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El juego y los juguetes FLORENCIO OLLE RIBA Licenciado en Pedagogía y director técnico (P. E.) del Colegio Nelly (Barcelona) La actividad lúdica a que se entrega el niño desde los albores de su infancia no puede ser considerada como una interesada distracción ni como un halago a sus sentidos, aunque tenga. en ciertos momentos y en ciertas épocas de su vida, algo de lo uno y de lo otro. El juego del niño responde a una necesidad de su naturaleza que, de manera instintiva, le in- duce a buscar en esta actividad una serie de re- cursos que le faciliten el perfecto desarrollo de todas sus facultades, tanto mentales como físicas, con proyecciones a su adaptación al medio social. Muchos han sido los psicólogos que se han su- cedido en el intento de dar una interpretación racional a este cúmulo de variadas actividades que rodean al niño en todos los momentos de su infancia. Pero, en realidad, hasta fecha muy re- ciente, y basándose en estudios y observaciones totalmente comprobadas por la moderna biología. no se ha sabido dar una respuesta convincente para poner de relieve la necesidad que tiene el niño de tal actividad para aflorecer, perfilar y sublimar las más diversas facetas de su proceso de desarrollo, tanto en lo intelectual como en lo emocional y físico. para la total superación de sus etapas evolutivas. La opinión más generalizada entre los padres que deben soportar los inconvenientes, a veces Incontenibles, de la actividad del niño es que el juego es un entretenimiento, una distracción o una imitación, a lo que el niño se entrega para diluir su vitalidad sobrante. Creen que. de no ser así. de no disponer de los recursos que el juego proporciona. tal vitalidad divagaría. sin fin ni objeto, de manera desbordante en actividades in- concretas, y hasta perjudiciales para el niño, du- rante las horas de vigilia de que dispone en el seno de hogar. Es verdad que el niño necesita motivos de ac- tividad para encauzar sus fuerzas vitales en ple- nitud de desarrollo, pero tal finalidad no lo es en sentido totalmente exclusivista, pues continua- mente podemos comprobar que el niño juega de manera ininterrumpida en todos los momentos y ocasiones posibles, incluso cuando está fatiga- do o se halla convaleciente de cualquier enferme- dad, momentos en que, como es natural, su vita- lidad se halla completamente ausente o agotada por faltarles las energías que una tal actividad reclama desde el punto de vista de la energía acumulada. Por otro lado, es un hecho reiteradamente com- probado que los niños, en sus juegos, no siempre imitan las acciones observadas en su medio, sino que, por lo regular, su iniciativa va creando con- tinuas situaciones en las que unas veces la fan- tasía y otras su absurda excentricidad es el prin- cipal motor que estimula sus actividades lúdicas. Asimismo es fácil observar cómo el niño, des- de los primeros meses de su vida y en una época en que sus reacciones mentales están lejos de proporcionarle la más simple idea de comprensión de sus acciones, y de cuanto le rodea, juega de manera incipiente, pero real, buscando colmar las exigencias de su instinto que le obliga a una serie de inconscientes reiteraciones de carácter lúdico que, en apariencia, no satisfacen ninguna necesidad de su espíritu. Pero tales reiteraciones, tal inconcreta y anodina actividad, en realidad, es tan necesaria para su expansión espiritual como el aire lo es para su vida corporal. Por tanto, a una razón más profunda, si no única y exclusiva, por lo menos básica y funda- mental, tenían que obedecer estos impulsos que dominan la vida del niño, principalmente en un periodo de su existencia en la que la evolución reclama la concentración de todas las energías para superar los difíciles escollos que el desarro- llo encuentra a cada paso para la adaptación y supervivencia del individuo. Planteado así el problema, pronto se cayó en la cuenta de que la vitalidad que el juego recla- ma lleva aparejada una perfecta estructuración, tanto en lo físico como en lo mental, actualizan- do lo de mens sana in corpore sano, como había preconizado Juvenal. De tal armonioso equilibrio dependía el clima apropiado que exigen las fun- ciones biológicas para la puesta en marcha de la misión especifica de los sentidos, antesala. armazón y soporte de la iniciación de la vida

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El juego y los juguetes

FLORENCIO OLLE RIBA

Licenciado en Pedagogía y director técnico (P. E.)

del Colegio Nelly (Barcelona)

La actividad lúdica a que se entrega el niñodesde los albores de su infancia no puede serconsiderada como una interesada distracción nicomo un halago a sus sentidos, aunque tenga.en ciertos momentos y en ciertas épocas de suvida, algo de lo uno y de lo otro.

El juego del niño responde a una necesidad desu naturaleza que, de manera instintiva, le in-duce a buscar en esta actividad una serie de re-cursos que le faciliten el perfecto desarrollo detodas sus facultades, tanto mentales como físicas,con proyecciones a su adaptación al medio social.

Muchos han sido los psicólogos que se han su-cedido en el intento de dar una interpretaciónracional a este cúmulo de variadas actividadesque rodean al niño en todos los momentos de suinfancia. Pero, en realidad, hasta fecha muy re-ciente, y basándose en estudios y observacionestotalmente comprobadas por la moderna biología.no se ha sabido dar una respuesta convincentepara poner de relieve la necesidad que tiene elniño de tal actividad para aflorecer, perfilar ysublimar las más diversas facetas de su procesode desarrollo, tanto en lo intelectual como en loemocional y físico. para la total superación desus etapas evolutivas.

La opinión más generalizada entre los padresque deben soportar los inconvenientes, a vecesIncontenibles, de la actividad del niño es que eljuego es un entretenimiento, una distracción ouna imitación, a lo que el niño se entrega paradiluir su vitalidad sobrante. Creen que. de no serasí. de no disponer de los recursos que el juegoproporciona. tal vitalidad divagaría. sin fin niobjeto, de manera desbordante en actividades in-concretas, y hasta perjudiciales para el niño, du-rante las horas de vigilia de que dispone en elseno de hogar.

Es verdad que el niño necesita motivos de ac-tividad para encauzar sus fuerzas vitales en ple-nitud de desarrollo, pero tal finalidad no lo es ensentido totalmente exclusivista, pues continua-mente podemos comprobar que el niño juega demanera ininterrumpida en todos los momentosy ocasiones posibles, incluso cuando está fatiga-

do o se halla convaleciente de cualquier enferme-dad, momentos en que, como es natural, su vita-lidad se halla completamente ausente o agotadapor faltarles las energías que una tal actividadreclama desde el punto de vista de la energíaacumulada.

Por otro lado, es un hecho reiteradamente com-probado que los niños, en sus juegos, no siempreimitan las acciones observadas en su medio, sinoque, por lo regular, su iniciativa va creando con-tinuas situaciones en las que unas veces la fan-tasía y otras su absurda excentricidad es el prin-cipal motor que estimula sus actividades lúdicas.

Asimismo es fácil observar cómo el niño, des-de los primeros meses de su vida y en una épocaen que sus reacciones mentales están lejos deproporcionarle la más simple idea de comprensiónde sus acciones, y de cuanto le rodea, juega demanera incipiente, pero real, buscando colmarlas exigencias de su instinto que le obliga a unaserie de inconscientes reiteraciones de carácterlúdico que, en apariencia, no satisfacen ningunanecesidad de su espíritu. Pero tales reiteraciones,tal inconcreta y anodina actividad, en realidad,es tan necesaria para su expansión espiritualcomo el aire lo es para su vida corporal.

Por tanto, a una razón más profunda, si noúnica y exclusiva, por lo menos básica y funda-mental, tenían que obedecer estos impulsos quedominan la vida del niño, principalmente en unperiodo de su existencia en la que la evoluciónreclama la concentración de todas las energíaspara superar los difíciles escollos que el desarro-llo encuentra a cada paso para la adaptación ysupervivencia del individuo.

Planteado así el problema, pronto se cayó enla cuenta de que la vitalidad que el juego recla-ma lleva aparejada una perfecta estructuración,tanto en lo físico como en lo mental, actualizan-do lo de mens sana in corpore sano, como habíapreconizado Juvenal. De tal armonioso equilibriodependía el clima apropiado que exigen las fun-ciones biológicas para la puesta en marcha dela misión especifica de los sentidos, antesala.armazón y soporte de la iniciación de la vida

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intelectiva y afectiva en un futuro no lejano desu progresiva evolución

El juego, pues, actúa como verdadero estimu-lante del sistema nervioso en los primeros tiem-pos de la vida del niño, en una época en quelos centros nerviosos se hallan defectuosamentedesarrollados y cuando muchas fibras del cere-bro no han adquirido todavía la suficiente can-tidad de mielina para el apropiado uso de lossentidos.

La actividad lúdica a la que, de manera ins-consciente, se entrega el niño durante los pri-meros meses de su vida es el elemento más efi-caz para ayudarle a superar estas deficienciasestructurales que presenta su aparato sensorialen la época de su nacimiento.

A medida que estos estímulos se van multipli-cando y, en consecuencia, el sistema nervioso seva perfilando, los sentidos, uno tras otro, inva-den la escena de la actividad ordenada con lasrealidades de que son portadores. Su más inme-diata repercusión es el inicio de la actividadmental, en una progresiva superación, que setraduce en actividades más conscientes y delibe-radas en las que el juego, como elemento pri-mordial, estimula el necesario desarrollo del or-ganismo todo, desplegando los valores intelectua-les de que el niño es portador y que paulatina-mente se irán traduciendo en las más variadasrealizaciones de su vida en general.

Cuando este momento es una auténtica reali-dad, cuando la vida del niño obedece a una re-lativa plenitud de facultades que lo hacen cons-ciente de sus actos, hasta donde es dable exigira su particular condición infantil, el niño tienesuficientes elementos de juicio para condicionarsu entrega a una serie de actividades deseadas.En este momento el juego deja de ser una nece-sidad puramente instintiva para convertirse, porderivación, en una serie de manifestaciones don-de la iniciativa interesada multiplica las opor-tunidades para su adaptación.

Entonces, unas veces por pura satisfacción yotras por asociación de ideas o por imitación, vatomando posesión de su indecisa personalidad, alpropio tiempo que perfecciona el desarrollo desus sentidos con el placer que le proporcionan lassensaciones de sus percepciones y el desarrollode su organismo físico por la actividad a que seentrega.

Y así, al ampliar la concepción de sus inicia-tivas, a las que se entrega con incontenible afán,halla en ellos el punto neurálgico de la expresiónde sus deseos y preferencias, según sus posibili-dades y sus características personales, libre tam-bién de las presiones de su medio. En el juego elniño vierte todo el caudal de su actividad, mien-tras impone sus deseos en una especie de entre-namiento natural de sus posibilidades más o me-nos incontroladas, por la libertad de que se verodeado en sus afanes creadores, pues tal comodice Fanciulli, «el juego reposa sobre una ten-

dencia originaria a salir del dominio de la nece-sidad para entrar en el de la libertad».

Por eso es de capital importancia respetar, enlo posible, todas las iniciativas que el niño poneen práctica en sus diferentes juegos, si no que-remos malograr en flor uno de los procesos másesenciales a fin de que se convierta en un sermás consciente al desarrollar, por tal conducto,su experiencia propiamente personal. Es absur-do, pues, pretender imponerle determinados jue-gos, y más absurdo será todavía pretender en-señarle a jugar, cosa muy frecuente, frustrandoasí su libertad de acción, sus inclinaciones y suspreferencias.

De aquí su constante divagar, que en aparien-cia da la sensación de que nada le sujeta ni nadale atrae. Juega a una cosa e inmediatamente cam-bia de acción y de significado. Se le sugiere unadeterminada actividad y a los pocos momentos,sin razón aparente, se interesa por otros temascompletamente opuestos.

Esta versatilidad, que a veces es preocupaciónde muchos padres que consideran a su hijo comoun ser caprichoso e inestable, cuando no débilde carácter o falto de recursos intelectuales, obe-dece a que con frecuencia su desarrollo intelec-tual no es capaz de concentrar su atención enjuegos y actividades que le son impuestos de ma-nera inapropiada, frustrando su verdadero inte-rés. Ello inclina a este continuo cambio de estí-mulos, al intentar buscar por su cuenta la sa-tisfacción de sus necesidades, que no pueden ha-llar al compás de tales imposiciones.

Pero si el niño es el elemento vivo de su acti-vidad, lo más probable es que se identifique com-pletamente con la situación que protagoniza, ysus cambios de actitud, que indudablemente tam-bién los habrá, no obedecerán más que al lógicoafán de identificarse con todo cuanto le rodeamediante sus interesadas experiencias e inicia-tivas.

Entonces el niño se nos presentará tal cual es.Observando cómo el niño juega y se desenvuelveen esta actividad tan espontánea, nos formare-mos una idea muy aproximada, no de sus apti-tudes y preferencias futuras, opinión muy gene-ralizada, pero errónea, sino de los principales ele-mentos que predominan en su carácter, de lafacilidad de reflejos en sus iniciativas, del valorde sus emociones, del poder de concentración deque es capaz para imponer unos intereses aotros, etc. Todo ello se nos ofrecerá de maneraclara y terminante, no como mecanización de unhábito adquirido, sino como dueño de sus fun-ciones motoras y mentales, ya que la esponta-neidad misma del juego impone renovadas ini-ciativas que deben conducir a una constante im-provisación de las nuevas situaciones que se lepresentan, factor esencial para afirmar su per-sonalidad en contraste con la rutina y la impo-sición que la empobrece y la anula.

Se ha comprobado que un niño sano, desde elario a los seis, dedica normalmente al juego de

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191 .LXV EL JUEGO Y LOS JUGUETES

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siete a nueve horas cada día. En esta constantemovilidad sus juegos están compuestos por mu-chas actividades que se superponen, se mezclan,se entrecruzan, e incluso se contradicen. Esteproceder absurdo e inconsecuente es totalmentenecesario para su perfecto desarrollo, ya que suevolución se realiza constantemente, de maneraglobal, en todos sus aspectos. Cada juego, cadauno de los variados aspectos de su actividad, lle-na una determinada finalidad de tal evolución.

Cada modalidad de juego desempeña una con-creta función psicológica al ejercitar los procesosde la vida mental o motriz del niño, y de ahí laconveniencia de tal variedad de acciones y deiniciativas.

Por tal motivo, los juegos pueden clasificarseen diferentes grupos, atendiéndonos a las dife-rentes características que los determinan, y que,debidamente metodizados, según la edad, llenanparecidas finalidades, de acuerdo con las nece-sidades de cada momento de la evolución.

Así, pues, debido a su manifiesta importancia,podemos agruparlos en las siguientes categorías:

Motores = Imaginativos =Constructivos==Receptivos =De relación

Durante el primer ario de la vida, los juegosdel niño, debido a su falta de movilidad motriz,se reducen a una actividad simplificada de lossentidos, donde los juguetes más apropiados acada momento llenan por completo su necesidadlúdica. Es a partir del segundo ario cuando elniño, gracias a sus funciones de relación, deter-minadas por el andar, por la perfección de susintereses glósicos y por entrar en la verdaderafase lingüística, se entrega por completo a unacompleja actividad que llena todas las necesi-dades de su espíritu, con la aparición espontáneade juegos y situaciones, actividades donde los ju-guetes tienen una importancia capital para fa-cilitar la total consecución de sus experiencias.

Muchos de los juegos a que se entregan los ni-ños no tendrían razón de ser si éste no dispu-siera de los instrumentos necesarios para llevar-los a cabo. Estos instrumentos son los juguetes.

Para que los juguetes respondan a la finalidada que van destinados deben reunir determinadascondiciones para ser puestos en manos de los ni-ños. Condiciones que más que a la materialidaddel juguete en sí, deben reunir las de ser apro-piados para sus posibilidades y habilidades.

Los niños, principalmente cuando son peque-ños, se divierten más y mejor con juguetes sen-cillos y poco complicados que con aparatosos me-canismos, que casi siempre sólo despiertan la cu-riosidad o el interés del adulto.

Las condiciones esenciales que deben reunir losjuguetes para ser entregados a los niños podría-mos resumirlas a dos condiciones fáciles de lo-grar por su misma simplicidad: ser apropiadospara la edad del niño y ser de orden variado.

Al reclamar variedad no significa que recomen-demos cantidad. Poner en manos del niño mu-chos juguetes sólo servirá para obstaculizar suiniciativa. La variedad de los juguetes es nece-saria, pues estimula sus diferentes reacciones yfacilita sus nacientes aptitudes.

Los juguetes, pues, serán apropiados a su edadcuando las posibilidades, tanto físicas como men-tales hagan del niño un actor del juego y no unmero espectador. A un niño de cuatro arios, porejemplo, no le ofreceremos un tren eléctrico que,con su complicado mecanismo, inhibiría su ini-ciativa; ni a una niña de la misma edad le dare-mos una muñeca complicada que abre y cierralos ojos, que hable, que ande, etc. Tales juguetesserán más apropiados para niños de nueve arios,edad en que las complicaciones mecánicas o laperfección de los detalles avivan no sólo la ilu-sión, sino que despiertan incluso la iniciativa yla imaginación.

Asimismo, la variedad—no la cantidad— de losjuguetes es factor a tener muy en cuenta en to-das las edades. Hay juguetes que estimulan lafantasía y otros la atención; algunos son apro-piados para facilitar el desarrollo físico, mientrasotros desarrollan las facultades intelectuales.

Por tanto, proporcionar al niño una sola va-riedad de juguetes es truncar sus posibilidadespor falta de elementos lo suficientemente prác-ticos para movilizar todas las inquietudes desu ser.

El primer juguete del niño es, en realidad, supropio cuerpo, cuando se deleita con los ITIDVi-

mientos de sus brazos y de sus piernas. Pronto laevolución de sus sentidos reclaman cierta cc n-creción de sus percepciones. Por consiguiente, enesta primera etapa los objetos que deben mane-jar serán ligeros, blandos y de vivos colores paracautivar su atención.

A los cinco o seis meses al niño le diviertenlos sonidos, por lo que su actividad esencial seconcreta en chocar unos objetos contra otros, y,por tanto, las campanillas, los tambores, los so-najeros, etc., llenan por entero su fantasía. Pue-de iniciársele ya a los juegos de atención me-diante cajas vacías de diferentes tamaños, o me-jor cubos, para que se entretenga a ponerlos unosdentro de otros. También le atraen las figuras demateriales blandos, como el caucho o el plástico.Alrededor del primer ario, los objetos y figurasmovibles pueden aparecer en escena. Estos ob-jetos que, atados a un cordón, el niño mueve asu alrededor, sirven para que pueda descubrir larelación del acto que realiza con la movilidad yla distancia.

Durante el segundo ario, cuando el niño gateacon gran facilidad primero, para andar correc-tamente después, los juguetes más indicados sonlos que estimulan su interés de relación. Por tan-to, los carritos, coches, animales con ruedas, etc.,y que se prestan a ser arrastrados con facilidad,serán el mejor aliciente. Es también la época delos plásticos con formas de animales que se mue-

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ven en el agua, los cubos y las palas de madera,que le inician en sus juegos en la arena de lasplayas y terrarios. En las niñas se inicia el rei-nado de la muñeca, que ya no abandonarán du-rante toda la infancia.

A partir de los dos arios, los juegos del niño,hasta cierto punto, se especializan. Unas vecescon juguetes y otras veces sin ellos, se adentradefinitivamente en el terreno de las máximasrealizaciones lúdicas que con más o menos alternativas durarán hasta bien entrada la ado-lescencia.

JUEGOS MOTORES

Estos juegos son de gran valor para estimularel desarrollo corporal del niño, asi como tambiénpara desarrollar la coordinación de sus movi-mientos y los reflejos del sistema nervioso. A serposible deben ser practicados en espacios abier-tos para su más apropiada realización. Con ellose beneficiarán el sistema respiratorio y circu-latorio. piar la actividad de que van acompaña-dos la mayoría de , ellos ‘ ..Como variedad de estaclase de juegos exigen:4'9s llamados sensorialesy sonoros, a los que se e,' eregan, con preferencia,los niños mas pequeriol:Por las sensaciones queles proporcionan. Esto„5.›Sliegos. por lo regular, sonpreferidos por los nrds;de carácter introvertido,por atraerles los j os más sosegados y menostumultuosos.

De dos a cuatro años.—Caballos u otros anima-les de madera, cartón o plástico, con ruedas o debalanceo. Carritos, coches, trenes, etc. , para elarrastre. Pelota de goma. Triciclos u otra varie-dad mecánica de movilidad, como, por ejemplo,el coche-patinete de cuatro ruedas, que el niñoacciona con los brazos y el cuerpo. Silbatos, cas-tañuelas, tambores, cajas de música, etc.

De cuatro a seis años.—Muchos de los juguetesde período anterior continúan siendo preferidospor los niños. No obstante deben ser más com-pletos y menos estilizados. En esta época puedeintroducirse el patinete, los aros, la comba, losbolos, el trompo, etc. La trom-peta, la armónica,el piano de juguete y otros instrumentos musica-les o de simple sonido a los que se sientan incli-nados los niños.

JUEGOS IMAGINATIVOS

Estos juegos, dirigidos al cultivo de la imagi-nación y de la fantasía, tienen la doble finalidadde ejercitar el sentido de observación y el per-feccionamiento del lenguaje. Principalmente losjuegos dramáticos, en los que los niños tanto lesgusta parecerse a los mayores, y a los que imi-tan muchas veces a la perfección, son de granefectividad para su evolución mental.

De dos a cuatro años.—Muñecos y muñecas sen-cillas o poco complicados. Muebles. Vajilla. Obje-

tos de uso corriente en el hogar. Coches, aviones,barcos, etc., poco complicados, pero que respon-dan a la realidad.

De cuatro a seis años.—La muñeca puede sermucho más perfecta, incluso con su correspon-diente ajuar que la niña se cuidará de darle lasmás insospechadas interpretaciones. Casas demuñecas. Juguetes a imitación de verdaderos co-mercios. con balanzas, pesas y medidas que pue-dan usarse, en imitación de las verdaderas. Lacocina es, quizá. el juguete que. después de lamuñeca, desea la niña con más ilusión. Inclusolos niños se entretienen con ella. Autos mecáni-cos, trenes con raíles, pero poco complicados. Ca-sas para formar pueblos. Material para construir«fuertes», etc. Gorros, trajes de fútbol, de in-dios, etc., para que el niño o la niña se conviertaen el héroe del momento. Juegos dramáticos. dis-frazarse. etc.

JUEGOS CONSTRUCTIVOS

Estos juegos son de gran valor educativo, pueshabitúan al niño a una serie de realizaciones queexigen cierto esfuerzo para la concentración deideas. Por la inventiva, iniciativa e ingenio querequieren. estos juegos son muy convenientespara el cultivo de la personalidad, ya que, demanera directa estimulan todas las facultadesintelectuales del niño.

De dos a cuatro años.—Cajitas de construcciónde orden variado. Arquitecturas con piezas gran-des y coloreadas. Plasticina para modelar en sumás simple interpretación. Colores para que elniño pinte sus dibujos espontáneos. Pizarritaspara iniciarse en el dibujo y la escritura, perotodo ello sin método ni ideas impuestas por eladulto.

De cuatro a seis años.—Arquitecturas con va-riedad de piezas y diferentes tamaños. Cajas deconstrucción, con preferencia mecanos en susnúmeros más sencillos. Paneles de colores pararealizaciones manuales. Colores (lápices) y acua-relas para pintar sus dibujos espontáneos. Parala niña útiles simples para dedicarse a laboressin complicaciones. Utiles propios del hogar, conplanchas, escobas, etc., para las niñas y herra-mientas de carpintero, de albañil, etc., para losniños.

JUEGOS RECEPTIVOS

Mediante estos juegos, el niño se afirma en elmundo que le rodea, conociendo y aprendiendosus más variados detalles al verse obligado a ana-lizar y comparar. Sus funciones de elaboraciónmental se ven estimuladas ante la necesidad deestablecer las relaciones apropiadas entre las co-sas reales y las representaciones gráficas que delas mismas observa en dibujos, fotografías e imá-genes de toda clase.

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191 .LXV EL TABU DE LA ORTOGRAFIA

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De dos a cuatro años.—Libros de dibujos e his-torietas ilustradas que cobran aparente realismoal abrir las páginas en donde se hallan recorta-das y dispuestas. De estos libros hay gran varie-dad en el comercio de librería. Fotograf ias y re-vistas ilustradas. Cuentos escenificados en el to-cadiscos. en la cámara de proyección. Títeres.

De cuatro a seis años.—Libros de cuentos ilus-trados. Semanarios infantiles a base de muchasilustraciones y colorido. Proyecciones, televisión.tocadiscos, títeres. etc. Como muchos niños decinco a seis años saben leer con bastante correc-ción, es conveniente proprocionarles escogidos li-bros de cuentos y sencillas aventuras, todo elloilustrado con numerosas figuras para facilitarlesla comprensión del tema de que se trata.

JUEGOS DE RELACION

Con los juegos de relación, el niño tiene laoportunidad de ponerse en contacto con los de-más niños de manera directa y espontánea. Me-diante estos juegos en si, es la mejor disciplinapara aprender a someterse a unas normas y aunas reglas que hay que atender y respetar. Suindividualidad se ve confundida en la colectivi-dad del grupo de que forma parte, lo que suavizalas asperezas de su innato egocentrismo.

De dos a cuatro años.—Durante esta etapa lasrelaciones que el niño puede establecer con los

demás son muy limitadas. Se concretan a juegosde movilidad, sin reglas ni fin determinado.

De cuatro a seis años.—Muchos de los juegosmencionados entre los motores, de imaginación,etcétera, tienen la doble finalidad de relacióncuando se practican en grupo. De entre los jue-gos de relación, a base de movimiento, puede ci-tarse el fútbol, carreras, persecución, escondite,etcétera. Entre los estáticos se encuentran el par-chesi, el dominó, el juego de la oca, el de la lo-tería, etc., que todos ellos llenan parecida fina-lidad.

Si bien aconsejamos nuevamente que los niños,en sus juegos, deben gozar de la libertad de ac-ción que reclama su espontaneidad, muchos deellos obligan la intervención del adulto en de-terminados casos, tales para orientar, informaro precisar las normas que los rigen, y que el niñono está en condiciones de interpretar correcta-mente, o en aquellas ocasiones que la acción deljuego se traduzca en incompetenclxs o alter-cados.

Asimismo, es conveni: - •túe a ordenar sus cosjuegos. Esta norma, qtodas las actividadesimportante en ese cjuste del juego invade tquedan desparramadas y abpo de acción de sus aventuras.

o se habi-al4ar losndal encho másdesbara-

o sus cosasdas en el cam-

El tabú de la ortografía

FRANCISCO SECADAS

Investigador científico del CSIC

El título no implica ninguna actitud despectiva.Solamente recoge una postura general frente aldominio ortográfico, que en ciertas mentalidadesse traduce en rigidez intransigente y en otras sedesahoga en muestras de protesta y menospre-cio. Tabú, en el sentido propio, es la prohibiciónde comer ciertos alimentos o de tocar ciertos ob-jetos, impuesta en algunas religiones de la Poli-nesia. La ortografía es tabú, es decir, intocable,en un doble sentido, al menos: porque la pre-ceptiva ortográfica es una de las más intoleran-tes e inviolables de la sociedad culta; y porque

es mas intocable aún como disciplina, frente acualquier reparo, por justificado que parezca.

Uno puede opinar que la regla de tres no debeexigirse en primer curso de Matemáticas, sinoen segundo; pero nadie se atrevería a establecernada semejante para la regla de la b y de la y,aconsejando tolerancia para esas reglas ortográ-ficas hasta una determinada edad. Cualquier fal-ta de ortografia contamina como una infeccióno maleficio la totalidad de lo escrito.

El exceso llega a tal extremo que conozco casosde profesores de Universidad que han suspendido