El Destripador

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  • A finales de la dcada de los aos veinte se encontr enel barrio parisino de Saint-Denis el cadver, brutalmentedespedazado, de una mujer. El crimen y su estremecedorparecido con los cometidos aos antes por Jack el Destri-pador despertaron la curiosidad del poeta y periodistaRobert Desnos, que decidi investigar a su vez la historiade aquel legendario asesino del Londres Victoriano. Enltima instancia, Desnos quera demostrar que los pro-cedimientos de los criminales sdicos no haban cambi-ado desde el Destripador y para ello estudi, con lasdotes de un monstruo mitad forense y mitad literato, losdetalles y las variaciones de cada uno de aquellos hom-icidios. Este trabajo vio la luz a travs de una serie denueve artculos periodsticos sobre Jack el Destripadorpublicados en Pars-Matinal entre los meses de enero yfebrero de 1928, y que ahora se traducen por primeravez al castellano. En todos ellos, tanto el ambiente delLondres de la poca como los pormenores de los cr-menes son descritos de forma magnfica y reveladora.Adems, Desnos propone a sus lectores a lo largo de es-ta serie una suerte de intriga paralela que va hilndosede un texto a otro y que avanza, finalmente, una suertede hiptesis sobre la verdadera identidad de este asesinoque nunca fue juzgado

  • Robert Desnos

    El destripador

    ePub r1.0Australopiteco 23.04.14

  • Ttulo original: Les crimes sadiques. Jack lventreurRobert Desnos, 1987Traduccin: Irene AntnIlustraciones: David Snchez

    Editor digital: AustralopitecoePub base r1.1

  • Jack y los crmenes sdicos

    LA FIGURA DE JACK EL DESTRIPADOR es absolutamente le-gendaria. Nadie lo vio nunca o, antes bien, las personas que lo vi-eron nunca pudieron describirlo, pues slo se encontraron suscuerpos, horriblemente mutilados.

    Pudo cometer en pleno Londres once crmenes desde el 1 dediciembre de 1887, fecha en la que se encontr en Whitechapel elcadver horriblemente mutilado de una mujer desconocida, hastael 10 de septiembre de 1889 cuando, bajo la bveda de un puentede ferrocarril se encontr el ltimo cadver de esa trgica serieun cuerpo de mujer con la cabeza separada del tronco, las dospiernas ausentes y el estmago y el vientre perforados, sin quenadie lo viese ni le molestase nunca.

    Aquellos y aquellas que han soado con l porque lo mara-villoso se mezcla con esas trgicas hazaas, y algunas personashan declarado haber tenido, en las noches que precedieron al des-cubrimiento de un nuevo crimen, sueos premonitorios asegur-an que Jack el Destripador se les presentaba con el aspecto de unhombre extremadamente elegante, con un rostro bello ytenebroso, manos extremadamente finas y puos cuya delgadezno exclua lo robusto.

    Sin duda, Jack el Destripador est ya muerto, y muerto sincastigo. Debe de reposar en uno de esos calmos cementeriosingleses en los que la sombra rectilnea de los cipreses se prolongasobre cspedes cuidadosamente rastrillados y montonas

  • avenidas. Cada da de la semana se hace ms pesado sobre esatumba misteriosa. Las jvenes inglesas que, para llegar al temploprotestante o a la iglesia, atraviesan el cementerio, observan anteesa tumba, como ante las dems, un silencio recogido. Y nada in-dica a los hombres que all, en la paz telrica, reposa aquel aquien podemos aplicar el ttulo de genio del crimen.

    Antes de describir la impresionante serie de hazaas de Jackthe Ripper, hay una frase de la conclusin de los investigadoresque, en su terrible simplicidad, me parece definir de manera anms trgica esta sangrienta epopeya:

    Los elementos informativos no permiten suponer que elasesino tuviese conocimientos anatmicos, sino, antes bien, quela prctica le haba vuelto hbil.

    Terrible experiencia la de este hombre entrenado para des-piezar mujeres; terrible lujuria la de este hombre, cuyo apetitosexual slo poda ser saciado con sangre; terrible vida la de estecriminal que, nunca descubierto, siempre a punto de cometer unanueva hazaa, viva en la excitacin continua de sus nervios y susensualidad, desafiando victoriosamente las fuerzas de la ley y lamoral ordinaria.

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  • Primeros asesinatos

    EL 1 DE DICIEMBRE DE 1887 FUE DESCUBIERTO, en el miserablebarrio londinense de Whitechapel, el cadver de una mujerdesconocida, asesinada y mutilada de forma salvaje. La investiga-cin no revel ni el nombre del criminal ni las circunstancias delasesinato.

    Pasaron siete meses y el caso haba entrado ya en ese olvidoprofundo de los crmenes en los que la polica ha fracasado en sumisin, cuando fue encontrada, el 7 de agosto de 1888, en elmismo barrio, una mujer asesinada, atrozmente desgarrada portreinta y nueve cuchilladas.

    La investigacin, desde el principio, se enfrent a tal misterioque no se dud que el asesino escapara a la bsqueda y el dossierse guard junto al primero, con el que an no se estableca unacorrelacin estrecha.

    El barrio de Whitechapel, que an es uno de los ms miser-ables de Londres, era, hace cuarenta aos, el paisaje msromntico que pueda imaginarse. Las admirables descripcionesque hace Eugne Sue, ese extraordinario escritor, de los barriossrdidos de Pars, apenas proporcionan una idea del laberinto decalles, callejuelas, pasajes y patios que constituan por aquelentonces ese arrabal ingls. Thomas de Quincey que, en algunospasajes de su tan seductora obra, ha hecho del l rpidas descrip-ciones, traduce la atmsfera de ese lugar en el que los ms miser-ables lisiados de Londres, aquellos que, el domingo, dibujan con

  • tiza en las aceras el retrato del prncipe de Gales y que, por lanoche, se disputan con las ratas gigantes un refugio para dormiren los muelles del Tmesis, se codeaban con las ms lamentablesprostitutas que una gran ciudad del mundo pueda ofrecer a latriste sensualidad de los sbados protestantes.

    Pero Jack el Destripador, que haba esperado siete mesesantes de cometer su segundo asesinato, no esper ms queveinticuatro das para cometer el tercero.

    El 31 de agosto de 1888, hacia las cuatro de una noche clidaen la que las estrellas impasibles resplandecan en el cielo, fuedescubierto, tendido todo lo largo que era, sobre la espalda, con laropa subida hasta la cabeza, el cadver de una mujer.

    Una horrible herida en la garganta haba abierto la laringe y latraquea. Por el vientre rajado se escapaban los intestinos y elcuerpo entero estaba baado en un inmenso charco de sangre.

    Segn las constataciones mdicas, as es como pudo sercometido el crimen:

    A la mujer X le gustaban la cerveza barata y el whisky.Abusaba tanto de ellos que su marido, harto de vivir en un interi-or desordenado, haba acabado por separarse de ella.

    En la noche del 30 al 31 de agosto, habiendo bebido como erasu costumbre, volva con dificultad a su domicilio, tropezndosecon las paredes, sirvindose de los mecheros de gas como de unapoyo pasajero y entablando con los transentes conversacionesincoherentes con ese tono de triste jovialidad propia de la bor-rachera inglesa. Erraba as desde haca varias horas. Tal vez habapasado ya, sin reconocerla, delante de su casa. Completamentepresa de los exigentes ensueos del alcohol, sin duda ya nopensaba siquiera en dormir.

    Fue entonces cuando encontr a ese peculiar paseante. Llev-aba un traje extraordinario para el barrio de Whitechapel y slo la

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  • blancura de su corbata y su pechera agujereaba el negro im-pecable de su capa y su atavo. En su sombrero de seda y sus zapa-tos de charol, el furor vacilante de los faroles pona reflejos fugit-ivos. Vivaracha, la mujer X le dirigi la palabra. El desconocidono respondi y se le acerc. Ella atisbo un instante sus labiosabiertos y del color de la sangre, y los dientes, extremadamenteblancos. Sentimental, la borracha esperaba un beso. Pero su inter-locutor la coga ya por la garganta. Se dej hacer y se derrumblentamente sobre la acera mientras Jack el Destripador se tendasobre ella.

    A lo largo de la calle desierta, un dandi se aleja ahora silbandouna cancioncilla a la moda. La borracha sigue tendida en la aceraen el centro de una gran alfombra de prpura en la que se reflejanlos astros. El policeman que, en un momento, se inclinar sobreella para incitarla con un tono persuasivo a que vaya a dormir lamona a otro lugar, percibir entonces que est muerta. Tiene losbrazos muellemente tendidos a lo largo de su cuerpo. El semb-lante est exange, los labios descoloridos. La garganta, rajada, yano sangra porque las venas de la desgraciada estn vacas de san-gre. Ha muerto sin resistirse, sin luchar. Y all donde ha muerto,queda su cuerpo. La boca abierta, con un rictus espantoso, ha per-dido cinco dientes. Le han cortado la lengua. La huella de los de-dos, apenas marcada, resulta, sin embargo, visible debajo de lamandbula y sobre la mejilla derecha. En el lado izquierdo delcuello, se percibe una ligera desgarradura. Esta termina a algunosmilmetros de la cuchillada que degoll la garganta y que se hizocon la fuerza suficiente para llegar a la columna vertebral.

    El arma del crimen deba de ser un cuchillo de hoja muy largay la mano que lo manejaba deba de ser extremadamente robusta.

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  • Y ese mismo cuchillo ha cortado literalmente en rebanadas elvientre de la vctima con la misma facilidad con la que se corta,los domingos en los hogares ingleses, el tradicional plumcake.

    Las heridas fueron hechas de izquierda a derecha. Tal vez elasesino fuese zurdo.

    As se cometi el tercer crimen de Jack el Destripador, quienno tardara en ejecutar un cuarto: el 8 de septiembre de 1888.Este con todava ms audacia y esta vez los londinenses conoci-eron el terror.

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  • La cuarta vctima

    EN UN PATIO DE WHITECHAPEL, en las primeras horas de lamaana del 8 de septiembre de 1888, fue descubierta la cuartavctima de Jack the Ripper, como los londinenses llamaban ya alinasible asesino.

    Jack se tornaba, en efecto, cada vez ms audaz. Haba obrado,esta vez, en un lugar relativamente concurrido, a la hora en la quelos obreros matinales comienzan a circular por la calle.

    El paisaje del drama era uno de esos patios que parecen unpozo. El sol, unas horas al da, estigmatiza su piso ms alto aldensificar an ms las tinieblas del bajo. Y, en cada pared, lasventanas alineadas tienen las guillotinas entreabiertas paraaprovechar un poco los soplos frescos de las noches de sep-tiembre. Y, desde esas ventanas, nadie haba asistido a la espan-tosa escena. En el interior de las viviendas, los hombres, ya le-vantados, preparaban, al resplandor amarillento de una lmpara,el t de la maana y tal vez un olor a pan tostado flotase en el aire.

    La mujer atravesaba el patio con paso rpido. De repente, Jackse yergue ante ella. La mujer no es una borracha y, sin embargo,no tiene tiempo de defenderse. Dos manos nerviosas la han co-gido por la garganta. Se ahoga. Se le congestiona la cara y se hin-cha. La lengua inflada se le pega a los dientes, apretados por elterror. La mujer dobla las rodillas, luego se cae hacia atrs, con laspiernas levantadas, casi muerta, y desvanecida.

  • El Destripador blande su largo y robusto cuchillo y, de un sologolpe, la degella con tanta violencia que la cabeza se quedaprcticamente colgando. Luego se ensaa Destripa a su vctima,la mutila horriblemente y disimula ese siniestro trofeo bajo sucapa: se lo llevar!

    Anuda alrededor de la garganta sangrante un pauelo, comopara impedir que la cabeza se separe. Coge las manos y, con furor,arranca tres anillos de cuero de pacotilla. Para qu secreta evoca-cin los reserva?

    Y despus, para acabar su espantosa faena, hunde las manosen el vientre rajado, abierto desde el estmago hasta el nacimi-ento de los muslos, retira el bazo y saca los intestinos

    Con su paso indolente, se va. En los primeros resplandores delalba del vendimiario, la desgraciada se queda tendida en la rojavendimia de su sangre que ha salpicado las paredes, por dondegotea viscosamente siguiendo el contorno de las piedras y lassiluetea as de escarlata.

    Y ah arriba, en el tierno cielo, el sol de todos los das continasu ascensin regular y vendr a rozar la techumbre del sombropozo al fondo del cual acaba de realizarse la diablica hazaa.

    Cuando descubran los pobres restos que el vestido negroparece mantener unidos unos a otros, retrocedern con horror.Las desordenadas ropas revelan el sangriento espectculo. Elsemblante est desfigurado por una ancha contusin que se pro-longa por el cuello, y resultan visibles las huellas de largos dedos.

    La sangre se ha infiltrado bajo la ropa. Algunas manchas mac-ulan las medias y los botines. Las heridas superficiales y dentadasen el lado izquierdo del cuello parecen indicar que the Ripper hamordido a la pobre mujer cubrindola de sus caricias.

    El mdico forense dir que, en presencia de las mutilacionesdel cuerpo, es humanamente imposible describirlas con precisin.

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  • Tan slo se reconoce que el asesino actuaba con tal decisin, contal sangre fra, que se podra creer que posea conocimientosanatmicos. Y, a pesar de la fabulosa cantidad de cuchilladas,ninguna era intil!

    En adelante el terror planeaba sobre Londres. Del crepsculoal alba, ninguna mujer se atreva a salir sola. A las miserablesprostitutas del barrio les temblaba todo el cuerpo con cada en-cuentro, con cada sonrisa de un transente, con la lejana resonan-cia de unos pasos en las calles desiertas. Y, a partir del caer de latarde, las mujeres acechaban desde las ventanas la sombra de lostransentes, estremecindose con slo pensar en poder colum-brarlo. Ms de una, en las noches de insomnio, se levant paraobservar la calle tenebrosa en la que los faroles se reflejaban enlas hmedas regueras.

    A estos terrores, a estas angustias, a esta pesadilla, el 30 deseptiembre de 1888 deba aadirse, para colmo, el descubrimi-ento no ya de uno, sino de dos cadveres ms.

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  • Doble homicidio

    LA EXTRAORDINARIA AUDACIA DE JACK, la inverosmil fortunaque le favoreca y que le permiti escapar a la justicia humana, ysus terribles deseos se manifestaron el 30 de septiembre de 1888de la manera ms terrible.

    Aquel da, en efecto, con un intervalo de unas decenas deminutos, Jack el Destripador asesin a dos mujeres en plena calle,en lugares relativamente frecuentados, se encarniz con sus cuer-pos y se march sin ser visto y sin que el ms leve indicio permiti-era siquiera buscarlo.

    El domingo por la maana, el 30 de septiembre de 1888, unamujer de Whitechapel que viva en un patio vecino de aquel en elque se haba encontrado a la cuarta vctima de Jack el Destri-pador, iba a comprar algunos peniques de bolitas de cachunde.Cuando volva, apresurndose, se encontr con Jack el Destri-pador. Nunca un crimen fue cometido con semejante rapidez. Deuna nica cuchillada, la desgraciada se desplom, con la traqueaabierta. Sobresaltada, repleg las piernas bajo s misma mientrasel genio del crimen se encarnizaba en su trgica y habitual faena.El bajo vientre est ampliamente hendido, retira los rganos ab-dominales con esa destreza que iba aumentando con cada nuevocrimen. Y, rasgo inslito que marca los crmenes de Jack elDestripador con un sello de extraeza, se lleva un rgano que, deordinario, es bastante ajeno al furor de los sdicos: retira el rinizquierdo. Fueron necesarios dos segundos para cortar el cuello

  • de la mujer; fueron necesarios cinco minutos para darle al crimentodo su horror. Jack el Destripador se va. Con ligereza, acuchillalos prpados de la desgraciada y desaparece tras haber contem-plado su obra durante un instante.

    El mdico forense dir que, teniendo en cuenta las heridas y lamanera en la que han sido hechas, ni una sola gota de sangre hasalpicado la ropa de Jack.

    Sin embargo, la desgraciada acaba de morir. Cuando la des-cubran, su pecho y su rostro estarn todava calientes. Las arruga-das ropas no estn desabrochadas Reposa de costado, apoyadasobre el brazo izquierdo, con el brazo derecho plegado sobre elpecho en una actitud de sueo. La sangre se derrama lentamentepor los grandes vasos del cuello. Las manos ya estn fras. La san-gre, que empieza a coagularse, ha salpicado el rostro y gotealentamente sobre la mano derecha. El rostro, a pesar de todo, hapermanecido calmo y la boca est entreabierta, como la de unadurmiente.

    La terrible herida del cuello, hecha, como de costumbre, a laizquierda, porque Jack el Destripador es zurdo, se termina por ellado derecho, un poco por encima del ngulo maxilar. Tienequince centmetros de largo.

    Y el paquetito destripado de bolitas de cachunde deja escaparen el barro los granos negros de la chuchera

    Sin embargo, Jack contina camino atravesando un Londresparalizado por el domingo protestante. Las calles estn desiertas,se oyen las campanas de las iglesias catlicas y, encima delTmesis, algunas gaviotas proporcionan la nica animacin deeste paisaje. Alrededor de Londres est el campo, dividido en

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  • pastos y viedos. Es domingo y toda Inglaterra se dispone a celeb-rar dignamente su regocijo, aburrindose.

    Las primeras bandas del Ejrcito de Salvacin empiezan a re-unirse para la cruzada dominical. Y, por las ventanas de las coci-nas, se escapa el olor del rostbeef y de la tarta de endrinas. PeroJack se aburre. La pesada melancola de la lujuria y de estedomingo pesa sobre l, la satisfaccin que ha extrado del crimencometido algunas horas antes se ha apagado hace mucho tiempo.Su mano, en el bolsillo, acaricia el mango de su terrible arma. Ellugar donde se encuentra est desierto De repente, aparece unamujer.

    Y Jack, presa de su furor, blande su cuchillo. Por segunda vez,abre la garganta con una violencia tal que la hoja del cuchillo llegaa seccionar el cartlago vertebral. Por la vena yugular interna ypor los grandes vasos del lado izquierdo, la sangre se escapa aborbotones.

    Con un furor creciente, the Ripper desfigura a su vctimaacuchillando las mejillas, la nariz y los ojos. Cuando la descubran,estar absolutamente irreconocible. En el curso de estas mutila-ciones, cortar incluso el espesor del lbulo de la oreja derecha.

    Pero Jack el Destripador se ensaa con el cadver. Le levantala falda lo ms arriba que puede y, por una incisin que parte delseno, abre las paredes abdominales. Al pasar, el cuchillo se topacon el hgado y lo divide en dos. La estela trazada por el cuchillose bifurca algunos centmetros por debajo del ombligo y se dirigehorizontalmente hacia la derecha por una longitud de siete a ochocentmetros, dividiendo el ombligo y volviendo sobre s misma,dejando el ombligo sobre una pequea lengeta de piel adheridatodava por un trocito de carne a la parte izquierda del vientre. La

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  • herida toma entonces una direccin oblicua hacia la derechacomo si el asesino hubiese querido trazar un extrao arabesco.

    Luego Jack clava su cuchillo en la ingle de la mujer, alcan-zando el peritoneo a lo largo de ocho centmetros. Apenas sehaba derramado la sangre. Entonces hunde sus manos en el vi-entre de la vctima, saca de l los intestinos y los coloca en el hom-bro derecho de la vctima. Acta con una brutalidad tal que lodesgarra en el curso de la operacin y un trozo ser encontrado acierta distancia.

    Cuando se encuentra el cadver, hacia las dos, nadie, una vezms, ha visto al asesino y, en opinin del experto, el crimen habasido cometido haca menos de veinte minutos.

    El rostro ya no es ms que una herida sangrante, la piernaderecha est doblada sobre el muslo, la pierna izquierda, abierta.

    El crimen est firmado y la polica inglesa, con terror, se re-conoce cada vez menos capaz de descubrir a aquel a quienpersigue.

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  • El sptimo y el octavo crimen

    UN MISTERIO AN MAYOR, SI ES POSIBLE, rodea las circunstanciasen las que Jack el Destripador cometi su sptimo asesinato.

    Un da de octubre de 1888, un martes, fue encontrado, bajouna bveda sombra, el tronco descompuesto de una mujer ases-inada. El crimen deba remontarse a seis u ocho semanas.

    La cabeza haba sido separada del cuerpo al nivel de la sextavrtebra cervical, que estaba serrada por el travs. La parte inferi-or del cuerpo y la pelvis haban desaparecido. La cuarta vrtebralumbar estaba seccionada por incisiones idnticas a las del cuello.Los brazos haban sido desarticulados por medio de cortes hechosun poco por encima de la laringe. El corazn estaba vaco de san-gre: la vctima, por tanto, no haba sido asfixiada ni ahogada. Elintestino estaba en su sitio, a excepcin del colon, que haba desa-parecido junto con todos los rganos del bajo vientre: hgado,bazo, pncreas, rones, etc.

    Segn el resultado de la autopsia, las mutilaciones haban sidohechas despus de la muerte con un cuchillo extremadamenteafilado que corresponda, por sus caractersticas, con el arma or-dinaria empleada por el inasible asesino.

    La vctima no haba sido envenenada.Los mdicos concluyeron, por otra parte, que el asesino no

    pareca tener conocimientos anatmicos especiales, sino que sudestreza deba de provenir simplemente de una cierta costumbre.

  • Esta vctima de Jack el Destripador nunca fue identificada.Sigue siendo un secreto cmo fue su vida y las circunstancias es-pantosas de su muerte.

    Pero los que recuerdan el asesinato rememoran todava el hor-ror que sintieron al descubrir ese cuerpo, ms mutilado que lasestatuas de mrmol que se exhuman en las tierras antiguas pordonde han pasado los brbaros.

    Jessie, la octava vctima, era una pobre chica de los bajos fon-dos de Londres. Cada noche, tras haber bebido su racin deginebra, a escondidas, en el bar clandestino en el que se daba debeber a las mujeres, se marchaba atravesando las calles.

    Ofrecida a todos, con todos sus encantos

    Ms tarde, si se quera aceptar su sonrisa y creer sus prome-sas, se entregaba en su miserable habitacin a las caricias brutalesde los cargadores de los muelles, a los amores mercenarios de lostrabajadores de Londres.

    Un da, sin embargo, aquel al que acogi no tena el aspectogrosero de sus amantes de paso. Su traje era de pao fino, su pielestaba blanca y cuidada y su dulce voz slo utilizaba palabrasagradables. Jessie, como sus camaradas, tena miedo de Jack elDestripador. Tema encontrarse un da en su presencia y, unanoche sombra, en el recodo de una callejuela, morir sobre el ado-quinado con amplias heridas en su flexible costado y el pelo rubiobaado por un gran charco de sangre.

    Pero quien la haba interpelado no tena aspecto de ser un malhombre. Todo lo ms, su mirada tena unos resplandores ex-traos, pero los sentimientos que inspiraba eran, antes bien,ternura y deseo. Y, adems, era un gentleman. Un anillo de oro

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  • rodeaba uno de sus dedos, su aliento no estaba cargado de los vul-gares vapores de la cerveza barata, y no todos los das poda unapobre chica de Whitechapel entregar su cuerpo a un hombre quepodra ser un lord o un baronet.

    La habitacin que los acoga era pobre y su mobiliario era el delas habitaciones de todas las casas de Whitechapel. Encima de lacama haba una colcha tradicional hecha con trozos de telas dese-mejantes y las paredes estaban empapeladas con un papel ajadoque pareca haber bebido el polvo de los aos que, lentamente,haban pasado por l.

    Las tinieblas reinaron en este encuentro nocturnoLa maana del 9 de noviembre de 1888, encontraron a Jessie

    acostada, completamente desnuda, en la cama.Le haban cortado el cuello de una oreja a otra con una larga

    incisin. Le haban arrancado la nariz y las orejas. Los senos, sec-cionados limpiamente, estaban colocados sobre la mesilla denoche. El estmago y el vientre estaban completamente abiertos.La cara, llena de cortes, resultaba irreconocible. Los rones y elcorazn, extrados de sus alvolos naturales, reposaban en elmuslo izquierdo. El asesino se haba llevado a modo de lgubretrofeo toda la parte inferior del vientre, con los rganos quecontena.

    Las ropas de la desgraciada estaban colocadas ordenadamenteen una silla. Nada indicaba que hubiese habido lucha.

    La pobre chica haba sido asesinada durante el sueo. Un granchorro de sangre haba salpicado la pared y el papel haba bebidolentamente ese siniestro licor. Tengo la fotografa del cadver antelos ojos. La caoba de la armadura de la cama tiene huellas de san-gre. Algunas gotas han saltado sobre el colchn y el mrmol de lamesilla est rojo como la tabla de un carnicero!

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  • Jack el Destripador esperara mucho tiempo despus de estecrimen para abandonarse de nuevo a sus siniestras inclinaciones.

    Efectivamente, hasta siete meses despus, el 1 de junio de1889, no se encontraron, flotando en el Tmesis, los restos mutil-ados de su novena vctima.

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  • El cadver de Tmesis y otro ms

    EL DA 1 DE JUNIO DE 1889, fue pescada en el Tmesis, la parteinferior del tronco de una mujer joven de buena constitucin.

    Unos das ms tarde, en la orilla de Surrey, pescaron la piernay el muslo izquierdo.

    Un da ms tarde, encontraron la parte superior del tronco. Lacavidad torcica estaba vaca: el bazo, los rones y una porcinde los intestinos estaban an adheridos a las paredes. El di-afragma haba sido seccionado en el centro con una sierra. Loscostados estaban igualmente aserrados.

    Finalmente, el lunes 10 de junio, pescaron un brazo y la manoderecha.

    Los fnebres restos no haban pasado mucho tiempo en elTmesis. La muerte se remontaba a unas cuarenta y ocho horas.

    El cuerpo haba sido despiezado de manera bastante tosca,pero con una innegable destreza. Pareca que el misteriosoasesino tuviera un conocimiento relativamente profundo de lasarticulaciones del cuerpo humano y dir en aquellos tiempos unode los testigos que conoca la anatoma de la misma manera queun matre dhtel sabe despiezar un pollo. Acaso no da esta hor-rible comparacin la atmsfera de los hbitos y costumbres deJack el Destripador?

    Finalmente, en los detalles de las mutilaciones se encontrabala marca innegable del Ripper.

  • Faltaban la cabeza, los pulmones, el corazn, la mayor partede los intestinos y los rganos secretos. Finalmente, como en loscasos de tantas otras vctimas, le haba arrancado con fuerza unanillo que, sin duda, haba aadido a su lgubre coleccin.

    El sistema piloso de la desgraciada era castao claro, las uasde las dos manos estaban mordidas muy cortas, la marca segurade un avanzado embarazo y varios indicios ms permitieron iden-tificar a la vctima.

    Era muy conocida en las viejas casas de inquilinos de rentasbajas del barrio pobre de Chelsea. Se la vio por ltima vez el 31 demayo y el informe ingls, de una discrecin que se acerca mucho ala hipocresa, aade que viva al da.

    Como la pobre Jessie, haba debido de encontrarse con terribleseductor. Sus agradables maneras, su elegancia y su encanto lehaban inducido confianza. Se haba entregado a l con los ojoscerrados, con la alegra de que una suerte inesperada hubiesepuesto en su camino de pobre chiquilla una aventura sorpren-dente. Tambin ella esper pasar la noche con un gentleman. Y suceguera la haba conducido a la muerte.

    La dcima vctima fue encontrada el 17 de julio de 1889 entremedianoche y la una de la madrugada por un polica, en una calle-juela del barrio preferido de Jack el Destripador: Whitechapel.

    Para ella, el drama transcurri ms o menos de la misma man-era que para las primeras vctimas. El encuentro insospechado enuna calle desierta. La terrible cuchillada en el cuello que Jackpropina tan bien El derrumbamiento sobre la acera Y, des-pus, el cuerpo entregado a las terribles manas del asesino: el es-tmago y el vientre rajados, la falda y las enaguas subidas y el bajovientre horriblemente mutilado.

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  • El forense, expresndose con toda simplicidad en un lenguajeterriblemente conmovedor, dir: El rostro estaba an caliente;era una pobre mujer de unos cuarenta aos, de un bello tempera-mento [sic], con el pelo castao oscuro; le faltaba un diente, aligual que a otra de las vctimas de esta serie. Una de las uas de lamano izquierda estaba en parte desprendida. Este asesinato estrelacionado con aquellos similares de los ltimos aos. Slo habasangre en el lugar en que la vctima fue asesinada.

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  • La ltima victima de Jack el Destripador

    EL 10 DE SEPTIEMBRE DE 1889 FUE DESCUBIERTA, bajo unabveda de ferrocarril, la undcima vctima de Jack el Destripador.Deba ser la ltima o, al menos, fue la ltima que se atribuy a susactos.

    Slo quedaba, de la desgraciada, el cuerpo. Le haban cer-cenado la cabeza y le faltaban las dos piernas. En el lmite delpecho y el vientre, estaban abiertos varios cortes por los que sesalan los intestinos.

    La muerte deba remontarse a tres das. El cadver estaba des-vestido y cubierto tan solo con una camisa desgarrada y man-chada de sangre, atada con un cordoncillo. Una vez ms, las in-cisiones fueron hechas de izquierda a derecha.

    Le haban arrancado el corazn. Le haban seccionado laspiernas con habilidad. Salvo las profundas heridas abdominales,la parte inferior del vientre era la nica mutilada. El cuerpo es-taba cubierto de equimosis, como si hubiese sido arrastrado y elasesino hubiese, despus de la muerte acaecida tras la hemorra-gia cortado el brazo izquierdo por dos sitios, como si hubiesequerido desarticularlo y hubiese renunciado a ello.

    El examen de los rganos, todos relativamente sanos, salvo elbazo y el hgado, que estaban estigmatizados por el alcohol, revelque la vctima se entregaba a la bebida. Las manos, que eran lar-gas y afiladas, estaban sucias y descuidadas, pero no crispadas.

  • No haba indicios de lucha. La mujer haba sido asesinada porsorpresa o durante el sueo. No haba forcejeado.

    El cuerpo estaba acostado sobre el vientre, con el brazoderecho replegado. No haba huellas de lucha bajo la bveda delferrocarril. El drama no haba acontecido all, tan slo se habanllevado hasta ese lugar los fnebres restos.

    La camisa estaba cortada de arriba abajo a partir de las axilas.De nuevo, los cirujanos le reconocan al asesino una habilidad

    relativa, que no pareca ser debida a amplios conocimientos de laanatoma humana.

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  • Las hiptesis sobre Jack

    NATURALMENTE LOS CRMENES DE Jack el Destripador excitaronla imaginacin pblica y todos intentaban interpretar los cr-menes siguiendo sus pasiones.

    Los antisemitas quisieron ver en ellos la marca ritual de losjudos

    Los imaginativos buscaron establecer una relacin entre loscrmenes de Jack the Ripper y las prcticas de una cierta sectacristiana rusa, que tena adeptos en Londres y cuyo acto principalconsiste en mutilarse sexualmente. Vean en esos destripamientossucesivos una venganza religiosa contra el sexo culpable delpecado original, al mismo tiempo que una cierta ejercitacinmanual para poder practicar con xito y sobre s mismos la opera-cin de castracin

    Se imaginaban tambin terribles asociaciones de sdicos queoperaban en serie y gozaban de altas protecciones.

    Tambin se supuso que el asesino ocupaba una alta posicinen la sociedad aristocrtica inglesa y que, para ahogar el escn-dalo, pura y simplemente se le haba ejecutado misteriosamente ose le haba obligado a suicidarse

    Finalmente, los artistas vean en Jack el Destripador a un se-ductor hroe de novela que consideraba, como Thomas de Quin-cey, el asesinato como una de las bellas artes

    Esta ltima hiptesis, en nuestra opinin, parece acercarsems a la realidad. Estos das he tenido el encuentro ms

  • extraordinario que pueda tener un periodista en el curso de unainvestigacin. No dir que he visto a Jack el Destripador, pero,salvo que fuese una burla y una muy curiosa y muy sorpren-dente, he charlado durante media hora, en pleno centro dePars, con un hombre que le trat de cerca, que conoce sunombre, su suerte y cuya inverosmil personalidad ha permane-cido secreta para m.

    A pesar de todo el escepticismo con el que tendra el derechode acoger sus declaraciones, no puedo evitar creerlas plenamentey tener por autnticos tanto su historia como el retrato, dibujadocon un cuidado extremo por una mujer misteriosa, que represent-ara a Jack el Destripador unas semanas antes de su primer cri-men, cuando tena diecinueve aos.

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  • Las extraas revelaciones hechas aPars-Matinal por un amigo de Jack el

    Destripador

    LOS INCIDENTES NOVELESCOS SON, ay!, demasiado raros en lavida. Por mi parte, atribuyo la mayor ternura a los minutos mis-teriosos que puedo vivir: encuentros insospechados, coincidenciasextraordinarias, emocin sentimental, melancola, deseo. Peroson raros los momentos en los que lo maravilloso terrestre consi-ente en manifestarse bajo una forma imperativa.

    La aventura que me ha proporcionado mi investigacin sobreJack el Destripador es de este ltimo tipo y si alguien me sugiereque he tratado con un embaucador, me niego a creerlo. Y aunquehubiese sido embaucado, slo quiero recordar el momento en elque he credo y creo todava.

    El mircoles 1 de febrero, encontr en mi correo un continent-al cuyo contenido me dej estupefacto. Lo reproduzco in extenso:

  • Quiere saber algo de la vida y la personalidad de aquel queha denominado genio del crimen? Si es as, vendr usted solo[subrayado en el texto] a la cita que le dar por otro continentalsi me hace saber, por medio del peridico, el jueves por lamaana, que desea verme. Reciba un cordial saludo.

    W. W.

    P. D. Es decir, lo que exijo de usted a cambio de la informa-cin que pueda proporcionarle haga lo que haga con ella, essu palabra de honor de que respetar mi anonimato y de quenunca intentar saber quin soy.

    W. W.

    La escritura de esta carta era extraa, un poco femenina, conuna puntuacin desproporcionada con el gran tamao de las le-tras, que la salpicaba literalmente de puntos y acentos. Por lo de-ms, la escritura no parece falsificada. El jueves 2 de febrero,Pars-Matinal publicaba, al final de mi artculo, mi aceptacin enforma de una postdata:

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  • P. D. a la atencin de W. W. Muy interesado por su carta,le doy mi palabra en relacin a lo que me pide y espero a que fijeun encuentro.

    R. D.

    El 2 de febrero pas sin traerme noticias de micorrespondiente.

    El viernes 3 recib, hacia las tres y media, un nuevocontinental:

    Maana viernes en el caf Cardinal a las seis en punto. Lleveun ejemplar del Pars-Matinal en la mano. Naturalmente,cuando me siente a su lado, usted no me delatar por medio dela manifestacin exterior de cualquier sentimiento. No quierollamar la atencin sobre m mismo, aunque sea la de alguienindiferente.

    De hecho, no hay gente indiferente. Le llevar algo.

    W. W.

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  • Esper con impaciencia. Hacia las cinco, para matar el tiempo,fui a beber un caf a un establecimiento del bulevar en compaade un colega de la redaccin: Serge Lucco. A las cinco y veinte es-tbamos de vuelta en el peridico.

    A las seis menos cinco, fui al Cardinal Serge Lucco, tras haber-se puesto de acuerdo conmigo, llega cinco minutos ms tarde y,sin que nos hubisemos mirado, se sienta en una mesa bastantealejada.

    Esper hasta las siete menos veinte. No vino nadie. Me fui soloy volv a subir al peridico, donde mi camarada vino a reunirseconmigo unos diez minutos despus.

    Ya estaba expresando mi mal humor en relacin a lo quetomaba por una broma cuando el gerente del Pars-Matinal, elseor Chartrain, me trajo una carta. La haban encontrado en laantesala del peridico, sin que nadie viese quin la haba trado.Ante esta reflexin, un ciclista, el seor Aubry, record que habaodo abrirse la puerta del rellano, a alguien entrar diciendo: Parael seor Desnos, y desaparecer antes de que se le pudiese ver.

    Este es el texto de la carta:

  • Entonces, ha olvidado que le haba pedido que viniese solo[subrayado en el texto]. Visiblemente, tampoco su compinche, elseor del trench-coat, est acostumbrado a los papeles de figur-ante. Eso me ha afectado si no sorprendido viniendo deusted.

    Por ltima vez quiere que nos veamos?Cuando salga del Pars-Matinal, ahora mismo, lleve un ejem-

    plar del peridico en la mano. Tome la direccin que le apetezca,yo le seguir y, si est solo [subrayado en el texto], le abordar.

    W. W.

    Lo confieso, al leer esta carta, pens en una burla por parte dealgn redactor del Pars-Matinal. Termin mi trabajo diario y, alas ocho y cuarto, sal.

    Fui hasta la place de la Bourse por la ru Vivienne, caminandolentamente. Baj hasta Saint-Germain-des-Prs, sin haber visto anadie y persuadido, esta vez, de que mi correspondencia conW. W. era un camelo. Estaba tomando la ru Bonaparte para lleg-ar, por las res Guynemer y Vavin, al barrio de Montparnasse,donde ceno cada noche. Al atravesar la place Saint-Sulpice, unamano se apoy en mi hombro.

    El cielo estaba encapotado. Todava lloviznaba. Sobre el as-falto resplandeciente, se reflejaban los faroles. Las torres deSaint-Sulpice se perdan pesadamente en una bruma dehumedad. Me gir hacia quien acababa de ponerme la mano en elhombro, sin dudar ni un instante que no fuese aquel a quienesperaba.

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  • Estaba en presencia de un hombre de unos sesenta aos, cor-pulento, de rostro rojo y curtido, como si la sangre se hubiesefijado bajo la piel por efecto del sol y el alcohol. Estaba embozadoen un amplio abrigo marrn oscuro con una cuadrcula en marrnms claro, de excelente corte ingls, y cubierto con un sombreroflexible, tambin marrn. Se apoyaba sobre un bastn, cuyo ma-terial reconoc unos minutos despus porque la madera con la queestaba tallado, por esas cosas del azar, me es conocida: cafetero.Es sabido que esos bastones, casi siempre procedentes de las indi-as holandesas, son bastante raros porque en esos lejanos pases,segn parece, la ley pena con la muerte la mutilacin de uncafetero.

    La boca de mi interlocutor estaba disimulada por un densobigote blanco. Los ojos, bastante grandes y subrayados por ojeras,no parecan indicar ms que una gran tranquilidad y una ciertacostumbre del dominio.

    As pues, mientras que yo farfullaba al presentarme, l se dio aconocer y me propuso subir de nuevo hacia Montparnasse con lamayor naturalidad.

    Ya que es su camino aadi con una voz tal vez algo mar-cada por el acento ingls, aunque es muy posible que yo me suges-tionase en ese punto.

    Caminamos en silencio hasta la ru Guynemer, cuya calzadaasfaltada resplandeca como un espejo con los juegos de las faro-las que reflejaba. Este paisaje familiar me pareci de repente mis-terioso y como consagrado, a pesar de la presencia de los rbolesdel Jardn de Luxemburgo, a todo el esplendor de un pas exclu-sivamente mineral.

    Qu tiene que decirme? pregunt tras un gran esfuerzopor romper el silencio.

    Ya lo sabe. Le interesa?

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  • Mucho.Pues bien, es esto: lo que puedo contarle sucedi hace ya

    cuarenta aos. Por aquel entonces yo estaba en Edimburgo,donde acababa mis estudios, pues soy escocs. All es dondeconoc a aquel que llamar, como usted, Jack, porque callar suidentidad y la ma. Tiene que saber que se ha equivocado muypoco sobre la personalidad de Jack. Tan slo la ha embellecido.Sin duda era elegante, pero, aun cuando gozaba de una posicinacomodada, estaba lejos de ser lord o baronet. Era hijo de un es-cocs y una galesa y estaba pasando unas semanas en Edimburgocuando lo conoc. Fue en 1887. El primer crimen, el del 1 de di-ciembre, que usted le atribuye y que generalmente se le atribuye,no lo cometi l, pero fue la causa de todos los dems.

    En efecto, el 3 de agosto de 1888, un amigo y yo, en presenciade Jack, nos referimos con sorpresa al misterioso asesinato, puesel autor de ese crimen segua siendo desconocido. En ese mo-mento, estbamos de vuelta en Londres. Jack, totalmente enserio, nos propuso una apuesta: se comprometa a cometer un cri-men idntico, en circunstancias parecidas, sin ser descubierto.Nosotros aceptamos la apuesta sin tomrnosla en serio. Estabanen juego tres libras.

    Cuatro das ms tarde, Jack vino a vernos para anunciarnosque estaba hecho. Al principio, nos remos Pero la lectura de losperidicos nos sumergi en una angustia horrible. En efecto,ramos los cmplices, casi los inspiradores, del asesinato.

    Pero Jack se qued impasible y nos oblig a pagar la apuesta.El tiempo pas y no se descubri al asesino. Nos tranquilizamos.Nos tranquilizamos demasiado.

    En la tarde del 30 de agosto de 1888, puse en duda el papelde Jack en el asesinato y emit la hiptesis de que hubiera sabido

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  • del crimen antes de la publicacin de los peridicos y, as, sehabra jactado delante de nosotros.

    Entr en una violenta clera y declar que puesto quedudaba de l, como era buen jugador, volvera a actuar en eltranscurso de la prxima noche.

    Al da siguiente supimos del segundo asesinato de Jack y ter-cero de la serie. Es intil expresar nuestro miedo. Lo comprendeperfectamente. Jack vino a vernos. No nos dijo nada. Se quedcallado durante toda su visita. Estbamos incmodos. De nuevo,no se descubri al asesino. Pero Jack, con una voluntad infernal,continu aterrorizndonos. Nos anunci todos los dems cr-menes de la serie (a excepcin del noveno y el dcimo, que no creoque cometiera l). Las circunstancias que ha imaginado debieronde ser exactas, salvo en unos pocos detalles.

    Pero qu razones daba para sus crmenes?Nos deca: As aprenderis a no tomarme por un

    mentiroso, y, otras veces, deca que era mejor as, que as esasmujeres tenan una muerte que se sala de lo ordinario. Slo enuna ocasin nos dijo que los asesinatos le proporcionaban placer.

    Y nunca dijeron nada?Claro que no! ramos sus cmplices. Habramos sido ar-

    restados. ramos jvenes. Tenamos miedo.Pero nunca am a ninguna mujer?

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  • Al contrario, adoraba a su amante, unajoven francesa que hizo de l el dibujo que leentrego. Siempre ignor el terrible vicio al quel, algunas noches, cuando volva muy tarde aacostarse a su lado, se entregaba. Nunca supoque ese hombre, cuya ms tierna satisfaccinera besarle los cabellos, era un asesino y queesas vigorosas manos, tan dulces para ella,podan manejar un terrible cuchillo.

    Pero qu fue de l? Est muerto?No s si est muerto. Ella s, muri aplastada por un

    mnibus.En cuanto a m y mi compaero, nos fuimos a las Indias,

    para abandonar esta pesadilla. Mi camarada muri all, de clera.Soy el nico testigo de este drama.

    Pero y Jack?Jack se fue a Australia. S que, en el tiempo en que estuvo

    all, se cometieron cuatro asesinatos parecidos a los suyos enSydney o Melbourne. Con los ocho de Londres, deben de hacer almenos unos doce en su haber.

    Y no volvi a verlo?S, estando de paso en Londres, coincidiendo con la Guerra

    de los Bers, me lo encontr por casualidad. Iba a evitarlo cuandome abord. Lamentaba, deca, ver cmo los malditos Bers mas-acraban a los fieles sbditos de Su muy graciosa Majestad. In-sista en esta frmula, que pareca gustarle mucho.

    Y eso es todo?Volv a verlo en 1910 unos minutos. Y eso es todo.No sabe qu ha sido de l?Mi compaero no contest.

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  • Pero, perdneme, le pregunt, por qu me ha confiadoeste secreto? Por qu me ha hablado de l?

    No tena nada que replicar.Y puedo decir y publicar lo que me ha dicho y el retrato que

    me ha dado? No corro el peligro de denunciar a alguien a lapolica?

    No se preocupe. Ya he pensado en eso. Pero me alegra queusted tambin piense en ello. Por lo dems, tengo su palabra.

    Durante la conversacin, habamos subido la ru Guynemeruna vez, la habamos bajado y acabbamos de volver a subirla.Estbamos en la esquina de la ru dAssas con la ru Vavin.

    Adis! me dijo.Hasta otra! contest yo con algo de apuro, encantado

    de haberle conocido!Y, mientras le miraba alejarse con paso calmo por la ru

    dAssas, en la que pronto no fue ms que un punto, intentaba re-cordar si, para encender su cigarrillo, sujetaba la caja de cerillascon la mano izquierda o con la derecha. Lo intent tanto que, al fi-nal, ya no recordaba nada, ya ni siquiera saba cmo la sujetabayo normalmente.

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  • Robert Desnos naci con el siglo y muri en 1945 en el campo deconcentracin de Theresienstadt. Fue uno de los poetas ms im-portantes del movimiento surrealista, amigo durante un tiempode Bretn y considerado por este como uno de los profetas delgrupo. En paralelo a su labor potica o, tal vez, como la parte mssecreta de esta, Desnos desarroll una importante carrera radi-ofnica, trabaj en una agencia publicitaria inventando slogansque hiciesen soar a los oyentes, cre algunos sketches para laserie Fantomas y trabaj asiduamente como periodista.

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