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1 El Evangelio en las Plácas de ESO y BAC (C) FOMENTO DE CENTROS DE ENSEÑANZA 2010

El Evangelio en las Pláticas de ESO y BAC (C)€¦ · del paso de Jesús entre sus hermanos los hombres. Años de sombra, pero para nosotros claros como la luz del sol. Mejor, resplandor

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El Evangelio en las Pláticas de ESO y BAC

(C)

FOMENTO DE CENTROS DE ENSEÑANZA2010

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ALGUNOS TEXTOS QUE ENCAUZAN Y SEÑALAN LA FINALIDAD DE LAS PLÁTICAS

"El Misterio de la fe", exige que los feles crean en él, lo celebren y vivan de él en una relación viviente y personal con Dios vivo y verdadero. Esta relación es la oración" (Catecismo 2558)

La oración: “es relación personal y viva de los hijos de Dios con su Padre infnitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo que habita en sus corazones” (Compendio 534)

"Intentar comprender su oración (la de Jesucristo), a través de lo que sus testigos nos dicen en el Evangelio, es aproximarnos a la santidad de Jesús Nuestro Señor como a la zarza ardiendo: primero contemplando a El mismo en oración y después escuchando cómo nos enseña a orar, para conocer fnalmente como acoge nuestra plegaria" (Catecismo 2598)

Jesús nos habla en el Evangelio: “Los cuatro Evangelios, siendo el principal testimonio de la vida y doctrina de Jesús, constituyen el corazón de todas las Escrituras” (Compendio, 22)

"Al abrir el Santo Evangelio, piensa que lo que allí se narra —obras y dichos de Cristo— no sólo has de sa-berlo, sino que has de vivirlo. Todo, cada punto relatado, se ha recogido, detalle a detalle, para que lo encar-nes en las circunstancias concretas de tu existencia. —El Señor nos ha llamado a los católicos para que le sigamos de cerca y, en ese Texto Santo, encuentras la Vida de Jesús; pero, además, debes encontrar tu propia vida. Aprenderás a preguntar tú también, como el Apóstol, lleno de amor: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?..." —¡La Voluntad de Dios!, oyes en tu alma de modo terminante. Pues, toma el Evangelio a diario, y léelo y vívelo como norma concreta. —Así han procedido los santos. (Forja 754)

Me comentabas que hay escenas de la vida de Jesús que te emocionan más: cuando se pone en contacto con hombres en carne viva..., cuando lleva la paz y la salud a los que tienen destrozados su alma y su cuerpo por el dolor... Te entusiasmas —insistas— al verle curar la lepra, devolver la vista, sanar al paralítico de la piscina: al pobre del que nadie se acuerda. ¡Le contemplas entonces tan profundamente humano, tan a tu alcance!—Pues..., Jesús sigue siendo el de entonces. (Surco 233)

En la vida espiritual no hay una nueva época a la que llegar. Ya está todo dado en Cristo, que murió, y resuci-tó, y vive y permanece siempre.

Pero hay que unirse a El por la fe, dejando que su vida se manifeste en nosotros, de manera que pueda de -cirse que cada cristiano es no ya alter Christus, sino ipse Christus, ¡el mismo Cristo! (Es Cristo que pasa, 104)

"Jesús, creciendo y viviendo como uno de nosotros, nos revela que la existencia humana, el quehacer co-rriente y ordinario, tiene un sentido divino. Por mucho que hayamos considerado estas verdades, debemos llenarnos siempre de admiración al pensar en los treinta años de oscuridad, que constituyen la mayor parte del paso de Jesús entre sus hermanos los hombres. Años de sombra, pero para nosotros claros como la luz del sol. Mejor, resplandor que ilumina nuestros días y les da una auténtica proyección, porque somos cris-tianos corrientes, que llevamos una vida ordinaria, igual a la de tantos millones de personas en los más di-versos lugares del mundo.

Así vivió Jesús durante seis lustros: era fabri flius, el hijo del carpintero. Después vendrán los tres años de vida pública, con el clamor de las muchedumbres. La gente se sorprende: ¿quién es éste?, ¿dónde ha apren-dido tantas cosas? Porque había sido la suya, la vida común del pueblo de su tierra. Era el faber, flius Ma -

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riæ, el carpintero, hijo de María. Y era Dios, y estaba realizando la redención del género humano, y estaba atrayendo a sí todas las cosas. (Es Cristo que pasa, 14)

En los medios de formación grupal, las pláticas, y en la atención personal, procuraremos ayudar, contando siempre con la gracia de Dios y la libre correspondencia de cada persona, a que « la fe, ilustrada por la doctrina, se haga en los hombres viva, explícita y operativa» (Directorio General de Catequesis). Sabe-mos bien que este es un camino de oración.

No debemos ni podemos olvidar la enseñanza de San Josemaría: que la fe echa raíces en la ora-ción, y que, en el trato con la gente joven, no perdemos el tiempo, cuando alcanzamos a prestar la ayuda que cada uno necesita: que cada persona incorpore la oración a su vida.

Nota:

Aunque el tema de la plática pueda ser el mismo, será muy distinta la que se de a un alumno o alumna de BAC, que a uno de 1º de ESO.

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PLÁTICA-ORACIÓN1. Ponerse en la Presencia de Dios. Hacer un acto de fe

2. Facilitar y ayudar a escuchar a Jesús que nos habla, ahora en el Evangelio. Nos ha de interesar mucho lo que Cristo enseñe, por ser sus discípulos, por ser cristianos.

3. Contar con viveza la enseñanza evangélica que se va a considerar. Esa es la mejor anécdota

4. El sacerdote puede dirigirse personalmente a Jesús eucarístico, sugiriendo también respuestas al diálogo de cada uno.

5. Tenemos que hacer ver e insistir en la importancia de no oír únicamente al sacerdote, sino de ponerse delante de Jesús que quiere hablar y estar con cada uno.

6. El sacerdote ha de facilitar el diálogo con Jesús: por su actitud de fe viva y de amor y reverencia a Jesús Sacramentado.

7. Se puede sugerir algún pequeño propósito, siempre bien centrados en lo fundamental, con don de len-guas. Parece aconsejable sugerir que hablen, si lo desean, en la preceptuación o con el sacerdote, para que les ayuden en la oración.

8. Dar gracias y pedir ayuda al Espíritu Santo para vivir algún propósito y ser coherentes en la vida cristiana.

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Domingo 1 de Adviento (C) Lc 21, 25-36.

Esperanza de la salvación.

La primera y última venida del Señor

Abrirse a la gracia de Dios

Conversión. Confesión. Contrición.

1. «A Ti, Señor, levanto mi alma; no quede yo defraudado» (Antfona de entrada). Adviento... Es una llamada a la esperanza porque Dios no se olvida de los hombres. «He aquí que Dios viene y nos salvará» Es fel y cumple siempre sus promesas... “¿Qué signifca el Adviento? El Adviento es el descubrimiento de una gran aspiración de los hombres y de los pueblos hacia la casa del Señor. No hacia la muerte y la destrucción, sino hacia el encuentro con Él” (JP II).

Va a venir a salvarnos... Quiere aplicar a cada alma la gracia que salva y santifca... Es menester que nosotros nos dispongamos... Viene a buscar a todos; pero a cada uno de modo distinto:

- viene con una gracia que nos remueve interiormente para tomar una decisión seria de vivir cara a Dios...

- o con una luz que, en un momento, te descubre qué has de dejar aquella ocasión, que es peligrosa para vivir como un buen cristiano...; o salir del aburguesamiento que te incapacita para el bien.

- otras veces, con la fuerza y el esplendor de la vocación cristiana te da a conocer el qué y el para qué de tu vida... El Señor ahora espera tu decisión. No lo olvides, con su gracia puede y deber ser decisiva para que transforme en Él.

2. Nuestra Madre, la Iglesia, para ayudarnos en este Adviento nos sitúa ante dos miradas de Cristo:

- La de su nacimiento... Mirada entrañable la del Niño-Dios. Nos ofrece toda su Redención superabun-dante... Y con ella la santidad... - La de su segunda venida... , con gloria poder y majestad. Juicio universal en el que todo quedará descubierto a todos.

Entonces ya no habrá tiempo de rectifcar y la ejecución será eterna para el cuerpo y para el alma.

Es una llamada a la responsabilidad..., quiero abrirme a la gracia de Dios que me trae en su primera venida. Es cierto que seguir a Cristo cuesta, pero así, en la segunda venida todo será alegría...

Novena a la inmaculada... Acudamos a ella...

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Domingo 2 de Adviento (C) Lc 3, 1-6.

Jesús Salvador. Camino. Verdad. Vida

Dejar entrar a Cristo en nuestra vida.

Juan predica la conversión. El obstáculo del pecado.

Cristo es la fuente de la salvación de todos.

La oración: escuchar y vivir con Cristo

1. «Todos los hombres verán la salvación de Dios». Esta es la idea que aletea en las lecturas de hoy. Nosotros queremos saborearla para afanzar la esperanza en Dios que quiere salvarnos. Nos estamos prepa-rando para recibir al Hijo de Dios, que se hace hombre por la salvación de todos. ¡Este es el Acontecimiento transformador del hombre y de la sociedad! Él asume la naturaleza humana con todas las consecuencias, menos el pecado, para ser el Camino del hombre; la Verdad que debe orientar nuestro pasos hacia la Felici-dad; y la Vida sin fn de la que nos quiere hacer partcipes. Ciertamente es el único Acontecimiento transfor -mador del hombre.

Pero, de hecho, ¿ha transformados a todos? Es verdad que no; todavía hay quienes viven como si Dios no existiera. Para que una medicina cure, se la debe tomar el enfermo; para que el agua sacie la sed, la debe beber el sediento. Y para que la venida de Cristo transforme al hombre de pecador en santo, debe preparar el camino del Señor..., allanar sus senderos y abrir las puertas a Cristo. Sólo entonces, « todos los hombres verán la salvación de Dios»..

2. Por eso el Bautista recorría la comarca del Jordán predicando la conversión del corazón para recibir el perdón de los pecados: único obstáculo que impide recibir la salvación de Cristo.

Corremos el peligro de ver la Navidad del Señor como un nacimiento más en el mundo; y vivir la vida como si el nacimiento del señor nada tuviera que ver conmigo. y Él es mi Vida y mi Salvación. Cristo es mío y yo soy suyo. Sólo abriendo de par en par las puertas de mi vida al Señor para que entre en mí y sea el rector de mi existencia, veré la salvación, saborearé su paz, su amistad y su felicidad; porque sólo, el es la fuente del bien, y de la salvación para todos.

«Todos los hombres verán la salvación de Dios». Esta salvación está aquí. Cada vez que celebramos la Santa Misa se hace presente en el altar el sacrifcio redentor de la Cruz por la salvación de todos. Contempla a Cristo en la Hostia Santa; escúchale. Te dice con el Papa: «Abrir las puertas a Cristo...», déjale entrar en tu vida; escúchale y sigue lo que te dice: Ven conmigo y verás la salvación que te preparo. Dile: Señor, aquí es -toy; soy tuyo. No permitas que me separe de Ti.

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Inmaculada Concepción

Inmaculada. Más que tú sólo Dios.

Madre nuestra. Tratarle. Parecerse a Ella.

Jaculatorias.

Propósito: vivir la santa pureza. Dóciles a su gracia.

1— “Toda hermosa eres, María, y en ti no hay mancha de pecado original”.

En medio de este tiempo de Adviento en que esperamos la venida del Salvador, la Iglesia quiere que celebremos la festa de la Inmaculada Concepción de la Virgen, llamada a ser la madre del Redentor. Y ¡cómo se luce Dios en prepararla! Ya desde el primer instante de su concepción es Inmaculada, sin mancha de pecado original..., y nunca jamás tuvo la más leve mancha de pecado. Es la llena de gracia...; la Hija de Dios Padre, la Madre de Dios Hijo y la Esposa de Dios Espíritu Santo; Templo y Sagrario de la Santsima Trini-dad. “Más que Tú, sólo Dios”

Y nosotros hoy la contemplamos con alegría flial..., nos recreamos en Ella por las maravillas de gra-cia, de belleza y de poder que nuestro Dios ha depositado en la Virgen.

2— La Virgen es nuestra Madre... El orgullo de los buenos hijos es parecerse a su madre. Para imitarla le hemos de tratar...; eso es lo que hemos hecho, de modo especial, en esta Novena:

- La hemos puesto en todo y hemos contado con Ella para todo. Ha presidido el trabajo sencillo y oculto de cada jornada; la hemos invocado en las tentaciones y difcultades: todo se lo ofrecemos como ma-nifestación de cariño.

- Le hemos dirigido piropos encendidos de amor: jaculatorias, Acordaos, miradas suplicantes. Y le he-mos encomendado a nuestros familiares y amigos para que los acerque más a Jesús.

Hoy nos invita a vivir la santa Pureza, en medio de un ambiente tan hedonista y tan permisivo...La limpieza de corazón, indispensable para ver a Dios, sigue siendo factible en medio de tanta corrupción... To -dos hemos visto forecer una azucena en medio de un basurero... Dios puede hacer brotar la santidad en medio de situaciones de menosprecio de la virtud y de exaltación del vicio. “Él nos eligió en la Persona de Cristo, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia por el amor” Así como Dios se lució en la Virgen, porque ella cooperó haciéndose su esclava, del mismo modo rea-lizaré sus planes de santifcación con mi docilidad a la gracia: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.

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Domingo 3 de Adviento (C) Lc 3, 10-18.

Siempre alegres, aunque rodeados de males. Dios está cerca

Contemplar la realidad desde la mirada de Dios.

El mal está en el corazón del hombre.

Pedir perdón. Acudir a la misericordia de Dios. Confar en Dios.

1. «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres» (2ª lectura).

La liturgia de hoy es un canto a la alegría, y una llamada a vivirla. ¿Por qué? Si hay tanto mal en el mundo: dolor, sufrimiento, guerras, terrorismo, enemistades entre unos y otros, se pisotean los derechos humanos... ¿Cómo vamos a vivir alegres en medio de tanto mal? Todo esto, desgraciadamente, es cierto; pero aún así es posible la alegría, porque Dios está cerca, nos ama, y viene a enseñarnos a convertir, con su ejemplo, todas las realidades humanas en medio de salvación y de santifcación.

Todo depende del punto de referencia desde el que contemplamos la realidad que vivimos:

- Si la valoramos desde la impotencia del hombre, o desde la perversión de nuestro corazón, que pa-rece gozarse en el mal de otros, es imposible la alegría; porque desde esta perspectiva el mal no tiene solu-ción.

- Si, por el contrario, el punto de referencia es Dios que viene a salvarnos; que es mi Padre, Él lo pue-de todo y ama al hombre infnitamente. Por eso, ¡alegraos!...

2. Dios cuenta con mi correspondencia. Yo he de querer acabar con la causa de tanto mal: está no en las estructuras, sino en el corazón del hombre. ¿Qué he de hacer?:

- Reconocer lo que hago mal, mis pecados. El mal está siempre en las raíces, en mi corazón. Y ahí sólo puedo entrar yo. ¿Qué pasa en mi corazón?: discordias entre..., codicia..., aburguesamiento creyéndome dispensado de las exigencias del seguimiento de Cristo.

- Saber pedir perdón Acudir a la Misericordia de Dios: como un enfermo, y Él que es el Médico me sa -nará; como impuro a Él que es la Santidad...; como pobre y miserable a Él que el Señor de todo, y me enri -quecerá con la paz.

Adviento: el Señor viene porque sabe que lo necesitamos; nos llama, porque sin Él nada podemos ha-cer; nos espera porque quiere infundir en al alma sus riquezas. Señor, a Ti me acojo; en Ti confo. Nunca seré confundido.

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Domingo 3 de Adviento (C) (bis) Lc 3, 10-18.

Alegres ante la cercanía de Dios

Lo encontramos: en la Palabra, el Pan, el Perdón

Tener deseos de recibir la ayuda de Dios

Disponernos con la formación doctrinal y la práctica sacramental

1. “Gritad jubilosos: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel” (Salmo responsorial).

En este domingo, ante la proximidad de la Navidad, la Iglesia nos invita a saborear la alegría de Dios que viene, nos llama y nos busca para hacernos partcipes de sus dones divinos. “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres porque el Señor está cerca”.

El Señor que viene es la salvación para todo hombre, la paz que permite una convivencia serena y gozosa, la santidad que nos hace partcipes de alegría de Dios. El Señor que viene es ¡el Cielo! que todos anhelamos alcanzar para siempre.

2. Y este Señor está muy cercano a nosotros ¿Dónde lo encontraremos?:

— está en la catequesis familiar y parroquial. Jesús es la Verdad que allí se nos enseña y que hemos de aprender a vivir si queremos parecernos a Él. Abandonar este medio de conocer al Señor es caer en el precipicio de la ignorancia religiosa que, como dice el Papa Benedicto XVI, “alcanza hoy un nivel espantoso”.

— en el sacramento de la Penitencia. Allí Jesús nos espera a ti y a mí con aquel amor con que el pa-dre del hijo pródigo esperaba a su hijo que se había alejado de la casa paterna. El amor siempre está cerca de la persona amada; despierta y prepárate para recibir a tu Salvador en esta Navidad, y verás la salvación de Dios.

— en el sacramento de la Eucarista. Jesús, el que tanto me ama, está vivo en este Sacramento, con su cuerpo, con su sangre, con su alma y con su divinidad. Allí está el corazón que tanto ama a los hombres, y que no recibe más que olvidos y desprecios. Espera tu fe en él, que creas de tal modo que no puedas vivir sin Jesús, que le visites en el sagrario y que le acompañes a lo largo del día. Enamórate y no le dejarás

3. Cuando estamos sedientos deseamos acercarnos a la fuente para saciar la sed. Una vez allí bebe-mos hasta que cese la sed. Pero si uno se empeñase en no beber, moriría de sed a pesar de estar junto a la fuente.

Lo mismo sucede al acercarse el Señor que es la fuente de aguas vivas que ofrece a todos; pero de-bemos disponernos para recibir su doctrina y sus sacramentos, en los que el Señor está cerca de nosotros.

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Domingo 4 de Adviento (C) Lc 1, 39-45.

Aquí estoy para hacer tu voluntad

Ejemplo de la Virgen: hágase en mí…

Al Señor se va y se “vuelve” por María.

Encuentro con Dios de la mano de María: el Rosario

1.«Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad» (2ª lectura).

La proximidad del Señor es inminente. Las lecturas nos invitan a contemplar el camino que Cristo ha querido seguir para venir al mundo y salvarnos. No es un camino querido y pensado por hombres, sino el previsto por Dios: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad». Suya es siempre la iniciativa; el hombre debe dejarse guiar por Él. Sólo entonces, Dios hace maravillas.

Del mismo modo actuó la Virgen ante el Ángel: “La respuesta de María al mensaje evangélico fue cla-ra: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Nunca en la historia del hombre tanto de-pendió, como entonces, del consentimiento de la criatura humana” (Tertio millenio adveniente, n. 2).

2. Visita de la Virgen a santa Isabel... Dios viene al mundo por medio de María. Hoy nos dice el Evan -gelio que, desde su seno, Dios visita a una familia... Isabel lo reconoce: «¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?». Y prorrumpió en alabanzas a la Madre de Dios.

Así vino el Hijo de Dios al mundo: de manos de la Santsima Virgen; así se hizo presente en casa de Is-abel... Y así llega también a los hombres de hoy. «A Jesús se va y se vuelve siempre por María».

En estos días que anteceden a la Navidad, debemos acercarnos con amor flial a la Santsima Virgen, vivir cerca de ella y contemplar con María los momentos que anteceden al Nacimiento de su Hijo. «La con -templación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. El rostro del Hijo le pertenece de un modo es-pecial. Ha sido en su vientre donde se ha formado... Los ojos de su corazón se concentran de algún modo en Él... Cuando por fn le da a luz en Belén, sus ojos se vuelven también tiernamente sobre el rostro del Hijo, cuando lo envolvió en pañales y le acostó en un pesebre» (RVM, 10).

De este modo la Navidad será para nosotros un encuentro íntimo con Cristo, que nos transformará como a Isabel.

Que nos unamos a nuestra Madre en el rezo del Santo Rosario como preparación para vivir esta Navi-dad.

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Domingo 4 de Adviento. (Preparación para la Navidad).

Agradecer qué el Hijo de Dios se ha hecho hombre Dios nos crea y nos “re- crea”. El Proyecto divino Vivir como hijos de Dios: Cumplir su voluntad. Unidos al sí de la Virgen cumplimos la Voluntad de Dios

1. Estamos a las puertas de la Navidad; hemos de saborear íntimamente por qué el Hijo de Dios se hace hombre, seguros de que esta consideración nos ayudará a ser agradecido con él.

Recordemos que Dios creó por amor al hombre: no sólo lo hizo a imagen y semejanza suya, sino que lo elevó al orden sobrenatural, lo hizo hijo suyo y heredero del cielo.

Pero todo esto lo perdió el hombre por el pecado, frustrando el plan divino.Ahora, con el cumplimiento de la Promesa, quiere recrear al hombre devolviéndole su amistad y la

participación de la vida divina.Si crear es obra exclusiva de Dios; también recrear sólo él lo puede hacer. El Hijo de Dios viene,

pues, al mundo a rehacer aquel proyecto divino roto por el pecado,

2. Y ¿cómo lo rehace?: El Hijo de Dios se hace hombre para enseñar al hombre cómo debe vivir mientras está en el mundo. Así jamás se frustrará el proyecto divino: ser hijos de Dios y herederos del cielo.

¿Qué nos enseña Jesús?:— “He aquí, oh Dios, que vengo a hacer tu voluntad”. Viene a destruir el pecado con el sacrifcio de

su vida; y a enseñarnos con su ejemplo a vivir sólo para hacer la voluntad de Dios. “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre”.

— Jesús ha entrado en el mundo con el ‘sí’ de María; ha sido manifestado a Isabel por la obediencia de la Virgen. Y así, de las manos de María, viene a nuestras almas. No olvidemos nunca, especialmente en estos días de Navidad que ‘a Jesús se va y se vuelve por María’. ¡Madre, enséñanos a decir siempre a Jesús ‘sí’, ‘amén’-

Al contemplar con María y José el misterio del Nacimiento del Hijo de Dios, que viene al mundo a salvarnos, hemos se aprender a acoger a Jesús con la libre decisión de aprender a vivir en el mundo sólo para obedecer a Dios, para querer lo que él quiere. Así, unidos al ‘sí’ de la Virgen, viviremos como verdade-ros hijos de Dios y nos dispondremos a heredar el cielo para siempre.

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Vigilia de Navidad.

Llega la hora: el Hijo del hombre entra en el mundo, en silencio, para ser luz, vida y salvación.

Viene por medio de María.

Contemplar con José y María, al Niño.

¿Qué podemos hacer por Él?: Vivir desprendidos y ofrecer nuestra ayuda económica a las necesida-des de la Iglesia.

1. Durante este tiempo de Adviento que acabamos de vivir, todos hemos clamado con fe y esperanza: «Cielos, abríos, y que las nubes derramen al justo, al Salvador» prometido por nuestro Dios para la salva-ción del mundo.

Ha llegado ya la hora en la que el Hijo de Dios, hecho hombre, entra en el mundo en medio de un gran silencio que lo invade todo. Viene para ser la Luz que iluminará a todos, la Vida y la Salvación tuya y mía, ¡de todos y cada uno de los humanos!

Y este Salvador, Jesús, se nos da por medio de María:

«Mirad, la Virgen concebirá

y dará a luz un hijo

y le pondrá por nombre Emmanuel

que signifca “Dios con nosotros”.

2. Los hombres necesitamos prepararnos muy bien para recibir al Niño Jesús, que nos trae un regalo, un DON tan grande, que los pobres mortales ni siquiera somos capaces de sospechar. Viene a hacernos par-tcipes de su misma Vida divina. Quiere que seamos de verdad hijos de Dios.

Creo que el modo de disponernos interiormente en esta Noche Santa, para que Jesús derrame sus dones divinos en nuestras almas, es acercarnos a José y a María y, junto a ellos, contemplar con los ojos de la fe y del agradecimiento, al Niño Jesús, Rey y Señor del universo, sin casa, olvidado de los hombres, en-vuelto en unos pañales y puesto en las manos de la Virgen Madre que, junto con san José, daban calor hu-mano y divino a Nuestro Señor, recién nacido.

Nosotros, Señor, recogidos en silencio, nos unimos hoy a san José y a nuestra Madre, y ponemos en sus manos los “pañales” de nuestra fe, cariño y agradecimiento, para que envuelva con ellos a Jesús Niño, y le acompañen en esta Nochebuena y ¡siempre! Os deseo que las riquezas divinas de esta Navidad os acom-pañen siempre y os llenen de la paz de Dios.

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Navidad.

El Verbo que nace es eterno. El misterio de la Encarnación

Los suyos no le recibieron. Hoy sucede lo mismo.

Valorar el Don que se nos hace.

Vivir con los Tres y llevar nuestra fe a los que no la conocen. Apostolado. Coherencia de vida.

1. El evangelio de san Juan nos ofrece la luz con la que hemos de contemplar al Niño de Belén: “ En el principio ya exista el Verbo”, que es eterno como el Padre y como el Espíritu Santo. Todas las cosas han sido creadas por él y para él. Es el Señor de todo. Él es la Verdad, la Vida y la Luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo:“Por el misterio de la encarnación, Dios entró en la historia para vivirla desde dentro” (JP II).

Y él, que es el Señor de todo, ‘vino a los suyos y no le recibieron’; él, que viene a salvar a los hombres, no tuvo casa para nacer, le obligaron a nacer en un ‘Portal’. ¡Qué ingratitud la de los vecinos de Belén!

Hoy, ese mismo Jesús, viene a nosotros como la Verdad que nos enseña quién es Dios... y quién es el hombre..., el sentido trascendente de la vida humana, la dignidad del hombre, qué es la familia y el matri -monio... Y cuántos grupos humanos desprecian esta verdad, dispuestos a seguir las ‘novedades’ caprichosas del momento. Hoy, en ciertos ambientes, se siguen cerrando las puertas al Señor para que su doctrina no informe las páginas de la historia.

2. El misterio de la noche de Belén llena la historia del mundo y se detiene en el umbral del corazón humano. Aquella noche los de Belén dijeron a José y María: no puedo acogeros... Y hoy, cada vez que recha-zó la doctrina y la moral de Dios enseñada por la Iglesia, le digo: ‘no puedo acogeros’..., ‘me cuesta mucho lo que me pides’..., ‘hoy eso no lo hace nadie’... Se repite en nuestra vida la escena de aquella noche de Be -lén.

Pero, ¿por qué, Señor, el día de tu nacimiento, de tu DON... es el día de la ‘ no acogida’? ¡Cuánto per-dieron los habitantes de Belén al no acogeros! Y ¡cuánto pierdo yo al no dejarte nacer en mi corazón! A quienes le reciben los hace hijos de Dios...

En esta contemplación del Nacimiento, les pedimos a José y a María que nos ayuden a preparar nues-tra alma para acoger con amor a Aquel que tanto nos ama. Jesús, José y María, haced que vivamos con los Tres todos los días de nuestra vida.

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Navidad (C) Lc 2, 1-14.

Para recibir al Niño quitar los obstáculos que hay en mí.

Actualizar la fe: Cristo es nuestro contemporáneo.

Acoger al Señor y saborear la fliación divina.

Piedad de Niño

1. «El nacimiento de Jesús en Belén no es un hecho que se pueda relegar al pasado (...) Ante él se sitúa la historia humana entera: nuestro hoy y el futuro del mundo son iluminados por su presencia» (IM, 1).

Y ¿por qué los hombres ven tan poco? El sol ilumina el mundo...; la niebla densa en los aeropuertos impide el despegue de los aviones... Para ver he de quitar los obstáculos que hay en mí....

Nos interesa mucho vivir este Acontecimiento... Necesito el Adviento para prepararme...

Los hombres vivimos muchos acontecimientos familiares:

- Boda... Preparamos piso, muebles, etc...

- Viaje... . “ billete, maletas etc...

- Navidad.... calles iluminadas, turrones, hacemos “el belén!...

Pero las personas, ¿cuándo y cómo nos preparamos? Esto es muy importante para dejar entrar a Cris -to en nuestras vidas.

Cuando llega la plenitud de los tiempos, Dios es quien prepara a la Virgen..., a san José...; dándonos a entender lo importante que es la preparación de las personas.

Y ¿cómo nos hemos de preparar?:

- actualizando la fe que nos dice,: el Niño, que nace en Belén para entrar en tu corazón, es el Hijo de Dios, el Salvador, la Vida... No es recordar un hecho que pasó. Es actual..., es como un gran río que atraviesa la humanidad entera para fecundarla... Disponernos para recibirlo.

- «En Jesús, Hijo unigénito del Padre, Dios se revela totalmente y hace partcipe de su vida a todo ser humano que lo reconoce como Salvador. El Niño nacido en Belén es verdaderamente el «coetáneo» de toda persona que viene a la tierra.

»Por tanto es también nuestro «contemporáneo». Los dones del Señor no caducan nunca. Esta es la buena nueva de la Navidad: la luz divina, que inundó el corazón de María y de José, y guió los pasos de los pastores y de los Magos, brilla también hoy para nosotros.

»El drama es que muchos no conocen a Cristo, luz del mundo, mientras que otros no lo acogen o, in-cluso, lo rechazan» (JP II, Angelus, 5-I-2003).

2. «La venida de Cristo al mundo es fuerza transformadora de la sociedad», dice el Papa. Pero «vino a los suyos...» «No había sitio para ellos en el mesón»... Es una invitación a meditar:

- El misterio de la noche de Belén dura sin interrupción... Jesús viene al hombre como la Verdad y la Moral de Dios... Pues bien, el misterio de rechazo de aquella noche llena la historia del mundo y se detiene en el umbral del corazón humano... Aquella noche cada hombre de Belén pudo mirar a José y a María y de -cirles: no puedo acogeros...

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Y hoy, tú y yo podemos decir al Señor, que viene a mí como Verdad y con su Moral (Camino): “No te acojo”. Eso que me pides, no está de moda, nadie lo hace. No tengo tiempo para cumplir los Mandamien-tos. Me cuesta perdonar... No hay sitio en mi vida para Ti.

¿Por qué, Señor, el día de tu Nacimiento, del infnito “don” de Dios al hombre, es el día de la “no aco-gida”? Quizá inventemos muchas razones, que quieran ser justifcación de mi conducta...

Mas, inclinados con fe ante del misterio de belén, sólo podemos decir cuánto hemos perdido al no dejar nacer en el corazón a Aquel Niño que es la paz, la alegría y la salvación.

Pero a cuantos le recibieron les concedió poder ser hijos de Dios. Esta Navidad que sea la ocasión de abrir el corazón a Cristo, dejarlo entrar y se quede para siempre; y que Dios nos enseñe a saborear la flia-ción divina y comportarnos siempre como los mejores hijos de Dios.

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Sagrada Familia (C) Lc 2, 41-52

Cristo nace en una familia: la Sagrada Familia.

Importancia de la familia. Valor personal y social

Enseñanzas que recibimos.

Invocar, agradecer y pedir gracias.

1. «Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos» (salmo responsorial).

Apenas celebrada la Navidad, la Iglesia nos introduce en la contemplación de la Sagrada Familia. En ella ha querido nacer el Hijo de Dios; en ella ha vivido largos años de un modo sencillo, sin brillo humano, para enseñarnos el valor que tiene en la vida personal y social.

“Todas las tareas de la familia se resumen en una fundamental: salvaguardar al hombre”

Y sigue diciendo el Papa: “Muchos se preguntan: ¿por qué la familia es tan importante?:

- de la familia depende el destino del hombre, su felicidad y su capacidad de dar sentido a su existen-cia... El futuro de la humanidad está íntimamente vinculado al de la familia.

- Frente a una visión degradada del hombre “la tarea principal de la Iglesia consiste en mostrar las ra-zones por las que es urgente y necesario el compromiso de todos los cristianos en favor de la familia”

-“El bien de la familia es un bien integral y las diversas dimensiones de su existencia no se pueden se -parar. Su vida tiene siempre un valor social y público, que debe ser reconocido, tutelado y protegido. (Men-saje 20º de la FC, 15-X-2001).

La familia es la célula de la sociedad, la que le da la vida. Dios ha dispuesto que vengamos al mundo en el seno de una familia: en ella crecemos y nos formamos, en ella aprendemos todos a servir y a amar hasta pisotear el egoísmo. Aprendemos con el ejemplo de nuestros padres a ser buenos hijos de Dios y a respetarnos unos a otros.

Lógicamente los enemigos de los valores morales y del respeto al prójimo, los que intentan ofrecer un modelo de hombre distinto del querido por Dios, estos buscan destruir el modelo natural y cristiano de la familia. Por eso hoy está tan maltratada desde las instancias del poder.

Querer una convivencia pacifca y respetuosa entre los ciudadanos, exige ir a las raíces; y las raíces son los ámbitos básicos en los que se educa el hombre: la escuela y la familia. Descuidar estas dos realida -des es engañar a los ciudadanos; aunque nos den leyes duras: no son más que esparadrapos para cubrir la herida, no para curarla.

2. Mirar a la Sagrada Familia y aprender:

- Nos enseña a querernos y vivir muy unidos todos los miembros de la familia, aunque, a veces, cues-te.

- A dignifcar el trabajo, aunque sea oculto y sin brillo humano. Jesús, José y María viven inmersos cada uno en su quehacer ordinario porque saben que esa es la Voluntad de Dios. «Hacer lo que debo y estar en lo que hago».

- Educar para prestar un mejor servicio a la Iglesia y a la sociedad, La educación ayuda a los hijos a descubrir su vocación, el qué y el para qué de su vida; conscientes de que en la plena realización de la voca -ción de cada uno está la verdadera felicidad del hombre.

Que en esta celebración de la Eucarista invoquemos piadosamente a la Sagrada Familia, pidiéndole que derrame sobre cada una de las nuestras los mejores dones del Cielo.

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Maternidad divina de la Virgen (C) Cl 2, 16-21.

La Virgen Madre de Dios y madre nuestra

Proyecto divino y respuesta de María

Dar gracias por el don de María

He ahí a tu Madre: ofrecimiento obras, oración noche, Rosario…

1. «Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros pecadores».

La Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, ha querido empezar el año civil, honrando a la Señora con el don más grande que Dios puede dar a una criatura: la Maternidad divina.

Vamos a contemplar a la Virgen María en el momento en que Dios, por medio del Arcángel Gabriel, le da a conocer el proyecto divino que ha querido para Ella: «Concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo, a quien pondrás por nombre Jesús (...) He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra ». Y desde aquel mismo instante el Hijo de Dios se hizo hombre en el seno de la Virgen, por obra y gracia del Espíritu Santo.

Ante este misterio en el que contemplamos a María, introducida defnitivamente en el misterio de Cristo, no podemos menos de exclamar: «Dios te salve, María, Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Es-posa de Dios Espíritu Santo». Más que Tú, sólo Dios. Ciertamente, Dios ha volcado su Amor de predilección en su Madre, que ha querido desde siempre, fuera también Madre de los hombres. ¡Gracias, Señor, por el don de María!

2. «Ahí tienes a tu madre»... En Juan estamos representados todos. La Madre de Cristo es entregada al hombre —a cada uno y a todos— como madre. Desde aquel momento san Juan la introdujo en su casa, la mimaba como lo que es: la Madre; y Ella se sabe la reina de aquella casa...; la que da calor, confanza y con-suelo.

Así hemos de hacer nosotros con la Santsima Virgen: desde este momento la vamos a introducir en nuestra intimidad, en nuestros afectos, trabajos, alegrías, penas... Ella y sólo Ella me animará como animó a lo criados de Caná: «Haced lo que Él os diga»... Y vino el milagro. Un modo de tratarla como Madre nuestra será cuidar las devociones marianas con un cariño especial. Además de las oraciones de la mañana y de la noche, es muy grato a María mimar la devoción del rezo del santo Rosario..., y contemplar con Ella los mis -terios de la vida de Cristo...

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Domingo 2 de Navidad (C) Jn 1, 1-18.

Cristo, centro de la Historia ( Dios y Hombre)

Creación del hombre. Elección del hombre.

Cristo Hombre

Contemplar La Humanidad de Cristo, hasta identifcarnos con Él.

«Gloria a Ti, Cristo, proclamado a los gentiles. Gloria a Ti, Cristo, creído en el mundo» (versículo antes del Evangelio).

1. Dios no quiere que perdamos de vista el misterio de Belén; de ese Niño que contemplamos envuel -to en pañales, y puesto en un pesebre, junto a José y a María.

Ese Niño es verdadero Dios, la 2ª Persona de la Santsima Trinidad. Es eterno: «En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios» Al principio sólo Dios exista...

Llegó un momento en el que Dios quiso crear el cosmos; y, también creó al hombre, hecho a su ima-gen y semejanza... Le hizo partcipe de su Vida divina y de su propia Felicidad.

«Dios nos ha elegido en Él antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e inmaculados en su presencia por el amor Nos predestinó a ser hijos suyos».

Pero el hombre se reveló contra su Creador, y todo se «vino a bajo». Entonces, Dios nos envió a su Hijo..., para que de nuevo pudiésemos ser hijos de Dios, y vivir como tales...

2. «El Verbo se hizo carne...» Al asumir la naturaleza humana se hace uno de nosotros, en todo igual a los hombres, menos en el pecado. Trabaja con manos de hombre, ama con corazón de hombre, piensa con inteligencia de hombre. De este modo nos enseña cómo debe vivir el hombre, si quiere llegar a la plenitud, a la madurez humana y sobrenatural, a la que está creado y llamado por Dios.

Es esta una invitación que hoy nos hace Dios a todos los hombres de buena voluntad: contemplar y mirar con amor al Niño Jesús, ahora en la Navidad; y también después en Nazaret, en la vida pública..., para aprender de Él a dar sentido divino a todas las situaciones por las que discurre mi vida de hombre.

Que nuestro afán sea contemplar a Jesús como los primeros doce; estar con Él como ellos para ena-morarnos de Quien tanto nos quiere. Así viviremos como buenos hijos de Dios y, al fnal, participaremos de su felicidad para siempre en el Cielo.

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Epifanía del Señor (C) Mt 2. 1-12.

Día de esperanza y consuelo: Jesús es Salvador

La luz de Dios ha llegado aún a unos pocos

La estrella: feles a la llamada de Dios

Cada cristiano ha de ser un punto de luz

1. «Mira, las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor» (primera lectura).

Este día de la Epifanía es un día de esperanza y de consuelo: Jesucristo se manifesta en los Magos como Salvador de la humanidad entera, a pesar de estar sumida en tinieblas: «Mira, las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor»

Efectivamente, si miramos las costumbres de nuestra sociedad..., las normas de conducta con las que se rigen no pocas familias..., la juventud y nuestros pueblos, que, en el fondo, no son otras que las del egoís-mo, afán de tener y buscar el placer...

Y sin embargo, el esplendor de la verdad anunciada por Dios, para iluminar los pasos de nuestra vida, no es conocida por una gran mayoría.

Ante esta realidad que nos envuelve, un hijo de Dios jamás debe desanimarse, porque no estamos so-los: «sobre ti amanecerá el Señor», el Salvador de todos los hombres, de cualquier raza, lengua o condición.

2. Hoy aparece su señal, la estrella que guía a los Magos hasta el encuentro con el Salvador. Viene a buscar a todos, a llamar personalmente a cada uno. «Yo no quiero la muerte del pecador, sino que se con-vierta y viva». Y si cada uno de nosotros somos feles a su llamada, saborearemos, como los Magos, la aleg-ría de encontrar a aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida.

Ciertamente que es necesaria la respuesta personal de cada uno, aceptando plenamente a Cristo, Sal-vador de todos; es decir, aceptar su Ley, su Doctrina y su Moral. «De que tú y yo nos portemos como Dios quiere, no lo olvides, dependen cosas grandes».

De este modo, cada cristiano será un punto luminoso en medio de tantos hombres que andan en la oscuridad, porque todavía no han descubierto la Luz del Mensaje del Salvador Los Magos encontraron a Je-sús junto a su Madre, en sus brazos. Ella sigue siendo para todos el camino para ir y para volver a Jesús.

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Bautismo del Señor (C) Lc 3, 15-22.

Bautismo de Cristo: “Escuchadle”, dice el Padre

Cristo asume la naturaleza humana. Vive mi vida.

Mi Bautismo y el don de la fliación divina.

Servir, cumpliendo la Voluntad de Dios.

1. «Este es mi Hijo, el amado; escuchadle»

Acabamos las celebraciones de la Navidad con el Bautismo de Jesús, que recibió de manos de Juan el Bautista en el Jordán, donde se encontraba bautizando y llamando a la conversión a cada hombre, sólo así podremos recibir los dones del cielo, con los que Jesús nos hace partcipes de la naturaleza divina.

Estamos habituados a ver niños, jóvenes... Cada uno pertenece a su familia; y poco o muy poco tie-nen que ver con las demás familias del pueblo o de la ciudad.

Corremos el peligro de ver así a Jesús: el hijo de María, de la familia de Nazaret; uno más entre tan -tos; como si nada tuviera que ver conmigo. ¡Eso es falsísimo! El Hijo de Dios asume la naturaleza humana, y vive mi vida, en todo igual a mi menos en el pecado, para enseñarme cómo debe vivir todo hombre. De este modo, imitando a Cristo, viviremos siempre con Él. «A cuantos le recibieron les dio el don de poder ser hijos de Dios».

2. Este don se hace realidad en mí al recibir el Bautismo... Dios me ha transformado, de pies a cabeza, en hijo suyo..., me introduce en su familia..., me ofrece su amistad. «Hemos sido llamados a penetrar en la intimidad divina, a conocer y amar a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo y, en la Trinidad y en la Unidad de Dios, a todos los ángeles y a todos los hombres» (san Josemaría. Es Cristo que pasa, n. 133).

Cada ser obra conforme a su naturaleza... Un fuego que no quema, es una mentira... El cristiano que no obra como Cristo es otra mentira...

- He venido a hacer la voluntad de mi Padre...Esa es también mi tarea en la tierra... Y esa tarea es vivir mi vocación cristiana santifcando la vida ordinaria.

- He venido a servir, no a ser servido... Sólo se puede servir por amor, y entonces ese servicio es un tesoro, es gloria de Dios, es cielo... Madre, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre... Pídele que nos enamoremos de Él. «Enamórate, y no le dejarás nunca»

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Bautismo del Señor. (bis)

Contemplar la Humanidad del Señor. Vida oculta.

El valor de las cosas pequeñas.

Comienzo de la vida pública

Cumplir nuestra misión: hijos, por la gracia: servir.

1. Hoy fnaliza el tiempo de Navidad con el Bautismo de Jesucristo. Y la invitación que nos hace la Iglesia es hacer de nuestra vida una contemplación asidua del Hijo de Dios hecho hombre. « Mirad a mi sier-vo a quien sostengo; mi elegido a quien prefero».

— Contemplar a Jesús en su vida oculta, desde Belén, envuelto en pañales y recostado en un pese-bre, hasta los largos años de Nazaret, marcados todos ellos por una vida ordinaria, sencilla, sin brillo; para enseñarnos que, esa vida sencilla y desapercibida para muchos, debe ser para cada cristiano, camino de santifcación.

«Lo pequeño se hace grande por el amor». Esa vida ordinaria que vivimos, que pasa desapercibida a los ojos de los hombres, debe ser ocasión para poner, en cada cosa que hacemos, toda nuestra capacidad de amar a Dios, y así convertir todos los momentos de nuestra existencia en un canto de amor a nuestro Pa -dre del cielo.

Gran lección la que nos enseña el Señor en su vida oculta: podemos convertir en cielo, en gloria de Dios y en salvación de los hombres la tarea pequeña de cada instante.

— Hoy Jesús empieza su Vida pública dedicada a evangelizar el pueblo judío, y a entregar su vida por la salvación de la humanidad entera. Así nos enseña que nuestra vida tiene también una dimensión social ya que, por el bautismo, somos elevados a participar de la vida de Dios, y ser luz con el buen ejemplo, que sea un punto de referencia que guíe a los hombres por el sendero de una vida cristiana. El cristiano, nos recuer-da el concilio Vat. II, debe transformar según Dios los asuntos temporales.

2. Para ayudarnos a cumplir esta misión divina, Jesús nos da ejemplo haciéndose Camino para sus se-guidores. Y, con el sacramento del bautismo nos hace hijos de Dios, por el don de la gracia santifcante inha-bita en nuestras almas para ser el motor que nos impulse a vivir una vida santa y alcanzar el cielo. Que re-cordemos, con gratitud a Dios, nuestro bautismo y que, caminando siempre de su mano, vivamos para ha-cer de toda nuestra vida un canto de amor a Dios, y de servicio a los hombres, por amor de Dios.

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Domingo 1 de Cuaresma. (C) Lc 4, 1-13.

Dios nos escucha, nos defende, nos glorifca.

Conocer el misterio de Cristo. Contemplar el Rostro de Dios

Llamados a la santidad

Difcultades: las tentaciones de hoy pueden convertirse en oportunidades para amar más al Señor

1. Dios mira al hombre en su propia debilidad, pobreza y ansias de felicidad. Y le dice: «Me invocará y lo escucharé, lo defenderé, lo glorifcaré».

Ciertamente esta promesa divina nos ha de llenar de gozo, porque su ayuda, nos dice el Papa, va diri -gida a dos metas muy importantes:

— a un mejor conocimiento del misterio de Cristo, que se hace en todo igual a nosotros, menos en el pecado...

— y a lograr una vida cristiana más digna, que no es otra cosa que la santidad personal a la que Dios nos llama.

a) Conocimiento del misterio de Cristo, que viene a redimirnos, mediante el sacrifcio de su vida... Después llega la glorifcación de su Humanidad Santsima para siempre. Este camino es el que clarifca el misterio del hombre en el mundo. Contemplar el rostro del Señor. Me ama sin condiciones. Agradecimiento.

b) Santidad, vocación para todos. «El itinerario terreno de Jesús constituye el modelo de vida del cris-tiano, comprometido a seguir al Maestro en la vía de la Cruz» (JP II).

2. El demonio tienta a todo hombre para apartarle del camino del seguimiento de Cristo... Tentacio-nes... ¿Cuáles son las de hoy?:

— La del progreso... Quiere que sustituyamos a Dios por el progreso cientfco, por los adelantos de la técnica. Es cierto que facilitan nuestra vida en el mundo. Pero el demonio quiere persuadirnos que ya no necesitamos a Dios, ni la oración, ni la Misa del Domingo, ni la moral... El hombre se basta a sí mismo. No olvides que el progreso da cosas a los hombres, pero no valores. El progreso no hace mejor al hombre.

— Sociedad del bien estar... Vivir para tener, pasarlo bien..., como si el mundo fuera lo defnitivo. El hombre puede hacer cuanto le viene en gana, con tal que le ayude «a pasarlo bien». Para nada sirven las normas morales que prohíben el mal (aborto, corrupción, etc.). El único fn de mi vida soy yo mismo.

El Camino para vencer es acudir a Dios... y a la Virgen... Y, con su ayuda, luchar y caminar contra co-rriente.

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Domingo 2 de Cuaresma. (C) Lc 9, 28-36.

Esperamos el Cielo.

Mortifcación para no absolutizar las cosas del mundo

La Transfguración del Señor: Muestra su divinidad

Confar siempre en el Señor.

1. «Nosotros somos ciudadanos del Cielo, de donde aguardamos a nuestro Salvador». Plantearnos así la vida, qué seguridad da, porque somos caminantes hacia la Vida eterna, que tanto deseamos y que nos ha ganado Cristo.

Es necesario no perder el norte en las decisiones y en el obrar de cada jornada: quiero andar derecho hacia Dios, que es la Vida; y esperar con plena seguridad los bienes celestiales, que son permanentes y def-nitivos: «Pongo mis ojos en el Señor, porque Él saca mis pies de la red». Debemos mirar hacia arriba y espe-rar con plena seguridad los bienes celestiales, que son permanentes.

Para ello es preciso mortifcar las inclinaciones que pretenden hacer del mundo lo defnitivo. Es cierto que, a veces, resulta difcil sustraerse al ambiente que nos rodea, sin embargo la fe plena en Cristo y la es -peranza segura en Él que no defrauda, nos ayudará a caminar y a reinar con Él.

2. La transfguración del Señor es presagio de lo que nos espera... Se está tan bien con Cristo, que Pe-dro exclamó: «qué bien se está aquí...» Y Pablo, al contemplar el cielo, dijo: «ni el ojo vio...»

Allí todo será Vida, Felicidad, Gozo... Es como un cheque en blanco con el que se colman todos los de-seos del corazón. Para llegar allí, este es el camino: «Este es mi Hijo, escuchadle» Y ¿qué nos dice?:

— «Donde estoy yo, estará también mi servidor»... Servir.... Hacer de mi vida un sí a la voluntad divi-na.

— que confemos siempre en Él a pesar de nuestro descalabros. Pedir perdón y volver a empezar: «la misericordia del Señor llena la tierra»... «No rechazaré un corazón contrito y humillado»... «Venid a Mí todo los que estáis cansados y yo os aliviaré»...

Señor, qué bien se está contigo, que me buscas, me llamas, me acoges y esperas con los brazos abier-tos para fundirme con tu propia Felicidad.

Gracias, y no permitas que me separe de Ti.

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Domingo 3 de Cuaresma. (C) Lc 13, 1-9.

El señor es compasivo y misericordioso.

Difcultades del camino

Convertirnos: volver a Dios en lo ordinario

Aprovechar el tiempo

1. «El Señor es compasivo y misericordioso» (salmo responsorial). No se despreocupa de la condición humana, más bien se acerca a cada uno, se compadece y nos salva.

Situación del pueblo de Dios, caminando por el desierto hacia la tierra prometida, guiados por aquel caudillo que Dios les concedió: Moisés. Como es lógico en ese camino -como en todos- aparecieron las dif -cultades: camino largo, hambre, sed. Surgieron enseguida las quejas de unos y de otros. Moisés les dio ali -mento, sació su sed de un modo prodigioso... Pero, a pesar de ser tratados tan bien por Dios, la mayoría de aquello no agradaron al Señor.

«Estas cosas sucedieron en fgura para nosotros para que no codiciemos el mal como lo hicieron nuestros padres». También en nuestro caminar de hijos de Dios por el desierto de este mundo hacia el cielo aparecen las difcultades... Y entonces, ¡qué fácil es quejarse!, protestar cuando las cosas salen mal. Esto su-cede al querer interpretar los acontecimientos, no a la luz de la fe, sino según el propio gusto. ¡No entende -mos los caminos de Dios!.

2. En efecto, la vida del cristiano es un peregrinar hacia la santidad, hacia el cielo. Este camino, nos dice la experiencia, está sembrado de difcultades: cansancio, dolor, miserias morales, que nos desvían del buen camino.

¿Qué nos dice Dios?: Convertos, volveos a Mí. Y, junto a Dios, dar importancia a la vida ordinaria..., y valorar las cosas como Él. ¡Qué afán de querer valorar las cosas según nuestros gustos! Queremos que sea bueno lo que nos apetece...

Deseamos huir de lo que cuesta a nuestra débil naturaleza, aunque eso sea lo más conveniente para nuestra salvación. No es ese el camino. ¡Cambia, Señor, mi manera de ser por la tuya! ¡Convertos! Abando-nad los falsos caminos del amor propio, de ser considerados los primeros, y de ser atrapados por las cosas que se acaban.

Cristo se entrega por mí... Pidámosle la valenta de aprovechar muy bien el tiempo, caminar por el recto sendero, y dar frutos de amor de Dios.

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Fiesta de san José. (Día del Seminario)

Jesús ha sido confado a José

Toda la vida de José puesta al servicio de la Redención

Sacerdotes: hombres que pertenecen a Dios, que traen a Dios, que hacen pensar en Dios.

Pedir al Señor de la mies: vocaciones para el Seminario

1. «Toda la vida, tanto “privada” como “escondida” de Jesús ha sido confada a la custodia de José» (JP II, Redemptoris custos, 8)

Hoy, en medio de la Cuaresma, contemplamos al santo Patriarca, escogido por Dios para ser esposo de la Santsima Virgen, y para hacer “las veces de padre” de Jesús... ¡Qué grandes son los ttulos otorgados por Dios a san José! Su poder ante Dios es inmenso. Acudamos con frecuencia a su patrocinio. Él vive sólo para Jesús y para María. Belén..., Egipto y los largos años de la vida oculta de Jesús en Nazaret son una prueba de ello. Toda su vida, con sus dolores y gozos, la pone con alegría al servicio de «ese juego divino de la Redención» que ha venido a realizar el Salvador de los hombres.

Nos enseña que estar con Jesús es la mayor seguridad, porque para Dios nada hay imposible; pero nos recuerda que es también un riesgo, porque no se contenta compartiendo nuestra vida, la quiere toda, del todo y para siempre.

2. José, custodio de Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, de cuyo sacerdocio participamos los demás sacerdotes de la Iglesia, es también el abogado y custodio del Seminario y de los sacerdotes.

Ya sabéis que «el sacerdote es el hombre de Dios, aquel que pertenece a Dios y hace pensar en Dios» (JP II, 11-III-1990).

Por eso el sacerdote ha de estar, como Jesús, entre los hombres, servirles en todo lo que se refere a las cosas de Dios. Eso es lo que espera el pueblo cristiano de sus sacerdotes: la Palabra de Dios, la sagrada comunión, la celebración de la Santa Misa, el perdón de los pecados...; y el ejemplo de vida que caldee el mundo en ansias de seguir y amar a Jesucristo. «El sacerdote es el encargado de las relaciones de la huma-nidad con Dios»..., es el que hace llegar a Dios las ofrendas humanas en cada Misa que celebra.

«Rogad al Señor de la mies...» Las vocaciones son la necesidad más apremiantes de la Iglesia de nues-tros tiempos. «Ite ad Joseph»... Le pedimos que sepamos crear un clima de vida cristiana en la familia y en-tre las amistades. Ese es el ambiente propicio en el que nacen las vocaciones sacerdotales.

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Domingo 4 de Cuaresma. (C) Lc 15, 1-32.

Bondad de Dios: nos envía a su Hijo.

Aplicar las gracias de la Redención

Vover como el hijo pródigo: me levantaré e iré…

Acudir al sacramento de la Confesión. Llevar a otras personas.

1. «Gustad y ved qué bueno es el Señor» (salmo responsorial). Dios quiere que saboreemos cada uno, personalmente, en esta Cuaresma la experiencia de lo bueno que es Dios conmigo.

Para ello la Iglesia nos presenta hoy al Señor con los brazos abiertos, esperando a cada hijo suyo, por muy lejos que se haya ido y por muy empecatado que esté: «Dios nos ha reconciliado consigo por medio de Cristo», es decir, Dios ha enviado a su Hijo al mundo para redimirnos con el sacrifcio de su vida en el ara de la Cruz.

Desde aquel momento, todos estamos redimidos, pero no todos estamos salvados. Para ello es nece-sario que se apliquen las gracias de la Redención a cada alma.

Y esa es la gran tarea de la Iglesia: llevar el mensaje de la salvación a todo el mundo; ofrecer las gra -cias de la redención a cada hombre. Sólo cuando yo recibo estas gracias, las hago fructifcar y muero con ellas, quedo salvado, y experimento lo bueno que es Dios conmigo. «Gustad y ved qué bueno es el Señor». «Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y Él mismo os exhorta por nuestro medio: Dejaos re-conciliar con Dios». Este es camino por el que el pecador experimenta el Amor de Dios.

2. Este amor de Dios a cada uno se manifesta en la parábola del hijo pródigo, que se va lejos, creyen-do que así sería feliz; malbarata su hacienda; pasa hambre y gran necesidad, que le lleva a recapacitar: «Me levantaré...»

Estos son nuestros descaminos: vamos a lo nuestro, al placer, al libertinaje... Y queremos estar lejos de la luz de la verdad porque nos corrige. Al fnal todo acaba en vacío, tristeza y miseria. Sin embargo, Dios nos espera con los brazos abiertos en la confesión. Allí nos limpia... , y nos introduce en su familia. De nuevo la paz y la alegría reina en el corazón de quien es perdonado por Dios.

Hemos de pedir mucho al Señor luz para ver estas verdades, y gracia para seguirlas. Es bueno acudir a recibir el sacramento del perdón acompañados de familiares y amigos para que encuentren la paz, la felici -dad y la libertad que tanto anhelan. La hallarán en el abrazo de nuestro Padre del cielo que nos brinda en la confesión.

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Domingo 5 de Cuaresma. (C) Jn 8, 1-11.

Dios me ama hasta dar su vida por mí.

Conocer el Amor de Cristo en la oración.

El amor se manifesta en la petición del perdón.

Importancia del Examen de Conciencia.

1.«Todo lo estimo pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo» (2ª lectura)

A medida que nos acercamos a la Semana Santa, celebración viva del misterio de la Cruz, la Iglesia nos invita a contemplarlo para empaparnos de esta verdad: Dios me ama hasta el extremo de dar la vida por mí, a fn de que yo viva eternamente la felicidad insaciable de Dios. Esta misma contemplación hace ex -clamar con fe a san Pablo: «Todo lo estimo pérdida, comparado con la excelencia del conocimiento de Cris-to» ¡Qué experiencia tan fuerte de Cristo tiene el Apóstol al hacer esta afrmación!

El que había conseguido tantos logros humanos en su adolescencia y en la juventud..., un día, cerca de Damasco, le envolvió la luz de Dios; y el que entró en ella como perseguidor, salió como vaso de elec-ción.. Recordando esta viva experiencia de saberse tan querido por Dios, afrma: «Todo lo tengo por basura».

Nosotros somos llamados a vivir en esta Semana santa la misma experiencia de Saulo: Dios me ama sin reservas. Viene al mundo por mí. Jesús, que me podía salvar con un simple gesto, se entrega a la muerte de Cruz para ver si me convenzo de su amor.

2. Hoy mismo el evangelio nos habla del amor inmenso de Cristo, que se manifesta en el perdón: mujer sorprendida... La quieren apedrear.... Jesús les mete dentro de sí mismos y dice: «El primero de voso -tros que esté sin pecado...» Todos huyen, porque se ven pecadores.

Cuando el hombre vive sólo hacia fuera se dedica a maltratar a los demás... Por eso Cristo hace que miren hacia su interior: se ve que también ellos cometen el mismo pecado, y se van.

Importancia del examen... Y vea lo que vea, acercarme a Jesús para implorar su misericordia. «¿Nadie te ha condenado? Tampoco yo te condeno». Y la paz entró en el corazón de aquella mujer y fue feliz. Eso mismo hace Cristo en nuestra alma cuando nos confesamos bien. Pide la gracia de hacer esta experiencia en la Semana Santa que estamos viviendo.

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Domingo de Ramos.

Entrada triunfal en Jerusalén. Hosanna.

Dos gritos: “Hosanna”, “Crucifcale”.

Contemplar la Pasión.

Desde la Cruz: todo lo he cumplido. Perseverar

1. Pórtico de entrada a la Semana Santa... Hoy celebramos dos acontecimientos:

Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén... Sentado en un pollino como trono; aclamado por todos como Mesías que viene en nombre del Señor. Es recibido por el pueblo que alfombra las calles con sus pro-pios vestidos y con ramos de olivo que agitan al paso de Jesús. Todos a una claman: «Hosanna al Hijo de Da -vid». «Bendito el que viene como rey»

Esta entrada fue para muchos muy efmera: los ramos verdes se marchitaron pronto; el cántico del «Hosanna» se transformó en «Crucifcale». ¿Por qué este cambio?... Quizá tengamos que consultar nuestro propio corazón...

La entrada de Jesús en Jerusalén nos pide a cada uno coherencia de vida y perseverancia en nuestros propósitos; ser feles a la vocación cristiana aunque viva inmerso en abundantes difcultades, y tenga que ir contra corriente.

En el fondo de nuestros corazones hay profundos contrastes: somos capaces de lo mejor y de lo peor.

2. Contemplamos también hoy la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo... Su entrega plena, hasta ofre-cer su vida en la Cruz «por nosotros los hombres y por nuestra salvación».

En este camino Jesús encontró enormes difcultades, desprecios, injusticias gravísimas, agotamiento, caídas, hasta no poder más. Todas las contemplamos en el Vía Crucis...

Y Jesús nunca dijo ¡basta!... No se quedó a mitad de camino..., sino que llegó, a pesar de todo, a la cumbre, donde Dios le esperaba. Y allí, desde la Cruz, pudo decir a todos los hombres: «Todo lo he cumpli -do». Esta es la gran lección que hemos de aprender a vivir cada cristiano: He de acabar de cumplir la misión que Dios me encomienda a lo largo de todos los día de mi vida. No puedo pararme hasta llegar a la meta, aunque me agote y necesite ayuda de un cirineo. Acabar el deber de cada día para poder decir al fnalizar la jornada: Señor, con tu ayuda todo lo he cumplido.

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Domingo de Resurrección (C) Jn 20, 1-9.

Murió por nosotros y resucitó: Cristo vive.

Por el Bautismo morimos y resucitamos con Cristo.

Luchemos cooperando con la gracia.

Vivamos de fe y pidámosla: Adange nobis fdem!

1. «Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría...» Este es el día sin ocaso, el día que du-rará siempre; el día de la Vida, de la Felicidad, es el día del abrazo eterno con Dios.

Conducidos por la predicación de la Iglesia, y animados por la certeza de la fe, hemos seguido al Se-ñor a lo largo de este año litúrgico. Y, como los apóstoles, hemos sido testigos de sus milagros, de su per -dón, de su amor. Él pasó haciendo el bien... Y cómo en pago lo «mataron colgándolo de un madero».

«Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos donde lo han puesto». Esta era la queja de la Ma -gdalena; le faltaba la fe en Jesús que les había dicho que, después de la cruz vendría la resurrección.

Nosotros creemos que Jesús padeció y fue crucifcado... Y con esa misma fe, con la certeza que nos da la Palabra de Dios, confesamos hoy que resucitó de entre los muertos; que Cristo vive para no morir jamás; y que su Resurrección es prenda de la nuestra, porque mi vivir es Cristo.

2. Los que por el Bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte, para que así andemos en una vida nueva. Es necesario morir para resucitar. Hemos de morir cada día a nuestra vieja con-dición, al pecado, para vivir la vida de Dios.

Esto supone una lucha incesante contra nosotros mismos: pasiones, desorden, egoísmo, etc. para ha-cer de mi vida una donación total a los planes que Dios ha proyectado para mí. La desilusión de la Magdale -na nació de hallar la tumba vacía...; precisamente lo que era signo de la Resurrección del Señor fue para ella motivo de duda. La fe es necesaria para buscar a Cristo, para encontrar a Cristo y para quedarse con Él.

Quizá muchas veces queramos acercarnos al Señor, le busquemos, vayamos al Sagrario, y nos parezca que todo nos habla de vacío, de ausencia, de que allí no está Cristo. Es la hora de la fe. Aumenta mi fe..., di una sola palabra.... Y, como ella en el huerto, al escuchar a Cristo que le llamaba por su nombre, se postró y le adoró. Creo que estás aquí con tu Cuerpo..., aumenta mi fe. Esa fe que ahora vamos a confesar en el Cre -do.

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Domingo 2 de Pascua. (C) Jn 20, 19-31.

La Resurrección, fundamento de la fe.

Aparición a los apóstoles: les da la Paz y se llenan de alegría.

Tomás no está y no experimenta esa certeza.

Bienaventurados los que sin ver han creído: Señor mío y Dios mío.

. 1. «Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia» (salmo responsorial).

La Resurrección del Señor es el fundamento de nuestra fe y el núcleo central de la vida cristiana. Sin embargo los apóstoles, ante el impacto que les produjo la pasión y muerte de Cristo, no creían en lo que Je -sús les había predicho: resucitaré al tercer día.

Por eso, durante 40 días se dedicó a realizar una intensa catequesis sobre su Resurrección a través de constantes apariciones a unos y a otros... Hoy nos habla el evangelio de la aparición a los discípulos que es -taban en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. «Les dijo: Paz a vosotros; les enseñó las manos y el costado...» Y se llenaron de alegría.

Pero allí faltaba Tomás. Ilusionados esperaban verle para decirle: «hemos visto al Señor». Está vivo, pendiente de nosotros, nos ama y quiere estar con todos para que nos percatemos que ha resucitado, y que vale la pena el haber dejado todo por seguirle.

Tomás, atormentado por lo que vieron sus propios ojos en las horas de la Pasión, se niega a creerles: «si no pongo mis dedos.. no creeré». Al fnal no pudo menos de confesar: «Señor mío y Dios mío»...

2. Así somos los humanos... Pesan más nuestros datos que los de Dios: valoramos más nuestras razo-nes que la fe. El Señor nos conoce muy bien y sabe que somos capaces de todos los errores y de todos los horrores. Por eso nos da como fruto de su Resurrección el sacramento del perdón. «Recibid el E.S, a quienes perdonareis...»

Por muy lejos que nos hayamos ido, por grandes que sean nuestros pecados y la intranquilidad de la conciencia, Él nos deja siempre una puerta abierta para alcanzar la paz, la libertad y la alegría. Esa puerta es su Misericordia que llega hasta mi por medio del perdón que el sacerdote, en su nombre, nos ofrece a to-dos. Así hizo con Tomás, tan terco y exigente. «Señor mío y Dios mío». Y se quedó con Él para siempre. Así quiere hacer contigo si te acercas a Él y le pides perdón. Dile con un corazón contrito: Señor mío y Dios mío. Creo que Tú eres mi Dios. Y que yo soy tuyo.

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Domingo 3 de Pascua (C) Jn 21, 1-19.

Dios envía a predicar

Los hombres lo “impiden” y no oyen la predicación.

Hemos de ser valientes y fuertes para hablar y no callar

Invocamos al Espíritu Santo.

1. «¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ese?» (1ª lectura). Jesús es la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Pero ver es muy exigente, y molesta.

Las apariciones del Señor resucitado y la venida del E.S. otorgó a los Apóstoles la experiencia viva y personal del conocimiento íntimo de Cristo, fuente de paz y de alegría. Era tal que sentan la urgencia de re -correr el mundo, dando testimonio del resucitado “en Jerusalén, Samaría y hasta el último confn del mun -do”.

Pero la tarea no fue fácil, ni cómoda. Muy pronto, tanto el Sanedrín como el sumo Pontfce les prohí-ben hablar de Cristo. A lo que contestan: “Hemos de obedecer a Dios antes que a los hombres” Y con la for -taleza recibida de lo alto siguen anunciando el evangelio hasta el último confn de la tierra.

Este es el camino que nos toca recorrer a los cristianos de hoy: anunciar, con la palabra y el ejemplo, la Doctrina y la Moral de Jesucristo; que enseña modos de conducta que contradicen las corrientes de moda, elaboradas por cuantos se oponen al Evangelio. Así se menosprecia la dignidad de la persona huma -na, imagen y semejanza de Dios, elevada al orden sobrenatural y destinada a un fn trascendente. Mientras se ofrecen modelos de conducta que degradan a la persona, al destruir los valores que la dignifcan.

2. Y sin embargo, hemos de ser coherente con la fe y anunciarla a todos, y en todas partes. Necesita-mos apoyarnos en Cristo, como nos enseña el Evangelio:

- «Vamos a pescar»... Toda la noche... y ¡nada!. Solos, sin Jesús, aunque seamos unos expertos, nada haremos.

-Se les aparece el Señor, están con Él, hacen lo que les dice... Y el fruto es una pesca milagrosa. Para mejorar nosotros, y para ayudar a los demás, necesitamos contar con Él, y obedecerle...

Invocar al E.S. para que nos infunda la verdad de Cristo; avive en nuestros corazones el fuego de su Amor. Así le conoceremos, tendremos la experiencia de su amistad y transmitiremos la convicción de que Cristo ha resucitado, vive, y nos ayuda a todos.

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Domingo 4 de Pascua (C) Jn 10, 27-34 (Jornada m. vocaciones)

Cristo se hace hombre y muere en la Cruz por nosotros. Con su Cruz nos gana y nos hace pueblo suyo. Iglesia En ese Pueblo hay muchas vocaciones. ¿Señor, qué quieres de mí? ¿Qué esperas?

1. «Somos su pueblo y ovejas de su rebaño» (Salmo resp.)

Así con ese gozo y con esa alegría hemos de exclamar al contemplar la Persona y la Obra de Jesucris-to: El Hijo de Dios se ha hecho hombre, ha entregado su vida en la Cruz por nosotros, y ha resucitado para hacernos partcipes de su gloria eterna.

«Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del Cielo»... Él no quiere la muerte del peca -dor...; llama a todos a participar del banquete de su reino. Y resucita para enseñarnos que vive para siem-pre, y que estamos llamados a participar eternamente de su Reino.

Efectivamente, Cristo es nuestra Vida y Salvación. «Somos su pueblo y ovejas de su rebaño». He de saborear esta verdad.

2. Este plan tan maravilloso de Dios debe ser conocido por cada uno de nosotros. Sólo así podremos quererle, y dejarnos transformar por Él para poder decir: «mi vivir es Cristo».

Y ¿quién enseñará esta verdad a las generaciones actuales que viven de espaldas a Dios?. Ciertamen -te hacen falta hombres y mujeres que, como los Apóstoles y tantos otros a lo largo de estos siglos, se deci -dan a enseñar con la palabra y el ejemplo que Cristo vive; que ofrece a todos el tesoro de la salvación eter -na.

Jesucristo hoy invita a personas de todas las edades que se entreguen sin condiciones a Aquel que se nos da también sin condiciones. Hoy son necesarios muchos y santos sacerdotes que enseñen la Verdad permanente de Jesucristo a los padres y a los hijos; a los mayores, a los jóvenes y a los niños. De este modo, le conocerán y le amarán hasta identifcarse con Él. Son necesarias vocaciones a la vida religiosa que, feles al carisma recibido, recuerden a todas las gentes la realidad de la otra Vida.

Se necesita que muchos seglares escuchen la voz de Cristo que pasa y les llama a vivir la plenitud de la vida cristiana y que, a través del celibato apostólico, se entreguen al Señor para ser “una inyección intra -venosa en el torrente circulatorio de la sociedad” Señor, envía a esta mies de la humanidad abundantes operarios que orienten a los hombres hacia el cielo.

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Domingo 5 de Pascua. (C) Jn 13, 31-33.

El esfuerzo necesario para llegar al cielo.

¿Por qué tanta difcultad?

El camino es el amor y el amor es sacrifcio.

Corresponder, por amor, a tanto como Dios nos quiere.

1. «Hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios» (!º lectura). Los Hechos de los Apóstoles nos referen el trabajo intenso y duro que soportaron para comunicar el Mensaje de la salvación al mundo entero. Recorren caminos y mares con no pocas difcultades. Pablo nos habla en sus cartas de naufragios, azotes, encarcelamientos...; y toda clase de desprecios para que nadie se quede privado del don de la salva -ción.

Y para que en la Iglesia hubiese continuadores de esta tarea designan sacerdotes y, con ellos, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor en quien habían creído. Y cuando se reunían con cada una de las comunidades cristianas, les contaban todo cuanto habían hecho en cada viaje para anunciar el Evangelio, y la respuestas que los oyentes daban a la Palabra de Dios. Así crecía de día en día el número de los cristianos.

Y ¿por qué tanto trabajo, y soportar tantas difcultades por predicar el Evangelio? Ellos sabían muy bien que Jesucristo se había tomado muy en serio la salvación del género humano... Que sólo hay una cosa necesaria en esta vida: salvarse, ir al Cielo. Y ellos quieren seguir el mismo camino que Cristo.

«Yo Juan vi un cielo nuevo y una tierra nueva... Esta es la morada de Dios con el hombre... Allí ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque el primer mundo ha pasado» (2ª lectura). Esto es lo que Dios quiere para todos.

2. Y yo ¿lo quiero?... ¿Cual es el camino?: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado». El amor de Cristo es:

- universal..., a nadie excluye, a cada uno ama y se entrega por él hasta el extremo... ¿Yo niego a al-guien el perdón, la amistad, la compasión, la ayuda?

- Total: se da del todo..., también a los que le condenan. Espera de día y de noche a cada uno para de-cirle: Aquí tienes el Corazón que te ama sin límites. - Sin esperar nada a cambio. Se da porque ama. El amor espera ser correspondido. Dile: Señor, aquí tienes al que tanto amas. Enséñame a corresponderte.

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Domingo 6 de Pascua (C) Jn 14, 23-29.

La salvación viene de Cristo

El Espíritu Santo no recuerda las enseñanzas de Cristo.

El que ama a Cristo recibe del Espíritu Santo: La inhabitación

El Espíritu Santo me hace hijo, templo del Espíritu Santo. No manchar el templo de Dios.

1. «Oh Dios que te alaben los pueblos...» (Salmo responsorial). Así hemos de clamar por los frutos de la Redención obrada por Cristo, capaz de salvar al mundo entero, si el hombre quiere.

La Iglesia primitiva formada por judíos y gentiles, al iniciar su itinerario, va creciendo. La convivencia y la praxis religiosa, a veces, crea tensiones y roces al contraponerse doctrinas judías con las de Cristo, que tampoco admiten los gentiles.

La salvación vino y vendrá siempre sólo de Cristo..., siendo el E.S. quien os recordará todo lo que Cris-to nos dijo. Y lo hace a través de los Apóstoles y de sus sucesores, a través de la Jerarquía por Él establecida: «Quien a vosotros oye, a Mí me oye».

Por eso dicen los Apóstoles a la comunidad de los primeros cristianos: «Hemos decidido, el E. S. y no-sotros, no imponeros más cargas que las indispensables»: No a la idolatría, a los cultos falsos y a la fornica -ción. Y con esto vino la paz a aquellos cristianos. Importancia de escuchar y obedecer a los Pastores...

2. Hoy ¿qué nos enseña la Iglesia a nosotros? La doctrina de Jesucristo: «si alguno me ama guardará mi palabra»... El amor se manifesta con las obras..., con la adhesión fel a la voluntad de Dios..

¿Tú me amas? Señor, Tú lo sabes todo... Pues mira, «el que me ama será amado de mi Padre y ven-dremos a él...». En el alma en gracia mora la Santsima Trinidad, somos Templos vivos de Dios... ¡Señor, au -menta mi fe! para que tome conciencia de esta realidad divina. Lo cual signifca:

- Empaparme de que Dios es la Verdad, no puede engañarse ni engañarnos. Persuasión frme de que Dios vive en mí alma en gracia.

Y ¿qué hace? Hacerme partcipe de lo que Él es. Es Padre y me da la fliación divina; me trata como a hijo: me introduce en su familia..., soy heredero... El Hijo, mi Redentor, me incorpora a su Cuerpo místico, para que donde está Él esté también yo. Y el E.S., artfce de la santifcación del hombre nos ayuda con sus dones a responder a la vocación y nos identifca con Cristo. «Oh Señor, que te alaben los pueblos...» por es-tas maravillas que sólo Tú puedes hacer. ¡Madre, enséñame a corresponder al amor de Dios, haciendo de mi vida un «Sí» a su Voluntad.

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Ascensión

Jesús asciende a los cielos. Los Apóstoles continuadores de la misión de Cristo. La predicación, los sacramentos, la oración… Con la fuerza de la Virgen y el recogimiento, en la oración.

1— «Y dejas, Pastor Santo, tu grey en este valle oscuro, con soledad y llanto. Y tú, cortando el puro aire, ¿te vas al inmortal seguro?».

Jesús, una vez realizada la obra que el Padre le encomendó, sube a los cielos. Allí eternamente será glorifcada su Humanidad santsima.

Al contemplar y saborear este triunfo, Jesús daría por muy bien empleado todo lo que le costó redi-mir a la humanidad...

Deja en manos de sus Apóstoles, de la Iglesia, la continuación de su tarea y la aplicación de la Reden -ción a todos los hombres. Les entrega como campo de trabajo:

— el mundo entero: “id por todo el mundo, predicad el Evangelio y haced discípulos míos...”

— los canales por los que ha determinado que venga la gracia a los hombres: los sacramentos..., la predicación... y la oración.

— También les deja la moral cristiana con la que deben guiar a los hombres por el camino que lleva a la Vida.

2— Y ¿qué medios puso en manos de aquellos hombres?:

— Su Bendición que les impartió mientras subía a los cielos; es signo de su presencia divina entre ellos.

— La Virgen... Jesús les mandó que se reunieran en el Cenáculo con Ella esperando el cumplimiento de la Promesa que les había hecho: la venida del Espíritu Santo.

— Oración... De este modo, permaneciendo en oración junto con María, quería Jesús que se dispusie-ran a recibir el Espíritu Santo. El os recordará todo lo que yo os he dicho.

Así quiso Jesucristo que se iniciase la evangelización del mundo, sin medios humanos de ninguna cla -se, así se continuó hasta hoy, y así se seguirá haciendo hasta el fnal de los tiempos.

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Pentecostés

La misión salvífca de Cristo.

Cristo envía al Espíritu Santo

El Espíritu Santo nos concede la gracia por los sacramentos.

Somos hijos de Dios por la gracia ¡Ven oh Santo Espíritu!

1 — Contemplar un tapiz... Los colores de los hilos hacen resaltar su belleza. Así son las festas en el curso del año litúrgico.

En la Liturgia no celebramos las festas para entretenernos, sino que son la realización del plan amo -roso de Dios en favor de los hombres.

Mirad: Cristo ha realizado la obra de la Redención; con ella nos ha ganado todas las gracias que nece -sitamos para salvarnos. Él ha instituido los sacramentos..., ha entregado la revelación a su Iglesia para con-tinuar su misión salvífca entre los hombres.

Y para que pueda realizarla felmente ha enviado el Espíritu Santo que estará siempre asistiéndola hasta el fnal de los tiempos, y con su ayuda enseñará íntegramente la doctrina revelada.

Hoy, día de Pentecostés, celebramos y vivimos la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos y la Virgen que estaban en el Cenáculo, recogidos en oración y esperando el cumplimiento de la Promesa. Se manifestó con distintos signos: con la forma de fuego que transforma todo..., como luz que nos hace enten-der la doctrina revelada. Él nos recordará todo lo que Jesucristo nos ha enseñado; y como viento que lo lle-na todo y penetra por todas las rendijas.

2— La venida del Espíritu Santo no es un hecho aislado en la vida de la Iglesia; la asiste siempre para que enseñe la Doctrina sin error. Él santifca continuamente a las almas; inspira los buenos deseos y nos ayuda a obrar rectamente.

Se hace presente en cada alma mediante la gracia que recibimos por vez primera en el Bautismo: “Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abba!, ¡Padre!” Desde entonces mora en el alma, si no se le echa por el pecado.

El sacramento de la Confrmación nos aumenta la gracia del Espíritu Santo y nos hace apóstoles y sol-dados de Cristo. Nos capacita para dar testimonio cristiano con nuestra conducta diaria; y dar sentido divino a todo lo que hacemos. “Nadie puede decir: Jesús es el Señor sino es bajo la acción del Espíritu Santo”

Ya que mora en nuestras almas, lo hemos de invocar asiduamente para que nos recuerde las ense-ñanzas del Maestro y nos ayude a vivirlas. ¿Cuales son?:

— Sentido trascendente de nuestra vida...

— Sentido y exigencias plenas de nuestra vocación cristiana.

— Grandeza y signifcado de nuestra fliación divina...Cada ser obra conforme a su naturaleza...

Él nos guía con sus inspiraciones y mociones. Necesita nuestra docilidad para dejarnos moldear como el barro en manos del alfarero.

¡“Ven, oh santo Espíritu! ilumina mi entendimiento para conocer tus mandatos; fortalece mi corazón contra las insidias del enemigo; infama mi voluntad...” (Bto. Josemaría)

Ahora mismo quiero empezar a hacer lo que me pides no vaya a ser que el mañana me falte.

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Homilía de la Santsima Trinidad

Contemplar a Dios Trinidad.

Hacer un acto de fe.

Queremos adorarle.

Le damos gracias por cada Persona divina.

1— “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Al Dios que es que era y que vendrá”

La Iglesia nos convoca a todos los cristianos a contemplar con la luz de la fe el gran misterio del ser de Dios que Él se ha dignado revelarnos: Hay un solo Dios verdadero, una sola naturaleza divina, poseída plenamente por cada una de las Tres personas divinas Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las tres son iguales y coeternas.

Ante esta verdad misteriosa e incomprensible para el hombre, la actitud profunda de nuestra alma debe ser: ¡CREO! Creo en Dios Padre, creo en Dios Hijo, creo en Dios Espíritu Santo. Espero en Dios Padre, espero en Dios Hijo, espero en Dios Espíritu Santo. Amo a Dios Padre, amo a Dios Hijo, amo a Dios Espíritu Santo.

Y la Trinidad Beatsima mira con una complacencia tan grande al hombre que “su amor ha sido derra-mado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado”; y Él ha querido poner su morada en nuestras almas por la gracia.

2— Ante la grandeza infnita de nuestro Dios, ante su Omnipotencia manifestada en la creación del cosmos, y ante su Amor para con el hombre que lo ha elevado a la participación de la naturaleza divina ¿qué hemos de hacer?, ¿qué espera Dios de mí?:

— Adoración... Reconocer que yo soy todo suyo, ¿qué quieres de mí? Adorar a Dios como los pasto-res de Belén, y como los Magos que, postrados de rodillas le adoraron ofreciéndole regalos. Adorar es po-nerse de rodillas ante la santsima Eucarista, que es la presencia real, verdadera y sustancial de Jesucristo, nuestro Dios y Señor, y decirle como Tomás: “Señor mío y Dios mío”.

— Dar gracias. Todo lo que soy y tengo, todo cuanto me rodea es un don de Dios para mí. ¡Gracias!...”Te adoramos, te bendecimos, te damos gracias”. Sobre todo por la fe y la participación de la vida divina. Gracias por lo poco y por lo mucho, por lo pequeño y por lo grande, por lo temporal y por lo eterno.

«Gloria al Padre, Gloria al Hijo Gloria al Espíritu Santo».

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Corpus Christi

Dios está aquí y te espera: Un acto de fe. Para pagar su Amor: Un acto de amor.. Por la vida que nos da: Una acción de gracias. Nos hace fuertes y felices: El alimento de la Eucarista.

1.— “Jesús en la Eucarista no sólo es un dogma que hay que creer, sino que es un amor que hay que respirar con todo el corazón, una vida que hay que vivir con exclusión de cualquier otra” (Bto. Manuel Gon-zález)

Consideraciones:

—“No sólo es un dogma que hay que creer”. La fe, el creer frmemente en la Verdad revelada, ilumina nuestro caminar para ir seguros y ver las maravillas que Dios quiere hacer con el hombre, siempre que éste se deje.

—“Es un amor que hay que respirar” La respiración oxigena la sangre y vitaliza todos los miembros del cuerpo; del mismo modo la Eucarista nos comunica, es, la vida del Señor y nos capacita para dar senti-do divino a cuanto realizamos. Es Dios en nosotros.

—“Vida que hay que vivir con exclusión de cualquier otra” ¡Sólo Él es la Vida! Nos la comunica al reci-bir la Eucarista con las debidas disposiciones. “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” Por eso no debemos buscar otra vida distinta de la de Aquel que nos ha dicho: “Yo soy la Vida”.

2.— “Yo estaré con vosotros...” ¿Dónde? En esa cárcel de amor que es el Sagrario. Se queda porque nos ama, quiere que le comamos para identifcarnos con Él, de tal modo que pueda seguir pasando por el mundo haciendo el bien a todos.

—Hoy quiere salir en procesión por las calles de los pueblos, por los hospitales..., “por donde hierve la vida de los hombres, por donde se agitan sus pasiones, por donde se consuman sus sufrimientos y fore-cen sus esperanzas” (J.P. II). Y sale para decirnos: Sabed que no me olvido de vosotros..., “estoy a tu puerta y llamo”. Jesús nos mira desde la Hostia santa como miró a Pedro..., a Juan desde la Cruz... Responde a su mirada con otra de entrega. El Bto. Josemaría decía al mirar la Hostia santa: “Aquí está la explicación de toda mi vida”.

— Cuando cuesten las cosas recuerda que sólo la Eucarista es el manantial de la fortaleza.

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Corpus Christi

La manifestación suprema del Amor San Pablo nos transmite lo que realizó el Señor. Tratar bien al Señor: medios Con el Señor todo lo grande y bueno es posible.

1— “Te adoro con devoción...” Al contemplar la Eucarista creemos frmemente en la presencia real de Cristo, oculto bajo las apariencias de pan y de vino; no es un recuerdo lo que hay en el Sagrario, ni una fotografa..., sino que es el mismo Cristo vivo con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad.

La Eucarista es la manifestación suprema del Amor de Dios al hombre... Se anonadó por mí. “En la cruz se escondía sólo la divinidad aquí se esconde también la humanidad”. Se queda para ser el alimento del alma, Él nos dice: ¡cómeme! que quiero trasformarte en mí. ¡Cuánto me ama Jesucristo!

Por otra parte, nuestra adoración del Señor sacramentado, la compañía que le hacen tantas almas en esa cárcel de Amor, la procesión del Santsimo por nuestras plazas y calles, son una manifestación espléndi -da de nuestro amor al Amor de los amores... “Dios está aquí; venid, adoradores, adoremos”.

2— “Yo he recibido una tradición que procede del Señor, y que a mi vez os he transmitido...”

El orgullo santo de Pablo es transmitirnos lo que ha recibido del Señor: que “ en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan...”, manifestándonos que, con su entrega, ha redimido al género humano; y que aquel Sacrifcio redentor se hace presente en el altar cada vez que se celebra la santa Misa.

De este modo nos enseña que la vida cristiana se enraíza en la Eucarista: sólo Cristo es el Salvador; sólo Él es la fuente inagotable de la Vida. A Él nos debemos unir, como el sarmiento a la vid, para dar fruto abundante.

Nosotros, lo mismo que San Pablo, hemos de transmitir esta verdad, que hemos aprendido del Señor, a todos los que nos encontremos en el camino de la vida. Hemos de ser, en medio de la sociedad, un punto de referencia para orientar a tantos que buscan la Vida y la felicidad y ¡no saben que es Cristo!.

Para ser un buen punto de referencia hemos de aprender a tratar muy bien a Jesús en la Eucarista:

— amando mucho la santa Misa: oírla con piedad, cuidar la preparación y la acción de gracias.

— Dedicar cada día un tiempo a la adoración del Señor en el Sagrario; acompañarle como al mejor de los amigos, “es un Amigo que nunca traiciona”

— Desagraviarle por las ofensas que recibe de los hombres...Hacer la “coronilla de desagravios” y amarle por los que no le quieren.

— Buscarle al ir por las calles y por los caminos descubriendo donde hay un Sagrario...

— Si despertamos por la noche, acudir inmediatamente al Sagrario más próximo de nuestra casa y hacer comuniones espirituales.

Esa piedad eucarística será el ejemplo que arrastrará a muchos al encuentro con Dios.

Ahí, en la Eucarista, está realmente presente el mismo Jesucristo con todo su Poder..., con su Amor que se entrega sin condiciones hasta llegar a “comerle”; ahí está su afán de salvar y santifcar a todos y a cada uno...; ahí está el “Buen Pastor” que alimenta, cuida y guía a los hombres por el sendero de la Vida.

Entonces ¿qué pasa que no se nota nada de eso en la vida social, familiar y de los individuos?:

— Ciertamente Jesús está ahí en la Eucarista esperando y ofreciendo a todos su Amor, su Misericor-dia, el alimento que nos hace permanecer en Él, pero no hay hombres que se acerquen con fe al Sagrario...; no hay quien, consciente de su necesidad, implore y suplique a Aquel que lo puede todo; no hay rodillas que se doblen para adorar...; no hay quien se abra al Amor de Cristo Salvador...; no hay adoradores que re-

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conozcan que somos todo y del todo de Dios. No hay en fn enfermos de tantas dolencias que afectan a los hombres y que se dejen curar.

— Dios está ahí, pero el hombre pasa olímpicamente y “va a lo suyo”.

El día que el hombre quiera de verdad, Dios hará el resto.

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Virgen del Pilar

La Virgen vino en carne mortal

Presencia permanente de la Virgen entre nosotros.

Caminar con María.

Todo es posible con María.

1— “Bendita y alabada sea la hora en que María Santsima vino en carne mortal a Zaragoza”

Jesús, al subir al Cielo, envió a sus Apóstoles a predicar el Evangelio por todo el mundo...; pero, antes, mandó que se reuniesen en el Cenáculo con María para recibir el ES: “Él os recordará todo lo que yo os he dicho”. Ellos, fortalecidos por el Espíritu Santo y animados por la Virgen, anuncian la Buena Noticia a los hombres: Jesucristo es el Salvador del mundo,

Santiago vino a España..., a Zaragoza y empezó aquí su labor apostólica. Había un rechazo generaliza -do de su Mensaje. Sólo le seguían unos poquitos. Sintió en su alma el desaliento y una sensación de fracaso.

La Virgen, que aún vivía en este mundo, cuenta una piadosa tradición, vino en carne mortal a Zarago -za el 2 de Enero del año 40. Animó al Apóstol, le entregó el Pilar, que había de ser para siempre “ fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor”. Le prometió que no se apagaría la fe en esta Ciudad y en España; expresión de esta promesa son las multitudes que a lo largo del año acuden a visitarla y a implorar su ayuda.

2— La presencia de la Virgen del Pilar entre nosotros no debemos considerarla como un simple re-cuerdo de lo que hizo la Virgen con Santiago, ni como un monumento de esta Ciudad; sino como la señal de la presencia permanente de María Santsima entre nosotros. Ella, como Madre de Dios y Madre nuestra, quiere enseñarnos a vivir la vida cristiana, a seguir a Cristo sin desanimarnos por muchas que sean las dif-cultades.

La Virgen del Pilar está con nosotros para fortalecernos en esa lucha por ser feles hijos de Dios, nos ayuda a vivir en gracia a lo largo de la jornada, a ir contra corriente y ser testigos de Aquel que es el único Salvador del mundo.

María está aquí para animarnos a ser levadura del amor de Dios capaz de regenerar la juventud..., la familia..., la enseñanza y todos los ámbitos en que se mueve el hombre. ¿Imposibles? Para nosotros sí. “ Tú no puedes, pero Yo sí que puedo”

A Ella nos encomendamos y de su mano vamos a caminar.

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Domingo 2. Tiempo ordinario (C) Jn 2, 1-12.

Contemplar las maravillas del Señor: la Navidad

Nada puede ser igual después de la Encarnación

El camino: meditar el Evangelio

Enamorados de Cristo cambiaremos el mundo.

1. «Contad a todos los pueblos las maravillas del Señor» (Salmo responsorial). A realizar esta tarea tan loable nos invita hoy la Iglesia. Y ¿qué he de contar? Las maravillas que Dios hace conmigo y con todos.

Acabamos de vivir la Navidad: el Hijo eterno de Dios se hace hombre y nace en el tiempo, sin que los hombres lo adviertan: «vino a los suyos, y estos no le recibieron». Y, a pesar de todo, viene a salvarnos, a hacernos hijos de Dios y herederos del cielo... Por eso, Contad a todos los pueblos las maravillas del Señor: Dios me ama, me busca, me perdona, se queda conmigo. La Navidad no puede ser un paréntesis que cierro el día del Bautismo del Señor. Es una realidad permanente: Dios nace y se queda con nosotros para salvar -nos.

Después de la Navidad, de este don tan grande de Dios, nada debe seguir igual en mí; he de luchar más y más por mejorar cada día. Quiero abrirme a Dios que llama en mi puerta para ser y vivir como un hijo suyo.

2. Y ¿qué debo hacer para ser un poco mejor? Medita el evangelio de las bodas de Caná... Allí hay una muchedumbre de invitados. Pasan, sin darse cuenta, por un gran apuro que sólo detecta la Virgen. Ella se lo dice a Jesús... Y, mientras, dice a los criados: «Haced lo que Él os diga». Desde aquel momento se pusieron a las órdenes de Jesús, y todo cambió en el escenario de aquella boda: hubo vino bueno abundante para to-dos por el modo de actuar de los criados.

Eso es lo mío para que nada siga igual, para que yo mismo cambie y sea mejor: «Haced lo que Él os diga». Guarda los Mandamientos... Cuida la dirección espiritual..., decídete a ir con Jesús y Él te hará pesca-dor de hombres...

Si tú y yo, después de la Navidad, después de esta Misa y de esta Comunión, procuramos que nada siga igual en nosotros, Jesús hará maravillas divinas a través de nosotros, como las hizo por medio de aque -llos criados de las bodas de Caná. «Si sois como debéis ser, prenderéis fuego en el mundo», dice el Papa a los jóvenes. No lo olvides; de que tú y yo nos portemos como Dios quiere, dependen cosas muy grandes.

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Domingo 2. Tiempo ordinario (bis) (C) Jn 2, 1-12.

Contemplar las maravillas de Dios.

Conocer a Jesús.

Enseñar a conocer a Jesús.

Formarnos y haremos “lo que Él nos diga”

1. “Contad a los pueblos las maravillas del Señor”. Con este grito de entusiasmo empieza la Iglesia el tiempo ordinario. Nos invita a:

- contemplar al Señor para conocerlo, quererlo y trasmitir a los hombres su amor salvífco.

- para ayudarnos a seguir este camino, nos propone hoy el milagro de las bodas de Caná, la manifes -tación de que es el Mesías, el enviado de Dios, nuestra salvación.

De entre todos los presentes, sólo la Virgen conocía quien era Jesús, porque se lo dijo el ángel, y por el trato intenso y continuo que ha tenido con el que es su Hijo. Y ella enseña el camino a otros. Por eso, dijo a los sirvientes: ‘Haced lo que él os diga’. Y ¡se hizo el milagro!

El fruto inmenso de este prodigio fue que ‘los discípulos creyeron en él’.

2. Este es nuestro caminar de cristianos: contemplar a Jesús, conocer su obra y enseñar a los hom-bres los dones prodigiosos que nos proporciona el trato asiduo con él.

Cuidar la vida de piedad y tratar a Cristo en la oración, en esa conversación diaria que hemos de man-tener con él, cuidando esos ‘parones’ que son cada una de nuestras prácticas de piedad: oraciones de la mañana, santa Misa, Rosario, visita al Santsimo, oraciones de la noche, frecuencia de sacramentos.

Cuidar nuestra formación cristiana: leer y meditar el evangelio, estudiar el Compendio del Catecismo en familia tratando de aprender bien las oraciones y un número del mismo cada día.

Así seguiremos el camino que también nos da la Virgen a nosotros, sus hijos: ‘Haced lo que él os diga’. No lo dudes, por este camino serán muchos los que hay también creerán en Jesús.

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Domingo 3 Tiempo ordinario (C) Lc 4, 14-21.

Riqueza de la intimidad de la persona.

Riqueza del corazón de Dios Padre.

Riqueza del conocimiento de Cristo.

Leer y meditar el Evangelio.

1.«Tus palabras, Señor, son espíritu y vida» (salmo respons.).

El hombre es capaz de poseer en su intimidad una riqueza inmensa: ideales por los que vivir..., amor..., sentimientos de perdón, de entrega, como una madre hace por sus hijos.

Toda esa intimidad de la persona es invisible a los demás; nadie la puede conocer si yo no la manifes-to con el lenguaje de los signos. Uno de estos signos es la palabra. Las palabras no son puros sonidos, sino vehículo para comunicar la riqueza interior de una persona a los demás.

2. Si esto sucede en el corazón humano que es limitado, ¿cual será la riqueza que hay en la intimidad infnita de nuestro Padre Dios? El es el Amor..., la Verdad..., la Vida..., la Santidad..., la Misericordia...

Y, en su infnita misericordia, ha querido dar a conocer a los hombres la riqueza insondable e invisible de su Corazón. Para ello ha querido emplear la Palabra, la Revelación. Cristo es la plenitud de la Revelación; Él es la Palabra de Dios que manifesta a los hombres hasta qué punto les ama.

Esa Palabra nos la ha dejado en la Sagrada Escritura, que se nos lee cada día en la Misa, y se nos expli-ca en la catequesis y en la predicación.

Así se entiende la veneración con que el pueblo judío, venido de la cautividad de Babilonia, escucha-ba al sacerdote Esdras...

El evangelio nos enseña que Jesucristo sigue hablando ahora al hombre y le enseña lo mismo que ayer... El mensaje es el mismo..., el Maestro también...; sólo cambiamos los oyentes...

Disposiciones personales: Fe para adherirnos plenamente al mensaje de Verdad y de Vida que Dios nos ofrece. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Atención piadosa para recibir y asimilar lo que me dice, y así lo viviré con coherencia... Siempre que escuche al Señor, le responderé haciendo un pequeño propósi-to.

Un buen propósito sería leer un capítulo del Evangelio cada día... para conocerlo, asimilarlo y vivirlo. Añadir a la lectura un rato de oración ante el Sagrario, ya que las personas donde más se conocen es en el trato...«Trátale, y no le dejarás».

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Domingo 4 Tiempo ordinario (C) Lc 4, 21-31.

Dios nos elige antes de la creación.

Razón de mi vida: “haz lo que te mando”

¿Qué quiere Dios de mí?

Amar, respetar, guardar, el don de la vida.

1. «Antes de formarte en el vientre te escogí» (1ª lectura).

No faltan quienes piensan que la existencia del hombre sobre la tierra, con todas las circunstancias que le acompañan, es fruto de la casualidad... Quizá se debe a que desconocen que la casualidad es la me-dida de nuestra ignorancia.

Sin embargo, a un cristiano, a un hombre de fe, le llena de alegría saber que Dios nos elige antes de empezar a existir en el seno materno: «Desde antes de la creación del mundo nos eligió...» Y nos ha elegido para realizar una misión personal e intransferible, un encargo divino en el mundo. Esta es la única razón por la que Dios me ha creado y me ha puesto en el mundo: «Haz lo que yo te mando. No tengas miedo, porque yo estoy contigo» (1ª lectura).

Y esta tarea que he de realizar en la tierra debe estar impregnada de amor, como dice el Apóstol en la 2ª lectura: «el amor es comprensivo, servicial, no tiene envidia, no presume, no es mal educado» El amor es el don de sí mismo a los demás...

2. Dios a mí me llama. ¿Para qué? Esta es la cuestión más importante que tengo en la vida...

- Para participar de la vida de Cristo, enviado no sólo a los judíos, sino a todos. Ser, en medio de la so-ciedad, luz, punto de referencia, para los hombres inmersos en la oscuridad de una vida sin fe... Sal de la tie-rra, que con la coherencia de vida anime a otros a acercarse a Dios. Ser levadura metida en las entrañas de la familia, célula de la sociedad, que enseñe la unidad e indisolubilidad del matrimonio, abierto siempre a la vida; y que enseñe también que toda vida, desde el seno materno hasta la muerte natural, es intocable, sagrada porque es un don de Dios, manantial de la vida. El don de la vida es un derecho inviolable de la per -sona humana, que todos estamos llamados a respetar y defender. «El evangelio del amor de Dios, el evan-gelio de la dignidad de la persona y el evangelio de la vida son un único e indivisible evangelio» (JP II).

- Esta es la tarea que Dios quiere que realicemos sin miedo a nada ni a nadie. Cierto que, quien vive así, siente -como Jesús- el desprecio de unos y la amenaza de otros... Lo querían despeñar por un monte .«Pero Él se abrió paso y se alejaba». Realmente los santos son incómodos para los mundanos. Pero sólo los santos salvarán el mundo. No temas. El Señor está aquí. «Antes de formarte en el vientre te esco-gí» Confa en su palabra y en su gracia. Y tu vida será una sementera de paz y de alegría.

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Domingo 4 Tiempo ordinario (bis) (C) Lc 4, 21-31.

Dios quiere que todos los hombres se salven

Distintas actitudes del hombre.

Obrar como los santos: los más grandes benefactores de la humanidad.

¡Señor que vea!

1. “Hoy se cumple esta Escritura” que acabáis de oír: Dios quiere la salvación de todos los hombres, también la de los que están lejos, como son quienes viven de espaldas a Dios. Para eso ha enviado a su Hijo al mundo.

Y este querer divino se extiende a buenos y a malos, a los que están cerca y a los que están lejos de Jesús, a los justos y a los pecadores.

Pero, no olvidemos, que este querer de Dios debe ser aceptado por el hombre; aceptación que le lle -vará a dejar la iniquidad, el pecado, y acercarse humildemente a pedirle perdón.

2. Actitudes de los hombres, en el Evangelio de hoy, ante este anuncio salvífco de Jesús:

- unos se admiraban de las palabras que salían de su boca, y daban gracias a Dios por la Buena Nueva: Dios nos ama, nos busca, y nos perdona las maldades, siempre que nos arrepintamos. Y no cesaban de dar -le gracias.

- otros, sin embargo, recelan de Jesús y ¡hasta lo rechazan! “¿No es este el hijo de José? Y, porque no se fan de él, lo quieren despeñar. “Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba” ¡Qué pena, por la dure -za de sus corazones, rechazan al Salvador!

Este es el gran tema de ayer, de hoy y de siempre, ante el Amor de Dios que nos ofrece generosamen-te a todos: aceptarlo abriéndonos de par en par a su don como han hecho los santos, o rechazarlo como hace el demonio y cuantos se dejan engañar por él.

¡Señor, que vea! cuánto me amas al venir al mundo por mí, al entregarte dando la vida por el amado en la cruz, al quedarte por amor a mí en la Santsima Eucarista para ser el alimento de mi alma, el Maestro que ofreces el esplendor de la verdad a todo hombre que viene a este mundo, el Médico capaz de curar to -das las dolencias del cuerpo y del alma.

Señor, que vea tu Amor y que me entregue a ti sin condiciones.

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Domingo 5 Tiempo ordinario (C) Lc 5, 1-11.

Dios quiere contar con el hombre.

Disposición del hombre: envíame.

Comprometernos con nuestra vocación cristiana.

Rema mar adentro y echa las redes para pescar.

1. «Aquí estoy, Señor, mándame» (1ª lectura).

Dios quiere contar con el hombre asociándolo a su Obra redentora. Lo podía hacer Él antes, más y mejor, pero quiere necesitarme. ¡Qué incomprensible es, a veces, el Señor!

El Dios tres veces santo, el Omnipotente, el Creador y Señor de todo; ese Dios ante quien Isaías se anonadó exclamando: «soy hombre de labios impuros»...; junto a Él san Pablo se considera indigno de lla -marse Apóstol porque se veía como «un aborto» (un ser que se queda en el camino, pero Dios lo recuperó); y ante el prodigio de la pesca milagrosa, Pedro no pudo menos de exclamar: «apártate de mí, Se-ñor, que soy un pecador».

Pues bien, ese Dios tan poderoso quiere contar con el hombre, que es un pecador, para que le ayude en esa labor inmensa de almas que desea salvar.

Un día llamó a Isaías...: «Aquí estoy, mándame». A Pablo... «¿Qué quieres de mi?» hoy a los Apósto-les para echar las redes en el mar y llenarlas de grandes peces. Y, gracias a la fel correspondencia de ellos, y de tantos cristianos que nos han precedido, estamos nosotros aquí, como hijos de Dios, que creemos en Él, le adoramos, le damos gracias por su Amor hacia nosotros.

2. Ahora, como en una carrera de relevos, nos corresponde a ti y a mí coger el testigo de nuestra vo -cación cristiana y responder a Dios que nos urge ir mar a dentro, y echar las redes para la pesca. «Aquí es -toy, mándame»...« Qué quieres de mi?» Nos pide dos cosas:

a) defender la vida... Es un don sagrado.. Sólo Dios es el Señor de la vida desde su inicio hasta la muerte natural. La vida es intangible... Es el fundamento de todos los derechos humanos. En este mundo, todo está al servicio del hombre y de su vida, también los gobiernos y los parlamentos están al servicio de la vida.

b) No tener miedo a enseñar y a vivir lo que nos pide Cristo: «Rema mar a dentro y echa las redes para pescar». El Cristiano bien metido en las entrañas de la sociedad, como la levadura en la masa... y allí ser luz y sal... Y esto con el testimonio de una vida coherente que nos exige ir contra corriente. Así se llena -rán las redes de tu buen ejemplo de almas para Cristo; y ellas también acercarán a otras hasta Cristo.

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Domingo 6. Tiempo ordinario (C) Lc 6. 17-25.

Confar en el Señor

Buscarle allí donde podemos encontrarle.

La fe: necesaria para ver las cosas como las ve Dios.

Estar de la parte de Dios: El es el único Bien permanente.

1. «Dichoso el hombre que confa en el Señor» (Salmo responsorial); porque para Él nada hay impo-sible.

Jesucristo, desde la montaña, enseña a una multitud inmensa verdades nunca oídas por ella. Les en-seña que el verdadero punto de apoyo de la vida del hombre debe ser lo permanente; no lo que pasa y se acaba. Les habla de verdades que nunca hubieran escuchado de maestro alguno de la tierra. Es que sólo Él es la Salvador del hombre; sólo Él quiere su verdadero bien.

Ahora somos nosotros quienes escuchamos a este Maestro. Nos conoce muy bien, sabe lo que busca-mos y necesitamos: la alegría, la paz, la felicidad... Pero, a veces, la buscamos donde no está..., en puros es -pejismos. Y nos quedamos con las manos vacías.

Jesús nos enseña cómo encontrarla, y nos ofrece el camino: «Bienaventurados los pobres...» Cierta-mente choca este modo de hablar que tiene Cristo. Es un programa de vida que no entendemos, por eso no le hacemos caso; quedamos vacíos. Pero, ¿por qué no lo entendemos? Porque todavía no hemos aprendido el idioma con que nos habla el Señor. Es difcil entender un programa en “japonés” si no se conoce este idio-ma... Para entender a Cristo debemos conocer su lenguaje: la Fe... Es ver las cosas como las ve Dios, y que-rerlas como Él las quiere.

2. Este es su Programa de vida: «Dichosos los pobres..., los que pasan hambre y sed de justicia..., los que lloran..., padecen y son aborrecidos por causa del Hijo del Hombre». Estos son dichosos porque apren -den a no confar en las cosas pasajeras de este mundo. Ninguna de ellas, ni todas juntas, son capaces de dar la felicidad verdadera al corazón humano, porque todas se acaban.

Los que le escuchan y le siguen aprenden a confar sólo en Él. Dios es el único Bien que dura siempre, y sólo Él es capaz de llenar el corazón del hombre.

Hoy “día del hambre”, de “Manos unidas”, que nos invita a unir nuestros corazones con los necesita-dos, y preparar entre todos una mesa en la que tantos y tantos necesitados se puedan alimentar a lo largo del año. El resultado: «Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre...»

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Domingo 7 Tiempo ordinario (C) Lc 6, 27-38.

Que os améis como yo os amo

Amar y perdonar a los enemigos

Examina tu corazón

Tener el corazón grande. Pídele al Espíritu Santo: amar y perdonar

1. «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis como yo os he amado» (Antfona de comunión).

Jesús, como buen Maestro, convoca a sus discípulos y les entrega el programa que hemos de apren-der y vivir. Lo vamos a escuchar con interés, recibirlo íntegramente, sin rebajarlo ni un ápice, aunque quede-mos sobrecogidos y asustaos por su exigencia total.

Jesús sabe muy bien que su doctrina no es como la del mundo, ni está de acuerdo con las corriente de moda de una sociedad imbuida de neopaganismo. Sólo su doctrina es camino de salvación.

«Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, orad por los que os injurian». El hom -bre, al oír esta doctrina, nota que le chirrían los oídos, porque no sintoniza con lo que pide nuestra naturale-za herida por el pecado original. Se asusta, y hasta le da miedo andar por ese camino tan inusitado en la convivencia humana. Y le decimos:

- Pero si me han mal tratado tanto algunas personas, me han difamado, han echado sobre mi tonela-das de basura, me han calumniado... ¿Cómo quieres, Señor, que no les guarde cierta aversión? Y Jesús nos dice: eso que te han hecho está mal; pero no te autoriza a que tú obres mal. «Haz el bien y no mires a quien»

Pero si han roto mi familia; han sido la causa de la separación de mis padres; han hecho de mía hijos unos malhechores... ¿Cómo les he de perdonar si me han hecho tanto daño? Eso está mal, pero tú debes obrar el bien...«Ahogar el mal en abundancia de bien»

2. Hoy, día de examen para ver si hay aversión en mi corazón o juicios críticos... Ama a todos, también a los enemigos... «Amaos los unos a los otros como yo os he amado»: Jesús ama a todos, del todo y en todo...

«Fuego he venido a traer a la tierra...». Es una buena ocasión para pedir al Espíritu Santo que encien-da en nuestras almas el fuego de su Amor para que abrase nuestras miserias; y así, nuestro corazón se con -vierta en un horno encendido de caridad que caldee, comprenda y ame a todos los hombres.

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Domingo 8. Tiempo ordinario (C) Lc 6, 39-45.

Buscar la verdad

La verdad de Dios y la del hombre

Intimidad del hombre y fn trascendente

Dios nos reserva sitio junto a Él: Cumplir su Voluntad.

1. Dios contempla al hombre, y no puede menos de decirle: «De la abundancia del corazón habla la lengua»

De aquí la importancia de enriquecer nuestra inteligencia con el esplendor de la verdad, y nuestro co -razón con la fuerza irresistible del Amor. Sólo así daremos luz a los hombres y sabremos acoger a todos con el calor de la compasión.

Hoy nos invita el Señor a pensar, es decir, a buscar la verdad: «No alabes a nadie antes que razone», sólo así se busca y se encuentra la verdad.

Y esta es la primera verdad que he de conocer: ¿quién soy yo, y qué sentido tiene mi vida?

- El hombre, «imagen y semejanza de Dios», es un ser consciente, libre; capaz de relacionarse con los demás. es un misterio en sí mismo: su interioridad es un santuario cerrado a la curiosidad; en ella radica su grandeza y su dignidad. Sólo yo puedo dejar entrar en ella. Por eso, nunca podemos juzgar a nadie, ya que sólo Dios conoce lo que hay en el interior del hombre.

2. El hombre, además de del misterio de su intimidad, tiene un fn trascendente al que está orientado por el mismo acto creador de Dios: vivir, en cuerpo y alma, eternamente felices con Él en el Cielo.

Es cierto que el cuerpo se está desmoronando y morirá. Cristo, nuestro Camino, también murió; mas llegará el momento, que sólo Dios conoce, en el que «este cuerpo mortal será revestido de inmortalidad» como la Humanidad Santsima de Cristo y, entonces, el hombre será glorifcado, en cuerpo y alma, para siempre con Cristo en la posesión de la herencia eterna.

Hemos de agradecer al Señor las maravillas a las que nos destina, con tal que yo luche por serle fel en esta vida. Esta esperanza en las promesas de Dios nos debe animar a vivir las exigencias de la vida cristia-na. Es verdad que, a veces, cuesta, pero ¡Vale la pena! gastarnos por Él, que es el mejor pagador:«Donde es-toy yo, quiero que esté también mi servidor».

Pedirle a la Virgen que nos enseñe a hacer siempre lo que Él nos diga.

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Domingo 9 Tiempo ordinario (C) Lc 7, 1-10.

Tres fguras y una misma petición a Dios

Acudir al Padre en todas nuestras necesidades

Pedir es una manera de orar

Pedir al Señor vocaciones. ¡Almas!

1. «Mírame, oh Dios, y ten piedad de mí, que estoy solo y afigido» (Antfona de entrada).

En las tres lecturas de la Misa de hoy hay una coincidencia: Salomón, Pablo y el centurión dirigen la mirada a Dios, le invocan y le piden la gracia que necesitan. Y así:

- Salomón ruega a Dios en favor de los extranjeros... Así te reconocerán y te temerán todos los pue -blos de la tierra.

- Pablo pide que todos vivan según el evangelio que os enseño, de modo que si alguien os predica un evangelio distinto del que os enseñamos los apóstoles, ¡sea maldito!

- Centurión pide a Jesús que se digne curar a su criado...; pero no es necesario que vaya a su casa; basta con que diga una sola palabra para que sane su criado.

Todo nos invita a acudir a Cristo en todas nuestras necesidades para no desorientarnos, ya que es fá -cil perder el norte ante la conducta de tantos cristianos; junto a Él aprenderemos a valorar la verdad y el bien. Esto les pasó a algunos de los que escuchaban a san Pablo: «Me sorprende que tan pronto os hayáis pasado a otro evangelio» y sigáis a otros maestros. El Mensaje de Jesús sólo nos llega íntegro por los Após -toles; y, una vez estos murieron, por el Magisterio de la Iglesia.

2. Cuando oímos con buenas disposiciones el evangelio, como el Centurión, descubrimos a Cristo, que es Hijo de Dios, y que lo puede todo. Una manera de orar es pedir... Para que sea grata a Dios, hemos de pedir con humildad: yo no soy nada... Tú lo puedes todo. Con confanza... “Di una sola palabra...” Con fe... No es necesario que vengas a mi casa, Di una sola palabra...

Jesús, el que curó al siervo del centurión, vive... No se ha empequeñecido su poder... Hombres de fe hacen falta, y se realizarán los mismos milagros de ayer. Pedir vocaciones... Son siempre un don de Dios que necesita un ámbito adecuado en la familia, y en el buen ejemplo de los cristianos. Señor, Tú lo puedes todo... Di una sola palabra...

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Domingo 10. Tiempo ordinario (B) Lc 7, 11-17.

Dios siempre dispuesto a perdonar: me invocaréis que os escucharé

En las lecturas aparecen diversas necesidades

Líbranos del mal: el mal radical es el pecado

Cambiar para convertirnos en apóstoles de la misericordia de Dios

1. «Te ensalzaré, Señor, porque me has librado» (Salmo responsorial). Así responde siempre el hom-bre al verse envuelto por la misericordia de Dios, que está siempre dispuesto a perdonar...

Sabemos que la riqueza más grande de una persona está en su intimidad; esta se nos manifesta sólo a través del lenguaje. Acabamos de escuchar las lecturas, y en ellas descubrimos la riqueza insondable que anida en el corazón de nuestro Dios, que nos ofrece a los hombres: «Mis pensamientos son pensamientos de paz, y no de aficción, me invocaréis y yo os escucharé»

Dios, por medio de Elías se compadece de la mujer que le hospedó en su casa. Ora y le devuelve sano al hijo enfermo...

En la segunda lectura nos recuerda cómo Jesucristo cambia el corazón de Saulo hasta enamorarse de Él... Cura su mal moral...

Y en el evangelio se nos refere cómo el corazón misericordioso de Cristo se compadece de la viuda de Nain, y le resucita al hijo.

Señor, danos la seguridad de que Tú lo puedes todo...; que has venido para que tengamos vida en abundancia; y que el único mal que impide vivir tu Vida es el pecado, el rechazo de Dios...

Este mal, causa de todos los males, lo destruyes con el perdón que ofreces a todos en el sacramento de la Penitencia...

2. Jesús vive. Sigue saliendo al encuentro del hombre: con los consejos..., buenos ejemplos..., cruces...etc. Todo son llamadas de Dios que pasa... Quiere descubrirnos el sentido de la vida...

Pero, yo he de querer..., como quisieron los personajes de las lecturas de este domingo: Elías se llevó aquel niño enfermo..., la madre cooperó dejándole actuar. Saulo obedeció en todo la voz que oyó en el ca-mino de Damasco... La viuda de Nain y la comitiva se pararon...; y Cristo le devolvió al hijo vivo.

Yo también quiero salir de..., cambiar..., romper con aquella ocasión pecaminosa...; pero ¿me dejo guiar por los consejos que me dan..., por la Iglesia? Ayer se sirvió del profeta para curar...; de Saulo para evangelizar a los gentiles... Hoy quiere servirse de ti...

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Domingo 11 Tiempo ordinario (C) Lc 7, 36-50.

Perdona mi pecado

La misericordia de Dios

Reconocer personalmente la misericordia

María es el camino para volver a Dios

1. «Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado» (Salmo responsorial).

La historia de la Salvación es la historia de las maravillas del amor de Dios para con el hombre, y la historia de las infdelidades del hombre para con Dios.

La Sagrada Escritura no oculta ni lo uno ni lo otro... Y así hoy, la Palabra de Dios que nos transmite la 1ª lectura es una acusación continua de David, por su conducta infel...

David, ungido de Dios, rey y profeta ha respondido villanamente a los regalos del Señor: ha menos-preciado sus preceptos; ha lesionado los derechos del prójimo y ha escandalizado al pueblo de Dios... He-mos de aprender a mirarnos en su espejo, porque esa historia ha sido escrita para nuestra corrección.

Pero esta historia habla también de la misericordia de Dios... Y la imagen de David se restablece gra -cias a su dolor y a su arrepentimiento profundo y sincero... Dios le perdona...

El evangelio nos habla de la mujer pecadora..., quería ser feliz y no podía..., lo había probado todo..., pero no sabía que «quien bebe de este agua, vuelve a tener sed». Y esta mujer, albardada con sus pecados, se pone a los pies de Cristo, y ¡le perdona todo, del todo y para siempre!

2. La Historia de la Salvación es actual. Dios manifesta su amor misericordioso: <Venid a mi todos...». Sabiendo que todo lo que somos y tenemos es un don de Dios, nuestra actitud debe ser ¡Gracias!...

Sin embargo cómo olvidamos a Dios y vamos a lo nuestro: ¡Ingratitud!... Importa mucho reconocerlo y ponernos también a los pies de Cristo, nuestro salvador, y allí pedir perdón como la mujer pecadora; rom -per lo que haya que romper; entregar lo que haya que entregar; y abandonar la vida entera a la misericordia de Cristo. Así es cómo recobraremos la esperanza y la paz. ¡No te desanimes! Mira a Dios como David y dile: Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado. Acércate como la mujer pecadora, a solas, en el confesonario, y allí llora, arrepiéntete y saldrás otro. Habrás entrado pecador; y saldrás como santo.

No olvides que el camino para ir y para volver a Jesús es la Virgen.

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Domingo 12. Tiempo ordinario (C) Lc 9, 18-24.

Fidelidad de Dios e infdelidad del hombre

Misericordia de Dios: mujer pecadora

Volver a Dios y darle gracias

Saber pedir perdón como la mujer pecadora.

1. «Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo» (Jn 17, 8).

Importancia del conocimiento de Jesucristo para tener vida en abundancia. Por eso en el evangelio de hoy aparece el examen que Jesús hace a los suyos sobre su propia Persona: «¿Quién dice la gente que soy yo? (...) Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? (...) Tú eres el Mesías de Dios?», el Hijo de Dios, hecho hombre para salvar a todos los hombres. Pedro confesa su divinidad.

«En Jesús, Hijo unigénito del Padre, Dios se revela totalmente y hace partcipe de su vida a todo ser humano que lo reconoce como Salvador. El drama es que muchos no conocen a Cristo, luz del mundo, mien-tras que otros no lo acogen o, incluso, lo rechazan» (JP II, Ángelus, 5-I-2003).

Nosotros, en este momento entrañable, en que Tú nos preguntas, como a Pedro, sobre tu identidad, respondemos con él: creemos y confesamos que Tú eres el Salvador, el Camino, la Verdad y la Vida. Y por -que creemos en Ti, nos famos y nos entregamos del todo a Ti, para conocerte más, servirte mejor y amarte con todo nuestro ser.

2. Sin embargo Cristo les dice que no lo digan a nadie hasta que se realice la Pasión y resucite. ¿Por qué?:

- Porque les falta conocer otra dimensión muy importante de Cristo: la dimensión del dolor, de la Cruz... Y si hablaran sólo de su Divinidad, ignorando o callando la realidad de la Cruz en la que se va a entre -gar por nosotros y por nuestra salvación, darían una visión falsa de Cristo, que es la de Redentor...

- En Cristo su misión no se puede separar de su ser: es Hijo de Dios y es, al mismo tiempo, nuestro Re-dentor.

Nosotros, hijos de Dios por la gracia, participamos del ser de Cristo y de su Obra... «El que quiera ve-nir conmigo que se niegue a sí mismo, cargue son su cruz cada día y que me siga». La mortifcación forma parte de la vida cristiana... Sin la gracia jamás llegaríamos a ser hijos de Dios, y sin la cruz, sin el vencimiento y la lucha continua, tendríamos una visión falsa de la vida cristiana. Tú eres el Hijo de Dios, el Redentor. No-sotros corredentores.

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Domingo 13 Tiempo ordinario (C) Lc 9, 51-62

Habla Señor que tu siervo escucha

Buscar escuchar a Dios. Caminos

Seguir al Señor. Ejemplos

Vencemos las difcultades, confando en Dios

1— “Habla, Señor, que tu siervo escucha...”

El evangelio nos habla con frecuencia del encuentro de Cristo con los hombres, y de éstos con Él... Unas veces son multitudes los que le escuchan...; otras son enfermos..., necesitados de luz, de perdón y de acogida; no pocas veces son personas singulares como Nicodemo..., Zaqueo..., la samaritana...

Todos esperan una palabra de aliento y de consejo para orientar rectamente su vida. “Habla, Señor, que tu siervo escucha...” “¡Que busques a Cristo, que encuentres a Cristo, que ames a Cristo” (P)... Y esto lo puedes hacer de muchas maneras:

— escuchando con atención su Palabra que se nos da de tantas maneras...; sobre todo por la predica-ción..., es Él quien nos habla, guiando nuestra vida hacia el bien.

— por el perdón de los pecados...En la Confesión recobramos la gracia y la amistad con Cristo. Se re-pite la escena: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”,

— por la Comunión recibida con las debidas disposiciones... “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mi y yo en él”.

2— El Evangelio, que acabamos de leer, nos enseña que seguir a Cristo es de una radicalidad total..., implica al hombre de pies a cabeza nos llama para ser exclusivamente suyos durante los 60 segundos de cada minuto.

Jesús, caminando hacia una aldea se encuentra con tres tipos de personas que se disponen a seguirle a su manera:

— “Te seguiré...” Ignora que seguir a Cristo es cargar con la cruz... Por eso le dice: “Las zorras tienen guarida y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza”. Para seguirle es necesario que sea Él quien llame.

— A otro le dice “¡Sígueme!”... Este le pide un tiempo para sus cosas...... Tampoco sirvió porque no supo responder con una entrega plena.

— Y un tercero le dijo: “Te seguiré, pero déjame primero despedirme de mi familia...” No sirve porque pone condiciones a la llamada... Seguir a Cristo es ir contracorriente...

3 —Estamos en esta celebración eucarística junto al Señor...; y con la persuasión frme de que soy todo de Dios, le digo: “Habla, Señor, que tu siervo escucha. Sólo Tú tienes palabras de vida eterna”.

Jesús nos dice: Yo te hablo y te digo lo que quiero de ti: ¡Sígueme!... ¡No pongas condiciones!... ¡Decí -dete!, aunque tengas que ir contra corriente en el ambiente en el que te mueves. ¡Camina! con la seguridad de que quien te llama tiene palabras de vida eterna. Acude a la Virgen, es Madre de Dios y Madre nuestra... Ella es el camino, más seguro para ir y para volver a Jesús.

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Domingo 14 Tiempo ordinario (C) Lc 10, 1-10.

Llamados a ser “criaturas nuevas” Nos transformamos por la gracia Cristo nos la gana por la Cruz Acercar a Dios a los hombres exige la Cruz

1.«Lo que cuenta ante Dios no es la circuncisión o la incircuncisión, sino ser una criatura nueva» (2ª lectura).

Así hemos de mirar a cada ser humano; no por las apariencias, ni por los “dimes ni diretes”, sino por lo que está llamado a ser: una criatura nueva.

Los hombres tenemos muchos modos de valorar a los demás: los bienes..., el puesto que ocupan..., la fama, etc. Y a esto se debe que hagamos acepción de personas.

Para Dios, como enseña san Pablo, sólo hay una cosa importante: ser una criatura nueva, es decir, ser transformados en cuerpo y alma por la gracia, que se nos da en el Bautismo. Por ella nacemos a la vida de hijos de Dios; y nos capacita para obrar de un modo divino. Todo esto nos lo ha ganado Cristo con la Reden -ción, consumada en la Cruz. Por eso, afrma el Apóstol: «Líbreme Dios de gloriarme en otra cosa que no sea la Cruz de N.S. Jesucristo».

2. Para que este tesoro llegue a todos los hombres, Jesús envió a los Apóstoles por todo el mundo, a otros 72 a predicar por los pueblos y lugares por los que pensaba ir Él; y a los seglares cristianos los coloca en medio de las actividades humanas, para ordenarlas según Dios.

Cristo quiere salvar a todos..., a todos llama..., busca..., y por todos se ofrece de una vez para siempre en la Cruz. Ahora nos toca a nosotros llevar a los hombres los tesoros de la Redención con la palabra y con el testimonio de vida. Hemos de hablar con valenta y fe de Dios; ser puntos luminosos que orienten a quie-nes vivían en la oscuridad producida por el desconocimiento del sentido de la vida.

Tenemos un campo inmenso en el que trabajar:

!º en nuestra propia vida. La renovación de la sociedad exige un cambio personal en mí: vivir más cer-ca de Dios frecuentando la vida de oración y de sacramentos... Una continua conversión.

2º acercarme a mi familia amigos...con un servicio generoso..., a los compañeros de trabajo con el ejemplo de vida... Vivir la Misa; ahora se hace presente el Sacrifcio de la Cruz... Háblale de ti y de los tuyos... «si sois lo que debéis ser, prenderéis fuego en el mundo».

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Domingo 15 Tiempo ordinario (C) Lc 10, 25-37.

Anhelo de felicidad

La felicidad para siempre

Amar al prójimo como a ti mismo

Los tres tronos en donde triunfa Dios

1. «Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo» (Evangelio del día).

Dios es la Vida, es la Felicidad. El hombre, por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, tiene sed insaciable de vivir, y vivir plenamente feliz. Todos buscamos la felicidad en tantas y tantas cosas; pero también es cierto que no siempre la encontramos...

Por eso, un letrado le pregunta a Jesús: «Maestro, ¿qué debo hacer para ser feliz?» Y esta pregunta, de algún modo, se la hacemos todos. Jesús responde: «Si quieres ser feliz, guarda los Mandamientos». Ese, y no otro, es el camino. ¿Cuales?: «Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo» Y ¿quién es mi prójimo?.

Esta misma pregunta se la hizo un señor Obispo a unos niños que iba a confrmar. Y una de las niñas respondió: «Todos, menos yo».

El amor sólo es posible cuando quieres lo mejor para el otro. “El amor de Dios se esconde detrás de la Cruz” (JP II, Jubileo de los artistas, 19-III-2000). «Pon amor donde no hay amor y cosecharás amor».

2. Este es el amor que Jesucristo tiene a cada persona humana: lo da todo sin esperar recibir nada. Ahí están los tres tronos desde los que manifesta su Amor misericordioso a los hombres:

— El trono de la Cruz. Entrega su vida por la salvación del género humano, y en el Calvario, a la hora de morir, se acompañado sólo de su Madre, de san Juan y de un grupito de mujeres. Ama, perdona, sin ser correspondido.

— El trono Sagrario. Ahí está, se ha quedado por nosotros, desde hace 20 siglos para ser nuestro Ami-go que no defrauda; nuestro Alimento para no desfallecer en el camino de la vida cristiana; nuestro Maes-tro que enseña, anima y ayuda a seguirle por el camino de la fdelidad a la vocación. Y, sin embargo, los hombres lo dejamos solo y abandonado. Se queda para amarnos, y no nos enteramos. Y Él no se va, sigue quedándose en el tabernáculo hasta el fn de los tiempos.

— El trono del confesonario. Espera continuamente al pecador para perdonarle, sanarle y devolverle su amistad. No una vez, sino setenta veces siete. Quiere perdonar todo, del todo y para siempre. “Hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que...” Manifesta su omnipotencia, de modo especialísi -mo, por el perdón y la misericordia.

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Domingo 16 Tiempo ordinario (C) Lc 10, 38-42.

Dios sale al encuentro del hombre Le revela su afán de salvación Dios se hace el encontradizo con los hombres Abramos las puertas a Cristo!

1— Señor, no pases de largo junto a tu siervo”. “¿Queréis que os diga qué es la vida? Es una película en la que Dios sale al encuentro del hombre para salvarlo” (P). De esta verdad nos hablan las lecturas de hoy:

— En la primera lectura se nos habla de cómo Dios sale al encuentro de Abraham en la puerta de su tienda... Y en esa aparición le manifesta el misterio de su amor: Sara, la anciana, la estéril, tendrá un hijo cuya descendencia será numerosa... Y así fue.

— En la 2ª lectura también Dios salió al encuentro de San Pablo...; éste le recibió y le escuchó... Asi -mismo Dios le reveló “el misterio escondido desde siglos y que Dios ha revelado a su pueblo santo”: que Je-sucristo es el único Salvador de la humanidad... Dios ama tanto a cada hombre que envía a su Hijo único al mundo parea salvarlo.

2— Y en el Evangelio, ese Jesucristo que vive y que es el mismo ayer, hoy y siempre, es el verdadero Salvador de todos, nos enseña cómo se hace el encontradizo con el hombre de hoy a la manera como lo hizo con la familia de Betania. El Señor va a casa de estos amigos; ellos lo reciben con inmensa alegría. Mar-ta quiere agasajarle y prepara una buena comida en su honor. Jesús ciertamente lo agradece mucho. Pero, mientras María estaba sentada a sus pies escuchando las palabras del Salvador, Marta estaba inquieta, iba afanosa de un lado para otro; y llegó hasta quejarse de su hermana a Jesús. Éste le corrigió y le dijo: “ María ha elegido la mejor parte”.

¿Qué nos quiere enseñar Cristo? Que cuando recibimos al Señor en nuestra vida, es muy bueno darle todo lo que tenemos, como Marta, que le hablemos, que le manifestemos nuestras inquietudes, penas y alegrías. Pero lo más importante es recibir lo que Él nos da. Eso es lo que hizo María; por lo cual, ella recibió la mejor parte.

Hoy, también Cristo pasa continuamente ante nosotros. Todo cuanto sucede en nosotros y ante noso-tros son llamadas amorosas de Dios a nuestras almas. ¡Ábrele las puertas de tu alma! ¡No tengáis miedo! Sólo Él es el Salvador.... Y ahí en lo más íntimo de tu alma, escúchale. Sigue lo que te dice en la confesión...El quiere salvarte. Y tú cuando le sigues, has elegido la mejor parte.

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Santiago Apóstol

Pescadores de hombres

Testimoniar la Resurrección

Mostrar que Cristo es Camino, Verdad y Vida

Ser feles a nuestra vocación apostólica

1— “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”.

El Hijo de Dios se encarnó en el seno de la Virgen, por obra y gracia del Espíritu Santo, por la salvación de todos los hombres, que realizó con el sacrifcio de su vida en la Cruz.

Desde entonces todos estamos redimidos, pero no santifcados; para ello se requiere que las gracias de la Redención se apliquen a cada alma.

Esta es la tarea que Cristo encomendó a su Iglesia. Y los Apóstoles fueron los primeros enviados por Cristo a un mundo radicalmente pagano para anunciarle el Mensaje de salvación.

2— Y ¿qué predicaron? “Daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor”. Hablaban de Jesús, bien conocido por muchos de sus oyentes:

— De Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios que pasó por el mundo haciendo el bien; y que los hombres, en recompensa, le clavaron en la cruz.

— Les enseñaba que este Jesús resucitó al tercer día de morir como lo había predicho, manifestando con ello que es verdadero Dios.

Este Jesús, que vive para siempre, es nuestro Salvador si lo aceptamos con todas sus consecuencias.

Él es nuestra vida que pasará en este mundo como la de Jesús: por el aprecio de unos, y el desprecio de otros; por la incomprensión, el rechazo y la muerte.

Pero lo mismo que Cristo resucitó y vive para siempre, Él, que lo puede todo, resucitará también este cuerpo nuestro después de haber pasado por la muerte.

Vivimos en el mundo, pero no somos del mundo; somos de Dios y para Dios, fuente de la vida y de la salvación.

Pero yo debo aceptar este Mensaje, esforzándome, día a día, por ser un verdadero seguidor de Jesu -cristo, “Camino, Verdad y Vida”.

Así, donde está Él estaré también yo para siempre. Esta es la gran verdad que nos transmite el Após-tol Santiago, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo.

Y esta es, por cierto, la Verdad que, viviéndola en plenitud, he de transmitir a mi familia, amigos y a cuantos se encuentren conmigo a lo largo de la existencia. “Ven conmigo que te haré pescador de hom-bres”.

Vamos a suplicar a Dios, por la intercesión del apóstol Santiago, la gracia de una fdelidad tan grande a nuestra vocación cristiana que nunca nos apartemos de Él.

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Domingo 17 Tiempo ordinario (C) Lc 11, 1-13

Pedid y recibiréis

Acudir al Señor desde nuestra lucha para ser fuertes, santos

Somos hijos: implorar de Dios las gracias necesarias para sanar las enfermedades, de hoy

Pedir ser hombres de oración: “Possumus”

1—“Pedid y recibiréis...”

Diálogo entrañable y confado de Abraham con Dios... El contenido del mismo es la situación moral de Sodoma: se ofende mucho a Dios y Él, con su justicia, quiere castigar a todos sus habitantes. Abraham conoce este plan del Señor, e intercede en favor de Sodoma en atención a un número de justos que viven en ella:

— “Si hay 50 justos ¿los destruirás y no perdonarás a ese pueblo por los 50 inocentes que hay en él?...

— Y ¿si hubiera 45..., 30... 20...? Y al fnal le dice ¿Y si se encuentran 10? Contestó el Señor “En aten-ción a los 10 no la destruiré”. La santidad de un hombre conmueve al Señor en favor de los demás.

Es realmente interesante y aleccionadora esta conversación suplicante de Abraham, este rato de ora-ción, en la que se implora la misericordia divina en favor de los pecadores. “La misericordia del Señor, dice el salmo, llena toda la tierra”.

2— Dios ahora nos llama también a nosotros invitándonos a tener una gran intimidad con Él, que he -mos de manifestar en una vida de oración sencilla y confada. Y lo quiere así porque:

— Nos ha redimido..., somos, por la gracia, hijos suyos y herederos del Cielo...

—Vivimos en un mundo en el que, ciertamente, hay personas muy buenas...; pero hay también mu-chos paganos..., aferrados al modo de vivir de “la mayoría” en lo que se refera al matrimonio, a la familia etc. y que rechazan los valores e ideales cristianos, tan necesarios para una convivencia respetuosa y pacíf-ca.

Y hoy nosotros, los cristianos, cual otro Abraham, hemos de suplicar felmente y con perseverancia el perdón de Dios y el arrepentimiento de los pecadores mediante una sincera conversión:

— “Clama, ne cesses”... Apoyar nuestra oración y la de tanta gente buena en la de Jesucristo, que in-tercede continuamente desde el Cielo por nosotros. “Pedid y recibiréis...”

— Y pedirle que ilumine a todos para que vean sus malas acciones y se arrepientan, que toque el co -razón de los padres e hijos para que se conviertan y rectifquen los malos pasos. Así Dios derramará su gra -cia sobre todos.

Una vez más hemos de suplicar a Jesús, como los Apóstoles, “Señor, enséñanos a orar”. Y Él nos invita a rezar la oración de los hijos de Dios: el Padrenuestro. Llenar el día de jaculatorias: peticiones, actos de amor, de desagravio; súplicas encendidas en favor de todos. Que cada uno nos dispongamos con un propó -sito frme a rezar cada día, un poco mejor, las oraciones de la mañana y de la noche, el santo Rosario y acompañar a Jesús en el Sagrario. Allí le diremos: ¡Jesús!, en atención a los ángeles, a los santos del Cielo, a los méritos de San José y de la Santsima Virgen, perdónanos a todos.

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Domingo 18 Tiempo ordinario (C) Lc 12, 18-21)

Escucharemos tu voz Señor En el trabajo hecho y por amor Buscaremos lo de arriba Vivir sólo y en todo para Él. Rectifcar la intención

1— “Escucharemos tu voz Señor” (Salmo respons).

Dios contempla los afanes y contiendas de los hombres en este mundo para alcanzar pingues ganan -cias..., ocupar los primeros “puestos” y pasar “una buena vida”, creyendo que sólo con eso serán felices; pero Él les dice: Todo eso que anheláis, si no se refere a Dios, es “Vaciedad sin sentido, todo es vaciedad”.

Ante este diagnóstico que hace el Señor de nuestros planteamientos, queremos decirle: “Escuchare-mos tu voz, Señor”.

Es esta una disposición fabulosa y de máxima utilidad para el hombre que, no pocas veces, tiene la persuasión de que le queda una asignatura pendiente en el curso de su existencia: conocer el sentido tras -cendente de su propia vida, y vivir de modo que le demos ese sentido a todo nuestro obrar.

Ciertamente la vida humana es una búsqueda incesante de la alegría y de la felicidad. La experiencia íntima nos enseña que, en el fondo, todo cuanto hacemos es para ser felices:

— Trabajamos mucho a lo largo de nuestro caminar, vivimos en medio de cansancio y de fatigas; a ve-ces, con esa dedicación al trabajo, alcanzamos “buenos resultados”: riqueza, una gran fortuna, hasta se sitúa uno muy bien en la sociedad...; ocupa los primeros “puestos” en una empresa. etc. Pero, ¿soy feliz?, ¿a qué se reducen tantos esfuerzos si no se llevan consigo los resultados? Con el paso del tiempo veo que las cosas de este mundo se me escapan de las manos. No puede estar aquí la felicidad verdadera, porque todo se acaba. “Vaciedad de vaciedades, todo es vaciedad”.

— No podemos poner el corazón en estas realidades que hoy son y mañana desaparecen. Entonces, ¿cómo he de vivir para dar sentido trascendente a todo lo que hago y satisfacer esa sed que tengo de felici -dad?:

— Hemos de seguir haciendo lo mismo que hacemos..., pero muy bien hecho y por amor de Dios.

— Hemos de intentar agradar a Dios en todo cuanto hacemos, pensamos y amamos. De este modo pasará el cansancio, la fatiga que acompaña al trabajo; pero permanece Aquel a quien hemos querido agra -dar. Él es la Vida y la Felicidad y en Él viviremos su misma alegría sin fn. Trabajar para Dios y gastar la vida por Él. “Escucharemos tu voz, Señor”, la meditaremos en nuestro corazón y, con tu gracia, te seguiremos.

2— “Buscad los bienes de arriba donde está Cristo” (2ª lect)

— La vida nueva que hemos recibido en el Bautismo debe ser algo dinámico, en incesante progreso y, por tanto, en incesante combate para arrancar de nosotros cuanto desdice del nombre de cristiano: “Dad muerte a todo lo terreno; la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría” (2ª lect).

— “Revestos de la nueva condición”: amar la vida de gracia, cuidarla con una frecuencia de sacra-mentos, recibidos con las debidas disposiciones; defenderla huyendo de las situaciones en que se proponen ciertas ofertas de la sociedad que ponen en peligro nuestra fdelidad a Cristo. “Vuestra vida está con Cristo escondida en Dios”

Así nos lo confrma el Evangelio: Jesús rechaza ser abogado en las cosas de la tierra. Él vino a dar la Vida, la única Vida que da la Felicidad.

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Dios en nuestro mundo es el gran ausente en los grandes planteamientos humanos; sin embargo es el único que puede plantearnos el único interrogante defnitivo, porque mientras todo pasa, sólo Dios per-manece. Al fnal todo lo humano, sin Dios, está abocado al fracaso.

Dios acaba de hablarnos en estos momentos, de darnos orientaciones de gran valor para nosotros. “Escucharemos tu voz, Señor” y, con tu gracia,, viviremos sólo y en todo para Ti.

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Domingo 19 Tiempo ordinario (C) Lc 12, 32-48

Viene el Hijo cuando no lo esperamos El tiempo hay que gastarlo en santidad Sin miedo, con espíritu de lucha Vivir en gracia: “Aparta Señor de mí lo que me aparte de ti”

1— “Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”. Así nos amo-nesta el evangelio de hoy.

Recordábamos el domingo pasado que tenemos una asignatura pendiente en el curso de nuestra existencia: reconocer el sentido trascendente de la vida.

Vivimos en este mundo, pero no somos del mundo; somos peregrinos que caminamos hacia la casa defnitiva, hacia la eternidad.

Estamos aquí, en el mundo, para realizar la misión que Dios nos encomienda a cada uno; misión que conocemos por nuestra vocación..., y por la profesión, que libremente hemos elegido y que estamos llama -dos a santifcarla, en ella nos hemos de santifcar y con ella hemos de santifcar a los demás mediante el tes-timonio cristiano de nuestro buen ejemplo.

2— Hoy el Evangelio nos recuerda dos cosas para orientar responsablemente nuestra vida:

— que no tengamos miedo a los enemigos de nuestra salvación; que abramos de par en par las puer -tas a Cristo; que le dejemos entrar en nuestra vida, en el trabajo, en las difcultades, en todo, porque Él es nuestro único Salvador.

— y que estemos preparados “como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame..., porque a la hora que menos penséis, viene el Hijo del hombre”

Y ¿cómo debemos prepararnos?:

a) vivir siempre en gracia de Dios, en amistad con Él; y como somos tan débiles necesitamos acudir con frecuencia a recibir la purifcación de nuestros pecados en el sacramento de la Penitencia.

b) vivir sólo para agradar en todo a Dios... apartándome de lo que me aparta de Él . Así el Señor cuan-do venga a buscarnos nos encontrará preparados. “Jesús, Jesús, sé siempre para nosotros Jesús!”

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Asunción de la Virgen

María, asumpta al cielo Contemplar la vida terrena de la Virgen Jesús nos muestra los pasos de María y nuestros en la tierra. Vivir y trabajar con ojos de eternidad

1— La santsima Virgen María, una vez realizó, en el curso de su vida terrena, la misión que Dios le encomendó, fue asunta en cuerpo y alma al Cielo para siempre.

Hoy es una ocasión privilegiada para contemplar a nuestra Madre en su vida ordinaria: Nazaret..., Be-lén..., Egipto.... Nazaret..., Vida pública de Jesús..., y en la Cruz; ya que ese fue el camino para realizar la mi-sión que Dios le encomendó y así exaltarla para siempre en el Cielo, en cuerpo y alma.

Esta contemplación nos impulsa a dar sentido a nuestra propia existencia, sencilla, sin brillo humano, pero que puede y debe estar muy llena de amor de Dios. A todos nos llama a alcanzar una misma meta: es -tar eternamente con Él en el Cielo. Sólo se hará realidad este deseo divino, si yo quiero realizar, como la Vir-gen, la misión que Dios me ha encomendado.

“María es el primer fruto de la Misericordia divina, porque es la primera partcipe en el pacto salvífco sancionado plenamente en Cristo, muerto y resucitado por nosotros”(JP II, Angelus 15-VIII-2002).

2— “Yo soy el Camino”...Jesús no sólo me enseña el sendero que conduce al Cielo..., sino que Él mis-mo se hace mi camino; es decir, la Vida de Cristo es mi Vida.

Los pasos fundamentales que Él dio en este mundo, son los mismos por los que pasa la existencia de cada hombre en esta tierra. ¿Cuales son estos pasos de Jesús?:

- Cristo nace..., viene al mundo en el seno de una familia...

- Realiza una misión que Dios le encomienda; Redimir...

- Muere...

- Resucita...: el cuerpo de Jesús vivirá para siempre glorifcado en el Cielo.

Este es nuestro camino. Por donde pasó el Señor hemos de pasar todos los hombres:

- Nacemos en una familia

- Dios nos encomienda una tarea de la que, después de morir, nos pedirá cuenta.

- Moriremos... El alma se presenta ante Dios a quien rinde cuentas de su trabajo; el cuerpo es sepul -tado...

- Al fnal del mundo Cristo, con su poder, resucitará nuestros cuerpos que, por participar de las dotes del los cuerpos resucitados ya no morirán jamás. “Creo en la resurrección de la carne”.

La primera criatura en la que se ha cumplido este querer divino es la Santsima Virgen. Ella es de car-ne y hueso como nosotros, mortal como nosotros y limitada como toda criatura. Pero el poder de Dios la llevó al Cielo en cuerpo y alma, como prenda de lo que quiere hacer con todo hombre.

Pedir ayuda a nuestra Madre para aprender a vivir en este mundo confados en ese plan maravilloso que Dios quiere para cada uno; trabajar con ojos de eternidad...; orientar los pasos de cada jornada hacia esa meta de la resurrección fnal y entrar en la Vida en la que nos espera la Santsima Virgen.

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Domingo 20 Tiempo ordinario (C) Lc 12, 49-53

Corramos… fjos los ojos en Jesús Vivir defnitivamente Buscar, tratar y amar Para transformar el mundo

1— “Corramos la carrera que nos toca sin retirarnos... fjos los ojos en Jesús” (2ª lect.).

El deporte mundial acaba de vivir los Juegos de atletismo en Edmonton (Canadá); en ellos han partici-pado, después de una seria preparación, los mejores deportistas del mundo, en busca de las medallas que se otorgan a quienes consiguen ser los primeros en las distintas competiciones.

Unos las consiguieron, ostentándolas con gran alegría al mundo entero; otros se quedaron sin ningu-na recompensa humana, pero con la satisfacción de haber competido hasta el fn.

Hoy las lecturas que acabamos de escuchar comparan la vida cristiana, que consiste en seguir sin des-animarse a Cristo, a caminar hacia la santidad, como un verdadero deporte:

- En él nos hemos de entrenar diariamente para conocer a nuestro Modelo, que va por delante seña-lándonos el camino a fn de no despistarnos nunca. Este entrenamiento consiste en vivir de acuerdo con la Ley de Dios.

- Hemos de aprender a vivir como hijos de Dios; y como tales, buscar a Cristo, tratarlo en la Eucarista donde nos espera desde hace 20 siglos para ser nuestra Vida y el Amigo que nunca traiciona.

- Despojarnos de todo lo que estorba, como los buenos deportistas que, al empezar la competición, se quedan sólo con la indumentaria deportiva.

De este modo, nosotros para vivir el seguimiento de Cristo hemos de despojarnos de la comodidad, egoísmo, materialismo, y las propuestas de una sociedad inmersa en el neopaganismo.

“Corramos la carrera que nos toca, sin retirarnos” Nuestra carrera es buscar a Cristo, tratar a Cristo y seguir a Cristo.

2— Y ¿qué hace Nuestro Señor?:

— Nos enseña en las lecturas de hoy que hay una oposición total entre el plan de Dios que Cristo va a realizar, y el mundo que se opone radicalmente al mismo, por creer que está en contra de los intereses que busca aquí en la tierra. Este modo de pensar llevó a los príncipes y al rey Sedecías a condenar la infexibili -dad del profeta Jeremías enseñando la fdelidad del hombre a Dios.

— “He venido a prender fuego al mundo...”, a transformar la sociedad para que vivan todos sus miembros una paz verdadera; a enseñarnos a respetar la dignidad de la persona humana, la vida desde el momento de concepción hasta la muerte natural, y esto porque la vida es un don sagrado e intocable por parte del hombre.

— A esto nos convoca a todos el Señor: a seguirle, recorriendo a lo largo de cada jornada el camino de una vida coherente con la fe. “Si sois lo que debéis ser, prenderéis fuego en el mundo”, dijo Juan Pablo II en la Jornada mundial de la juventud del 2000.

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Domingo 20 Tiempo ordinario (bis) (C) Lc 12, 49-53

Ser buenos hijos de Dios Cumplir su voluntad Sin respetos humanos Luchar por amor, sin respetos humanos para quemar con el fuego de Cristo

1— Queremos ser buenos hijos de Dios y vivir como tales. ¿Qué es ser cristiano? Ser discípulo de Cristo, asistir a su escuela y, en ella

- aprender su doctrina, que está contenida en el CEC...

- y seguir sus ejemplos...; Él va por delante siendo nuestro ejemplo en todo... “Os he dado ejemplo”; haced como yo he hecho. Y esto lo hemos de vivir en medio del mundo, imbuido de un nuevo paganismo que organiza su vida como si Dios no existiera.

Ciertamente que esto exige lucha contra las malas inclinaciones que hay en mí y andar contra corrien-te, siendo luz en medio de las tinieblas. A esta lucha nos invitan las lecturas de hoy:

- Así le sucedió a Jeremías... Predica el mensaje de Dios sin miramientos, lo cual es motivo de perse-cución..., lo arrojan en una cisterna... Dios le libra por medio de un desconocido...

- En la 2ª lectura San Pablo nos anima “a correr la carrera que nos toca, sin retirarnos... fjos los ojos en Jesús”. Nos propone su ejemplo: que entregó su vida, superando todos los rechazos de quienes se opo -nían a que realizase la misión que Dios le encomendó.

2— Contemplar día a día a Jesús en nuestro caminar..., y seguirle, pase lo que pase.

- Viene a darnos la paz; y nos enseña a pelear contra las malas inclinaciones que todos tenemos, que son la causa de toda discordia.. Si el cristiano no mejora personalmente, nunca será sembrador de paz y de alegría. Seguir a Cristo es caminar con Él, aunque se oponga los “amigos”, y la misma sociedad. Es luchar y hacer lo que debo.

- La lucha del cristiano no es por motivos terrenos, sino por amor a Cristo y a los hombres que desea -mos acercar a Él.

- “Fuego he venido a traer a la tierra...” El seguidor de Cristo, encendido por este fuego del Amor de Dios, ha de caminar contra corriente hasta el fnal sin retirarse cobardemente de la carrera. Buscar a Cristo, tratar a Cristo y seguirle; enamorarnos de Él, es la manera de convertirnos en verdaderos instrumento de la paz para todo el mundo. “Si sois lo que debéis ser, prenderéis fuego en el mundo”, nos dice el Papa.

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Domingo 21 Tiempo ordinario (C) Lc 13, 22-30

Son pocos los que se salvan

Lo único importante: ir al cielo

Camino de gracia: sacramentos y oración

Recomenzar sin cansarnos

1— “Señor, ¿serán pocos los que se salven?”

Ciertamente que son muchas las preocupaciones y los interrogantes que acompañan al hombre en su caminar por la tierra;

- Voy a tomar una decisión, ¿me saldrá bien? Quiero formar una familia, ¿sabré educar bien a mis hi -jos?

- Voy a preparar unas oposiciones. ¿Tendré suerte de aprobarlas y obtener una buena plaza? etc.

Pero, realmente sólo una es la cuestión radical y verdaderamente comprometedora a la que debe-mos contestar a lo largo de nuestra existencia; y la cuestión es esta: ¿Seré yo uno de los que se salven? Des-pués de esta vida, ¿seré eternamente feliz con Dios en el Cielo? Este es el único problema que me importa de verdad solucionar, mientras estoy en este mundo, ya que Dios me ha creado sólo para ser santo.

2— Y ¿qué debo hacer?:

- Primero, he de saber que Dios quiere la salvación de todos y cada uno de los hombres. Para eso se ha encarnado..., nos ha redimido y ha entregado a la Iglesia su Verdad y los Sacramentos, a través de lo cual llega hasta nosotros su gracia y su luz.

- Segundo, pero he de querer también yo. Y querer signifca :

escuchar a Cristo que nos habla a través de la Iglesia,, de los consejos que nos dan en la Confesión. Seguirle siendo fel a su Voluntad que me pide un esfuerzo mayor por agradarle en la vida ordinaria; vivir sólo para darle alegrías en todo, caminando contra corriente, como anduvieron Pedro y los primeros discí-pulos del Señor

- Tercero, y cuando vea que, en la lucha diaria, he perdido la batalla y me he portado mal, ¡no desani-marme! pedir perdón y volver a empezar,

“Señor, ¿serán pocos los que se salven?” Recuerda siempre que Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva; quiere la salvación de todos: para eso se ha entregado por nosotros y nos ofre -ce continuamente su gracia. Todo depende de ti. Dile: Señor ilumíname, guíame y ayúdame, que quiero em-pezar de nuevo a acercarme a ti mediante una conversión continua, que manifestaré amando más el Sacra-mento de la Penitencia.

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Domingo 22 Tiempo ordinario (C) Lc 14, 1-14

Hazte pequeño

Conocimiento propio

Humildad

La Virgen y la oración

1— “Hazte pequeño y alcanzarás el favor de Dios”

Jesús, el verdadero Maestro de los hombres, nos quiere enseñar a pasar por el mundo, actuando como corresponde a la condición del ser humano.

Necesidad de conocerme... ¿Quien soy yo? Juan Pablo I hablaba en una de sus catequesis que todos llevamos “tres Juanes” dentro de nosotros: lo que me creo que soy...; lo que los demás piensan de mí... y lo que realmente soy delante de Dios...

Es ciertamente necesario conocer mi verdad: Todo lo tengo recibido... Todo lo que soy y tengo es un don de Dios...

Además, mi naturaleza está herida por el pecado original, por eso se rebelan las pasiones..., las malas inclinaciones..., queremos ser los primeros en todo... El egoísmo, el girar en torno a nosotros mismos... sen-tarnos en los primeros puestos..., es algo que mueve al hombre en su comportamiento diario. Ese es un mal camino para llegar a ser lo que tanto deseo: un hombre plenamente feliz.

2— Jesús nos quiere humildes. La humildad es “andar en verdad”, y la verdad es que todo lo hemos recibido de Dios. Entonces, ¿por qué te glorías como si fuera tuyo?

El humilde sabe estar en el lugar que le corresponde: el último; y desde ese lugar buscar dar gloria a Dios en todo, que todos sus pensamientos, palabras y deseos vayan encaminados a agradarle. “ Deo omnis gloria”... “Pasar desapercibido y que se luzca sólo Jesús” (P).

El humilde es un hombre de oración, porque se ve tan poca cosa que sin Dios no puede nada; y esa convicción le lleva a hacer una confada oración de petición.

El humilde se ve ante Dios como lo que es: un pecador... Y manifesta su condición, acercándose con sencillez a pedir perdón a Dios como un hijo pródigo que se fue lejos de la casa paterna. Estima en mucho el Sacramento de la Penitencia; y se dispone, con dolor y propósito, a recibirlo frecuentemente.

El humilde busca a la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, para aprender de Ella a servir en casa y a los demás, con tal efcacia y discreción, que nadie lo nota.

Hoy podríamos empezar a vivir estas u otras manifestaciones de humildad que harán la vida agrada -ble a los nuestros y agradarán mucho a Dios.

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Domingo 23 Tiempo ordinario (C) Lc XIV, 25-33).

Desconcierto ante las palabras de Jesús Entenderemos, si estamos de la parte de Jesús Desprendimiento, en el camino Conservar y guardar en el corazón, como la Virgen

1— ¿Quién comprende lo que Dios quiere?

Acabamos de escuchar al Maestro, que nos enseña el camino que han de seguir sus discípulos; y, una vez más nos desconciertan sus palabras. Nos dice que:

- El amor a Cristo debe estar por encima de cualquier otro amor, incluso debe ser mayor que el que tenemos a los padres y a la familia; porque siendo sólo plenamente de Dios, querremos de verdad a nues-tros padres.

- Ha de estar dispuesto a cargar con la cruz de cada día y seguirle, porque sólo Él es el Camino que lle-va a la Felicidad. La cruz es el desprendimiento de las cosas terrenas, abandonarlo todo. Vaciar el saco de nuestras aspiraciones temporales para que sea llenado y poseído por Dios.

Señor, escuchamos lo que nos dices, pero ¿quien podrá comprenderlo? Ayúdanos a comprender que Tú eres la plenitud de todo bien, y que debes ocupar el primer puesto en el corazón del hombre. Sólo así se -remos verdaderamente libres de todas las ataduras terrenas, amaremos más que nadie a los padres y her -manos porque los amaremos con el mismo corazón de Cristo que nos posee. Por eso Jesús debe ocupar el primer puesto en nuestro corazón.

2— La fe y la vocación asumen un sentido de totalidad. El ser cristiano lleva consigo una exigencia to -tal, incomprensible a nuestra pobre inteligencia. Es vivir una nueva existencia que dimana de nuestra incor-poración a Cristo realizada en el Bautismo, cuyo desarrollo son las persecuciones, el dolor, la cruz de ir contra corriente para ser fel a Dios.

Exige una preparación intensa, como la de aquellos que van a construir una torre, o la de aquel rey que va a comenzar una batalla. Estos se preguntan por las posesiones y posibilidades que tienen para reali -zar aquella empresa.

Del mismo modo, el cristiano para seguir a su Maestro se debe preguntar ¿cuánto me falta para estar desprendido de las cosas, para no poseer nada? El seguimiento de Cristo lleva consigo la renuncia y la en-trega total: de este modo acercaremos a los hombres a Aquel que es “el Camino, la Verdad y la Vida”. ¿Quién comprenderá lo que nos pide? Acudimos a la Virgen que guardaba y meditaba en su corazón lo que oía. Ayúdanos a comprender y seguir lo que Jesús nos dice.

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Domingo 24 Tiempo ordinario (C) Lc XV, 1-32

Dios de la paz

Supliquemos el don de la paz

Nos reconocemos pecadores

Abandonarnos en Dios y seguir luchando con su gracia

1— “Da tu paz a los que esperan en ti” (Antif. entrada).

Así se dirige a Dios este pueblo suyo que tanto necesita la paz. La paz es un bien que todos anhela -mos; el hombre hace esfuerzos inmensos para arrancar de la sociedad los elementos perturbadores de la paz.

El Papa, cada 1 de Enero, Jornada mundial de la paz, nos invita a pedirla a Dios y nos anima a conver -tirnos en sembradores de paz y de alegría. Sin embargo no hay paz en el mundo. ¿será que no hemos des -cubierto aún el germen de la discordia y de la guerra entre los hombres?

Hoy Dios también mira a su Pueblo, a nosotros, que le suplicamos el don de la paz. Y ve entre noso-tros el germen perturbador de esa paz: ve nuestras rebeliones, la idolatría y el rechazo de Dios. Ve el peca-do en el corazón del hombre y quiere ser misericordioso con quien se acerca a Él verdaderamente arrepen -tido..

¡Queremos la paz en todos los ámbitos de la sociedad! Pero necesitamos descubrir que la paz nace, se desarrolla y fructifca sólo en el corazón del hombre; y desde él se comunica a los demás. El único enemi-go de la paz es el pecado, el rechazo de Dios que es la fuente de la paz verdadera. Sólo el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo puede darnos la paz.

2— “Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero” (2ª lect)

“Si supieses las ganas que tengo de haceros santos”. ¿a mí que soy tan débil, tan pecador...? ¡Sí!, a ti. “Tú no puedes, pero Yo sí” Y entonces, ¿qué debo hacer?

A nosotros nos toca reconocernos pecadores: hemos roto la Alianza con Él...,olvidado las promesas del Bautismo, los propósitos de la confesión, “vamos a nuestro aire” olvidándonos de Dios.

Jesús no se cansa de buscar la oveja perdida..., de llamar a todos y de ofrecernos su Misericordia: “Venid a Mi todos los que estáis cansados y Yo os aliviaré”.

Dispongámonos a recibir su perdón con frecuencia..., con sinceridad..., dolor... y dispuestos a volver a empezar cada día. Así muy unidos a Cristo que es la fuente de la paz, Él nos hará sembradores de paz y de alegría entre los hombres.

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Domingo 25 Tiempo ordinario (C) Lc 16, 1-13

Cuando el hombre llama, Dios le escucha

Hemos de tener “vida abundante”

Desprendimiento de las cosas de la tierra

Disposición de servir en lo poco de cada día

1— “Yo soy la salvación del pueblo; cuando me llame yo le escucharé”.

¿Recordáis cómo el domingo anterior Jesucristo nos habló de su Misericordia?... Siempre dispuesto al perdón, busca a la oveja perdida, abraza al hijo pródigo...

Hoy nos sigue diciendo: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (2ª lect.)

Y ¿qué hace Cristo para salvarme y llegar al conocimiento de la verdad?... Y yo ¿que necesito saber para ir al cielo?:

- El Hijo de Dios se hace hombre, se entrega sin condiciones “para que tengamos vida abundante...” Toda su vida, desde Belén hasta la Cruz manifesta la locura de su amor salvífco...

- Y ¿qué espera de mí? Correspondencia. plena, sin condiciones.. Amor con amor se paga... Quiere que le entregue todo lo que soy y lo que voy albergando en mi corazón: la envidia, el afán de tener y de agarrarme a las cosas como un avaro, mis miseria y pecados. Quiere que no “sirva a dos señores, es decir, que no encienda dos velas: una a San Miguel y otra al diablo. Esta la debo apagar; y hacer que toda mi vida sea una vela encendida a Dios.

2— Para hacer realidad esta entrega total he vencer a un gran enemigo que me acecha y que quiere adueñarse de mi corazón: la avaricia: el amor desordenado a los bienes terrenos... Vivir para tener...; poner el corazón en las cosas de este mundo hasta el extremo de ser atrapado por ellas como el pájaro lo es en la trampa que le tiende el cazador. Cierto que necesitamos las cosas de este mundo para vivir, pero nunca para ser esclavos de ellas.

Manifestaciones de avaricia:

- afán de tener a costa de lo que sea: engaños, atropellos, corrupción... ¡Cuántos sacrifcios hacemos los hombres para tener hasta lo no necesario! Si hiciéramos por el alma,, por vivir en gracia, por la salva-ción, lo que hacemos por las cosas de este mundo, pronto seríamos santos.

- egoísmo. Pensamos sólo en nosotros mismos: comodidad, pasarlo bien, programar el descanso pen-sando en nosotros. Trampas en los negocios, tráfcos de infuencias. El egoísmo mata la convivencia, e impi -de que Dios haga sus planes en mí. Pedir al Señor que aprenda a servir y a servir en lo pequeño, así ayudaré a que los demás reciban la salvación de Dios.

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Domingo 26 Tiempo ordinario (C) Lc XVI, 19-31).

Llamados a la vida eterna: a la felicidad

La felicidad que da el mundo

La felicidad que da Dios

Elegir bien los medios

1— “Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado”

¿Que nos quiere enseñar Cristo en estas lecturas que acabamos de escuchar?

Dos fuerzas se ofrecen al hombre para mover su corazón y sus decisiones en busca de la felicidad que tanto anhela:

a) La del mundo que, a través de los grandes medios de que dispone, les mueve a buscar lo que tanto halaga a la naturaleza humana: riquezas, pasarlo bien, placeres, comilonas, ser admirado por los que nos ro-dean..., aquello que tuvo con gran abundancia el rico epulón... y que, embebido en esa falsa felicidad, le hizo olvidar la necesidad del mendigo Lázaro que quería saciarse con lo que tiraban de la mesa del rico.

Este lo tuvo todo..., probó todo lo que le pedían los sentidos, se sumergió en el océano de su propio egoísmo; y, a la hora de la verdad,, se quedó sin nada: todo se acabó.

Pasó la vida y, después, vino la eternidad tan olvidada por él; ¿qué habrá sido de aquel rico epulón tan egoísta? ¿Qué le aprovecha al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?

b) La fuerza del amor de Dios manifestada en Jesucristo, que enseña la verdad sobre el hombre:

- viene de Dios por un acto creador... Está un tiempo en el mundo para cumplir una misión divina...

- y, pasado este tiempo, vuelve a Él para darle cuenta de su tarea y recibir la debida recompensa...

2— Esto exige saber elegir, entre tantas ofertas como nos ofrece el mundo, aquellas que agradan a Dios y que son las únicas que me llevan al Cielo. Esta elección exige sacrifcio..., lucha..., negarse a tantas co-sas que aherrojan a no pocos h. y m. convirtiéndoles en esclavos de su falsa libertad, como le sucedió al rico epulón.

Después de una vida muelle, envidiada por quienes olvidan el verdadero sentido de la vida, viene para todos la Verdad. Para los que han obrado bien el Cielo, y para los obradores de la iniquidad el Inferno.

Señor, queremos vivir contigo en el Cielo. ¿Verdad que, ante la posesión de una felicidad eterna, to-dos los sacrifcios que nos aguardan son poca cosa? ¡Vale la pena!

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Domingo 26 (bis) Tiempo ordinario (C) Lc XVI, 1-13

Yo soy la salvación; dice el Señor

Llevar una vida digna

Dios quiere que todos se salven

No podemos servir a dos señores

1— “Yo soy la salvación del pueblo; cuando me llame Yo lo escucharé”.

La convivencia humana es un clamor incesante que surge del mismo corazón del hombre, consciente de que es un ser necesitado de todo:

- Hay quienes se ven, en sus mas elementales necesidades, atropellados por comportamientos injus-tos: trampas, mentiras, usura, calumnias etc. sin tener en cuenta el vigor del 7º y 8º Mandamientos. Con este modo de proceder se arrincona a los mas necesitados de comprensión y de ayuda para llevar una vida digna humana y cristiana.

- Con su silencio nos dicen: por favor, ayudadnos a vivir como personas..., respetad nuestra dignidad de hijos de Dios. Deseamos vivir como corresponde a personas redimidas por Cristo.

2— “Dios quiere que todos los hombres se salven” y lo quiere de tal manera que su Hijo se hace hom-bre...; enseña el Mensaje de salvación a la humanidad entera...; redime a todos con el sacrifcio de la Cruz que se actualiza cada vez que celebramos la Santa Misa. A todos ofrece las gracias de la Redención.

Y yo ¿qué debo hacer?:

- ser honrado con todos; cuidando, en el trato con los demás, las cosas pequeñas que hemos de hacer grandes por el amor: el modo de hablar ..., trabajar bien..., ser atentos...etc.

- “No servir a dos señores”...; a veces encendemos una vela a San Miguel y otra al diablo...; vivir en la ambigüedad sin decidirnos por nada, en “el sí, pero”... Nos hemos de decidir por Dios. Así nos desviviremos por los demás.

- Este modo de vivir es una anticipación del Cielo en la tierra: estar con Dios, adorarle, amarle. Ha-ciendo bien las cosas pequeñas de la vida ordinaria yo puedo adorar a Dios, darle gracias, amarle, Esto es el cielo.

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Domingo 27 Tiempo ordinario (C) Lc XVII, 5-10

Oración “no escuchada”

La Providencia y el mal

Clamar pidiendo misericordia

Fe y confanza

1— “Escucharemos tu voz, porque Tú eres el Señor del universo”. Tu eres el Señor de la historia y del hombre.

El profeta Habacub vive una situación preocupante en medio de su pueblo: por una parte ve la infde -lidad de sus gentes, de Israel, con Dios; por otra ve cómo su país está sometido a la acción devastadora de los enemigos. Es el escándalo del triunfo del mal sobre el bien.

En medio de tanta desolación el profeta clama: “¿Hasta cuando clamaré, Señor, sin que me escu-ches?” Y Dios parece que calla. Al fn responde a la oración de su profeta con una visión; le exhorta a la constancia, porque, llegará un día, en que se hará justicia, y ese día será, no cuando el hombre quiere, sino en el tiempo previsto por Aquel que es el Señor de la Historia y del hombre. Mientras tanto “sucumbe quien no tiene el alma recta, pero el justo vive por su fe”

Confesamos que Dios es el Creador y Señor del universo entero; y sin embargo se repite la historia también en nuestros días. Suceden hoy muchas cosas desagradables que el hombre no puede comprender contando sólo con los medios naturales:

- ahí está el fenómeno del terrorismo, verdadero azote de la humanidad y el gran atentado contra la dignidad del hombre;

- cada día oímos con indignación la desfachatez con que se habla en favor del crimen del aborto, olvi-dando que la vida es sagrada porque es un don de Dios y sólo Él es el Señor, el Amo de la vida;

- ahí está la corrupción moral que contamina el ambiente que respiramos en la convivencia social, ha-ciendo difcil una vida honesta.. En defnitiva ahí está la rebelión del hombre contra Dios, el pecado “que ha adquirido carta de ciudadanía y la negación de Dios se ha difundido en las ideologías, en los conceptos y en los programas humanos” (JP II) Y, al romper con Dios, el pecado es la causa de todos los males.

2— Ante esta situación, similar a la que vivía el profeta Habacub, ¡cuántas almas claman hoy silencio-samente al pié de la Virgen del Pilar y junto al sagrario donde está realmente presente Jesucristo Nuestro Señor!: “Escúchanos, sálvanos. ¡Señor, haz que vea, que veamos, que vean!”. “Madre, Reina de la paz, ruega por nosotros.”

Y parece que, ante el clamor de tantas oraciones de almas buenas, Dios calla...; pero calla porque ha dicho ya todo lo que tenía que decir; de una manera clara y entrañable nos lo ha dicho por medio de su Hijo, al llegar la plenitud de los tiempos.

Y esa misma Palabra divina, ahora nos la repite incesantemente el Papa recorriendo, a sus años, el mundo entero para anunciar el Evangelio a todas las gentes. Y la Iglesia, en su predicación continua, en la administración de los sacramentos y de otras muchas maneras hace resonar en nuestros oídos la misma doctrina de Jesucristo.

Pero a los hombres les sigue pareciendo dura esta doctrina y no la escuchan; preferen seguir la voz de las pasiones y de la concupiscencia.

“Escucharemos tu voz, porque Tú eres el Señor del universo”. Sí, es hora de escuchar a Dios y de obe-decerle si queremos regenerar la vida de la sociedad y de las familias. “No tengáis miedo de dar la cara por

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Nuestro Señor”, dice San Pablo a Timoteo, porque “el justo vive de la fe”, de la plena seguridad de que la úl -tima palabra no la tiene el terror, ni el odio, ni el aplauso de las multitudes... La última palabra la tiene Jesu-cristo, que es la Vida que nunca se acaba.. Y Jesucristo “no quiere la muerte del pecador, sino que se con-vierta y viva”

Vamos a escuchar su voz, a hacerle caso; esa voz que nos pide fe, confanza y seguridad en Él. Quiere que cambiemos tú y yo, que nos convirtamos, que le dejemos entrar plenamente en nuestra vida; de este modo habrá dos buenos amigos de Cristo que se fan de Él y que le siguen. Y así, con su fe y con el testimo -nio de su vida, el Señor infuirá en otras personas para que también ellas cambien.

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Domingo 28 Tiempo ordinario (C) Lc XVII, 11-19

Conócete a ti mismo

Acéptate: Física y moralmente

Camino. La sinceridad: con Dios, contigo, con las demás.

Del Señor procede el perdón.

1— “Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quien podrá resistir? (Antf. entrada). Sólo reconociéndo-los y acusándose, Dios perdona.

El gran principio de la sabiduría es: “conócete a ti mismo”. Tarea ardua y difcil para el ser humano que tiende siempre a ver su conducta de un modo positivo, a juzgarse como “el bueno” entre los demás. Y hasta a veces dice: “si todos fueran como yo...” corremos el peligro de tener un visión reduccionista de nuestra persona y, por lo tanto, falsa. ¡Conócete a ti mismo! El hombre tiene una doble dimensión que de-bemos conocer si no queremos tener una visión falsa de nosotros mismos:

- La corporal o externa... Esta fácilmente la vemos y nos percatamos de las cualidades o defectos que tenemos en nuestro cuerpo: buen color, cara enfermiza, etc. Nos ocurre como a Naaman el Sirio, del que nos habla la 1ª lectura: se veía el cuerpo lleno de lepra, feo..., y asimismo lo veían los demás.

El Evangelio también nos habla de 10 leprosos que reconocían su dolencia y las secuelas de la lepra. Por ello acuden a Jesús a buscar remedio.

- La dimensión interior que es la que constituye nuestra propia riqueza, y también nuestra verdadera miseria. Ahí están los ideales, ambiciones, proyectos, errores y horrores...Cuando nos examinamos fácil -mente eludimos la realidad de nuestras miserias: y si alguna vez las reconocemos, nos justifcamos para no quedar mal. ¡Cuanto cuesta reconocer y decir las cosas como son!

2— La sinceridad es el camino seguro para poner remedio a todo lo que ocurre en nuestra intimidad. Tanto Naamán como los 10 leprosos reconocen su lepra y la manifestan con sinceridad a Jesús. Y les curó. ¿Qué dirías de un enfermo que acude a su médico y le oculta su enfermedad por quedar bien? ¡Es un loco!

Mírate por dentro con sinceridad. Y una vez has descubierto tus dolencias, aunque te avergüencen mucho, cuéntaselas al médico de tu alma, a Cristo que te espera con los brazos abiertos para curarte. Dile con sinceridad: Señor, me pasa esto y lo otro... “Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quien podrá resistir. Pero de Ti procede el perdón”,

Pedimos a la Virgen que nos presente como nuestra Madre a Jesús, el Médico que no ha venido a buscar a los justos sino a los pecadores. Jesús, mírame; no he sido bueno, pero quiero cambiar. “Acuérdate de mi en tu Reino”.

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Domingo 29 Tiempo ordinario (C) Lc XVIII, 1-8 (Domund)

Mostrar a Cristo con nuestra vida: a tiempo y a destiempo

Boga mar adentro

La Redención se está haciendo

El mundo necesita mi conversión. Sinceridad

1— “Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo”, es el mandato de San Pablo a Timoteo. Hoy nos recuerda el Santo Padre: “los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no sólo ‘hablar’ de Cristo, sino en cierto modo hacérselo ‘ver’ “ (NMI, 16).

Una manifestación de querer ver a Cristo es el anhelo continuo de paz..., de que se respete la digni-dad de la persona humana..., se defenda la vida en cualquiera de las etapas de su desarrollo, ya que la vida es el fundamento de todos los valores del hombre.

Y a este deseo de los hombres, no sólo de los que se encuentran en países alejados, sino también en los de nuestra familia y sociedad, de querer ‘ver’ a Cristo, hemos de responder cada cristiano con el testi-monio de nuestra vida. Y esto “a tiempo y destiempo”. Jesús nos urge anunciar su Mensaje a todos.

2— “Boga mar adentro” ¿Para qué?: “Para ir al encuentro del hombre, misterio insondable; y para ir a todos los hombres, océano ilimitado” (JP II).Y el mar es el mundo agitado por tantos oleajes que parecen in-superables a las fuerzas humanas. “Echad vuestras redes para pescar” a pesar de todas las difcultades que aparezcan. Ese es el mar en el que hemos de echar las redes en el nombre del Señor, una y otra vez. “Os es-peran tareas y metas que pueden parecer desproporcionadas a las fuerzas humanas: ¡No os desalentéis! ‘El que ha iniciado en vosotros una obra buena la llevará a feliz término’ (Gal I, 6)” (JP II, en el jubileo de los lai-cos).

La Redención se ha consumado... Ahora, como instrumentos del Señor, la debemos aplicar a las almas con mucha oración y con un trabajo continuo, intenso y sacrifcado. Ese es el ejemplo que nos dan los misio-neros.

Ellos han respondido a la llamada de Jesús lanzándose al mar de los distintos países. Ellos, dejándolo todo, se entregan de lleno a anunciar a los alejados que Dios les ama desde siempre, que Jesucristo nos busca para dar sentido a nuestra vida, al trabajo, al dolor y a la muerte; nos busca para salvarnos participan-do de su felicidad eternamente.

Ahora nos toca a nosotros responder. Somos servidores de Aquel que es el Señor de la historia, del hombre y de la Creación. Y lo sabe dirigir todo, aunque lo que acaece a mi me parezca un fracaso, hacia el fn que Él se ha propuesto: “Todo es para bien de los que le aman” El mundo me necesita: necesita mi con-versión..., mi fdelidad, mi entrega sin condiciones. Así seré misionero de mi familia, amigos, y del ambiente en que me muevo.

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Domingo 29 (bis) Tiempo ordinario (C) Lc XVIII, 1-8

La vida es lucha

Difcultades internas y externas

¿Qué haremos?: orar

Cerca del sagrario: amar y desagraviar

1. «El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra» (Salmo responsorial).

Tanto la Sagrada Escritura como la experiencia personal nos enseña que la vida del hombre sobre la tierra es una lucha constante:

a) ahí están las inclinaciones desordenadas que actúan dentro de mí: pereza, rebeliones, desalientos, tentaciones, etc.

b) y fuera de mí: un clima pagano, que busca crear un estilo de vida en el que no se cuente para nada con Dios. Fruto de ello son las pretensiones de desnaturalizar el matrimonio, que es el origen de la familia, y crear unas uniones que nada tienen que ver con la ley natural, y que acaban por deshacer a la familia y al propio hombre.

- el laicismo quiere, bajo pretexto de neutralidad, excluir la presencia de la religión en la sociedad y, a fn de cuentas, la libertad religiosa misma.

Y tantos pecados que, poco a poco, endurecen el corazón del hombre, y lo incapacitan para el bien y la buena marcha de la convivencia humana.

2. Señor, ¿Qué hemos de hacer tus hijos aquí, y ahora?

Lo que nos enseña la Liturgia de este domingo: lo mismo que hizo Moisés (1ª lectura)..., y lo que nos enseña el evangelio: orar sin cesar, con fe y perseverancia, “gritar a Dios día y noche”, que para Él «nada hay imposible».

Orar es hablar con Dios de sus cosas y de las nuestras... Eso mismo que pensamos..., y que contamos a nuestra familia yt a los amigos, eso es el tema de nuestra oración...

Piensa un poco: Si hoy se te apareciese Jesús o la Virgen, ¿qué le dirías?... Pues ¡eso! es lo que debes contarle al Señor en la oración porque, aunque no le veamos con nuestros ojos, Él está aquí...

Siempre es el “año de la Eucarista” y debemos tratar más y más a Jesús en el Sagrario..., creer en su presencia real..., manifestar esa fe en el modo estar en el templo, de adorarle, (genufexiones bien hechas...) y desagraviarle.

Un programa que vamos a vivirlo desde este momento.

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Domingo 30 Tiempo ordinario (C) Lc XVIII, 9-14

Buscad su rostro

En la oración

Dos modos: fariseo y publicano

Contemplar trae como consecuencia: el abandono, la paz, la alegría

1— “Recurrid al Señor...; buscad continuamente su rostro” (antif. de entrada)

Así hacen los enamorados: buscan recordar y estar con la persona amada para contemplar su rostro amable; en ella encuentran la paz y una cierta felicidad. La Iglesia hoy nos invita a contemplar el rostro de Cristo: “Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro” porque Tú eres mi Padre, mi Amor, mi Dios y mi Todo. A esto nos convoca también el Papa en el inicio de este milenio: quiere que contemplemos el rostro de Cristo, fuente inagotable de Vida y de Paz.

Buscarle en la oración sencilla y humilde; Dios no tiene acepción de personas: a todos llama, busca y ama. “La oración del que se humilla traspasa las nubes” (1ª lect.). Con su fuerza podré pelear como San Pa-blo: “He peleado buena batalla, he acabado mi carrera, he guardado la fe” (2ª lect.), podré gastar la vida en un servicio incesante a Dios y a los hombres; y buscarle en todas las criaturas que me hablan de Él y a Él me quieren llevar. Ese es el camino del verdadero triunfo.

2— El Evangelio nos habla de dos modos de buscar a Dios y contemplarle, representados por el fari -seo y el publicano: los dos se miran a si mismos..., los dos hablan con Dios... y los dos le contemplan. Pero no lo hacen del mismo modo.

— El fariseo se sirve de la conversación con Dios para quedarse complacido en sí mismo: “Yo...Yo...” Se engañó y no agradó a Dios...

— El publicano se mira a la luz de Dios... y se ve miserable..., pecador. De su corazón y de su lengua sólo salen palabras de petición de perdón: “Oh Dios, ten piedad de mí que soy un pecador”.

La contemplación del rostro de Cristo que se entregó..., se anonadó..., se hace Eucarista..., Misericor-dia... Nos lleva al agradecimiento, a la conversión y a una confanza plena en Dios.

El resultado es la paz, la alegría, la amistad con Cristo y la Felicidad.

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DOMUND

Domund: Id por todo el mundo: voluntad salvífca universal

Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad.

Echad vuestras redes para pescar.

Responder a la invitación del Señor

1. Invitados a las bodas. “Id, pues, a las salidas de los caminos, y a cuantos encontréis llamadlos a las bodas” (cf. Tm XXII, 1-10).

Voluntad salvífca universal de Dios..., pero no son puras palabras, sino que se lo toma muy en serio:

- Encarnación... “se anonadó...”; en todo igual a nosotros, menos en el pecado. Cristo vive mi vida para que aprenda yo; Él se hace mi camino...

- Pasión y Cruz..., se toma en serio al hombre y su salvación... “Habéis sido comprados a gran pre-cio”... ¡Cada hombre vale la Sangre de Cristo!

- Eucarista... se entrega hasta hacerse mi comida... Siempre dispuesto a perdonar...

- A través de la Iglesia enseña..., santifca... y guía a los hombres... Les asocia a su Obra redentora... “Lo podía hacer Él solo, antes, más y mejor”... Ahí está la Redención; ahora nos toca aplicarla...

2. Y yo ¿qué debo hacer?: “Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad”. .. No os envío a recoger, sino a sembrar... Sólo Cristo es el Salvador del mundo; yo soy un instrumento sordo e inepto... Y ¿qué espera de mi? Nos lo dice el Papa:

— “Recordar con gratitud el pasado”: todo es una historia de amor del paso de Dios por mi vida (la in-fancia, los padres, el perdón de Dios, su amistad...) ¡Gracias!

—”Vivir con pasión el presente”...gastar la vida entera por Aquel que espera mi correspondencia a su Amor...¿Cómo? Ahora puedo servir..., desagraviar..., entregarme más a hacer mejor y por amor de Dios lo que estoy haciendo.

— “Y abrirnos con confanza al futuro”, lleno de sorpresas e incógnitas para nuestra pobre inteligen-cia; pero todo son promesas divinas que nos llenan de esperanza: “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres”... “Todo es posible para el que cree”... “Si creéis haréis las cosas que yo hago y aún mayores”...

Para que se realicen estas promesas de futuro se requiere en ti y en mí exigencias de presente. Y si aquellas no se cumplen es porque no vivimos estas...Sólo viviendo estas exigencias cristianas podremos abrirnos con esperanza al futuro.

3. “Rema mar a dentro”... Y el mar es el mundo agitado por tantos oleajes que parecen insuperables a las fuerzas humanas. “Echad vuestras redes para pescar” a pesar de todas las difcultades que aparezcan. Ese es el mar en el que hemos de echar las redes en el nombre del Señor, una y otra vez. “Os esperan tareas y metas que pueden parecer desproporcionadas a las fuerzas humanas: ¡No os desalentéis! ‘El que ha ini-ciado en vosotros una obra buena la llevará a feliz término’(FIp 1, 6)” (JP II, en el jubileo de los laicos).

El mar es la sociedad entera..., esa sociedad imbuida de paganismo..., de indiferencia....de ataques continuos contra la Iglesia que, por venir de sus propios hijos, son más dolorosos. En ese mar, desde la bar-ca de Cristo en la que todos estamos embarcados, hemos de echar las redes en su nombre y llevar la Reden-ción a las almas. “Las redes que estamos llamados a echar entre los hombres son ante todo los Sacramen-tos” (Juan Pablo II)

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Los misioneros han respondido a esta llamada del Señor entregándole la vida por la salvación de aquellos que no tienen la posibilidad de oír hablar del Salvador de los hombres.

Ahora nos toca a ti y a mí responder al Señor que nos llama a prender su fuego en nosotros mismos, en la familia, compañeros y amigos... A “remar mar adentro ¿para qué? La respuesta es clara:

- para ir al encuentro del hombre, misterio insondable;

- y para ir a todos los hombres, océano ilimitado” (JP II, a los jóvenes, 5-IV-01).

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Todos los Santos

Una multitud de santos

¿Quiénes son? Los que han luchado en vida

Volver a empezar

Una multitud intercede por nuestra santidad.

1— “Vi una multitud inmensa, que nadie podía contar”.

Hoy la Iglesia, Madre nuestra, nos invita a “soñar” conscientes de que nos quedaremos cortos ante el plan maravilloso que Dios, Creador de todo..., nos ha preparado. Él todo lo ha creado, también al hombre, para un fn: quiere hacernos partcipes de su vida y de su santidad...

Por eso nos invita hoy a contemplar esa multitud inmensa , de toda raza, lengua y condición que si -guen al Cordero, participando eternamente de su Felicidad. De este modo, nos recuerda que la santidad es asequible a todos, ya que Dios a cada uno nos ha traído al mundo para ser santos.

2— Y ¿quienes son estos?... Son hombres y mujeres de todas las edades, de carne y hueso como no-sotros; que han experimentado el frío y el calor, éxitos y desprecios, salud y enfermedad, como tú y como yo. Saben lo que es la familia y lo que cuesta educar a hijos rebeldes..., lo que son las tentaciones y la nece -sidad de la ayuda de Dios para vencerlas. Saben que esta vida no es lo defnitivo; es camino para el Cielo...

Esta multitud que contemplamos hoy han experimentado. como nosotros que esta vida es una lucha incesante; y que sólo luchando llegaremos a la santidad

Todo el que lucha tiene victorias y tiene también derrotas... Comenzar y recomenzar...

Hoy es un día especial para volver a empezar a coger el ritmo de nuestra vida cristiana, acogiéndonos a la Misericordia de Dios con una buena confesión..., con verdadero dolor y con un frme propósito de se-guir a Cristo... Que no nos desanime nuestra debilidad; con la gracia de Dios, podemos. “Lo que tantos y tantas han podido, ¿no lo voy a poder yo?” (S. Agustn), si contamos con los mismos medios que ellos.

Nadie es capaz de sospechar lo que Dios puede hacer en un alma, si esta se deja.

Animados por esta sed inmensa que tenemos de felicidad y, conscientes de que sólo Dios es la Felici -dad, invocamos a Aquella que es Hija de Dios Padre y le pedimos a Ella y a “Todos los Santos” que interce -dan por nosotros..., que nos ayuden a comenzar y a recomenzar a vivir cada día la vida cristiana y así llegar a ser uno más de esa multitud que vive eternamente felices con Dios en el Cielo.

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Domingo 31 Tiempo ordinario (C) Lc XIX, 1-10

Amarás materialmente; la Creación, la Redención

El hombre pecador, se olvida

“Baja que hoy he de hospedarme en tu casa”

Jesús está vivo en la Eucarista: nos espera

1— “Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho”. Así nos revela Dios su relación con la creación, especialmente con el hombre que es la criatura predilecta. Es una relación de amor, que ha ma -nifestado de un modo maravilloso:

- en la Creación del hombre... La fuerza que le ha movido a darle el ser ha sido sólo el Amor...; y por Amor le conserva en el ser con su Providencia amorosa...

- en la Redención nos ha devuelto la dignidad perdida por el pecado, elevándonos de nuevo al orden sobrenatural: somos hijos de Dios, por la gracia; constituidos en templos de la Santsima Trinidad y herede-ros del Cielo.

Ciertamente, Dios ama a todos los seres, especialmente al hombre y no odia nada de lo que ha he-cho. Nuestra actitud ante este Amor de Dios debe ser, sencillamente, permanecer en una continua acción de gracias; ¡Gracias, Dios mío!

2— Pero el hombre, objeto del Amor de Dios, es pecador, se despreocupa de su Padre, se rebela contra su Señor y, no pocas veces, se olvida de Él. Y ¿cómo responde Dios ante la ingratitud humana? Con su Misericordia. “La misericordia signifca un poder especial del amor” (J. P. II) La misericordia, etimológica-mente signifca “dar el corazón al miserable” (miseri-cor-dare), dar el amor a quien no lo merece. Así ama Dios al hombre: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. “Todo lo mío es tuyo”. “Venid a mí to-dos los que estáis cansados y yo os aliviaré”.

El Evangelio de hoy nos dice que así trata Jesús a Zaqueo, jefe de publicanos, dedicado a aumentar sus riquezas, aprovechándose de su función de recaudador, sin ningún reparo moral. Este desea ver a Je -sús...,”baja, porque hoy tengo que alojarme en tu casa... Jesús se metió también en su corazón, se convirtió y prometió “dar la mitad de sus bienes a los pobres, y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”. Y entonces Cristo manifestó que “el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que había perecido”.

Este es Jesús..., que no está lejos, lo tenemos aquí vivo en la Eucarista... Va a bajar al altar..., y nos dice a cada uno: “Estoy a tu puerta y llamo”. Déjame entrar en tu corazón como lo hizo Zaqueo y te devolve-ré la paz y la alegría de saberte hijo de Dios.

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Domingo 32 Tiempo ordinario (C) Lc XX, 27-38

Creo en la Resurrección

El Rey eterno nos resucitará como a los Macabeos

Dios es Rey de vivos.

También nosotros resucitaremos al fnal de los tiempos

1— “Creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna”. Cada vez que rezamos el Símbolo de la fe confesamos esta verdad de la resurrección de la carne, que un día será realidad para cada uno en el tiempo previsto por Dios. Y ¿qué quiere decir “Creo”? Tengo por más cierto cuanto en el Credo se contiene que si lo viera con los ojos y lo tocara con las manos. Y esto ¿por qué? Porque Dios no puede engañarse ni engañar -nos. Él es la Verdad suma.

Esta verdad, hecha vida por la fe, es la que animó a los Macabeos y a su madre a ser feles a la ley de Dios, en aquellos momentos en que el rey quería obligarles a desobedecer a Dios. Contestaron: “T ú, malva-do, nos arrancas la vida presente; pero cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucita-rá para una vida eterna” La fe en la resurrección sostiene a estos valerosos mártires en su testimonio san-griento.

San Pablo fundamenta esta verdad, tan consoladora para el hombre, en la resurrección de Cristo, que es prenda de la nuestra. En efecto, si ha resucitado la Cabeza del Cuerpo místico, también resucitarán sus miembros. Y, de algún modo, es lógico que sea así, porque si Él es el Juez que ha de dar a cada uno según sus obras, y resulta que el hombre las realiza a través de su cuerpo: los pensamientos, las conversaciones, las obras buenas y las malas, son del cuerpo y del alma. Y como sólo el cuerpo muere, para que éste reciba, junto con el alma, la recompensa, debe resucitar, Y, de este modo, estas manos, estos ojos, este mismo cuerpo está llamado a vivir eternamente con Dios en el Cielo, si ahora cumple la Voluntad del Señor.

2— Desde esta fe en la resurrección y en la vida eterna, Jesús disipa todas las dudas de los fariseos que no sabían solucionar el problema que les planteaba el hecho de que una mujer estuvo casada con siete hermanos: Después de la resurrección ¿de quien será mujer?... Desconocían la realidad de la otra Vida en la que seremos iguales a los ángeles.

Esta verdad nos ha de llenar de esperanza y de alegría en la lucha que hemos de sostener para seguir al Señor. La realidad de la muerte, separación, dolor etc. no nos debe desanimar; porque nada de eso tiene la última palabra. Esta es la Resurrección, la Vida. “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, porque todos viven para Él”

Creo, Señor, que Tú tienes palabras de vida eterna; apoyado en Ti, llegaré a poseerla. Amen.

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Domingo 33 Tiempo ordinario (C) Lc XXI, 5-19

Perseverar siendo sinceros

Yo soy el camino

Vivir la esperanza cristiana

Acudir a la misericordia de Dios considerando los novísimos

1— “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Estas palabras de Cristo nos llenan de espe-ranza a quienes deseamos llegar a la meta, a pesar de las muchas difcultades que nos sobrevienen en esta sociedad tan deteriorada. Jesús nos acompaña recordándonos: “Yo soy el Camino la Verdad y la Vida”.

Que importante es conocer la historia del hombre a la luz de esa Verdad que es la única que le da sentido. Cuando queremos descubrir la verdad de nuestra vida, fácilmente nos quedamos en un conoci -miento parcial: vemos sólo lo humano, lo que pasa y cómo todo acaba en la muerte. Y nos abandonamos a esa dura realidad como si fuera el fn de todo.

Y después de esta vida ¿qué? Para vivir la esperanza cristiana hemos de contemplar frecuentemente a Cristo como nuestro Camino. Y en Él, la última palabra no la tienen los desprecios, la Pasión ni siquiera la muerte. La última palabra la tiene la Vida: resucitó para no morir jamás... Caminamos hacia esa Vida sin fn que Dios ofrece a todos los hombres.

2—Es fácil que, en medio de este mundo zarandeado por tantos modos de enfocar la vida nos deso-rientemos y olvidemos su sentido transcendente.

La Iglesia nos recuerda que el norte hacia el que hemos de orientar los pasos son los Novísimos. Des-pués de la muerte el alma entra en la eternidad y recibe la recompensa conforme a sus obras: el cielo para quienes han gastado la vida para agradar a Dios; la condenación para los que han obrado el mal. Mientras vivimos aquí podemos acudir a la Misericordia de Dios que nos espera y ofrece el perdón siempre que se lo pidamos de verdad.

Pero, ¡cuidado que nadie os engañe! ¿Que engaños podemos tener?:

- la indiferencia religiosa de tantos que “pasan de todo” y creen que con tener buena voluntad es su-fciente. Dios nos pide obras.

- valorar sólo lo inmediato, lo que se puede tocar y contar, es decir, el “tener” mucho, creyendo que en eso está la felicidad. No olvidemos que sólo hace feliz lo que permanece. Y sólo Dios es eterno.

Prepararme ahora con las obras buenas. Lo mismo que hago pero con amor de Dios y mejor hecho. “El tiempo pasa, la eternidad espera”.

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Domingo 33 Tiempo ordinario (bis) (C) Lc XX, 27-38

Vendré a juzgar a vivos y difuntos

Para los impíos: fuego devorador

Amar la verdad. Nos medirán con la Verdad.

Deseo de hacer el bien.

1— “Vendrá con gloria a juzgar a vivos y muertos” (Credo) Y ¿de qué nos juzgará el Señor? La materia será toda mi vida interna y externa. Ciertamente en ella hallará de todo... Mientras vivimos en este mundo todo tiene arreglo porque “mis pensamientos son de paz y no de aficción. Me invocaréis y yo os escucha-ré”.

Dios se acerca al hombre, a pesar de sus pecados, con un Corazón Misericordioso, dispuesto a perdo-nar todas nuestras rebeldías. Así podemos afrontar con paz el día del encuentro con el Señor para ser juzga-dos; sólo hace falta que acuda frecuentemente al tribunal de la Penitencia donde Cristo me espera para per-donarme y ofrecerme su amistad. Aquel día cada cual tendrá la suerte que se haya preparado con su con -ducta; así, mientras para los impíos será como fuego devorador, para los justos será la manifestación de la gloria de Dios.

2— El Evangelio nos habla del fn del mundo...Y nos enseña que, frente a esas realidades escatológi-cas, habrá quienes se rían y quieran desmentirlas con abundancia de palabras vacías proferidas para tran-quilizar su mala vida. Jesús nos advierte: “Mirad que nadie os engañe”.

La deformación de la verdad es el peligro más insidioso que tenemos. “No os dejéis engañar”. Es ne-cesario discernir entre lo que nos enseña Cristo y el que rechaza a Dios y a su Ley, el que no está con la Igle -sia, fuera de la cual no hay salvación, y el que no está con el Papa. A quienes así se comportan no debemos seguirles, van descaminados.

A “quienes ponderaban la belleza del templo, les dijo. todo será destruido”. De este modo nos recuer-da que este mundo no es defnitivo; tendrá fn y todo se acabará, hasta aquellas cosas que nos parecen im -perecederas.

Aquí todo es transitorio, todo pasa.. Pasa lo bueno y pasa lo malo; pasamos unos hombres y nacen otros, pasan los sufrimientos y las alegrías.

Pero al mismo tiempo es bueno recordar que nada pasa, porque pasa el sufrir pero no pasa el haber sufrido, pasan los desprecios, pero no el haber sido despreciado; en defnitiva, pasa todo pero quedan las obras que hemos realizado y que nos acompañarán ante el tribunal de Dios. Que nos dispongamos a llenar nuestras manos de buenas obras para presentarlas a Jesús el día del juicio.

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Cristo Rey del Universo (C) Lc XXIII, 35-43

Dios nos hace dignos de participar de la herencia de los santos

Promesa de salvación.

Caminos del reino de Cristo: vivir en gracia.

“Aparta Señor de mí, lo que me aparta de Ti”

1— “Damos gracias a Dios Padre que nos ha hecho dignos de participar de la suerte de los santos” ((Col 1, 12).

Celebramos la Solemnidad de Cristo Rey con la que culmina el Año litúrgico, en el que recorremos la Historia de la Salvación. Historia de las misericordias de Dios con el hombre y las infdelidades de éste con Dios.

Esta historia empieza con la Promesa de Salvación, hecha por Dios a nuestros primeros padres; sigue con la realización de esta Promesa mediante la Encarnación y la Redención; y acaba con el reinado de Cristo después de haber vencido a los grandes enemigos del hombre que son el pecado y la muerte, ambos venci-dos por Cristo con su Muerte y Resurrección. Así nos abre el camino del Cielo

Y contemplando a Cristo victorioso exclamamos: “Damos gracias a Dios Padre que nos ha hecho dig-nos de participar de la suerte de los santos”, al llamarnos a formar parte de su Reino que no es como los de este mundo; el suyo es un reino que responde a las exigencias más profundas del corazón humano: tiene sed de paz, de Justicia, de Vida, de Santidad, de Felicidad... Y la fuente de la que manan es Cristo. Por eso su reino es de “verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz”.

2— Y ¿cuáles son los caminos que conducen a formar parte del reino de Cristo?:

- Vivir en gracia. De este modo vivimos en la amistad con Dios, participamos de su Vida, somos hijos suyos y herederos del Cielo. A su reino pertenecen los santos del Cielo, las almas del Purgatorio y cuantos queremos seguirle mientras peregrinamos por este mundo realizando la misión que Él nos ha encomenda-do.

- Y si perdemos esta amistad divina por el pecado, ¿ya no podemos entrar en su Reino? Hoy aparecen en el Evangelio unos malhechores crucifcados junto al Señor. Uno de ellos se arrepintió de los pecados de su vida pidiéndole que se acordase de él al llegar a su reino; y escuchó de los labios del mismo Cristo estas palabras consoladoras: “Te lo aseguro; hoy estarás conmigo en el Paraíso”

“Queremos que Cristo reine”. Para ello nos urge la gran tarea de poner a Cristo en la cumbre de todas las ac-tividades, que vivamos y trabajemos para que en todo sea glorifcado el nombre del Señor. Dejarle entrar en mi alma para que reine en ella... Arrancar lo que estorba y entregarme a Él sin condiciones.