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El Desplazamiento en Colombia es
un problema de todos. Surge a raíz
de las guerras internas que tiene el
país aunque esto ocurre
constantemente hacemos caso omiso
y pareciere que no nos importara la
integridad y bienestar de estas
personas.
El desplazamiento ha llevado a la
sobrepoblación de las grandes
ciudades generando indigencia,
inseguridad y muerte de estas, ya
que ellos llegan a las ciudades
solamente con lo que llevan puesto y
sin nada pasa subsistir, pero
al contrario llegan con sus hijos que
la mayoría de veces son muy
pequeños y sin otra alternativa les
toca recurrir a la delincuencia e
indigencia para no dejarlos morir.
El desplazamiento también hace
parte de la lógica de la guerra
contrainsurgente, en los habitantes
de zonas campesinas que
supuestamente sirven de apoyo
social a la guerrilla, son obligados a
dejar su tierra para ser sustituidos por
miembros de grupos paramilitares y
de individuos simpatizantes de las
mismas fuerzas armadas, es un
mecanismo de re-poblamiento que
por demás tiene una utilización
común en el conflicto armado.
Aunque el gobierno cuenta con
planes de ayuda al desplazado es
tanto el número de estas personas
que dichos programas de apoyo
simplemente no dan abasto dejando
aproximadamente un 65% de la
población afectada sin ningún recurso
y apoyo.
Pienso que el gobierno debería
ampliar el cubrimiento de esa ayuda
humanitaria y reestructurándola
haciendo énfasis y tomando como
punto importante la reintegración del
desplazado al campo, ofreciéndole
garantías y seguridad, a demás de un
apoyo que le permita reiniciar su vida
productiva.
Nosotros como colombianos y como
afectados directa o indirectamente de
este problema social estamos en la
obligación de ofrecer ayuda el
desplazado ya sea orientándolo o
contribuyendo a su reintegración una
vida digna.
La indiferencia es la puñalada más
letal para la sociedad
Al empezar este año, la Unidad de
Víctimas registró a la número 6
millones desde 1984. Pocos
conflictos armados en el mundo
exhiben una cifra semejante. La cual,
por aterradora que sea, apenas da
una pálida idea de los centenares de
miles de destinos individuales,
familiares y de comunidades
completas
que han sido pasto de la moledora de
la guerra en estos 30 años.
En los dos años transcurridos desde
la sanción de la Ley 1448 o de
Víctimas, el Estado ha incluido en el
registro nacional a más de 6 millones
de víctimas. En su inmensa mayoría,
se trata de víctimas de
desplazamiento forzoso, las cuales
suman casi 5,4 millones desde 1984
(con esto, la cifra oficial se acerca,
por fin, a la que han manejado ONG
especializadas como Codhes).
Pero están también miles de
personas que sufrieron toda suerte de
otros crímenes de guerra: más de
130.000 amenazados, cerca de
75.000 que perdieron algún bien, más
de 90.000 desaparecidos y sus
familiares, más de 21.000
secuestrados, casi 55.000 víctimas
de algún tipo de acto de terrorismo,
cerca de 95.000 homicidios y más de
540.000 personas afectadas por el
asesinato de un ser querido, 10.500
víctimas de minas antipersonas,
6.500 casos de tortura, casi 7.000 de
reclutamiento forzado de niños y
4.000 casos de violencia sexual
componen la radiografía del
padecimiento que ha compilado la
Unidad de Víctimas.
Un elemento preocupante es que,
pese a que el proceso de
reconocimiento y reparación de las
víctimas está en pleno curso (se han
indemnizado más de 350.000) y pese
también a la negociación en La
Habana para poner fin al conflicto
armado, el número de víctimas ha
crecido mucho
durante este
gobierno.
En 2012 más de
221.000
personas
sufrieron algún
hecho de
victimización y lo
mismo ocurrió con otras 122.000 el
año pasado. En total, más de medio
millón de colombianos han sido
víctimas del conflicto desde que se
aprobó la Ley de Víctimas, en junio
de 2011. Evidencia de que la guerra
sigue haciendo estragos en no pocas
zonas del país. Y, como lo constató la
Corte Constitucional el año pasado,
de que los grupos sucesores de los
paramilitares, o bandas criminales,
pese a no ser reconocidos como
actores del conflicto, generan
desplazamiento y son fuente de
homicidios, desapariciones, masacres
y otras atrocidades.
Antioquia es el departamento con
más víctimas, con cerca de 1,2
millones. Le siguen Bolívar, con casi
medio millón; Magdalena con
380.000; Nariño, con más de
320.000; Chocó, Cesar y Valle, que
tienen cerca de 300.000, y luego
están Caquetá, Cauca y Córdoba,
que pasan de las 260.000 cada uno.
Y todas las regiones del país tienen
miles de víctimas.
Estimaciones recientes sugieren que
casi 4,9 millones de colombianos han
sufrido desplazamientos internos a
causa del prolongado conflicto
armado y de la violencia política
asociada en la que se encuentra
implicados el Estado y grupos
armados de la guerrilla izquierdista,
así como diversos grupos
paramilitares derechistas altamente
regionalizados y redes armadas de
narcotraficantes.1 Muchos de los
desplazamientos forzados de los
últimos años son el resultado, directa
o indirectamente, de las ofensivas
militares del Estado y los grupos
paramilitares que se disputan el
control de las zonas rurales,
históricamente fortalezas de la
guerrilla. No sólo hay personas
desplazadas internamente que han
huido de los efectos de la guerra, sino
que, en los graves conflictos por el
control del territorio y la población,
todas las partes del conflicto han
desplazado de manera forzosa a los
habitantes locales sospechosos de
“colaborar” con el enemigo.
La migración forzada en Colombia no
cesa. Para la mitad de 2008, más de
tres millones y medio de colombianos
abandonaron su hogar a causa de los
rigores del conflicto. El flujo de
población desplazada, continuo
desde 1995, ha retomado vigor en
2008. Pese a la visibilidad del drama
del desplazamiento, el país aún
debate si esta población migró debido
al conflicto y si la sociedad,
representada por el Estado
colombiano, debe compensarla por el
proceso que padecieron. Las
discusiones están dominadas por la
pasión que genera el tema, y en
muchos casos carecen del rigor con
el cual deberían abordarse. El fin de
este libro es contribuir a la discusión,
con un análisis económico y
estadístico, abordando tres temas:
demostrar que la migración fue
producto de la violencia armada y no
de una migración voluntaria, evaluar
las pérdidas económicas como
consecuencia del desplazamiento y
discutir políticas públicas para dar a
la población desplazada la
oportunidad de ser miembros
productivos de la sociedad. La
conclusión principal del libro es clara:
sin una intervención decidida de la
sociedad, la población desplazada y
sus futuras generaciones están
condenadas a la pobreza.
Causa:
Conflicto armado: violencia inmediata,
amenazas de muerte,
enfrentamientos entre grupos
armados; en síntesis - cualquier
situación que se desprenda del
conflicto armado y que atente contra
la integridad física o la vida misma.
Consecuencias:
Abandono del campo, aumento del
narcotráfico, surgimiento de grupos
paramilitares, migraciones de
población a los centros urbanos,
personas en que llegan a las
ciudades sin dinero, sin trabajo, sin
techo, todas las consecuencias de
salúd publica que eso conlleva, se
crean condiciones para que las
personas se vean en la necesidad de
hurtar o cometer actos ilicitos para
poder sobrevivir. Estrés
postraumático en las víctimas,
depresiones, psicosis, etc.
El Estado colombiano ha recorrido un
largo camino en la búsqueda de
respuestas integrales que sean
efectivas y reconozcan esta compleja
situación. Desde 1997 se instituyeron
medidas para la atención y asistencia
a la población en situación de
desplazamiento con el objetivo de
mitigar temporalmente sus efectos.
Las medidas de atención se
extendían a aquellas personas en
quienes persistían las condiciones de
vulnerabilidad relativas a la
subsistencia mínima y asociadas al
desplazamiento forzado. Sin
embargo, en el 2004 la Corte
Constitucional encontró fallas
estructurales en el sistema de
atención a la población desplazada y
determinó que existía una violación
generalizada a los derechos de la
población en situación de
desplazamiento. Hacia 2008 tuvieron
lugar otras normas que pretendían
proporcionar medidas de reparación a
las víctimas, pero su alcance era
meramente económico y basado en
un acto de solidaridad por parte del
Estado y no de su responsabilidad y
deber especial de protección por las
graves violaciones a los derechos
humanos cometidas.
Con el impulso de organizaciones de
las víctimas y de la sociedad civil, en
el gobierno del Presidente Juan
Manuel Santos Calderón se decidió
destinar mayores esfuerzos para
restablecer los derechos de las
víctimas del conflicto armado y dar un
paso más allá del modelo de atención
a la población desplazada para
construir una política pública basada
en el reconocimiento y en el derecho
a la reparación integral. Este giro
significativo se concreta en la
expedición de la Ley 1448 de 2011,
mejor conocida como la Ley de
Víctimas y Restitución de Tierras.
Esta Ley, aprobada con un alto
respaldo político y social, refleja el
consenso nacional en que la
construcción de una paz duradera, la
superación del conflicto y la
recuperación de los lazos de
confianza entre el Estado y sus
ciudadanos requiere que las víctimas
ocupen el centro de la acción estatal.
No son pocos los retos que existen al
momento de implementar una política
pública que busca transformaciones
tan profundas para un país entero y
sobretodo para quienes han sufrido
de forma directa los horrores de la
guerra y que se encuentran en
extrema pobreza y marginalidad. Sin
lugar a dudas el mayor reto para la
implementación exitosa de este
nuevo marco legal radica en la
permanencia del conflicto interno y la
capacidad de los actores armados de
causar daños en la población civil.
Actualmente se encuentran inscritas
en el Registro Único de Víctimas
5’832.9342 personas, de las cuales
4’613.796 personas son víctimas del
desplazamiento forzado y
representan más de 900 mil900.000
hogares. Del total de personas, cerca
del 28% son niños y niñas menores
de 14 años mientras que el 5% son
personas mayores de 60 años, el
12% pertenece a un grupo étnico, el
51% son mujeres, de las cuales el
22% son cabeza de hogar. La
continuación de las acciones
armadas dejan claro que estas cifras
pueden aumentar cada día y que
quienes ya fueron victimizados tienen
temor o encuentran enormes
obstáculos para acceder a las
políticas de atención y reparación.
La Sala Plena de la Corte Constitucional unificó este miércoles los parámetros en relación a los derechos a la reparación integral e indemnización de las víctimas del desplazamiento forzado a través de la acción de tutela. Al resolver decenas de tutelas acumuladas en contra de Acción Social, hoy Departamento
Administrativo para la Prosperidad Social, la Corte establece que este mecanismo procede para reparar las víctimas, pero que la misma no puede ser usada de forma abstracta por los jueces, tal y como ha venido sucediendo. La Corte dejó parámetros claros como que las víctimas de desplazamiento forzado tienen derecho a la reparación integral y a una indemnización justa, pronta y proporcional y que esa reparación “no se agota con el componente económico, ya que se trata de un derecho complejo que contempla distintos mecanismos encaminados a ese fin”. Igualmente, se estableció que las obligaciones del Estado en materia de reparación no pueden confundirse con la ayuda humanitaria o la asistencia y que existen diferentes vías para acceder a la reparación integral: la judicial, a través del proceso penal o en la jurisdicción contencioso administrativa; y la vía administrativa regulada por la Ley de víctimas. Además, se señala que “la condena en abstracto dentro del trámite de la acción de tutela tiene carácter subsidiario y excepcional, reiterando la aplicación restrictiva del artículo 25 del Decreto ley 2591 de 1991”.
En el caso concreto, la Corte indicó que se ordenó pagar a los accionantes el máximo estipulado por el artículo 5 del Decreto 1290 de 2008, es decir 27 salarios mínimos legales vigentes.
De la consideración de este principio, que encontramos en "La ideología alemana" [de Carlos Marx y Federico Engels, nota de Prensa Rural], podemos extraer las implicaciones básicas que tiene el desplazamiento para toda la población afectada, y principalmente para los niños y los jóvenes. Seria un error desde luego contemplar a la comunidad en abstracto.
Las comunidades ubicadas en extensas zonas del territorio nacional viven agitadas por el conflicto social armado que estalló cuando en la segunda administración del Frente Nacional una comunidad campesina fue agredida por el Ejército Nacional, respaldado por fuerzas norteamericanas.
Los campesinos de Marquetalia se organizaron como guerrilla para defender el derecho a la propiedad y a la explotación de la tierra contra el designio de reservar ese derecho de modo exclusivo para las clases dominantes coaligadas en el llamado Frente Nacional.
El movimiento campesino armado se extendió por todo el país y, para detenerlo, las oligarquías decidieron fortalecer los batallones oficiales con la ayuda de bandas paramilitares; pretendían ocultar la participación de las fuerzas estatales en la perpetración de crímenes atroces en el curso de una guerra sucia.
Más que enfrentar a la guerrilla, los paramilitares optaron por aniquilar a las comunidades campesinas señaladas como supuestos apoyos de los frentes guerrilleros.
La lucha de clases se manifestó como una guerra de exterminio destinada a someter a los colombianos al poder oligárquico; masacres, torturas, desapariciones forzadas, ejecuciones extra juicio, bombardeos, expulsión de comunidades obligadas a huir, fueron las proezas realizadas por las armas oficiales y por las paraoficiales.
Llegó así un momento en que los paramilitares consideraron llegada la hora de coronar su obra y de pasar la cuenta de cobro a sus patrocinadores políticos, narcotraficantes, banqueros y terratenientes.
Vinieron las desmovilizaciones aparentes, la impunidad, las maniobras para mantener en secreto
el nombre de los autores intelectuales de la violencia criminal, etc.
El enfoque diferencial es un presupuesto que considera la necesidad e importancia de asumir a través de políticas públicas necesidades de atención y protección de acuerdo con el género, edad, etnia y discapacidad para garantizar el acceso equitativo de los derechos de la población desplazada atendiendo a sus diferencias. Este eje transversal de atención se ha implementado de acuerdo con el desarrollo del núcleo básico del derecho a la igualdad que requiere de acciones afirmativas por parte del Estado para su goce efectivo. La Corte Constitucional en su labor de seguimiento ha proferido diferentes Autos por medio de los cuales ordena al Gobierno Nacional cumplir con dicho enfoque entre ellos tenemos; En el Auto 004 de 2009 se lleva a cabo un estudio cons- titutivo del balance actual de la protección de los derechos fundamentales de las personas y los pueblos indígenas desplazados por el conflicto armado o en riesgo de desplazamiento forzado, en el Auto 005 de 2009 se realiza un balance actual de la protección de los derechos fundamentales de la población afrodescendiente víctima del desplazamiento forzado, en el Auto 006 de2009 en el que instituyen medidas para la protección de las personas desplazadas con discapacidad, en el Auto 092 de 2008 se adoptan medidas para la protección de los derechos fundamentales de las mujeres desplazadas por el conflicto armado y la prevención del impacto de genero
desproporcionado del conflicto armado y del desplazamiento forzado, por último en el Auto 251 de 2008 la Corte Constitucional adopta medidas para la protección de los derechos fundamentales de los niños, niñas y adolescentes desplazados por el conflicto armado.
La Constitución Política consagra en su artículo 229 el derecho de toda persona a acceder a la administración de justicia. De hecho, una de las principales características de un Estado de Derecho es la posibilidad del Ciudadano de acudir al Estado cuando sienta que sus derechos están siendo Vulnerados o amenazados, con el fin de que el Estado a través de los órganos Competentes haga prevalecer el derecho frente a intereses que lo controvierten. Como complemento, en el Decreto 196 de 1971, por el cual se dicta el estatuto del ejercicio de la abogacía, se consagra en el artículo que la Principal misión del abogado es defender en justicia los derechos de sociedad Y de los particulares. Ahora bien, el mentado artículo 229 señala además que “La ley indicará en qué casos podrá hacerlo sin representación de abogado”, Facultando al legislador para señalar en qué casos se puede acudir a la administración de justicia sin representación de abogado. Existiendo esta posibilidad, con mayor razón es clara la viabilidad y relevancia de permitir que en determinadas situaciones se acuda a la justicia representado por alguien Que tiene ya una formación jurídica básica, que la ley estima se tiene en la etapa final de la carrera den Derecho, como lo estableció el legislador colombiano en la Ley 583 de 2000, regulatoria del funcionamiento de los Consultorios Jurídicos. Desde luego, esta prerrogativa no es un cheque en
blanco. Facultar a estudiantes de Consultorio Jurídico para representar derechos e intereses de las personas, aún antes de obtener su título de abogado, demanda un alto grado de responsabilidad y de comprensión de la finalidad que se pretende, por parte de estudiantes, docentes, instructores y demás participantes del equipo humano que integran el Consultorio Jurídico. En primer lugar, como parte de un Consultorio Jurídico, debemos tener claro que nuestro propósito no puede ser otro que el de hacer posible el acceso a la Justicia para las personas que en otras condiciones no lo pueden hacer, por razones principalmente económicas y de desconocimiento de sus derechos. En este sentido, posibilitar el acceso a la justicia es un desarrollo del derecho a la igualdad real que la Constitución establece para todos nosotros. En este sentido, la Corte Constitucional, en Sentencia C-143 de 2001
El Programa de Asistencia Legal para Población Desplazada en los Consultorios Jurídicos –CJ-, antes Red Derecho y Desplazamiento, es una iniciativa que articula el trabajo de once universidades ubicadas en diez ciudades del país. Cada Facultad de Derecho ha creado, al interior de los CJ, Un programa especial de asistencia legal para Población Desplazada –PD-, que tienen como y un resultado equitativo basado en el respeto por los derechos de toda la población. Esta actividad se desarrolla en el marco del mandato del ACNUR en Colombia, sustentado en el Memorando de Intención entre el ACNUR y el Estado, donde las partes manifiestan su voluntad de cooperar con el objetivo primordial de apoyar a este último en las tareas inherentes al reconocimiento y goce efectivo de los derechos de la población Internamente desplazada, y a la superación de los retos que permitan trascender la actual situación de estas personas y suministrar soluciones duraderas al problema del desplazamiento El Consejo Noruego para Refugiados (NRC) es una organización humanitaria internacional, especializada en el trabajo con personas refugiadas y en situación de desplazamiento interno. El NRC fue creado en 1946 para atender la crisis humanitaria generada por la Segunda Guerra
El desplazamiento de personas en el interior de sus propios países como consecuencia de la guerra es motivo decreciente preocupación en todos los continentes. Como afirma el presidente del CICR, Jakob Kellenberger, “los desplazamientos internos son uno de los problemas más graves en los que interviene la acción humanitaria. Su impacto en los varios millones de desplazados y en el sinnúmero de familias y comunidades de acogida es difícil de evaluar, si no imposible”. Los ataques directos y los malos tratos, la pérdida de bienes, el riesgo de que las familias queden separadas y los niños alejados de sus familiares, el mayor peligro
de la violencia sexual para las mujeres y las niñas, los mayores riesgos sanitarios, y la restricción del acceso a La atención médica y a otros servicios esenciales son algunas de las amenazas con las que se enfrentan los desplazados internos. En sus intentos por procurarse lo necesario para sobrevivir, estas personas corren aun más riesgos, debido a las tensiones con las comunidades de acogida, el reclutamiento forzoso, los asentamientos en lugares peligrosos o inadecuados y el retorno obligado a zonas inseguras. En algunas ocasiones, el acceso a los desplazados es un problema sumamente complicado. Los campamentos oficiales donde viven poblaciones enormes son sólo la punta del iceberg. Las necesidades suelen ser mayores fuera de esos campamentos, particularmente en las comunidades donde los residentes, que a menudo luchan por su propia subsistencia, proporcionan vivienda y alimento a los desplazados. Fuera del cam- pamentos de desplazados, donde hay servicios médicos y se distribuyen alimentos y agua en un entorno seguro y fuera del alcance de la mayoría de las organizaciones humanitarias, los más vulnerables deben valerse por sí mismos. Entre los más desprotegidos se encuentran