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EL HUESO DE UN ANÁLISIS II Uno Decimos EN francés: “hay un hueso” para decir hay un obstácu- lo, una dificultad. Se puede decir por ejemplo: “yo pensaba que esto iba a funcionar solo pero he aquí que hay un hueso”. Creo que esta expresión “hay un hueso” no se usa con este sentido en el Brasil. El hueso en portugués no está dotado de este valor semántico suplementario como en francés, que en ciertos con- textos, puede hacer de él el significante del obstáculo. Busque- mos un equivalente brasileño, podría ser: “hay una piedra '. Jor- ge Forbes aportó la referencia del poeta Carlos Drummond de Andrade, el poema “No meio do caminho” en la coetánea Ten- tativa de exploraçâo e de interpretaçâo do estar no mundo '. El poema comienza por los siguientes cuatro versos: “No meio do caminho tinha urna pedra tinha urna pedra no meio do caminho1 1Andrade, Culos Drummond de: Antología Poética. Rio de Janeiro, Editora Re enrd, 36° ediçSo, p. 196, 1997.

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EL HUESO DE UN ANÁLISIS II

Uno

D ecim os EN francés: “hay un hueso” para decir hay un obstácu­lo, una dificultad. Se puede decir por ejemplo: “yo pensaba que esto iba a funcionar solo pero he aquí que hay un hueso”. Creo que esta expresión “hay un hueso” no se usa con este sentido en el Brasil. El hueso en portugués no está dotado de este valor semántico suplementario como en francés, que en ciertos con­textos, puede hacer de él el significante del obstáculo. Busque­mos un equivalente brasileño, podría ser: “hay una piedra' . Jor­ge Forbes aportó la referencia del poeta Carlos Drummond de Andrade, el poema “No meio do caminho” en la coetánea Ten­tativa de exploraçâo e de interpretaçâo do estar no mundo '.

El poema comienza por los siguientes cuatro versos:

“No meio do caminho tinha urna pedra tinha urna pedra no meio do caminho 1

1 Andrade, Culos Drummond de: Antología Poética. Rio de Janeiro, Editora Re enrd, 36° ediçSo, p. 196, 1997.

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tinha um a pcdrano mcio do cam inho tinha um a pcdra ...” 1 2

Desde que escuché y leí este poema, o más precisam ente algunos versos, me da vueltas en la cabeza. H ay una especie de encantam iento que me detiene en estos versos, me captura una cierta satisfacción. Pensé que podría liberarme, com entándolos, para introducir este seminario. Es una alegoría exacta del hueso de una cura.

Este poem a dice bien lo que dice, lo que quiere decir, y lo logra repitiendo el “había una piedra” cuatro veces, una por cada uno de los versos que les recordé. Esta repetición insistente, sen­sible al obstáculo que la piedra representa, tiende a repetirse en el aparato psíquico. La insistencia repetitiva de esa frase actualiza, en la sintaxis, la presencia misma de la piedra, de la piedra inelu­dible atravesada en medio del camino. Si el lenguaje sirviese sólo para expresar una significación bastaría decirlo solam ente una vez. Sería una constatación, un enunciado denotativo, com o suele decirse de una manera un poco pedante. Enunciado que afirma la existencia de una piedra en medio del camino.

La repetición significante cuatro veces con variaciones de posición sintácticas, enriquece y vuelve más pesada la significa­ción; le da el peso de una piedra y eleva esa piedra al lugar del obstáculo fundam ental, del obstáculo que me im pide recorrer el camino que decidí recorrer. El obstáculo que traba mi inten-

1 Poema completo: "No mcio do caminho tinha uma pcdra / tinha uma pcdra no mciodo caminho / tinha uma pcdra / no mcio do caminho tinha uma pcdra. II Nunca me etquecerci dette acontecimento / na vida de mtnhat retinas fatigadas. / Nunca me etquecerci que no meio do caminho ! tinha uma pcdra / tinha uma pedra no meio do caminho / no meio do caminho tinha uma pcdra."

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ción, bloquea mi movimiento y me obliga a repetir el enuncia­do de la evidencia. Evidencia que se me impone de tal forma que quedo sujetado a salmodiar mi desgracia, la desgracia frente a lo que encuentro en mi camino.

Para hacerme entender acabo de decir “yo” y “mi” camino, sin embargo, si prestamos atención advertimos que el primer verso no dice “yo”, no dice “mi” camino, no hay yo. Por el con­trario, esos primeros versos enuncian de una manera impersonal el hecho de que hay una piedra en medio del camino. Pero es la repetición significante lo que llama al lector, al recitador, para que se ponga en aquel lugar del camino como si fuese “su” cami­no. Es ella la que lo convoca para que sea afectado por la piedra obstáculo infranqueable, obligando al sujeto de la enunciación a repetir inconsolablemente: "había una piedra”, a repetir la evi­dencia de esa presencia contra la cual nada puede hacer.

Pasemos ahora a la piedra que hay en medio del camino de un análisis, obligando a quien lo camina a una repetición incon­solable. ¿Cuál es el obstáculo? ¿Es la piedra que el análisis trans­pone? ¿Cómo hacerlo?

Introduzcamos un poco de dialéctica entre el obstáculo y el camino. Inicialmentc es la existencia de un obstáculo que hace existir la repetición, pero es porque hay repetición que se percibe y aísla el obstáculo. Existe una piedra en el camino, todo el mundo lo sabe, pero es obstáculo porque me puse a caminar. Por eso el poeta dice que ella está en medio del camino; ella está en su lugar, en el lugar que ocupa, el lugar es suyo porque lo ocupa, ocupándolo sin intención — la piedra no tiene ninguna intención de incomodarme en mi camino. La piedra de Carlos Drummond de Andrade es como la rosa de Angelus Silcsius:

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existe sin por qué. No está allí para incomodarme, eso pasa por­que yo voy por el medio del camino; porque yo instauré el mundo en el cual se encuentra la piedra, un camino que encuen­tra la piedra que me detiene. No la creé, ella existe. Había una piedra — me repito— , ya estaba allí antes de reencontrarla. De­pendió de mí, fue por mi causa que una piedra que existe en el mundo se vuelva la piedra que encuentro en medio de mi cami­no. El camino, sin embargo, no existe en el mundo de la misma manera que existe la piedra. El camino existe sólo porque me puse a caminar, existe por mi causa; la piedra no existe por mi causa.

El secreto de estos versos sublimes y misteriosos es que el camino crea la piedra que se encuentra en su lugar. Ese medio no es la mitad geométrica, la mitad de un segmento que iría de A a B. El “estar en medio”, del poema, no es este estar en el medio geométrico. “Medio” quiere decir que la piedra se encuentra en el camino.

El poema dice de la conexión entre el camino y la piedra. No hay obstáculo si no hay camino, pero no hay camino sin piedra, si no hubiese una piedra que me detenga, y a la que esté obligado a ver, y me obligue a repetir lo que veo con mis ojos cansados. ¿Será que sabría que estoy en camino?

El poema nos evoca la piedra como un bloque de materia, sólida y pesada, ustedes conocen las piedras. Es algo más que un guijarro que se aparta del camino con un puntapié, pero tam­bién es menos que una montaña, la masa de una montaña aplas­taría el camino, o también, sobre una montaña puede trazarse un camino. No es un guijarro, no es una montaña, es una pie­dra. Un pedazo de tierra, un pedazo del propio suelo que reco-

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rro, pedazo distinguido de la tierra que se elevó en mi dirección para decirme no.

Voy a continuar aún alrededor de este asunto, es la alegoría de nuestro tema. La piedra y el camino suponen la tierra, sin em­bargo el camino es la tierra que dice sí, es la tierra que acepta ser recorrida mientras que la piedra es la tierra que dice no. En ambos, camino y piedra, es la tierra que habla.

Si aquí hay un poema no es porque un sujeto habla, un sujeto que diría lo que quiere; es porque la propia tierra habla. Es porque el poeta le presta su voz y canta: “en medio del cami­no había una piedra”. Si la tierra habla, si dice sí cuando camino y no cuando encuentro la piedra, si ella habla es porque en me­dio de la tierra hay un ser hablante que se pone a caminar y encuentra una piedra. No habría camino ni piedra sin seres hablantes. Si no hubiese ser hablante ¿para quién hablaría la tie­rra? ¿Cuál es el camino del ser hablante?

El ser hablante tiene muchos caminos, va y viene, no para en el lugar, o si lo hace es por poco tiempo. Está en casa, va al trabajo, vuelve, visita a sus amigos, viaja por vacaciones, va a un congreso, muchos, innumerables caminos. Todo ser hablante tiene un camino más esencial, único, que recorre mientras con­tinúa siendo hablante, es el camino de su palabra. Pero el camino que le permanece invisible, inaudible, desconocido, es también la piedra de su camino de palabra. Es sólo en aquello que se llama cura analítica que percibe estar en el camino de su palabra y que en ese camino hay una piedra. La cura analítica es la expe­riencia de aquello que significa estar en la palabra. Carlos Drum m ond de Andrade sitúa su obra poética bajo el título: “Tentativa de exploraçâo e de interpretado de estar no mundo” y

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digamos que el psicoanálisis es una tentativa de exploración e in­terpretación de estar en la palabra.

Para nosotros el camino del que se trata es el camino de la palabra y la piedra es también la piedra de la palabra. Señalemos que cuando el significante se introduce en el mundo, la piedra, la dificultad, el obstáculo, se introduce al mismo tiempo. Es la piedra de Zenón, aquello que impide a cualquier ser que se mueve llegar a su objetivo y hasta dejar su punto de partida. Hago alu­sión simplemente al razonamiento de Zenón de Elca:

A M Ai' B " B

Sea el segmento A -* B y un punto en el medio. Un móvil lo recorre pero una vez llegando al medio de A -* B es preciso aún que llegue al medio del segmento M -» B y después será necesario llegar al medio del segmento M ' -* B, y después al medio del segmento B “-* B, de tal manera que siempre estará separado de su punto de llegada por una mitad inextinguible, una m itad definitiva que podrá volverse im perceptible, infinitesimal, pero que siempre le impedirá llegar a B.

Podemos pensarlo inversamente como la imposibilidad de partir. Para llegar a M es necesario hacer la mitad del camino y para llegar a M ’es preciso, primero, hacer la mitad del camino.

A M’ M B

La piedra de Zenón está siempre en medio del camino y es introducida por la superposición del significante sobre el espa-

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i ío. Ustedes saben que este problema suscitó la atención de filó- tofos y matemáticos durante muchos siglos y todas las solucio­nes son deslizamientos del problema. La piedra de Zenón está siempre en el medio del camino.

¿Por qué no decir que el significante vuelve imposible el movimiento, que él también opera en un mundo muerto? El movimiento, la vida, sólo es concebible si agregamos un ele­mento suplementario y hablando con propiedad, impensable, la mitad indivisible, por lo tanto no comparable a los elementos divisibles por el significante. Esta piedra es ese elemento suple­mentario, digamos que es lo que Lacan llama objeto a suple­mentario en relación al orden regulado por el significante.

El pequeño a es la piedra que hay en todo camino de la palabra. En francés estejjegueño a es el hueso. El hueso es una especie de piedra que hay enel cuerpo. Desde ese hueso pode­mos pasar al esqueleto todo, literalmente. El cuerpo, la piel, la carne, envuelven la piedra ósea; desde el origen de los tiempos cuando el cuerpo deviene un resto, una mortaja, lo colocamos bajo una piedra. Como solemos decir: “Hacia allí va toda la carne” [“Del barro somos y al barro volvemos”], ese es el camino de la carne, ésta va en dirección al hueso, a la piedra.

¿Será la muerte el hueso de una cura analítica? Pensemos en la maravillosa serie de ilustraciones de Hans Holbein en la que la muerte es representada bajo la forma de un esqueleto que viene a apresar de la manga a los vivos, ocupados en sus menesteres, para llamarlos, para recordarles que la verdad última es la muer­te, y que todos los objetos de sus intereses, sus ocupaciones, sus investiduras — para usar un término de Freud— todo lo que les apasiona, que moviliza su libido, sólo es ilusión en relación a la

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muerte, todo sirve apenas para velar la realidad últim a que es la muerte. En esta serie de H olbein, como en m uchas obras del renacimiento y de la época clásica, la m uerte aparece com o fun­ción de la verdad. En medio del camino está la m uerte.

Hay una piedra que es aquella que te sepulta. Precisamente porque la m uerte no puede ser mirada de frente, su representa­ción frecuente seduce a los artistas bajo la form a de un hueso. Recordemos Los Embajadores, cuadro del propio H olbein don­de la m uerte es representada como un cráneo deform ado por la anamorfosis y parece un hueso seco — la forma del cráneo en el cuadro aparece con la forma de este hueso.

En este cuadro están reunidos todos los prestigios del saber como algo de vanidad en relación a la m uerte. El hueso hace intrusión como si estuviese deform ado porque viene de otra dim ensión. H ice de este cuadro el emblema propio del pase; notamos que el cráneo sólo aparece con su form a cuando al dejar el aposento nos damos vuelta para dar una últim a m irada hacia atrás. El pase es esta última mirada sobre el propio análisis. La muerte es aquí encarnación de la verdad. Esta sería lo que hay por debajo de las imágenes, por debajo del prestigio, de la fasci­nación. Verdad dura e inmóvil bajo el m ovim iento de las ilusio­nes como si pudiésemos decir: yo, la verdad, soy la m uerte.

Lacan dijo alguna vez cosas más o menos así: que el hueso de una cura es la muerte, que hay que prepararse para la m uerte, que el fin del análisis es la asunción de la muerte y que el análisis permitiría la anticipación de la muerte abriendo la vía de otra manera de vivir la vida.

Para ello es necesario franquear el plano im aginario, plano ordenado por el yo y sus conflictos con sus dobles, en dirección

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.1 lo que llama S, a fin de realizarse como sujeto del significante, ya muerto por el hecho de estar sujeto al significante.

Es habitual que al referirme al prim er Lacan, haya dicho que el hueso de una cura es la asunción de la muerte y sin embar­go, no creo que sea ésa la verdad última de aquello de lo que se trata en un análisis. No lo creo y por las mejores razones, porque el propio Jacques Lacan muestra otra vía. ¿Acaso la lección de un análisis es que todo lo que hace tu placer sea apenas nada? ¿Acaso la lección de un análisis es la desvalorización del placer y del goce?

Hay un gran género clásico que desapareció como género literario, la oración fúnebre. El cardenal Bossuet3 pronunciaba oraciones fúnebres frente a Luis XIV y fue muy brillante en ese estilo. Es de los más bellos fragmentos de la literatura francesa.

Asistimos allí a un discurso en el que el significante es movilizado por la muerte. La muerte se aleja con un movimien­to de la palabra, la muerte se celebra como un momento esen­cial de la vida, como verdad del goce.

Puede parecer que cuando Freud inventó el paradojal Todstrieb, la pulsión de muerte, dijo esto como si el secreto de la pulsión fuese la muerte, como si la verdad del goce fuese la muer­te. Pero si eso fuese lo que Freud decía, el psicoanálisis no tendría nada que decir que no fuese religión, y además lo compartiría con la sabiduría. Las sabidurías manifiestan el carácter ilusorio de la vida y de las investiduras de la libido, su dirección es destacar una verdad esencial en el más allá.

Es verdad que hay en el psicoanálisis como en la religión y

5 Bossuet: Oraisons funèbres - Panégyriques. Édition de Bernard Velat et d’Yvonne Champailler, Collection Bibliothèque de la Pléiade, Gallimard, 1936.

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en las sabidurías, una dinámica de desnudamiento del ser. Y esta dinámica de desnudamiento del ser es común al psicoanálisis, a la religión y a las sabidurías pero allí hay que hacer la diferencia. En el análisis esta dinámica comporta un doble franqueamiento.

Primer franqueamiento: De lo imaginario a lo simbólico, el nombre de este franqueamiento en Lacan, es la asunción de la muerte.

Segundo franqueamiento: De lo simbólico a lo real, su nombre es atravesamiento del fantasma.

Comenzaré ahora el examen detallado de la estructura de ese franqueamiento: se produce en el movimiento en dirección a algo central y es en ese movimiento que se encuentra el hueso, la piedra, que saben que el mismo Freud llamaba: la roca. Es el término que usa hacia el final de Análisis terminable e intermi­nable para calificar el obstáculo último de la cura analítica. Freud dice: hacia el final del camino hay una piedra, una roca que para él tiene que ver con la asunción del sexo y no de la muerte. En el camino analítico de la palabra hay una piedra que tiene que ver con el sexo. Lacan agrega que es posible que esa piedra sea pre­ciosa, un diamante, algo que en griego llamó agalma. Al final del camino hay una piedra preciosa.

Cuando alguien llega a un análisis lo acogemos sin prejui­cios, sin saber, sin memoria, y lo acogemos en el comienzo de su camino de palabra con nosotros.

Sin embargo, vino porque tropezó, porque existe para él un hueso, una piedra en el camino. Lo invitamos a hablar y lo que nos guía en la escucha es que existe en el camino de su palabra un hueso y anticipamos — tal vez la única anticipación que podemos permitirnos— que su palabra girará en torno de ese hueso, en

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espiral, circunscribiéndolo más y más cerca hasta esculpir, si así

puedo decir, ese hueso. Es la metáfora que se lee en los textos de

1 acan cuando se trata de circunscribir, de cercar.

Hay que pasar de la alegoría a la lógica. Digamos que hay en

r| análisis una operación reducción, por cierto bien conocida en los

EE.UU. donde a los analistas se los llama reductores de cabezas,

los shrinks. Fenomenal percepción de que hay una reducción pre­

sente en un análisis, de esa reducción al hueso. ¿Qué es esa reduc­

ción? ¿Cómo procede?

¿Cuáles son sus mecanismos? ¿Qué obtiene como resulta­

do?

Para aprender de lo que se trata en esta reducción como

operación analítica pensé oponerla — es mi manera habitual de reflexionar— a la amplificación significante.

En el lenguaje hay un poder esencial de proliferación, por eso opongo amplificación y reducción. Tenemos de la amplifi­cación un ejem plo paradigm ático en el poem a de Carlos D rum m ond de Andrade. Asistimos allí a la multiplicación de sintagmas idénticos, al incansable decir sin variación. Yo mismo al comienzo practiqué la amplificación significante.

Lo escrito está siempre preñado de esas posibilidades, tam­bién el habla. Proliferan como malas hierbas. También puede observarse la amplificación en el registro del sentido, en el soni­do y también en la referencia.

Amplificación en el plano del sentido: todo lo que se dice puede ser interrogado sobre lo que eso quiere decir de modo tal que el habla que se explica está obligada a proseguir sin fin, a complicarse, a enroscarse en sí misma. La palabra bebe el senti­do, se deleita en él, como la tierra que, demasiado seca, nunca

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está saciada.Cuando el sonido comanda la danza macabra, la palabra se

desenvuelve al sabor de las asonancias, de las homofonías y el sentido la sigue como puede, por ejemplo, en la fuga de ideas característica de la manía.

La palabra refcrencial está también siempre sujeta a la amplificación —tanto la palabra que describe como la que cuen­ta— animada de un movimiento virtualmente infinito y parece estar siempre en retraso frente a lo que hay que decir.

Los analistas saben bien de eso, de cómo el habla proliféra,, cómo se amplifica. Hay, por ejemplo, en análisis, aquellos que se acuerdan de todo, es que en ellos la palabra está al servicio de la memoria, y con frecuencia hay una hipermnesia; tal sujeto se acuerda con lujo de detalles del efecto que le produjo a la edad de dos años el que su madre haya perdido su chupete y para contar los pensamientos que tuvo en la ocasión, una sesión es muy poco. Se acuerda muy bien de todo acerca de su vida y nunca tendrá tiempo de contarlo aún para un analista de la IPA. Es la Alúdame Funes4 si queremos hacer una referencia al personaje de Borges.

Están los pacientes que quieren contar todo lo que pasa, la palabra al servicio del acontecimiento; los cuatro sueños de la noche precedente, lo que les dijeron en el trabajo, lo que respon­dieron, el accidente de coche en el camino y el tiempo de una sesión no basta. Existen los que gustarían de explicar todo, esto es la palabra al servicio de la razón o de la racionalización, pala­bra que busca el por qué y da la respuesta para restituir el tejido

4 Borges, Jorge Luis. Funes, el memorioso, en Ficciones, Emecé Editora. Buenos Aires, 1990.

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de la causalidad. Aquellos para los cuales la propia palabra es su propia opacidad, es la palabra al servicio del misterio, la propia palabra como oráculo dicho por el Otro donde intentan leer sus verdades al descomponerlo.

Memoria, acontecimiento, razón, misterio son los vectores de la amplificación significante en el análisis.

No quiero hacer la tipología de los analizantes, sería de mal gusto y no sería de manera alguna exacto. Se trataría antes de enunciaciones, de modos de enunciación que nutren la amplifi­cación significante.

No quiero impedirme decir que la amplificación es bien conocida por la retórica clásica. Allí es explorada con el fin del bien decir, aquello que se.llamaba precisamente la copia. Palabra latina que dio el sentido con el que utilizamos la copia hoy cuya raíz es copis que reenvía a ops, abundancia; había una diosa que se llama así, “Ops”, la Diosa de la Abundancia.

La copia es una virtud retórica, es la copia discendi — la abundancia en el decir— , el discurso elocuente que es siempre un discurso abundante en los clásicos.

Hay también una corriente minoritaria que dice que debe­mos ser breves; es el estilo de Séneca, Tácito. Elocuencia es sinó­nimo de abundancia, decir abundante que es propio de la maes­tría del orador, con capacidad de dar muchas palabras y encon­trar en el significante el recurso al significante.

Miren el poema de Carlos Drummond de Andrade, él hizo este poema con su piedra y su camino, es decir con casi nada, sin embargo, es de una soberbia amplificación significante, y debo decir, minimalista. Una vez enunciada, la piedra se torna el propio recurso del poema, el cuerno de la abundancia, su cornucopia, el

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recurso de su abundancia. Allí Erasmo sc distingue por ser cl del M anual de la doble abundancia de palabras y copias », msu^ destinado a enseñar a escribir en latín de manera abundante.

Hay mucho que decir sobre la abundancia. Me remito , un libro muy útil de un erudito inglés, Terence Cave, autor dc The Cornucopian Text6 , Oxford, 1979, quien hizo su estudio sobre la literatura francesa.

La copia remite a la explotación de recursos acumulados cr» el lugar del significante. Uno de los sentidos particulares de copia es el Thesaurus* * * de manera tal que la copia para nosotros, remite al gran A, que acabo de introducir como contraste con la reduc­ción.

La reducción com o operación analítica se dirige a la ver­sión pequeño a . El bien decir analítico apunta a la reducción, lo inverso de la copia. El psicoanálisis realiza una operación de re­ducción.

Me gustaría estudiar esto com o tema, el procedimiento, los resultados, son ellos el hueso de una cura, su kem, su núcleo, lo que hace su dificultad, lo que es preciso resolver y que tal vez sea concebido por los analistas de maneras diversas.

Entonces com encem os tomando la palabra reducción, pa­labra usada por Freud a propósito del Wir/z. Es la operación que consiste en explicitar, en descom poner y enumerar los compo­nentes que entran en la producción del efecto propio del chiste. En el chiste paradojalmentc, la operación reducción se produce a partir de un texto más largo que el chiste y que en sí mismo no

* E rasm o de R o tte rd am D e dupUct copia lerb o ru m ac rerum.* C***' Terence. The Cornucopian Text. Problem, m W riting ,n the French RenawânaD ecem b er 1985, O x fo rd U n iv ersity Press.

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reducciónpara freud
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chiste, e s un texto plano en el cual esos elementos condcn- f5lospor los mecanismos del chiste se aíslan unos de otros. En l(Ctir*Uoperación reducción no es ésa, podemos incluso decir que es un* operación inversa.

El sujeto analizante, de hecho, trac a la cura los elementos su historia, los vuelca, los enumera, puede hasta contarlos,

pero la operación de reducción sólo se produce si a partir de los elementos de esa biografía surge alguna cosa que se parezca al

Cuando Freud habla del chiste, aquello que llama reducción es la descomposición de los elementos del mismo y eso, por su­puesto, dará un texto m is largo que el chiste; sería entonces nece­sario, para explicar el chiste, explicar las palabras que están cvcn- tualmcntc condcnsadas. A veces es preciso explicar el contexto histórico y social del chiste y los mecanismos que lo formaron; eso es lo que Freud llamaba reducción.

La operación que digo de reducción en el análisis es lo con­trario. El material que el analizante trac son los elementos de su biografía, uno a uno, los acontecim ientos, los pensamientos y, la operación de reducción c* la condensación de todo eso en un bien decir com o el del chiste.

Lacan compara el pase con cl Wïfz, identifica la estructura del pase con la del chiste.

Aplicada también en la lógica matemática, la reducción sir­ve para designar la operación que permite reducir la extensión de las fórmulas para calcular más rápidamente su valor de verdad. El empleo lógico de la palabra reducción está sin duda lleno de resonancias para aquello de lo que se trata en la operación de reducción propia al tratam iento analítico. <Sobre qué incide la

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reducciión para freud
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≠ reduccion - miller
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operación reducción en una cura analítica?Incide sobre el 8, es la reducción subjetiva que se coloca en

un plano más allá de la rectificación subjetiva. El sujeto del que se trata no es aquel que al inicio del seminario llamé ser hablan­te. El poeta es el ser hablante en su estatuto eminente. El sujeto es antes poema que poeta, Lacan lo indica así, el sujeto es un ser hablado.

Sobre el poema subjetivo el psicoanálisis realiza un tipo de análisis textual, tiene por efecto extraer el elemento patético a fin de destacar el elemento lógico.

Mi intención es entrar en el detalle de la operación reduc­ción y para ello practicar distinciones sutiles, situar los diferentes mecanismos en juego y los resultados obtenidos y colocarlos en su lugar. Es la primera vez que intento hacerlo así, espero que se sostenga.

Entre los mecanismos en juego en la operación reducción, el primer mecanismo es la repetición. La libertad dada al anali­zante de decir todo lo que quiere, la exhortación que lo afecta por la regla analítica de no disimular lo que viene a su pensa­miento, es tanto más manifiesta cuando el sujeto es conducido a re-decir, a repetir lo mismo. Le damos toda la libertad de hablar y constatamos la repetición de lo mismo. No es ficción, es un hecho, es aquello de lo cual está hecha la experiencia en el diván y aquello que asistimos desde el sillón. En el fondo es un saber de los analizantes y de los analistas, que es así que eso ocurre, que lo mismo pueda surgir a partir de la producción de lo diverso.

Esto sirve para retomar el tema de esta mañana sobre lo Múltiple y lo Uno — hago referencia al Congreso de miembros de la Escola Brasileira de Psicanálise hoy por la mañana.

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lomemos un ejemplo; un hombre que se llama Héctor i lienta su amor por María, cuenta su amor por Ana y que dejó a M.iría por Ana, y luego cuenta su amor por Esther. Si bien cada historia es diferente, lo que aparece es que las tres presentan el mismo rasgo, que las tres son superponibles, y que los aconteci­mientos obedecen en definitiva a la misma estructura. Podemos decir que la repetición conduce a una operación reducción que es una formalización.

Las tres son mujeres de las que nunca está seguro de su fidelidad y esa duda es determinante de la condición de la elec­ción de objeto, de la condición de amor.

Por más diversas que ellas sean, presentan el mismo rasgo y ocupan para el sujeto el mismo lugar. Un mismo lugar ocupado por personajes diferentes es el substratum de la experiencia analí­tica, puesto fijo en el inconsciente que se puede escribir con la fórmula de la función proposicional y(x) en la que en el lugar de xse suceden diferentes personajes, como variables de la misma función.

Podemos decir que ésta es, en esencia, la operación de re­ducción que procede de la repetición. En el fondo es la reduc­ción proposicional; podemos decir que forma parte de la for­mación del analista saber operar esa reducción proposicional, saber reducirla a una constante, es decir, captar la función en relación a la cual existen las variables. Podemos decir que esa reducción a la constante es la esencia de la construcción en el análisis. Un paso más consistiría en encontrar el prototipo su­puesto de las variables, el personaje supuestamente original del cual derivan los otros personajes, variables. En el caso de Héctor está claro que el personaje prototípico es la madre. Baste pensar

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en los análisis de Freud sobre la vida amorosa, pues precisam en­te lo que él resalta es el pun to en com ún entre la m adre y la prostituta a los ojos del niño. Ella se ocupa de o tro hom bre y no de él. En el fondo la condición de am or de H écto r lleva esa marca cdípica y agrego, sin comentarlo, que decir sim plem ente: “es un celoso”, no resuelve nada.

El segundo mecanismo después de la repetición es la c o n ­vergencia. La cura hace aparecer que los enunciados del sujeto convergen en un enunciado esencial. D ecir uno es una sim plifi­cación pues puede haber varios enunciados esenciales en un aná­lisis. Aquí pueden presentarse dos casos. Puede suceder que este enunciado esencial se destaque en el propio discurso del analizante y que se hable de alguna cosa que nunca se olvidó, algo que fue dicho y que se inscribió para siempre. Q u e siem pre de te rm in ó todos los percances de la existencia, alguna cosa dicha que pudo tom ar valor de oráculo, ya sea que se haya dedicado a verificarlo o precipitado a desm entirlo.

Es claro com o para el sujeto tiene relación con la expectati­va de sus padres respecto de su sexo. Si el sujeto fue deseado como varón y nace niña, eso tiene consecuencias que m arcan; si no fue deseado, este enunciado es la marca más dolorosa que existe. C on certeza eso no se puede generalizar, pero en un análi­sis vemos los efectos sorprendentes, im presionantes, de la ins­cripción de alguna palabra dicha en la historia del sujeto.

El analizante, aveces, conoce este enunciado prevaleciente desde su entrada en análisis y, poco a poco descubre hasta qué punto ése es el enunciado más verdadero que puede saber. Trae la marca de este enunciado y descubre, entonces, que los avatares de su vida son réductibles al efecto de este decir. Puede ser un

Manuel Cárdenas Fernández
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enunciado de los personajes que encarnaron el gran Otro para él, ica bajo la forma de un imperativo, “¡Tú debes!”, sea bajo la forma de una afirmación eternizada “Tú serás siempre eso” y otras veces una palabra anodina que tomó resonancias excepcio­nales. A veces, puede también ser por un equívoco, por una homofonía ofrecida por la lengua.

Hav otra variante sobre esa rúbrica. El caso en el que el enun­ciado sobre el que el discurso converge no es producido por el analizante. Es el analista quien debe producirlo como interpreta­ción y se inscribe en el mismo lugar que el enunciado primordial. Es el caso de una interpretación inolvidable, a veces única, y que el analizante conserva de su cura analítica.

Por tanto el segundo mecanismo que aíslo de la operación reducción es ese enunciado de convergencia que es el significante amo del destino del sujeto.

Mañana continuaré con otros mecanismos de la operación reducción.

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C arlos E duardo Leal (EBP-Río de Janeiro):— Quería inicial­mente agradecer esta bellísima exposición, principalmente sobre el poema de Carlos Drummond de Andrade y enseguida preguntar si podríamos colocar al pase como siendo aquello que concierne al único punto de resolución de la paradoja entre la piedra y el cami­no, entre el yo y el ser; si el pase es el consentimiento del yo y al mismo tiempo la continuación del camino, o aún...

La cuestión del pase es claramente ésta: como dejar de ir a

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ver al analista de la buena manera. Precisar esa buena manera exige tener una idea más compleja, más refinada del hueso de una cura. Lacan presentó varias formas, varias concepciones de este hueso. Mañana voy a ver una manera de ordenarlas, no so­lamente para poder colocarlas de modo diacrónico o sincrónico, sino para tratar de captar bien la lógica de lo que se trata. Pienso haberlo encontrado precisamente con la fórmula de la conver­gencia y esas distintas maneras de concebir el obstáculo y el franqueamiento del obstáculo. Esto es lo que trataré de presen­tar mañana.

Angelina H ararj (EBP-San Pablo):— ¿Podríamos pensar en des­doblar igualmente los mecanismos de reducción en relación al maternal

Me parece que mañana podremos examinar y resituar al­gunos maternas de Lacan que dan testimonio de la operación reducción. No debemos olvidar por ejemplo, la extrema com­plejidad que tiene en Melanie Klein la noción de fantasía que a veces parece terrorífica, extremadamente compleja y que Lacan trató de presentar en una fórmula única y muy simplificada des­tacando sus dos elementos fundamentales. Ciertamente esto tes­timonia bien el tema de la reducción, porque el materna es una formalización reductiva. Sin embargo, no se trata de ir más allá de los maternas sino más bien de entender la motivación lógica que los sustenta. Lacan precisó de mucho tiempo para la realiza­ción de este trabajo y en el que creo haber dado un pequeño paso más.

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I »*iminique F ingerman (EBP-San Pablo):— En una nota de 1 .1. .in en el seminario “El acto analítico ” hay una frase que dice

y pienso que él tiene razón— “el análisis, eso'hace alguna cosa" i un poco más tarde, él dice “lapoesía, eso hace alguna cosa". M i . urinón es a propósito de ese "eso hace alguna cosa", de la diferen- . 1,1 entre ellos que usted subrayó hoy. ¿Será que podemos decir que en el análisis ese “eso hace alguna cosa" es del orden del acto, de lo peiformativo en el sentido de Austin, cuando decir es hacer; y del lado de la poesía es del orden del hacer es decir? Para retomar su ■tifiaría, ¿será que podemos decir que la poesía es hacer un camino .i partir de una piedra y el análisis hacer una piedra a partir de un i animo?

Hay en su propia pregunta una distinción interesante que ie podría pensar. Lo cierto es que el analista — es la cuestión de su acto y de su hacer— no se mueve. Hace algo muy importan­te, hace de piedra, pero hacer de piedra es algo muy difícil dado que el ser hablante no es normalmente una piedra, al contrario, se mueve por todas partes. Entonces la escuela de psicoanálisis sería una escuela de piedras, de cómo hacer bien de piedras. Mineralización del analista: tratamos de hacer algo distinto en el Campo freudiano.

Las cosas que se mueven son las cosas que caminan y ya es muy difícil estar en su lugar y eso trae algunos efectos patológi­cos en los analistas después de quedarse horas haciendo de pie­dras. A veces necesitan moverse un poco si no pierden la cos­tumbre y la capacidad de hacer y eso es peligroso. Lo que me parece mucho más grave es la peligrosidad del análisis para el analista y también, trataré de decirlo, para el analizante, porque

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con roda csa operación de reducción llegar hasta su propia pie­dra y no conseguir franquearla, vivir con su piedra es algo pesa­do para él y también para los demás. Quiere decir que para hacer elección de piedras hay que hacer una distinción después del pase, y eso, finalmente, se parece para algunos a la entrada de los jesuitas, a lo que le conviene a cada uno.Aníbal Leserre (EOL-Argentina):— Si he seguido su desarrollo, podemos pensar el camino del analizante, como el camino hacia el pase, y en el pase mismo nos encontraríamos con una reducción del tiempo. Una conexión entre tiempo y real, ya que no se trata de una dimensión de duración lineal como la descripta entre naci­miento y muerte, ni tampoco un tiempo de eterno retomo, ni un tiempo de retroacción. Tampoco se trata del tiempo de ’‘Funes el memorioso’’, que usted citaba, a quien describir un día le llevaba un día entero, en tanto no hay olvido. Es decir que la reducción del tiempo tendría el valor de constante, en el sentido que la re­ducción del tiempo de sesión implica la posibilidad de que la se­cuencia del desciframiento del inconsciente llegue a un punto de detención, ya que todo desciframiento es un ciframiento. Se trata­ría del manejo del tiempo por parte del analista, como conexión entre el circuito del significante y el circuito pulsional.

M anOEL DA M otta (EBP-Río):— Retomando la pregunta de Dominique, de la referencia de Lacan diciendo que la poesía hace alguna cosa, mi pregunta dice respecto al efteto que produce la poesía sobre el sujeto que escribe. Esto es, tomando el ejemplo de Lacan al respecto de Sade; “Il n était pas dupe de son fantasme", la pregunta es la siguiente: si existen efectos de atravesamiento en el escrito literario, principalmente en el escrito poético, que pueden

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ser colocados en correlación con el análisis y que no van apenas en la dirección de la redundancia, de la amplificación. Si la poesía pue­de caminar también en un atravesamiento que signifique reduc­ción, si es posible pensar en algo de ese género, si la obra poética que es una obra literaria, como Lacan dijo de Joyce, produce un efecto equivalente al fina l de un análisis, si eso puede significar una poe­sía más allá del caso Joyce.

Ciertamente toda la literatura tiene esa amplificación y en este poema había un efecto de amplificación, o mejor, la ampli­ficación es un mecanismo, un procedimiento de la retórica, muy distinto de la retórica de convencer al otro que es muy distinto de la literatura como tal. Ciertamente la literatura moviliza otros mecanismos además de la amplificación. Por otro lado, estoy de acuerdo con lo que usted dice.