25

El enemigo yanqui. Las raices conservadoras del antiamericanismo español

Embed Size (px)

DESCRIPTION

El enemigo yanqui. Las raices conservadoras del antiamericanismo español / Daniel Fernández de Miguel. Genueve ediciones, 2012. Colección Ciencias Sociales y Humanidades, 9. 24 cm., 442 páginas, ISBN 978-84-940186-3-3

Citation preview

El enemigo yanquiLas raíces conservadoras del antiamericanismo español

Colección

Ciencias Sociales yHumanidades, 9

El enemigo yanquiLas raíces conservadoras del antiamericanismo español

Daniel Fernández de Miguel

2012

FERNÁNDEZ DE MIGUEL, DanielEl enemigo yanqui : las raíces conservadoras del antiamericanismo español / Daniel

Fernández de Miguel. – [Zaragoza, etc.] : Genueve Ediciones, 2012.442 p.; 24 cm. – (Ciencias Sociales y Humanidades ; 9)

DL Z-2091-2012. – ISBN 978-84-940186-3-31. Opinión española. 2. Conservadurismo. 3. Relaciones. 4. Historia. 5. Estados

Unidos. 6. España. 7. Siglos XIX-XX. I. Título. II. Serie

930.85 (73) : 316.654 (460)327 (73:460) “18/19”327 (460:73) “18/19”JPVK – IBIC 1.11KBB – IBIC 1.13JH – IBIC 1.13JK – IBIC 1.1

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o trasformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de Genueve Ediciones, salvo ex-cepción prevista por la ley. Diríjase a cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos - www.cedro.org), si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Director de la colección: Ciencias Sociales y Humanidades Javier Moreno Luzón

Consejo científicoAntonio Aparicio Pérez Isidoro RegueraM.ª Begoña Arrúe Ugarte Juan Ignacio Palacio Morena Bernat Sureda García Manuel Suárez CortinaLeonardo Romero Tobar

Diseño de la colección y de la cubierta: Genueve Ediciones por J. A. PeronaMaquetación y corrección: Prensas de la Universidad de Zaragoza

© Daniel Fernández de Miguel© de esta edición: Genueve Ediciones 1.ª edición: 2012

I.S.B.N.: 978-84-940186-3-3D.L.: Z-2091-2012 Impresión: Octavio y Félez, S.A.

Impreso en España (U.E.) - Printed in Spain

—Ustedes critican mucho a los norteamericanos pero no tienen inconveniente en recibir los dólares de su ayuda.

—Señora, también nos gusta el jamón, y no por ello nos da por convivir con los cerdos.

(Respuesta de Agustín de Foxá a una señora estadounidense en el curso de una comida oficial en los años cincuenta)

A mis padres

9

Índice

Prólogo .................................................................................................... 13

1. Introducción ....................................................................................... 21

2. La gestación y consolidación del antiamericanismo conservador español (1776-1898). ......................................................................................... 27

2.1. El papel de España en el proceso de independencia estadounidense .... 28 2.2. La creciente desconfianza de los españoles hacia EE. UU. ................... 30 2.3. La aparición del panhispanismo en los años cuarenta del siglo xix .... 34 2.4. La cuestión cubana .............................................................................. 39 2.5. El antiamericanismo conservador español: José Ferrer de Couto ........ 44 2.6. El rechazo conservador a la democracia norteamericana ..................... 48 2.7. La opinión española ante la Guerra Civil estadounidense ................... 52 2.8. La pujanza del antiamericanismo conservador en el último tercio del siglo xix ............................................................................................... 56 2.9. La visión liberal y republicana de EE. UU. en el último tercio del siglo xix ............................................................................................... 65 2.10. La guerra hispano-estadounidense de 1898 ........................................ 70

3. El temor a la difusión del American way of life (1898-1936) ..................... 83 3.1. La imagen de EE. UU. en las derechas españolas a comienzos del siglo xx .................................................................................................... 83 3.2. La opinión liberal y republicana sobre EE. UU. en el primer tercio del siglo xx .................................................................................................... 92

10

Índice

3.3. El antiamericanismo conservador español en el período de entre- guerras .................................................................................................... 98 3.4. El pro americanismo de Ramiro de Maeztu: una «rara avis» en el conservadurismo español .......................................................................... 111 3.5. Luis Araquistáin y Rafael Alberti: el antiamericanismo de la izquierda radical ........................................................................................................ 114 3.6. Los temas del antiamericanismo español del primer tercio del siglo xx 118

4. El antiamericanismo franquista (1936-1953) ......................................... 135 4.1. EE. UU. en el bando franquista de la Guerra Civil española ................. 135 4.2. La actitud franquista hacia EE. UU. en la II Guerra Mundial .............. 145 La postura pro alemana del régimen franquista y su repercusión en el antiamericanismo (1939-1941) ................................................................. 146 El progresivo cambio de actitud hacia EE. UU. por parte del régimen franquista (1942-1944) .............................................................................. 162 El intento de aproximación a EE. UU. por parte de la España fran- quista (1945) ............................................................................................... 185 4.3. Antisemitismo y antiamericanismo: La identificación de EE. UU. con los judíos durante la II Guerra Mundial .................................................. 190 4.4. El franquismo y EE. UU. en la época del aislamiento (1946-1951) ....... 204 La etapa más difícil para el régimen franquista (1946-1948) ................. 204 Los primeros pasos efectivos en el acercamiento hispano-norteameri- cano (1949-1950) .................................................................................... 227 La consolidación del acercamiento hispano-norteamericano (1951) ...... 244 4.5. La nueva amistad hispano-estadounidense y sus consecuencias ............ 250 Las dificultades previas al entendimiento hispano-estadounidense ........ 250 Amigos ma non troppo ............................................................................ 257 Las reacciones a la firma de los Pactos de Madrid ................................. 265

La persistencia del antiamericanismo en el ejército (1953-1956)............ 276 4.6. La oposición al cine norteamericano en la España de los años cuarenta .. 286 La lucha por la hegemonía cinematográfica en España ......................... 288 La campaña falangista contra el cine norteamericano durante la II Gue- rra Mundial ............................................................................................ 290 El cine norteamericano en España tras la II Guerra Mundial .............. 301 La aversión católica al inmoral cine norteamericano ............................. 303 La visión del cine como instrumento político por parte de los falangistas 313 4.7. El discurso antiamericano de la Hispanidad ........................................... 320 El antiamericanismo de la política de la Hispanidad. La Asociación Cultural Hispanoamericana...................................................................... 324

11

Índice

El nuevo impulso antiamericano de la política pro hispánica. El Consejo de la Hispanidad .................................................................................... 338 La defensa de la Hispanidad y el antiamericanismo de la intelligentsia franquista ................................................................................................... 346 El discurso antiamericano de la Hispanidad tras la II Guerra Mundial .. 354 El Instituto de Cultura Hispánica. La aparición de Cuadernos Hispa- noamericanos y de Alférez ........................................................................ 360 El antiamericanismo falangista de la Hispanidad: El papel de La Hora a finales de los cuarenta ............................................................................ 364 4.8. El antiamericanismo católico. La identificación de los EE. UU. con el peligro protestante (1945-1953) ................................................................ 370

La vinculación del protestantismo a EE. UU........................................ 372 La creciente obsesión antiamericana ligada al peligro protesante .......... 382 El antiamericanismo del cardenal Segura .............................................. 397 La posición del catolicismo español con respecto a los acuerdos hispano- norteamericanos ..................................................................................... 404

5. Conclusiones ....................................................................................... 419

6. Bibliografía ......................................................................................... 427 6.1. Fuentes históricas directas ........................................................................ 427 6.2. Obras históricas o científico-sociales citadas........................................... 433

13

Prólogo

Un prólogo es, en definitiva, una incitación a la lectura y debo explicar, por tanto, por qué pienso que merece la pena leer este libro. Mi primera reacción es decir que se trata de un excelente estu-dio político-cultural, ampliamente documentado, muy bien estructurado, equilibrado en sus juicios y variado en sus enfoques. Pero supongo que para el público no académico es más importante que sepa otra cosa: que el tema tiene rabiosa y perenne actualidad. El mundo en que vivimos se compone de televisión, cine, comunicación electrónica, modas en la vestimenta, el mobiliario o el lengua-je. En todos estos campos, la influencia de la cultura norteamericana es abrumadora. Todos, incluso quienes se dejarían arrancar tiras de piel antes de reconocerlo, estamos americanizados en nuestros hábitos sociales, en las modas, en los entretenimientos. Pese a ello, en este país que se llama España, pervive una actitud muy antiame-ricana en muchos sentidos —más política entre la izquierda y cultural entre la derecha, para simpli-ficar—, en comparación con nuestro entorno

14

José Álvarez Junco

europeo —por ejemplo, con Francia, nuestro tra-dicional modelo de modernidad—. Y, sin embar-go, no pensamos sobre ello. Aceptamos, de mejor o peor gana, esa influencia cultural, muchas veces sin reconocer cuál es su procedencia, y tampoco admitimos ni racionalizamos nuestra fobia hacia su centro de origen.

Es cierto que pensar sobre los otros no es pre-cisamente una de las inclinaciones naturales en el ser humano. Pensar sobre una comunidad extran-jera es algo a lo que no dedicamos más de unos segundos en la vida y para juzgarla nos bastan, en general, tópicos o prejuicios —sean manías o fas-cinaciones— muy primarios. Y, de nuevo, no que-remos reconocer que es así. Que los japoneses son trabajadores compulsivos o los alemanes autorita-rios y rígidos es algo que cualquiera puede dejar caer en una conversación sin provocar más que un aburrido asentimiento general; eso ya se sabe, no tiene mucho interés. Sin embargo, si oímos que los españoles somos católicos, vamos a los toros o dormimos la siesta, rápidamente se alzarían apa-sionadas voces de protesta o exigencias de intro-ducir, como mínimo, matices.

Pero el de Estados Unidos no es un caso más de estereotipo sobre una colectividad. El prejuicio tiene aquí que ver con lo que este país simboliza en relación con la modernidad. Desde que, en el últi-mo tercio del siglo xix, en plena Segunda Revolu-ción Industrial, la sociedad norteamericana dio su gran salto económico y demográfico, se convirtió en un modelo situado casi en el polo opuesto a lo que los sectores sociales conservadores españoles consideraban deseable para su propio país y para el

15

Prólogo

mundo. Los Estados Unidos encarnaban todos los demonios y peligros de la vida moderna: el maqui-nismo, la sociedad de masas, la multiculturalidad, la libertad religiosa, la emancipación de la mujer, un mercado libre con oportunidades de  ascenso social muy superiores a las existentes en Europa… Es lógico que todo aquello produjera una reacción muy negativa entre quienes intentaban preservar las formas de vida tradicionales. En muchas socie-dades cerradas, por ejemplo en el mundo islámico de hoy, pervive ese tipo de repulsa visceral ante el American way of life.

Pero en el caso español hubo más cosas. Era una rivalidad que venía de antiguo. Las colonias protestantes y angloparlantes de Norteamérica fueron el contrapunto del Imperio español duran-te los siglos xvii y xviii, aunque desde la Nueva España para abajo se ignorara o despreciara aquel mundo tan raro, lejano y aislado del escenario internacional. Pero el desprecio y la ignorancia se trocaron en temor cuando se produjo el enfrenta-miento bélico de 1898 y la Marina española fue destruida en un par de batallas que apenas dura-ron unas horas ni produjeron bajas por parte nor-teamericana. Pocas veces habrá habido un cambio de estereotipo tan rápido y espectacular como el que experimentó la opinión pública española en relación con los Estados Unidos en el verano de aquel año. Durante toda la primavera, y hasta pri-meros de julio, Norteamérica había sido un país de «tocineros», sin historia, sin glorias militares, que solo se atrevían a enfrentarse a los españoles porque no habían oído hablar de Numancia y Sagunto, Zaragoza y Gerona —gestas inmortales

16

José Álvarez Junco

que habían «asombrado al mundo», como recita-ban todos nuestros escolares—; eran tan ignoran-tes en materias históricas que no sabían que los españoles éramos invencibles. Pero tras la segun-da de aquellas batallas navales, y el fin de la gue-rra, los periódicos españoles del mes de agosto se referían respetuosamente a aquella nación moder-na, eficaz, con los pies en la tierra, que no vivía de glorias pretéritas más o menos soñadas… Había que arrojar al océano los restos de Colón, cerrar con siete llaves el sepulcro del Cid, cambiar de manera de ser; había que imitar en lo posible a los americanos, hacerse americanos.

Eso lo dijeron los regeneracionistas, los que comprendieron el sentido de la crisis y decidieron reformar en profundidad el país. Pero la derecha siguió oponiéndose a los valores asociados a la sociedad norteamericana, especialmente la demo-cracia republicana y la libertad religiosa. Una libertad religiosa que, como era para ellos incon-cebible —pues aquí no solo se defendía el carácter confesional del Estado sino la «unidad católica», esto es, la absoluta intolerancia ante cualquier otro  culto o creencia ajeno a la religión católica romana—, tildaban de «protestantismo», sin más.  Y vinieron los ensueños del primer tercio del siglo xx sobre la «Hispanidad», una especie de nuevo imperio cultural que uniría a los países católicos e hispanoparlantes de América frente al norte angloprotestante, y hasta las no menos fan-tasiosas propuestas de resurrección del «imperio» por parte de los ideólogos falangistas.

En parte, al menos, aquello fue también una reacción contra la prepotencia y los estereotipos

17

Prólogo

despectivos que se estaban elaborando por el lado opuesto. Porque en todas partes cuecen habas. Según los publicistas estadounidenses, que heredaban la visión de la «Leyenda Negra», el mundo hispánico era la encarnación de la indolencia y el fanatismo frente a la opción racional, igualitaria y emprendedora que ellos representaban. Aquel lugar común se vio com-plementado pronto por la imagen romántica que americanos como Washington Irving o William Prescott habían contribuido a crear. En los años veinte llegó a España Ernest Hemingway, que hizo no poco por lanzar al mercado aquella España del turismo que desplegaría el vuelo en los últimos cincuenta. Un mundo de sol y playas, vida alegre y relajada, alcohol barato y sexo fácil. En España, a su vez, aquellos bikinis y aquellos turistas de cartera repleta y costumbres livianas hicieron abrir enormes ojos de envidia a la mayo-ría de los ciudadanos, sumidos como estábamos en la miseria cultural y material de la dictadura; pero escandalizaron al mundo clerical y biem-pensante, que no podía comprender que «su» régimen antepusiera las divisas a los principios morales.

Lo paradójico de aquel enfrentamiento, que venía de tan lejos y que había llegado incluso al empleo de las armas, fue su evolución a partir del inicio de la guerra fría. Fue a finales de los cua-renta cuando la América de Truman entendió que el nuevo peligro venía de la Rusia de Stalin y que la prioridad era conseguir aliados frente al comu-nismo. Al aislado régimen franquista se le abrió entonces una inesperada oportunidad de supervi-

18

José Álvarez Junco

vencia. Quien había sido amigo de Hitler y Mus-solini podía convertirse ahora en aliado de los Estados Unidos y las democracias. Así lo hizo, y con ello levantó ampollas en los sectores eclesiás-ticos, falangistas y militares, que, nutridos por un sistema de creencias y valores muy cerrados, sen-tían un instintivo antagonismo contra la nueva primera potencia mundial. Incluso el indiscutible éxito del cine norteamericano entre el público español en los años cuarenta y cincuenta, que tan bien analiza Daniel Fernández de Miguel en este libro, se vivió con recelo y disgusto por parte de estos sectores, que no dejaban de calificar con notas morales negativas aquellas películas en las que había demasiados besos y no pocos líos extra-conyugales. No hablemos de aquellas bases mili-tares americanas en las que pululaban los negros, no necesariamente como criados. Lo mejor que se podía hacer era ignorarlas.

La izquierda, por su parte, se sumó entonces al antiamericanismo. Con un partido comunista que era el más fuerte de los que actuaban en la clan-destinidad se difundió el mensaje del «antiimpe-rialismo». Los Estados Unidos eran la nueva potencia imperial en el mundo y la estrategia a adoptar era la de quienes encabezaban luchas para liberar o independizar territorios coloniales. No hay duda de que aquel mensaje caló. En el caso español, la actitud ante los Estados Unidos es aún hoy diferente a la que domina en Francia o Italia porque, entre otras razones, en lugar de liberarnos del fascismo, como hicieron en esos países, pro-longaron la supervivencia del régimen. Lo curioso es que la herencia se haya mantenido y que la

19

Prólogo

izquierda y la derecha española compartan tantos prejuicios antiamericanos.

Esa cultura política común a izquierdas y dere-chas revela que algo hay, también, de inmadurez e ignorancia de la opinión pública sobre política exterior. Y de aislamiento y falta de curiosidad, con tan escaso porcentaje de la población que via-ja, salvo cortas salidas turísticas que no sirven sino para confirmar los prejuicios. Tampoco es esto exclusivamente español, desde luego; la carencia de curiosidad por otras comunidades es, repito, rasgo universal entre los humanos. Pero domina especialmente en sociedades cerradas o mundos culturales que han vivido aislados, autoa-limentados, durante mucho tiempo.

En fin, lean ustedes el libro de Daniel Fernán-dez de Miguel. No perderán el tiempo. Y podrán reflexionar sobre los prejuicios arraigados en tor-no al gran «Otro»; en este caso, los prejuicios españoles en torno al «amigo americano».

José Álvarez Junco

21

1. Introducción

Se ha convertido en un lugar común la idea de que el antiamericanismo está ampliamente extendido en la sociedad española contemporánea, alcanzando unos niveles muy elevados en comparación con el existente en otros países europeos. A tenor de los resultados de diversas encuestas, esta opinión parece ajustarse a la realidad. Aunque el antiamericanismo consti-tuye un fenómeno que va más allá de lo que señalan los sondeos, estos ofrecen una aproximación indirecta a su presencia en una determinada sociedad. En los últimos treinta años se han realizado diversas encuestas sobre la imagen de EE. UU. en España. Salvo periodos excepcionales, el país norteamericano ha obtenido resultados bastante negativos y, en pers-pectiva comparada, estos resultados convierten a la sociedad española en una de las más reacias a simpatizar con Norteamérica1.

1 Según un sondeo del CIS de junio de 1985, solo un 31 % de españoles tenía un senti-miento «favorable» o «muy favorable» hacia EE. UU., lo que contrastaba con el 67 % que recibía Argentina, el 61 % que había hacia Italia y México o el 52 % hacia Alemania. En un estudio llevado a cabo por la Office of Research, US Department of State a finales de 1999, se indicaba que España era el país de la Unión Europea en el que menor núme-ro de ciudadanos expresaba una valoración positiva acerca de los Estados Unidos, úni-camente un 50 % de la población, lo que contrastaba con el 62 % de los franceses, el 76 % de los italianos o el 78 % de los alemanes. Otras importantes encuestas, como las lleva-das a cabo por International Gallup o por el Pew Research Center for the People and the Press también apuntan en la misma dirección, esto es, a que la estima de los españoles a EE. UU. alcanza una de las cotas más bajas de Europa. Así, en una encuesta realizada por International Gallup entre noviembre y diciembre de 2001, en plena invasión nor-

22

Daniel Fernández de Miguel

Constituye también una creencia ampliamente generalizada localizar el origen de este sentimiento antiamericano en la guerra hispano-estadouni-dense de 1898, lo que es mucho más discutible, como veremos a lo largo de esta obra.

Resulta sorprendente que un fenómeno tan extendido en la sociedad española y que cuenta con una larga trayectoria en nuestro país haya merecido tan poca atención académica. A diferencia de lo acontecido, por ejemplo, en Francia, donde desde hace tiempo se han realizado diversos estudios académicos para conocer con más exactitud la historia y las características del discurso antiamericano2, en España, hasta el momen-to, el antiamericanismo apenas ha generado atención como objeto de estudio.

Hay, no obstante, algunas excepciones. En particular, cabe destacar un artículo, «La percepción española de los Estados Unidos», publicado por Manuel Azcárate en 1988 en la revista Leviatán, que durante muchos años ha sido referente imprescindible en lo que concierne al antiamericanismo español, fundamentalmente por la ausencia de estudios más extensos y profundos. El artículo de Azcárate proporciona una visión general de la

teamericana de Afganistán como respuesta a los ataques terroristas sobre las Torres Gemelas y el Pentágono, España aparecía, después de Grecia, como el país europeo en el que la gente valoraba más negativamente la política exterior norteamericana, expre-sándose en términos positivos solo el 14 % de la población, frente al 22 % tanto de belgas como de franceses, el 31 % de los alemanes o el 40 % de los italianos. El barómetro del Real Instituto Elcano señalaba en febrero de 2003 que un 52 % de los españoles tenía una opinión poco o nada favorable con respecto a los Estados Unidos, mientras que un 57 % de los encuestados consideraba negativamente la expansión de las ideas y costum-bres norteamericanas por el mundo. En la encuesta llevada a cabo por el Pew Research Center for the People and the Press entre el 10 y el 17 de marzo de 2003 —en un momento de fuerte oposición de la opinión pública europea a la intervención norteame-ricana en Irak—, solo un 14 % de españoles mostraba una opinión favorable a los Esta-dos Unidos, frente al 31 % de los franceses, el 34 % de los italianos o el 48 % de los británicos. La encuesta Transatlantic Trends 2006 señalaba que España era, con un 37 %, el país europeo que mostraba un índice menor de población que  simpatizaba con EE. UU. Por último, el resultado del Latinobarómetro hecho público por el CIS a comienzos del año 2006 reflejaba que el 60,3 % de los españoles tenía una opinión mala o muy mala de EE. UU.

2 Véase, por ejemplo, Chercheve (1983), Suffert (1984), Montagnon (1994), Groupe de recherche et d’études nord-américaines (2000), Roger (2002) y Rigoulot (2003).

2323

Introducción

evolución de la actitud española hacia EE. UU. a lo largo del siglo xx, fun-damentalmente en términos políticos3.

Al amparo del creciente interés por el antiamericanismo generado a raíz de la impopularidad con que se recibió en la sociedad española la inva-sión de Irak en marzo de 2003, el Real Instituto Elcano promovió diversos estudios sobre la imagen de EE. UU. en España4. Estos estudios constitu-yeron un soplo de aire fresco en la investigación sobre las imágenes nor-teamericanas en España. No obstante, su dependencia de la coyuntura política y social del momento marcó sus límites, en el sentido de que care-cieron del análisis a largo plazo y de una mayor distancia respecto al fenó-meno examinado para que se convirtieran en trabajos de más calado científico. Se circunscribieron principalmente a tratar de explicar la coyun-tura del momento, sin profundizar en el análisis histórico.

Por último, en el año 2007 se publicaba El antiamericanismo español, obra de Alessandro Seregni, historiador italiano. Este libro constituye el más ambicioso intento realizado hasta la fecha de describir la evolución del antiamericanismo español contemporáneo. Pero la opción del autor por establecer una identificación esencialista de EE. UU. con una serie de valo-res —modernidad, democracia y liberalismo— y, en consecuencia, la con-sideración del antiamericanismo como una ideología cerrada de oposición a esos valores, lastra desde el comienzo la complejidad de esa historia que pretende explicar. Como bien señala Antonio Niño, el antiamericanismo no puede ser considerado «un discurso coherente, consistente y sin fisuras, sino un conjunto de imágenes y de percepciones muy diversas, de muy dis-tinta consistencia y perdurabilidad, que difiere de unos grupos sociales a otros, de unas posiciones políticas a otras, y de unas coyunturas históricas a otras»5. Además, Seregni solo circunscribe el análisis histórico del antia-mericanismo al estudio de tres coyunturas concretas: 1898, los años del aislamiento tras la II Guerra Mundial y la transición a la democracia, dejando de lado periodos fundamentales, como la mayor parte del siglo xix

3 Azcárate (1988).4 Alonso Zaldívar (2003), Noya (2003) y Chislett (2005).5 Niño (2008, p. 277).

24

Daniel Fernández de Miguel

o los años de entreguerras. Como resultado, en la obra se incurre en cierto simplismo a la ahora de abordar un fenómeno más complejo y polifacético de lo que su autor pretende reconocer.

En consonancia con el renacido interés historiográfico que ha tenido lugar en nuestro país en los últimos años en torno a las relaciones hispano-estadounidenses6, la presente obra pretende contribuir a un mejor cono-cimiento del antiamericanismo español. A pesar de que el vocablo «antiamericanismo» es bastante reciente7, ya que su uso en el lenguaje polí-tico y mediático europeo no comenzó a extenderse hasta los años cincuen-ta del siglo pasado, sus bases discursivas y muchos de sus temas e imágenes recurrentes quedaron establecidos con anterioridad, a lo largo del siglo xix y de la primera mitad del xx. En tan amplio periodo surgió y se consolidó, entre los sectores más conservadores de la sociedad española, una animad-versión sistemática frente a EE. UU., hasta el punto de constituir un ingre-diente más de su esquema de valores en materia internacional, con repercusiones también en su identidad nacional. El súmmum de esta acti-tud se alcanzó durante el régimen de Franco, principalmente a lo largo de su primera década, donde encontramos un laboratorio privilegiado para el estudio del antiamericanismo conservador español. Junto a los meses que precedieron a la guerra hispano-estadounidense de 1898, fue el periodo de la historia de España en el que ese discurso gozó de más predicamento y difusión en la esfera pública. De ahí que se dedique a dicho periodo una parte sustancial de esta obra8.

En lo referente a cuestiones terminológicas, he optado por el empleo del vocablo «antiamericanismo» por ser el más extendido tanto en el uso común

6 Y que ha dado lugar a obras de gran calidad, que han ampliado los horizontes del enfoque político-estratégico que hasta hace poco monopolizaba casi por completo el análisis de las relaciones entre ambos países. Véase, por ejemplo, Montero Jiménez (2011), León Agui-naga (2010) y Rodríguez Jiménez (2010).

7 Prueba de ello es que, en el momento de la conclusión de este libro, a comienzos de 2012, el término todavía no había sido recogido en el diccionario de la Real Academia Española, aunque está previsto que lo haga en la próxima edición, la número veintitrés.

8 Para este periodo, también se puede consultar Fernández de Miguel (2006b, 2009 y 2011) y Rodríguez Jiménez y Fernández de Miguel (2011).

2525

Introducción

del lenguaje como en la literatura académica. A pesar de su evidente inco-rrección, pues de forma implícita subsume todo el continente americano en EE. UU., he considerado que es un término sobre el que existe un amplio consenso.

No quisiera terminar la introducción sin mostrar mi agradecimiento a ciertas personas e instituciones sin las cuales esta obra no hubiera sido posi-ble. En primer lugar, he tenido la gran suerte de contar con un director de tesis doctoral de la talla de José Álvarez Junco, cuya capacidad intelectual, afecto y cercanía me hicieron encontrar siempre la fuerza para realizar mi trabajo con el mejor de los ánimos. También ocupa un lugar preferente en el desarrollo de esta obra el profesor Edward Baker, en el que siempre he encontrado un interlocutor de sapiencia extraordinaria, además de un ami-go. La profesora Estrella López Keller, con su entuasiasmo y espíritu críti-co, me ha alentado siempre a mejorar mi obra mediante sugerencias valiosísimas. Y la oportunidad de contar con los consejos y propuestas de Lorenzo Delgado, un excelente conocedor de las relaciones hispano-esta-dounidenses, ha sido para mí un verdadero privilegio. Asimismo, quiero mostrar mi agradecimiento a Jordi Canal por la fructífera estancia que pasé en la EHESS de París. Por último, este agradecimiento sería incomple-to  sin reconocer el apoyo prestado por la Fundación Ramón Areces para que se pudiera llevar a cabo mi investigación doctoral, fundamento de esta obra.

Aparte de estos importantes apoyos académicos he tenido la suerte de contar a mi alrededor con el afecto y cariño de numerosas personas que, a su manera, han contribuido también a la realización de esta obra: mis padres y María Luisa, mis hermanas, mi tío Emilio, Nieves y un sinfín de amigos. A todos ellos, gracias.