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EL CUENTO DEL MOLINERO Cuentos de Canterbury Erase una vez un rústico adinerado, entrado ya en años, que vivía en Oxford. Tenía el oficio de carpintero y aceptaba huéspedes en su casa. Vivía con él un estudiante pobre, muy entendido en artes liberales, que sentía una irresistible pasión por el estudio de la astrología. Sabía calcular respuestas a ciertos problemas; por ejemplo, uno podía preguntarle cuándo las estrellas predecían lluvia o sequía, o vaticinar acontecimientos de cualquier clase. No puedo relacionarlos todos. Este estudiante se llamaba Nicolás el Espabilado. Aunque al mirarle parecía poseer la mansedumbre de una niña, tenía una gracia especial para secretas aventuras y placeres del amor, pues era al mismo tiempo ingenioso y extremadamente discreto. En su alojamiento ocupaba un aposento privado, muy bien cuidado con hierbas olorosas. El mismo era tan delicioso como el regaliz o la valeriana. Su Almagesto y otros libros de texto de astrología, grandes y pequeños, y el astrolabio y las tablas de cálculo que precisaba para su ciencia estaban situados en estanterías a la cabecera de su cama. Un burdo paño rojo cubría el hierro de planchar vestidos, y sobre éste tenía un salterio que tocaba cada noche, llenando su aposento de agradables melodías; solía entonar el Angelus de la Virgen, cantando a continuación la Tonadilla del rey. La gente elogiaba a menudo su timbrada voz. De este modo pasaba el tiempo este simpático estudiante, con la ayuda de los ingresos que tenía y de lo que sus amigos proveían. El carpintero se había casado poco ha con una mujer de dieciocho años, a la que amaba más que a su propia vida. Como ella era joven y retozona y él era viejo, los celos le movieron a mantenerla estrechamente confinada, pues ya se había imaginado cornudo. Por su deficiente educación, nunca había leído el consejo de Catón102 de que un hombre debe casarse con alguien que se le parezca. Los hombres deben contraer nupcias con mujeres de posición y edad similar, ya que la juventud y la vejez, generalmente, no concuerdan: están a matar. Pero al haber caído en la trampa, tuvo que pasar sus apuros como otros. 1

El Cuento Del Molinero

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uno de los cuentos de Chanterbury

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EL CUENTO DEL MOLINERO

EL CUENTO DEL MOLINERO

Cuentos de Canterbury

Erase una vez un rstico adinerado, entrado ya en aos, que viva en Oxford. Tena el oficio de carpintero y aceptaba huspedes en su casa. Viva con l un estudiante pobre, muy entendido en artes liberales, que senta una irresistible pasin por el estudio de la astrologa. Saba calcular respuestas a ciertos problemas; por ejemplo, uno poda preguntarle cundo las estrellas predecan lluvia o sequa, o vaticinar acontecimientos de cualquier clase. No puedo relacionarlos todos.

Este estudiante se llamaba Nicols el Espabilado. Aunque al mirarle pareca poseer la mansedumbre de una nia, tena una gracia especial para secretas aventuras y placeres del amor, pues era al mismo tiempo ingenioso y extremadamente discreto. En su alojamiento ocupaba un aposento privado, muy bien cuidado con hierbas olorosas. El mismo era tan delicioso como el regaliz o la valeriana. Su Almagesto y otros libros de texto de astrologa, grandes y pequeos, y el astrolabio y las tablas de clculo que precisaba para su ciencia estaban situados en estanteras a la cabecera de su cama. Un burdo pao rojo cubra el hierro de planchar vestidos, y sobre ste tena un salterio que tocaba cada noche, llenando su aposento de agradables melodas; sola entonar el Angelus de la Virgen, cantando a continuacin la Tonadilla del rey. La gente elogiaba a menudo su timbrada voz. De este modo pasaba el tiempo este simptico estudiante, con la ayuda de los ingresos que tena y de lo que sus amigos provean.

El carpintero se haba casado poco ha con una mujer de dieciocho aos, a la que amaba ms que a su propia vida. Como ella era joven y retozona y l era viejo, los celos le movieron a mantenerla estrechamente confinada, pues ya se haba imaginado cornudo. Por su deficiente educacin, nunca haba ledo el consejo de Catn102 de que un hombre debe casarse con alguien que se le parezca. Los hombres deben contraer nupcias con mujeres de posicin y edad similar, ya que la juventud y la vejez, generalmente, no concuerdan: estn a matar. Pero al haber cado en la trampa, tuvo que pasar sus apuros como otros.

Era ella una mujer hermosa y joven, con un cuerpo cimbreante y flexible como el de una nutria. Rodendole el talle llevaba un delantal de un blanco deslumbrante, una faja de seda rayada y una camisa blanca con un cuello todo bordado alrededor con seda negrsima por dentro y por fuera. Se adornaba con una cofia blanca con cintas que hacan juego con el cuello de la camisa y una ancha cinta de seda cindole la parte superior de la cabeza. Debajo de sus arqueadas cejas, delgadas y negras como endrinas, mostraba unos ojos profundamente lascivos.

Era ms deliciosa de mirar que un peral en flor y ms suave que los ainos al tacto. Una bolsa de cuero con borlas de seda y botones redondos de metal le penda del cinto de la faja. Resulta difcil poder soar en una chica como sa o en semejante preciosidad. Su tez brillaba ms que una moneda de oro recin acuada en la Torre103; cantaba con la alegra y la claridad de una golondrina posada en el granero; sola saltar y retozar como una cabritilla o un ternero que corre tras su madre; su boca era dulce como la miel o el arrope, o como una manzana colocada sobre heno; era retozona como un potrillo, alta como un mstil y erguida como una flecha. De la parte baja del cuello colgaba un broche grande como el remate de un escudo, y los cordones de sus zapatos los llevaba entrelazados, como el rosetn de San Pablo104, por las pantorrillas, cubiertas con medias rojas. Era un pimpollo, un bombn para la cama de un prncipe o esposa digna de algn acaudalado labrador.

Ahora bien, seores, sucedi que un da, cuando su marido se hallaba en Oseney105, Nicols, el Espabilado -estos estudiantes son unos tos hbiles y astutos-, empez a retozar y a hacer bromas con la joven. Con disimulo la palp en sus partes y le dijo:

-Querida, si no dejas que me salga con la ma, morir de amor.

Y prosigui mientras la abrazaba por las caderas:

-Por el amor de Dios, querida, hagamos el amor ahora mismo, o me voy a morir.

Ella se retorca como un potrillo que estn herrando y apart su cabeza diciendo:

-Vete, no te besar. Vete, Nicols, o gritar pidiendo socorro. Qutame las manos de encima! Es ste modo de comportarse?

Pero Nicols empez a rogarle, y lo hizo con tal vehemencia, que, al fin, ella se rindi y jur por Santo Toms de Canterbury que sera suya tan pronto como pudiera encontrar la ocasin.

-Mi esposo est tan rodo por los celos que, si no esperas pacientemente y vas con mucho cuidado, estoy segura que me destruirs -dijo ella-. Por eso, debemos mantenerlo en secreto.

-No te preocupes por ello -dijo Nicols-. Si un estudiante no se las sabe ms que un carpintero, habr estado perdiendo el tiempo.

Por ello, y como dije antes, estuvieron de acuerdo en aguardar la ocasin propicia.

Arreglado esto, Nicols dio a los muslos de la muchacha un buen magreo; luego la bes dulcemente, tom su salterio y puls enardecido una alegre tonadilla.

Pero ocurri que, un buen da, esta buena mujer interrumpi sus faenas domsticas, se lav la cara hasta que reluci de limpia y se dirigi a la iglesia de su parroquia para practicar sus devociones. Ahora bien, en aquella iglesia haba un sacristn llamado Absaln. Su rizado cabello brillaba como el oro y se extenda como un gran abanico a cada lado de la raya que le recorra el centro de la cabeza. Era un individuo enamoradizo en el sentido ms amplio de la palabra. Tena una tez rosada, ojos grises de ganso y vesta con gran estilo, calzando medias y zapatos escarlatas con dibujos tan fantsticos como el rosetn de la catedral de San Pablo. La chaqueta larga de color azul claro le sentaba muy bien: con encajes ribeteados, estaba cubierta por un vistoso sobrepelliz de color blanco que semejaba un conjunto de retoos en flor. A fe ma que era todo un buen mozo. Saba hacer de barbero, sangrar y extender documentos legales; saba bailar en veinte estilos diferentes (pero siguiendo la moda de aquellos das procedentes de Oxford, con las piernas que salan disparadas a uno y otro lado); cantaba con un agudo falsete acompandose de un violn de dos cuerdas. Tambin tocaba la guitarra. No haba posada o taberna de la ciudad que no hubiera animado con su visita, especialmente las que haba con vivarachas muchachas de mesn. Pero, para decir verdad, era un poco pesado: se tiraba ventosidades y tena una conversacin latosa.

En aquel da festivo estaba de excelente humor cuando, al tomar el incensario, se puso a escudriar amorosamente a las mujeres de la parroquia mientras las incensaba; dedicaba especial atencin cuando miraba a la mujer del carpintero; era tan bella, dulce y apetecible, que le pareca que podra pasarse toda la vida contemplndola. Si ella hubiera sido un ratn y Absaln un gato, juro que se le hubiera arrojado encima inmediatamente. Tan chalado estaba el zumbn sacristn, que no admita donativos de las mujeres al hacer la colecta; su buena educacin se lo impeda, segn comentaba.

Aquella noche la Luna brillaba intensamente cuando Absaln cogi la guitarra para ir a cortejar. Lleno de ardor, sali de su casa con mucho nimo, hasta que lleg a la casa del carpintero despus del canto del gallo y se situ cerca de un ventanal que sobresala de la pared. Entonces cant con voz baja y suave, acompandose con su guitarra:

Queridsima dama, escucha mi plegaria y apidate de m, por favor.

El carpintero se despert y le oy.

-Alison -dijo a su mujer-, no oyes a Absaln cantando bajo el muro de nuestro dormitorio?

Ella replic:

-S, Juan; claro que oigo cada nota.

Las cosas prosiguieron como podis suponer. El alegre Absaln fue a cortejarla diariamente, hasta que se puso tan desconsolado, que no poda dormir ni de da ni de noche. Se pein sus espesos rizos y se acical, cortejndola por intermediarios, y prometi que sera su esclavo, le haca gorgoritos como un ruiseor y le enviaba vino, aguamiel, cerveza especiada y pasteles recin salidos del homo; le ofreci dinero, pues ella viva en una ciudad en la que haba cosas que comprar. Algunas pueden ser conquistadas con riquezas; otras, a golpes, y otras, finalmente, con dulzura y habilidad.

En una ocasin, para que ella contemplara su talento y versatilidad, hizo el papel de Herodes en el escenario. Pero de qu le sirvi todo eso? Tanto amaba ella a Nicols, que Absaln hubiera podido arrojarse al ro; slo reciba burlas por sus desvelos. Por lo que ella convirti a Absaln en un mono bufn y su devocin en chanza. He aqu un proverbio que dice gran verdad: Si quieres avanzar, acrcate y disimula. Un amante ausente no satisface su gula.

Ya poda Absaln fanfarronear y desvariar, que Nicols, slo por estar presente, lo desbancaba sin esfuerzo.

Vamos, espabilado Nicols, muestra tu valor y deja a Absaln con su gimoteo! Sucedi que un sbado el carpintero tuvo que ir a Oseney. Nicols y Alison convinieron que idearan alguna estratagema para engaar al pobre esposo celoso, de modo que, si todo sala bien, ella pudiera dormir toda la noche en sus brazos, como ambos deseaban. Sin decir ni una palabra, Nicols, que ya no poda esperar ms, llev silenciosamente a su aposento suficiente comida y bebida para un da o dos. Entonces, Nicols dijo a lison que cuando su esposo preguntara por l, ella le contestase que no le haba visto en todo el da y que ignoraba dnde poda hallarse; aunque crea que deba de haber cado enfermo, puesto que cuando la criada fue a llamarle, l no haba replicado, a pesar de las grandes voces que dio.

As, Nicols se qued en su aposento, callado, durante todo el sbado, comiendo, durmiendo, o haciendo lo que le daba la gana hasta que anocheci. Era la noche del sbado al domingo. El pobre carpintero empez a preguntarse qu diablos podra ocurrirle a Nicols:

-Por Santo Toms, empiezo a temer que Nicols no est nada bien! Espero, Dios mo, que no haya fallecido repentinamente. Este es un mundo poco seguro, en verdad: hoy mismo he presenciado cmo llevaban a la iglesia el cadver de un hombre al que haba visto trabajando este lunes. Entonces dijo al muchacho que le serva.

-Sube corriendo y grita a su puerta o golpala con una piedra. Ve qu pasa y ven enseguida a decirme qu es lo que hay.

El muchacho subi decidido las escaleras y voce y aporre la puerta del aposento

-Eh! Qu hacis, maese Nicols? Cmo podis estar durmiendo todo el da?

Pero no sirvi de nada. No hubo respuesta. Sin embargo, en uno de los paneles inferiores descubri un agujero, que serva de gatera, y dio un vistazo al interior. Al final logr ver a Nicols sentado muy tieso y con la boca abierta como si tuviera trastornado el juicio; por lo que baj corriendo y explic a su dueo inmediatamente el estado en que le haba encontrado.

El carpintero empez a persignarse diciendo: -Aydanos, Santa Frideswide!. Quin puede predecirnos lo que el destino nos depara? A este individuo le ha sobrevenido una especie de ataque con este astrobolio107 suyo. Y saba yo que algo le ocurrira! La gente no debe meter sus narices en los secretos divinos. Bendito sea el hombre que no sabe ms que el Credo! Esto mismo es lo que le pas a aquel otro estudiante del astrobolio que sali a andar por los campos contemplando las estrellas y tratando de adivinar el futuro. Cay dentro de una almarga: algo que no previ. Sin embargo, por Santo Toms que lo siento por el pobre Nicols! Por Jesucristo, que est en el cielo, que le voy a escarmentar de sus estudios, si es que yo valgo para algo. Dame una vara, Robin; apalancar la puerta mientras t la levantas. Esto pondr fin a sus estudios, supongo.

Y se dirigi a la puerta del aposento. El criado era un muchacho muy fuerte, y la puso fuera de sus goznes en un momento. La puerta cay al suelo. All se hallaba Nicols sentado como si estuviera petrificado, con la boca abierta tragando aire. El carpintero supuso que estaba en trance de desesperacin; le agarr fuertemente por los hombros y le sacudi con fuerza dicindole:

-Eh, Nicols! Eh! Baja la vista! Despierta! Acurdate de la pasin de Jesucristo! Que el signo de la cruz te proteja de duendes y espritus!

Entonces empez a murmurar un encantamiento en cada uno de los cuatro rincones de la casa y la parte exterior del umbral de la puerta:

Jesucristo, San Benito.

Los malos espritus prohibid: espritus nocturnos, huid del Padrenuestro108.

Hermana de San Pedro, no abandones a este siervo vuestro.

Despus de un rato, Nicols el Espabilado suspir profundamente y dijo:

-Ay! Debe el mundo terminar tan pronto? El carpintero contest:

-De qu hablas? Conga en Dios, como el resto de los que ganan el pan con el sudor de su frente.

A lo que replic Nicols:

-Vete a buscarme una bebida y te dir -en la ms estricta confianza, te advierto-algo sobre un asunto que nos concierne a ambos. Te aseguro que no se lo dir a nadie ms.

El carpintero baj y regres con casi un litro de buena cerveza. Cuando cada uno hubo bebido su parte, Nicols cerr bien la puerta e hizo sentar al carpintero junto a l dicindole:

-Querido Juan, querido anfitrin!, me debes jurar aqu mismo y por tu honor que nunca revelars este secreto a nadie, pues te revelar el secreto de Jesucristo, y ests perdido si lo cuentas a otra alma. Pues ste ser el castigo: si me traicionas, te convertirs en un loco rematado.

-Que Jesucristo y su santa sangre me protejan! -repuso el ingenuo carpintero-. No soy ningn boquirroto y, aunque est mal que lo diga, no soy nada locuaz. Puedes hablar libremente: por Jesucristo que baj a los infiernos: no lo repetir a hombre, mujer o nio alguno.

-Pues bien, Juan -dijo Nicolas-. Te aseguro que no miento: por mis estudios de astrologa y mis observaciones de la Luna cuando brilla en el cielo, he averiguado que durante la noche del prximo lunes, a eso de las nueve, llover de una forma tan torrencial y asombrosa, que el diluvio de No quedar minimizado109. El aguacero ser tan tremendo -prosigui-, que todo el mundo se ahogar en menos de una hora, y la Humanidad perecer.}

Al or eso, el carpintero exclam:

-Pobre esposa ma! Se ahogar tambin? Ay, pobre Alison!

Qued tan impresionado, que casi se desmay.

-No puede hacerse nada? -pregunt.

-S, ya lo creo que s -dijo Nicols-; pero solamente si te dejas guiar por un consejo experto, en vez de seguir ideas propias que te puedan parecer brillantes. Como muy bien dice Salomn: No hagas nada sin consejo, y te alegrars de ello. Ahora bien, si actas siguiendo mi buen consejo, te prometo que nos salvaremos los tres, incluso sin mstil ni vela. No sabes cmo No fue salvado cuando el Seor le advirti por anticipado que todo el mundo perecera bajo las aguas?

-S -dijo el carpintero-, hace mucho, muchsimo tiempo.

-No has odo tambin -prosigui Nicols- lo que le cost a No y a todos los dems conseguir que su esposa subiera a bordo del arca? Me atrevo a asegurar que, en aquellos momentos, hubiera dado lo que fuese para que ella tuviera una barca slo para ella. Sabes qu es lo mejor que podramos hacer? Esto requiere actuar con rapidez, y en una emergencia no hay tiempo para parloteos ni retrasos. Corre y trae enseguida a casa una amasadera o una gran tina poco profunda para cada uno de nosotros tres y asegrate que sean lo suficientemente grandes para poderlas utilizar como barcas. Pon alimentos en ellas para un da, no necesitamos ms, pues las aguas retrocedern y desaparecern a eso de las nueve de la maana siguiente. Pero tu muchacho Robin no debe saber nada de esto. Tampoco puedo salvar a Gillian, la criada; no preguntes por qu, pues incluso si me lo preguntaras, no revelara los secretos de Dios. A menos que ests loco, debera ser suficiente para ti el ser favorecido igual que el propio No. No te preocupes: salvar a tu mujer. Ahora, vete y busca bien.

Cuando tengas las tres amasaderas, una para ella, una para m y otra para ti, las colgars en lo alto del techo para que nadie se d cuenta de tus preparativos. Cuando hayas hecho lo que te he dicho y hayas colocado los alimentos en cada una de ellas, no te olvides de coger un hacha para cortar la cuerda y poder huir cuando llegue el agua, ni tampoco de practicar una abertura en la parte alta del tejado por el lado que da al jardn, por donde se hallan los establos, para que podamos pasar por l. Cuando haya terminado el diluvio, te aseguro que vas a remar tan alegremente como un pato blanco detrs de su pareja. Cuando grite: "Eh, Alison! Eh, Juan! Animaos, las aguas descienden", t responders: "Hola, maese Nicols. Buenos das. Te veo muy bien, pues es de da." Y entonces seremos los reyes de la Creacin para el resto de nuestras vidas, igual que No y su mujer.

Pero te tengo que advertir una cosa: cuando embarquemos esa noche, procura que ninguno de nosotros diga una sola palabra, o llame o grite, pues debemos rezar para cumplir las rdenes divinas.

T y tu mujer deberis estar lo ms alejados que podis el uno del otro para que no exista pecado entre vosotros, ni una sola mirada, y mucho menos el acto sexual. Esas son tus instrucciones. Vete, y buenas suerte! Maana por la noche, cuanto todos duerman, nos meteremos en nuestras amasaderas y permaneceremos all sentados confiando en que Dios nos libere. Ahora, vete. No tengo tiempo de seguir hablando de esto. La gente dice: "Enva a un sabio y ahorra tu aliento." Pero t eres tan listo, que no necesitas que nadie te ensee. Anda y salva nuestras vidas. Te lo ruego.

El ingenuo carpintero sali lamentndose y confi el secreto a su mujer, que ya saba la finalidad de todo el plan mucho mejor que l. Sin embargo, simul estar asustadsima.

-Ay! -exclam-, apresrate y aydanos a escapar, o pereceremos. Yo soy tu esposa verdadera y legtima; por eso, querido esposo, vete y ayuda a salvar nuestras vidas.

Qu poder tiene la fantasa! La gente es tan impresionable, que puede morir de imaginacin. El pobre carpintero empez a temblar; crea realmente que iba a ver cmo el diluvio de No llegaba arrollndolo todo para ahogar a su dulce mujercita, Alison. Suspir entrecortadamente, llor, se lament y se sinti muy desgraciado. Luego, despus de haber encontrado una amasadora y un par de grandes tinas, las meti subrepticiamente en la casa y, en secreto, las colg de lo alto. Con sus propias manos hizo tres escaleras de mano con todos sus peldaos para poder alcanzar las tinas que colgaban de las vigas. Luego puso provisiones, tanto en la amasadera como en las dos tinas, de pan, queso y una jarra de buena cerveza, en cantidad suficiente para todo un da. Antes de ejecutar estos preparativos envi al muchacho que le serva y a la criada a Londres a hacer unos recados. El lunes, cuando se acercaba la noche, cerr la puerta sin encender las velas y comprob que todo estuviera como es debido. Un momento ms tarde, los tres subieron a sus tinas respectivas y se sentaron en ellas, permaneciendo inmviles unos cuantos minutos.

-Ahora reza el Padrenuestro -dijo Nicols-, y chitn! -Chitn! -respondi Juan.

-Chitn! -repiti Alison.

El carpintero rez sus oraciones y permaneci sentado en silencio; luego or nuevamente, aguzando el odo por si oa llover.

Tras un da tan fatigoso y ajetreado, el carpintero cay dormido como un tronco a eso del toque de queda, o quiz un poco ms tarde. Unas pesadillas hicieron que empezase a emitir sonidos quejumbrosos; pero como sea que su cabeza no descansaba bien, pronto estuvo roncando ruidosamente. Nicols baj silenciosamente por la escalera de mano, as como Alison, que se desliz sin hacer ruido. Sin pronunciar palabra se fueron al lecho en la que el carpintero sola dormir. Todo fue alegra y jolgorio mientras Alison y Nicols estuvieron all acostados, ocupados en gozar de los placeres de la cama, hasta que la campana comenz a sonar para los maitines y los frailes empezaron a cantar en el presbiterio.

Aquel lunes, Absaln, el sacristn herido de amor, suspirando de amor como de costumbre, se diverta en Oseney con un grupo de amigos, cuando, casualmente, pregunt a uno de los residentes en el claustro acerca de Juan, el carpintero. El hombre le tom aparte, fuera de la iglesia, y le dijo:

-No s; no le he visto trabajando aqu desde el sbado. Creo que habr ido a buscar madera para el abad110; a este efecto, a menudo se ausenta y se queda en la granja un da o dos. Quiz habr ido a casa. No s realmente dnde se halla.

Absaln pens para s con gran deleite: Esta noche no es para dormir. Es cierto; no le he visto salir de casa desde el amanecer. Como me llamo Absaln, al cantar el gallo ir a golpear la ventana de su dormitorio y le declarar a Alison todo mi amor. Espero que, por lo menos, podr besarla; de todas formas, y como me llamo Absaln, seguro estoy que conseguir alguna satisfaccin. Mi boca me ha dolido todo el da: buen augurio de que al menos la besar. Pensar que he estado soando toda la noche que estaba en un banquete... Ahora har una siesta de una o dos horas, y as esta noche podr estar despierto y divertirme un poco.

Al primer canto del gallo, este animoso amante se levant y se visti con sus mejores galas. Antes de peinarse, mastic cardamomo y regaliz para que su aliento fuera dulce y se coloc una hoja de zarza debajo de la lengua, pensando que esto le hara atractivo. Luego se encamin hacia la casa del carpintero y, silenciosamente, se coloc debajo del ventanal (cuyo alfizar era tan bajo que le llegaba a la altura del pecho) y en voz baja y medio reprimida, dijo:

-Dnde ests, dulce Alison, bonita, chatita, flor de canela? Despierta, amor mo, hblame! No pienses en mi infortunio; sin embargo, languidezco de amor por ti, cuando te deseo tanto como el cordento ansa la ubre de su madre. De verdad, cario, estoy tan enamorado de ti, que suspiro por ti como una paloma enamorada y como menos que una chiquilla.

-Aljate de la ventana, mastuerzo! -respondi ella-. Por Dios que no vas a tener mis besos; amo a otro -tonta sera si no le amase-, un hombre mucho mejor que t: Absaln. Por amor de Dios, vete al diablo y djame dormir, o te arrojar una piedra!

-Crcholis y recrcholis! -repuso Absaln-. Jams fue el amor verdadero tan mal recibido. No obstante, ya que no puedo esperar nada mejor, bsame por amor de Dios y por amor a m.

-Prometes marcharte si lo hago? -le replic ella. -S, desde luego, amor mo -respondi Absaln. -Entonces, preprate -repuso ella-, que ahora vengo. Y susurr a Nicols:

-No hagas ruido, que podrs rer a gusto. Absaln se dej caer de rodillas diciendo:

-De todas formas salgo ganando, pues despus del beso vendr algo ms, espero. Oh, cario! S buena, chatita; s amable conmigo.

Apresuradamente ella alz el cerrojo de la ventana y dijo: -Vamos, acabemos de una vez.

Y aadi:

-No te entretengas, que no quiero que algn vecino te vea. Absaln empez por secarse los labios. La noche era oscura como boca de lobo, negra como el carbn, cuando ella sac las posaderas por la ventana. Y sucedi que Absaln, antes de comprobar lo que era, dio a su culo desnudo un sonoro beso. Pero retrocedi inmediatamente: haba algo que no concordaba bien, pues not una cosa spera y peluda, y saba que las mujeres no tienen barba.

-Uf! Qu he hecho?

-Ja, ja, ja! -exclam ella, y cerr la ventana de golpe. Absaln se qued meditando su triste caso.

-Una barba! Una barba! -grit Nicols el Espabilado-. Por Dios, sta s que es buena.

El pobre Absaln oy todas las palabras y se mordi los labios de rabia. Se dijo a s mismo:

-Te har pagar por esto!

Si supierais lo que Absaln frot y restreg sus labios con polvo, arena, paja, trapos y raspaduras!

-Que el diablo me lleve! Pero prefiero vengar este insulto antes que llegar a poseer la ciudad entera -se repeta a s mismo-. Ay, si al menos me hubiera echado para atrs!

Su ardiente amor se haba enfriado y apagado. Desde el momento en que le bes el culo, se le cur la enfermedad. No estaba ya dispuesto a dar un ochavo por una mujer hermosa. Empez a lanzar improperios contra las mujeres veleidosas, llorando como un nio al que acababan de zurrar.

Lentamente cruz la calle para visitar a un herrero amigo suyo, llamado maese Gervasio, que haca aperos de labranza en su forja. Estaba ocupado afilando rastrillos y rejas, cuando Absaln llam con los nudillos diciendo:

-Abre, Gervasio, y deprisa, por favor. -Qu? Quin esta ah?

-Soy yo: Absaln.

-Cmo, bsaln! Cmo es que ests levantando tan temprano? Eh? Dios nos bendiga! Qu te pasa? Alguna mujerzuela que te hace bailar al son que quiere, supongo. Por San Nedo! S lo que quieres decirme.

Absaln no le hizo caso y no solt prenda, pues la cuestin era mucho ms complicada de lo que imaginaba Gervasio. As que fue y le dijo:

-Ves aquel rastrillo al rojo que est all junto a la chimenea, amigo? Pues djamelo; lo necesito para una cosa. Te lo devolver enseguida.

Gervasio contest:

-Por supuesto que te lo presto. Te lo prestara aunque fuese de oro, o una bolsa llena de soberanos. Pero, en nombre de Jesucristo, para qu lo quieres?

-No te preocupes -repuso Absaln-. Cualquier da te lo explicar.

Y cogi el rastrillo por el mango, que estaba fro. Muy silenciosamente sali por la puerta y se dirigi al muro de la casa del carpintero. Primero tosi y luego llam a la ventana, igual que lo haba hecho antes.

Alison respondi:

-Quin est ah llamando? Seguro que es un ladrn. -Oh, no! -dijo Absaln-. El cielo sabe, mi chatita, que es tu Absaln que te quiere tanto. Te he trado un anillo de oro que me dio mi madre, que en gloria est. Es muy bonito y est muy bien grabado. Te lo dar si me das otro beso. Nicols, que se haba levantado a orinar, pens completar la broma haciendo que Absaln le besase el culo antes de marcharse. Abri rpidamente la ventana y, silenciosamente, asom las nalgas. A esto, Absaln dijo:

-Habla, chatita ma, que no s dnde ests.

Entonces, Nicols solt un sonoro pedo, que reson como un trueno. Absaln qued medio ciego por la explosion; pero, como tena preparado el hierro candente, lo aplic al trasero de Nicols. El ardiente rastrillo le chamusc la parte posterior, hacindole saltar la piel en un ruedo del ancho de una mano. Nicols crey morir de dolor, y en su angustia empez a dar gritos frenticamente diciendo:

-Socorro! Agua! Por el amor de Dios, socorro!

El carpintero se despert sobresaltado. Oyendo a alguien gritar Agua! como si estuviese loco, pens: Ay! Ah llega el diluvio de No111; sin ms, se levant y cort la soga con el hacha. Todo se vino abajo, cayendo sobre los tableros del suelo, donde qued casi sin sentido.

Alison y Nicols se levantaron de un salto y salieron a la calle gritando:

-Socorro, que quiere matarnos!

Todos los vecinos se acercaron corriendo a contemplar al atnito carpintero, que segua echado en el suelo, plido como un muerto. Pues, adems, se haba roto un brazo en la cada. Sus problemas, sin embargo, no haban terminado todava, pues tan pronto intent hablar, Alison y Nicols le interrumpieron. Explicaron a todo el mundo que estaba loco de atar: aterrorizado por un imaginario diluvio como el de No, haba comprado tres amasaderas y las haba colgado de las vigas, rogndoles por el amor de Dios que se sentasen all con l y le hiciesen compaa.

Todos empezaron a rer de sus propsitos, mirando embobados hacia las vigas en lo alto y chancendose de sus apuros. Era intil cuanto dijese el carpintero: nadie poda tomarlo en serio. Jur y perjur hasta tal punto, que toda la ciudad le crey loco. Los lugareos cultos, sin dudarlo, estuvieron de acuerdo en que estaba como una regadera, y todos se rieron mucho de este asunto. Y as es cmo, a pesar de todos sus celos y precauciones, la esposa del carpintero fue jodida, Absaln le bes su hermoso culo y a Nicols le marcaron el suyo con un hierro candente.

As acaba esta historia, y que Dios nos proteja.PAGE 1