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El encuadre como lastre. Una resistencia al dispositivo psicoanalítico Daniel Waisbrot "El psicoanálisis corre el riesgo de sucumbir no en razón de la fuerza de sus oponentes, sino implosionado por sus propias contradicciones internas, ante la imposibilidad de abandonar los elementos obsoletos y realizar un ejercicio de recomposición de la dosis de verdad interna que posee. (...) Este trabajo no puede realizarse sin una depuración al máximo de los enunciados de base y un ejercicio de tolerancia al dolor de desprenderse de nociones que nos han acompañado, tal vez, más de lo necesario. (...) Quedamos adheridos no sólo a las viejas respuestas, sino a las antiguas preguntas que hoy devienen un lastre que paraliza nuestra marcha. Y en esa lentificación, sí, por supuesto, la tortuga puede ganar la carrera”. Silvia bleichmar 1 Encuadres en desorden. Un paciente quería comprar un departamento y no podía decidirse a hacerlo. Vacilaba y vacilaba y llevaba sus dudas al análisis. Un buen día, se entera que su analista invirtió en la compra de un departamento. Se entera por esas cosas de la vida. Allí comienza un período de ansiedad y actuaciones, enojos con su analista “porque no se lo había comentado” Esto le permite a su analista reconstruir ciertas experiencias infantiles. “En su casa – dice el analista- sus padres nunca realizaron nada, absolutamente nada sin informarle y consultarle, conociendo el, por lo tanto, todos los detalles del curso de la vida familiar”. La tormenta transferencial incluía acusaciones al 1 Bleichmar, Silvia: “Sostener los paradigmas desprendiéndose del lastre. Una propuesta respecto al futuro del psicoanálisis”. Revista Aperturas psicoanalíticas, Revista Virtual, Nº 6, Buenos Aires, Noviembre de 2000

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El encuadre como lastre. Una resistencia al dispositivo psicoanalítico

Daniel Waisbrot

"El psicoanálisis corre el riesgo de sucumbir no en razón de la fuerza de sus oponentes, sino implosionado por sus propias contradicciones internas, ante la imposibilidad de abandonar los elementos obsoletos y realizar un ejercicio de recomposición de la dosis de verdad interna que posee. (...) Este trabajo no puede realizarse sin una depuración al máximo de los enunciados de base y un ejercicio de tolerancia al dolor de desprenderse de nociones que nos han acompañado, tal vez, más de lo necesario. (...) Quedamos adheridos no sólo a las viejas respuestas, sino a las antiguas preguntas que hoy devienen un lastre que paraliza nuestra marcha. Y en esa lentificación, sí, por supuesto, la tortuga puede ganar la carrera”.

Silvia bleichmar1

Encuadres en desorden.

Un paciente quería comprar un departamento y no podía decidirse a hacerlo. Vacilaba y

vacilaba y llevaba sus dudas al análisis. Un buen día, se entera que su analista invirtió en la

compra de un departamento. Se entera por esas cosas de la vida. Allí comienza un período de

ansiedad y actuaciones, enojos con su analista “porque no se lo había comentado” Esto le

permite a su analista reconstruir ciertas experiencias infantiles. “En su casa –dice el analista-

sus padres nunca realizaron nada, absolutamente nada sin informarle y consultarle,

conociendo el, por lo tanto, todos los detalles del curso de la vida familiar”. La tormenta

transferencial incluía acusaciones al analista y ciertas fantasías de suicidio . “Para el paciente se

rompió un algo que era así y que debía ser como siempre lo fue y no concebía que pudiese ser

de otra manera. Y esta condición la había podido mantener en su vida por medio de una

restricción y limitación en la relación social. Había salido a la luz lo mas fijo y estable de su

personalidad, su mundo fantasma”.

Esta no es una viñeta mas como cualquier otra. Me atrevería a decir que es un fragmento clínico

crucial para la historia del psicoanálisis. El analista era Jose Bleger, y está relatada en el famoso

artículo que marcó a fuego a una generación de analistas argentinos y del mundo. Me refiero al

“Psicoanálisis del encuadre psicoanalítico”2, publicado en 1966.

1 Bleichmar, Silvia: “Sostener los paradigmas desprendiéndose del lastre. Una propuesta respecto al futuro del psicoanálisis”. Revista Aperturas psicoanalíticas, Revista Virtual, Nº 6, Buenos Aires, Noviembre de 20002 Bleger Jose: “Psicoana´lisis del encuadre psicoanalítica. 1966. Ficha AAPPG

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Tan crucial sería que dos años y pico después de la muerte de Lacan, en 1984, el texto fue

centro de una polémica al ser trabajado e intervenido en el 3° Encuentro Internacional del

Campo Freudiano. Allí, lo discuten Collette Soler, Diana Etinger de Alvarez y Juan Carlos

Indart. 3.

No olvidemos que la polémica alrededor del encuadre generó el surco más importante en la

historia del psicoanálisis mundial al dividir “casi” definitivamente al lacanismo de la IPA

merced al acto de expulsión de Lacan de la institución creada por el fundador.

Una década después de su muerte y con la inevitable tentación internacionalista del lacanismo

más allá de Lacan, se fundó la Asociación Mundial de Psicoanálisis el 1° de febrero de 1992.

Cinco años después, el presidente de la IPA Horacio Etchegoyen y el presidente de la AMP

J.A.Miller se encuentran para iniciar el deshielo, para romper el silencio y de paso… para

marcar que entre ellas dos cabía la totalidad del psicoanálisis. En los papeles, bonito gesto de

acercamiento al pensamiento del otro, pero fundamentalmente, gesto de tope dirigido al

despliegue imparable tanto del psicoanálisis lacaniano anti- milleriano como al brutal

crecimiento de los cientos de lugares donde el psicoanálisis no lacaniano latía y generaba

“temblores del pensar”. En nuestro país, desde los hospitales, la facultad de psicología, las

instituciones psicoanalíticas fundadas después del golpe, el bullicio era incesante. Buenos Aires

era sede de la mayor población mundial que había abrazado al psicoanálisis como su causa y

que se ofrecía como público deseoso a un glamour francés a su vez necesitado de público.

El abrazo Miller-Etchegoyen, pretendía dejar a un lado ese bullicio que latía en diversos

ámbitos. Por un lado, los lacanianos que se definían muy claramente como “anti-millerianos” y

por el otro, todo el espectro psicoanalítico que no abrazaba el pensamiento de Lacan aunque

podía incluirlo, pero que vibraba totalmente por fuera de las instituciones ligadas a la IPA.

Pero volvamos a aquel texto. Jose Bleger planteaba que para que el proceso psicoanalítico

funcione es necesario mantener constantes ciertas variables que lo enmarcan.

El encuadre, entonces, sería un “no proceso”, un telón de fondo que se establecen entre paciente

y analista al formular el contrato analítico para permitir que en su interior se despliegue el

proceso. Incluye los rehusamientos del analista y la asociación libre del paciente.

La idea de Bleger es que el movimiento (o el proceso) solo puede captarse en función de la

quietud del fondo donde este se desarrolla. En ese marco, es necesaria la permanencia estable

de las variables del tiempo, del espacio y del dinero.

Hablar de encuadre implica entonces un juego entre lo constante y lo variable, entre

movimiento y quietud, entre proceso y fondo o no proceso. A la manera de los matrimonios,

o de cualquier tipo de contrato, solo hace ruido cuando se rompe. Allí aparece la discusión sobre

la “letra chica” del contrato.

3 Tercer Encuentro Internacional del Campo Freudiano. Buenos Aires, Julio de 1984

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Se trata de una concepción del análisis que pretendía poner entre paréntesis la realidad externa,

y crear un marco de estabilidad donde las cuestiones se jugaran en relación al mundo interno y a

lo que de ello se proyectaba en la figura del analista. El análisis entendido como regresión

polimorfa expandida, trabajo en transferencia, diván para crear estados de ensoñación

(dispositivo para la escucha de la histeria), cuatro sesiones semanales y abstinencia-neutralidad

del analista.

Al respecto me resultaba interesante como presentaba el problema Ricardo Avemburg: “…estoy

notando que la palabra encuadre me genera una cierta incomodidad y me es más natural

hablar de la forma en que ha de desarrollarse el tratamiento en lugar del encuadre bajo el que

ha de desarrollarse el tratamiento. Releo la definición de encuadrar, caracterizada como un

encerrar; normalmente cierro la puerta del consultorio en cuyo caso el consultorio es el

encuadre dentro del cual se encierra el proceso, pero no habría inconvenientes (y lo he hecho,

por ejemplo en el hospital) de trabajar en un espacio abierto. Cuando cierro el contrato,

encuadro sus términos, pero ninguna de estas características me parece esencial al proceso

analítico. La forma en relación con el encuadre, tiene un carácter de menor exterioridad al

proceso mismo y es inseparable de sus contenidos (un cuadro sigue siéndolo aún sin su marco).

Definitivamente, no me gusta la palabra encuadre”.4

Lo que está en juego, entonces, no es menor, se trata de la dirección de la cura.

El encuadre se constituye en un “mundo fantasma” el de la organización más primitiva e

indiferenciada, la simbiosis, y se pone en evidencia cuando se rompe. Así, los aspectos

indiferenciados se depositan en el encuadre y no forman parte del proceso analítico. Si e l

analista rompe el encuadre, al decir de Bleger, genera una situación catastrófica porque abre un

agujero por donde la realidad se entromete. “La dependencia y la organización psíquica mas

primitiva solo puede ser analizada dentro del encuadre del analista, que no debe ser ambiguo,

ni cambiante, ni alterado”.

No es la misma posición que en Winnicott.

En 1948, Winnicott estableció la hipótesis de que "es posible establecer un lazo clínico entre el

desarrollo del bebé y los estados psiquiátricos y del mismo modo entre los cuidados del bebé y

los cuidados propios del enfermo mental".

También se trata, en este caso, de metaforizar el cuidado materno. En este contexto, el setting

analítico metaforiza ese cuidado: cada uno de sus detalles, silencio, cumplimiento de la hora,

espacio, interpretaciones, tiene una importancia capital. Sin embargo, hay dos diferencias

importantes respecto del esquema blegeriano. La primera es que si el análisis puede funcionar,

no es solo por la adecuación a a sus necesidades, sino por la inevitable falla del analista, por las

desilusiones que va a generar inevitablemente. Y son justamente esas fallas las que pondrán en

eco su experiencia primaria permitiendo que pueda reaccionar de manera diferente a como lo

4 Avemburg, Ricardo.: “Sobre el encuandre en psicoanálisis” Revista Psicoanálsis, Apdeba Vol. XXVI Nº 1

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hizo en aquel entonces. Y la diferencia no es menor. Winnicott “sabe” que el analista

inexorablemente va a fallar.

La otra diferencia, es la distinción entre los pacientes neuróticos y los pacientes severamente

perturbados respecto a la importancia del “marco”:

“Allí donde hay un yo intacto y el analista puede dar por sentados estos detalles precoces del

cuidado infantil, entonces el marco del análisis carece de importancia en relación con la labor

interpretativa. (Al decir «marco» me refiero a la suma de todos los detalles del control.) Aun

así, hay una dosis básica de control en el análisis ordinario que es más o menos aceptada por

todos los analistas. En la labor que estoy describiendo, el marco cobra mayor importancia que

la interpretación. El énfasis se traslada de uno a otro. El comportamiento del analista,

representado por lo que he llamado «el marco» por ser suficiente en lo que hace a la

adaptación a la necesidad, es percibido gradualmente por el paciente como algo que da pie a

una esperanza de que el verdadero self pueda por fin correr los riesgos propios e empezar a

experimentar la vida.”

Pero volvamos a nuestra viñeta y a la polémica instalada en aquel entonces.

El cuestionamiento de los autores que nombre anteriormente (C. Soler, J. C. Indart y D. Etinger)

no se refiere a lo que sucedió en la sesión, donde pareciera que efectivamente algo del fantasma

del paciente se hubiera conmovido, sino a las conclusiones que Bleger saca de este análisis. La

situación parecería confirmar para el, que la ruptura del encuadre produce situaciones

catastróficas, cuando en verdad, -sostienen los autores- , es esa “ruptura del encuadre” producto

de la emergencia de la realidad del analista la que abre al mundo del fantasma. Si lo que Bleger

pretendió plantear en el análisis de este caso son los riesgos de la ruptura del encuadre “del

analista” lo que se desprende de su relato es todo lo contrario, si no se hubiera roto, si el analista

no hubiera “fallado” si todo se hubiera mantenido inmutable sin que “la realidad” agrietara el

dispositivo, el paciente ¿hubiera podido acceder a ese recuerdo y los fantasmas concomitantes?

“¿Que habría sucedido si en lugar de intervenir el azar lo hubiese hecho el propio analista?

Un. ¿sabe que me compré un departamento? ¿No habría podido quizás precipitar ese choque

con lo imposible, ese encuentro con lo real?”5

Ahora bien, también Bleger se hace una pregunta similar.

Quiero señalar en este ejemplo cómo la "no repetición", por cumplimiento con el encuadre,

trajo a la luz una parte muy importante de su personalidad: lo más fijo y estable de su

personalidad, su "mundo fantasma". Pero quiero subrayar que el mantenimiento del encuadre

es lo que permitió el análisis de la parte psicótica de la personalidad. Lo que intento plantear

es ¿cuánto de ello no aparece y no resulta posiblemente nunca analizable? No sé dar respuesta

a la pregunta.”

5 Etinger de Alvarez, Diana: “Setting, encuadre, discurso” en “¿Como se analiza hoy?” Editorial Manantial. 1985

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“No se responder a esa pregunta”. Sin embargo Bleger responde, toma un camino cuando

sostiene: “Es así como ahora podemos reconocer mejor la situación catastrófica que siempre,

en grado variable, supone la ruptura del encuadre por parte del analista (vacaciones,

incumplimiento de horarios, etc.), porque en estas rupturas (las rupturas que forman parte del

encuadre) se produce una "grieta" por la que se introduce la realidad, que resulta catastrófica

para el paciente”.

Recapitulemos: el paciente se entera que el analista pudo lo que el no pudo y lo reclama. Esto

permite acceder a fantasmas de infancia que repercuten aún hoy en su vida. El análisis avanza.

Sin embargo Bleger sigue sosteniendo que no se lo puede dejar caer. Lo que pasó en ese análisis

fue interesantísimo, pero ¿porque Bleger retrocede ante su propio descubrimiento? ¿Porqué no

concluye que a veces que algo del encuadre se rompa puede ser muy útil? Porqué, incluso, no se

atreve a eso que después se atrevió Lacan al proponer la cuestión de la “vacilación calculada”,

como recuerda Guillermo Vilela?6

Llama la atención como Bleger logra darle un valor y hacer uso de eso que emergió. Su

brillantez clínica no está puesta en duda, pero lo que le habría permitido salir de su teorización,

lo utiliza para sellar la inalterabilidad del encuadre.

Se pregunta la autora: “¿Cuál es el obstáculo que le impide continuar por el camino al que lo

conduce su propia teorización? ¿Por qué no puede preguntarse por una estrategia analítica

que podría permitirle salir del impasse y clausura la cuestión que con tanta agudeza había

inaugurado?”7

Lo que está en juego es que no todo en un análisis se juega en la dimensión simbólica. La viñeta

muestra que la emergencia de la “grieta de la realidad” produce, justamente porque, al decir de

la autora, se trata de “alterar el encuadre para mantener el discurso analítico en el que el

analista encarna justamente un real”

La presencia de un real “despertó” al paciente, toda la concepción del encuadre inmutable

trastabilla y Bleger renuncia a su propio descubrimiento.

Ahora bien, se trata de una discusión que implica diversos posicionamientos teóricos. La teoría

de Bleger sostenida muy fuertemente en aquellos años, se apoya en la teoría de las relaciones

objetales. La relación analítica reinstala la relación objetal primaria y por lo tanto debe ser

especialmente cuidada. Si el analista ofrece un objeto estable, que de alguna manera genere

condiciones similares a los cuidados maternales, se estarían recreando las condiciones para dar

una apoyatura real a las fantasías. Ese es el fundamento teórico de la invariabilidad del

encuadre. Si todo esto funciona, habrá experiencia rectificadora en el análisis y el paciente

podrá rescatarse de ese mundo fantasmático.

6 Vilela Guillermo: “La clínica del Dr. Lacan” en www.imagoagenda.com

7 Ibid. 5

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La interpretación de la transferencia sería el medio privilegiado de este procedimiento que hace

centro en el mundo simbólico. Pues bien, es allí donde justamente viene la crítica de los autores

lacanianos que estoy mencionando.

Lo que emerge para estos autores en la viñeta de Bleger, es justamente lo real que va más allá

del campo simbólico y que desde las teorizaciones no lacanianas, no podía ser visto. Y

consecuentemente, la propuesta técnica del acto analítico, congruente con la intervención en lo

real, allí donde la interpretación no sacude, es lo que se encuentra en el horizonte de la

intervención planteada como “¿Sabe que me compre un departamento?”

La polémica es riquísima, los expositores brillantes y la riqueza de las teorizaciones muestra la

potencia del gesto freudiano. El problema es la alienación a los discursos institucionales y el

enamoramiento del propio pensamiento que había nacido como productivo. Me gusta como lo

plantea Juan Carlos Indart en ese mismo texto: “Mi idea es que toda agrupación que haga del

encuadre el precipitado de sus identificaciones es una sociedad de ayuda mutua contra el

discurso psicoanalítico. Y toda agrupación lacaniana que haga de las estipulaciones del

encuadre (como la sesión corta o de tiempo variable, por ejemplo) el rasgo de su constitución,

también es una sociedad de ayuda mutua contra el discurso analítico.”

En el principio...era el verbo...

El 4 de enero de 1928, Freud le escribe a Ferenczi, una carta sobre la actividad del analista.

Freud reflexiona sobre lo que fue pasando con las “reglas”. Miren lo que le dice: “Las

recomendaciones sobre técnica que yo he escrito hace tiempo eran escencialmente de carácter

negativo. Consideraba entonces que lo mas importante era destacar cuales son las cosas que no

se deben hacer, y señalar las tentaciones que pueden inducirnos a tomar orientaciones que son

contrarias al psicoanálisis. He dejado libradas al “tacto” casi todas las cosas positivas, es

decir, lo que uno debe hacer. (…) Consecuencia de aquella actitud mía fue que los analistas

dóciles, no supieron entender la elasticidad de las reglas que yo les había impuesto. Se

sometieron a ellas, como si fueran tabúes8. Todo esto tendrá que ser revisado alguna vez, claro

está que sin apartarse de las obligaciones que mencioné” (Jones. E. 1976).

¿Como denomina Freud, eso que sucede en un análisis? ¿Como llamaba a eso que después, se

denominó “encuadre”?

Para adentrarme en ello, voy a incluir algunas citas breves de algunos textos claves. Voy a

poner en negritas las nominaciones que utilizaba.

Comencemos con sus “Consejos al medico” (1912):

1) He decantado las reglas técnicas que propongo aquí de mi experiencia de años....

8 El subrayado es mío.

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2) Esta técnica ha resultado la única adecuada para mi individualidad; no me atrevo a poner

en entredicho que una personalidad de muy diversa constitución pueda ser esforzada a

preferir otra actitud....

3) No se como encarecería bastante a mis colegas que en el tratamiento psicoanalítico tomen

por modelo al cirujano que deja de lado todos sus afectos y aún su compasión humana y

concentra sus fuerzas espirituales en una meta única: realizar una operación lo mas acorde

posible a las reglas del arte.

4) Agrego algunas otras reglas que implican dar el paso desde la actitud del médico hacia el

tratamiento del analizado.

Durante la primera época de sus escritos, aún en este texto, las nominaciones son estas. Reglas,

técnica, tratamiento. Me interesa recalcar ya desde el inicio, como Freud no piensa en una

universalización de esas reglas. “La única adecuada a mi individualidad”, nos dice. O sea que

no se trata solamente del “caso por caso” de una clínica abierta a la singularidad, sino desde el

vamos, del “analista por analista” que se lanza en su ejercicio de conducir un análisis. Y es claro

que todo el pensamiento freudiano y el psicoanálisis de allí en mas, se ha visto en figurillas para

sostener sin cerrar, sin clausurar, sin universalizar, un trabajo de analista que pudiera bascular

entre un conjunto indispensable de reglas para su posicionamiento, y la libertad suficiente para

hacer como cada uno lo considere adecuado a su estilo, sin abrir de par en par las puertas de la

arbitrariedad.

Decíamos que reglas, técnica, tratamiento eran las formas de llamar a su quehacer. Sin embargo,

apenas un año mas tarde, en una especie de “segunda parte” de este primer texto al que subtituló

“Consejos al médico II “, cambia. Se trata de “Sobre la iniciación del tratamiento” (1913). Allí

dice:

1) En este trabajo intentaré compilar para el uso del analista práctico, algunas reglas sobre

la iniciación de la cura. Entre ellas, habrá estipulaciones que podrán parecer triviales y en

efecto lo son. Valga en su disculpa no ser sino unas reglas de juego que cobraran

significado desde la trama del plan de juego.

2) La extraordinaria diversidad de las constelaciones psíquicas intervinientes, la plasticidad

de los proceso anímicos y la riqueza de los factores determinantes se oponen a una

mecanización de la técnica psicoanalítica y hacen posible que un proceder de ordinario

legítimo no produzca efecto algunas veces mientras que otro habitualmente considerado

erróneo lleve en algún caso a la meta.

3) Puntos importantes para el comienzo de la cura analítica, son las estipulaciones sobre

tiempo y dinero.

4) El punto siguiente sobre el que se debe decidir el comienzo de una cura, es el dinero.

5) ...cierto ceremonial de la situación en que se ejecuta la cura. (refiere al diván)

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6) ...una vez reguladas de la manera dicha las condiciones de la cura, se plantea esta

pregunta. ¿En que punto y con que material se debe comenzar el tratamiento?

Como ven, la cuestión empieza a complejizarse. Si bien sigue conservando la nominación

“reglas”, aparece una nueva: “la cura” y otra que me resultó interesante: “estipulaciones”. A

partir de aquí y hasta el final de la obra, mantendrá estas nominaciones, casi diría

preferencialmente, junto a otras que usa muchas menos veces como la de “tratamiento” o

“técnica”.

Freud imagina aun analista pensando y no alienado, no “mecanizado” a un conjunto de reglas.

Es un Freud que se propone “blando” más que demasiado consistente.

Y un par de citas mas de este recorte arbitrario. Vayamos a “Análisis terminable e interminable”

(1937)

1) No solo la complexión yoica del paciente, también la peculiaridad del analista demanda su

lugar entre los factores que influyen sobre las perspectivas de la cura analítica....

2) ..por último, no se olvide que el vínculo analítico se funda en el amor por la verdad, es

decir, en el reconocimiento de la realidad objetiva y excluye toda ilusión y todo engaño.

Como en varias de estas citas, la peculiaridad del analista es incluida como factor esencial en la

“cura analítica”, nominación que finalmente sostiene. Me pareció simpático lo de “vínculo

analítico”, mas allá de no tener el valor conceptual que pretendemos darle desde una perspectiva

vincular en psicoanálisis.

Pareciera que Freud nunca quiso sacralizar demasiado eso que es el comienzo, las

estipulaciones, las reglas, las reglas de juego, la técnica en general. Desde esta perspectiva, me

parece que la aparición de la idea de “encuadre” cristalizó una de las líneas en tensión en el

espíritu freudiano, invisibilizando justamente esa tensión. Me resulta importante recuperarla,

conservarla, hacerla trabajar. Pensar quizás, con ese espíritu abierto, que simplemente hacemos

algunas estipulaciones y marcamos algunas reglas para que comience el juego.

Freud nunca usa la palabra encuadre. En esos textos que fuimos recorriendo lo denomina de

diversas formas, quizás prevalece la nominación de “cura analítica” hacia el final, entre otras

formas como “reglas técnicas” o “tratamiento psicoanalítico”, también “trabajo

psicoanalítico”, pero en un Freud que intentaba conceptuar su quehacer, no puede dejar de

llamar la atención que no haya usado una palabra para hacer concepto. Casi pareciera una

decisión política.

Sin embargo hay un momento crucial en la historia del Psicoanálisis: aparece la

estandarización.

Al concluir la 1º guerra mundial, el problema de la formación de los analistas comenzó a tomar

cuerpo en los debates de la IPA. La excomunión de Jung y Adler al comienzo y de O. Rank y S.

Ferenczi después, disparó la necesidad de comenzar a pensar en cómo sistematizar la formación

de los analistas. En 1924, la Comisión de Enseñanza de la Sociedad Psicoanalítica de Berlín

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decide reglamentar el ingreso de los aspirantes y las actividades de formación, “creando así el

primer instituto de psicoanálisis que se constituyó, con algunas modificaciones, en el modelo

universal de la formación de analistas tal como la conocemos hoy en día.”9 La tarea fue

encomendada a Max Eitingon, fundador del Instituto Psicoanalítico de Berlín. Eitingon, un

paciente de Freud sin experiencia como psicoanalista, fue quien estableció el famoso tríptico de

formación para los analistas. Al análisis personal se lo denominó primero “análisis didáctico” y

luego, a instancias de Numberg en 1919, fue reemplazado por “análisis de formación”. Fue Max

Eitingon el que propuso el término “análisis de control” para eso que hoy conocemos con el

controvertido nombre de supervisión.

Hacia la década del 30, un cambio sustancial va a producirse. El análisis de control dejó de estar

en manos de los analistas en forma individual para pasar a ser una responsabilidad de las

asociaciones psicoanalíticas. “Es así que funda la Trainning Comission que desde la IPA

coordinaba todas las asociaciones psicoanalíticas. Esto significaba que los miembros

individuales ya no podían analizar y formar aspirantes libremente, sin la previa aprobación de

la asociación. Los autorizados a brindar tratamiento al candidato se conocieron como analistas

didactas; los autorizados a supervisar recibieron el nombre de analistas de control. A veces

ambas funciones podían reunirse en una sola persona y a veces no”10

Desde el vamos, la cuestión oscilaba entre dos modalidades de pensar la tarea del control: como

aprendizaje técnico (Analysenkontrolle: control de análisis) o como intentos de dilucidar las

dificultades del analista como producto de lo aún no analizado en si mismo (Kontrollanalyse:

análisis de control).”La orientación teórica que le es imprescindible la obtiene mediante el

estudio bibliográfico respectivo y más concretamente en las sesiones científicas de las

asociaciones psicoanalíticas así como por el contacto personal con los miembros antiguos y

experimentados de las mismas. En cuanto a su experiencia práctica, aparte de adquirirla a

través de su propio análisis, podrá lograrlo mediante tratamientos efectuados bajo el control y

la guía de los psicoanalistas más reconocidos"11

Estandarización, disciplinamiento, control.

Luego, más cerca de los años 50, la IPA se fue normatizando en una dirección iniciada por E.

Racker y Paula Heimann alrededor de la contratransferencia. Por otro lado, el lacanismo iba

creciendo en una dirección muy diferente. Durante esos años y sobretodo a partir del Informe de

Roma, leído por Lacan en Julio de 1953, se marca una divisoria de aguas en el interior de la

comunidad psicoanalítica que culminaría una década después con la expulsión de Lacan de la

IPA.

Y allí comienza todo lo que describí en la primera parte del escrito.

9 Campalans Pereda Luis, Trasmisión del psicoanálisis, formación de analistas. Psicolibro Ediciones 2012. Aclaremos que el autor de esta cita habla de lo que ocurre en el seno de la IPA 10Bercovich, Mirta. La supervisión en www.espaciopotencial.com

11 Freud, S.:¿Debe enseñarse el psicoanalisis en la universidad? Amorrortu EdicionesT.XVII

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Me resulta importante ver que fue pasando con el “asunto del encuadre” a partir del lacanismo.

Plantee en otro texto que muchas veces, las “nuevas verdades” que aparecen en el horizonte de

un pensamiento, tienden rápidamente a instituirse como slogans y se van vaciando

conceptualmente. De un pensamiento potente que destituye verdades esclerosadas e instituyen

novedad en el pensamiento, se va pasando a un nuevo saber consagrado que vuelve a repetir el

vicio que lo hizo nacer como pensamiento nuevo.

Encuadres que varían...y desvarían...

Me pareció muy interesante un texto que quiero comentarles escrito por un brillante colega cuya

práctica psicoanalítica lacaniana está más que comprobada. Se trata de Roberto Harari y su texto

se llama “Que varía y que desvaría en una clínica lacaniana”.12

Escuchemos lo que “desvaría”: “Primera afirmación, que debería ser -¿lo es?- obvia: el

acontecimiento Lacan en la disciplina psicoanalítica no es, ni puede ser, sin consecuencias en

el orden de lo designado en ella como “dirección de la cura”. En tal respecto, el conocido

“encuadre” entronizado por el otro psicoanálisis no puede sostenerse en sus parámetros –

cuyas coordenadas intentan vanamente estrangular un real- si se asumen las enseñanzas del

psicoanalista francés. Ahora bien, si en ese contexto –cura-tipo- es donde cabe plantear las

variancias ¿cómo encararlas? ¿Cómo orientarse sin caer en desvaríos, rayanos muchas veces

con la pantomima histérica, con la infatuación, con la neta sugestión, cuando no con la

iatrogenia lisa y llana?”

El autor hace centro en aquella frase de Lacán cuando dijo “Hagan como yo, no me imiten”,

donde sienta los pilares de su enseñanza. R.Harari glosa así este dilema: “Separaos de la

identificación imaginaria con mi persona –con su insoslayable reverso agresivizante y

concurrencial-, mas haced conmigo tal cual yo mismo lo hiciese con las enseñanzas derivadas y

deducibles de la obra de Freud”.

El texto en su totalidad merece ser leído por la audacia de la crítica hacia la fascinación

alienante de un pensamiento vuelto verdad última, furiosa, fatal. Pero quiero señalar alguna de

esas críticas para situarnos con fuerza en el debate.

Si el pensamiento de Bleger y sus teorizaciones fue objeto de crítica fundada y polémica, me

parece de valor hacer lo mismo con la clínica lacaniana, -deberíamos decir mejor con cierta

clínica lacaniana ya que no se trata de homogeneizar un pensamiento haciendo caer la potencia

de su diversidad- y mucho más si es formulada desde adentro, desde un conocedor profundo y

respetado.

“¿Podríamos presuponer que esta inventiva, que esta fructífera imprevisión, habría de jugarla

el analista de acuerdo con la circunstancia de citar o, incluso, de recibir sin cita a los

12 Harari, R.: ¿Que varía y que desvaría en una clínica lacaniana? II Congreso de Convergencia, Enero de 2007. En www.convergenciafreudlacan.org

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analizantes y dejarlos aguardando, en la sala de espera, su insondable y repentino llamado

para iniciar la sesión? Se argumenta que, en tal sentido, resulta decisivo, en orden a la eficacia

de dicho proceder, que el analizante no sea convocado de acuerdo con alguna posible

anticipación de su parte. De modo que, por ejemplo, la atención al convencional y ciudadano

“orden de llegada” Ahora bien ¿es esto frustrar la demanda? ¿Es sustraerse, por parte del

analista, al lugar de objeto fácilmente accesible? ¿ Es des-ritualizar la cura? ¿Es darle cauce

efectivo al deseo del analista? (...) A mi modo de ver este proceder del analista comporta la

arbitrariedad gozosa del Amo omnipotente e inductor de celos inscribibles en el mito edípico,

quien, por otra parte, es capaz de legitimar su dictum indicador de “turnos” debido a que, por

“salir” de él, por ser dicho por él, es inherente e indiscutiblemente justo y “terapéutico”.

Cabría decir que el analista dispone a su antojo del tiempo del analizante. ¿De qué se trata?

Del sintagma cristalizado y vacío que reza así: en psicoanálisis pensamos y obramos en función

de otro tiempo, que es el tiempo lógico, y no el cronológico. Mas ¿cómo se llama el tiempo del

“haz de mí lo que quieras”? Desvarío, en efecto.”

Y una más:

“¿Será el silencio propio de la rigidez cataléptica el mejor antídoto, por parte del analista,

para sostener la neutralidad requerida por el desempeño de nuestro quehacer? ¡Vaya! ¿Cómo

entender, entonces- y valga tan sólo como ejemplo princeps-, la referencia de Lacan en orden a

su estimulación en pro de las salidas de dicha neutralidad, conceptualizadas como “vacilación

calculada”? ¿Silencio contumaz y empedernido en aras del sostén de la neutralidad, para así

no realizar sugestión alguna? Otro desvarío.”

Es que la controversia también se produce en el interior del lacanismo, muchas veces cruzado

por distintas teorizaciones, indudablemente atravesadas por la política y la propiedad de los

escritos. Recordemos que a la muerte de Lacan, J.A.Miller fue designado como heredero de sus

obras. Miller era quien “establecía” esos escritos. Michel Sauval recordaba una cita de Miller en

la que decía “siempre cofirmé con Lacan los contratos de edición, jurídicamente tengo el estatuto de

coautor"13

Michel Sauval recuerda que el capítulo probablemente más famoso de esta historia de las

transcripciones y publicaciones es el correspondiente al seminario 8 "La transferencia",

transcripción encarada por psicoanalistas ajenos a la familia de Lacan. Cuando todo estaba

listo, el intento de publicación en el boletín "Stécriture" fue frenado por el fallo judicial

condenatorio de 1985.14

13 "Entretien sur le Séminaire", título con que se publicó en "Bloc-notes de la psychanalyse" una entrevista a Jaques-Alain Miller, transcripta por François Ansermet, y que fue publicada en español por Tres Haches con el título de "El establecimiento de 'El Seminario' de Jacques Lacan".

14 “A comienzos de 1991 Seuil publica la versión "oficial". A los pocos meses la école lacanienne de psychanalyse publica "Le transfert dans tous ses errata", en el que se señalan, página por página, todos los errores de la edición Seuil. La evidencia y consistencia de esas críticas fueron tan contundentes que la editorial Paidos canceló la publicación de la traducción al castellano y

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“...Tomamos a nuestro cargo la defensa del psicoanálisis...”

El psicoanálisis, como sucede con las diversas disciplinas del pensamiento, va pendulando

permanentemente entre la custodia de ciertos saberes consagrados, y la necesidad de abrirse a la

novedad instituyente. En ese sentido, la búsqueda incesante de la verdad choca con su propia

imposibilidad. Una de las formas en las que se percibe el intento vano de resolver esa

oscilación, es la tendencia a la homogeneización del pensamiento.

Y parece que la clínica lacaniana también tiene sus intentos de estandarización. En ese sentido,

me resultó muy interesante un texto presentado en el IV Congreso de la Asociación Mundial de

Psicoanálisis realizado en Comandatuba, Brasil. Es un texto presentado por la Asociación

Freudiana de Arequipa. Ya desde el título, el texto me impactó: Proyecto de Declaración de los

principios de la práctica lacaniana.15 Desconozco el destino final de este proyecto de

declaración, si fue o no suscripto por el Congreso, pero su sola presencia en la página oficial de

una institución miembro de la AMP, constituye un analizador interesante. El proyecto surge

ante los primeros efectos que tuvo en las instituciones psicoanalíticas la publicación del “Libro

negro del psicoanálisis” en ese mismo año. El texto se pregunta en uno de sus párrafos “¿que se

puede esperar de un análisis lacaniano?” Es una frase interesante porque supone una

homogeneidad entre “los lacanianos”. Tentación en la que solemos caer todos, tanto se trate de

grupos que compartan formas parecidas de pensar como familias, parejas y diversos conjuntos.

Se hace necesario en este sentido, pensar la tensión existente entre la necesidad de ir creando

un “común”, un “nosotros” que nos habita en toda comunidad, con la inevitable diferencia que

late en quienes integran ese conjunto.

El “nosotros” da pertenencia, apoyatura, sensación de habitar un mismo mundo, pero en la

medida que se va constituyendo como rasgo identitario va perdiendo su cualidad de apoyatura

par convertirse en mandato, exigencia homogeneizante que anula la diversidad inherente a ese

mismo conjunto. De cómo se juegue esa tensión entre lo homogéneo y lo diverso, se estará más

cerca de las sectas, o más cerca de agrupamientos que ayuden a sostener el propio pensamiento.

la versión de Seuil practicamente fue retirada del mercado. 10 años despues, en 2001, Seuil publica una nueva versión que recoge casi todas las correcciones marcadas por la ELP, sin mencionar ni una vez el origen de las mismas. Y en 2003 publica la traducción al castellano.La amenaza de persecución judicial que implicó el caso "Stécriture" condenó a la clandestinidad a todas las actividades de transcripción crítica de los seminarios, por casi 20 años. Recién a partir de la difusión por internet, a partir del 2002, de los registros sonoros de los últimos seminarios de Lacan, y algunas otras circunstancias políticas sincrónicas, Miller hubo de rendirse a la imposibilidad de controlar y conservar en sus manos la actividad de transcripción y lectura de los seminarios, Motivo por el cual pudieron salir a la luz varios de esos trabajos desarrollados en la clandestinidad” Michel Sauval “La angustia” .Lecturas del seminario. En www.michelsauval.com15 Proyecto de declaración de principios de la práctica lacaniana. En http://lacanianosarequipa.wordpress.com/proyecto-de-la-declaracion-de-los-principios-de-la-practica-lacaniana/

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El texto es muy extenso y voy a centrarme y recortar algunos aspectos que hacen a nuestro

tema. Dice:

“Una época como la actual, en la que el debate sobre la eficacia del psicoanálisis ha salido de

las sociedades analíticas y se ha instalado en los medios de comunicación, En esta época,

entonces, que no es la que conoció Freud, que no es la que conoció Lacan, los psicoanalistas de

la Asociación Mundial de Psicoanálisis tomamos a nuestro cargo la defensa del psicoanálisis.

Y damos a conocer los principios que orientan nuestra práctica para que todos aquellos

interesados en el psicoanálisis sepan qué pueden esperar de un análisis lacaniano.”

Los analistas lacanianos,

No utilizamos el poder de la sugestión, que hipnotiza y desresponsabiliza.No sostenemos que el psicoanálisis sea un diálogo.No pretendemos ninguna reeducación emocional o moral. Renunciamos a todo intento de moldear al paciente a nuestra imagen y semejanza.

Los analistas lacanianos, afirmamos :

Que no consideramos que la cura analítica deba desarrollarse en un encuadre definido e intangible

Que no estimamos que el encuadre óptimo esté constituido por cuatro sesiones semanales regulares, de duración larga y fija.

Que no pensamos que el dispositivo clásico – el paciente recostado en un diván y el analista sentado detrás, fuera de su vista- sea el único indicado para la aplicación del análisis

Que el encuadre lacaniano es minimalista: solo exige que analista y paciente se encuentren en el mismo espacio al mismo tiempo. Esto exige una presencia corporal. En consecuencia, no practicamos el análisis vía Internet aún cuando el analista y el analizante pueden utilizar todos los medios técnicos disponibles para comunicarse a distancia si fuera necesario

Que la sesión lacaniana es lo más corta posible, pero puede no serlo.

Que la duración de la sesión es impredecible, y ese es el resorte de su efecto.

Que una interpretación cuyos efectos pueden predecirse, no es una interpretación.

Que la interpretación es asemántica: no traduce las palabras del analizante, no transmite un saber, va contra la proliferación de sentido. Y esa es una de las razones de su brevedad.

Que no utilizamos la contra-transferencia como instrumento para acceder al inconsciente del paciente. Que no interpretamos la transferencia como ilusión, ni como error, ni como repetición. Esto equivale a decir que no interpretamos la transferencia.

Que la experiencia del análisis no promete la felicidad”.

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Lo que me sobresaltó de esta propuesta no es tanto su contenido. Podría decir que coincido con

sus proposiciones en un altísimo porcentaje, y todo ello sin identificarme con “ser lacaniano”.

Es más, creo que podrían ser ideas más o menos consensuadas por muchísimos analistas,

lacanianos o no. Pero lo que verdaderamente me impacta, es que a alguien se le haya ocurrido

construir una especie de “decálogo de un buen analista lacaniano” y que eso cobrara el estatuto

suficiente para ser llevado a discusión en un congreso mundial de Psicoanálisis. Es eso, y no su

contenido, lo que lo vuelve por momentos desopilante. Allí, en la concepción, se parece mucho

a las exigencias de la época del encuadre en términos de lo que “hay que hacer” siempre,

siempre, siempre; esa tendencia estandarizante que bulle casi como labor militante en el texto.

Y si bien rescato la pasión que ello significa, me produce escozor como propuesta alienante.

Porque es allí donde la tendencia alienante gana terreno. Es justamente allí donde debe ser

marcada, investigada y –digo bien- perseguida hasta en sus confines últimos, hasta allí donde no

se avizora, porque se ha vuelto celular, porque forma parte del tejido mismo que la constituye.

Y porque es allí, en este tipo de formulaciones, donde un saber se vuelve violencia institucional,

violencia institucionalizada. ¿Estamos acaso los analistas de las diversas corrientes de

pensamiento contemporáneo, exentos de estos riesgos?

El Dispositivo al psicoanálisis

“La práctica es un conjunto de conexiones de un punto teórico con otro, y la teoría un empalme de una práctica con otra. Ninguna teoría puede desarrollarse sin encontrar una especie de muro, y se precisa la práctica para agujerearlo. Una teoría es exactamente como una caja de herramientas. Es preciso que sirva, que funcione. Si no hay personas para utilizarla, comenzando por el teórico mismo, que deja entonces de ser teórico, es que no vale nada, o que el momento no llegó aún. No se vuelve sobre una teoría, se hacen otras, hay otras a hacer.”

Gilles Deleuze 16

Lacan, Foucault y Deleuze eran viejos conocidos. En Mayo de 1961, cuando Foucault publica

la Historia de la locura, Lacan comprendió que había en él un aliado importante. Hasta allí,

recuerda E. Roudinesco, ninguno de los filósofos de la época había tomado en serio un diálogo

con Lacan. “Ni Koyre, ni Merleau-Ponty, ni Bataille, ni Levy-Strauss, ni Heidegger se habían

tomado el trabajo de leer sus obras. Pero esta situación estaba cambiando con el advenimiento

16 Entrevista a M. Foucault por G. Deleuze. “Microfisica del poder” en www.ssociologos.com

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de una nueva generación filosófica alimentada por el estructuralismo. Entre ellos, Michael

Foucault, Louis Althusser, Giles Deleuze, Jaques Derrida17.

En ocasión de la expulsión de Lacan de la Escuela Normal Superior de Paris donde dictó su

seminario hasta 1969, luego del Mayo Francés, fueron pocas las voces que se alzaron en su

defensa. Gilles Deleuze fue uno de los pocos que escribió un artículo sobre esa expulsión: “El

Dr. Lacan es uno de los maestros del pensamiento actual. Sería extremadamente lamentable e

inquietante que se viera privado de un lugar de enseñanza pública.”18

Un tiempo más tarde, luego de haber publicado G. Deleuze “El anti-Edipo”, Lacan “lo convocó

a su departamento lleno de analizantes y le explicó lo “nulos” que eran sus discípulos, con

excepción de Miller. Después añadió: “es alguien como usted lo que necesito absolutamente”.

Lacan estaba persuadido que El anti-Edipo había sido fabricado a partir de sus seminarios

donde se encontraba ya, según él, la noción de máquina deseante”19

Si así fuera, si algo de la noción de “máquina deseante” pudiera anticiparse en los textos de

Lacan, no es menos cierto que la noción de dispositivo surge de las entrañas del pensamiento de

M. Foucault primero y de G. Deleuze después, lo que haría pensar entonces en ese conjunto

como una verdadera “máquina deseante”.

Jairo Baez20 nos recuerda que si tomamos como referencia dos textos muy conocidos de M.

Foucault como “Vigilar y Castigar” e “Historia de la sexualidad”, “Se puede decir que el

dispositivo no es un discurso de verdad sino un artificio de vida. En Foucault el dispositivo se

muestra como lo único posible de ubicar en tanto la verdad no es ya soportada en ningún

discurso y menos en una práctica que pueda ser asumida como unificada e incontrovertible y en

cambio, sí, son susceptibles unas estrategias de poder que sostienen una praxis de las

relaciones humanas”.

Lacan trabaja la cuestión del dispositivo y su preocupación va a centrarse en él en tanto

psicoanalítico.

“El dispositivo analítico no es un espacio ni un tiempo donde se encuentran dos sujetos (esto

es, la sesión analítica); el dispositivo analítico es todo lo que posibilita ese encuentro, ese

artificio donde la palabra se hace indispensable: la teoría, la experiencia particular, las

tácticas, las estrategias, los espacios de formación, la ética, la crítica y el mismo rechazo de los

detractores, forman parte de lo que Deleuze llama las líneas de convergencia y las líneas de

quiebre. El psicoanálisis, desde Lacan, se comprende como un dispositivo y menos como una

17 Roudinesco, E.: “Lacan” Fondo de cultura económica. 1994

18 Ibid

19 Ibid

20 Baez, J.: “Una respuesta a la pregunta por el dispositivo” en Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica. www.redalyc.com

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disciplina; pues la disciplina analítica es solo parte de dispositivo, siempre en falta, siempre

buscando su pureza sin conseguirlo nunca, siempre en formación y performación.”21

Es notable la difusión que ha tenido como concepto entre nosotros, como así también en la

vastedad del campo de las ciencias sociales.

Pero retomemos la noción de Michael Foucault: el no se refiere con la noción de dispositivo a la

descripción de una operatoria estricta sino justamente a lo contrario, quiero decir, a un conjunto

de elementos que no pueden sistematizarse como un procedimiento.

De hecho, evita dar una definición precisa y dice por ejemplo: “un conjunto resueltamente

heterogéneo que incluye discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones

reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones

filosóficas, morales, filantrópicas, brevemente, lo dicho y también lo no-dicho, éstos son los

elementos del dispositivo” (Foucault, M. 1976).

Como ven, no deja casi nada de lado y señala que lo que más importa es el vínculo que puede

existir entre estos elementos heterogéneos. El dispositivo, es la red que los implica. Lo

importante, lo que hace diferencia en su conceptualización, es que estos elementos diversos,

heterogéneos, están anudados, y que por lo tanto, no hay uno sin los otros.

Hasta allí, Foucault hablaba de “episteme” en relación al saber y las formaciones discursivas. A

partir de este texto, hablará de “dispositivo” y de “disciplina”. ¿Qué ha cambiado en sus

teorizaciones? “Lo que ha cambiado es la relación del saber con el poder. Mientras la episteme

es un dispositivo específicamente discursivo, que tiene que ver con la disposición de los

enunciados dentro de una teoría científica. El dispositivo que después conforma, está

determinado por las prácticas sociales y el poder que las atraviesa.” (Fernandez, H. 1999)

La novedad que pone en escena la idea de “dispositivo”, es que Foucault va a incluir en las

producciones discursivas, el atravesamiento por el poder y el saber. Esto no estaba tan presente

en el concepto de “episteme”.

“Pero ¿qué es un dispositivo?” –Se pregunta Deleuze- “En primer lugar, es una especie de

ovillo o madeja, un conjunto multilineal. Está compuesto de líneas de diferente naturaleza y

esas líneas del dispositivo no abarcan ni rodean sistemas cada uno de los cuales sería

homogéneo por su cuenta (el objeto, el sujeto, el lenguaje), sino que siguen direcciones dife -

rentes, forman procesos siempre en desequilibrio y esas líneas tanto se acercan unas a otras

como se alejan unas de otras. Cada línea está quebrada y sometida a variaciones de dirección

(bifurcada, ahorquillada), sometida a derivaciones. Los objetos visibles, las enunciaciones

formulables, las fuerzas en ejercicio, los sujetos en posición son como vectores o tensores”

(Deleuze, G. 1990).

Según las analiza Foucault; los dispositivos son máquinas para hacer ver y para hacer hablar.

La visibilidad no se refiere a una luz en general que iluminara objetos preexistentes. “Cada

21 Ibid

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dispositivo tiene su régimen de luz, la manera en que ésta cae, se esfuma, se difunde, al

distribuir lo visible y lo invisible, al hacer nacer o desaparecer el objeto que no existe sin ella”.

Foucault distingue tres instancias, que son Saber, Poder y Subjetividad, y me interesa resaltar

específicamente, la idea de que ninguna de ellas posee límites definitivos, contornos precisos,

sino que lo fundamental es lo que pasa entre ellas, las múltiples cadenas de variables que

posibilitan.

Ello permite pensar que un dispositivo hace posible una línea de subjetivación y no otras. Estas

ideas, rompen con la posibilidad de pensar en dispositivos fijos, invariables, eternos, ya que el

dispositivo va a definirse por la posibilidad de novedad que traiga, por su capacidad de

transformarse hacia un dispositivo futuro. “En la medida que escapan de las dimensiones de

saber y de poder, las líneas de subjetivación parecen especialmente capaces de trazar caminos

de creación que no cesan de abortar, pero tampoco de ser ser reanudados, modificados, hasta

llegar a la ruptura del antiguo dispositivo” (Deleuze, G. 1990)

De manera que el dispositivo, hace referencia a una disposición, a tener una serie de

instrumentos y disponerlos de determinado modo. A una serie de prácticas para hacer frente a

una situación y conseguir un efecto.

En este sentido, la idea de dispositivo psicoanalítico, incluye –como conjunto heterogéneo-

discursos, (teorías, prácticas), instituciones, instalaciones arquitectónicas, (divanes, sillones,

escenarios), decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos,

etcétera, etcétera, etcétera. Ello excede enormemente lo que tradicionalmente se ha conocido

como encuadre, ya que se trata del conjunto de los elementos que se disponen ante la situación

para hacer frente a las cuestiones que aparezcan en la clínica, y que conforman una red.

El dispositivo psicoanalitico, será entonces, ese conjunto de herramientas de las que disponemos

para que aparezcan más palabras que permitan simbolizar aquello proveniente de las distintas

fuentes de sufrimiento, para hacerlas mas audibles, para permitir nuevas líneas de subjetivación.

En ese sentido, el dispositivo psicoanalítico no implica procedimientos sistematizados y

predeterminados a priori, sino que se constituye en situación convocando a la singularidad de

esa situación planteada.

Así, será el dispositivo psicoanalítico, aquello de lo que un analista se sirva para poner a trabajar

en el o los pacientes, su condición de sujetos de deseo, sujetos del vínculo y sujetos sociales.

El dispositivo hará o no posible una línea de subjetivación, y es en si misma una línea de fuga,

en tanto escapa a las líneas anteriores, se les sustrae. Arma una línea pero no sigue otras.

Entiendo que solemos llamar “dispositivos” a la “disposición” que tenemos al recibir en el

consultorio a un sujeto, una pareja, una familia, a un grupo, o a intervenir en una institución. Sin

embargo, siendo conceptualmente estrictos, el dispositivo es el psicoanalítico, siendo muy

variadas las herramientas que podemos utilizar en el uno a uno de cada situación.

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Palabras cansadas

“ Si algo sabemos los escritores es que las palabras pueden llegar a cansarse y a enfermarse, como se cansan y se enferman los hombres o los caballos. Hay palabras que a fuerza de ser repetidas, y muchas veces mal empleadas, terminan por agotarse, por perder poco a poco su vitalidad. En vez de brotar de las bocas o de la escritura como lo que fueron alguna vez, flechas de la comunicación, pájaros del pensamiento y de la sensibilidad, las vemos o las oímos caer como piedras opacas, empezamos a no recibir de lleno su mensaje, o a percibir solamente una faceta de su contenido, a sentirlas corno monedas gastadas, a perderlas cada vez más como signos vivos y a servirnos de ellas como pañuelos de bolsillo, como zapatos usados”.

Julio Cortazar 22

El encuadre, ya no viene como antes. Una inmensa cantidad de psicoanalistas no coincidimos ni

con su sustento teórico ni con los supuestos beneficios que su implementación traerían a una

clínica del sufrimiento en sus diversas variedades. Desde ya, nunca en sus formas canónicas, ya

vencidas hace largo tiempo.

Sin embargo, la palabra, insiste. Como otras, como podrían ser “supervisión” o “neutralidad”.

Lastres que insisten y de los que no podemos desprendernos. Pero aclaremos bien el punto. No

se trata del desprecio por el concepto ni por la genialidad con la que sus diversos autores

alumbraron otrora alguna oscuridad. Se trata más bien, de reconocer que aquello que alumbró el

pasado y generó potencia de pensamiento, hoy ya no ilumina y su llama no es más que un rastro

lejano de lo que alguna vez fue útil.

Y si embargo, insiste. No se trata, por ejemplo, de desprendernos de lo que ocurre en el

encuentro entre analistas más viejos y más jóvenes para pensar en algún análisis que se ha

atascado. Ese ámbito sigue siendo fundamental en la formación de analistas.

Decía unas páginas atrás que la cuestión giraba entre el “control” como elucidación de los

conflictos del analista, fundamentalmente contratransferenciales, en plena época freudiana

donde la contratransferencia era un obstáculo y solamente eso y otra dimensión ligada al

aprendizaje de una técnica, al manejo de los instrumentos, a una cuestión de la formación de un

analista. Quizás podamos decir que esa polémica subsiste hoy día en torno a la cuestión de la

“supervisión”, palabra traída al psicoanálisis por la escuela norteamericana que intentó de esa

manera quitarle el contenido prejuicioso de la palabra “control” y reemplazarla por una mas

“suave” que sin embargo no logra nominar un encuentro entre pares para poner a trabajar una

dificultad. Por eso digo, no se trata de atacar el espacio ...pero esa palabra...

22 Cortazar, J.: “Las palabras” Conferencia Madrid 1981 en www.escribirte.com.ar

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Lo mismo sucede con la idea de “neutralidad”23. La idea de neutralidad fue generando la idea

de un analista vaciado de deseo, “neutro” y la noción de “abstinencia”, única empleada por

Freud, era suficiente para ello. No se trata de que el analista no desee, porque su sola condición

de sujeto social, político, ético, jurídico, hace imposible esa posición. De lo que se trata es de no

hacer jugar ese deseo en la escena analítica. Que se abstenga justamente porque neutro no puede

ser. Sin embargo, esa palabrita, insiste. Y en su insistencia, la neutralidad llevó por momentos a

una lógica del analista silenciado, desimplicado de su responsabilidad en la cura.

Algo similar ocurre con el encuadre. Y como psicoanalistas, no podemos pensar que su

insistencia sea un mero efecto del “hábito”, de una utilización burda del lenguaje.

Las palabras se cansan y se enferman. Pero los analistas muchas veces, no nos cansamos de

usar las palabras cansadas.

23 Para un análisis mas pormenorizado de la cuestión ver el capítulo “Abstinencia y neutralidad” de mi libro “La alienación del analista”. Paidos. 2002