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"El fin de los géneros sexuales" Autora: Lic. Fernández, Ana María. Profesora e Investigadora. U.B.A. Buenos Aires, septiembre del 2001. I La discriminación En esta ponencia se presentan algunas características de los procesos sociales, pero también subjetivos de la discriminación en general, para abordar luego algunas consideraciones con respecto a un tipo de discriminación en particular, la discriminación de género. Preguntarnos qué es la discriminación conlleva varias preguntas que operan en simultáneo con la primera: - ¿A quiénes se discrimina? - ¿Cómo se discrimina? - ¿Por qué se discrimina?. Preguntas todas que ya, al formularlas, dan un primer paso para alterar la naturalización -invisibilización de estos dispositivos. Tal interrogación crítica pretende alterar uno de sus resortes básicos en la producción eficaz de muy diversas injusticias de una sociedad.

El Fin Generos Sexuales

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  • "El fin de los gneros sexuales"

    Autora: Lic. Fernndez, Ana Mara. Profesora e Investigadora.

    U.B.A.

    Buenos Aires, septiembre del 2001.

    I La discriminacin

    En esta ponencia se presentan algunas caractersticas de los procesos sociales, pero tambin subjetivos de la discriminacin en general, para abordar luego algunas consideraciones con respecto a un tipo de discriminacin en particular, la discriminacin de gnero.

    Preguntarnos qu es la discriminacin conlleva varias preguntas que operan en simultneo con la primera: - A quines se discrimina? - Cmo se discrimina? - Por qu se discrimina?. Preguntas todas que ya, al formularlas, dan un primer paso para alterar la naturalizacin -invisibilizacin de estos dispositivos. Tal interrogacin crtica pretende alterar uno de sus resortes bsicos en la produccin eficaz de muy diversas injusticias de una sociedad.

  • Si se toman como referencia las democracias occidentales modernas y la Declaracin de los Derechos del Hombre puede observarse que por primera vez en la historia de occidente se instituye la igualdad de derechos formales de las personas inaugurando un nuevo modo de ciudadana. Dos de sus premisas fundamentales fueron: el pueblo gobierna a travs de sus representantes y somos todos iguales ante la ley.

    Sin embargo y como todos sabemos se produjo un proceso simultneo por el cual el avance en las igualdades formales fue acompaado por el perfeccionamiento de diversos dispositivos de desigualacin (discriminacin, marginalizacin, exclusin, represin, exterminio, etc.). Tal perfeccionamiento hizo que tales dispositivos de desigualacin fueran cada vez ms especficos y eficaces.

    Sin duda uno de los puntos de partida de estos dispositivos de desigualacin es econmico-poltico; pero para que sean tan eficaces en la larga duracin histrica, la desigualacin social necesita implicar tambin una dimensin subjetiva por la cual no solo los aparatos que discriminan, marginalizan, excluyen, reprimen, exterminan, establecen fuertes sistemas argumentales por los cuales es necesario, correcto, justo y/o conveniente desigualar sino que estos argumentos, en mayor o menor medida forman parte -durante largos periodos histricos- del bagaje subjetivo tanto de quienes integran los aparatos de poder como de los propios grupos sociales estigmatizados.

    Se produce as un particular entramado de diversas formas de desigualdad distributiva de bienes y posicionamientos econmicos, simblicos, subjetivos, erticos que se sostienen desde una particular ecuacin simblica:

    Diferente = inferior, peligroso o enfermo

    As desigualdad y discriminacin conforman un particular circuito de realimentacin mutua, donde los poderes, para sostener su eficacia necesitan la produccin social de diferentes tipos de discursos que legitiman tanto la desigualdad como las prcticas y mentalidades discriminatorias.

    En el caso de los grupos sociales afectados por dichos dispositivos de poder se producen tambin particulares universos de significaciones inscriptos tanto en sus subjetividades como en sus prcticas sociales donde se instala una especfica tensin entre la propia percepcin de inferioridad -por lo que obedecen y/o acatan las injusticias de referencia- y diferentes grados de resistencia frente a tal estado de cosas. Las distintas intensidades de esta tensin han dado a lo largo de la historia social los espacios de diversos tipos de sumisin y sometimiento, pero tambin diversidad de revueltas y/o movimientos sociales y/o resistencias personales a tales injusticias.

    En este punto tal vez sea aclaratorio incluir una distincin que realiza M. Foucault con respecto a las formas que toman las eficacias de los dispositivos de poder. Segn este autor puede hablarse de tres formas de ejercicio de poder; sin duda ntimamente entrelazadas.

    1. Formas de dominacin: tica, social, religiosa, etc.

  • 2. Formas de explotacin: que separan a los individuos de lo que producen.

    3. Formas de sujecin: por las que un individuo se ata a s mismo y se somete a otros. Se refiere aqu a las formas de subjetividad que hacen posible la sumisin.

    Con respecto al poder de gnero, si bien el autor no realiza dentro de su clasificacin ninguna referencia particular podra incluirse como una de las formas de dominacin simblica, junto a las formas tica, social, religiosa.

    Sin embargo dada la gran transversalidad del poder de gnero es necesaria pensar su dimensin en las tres formas de poder que Foucault plantea. As por ejemplo en el poder de explotacin, comn a todos los asalariados, habra que analizar el plus de valor que se extrae al trabajo realizado por mujeres.

    En las formas del poder de sujecin habr que indagar junto a las capacidades generales por las que los seres humanos pueden entrar en situaciones de sumisin, aquellas particularidades de los sometimientos de mujeres.

    El capitalismo ha desarrollado un particular entramado de discriminacin y explotacin ya que al mismo tiempo que se constituye como un sistema de discriminacin en la explotacin, instituye formas de explotacin sistemtica de todo tipo de discriminacin.

    Con respecto a la discriminacin, puede decirse que la intolerancia hacia el diferente, el transformar al diferente en peligroso, inferior o enfermo, forma parte de uno de los problemas centrales de toda formacin social: producir y reproducir incesantemente las condiciones que la hagan posible. Para ello uno de sus puntos estratgicos es lograr que la discriminacin de grupos e individuos, el reparto desigual del poder, de la riqueza y de los bienes simblicos y erticos parezca natural. La naturalizacin de la injusticia no es un proceso espontneo; muy por el contrario hay que producirlo.

    En esta produccin de naturalidad la formacin de consenso juega un papel decisivo, de lo contrario el orden de los subordinados solo podra mantenerse represivamente.

    El poder, junto con las formas represivo-supresivas, pone en funcionamiento formas productivas de generacin de valores, motivaciones y deseos, que operan en sentido reticular con gran eficacia. Dos son las condiciones necesarias para la produccin y el mantenimiento del consenso en nuestra sociedad:

    - la discriminacin debe permanecer oculta, y

    - los discriminados deben articularse con el resto de la sociedad, pero de tal modo que no peligren las reglas de discriminacin vigentes.

    Para sostener tan particular ordenamiento, las instituciones combinan y alternan estrategias y dispositivos de violencia represiva y violencia simblica. Los procesos de violencia simblica o apropiacin de sentido se construyen en las mismas instituciones por las que

  • circulan los discriminados, en posiciones desventajosas. Es a travs de ellas que se les impone la arbitrariedad cultural de su inferioridad mediante mltiples discursos, mitos sociales, explicaciones religiosas y cientficas.

    Dicha arbitrariedad cultural es una pieza de los sistemas de dominacin; los diferentes dispositivos institucionales hacen posible que esta arbitrariedad cultural sea reconocida como legtima, y al mismo tiempo otorga legitimidad al grupo dominador como autoridad. Opera de tal forma que el ejercicio de la violencia simblica es invisible a los actores sociales y presupone la implicacin de aquellos que ms sufren sus efectos. Esta implcita hasta en las jerarquas del lenguaje y en sus formas de uso, de forma tal que se desdibuja, al naturalizarse, su caracterstica central de arbitrariedad e injusticia.

    Cualquier situacin de opresin producida a partir de una injusticia distributiva necesita de la produccin de aquel consenso por el cual los diferentes sectores de una sociedad, an los perjudicados, dan por natural este estado de cosas y consideran al grupo "perjudicado" inferior por alguna razn.

    La produccin de consenso que legitima las desigualdades sociales se sostiene desde determinados universos de significaciones imaginarias que construyen el sentido social. Si bien la injusticia distributiva en el orden econmico establece relaciones de fuerza entre grupos, clases, gneros, etnias, etc. las significaciones imaginarias establecen relaciones de sentido. De forma tal que en el anlisis de un sistema de dominacin es indisoluble la indagacin no slo de las relaciones de fuerza, sino tambin las relaciones de sentido; es desde ellas que se legitima la autoridad del dominador; un grupo dominador no puede imponerse en el plano econmico y poltico si al mismo tiempo no logra una hegemona en el plano cultural y simblico.

    Para que un grupo sea discriminado es "necesario" que haya un proceso de doble apropiacin con sus distintas violencias concomitantes-:

    - apropiacin de los bienes que efectivamente produce (econmicos, simblicos, sentimentales y/o erticos)

    - apropiacin de sus potencias como grupo social y/o como individuo, (potencias econmicas, simblicas, sentimentales y/o erticas) para producir tales bienes.

    Esta doble apropiacin garantiza:

    - que circulen en circuitos sociales aparentemente iguales pero en desigualdad de

    oportunidades.

    - que su circulacin desventajosa se despliegue sin ser "vista", es decir que se despliegue

    en estado de naturalizacin.

  • Para que en una sociedad no hubiera discriminacin, deberan instituirse relaciones materiales y subjetivas que no significarn apropiacin. La discriminacin es absolutamente funcional a la apropiacin. Para que una sociedad no desigualara, para una repblica de iguales deberan instituirse relaciones pblicas y privadas que no significaran apropiacin ni establecieran formas de dominio de unas personas sobre otras. Pensar una sociedad de iguales es imaginar, proponer, desear, accionar para una sociedad de seres libres y autnomos.

    II Discriminacin de gnero.

    Los dispositivos de desigualacin -legitimados desde diferentes universos de significaciones imaginarias- han instituido diversos mitos sociales con respecto a qu es ser hombre y que es ser mujer, consolidando en cada periodo histrico tanto los patrones sociales y subjetivos como los mbitos y modos de circulacin pblica y privada a los que las personas de ambos gneros deben adecuarse.

    He desarrollado extensamente en la Mujer de la Ilusinla articulacin de tres mitos que han organizado la sujecin femenina en la modernidad: el mito de mujer = madre, el mito de la pasividad ertica femenina y el mito del amor romntico. Si bien no sern aqu desarrollados quiere subrayarse que estos mitos sociales ordenan, legitiman y disciplinan los lugares de todos los actores de la desigualdad de gnero. Este disciplinamiento social es realizado en conjunto con mitos equivalentes en lo que respecta a los varones, que definen su identidad masculina desde el xito laboral-econmico, un erotismo en clave flica y una extensa capacidad de constituirse en proveedores de las mujeres a su cargo; este "varn de la ilusin" es, en realidad, un triple proveedor: de bienes econmicos, erticos y de sentido.

    La segunda mitad del siglo XX ha puesto en evidencia, en occidente, complejos y variados procesos de cambio de los lugares sociales de las mujeres. Estas transformaciones abarcan desde sus roles laborales y culturales hasta sus posiciones legales, subjetivas y erticas. Si bien estos cambios fueron en un principio, ms evidentes en las mujeres blancas heterosexuales de sectores medios urbanos "desarrollados", dichas transformaciones han instituido fuertes polos de enunciacin e intensas transformaciones de las prcticas sociales que atraviesan diversos sectores sociales y geopolticos, produciendo nuevas prcticas de s en los lugares ms insospechados.

    Al mismo tiempo que esto acontece, la consigna de "a igual trabajo, igual salario" se encuentra an muy lejos de ser una constante universal. En amplios sectores del mundo laboral, an en los pases ms desarrollados, la persistencia de desigualdades salariales, la escasez de mujeres en puestos directivos, pero tambin el incremento de la violencia domstica, las violaciones y abusos diversos ponen en evidencia la permanencia de la discriminacin de gnero, pese a los avances de las mujeres tanto en lo pblico como lo privado.

    Los mitos sociales sobre lo que es ser hombre y lo que es ser mujer cambian a lo largo de la historia de occidente; as por ejemplo en relacin al erotismo de las mujeres es contrastante

  • la idea que de esto tiene el mundo feudal si comparamos con el mito de la pasividad que se sostiene desde la modernidad. Para el mundo feudal de occidente las mujeres son sexualmente insaciables lo cual es una evidencia irrefutable de que estn posedas por el demonio y desvan el camino de los varones hacia Dios. Inquisicin primero y capitalismo despus, las mujeres fueron pensadas hacia el siglo XIX como sexualmente pasivas y necesitadas -dada su fragilidad- de proteccin masculina.

    Estas transformaciones de los imaginarios sociales no se deben a ningn azar sino que responden al modo en que en cada momento histrico se ha instituido cmo colocar aprovechar despilfarrar disciplinar incluir excluir las potencias de los hombres y las mujeres de esa poca. Estas demarcaciones variarn segn la clase social, la regin geopoltica, las etnias a las que pertenezcan.

    Mientras los argumentos sociales van variando histricamente permanece estable en su reproduccin la lgica con la que se ordenan tales argumentos de las diferencias de gnero.

    Esta lgica realiza varias operaciones simultneas:

    Identifica diferencias entre hombres y mujeres debidas a su condicin sexuada. Remite las mismas a esencias inmodificables: debidas a la voluntad divina, a

    caractersticas biolgicas, culturales, inconcientes, etc. Inscribe las diferencias en un orden binario y jerrquico donde siempre uno de los

    atributos diferenciales -el masculino- es tomado como criterio de medida y los atributos femeninos son defecto, falta, complemento, suplemento, etc.

    Legitima la desigualdad social de los as constituidos como "diferentes"(el otro), en este caso las mujeres.

    En sntesis, en un mismo acto escencializa la diferencia y legitima la desigualdad social. Para ejemplificar la persistencia de esta lgica de la diferencia pueden recordarse algunas ideas de la antigedad respecto a los cuerpos de hombres y mujeres y sus diferencias, donde "la mujer" es pensada como un hombre inacabado e imperfecto.

    Puede observarse que las significaciones a travs de las cuales la imaginacin colectiva presenta a "la" mujer como un hombre inacabado no son nuevas. Encontramos sus orgenes, por lo menos en lo que respecta a sus formas discursivo -cientficas- ya en los discursos mdico filosficos del mundo antiguo. Tal persistencia-insistencia habla a las claras de la importancia histrica de esta lgica de la diferencia como ordenador de sentido de lo femenino y lo masculino.

    As, en una lnea de pensadores que va de Hipcrates a Galeno, reforzados por Platn y Aristteles, vemos cmo esta configuracin va adquiriendo formas discursivas cada vez ms consolidadas. Esta lnea plantear que entre hombres y mujeres no solo hay diferencias de rganos sino tambin de esencias: los hombres, en tanto secos y calientes, sern superiores a las mujeres por ser fras y hmedas. En el mito de los orgenes, Platn dibujar a las mujeres como individuos inferiores, ya que eran hombres castigados. En el origen, el demiurgo cre un ser humano varn, pero aquellos varones que fueron cobardes en su segundo nacimiento fueron trasmutados en mujeres. Con Aristteles y luego con Galeno,

  • tomar fuerza la nocin de la mujer como hombre fallado, incompleto, inacabado y por lo tanto, inferior. Esta inferioridad es algo que ha querido el creador, que la ha hecho "imperfecta y como mutilada". Es consenso para la poca que su mutilacin se debe a que los genitales femeninos no han podido descender. Por qu no han podido descender? Pues por la falta de calor del cuerpo femenino.

    Cmo explica Galeno la existencia de senos en el cuerpo femenino? Qu razn da a la existencia de algo "en ms" con respecto al cuerpo del varn? Dir que estas glndulas existen para dar calor y proteccin al corazn, se hacen necesarias en la mujer dado que ella es ms fra que el hombre; ste como es ms clido no los necesita para proteger su corazn. En suma, algo "en ms" en el cuerpo femenino est para paliar una falta; da cuenta, en suma, de una insuficiencia esencial de la mujer.

    En tal lgica de la diferencia, lo otro solo puede ser pensado como negativo de lo uno. En esta episteme de lo mismo las categoras desde donde puede ser pensada la diferencia de los gneros se estructuran inevitablemente desde una lgica atributiva, binaria y jerrquica.

    Atributiva en tanto otorga, atribuye a los predicados del sexo masculino la propiedad del modelo humano (Hombre = hombre). El otro gnero, por lo tanto, se construye en trminos de negatividad. Binaria, ya que alterna solo dos valores de verdad, siendo necesariamente uno verdadero y el otro falso (no es A y B, sino A y no-A). Jerrquica, en tanto transforma uno de los dos trminos en inferior, complemento o suplemento. En tal lgica lo diferente ser siempre negativo de aquello que lo hegemnico seala como lo uno y, en tanto negativo, falso; versin incompleta de lo uno y por lo tanto, inferior.

    En los ltimos aos se ha extendido el uso de la nocin de gnero. Es importante precisar sus alcances por cuanto puede observarse que ha medida que se ampla su implementacin, suele perder su rigor.

    Considerar que las diferencias entre hombres y mujeres no se refieren estrictamente al sexo sino al gnero implica afirmar que el problema no radica en sus especificidades anato-biolgicas sino a las desigualdades que las sociedades han tramitado con las mismas. Hablar de diferencias de gnero alude a los dispositivos de poder por los cuales en cada sociedad- las diferencias biolgicas han justificado desigualdades sociales, es decir que desmarca la cuestin de supuestas esencias diferentes que instituyen las condiciones masculinas y femeninas en su desigualdad de oportunidades, para colocar la cuestin en la subordinacin poltica, econmica, cultural, emocional-subjetiva y ertica del gnero femenino en relacin al masculino. En tal sentido es una nocin que pone el centro en la cuestin del poder de un gnero sobre otro.

    Tanto el trmino gnero como el trmino clase social no pueden ser usados meramente para describir diferencias entre hombres y mujeres o entre pobres y ricos. Son categoras hermenuticas que exigen -ms all de descripciones necesarias- la inclusin del anlisis de los dispositivos socio-histricos de poder por los cuales se producen y reproducen estas desigualdades sociales y sus injusticias concomitantes.

  • Los primeros estudios e investigaciones sobre el tema fueron desarrollados por mujeres, generalmente feministas, que desde mediados de los 60 han analizado diferentes instancias de la subordinacin de gnero, es decir el sometimiento histrico de las mujeres por parte del poder patriarcal.

    Desde los 80/90 comienzan a desarrollarse grupos de reflexin y escritos diversos realizados por varones que analizan la condicin masculina. Para sorpresa de las estudiosas de la condicin femenina estos anlisis reprodujeron la descripcin de los sufrimientos femeninos ahora en clave masculina. As comienzan a desplegarse discursos que aludan a la prisin que significan las metas del xito, el sacrificio y la postergacin personal que demanda cumplir el rol de proveedor, las exigencias de su rol de conquistador ertico, las enfermedades y costos psquicos diversos, producto de la represin de sus emociones, la postergacin de la paternidad, etc.

    Sin duda los aportes que estn realizando los Estudios sobre Masculinidad son de gran importancia para poner en interrogacin crtica los mandatos culturales a los que se han sometido los hombres en nuestra sociedad y los sufrimientos personales y colectivos que tal estado de cosas ha ordenado. Metodolgicamente pareciera operar aqu un criterio que ofrecera la otra versin del discurso feminista para lo cual al listado de padecimientos que los Estudios de la Mujer han desplegado se agregan uno a uno, el padecimiento complementario masculino, en el rol tambin complementario de los varones. As a la subordinacin de la mujer a su rol de madre, ofrecen la subordinacin del varn a su rol de proveedor y la dolorosa prdida de la cotidianeidad con los hijos. Al costo de la pasivizacin del erotismo de las mujeres hablan de la exigencia y presin a la que est sometido el varn "galn", etc.

    En el todos somos prisioneros de los mandatos culturales del gnero -al igualar tica y metodolgicamente- se pierde de vista, una vez ms la dimensin poltica de la cuestin y por consiguiente las tareas por venir en una agenda poltico-social de gnero. Tambin quedan invisibilizadas las marcas en la subjetividad que el ejercicio cotidiano del poder de gnero inscribe en los varones y las prcticas naturalizadas de diversos modos y grados de impunidades de gnero constituidos como hbitos de vida.

    El tratamiento de los mandatos de gnero en los varones es de gran trascendencia en el camino de la "liberacin masculina" en tanto pone un primer interrogador crtico a su lugar en la sociedad. Pone en crisis la reproduccin naturalizada de estos mandatos y pone en pregunta la posibilidad de pensarse varones de otro modo. Y no es poco.

    Pero, en tanto queda invisibilizada la dimensin de poder, es decir, en tanto no se analiza la participacin activa -aunque muchas veces involuntaria- en los dispositivos de desigualacin - dominacin de mujeres corren el riesgo de mantener la reproduccin de las impunidades de gnero (visibles y/o invisibles) en la construccin de las nuevas masculinidades. Impunidades que al no poder ser pensadas como tales, mantienen en desmentida el ejercicio de la soberana de gnero masculino.

    Posiblemente en tanto no se incluye en los estudios de masculinidad, el anlisis de los dispositivos de poder, no podran ser considerados estrictamente Estudios de Gnero. Una

  • excelente excepcin a este estado de cosas ha sido la indagacin realizada por Pierre Bourdieu en "La dominacin masculina".

    Para que hombres y mujeres ganen respectivamente libertades, es decir amplen sus capacidades de elegir en libre albedro, desplazando mandatos culturales es necesario igualar oportunidades para las mujeres. Si las mujeres no logran circular por el mundo pblico y privado en iguales oportunidades siempre necesitarn (y en muchos casos abusarn) de varones proveedores.

    Las libertades de ambos gneros son imposibles de conseguir sin la igualdad de los mismos. Aqu toman valor central las polticas del empowerment. Ha habido distintos modos de entender las polticas pblicas del empowerment de las mujeres. Muchas veces se han tomado como sinnimo de capacitacin laboral, facilidades de financiamiento para microemprendimientos, etc.

    Estas sin duda son medidas necesarias, generalmente imprescindibles en la agenda poltico-social del Estado y ONGs. Constituyen un punto de partida indispensable, pero no pueden considerarse como punto de llegada en la de-construccin social de la desigualacin histrica.

    Si pensamos en las lneas de significacin del trmino poder, observamos que podemos atribuir a este trmino tanto la idea de dominio sobre otro, como tambin la de potencia de s.

    Las culturas patriarcales han instituido y consolidado histricamente la primera de ellas y hasta tal punto, que suele quedar obturada la segunda. La resistencia al dominio del otro solo es efectiva si permite construir la propia potencia (singular y/o colectiva). Construir potencia de s es -en suma- crear condiciones para las libertades por venir. En el caso de las mujeres el despliegue de las potencias propias pasa por el avance en la construccin de autonoma poltico-subjetiva. Qu se entiende aqu por autonoma?

    Si se busca cmo pensar esta cuestin a la luz de la cuestin de gnero, es decir a la luz del anlisis de la subordinacin histrica de las mujeres y sus cicatrices en la subjetividad y a la luz del anlisis tambin histrico del poder de gnero de los varones -con las prcticas de impunidad que conlleva- y sus marcas en la subjetividad, hay diferentes tareas por delante para varones y para mujeres. En el caso de los varones se trata de de-construir las naturalizaciones de sus ejercicios cotidianos del poder patriarcal. En las mujeres se trata de avanzar en la constitucin de su autonoma poltico-subjetiva. Quiere subrayarse que en el marco general que incumbe a hombres y mujeres para la necesaria transformacin de los mandatos de gnero, las libertades por venir reclaman tareas diferentes para cada gnero. Hoy se trata de la construccin de autonoma para mujeres y de-construccin de poder para varones.

    La idea de autonoma se desmarca de cualquier psicologa del yo. Es aqu un trmino poltico; en el caso de la autonoma de gnero estamos hablando del grado de libertad que una mujer tiene para poder actuar de acuerdo a su eleccin y no a la de los otros. Comprende la capacidad de instituir proyectos propios y la produccin de acciones de

  • liberadas (voluntad) para lograrlos; implica un doble movimiento de subjetivarse como sujetos y objetivarse como ciudadanas.

    Autonoma es control de las propias condiciones de existencia. Para ello las mujeres necesitarn ejercer como sujetos capaces de discernir sus deseos y sus intereses y de elegir las mejores acciones para concretar dichas elecciones. Necesitarn ejercer como ciudadanas que puedan desestimar sus histricas circulaciones pblicas marginales y tengan participacin desde los centro de decisin en aquellos aspectos de sus proyectos que se inscriban en propuestas colectivas.

    Como puede inferirse, hay una estrecha relacin entre la adquisicin de autonomas de las mujeres y los espacios de poder que puedan instituir.

    El grado de autonoma de un sujeto singular es inseparable del grado de autonoma del grupo social al que pertenece. Es decir que el grado de autonoma que una mujer pueda desplegar depender de la autonoma posible de su grupo social y de aquella que las mujeres de la sociedad a la que pertenece hayan alcanzado. En sntesis, la autonoma de un grupo social no depende solamente de la voluntad personal de quienes a l pertenecen. Para que alguien pueda saber qu quiere en su vida y cmo lograrlo, que se sienta con derecho a decir no, a incidir en su realidad para lograr sus proyectos, necesita un tipo de subjetividad cuya construccin no depende exclusivamente de su psiquismo. Entran en juego aqu condiciones de posibilidad histrico-sociales de gran complejidad, y bueno es reconocerlo, de lenta y difcil modificacin.

    En los varones la de-construccin del ejercicio cotidiano del poder patriarcal, implica poder registrar, por ejemplo, la trampa histrica que signific apropiarse del erotismo de las mujeres. Ella se "entreg" pero l nunca puede fallar. Si l no la completa, siempre y en cualquier plano de la vida y absolutamente, ella lo denigrar. Y aqu no tendr ella ningn temor al protagonismo; amor y odio, admiracin y envidia, dependencia y exigencia sern componentes infaltables en sus posicionamientos frente al otro "sexo".

    Muchos hombres se encuentran an prisioneros de sus mandatos culturales y esto condiciona gran parte de sus elecciones de vida. Son en ese sentido ms gnero que sujeto. Revisar el ejercicio de su soberana de gnero no significa ceder poder a las mujeres o subordinarse a ellas. Fundamentalmente significa ganar libertades. Aquellas que el gnero masculino aprisiona.

    Por qu razn el empowerment de las mujeres suele ser visto como una amenaza por tantos varones? Por qu los xitos pblicos de su mujer suelen empequeecerlo subjetivamente?; Por qu tantos varones prefieren la prisin del proveedor que la paridad poltica en las relaciones amorosas? Por qu ser tranquilizador suponer que su mujer esta con l porque la mantiene(!) a imaginar que ella -resueltas personalmente sus cuestiones econmicas- estara a su lado solo(!) por amor, deseo, respeto, ternura, etc.?

    En la histrica "dominacin masculina", la potencia de s solo se ha logrado en virtud del dominio del otro. Es momento que las mujeres puedan abandonar ese pattico encanto por

  • el margen. Es momento que las mujeres puedan pensar en no elegir un camino retaliativo donde utilizar el empowerment para ahora ser ellas quien ejerzan el dominio del otro.

    Momento para que los varones puedan pensar que para salir de la prisin del gnero necesitan operar la transformacin de sus prcticas en una distincin conceptual y tica entre el dominio del otro y la potencia de s. No hay por qu oponer un gnero al otro. Si ambos buscan acrecentar su potencia de s y no el dominio del otro, en la igualdad ampliarn amplificadamente sus libertades.

    A la idea contractualista burguesa de la libertad donde la libertad de uno termina donde comienza la libertad de los dems puede oponerse aquella otra por la cual:

    "No soy verdaderamente libre ms que cuando todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres. La libertad del otro, lejos de ser un lmite o la negacin de mi libertad, es al contrario su condicin necesaria y su confirmacin. No me hago libre verdaderamente ms que por la libertad de los otros, de suerte que cuanto ms numerosos son los hombres libres que me rodean y ms vasta es su libertad, ms extensa, ms profunda y ms amplia se vuelve mi libertad".

    En lo que a gneros sexuales respecta, pensar la plena libertad de hombres y mujeres es imaginar la inauguracin de una nueva era: el fin de los gneros sexuales.