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El Diamante

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Vivía en Irlanda un rey que heredó un gran diamante de belleza extraordinaria que pronto causó admiración en todos

los reinos.

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El diamante permanecía expuesto para que todos los visitaran bajo

una constante vigilancia.

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Tanto el rey como el reino prosperaban, y

el rey atribuía al diamante su buena

fortuna. 

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Un día uno de los guardias, nervioso le dió al rey una

terrible noticia:´

Había aparecido un defecto en el diamante.

 

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Se trataba de una grieta, aparecida en la mitad de la joya. El diamante había sufrido una fisura

en sus entrañas.  

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Convocó a todos los joyeros del reino para pedir su opinión y le aseguraron que el defecto era tan

profundo que lo único que conseguiría si intentaba arreglarlo sería que aquella

maravillosa joya perdiera todo su valor. 

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Mientras el rey meditaba, un joyero ya anciano, que

había sido el último en llegar le dijo:

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Si me da una semana para trabajar en la joya, es posible

que pueda repararla.

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Al principio el rey no dió crédito alguno a sus palabras. Finalmente el rey cedió, pero con una

condición: La joya, no debía salir del palacio real.

Al anciano joyero le pareció bien el deseo del rey y se puso a trabajar.

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A diario el rey y los guardianes se paseaban nerviosos ante la puerta de la habitación. Oían los ruídos de las herramientas y se preguntaban qué

estaría haciendo el anciano. 

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Al cabo de la semana, el anciano salió de la habitación. El rey y los guardianes se precipitaron al interior para

ver el trabajo del misterioso joyero.

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Al rey se le saltaron las lágrimas de pura alegría ¡Su joya se había convertido en algo incomparablemente

más hermoso que antes!

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El anciano había grabado en el diamante una rosa perfecta, y la grieta que antes dividía la joya por la mitad se había convertido en el

tallo de la rosa.

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Para este rey el diamante era su perla preciosa. Era el tesoro de su vida.

Para Dios este diamante somos cada uno de nosotros.

“Eres precioso a mis ojos....eres estimado y yo te amo” (Is 43,4)

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Quizás como en el diamante del rey, en nuestras vidas aparezcan roturas y grietas.

 

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Somos importantes para Dios, muy importantes.....su joya

preciosa. 

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Y Dios llega por los caminos más simples y a la vez más

sorprendentes y como el anciano joyero viene a hacer

en nosotros lo que nosotros no podemos hacer.

 

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Sintámonos sobrecogidos por esa presencia de Dios que trabaja en

nosotros.

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Dichosos seremos si nos ponemos a tiro y nos dejamos

encontrar en la simplicidad.

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Convertirá las roturas en tallos y flores. Y en nuestras grietas se descubrirá la

belleza.

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 “Eres precioso a mis ojos, eres

estimado y yo te amo” (Is 43,4)

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Qué Dios bendiga a tantas personas que prestan sus manos a Dios para curar y reparar grietas de

los corazones. 

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Qué Dios te bendiga.