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Esquema El lenguaje clásico de la arquitectura
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El lenguaje clásico de la arquitectura
En este libro, John Summerson emprende un viaje por la arquitectura como si de un
lenguaje se tratase. Para ello se remonta a Grecia y a Roma, para comprender la naturaleza y
la utilización del lenguaje clásico de la arquitectura, lenguaje empleado tanto implícita como
explícitamente desde el Renacimiento hasta nuestros días.
La esencia de este clasicismo reside en la armonía entre las partes, intrínseca a los
cinco órdenes y regida en su mayoría mediante relaciones proporcionales sencillas. En este
sentido un edificio no puede considerarse clásico por el mero hecho de que presente
proporción.
Esto nos lleva a definir qué son los órdenes, cuántos son y qué papel juegan en el
lenguaje clásico. Para J. Summerson “Un orden es la unidad de columna y superestructura
de la columnata de un templo”, y su catalogación viene dada por Vitruvio en el tercero y
cuarto de sus diez libros “De Architectura”, al introducirnos un orden jónico, dórico, corintio
y toscano, siendo el quinto orden añadido en el siglo XV por Leon Battista Alberti, el orden
compuesto. Fue Serlio quien un siglo después se encargó de su canonización
convirtiéndolos en una autoridad indiscutible al recoger la primera gramática arquitectónica
completa e ilustrada del Renacimiento.
Sin embargo, el uso de dichos órdenes no posee un carácter inflexible ya que en
cada obra pueden ser ligeramente modificados e interpretados con libertad de acción hasta
alcanzar el resultado ideal para cada autor. Un ejemplo de esto es el orden “francés” ideado
por Philibert de L’Orme para el Palacio de las Tullerías.
Por otra parte, Vitruvio analizando más detenida y detalladamente el orden dórico,
concluye que sus formas provienen de un método mucho más primitivo de construcción, en
madera.
A pesar de que a cada orden se le había asignado una figura humana y dependiendo
de esto su uso fuera más adecuado para determinado tipo de edificaciones, hay que dejar
claro que en la práctica la elección de cada orden dependía de las circunstancias, la
economía o era una significación meramente simbólica, determinando de esta manera el
verdadero espíritu de la obra.
Los romanos incorporaron estos órdenes complementando a sus avances
constructivos, no solo como ornamentación, sino como una expresión del dominio de la
técnica arquitectónica. Es más, su empleo era necesario si el edificio quería ser expresivo,
“los órdenes eran la arquitectura”. Así, elevaron el lenguaje arquitectónico a un nuevo nivel.
La diferenciación de las columnas era uno de los factores que dotaba a las
edificaciones de dicho dinamismo, jugando con cuatro grados de relieve. Esto implica la
ruptura del entablamento en cada cambio de tipología de columna.
Un ejemplo de convergencia armoniosa entre arcos y bóvedas y los órdenes es el
Coliseo de Roma. Por su sistema constructivo las columnas quedan exentas de función
estructural, y se limitan a realzar el conjunto. Encontramos en cada planta un orden distinto,
el dórico, el jónico, el corintio y uno indeterminado según las necesidades de cada nivel. Otro
claro ejemplo de relación arco-orden son los arcos de triunfo. Tal es su repercusión, que
Alberti proyectó la fachada oeste del Templo Malatestiano basada en un arco de triunfo. Más
tarde esta idea la llevó al interior como modelo de las arcadas de las naves de Sant Andrea
en Mantua.
Sin embargo el mérito del Renacimiento reside no en la copia sino en la
interpretación de los modelos clásicos romanos. Fue Bramante quien se encargó de esta
reformulación gramatical. Su tempietto de San Pietro in Montorio, corrobora lo anterior dicho
al ser la ampliación de una idea del templo circular romano. Bramante elevó la arquitectura
italiana al dominio y a la adaptación de lo clásico, el Alto Renacimiento nació con él.
Con la aparición de Andrea Palladio el lenguaje de Roma adquirió mayor coherencia y
se articuló de una manera más libre. Pero si por algo es reconocido, es por sus
investigaciones sobre Vitruvio y las ruinas romanas que le llevan a escribir los cuatro libros
de la arquitectura (Quattro Libri).
Posteriormente se produjo un descontento ante la rigidez del Alto Renacimiento
surgiendo así la figura de Giulio Romano y su ostentación de libertad. El almohadillado
rústico de cierta tosquedad aparece como protesta a dicho carácter estricto convirtiéndose
finalmente en un objeto de alta sofisticación. Giulio no fue su inventor, pero fue quien lo llevó
su máxima expresividad. Otra pieza clave, fue Miguel Ángel movido por los mismos ideales
que Giulio, pero de arquitecturas realmente distintas (prácticamente no se interesa por el
almohadillado).
Una de las aportaciones más importantes que realizó Miguel Ángel fue la creación de
pilastras que recorrían dos plantas consecutivas de un mismo edificio. En este punto
debemos hablar de una nueva corriente, el manierismo, en la cual los artistas simulan el
estilo clásico adaptándolo a su propia visión.
Cabe destacar en este momento la figura de Vignola, quien ideó un entablamento
continuo capaz de proporcionar las pilastras y de ser un adecuado remate de la masa del
edificio. En su Iglesia de Il Gesù juega con las superficies sin establecer ningún ritmo
definido constituyendo la fachada como una gran y única pieza.
Tras tanta búsqueda de un carácter propio se produjo una ruptura con todos los
órdenes establecidos durante el Renacimiento, a la cual se denomina Barroco donde
encontramos a Bernini como uno de sus máximos exponentes. En la Plaza de San Pedro del
Vaticano, Bernini establece su propio orden mezclando el dórico y el jónico para su
columnata. Otro edificio a destacar es el Palacio del Louvre en París en el que se escalan y
combinan los elementos de un templo romano a las proporciones del palacio. En la fachada
se articulan libremente columnas pareadas en las que el muro interior retrocede, “un
magnífico ejemplo de cómo juega un orden clásico para controlar una fachada muy larga”.
Por último nombrar otro palacio totalmente distinto, el Blenheim Palace, un edificio
compuesto por muchas partes que avanzan y retroceden siendo uno de los edificios clásicos
más complejos de toda Europa. En él se combinan la influencia de la arquitectura romana
con los castillos medievales.
“La profunda veneración de Roma es la clave de gran parte de nuestra civilización”.
A pesar de estar seguros de esta afirmación es necesario saber el porqué. La respuesta más
coherente y profunda es la aceptación de que la arquitectura romana descendía de la época
más primitiva de la historia humana, de construcciones en madera, por lo que podría decirse
que casi emana de la naturaleza. Realmente esta cuestión no surgió hasta el siglo XVII por
críticos franceses, cuya única preocupación era asegurar la integridad y la pureza de los
órdenes. Fue Cordemoy quien publicó su Nuevo Tratado sobre el conjunto de la Arquitectura
en el que centraba su propósito de acabar con los órdenes como mera ornamentación
(“arquitectura en relieve”) y llegar a su uso estrictamente funcional y puro. Sin embargo este
cometido resultó infructuoso ya que los propios órdenes romanos distaban mucho de ser
funcionales. El jesuita francés Laugier posteriormente lleva más allá los ideales de Cordemoy
ya que reflexiona y afirma que el edificio ideal está enteramente integrado por columnas
eliminando de esta manera los muros.
Paralelamente, aparte de las posibles influencias de Laugier, se desarrolló en
Inglaterra una búsqueda hacia el primitivismo arquitectónico. Como consecuencia nace el
greek revival o historicismo griego. Los romanos habían tomado de los griegos la base de su
arquitectura, por lo que era en Grecia donde se debían buscar las fuentes no corrompidas.
Fueron James Stuart y Nicholas Revett quienes publicaron un libro de edificios griegos
dibujados detalladamente y a escala, dando así realmente el impulso definitivo al greek
revival. Tras una rápida expansión por Europa y América este movimiento fue apagándose
poco a poco quedando los órdenes griegos como mera anécdota.
En los últimos cincuenta años el panorama arquitectónico ha dado un cambio radical
prevaleciendo las cuestiones tecnológicas, de industrialización y producción en serie sobre
las propias cuestiones de la arquitectura.
Es difícil encontrar ahora el lenguaje de lo clásico en la arquitectura moderna, no solo
por el cambio de pensamiento, en el que las expresiones plásticas y decorativas han perdido
su importancia dando paso al racionalismo, sino también por el cambio de materiales como
el acero y el hormigón armado los cuales reclaman nuevas fórmulas constructivas.
Le Corbusier fue capaz de dar solución a las necesidades de estos nuevos
materiales, desechó las posturas de Behrens y Perret que apostaban por un diseño clásico y
dejó que las formas hablasen por sí mismas. Pero no fue hasta la Segunda Guerra Mundial,
cuando Le Corbusier creó el Modulor con el que pretendía resolver los problemas de
estadarización de la industria y promover la armonía de los edificios con respecto a la escala
humana.
Mindfucked