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IGLESIA EVANGÉLICA APOSTÓLICA DEL NOMBRE DE JESÚS Persona Jurídica 2232 Un Señor, una fé, un bautismo. Efesios 4:5 Seminario para Diáconos Autor: Pastor Luis Salazar Magister en Terapia Familiar y Teología Loja-Ecuador

El líder y sus requisitos

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IGLESIA EVANGÉLICA APOSTÓLICA DEL

NOMBRE DE JESÚS

Persona Jurídica 2232

Un Señor, una fé, un bautismo. Efesios 4:5

Seminario para

Diáconos Autor:

Pastor Luis Salazar

Magister en Terapia

Familiar y Teología

Loja-Ecuador

2014

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EL LÍDER Y SUS REQUISITOS

EL EJERCICIO DEL PERDÓN

1. Perdonar es aplicar a otro la eficacia del evangelio tal como

Dios me la aplicó a mí.

2. El líder que perdona enseña a otros el camino para que le

perdonen a él.

3. El líder que no perdona se expone a la pérdida de su

liderazgo; cuando lo hace queda habilitado para continuar

siendo líder.

4. Dios perdona los pecados, pero no siempre restituye el

ministerio.

Con frecuencia leemos en la prensa que se solicitan personas para

puestos de autoridad, y también se estipulan los requisitos. En

algunos casos, con el agregado de: “inútil presentarse si no reúne

estas condiciones”.

Aunque el liderazgo espiritual es distinto en muchos aspectos, por la

presencia del Espíritu Santo es justo pensar también que las

demandas sean importantes. Siendo espiritual, nunca podemos

pensar que puede haber quedado a criterio humano. Un dirigente

(pastor, diácono, anciano, responsable de grupos juveniles u otras

funciones de guía) representa al Señor Jesús en lo que hace. Cuando

habla, cuando actúa, cuando decide, está reflejando lo que Cristo

haría.

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Tanto en:

Hechos 6:1–8 En aquellos días, al aumentar el número de los discípulos,

se quejaron los judíos de habla griega contra los de habla aramea de que sus viudas eran desatendidas en la distribución diaria de los alimentos. Así que los doce reunieron a toda la comunidad de discípulos y les dijeron: "No está bien que nosotros los apóstoles descuidemos el ministerio de la palabra de Dios para servir las mesas. Hermanos y hermanas, escojan de entre ustedes a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu y de sabiduría, para encargarles esta responsabilidad. Así nosotros nos dedicaremos de lleno a la oración y al ministerio de la palabra." Esta propuesta agradó a toda la asamblea. Escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, un prosélito de Antioquía. Los presentaron a los apóstoles, quienes oraron y les impusieron las manos. Y la palabra de Dios se difundía: el número de los discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén, e incluso muchos de los sacerdotes obedecían a la fe. Esteban, hombre lleno de la gracia y del poder de Dios, hacía grandes prodigios y señales milagrosas entre el pueblo.

Como en:

1 Timoteo 3:1–3 Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a

noble función aspira. Así que el obispo debe ser intachable, esposo de una sola mujer, moderado, sensato, respetable, hospitalario, capaz de enseñar; no debe ser borracho ni pendenciero, ni amigo del dinero, sino amable y apacible.

Tito 1:5–11 Te dejé en Creta para que pusieras en orden lo que

quedaba por hacer y en cada pueblo nombraras ancianos de la iglesia, de acuerdo con las instrucciones que te di. El anciano debe ser intachable, esposo de una sola mujer; sus hijos deben ser creyentes, libres de sospecha de libertinaje o de desobediencia. El obispo tiene a su cargo la obra de Dios, y por lo tanto debe ser intachable: no arrogante, ni iracundo, ni borracho, ni violento, ni codicioso de ganancias mal habidas. Al contrario, debe ser hospitalario, amigo del bien, sensato, justo, santo y disciplinado. Debe apegarse a la palabra fiel, según la enseñanza que

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recibió, de modo que también pueda exhortar a otros con la sana doctrina y refutar a los que se opongan. Y es que hay muchos rebeldes, charlatanes y engañadores, especialmente los partidarios de la circuncisión. A ésos hay que taparles la boca, ya que están arruinando familias enteras al enseñar lo que no se debe; y lo hacen para obtener ganancias mal habidas.

1 Pedro 5:1–5 A los ancianos que están entre ustedes, yo, que soy

anciano como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe con ellos de la gloria que se ha de revelar, les ruego esto: cuiden como pastores el rebaño de Dios que está a su cargo, no por obligación ni por ambición de dinero, sino con afán de servir, como Dios quiere. No sean tiranos con los que están a su cuidado, sino sean ejemplos para el rebaño. Así, cuando aparezca el Pastor supremo, ustedes recibirán la inmarcesible corona de gloria. Así mismo, jóvenes, sométanse a los ancianos. Revístanse todos de humildad en su trato mutuo, porque "Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes".

Tenemos cuadros bien definidos de como son los representantes que

Dios busca. Podríamos diferenciar las funciones, pero no desconocer

que como servidores de Dios, todos representamos su estilo y

particularidad. Los requisitos no son una opción. Leemos:

“Es necesario que el obispo sea…”

1 Timoteo 3:2 Así que el obispo debe ser intachable, esposo de una sola

mujer, moderado, sensato, respetable, hospitalario, capaz de enseñar;

Porque ante toda aspiración personal, primero tenemos que

encontrarnos con Dios. Es esta singularidad lo que hace más difícil

buscar a un líder espiritual, que nombrar uno al azar.

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Vamos a contemplar algunos detalles precisos:

1. IRREPRENSIBILIDAD

“Es necesario que el obispo sea irreprensible” (1 Timoteo 3:2).

Aunque nadie espera de un ser humano la perfección absoluta, todos

anhelan que el líder tenga los niveles de santidad y compostura que

la Escritura prescribe. Una media docena de palabras, con muy

filosos contenido y acepciones, componen en sustancia el principio

de irreprensibilidad en el Nuevo Testamento. Un ingrediente común

es “el de no ser hallado en falta o libre de todo cargo

válido”.

Por ejemplo, leemos en:

2 Pedro 3:14 Por eso, queridos hermanos, mientras esperan estos

acontecimientos, esfuércense para que Dios los halle sin mancha y sin defecto, y en paz con él.

Es una recomendación que afecta a toda la iglesia, y no solamente a

los líderes, como preparación comprometida para la venida del

Señor. Con el mismo espíritu aunque con otro término similar,

leemos en:

1 Tesalonicenses 3:13 Que los fortalezca interiormente para que,

cuando nuestro Señor Jesús venga con todos sus santos, la santidad de ustedes sea intachable delante de nuestro Dios y Padre.

Con ello se induce a todos los cristianos a ser intachables. No nos

parece exagerado si afirmamos que “el estar libre de cualquier cargo

válido” es imperativo en todos los miembros del rebaño para

cumplir el propósito de Dios.

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En Filipenses 2:14–15 leemos:

Filipenses 2:14 Háganlo todo sin quejas ni contiendas, para que sean

intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento.

La murmuración, que no es el estilo de vida de Dios, mancha o

contamina la santidad y por su acción evidencia que somos

reprensibles.

Si así debería ser la conducta del rebaño, ¿cuál es el requerimiento

para el pastor? Es mayor, constante, profundo para que sea capaz de

guiar a sus ovejas por el sendero irreprochable tanto en la manera de

pensar como de ser.

En 1 Timoteo 5 leemos acerca de la conducta o trato con los

hermanos. Habla de los ancianos, de las ancianas, de las jovencitas,

de las viudas, etcétera. Cada edad tiene sus problemas, sus

inclinaciones y desvíos. Pablo le dice a Timoteo:

1 Timoteo 5:7-8 Encárgales estas cosas para que sean intachables. El

que no provee para los suyos, y sobre todo para los de su propia casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo. En este caso, la irreprensibilidad de la comunidad cristiana radica en

que cada uno obre con justicia en su hogar, haciendo todo conforme

al mandamiento de Dios. Es muy natural que el líder que tiene que

enseñar conducta, relaciones familiares y todo lo que dice el texto,

sea santo en el proceder, con un comportamiento capaz de respaldar

las directivas.

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Lo que estudiamos nos intranquiliza y, lejos de concedernos luz

verde, nos hace recapacitar por si acaso estuviéramos contradiciendo

lo que debemos enseñar. Pero sentimos paz cuando nos cercioramos

de que el Señor quiere intervenir; “el cual también nos confirmará

hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor

Jesucristo” (1 Corintios 1:8). Cristo mismo ratifica nuestro deseo y

acude con su Espíritu para afirmarnos y hacernos modelos.

Colosenses 1:22 Pero ahora Dios, a fin de presentarlos santos,

intachables e irreprochables delante de él, los ha reconciliado en el cuerpo mortal de Cristo mediante su muerte.

Pablo decía a los tesalonicenses:

1 Tesalonicenses 2:10 Dios y ustedes me son testigos de que nos

comportamos con ustedes los creyentes en una forma santa, justa e irreprochable.

En los primeros doce versículos de ese capítulo, él mismo explicó el

significado de irreprensibilidad en la vida de un líder; de modo que

nosotros no necesitamos investigar un terreno desconocido.

Simplemente tenemos que leer y cumplir lo que leemos en:

Tito 1:6–7 El anciano debe ser intachable, esposo de una sola mujer; sus

hijos deben ser creyentes,* libres de sospecha de libertinaje o de desobediencia. El obispo tiene a su cargo la obra de Dios, y por lo tanto debe ser intachable: no arrogante, ni iracundo, ni borracho, ni violento, ni codicioso de ganancias mal habidas.

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En este caso dice que el líder “es administrador de Dios”, es decir,

que tiene una clara visión de lo que le ha confiado para distribuir. Ni

él, ni lo que posee es suyo, porque todo es de Dios.

1 Pedro 4:10–11 Cada uno ponga al servicio de los demás el don que

haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas. El que habla, hágalo como quien expresa las palabras mismas de Dios; el que presta algún servicio, hágalo como quien tiene el poder de Dios. Así Dios será en todo alabado por medio de Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Se mueve delante del rebaño compartiendo la posesión divina.

Es un mayordomo fiel en distribuir “los misterios de Dios”

1 Corintios 4:1–2 Que todos nos consideren servidores de Cristo,

encargados de administrar los misterios de Dios. Ahora bien, a los que reciben un encargo se les exige que demuestren ser dignos de confianza. Sobre esto mismo nos ocupamos más adelante en este libro.

2. AUTOCONTROL

Antes que Cristo fuera muerto, Pedro creía que la espada era el

mejor instrumento para ser un buen dirigente; hasta que después de

la resurrección él se la cambió por la vara de pastor.

Juan 21:15–17 Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro:

Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Con la cual habría de apacentar miles y miles de ovejas. El Señor

sabía que él no que tuvo que decirle a su modo de ser, sería para su

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bien, y para el bien de muchos. Así también los que aparecen en 1

Timoteo 3 y Tito 1:7 nos humillan: “no pendenciero” (buscapleitos

VP); “no codicioso de ganancias deshonestas” (dinero mal habido);

“no soberbio” (arrogante, altivo, terco); “no insincero (sin doblez, sin

faltar a su palabra, no con doble intención); “no teniendo señorío”

(aplastador de voluntades 1 Pedro 5:3); “no dado al vino” (no

bebedor en exceso, borracho); “no iracundo” ( no irritable, furioso,

exasperable), son necesarios.

Nosotros tenemos el control del Espíritu para que “cada cual… no

tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piensa

de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a

cada uno”

Romanos 12:3 Por la gracia que se me ha dado, les digo a todos

ustedes: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado. Necesitamos rogarle a Dios que nos ayude a pensar con prudencia,

con sensatez para que la gracia nos permita ser moderados en el

trato con los hermanos. El equilibrio que otorga la mente gobernada

por el Espíritu es de tal magnitud que los que ejercen bien el

liderazgo “ganan para sí un grado honroso y mucha confianza en la

fe que es en Cristo Jesús” (1 Timoteo 3:13). El autocontrol, además,

es una advertencia contra cualquier tipo de tendencia a la doble

intención (comp. Oseas 7:8 "Efraín se mezcla con las naciones; parece

una torta cocida de un solo lado.), que puede desembocar en una falsa

santidad, y en trabajos que confunden el activismo con el servicio a

Dios (Santiago 4:2; 1 Juan 3:22). El énfasis bíblico sobre los “no” del

ministro importa mucho para disfrutar el gozo y satisfacción en la

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vida espiritual. Las conversaciones, las deducciones, las conclusiones

practicadas con equilibrio, favorecen la preparación de prioridades,

sin las presiones del apuro o la urgencia de las circunstancias. La

templanza abre las puertas a la voluntad del Señor.

COMO PENSAR EN LOS REQUISITOS

1. Que la irreprensibilidad abarca todas las esferas de la vida.

2. Que ese carácter tiene que comenzar en la intimidad del líder.

3. Que por ser administrador de Dios, maneja cosas sagradas que

debe compartir sin contaminarlas.

4. Que el autocontrol activado por el Espíritu Santo es la

seguridad que evita la caída.

3. MADUREZ ESPIRITUAL

Dice el texto: “no un neófito”

1 Timoteo 3:6 No debe ser un recién convertido, no sea que se vuelva

presuntuoso y caiga en la misma condenación en que cayó el diablo. Porque puede envanecerse y caer en la condenación del diablo. En

otras palabras, dejar de vivir como ciudadano del reino de Dios, para

volver a ser lo que era antes y utilizar los métodos que el diablo

utiliza. Si el líder olvida ser “amable” (afectuoso, cordial, agradable),

se está traicionando; sus opiniones comenzarán a ser

desalentadoras, hirientes y difíciles de resistir. Comenzarán, en

consecuencia, la sucesión de pérdidas: pérdida de la expectativa,

pérdida de la amistad, etcétera. Por ser tan pertinente al ministerio

del líder, trataremos de observar algunos componentes de la

madurez espiritual que aportan las Escrituras:

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a. Santidad. “santo” (Tito 1:8). Uno de los requisitos bíblicos

del líder, es ser santo. Ser santo es participar de Dios.

Solamente cuando vivimos en santidad caminamos en

comunión con él, pero en el mundo de perversión. El santo se

caracteriza por vivir la vida que Dios le propone que viva (1

Corintios 1:2) y no por el lugar donde vive. Dios nos ha

llamado a la santidad (1 Tesalonicenses 4:7) y nos deja en la

tierra para que crezcamos en la santidad. Bien lo dice

2 Corintios 7:1 Como tenemos estas promesas, queridos hermanos,

purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación.

Y luego en 1 Tesalonicenses 3:13, que ya citamos más arriba:

“Para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles

en santidad…”. Fuimos salvos para ir al cielo, somos santos

para quedarnos a vivir la vida cristiana hasta que el Señor lo

disponga.

Si el líder no tiene bien claro que el árbol bueno da buenos frutos, y

que su ministerio es mostrar esos frutos, es muy difícil que su

servicio sea eficaz. En la alegoría de la vid y las ramas (Juan 15) el

énfasis sobre la justicia de Dios con respecto al fruto es muy preciso

y severo.

El líder que siente la responsabilidad de conducir al rebaño cerca del

Señor, siente como propio el mandamiento de

1 Pedro 1:15–16 Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan,

como también es santo quien los llamó; pues está escrito: "Sean santos, porque yo soy santo."

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La nueva vida surge de la redención (1 Corintios 6:20), y la evidencia

de la redención es la santidad (1 Corintios 3:16–17). El santo

santifica al Señor en su corazón, lo convierte en el único Dueño y

única causa de su existir (1 Pedro 3:15). El guía santo conduce al

rebaño por sendas de santidad (Salmo 29:2; Deuteronomio 26:19).

b. Conocedor de la Escrituras. “apto para enseñar” (1

Timoteo 3:2). Aunque en otras porciones de la Biblia

observamos que el líder tiene que emplear otros dones para el

ejercicio de su ministerio, el tener capacidad de enseñador es

una obligación. “Apto para enseñar” no significa que deba

ser un hombre de púlpito, sino la cualidad de conocer al Señor,

las doctrinas de la fe, la conducta cristiana y comunicar los

principios con fe y visión.

En Tito 1:9 leemos: “Retenedor de la palabra fiel tal como ha sido

enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza

y convencer a los que contradicen”. Este texto alude a tres tipos

de personas:

(1) Al líder (en este caso anciano de la iglesia), que tiene que

mantener firme la palabra de Dios, sujetarse al texto para que posea

las bases de sustentación para su fe (1 Timoteo 1:19; 3:9; 2 Timoteo

1:13).

(2) Las ovejas. “para que también pueda exhortar con

sana enseñanza”. La enseñanza necesariamente tiene que

estimular a los santos, consolarles en sus dificultades, confortarles

en sus pérdidas, y mostrarles los propósitos de Dios (comp.

Romanos 6:16–17).

(3) Los que contradicen. “y convencer a los que

contradicen”. Reprochar y convencer son auténticas actividades

del Espíritu (Juan 16:8). El próximo párrafo de Tito 1 describe

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quiénes son los que contradicen; a los cuales, él tenía que reprender

“duramente”, para que fueran sanos en la fe. La historia de la iglesia

demuestra la importancia de obtener estos principios y de confirmar

las Sagradas Escrituras en la vida de los santos (2 Timoteo 2:24).

c. Limpia conciencia. “que guarden el misterio de la fe con

limpia conciencia” (1 Timoteo 3:9). “El misterio de la fe” es

toda la doctrina cristiana encerrada en el evangelio (1 Corintios

13:2; 14:2), que tiene su centro en Cristo (Colosenses 2:2).

Solamente los que viven en intimidad con él reciben

constantemente luz para conocer más y más de él (Efesios

1:17–18). Aunque es responsabilidad de todo el rebaño guardar

el contenido de la doctrina, Dios ha puesto en los líderes la

carga de saber cómo hacerlo. Lo que podría ser confusión para

otros, no lo es para el líder; porque sigue con cuidado la

actividad de Dios, cuidando de no manchar su conciencia con

interpretaciones que no se encuentran dentro del evangelio (2

Timoteo 1:13). La conciencia adormecida se debilita y

contamina (1 Corintios 8:7), pero con la vitalidad de la palabra

se limpia y vuelve a poseer reflejos sobre los caminos que hay

que transitar (1 Timoteo 1:5 y 19). Es un espejo sucio, las

imágenes aparecen inciertas y muchas veces duplicadas o

borrosas. La conciencia es el espejo del alma; necesita limpieza

constante (Hebreos 9:14) en comunión con el Señor (Hebreos

10:22). Bien leemos en Hebreos 13:18: “Orad por nosotros,

pues confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando

conducirnos bien en todo” (1 Pedro 3:16).

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d. Hogar en orden. “que gobierne bien su casa” (1 Timoteo 3:3)

El líder en la iglesia es una extensión del líder en el hogar.

Necesita valerse de un solo amor para dirigir la familia, y de un

solo amor para conducir al rebaño. Las comunidades griegas,

como eran polígamas, vivían en constantes divorcios; no

conocían el amor recto. Los cristianos nacidos en ese ambiente

componían la iglesia, pero no podían dirigirla porque no eran

modelos en el control del hogar. Además, el texto dice: “Que

gobierne bien su casa”. Gobernar es presidir con normas,

transfiriendo amor con disciplina. La disciplina que está ligada

al corazón del líder, con la cual ordena su propia vida.

Gobernar es instruir, aconsejar, acompañar, disciplinar y

administrar. “Gobernar bien” es hacer todo esto de acuerdo

con la voluntad de Dios (1 Timoteo 5:17).

En el caso que estudiamos, gobierna su casa y cuida de la iglesia;

donde cuidar es otra manera de velar, atender, corregir, etcétera, así

como alimentar y consolar. Luego, presidir de acuerdo a la voluntad

de Dios es cuidar como él desea. Es en este contexto que debe ser

hospedador (1 Timoteo 3:2; Tito 1:8), para que los hermanos puedan

comprobar en su hogar el modelo que aspira para el rebaño. El amor

que reina entre los miembros de la familia, la convierte en un

respaldo irreductible para el pastor (Romanos 12:13), como para

cualquier miembro (1 Timoteo 5:10) del rebaño (Hebreos 13:2).

e. Amor puro. “amantes de lo bueno” (Tito 1:8). El amor es de

Dios y Dios aborrece lo malo. Para representar a Dios, tenemos

que amar como El ama. La frase es tan amplia que incluye

todas las cosas que hacemos. El guía “amante de lo bueno” se

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cuida de sus afanes (Filipenses 4:6–7) y los carga sobre el

Señor. Trabaja en sus ocupaciones seculares como sirviendo a

Cristo (Colosenses 3:23).

Nuestro corazón tiene tendencias hacia el mal, pero la conciencia

despierta por el Espíritu los rechaza. Nehemías cultivó el amor a lo

bueno cuando oró rápidamente al cielo antes de dar respuesta al

soberano (Nehemías 2:4). Antes de cualquier decisión inoportuna, el

líder persuadido de sus limitaciones mantiene una relación

instintiva y habitual con Dios para conocer su pensamiento.

El “amante de lo bueno” utiliza más que una simple cortesía en sus

tratos, emplea el amor, que es “sufrido, benigno, que no tiene

envidia, que no es jactancioso, que no se envanece”. No se limita a

las formalidades, porque usa el amor de Dios, que “no es indecoroso,

no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor”. Ha descubierto que

la sobriedad, la justicia y la equidad son muestras de “lo bueno” y las

sigue. Al esforzarse por conocer a cada oveja conoce también sus

distintos puntos de vista, a veces nacidos de la enseñanza o cultura, y

se rige por el radar escritural: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis

otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31). El

tacto, la discreción, hará que otros también aprendan a amar lo

bueno y lo sigan.

Ser “amante de lo bueno” es proseguir hasta alcanzar la meta de la

bondad y continuar con ello en pensamiento y acción. Amar lo

bueno es presidir nuestras acciones como Dios lo haría (Mateo

25:35–40). Es también cuidar las relaciones afectivas, para no

producir sospechas sobre amores ilegítimos. (2 Timoteo 2:22).

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Aunque nos hemos de ocupar del tema con más detalle en los

capítulos diez y once, es oportuno recordar que ser “amante de lo

bueno” pone en vigencia las reglas espirituales en la relación entre

sexos; primeramente en la pureza del pensamiento (Mateo 5:28), y

luego en las acciones (2 Samuel 13) que suelen quebrar muchos

ministerios.