13
EL DIOS DE CLARÍN En el variado y multicolor mundo de La Regenta, en la enorme diversidad de sus escenas, quizá ninguna tan significativa y tan simbólica como la que cierra el libro. Ana Ozores, soñadora, anhelante de perfección, de belleza, de algo superior a la vulgaridad de la vida diaria de la ciudad provinciana, arrepentida y destro- zada por su caída, se acerca al confesonario en el rincón oscuro de la catedral. Pero no es un Jesús, padre bondadoso, compasivo, el que sale a su encuentro, sino una figura de Cristo miguel- angelesco que con una mano levantada amenaza la muerte, la destrucción, el eterno castigo. Ana Ozores cae en tierra, porque en el momento supremo no es el Dios del amor el que se acerca a ella, sino un monstruo cruel y sanguinario. Y así, toda aquella vida de lucha y de angustia queda reducida a nada. La personalidad de Clarín, desde un punto de vista religioso, sigue siendo controvertida y sin posible lugar a una definitiva solución, a pesar de los muchos estudios dedicados a estudiarla. Mientras no logremos disponer de la correspondencia privada de Alas, en la que sin duda expone sus más íntimos pensamientos sobre el tema de que voy a tratar, nos será imposible precisar su idea de Dios. Me refiero a la correspondencia privada, porque en sus obras publi- cadas, aunque explícito y sin pelos en la lengua sobre algunos aspec- tos de la religión y aun de su propio sentir sobre ella, no expone su pensamiento íntimo con claridad y sin equívocos. Para proceder con un orden lógico conviene presentar al Clarín de la juventud, que tiene mucho de común con el hombre maduro a pesar del paso del tiempo y de los avatares de la vida. Es oportuno advertir una vez más, que el novelista y más aun el cuentista magnífico, que fue Clarín, difícilmente pueden separarse del autor- persona que los escribe. Toda la obra escrita de Clarín tiene indu- dable carácter autobiográfico. El escritor y el hombre se identi- fican. Es un hecho indiscutible que el hombre-Clarín nunca olvidó ni abandonó sus recuerdos y vivencias de la infancia y de la juven- tud. Es pasmosa la memoria de Clarín para recordar textos, pasajes,

EL DIOS DE CLARÍN - cvc.cervantes.es · angelesco que con una mano levantada amenaza la muerte, la destrucción, el eterno castigo. Ana Ozores cae en tierra, porque en ... la vida

Embed Size (px)

Citation preview

EL DIOS DE CLARÍN

En el variado y multicolor mundo de La Regenta, en la enormediversidad de sus escenas, quizá ninguna tan significativa y tansimbólica como la que cierra el libro. Ana Ozores, soñadora,anhelante de perfección, de belleza, de algo superior a la vulgaridadde la vida diaria de la ciudad provinciana, arrepentida y destro-zada por su caída, se acerca al confesonario en el rincón oscurode la catedral. Pero no es un Jesús, padre bondadoso, compasivo,el que sale a su encuentro, sino una figura de Cristo miguel-angelesco que con una mano levantada amenaza la muerte, ladestrucción, el eterno castigo. Ana Ozores cae en tierra, porque enel momento supremo no es el Dios del amor el que se acerca aella, sino un monstruo cruel y sanguinario. Y así, toda aquellavida de lucha y de angustia queda reducida a nada.

La personalidad de Clarín, desde un punto de vista religioso, siguesiendo controvertida y sin posible lugar a una definitiva solución,a pesar de los muchos estudios dedicados a estudiarla. Mientrasno logremos disponer de la correspondencia privada de Alas, en laque sin duda expone sus más íntimos pensamientos sobre el temade que voy a tratar, nos será imposible precisar su idea de Dios.Me refiero a la correspondencia privada, porque en sus obras publi-cadas, aunque explícito y sin pelos en la lengua sobre algunos aspec-tos de la religión y aun de su propio sentir sobre ella, no exponesu pensamiento íntimo con claridad y sin equívocos.

Para proceder con un orden lógico conviene presentar al Clarínde la juventud, que tiene mucho de común con el hombre maduroa pesar del paso del tiempo y de los avatares de la vida. Es oportunoadvertir una vez más, que el novelista y más aun el cuentistamagnífico, que fue Clarín, difícilmente pueden separarse del autor-persona que los escribe. Toda la obra escrita de Clarín tiene indu-dable carácter autobiográfico. El escritor y el hombre se identi-fican.

Es un hecho indiscutible que el hombre-Clarín nunca olvidóni abandonó sus recuerdos y vivencias de la infancia y de la juven-tud. Es pasmosa la memoria de Clarín para recordar textos, pasajes,

468 FERNANDO IBARRA

libros y autores. Llama la atención la enorme cantitad de textosy citas que se encuentran en las obras de Clarín procedentesde toda clase de lecturas religiosas, del catecismo, de la Biblia,de los devocionarios católicos. Estos recuerdos habían dejado enla mente del niño y del joven en desarrollo intelectual un fondode carga emocional que nunca pudo superar. En su narración«Viaje redondo » nos describe la lucha interior de su espíritu enun desgarrador forcejeo entre sus ideas y sus sentimientos :

«Leía, estudiaba, oía a maestros de todas las escuelas; su absolutasinceridad dé pensamiento le obligaba a vacilar, a no afirmar nada conla fuerza que él hubiera sabido consagrar al objeto digno de unaadhesión amorosa definitiva, inquebrantable. Padecía en tal estado,consumía en luchas internas la energía de una juventud generosa;pero por lo pronto sólo amaba el amor, sólo creía en la fe, sin saberen cuál; tenía la religión de querer tenerla. Mientras tanto se uníaa su madre, si no por otra razón, por caridad, sabiendo que ese gestohacía feliz a la persona que más amaba en el mundo.»

Y esta madre que aquí es la del cuerpo físico, sigue actuando enla vida del autor como sinónimo de madre del espíritu, seaaquélla la cultura, la historia o España en general.

Por otra parte su espíritu lírico sentía la fascinación del artecristiano, de las tradiciones religiosas en que se había criado y sualma de poeta, es decir su sensibilidad emotiva y artística sedivorciaba de su pensamiento, de su inteligencia racional. Estahabía dejado de ser católica quizá en los años universitarios deOviedo, ciertamente en los de Madrid. Como a Azcárate antes,como a Unamuno después, el alejamiento del ambiente familiar yel contacto con las ideas filosóficas de su tiempo traen al almade Clarín semillas de vida nueva. Aunque sus aficiones intelectualesy los recuerdos de las enseñanzas domésticas le inclinaban a lasideas que se suelen llamar reaccionarias, en punto a lumbrerasadmitía las de todos los partidos y escuelas, y lo mismo se pas-maba ante un discurso de Castelar que ante una lamentaciónde Aparisi... A los muchachos que estudiaban en Madrid les pre-guntaba cuando volvían por ei verano, mil pormenores de las cos-tumbres, figuras y gestos de las lumbreras. Leía todos los librosnuevos que caían en sus manos y se desesperaba cuando no enten-día bien las modernas teorías1 bis. Los olores del templo aldeano,su frescura, su sencillez, el silencio místico, aquellos aires impre-gnados de la voluptuosidad pseudomística de la niñez creyente y

1. Clarín, "Viaje redondo" en Cuentos morales, Madrid, 1896, p . 268.1 bis. Clarín, Pipa, Madrid, 1886, p . 381.

EL DIOS DE CLARÍN 469

soñadora le embriagaban dulcemente. En esta disposición psíquicaseguía el flujo de una costumbre religiosa, que le llevaba a humil-larse en el templo, a orar, a sentir la presencia o la influenciade Jesús, sin sentirse hipócrita. Al mismo tiempo una profunda-mente enraizada adhesión con el pasado histórico de su pueblole hacía sentirse unido a éste con vínculos indestructibles, aunquesu mente y su razón le descubrieran nuevos horizontes inte-lectuales que le distanciaban más y más de aquél. Aunque ale-jándose sin remedio de la corteza exterior de su religión tradicional,sus ligaduras afectivas con la intrahistoria de su pueblo eran aúnmás vigorosas que las fuerzas centrifugadoras de sus nuevas ideasfilosóficas. Clarín asegura que nada, ni nunca, podrá arrancarle delo más íntimo de su alma « el dolorido sentir » de ser español ligadoa su patria chica y a su patria grande por unas dulcísimas ata-duras de amor inquebrantable, integrado por todos los valoresde sangre, de lengua, de religión, de arte, de historia, de vida,que forman su más íntima personalidad y la de sus compatriotas.En comunión afectiva con su madre, a la que siempre amó tier-namente2 sentía con nostalgia que su alma se iba alejando, nobrusca, no violentamente, de la fe recibida como dulce herenciaen la leche materna. No era la desidia, mucho menos la concu-piscencia, la que cegaba la fuente de la antigua fe. Aquel hombre,poeta y soñador se debatía hasta agotarse en sus luchas íntimas :« Si yo quisiera hacer una síntesis fiel y exacta, ingenua, del resul-tado actual de tantos miles de batallas como se han dado en micorazón y en mi cerebro, la fórmula más adecuada y acaso más bella,la encontraría en el silencio. No en el silencio que es una negación,una oposición, una terquedad, sino en el silencio que habla callando,como Andrómaca lloraba riendo3.»

Estos miles de batallas se prolongaban en el alma de Clarínindefinidamente, y se agravaban ante el espectáculo de un puebloque él afirma está dominado más por la idolatría que por laimpiedad. A su amigo Altamira le escribía : « aquí me tiene usted amí, a pesar de todos mis pujos religiosos, luchando en Oviedo abrazo partido con obispos, y curas y periódicos neos que meinsultan, calumnian, etc.4 ». Que esta disposición religiosa del almade Clarín era sincera y profundamente sentida, se desprende deunas líneas de la misma carta a Altamira :

2. Ibid., p . 268.3. Rafael Altamira, Mi primera campaña, Madrid, 1893, Prólogo de Clarín.4. José M. Martínez Cachero "13 Cartas inéditas de Leopoldo Alas a Rafael Altamira,

y otros papeles", A.O., XVIII, 1968, p. 153.

470 FERNANDO IBARRA

« No puede usted figurarse qué pena me dio oir a Salmerón un díaen casa de González Serrano, que él nunca había sentido la religión;y más pena me da (porque le quiero más todavía) que González Serranome escriba que la religión le parece bien para el [¿ humorismo ?¿ humanismo ?] de Renán, Campoamor... y el mío. Yo, que tengo aSalmerón y a González Serrano por maestros queridos en filosofía,veo que en este punto de la religiosidad he consagrado ya muchasmás horas a meditar el punto que ellos. Ven mucho, mucho, pero creoque les falta ver algo que es donde está el principio de la tendenciaconstante a lo religioso5.»

Su espíritu sintonizaba más cordialmente con Giner, quien a unacarta de Clarín contestaba diciendo que sus palabras le habíanremovido todas las cosas más hondas que tiene uno en el « hueconoble6». El alma sensible de Clarín encontraba un eco amigoen las palabras de Giner, cuando hablando de religión, contestandoa carta de Alas, le decía : «La religión es en y para la vidalo que la metafísica en y para la ciencia. Ambas representan lotrascendental, si hablamos en neutro, el ser; lo que usted quierallamarle; lo inefable, si no queremos llamarle nada. La concienciahalla en sí este principio... lo trae a la vida toda, realizándolocon ese espíritu trascendental «por amor de Dios». He aquí lareligión7».

Sin embargo esta formulación de neta inspiración krausista, nobastaba al alma recatadamente poética de Clarín. Para éste «Lareligión es la capacidad de enamorarse del misterio». Veía en lareligión más que una doctrina concreta, más que un programapreciso, un acercamiento espiritual y sobrehumano a las necesi-dades del hombre. Así, comentando L'Assomoir de Zola, ponede manifiesto su espíritu : «Eso que podría llamarse lo bellodoloroso, fecundo fermento formado con miles de esperanzas eilusiones disueltas, podridas, germen de una. vaga aspiración hu-milde, en mi sentir cristiana, a lo menos cristiana según el cris-tianismo de la agonía sublime de la cruz; esta tristeza estética,eterno dilettantismo de las almas hondamente religiosas, era elúltimo y más fuerte aroma que se desprendía de aquel libro8.»Para Clarín es más auténticamente religioso mirar a las estrellasy reconocerlas como amigas, quererlas, sin saber por qué, y sen-tirse bien en medio de ese gran enigma del universo, que sermístico según una dogmática férrea. Ser religioso es rasgar la

5. Ibid., p. 154.6. Francisco Giner de los Ríos, "Tres cartas a Leopoldo Alas" en Ensayos y cartas.

Edición homenaje en el cincuentenario de su muerte, México, 1965, p. 109.7. Ibid., p. 109.8. Clarín, Ensayos y revistas, Madrid, 1892, p. 31.

EL DIOS DE CLARÍN 471

realidad de la vida en dos partes y con ella el velo de un misteriosupremo. El espíritu religioso es una tendencia ante todo, un puntode vista, casi pudiera decirse la digna postura, una postraciónante el misterio sagrado y poético; no es, como creen muchos,ante todo, una solución concreta, cerrada, exclusiva9. Por eso, pormás que el corazón le llamaba hacia las doctrinas tradicionales,al esplritualismo más puro, su alma se dilaceraba entre las dosfuerzas antitéticas de la razón y del sentimiento. Por esto se sentíaatraído por el estilo y la palabra de Renán. Veía en él a uncontemplativo de los misterios del más allá; creía descubrir en élreflejados, como en una esfinge moderna, pero sin hieratismo, sinmitología y sin distancia sobrehumana, las ansias de conocimientotrascendental que a él mismo le acuciaban. En el escritor francésamaba su ausencia de dogmatismo y su sencillez, al menos apa-rente. Pero por otra parte, el pseudo misticismo del escritor leinquietaba, porque no le acercaba suficientemente a Dios, y enrealidad le distanciaba de lo que él hubiera querido más ardiente-mente, la intimidad personal con Dios. A Clarín le pasaba con lalectura de Renán lo que a Ignacio de Loyola con las obras deErasmo; que iluminaban la inteligencia, pero dejaban frío e intran-quilo el corazón; enseñaban, pero cerraban el camino a la devociónsensible y emotiva. Clarín dice que Renán señala la inmortalidadde los espíritus nobles en el recuerdo de Dios, y repite sus pala-bras : « Vivir en la conciencia de Dios es la mejor inmortalidadque cabe.»

Con todo, esto no le basta al apasionado y ardiente Clarín.Estaba de acuerdo con el bretón en que la religión, como aspi-ración a un mundo ideal está en o es el fundamento mismo de lanaturaleza. Gracias a esta aspiración la existencia humana adquieresu auténtico valor, porque la religión eleva al hombre por encimade la vulgaridad de la vida y le hace alcanzar por medio de susfacultades morales e intelectuales un mundo de intuiciones supe-riores y de gozos desinteresados. La religión llega a ser la cuestiónde las cuestiones, como interés humano, y aun como asunto socio-lógico. Para Clarín sin embargo esto es no más que simple huma-nismo. En muchas ocasiones había secundado la idea renanianade que «Les dieux passent comme les hommes, et il ne seraitpas bon qu'ils fussent éternels. La foi qu'on a eue ne doit jamáisétre une chaíne. On est quitte envers elle quand on l'a soigneu-sement roulée dans le linceul de pourpre oú dorment les dieuxmorts10», pero este sudario que cubre los rostros de los dioses

9. Clarín, Siglo pasado, Madrid, 1901, p. 48.10. Ernest Renán, Souvenirs d'Enfance et de Jeunesse. (Euvres Completes, París, 1947,

vol. II, p. 759.

472 FERNANDO IBAKRA

muertos es para Clarín «el saber humano que ni siquiera puedeasegurarnos del vuelo que toma nuestro espíritu al llegar la muerte ».De aquí que su admiración por Renán tenga un límite. No ve enél la fórmula última y más propia de la actualidad filosófica.Le agrada su modo entre literario y mundano de atreverse conlas grandes conjeturas filosóficas; acepta su rigorismo metódicoen lo que respecta a la investigación de los conocimientos parcialesrelativos, pero no está de acuerdo con su positivismo científico.

Este es el pensamiento desgarrador, la idea angustiosa, que ator-menta la vigilia y el sueño de Clarín, el ver que la ciencia, el cono-cimiento crítico, van destruyendo tantos conceptos, formas de vida,inoperantes sí, pero amadas, y se siente desfallecer. Si una vieja ideatiene que ceder el paso a una evidencia científica, sea, pero «todolo que en las costumbres y en las instituciones sociales espoético, no debe desapareceru ». De ahí su identificación, su afánpor mantener los vínculos amorosos, con un pasado que si pierdeeficacia teológica, conserva aún raíces emotivas profundas. «AFray Luis le tengo por uno de los míos, porque su misticismo esprofundamente humano; la tristeza con que mira al suelo rodeadode tinieblas, no le impide ver y sentir la naturaleza tal como esella, con íntima emoción y conciencia de su belleza y de surealidadn.» Clarín se sentía especialmente unido e identificadocon el poeta agustino, de quien dice que ha provocado sus lágrimas,saboreando con el alma su poesía.

Su acercamiento al fenómeno religioso era fundamentalmenteartístico y psicológico, y de tendencia mística a través de la poesía,de la historia y de una inquieta ansia de seguridad espiritual.Reconocía que la metafísica dejaba muchos resquicios por dondese colaba el bisturí de la crítica científica. Así confiesa que enlas cátedras de los krausistas se enseñaba que la filosofía no escosa de broma; que sea lo que sea de la verdad es preciso bus-carla desde el principio, sin dejarse atrás nada y sin admitir irra-cionales imposiciones; que la ciencia es cosa para toda la vida;que la filosofía no excluye el sentimiento, la religión, el arte. Ysobre todo que la filosofía no está en el texto sino en la vida :« Confieso que todo esto me enamora.» Este primer influjo de lanueva orientación krausista dejó una huella indeleble en el jovenperiodista de Madrid y en el futuro profesor de derecho en Oviedo.Según él, otros compañeros que se habían bañado en aquellasaguas sacudieron su influjo y su reverberante salpicadura, y siguie-

11. Clarín, "Madrileñas" en La Vanguardia (1/14/1881), núm. 1054.12. Clarín, "Apolo en Patos" en Folletos literarios, Madrid, 1887, p . 82.

EL DIOS DE CLARÍN 473

ron otros caminos. Pero no él; Clarín se sintió atraído para siemprea una interpretación espiritualista de la vida, y fue fiel a ese amorimposible, su Dios desconocido, siempre entrevisto, soñado, nuncaalcanzado. Por otro lado el fcrausismo y su interpretación española,a lo Giner de los Ríos, se hizo él mismo dogmático. Por eso Clarínconservó siempre su afecto y simpatía con la escuela, pero no seató a ella. Frente a la seriedad y a la terminología esotérica delos krausistas, Clarín vive muy personalmente su infinito deseode un Dios personal. No creo que se pueda afirmar, como lo haceGómez Molleda, que «el krausismo de Clarín vino a convertirseal fin, filosóficamente hablando, en un eclecticismo elegante».Clarín está demasiado profundamente comprometido en la bús-queda de una explicación última, de un Dios que le llene todosu ser, para ser llamado ecléctico y menos elegante.

Ya que no podía hablar con precisión, definiendo su idea de Dios,insistía en que «hablemos mucho de religión; cada cual como laentienda». Para él, español, no podía ser de otra manera que ala española, según la antigua piedad española, herencia de todos13.Pero insiste en que el catolicismo, que ha nutrido su infancia yjuventud, que le ha dado una exquisita capacidad para la ternuradel espíritu, «cuando no es sinónimo de reacción, de imposi-ción doctrinal y política, de intransigencia y ceguera en la polémica,es una de tantas hipótesis sociales, religiosas, políticas, filosóficasy artísticas que luchan legítimamente en la vida espiritual de lospueblos civilizados de verasM».

Como consecuencia, Clarín reitera que la unidad religiosa delpueblo español, lo que en su tiempo se llamó la «unidad cató-lica » no puede volver; esa unidad es un cadáver al que no se lepuede inyectar nueva vida. Las catedrales y las ermitas puedenser espléndidos símbolos de un pasado glorioso, pero ya no revelanuna realidad. España no puede volver a los tiempos de RodrigoJiménez de Rada o de Gelmírez. Si la idea de una unidad católicade España provoca reflexiones de concordia y de restauracionesideales, es porque en el alma de Clarín se mezclan y se funden,para formar un bosque de las más diversas plantas, sus propiospensamientos, las ideas y la literatura de su tiempo, con los carac-teres del genio nacional español. En su pesimismo sobre la revi-talización cristiana de España afirma que en pocas épocas se hapensado menos en Dios, en lo Divino, en lo Absoluto como en lanuestra. Y sin embargo, el cristianismo debe sobrevivir a las conse-

13. Clarín, Ensayos y revistas, p. 214.14. Ibid., p. 208.

474 FERNANDO IBARRA

cuencias ideales y sociales de la Revolución. Este cristianismo debeser universal, no limitado a las formas idolátricas de las religionesnacionales, aunque no puede exigir a los patriotas que dejen deserlo, ni mucho menos escarbará con las uñas del odio y del ana-tema la tierra en que descansan los antepasados de buena voluntad,que duermen en paz, aunque sus caminos no fueron los comunes dela masa nacional15.

Los tres problemas que a Clarín, hombre profundamente reli-gioso Montesinos decía : Cuando examinamos la obra de Clarín,cuando leemos con atención y simpatía a Unamuno, almas ejem-plares y sinceras, si jamás las hubo, apreciamos que en aquellareacción de melancolía desengañada y en aquellos anhelos reli-giosos, que ya no eran fe, sino duda, no todo fue retórica16» angus-tiaban o al menos preocupaban profundamente, eran Dios, lapersonalidad de Jesús, y la idea de la muerte. En cuanto a Cristotenemos textos que claramente establecen su pensamiento. En unacarta privada a la escritora Emilia Pardo Bazán le dice claramente,sin paliativos, ni ambigüedades : « Jesús no puede ser Dios, porqueeso es una atrocidad".» Por otra parte y en la misma líneade los krausistas (recuérdese cómo se expresan Giner y Azcáratesobre la personalidad de Jesús) y de Renán, siente una especie defascinación, una atracción, mezcla de sentimiento personal y deadmiración por el valor moral de Cristo. Toda alma serena y denobles sentimientos, no esclavizada por el fanatismo, ni positivoni negativo, al acercarse a la figura de Jesús y al meditar ensu doctrina, en su ejemplo, no puede menos de reconocer, segúnClarín, sin salir de lo natural, y conviene subrayar estas palabrasdel escritor, « sin salir de lo natural» una misteriosa y singularexaltación de la conciencia humana, la comunicación con lo ideal,algo único en la historia y repite las palabras de Carlyle «lavoz más alta que fue oída jamás sobre la tierra». Su entusiasmopor la persona y la obra de Jesús se extiende a los que le repre-sentan en la tierra. Y aunque ataca de continuo a los que él consi-dera mundanos y ambiciosos clérigos, afirma que «todo sacerdotede Jesús, por serlo, está en una altura; de él al ungido va unacadena sagrada ».

Es cierto que al expresarse así Clarín está hablando como unidealista, olvidado de la realidad inmediata, de la iglesia que enEspaña, según él, domina y controla el poder político, la sociedad,y sobre todo se opone a una franca concordia de todas las opi-

15. Clarín, "Revista mínima" en La Publicidad (12/24/1893), núm. 5246.16. José F. Montesinos, Vaiera o la ficción Ubre, Madrid, 1957, p . 99.17. Carmen Bravo Villasante, Vida y obra de Emilia Pardo Bazán, Madrid, 1962, p . 137.

EL DIOS DE CLARÍN 475

niones. Clarín de ningún modo identifica a Cristo con la IglesiaCatólica. El ve a Jesús como un símbolo de la perfección humanaalcanzada por la purificación y sublimación de todas las facultadesdel ser racional. El, que conocía muy bien la obra de Renán, podíaconsolarse con el sabio bretón que, más o menos sinceramentedecía en sus Recuerdos : «L'idée qu'en abandonnant l'Eglise, jeresterais fidéle k Jésus, s'empara de moi, et, si j'avais été capablede croire aux apparitions, j'aurais certainement vu Jésus me disant:« Abandonne-moi pour étre mon disciple1S» Clarín acepta la renunciaa la Iglesia de la tradición y de la cultura nacionales, para ser mejordiscípulo de la verdad y del espíritu. Su alejamiento del dogma love como la superación de un estado de estulticia del espíritu, enel que había vegetado por muchos años. A los veintiséis manifiestaen un artículo de periódico, con su habitual franqueza y con latendencia irresistible a la autobiografía, que se siente agradecidoa quien (probablemente Giner de los Ríos) «le arrancó para siemprede aquel triste estado de duda, de sequedad de espíritu » en el queel tormento de la incertidumbre era horrible.

En el proceso accidental y dolorido que sigue la trayectoria reli-giosa de Clarín se pueden precisar claramente tres estadios deactividad intelectual, paralelos a una sola y continuada vivencia (acti-vidad o presencia emocional) espiritual. Eoff afirma que Clarín aveces parece decidido a mantener las creencias religiosas de su infan-cia, a pesar de su tendencia racional a la duda19. Más que creenciade tipo religioso, de fe sobre-natural y dogmática, quizás se puedeafirmar que lo que Clarín siente es pena de abandonar el seguro yluminoso puerto de la conciencia histórica tradicional en relacióncon las formas de vida sociales, en las que se había educado en sujuventud. Sobre sus ideas es evidente, como lo veremos enseguida,que a partir de su estancia en Madrid, ha evolucionado en proyeccióncentrífuga, sin posible retorno. Eoff vuelve a insistir en que Clarín« may be considered to have been an orthodox Catholic in his lateryears ». Pero esta posibilidad está completamente descartada por lasafirmaciones tajantes del ovetense. En su época madrileña sen-tenciaba «las pruebas de la existencia de Dios son lugares comunes,tópicos de la lógica que se combaten y se encierran en un intelec-tualismo infecundo». Pero añadía, reconociendo y agradeciendoel influjo de las ideas krausistas, « ahora nunca se me ocurre, pormuy nervioso que esté, dudar de Dios, y dar vueltas a estosargumentos pobres e ineficaces de la escolástica20». ¿Era este

18. Ernest Renán, Souvenirs, p. 876.19. Sherman Eoff, The Modern Spanish Novel, New York, 1961, p . 69.20. Clarín, "Cartas a un estudiante" en La Unión (9/19/1878), núm. 47. En Preludios

de Clarín, edición de Jean-Francois Botrel, Oviedo, 1972, p. 182.

476 FERNANDO IBARRA

Dios, de quien no dudaba, el que Ortí y Lara afirmaba ser elcentro panteísta de los discípulos de Krause y de Sanz del Río ?O ¿ quizá, y esto sería más probable siguiendo el proceso de lavida religiosa de Clarín, era el Dios del llamado panenteismo yque éste repetidas veces afirma, ser algo muy especial y paraél muy difícil de explicar? Según Josette Blanquat21 el año 1890señala una etapa en el movimiento de conversión de Clarín. Perocinco años más tarde aún exclama : « Cómo entiendo y siento yo aDios, es muy largo y algo difícil de explicar », y lo decía en 1895, cuandosentía que sin ser viejo en años, tenía entonces cuarenta y tres,lo era por su peculiar manera de ser y porque su salud declinaba.« El figurarse cómo es Dios sirve para algo. Para saber de fijoque no es como uno se lo figura.» Por eso, y de nuevo su compul-sión a la autobiografía, a la confesión pública, asegura «la since-ridad me hace dejar traslucir en casi todas mis invenciones otraidea capital, que hoy me llena más el alma (más y mejor ¡ parecementira!) que el amor de mujer la llenó nunca. Esta idea es ladel Bien, unida a la palabra que le da vida y calor : Dios2».Clarín confiesa su entrega total a la idea de lo trascendental. Peroobservemos que lo trascendental no es sólo Dios, sino el Bien.Es cierto que Dios da vida y calor a su idea del Bien, pero éstetiene en su espíritu una prioridad quizá de carácter humanísticoy social, sobre toda otra entidad. Recordemos que por ese tiempocomienza a ser conocido Tolstoi en España, y el evangelio del escri-tor ruso insiste en la buena nueva de la caridad y del amoral prójimo por encima de toda otra aspiración.

El alma de Clarín sufrió una constante dicotomía espiritual dela que él deja continuos testimonios. En su cuento « El frío delPapa» vuelve a poner al descubierto su desgarrado corazón : « Siyo pudiera... aunque fuese soñando, volver a creer esto mismo queahora siento... y no creo! Por qué en mí la poesía y el amorson creyentes, y no lo es la inteligencian ?» Como dijo en otraocasión, la historia y la tradición le atan con dulces lazos de amoral pasado, pero su mente no puede satisfacerse con razonamientosen los que su propia razón se siente alienada y suspensa. En estalucha interior se pregunta, no angustiado, sino más bien curioso :« Si me viera por dentro ¿ vería en mí la Iglesia un enemigo ? » Nopuede olvidar la seguridad, el sentimiento de pertenecer a unasólida familia, que experimentó en su edad adolescente, y excla-

21. Josette Blanquat, "La sensibilité religieuse de Clarín", Revue de Littéraíure comparte,XXXVI, 1961, p. 177-196.

22, Clarín, Cuentos morales, Prólogo.">S. Clarín. "El frío del Papa", Cuentos morales, p . 196,

EL DIOS DE CLARÍN 477

ma : « Debiera ser yo para ella [la Iglesia] como tantos otros, unenfermo, pero un enfermo suyo.» Separado de Roma, del dogma-tismo romano, rota su adhesión a la doctrina, que él vio tiránicaen el Syllabus, aún siente la solidaridad de las profundas resonan-cias vividas en el pasado. « ¿ Qué tengo yo que ver con el Papa ?Y, sin embargo, ¡ qué escalofrío me da el frío del Papa! Todoun símbolo tierno ty melancólica.» El alma de Clarín navegapor mares de inquieta desolación, en las que una estrella brillante,eterno lucero vespertino, ilumina su ruta, pero sin sentir la atrac-ción del puerto seguro de una fe cierta. Y sin embargo jamásClarín podrá decir como Renán : «J'arracherai de mon cceurtoute fibre qui n'est pas raison et art pur.» Aquel Aquiles Zuritaque ya no es krausista, pero sí un hombre lleno de nostalgiasimposibles, sin una fe segura, pero mendigo de ella se confiesaa sí mismo, que jamás podrá levantar un dedo para arrancar lafe de los que tienen que luchar con las furias de las tormentasde la vida.

«Mientras creía en Dios, porque sí, porque algo inefable megiraba en el corazón, fui religioso, sincero... pero intermitente7A.»Ese mientras nos lleva desconsoladamente a los días, ya irrevertiblesen los que, aun con intermitencias, se identificaban el amor y elconocimiento, la praxis y sofía. Como nuestro poeta-soldado Clarínllora el tiempo pasado que ya no puede volver. Aún afirma en1885 « Claro que sin Dios no se hace nada, tal creo yo que soyun pobre burguésB ». Pero ¡ qué poca convición, qué frío y alejadocomentario! El lector nada puede deducir de esa afirmación cla-riniana. ¿ De qué Dios se trata ? Observemos qué cerca de Renáncamina Clarín. El autor de la Vida de Jesús y de la Historia de losorígenes del Cristianismo afirma categórico : es el corazón, elsentimiento moral el que nos revela a Dios y no la razón. Es laconciencia la que produce a Dios, no la ciencia, ni la metafísica. Eldeber, la dedicación, el sacrificio, todas esas cosas de las que lahistoria está llena son inexplicables sin Dios. Hablando racional-mente Dios es indemostrable, no es más que una pura hipótesis.El amor es la mejor prueba de Dios, es nuestro cordón umbilicalcon la naturaleza, nuestra verdadera comunión con el infinito.Esto escribía Renán en 1865 y Clarín lo repetía en 1901, poco antesde morir.

El menudo profesor de la universidad de Oviedo caminaba rápido,nervioso, hacia su clase de derecho, bajo la vigilante mirada de latorre catedralicia. A su sombra había crecido, y siguiendo la

24. Ver nota 20.25. Clarín, Sermón perdido, Madrid, 1885, p . 9.

478 FERNANDO IBARRA

dirección marcada por su flecha habían el niño y el joven orientadosus pasos hacia una región etérea. Ahora, con el corazón aún palpi-tando de amor, pero con la inteligencia afirmada en una duda, oal menos en una poco clara definición « como entiendo y siento a Dioses muy largo y algo difícil de explicar » —, Clarín se dirige a su cáte-dra. El reloj de la catedral da la hora. El profesor levanta la cabeza,y al ver aquella torre, «poema romántico de piedra», se dice así mismo a media voz : « ¡ Si la Providencia de arriba, hará lomismo con los mortales ! [como Galdós con sus personajes]. ] Sidespués dé darnos la vida y enredarnos en sus peripecias seolvidara a lo mejor de nosotrosx! » ¡ Qué tristeza y qué angustiaen esta exclamación de Clarín ! Eoff ha acertado al ver en La Regenta,y por consiguiente en su autor, el dramatismo de un alma ator-mentada por la idea y más aún por el sentimiento vivo de un Diosimpasible, ausente, indiferente a la tragedia humana. Clarín confrecuencia habla de sus lágrimas al leer a Fray Luis de León, alpasar sus ojos por las páginas de la historia, y se siente desam-parado en medio de la vida, sin un asidero cuando el torbellinode las ideas negras le cubre con sus olas.

No sería descaminado afirmar que la atracción que la figura deCristo ejerce sobre él, que no cree en su divinidad personal, esla facilidad con que Jesús puede ponerse en contacto con la divi-nidad y dejarse transportar por el ímpetu de la visión de Dios.Le escribe a Emilia Pardo Bazán : « Mi gusto sería tener bastantedinero para poder dedicar toda mi vida a escribir un libro demos-trando que Jesús... será el eterno consuelo espiritual de los buenoscorazones : una imagen virtual en la historia de los espejosideales del porvenir 27.» Todo lo cual nos revela la insaciable sedde Clarín de una relación íntima y amorosa con Dios. Esta es unacaracterística muy típica de la psicología de Clarín. En contrapo-sición a la fría y un tanto enemiga actitud de Renán frente alo religioso personal, Clarín se desentiende de lo teórico, de loescriturístico-científico, para acercarse al fenómeno religioso y aDios, como persona, como destituido ser humano, que necesita lamano de Dios para ayudarse. El irónico y aun sarcástico bretónno necesita personalmente a Dios, lo usa como objeto de su trabajode investigador. Como ha dicho Pérez de Ayala : «la pérdida dela fe había dejado a Renán tan fresco; lejos de devorarle cuerpoy alma le había puesto escandalosamente gordo... Renán no eraun alma en congoja, sino un refinado hedonista intelectualM ». No

26. Clarín, Galdós, Madrid, 1913, p. 308.27. Carmen Bravo Villasante, Vida y Obra de Emilia Pardo Bazán, p. 137.28. Ramón Pérez de Ayala, "Clarín y Don Leopoldo Alas", A.O., II, (Enero-abril, 1952),

p. 13.

EL DIOS DE CLARÍN 479

era así Clarín que luchaba y se atormentaba entre la duda de lainteligencia y la confianza del corazón sincero. Lo que a tanfalso suena en Renán es puro grito del alma sedienta en Clarín.Busca la verdad, el bien como parte de la totalidad, de Dios; perotodo ello traspasado de poesía, de lirismo.

FERNANDO IBARRA

Universidad de Florida