuestro

corazón que la recibió:

37 Mas la Ley no se perdió, antes

permaneció en su fuerza.

38 Estando yo diciendo estas cosas en mi

corazón, torné mis ojos, y vi a la mano

derecha una mujer, que lloraba y lamentaba a

alta voz, teniendo rotos sus vertidos, y la

23

cabera cubierta de polvo, se fatigaba en su

ánimo en gran manera.

39 Entonces dejando yo mis pensamientos

en que estaba ocupado, me volví hacia ella, y

le dije:

40 ¿Por qué lloras?, ¿y por qué te atormentas

en tu ánimo? Y ella me respondió:

41 Déjame Señor llorarme a mí misma, y

entregarme al dolor, porque yo estoy en

grande amargura de corazón, y muy afligida.

42 Y yo le dije: ¿Qué te ha acontecido?

Dímelo. Y ella me dijo;

43 Yo, tu sierva, era estéril, y nunca había

parido en treinta años que fui casada.

44 Cada hora, y cada día, en todos estos

treinta años yo oraba al Altísimo de noche y

de día:

45 Y aconteció que pasados estos treinta

años, Dios oyó a tu sierva, y miró a mi

aflicción y a mi pena, y me dio un hijo: con el

cual yo me gocé en gran manera juntamente

con mi marido, y todos los de mi ciudad: y

dimos grande honor al Todopoderoso.

46 Y yo lo crié con gran trabajo:

47 Y cuando fue grande, y vino en edad de

tomar mujer, yo hice día de banquete.

CAPÍTULO X

Aconteció que entrando mi hijo en

el tálamo, cayó muerto.

2 Entonces fueron trastornadas todas

las lámparas, y todos los de mi ciudad

vinieron a consolarme: y así me estuve hasta

la noche del día siguiente,

3 Y cuando todos hubieron acabado de

consolarme, yo me fui a reposar: más me

levanté de noche, y huí, y he venido como

ves, a parar en este campo,

4 Determinada de no volver más a la ciudad,

más de quedarme aquí; y ni comer ni beber,

sino llorar sin cesar, y atormentarme hasta

que muera.

5 Entonces yo, dejado los propósitos que

había comenzado, le respondí enojado,

diciendo:

6 ¡Oh!, la más loca de todas las mujeres: ¿y

tú no ves nuestro luto, y las cosas que nos han

acontecido?

7 ¿Que Sion nuestra madre está llena de

toda tristeza, y es humillada en gran manera,

y se lamenta dolorosamente?

8 Y ahora cuando todos, lloramos y nos

contristamos y experimentamos tristeza, ¿tú

estás triste por un solo hijo?

9 Pregunta a la tierra, y ella te dirá que ella es

la que había de llorar por la muerte de tantos

como en ella nacen.

10 Porque desde el principio todos han

nacido de ella, y otros nacerán: y he aquí que

casi todos se van en perdición: y la multitud

de ellos es perfidísima.

11 ¿Quién pues debe más llorar: ésta, que ha

perdido tan grande multitud, o tú que te

lamentas por uno?

12 Y si me dices, Mi lloro no es semejante al

de la tierra: porque yo he perdido el fruto de

mi vientre, el cual yo parí con trabajos y

engendré con dolores:

13 Y la tierra a la manera de la tierra, que la

multitud presente se va en ella, como se vino:

Y

24

14 Yo te respondo, que como tú pariste con

dolor, así da la tierra su fruto desde el

principio al hombre, que la ha labrado.

15 Ahora pues reprime en ti misma tu dolor,

y sufre varonilmente los casos que te han

acontecido.

16 Porque si tú tienes por justa la ordenación

de Dios, y tomas su consejo con tiempo,

serás alabada por ello.

17 Vete pues a la ciudad a tu marido.

18 Entonces ella me respondió: No lo haré:

yo no entraré en la ciudad, mas moriré aquí.

19 Entonces yo torné a hablarle, y a decirle,

20 No pongas en efecto este dicho, mas

consiente con el que te aconseja: porque,

¿cuántos son los infortunios de Sion?

Consuélate a lo menos en respecto del dolor

de Jerusalén.

21 Porque ya ves cómo nuestro Santuario

está desierto, nuestro altar derribado, nuestro

Templo destruido.

22 Nuestro Salterio ha enfermado, y el

himno no suena, nuestro gozo está caído, la

lumbre de nuestro candelero apagada, el

Arca de nuestra Alianza robada, y nuestro

culto contaminado: casi es profanado el

nombre, que es invocado sobre nosotros,

nuestros hijos han padecido oprobrio,

nuestros Sacerdotes son quemados, nuestros

Levitas llevados cautivos, nuestras vírgenes

corrompidas, nuestras mujeres violadas,

nuestros justos saqueados, nuestros niños

perdidos, nuestra juventud en servidumbre, y

nuestros valientes quebrantados:

23 Y lo que es más que todo, Sion nuestra

insigne honra ha perdido su gloria insigne: la

cual es venida en manos de los que nos

aborrecen.

24 Tú pues desecha tu mucha tristeza, y

aparta de ti la multitud de los dolores: para

que el que es Poderoso se reconcilie contigo,

y el Altísimo te dé reposo, y relajación de los

trabajos.

25 Hablando yo con ella estas cosas

aconteció que súbitamente su rostro y su

figura comenzó a resplandecer, y su vista a

echar de sí tanta luz, que yo tuve gran miedo

de ella.

26 Y estando pensando, qué sería aquello,

he aquí que de repente ella dio una voz muy

grande y espantable: tanto que la tierra

tembló del estruendo de la mujer.

27 Y estando yo mirando, la mujer

desapareció de delante de mí, y una ciudad se

edificaba, y se mostraba un lugar muy ancho

para los fundamentos.

28 Yo tuve miedo, y clamé en alta voz

diciendo, ¿Dónde está el Ángel Uriel, que

vino a mí desde el principio?, porque él me

ha traído en este extremo exceso de

entendimiento, y mi fin es venido a

corrupción.

29 Y hablando yo estas palabras he aquí que

él vino a mí,

30 Y como me vio tendido delante de si

como muerto, y sin entendimiento, me tomó

por la mano derecha y me confortó, y me

puso sobre mis pies, diciendo,

31 ¿Qué has? ¿O por qué está turbado tu

entendimiento y tu sentido? ¿O de qué te

conmueves? Y yo le dije:

32 Porque tú me has dejado, habiendo yo

hecho lo que tú me dijiste: que he venido al

campo, donde he visto, y aún veo lo que no

puedo declarar.

25

33 Entonces él me dijo, Está varonilmente, y

yo te enseñaré.

34 Y yo le dije, Señor habla tú conmigo, y no

me dejes, porque yo no muera teme-

rariamente.

35 Porque yo he visto lo que no sabía, y oigo

lo que nunca entendí.

36 ¿O si se engaña mi sentido, y mi

entendimiento vaguea por alturas?

37 Por tanto te ruego ahora que tú declares a

tu siervo esta maravilla. Entonces él me

respondió, y dijo:

38 Estame atento para que yo te enseñe, y

hable contigo de estas cosas de que has

tenido temor: porque el Altísimo te ha

querido revelar grandes misterios.

39 Él ha visto la rectitud de tu camino, que

sin cesar te afliges por tu Pueblo, y lloras, en

grande manera por Sion.

40 Ésta pues es la significación de la visión,

que poco antes se te ha mostrado:

41 Tú comenzaste a consolar a la que viste

que lloraba.

42 Más ahora ya no ves más la forma de

aquella mujer, sino te ha aparecido una

ciudad, que se edificaba.

43 Y acerca de lo que ella te contaba de la

muerte de su hijo, ésta es la solución.

44 La mujer que viste, es Sion: y lo que ella

te dijo, a la cual también verás como una

ciudad que se edifica,

45 Lo que ella te dijo, que había sido estéril

por treinta años, significa que por espacio de

treinta años no fue hecho en ella sacrificio.

46 Mas después de treinta años, como

Salomón edificase la Ciudad, y ofreciese

sacrificios, entonces fue el tiempo cuando la

estéril parió hijo.

47 Y lo que te dijo, que ella lo había criado

con trabajo, significaba la habitación de

Jerusalén.

48 Además de esto, lo que te contó, que su

hijo entrando en el tálamo cayó muerto de un

caso fortuito, es la ruina, que ha venido a

Jerusalén.

49 Cata (examina) aquí lo que significa la

figura de la que comenzaste a consolar, por

qué lloraba a su hijo, y las cosas acontecidas

que se te habían de declarar.

50 Y ahora viendo el Altísimo que te has

contristado de ánimo, y que de todo tu

corazón tienes dolor de ella, él te ha

mostrado el resplandor de su gloria, y la

belleza de su hermosura.

51 Porque por esta causa te dije que

esperases en un campo, donde no hubiese

alguna casa edificada:

52 Porque yo sabía que el Altísimo

determinaba de mostrarte estas cosas.

53 Por tanto te mandé que vinieses a un

campo, donde no hubiese algún cimiento de

edificio:

54 Porque no era posible que obra de

humano edificio fuese sustentada en el lugar,

donde la ciudad del Altísimo había de ser

mostrada.

55 Tú pues, no hayas temor, ni se espante tu

corazón: mas entra y contempla la grandeza y

magnificencia del edificio, cuanto con la vista

de tus ojos pudieses alcanzar a ver:

56 Y después oirás cuanto con el oído de tus

orejas pudieres percibir.

26

57 Porque tú eres bienaventurado sobre

muchos, y entre pocos nombrado delante del

Altísimo.

58 Más tú quedarás aquí mañana en la

noche: y el Altísimo te mostrará sublimes

visiones de cosas que el Altísimo ha de hacer

sobre los que habitan en la tierra en los

postreros tiempos.

CAPÍTULO XI

Echándome a dormir aquella noche,

y la siguiente, como me había

mandado, vi un sueño: y he aquí que

un águila subía de la mar, la cual tenía doce

alas de pluma, y tres cabezas.

2 Y estando yo mirándola, he aquí que ella

extendía sus alas por toda la tierra: y todos los

vientos del cielo se juntaban, y soplaban en

ella.

3 Vi también, que de sus plumas nacían otras

al contrario, las cuales se hacían alas

pequeñas y menudas.

4 Mas sus cabezas estaban quietas: y la

cabeza de en medio era más grade que las

otras: mas con todo esto ella estaba quieta

con las otras.

5 Y estando yo mirando vi, que el águila

levantaba vuelo con sus plumas, y reinó sobre

la tierra, y sobre los que en ella moran.

6 Y todas las cosas debajo del cielo estaban

sujetas a ella: nadie le contradecía, ni aun una

de cuantas criaturas están sobre la tierra.

7 Después miré, y he aquí que el águila se

levantó sobre sus uñas, y habló a sus plumas

diciendo,

8 No veléis todos a una: cada uno duerma en

su lugar, y velad por veces.

9 Mas las cabezas sean guardadas hasta el

cabo.

10 Y estando yo mirando, he aquí que

ninguna voz salía de las cabezas, mas del

medio del cuerpo.

11 Entonces yo conté sus plumas contrarias:

y de que hube visto que eran ocho,

12 Miré, y he aquí que a la mano derecha se

levantó una pluma, la cual reinó sobre toda la

tierra.

13 Y aconteció que reinando ella, vino su

fin: y nunca más apareció su asiento. Después

se levantó otra, y reinó, la cual tuvo el

imperio por largo tiempo.

14 Y aconteció que reinando ésta vino

también su fin, y se desvaneció como la

primera.

15 Y he aquí una voz que fue enderezada a

ella, diciendo:

16 Oye, tú que has tenido la tierra tanto

tiempo: Yo te anuncio estas cosas antes que

te apercibas al partirte:

17 Nadie tendrá tu tiempo después de ti, ni

aun la mitad de él.

18 Después, se levantó la tercera, y tuvo el

Señorío, como las primeras: mas también ella

se desvaneció.

19 Lo mismo aconteció a cada una de las

otras, ocupando la una después de la otra el

principado, y desvaneciéndose después.

20 Después de esto miré, y he aquí que por

sucesión de tiempo se levantaban las plumas

siguientes del lado derecho, para tener

Y

27

también el Señorío: y algunas hubo, que lo

tuvieron, más luego se desvanecían.

21 Otras de ellas se levantaban, más no

alcanzaban el Principado.

22 Después de esto estando yo

contemplando he aquí que las doce plumas

no aparecían, ni las dos pequeñas alas.

23 Y nada quedaba ya en el cuerpo del

águila fino las dos cabezas, que estaban

reposando, y seis alas.

24 Y yo miré, y he aquí que dos alas se

apartaron de las seis, y se pulieron debajo de

la cabeza, que estaba a la mano derecha.

25 Porque las otras cuatro se quedaron en su

lugar. Y estando yo contemplando esto, he

aquí que las plumas de debajo de las alas

pensaban levantarse, y ocupar el principado.

26 Y aun yo vi que una se levantó presto,

mas luego desapareció.

27 Mas las que se siguieron, fe desvanecieron

más presto que las primeras.

28 Entonces yo miré, y he aquí, que las dos

que quedaban, consultaban entre sí de reinar

también ellas.

29 Y estando ellas en este pensamiento, he

aquí que una de las cabezas, que estaban

reposando, la del medio, se despertó: y esta

cabeza era mayor que las otras dos.

30 Y vi, que las otras dos cabezas estaban

juntas con ella:

31 Y he aquí que la cabeza se volvió con las

otras que estaban juntas con ella, y le comió

las dos plumas de debajo de las alas que

pensaban reinar.

32 También esta cabeza espantó a toda la

tierra, y dominó en ella sobre sus moradores

con gran vejación: y tuvo el principado de

todo el mundo más que todas las alas que le

habían precedido.

33 Después estando yo mirando, he aquí

que la cabeza que estaba en medio había

desaparecido, también ella como las alas.

34 Mas las dos cabezas quedaban, las cuales

también reinaron juntas en la tierra, y sobre

los moradores de ella.

35 Después estando yo mirando, he aquí

que la cabeza, que estaba al lado derecho, se

tragó a la que estaba al izquierdo.

36 Entonces oí una voz que me dijo, Mira

delante de ti, y considera lo que vieres.

37 Y yo miré, y he aquí una semejanza de un

león que salía del bosque, furioso y

bramando: y vi que este león echaba una voz

de hombre al águila diciendo:

38 Oye, tú, para que yo hable contigo. He

aquí que el Altísimo dice:

39 ¿No eres tú el que ha quedado de los

cuatro animales, los cuales yo ordené que

reinasen en este mi mundo según lo

demandasen los tiempos de cada uno de

ellos?

40 El cual animal saliendo el cuarto ha

vencido todos los otros animales que han

pasado, y ha tenido el mundo con horrible

imperio, y a todo el universo con vejación

gravísima: y que ha habitado en la redondez

de las tierras tanto tiempo fraudulosamente?

41 Porque tú no has sido juez justo de la

tierra,

42 Pues has afligido a los mansos, trataste

mal a los quietos, amaste a los mentirosos,

destruiste las moradas de los hombres útiles,

28

y derribaste los muros de los que nunca te

hicieron mal.

43 Tus injurias han subido hasta el Altísimo,

y tu soberbia hasta el Fuerte.

44 El Altísimo ha mirado sobre los tiempos

soberbios: y he aquí que ya son acabados, y

sus maldades son ya cumplidas:

45 Por tanto, tú, águila, desvanécete también

con tus alas horribles, con tus plumas

malvadas, con tus cabezas maliciosas, con tus

uñas facinerosas, y con la vanidad de todo tu

cuerpo:

46 Para que en toda la tierra haya refrigerio,

y libre de tu tiranía se recoja, y ponga su

esperanza en la justicia y clemencia de Aquél

que la creó.

CAPÍTULO XII

Aconteció que diciendo el León

estas palabras al águila, estando yo

mirando,

2 He aquí que la cabeza que había quedado,

súbitamente se desvaneció juntamente con las

cuatro alas que a ella se habían pasado por

reinar, el reino de las cuales fue flaco, y lleno

de alborotos.

3 Así que estando yo mirando, he aquí que

ellas desaparecieron de la vista, y todo el

cuerpo del águila fue quemado, de lo cual la

tierra fue espantada en gran manera.

Entonces despertándome de aquella

turbación, y de aquel embelesamiento de

entendimiento, y del gran temor, yo mismo

reprendía mi espíritu diciendo,

4 Cata aquí, tú me has traído en esto, porque

escudriñas los caminos del Altísimo.

5 He aquí que aún tengo el ánimo cansado, y

el espíritu debilitado en gran manera, apenas

me queda un poco de esfuerzo a causa del

gran espanto que esta noche he tenido.

6 Ahora pues yo oraré al Altísimo que me

confirme hasta el cabo.

7 Y así dije: Señor, Señoreador, si he hallado

gracia delate de ti, y tú me tienes por más

justo que a otros muchos, y si es cierto que

mis ruegos pueden subir delante de tu

presencia,

8 Confórtame, y declara a tu siervo

distintamente la significación de esta visión

horrible, para que cumplidamente consueles

mi ánima:

9 Pues que me has estimado digno para

mostrarme los tiempos postreros.

10 Entonces él me dijo, Ésta es la declaración

de esta visión.

11 El águila que viste salir de la mar, es el

reino que apareció a Daniel tu hermano en

visión:

12 Más no le fue declarado: por tanto te lo

declaro yo ahora.

13 He aquí que vienen tiempos en que un

reino se levantará sobre la tierra, el temor del

cual será más terrible que de todos los reinos

que han sido antes de él.

14 Y reinarán en él doce reyes el uno tras el

otro:

15 El segundo de los cuales habido el reino,

durará en él por más tiempo que ninguno de

los otros doce.

16 Ésta es la declaración de las doce alas que

viste.

Y

29

17 Y la voz que oíste que hablaba no de las

cabezas, sino de medio del cuerpo, ésta es la

declaración:

18 Que pasado el tiempo de aquel reino,

nacerán grandes cuestiones: y él estará en

peligro de caer: mas no caerá por entonces,

antes será restaurado del todo.

19 Más de las ocho plumas de debajo de las

alas que viste que estaban pegadas con sus

alas, ésta es la declaración:

20 En él se levantarán ocho reyes, cuyos

tiempos serán cortos, y los años apresurados:

dos de los cuales se perderán.

21 Más cuando el medio del tiempo se

acercara, los cuatro serán conservados por un

tiempo, hasta tanto que el tiempo de cada

uno de ellos comience a acercarse para tener

fin. Mas los dos serán conservados hasta el

fin.

22 Además de esto, de las tres cabezas que

viste que dormían, ésta es la declaración:

23 En los postreros tiempos de aquel reino

el Altísimo levantará tres reinos, en los cuales

restituirá muchas cosas: y ha de enseñorearse

de la tierra y de los que en ella habitan con

grande tiranía sobre todos los que les habrán

precedido.

24 Por esta causa son llamados cabezas del

águila.

25 Porque sus impíos fraudes estos los

consumarán, y los llegarán a su perfección.

26 Y lo que viste que la mayor cabeza se

desvaneció, significa, que el uno de ellos

morirá en su cama: más con todo esto con

tormentos.

27 Mas los dos que quedarán, espada los

consumirá.

28 Porque la espada del uno comerá al otro:

mas él también a la final caerá a cuchillo:

29 Además de esto, de las dos plumas de

debajo de las alas, que viste que se pasaron a

la cabeza de la mano derecha, ésta es la

significación.

30 Estos son los que el Altísimo conservó

para su fin: el reino de los cuales es pequeño,

y lleno de alborotos, como tú viste.

31 Finalmente el León que viste que salta del

bosque furioso y bramando, y hablando al

águila, y arguyéndola de sus hechos injustos

con todas las palabras que tú oíste:

32 Éste es el viento que el Altísimo ha

reservado para el fin contra ellos, y sus

impíos fraudes; el cual los argüirá, y echará

sobre ellos sus robos.

33 Porque él los hará venir vivos a juicio, y

desde que los haya convencido, los castigará.

34 Porque él librará el resto de mi Pueblo

los que por los trabajos habrán escapado

hasta mis términos: y él los alegrará hasta que

venga el último día del juicio, del cual yo te

hablé al principio.

35 Éste es el fuego que viste, y éstas son sus

declaraciones.

36 Porque ciertamente tú solo has sido

estimado digno de conocer estos misterios

del Altísimo.

37 Por tanto escribe en un libro todas las

cosas que has visto, y ponlas en algún lugar

secreto:

38 Y muéstralas a los sabios de tu Pueblo,

cuyos corazones tú entiendes que son hábiles

para ver, comprender, y guardar estos

misterios.

30

39 Con todo espera aún aquí otros siete días,

para que te sea mostrado todo lo que al

Altísimo fuere bien visto de mostrarte.

40 Después de esto él se partió de mí. Mas

cuando todo el Pueblo oyó que eran ya

pasados siete días, y que yo no volvía a la

ciudad, se juntaron todos desde el menor

hasta el mayor, y vinieron a hablarme,

diciendo:

41 ¿En qué te hemos ofendido, o qué sin

razón te hemos hecho, para que nos dejes, y

te vengas a sentar a este lugar?

42 Porque de todo el Pueblo tú solo nos has

quedado como el rebusco en la parra: y

como una lámpara en lugar seguro, y como

un puerto donde un navío se salve de la

tempestad.

43 ¿No nos bastan los males que tenemos?

44 Pues si tú nos dejas, ¿cuánto mejor nos

fuera haber sido quemados con Sion?

45 Porque cierto que no somos nosotros

mejores que los que allá murieron. Y lloraron

todos a gran voz. Entonces yo les respondí

diciendo:

46 Ten confianza, Israel, y no te entristezcas

tú, Casa de Jacob.

47 Porque el Altísimo tiene memoria de

vosotros: y el Fuerte no os ha olvidado en la

tentación.

48 Ni yo tampoco os he dejado ni me he

huido de vosotros: sino, he venido aquí a

hacer oración por el asolamiento de Sion: y a

pedir misericordia por la asolación de vuestro

Santuario.

49 Por tanto ahora cada uno de vosotros se

vaya a su casa, que yo volveré a vosotros un

día de estos.

50 Y así el Pueblo se volvió a la Ciudad,

como yo le dije.

51 Y yo me quedé en aquel campo siete días,

como me había sido mandado, comiendo

solamente de las flores del campo, no

teniendo otra cosa para mi sustento que

yerbas por siete días.

CAPÍTULO XIII

Después de siete días aconteció, que

yo soñé un sueño de noche:

2 Y he aquí un viento que se

levantaba de la mar para conturbar todas sus

ondas.

3 Y yo miré, y he aquí que aquel viento se

tornaba un hombre con los millares del cielo:

y donde quiera que él volvía su rostro para

mirar, todas las cosas que se veían debajo de

él, temblaban:

4 Y donde quiera que sonaba su voz, todos

los que oían el sonido, se abrasaban, de la

manera que la tierra desfallece, cuando es

tomada del fuego.

5 Y después de esto miré, y he aquí, que se

juntaba de los cuatro vientos del cielo una

multitud de hombres sin número, para pelear

contra el hombre que había salido de la mar.

6 Y estando yo mirando, he aquí que el

mismo se cortó a sí un gran monte sobre el

cual voló.

7 Y yo procuré ver la región y el lugar de

donde el monte había sido cortado, mas no la

pude ver.

8 Después de esto miré, y he aquí que todos

los que se habían juntado para pelear contra

Y

31

él, temían en gran manera: más con todo esto

hozaban hacerle guerra.

9 Mas él como vio el ímpetu de la multitud,

que venía, nunca alzó su mano, porque

tampoco tenía espada ni ninguna arma de

guerra.

10 Más solamente, en cuanto yo vi, él echó

de su boca como un soplo de fuego; y de sus

labios un viento inflamado: lanzando de su

lengua centellas, y tempestades.

11 Estas cosas todas mezcladas juntamente,

es a saber, el soplo de fuego, y el viento

inflamado, y la multitud de la tempestad,

cayeron impetuosamente sobre la multitud,

que estaba apercibida para pelear, y los

quemó a todos; de tal manera que ninguna

cosa apareció de toda aquella multitud

innumerable, sino solamente el polvo, y el

olor del humo. Lo cual viendo yo, tuve

temor.

12 Después de esto vi que este hombre

descendía del monte llamando a sí una a otra

multitud pacífica:

13 Y muchos venían a él, unos con rostro

alegre, otros tristes: unos ligados, otros

trayendo a otros que eran ofrecidos. Y yo con

la fuerza del miedo comencé a estar mal

dispuesto: hasta que desperté, y dije:

14 Tú has mostrado a tu siervo desde el

principio estas maravillas: y me has tenido

por digno de que tú recibieses mi oración:

15 Ahora pues muéstrame también la

declaración de este sueño.

16 Porque, a cuanto yo pienso, ay de

aquellos que fueron dejados en aquel tiempo:

y mucho más, de los que no fueron dejados.

17 Porque los que no fueron dejados, estaban

tristes.

18 Ahora entiendo yo las cosas que están

guardadas para los postreros tiempos, y las

que han de venir también a ellos como a los

que fuesen dejados:

19 Porque vinieron en grandes peligros, y en

muchas calamidades, como aquellos sueños

lo muestran.

20 Mas con todo esto es más tolerable, que

el que peligra, caiga en estas cosas y ver ahora

lo que ha de acontecer en lo por venir, que

pasar de este mundo como una nube.

Entonces él me respondió, y dijo:

21 Yo te diré la declaración de la visión, y así

mismo te declararé más abiertamente las

cosas de que has hablado.

22 Por cuanto has hecho mención de los

dejados, ésta es su declaración.

23 El que hubiese llevado el peligro en aquel

tiempo, será guardado: los que cayeron en el

peligro, estos son los que presentan sus obras

y su fe al Altísimo.

24 Sabe pues que más bienaventurados son

los dejados, que los muertos. Éstas son las

declaraciones de la visión.

25 En cuanto al Varón que viste subir de en

medio de la mar,

26 Éste es aquel, que el Altísimo conserva

por muchos tiempos, el cual por sí mismo

librará a su criatura: y él tomará el cuidado de

los dejados.

27 Lo que viste, que de su boca salía como

un soplo con fuego y tempestad,

28 Y que ni tenía espada, ni algún otro

instrumento de guerra, más con todo eso

deshizo con su ímpetu la multitud que venía a

pelear contra él, ésta es la declaración:

32

29 He aquí que vienen tiempos, cuando el

Altísimo vendrá a librar los que habitan en la

tierra,

30 Y con el miedo de su venida hará atónitos

los entendimientos de los moradores del

mundo:

31 Los unos1

aparejarán guerra contra los

otros: ciudad contra ciudad, lugar contra

lugar, gente contra gente y reino contra reino.

32 Mas cuando estas cosas se hiciesen, las

señales que te he mostrado, vendrán: y

entonces será revelado mi hijo, al cual tú viste

subir como un hombre:

33 Cuya voz, cuando todas las gentes la

hubiesen oído, acontecerá que cada uno en

su región dejarán la guerra, que entre sí se

hacían:

34 Y multitud innumerable se juntará a una

con determinación de venir contra él,

35 El cual estará sobre la cumbre del Monte

de Sion.

36 Sión pues vendrá, y será mostrada a todos

preparada y edificada, de la manera que tú

viste el monte cortado sin manos.

37 Mas mi mismo Hijo argüirá las impías

invenciones de las gentes, que por sus malas

maneras de vivir, vinieron en aquella

tempestad,

38 Y en los tormentos semejantes a la llama,

en los cuales serán atormentados: y sin

trabajarse los deshará con la Ley, que es

semejante al fuego.

39 Igual, lo que viste que él recogía a si otra

multitud pacífica:

1 Mateo 24, 7

40 Éstas son las diez tribus que fueron

llevadas cautivas fuera de su tierra en tiempo

del Rey Oseas, al cual Salmanasar2

Rey de los

Asirios llevó preso: el cual los trasportó de

esta parte del Río, y los llevó a tierra extraña.

41 Más ellos de común acuerdo se

determinaron de dejar la multitud de las

Gentes, y se fueron a una región más

adelante, donde nunca hombre habitó:

42 Para guardar al menos allí sus leyes, las

cuales habían menospreciado en su tierra.

43 Y entraron por los estrechos del Río

Éufrates.

44 Porque el Altísimo les hizo entonces

grandes maravillas: y3

detuvo los manaderos

del Río, hasta que hubieron pasado.

45 Porque habían de ir por aquella región

por largo camino de año y medio, la cual

región se llama Arareth.

46 Entonces tomaron allí asientos hasta los

postreros tiempos: más cuando ahora se

aparejasen para volver,

47 El Altísimo tornará a estancar las fuentes

del Río para que puedan pasar. De aquí es

que tú viste una multitud pacífica.

48 Más los que de tu Pueblo son dejados,

son los que son hallados dentro de mi

término.

49 Así que acontecerá que cuando

comenzaren a deshacer la multitud de las

gentes ajuntadas, él amparará al Pueblo que

habrá quedado.

50 Al cual entonces él mostrará grandes

maravillas.

2 2 Reyes 17, 3 3 Josué 3, 15…

33

51 Entonces yo dije: Señor, Señoreador, esto

me declara: Porque me pareció que aquel

Varón ¿subía de en medio de la mar?

52 Y él me dijo: Como tú no puedes

investigar ni conocer las cosas que están en lo

profundo de la mar, así ninguno podrá sobre

la tierra ver mi hijo, ni los que lo acompañan,

sino en el tiempo de aquel día.

53 Ésta es la declaración del sueño que viste:

y del cual tú solo eres aquí claramente

enseñado:

54 Por cuanto dejando tu propia Ley te has

ocupado en la mía y estudiado en ella.

55 Porque has ordenado tu vida sabiamente:

y a la inteligencia has llamado para ti Madre.

56 Por esto yo te he mostrado las riquezas

que están guardadas acerca del Altísimo. Mas

de aquí a tres días yo te diré otras cosas: y te

declararé cosas graves, y maravillosas.

57 Entonces yo me fui al campo glorificando

y loando al Altísimo por las maravillas que él

había de hacer a su tiempo:

58 El cual él dispensa con las cosas que caen

en los tiempos. Y reposé allí tres días.

CAPÍTULO XIV

Al tercer día aconteció, que estando

yo sentado debajo de un alcornoque,

he aquí que una voz vino a mí de un

zarzal llamando, Esdras, Esdras.

2 Y yo dije, Señor, heme aquí: y diciendo

esto me levanté en pie: y él me dijo:

3 Yo me mostré claramente4

sobre la zarza, y

hablé a Moisés, cuando mi Pueblo servía en

Egipto.

4 Y lo envié, y saqué mi Pueblo de Egipto. Y

lo llevé al Monte de Sinaí, y lo tuve conmigo

muchos días.

5 Yo le conté muchas maravillas, y le mostré

los secretos de los tiempos y el fin, y le

mandé diciendo,

6 Tú dirás públicamente estas palabras, y

estas otras encubrirás.

7 De la misma manera te digo a ti ahora.

8 Las señales que te he mostrado, y los

sueños que has visto, con las declaraciones

que has oído, guárdalas en tu corazón.

9 Porque tú serás sacado de entre todos: y de

aquí en adelante conversarás en mi consejo, y

con tus semejantes hasta que los tiempos sean

acabados.

10 Porque el siglo ya ha perdido su juventud,

y los tiempos declinan ya a la vejez.

11 El siglo ha sido partido en doce partes: y

las diez partes con la mitad de la décima

parte son ya pasadas.

12 Y no queda ya más que lo que resta desde

la mitad de la décima parte.

13 Dispón pues ahora de tu casa: castiga a tu

Pueblo, consuela a los que en él están

afligidos, renuncia desde ahora a la

corrupción.

14 Deja los pensamientos de las cosas

mortales, echa atrás las molestias de las cosas

humanas, finalmente desnúdate de tu frágil

naturaleza, y dejando a un cabo las

4 Éxodo 3, 1-2

Y

34

molestísimas meditaciones, date prisa a salir

de este siglo.

15 Porque otros peores males han de venir,

que los que hasta ahora has visto que han

venido.

16 Porque5

cuanto más el mundo se

enflaqueciese a causa de la vejez, tantos más

serán los males de los que en él moran,

17 Porque la Verdad se aleja más y más: y la

mentira se acerca.

18 Porque ya se da prisa a venir la visión que

viste. Entonces yo respondí y dije, Delante de

ti Señor.

19 He aquí que yo iré, como tú me has

mandado, y castigaré el pueblo presente: más

¿quién amonestará a los que vendrán

después?

20 Porque el mundo está puesto en tinieblas,

más los que moran en él, son la luz.

21 Porque tu Ley es quemada: por lo cual

nadie sabe las cosas que tú has hecho, ni qué

obras has de hacer.

22 Mas si he hallado gracia acerca de ti,

envíame el Santo Espíritu, para que yo

escriba todo lo que se ha hecho en el siglo

desde el principio: y las cosas que estaban

escritas en tu Ley, porque puedan los

hombres hallar el camino; y los que quisiesen

vivir, puedan vivir en lo por venir.

23 Entonces me respondió, y dijo: Ve, junta

tu Pueblo, y mándales que no te busquen en

cuarenta días.

24 Y después apareja muchas tablas, de

madera: y toma contigo estos cinco, que

5 Mateo 24, 7

tienen mano ligera para escribir, Sarea,

Dabrias, Salemias, Echamis,y Asiel.

25 Y vente aquí, y yo encenderé en tu

corazón lámpara de inteligencia, la cual no

será apagada hasta que sean escritas las cosas

que comenzaréis a escribir.

26 Y desde que todo lo hubieses acabado

publicarás algunas cosas, y otras se darán

secretamente a los sabios: y comenzarás a

escribir desde mañana a esta misma hora.

27 Entonces yo me fui, como él me mandó,

y junté todo el Pueblo diciendo,

28 Oye, Israel, estas palabras:

29 Nuestros padres6

fueron extranjeros en

Egipto al principio, y fueron librados de allá.

30 Después recibieron la Ley de vida7

, la

cual ellos no guardaron: y vosotros después

de ellos la habéis quebrantado.

31 Y cuando la tierra os fue repartida por

suertes, y la tierra de Sion, vosotros y vuestros

padres hicisteis iniquidad: y no perseverasteis

en los caminos que el Altísimo os había

señalado.

32 El cual, como sea juez justo, al presente

os ha quitado lo que os había dado.

33 Mas ahora vosotros estáis aquí, y vuestros

hermanos juntamente con vosotros:

34 Ahora pues si os enseñoreaseis de vuestro

sentido, y enseñaseis vuestro corazón, seréis

conservados vivos, y después de la muerte

alcanzaréis misericordia.

35 Porque después de la muerte queda el

juicio, cuando tornaremos a vivir de nuevo.

Entonces los nombres de los justos serán

6 Génesis 47, 4 7 Deuteronomio 4, 5-6

35

manifestados: y las obras de los malos serán

descubiertas.

36 Ahora pues ninguno venga a mí, ni me

busque antes que pasen cuarenta días.

37 Entonces yo tomé los cinco varones, como

él me había mandado, y nos fuimos al

campo, y esperamos allí.

38 Y el día siguiente, he aquí una voz que

me llamó, diciendo: Esdras, abre tu boca, y

bebe8

lo que yo te daré a beber.

39 Y abrí mi boca, y he aquí que me fue

dado un vaso lleno, el cual estaba lleno como

de agua, más su color era como de fuego.

40 Y yo lo tomé, y lo bebí: y desde que lo

hube bebido, mi corazón era atormentado de

meditación: y la sabiduría crecía en mi

corazón, porque mi ánima se fortificaba en

memoria.

41 Entonces mi boca fue abierta, y nunca

más fue cerrada.

42 Y el Altísimo dio entendimiento a los

cinco hombres, los cuales escribieron las

maravillas que eran dictadas de noche, las

cuales ellos ignoraban.

43 Y tomaban de noche su comida, y yo

hablaba de día, y de noche no callaba.

44 Y fueron escritos en cuarenta días

doscientos y cuatro libros.

45 Pasados estos cuarenta días aconteció que

el Altísimo habló, diciendo: Publica los

primeros que has escrito, y lean los dignos, y

los indignos:

46 Mas los setenta postreros guardarás, para

darlos a los labios de tu Pueblo;

8 Ezequiel 3, 2

47 Porque en ellos están los manaderos de la

inteligencia, y la fuente de la sabiduría; y el

río de la ciencia.

48 Y yo lo hice así.

CAPÍTULO XV

e aquí, habla en los oídos de mi

Pueblo las palabras proféticas que

yo meteré en tu boca, dice el

Señor,

2 Y procura que sean escritas en carta;

porque son fieles y verdaderas.

3 No tengas temor de las artes de tus

adversarios: ni te turbe la continua

desconfianza de los contradictores.

4 Porque todo incrédulo morirá en su

incredulidad.

5 He aquí, dice el Señor, que yo hago venir

los males sobre todo el mundo; cuchillo,

hambre, muerte, y perdición;

6 Por cuanto la iniquidad ha contaminado

toda la tierra abundantemente: y las maldades

dañosas de los moradores de ella han llegado

a lo sumo.

7 Por lo cual, dice el Señor,

8 Ya no disimularé sus impiedades que

cometen irreligiosamente: ni sufriré sus

hechos injustos. He aquí que la sangre

inocente y justa, clama a mí, y las ánimas de

los justos claman continuamente.

9 Yo los vengaré gravemente, dice el Señor;

y toda la sangre inocente traeré a mí de entre

ellos.

H

36

10 He aquí que mi Pueblo es llevado a la

muerte como manada de ovejas: ya no

consentiré que habite en tierra de Egipto,

11 Más yo lo sacaré con mano poderosa y

brazo levantado: y heriré con mortandad toda

la tierra, y yo la destruiré como antes.

12 Egipto llorará, y sus cimientos serán

heridos de mortandad, y de castigo, que el

Señor traerá sobré él.

13 Los labradores, que la labran, llorarán,

porque sus simientes les faltarán a causa de la

niebla, del granizo, y de terribles

constelaciones.

14 Ay del mundo, y de los que en él habitan.

15 Porque cuchillo y su perdición les viene

cerca: y una gente se levantará contra otra en

guerra, con espadas en sus manos.

16 Porque habrá sediciones entre los

hombres: los unos se levantarán contra los

otros, y no harán caso de sus reyes: y los

príncipes medirán la razón con lo que podrán

hacer.

17 Porque será tiempo cuando el que deseare

venir a la ciudad, no podrá, porque las

ciudades estarán en revuelta.

18 A causa de su soberbia: y las casas serán

derribadas, y los hombres tendrán temor.

19 En el hombre no habrá misericordia de

su prójimo para no poner a cuchillo la casa

de cada uno, y saquear sus bienes por falta de

pan, y por diversas calamidades.

20 He aquí, dice el Señor, que yo llamo aun

a todos los reyes de la tierra para que me

teman desde el Oriente, y el Mediodía (Sur),

y desde el Poniente, y el Líbano, para que

vuelvan sobre ellos, y les den el pago de lo

que hicieron.

21 Como ellos han hecho a mis escogidos

hasta hoy, así les haré yo: y les tornaré en su

seno. Así dice el Señor Dios.

22 No perdonará a los impíos mi diestra: y

mi cuchillo no se apartará de los que

derraman la sangre inocente sobre la tierra.

23 El fuego salió de golpe a causa de su ira, y

tragó los fundamentos de la tierra, y los

pecadores como paja encendida.

24 Ay de los que pecan, y de los que no

guardan mis mandamientos, dice el Señor.

25 No los perdonaré. Apartaos, hijos de la

potestad: no contaminéis mi Santidad.

26 Porque el Señor conoce a todos los que

le ofenden: por lo cual él los entregará a la

muerte, y al matadero.

27 Porque los males son ya venidos sobre

todo el mundo, en los cuales vosotros

quedaréis. Porque el Señor no os librará, por

cuanto pecasteis contra él.

28 He aquí que su vista horrible y su rostro

viene del Oriente.

29 La generación de los dragones de Arabia

saldrá en abundancia con multitud de carros:

el número de los cuales irá como viento

sobre la tierra, para que ahora tengan temor,

y tiemblen todos los que los oyesen venir

locos de ira.

30 Los Carmonios saldrán como jabalíes de

la montaña, acometiendo con gran fuerza, y

entrarán en batalla con ellos, y destruirán

parte de la Asiria.

31 Mas después los dragones se esforzarán

acordándose de su naturaleza, y conspirando

juntos volverán con gran fuerza a

perseguirlos.

37

32 Ellos entonces se turbarán, y serán

domados con la potencia de los otros, y

pondrán los pies en huida.

33 Mas el combatidor los cercará desde los

primeros términos de los Asirios, los unos de

los cuales ya domados sobre el ejército de

ellos tendrán horror y espanto, y entre sus

reyes habrá disensión.

34 He aquí nubes que los apremian del

Oriente y del Norte hasta el Mediodía (Sur),

de una apariencia horrible en gran manera,

furiosa, y tempestuosa:

35 Las cuales topándose entre sí derribarán

muchas estrellas a la tierra, y aun la estrella de

ellos. La sangre llegará hasta el vientre a causa

de la mortandad,

36 Y la suciedad de los hombres hasta las

cinchas de los camellos.

37 Pavor y gran espanto vendrá sobre la

tierra: los que viesen este furor tendrán

horror, y serán tomados de temblor.

38 Después de esto muchos nublados se

moverán del Mediodía (Sur), y del Norte, y

de la otra parte del Occidente:

39 Y allende (además) de esto se han de

levantar vientos del Oriente que la encierren,

y también a aquella nube que se movió

furiosamente: y la estrella que se levantó para

espantar al viento Oriental, y al Occidente,

será herida.

40 Se han de levantar grandes y poderosas

nubes llenas de furia, y así mismo la estrella,

para espantar a toda la tierra, y a los que

habitan en ella: las cuales esparcirán terribles

tempestades sobre todo lugar alto y eminente.

41 Fuego, granizo, espadas volantes, y gran

multitud de aguas, que con su multitud

hinchan todos los campos, y todas las riberas.

42 Las cuales derribarán también las

ciudades, los muros, los montes, y los

collados: los árboles de los bosques, el heno

de los prados, y los panes.

43 Y pasarán con ímpetu continuado hasta

Babilonia, y la han de trastornar.

44 Y recogiéndose allí la cercarán, y

derramarán sobre ella su tempestad y toda su

furia: y el polvo y el humo se levantarán hasta

el cielo, y todos los de los al derredores, la

llorarán.

45 Y los que en ella quedasen, servirán a los

que la habrán destruido.

46 ¡Oh!, Asia, compañera de la esperanza de

Babilonia, y gloria de su apariencia.

47 Ay de ti miserable, por cuanto la imitaste:

y ataviaste tus hijas como meretrices para que

agradasen, y se vendiesen a tus enamorados,

los cuales quisieron siempre fornicar contigo.

48 En todas sus obras e invenciones imitaste

a la aborrecible: por tanto, dice el Señor;

49 Yo te enviaré males, viudez, pobreza,

hambre, cuchillo y pestilencia; para que con

muerte y corrupción tus casas y la gloria de tu

virtud sean destruidas.

50 Como la flor que se seca cuando el calor

fe levantará sobre ti y te herirá, enfermarás,

como una pobrecilla de las mujeres llena de

plagas, y castigada:

51 De tal manera que los poderosos y

enamorados no te puedan recibir.

52 Te celaré yo tanto, dice el Señor,

53 ¿Si tú no hubieras muerto mis escogidos

en todo tiempo con golpes de manos traídos

de alto? Y después emborrachada de su

sangre, dijeras a ti misma,

38

54 ¿Atavía la hermosura de tu rostro?

55 Por lo cual recibirás el premio de tu

fornicación arronjado en tu regazo.

56 De la manera que tú has acostumbrado

de tratar a mis escogidos, dice el Señor, así te

tratará a ti Dios, y te entregará al mal.

57 Tus hijos morirán de hambre, tú caerás a

cuchillo, tus ciudades serán asoladas: los

tuyos todos, que estuviesen en el campo,

caerán a espada.

58 Los que estuviesen en los montes, morirán

de hambre, y comerán sus propias carnes, y

beberán su sangre por falta de pan y de agua.

59 Pasarás la mar desventurada: y de nuevo

recibirás males.

60 Al pasar estrellarán la Ciudad matada, y

hollarán parte de tu tierra, y parte de tu gloria

desharán, tornando de nuevo a derribar la ya

derribada.

61 Después de destruida, les has de ser en

lugar de aristas, y ellos a ti en lugar de fuego.

62 Y te han de consumir a ti y a tus ciudades;

tu tierra, tus montes, y todos tus bosques: y

todo árbol fructífero quemarán a fuego.

63 Tus hijos llevarán cautivos, y tus rentas

tendrán por presa: y la gloria de tu rostro

corromperán.

CAPÍTULO XVI

y de ti Babilonia y Asia. Ay de ti

Egipto y Siria.

2 Ceñíos de sacos y de cilicios,

llorad a vuestros hijos, y haced

llanto: porque vuestro quebrantamiento se

acerca.

3 Cuchillo es enviado contra vosotras: ¿y

quién lo apartará?

4 Fuego es enviado contra vosotras, ¿y quién

lo apagará?

5 Males son enviados contra vosotras, ¿y

quién los estorbará?

6 ¿Quién hará huir al bosque al león

hambriento: o apagará el fuego en las aristas

cuando una vez se encendiese?

7 ¿Quién detendrá la saeta arronjada por el

robusto flechero?

8 Cuando el Señor fuerte envía los males,

¿quién los estorbará?

9 ¿Quién apagará el fuego cuando saliese

con ímpetu de su saña (furia)?

10 Cuando él relampaguease, ¿quién no

temerá? Cuando él tronase, ¿quién no se

asombrará?

11 Cuando él amenazase, ¿quién no perecerá

desde los fundamentos delante de él?

12 La tierra tiembla y sus fundamentos. La

mar saca sus ondas desde lo profundo; y sus

ondas y sus peces juntamente se suelen turbar

delante de la presencia del Señor, y de la

grandeza de su potencia:

13 Porque su diestra, con la cual tensa el

arco, es robusta, y las saetas que echa, son

agudas; no se enflaquecen, cuando alguna vez

son arrojadas hasta los fines de la tierra.

14 He aquí que los males son enviados, y no

serán impedidos que no caigan sobre la

tierra. A

39

15 Fuego se enciende que no se apagará

hasta que haya consumido los fundamentos

de la tierra.

16 De la manera que la saeta echada del

robusto flechero, no sabe volver, así los males

enviados a la tierra no serán detenidos.

17 Ay de mí, ay de mí. ¿Quién me librará en

aquellos días?

18 Dolores están cerca, y muchos gemidos:

hambre viene y mucha perdición: guerras

vendrán, y temerán las potestades: vendrán

males, y todos temblarán.

19 En estos males, ¿qué tengo de hacer,

cuando viniesen?

20 He aquí hambre, mortandad, trabajos y

angustias: azotes enviados para castigo.

21 Ni por todas estas cosas se volverán de

sus maldades, ni harán caso de los azotes.

22 He aquí que el mantenimiento (sustento)

será de poco precio en la tierra, tanto que

parezca que hay prosperidad: mas entonces

los males retoñarán en el mudo, cuchillo,

hambre, y gran alboroto.

23 Porque muchos de los que habitan en la

tierra, morirán de hambre: y todos los que

del hambre quedasen, destruirá el cuchillo.

24 Y los muertos serán echados como el

estiércol, y no habrá quien tenga compasión;

porque la tierra quedará desierta, y sus

ciudades serán trastornadas.

25 No quedará nadie para labrar la tierra, ni

para sembrarla.

26 Los árboles darán sus frutos, mas ¿quién

los cogerá?

27 El racimo madurará, mas ¿quién lo

pisará?, porque la soledad de los lugares será

grande.

28 El hombre deseará ver a otro hombre, y

oír su voz.

29 De una ciudad quedarán diez: y de un

campo, dos; los cuales se habrán escondido

por los bosques espesos, y por las cavernas de

los peñascos:

30 Como en un olivar, o en cada un árbol

quedan tres o cuatro aceitunas;

31 O como rebuscos en viña vendimiada

olvidados de los que con diligencia la

buscaron.

32 Así en aquellos días serán dejados tres o

cuatro de los que escudriñarán las casas con

el cuchillo.

33 La tierra quedará desierta, sus campos se

envejecerán: los caminos también, y todas sus

sendas llevarán espinos, porque nadie pasará

por ellas.

34 Las vírgenes llorarán privadas de esposos,

las mujeres llorarán los maridos perdidos,

llorarán también sus hijas desamparadas de

ayuda:

35 Porque sus esposos serán consumidos de

la guerra, y los hombres perecerán de

hambre.

36 Mas los siervos del Señor oíd estas cosas,

y entendedlas.

37 Veis aquí la Palabra del Señor, recibidla:

no creáis a los dioses, de los cuales el Señor

dice,

38 Veis aquí que los males se acercan, y no

tardarán.

40

39 Como la mujer preñada cuando en el

mes noveno ha de parir su hijo, dos o tres

horas antes de la hora de su parto los dolores

están al derredor de su vientre: y saliendo de

él la criatura no se detienen un punto:

40 Así no se detendrán los males que no

acometan al mundo gimiendo él y cercado de

dolores.

41 Pueblo mío, escucha una palabra.

Apercíbete para la pelea: y gobiérnate en los

males como peregrino en la tierra.

42 El que vende, como quien va huyendo, el

que compra, como quien ha de perderlo

todo.

43 El que mercadea, como quien no ha de

recibir el fruto; y el que edifica, como el que

no ha de morar.

44 El que siembra, como quien no ha de

segar: y el que poda la viña, como quien no

ha de vendimiarla.

45 Los que se casan, como los que no han

de engendrar hijos: y los no casados, sean

como viudos.

46 Por cuanto los que trabajan, trabajan en

vano.

47 Porque extranjeros segarán sus

sementeras, saquearán sus bienes, derribarán

sus casas, y a sus hijos apremiarán con

servidumbre, porque en cautividad y en

hambre los engendrarán.

48 Los mercaderes avaros cuanto por más

tiempo adornan las ciudades, las casas, las

posesiones, y sus personas,

49 Tanto más me airaré contra ellos por sus

pecados, dice el Señor.

50 Como la mala mujer aborrece a la mujer

honesta, y de bien,

51 Así la justicia se airará contra la iniquidad

que se atavía de ella: y públicamente la

acusará, cuando vendrá aquel que ha de

meter en razón a todo autor de pecado en la

tierra.

52 Por tanto no os conforméis con ella, ni

con sus obras.

53 Porque presto será quitada de la tierra la

iniquidad, y la justicia reinará en vosotros.

54 El pecador no diga que no tiene pecado:

porque carbones de fuego serán encendidos

sobre la cabeza del que dijere, Yo no he

pecado delante del Señor Dios y de su

Majestad.

55 He aquí que el Señor9

conoce todas las

obras de los hombres: y sus invenciones, y

sus pensamientos, y sus corazones.

56 Porque él dijo10

, Sea hecha la tierra, y la

tierra fue hecha: Sea hecho el cielo, y el cielo

fue hecho.

57 Por su palabra fueron afirmadas las

estrellas:11

y él sabe su número.

58 Él es el que escudriña los abismos, y sus

recámaras: el que midió la mar y su

capacidad.

59 El que encerró la mar en medio de las

aguas: y colgó la tierra sobre las aguas con su

palabra.

60 El que extendió el cielo como una cámara,

y lo fundó sobre las aguas.

61 El que puso en el desierto fuentes de

aguas, y lagos sobre las cumbres de los

montes, para echar ríos de las altas rocas que

rieguen la tierra.

9 Lucas 16, 5

10 Génesis 1, 1 11

Salmo 147, 4

41

62 El que formó al hombre, y asentó su

corazón en medio del cuerpo: el que le dio

espíritu, y vida, y entendimiento, y divino

soplo:

63 El todopoderoso, que creó todas las

cosas: el que escudriña todas las cosas que

están escondidas en los escondrijos de la

tierra.

64 Éste conoce vuestras invenciones, y lo

que en vuestros corazones determináis,

cuando pecáis, y procuráis encubrir vuestros

pecados.

65 Por lo cual el Señor escudriñará con

diligencia todos vuestros hechos, y os

publicará a todos.

66 Y os avergonzaréis, descubiertos vuestros

pecados en la presencia de los hombres,

estando en pie vuestras maldades aquel día

para acusaros.

67 ¿Qué haréis? ¿O cómo tendréis

encubiertos vuestros pecados a Dios, y a sus

ángeles?

68 He aquí que el juez es Dios: temed a él, y

apartaos de vuestros pecados, y olvidad con

eterno olvido vuestros hechos inicuos: y Dios

os sacará, y librará de toda aflicción:

69 Porque he aquí que se enciende contra

vosotros el ardor de la gran compaña de

aquellos que arrebatarán algunos de vosotros,

y los matarán para apacentar sus ídolos.

70 Más los que con ellos consintiesen, serán

de ellos escarnecidos, y mofados, y pisados

71 Porque gran conspiración habrá en cada

lugar, y en las ciudades vecinas contra los que

temen al Señor.

72 Arremeterán, como locos sin perdonar a

nadie, a saquear y matar a los que temen al

Señor;

73 Porque destruirán y saquearán sus

haciendas: y los han de echar de sus casas.

74 Entonces harán experiencia de mis

escogidos, como el oro es probado con el

fuego.

75 Oíd, amados míos, dice el Señor. He

aquí que los tiempos calamitosos están cerca:

mas yo os libraré de ellos.

76 No temáis, ni dudéis: porque Dios es

vuestro Capitán.

77 Y los que guardáis mis mandamientos y

preceptos, dice el Señor, no os agraven

vuestros pecados, ni os sobrepujen vuestras

iniquidades.

78 Ay de los que están ligados en sus

pecados, y cubiertos de sus maldades, como

el campo embarazado con el monte, y como

la senda cubierta de los espinos, que se cierra

y se hace desierta, y al cabo es sentenciada a

ser quemada del fuego.

FIN DEL CUARTO LIBRO DE

ESDRAS.