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[145] Alejandro Caamaño Tomás * EL DIÁLOGO Y LA LITERATURA DE MATRIMONIO EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI ea más o menos certera la afirmación de Avalle-Arce de que “…en España no hay ni clara ni tajante separación entre Edad Media y Renacimiento” 1 , desde finales del siglo XV se aprecia ya un ansia de reformas que se extiende a muchos ámbitos de la vida española. La renovación de los estudios univer- sitarios 2 , iniciada en los últimos decenios del siglo XV, impulsará la llegada a España de humanistas italianos para enseñar en estos centros, y en poco tiempo surgirá en España una corriente de humanistas, en la que destacarán autores como Nebrija, Vi- ves o Juan de Valdés, que encabezará el movimiento reformista en lo concernien- te a lengua, literatura y educación, entre otros aspectos. Por eso, tanto la antigüedad greco- rromana como lo italiano recorrerán la li- teratura del Renacimiento español 3 y, en muchos casos, lo clásico y lo italiano se mostrarán de manera conjunta; o dicho de otra forma, los españoles accederán al conocimiento de los clásicos a través de los modelos italianos que les son pre- sentados, asimilados en unas formas lite- rarias romances. Igualmente, el contacto con los clásicos y su presencia en la cultura del Renacimiento, como elemento verte- brador de la misma, explicarían el gusto por determinados temas, formas y concep- tos en el terreno literario. Como ejemplo, ya en el siglo XV nos podemos encontrar con autores como el Marqués de Santillana, un esforzado pro- motor de las traducciones de las obras clásicas o de las obras de Boccaccio, o Juan de Mena, cuyo Laberinto de Fortuna mues- tra una erudición de indudable influencia de Dante y posee un lenguaje latinizante e hiperculto enormemente influido por la retórica latina. Departamento de Humanidades, UAM-A. Historia de la literatura española (hasta el siglo XVI) (1975) Madrid, Guadiana de Publicaciones, p. 464. Universidades como las de Salamanca y Alcalá de Henares, y estudiosos como Arias Barbosa o An- tonio de Nebrija favorecieron con sus trabajos el desarrollo del Humanismo en España. Incluso personajes desde dentro de la Iglesia católica, en su labor de reforma religiosa, impulsaron la reforma de la educación. Tal es el caso del Car- denal Cisneros, cuyo trabajo promovió la crea- ción de la Universidad de Alcalá de Henares (1499), la cual poco después se convertiría en el centro renovador de los estudios lingüísticos y bíblicos que darían como resultado la espléndi- da Biblia Políglota Complutense. * 1 2 S Me referiré al Renacimiento literario español co- mo el periodo comprendido entre los años 1500 y 1600. 3

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Alejandro Caamaño Tomás*

EL DIÁLOGO Y LA LITERATURA DE MATRIMONIOEN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI

ea más o menos certera la afirmaciónde Avalle-Arce de que “…en España nohay ni clara ni tajante separación entreEdad Media y Renacimiento”1, desdefinales del siglo XV se aprecia ya un ansiade reformas que se extiende a muchosámbitos de la vida española.

La renovación de los estudios univer-sitarios2, iniciada en los últimos deceniosdel siglo XV, impulsará la llegada a Españade humanistas italianos para enseñar enestos centros, y en poco tiempo surgirá enEspaña una corriente de humanistas, en laque destacarán autores como Nebrija, Vi-ves o Juan de Valdés, que encabezará elmovimiento reformista en lo concernien-

te a lengua, literatura y educación, entreotros aspectos.

Por eso, tanto la antigüedad greco-rromana como lo italiano recorrerán la li-teratura del Renacimiento español3 y, enmuchos casos, lo clásico y lo italiano semostrarán de manera conjunta; o dichode otra forma, los españoles accederán alconocimiento de los clásicos a través delos modelos italianos que les son pre-sentados, asimilados en unas formas lite-rarias romances. Igualmente, el contactocon los clásicos y su presencia en la culturadel Renacimiento, como elemento verte-brador de la misma, explicarían el gustopor determinados temas, formas y concep-tos en el terreno literario.

Como ejemplo, ya en el siglo XV nospodemos encontrar con autores como elMarqués de Santillana, un esforzado pro-motor de las traducciones de las obrasclásicas o de las obras de Boccaccio, o Juande Mena, cuyo Laberinto de Fortuna mues-tra una erudición de indudable influenciade Dante y posee un lenguaje latinizantee hiperculto enormemente influido por laretórica latina.

Departamento de Humanidades, UAM-A.Historia de la literatura española (hasta el siglo XVI)(1975) Madrid, Guadiana de Publicaciones, p. 464.Universidades como las de Salamanca y Alcalá deHenares, y estudiosos como Arias Barbosa o An-tonio de Nebrija favorecieron con sus trabajos eldesarrollo del Humanismo en España. Inclusopersonajes desde dentro de la Iglesia católica, ensu labor de reforma religiosa, impulsaron lareforma de la educación. Tal es el caso del Car-denal Cisneros, cuyo trabajo promovió la crea-ción de la Universidad de Alcalá de Henares(1499), la cual poco después se convertiría en elcentro renovador de los estudios lingüísticos ybíblicos que darían como resultado la espléndi-da Biblia Políglota Complutense.

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Me referiré al Renacimiento literario español co-mo el periodo comprendido entre los años 1500y 1600.

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Hablando ya del diálogo como género,es bastante común atribuir su “invención”a Erasmo de Rotterdam, en el siglo XVI,refiriéndose a “invención” como “redes-cubrimiento” y, sobre todo, como impulsode un género que llevaba bastante tiem-po abandonado o, más bien, desampa-rado4. Sin embargo, no se podría afirmarla invención como creación originaria, yaque, siendo indudable la aportación deErasmo al género dialogal, su inspiraciónes la misma que la de muchos escritores alo largo de la historia: las fuentes de laAntigüedad, y más concretamente de losdiálogos platónicos, de la comedia, de Lu-ciano y de Cicerón. Sobre esto comentaJesús Gómez: “El diálogo per se no es ungénero propio del Humanismo o del Re-nacimiento, ya que existen diferentesmodelos dialógicos que se suceden en eltiempo, y que pueden coexistir en deter-minadas épocas”5.

Y así es, la invención de diálogos sa-tíricos es considerada una creación origi-nal de Luciano de Samosata (S. II d.C.),quien, basándose en la filosofía vulgarcínica, empleaba elementos del diálogosocrático-platónico en el cual participabanpersonajes que discutían sobre una pre-gunta y uno de ellos cargaba con el pesode las conclusiones, ya fuera porque lasformulaba o porque las inducía. En la Eu-ropa del Renacimiento, este autor tuvo ungran reconocimiento y fue imitado por suelegante estilo y por su capacidad para

entretener y a la vez criticar, crítica en laque asoma un doloroso desprecio a la vi-da y una burla cruel y, en ocasiones, grose-ra de lo atacado.

Pero, además de los escritos platónicos,los diálogos participan también de ele-mentos de la comedia, que aportabanironía, mordacidad y crítica, pero con unafinalidad moralizante; como es el caso deAristófanes, en el que la sátira estaba enfunción, contrariamente a Luciano, de unsistema de sólidas creencias, con un idealy una doctrina firmemente asentados.

Las influencias ciceronianas radican, de-bido a la preocupación de Cicerón por laformación del orador, en el aumento dela dimensión de los parlamentos de losinterlocutores en el diálogo, los cuales aveces se acercan más a la forma de undiscurso, con un trasfondo filosófico.

Más adelante, se encontrará este géne-ro en escritores cristianos como san Agus-tín, en el siglo IV-V (Contra Academicos,Soliloquia, De ordine, Beata vita); San Gre-gorio, en el siglo VI (Dialogi), o Boecio, otroescritor del siglo VI, que tendrá, con su obraDe consolatione philosophiae, una enor-me influencia en escritores humanistasitalianos, como Petrarca, padre del huma-nismo renacentista.

Si en el Renacimiento el diálogo teníaya dos mil años de vida, será entoncescuando su redescubrimiento y desarrolloalcancen sus más altos niveles. Y ahora escuando se hace necesario volver a Erasmode Rotterdam para darle la razón a M.Bataillon cuando afirma que es Erasmo elque crea, a partir de esos modelos, el diá-logo moderno6, y de ahí su merecido títu-lo, si no de “inventor” stricto sensu, de

Marcel Bataillon (1998) Erasmo y España, Madrid,FCE-España, p. 644.

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Atribución que nace en el mismo Renacimientopero que cobrará más fuerza a raíz de los trabajosde Marcel Bataillon sobre el holandés en su obraErasmo y España (1937), aunque algunos de esosestudios serían revisados e, incluso, reconsi-derados en su obra Erasmo y el erasmismo (1977).Jesús Gómez Gómez (2000) El diálogo rena-centista, Madrid, Ediciones del Laberinto, p. 39.

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“redescubridor” y de “maestro”. ¿Qué hayde especial en el diálogo erasmiano? SusColloquia7 influyeron determinantementeen la espiritualidad de los españoles, acer-cándoles aspectos de la Reforma religiosa,tan temida y, a la vez, tan supuestamentealejada de la península; aunque es inne-gable que ideas como el desarrollo de laespiritualidad interior o el rechazo de losritos o las manifestaciones externas de lareligión ya circulaban por Europa y eranobjeto de discusión, incluso dentro de laIglesia, bastante tiempo antes de que Lu-tero publicara sus tesis. Pero también susColloquia imprimieron agilidad y expre-sividad al discurso, una sutil pero directaironía al lenguaje, sin perder su didactismoy verosimilitud, e incorporaron la novedadde una mayor participación de la figurafemenina como interlocutora.

Los coloquios8 son considerados un pa-riente muy cercano de estos diálogos y,tanto unos como otros, en el siglo XVI vi-nieron a ser el modo más ameno de expo-ner la doctrina frente a la aridez del trata-do. Son éstos piezas pequeñas en las quese desarrollan conversaciones en donde se

presentan, con dosis de ironía, cuestionesreligiosas y morales.

López Estrada explica, en relación aestas dos formas, que el término diálogoes más general y relacionado a la tradiciónde Platón y Cicerón; mientras que el decoloquio es más moderno por su relacióncon los Colloquia, los diálogos de Erasmo9.

Pero parece que, en definitiva, el trabajode intentar definirlos no lleva a ningún re-sultado práctico; aunque también la difi-cultad para la definición exacta del diálogovendría por esa combinación de génerosque se puede apreciar en ciertas obras (porejemplo, miscelánea y diálogo en Pedrode Mejía y Antonio de Torquemada, odiálogo y sátira en Villalón y Torquemada)que eliminaría un carácter “único” y de-finitorio del género.

En el XVI, el diálogo es sobre todo uninstrumento didáctico, situado entre laliteratura de ficción y el tratado científico,pero muy relacionado con otros géneroscomo la epístola, el ensayo o el discurso.Los escritores de diálogos, de diversascondiciones sociales, comparten con elHumanismo su afán pedagógico, su interésdivulgativo, y su aplicación a la vida prác-tica, frente a la especialización técnica dela escolástica, fundamentalmente dirigi-da a los especialistas de cada disciplina.

El diálogo, en tanto que mímesis de unaconversación, está a medio camino entrela información y la ficción o, de maneramás general, entre el “docere” y el “lu-dere”. De ahí nace una tensión que se re-fleja en su propia forma literaria, dondeconfluyen la lógica o la dialéctica (encuanto a imitación conversacional entre

Colloquia (Coloquios) son una colección dediálogos publicados entre los años 1516 y 1536,cuya finalidad, en principio, era facilitar elaprendizaje del latín a los estudiantes. Sin em-bargo, la defensa de propuestas como la necesi-dad de la reforma del clero o la crítica de las au-toridades eclesiásticas le hizo pasar a engrosar laslistas de sospechosos de herejía, a medida que elprotestantismo se extendía por Europa, y en Es-paña fueron finalmente prohibidos en 1535.La definición que se puede encontrar en losdiccionarios, tanto para los coloquios como paralos diálogos hace referencia a una conversaciónentre dos o más personas y también a una obraliteraria, en prosa o en verso, en la que se da unaplática entre dos o más personajes. Pero siemprese refieren estas definiciones al coloquio comoproveniente del diálogo, pues sería éste un ele-mento conformador esencial de aquél.

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Francisco López Estrada (1988) “El diálogo pasto-ril en los Siglos de Oro”, Anales de LiteraturaEspañola, 6, p. 340.

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–al menos– dos personajes). Y, como apun-ta López Estrada, parece ser la prosa elvehículo más adecuado para los fines delgénero, aunque es cierto que la aportaciónde poetas en el siglo XVI es fundamentalen el diálogo10.

El número de personajes en estas obrasno está determinado por ninguna regla,pero lo más común, en el diálogo en elsiglo XVI, es que se dé entre dos interlo-cutores, siguiendo el esquema de maestro-alumno, en el que uno pregunta y otro res-ponde; o el de los diálogos del tipociceroniano en que el alumno simplemen-te escucha sin cuestionar las enseñanzasde su maestro, que son el punto de vis-ta del autor11. Sin embargo, se pueden en-contrar en este período obras en las queintervienen tres, cuatro, cinco y hasta sie-te interlocutores. Y lo que sí parece rele-vante y común en todas las obras son losrasgos que caracterizan a los personajes,como poseedores de condiciones perso-nales comunes que los hace pertenecientesa una clase social en particular, a un mismosexo, con una edad similar, etcétera. Portanto, sería esta igualdad entre los perso-najes una condición indispensable para eldesarrollo del diálogo; entre ellos se esta-blece una armonía que emana de esa igual-dad, que contribuye a un buen entendi-

miento, y todo esto en beneficio de unamejor transmisión de la doctrina; si bien,en ciertos contextos, es la posición socialo política de los interlocutores la que re-fuerza su autoridad.

La forma básica del diálogo en el Re-nacimiento, heredada de la tradición me-dieval, es el debate, llamado tambiéndisputatio12, artificio retórico del que tam-bién nos habla J. Gómez. Explica que estedebate no se da solamente en el diálogoliterario, sino que es un sistema de ense-ñanza básico en la educación escolásticay que como forma literaria también sepuede encontrar el debate en verso o co-mo un juego de preguntas y respuestas13;aunque es importante señalar que, juntoa la disputatio, otra de las herencias me-dievales que recogerá el diálogo renacen-tista será el esquema catequístico, propiode las obras con un tema religioso.

La participación de la mujer en las obrasdel género va a ser muy pequeña en com-paración con la del hombre. De hecho, laobra de Pedro de Luján, Coloquios ma-trimoniales, que será uno de los ejemplosmás representativos de los diálogos dematrimonio en el siglo XVI, se puede con-siderar como un caso bastante aislado enun panorama dominado por los personajesmasculinos, si bien la influencia de Erasmoabriría las puertas a una mayor participa-ción femenina, como ya se ha comentado.

El espacio en el que se desarrolla el diá-logo en las obras es tanto en el exteriorcomo en el interior de las viviendas (enmuchas obras se alternan los exteriores ylos interiores), aunque también se suele

“…el género del diálogo renacentista, en sus obrasmás características, discurre por el cauce de unaprosa que resulta adecuada para su fin comoconsecuencia de los recursos de una poética queapenas llegó a formularse, pero que existía por unacuerdo que se había establecido entre los autoresy los lectores de estos diálogos”. Ibid, p. 339.Jesús Gómez nos habla de los diálogos polémicos,que son un grupo pequeño dentro de los diálogosdel siglo XVI en los que, después de la doctrinaque el maestro inculca al discípulo, no se llega auna solución final del problema debatido. JesúsGómez Gómez, op. cit., p. 27.

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Las disputationes formaban parte de la tradiciónliteraria medieval cuyo origen se remonta a la lite-ratura latina, con la obra de M. Tulio Cicerón Dis-putationes tusculanae como principal referente.Jesús Gómez Gómez, op. cit., p. 41.

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adaptar al carácter del diálogo, a la mate-ria tratada (por ejemplo, en los de temareligioso el espacio puede ser una iglesia,un convento o un lugar sagrado) y a la re-lación que exista entre los dialogantes: undiálogo entre un hombre y una mujer queno son esposos se desarrollará, en la ma-yoría de los ocasiones, en el exterior, a lavista de todos para prevenir las murmu-raciones; mientras que cuando traten untema íntimo o delicado ese diálogo tiendea ser ubicado por el autor en el interior14.

Es algo común que la acción discurraen lugares en donde no se perciben ele-mentos perturbadores, y aun habiéndolos(como ruidos de la vida cotidiana en lacalle, o en una casa: charlas, risas, gritos,etcétera), los interlocutores muchas vecesparecen estar situados por el autor comodentro de una “burbuja”, pues nada deesto interfiere en su conversación ni en laexposición de los argumentos.

La temporalización también tiene im-portancia en el diálogo, aunque en autoresde mayor influencia erasmista tanto éstacomo la espacialización van perdiendotrascendencia como elementos dramati-zantes. El tiempo se distribuye en las obrasde distintas maneras: el autor puede dividirel transcurso en jornadas, o va manifes-tando períodos más amplios en los que sevea cómo la doctrina se va asimilando.

Uno de los aspectos más definitorios deldiálogo renacentista, sin lugar a dudas, esla imitatio, que se produce a dos niveles:primeramente, la imitación de los antiguos,latinos y griegos, que servirán para surtir

en gran medida las fuentes de estos escri-tores renacentistas; y, en segundo lugar, laimitación de la realidad15. Estas obrasliterarias, con su carácter artificioso, reco-gerán elementos del habla coloquial ypopular (refranes, facecias, leyendas,etcétera), que habían sido materia co-rriente en la literatura medieval (no hayque olvidar que la literatura medieval pe-ninsular se desarrolla a partir de la literaturaclerical y los géneros literarios populares),y a su carácter didáctico se agregará laamenidad (esto es mencionado por mu-chos autores en sus prólogos). Pero ademásla temática, con su amplia variedad, serátambién un elemento que se aleje de laficción tan característica en otro tipo degéneros, como la novela.

Precisamente, la amenidad es una ca-racterística distintiva del diálogo renacen-tista, que pone espacio entre este géneroy el tratado, cuya pesadez y, en muchoscasos, rigidez lo hacían cada vez menosatractivo a los lectores y oyentes.

En el legado de la antigüedad clásica sedestaca, por un lado, la abundancia detextos canónicos recomendables para laimitación –Platón, Cicerón, Luciano y SanAgustín son los clásicos cuyas obras másinfluyeron en el desarrollo del diálogorenacentista, junto con la Biblia–, pero, porel otro, sorprende la escasez de precep-tos poéticos que los teóricos italianos dela segunda mitad del siglo XVI tuvieron quededucir laboriosamente de las alusionespasajeras encontradas en la Poética aristo-télica o en la República de Platón, por

A. Rallo comenta que la correspondencia entre lamateria coloquial y los espacios está asumida porla mayoría de los autores de diálogos. Pedro deLuján (1990) Coloquios matrimoniales del li-cenciado Pedro de Luján, Madrid, Anejos delBoletín de la Real Academia Española, núm. 32.

14Esta temática de la imitación de la realidad estambién de la tradición clásica. Así, podemosencontrar este tópico del Speculum vitae en losseis libros de De rerum natura del poeta latinoLucrecio, que servirá de gran inspiración a muchosescritores posteriores, especialmente de la EdadMedia y del Renacimiento.

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supuesto sin que se tuviera en cuenta lacomplejidad real de los diálogos ya exis-tentes por aquel entonces.

La imitatio de los clásicos se reconoceen el uso de los exempla. Éstos son artificiosdel discurso de la retórica clásica, pero nopertenecen sólo a la tradición greco-latina,sino también a la judaico-cristiana y a latradición medieval; aunque si quisiéramosechar un vistazo a la literatura universal,se puede comprobar que estos recursosson utilizados también por los literatos detodas las épocas en todos los rinconesdel mundo.

En el siglo XVI estos autores de diálogosconocen el poder del exemplum y su efi-cacia en el discurso ideológico y didác-tico-moral16. Y una de sus particularidadesmás sobresalientes es que en la historio-grafía o literatura clásicas, en autores cris-tianos como San Jerónimo o San Agustín,la figura femenina es enaltecida y sus vir-tudes, sobre todo la castidad, fortaleza yamor al marido, son elogiadas. Y justa-mente serán éstas las condiciones idealesde la mujer cristiana.

Pero también en los diálogos renacen-tistas hay otra serie de elementos retóricos:

En los diálogos analizados es posibledescubrir una serie de procedimientosretóricos acumulativos basados en laauctoritas como las sententiae, los exem-pla, los refranes, los apotegmas y las ci-tas eruditas, que configuran una imagendel diálogo didáctico como sustancial-mente opuesta a la del diálogo platónico.

El diálogo no progresa por el intercambiológico de preguntas y respuestas sino poracumulación de testimonios17.

Tanto el diálogo como el coloquio del Re-nacimiento transmitirán todo tipo de con-tenidos –cuyo carácter didáctico y refor-mador estará presente en la gran mayoríade estas obras18–, y esta diversidad podíasometerse a discusión y ponerse en esce-na de maneras muy diversas: desde elamor de Dios o las perfecciones del hom-bre hasta el amor platónico o los placeresmás bien carnales, la moral o la retórica,el comportamiento en la corte del prínci-pe o en la vida cotidiana, los colores dela pintura o el mal de dientes, el juegode naipes o la juventud, la arquitectura ola cosmología.

Así, tendríamos obras sobre temas re-ligiosos, como el Diálogo de Lactancio yun arcediano(1527) de Alfonso de Valdésy el Diálogo de doctrina cristiana (1529)de Juan de Valdés, que plantean y propug-nan el reformismo religioso; el Diálogo deMercurio y Carón (1530?), también de Al-fonso de Valdés, que es una obra con pro-puestas sociales y políticas, y definida porBataillon como “…alegato diplomático,utopía política, llamamiento lanzado a lahumanidad para que, cansada por fin de

Es interesante el artículo del profesor Sánchezsobre el uso de la similitudo y el exemplum en laliteratura renacentista española. Manuel Ambro-sio Sánchez (1993) “La similitudo en la literaturaespañola: de la Edad Media al Renacimiento”,Revista Criticón, núm. 58, 1993, p. 169-183.

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Jesús Gómez Gómez, op. cit., p. 31.Pero no se debe pensar en la forma dialógica conuna finalidad puramente didáctica o inclusoepistemológica. El dialogar, en una conversación,también fomenta y estiliza formas de sociabili-dad. Domingo Ynduráin dice: “En general, el diá-logo renacentista les permite a sus lectores explo-rar y experimentar la tensión entre la diversidad yla unidad que caracteriza la condición humana”.Domingo Ynduráin (1999) El cortesano comodiálogo renacentista, el arte de la prosa y la poesíaII: el género dialógico renacentista, http://www3.usal.es/~semyr/reuniones-actas-98-99-8.htm (8 de abril de 2006).

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jugar al cristianismo, oiga la voz de Cristoy acuda a ella…”19; o el tratado de de-voción, Diálogo espiritual (1548?), de Jor-ge de Montemayor, que busca solución alos problemas dogmáticos que pudieranacuciar a un cristiano nuevo del siglo XVIe ilustra nuevos datos para el conocimien-to de la espiritualidad en la época refor-mista, y que es heredero de la forma delcatecismo de tradición medieval (la pre-ferida por los diálogos de tema religioso).

También encontraremos la reflexión hu-manista sobre el currículum de estudios,como en El Scholastico (1538) de Cristó-bal de Villalón; o la doctrina profemeninade raigambre medieval, aderezada ahoracon la creencia humanista en la dignidaddel ser humano del Diálogo en laude delas mujeres (1580) de Juan de Espinosa;pasando por los híbridos entre el relato deviajes, la autobiografía ficticia y la sátiramoralizante que son el Viaje de Turquía(1557) o El crotalón(1553?) de Cristóbalde Villalón. Igualmente caben la sátirasocial (Coloquios satíricos de Antonio deTorquemada); la defensa de la lengua vul-gar castellana que se da en Diálogo de lalengua (1535), también de Juan de Val-dés; o incluso temas tan curiosos como lacorrupción en la vida militar de los Diálo-gos de la vida del soldado (1552), de DiegoNúñez de Alba; la vida en el campo, comovida cristiana perfecta, en contraste con lade la corte de Diálogos de la diferencia quehay de la vida rústica a la noble (1567), dePedro de Navarra, en el tópico horacianoy muy usual en la literatura renacentistadel “menosprecio de corte y alabanza dealdea”; los seis tratados en forma de diá-logo pertenecientes al género de la misce-lánea, de Antonio de Torquemada, titu-

lados Jardín de flores curiosas, donde secomentan fenómenos sobrenaturales ymonstruosos; demonios, brujas y fantas-mas, hados y fortuna. O los Coloquios dePedro Mejía, en los que se habla de laciencia médica frente a curación “por usoy experiencia”, las vicisitudes del sol, el ad-mirable equilibrio del hombre sobre unatierra redonda, la proximidad del fuego alcielo de la luna, o incluso de un elogio delasno. Y, por supuesto, el tema del matri-monio y la educación de los hijos.

Del tema de matrimonio, afirma la pro-fesora A. Rallo que “...es uno de los prefe-ridos tanto por los escritores como por loshumanistas del siglo XVI”20. Es en este siglocuando las reformas sobre el matrimonioy el papel de la mujer en él se hacen pa-tentes: ésta va a adoptar una posición acti-va en lo que se refiere al ámbito domésti-co y a la crianza de los hijos. Y no sólo enel espacio matrimonial, sino en el contextode la sociedad. Como nos dice J. Huizinga,referido a Erasmo, su posición sobre el ma-trimonio es “higiénica y social”; es decir,los padres deben dar buen ejemplo en elhogar y engendrar hijos para Cristo y parala sociedad21.

Pero ¿se podría hablar de un tipo deliteratura en sí, como subgénero narrati-vo plenamente identificado y configurado,o simplemente de un conjunto de obrasque se agrupan alrededor de una temáti-ca que sería la que categóricamente daríacohesión a ese corpus?22

Marcel Bataillon, op. cit., p. 402.19

Asunción Rallo Gruss (2003) Erasmo y la prosarenacentista española, Madrid, Ediciones del La-berinto, p. 186.Erasmo de Rotterdam (2002) Elogio de la locura.Coloquios, México, Porrúa, p. XC.Por lo estéril que puede ser el debate, dejaré a unlado las dudas que autores tan cualificados sobreeste tema, como Tobias Brandenberger, tienen

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La respuesta no es fácil, pero parece serla coincidencia temática la característicadefinitoria para encuadrar estas obras enun subgénero que se ha denominado “li-teratura de matrimonio” y en el que po-dríamos clasificar un conjunto de textosque desde el S. XIV al S. XVI aparecen enla literatura occidental y cuyo eje temáti-co es un discurso sobre el matrimonio ylos papeles de los sexos, con una ampliavariedad de subtemas: la elección delcónyuge, el cuidado, educación y deberesde los hijos, las obligaciones de los esposos,etc. Aunque también otra particularidad,como ya comenté más arriba, sería rele-vante para la definición de esta literatura:la variedad de formas en la que desarrollanestos temas: tratados, piezas breves, na-rrativas, poemas didácticos, diálogos omisceláneas.

Pero cabe preguntarse otra cosa. Ade-más de la ya comentada finalidad doctrinaly moralizante, ¿se podría encontrar algúntipo de pretensión por parte de los autoresque vaya más allá del mero didactismo?

T. Brandenberger nos habla de textosmatrimoniales con dos tipos de funcionesy hace énfasis en la predominancia de de-terminadas funciones en determinadostextos. En un tipo de textos habría una fun-ción preponderantemente estético-re-creativa y en otros la función sería predo-minantemente pragmática o didáctica23,dirigida a la puesta en práctica por loslectores. Pero aún dentro de los textos di-

dácticos habría que distinguir la perspec-tiva sobre la que se trata el tema: religiosa,jurídica, social, económica, erótica, o unamezcla de cada una de ellas en una mismaobra; estas perspectivas o enfoques, des-de los que el autor plantea su obra, de-terminarán la adscripción de los escritos aun tipo u otro (por ejemplo, el enfoque detipo religioso es frecuente en los sermo-nes)24, aunque también es muy usual laaparición de varias perspectivas en unmismo discurso.

Decía, que este siglo XVI es una épocade cambios, y tanto la institución matri-monial como la literatura dedicada a ellano podían quedar al margen de estoscambios. Es más, no se podría explicar laliteratura de matrimonio en este siglo sinacudir a hechos como la Reforma lutera-na y el Concilio de Trento, o las influenciashumanistas.

Ciertamente, los escritores de diálogosmatrimoniales destacarán por su carácterreformista; la mayoría son religiosos y suconcepto renovado del matrimonio se de-sarrollará en sus obras junto a otrascuestiones como la petición de una vueltaal cristianismo primitivo, la defensa de lareligiosidad interior o la crítica a la co-rrupción eclesiástica del clero.

Por otro lado, la sacralización del con-cepto del matrimonio25 supondrá el mane-jo por parte de la Iglesia de la ordenaciónde las vidas de los cónyuges, antes, durantey después del matrimonio, acercándolosal Dios de amor buscado por los huma-nistas, y que se alejaba de esa imagen de

sobre la conveniencia o no de esta denomina-ción de “literatura de matrimonio”. Véase TobiasBrandenberger (1996) Literatura de matrimonio(Península Ibérica, S. XIV-XVI), Lausame, (SociedadSuiza de Estudios Hispánicos).Tobias Brandenberger (1996) Literatura de matri-monio (Península Ibérica, S.XIV-XVI), Lausame, So-ciedad Suiza de Estudios Hispánicos, p. 25.

23

Ibid, p. 32.No será hasta el Concilio de Trento, en 1563,cuando la iglesia católica cuente al matrimoniooficialmente como uno de los siete sacramentos einsista en la perpetuidad e indisolubilidad del la-zo matrimonial.

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Dios terrible, divulgada desde los púlpitosmedievales. Y en esta coyuntura el diálo-go se convertirá en la herramienta predi-lecta para adoctrinar al pueblo sobre cues-tiones religiosas y, más particularmente, so-bre matrimonio, por su manejo ágil de laacción, el planteamiento de ideas por me-dio del coloquio entre sus personajes y elcarácter práctico que de ellos emana, encontraste con los pesados y tediosos tra-tados medievales26.

La mujer será ensalzada por la mayoríade los escritores humanistas, los cuales seapartarán, también en su mayor parte, deesa misoginia que caracterizaba la litera-tura matrimonial de épocas anteriores27,aunque no concederán a la mujer un papelactivo fuera del matrimonio. Su función enel matrimonio seguirá siendo de depen-dencia del marido y de sumisión; y ya nosólo estará esto exigido por la sociedad yla costumbre, sino también ahora institu-cionalizado por la religión y el deber haciaDios. Pero debe quedar claro que, aun contodos los cambios que se van produciendo,la mujer sigue teniendo un papel dentro

del matrimonio predominantemente re-productor (los hijos y su educación seránel gran objetivo de su unión; su sexualidadestará dirigida a complacer al hombre,como uno más de sus deberes, pero conuna clara finalidad reproductora), a la vezque protector, con su comportamiento ho-nesto y vergonzoso, del buen nombre desu esposo, del suyo propio y de la buenaconsideración de su matrimonio.

En cuanto al tema matrimonial cabríauna última observación referida al carácterreligioso o seglar de estos escritores. Si bienla difusión de la doctrina sobre el matri-monio había estado en manos de la Igle-sia en la mayoría de los casos, los cambiosque se van a impulsar con los movimientosreformistas iniciados en la baja Edad Me-dia propiciarán la extensión a los laicos dela preocupación por los deberes de los di-versos estados y la formación de la mujer.Melquíades Andrés explica que muchos delos libros de esta época expresan una preo-cupación y un esfuerzo de esta espiritua-lidad por salir de los monasterios y conven-tos y hacerse accesible a los seglares; granparte de los tratados fueron escritos porlos religiosos y dirigidos a los laicos, y unade sus preocupaciones era que el llamadoa la perfección que contenían sus obras(también por supuesto extensivo al matri-monio y a la formación femenina) llegaraa todos los cristianos28.

Deseo ahora referirme a la obra de unode los mayores pensadores europeos, jun-to con Erasmo, y que, sin cultivar el génerodel diálogo, es de capital importancia parael tema matrimonial. Éste es Luis Vives,autor que supo captar el significado de las

Sin embargo, no sólo en el marco de los diálogosse desenvuelve este tema matrimonial. Entre unaextensa bibliografía no dialogal dedicada almatrimonio, a la mujer y su educación, hay obrastan importantes como La perfecta casada (1583)de Fray Luis de León o De institutione feminaechristianae de Luis Vives (1524).La literatura misógina de la alta Edad Media (elproducto de autores eclesiásticos) condena a lamujer como compendio de todo lo que es mate-rial y efímero, ya que su corporeidad es símbolode cualquier sexualidad, y ésta es detestada portodos los defensores de la castidad y continencia.Pero la literatura misógina, o antifeminista, de laliteratura hispánica en el siglo XV, además de sufundamento cristiano, tiene un estrecho vínculocon el amor cortés, puesto que surgió en buenaparte como reacción a la idealización de la mu-jer y los excesos del sincretismo del erotismo yla religión.

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Melquíades Andrés (1976) La teología españolaen el siglo XVI, Madrid, Edica, p. 402.

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nuevas corrientes y que adoptó una perso-nalísima consideración pedagógica de laliteratura (reprobaba la literatura que notuviera una finalidad docente) que desa-rrolló en obras de diversa base conceptual,ya sea crítica, moral, sapiencial o teológica.

Su contribución a la pedagogía y referi-da al tema matrimonial se registra en eltratado De institutione feminae christianae(1524), que significa una reivindicación dela pedagogía femenina, dirigida a las mu-jeres, en la que la virtud cristiana y la cul-tura intelectual se apoyan mutuamente enla educación femenina. En la obra se pue-den ver recomendaciones del autor a lamujer casada: castidad y devoción por elesposo, a quien debe estar sometida –par-ticularidad muy común en las obras demuchos autores del XVI– y su concepcióndel amor, que está relacionada con laelevación femenina –como también escaracterístico de la tradición de la época-,en oposición a los posicionamientos mi-sóginos medievales; no obstante, en mu-chos aspectos, Vives es más puritano yrígido que Erasmo, aunque “demostrabacon ellas una comprensión humana, quele había dado el éxito de los Colloquia aErasmo ante el público femenino”29, ele-vándolas a un nivel de igualdad intelectualcon los hombres.

De la relación de escritores del tema dematrimonio del siglo XVI quiero destacar,por un lado, a Cristóbal de Castillejo, porla utilización del verso en lugar de la ha-bitual prosa en la forma dialogal; y, porotro, a Francisco de Osuna, por sus cua-lidades para plasmar las diferentes formasdel género dialogado y por su importanciapara el desarrollo del diálogo en relación

con el tema matrimonial. Sin embargo, esobligado también mencionar a Pedro deLuján y su obra Coloquios matrimonialesdel licenciado Pedro de Luján, publicadaen 1550, por el grado de popularidad quela obra alcanzó en la segunda mitad delsiglo XVI –se conocen once ediciones entre1550 y 1589, una traducción temprana alitaliano, en 1575–, y su difusión fue tanextendida que incluso Pedro de Luján fueincluido como personaje en la obra deEdmund Tilney, Flowers of friendschippe,de 156830.

Cristóbal de Castillejo (1480/1490?-1550), clérigo poeta, en el que se puedenencontrar afinidades espirituales conErasmo, es un hombre netamente del Re-nacimiento, si bien es cierto que sus poe-sías religiosas no se salen de los temastradicionales. Entre su producción debe-mos destacar su Diálogo de mujeres (1540),en el que se observa la afinidad de Cas-tillejo con los Coloquios de Erasmo. Estaobra es una sátira antifeminista, en verso yde carácter expositivo, de larga tradiciónmedieval, dotada de naturalidad y unelegante empleo de la anécdota y delrefrán, que se aleja de las discusiones a fa-vor y en contra de las mujeres tan caracte-rísticas de la Edad Media; aunque no sepuede negar que el tratamiento de ciertostemas, como por ejemplo el de la relacióndel pecado original y las mujeres, rezumaun puro sabor medieval.

Francisco de Osuna (1492?-1540?) esun escritor franciscano (el autor espiritualcastellano más editado entre 1527 y 1556),de extraordinario influjo en la mística es-pañola del siglo XVI y de cuya producciónliteraria, que es de carácter religioso y en

Marcel Bataillon, op. cit., p. 634.29 Asunción Rallo Gruss, op. cit., p. 193.30

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prosa, debemos destacar Norte de losEstados (1531)31, que será de gran impor-tancia, por su temática del matrimonio, enla literatura española de este siglo XVI, yque debo reseñar, no sólo por ser el diálogoel marco formal en el que se desarrolla, si-no por ser la primera obra en castellano com-plementaria a las propuestas de Erasmo32.

Lo que motiva la originalidad de la obrano es el tratamiento del tema del matri-monio, ya que muchas obras con esta te-mática eran comunes en este siglo, tal esel caso de obras de Erasmo, Guevara oLuján, sino más bien su forma: el autorhace que dentro del diálogo se concreteuna doctrina que, siendo explicada concarácter general y de modo ensayístico,pueda ser aplicable a las circunstanciaspersonales de cualquier lector/oyente.

Esta doctrina se muestra en un marcoreligioso en donde el autodenominado“auctor” enseña la doctrina sobre matri-monio a un discípulo, explicándosela enlos tres “estados” en los que un cristianopuede estar: soltería, matrimonio y viudez.Tanto uno como el otro saben cuál es supapel en la obra, y precisamente en el co-nocimiento de estas funciones se basa eldiálogo que mantendrán.

Ambos, el “auctor”, al que se puedeidentificar con el propio Osuna, y su alum-no, Villaseñor, mantienen una relación deparentesco y el tipo de diálogo que sos-tendrán no dará pie a ningún tipo de con-troversia entre ellos (algo característico deldiálogo ciceroniano). Saben perfectamenteque la labor de uno es enseñar y la delotro aprender; uno asume el papel de guíay el otro se deja guiar. No hay nada que

discutir ni que refutar: todo se limita a untrasvase de conocimientos en un marcotemporal indeterminado y un lugar no pre-cisado, aunque como defensor que fueOsuna en sus obras de la doctrina delrecogimiento, sería muy posible poderlocalizar la acción en el retiro de algunode los recolectorios que tanto abundabanen la España de los siglos XV y XVI. Estaeconomía en cuanto a la caracterizacióndel espacio, tiempo y personajes es tam-bién algo característico en la obra de Eras-mo y se apreciará de igual modo en losColoquios matrimoniales de Luján.

El “auctor” y Villaseñor serán los dos dia-logantes de la obra, pero también se debeconsiderar a otros personajes que podríandefinirse como interlocutores ausentes, yuno de ellos en particular tendrá una im-portancia que podría ser semejante a ladel propio Villaseñor: su mujer. Ésta noaparece en las conversaciones que man-tienen estos dos personajes, pero a ellavan destinadas las reglas que debe cumpliren sus diferentes “estados”: cuando esdoncella, cuando se va a casar y cuandoes viuda.

En todas estas normas aparecen las ca-racterísticas propias de la función femeni-na de otras obras contemporáneas y deobras de épocas anteriores: la mujer debeser sumisa, cuidar su apariencia de cara alexterior, debe ser humilde, madre en elmatrimonio y casta en el estado de viudez.Esto es, para Osuna, el camino a seguirpor la mujer cristiana y el hombre seríael puente entre la doctrina descrita por elautor y su receptora ausente.

Hay un aspecto muy interesante de laobra que se señala en el artículo “Os de-veres do marido”, y es la insistencia deOsuna en que los maridos deben tenerunas responsabilidades que vayan más allá

Francisco de Osuna (1531) Norte de los Estados,Sevilla, (CD-ROM).Asunción Rallo Gruss, op. cit., p. 189.

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del mero sustento material y físico33. Efec-tivamente, en el siglo XVI se hace cada vezmás notoria una mayor preocupación en-tre los religiosos y humanistas por la vidaconyugal, y también por lo que es la sepa-ración de las atribuciones profesionales ysociales de lo que son los deberes del ma-rido. No sólo lo material entrará dentro desu cometido, sino también las laboresde tipo moral y espiritual

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