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EL LI5RO DE LOS AYOLOQOS LQ.5 LO'EZ DE ME.5A *

El libro de los apólogos-Luis López de Mesa

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EL LI5RO

DE LOS AYOLOQOS

LQ.5 LO'EZ DE ME.5A

*

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EL LI5RO DE LOS ~VOLOQOS

rOK L'lIS LOVEZ bE MESA

PRIMER VOLUMENDE LA BIBLIOTECADE ·CUL TURA.

BOGOTA " MCMXVIllOASA EDrrORIAL DE ARBOLEDA & VALENOIA

~ANCG L:E 11\ r.~~:'_0~I-:':A~lBU()ifC/\ LUI~. - ,'.~'C':' A~J\NGO

Cf;;; ALOGACr~N

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A MIS COMPAÑEROS

EN LA REDACCION DE -CULTURA.

Agustín Nielo Caballero.

Alber(o Aparicio,

Alberfo Coradine,

Alfonso Pa]áu,

Carlos Arfuro Torres Pinzón,

Ciro Molina Garcés,

Guslavo Sanlos,

Manue] A. Carvajal,

Melifón Escobar Larrazábal,

Migue] Sanfiago Valencia,

Rafael Escallón,

Raímundo Rivlls.

De vosotros hube la ilusión de que eslas ptlgInas ha-

llarían general benevolencia, y a vosolros ]as dedico para

que lleven por el mundo el patrocinio de una amistad

que conforla mi espíritu y lo eslimu]a al bién,

y a vosotros que en mí patria lucháis por el idealismo

lan gallarda y lan generosa y tenazmente, asimismo ]as

ofrezco como un tributo que me honra.

LUIS EDUARDO

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EL SEN[)EKO[)E LA SAI!U[)QRIA

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I-f AY un hondo problema que necesitaresolver el espíritu humano en laínterprclación -no de los misterios

de la naturaleza- sino del arcano de la na-turaleza. de la síntesis de todos los miste-rios. por decirlo así. Y a este problema co-rresponde la lacónica interrogación de cuáles el sendero de la sabiduría.

Ciencia y sabiduría no son términos uní-vacas. Ni siquiera corresponden dentro dela mente al ejercicio de una misma facultad.Conocemos hombres profundamente versadosen uno o varios ramos de la ciencia que soncomo niños aún respecto de los problemasfundamentales del mundo. La ciencia dicerelación a la mayor cantidad posible de por-menores resp~cto de una cosa en sí. mien-tras que la sabiduría busca la verdadera re-lación de esta cosa con nuestra propia con-ciencia y los restantes seres del mundo. Launa tiende al análisis. la otra a la síntesis;la una investiga. la olra encadena y armo-niza. Ante un sér vivo la ciencia anola cuan-tas formas y funciones le dio la vida. mien-tras que la sabiduría trala de ver su moda-lidad de vida con relación a la vida uni-versa.

L •.

~' ... ~,

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B - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

Análisis y sínlesis respecto del objeto: dis-cernimiento y asociación respecto del suietoson las diferencias fundamentales quizá. Laciencia loma una planta y halla el movimien-to intracelular aprisionado por la membranaexterior. y sigue su proceso analilico h<1stahallar la fórmula química de la celulosa deesa membrana: sigue el análisis de la molé-cula química. estudia los coloides. investigalas diastasas. va hasta la hipótesis de losyones y entra en los campos de la eledri-cidad. La sabiduría se eleva desde este co-nocimiento. y asociando datos formula la leyde que la vída es una misma a través detodos los seres. difer~nciada sólo por acci-dentes como la formaciÓn de una membranainextensible: sorprende la similitud de lasfunciones bioquímicas. la periodicidad de lasfunciones de los cuerpos simples. la perio-dicidad de la vida. la periodicidad de lospueblos. la rotación del mundo; y elevándo-se más aún hacia una concatenación de ci-clos propone la concepción del universo comomodalidades periódicas de una energía queaclúa por degradaciones y concentraciones

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sucesivas y parciales que dan lugar a la in-dividualización de los varios sistemas delmundo: y se diferencia según la potencidi-dad de cada porción. dando así lugar al es-pacio y al tiempo. fórmulas subjelivas de aque-llas relaciones.

Desde este punto de vista. como era lógi-co presuponerlo. ciencia y sabiduría se com-plementan. Pero cuán dislanciadas aparecenen el desarrollo de cada una de estas orien-taciones del espíritu humano. La vocacióncienlifica y el hábito de investigar conducen lamente a más y más reducidos campos de ob-servación. Es como la vista que sola alcanzaamplios y lejanos horizontes. ayudada de unanteojo se reduce a un pequeño circuito. con-ducida a través del microscopio apenas abar-ca fracciones de milímetro cuadrado. Y elque ha mirado a través del microscopio al-guna vez sabe cómo absorben estas invesli-gaciones: horas enleras sorprendiendo la pes-taña sutil de una baderia. la aparición deun cristal. la misteriosa estrudura de los co-loides. El mundo circundante desaparece. elespacio ínfinito se ve remoto allá dentro del

,~r.

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funcionamiento mental. y solo. palpipante deinterés. actual y emocionante. el ir y venir dela bacteria diminuta o de las fasetas del cristal.

Distinto sendero tomó la sabiduría antigua.Cualquier rapazuelo bachiller de hoy mara-villaria a Laocio o a Platón. pero la mentegenial de los antiguos vio en el mundo mis-teriosas relaciones que nos abisman todavia.Es ésta una diferencia capital entre la edu-cación antigua filosófica y la moderna cien-tífica ilustración. Llenos de ingenuas concep-ciones respecto de los fenómenos. tan inge-nuas que nos hacen sonreír. tienen no obstantelos antiguos frases referentes al mundo y alespíritu. que son como relámpagos en lassombras del arcano universal. ¡Misteriosascompensaciones de la vida que dota a lospeces habitantes de los abismos del mar deprivilegiada y protectora fosforescencia! Unode esos hombres geniales de la antigua civi-lización se paraba en un pórtico o se meiíaentre un tonel y con los ojos fijos en la ro-{ación de la vida arrancaba al misterio chis-pazos de sabiduría. como si sus pupilas quie-{as fueran agujas de acero que se imantaran

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en la meditación de los arcanos. Tal así enlas leyendas maravillosas de la India encon-tramos el relato de aquel asceta que oró tiln-to y tilnto meditó. fijos sus ojos de faquir enel inmenso azul. que temerosa la divinidadde ser desposeída descendió a suplicarle quedesviar6 el pensamiento .

.En los tiempos modernos hallamos aún enalgunos casos maravillosos ejemplares de es-ta capacidad vidente. Los pueblos del nortede Europa, Rusia y .Escandinavia, sobre to-do. llegan al fondo del alma y del paisajecon una precisión que nos maravilla y enloque-ce de entusiasmo; análisis del espíritu huma-no, descripciones de la naturaleza, que mcjorque copiadas parecen una realidad que bro-tase a nuestros ojos. como si la conscienciade los seres se tornara luminosa y visible .

.y la naturaleza misma palpitase de prontoante una evocación mágica. Literatura evoca-dora por excelencia que parece ser la doteprivilegiada de la juventud de los pueblos.que hoy brilla con Ibsen y Tolstoy. como bri-lló ayer cap. Shakespearc y Calderón de laBarca.

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y es necesario unir la Iilcratura con la filo-sofía al estudiar estas materias, porque am-bas a su modo tratan del espíritu y de la na-turaleza. y entre una y otra las distincionesserían escolásticas, diferenciaciones para laclaridad de los textos. Filósofo es el poetagenial. e inmensa dosis de poesía hay en todaconcepción filosófica del mundo. Y está bienque así sea. Quizá las relaciones más rea-les y fecundas de la naturaleza vienen a nues-tro yo inconsciente; y de ese yo misterioso. deese microcosmos, surge la poesía como sur-gen también las maravillosas asociaciones queconmueven al espíritu que contempla el uni-niverso con mirada investigadora.

La visión del alma popular tiene mucho deestas maravillosas capacidades. En mi memo-ria hay relatos de esa literatura oral ingenuaque pasa de generación a generación en elbajo pueblo, como un sedativo de sus ocul-tos ideales venido quién sabe de dónde, que'no cambiaría ciertamente por muchos librosde literatura contemporánea. Soy incapaz dereproducirlos con su castizo aroma de ine-fable sencillez, pero intentaré mostrar uno si-quiera como ejemplo.

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.... Erase un rey que tenía una hija muyhermosa. Todos los príncipes y señores dela comarca se disputflban su mano. ansiososde casarse con ella. Pero el rey. su señor.la guardó de la vista de los hombres porqueno hallaba nada digno de su belleza y su vir-tud. En el palacio recluida miraba a los cam-pos cubiertos de jardines e iluminados porel sol y sentía mucha tristeza en el ánimo ydeseos de ser amada. Un día se dijo parasí; he de irme por el mundo y amar con mu-cho dmor al primero que me encuentre aun-que sea el mismo Satanás. Y aprovechandouna ausencia de su padre y señor fuese porel mundo. No había andado mucho trechotodavía. cuando vio un caballero muy galanteque le ofreció amarla. Y esle caballero noera otro que el mismo Satanás. pero ella sedio a él según había prometido. Y entoncessintió un hijo en sus enlrañas y se fue de pue-blo en pueblo y de comarca en comarca sinamparo ninguno. Y anduvo también muchotiempo errando por las selvas sola y muy tris-te. hasta que años después nació su hijo quetrajo grabadas estas palabres en la espalda:

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Hijo del Diablo. Y por esto mismo CUtln-do creció no podía juntarse con los otros ni-ños. pues apenas descubrían su letrero fa-tal le befaban y dejaban solo. Anduvo consu madre de uno a otro lugar hasta regre-sar a las selvas donde ella murió y él se ha-lló abandonado de toda ayuda y protección.Mas un día se llegó a él un anciano cami-nante mientras tomaba el último bocado dealimento que tenía. y el anciano le pidió pany él le dio el último bocado de pan que le que-daba. Entonces el anciano. que era Dios. ledijo: ánda por el mundo que en toda dificul-tad yo te asistiré.

y fuese por el mundo hasta que llegó auna comarca donde vivía un rey muy extra-ño que tenía una hija de imponderable belle-za. y ocurrió que este rey no quería que suhija se casara. y para evitarlo puso por con-dición y precio de su mano el que le sega-ran en tres días todos sus campos de trigo.y no había hombre capaz de segar en 'tresdías todos los campos de trigo del rey. Peroel hijo del diablo invocó al anciano caminan-te. que era Dios. y el anciano vino a él y

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segó por él todos los campos en tres días.Por lo cual e! rey muy complacido le dio lamano de su hija en premio y galardón. Hubodías de mucha fiesta. y todos estuvieron fe-lices. Y a la lercera noche e! hijo de! dia-blo se fue a sus aposentos privados a espe-rar a su esposa para ser casados. y todoseslaban muy contenlos de que lo fuera. por-que bien lo habia merecido. Más hé aqui quecuando llegó su esposa a hacerla complela-menle feliz. enconlró que estaba muerlo. y

viéndolo vio que lenia un letrero en la espal-da que decia: Hijo de Dios.

¿Cuánlos símbolos encontráis en este Apó-logo? La madre del Hijo del Diablo. ¿no esacaso aquella misma lo de las leyendas grie-gas. abuela de Hércules. hijo de Dios? ¿No esla caridad de Cristo la que palpita en la anéc-dota del caminante. uniendo asi la me~te po-pular el Evangelio con Hesíodo? ¿Y no en-contráis un símbolo de la redención por eltrabajo en esa conquista del reino? ¿Y no esun símbolo también dd eterno imperio delamor la fuga de la princesa? ¿Y un simbolode la instabilidad de la dicha esa muerte in-comparablemente fatal?

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y estad seguros de que os he engañado.Yo no podría reproducir ese sabor orientaldel apólogo como lo oí una vez en boca delpueblo. Yo de mi sé deciros que senlía alescuchado la misma emoción que cuandoniño experimenté en la ledura de Las mily una noches. que cuando más tarde lei elRey Lear de Shakespeare y Los guerreros deHelgeland de Ibsen .... Toda esa literaturaque arraiga en la madre líerra y brota a tra-vés del alma humana conmovida por las emo-ciones fundamentales de nuestro sér: cuen-tos de Selma Lagerlof. cuentos de Maupas-san!. cuentos prodigiosos de Clarín. cuentosde la Europa del norte. cuentos de Oriente.que en distintas modulaciones. ya pasionales.místicas o lIIosóllcas. se elevan como un in-cienso simbólico de la hoguera interior.

Aun nosotros mismos nos llegamos ti ve-ces a este rico venero de inspiración. Quelo digan si no algunos cantos de Isaacs y

su misma novela inmortal; la miniatura ex-celsa que Francisco de P. Rendón escribiócon ellítulo de -Sol·; -Madre •. con que Sa-muel Velásquez se superó a si mismo en una

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maravillosa realización; evocaciones palpitan-tes de Eustasio Rivera; endechas melodiosasy profundas de Ricardo Nieto y Carlos Vi-llafañe .... y muchas más que seria prolijocitar en un ejemplo. Quiénes hay que aunbuscando en otros campos su inspiración.trazan de vez en cuando pinceladas genia-les de esta comunión directa con el almauniversal. con el alma de las cosas: Silvafue. sobre lodo. un genial evocador de emo-ciones en las que Eros. con un vago riímode muerte. pasa anhelante enlre sedas y per-fumes: un Eros que se retuerce atormentadoy en su insatisfacción golpea los misteriosde la vida y ronda por los jardines de lanaturaleza. fervoroso y meditabundo a la vezcomo un cantor morisco de Córdoba o Gra-nada. Las creaciones de Guillermo Valcnciapertenecen a cualquier tiempo y lugar. y la fac-tura parnasiana de sus estrofas busca másbien el sentimiento de la belleza ideal. pcroa veces también se iluminan con aquel fon-do arcano de lo subconsciente donde palpi-tan en nosotros las corrientes de la emociónsomática. de aquel mundo interior que según

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la ciencia moderna. al decir de Abraham.creó los milos de las razas y engendra lossueños de la adolescencia. Y es que todosmás o menos pagamos tributo a esta evo-cación sencilla de la naturaleza y dd espí-ritu según la manera antigua. emociorlante yreveladora.

Nada de esto. sin embargo. signi~ca unaintención de criticar. es decir. de justipreciarla producción literaria de Colombia. Ello noprovoca mis gustos ni está en mis capaci-dades. La crítica descubre todos los días másproblemas que debe resolver y que nos ha-cen desmayar de la posesión de su augus-ta virtud. Al medio ambiente cuya conside-ración pedía Taine con tánto brío y bellasexpresiones hay que añadir el medio interior.el fador época espiritual. individual y racial.El individuo pasa por etapas literarias defi-nidas que parecen reproducir las mismas cla-pas de la humanidad. algo a la manera dela supuesta correlacion ontogenélica y filo-gen ética que comentan los biólogos: el cuen-to de nodriza del niño. el lirismo y roman-ticismo del adolescenle. el realismo de la ju-

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ventud media. el criticismo y la produccióntendenciosa de las edades maduras. ete .. re-producen. egrosso modo> . las etapas de la li-teratura en cada nación. Dar eso aquellasproducciones ingenuas de un lirismo puerilconservan siempre su público. compuesto denosotros mismos al llegar a cierta edad. yaquellas otras crueles. o más enfermas desensualidad. también; y así sucesivamente has-ta la seriedad. finalidad y comedimiento quenos parecen al Un las mejores. talvez por eldespotismo que ejerce la madurez sobre lasotras etapas del espíritu.

y hay algo más según se me alcanza enla evolución literaria y filosófica de los pue-blos y de los individuos. Daréceme que elindividuo humano vive apenas lo suficientepara ejercer las dos supremas funciones decontinuar la especie e interpretar el mundoy la vida según sus capacidades y su me-dio ambiente. y que a los pueblos ocurreotro tanto: una vigorosa nacionalidad duralo indispensable para dejarnos su interpreta-ción dd mundo y de la vida según su ge-nialidad. y para iluminar aquellos puntos a

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que su índole espíritual la conduce. La es-tética y filosofía griegas. la moral y la juris-prudencia romanas. la mística del indo. lamística y la sensualidad del israelita. verbi-gracia. De esta manera podemos pronosticarsin esfuerzo alguno que los pueblos eslavos y

nórdicos de Europa. y los pueblos latinos deeslc hemisferio occidental desempeñarán enel futuro, si fraccionamientos o absorcionesextrañas no lo perturban. una clapa de pro-ducción nlosófica prodigiosamente intuitiva.Pues esta éra de industrialismo no seguiráun progreso indefinido. sino que dejará sucampo a otra modalidad de evolución, pro-bablemente psíquica. en la cual los mencio-nados pueblos descollarán a su vez con lasmisteriosas capacidades que fermentan en suseno.

Pero el mundo espiritual aún no parecehaber regresado a ese período de las sinte-sis que informó la sabiduría oriental. Aúnnecesitamos de largos años de discernimien-to, de investigación prolija que nos dé losfundamentos cienlillcos para una nueva con-cepción del mundo. Hélce tan poco que ini-

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ciámos la tarea analítica que no es tiempotodavía de que se renueven las disposicionesdel espíritu.

Después de este período de análisis el ci-clo humano podrá cerrarse con prodigiososre.cursos donde lo abrieron hace más de cua-renta siglos los sabios del Egipto y de Cal-dea. Volveremos a interrogar a la naturale-za en busca de su arcano. Serán muy bellosesos días. Porque esta vida ordenada y con-forlable de la civilización contemporánea nosaplebeya un poco. Rabindranath Tagore aca-ba de decir a los pueblos del Oriente en suvisita al Japón. que esta agitación. este afánde' la técnica y del comercio nos ocultan laverdadera vida espiritual. -Todo esto haceal verdadero hombre invisible para sí mismoy para los demás-. -Mientras los medios decomunicación se multiplican rápidamente. lacomunicación consigo mismo va disminuyen-do en su estricta realidad-. Es el grito detoda una raza y de toda una época. la razaoriental y el mundo antiguo. el que brota porlos labios del magnífico poeta.

Ese tambíén mi anhelo allá humildemente2

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esbozado en el fondo de mi alma. Pero niel liempo ha llegado aún. ni está pronta 10-davía la raza que ha de realizar nuevos va-lores filosóficos. Porque lo cierlo es que to-davía vivimos dentro de los veinte siglos depreceptos de que se quejó Taine. Guién pu-diera decir o siquiera escuchar otra nuevaverdad fundamenlal; mas cualquiera que seanuestro infortunio. lo cierto es que el gritoque reclama la introspección fecunda y laapacible contemplación del Universo. marcael sendero de la sabiduria.

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AUNOUE mi abuelita tenia ya sus ca-bellos niveamente blancos. sus ojoseran de un limpio azul cuando la co-

nocí. Triste fue su vida: de la lejana Albiónllegó a nuestras montañas niña aún. y nuncamás vio a los suyos. ni de nuevo pudo mi-rar las represadas ondas del Támesis. El amorquizá mitigó las inquietudes de su alma. pe-ro ello' es sin embargo que a menudo se re-cogía en nostálgica meditación.

Un día a su lado jugaba yo mis juegosinfantiles. más porque ella me viese quizá quepor jugar. Pero la dulce viejecita permane-cia quieta y muda en prolongada meditación.Mi vanidad infantil se ofendió. y con muchapena en la voz le dije: mamá. ¿por qué nome atiendes? Y ella volviendo en si de leja-nos pensamientos sonrió con los ojos nubla-dos de lágrimas. -Hijo. respondióme. esta-ba en otro mundo .... -¿Y dónde está ese otromundo?- Le pregunté desconcerlado. Y ellaseñalando a su pecho con la manecila enju-ta y blanca me contestó para siempre: aquíen lo interior.

futuro amigo mío: a los arcanos de nues-tro sér van llegando los sucesos de la vidaen ciclo que misteriosamente se repite y ti

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un mismo tiempo se renueva. El mundo ex-terior va palideciendo mientras un mundo in-terior se ilumina más y más y se dilata. Esuna mutación arcana que verifica la vida delhombre. Para mí equivale a la Eternidad es~ta espiritualizacíón del universo. Y si no, hor~miga de lo infinito, ¿a dónde lleva nuestrapsiquis este mundo interior?

Piénsa en mí si hallas otra solución, futuroamigo mío.

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ArOLOQObE LAS MQLTITQbE.S

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LA naturaleza un instante adormecida ba-jo el sol meridiano fue recobrandopoco a poco su agitación. Pero en el

tinte azulado de las lejanas cordilleras y enel vaivén de todos los seres vivientes ~abíaun dejo de lasitud y apagamiento. Se inicia-ba la caída de la tarde y el pensador soli-tario consultó su hora y adivinó su destino.Tengo algo que decir él los hombres. pensó,y descendiendo a la ciudad hizo reunir a lamuchedumbre para signillcarle:

Si queréis hallar los caminos de la verdadsuprema debéis hacer el sacrificio constantede muchas cosas adjelivas de vuestra existen-cia. exaltar prodigiosamente el mUildo inte-rior. y nunca alejar de vuestros ojos la mis-teriosb conexión que hay entre la naturalezay nuestro humilde sér. Sólo así....

-Basta: no querrmos filosofías. gritó lamuchedumbre. ¡No nos diviertes!

-Está.is en lo justo, respondió el Penso-doro El Ark sorprende la verdad en los plie-gues de una emoción: para interpretar la ra-zón más íntima de la belleza del mundo de-béis analizar hondamente el significado de laarmonía. La belleza es sólo armonía. Perotúnlas son las maneras de esla armonía. él

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)() - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

veces recóndita. dinámica e invisible a ve-ces ....

La muchedumbre airada le interrumpió denuevo; -Nos estás trastornando el seso, lu-nático insufrible. ¡No nos diviertesl

-Es verdad: dejadme. pues. que os digaque del fondo mismo de nuestra personali-dad podemos educir cuanto es ambicionableen el mundo. fe, esperanza y compensación.Que de nosotros emana ....

E.I Apóstol no pudo continuar: enfurecidala muchedumbre le arrojo lejos de si con vi-lipendio y dolor.

De nuevo en la soledad de su amiga na-turaleza comprendió tardíamemte el Pensadorque los hombres no reciben sino verdadesapetecidas; que es necesario crear primero elapetito de la verdad para predicada despuéscon bené~co resultado. Luégo, meditando ensí mismo, vio con apacible dolor que habíacometido la última necedad de su vida; ymientras. la sombra emergía lentamente de losvalles. miró al ponienle escasamente ilumina-do ya, descifró el significado del azul infini-to como el simbolo de Iodos los misterios,

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vio en la luz que lo penetra el símil de 111

ciencia humana. y en la paz augusla de susqueridas verdades murió serenamente.

Algún tiempo más tarde la muchedumbrepresintió el significado de sus palabras y yen-do hasta su tumba simbolizó en innumera-bles quimeras la sencilla verdad que no lepermitió decir.

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ArOLOQO DE LOS TRESREINOS QQE I1EREDARONLOS 110116RES

11I

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EN el decurso de las edades vivió unaprincesa de mislerioso origen. Co-locado en una llanura dilatada el al-

cázar de su hogar simulaba una surgenle dela tierra misma. y nadie pudo adivinar de ellade dónde vino ni siquiera cuándo apareció.

Rodeada de sus hijos imponía en lomode su sér misleriosas cavilaciones por lo be-lla y poderosa y por lo sabia. Ellos. ya cre-cidos. la interrogaron una vez diciéndole:

-Los tres. loh madre! conocemos lu au-gusta majestad. mas hé aqui que nuestra pobreimaginación no acaba de tejer suposicionesrespeclo de tu origen y de tu fin y de la esen-cia misma de tu sér; y hemos venido a ti enbusca de una explicación.

Largo espacio de tiempo se quedó mirán-dolos. y luégo con apagado acentu de ter-nura r('plicóles:

-V osotros mismos debéis interpreiarme.De vosotros el mayor dominará esta llanurahasta los confines del espacio. y descifrará elmisterio de mi origen. El segundo de voso-tros dominará el tiempo. escudriñará el abis-mo de las edades. y hallará mi fin. El terce-ro de vosotros poseerá el reino interior, don-de verá el por qué de mi origen y mi fin.

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Los tres hijos abrazaron silenciosamentea su madre y se marcharon luégo.

Hacia los confines del espacio fuese el ma-yor de ellos. Sus pasos presurosos recorrie-ron tierra y más tierra. inmensas praderus ybosques milenarios. sin fatiga ni desmayo. Elsol de los mediodías estivales doró muchasveces las espigas de los prados y perfumóla tierra con el suave aroma de lél enhiestavegetación. A la riba de los arroyos perci-bió el hálito tibio de los vientos lejanos. men-sajeros de apartadas regiones; y sus ojos al-tivos se fijaron siempre en el pálido azul delhorizonte.

El segundo recorrió el tiempo. Vio a tra-vés de su espíritu dilatado las primeras eda-des y las edades del medio y el fin de lasedtldes. En una hora recorria siglos y en undía centenares de siglos.

El tercero se quedó meditando.Un día los juntó de nuevo el acaso. En-

vejecidos y melancólicos se abrazaron en si-lencio. El conquistador del espacio habló asi:En el confin del horizonte hallé sólo un erial.Más allá. fuéra de la tierra. bajo un ponien-

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te que iluminaba la policromía de la luz ves-peral. vi una ribera misteriosa de que me se-paró el vacío: Vengo a con su llar a mi madre.

El conquistador del tiempo refirió: en elcomienzo de las edades y en el final de lasedades he visto siempre el dominio de laigualdad monótona. En la conquista del tiem-po sólo pude ver que cada etapa se esfu-maba en el olvido al engendrar otra etapa.

El tercero, el conquistador de su alma,guardó silencio.

fuéronse entonces en busca de la prince-sa, mas hé aquí que cuando llegaron al pa-lacio vieron estupefaclos que su madre ha-bía desaparecido ya.

Entonces dijo el tercero, el meditabundo:-Nuestra madre creó la ilusión del espa-

cio y del tiempo que habéis matado voso-tros. Nosotros somos el comienzo y el fin.Nosotros somos nuestra madre, el espacio yel tiempo.

3

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~rOLO~O bE L~ Vlb~~K.MONlt~ K.~tION~L

IV

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MAS allá de los umbrales de la muer-te se encontraron una vez las som-bras del viejo Salda Muni y de Lo-

renzo e( Magnífico. Y como aquél reclama-se para sí el honor de pasar adelante. el deMédices lo miró de hito en hito con la son-risa benévola de quien muchas veces domi-nó a los hombres y recibió caricias de mujer.

- Te dejaría pasar. le replicó. si tu de-manda no presupusiera mayor categoría.

-Soy en verdad mayor que tú. y viví másnoblemente. insistió Gotama.

-En este reino no hay espacio y e/tiempose dilata en un presente sin sucesiones. quea no ser así ya verías quién es mayor. Vé.no obstante. si te place. y elíge un árbitrode tus méritos que sepa también del mío.

y el viejo Gotama volvió a poco precedi-do de la sombra de Salomón para que diri-miera su pleito.

-Es señor. dijo el monje de (a India. quese me niega la precedencia a 1 mí que naci-do en la nobleza. abandoné mis tres pala-cios. mi esposa joven y mi hijo por la san-ta meditación. A mí que. al pie de la higue-ra del Neranjara. g0cé de la suprema ilumi-nación y comprendí mejor que ningún mortal

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42 - EL LIBRO DE L05J ADOLOCOS

la insuperable desilusión de la vida hum anaen el amor y en las riquezas. en los senli··dos y en la mente. y rendí a los ochenta añosmí espíritu depurado de toda ambición y fal-sedad. Que dejé enjutar mi cuerpo a los ar~dores del sol del trópico y lo lastimé conhambre y con Caligas en el bosque de Jda-vana y a las orillas del Canges sacrosanto.A mí a quien no rindió mujer y para quieneste manto raído de amarillez simbólica bas-tó siempre.

El Rey semita sonrió bajo los rizos de subarba babilónica. y vuelto hacia el arrogan-te florentino inquirió con los ojos su de-manda.

-¿No me conoces. pues? dijo aquél enton-ces. Soy de tu especie: la estría ¡ónica mo-deló las columnas de mis palacios. canté ala juventud himno audaz. estudié la sabidu-ría antigua y amé la religión y el arte. Ycuando la fiebre del amor resecó mis labioslos toqué imperturbable con viejos vinos deToscana y Chipre.

-Bien eslá. dijo Salomón: Tú. florenlinoaudaz. que comprendiste la vida como un ar-

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monioso conjunto y la ensalzaste en la reli-gión y en la sabiduría. en el amor y el arte.pása primero. Y tú, Gotama. obstinado enel recodo de una idea. pues que desprecias-te la belleza del mundo y la alegría del al-ma, sufrirás muy poco por marchar después!. ...

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AYOLO~ObE LA YERfEttlOIt

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ANTE el espíritu del gran Marco Aure-lio se presentaron una vez las som-bras de Buda. de Jesús. de Aristó-

teles y de Miguel Angel para que dirimiesea su manera sabia y justa cuál de ellos ha-bía trazado derrotero mejor a la perfecciónhumana. Conocéis nuestras vidas. le dije-ron. y la obra nuestra se dilata como unasemilla fértil en el alma de las generacionesvivas: ¿Queréis decimos cuál de los senderosque trazámos al espíritu humano lo enaltecemás. y más de cerca tocó la perfección ideal?

-Glorias de ese espíritu humano. contes-tóles el gran Marco Aurelio: cuatro senti-mientos como cuatro columnas gigantescasintegran la vida ideal del hombre: la religión.la moral. la lógica y el arte. que justamen-te representáis vosotros. El contestar vuestrapregunta sería resolver cuál de esos senti-mientos es más noble y úlil, Y hasta dóndeen el camino de su perfección llegó vuestraobra. Vosotros confesasteis en el mundo. yen vuestra sensatez está evidente todavía. quela perfección de vuestras obras distaba infi-nitamente aún de la perfección ideal que so-ñó vuestra mente. y en el apacible mundodonde estamos hoy ninguna tentación vani-

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dosa os podría dar el que permanezcan aúnínsuperables.

y los cuatro conductores del espíritu hu-mano tocados en lo íntimo de sus concien-cias exclamaron él un mis;uo fiempo: es ver-dad que nos faltó mucho para alcanzar laperfección soñada. Pero cada uno de nos-otros insiste en que su obra fue. como tú di.ces, más noble y útil al espíritu humano.

-Noble y útil.... Continuó Marco Au.relio. Oh Buda. si los hombres hubieran se-guido el evangelio de meditación ascética y

de castidad que recomendaste a Ananda tudiscípulo predilecto, a la segunda generaciónhabrían desaparecido del haz de la (ierra. y

donde se te alzan (emplos de prodigiosa mag-nificencia se pasearían las fieras del bosque.y si entendiste que tu envanglio no era pa.ra ser cumplido por todos los hombres, en-tonces no realizaste un ideal unívoco. y laperfección nada tiene que ver con tu obra.

-Así es verdad, exclamaron los otros.- y tu obra, oh Jesús. tu anhelo de mo.

ral perfecta. entraña la renunciación de todalucha y el vivir como los lirios del campo,

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que envidiaría Salomón. Tu evangelio orde-nó a lus discípulos ir en el mundo sin afánpor el díe! de mañana. sin provisión de ali-mento ni ves lid os. como las aves del cam-po. Pues bien. si los hombres le hubiesenescuchado. todos los hombres. la industriay el arte habrían desaparecido lambién de lahaz de la Herra: San Pedro y el Vaticanono le rendirían justo homenaje hoy. Y si elreino de los humildes llegara. ¿dónde que-darían la sabiduría y la riqueza. madres dela ciencia fecunda y del arte? Y si todos nopodían pertenecer al reino de los humildes.entonces no realizaste un ideal unívoco. y laperfección nada tiene que ver con tu obra.

-Así es verdad. exclamaron los olros.-y tú. oh Arislóteles. que pareces más cier-

to de tu obra. yo te pregunto: sin las efu-siones del arte. ni la elación míslica. ni labelleza moral. ¿qué puede hacer el hombreCon tus categorías?-y tú. prodigioso Miguel Angel. que pa.

saste por la vida idealizando los sueños máshermosos del corazón humano. ¿no compren-diste acaso que bajo de tu nivel. otros dis-

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frutaron de más cerca las atracciones de Vic-toria Colonna, y las uvas jugosas del Amo?

Pero entonces exclamaron los cuatro, ¿dón-de está la perfección, oh Marco Aurelio?

La perfección .. " tiene que satisfacer to-das las modalidades posibles. Es dentro dela naturaleza armonía universal. y es dentrodel espíritu adecuación con el destino quenos cupo en suerte. Armonía y adecuaciónse subentienden mutuamente. Vuestras cuatrovirtudes en armónica tendencia dotarían a unhombre de la capacidad de entrever la per-fección, mas no aun de realizar/a. Ella, comola unidad, es función de lo infinito; como launidad, la aplicamos a cada cosa, pudién-dola aplicar a cada conjunto de cosas: y só-lo pudiéndola aplicar a la armonía de lasinfinitas relaciones. De ahí que tomada ais-ladamente sea sólo relaliva como la unidadtambién. Vosotras sombras, que sois en lavida humana símbolos de hondas tendencias,podríais enseñar a los hombres que la perfec-ción suprema les es inasequible. pero que deella pueden participar adecuando su personati sus destinos dentro de las relalividades delespacio y del tiempo.

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AYOLOQO DE LAILQSION y DEL ENSQERO

VI

_ •.•• -'. f~

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A ORILLAS del Yaxarles y del Oxus y

en la dilatada meseta del Irán viviósus primeros siglos la cepa racial de

los grandes pueblos que enriquecieron al mun-do con su civilización y sus leyendas: los in-dios y pelasgos soñadores. los germanos gue-rreros. los futuros artistas de la Galia y otrosmás. fundadores de epónimas nacionalidades.y tal parece que esta cepa privilegiada an·tes de apoderarse del mundo quiso apode-rarse del espíritu y soñó desde entonces parasiempre los mejores sueños de la humanidad.

De sus múltiples ramas fueron los persastalvez los que más puro conservaron el sím-bolo ario de la Divinidad. así como de otrosemblemas de su raza. Pues bien. una de sustradiciones cuenta que en el comienzo delos siglos vivía feliz la humanidad bajo )aegida providente de Ahuramazda. el buenDios de )a vida y de la luz. Consciente ypura gozaba del bién inefable de existir yde entender, y gozaba. otro si. de la perfectaamistad de Dios y del amor de todas suscriaturas; sin sombras que enlutaran el mun-do ni dolor en la conciencia vivía la huma-nidad una indeficíente primavera de bienes-tar y de amor.

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Mas hé aquí que Ahrimán celoso y cruelacercóse a la criatura humana y extendien-do por el mundo la noche y el dolor des-hizo en un instante toda su felicidad. Y comoembriagado por su obra misma de destruc-ciones arrojó sobre los seres vivos la mal-dición irreparable de la senectud. de la en-fermedad y de la muerte.

Cuando llegó de nuevo el buen Ahuramaz-da Ilenóse su alma de infinita desolación: deaquel mundo en primavera y de aquel espí-ritu humano en perenne aurora quedaban sóloya tristes sucesiones de sombras y dolor. Yel sér humano decaído y enfermo. atediadopor todos los ínfortunios y la muerte. jnvo-.có al buen Ahuramazda en busca de la disolución final que calmara para siempre su.angustia infinila de vivir.

y el buen Dios de la vida y de la luzherido en la bondad de su obra predilectareconcentróse por un instante en su sabidu-ría infinita. y tomando al hombre de la ma-no. le habló así: cAhrimán quiso destruir laperfección de mis criaturas: su obra fatalestá hecha ya. Mas lleno tu corazón desde

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ahora para siempre de insaciables ilusionespara que combatas el infortunio y las som-bras que te asedien; y pueblo desde ahoratu mente de tan gratos ensueños que en ellospuedas vivir lo que te falte. que en ellos su-plas el bién querido que la muerte te ha dearrebatar. Y todos cuantos males te acaez-can acaben ahi en el ensueño de tus noches.y en las ilusiones de tu despierta imagina-ción: Vé con ellos y vuélve a ser feliz. yaque no me es dado devolverle el bién inG-nito ni la eternidad.

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ArOLOQO rAQANODEL AMOR

VII

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At'JOS después de cumplida la destruc-ción de T roya. y ya en 105 camposeliseos todos aquellos que cn ella

desempeñaron alguna misión. suscitóse denuevo entre las diosas rivales la misma dis-puta que Paris resolvió. Porque habiendo caí-do en desgracia la buena opinión de esleárbilro después de su cobarde conducta. Mi-nerva hallóse con nuevas razones para bus-car alguna revisión de su juicio. Y como desu parte estuviesen también Juno y muchoshéroes de la compañia de Menelao que guar-daban aún cierta esquivez contra Venus porla conducta lachable de la hermosa Helena.prontamente aviniéronse a someter el pleitoa nueva decisión.

Mas ¿cuál de tántos ilustres héroes podíaser ahora el i1rbitro? ¿Cuál había de deci.dir la preferencia merecida entre Juno. eldeber. Minerva. el talento. y Venus. la be·Ileza máxima? Ninguno más autorizado queel astuto rey de !taca. ya por sus hazañas,su comedido pensamiento y un si cs no es porcierto prestigio seductor que le había crea-do la sorprendente fidelidad de su esposa.

La decísión pareció feliz a las tres divini-dades que desde el comienzo de los siglos

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se disputaban la preferencia ante los diosesy los hombres. Quizá interiormente cada unade ellas hallaba motivos para considerarloparcial en su favor: Minerva que lo cono-cía tan devoto de sabios pensamientos; Junoque confiaba en la honda impresión favora-ble que el deber cumplido de su esposa ha-bría debido causarle. y Venus que recorda.ba aún ciertos incidentes callados por Ho-rnero en la narración de su encuentro conCalipso.

y las tres se presentaron en la plenitudde su magnificencia al sagaz Ulises: ¿Cuálde nosotras -le dijeron- conquista más fir-memente el amor masculino?

-No es preciso pensar mucho. replicó UIi.ses -y las tres diosas lcmblaron de cmo-ción,- no es preciso pensar mucho la res-puesta que merece tan interesante cuestión.Desde luégo se lo preguntáis a una sombraimpasible. que si estuviese en la tierra y cadauna de vosotras loh Divinidadesl me lo pre-guntara por separado. a riesgo de cambiartres veces de opinión os preferiria en turnoriguroso: y si las tres a un tiempo mismo,

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¡pobre Paris! me solicitasen opinión. creedme.os habría preferido a las tres sin contradic-ción ninguna ....

-Vemos. exclamó impaciente ya Miner-Vél. que asumes tu antigua manerél evasiva y

un poco infiel. ••Eso estaría bien allá entrelos hombres. ¿pero es ese acaso un crilcrioparé! 105 dioses?

--Precisamente no -continuó Ulises- yeso queríél añadir: Que en tratándose de estemundo de 105 dioses y las sombras mi jui-cio ha de ser muy diferente. si lo permitísacaso. Mi juicio será muy corlo expresadoasí: ¡De ninguna de vosotras emélna el amorl

Ante tamaña ofensa las diosas iracundasexclamaron a la vez: ¡Blasfemo! Y en su pen-samiento oculto quisieron significar: ¡Ingratoly lanzándose airadas hasta el trono de Jú-piler le díjeron con crueles apóstrofes paraUlises que pedían venganza. Debía el astu-to rey padecer otro tanto que Promeleo. puessu audacia no era menos ofensiva y peli-grosa.

Entonces el ya viejo Júpiter llamó aparteél Ulises y le preguntó sus razones.

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-Es Señor. dijo éste. que el amor sc-gúnmis conocimientos no emana de ellas. Es vir-tud personal. En nosotros surge nebuloso enla niñez. soñador y pudibundo en la adoles-cencia. deGnido y audaz en plena juventud.Es función de nuestro organismo sano y fe-cundo. Es potencialidad íntima nuestra. deque ellas participan según su belleza. su sa-biduría y su virtud. La inteligencia. la moraly el arte lo enaltecen y agigantan. pero sinada de eso encuentra. siempre surge. aun-que sea por un codo inslante. Es fuego cu-yo combustible está en el. corazón. Ellas soncomo el objclo brillante que recibe la luz y

la refleja luégo como si fuese propia.El viejo Júpiter sonrióse amablemente y di-

jo: Lo sé por experiencia .... Mas es prudenteno aclarar tales cosas.

y hé aquí que también PenéIope había es-cuchado el juicio. y un poco amargada com-plementó la explicación al oído de Ulises: aho-ra recuerdo que en nosotras es lo mismo ....

Mas interrumpiéndola de pronlo el sabioUlises le dijo liernamenle: no tomes a malmis palabras. querida esposa: los ¡omorlales

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no saben todavía el verdadero misterio delamor. En la vida humana existe una contur-badora soledad. Los seres que se han que-rido con ternura. en un momento dado fun-den su personalidad en tal manera que de dosrfsulta un sér moral. Es como una integra-ción de la persona humana. El hombre y lamujer con las fundamentales dotes de lo hu-mano. son. sin embargo. fragmentos nada másde un solo sér que el amor conjuga para laarmonía de los valores morales. para el com-plemento de la felicidad y el consuelo de cier-ta soledad interior que percibimos. En un ins-tante dado. al cruzar de las miradas que sebuscan. al enlazar los brazos. al cuidar deun hij9. _ráfaga misteriosa golpea a un tiem-po mismo en ambos corazones y una com-pen.etración indisoluble los liga para siempre.Es una integración de la personalidad incom-pleta de los sexos la que hace el amor. Deahí en adelante emociones y pensamientos se-rán uno para dos. y los dos se sentirán unomismo en las luchas de la existencia huma-na y en las fruiciones del corazón.

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AFOLO~O ~RISTIANOI)EL AMOR

VIII

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DESPUES de la maldición del Paraísoemprendieron los hombres su viviratormentado de luchas y contratiem-

pos. y a medida que crecia la especie fue-ron avanzando hacia los cuatro puntos car-¿inales en busca de más pan y de mejor abri-go. Llegaron a las llanuras ardientes de losrios tropicales. ascendieron por la falda hir-suta de los más altos montes, poblaron la sel-va y tocaron las lindes de 105 áridos desier-tos. Padecieron hambre y sed. inclemenciasde los elementos traidores y ataques airadoso furlivos de todas las fieras de la pampa.Padecieron más aún: padecieron de la infi-nita nostalgia del Edén y del pavor inenarra-ble de su propio arcano fin. La maldición di-v:na parecía obrar su efeelo en todas las es-feras de la humana consciencia y de la hu-mana adividad.

Mas hé aquí. sin embargo, que en medio desus grandes infortunios y del desamparo cruelde la más enemiga naturaleza el hombre co-braba más y más bríos y entusiasmo. el hom-bre sonreia y mostrábase feliz,

y el Dios Padre concibió entonces por pri-mera vez un sentimiento de rara curiosidad:Desconcertante fue para la misma Sabiduría

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Infinita aquella inescrutable felicidad del hom-bre en medio de la eterna maldición. Y cuen-tan labios piadosos de aeda que Crislo cuan-do estuvo entre los hombres buscaba en lossentimientos de su humanidad alguna expli-cación a esa antinomia desconcertante parala misma omnisciencia de su Sér. Y que só-lo después de haber vivido treinta años, unatarde al terminar de una jornada de fatigasy de sed, de crueles asechanzas y de infini-ta desolación espiritual. lIegóse a un hogaramigo y vio que una hermosa mujer acerclÍ-base hasta sus plantas doloridas, lo mirabaal fondo de sus pesares intimos con el cla-ro mirar de unos ojos negros y grandes, in-quietos de ternura, y regando sus pies conbálsamo finísimo, sedante y perfumado, losenjugaba luégo con la seda ondulada de suabundante cabellera: y asi de hinojos, radian-te de belleza y de ternura, estábase a su la-do temblorosa, cual una cervalilla perseguidapor incógnito fervor. Y dice la leyenda queCristo la miró, vio sus ojos cdrgados de dul-zura, su hermosa cabellera destrenzacla, suslabios trémulos y la blanca mano suave y ca-

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riciosa, que a un mismo fiempo lo ungía y

lo aliviaba; y que pensando en los hombrescon el fervor de su humanidad enallccida. di.jo a su Padre. allá en lo más hondo de suagitado corazón: -Perdónalos. Señor. aun-que sepan lo que hagan.

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DEsrQES DEL AMO~ArOLOQO

IX

-: - -.. ." , ~\-. )

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.¿Mi leyenda? .. Prefiero la his-

foria. contesfó la reina volviéndose al

robusto Yarbas· .

CIERT A tarde caliginosa. Oido. la rei-na de Cartago. eslaba con su her.mana recibiendo la brisa del mar en

la magnífica terrélza de su palacio.Las dos parecian meditar a solas su vida

pasada ante el crepúsculo luminoso y el mar.-Hermana mía. dijo al fin la reina: ¿En

qué estás pensando? Se me ocurre que unmismo pensamíento nos ha hecho meditar lanhondamente. Huye de nosotras ya la vida. y

el sol de otros tiempos. como el sol que aho-ra se oculta. cobija nuestras almas con res-plandor crepuscular ....

-La juventud. hermana mía ....-Sí y no: Quizá no son memorias de JU-

ventud como juvenlud solamente.-El entusiasmo de una sangre joven ante

el despertar de la vida ....- Tampoco es eso propiamente. Herma-

na: ¿no sientes tú nada allá dentro del co-razón?

-¡Ohl ciertamente. Es como un vacío: laconsciencia de no poder ya encender fervien-tes enlusiasmos. En plena juventud somos lIa-

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ma devastadora o tibiamente pura que en-ciende el corazón de los hombres y da co-lorido a la existencia. Ahora somos apenasvago simbolo. Se nos quiere como a anti-guos retratos de familia, con afeclo. sin fer-vor. Es el vacío de una resignada declina-ción. El apagamiento. El desamor. Una an-guslíosa friald6d en torno nuestro ....

-Ardiente hermana mía. Veo que tu san-gre híerve aún. No es eso lo que yo siento.Mi pensamiento es vagamente melancólico co-mo una melodía lejana. ¿Recuerdas nuestrosgoces juveniles? Muchas veces iba por el mar.en mi barco. con él. con el que amaba en-tonces. y la música cadenciosa de las arpasdistanciada por las olas del mar llegaba amis oídos como un eco lejano de mi felizamor. Ahora. ¿sabes. hermana mía? Ese amorlejano viene a mi consciencia como el ecode las arpas distantes allá en el mar.

-IGhl no agites mi alma Con esas me-morias ....

-Sí. hermana mía: El hombre que nos en-señó a amar, sin saberlo quizá. dejó en no-sotras parte de su espíritu. Y esa parte de

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espíritu es el patrón de medida con que des-pués medimos a los demás hombres .•.. y,¿quieres que te diga francamente? El sér ama-do se compenetra tánto con el alma que leamó. que integradas en el futuro son una so-la. y al pensar y al querer, queremos y pen-samos como él nos enseñó. ¡Ayl hermanamía: hasta el olvido es posible aún. nuevoamor, felicidades nuevas. todo; pero la som-bra de aquel que por primera vez besó nues-tros labios. oyó de cerca latir apresurado elcorazón y alcanzó promesas silenciosas denuestra sangre juvenil. esa sombra vaga eter-namente en nuestro espíritu. visible o invisi-ble. mas siempre dominadora. ¿No lo sien-tes tú quizá?

-Me haces estremecer. loh Oidol ¿Aca-so es una impregnación total? ....

-Nó. Mas sí definitiva. Parte de nuestrosér conservaréÍ siempre fresca capacidad derenovar amores. La virginidad renace ante elestímulo de todo nuevo amor. Vuelve el co-razón a ser adolescente y tímido. vuelve ahervir la sangre. y hálito nuevo de felicidadhará más estrecho aún si se quiere el nue-

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va abrazo. Es función de la vida: porque pen-saste ayer no dejarás hoy de pensar, y pue-de que sea más vigoroso aún tu pensamien-to. Pero el pensamiento inicial da el rumbo;y apagado en el misterio de la conciencia opalpilante todavía. sigue eternamente domi-nador.

-Pero .... ¿y qué imporla al fin?....-Es verdad. En nosotras puede dormir

como una suave melancolía indescifrada. ¿Pe-ro no comprendes tú que ellos adivinan lasombra del amor primero vagando en nues-tros ojos? ....

-Cuídate que ahí vienen ya tu rey y miseñor.

- Yarbl.ls.-¿Oué hablabais, esposa mía?Annl.l, interrumpiendo con inefable son-

risa:-Lamentábamos cierta ausencia.-Justamente, añadió Dido con acento ca-

riñoso. ¿Por qué habéis llegado tan tarde?

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AP'OLO~ObE LA AMISTAb

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CIERTO dia de la Naturaleza la Divini-dad divagaba ensimismada y sola porel arcano de los mundos. De un pun-

to perdido en los espacios vio elevarse unaleve columna de fuego misterioso que se-guia su estela por el pálido éter del infinito;y conmovida a la vista de tan exótica apa-rición Ilegóse quedamente al lugar de dondepartia. y vio con inefable ternura a un po-bre sér desvalido y soñador que buscaba sushuellas en el silencio de los mundos estela-res: Arrodillado sobre el césped humedo aúnde una elevada colina. ante el sol maHnal y

en la soledad de la naturaleza. el hombre aH-zaba fervientemente el primer fuego simbóli-co de su devoción a la Divinidad Arcana.

Entonces la Divinidad sintió en las entra-ñas de su sabiduria el hálito indefinible y gra-to de una consciencia hermana. evocadora y

pura. Y tocada a su vez de gralilud. de lamaravillosa gratitud de ver al fin su espiri-tualidad consciente definida y amada. de nosentirse ya más en la soledad de su Infini-to. difundió su emoción por el alma del po-bre sér desvalido y soñador que en ese ins-tante la invocaba. y creó así para siempreel instinto de sociabilidad que redimió al hom-

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bre de perecer en la inclemencia de los aza-res de su vida .

•• •Una dapa más tarde el hombre protegi-

do ya y vencedor ddúvose a la hora de suocaso a contemplar por última vez a la ma-dre Tierra que en ese instante había de aban-donar. Y de sus ojos cayeron sobre la ma-dre Tierra lágrimas de tan imponderable amorque ésta conmovióse de infinita ternura y es-piritualizando el arcano de su sér vertió enel alma de su hijo humano una nueva y raraidealidad: De entonces acá el instinto de so-ciabilidad defensiva llegó a ser un sentimien-to de ternura. de inteligente simpalia protec-tora y de infinita consolación .... De enton-ces acá la Amistad existe en el alma de loshombres.

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AYOLOQODe LA (ARIDAD

XI

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ENla penumbrosa Edad Media. cuando lahumanidad sintió más fervientes anhe-los de ideal en la mistica. la filoso-

fía y el amor, halláronse juntos un trovadory un santo.

-¿Qué haces por el mundo? preguntóleel mistico al poeta errante. y éste replicó:

- Voy cantando en los palacios feudales.en las cortes regias y ante la multilud el poe-ma de mis ensueños amorosos. Amé y nofui correspondido. y para calmar mi dolorbusco el aplauso de mis canciones .... y tú,¿qué haces?

-Yo voy en el mundo herido por el do-lor de los dolores ajenos: voy herido de ca-ridad consolando al prójimo .... Podemosir juntos.

y los dos amistosamente continuaron sucamino.

Al caer de la tarde. en un lugar desierto.hallaron a un pobre caminante herido. El san-to se acercó a él y con exquisila piedad lavólas heridas. colocó vendajes protedores y letomó consigo hasta la próxima ciudad.

Maravillado el poeta siguió detrás pensa-tivo y observador. Y pudo ver que el ros-tro del asceta semejaba por tal manera la

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expresión dolorida del caminanle, que por mo-menlos parecía herido él lambién. Silencio·samente analizaba esa rara simpalía sin ha.lIarle salisfadoria explicación. Y conlinuópensando. pensando más y más.

Esa noche en la ciudad fueron a la Gestadel palacio. Y después de las danzas del [es-lín. el bardo enfermo de un amor lejano can-ló con dulce acenlo lodas las quejas de sualma. Y vio el sanlo observador que el ros·lro de los magna les y el roslro de las don.cellas palidecía a veces, a veces se leñía derubor. Que sus nervios lemblaban finamentebajo el raso de los veslidos lujosos, comosi a las evocaciones del poeta vivieran denuevo rudas pasiones y encontrados senli-mienlos.

Al día siguiente la gloria del santo y la fa-ma del poeta se extendieron por el mundo.y las mullitudes laurearon al poeta y bealil\·caron en vida al prodigioso santo. Mas ellosalejándose de las multitudes hablaron a solasy se dijeron:

-Por un inslanle al escuchar tus versoscreí loh bardol que las multiludes habían al.

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canzado ya el sentimiento puro de la belleza.Que en sus almas habíase formado un femploespecial para el cuila de lo que es bello conabsoluta belleza ideal. Temblaban extasiadosal halago de tu voz, y el ritmo de tus cantosparecía ondular en sus Corazones. Mas héaquí que mis ojos, tenazmente fijos, vieronque su corazón vibraba bajo el impulso dedistintas emociones. Si cantabas el dolor quete produjo la esquivez femenina, mancebosenardecidos soñaban tu sueño con pupilasbrillantes y el labio aridecido de amor. y situs cantos halagaban la belleza de tu amada,temblaba suavemente el pecho de las vírge-nes, recibiendo como propia, sedientas deternura, la caricia de tu voz. He comprendi-do, amigo bardo, que ellos no aplaudieron labelleza de tus cantos sino el anhelo de suspropios corazones, y que, al fin y al cabo, tudolor quedó incomprendido y tan solo comoantes.

A estas palabras, replicó el poeta despuésde meditar un momento:

-Así es verdad. Tus discursos me reve.lan el fondo del corazón humano y la razón

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de todas sus simpalías. Yo también pude ob-servar lo que experimenta tu espíritu cuandoes herido de caridad. Al recoger al caminan-te tú no sentiste sus dolores. Rara sugesli-vidad de tu sér te hizo senlirle con el dolorque él sentía. y lo aliviaste para aliviar estetu propio dolor. Tu virtud es efedo de unatrasposición de personalidad. mediante la cualtú te crees enfermo del dolor que ves y sólolo curas para curarte a ti mismo.

-¡Oh Dios mío. así es verdad! dijo el san-to. Ellos te aplauden si evocas sus anhelos.y yo curo mi dolor cuando restaño la san-gre de la herida ajena. Desgraciados de nos-otros. cuyas obras están desprovistas de todomérito abstrado y propio.

-No te apenes. noble amigo. añadió elbardo. En este instante he tenido una reve-lación saludable: si el alma de ellos se con-mueve emocionada al oír mi canto. y si tualma enferma de tristeza ante el dolor. se-guimos. es verdad. las mismas leyes del egoís-mo humano. Pero tú tiemblas y ellos palide-cen. revelando así que entre los seres se vancreando espirituales caminos de corazón a

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EL LIBRO DE LOS APOLOGOS - 87

Corazón. Es siempre el egoísmo del sér elque surge, porque se despertaron emocionesdormidas. Pero ya es un progreso milagrosopasar de unos a otros corrientes de emoción.Si no queda como una virtud alfruísta quenos dé mérito propio, mi anhelo de belleza ytu anhelo de caridad, sí es virtud social. lazode unión, llave de senlimientos que va trans-formando las relaciones de los hombres, alprincipio de mera e inslinliva conveniencia, enuna solidaridad de emociones que irá elimi-nando poco a poco las barreras del egoismoindividual para constituir un sér más com-prensivo y capaz, el sér social del futuro. mi-lagrosamente desarrollado de la cepa mismadel egoísmo. mediante la simpatía de las emo-ciones.

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ArOLOQOI)E LA VIRQINII)AI)

XII

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LA hermosa Magdalena vivía ya en el. desiedo. A veces en el descanso de

sus rudas penitencias el recuerdo delos festines volvía a su memoria: el amor delos hombres. la música y el vino. el triunfode sus formas escullurales en las danzas di-fíciles de Oriente. como un cuadro aparecíande nuevo en su imaginación. agravando conla melancolía del pensamiento reprimido surenunciación eterna. y entonces. insatisfechade su santidad. recorría leguas de distanciaen busca de un anciano penitente a quienconfesar por centésima vez los pecados desu vida. La voz autorizada del anacoreta ledevolvía la paz a su espíritu y con nuevo fer-vor conlinuaba su vivir penitente.

En una de estas ocasiones fue sorprendidaen su camino por los conductores de unacaravana. Quiso huír de la vista de los hom-bres. mas en balde. porque fue obligada aretroceder.

-Dad me entonces. exclamó. con qué cu-brir mejor mi pobre cuerpo.

y los mercaderes colocaron sobre sus hom-bros regio manto de terciopelo azul. y así sepresentó al jefe de la comitiva.

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92 - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

Su cuerpo irguióse. la rubia cabellera des-trenzada bañó de oro el manto. y sus ojosazules reverberaron juveniles y candorosos ylimpios como el cenit en los desiertos. El jefede la caravana la miró sobrecogido de sor-presa.

-Hermosa mujer, le dijo, mis ojos contem-plaron las doncellas del Egipto y de la Ara-bia, las bellas mujeres de Siria y del lejanoPonto. mas nunca esos mis ojos vieron otracomo lú. Mi sangre joven hierve a tu pre-sencia: sé mi esposa y vivirás feliz. Serásamada y rica, tendrás en mis palacios lodohonor y mi amor eternamente.

Los ojos negros y tenaces del mercaderárabe brillaban de admiración y de lernura,y su esbelfez conlurbadora hizo bajar los ojosde la hermosa Magdalena.

-Señor. le dijo. ave enferma de recóndi-tos dolores. vivo en los desiertos por renun-ciación del mundo. Tén piedad de mí y dé-¡ame mi soledad.

La mano del mancebo, trémula ya. asió lamano de la divina pecadora. Y con voz su-misa replicóle:

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E.LLIBRO DE LOS APOLOGOS - 93

-No es fuerza la que vengo a imponerte.Mírame. míra mis riquezas. mi juventud. elamor que has encendido como un rayo. qui-zá con el rayo de tus cabellos de oro o conel manso azul de tu mirada. Mírame: volve-ré a ti y te tomaré por esposa si te place.y si no. a tu lado dejaré una vida en adelan-te inútil sin el amor de la tuya .... Cuandohayan brillado en el desierto tres lunas vol-veré. Que tu corazón resuelva mi destino.

y se alejó.La hermosa Magdalena fuese lentamente a

su morada. Agobiada de incertidumbre echósu cabeza entre los brazos; cerró los ojos;y sin saber por qué besó el manto azul deterciopelo. Al contacto de la suave felpa le-vantóse estremecida. y desconcertada ya. bus-có el camino del confesor anacoreta.

y confesó de nuevo sus pecados. Y alllegar al recuerdo de su vista con el árabe.palidecieron un poco sus labios y el azul desus ojos pareció diluirse bajo el brillo de laslágrimas.

-Señor. dijo. no tengo piedad de mi. Peroél volverá .. " y si acaso se da la muerte

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94 - EL LIBRO DE LOS APOLOG05

porque yo le haya rechazado cual cumple ti

mis votos, ¿no creéis que esa muerle pesa-rá sobre mi vida?

-Mujer: es una nueva tentación de Sa-tanás.

-IOh! no: sus ojos y su voz estaban lle-nos de dulzura. su espíritu bondadoso irra-diaba protección. Nunca, nunca puede el es-píritu del demonio fingir tan perfectamentela bondad.

-¡Veo, mujer. que has vuelto a amar!-No es amor. Señor. es piedad de her-

mana.-Cámbia de morada y renúncia otra vez

al mundo.-Obedezco, Señor.y fuese más lejos aún la hermosa Mag-

dalena. Pero al llegar de la tercera luna. co-mo una vaga aparición recorrió el desierto.-No es amor. decía: es piedad de hermana:iré y lo disuadiré de su intento; lo atraeréa mi religión y mi conciencia quedará tran-quila. Y caminó por el desierlo reflejando laluz en su blancura como una vaga aparición.

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EL LIBRO DE LOS APOLOGOS - 95

Bajo una tienda improvisada halló al manccbo mercader. A su visla deslumbrado. enar-decido. la lomó en sus brazos. y la bellapenilente sin poderse desasir sintió el fuegode unos labios que la hacían lemblar y elcalor de olro cuerpo que paralizaba el suyoen invencible hipnolización. Mas erguida y acu-sadora su conciencia la devolvió fuerza alfin. y deleniéndole. exclamó;

-Déjame vivir solilaria y penilenle. Enlrelos dos hay un doble abismo: el deber demis volos y.... no puedo más. déjame quellore lo irremediable de mi vida.

y lloró amargamenle a la vista del jovenmercader estupefaclo. Lloró con amarguraque nunca jamás había experimenlado.

-Déjame llorar. decía. Mis lágrimas di-solverán mis recuerdos y así podré borrar-los de mi pobre corazón. Un raro senlimien-lo me oprime; por primera vez en mi vidaquisiera nacer de nuevo ....

La luna iluminaba suavemente los conlor-nos. Magdalena levanló con timidez los ojosimpregnados de inefable dulzura:

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96 - EL LIBRO DE LOS ADOLOGOS

-No me mires. le dijo. déja que me cu-bra mejor. No me toques, aguárda que tiem-blo de rara timidez. Déja que me oculte: ¿noves mi cabellera destrenzada? Mis manos per-dieron su blancura. Mis pies .... señor, nomires mis pies ....

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AYOLOQObE LA INO~EN~IA

XIII

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DESPUES de haber hablado despedi-vamenie del honor en todas sus mo-dalidades. Schopenhauer se volvió

hacia el amable Guyau para decirle:-¿Acaso tú crees también en la virlud de

la inocencia? Por tu modo de mirar adivinouno de aquellos platónicos discursos que so-lías hacer tan a menudo en torno de los vie-jos ídolos del sentimentalismo humano.

-No tengo. replicó Guyau. discurso al-guno fabricado en favor de la inocencia. Mascomo creo sinceramente en su hermoso con-tenido. en su valor como belleza espirilual.dignificadora del corazón humano. déjame oírel razonamiento denigrante que le hayas pre-parado en tu incurable misantropía.

-¿Pero es posible. oh amable Guyau. queun filósofo aún preste valor alguno a estaspobres palabras-ídolo? ¿La inocencia? .. Aquien no sabe lo que dice. o cumple a cie-gas sus ados se le llama inocente: el niño.a veces la mujer. raramente uno que otroadulto retrasado. obran así. En los dominiosdel razonamiento esto es sencillamente igno-rancia. dentro del ejercicio de la voluntades torpeza. en la religión se eleva al con-cepto de fe y en la moral al de virlud. Nada

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100 - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

cambia sino la aplicación; el hecho mismo.la sustancia que se predica. permanece igual:¿por qué entonces. lIamarla deficiencia enunos casos, defeclo despreciable. y en otroscoronada de ficticio valor? Ante la razón pu-ro hé aquí una incongruencia imperdonable.Pero vosotros apeláis al sentimiento. ¿no esverdad? Al labriego que afirma tenazmentecosas que ignora en absoluto. lo declaráismeritorio de la fe. Bella palabra que suple lasuprema dignidad de un convencimiento. Y alpárvulo o a la mujer virgen porque ignoranel mislcrio de Afrodila los declaráis puros. ya su ignorancia la llamáis virtud. ¿Verdad.querido Guyau. que es ésta una lógica decharlatán de ferias? No arrugues el ceño. Apesar de tus entusiasmos eres demasiado jovenaún. Escúchame: las cosas son por sí lo queson. y sólo el hombre las revesa cuando nose acuerdan con su propósito fin. La virtudes algo activo, según su valor inicial. hermanode fuerza y congénere de varón. Pero porcontraposición estúpida habéis hecho virtudtambién a algunas deficiencias. No sin em-bargo, desinteresadamente. La voluntad es

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El LIBRO DE lOS APOLOGOS - 101

virtud. pero si el prójimo se pliega a ellapasivamente. lo que es decir. renuncia a supropia virlud. esa resignación la llamáis vir-tuosa y lrasponéis el conceplo por egoísmo.deseo de dominación. mera utilidad. Así ocu-rre con la fe. ¿Y la inocencia? Aquí entraun nuevo factor. el orgullo de posesión pri-mera. ¿No ves cómo la sensualidad viene atrasmular hipócritamen!e los valores reales?La inocencia significa para vosolros pureza.la pureza concebida como falta de domina-ción exlraña. y aun de prueba exlraña a vo-sotros. Os reserváis el ser los maeslros. eldisfrular de un mundo de emociones cuyaválvula de escape sólo vosotros podáis abrir.Egoísmo concupiscenle y orgullo de primeraposesión: hé ahí. mi joven filósofo. lo queha transform6do en virlud una negaciÓn. Y esmás lodavía: no sólo es lrasmutación de sen-tido en palabras de un valor juslo y real.sino lambién alenlado de esclavitud del sexomasculino. Déja. pues. que me burle cierna-menle de vuestras preciadas ido laIrías.

-No delanle de mí. ciertamenle. conlestóGuyau. ¿Acaso has agolado el problema

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102 - EL LIBRO DE LOS ADOLOGOS

aún? Ciega misoginia te ha hecho destructor.Aguárda un poco. loh Schopenhauerl Lo quetiene de bueno tu discurso no le pertenece:ya Sócrates nos habló de la virtud eficien-te. de la virtud capacidad inteledual. Y sicual hice yo hubieras mirado el mundo porsus aspedos ideales. tu vida más feliz hu-biera sido y otras tus enseñanzas también.La inocencia tiene valores que no ha podi-do apreciar tu ceguera moral. Es adiva yes virtud. si la entiendes como yo. purezade intenciones. La virgen adolescente y elpárvulo que nos miran con ojos limpios depecaminosa intención son inocentes. E ino-cente también la esposa que hace guardiade pureza en :torno de nuestro amor eonyu-gal. que mira el mal como una corriente per-turbadora que no hallará cauce en su espí-ritu. y entendiendo no entiende. porque noconcibe su bondad que el cieno toque uncorazón cuyo nivel está muy alto. Es virtudporque es intención y principio de acción.por consiguiente: y es virtud porque es re-tribución de bienes. además. si bondad hayen ser fiel y pensar dignamente. No es sólo

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EL LIBRO DE LOS APOLOGOS - 103

la ingenua ignorancia del niño. Conceptomás vasto y eficaz encierra si la miramoscomo pureza de intenciones. haciéndola asífuerza moral. refribución de amor y prome-sa válida de robustas generaciones; que porencima del orgullo de poseer lo incólumequizá el hombre adivina también el conju-garse con lo más eficiente para el vigor dela raza.

Hay que escudriñar mejor la parte posi-tiva de los conceptos. loh SchopenhauerJ nosea que se nos escape el sendero de la ver-dad y la percepción de la belleza. único tri-buto. pero tributo suficiente de la vida.

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~'OLO~O bEL ~RTE

XIV

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ERA imposible ya para los dioses convi-vir: el Amor enemistaba las más dig-nas relaciones e iba de una a otra

esfera del Olimpo enredando sentimientos y

enfermando de exlraño anhelo Iodos los co-razones. Por décima vez habia reñido Zeuscon su esposa a causa de otras tantas me-tamorfosis a que habíale obligado a recurrirel astuto Pequeñuelo: Toro manso, lluvia deoro. rayo de luz. cisne arrullador. siempreresullaba descubierto al fin. y siempre en milapuros se veía para dispensar su proteccióny salvar su dignidad. Y como él. todos sequejaban. Afrodita había sido herida también.En adelante inmortal alguno dispensó acogidaal Pequeñuelo audaz. y todos en contra suyadispusieron que fuese arrojado del Olimpo alazar de su irrefrenable intemperancia, ya quepor su esencia divina no se le podía destruir.

y lIegóse a nuestro mundo el Pequeñuelode las eternas inquietudes. Llegó cantando sudestierro. imperturbable en la sabia ligerezade su instinto. Y melióse por los prados. porlas selvas. por los abruptos montes. hastaconocer palmo a palmo Iodos los senderosy visitar a todas las criaturas de la tierra, en-tonces brumosa aún y descolorida.

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A la riba de un arroyo en la pradera si-lenciosa sentóse al fin a descansar. Y vio queuna oruga trepaba difícilmente por el troncoañoso de un árbol. '

-¿Qué buscas? Preguntóle el inquietoAmor.

-Busco a mi compañera perdida en elboscaje a causa de su extrema lentitud. re-plicó la oruga.

-No sufras más. le dijo entonces el Amor.y tomando en sus manos el sedoso capulloen que vivía le hizo unas alas de tan mara-villoso azul que embrigada de contento laoruga. hecha mariposa. fuese de flor en floraleteando locamente. Entonces vinieron alAmor otras orugas. y otras más. y a cadauna vistió de maravillosas alas para que an-duviesen por el aire y por las flores buscan-do temblorosas su amor.

y un ave apesarada llegó luégo hasta él.-¿Qué haces? Le preguntó el Amor.-Mi compañera. replicó el ave. fuese por

el monte y no sé ahora dónde está. ¿Qui-sierais ayudarme. como ayudasteis a la oru-ga. divino Pequeñuelo?

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EL L15RO DE LOS APOLOGOS - 109

-Cierlamente. le dijo el Amor; y tomiin-dola consigo la besó en el pecho; y en esemismo instante el avecilla fuese por la faldade los montes y por los valles trinando tandulcemente que atrajo a todas las aves desu especie. hasta hallar su extraviada com-pañera.

y todas las especies de las aves se jun-taron entonces. y yendo hasta el Amor enromería le pidieron gracia. y él les dio a unascantos. II otras bellisimo plumaje. arroganciao ligereza. arrullo melodioso o gorjeo seduc-tor. Y todas felices volaron en bandadas. lle-nando la tierra con la alegría de sus trinos.de su forma y sus colores. con la alegríainefable de su renovado sér.

y llegaron después todos los vivientes eninterminable caravana. y el Amor los fue do-tando de siempre nuevos y siempre eficacesatradivos: rubias melenas a los leones. cres-pas crines y enarcado cuello a los potrossalvajes. vigor en la armada testa a los {orosde la pampa. grácil silueta ti los ciervos co-rredores. hasta que todo fue en la {¡erra ale-gre y ágil. bello y feliz.

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110 - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

y cuando el Amor gozábase en la magiade su obra. renovando el mundo con su di-vina potencialidad. un mancebo dolorido lle-gó hasta su presencia.

-Las aves trinan por todo el mundo la efi-cacia de vuestra obra. divino Pequeñuelo: ¿qui-sierais ayudarme a mi también? Mi amada nome atiende. ni siquiera quiere oírme hablar ....

y el Amor en tanto que le escuchaba tron-chó frágiles cañas de la orilla y alándolasen melodioso caramillo le respondió:

- V é a tu amada y que oiga ella tu amorexpresado en cadencia musical.

fuese el mancebo afortunado. y muy lué-go regresó feliz:

-Señor. he triunfado: y todos quierenaprender más de vos. Este es mi hermano.cuya amada está ausente: ¿qué le dais?

y el Pequeñuelo le dio el dón de la poe-sía lírica para que cantara su amor.

-Señor. dijo entonces el agraciado: lamuerte arrebató la amada de mi hermano.

-¿Cómo le ayudáis, .si os place?-Que dibuje su imagen sobre el lienzo

tan bella como la guarda en su memoria ....

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EL LIBRO DE LOS APOLOGOS - 111

y así fue dispensando el divino Pequeñue-lo todos los dones del Arle a los hombres.los cuales a su vez se apresuraron a repe-tir sus enseñanzas. hasta que llenando el mun-do con sus poemas. sus cuadros. bellísimasestatuas y pórticos perfectos. e inundándolode armonía musical. los dioses del Olimpoconocieron que la humanidad íbase elevan-do a las esferas de la divina inspiración. ytemerosas de su influjo bajo la inagotableinvención del Pequcñuelo. se lanzaron contraél ansiando deslruirlo. Mas la esencia de supersonalidad divina .diluyóse en los espacíoshasta los confines del universo. y superandoen poder a todos los dioses del Olimpo. do-minó para siempre enlre los mundos comoatracción universal. como simpalia entre losseres vivos. y como elación artíslica en supredilecta la humanidad.

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EL ALtAZAKbE LA FELltlbAI).ArOLOQO

xv

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LA leyenda fue pasando de generacióna generación. El presunto Sultán laoyó de labios de su madre. muchas

veces. en noches de plenilunio en que la vas-ta llanura aparecía bañada toda en tenue luzy allá en los confines se divisaba apenas lasilueta borrosa de la Sacra Colina de la feli-cidad.

Entonces su imaginación arrebatada ibaconfundiendo la imagen real con las imáge-nes surgidas de la legendaria narración. ycon ojos cargados de fe escuchaba:

-Hay allá en su cima un alcázar firmecomo de mármol. esbelto como de niebla. ha-bitado por todos los sueños del Sultán. Todoallí es luz. perfume y armonía. todo es de-sear eterno. eternamente satisfecho y reno-vado. A su alrededor jardines maravillososestán divididos por corrientes puras de aguuque pasa bulliciosa en madejas cristalinas ....

y así fue creciendo el presunto Sultán arru-llado con el ensueño de la lejana Colina. quelántos otros ya buscaron en balde. Y en unaalborada estival en que el inmenso azul searrebo\ó maravillosamente de colores juveni-les y la tierra apareció en todo su esplen-dor. cuajada de rocío su verdura. tomó el

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116 - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

cayado y fuese en busca de su anhelo ha-cia la Sacra Colina.

Quería morar en su augusta placidez. Yanduvo dia tras de día. día .... tras de día.Sus pies desnudos sangraron pronto; muchasveces se secó su labio en mediodías calu.rosas. y en noches de escarcha careció deabrigo. Pero anduvo. anduvo. Los pasos sesumaron tras él. Pasaron los años. Desmayóde su obra. Pero anduvo. anduvo. Su cabe-llera tornóse gris. Sus ojos cargados de crue-les enigmas hiciéronse turbios y sombríos.

Al fin llegó: y por su flanco fue subien-do bajo la opresión de todos sus ensueños.extasiado. feliz. Mas al llegar a la cumbrevio que el sol enrojecido de la tarde ilumi-naba en medio de carmíneos arreboles uninfinito más allá y en ese infinito a la Colinaverdadera. con su alcázar seductor. firme yesbelto como de niebla y como de mármol. ...

Quiso reanudar su marcha y ya no pudo.Volvió los pasos hada el hogar de sus ma-yores y tampoco pudo ya. El infinito cielose obscureció lentamente y la tierra en re-dedor fue una quieta negrura silenciosa. ¿Qué

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EL LIBRO DE LOS APOLOGOS - 117

hacer'? Los ojos del SuHán turbados por elpavoroso enigma se cerraron llorosos y nos-tálgicos ante las sombras de la noche y de]a nada ....

Mas del fondo mismo de su sér, como undespertar de ocultas revelaciones, fue eleván-dose un sentimiento de inefable bienestar. Abrióde nuevo los ojos y a ]a luz pálida de lasconstelacion<.>s, que esbozaba apenas los con-tornos del mundo, sinfió por vez primera ]amisteriosa iluminación de su alma. Compren-dió que el Alcázar de la felicidad indeficien-te no fue edificado en el espacio ni en eltiempo, sino creación particular del espíritu,labrada Con el cincel de la sabiduría en lascanteras inagotables de la vida humana, delcual apenas fue una proyección borrosa laleyenda de tántas generaciones.

y feliz con su verdad reposó su alma parasiempre.

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ArOLOQObE LA VERbAb

XVI

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DESDUES de la sentencia de Sócra!estodos sus discípulos quisieron ates-liguarle con la gratitud de su alma

algo más importante aún como era la con-vicción que les dejaba de ideas superiores.Uno de ellos, sin embargo. más sensible quelos otros quizá, o más timorato talvez. noquiso asistir a sus últimos momentos.

y este discípulo ignorado emprendió elcamino del Direo sin saber a punto fijo quéharía en adelante. Sentóse meditabundo so-bre una roca que dominaba Itl superficie di-latada de las ondas marinas. y después delargo pensar permanecía aún indeciso sobresi debía alejarse del Atica en una de esasnaves ancladas en el puerto, o si. dando porlerminada su existencia, consumirse ahí en elmar.

Era la hora del ocaso, y purpurinas e iri-sadas iban y venían las olas cargadas deespuma. Desnuda y cavernosa la playa ve-cina poblábase del rumor del vienlo y de lasolas. como si en verdad algo vivo informa-se su agitación.

Dar la mente del discípulo, medrosa y du-bitaliva, pasaban las enseñanzas religiosas quepoblaron su cerebro de niño, y en el juego

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]22 - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

de la luz que se exlinguía y de las ondasque se alzaban rumorOSélS creyó percibir unvago aldear de ninfas alegres y el sordo res-pirar de Poseidón. Y pugnaban en su men-te estas vividas imágenes de la fe popular conlas enseñanzas austeras del Maestro. Sentíaen su espíritu conturbado la lucha penosaentre sus sueños infantiles y esa fría idea deun Dios universal y solitario: entre el corode inmortales dichosos que poblaban los bos-ques y las fuenles. el cielo y el mar. y laimaginación de un universo mudo. inanima-do y solo delante de un inmutable y únicoDios. Y ante la verdad anligua. hermosa y

vivifican te. la pálida verdad del maestro lodesconcertaba y entristecía. Como presa deun desvarío invocó a Zeus universal y a Pa-las protectora de la Urbe; y sin saber cómo,ante sus ojos dilatados de espanto surgie-ron de entre las rocas ribereñas el viejo C ra-nas destronado del Olimpo y Quirón. el sím-bolo profundo de la substancia humana.

En un instante el discípulo temió por sí:Arrepenlido de sus nuevas ideas y con vozapagada por el miedo. dijo a las divinas som-

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EL LIBRO DE LOS APOLOGOS - 123

bras: - Perdonad mi extravío de un instan-te. y os ofrendaré mientras viva gratos sa-

crificios.-No te apenes. le replicó graveme!lte el vie-

jo Cronos. A esta hora vuestro astuto maes-tro rinde homenaje de sumisión a Esculapio.presa como tú del presentimiento de la muer-te. tan inútil homenaje como inútil es tu mie-do. pues en nada nos han ofendido las nue-vas ideas. Yo soy Cronos: vuestras leyendaspopulares dicen que fui destronado. ¡Destro-nado yo que asistí a la cuna de todos losolimpos; yo que en Egipto y en Asiria bau-ticé los primeros dioses y los vi degenerarluégo hasta convertirse en vagos símbolos dela ambición humana; yo que he estado en iaaurora de todos los imperios y he visto lashoras de amargura de todos los hombresl¿Cómo vas a creer que me ofenden tus ideas?Ellas existieron ya sobre la tierra y fueronpervertidas también una y más veces ....

-Pero. loh Dios incomprensiblel ¿Son ellasverdaderas. son siquiera más sensatas queel credo popular? ¿Vale la pena de morir

por ellas?

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124 - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

Sonrió 1I0blemente el viejo Cronos a lapregunta sugestiva del discípulo de Sócratesy respondió:

-Todo lo que existe tiene un [ando deverdad. La verdad en el cerebro humano escomo la luz, penetra mejor cuanlo más diá.fano sea el cuerpo que la recibe. En vuestraidea hay alimento para muchas generaciones:Ella crecerá hasta dominar el mundo, serávestida por la imaginación de todas las ra.zas, hasta que agotada de llevar el ropajehumano se convierta en un simbolo de lo ig.noto suprasensible y atractivo en que reposeel Corazón del hombre sus dolores, y consti-tuya para su mente una etapa de descanso.

-Cronos omnisciente: ¿y esa unidad di-vina que anuncia nuestra idea, encarnaciónde los mislerios eleusinos. represenla acasotoda la realidad de lados los misterios?

A esta pregunta del discípulo de Sócrates.Cronos no replicó. Ouirón, el aslulo, lo mirófijamente, y lemblando bajo el látigo de 10-das las ambiciones humanas. de todas laspasiones y del fervor de la vida. dijo breve-mente, en tanto que se alejaba con la som.bra del divino Cronos:

-Piénsa y vive.

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AI'OLOQODE LAS KELIQIONES

XVII

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¡Oh Padre Sol, esencia icáslica de

lodas las divinidades!

ENsu viaje de conquistas las hordas deMahoma llegaron un día ti las mon-tañas donde un pastor persa cuida-

ba ~us ganados y soñaba los sueños de suraza. De tupida barba y larga cabellera en-canecidas al aire libre y puro de las sierras.el viejo pastor era el símbolo de la noble razaque en las mesetas del Irán concibió a la Di-vinidad bajo el símbolo inmorlal del sol. dela vieja estirpe aria que adodrinó Zaralhuslra.

De pie sobre la colina verde al tiempo dela aurora, sus ojos limpios aún y penelran-les miraban al oriente, mienlras la brisa agi-taba las guedejas de su barba. A sus piesuna hoguera propicialoria rítualizaba la fe desus mayores en el sol. y la lengua temblo-rosa de la llama palidecía anle el rojo quic-lo de la aurora; y la lengua temblorosa dela llama semejaba la acfilud expcdante delpastor ante el rojo quieto de la aurora.

De la tierra verdecida y húmeda de rocíoblancas moles de neblina se elevaban comoofrenda misleriosa de la naturaleza al sol.

El alma del pastor esperaba confiada y

agradecida de anlemano el primer deslello

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128 - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

del astro para darse a sus labores. y mien-tras tanto medílaba cómo lada vida de aquélemana y cómo toda manifestación de vidaparece rendirle cuIla: la niebla. el canto delas aves. el fuego que se eleva tembloroso y

el hombre que a su amparo trabaja y en suluz se re·gocija.

A este viejo pastor. símbolo de luengasedades. sorprendieron un día las huestes deKhalid .• Espada de Allah •.

- Tú debes. le dijeron. abandonar tu fey creer en el Profeta.

-¿Quién es el Profela?-El que recibió de Dios unción suprema

y única.Las pupilas fulguranles del pastor miraron

en torno. Miraron a las cimas azules de lascordilleras lejanas. al río que serpentea porlos valles y al sol. cara a cara. como buenhijo de las cumbres.

-¿Qué queréis que haga? Replicóles. Elsurge. él indefectible. mañana tras mañana.A su luz lodo se embellece y su luz todolo fecunda: el azul de las sierras distantessuyo es. y los ríos que fertilizan la tierra hi-

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EL LIBRO DE LOS APOLOGOS - 129

jos son de las nubes que arrebata el mar.El blanquea el vellón de mis ovejas y doralas espigas de mis campos ... , ¿Que adoreal Profeta? En el decurso de las generacio-nes de mi raza nunca falló un día de brillary sernos protector. ¿Qué más vio el Profe-ta? El trigo de mis campos reverdece a laluz de mi sol y su fuego torna rubias lasespigas de mis campos. Se concentra en elleño que arde en el hogar. colora en mil ma-neras el plumaje de las aves y da tonalida-des cambiantes a la frágil mariposa de losjardines. Las flores todas de la cumbre y delos valles le deben su fragancia y sus ma-tices. ¿Qué más vio el Profeta? Del seno mis-mo de la tierra surge el fuego de los vol-canes con fuerza que él les dio. Su luz bri-lla en el zenit hasta donde mis ojos alcan-zan y de allí hacia arriba hasta donde pu-dieran ver otros ojos. y otros más que mira-sen desde el limite de su poder. arriba y másarriba aún. En el fondo de la tierra, en el se-no de los espacios. en cada cosa y dentro demi espíritu es él. su fuego y su luz. la ener-gía de su sér, [a que palpita. De él emanan

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130 - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

desde el comienzo de las edades. indefecti-ble e igual. vida y espírilu. Cuando surgeen la mañana mi alma se regocija. cuandose aleja en la tarde la tristeza de mi espí-ritu le rinde homenaje. Si fado lo alienta y

los seres siguen el rilmo de su curso.-¿quémás vio el Profeta?

-Las huestes del Profeta no vienen a es-cuchar razones. Tomadle y sepultadlo en lasgrietas de la roca.

y en la griela oSCura de la roca el viejopastor golpeó la sílice con sílice y un hazde chispas hirió sus ojos. Mirad. les dijo.en las entrañas de las cosas palpila el fue-go de mi sol. Decid al Profela que de élrecibo la prisión y que la prisión me devuel.ve mi luz.

Enardecidas las hordas le tomaron de nue-vo y le arrancaron los ojos. Al choque ru-do de la herida el viejo pastor por un ins-tante quedó desvanecido. Mas recobrándoseluégo exclamó heroicamente:

Al reventar mis ojos un globo luminoso des.lumbró mi cerebro. Decid al Profeta que misol está también dentro de mí. Que si él ha-

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EL LIBRO DE LOS APOLOGOS - 131

lió en su alma enardecida la ley del univer-so, yo hallé en el universo la norma de miespíritu. Mis ojos no verán ya más; pero oi-go el canto lejano de las arenas del desier-lo: decid al Profela que haga cantar las are-nas del desierto como cantan al halago demi sol....

[i/~NCC DE U~ r r"O

1.1l6UOjf.('j, lio~ ¡ .....

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A'OLO~ODE LA ~Qe.llltA

XVIII

9

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EL adusto Odín. dios de la guerra quecondujo a los descendientes de loses citas por el nade de Europa. hasta

llevarlos a la dominación del mundo. olvida-do al IIn por la ingratitud de su pueblo. buscórefugio en el cielo del Cristianismo. como yalo habían hecho sus parientes de la Greciaantigua.

Pero llegó un poco tarde. Las virtudes teo-logales. Fe. Esperanza y Caridad. disfrutabande poderosa influencia. y a su vista se vol-vieron esquivas contra él.

-¡Bastante mal habéis hecho. le dijeron.para osar entrometeros en nuestro apaciblemundol

-Yo. como Marte. a quien recibisteis ya.solicito también perdurar entrando en vuestroreino. El. griego astuto al IIn. tomó el nom-bre de Santiago. Mi raza es fuerte: yo quie.ro entrar con mi propio nombre a vuestroreino.

y echándose al hombro su clava gigantes-ca. tocó a la puerta con ademán imperativo.

Las virtudes invocaron entonces a todoslos que les eran gratos y les pidieron eficazapoyo. Juan el Evangelista las contuvo sinembargo y las amonestó así: misteriosas vi-

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1 X> - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

siones tuve sobre la tierra. Yo sé que- haypara nosotros enigmas mudos aún. Si cerráislas puedas a Odin, ¿sabéis vosolras lo queél podrá hacer? Hay un Ente arcano cuyavoz me llegó alguna vez de los confines dela {¡erra. Misterioso y profundamente sabioinspiró a Laocio en el lejano Oriente, a Anaxi-mandro y a Plafón en la Grecia clásica. Yotuve de él una inspiración fugaz. y ante susabiduría tembló mi corazón despavorido. Des-de entonces comprendo que él guarda el se-creto de las relaciones entre la divinidad yel hombre. Consultad a él: se llama Lagos.

y Lagos apareció entonces. La Caridad.cobrando fuerzas de su magnífica misión, to-mó la palabra.

-Misterioso Señor de los arcanos: Odinllama a nuestras puertas queriendo habitar en-tre nosotros. El impulsa la cólera de los hom-bres para que unos a olros se ultrajen y destru-yan. A su paso por la tierra corren arroyosde sangre y el alma ingenua de los hombrestórnase aridecida y brutal. Mi hermana la Fe y

mi hermana la Esperanza claman inútilmenleen medio del furioso oleaje del dolor. Yo

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EL LIBRO DE LOS APOLOGOS - 137

misma. señor. desfallezco ya. ¿Será ju~to queel feroz Odin participe de nuestro reino?

V Lagos Arcano respondió;-Niñas erais aún en el corazón de los

hombres cuando Odin azotaba el mundo conel golpe jamás devuelto de su clava. Tam-bién yo. como vosotras. quise detenede. perocuando mi voz airada iba a hundido en losabismos. la luz del Creador Eterno iluminóél Odin y paralizó mi palabra. Su sér repul-sivo y audaz transformóse al punto. y vi enel fondo de ese sér Ulla misteriosa revelación:Odin es vuestro hermano ....

-¡Imposible!-·¡V es mi hermano también! Poco sabéis

vosotras del hombre y sus destinos: de modomuy lento vamos acumulando. vosotras e" elcorazón y yo en la mente. nuevos sentimien-tos e ideas que crecen con los años. a vecescon los siglos. irradian de unos a otros. losiluminan y atraen mutuamente hasta que pa-recen estallar en frutos de beneficencia y sa-biduría. Pero el pasado. como un centinela.los ahoga. los interioriza y retiene infecundos.Entonces ellos enardecen la sangre y con un

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138 - El LIBRO DE LOS APOLOGOS

motivo a veces baladí. esa sangre eslalla entorrentes. yesos torrentes riegan por el mun-do. exteriorizan y fecundan las ideas estan-cadas y los nuevos sentimientos. Cada ideaentraña un principio de acción y de emociónque va creciendo a medida que se iluminamás; y como los sueños. esconde anhelos in-descifrables a veces. y como los anhelos es-talla en violentas acciones en el momento pro-picio. Toda gran revolución es un estallidode energías lentamente acumuladas en formasde emoción que rompen con el raudal de lasangre los diques de contención que antiguasideas. eslratificadas ya e inertes. oponen a lamutación del hombre. Si acaso un espacia-mienlo se percibe en la línea gráfica de lasguerras. ¿no percibis tambíén una mayor in-tensidad compensadora? ... Dejad entrar alDios guerrero. no sea que la humanidad seestanque y anule .... ¡Pero si queréis luchar.probad vuestra impotencia!

Como llama agitada por el viento. irguiósela fe. temblando de emoción:

-Yo sé. dijo. que ha sido verdad cuantodecís. Arcano Lagos; pero la sangre de los

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EL LIBRO DE LOS APOLOGOS - 1)9

hombres {¡ende a derramarse más y más tar-díamente; se espacian sus crueles conmocio-

nes ....-y todo anuncia. interrumpió la Esperan-

za. que un día ha de llegar cuando los hom-bres cumplan sus destinos y adquieran susverdades en el seno cariñoso de la paz.

-Sí. dijo Logos ya desapareciendo: cuan-do los problemas que le agitan carezcan deinterés o cuando él carezca de emoción antesus propios problemas. Entonces también vos-otras. con el adusto Odin. habréis desapare-cido. como Lagos Arcano ....

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ArOLOQO bl: LAS\lrRf.MA TOLf.RANtIA

XIX

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ENOJADO con los hombres y la vidaun anacoreta habíase relirado a unbosque lejano hacía largo tiempo ya.

Habíale impresionado amargamenie la lu-cha lenaz de unos seres conira olros. des-de el hombre que daña a su prójimo y des-truye los bruios y las plan las. hasla los máshumildes seres que se amenazan unos a otros.se hieren y devoran.

Aguardaba la .muerte con desdén. porqueya había despreciado la exisiencia. Para élla naturaleza se mostraba inclemente en 10-das sus manifestaciones. La vida no se le apa-recía sino como un combate desesperado: )05

elementos mismos. el agua que inunda. elviento que lala. el fuego que devora. eran unsímbolo de guerra y nada más.

Su alma piadosa buscó en la soledad deuna gruta silvestre refugio con ira la viste deuna inmisericordia lan universal. mientras lellegaba su hora de liberación definitiva.

Ni sus graves penitencias. ni el fervor desus plegarias le habían lraído aquella paz in-terior que hace interpretar bondadosamenlela exislencia. En su espíritu flaqueaba ya lafe en una Providencia personal. pueslo queel mundo aparecía siempre como un caos dedesesperación y de muerte.

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Una mañana luminosa en que el sol bri-llaba diManamente en el cielo azul. entibian-do el ilmbiente que la selva perfumaba demodo acre y deleitoso. el Ermitaño salió desu grufa y se recostó a la riba de un arro-yo. Sus miembros cudidos por la infcmpe-rie desperezábllnse a la suave caricia de laluz y dd calor. y sus sentidos se tornabanávidos de sensaciones. despejados y prestos.En su derredor la vida inquieta henchia lasplantas. agitaba los insectos. inspiraba can-tos a las aves. El arroyo mismo se desliza-ba limpio y sonoro pul' entre guijarros blan-cos y pulidos. juguelón y presuroso como situviese vida.

Pero nada de esto entusiasmó al Anaco-relll: su cor,:zón. aridecido por aquella ideadominad ora. se revelaba en el geslo adustode su rostro y en la mirada fría de sus OJosesquivos.

De pronto un gran ruido conmovió todala selva. Muy cerca de él cruzó despavori-do un ciervo. En su hermosa cornamenta lle-vaba enredadas ramas florecidas. como si fue-sen la corona de un próximo madirio. Su

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EL LIBRO DE LOS APOLOGOS - 145

cuerpo tembloroso se detuvo un instante mien-tras sus ojos dilatados de pavura inquiríanrefugio. Pero en menos de un instan le. cer-tero y feroz. cayó sobre él un jaguar sedien-to de sangre libia: y a la vista del mudoanacoreta desgarró con ávida premura el cue-1\0 de su víctima. y con fruición indeciblebebió en los chorros purpurinos de las ro-tas arterias; con sus garras como puñales re-sortados desgarró la piel y arrancó la car-ne humeante: y luégo. saciado ya. escondiólos restos de su presa y desapareció.

Entonces el Ermitaño se acercó al ciervodestrozado y vio con piedad que en sus ojosabiertos aún había una indecible expresiónde anhelo. algo como el ansia de vivir ex-teriorizada en un ridus de deseo supremo.

fuese. y calculando el retorno del jaguarestuvo en acecho hasta que el felino con pasoy mirar cautelosos se aproximó a su vícti-ma; y mientras entusiasta lamía ávidame"i1telos despojos. el Anacoreta lo mató.

Mas hé aquí que cuando alegre de su (lbrael Ermitaño se acercó al felino ya muerto.vio en sus ojos con profundo desconcierto

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146 - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

la misma expresión de deseo de vivir, el an-sia suprema de la existencia, y que en su mi-rar apagado por la muerte quedaba aún ador-mecida una ingenua impresión de anhelos ino-cenles.

y volviendo entonces sobre sí mismo, com-prendió que en la ordenación del mundo lalucha no es maldad sino obligada subordi-nación de fuerzas: se acercó al arroyo y comoprendió el empuje de sus ondas; se acercóal árbol y vio el vigor de sus raíces; se pen-só II sí mismo y conoció del valor de la vidaen una bondad que supera los pequeños in-forlunios.

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ArOLOQOl)EL rROQRESO

xx

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DE.SPUES de haber sufrido una fría re-cepción de parle de los hombres. elbuen genio reliróse a su labor. que-

joso de la suerte ya. El sueño de su vidaestaba realizado a su entender. y la idea bené-IIca que concibió su mente y que su voluntad:;~lpOen lucha heroica conducir a una rea-lización definitiva. aguardaba apenas el vere-dicto de los hombres para dar de sí todossus felices resullados.

Pero el liempo parecía sumarse ahora conpaso más acelerado aún. Al declinar de laexistencia humana se realiza al parecer undeclive que hace más cortos los años. másf-Jgaces aún las emociones. vago e incierlocuanto pasa en rededor. Los hombres no lo-graban todavía comprender el alcance de suidea. y el genio pl'Otector declinaba enmu-decido al parecer en la fija contemplaciónde su obra.

Mas de pronto cobrando nuevo alienlo en-lusiasmósc y puso en actividad todo su pen-samiento y toda su volunlad. Quería seguiradelante nuevas inspiraciones. dar a la ideaoriginal múlliple aplicación; y olvidándose desu suerte y de la incomprensión de los hom-bres y de la corledad de la vida. aplicóse a

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trabajar con todas las potencias de su alma.V halló nuevos rumbos. entrevió resultantesimprevistas. y embriagado de fl' concentró suexistencia. con la virtud de un santo y la te-nacidad de los héroes.

V ya para triunfar nuevamente llegaron loshombres en afanosa romería. proclamando laexcels¡{ud de su idea origi ••al. Mas él los de-tuvo para decirles:

-Tomad mis nuevas orientaciones y se-réis más felices aún. He reformado mi idea.Tomadla y ved cubnlo más bella y promiso-ria aparece así:

-¡Horror! gritaron los hombres. Vas atrastornar tu idea con grave quebranto paranosotros. ¡Delénlel Sólo queremos la idea ori-ginal.

V tomándola a la fuerza lIeváronla consi-go. sin cuidarse de la incesante prolesla delgenio protector.

E.nlonces él meditó por un instan le y com-prendió el significado de su obra. En la grannaturaleza la energía universal aclúa armó·nicamente; pero en la ordenación de los sis-temas parciales cada cual conserva su pro-

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EL LIBRO DE LOS APOLOGOS - \5\

pía capacidad de acción, con marcha y po-tencia peculiares. La interferencia de siste-mas de distinta velocidad tendería a destruir-los. mientras que su natural acción satisfacea sus propias necesidades. Renunció al en-sueño de sus triunfos, y hallando en su almala satisfacción de su obra en el ejercicio desus propias facultades. continuó su tarea sincuidarse del tiempo en que los hombres qui-sieran venir a aprovecharla. feliz de sí mis-mo, en su obra y en su fe.

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ArOLOQODE LA HISTORIA

XXI

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MARGARITA había muerto ya. Ur.asombra de indecisión pasó por el al-ma del dodor fausto. como un sig-

no de cansancio. e invencible mente volvió asus antiguas meditaciones. Apoyó su codosobre el alféizar de la ventana. y en el cuen-co de la mano colocó su barba en actitudde larga meditación. mirando con las pupi-las quietas al cielo y al mar. al inquieto murdel hombre y al quieto azul del infinito mar.

La ciencia que había abandonado en el ins-tante mismo en que se reveló a su concienciala necesidad de una rclribución personal él lasactividades efectivas de su sér. de una gra-tificación compensadora de afanes y realiza-dora de una finalidad propia. real y palpitan-te. como brazos que enlazan amorosOS nues-tro cuello y labios rosados de amor que be-san con estremecimientos de suprema felici-dad. La ciencia .... ¡Imposible ya! Un [riodesaliento. una instintiva persuasión de su po-quedad ante los afanes y ambiciones del es-píritu humano paralizaron instantáneamente su

pensamiento.El amor quizá. Quizá él. con el halago in-

deficiente de sus renovaciones. EI. ... Levebruma de tristeza envolviÓ su alma con un

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156 - EL L!!)RO DE LOS APOLOGOS

recuerdo de inevitables infortunios. de mar-chitez y desolación inevitables.

Por un instante el espíritu desolado del doc-tor Fausto vagó en el vacío de la desorienta-ción. ¿No habría nada al fin fundamenlal eimperecedero en la existencia humana'?

-IOh fuerza de mi espíritu. exclamó, líbra-me de esta indeterminación y vaguedad de-soladoras!

y Mefistófeles. apareciendo entre las som-bras de su estancia. replicóle: ¿Quieres más,acaso. selior?

-¡Apártate de mi. pobre mentecato! dijoel dador Fausto, con amargo desprecio, Di-sipóse el hechizo de tu presencia. Ahora com-prendo ya quién eres tú. ¿Tú la condenaciónfinal? ¿Tú el cansancio de las saciedades?¿ Tú el déspota que incita y desilusiona? ¿Túel pecado, el placer, la ambición y el des-encanto? Nada puedes contra mi ahora. Mehas dejado solo un instante y en ese leve ins-tante de mi vida, elevé mi alma por encimade mi propia personalidad. Vaya mirar a loinfinito ya, cara a cara, sin la minúscula pre-cisión de las ciencias, sin la instabilidad de

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los emociones. e! espíritu y e! arcano frentea frente en la simplicidod inefoble de sus re-laciones. ¡Oh fuerza de mi espíritu. repitió.ilumíname el pasado del hombre!

y sus ojos abiertos ante el cielo y el marvieron delinearse allá en el horizonte. a la ma-nera de los espejismos del desierlo. los cua-dros s:Jcesivos de la historia humana.

De la gruta pleistocena, macizo y duro co-mo un ídolo salvaje. fue surgiendo el hom-bre mediterráneo de! último período intergla-cial. Su faz cuadrada en que la frente de!pensar se subordinaba aún a los maxilaresvigorosos del apetito, era ruda bajo e! gestoinmóvil de una indeterminación de funcionesfisonómicas. Sus ojos diminutos inquirían entorno la vista de una fácil presa. y aleján-dose. apoyado en el báculo tosco que labrócon sílice. vigilaba a hurtadillas la entrada desu caverna. no fuese que enemigo voraz ace-chara su hembra y su prole. Cazó. con pa-ciente ardid, una liebre descuidada de los cam-pos y un ciervo cuyo lugar de siesta sospe-chó. Y vuelto a su morada. soasó apenas enel rescoldo de un fuego desentrañado a fric-

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155 - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

ción de los pinos resinosos. la carne fresf:ode su victima; y luégo de saciar su apetitoensayó a sonreír con tosca risa ante el di-bujo de un reno que trazaba sobre las ro-cas uno de sus hijos. Medio adormecido yaentornó sus ojos y vio con una mágica visiónespirilual. que ya construía. praderas y ríos.ciervos hermosos y dormidas liebres. y un le-jano. quieto y misterioso azul. ... Leve ruidoexterior estremeció toda su recia contextura.y con mirar huraño. esq-uivo y certero se en-caminó armado de su hacha en ronda mili-tar. hasta que. convencido de estar libre deacechanzas. retornó a su caverna y ensayóentre afectuoso y rudo. lo que con el tiemposería la delicada caricia de besar.

El espejismo. allá en el horizonte. se fue apa-gando lentamente. y el dador Fausto excla-mo emocionado: ¡Quiero ver más aúnl

y cual una visión de externas realidades.los muros de Atenas aparecieron en el leja-no horizonte. Ordenados escuadrones mar-chaban con paso altivo. lanza en ristre y con-tra el pecho el escudo protector. en buscade las huestes enemigas de la urbe. Allá. en

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EL LIBRO DE LOS APOLOGOS - 159

lo alto de la sagrada colina sacrillcios pro-picialorios invocaban el auxilio de Alena.proleclora inmortal; y en la plaza pública De-móstenes recontaba las glorias de la patriay enardecía todos los corazones. Los monu-mentos. los jardines particulares. las estatuasde los dioses expresaban la fisonomía idea-lízada del tipo racial; y sus leyes. su filoso-fía y los poemas de su gloriosa literalura erémtambién el relrato del alma de la raza. Laciudad y la tribu se compenetraban absolu-tamente. y el advenimiento de remotas gene-raciones por venir sería iluminado por el mis-mo fuego que iluminó la faz de las remotasgeneraciones del pasado. Bajo la protecciónde unos mismos dioses alimentarían a unosmismos manes y proveerían por la conserva-ción sin mezcla ni desdoro de una misma eter-na tribu. cuyos dioses. tierra y fuego tan pro-pios eran como su sangre o su espíritu.

Ante ese cuadro sonrió amablemente el doc-lor Fausto. como quien perdona la ingenui-dad en pago de la gracia y la belleza.

Pero queriendo mirar de nuevo. hallóse an-te un mundo diferente. Sobre el lejano hori-

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160 - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

zonle dilatábanse los imperios. se delimitabanlas fronteras de las nacionalidades. y el hom-bre cullo de los tiempos contemporáneos mos-tróse feliz en medio de la industria. la cien-cia y el placer. El concepto de Dios se habíauniversalizado ya. y las religiones se vieronprivadas de entusiasmo conquistador; 1,1 in-dustria pasó del hogar. y de rutina heredadade generación en generación hízose factoríainml:nsa de comercio mundial; las ciencias ylas artes dejaron de ser patrimonio de unaregión y gloria de una tribu para servir y en-orgullecer a la humanidad entera.

Era un mundo de sutilezas inteleduales yde refinamiento sensual. igualitario y albvo.con poquísima preocupación de los proble-mas supremos y una máxima habilidad pararesolver las menudas aspiraciones del apeti-to cotidiano. Pero en el fondo de ese mun-do. al parecer despreocupado. palpitaba aúnel viejo sentimentalismo de la tribu arcaica,en la fórmula al parecer más amplia ya delas nacionalidades. El dador f~usto miró congesto despectivo el afán de trazar fronteras.de excluirse aún los unos a los otros y tra-

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EL LIBRO DE LOS APOLOGOS - 161

tarse por lo bajo como en el mundo anteriorde inferiores e impuros. asi fuesen hermanastribus ayer no más. Raza y nacionalidad. unoque otro hábito diferenciado con que se re-vestían idénticas pasiones. eran el trípode de-teriorado bajo el brillo de los barnices sobreque se ostentaba ufanamente la humanidad.El dador Fausto se estremeció de pánico alver el inminente fracaso de ese mundo. y apar-tó de él la mirada. temeroso de asistir a underrumbamiento irreparable.

Cuando volvió a mirar. el horizonte apa-reció suavemente iluminado. El mundo pre-sentaba una inexplicable combin6ción. En suprimera etapa. en la aurora de la mentalidadhumana había sido un mundo doméstico. ais-lado defensor de la familia. En su segundaetapa. la urbe simbolizó la defensa de la tri-bu. En su tercera etapa. la raza buscó de-fensa en la nacionalidad. Este mundo de aho-ra {cnía algo de todo aquello: domus. urbey nacionalídad. Pero no en defensa de la tri-bu. ni de la raza. ni en defensa. inúlil ya. dela familia. Era un mundo nuevo de coopera-ción universal para la protección del espíri-

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162 - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

{u. Domus. urbe y nacionalidad 5ervÍém sólo1Ila lIrmónica distribución de 11IlIdividad hu-mllna. La vida individual era el nodo de esacivilización. Hacerla feliz. larga si posible. vi-gorosa. ardiente. con todas las virtudes y pa-siones encadenadas a servirle sin deteriorarlainútilmente. Con una moral que se basaba enla higiene con respedo a si mismo y en elacatamiento de la libertad con respedo al pró-jimo. Con una religión individual directamen-te de corazón a infinito. Con la ciencia. elarte y la industria sin gritos angustiosos dedominación. de combate airado. eficientes alamparo de las fuerzas de la naturaleza uti-lizadas de manera más eficaz aún.

El dador Fausto no se saciaba de mirara ese mundo porvenir. extasiado. sublimadode contento. de orgullo de ser hombre. deesperanzas de gozar mejor aún. -V oy a él.se dijo con violenta agitación. y quiso levan-tarse. Pero la mano crispada del Destino locontuvo en ese instante y la voz solemne delDeslino exclamó;

-¡Háse terminado tu tarea; repósa parasiempre yal

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EL LIBRO DE LOS APOLOGOS - 163

y el dodor fausto volviendo a él los ojossin espanto ni vacilación siquiera. replicó: De-vuélveme ahora a los arcanos: mi espíritu en-tendió cuanto es dable. y te sonríe. loh Cie-go Conductor!

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~YOLO~ODe LA M\lERTE

XXII

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¡Oh Lalmos misfcriosll, '(ierra del

olvido·! ...

CUENTAN que una vez. avanzada ya lanoche. se paseaba a solas el Empe-rador Carlos V en uno de sus cas-

tillos de Alemania. Y que viendo interiormen-te su grandeza. la gloria de sus armas, lagloria de su nombre y su inmenso poderío.y recordando sus hazañas. sus amores y sustriunfos. sintió una muy grande alegría devivir y un orgullo inmenso de su vida. sintió-se cerca de lo infinito y tuvo un loco deseode la dernidad. El muy grande y muy nobleEmperador paseábase de un extremo a otrodel recinto, con el recio andar de su fornidacorpulencia. e irradiando entusiasmo de susojos y sonriendo 11 medias con sus labios demarcada sensualidad. pensaba con altivez ensu pasado. se gozaba en su presente y que-ria en Sll fervor que detuviese el tiempo sucarrera para disfrutarlo así por toda una der-nidad.

Así meditaba el vigoroso Emperador cuan-do. con gran sorpresa suya. lIegóse a su pre-sencia un desconocido. Sin previa introduc-ción. sin saludar siquiera. lo miró con enig-

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168 - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

má!ica mirada. y tomando parte de su ocul-to pensamiento le dijo:

-¿Deseáis la eternidad. oh Grande E.m-perador?

Mudo de sorpresa. Carlos V no sabía có-mo adivinaba su pensamiento ese mis!criosoperegrino. y sólo pudo replicarlc:

-¿Quién sois?-¿Acaso yo lo sé? Vago hace siglos por el

mundo en busca de la muerte.-¿Os burláis de mí, exclamó de nuevo

Carlos V. de mí, el más grande Emperador?-Bien quisiera. respondió el misterioso

personaje. no burlarme de vos, ni de mí. nide sér alguno. -¿ Pero es cierto que deseáis laeternidad?-¿Cómo os llamáis siquiera. exfraño inqui-

sídor?-Longevo es mi nombre. -¿ Es cierro que

deseáis la eternidad?-¿Y qué os mueve a inquirir con tánto

empeño mi oculto pensamiento?-¡Ahl Señor. dijo entusiasmándose el ex-

traño visitante. Há siglos que me agito en laexistencia y sólo lograré dejarla cuando al-

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EL LIBRO Df: LOS APOLOGOS - 169

guien la acepte en mi lugar. cuando al¡<uiense resigne en mi nombre a no morir. -¿ Escierto que desetÍis la eternidad?

El astuto Emperador vaciló por un inslan-te. y luégo. ya a punto de aceptar la ofertamágica del extraño peregrino. quiso conocermás a fondo aún 5:1 pensamiento. -¿.Y cuáles el nn. le dijo entonces. de la existencia hu-mana? ¿ Por qué tan ansiosamente deseáismorir?

y Longevo se agitó con verdadero dolor.y paseándose de un extremo a otro del re-cinlo con inquietud febricitémte. más que conpalabras. con gesfo doloriJo. con mirada deinenarrable angustia y ademán de loco ha-bló así al estupefado Emperador:

-No sé cuándo nací: yo sólo sé que hacesiglos vago por el mundo en la inmensa so-ledad. en la inmensa desolación de mi alma.Felices vosolros que vivís la duración nor-mal de vueslra vida. -Grande Emperador.¿queréis mi dernidad? No sé qué 05 dieraa cambio de morir. La exislcncia humana esel lrámite de una ~eneración a otra. del acloque nos concibe al ado que nos reproduce.

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170 - EL LIBRO DE LOS APOLOGOS

y nada más. Pero en ese corlo instante quelimita la existencia fisiológica animal. cadenamisteriosa de la especie, el alma humanaaprehende el Universo. lo copia y espiritua-liza con tanta lucidez como potentes son susfacuHades. De ahí en adelante palidece la vi-da. Cumplido el ciclo generador, el sér hu-mano tórnase ente inexpresivo. adjetivo y es-torboso. sin ilusión personal. Y cumplida laespirilualización del Universo. nada liene yaI1licientc. novedad ni encanto para su espi-ritu. Es, ioh Grande Emperador!. como unjugo saturado, al cual ya no se compenetranada. en el cual pararon ya todas las bené-!lcas fermentaciones: es el estancamiento delo inerte con la consciencia de su atediantemonotonía. Yo vago por el mundo. por vues-tro mundo. y ya nada entiendo. Mi mundohace siglos que murió. Los que fueron misafectos. mis queridas verdades. mi fe mismay mis hábitos aún. todo desapareció y nadanuevo entra a mi espíritu ahora. Los hijos demi sangre. no me reconocen, ni mis obras mepertenecen ya. diluidas en el común haber.IGhl Señor Emperador, ¿queréis mi eternidad?

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EL LIBRO DE LOS APOLOGOS - 171

_¿Y qué buscáis en la muerte. Longevo

peregrino?-¿Lo sé yo acaso. señor? Muchas veces

en la angustia de mi vida inextinguible he IIja-do mis pupilas en los ojos nublados de losagonizantes. he tocado el cuerpo inerte delos que dejaron de vivir. por ver si me re-velan el destino de la consciencia humana.He vagado en el misterio de le. noche porel misterio de los camposantos. he consulta-?o los rotos pergaminos de la historia anti-gua y he invocado las fantasías presagiosasde los nigromantes. y nada sé. Señor. delreino de ]a muerte. Del arcano de los mun-dos surgió una vez la vida y al arcano de]05 mundos nos conduce otra vez la muerte.Yo no sé más. Señor. Mas escuchad el re-cóndito pensamiento que surgió en mí trassiglos de angustiada meditación: allá de don-de nos viene la consciencia. símbolo indes-cifrable de lo divino arcano y quizá su mudomensajero. hemos de volver. Haya una cons-ciencia universal en ese arcano mundo o seala nuestra el devenir de esa consciencia u!li-versa!. vamos a la muerte. a poseerla o a

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conlribuir a su augusla evolución. La cons-ciencia individual es un fenómeno superior alsér individual. Grande Emperador. puede serel fenómeno del sér universal. A él nos con-duce la llluerle. ¿Comprendéis ahora el porqué de mi afán. la anguslia de la vidll deLongevo'?

y el Grande Emperador Carlos V nadarespondió. Oyó con alenlo oído el lic lae desus relojes. vio con inlerés inexlinguible elpaso del agua en las c1epsidras. y dejó par-lir a Longevo atormentado. Lo dejó parfjr~y a poco más dispuso de Iodos sus haberes.renunció a las empresas hazañosas. al impe-rio sin noche de sus vaslos dominios. al ha-lago de amor de sus rubias cortesanas. ymisterioso en la hisloria de los reyes. tocadode la angustia de Longevo. fuese al c1auslrovetuslo a esperar enigmálico la epifanía dela muerte. Y ahí en el Yusle siguió con alen-lo oído el lic lac de sus relojes. vio con inu-silado inlerés el paso del agua en las c1ep-sidras. exlrañamenle enamorado de la muerle.y lemeroso de Longevo. Carlos V. el muyGrande Emperador.

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AYOLOQO DE LASQYRf:MA SERENIDAD

XXIII

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Al ¡usI. ul close of some fierce. bloody slrife

¡Gh God above! when painful comcs Ihe brearh.

Granl mc fhis lasl. lhis crowning ¡oy of life

To laugh a\ dcnlh.

MARCO fue como una misteriosa api:!-rición en mi vida. Un dia de esosllegó silenciosamente a la aldea en

que le conocí. llevado. según sus palabras.del deseo de descansar un poco. Desde 105

primeros instantes impresionó mi imaginación.porque me parecía que hablara y obrara PA-

RA SIEMPRE: que hasta sus más fugaces pen-samientos tenían un no sé qué deGnilivo yaCon tal delicadeza rehuía el comentario drsu vida pasada. que a punto fijo no sé cuán-tos años tuviera entonces. pareciéndome. esesí. prematuras sus canas con relación él suespíritu. siempre sensato y alerta.

Maestro le llamaba yo a veces. y fue laúnica alabanza que aceptó agradecido.-Dor-que lo soy de mis flaquezas- anotaba son-riendo.

Hablámos sobre todas las cosas y los pro-blemas del mundo. Había él formado sus jui-cios ya. y me era instructivo y deleitoso oír-le opinar de aquella su manera reposada yPARA SIEMPRE. Y me escuchaba a mi sin cm-

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bargo. de un modo gnl' no podré olvidar yanunca: así dijese yo una gran verd~;:fo~n~'tontería. quedábase mirándome con la mira-da quieta escruladora de quien olea la apa-gada le¡ania. Y ya fuese en su favor o encontra suya escuchaba mis palabras con lamás hermosa alenciÓn de que tengo yo ex-periencia personal. Parecía buscar en los dis-cursos la idea nada más, o la emoción, o laarmonia, según las círcunslanciéls. con unam1lravillosa serenidad que me desconcertaba~. a un mismo tiempo, seduclora. me atraia.

y no eran las ideas solamente las que re-rlamflban su afcnciÓn; tenía una tan suavemailera de adjetivar la luz y los colores. laurmonía de la fuerza y esbcllez de los seresanimados y de ltl vida en general. que. a ve-ces tuve la ilusión d~ que fuese un míslícode la naturaleza. un sflcerdote de un nuevocuIlo evocador. de un cuila de la vida ar-cana universal.

Hablámos de la Historia un día y me di-jo sentenciosamenlc: -Como los hombres quevivimos apenas lo indispensable para formar-nos un juicio de la vida. asi las raZllS viven

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lo que es preciso para que formen su crIte-rio acerca dd mundo. según su c1aroviden-cia y sensibilidad.

y luégo. como lógica extensión de su pen-samiento. me dijo del porvenir: -Por eso creoque la humanidad durará lo indispensable :)a-ra interpretar el arcano universal. o siquierael arcano de la consciencia y de la vida. Pa-sado este ciclo de progreso industrial vendráuno de progreso espiritual: entonces hallaránlos hombres el sentido embrionario aun deuna comunicación sin símbolos ni palabra. deuna intercomunicación emocional. De ahí pa-sarán a descifrar la vida y avanzan.ín en e!sendero de definir el principio y e! fin de!sér universal. y quizÚ del por qué de su obray de su esencia.

Una de aquellas veces me recibió con ex-traña sonrisa; apacible fue. mas no sé có;noexpresaba también lo que dejaba indefiniblesu silencio.

-Amigo mio. exclamó entonces: mi [in seacerca ya. Vine a estos lugares por morirdesconocido y olvidado. por morir serenamen-te. Serenidad. serenidad suprema. anhelo de

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los griegos pensadores. hé ahí la verdaderaeulanasia del hombre!

-Señor. le dije yo a mi vez, ¿cómo pre-tende usted convencerme de que ha de mo-rir tan pronto. tan lleno todavía de vigor?

-Mi mal se ha acercado a mí lentamen-fe: Yo le he visto socavar mi vida paso él

paso. y anle la sevicia de la muerte que meataca a plena consciencia de su acecho, pa-so a paso. cuando yo ]a deseaba fulminan-te y de un solo golpe. como malan los fe-linos del desierto y el rayo de las tempestades,mi alma la aceptó arrogante y muda, y laretó, paso a paso, concentrada en una su-prema serenidad. Voy a morir ahora. ¿Aca-so no serlÍ ]0 mismo que mañana? ... Amigomío, le debo una suprema lección: lÍme lavida tan bella, consciente y creadora comoquepa en su alma, pero vénza sobre lodolos gritos de dolor y sonría sereno ante lamuerte ....

y luégo. parafraseando una estrofa deNielzsche. exclamó con apagada dulzura:

Seren idad. serenidad supremo,Ataraxia de Atenas pensadora.Vén, pues. vén a mi pecho.

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ArOLOQOb~ LA QLOKIA

XXIV

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MUELLEMENTE recostados en un parde sillas de mimbre que adornabanel amplio corredor. Marco y yo de-

jábamos correr las horas meridianas en lec-turas de grata amenidad.

De pronto me dijo él interrumpiéndome;-¿No es verdad que los hombres no han

entendido aún el significado de la Gloria?Luégo se quedó mirando hacia un nardo

florecido de níveas flores que se alzaba enel jardín. muy cerca del surtidor y enfrentede nosotros. Habíale él sembrado. juntamen-te con aromosos jazmines de la India. mal-varrosas elegantes y palmas erguidas entreababol es y verbenas. Suyo era y lo amaba ....y mientras él permanecía silencioso contem-plándolo. el libro de Luciano de Samosataque tenia yo entre mis manos. descansaba amedio cerrar sobre la silla.

-Verdad. repitió. volviendo a poco másen sí. ¿verdad que los hombres nada sabentodavía de la gloria?

-¿Ese pobre Peregrino de quien tánto seburla el cruel Luciano. porque se dejó que-mar tontamente en la hoguera de Arpine. noes acaso el reverso mismo de Eróstato e110-ea que prendió fuego sacrílego al famoso tem-

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plo de Diana? Ambos buscaron la gloria desus nombres: el loco audaz que arrasó losmármoles de Delfos. y el pobre visionarioque chamuscó sus carnes para enseñar a loshombres que el fuego delcrmina la apoteo-sis; y ninguno halló gloria en sus hechos: lafama del templo de lIIilia divulga aún el nom-bre de Eróslato y la carcajada de LuCÍanorepite todavía el nombre de Peregrino; peronada engendraron los dos que pudiéramosconceptuar glorioso ....

-Es preciso. repliqué yo. que el hombrerealice una obra grande para alcanzar la glo-ria.-y sin embargo. añadió Marco lenlamen-

te: ¿Recuerda usted cuando leimos una vezque en Egipto hubo un sabio cuya obra adoc-trinó a las generaciones futuras. sin que se-pamos ya de él ni el nombre siquiertl? Re-motas citas hacen pensar en su obra. perocomo lántos otros desapareció ya. ¿fue unsímbolo divino acaso? La obra de los hom-bres se va sumando al fin con los hechos na-turales. Hasta los grandes conquistadores ....De Sesostris quedan por el mundo. d¡sper-

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sas ya y rotas. unas cuantas columnas, queson apenas vaga evocaClon. Nada queda aveces de los hombres sino un incierto ape-lativo transformado por el tiempo. sin memo-ria ni imagen personal. ...

-Verdad es, dije entonces: como la fa-ma, la gloria verdadera es engañosa también.

-Mas quizá no es así, añadió Marco, pen-sando más y más lentamente: quizá no seaasí. ¿Qué quiere usted? Somos una energiapotencial individualizada en el espacio y enel tiempo. La esencia misma de esa poten-cialidad es manifestarse. ser como ente y co-mo acción. Ninguna satisfacción iguala a lade cumplir nuestras aspiraciones. y ningunaaspiración es superior a la de nuestros pro-pios destinos. Obrar es, pues. lógicamenteel fin de nuestra existencia. y mayor placerse deriva de la obra más grande y eficaz.¿No ve usted? Este es el fundamento de lagloria, y ésta también su retribución primor-dial: el fundamento subjetivo de ser más porla íntima satisfacción de serio, ...

-Pero señor, dije a mi vez, ¿acaso po-dríamos llamar gloria a esa oculta e intimasatisfacción?

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-Ciertamente. replicó Marco; aunque porgloria entendemos un elemento sólo objetivoaún: De ahí que le dijera antes que los hom-bres nada sabemos todavía de la gloria ....Oiga usted: Toda realización de nuestras as-piraciones que se efectúa fuéra de nosotrosnos causa admiración. Al ver coronada porotro una obra que nos entusiasma por pro-pia inclinación a realizarla nosotros mismos,aplaudimos con fervor: de aquí procede eseelemento objetivo de la gloria que llamamosfama, y que es como su sombra nada más.

-Maestro. insinué yo ahora: ¿No cree us-ted un poco egoísta su concepto de la glo-ria humantl?

y él. sonriendo en apacible meditación. merespondió:

-Déjeme usted pensar: ¿Es que reftlmen-te el concepto de egoísmo añade o quita al-guna cosa a las ideas? Déjeme usted pen-sar .... Se me aparece allá en lo nebulosode las asociaciones imprecisas un conceptomás sugestivo todavía: Crear es devolver ala Naturaleza la energía que nos prestó. Crearnoblemente es devolver noblemente a la Na-

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turaleza las capacidades conscientes de quenos ha dotado. Es objetivar la energía inte-rior imprimiendn modificaciones definitivas ennuestro mundo ambiente. Dar es lo contra-rio de egoísmo. y crear es la máxima de lasdonaciones. La gloria humana es la compla-cencia íntima que da el crear; y la fama quedetermina una creación es su compañera: ac-cidental sola:mente .... y su compensación ob-jetiva. si así lo quiere usted.

Marco continuó mirando hacia el nardoflorecido. Una ráfaga de viento agitó las ho-jas del jardín y trajo a nosotros el hálitotibio de la asoleada vegetBción. La quietudmaravillosa del medio día se hermanaba conel infinito azul. limpio a esa hora y lumino-so. Como una sugestión del misterio univer-sal, e] agua del surtidor se hizo perceptiblea nuestro oído y desapareció luégo con e!viento. Marco y yo nos mirámos sorprendi-dos de! encanto de esa hora. y él expresósu pensamiento:

-Grande es el misterio de esta vida uni-versal. pero más grande aún e! de la cons-ciencia humana ....

y se quedó mirando al cielo. largamente.como si hubiera adivinado entonces que esaera la última vez que le veía.

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ArOLOQO ~f. LAS\lrREMA EVOCAtlON

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EL indomable Marco irguió levemente sucabeza en la almohada. y con no séqué de extraño en los ojos mori-

bundos. me d¡io:-Ya pronto callará definitivamente este

pobre pensamiento que tfinto divagó. No que-dan en torno mío en mi hora suprema seresde mi sangre que lloren mi partida. Así lotemía y lo anhelaba .... Temí la cobardía enesta hora que se acerca ya. anhelaba pasardesconocido y solo por la vida.

IPasar solo por la vidal Esta soledad Idsentí punzante algunas veces. aun en medio detlrrebatadas emociones de ómor y de amis-tad. y quise que fuese cierta en mi alma y

en mi mundo.1Pasar solo por la vidal ... Yo no sé si

fue que vi o que soñé: sobre la más alla cum-bre de la tierra vivía solitario el último dios.A su paso derrdíase la nieve y surgían arro-yuelos. y de la roca se alzaba la verdura de lavegetación modelando plácidas colinas; a suvista el águila real bajaba de los cielos otean-do con su mirar de plano. y los ciervos dearbolada cornamenta erguían mansa mente sucuello sobre los altos riscos. Pero sus oiosque habían medido el infinito. vagaban en-

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trislecidos mirando los espacios eslelares. ysu mente. que abarcara todas las formas delo absolulo y eterno. agotada ya, enmudecía.La curva majestuosa que describe el sol so-bre la envoltura de la lierra no le emocio-naba. después de haberla visto repetirse pormilenios y siglos de edades. El bullir de lavida en incesanle rolación parecíale monó-tono; el suave rodar de la fuente crislalina.las praderas inmensas. el azul misterioso delas cimas lejanas, el azul tembloroso de losmares y el quieto azul del cielo. Iodo le erainexpresivo. cansado. invariable: el impasibledios. sin aliciente ya. no hallaba en el mun-do nada capaz de sugcrirle una emoción niun ensueño.

Agobiada de faslidio la sabiduría infinitadel último dios. buscó en sí una fuente deconsolaciones: se contempló a sí misma porsiglos de siglos. Mas hé aquí que un día susf-r maravilloso se conoció tlinto. que su men-fe, desprovista de novedad. fue apagándoseen un largo sopor: y sobre la más alta cum-bre de la tierra el último dios vivió sin ideasni deseos. Era el Nirvana que se apoderabade él y le rendía poco a poco.

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Entonces la esencia misma de su divinidadse rebeló con los úliimos restos de su vo-luntad imperativa. y midiendo de nuevo dinfinilo. desechó toda forma y todo pensa-miento particulares; y ensanchándose. difun-diéndose. cubrió todos los espacios. trascen-dió las lindes del universo. creció más alláde las regiones de lo arcano y sin cesar di-latóse hasta esfumarse totalmente ....

Así desapareció. nostálgico y suicida. elúliimo dios que habitó sobre la tierra. Pero.indestrudible. la esencia divina penetró conla solución de su personalidad todos los se-res del mundo; y de entonces acá cada unode esos seres tomó un valor por sí mismoy un significado a la vez universal. ...

Los ojos de Marco se hundieron más aún,y con un vago rictus de dulzura en los la-bios moribundos. añadió; por esto puse amoren el universo todo y en cada una de suspartes. aun lo más pequeño. lo fugaz. lo quese apaga.