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El Informador 188 / Octubre 15 a Noviembre 15 de 2011

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CONTENIDO

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Por: + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

ESTAMOS LLAMADOS A RENOVAR LAS PARROQUIAS

“En la parroquia, la Iglesia manifiesta de manera cercana y per-ceptible su vida y su misión. La parroquia es una comunidad orga-nizada de bautizados, de bienes espirituales y materiales, de institu-ciones e iniciativas que hacen que la Iglesia acontezca en un deter-minado espacio y con-texto.”

Las parroquias y su situación actual

Al recorrer las ciudades se ven las torres y fachadas de las parroquias, que mues-

tran una forma de presencia de la Iglesia en toda la sociedad; presencia tal vez sin pa-ralelo por parte de ninguna otra institución. Pero no sólo impacta la parroquia como lu-gar físico, sino también como experiencia de vida. Se puede decir que en la parroquia to-dos hemos nacido y que a ella están vincula-dos muchos momentos importantes de nues-tras familias; las parroquias han sido punto de partida y de llegada de tantas iniciativas y proyectos; ellas han resistido y superado muy diversas pruebas; ellas, en realidad, son nuestra casa; si no existiera la parroquia ha-bría que inventarla porque no se puede de-jar al pueblo sin casa. Cuántas instituciones y organizaciones quisieran tener esta es-tructura con las instalaciones, la historia, la tradición cultural, el ascendiente social, las relaciones de servicio y, sobre todo, con las personas que tienen nuestras parroquias. En décadas pasadas se pensó que la parroquia era una estructura canónica que ya había cumplido su ciclo y que era preciso remplazarla por nuevas formas de organiza-ción pastoral. Hoy se ve, más claramente, el valor de esta institución que tiene ya un largo camino y que está llamada a ser una escue-

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la de evangelización, un santuario donde se honra a Dios en espíritu y en verdad, un ho-gar de comunión y fraternidad, un taller de vida nueva para el mundo, una plataforma de apostolado, un centro que promueve la esperanza. En efecto, el desafío de la nue-va Evangelización que está afrontando hoy la Iglesia, en un período de cambio cultural y de serias problemáticas sociales, muestra la urgencia de renovar las parroquias para que puedan realizar cabalmente su identidad y su misión. De esta renovación depende no sólo su vigencia sino también que tengan un promisorio futuro. No se puede desconocer, en rea-lidad, que han cambiado los tiempos y los estilos pastorales; con frecuencia se redefi-nen los territorios; la estabilidad social está permanentemente afectada por la violencia y la movilidad; el urbanismo y los medios de comunicación generan nuevas costumbres y modos de vida; se presentan serios cuestio-namientos a la forma tradicional de las labo-res catequéticas y litúrgicas; en ocasiones la parroquia está alejada de la problemática so-cial y cultural de nuestra época; algunas ve-ces se reduce su vida al culto sacramental; puede decirse que, en general, la parroquia no es más el punto de referencia para todas las actividades y decisiones de la sociedad; ya no es lo común que se nazca, se viva y se muera en la misma parroquia; muchas parroquias no han formado a sus miembros y están escasas de laicos comprometidos; ciertamente para pocos el campanario que se levanta sobre las casas es el signo de una interpretación global de la existencia.

Debemos comenzar por un análisis de la realidad

La renovación de las parroquias nos exige conocer las transformaciones sociales, cul-

turales, antropológicas y religiosas que ca-racterizan nuestro tiempo y que lo están al-terando, para no correr el riesgo de sufrirlas pasivamente. Es necesario pensar, por ejem-plo, en la disgregación de la vida de las perso-nas. La movilidad, los desplazamientos y la di-versidad de situaciones que dificultan la unidad en las actividades familiares, laborales, socia-les, recreativas, afectan la sicología de la gen-te y sus orientaciones de fondo. Se pertenece simultáneamente a mundos distintos y hasta contradictorios. Esta dispersión encuentra es-pecialmente su alimento en los medios de co-municación que ofrecen las mil propuestas de nuevos escenarios culturales. Todo esto tiene necesariamente connotaciones en las posicio-nes personales, en las relaciones sociales y en la vitalidad de las parroquias. La parroquia no está en el ocaso, pero urge redefinirla y resi-tuarla si no queremos que se quede al margen de la vida de la gente. Para clarificar la identidad de la pa-rroquia, conviene responder preguntas como éstas: ¿Qué es la parroquia? ¿Es una aso-ciación que busca tener viva la religiosidad de la gente? ¿Es una agencia de servicios religiosos? ¿Es una distribuidora de sacra-mentos y de bendiciones para todas las si-tuaciones de la vida? ¿Es un ente de asisten-cia social? ¿Es una iniciativa para mantener unidas las personas en un momento de cla-ra dispersión? ¿Es una oficina de servicios, registros y mediaciones? La parroquia es todo eso, pero debe ir más allá de lo religio-so, de la asistencia social, de conservar la tradición, de entretener, de unir y pacificar. La parroquia debe dar la vida de la fe; si no ofrece este don no es, como se la ha llama-do, la Iglesia entre las casas de la gente. La Iglesia tiene necesidad de la parroquia como una comunidad que logra engendrar a la fe, en la cotidianidad de un determinado lugar y de un tiempo preciso, dentro de una relación constante y natural con las personas.

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Por lo mismo, debemos interroguémonos también sobre la realidad pastoral de nues-tras parroquias: ¿Hay sentido de pertenen-cia? ¿Estamos acogiendo y llegando real-mente a las personas? ¿En la parroquia, la gente se está alimentando de la Palabra de Dios? ¿La liturgia que celebramos transmite vida? ¿Tenemos procesos serios para la for-mación cristiana de los niños, los jóvenes y los adultos? ¿Estamos acompañando a las familias? ¿Hay verdadera solicitud por los más pobres y necesitados? ¿Nos estamos empeñando con creatividad en la promoción humana y en la construcción de una nueva sociedad? ¿Para realizar la vida eclesial y para ser eficaces apostólicamente estamos trabajando armoniosamente obispos, presbí-teros, diáconos, religiosos y laicos? ¿Vivimos la comunión diocesana? ¿El Señor nos está agregando nuevas miembros o cada vez se alejan más personas de nuestra parroquia? ¿Están animadas nuestras parroquias por un verdadero ardor misionero? Horizontes y posibilidades para la parroquia hoy

A la parroquia en su misión de evangelizar y formar comunidad la pueden favorecer algu-nos fenómenos actuales. Por ejemplo, en el contexto de fragmentación y aridez en que vivimos crece, por contraste, la exigencia de relaciones cálidas, la necesidad de fomentar el sentido de pertenencia, el deseo de refor-zar factores emocionales y afectivos que den motivación y consistencia a la convivencia. De otra parte, aflora constantemente la ne-cesidad de lo sagrado que, más que a ela-boraciones filosóficas y teológicas, lleva la gente a buscar ayudas concretas para uni-ficarse, sanarse y crecer espiritualmente. La apertura creciente a la integración favorece a las parroquias que deben acoger personas

de diversos niveles sociales y culturales y se proponen construir la comunidad con bauti-zados que se esfuerzan en vivir su fe, con otros que se quedaron en el primer estadio de su formación cristiana, con algunos más que no le han dado respuesta a su bautismo y es-tán alejados y con otros que llegan por primera vez a comenzar la iniciación cristiana. Igual-mente, el testimonio a través de lo social y la lucha por la justicia tiene muchas posibilidades pastorales en el momento actual. La parroquia no es autosuficiente; no existe ni se entiende sin una clara y profun-da referencia a la diócesis; pero realiza, en su expresión local y concreta, aquello que la Iglesia es en su totalidad. En la parroquia, la Iglesia manifiesta de manera cercana y perceptible su vida y su misión. La parroquia es una comunidad organizada de bautiza-dos, de bienes espirituales y materiales, de instituciones e iniciativas que hacen que la Iglesia acontezca en un determinado espacio y contexto. Si la parroquia funciona, la Igle-sia allí también funciona; si la parroquia está mal, allí la Iglesia está mal. La Iglesia corre el riesgo de caer en el vacío y de quedar re-ducida a una serie de estructuras y estableci-mientos, sin llegar a las personas concretas, si las parroquias no viven bien su experien-cia de fe y su misión, si no son expresión de auténticas comunidades cristianas con obje-tivos precisos y con una dinámica organiza-ción pastoral. La parroquia es la figura más conoci-da de la Iglesia y es como el primer signo de su presencia en la sociedad, por su carácter de cercanía y de acogida. En muchos luga-res la parroquia ha sido el factor fundamental para construir el tejido social; por eso, aun los no cristianos no pueden en algunas oca-siones substraerse a su presencia y a sus servicios. Todo, porque cuando la parroquia se esfuerza por acercarse a la realidad de la gente continúa el modo de ser de Dios que,

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+ Ricardo Tobón RestrepoArzobispo de Medellín

de diversas maneras a través de la historia y especialmente por la encarnación de su Hijo, ha querido plantar su tienda en medio de nosotros. Así la parroquia se abre a su tarea esencial que es la evangelización, rea-lizada en un conjunto unitario que anuncia la Palabra, celebra los sacramentos, vive la comunión y la caridad, promueve una acción pastoral que busca llegar a todas las perso-nas no obstante las diferencias que pueden establecer la realidad social, la maduración de la fe y la misma forma de participación en la vida de la Iglesia

Se requiere un permanente discerni-miento pastoral

Ante los cambios acelerados del mundo y las nuevas exigencias de la evangelización, no basta una reanimación de las parroquias para que funcionen al estilo de otras épocas, sino que se requiere fe y creatividad para construir verdaderas comunidades cristia-nas que vayan a lo esencial, que se rijan por la caridad y la alegría que da el Evangelio, que ofrezcan serios procesos de formación de discípulos de Cristo, que celebren una liturgia viva, que sirvan verdaderamente al hombre y a la sociedad, que den amplio es-pacio a los laicos, que se comprometan con el proyecto del Reino de Dios. La parroquia tiene que asumir, con una clara referencia a la diócesis, un modelo eclesial viable que le permita, al ritmo de los nuevos tiempos, en-gendrar las personas a una vida nueva. Hoy es evidente que no lograremos ofrecer una propuesta seria de vida cristiana a muchas personas, si no tenemos auténticas comu-nidades parroquiales que las acojan y las acompañen. Por tanto, es necesario que nos in-terroguemos constantemente sobre la iden-tidad y misión de las parroquias, sobre el

designio de Dios acerca de ellas, sobre la forma como pueden responder a las nece-sidades del corazón herido e inquieto de tantas personas, sobre su deber de ofrecer itinerarios que ayuden a nacer y crecer en la fe, sobre su obligación de entregar recur-sos espirituales para caminar en la vida, para cumplir la propia misión y para mantener viva la esperanza que nos lleva a trascender. Sólo una profunda reflexión y un adecuado discerni-miento, que más que una lectura sociológica y cultural de los datos, exigen una interpretación evangélica y eclesial, pueden permitir descu-brir cómo debemos configurar y orientar hoy nuestras parroquias. Los caminos para reno-var las parroquias, dentro de la realidad que vivimos, sólo aparecen en un discernimiento comunitario, que brote de la caridad. Vale la pena que nos empeñemos en una profunda renovación de las parroquias, realizando en ellas y a través de ellas el pro-ceso de “conversión pastoral”, que nos ha pedido la V Conferencia General del Episco-pado Latinoamericano reunida en Aparecida. La renovación de las parroquias es esencial para que nuestra Arquidiócesis de Medellín pueda realizar bien su misión. El próximo año, la Iglesia estará recordando los 50 años de inicio del Concilio Vaticano II. Esta con-memoración debe ser una ocasión para pro-fundizar más su mensaje y su espíritu, para retomar sus grandes proyectos e intuiciones, para revisar el camino recorrido desde en-tonces y para proyectar lo que Dios le pide a nuestra Iglesia hacia el futuro. En ese con-texto conviene situar también el propósito de renovar las parroquias, tema sobre el que pienso volver en próximos artículos.

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PARROQUIA NUESTRA SEñORA DEL PERPETUO SOcORRO60 AñOS ANUNcIANDO EL REINO DE DIOS

“Situarnos frente a se-senta años que cum-ple nuestra parroquia, implica traer a la me-moria un gran grupo de hombres y mujeres de buena voluntad que en el transcurrir del tiempo han aportado, cada uno según su propia condición, un granito de arena en la implantación del Reino de Dios.”

Por: Óscar Augusto Álvarez Zea. Pbro.

Parte del terreno donde hoy se encuentra el templo parroquial de Nuestra Señora

del Perpetuo Socorro fue donado a la Arqui-diócesis de Medellín a comienzos del año 1944 por la Señora Paulina Uribe viuda de Mejía, la otra parte del terreno que se requirió para la construcción fue adquirido en compra a la firma «Mora Hermanos y Cía. (Sociedad Colectiva de Comercio)», que antes le había comprado a la señora Paulina Uribe viuda de Mejía. La voluntad expresa de la donante y de la mayoría de fieles fue que los terrenos adquiridos, se destinaran exclusivamente a la construcción de un templo dedicado a la Virgen María en la advocación de “Nuestra Señora del Perpetuo Socorro” y que dicha edificación debía estar concluida en el térmi-no de cinco años (al menos la obra negra), como efectivamente sucedió. El 21 de abril de 1944 el entonces Ar-zobispo de Medellín Monseñor Joaquín Gar-cía Benítez encargó al Pbro. Eduardo Diez Estrada de la construcción de este tempo. El Padre Diez nombró la junta de fábrica (pro-templo) cuyo mayordomo fue el señor Vicen-te Vélez Gil y el tesorero el señor Alberto Ál-varez Carrasquilla. La obra fue dirigida por el ingeniero Dr. Félix Arango Mejía. Se comenzó la construcción en 1945 y el Padre Díez, por algún tiempo y con ayu-

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da de la junta, se dedicó a recolectar el dine-ro, inclusive a través del reciclaje de perió-dicos, botellas y cajetillas de cigarrillos (en esto colaboraron bastante las prostitutas del sector). Como la construcción era bastante voluminosa, se realizó en forma muy lenta, más aún teniendo en cuenta las característi-cas pantanosas del terreno, que obligaron a la excavación y diseño de unas fundaciones bastante profundas. El 28 de Agosto de 1951, mediante Decreto Arzobispal N° 354 se erigió la parro-quia “Nuestra Señora del Perpetuo Socorro”, desprendiéndola de las parroquias de San José del centro, El Sagrado Corazón (Barrio triste) y San José del Poblado. No fue el Pa-dre Diez Estrada el primer párroco, aunque por disposición expresa del Arzobispo con-tinúo al frente de la construcción del templo hasta el momento de su muerte (13 de mayo de 1963); al erigir la parroquia el Arzobispo García Benítez nombró como primer párroco al Padre José de J. Galeano C. quien tomó posesión el 14 de septiembre del mismo año, en una misa pontifical protocolaria a la que asistieron todos los párrocos de la ciudad. Para este año ya el templo tenía construidos los muros principales en una altura de 1:00 mt aproximadamente, y bastante adelantada la parte del altar mayor. El Padre Galeano tuvo que adaptar la sala-comedor de la casa cural como una capilla provisional. Posteriormen-te se construyó una “media-agua” desde el planchón del coro y allí se oficiaba la misa (la reserva del Santísimo Sacramento se encon-traba dentro de la casa cural y cuando ha-bía celebración eucarística, la trasladaban al atrio). Cuando la nave derecha estuvo cons-truida, las celebraciones ya se efectuaban dentro del templo. El 14 de agosto de 1954 la imagen de la Virgen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, donada por Doña Merce-des Ángel Escobar, fue entrada en procesión

solemne y desde entonces permanece en el templo. En marzo de 1957 un padre fran-ciscano bendijo el viacrucis en mosaicos de mármol que había sido donado por una hija de doña María Escobar de Ángel. En 1958 ya el templo tenía las puertas, embaldosado el presbiterio y cementadas las tres naves. Eran seis trabajadores permanentes que en un principio estuvieron dirigidos por el señor Lázaro Giraldo. El Padre Galeano fue párroco duran-te veintiún años hasta el año 1972, lo suce-dieron: Pbro. Miguel Vallejo Castro (párroco desde 1972 hasta 1977), Mons. Abel Díaz L (párroco desde 1977 hasta 1984), Mons. Horacio Salazar Duque (párroco desde 1984 hasta 1987), Mons. Orlando Corrales García, actual Arzobispo de Santa Fe de Antioquia (párroco desde 1987 hasta 1992), Pbro. Ju-

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lio Jairo Ceballos Sepúlveda (párroco en el año 1992), Pbro. Álvaro León Murillo C (pá-rroco desde 1992 hasta 1994), Pbro. Juan Diego Ruiz Arango (párroco desde 1995 hasta 1996), Pbro. Sergio Duque Hernán-dez (párroco desde 1996 hasta 1997), Pbro. Carlos Londoño García (párroco desde 1998 hasta 2004), Pbro. Gustavo Alonso Montoya Montoya (párroco desde 2004 hasta 2006) y Pbro. Oscar Augusto Álvarez Zea (párroco desde el 17 de julio de 2006).

Proyección pastoral

Al servicio de la formación a los laicos: esta parroquia ha sido destinada dentro de la Arquidiócesis de Medellín como cen-tro de formación para los ministerios con-feridos a los laicos, de modo especial se brinda formación a quienes se desempe-ñarán como ministros extraordinarios de la comunión, se realizan cursos anuales de actualización para quienes ya prestan este ministerio, y se ofrece formación con-tinua para los laicos por medio de diversos cursos que buscan promover procesos de evangelización a la luz de la fe, las Sagra-das Escrituras y la doctrina de la Iglesia. Se facilitan encuentros de comunión gra-cias a la confluencia de feligreses de las diversas parroquias que conforman la Ar-quidiócesis.

Al servicio de las Comunidades Ecle-siales por el Reino de Dios CER: las co-munidades CER son una experiencia de vida cristiana que, como su mismo nombre lo dice, se fundamenta en tres parámetros esenciales: 1) la decisión de creer en el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo vi-vido en pequeñas comunidades; 2) el pro-pósito de vivir en profunda comunión con el misterio y la misión de la Iglesia Católica;

3) el ideal de buscar en cuanto se piensa, se ama, se dice, se hace y se es, el adve-nimiento del Reino de Dios, como la única causa por la que vale la pena vivir y morir, conscientes de que todo lo demás vendrá por añadidura (cf. Mt.6,33). Las CER son comunidades abiertas con una metodolo-gía sencilla estructurada a partir de cua-tro elementos: 1) las reuniones semanales que comienzan con una acogida fraterna, se tiene la lectura orante de la Palabra de Dios, el estudio sistemático y orgánico de los misterios de nuestra fe y la oración co-munitaria. 2) Los compromisos personales. 3) Las actividades programadas por cada comunidad. 4) Las actividades y eventos que se realizan para la orientación o ani-mación de todas las comunidades de la parroquia y de la Arquidiócesis.

Al servicio de la tarea caritativa de la Iglesia: la proyección pastoral exige el amor y la misericordia por los más desfa-vorecidos. Un grupo de laicos motivados por el servicio a los más pobres promue-ven una experiencia de encuentro vivo con el Jesús reflejado en el que sufre; esta mi-sión tiene como tarea prioritaria el acom-pañamiento y apoyo a las madres ges-tantes que están vulnerables a diversas situaciones emocionales, espirituales, so-ciales y alimenticia. Otro grupo de laicos que conforman la “Comunidad Jesús Des-calzo” brindan acogida, cercanía y apoyo espiritual a los habitantes de la calle, por medio de la oración, la catequesis y la fra-ternidad, sintiendo y haciendo sentir al ha-bitante de calle, hijo de Dios.

Al servicio de la formación de Ministros ordenados: esta parroquia ha sido casa de formación y escuela de evangelio al servicio no solo de los Diáconos Perma-nentes de la cual es su sede, sino también

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durante muchos años sirvió de casa de for-mación de quienes fueron llamados a se-guir las huellas del maestro en el ministerio sacerdotal. Actualmente la presencia de la Escuela Diaconal Casa Pablo VI se pre-senta para la ciudad como un testimonio de servicio y vocación surgida de la expe-riencia matrimonial y familiar.

Al servicio de la Catequesis: la formación en la vida cristiana requiere del acompaña-miento e iluminación doctrinal de las verda-des de fe. En esta parroquia, además de la catequesis a niños y jóvenes se brinda catequesis a los adultos que no han recibi-do los sacramentos de iniciación cristiana. No es solo un adoctrinamiento a partir de formulas y enseñanzas establecidas, sino un proceso de iluminación de la persona para que su encuentro con Cristo se realice de manera personal y autentica, llevándolo a la comprensión de su existencia e ilumi-nándolo con la luz del Evangelio.

Al servicio de todos gracias a los me-dios de comunicación: la zona donde se encuentra ubicada la parroquia es particu-lar en cuanto a su componente social, con el ánimo de llevar un mensaje evangélico, eclesial y positivo al mayor número posi-ble de personas, desde hace más de cin-

co años se produce un boletín parroquial de tiraje mensual llamado “MENSIS” que es distribuido en toda la jurisdicción parro-quial. Además contamos con una página web, recientemente inaugurada, www.per-petuosocorromedellin.org.

Para concluir:

Situarnos frente a sesenta años que cum-ple nuestra parroquia, implica traer a la me-moria un gran grupo de hombres y mujeres de buena voluntad que en el transcurrir del tiempo han aportado, cada uno según su propia condición, un granito de arena en la implantación del Reino de Dios. El Evange-lio ha sido el motor que ha impulsado a unos y otros a dar lo mejor de sí. Dice el Señor: “buscad primero el Reino de Dios y su justi-cia, y todo lo demás se os dará por añadidu-ra” (Mateo 6,33). La búsqueda del Reino de Dios ha sido, y lo continuará siendo, la tarea prioritaria de la vida parroquial. Sesenta años anunciando el Reino de Dios nos lleva a reflexionar sobre el anuncio de la buena nueva de la salvación que tan-tos sacerdotes, diáconos y catequistas han hecho durante estos años; nos invita a dar gracias a Dios por tantas personas que en esta parroquia han recibido la gracia de los sacramentos: el bautismo, la confirmación, la eucaristía, la confesión, el matrimonio y hasta el sacramento del orden; nos motiva a seguir trabajando por la construcción de una sociedad más justa y más humana, que desde los valores del evangelio nos permite desarrollar el ejercicio de la caridad. La tarea no concluye, la parroquia no se detiene, la comunidad parroquial se for-talece gracias a la Palabra, los Sacramentos y la Fraternidad. Unidos en comunión cele-bramos estas efemérides y nos disponemos con solicitud para continuar anunciando el Reino de Dios.

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EDITORIAL

LA NOTICIA DEL DOMINGO

Por: Pablo Andrés Palacio. Pbro.

“La vigilancia será el tema fundamental de la trigésimo segunda domínica, en tanto que en la siguiente, la mujer se presenta como imagen de ge-nerosidad y entrega, actitudes necesarias para esperar digna-mente al Señor.”

DOMINGO XXX

Éxodo 22, 20 – 26

Luego de la teofanía en el Monte Sinaí (Ex 19) y de la promulgación del decálogo

(20, 1 – 17), aparece el llamado “Código de la Alianza” (20,22 – 23,19). Esta serie de pre-ceptos, inspirados en el pacto con Dios (tal como su nombre lo indica), muestran cómo puede realizarse la comunión plena con Él en la medida en que, obviamente atendiendo los preceptos cultuales, el creyente haga una opción por el hermano más necesitado. De ahí que uno de los aspectos que más ha lla-mado la atención de este conjunto de leyes es su profundo sentido social: preocupación por los más débiles, por la recta administra-ción de la justicia y por el problema del prés-tamo. De esta forma, el Código de la Alianza amplía el Decálogo y lo explica en situacio-nes concretas y complejas de la vida diaria que, por razones de brevedad, no estaban incluidas en los diez mandamientos. El texto que hoy proclamamos insiste en la actitud que se debe guardar frente a los más débiles (vv. 20 – 23) y habla también del préstamo (vv. 24 – 26). Los extranjeros, al no tener la protección de un clan, eran muy vul-nerables y vivían en condiciones precarias (Lv 19,10; Dt 24,14); además, tal como los huérfanos y las viudas, requerían de una

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protección especial (Dt 24, 19 – 22; Jr 7,6; Ez 22,7). Por otra parte, los préstamos no se hacían en aquel entonces por meros intere-ses económicos, sino para aliviar ciertas si-tuaciones de desgracia; así, cobrar intereses equivaldría a aprovecharse de la necesidad ajena. De los más débiles se vuelve a ha-cer mención en cuanto a los pobres, quienes debían dormir usando sus propios mantos como cobija. Así pues, la lectura de hoy, en el contexto legal al que pertenece, permite descubrir que la alianza con Dios pasa ne-cesariamente por la opción a favor del más necesitado buscando dignificar su vida. Is-rael acababa de ser liberado de Egipto y co-menzaba a conformarse como nación: ya no se trataba de un pueblo de esclavos, pues, Yhwh, el salvador, sólo quería que fuesen verdaderamente libres en la medida en que el amor hacia Él se viese reflejado en el amor por el prójimo.

Salmo 18(17)Este salmo es un “Te Deum” que el sobera-no del pueblo proclama para dar gracias a Dios por a victoria que le ha concedido1. La riqueza del himno radica en que, aparte de la alabanza, involucra igualmente diversas imágenes. Veamos en términos generales su estructura, de modo que podamos com-prenderlo mejor: después de una apertura llena de invocaciones al Señor, que es ante todo refugio y protección (vv. 2 – 4), sigue una “mini lamentación” en la que el orante manifiesta su temor ante la muerte y el Sheol (vv. 5 – 7), para dar paso así a una gloriosa teofanía (vv. 8 – 16), que termina con la in-tervención liberadora de Dios (vv. 17 – 20), cuya motivación, aunque en forma secunda-ria, es la inocencia del salmista (vv. 21 – 28). Llegamos así al gran agradecimiento de los

1 De hecho, el versículo inicial, dando a David la autoría, afirma que el rey compuso este salmo.

vv. 29 – 46 y como solemne conclusión, en-contramos la doxología final (vv. 47 – 51) en la que se aclama la victoria divina. Vamos ahora a observar en forma breve las sec-ciones que hoy proclamamos en la liturgia y que son precisamente el inicio (vv. 2 – 4) y el final (vv. 47 – 51), que sirven de marco a todo el salmo y en las que encontramos una figura literaria llamada “inclusión”, que con-siste en presentar elementos paralelos tanto al inicio como al fin de una obra para mos-trar su unidad. ¿Cuáles son esos elementos similares? El orante comienza afirmando su amor a Dios, por medio del ya muchas veces comentado verbo ”rhm” (v. 2), que hace alu-sión a las vísceras maternas y que constitu-ye el único caso en todo el AT en el que el Señor no es sujeto, sino objeto de la acción. Dicho amor nace de una serie de atributos (v. 3), los cuales, más que definir la esencia divina, muestran qué es lo que caracteriza su relación con el ser humano: fuerza, roca, alcázar, libertador del peligro, un Dios que siempre tiene sus oídos abiertos para escu-char las necesidades de sus hijos y acudir en su auxilio (v. 4). Todo esto es retomado en la doxología conclusiva, a la que se aña-de un aspecto trascendental para la lectura del salmo: la fidelidad divina con respecto a la promesa hecha a David y su linaje (v. 51).El “Te Deum” que oramos en este día nos invita a confiar plenamente en Dios, Quien nunca defrauda, Quien nunca abandona: cada día podemos experimentar su acción liberadora y nos convencemos de que Aquel que ha sido fiel en nuestro pasado, nos re-velará cada día su fidelidad eterna

1 Tesalonicenses 1, 5c – 10 Hace una semana decíamos que la gratitud es el motivo principal que mueve a Pablo a escribir esta carta; la lectura de hoy hace

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una recapitulación de las razones de dicha actitud. Observemos cómo el primer dato es una “cadena de imitaciones”: Pablo imita a Jesús, los tesalonicenses imitan a Pablo (5c – 6) y esto es posible gracias a la aceptación de la Palabra de Dios en un contexto de tri-bulación2. El segundo dato lo podemos lla-mar “apostolado sin palabras”, o mejor aún, “evangelizar con el ejemplo” (vv. 7 – 8): los sufrimientos del Apóstol a causa de la predi-cación (2 Cor 12,10) se estaban repitiendo en aquella iglesia de Macedonia; sin embar-go, tal como Cristo, siervo sufriente, tal como Pablo, misionero despreciado, los creyentes de Tesalónica lograron afrontar la prueba en la alegría que da el Espíritu Santo y, al no desfallecer en la fe, se convirtieron en mode-lo, no sólo para las iglesias de Macedonia y Acaya, sino para muchas otras: en todo lugar se hablaba, pues, de una comunidad que, en medio de grandes dificultades, perseveraba en la fe y en la entrega a Jesús. Un tercer dato, esencial, es la conversión de aquellos paganos, que fueron capaces de renunciar a los ídolos (vv. 9 – 10) para servir al Dios vivo y verdadero. El Apóstol concluye afirmando que este servicio se da en medio de una ale-gre espera de Jesús. Los tesalonicenses, pues, por la imi-tación de Cristo en medio del sufrimiento, por su conversión y por su servicio a Dios, están dispuestos a recibirlo y entrar en comunión plena con Él en la parusía, tema al que dedi-caremos algunas líneas los Domingos XXXII y XXXIII.

Mateo 22, 34 – 40 Luego de las tres parábolas en las que Jesús confrontaba los dirigentes de Israel en cuan-to no habían acogido su mensaje, éstos se propondrán ponerlo a prueba igualmente con

tres cuestiones: la primera, iniciativa de los fariseos, se refiere al pago o no del impuesto debido al César (22, 15 – 22); en la segunda toman partido los saduceos y lo interrogan acerca de la resurrección de los muertos (22, 23 – 33); en la tercera regresan los fariseos y el tema será la Ley (vv. 34 – 40). Así pues, en el Evangelio que hoy proclamamos, la inten-ción es clara: los encargados de velar por el cumplimiento de la Torá, que probablemente han conocido ya las famosas “antítesis” del Sermón de la Montaña («habéis oído que se dijo … pero yo os digo»: 5, 20 – 48), desean, simplemente, hacer quedar mal al Maestro con su interpretación de la Ley. Sin embargo, tal como en los dos episodios anteriores, Él les saldrá adelante. La pregunta formulada sobre el man-damiento más importante no era extraña en aquella época, cuando los 613 preceptos se distinguían en 248 formulados en forma “positiva” y 365 prohibiciones. Citando Dt 6,5, Jesús ratifica que el famoso “Shemá” que recitaban diariamente constituía el fun-damento del obrar humano: por encima de Dios no puede haber nada ni nadie. Ahora bien: ¿dónde radica entonces la novedad del Maestro, aquello por lo que su “hermenéu-tica de la Ley” adquiere un nuevo y hondo significado? El v. 39 nos da la respuesta: en efec-to, Jesús habla del amor al prójimo (Lv 19,18) como un mandamiento de igual rango que el amor a Dios (“hómoios”); en otras palabras: amar a Dios sin amar al hermano es, simple-mente, una gran mentira. Pero, si tenemos en cuenta el conjunto del Evangelio, espe-cialmente el Discurso de la Montaña, pode-mos deducir que, a diferencia de los cánones del judaísmo de la época, “prójimo” para el Maestro estaba desprovisto de cualquier res

2 Teniendo en cuenta el v. 9, los sufrimientos pueden interpretarse aquí como el rechazo de sus coterráneos (2,14), ya que, mientras los creyentes habían abandonado los ídolos, aquellos seguían aferrados a ellos.

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tricción, de manera que todo ser humano, sin importar su proveniencia o circunstancias, debía ser visto como “plēsíon”. En todo caso, no podemos perder de vista que la citación del Levítico, en su contexto propio, dirige la atención a los seres más vulnerables y débi-les, tal como son presentados también en la primera lectura de hoy. Como afirmábamos en los comenta-rios a las “antítesis” los primeros domingos de este año, Jesús llevó la Ley a su pleni-tud y perfecto cumplimiento, pidiendo hacer mucho más de lo que la simple letra pedía; de ahí que todo el Antiguo Testamento esté sustentado en los dos preceptos que hemos comentado. Ahora bien: el Salvador nos en-seña hoy que nuestra entrega a Dios ha de verse reflejada en la entrega al prójimo; es más: Él nos invita a hacernos prójimos de to-dos, sin exclusión. Hoy, que celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Misio-nes, roguemos al Señor, para que nuestro discipulado sea vivido en un empeño misio-nero que nos lleve a mostrar la presencia de Cristo en actos concretos de amor a los hermanos. Es lo que en la segunda lectura hemos llamado “evangelizar con el ejemplo”.

DOMINGO XXXI

Malaquías 1, 14b – 2, 2b. 8 – 10 Durante el siglo V a.C., pocos años antes de la reforma de Esdras y Nehemías, la in-diferencia del Israel había tocado fondo: al desánimo motivado por el aparente incumpli-miento de las promesas divinas, se sumaba ahora una gran apatía religiosa que se mani-festaba en la falta de fe en Dios, hechos que repercutían en el culto y la ética, llegándose a multiplicar, incluso, los matrimonios con mujeres extranjeras. La época del entusias-mo inicial, luego del regreso de Babilonia, había pasado: el pueblo dudaba del amor y

de la justicia de Dios y su comportamiento alcanzaba así un bajísimo nivel, comenzan-do por los mismos sacerdotes, responsables de enseñar la voluntad de Dios. La lectura que proclamamos hoy está compuesta por tres secciones diversas de los dos primeros capítulos. Veamos:

En primer lugar, los vv. 6 – 14 presentan una clara denuncia del culto y sus res-ponsables; pero mientras en otros textos proféticos se criticaba la falta de cohe-rencia entre celebración y justicia social (Is 1,10. 20, 58; Jr 7; Am 5,21. 25; Zac 7), Malaquías insiste en la relación direc-ta del oferente (sea sacerdote o no) con Dios!. Es que las ofrendas presentadas al Señor eran de baja calidad, no así como si debiesen ser presentadas a un prínci-pe (v. 8). Es por eso que el inicio de la lectura (v. 14) insiste en que Yhwh es el único soberano que merece todo honor y honra: no se puede llegar a Él con medio-cridades.

Ahora bien: si en el capítulo 1 el oráculo alcanzaba, por medio de los sacerdotes, a muchos judíos que traían ofrendas para el Señor, el inicio del capítulo 2 evalúa la misión sacerdotal en cuanto a sus funcio-nes de bendecir y enseñar: luego de una llamada a la conversión (v. 2), se contra-pone su actitud a la de Leví (vv. 4 – 6), para concluir denunciando su incapaci-dad para ser maestros: ellos, en vez de guiar, han servido de tropiezo; en vez de conducir por el buen camino, han extra-viado su rebaño.

Los vv. 11 – 17, por su parte, son una res-puesta del profeta ante la difícil situación de los matrimonios mixtos: según su percepción de las cosas, era intolerable

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3 El destete oficial ocurría a los tres años y daba origen a una gran fiesta de la tribu (Gen 21,8 para Isaac y 1 Sm 1, 20 – 24 para Samuel).4 En el v. 11 emplea la figura paterna.

que un judío se casase con una extranje-ra por el peligro que implicaban las falsas divinidades venidas de lejos. El israelita que así obra, dice Malaquías, traiciona, no sólo la alianza con Dios, sino también al hermano, en cuanto traspasa su lealtad a extranjeros. No fue fácil para Malaquías afrontar tantos y tan graves problemas; sin embar-go, su entrega al Señor lo llevó a denun-ciar las incoherencias de sus hermanos e invitarlos a dar una respuesta digna de la elección divina.

Salmo 131 (130) Proclamamos hoy un tierno salmo de con-fianza que presenta la imagen de una madre y su niño, quien se une a ella en completa serenidad. Esta breve oración se compone de un díptico, cuyo primer elemento (v. 1) indica que el orante ha renunciado a la ac-titud soberbia de quien se ilusiona en pres-cindir de Dios para construir su existencia desde sus propias fuerzas. En efecto, aquí dominan las imágenes verticales que hablan de la altura, tales como el verbo “exaltar” (“gbh”) aplicado al corazón y el verbo “rwn” que, aplicado a los ojos, expresa un “levan-tarse” como para mirar desde lo alto con al-tivez y desprecio. La segunda parte del díptico (v. 2) presenta un gran contraste: el salmista ha hecho la opción de abandonarse en las ma-nos maternas de Dios. Y es precisamente aquí donde aparecen las imágenes horizon-tales, tales como aquella del alma “extendi-da” como una llanura tranquila y silenciosa. Pero la imagen por la que es recono-cido el salmo es aquella del niño destetado (verbo “gml”), quien, al no ser estimulado sólo por la necesidad fisiológica de contacto

con la madre3, ya está ligado a ella por una relación más íntima y consciente. Así pues, el orante del Salmo 131 nos hace una gran invitación en esta domínica: aprender, no sólo a confiar en Dios por en-cima de nuestras propias capacidades, sino, aún más, progresar en nuestra relación con Él, relación que debe llegar a ser consciente y fundamentada en el amor. Él es como una madre que nos lleva sobre sus espaldas, tal como hacían las mujeres orientales con sus niños destetados, ofreciéndonos así protec-ción y seguridad.

1 Tesalonicenses 2, 7b – 9. 13 Los vv. 1 al 12 del segundo capítulo de esta carta constituyen el recuerdo de la actividad del Apóstol en Tesalónica. Notemos cómo su interés está centrado en demostrar el afecto, el cariño y la ternura de Pablo hacia esta co-munidad. Si en las líneas precedentes (vv. 3b – 6) describía su actuación en cuanto aquello que había evitado hacer, a partir del v. 7 pre-senta su trabajo en forma positiva, e inicia con una imagen sorprendente: él se compor-tó con ellos como una madre que calienta a sus hijos en su regazo4 (!) y en el v. 8 va todavía más allá: el celo pastoral lo impulsó al deseo de entregar su propia vida por ellos, hecho que se hizo efectivo en su incansable anuncio del Evangelio. Ya el v. 9 ratificará lo dicho en el v. 6: Pablo no pretendió en nin-gún momento beneficiarse de los creyentes, sino beneficiarlos por medio de su predica-ción, tanto así que fue capaz de renunciar a los derechos que como predicador tenía de verse sustentado (Cf. 1 Cor 9) y optó por ga-narse la vida haciendo lo que sabía desde pequeño: fabricar tiendas de campaña (Hch 18,3). Todo este esfuerzo no fue en vano, sino que dio frutos abundantes, tal como se

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5 Sentados en “la cátedra de Moisés” enseñaban en las sinagogas y diversos centros de estudio.6 Puede ser que Mateo se refiera aquí a las doctrinas de los antepasados, ampliación oral de la Torá escrita, a la que ya había hecho mención en 15, 2 – 11.7 La palabra “Rabbí” significa literalmente “grande mío” y con el paso del tiempo pasó a ser designación de los grandes maestros.

describe en el v. 13, que comienza la segun-da acción de gracias de la carta (2, 13 – 16): en efecto, el anuncio de los misioneros fue acogido como Palabra de Dios y comenzó a obrar en los creyentes. Observemos, pues, en estado de Misión Continental, cómo esta lectura nos interpela: hemos de anhelar que nuestras comunidades reproduzcan el gozo y la en-trega de los tesalonicenses; pero esto sólo será posible en la medida en que los pasto-res, tal como hizo Pablo, seamos capaces de no buscar nuestro propio bienestar, sino el de las personas a nosotros confiadas (Evan-gelio de hoy), llegando incluso a entregar la propia vida por la Buena Noticia, trabajando sin descanso y amando como una madre a sus hijos.

Mateo 23, 1 – 12 Una semana atrás centrábamos nuestra atención en el precepto del amor que Jesús propone como síntesis de la ley, amor que hunde sus raíces en la opción por Dios y por el hermano. Ciertamente, el amor al prójimo tiene como referente la autoestima (“como a ti mismo”); sin embargo, qué ocurre cuan-do el amor desmedido por nosotros mismos desplaza aquel que deberíamos dar a Dios y a los hermanos, es la cuestión que tratará el Evangelio de hoy. Según Mateo, los letrados y fariseos, es decir, aquellos a quienes correspondía ser guías del pueblo en el cumplimiento de la voluntad divina5 , predicaban muchas cosas que eran ciertas y nobles; de hecho, puede ser posible que algunos de ellos estuviesen de acuerdo con Jesús en la síntesis de la ley que acababa de presentar. Pero, no obstante su doctrina fuese clara, no lo eran así sus obras. De este modo, los vv. 4 – 7 explicarán

en qué consiste la incoherencia de dichos personajes, mientras que en los vv. 8 – 12 Jesús enseñará cuál ha de ser la actitud de sus seguidores para que el amor, apenas postulado como ideal de vida, llegue a ple-nitud. Observemos brevemente estas dos secciones:

Cuatro actitudes desdicen del obrar de fari-seos y letrados:

(v. 4): A diferencia de Jesús, cuya carga es ligera (11,30), estos dirigentes oprimían a la gente pidiéndole cosas casi imposibles6, que ni ellos mismos son capaces de cum-plir.

(v. 5): Les gustaba exhibir sus buenas obras (Cf. 6, 1 – 18), es decir, el cumpli-miento de la Torá escrita, llevando es-tuches que contenían textos de la ley y alargando las borlas de sus mantos, cum-pliendo así Dt 6,8 y Nm 15, 38 – 40.

(v. 6): Buscaban los primeros puestos.

(v. 7): Se preocupaban por los títulos de honor7.

En pocas palabras: este grupo de personas, más que amar a Dios y al prójimo, lo único que buscaban era el amor propio, buscaban fama, honor, prestigio, popularidad; eran, en pocas palabras, egoístas que encontraban en la fe un pretexto para acrecentar su au-toestima. En contraposición a semejante acti-tud, Jesús Maestro propone a la comunidad tres exhortaciones concretas en las que el elemento unificante es el rechazo a todo título honorífico (vv. 8 – 10): quienes han

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acogido el mensaje del Reino han de ser conscientes que el proyecto divino implica una doble manifestación de esta acogida: en primer lugar, la renuncia al prestigio personal invita a descubrir que el único y gran prota-gonista de la misión eclesial es Dios y no los seres humanos; por otra parte, esta opción de vida redunda en bien de la comunidad, donde todos llegan a ser servidores incondi-cionales de todos, en cuanto se sienten her-manos (v. 8c y 11). Algunos de los grandes dirigentes del pueblo en tiempos de Jesús y de Mateo en-señaban sobre Dios, pero se buscaban a sí mismos, actitud que repugnaba al Salvador, hasta el punto que la sección siguiente está conformada por siete “Ayes” contra ellos (23, 13 – 32). Así pues, esta Palabra ha de cues-tionar hondamente nuestro testimonio de fe: no podemos quedarnos en simples y bellas palabras o en celebraciones vacías! Es ne-cesario que reflejemos a Cristo Servidor en la medida en que, renunciando a nuestros intereses, nos convenzamos cada día más que es Dios quien merece todo honor y que lo servimos a Él en la medida en que nos hagamos servidores de nuestros hermanos. De este modo, lograremos una inversión de las relaciones humanas, que habitualmente se fundamentan en el dominio y el poder.

DOMINGO XXXII

Sabiduría 6, 12 – 16 El último libro del AT se divide en tres partes: la primera (1,1 – 6,21) habla de la existencia humana y del juicio escatológico de Dios; la segunda (6,22 – 9,18) es una gran alabanza a la sabiduría; la tercera (caps. 10 – 19), a la que hemos hecho alusión el Domingo XXVI, es una relectura del éxodo y muestra cómo

la justicia de Dios se revela en la historia. Así pues, el texto que hoy proclamamos va con-cluyendo la primera parte de la obra; el con-texto es fundamental para comprenderlo: se trata de una exhortación a los gobernantes para que deseen y busquen la sabiduría (6, 1 – 21)8. Es por eso que, antes de adentrarse en el misterio y esencia de la sabiduría (se-gunda parte de la obra), el autor la presenta aquí a los soberanos como algo fácilmente alcanzable, digna de ser buscada y amada: ella es tan perceptible como la luz y tan subli-me, que nunca se marchita (v. 12). Los versículos siguientes insisten en un doble movimiento: por un lado, el interés del ser humano, que se dispone a buscarla; pero también presentan la diligencia y pron-titud de la sabiduría, que toma la iniciativa y se adelanta (v. 13), hasta el punto de no conocer horario alguno: ella aguarda muy de madrugada en su puerta esperando al que la llama (v. 14) y al que vela en la noche lo libra de preocupaciones (v. 15). El v. 16 resume lo dicho hasta aquí, reafirmando su dinamis-mo y presentándola como una caminante de quien nadie puede escapar. No fue nada fácil para los judíos que habitaban en Alejandría de Egipto verse con-frontados cada día por el helenismo reinante; sin embargo, pocos años antes del nacimiento del Salvador un escritor fue inspirado por Dios para hacer ver a la comunidad, e incluso a los gobernantes (!) cuál es la verdadera “sofía”: aquella que viene, no de la razón, sino de la necesidad de un encuentro permanente con Dios. Así pues, la sabiduría, elemento funda-mental para cumplir la voluntad divina, no es propiedad de unos pocos, no pertenece a un grupo cerrado y secreto, sino que se ofrece a todos los hombres que anhelan saciar su sed de infinito en Aquel que nos creó para estable-cer con nosotros comunión y alianza eternas.

8 Nótese cómo, tanto al inicio, como al final de la sección, el sujeto a interpelar son los gobernantes.

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9 El v. 13 emplea una fórmula más que conocida en la mentalidad hebrea: la muerte se equipara al sueño: 2 Re 13,13.10 En su obra“1 y 2 Tesalonicenses: Ya viene el Señor”, Medellín, Copiservicio 1998, p. 125 – 126, a la que hacíamos ya alusión el Domingo XXIX y que ha servido de guía para los comentarios a esta carta durante las últimas domínicas.

Salmo 63 (62):Remitimos al comentario hecho el Domingo XXII.

1 Tesalonicenses 4, 13 – 18 Luego de las exhortaciones morales presen-tadas en 4, 1 – 12, Pablo pasa a tratar el tema fundamental de esta carta, respondiendo así a la inquietud que intranquilizaba a la comu-nidad: ¿cuál será la suerte de los hermanos que han muerto9 antes de la Parusía? De ahí se desprende una pregunta fundamental: ¿solamente la experiencia en vida de la pa-rusía del Señor representaba salvación? Así, entonces, afirma KAPKIN: «según algunos tesalonicenses ser cristiano y morir antes de la parusía prácticamente no prometía nada distinto que permanecer en el paganismo! De ahí el peligro en que estaban los creyen-tes de tesalónica»10. La respuesta de Pablo se da en dos momentos que se complemen-tan: 1) La Resurrección como condición de la Parusía (vv. 14. 16) y 2) Los cristianos que aún viven (entre ellos Pablo, quien estaba convencido de la inminencia del regreso de Cristo) se unirán a los resucitados en su en-cuentro con el Salvador (vv. 15. 17). Planteadas así las cosas, no hay por qué alarmarse ni entristecerse con respecto a la suerte de quienes murieron antes de la parusía, ya que ellos resucitarán primero. De esta forma, todos, los que viven aún y los que han resucitado, serán arrebatados por Dios “en las nubes”, clara alusión al ámbito divino y el encuentro se da “en el aire”, punto de unión entre Cristo que desciende y los cre-yentes que ascienden: se trata, entonces, de la entrada definitiva en la dimensión divina. También nuestro mundo carece de esperanza y se ha ido olvidando, poco a poco, la dimensión trascendente del ser hu-mano; es allí donde, siguiendo la invitación

del Evangelio de hoy, hemos de asumir la vi-gilancia como actitud característica, de modo que, recibiendo a Cristo diariamente en los diversos medios que Él nos propone para este encuentro vivo, merezcamos también recibirlo al final de los tiempos.

Mateo 25, 1 – 13 Los capítulos 24 y 25 de Mateo presentan el quinto y último gran discurso de Jesús, más conocido como “discurso escatológico”, cuyo tema central es el fin de los tiempos y la se-gunda venida de Cristo. El objetivo de las pará-bolas allí narradas es señalar a la comunidad cristiana la actitud que debe adoptar mientras espera el retorno del Salvador y la venida de-finitiva del Reino. En efecto, las primeras ge-neraciones de cristianos esperaban el inmi-nente regreso del Salvador (véase la segunda lectura de hoy), pero al dilatarse esta segunda venida, comprendieron que, desconociendo el día y la hora, debían aprender a esperar con responsabilidad y vigilancia. Los últimos tres Domingos de este ciclo A leeremos todo el ca-pítulo 25 de Mateo. Comencemos, pues, con la parábola de las vírgenes prudentes y necias. El contexto de esta narración es la ce-lebración de unas bodas. Tengamos presen-te que en la cultura hebrea, todo matrimonio comenzaba con un compromiso formal entre los novios, llamado “quidushín” (que significa “consagración”), pero aún no podían vivir jun-tos; pasado un año, el esposo iba al encuentro de su esposa para conducirla, acompañada por sus amigas en medio de una gozosa procesión con antorchas o faroles, al nuevo hogar. Esta segunda etapa recibía el nombre de “nissuín”. Era común, además, que el novio tardase, ya que muchas veces se quedaba aclarando con su familia cuál sería la dote que se debía ase-gurar.

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11 En su obra “Sapienciales I Proverbios”. Madrid, Cristiandad 1984, p. 525.

Preguntémonos, entonces: ¿qué es lo que caracteriza a unas vírgenes como “prudentes” y a las otras como “necias”? (v. 2). La virtud de las primeras consistió en haberse preparado diligentemente para la boda: ellas deseaban estar a la altura de dicha invitación, mientras que las otras se contentaron simplemente con asegurar lo mínimo. La prudencia queda evi-dente, incluso en el hecho de que, en vez de dar aceite a las necias, las sensatas les propo-nen ir a comprarlo, evitando así que por caren-cia absoluta del mismo, la función de todas en la procesión se viese truncada. Ahora bien: la imagen de Jesús como novio-esposo es común en los Evangelios (Mt 9,15; 22, 2 -14; Mc 2,19; Lc 5,34; Jn 3,29) y la parábola del vestido, que hemos comentado el Domingo XXVIII nos da una pista fundamental para comprender la de hoy: en la comunidad de creyentes muchos han sido llamados, pero po-cos han respondido a la altura de esta vocación. No basta, pues, reconocer a Jesús como Señor: es necesario que dicha opción se refleje en obras concretas; ya lo afirmaba el mismo Jesús: «No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (7,21). Es por esto que la boda se transforma abruptamen-te en juicio y que la invitación final del Salvador sea el asumir la actitud de vigilancia, es decir, dar mucho más de lo que se nos pide, prepararnos conscientemente para la boda, tener reserva de aceite, evitando así una fe superficial que se limi-ta al cumplimiento. Ignorando, pues, el día y la hora en que regresará el Señor, pidámosle nos dé la fuerza para que nos convirtamos en creyentes com-prometidos y generosos y que nuestra espera gozosa se traduzca en obras por medio de las cuales demostremos que, como Iglesia, somos la esposa fiel, dispuesta a aceptarlo como nues-tro Señor.

DOMINGO XXXIII

Proverbios 31, 10-13.19-20.30-31 Nos encontramos justo al final de esta colec-ción de sentencias y enseñanzas que ayudó a robustecer la fe de todo israelita a lo largo de los siglos. El libro termina con un canto a la mujer ideal; pensemos en un maestro que, al concluir la formación de sus jóvenes alum-nos, los prepara para que afronten la vida ya como adultos, conformando un hogar. Ahora bien: encontrar la mujer deseada y conve-niente es cosa sumamente difícil; por eso los aprendices han de prestar gran atención. La primera característica de la mujer ideal es su responsabilidad en los asuntos económicos y administrativos; es por eso que el verbo “hacer” y el sustantivo “acción” aparecen repetidas veces: vv. 13. 24. 29. 31. Como afirman Schökel y Vílchez, “si el Can-tar contempla y canta el cuerpo de la amada, a nuestro maestro le interesan de ella sobre todo las manos (19. 20. 31), las palmas (13. 16. 19. 20), el brazo (17). Esta mujer no se está quieta, porque, además de administrar toda la casa, tiene que ampliar el negocio”11. Esta actividad de la mujer es el eje transver-sal de los versículos que hoy proclamamos, constituyéndose así en ejemplo de vitalidad, responsabilidad y entrega; observemos en forma breve: el v. 13 hace énfasis en que ella trabaja con gusto: no está encorvada bajo el trabajo, sino que goza de su actividad. Por su parte, los vv. 19 - 20 hablan de su diligen-cia para con los más necesitados, ya que, las manos que se extienden para tomar los instrumentos de trabajo textil son las mismas manos que son capaces de acoger al pobre: no hay en ella avaricia ni egoísmo. Por esta razón,el maestro concluye enseñando a los alumnos que la belleza, transitoria y efímera, no es lo esencial (vv. 30 – 31); no es que

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desprecie la belleza en sí, sino que la deva-lúa (Cf. Eclo 25,21; 26, 16 – 18). En el fondo, la mujer ideal es así por-que teme al Señor (v. 30), virtud que, ce-rrando ahora el libro, recuerda justamente el inicio del mismo: «Respetar al Señor es el principio del saber; los necios desprecian la sensatez y la educación» (1,7). Así pues, cuando el joven termina su formación y se prepara para formar una familia, ha de re-cordar que respetar al Señor es lo primero y sumo en la mujer que busca. ¿Quién la en-contrará?

Salmo 128 (127)Teniendo en cuenta la bendición sacerdotal de los vv. 4 – 6 podemos imaginar este sal-mo como el recuerdo del hombre justo que, después de visitar el templo de Jerusalén, recibe la bendición del sacerdote y regresa a su hogar, descubriendo cómo, con el auxi-lio divino, su familia florece y todo es alegría y paz. Este himno está compuesto según la doctrina hebrea de la retribución: el temor de Dios conduce necesariamente a los más grandes beneficios conocidos por el hombre semita: largos años de vida, una gran des-cendencia y muchos bienes. Dicho temor, en la concepción bíblica implica la aceptación de la voluntad divina, o, como expresa el mismo salmo, “seguir sus caminos”. El justo que teme al Señor es aquel que ha descu-bierto lo que Dios ha hecho en su existencia: su perdón, su amor inagotable, y se empe-ña en agradarle tanto como sea posible con cada acción y cada palabra. La retribución es descrita en los vv. 2 – 3 por medio de dos imágenes: un trabajo productivo y una bendición que se extiende a todos los miembros de la familia, los cua-les son al mismo tiempo bendición para el justo. La esposa fecunda garantiza así la “in-mortalidad” de la memoria del patriarca; pero

hay que tener presente que la mujer alcanza también su grandeza y dignidad en los hijos. Mujer fecunda y gran cantidad de hijos, he aquí la bendición del hombre justo; esta rea-lidad es ejemplificada en la vid y el olivo: así como estos elementos comestibles y sus de-rivados nunca faltaban en la mesa israelita, así también el que teme al Señor gozará de aquello en lo cual el ser humano encuentra su realización plena. El salmo concluye con una bendición de tipo sacerdotal, que recoge los elemen-tos ya mencionados y termina con el me-jor deseo que se puede augurar a alguien: (Šalôm), en este caso para Israel, la gran familia: la nación será próspera y sus hijos felices en la medida en que cada uno de sus miembros sepan dar a Dios el puesto que merece; cuando se construye la vida con su ayuda, esta misma vida se transforma en gozo y esperanza.

1 Tesalonicenses 5, 1 – 6 Como veíamos una semana atrás, el Após-tol se preocupó por aclarar a la comunidad sobre la suerte de los cristianos que habían muerto antes de la Parusía del Señor (4, 13 – 18). La pregunta a la que quiere dar respues-ta el texto de hoy es “el cuándo” de dicho momento, que creaba una gran expectativa entre los creyentes, ya que su anhelo era es-tar para siempre junto al Señor. Sobre “los tiempos y los momentos” (v. 1) parece que Pablo ya les había hablado y es por eso que se dispone ahora a ratificar su enseñanza: el día del Señor viene como ladrón en la noche, es decir, en forma repen-tina e inesperada (Cf. Mt 24, 42 – 46; Lc 12, 36 – 46; Ap 3,3. 16,15). Según el v. 3, parece ser que los no cristianos (y quizás algunos creyentes!), acostumbrados a su vida de pe-cado, concebían ese día como algo com-pletamente normal, ignorando lo que signi-

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12 Seguimos como guía en este comentario la ya citada obra de J.-L- SKA, “Cosas Nuevas y Viejas”, p. 182. Si en la parábola del Domingo XXIV interpretábamos el talento desde los días de trabajo necesarios para adquirirlo, aquí lo hacemos desde el peso.13 La gran convicción de estos buenos trabajadores queda ratificada por la partícula “enseguida” (eutheōs), presente en muchos manuscritos antiguos y de gran confiabilidad, de donde se puede traducir: “Inmediatamente, a toda prisa, fue y negoció con ellos”.

fica desde el AT: día de salvación completa y definitiva para los que creen en el Señor y de juicio para sus contradictores; de ahí que su lema fuese “paz y seguridad”. Pero todo esto se transformará en juicio, asimilado a los dolores de parto, imagen conocida ya en la tradición veterotestamentaria (Cf. Os 13,13; Is 13, 7ss). La actitud de los cristianos, sin em-bargo, contrasta con la de estos persona-jes apenas mencionados: el día del Señor, que viene como ladrón en la noche no los sorprenderá, ya que lo esperan, asumiendo ante todo el rol de ser luz, ya que el mismo Dios los ilumina. Así presentadas las cosas, Pablo logra hacer saber a los tesalonicenses que, en vez de preguntarse por el cuándo del día del Señor, han de tomar consciencia de que ya están en el, que Dios ya los ilumina desde el mismo instante del bautismo.

Mateo 25, 14 – 30 Llegamos hoy a la parábola más larga de las que presenta Mateo en su Evangelio. Recor-demos que nos encontramos en el Discur-so Escatológico, el último de la obra y cuyo centro de atención es la segunda venida de Cristo. Observemos algunos detalles impor-tantes: no era raro en la antigüedad que los señores viajaran al extranjero por motivos de negocios u otros asuntos (v. 14), delegando sus responsabilidades en los criados, quie-nes prácticamente sustituían a sus amos en muchas actividades. Ahora bien: la suma entregada a cada uno de los siervos ha de interpretarse desde lo que equiva-le su peso; en otras palabras: un talento corresponde a más de 34 kilos12 . Así, los criados reciben respectivamente 170, 68 y 34 kilos de oro o plata.

Pero detengámonos en un aspecto intere-sante: los vv. 14 – 15 simplemente dicen que el amo entregó sus posesiones a los sier-vos, sin pedirles nada en particular. Vistas las cosas desde esta perspectiva, se deduce que los dos de ellos que multiplican los bie-nes, actúan por iniciativa propia13 ; pero lo que más llama la atención es que obran tal como si se tratara de sus propios bienes. En efecto, estos criados saben muy bien que su situación mejorará en la medida en que me-jore la de su amo; es más: dicha actitud los coloca como socios y estrechos colabora-dores del amo más que como siervos. Nos encontramos, pues, ante unos personajes que no conocen nada de egoísmo, ya que no aprovecharon esta situación para enri-quecerse, sino que fueron honestos y dig-nos de confianza; en una palabra: la virtud que los caracteriza es la generosidad, ya que el amo quizás no esperaba sino que le cuidasen sus bienes. ¿Qué pasa, entonces, con el tercer criado, cuyo obrar es tan diverso de los otros? Resulta que el miedo es el elemento clave de su comportamiento (25,25) y es por eso que se limita simplemente a cumplir con lo que le toca, algo así como ocurría a las vírgenes necias de la Domínica pasada. Ciertamente, como dice SKA (p. 185), «este siervo podría objetar que no ha hecho nada reprensible: no ha robado a su amo, no ha dejado que le roben, no ha perdido la propiedad que se le había confiado y la restituye intacta. A pesar de todo, el amo le reprende porque no ha te-nido espíritu de iniciativa, no se ha atrevido a arriesgar nada, se ha negado a lanzarse a la aventura. Se ha quedado demasiado “cria-do”, es decir, demasiado “servil” y en el Rei-no de los Cielos no hay sitio para el espíritu de servil ismo». Vemos, pues, cómo la

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espera de Jesús, que va a regresar, debe es-tar enmarcada en una actitud generosa con respecto a lo que Él nos ha encomendado: cada uno de nosotros ha recibido miles de talentos (en el sentido espiritual del término), pero al mismo tiempo muchos talentos (en el sentido de bienes). A veces podemos limi-tarnos, con mediocridad, a hacer lo que toca hacer y punto; pero no es este el espíritu del Reino. ¿Acaso la situación actual de nuestra sociedad no obedece en parte a que quienes nos llamamos cristianos nos contentamos sim-plemente con un cumplimiento superficial de una serie de “obligaciones”? Sólo la generosi-dad, en cuanto dar más de lo que se nos pide, podrá ayudarnos a hacer presente el Reino en-tre los hombres mientras esperamos que dicho Reino encuentre su plenitud eterna en Jesús. Y de esta generosidad, tal como afirma la pri-mera lectura, encontramos grandes ejemplos en tantas mujeres que con su esfuerzo y entre-ga, impulsan la vida eclesial.

DOMINGO XXXIVNUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

Ezequiel 34, 11 – 12. 15 – 17 En los comentarios que hemos hecho a este libro hace pocos días afirmábamos que uno de los grandes logros del profeta fue con-cientizar al pueblo sobre la responsabilidad individual: el destierro no ha venido sólo gra-cias a las culpas de los antepasados, sino también por los pecados de la actual gene-ración; es más: el mismo Ezequiel ha sido designado por Dios “atalaya”, “centinela”: su responsabilidad trasciende el propio yo, para preocuparse por la salvación de los herma-nos. Ahora bien: los dirigentes del pueblo no están de ninguna manera exentos en este nuevo modo de ver la realidad; ellos, sien-do los pastores de Israel, abandonaron su

misión de guías, se despreocuparon de su rebaño y se dedicaron sólo a explotarlo (vv. 1 – 10). Es por eso que, a la denuncia contra aquellos que se apacentaron a sí mismos, sigue una declaración trascendental: Dios anuncia que Él mismo apacentará a sus ove-jas y las buscará siguiendo su rastro (vv. 11 – 16); este es el contexto en el que se en-marca la lectura de hoy. Así pues, el Buen Pastor seguirá el rastro de las ovejas que se habían extraviado yendo a parar en Babilonia y, tal como en el primer éxodo, las rescatará. Hemos visto en comentarios precedentes que los israelitas desterrados pensaban que todo estaba perdi-do y acusaban al mismo Dios; pues bien, aho-ra Él mismo irá en su búsqueda y renovará la esperanza de un pueblo que desfallece. Ob-servemos la ternura evocada por el Pastor en el v. 16. Sin embargo, una vez repatriado el rebaño, se impone una exigencia: purificarlo (tema que reaparece en el Evangelio de hoy), de manera que la nueva comunidad esté dis-puesta a escuchar solamente la voz de Aquel que la guía con entrega absoluta.

Salmo 23 (22): Remitimos al Comentario hecho el Domingo XXVIII.

1 Corintios 15, 20 – 26. 28Una de las más grandes dificultades de la comunidad de Corinto tenía que ver con la Resurrección: ellos no negaban la Resu-rrección de Cristo, sino la de los creyentes: «¿Cómo es que decía alguno que los muer-tos no resucitan? Si los muertos no resuci-tan, tampoco Cristo ha resucitado» (vv. 12 – 13). Pablo afirma que no sería justo que el Padre hubiese hecho una excepción con su Hijo, dejando a sus seguidores reducidos a la nada. Qué injusto sería Dios si obrara así! Ahora bien: si Cristo murió por nuestros pecados, como ya afirmaba el Apóstol en el

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anuncio del kerigma (15,3), murió entonces para purificarnos y hacernos dignos de en-trar en la gloria del cielo; de otra forma, no se entendería cuál era la finalidad de morir “por nuestros pecados”. Pero el argumento más convincente que expone el Apóstol está en los vv. 20 y 23: Cristo resucitó COMO PRIMICIA: las primicias eran ofrecidas como el primer fruto de las co-sechas. La importancia de este lenguaje es trascendental, pues se quiere expresar cómo el ofrecimiento de los primeros frutos no impli-ca la desaparición o exclusión de los que faltan por aparecer. Así, al hablar de Cristo como “pri-micia” Pablo quiere dar a entender que Él es el primero entre muchos, muchísimos creyentes que participarán de su vida eterna, tal como en Adán habían participado ya de la naturaleza limitada (vv. 21 – 22. Cf. Rm 5, 12 – 21). En el contexto de esta Solemnidad son muy interesantes los versículos 24 – 28, en los que el acento va puesto en qué ocurrirá lue-go de que la primicia y los otros frutos sean presentados al Padre. Pablo afirma que Cris-to, como Rey, acabará con todo “principado, dominación y potestad”, «expresiones mito-lógicas que denotan fuerzas hostiles a la au-téntica humanidad»14. Pero su acción va más allá, ya que acabará incluso con la muerte (v. 26). Ahora bien: una vez Cristo lleve a plenitud aquel Reino que predicó, afirma Pablo que Él mismo se someterá al Padre: en efecto, dentro de la historia ha ejercido la soberanía de Dios; pero cuando dicha historia llegue a su fin, ya no habrá más lucha y así Él pondrá de nuevo en las manos del Padre la autoridad que le fue dada para su misión de salvación. La vida entera de Jesús estuvo siem-pre en referencia al Padre y con sus palabras

y acciones enseñó su realeza en términos de filiación. Con la Resurrección fue exaltado al rango de Señor y ahora entrega todo al Pa-dre: se presenta, entonces Jesús, como el rey humilde, como Aquel que vivió no para sí mismo, sino para el Abbá y para sus herma-nos, hecho que será evidente en el Evange-lio de hoy.

Mateo 25, 31 – 46 Llegamos al último texto antes de empezar el relato de la Pasión, y a la vez la ultima ins-trucción extensa de Jesús a sus discípulos, es ahí donde radica su importancia. Tal como en las parábolas anteriores, ya desde el ini-cio los lectores son invitados a comparar dos actitudes que se contraponen, de modo que puedan decidirse de qué lado están: ¿de las vírgenes necias o prudentes, de los siervos generosos o de aquel egoísta, de las ovejas o de las cabras? Comienza entonces el juicio del Hijo del hombre y la sentencia se da sin que sea necesario un interrogatorio; la decisión está tomada: los buenos son separados de los malos, las ovejas de los cabritos. Afirma U. Luz que “la comparación se refiere presumi-blemente al momento de apartar los cabritos tiernos, destinados a la matanza, del resto del rebaño”15. En efecto, casi en todos los pasajes donde aparece el término “erifoi”16 en LXX (Gen 27, 9. 16; Lv 1,10, etc), éstos son sacrificados, consumidos u ofrecidos. A partir del v. 34 se da el juicio: los de la derecha son bendecidos porque han prac-ticado las obras de misericordia, en total seis (vv. 35 – 36), referidas a la acción del hombrepara con el hombre. Lo que domina toda la escena es la capacidad de asumir como

14 Así las define JEROME MURPHY-O’CONNOR (O.P.) en su análisis de 1 Corintios en el Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo (Estella, Verbo Divino 2004, p. 336).15 U. LUZ. El Evangelio según San Mateo, vol III. Salamanca: Sígueme, 2003, p. 682.16 Luz (p. 683) establece la distinción entre “érifoi” (cabritos tiernos, palabra utilizada aquí por Mateo), machos cabríos adultos (“trágoi”) y cabritos jóvenes (“jimarroi”) y con-cluye diciendo: «“érifos tiene, en consecuencia, un significado preciso y no puede ser la designación genera de “cabra” ni de animales machos de diversas especies (“machos cabríos”)».

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propias dos virtudes divinas: la misericor-dia y la compasión. Pero lo más llamativo del relato, lo más paradójico e inaudito es la identificación del Rey con los hambrientos, sedientos, forasteros, desnudos, enfermos y presos17. En otras palabras: Cristo se si-gue haciendo presente en todo ser humano que sufre y pasa necesidad; ciertamente, los pobres y marginados son sacramento vivo del Salvador. Los de la izquierda, por su parte, no fueron capaces de descubrir esta realidad: pensaron, quizás, que es posible amar a Dios sin amar al hermano; en el fondo, se olvidaron de un elemento fundamental del ser cristiano: la “diakonía”: «¿cuándo te vimos hambriento o sediento, inmigrante o desnudo, enfermo o encarcelado y no te servimos?.» (v. 44). Resulta interesante, entonces, que la práctica de la misericordia sea el elemento por el cual la humanidad queda dividida. Es que “el propio juez que ahora los premia o condena, les salió personalmente al en-cuentro muchas veces a lo largo del cami-no de la vida”18. Celebrando, pues, la Solemnidad de Cristo Rey, descubrimos en este Evangelio cómo reina Él: ciertamente es un soberano que hace justicia; pero no hemos de olvidar que este Rey se ha convertido en esclavo y ha querido asumir en sí el dolor y el sufri-miento de toda la humanidad. Los extremos de sus vida, es decir, su nacimiento y muerte, estuvieron tocados en lo más profundo por la pobreza, la marginación y la debilidad. Fue por eso que quiso identificarse con los ex-cluidos y pisoteados, con aquellos para quie-nes no existía la más mínima atención. Y, oh sorpresa! Cristo nos sigue visitando cada día en las mismas personas a las que damos la

espalda. Permitamos, pues, que en nuestro corazón reine el Soberano que se hace sier-vo y acojámoslo en aquellos con los que ha querido identificarse, sólo así será posible que esta comunión, comenzada ya en la tie-rra, se prolongue durante la eternidad.

SINOPSISCulminamos el Ciclo A litúrgico con los co-mentarios a las Domínicas XXX a XXXIV. El amor a Dios debe reflejarse en la entrega al prójimo: tal será el eje transversal de la tri-gésima domínica. El Domingo XXXI consti-tuye una invitación a los pastores a revisar su vida desde la propuesta de Jesús. La vi-gilancia será el tema fundamental de la trigé-simo segunda domínica, en tanto que en la siguiente, la mujer se presenta como imagen de generosidad y entrega, actitudes necesa-rias para esperar dignamente al Señor. Con-cluye el Año Litúrgico con la Solemnidad de Cristo Rey, en la que encontramos la imagen del Pastor que cuida y apacienta, al mismo tiempo que purifica su rebaño.

17 Obsérvese cómo se repite el pronombre personal de primera persona en dativo “me” (“moi” en griego).18 KAPKIN, D. Mateo 2 (16 – 28). Medellín, Fundación Universitaria Luis Amigó 2004, p. 300.

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Por: Carlos Mario Hincapié Pérez. Pbro.

“Frente a las próximas elecciones, el cristiano debe reconocer la legítima pluralidad de opiniones temporales discrepantes y debe respetar a los ciudadanos que, aun agrupados, defienden lealmente su manera de ver. Los partidos políticos deben promover todo lo que a su juicio exige el bien común, nunca, sin embargo, esta permitido anteponer intereses propios al bien común.”

ÉTIcA Y POLÍTIcA

Ante las próximas elecciones, los cristianos nos debatimos, a la hora de decidir nuestro

voto. Es importante que este derecho lo ejer-zamos con buen criterio, responsablemente, desde nuestra fe y sin dejarnos llevar por im-presiones superficiales, sobre todo, frente a los actuales debates sobre el aborto, la eutanasia, la ideología de género, el homosexualismo, la homo - adopción y otros problemas éticos de la actual coyuntura política pues, no todos los programas electorales son compatibles con la fe ni con los valores cristianos. Es verdad que ética y política son dos magnitudes autónomas; no son reductibles la una de la otra. Sin embargo, “ conscientes de la distinción entre sociedad política y comunidad religiosa, base de la sana laicidad, la iglesia no cesará de preocuparse por el bien común de los pueblos y, en especial, por la defensa de principios éticos no negociables porque es-tán arraigados en la naturaleza humana” (Apa-recida 204). El principio de participación en la vida política ha sido subrayado de un modo especial por la carta apostólica Octogésima adveniens: “la doble aspiración hacia la igualdad y la parti-cipación trata de promover un tipo de sociedad democrática. El cristiano tiene la obligación de participar en esta búsqueda, al igual que en la organización y en la vida políticas. El hombre, ser social, construye su destino a través de una se-

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rie de agrupaciones particulares que requieren, para su perfeccionamiento, una sociedad más vasta, de carácter universal, la sociedad políti-ca. Toda actividad particular debe colocarse en esta sociedad ampliada y adquiere, con ello, la dimensión del bien común” (n. 25). Por todo esto, los cristianos, no podemos permanecer indiferentes. Un cristiano, debe te-ner claro que, al elegir, debe hacerlo, entre las opiniones políticas compatibles con la fe y la ley natural, la que se conforma mejor a las exigen-cias del bien común. Es necesario además que, no nos deje-mos invadir por la desgana y la comodidad o el desencanto y hagamos uso de nuestro derecho al voto. Todos tenemos que ser corresponsables con la democracia. La política, debe ser considerada como una acción humana responsable, por ello, los programas políticos, de aquellos a quienes va-mos a elegir no pueden marginarse de los plan-teamientos morales necesarios para la consecu-ción del bien común. Al elegir, para un cristiano, tiene que ser suficientemente claro y evidente que, ningún pro-grama político puede marginarse de un auténtico planteamiento moral. Por supuesto que, es verdad que, en-tendida como acción y como ciencia, la política goza de plena autonomía. Pero, reconocer la autonomía del comportamiento y del saber polí-ticos no supone negar su referencia al universo de la ética. Si las opciones políticas son neutras moralmente dentro del ámbito restringido de lo político, no lo son, sin embargo, al quedar situa-das dentro del amplio horizonte de la realización de lo humano. La inserción de la política dentro de la actividad humana ha sido considerada como la raíz de la dimensión moral de la política. En cuanto actividad humana, la política adquiere toda la densidad propia de la persona; queda si-tuada dentro del universo de intencionalidades y de fines en los que se realiza la persona.

Otra línea de reflexión se orienta por el camino de la axiología. Para un cristiano, es evidente que la política no puede ser humana si no está sometida a las reglas transcendentes de la moralidad. La política está encuadrada dentro del universo de valores que rigen la vida huma-na. Este encuadre le proporciona las pautas de una auténtica realización. Por eso mismo, no puede existir conflicto objetivo entre valores éti-cos y auténtica vida política. La llamada “ra-zón de estado” no tiene justificación objetiva, si se entiende como la aceptación axiológica de la incompatibilidad entre realización política y valo-res morales. También se puede fundamentar la re-ferencia de la política a la ética acudiendo a la finalidad justificadora de la comunidad política. Si el poder político se justifica por la obtención de un bien, es la realización de este bien lo que necesariamente integra la ética y la política. Es, en otras palabras, el valor de la persona la categoría justificadora de la moral política. La doctrina social de la iglesia ha seña-lado con frecuencia y con énfasis la necesidad del poder político dentro de la sociedad, a fin de constituir la comunidad política como una realidad necesaria para el desenvolvimiento de la persona. Afirmada la necesidad de la autoridad política, aspecto en el que insistió de un modo particular León XIII, la doctrina de la iglesia se fija en las condiciones de su justa actuación. Se señalan dos condiciones fundamentales que van necesariamente unidas: el poder político debe realizarse dentro del orden moral y, por lo tanto, debe tener como meta la realización del bien común. Estas son también las dos con-diciones en que ha de basarse una comunidad política si quiere ser justa. Juan XXIII, en la encíclica Pacem in te-rris, expone de un modo sistemático la primera condición: la autoridad política debe estar so-metida al orden moral: “la autoridad no puede considerarse exenta de sometimiento a otra su-

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perior. Más aún, la autoridad consiste en la fa-cultad de mandar según la recta razón. Por ello, se sigue evidentemente que su fuerza obligato-ria procede del orden moral, que tiene a Dios como primer principio y último fin…” (Pacen in terris, nn. 47-50). Una conclusión que podemos sacar de todo esto, es la siguiente: el poder político está sometido al orden moral en la medida en que tiene por finalidad la realización del bien común. En este sentido, la preocupación y solicitud de la iglesia se dirige al hombre, como tal, que, lejos de ser el objeto y un elemento pasivo de la vida social, es, por el contrario, y debe ser y permane-cer, su sujeto, su fundamento y su fin. Frente a las próximas elecciones, el cristiano debe reconocer la legítima pluralidad de opiniones temporales discrepantes y debe respetar a los ciudadanos que, aun agrupa-dos, defienden lealmente su manera de ver. Los partidos políticos deben promover todo lo que a su juicio exige el bien común, nunca, sin embargo, esta permitido anteponer intere-ses propios al bien común. “No pertenece ni al Estado, ni siquiera a los partidos políticos que se cerraran sobre si mismos, el tratar de imponer una ideología por medios que desem-bocarían en la dictadura de los espíritus, la peor de todas. Toca a los grupos establecidos por vínculos culturales y religiosos- dentro de la libertad que a sus miembros corresponde, desarrollar en el cuerpo social, de manera desinteresada y por su propio camino, estas convicciones últimas sobre la naturaleza, el origen y el fin del hombre y de la sociedad” (Octogesima adveniens, n. 25). Preguntémonos, ¿qué es lo que tiene de característico y peculiar la vida política para que mediante ella puedan los hombres realizar una vida plenamente humana? He aquí la res-puesta: En la vida política, los hombres no son simplemente productores de bienes económi-cos, sino que son ciudadanos, reconocidos

como tales por todos, y cuyos derechos funda-mentales – los que pertenecen al hombre en cuanto tal – se hallan protegidos. Además, en la sociedad política, el hombre escapa de los estrechos límites de su familia o de su grupo, para entrar en una comunidad más amplia, y, por consiguiente, más rica y enriquecedora. Sus obligaciones, sus responsabilida-des, se vuelven más amplias, porque ya no tienen que ver con intereses particulares o de grupo, sino con el bien común de la co-munidad en su totalidad. La búsqueda de un bien más vasto que el del individuo y el del grupo ayuda al hombre a volverse más ple-namente hombre y, en consecuencia a reali-zar una vida más plenamente humana. La política es una dimensión propia del hombre, de todo hombre. Por eso mismo la comunidad política se fundan en la naturaleza humana. “La comunidad política nace, pues, para buscar el bien común, en el que en-cuentra su justificación plena y su sentido y del que deriva su legitimidad. El bien común abarca el conjunto de aquellas condiciones de vida social con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia per-fección” (ibid., n. 74) La exigencia de la comunidad política se halla indicada por su finalidad: el bien co-mún. Fuera de este bien común, la comunidad política no encuentra sentido ni justificación, convirtiéndose en puro instrumento de domi-nación de unos hombres por otros. Para que la cooperación cristiana res-ponsable pueda lograr resultados felices en el curso diario de la vida pública, es necesario un orden jurídico positivo que establezca la adecuada división de las funciones institucio-nales de la autoridad política, así como tam-bién la protección eficaz e independiente de los derechos”.

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“LAIcOS AcTIVOS EN LA VIDA POLÍTIcA”

Por: Juan David Hernández Aristizábal1.

“Nuestro compromiso con la democracia tiene que ser sincero; en nuestras manos está elegir a gobernantes honestos, coherentes, comprometidos con el mejoramiento del estado actual de las cosas, la búsqueda del bien común y la conducción de los pueblos al desarrollo integral.”

1 Adelantó estudios de Filosofía en la Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades de la Universidad Pontificia Bolivariana. Actualmente es estudiante de último semestre de Ciencias Políticas. Estudiante de Derecho de la misma Universidad.

El domingo 30 de octubre los colombianos acudimos a las urnas en un serio com-

promiso con la democracia: elegir a quienes regirán los destinos de las entidades descen-tralizadas durante los próximos cuatro años; un período que comprende desde el primero de enero de 2012 hasta el primero de enero de 2016. Gobernadores y diputados de los 32 departamentos, alcaldes, concejales y ediles de unos 1.100 municipios esparcidos a lo largo y ancho del territorio nacional serán elegidos en las urnas por mayoría popular. En Colombia la ley regula que desde la inscripción de los candidatos ante la Re-gistraduría Nacional del Estado Civil comien-za el tiempo de las campañas, que va hasta el final de la tarde del 30 de octubre cuando se cierra el ingreso de los sufragantes a los puestos de votación. Es decir, los aspiran-tes tienen tres meses para darse a conocer como candidatos a los diferentes cargos, presentar sus programas y propuestas de gobierno, sus estrategias para conseguir la materialización de cuanto pretenden realizar al ser elegidos por los ciudadanos. En las democracias representativas los procesos electorales están diseñados para que los ciudadanos encuentren entre la gama de candidatos a aquellos que particu-larmente están en condiciones de garantizar y defender los intereses de gremios e ins-

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tituciones que en ocasiones se ven afecta-das al ser irrespetadas o ignoradas por los gobernantes. Es decir, hemos de elegir a aquellos que nos representen con vehemen-cia e idoneidad en las corporaciones públi-cas donde se toman las decisiones que nos vinculan como sociedad. Muchos buscan de forma demagógica representar a todos los segmentos de la población sin estar en con-diciones que lo garanticen, de ahí la impor-tancia del seguimiento que hagamos antes de marcar el tarjetón. La llamada “fiebre” que producen las elecciones empieza a sentirse con mayor intensidad en esta recta final. Los efectos de la incursión del marketing en los asuntos políticos juegan un papel relevante, percepti-ble en los discursos y en las diversas piezas publicitarias empleadas por los candidatos: vallas, volantes, posters, pendones, eventos, buscan generar un vínculo entre el candidato y la población que confundida, no sabe por quien votar. La implementación de la tecno-logía y los medios virtuales también se hace sentir: abundan los perfiles políticos en las redes sociales, se compite entre los candi-datos que más amigos o seguidores virtua-les tienen, las firmas encuestadoras miden la intención de voto, los medios de comunica-ción masiva hacen debates y foros para dar a conocer a la opinión pública las distintas opciones. También la denominada propaganda negra hace gala por estos días. La estra-tegia de algunos candidatos sin escrúpulos es derrotar a sus contendores a través del desprestigio y la falsa reputación, ya que al parecer, cada vez hay más expertos en estos temas, y que aseveran no tener considera-ciones morales de ningún tipo. El panorama se agrava aún más, si tenemos en cuenta los antecedentes electorales de las últimas dé-cadas en Colombia, donde hasta los muertos

continúan haciendo uso del derecho político de elegir, ya que hasta ahora ninguno ha buscado ser elegido; y ni qué decir de los municipios donde los votantes superan el nú-mero del censo electoral, o incluso, del cen-so poblacional. A la fecha, el Consejo Nacio-nal Electoral ha recibido 541 solicitudes de revocatoria de inscripción que cobijan 2.182 candidatos. Es alarmante, ¿verdad? Pues bien, lo anterior nos pone fren-te un reto aún mayor: nuestro compromiso con la democracia tiene que ser sincero; en nuestras manos está elegir a gobernantes honestos, coherentes, comprometidos con el mejoramiento del estado actual de las cosas, la búsqueda del bien común y la conducción de los pueblos al desarrollo integral. Más aún cuando hay temas tan sensibles en el escenario político actual, como quiera que lo son: la defensa de la vida como el mayor bien jurídico de la sociedad, la concepción de la familia como institución base de la sociedad, la orientación que ha de darse en educación sexual y reproductiva, el papel de las Iglesias en la educación, entre otros. Al respecto, el Papa Benedicto XVI ha dicho recientemente en Plenaria del Concejo Pontificio para los Laicos: “Compete también a los fieles laicos participar activamente en la vida política, de modo siempre coherente con las enseñan-zas de la Iglesia, compartiendo razones bien fundadas y grandes ideales en la dialéctica democrática y en la búsqueda de un amplio consenso con todos aquellos a quienes im-porta la defensa de la vida y de la libertad, la custodia de la verdad y del bien de la familia, la solidaridad con los necesitados y la bús-queda necesaria del bien común”.Las palabras del Pontífice nos motivan a par-ticipar activamente en los procesos electo-rales, alejados de la indiferencia non sancta que conduce a olvidar los asuntos públicos

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y a construir barreras infranqueables entre las instituciones y el Estado; nos alientan a construir juntos una sociedad más humana y más justa, saldando brechas inhumanas que garanticen la coexistencia, no solo desde las convicciones personales, sino también des-de el que hacer político. La trascendencia del proceso elec-toral desde una perspectiva ex ante, nos conduce a tomar conciencia de la importan-cia del ejercicio del derecho a elegir con-cienzudamente, con una mirada contextua-lizada, de tal manera que con la frente en alto y de manera responsable podamos dar razón de nuestro apoyo y adhesión a quie-nes tomarán las decisiones políticas en los próximos cuatro años. Son varios los aspectos que debemos examinar antes de delegar en algunos de los candidatos la función de gobernar y conducir los asuntos políticos:

Perfil del candidato: Es importante saber quién es la persona por la que votaremos, su formación acadé-mica, su filosofía de vida, sus creencias, la trayectoria que lo respalda, el círculo social que lo rodea, entre muchos otros elementos que nos ayudan a discernir cuál puede ser el candidato más idóneo y competente.

Propuestas o programa de gobierno: Por estos días las propuestas llueven, todos los candidatos quieren ofrecer lo mejor para sus regiones. De ahí la necesidad de revisar las prioridades tanto de las regiones como de sus grupos poblacionales y la viabilidad de la concreción de éstas a través de un pro-grama serio, oportuno y riguroso de gobier-no. La materialización de dichos cometidos no puede ser improvisada ya que los resulta-dos serían nefastos.

Partido político o Movimiento que res-palda la aspiración: En teoría, los partidos y movimientos polí-ticos están regidos por unos estatutos que obedecen y contienen en sí, una carga ideo-lógica. Este conjunto de orientaciones intrín-secas se ven reflejadas en directrices vincu-lantes para sus militantes y en decisiones de bancadas que superan la capacidad de los políticos como individuos. La Reforma Políti-ca que recientemente entró en vigencia asig-na especial responsabilidad a los partidos y movimientos políticos respecto a quienes otorgaron sus avales. Finalmente, debemos tener presen-te que los políticos, cualquiera sea su perfil, propuesta o partido han de estar siempre al servicio del Estado, y procurarán la realiza-ción de sus fines: “Son fines esenciales del Estado: servir a la comunidad, promover la prosperidad ge-neral y garantizar la efectividad de los prin-cipios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación; defender la indepen-dencia nacional, mantener la integridad terri-torial y asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo. Las autoridades de la República es-tán instituidas para proteger a todas las per-sonas residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias, y demás derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares”2.

2 Constitución Política de Colombia. 1991. Artículo 2°

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¿POR QUÉ SOY cATÓLIcO?

Por: Manuel Ramiro Velásquez Arroyave

“El primero de ellos es la protección de la vida, desde la concepción hasta la muerte y en ello no podemos ceder. Es fundamental de-fender el valor de la vida y por ninguna circunstancia, ni por ningún tipo de legis-lación o concepto jurídico podemos ab-dicar de ese respeto por la creación de un nuevo ser.”

Los católicos somos, por encima de todo, cristianos. Bien realizó la invitación en

presencia de los jerarcas de varias iglesias: “Cristianos del Mundo Uníos” en su momento S.S. Juan Pablo II. Invitación que fue semilla de la reconciliación entre los pueblos que te-nemos a Jesucristo como eje de nuestra fe. La palabra Católico viene del griego “katholikós” que significa “universal”, es decir que comprende la teología, doctrina, liturgia, principios éticos y seguidores del Catolicis-mo, como un todo de la “Iglesia Universal de Jesucristo”. Como “Epístola UNIVERSAL de San Pedro Apóstol” se titulaba cada una de las cartas del discípulo cabeza de la Iglesia. En tal circunstancia, ser Católico es ser miembro “en un todo” de esa Iglesia Católica Universal y Apostólica con sede en Roma. Los católicos tenemos cuatro prin-cipios que no son negociables. El primero de ellos es la protección de la vida, desde la concepción hasta la muerte y en ello no podemos ceder. Es fundamental defender el valor de la vida y por ninguna circunstancia, ni por ningún tipo de legislación o concepto jurídico podemos abdicar de ese respeto por la creación de un nuevo ser. El segundo principio no negociable es la familia como eje de la sociedad y pues es allí donde se funda el hogar, que a su vez es la misma semilla del amor. Por ello debemos

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procurar que desde el Estado se generen políticas públicas, para que las familias pros-peren en un ambiente propicio, con calidad de vida y las condiciones necesarias donde crez-can los hijos. El tercer principio no negociable de no-sotros como católicos es el derecho y el deber de los padres de educar a sus hijos. Se ha dicho que el ejemplo que damos a nuestros hijos y especialmente en los primeros años de su crecimiento, es esencial para la pro-yección del futuro ciudadano, quien cumple un rol protagónico en nuestra sociedad. La unidad de la familia donde el amor y el buen ejemplo son la base para la vida en comuni-dad, inspiran el nuevo modelo educativo. Y el cuarto principio no negociable es que el Estado debe estar al servicio de la so-ciedad y no al revés, nos convoca a seguir participando con entusiasmo en los procesos democráticos que tiene nuestro país. Como católicos tenemos una gran responsabilidad de elegir a aquellos mandatarios locales y re-gionales que representen nuestros intereses y que estén a favor del respeto a la dignidad humana y el derecho a la vida. No podemos seguir en esa ciclotímica carrera de quejas y reclamos por los desaciertos de nuestros diri-gentes. Hay que participar, estudiar los progra-

mas de gobierno de cada candidato y votar a conciencia para tener un Estado dinámico que tenga como prioridad al ciudadano. Es precisamente en la exhortación apostóli-ca Christifideles Laici desde donde se hace énfasis en la invitación para que ningún ca-tólico abdique de participar en política. Una política para la persona y para la sociedad encuentra su criterio básico en la consecu-ción del bien común. Estos principios no negociables nos llevan a ratificar que ser Católico verdadero es realmente amar, sentir y vivir el Evange-lio, como el mensaje y mandato de Dios a no-sotros a través del Maestro, el señor Jesús nuestro Redentor. Por eso debemos vivir el Evangelio en cada instante de nuestra existencia en com-pañía de nuestra familia, debemos vivirlo en la Sagrada Eucaristía como epicentro funda-mental para la renovación de nuestra FE y debemos vivirlo en la comprensión y práctica sincera de los Mandamientos. Pero lo más importante, debemos vivirlo amando a DIOS a quien no vemos; pero también amando a nuestros hermanos, aquellos a quienes si vemos y que tantas veces ignoramos en sus desgracias en lugar de acercarlos a la Fe del Evangelio a través de nuestro auxilio.

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“Como pastores de la Iglesia que peregrina en Colombia apremiamos a todos a ejercer su derecho al voto, así como lo pedía el Beato Papa Juan Pablo II: «los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política… destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común» (ChL, 42).”

ELEccIONES RESPONSABLES AL SERVIcIO DEL BIEN cOMÚN¿HAY UN VOTO cATÓLIcO?

Estamos ya en pleno fragor de campa-ña electoral, para la cita que tenemos el

próximo domingo 30 de Octubre, de cara a los comicios municipales y departamentales. Así usted no pueda votar, está invitado a conocer el sistema democrático de nuestro país. Le sugerimos enriquecerlo con la Cons-titución Política de Colombia, ya que las elec-ciones se basan en la Carta Magna. Hemos sido convocados y es menes-ter responsable participar como ciudadanos y como cristianos católicos a la hora de elegir a nuestros representantes democráticos.

¿Se presenta la Iglesia Católica las elecciones? Es una pregunta retórica, que es fácil respon-der. Incluso podemos dar la palabra al Beato Juan Pablo II, que lúcidamente abordó esta cuestión: la Iglesia «no propone sistemas o programas económicos y políticos, ni mani-fiesta preferencias por unos o por otros, con tal que la dignidad del hombre sea debida-mente respetada y promovida, y ella goce del espacio necesario para ejercer su minis-terio en el mundo. Pero la Iglesia es “experta en humanidad”, y esto la mueve a extender necesariamente su misión religiosa a los di-versos campos en que los hombres y muje-res desarrollan sus actividades, en busca de

+ Rubén Salazar GómezArzobispo de Bogotá. Presidente de la CEC

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la felicidad, aunque siempre relativa, que es posible en este mundo, de acuerdo con su dig-nidad de personas» (Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 41).

Es así.La Iglesia no tiene un partido que la represen-te, ni como tal nos presentamos detrás de unas siglas. Y esto vale absolutamente para todos los partidos, si bien no hay neutralidad cuando eva-luamos la cercanía o la lejanía de sus programas y actuaciones, respecto a nuestra manera de en-tender la justicia y los derechos de las personas desde la doctrina social de la Iglesia. Como indicaba en ese mismo texto el Beato Juan Pablo II, «la doctrina social de la Iglesia no es, una “tercera vía” entre el capi-talismo liberal y el colectivismo marxista, y ni siquiera una posible alternativa a otras solucio-nes menos contrapuestas radicalmente, sino que tiene una categoría propia. No es tampoco una ideología, sino la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la so-ciedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial. Su objetivo principal es interpretar esas realidades, exa-minando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez, trascenden-te, para orientar en consecuencia la conduc-ta cristiana». Es normal que los diferentes parti-dos políticos intensifiquen en estos días sus diversos actos para explicar a los ciudada-nos cuáles son los programas que quisieran poder desarrollar si obtuviesen el respaldo popular. Es deseable que haya una lim-pieza en la campaña, que no consiste en la destrucción del rival político, sino en la propuesta de lo que se desea llevar a cabo

como un servicio al bien común, subrayan-do los retos más emergentes, saliendo al paso de las problemáticas sociales y huma-nas que tenemos ante nosotros y que condi-cionan la vida real de miles de conciudadanos.

Existen dificultades para escuchar sus pro-puestas o evaluar su propia gestión con quie-nes emplean la mentira como herramienta y el ataque visceral como talante. Engañar al electorado demagógicamente, tiene conse-cuencias tremendas a la hora de encontrar cauces de solución a los problemas. Tene-mos ejemplos bien recientes, en donde la mentira irresponsable ha ahondado una crisis económica que afecta a un incontable número de personas y de familias. Se trata de elegir a quienes creíble-mente pondrán remedio con el justo empleo de los recursos y la gestión de los presupues-tos; la defensa de la vida en todas sus fases, la maternidad y los retos de la familia; de la educación integral no entendida como cincel manipulador al servicio de una ideología; de los más desfavorecidos y sus situaciones de desempleo y vivienda, de la violencia y sus causas en una sociedad frívola y crispada; del desencanto de nuestros jóvenes y la atención social a los ancianos; de nuestra convivencia en un mundo culturalmente plural. Es hermosa y noble la dedicación a la política cuando se entiende como un servi-cio real a las personas reales, sin injerencias indebidas y sin inhibiciones lamentables. El perfil cristiano del político también existe, viva o no con total coherencia las exigencias de nuestra fe. Y a él miramos cuando en lo que propone hacer o en lo que da cuenta de lo ya hecho, son reconocibles nuestros valo-res cristianos.

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Los Obispos, impulsados por nuestro deber pastoral, deseamos ofrecer a los colombianos algunas orientaciones para que las próximas elecciones regionales y locales, que se lleva-rán a cabo a finales del mes de octubre, con-tribuyan realmente a la construcción de una democracia participativa, justa, solidaria, fra-terna y en paz.

Ante los desafíos actuales, ¿por quiénes votar?

En la actualidad nuestro país afronta grandes y particulares retos. Para decidir por quiénes votar conviene que todos tengamos presente que las personas que elegiremos deben estar en capacidad de responder con altura y efica-cia, entre otros, a estos desafíos:

Implementar planes de gobierno y de desa-rrollo que garanticen la inclusión social y la erradicación de la pobreza, de modo que se avance en la superación de estas y otras causas de los conflictos y la violencia arma-da en nuestro país.

Comprometerse con la búsqueda del bien común y evitar toda forma de corrupción.

Trabajar con transparencia y responsabili-dad, con participación de la comunidad, en la atención a los damnificados de la ola in-vernal, así como en la recuperación de los destrozos ocasionados por la misma.

Garantizar la reparación a las víctimas y la restitución de tierras, con un horizonte de reconciliación.

Mantener la independencia frente a los inte-reses y presiones de los grupos al margen de la ley.

¿Cómo votar?

Por otra parte, el ejercicio democrático conlle-va particulares derechos y deberes, tanto de los organismos del estado, como de los candi-datos y los electores. Para que las elecciones expresen el auténtico sentido de la democra-cia, invitamos a que:

La campaña electoral se desarrolle en un clima de respeto, diálogo, verdad y trans-parencia.

Los candidatos hagan conocer sus planes y programas, y los electores se esfuercen por conocerlos.

El proceso electoral sea protegido del influ-jo de agentes y organizaciones criminales.

Los electores, sin ninguna presión, voten libremente con las debidas garantías de se-guridad.

El voto sea ejercido con transparencia, su-perando vicios y delitos electorales, como: la compra y la venta de votos, el trasteo de votos y de votantes, y la suplantación de su-fragantes.

La ciudadanía haga seguimiento, veeduría y control de los programas de gobierno de quienes sean elegidos.

Como pastores de la Iglesia que peregrina en Colombia apremiamos a todos a ejercer su derecho al voto, así como lo pedía el Beato Papa Juan Pablo II: «los fieles laicos de nin-gún modo pueden abdicar de la participación en la política… destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común» (ChL, 42).

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Desde la misión propia de la Iglesia católica, nos empeñaremos en la formación de la opi-nión pública para que elija conscientemente la trasparencia por encima de la corrupción, la verdad frente a la mentira, la libertad y la democracia frente a la manipulación y a la utili-zación del Estado al servicio de intereses parti-culares. Nos comprometemos, especialmente, a apoyar a los nuevos mandatarios en la tarea de construir la paz y la reconciliación.

Finalmente, invitamos a todos a orar por nues-tro país, para que alcancemos el don tan an-helado de la paz, recorriendo los senderos del respeto de la dignidad de cada ser humano, la consolidación de la justicia, el desarrollo in-tegral, la fraternidad y la solidaridad. La Vir-gen María, Reina y Patrona de Colombia, nos acompañe en este caminar.

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¿POR QUÉ ES IMPORTANTE PARTIcIPAR EN EScENARIOS POLÍTIcOS?

Por: Luisa Fernanda Castaño Vanegas

“La política forma parte del actuar de todos los hombres. Es una dimensión que brota de la mis-ma condición huma-na. De ahí la cono-cida definición de Aristóteles de que el hombre es una “ani-mal político”. La polí-tica es una dimensión que está presente en toda actividad de alcance social”

El hombre es un ser político por naturale-za, que está en constante toma de deci-

siones sobre su bienestar y calidad de vida, traduciéndose esto en la consecución de los satisfactores que den respuesta a cada una de sus necesidades (alimento, la vivienda, afecto, ocio, recreación,...). Para ello, debe en-trar a mediar con otros la manera de satisfacer sus necesidades e intereses y lo hace desde dos enfoques: uno individual (pensar única-mente en sí mismo) y colectivo (pensar en sus necesidades y en las de los demás). Esto se logra evidenciar en los dife-rentes escenarios de participación que el ser humano ha institucionalizado como: la fa-milia, la escuela, los grupos, entre otros, en donde se hace un despliegue de ideas (pen-samientos, discursos), de lenguajes (expre-siones) y de acciones (prácticas). La persona en muchas ocasiones puede ser consciente (asumiendo con decisión y responsabilidad sus acciones) o inconscientemente (no te-niendo claro las consecuencias de sus actos y decisiones). Cuando la persona es consciente de sus actos, los denominamos “actores socia-les”, son personas que se interesan por par-ticipar en los procesos que se articulan en la ciudad, se preocupan por el bienestar y calidad de vida de la población, lo hacen a partir de la organización y movilización fren-

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1 Tomado del documento de protagonistas de la vida política. P. 1, 2 y 3.

te a los espacios de participación en los que ven comprometidos con las discusiones y decisiones que influyan en la vida de todos, a eso llamamos ser político. La política forma parte del actuar de todos los hombres. Es una dimensión que brota de la misma condición humana. De ahí la conocida definición de Aristóteles de que el hombre es una “animal político”. La política es una dimensión que está presente en toda actividad de alcance social. Se puede decir que es una especie de superestructura que engloba lo económico, lo social, lo cultural, lo familiar y lo personal. En este sentido todo es política, aunque la política no lo es todo. Es política, por ejemplo, cualquier actividad en la escuela, en el trabajo, en la protección del medio ambiente, en la seguridad ciuda-dana, etc. La política, en definitiva, es la que de-termina las líneas fundamentales en la so-ciedad y de la convivencia humana, debido a que es una forma directa o indirecta de par-ticipación en la promoción del bien común, por medio de distintas formas de presencia y actividad (educación, acción cultural, servi-cio social, opinión pública, entre otras)1. La política se da bajo dos escenarios uno de gobernabilidad, en el que las perso-nas que elegimos, es decir, a quienes les damos nuestro voto, son quienes dan las directrices para el manejo de los recursos públicos: los servicios de salud, educación, vivienda, recreación, transporte y los servi-cios públicos domiciliarios, como el acueduc-to, alcantarillado, la energía eléctrica, el gas, el teléfono. Y nosotros hacemos seguimiento de esas decisiones a través de los diferentes mecanismos de participación: los consejos comunales, los derechos de petición, entre otros.

Un nuevo escenario, que se ha ido fortale-ciendo es el de gobernanza, en el que se propone como objetivo el logro de un desa-rrollo económico y social a través de la arti-culación del gobierno, las empresas y las co-munidades. Todos somos responsables de buscar los mejores satisfactores a nuestras necesidades.

¿Por qué es importante entonces vo-tar o elegir a nuestros gobernantes? Porque los recursos con los que con-tamos en el entorno, requieren ser adminis-trados adecuadamente, imaginémonos que nuestro municipio es una Empresa y el pue-blo es la Junta Directiva y el alcalde es el Gerente, es la Junta Directiva quien elige el Gerente es decir el Alcalde y a su vez el Concejo, es decir las personas que conocen las necesidades de la Empresa y que ayuda-ran a los Alcaldes a tomar decisiones aserti-vas en el manejo de los recursos. Como Junta Directiva estamos en la obligación de pedirle al Alcalde cuentas del manejo de nuestros recursos, es la Junta quien determina como mínimo cada cuanto el Alcalde debe hacer la rendición de cuen-tas, si una o dos veces en el año, pero es el Alcalde quién determina cómo lo hace, si en un consejo comunal, por televisión, radio, prensa… Es de nosotros como pueblo, como Junta Directiva de nuestro municipio quienes decidimos como queremos que sean admi-nistrados nuestros recursos, cuando nos abstenemos de votar, es porque desconoce-mos que somos nosotros los dueños del mu-nicipio y quienes decidimos quien lo adminis-tra y quienes no, el problema es que sólo una pequeña minoría conocedora de esta situa-ción elige por todos y además no se hace un control de los recursos, por eso es que nos

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2 http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html

volvemos apáticos a los espacios de parti-cipación porque no nos sentimos dueños ni parte de nuestro municipio, y esperamos que otros decidan qué hacer con el agua, la energía, la salud, la educación…, y mi papel ésta en aceptar las decisiones de los demás, así muchas veces me vea afectado por esas decisiones, pero no hago nada para cambiar esa realidad.

¿Para votar que requiero?Es importante que conozcamos: 1) nuestro territorio, es decir el esquema ambiental con el que cuenta nuestro municipio: zonas de protección, zonas de reserva forestal, zonas de equipamiento social y ambiental 2) debo conocer los planes de gobierno de los candi-datos y evaluar cuál de esos planes respon-de de manera asertiva al ordenamiento terri-torial: a los usos del suelo, al equipamiento geográfico y social. Y sabiendo esto, puedo votar con consciencia y como habitante del municipio que conoce su realidad. La invitación concreta es que si no nos interesa votar ni participar de espacios públicos en los que se debatan la adminis-tración de los recursos públicos o el futuro de nuestro municipio, al menos enterémonos sobre el pasado, presente y futuro de nuestro municipio; sepamos identificar los recursos y los usos que le damos los habitantes y sí así no te sientes parte del Municipio, pregúntate ¿por qué vives en este territorio?, ¿qué hace que permanezcas en él?, de pronto hacién-dote estas preguntas te animas a no seguir siendo apático ante la realidad del Municipio. Y si nos preguntáramos, ¿qué piensa Jesús y la Iglesia de todo esto?Uno de los evangelios más conocidos por todos es “Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios” (Mc 12,13-17; Mt 22,15-22; Lc 20,20-26), en el que Jesús hace una clara diferencia de las obligaciones que

tenemos como cristianos, por una lado ésta toda nuestra consagración a Dios y por el otro de ser responsables como comunidad cristiana de los deberes que tenemos para con la sociedad. La Doctrina Social de la Iglesia, nos explica el mensaje de Jesús a través del do-cumento “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia” del Pontificio “Justici y Paz”, es-crito por el Pontífice Juan Pablo II, en el que nos habla específicamente en los capítulos segundo y octavo de los “Principios del Bien Común” y de la “Comunidad política”2. El papa hace referencia en el capítu-lo de: “De la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas deriva, en primer lugar, el principio del bien común, por el cual se en-tiende «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección ». Una sociedad que, en todos sus nive-les, quiere positivamente estar al servicio del ser humano es aquella que se propone como meta prioritaria el bien común, en cuanto bien de todos los hombres y de todo el hombre. Esta verdad le impone no una simple convivencia en los diversos niveles de la vida social y re-lacional, sino también la búsqueda incesante del bien, es decir, del sentido y de la verdad que se encuentran en las formas de vida social existentes: la familia, la asociación, la empresa la ciudad, la región, el Estado, entre otras. El bien común es un deber de todos los miembros de la sociedad: ninguno está exento de colaborar, según las propias capacidades, en su consecución y desarrollo. El bien común corresponde a las inclinaciones más elevadas del hombre, pero es un bien arduo de alcan-zar, porque exige la capacidad y la búsqueda constante del bien de los demás como si fuese el bien propio.

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Así mismo en el capítulo octavo nos dice: “La persona humana es el fundamento y el fin de la convivencia política. Dotado de ra-cionalidad, el hombre es responsable de sus propias decisiones y capaz de perseguir pro-yectos que dan sentido a su vida, en el plano individual y social. La comunidad política deriva de la naturaleza de las personas, cuya concien-cia «descubre y manda observar estricta-mente » La comunidad política, existe para obtener un fin de otra manera inalcanzable: el crecimiento más pleno de cada uno de sus miembros, llamados a colaborar esta-blemente para realizar el bien común, bajo el impulso de su natural inclinación hacia la verdad y el bien. La comunidad política encuentra en la referencia al pueblo su auténtica dimensión: ella «es, y debe ser en realidad, la unidad orgánica y organizadora de un verdadero pueblo ». El pueblo no es una multitud amor-fa, una masa inerte para manipular e instru-mentalizar, sino un conjunto de personas, que tiene la posibilidad de formar su opinión acerca de la cosa pública y la libertad de ex-presar su sensibilidad política y hacerla va-ler de manera conveniente al bien común. El pueblo « vive de la plenitud de vida de los

hombres que lo componen, cada uno de los cuales... es una persona consciente de su propia responsabilidad y de sus propias con-vicciones». Lo que caracteriza en primer lugar a un pueblo es el hecho de compartir la vida y los valores, fuente de comunión espiritual y moral: « La sociedad humana... tiene que ser considerada, ante todo, como una realidad de orden principalmente espiritual: que im-pulse a los hombres, iluminados por la ver-dad, a comunicarse entre sí los más diversos conocimientos; a defender sus derechos y cumplir sus deberes; a desear los bienes del espíritu; a disfrutar en común del justo placer de la belleza en todas sus manifestaciones; a sentirse inclinados continuamente a com-partir con los demás lo mejor de sí mismos; a asimilar con afán, en provecho propio, los bienes espirituales del prójimo. Todos estos valores informan y, al mismo tiempo, dirigen las manifestaciones de la cultura, de la eco-nomía, de la convivencia social, del progreso y del orden político, del ordenamiento jurídi-co y, finalmente, de cuantos elementos cons-tituyen la expresión externa de la comunidad humana en su incesante desarrollo».

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Por: Elías Lopera Cárdenas Pbro.

“A monseñor Javier Naranjo Villegas el reconocimiento de la Arquidiócesis y de la UPB por sus invaluables servicios, mientras damos gracias a Dios por su ministerio sacerdotal como miembro del presbiterio de esta Arquidiócesis y como Obispo de Santa Marta, pero sobre todo, por su testimonio de una vida intachable. Que Dios le dé muchos años.”

PASTORES QUEDEJAN HUELLA:MONSEñOR JAVIER NARANJO VILLEGAS1

Nació en Abejorral, Antioquia, que fue llamado en un tiempo “Mecenia”, el 21 de enero de

1919, en el hogar cristiano conformado por Marcial Naranjo y Soledad Villegas. Don Marcial fue herma-no del padre Abel María Naranjo, párroco en el en-tonces de Abejorral y quien facilitó que llegara a ser uno de los educadores del pueblo como maestro en la única escuela pública de la esta localidad. Doña Soledad era descendiente muy cercana del funda-dor de Abejorral, el maestro José Antonio Villegas, dueño en el entonces de lo que hoy es Abejorral, La Unión y Mesopotamia; también, emparentada con monseñor Manuel Canuto Restrepo, Obispo de Pasto, víctima de la persecución religiosa ordenada por el general Tomás Cipriano de Mosquera, pa-deció el destierro; sus hermanos José de la Cruz y Venancio Restrepo fueron políticos connotados y miembros del Congreso Nacional. Sus hermanos fueron: Leonor, Juan Bautista, Jesús, Abel, Rafael, Elena María, Lucía, Alfredo y Antonio. El padre Juan Bautista fue sacerdote de esta Arquidióce-sis y su hermano Rafael fue secretario privado del Dr. Misael Pastrana Borrero, en la Presidencia de la República. Fue bautizado por el padre Nicolás Ochoa, confirmado por monseñor Manuel José Ca-ycedo y la primera comunión de manos del padre Juan de Dios Gómez en el templo parroquial “Ntra. Sra. del Carmen” de Abejorral. Hizo los estudios de primaria en la Escuela Urbana de su pueblo natal, pasó al Seminario Me-nor de Medellín, cursó filosofía y teología en el Se-minario Mayor. Era rector del Seminario monseñor

1 El P. Eduardo Ocampo toma datos de conversaciones con monseñor Javier Naranjo.

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Juan Manuel González Arbeláez, vice-rector el padre Miguel Giraldo y prefecto el padre Bernar-do Jaramillo; reemplazados, luego, por monseñor Emilio Botero González, por monseñor Guillermo Escobar Vélez y el padre Juan Bautista Naranjo. Mientras estudiaba ocupó la secretaría del Semi-nario y fue profesor de latín en el Seminario Me-nor. Fue ordenado presbítero por monseñor Mi-guel Ángel Builes el 15 de marzo de 1942 en la Basílica Metropolitana. Fue enviado a Bogotá en 1943 a estudiar derecho canónico en la Javeria-na, pues no era posible ir a Roma por la segunda Guerra Mundial. En Bogotá pudo seguir de cerca el debate parlamentario de la Reforma Concorda-taria, cuyos máximos protagonistas fueron el Dr. Laureano Gómez y el Dr. Darío Echandía; causa en parte de la división eclesiástica en cabeza de monseñor Ismael Perdomo y Juan Manuel Gonzá-lez, el primero arzobispo en propiedad y el segun-do arzobispo coadjutor con derecho a sucesión. Recién trasladado monseñor González Arbeláez a Popayán le pregunté si conservaba el derecho a sucesión en Bogotá y me respondió: “No sé ni me interesa saberlo, solamente sé que Dios me en-comienda un rebaño y a él me consagraré”; poco después renunció a Popayán y se residenció en Madrid (España), cuando falleció lo trajeron a Rio-negro, su ciudad natal, donde fue sepultado en el camerino a los pies de la imagen de Ntra. Sra. de Arma, a quien compuso los versos más hermosos. Estando en Bogotá, en la Librería Siglo XX de pro-piedad de su hermano Rafael, pudo vivir muy de cerca la intensa actividad cultural y política del en-tonces en la Capital, tuvo la ocasión de conocer y tratar las grandes personalidades del País, como, el maestro y poeta Guillermo León Valencia, los doctores Mariano Ospina Pérez, Alfonso López Pumarejo, Eduardo Sanclemente, Alberto Lleras Camargo, Carlos Lleras Restrepo, Eliseo Arango, Guillermo León Valencia, Misael Pastrana Borre-ro, Belisario Betancur, Silvio Villegas, Fernando Londoño, Jorge Eliecer Gaitán, Darío Echandía, Abelardo Forero Benavides, Álvaro Gómez Hurta-do, Gilberto Alzate Avendaño,... Apenas ordenado sacerdote comenzó su ministerio como Coadjutor en Copacabana por

tres meses, pasó como Vicario Cooperador del P. Antonio José Gómez en Santo Domingo. Pedido por monseñor Félix Henao Botero, a su regreso de Bogotá llegó como Director Espiritual del Ba-chillerato de la UPB, luego pasó como Secretario de la Facultad de Derecho, como Vicedecano, Ca-pellán de la misma Facultad y profesor de filosofía del derecho y de derecho canónico. Trabajó en la UPB por espacio de 22 años consecutivos y du-rante los últimos años cursó los estudios del de-recho civil en la facultad de Derecho, sin obtener el título de abogado, pues nunca pensó ejercerlo. En 1968 fue nombrado párroco de San Antonio de Prado conservando las cátedras de derecho canónico en el Seminario Conciliar y en la facultad de derecho de la UPB. Fue Secretario General del Sínodo Arquidiocesano y en 1971 fue nombrado Obispo de Santa Marta por el Papa Pablo VI. El 29 de junio de 1971 en la Basílica Metropolitana fue consagrado por monseñor Angelo Palmas, Nuncio Apostólico, por monseñor Tulio Botero Salazar y monseñor Arturo Duque Villegas, co-consagrantes. Nueve años de episcopado en Santa Marta donde afrontó muchas dificultades: gran escasez de clero, la mayoría de la diócesis a la ribera del Magdalena con un clima ardiente y con condiciones muy precarias, además, del azote de las plagas. Preparó y celebró los 450 años de la fundación de la ciudad con la realización del IV Congreso Nacional Mariano. Para la ocasión con-siguió la Cruz de Boyacá para Santa Marta en la imagen de la Virgen de La Inmaculada, regalada a la ciudad por el Rey de España con el título de Gobernadora de la ciudad y Capitana del puerto y, que fue impuesta personalmente por el presi-dente de la República, Dr. Alfonso López Michel-sen. Con motivo de estas conmemoraciones creó la parroquia de Ntra. Sra. La Estrella del Mar en el Rodadero, puso las bases para el cementerio “Campos de Paz” y organizó “el Minuto de Dios” como obra social de la diócesis. El Papa Pablo VI aprobó la coronación canónica de la Virgen y así se hizo en presencia de todo el Episcopado de Colombia, que acudió a la clausura del Congreso Mariano. Para suplir la escasez del clero organi-

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zó en muchos poblados y veredas pequeñas co-munidades cristianas o grupos de base de laicos para que santificaran los domingos al celebrar el Día del Señor con la liturgia de La Palabra, antes le decíamos paraliturgias hoy las llamamos lectio divina; lo que me permitió recorrer toda la dióce-sis ejecutando el plan pastoral diocesano cuya vertebra era esta tarea evangelizadora. Pero por la intensidad del trabajo, por los grandes retos y desafíos de la época, por sentir gran impotencia e incapacidad debido a sus quebrantos de salud, en conciencia tomó la decisión de renunciar y así lo hizo en 1980. Aceptada la renuncia por la San-ta Sede quiso pasar su vida en oración en alguna abadía de Europa o Tierra Santa. Visitó varias y se decidió por la abadía benedictina de Tierra Santa. Comenzando esta experiencia tuvo que regresar a Colombia por compromisos de familia, ubicándose en la finca San Marcial, propiedad de su familia en San Antonio de Prado, donde organizó un “Foyer de Charité”, experiencia y escuela de espirituali-dad tomada de Francia y a la que se dedicó hasta el 2001. En este año regaló a la Arquidiócesis de Medellín la finca de San Marcial, para que adelan-tara una obra de evangelización como la que ha llevado a cabo monseñor Gilberto Jiménez Naváez con la colaboración de la hermanas de la Presen-tación y fijó su residencia en Madrid, España, en la Casa de las Hermanitas de los pobres. En el 2007 regresó de España y se estableció en el Hogar Sacerdotal “Pedro Pablo Isaza”, donde convive con varios sacerdotes al cuidado de las hermanas Auxiliadoras de Cristo Sacerdote y personal laico competente. Su ministerio sacerdotal transcurrió en la labor pastoral como vicario cooperador y como párroco en breves períodos, porque se centró en la educación como catedrático y en cargos admi-nistrativos en la UPB durante 22 años; donde se destacó por su basta cultura, su nobleza, su bon-dad de corazón, su don de gentes y su entrega incondicional en lo administrativo, en la académico y en el testimonio irreprensible de su vida sacer-dotal en los cargos que desempeñó con lujo de competencia en la universidad. Aceptó la desig-nación del Papa Pablo VI como Obispo de Santa

Marta y en los 9 años de pastoreo mostró sus ca-pacidades administrativas y su espíritu de servicio como evangelizador y apóstol; procuró el aumento del presbiterio, vigiló la integridad de la fe y de las costumbres, buscó la necesaria renovación pasto-ral, siguió en todo los preceptos de Dios y de la Iglesia, pero sobre todo dejó el testimonio de una vida irreprochable por su modestia y sobriedad, su sensatez, su caballerosidad, el desprendimiento del dinero y de los bienes materiales, por ser muy apacible, por su anhelo de santidad, su búsqueda de una sólida vida espiritual y de oración en donde buscaba una plena comunión con Dios desde el amor sincero y sencillo a los hermanos. Como un prelado muy ilustrado mostró su aptitud para ense-ñar a tiempo y a destiempo el Evangelio y la Doctri-na de la Iglesia, preocupado por elevar la calidad de su clero y por la formación de los laicos. La bús-queda de una vida espiritual más profunda y el an-helo de santidad lo llevó al silencio y a la soledad en la vida monacal y en la Foyer de Charité duran-te 21 años; donde se esforzó por acompañar a los que deseando consagrarse a Dios lo abordaban en San Marcial, donde ofrecía una escuela auténtica de vida cristiana y de profunda espiritualidad evan-gélica. Es un lector empedernido; es un adicto a los medios de comunicación donde vive informado de todo, ni la limitación visual es obstáculo para usarlos; le encanta la música, el intercambio y la conversación; goza con la oración y lo animan las magníficas relaciones humanas que siempre ha cultivado; en el Hogar reconocemos y aplaudimos su trato esquicito, sencillo y fraterno con todos. Conformando la Biblioteca Los Sarmientos ha pu-blicado varias obras escritas por sus hermanos, como la escrita por su hermano Jesús sobre Je-sucristo y, también, los apuntes de sus clases de Filosofía del Derecho y de Derecho Canónico. A monseñor Javier Naranjo Villegas el re-conocimiento de la Arquidiócesis y de la UPB por sus invaluables servicios, mientras damos gracias a Dios por su ministerio sacerdotal como miem-bro del presbiterio de esta Arquidiócesis y como Obispo de Santa Marta, pero sobre todo, por su testimonio de una vida intachable. Que Dios le dé muchos años.

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PASTORES QUEDEJARON HUELLA:PBRO. GUSTAVO JULIO GÓMEZ GIRALDO

Por: Elías Lopera Cárdenas. Pbro

“Fue un sacerdote que era como un volcán de ideas y proyectos (cf. Su director de tesis en Roma); un intelectual que escribió sobre cibernética, mariología, neumatología,... Por su natural inclinación social buscó hacer grandes obras sociales a favor de los pobres: vivienda, mercados, comedores, talleres, bolsas de empleo,... Consejero y asesor de profesionales y jóvenes.”

El padre Gustavo Gómez nació en Angeló-polis, Antioquia, el 22 de septiembre de

1940, hijo legítimo de Ismael Santiago Gó-mez Naranjo e Isaura María Giraldo Valen-cia. Compartió su crianza y formación en una familia numerosísima, con 20 hermanos me-dios, los Gómez Pineda, del primer matrimo-nio de su papá, de los que hay un sacerdote el padre Francisco, llamado el padre Pío y la hermana Blanca Estela, terciaria capuchina; y 9 hermanos del segundo matrimonio, los Gómez Giraldo: Libia Ester, Alvaro Ernesto (sacerdote de la Arquidiócesis de Medellín que ayuda en Santa Rita de Cassia), Am-paro, Fabiola, Luz Estela, María Ofelia, Fer-nando Alberto, Gloria Cecilia y †Nelly. En el templo “Los Santos Ángeles” de su pueblo natal celebró los sacramentos de la inicia-ción cristiana. En el bachillerato de la UPB cursó la primaria. Ingresó al Seminario Menor de Me-dellín y pasó al Seminario Mayor a filosofía y teología. Recibió la tonsura el 21 de marzo de 1963, las primeras órdenes menores el 22 de septiembre de 1964 y las segundas el 24 del mismo mes y año, el subdiaconado el 3 de diciembre de 1964, el diaconado el 10 de febrero de 1965 y el presbiterado el 12 de junio de 1965, en la capilla del Seminario Menor, de manos del monseñor Tulio Bote-ro Salazar, Arzobispo de Medellín. Inició sus estudios de especialización en teología en la

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Javeriana y vivía en el Aloisiano, de allí viajó a Roma a terminarlos y se doctoró en teolo-gía-mariología y sociología en la Gregoriana y en el Angélicum, cursó al mismo tiempo ambas disciplinas. Sirvió a la Arquidiócesis de Medellín desempeñándose como Vicario parroquial en Puerto Berrío y en Inzá (Cauca). Capellán del Instituto popular de Medellín. Profesor de la facultad de teología de la UPB y del Seminario Conciliar, de sociología en la universidad San Buenaventura, donde fue director del área aca-démica y del postgrado, profesor de cibernética en Eafit y de ética en la facultad de comunica-ción social de la UPB. Director Ejecutivo de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Asesor de Sura-mericana y de Industrias El Cid. Párroco de Ntra. Sra. de Chiquinquirá (1983-1994) donde ges-tionó los planos y permi-sos para la construcción de la parroquia, logrando la construcción del templo. Pasó a la Madre del Verbo Divino (1997-2004) y fue designado para Ntra. Sra. del Carmen en Itaguí pero duró pocos días. Por su cuenta organizó la Casa de oración “Jesús Vive” en Laureles, transversal 39, 71-116, donde seguía ejerciendo su minis-terio y haciendo el apostolado con clara orientación carismática, pues desde hacía 35 años pertenecía al Movimiento Caris-mático Internacional. Fue un sacerdote que era como un volcán de ideas y proyectos (cf. Su director de tesis en Roma); un intelectual que escri-

bió sobre cibernética, mariología, neuma-tología,... Por su natural inclinación social buscó hacer grandes obras sociales a favor de los pobres: vivienda, mercados, come-dores, talleres, bolsas de empleo,... Con-sejero y asesor de profesionales y jóvenes. De magníficas relaciones humanas y gran conversador. Directo y claro en sus afirma-

ciones, muy crítico y locuaz. De marcada orientación carismática en su apostolado que lo movió a ritos y prac-ticas piadosas pecu-liares. Enamorado de la Virgen María en su advocación de “María Auxiliadora” y del Co-razón de Jesús. Con su risa a flor de piel acogía a todo el mundo, ricos y pobres y era muy ape-gado a su familia. Accidentalmen-te al rodar por las es-caleras de la Notaría Sexta de Medellín, al frente de la UPB, en la circular 1 con la 72, des-cansó en el Señor el 13

de septiembre. Celebramos la Pascua del pa-dre Gustavo Gómez y damos gracias de Dios por su ministerio sacerdotal. A su distinguida familia le reconocemos agradecidos el don a la Iglesia de tres sacerdotes: Pío, Álvaro y Gustavo, además su sobrino el padre Julián Gómez Mejía y que Dios los consuele. Que el Señor de la Vida conceda al padre Gustavo la paz inmutable en el Reino de los cielos.

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ANIVERSARIOS PARROQUIALES EN LA ARQUIDIÓcESIS DE MEDELLÍN

Por: Pedro Antonio Ospina Suárez. Pbro.

“En plenas fiestas navideñas del año 1941 (justo el 24 de diciembre, vigilia de la Natividad de N.S. Jesucristo), el arzobispo erige las parroquias de El Calvario y El Sagrado Corazón de Jesús: “considerando: 1º. La necesidad que hay de erigir dos parroquias más en esta ciudad de Medellín, por razón del número considerable de fieles, y las dificultades que éstos tienen, a causa de las distancias para concurrir a las iglesias parroquiales...”

1 Se recuerda que para el año 1962 –inicio del Concilio-, fungía como arzobispo de Medellín el señor Botero Salazar (1958-1979), quien en el año inmediatamente anterior había erigido la sorprendente cifra de 50 nuevas parroquias (Véase: «El arzobispo Tulio Botero Salazar y la creación de 50 parroquias en 1961», en El Informador 185 (julio-agosto 2011), 18s, del mismo autor del presente artículo).

C omo no le es posible al Obispo, siempre y en todas partes, presidir personalmente

en su Iglesia a toda su grey, debe por necesi-dad erigir diversas comunidades de fieles. En-tre ellas sobresalen las parroquias, distribuidas localmente bajo un pastor que hace las veces del Obispo, ya que de alguna manera repre-sentan a la Iglesia visible establecida por todo el orbe. De aquí la necesidad de fomentar teó-rica y prácticamente entre los fieles y el clero la vida litúrgica parroquial y su relación con el Obispo (Sacrosanctum Concilium, 42). Podría decirse que los obispos y arzo-bispos que la Iglesia de Medellín tuvo hasta el inicio del Concilio Vaticano II, bien que cum-plieron la exhortación lanzada en el documento magisterial: un total de 123 parroquias habían sido erigidas hasta el año 1962.1 Ya en el mis-mo año en que fue elevada a la categoría de arquidiócesis (1902), el delegado apostólico Monseñor Antonio Vico, ejecutor del decreto consistorial del papa León XIII (1878-1903), re-conocía: “maravilla podría causar a cualquiera el ver que la sede episcopal de Medellín, pocos años ha establecida [1868], tanto y tan pronto hubiera florecido de suerte que a juicio de to-dos en esplendor y excelencia se aventaje con mucho a las demás sedes episcopales de la república. Todo esto debe redundar en alaban-za de los habitantes de aquella región quienes, cuanto ven convenir al bien y utilidad de la reli-

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2 PIEDRAHÍTA E., Javier et BRONX, Humberto, Historia de la Arquidiócesis de Medellín, Medellín 1968, 93 3 CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Apostolorum Successores -Directorio para el ministerio de los obispos-, 214 (22-02-2004). Puede consultarse la versión digital de este documento en el sitio internet del Vaticano (www.vatican.va/roman_curia/congregations/cbishops/documents/). 4 MESA, Carlos E., La iglesia y Antioquia. Derrotero histórico y panorama actual, Medellín 1983, 274. El p. Javier Piedrahíta afirma que las dos primeras frases trascritas están grabadas en mármol al pie de la estatua de Monseñor Cayzedo, frente a la curia arzobispal. Otros datos biográficos del arzobispo, tomados del sitio internet Wikipedia, para la Arquidiócesis de Medellín, son: “El 14 de diciembre de 1905, fue trasladado desde la arquidiócesis de Popayán a Medellín, Manuel José Caicedo [sic], y quien llegó a la

gión y de la república, lo emprenden con pronti-tud y energía y lo llevan a cabo con éxito feliz”2.

El 22 de febrero de 2004, la Congregación para los obispos emanó el documento ApostolorumSuccessores(Directorio para el ministerio de los obispos); en el ítem Planificación de la creación de parroquias, se establece:

El obispo diocesano se preocupará de orga-nizar las estructuras pastorales de tal modo que se adapten a las exigencias de la cura de almas, con una visión global y orgánica que ofrezca la posibilidad de una penetración ca-pilar. Cuando lo aconseje el bien de los fieles, después de haber escuchado al Consejo Pres-biteral, deberá proceder a la modificación de los límites territoriales, a la división de las pa-rroquias demasiado grandes y a la fusión de las pequeñas, a la creación de nuevas parro-quias o de centros para la asistencia pastoral de comunidades no territoriales, e igualmente a una nueva organización global de las parro-quias de una misma ciudad. […] Considerando el desarrollo demográfico de la diócesis, así como los planes edilicios y de industrialización programados por la autoridad civil, el Obispo se preocupará de prever oportunamente las áreas de ubicación de las futuras iglesias o de asegurarse con tiempo los espacios e instru-mentos jurídicos necesarios para la creación de las parroquias, de tal manera que se evite que, por descuido, se encuentre posteriormen-te sin espacios disponibles o que los habitan-tes de la zona se alejen de la práctica religiosa, porque no cuentan con los medios adecuados. En estos casos, es mejor destinar cuanto antes los ministros dedicados a la asistencia de los fieles, sin esperar la conclusión de los trabajos. Cuando los Institutos religiosos, las Socieda-des de vida apostólica u otras instituciones o

personas quieran construir una iglesia en el te-rritorio de la diócesis, deben obtener el permi-so escrito del Obispo. Para tomar la decisión, el Obispo escuchará al Consejo Presbiteral y a los párrocos de las iglesias vecinas, analizan-do si la nueva iglesia constituirá un bien para las almas y si los promotores disponen de los ministros y de los medios suficientes para la construcción y el culto.3

1. PARROQUIAS QUE CUMPLEN 80 AÑOS.El señor Manuel José Cayzedo, segundo arzo-bispo de Medellín, llegó a la ciudad en agosto de 1906. En su discurso de saludo a la ciudad decía, entre otros apartes: “Vosotros me ama-réis y mi corazón os pertenecerá; vengo a do-minar por el amor y no por la fuerza […] Yo voy doblando la cima de la vida; pero todo lo ofren-daré al bien de mis prójimos; todo lo daré por vosotros, hasta mi vida, menos mi alma que es lo único que me pertenece y no puedo sacrifi-car. A veces tendrá que asentarse con alguna fuerza no mi mano sino mi báculo y eso será contra el querer de mi corazón”4. Afirma el padre Javier Piedrahíta: “el arzobispado de Medellín, en 1906 y por muchí-simos años comprendió 44 Municipios, varios Corregimientos y 50 parroquias […] Casi todas las parroquias eran accesibles únicamente a lomo de mula, por caminos de herradura […] La Arquidiócesis se extendía desde los con-fines de Aquitania y San Luis, orillas del río Magdalena hasta los linderos del río Cauca por Titiribí, y Sta. Bárbara […] Por toda la época de Monseñor Cayzedo, debido a las condiciones sociales de los habitantes; a la asiduidad y sa-crificios con que todos los fieles solían acudir a buscar a su Párroco y al lento crecimiento demográfico, el número de parroquias creadas fue escaso”5. El autor hace referencia a siete nuevas iglesias erigidas en igual número de

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6 Archivo de la Cancillería, Decretos arzobispales, Tomo V (1925-1932), ff. 314.315.321. El decreto en cuestión agrega, en la sección de los considerandos: “b) Que al quedar vacante la iglesia que ha venido sirviendo de Catedral es conveniente que pase a ella la sede de la parroquia de La Catedral la cual ha tenido como iglesia la de San José. c) Que se debe aprovechar también la iglesia de San José fundando una nueva parroquia con este nombre. d) Que está ya prácticamente terminada la iglesia de N. Señora del Sagrado Corazón y se halla rodeada de un núcleo de población crecido y retirado de las otras iglesias, siendo por lo tanto, iglesia indicada para la erección de otra nueva parroquia […]”; y en la sección de lo decretado, agrega: “2º. Trasládase la parroquia de La Catedral de la iglesia de San José a la de N. Señora de la Candelaria, conservando su nombre de parroquia de La Catedral y teniendo como Patrona a la misma de la ciudad N. Señora de la Candelaria […]” (Ibid., 314-316).7 MESA, Carlos E., La iglesia y Antioquia, 276. El padre Juan Botero Restrepo escribió en 1970 una obra titulada Monseñor Salazar y Herrera, Ed. Granamérica, Medellín, 432 p.

pueblos entre 1909 y 1928, a las cuales ha-bría que agregar la de N. S. del Sufragio (ba-rrio Boston) en 1922 y otras dos, las cuales, en este año 2011, estarían cumpliendo sus ochen-ta años de fundación: se trata de las parroquias de N.S. del Sagrado Corazón (barrio Buenos Aires) y San José (centro). El decreto arzobispal No. 373 reza así, entre otros parágrafos: Nos Manuel José Cayzedo por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica Arzobis-po de Medellín, Asistente al Solio Pontificio y considerando: a) Que ha aumentado notable-mente el número de habitantes de la ciudad de Medellín y se ha extendido el área urbana haciéndose difícil la administración parroquial […] f) Haciendo uso de nuestra autoridad or-dinaria como Arzobispo de Medellín, decreta-mos: 1º. Créanse en la ciudad dos parroquias más. La de San José, en la iglesia del mismo nombre, que tendrá como Patrono al Santo Pa-triarca; y la de N. Señora del Sagrado Corazón, quien será su Patrona y en la iglesia del mismo nombre. […] Dado en Medellín, el día nueve de julio, fiesta de N. Señora de Chiquinquirá, Reina de Colombia, del año de 1931 .Firmado: Manuel Jose Arzobispo de Medellín. Enrique Uribe Srio.6

2. PARROQUIAS QUE CUMPLEN 70 AÑOS. Al señor Cayzedo le sucede en la sede mede-llinense el señor Tiberio de J. Salazar y He-rrera (1935-1942), en cuyos dos primeros años fungió como arzobispo coadjutor con derecho

a sucesión. Afirma el padre Carlos E. Mesa: “El Padre Juan Botero, su excelente biógrafo [del señor Salazar y Herrera], lo califica de «cam-pechano y sencillo, bonachón y trabajador»”7. El nuevo prelado se destacó, entre otras co-sas, por su infatigable atención al área de la educación católica: figurará para la posteridad como el fundador de la Normal Antioqueña de Señoritas (primera normal católica fundada en América) y la Universidad Católica Bolivaria-na, ambas instituciones de plácemes por estos días al llegar a sus 75 años de existencia.8

En plenas fiestas navideñas del año 1941 (justo el 24 de diciembre, vigilia de la Na-tividad de N.S. Jesucristo), el arzobispo erige las parroquias de El Calvario y El Sagrado Cora-zón de Jesús: “considerando: 1º. La necesidad que hay de erigir dos parroquias más en esta ciu-dad de Medellín, por razón del número conside-rable de fieles, y las dificultades que éstos tienen, a causa de las distancias para concurrir a las iglesias parroquiales, necesidad que no queda suficientemente atendida espiritualmente con el nombramiento de más vicarios cooperadores”9.

3. PARROQUIA QUE CUMPLEN 60 AÑOS.En la fiesta de San Agustín (28 de agosto de 1951), el nuevo arzobispo –y en el noveno ani-versario de su posesión canónica- erige simul-táneamente 18 nuevas parroquias. El señor Joaquín García Benítez (1942-1958) “fue todo un carácter […] No fue un hombre común. Su exterior continente aristocrático; sus maneras viriles y exquisitamente cultas, su rostro seve-

capital antioqueña el 12 de agosto de 1906. Caicedo fue el prelado que por más tiempo gobernó la sede episcopal de Medellín, pues estuvo hasta 1935, cuando se le nombró a su sucesor monseñor Tiberio de Jesús Salazar y Herrera, como Administrador Apostólico. Al arzobispo Caicedo, le correspondió la instalación de la Conferencia Episcopal en 1908, cuando comenzó como reunión Provincial y asistió a las ocho primeras conferencias. […] Realizó varias visitas pastorales a todas las parroquias de la jurisdicción. […] A Caicedo, le correspondió poner en práctica el nuevo Código de Derecho Canónico (1917) y elaborar circulares al clero sobre la manera de aplicarlo. También le tocó terminar la obra negra de la Catedral de Villanueva y hacer su respectiva decoración, para lo cual, contrató al arquitecto italiano Giovanni Buscaglione, hermano salesiano […] También se le encargó el diseño y construcción de la nueva sede del seminario mayor, inaugurado en 1928 (hoy funciona el Centro Comercial Villanueva y la curia en el tercer piso). […] El 12 de agosto de 1931, fue inaugurada oficialmente la nueva catedral como templo catedralicio en una solemne ceremonia presidida por el arzobispo Caicedo. Además, el Templo de La Candelaria, que durante 63 años mantuvo la catedralidad volvió al culto parroquial. La lucha de Caicedo se centró contra el modernismo, por lo cual no lo dudo a la hora de excomulgar o prohibir publicaciones. Además, todo lo pertinente al ramo de la educación debía pasar antes por sus manos, para estudiarlo cuidadosamente y vigilar que no tuviera faltas contra la doctrina cristiana. Su intervención en política figura en la historia de Colombia por sus discrepancias con Ismael Per-domo Borrero, arzobispo de Bogotá”.5 PIEDRAHÍTA E., Javier, Historia de la Arquidiócesis de Medellín, 100

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ro y su fijo mirar penetrante era reflejo de una recia contextura espiritual. Varón de sorpren-dente rectitud nunca supo decir palabras que no estuvieran a tono con su espíritu”.10

El decreto arzobispal No. 354 comienza de la si-guiente manera: “Considerando: que el rápido crecimiento de nuestra ciudad arzobispal, ha dado cabida a numerosos y extensos barrios, unos de densa población y distantes otros de sus respec-tivas iglesias parroquiales. Que esto es causal suficiente para la creación de nuevas parroquias […]”11. Las iglesias erigidas mediante dicho decre-to son las siguientes:

Cristo Rey (barrio Guayabal)La Santísima Trinidad (barrio Antioquia)Nuestra Señora de Fátima (barrio Nutibara)Nuestra Señora del Santísimo Sacramento (en el barrio de la U. Pontificia Bolivariana)Santa Teresa del Niño Jesús (barrio de la Coo-perativa)Nuestra Señora del Carmen (San Javier)San Judas Tadeo (Castilla)San Cayetano (Aranjuez)San Francisco de Paula (barrio Berlín)El Sagrario (barrio de Templete Eucarístico)Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (en la salida al Poblado)Nuestra Señora del Pilar (barrio España)

10 Palabras pronunciadas por el padre Fernando Gómez en las honras fúnebres del prelado (tomado de MESA, Carlos E., La iglesia y Antioquia, 277). Algunos datos biográficos del arzobispo, tomados del sitio internet Wikipedia, para la Arquidiócesis de Medellín, son: “eudista, fue nombrado como arzobispo de Medellín el 8 de mayo de 1942, y tomo posesión de la Sede Metropolitana el 28 de agosto de ese mismo año. Obtuvo para la catedral el título de basílica menor. Ordenó la ampliación de dos años en los estudios del seminario mayor; decretó la creación del seminario menor para funcionar en una edificación diferente de la del mayor y vigiló la construcción del edificio correspondiente. Reformó los estatutos del seminario y creó el “Seminario para vocaciones tardías San Pedro”. Construyó un nuevo edificio para la Curia, adyacente al palacio arzobispal que sirvió de residencia al obispo auxiliar, Buenaventura Jáuregui. Reunió el Segundo Sínodo Diocesano que introdujo cambios fundamentales […]. Se implantó por primera vez, las prestaciones sociales para los sacerdotes, fijando un porcentaje de los estipendios parroquiales. Admitió cerca de 15 comunidades religiosas y patrocinó la creación de las Monjas de la Anunciación. Creó en 1945 la Organización Católica Social Arquidiocesana -OCSA-, que orientó todo el movimiento sindical con base en la doctrina Pontificia. Obtuvo para la Universidad Católica Bolivariana el título de Pontificia, y para la parroquia de la Candelaria, la coronación Canónica del cuadro de Nuestra Señora de la Can-delaria. En julio de 1957, adquirió la finca la Polka en el sector llamado Loreto en las afueras de la ciudad de Medellín, para construir la nueva sede del seminario mayor. […] En 1958, entró como arzobispo Tulio Botero Salazar, para suceder a García, quién había presentado renuncia”.11 Archivo de la Cancillería, Decretos arzobispales, Libro 21-8 (1946-1952), ff.436-43712 CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS, Apostolorum Successores -Directorio para el ministerio de los obispos-, 210.

El Salvador (barrio El Salvador)La Milagrosa (barrio Quijano)Nuestra Señora de Los Dolores (Las Estan-cias)Niño Jesús de Praga (Enciso)La Sagrada Familia (Villa Hermosa)Santa Ana (Manrique Oriental)

Finalmente, cabe agregar lo que el mencionado documento de la Congregación para los obispos recomienda acerca de lo que debe ser la organi-zación diocesana de la estructura parroquial: Te-niendo en cuenta la distribución de la población del territorio, [dicha organización] debe preocu-parse de que los fieles puedan ser una verda-dera comunidad eclesial que se encuentra para celebrar la Eucaristía, que acoge la Palabra de Dios, y que vive la caridad mediante las obras de misericordia corporales y espirituales; así mismo debe preocuparse de que sus pastores puedan conocer personalmente a los fieles y prestarles una continua asistencia pastoral. En particular, hay que facilitar a los párrocos y a los vicarios parroquiales el cumplimiento de los deberes que la disciplina canónica les confía: la transmisión de la Palabra de Dios, la celebración de la li-turgia y la administración de los Sacramentos, especialmente las celebraciones llamadas pa-rroquiales, y la solícita presencia pastoral junto a los fieles, sobre todo los más necesitados.12

8 Algunos datos biográficos del arzobispo, tomados del sitio internet Wikipedia, para la Arquidiócesis de Medellín, son: “En 1932, fue nombrado como arzobispo Coadjutor, Tiberio de Jesús Salazar y Herrera, quien se desempeñaba como obispo de Manizales, más adelante, debido a la vejez y enfermedad de Caicedo, fue nombrado en 1934, como Administrador Apostólico ad nutum y en 1935, como administrador apostólico con todos los poderes. El 22 de junio de 1937, comenzó a ser arzobispo de Medellín al morir Caicedo. Salazar y Herrera fundó el 1 de febrero de 1938 el periódico oficial de la arquidiócesis con el nombre de “Boletín Arquidiocesano”, el cual se publicó hasta 1963. Pensó en independizar el seminario menor para que funcionara en distinto edificio del mayor, para lo cual consiguió la finca Betania, ubicada en el sector llamado el Cuchillón, pero no logró dar el decreto (actualmente se encuentra allí el Batallón Bomboná). En 1936, fundó dos instituciones educativas, la Universidad Católica Bolivariana y la Normal de Señoritas. Realizó una visita Ad-Limina. En 1935 organizó y presidió el Congreso Eucarístico Nacional en Medellín, y como recuerdo de este evento se dispuso la adoración perpetua del Santísimo Sacramento en el templo de San Juan de Dios. Aprobó a las Siervas del Santísimo como comunidad religiosa. El 4 de marzo de 1942 Salazar y Herrera murió en Medellín y fue sepultado en la Catedral Metropolitana. Fue llamado el arzobispo de la educación”.9 Archivo de la Cancillería, Decretos arzobispales, Libro 21-7 (1940-1945), Decreto No. 362, f.99.

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