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El Impostor 3

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Revista cultura on line sobre música, libros y cine.

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Equipo editorAitor Aguirre y Estrella García

Han colaborado en este númeroBerenice Abbott, Alfonso Brezmes, Á. Carrión, Carlos Ceacero, Miguel Florián, Manuel Gay

Moreno, Patricia Gonzalo de Jesús, Judith Pérez Mayo y Pablo Retana.

El Impostor les agradece su esfuerzo y dedicación una vez más. Gracias por hacer de El Im-postor una revista de la que sentirse orgullosos.

© De los textos, 2010 los autores.© De las fotografías de Estrella García, Estrella García

© De las fotografías de Berenice Abbott, Fundación Berenice Abbott

ESTRELLA GARCÍA

BERENICE ABBOTT

NO IMPACT MAN

TWO LOVERS

EL COLOSO DE NUEVA YORK

NEW YORK A DOCUMENTARY FILM

VILLAGE VANGUARD, 75 ANIVERSARIO

LCD SOUNDSYSTEM

LONDON, OSCURA OBSESIÓN

BARTLEBY, EL ESCRIBIENTE

LISETTE MODEL

ALL THAT YOU CAN´T LEAVE BEHIND

NETHERLAND, EL CLUB DE CRÍQUET DE NUEVA YORK

EN GRAND CENTRAL STATION ME SENTÉ Y LLORÉ

NEW BABEL YORK, POR MIGUEL FLORIÁN

My City, my beloved, my white!

EZRA POUND, N. Y

Las ciudades siempre me han parecido seres vivos, organismos enormes quedesarrollan sus funciones fisiológicas mediante un raro quimismo que las con-vierte en animales fabulosos. Son sistemas que emergen de la tierra, y desdeella transforman energías, intercambian alientos, savias que desconocemos. Amanera de inmensos arrecifes en donde se excavan las moradas de los hom-

bres, las ciudades parecen estar dotadas de una peculiar con-ciencia, en torno a la cual se construye su personalidad. Lashay —cualquiera puede reconocerlo— que nos reciben con losbrazos abiertos, animándonos desde el primer momento a des-velar sus laberintos. Otras, sin embargo, son excesivamentedesconfiadas y, al aproximarnos a ellas, parecen reticentes amostrarse. Las hay que, por múltiples medios, consiguen des-hacerse del visitante incómodo. «Toda ciudad —dijo Roden-bach— es un estado de alma». Cada hombre guarda en sumemoria el recuerdo dichoso de alguna, pero también el in-fausto de otras. Uno desearía vivir al tiempo en todas cuantasamó, aún cuando fuera fugazmente. De ahí la persistente an-siedad por regresar —una y otra vez— a su amable regazo, ycobijarnos en él, y sentirnos bañados en su tibieza. Por másque nuestro destino esté trazado y, al decir de Cavafis, nin-guna ciudad logre redimirnos, puede sernos dulce su consuelo.Para ello debemos huir de la monotonía, del sedentarismo queellas mismas imponen. Si nuestro cariño lo volcamos en sólouna, se volverá caprichosa y avarienta; y nuestra alma, seconvertirá en sustancia opaca y correosa. A diferencia de los

humanos, no suelen ser celosas, y saben acogernos con enorme alegría cuandoregresamos a sus brazos luego de una prolongada separación. Pero al igual quenosotros, se enseñorean de nuestra voluntad si es que les somos fieles en ex-ceso. No queda, pues, otro remedio que el nomadismo: «Mejor y venir hasta elfin de mi vida / entre la ciudad Sí y la ciudad No (Evgueni Evtuchenko)».

Me encantaría poder hablar de todas las ciudades que añoro, pero sería te-dioso; así que en esta ocasión lo haré sobre una a la que, paradójicamente, noconozco lo suficiente. Tal vez esta sea la razón de que me fascinara; lo ocultonos resulta más seductor que lo manifiesto. Se trata de Nueva York, la ciudad-

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EditorialNew Babel York

omphalos, la ciudad emblema de nuestra lánguida civilización. Nueva York es lacabeza de Occidente, la metrópolis, la otra Roma en donde se entrecruzan loscaminos, en donde los ecos se confunden. Su historia es relativamente corta,pero intensa. Comenzó siendo la Nueva Amsterdan que los colonos holandesesfundaron sobre la isla de los indios manhattan. Orillada por los ríos Hudson yEast, que se abren, a través de una intrincada y majestuosa bahía, al océanoAtlántico.

Hace algo más de un siglo, Walt Whitman, el «hijo de Manhattan», celebró allímismo al cuerpo eléctrico, a todos y cada uno de los átomosde la carne de los hombres y de las mujeres. Otras son lasvoces que ahora allí se escuchan: bullicio, algarabía de lenguasque se mezclan, y nos llegan como un bramar de océanos.Voces distintas que asemejan las diferentes caras de un enormepoliedro.

Hay quienes (quizás los más) han visto en Nueva York sólo unaciudad maldita, una Sodoma y una Gomorra, que debiera serdestruida por un cataclismo. En su seno nada más se encontra-rían la molicie y podredumbre que alimentan el detrítico y vene-noso espíritu de los tiempos que corren. De su suelo brotaría elhongo fatal que deja postrada, de tedio y de fatiga, nuestraalma. Nueva York es, para ellos, la ciudad de las vanidades, endonde los seres espejean y se confunden con sus propios refle-jos. Pero como todo mal puede ser un bien (este es lenguajede los sofistas) hemos también de preocuparnos de mostrar susbendiciones.

En mi caso, he de confesar que me aproximé a ella no sin cierto recelo; fruto,seguramente, de la desconfianza propia de un hijo de la vetusta Europa que«desprecia cuanto ignora» Europa posee demasiado pasado, de ahí que su me-moria se haya agigantado,y le impide moverse con agilidad. Antes de llegar aNueva York los prejuicios eran en mí más poderosos que la inocencia. Pero, apesar de ello, no tardé en verme —como les ocurrió a los compañeros de Uli-ses— preso en los sortilegios de esa suerte de Circe multiforme, de esa sierpede innumerables cabezas. Y no porque viera en Nueva York a la Jerusalén Ce-leste, pues que nunca perdí de vista su vertiente siniestra: el Moloch terribleque, al decir de Allen Ginsberg, semeja a «una esfinge de aluminio y cemento»

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machacando sin cesar los cráneos de los hombres, para «devorar su imagina-ción y su cerebro». Nueva York se asemeja a la Gran Bestia apocalíptica, a lalúbrica prostituta que escupe llamaradas de lava desde sus fauces subterráneas.Entre el asfalto resquebrajado, como si fueran géiseres, se abre paso el vaporabrasador del Tártaro: Wall Street, Broadway, Fifth Avenue..., extendiéndose comoseudópodos arborescentes, como oscuros canales por donde discurre la miseria.Nos podemos imaginar a Satán, con blanca y reluciente dentadura, acomodadoen su interminable limusina.

Bien, pues a pesar de todo, sentí un profundo encanto, y también una innegableternura. De ahí que pueda hacer míos los versos que Ezra Pound le dedicara:«eres una doncella todavía sin pechos / esbelta como un caramillo de plata».Sí, es Nueva York una muchacha blanca de una inocencia que resiste a las em-bestidas de la sombra. Sobre su profana geografía se edifica un mundo queambiciona crecer; un territorio de planos y volúmenes pulidos, de vidrios encuyo seno se construye la luz. La ciudad obliga al visitante a levantar los ojos,a imaginar el horizonte inasequible de la altura, el ámbito transparente de lospájaros. Y por extraño que pudiera parecer, en esa selva de faros y torreones,se rememoran los puntiagudos arcos de las catedrales góticas. Sí, allí tambiénun alma sedienta puede sobrepasar otras fronteras, indagar otros destinos.Nueva York parece lanzarse en vertical hacia los astros. No todo en ella son tú-neles, cloacas donde habitan saurios innombrables, sino avaricia incesante poralcanzar la patria de los dioses. Como si el fin de la escoria, el destino últimode la arcilla fuera transmutarse en un inmenso templo. ¿Acaso no es todo esejuego de formas geométricas el eco rutilante del universo eidético que imaginóPlatón? Los rascacielos, lo mismo que las pirámides de los antiguos egipcios,parecen recubrirse de la piel cerúlea de los ángeles.

Nueva York, la Nueva Babel, de zigurats encendidos, muestra el mismo afán so-berbio de los hombres por escalar el cielo, y escapar de los peligros de la tie-rra y sus diluvios. La misma sed y, seguramente, idéntico castigo. Pues que losinmortales entretienen su ocio en abatir las torres de los hombres, y en confun-dir sus voces.

© 2010, Miguel Florián

© Fotografías de Estrella García

Con este título, Colson Whitehead ya nos anuncia, sin dejar duda al-guna, que este libro habla de un gigante inabarcable, de una ciudadque es la Ciudad del mundo. El coloso de Nueva York ofrece en lostrece capítulos en los que está dividido, una guía inusual y personalde viaje, un recorrido por lo más íntimo de esta ciudad, por sus pensamientos através del de sus habitantes; entramos en Nueva York a través de Port Autho-rity, como si regresáramos a la mítica Rodas y su coloso que nunca dejó decrecer. Por esta puerta todos nos unificamos, vengamos de donde vengamos:todos somos iguales ante este gigante de cristal, piedra y acero al que nos en-frentamos. Y salimos de la ciudad, terminado el viaje que siempre nos parecerábreve, por el aire, por el gigantesco aeropuerto de JFK, con un consejo susu-rrado en voz alta: «POR FAVOR, OLVIDA», olvida o quedarás atrapado por estecoloso.

En cada uno de los capítulos, pequeños ensayos de ritmo frenético, como lavida misma en sus calles, Colson Whitehead esboza magistralmente momentos olugares emblemáticos de su propia NY, porque como bien nos advierte en la in-troducción el autor, hay ocho millones de Nueva York, tantas como habitantestiene esta isla; cada uno nos construimos nuestra propia Ciudad desde el primermomento que la vemos. La Nueva York de Colson suena a jazz, a lluvia impre-vista que hace que de repente el semblante del coloso cambie, a Central Parkel primer día de primavera, a madrugadas de bar en bar clandestino, a metroen hora punta, a Coney Island y su playa o al vendaval del puente de Brooklyna media tarde, tiene paradas imprescindibles como Time Square o Broadway oalmas aisladas que buscan a su igual. Quizá tu Nueva York sea distinta. Colsonnos invita a la suya, nos la codifica en mapas de colores y letra minúscula,ofreciéndonos su personal guía de viaje.

El coloso de Nueva York, como bien nos dice la solapa, es una gran carta deamor, un grandioso homenaje a la Ciudad. Un intento de fijar una ciudad perso-nal, antes de que cambie irremediablemente y termine desapareciendo. Esta ideaes obsesiva cuando nos referimos a esta ciudad y cuando aceptamos esta pre-misa, quizá es cuando nos convertimos en neoyorquinos.

El coloso de Nueva YorkColson Whitehead

Traducción de Cruz Rodríguez JuizISBN: 978-84-39711-88-3208 páginas; PVP: 13,90 €Ramdon House Mondadori, Barcelona, 2005

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Esta guía personal de viaje describe a Nueva York con una prosa que imita elritmo febril de esta fascinante ciudad, que en numerosas ocasiones nos deja ex-haustos: frases cortas, a veces crípticas, otras simples pero rotundas, Whiteheadnos hace leer a un ritmo tan vertiginoso que no somos capaces de a la pri-mera captar las muchas ideas lúcidas que hay. Una prosa desprovista deadorno, con descripciones tan reales que pueden llegar a ser crueles, como laVerdad; como la misma ciudad, «una ciudad que te conoce mejor que nadieporque te ha visto cuando estás solo». «Esta ciudad es una recompensa portodo lo que te permitirá alcanzar y un castigo por todos los crímenes que teforzará a cometer». Por ello y no enpocas ocasiones, terminamos son-riendo y asintiendo con la cabezaporque ha captado, como pocos li-bros hacen, la esencia de la granciudad, quizá la esencia de cualquiergran ciudad («Hablar de Nueva Yorkes hablar del mundo»). Esbozos rápi-dos son estos capítulos, donde serecrea la soledad, el misterio, la ex-huberancia, el dolor, la promesa quenos hace la Ciudad. El narrador,quizá la ciudad, que escudriña todo,describe el alma de quien la habita: del que se sienta junto a nosotros en elmetro, del que pasea por Broadway mirando cada cruce al que se aproxima, delque entra en el último bar que queda abierto al amanecer o...

Colson Whitehead (1969) es un escritor neoyorquino que ama profundamente ala ciudad en la que nació; autor de La intuicionista (única novela traducida ennuestro país hasta ahora), que fue considerada por Esquire como la mejor no-vela novel del año hasta la reciente Sag Harbor (2009); es colaborador habitualde periódicos como The Village o The New York Times.

© 2010, Estrella García© Fotografía de Melissa Hom

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Un día cualquiera un ciudadano de Manhattan puede usar (y tirar) 2vasos de cartón para café, otros tantos para refrescos y agua, va-rias servilletas de papel, 2 juegos de cubiertos de plástico, 4 reci-pientes de comida para llevar, con sus correspondientes bolsas deplástico. Usa coche, taxi o metro, en distintos trayectos, por no hablar de cuchi-llas de afeitar deshechables, tampones, papel higiénico, pañales, etc. ¿Qué pasa-ría si alguien decidiera dejar de usar productos desechables, reducir el impactonegativo al medio ambiente en todo lo posible y además compensarlo con unimpacto positivo?

No Impact Man, apodo auto-impuesto por Colin Beavan, es en realidad un escri-tor doctorado en Física, que ha realizado un experimento llamado «No ImpactProject», de un año de duración consistente en vivir diariamente sin impactar elmedio ambiente, o al menos intentarlo. Lo que puede parecer una utopía encualquier pueblo o ciudad occidental en Nueva York es simplemente un imposi-ble, o al menos eso es lo que le decían a Beavan al principio del proyecto. Losotros participantes son su esposa, Michelle, escritora adicta a las compras y alos cafés de Starbucks, su hija de dos años, Isabella, y el perro Frankie, en lanovena planta de su apartamento de la Quinta Avenida.

Juntos experimentan el conflicto entre desarrollo económico y calidad de vida200 años después de la Revolución Industrial pensando que tal vez dicha revolu-ción ha sobrepasado sus propios límites, y evidencia el fracaso del modelo con-sumista y de la forma de vida occidental. A lo largo del experimento, ColinBeavan decide prescindir de todo medio de locomoción, incluyendo ascensores,que no sean la bicicleta, el triciclo, el patinete o sus propias piernas. Despuésprescinde de las bolsas de plástico cualquier recipiente fabricado para un solouso, por lo que irá permanentemente equipado con un bote de cristal que con-tenía crema de cacahuete y lo usará para que le sirvan café o transportar el al-muerzo. En la siguiente fase, decide no comprar alimentos que tengan su origena más de 400 kilómetros de Manhattan, evitando los falsamente llamados «eco-lógicos», la carne (la cría del ganado es más contaminante que los automóviles

No impact manColin Beavan

Traducción de Olga HernandoISBN: 978-84-96822-91-7; 322 páginas; PVP: 19,50 €451 Editores, Madrid, 2009

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del mar), lo que reduce su opción a productos de temporada comprados en elmercado de agricultores de Union Square. «No consistía en sobrevivir sin más,sino, más bien, en no desperdiciar. Ese es en realidad el núcleo de todo el pro-yecto No Impact: se trata de no desperdiciar los recursos y de no desperdiciarla vida».

No contentos con eso, la familia Beavan decide no comprar nada nuevo, recu-rriendo a Internet para el intercambio de objetos o comprando artículos de se-gunda mano. La fase final directamente prescinden de la electricidad, usandosolo un pequeño e insuficiente panel solar, por lo que trabajan de día y dedicanla noche a estar en familia y descansar, viviendo como se hacía hace algunasdécadas (en Occidente) Beavan y su familia pasan más tiempo juntos, paseanpor la ciudad, cocinan y juegan a las películas en vez de ver reality shows. Loque comenzó siendo un experimento ecologista se convirtió rápidamente en unexperimento familiar.

Con algunas fisuras, siempre cuando se bordea el radicalismo, como el uso dela lavadora, la imposibilidad de desengancharse del café, el uso del aceite deoliva y el vinagre o alguna visita a restaurantes por causa de fuerza mayor, Be-avan nos hace reflexionar de una forma dvertida e instructiva sobre qué es ne-cesario y qué no, qué deseamos realmente, y quépodemos hacer cada uno para impactar lo menosposible al Medio Ambiente. El experimento que co-menzó con un exitoso blog, y que fue seguidopor las cámaras para realizar un documental diri-gido por Laura Gabbert, pronto tuvo repercusióngracias a un artículo en The New York Times (ha-ciendo hincapié en el no-uso del papel higiénico,lo cual no entusiasmó a la familia Beavan).

451 nos trae las aventuras de Colin Beavan (en una edición respetuosa con elmedio ambiente, ya que ha sido producida con papel y cartón cien por cien re-ciclado) una reflexión acerca del progreso, sin sermones, en la que el lector in-evitablemente se ve implicado al enfrentarse, como la familia Beavan, a cadacosa que hace o consume a lo largo del día con la perspectiva No Impact.Entre tanta información sobre el cambio climático, ecología y medidas medioam-bientales hacía falta un movimiento como el No Impact Project, una mezcla deaventura urbana con tintes de comedia y de reality show, perfecto para impac-tar en el público joven.

¿Te atreves a hacerlo en casa?

© 2010, Aitor Aguirre

No sé si les pasa a ustedes, pero a mí me intimidan los libros de críticas exce-lentes, rankings avasalladores y opiniones unánimes. Así que con esa inquietudme «enfrenté» a Netherland, el club de críquet de Nueva York: una de las 10mejores novelas de 2008 según el New York Times, excelentes críticas por do-quier y recomendaciones de Fresán o Siri Hustvedt (la esposa de Paul Auster, elnarrador de la Gran Manzana por excelencia); y todo eso por no mencionar queObama, el mesías de comienzos del siglo XXI, declaró que era su libro favorito.¿No están de acuerdo conmigo que la cosa da un poquito de vértigo?

Luego uno lee la solapa del libro con la información del autor y todavía se in-quieta más: un irlandés criado en Holanda y afincado en Nueva York, casadocon la editora que rechazó su segunda novela con la que vive, junto con sustres hijos, en el mítico hotel Chelsea de Nueva York.

Muchos de los datos biográficos del autor se reflejan en el libro: el protago-nista, Hans, es holandés y vive con su mujer, Rachel, y su hijo en el hotel Chel-sea.

Los protagonistas son una joven pareja de triunfadores al más puro americanway of life pero con un glamouroso toque europeo (beben vino, odian a Bush yestán en contra de la guerra de Iraq…) que les hace estar, sobre todo a ella,moralmente por encima de sus vecinos.

El 11S es la excusa que utiliza Rachel para volver a Londres y dejar que Hansse las apañe en una ciudad sumida en el caos y la tristeza. Y Hans encuentraen el críquet, un deporte que practicaba de pequeño, su tabla de salvación. Enel críquet y en Chuck Ramkissoon, un personaje peculiar, a caballo entre unmafioso y un predicador iluminado. A partir de ahí la amistad entre los doshombres se desarrollará con una absoluta lealtad, pero también con una grandesconfianza.

NetherlandJoseph ONeill

Traducción de Susana Rodríguez-VidaISBN: 978-84-7669-856-3; 304 páginasPVP: 21,50 €; El Aleph Editores, Barcelona, 2009

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Toda la novela es un estupendo monólogo interior en el que Hans tiene un dis-curso a veces coherente, a veces delirante, como lo son los diálogos de cual-quiera consigo mismo. Hay acelerones, incisos de páginas sobre la infancia, lamadre, el padre ausente, saltos en el tiempo, recuerdos entremezclados. Un au-téntico alarde narrativo en el que O’Neill consigue mantener la atención del lec-tor y, lo más importante en una novela tan aparentemente caótica, el hiloconductor.

Sin embargo, lo mejor de Netherland es esa deses-perada y certera descripción de la soledad y de laincomunicación. Para ello, Nueva York es el escena-rio perfecto. Son fantásticos los personajes que de-ambulan por el hotel (inolvidable el ángel de alasraídas, como un ángel caído esperando la reden-ción) y por el barrio; un barrio de ciegos (Hansdescubre que hay cerca una especie de ONCE) queson la metáfora perfecta de la sociedad estadouni-dense, por lo menos tal como la entendemos enEuropa. A una servidora, sin lugar a dudas, le in-quieta más la terrible soledad a la que están abo-cados los personajes que las supuestas armas de

destrucción masivas por las que George Bush decidió invadir al pueblo iraquí.

Joseph O’Neill es capaz de ponerse al lado de Paul Auster como narrador ofi-cial de la cotidianidad neoyorquina. Tal vez su visión es más europea, más ale-jada. Resumiendo: menos trillada.

Por lo demás, excelente elección para las frías tardes de enero. No se la pier-dan. A veces los rankings, las críticas y Obama aciertan.

© 2010, Judith Pérez

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Cuando pienso en Bartleby, el escribiente, me vienen a la memoria personajescomo Jean-Baptiste Grenouille, el protagonista de El Perfume, o Ignatus J. Reilly,de La Conjura de los Necios. Criaturas extraordinarias que dejan una huella tanprofunda en el lector (sin duda en aquel que sepa apreciarlas en su compleji-dad) que, con el paso de los años desde su descubrimiento, consiguen desga-jarse del relato que los vio nacer e incluso del autor que les dio la vida.Consiguen, por más que el lector pueda olvidar los detalles de sus historias,permanecer en su memoria como extraños miembros de una segunda familia ala que, no obstante, es de recibo volver a visitar de cuando en cuando a travésde sus álbumes de fotos: los libros en los que se conocieron.

Y en este sentido, es imprescindible reconocer el acierto de Nórdica Libros enla edición ilustrada de este relato de Herman Melville (1819-1891), universal-mente conocido por ser el autor de Moby Dick. Una preciosa edición en cartonéy formato álbum, que invita al tacto, que ha sido traducida por Mª José ChuliáGarcía e ilustrada por Javier Zabala (Premio Nacional de Ilustración 2005), conla maestría necesaria para redondear, sin ensombrecer, este imprescindible re-lato. Ninguna colección de libros de un lector con clase, estoy convencido, de-bería mantener una edición de este texto que no se le parezca a la que tanbien ha sabido destilar la editorial madrileña.

Wall Street, Nueva York, mediados del siglo XIX. Un abogado, el narrador del re-lato, desarrolla su actividad en un pequeño y oscuro despacho junto a sus tresayudantes, Nippers, Turkey y el joven Ginger Nut, dos escribientes y un ayudanteque transcriben y revisan hipotecas, testamentos, actas, capitulaciones y otrosdocumentos jurídicos. Con ellos y sus excentricidades, pues cada ayudante tienehilarantes manías en cuanto a su forma de trabajar y vivir, el abogado pasa losdías hasta que, ante el creciente volumen de trabajo, se ve obligado a contratara un cuarto escribiente que aparece una mañana en la puerta de su despachocon su figura Pálidamente pulcra, lastimosamente respetable e incorregiblementedesolada. Es Bartleby.

Bartleby, el escribienteHerman Mellville

Traducción de Mª José ChuliáIlustraciones de Javier ZabalaISBN: 978-84-935578-6-7Páginas: 79; PVP: 25 €Nórdica Libros; Madrid, 2007

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Bartleby, el nuevo amanuense, es eficiente y muy silencioso, trabaja desol a sol y sólo se alimenta de tortas de jengibre que come en su es-critorio. Pero al contrario de sus compañeros de despacho, histriónicospero obedientes, Bartleby parece incapaz de acatar mandato alguno desu empleador. Preferiría no hacerlo, dicho con firmeza pero sin insolen-cia,es la respuesta del protagonista que se repetirá sucesivamente a lolargo del relato. Una frase simple pero rotunda que sembrará el descon-cierto y aun el enfado de su jefe y que le hará dudar continuamenteentre ejercer su autoridad coercitiva o apiadarse de Bartleby, que le en-ternece por su sincera y silenciosa debilidad, por la misteriosa presenciade un ser del que nada conoce porque acaso carece de historia. Nohay nada que exaspere más a una persona seria que la resistencia pa-siva, comenta el narrador en un momento de la historia. Sin embargo ellector descubrirá, junto al abogado, que no hay nada que seduzca mása una persona seria que aquello que se escapa a todo razonamiento.

Por eso Bartleby enamora, entristece y llega a exasperar en algunosmomentos del relato. Porque su actitud es ilógica y poco práctica. Por-que pese a que Bartleby es del todo inofensivo, su comportamiento des-pierta a su alrededor incomodidad y desconfianza. Sin embargo, nadapermitirá al lector, como al abogado, abandonar a su suerte a este per-sonaje que parece representar a un tiempo toda la bondad y fragilidaddel ser humano. Que parece destinado, como las hojas de los árboles,a caer y destruirse de manera irresolublemente digna por haber esca-pado de la practicidad simplicista y egoísta de nuestra especie.

© Á. Carrión.

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Hay ocasiones en que El Impostor se queda sin palabras. No se tratasólo de las excelentes y merecidas críticas que ya ha recibido la no-vela En Grand Central Station me senté y lloré (¿qué podría añadir alo que ya han dicho sobre ella Cyril Conolly, Michael Ondaatje, Enrique Vila-Matas o Ricardo Menéndez Salmón, entre otros?): este impostor, al que, como acualquiera, se le pueden presuponer varias grietas en el alma y un par de no-amores que duelen como miembros fantasma, no puede dejar de admirar la pre-cisión y el desgarro con que la autora canadiense Elizabeth Smart ha sidocapaz de articular lo inefable. «El amor es cuando es imposible expresar.../cuando con la mera respiración/se expande en nosotros un desierto./ Cuandose desea no respirar.», resonaron en mi cabeza los versos de Oldřich Mikulášek.Viejo amigo, siento anunciar que te has equivocado, empezando por tu propiopoema y acabando con Miss Smart: es posible; con todas sus contradicciones,es posible.

Dejaremos a un lado la indudable carga autobiográfica del libro y el morbo quepueda despertar la relación de la autora con el poeta George Barker (atención,avezados editores, permanece inédita su versión acerca de este affaire: TheDead Seagull), porque nos encontramos ante algo más que literatura confesional,algo más que un triángulo amoroso, algo más que páginas emborronadas de la-mentos y lágrimas de una amante despechada. «El amor es cuando caminashacia la desgracia/con tanta certeza como con certeza crujen tus zapatos.»,dice Mikulášek, y así lo escribe Elizabeth Smart, creando una atmósfera obsesivaque nos sume en una espiral paradójica en la que el amor es, simultáneamente,una fuerza creadora y destructiva, felicidad y dolor, esperanza y desesperación,éxtasis espiritual y pasión carnal, entrega y egoísmo desmesurados. A través deuna prosa poética en la que alma y sangre están estrechamente relacionadas(no hemos podido evitar recordar a Anne Sexton), nos sumergimos en la lógicainterna de la narradora, en la que carecen de importancia cuestiones para ellasecundarias, como los nombres de los protagonistas, los grandes acontecimien-tos de la época o las convenciones sociales. Se trata de un amor (sí, amor: se-mejante desfachatez) que planea insolente sobre las casas unifamiliares, lasfamilias modélicas, los clubes de campo, el sueño americano, las sonrisas de los

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Elizabeth SmartEn Grand Central Station me sente y llore

Traducción de Laura FreixasISBN: 978-84-92865-00-0; 160 páginas; PVP: 17,50 €Periférica, Cáceres, 2009

anuncios e incluso la guerra; un amor abismado, de dimensiones arquetípicas,que sin embargo se arrastra por hoteles baratos y cafés en los que no nos ex-trañaría encontrar a los personajes solitarios de Edward Hopper o a los perde-dores retratados por Lisette Model.

Excesivo. Puede ser; pero es innegable la maestría de Smart para crear un pai-saje emocional compuesto de imágenes tan contundentes como sugestivas ypara describir una orografía escarpada de cimas y abismos del alma medianteuna sintaxis convulsa y fragmentaria. Pronóstico meteorológico de la zona: cum-bres borrascosas. No en vano la novela es también un mapa del genoma litera-rio de la autora, con referencias que van desde las imágenes bíblicas (véase eltítulo) y mitológicas hasta el propio George Barker, pasando por las tragedias(claro está) de Shakespeare o Marlowe, la poesía de Milton (no podía faltar unautor que sabe de paraísos perdidos), la obra de Blake (quién mejor para hablardel matrimonio entre el cielo y el infierno), Brönte, Rilke, Auden y otros muchos.Excepcional en este sentido el trabajo de traducción e investigación de LauraFreixas, como excepcional es esta apuesta de Periférica por su riesgo e intensi-dad. Ojalá siga explorando parajes literarios tan insólitos como el de ElizabethSmart en sus viajes de largo recorrido.

© 2009, Patricia Gonzalo de Jesús

© Fotografía de la autora, John Deakin

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«Me interesa la superficie. Porque la superficie es el interior»

Verán: uno dispone de un tiempo limitado. Hay mucho que ver; mucho que leer,que hacer, que impostar, que sentir. Todo son señales, y no se puede seguirtodas, a riesgo de accidentarse o de perderse. Así que, bien, me cuentan deuna exposición que hay que ver, no te la pierdas: Lisette Model. ¿Lisette Model?Qué perezón… Otra fotógrafa trasnochada en blanco y negro. Con la de fotogra-fía modernísima que hay por ahí... Por otro lado, si lo pienso, entre los millonesde clicks que en el mundo han sido, son y serán, qué pocos perduran… Sólo eltiempo, ese ladrón, paradójicamente preserva. Sólo su guadaña afilada selec-ciona, sin dejarse cegar por modas o fuegos artificiales. No sin cierto escepti-cismo, pero con este último pensamiento en la cabeza, me encamino a laexposición que la Fundación MAPFRE ha traído a la Sala Recoletos de Madrid, yque estará abierta hasta el próximo 10 de enero.

Rostros: Lo primero que golpeas, Lisette, cariño, es la mandíbula. Te gusta, alparecer, noquear al primer asalto. Porque esos seres marginales, errabundos, so-litarios que retratas, somos nosotros, ¿verdad?: flâneurs perdidos en una ciudaden la niebla, mendigos de un leve rastro de humanidad. Ugggh!. Duele, ¿sabes...?Imaginarse vagabundo por un día y tener que regresar al cuarto de hora. Sentirpor un momento el frío de los inviernos implacables de un París glamurosoajeno a sus miserables («París despertando en crudo, cruda luz de sol en sucalles limón», según Joyce). Y, sin solución de continuidad, la tosquedad de laopulencia: contemplar los rostros abotargados de los ricos, inflados de su nada,ajenos a la cruel inmortalidad que tu ojo, Lisette, les tenía reservada. El aburri-miento, el desdén, «el juez tieso en su corrupción, el general retirado que vienea reventar al sol tras haber hecho perecer ejércitos enteros en el fango, el ren-tista que digiere la sangre de los dividendos, las putas de lujo doran sus nalgasal sol» (Lise Curel, revista Regards, 1935). Y la mezcla, la extraña mezcolanza declases, unidas en su desidia y en su hambre, en su humanidad desarbolada (setrata de la serie conocida como Promenade des Anglais, realizada en Niza y queprecede a su viaje y a su etapa norteamericana). Sí, es en esa mezcla sin solu-

Lisette ModelRostros y rastros: radiografia de un golpe

seco (sobre una exposicion de Lisette Model)

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© El Impostor 2009 www.elimpostor.com 18© El Impostor 2009 www.elimpostor.com 17

ción de continuidad, la misma que vemos en nuestras calles, la que noquea ylleva al púgil a la lona.

«Fotografía con las tripas», decías, al parecer, a tus alumnos. Y vaya si lo hi-ciste. A dentelladas secas y calientes… Tus imágenes poseen la precisión delbisturí y la concisión del poeta futurista. Ya sólo por estos retratos tienes ga-nado mi respeto. Me levanto de nuevo, no sin esfuerzo, en medio de un ringfantasmal y oscuro, y prosigo el viaje.

Movimiento: Uuuugh. Segundo golpe en el estómago. Esa gente que pasa, des-gastando las aceras, deprisa deprisa, sin una meta definida ¿no seremos tam-bién nosotros, no, Lisette, mi amor? Fuiste capaz de retratar la ciudad al nivelde la cadera, con tu Rollei Flex y el párpado despierto: la urbe rendida a tuspies; el peatón que pasa; el vértigo de vivir; la fugacidad de las cosas. Ese ima-ginario colectivo en el que apresurados hombres de negocios trajeados atravie-san fugaces las calles neoyorkinas (serie Reflections and running legs), lollevamos tatuado en la piel. Esa pierna de mujer detenida en el instante de des-pegarse hacia no se sabe dónde. Viene a la mente Poe y su frase acerada: «Noquiere permanecer nunca solo: es el hombre entre la multitud. Sería inútil se-guirle…» Y ahí está: la multitud, las multitudes: en ese desenfoque del vértigo,enesaimposibilidad de distinguir, de individualizar, en esa pérdida de identidaden la que a menudo es gozoso esconderse. Y, de repente, un rostro: «La apari-ción de estas caras entre la muchedumbre. Pétalos sobre negra, húmeda rama»en palabras, inapelables, del viejo Pound. Un rostro anónimo que se desvaneceentre las sombras, acaso un leve rastro de nosotros mismos.

Los reflejos en los escaparates son parte ya del imaginario colectivo, y no es loque más me interesa de tu obra, ya Eugène Atget lo hizo antes y muchos otrosvinieron después, pero he de reconocer que tu mirada siempre es coherente, yla exploración en que el artista se detiene en el cristal antes que en el paisajeque éste trasluce, siempre me ha parecido interesante, ya que revela bien lamente que hay detrás, el ojo que mira y posa interrogantes sobre el mantel:todos a la mesa. La comida de preguntas está servida…

Vida: La madurez que el paso del tiempo suele llevar aparejada y el mayor co-nocimiento de la cámara hacen que tu fotografía se vuelva aún más directa, y,junto a la crítica social, comienzas a explorar la radiografía clínica, el retratoobjetivo y dislocado en su instante decisivo: escenas de bares y cafeterías (serie

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Reno y Las Vegas), clubs de jazz con micrófonos en el centro del escenario(Sammy's, Nick's) y, como siempre, las clases sociales: los agraciados (Café Me-tropole) y aquéllos a los que el sueño americano no tuvo a bien incluir entresus planes (así las series Lower East Side y Pedestrians, 1940 a 1945). En otrasseries como las de Las Vegas y posteriores, miras ya sin pudor a tus persona-jes, y ellos te miran a ti: enamorados, putas, gente del cabaret, ricos y hastamuy ricos. Mas nunca llegas a buscar lo deforme o lo extraño, a lo Diane Arbus.No. Los encuadres se vuelven audaces, aparecen manos sin dueño, la gentecanta, baila, sonríe, grita, duerme, se despereza: es la vida, que sucede. Y túestás ahí, para apresarla...

In fine: No sin admiración y un punto de envidia abandono la sala mascando lasclaves de tu arte: compleja simplificación; encuadre inteligente y a menudo sor-prendente e innovador; blancos puros y negros contrastados; y, sobretodo, unamirada lúcida, como la cámara teórica de Roland Barthes, en una desesperada ypermanente búsqueda de la originalidad.

El combate ha finalizado. Ya está tu contrin-cante en la lona. 1, 2, 3,..., 10. K.O: técnico:no hay quien levante a este welter sonado.Enhorabuena, Lisette, cariño, lo lograste: hasconseguido entrar en mi superficie...

Pecata minuta: Sólo para exploradores aveza-dos que hayan logrado llegar a estas líneas:la exposición, sobria pero magníficamentemontada, se complementa con un soberbiocatálogo y un cuaderno ilustrativo más accesi-ble para los bolsillos en crisis. Una presenta-ción perfecta en la webhttp://www.exposicionesmapfrearte.com/lisette-model/, permite rebatir y en su caso llevar ala categoría de falacia o de mera conjeturalas conclusiones aquí transcritas.

© 2009, Alfonso Brezmes

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Tal vez los nombres de Peter Stuyvesant, Ale-xander Hamilton, William Tweed, Al Smith, Fio-rello La Guardia o Robert Moses no seanuniversalmente conocidos, pero ellos junto conmillones de personas a lo largo de la Historiahicieron la ciudad de Nueva York. Esta seriedocumental de 7 capítulos, y un octavo hechocon posterioridad y dedicado a la tragedia del11 de Septiembre de 2001 de 16 horas deduración total es una joya dentro de la ex-traordinaria trayectoria de documentales Ame-rican Experience, producida por la televisiónpública estadounidense, la PBS, que narra lahistoria de esta ciudad a través de sus gran-

des nombres, personajes que cambiaron el curso de la historia de la ciudad delas ciudades, New York City. Escrito y dirigido por Ric Burns, cuenta con la na-rración del actor David Odgen Stiers y el testimonio de historiadores, políticos yartistas como Allen Ginsberg o Martin Scorsese, con la dramatización de actorescomo Eli Wallach, Paul Giamatti o Susan Sarandon, y con la música que Zbig-niew Preisner compuso para las películas de Kieslowsky. Nos encontramos anteuna obra maestra del género documental, con seguridad la obra definitiva sobrela historia de Nueva York, con impagables fotografías y filmaciones que noshacen viajar en el tiempo por las calles de Nueva York.

En una ciudad que cambia cada día resulta un reto hacer historia pero…

Todo comienza en una isla habitada por los indios Lenape, y la llegada de laprimera gran empresa de la Historia, la Compañía de las Indias Orientales, quereconoce el enclave ideal para el comercio con el Nuevo Mundo. Medianteacuerdos comerciales con los Lenape, los holandeses van desembarcando en laisla hasta hacerla completamente suya en 1626, 12 años después del primerdesembarco. Manahatan («Isla de colinas») pasa a llamarse Nueva Ámsterdam, ypronto se convierte en un prospero puerto comercial. Los nombres de Broadway,Brooklyn o Bronx son derivaciones anglosajonas de apellidos holandeses quefueron dando nombre a las distintas zonas de Nueva Ámsterdam.

Peter Minuit fue el primer responsable europeo de la isla, que pronto se convir-tió en desorden social, debido a la gran cantidad de bares. El severo Peter

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New York, a documentary filmRic Burns

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Stuyvesant (hoy más recordado por una marca de cigarrillos), nuevo director ge-neral, consiguió remediar la situación poniendo una serie de férreas leyes: es-taba prohibido beber los domingos, pelear en las calles, correr por Broadway yfornicar con los indios. Sin embargo, la población no paraba de crecer y deasentarse económicamente gracias a la llegada de esclavos negros capturadosen Angola. Se construyeron puertos, canales y muros para mantener alejados alos indios y a los ingleses. Algo completamente inútil, ya que la temida llegadade los ingleses se produjo en 1664. La imponente flota inglesa apostada frentea la isla provocó una reacción inesperada: los comerciantes, incluido el hijo deStuyvesant pidieron la rendición. No les importaba a quién debían de pagar im-puestos o quién dirigiese la colonia. Los ingleses ofrecieron pasajes gratis a los

holandeses que noquisieran vivir bajo sumando. Nadie quisovolver. Dos días des-pués Nueva Ámster-dam pasó a llamarseNueva York, en honoral Duque de York. Aldía siguiente todoslos ciudadanos vol-vieron al trabajo,como si nada hu-biera pasado. La po-blación de indios sevio menguada nota-blemente con la ex-pansión de losingleses por los terri-torios limítrofes. El

muro defensivo construido por los holandeses fue derribado, el lugar se llamóWall Street (Calle Muro). El crecimiento fue constante y se hizo inevitable la Gue-rra de la Independencia. George Washington juró su cargo como primer Presi-dente de los Estados Unidos en el balcón del viejo Ayuntamiento de Nueva Yorken 1789. Un año después, sumidos en deudas y corrupción, Alexander Hamilton,Secretario del Tesoro, propone trasladar la capital política a Washington, un sitiolo suficientemente lejos de Nueva York como para que no afectara a su pro-greso económico, social y cultural. Una decisión clave para el futuro de la ciu-

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dad. Murió en un duelo con el Vicepresidente Burr.

Estos son los comienzos de la ciudad, ampliamente documentados pero lo inte-resante del documental está por llegar. En 1809, Washington Irving escribió laprimera historia (ficticia) de la ciudad y le dio el primer sobrenombre, Gotham, ya los neoyorkinos, Knickerbockers (de ahí el nombre del equipo de la NBA NewYork Knicks).

En 1811 se decide la planificación urbanística de la ciudad, de las tierras habi-tadas (el downtown de hoy) y las que no, haciendo un ejercicio de predicción auna escala nunca vista, la cuadrícula. 12 avenidas a lo ancho y 155 calles a lolargo, sin respetar la propia naturaleza de la isla, que contaba con multitud decolinas. Los edificios se construyen y reconstruyen lo que hace imposible reco-nocer la ciudad cada cierto tiempo, algo que se mantiene hasta nuestros días.Se comienza a construir Central Park, Walt Whitman escribe Hojas de hierba, enuna Nueva York que es ya una metrópo-lis, a la que cada día llegan cientos deinmigrantes a través de Ellis Island, sitioque merece la pena visitar ya que seconserva casi como en aquella época.Abraham Lincoln gana la Guerra de Se-cesión, zonas como Five Points sonpresa de la pobreza y las bandas(gangs) de gangsters, excelentemente re-cogida en el libro de 1927, Gangs ofNew York y en la película del mismo tí-tulo dirigida por Martin Scorsese. La co-rrupta organización Tammany Hall,asociada a los demócratas, se hace con el control político, y ejercerá su in-fluencia hasta la mitad del sigo XX. Su más famoso líder William Tweed (inter-pretado magistralmente por Jim Broadbent en la película de Scorsese), elpolítico más corrupto de la historia de la ciudad consigue, a pesar de todo,enormes avances para Nueva York y es considerado uno de los habitantes másimportante de su historia. Finalmente fue procesado y detenido en España en1875.Adelantándose a todas las ciudades, se dan cuenta claramente de que el futuroestá en la electricidad y en el acero, comienza la construcción del puente Bro-oklyn y del metro. Las fotos que nos ofrece Ric Burns sobre el proceso son de

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una belleza asombrosa. Las primeras filmaciones de la ciudad, llamadas actuali-ties datan de 1897, y consistían en escenas de calle y construcción, una cons-tante hasta nuestros días. Vemos calles atestadas como nunca se había visto ynunca se ha vuelto a ver, gente de todas partes del mundo con una sola idea:trabajar, no descansar hasta conseguir sus objetivos. En solo 10 años, en unageneración o en dos, las condiciones de cada familia habían cambiado y mien-tras los padres luchaban por mantener sus raíces, los hijos solo querían seramericanos, como retrató Francis Ford Coppola en la obra maestra El Padrino.11 horas al día, 6 o 7 días a la semana, los neoyorkinos trabajaban sin ningúntipo de regulación y en condiciones en muchas ocasiones peligrosas, a veces encondiciones de esclavitud. Apasionante el relato, profusamente documentado, delincendio de la fábrica Triangle Waist Company en 1911. Trabajadoras, en su ma-yoría adolescentes inmigrantes, que trabajaban con las puertas cerradas porfuera, trataban de salir del edificio de 9 plantas. 200 mujeres quedaron atrapa-das en las plantas superiores. En grupos de 3 o 4, cogidas de la mano fueronarrojándose al vacío mientras cientos de trabajadores se acercaban poco a pocoa la fábrica. El mayor accidente laboral de la historia de la ciudad. Cientos demiles de trabajadores asistieron al funeral de las 141 víctimas. El juicio contralos dos propietarios fueron declarados inocentes, no habían violado ninguna ley(pues no las había). Se cambió la legislación, o más bien se creó. Bomberos ytrabajadores hablaron a la comisión de Al Smith cuya reforma legal cambiaríalas condiciones de trabajo. Los niños menores de 14 no podrían trabajar, lasmujeres no más de 54 horas a la semana, entre otras medidas para evitar nue-vos desastres. Estas medidas fueron adoptadas por el resto del país.

El triunfo de Al Smith era el triunfo de los inmigrantes en America. Desde niñotrabajó en el mercado manteniendo a su familia. Sin ningún estudio llegó a seruno de los mejores gobernadores de la historia de la ciudad, fue derrotado porHoover en las elecciones a la Presidencia del Gobierno por su acento neoyor-kino, su oposición a la ley seca, su relación con el Tammany Hall, y por la cam-paña en su contra realizada por el Ku Klux Klan y la Iglesia, que acrecentaron elodio de los americanos hacia todo lo que representaba Nueva York.

Ric Burns también nos entretiene con la apasionante carrera arquitectónica porconstruir el edificio más alto del mundo, entre el Bank of Manhattan y elChrysler Building, en la primavera de 1929, meses antes del crash. Finalmenteganó Chrysler inesperadamente, al colocar una pagoda en el último momento. Enlos días claros los obreros de uno y otro edificio podían ver el progreso del

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contrario con total claridad. Ambos edificios recuerdan la carrera hacia el cielo,«the sky is the limit», como dijo Henry Ford. Un símbolo de los buenos tiempos,los felices años 20. Un carro tirado por un caballo, lleno de dinamita, chocócontra un edificio en Wall Street, el de J. P. Morgan. Un atentado en el que mu-rieron 30 personas. A primera hora de la mañana siguiente la maquinaria capita-lista funcionaba como si nada hubiera pasado. Producción-producción,fabricación en cadena.

Como E. B. White, Scott Fitzgerald amaba NY porque sentía que allí todo era po-sible. Fitzgerald trabajaba en una agencia de publicidad durante el día y escribíade noche, culminó así la novela que marcaría la década de los 20, El GranGatsby. Como bien dijo Fitzgerald «En la vida de los americanos no hay segun-dos actos». También asistimos al nacimiento de la publicidad, una nueva forma

de crear deseos, la radio. Nueva York empieza a tenerimage selling. A través del cine, la radio, novelas…, se creaun símbolo de la ciudad, el Jazz. La primera música ameri-cana. Los negros no habían tenido un sitio específico enAmérica, Harlem se convierte en su territorio. NY atrajomucha población negra, entre ellos algunos de los artistasmás importantes del siglo XX. Influyeron en una generaciónimportantísima de la historia como Richard Hammerstein oGeorge Gershwin. En NY un negro podía poner sus ideas ar-tísticas sobre un escenario, se influían unos a otros en clubsmíticos como el 21 Club o el Cotton club, que llevara alcine Ford Coppola.

En Octubre de 1929 en Wall Street la especulación rompió el saco de la econo-mía americana. En menos de dos horas, los especuladores aterrados provocaronel caos en la economía. La gente se concentró a las puertas de la Casa deMorgan pero no hubo manera de detener la catástrofe. La gente había perdidolos ahorros de toda una vida, sus casas, todo. El Crash del 29 dio paso a laGran Depresión. Los felices años veinte pasaron a ser un recuerdo amargo, lamiseria se apoderó de las calles de Nueva York. En Central Park se crearon lascasas Hoover o Hooverville, que no eran más que chabolas, como podemos veren la película Cinderella Man. Hubo multitud de desahucios, la gente vivía en larivera del río, en los parques cuando no estaban en las colas eternas para reci-bir comida.

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Mientras que la construcción del Chrysler y el Bankof Manhattan eran símbolos del poderío económico,la construcción del Empire State Building, en 1930,fue el símbolo de la esperanza, de la recuperacióneconómica. Imágenes impactantes de la construc-ción, 3439 empleados en la obra en su momentoálgido. Trabajaban día y noche, en grupos de 4, aúnsabiendo que cuando la obra se acabara engrosa-rían la gigantesca lista del paro. Durante su des-canso hacían barbacoas en la misma obra,

cobrando 1,92 dólares la hora. Las fotos de Time son ya clásicas.

Fue inaugurado en 1931 por Al Smith y su sucesor como gobernador de NuevaYork, Franklyn D. Rossevelt. La gente dio en llamarle el Empty State Building, porla cantidad de plantas vacías que tenía. El edificio de oficinas más grande deNueva York, y del mundo, nunca llegó a ser un éxito comercial. El nuevo alcaldeFiorello La Guardia y Robert Moses se encargaron de sacar a la ciudad delshock que supuso la Gran depresión creando la ciudad del futuro. La Guardia,uno de los congresistas más combativos durante los años 20 expresó su furiacontra los bancos y la Administración Hoover por dejar desamparados a los ciu-dadanos. Su ímpetu fue vital para la recuperación. Uno de los aeropuertos de laciudad lleva su nombre. El primer día en el Ayuntamiento dijo lo siguiente: E fi-nitta la cuccagna («No más almuerzos gratis»), demostrando con ello que no es-taba dispuesto a tolerar más escándalos. Sus actividades favoritas eran requisary tirar al río armas de fuego y maquinas recreativas. El New Deal de Rooseveltpuso en marcha a nivel nacional las medidas de ayudas so-ciales que La Guardia ya llevaba tiempo aplicando con éxitoen Nueva York. Robert Moses, apadrinado por Al Smith, hizouna de las contribuciones más aplaudidas a la ciudad deNueva York, aunque más apasionado por el automóvil quepor las personas, ideó el primer sistema urbano de autopis-tas, transformando sobre todo la zona oeste de Manhattan,nuevos puentes (la inauguración del Triborough fue un acon-tecimiento transmitido por radio a toda la nación) y creandogran cantidad puestos de trabajo, reabriendo fábricas de ce-mento de todo el país para las obras, en medio de la Depre-sión. Creó también el sistema de parques y playas públicas,

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refundó el Zoo del Bronx, prácticamente abandonado a su suerte por el Tam-manny. Era el hombre adecuado para el momento concreto de la historia de laciudad. A La Guardia le importaban las personas, a Moses la industria, formaronun equipo histórico, con grandes diferencias personales y políticas entre ellos, afavor de Nueva York. Harlem no tuvo tanta suerte como el resto de distritos,agravando la devaluación del barrio y creando lo que sería décadas más tarde,el gueto más grande de Estados Unidos. Los afroamericanos quedaron «reclui-dos» en espacios físicos. El Partido Comunista organizó piquetes en tiendas conel lema «no compres donde no puedas trabajar». Harlem explotó tras la deten-ción del joven Lino Rivera por robar una pluma estilográfica. La policía lo dejósalir solo para poder dispararle fuera de la comisaría. La tienda del robo fue in-cendiada. Es la primera reacción violenta de los negros americanos en la histo-ria de Estados Unidos. El resultado: 250 detenidos, 3 muertos, todos negros.

La Guardia creó una comisión para estudiarla economía y las condiciones de vida de losnegros pero todavía la clase política no es-taba preparada para enfrentarse al problemaracial y no sería suficiente. En 1934, LaGuardia insistió en que Nueva York debíatener un aeropuerto propio, Newark era NewJersey. También promovió la Exposición Uni-versal en 1939, General Motors fue el encar-gado del más exitoso de los edificios, unaenorme esfera en la que se podía ver unapredicción de cómo sería Estados Unidos 40años más tarde. Rascacielos y autopistas donde los coches conducen a susocupantes a barrios de casas unifamiliares solo accesibles en coche. Una gigan-tesca maqueta llamada «Futurama» que prevenía el modelo de futuro que queríaGeneral Motors, ¿quién creó el sueño americano?

La supremacía económica de Nueva York y de Estados Unidos comenzaba sureinado, Nueva York era oficialmente la capital del mundo. La muerte de LaGuardia en 1947 dio paso a sus peores temores, Moses, sin el control de LaGuardia, se convirtió, en un demoledor de barrios, en un constructor de autopis-tas con efectos irreparables. La gente marcha a los suburbios, como había ade-lantado General Motors.

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El coche, la gran pasión de Moses, se había hecho con la ciudad. Se comienzaa construir en 1961 el Nuevo Madison Square Garden sobre la mítica Penn Sta-tion. Su proyecto de autopista elevada atravesando Manhattan hubiera necesi-tado de la demolición de Greenwich Village, litle Italy y Chinatown, su argumento«una ciudad se hace por y para coches, una calle sin coches es una calle fan-tasma». Los ciudadanos se organizan para evitar la perdida del legado antiguode la ciudad y defenderla de los ideólogos de la arquitectura, que no mirabanlo que había realmente en esas calles, solo veían sus maquetas, hasta que elayuntamiento paró el proyecto. Se creó una comisión para la conservación y asíevitar más situaciones parecidas. El resultado es que Manhattan es casi la únicagran ciudad de Estados Unidos en la que no hay una autopista hasta el centrode la ciudad y en la que se puede vivir sin usar el coche.

Los sesenta y setenta fueron malos para la ciudad, Bronx ardía literalmentecada noche, la delincuencia no hacía más que crecer debido a los guetos crea-dos por los movimientos arquitectónicos de Moses y Le Corbusier. La ciudad deNueva York, se encontraba en grave crisis financiera. Los bancos se negaron aseguir prestando dinero. El alcalde recurrió al gobierno federal, la respuesta delpresidente Ford fue «Los problemas financieros de New York han sido dejadosen la puerta del gobierno federal para que el resto de americanos garanticensus deudas, que no se sorprendan si el resto de los ciudadanos americanosdicen por qué». El rencor del resto del país contra todo lo que representaNueva York nunca estuvo más claro. Finalmente, meses más tarde, accedió aotorgar las ayudas necesarias y junto a una nueva oleada de inmigración, sobretodo puertorriqueña y asiática, lograron impulsar la eco-nomía.

Mientras Woody Allen se convertía en el neoyorkino másfamoso del mundo, un francés llamado Philippe Petit, pro-porciona al mundo el mejor recuerdo de la Torres Geme-las, consiguiendo atravesar furtivamente el cielo de torrea torre caminando sobre un alambre. No se pierdan elmagnífico documental Man on Wire ganador de un Oscaren 2008. Las Torres Gemelas era un edificio con plantasvacías en 1973, en plena crisis, como lo fuera el EmpireState Building. Fue el mejor momento de la vida de Petit,y de esa contrsucción, el símbolo de la globalización de

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la economía, que poco a poco, en los noventa, fue visto por empresas de todoel mundo como el edifico ideal para tener sus oficinas por lo que tenía activi-dad las 24 horas del día. Estados Unidos nunca había estado tan conectado alresto del mundo.En 1993 sufrió su primer atentado como icono del capitalismopero en 2001 se convirtió en noticia en directo en todo el mundo. Nunca unrascacielos había caído, y el complejo del World Trade Center se desplomó al

completo traumatizando a Nueva York, que era ese día elmundo entero. Los alrededores de lo que se llamó ZonaCero se llenaron de fotos de desaparecidos, Rudolph Giu-liani, alcalde a punto de terminar su mandato, más cono-cido por haber «limpiado» Times Square de prostitución ymaleantes, prometió que se reconstruiría. Giuliani hablócon la prensa en todo momento sin lanzar mensajes devenganza. La película World Trade Center de Oliver Stonetrata el día de la tragedia desde el punto de vista de losfuncionarios de la ciudad, también sin aires de odio. El exgobernador Mario Cuomo lo expresó perfectamente «habíauna gente con tanto odio que dio su vida por matar aotros, minutos más tarde unos hombres dieron su vida porsalvar a otros».

Hoy, mientras la Zona Cero aún continúa siendo un solar en el que obreros tra-bajan a diario, Nueva York vuelve a ser lo que su destino le tiene reservado, laciudad de las ciudades, el lugar donde todo es posible y el lugar donde se vivecon más intensidad del planeta. La apasionante serie documental New York, adocumentary Film da testimonio de todo lo que ha pasado, pero siempre haráfalta un capítulo anexo, el Nueva York de cada uno, como diría Colson White-head. El Impostor está allí (aquí) para contarlo a través de su cultura.

We love New York more than ever.

© 2009, Aitor Aguirre

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Para el que escribe estas líneas, que no debe serpersona demasiado fiable, la hermosa, conmove-dora, insólita Two Lovers de James Gray ha sidouno de los acontecimientos cinematográficos másimportantes del último año. Lamentablemente, hahabido algún intento frustrado, sigue sin fecha defi-nitiva de estreno en España.

Presentada en la selección oficial del Festival deCannes de 2008 con buena acogida de crítica y pú-blico y excepción hecha de Francia, donde el cine-asta cuenta con toda una legión de adeptos, TwoLovers ha pasado, sin embargo, prácticamente des-apercibida en Estados Unidos y en la mayoría delos países en los que ha sido estrenada.

El caso es que ni el éxito de su anterior película, la aún reciente y controvertidaLa noche es nuestra (We Own the Night, 2007), ni el haber sido vendida comola última película de Joaquín Phoenix, que hace unos meses anunció su retiradadel cine para dedicarse a la música, una divertida excentricidad del que se haacabado convirtiendo en el mejor actor norteamericano de su generación, pare-cen haberla ayudado demasiado. Ésta es, a fin de cuentas, la cruda e inquie-tante realidad.

A mí, como les decía, me sigue pareciendo una de las películas más interesantesy fascinantes del último año. También me lo parece la trayectoria de su autorque, con solo cuatro películas en los últimos 15 años, es una de las realidadesmás apasionantes e inspiradoras del nuevo cine norteamericano.

Amado y denostado a partes iguales, la trayectoria del director neoyorquino deorigen ruso, que ha situado, hasta la fecha, todas sus películas en Nueva York,nunca ha sido demasiado fácil. Su perseverancia, su honestidad y coherencia, suexigencia y perfeccionismo, su apuesta por un cine personal de clara vocaciónpopular más allá de las modas del momento, siempre a contracorriente, es, odebería ser, un ejemplo para cualquier cineasta. Perteneciente a la generación dedirectores norteamericanos que se inició a mediados de los años noventa (en laque también se encuentran nombres como Paul Thomas Anderson, Wes Anderson

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Two loversJames Gray

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o Spike Jonze), James Gray debutó en 1994 con tan sólo 25 años con la po-derosa y fatalista Little Odessa (Cuestión de sangre), león de plata en el Festivalde Venecia, un thriller mafioso inspirado en el cine de los setenta y de ecosshakesperianos, que contaba la historia de dos hermanos (Tim Roth y EdwardFurlong) en el barrio ruso de Nueva York. La película le abrió las puertas de losgrandes estudios de Hollywood y el «anti-Tarantino», como empezó a ser cono-cido Gray, acabó devorado por la Miramax y los hermanos Weinstein que des-arrollarían, por decir algo, su siguiente proyecto, The Yards (La otra cara delcrimen), un nuevo thriller neoyorquino, bastante a contracorriente para la época,con claras reminiscencias a la saga de El Padrino y con un reparto de grandesestrellas de Hollywood. The Yards se acabaríaconvirtiendo en una terrible pesadilla para su di-rector, que rodó la película en 1998 y que nolograría estrenarla, tuvo que invertir dinero propiopara terminarla, hasta el año 2000 y con la to-dopoderosa Miramax, a la que al parecer no lehabía gustado la película, haciendo mucho porboicotear su lanzamiento.

Tras el fracaso económico, que no crítico, de la operística The Yards, que siguesiendo una película admirable y que supuso la primera colaboración entre el di-rector y Joaquín Phoenix, a James Gray le costó muchos años levantar su si-guiente proyecto. Todo el mundo parecía haberse olvidado ya de él, cuandosurgió la posibilidad de desarrollar una nueva película en la que la única exigen-cia de la producción era que tenía que haber una persecución automovilística.Así nació la oscura y ambigua We Own the Night (La noche es nuestra, 2007),un thriller realista maravillosamente ambientado en el Nueva York de los años80, que supuso la vuelta de James Gray a la pasarela internacional y que seestrenaría, con bastante éxito, en la selección oficial del Festival de Cannes de2007.

Después de tres acercamientos de extraordinaria coherencia personal al film noir,en los que el conflicto interno de los personajes, cristalizado en tormentosas yoscuras relaciones familiares, siempre ocupa el lugar predominante, voluntaria-mente deudores y herederos de un cine de décadas pasadas, atemporal, fuerade las modas imperantes, norteamericano (Coppola, Scorsese, Friedkin —uno delos mentores del realizador—) pero también europeo (Renoir, Fellini, Visconti) pa-

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recía que había llegado el momento de hacer algo nuevo.Por primera vez, Gray podía rodar con cierta continuidady en este contexto apareció la sorprendente y fascinanteTwo Lovers. Adaptación libre de Noches blancas de Dos-toyevski, deudora también en parte de la versión que rea-lizó Luchino Visconti en 1957, Two Lovers es un dramasentimental (género mucho menos transitado de lo que enun principio pudiera parecer) de extraordinaria sencillez ensu apariencia pero profunda complejidad. Oscura y desmi-tificadora, frágil y delicada, triste y desencantada, ambi-gua y aterradora, bellísima, resulta muy difícil reducirla acuatro frases huecas.

Two Lovers, ambientada en un Nueva York contemporáneode tonos fríos y enfermizos, en el que Brooklyn y Manhat-tan funcionan como auténticos personajes dentro la narración, cuenta la historia de Le-onard Kraditor (Joaquín Phoenix), un joven atormentado y bipolar, enamoradoplatónicamente de su vecina Michelle (Gwyneth Paltrow), a la que ve como la última po-sibilidad para escapar a un destino familiar asfixiante: continuar el negocio familiar e ini-ciar una relación con Sandra (Vinessa Shaw) la hija de unos amigos de sus padrespropietarios de un negocio similar. Pero en el universo de James Gray, como en las tra-gedias antiguas, la familia es un destino contra el que resulta casi imposible rebelarse.

Un cuento cruel y conmovedor, una película sobre la verdadera naturaleza del amor,con un Joaquín Phoenix en la cumbre de su arte. Una película que tuve la fortuna dever a finales de 2008 en París, pocos días después de la inolvidable Master Class queJames Gray impartió en el Forum des Images un lugar muy especial que les recomiendoy que le hace a uno reconciliarse con el mundo.

© 2009, Carlos Ceacero

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LondonHunter Richards

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Sid (Chris Evans) recibe una llamada telefónicaen la que le dan una noticia que no le gustademasiado y, fuera de sí, la emprende a golpescon parte del mobiliario de su apartamento.Viste de un modo informal e, incluso, marginal,pero su piso no es pequeño y, probablemente,esté situado en una buena zona de Manhattan.Sid es, o un niñato, o alguien incapaz de expre-sar con civismo sus sentimientos. Tras el arre-bato, el chico acude a un bar donde trabajaMallory (Joy Bryant), una atractiva joven que leconfirma lo que le han dicho por teléfono: Lon-don (Jessica Biel) se va de la ciudad y, esa

noche, es su fiesta de despedida. London y Sid fueron novios, así que él se de-cide a presentarse en la fiesta, a pesar de no estar invitado...

...Pero, antes, ha quedado con Bateman (Jason Statham) para comprarle cocaína.No es su camello habitual. Bateman no quiere llevar a cabo la venta en losbaños del bar, le parece que sería «muy sórdido», así que lo hacen en el cochede Sid. Allí, le confiesa que él no es traficante, sino un «banquero, agente decambio, operador de moneda extranjera..., sólo un comprador». Este detalle pa-rece gustarle a Sid, que le convence para que le acompañe a la fiesta de des-pedida de London.

Esta búsqueda de un nuevo punto de vista, de un poco de pureza; de, a fin decuentas, una especie de ventana que proporcione un poco de aire en una situa-ción viciada, se convertirá en una constante en London (2005), primer y único,hasta la fecha, largometraje de ficción de Hunter Richards. En cuanto llegan aledificio donde vive Becca (Isla Fisher), la amiga de London que le ha preparadola fiesta, las cosas vuelven a su cauce; o sea, al ambiente asfixiante del queninguno de los personajes parece poder huir. Sid y Bateman se encuentran en elascensor con Maya (Kelli Garner), una jovencita desequilibrada. Sid y ella no pa-recen del mismo ambiente, aunque lo han sido todo el tiempo que él ha estadosaliendo con London. De hecho, Sid le trata de un modo bastante condescen-diente, lo mismo que a Becca, la dueña del loft donde tiene lugar la fiesta: sólose soportan porque tenían a London en común. Sid y Bateman son de los pri-meros en llegar, y no son bienvenidos, así que se agencian una botella y se

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atrincheran en el cuarto de baño, en la planta superior. Allí, el chico comienza asincerarse: estuvo saliendo con London dos años y medio, lo dejaron hace seismeses y aún no la ha olvidado. Además, sabe que ella se va a vivir a otra ciu-dad con su nuevo novio, y esto le saca de quicio. Sid aparece ante nosotroscomo alguien capaz de expresar con palabras complejos conceptos abstractos yseguir elevadas conversaciones, pero incapaz de verbalizar un sentimiento: enuno de los flashbacks que muestran cómo era su relación con London, ella lepide que le diga «te quiero» y él se niega. London le espeta: «Para eso sirvenlas palabras. Si no las tuviéramos, aún viviríamos en cuevas». Quizás, toda lapelícula muestra el conflicto dialéctico en el que andan sumidos sus dos perso-najes masculinos, Sid y Bateman. Si el primero no sabe expresarse sentimental-mente, el segundo no sabe hacerlo sexualmente: en otro momento, Batemanconfiesa: «Si contáramos una décima parte de lo que pensamos, nunca echaría-mos un polvo».

Así, cada uno de ellos ha buscado una manera de escapar de esa prisión queson las palabras, llenas de prejuicios, cargadas de significados para quien lasescucha. Sid se ha decantado por las drogas: con ellas, puede llegar a la com-prensión de conceptos cada vez más elevados..., alejándose, sin embargo, de sussentimientos. Y Bateman lo ha hecho por «un hobbie caro, tanto mental comoeconómicamente»: prostíbulos de lujo donde se pueden llevar a cabo prácticascomo la coprofilia, sadomasoquismo, infantilismo o urofilia. La reacción de Sidante tal revelación es la que se espera de alguien obsesionado por el conoci-miento racional: «¿Cuál es la conversación que lleva a una chica a mearte en laboca?» Bateman busca con esto, sin embargo, algo emocional: el subidón, para-dójico término que suele describir un vaciarse, una descarga de energía, antesque un incremento de algo. Ambos hombres son dos tipos inteligentes, capacesde comprender lo más ele-vado de la vida, a la parque se les escapa de lasmanos lo más inmediato,sensible y esencial.

Una de las peleas entre Sidy London, de la que somostestigos a través de un flas-hback, gira en torno a la

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existencia de Dios. Él,por supuesto, no cree,y ella le replica conuna afirmación rotunday difícilmente refutable:«Hubo una época en laque no sabíamos queel mundo era redondoo que existía elátomo... Puede que lle-gue un momento enque tengamos la tecno-logía para observar aDios, o lo que sea que

nos haya creado». A lo que Sid responde, con igualdad de contundencia: «Teda pánico cuestionar la autoridad», entendiendo por autoridad la parte de cono-cimientos que le han inculcado siendo niña y que London nunca ha puesto entela de juicio. Es uno de esos momentos mágicos, y en esta película hay varios,en los que se retrata, con crueldad y verismo, el enfrentamiento sin salida, cadauno con su razón, que se produce, se quiera o no se quiera, en una pareja.Todo el esfuerzo en la construcción de los personajes y en la escritura de los—en la mayoría de las veces— certeros diálogos, parece estar dirigido en estesentido: el terrible momento del deterioro de una relación.

Una vez perdido el respeto en la intimidad, se entra en un terreno destructivo ysalvaje: los miembros de una pareja pueden llegar a echarse en cara cosas te-rribles; Bateman cuenta cómo a su ex-mujer «sólo era capaz de decirle lascosas más asquerosas». Llegada la conversación, por fin, a este nivel de confe-sión, de sucia sinceridad entre ambos, sólo quedan dos asuntos por resolver:uno, que Sid se decida a bajar a la fiesta y encontrarse con London. Y dos, queBateman sea honesto y explique el por qué de su contradictorio carácter, quehuye de lo sórdido por un lado, pero lo busca por otro. Ambas expectativas severán cumplidas.

El tramo final de London, contra todo pronóstico, se mueve en un terreno lumi-noso, casi «transparente». La música cambia, el ambiente se relaja y las conver-saciones pierden tensión y se vuelven directas, concisas y básicas;prácticamente, desprovistas de palabras, suponiendo que eso sea posible en una

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conversación. Y hay una hermosa e interesante frase a escasos minutos delfinal: cuando Sid y Bateman se despiden, el primero le dice al segundo: «Lamejor conversación es la que se tiene con un extraño». Y, desde la óptica queha planteado la película, es completamente cierto: tu entorno habitual está con-taminado de información, sabe demasiado de ti, y las palabras no son recibidaspor sus oídos de un modo neutro. Sólo un oído virgen es capaz de no juzgar loque dices ni para bien ni para mal.

Demos un salto. La mejor conversación es la que se tiene con un extraño. Esta-mos en Nueva York, ciudad con más de ocho millones de habitantes. Ocho mi-llones de extraños. Quizás, en un sitio más pequeño es impensable hablar conun desconocido. Recuerdo que, cuando me vine a vivir a Madrid, con más detres millones de habitan-tes, mi madre me confesóque, cuando era estu-diante, le encantaba verpelículas tipo ÓperaPrima, de FernandoTrueba, rodada en la ca-pital. ¿El motivo? Veía enellas reflejadas unas rela-ciones entre los persona-jes que nada tenían quever con las que conocíay sucedían a su alrede-dor. Supongo que lasgrandes urbes, y NuevaYork siempre será la GranCiudad, imponen sus reglas. Así que, aunque a veces se nos diga lo contrario,no hay que tener miedo de hablar con extraños. Para dos personas como Sid yBateman es una experiencia hasta terapéutica.

© 2009, Manuel Gay Moreno

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LCD Soundsystem

LCD Soundsystem es una de las primeras grandes confirmaciones, junto a AIR,del Festival de Música Avanzada y Arte Multimedia Sónar 2010, que este año secelebrará simultáneamente en Barcelona y La Coruña del 17 al 19 de junio. Labanda neoyorquina, cuya cabeza visible es James Murphy, es una de las referen-cias claves para entender el resurgimiento de un estilo, el dance punk o discorock, que surgido originariamente a finales de los años setenta, con gruposcomo Talking Heads, Liquid Liquid o Blondie, se ha consolidado nuevamente enla escena musical global a través de grupos como Hot Chip, Juan MClean, TheRapture o Simiam Mobile Disco, y que se caracteriza por la fusión sin complejosdel rock y las bases electrónicas de la que surgen temas enérgicos y bailablescomo los que conforman la discografía de LCD SoundSystem.

Su primer single, «Losing my edge» (2002),supuso toda una declaración de principios.Su letra, una recopilación de grupos un-derground de todos los tiempos, unida asu título, que podría traducirse en el con-texto de la canción como «quedándomeanticuado», dan fe de la fuerza con laque surgió el proyecto, que tuvo una muybuena acogida. A este single siguieron«Give it up» (2003), «Yeah y Movement»(2004), que supondrían el anticipo de suprimer disco, LCD Soundsystem (2005), undoble cd que, con temas memorablescomo «Daft Punk is playing in my house»(todo un tributo a esta banda francesa) o«Tribulations», fue situado por la revistaRolling Stone en el puesto nº 35 de lalista de mejores álbumes del año, siendo nominado además en los Grammys deaquel año. Durante 2006, y paralelamente a la producción de su segundo álbum,surge 45:33 remixes por encargo de Nike. Una única sesión de cuarenta y cincominutos en la que la banda mezcla temas de Runaway y Padded Cell, entreotros, y que sólo se puso a la venta a través de ITunes. A este proyecto le si-guió en 2007 Sound of Silver, el segundo disco de la banda, en la misma líneaacertada del primero y del que destacan temas como «All my friends» o «NorthAmerican Scum». En él se incluye, como curiosidad, la melancólica y nada elec-trónica «New York I love you but youre bringing me down», que cierra el disco.

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Actualmente James Murphy graba junto a sus colaboradores el que será el ter-cer álbum de LCD Soundsystem, sin título hasta la fecha y que se lanzará en lasegunda mitad de 2010, un disco que promete a tenor de las palabras del pro-pio Murphy en el MySpace del grupo, en las que asegura sentirse excitado porla entrada del nuevo año y por el momento creativo que atraviesa la banda.

Paralelamente, John Murphy junto Tim Goldsworthy y Johnathan Galkin desarro-llan una prolífica actividad como productores a través de DFA Records, que fun-daron en 2000 y que es en gran medida el embrión de LCD Soundsystem. Unsello que, apoyado en la distribución por el gigante EMI, se ha especializado enel descubrimiento y difusión de grupos de dance-punk principalmente de EstadosUnidos. Así, entre sus referencias están las principales bandas del género, comoShit Robot, Delia González y Gavin Russom, Hercules and Love Affair, Yacht... En2006, lanzaron el disco doble The DFA Remixes, que aglutina mezclas de su ca-tálogo.

Escucha nuestra selección de LCD Soundsystem en Spotify.

© 2009, A. Carrión.

Y llegados al albor del siglo XXI, resulta quecontinuábamos varados (stuck in a moment) ennuestra propia inopia (and you are such a fool)y en medio de otros tantos cientos (into thehundreds), cual sucede en la algarabía de lasconfusas —por confundidas— voces (the othervoices) de toda gran ciudad. Palabras, palabras,palabras..., como las que se entrecruzan enNueva York, considerada por Bono «la ciudadde nuestro tiempo: el centro de la cultura occi-dental». No parece casual, pues, que el líder delgrupo musical con mayor ascendiente de los úl-timos lustros fije la vista en la ciudad que con-centra todas las culturas, precisamente para

abarcar con su música a cada uno de nosotros.

U2 cambian de siglo y de tercio, despojados de la floritura electrónica, ya sacia-dos de tanto —y tan bien— experimentar durante los 90, y parece como si vol-vieran por sus fueros. Se valen de un discurso preciso y maduro, con unlenguaje tanto en lo musical como en lo lingüístico realmente sencillo, pero deuna sencillez laboriosa bajo la que subyace la profundidad de quien ha asimi-lado lo complejo.

Bien, y ¿qué podemos hacer cuando no parecemos ver un camino claro que re-correr? (no space to rent in this town). El tráfico está atascado (the traffic isstuck) y nosotros atascados cada uno consigo mismo y en medio del embotella-miento general (youre on the road but youve got no destination). Como enNueva York, donde puedes llegar incluso a olvidarte de mantenerte quieto (forgethow to sit still), pero inquieto en tu viaje a ninguna parte (and youre not movinganywhere). Llegados a este punto, la libertad en Nueva York se le antoja a Bonocomo un batiburrillo de opciones (in New York freedom looks like too manychoices): demasiadas direcciones sin sentido para gracia y desgracia nuestra. Enefecto, Nueva York sirve de paradigma de la megalópolis postmoderna, esto es,de la virtud de la pluralidad y su reverso tenebroso de relativismo. Hay cabidapara todos, aunque nadie encuentra su lugar, flotando cada cual en su icebergtras el naufragio, pero a flote al fin y al cabo (I hit an iceberg in my life, butyou know I´m still afloat). Y todo iceberg con el que chocamos es uno de nues-tros tantos prejuicios, humareda evanescente cuya fatuidad desconocemos (you

U2All that you cant leave behind

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don´t need it NOW). Por lo tanto, atascados en nuestro miedo y sin poder —saber— salir, no queda otra que constatar unacrisis de identidad (my mid life crisis) cuyo co-rrelato social es la crisis de valores imperante,donde confundimos verbigracia que un terro-rista tenga derecho a opinar para sí mismocon que tenga derecho a intentar fomentar talopinión cuando ésta constituye por perniciosaun delito, y mucho menos todavía a hacerlaefectiva a costa del perjuicio ajeno en lo queconstituye ya un crimen manifiesto. You gottalive with your dreams, don´t make them sohard reza Bono en «The hands that built Ame-

rica», la canción que compuso para Gangs of New York (theres a cloud on theNew York skyline, innocence dragged across a yellowline). Y las manos que cons-truyeron America, cuyo epicentro es Nueva York, tienen casi todas callos de in-migrantes. U2 le cantan a América y, con ello, a una tierra que nos representa—que debiera representarnos— a todos, pues se conjuga en ella cada etnia, reli-gión y cultura, pese a que sabemos que la civilización ha llegado hasta hoy for-jándose mediante un espeso río de sangre de hermanos contra hermanos (oneblood).

U2 eran muy conscientes a comienzos del siglo presente de que nos hallábamosen una encrucijada, así como de que la primera reacción a la congestión delatasco es connaturalmente buscar una vía de escape. La causa, y Bono lo sabebien, es que en la vida no suele suceder lo que se desea y espera que ocurra(but hope and history won´t rhyme) y luego de ello sobreviene la desilusión de laincomprensión (so what´s it worth) que suele derivar en una devaluada idea denosotros mismos (tell me what´s wrong with me?). Escapar sería deseable aveces, pero todo refugio no acaba resultando real ni práctico a largo plazo (aplace that has to be believed to be seen). El impulso de elevación y el esca-pismo aparecen como motivos conductores de buena parte del disco (been livinglike a mole, I need you to elevate me here). Además del single «Elevation»,otras canciones de superior factura del disco, como «Wild honey» —el buen sal-vaje— persiguen la libertad en la compañía del ser querido (you were my shelterand my shade). Y lo mismo escuchamos en la deliciosa «In a little while» (aman dreams one day to fly, this hurt will hurt no more, I´ll be home in a littlewhile), o cómo tocar el cielo con las cuerdas vocales rasgadas después de una

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noche de resaca. Esa búsqueda de fe desde la desesperanza (a friend to drownout the other voices, an expresión so clear and so true that it changes the at-mosphere, only fly for freedom, love lift me out of these blues, and through youreyes I can see, take me to that other place) aparece en la práctica totalidad decanciones del álbum.

Ahora bien, ante el miedo a la incertidumbre se tiende siempre a buscar ele-mentos del contexto que devuelvan la motivación perdida a la persona (youcould lend a hand in return for GRACE). El valor de la búsqueda radica en que,a fuerza de ejercerla con determinación, se termina por educar la mente (youcould educate my mind) para aprender a no dejar escapar (don´t let it get away)el hermoso día (it´s a beautiful day), que es AHORA y fue siempre, en vez de in-tentar escapar en vano de él. Luego si te encuentras atascado en un mal mo-mento, considera que a buen seguro pasará (it´s just a moment, this time willpass) porque el corazón es como una flor capaz siempre de emerger en la máspétrea superficie (the heart is a bloom, shoots up through the stony ground) ydespués de cada tormenta llega la calma de la sabiduría (after the flood all thecolours came out), pues ya se acepta lo que nos ofuscó al comprenderse loque lo causaba. A partir de ahí no se tiene ya miedo de vivir «a mi manera»(I´m not afraid to live) y se recibe en consecuencia cada circunstancia sin condi-ciones previas que quedaron definitivamente atrás por estériles (youve got toleave it behind). Bono compone las letras de todas estas canciones para que puedan servir depuente a quienes las escuchan hacia sí mismos, ya que cada cual es su propiopuente que atravesar. Pero estas decentes melodías (I´m just trying to find a de-cent melody) sí nos hacen tomar conciencia al menos —qué menos— de lospuentes arraigados en nuestras mentes (the leppers in your head) y se convier-ten en la canción que podemos entonar para aprender a hacernos a nosotrosmismos mejor compañía (a song that I can sing in my own company). Y, malque les pese a algunos, U2 no han llegado alto sin «elevarnos» a muchos consus canciones a gran altura.

De manera que creer todavía en el amor esperando de él algo cierto (won´t youtell me something true) supone que los árboles continúen en leve medida impi-diéndonos ver el bosque (I can´t see what you see) porque nuestra felicidad de-penderá de lo que recibamos, y nos queda de hecho la duda de si ésta serácierta (but is there sweetness at all?) o más bien el sueño de una sombra. Peroel AMOR no es precisamente una cosa fácil (and love is not the easy thing) que

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uno recibe como premio o por azar sin más, sino una cuestión peliaguda querequiere gran coraje (be strong) por cuanto se trata sencillamente de DAR (so-mething is about to give) sin esperar recibir nada a cambio y sin miedo ya,dado que nada queda a lo que aferrarse (what you don´t have you don´t need itnow). Y en eso consiste la GRACIA del dharma.

Sugeríamos al principio que amaneció nues-tro recién nacido siglo con los problemasde identidad que venía arrastrando el ante-rior (a kite blowing out of control on a bre-eze), en una embarullada época en la quecabría preocuparse por que toda gran idealo sea por el mero hecho de ser publicitadaa golpe de talonario (in the time when newmedia was the big idea), aunque en realidadsea la preservación de toda forma de vidala única idea verdaderamente sagrada (theirlives are bigger than any big idea), algo que

sólo se puede comprender humanamente cuando se siente que cada ser hu-mano con el que uno se encuentra posee el mismo valor incluso que nuestrapropia madre (no whos or whys, no one cries like mother cries for peace onearth), y se quiere llorar entonces por el sufrimiento humano cual toda madreharía por el dolor de sus vástagos, y no hay sentimiento más pleno y sinceroque ése. Bono tiene muy claro, por tanto, que ya está harto de tanto egoísmodisfrazado de generosidad (sick of hearing again and again that theres gonna bepeace on earth) y que es por fin hora para el nuevo siglo de que asumamosnuestra RESPONSABILIDAD de apostar por el amor al prójimo, y de hacerlo enmedio del atolladero en el que nadie sabe bien hacia dónde sopla el viento (Idon´t know which way the wind will blow), lo cual sólo un hombre maduro y noinfantil puede hacer, el que es capaz de valorar la luz porque ha comprendidolas tinieblas a través de las que aquélla se conforma (a man who sees the sha-dow behind your eyes).

No nos engañemos respecto de nuestra sociedad, pues la mayoría de nosotrosno parecemos ser conscientes de los peligros que acarrea la confortable indife-rencia en la que vivimos, cuya pueril insolencia puede acabar volviéndose contratodos (what you mock will surely overtake you if you go in hard). Es la ley delkarma: aferrados a nuestra identidad, pero sin saber asumirla, no somos capa-

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ces de dejar atrás lo que creemos que somos, lo que tenemos (youve got to li-ving behind) y que vale tan poco en el fondo, pues flotamos sobre superficies yveleidades. Y despojarse de todas esas cosas no es fácil (and love is not theeasy thing), pues hace falta valor (be strong) para ofrecer lo que uno es (some-thing is about to give) y carecer de miedo para defender la condición humana(I´m not afraid to die, and when I´m flat on my back I hope to feel like I did). U2saben que esa valentía es imprescindible para liberarnos del apego a nuestraidentidad, el cual nos arrastra hacia la ofuscación de los vaivenes kármicos. Yes que, en efecto, nuestro único bagaje como personas es todo aquello que lle-vamos con nosotros y que no podemos dejar atrás (all that you can´t leave be-hind) pero que debemos a aprender a dejar en la cuneta durante el camino quenos lleva derechitos al bien ajeno, que es el nuestro. La Gracia no consiste,pues, en algo que recibimos sino en todo aquello que somos capaces de dar enfunción de todo aquello que hemos sido capaces de dejar atrás renunciando aello (GRACE, she travels outside of karma). Así, justo en medio del atasco, perdi-dos junto a tantos otros, como en Nueva York, podemos encontrar en ellos loque somos si atendemos un poco (in the stew, living happily). Por eso, comodecía Bono en este definitivo gran disco con el que U2 se presentaron al nuevosiglo, la libertad tiene muchos sentidos pero una sola dirección primordial, cualpuede percibirse en Nueva York si uno acierta a verlo al quitarse las gafas. Tútambién (YOU TOO) puedes verlo si quieres.

© 2009, Pablo Retana

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Cuando uno baja las es-trechas escaleras queconducen al neoyorkinoVillage Vanguard, aún connerviosismo y la ansiedaddel último cigarrillo, sabeque está a escasos me-tros de traspasar laspuertas de la historia delJazz. El ambiente oscuro,el respeto a la historia, laacústica perfecta, el esce-

nario a un palmo, en la mesa un copa traída entre susurros… da igual quiéntoque, siempre hay un gran concierto, momentos inolvidables.

Aunque se inauguró en 1935, dando cabida a cómicos como Lenny Bruce ycantantes de Folk como Pete Seeger, no se convirtió en un club exclusivamentede Jazz hasta 1957, y en él se han grabado decenas de discos que formanparte de la historia del Jazz. Todo el club es historia. Con capacidad para 123afortunados, todo está como siempre, un oscuro speakeasy de la época de laLey Seca. En las paredes hay fotos y recuerdos de los genios que han pasadopor allí a dejar muestras de su mejor arte. Aún se puede ver un agujero en eltecho que hizo Charles Mingus. El club está regentado, tras la muerte de su fun-dador Max Gordon, por su mujer Lorraine, que ha visto pasar por su local a ge-neraciones de músicos legendarios. Hay alrededor de 150 discos que llevan laglamurosa etiqueta "Live at the Village Vanguard" en el título, y El Impostor secomplace en presentarles una pequeña muestra para escuchar en nuestro Spo-tify.

Si quisiéramos hacer una selección definitiva de los discos grabados en el Van-guard contaríamos con el impresionante concurso de John Coltrane, Bill Evans,Michel Petrucciani, Chet Baker, Sonny Rollins, Dexter Gordon, Charlie Byrd o losmás recientes McCoy Tyner, Brad Mehldau, Joe Lovano, Chris Potter, Bebo yChucho Valdés o Wynton Marsalis, que ha grabado un total de 7 discos en elclub, y solo por citar algunos. Tocar en el Vanguard debe ser algo así como lle-gar al Olimpo, y sentir el vértigo de su pasado. El respetuoso silencio con elque se asiste a los conciertos nada tiene que ver con la escena de la películaTodo lo demás de Woody Allen, en la que los actores conversan mientras al

Village Vanguard75 aniversario

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fondo Diana Krall ofrece un concierto sin enterarse, cosaimposible en el Vanguard.

El próximo Febrero el Village Vanguard cumple 75 años ylo celebrará con una semana de conciertos de Joe Lo-vano acompañado de Esperanza Spalding. La casa, comono podía ser de otra manera, tiene sus favoritos, comoel propio Lovano o Wynton Marsalis, y no es raro encon-trarse a The Bad Plus tocando a menudo. El pasado finde año hubo una fiesta de postín con su participación, y

fue emitido en directo desde nuestro facebook y nuestro Twitter. Además uno delos miembros del equipo de El Impostor estuvo allí en persona para disfrutar deeste memorable trío. Si te lo perdiste El Impostor te da la oportunidad de disfru-tarlo.

Larga vida al Jazz, larga vida al Village Vanguard.

© 2009, Aitor Aguirre

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Berenice Abbott

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Estrella Garcia

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