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El hijo-del-viento

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PARA LOS AMANTES DEL ATLETISMO LO RECOMIENDO

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Txetxu Núñez

Yeray corría detrás de los conejos, pero no conseguía coger a ninguno, eran mucho más rápidos que él, sin embargo no se daba por vencido y tan pronto corría detrás de uno como enseguida dejaba a este y perseguía a otro. Siempre le ocurría lo mismo, cuando mejor se lo estaba pasando, oía la voz de su madre que le llamaba:

- ¡Yeray! ¡Yeray! ¡Yeray! es la hora de comer.

Yeray aunque travieso, era un chico obediente, siempre que oía la voz de su madre dejaba de jugar e iba corriendo a casa. Ese día, cuando llegó a casa, su padre y

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sus hermanos ya estaban sentados a la mesa. Tanto Nicolás como Francisco le miraron con cara de pocos amigos.

- Siempre te tenemos que esperar para comer, dijo Nicolás con una voz que no parecía muy amistosa.

- ¡Lávate las manos! Se oyó la voz de su madre desde la cocina.

Minutos después Yeray se sentaba a la mesa, era el último en sentarse. Nicolás y Francisco le volvieron a mirar con unos ojos que lo decían todo. Entonces se oyó la voz del padre:

- ¡Bendícenos Señor y bendice estos alimentos.....

Segundos después empezaron a comer. Cuando llevaban varios minutos comiendo, la madre viendo que su hijo mayor comía aceleradamente, le dijo:

- ¡Nicolás!, te he dicho muchas veces que no comas tan rápido, un día te vas a atragantar.

- Es que tengo mucha hambre, contestó Nicolás con la boca llena de comida.

El padre sonrió al oír la contestación de su hijo mayor y dijo a su mujer:

- ¡Déjale, mujer!, está en la edad de crecer.

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- ¡Sabéis que he soñado esta noche!, dijo Yeray de repente, sin levantar la cabeza de su plato. He soñado que corría con los mejores corredores del mundo.

Tanto Nicolás como Francisco se echaron a reír.

- ¡Qué dices!, le dijo Francis. Tu correr con los mejores corredores del mundo, ¡quién te has pensado que eres!, para eso hay que nacer siendo un fenómeno y tú no creo que lo seas.

- ¡Por qué no!, dijo su madre. No hay que nacer siendo un fenómeno para llegar a ser un buen corredor. Lo único que se necesita es estrenar mucho y con constancia. Yeray tiene las mismas posibilidades que tiene cualquiera.

- No lo creo, volvió a replicar Francis. Para llegar a ser un campeón hay que estar hecho de otra pasta y a mi hermano no le veo.

Media hora más tarde habían acabado de comer. Estaban en pleno verano y el día invitaba a tomar el sol. Ángel y Ana María salieron al porche y ambos se sentaron en unos cómodos sillones con los ojos cerrados.

- ¡Qué bien se está aquí, dijo Ana María!

- ¡Cuántas gracias tenemos que dar a Dios, dijo Ángel, nos ha dado tres hijos estupendos y esta maravillosa casa en medio de un paraíso.

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La casa de la familia Pardok está situada cerca de un bosque abarrotado de árboles. El camino que viene del pueblo termina justamente en su casa. Seguidamente empieza el bosque. Las especies que más abundan en este bosque son los abetos, pinos, cipreses. También hay gran cantidad de conejos que corren de un sitio para otro con la timidez que les caracteriza. Los pájaros aunque más pequeños se dejan oír y trinan ininterrumpidamente alegrando el día a todos los demás habitantes del bosque. La casa más cercana a la de los Pardok está a medio kilómetro y el pueblo más cercano se llama Cantalapiedra que está a diez kilómetros, es donde está la escuela a la que asisten: Nicolás de 12 años y Francisco de 9. Yeray el más pequeño de los hermanos, tan sólo tiene 5 años y el próximo curso podrá ir con ellos a la escuela. Broome es la ciudad de todos los pueblos que están alrededor. A Nicolás y a Francisco les cuesta casi hora y media en llegar al colegio todos los días, por eso se tienen que levantar muy temprano.

Está terminando el mes de agosto, los chicos están de vacaciones, en pocos días tendrán que volver al colegio. Yeray por primera vez irá con sus hermanos, a medida que pasan los días está más nervioso, tiene ganas de empezar y conocer a otros chicos y chicas de su edad. Sus hermanos siempre suelen llegar a casa muy contentos del colegio y añora poder ir con ellos. Para ir al colegio los chicos de aquellos contornos suelen ir en bicicleta o en autobús, pocos son los que van andando, pero entre esos pocos están los hermanos Pardok, desde que su

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padre tuvo un accidente tuvo que dejar de trabajar y los padres no pueden pagar el autobús.

Ha llegado el último día de las vacaciones, los chicos están nerviosos, tienen ganas de ver a sus compañeros-ras de curso, mañana volverán al colegio, pero esta vez Yeray irá con ellos. Cuando llega la noche y se acuestan ninguno de los tres es capaz de dormirse, están deseando que comience el nuevo día y los nervios no les dejan dormir, pero la noche va cayendo y por fin van cerrando los ojos uno tras otro.

PRIMER DIA DE CLASE PARA YERAY

- ¡Arriba!, es hora de levantarse, se oye la voz de Ana María.

Tanto Nicolás como Francisco se levantan de un salto, pero Yeray sigue durmiendo, no se ha enterado de que su madre les ha llamado.

- ¡Levántate perezoso!, le dice Francisco estirándole del pelo.

Yeray al notar que le estiran del pelo abre los ojos y se levanta rápidamente de la cama gritando:

- ¿Quién me ha estirado del pelo?

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Pero en la habitación no hay nadie. Yeray se acerca al comedor y allí están sentados su padre y sus hermanos desayunando, se sienta y empieza a desayunar. Poco después la madre dice:

- ¡Hijos, daros prisa, coged los bocadillos y salir corriendo! porque ya empieza a ser un poco tarde.

- No te preocupes mamá, contesta Nicolás, si vemos que vamos tarde iremos corriendo.

- Vuestro hermano es muy pequeño para llevarle corriendo hasta el colegio, dijo su madre con cara enfadada.

Poco después los tres hermanos salían de su casa con las mochilas a sus espaldas. Al principio fueron con paso rápido, pero a medida que se iban encontrando a otros compañeros por el camino se fueron descuidando y cuando se quisieron dar cuenta el tiempo se les había echado encima.

- ¡Vamos Yeray, no te retrases!, dijo Nicolás. Si no llegamos a tiempo al colegio nos van a castigar a los tres por tu culpa.

- Pues corramos, dijo Yeray a sus hermanos ante aquel desafío.

Los tres hermanos empezaron a correr, fueron pasando los minutos y Yeray seguía corriendo detrás de sus hermanos a unos metros de distancia. De vez

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en cuando Nicolás miraba hacia atrás para ver como iba su hermano pequeño y viendo que seguía corriendo, le animaba:

- Vamos Yeray, lo estás haciendo muy bien, si seguimos a este ritmo no llegaremos tarde.

Siguió pasando el tiempo y los tres hermanos seguían corriendo. Nicolás iba en cabeza seguido de Francisco a unos metros y por último les seguía Yeray un poco más rezagado; no quería que por su culpa llegasen tarde al colegio. Cuando divisaron el pueblo a lo lejos, Nicolás dijo:

- ¡Ánimo! Ya casi hemos llegado, nos queda muy poco. No vamos a llegar tarde.

Cuando entraron en el colegio tocó la campana avisando a los chicos-cas para que entrasen en sus aulas. Nicolás se acercó a Yeray y le dijo:

- ¡Vete a donde están aquellos chicos-cas que ves allí y espera!, saldrá un profesor a por vosotros para llevaros a vuestra clase.

Seguidamente Nicolás y Francisco se separaron, cada uno fue con los chicos-cas de su curso.

- ¿Habéis venido corriendo desde vuestra casa?, le preguntó un compañero a Nicolás.

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- ¡Casi!, respondió él, al principio salimos andando, pero cuando nos quisimos dar cuenta se nos había hecho tarde y no hemos tenido más remedio que empezar a correr.

- ¿Y le habéis traído a vuestro hermano corriendo?, volvió a preguntar su amigo.

- ¡Sí!, contestó Nicolás. Es más fuerte de lo que parece, no se ha quejado en ningún momento.

Los niños-as que habían ido por primera vez al colegio seguían jugando en el patio, eran los únicos que estaban allí fuera, pero enseguida se les acabó el recreo. Una profesora se acercó a ellos y les dijo:

- ¡Seguidme!

Los chicos-cas dejaron de jugar y se pusieron detrás de la profesora como unos corderitos, unos detrás de otros. Seguidamente entraban en un pabellón enorme, poco después el último niño desaparecía tras sus puertas de cristal. El día pasó rápido, cuando Yeray se quiso dar cuenta habían terminado las clases. Cuando salió al patio con los demás niños-as le estaban esperando Nicolás y Francisco, tenían orden expresa de su madre de esperarle y volver con él a casa. Esta vez los tres hermanos volvieron a casa andando junto con otros compañeros-ras que vivían a lo largo del camino.

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Pasó el tiempo, Nicolás, Francisco y Yeray todas las mañanas salían corriendo de casa, tenían diez kilómetros por delante para llegar al colegio. Los primeros meses el primero en llegar al colegio era Nicolás seguido de Francisco a doscientos metros y por último llegaba Yeray bastante más lejos. Cuando llegó el último mes del curso “junio”, Francisco seguía llegando el segundo a la misma distancia de su hermano Nicolás que al principio de curso, no había conseguido recortarle nada en todo el año, sin embargo Yeray había recortado considerablemente la distancia a su hermano Francisco, llegaba a pocos metros detrás de él.

Llegaron las vacaciones de verano. Tenían casi tres meses por delante para descansar y divertirse. Nicolás y Francisco diariamente quedaban con sus amigos-gas para ir a la piscina. Una vez allí jugaban a hacer carreras nadando. Cuando eso les aburría hacían concursos a tirarse dando una voltereta en el aire. Más tarde jugaban al escondite dentro de la piscina entre los chicos y chicas que estaban en el agua. Cuando se cansaban aprovechaban a descansar un poco y comían los bocadillos que llevaban con algún refresco. Cuando terminaban seguían haciendo de las suyas en la piscina hasta que llegaba la hora de marchar a sus casas. Yeray sin embargo prefería correr entre los árboles del bosque persiguiendo a los conejos y a las ardillas, le encantaba correr de un sitio para otro, no paraba en todo el día. El bosque era su lugar preferido para pasarlo bien, el olor de los pinos

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y la tranquilidad del bosque no la había en ningún otro sitio.

Como por arte de magia las vacaciones volaron como vuelan las nubes en el cielo cuando se levanta el viento. Llegó el mes de septiembre y la madre de Nicolás, Francisco y Yeray fue comprando todo lo que iban a necesitar sus hijos para el curso que iba a empezar en pocos días. Por fin llegó el último día de vacaciones. Yeray estaba más nervioso que sus hermanos, sabía que ese curso que iba a comenzar sería muy especial para él, empezaría a hacer atletismo como sus hermanos, entraría a formar parte del equipo de atletismo del colegio si superaba las pruebas para entrar. Para Yeray era el comienzo de una nueva aventura. Durante años había oído hablar a sus hermanos las marcas que hacían, los campeonatos a los que iban, de cómo quedaban en las carreras que participaban, y eso Yeray lo tenía muy metido dentro, estaba profundamente ilusionado con empezar a hacer lo que hacían sus hermanos: “correr”.

PRUEBAS DE ATLETISMO

Primer día de clase. Yeray está en clase de Matemáticas atendiendo las explicaciones del Sr. Matías. Llaman a la puerta, seguidamente se abre y entra el profesor de Educación Física, el Sr. Frank, se

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acerca al Sr. Matías y le dice algo al oído, poco después el Sr. Frank dirigiéndose a los alumnos-nas, dice:

- Como sabéis en este curso se empieza la actividad de atletismo en el colegio. Todos los chicos-cas que quieran apuntarse tendrán que ir al despacho de deportes y rellenar una ficha. Durante un mes os entrenaréis de cara a las pruebas de selección que hacemos para entrar en el equipo de atletismo. Los chicos-cas que pasen las pruebas pasarán a formar parte del equipo. Los demás tendrán que buscarse otro deporte entre los que ofrece el colegio. El próximo lunes empezaremos con los entrenamientos. Todos los chicos-cas que os apuntéis tener que estar antes de las cinco de la tarde en la pista de atletismo. Los chicos-cas que se retrasen no entrenaran ese día. Si algún chico-ca llega a acumular tres retrasos no hará la prueba de selección, automáticamente quedará descalificado. -¿Alguna pregunta?

Ningún chico-ca dijo nada, el sr. Frank viendo que nadie le hacía ninguna pregunta se dirigió hacia el Sr. Matías, cambiaron varias palabras y poco después salió del aula. Yeray estaba temblando de emoción, había llegado lo que había estado esperando desde hacía tiempo, correr en el equipo de atletismo del colegio, pero ¡superaría las pruebas! Tendría que entrenarse a tope si quería pasar a formar parte del equipo de atletismo. Sonó el timbre para salir al recreo, le sacó a Yeray de sus pensamientos. En el

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patio Yeray se unió a varios chicos-cas de su clase, mientras iban hablando le hizo una pregunta a uno de ellos:

- Marco ¿crees que superaremos las pruebas?

- Yo sí, contestó Marco con mucha seguridad, durante el verano he entrado con mi padre.

- Yo sin embargo no lo tengo muy claro, dijo Lucía, pero entrenaré duramente este mes, no quiero quedarme fuera. Me gustaría competir contra otros chicos-cas de otros colegios.

Juan, Andrés y Tatiana no respondieron nada, pero en su cara se reflejaba que también a ellos les gustaría formar parte del equipo. El equipo de atletismo del colegio tenía gran prestigio, desde su fundación hace ochenta y cuatro años habían salido varias figuras a nivel nacional. Frank su último entrenador estaba orgulloso de sus atletas y siempre estaba al acecho para descubrir nuevos talentos entre sus chicos-cas, vivía para el atletismo. Encima de la mesa de su despacho tenía la foto de dos chicos y una chica que habían sido seleccionados a nivel nacional. Las fotos tenían unas dedicatorias dirigidas al colegio y al entrenador.

Cuando Yeray, Nicolás y Francisco llegaron a su casa a media tarde después del colegio, Yeray les contó a sus padres que el próximo lunes empezaría a entrenar. A continuación dirigiéndose a Francisco y

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Nicolás les hizo un montón de preguntas sobre las pruebas de selección que hicieron ellos en su día cuando entraron en el equipo de atletismo.

- No te preocupes tanto, le dijo Nicolás, estoy convencido que superarás las pruebas sin problemas. Se como corres y seguro que harás las pruebas por debajo del tiempo estipulado.

Sin embargo Francisco no era de la opinión de su hermano:

- Yo creo, dijo Francisco, que hay muchos chicos-cas muy buenos y a todos no os puede coger el entrenador. Supongo que cogerá a los chicos-cas que consigan los mejores tiempos. Además tú no eres muy bueno en velocidad y hay varias pruebas de velocidad. ¡Será mejor que te entrenes!

- No le hagas caso, respondió Nicolás, te quiere tomar el pelo, Francis sabe perfectamente como yo que no vas a tener ningún problema para entrar en el equipo de atletismo.

En un momento que Yeray estaba mirando por la ventana, Francis le hizo unas señas a su hermano Nicolás intentándole decir que le siguiese la broma.

- Pues me entrenaré a tope, dijo Yeray, quiero entrar en el equipo de atletismo como vosotros.

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Pasaron las semanas, Frank el entrenador de atletismo les hacía correr a los chicos-cas que querían formar parte del equipo de atletismo una y otra vez. Las dos primeras semanas corrieron en la pista, pero a partir de la tercera semana empezaron a subir escaleras y cuestas. Los chicos y chicas salían agotados de los entrenamientos, pero contentos.

Llegó el día esperado, el de las pruebas de selección. Todos los chicos-cas salieron a la pista de atletismo perfectamente uniformados para realizar las pruebas, el entrenador no había llegado aún. En la pista de atletismo estaban calentando y corriendo los chicos-cas de otros cursos que ya pertenecían al equipo de atletismo. Los había de todas las edades.

- ¿Has visto como corre aquella chica?, le preguntó Juan a Yeray.

- ¡Sí!, ya me he fijado, corre más que los chicos.

- ¡Mira!, ¡mira! Aquel chico rubio, chilló Andrés.

- ¡Ese chico!, dijo Yeray, me han dicho mis hermanos que en todas las carreras que participa siempre queda entre los cinco primeros. Tiene la habitación de su casa llena de medallas y copas.

Todos estaban mirando con la boca abierta a los chicos-cas mayores que corrían por la pista, hasta que la voz de su entrenador les sacó de su atolondramiento para volverles a la realidad.

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- Calentad durante diez minutos, les dijo Frank. A continuación empezaremos con las pruebas de 50 m., 60 m., 80 m., y terminaremos con un cross de cuatro kms.

Los chicos-cas empezaron a calentar. Cada uno calentaba de una forma diferente. Al entrenador esto no le pasó desapercibido, en su interior se decía: - Cuánto tienen que aprender estos chicos-cas.

- Muy bien, dijo el entrenador, ha pasado el tiempo. He visto que muchos de vosotros-tras no habéis calentado bien, pero no os preocupéis, a los que paséis a formar parte del equipo os enseñaré a calentar cada músculo de vuestro cuerpo para que podáis sacar el máximo rendimiento a vuestro cuerpo en cada competición.

- ¡Empezamos la competición! La primera prueba es la de 50 metros. Correréis en grupos de cinco, cuando terminen todos-das pasaremos a la prueba de 60 metros y seguidamente a la de 80 metros. Después descansaremos un cuarto de hora y terminaremos con el cross.

El Sr. Lucas, el segundo entrenador fue dando la salida a cada serie y el sr. Frank iba tomando los tiempos de todos los chicos-cas que llegaban a la meta. Una hora más tarde acababan todas las series.

- Ahora descansaremos un cuarto de hora antes de hacer el cross, dijo Frank.

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Tanto los chicos como las chicas se sentaron en el césped que había en el campo de fútbol para descansar un poco antes de la última prueba. Ningún chico-ca sabía muy bien que tal había hecho las pruebas, el entrenador no dijo los tiempos a nadie, aunque cada uno pensaba que lo había hecho bien.

- ¿Qué tal he corrido?, le preguntó Yeray a Juan.

- Te he visto bien. En la serie de 50 m. has quedado el tercero, en la de 60 m. el segundo y en la de 80 m. el primero.

- ¡Y yo?, preguntó Juan.

- Me ha parecido que en las tres series has quedado el segundo, eso está muy bien.

Poco después se volvió a oír la voz del entrenador.

- Prepararos para la última prueba, el “cross”.

Los chicos y chicas se levantaron del césped del campo de fútbol y se dirigieron hacia donde estaba el entrenador.

- ¡Ponerse todos aquí, junto a esta línea! Ya conocéis todos-as el recorrido, lo hemos hecho muchas veces durante los entrenamientos. ¡Animo a todos!

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Poco después Frank daba la salida del cross. Los ochenta y cinco chicos-cas salieron de estampida, habían salido demasiado rápido para recorrer los 4.000 metros que les separaban de la línea de meta. Lucía, Marcos, Juan, Andrés, Tatiana y Yeray iban todos en el mismo grupo, no iban en el grupo de cabeza, pero tampoco estaban en la cola de la carrera. Se podría decir que estaban entre los treinta primeros, pero aún les quedaban muchos metros que recorrer y se lo tenían que tomar con calma. Habían pasado quince minutos y se empezaba a apreciar quiénes estaban en forma y quiénes no, quiénes corrían bien y a quiénes les costaba seguir el ritmo de los demás corredores.

Mientras seguían corriendo, los chicos-cas mayores que estaban entrenando fueron dejando de entrenar y se pusieron a ver como corrían los más pequeños, entre ellos estaban: Nicolás y Francisco.

- Parece que nuestro hermano no va tan bien después de todo lo que ha entrenado, le dijo Francis a Nicolás.

- No te preocupes, le respondió Nicolás, creo que Yeray sabe lo que hace. Cuando lo crea oportuno pegará el hachazo y dejará atrás a la mayoría. Le veo correr muy suelto y con mucha fuerza, estoy convencido que llegará entre los cinco primeros.

Lucía, Marcos y Juan habían ido progresando poco a poco y habían cogido al grupo de cabeza, sin

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embargo Andrés, Tatiana y Yeray les seguían a unos veinte metros. Cuando solo quedaban quinientos metros para llegar a la meta, Andrés alargó la zancada llevándose a Tatiana y a Yeray detrás de él, en poco tiempo dieron alcance al grupo de cabeza en el que estaban sus amigos: Lucía, Marcos y Juan. Quedaban trescientos metros para cruzar la línea de meta, en el grupo de cabeza se habían situado doce corredores-ras. De repente tres de ellos aceleraron el ritmo, los demás hicieron lo mismo, pero poco a poco se fueron quedando atrás porque las fuerzas les habían empezado a fallar. Yeray fue el único que consiguió mantener el tirón de los dos chicos y una chica. Los cuatro habían esprintado hacia la meta, aún les quedaban cien metros y cualquiera de ellos podía ser el vencedor.

Los atletas mayores que estaban viendo la carrera no se lo podían creer, aquellos chicos que iban en cabeza corrían a una velocidad increíble. Nicolás y Francis también alucinaban al ver a su hermano entre los mejores. De repente uno de ellos volvió a acelerar, pero solo le pudo seguir Yeray. Los otros dos no pudieron seguir aquel ritmo increíble. Cuando solo faltaban cuarenta metros para llegar a la meta, Yeray se emparejó con el chico que iba por delante suyo, durante unos décimas de segundo lucharon por el primer puesto, poco después Yeray entraba vencedor seguido del otro chico. Poco después llegaron el chico y la chica que se habían quedado atrás, a continuación entraban en meta: Lucía, Marcos, Juan, Andrés y Tatiana. A partir de ahí fueron llegando en pequeños

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grupos los demás chicos y chicas, hasta que entró el último corredor.

Poco después se podía ver a una gran cantidad de chicos-cas tumbados en el césped del campo de fútbol descansando, eran muy pocos los que se habían quedado de pie. El cross no había sido muy largo, pero los mismo chicos-cas lo habían endurecido desde el comienzo de la carrera saliendo a una velocidad formidable y habían sabido mantener el ritmo durante casi todo el circuito. Muy pocos habían podido aguantar aquel ritmo y esprintar cuando solo faltaban quinientos metros para llegar a la meta.

El entrenador se fijó en todos los chicos-cas que estaban de pie y en los que estaban sentados o tumbados. Precisamente los chicos-cas que estaban de pie eran los que habían llegado en los primeros puestos, mientras que los que habían llegado de la mitad hacia atrás estaban sentados o tumbados, de eso se deducía que los que estaban en forma, los que habían entrenado a conciencia se habían recuperado rápidamente, mientras que los que no habían entrenado a tope estaban derrengados. También se fijó en Yeray, era impresionante ver como iba de un sitio para otro hablando con unos y con otros, parecía que no había corrido, no parecía nada fatigado, mientras que el chico que llegó detrás de él en el cross aunque no estaba sentado se podía ver en su rostro las huellas del cansancio.

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De repente aparecieron Nicolás y Francis entre los chicos-cas que habían corrido el cross. Se dirigieron hacia donde estaba su hermano, que en ese preciso momento estaba hablando con varios de sus amigos-gas; como estaba de espaldas a ellos no les vio acercarse, pero sintió que una mano se posaba sobre su hombro, se giró y vio a sus hermanos detrás suyo.

Francis fue el primero en dirigirse a su hermano.

- Enhorabuena chaval, has hecho una buena carrera, pero aún tienes mucho que mejorar si quieres llegar a ser como nosotros.

Nicolás pisándole las palabras a su hermano Francis, le dijo:

- No le hagas caso, siempre está de broma. Has corrido mucho mejor que cuando lo hicimos nosotros en su día, ninguno de los dos consiguió llegar entre los tres primeros.

Cuando terminó de hablar Nicolás, se oyó la voz del entrenador:

- Mañana a primera hora, en la puerta de mi despacho, estará puesta la lista con los nombres de los chicos-cas que pasarán a formar parte del equipo de atletismo del colegio. Todos aquellos

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chicos-cas que no estén en esa lista pueden intentar meterse en los otros equipos que tiene el colegio.

Poco después los chicos y chicas se dirigieron a sus vestuarios respectivos para ducharse, se había hecho demasiado tarde. Cuando Yeray salió del vestuario junto con sus amigos le estaban esperando sus hermanos, Yeray se despidió de sus amigos:

- Hasta mañana, nos veremos en la puerta del despacho del entrenador. ¡suerte!

- Tú seguro que si estás seleccionado, le dijo Marcos, has hecho muy bien las pruebas.

Yeray no contestó nada, pero en su cara se notaba una cierta alegría. Poco a poco se fue alejando con sus hermanos por el camino, les quedaba un largo recorrido hasta llegar a su casa. Hora y pico después los tres hermanos entraban en su casa. Los padres nada más verles le preguntaron a su hijo pequeño:

- ¿Qué tal las pruebas?

- ¡Muy bien!, exclamó Yeray con una sonrisa.

- No lo ha hecho nada mal para ser tan pequeño, dijo Francis, metiéndose en la conversación que mantenían padre e hijo.

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Nicolás no dijo nada, pero hizo un gesto con la cara que lo decía todo: ¡Yeray había hecho bien las pruebas!

- Tu madre y yo estamos muy contentos de que sigas lo pasos de tus hermanos. El deporte es muy bueno: nos ayuda a ser mejores personas, a relacionarnos con otros chicos-cas, a estar contentos, a estar bajo disciplina, a saber ganar y perder, a tener el cuerpo y la mente sanos y nos previene de las enfermedades porque nos endurece.

Cuando se sentaron a la mesa para cenar, Yeray les fue contando a sus padres como se habían desarrollado las diferentes pruebas que habían tenido que hacer, empezando por las pruebas de velocidad y terminando por el cross. Los padres de Yeray atendían con muchísima atención a todo lo que les iba contando su hijo pequeño, lo decía con un entusiasmo que parecía que lo estaba viviendo, justo cuando terminaron de cenar Yeray terminaba su narración. Tanto el padre como la madre le felicitaron por haber hecho tan bien las pruebas y le animaron para seguir entrenando duro.

A Yeray le costó mucho coger el sueño ese día, por mucho que cerraba los ojos no conseguía dormirse, estaba nervioso ante la llegada del nuevo día. De repente, oyó la voz de su madre:

- ¡Yeray!, ¡Yeray!, es hora de levantarse.

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Pero Yeray pensaba que estaba soñando y siguió durmiendo, hasta que una mano le zarandeó, era la mano de su hermano Nicolás.

- ¡Arriba!, vamos a llegar tarde por tu culpa.

Yeray abrió los ojos y sentándose en su cama se encontró con la cara de su hermano.

- ¡Arriba!, tenemos poco tiempo.

Fue entonces cuando Yeray recobró la conciencia y salió de la cama disparado hacia el baño, poco después estaba desayunando con sus padres y hermanos; en vez de comer tragaba todo lo que le ponían por delante sin mirar a ningún sitio más que a su plato. Nicolás y Francis le miraban sorprendidos, nunca le habían visto comer de esa manera.

- ¿Seguro que estás nervioso?, le preguntó su hermano Francis.

Yeray le miró de reojo a su hermano y sin más siguió comiendo hasta que terminó todo lo que había en la mesa. Poco después los tres hermanos salían de su casa a la carrera hacia el colegio, se habían retrasado un poco y tenían que recuperar el tiempo perdido. Más tarde cuando llegaron al colegio, los tres hermanos estaban completamente sudados, ese día habían corrido como ningún otro. Nicolás y Francis fueron durante todo el camino al mismo ritmo seguido por Yeray, que en un principio había perdido

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el ritmo, poco a poco lo fue recuperando hasta que llegó al colegio muy por detrás de sus hermanos. Nada más llegar sin dejar de correr se dirigió hacia el despacho del entrenador, quería ver la lista cuanto antes, pero se encontró a un montón de chicos-cas formando cola, esperando para ver la lista que estaba en la puerta, enseguida se empezaron a oír los primeros comentarios:

- ¡Mi nombre no está en la lista!, dijo una chica en tono tristón.

- ¡El mío sí!, dijo un chico lleno de alegría.

Lucía había sido una de las primeras en llegar a la puerta del entrenador, después de mirar la lista durante un buen rato empujó a los demás chicos-cas para que la dejasen salir de aquel barullo, cuando lo consiguió empezó a gritar:

- ¡Estamos todos, estamos todos!

- ¿Qué quieres decir?, le preguntó Tatiana.

- Todos nosotros estamos en la lista, dijo Lucía con una gran sonrisa. Todos los amigos-gas hemos sido seleccionados.

Poco después todos los amigos-gas se abrazaban unos a otros dando rienda suelta a su alegría. Cuando terminaron las primeras clases y salieron al descanso del mediodía se juntaron:

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Marcos, Lucía, Juan, Andrés, Tatiana y Yeray, poco después todos estaban hablando sobre como serían los entrenamientos, pero Juan fue el primero que se dejó oír:

- Tengo muchas ganas de empezar con los entrenamientos, espero convertirme en un buen corredor de fondo como mi tío.

Seguidamente Lucía tomando la palabra, dijo:

- A mí no me gusta mucho correr, pero a mis padres les hace mucha ilusión que esté en el equipo de atletismo.

- Yo no estoy muy seguro de lo que quiero, dijo Marcos. Hay días que me gusta correr, pero otros no tanto, sin embargo estoy contento de estar con vosotros en el equipo.

- Mi abuelo cuando era joven, era muy aficionado a correr en carreras populares, siguió hablando Andrés. A mi padre sin embargo no le gustaba nada correr y mi abuelo se llevó un pequeño disgusto, yo he salido como mi abuelo, me encanta correr.

Ahora fue Tatiana la que cogió la palabra:

- Pues a mí me gustaría llegar a competir con los mejores corredores nacionales, estoy segura que mis padres se llevarán una gran alegría.

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Yeray fue el único que no dijo nada, solo escuchaba hablar a sus amigos-gas. Poco después se oyó el timbre para volver a clase. Cuando estaban a mitad de la clase de Lengua apareció el entrenador de atletismo, el sr. Frank, le pidió permiso al profesor de Lengua para dirigirse a los chicos que habían entrado en el equipo de atletismo.

- Los chicos y chicas que estén seleccionados para atletismo. Los entrenamientos serán: lunes, miércoles y viernes de cinco y media a siete y media.

Seguidamente el sr. Frank salió del aula dejando a todos los seleccionados con una gran alegría en el cuerpo, por fin iban a empezar a entrenar en serio. Pero esa alegría para muchos chicos-cas del nuevo equipo fue pasajera. Los entrenamientos empezaron fuerte y poco a poco se fueron endureciendo de tal forma que muchos de los nuevos atletas no conseguían terminar con sus agujetas. Sin embargo el grupo de amigos-gas de Yeray siguió unido y era raro el día que faltaba alguno a los entrenamientos. Fueron pasando los meses, los hermanos de Yeray entrenaban días diferentes a él, así que tenía que volver solo a su casa, en vez de ducharse después de entrenar, su entrenador le había permitido volver a casa corriendo después de los entrenamientos; era el único modo de perder poco tiempo para poder estudiar, de esta forma fue cogiendo una forma física impresionante.

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Pasaron los años, el equipo de atletismo en la categoría en la que estaba Yeray y sus amigos-gas fue compitiendo contra otros colegios. Tatiana y Yeray siempre ganaban alguna medalla, los demás amigos siempre llegaban de la mitad hacia delante. Frank el entrenador estaba contento, había conseguido meter a dos de sus atletas más jóvenes entre los mejores de toda la comarca y con suerte podía dar el salto alguno más. Yeray ese año estaba en sexto de primaria junto con sus amigos-gas.

Todos los años cuando se acercaba los últimos días del curso, el colegio organizaba una fiesta deportiva para todas las familias. Los alumnos-nas de 1º E.P. a 6º E.P. hacían juegos. Los alumnos de la ESO y Bachillerato competían en unas pruebas de atletismo: 1.500 m. y 5.000 m.

Un día estando Yeray en clase llamaron a la puerta, era uno de los chicos mayores de atletismo. El chico dirigiéndose al profesor le dijo:

- El sr. Frank me ha dicho para que le diga haber si puede ir Yeray Pardok a su despacho.

El profesor de Música que en ese momento estaba dando la clase, dijo en voz alta.

- Yeray Pardok vete por favor al despacho del sr. Frank, quiere hablar contigo.

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Yeray se levantó de su asiento y salió de clase ante las miradas de todos sus compañeros-ras. Poco después llamaba a la puerta del despacho de su entrenador.

- ¡Adelante!

Yeray abrió la puerta y se encontró a su entrenador sentado detrás de una mesa. Frank se levantó de su asiento y fue hacia donde estaba Yeray, cogiéndole de los hombros le dijo:

- Lo que te voy a decir es la primera vez que se va a hacer. Nunca hasta ahora se ha hecho en el colegio, pero las normas algunas veces están para saltárselas y creo que esta vez es una de ellas. Estoy convencido de que tú estás en condiciones de hacerlo, por eso te he mandado llamar.

- ¿De qué se trata? Preguntó Yeray hecho un lío.

- Hay un chico de 2º ESO que se ha lesionado y no puede correr en la fiesta del colegio. A mí me gustaría que tú ocupases su puesto. Quiero que corras en la prueba de 1.500 m. - ¿Qué te parece?

A Yeray no le salían las palabras, se había quedado mudo. Durante unos segundos pensaba que estaba soñando, aquello no podía ser verdad. La voz de su entrenador le sacó de su letargo.

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- ¡Me tienes que contestar ahora! Si correr con los mayores te impresiona y no quieres correr buscaré a otro chico, por eso no te preocupes.

- Estoy encantado, sr. Frank, dijo de golpe Yeray. Correr 1.500 m. con los mayores es algo que siempre he deseado hacer. Muchas gracias por haber pensado en mí.

- Espero que no me defraudes y corras como tú sueles hacerlo.

- No le defraudaré entrenador, contestó visiblemente emocionado Yeray.

Poco después Yeray estaba de nuevo en su aula atendiendo a las explicaciones de su profesor de Lengua. Más tarde tocó el timbre para salir al descanso. Los chicos-cas salieron al patio, Marcos se acercó a Yeray y le preguntó:

- ¿Qué te quería el entrenador?

- Me ha preguntado si me gustaría correr con los mayores en la fiesta del colegio.

- ¿Y tú que le has respondido?, le preguntó Lucía.

- Le he dicho que sí.

- ¿Y que prueba vas a correr? Siguió preguntando Tatiana.

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- Los 1.500 m., contestó Yeray.

- Pero en esa prueba corren los mejores de 1º de ESO hasta 2º Bachiller. Entre ellos están tus hermanos, contestó Andrés.

- No me importa, respondió Yeray, con tal de correr con los mayores es suficiente para mí.

Mientras seguían hablando tocó el timbre. Los chicos-cas tuvieron que regresar a su clase. Yeray estaba deseando que terminasen las clases para regresar a su casa y contarles a sus padres y hermanos que iba a competir en las pruebas de atletismo del colegio. Por fin después de mucho esperar tocó el timbre de salida. Yeray salió corriendo hacia el patio y se encontró con sus hermanos, cuando les iba a decir que iba a correr con ellos en la fiesta del colegio, se lo pensó mejor y no les dijo nada. Cuando llegaron a casa tampoco les dijo a sus padres que iba a correr, sería un secreto.

LA CARRERA DE 1.500 m.

Salió un día maravilloso, el sol lanzaba sus rayos sobre el colegio, especialmente sobre el campo y la pista deportiva que era donde se iban a desarrollar los juegos y las carreras. Una estatua de piedra de la Virgen con el Niño se podía ver desde el

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campo de atletismo, estaba en lo alto de un montículo, allí es donde todos los días acudían todos los alumnos-nas del colegio a rezarle una Salve.

Las familias del colegio lo inundaban todo: abuelos, padres, hijos, tíos, primos. Las banderas de todos los colores estaban por todas partes llenando de color el colegio. Cuando el reloj dio las cinco en punto alrededor de mil niños y niñas desfilaron por la pista deportiva con sus banderas en alto. Más tarde empezaron los primeros juegos a cargo de los chicos-cas de 1º E.P., media hora más tarde terminaban los de 6º E.P. con un juego con balones y porterías minúsculas. Seguidamente hubo un breve descanso y a partir de ahí iba a empezar lo que todos los padres estaban deseando ver: “las pruebas de atletismo”. Desde la cabina de megafonía se oyó:

- Primero correrán todas las series femeninas y una vez hayan acabado empezarán las masculinas.

Enseguida dieron comienzo los 1.500 m. femeninos. Una vez terminados empezaron los 5.000 m. femeninos. Los padres que tenían alguna hija corriendo gritaban animando a sus hijas. Poco después acabaron las pruebas femeninas y desde megafonía se volvió a oír:

- En breves instantes darán comienzo las pruebas masculinas. La primera será la de 1.500 m., participarán los mejores corredores desde 1º ESO a 2º Bachiller.

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Poco después salieron a la pista todos los corredores que iban a participar en dicha prueba. Entre ellos se miraban para ver que posibilidades podían tener de hacer una buena carrera. En la salida estaban el sr. Frank, el entrenador y en la llegada estaba su ayudante, el Sr. Lucas. No pasó desapercibida entre los atletas la figura de Yeray, todos se le quedaron mirando, sabían que era un chico de primaria y no les cabía en la cabeza que pudiese correr con ellos. Nicolás estaba hablando con otro corredor, éste viendo al hermano de su amigo en la pista de atletismo, le preguntó:

- ¿Qué hace tu hermano aquí?

- ¿Qué?, fue la contestación de Nicolás que no se había enterado de que su hermano pequeño estaba entre ellos.

Nicolás miró hacia donde le señalaba su amigo y efectivamente vio a su hermano entre los corredores dispuesto a correr. Se fue hacia él y le preguntó:

- ¿Qué haces aquí?

Pero no fue Yeray el que contestó. Frank, el entrenador que estaba cerca de ellos fue el que respondió:

- Yo le he dado permiso para que corra.

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- Pero entrenador, mi hermano es de primaria, no puede correr con los mayores. Además quedará muy mal.

- Quiero comprobar una cosa, dijo el entrenador.

Francis que al principio no se había enterado de que Yeray estaba entre ellos para correr, después de ver a su hermano Nicolás que iba hacia el entrenador se acercó y se enteró de lo que pasaba con su hermano pequeño, se había quedado sin habla después de saber que Yeray iba a correr con los mayores. Entre el barullo de salida uno de los amigos de Francis le preguntó:

- ¿Ahora también corremos con chicos de primaria?

- No te descuides, le contestó Francis. No sea que mi hermano pequeño llegue antes que tú a la meta.

Este se echó a reír y contestó:

- Le voy a sacar más de media pista de ventaja.

El entrenador dio el comienzo de la prueba bajando la bandera verde. Los chicos salieron corriendo a bastante velocidad. Los que se pusieron en cabeza rápidamente fueron los de 1º y 2º de Bachillerato, ellos iban marcando el paso de la carrera. Tenían que dar cinco vueltas a una pista de trescientos metros. Cuando acabaron la segunda vuelta los alumnos de 1º y 2º de ESO empezaron a quedarse atrás, no podían aguantar el ritmo de los mayores. Yeray sin embargo iba entre el

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grupo de cabeza formado por veinte corredores entre los que también estaban sus hermanos mayores, pero pasaba totalmente desapercibido por su estatura, iba completamente tapado por los del grupo. Cuando terminó la tercera vuelta una señora que estaba entre el público se dio cuenta que entre los corredores de cabeza iba corriendo un niño, a veces se le veía y a veces no porque los demás corredores le tapaban, eran mucho más altos que él, le sacaban más de treinta centímetros de altura.

- ¡Mirad allí!, ¡ahora!, chilló la señora.

Las personas que estaban alrededor de la señora se fijaron detenidamente y efectivamente en una de las curvas apareció la figura de Yeray.

- ¡Es verdad!, dijo un señor que estaba algo más lejos. Allí hay un chico pequeño corriendo entre los mayores y les va aguantando el ritmo.

Rápidamente corrió la voz, la gente que estaba viendo la carrera empezó a aplaudir y a animar al pequeño que corría con los mayores. Fue entonces cuando los padres de Yeray se dieron cuenta que el chico pequeño que corría entre los mayores, era su hijo pequeño. Cuando solo quedaba una vuelta y media para terminar la carrera dos chicos del grupo de cabeza aceleraron el paso, todos los que iban muy justos de fuerzas se empezaron a quedar atrás. Poco después solo quedaron en el grupo de cabeza los dos chicos que iniciaron la escapada hacia la meta, Nicolás, Francis, el amigo que había dicho a Francis

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que le iba a sacar a Yeray media pista de ventaja y por último iba Yeray cerrando el grupo. Cuando llegaron a la última vuelta, Nicolás fue el primero que aceleró buscando la línea de meta, seguidamente le siguieron dos chicos de su mismo curso, pero Francis, su amigo y Yeray no pudieron seguirles. El primero en cruzar la meta fue un chico de 2º Bachillerato, segundo Nicolás, tercero, otro chico de 2º Bachillerato, cuarto Francis, quinto Yeray y sexto el amigo de Francis, el que decía que le sacaría media pista de ventaja a Yeray. Poco a poco fueron entrando en la meta un sinfín de corredores que llegaban desfallecidos por el esfuerzo que habían tenido que hacer.

Mientras los chicos corrían en la pista sucedió un hecho extraordinario. Una niña pequeña se acercó a la Virgen con el Niño que estaba en lo alto del montículo, de repente la Virgen sonrió a la niña. La criatura al ver sonreír a la Virgen también la sonrió y seguido se fue corriendo hacia donde estaba su madre viendo las carreras. La niña como era muy pequeña y no sabía hablar, le agarró a su madre del pantalón para llamar su atención. La madre se giró y vio a su hija que quería decirle algo, vio que le señalaba con el dedo a la Virgen con el Niño.

- ¡Ya sé!, le dijo la madre. ¡Ya sé! que la Virgen es muy guapa y nos quiere mucho.

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Mientras la madre seguía viendo la carrera como los demás padres, su hija se quedó mirando a la Virgen con el Niño y le mandó un beso con la mano.

Nada más acabarse la carrera los corredores rodearon a Yeray, todos querían felicitarle por lo bien que había corrido. Nicolás y Francis estaban entusiasmados con su hermano, sabían que corría bien, pero no para llegar entre los primeros.

- ¿Qué decías?, le preguntó Francis a su amigo. No decías que le ibas a sacar media pista de ventaja a mi hermano.

- Ha sido impresionante, contestó éste, nunca me lo hubiese imaginado. Tu hermano es un portento.

Los padres de Yeray se vieron rodeados de otros padres del colegio que les querían felicitar por las carreras que habían hecho sus hijos, en especial la de su hijo pequeño. Algunos les decían que tenían a un hijo que era un fuera de serie. Otros que si seguía así muy pronto estaría corriendo en la selección nacional de atletismo. De repente Frank, el entrenador de atletismo, apareció dentro de la pista empujando a unos y a otros para llegar hasta donde estaba Yeray, seguidamente le dio un abrazo y le dijo:

- ¡Lo sabía!, sabía que lo conseguirías. Has corrido muy bien. Estoy orgulloso de ti.

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- Gracias, entrenador, contestó Yeray un poco aturdido porque nunca le había felicitado tanta gente.

Cuando Yeray salió del campo de atletismo hacia los vestuarios se encontró con sus amigos: Marcos, Lucía, Juan, Andrés y Tatiana, el primero en dirigirse a él fue Juan:

- ¡Que pasada!, has ganado a la gran mayoría de los corredores y has conseguido una medalla.

- Ha sido estupendo verte correr, siguió hablando Lucía, les has demostrado a los mayores que los de primaria también podemos estar a su altura.

- Bravo Yeray, continuó Tatiana, ha sido impresionante verte correr con esos gigantes.

Yeray no sabía que contestar y por supuesto no dijo nada, simplemente les sonrió. Poco después se dirigió hacia los vestuarios. Veinte minutos más tarde salía de los vestuarios duchado, nada más salir se reunió con sus amigos y seguidamente se fue hacia donde estaban sus padres. Cuando su madre le vio se fue hacia él y le dio un par de besos. Su padre le dijo:

- Hoy ha sido uno de los días más felices de mi vida. Cuando te he visto correr entre aquellos gigantes vuelta tras vuelta sin que te dejasen atrás me ha llenado de orgullo. Gracias hijo por estos momentos que me has hecho pasar.

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Pasaron los años, Yeray fue creciendo y mejorando su condición física. Siguió ganando copas y medallas en todas las carreras de velocidad y de resistencia a las que se presentaba. Sus padres ya no sabían donde meter tantos trofeos. La habitación de Yeray estaba abarrotada de ellos y ahora empezaban a llenar el salón. Sin embargo sus amigos fueron dejando el atletismo, cada año que pasaba había que entrenar más duro, dedicar mucho mas tiempo a los entrenamientos y eso era complicado porque los estudios también necesitaban su tiempo.

- No sé que vamos a hacer con tanto trofeo, le dijo un día su madre.

A lo que Yeray contestó:

- Si quieres empiezo a perder las carreras.

- Eso ni hablar, contestó rápidamente su padre. Tú sigue como hasta ahora. Ya buscaremos sitio para todos los trofeos que ganes.

Pasó el tiempo, a un curso le sucedía otro con la velocidad del rayo. Por fin llegó el último curso, al año siguiente irían a la universidad y el grupo de amigos de dispersaría por toda la geografía nacional e internacional. Todos tenían claro que es lo que iban a estudiar: Marcos, Lucía y Tatiana estudiarían en la Universidad Kenyon College. Marcos haría Biología, Lucía quería ser abogada y Tatiana haría Ingeniería

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Química. Juan sin embargo iría a estudiar Ingeniería Robótica a la Universidad George Washington. Andrés iría a la Universidad Fco. de Vitoria para hacer Medicina. Yeray era el único que estudiaría Educación Física y Deportes en la universidad de su ciudad.

El grupo de amigos se había convertido en un conjunto de chicas y chicos guapos y alegres con unas ganas tremendas de vivir la vida. Marcos había crecido hasta llegar al metro ochenta y cinco centímetros, de hombros anchos y bien parecido. Lucía se transformó en una chica guapa, alta y esbelta. Juan no creció mucho más, pero tenía muy buena presencia. Andrés también creció mucho y era bien parecido. Tatiana fue la que más cambió, se convirtió en una mujer delgada, con una cara bonita y unos ojos grandes de color cielo, todo ello adornado con una cabellera tan amarilla como el maíz, por donde pasaba no dejaba indiferente a nadie, todo el mundo la miraba asombrado. Yeray era normal, pero tenía un algo en sus facciones que le hacía diferente a los demás, sus movimientos llamaban la atención, eran rápidos y se adivinaban unos músculos fuertes fabricados tras largos años de entrenamiento, llegaba al metro ochenta, sus ojos eran de color marrón y el pelo negro, cuando hablaba lo hacía con tal delicadeza que enseguida llamaba la atención de los demás. Tenía muchos amigos-gas porque a todos les trataba con respeto, nunca hablaba mal de nadie y si oía algún comentario contra algún amigo-ga suyo enseguida le defendía.

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Llegó el mes de mayo y con el los últimos exámenes, los nervios se adueñaron de todos los del grupo, día tras día fueron examinándose de las diferentes materias y tras dos semanas de exámenes se hizo la luz, poco a poco volvieron los días normales y tranquilos. Las caras de todos se relajaron y en todas ellas aparecieron unas sonrisas, tras doce años de estudios habían conseguido acabar otra etapa de sus estudios, a partir de ahora se tenían que enfrentar a la última etapa, la universidad. Una semana más tarde estaban citados todos en el colegio para recoger las notas. A media mañana aparecieron: Marcos y Lucía. Un poco más tarde se presentaron Tatiana y Juan y seguido Andrés y Yeray.

- ¿Qué tal os ha ido?, preguntó Lucía a sus amigos.

- Yo no me puedo quejar, dijo Marcos, he sacado una media de Notable.

- Yo también estoy contenta, dijo Tatiana, he sacado en todas las asignaturas Sobresaliente menos en Historia del Arte que he sacado Notable.

- Yo solo he conseguido sacar una nota media de Bien, pero estoy contento, dijo Juan.

Yeray no dijo nada, pero en su cara se reflejaba una gran alegría.

- ¡Y tú Yeray!, preguntó Tatiana, ¿Qué tal las notas?

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- Bien, estoy muy contento. He sacado una media de Notable.

Después de ver que todos habían sacado buenas notas, dijo Tatiana:

- Tenemos que celebrarlo, esto no lo podemos dejar así. Nos hemos pasado doce años en este colegio, que por cierto han sido los mejores de mi vida.

Juan miraba a unos y a otros pero no decía nada, se había puesto triste, no era capaz de articular ni una palabra. Tatiana que se dio cuenta, le preguntó:

- ¿Qué te pasa Juan?

- No se si encontraré en la universidad a personas como vosotros. Han sido doce años estupendos en vuestra compañía, nunca lo había pasado tan bien.

- No te preocupes, dijo Yeray, de vez en cuando, cuando los exámenes nos dejen un poco tranquilos nos llamaremos y nos volveremos a reunir, esta amistad no la podemos perder por nada del mundo.

- Por supuesto, dijo Marcos. Todos los años tenemos que volver a reunirnos para ver que tal nos van los estudios, para hablar de nosotros.

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- Yo me encargaré, dijo Yeray. Yo seré el que os escriba para quedar en alguna fecha en la que todos podamos reunirnos.

- ¿Seguirás con el atletismo?, le preguntó Juan.

- Por supuesto, contestó Yeray. El atletismo ha pasado a formar parte de mi vida, en cuanto empiece la universidad me meteré en el equipo de atletismo, ¡si me admiten!

- Este es el último verano que pasamos juntos, dijo Marcos. Aprovechemos todas sus horas como si fuesen las últimas.

Fue un verano bien aprovechado, desde primera hora de la mañana hasta que anochecía estaban todos juntos. Unos días iban a la playa y permanecían allí todo el día: cogiendo olas, nadando o simplemente hablando entre ellos. Otros días iban al monte y otros simplemente permanecían ociosos en el parque sentados hablando de sus cosas, fue un verano maravilloso. Pasaron las vacaciones y enseguida recibieron carta de las universidades a las que iban a ir diciéndoles que día empezaba el curso. Ahora empezaban una nueva aventura, pero tenían un poco más de experiencia de la vida.

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EN EL EQUIPO DE ATLETISMO DE LA UNIVERSIDAD

El primer día que Yeray hizo su entrada en la universidad se quedó perplejo, nunca había visto nada igual. Aquel edificio no era como el del colegio donde había estado doce años, este era mucho más grande y no tenía pinta de escuela, sino que parecía mas bien un museo. Las puertas de entrada eran de madera con relieves, medían sobre cuatro metros de altas y tenía cuatro columnas de mármol, dos a cada lado de cada puerta. Para acceder a la entrada había que subir unas escaleras de mármol y en los descansillos de las escaleras había unas estatuas de bronce: en la parte izquierda según se subían las escaleras se podía ver a un chico de pie con un libro abierto en las manos y en la parte derecha a una chica sentada en una silla escribiendo sobre un cuaderno.

A ambos lados del edificio principal había cantidad de árboles de diferentes clases, por sus tamaños se podría decir a ciencia cierta que aquellos árboles tenías más de doscientos años, eran enormes, en su parte más baja eran más anchos que una persona con los brazos en cruz. Todos los alrededores de la universidad estaban decorados por una fina hierba donde se podía ver a chicos y chicas sentados. La primera impresión que le causó a Yeray fue buena. Después de haber mirado bien lo que tenía alrededor se fue hacia las escaleras de entrada al edificio

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principal, al mismo tiempo que subía, iban subiendo otros chicos y chicas.

Cuando solo le faltaban unos escalones para llegar arriba, de repente una chica bajó corriendo, al no ver a Yeray ambos se chocaron cayendo los dos rodando por las escaleras. Los libros de Yeray y de la chica cayeron por las escaleras. Yeray se levantó del suelo como un rayo y empezó a recoger todos los libros: los de la chica y los suyos. La chica sin levantarse del suelo miraba a Yeray como recogía los libros. Poco después Yeray con los libros en las manos se acercó a ella y le ayudó a levantarse, seguidamente le dio los libros que se le habían caído.

- ¡Perdona!, no te había visto subir, le dijo la chica con una sonrisa.

- No tiene importancia, contestó Yeray.

- Me llamo Carlota, este es mi primer año en la universidad.

- Yo soy Yeray y también soy nuevo.

- ¿Qué vas a estudiar?, le preguntó Carlota.

- Educación Física, contestó Yeray.

- Que casualidad, dijo Carlota. Yo también voy a estudiar lo mismo, podemos ir juntos a buscar la clase.

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- Me parece bien, contestó Yeray.

Poco después iban hablando por los pasillos de la universidad, de vez en cuando se paraban a preguntar a algún chico o chica donde estaba su aula. Después de buscar durante un rato al fin la encontraron, ambos se metieron en el aula y se sentaron juntos. De vez en cuando veían como otros chicos y chicas entraban en su clase y al poco tiempo volvían a salir, se habían dado cuenta de que aquella no era la clase que buscaban. Cuando por fin apareció el profesor, el aula estaba casi llena de chicos y chicas, todos se callaron y el se presentó:

- Me llamo Brubeiker, soy uno de vuestros profesores. Veo que este año tenemos una clase bastante concurrida, eso me gusta, espero que os toméis en serio los estudios y no faltéis mucho a clase. Esta carrera que habéis elegido si os la tomáis en serio estudiando todos los días y os entrenáis duro, no tendréis muchos problemas para sacar el título. Empezaré pasando lista para iros conociendo poco a poco.

Cuando terminó la clase Yeray esperó a que todos saliesen para hablar con el profesor. Poco después cuando se había quedado solo, Yeray se acercó al profesor y le preguntó:

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- Sr. Brubeiker, me gustaría apuntarme a los entrenamientos de atletismo, me podría indicar por favor a donde me tengo que dirigir.

- Desde luego. Mañana a las seis empezarán los entrenamientos. Dirígete a los campos de atletismo y allí te dirán que tienes que hacer.

- ¿Dónde se encuentran los campos de atletismo? Volvió a preguntar Yeray.

- Según sales por la puerta de entrada a la universidad baja por el camino de la izquierda, a unos quinientos metros están los campos de atletismo. Los verás desde arriba, no hay pérdida.

- Gracias, Sr. Brubeiker.

Al día siguiente nada más terminar las clases Yeray se dirigió hacia los campos de entrenamiento con su bolsa de deportes, junto a él también se dirigían muchos chicos y chicas. Nada más llegar a la pista una persona que estaba vestida con un chandall iba diciendo a todos los chicos y chicas:

- Las chicas al pabellón nº 1, los chicos al pabellón nº 2. Tenéis diez minutos para vestiros y salir.

Cuando Yeray salió a la pista de atletismo se encontró a unos cuantos chicos y chicas calentando: unos corrían despacio, otros hacían estiramientos,

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otros saltaban.... Yeray también empezó a calentar. Después de un tiempo se oyó el pitido de un silbato.

- ¡Acercaros!

Todos dejaron los calentamientos y fueron hacia la persona que les había dicho que se acercaran. Yeray hizo lo mismo que los demás, cuando se acercó lo suficiente se dio cuenta que aquella persona era el profesor “Brubeiker”. ¡Qué sorpresa!

- Vais a empezar a calentar. Daréis diez vueltas a la pista de atletismo, al principio a un ritmo suave para ir soltando los músculos, pero en cada vuelta aumentaréis el ritmo un poco. Las últimas vueltas las tenéis que hacer a un ritmo alto.

A todos se les alegró la cara, se empezaron a formar pequeños grupos y empezaron a correr. Yeray se juntó con Carlota y otras dos chicas. Cuando todos estaban corriendo, Brubeiker empezó a contar a todos los atletas que tenía en la pista y contó noventa y cuatro.

- ¡Buen número!, dijo Brubeiker. Espero que entre todos los que hay aquí salga alguno con talento. El último que fue a unas olimpiadas fue hace treinta años y no consiguió ninguna medalla.

En las cuatro primeras vueltas a la pista iban todos como habían salido, juntos, pero a partir de la quinta vuelta algunos chicos y chicas no pudieron

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seguir a los demás que iban acelerando en cada vuelta que daban, entre ellos estaba Carlota. Cuando llegaron a la octava vuelta, los corredores-ras estaban estirados a lo largo de la pista. Los primeros casi estaban cogiendo a los últimos. Nada más empezar la novena vuelta solo iban cinco chicos en cabeza, entre ellos iba Yeray, los demás iban por detrás. Al empezar la última vuelta dos de los chicos de cabeza aceleraron el paso para intentar dejar a los tres que iban con ellos atrás. Yeray aceleró también y aguantó el tirón, sin embargo los otros dos no pudieron seguirles. Yeray se fue con los dos chicos hacia la meta. De repente otro de los chicos de la cabeza aceleró y Yeray se fue con el mientras que el otro chico no pudo seguirles. Los dos se fueron volando hacia la meta entrando poco después ambos al mismo tiempo.

Brubeiker no se había perdido ningún detalle de la carrera. Había visto como poco a poco a partir de la quinta vuelta se habían deshecho los grupos y se había formado una gran hilera de corredores a lo largo de la pista. Después vio como algunos chicos que iban en cabeza pegaron un fuerte tirón y solo se quedaron cinco en el grupo. Al empezar la novena vuelta volvieron a acelerar, de los cinco chicos solo tres pudieron seguir el ritmo. En la última vuelta, hubo otro acelerón, uno de ellos no pudo seguir el ritmo y los otros dos chicos se fueron solos entrando en la meta al mismo tiempo. Sin embargo el entrenador se percató que uno de los que había entrado había caído al suelo al límite de sus fuerzas,

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mientras que el otro no parecía que había dado todo lo que llevaba dentro, parecía que podía seguir corriendo. Seguidamente fueron llegando los demás corredores-ras seguidos unos de otros. Cuando entró el último corredor en la meta el entrenador les dijo:

- Ahora vamos a calentar durante media hora cada uno de los músculos de nuestro cuerpo. Empezaremos por la cabeza y acabaremos por los pies.

Media hora más tarde acababan el calentamiento.

- Por hoy creo que es suficiente, dijo Brubeiker. No quiero machacaros mucho el primer día, quiero que tengáis un buen recuerdo. ¡Mañana os espero a la misma hora!

Yeray después de ducharse salió del vestuario y oyó una voz:

- ¡Yeray!, ¡Yeray!

Yeray giró la cabeza y vio a Carlota que le llamaba. Brubeiker no se perdía detalle de nada de lo que sucedía, en su cara se dibujó una sonrisa.

Al día siguiente en el entrenamiento Brubeiker les hizo que calentasen los músculos minuciosamente antes de empezar con las series. No quería que nadie se lesionase por no haber calentado adecuadamente.

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- Bien, dijo el entrenador. Hoy haremos veinte series de cien metros descansando dos minutos entre serie y serie. Seguidamente estiraremos un poco antes de correr “diez kilómetros”.

Los chicos y chicas se miraron como diciendo ¡ahora los entrenamientos van en serio! Poco después empezaron las series. Al principio las hacían a bastante velocidad, pero a medida que iban haciendo las series empezaron a notar que las piernas no les iban con la misma alegría. Cuando por fin terminaron las series empezaron a hacer ejercicios de estiramientos. Poco después. Se oyó la voz del entrenador:

- ¡Estáis preparados!, preguntó Brubeiker. Empezamos los diez mil.

Cinco minutos más tarde todos y todas estaban en la línea de salida para disputar los diez kilómetros. De repente sonó un pitido y todos salieron de estampida. El primer kilómetro fue rápido, lo hicieron en cuatro minutos. El grupo iba compacto, nadie quería quedarse atrás, pero a medida que iban dando vueltas a la pista y tragando kilómetros el grupo se fue alargando haciendo una gran fila a lo largo de la pista.

En el grupo de cabeza iban veintidós: quince eran chicos y siete chicas, entre ellos estaban Carlota y Yeray. De vez en cuando en el grupo de cabeza

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pegaban un fuerte tirón y alguno se quedaba descolgado, esto empezó a pasar cuando llegaron a la décima vuelta. Cuando llegaron a la vuelta número veinte sólo quedaban ocho en cabeza: una chica y siete chicos. Yeray y Carlota estaban entre ellos. Yeray por su forma de correr se adivinaba que iba muy a gusto, no le costaba mucho seguir el ritmo al que iban los del grupo de cabeza. De repente, cuando solo faltaban tres vueltas para llegar a la meta, uno de los chicos al que llamaban Frank pegó un acelerón estremecedor en el grupo de cabeza llevándose consigo a Yeray y a otro chico. Los demás no pudieron aguantar el tirón y se quedaron en un segundo grupo. Los tres siguieron corriendo a una velocidad impresionante doblando a muchos de sus compañeros que se habían quedado muy atrás.

Al entrar en la última vuelta Yeray forzó un poco la marcha para ver como iban de fuerza los dos chicos que iban con él. La reacción por parte de estos no se hizo esperar, los dos le atacaron y le pasaron, Yeray que se encontraba con fuerzas de sobra no se dejó sorprender y se fue con ellos hacia la meta. Cuando solo quedaban doscientos metros para llegar a la meta Frank iba en cabeza seguido de otro chico y Yeray. De repente el chico se abrió sobre Frank y Yeray hizo lo mismo, los tres se pusieron en línea, parecía que iban a disputar una carrera de velocidad.

Brubeiker estaba siguiendo la carrera con verdadero apasionamiento. Ahora faltaba lo más interesante, “la llegada”. Cuando solo faltaban cien

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metros para culminar la carrera, los tres iban a la par. No parecía que ninguno de ellos pudiese dejar a los demás atrás, pero a penas recorridos veinte metros Yeray aceleró y se distanció unos metros de sus compañeros, tanto Frank como el otro chico intentaron cogerle, pero les era imposible ir al mismo ritmo que él, segundos después Yeray entraba en la meta seguido de Frank y del otro chico. Más tarde empezaron a entrar los demás chicos y chicas en pequeños grupos en la meta, esto duró unos minutos hasta que entró el último. La primera chica que pasó la meta fue Carlota que entró en el puesto veinticinco.

El entrenador aun estaba mirando el reloj, se había quedado impresionado del tiempo que había hecho Yeray, era un tiempo que se acercaba al que se hacía en las fases nacionales.

- ¡Yeray!, ¡Yeray!, llamó Carlota.

- ¡Hola!, contestó Yeray.

- ¡Enhorabuena!, has ganado a Frank y también la carrera.

- Gracias Carlota.

Brubeiker estaba atento a Yeray y a Carlota.

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TATIANA EN LA UNIVERSIDAD

Los primeros días de Tatiana en la universidad también fueron emocionantes. Andrés y Tatiana se habían matriculado en la carrera de medicina en la misma universidad, muy lejos de la universidad de Yeray. Los dos fueron el primer día juntos. Andrés se había comprado un coche de segunda mano que no funcionaba nada mal y con el se presentaron el primer día. Nada más salir Tatiana del coche, las miradas de todos los chicos y chicas que había por allí se dirigieron hacia ella.

- Da gusto ir contigo, le dijo Andrés a Tatiana. Por donde vas todo el mundo se te queda mirando. Cuando seas doctora vas a curar a los enfermos con solo mirarles.

Tatiana, no dijo nada, pero empezó a sonreír, lo que había dicho su amigo le había hecho gracia. Seguidamente Andrés preguntó a varios chicos por la clase de primero de medicina, enseguida se ofrecieron seis chicos para acompañarles. Una vez que llegaron Tatiana les dio las gracias ofreciéndoles una gran sonrisa. Poco después Andrés y Tatiana se sentaron juntos. Los chicos y chicas que estaban allí se les quedaron mirando hasta que hizo su entrada el profesor de la asignatura. Lo primero que hizo el profesor fue presentarse y sin más preámbulos empezó a explicar las dos primeras lecciones de su asignatura. Tanto los chicos como las chicas sacaron

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sus cuadernos y empezaron a coger apuntes, de vez en cuando el profesor hacía alguna pregunta y la dejaba en el aire para que alguien la contestase. Tatiana viendo que nadie se atrevía a contestar, levantaba la mano y seguidamente contestaba con exactitud. A unos chicos que estaban sentados varias filas más atrás se les oyó decir:

- Encima de guapa, lista. ¡Qué barbaridad!

Fueron pasando los meses y tanto Yeray como Tatiana gozaban de una buena reputación entre los estudiantes de primero de sus universidades. Yeray era un chico que tanto en los estudios como en el deporte se esforzaba por hacer las cosas bien y siempre conseguía sacar tiempo para ayudar a los demás en alguna materia que llevasen mal. Alguna vez le habían preguntado porque se molestaba en ayudar a los demás, él con una sonrisa en los labios había contestado: “esta facilidad que tengo para estudiar y para hacer deporte me los ha dado Dios y no me los puedo guardar para mí”. Una persona que ayuda a los demás sin esperar nada a cambio se realiza como persona, crece por dentro.

Tatiana por su parte tenía una belleza natural que no pasaba indiferente en ningún sitio. Además Dios le había dado una inteligencia un poco por encima de los demás y todos sus profesores se habían percatado rápidamente de que aquella chica era especial. Cuando Tatiana les hacía preguntas a sus profesores, muchas veces no la podían responder al

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momento, tenían que dejar la contestación para el día siguiente.

Tatiana tenía muchos admiradores en la universidad, nunca estaba sola en ningún lugar. Yeray tampoco se quedaba atrás, tenía a un grupo de chicas que le iban a ver cuando entrenaba, aunque la más allegada era Carlota que siempre que podía estaba pegada a él y trataba de espantar a las demás. Muchas veces le había dicho para ir a tomar algo después de las clases, pero Yeray siempre le decía que tenía que estudiar, que lo sentía, pero Carlota no perdía la paciencia e insistía una y otra vez.

Llegaron los primeros trimestrales, Tatiana y Yeray tuvieron que hacer un montón de exámenes. Semanas después recibieron sus primeras notas, Tatiana sacó ocho sobresalientes y dos notables y Yeray nueve notables y un sobresaliente.

OLIMPIADAS UNIVERSITARIAS

Una semana más tarde iban a dar comienzo las primeras Olimpiadas Universitarias Nacionales. Yeray se había entrenado duramente y tanto él como su entrenador Brubeiker esperaban hacer un buen papel en las Olimpiadas. De su universidad le acompañarían otros veinticuatro chicos y diez chicas

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para luchar contra las demás universidades por las medallas. Las pruebas para clasificarse se disputarían en el estadio Frankoitz con una capacidad para 10.000 personas. Comenzarían el sábado 19 y terminarían el domingo 20 de diciembre por la tarde. Yeray iba a participar en tres pruebas: 1.500 m., 5000 m., y 10.000 m. Su entrenador no estaba muy de acuerdo con que se presentase a estas tres pruebas, era demasiado esfuerzo en muy poco tiempo y podía salir lesionado, pero Yeray estaba lleno de ilusión y quería intentarlo porque había entrenado muy duramente.

Por fin llegó el 19, el día de las pruebas. Todos los atletas estaban nerviosos. Yeray era la primera vez que iba a participar en unas olimpiadas universitarias. Para otros sin embargo era la segunda o tercera vez y tenían más experiencia, pero todos soñaban con clasificarse y con ganar alguna medalla. Entre los atletas se veían caras conocidas por la afición y muchas otras desconocidas que esperaban una oportunidad para darse a conocer. El ambiente en las gradas era de fiesta, el día había salido soleado y eso también ayudaba al desarrollo de las diferentes pruebas. Poco después la afición del estadio empezó a rugir y a corear los nombres de sus atletas preferidos. Cuando Yeray salió a la pista se quedó asombrado, nunca había visto nada igual, el estadio estaba completamente abarrotado. Se podían ver banderas y carteles con nombres de atletas. De repente salió una voz desde la cabina del estadio diciendo:

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- ¡Atletas de 1.500 m., a la calle de salida! ¡atletas de 1.500 m., a la calle de salida!

Yeray con algún compañero suyo se dirigió hacia la salida, con ellos iban otros muchos atletas de otras universidades. En la línea de salida se pusieron todos, eran veintiún atletas. Seguidamente desde megafonía empezaron a decir los nombres de los atletas y de la universidad a la que pertenecían. Cuando nombraban a uno este levantaba el brazo y el público rugía si era conocido. Le llegó el turno a Yeray y se oyeron unos pequeños gritos. Yeray pensó para sus adentros que se habrían equivocado, él no conocía a nadie, pero se equivocaba entre toda la masa de gente congregada allí estaban sus padres, hermanos y amigos, estaban todos menos Tatiana, que no había podido ir porque tenía que preparar unos trabajos muy importantes.

Todos los atletas estaban preparados, estaban esperando el pistoletazo de salida. Poco después se oyó un sonido sordo y los atletas salieron con una velocidad increíble. A Yeray le pilló por sorpresa y cuando se quiso dar cuenta se había colocado en los últimos puestos del grupo de corredores. Tenían que dar tres vueltas y media a la pista de atletismo. Yeray viendo que había hecho una mala salida se dijo: “tendré que ir recortando unos metros con el grupo de cabeza en cada vuelta si quiero clasificarme”.

Brubeiker viendo que Yeray había salido mal cerró los ojos y apretó los puños, sabía que el salir

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entre los primeros en la carrera de 1.500 m., era fundamental para hacer una buena carrera. Ahora mismo Yeray lo tenía muy difícil para clasificarse, estaba en la cola del grupo y tenía que hacer un gran esfuerzo para entrar entre los primeros.

La primera vuelta la hicieron bastante rápida. Yeray no encontraba su ritmo y le costaba recortar distancias con el grupo de cabeza. En la primera vuelta no pudo ganar ningún puesto. A mitad de la segunda vuelta, Yeray se empezó a encontrar mejor y empezó a adelantar a los corredores que tenía delante de él. Cuando terminaron la segunda vuelta se había puesto entre los quince primeros. Al empezar la tercera vuelta el grupo de cabeza bajó un poco la velocidad y Yeray fue subiendo puestos poco a poco hasta que se metió entre los diez primeros. Cuando terminaron la tercera vuelta Yeray estaba situado entre los seis primeros. Cuando tocó la campana de la última vuelta, los seis corredores se fueron hacia la meta, sabían que si llegaban antes que los demás estarían clasificados para disputar la final.

El público animaba a sus corredores preferidos. Los atletas sin embargo solo oían el latir de sus corazones que parecía se les iban a salir por la boca debido al esfuerzo que estaban realizando. Yeray viendo una oportunidad para pasar a los que estaban delante suyo se abrió por la calle de afuera intentando pillarles desprevenidos, pero en ese momento los demás hicieron lo mismo, aceleraron el paso entrando todos en la meta juntos seguidos unos

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de otros. Yeray había conseguido clasificarse para la final, había entrado en quinto lugar.

Los padres, hermanos y amigos de Yeray se levantaron de sus asientos coreando su nombre “Yeray”, “Yeray”, “Yeray”, pero sus gritos no llegaban a los oídos de Yeray porque había miles de gargantas chillando otros nombres al mismo tiempo, el ruido era ensordecedor. Yeray se había clasificado en la prueba de 1.500 m. para la final. Se había entrenado duro durante mucho tiempo y por fin había visto los frutos de ese entrenamiento, un puesto en la final. Ahora lo más inmediato que tenía que hacer era “descansar”, relajarse y no pensar en nada más, esa misma tarde tendría que hacer la prueba de los 5.000 m.

Sobre las doce y media Brubeiker y todos los atletas se fueron a un restaurante para comer. Los chicos y chicas que tenían que correr los 5.000 m., tenían que comer cuanto antes para poder descansar hasta la siguiente prueba. Durante la comida nadie dijo nada, se palpaba en el ambiente un gran nerviosismo. Después de comer pasaron a un saloncillo especialmente para ellos para que no perdiesen la concentración y pudiesen relajarse. Mientras unos jugaban a las cartas, otros aprovecharon para leer libros y otros estuvieron viendo la televisión. Yeray simplemente se sentó en un sofá con los ojos cerrados. El tiempo pasó volando, poco después se oyó la voz del entrenador:

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- ¡Tenemos que volver a la ciudad deportiva!

Yeray al oír la voz de su entrenador abrió los ojos, tenía la sensación que solo habían pasado cinco minutos desde que se había sentado en el sofá, pero cuando miró el reloj comprobó que estaba equivocado, habían pasado tres horas. Poco después salían del restaurante y se metieron en un autobús que les estaba esperando para llevarles a la ciudad deportiva. Durante el trayecto al estadio nadie dijo nada, el autobús parecía un cementerio. Cuando llegaron bajaron todos los atletas del autobús y se dirigieron con su entrenador hacia los vestuarios, antes de entrar, Brubeiker les dijo:

- ¡Ánimo!, nos jugamos mucho. Los que entren entre los seis primeros se clasificarán para la final. Los demás tendrán que esperar dos años más para intentarlo de nuevo. Hemos trabajado duramente para dejar pasar esta oportunidad. ¡Ánimo!

Tanto los chicos como las chicas intentaron asimilar lo que les acababa de decir su entrenador, seguidamente se metieron en sus vestuarios. Poco después iban saliendo hacia la pista de atletismo. Cuando Yeray salió a la pista se fijó en la gente que abarrotaba el estadio, le daba la impresión que todo estaba igual que a la mañana: la misma gente, los mismos jueces y ayudantes. Seguidamente empezó a calentar haciendo pequeñas carreras y a continuación empezó a estirar. Media hora más tarde se oyó una voz que salía de la cabina de megafonía:

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- ¡Atletas de 5.000 m., a la salida por favor!

Todos los chicos que iban a competir en esta prueba se dirigieron hacia la salida, una vez allí siguieron calentando. Cada uno calentaba de diferente forma y todos esperaban a que el juez les diese la salida. Poco después el juez les daba el aviso verbal y seguidamente levantado la pistola dio la salida. Los atletas salieron rápidamente para coger posiciones, el primer tirón fue fuerte para hacer un pequeño examen entre los corredores, pero ninguno de los veinticuatro corredores se quedó descolgado. Tenían que dar doce vueltas y media a la pista de atletismo. Durante las cinco primeras vueltas el ritmo del grupo de cabeza no fue duro, por eso todos los corredores siguieron unidos, pero al empezar la sexta vuelta el grupo de cabeza aceleró la marcha para intentar descolgar corredores, pero el grupo aguantó el tirón y siguió compacto hasta la octava vuelta. A partir de la novena vuelta se empezaron a quedar descolgados un grupo de corredores. Cuando llegaron a la décima vuelta la carrera se había roto, solo seguían en el grupo de cabeza ocho corredores, entre ellos estaba Yeray. Todos los demás se habían ido quedando atrás en pequeños grupos a una distancia considerable de la cabeza.

Cuando solo quedaban dos vueltas para terminar la prueba, uno de los corredores de cabeza aceleró el ritmo intentando coger desprevenidos a los demás, el que iba justo detrás de él también aceleró y

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se fue hacia la meta llevándose a Yeray y a cuatro corredores más. Cuando tocó la campana para disputar la última vuelta, los corredores aceleraron y se fueron hacia la meta, Yeray se dejó ir sin intentar fatigarse demasiado, de vez en cuando miraba hacia atrás para ver donde estaban los demás corredores, pero vio que estaban bastante lejos para darle alcance, poco después entraba en la meta en sexta posición. Yeray estaba un poco más cansado que a la mañana, pero su rostro reflejaba la alegría de haberse clasificado para la final de 5.000 m.

Marcos, Lucía y Juan comentaban en las gradas la gran carrera que había hecho Yeray.

- Es increíble les decía Marcos a sus amigos. Cada vez le veo mejor a Yeray, ha hecho una carrera magnífica.

- Yo he disfrutado mucho, dijo Lucía, le he visto correr con una gran facilidad, parece que no le cuesta nada seguir el ritmo de los demás corredores.

Los padres de Yeray también estaban emocionados, era el único hijo que había conseguido clasificarse para unos campeonatos nacionales. Más abajo en otros asientos estaban Brubeiker y su hija Carlota, los dos se abrazaban por la clasificación de Yeray.

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- ¡Papá!, dijo Carlota. Estoy pasando unos días maravillosos viendo competir a Yeray. Le tenemos clasificado en dos finales por ahora.

- Estoy seguro que Yeray nos dará muchas más alegrías, contestó Brubeiker, aún tiene que entrenar mucho para dar todo lo que lleva dentro, y te aseguro que es mucho aunque él no lo sepa.

- Osea que tú crees que Yeray puede ganar alguna final, replicó Carlota.

- Bueno, yo no diría que vaya a ser así, se que tiene mucho potencial, pero lo que no sé es cuando terminará por sacarlo. ¡Algún día!, estoy casi seguro que nos dejará con la boca abierta.

Carlota se quedó pensando en lo que le acababa de oír a su padre, pero no dijo nada. Mientras tanto, Yeray había salido de la pista de atletismo hacia los vestuarios. Media hora después cuando Yeray salió de los vestuarios le estaban esperando su entrenador y Carlota.

- ¿Qué tal te encuentras?, le preguntó Brubeiker.

- Bien, un poco cansado, pero bien, contestó Yeray.

Carlota dirigiéndose a Yeray le dio la enhorabuena por las dos carreras que había hecho, los 1.500 m., de la mañana y los 5.000 m. de la tarde.

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- Gracias Carlota, dijo Yeray. Ahora me voy al hotel a descansar, tengo que recuperarme para mañana.

- ¡Sí!, descansa, dijo su entrenador. Mañana necesitarás echar el resto y va a ser una prueba muy dura.

Sobre las ocho de la tarde Yeray estaba cenando junto a otros chicos y chicas de su universidad que también iban a competir en la prueba de 10.000 m. Para las nueve de la noche Yeray estaba en su habitación preparándose para acostarse, no tardó mucho en meterse a la cama...

Sonó el teléfono, Yeray se levantó de la cama y cogió el teléfono.

- ¡Sí!, dígame, ¿quién es?

- Soy la recepcionista, me había dicho que le llamase a las ocho.

- ¡Qué!, ¿ya son las ocho?

- Si señor, espero que haya descansado bien.

- Gracias señorita.

Yeray se dirigió al baño y rápidamente se duchó. Veinte minutos más tarde salía de la habitación. Cuando llegó al comedor, algunos de sus compañeros ya estaban desayunando, se sentó junto a

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ellos y cogiendo un plato empezó a servirse, tenía un hambre atroz. Mientras se iba llenando una taza con leche había empezado a comerse un plátano, seguidamente se bebió dos vasos de zumo. A continuación se echó en un plato un par de huevos fritos con dos lonchas de beicon y empezó a comer con verdaderas ganas. Cuando acabó con esto cogió varias magdalenas y las fue metiendo en la leche, hasta que se las comió. Algunos compañeros habían dejado de desayunar para ver como comía Yeray, era todo un espectáculo verle comer, parecía que no se llenaba nunca. Después de haber terminado con las magdalenas cortó varios trozos de bizcocho y cogió varias tarrinas de mantequilla, seguidamente untó la mantequilla en los bizcochos y segundos después habían desaparecido dentro de su boca.

Poco después hacía su entrada en el comedor Brubeiker, se dirigió a donde estaban sus atletas y les preguntó:

- ¿Qué tal habéis dormido?

- Todos contestaron ¡bien!

Brubeiker se sentó junto a Yeray, se sirvió un poco leche con café en una taza, cogió dos magdalenas y empezó a desayunar.

- ¿Qué tal has dormido?, le preguntó el entrenador.

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- ¡Bien!, he dormido muy bien. Me encuentro en plena forma, dijo Yeray.

- Estupendo, contestó Brubeiker, eso quería oír.

Poco después todos los atletas con el entrenador al frente salían del hotel para coger el autobús que les tenía que llevar al estadio. Los chicos y chicas iban hablando en el autobús de las pruebas que tenían que hacer, a todos se les notaba algo de nerviosismo. Cuando el autobús llegó a las inmediaciones del estadio paró y Brubeiker con sus atletas bajaron para dirigirse al estadio. Media hora más tarde los atletas que iban a correr los 10.000 m., estaban en la pista de atletismo. Mientras unos saltaban y corrían despacio otros estiraban. Por la universidad de Yeray corrían cuatro corredores, aunque solo Yeray y Frank tenían buenos tiempos para intentar clasificarse, los otros dos lo tenían más difícil porque sus tiempos eran peores.

Más tarde se oyó la voz de megafonía diciendo:

- ¡Corredores de 10.000 m., a sus puestos!

Todos los atletas que iban a correr los 10.000 m., se dirigieron hacia la salida, allí estaba el juez de la prueba. Cincuenta y seis corredores de todas las universidades del país iban a disputar esta prueba. A todos se les notaba el nerviosismo en la cara, todos tenían ganas de empezar la prueba cuanto antes. Solo

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se podían clasificar dieciocho corredores. Algunos miraban a los demás intentando ver a alguno que ya había ganado otros años. Seguidamente el juez dio la voz para que se preparasen, subió la pistola y disparó.

Todos los corredores salieron de estampida, algunos querían estar en el grupo de cabeza desde el primer momento, a otros sin embargo les daba igual donde estar con tal de no estar en la cola. Yeray y Frank también salieron bien y se situaron en los primeros puestos. Las dos primeras vueltas las hicieron a cuatro minutos el km., rápidamente el grupo de corredores se empezó a alargar a lo largo de la pista, pero sin romperse. A partir de la cuarta vuelta el ritmo bajó un poco, rápidamente el grupo de corredores que estaba corriendo se volvió a juntar. Cuando empezaron la sexta vuelta Frank subió el ritmo y dos vueltas más tarde el gran grupo de corredores se volvió a estirar a lo largo de la pista. Yeray estaba metido entre los seis primeros, no quería perder el contacto con la cabeza.

En la décima vuelta el corredor que iba el segundo le pasó al primero e intentó irse del grupo de cabeza, pero Frank, Yeray y otros seis corredores más se fueron detrás de él rompiendo el grupo. A partir de ese momento se hicieron dos grupos: el de cabeza que llevaba a nueve corredores y el otro que eran cuarenta y siete. Cuando entraron en la decimoquinta vuelta el grupo de cabeza había conseguido distanciarse un poco más del segundo grupo, ahora les sacaban unos quince metros. Entrando en la vuelta número veinte el

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grupo de cabeza seguía al mismo ritmo, un ritmo solo apto para los corredores con un gran corazón. El segundo grupo al final se había roto en muchos grupos: de seis, diez, veinte y en la cola que iban once corredores. Faltando tres vueltas para acabar, Frank se puso en cabeza y empezó a endurecer la carrera, solo le pudieron seguir Yeray y otros dos corredores. Estos cuatro corredores volaron hacia la meta, todos querían ganar, no se conformaban con clasificarse. Cuando solo faltaba una vuelta uno de los corredores se fue hacia la meta, Frank se fue con él. Yeray y el otro corredor no pudieron seguirles, poco después entraban en la meta: Frank seguido de dos corredores y en cuarto lugar Yeray. Un tiempo después entraban otros cinco corredores. Más tarde, seis, seguido ocho y de esta forma fueron llegando todos los corredores en pequeños grupos hasta que entró el último corredor.

Yeray no se podía creer que había quedado clasificado en las tres pruebas: 1.500 m., 5.000 m., y 10.000 m. para disputar el título nacional. A partir de ahora tendría que entrenarse un poco más en serio si quería conseguir alguna medalla. Cuando salió de la pista de atletismo le estaban esperando sus padres, su entrador, Carlota y varios amigos. Todos le querían felicitar. Yeray estaba muy contento por el apoyo de sus padres, el entrenador y los amigos. En cuanto Carlota pudo acercarse a Yeray se le echó en los brazos. Los padres de Yeray se quedaron sorprendidos porque no sabían que pudiese tener novia, aunque el más sorprendido fue Yeray, aunque

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después de varios minutos llegó a la conclusión que Carlota había obrado así emocionada a consecuencia de la alegría del momento.

- Gracias a todos por vuestro apoyo, les dijo Yeray, sin vosotros no lo hubiese conseguido; la voz le carraspeaba por la emoción.

- Gracias a ti, dijo Marcos. Es para nosotros una gran alegría tener a un amigo que va a luchar por las medallas en la final, y posiblemente vayas a los mundiales de atletismo.

- ¡Qué dices!, respondió rápidamente Yeray. ¡No dices nada!, estar en los mundiales de atletismo, eso solo es para los atletas muy buenos y yo estoy empezando y no creo que llegue tan lejos.

- Marcos tiene razón, contestó Lucía. Nosotros no es que entendamos mucho de este asunto, pero se ve, se palpa que llegarás a ser algo grande en el mundo del atletismo.

- Vosotros estáis locos, tartamudeó Yeray. En todas las pruebas me he clasificado por los pelos y me queréis poner en un lugar donde no estoy.

- Tus amigos tienen puesta la esperanza en ti, dijo su entrenador. Igual no entienden mucho de atletismo, pero yo sí que entiendo y no creo que se equivocan mucho. Hay algo en tu forma de correr que no es normal; corres como si fueses un animal salvaje,

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con zancadas grandes, parece que no te cansas. Cuando te hacen cambiar de ritmo cambias sin el menor problema adaptándote a otro paso más duro. Yo opino lo mismo que ellos, llegarás a lo más alto si sigues entrenando duro y las lesiones no se fijan en ti.

- Pero si en ninguna de las carreras que he disputado, dijo Yeray, he quedado el primero.

- ¡Sí!, estoy de acuerdo, pero a partir de ahora entrenarás siete días a la semana para alcanzar el nivel al que tienes que llegar.

Pasaron los meses y Yeray de la mano de Brubeiker empezó un entrenamiento más duro. Entrenaba por las mañanas y por las tardes. Por las mañanas antes de ir a la universidad sacaba un par de horas. Corría durante hora y media y seguidamente estiraba durante media hora; por las tardes a partir de las cinco entrenaba cuatro horas; unos días empezaba haciendo 3 series de 10 x 600 m., y otras 50 series de 100 m., a continuación iba al gimnasio para hacer pesas, tenía que coger fuerza muscular, seguido hacía una sesión de estiramientos para relajar los músculos y al mismo tiempo darles elasticidad y para terminar una buena ducha. Tenía el tiempo tan apretado que mientras desayunaba, comía y cenaba aprovechaba el tiempo para estudiar.

Un día en el que Yeray iba por los pasillos de la universidad se encontró con Carlota.

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- Yeray, ¡cuánto tiempo sin verte!, parece que te escondes de mí, parece que no quieres verme.

- Carlota, estoy como muy bien sabes entrenando y estudiando, eso me lleva muchas horas, no doy a vasto. De todas formas quiero dejar las cosas claras, no quiero que te hagas ilusiones. Lo primero de todo son mis estudios y el atletismo.

Carlota se quedó un poco parada, pero enseguida se rehizo.

- ¡Sí!, ya me ha dicho mi padre que estás entrenando muy duro. No sabe como puedes aguantar ese ritmo tan demoledor. De todas formas quiero que sepas que yo te apoyo en todo lo que necesites y estaré siempre esperándote.

- Gracias Carlota, lo sé. Por cierto, no sabía que Brubeiker fuera tu padre. Pensaba que entre los dos había solo amistad.

Poco después Yeray salió disparado de la universidad para ir a entrenar. Más tarde estaba entrenando, le daba lo mismo que lloviese, que hiciese mucho viento o que granizase. Todos los días a las seis de la mañana estaba corriendo, unos días en la ciudad deportiva de la universidad, otros días en el campo y otros en plena ciudad. A esas horas los únicos que le veían correr eran las personas que limpiaban las calles. A muchos de ellos ya les

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empezaba a sonar la cara de Yeray, algunas veces hacían un corrillo entre ellos.

- Os es familiar la cara de ese chico, yo creo que le he visto correr en alguna prueba de atletismo por la televisión.

- Pues yo no sé, decía otro. Ahora que lo dices, creo que sí.

- Todos los días corre y “como corre”. A estas horas no se ve a nadie correr, todo el mundo está en la cama o se acaba de levantar para desayunar.

Brubeiker, su entrenador lo tenía fácil con Yeray, era un chico que se dejaba aconsejar, siempre hacía lo que su entrenador le decía sin protestar, es más, siempre quería entrenar más y más duro. Su entrenador le hacía repetir las series de 100 m., 600 m., y 1.000 m. con el cronometro en la mano y cada vez pidiéndole más entrega, hasta que Brubeiker emocionado terminaba diciendo:

- Estupendo Yeray, estás bajando los tiempos de una forma asombrosa. Cada día te veo mejor, como sigas así no se a donde llegarás, estoy orgulloso de ti. No he entrenado nunca a nadie como tú y lo mejor de todo es que te recuperas con una facilidad asombrosa.

- Gracias entrenador, solo hago lo que usted me manda, trato de dar lo mejor de mí en cada

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entrenamiento, quiero luchar para estar entre los mejores y sé que la única forma de conseguir este objetivo es entrenar duro.

- Estoy orgulloso de ti, encima eres humilde, eso me confunde y me enorgullece. Así tenían que ser todos los grandes atletas. Por ser como eres llegarás muy lejos. En las próximas competiciones si sigues entrenando así, estoy casi seguro que asombrarás a más de uno. No cambies Yeray. Ahora vete a hacer tus ejercicios de pesas y seguido no te olvides de los estiramientos que son tan importantes como todo lo que has hecho hasta ahora.

Brubeiker nunca le decía a Yeray los tiempos que hacía en sus entrenamientos, no quería que se emocionase demasiado. Por otra parte Yeray tampoco quería saber nada que no le quisiera decir su entrenador, se fiaba de él y de su forma de entrenarle, con lo que le decía le valía y le sobraba. Sin embargo si había empezado a notar que su cuerpo estaba más fuerte y más ágil que hacía unas semanas. Cuando entraba en el gimnasio y permanecía durante un tiempo en un lugar haciendo algún ejercicio, al levantarse se encontraba que todo a su alrededor estaba completamente mojado por el sudor. Después de entrenar todos los días iba directamente a casa, casi siempre llegaba de noche. Un día nada más llegar le dijo su madre que Tatiana le había llamado por teléfono, que le llamaría más tarde.

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Yeray como todos los días sacó la ropa de la bolsa de deportes completamente sudada y la metió en la lavadora, seguidamente se cambió de ropa para estar cómodo y a continuación se sentó a la mesa para cenar. Como siempre, llegaba el último a casa, le tenían que esperar sus padres y sus hermanos para cenar. Nada más empezar a cenar sus hermanos le empezaron a tirar de la lengua para que les contase que había hecho ese día, en que había consistido su entrenamiento. Yeray sin muchas ganas porque estaba cansado, les empezó a contar por encima unas cuantas cosas que había hecho ese día, pero ese día sucedió algo diferente, mientras cenaban sonó el teléfono.

- ¿Quién será? Lanzó la pregunta en voz alta Yeray, no se acordaba que su madre le había dicho que le había llamado Tatiana.

- Seguro que es Tatiana, dijo la madre de Yeray.

Yeray se levantó de su asiento agradeciendo esa llamada. Sus hermanos nunca se conformaban con lo que Yeray les contaba de los entrenamientos y siempre le hacían una pregunta detrás de otra. Seguidamente Yeray cogió el teléfono lo descolgó y preguntó:

- ¿Quién es?

- ¡Hola Yeray!, siento mucho no haber podido estar en las pruebas de clasificación, tuve que estudiar mucho, pero me acordé mucho de ti. Ya me he

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enterado que te has clasificado para la final en las tres pruebas que te has presentado. ¡Enhorabuena!.

- Gracias a Dios he tenido mucha suerte. Ahora estoy entrenando duro, mi entrenador dice que si sigo así puedo conseguir alguna medalla.

- Para cuando disputes las finales del Campeonato Nacional estaré allí, eso no me lo pierdo por nada del mundo. Oirás mis gritos por encima de todos los demás para que sepas que estoy allí animándote.

- Te lo agradezco Tatiana. Yo por mi parte intentaré hacerlo lo mejor posible.

- Yo también estoy preparándome para presentarme a los Campeonatos de Física Nacionales. Al que gane le dan 20.000 Euros.

- Espero que ganes y lo podamos celebrar.

- Si gano cuenta con ello, lo celebraremos por todo lo alto. Bueno, pues hasta otra, me ha alegrado mucho poder hablar contigo y ver que todo te va estupendamente, ya nos veremos.

- Muchas gracias por llamar Tatiana, ya nos veremos.

Yeray colgó el teléfono y se volvió a sentar a la mesa para seguir cenando, después de unos

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momentos se dio cuenta que sus hermanos le estaban mirando.

- ¿Qué pasa?, les preguntó.

- Yeray, eres afortunado, dijo Nicolás. Por un lado te persigue la hija de tu entrenador que es guapísima y por otro lado está Tatiana que es una belleza, y tú estás con las dos como si no existiese ninguna. ¡No sé que pueden ver en ti!

- Lo que daría yo, dijo Francis, porque alguna de las dos me hiciese un poquito de caso.

- Yo ahora no puedo pensar en chicas, contestó Yeray. Tengo que estar concentrado para lo que se me viene encima, si pierdo la concentración todos mis esfuerzos se pueden quedar en nada. He luchado mucho por llegar hasta aquí y no puedo desaprovechar esta oportunidad que se me presenta.

- Tienes razón hijo, le dijo su padre. Lucha por lo que verdaderamente quieres, lo demás vendrá más adelante. Eres muy joven, aún tienes toda la vida por delante.

Siguieron pasando los días, Yeray seguía entrenando duramente. Uno de los días que estaba haciendo series de velocidad, se disponía para hacer la cuarta. Brubeiker con el cronómetro en la mano le dio la salida.

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Yeray salió como una exhalación. Los demás chicos y chicas que estaban entrenando dirigieron sus miradas hacia donde corría él, era impresionante verle correr, su pelo se le levantaba por la velocidad que llevaba. Cuando llegó a la meta Brubeiker paró el cronómetro, pero tenía miedo de mirarlo, su cabeza le decía que había hecho una marca extraordinaria, aún así no se atrevía a mirar, hasta que por fin después de bastantes segundos se decidió y miró. Nada más ver el tiempo que había hecho, fue tanta la impresión, que le dio una especie de mareo y cayó al suelo. Yeray al verle caer corrió hacia su entrenador pensando que le había sucedido algo. Cuando el entrenador se recobró Yeray estaba a su lado.

- ¿Qué le pasa entrenador?, le preguntó Yeray algo asustado.

- Nada, nada, contestó Brubeiker poniendo el cronómetro a cero para que nadie viese el tiempo que había hecho Yeray en la última serie de 1.000 m.

Seguidamente apareció Carlota que lo había visto todo desde las gradas del estadio.

- ¡Papá, papá ¿qué te ha pasado?

- Nada hija, no te preocupes, ha sido un traspiés que he dado y me he caído tontamente.

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- ¡Que susto nos ha dado entrenador, dijo Yeray, pensaba que le había pasado algo!

- Estoy mejor que nunca. ¡Todo el mundo a entrenar, no ha sido nada!, dijo Brubeiker totalmente restablecido.

Todos los atletas que se habían acercado a Brubeiker para ver que le pasaba volvieron a sus entrenamientos.

- Bueno, sigamos entrenando, le dijo Brubeiker a Yeray, no pienses que te voy a perdonar las cinco series que aún te quedan por hacer.

Yeray volvió al inicio de la pista para seguir con las series de 1.000 m., que aún le quedaban por hacer. Brubeiker le volvió a dar la salida a una nueva serie y Yeray salió como siempre lo hacía, con la misma fuerza y el mismo entusiasmo de la primera vez. Cuando llegó a la meta el entrenador miró el cronómetro y pudo comprobar que no se había equivocado, estaba marcando unos tiempos por debajo de los que se hacían en los Campeonatos Nacionales. Yeray siguió con las series después de descansar unos minutos en cada serie, y en todas hacía unas marcas muy parecidas, todas muy buenas. Y lo más impresionante de todo era que Yeray se recuperaba con una facilidad asombrosa en cada serie que realizaba.

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Brubeiker estaba emocionado con los tiempos que había hecho Yeray. Le gustaría proclamarlo a los cuatro vientos para que todo el mundo supiese que su pupilo estaba preparado para correr con los mejores, que era uno más de los que podían estar en la elite, pero no podía decir nada, sino, los periodistas darían la noticia y se acabaría la tranquilidad para ellos. Había tenido la suerte de encontrarse con ese chico que era una joya en todos los aspectos, como persona y como atleta. Ahora lo que tenía que hacer era guardarlo durante todo el tiempo que pudiese, tenerlo en secreto, para tener tranquilidad. Un atleta de estos salía cada cien años y Brubeiker había tenido la suerte de encontrarlo y entrenarlo.

El entrenador estaba entusiasmado con su hallazgo, por fin su pupilo había explotado, estaba empezando a demostrar que estaba hecho de otra pasta diferente a la de los demás atletas que corrían con él. Sin embargo también le vino a la cabeza que una vez que corriese en los Campeonatos Nacionales todo el mundo se daría cuenta verdaderamente de la calidad de Yeray, y partir de ese momento se les acabaría la tranquilidad. No podrían ir a ninguna parte sin que la gente les pidiesen autógrafos, sin que le parasen por la calle. Aún así, el entrenador estaba satisfecho.

Cuando Brubeiker iba a salir del estadio se le acercaron otros entrenadores y le preguntaron que tal estaba. El, les dijo que bien, que no había sido nada. Seguidamente uno de ellos le dijo:

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- Le veo muy bien a Yeray, corre muy rápido. Me imagino que está haciendo unos tiempos estupendos.

- Bueno, ha mejorado un poco, contestó Brubeiker, pero está ahí, en los tiempos.

Sin embargo este entrenador no las tenía todas consigo, le veía correr muy bien a Yeray e intuía que allí había algo más, pero no dijo nada. A partir de ese día Brubeiker tomó sus precauciones, trató de entrenar a Yeray cuando hubiese menos entrenadores y atletas a la vista y por supuesto nunca tenía que dejar correr a Yeray con otros corredores para que no viesen la diferencia que había entre él y los demás. Cuando Yeray salió de los vestuarios su entrenador y la hija de éste le estaban esperando.

- Hoy te llevamos a casa, le dijo su entrenador, quiero aprovechar para decirte unas cuantas cosas por el camino.

Cuando Brubeiker puso el coche en marcha, le dijo:

- Has progresado mucho, lo estás haciendo muy bien, si sigues así no sé a donde puedes llegar a parar. Es un orgullo para mí entrenarte, estoy pasando los mejores años de mi vida contigo, gracias Yeray por todo lo que me estás dando.

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Carlota que había oído las palabras de su padre se había quedado cortada. No sabía lo que quería decir su padre con aquellas palabras, pero se le quedaron grabadas en la cabeza. Yeray por su parte también se quedó algo asombrado, aunque sabía que cada día se encontraba mejor físicamente, notaba que corría con más velocidad, y lo más asombroso de todo, su cuerpo se recuperaba rápidamente.

- Brubeiker, le dijo Yeray. Yo también estoy muy contento con usted, es un entrenador fabuloso y tiene mucha paciencia conmigo, le doy las gracias por todo, pase lo que pase estaré siempre con usted.

Las palabras de Yeray le llenaron de alegría a Brubeiker, aunque intuía que su pupilo también sabía que estaba corriendo mucho más rápido que meses atrás. Durante un tiempo ninguno de los dos dijo nada hasta que llegaron a la casa de Yeray.

- Gracias por haberme traído a casa, le dijo Yeray. ¡Adiós Carlota!

Al día siguiente antes de empezar el entrenamiento, Yeray le dijo a su entrenador:

- Entrenador si quiere podemos entrenar a otras horas en que no haya mucha gente. ¿Qué le parece?

Brubeiker le dio las gracias a Yeray, le había leído el pensamiento. Si seguían entrenando junto con los demás atletas algún otro entrenador se daría

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cuenta de que Yeray hacía tiempos fuera de lo normal y eso no era conveniente por el momento. El entrenador lo que quería es que su pupilo se diese a conocer en los Campeonatos Nacionales. Brubeiker junto con Yeray pensaron detenidamente cuando podían entrenar sin que los estudios de su pupilo se resintieran, poco después acordaron entrenar a las seis de la mañana. A esa hora no había nadie en los campos de atletismo de la universidad y podían entrenar a gusto. Sin embargo las horas de gimnasio las hacía junto con los demás atletas, por las tardes.

Pasaron los meses y llegaron los últimos trimestrales. Yeray se tuvo que poner las pilas e incluso dejó algunos días de entrenar, solo entrenaba cuatro días a la semana, pero intensivamente. A Brubeiker no le pareció mal que dejase de entrar algún día, incluso le pareció bien que descansase un poco. Los tiempos de los entrenamientos los llevaba bien. Yeray pasó los exámenes bastante bien. Cuando recibió las notas vio para su tranquilidad que no había ningún suspenso. Tenía un sobresaliente, seis notables y dos aprobados. Cuando sus padres y hermanos se enteraron le dieron la enhorabuena, era un chico que sabía aprovechar muy bien el tiempo, sabía hacer bien las cosas y siempre sacaba tiempo para dedicarlo a los demás: padres, hermanos y amigos. Nada más terminar los estudios volvió a entrenar duro, quería estar como antes de los exámenes. Brubeiker en pocas semanas comprobó que lo poco que había perdido Yeray lo había vuelto a recuperar. Un día después del entrenamiento, su entrenador le dijo:

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- Yeray, creo que estás preparado para ir a luchar por las medallas.

CAMPEONATOS DE FÍSICA

Yeray le miró agradecido por sus palabras de ánimo. Mientras Yeray entrenaba diariamente, llegaron los Campeonatos de Física para universitarios que se celebraba en la ciudad de Broome. Tatiana acudió con mucho entusiasmo, se había preparado a fondo durante bastante tiempo y ahora tenía que demostrar todo lo que sabía. Las pruebas duraron tres días, fueron por la mañana y por la tarde. En cuanto acabó las pruebas volvió a su casa contenta, le habían salido muy bien, pero tendría que esperar varias semanas para saber que había sucedido.

Pasaron veinte días. Tatiana recibió una carta, la empezó a abrir con nerviosismo, tanto sus padres como su hermana estaban cerca de ella esperando a que les dijese algo, pero Tatiana no tenía ninguna prisa, poco a poco sacó la carta que había en su interior y empezó a leerla. Su familia la miraba y trataba de adivinar que había pasado por la expresión de la cara de Tatiana, pero ella seguía con la misma cara que al principio. Su padre después de unos momentos, como veía que su hija no reaccionaba, le dijo:

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- No te preocupes Tatiana, otra vez será, eres muy joven todavía, tarde o temprano lo conseguirás.

Tatiana seguía con la misma cara que al principio, no daba síntomas de nada, estaba como atontada.

- ¿Qué te pasa hija?, ¿te sucede algo?, le preguntó su madre un poco asustada al ver a su hija que no reaccionaba.

- ¡He ganado mamá!, he ganado el Campeonato de Física. He ganado los 20.000 euros.

Los padres y la hermana de Tatiana empezaron a sonreír, de repente el silencio se convirtió en una alegría desbordante por parte de todos. El padre se abrazó a Tatiana, la madre se abrazó a su otra hija, seguidamente el padre se abrazó a su mujer y las hermanas también se abrazaron, seguidamente se abrazaron los cuatro juntos sonriendo y llorando de alegría.

FINALES NACIONALES DE ATLETISMO

Llegaron las vacaciones de verano y con ellas las Finales de Atletismo Nacionales. Entre el sábado y el domingo se iban a disputar todas las pruebas en el Gran Estadio Olímpico de Sydney en Australia.

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Las entradas se habían agotado unas semanas antes, nadie se quería perder tan gran acontecimiento. Todos los canales de televisión y todas las emisoras de radio estarían en el Gran Estadio Olímpico retransmitiendo en directo las finales.

La ciudad se había despertado temprano, se había empezado a oír el ruido de los coches y de las personas que iban de un lugar a otro. La gente estaba contenta y con ganas de ver competir a sus deportistas favoritos, con la ilusión de que se batiese alguna marca, de que hubiese algún record nacional. En cuanto se abrieron las puertas del estadio gran cantidad de gente que estaba esperando fuera se echó sobre las mismas intentando entrar cuanto antes. Media hora más tarde el estadio estaba completamente abarrotado. En unas de las sillas de la parte central del campo estaban los padres y hermanos de Yeray. Un poco más abajo estaban los amigos: Marcos, Lucía, Juan, Andrés y Tatiana, en otro lugar un poco más lejos estaban sus antiguos entrenadores de la escuela de primaria: Frank y su segundo Lucas y en la parte baja pegando a la pista estaba su entrenador Brubeiker y su hija Carlota.

Los atletas nada más empezar a salir a la pista escucharon a los hinchas gritar el nombre de algunos de ellos. Allí estaban los mejores atletas del país con la ilusión de ganar alguna medalla y de batir algún record. Algunos no era la primera vez que competían en unas pruebas como éstas, sin embargo otros como Yeray, era su primera vez. Yeray empezó a calentar

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junto con los demás atletas, de repente sus amigos al verle se levantaron de sus asientos y empezaron a corear su nombre: “Yeray, “Yeray”, “Yeray”. Nicolás y Francisco sentados un poco más arriba al ver corear el nombre de su hermano se levantaron e hicieron lo mismo. Los padres de Yeray se quedaron sentados, estaban totalmente emocionados de ver a su hijo entre los mejores deportistas del país.

Poco después se oyó por los altavoces:

- Las pruebas seguirán este orden: - 100m., 200 m., 400 m., 1.500 m., y salto de longitud se harán por la mañana. 3.000 m. obstáculos, 5.000 m., y salto de altura se harán por la tarde y 10.000 m., 100 m. vallas y 200 m. vallas se harán mañana domingo.

El público que estaba en el estadio comprobó el programa que tenía en las manos y efectivamente estaba como acababan de decir por los altavoces. Yeray correría en media hora, volvería a correr a la tarde y al día siguiente por la mañana. Tenía tres pruebas en dos días. Los corredores de 1.500 m., estaban calentando esperando a que les llegase su turno, el nerviosismo estaba a flor de piel, todos trataban de disimularlo, pero lo tenían dentro de su cuerpo. El tiempo pasó volando, una voz por el micrófono empezó a decir:

- Corredores de 1.500 m., vayan acercándose a la línea de salida.

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Los atletas dejaron lo que estaban haciendo y se fueron hacia la línea salida. Cuando llegó Yeray vio junto a él a corredores conocidos que habían competido en los mundiales, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. De nuevo se volvió a oír por los altavoces la misma voz de antes para que se preparasen para empezar la carrera. Todos los corredores concentrados adelantaron una pierna preparados para salir en cuanto oyesen el tiro que les daría la salida, de repente, sonó el disparo y todos los corredores salieron a toda velocidad intentando coger los puestos de cabeza.

Segundos después iban en cabeza Matthews y Thomas seguidos de quince corredores más, el ritmo que habían puesto era bastante fuerte, no querían sorpresas de última hora y preferían marchar a un ritmo alto para que nadie pudiese salir fácilmente del grupo. Yeray tampoco quería sorpresas y estaba entre los diez primeros, muy cerca de la cabeza. Tenían que dar tres vueltas y media a la pista y estaban acabando la primera vuelta. En el grupo todo seguía igual, Matthews y Thomas iban por delante marcando el ritmo de la prueba.

Una parte del público animaba a sus corredores y otra estaba callada esperando que llegase la última vuelta. Los padres de Yeray estaban callados, pero Nicolás y Francisco animaban continuamente a su hermano. Lo mismo sucedía con sus amigos, aunque a los que más se oía gritar era a Marcos a Lucía y a Juan. Poco después sus voces ya

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había empezado a resquebrajarse, sin embargo Tatiana estaba callada, no era capaz de articular palabra.

Cuando empezaron la segunda vuelta Thomas aceleró un poco más el ritmo y el grupo se deshizo en varios grupos. En cabeza marchaban Thomas, Matthews y otros tres corredores más, entre ellos estaba Yeray. Seguidamente se abría un hueco de unos cuatro metros entre el primer grupo y el segundo en el que había diez corredores, un poco más descolgados corrían dos corredores. Al final de la segunda vuelta y comienzo de la tercera Matthews aprovechando que iba detrás de Thomas se abrió un poco y aceleró todo lo que pudo para dejar atrás a los demás, pero Thomas que le conocía por haber corrido con él más veces salió detrás de él seguido de Yeray. Los tres se fueron hacia la meta que estaba a tres cientos metros buscando las medallas. Los otros dos corredores no pudieron seguir aquel ritmo demoledor y se quedaron atrás. Cuando entraron en la última recta Matthews, Thomas y Yeray se pusieron en línea para disputar los últimos cien metros.

La gente del estadio se levantó de sus asientos coreando los nombres de los corredores. Nicolás y Francisco gritaban una y otra vez el nombre de su hermano. Sus amigos, Marcos, Lucía, Juan, Andrés y Tatiana levantados también de sus asientos unían sus voces para que Yeray les oyese.

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Matthews, Thomas y Yeray seguían volando hacia la meta, nada estaba asegurado, podía ganar cualquiera. Faltando cincuenta metros Thomas aceleró un poco más, Matthews no se quiso quedar atrás e intentó hacer lo mismo, pero sus piernas le decían que no podían, sin embargo Yeray si respondió al ataque y se fue con él. Faltando diez metros Thomas le pasó ligeramente a Yeray, pero éste viéndole por el rabillo del ojo aceleró, se emparejó con él y seguidamente Yeray en un último esfuerzo entraba en la meta seguido de Thomas y Matthews.

El Estadio Olímpico de Sydney era un clamor de voces, todo el mundo estaba de pie. Había sido una carrera impresionante, pero ¿quién era aquel corredor tan joven que había ganado? ¿De dónde era? Nadie sabía nada de él, pero estaba en la boca de todo el mundo. Mientras el público aún comentaba la carrera que habían visto hacía unos pocos minutos, se oyó una voz por el micrófono que decía:

- Se ha batido el record nacional de 1.500 m., se ha bajado el crono en cuatro segundos.

Los padres de Yeray lloraban emocionados, no se podían creer que su hijo hubiese ganado la medalla de oro. No se podían creer que su hijo hubiese batido el record de los 1.500 m. A partir de ese momento el nombre de su hijo quedaba inscrito para la historia de su país. Yeray estaba dando la vuelta de honor a la pista como vencedor de los 1.500 m. Todo el mundo le ovacionaba. “Yeray” “Yeray” “Yeray”, aquello era

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un clamor de voces, era una fiesta que se había contagiado a toda la gente. Australia había recuperado una figura en el atletismo para su país. Poco después Yeray estaba en el vestuario digiriendo lo que había pasado, aún no sabía si era verdad que había ganado o por el contrario estaba soñando y de un momento a otro se iba a despertar.

Media hora más tarde, después de ducharse y arreglarse salió del vestuario y lo primero que vio fue a su entrenador Brubeike y a su hija Carlota y alrededor de ellos una veintena de periodistas preparados con sus cámaras para hacerlas trabajar con el vencedor de los 1.500 m. Las cámaras se pusieron en funcionamiento nada más aparecer Yeray. Todos los periodistas querían entrevistar al ganador. Brubeiker se metió en medio y les dijo:

- Señores, Yeray tiene que descansar. Esta tarde tiene otra prueba dura y no puede perder la concentración. Mañana después de la última prueba les atenderá unos minutos.

Seguidamente Brubeiker cogió a Yeray y a su hija del brazo y desapareció con ellos tras una puerta. Brubeiker ligeramente emocionado se echó en los brazos de Yeray y le dijo:

- ¡Gracias!.

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- Bueno, la primera medalla ya la hemos conseguido, les dijo Yeray. Ahora tengo que comer y beber algo para recuperarme.

Poco después los tres estaban comiendo en la

habitación que Yeray tenía en el hotel. Brubeiker no estaba dispuesto a que nadie le hiciese perder la concentración a su pupilo y por eso se habían refugiado allí. Mientras comían comentaron la carrera que había hecho. Carlota cada vez que habría la boca era para decir que era el mejor. Una hora más tarde Yeray se quedó solo descansando y pensando en la carrera que tenía a media tarde. De repente llamaron a la puerta, Yeray se sobresaltó, no esperaba a nadie de momento. Se dirigió a la puerta y abrió. Allí estaba Brubeiker enfrente de él.

- ¡Ya es hora!, tenemos que irnos al estadio.

- ¡Qué!, dijo Yeray, ¿qué hora es?, preguntó sobresaltado.

- Son las cinco, contestó su entrenador.

- ¡Las cinco! Es increíble, me he debido quedar transpuesto, se han pasado tres horas en un abrir y cerrar de ojos.

- ¡Ánimo!, te espero abajo, le dijo Brubeiker.

Yeray se vistió rápidamente, poco después estaba en la planta baja del hotel. Allí estaba

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Brubeiker y su hija Carlota, rápidamente cogieron el autobús y se trasladaron al estadio. Poco más tarde Yeray estaba en el vestuario preparándose para salir a la pista del estadio. Nada más salir a la pista miró hacia las gradas y vio que estaban abarrotadas como a la mañana. Entonces pudo oír perfectamente su nombre “Yeray” “Yeray”. Miró hacia el lugar de donde provenían las voces y vio a: Marcos, Lucía, Juan, Andrés y Tatiana. Siguió fijándose y un poco más abajo localizó a Frank y Lucas sus entrenadores en la escuela de primaria. El corazón le dio un vuelco, le vinieron las lágrimas a los ojos y dijo para sus adentros – “Ya que habéis venido a verme haré todo lo posible para intentar ganar”-

Seguidamente empezó a calentar los músculos con ejercicios sencillos, sabía que la prueba que tenía que hacer poco después era dura, necesitaba concentrarse al máximo. Más tarde oyó que decían por los micrófonos del estadio:

- Corredores de 5.000 m., vayan a la línea de salida. Corredores de 5.000 m., vayan a la línea de salida.

Todos los corredores se dirigieron hacia allí. En cuanto llegaron empezaron a decir los nombres de todos los atletas que iban a correr la prueba.

- Andrew.

En cuanto dijeron este nombre todo el mundo se levantó de sus asientos y empezó a ovacionarle,

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este corredor en los últimos Campeonatos del Mundo había conseguido una medalla de plata. Seguidamente siguieron nombrado a los demás atletas: Justin, Jhon, Yeray........ y muchos más hasta veinticuatro corredores. Todos los corredores estaban preparados para dar doce vueltas y media a la pista de atletismo.

Poco después sonó el pistoletazo de salida y todos los corredores salieron velozmente intentando coger los puestos de cabeza. Seguidamente la carrera bajó el ritmo y los veinticuatro corredores se juntaron en un mismo grupo alargado, entre el grupo de cabeza y la cola había veinte metros. Las primeras cinco vueltas a la pista fueron tranquilas. Todos los corredores iban en grupo hasta que iniciaron la sexta vuelta en la que Andrew y Justin pusieron un ritmo más alto, de momento el grupo iba junto, pero a partir de la octava vuelta el grupo se empezó a alargar hasta alcanzar una longitud de cuarenta metros. Andrew y Justin habían conseguido poner a todos los corredores en fila india. Siguieron de esa forma hasta empezar la novena vuelta. De repente Jhon quiso endurecer la prueba y pasó a Andrew y a Justin. Andrew y Justin seguido de Yeray se fueron detrás de Jhon. El ritmo de la carrera se había endurecido mucho, poco a poco se empezó a romper el grupo y al inicio de la décima vuelta había cinco grupos en la pista. En el primer grupo iban Jhon, Andrew, Justin y Yeray. Seis metros más atrás iba el segundo grupo formado por seis corredores. Diez metros más atrás iba el tercer grupo con cinco corredores. Cuatro metros más atrás iba el

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cuarto grupo con cuatro corredores y diez metros más atrás iba el último grupo con cinco corredores.

Jhon, Andrew, Justin y Yeray llevaban un ritmo de campeones, el ritmo que llevaban era superior a los corredores de los demás grupos. Cada vez se estaban distanciando más de los demás. Iban cuatro corredores volando hacia la meta y sólo había tres medallas. Ellos lo sabían, pero ninguno de ellos quería dar un paso en falto, si atacaban demasiado deprisa podían quedarse en el camino, tenían que encontrar el momento oportuno para poder lanzarse. Cuando solo quedaban dos vueltas, Andrew atacó, pero ni Jhon, ni Justin ni Yeray estaban dispuestos a dejarle ir tan fácilmente. Se fueron con él incrementando el ritmo de la carrera.

El público estaba callado, nadie hablaba, la carrera estaba muy emocionante, podía ganar cualquiera de ellos. Cuando entraron en la última vuelta sonó la campana. Justin atacó con todo su poderío intentando irse del grupo, Yeray se fue con él, pero ni Andrew ni Jhon pudieron seguir aquel ritmo inhumano. En poco tiempo Justin y Yeray abrieron un espacio de unos metros sobre sus seguidores. Entrando en los últimos cien metros Justin y Yeray iban a la par. Los dos se miraban por el rabillo del ojo intentando adivinar lo que haría el otro. De repente, Yeray aceleró un poco más, Justin le siguió, Yeray apretó el ritmo, Justin le seguía por detrás. Yeray aceleró más y Justin no le pudo seguir. Segundos después, Yeray entraba en la meta el

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primero seguido de Justin a unos metros, poco después entraba Andrew seguido de Jhon. Pasaron como doce segundos antes de que entrase el quinto corredor, a partir de ahí fueron entrando corredores y más corredores hasta que llegó el último.

Tanto Nicolás como Francisco se abrazaron, seguidamente se abrazaron a sus padres.

- ¡Ha vuelto a ganar!, dijo Nicolás, es la segunda medalla de oro que consigue nuestro hermano.

Los espectadores que estaban cerca de ellos al oírles que eran sus hermanos empezaron a hablar con ellos, querían conocer a la familia de aquel gran corredor que había conseguido dos medallas de oro. Enseguida corrió la voz que los padres y hermanos de Yeray estaban sentados en las gradas. Los periodistas empezaron a aparecer por todas partes, en un abrir y cerrar de ojos varios periodistas estaban entrevistando a los padres y hermanos del héroe de la pista. Querían saber todo sobre Yeray y tanto Nicolás como Francisco no tuvieron ningún reparo en hablar de su hermano, es más, estaban orgullosos de poder hablar de él.

Unos asientos más abajo donde estaban los padres y hermanos de Yeray estaban sus amigos: Marcos, Lucía, Juan, Andrés y Tatiana. Todos se abrazaban, lloraban de alegría. Su amigo había conseguido la segunda medalla de oro. Yeray había conseguido hacer lo que era prácticamente imposible,

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ganar dos medallas de oro. Frank y Lucas sus antiguos entrenadores no daban crédito a lo que acaban de ver. Yeray se había hecho con el triunfo, había conseguido su segunda medalla de oro. Los dos se abrazaban y a las personas que estaban a su alrededor les decían que ellos habían sido sus antiguos entrenadores en la escuela, cuando Yeray era pequeño.

Yeray salió del estadio aclamado por todo el público, su nombre empezaba a sonarle al público. Por todas partes alguno decía su nombre “Yeray”, “Yeray”. Cuando llegó al vestuario se metió en la ducha y estuvo más de media hora debajo del agua, quería asimilar todo lo que le había ocurrido en tan poco tiempo. “Había conseguido ganar dos medallas de oro”. Era el hombre más feliz de la tierra. No tenía ninguna prisa por salir del vestuario, quería tomarse las cosas con calma.

Cuando por fin salió del vestuario se encontró de golpe con Brubeiker, Carlota, sus padres y hermanos, sus amigos: Marcos, Lucía, Juan, Andrés y Tatiana y sus antiguos entrenadores: Frank y Lucas, aparte de un montón de periodistas que querían entrevistar al chico más famoso de la nación en esos momentos y más gente que quería felicitar al ganador de las dos medallas de oro.

Yeray al principio no reaccionó, no se esperaba este recibimiento tan abrumador. Segundos

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después saliendo del trance empezó a abrazar a sus padres, hermanos, amigos, Brubeiker, Carlota.

- Gracias amigos, dijo Yeray, gracias por vuestro apoyo, gracias por estar aquí.

Seguidamente acercándose a Brubeiker le dijo:

- Tú crees que en el hotel nos dejaran cenar a todos los que estamos aquí. Me gustaría celebrar el triunfo todos juntos.

- Estoy completamente seguro de que no tendremos ninguna pega, después de lo que has hecho hoy, en Australia se te han abierto todas las puertas, eres el héroe de la nación. Ahora mismo hago una llamada.

Yeray pensó que su entrenador era un exagerado. Pero cuando salieron a la calle se empezó a dar cuenta que su entrenador no estaba equivocado. Había un montón de gente esperándole fuera coreando su nombre. Enseguida se le echaron encima más de diez periodistas de diferentes periódicos para entrevistarle. Brubeiker tomó la iniciativa y haciendo marchar a Yeray con su familia fue él el que respondió a las preguntas de los periodistas.

De repente Yeray se cruzó con Tatiana, se quedó impresionado, tenía buen recuerdo de ella, pero ese recuerdo se había quedado empobrecido. Tatiana había mejorado muchísimo, estaba bellísima.

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- ¿Cuánto tiempo sin verte Tatiana?, le preguntó Yeray.

Tatiana le empezó a contar cómo iba su vida con los estudios y de cómo había ganado el premio de Física. A partir de ese momento no se separaron hasta que llegaron al hotel. Carlota se empezó a dar cuenta que entre Yeray y Tatiana había algo más que una amistad, pero no se lo tomó a mal. Nada más entrar en el hotel Brubeiker fue directamente hacia el responsable del hotel. Poco después, todos pasaban a un comedor que el hotel tenía reservado para casos excepcionales. Allí tenían una gran mesa preparada para todos los amigos de Yeray. Los padres de Yeray se sentaron a la derecha de su hijo, Brubeiker y Carlota a su izquierda. Marcos, Lucía, Juan, Andrés y Tatiana enfrente de Yeray. Nicolás y Francisco con los amigos de su hermano y Frank y Lucas al lado de Brubeiker y Carlota. De repente se levantaron Nicolás y Francisco y cogiendo una copa de vino, dijeron:

- Queremos hacer un brindis.

Todos se levantaron con la copa de vino en la mano dispuestos a brindar.

- Queremos brindar por nuestro hermano. Por él y por las dos medallas de oro que ha conseguido.

Todos brindaron y bebieron a la salud de Yeray. Poco después todos estaban cenando y

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hablando alegremente. Enseguida se pasó la velada y sobre las nueve de la noche Brubeiker se levantó de su asiento y acercándose a Yeray le dijo:

- Creo que tienes que retirarte, tienes que descansar. Mañana tienes la última prueba y necesitas estar tranquilo.

Yeray miró a su entrenador con cara seria. No le hacía ninguna gracia tenerse que ir de allí, estaba con la gente que más quería, pero enseguida se dio cuenta que su entrenador tenía razón. Se había hecho tarde y tenía que descansar y concentrarse para la carrera del día siguiente. Yeray levantándose de su asiento, dijo:

- ¡Lo siento! Lo estaba pasando estupendamente, pero se me ha hecho demasiado tarde. Mañana me espera una dura carrera y tengo que descansar.

Todos, desde sus padres hasta sus amigos se le quedaron mirando. Seguidamente se fueron levantando y empezaron a darle un abrazo. Cuando le llegó el turno a Tatiana sin pensárselo dos veces le dio un beso en los labios. Yeray se quedó sin habla, no pudo reaccionar. Carlota viendo lo que había hecho Tatiana esperó su turno, cuando le tocó a ella no quiso ser menos e hizo lo mismo. Yeray no sabía que hacer, se había quedado paralizado. Menos mal que su hermano Francisco que era muy ocurrente dijo:

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- ¡Chicas!, yo soy su hermano, si queréis darme a mí algún beso no voy a poner ninguna pega.

Nicolás que también era como su hermano, dijo:

- Para eso hace falta ganar alguna medalla de oro.

Todos se echaron a reír. Yeray aprovechó ese momento para desaparecer de allí.

Al día siguiente por la mañana Yeray se levantó como nuevo, había dormido diez horas seguidas. Cuando bajó al comedor allí estaba Brubeiker desayunando con otros atletas. Yeray se fue directamente hacia su entrenador y se sentó junto a él.

- ¡Buenos días!, dijo con la voz suave.

- ¿Has dormido bien?, le preguntó Brubeiker.

- He dormido de maravilla. Estoy como nuevo, pero tengo un hambre atroz, respondió Yeray

A continuación cogió un plato y acercándose a la mesa donde estaba la comida cogió: un par de plátanos, varios panecillos, varias tarrinas de mantequilla y mermelada y se lo llevó a su mesa. Poco después volvió a por más: cogió dos huevos fritos con beicon, varios trozos de pan y una taza llena de leche. Brubeiker le miraba con atención tratando

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de que Yeray no se diese cuenta. Yeray se sentó y empezó a comer todo lo que tenía delante, no tardó mucho en acabar con todo lo que tenía a su alrededor. Más tarde se volvió a levantar y cogió un buen trozo de bizcocho de nueces, cuatro bollos de mantequilla, unas tostadas, un poco de mermelada y otra taza de leche. A partir de ese momento Brubeiker no era el único que le miraba, otros atletas se empezaron a fijar en él con disimulo. Yeray se volvió a sentar y en un abrir y cerrar de ojos había acabado con todo lo que tenía delante.

Brubeiker se le acercó y le preguntó:

- ¿Has acabado? o ¿vas a coger algo más?

Yeray le miró seriamente y dijo:

- La verdad es que aún tengo algo de hambre, pero es mejor no comer demasiado, quiero estar algo ligero para lo que me espera.

Poco después Brubeiker y Yeray salían del hotel camino del estadio. Cuando llegaron se separaron. El entrenador se fue a las gradas y Yeray se fue hacia los vestuarios con calma, no tenía ninguna prisa. La prueba de los 10.000 m., era sobre las doce y media, aún tenía casi una hora para calentar. Pasó el tiempo, por fin salió a la pista, miró a las gradas y vio que todo estaba abarrotado, el ambiente era fabuloso. Se puso a calentar esperando a que le llamasen para la carrera.

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Los padres, hermanos y amigos de Yeray estaban sentados en las gradas. También estaban nerviosos. Todos sabían que a Yeray le iba a ser muy difícil ganar otra medalla. Lo que estaba haciendo era inhumano, no se conocía a ningún otro atleta que hubiese ganado nunca tres medallas en dos días seguidos. Yeray lo tenía bastante mal para acceder a entrar en los primeros puestos. Poco después por el altavoz se empezó a oír:

- ¡Corredores de 10.000 m., vayan a la salida!

Todos los atletas se fueron hacia la salida, eran treinta y dos corredores en total. El público rugía ante la carrera que se avecinaba. Entre los corredores estaba el famoso Timote. Este corredor había ganado esta prueba dos años seguidos con autoridad y todo el mundo le daba como ganador otra vez, incluso los mismos atletas no pensaban en luchar por el primer puesto, solo pensaban en el segundo y en el tercero. De repente sonó el pistoletazo, los corredores salieron de estampida para dar veinticinco vueltas a la pista de atletismo. Como se esperaba Timote salió marcando un ritmo inhumano, quería endurecer la prueba desde el primer momento, quería romper la carrera cuanto antes. Los treinta y dos corredores se pusieron en fila india para seguir a Timote que seguía corriendo a un ritmo infernal. A partir de la quinta vuelta el grupo de corredores se había cortado. Timote había conseguido llevarse a otros nueve corredores con él, entre ellos estaba Yeray. Los demás no habían podido seguir

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aquel ritmo y se habían quedado un poco rezagados. A partir de la décima vuelta Timote alargó la zancada y otros tres corredores de su grupo se quedaron atrás. Así fueron hasta la decimoquinta vuelta. Timote viendo que no conseguía dejar atrás a los que le seguían, volvió a acelerar. Los seis corredores que iban con el se pusieron en fila india, Yeray iba el último. En el rostro de los corredores se veía el sufrimiento por el que estaban pasando. Timote les estaba machacando a todos. Ya habían doblado a más de diez corredores.

Tanto los padres como los hermanos y amigos de Yeray veían que esta carrera era mucho más dura que las que había corrido Yeray anteriormente. Había muy buenos corredores y uno que sobresalía por encima de los demás “Timote”. Brubeiker no las tenía todas consigo, sabía que su pupilo había tenido mucho desgaste en los días anteriores y que volver a correr en una prueba como los 10.000 era una salvajada, pero Yeray tenía la cabeza muy dura para hacerle desistir de correr.

Yeray seguía a la cola del primer grupo en la que mandaba “Timote”, no quería descolgarse, eso significaba rendirse y él no conocía esa palabra. Lucharía hasta el final, tenía que aguantar, sólo quedaban cinco vueltas para acabar la carrera.

Timote volvió a endurecer la carrera, esta vez descolgó a todos sus contrincantes, viendo que nadie le seguía aceleró y se fue hacia la meta a toda

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velocidad. Yeray intentó seguirle pero las piernas le decían que no, entonces se conformó con ir en el grupo perseguidor. Aún tenía opción a medalla si sabía correr con cabeza. Detrás de Timote iban seis corredores, entre ellos estaba Yeray que no se daba por vencido. De repente Charly salió a la caza de Timote, Yeray que le vio le siguió, no quería dejar escapar a nadie más. Los demás corredores no pudieron seguirles. Charly y Yeray se fueron a la caza de Timote que seguía cabalgando en solitario como un campeón. Entre Timote y Charly-Yeray había quince metros de distancia. Timote les mantenía a raya. Charly con Yeray por detrás intentaban recortar los metros que les separaban, pero de momento no habían conseguido acercarse, tenían suerte de que la distancia no se incrementara. Timote intentó descolgar del todo a sus dos perseguidores, pero tampoco tenía ya las fuerzas suficientes para conseguirlo. Cuando entraron en la última vuelta, sonó la campa y Timote apretando los dientes siguió su ritmo, Charly y Yeray le seguían a la misma distancia, pero le veían que lo tenían cerca relativamente, aunque querían cogerlo no podían, en sus rostros se iba reflejando lo dura que estaba siendo la prueba. Timote corría velozmente, Charly hizo lo imposible y consiguió descolgar a Yeray unos metros. Yeray por su parte intentó no perder el contacto con Charly, pero no pudo conseguirlo del todo, sin embargo se mantuvo a tres metros de él.

El tercer grupo de corredores venía bastante alejado de Yeray, casi era imposible que no

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consiguiese una medalla, solo tenía por delante a dos corredores. Entrando en la última recta, faltando ochenta metros para llegar a la meta, Timote miraba hacia atrás para cerciorarse de que nadie iba cerca de él, quería llegar a la meta sin sobresaltos. Charly también miraba hacia atrás para ver donde estaba Yeray, pero cual fue su sorpresa cuando le vio a su lado. Los dos se emparejaron a falta de diez metros para entrar en la meta, en el último esfuerzo Yeray le pasó por un cuerpo a Charly justo en la línea de llegada. Yeray había conseguido su tercera medalla, pero esta vez de plata. Poco después empezaron a llegar los demás corredores, venían destrozados, había sido un 10.000 m. increíble. Seguían y seguían entrando corredores, algunos llegaban tambaleándose debido al esfuerzo que habían tenido que realizar durante todo el recorrido.

El público aplaudía, cantaba, animaba a sus corredores favoritos. Los padres, hermanos y amigos de Yeray estaban contentísimos, había conseguido su tercera medalla. No se conocía a ningún atleta que hubiese competido en tres pruebas distintas y hubiese conseguido tres medallas: dos de oro y una de plata.

- Estoy seguro, decía Marcos a sus amigos, que si Yeray hubiese corrido solo los 10.000 m. habría conseguido la medalla de oro.

- Yo también opino igual, contestó Andrés que había oído lo que había dicho su amigo.

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- Nunca lo sabremos dijo Tatiana. Yeray es un corredor de varias pruebas y desde luego lo que ha hecho es digno de mérito.

Los padres y hermanos de Yeray se abrazaban. La madre mientras le caían las lágrimas, decía:

- ¡Mi hijo ha conseguido tres medallas!

De repente se oyó una voz por el micrófono, la gente se empezó a callar para escuchar lo que decía:

- ¡Señores y señoras, queremos destacar la actuación de un atleta en particular. Es la primera vez que ha participado en unas pruebas nacionales y ha conseguido tres medallas: dos de oro en 1.500 m. y 5.000 m., y una de plata en 10.000 m. Nos referimos al joven Yeray Pardok. Nunca en nuestro país ningún atleta había conseguido hacer una proeza semejante. Esperamos que siga en esa línea y cuando nos represente fuera de nuestras fronteras consiga más medallas. Desde aquí pedimos un fuerte aplauso para esta joven promesa del atletismo.

La gente se puso en pie y empezó a aplaudir a la vez que gritaban el nombre de Yeray. Los periodistas rápidamente se acercaron a Yeray y haciendo un corro sobre él empezaron a hacerle fotos y a hacerle preguntas. Yeray empezó a responder a unos y a otros, pasó el tiempo y el seguía

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respondiendo a las preguntas que le seguían haciendo, hasta que apareció Brubeiker y dijo:

- Señores, ya ha respondido a muchas preguntas. Ahora necesita descansar, yo creo que se lo ha ganado. Mañana será otro día.

Cuando Yeray salió de los vestuarios parecía otro, estaba completamente restablecido. El nerviosismo que había tenido en los días anteriores, se había pasado. Su cara tenía una serenidad y una alegría igual que la de un niño pequeño cuando le dan un montón de caramelos. Seguidamente Yeray con su entrenador, Carlota, sus padres, hermanos y amigos volvieron al hotel para festejar el último triunfo, “la medalla de plata”.

Al día siguiente a primera hora, Yeray, su entrenador y Carlota cogieron el avión que la federación de atletismo había puesto a los atletas para volver a Broome. Cuando el avión aterrizó en el aeropuerto de Broome le estaban esperando las autoridades y una multitud de personas que llenaban parte del aeropuerto. En cuanto Yeray empezó a bajar las escalerillas del avión seguido de su entrenador Brubeiker y su hija Carlota, la multitud empezó a corear su nombre: “Yeray”, “Yeray”, “Yeray”. Tanto Yeray como Brubeiker no se podían creer aquel recibimiento. La policía controlaba a la gente para que Yeray no fuese absorbido por ellos. Algunos le querían tocar, otros querían un autógrafo, todos

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querían algo. Aquel joven estaba levantado pasiones en la nación y sobre todo en su ciudad.

- ¿Cómo se han enterado que veníamos?, le preguntó Yeray a su entrenador.

- Una vez te dije que en el momento que ganases alguna medalla tu vida iba a cambiar por completo, a partir de ese momento ya no ibas a tener la tranquilidad que tenías antes. A eso la gente lo llama “fama”.

- ¿Pero como se entera la gente? Preguntó de nuevo Yeray.

- La gente se entera de todo, contestó su entrenador. La televisión, la radio, las revistas. En definitiva, todos los medios de comunicación tienen la culpa de todo.

Nada más tocar el suelo del aeropuerto, el alcalde de la ciudad con todo su séquito se acercaron a Yeray y a su entrenador, dándole la mano el alcalde, le dijo:

- Bienvenido a Broome. Seguidamente le dio las llaves de la ciudad. – Nos alegramos de que un hijo de esta ciudad haya ganado tres medallas. Todos los medios de comunicación no paran de hablar de “Broome” gracias a la proeza que has hecho. Hemos preparado para esta noche una cena para

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celebrar lo que has conseguido, desde luego están también invitados: tus padres y hermanos.

Pasaron los días, tanto Yeray como su entrenador Brubeiker y su familia no podían pasear a gusto por la ciudad, enseguida se les acercaba alguien para darles la enhorabuena o decirles lo mucho que habían disfrutado viendo correr a Yeray y ganar las medallas. Pero el que peor lo pasaba era Yeray, para ir de un sitio a otro lo pasaba mal, mucha gente le paraba para pedirle autógrafos, para hacerse una foto con él. Brubeiker viendo que aquello le estaba siendo perjudicial a su pupilo se lo llevó a una casa de campo que tenía fuera de la ciudad. Yeray nada más llegar a aquella casa alejada de las demás y rodeada de árboles se relajó totalmente, durante unos días fue asimilando todo lo que le había pasado en tan poco tiempo, como había pasado de ser una persona normal a ser una persona que estaba en lo más alto.

Pasaron las semanas Yeray empezó a entrenar por aquellos parajes, estaba feliz. Uno de los días recibieron una llamada de la Federación Nacional de Sydney en la que les comunicaban que Yeray estaba seleccionado para participar con su país en los Juegos Olímpicos de Beijug en China. Naturalmente correría en las pruebas de 1.500 m., 5.000 m., y 10.000 m., la fecha era el mes de julio del próximo año.

- Bueno Yeray, le dijo su entrenador. Tenemos todo un año para preparar este gran acontecimiento. Has demostrado a tu país que eres el mejor en 1.500 m.,

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5.000 m., y 10.000 m. Ahora a quien se lo tienes que demostrar es al mundo entero. Vas a correr con los mejores atletas del mundo: americanos, rusos, alemanes, franceses, ingleses, españoles, africanos, etíopes, jamaicanos, etc., chicos que como tú van a entrenar muy duro para intentar llevarse una medalla a su país y poner su bandera en lo más alto del palo, por encima de todas las demás.

- Entrenaré duro, entrenador, dijo Yeray, quiero esas medallas, quiero que la bandera de Australia hondee en lo más alto.

- Yo también, Yeray. Lo queremos los dos, por nuestra parte haremos lo imposible para que sea así.

- ¿Y la universidad?, dijo de pronto Yeray.

- ¡Es verdad!, no había pensado en tus estudios, dijo Brubeiker. Tendremos que escribir una carta al decano de la universidad para que te faciliten el ir a clase y que te pasen los apuntes tus compañeros.

- Pues vamos a hacerla cuanto antes, dijo Yeray, no sea que tengamos problemas. Ahora tenemos tiempo de poner todo en orden.

Poco después terminaron de escribir la carta dirigida al Decano de la Universidad. En ella estaba escrito:

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A la atención del Sr. Decano de la Universidad

Estimado señor:

Le escribimos esta carta pidiéndole autorización para que Yeray Pardok el próximo curso pueda asistir a las clases los días y horas que pueda. También le pedimos para que algún compañeros suyos le cojan los apuntes de las clases a las que no pueda ir. Sería también conveniente que los exámenes se le pudiesen hacer cuando él esté disponible. El motivo de todo esto es que la Federación Nacional de Atletismo le ha seleccionado para participar en Los Juegos Olímpicos de Beijug.

Le agradecemos mucho que nos ayude, con gracias anticipadas se despiden de usted.

Su entrenador: Brubeiker y Yeray.

Bueno, ya está hecha, dijo Brubeiker, hoy mismo la llevaré al pueblo y la echaré en correos.

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Quince días más tarde recibieron la contestación a su carta del Decano de la Universidad.

Queridos Señores:

Siento comunicarles que Yeray Pardok tendrá que asistir a clase a las mismas horas que sus compañeros y examinarse cuando tengan los exámenes. En esta Universidad no hay favoritismos para nadie por muchas medallas que haya ganado.

El Decano,

Tanto Brubeiker como Yeray se quedaron sin habla nada más terminar de leer la carta.

- ¿Y ahora qué podemos hacer?, le preguntó Yeray a su entrenador.

- No te preocupes, hablaremos con el alcalde haber si él puede hacer algo.

Brubeiker rápidamente hizo una llamada telefónica a la alcaldía preguntando por el alcalde de Broome. En cuanto le pusieron con el alcalde éste le preguntó que era lo que deseaba. Brubeiker le contó lo que les había sucedido hasta ese momento. De

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cómo recibieron una llamada de la Federación Nacional de Sydney comunicándole que Yeray Pardok estaba seleccionado para participar en los próximos Juegos Olímpicos de Beijug en China. De cómo habían enviado una carta al Decano de la Universidad para pedirle que algún alumno le pasase los apuntes a Yeray, y hacer los exámenes cuando él pudiese, y de cómo les había contestado que no había favoritismos para nadie. Seguidamente Brubeiker metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un sobre con una carta, extrajo la carta del sobre y se la leyó. Minutos después, el alcalde le dijo:

- No se preocupe Señor Brubeiker, déjelo de mi cuenta, yo me encargo de todo. Usted de lo único que se tiene que preocupar es de que Yeray vaya en unas condiciones excelentes a China y por supuesto nos consiga alguna medalla de oro.

- Osea que me olvido del asunto, usted se encarga de arreglarlo, le volvió a preguntar Brubeiker para confirmar que le había entendido bien.

- Si señor Brubeiker. Yo me encargo de arreglar lo del chico.

- Pues muchas gracias Señor Alcalde, nos ha quitado un peso de encima, ya sabe que si los atletas y los entrenadores no tenemos la cabeza puesta en los entrenamientos no conseguimos hacer las cosas bien y la concentración es fundamental para un buen rendimiento.

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- Si, ya lo sé, contestó el alcalde, por eso le digo que no se preocupe más del asunto.

Poco después Brubeiker colgó el teléfono con una sonrisa en sus labios.

- ¡Ya está todo arreglado!, le dijo Brubeiker a Yeray. Ha dicho que él se encarga de todo. Que no nos preocupemos más del asunto.

Nada más oír estas palabras, la cara de Yeray se relajó y una gran sonrisa afloró en sus labios.

- ¡Yeray!, ya te lo dije, cuando uno está en lo alto todo son facilidades.

Después de estar los dos unos minutos sin decir nada, Brubeiker, dijo:

- He pensado que lo mejor para tus entrenamientos será marcharnos a Perth, conozco este pueblo, está arriba en la montaña, eso te beneficiará para que se multipliquen tus glóbulos rojos y para que cojas mayor capacidad torácica. También tiene buenas pistas para correr y muchos caminos rodeados de árboles y asfaltados con hierba. La ciudad está cerca, y si necesitamos algo nos podemos desplazar rápidamente.

- Me parece una idea estupenda, dijo Yeray, quiero estar alejado de todo lo que me desconcentre.

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- Pues cuando quieras cogemos el coche y nos vamos, no tardaremos mucho en llegar.

- Antes tendré que despedirme de mis padres, hermanos y amigos, replicó Yeray.

- Hazlo cuanto antes, yo ya estoy preparado, le dijo Brubeiker.

Poco después Yeray se estaba despidiendo de sus padres y hermanos. Les dijo que se iba durante un año a un pueblo en las montañas para poder entrenar con tranquilidad, que no se preocupasen, que les llamaría por teléfono de vez en cuando para que supiesen algo de él. Cuando se despidió de sus padres se fue en busca de sus amigos e hizo lo mismo, les dijo que ya les llamaría de vez en cuando. De Tatiana se despidió a parte, la dijo que la iba a echar de menos, que necesitaba irse lejos para poder entrenar duro. Ella lo entendió perfectamente, sabía que la vida de los atletas era muy espartana. Cuando se volvió a reunir con su entrenador empaquetaron todo lo que iban a necesitar y poco después cogían el coche hacia Perth, de esta forma pasaban desapercibidos para todo el mundo. No necesitaban que nadie supiese donde iba a estar durante los próximos meses.

El viaje se les hizo largo, sobre todo cuando salieron de la autopista. Se metieron por unos caminos estrechos y con muchas curvas tirando

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siempre hacia arriba por donde pasaban muy pocos coches. Cuando empezó a oscurecer el coche llegó a Perth, era un pueblo pequeño con pocas casas rodeadas de árboles por todas partes, se podía decir sin equivocarse que allí vivían unos doscientos vecinos más o menos. Brubeiker y Yeray sacaron sus equipajes del coche y se trasladaron a la casa que el entrenador tenía en aquel pueblo.

- ¡Qué bien se respira aquí!, dijo Yeray con entusiasmo, esto es una maravilla.

- ¡Sí! confirmó Brubeiker, este pueblo es fantástico, pero hay un inconveniente. En invierno hace un frío helador y este pueblo es uno de los primeros donde empieza a nevar, pero ya te irás acostumbrando.

Yeray estaba como en una nube, aquellas vistas le habían dejado atontado, miraba a todos los sitios y a todas las cosas, había cantidad de pájaros volando por todas partes, así como mariposas que desplegaban sus alas de mil colores. Un poco le recordaba a su casa. Cuando entraron en la casa Brubeiker se la fue enseñando: tres habitaciones, dos baños, un comedor, cocina y un pequeño salón.

- Es muy bonita entrenador, dijo Yeray, creo que aquí voy a entrenar muy a gusto.

- Me alegra oírte decir eso. Cuanto mejor estés más ganas tendrás de entrenar. Por cierto, aquí tengo

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una hoja donde he apuntado el horario que he hecho; desde la mañana temprano hasta el anochecer, haber que te parece.

Yeray cogió la hoja y leyó en voz alta:

- 8,00 levantarse. - 8,30 desayuno.- 10,00 entrenamiento hasta las 13 horas.- 14,30 comida.- 15,00 siesta.- 17,00 entrenamiento hasta las 21 horas.- 21,45 cena.- 22,30 dormir.

- Me parece un horario estupendo, dijo Yeray, aunque tendré que sacar algo de tiempo para estudiar.

- Me alegra mucho que sea de tu agrado, dijo Brubeiker. Al principio seguiremos el horario al pie de la letra. Si conseguimos los objetivos que tienes que alcanzar, continuaremos con el mismo horario, por el contrario si no conseguimos los objetivos previstos, tendremos que levantarnos a las seis de la mañana.

Yeray cuando le oyó decir que posiblemente se tendrían que levantar a las seis de la mañana se quedó sin habla, pero poco a poco se fue recuperando.

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- Ahora si te parece bien, le dijo su entrenador, deshagamos el equipaje, coge la habitación que quieras y dentro de un cuarto de hora preparamos la cena. Yo estoy cansado del viaje y supongo que tu también.

Cuando terminaron de cenar ambos se fueron a la cama, al día siguiente empezaban el horario y había que descansar. La noche pasó volando, Yeray se despertó porque alguien llamaba a la puerta de su habitación.

- ¡Son la ocho de la mañana!, gritó Brubeiker desde el otro lado de la puerta.

Yeray se levantó de un salto, se duchó, se vistió y poco después apareció en la cocina dando los buenos días y dispuesto a ayudar a su entrenador a preparar el desayuno. Un cuarto de hora más tarde los dos estaban sentados en la mesa de la cocina, después de bendecir la mesa los dos comenzaron a desayunar: un plato cada uno con huevos fritos, beicon y salchichas, un tazón de leche, Brubeiker con un poco café y Yeray solo leche. Tostadas untadas con mantequilla y mermelada y unos vasos de zumo de naranja. Todo eso acompañado con una hogaza de pan que Brubeiker había comprado a primera hora en la panadería del pueblo. Cuando terminaron de desayunar Yeray se ocupó de limpiar la mesa y fregar los platos.

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Cuando llegó la hora del entrenamiento Brubeiker antes de empezar le dio unos consejos a Yeray para que rindiese más. El primer día le tocaba carrera continua durante dos horas a un ritmo de 10 kms., la hora. Brubeiker le acompañaba montado encima de una bicicleta. Cuando terminó la carrera tenía que hacer unos ejercicios de fuerza durante media hora y para terminar otra media hora de estiramientos.

En el entrenamiento de la tarde lo empezó con unos estiramientos que duraron media hora. Seguido hizo series de velocidad: 12 series de 50 m., 12 series de 100 m., y 12 series de 600 m. A continuación ejercicios de fuerza con pesas y para terminar media hora de estiramientos.

Brubeiker estaba contento con Yeray. Entrenaba duro, no se quejaba hiciese frío o calor y siempre escuchaba los consejos de su entrenador con una sonrisa. Pasaron los meses y llegó el invierno. Las temperaturas empezaron a bajar y empezó a nevar. Los caminos se llenaron de nieve. Ahora todos los entrenamientos los empezaban con unas series de estiramientos para calentar bien antes de correr, sino podían venir las lesiones. Yeray tenía que abrigarse antes de salir a entrenar. La temperatura había bajado de 0 grados.

Pasaron las semanas y los meses. Brubeiker hiciese el tiempo que hiciese no perdonaba un día sin que Yeray entrenase. Uno de los días que Yeray había

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acabado su entrenamiento y estaba en la casa estudiando, de repente sonó el teléfono. Brubeiker se adelantó y descolgó el auricular.

- ¿Quién es?, preguntó el entrenador.

Seguidamente Brubeiker le dijo a Yeray que era para él. Yeray se levantó de su asiento y se acercó al teléfono.

- ¡Sí!, dígame, ¿quién es?

- Soy Tatiana.

A Yeray se le alegró la cara al oír la voz de alguien que no era su entrenador.

- ¡Que alegría me da escucharte!, dijo Yeray.

- ¡No sabes que día es hoy!, le preguntó Tatiana.

- ¡Hoy!, pues..... no, contestó al final Yeray.

- ¡Es tu cumpleaños! y ¿supongo que si sabrás cuantos cumples?

- ¡Mi cumpleaños!, ¡hoy es 19 de marzo, San José! ¡Ya estamos en marzo!, madre mía como ha pasado el tiempo, dijo Yeray sin creérselo del todo.

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- Pues a mí se me está pasando el tiempo demasiado lento y aún nos quedan cuatro meses para vernos, dijo Tatiana.

- No te preocupes, cuando menos lo pienses estaremos juntos otra vez. ¿Qué tal los estudios?

- Bien, por ahora no me puedo quejar, llevo todo el día estudiando.

- Yo los estudios los llevo justo, justo. Voy a tener que sacar horas no sé de donde, replicó Yeray.

- ¡Si quieres me paso por ahí y te ayudo con los estudios!

- Eso no lo digas ni en broma, si se entera el entrenador me mata, dijo Yeray con la voz alterada.

- Era una broma, tranquilo. Bueno pasa un buen día de tu cumpleaños y no te olvides de que existes.

Brubeiker no estaba escuchando la conversación, pero se dio cuenta de que algo pasaba, poco después cayó en la cuenta de que era el cumpleaños de Yeray.

- Muchas felicidades Yeray, hemos estado tan concentrados en los entrenamientos que nos hemos olvidado de todo. Lo siento, pero en parte me alegro, eso quiere decir que no hemos perdido la concentración en lo que estamos haciendo. Pero no

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te preocupes ahora mismo preparo una magnífica cena, tenemos que celebrar tu cumpleaños por todo lo alto.

Cenaron muy bien, Brubeiker había puesto hasta un par de velas en la mesa para darle un aire más serio. Yeray cuando vio las velas encendidas encima de la mesa casi le da algo, le entró un ataque de risa que contagió a su entrenador. Ambos estuvieron durante un buen rato riéndose de las velas. Cuando terminaron de cenar estuvieron hablando durante un tiempo haciéndose confidencias mutuamente. De repente Brubeiker mirando el reloj, dijo:

- Se nos ha hecho muy tarde, vayamos a la cama que mañana hay que levantarse pronto.

Con los últimos días de marzo también se fueron las nieves. El sol empezó a calentar con más fuerza y las flores empezaron a salir en el campo, el aspecto invernal desapareció por completo. Yeray empezó a entrenar con más ganas, empezó a mejorar en las series, sobre todo en las largas. Brubeiker estaba muy contento con los tiempos de su pupilo.

Un día recibieron una llamada, Brubeiker cogió el teléfono y se lo pasó a Yeray.

- ¡Sí!, dígame. ¿Quién es?

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- Soy el Rector de la Universidad. Como sabes han empezado los trimestrales, ¿cuándo te vendría bien venir a examinarte?

- A mí me vendría bien examinarme de todas las asignaturas entre el viernes y el domingo, de esta forma puedo seguir entrenando sin perder muchos días de entrenamiento.

- Estupendo, dijo el rector, pues que te parece venir el próximo fin de semana, aunque me parecen demasiados exámenes para hacer en tres días.

- No se preocupe, estoy acostumbrado a un horario duro y a esforzarme a tope, contestó Yeray.

- Bueno, pues hasta el próximo fin de semana. Te estará esperando un profesor que estará contigo desde primera hora hasta que finalices los exámenes.

Cuando Yeray colgó el teléfono, su entrenador se acercó a él y le preguntó:

- ¿Cuándo te examinas?

- El próximo fin de semana tendré que hacer todos los exámenes entre el viernes y el domingo, cuatro exámenes cada día, contestó Yeray.

- Me parece muy bien, dijo Brubeiker. Aprovecharé ese fin de semana para ver a mi familia, comprar

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algunas cosas que se nos han acabado y otras que empiezan a escasear. El domingo a última hora de la tarde pasaré a recogerte a la universidad y volveremos a nuestra casa de campo.

La semana pasó rápida. Yeray se trasladó a la ciudad para ir a la universidad a hacer los exámenes. Cuando llegó el viernes a primera hora de la tarde el rector le estaba esperando acompañado de otra persona.

- Yeray te presento a Petter, este profesor será el que estará contigo durante estos días. Cualquier cosa que necesites se la pides a él, cualquiera menos que te eche una mano con los exámenes.

- Muchas gracias rector, le dijo Yeray, por todas las facilidades que me está dando.

- No hay de qué, pero tendrás que ganar alguna medalla en China después de todo lo que has montado.

Yeray se sonrió, poco después se fue con Petter para empezar los exámenes. Tenía ganas de empezar y sobre todo de acabar. Pasaron los días volando, enseguida llegó el domingo y con el los últimos exámenes. Cuando por fin acabó el último examen se lo entregó a Petter, diciendo:

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- Ha sido un placer haber estado con usted estos días. Siento que también haya tenido que estar conmigo el domingo. Muchas gracias por todo.

Poco después Yeray salía de la universidad, su aspecto reflejaba cansancio. Había estado tres días seguidos haciendo exámenes por la mañana y por la tarde. No tuvo mucho que esperar, enseguida llegó Brubeiker en su coche, pasados unos minutos desaparecieron de la universidad.

- ¿Qué tal te han ido los exámenes?, le preguntó Brubeiker.

- Creo que no ha ido mal la cosa, aunque nunca puede estar uno seguro.

- Seguro que te han salido bien, le respondió Brubeiker. Ahora deja de pensar en ellos y vete concentrándote en lo que verdaderamente nos importa, el “atletismo”.

Nada más llegar a la casa descargaron todo lo que había comprado Brubeiker: huevos, salchichas, beicon, espaguetis, macarrones, lentejas, alubias, arroz, y un montón de cosas más.

A la mañana siguiente volvieron a la rutina de los días anteriores a los exámenes. Yeray empezó a entrenar con más alegría, con más garbo, con más soltura, con más ánimo, parecía que volaba. Se notaba

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que se había quitado un gran peso de encima “los exámenes”.

- Ahora vamos a hacer unas series, le dijo el entrenador. Empezaremos haciendo 12 series de 100 m., descansaremos unos minutos y seguirás con 12 series de 400 m., y para terminar 6 series de 1.000 m.

Tres horas más tarde había acabado las series. Yeray corría como el viento, tenia una resistencia animal, se recuperaba de cualquier esfuerzo rápidamente y siempre estaba dispuesto a seguir entrenando. Brubeiker no se lo podía creer, había encontrado en Yeray un diamante en bruto, cuando terminaba las series rápidamente estaba dispuesto para comenzar de nuevo sin quejarse.

- Ahora puedes pasar a los estiramientos, creo que con media hora será suficiente, le dijo su entrenador.

Yeray empezó a estirar cada músculo con minuciosidad, empezaba poco a poco hasta que se estiraba completamente. Brubeiker muchas veces miraba hacia otro lado porque parecía que su pupilo se iba a romper, pero sabía que lo que hacía Yeray era muy importante para prevenir las lesiones. Cuando terminó de estirar se fue a duchar y poco después estaba ayudando a Brubeiker a preparar la comida. Cuando Yeray terminó de comer se echó un par de

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horas de siesta, después de la siesta Brubeiker y Yeray volvieron a los entrenamientos.

- Ahora correrás durante dos horas sin forzar, quiero que la próxima semana estés dispuesto para hacer los 1.500 m., 5.000 m., y 10.000 m., necesito saber los tiempos que haces para ver en que nivel estás.

- De acuerdo entrenador, dijo Yeray.

Yeray empezó a correr, hubo algunos momentos que Brubeiker le dijo que fuese algo más despacio, pasó el tiempo y siguió corriendo y no paró hasta que el entrenador le dijo que ya había acabado. Ese día fue muy tranquilo para Yeray, apenas acabó cansado y sí bastante relajado. Después de cenar, Brubeiker y Yeray estuvieron hablando sobre los entrenamientos y las Olimpiadas, cuando se quisieron dar cuenta se había hecho demasiado tarde.

A la mañana siguiente, después de desayunar Brubeiker y Yeray cogieron el coche y se trasladaron a un polideportivo que había cerca de allí que tenía una buena pista de atletismo homologada por la federación. Cuando llegaron les estaban esperando el director de las instalaciones deportivas junto con varios empleados. Dos días antes le había llamado Brubeiker al director para pedirle autorización para ir a entrenar con Yeray. El director le dijo que sí, que podía usar las instalaciones siempre que quisiera. Enseguida corrió la voz de que Yeray Pardok iba a ir allí a entrenar, el chico que había ganado dos

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medallas de oro y una de plata en los Campeonatos Nacionales y que se estaba preparando para ir a las Olimpiadas que se celebrarían en China. La futura promesa mundial en 1.500 m., 5.000 m., y 10.000 m.

Tanto el director del polideportivo como sus hombres más allegados acompañaron a Brubeiker y a Yeray hasta los vestuarios, por los pasillos empezaron a aparecer los empleados del complejo deportivo para ver a Yeray. Una de las empleadas se acercó a él y le pidió un autógrafo. Yeray enrojeció hasta las orejas, hacía tiempo que no le habían pedido un autógrafo, después de firmarle siguieron avanzando por los pasillos hacia el vestuario, en cuanto llegaron el director les dijo:

- Muchas gracias por haber venido a este complejo deportivo para entrenar.

- No hay de que, contestó Brubeiker.

Por los pasillos se oían algunas voces femeninas que decían:

- ¡Es mucho más guapo y más alto que por la televisión!

Y seguidamente se oyó la voz de otra chica.

- ¡Verdaderamente es guapísimo!

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Brubeiker se sonreía y Yeray se ponía de todos los colores.

Poco después cuando Yeray salió a la pista de atletismo con su entrenador, había un montón de chicas y chicos entrenando o haciendo que entrenaban. Nada más ver a Yeray Pardok, se le quedaron mirando, seguidamente empezaron a hablar entre ellos. Brubeiker se dirigió hacia el director de las instalaciones y le dijo:

- Nos gustaría entrenar en esta parte de la pista durante dos horas sin que nadie nos interrumpa.

El director dio las órdenes oportunas a los otros entrenadores para que se llevasen de allí a sus chicos y chicas. Poco después Brubeiker y Yeray se habían quedado solos en aquella parte de la pista de atletismo. A partir de ese momento Yeray empezó a calentar, media hora más tarde Brubeiker con el cronómetro en mano se dirigió a su corredor y le preguntó:

- ¡Cuando quieras empezamos!

- Podemos empezar ya, estoy preparado, contestó Yeray.

- Pues vete a la salida y empezaremos con los 1.500 m.

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Yeray se fue hacia la línea de salida para correr los 1.500 m. En cuanto su entrenador le dio la señal, Yeray salió velozmente para recorrer las tres vueltas y trescientos metros que le separaban de la meta. La primera vuelta la hizo en un minuto y dos segundos. La segunda vuelta la hizo en un minuto y un segundo y la última vuelta y los trescientos metros restantes los hizo en un minuto veinticinco segundos. En total el crono marcó un tiempo de tres minutos veintiocho segundos.

Los chicos y chicas que habían visto la carrera de Yeray se habían quedado boquiabiertos, nunca habían visto correr de esa manera a nadie, por lo menos en directo, en vivo. Era impresionante verle correr de aquella forma, se desplazaba a lo largo de la pista con una elegancia impresionante, todo su cuerpo empujaba hacia delante casi sin esfuerzo aparente.

A los chicos y chicas que habían visto correr a Yeray también se habían sumado el director del complejo deportivo y casi toda la plantilla de trabajadores. Algunos habían sacado sus cámaras de fotos para sacar alguna foto de Yeray en plena carrera.

- Has corrido mucho mejor de lo que yo esperaba, le dijo Brubeiker a Yeray. Has hecho un tiempo estupendo, el record del mundo está solo tres centésimas por debajo del tuyo, con este tiempo que has hecho hoy es seguro que consigas alguna medalla, aunque nunca se sabe como estarás ese día

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y como estarán los demás corredores. Descansa durante media hora y después seguiremos con la prueba de 5.000 m.

Yeray al principio se sentó en el césped del campo, pero poco le duró la sentada, era demasiado nervioso para estar durante media hora sin hacer nada, se levantó y empezó a hacer ejercicios de estiramientos de cara a los 5.000 m. que tenía que hacer a continuación. Pasado el tiempo Yeray se fue hacia la meta de salida para empezar la carrera de los 5.000 m. Esta vez tenía que dar doce vueltas y media a la pista de atletismo. En cuanto Brubeiker le dio la señal, Yeray salió con la fuerza felina que le caracterizaba. El tiempo a batir estaba en 13 minutos 17 segundos que había hecho un keniata en las últimas olimpiadas. Yeray seguía corriendo, cada vuelta que daba a la pista parecía más rápida que la anterior.

Cada vez se veía más gente en el estadio para ver a Yeray, habían empezado unos cuantos chicos y chicas y ahora había personas de todas las edades. No se sabía de donde habían salido, pero allí estaban, nadie se quería perder aquel acontecimiento. Actualmente era la figura del atletismo más representativa de Australia. Todos tenían puesta la esperanza en él. Cada vez que terminaba una vuelta a la pista la gente decía ¡Ohhhhhh! Cuando solo quedaban dos vueltas para que terminase la prueba el público empezó a animarle. Yeray terminó la prueba

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totalmente exhausto. Había sacado todo lo que llevaba dentro.

Brubeiker paró el cronómetro en 13 minutos 21 segundos, lanzó un ¡bien!, tan alto que todo el mundo le oyó. El entrenador estaba fuera de sí, su corredor había marcado un tiempo increíble. Después de haber corrido los 1.500 m., había conseguido hacer ese tiempo que estaba entre los mejores del mundo.

- Estamos en los tiempos de medalla de la última olimpiada, le dijo Brubeiker a Yeray. No esperaba que hicieses un tiempo tan bueno. Por hoy lo vamos a dejar. Mañana correrás los 10.000 m.

Cuando se dirigieron hacia los vestuarios la gente que había estado viendo correr a Yeray les hizo un pasillo para que pasasen a través de el. Todos querían ver a Yeray de cerca, algunos le tocaban mientras pasaba. Brubeiker estaba emocionado, su corredor estaba levantando pasiones entre sus compatriotas. Antes de irse Brubeiker con su pupilo del estadio le dijo al director que también irían al día siguiente a entrenar. El director le dijo que podían entrenar allí siempre que quisieran, era un honor tenerles allí.

Cuando por fin llegaron a la casita de campo, ambos se sentaron a descansar, la cara de Brubeiker estaba radiante, su corredor había marcado unos tiempos magníficos y podía seguir mejorando. Mientras Yeray preparó algo para comer, Brubeiker

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seleccionó unos vídeos de olimpiadas pasadas en las que corrían los mejores corredores del mundo, quería que Yeray fuese viendo algunos de los atletas a los que tenía que enfrentarse, quería que viese como corrían y como atacaban al final de cada prueba.

Al día siguiente cuando llegaron al estadio estaba todo abarrotado de gente, la noticia de que Yeray Pardok estaba entrenando allí corrió como la pólvora. Yeray antes de entrar en el vestuario tuvo que firmar un montón de autógrafos, Brubeiker sonreía al ver la cara de su corredor. Cuando por fin se pudo escapar de la multitud se metió en el vestuario, allí una vez tranquilo se cambió rápido.

- ¿Ya nos dejarán entrenar?, le preguntó Yeray a su entrenador mientras salían a la pista de atletismo.

- No te preocupes, sólo quieren verte en acción. Esto que te está pasando ahora es el precio de la fama, te tienes que ir acostumbrando. Como ganes alguna medalla en las olimpiadas entonces si que sabrás lo que es estar en lo más alto.

Cuando salieron al exterior todo el mundo empezó a aplaudir, aquello parecía una olimpiada, había gente por todas partes, no solo deportistas, había familias enteras esperando a que Yeray empezase sus entrenamientos.

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- Tú concentrate, le dijo Brubeiker a Yeray. No hagas que toda esta gente que ha venido a verte te haga perder la concentración.

Yeray se apartó un poco del gentío y empezó a calentar minuciosamente cada parte del cuerpo. Empezó por el cuello y media hora más tarde terminó por los tobillos.

- Estoy listo entrenador.

Yeray estaba preparado para correr los 10.000 m. Poco después su entrenador le daba la señal de salida. Yeray salió con un ritmo demoledor, la gente que le estaba viendo se quedó impresionada al verle salir a aquella velocidad. Yeray siempre corría dándolo todo y una vez más había salido con ese propósito. Había dado cinco vueltas a la pista de atletismo y seguía corriendo al mismo ritmo que al principio. La gente que le estaba viendo se cansaba con solo verle correr. Yeray por su parte seguía dando vueltas y vueltas, en total tenía que dar veinticinco vueltas a la pista. El tiempo a batir estaba en 28 minutos 30 segundos, era el tiempo que había hecho el primer medallita en las últimas olimpiadas. Mientras Yeray culminaba la décima vuelta la gente hablaba de él y del tiempo que podía hacer, cada uno opinaba de una forma diferente.

- Esta última vuelta la ha dado en 1 minuto 10 segundos, decía una chica del público que tenía un cronómetro. Parece que no se cansa, comentaba

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otro. Con que facilidad corre, añadía otro. Es un fenómeno se oía un poco más lejos. Ya me gustaría a mí correr como él, se aventuraba a decir otro. Y el que más el que menos tenía algo que decir.

Cuando solo le quedaban cinco vueltas para terminar la prueba el público empezó a animarle con más ahínco. Yeray seguía con una zancada impresionante devorando metros y metros. Poco antes de entrar en la última vuelta su entrenador le chilló:

- ¡Última vuelta!

Yeray sacudido por una mano invisible empezó a acelerar a un ritmo vertiginoso. Las personas que estaban sentadas entre el público se levantaron de sus asientos para corear el nombre de “Yeray”, “Yeray”. Entrando en los últimos cien metros la zancada del corredor se alargó y la velocidad también, poco después pasaba la meta. Brubeiker esperó a que Yeray descansase un poco, poco después se acercó a él y le dijo:

- Has hecho una marca impresionante: 28 minutos 40 segundos. Vamos por el buen camino, estás en las marcas de los campeones. Cuando corras con los demás atletas correrás más a gusto, tendrás una referencia que aquí no tienes.

Brubeiker se abrazó a Yeray. La gente aplaudía, había nacido una estrella en el atletismo de Australia. Se comentaba que cada 300 años nacía una

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estrella en cada país: unas eran de fútbol, otras de baloncesto, rugby, natación, etc., y a ellos, a los australianos, les había nacido una estrella en “atletismo”. El entrenador y su atleta salieron de la pista de atletismo coreados por la gente que les había estado viendo. De nuevo Yeray tuvo que firmar unos cuantos autógrafos antes de poder meterse en el vestuario. Media hora más tarde aún había gente esperándoles fuera del estadio para conseguir un autógrafo de la nueva promesa del atletismo nacional y mundial. Antes de salir del complejo deportivo Brubeiker con su chico se fueron a despedir del director y de todos los que trabajaban allí.

- Es una pena, les dijo el director, que nos dejéis tan pronto. Apenas habéis estado dos días. Siempre que queráis volver, sabed que tenéis la pista y todo lo que necesitéis a vuestra disposición.

- Únicamente queríamos preparar las tres pruebas que ha hecho Yeray, dijo Brubeiker. Si algún día necesitamos volver a utilizar la pista no se preocupe que le volveré a llamar. Muchas gracias por todo.

Pasaron los meses, Yeray seguía entrenando cerca de la casa de campo donde vivían actualmente. Allí las pistas de atletismo no eran homologadas, pero servían para entrenar. Volvieron a llegar los exámenes, acababan de entrar en junio y a Yeray le quedaban por hacer los últimos trimestrales antes de salir para China. Uno de los días Yeray le llamó al rector de la universidad para proponerle unos días

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para examinarse. El rector no le puso ninguna dificultad, se examinaría cuando a él le viniera bien. Al final quedaron para examinarse los tres últimos días de junio: viernes, sábado y domingo. A primeros de julio tenía que coger un avión con los demás atletas de su país para viajar a China a las “Olimpiadas”. Fueron tres días de exámenes agotadores, pero Yeray estaba acostumbrado a un horario duro. Cuando llegó al último día e hizo el último examen su cara cambió totalmente, se encontró más ligero de lo normal, se había quitado un gran peso de encima, poco después se despidió de la persona que había estado durante tres días atendiéndole.

Yeray antes de coger el avión hacia China se despidió de sus padres, hermanos y amigos. Ninguno de sus amigos le acompañaría en su viaje a China, estaba demasiado lejos, pero todos le dijeron que le verían por la televisión. Sus padres y hermanos sin embargo cogerían el avión unos días más tarde, estarían allí apoyándole en todo momento. De Tatiana se despidió aparte, se vieron a solas. Estaban comprometidos desde hacía unos meses, aunque tanto los estudios de uno como de otro y los entrenamientos de Yeray no les dejasen que se viesen muy a menudo.

Por fin llegó el día señalado, toda la selección australiana estaba en el aeropuerto a punto de coger el avión que les llevaría rumbo a China. En total eran quince chicos y veinticuatro chicas los que iban a luchar por las medallas. Australia competiría en casi

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todas las modalidades, pero donde más esperanzas tenían era en: 400 m., 1.500 m., 3.000 m. obstáculos, 5.000 m. y 10.000 m., también había alguna posibilidad de medalla en lanzamiento de martillo, lanzamiento de peso, jabalina, salto de longitud y triple salto. Los atletas lucían un traje con los colores de Australia. Ellos vestían pantalón azul y jersey rojo y ellas falda azul y jersey rojo. Todos los atletas eran bastante jóvenes y tenían grandes esperanzas en traerse alguna medalla para casa. Habían entrenado muchas horas durante mucho tiempo y ahora había llegado el momento para demostrar todo lo que tenían dentro. Lo mismo les pasaba a los atletas de los otros países. Todos habían entrenado muchas horas durante mucho tiempo y todos estaban preparados para luchar por las medallas, pero solo los mejores se llevarían las medallas y la gloria.

Por fin les dieron permiso para subir al avión. Los atletas empezaron a subir, poco después todos estaban acomodados en sus asientos, iba a ser un viaje largo. Al lado de Yeray se sentó una chica tan joven como él, después de estar hablando ambos durante un tiempo, Yeray se enteró de que ella competiría en 400 m. lisos. Más tarde, Marlan, como se llamaba su compañera de asiento le dijo:

- Había oído hablar mucho de ti. Lo que conseguiste hacer en los Nacionales fue una proeza, dos medallas de oro y una de plata, eso no lo había conseguido hacer nadie y para colmo vas y bates un record nacional.

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- En nuestro país, contestó Yeray, en las pruebas que yo corrí somos muchos los atletas que estamos parecidos en tiempos y yo tuve la suerte de llegar antes.

Marlan, su compañera de asiento se quedó impresionada al oír decir a Yeray lo que acababa de decir. Con que humildad y sencillez le había dicho que había ganado las medallas, cualquier otro atleta se hubiese pavoneado diciendo que era el mejor, que estaba por encima de los demás.

- Y tú ¿qué tal te ves en los 400 m.? ¿Crees que puedes conseguir alguna medalla?, le preguntó Yeray.

- Bueno, para eso me he preparado a fondo durante estos cuatro últimos años. Por lo menos espero pasar todas las rondas y llegar a la final. Sería un sueño maravilloso para mí correr con las mejores corredoras del mundo de 400 m. en la final.

- Y tú ¿Qué me dices de tus 1.500, 5.000 y 10.000 m.? le preguntó Marlan.

- Me he preparado a fondo también durante mucho tiempo, pero no las tengo todas conmigo. Mi entrenador me ha dicho que he marcado buenos tiempos en los entrenamientos, pero se que no he llegado a los tiempos que tenía que llegar. También me ha dicho que no me preocupe, que cuando corra

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junto con otros atletas se despertará el corredor que llevo dentro y entonces me daré cuenta de lo que es correr para ganar.

En ese momento se les acercó una azafata con un bloc en la mano, estaba apuntando lo que iba a comer cada uno.

- A mí, por favor, tráigame una tortilla francesa y un yogur, contestó Marlan.

- ¿Y usted?, le preguntó la azafata dirigiéndose a Yeray.

- A mí, por favor, tráigame un plato de espagueti con albóndigas y de segundo un filete con patatas fritas, de postre quiero unas natillas. Muchas gracias.

Marlan se quedó boquiabierta, se preguntó: ¿dónde podrá meter Yeray todo lo que ha pedido? La verdad es que estaba muy delgado y no aparentaba que pudiese comer tanto. Un cuarto de hora más tarde la azafata les traía parte de lo que habían pedido. Marlan y Yeray empezaron a comer al mismo tiempo, mientras ella comía su tortilla, Yeray terminó los espaguetis con las albóndigas y empezó a comer su segundo plato que le acababa de llevar la azafata. Cuando Marlan acabó su tortilla, Yeray estaba terminando su filete con las patatas fritas. A continuación la azafata les trajo el postre. Mientras Marlan se preparaba para comer su yogur, Yeray estaba terminando sus natillas. La azafata se quedó

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asombrada con la rapidez con que Yeray acababa todo lo que se metía a la boca. Nunca había visto nada igual en los años que llevaba como azafata. Poco después la azafata le estaba comentando a una compañera con que rapidez Yeray tragaba todo lo que entraba en su boca. Su compañera le contestó:

- Pero Nati, has visto que espaldas tiene ese chico, que altura, que cuerpo. No me extraña que coma rápido lo que le has servido, estoy segura que dentro de poco te pedirá la merienda.

Nati se dio cuenta que su compañera tenía razón, ese chico era alto y fuerte. Necesitaba mucha comida para poder mantener ese cuerpo. Más tarde todos los pasajeros se habían quedado un poco amodorrados después de comer. Tiempo después una voz salió por los altavoces del avión despertándoles:

- Pasajeros y pasajeras, dentro de una hora llegaremos a China. Cualquier cosa que necesiten, nuestras azafatas se las servirán con rapidez, muchas gracias por viajar con nosotros.

Todos los atletas se empezaron a desperezar y empezaron a hablar unos con otros. El tiempo pasó rápido, tan rápido que los atletas volvieron a escuchar:

- Pasajeros y pasajeras, en diez minutos aterrizaremos en el aeropuerto de Beijns, abróchense los cinturones, gracias.

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Efectivamente, empezaron a ver desde las ventanillas del avión grandes edificios. Poco después el avión empezó a descender buscando la pista de aterrizaje para minutos más tarde aterrizar sobre la pista del aeropuerto. Más tarde el avión había aterrizado y los atletas empezaron a bajar del avión. Cuando tocaron el suelo les recibió una comitiva de veinte chinos-nas para llevarles al hotel que se les había asignado durante el tiempo que estuviesen allí. Todos los países tenían una comitiva igual, les recibían y les llevaban al hotel. Todo estaba muy bien organizado.

Nada más llegar al hotel, Yeray con los demás atletas fueron a sus habitaciones, poco después Yeray estaba deshaciendo las maletas para meter cada cosa en su sitio, dentro del armario. Más tarde Yeray con varios atletas bajaron a la primera planta para familiarizarse con el hotel. Era lunes, diez de julio. El miércoles doce del mismo mes, Yeray tenía la prueba de clasificación de 1.500 m. El viernes, catorce de julio tenía la de 5.000 m. y el domingo treinta de julio correría directamente la prueba de 10.000 m. para las medallas.

Brubeiker le aconsejó a Yeray que lo que tenía que hacer hasta el miércoles era pasarlo bien y relajarse. Poco después ambos salieron a visitar la ciudad acompañados de un intérprete que les había puesto la organización. Tanto el lunes como el martes lo dedicaron a visitar la ciudad y hacer compras.

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Por fin llegó el primer día de competición. Yeray se levantó pronto y bajó al comedor del hotel a desayunar. Allí estaba Brubeiker y otros muchos atletas. Yeray enseguida cogió todo lo que iba a comer y seguidamente se sentó junto a su entrenador a desayunar, después de darse los buenos días no volvieron a dirigirse la palabra. Brubeiker sabía que a Yeray no le gustaba hablar mientras comía. Cuando por fin terminaron de desayunar cogieron el autobús que llevaba a los entrenadores y atletas al Estadio Olímpico de Beijug. Nada más llegar Brubeiker y Yeray se tenían que separar, pero antes de eso su entrenador le dijo:

- Recuerda, estás preparado para ganar, este va a ser tu año. Sal a la pista y da todo lo que llevas dentro.

Poco después Brubeiker se fue a las gradas donde estaban los entrenadores y Yeray se fue hacia los vestuarios. Cuando Yeray salió a la pista para calentar miró hacia las gradas y se quedó impresionado, nunca había visto un estadio mayor en su vida. En aquel estadio podían caber..... a Yeray se le bloqueó la cabeza con solo intentar pensar cuantas personas podían entrar allí. Seguidamente empezó a calentar antes de empezar la prueba de 1.500 m. Pasado un tiempo se oyó por los altavoces del estadio:

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- Los corredores de 1.500 m., se pueden ir acercando a la línea de salida.

Los atletas que tenían que correr esa prueba dejaron de calentar y se dirigieron hacia la línea de salida. Había veinte corredores, entre ellos estaba el keniata Enkanton y el etíope Mulabi, ganadores de 1.500 m. en las últimas olimpiadas y otras carreras importantes como el campeonato del mundo de cross. También había otros corredores no tan famosos como estos, pero había que tenerlos en cuenta porque eran muy peligrosos. Yeray después de ver que corredores le habían tocado en su serie se desmoralizó un poco, pero le duró escasos segundos, enseguida se rehizo y se dijo: - Yo también estoy preparado, he entrenado mucho para llegar hasta aquí y no voy a desaprovechar esta oportunidad que se me ha presentado. Solo se clasificaban tres corredores de cada una de las cinco series de 1.500 m. que corrían y se repescaba el mejor cuarto tiempo de todas las series.

Todos los corredores estaban en la línea de salida dispuestos a dar las tres vueltas y trescientos metros a la pista. El juez se acercó con la pistola en la mano y segundos después se oyó el disparo. Los corredores salieron volando para coger las primeras posiciones. Enkanton y Mulabi enseguida se pusieron a la cabeza, eran los que tiraban del grupo, habían puesto un ritmo muy alto, no querían sobresaltos de última hora, querían que todos fuesen al límite de sus posibilidades. Cuando acabaron la primera vuelta el

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grupo de corredores se había estirado a lo largo de la pista, aquel ritmo que habían puesto los corredores de cabeza estaba matando a algunos corredores, poco a poco el grupo se iba estirando a medida que iban tragando metros de pista.

En Cantalapiedra, el pueblo cercano a la casa donde vive Yeray y en la ciudad de Broome, los alcaldes habían mandado poner varias pantallas gigantes en las plazas para que los vecinos pudiesen ver la carrera de los atletas australianos, en especial a Yeray. Las gentes de los pueblos animaban a Yeray como si estuviesen en Beijug, en el estadio Olímpico.

Al comenzar la tercera vuelta el grupo de cabeza compuesto por Enkanton, Mulabi, Yeray y tres corredores más se habían distanciado de los demás varios metros y cada vez se iban alejando un poco más. Cuando el juez tocó la campana indicando que aquella era la última vuelta, Enkanton, Mulabi y otro corredor aceleraron el paso. Los otros tres corredores, Yeray entre ellos se quedaron descolgados, aquel ritmo que habían puesto era demasiado fuerte para ellos. Poco después entraban en meta: Mulabi, Enkanton y otro corredor. Yeray y los otros dos corredores que venían detrás siguieron luchando por la cuarta plaza, entre ellos hubo una lucha terrible, los tres iban igual de fuertes, cualquiera de ellos podía entrar en la cuarta plaza. En los últimos cincuenta metros Yeray sacó fuerzas de no se sabe donde y consiguió entrar antes que los otros dos. Había entrado en cuarto lugar. En principio solo se

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clasificaban los tres primeros de cada serie para la final y el mejor cuarto puesto de todas las series. La carrera que acababa de correr Yeray había sido muy rápida debido a que tenía a dos corredores que habían ganado anteriormente medallas olímpicas, pero nunca se sabía como iban a correr los corredores de las demás series.

En el pueblo de Cantalapiedra la gente comentaba la situación de Yeray.

- Entonces ha quedado descalificado, comentaba un hombre.

- ¡No!, contestó rápidamente otro. Aún no está descalificado del todo. En verdad solo se clasifican los tres mejores de cada serie, y él ha quedado el cuarto, pero hay una posibilidad remota de que se clasifique si el tiempo que ha hecho en su serie es el mejor de todos los cuartos puestos de todas las series.

- Ya entiendo, dijo el hombre que no había entendido al principio.

Mientras esto sucedía en su pueblo y en Broome. Yeray salía de la pista de atletismo cabizbajo, algo dentro de él le decía que podía haberse esforzado un poco más en la carrera y haberse ido con Mulabi y Enkanton hacia la meta, de esta manera hubiese entrado en tercer lugar y no estaría ahora sufriendo las consecuencias de saber si se

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clasificaría o no para la final. Poco después en el vestuario se desvistió casi sin ganas y se metió en la ducha, no tenía ninguna prisa.

En la pista de atletismo del Estadio Olímpico de Beijug seguían disputándose las siguientes series de 1.500 m. Había acabado la segunda y estaba a punto de empezar la tercera. Yeray seguía debajo del agua de la ducha sin ninguna prisa, no tenía ganas de encontrarse con nadie y hablar sobre lo que había pasado. Después de un buen rato en el estadio estaba a punto de empezar la cuarta serie de 1.500 m. Yeray salió de la ducha y empezó a secarse lentamente, cuando terminó de secarse se empezó a vestir. Cuando casi había acabado de vestirse, en el estadio iba a dar comienzo la quinta y última serie de 1.500 m. Yeray después de vestirse se sentó en uno de los bancos del vestuario y dejó que la mente se le fuese volando, así estuvo durante un buen rato.

Tanto en Cantalapiedra como en Broome seguían las Olimpiadas con verdadera pasión, querían saber cuanto antes si su atleta favorito se había quedado fuera de la final o se había clasificado. Cuando terminó la última serie de 1.500 m., rápidamente los comentaristas estuvieron haciendo los cálculos de todos los cuartos tiempos de todas las series para saber cuanto antes que corredor se clasificaba. Minutos después anunciaban por los altavoces a los atletas clasificados.

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- Señoras y Señores han quedado clasificados para la final de 1.500 m. los corredores: Enkanton, Mulabi. El comentarista siguió diciendo nombres y nombres.

En Cantalapiedra y Broome, la gente que estaba en las plazas viendo por las pantallas gigantes la Olimpiada estaba totalmente callada esperando a escuchar el nombre que querían escuchar.

Y siguió hablando el comentarista.....

- Y por último ha entrado en la final con el mejor tiempo de todos los cuartos puestos el atleta australiano Yeray Pardok. La final de 1.500 será el veintinueve de julio a las doce del mediodía.

En cuanto el comentarista del Estadio Olímpico nombró a Yeray Pardok, en Cantalapiedra y Broome, todas las personas se levantaron de sus asientos coreando el nombre de su corredor, “Yeray”. La gente que tenía algo en las manos enseguida se deshizo de ello lanzándolo al aire, otros se abrazaban. La alegría se había desbordado no solo en su pueblo y su ciudad sino en toda Australia. Frank y Lucas sus entrenadores de la escuela de primaria se abrazaban y a ambos se les caían las lágrimas, ellos eran los que habían tenido la oportunidad de iniciarle en el atletismo cuando era pequeño. Marcos y Carlota se besaban, eran novios desde hacía poco tiempo, Lucía, Juan y Andrés saltaban de contento atropellando a la gente. Tatiana era la única persona que se había quedado sentada en su asiento, aún estaba asimilando

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que su novio “Yeray” estaba clasificado para correr la final de 1.500 m., en la Olimpiada; que pena le daba no poder estar allí junto a él para darle ánimos y disfrutar de aquel momento tan deseado.

Yeray seguía sentado en el vestuario totalmente ajeno a todo lo que estaba pasando a su alrededor, de repente se abrió bruscamente la puerta del vestuario y entró Brubeiker como loco, diciendo:

- ¡Te has clasificado para la final de 1.500 m.!

- ¿Qué? Preguntó Yeray, que aún estaba despertando de su letargo.

- ¡Que te has clasificado para la final!

Yeray se levantó del banco donde estaba sentado y lo primero que hizo levantando los ojos hacia lo alto fue dar gracias a Dios por esta nueva oportunidad, poder luchar por las medallas. Seguidamente Brubeiker y Yeray se abrazaron durante largo tiempo. Ambos habían conseguido lo que venían persiguiendo desde hacía mucho tiempo, llegar a la final, correr con los mejores corredores del mundo, disputar la final de una Olimpiada. Poco después cuando salieron del vestuario les estaban esperando los padres y hermanos de Yeray. Los padres se abrazaron a su hijo y seguidamente lo hicieron sus hermanos. Brubeiker les miraba con admiración.

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- Yeray, eres el mejor, le dijo su hermano Nicolás. Ahora demostrarás a todos de que está hecho un Pardok.

- Estoy orgullosa de ti, hijo mío, le dijo su madre coreada por su marido.

- Como voy a disfrutar cuando regresemos a casa, le dijo su hermano Francis, diré a todo el mundo “mi hermano ha corrido en la final de la Olimpiada de Beijug con los mejores corredores del mundo”. Mi hermano se llama Yeray Pardok.

Tanto los padres como Nicolás y Brubeiker se reían de las ocurrencias de Francis, era único en su especie, siempre tenía algo que decir. Poco después Yeray y Brubeiker se dirigieron hacia su hotel y los padres y hermanos de Yeray se fueron al suyo.

Yeray junto con su entrenador Brubeiker descansaron el jueves, lo dedicaron a seguir viendo la ciudad. Comieron fuera en un restaurante y a media tarde volvieron al hotel para descansar. El día pasó volando para ambos.

El viernes, día 14, amaneció totalmente azul, con una temperatura de veinte grados, era un día ideal para correr. Yeray desayunó como siempre, abundantemente. Su entrenador no se acostumbraba a verle comer tanto, aunque sabía que lo necesitaba pues su organismo quemaba muchas calorías. Mientras Brubeiker se tomaba la taza de leche con

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café y una rebanada de pan con mantequilla. Yeray se comía en el mismo tiempo: unos huevos fritos con beicon, patatas fritas, pan blanco, un buen vaso de zumo de naranja, varias tostadas de pan untadas con mantequilla y mermelada con un tazón de leche y siempre terminaba con varias piezas de fruta: un plátano, una manzana, una pera y un melocotón. Después de desayunar Brubeiker y Yeray pasaron a un saloncito donde solían estar los atletas descansando. Unos leían el periódico, otros jugaban a las cartas, otros veían la televisión..... Una hora más tarde Yeray subió a su habitación para preparar el equipaje. Seguido cogieron el autobús que les llevaba al Estadio Olímpico. Cuando llegaron su entrenador le preguntó:

- ¿Estás nervioso?

- Un poco, contestó Yeray. Tengo una especie de gusanillo en el estómago.

- Lo harás muy bien, estoy seguro, le dijo Brubeiker. Ahora no te preocupes, ten confianza en ti. Estás preparado, no lo olvides.

- ¡Gracias entrenador!, dijo Yeray.

Poco después entrenador y corredor se separaron. El entrenador fue hacia las gradas donde estaban todos los entrenadores y el corredor al vestuario. Cuando Yeray salió a la pista de atletismo estuvo mirando durante un rato para localizar a su

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entrenador en el lugar donde estaba normalmente. Al poco tiempo de estar mirando le localizó junto al entrenador de Alemania, levantó la mano y le saludó. Brubeiker que también le estaba mirando le devolvió el saludo.

Faltaba poco tiempo para que diera comienzo la prueba de 5.000 m. Yeray empezó a calentar junto a otros corredores de su serie. En esta prueba había tres hombres muy peligrosos que habían cosechado muchos triunfos en sus carreras como atletas. Uno era Walduet de origen keniata, otro era Talubi de origen etíope y otro era Edmun de origen inglés. Con estos corredores había que tener mucho cuidado porque eran corredores muy rápidos, salían muy bien y terminaban la prueba con un final aterrador. Entre los corredores se podía ver a atletas de muchas nacionalidades: keniatas, etíopes, ingleses, austriacos, americanos, franceses, españoles, australianos, brasileños, jamaicanos. Más tarde por los altavoces llamaron a los corredores de la primera serie para que se fuesen acercando a la línea de salida. A medida que iban andando hacia la salida todos se fijaban en Walduet, Talubi y Edmun, les impresionaba correr con aquellos corredores que lo ganaban todo. A Yeray lo que más le impresionaba era correr con corredores tan famosos y tan buenos, se sentía pequeño, muy pequeño al lado de ellos.

El juez preparó su pistola, la levantó hacia el cielo y disparó. Los treinta corredores salieron rápido, pero no como en la carrera de 1.500 m. que corrió

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Yeray días atrás. El paso que llevaban era algo más tranquilo. Al terminar las dos primeras vueltas a la pista seguía el grupo de corredores compacto, pero aún les quedaban por dar diez vueltas más a la pista de atletismo. Walduet, Talubi y Edmun llevaban el peso de la carrera, todos los demás iban por detrás de ellos intentando no perder su paso. Cuando comenzaron la sexta vuelta el ritmo empezó a cambiar un poco. El grupo de corredores permanecía unido, todos iban detrás de los que mandaban en la prueba. Solo se clasificaban para la final los tres primeros, y parecía que todos los demás ya tenían asimilado que Walduet, Talubi y Edmun serían los clasificados. La carrera seguía como al principio. Los campeones habían impuesto un ritmo lento, aún así, nadie quería pasarles y llevar el peso de la carrera, aunque sabían que en las últimas vueltas tenían un final terrible.

Entraron en las cuatro últimas vueltas. El primero en forzar la marcha fue Edmun que no quería ninguna sorpresa en los últimos metros. Fue acelerando y puso a todo el pelotón en fila de a uno. Walduet viendo que no se rompía el pelotón le pasó a Edmun y forzó un poco más el paso, esta vez el pelotón cuando habían recorrido media pista se empezó a resquebrajar y se partió en dos. Walduet, Edmun, Talubi, Yeray y otros tres corredores más consiguieron marcharse de los demás. El grupo de corredores se había roto en dos grupos: el de Walduet que iba por delante y el de los demás que cada vez se iban alejando más del grupo de cabeza. Cuando

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empezaron la penúltima vuelta, Talubi pasó a Walduet y se puso al mando del grupo escapado forzando la velocidad al máximo, solo le pudieron seguir Walduet, Edmun y Yeray, los otros tres corredores no pudieron continuar con aquel ritmo inhumano. Cuando tocó la campana indicando que entraban en la última vuelta Talubi aceleró un poco más la marcha, Walduet, Edmun y Yeray se pusieron detrás de él camino de la meta. Cualquiera de los cuatro podía ganar la prueba. Únicamente se clasificaban tres corredores y ellos lo sabían, por eso se vigilaban tratando de que ninguno de ellos se marchase.

Tatiana le apretaba fuertemente la mano a Lucía, aquella carrera no era apta para gente cardiaca. En Cantalapiedra no se oía nada, todos los que estaban viendo la carrera en la pantalla gigante que habían puesto en la plaza estaban callados esperando el desenlace de la prueba.

Los cuatro corredores iban a tope, parecía que no podían acelerar más, pero en cuanto pasaron la curva y entraron en la recta final a falta de ochenta metros para llegar a la meta, se pusieron en línea y empezaron a sprintar. El público del estadio se levantó de sus asientos sin saber que hacer, pero esperando ver quien entraba primero en la meta y quien se quedaba fuera de las finales.

En Cantalapiedra y Broome todos se habían levantado de sus asientos con las manos en la cabeza,

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los nervios no les dejaban estar sentados, parecía que los que corrían eran ellos. Nadie se quería perder aquel momento ¡glorioso!, excepto Tatiana que tenía los ojos cerrados, porque no poder aguantar tanta presión.

Talubi se acercaba a la meta a una velocidad increíble, de repente Edmun aceleró y le pasó a Talubi, lo mismo hizo Walduet, le pasó a Edmun por la calle de afuera, pero en el mismo instante que Walduet cogía el mando de la carrera, Yeray se pegó a él y los dos se fueron hacia la meta. Segundos después entraban en meta: primero Walduet, segundo Yeray, tercero Talubi y cuarto Edmun. Se habían clasificado para la final de 5.000 m.: Walduet, Yeray y Talubi.

El público desde las gradas coreaba el nombre de Walduet, también se oía el nombre de Talubi, pero apenas se oía nada el nombre de Yeray.

- ¡Tatiana!, ¡Tatiana!, Yeray se ha clasificado, le decía Lucía gritando de alegría. ¡Mira la repetición de la llegada!

Tatiana abrió los ojos desmesuradamente al oír a su amiga decir que Yeray se había clasificado. Seguidamente se fijó en la pantalla gigante y vio la repetición de los últimos ochenta metros de Yeray. Fue impresionante verle como pasaba a Talubi y a Edmun a escasos metros de la meta. Rápidamente la alegría se desbordó en Cantalapiedra y en Broome. La

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cerveza y los refrescos empezaron a correr por todas las manos, la gente tenía ganas de celebrarlo. El hijo adoptivo del pueblo “Yeray” se había clasificado para correr su segunda final. A partir de ese momento disputaría tres finales: la de 1.500 m., 5.000 m., y 10.000 m. que corrían directamente para la final. Los niños se reían viendo a sus padres contentos y felices. Tatiana miraba al cielo dando gracias a Dios. Los amigos y amigas de Yeray estaban todos abrazados dándose la enhorabuena. Todos en el pueblo envidiaban a Tatiana, sabían que era la novia de Yeray; especialmente las jovencitas casaderas.

Las pantallas gigantes no hacían nada más que repetir la llegada de los cuatro corredores. Había sido una delicia para la vista la lucha que mantuvieron hasta el final, el conseguir una plaza para estar en la final.

La carrera aún no había terminado. Los corredores seguían llegando poco a poco. Más de uno, nada más entrar en la meta se tuvo que tumbar en el suelo para recuperarse del esfuerzo de la carrera. Yeray estaban muy contento, había conseguido clasificarse. A partir de ese momento iba a disputar tres finales; correría con los mejores corredores del mundo. Más tarde cuando salió del vestuario se encontró con su entrenador, sus padres y hermanos. Todos se abrazaron. Los padres no hacían más que llorar de alegría. Los hermanos sin embargo estaban radiantes de felicidad, todo en ellos era euforia. Poco después se fueron a comer los seis al restaurante del

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hotel. Mientras comían, los hermanos de Yeray comentaban todos los pormenores de la carrera, los demás también opinaban. Yeray sin embargo lo único que hacía era comer y sonreír a todos. Una hora más tarde terminaron de comer, pero todos estaban muy a gusto cerca unos de otros.

- ¡Mira Yeray!, le dijo su hermano Nicolás señalándole la televisión que había en el comedor.

Yeray se fijó en el televisor, vio la repetición de la final de los 5.000 m. Allí estaba él corriendo junto a tres corredores de elite, desde luego le impresionó la llegada, se le empezó a poner la carne de gallina cuando se le pasó por la mente la idea de que podía haber entrado en el cuarto puesto y no haberse clasificado, pero no, “estaba clasificado”. A partir de ese momento Yeray tenía tres días para descansar antes de correr en la primera final. Tanto Brubeiker como Yeray aprovecharon para descansar y para quitar la tensión acumulada durante los días pasados. Siguió entrenando de cara a las finales que tenía que disputar próximamente. Brubeiker le hizo trabajar especialmente en series de 800 m., 100 m., 80 m. y 50 m. Yeray seguía trabajando por la mañana y por la tarde, ahora no se podía relajar cuando tenía las medallas tan cerca. El día veintiocho de julio Brubeiker le dio descanso a Yeray, ese día ambos se levantaron tarde, desayunaron sin prisa, aprovecharon para salir de compras por la ciudad, comer fuera y tomarse algunos refrescos. Cuando volvieron al hotel empezaba a anochecer.

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Sábado, 29 de julio, ocho de la mañana. Final de 1.500 m.

Yeray se acaba de levantar, ha llegado el gran día, después de ducharse baja a desayunar. Brubeiker ha cogido una mesa en la que hay de todo: jarra de zumo, jarra de leche, huevos fritos, beicon, tostadas, mantequilla y mermelada, plátanos, piña, cuajada, miel y nueces. Poco después los dos están desayunando, apenas se dirigen la palabra. Yeray cuando termina un plato coge otro y sigue comiendo, pasa el tiempo, Yeray no tiene ninguna prisa, sigue desayunando. Unos atletas que están en una mesa cercana a la de ellos se han fijado en Yeray, en su entrenador y en todo lo que tienen en la mesa solo para los dos.

- ¡Os habéis fijado todo lo que tienen esos dos en la mesa!, dijo con una sonrisa mirando a sus compañeros.

- ¡Sí!, contestó otro. Pero tú no te has fijado en lo más sobresaliente del caso.

- ¡Qué pasa!, preguntó éste.

- Pues fíjate bien en el hombre mayor y verás que solo se toma una pequeña taza de café con leche y una tostada. Todo lo demás se lo comé el joven.

- ¡Imposible! dijo este asombrado.

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A medida que pasaba el tiempo Yeray iba acabando con todo lo que había encima de la mesa. Cuando por fin acabó, le dijo a su entrenador.

- ¡Nos podemos ir!

Poco después Yeray y Brubeiker salieron del comedor.

- Ya te decía yo, le dijo uno de los chicos a un compañero suyo, que ese chico había corrido el otro día los 5.000 m.

- Entonces no me extraña que coma tanto, dijo su compañero.

Cuando Yeray y Brubeiker llegaron al estadio se veían muchos atletas de un sitio para otro nerviosos esperando para disputar sus finales. Yeray se cambió rápidamente y salió a la pista de atletismo. Poco después estaba calentando con los demás corredores de su prueba. Estaba un poco nervioso, iba a correr con los mejores corredores del mundo de 1.500 m. Su pueblo entero estaría en la plaza viéndole por la pantalla gigante, pensó. Todo su país le estaría animando, sus padres y hermanos estaban allí en el estadio apoyándole en esos momentos. No podía defraudar a nadie, tenía que darlo todo, era la oportunidad de su vida con la que había soñado desde que era pequeño. Si no aprovechaba esa ocasión tendría que esperar otros cuatro años para intentarlo

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de nuevo y para entonces podían pasar muchas cosas. Alzó la vista hacia las gradas intentando ver a sus padres y hermanos, pero después de unos minutos desistió. Allí era imposible ver a alguien conocido, había demasiadas personas juntas. Sin embargo a su entrenador si le vio, estaba en las gradas de la parte de abajo donde estaban otros muchos entrenadores de otros atletas. Ambos se quedaron mirando durante unos breves segundos. Yeray notó en la mirada de su entrenador mucho ánimo y confianza.

- Todos los corredores de 1.500 m., pueden ir acercándose a la línea de salida, se oyó por los altavoces.

Poco después todos estaban allí en la línea de salida. Todas las miradas de los corredores iban dirigidas hacia los temibles Enkanton y Mulabi. Seguidamente se empezó a oír por los altavoces los nombres de todos los corredores finalistas:

- Enkanton, Mulabi, Rutdol, Partáis, Wherrikang........... y por último, Yeray.

El juez de salida levantó la pistola y a continuación disparó. Los corredores salieron como un viento huracanado, de momento todos iban juntos, en grupo. Tenían que dar tres vueltas y media a la pista de atletismo. Enkanton salió desde el principio comandando la carrera seguido de Mulabi. Cuando terminaron la primera vuelta Enkanton dada su velocidad había puesto a todos los demás corredores

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en fila de a uno. Entre el primer corredor y el último había unos treinta metros de distancia. Enkanton seguía con aquel ritmo que había puesto desde el principio “exigente”, sabía que la única forma de ganar a Mulabi era endurecer la prueba desde el principio y eso estaba haciendo. Mulabi sin embargo le seguía por detrás sin dejar que se fuera demasiado, Yeray iba detrás de Mulabi y seguido iban todos los demás corredores que ya empezaban a notar el sufrimiento de la prueba. Enkanton de vez en cuando miraba por el rabillo del ojo si Mulabi, su peor contrincante iba detrás, cuando lo veía cerca intentaba acelerar un poco más la zancada. Cuando terminaron la segunda vuelta Enkanton seguía en cabeza seguido de cerca por Mulabi y Yeray. Seguidamente se habría un hueco de varios metros donde iban cinco corredores, se habría otro hueco y aparecía otro grupo de ocho corredores y al final iban cuatro corredores.

En Cantalapiedra la gente ya empezaba a cantar. Yeray podía conseguir medalla. Enkanton, Mulabi y Yeray se habían distanciado unos cuantos metros del siguiente grupo, cada vez se iban distanciando más. La gente estaba encantada viendo a Yeray luchar con los mejores, veían que la primera medalla estaba a punto de caer, aunque no sabían de que color podría ser.

Cuando iban a entrar en la última vuelta el juez tocó la campana indicando que era la última vuelta. Enkanton aceleró la zancada, Mulabi se fue con él y Yeray hizo lo mismo. Los tres iban

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disparados hacia la meta. Mulabi se abrió un poco sobre Enkanton y le pasó dejándole atrás, Yeray se pegó a Mulabi y se fue con él hacia la meta. Enkanton viendo que se le iban trató de seguirles, pero sus piernas no le dejaron y tuvo que seguir a su ritmo, de vez en cuando miraba hacia atrás para que nadie le arrebatase la medalla de bronce.

Frank y Lucas, los antiguos entrenadores de Yeray en la escuela de primaria que estaban viendo la carrera en Cantalapiedra se pusieron de pie cuando vieron que Yeray se fue hacia la meta detrás de Mulabi dejando atrás a Enkanton. Empezaron a animar a Yeray a grandes voces. Todos los que estaban viendo la carrera también se levantaron y todo el pueblo empezó a corear el nombre de su corredor “Yeray”, parecía que estaban en el Estadio Olímpico de Bijug en China. Seguidamente todos se empezaron a abrazar sin perder de vista la lucha que mantenían Mulabi y Yeray por la medalla de oro.

Entrando en los últimos ochenta metros Mulabi y Yeray iban a la par disparados hacia la meta, cualquiera de los dos podía ganar, no había de momento un ganador claro, entre esos dos corredores se repartirían las medallas de oro y plata. Enkanton se había quedado bastante rezagado para poderles dar alcance. A falta de cincuenta metros Mulabi sacó fuerzas de flaqueza y aceleró un poco más la zancada consiguiendo irse unos pasos de su perseguidor. Yeray viendo que se le había ido unos metros le aguantó durante unos breves segundos para que no se

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le fuese definitivamente, seguidamente sacando fuerzas de flaqueza sprintó para coger a Mulabi y cuando consiguió emparejarse con él de nuevo aceleró el paso pasándole y entrando en la meta. El primero en cruzar la meta fue Yeray. A continuación Mulabi a dos segundos y tercero Enkanton a veinte segundos. Poco después fueron entrando los demás corredores, iban entrando de uno en uno.

Australia era una fiesta, su corredor de 1.500 m., había conseguido ganar su primera medalla de oro. El nombre de Yeray Pardok estaba en todas las bocas. Nunca un corredor tan joven había conseguido llegar tan arriba. Aún se podía ver por las pantallas gigantes la increíble hazaña que había hecho ganando a Mulabi, el campeón de campeones. Cantalapiedra y Broome, pueblo y ciudad estaban juntas a la hora de animar a su corredor. En Broome todos los coches que iban circulando por la ciudad empezaron a dar bocinazos mostrando de ese modo la alegría de ese momento tan especial. Sin embargo en Cantalapiedra todos se abrazaban, algunos incluso lloraban de alegría. Marcos, Lucía, Juan, Andrés y Tatiana habían hecho un corro cantando. Lucas y Frank, abrazados, lloraban de alegría, dentro de poco tendrían una foto de Yeray con la medalla de oro ganada en las Olimpiadas. La pondrían encima de la mesa de Frank para que todos los alumnos del colegio la viesen.

Todos comentaban la carrera tan brillante que había hecho Yeray. Como desde el principio se había situado en el grupo de cabeza y no había dejado que

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Enkanton y Mulabi los corredores más peligrosos del grupo le dejasen atrás. Como había conseguido resistir el terrible acelerón de Enkanton y por último como Mulabi había intentando irse solo hacia la meta con una velocidad increíble, pero allí estaba Yeray para impedírselo, se fue con él. Más tarde era Yeray el que pegó un arranque increíble dejándole atrás y entrando el primero en la meta y ganando su primera medalla de oro.

Yeray nada más entrar en la meta no se podía creer que hubiese ganado la medalla de oro. Había conseguido ganar a Enkanton y Mulabi. Aquello parecía un sueño, ¿estaría soñando? ¡No!, ¡no!, estaba muy despierto. Seguidamente Yeray se fue hacia donde estaba su entrenador. Brubeiker se levantó de su asiento y segundos después ambos se fundieron en un abrazo. Brubeiker empezó a llorar, le caían las lágrimas sin poder remediarlo. Yeray tragó saliva, aquel momento era único, irrepetible. Segundos después Yeray estaba rodeado de periodistas, todos le sacaban fotos y algunos le empezaron a entrevistar.

Media hora más tarde Yeray estaba en el vestuario. Cuando salió le estaban esperando: Brubeiker, sus padres y hermanos. Todos se echaron a los brazos de Yeray, las lágrimas empezaron a correr otra vez por los ojos de sus seres queridos. Los periodistas enseguida se le acercaron y volvieron a hacerle fotos y más fotos, algunos empezaron a entrevistarle. Los atletas que pasaban por allí se le

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acercaban y le daban la enhorabuena. Todo el mundo quería ver y tocar al campeón de los 1.500 m.

Al día siguiente la foto de Yeray Pardok salió en todos los periódicos y revistas del mundo. En todas las televisiones y en todas las emisoras de radio se hablaba de él. Yeray había pasado de ser un atleta corriente a ser el número uno. Después de comer, a media tarde Yeray se retiró para recibir una sesión de masajes, descansar y preparar la carrera que tenía al día siguiente. No podía perder la concentración, era parte esencial para poder seguir compitiendo con los mejores.

Cuando amaneció Yeray se levantó muy bien, estaba relajado y descansado. Cuando se encontró con su entrenador, éste le preguntó que tal había descansado, Yeray le dijo que estaba estupendamente. A su entrenador le dio una gran alegría saber que su corredor estaba en plena forma, todo iba por buen camino.

- Hoy tienes otra prueba dura, le dijo Brubeiker. No te importe ahora como vayas a quedar, da todo lo que llevas dentro y eso será suficiente.

- Gracias entrenador, le dijo Yeray, por su apoyo, por sus palabras de ánimo y por su confianza en mí.

Nada más entrar en el comedor se les acercó uno de los camareros del hotel y les llevó a una mesa aparte. Les dijo que el director del hotel le había

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dicho que aquella mesa estaba reservada para el ganador de los 1.500 m. En la mesa se podía ver de todo: una bandeja con huevos fritos, beicon y patatas fritas, un plato con salchichas, una jarra de leche y otra más pequeña de café, varias botellas de zumo, yogures, un frutero lleno de fruta variada, tostadas, tarrinas de mantequilla y mermelada y un plunkey de nueces con pasas. Los demás atletas les miraban fascinados. Brubeiker se puso en una esquina de la mesa cogió una taza y se sirvió leche y café, seguido cogió varias tostadas y las untó de mantequilla y mermelada y empezó a comer. Yeray por su parte cogió un plato se echó un par de huevos fritos con beicon, salchichas y patatas fritas y empezó a comer. Poco después partió varios trozos grandes de plunkey y empezó untándolos en la taza de leche que se había echado momentos antes. Seguidamente cogió varias tostadas y las empezó a untar con mantequilla y mermelada al tiempo que se echaba varios vasos de zumo. Poco después partió otros dos pedazos de plunkey y empezó a comerlos, para terminar cogió varias rodajas de piña y un par de plátanos.

Los atletas que estaban sentados en las otras mesas no le quitaban el ojo a la mesa donde estaba sentado el campeón de 1.500 m., y su entrenador. No podían creerse que aquel chico pudiese comer tanto y tan rápido. Poco después Brubeiker y Yeray se levantaron de la mesa y se dirigieron a sus habitaciones para descansar un poco. Una hora después Brubeiker y Yeray estuvieron hablando sobre la prueba que iba a disputar a la tarde, estuvieron

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viendo unos vídeos de otras carreras importantes y fueron analizando las salidas y las llegadas de las pruebas. Después de comer Yeray se echó la siesta y seguidamente su masajista le dio un masaje.

- Te deseo mucha suerte, le dijo el masajista.

- Gracias, contestó Yeray.

Poco después Yeray junto con los demás atletas que iban a competir cogieron el autobús para dirigirse al Estadio Olímpico de Beijug. Yeray estaba un poco nervioso, la responsabilidad le estaba cayendo como una losa, sabía que no solo la gente de su pueblo y su ciudad le iba a ver por la televisión, sino toda Australia estaría pendiente, todos tendrían puestas sus esperanzas en él y no podía defraudarles. Yeray durante todo el trayecto hasta el Estadio estuvo dándole vueltas a su cabeza a esta idea, hasta que el autobús llegó a los aparcamientos del Estadio. Poco después bajaba del autobús con los demás atletas y fue derecho a los vestuarios.

Cuando Yeray salió a la pista de atletismo su primera mirada fue hacia donde estaba Brubeiker, cruzaron sus miradas como hacían siempre. Seguidamente empezó a calentar antes del inicio de la prueba, después de calentar durante un rato notó que su cuerpo empezaba a sudar, ya tenía el cuerpo preparado para correr. Poco después se oyó por los altavoces del estadio:

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- Corredores de 5.000 m., pueden ir acercándose a la línea de salida.

Todos los corredores dejaron de calentar y se fueron sin prisa hacia la línea de salida. Cuando todos se pusieron en sus puestos una voz salida de los altavoces empezó a decir los nombres de los corredores de 5.000 m.

- Walduet, Talubi, Yeray……….., después de unos minutos terminó de decir los nombres de todos los corredores que iban a correr la prueba.

El juez levantó la pistola y seguidamente sonó un estallido.

Los primeros en posicionarse en los primeros puestos fueron Walduet, Talubi, Yeray…. Tenían que dar doce vueltas y media a la pista de atletismo. Los corredores sabían que iba a ser una carrera rápida, tendrían que ir a tres minutos el kilómetro y a medida que quedasen menos vueltas incluso se bajaría de los tres minutos. Las tres primeras vueltas fueron duras, Walduet y Talubi querían endurecer la prueba para que no hubiese sorpresas al final, querían que todo el mundo fuese al límite de sus fuerzas para cuando quedasen pocas vueltas nadie pudiese cambiar de ritmo. A Yeray le costó mantener aquel ritmo tan exigente, en su rostro se veía el esfuerzo que tenía que hacer para no quedarse atrás. Walduet siguió forzando la carrera, sabía que tanto Talubi como Yeray tenían un final espectacular y quería quemarlos un poco en

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cada vuelta para que cuando llegasen al final no pudiesen sprintar. Walduet de vez en cuando miraba hacia atrás para ver si los dejaba atrás y se podía ir solo hacia la meta, pero no conseguía su propósito. Talubi y Yeray seguían detrás de él sin dejarle que se les fuese. Los demás corredores hacía tiempo que habían bajado el ritmo y a consecuencia de ello se habían ido quedando atrás en pequeños grupos a lo largo de la pista. Entrando en las dos últimas vueltas Walduet apretó un poco más el ritmo para asegurarse una medalla. Talubi y Yeray no le dejaron que se alejase y se fueron con él.

La gente de Cantalapiedra estaba de pie, ninguno era capaz de aguantar sentado en su asiento, estaban muy nerviosos. La carrera estaba llegando a su fin. Yeray estaba entre los tres primeros alejándose de los demás corredores y volando hacia la meta. Sabían que los 1.500 m. que disputó el pasado día le podían pasar factura y no las tenían todas consigo. Marcos y Carlota, los dos juntos seguían la carrera por la pantalla gigante de su pueblo. Lucía, Juan, Andrés y Tatiana estaban todos cogidos por las manos formando una cadena intentando transmitirle energía a Yeray. Frank y Lucas estaban cogidos por los hombros. En aquel momento solo se oían las voces de los niños que iban de un lado hacia otro riendo y saltando.

Sonó la campana de la última vuelta para los tres corredores. Talubi rápidamente le pasó a Walduet y Yeray se fue con él hacia la meta. Walduet intentó

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seguirles pero se había ido desgastando en cada vuelta y no podía cambiar de ritmo, se tuvo que conformar con seguir como iba. Miró hacia atrás para ver donde estaba el siguiente corredor y vio para su complacencia que estaba muy atrás, casi tenía asegurada la medalla de bronce, pero no podía descuidarse. Talubi apretó los dientes y el paso y voló hacia la meta, no podía permitir que le ganase un joven que había venido por primera vez a una olimpiada. Yeray le siguió de cerca aunque notó que las piernas le pesaban un poco, pero sabía que era su única posibilidad de conseguir lo que tanto tiempo había esperado. Era una carrera entre los dos, se fueron acercando los dos a la curva de los últimos ochenta metros. Una vez allí ambos se emparejaron y sacaron lo mejor de ellos, los dos volaron hacia la meta.

Yeray aceleró el paso y le pasó a Talubi, éste viéndole que le pasaba aceleró también, durante unos momentos Yeray le pasaba a Talubi y seguidamente Talubi le cogía y le pasaba a Yeray. Faltando cincuenta metros ambos se pusieron en línea. Talubi aceleró y le pasó a Yeray. Yeray viendo que se le iba puso todo el corazón y cogió a Talubi pasándole a falta de diez metros antes de entrar en la meta. Talubi intentó cogerle, pero no le dio tiempo. Yeray entraba en la meta seguido de Talubi. Segundos después entraba Walduet y detrás entraba Forkai seguido de una cadena de corredores.

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Yeray nada más entrar en la meta bajó la cabeza agarrándose las piernas, el esfuerzo había sido titánico, pero pasados unos minutos se enderezó de nuevo y empezó a sonreír al público. Talubi estaba en el suelo, había llegado al límite de sus fuerzas, varias personas le estaban atendiendo. Walduet también llegó deshecho, nada más llegar se sentó en el suelo porque las piernas no le aguantaban.

El alcalde de Cantalapiedra había mandado traer sidra, refrescos y pinchos gratis para todo el pueblo. Todo corría a cargo del ayuntamiento. Los vecinos estaban felices, Yeray había conseguido su segunda medalla de oro. Muy pocos atletas habían conseguido ganar dos medallas de oro en una olimpiada. Tatiana estaba rodeada de sus amigos más íntimos, todos querían felicitarla, le decían:

- Si te llama Yeray, felicítale de nuestra parte, dile que es el más grande. Todos estamos orgullosos de él. Dile que cuando venga al pueblo le haremos una gran fiesta.

Tatiana decía que sí con la cabeza a todos, estaba emocionada. Cuantas alegrías estaba dando su novio a todo el mundo. Nadie se hubiese imaginado lo que estaba pasando.

En cuanto Yeray se recuperó un poco del esfuerzo se fue hacia donde estaba su entrenador, éste se acercó como pudo y seguidamente ambos estaban fundidos en un abrazo, “entrenador y corredor”.

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Brubeiker lloraba de alegría, de repente apareció un compatriota de Yeray y le pasó una bandera de Australia. Yeray la cogió y empezó a correr con ella por toda la pista. Los periodistas iban detrás de él sacándole fotos. De vez en cuando se paraba Yeray y los periodistas aprovechaban para sacarle más fotos. Los periodistas de todas las televisiones del mundo querían entrevistarle, se acercaban a él y le hacían algunas preguntas. Yeray las contestaba y seguidamente seguía corriendo por la pista con su bandera.

Poco después Yeray Pardok salió para recibir la medalla de oro. Cuando le nombraron se subió a lo más alto del cajón, toda Australia gritó de alegría, seguidamente la bandera de Australia subió a lo más alto del mástil y empezó a sonar el himno. En todas las cadenas de televisión volvieron a verse los últimos metros de la carrera donde Yeray superaba a Talubi por un cuerpo de ventaja y al mismo tiempo decían:

- Yeray Pardok corredor de 1.500 m., 5.000 m. y 10.000 m., un atleta joven que por primera vez corre en una olimpiada. Ha conseguido dos medallas de oro. ¿Conseguirá su tercera medalla en 10.000 m? Nadie ha conseguido ganar tres medallas de oro en unas pruebas de atletismo. ¿será este joven corredor el primero en conseguirlas?

Poco después Yeray estaba con sus padres, hermanos y Brubeiker. Los padres no podían aguantar las lágrimas. Nicolás y Francisco se sentían

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importantes, su hermano estaba en boca de todo el mundo. No hacía más que salir por la televisión. En la primera página de los periódicos y revistas saldría su cara de diferentes formas. Había conseguido ganar dos medallas de oro. Brubeiker después de media hora, les hizo volver a todos a la realidad.

- Tenemos que volver al hotel. Yeray tiene que recibir un buen masaje y descansar. Tiene que recuperar las fuerzas perdidas y por nada del mundo puede perder la concentración. Mañana será su última carrera y no puede relajarse en este momento.

A los padres y hermanos de Yeray les pareció duro lo que les dijo su entrenador, pero se dieron cuenta que tenía razón, ya tendrían tiempo de estar todos juntos cuando acabase de competir. Seguidamente se despidieron de su hijo y hermano. Brubeiker y Yeray volvieron al hotel. Después de cenar Yeray recibió un buen masaje, especialmente en las piernas, seguido se metió en la cama y en muy poco tiempo se quedó dormido como un bebé.

El día siguiente amaneció claro, sin nubes. El hombre del tiempo había dicho que no llovería. La prueba de 10.000 m. estaba puesta para las seis de la tarde. Yeray tenía todo el día para descansar. A primera hora del día Brubeiker llamó a Yeray para que bajase a desayunar. Poco después ambos estaban desayunando, mientras desayunaban Brubeiker le dijo:

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- Te tengo que dar una buena noticia.

Yeray levantó la cabeza, miró a su entrenador y no bajó la vista hasta que su entrenador le dijo:

- Me ha llamado el Decano de la Universidad, me ha dicho que has aprobado el curso. Has obtenido en todas las asignaturas un notable.

Yeray se levantó de su asiento y gritó ¡Sí! Todos los demás atletas que estaban desayunando se asustaron del grito que pegó Yeray. Brubeiker le dijo:

- ¡Tranquilo!, has asustado a los chicos-cas.

Yeray se reía, era feliz. La vida le sonreía, seguidamente se abrazó a su entrenador. De repente se levantaron todos los atletas que estaban desayunando en el comedor y empezaron a aplaudir. Brubeiker y Yeray se quedaron sorprendidos. Al principio no sabían a que se debía aquel aplauso, pero Brubeiker enseguida se dio cuenta que aquel aplauso era para Yeray, había conseguido dos medallas de oro y ahora estaba preparado para luchar por la tercera. Sin embargo Yeray seguía sin saber que estaba pasando. A continuación los atletas se fueron acercando a Yeray y empezaron a felicitarle por lo que había conseguido. Yeray estaba confuso, pero aun así recibió las felicitaciones de todos los atletas que le saludaron, la última en felicitarle fue la atleta que estuvo sentada junto a él en el avión “Marlan”, esta chica le dijo:

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- Verdaderamente lo que has hecho hasta ahora ha sido una pasada. Nunca hubiese imaginado que pudieses hacer lo que estás haciendo, eres un ejemplo para todos nosotros los deportistas. ¡Muchas felicidades!, te deseo que ganes tu tercera medalla. Cuando regrese diré a todo el mundo que estuve sentada en el avión junto a “Yeray” el Campeón Olímpico de: 1.500, 5.000 y 10.000 metros.

Cuando por fin terminó todo, Yeray no se había recuperado de lo que le acababa de suceder. Poco más tarde salieron del comedor hacia los salones del hotel para descansar un poco. En una hora Yeray tenía una sesión de masajes antes de la última carrera, los 10.000 m. Tanto Brubeiker como Yeray no se atrevían a salir del hotel, desde las ventanas veían a un montón de periodistas esperando a que saliese para entrevistarle; Brubeiker lo que necesitaba era que dejasen en paz a su corredor. Ahora más que nunca necesitaba estar concentrado. Después de comer Yeray se echó la siesta y una hora más tarde recibió unos masajes a cargo de Perikoich, uno de los masajistas que tenían los atletas australianos.

- ¿Qué tal estás?, ¿te encuentras con fuerzas para afrontar la última prueba?, le preguntó Brubeiker.

- Me encuentro perfectamente, estoy bien. Perikoich hace milagros con sus manos.

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- Me alegra saberlo, dijo su entrenador. Ya sabes que no tienes necesidad de demostrar nada más. Lo que has conseguido es suficiente para Australia y para todo el mundo, dos medallas de oro lo demuestran. No quiero que te lesiones por forzar el cuerpo.

- Lo sé entrenador, pero quiero seguir luchando hasta el final, para eso he venido hasta aquí.

Los dos se miraron durante un rato largo y seguido se dieron un abrazo. Cuando salieron del hotel los periodistas se abalanzaron sobre Yeray y empezaron a hacerle preguntas.

- ¡Chicos!, ahora no podemos atenderos, tenemos el tiempo contado y Yeray no puede perder la concentración. Cuando termine la carrera os atenderá con mucho gusto.

Los periodistas entendieron perfectamente aquello de que tenía que estar concentrado, se abrieron para dejarles pasar para que cogiesen el autobús.

- ¡Compañeros!, dijo uno de los periodistas, su entrenador ha dicho que después nos atenderá, pues esperemos a que termine la carrera.

Poco después el autobús con los atletas que tenían que participar en las diferentes finales partía hacia el Estadio Olímpico de Beijug. Cuando el autobús llegó al estadio, los atletas empezaron a bajar

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y se dirigieron a sus vestuarios. Yeray estuvo allí bastante tiempo, estaba nervioso. Le pasaba como el primer día antes de comenzar la carrera de 1.500 m. Trató de serenarse y pensar solo en la carrera que tenía que disputar. En cuanto salió a la pista de atletismo toda la gente que estaba en el estadio se puso en pie y empezó a aplaudir. Todo el mundo quería volver a ver correr a Yeray, el ganador de dos medallas de oro. Tenían ganas de verle de nuevo en acción y se preguntaban: ¿será capaz de ganar otra medalla en la carrera de los 10.000 m?

En Cantalapiedra en cuanto Yeray salió por la pantalla grande sus paisanos empezaron a corear su nombre. Yeray les estaba haciendo pasar unos días fantásticos. Nunca lo habían pasado igual en sus vidas. La gente del pueblo quería estar al lado de Tatiana, sabían que cuando Yeray volviese a su pueblo la primera en verle sería ella.

Junto a Yeray también corría otro australiano Timote, el corredor que le ganó en los 10.000 m. en las pruebas nacionales de su país, el que le arrebató la medalla de oro. Australia tenía a dos buenos corredores para intentar ganar alguna medalla. Pero no se podían olvidar del keniata Kalute medalla de oro en la última olimpiada, tampoco del americano Wintson, vencedor en varias carreras mundiales de campo a través, el italiano Parlan ganador en pista al aire libre varios años consecutivos de los 10.000 m., el africano Senzula, ganador de los 10.000 m. en pista

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cubierta y el holandés Walter, la nueva promesa y ganador de muchas carreras importantes.

El estadio de Beijug de China estaba abarrotado, no entraba más gente. Hacía un día estupendo para correr, el cielo estaba ligeramente nublado, corría una ligera brisa en el estadio y lo más importante, en la cara de los corredores se veían las ganas de hacer una buena carrera.

Todos los corredores que iban a correr los 10.000 m., estaban en la línea de salida, hacía unos minutos que les habían llamado para que ocupasen sus puestos. Seguidamente por los altavoces del estadio empezaron a decir los nombres de los corredores:

- Kalute de Kenia, Wintson de Estados Unidos, Timote de Australia, Parlani de Italia, Senzula de África, Walter de Holanda, Yeray de Australia ...........

Cuando terminó de decir los nombres de todos los corredores, mencionó especialmente a Yeray de Australia, que después de haber ganado dos medallas de oro en 1.500 m.y 5.000 m., ahora lucharía por conseguir la de los 10.000 m., con el permiso de los demás corredores. Nunca en la historia ningún corredor había disputado tres pruebas y por supuesto nadie había ganado tres medallas. Seguidamente se oyó la voz del juez:

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- A sus puestos, preparados. Seguido levantando la pistola, disparó.

Timote salió como una exhalación intentando dar en el menor tiempo posible las veinticinco vueltas que tenían que dar a la pista de atletismo. Kalute se fue con el, estaba acostumbrado a las salidas suicidas. Wintson, Parlani y Senzula les siguieron varios metros por detrás y Walter y Yeray un poco más atrás con todo el grupo restante. Timote y Kalute consiguieron ir solos durante tres vueltas, pero entrando en la cuarta vuelta Wintson, Parlani y Senzula les dieron alcance y los cinco corredores formaron el grupo de cabeza; veinte metros más atrás estaban Walter, Yeray y todo el grupo de corredores que iban en fila india.

Australia entera seguía la carrera, nadie se quería perder aquel gran acontecimiento, pero sobre todo querían ver a “Yeray”, querían ver si era capaz de conseguir la tercera medalla. Las calles estaban vacías, todo el mundo estaba delante de su televisor o en las pantallas gigantes que se habían puesto en muchos campos de fútbol de muchas ciudades. Todo el mundo esperaba lo imposible. En Cantalapiedra la gente animaba a su corredor. Todos tenían la esperanza puesta en él, querían la tercera medalla.

Habían comenzado la décima vuelta, Timote había perdido la cabeza y era ahora Kalute el que llevaba el peso de la carrera. En primer lugar estaba Kalute seguido de Wintson, Parlani, Senzula y

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Timote y unos metros más atrás iban Walter y Yeray. Seguidamente se abría un hueco de unos metros y aparecían el resto de los corredores. Los corredores del grupo de cabeza aunque iban muy rápidos, a tres minutos el kilómetro, no se les reflejaba el cansancio en sus caras. Sin embargo a los corredores que iban por detrás en el último grupo ya se les empezaba a ver el cansancio reflejado en sus rostros.

Entrando en la vuelta número veinte Kalute seguía comandando el grupo de cabeza, seguido de Parlani, Wintson, Senzula y Timote que se empezaba a quedar un poco retrasado. Yeray y Walter les habían recortado unos metros y estaban a cinco metros de ellos. Los demás corredores cada vez se iban quedando más atrás y ya no iban todos en un grupo, sino que se habían formado varios grupos a lo largo de la pista.

Cuando solo faltaban cuatro vueltas para terminar la carrera Senzula salió disparado del grupo con intención de romperlo, había conseguido bajar de los tres minutos el km., eso empezaba a hacer mella en algunos corredores. De repente también sprintó Parlani e intentó ir a la caza de Senzula, sabía que si no forzaba la carrera no tendría muchas opciones de conseguir medalla ya que no era de los más rápidos en la llegada. Kalute salió detrás de Senzula y Wintson le imitó. Timote definitivamente se había quedado atrás, Yeray y Walter también le pasaron. Timote estaba pagando el esfuerzo que había hecho en las diez primeras vueltas. Los demás corredores

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seguían desperdigados a lo largo de la pista de atletismo.

Solo faltaban tres vueltas para acabar la carrera. Senzula y Parlani estaban en cabeza seguidos a unos metros de Kalute, Wintson, Yeray y Walter que les habían dado caza después de dar muchas vueltas a la pista. Timote se había perdido definitivamente por detrás con los demás corredores. Entrando en las dos últimas vueltas Senzula y Parlani volvieron a atacar intentando pillar desprevenidos a Kalute, Wintson, Yeray y Walter. Faltando dos vueltas, Senzula y Parlani pensaron que ya había llegado la hora de darlo todo y aceleraron como los caballos en una estampida, pero Yeray, Wistom y Walter que estaban muy atentos no les dejaron que se fuesen y ellos también aceleraron el paso manteniéndose a varios metros de ellos. Sin embargo Kalute no pudo seguir aquel ritmo infernal y se tuvo que conformar con ir a su ritmo. Cuando entraron en la última vuelta se oyó el sonido de la campana, Walter aprovechó para coger a Senzula y Parlani y ponerse en cabeza. Yeray no se quiso quedar atrás y también se unió al grupo. Los cuatro corredores se fueron hacia la meta volando. Encabezando la prueba iba Walter seguido de Senzula, Parlani y Yeray, aunque iban a bastante velocidad se iban vigilando para no tener ninguna sorpresa de última hora. Cuando se aproximaron a la última curva, estaban a cien metros de la meta. Brubeiker desde las gradas aprovechó para poner su cronómetro en marcha, quería saber que tiempo haría Yeray en recorrerlos. El

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primero en acelerar un poco más su velocidad fue Senzula, Walter hizo lo mismo, seguido de Parlani y Yeray. Los cuatro corredores iban al límite de su velocidad, pero Yeray era el único que se empezó a ir poco a poco de los demás por su zancada poderosa y rápida. Poco después entraban en meta: Yeray seguido de Parlani a continuación Senzula y Walter. Treinta segundos más tarde llegaron Kalute y Wistom. Poco después llegó Timote el compatriota de Yeray y a partir de ahí empezaron a llegar corredores y más corredores.

Cuando Yeray entró en la meta Brubeiker desde las gradas paró el cronómetro, pero no se atrevía a mirar el tiempo. Sabía que los cien metros los había corrido a una velocidad impresionante, pero tenía miedo de ver el tiempo. Por fin, después de unos minutos, se decidió a mirar el cronómetro. Su cara se quedó blanca como la nieve, tuvo que volver a mirar el cronómetro varias veces más para asegurarse que lo que estaba viendo era verdaderamente cierto, que no se había equivocado, que la vista no le hubiese jugado una mala pasada. Brubeiker después de ver lo que había hecho Yeray en cien metros estaba asustado, no se lo podía creer. Sabía que era rápido, pero aquello era increíble. Después de correr 9.900 metros a aquella velocidad infernal con los mejores corredores del mundo, los cien últimos metros había tardado en recorrerlos 9” 90 centésimas. Ese era el tiempo que emplean los mejores corredores del mundo en la prueba de cien metros. Brubeiker trataba de serenarse y miraba de reojo a un lado y a otro para cerciorarse

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que nadie había visto lo que el cronómetro marcaba. Si alguien le hubiese visto saltaría la noticia como la pólvora, rápidamente puso el cronómetro a cero para que nadie sospechase nada de lo que había pasado.

Yeray había conseguido su tercera medalla de oro en las Olimpiadas de Beijug en China. Nunca nadie en la historia del atletismo había hecho semejante proeza.

Cuando Yeray estaba dando la vuelta de honor a la pista de atletismo con la bandera de Australia toda la gente que estaba en el Estadio Olímpico se levantó de sus asientos y empezaron a aplaudir a aquel joven fenómeno del atletismo mundial. Antes de terminar la vuelta todo el mundo empezó a corear su nombre “Yeray”, “Yeray”....... Este acontecimiento lo estaban dando todas las televisiones del mundo, era un momento único para la historia. Seguramente nunca más nadie haría algo semejante. A partir de ese momento todos los niños del mundo querrían parecerse a él. En sus juegos haciendo carreras dirían que eran “Yeray”, que corría como el viento.

En Cantalapiedra la alegría se desbordaba por todas partes, todos estaban abrazados, todos reían. Habían visto la mejor carrera de todos los tiempos, a los mejores corredores del mundo disputarse la medalla de oro, pero solo uno la ganó “Yeray Pardok”.

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Cuando Yeray salió de la pista de atletismo se fue directamente a los vestuarios, le estaban esperando sus padres, hermanos, Brubeiker y una veintena de periodistas. Los padres y hermanos de Yeray se abrazaron a él derramando lágrimas de alegría. Brubeiker esperó un rato para poder hacer lo mismo. Los periodistas no hacían más que sacarle fotos y más fotos.

- ¡Déjame un móvil!, le dijo Yeray de pronto a su hermano Nicolás.

Nicolás le daba lo que le pidiese, aunque fuese la luna. Su hermano se lo merecía todo, era el campeón. Seguidamente le pasó su móvil, Yeray lo cogió y marcó un número. Al otro lado de la línea preguntaron:

- ¿Quién es?

- Soy Yeray.

Tatiana que estaba al otro lado del auricular se quedó sin habla, no se esperaba que Yeray la llamase desde China, que se acordase de ella en aquel momento tan importante para él. De repente Lucía, la amiga de Tatiana, chilló:

- ¡Tatiana está hablando con Yeray por teléfono!

Toda la gente de Cantalapiedra se cayó de repente, todos dejaron de meter ruido. Aquel era un

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momento único para todo el pueblo. Tatiana estaba hablando con Yeray “el campeón”. Todo el mundo escuchaba, querían saber que es lo que hablaban. Una señora se acercó a Tatiana y le dijo:

- Dile que estamos con él, que le esperamos, que le queremos, que es nuestro héroe.

- ¡Dime Yeray!, siguió hablando Tatiana. Antes de nada te quiero dar la enhorabuena por las tres medallas de oro. Todo el pueblo me está diciendo que te felicite, que te esperan para darte un abrazo.

- Tatiana, es una pena que no estés aquí conmigo para que tu también disfrutes de este momento. Te echo de menos. En cuanto nos dejen salir de aquí cogeré el primer avión.

- Yo también te echo de menos.

En cuanto Tatiana dijo estas últimas palabras los amigos y amigas de Tatiana se sonrieron. Cuando Tatiana interrumpió la conexión con Yeray todo el pueblo empezó a aplaudir y a decir:

- ¡Tatiana, Tatiana, Tatiana!

En las pantallas gigantes de toda Australia y de todo el mundo seguían dando una y otra vez la repetición de la final de los 10.000 m. Se veía a Yeray entrando en la meta con los brazos en alto y los ojos mirando al cielo dedicándole a Dios su triunfo. A

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continuación entraban Parlani y Senzula. Poco después Yeray se metía en el vestuario para ducharse. Brubeiker pensaba para sus adentros: “a partir de ahora va a ser terrible”, pero se dibujaba una gran alegría en su rostro.

Efectivamente, nada más salir Yeray del vestuario había más de treinta periodistas a la caza del campeón. Los periodistas empezaron a hacerle fotos y más fotos. A continuación continuaron con las preguntas. Yeray fue respondiendo a cada una de ellas con una sonrisa. Brubeiker por detrás de los periodistas miraba con admiración a su pupilo. Su corredor sabía estar en la pista y ante los medios de comunicación sin sobresaltarse. Los hermanos de Yeray, Nicolás y Francisco rápidamente se pusieron junto a su hermano para que también a ellos les sacasen alguna fotografía. Yeray les cogió a cada uno de un hombro y los tres posaron para las revistas y periódicos.

Media hora más tarde Brubeiker interrumpió las entrevistas, diciendo:

- Se nos ha hecho tarde, tenemos que volver al hotel.

Después de un rato consiguieron deshacerse de los periodistas. Cuando llegaron al hotel les salió el director con otras tres personas más a recibirles. Yeray seguía sonriendo viendo todo lo que le estaba sucediendo a su alrededor, de momento aquella situación le parecía graciosa. A cualquier sitio que

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iban tenían a la gente detrás. Seguidamente el director del hotel les condujo hacia uno de los salones, allí tenían preparado un refrigerio para ellos. Pasó otra media hora larga donde Yeray estuvo hablando con el director y sus socios, hasta que Brubeiker con mucha delicadeza volvió a decir:

- ¡Se nos ha hecho tarde! Yeray tiene que recibir unos masajes.

Al director y a sus socios les apenó un poco el que se tendrían que ir tan pronto, pero no tuvieron más remedio que aceptarlo. En la habitación de Brubeiker se reunió Yeray con sus padres y hermanos y allí estuvieron hablando y festejando la última medalla. También salió a relucir lo de volver a casa, saldrían al día siguiente a las once de la mañana.

Al día siguiente tanto Brubeiker como Yeray se despidieron del director del hotel y de todo el personal que les había atendido durante su estancia, el director dirigiéndose a Yeray, le dijo:

- Siempre que quieras venir a éste hotel será un honor tenerte aquí.

Yeray se iba emocionado de allí, le habían tratado francamente bien y se lo dijo al director. Cuando llegaron al aeropuerto no tardaron mucho en coger el avión, todos los atletas que habían salido de Australia regresaban de nuevo a su patria, pero el único que había conseguido ganar tres medallas de

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oro era “Yeray”. A parte de las medallas de oro de Yeray, entre los demás atletas habían conseguido: siete medallas de plata y seis de bronce. Varios días después el avión hacia su entrada en Australia, poco después una de las azafatas del avión dijo por el altavoz:

- Señores y señoras acabamos de entrar en Australia, dentro de diez minutos llegaremos al aeropuerto de Citi Field, muchas gracias por viajar con nosotros.

Efectivamente, poco tiempo después el avión aterrizaba en la pista del aeropuerto. Uno de los atletas miró por la ventanilla del avión y exclamó:

- Menudo recibimiento nos van a hacer. Todo el aeropuerto está abarrotado de gente.

En cuanto los atletas empezaron a bajar las escalerillas del avión, la gente que estaba allí esperando desplegaron las pancartas que llevaban y empezaron a chillar diciendo:

- “Yeray eres el mejor”, “Yeray eres el mejor”. Eres nuestro héroe, te queremos.

El alcalde de la ciudad y varios concejales se acercaron a los atletas que habían competido y les fueron saludando uno a uno. Cuando llegaron a donde estaba Yeray el alcalde no se conformó con darle un simple apretón de manos, le rodeó con los brazos y le dio un fuerte abrazo. A Yeray todo esto que le estaba

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sucediendo le hacía gracia, están sacando las cosas de su sitio, pensó para sus adentros. El alcalde de la ciudad les dijo a Yeray y a los demás atletas que tenían preparada una comida de bienvenida en el hotel Ritz, que se trasladarían allí en un autobús. Yeray no se esperaba esta bienvenida y le miró a Brubeiker con cara de sorpresa. Brubeiker le dijo:

- Ya te lo decía yo, esto es el precio que hay que pagar por la fama y esto solo es el principio.

Yeray no sabía que decir, pero lo que le dijo su entrenador de “esto es solo el principio” se le quedó grabado en la cabeza. Durante la comida Yeray tuvo que hablar con unos y con otros, saludar a muchas personas y sacarse fotos con otros muchos. Después de dos horas, cuando terminó la comida Yeray y Brubeiker cogieron un taxi y se fueron a sus casas. En cuanto el taxi les dejó en Cantalapiedra la euforia se desató en el pueblo. Todo el mundo salió a los balcones y a la calle para ver de cerca a Yeray. Todos querían tocarle y hablar con él, ellos tenían ese derecho, le habían visto nacer y crecer en aquel pueblo, todos le conocían bien. Yeray no se esperaba este recibimiento, estaba empezando a cansarse de ser famoso, aunque hizo un esfuerzo por agradar a todos, empezó a sonreír y a saludar a unos y a otros, firmó muchos autógrafos y poco a poco empezó a sentirse feliz de estar en su casa. De repente, alguien le tocó por detrás, Yeray pensaba que era uno de los muchos que le rodeaban y no hizo mucho caso, volvió a sentir que alguien le volvía a tocar, Yeray se giró y allí

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estaba Tatiana, ambos se abrazaron y besaron. La gente del pueblo prorrumpió en aplausos.

Más tarde Brubeiker consiguió sacarles de aquel tumulto y se los llevó a casa de Yeray. Al llegar allí se encontraron con los padres y hermanos que ya habían llegado de China. Poco a poco fueron llegando: Carlota, la hija del entrenador con su novio Marcos, Lucía, Juan, Andrés, Frank, Lucas. Al final con Yeray y Tatiana estaban once personas para celebrar la llegada de Yeray con las tres medallas de oro. Todos querían coger las medallas. El primero en tocarlas fue Juan que rápidamente, preguntó:

- ¿Son verdaderamente de oro?

Nicolás y Francisco respondieron a la vez:

- ¡Pues claro que son de oro!, de oro macizo.

Tres horas más tarde empezaron a irse a sus casas: Lucía, Juan, Andrés, Frank y Lucas. Poco después Brubeiker, Carlota y su novio Marcos y por último Yeray acompañó a Tatiana a su casa. A la mañana siguiente en la casa de Yeray sonó el teléfono. Francisco fue el que lo descolgó:

- ¡Si!, dígame, ¿quién es?

- Queremos hablar con Yeray Pardok.

- ¿De parte de quién?, preguntó Francisco.

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- Soy el director de la revista “La elegancia en el vestir”.

- Ahora se pone. ¡Yeray!, te llaman por teléfono.

- ¿Quién es?, preguntó Yeray.

- El director de la revista “La elegancia en el vestir”.

Yeray le hizo un gesto a su hermano, como diciendo: “ y a mí que”.

- ¡Sí! ¿dígame?

- Soy el director de la revista “La elegancia en el vestir”, quisiera proponerle un negocio. Nos gustaría que hiciese unos anuncios con nosotros y por supuesto hablar del aspecto económico.

- Si no le importa llámeme dentro de quince días por favor, ahora lo único que quiero es descansar unos días.

- Lo entiendo, dijo el director. Le llamaré el día dieciocho si le parece bien.

- Me parece muy bien, contestó Yeray.

- ¿Quién era?, le preguntó la madre de Yeray.

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A Yeray no le dio tiempo de responder a la pregunta de su madre. Francisco se adelantó a su hermano en la contestación. Le contó todo con pelos y señales de lo que había hablado su hermano. Yeray se quedó sorprendido de la eficacia de su hermano.

- Francis, le dijo Yeray. A partir de ahora atenderás todas mis llamadas personales, serás mi asesor financiero.

- De acuerdo dijo Francis, seré el mejor financiero que puedas tener.

Yeray y su madre se echaron a reír después de oír la contestación de Francis. De repente sonó el timbre de la puerta, poco después entraba Brubeiker, venía a desayunar con la familia Pardok. Mientras desayunaban todos juntos: los padres, los hermanos, Brubeiker y Yeray. Brubeiker dirigiéndose a Yeray le dijo:

- No solo he venido a desayunar, le dijo a Yeray, he venido porque quiero hablar contigo de algo que tienes que saber.

- No me lo puedes decir aquí, estoy con mi familia, contestó Yeray.

- Es algo que solo te puedo decir a ti. Más tarde si crees que debes decírselo a tu familia se lo dices.

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Seguido sonó el timbre de la puerta. Poco después entraba Tatiana que también iba a desayunar. Nicolás la hizo un sitio en la mesa para que se sentase. Francis le pasó un plato y una taza para que se sirviese. Cuando terminaron de desayunar. Yeray le dijo a Brubeiker:

- ¡Vamos al salón!, allí estaremos tranquilos.

Poco después, cuando los dos estuvieron solos:

- Dime entrenador, ¿qué es lo que le preocupa?, le dijo Yeray con una sonrisa.

- ¡Yeray!. Cuando corriste los 10.000 m., en China, ¿sabes cuanto tiempo hiciste en los 100 últimos metros?

- Pues no, respondió Yeray poniendo una cara de no saber a que venía aquella pregunta.

- Ten en cuenta, dijo Brubeiker, que ganaste en el sprint a Kalute que es uno de los hombres más rápidos.

Yeray seguía sin saber que es lo que le quería decir su entrenador, cada vez estaba más intrigado.

- Bajaste de los 10 segundos, dijo Brubeiker.

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Yeray se quedó callado durante unos segundos, pero no muy sorprendido por lo que acababa de oír a su entrenador.

- Sabe entrenador, dijo Yeray. Desde que era pequeño siempre he admirado a los hombres que corrían la prueba de los 100 m. Me gustaría correr con los hombres más rápidos del planeta. Creo que dentro de dos años son los Campeonatos del Mundo de Atletismo que se disputarán en Berlín. Quiero que me entrene para correr esa prueba.

- ¿Y tus pruebas de 1.500 m., 5.000 m., y 10.000 m.?, le preguntó Brubeiker.

- De momento quiero concentrarme en los 100 m. lisos. Es una prueba que siempre me ha apasionado, es pura velocidad. Desde hace unos años todos los corredores que la corren son de color. No hay nadie de piel blanca, quiero estar en la final.

Brubeiker no supo que contestar, se había quedado sin habla. Yeray había conseguido tres medallas de oro en 1.500 m., 5.000 m., y 10.000 m. y podía seguir haciendo un buen papel dentro de otros cuatro años, ¡para que quería cambiar de pruebas!

Después de estar durante unos minutos

cayados, Brubeiker dijo:

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- Para empezar, tendrás que coger más masa muscular en los brazos y en las piernas, eso te dará más velocidad.

Desde luego era un nuevo reto para los dos intentar meter en la final de los 100 m., lisos a Yeray, pensó para sus adentros Brubeiker, tenemos dos años para prepararnos.

- Pero ahora mismo dijo Yeray, lo único que quiero es descansar un poco de tanto entrenamiento, ha sido un año muy duro.

Poco después Brubeiker y Yeray volvieron al comedor donde estaba su familia terminando de desayunar. Yeray levantando la voz, dijo:

- Os quiero proponer una cosa a todos, ¡haber que os parece!, me gustaría que nos fuésemos todos de vacaciones a España. He oído que es un país maravilloso donde se come muy bien y tiene unas playas donde está garantizado el sol durante el verano. Brubeiker por supuesto puedes venir con tu hija Carlota.

Todos se quedaron gratamente sorprendidos ante la oferta que les había hecho Yeray. No era mala idea pasarse unas semanas en España.

- Nosotros decimos que ¡Sí!, contestaron Nicolás y Francisco al mismo tiempo, poco después todos dieron su conformidad.

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- Muy bien, dijo Yeray. Entonces saldremos pasado mañana en el primer avión.

A todos les pilló por sorpresa.

- ¿Tan rápido?, contestó Tatiana.

- Cuanto antes mejor, dijo Yeray. Todos nos merecemos unas vacaciones, ha sido un año muy largo. Así que a preparar las maletas. Francis llama al aeropuerto y pide pasajes para todos, nos vamos a las Islas Canarias.

Francis no esperó, cogió el teléfono y llamó al aeropuerto. Un cuarto de hora más tarde todo estaba preparado para que saliesen dentro de dos días. Llegó el día, todo el grupo cogió el avión con rumbo a Las Islas de Gran Canaria (España). El vuelo fue largo, tuvieron que hacer varios trasbordos, pero después de casi una semana consiguieron llegar a su destino. En cuanto el avión aterrizó todos se apresuraron a salir, poco después el sol de Las Islas Canarias deslumbraba a todos con su luz y calor. Un poco más tarde iban en tres taxis hacia el hotel. Poco después todos estaban en sus habitaciones. Había llegado la hora de comer, todos aprovecharon para bajar al comedor del hotel. Minutos después todos estaban comiendo y hablando de lo bien que lo iban a pasar. Tatiana se fue fijando que la gente que pasaba cerca de ellos se les quedaban mirando, se lo comentó a Nicolás y Francisco, pero ellos no notaron nada raro

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hasta que unas chicas se acercaron a Yeray y le pidieron unos autógrafos. Más tarde el hotel se fue llenando de gente y todos se acercaron a Yeray para que les echase algún autógrafo.

Cuando terminaron de comer salieron del hotel para dar un paseo por la isla. Francis dirigiéndose a su hermano le dijo:

- Será mejor que te compres un sombrero y unas gafas oscuras para que podamos pasear tranquilamente.

- ¿Y dónde los puedo comprar?, preguntó Yeray, pues no veía ningún lugar cerca.

- No te preocupes, le dijo su hermano Francis, yo me encargo.

Francis desapareció unos instantes, rápidamente empezó a ejercer de manager de su hermano. No tardó mucho en volver con un sombrero y unas gafas de sol para su hermano.

- ¿A ver que te parece esto que te he comprado?

Yeray se puso el gorro y las gafas y desde luego no parecía el mismo.

- Con esto no te va a reconocer nadie, le dijo Tatiana con una sonrisa en su cara.

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Pasaron el día recorriendo la ciudad y comprando algunos regalos. Cuando se quisieron dar cuenta tuvieron que volver al hotel porque se había hecho tarde. Al día siguiente comieron en un chiringuito en la playa, aprovecharon el día para darse unos baños y tomar el sol. Yeray seguía con el sombrero y con las gafas, no se desprendía de ellos hasta que llegaba a la habitación del hotel. Le estaban sirviendo de mucho, desde que se los puso no le habían vuelto a parar por la calle y tampoco había tenido que firmar más autógrafos. Pasaron dos semanas estupendas. Yeray y Brubeiker descansaron mucho, toda la tensión que habían acumulado durante los últimos años se había disipado totalmente. Una vez terminadas las vacaciones regresaron a Australia, pero ahora volvían tostados por el sol y totalmente descansados.

Una semana después de las vacaciones Brubeiker le dijo a Yeray:

- Tenemos que empezar a entrenar de nuevo, creo que hemos descansado lo suficiente. Entrenar la velocidad no es lo mismo que entrenar la resistencia, tenemos que cambiar las formas de entrenar.

Yeray dijo a su entrenador:

- Cuando quiera entrenador, ya me conoce. Cuando hay que entrenar me pongo el primero.

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- Mañana empezaremos, tampoco hay tanta prisa, tenemos dos años por delante para bajar los tiempos.

Al día siguiente Yeray se despidió una vez más de sus padres y hermanos. Más tarde estuvo con Tatiana para despedirse un poco más tranquilamente. Yeray volvía a los entrenamientos y al estudio, Brubeiker preparó el coche con todo lo necesario y ambos se trasladaron a Perth, la casita que tenían alquilada en lo alto de una llanura a veinte kilómetros de Cantalapiedra. Nada más llegar como estaban cansados del viaje, cenaron y se metieron a la cama. Cuando Yeray se levantó al día siguiente lo primero que se encontró fue una hoja con el horario encima de la mesa:

- 8 h. Levantarse.- 8 y media desayunar. - De 11 h. A 13 h. Entrenamiento- 14 h. Comida.- 14,30 h. siesta.- De 17 h. A 20 h. Entrenamiento- 21 h. Cena- 23 h. Dormir.

Al principio, a ambos les costó coger el ritmo del horario que tenían previsto, pero a través de las semanas se fueron haciendo. Cuando se quisieron dar cuenta ya habían cogido el ritmo normal. Los entrenamientos habían cambiado de forma. Ahora tenía que calentar mucho más tiempo y siempre al principio y

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al final de cada entrenamiento para no tener lesiones. Antes de cada entrenamiento dedicaba toda una hora para calentar y cuando terminaba el entrenamiento solo calentaba durante media hora. También tenía que meter muchas horas de gimnasio para coger más fuerza muscular, tanto en los brazos como de las piernas. Al mismo tiempo también estudiaba en la universidad, quería acabar la carrera de Profesor de Educación Física que tanto le gustaba.

Uno de los días que hacía mucho frío Yeray estaba haciendo series de 150 m., en una de las series cayó al suelo agarrándose la pierna izquierda. Brubeiker rápidamente se acercó a él preguntándole:

- ¿Qué te ha pasado?

- Creo que me he roto algo, me duele el talón horriblemente.

- ¡Déjame ver!, le dijo Brubeiker.

Brubeiker examinó el pie, Yeray se quejaba mucho y no era un chico que se quejase, eso le alarmó al entrenador.

- Esto parece serio, dijo el entrenador con la cara blanca.

Mas tarde Brubeiker llevó a Yeray al hospital más cercano para que le mirasen. En cuanto los médicos y enfermeras se dieron cuenta de que aquel chico que

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estaba allí era Yeray Pardok, la noticia corrió rápidamente entre el personal sanitario. Poco después había un montón de médicos y enfermeras cerca de Yeray para verle de cerca, querían ver al chico que había ganado tres medallas de oro en la Olimpiada de Beijug. Uno de los médicos se acercó a Yeray y le empezó a mirar el pie, más tarde le hizo unas radiografías, y efectivamente Yeray tenía roto el tendón de aquiles.

- Tiene roto el tendón de aquiles, le dijo el médico a Brubeiker, tenemos que operarle enseguida.

- ¿Cuánto tiempo tendrá que estar sin entrenar?, le preguntó Brubeiker al médico.

- Varios meses, contestó el médico.

- ¿Cuántos son varios meses?, volvió a preguntar Brubeiker.

- Entre seis u ocho meses para volver a empezar a entrenar en serio, contestó el doctor.

Tanto Brubeiker como Yeray se quedaron consternados, aquella noticia les había dejado helados. Al día siguiente a primera hora de la mañana Yeray entraba en el quirófano para ser intervenido del pie. Una hora más tarde todo había terminado, la operación había sido un éxito. Los médicos que le habían operado estaban contentos con la operación. Cuando Yeray despertó en la habitación del hospital pensaba que estaba soñando. Sus padres, hermanos, Tatiana y Carlota estaban en la

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habitación mirándole. Yeray se frotó los ojos pensando que aún estaba dormido, pero no, allí estaban realmente todos. Durante los tres días que estuvo ingresado siempre estaba con él alguno de su familia: sus padres, hermanos, Tatiana y por supuesto Brubeiker que prácticamente no salía de allí.

Dos días más tarde Yeray salió del hospital, volvió a su casa para recuperarse; durante ese tiempo aprovechó para estudiar y ponerse al día en sus estudios. Pasó todo un año antes de que Yeray volviese a entrenar. Tuvo que empezar de cero. Las lágrimas le caían de sus ojos, nunca se había visto tan mal físicamente. Le costó muchísimo empezar a ponerse en forma. Pero Yeray estaba hecho de pura entrega y constancia, poco a poco fue saliendo adelante con la ayuda de su familia y por supuesto de su entrenador. Si querían mejorar tenían que volver a Perth, a la casita que tenían en plena naturaleza, y así lo hicieron. Un día cogieron el coche y se trasladaron allí. Brubeiker y Yeray empezaron a vivir con el horario que tenían programado antes del accidente, aún lo tenían colgado de la pared.

- El próximo año serán los Campeonatos del Mundo de Atletismo, dijo Brubeiker, para esa fecha tendrás veinticuatro años. Aún tienes tiempo para luchar por las medallas, pero a partir de esa edad se va perdiendo velocidad. Así que tendrás que entrenar a tope para estar listo para entonces.

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- Para el año que viene terminaré la carrera, dijo Yeray, para entonces podré tener la cabeza puesta solamente en los Campeonatos.

- Efectivamente contestó Brubeiker, eso te ayudará a mejorar tus marcas.

Yeray empezó a mejorar en las series que tenía que hacer cada día, aunque solo entrenaba por las mañanas y después de mucho calentar. Brubeiker aún no le dejaba forzar al máximo, quería que los músculos de Yeray fuesen haciéndose al esfuerzo. Dos meses más tarde empezaron a entrenar por la tarde, pero de momento sin forzar demasiado. Pasaron otro par de meses y el cuerpo de Yeray respondió favorablemente a los entrenamientos.

- Bueno Yeray han pasado cinco meses desde que empezamos a entrenar y todo va sobre ruedas. A partir de hoy endureceremos los entrenamientos un poco más. Tampoco quiero que fuerces demasiado, no sea que vuelvas a lesionarte.

Siguieron pasando los meses, Yeray respondía satisfactoriamente a los entrenamientos, apenas se cansaba y el pie respondía favorablemente. Ocho meses después de la operación Yeray se entrenaba como si no hubiese tenido nunca ninguna lesión, forzaba al máximo y su cuerpo respondía bien, aunque los tiempos que hacía no eran lo que esperaba Brubeiker.

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- Mañana seguiremos Yeray, ahora vete al gimnasio y haz varias sesiones de pesas con los brazos y con las piernas, tienes que coger más masa muscular que es la que te dará la fuerza que necesitas para correr más rápido.

- Muy bien entrenador, respondió Yeray.

Yeray estuvo dos horas largas en el gimnasio. Cuando regresó a la casa Brubeiker tenía preparada la cena.

- ¿Qué tal te ha ido el gimnasio?, le preguntó su entrenador.

- ¡Bien!, contestó Yeray. He hecho varias series con los brazos y el doble de series con las piernas.

- Pues ahora a cenar, creo que hoy nos la hemos ganado.

Los dos cenaron en silencio, se notaba el cansancio en el rostro de ambos. Media hora más tarde entrenador y corredor estaban en la cama. A Yeray le costó coger el sueño, sabía que los entrenamientos se habían estancado un poco. Brubeiker no le había dicho nada al respecto, pero lo veía en su cara. Le costaba coger la velocidad que tenía antes del accidente, notaba que sus piernas no corrían con la misma ligereza. Llevaba ocho meses trabajando sin parar y veía que no había adelantado mucho.

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Siguieron pasando las semanas. Los entrenamientos cada día eran más duros, pero los resultados no terminaban por llegar. Brubeiker cada día estaba más serio, más tenso. Los tiempos seguían igual que hacía meses y sin embargo los días pasaban volando. Yeray continuaba entrenando y los tiempos seguían igual, por encima de lo esperado, no había forma de bajar el tiempo.

Cuando solo quedaban cuatro meses para que se celebrasen los Mundiales de Atletismo de Berlín en Alemania, Yeray seguía entrenando y aún no había conseguido bajar de los 10 segundos en los 100 m., y de 23 segundos en los 200 m. Para correr en los mundiales tenía que bajar de los 10 segundos en los 100 m. y de 22 segundos en los 200 m. Brubeiker cada día estaba más desesperanzado, no veía que su corredor podría mejorar faltando tan poco tiempo.

Siguió pasando el tiempo, solo quedaban tres meses para la gran cita en Berlín. Yeray seguía entrenando, pero mejoraba muy poco a poco. Brubeiker le daba muchos consejos, Yeray le obedecía en todo lo que le decía su entrenador, pero la mejoría en sus entrenamientos era mínima. Yeray estaba cada vez más preocupado, no dormía bien. Tanto entrenamiento, tanta lucha, llegó a pensar más de una vez Yeray, “para nada”, pero enseguida volvía a luchar para intentar llegar a los tiempos que tenía que conseguir.

Uno de los días después de los entrenamientos, cuando ya lo iban a dejar porque había

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sido un día igual a los demás. Yeray le dijo a su entrenador:

- Entrenador, ya se que el día ha sido malo, que hoy tampoco he conseguido bajar el tiempo, pero hágame un favor, volvamos a repetir una vez más las series.

Brubeiker nada más oír a Yeray se sonrió y pensó, “este chico es increíble”. Llevamos toda la tarde haciendo series y no ha conseguido hacer nada que valga la pena y sin embargo quiere que sigamos, no sé si reír o llorar.

- Está bien Yeray, ¡estás seguro de que quieres volver a repetir las series!, porque llevamos toda la tarde haciendo lo mismo y no hemos conseguido nada.

- ¡Estoy seguro!, contestó Yeray.

Brubeiker se fue hacia la meta no muy convencido de si sería bueno seguir con las series o dejarlo para el día siguiente. Yeray por su parte se fue hacia la línea de salida dispuesto a correr la misma distancia que había estado corriendo toda la tarde y otras muchas tardes a lo largo de todo el año sin conseguir resultados positivos. Brubeiker cogió el cronómetro y chilló:

- ¡Preparado, listo, ya!

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Yeray salió como un rayo, iba tragando metros a medida que se iba acercando a la meta. Brubeiker sin embargo no miraba al cronómetro, miraba a Yeray una vez más. Sin embargo algo en su cabeza le decía que su corredor lo estaba haciendo mejor que otras veces. En cuanto Yeray pasó la línea de meta, Brubeiker paró el cronómetro, pero no se atrevía a mirar, no quería quedar decepcionado una vez más. Después de unos segundos de duda, decidió mirar al cronómetro. Yeray desde la distancia miraba a su entrenador esperando a que le dijese algo. Cuando Brubeiker se fijó en el cronómetro y vio donde se había parado el tiempo, se quedó paralizado, no terminaba de reaccionar.

- ¿Qué le pasa entrenador?, dijo Yeray asustado, pensando que su entrenador estaba tan desmoralizado que había perdido las ganas de todo.

- ¡Has bajado de los diez segundos!, contestó Brubeiker después de casi un minuto sin poder responder.

- ¡Que he bajado de los diez segundos!, repitió Yeray asombrado.

- ¡Sí!, dijo Brubeiker al mismo tiempo que recobraba la voz. Has conseguido bajar de los diez segundos. ¡Por fin!, lo has conseguido. ¡Mira lo que marca el cronómetro!

Yeray se acercó a su entrenador, miró el cronómetro y vio: 9 segundos 84 centésimas. Nada más

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ver Yeray lo que marcaba el cronómetro se echó en los brazos de su entrenador y ambos se abrazaron, el abrazo fue largo. Tanto tiempo esperando bajar de los diez segundos y por fin había lo habían conseguido.

- ¡Volvamos a repetir la serie!, dijo Yeray emocionado, quiero confirmar el tiempo una vez más.

- ¡De acuerdo!, dijo Brubeiker, me parece bien.

Yeray volvió a la línea de salida y Brubeiker desde la meta cogió el cronómetro y chilló:

- ¡Preparado, listo, ya!

Yeray volvió a salir como el rayo, esta vez Brubeiker miraba a su corredor y al mismo tiempo miraba al cronómetro, en su interior estaba deseando que volviese a repetir el tiempo que había marcado hacía pocos minutos, pero tenía miedo de que esto no se repitiese otra vez y volviese a los tiempos por encima de los diez segundos. Cuando Yeray se iba acercando a la meta, Brubeiker dejó de mirar el cronómetro, solo cuando su corredor entró en la meta paró el cronómetro y al mismo tiempo miró el tiempo. Yeray nada más entrar miró hacia su entrenador para que le dijese el tiempo. Entonces Brubeiker saltó de alegría y dijo:

- Esta vez has empeorado un poco, pero la marca sigue siendo buena, has hecho 9 segundos 92 centésimas, pero hay que tener en cuenta que

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apenas has recuperado entre la primera y la segunda carrera.

Yeray estaba contento, por fin, después de tanto tiempo había conseguido bajar de los diez segundos. Más tarde, cuando se había duchado, se acercó a Brubeiker para ayudarle a preparar la cena, los dos tenían otra cara. Poco después mientras cenaban apenas intercambiaron varias palabras. Les parecía que podía haber sido un sueño el que hubiese bajado de diez segundos y tenían miedo de despertar y encontrarse con otra realidad. Poco después ambos se acostaron esperando a que llegase el próximo día para seguir entrenando.

A la mañana siguiente en cuanto Yeray y Brubeiker se vieron en el comedor, Yeray le preguntó a su entrenador:

- ¿Ayer bajé de los diez segundos?

- ¡Sí!, contestó titubeando Brubeiker como si no estuviese seguro de lo que decía. Hoy dedicaremos el día a hacer series de 100 y 200 m., dijo Brubeiker.

- Bien, entrenador, eso le iba a proponer yo también, quiero mentalizarme que soy capaz de bajar de los diez segundos.

Después de desayunar, Yeray empezó a calentar minuciosamente cada músculo de los brazos y de las piernas. Una hora más tarde estaba dispuesto a

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empezar con las series. Yeray se fue hacia la línea de salida de los cien metros y Brubeiker se fue hacia la meta con el cronómetro en la mano. Ambos iban con miedo de que no fuese capaz de bajar de los diez segundos.

- ¡Preparado, listo, ya!, gritó Brubeiker.

Yeray salió como un viento impetuoso, aunque un poco agarrotado por el miedo que tenía de no poder bajar de los diez segundos. Cuando Brubeiker paró el cronómetro marcaba 9” 99 centésimas. Yeray no se atrevía a preguntarle a su entrenador que había hecho, fue Brubeiker el que le dijo:

- ¡Has tardado nueve segundos noventa y nueve centésimas.

Yeray pegó un suspiro de satisfacción, sabía que lo podía hacer mucho mejor. Cuando salió estaba agarrotado y eso no le había dejado correr con soltura. Sin embargo Brubeiker no las tenía todas consigo, pensaba que el tiempo que acababa de hacer Yeray era lo mejor que podía hacer. Yeray volvió a la línea de salida, pero esta vez iba concentrado en lo que tenía que correr, había recuperado la confianza en si mismo. Cuando llegó a la línea de salida estuvo durante unos segundos mirando a la meta con verdadera tensión, pero enseguida se relajó esperando la señal de su entrenador.

- ¡Preparado, listo, ya!, volvió a repetir una vez más Brubeiker.

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Esta vez Yeray salió como un rayo, cada músculo de su cuerpo le impulsaba hacia delante con verdadera fuerza, le parecía que volaba. Cuando atravesó la línea de meta Brubeiker paró el cronómetro y exclamó con voz sonora:

- Nueve segundos ochenta centésimas.

Brubeiker y Yeray se abrazaron con lágrimas en los ojos. Los entrenamientos empezaban a dar sus frutos, había costado meses, pero por fin había llegado, estaba en los tiempos requeridos para participar en los Campeonatos del Mundo de Atletismo.

- ¡Ahora empezaremos a entrenar los 200 m.!, dijo

Brubeiker con una sonrisa en la cara.

Yeray fue hacia la salida de 200 m., y esperó a que su entrenador le diese la señal para salir.

- ¡Preparado, listo, ya!, gritó Brubeiker poniendo el cronómetro en marcha.

Yeray salió como una bala recién salida del cañón hacia la meta, tenía que aguantar doscientos metros a toda velocidad. A medida que iba tragando metros su cabeza le iba diciendo que no podía mantener aquel ritmo infernal, pero su corazón le decía que estaba preparado para aguantar esa distancia y más. Al mismo tiempo que corría mantenía ese dialogo consigo mismo, poco después pasaba la línea de meta. Brubeiker paró el cronómetro, marcaba 22“34 centésimas, había sido una marca

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estupenda, con este crono podía entrar a disputar los Campeonatos del Mundo de Atletismo. Ahora lo que necesitaba Yeray era entrenar más a fondo para ir bajando los tiempos de 100 y 200 m. Sin embargo Yeray no estaba conforme con la marca que había hecho en los 200 metros y volvió a la línea de salida para intentarlo de nuevo. Una hora más tarde seguía haciendo series, pero no conseguía bajar de los 22 segundos.

- ¡Tienes que descansar y relajarte un poco!, le dijo Brubeiker. No es bueno que te obsesiones con bajar el tiempo. El cuerpo también necesita un tiempo de tranquilidad. Ahora descansa un poco y más tarde si ves que te encuentras con ganas puedes volver a repetir las series.

Yeray al principio no estaba de acuerdo con su entrenador, pensaba que lo que tenía que hacer era seguir y seguir haciendo series hasta que consiguiese bajar el tiempo, pero hizo caso a su entrenador y se tumbó en el césped tratando de relajarse durante un rato.

- ¡Yeray!, ¡Yeray!, le llamó Brubeiker.

Yeray abrió los ojos, se había quedado dormido. ¡Qué entrenador!, dijo Yeray aun sin saber donde estaba.

- ¡Quieres que sigamos con las series!

- Por supuesto, dijo Yeray levantándose del suelo.

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Yeray se fue hacia la línea de salida de los 200 metros, una vez allí se preparó esperando la señal de su entrenador.

- ¡Preparado, listo, ya!

Yeray salió con una velocidad impresionante, daba la impresión de que volaba, el cabello que lo tenía un poco largo le flotaba hacia atrás como consecuencia de la velocidad que llevaba, cuando cruzó la meta Brubeiker paró el crono, marcaba 21” 99 centésimas.

- ¿Cuánto he hecho?, preguntó Yeray desde la distancia.

- 21 segundos y 99 centésimas, exclamó Brubeiker entusiasmado.

Yeray saltó de alegría, su cuerpo le estaba respondiendo, si esto seguía así podía incluso luchar por las medallas. Siguieron pasando las semanas, los entrenamientos cada día eran más duros: estiramientos, gimnasio, series, estiramientos, series, gimnasio, estiramientos. Yeray fue mejorando los tiempos de 100 y 200 metros hasta que bajó el crono de 100 m. en 9” 70 centésimas. Y de 200 m. en 20” 85 centésimas. Brubeiker estaba como loco con su corredor, había conseguido ponerse en los tiempos de los mejores corredores del mundo de 100 y 200 metros. Tan solo quedaba mes y medio para competir en el Estadio Olímpico de Berlín y sólo quince días para limar un poco más los tiempos.

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CAMPEONATOS MUNDIALES DE ATLETISMO DE BERLÍN

Por fin llegó el día señalado, 15 de julio. La selección australiana de atletismo cogía el avión para trasladarse a Alemania al Estadio Olímpico de Berlín para disputar los Campeonatos Mundiales de Atletismo. En el avión iban quince chicos y veinte chicas, todos con mucha ilusión de participar en unos Campeonatos Mundiales, dispuestos a no volver de vacío, el que más el que menos pensaba traerse alguna medalla de algún color.

También salió de Australia una flota de aviones con los parientes, amigos e hinchas de la selección australiana de atletismo. En uno de aquellos aviones iban los padres y hermanos de Yeray, Tatiana y Carlota. Todos iban con ilusión de ver una vez más correr a Yeray, aunque sabían que esta vez lo iba a tener muy difícil. Las pruebas que iba a correr no eran su especialidad. Aún nadie se podía explicar como Yeray había dejado de correr 1.500 m., 5.000 m., y 10.000 m. siendo el campeón olímpico. ¡Cómo se había pasado a correr 100 y 200 m!, algunos pensaban que se había vuelto loco.

Yeray por su parte también sabía que sería muy difícil conseguir alguna medalla en velocidad, pero tenía mucha ilusión por intentarlo y no quería retirarse sin dejar de correr esas pruebas. Ahora tenía veinticuatro

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años y las próximas olimpiadas serían dentro de otros dos años, para entonces tendría veintiséis años y con esa edad no podía ni pensar competir en velocidad. Sin embargo si podría volver a los 1.500 m., 5.000 m., y 10.000 m. Por eso esta era su última oportunidad de competir en velocidad.

Cuando llegaron al aeropuerto de Berlín, se encontraron con que todo estaba muy bien organizado. Les recibieron una flota de personas que se hacían cargo de todos los atletas de todas las naciones. Cada selección tenía un hotel para poder pasar los días de las competiciones y estadios para entrenar, etc.

Yeray tenía una gran reputación como atleta, después de haber conseguido tres medallas de oro en la última olimpiada, todo el mundo había oído hablar de él. Las pruebas para clasificarse en 100 m. serían los días: dos, tres y cuatro de agosto. Las de 200 m., el cinco, seis y siete del mismo mes. Yeray aún tenía unos cuantos días para mejorar sus marcas antes de las pruebas de clasificación.

Primera prueba de clasificación, día dos de agosto. Yeray tiene su primer examen en la prueba de 100 m., para clasificarse. Solo se clasifican los dos primeros y las dos mejores marcas de las tres series, los demás se van para casa. Yeray está un poco nervioso, sabe que si no se clasifica se tendrá que ir para casa, Brubeiker le ha dicho que no piense en la prueba, que piense en otras cosas, tiene que estar relajado antes de la prueba.

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El Estadio Olímpico de Berlín tiene una capacidad para 75.000 personas, está completamente abarrotado. Los espectadores son de todas las nacionalidades, aunque abundan de manera abrumadora los alemanes.

Yeray está ya en la pista junto a otros siete corredores, son tres blancos y cinco negros. Entre ellos se encuentra el sudafricano Bonds y el cubano Burrell, estos dos corredores siempre están en todas las finales, son muy rápidos. Por los altavoces se empiezan a oír los nombres de los corredores que van a participar en la prueba de los 100 m., poco después el juez de la prueba levanta su pistola y dispara.

Todos los corredores salen muy rápidos, en un abrir y cerrar de ojos han recorrido los primeros 50 metros, pero a partir de este recorrido ya no corren sino vuelan. A falta de 10 metros Bonds y Burrel van un poco adelantados sobre los demás, Yeray lucha por la tercera plaza con los demás corredores, segundos después entran en meta: Bonds, Burrel, Yeray............ La serie ha sido bastante rápida, el primero ha entrado con un tiempo de 9” 95 centésimas. Los siguientes días corrieron las demás series. Cuando se acabaron todas las series, habían quedado clasificados para la final de 100 metros: Fredericks de Jamaica, Montgomery de Panamá, Powel de Estados Unidos, Greene de Puerto Rico, Bonds de Sudáfrica, Banley de Las Islas Barbados, Burrel de Cuba y Yeray de Australia.

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El día 5 de agosto Yeray tiene su segunda carrera para intentar clasificarse en la prueba de 200 m. Entre los corredores se puede ver a: Banley y Greene, estos dos corredores junto con Yeray también han corrido la prueba de 100 m., intentarán clasificarse también en los 200 metros. Todos los corredores están preparados para correr. Poco después el juez levanta su arma y dispara.

Los ocho corredores salen como un viento huracanado, se desplazan rápidamente hacia la meta, ninguno mira hacia atrás, sin embargo algunos miran por el rabillo del ojo a sus contrincantes mientras siguen tragando metros de pista, se están acercando a la meta a una velocidad impresionante, segundos después entrar en la meta: primero Banley, segundo Greene, tercero Yeray, cuarto......................... Yeray ha entrado marcando un tiempo de 20” 50 centésimas. Los siguientes días siguen las demás series. Una vez acabadas quedan clasificados para la final de 200 metros: Fredericks de Jamaica, Breiner de Panamá, Suney de Estados Unidos, Greene de Puerto Rico, Pleitor de Sudáfrica, Banley de Las Islas Barbados, Carroll de Cuba y Yeray de Australia. Increíble, hay cuatro corredores que están clasificados para disputar las finales de 100 y 200 metros.

Todas las televisiones y medios informativos se hacen eco de esta noticia. “Cuatro corredores han quedado clasificados para correr los 100 y 200 metros”. Entre los corredores solo hay un hombre blanco, cosa que no ocurría desde hacía quince años. Este joven es el famoso Yeray Pardok de nacionalidad australiana, ganador de las medallas de oro en 1.500 m., 5.000 m. y

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10.000 m. en las Olimpiadas de Beijug en China. Lo que es increíble, seguían diciendo en las noticias, es como este corredor de pruebas de medio fondo y fondo se ha podido pasar a la velocidad, el cambio es impresionante.

Los australianos están fascinados con su atleta favorito “Yeray Pardok”. Está clasificado para correr en las finales de 100 y 200 metros lisos. Por internet se hacen apuestas sobre los finalistas de 100 y 200 m., ¿quién quedará en primer, segundo y tercer lugar? La gente apostaba por su favorito. Las apuestas estaban a favor de Fredericks de Jamaica, seguido de Grenne de Puerto Rico y en tercer lugar Banley de Las Islas Barbados. Todo el mundo está expectante ante la prueba reina, los 100 metros lisos, quieren ver en acción a los corredores más veloces del mundo. Quieren saber quien será el próximo campeón de campeones, ¿quién será ese año?

A Brubeiker y a Yeray aun les quedaban unos cuantos días de entrenamiento antes de disputar las finales de 100 y 200 metros. Yeray tenía un entrenamiento exigente. Por las mañanas se pasaba parte de ellas haciendo ejercicios de elasticidad, seguido de unas series de 100 y 200 metros, y por las tardes, gimnasio: fortalecimiento de brazos y piernas, cogiendo masa muscular para que las salidas fuesen explosivas, y terminaba el día con unos largos de piscina para relajar todos los músculos del cuerpo. El día anterior a la final de 100 metros, Brubeiker le dio descanso a Yeray, ese día se lo pasó: leyendo, viendo alguna película en la televisión y

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rezando ante una Imagen de la Virgen que tenía en su habitación.

FINAL DE 100 METROS LISOS

Sábado, 17 de agosto. Final de los 100 m. lisos.

Todos los corredores están en la línea de salida: Fredericks, Montgomery, Powel, Greene, Bonds, Banley, Burrel y Yeray. Están bastante nerviosos, algunos dan pequeños saltitos, otros andan atrás y adelante, todos intentan estar concentrados ante esta prueba tan exigente. Son unos momentos muy especiales para todos ellos, tanto tiempo entrenando y en muy poco tiempo sabremos quien es el corredor más rápido del mundo. Este año hay alguien diferente a todos los demás años, tenemos a un hombre blanco entre todos los demás que son negros. Por fin, después de tantos años donde siempre eran negros los que ocupaban todas las calles se ha hecho un hueco un hombre blanco, Yeray Pardok de origen australiano.

Entre todos los corredores la mejor marca la tiene Fredericks con 9” 60 centésimas, seguido de Greene y de Banley a tan sólo 5 y 8 centésimas. La mejor marca de Yeray es de 9” 70 centésimas, está a mucha diferencia de los primeros, pero nunca se puede saber lo que puede pasar, cada carrera es un mundo. Una buena salida puede

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llevar a un corredor a que entre el primero. Poco después el juez de salida da el primer aviso para que los corredores se pongan en sus posiciones. Todos los corredores se ponen sobre sus tacos de salida preparados para luchar por las medallas. En la primera calle está Fredericks, en la segunda Greene, en la tercera Banley...... en la octava Yeray Pardok. El juez levanta su pistola y dispara.

Fredericks, Greene y Yeray han sido los corredores que mejor han salido. Los demás han tardado unas décimas de segundo en salir después del disparo. Los corredores que no han salido bien se están quedando rezagados. Cuando han llegado a la mitad de la prueba Fredericks, Greene y Yeray van a la misma altura, los demás van ligeramente más atrás. Solo quedan veinte metros para llegar a la meta. Fredericks, Greene y Yeray siguen corriendo a la misma velocidad, los tres quieren ganar el oro, se van vigilando por el rabillo del ojo. Fredericks se fija en Greene que es el que tiene justo a su lado, y Greene se fija en Fredericks que es el mejor. Yeray que corre en la última calle pasa totalmente desapercibido para los dos famosos corredores, ninguno de los dos le tiene en cuenta. Entrando en los diez últimos metros Yeray aprieta un poco más, acelera y entra en la meta seguido de Frederick y Greene.

Yeray Pardok es el nuevo Campeón del Mundo de los 100 m. lisos, él aún no lo sabe porque han entrado los tres casi al mismo tiempo. Poco después por la megafonía del estadio se oye:

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- ¡Yeray Pardok!, nuevo Campeón del Mundo de los 100 metros lisos, con un tiempo de 9” 61 centésimas.

Yeray se lleva las manos a la cara, no se lo puede creer, ha bajado nueve centésimas su marca personal, ha ganado a los mejores velocistas del mundo. Yeray mira hacia donde está su entrenador, cuando le ve va hacia donde él, poco después se funden en un abrazo.

Todos los medios de comunicación se hacen eco de la noticia: Yeray Pardok, de nacionalidad australiana, nuevo campeón del mundo de los 100 metros lisos. Después de quince años de supremacía por parte de los corredores de color, un australiano de raza blanca sube a lo alto del podium para recibir la medalla de oro.

Poco después Yeray hace la carrera de honor a la pista de atletismo con la bandera de su país. Los periodistas le siguen por la pista sacándole fotos e intentando hablar con él.

Más tarde Yeray está en los vestuarios, la ducha le está sabiendo a gloria. Nunca se hubiese imaginado que podía ganar la medalla de oro. Los periodistas están fuera del vestuario esperándole para entrevistarle. Brubeiker está hablando con todos ellos. En poco tiempo la noticia dará la vuelta al mundo “un blanco gana los 100 metros lisos”. Poco después Brubeiker consigue despistar a los periodistas y entra al vestuario donde está su corredor.

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- Tendrás que ponerte esto, le dice Brubeiker a Yeray, y le pasa una bolsa con ropa.

Yeray saca la ropa de la bolsa donde hay de todo: unas gafas negras, un bigote postizo, un gorro. Yeray se ríe, pero sabe que es la única forma de salir de allí vivo. Los periodistas están a la caza del campeón de los 100 m. lisos. Cuando Yeray sale del vestuario está totalmente cambiado, no hay quien le reconozca: lleva unas gafas obscuras, un gorro en la cabeza y un bigote postizo. Poco después Brubeiker y Yeray han conseguido salir fuera del estadio, allí le están esperando sus padres, hermanos, Tatiana y Carlota. Yeray se acerca a Tatiana y le dice:

- ¡Podemos irnos!

Tatiana al oír la voz de Yeray se sorprende, el señor que le había hablado no era Yeray, sin embargo si era su voz. Yeray como vio a Tatiana dubitativa, se bajó un poco las gafas para que le viese que era él, entonces Tatiana se empezó a reír. Los padres y hermanos al darse cuenta de que aquel era su hijo y hermano se abrazaron a él. Poco después, cogieron dos taxis y salieron rápidamente de allí antes de que los periodistas se diesen cuenta de quien era en realidad. Más tarde en el hotel Yeray se quitó el disfraz que llevaba y se abrazó a sus padres, hermanos, Carlota y a Brubeiker.

- ¡Que alegría nos has dado!, le dijo su padre con lágrimas en los ojos. Mi hijo el corredor más rápido del mundo, es increíble.

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FINAL DE 200 METROS LISOS

Domingo, 18 de agosto. Final de los 200 m. lisos.

Todos los corredores están en la salida: Fredericks, Breiner, Suney, Greene, Pleitor, Banley, Carroll y Yeray. Tanto Fredericks como Greene miraban a Yeray con respeto, ha demostrado que es un corredor a tener en cuenta, tiene una aceleración prodigiosa sobre todo en los últimos metros, pero no solo le miran estos grandes corredores, todos los demás también se le quedan mirando, es el nuevo campeón del mundo de los 100 metros lisos, es el hombre más rápido del planeta.

Poco después, el juez de la prueba levanta la pistola y dispara. Todos los corredores salen como gacelas, es impresionante verles correr, van a una velocidad increíble, justo en la salida de la curva es cuando se empiezan a apreciar las diferencias entre unos y otros: Banley, Carroll, Breiner y Yeray son los primeros que han salido de la curva y enfilan la recta hacia la meta. Todos van al máximo de sus fuerzas, ninguno quiere quedarse atrás, saben lo mucho que se juegan, solo quedan cincuenta metros para llegar a la meta. Banley, Carroll y Yeray siguen emparejados. Carroll parece que toma una ligera ventaja sobre Banley y Yeray. Tan solo faltan veinte metros, pero Yeray acelera su velocidad y se vuelve a emparejar con Carroll quedándose Banley ligeramente rezagado, los dos se

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disputan la carrera. Entrando en los últimos diez metros Carroll y Yeray siguen emparejados, pero a falta de unos metros para entrar Yeray mete el pecho y consigue ganar a Carroll, tercero Banley.

Yeray Pardok, campeón del mundo de los 200 metros lisos. Increíble, este chico ha ganado en dos días dos finales, dos medallas de oro, es el corredor más rápido en los 100 y 200 metros lisos. Nuevo velocista del año. Yeray Pardok. Todos se acercan a Yeray para felicitarle, quieren darle la mano al nuevo campeón del mundo. El público que está en el Estadio Olímpico de Berlín alucina con este joven australiano, nunca hubiesen imaginado que pudiese conseguir alguna medalla.

En Australia todo el mundo se echa a la calle, todos quieren festejar la victoria de su corredor. Más tarde, fuera del estadio, los padres, hermanos, Tatiana, Carlota y Brubeiker están junto a Yeray. Todos quieren abrazarse al nuevo campeón del mundo. Yeray está viviendo un sueño. Los periodistas rodean al nuevo campeón del mundo de 100 y 200 metros. Todos quieren una exclusiva para su periódico, para su revista, para la radio. Yeray junto a su entrenador se deja hacer fotos y fotos. Los padres de Yeray lloran de alegría.

Días después cuando Yeray aterriza en Australia, el aeropuerto está completamente abarrotado de gente. El presidente del país está esperándole para darle un abrazo, que felicidad poder darle un abrazo a Yeray piensa la gente que está a lo lejos viendo como desciende del avión su atleta favorito. Poco después

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Yeray junto al presidente de la nación van en un coche descapotable por las calles de la ciudad saludando a todos los australianos; al mismo tiempo Yeray mira hacia el cielo y dice en voz baja: “Para ti Señor, toda la gloria”. Multitud de personas se agolpan por todos los sitios, todo el mundo aclama a Yeray por haber llevado a su país a lo más alto, todos le están muy agradecidos.

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