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¿Quién dijo alguna vez que la historia está dada por conflictos? La historia tiene su base en las guerras. ¿Será que los conflictos, los colosales choques entre civilizaciones tienen su razón de ser? E l reencuentro del pasado con el presente es uno de los grandes temas del historiador; la propuesta de Fer- nand Braudel explora, de una forma muy compleja, esta idea. La vasta investigación reunida en El Mediterráneo, el libro más importante publicado por Braudel, comparte la contemplación del espacio a través del tiempo. Desde Gibraltar hasta el Mar Rojo se extiende el vasto Mediterráneo. Esto no debe suscitar confusiones: el espacio líquido no es uno solo, sino un mar de mares: el Negro; el Egeo; el Adriático y el Tirreno. Además, una vastedad de zonas que dan cuenta de una riqueza oro- gráfica turbulenta. Penínsulas, islas, riberas, ríos. Una geología en ebullición, definida por Braudel entre las cimas montañosas y las profundidades marinas. Si algo caracteriza la reconstrucción de los pueblos en torno a esa región es que trashumancia y nomadismo se asocia- ban con el movimiento de las rutas terrestres. El vaivén de hombres y animales muestra, ante todo, la división del trabajo que se impuso en esta etapa. Trashumancia y nomadismo fueron una realidad que ocupó lo mismo a algunas zonas del norte de África, los Alpes, partes de Asia Menor y Arabia. Aquí es posible visualizar otro tipo de frontera, la que reemplaza los muros geográficos por los de prácticas culturales y de movilización; por un lado la trashumancia, por el otro el nomadismo. En la inmensidad del horizonte: el mar. Braudel nos invita a dimensionarlo, a verlo como los hombres de su tiempo avisoraban aquel vasto espacio líquido, sobre todo si consideramos las limitaciones navales que las primeras civilizaciones mediterráneas ostentaron. Por supuesto, una de las principales fuentes alimentarias de la región eran los frutos del mar, aunque, a decir de Braudel, esos frutos jamás abundaron. Los ríos formaron y forman parte de un conglo- merado de vías prósperas para el tránsito, he aquí el fundamento del crecimiento y el esplendor de algunas civilizaciones. Pensemos en dos modelos: Egipto y Me- sopotamia. Las aguas del Nilo, y del Tigris y el Éufra- tes: estos ríos pemitieron el flujo de balsas, las cuales transportaron recursos de las variadas regiones de cada civilización, este es el trasfondo de la primera his- toria del transporte fluvial. Igualmente, hay en los ríos una condición de unidad que refuerza las rutas, sende- ros idóneos para acelerar la historia. Se desarrolla así el intercambio. El espacio es un sitio de encuentro, por decir, entre dos aldeas, dos sociedades “protohistóricas”. En ese es- pacio vacío se encuentra un terreno para las disputas. Las fronteras artificiales van delimitando el espacio, de ahí la construcción del pomerium, un zurco trazado con arado y, en medio, creado también por la mano del hom- bre, aparece el centro ideal: el mundus. Un punto cen- tral y una límite son en definitiva estructuras esenciales para la división del interior, justamente dando paso al otro mundo: el exterior, lo profano. Braudel asegura que fueron tres civilizaciones destino común de este viaje: una primera nace en Oc- cidente con la romanidad (cristiandad); una segunda en Marruecos, el Islam; y una tercera: el cosmos griego. Tres formaciones culturales que sentarán las bases de la historia y atravesarán el tiempo mientras lo durade- ro va formándose en ellas. Los motores se encienden y todos los engranes dan continuidad a este movimiento. ¿Quién dijo alguna vez que la historia está dada por con- flictos? La historia tiene su base en las guerras. ¿Será que los conflictos, los colosales choques entre civilizacio- nes, tienen su razón de ser? ¿Serán el odio y la violencia producto de las civilizaciones? Braudel nos hace dudar poniendo sobre la mesa estas cuestiones, no de manera tácita, pero sí bajo reserva, de manera callada. Al final, las civilizaciones no son toda la historia, también existe la política, la palabra. El Mediterráneo según Braudel Ismael Lares / / / / Twitter: @ismael_lares NUESTRO MUNDO SIGLO NUEVO 57

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¿Quién dijo alguna vez que la historia está dada por confl ictos? La historia tiene su base en las guerras. ¿Será que los confl ictos, los colosales choques entre civilizaciones tienen su razón de ser?

El reencuentro del pasado con el presente es uno de los grandes temas del historiador; la propuesta de Fer-

nand Braudel explora, de una forma muy compleja, esta idea. La vasta investigación reunida en El Mediterráneo, el libro más importante publicado por Braudel, comparte la contemplación del espacio a través del tiempo.

Desde Gibraltar hasta el Mar Rojo se extiende el vasto Mediterráneo. Esto no debe suscitar confusiones: el espacio líquido no es uno solo, sino un mar de mares: el Negro; el Egeo; el Adriático y el Tirreno. Además, una vastedad de zonas que dan cuenta de una riqueza oro-gráfi ca turbulenta. Penínsulas, islas, riberas, ríos. Una geología en ebullición, defi nida por Braudel entre las cimas montañosas y las profundidades marinas. Si algo caracteriza la reconstrucción de los pueblos en torno a esa región es que trashumancia y nomadismo se asocia-ban con el movimiento de las rutas terrestres. El vaivén de hombres y animales muestra, ante todo, la división del trabajo que se impuso en esta etapa. Trashumancia y nomadismo fueron una realidad que ocupó lo mismo a algunas zonas del norte de África, los Alpes, partes de Asia Menor y Arabia. Aquí es posible visualizar otro tipo de frontera, la que reemplaza los muros geográfi cos por los de prácticas culturales y de movilización; por un lado la trashumancia, por el otro el nomadismo.

En la inmensidad del horizonte: el mar. Braudel nos invita a dimensionarlo, a verlo como los hombres de su tiempo avisoraban aquel vasto espacio líquido, sobre todo si consideramos las limitaciones navales que las primeras civilizaciones mediterráneas ostentaron. Por supuesto, una de las principales fuentes alimentarias de la región eran los frutos del mar, aunque, a decir de Braudel, esos frutos jamás abundaron.

Los ríos formaron y forman parte de un conglo-merado de vías prósperas para el tránsito, he aquí el fundamento del crecimiento y el esplendor de algunas

civilizaciones. Pensemos en dos modelos: Egipto y Me-sopotamia. Las aguas del Nilo, y del Tigris y el Éufra-tes: estos ríos pemitieron el fl ujo de balsas, las cuales transportaron recursos de las variadas regiones de cada civilización, este es el trasfondo de la primera his-toria del transporte fl uvial. Igualmente, hay en los ríos una condición de unidad que refuerza las rutas, sende-ros idóneos para acelerar la historia. Se desarrolla así el intercambio.

El espacio es un sitio de encuentro, por decir, entre dos aldeas, dos sociedades “protohistóricas”. En ese es-pacio vacío se encuentra un terreno para las disputas. Las fronteras artifi ciales van delimitando el espacio, de ahí la construcción del pomerium, un zurco trazado con arado y, en medio, creado también por la mano del hom-bre, aparece el centro ideal: el mundus. Un punto cen-tral y una límite son en defi nitiva estructuras esenciales para la división del interior, justamente dando paso al otro mundo: el exterior, lo profano.

Braudel asegura que fueron tres civilizaciones destino común de este viaje: una primera nace en Oc-cidente con la romanidad (cristiandad); una segunda en Marruecos, el Islam; y una tercera: el cosmos griego. Tres formaciones culturales que sentarán las bases de la historia y atravesarán el tiempo mientras lo durade-ro va formándose en ellas. Los motores se encienden y todos los engranes dan continuidad a este movimiento. ¿Quién dijo alguna vez que la historia está dada por con-fl ictos? La historia tiene su base en las guerras. ¿Será que los confl ictos, los colosales choques entre civilizacio-nes, tienen su razón de ser? ¿Serán el odio y la violencia producto de las civilizaciones? Braudel nos hace dudar poniendo sobre la mesa estas cuestiones, no de manera tácita, pero sí bajo reserva, de manera callada. Al fi nal, las civilizaciones no son toda la historia, también existe la política, la palabra.

El Mediterráneo según Braudel

Ismael Lares ///// / / Twitter: @ismael_lares

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