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“La televisión es una hija del cine que le ha salido disipada y de malas cos- tumbres”. José Ramón Sender ELEGÍA NADA - PRESS “No decimos la verdad pero tenemos la razón”. Agencia de noticias inoficiosas fundada por Gonzalo Arango. Sale corriendo una vez por mes. Originales sin recibir no serán devuel- tos. Brutos abstenerse de leer. Por el AMANSALOCO Todos morimos al detal. Morir al por mayor, es un accidente de traba- jo por haber vivido. Y lo patético es que uno no lo va notando. Con el tumbao del tiempo todos vamos dejando partes de nosotros mismos a lo largo del camino. Cada una de esas pérdidas es como una pequeña muerte orgánica. ¿Dígame si no? ese montón de ADN mitocondrial que andamos re- gando por el mundo. Tomo, por ejemplo, el sudor dejado en el campo laboral o en el sexual, con su carga de espermatozoides. También los mocos y las lágrimas de algunas decepciones, tristezas o incluso alegrías. Y no dejen de contar las heces y las orinas que perdemos di- ariamente desde el nacimiento. Pérdidas constantes de masa orgánica, en las cuales casi ni pensamos. Y eso que no quiero contar otros obvios detrimentos patrimoniales, como son el cabello que se va en hebras entre las manos del cepillo; las masculinas barbas y bigotes que nos devora la máquina afeitadora o la barbera del peluquero; o las uñas que inquisidoramente nos extir- pan con pinzas manicuras y pedicuras. Esas también son pérdidas de un organismo que va muriendo lentamente. Claro que no todo es material. También cuente usted las pequeñas muertes espirituales, mentales o recordatorias, que vamos sufriendo a través de la “maestra vida”. La memoria se va deshilachando, y a ve- ces no sabemos si tal cosa ocurrió, si la imaginamos, la vimos en el cine o era algún embuste familiar. Perdemos la fe en causas nobles, o también injustas, y muchas veces vamos también perdiendo nuestras convicciones, en una especie de muertes (pérdidas) emocionales. El RIP definitivo ha estado sucediendo frente a nuestros ojos y no lo hemos visto. Hay incluso cosas de nuestro cercano entorno que des- aparecen. Las extrañamos un tiempo y luego nos acostumbramos a su fallecimiento. Pueden ser desde amores, amigos o parientes hasta mascotas, pero también pueden ser simples objetos, esas cosas inani- madas que muchas veces nos dan vida. ¿Qué se hicieron esos viejos portacomidas cromados, de tres pisos para sopa, seco y carne? ¿O las viejas y señoronas neveras de General Electric? O para ir más lejos ¿están definitivamente muertas las neve- ras de madera con capas de aserrín y pedazos el hielo depositado, co- mo grandes diamantes garciamarquianos? El bello Edificio Palma del antiguo Camellón Abello, que fue demoli- do por obra y desgracia del progreso, para que entrara por siempre al reino de las fotos y se muriera para el privilegio de los ojos, ¿no es una simbólica muerte urbanística? Y para qué hablar de Barranquilla, que poco a poco ha ido sucumbiendo en importancia… Una ciudad moribunda al detal en variados aspectos. Son tantas y tan diversas esas pequeñas, o grandes, defunciones que acontecen casi que cotidianamente, donde muchas veces han muerto hasta para el recuerdo, la rememoración o el esparcimiento. Alguien dijo que “Vivir es morir un poco”, seguramente no fueron Pacho Ma- turana ni Pambelé, pero tenía razón. Toda esta carreta viene por el amansaloco. Muchísimos de ustedes ni sabrán de qué se trata. Unos por su edad, otros por no ser de aquí y otros por culpa del Alzheimer. Quiero aclarar que el amansaloco no es, ni era, ninguna camisa de fuerza para tratar a los honorables ora- tes. Ni más faltaba. Era una simple franelita de hilo, superfresca y ba- cana, manga tres cuartos y que venía en color beige, moradito y rosa- do. Aquel que le haya usado que tire la primera manga… Su historia comienza entre los jornaleros de las sabanas de Sucre y Bolívar, a quienes sus patrones, por ser baratas, se las daban como ro- pa de trabajo. Esos vaqueros o agricultores la llevaban diariamente como se lleva el sombrero, el machete, la mochila o el radio transis- tor, otra pieza extinguida o en vías de ello. A Barranquilla debió llegar, digo yo, en los años cincuenta y pronta- mente fue adoptada por los pobres. Se convirtió entonces en el uni- forme de los botelleros en carretilla, otra especie extinguida, que cambiaban frascos por frutos, globos o monedas. También los vende- dores de vísceras (mondongo, hígado, pajarilla, riñón, chinchurria, ti- ratira y jalajala, entre otras asaduras), la lucían desde lo alto de unos burritos en los que pregonaban sus intestinos a la venta. En los años sesenta fue como el uniforme de los hippies, esos cami- nantes mochileros, pelo largo y marihuaneros que le trajeron al mun- do mucho amor y alguna paz. Todos teníamos una de cada color y las “madrestierra” (jovencitas hippies) comenzaron a bordarlas y colgar- le arandelas y runrunes. Así viajó el amansaloco por los confines del país, como un emblema de la anarquía juvenil. También era usada como sudadera para los uniformes de béisbol. Si la memoria no me esquiva, creo que en el año 62 o 64, cuando Co- lombia quedó campeón mundial de béisbol en un sábado de carnaval, la sudadera de los campeones eran amansalocos. Manes de su cheve- ridad como franela. Igualmente la usó una que otra cumbiamba car- navalera, cuando no existía el Cumbiódromo. En los años setenta, en que el carnaval tuvo algunos declives, la gente decidió disfrazarse de hippie, poniéndose una balaca en la frente, un amansaloco con pantalones bocones (pata de elefante le decían los snobs), y los infaltables chocatos (mocasín de tela de los cumbiambe- ros) o calzar unas abarcas trespuntá. Inclusive el ingenio barranquille- ro salió al ruedo, haciéndole cortaditas y revueltas a los amansalocos, para volverlos una especie de ropa cinética. Ñerda, y no había jeva que no la usara coquetamente, para estar en la onda de esos años. Un mal día, cuando regresé de mi peregrinaje por otros países, des- cubrí que ya el amansaloco había pasado a mejor vida. De él sólo me queda el recuerdo icónico de algunas fotos en Salgar. Nunca más he podido ponerme uno, y malhaya que me hace falta. Jamás supe quien los producía, pero de todos modos, y como las brujas, de que existían, existían. Y si no me creen, pregunten. El amansaloco se murió. Ka- put. Pero yo no descanso en paz. Por eso este Nada Press. Irresponsablemente: Aníbal Tobón, al nivel del Bar de Salgar. 2011 Banderilla Alex De La Paz……Coord. General Kell Pozo…………………..Editora Daniel Aguilar…………….Montaje Asistentes de Edición Adriana Chica Diana Polo Sara Hernández En este número colaboraron Daniela Hormechea Óscar Tobón Eduar Barbosa Daniel E . Aguilar R Alex De La Paz Luz Karime Santodomingo Nina Rave Valerie Betancourt Muchas son las historias de líderes polí- ticos secuestrados, maltratados en las selvas de nuestro país, en medio de la barbarie del conflicto armado. Entre es- tas historias, está la de un hombre que dejó a su hijo en cautiverio mientras el salía a la libertad. Una libertad relativa porqué su espíritu se quedaba en las sel- vas con el menor de su descendencia. Orlando Rodríguez Saavedra más conocido como el “Cachaco" Rodríguez, luego de tantos años trata de dejar a un lado su trági- ca historia concentrándose en Dios y en su familia; lo que más le importa hoy. Para este ex líder político, el pasado es una fuerza que lo persi- gue y día a día le sigue recordando que estuvo secuestrado. Du- rante el presente año, Orlando Rodríguez se ha tenido que acer- car en varias ocasiones a testificar contra antiguos mandatarios de la Costa Atlántica como Bernardo Hoyos Montoya “el cura Hoyos” y Guillermo Hoengnisberg por el caso conocido como “El Vesubio” ocurrido en la alcaldía de Hoyos Montoya. Para Orlando, no es sólo fatigante asistir a las audiencias por su precario estado de salud, sino también porqué le recuerda el tiempo que pasó privado de su libertad, pero como afirma él “que todo valga la pena por encontrar a los culpables de que yo me alejara de mi familia durante tanto tiempo”. ¿A qué se dedica actualmente? Prácticamente no hago nada-Risas- sólo me levanto hago mis necesidades, me siento en el estudio a leer, ver noticias y ayudar a mi hijo Boris con su candidatura. Bueno y a veces salgo. Últi- mamente me ha tocado asistir a audiencias en contra del ¨cura hoyos¨ y Hoegnisberg, para testificar en contra de ellos. ¨Son los culpables que el ELN me secuestrara¨, añade. ¿Por qué usted afirma que el cura Hoyos y Hoegnisberg son los culpables de su secuestro? Cuando Hoyos y Hoegnisberg empezaron a apoderarse de los dineros del estado, yo decidí acusarlos contra las autoridades correspondientes. Al cabo de un tiempo cuando fui secuestrado, por uno de mis captores me fui enterando el motivo por el cual fui raptado y encerrado. El me contó que mi secuestro era político, por mis acusaciones hacia Hoyos y Hoegnisberg. ¿Siente usted algún tipo de resentimiento hacia estos dos personajes? No los odio, pero si voy a ser todo lo posible para que paguen por sus delitos. Por mí que pasen todos los años posibles en pri- sión ¿No le da miedo que por confirmar sus acusaciones puedan secuestrar algún miembro de su familia o incluso a usted? Siendo sincero no creo que me pase nada, pero para mí es muy importante que ellos paguen por sus delitos. Yo no olvido a los culpables de mi secuestro. Por. Daniela Hormaechea ¿Sólo 2 minutos para la buena imagen del país? Por. Alex De la Paz ¡Creo que sí se pasan! no miden las consecuencias en absoluto. La ma- yoría de los medios de comunicación de Colombia ganan audiencia me- diante la tragedia y el negativismo que venden. Sabes he tenido la fortuna de ver de cerca como se realiza el trabajo pe- riodístico en importantes medios de comunicación del exterior y he notado que en Colombia es- tamos supremamente atrasados. No se trata del tipo de tec- nología que empleamos para presentar las noticias, no, en eso -aunque no lo crean- andamos bien, a lo que me refiero es a que en naciones poderosas existen algunos códigos in- ternos, son como acuerdos intangibles entre los medios y el gobierno. ¿Qué buscan estos acuerdos? No persiguen ocul- tar la verdad al público, buscan manejar adecuadamente la imagen de un país. Estoy hablando de algo simple: modera- ción, equilibrio informativo. Por ejemplo, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, etc. son grandes porqué el balance entre lo bueno y lo malo que se publica está notoriamente inclinado a lo positivo. La carga de noticias negativas generalmente proviene del exterior. Es raro encontrar noticias de crímenes menores en publicacio- nes diarias, en cambio en Colombia existen medios enteros dedicados a magnificar hechos trágicos y hasta podría ser posible que nuestros niveles de seguridad sean como los de ellos, pero la percepción de ésta no. Insisto estamos atrasados, aún no hemos podido entender cómo se debe manejar la imagen de un país. Me pongo en el lugar de un turista internacional al que se le ocurre ver algún noticiero de televisión nacional, sin dudarlo, al final de la emisión tendría las maletas listas. En fin, creo que el show mediático y el negocio en que se ha convertido informar, no debe anteponerse a la imagen de la sociedad colombiana. Deberíamos dejar de exportar malas noticias y mostrar todo lo bueno y diverso de nuestro hermoso país. Sin embargo, cambiar la imagen de una nación representada noticiosa- mente durante décadas por la violencia, no será posible, mientras los medios sólo asignen 2 minutos de su emisión diaria a destacar lo que para mí es más visible: la bondad e ingenio del colombiano. Un aventurero surca en su parapente los cielos del Rodadero en Santa Marta. Este maravilloso instante lo captó el lente de María José Castro, estudiante de III de Comunicación Social y Periodismo.

El Mural Año 2, No 4

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Cuarta edición del segundo año. El Mural.

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Page 1: El Mural Año 2, No 4

“La televisión es una hija del cine que

le ha salido disipada y de malas cos-

tumbres”.

José Ramón Sender

ELEGÍA

NADA - PRESS “No decimos la verdad pero tenemos la razón”.

Agencia de noticias inoficiosas fundada por Gonzalo Arango. Sale

corriendo una vez por mes. Originales sin recibir no serán devuel-

tos. Brutos abstenerse de leer.

Por el AMANSALOCO

Todos morimos al detal. Morir al por mayor, es un accidente de traba-

jo por haber vivido. Y lo patético es que uno no lo va notando. Con el

tumbao del tiempo todos vamos dejando partes de nosotros mismos a

lo largo del camino. Cada una de esas pérdidas es como una pequeña

muerte orgánica.

¿Dígame si no? ese montón de ADN mitocondrial que andamos re-

gando por el mundo. Tomo, por ejemplo, el sudor dejado en el campo

laboral o en el sexual, con su carga de espermatozoides. También los

mocos y las lágrimas de algunas decepciones, tristezas o incluso

alegrías. Y no dejen de contar las heces y las orinas que perdemos di-

ariamente desde el nacimiento. Pérdidas constantes de masa orgánica,

en las cuales casi ni pensamos.

Y eso que no quiero contar otros obvios detrimentos patrimoniales,

como son el cabello que se va en hebras entre las manos del cepillo;

las masculinas barbas y bigotes que nos devora la máquina afeitadora

o la barbera del peluquero; o las uñas que inquisidoramente nos extir-

pan con pinzas manicuras y pedicuras. Esas también son pérdidas de

un organismo que va muriendo lentamente.

Claro que no todo es material. También cuente usted las pequeñas

muertes espirituales, mentales o recordatorias, que vamos sufriendo a

través de la “maestra vida”. La memoria se va deshilachando, y a ve-

ces no sabemos si tal cosa ocurrió, si la imaginamos, la vimos en el

cine o era algún embuste familiar. Perdemos la fe en causas nobles, o

también injustas, y muchas veces vamos también perdiendo nuestras

convicciones, en una especie de muertes (pérdidas) emocionales.

El RIP definitivo ha estado sucediendo frente a nuestros ojos y no lo

hemos visto. Hay incluso cosas de nuestro cercano entorno que des-

aparecen. Las extrañamos un tiempo y luego nos acostumbramos a su

fallecimiento. Pueden ser desde amores, amigos o parientes hasta

mascotas, pero también pueden ser simples objetos, esas cosas inani-

madas que muchas veces nos dan vida.

¿Qué se hicieron esos viejos portacomidas cromados, de tres pisos

para sopa, seco y carne? ¿O las viejas y señoronas neveras de General

Electric? O para ir más lejos ¿están definitivamente muertas las neve-

ras de madera con capas de aserrín y pedazos el hielo depositado, co-

mo grandes diamantes garciamarquianos?

El bello Edificio Palma del antiguo Camellón Abello, que fue demoli-

do por obra y desgracia del progreso, para que entrara por siempre al

reino de las fotos y se muriera para el privilegio de los ojos, ¿no es

una simbólica muerte urbanística? Y para qué hablar de Barranquilla,

que poco a poco ha ido sucumbiendo en importancia… Una ciudad

moribunda al detal en variados aspectos.

Son tantas y tan diversas esas pequeñas, o grandes, defunciones que

acontecen casi que cotidianamente, donde muchas veces han muerto

hasta para el recuerdo, la rememoración o el esparcimiento. Alguien

dijo que “Vivir es morir un poco”, seguramente no fueron Pacho Ma-

turana ni Pambelé, pero tenía razón.

Toda esta carreta viene por el amansaloco. Muchísimos de ustedes ni

sabrán de qué se trata. Unos por su edad, otros por no ser de aquí y

otros por culpa del Alzheimer. Quiero aclarar que el amansaloco no

es, ni era, ninguna camisa de fuerza para tratar a los honorables ora-

tes. Ni más faltaba. Era una simple franelita de hilo, superfresca y ba-

cana, manga tres cuartos y que venía en color beige, moradito y rosa-

do. Aquel que le haya usado que tire la primera manga…

Su historia comienza entre los jornaleros de las sabanas de Sucre y

Bolívar, a quienes sus patrones, por ser baratas, se las daban como ro-

pa de trabajo. Esos vaqueros o agricultores la llevaban diariamente

como se lleva el sombrero, el machete, la mochila o el radio transis-

tor, otra pieza extinguida o en vías de ello.

A Barranquilla debió llegar, digo yo, en los años cincuenta y pronta-

mente fue adoptada por los pobres. Se convirtió entonces en el uni-

forme de los botelleros en carretilla, otra especie extinguida, que

cambiaban frascos por frutos, globos o monedas. También los vende-

dores de vísceras (mondongo, hígado, pajarilla, riñón, chinchurria, ti-

ratira y jalajala, entre otras asaduras), la lucían desde lo alto de unos

burritos en los que pregonaban sus intestinos a la venta.

En los años sesenta fue como el uniforme de los hippies, esos cami-

nantes mochileros, pelo largo y marihuaneros que le trajeron al mun-

do mucho amor y alguna paz. Todos teníamos una de cada color y las

“madrestierra” (jovencitas hippies) comenzaron a bordarlas y colgar-

le arandelas y runrunes. Así viajó el amansaloco por los confines del

país, como un emblema de la anarquía juvenil.

También era usada como sudadera para los uniformes de béisbol. Si

la memoria no me esquiva, creo que en el año 62 o 64, cuando Co-

lombia quedó campeón mundial de béisbol en un sábado de carnaval,

la sudadera de los campeones eran amansalocos. Manes de su cheve-

ridad como franela. Igualmente la usó una que otra cumbiamba car-

navalera, cuando no existía el Cumbiódromo.

En los años setenta, en que el carnaval tuvo algunos declives, la gente

decidió disfrazarse de hippie, poniéndose una balaca en la frente, un

amansaloco con pantalones bocones (pata de elefante le decían los

snobs), y los infaltables chocatos (mocasín de tela de los cumbiambe-

ros) o calzar unas abarcas trespuntá. Inclusive el ingenio barranquille-

ro salió al ruedo, haciéndole cortaditas y revueltas a los amansalocos,

para volverlos una especie de ropa cinética. Ñerda, y no había jeva

que no la usara coquetamente, para estar en la onda de esos años.

Un mal día, cuando regresé de mi peregrinaje por otros países, des-

cubrí que ya el amansaloco había pasado a mejor vida. De él sólo me

queda el recuerdo icónico de algunas fotos en Salgar. Nunca más he

podido ponerme uno, y malhaya que me hace falta. Jamás supe quien

los producía, pero de todos modos, y como las brujas, de que existían,

existían. Y si no me creen, pregunten. El amansaloco se murió. Ka-

put. Pero yo no descanso en paz. Por eso este Nada Press.

Irresponsablemente: Aníbal Tobón, al nivel del Bar de Salgar. 2011

Banderilla

Alex De La Paz……Coord. General

Kell Pozo…………………..Editora

Daniel Aguilar…………….Montaje

Asistentes de Edición

Adriana Chica

Diana Polo

Sara Hernández

En este número colaboraron

Daniela Hormechea

Óscar Tobón

Eduar Barbosa

Daniel E . Aguilar R

Alex De La Paz

Luz Karime Santodomingo

Nina Rave

Valerie Betancourt

Muchas son las historias de líderes polí-

ticos secuestrados, maltratados en las

selvas de nuestro país, en medio de la

barbarie del conflicto armado. Entre es-

tas historias, está la de un hombre que

dejó a su hijo en cautiverio mientras el

salía a la libertad. Una libertad relativa

porqué su espíritu se quedaba en las sel-

vas con el menor de su descendencia.

Orlando Rodríguez Saavedra más conocido como el “Cachaco"

Rodríguez, luego de tantos años trata de dejar a un lado su trági-

ca historia concentrándose en Dios y en su familia; lo que más

le importa hoy.

Para este ex líder político, el pasado es una fuerza que lo persi-

gue y día a día le sigue recordando que estuvo secuestrado. Du-

rante el presente año, Orlando Rodríguez se ha tenido que acer-

car en varias ocasiones a testificar contra antiguos mandatarios

de la Costa Atlántica como Bernardo Hoyos Montoya “el cura

Hoyos” y Guillermo Hoengnisberg por el caso conocido como

“El Vesubio” ocurrido en la alcaldía de Hoyos Montoya.

Para Orlando, no es sólo fatigante asistir a las audiencias por su

precario estado de salud, sino también porqué le recuerda el

tiempo que pasó privado de su libertad, pero como afirma él

“que todo valga la pena por encontrar a los culpables de que yo

me alejara de mi familia durante tanto tiempo”.

¿A qué se dedica actualmente?

Prácticamente no hago nada-Risas- sólo me levanto hago mis

necesidades, me siento en el estudio a leer, ver noticias y ayudar

a mi hijo Boris con su candidatura. Bueno y a veces salgo. Últi-

mamente me ha tocado asistir a audiencias en contra del ¨cura

hoyos¨ y Hoegnisberg, para testificar en contra de ellos. ¨Son los

culpables que el ELN me secuestrara¨, añade.

¿Por qué usted afirma que el cura Hoyos y Hoegnisberg son

los culpables de su secuestro?

Cuando Hoyos y Hoegnisberg empezaron a apoderarse de los

dineros del estado, yo decidí acusarlos contra las autoridades

correspondientes. Al cabo de un tiempo cuando fui secuestrado,

por uno de mis captores me fui enterando el motivo por el cual

fui raptado y encerrado.

El me contó que mi secuestro era político, por mis acusaciones

hacia Hoyos y Hoegnisberg.

¿Siente usted algún tipo de resentimiento hacia estos dos

personajes?

No los odio, pero si voy a ser todo lo posible para que paguen

por sus delitos. Por mí que pasen todos los años posibles en pri-

sión

¿No le da miedo que por confirmar sus acusaciones puedan

secuestrar algún miembro de su familia o incluso a usted?

Siendo sincero no creo que me pase nada, pero para mí es muy

importante que ellos paguen por sus delitos.

Yo no olvido a los culpables de mi secuestro.

Por. Daniela Hormaechea

¿Sólo 2 minutos para la buena imagen

del país?

Por. Alex De la Paz

¡Creo que sí se pasan! no miden las

consecuencias en absoluto. La ma-

yoría de los medios de comunicación

de Colombia ganan audiencia me-

diante la tragedia y el negativismo

que venden.

Sabes he tenido la fortuna de ver de

cerca como se realiza el trabajo pe-

riodístico en importantes medios de

comunicación del exterior y he notado que en Colombia es-

tamos supremamente atrasados. No se trata del tipo de tec-

nología que empleamos para presentar las noticias, no, en

eso -aunque no lo crean- andamos bien, a lo que me refiero

es a que en naciones poderosas existen algunos códigos in-

ternos, son como acuerdos intangibles entre los medios y el

gobierno. ¿Qué buscan estos acuerdos? No persiguen ocul-

tar la verdad al público, buscan manejar adecuadamente la

imagen de un país. Estoy hablando de algo simple: modera-

ción, equilibrio informativo.

Por ejemplo, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, etc. son

grandes porqué el balance entre lo bueno y lo malo que se

publica está notoriamente inclinado a lo positivo. La carga

de noticias negativas generalmente proviene del exterior. Es

raro encontrar noticias de crímenes menores en publicacio-

nes diarias, en cambio en Colombia existen medios enteros

dedicados a magnificar hechos trágicos y hasta podría ser

posible que nuestros niveles de seguridad sean como los de

ellos, pero la percepción de ésta no.

Insisto estamos atrasados, aún no hemos podido entender

cómo se debe manejar la imagen de un país. Me pongo en el

lugar de un turista internacional al que se le ocurre ver algún

noticiero de televisión nacional, sin dudarlo, al final de la

emisión tendría las maletas listas. En fin, creo que el show

mediático y el negocio en que se ha convertido informar, no

debe anteponerse a la imagen de la sociedad colombiana.

Deberíamos dejar de exportar malas noticias y mostrar todo

lo bueno y diverso de nuestro hermoso país. Sin embargo,

cambiar la imagen de una nación representada noticiosa-

mente durante décadas por la violencia, no será posible,

mientras los medios sólo asignen 2 minutos de su emisión

diaria a destacar lo que para mí es más visible: la bondad e

ingenio del colombiano.

Un aventurero surca en su parapente los cielos del Rodadero en Santa Marta. Este maravilloso instante lo captó el

lente de María José Castro, estudiante de III de Comunicación Social y Periodismo.

Page 2: El Mural Año 2, No 4

“El negocio del cine es macabro,

grotesco: es una mezcla de partido de

fútbol y de burdel.”.

Federico Fellini

La multitud grita desenfrenada “junior tu papa…” y en

el camerino el equipo de 20 chicas jóvenes con sus bri-

llantes trajes de lentejuelas, están tomadas de las manos

sumergidas en una corta oración al divino niño que las

aleja del bullicio. Todas, con las manos apretadas y frías

se unen en un gran círculo mientras su líder Milena Ma-

riano finaliza con un “a ganar mi junior”. Cuando sus

manos se sueltan parece que sus almas se unen al frenesí

de la muchedumbre que no cesa de aclamar.

Sin haber subido el primer escalón para salir al campo de

juego y hacer la presentación que con empeño preparan

cada semana, las ansias se apoderan de cada una de

ellas; Al fondo alguien grita “pompones arriba y no olvi-

den sonreír” mientras afuera el presentador anuncia la

salida a la cancha de las porristas del junior “las mas di-

vinas, entusiastas y alegres jóvenes“. De inmediato sue-

na la reconocida pista, y la mente enseguida se ponen en

contacto con el ritmo de la música. Cada paso, cada mo-

vimiento es impecable, perfecto. Los espectadores enlo-

quecen aun más y pareciera que la sangre que corre por

sus venas se hinchara al ver el espectáculo. Los nervios

definitivamente pasan en el primer segundo pero sin esa

adrenalina que empieza a correr minutos antes no valdría

la pena hacerlo.

Cuando lo más difícil acaba (esos primeros segundos en

el campo de juego) se coge confianza con el público que

las recibe bien, y se disfruta cada minuto de las ocho co-

reografías que han preparado y que se presentan a lo lar-

go del partido. Después, entran las verdaderas estrellas

del encuentro, en una calle de honor formada por las ta-

lentosas animadoras para darles paso a los jugadores. La

euforia pasa a ser para ellos, pero en su interior cada po-

rrista vibra como uno más en las tribunas cuando ven

pasar enfrente a sus ídolos, porque no hay una sola que

no sienta verdadera pasión por el equipo y que no tenga

un jugador preferido. Son las más fervientes hinchas del

rojiblanco.

Desde la banca siguen dando ánimos al equipo, se con-

centran en el juego y se molestan cuando algún jugador

pierde un buen pase pero, cuando llega el momento del

esperado gol y el equipo anota, la felicidad y la emoción

se llevan al límite. Un gran salto las pone en pie y mues-

tran su pase ganador. No son las estrellas de la cancha

como en un principio y aunque no sean a las que obser-

ven, como las más profesionales siguen su actuación.

Cuando junior gana esa agitación se extiende hasta el fi-

nal del trajinado día, pero cuando no es así una profunda

tristeza queda y la decepción de haberse esforzado y no

haber podido ayudar a alcanzar el objetivo las agobia.

Pero su entrega al equipo sigue siendo total y no acaba.

Milena describe esa ardiente pasión como el motor que

las impulsa a ensayar y practicar tres días a la semana co-

reografías diferentes para animar a su equipo mostrando

algo fresco e innovador en cada presentación y piensa

que lo que hace es amor puro al arte. Para ella ser porris-

ta del junior no significa una paga mensual o pertenecer a

una nomina, es sentir amor por el baile, tener disciplina y

talento. Es poder dar rienda suelta a su creatividad a la

hora de crear nuevos pasos de baile y compartir con las

otras 19 integrantes como en una hermandad. Y aunque

cada una se dedica a actividades diferentes a las de ser

animadora todas comparten el mismo gusto por querer

resplandecer en la cancha por “los tiburones” de barran-

quilla aunque no sea marcando goles.

Porrista del Junior por un día.

Por. Nina Rave. Foto: Valerie Betancourt

De Clases Dictadas a Dictaduras de Clase

Por. Daniel Aguilar

Recuerdo vívidamente aquel primer día

de clase como catedrático en la facul-

tad de publicidad de la Universidad

Central en Bogotá. Han pasado poco

más de trece años y aún recuerdo el

olor húmedo de aquel día lluvioso de

agosto. El decano, en persona, tuvo que

presentarme ante mis estudiantes, para

que no pensaran que aquel espécimen,

entonces imberbe, de tenis rojos y gafas de lentes azules, era

una broma de estudiantes en semestres más avanzados.

Estaba recién graduado de Comunicación Social de la Univer-

sidad Externado y mi experiencia docente se limitaba a algu-

nos encuentros como monitor de la clase de semiótica. Aún así,

decidí tomar el reto y afrontarlo con valentía… o

¿estupidez? Desde entonces han sido poco más de 13 años los

que llevo como docente. Trece años de clases, quices, exáme-

nes, exposiciones insufribles, textos mal redactados, parafra-

seados, copiados o plagiados desvergonzadamente; argumenta-

ciones, discusiones, debates, peleas. Más de 13 años de asesor-

ías, preguntas, respuestas, incógnitas irresolutas, quejas,

cartas de apoyo, reclamos, peticiones, declaraciones juramen-

tadas, juramentos declaratorios, amenazas. Pero sobre todo,

son trece años de historias humanas.

Quizás no sea el mejor maestro del mundo y probablemente en

unos años, muchos de mis ahora estudiantes no recuerden mi

nombre. Pero tengo algo en claro: estoy en una universidad y

tanto la institución como yo nos debemos a ellos. Quizás estas

líneas tendrán el sabor amargo de una diatriba contra algunos

de mis colegas de todos los departamentos y divisiones, quie-

nes a pesar de sus credenciales, tratan a los estudiantes con ac-

titud impositiva, arrogante e intransigente, minando los esfuer-

zos, ya vejados, de los educandos.

Me tomo el atrevimiento de destapar las cartas y poner el tema

sobre la mesa, quizás tomando la vocería de muchos de nues-

tros lectores, quienes deben afrontar profesores de los que se

quejan constantemente, pero no se atreven a decir nada para

evitar represalias. La docencia no puede ser un ejercicio dicta-

torial e impositivo, en el cuál el presunto educador se toma la

suprema atribución de jugar intelectual y emocionalmente con

sus estudiantes.

Hemos visto en los medios de comunicación cómo se han in-

crementado en los últimos años los casos de matoneo o bull-

ying, en Colombia, en los que niños o jóvenes acosan física,

verbal y psicológicamente a sus pares, haciéndoles vivir bajo

un estado de terror. Sin embargo, no se habla a viva voz del

acoso a que son sometidos algunos estudiantes por parte de sus

profesores. Casos en los que se aprovechan del status que brin-

da el trabajo en la academia para someter a los jóvenes a un es-

tado de presión y miedo. Porque hay una diferencia enorme

entre exigencia académica y tiranía.

¿Qué carencias se esconden detrás de los docentes cuyo traba-

jo consiste en dejar exposiciones todo el semestre, sin ofrecer

ningún tipo de guía o acompañamiento? ¿Qué hay detrás de

docentes a quienes su falta de dedicación resulta evidente a los

ojos de estudiantes que les ven improvisar sinsentidos? ¿Qué

miedo asalta al docente que ejecuta su rol como un destructor

de autoestimas? Por último, ¿qué sentido tienen aquellos traba-

jos cuya única finalidad no es otra que hacer perder tiempo y

esfuerzos valiosos que podrían ser utilizados en tareas real-

mente pertinentes para el proceso de formación? Propongo de

forma escueta, para evitar interpretaciones, que si vamos a ser

parte del proceso de educación de personas, entonces lo haga-

mos bien, o no lo hagamos.

No quiero decir con lo anterior que estos docentes no sean

buenos profesionales. De ninguna manera. Pero probablemen-

te, no cuenten con las habilidades sociales y comunicacionales

para compartir un salón de clases con jóvenes que, mal que

bien, vienen a descubrir el mundo desde la burbuja universita-

ria y para quienes nos convertimos en referentes de su vida

profesional. Me pregunto pues, ¿en qué medida la mediocridad

señalada en muchos estudiantes no es más que el producto o

reflejo de la mediocridad de los docentes que han tenido ante-

riormente?

Llevo poco más de 13 años y desde entonces, cada lunes me

despierto temprano, maldiciendo aquel lejano día de 1997 en

que decidí probarme y aceptar una cátedra. Maldición que se

diluye con el primer café de la mañana y la primera voz

que se dirige a mí en tono ciertamente tierno, diciendo: pro-

fe…no entiendo. Por fortuna somos más los que tomamos de

la misma taza.

El Caminante de la Noche

Por. Oscar Tobón

Bajo una pertinaz llovizna mon-

tado sobre su fiel caballito de

acero, cual caballero de la mesa

redonda, llevando como arma-

dura una capa para protegerse

de la lluvia y como únicos ele-

mentos un bolillo de madera,

para cumplir la tarea de proteger

al barrio que le fue asignado, y

un inseparable silbato que suena para anunciar que su re-

corrido ha terminado.-

Don Jaime González Arango, oriundo de Uramita, Antio-

quia, hace su aparición en la penumbra de la noche y a su

paso saluda a los vecinos del sector.-

Al despojarse de su capa me permite ver una figura menu-

da, con un rostro de viejo bonachón que sería incapaz de

hacerle daño a nadie. Es ahí, justo en ese momento cuan-

do le pregunto si puedo acompañarlo su recorrido.

Le pregunto cómo se inició en este oficio, me dice que

eso fue por allá en el año 60, cuando un hermano suyo le

dijo que se entrara a trabajar en esto.

También me dice, secándose un poco las gotas de lluvia

que han caído sobre su rostro marcado por el paso del

tiempo, que este oficio es para su familia una tradición,

pues otros hermanos suyos se dedican a lo mismo.

En ese momento, don Jaime se baja de su bicicleta, toma

un poco de aire y me sigue contando que gracias a este

empleo ha conocido varias ciudades del país y ha podido

cumplir uno de sus más grandes sueños: ver a uno de sus

hijos cursando la carrera de derecho. Veo en su rostro una

enorme satisfacción, levanta sus brazos como aquel triun-

fador que ha llegado a la meta.

Don Jaime entonces retoma su recorrido y yo lo vuelvo a

interrogar acerca de algo que siempre me ha inquietado de

estos personajes invisibles de nuestra sociedad: su agota-

dor horario de trabajo, me dice “mire joven mi horario es

de 8 de la noche a 6 de la mañana, pero no tengo ningún

problema, pues yo duermo en el día hasta la una de la tar-

de, y le doy duro al café en la noche para no dormirme.

Al preguntarle que si con su sola presencia los amigos de

lo ajeno dejan de frecuentar el sector cuidado por él; Don

Jaime me responde un rotundo si con una mueca indesci-

frable para mí.

Finalizando su recorrido el caminante de la noche se en-

cuentra con un colega que más bien parece un jugador de

béisbol de las grandes ligas con cara de pocos amigos. Se

saludan muy afectuosamente y logro arrancarle unas po-

cas respuestas sobre su tarea.

Cuando inicio la conversación con este extraño sujeto pre-

guntándole acerca de que si se siente solo en las largas no-

ches de desvelo, él con su recia voz me contesta que es

cristiano le acompaña el de arriba, me dice además que le

gusta más la noche porque es más rápida que el día.

Sigo inquiriendo, cual fiscal en un juicio, y le lanzo una

última pregunta: ¿le teme a la muerte? Ceremoniosamente

descubre su cabeza y comienza a rascarla. Me dice que no

le tiene miedo a la muerte pues ya estuvo casi muerto

cuando fue miembro del ejército, a causa de un rayo lo

llevó a la inconsciencia por varios días.

Después de esto retomé mi camino con don Jaime y llega-

mos al punto de partida, me quede ahí mientras él hacía

sonar su silbato cual barco en altamar se despide de un

puerto.

NO SE PIERDA

Por el canal ZOOM, todos los viernes y

domingos a las 12:00 m.

Producto Uni 5 T.V.

Crece pasión por el periodismo en la Uninorte

Hacer un buen consejo de redacción es un ritual imprescindible en cualquier me-

dio de comunicación. También es el escenario ideal en el que los periodistas deba-

ten sobre cualquier situación interesante que pueda publicarse. En medio de nove-

dosas propuestas, los periodistas de El punto, jóvenes estudiantes de Comunica-

ción Social de la Uninorte se divierten trabajando en una de sus pasiones: el perio-

dismo.

Entre los integrantes del equipo de trabajo se encuentran veteranos miembros y

nuevos periodistas. Un grupo de profesores sirve de guía para encausar las pro-

puestas que surgen. La suma de esfuerzos se ha traducido en el dinamismo de las

diferentes publicaciones que se desarrollan semestralmente.

En la actualidad se realizan diversos proyectos, entre ellos figuran: un blog digital,

un video podcast, clips de radio, un mural con versiones impresas y digitales. El

tradicional impreso El Punto, se ha convertido en un referente cuyo nombre per-

mea casi todas las iniciativas de medios del Programa de Comunicación Social y

periodismo.

Mientras las nuevas generaciones de periodistas uninorteños tengan historias que

contar, las oficinas de El punto seguirán abiertas para la práctica. Si en algún mo-

mento se quieren desahogar, periodísticamente hablando, no duden en tocar nues-

tras puertas, siempre serán bienvenidos. Contacto: [email protected]

Pie de foto: La agenda de nuestros periodistas siempre está al tope, por eso algunos de los miembros de El

Punto no aparecen en la foto. Aunque no podemos dejar de mencionarlos a todos: Sara Hernández, Adriana

Chica, Camila Mugno, Ema Maldonado, Diana Polo, María Fernanda Barrios, Camilo Fernández y los profe-

sores Alberto Martínez, Martha Milena Barrios, Kell Pozo, Mabel Gasca, Carlos Arcila, Daniel Aguilar, Juan

Carlos Antequera y Alex De La Paz.

Page 3: El Mural Año 2, No 4

“Ser director de cine en España es

como ser torero en Japón”.

Pedro Almodóvar

Regresar a Colombia ha sido más difícil que irme, que aterri-

zar en India. Sí, no es fácil llegar a India y encontrarte con to-

dos sus rostros, sus incoherencias y sus manías; pero dejarla,

salir de ese país que te acoge como un hijo o hija, se me hizo

más difícil que salir de casa.

India, ese país de colores, de contrastes, magia, caos, encanto,

es para mí una madre. Después de seis meses recorriendo sus

paisajes creo que India puede ser una madre que arrulla, re-

prende, enseña, ama, dialoga y a veces grita (o en su gran ma-

yoría), pero sólo para aquellos que deciden ser sus hijos o

hijas, para quienes abren su mente y aceptan el reto de entrar

en shock con cada experiencia y aprender de todo lo que una

madre tan particular como ella puede ofrecer.

En India no hay papel higiénico

Llegar a ese país me abrió puertas a mundos que creía sólo

existían en las películas y en el imaginario de la gente de Oc-

cidente. Ese mundo de baile y canto de Bollywood, de Sarees

y Kurtas, de telas de mil colores y dioses de cien rostros, el

país donde se come con la mano y no hay papel higiénico,

donde todos huelen mal y no se come nada que venga de la

vaca porque es sagrada, el país con la pobreza más grande…

Sí, esas y otras cosas más son las que uno escucha cuando se

menciona a la India, sobre todo si dices que vas para allá, que

vivirás con ellos y aprenderás sus costumbres; la gente te res-

ponde que estás loca y que la pasarás muy mal por todo eso

del papel higiénico, la vaca sagrada y los olores. Sí, eso es lo

que se dice en este lado del mundo sobre India y mucha gente

tiene miedo de ir, o más bien de darse cuenta con sus propios

ojos, oídos, olfato, gusto, que las cosas no son siempre como

las pintan.

Yo me fui creyendo muchas de estas cosas, sobretodo la parte

de la vaca. Iba preparada para no comer queso, ni mantequilla

ni nada que proviniera de la vaca, su animal sagrado. Así que

al llegar, en la casa donde me hospedé los primeros días, una

casa de una familia Hindú, me ofrecieron leche y yo en mi ig-

norancia no la acepté porque no sabía de qué animal había sa-

lido esa leche, además que me la habían ofrecido de una olla,

así que no tenía ni idea si la habían comprado o la habían or-

deñado de algún animal que tenían escondido, ni siquiera fui

capaz de preguntar en ese momento. Pero días después me ex-

plicaron que la vaca, para los Hindúes (que no es lo mismo ser

Indio que ser Hindú porque ser Indio es haber nacido en India

lo que implica que puedes ser de cualquier religión, y ser

hindú es pertenecer a la religión del Hinduismo) la vaca es sa-

grada porqué precisamente les ofrece toda clase de alimentos

además de que su estiércol es muy útil como abono y para

prender fuego, y que por eso no la matan para comerse la car-

ne. Entonces entendí y supe que la leche sí era de vaca.

Otra de las cosas que cree la gente que va a India es que es un

país que nos va a sanar, que nuestros males en el alma se irán,

que nuestra espiritualidad va a crecer inmediatamente y termi-

naremos levitando, pero la sanación de nuestro ser, de nues-

tros problemas, necesita muchos más que eso. Sí es cierto que

la madre India puede ayudar, pero no es cuestión de llegar y

volverse santo o santa, es un camino largo y doloroso, pero en

el cual ese país incomprensible tiene mucho que ver, o por lo

menos en mi sanación y crecimiento. Porqué India me ha ayu-

dado a entenderme, a acercarme más a mí y conocerme, me ha

abierto la mente y me ha mostrado los rostros de la felicidad,

el desespero, el coraje, la paciencia y las ganas de vivir. India

ha sido una maestra, un lugar al que volvería sin pensarlo dos

veces.

Y por cierto, en India sí hay papel higiénico.

¿Pobreza = inseguridad?

India me enseñó a amar las religiones. Antes de mi viaje sentía

un cierto desprecio por las religiones y su manera de manipu-

lar a la población. Pero India despertó en mí un interés por

aprender y conocer más a las religiones que hay en el mundo,

y me he dado cuenta que para entender a una sociedad y el

comportamiento de su gente es necesario conocer su religión,

sus creencias y sus costumbres.

En mi viaje pude darme cuenta que la pobreza y los países en

desarrollo poseen el mismo rostro, pero también que un país

pobre no es igual a un país peligroso, violento o delincuente.

En Colombia creemos que la excusa por la cual nuestro país

es inseguro es por la pobreza, pero India me enseñó que no.

Con 1.160 millones de habitantes aproximadamente y una po-

breza que se encuentra en todas partes, India es un país en el

que no hay que salir a la calle preocupado porque te puedan

atracar, meterse en tu casa o presenciar un robo a mano arma-

da; claro está siempre hay que mantener cierto tipo de cuida-

dos. En india puedes vivir entre la pobreza sin preocupación,

porque la gente nunca intentará quitarte tus pertenencias a la

fuerza. Y es que donde yo viví por casi 5 meses había un slum

(tugurio, invasión, caserío) a la vuelta de la esquina y la puerta

de mi apartamento, donde vivía con una pareja de Indios y va-

rios extranjeros, permanecía sin seguro, además podíamos ca-

minar a cualquier hora sin miedo a ser atracados o a ser vio-

lentados de alguna forma. Hubo noches, cuando iba al merca-

do, que miraba la calle y me hacía recordar calles de mi país,

calles peligrosas donde nunca hubiera sido capaz de caminar

a esa hora y en esas condiciones.

Creo que gran parte de esa situación tiene que ver con sus reli-

giones, con el Hinduismo y sus dioses y diosas, la creencia en

el Karma, en la reencarnación. Creo que sus creencias religio-

sas tienen mucho que ver con ese respeto a los demás y el

aceptar lo que les ha tocado vivir en esta vida. Es por esto que

creo que las religiones son la base fundamental del comporta-

miento de una sociedad, y es India quien me ha enseñado esto,

quien me lo ha mostrado.

“El arte del regateo”

“Incredible India” es el mejor lema que puede describir todo

lo que pasa en ese país. Todo el tiempo se tiene experiencias

que te llevan al límite, donde te das cuenta de qué estás hecho

realmente y de qué eres capaz. Desde usar un baño hasta tratar

de comunicarte con alguien que no habla inglés son experien-

cias, aprendes de ti y de esas personas que te rodean, mujeres

llenas de colores y hombres que parece que se hubieran que-

dado congelados en los años setenta. Todo se convierte en una

experiencia única, desde caminar por las calles hasta regatear

por cada una de las cosas por las que debes pagar. Y hablando

de esto último puedo decir que de las cosas que me enseñó In-

dia es que el regateo es todo un arte. No todo el mundo lo en-

tiende, no todos tienen el “don” para saber jugar y disfrutarlo

mientras lo hacen. Yo, lo amo. En Colombia se ve mucho el

regateo, pero no tanto como en India. Allá tienes que llegar sa-

biendo que cuando sales a comprar nunca te van a dar el pre-

cio real y mucho menos si saben que eres extranjero. De entra-

da te dan un precio mucho más alto porque en sus costumbres

está el que el comprador va a empezar a pedir un precio mu-

cho más bajo, casi siempre por debajo de la mitad, incluso

más bajo de lo que él o ella sabe que vale, y esto porque la

idea siempre es llegar a un punto medio donde los dos, tanto

el vendedor(a) como comprador(a), salgan ganando. Yo me di-

vertía mucho cuando salía a comprar y más porque logré

aprender los números y precios en Hindi (además de muchas

otras cosas), así que podía pelear el precio en su idioma y a

ellos les parecía muy divertido y asombroso que alguien que

no es de India supiera cómo jugar.

Creo que después de esa experiencia no podría vivir por mu-

cho tiempo en un lugar donde no exista el regateo.

Estado de Shock

Al llegar a India se entra en un shock del que creo no se sale

nunca, primero porque es un lugar caótico, diferente, bullicio-

so, extravagante, oloroso y fuerte en todo sentido; pero tiene

tantas cosas que me recuerdan a Latinoamérica y es ese uno

de los impactos más grandes que causó mi viaje. La gente vi-

viendo en la calle, la pobreza, el rebusque en cualquier trabajo

callejero, algunos medios de transporte, las vacas en la calle

(sí, porque en mi ciudad, Barranquilla, también se pueden en-

contrar vacas caminando en algunas calles), que la gente sea

tan amable con el extranjero, los pitos (claro que nunca en la

vida había escuchado tantos pitos como en ese país), los letre-

ros de toda clase en todas partes y muchas otras cosas, era a

veces como estar caminando por el mercado o el centro de mi

ciudad, o cualquier ciudad colombiana, y es que definitiva-

mente, como ya lo dije antes, la pobreza y los países en desa-

rrollo tienen la misma cara.

Era también impresionante encontrar en el Museo Nacional de

Delhi objetos en barro, piedra y metal tan antiguos y tan pare-

cidos a objetos creados por nuestros pueblos ancestrales, era

como si fuéramos una sola civilización, era como si… Ahí

confirmaba que definitivamente el ser humano es uno solo.

Pero cuando sales de India el shock continúa, no puedes creer

que hayas estado en ese lugar, que hayas visto todo lo que pu-

diste ver, que hayas probado, olido, sentido todo lo que esa

madre tiene para ofrecerte, pero sobretodo oído sus diferentes

voces, cantos y gritos, porqué las ciudades y los pueblos son

música viva todo el tiempo. La bulla de los carros, los pitos, la

gente hablando al mismo tiempo (o gritándose), los sonidos de

todo lo que hace parte de sus diferentes paisajes, sonidos, In-

dia está llena de sonidos. Yo no creo que haya estado en ese

lugar de tierra y agua sagrada, de dioses que reencarnan una y

otra vez, de micos saltando en las calles y de tumbas que pare-

cen el paraíso. Mi shock continúa, porqué no creo haber podi-

do estar allí y porqué siento que una parte de mí nunca volvió,

se quedó en India, vagando en las manos de las mujeres que

trabajan al sol, en los ojos pintados de negro de los niños y ni-

ñas, se quedó montada en un Ciclo Rickshaw que viaja por las

calles de Rajasthan…

India: Una Madre Muy Particular Por. Luz Karime Santodomingo Orozco

Las axilas de Medusa

Por. Eduar Barbosa

Vino blanco.

La cabeza me da vueltas

con los hombros fijos

esperando tus manos.

Un bareto.

Calma, no te has ido,

aquí estás

con tu piel de chocolate.

Mi sala.

No comprendo por qué

ahora eres Medusa,

una Medusa dulce y oscura

camuflada en las ganas

a la luz del silencio,

sentada entre las sombras

parpadeantes

de mi casa

marina,

colina,

inundada por una lucecita

roja.

Mi cabeza.

Arrastro el dolor y lo tiro

a un hueco sordo

y me quedo contigo,

Medusa mía,

pensando en tu cuerpo,

en tu vagina,

en tu calor interno

que serpentea

como tu cabello

y me hechiza.

Mi cama.

Levantas los brazos

y te salen serpientes

de las axilas

de los dedos

de las palabras

y se meten en mi boca,

qué traba, linda,

dame un apretón de nalgas

y yo cierro los ojos,

no me conviertas en piedra

mientras te rozo los labios.

Se viene de nuevo el período de las elecciones

y el invierno. Vaya uno a saber quiénes serán

los nuevos administradores públicos elegidos

para este “urban village” barranquillero, ni

tampoco sabemos si en otro municipio del

Atlántico tendremos un nuevo boquete. Eso

sin mencionar los niveles de contaminación

que produce el drenaje de las aguas estanca-

das.

Como en política todo se vale y como en el

invierno también. Entonces El Mural se pro-

pone una reflexión estética. Desde agosto

hasta octubre habrá con motivo de las elccio-

nes lluvia de eventos, regalos, publicidad y lo

más selecto de la imagen, fíjense bien en los

perfiles, los anillos, las pieles, los fondos de

las fotografías y la mirada de los candidatos.

El marketing político está en su mejor mo-

mento de competencia y competitividad.

Pero como en esta vecindad del chavo es tan

bonita y tan superfluamente paradójica uno

podría pensar que los criterios de selección

son los siguientes:

No voto por un Gobernador que tiene las

cejas juntas: criterio que repercute y hace

alusión al detallito de algún candidato que tie-

ne en su rostro un golero y como el golero es

ave de rapiña entonces eso puede estar ligado

a la corrupción. Criterio estético con funda-

mentos políticos.

Todos encabezan las listas, todos son los favo-

ritos, todos lideran las encuestas

(instrumentos que seguro más de un estudian-

te de técnicas de investigación odia) entonces

todos están en todo.

No voto por un Gobernador que usa un

anillo en el dedo meñique: criterio que re-

percute en el imaginario político de la ciu-

dad pues más de uno se ha preguntado si lo

usa por un pacto con el “oscuro”, si es un

legado o una compromiso con su prometi-

da, o Crién sabe Crién. Además puede ser

el anillo de Tolkien, Un Anillo para gober-

narlos a todos, un Anillo para encontrar-

los, un Anillo para atraerlos a todos y atar-

los en las tinieblas. Criterio estético con

fundamentos político-míticos.

Habrá tantos criterios que considerar que es

preocupante que a pocas semanas de las elec-

ciones todavía algunos asuntos del marketing

ocupen los debates políticos de los ciudada-

nos. Ahora bien, se suman las alianzas entre

los que ahora están ahogándose y los que

están ya a flote luego de unas largas correrías

mediáticas. Ojalá en esta ciudad, los candida-

tos fueran presidenciables algún día, pues

hace años no tenemos una costeño para asu-

mir, más que la riendas de una domestica co-

muna como Barranquilla el reto de un País.

Ciudadanos votantes El Mural lo invita a

hacer uso de este mecanismo de participación.

Si no quiere, no le nace o lo desconoce, lo in-

vita de paso a no quejarse si mañana las calles

siguen siendo las mismas y los megacolegios

se transformen en mega-sobrecupos y si tanta

calle pavimentada nos enseña la tan anhelada

cultura ciudadana y si la seguridad, esa que

tano le importa a este país, se agudiza, no se

soporta y es caótica, paranoica. No se queje

pero sobre todo no joda con tanto comentario

y opinión suelta si usted mismo ahora se calla

y se echa a dormir el día de las elecciones

porque le empava la política.

EDITORIAL: De-Perfeccionismos urbanos