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UNIVERSIDAD DE MONTEMORELOS
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
DOCTORADO EN EDUCACIÓN FAMILIAR
Trabajo de investigación
“El hogar, laboratorio de santificación”
Presentado en cumplimiento de los requisitos para la materia:
SEMINARIO DE EDUCACIÓN FAMILIAR
Al:
Dr. Luis Alberto Del Pozo
Por: Jorge Burgos
Junio 18 de 2015
En este momento se puede constatar con profundo dolor que males como la
corrupción, la delincuencia, el irrespeto, la agresión, han contribuido al deterioro social,
con el consiguiente aumento de la pobreza, el desempleo, la drogadicción, la migración,
la desintegración familiar, los suicidios, en fin problemas que no se pueden ignorar. Por
tal razón, es un deber contribuir a encontrar un camino más idóneo para salir de la crisis
en que se encuentra hoy el mundo.
Vallejo describe claramente lo que se debe hacer (2012)
Conviene identificar dónde está la raíz de todos estos fenómenos,
muchos intelectuales reconocen que es consecuencia de la pérdida de valores y
se sabe que es sobre los valores donde se asienta la vida del individuo y la
sociedad, su identidad y su dignidad; al haber ausencia de ellos, ¿cómo se podrá
resurgir, cómo lograr una mejor calidad de vida? (p.7).
Por lo tanto, conviene hacer la siguiente pregunta ¿quiénes son los que deben
asumir la responsabilidad de la formación de valores en una sociedad que lo necesita
con demasiada urgencia? La respuesta es que es la misma sociedad en su conjunto
deben atacar este problema, las autoridades que gobiernan el país, la iglesia, el sistema
educativo y especialmente la familia.
Este artículo, precisamente se enmarca en realizar una mirada a esta
problemática que aqueja a la sociedad actual. La idea es relievar a la familia como un
laboratorio de santificación que nos permita visualizar alguna salida apropiada.
El mundo va en un constante e inminente deterioro y decadencia moral. Cada día
y cada año, es más difícil poder vivir en él. En la sociedad actual existe ausencia de
valores o estamos en la presencia de los desvalores. Se necesita volver a retomar y
practicar los valores que enriquecen la vida y el desarrollo del ser humano (en
Habenicht, 2000).
Vallejo (2001) señala que “la educación es clave para el desarrollo de cualquier
sociedad, porque es el instrumento idóneo de formación del carácter y transmisión de
los valores humanos”.
Martí (en Vallejo, 2012), el gran maestro y literato cubano consagraba la obra
educativa en una máxima de su pensamiento “un pueblo culto es un pueblo libre” y de
Hostos (2012), el gran pensador y educador dominicano, señaló que “la educación de
los pueblos debe asentarse sobre bases sólidas y profundas para formar hombres
completos”.
Cabello y Artaza (1999) enfatizan que educar significa considerar la forma en
que los seres humanos se relacionan con el mundo y cómo aprenden a resolver
problemas y mantener un diálogo abierto con otros.
Muñoz (2008) destaca que “educar el carácter es educar en principios que
forman parte de la estructura mental de la persona y que influyen en la conducta a través
de la manifestación de un conjunto de actitudes”.
White (1944) señala que “el bienestar de la sociedad, el éxito de la iglesia y la
prosperidad de la nación dependen de la influencia del hogar. Los padres tienen el poder
de establecer en sus hijos los cimientos de una vida sana y feliz”. La misma autora
agrega que la escuela del hogar es sumamente importante porque si en él no se
promueven valores correctos durante el tiempo oportuno, Satanás educará a los hijos
por medio de instrumentos elegidos por él.
Coello (1996) enfatiza que “al unirse dos personas en el vínculo del matrimonio
deben hacerlo responsablemente, ya que la calidad de vida de sus hijos dependerá
mayormente de los valores internalizados durante la niñez”. Los valores, afirma White
(1987), deben establecerse en los niños mediante un esfuerzo suave y persistente por
parte de los padres para evitar conflictos posteriores entre la voluntad de sus hijos y la
autoridad de ellos.
De esta manera los padres al combinar amor y disciplina en la formación de
carácter en los hijos, lograrán tener hijos respetuosos de su autoridad (en Dobson,
2000).
El profesor Del Pozo transmite sus reflexiones como educador de la familia y
destaca una metáfora hermosa al comparar al esposo como el sol de la madrugada que
se levanta a emprender la jornada (Salmo 19.4-6). Dios le concede valor, fuerzas,
optimismo, fe y resolución de no volver a casa con las manos vacías.
Otra metáfora compara a la esposa como la vid y los pámpanos. “En el seno de
tu hogar tu esposa será como vid llena de uvas, alrededor de tu mesa, tus hijos serán
como vástagos de olivos” (Salmo 128.3).
El padre y la madre responsables brindan todo lo que son y lo que pueden hacer
para construir un hogar estable y seguro donde se desarrollen los hijos.
El padre representa la voz más importante de la vida familiar. En el gobierno del
hogar, tiene el mando del poder ejecutivo y judicial.
El vela para que no falte dinero para el pan, la ropa, la casa, el médico, la
educación de los hijos y el plan de superación de la esposa.
Todo padre es un verdadero sacerdote o pastor de su propia familia. La vida
espiritual y religiosa del hogar es el punto clave de toda paternidad responsable.
El padre tiene que ocuparse de la enseñanza de los valores austeros: el orden, el
respeto, la limpieza, el amor al trabajo, el amor al estudio, la honradez, la utilidad, la
laboriosidad, la diligencia, la veracidad, el honor, la simpatía entre hermanos, la
solidaridad.
La madre es la sustentadora moral y docente de la familia, ella vela para que los
hijos crezcan bien educados porque es la principal maestra de su hogar. Su blanco es un
carácter sólido y bien formado en sus hijos para esta vida y para la eternidad.
La madre es el eje de la afectividad, tal vez podría tener alguna carencia en
autoridad sobre todo si el papá está presente en la vida familiar, pero nunca debe fallar
en afectividad.
La madre se ocupa de la enseñanza de los valores más humanos y delicados: la
fe, la reverencia, la pureza, la misericordia y compasión, la sencillez, la cortesía, la
amabilidad, la bondad.
Ella es responsable de conducir la escuela del hogar. En el gobierno de la
educación y la cultura en valores, ella tiene el mando más elevado.
Para Drescher (1985), el amor y la disciplina tendrán que conjugarse
equilibradamente. Más de uno y poco del otro determinará problemas en la formación
de valores en los niños. Los niños deben aprender principios educativos de lo que deben
hacer, lo que no deben hacer y del por qué de ambos.
En armonía con esto, White (1987) opina que esperar que un niño sin
experiencia y con valores inmaduros dirija su propio comportamiento o tome sus
propias decisiones, es pedirle algo que no está a su alcance.
Campbell (1987) opina que la crianza de un hijo es como tirar una piedra
pequeña en un lago de aguas tranquilas. La educación que se les da a los hijos será
transmitida a otras generaciones de la misma manera en que las ondas de la piedrecita
surcan el agua.
Pulido (1988) señala que: “la familia como principal círculo de acción y
desarrollo es responsable de la formación de todos los aspectos relacionados con la
personalidad y, por supuesto, de sus valores”.
En un estudio realizado por Kuzma ( 2008) pide clarificar los valores que se
quiere desarrollar, ya que los valores determinarán qué decisiones tomarán. Considerar
cómo se quiere que los hijos se comporten ayudará a determinar qué valores hay que
enseñarles.
En este milenio, nada es más importante que tomar conciencia de la paternidad
para ayudar a los hijos a aprender valores cristianos básicos que guíen sus vidas. Esta
labor debe ser tanto preventiva como correctiva. White considera que el círculo de la
familia es como una escuela en la cual se prepara a los hijos para el cumplimiento de los
deberes en el hogar, en la sociedad y en la iglesia y el desarrollo del carácter en los
hijos. En este contexto el hogar puede ser considerado como un laboratorio de
santificación.
En el desarrollo espiritual de los hijos hay que atender la enseñanza de tres
lecciones importantes en sus primeros años de vida: el amor, la confianza y la
obediencia y los niños las aprenden en sus relaciones terrenales.
White (1987) señala: “mientras la madre enseña a sus hijos a obedecerle porque
la aman, les enseña las primeras lecciones de su vida cristiana. El amor de la madre
representa ante el niño el amor de Cristo, y los pequeñuelos que confían y obedecen a su
madre están aprendiendo a confiar y obedecer al Salvador”. Mencionaré las claves para
la enseñanza de estas lecciones.
AMOR
“Con amor eterno te he amado, por tanto, te prolongué mi misericordia”
(Jeremías 31.3).
Existen claves para la enseñanza del amor y estas son:
1. Sé sensible a las necesidades de tu hijo.
2. Presta atención a tu hijo:
a. Deja de hacer lo que estás haciendo
b. Mírale a los ojos y sonríe
c. Haz comentarios apropiados
3. Sé generosa con abrazos y besos
4. Hazle elogios sinceros
5. Perdona y olvida
6. Lee relatos acerca del amor de Dios
7. Relaciona tu amor con el amor de Dios
LA CONFIANZA
“Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza
de los siglos” (Isaías 26.4).
Las claves para la enseñanza de la confianza son:
1. Dile siempre la verdad a tu hijo. Nunca mientas
2. Cumple tus promesas
3. Sé consecuente con lo que dices que harás
4. Muestra un alto nivel de apoyo a tu hijo
5. Comunica a tu hijo que confías en él
6. Enseña a tu hijo cuando no confiar en alguna otra persona
LA OBEDIENCIA
“Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus
mandamientos…. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan
2.3-6).
Las claves para la enseñanza de la obediencia son:
1. Provee normas claras de conducta.
2. Establece con claridad las consecuencias de una conducta equivocada.
3. Sé razonable.
4. Respeta a cada miembro de la familia individualmente.
5. Provee un clima emocional de afecto y cuidado en el hogar.
6. Respeta los sentimientos de cada miembro de la familia.
7. Comunícate en forma clara y frecuente. Respeta los puntos de vista de
tus hijos (en Habenicht, 2000).
.
REFERENCIAS
Cabello Araya, C., G. Corbera Marcos, I.M. y Artaza Barrios, J.R. (1999). Formación
ética en contextos educativos, teoría y práctica. Santiago: Universidad Central de
Chile.
Campbell, R. (1987). Cómo conocer a tu hijo. Texas: Editorial Betania.
Coello, R. (1996). Formación de buenos hábitos durante la niñez. Montemorelos,
México: Universidad de Montemorelos.
Del Pozo, Alberto. (2015). Apuntes de clase de doctorado. México.
Dobson, J. (2000) Atrévete a disciplinar. Medellín: Editorial Unilit.
Drescher, J. (1985). Siete necesidades básicas del niño. Texas: Mundo Hispano.
Habenicht, D. (1997). Una perspectiva cristiana sobre la psicología del desarrollo del
carácter. Berrien Springs, MI: Universidad de Andrews.
Kuzma, K. (2008). Los primeros 7 años. Buenos Aires: ACES.
Muñoz, J. (2008). Psicología del aprendizaje. Chillán: Universidad Adventista de Chile.
Pulido Velásquez, A. (1988). Autoestima, motivación y desarrollo. México: Diana.
Vallejo Ruiz, P. (2012). Desarrollo de valores para la vida. Quito: Mariscal.
White, E. (1944). Conducción del niño. Buenos Aires: ACES.
White, E. (1987). La educación. Buenos Aires: ACES.