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El enigma de Hipôlito y su Liturgia
La critica conoce los estudios del R. P. Jean Michel Hanssens. Estâ
aùn vivo el recuerdo de su monumental ediciôn de Amalario (Amalarii
episcopi Opéra liturgica omnia. Studi e Testi 138-140). Todavia gustamos su reciente estudio sobre la Naturaleza y Génesis del oficio de Maitines
(Analecta Gregoriana vol. LVII). Y de pronto nos sorprende con una obra
excepcional. Meditando largamente sobre unos textos resobados, a los que la autoridad de un particular habia generosamente canonizado, ha descu
bierto que la pretendida Liturgia romana de s. Hipôlito descansa sobre
pies de barro. Sin pretenderlo, ofrece una obra revolucionaria, aunque el
método que la présidé no pueda ser mâs sereno ni armônico. Estudiemos de
raiz la presunta liturgia oficial romana. Los documentas hablarân.
Afortunadamente la claridad acompana siempre al P. Hanssens en me
dio de los problemas documentalmente mâs complejos. El titulo mismo ré
sulta significativo1. La Liturgia de Hipôlito es la liturgia que, por uno u otro concepto,
pertenece al célébré escritor de este nombre. Al Hipôlito, cuyas obras prin cipales enumeran Eusebio, s. Jerônimo y el catâlogo de la famosa esta tua
de Letrân. Entre las mâs interesadas en lo litùrgico enunciemos la Περί των χαρισμάτων άποστολική παράδοσις (una, no dos obras), la Άπόδειξις
χρόνων τοϋ πάσχα, los Χρονικά y el trat. Εις τον Δανιήλ. La primera llegô a nosotros en varias redacciones, algunas tan refundi
das que constituyen obras aparté. De la Apodeixis quedan solo las tablas
pascuales grabadas en la estatua. Las Crônicas y el comento A Daniel apor tan algunas indicaciones cronolôgicas, desfiguradas gran parte por la tradi
tion manuscrita.
He aqui las refundiciones de la Traditio Apostolica, segûn la nomen
clature adoptada por el autor: 1. La Ordenanza eclesiâstica (la Aegyptische
Kirchenordnung de P. de Lagarde) ; 2. el Testamento de NSJC ; 3. los
Cânones de Hipôlito; 4. los Reglamentos apostôlicos, cuya redacciôn ori
ginal constituye el libro VIII. de las Constituciones apostôlicos. A las cuatro ordenanzas agréguese la Ordenanza apostolica (la Aposto
lische Kirchenordnung de P. de Lagarde) casi inseparablemente unida a la
Ordenanza eclesiâstica 2.
1 La Liturgie d'Hippolyte. - Ses documents - Son titulaire - Ses origi nes et son caractère (Orientalia Christiana Analecta 155) Roma 1959.
2 Unica exception en el manuscrit», también unico, que contiene el texto griego original. El texto de la Ordenanza apostôlica va inserto en el del Epitome, una de las recensiones de los Reglamentos apostôlicos.
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Taies ordenanzas, a excepciôn de los Cânones de Hipôlito, nos han 11e
gado en multiples lenguas y recensiones. Los Cânones de Hipôlito, en dos
recensiones arabes; la etiôpica solo existiô en proyecto. Las ordenanzas no
son colecciones de cânones, sino estatutos relativamente completos y bien
ordenados, relativos a la organizaciôn litùrgica de las comunidades cristianas.
Delatan con regularidad très partes : 1. La constitution del clero. Con el
clero entran las virgenes, las viudas y los confesores; y las ordenaciones,
segùn el grado, a partir de la del obispo. 2. La organizaciôn del catecume
nado y el ritual de la iniciaciôn. 3. La organizaciôn y el ritual de las prâc ticas de la vida comunitaria, en especial de los agapes. Lo que toca a la cele
braciôn de la misa va principalmente anejo al cérémonial de la ordenaciôn
del obispo. A la Ordenanza apostôlica le falta toda la segunda parte, y tam
bién el elemento liturgico ; no pertenece a la familia de las otras cuatro
ordenanzas.
A excepciôn de los Cânones de Hipôlito y el Epitome, las ordenanzas se
hallan englobadas, como partes suyas intégrantes, en très colecciones canôni
cas y litùrgicas : la Colecciôn Anônima3, las Constituciones apostôlicas de
Clemente Romano, y el Octateuco del mismo Clemente. Los propios Cânones
de Hipôlito representan una de esas « supercolecciones » — como las llama
muy bien el autor — donde se colecçionan colecciones en contingentes vas
tisimos.
Los dos primeros capitulos se consagran a las très colecciones, a las
cinco ordenanzas y a su historia. H. indica los principales manuscritos y ediciones de cada una de las recensiones, con un esmero, abundancia y pré cision de datos extraordinaria. Estudia con interés particular la recensiôn
latina de la Colecciôn anônima y el manuscrito que contiene lo que de ella
se ha conservado; casi la mitad del texto. El manuscrito, ùnico, es el cé
lébré palinsesto LV (53) de Verona. Escrito segun el P. H. al fin del siglo V ô principios del VI. La version del original griego al latin no debiô de ser
muy anterior a esta fecha, por lo que arroja el estudio de la lengua de dos
documentas igualmente traducidos del griego al latin y por el mismo traduc
tor, la Colleciôn latina y la Didascalia de los apôstoles. En el ms. de Ve
rona, el texto de la Didascalia précédé inmediatamente al de la Colecciôn.
Para définir la relation entre la fecha de la version latina de la Colecciôn
y la de su trascripciôn en el ms. de Verona, résulta de particular significado la traduction progresiva del término ή δευτέρωσις τοϋ νόμου en el texto de
la Didascalia. A. Baumstark habia senalado el interés que merecia una brè
ve colecciôn de articulos, llamados a veces Cânones apostôlicos sobre el sa
cerdocio. H. describe con diligencia monacal las diferentes recensiones, y su
braya el notable titulo dado a esta colecciôn por la mâs antigua de taies
recensiones : Reglamentos de los apôstoles por Hipôlito. El c. III — uno de los mâs fundamentales de la obra (pp. 88-170) —
se abre con una serie de cinco cuadros sinôpticos. Compuestos segun idén
tica norma, taies cuadros dan una idea général y a la vez detallada, del con
tenido y de la composition de las cinco ordenanzas. Ya en si merecen estu
dio. Pero ademâs, proporcionan a los anâlisis y cotejos que han de seguir, un plan de orientation y un sistema compléta de referencias. Los siete ar
3 Recueil anonyme, nombre que Hanssens substituye al de Los 127 câ nones de los apôstoles muy poco afortunado.
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ticulos que constituyen la parte bâsica del capitulo, examinan al pormenor cada secciôn de las ordenanzas, desde el prôlogo hasta el epilogo, decantando
en lo posible lo que las ordenanzas tienen de comûn. Tal examen, a un tiempo analitico y sintético, habria de presentarnos la imagen de lo que era la litur
gia de Hipôlito. Hanssens no quiere — ya lo previno desde el prôlogo —
reconstituir la Tradiciôn apostôlica, de que es autor Hipôlito, ni la liturgia de su nombre. A su juicio, semejantes reconstrucciones, por ingeniosas y
prudentes que sean, nunca eliminan una fuerte dosis de subjetivismo; y ja mâs podrân servir de fundamento a un trabajo perfectamente objetivo. La
homogeneidad de los ritos y formularios que presentan las cuatro ordenanzas
nacidas de la Tradiciôn Apostôlica permite reconocer en ellas un fondo co
mtin. El fondo que mejor représenta los elementos fundamentales de la litur
gia Hipolitiana. Para resolver el problema bâsico — el de los origenes ale
jandrino ο romano de esta liturgia — era perfectamente inutil reconstituirla
por entero.
Vengamos en particular a la formula que sirve actualmente de prôlogo a la Ordenanza eclesidstica latina y a los Reglamentos apostôlicos. El autor descubre en ella con verdadera probabilidad una formula existente en la Tradiciôn apostôlica. Formula de transiciôn entre una primera parte — des
aparecida luego — relativa a los dones ο carismas, y la segunda parte,
llegada a nosotros. Lo que probaria que en el catâlogo de la estatua late
ranense, las palabras Περί χαρισμάτων y 'Αποστολική παράδοσις integran un solo titulo. Altamente instructivo, en este mismo cap. III, el cotejo de las diferentes recensiones del simbolo bautismal en la Ordenanza eclesidstica, el
Testamento del Seûor y los Cânones de Hipôlito. El P. H. someterâ el texto a una ingeniosa investigaciôn — en la tercera parte — dândonos un sôlido
argumenta para reconocer en la liturgia de Hipôlito origenes alej andrinos. A parecida conclusion llevarâ el estudio de un particular sumamente inte
resante, que debiô de pertenecer asimismo al ritual de la Tradiciôn apostô lica·. la ceremonia de las très copas misticas, presentadas al neôfito entre su comuniôn del pan eucaristico y la del câliz. Al propio ritual parecen haber de atribuirse la extrafia prâctica de la purificaciôn por la saliva — una espe cie de bautismo supletorio — y la de la consignaciôn en la frente.
El autor, como es obvio, dedica una atenciôn singular a las genealogias de los documentas estudiados hasta aqui : las très colecciones, las cinco orde nanzas y las recensiones de unas y otras.
Hay un paralelismo notable de composiciôn entre las Constituciones apos tôlicos y la Colecciôn anônima: a la Didascalia de los apôstoles (que en el ms. de Verona précédé a la Colecciôn), a la Ordenanza apostôlica, y a la Ordenanza eclesidstica, corresponden respectivamente los libros I-VI, el libro
VII, y el VIII (sin los Cânones apostôlicos) de las C onstituciones. El para lelismo se extiende a multiples pormenores. Son numerosas las coincidencias verbales. Hay pues fundamento serio para descubrir en las C onstituciones una refundiciôn de la Colecciôn anônima. Por otro lado, el Octaieuco de Cle mente ha nacido4 de una nueva recensiôn griega de la Colecciôn, que no contiene la Didascalia, pero ha juntado a las dos ordenanzas, apostôlica y eclesiâstica, el libro VIII de las Constitucicmes apostôlicos y los Cânones de los apôstoles.
4 En sus siete ultimos libros, porque el primero es el Testamento del Senor.
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Las relaciones entre las cinco ordenanzas son naturalmente algo mâs
complejas que las que unen a las très colecciones en que van englobadas. Infinitos los criterios para fij arias. Por su sobreabundancia molestan, mâs
que ayudan. El resultado sin embargo se adivina. Pese a una constante e
intima union con la Ordenanza eclesiâstica, la Ordenanza apostôlica no per tenece a la familia de las cuatro ordenanzas restantes. Estas derivan en su
integridad de una fuentes comun, que el autor désigna con la letra a, iden
tificable con la Tradiciôn apostôlica de Hipôlito. La mâs prôxima con mu
cho a esta fuente a es la Ordenanza eclesiâstica. El P. Hanssens lo prueba en forma casi negativa: al cotejar en el c. III las cuatro ordenanzas, el
Testamento del Seiior, los Cânones de Hipôlito y los Reglamentos apostôli cos aparecen, generalmente y bajo todos puntos de vista, como secundarios
respecto a la Ordenanza eclesiâstica. Un fenômeno admitido hoy por todo el
mundo. Agréguese el examen metôdico de algunas lecciones textuales de las
cuatro ordenanzas.
La que mâs se aleja de la fuente a es la ordenanza de los Reglamentos apostôlicos (lib. VIII de las Constituciones). A poco menor distancia, sen
siblemente igual en ambos, figuran el Testamento del Seiior y los CânOnes
de Hipôlito. El Testamento conserva sin embargo mejor que los Cânones el
formulario eucolôgico de su fuente, a pesar de sus copiosas interpolaciones. El vasto conocimiento de lenguas orientales, que tan bien ha disimulado
la modestia del P. Hanssens en otras obras, le autoriza esta vez a abordar
las genealogias de las diversas recensiones en que aparecen tanto las colec
ciones como las ordenanzas. La lengua original de la Colecciôn anônima, de las Constituciones apostôlicos y del Octateuco fué ciertamente el griego.
Digase otro tanto de las ordenanzas comprendidas en taies colecciones, igual
que del Testamento. La cosa cambia respecto a los Cânones de Hipôlito. Las
recensiones etiôpicas derivan por lo regular de las ârabes, y estas de las re
censiones griegas, a las inmediatas ο — lo que es mâs frecuente — por in
termedio de recensiones copias, tanto saidicas como bohairicas. Entre las
recensiones conservadas de la Colecciôn anônima y de la Ordenanza eclesiâs
tica, la mâs primitiva es sin disputa la latina, cuyos fragmentas nos con
servé) el ms. de Verona. La recensiôn etiôpica hubo de tomar el rico for
mulario eucolôgico, suyo exclusivo, principalmente de una recensiôn primi tiva de la Ordenanza.
La recensiôn original de los Reglamentos apostôlicos estâ representada
por el libro VIII de las Constituciones. Las demâs recensiones — la del Epi tome y todas las de la Colecciôn anônima y del Octateuco vienen en segundo
piano, y aun derivan de la de las Constituciones. Hay un criterio muy bueno
para fundamentar esta genealogia: las correcciones dogmâticas antisubordi
nacionistas, en el texto de los Reglamentos. Es muy verosimil en efecto que las recensiones corregidas sean secundarias. Ahora bien, los manuscritos en
que mâs abundan los pasajes no corregidos, pertenecen todos a las Consti
tuciones. La recensiôn que mâs se le acerca es la del Octateuco siriaco.
Hanssens ilumina todas estas consideraciones genealôgicas con una vein
tena de estemas. Comienza por uno sintético, que hace ver la genealogias de
las colecciones, de las ordenanzas y de todas sus recensiones. Trata de mos
trar luego con algunos estemas particulares, las distancias que separan unos
5 Lo que no siempre pueben hacer los estemas puramente genealôgicos.
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documentas de otros5. Para establecer taies estemas de distancias, el autor
recurre al método estadistico ο matemâtico de las variantes, que tan exce
lentes resultados da en este orden.
Para conocer con suficiente précision lo que corresponde a Hipôlito en la
élaboration del computo pascual, solo poseemos un documenta : las tablas gra badas a los lados de la estatua de Letrân. La estatua entra pues de lleno,
después de las ordenanzas, como documento que afecta a la obra litùrgica de Hipôlito, a quien comunmente se cree représenta. Hanssens le dedica en
tero el c. V. Lo que confiere a la estatua su valor documentai son precisa mente las tablas, y el catâlogo de obras a que van expresamente unidas6.
Sin embargo, y con muy buen acuerdo, el autor estima interesante deter
minar dônde y cuândo fué hallada la estatua, en qué estado de conservation, lo que tiene de original y de restaurado, cuâles son las obras mencionadas
en el catâlogo, y el computo que sirve de base a las tablas pascuales. Pre
cisamente el catâlogo, completado por las tablas, es el unico documento que
permite atribuir a Hipôlito la Tradiciân apostôlica, ausente de la bibliogra fia de Eusebio y s. Jerônimo. En cuanto a la estatua misma, el examen de los documentos hace dudar sobre el lugar de su descubrimiento. No hay dos
historiadores ni arqueôlogos, contemporâneos al hallazgo, que coincidan en
él. El P. Hanssens adelanta con suma prudencia una hipôtesis : la estatua
pudo muy bien haber aparecido entre las ruinas de la basilica perteneciente al cementerio recién descubierto (1929-1932), a algunos centenares de métros
mâs acâ del hoy llamado cementerio de Hipôlito. Tal hipôtesis va intima
mente ligada a otra, sugerida también por el autor : Hipôlito habria adherido
algun tiempo — un par de afios — al cisma de Novaciano. Para esclarecer los elementos explicitas e implicites, cronogrâficos y cro
nolôgicos, del computo pascual de las tablas, présenta un anâlisis detallado de las dos tablas, términos y domingos.
Nueva cuestiôn capital. Para poder bautizar con el nombre de Hipôlito la liturgia colectivamente representada por las cuatro ordenanzas (Ordenanza eclesiâstica, Testamento de Nuestro Senor, Cânones de Hipôlito, Reglamen tos apostôlicos) es menester que en alguna medida reconozcan por autor a
Hipôlito. Para demostrar que en efecto Hipôlito fué su autor, razona asi el P. H.: Hipôlito es con toda seguridad el autor de la ordenanza llamada Tra diciân apostôlica sobre los dones; ahora bien, esta Tradiciân — aunque en
proporciones diversas — se ha conservado ciertamente en las cuatro ordenan zas. Luego. El catâlogo de la estatua menciona la Tradiciôn junto al Elen
chos, las Crônicas, el De universo, obras incontestables del mismo autor que el De Christo et antichristo y el Comento a Daniel, reconocidos por todos
los historiadores como de Hipôlito. Para la identidad de autor entre las obras
mencionadas en el catâlogo y las universalmente atribuidas a Hipôlito, Hans sens se funda sobre todo en un estudio — a su entender decisivo — publi cado por Dom Bernard Capelle en 1950 (Rech. de Théol. anc. et médiév. XVII 145-174). Por anâlogo razonamiento cabe afirmar que el computo pas cual grabado a los lados de la estatua tiene por autor, al menos indirecta
mente, a Hipôlito. Con mucha probabilidad las tablas proceden de un trata
do, relativo a la pascua, mencionado como obra Hipolitiana por Eusebio, s. Jerônimo y el catâlogo mismo de la estatua.
El catâlogo remite a las tablas,
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Hasta aqui Hipôlito ha sido para el P. Hanssens el insigne escritor cuyas obras citan Eusebio y s. Jerônimo. Para los historiadores modernos es ade
mûs el presbitero romano, transformado por las actas del martirio de s. Lo
renzo en un oficial, vicario del prefecto de Roma, e inscrito en el santoral
romano el 13 de agosto. Adversario de los papas s. Ceferino y s. Calixto, habriase rebelado contra el ùltimo hasta ser el primer antipapa, bajo su rei
nado y el de los dos pontifices siguientes. Desterrado en 235 a Cerdena con
el legitimo papa s. Ponciano, habria muerto al poco tiempo. A mas tardar en
249 habrian trasladado su cuerpo de la isla a Roma, junto con el de s. Pon
ciano, dândole sepultura en el cementerio de su nombre, junto a la Tibur
tina. En opinion de varios historiadores y hagiôgrafos, habria que identifi
carlo aun con s. Hipôlito, el pretendido obispo del Puerto Romano, conme
morado el 22 de Agosto. Todas estas identificaciones y aserciones estân montadas, segûn el P.
Hanssens, en el aire. Ninguna prueba de valor demuestra que el Hipôlito de
la Tradiciôn apostôlica fuera romano de nacimiento. Y hay mâs de una para creer lo contrario, y reconocer en él a un egipcio, alejandrino de educaciôn.
Admitido en el clero romano, tan cosmopolita por aquel entonces, habria en
trado a régir alguna de las iglesias urbanas. Segûn tradiciôn que remonta
a Eusebio y s. Jerônimo, habria sido obispo. Pero tal tradiciôn se funda
probablemente en algunos asertos mal interpretados de Hipôlito, relativos a
su propia dignidad de presbitero y prepôsito. Dignidad que conviene interpretar
segûn las ideas del tiempo. A la sazôn, los presbiteros, y no los obispos, pa saban por sucesores de los apôstoles. Al declararse sucesor de los apôstoles,
Hipôlito afirmaba simplemente su cualidad de presbitero, asociado como tal
al gobierno de la Iglesia. Su papel de antipapa, con la pretendida elecciôn
extracanônica y su ordenaciôn irregular naciô de la fantasia de Doellinger.
Hay por otro lado buenas razones para estimar que Hipôlito vivia aûn en
253, y que adhiriô — segûn s. Dâmaso en su epitafio — al cisma novaciano
durante los anos 251-2, para enseguida reconciliarse con la Iglesia catôlica.
Hay lugar aun para creer muriô mârtir, en los ûltimos meses de la persecu ciôn de Galo, ο algunos anos después, bajo la de Valeriano.
Tocante a la personalidad de Hipôlito, el P. Hanssens ha sabido muy bien guardarse de toda negaciôn demasiado categôrica. No niega que la
estatua de Letrân hubiera aparecido en el cementario de Hipôlito; ni que
Hipôlito haya sido romano de nacimiento, obispo, antipapa, santo y mârtir; ni que pueda identiiicarse con el presbitero de la Tiburtina ο con el Hipô lito del Puerto Romano. Se limita a demostrar que las afirmaciones, con
vertidas hoy en articulos de fe, no descansan sobre base documentai sôlida.
La misma prudencia demuestra al définir por su cuenta la personalidad de
Hipôlito. El P. H. présenta su opinion como un conjunto de hipôtesis mâs
ο menos probables y concordantes.
Vengamos a la tercera parte. Segûn reza el subtitulo de la obra, tiene
por objeto la liturgia misma de Hipôlito, cuyos origenes y carâcter quiere de
terminar. Esta liturgia ies romana, como se afirma comûnmente, ο es — al
menos fundamentalmente — alejandrina? iFué una liturgia real, en uso efec
tivo dentro de una determinada Iglesia, ο mâs bien una liturgia « idéal »,
creada de intento para servir de modelo a tùdas las Iglesia? La obra del
P. Hanssens no se orienta — a manera de tesis — hacia la soluciôn de taies
problemas, Y sin embargo es el problema que principalmente tuvo en cuenta.
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1 Para probar que la liturgia de Hipôlito es — al menos en el substrato
y fondo ùltimo — una liturgia alejandrina, el autor invoca en primer lugar un argumento, basado en las pocas doxologias contenidas en las ordenanzas.
Argumenta que a mi entender résulta decisivo, y sobre el cual conviene
llamar la atenciôn de los liturgistas y patrôlogos. En efecto, estas doxologias pertenecen incontestablemente al tipo que
estuvo, y sigue aun hoy, de uso corriente en las Iglesias egipcias, etiopes,
orientales, y asiâticas. Su lugar de origen, fâcil demostrarlo, debiô de ser
Alejandria. De singular elocuencia résulta el cotejo que el autor establece
(p. 358) entre la doxologia tipica de las ordenanzas y la normal del Euco
logio de Serapiôn de Thmuis. Las Iglesias occidentales y latinas, por el
contrario, han ignorado por entero tal tipo de doxologia. Casi tan sinto
mâticos se hacen los ritos y las formulas de la renuncia y de la adhésion
preliminares al bautismo; aunque no résulta igualmente fâcil demostrar su
origen alejandrino. En justa compensaciôn, hay una costumbre, que puede
muy bien considerarse como propia de fa antigua liturgia alejandrina : la de
dar a beber a los neôfitos, ademâs de la leche mezclada con miel, un trago del agua bautismal; uso que debia ciertamente mencionar y explicar la Tra
diciôn apostôlica.
Quedan otros indicios del carâcter alejandrino de la liturgia de las or
denanzas. A saber, en los ceremoniales de las ordenaciones, de la misa, de
la iniciaciôn cristiana; en las observancias rituales de la vida de comunidad; en la cronografia y cronologia pascuales Hipolitianas. Documentas todos
que el Padre Hanssens — a lo largo de unas 130 pp. — somete uno tras
otro a detallado examen. Aunque de valor muy diverso, taies indicios con
firman no obstante, por su convergencia, las pruebas principales. Algunas advertencias particulares. Por diferentes indicios de carâcter
histôrico, geogrâfico ο filolôgico, el P. H. concluye que el simbolo bautismal
de la antigua Iglesia de Aquileya contenia en su redacciôn primitiva, en
tre las palabras « qui resurrexit » y « e mortuis » la palabra « vivens » ;
y que este simbolo le habia llegado de Alejandria. Ahora bien, el simbolo
bautismal de la Tradiciôn apostôlica debiô de contener muy verosimilmente la misma lectura : « qui resurrexit vivens e mortuis ». Lo cual da lugar a la
creencia de que el simbolo de la Tradiciôn era, como el de Aquileya, el de la Iglesia Alejandrina. El autor atiende de manera especial a los ritos post
bautismales, taies como se presentan en las ordenanzas, por su parecido con esos mismos ritos en el estado en que los fijô el ritual Romano. La seme
janza dista mucho de ser tan perfecta como a primera vista parece. Sobre
todo, si tomamos como punto de comparaciôn los ritos romanes de los ocho
primeros siglos, no los actuales. Los documentos presentan de ellos una figura tan incompleta como confusa. El cérémonial de que hoy se sirve la Iglesia Romana llegô a ella por intermedio de los libros liturgicos galo ο germa no-romanos, taies como el sacramentario gelasiano, el Ordo Romanus Α. XI
(M. VII), el pontifical primitivo. Cérémonial que — segun estima Hanssens — fué seguramente redactado bajo el influjo ejercido en Italia septentrional
y en la Galia méridional por la Ordenanza eclesidstica ο la propia Tradiciôn
apostôlica. Un proceso anâlogo explica a mayor abundamiento la concordia existente entre ciertas formulas de la Ordenanza eclesidstica latina y los
textos litùrgicos romanos. Asi por ejemplo, la glosa que déclara por que en la ordenaciôn de diâconos solo el obispo impone las manos al ordenando;
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EL ENIfiMA DE HIPOLITO Y SU LITURGIA 291
la proposiciôn « unde unxisti sacerdotes » etc. en la formula de bendiciôn del
ôleo de los enfermos. Pero i.de dônde provino a la Ordenansa eclesiâstica y a la Tradiciôn
apostôlica tan extraordinaria autoridad? iDe su origen alejandrino? Su pre sencia en el norte de Italia i seiialô acaso una de las fases de penetraciôn de la liturgia alejandrina en aquellas regiones?
Aqui se abren nuevas perspectivas, que se extienden hasta las antiguas
liturgias de las Iglesias de Italia septentrional, de Francia y del norte de
Espafia. Entre los argumentas en favor del carâcter « idéal » de la Liturgia de
la Tradiciôn, hay uno, el mâs eficaz a juicio del P. Hanssens: la ausencia, en la liturgia de las ordenanzas, del menor reclamo a la autoridad de una
Iglesia particular. Sin duda, con la unica pretensiôn de hacer remontar
genéricamente sus instituciones a origenes apostôlicos. Ratifican este mismo
carâcter « idéal », la forma enteramente individual que presentan algunas re
comendaciones, la doctrina y el estilo personalisimo de la anâfora, y la fa
cultad que autoriza al obispo célébrante para servirse a discreciôn de esta
formula. En cuanto al cômputo pascual Hipolitiano, destinado como estaba a fines litùrgicos, hubo de ser naturalmente « idéal ».
He aqui en lineas générales la estructura de la obra del P. Hanssens. Suficiente a descubrir los gravisimos temas que va revolucionando con un
planteamiento y desarrollo tan sencillos como claros. Yo no me siento com
pétente para medir toda la fuerza de las hipôtesis, prudentemente adelantadas
por el Padre. Tampoco se requière ser liturgista, para adivinar que muchos
prejuicios inveterados han recibido con esta obra el golpe de gracia. Si la
demostraciôn positiva sobre la indole alejandrina de Hipôlito y su Liturgia no en todo es apodictîca, mucho menos lo son los argumentas favorables
a su procedencia romana. Y esta basta para revisar el problema, y replantear tanto lo que atane a la persona misma de Hipôlito, como a su liturgia. Para
echar abajo, ο poner en tela de juicio, el carâcter no romano de la Liturgia de Hipôlito, no précisa demostrar su carâcter alejandrino. Sea ο no de Ale
jandria, ciertamente no es romana en sus origenes. Gran mérita del P. Hans
sens haber sefialado concretamente, y positivamente, la trayeetoria de ciertas
formulas capitales, como la expresiôn « qui resurrexit vivus e mortuis » del
Simbolo Bautismal de Aquileya. El cotejo de las doxologias en las orde
nanzas y en el Eucologio de Serapiôn résulta impresionante. El argumenta
aqui no puede ser mâs apodictico. i Como explicar un tipo de doxologia, re
gistrado en la Liturgia sedicente Romana, que no deja huella alguna en el
Occidente, y se encuentra a la letra en la Liturgia Alejandrina? La singular probidad del P. Hanssens ha sefialado claramente los pun
tos débiles de su propia posiciôn, pero amontonando multitud de indicios
convergentes para compensar aquello ûnico que se résisté a la evidencia: el
trânsito de la Liturgia Alejandrina al norte de Italia (via Alejandria-Aqui
leya), y su extension probable a Dacia, Panonia, Francia y (via Wisigothica) a EspaSa. En este punto, convendria hacer estudios monogrâficos para de
cantar los elementos primitivos bâsicos (alejandrino®?) no solo de la Liturgia, sino aun de la Teologia conjuntamente transportada de un lugar a otro.
Esta explicaria en gran parte la fuerte impronta origeniana e hipolitiana de
las obras de Gregorio de Elvira, y de otros escritores hispanos.
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292 antonio orbe, s. I.
Como quiera, el monument» erigido por Hanssens a la Liturgia de Hipô lito quedarâ en muchos puntos inconcuso, y servira largo tiempo de arran
que a futuras investigaciones. Lo que con su sagacidad y abundancia de re
cursos ha demolido, queda a mi juicio definitivamente demolido. Lo que ha
construido, espera probablemente nueva confirmaciôn en monografias. Por
su enorme trascendencia y complejidad, dudo mucho que pueda un cualquiera
emprender la tarea, en gran estilo, de revalorar la tesis de Dollinger. Ni
merece la pena. Séria idéal que el propio P. Hanssens prosiguiera sus estudios, dândolos
en alguna prôxima ediciôn 7.
Antonio Orbe, S. I. Antonio Orbe, S. i.
7 Corrigiendo de paso algunas erratas, que fâcilmente se le han podido escapar. Seûalo unas cuantas : Pagina 25, cuadro primero de concordancia, 1* col. vertical, en lugar de 24 léase 25; p. 118, bajo la sigla CHipA, 3" linea en lugar de « quam » léase « quem » ; p. 163, linea 22, en lugar de
«tempa», léase « tempta » ; p. 181, lin. 11, en lugar de «livres» léase «li vres de»; p. 193, hacia el fin, cuadro de distancias, en lugar de la segunda S léase A, y en vez del primer 29 escribase 27 ; p. 202, lin. 6, en lugar de « trois » léase « quatre » ; p. 262, col. horizontal VI, vertical B, en lugar de « Ex. » léase « Ez. » ; p. 264 ultima col. vert., en lugar de 4949 léase
4939; p. 365, en lugar de Grégoire le Thaumaturge év. de Néocésarée
(o. 270/75), léase Ps. Grégoire le Thaumaturge. El unico error algo des concertante figura en la p. 446: el titulo Cérémonial II, etc. se ha de ex tender solo a la segunda columna.
189.250.233.164 on Mon, 28 Apr 2014 23:21:45 PM