Upload
others
View
4
Download
0
Embed Size (px)
Citation preview
1
El odio como discurso político y su impacto en la construcción de paz:
el caso del plebiscito por la paz
Ana Elena Abello Jiménez
“Debemos insistir en todo lo que nos une y prescindir de todo lo que nos separa”,
Camilo Torres Restrepo.
Resumen
Los resultados del plebiscito confirmaron la polarización que existía en Colombia y que fue
incrementada por las campañas del plebiscito. Este trabajo se cuestiona sobre el rol que
tuvieron las emociones en el plebiscito, si existieron discursos de odio en sus campañas, si,
dado que los discursos de odio son un límite jurídico a la libertad de expresión, se podría
limitar este derecho en esta clase de contextos, y qué impacto tendrían estos discursos en la
construcción de paz. Para responder estos interrogantes, asumimos un enfoque
interdisciplinario que aborda el odio desde una perspectiva psicológica, narrativa y jurídica.
Se utilizaron los datos obtenidos en un proyecto realizado por estudiantes de la Maestría en
Construcción de Paz: memes recolectados durante las campañas del plebiscito, resultados de
una encuesta virtual sobre la intención de voto y los prejuicios en dichas campañas, así como
un estudio realizado por Acceso Intelligence to Shine sobre el comportamiento en twitter
relacionado con las campañas del plebiscito. También realizamos entrevista a tres
académicos que han abordado el tema de las emociones y la política. De los resultados
concluimos que, la polarización más que de ideas, es de emociones, por eso estas jugaron un
papel fundamental. La rabia y el miedo caracterizaron al NO, y la esperanza y la solidaridad
caracterizaron al SÍ. Sin embargo, ambas campañas utilizaron discursos de odio. Los del NO
utilizaron el castrochavismo y los del SÍ el guerrerismo como principales estereotipos. Esta
batalla emocional se libró prioritariamente en medios y redes. Aunque el discurso de odio -
en sentido estricto- constituye un límite a la libertad de expresión, el asunto, más que jurídico,
es de conformación de la convivencia social. Por esta razón, las emociones requieren y exigen
reflexión para que las personas se cuestionen sobre el origen de sus opiniones y las de los
otros. Se afirma que un diálogo abierto y reflexivo sobre las emociones es indispensable para
la construcción de paz, pues es lo único que permite que no se reproduzcan las dinámicas
discriminatorias planteadas en los discursos de odio.
Conceptos clave: Odio, emociones, plebiscito, libertad de expresión, construcción de paz.
1. Planteamiento y justificación del problema
Colombia ha sufrido el conflicto armado por más de cinco décadas. En agosto de 2016,
después de cuatro años de diálogos, se informó que el Gobierno y las FARC habían alcanzado
el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y
Duradera. Este acuerdo sería sometido a plebiscito para su aprobación. Cualquiera pensaría
que esto sería causa de regocijo. Sin embargo, mientras las partes del conflicto armado
lograban lo impensable, la ciudadanía, liderada por los políticos, se involucró en una
2
dinámica de conflicto caracterizada por una altísima polarización y la estigmatización del
otro. La campaña del plebiscito por la paz se convirtió, entonces, en un nuevo campo de
batalla que mostró la necesidad urgente de reflexionar sobre el discurso de odio y su impacto
en la construcción de paz y de la convivencia social. Las redes sociales fueron las principales
herramientas para transmitir información y mensajes en los que se plasmaban todo tipo de
prejuicios sobre las personas que apoyaban las dos posturas opuestas del plebiscito; y los
medios masivos hicieron eco de estas emociones y las expandieron en la sociedad. Esta
batalla emocional tuvo un impacto en los resultados del plebiscito: El SÍ obtuvo 49.78% de
los votos y el NO obtuvo 50.21%. Este resultado se repitió en aproximadamente la mitad de
los departamentos. Los únicos departamentos en los que hubo una victoria contundente y por
el SÍ fueron: Chocó con 79.76% de votos por el SÍ v. 20.23% por el NO y Vaupés con 71.05%
de votos por el SÍ v. 21.94% por el NO. Casanare tuvo 71.14% de votos por el NO v. 28.85%
por el SÍ (RNEC, 2016). En este contexto, la implementación del acuerdo de paz en este país
tan polarizado es muy difícil. Este estudio pretende hacer una breve aproximación a lo
ocurrido al responder los siguientes interrogantes: ¿Qué rol jugaron las emociones en las
campañas políticas del plebiscito por la paz? ¿Existió un discurso de odio en dichas
campañas? ¿Sería conveniente limitar la libertad de expresión para facilitar la construcción
de paz?
2. Marco conceptual
El odio desde una perspectiva psicológica
El psicoanalista Guillermo Sánchez señala que “el odio es una conducta con la cual se expresa
un sentimiento hostil hacia otro ser” de manera agresiva y violenta (1969, p. 50). Es además
un sentimiento, una pasión, “que se suscita contra una persona por agravio, ofensa, fastidio,
enojo, enfado, etc.” (p. 50). Según Sánchez, las fuerzas del odio están latentes en todos los
seres humanos, pues nace con nosotros, pero si se estimula y se desarrolla, se reactiva
(Sánchez, 1969, p. 54). La solución no sería aplacarlo, negarlo o realizarlo, sino saberlo
manejar para que esas fuerzas se pongan al servicio de la construcción y la producción de la
vida y no de la muerte (Sánchez, 1969, p. 55).
Por su parte, el psiquiatra Willard Gaylin considera que el odio es una emoción intensa, que
puede ir más allá, y convertirse en una condición psicológica, un desorden de percepción,
una forma casi delirante de pensar, que requiere un apego a un objeto (Gaylin, 2003, p. 28).
La elección de la víctima usualmente se relaciona con las necesidades inconscientes del que
odia y no con la naturaleza del comportamiento del odiado (Gaylin, 2003, p. 29). La
definición del odio como emoción para este autor, es un sostenido sentimiento de rabia que
ocupa al individuo a lo largo de gran parte de su vida, permitiéndole sentir placer al observar
o infligir sufrimiento al odiado, el cual siempre es obsesivo y casi siempre es irracional
(Gaylin, 2003, p. 34). El odio es diferente a la rabia, y dicha diferencia radica en lo efímero
de la segunda, así como en la presencia de dolor en esta, ausente en el odio (Gaylin, 2003, p.
35). La rabia, así como el miedo, son emociones de emergencia instaladas en nuestra
psicología desde tiempos prehistóricos, cuando existía una amenaza a la supervivencia
(Gaylin, 2003, p. 40). Sin embargo, estas emociones fueron diseñadas para responder a
amenazas la supervivencia, y no al orgullo, status, posición, masculinidad, o dignidad
3
(Gaylin, 2003, p. 45). El problema sería que hemos desarrollado una conexión entre cualquier
mínima afrenta a nuestro status con una amenaza a la supervivencia (Gaylin, 2003, p. 45).
Gaylin afirma que hay dos tipos de comunidades dominadas por el odio: (i) la cultura de
odio, y (ii) la cultura de `odiadores´. La primera es una comunidad natural que alimenta y
fomenta el odio (Gaylin, 2003, p. 195). Es un grupo con una historia compartida, usualmente
en un territorio compartido (Gaylin, 2003, p. 195). Los líderes, las instituciones educativas,
las fuerzas religiosas dominantes, adoctrinan a los miembros de la comunidad con su actitud
venenosa hacia el que consideren su enemigo (Gaylin, 2003, p. 195). Hay un sistema de
creencias que organiza al mundo por grupos, de modo que quien odia no lo hace
aisladamente, sino como parte de un grupo (Moss, 2003, viii). En cambio, la cultura de
`odiadores´ es una comunidad artificial creada por individuos que comparten el odio se unen
y se alían en contra de su enemigo. Los miembros de este grupo no han debido ser
adoctrinados. Se unen gracias al enemigo compartido, y usualmente el odio es lo único que
comparten (Gaylin, 2003, p. 40).
Gaylin advierte que el odio se presenta “acompañado del amor en forma contradictoria y
conflictiva” (Gaylin, 2003, p. 55). En palabras de Enrique Salgado, “como el amor y el odio
son los dos polos en torno a los que gira la esfera afectiva del hombre, no sorprende el que
un amor ardiente y ciego se convierta en un odio también irreflexivo” (Salgado, 1969, p. 83).
Así, el objeto amado y el objeto odiado son fuente de alegrías y de pesares (Salgado, 1969,
p. 83). Esto parece coincidir con las narrativas del odio que son comunes a los seres humanos.
El odio desde una perspectiva narrativa
Los filósofos se han cuestionado sobre el odio en los seres humanos. Por ejemplo, Descartes
catalogó el odio como una de las seis pasiones primarias del alma, y la definió como “una
emoción causada por los espíritus que incita al alma a querer separarse de los objetos que se
le presentan como nocivos” (Descartes, 1649).
La cultura popular (Rincón & Rodríguez, 2015) está llena de referencias al odio. Más allá de
las teorías psicológicas, el odio se ha integrado a las narrativas cotidianas. Por ejemplo, en la
música, existen numerosas canciones e incluso nombres de grupos musicales hablan del odio.
Así, por ejemplo, los grupos “odio a Botero”, “O.D.I.O”, u “Odiø”. Prácticamente en todos
los géneros musicales existen canciones tituladas “odio”: bachata (Romeo Santos Feat.
Drake), champeta (J. Manny), reggaetón (Baby Rasta y Gringo Feat. Ñengo Flow, Arcángel
y Tego Calderón), rock (Revólver) y rap (Nach).
Por su parte, hay canciones que independientemente de su título, se refieren al odio, y lo
relacionan íntimamente con el amor. En la cultura popular, el odio y el amor parecen dos
caras de una misma moneda. Las canciones encontradas permiten inferir que los seres
humanos experimentan el odio al desarrollar una aversión al ser amado.
(i) Coros:
Pop: “te odio, con la fuerza que te ama tu nuevo novio, porque al fin y al cabo yo no te
importé, sufrí, lloré cuando te vi con él, ese es el dilema, a pesar que te amo ya lo ves, te
odiaré hasta que muera” (Marcy la Melodía). “te odio, te amo, te amo, te odio, ay cómo odio
amarte” (Ha-Ash).
4
Vallenato: “maldigo tu olvido bendigo tus pasos, y me contradigo te odio y te amo, que Dios
me perdone si es que siento odiarte, y que me comprendas si aún pienso en amarte” (Peláez
& Celedón).
Salsa “y yo me quedo aquí odiándote y sin entender, cuánto va a durarme, cómo voy a
escaparme de este amor demente que siento por ti, y yo me quedo aquí odiándote y sin
entender, qué será lo que tiene este amor salvaje, este amor demente que siento por ti”
(Santiago).
(ii) Letras de canciones:
Balada: “te odio porque después de ti nada será igual para mí, te odio, tomaste mi vida todo
el mal que me guardaba justo en mí, borras las heridas y escribes una historia para mí, pero
algo me dice que esto está mal, que como me he dejado enganchar, y ahora entiendo que del
amor al odio solo hay un paso, y ahora siento que te odio” (Mayen). “te odio porque tan solo
puedo amarte en mis sueños, (…) no te dejo de pensar, cuánto te odio, (…) hoy te odio por
amarte” (Montero).
Punk: “yo sé muy bien que lo que siento es odio, es lo que siento, no es amor, toda esa mierda
que llamamos amor, no es más que odio odio odio, es odio, no es amor” (Libra).
Bolero: “te odio y te quiero, y tengo en el pecho, un infierno por ti, te odio y te quiero, porque
a ti te debo mis horas amargas, mis horas de miel, te odio y te quiero, fuiste el milagro, la
espina que duele, y el beso de amor, por eso te odio, por eso te quiero con todas las fuerzas
de mi corazón” (Jaramillo, a.). “Ódiame por piedad, yo te lo pido, ódiame sin medida ni
clemencia, odio yo quiero más que indiferencia, porque el rencor quiere menos que el olvido,
si tú me odias quedaré yo convencido, de que me amaste mujer con insistencia, pero ten
presente de acuerdo a la experiencia, que tan solo se odia lo querido” (Jaramillo, b.).
No cabe duda de que el odio es una emoción que hace parte de las vivencias de los seres
humanos y ha sido normalizado como expresión sentimental.
El odio desde una perspectiva jurídica
El odio ha sido regulado jurídicamente como un límite a la libertad de expresión, en virtud
de experiencias traumáticas cometidas por regímenes totalitarios. Se consagra una protección
jurídica de grupos étnicos determinados, no para favorecerlos, sino para proteger el
pluralismo, la diversidad y la tolerancia, como principios básicos de la sociedad (Corte
Constitucional, 2016).
En Francia, prohíben la incitación a la discriminación, odio o violencia en relación a
cualquier persona o grupo por cuenta de raza, nacionalidad o religión, y penalizan la
difamación grupal por motivos raciales o religiosos. En Alemania, criminalizan los ataques
a la dignidad de terceros, en cualquier forma que tienda a perturbar la paz, entre otras
provocando odio contra grupos de la población, abusando o ridiculizándolos.
Otras sociedades han optado por una regulación del odio diferente. Puntualmente, en Estados
Unidos, la primera enmienda constitucional prohíbe la limitación de la libertad de expresión
y de prensa. De modo que el discurso de odio no está prohibido, pero sí lo están los crímenes
de odio. Estas conductas se enmarcan en los daños, o las tentativas de daños a la integridad
física, basadas en su raza, color, religión, nacionalidad, género, orientación sexual, identidad
5
de género o discapacidad1, real o percibida. Esto se debe a la consideración de que el discurso
es carente de acción en contraposición a la conducta, esto es, la distinción entre decir y hacer
(Gelber, 2002, p. 50). Esta postura asume que el discurso tiene un contenido performativo
solo cuando se da en el marco de una actividad que causa un daño, y por eso es por lo que
puede ser regulado (Gelber, 2002, p. 54).
A nivel regional, el discurso de odio está prohibido por la Convención Americana de
Derechos Humanos y la Convención Europea de Derechos Humanos. La primera se abordará
en el siguiente punto. Sobre la segunda, su artículo 10 consagra la libertad de expresión y
señala que puede limitarse como medida necesaria “en una sociedad democrática, para la
seguridad nacional, la integridad territorial o la seguridad pública, la defensa del orden y la
prevención del delito, la protección de la salud o de la moral, la protección de la reputación
o de los derechos ajenos, para impedir la divulgación de informaciones confidenciales o para
garantizar la autoridad e imparcialidad del poder judicial”.
La Corte Europea de Derechos Humanos –CEDH- ha ratificado que el discurso de odio no
entra dentro del ámbito de protección de la libertad de expresión, lo cual puede interpretarse
como una prohibición tácita. Las autoridades cuentan con un margen de apreciación mayor
cuando las afirmaciones que se pretende limitar incitan a la violencia contra individuos,
servidores públicos o un sector de la población (CEDH, 1999).
A nivel universal, el discurso de odio está prohibido en varios instrumentos internacionales,
como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención Internacional
sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial -CIEDR-. Esta última,
además, revela la íntima relación que existe entre el discurso de odio y la discriminación, la
cual está prohibida unánimemente a nivel mundial, y constituye una norma de ius cogens2.
Esta convención establece en su artículo 4 que “los Estados condenan toda la propaganda y
todas las organizaciones que se inspiren en ideas o teorías basadas en la superioridad de una
raza o de un grupo de personas de un determinado color u origen étnico, o que pretendan
justificar o promover el odio racial y la discriminación racial, cualquiera que sea su forma, y
se comprometen a tomar medidas inmediatas y positivas destinadas a eliminar toda incitación
a tal discriminación o actos de tal discriminación (…)”.
Entre las medidas contempladas se encuentran:
(i) Declarar como acto punible conforme a la ley toda difusión de ideas basadas en
la superioridad o en el odio racial, toda incitación a la discriminación racial, así
como todo acto de violencia o toda incitación a cometer tales actos contra
cualquier raza o grupo de personas de otro color u origen étnico, y toda asistencia
a las actividades racistas, incluida su financiación.
(ii) Declarar ilegales y prohibir las organizaciones, así como las actividades
organizadas de propaganda y toda otra actividad de propaganda, que promuevan
la discriminación racial e inciten a ella, y reconocerán que la participación en
tales organizaciones o en tales actividades constituye un delito penado por ley.
(iii) Declarar ilegales y prohibir las organizaciones, así como las actividades
organizadas de propaganda y toda otra actividad de propaganda, que promuevan
1 Vale la pena aclarar que sobre casi todas las categorías, salvo raza y color, existe un tipo penal que condiciona
la penalización a circunstancias relacionadas con el tránsito interestatal y el comercio exterior. 2 El principio de no discriminación está incluido en 11 instrumentos internacionales.
6
la discriminación racial e inciten a ella, y reconocerán que la participación en
tales organizaciones o en tales actividades constituye un delito penado por la ley.
(iv) No permitir que las autoridades ni las instituciones públicas nacionales o locales
promuevan la discriminación racial o inciten a ella.
En Colombia, como desarrollo de este marco internacional se expidió la Ley 1482 de 2011
con dos delitos: actos de racismo o discriminación, que se refiere a la restricción arbitraria
de un derecho de una persona por razón de su raza, religión, sexo u orientación sexual, y
hostigamiento por motivos de raza, religión, ideología política, u origen nacional, étnico o
cultural. Esta perspectiva jurídica del odio representa un límite a la libertad de expresión, y
por lo tanto genera una tensión como pasará a explicarse.
Hasta aquí, se puede ver una relación clara entre el odio y la discriminación, pues ambas
conductas son prohibidas por la -CIEDR-. Esta relación será determinante para el análisis
que se hace en este artículo. Adicionalmente, vale la pena resaltar que, a nivel internacional,
priman las categorías de raza, etnia y religión. Sin embargo, en Colombia se ha ampliado este
catálogo, y prueba de ello es que el delito de hostigamiento puede configurarse al estar
motivado en ideología política. en ocasiones esta relación hace que sea difícil distinguir
ambas cosas en la práctica. Por eso, es necesario preguntarse si en la campaña del plebiscito
¿hubo discursos de odio? ¿hubo discursos que fomentaban la discriminación? ¿cabría algún
tipo de censura para ellos?
Libertad de expresión
La libertad de expresión tiene un lugar privilegiado por varias razones, entre ellas: (i) el buen
funcionamiento de la democracia, (ii) motivos atinentes a la realización personal y (iii)
consideraciones filosóficas sobre la búsqueda de la verdad (Corte Constitucional, 2007).
El artículo 20 de la Constitución de Colombia ampara siete derechos y libertades derivados
de esta: (i) libertad de expresar y difundir el propio pensamiento a través de cualquier medio
de expresión –libertad de expresión stricto sensu-, (ii) libertad de buscar o investigar
información sobre hechos u opiniones –libertad de información-, (iii) libertad de informar a
través de cualquier medio de expresión –libertad de información-, (iv) libertad y derecho de
recibir información veraz e imparcial sobre los hechos por cualquier medio de expresión –
libertad de información-, (v) libertad de fundar medios masivos de comunicación, (vi)
libertad de prensa, (vii) derecho a la rectificación en condiciones de equidad (Corte
Constitucional, 2007). De este artículo surgen las prohibiciones de: (i) la censura; (ii) la
apología a la guerra y el odio; (iii) la pornografía infantil; y (iv) la instigación al genocidio
(Corte Constitucional, 2007).
También existen: (i) presunción de protección: toda expresión se considera protegida por el
artículo 20, salvo que en cada caso se demuestre que existe una justificación, en términos de
ponderación constitucional; (ii) presunción de primacía: en caso de colisión, la posición de
la libertad de expresión es privilegiada y goza de una prevalencia inicial; y (iii) sospecha de
inconstitucionalidad de sus restricciones o limitaciones (Corte Constitucional, 2017).
Las dos primeras presunciones solo pueden ser desvirtuadas caso a caso. La sospecha de
inconstitucionalidad conlleva un análisis de constitucionalidad estricto de la medida, el cual
será más exigente en atención a la expresión que se pretenda limitar o restringir (tipo de
7
discurso) y al carácter de la regulación (autoridad y forma en que se adopta la medida). La
presunción de prohibición de censura previa no puede ser desvirtuada (Corte Constitucional,
2017).
Las autoridades que pretendan limitar la libertad de expresión deben cumplir con tres cargas,
cuya verificación corresponde al juez constitucional: (i) definir la finalidad que se persigue,
(ii) argumentar y, (iii) probar los elementos técnicos, fácticos o científicos que sustentan la
limitación (Corte Constitucional, 2007).
El artículo 19 de Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el artículo 13 de la
Convención Americana de Derechos Humanos establecen requisitos para las limitaciones a
la libertad de expresión: (i) estar previstas de manera precisa y taxativa por la ley, (ii)
perseguir el logro de ciertas finalidades imperiosas3, (iii) ser necesarias para el logro de
dichas finalidades, (iv) ser posteriores y no previas a la expresión, (v) no constituir censura
en ninguna de sus formas y (vi) no incidir de manera excesiva en el ejercicio de este derecho
fundamental (Corte Constitucional, 2007).
Para evaluar la justificación de la restricción, la Corte Constitucional ha considerado que
debe hacerse un juicio de proporcionalidad. Este incluye tres etapas: (i) examinar si es idónea
para alcanzar un propósito compatible con la Constitución, (ii) evaluar si es necesaria o
indispensable para alcanzar el objetivo constitucional identificado, y (iii) juzgar si la medida
es proporcional en sentido estricto (Corte Constitucional, 2015).
Ese test de proporcionalidad puede tener diferentes intensidades, así:
(i) Fuerte, cuando la restricción (a) se funde en una categoría sospechosa,
(b) limite el goce de un derecho constitucional fundamental, (c) afecte
un grupo en situación de debilidad manifiesta o especialmente
protegido, o (d) desconoce un mandato específico de igualdad. Será
constitucional si: (i) persigue una finalidad constitucionalmente
imperiosa, urgente o inaplazable, (ii) es efectivamente conducente para
alcanzar la finalidad, (iii) resulta necesaria y (iv) es estrictamente
proporcionada.
(ii) Intermedio, cuando la restricción (a) se funde en el uso de una categoría
semi-sospechosa, (b) afecte el goce de un derecho constitucional no
fundamental, (c) interfiere grave y arbitrariamente en la libre
competencia, (d) instrumente una medida de discriminación inversa o,
prima facie, genere dudas respecto de la afectación del goce de un
derecho fundamental. Será constitucional si: (i) persigue una finalidad
constitucionalmente importante, (ii) es efectivamente conducente y
(iii) no resulte evidentemente desproporcionada.
(iii) Débil, cuando la restricción (a) se refiere a materias económicas,
tributarias o de política internacional o tiene su origen (b) en la
regulación legislativa de un servicio público o (c) en una disposición
expedida por una autoridad en desarrollo de competencias específicas.
Será constitucional si: (i) persigue una finalidad no prohibida por la
3 Finalidades: (i) asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de los demás, (ii) asegurar la protección
de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral públicas.
8
Constitución y (ii) resulta adecuada a efectos de alcanzar el objetivo
(Corte Constitucional, 2015).
La ponderación debe valorar (i) la intensidad de la restricción en uno de los derechos y la
importancia que tiene la satisfacción del otro –grado de afectación-, (ii) el valor
constitucional que tienen los principios que se enfrentan –peso abstracto- y (iii) el nivel de
certidumbre acerca de las premisas de naturaleza empírica relativas a la afectación de los
principios enfrentados en caso de adoptar o no la medida restrictiva (Corte Constitucional,
2015). La Corte ha afirmado que, en una sociedad democrática, en principio, “es preferible
tolerar el riesgo derivado de los eventuales daños generados por la expresión, que el riesgo
de una restricción general de la libertad correspondiente” (Corte Constitucional, 2007).
El ámbito de protección constitucional abarca “tanto las expresiones socialmente aceptadas
como las que son inusuales, alternativas o diversas, lo cual incluye las expresiones ofensivas,
chocantes, impactantes, indecentes, escandalosas, excéntricas o simplemente contrarias a las
creencias y posturas mayoritarias” (Corte Constitucional, 2007).
Esto es así en atención al carácter pluralista de la República, en el que las diversas visiones
del mundo deben poder ser expresadas, difundidas y defendidas libremente (Corte
Constitucional, 2015). Los juicios sobre la verdad, corrección, bondad o belleza de cualquier
expresión “son mejor comprendidos cuando la sociedad y el Estado aseguran una amplia red
de oferentes y medios de expresión y una amplia red de canales de acceso a tales ideas,
pensamientos y opiniones” (Corte Constitucional, 2015).
Aunque la libertad de expresión es uno de los fundamentos de un Estado democrático, no
puede entenderse como un derecho absoluto. La Corte Constitucional ha considerado que la
presunción de cobertura de la libertad de expresión se desvirtúa en los siguientes tipos de
expresión:
“(a) la propaganda en favor de la guerra4; (b) la apología del odio nacional, racial,
religioso o de otro tipo de odio que constituya incitación a la discriminación,
hostilidad, la violencia contra cualquier persona o grupo de personas por cualquier
motivo5 (modo de expresión que cobija las categorías conocidas comúnmente como
discurso del odio, discurso discriminatorio, apología del delito y apología de la
violencia); (…)” (Corte Constitucional, 2007).
Estas categorías deben interpretarse de manera estricta, para minimizar el riesgo de que en
ellas se incluyan formas de expresión que sí son legítimamente acreedoras de protección
constitucional (Corte Constitucional, 2007).
Recuerda la Corte que, en una democracia participativa, la misión de los medios no es solo
la de informar, sino la de formar para la convivencia pacífica. El Estado tiene el deber de
formar a la sociedad en la defensa de los principios democráticos que inspiran la
Constitución. Adicionalmente, el artículo 95 de la Carta, establece el deber de cooperar con
la justicia y propender el logro y el mantenimiento de la paz (Corte Constitucional, 1996).
El límite a la libertad de expresión de interés para este trabajo es el discurso de odio, que se
enmarca dentro de uno de los discursos con mayor protección: el político. La Corte
Constitucional ha indicado que esta categoría cubre “toda expresión relevante para el
4 Ver artículo 13, Convención Americana de Derechos Humanos. 5 Ver artículo 13, Convención Americana de Derechos Humanos.
9
desarrollo de la opinión pública sobre los asuntos que contribuyan a la vida pública de la
nación” (Corte Constitucional, 2007). Para saber si un discurso se enmarca en los supuestos
de propaganda a favor de la guerra o apología al odio debe hacerse un doble juicio:
(i) un prudente escrutinio de las expresiones, para establecer si denotan de
manera inmediata e inequívoca una aversión contra las personas por su
nacionalidad, raza o religión, indicativa del deseo de causarles un daño
(Corte Constitucional, 2015). No se restringe la opinión negativa contra
algunas personas, sino el hecho de que se utilice como arma para
generar una conducta violenta en contra de la víctima (Corte
Constitucional, 2001);
(ii) determinar si la expresión tiene la aptitud de estimular, incitar o
persuadir a los receptores de la expresión para el uso de violencia en
contra de las personas. No basta un riesgo abstracto o genérico, sino
que debe ser concreto, claro y presente (Corte Constitucional, 2015).
Es decir, no es suficiente que se compruebe el carácter incitador del
mensaje, sino que deberá establecerse que, dadas las condiciones
particulares, el ofendido o la audiencia reaccionarán o reaccionaron
violentamente (Corte Constitucional, 2001).
Por su parte, el Comité contra la Eliminación de Discriminación Racial –CERD- de la ONU
recomienda que los Estados castiguen: (i) toda difusión de ideas basadas en la superioridad
o en el odio racial o étnico, por cualquier medio; (ii) la incitación al odio, el desprecio o la
discriminación contra los miembros de un grupo por motivos de su raza, color, linaje, u
origen nacional o étnico; (iii) las amenazas o la incitación a la violencia contra personas o
grupos por los motivos señalados en el apartado (ii); (iv) la expresión de insultos, burlas o
calumnias a personas o grupos, o la justificación del odio, el desprecio o la discriminación
por los motivos señalados en el apartado (ii); cuando constituyan claramente incitación al
odio o a la discriminación; y (v) la participación en organizaciones y actividades que
promuevan e inciten a la discriminación racial (CERD, 2013).
En esa misma recomendación, establecieron los factores contextuales que deben tenerse en
cuenta: (i) el contenido y la forma del discurso: si es o no provocativo y directo, la forma en
que está construido y es difundido y el estilo en que se expresa; (ii) el clima económico,
social y político: los discursos que resultan neutrales en un contexto pueden adquirir
connotaciones peligrosas en otro, deben evaluarse las condiciones locales; (iii) la posición o
condición del emisor y el público al que se dirige: la libertad de expresión es de especial
importancia en los asuntos políticos, pero su ejercicio también entraña deberes y
responsabilidades especiales; (iv) el alcance del discurso: tener en cuenta el tipo de audiencia
y los medios de transmisión, como el internet, y la frecuencia y amplitud de la comunicación;
y (v) los objetivos del discurso: el discurso encaminado a proteger los derechos humanos no
debe ser objeto de sanciones (CERD, 2013).
Si bien el discurso de odio está prohibido, la determinación de esta categoría requiere un
examen estricto y riguroso, para no limitar la libertad de expresión sino de manera
excepcional. Ahora bien, con relación a las categorías, en principio, se refieren a los grupos
raciales, étnicos o religiosos. Sin embargo, al establecer los casos que desvirtúan la
presunción de cobertura de libertad de expresión de un discurso, se deja abierta la apología
al odio “de cualquier otro tipo que constituya incitación a la discriminación, hostilidad, la
10
violencia contra cualquier persona o grupo de personas por cualquier motivo” (Corte
Constitucional, 2007), así como lo hace la Convención Americana de Derechos Humanos,
por lo que podría interpretarse que también cabe el fundado en la ideología política.
El odio como discurso político
Carolin Emcke señala que el odio no surge de la nada, y su causa y objeto no necesariamente
coinciden, de modo que los motivos que lo sustentan se deben producir en un contexto
histórico y cultural específico (Emcke, 2017, p. 63). Esto significa que, para analizarlo, es
necesario observar los “discursos que generan patrones y modelos, los cuales, a su vez,
abonan y justifican tales sentimientos” (Emcke, 2017, p. 64).
Esta autora se refiere a los “proveedores de odio” como “quienes se distancian públicamente
del odio y la violencia y, sin embargo, les proporcionan en todo momento un fundamento
retórico” (Emcke, 2017, p. 75). La dinámica que describe consiste en que la categoría de lo
“otro” oprime o amenaza lo “propio”, de manera que lo “otro” se concibe como peligroso o
inferior, lo que genera que el posterior abuso o erradicación del otro se reivindique como
necesario (Emcke, 2017, p. 14). En consecuencia, la exposición frontal de un mundo
polarizado basado en lo “propio” y lo “ajeno”, el “nosotros” contra “ellos”, rechaza de plano
la más mínima crítica (Emcke, 2017, p. 72).
Por su parte, Martha Nussbaum no habla del odio, sino del “asco proyectivo” como una
emoción que representa “al otro como un animal vil, como el extremo opuesto a nuestro
(presuntamente) puro y trascendente yo” (Nussbaum, 2014, p. 317), lo cual se traduce en que
el otro sea expulsado del círculo de interés (p. 317). Este asco es un mecanismo de
subordinación utilizado por quienes detentan el poder (Nussbaum, 2014, p. 221), y “varía de
una cultura a otra en función de los hechos históricos y de orden social particulares de cada
una de ellas” (p. 224). Afirma que “todas las sociedades decentes tienen que protegerse
frente a la división y la jerarquización” (Nussbaum, 2014, p. 15), y esta lucha la dan todas
las naciones en contra del asco y la estigmatización (p. 377).
Esto coincide con la visión de Gelber, según la cual los discursos de odio son declaraciones
que promueven la discriminación y apoyan la desigualdad (Gelber, 2002, p. 69). En ellos hay
una asimetría de poder que no es contingente ni coincidencia, sino que es una característica
sistémica del contexto dentro del cual se produce (p. 87). Estos discursos van más allá de una
simple opinión o insulto (p. 75), pues el daño que producen en el receptor del mensaje es el
acto de discriminación mismo (p. 74). En particular, las consecuencias de los discursos de
odio incluyen: limitación de la libertad personal de la víctima, internalización de mensajes
discriminatorios de modo que el receptor empieza a creer como apropiada la desigualdad,
perpetuación de actos posteriores de subordinación, y silenciamiento (Gelber, 2002, p. 83).
Tsesis afirma que cuando el discurso de odio se desarrolla sistemáticamente, se puede volver
socialmente aceptable, primero, discriminar, y luego, oprimir a grupos de personas
identificables (Tsesis, 2002, p. 12). Así, las personas que intentan mantener el poder
manipulan los estereotipos que hacen eco en las preconcepciones de sus seguidores (p. 12).
Para este autor es claro que existe una relación entre la propaganda de odio y las acciones
discriminatorias, ya que los opresores justifican la desigualdad convirtiendo a sus objetivos
en una categoría inferior a la humana (p. 13). El discurso de odio que se utiliza en contra de
11
grupos históricamente oprimidos no afecta solo a sus víctimas sino a la sociedad entera (p.
14), pues amenazan los valores democráticos de la justicia y la igualdad (p. 87).
Ahora bien, estos discursos de odio pueden ser utilizados como discursos políticos, esto es,
como expresión relevante para el desarrollo de la opinión pública sobre los asuntos que
contribuyan a la vida pública de la nación (Corte Constitucional, 2007). Esto significa que
tanto políticos como ciudadanos pueden recurrir al odio como discurso político, de modo que
puede ser utilizado en el desarrollo de una campaña política, como lo fue la del plebiscito por
la paz.
Jeremy Waldron critica a Ronald Dworkin por considerar que el gobierno es el llamado a
mostrar igual preocupación y respeto por sus ciudadanos, y no estos entre sí (Waldron, 2012,
p. 99). Para Waldron esto no puede ser así, ya que, por una parte, el gobierno no es una
entidad separada de la gente, y por otra, los discursos de odio son acciones realizadas en
público, con una orientación pública, orientada a socavar bienes públicos (p. 100). En
cualquier caso, es claro que ambos parten de la base de que el gobierno no puede utilizar
discursos de odio. Así también lo afirma Tsesis, quien considera que, si bien el mayor peligro
viene de los discursos de odio promovidos por el gobierno, los grupos privados e individuos
que los utilizan también plantean un peligro, especialmente cuando aumentan su poder y
presencia por medio del reclutamiento supremacista (Tsesis, 2002, p. 87). Aunque la
campaña del plebiscito por la paz, en principio, no iba ligada a favorecer a un determinado
candidato o partido político, la paz fue una bandera del gobierno y esto hizo que se asociara
a una determinada ideología, por medio de la creación de estereotipos.
Andrei Gómez-Suárez señala que la campaña del NO polarizó al país, para restringir de
manera sustancial la posibilidad de entablar diálogos constructivos sobre el acuerdo final
(Gómez-Suárez, 2016, p. 19). En particular, afirma que se utilizaron dispositivos retóricos
que alimentaron el trauma colonial de “la negación del otro a través de narrativas que
simplifican la realidad y justifican la violencia para alcanzar un fin” (Gómez-Suárez, 2016,
p. 36). Estos dispositivos fueron: el castrochavismo, la impunidad, que Santos entrega
Colombia a las FARC, la resistencia civil y la ideología de género (Gómez-Suárez, 2016).
Esta estrategia fue confirmada por el Director de la campaña del NO, quien afirmó que
estaban buscando “que la gente saliera a votar verraca” (El colombiano, 2016), pues “la
estrategia era dejar de explicar los acuerdos para centrar el mensaje en la indignación” (Vélez,
2016). Su estrategia se basó en el poder viral de las redes sociales. Al preguntarle por qué
tergiversaron mensajes para hacer campaña, contestó que “fue lo mismo que hicieron los del
SÍ” (Vélez, 2016).
Gómez-Suárez se refiere a una “economía política de disposiciones afectivas”, como “los
mecanismos suprarracionales -no necesariamente restringidos al lenguaje- que componen
nuestros cuerpos y a través de los cuales se transmiten los contenidos subjetivos integrantes
de los circuitos narrativos en los que ocurren nuestras acciones y reacciones, es decir,
nuestras emociones” (Gómez-Suárez, 2016, p. 94), que contienen la posibilidad de ser
afectadas por procesos políticos (Gómez-Suárez, 2016, p. 95).
Hay cuatro mecanismos que “permiten la circulación, producción y reproducción de
sentimientos en una coyuntura particular” (Gómez-Suárez, 2016, p. 95), pero cuando uno
solo de ellos es colonizado, se empiezan a polarizar en conjunto (Gómez-Suárez, 2016, p.
12
95). Entonces, para este autor “la polarización de la simpatía, de la antipatía, la indiferencia
y el olvido fue determinante en el triunfo del No en el plebiscito” (Gómez-Suárez, 2016, p.
21).
Para Gómez-Suárez, las consecuencias de la polarización de la economía política de
disposiciones afectivas que contribuyeron a la consolidación del marco emocional adverso
al proceso de paz fueron: (i) un amplio grupo de ciudadanos se conectó emocionalmente con
Uribe y sintió la misma rabia que él transmitía hacia las FARC y la misma indignación que
prodigaba frente a la política de gobierno de Santos; (ii) pese a los múltiples esfuerzos del
gobierno para transmitir la confianza, y por parte de las FARC para comunicar su
arrepentimiento, los sectores conectados por la emoción con el Centro Democrático
desconfiaban aún más del gobierno e interpretaban como cínicos los actos de las FARC; (iii)
los sectores conectados con el discurso uribista ignoraban los sentimientos de solidaridad
expresados por muchas víctimas y reforzaban su desconexión emocional; y (iv) el
negacionismo por parte de Uribe y de miembros del Centro Democrático frente a la
participación de agentes del Estado y civiles en crímenes de lesa humanidad permitió que sus
simpatizantes se indignaran por el apoyo de la comunidad internacional al proceso de paz
(Gómez-Suárez, 2016).
El odio y la construcción de paz
Sobre la construcción de paz, es importante distinguir varios conceptos que han sido
aclarados por la ONU: el establecimiento de la paz, el mantenimiento de la paz, y la
consolidación de la paz. Por el primero -peacemaking-, se entienden “las medidas destinadas
a evitar que surjan controversias entre dos o más partes, a evitar que las controversias
existentes se transformen en conflictos y evitar que éstos, si ocurren, se extiendan” (Boutros-
Ghali, 1992, p. 6). Por el segundo -peacekeeping-, se entiende “el despliegue de una presencia
de las Naciones Unidas en el terreno, hasta ahora con el consentimiento de todas las partes
interesadas y, como norma, con la participación de personal militar o policial de las Naciones
Unidas, y frecuentemente, también de personal civil” (p. 6). Por el tercero -peacebuilding-,
se entienden “las medidas destinadas a individualizar y fortalecer estructuras que tiendan a
reforzar y consolidar la paz a fin de evitar una reanudación del conflicto” (p. 6).
Aunque estos conceptos han sido manejados en el ámbito de conflictos armados, son
relevantes para este trabajo en la medida en que Colombia está saliendo de un conflicto
armado de carácter no internacional, que ha durado más de 60 años. Es decir, si bien estos
conceptos tradicionalmente son aplicados en lo relacionado con los actores del conflicto,
consideramos que son esenciales para entender la coyuntura dentro de la cual se produjo la
campaña política del plebiscito por la paz.
La construcción de paz a la que nos referimos no es el proceso de -peacemaking-, sino el de
-peacebuilding-, dado que el plebiscito surgió justamente para convalidar el acuerdo de paz
logrado entre el Gobierno y las FARC. Es decir, nos interesa determinar si la forma como se
realizaron las campañas del plebiscito podría incidir en el reforzamiento y la consolidación
de la paz, para evitar una posible reanudación del conflicto.
13
Es imprescindible señalar que Johan Galtung definió el concepto de paz a partir de las
nociones que atribuyó a la violencia. Para él, la paz estaría clasificada en dos: paz negativa,
como ausencia de violencia personal, y paz positiva, como ausencia de violencia estructural
(Galtung, 1969, p. 183). Esta segunda noción también fue asociada al concepto de justicia
social, de modo que la paz positiva no busca controlar y reducir la violencia únicamente, sino
el desarrollo vertical y la igualdad en la distribución del poder y los recursos (p. 183).
Se asume que la paz estable y duradera a la que se refiere el acuerdo final solo se puede
conseguir satisfaciendo tanto la paz negativa, como la paz positiva. El odio juega un papel
fundamental en ambas. Aunque el objeto de este trabajo no es establecer cuál es el origen del
conflicto en Colombia, es innegable que un elemento esencial fue la diferencia ideológica
entre el grupo alzado en armas y el gobierno, el primero de ellos asociado con los
movimientos de izquierda y el comunismo. Esto es relevante, ya que una de las etiquetas
interpuestas sobre las personas a favor del SÍ fue la de ser “castrochavistas”, lo cual parece
perpetuar la semilla del conflicto. Si la razón por la cual las personas acudieron a la violencia
física fue la diferencia ideológica, sería imposible lograr una paz negativa, asumiéndola como
la ausencia de homicidios, si se sigue estigmatizando a las personas según sus filiaciones
políticas.
Por otra parte, se ha mostrado que el odio y la discriminación surgen de dinámicas
prácticamente iguales en las que se establecen etiquetas para distinguir entre “nosotros” y
“otros”, con base en las cuales se fomenta el desprecio por la diferencia y con base en él se
justifica la violencia. Estos discursos de odio pueden ser vistos en estricto sentido, como
aquellos que necesariamente generarán la reacción violenta en contra del grupo que se ataque
en ellos, pero también en un sentido amplio, como aquellos que promueven la discriminación
independientemente de que no apelen a la violencia en contra de un grupo determinado de
manera expresa.
Siendo así, los discursos de odio -en sentido amplio- tampoco permitirían la consecución de
una paz positiva, ya que esta parte de la base de la igualdad que debe existir entre los
ciudadanos, la cual sería imposible de alcanzar si los mensajes que se envían responden al
etiquetamiento y al desprecio del otro, sus ideas, y en la práctica, de su ser. Es decir, no es
posible conseguir una paz positiva cuando, en palabras de Emcke, se da una “exposición
frontal de un mundo polarizado basado en lo “propio” y lo “ajeno”, el “nosotros” contra
“ellos”” (Emcke, 2017, p. 72).
3. Objetivos:
En este contexto político (los Acuerdos de paz y el plebiscito) y democrático (la libertad de
expresión como garante de la deliberación pública) se analiza el odio como emoción
prioritaria de la escena pública. Así este estudio buscó como objetivo general: Determinar si
existió un discurso de odio en las campañas del plebiscito y si esto tuvo algún impacto en la
construcción de paz. Como complemento se quiso: analizar la forma como se realizaron las
campañas del plebiscito y reflexionar sobre la conveniencia de limitar la libertad de expresión
para facilitar la construcción de paz.
4. Metodología:
14
Tipo de investigación:
Se utilizó una metodología de investigación cualitativa, para conocer la realidad humana a
través de procesos descriptivos e interpretativos de acciones, hechos y lenguajes relevantes
que se vinculan con un contexto social más amplio (Martínez, 2011).
Se tuvieron en cuenta los resultados obtenidos en virtud de un proyecto realizado en conjunto
con varios estudiantes de la Maestría de Construcción de Paz6. En primer lugar, en dicho
proyecto se recolectaron memes publicados en redes sociales como Facebook, twitter y
whatsapp, relacionados con las campañas del plebiscito, que representan con claridad los
estereotipos asignados a las personas que apoyaban la postura del SI y la del NO.
En segundo lugar, se utilizaron los resultados de la encuesta virtual del proyecto mencionado,
la cual fue respondida de manera anónima por 319 personas, y circulada por redes sociales
desde el 11 hasta el 16 de septiembre de 2016. Es decir, dos semanas antes de la realización
del plebiscito por la paz.
En tercer lugar, se tuvieron en cuenta los datos del estudio realizado por Acceso Intelligence
to Shine sobre el comportamiento de twitter con respecto a las campañas del plebiscito por
la paz. La metodología utilizada consistió en rastrear la conversación de 3.509.534 menciones
en redes sociales referentes a las elecciones del Plebiscito, desde el 17 de junio al 9 de octubre
de 2016, participando 763.430 autores, representando el 43% mujeres y el 57% hombres. Se
categorizaron 7.763 menciones donde se analizaron los diferentes comentarios alrededor del
contenido compartido, opiniones y/o denuncias frente al tema del plebiscito (Informe
Plebiscito, 2016, p. 3).
Finalmente, se realizaron entrevistas a tres expertos sobre el tema de las emociones y la
política, con el fin de conocer sus opiniones sobre lo ocurrido con las campañas políticas del
plebiscito por la paz: Andrei Gómez-Suárez, autor del libro “El triunfo del NO: la paradoja
emocional detrás del plebiscito”; Ingrid Bolívar, autora del libro “Discursos emocionales y
experiencias de la política: las FARC y las AUC en los procesos de negociación del conflicto
(1998-2005); y Benjamín de la Pava, PhD del Departamento de Medios y Comunicaciones
del London School of Economics. Estos académicos dieron su consentimiento verbal7 para
ser grabados en audio y para que sus entrevistas fueran utilizadas como insumo dentro de
este trabajo.
5. Resultados:
Recolección de memes
En las redes sociales de Facebook, Twitter y Whatsapp, se recolectaron memes que
representan con claridad los estereotipos asignados a las personas de acuerdo con su postura
en las campañas políticas del plebiscito. Aunque el objeto de este trabajo no son los discursos
mendaces, se incluyeron montajes con el fin de documentar una dinámica particular que se
empleó en las campañas del plebiscito, dada la escasa información que existe en la academia
6 El proyecto fue realizado por la autora de este artículo junto con los estudiantes Wilmer Arévalo, Mila
Campbell, Jefferson Díaz, Santiago Martínez, Gloria Miranda, y Sebastián Rodríguez. Un agradecimiento
especial para todos, por haber autorizado la utilización y publicación de los datos obtenidos en virtud de dicho
proyecto, en este trabajo de grado. 7 Esto consta en los audios de las entrevistas de cada uno de los expertos.
15
al respecto, y porque muchos de ellos reproducen los estereotipos que se vincularon con las
distintas campañas.
Agrupamos los memes según su contenido, en: castrochavistas, guerreristas, religiosos,
ofensivos, montajes, y reflexivos.
a) Castrochavistas
16
b) Guerreristas
17
c) Religiosos
18
d) Ofensivos
19
e) Montajes
20
f) Reflexivos
21
Informe de Access Intelligence to Shine sobre twitter
El objetivo de este informe era “analizar el comportamiento de la conversación digital
durante el período específico de antes, durante y después del plebiscito, para así proporcionar
información de denuncias públicas relacionadas con las garantías electorales” (Informe
Plebiscito, 2016, p. 2). El informe evaluó distintos temas, de los cuales resultan de nuestro
interés: la divulgación sesgada y los sentimientos asociados al discurso del plebiscito.
Sobre la divulgación sesgada, analizaron varios tweets (trinos) de distintos medios de
comunicación y midieron el sesgo a favor de alguna de las campañas. Encontraron que, de
los 10 medios más influyentes, Telesur fue el de mayor sesgo con un 84% a favor del SÍ,
siguiéndole el periódico El Tiempo con un 19% a favor del SÍ. Solo dos de los medios de
comunicación mostraron sesgos a favor del NO: RCN noticias con un 5% y RCN radio con
un 3%. El porcentaje se mide sobre el número de publicaciones divulgadas, de modo que el
sesgo es relativo y se aumenta por ejemplo en el caso de Telesur, en la que evaluaron 2928
publicaciones, y disminuye por ejemplo en el caso de El Tiempo en el que solo se evaluaron
516 publicaciones.
Por su parte, en lo relacionado con los sentimientos asociados al discurso del plebiscito,
encontraron que se percibían en un 60% de los tweets, aproximadamente 1000 sobre
emociones positivas y 4000 sobre emociones negativas. Los picos más altos de las emociones
negativas se dieron el 20 de junio de 2016 revelando inconformismo sobre la refrendación
del plebiscito y el 2 de octubre de 2016 posterior a los resultados de las votaciones.
22
El informe también midió mentiras, exageraciones y tergiversaciones con base en 3.509.539
menciones categorizadas, encontrando un 2% de participación. Las cifras aproximadas de las
menciones fueron: impunidad con 35.000 menciones, elegibilidad política de miembros de
las FARC con 16.000 menciones, castrochavismo con 14.000, reforma tributaria con 5.000,
entrega del país a las FARC con 1.700, Timochenko presidente con 1.500 e ideología de
género con 1.000.
Algunos ejemplos de los tweets son los siguientes:
Las emociones negativas expresadas frente al plebiscito fueron mucho mayores que las
positivas, pero la intención del voto por el SÍ fue mayor que la del NO. Esto se debe a que
algunos de los comentarios contados como emociones negativas hacían referencia a
comentarios de personas a favor del SÍ, como estos 2 tweets:
Finalmente, sobre la tendencia de intención de voto, la encontraron en el 63% del total de
conversaciones, con más de 1.200.000 menciones a favor del SÍ y un poco menos de 800.000
menciones a favor del NO.
Encuesta virtual
Se realizaron 11 preguntas que fueron pensadas en torno a 4 temas: intención de voto,
comportamiento en redes sociales, prejuicios y más allá del mundo virtual. Los resultados
arrojados fueron los siguientes:
a. Intención de voto
a.1. Si el plebiscito fuera mañana ¿usted votaría?
23
a.2. ¿Usted leyó los acuerdos?
a.3. En caso de haber leído o no los acuerdos, ¿Estaría dispuesto a acudir a otro medio de
información?
b. comportamiento en redes sociales
b.1. ¿Usted ha manifestado su opinión frente al proceso de paz en redes sociales?
24
b.2. ¿Usted ha recibido comentarios ofensivos por manifestar su opinión frente al proceso
de paz en redes sociales?
b.3. ¿Usted ha percibido comentarios ofensivos en redes sociales contra otras personas por
sus opiniones sobre el proceso de paz?
b.4. ¿Considera que usted ha realizado comentarios ofensivos frente al tema del proceso de
paz en redes sociales?
c. Prejuicios
c.1. ¿Usted considera que las personas que no comparten su postura frente al proceso de paz
están equivocadas?
25
c.2. ¿Usted considera que las personas que van a votar por el SÍ, quieren entregar el país a
las FARC?
c.3. ¿Usted considera que las personas que van a votar por el NO, no quieren la paz?
d. Más allá del mundo virtual
d.1. ¿Usted considera que lo que pasa en redes sociales tiene efectos fuera del mundo
virtual?
Entrevistas
Se realizaron 3 entrevistas a expertos en el tema de las emociones en la política, resumidas
así:
1. ¿Qué rol jugaron las emociones en las campañas políticas del plebiscito por la paz?
Andrei Gómez-Suárez: Sin duda las emociones jugaron un papel fundamental en el
plebiscito, tanto para quienes votaron como para quienes se abstuvieron de hacerlo. Las
emociones no son ni buenas, ni malas. A muchos del NO los movió la rabia, y a muchos del
26
SÍ los movió la esperanza. No creo que en el triunfo del NO haya habido una emoción
predominante, pues se presentaron 4: rabia, miedo, indignación y decepción. Las emociones
que predominaron en los del SÍ fueron la esperanza, la solidaridad y la generosidad, pero no
estaban ligadas a una estructura discursiva clara que le permitiera a la gente salir a defender
los acuerdos. Uno no puede pretender hacer política sin emociones. Es esencial educar
emocionalmente a los ciudadanos, porque en la actualidad se pone el beneficio particular por
encima del colectivo.
Benjamín de la Pava: Las emociones entran primero que los hechos y son algo que todos
entendemos. En el plebiscito, las emociones del NO miraban al pasado: la rabia por la
impunidad y el temor al castrochavismo se dieron por igual. Sobre los discursos de odio, en
muchas partes se vuelven discursos sobre el amor hacia lo nuestro. Hay un nuestro y por ende
hay un “otro”. El otro no pertenece y toca echarlo. Este discurso de odio señala que hay unos
buenos: católicos, de bien, echados para adelante, emprendedores, que no le hacemos daño a
nadie, y hay unos ateos, castrochavistas, que le hacen apología al terror. Se crea una división
entre un buen colombiano y un mal colombiano. Sobre las emociones del SÍ, la principal era
la esperanza, pero esta se pierde muy fácil en un país como Colombia. Se puede recuperar,
pero es muy frágil y, sobre todo, para la gran mayoría de la población, no hay esperanza
porque no hay legitimidad gubernamental.
Ingrid Bolívar: Cuando hablo de emociones, no hablo de estados mentales individuales sino
de configuraciones emocionales. Muestro en mi trabajo cómo las emociones son construidas
narrativamente, cómo la gente aprende a sentir lo que siente. De ambos lados del plebiscito
se intentó orientar esas emociones. Varios de los del NO jugaron con el temor, con el odio,
con el sufrimiento, mientras que los del SÍ fueron muy tímidos, racionalistas, creían que las
razones se caían de su peso, y no. Los del SÍ subestimaron la importancia de hacer trabajo
emocional. Sin duda hubo discursos de odio en el plebiscito, pero entrar con eso nos previene
y hace más difícil detectar otras emociones en juego. El plebiscito tuvo muy diferentes
repertorios emocionales, donde el miedo, la humillación, pero también, las necesidades de
reconocimiento fueron muy importantes. Lo que hace tan dinamizadoras las emociones es
que nos tocan en los prejuicios para afianzarlos o para removerlos.
2. ¿Cómo evitar la estigmatización del “otro”?
Andrei Gómez-Suárez: No hay forma de salir de la estigmatización del otro, sino invitando
al diálogo. El diálogo en persona, no a través de redes sociales, humaniza al otro. Un gran
reto es volver a recuperar nuestra humanidad porque la guerra deshumaniza y más una que
está atravesada por nuevas tecnologías. Tenemos que buscar la forma de encontrarnos con el
otro y recuperar en ese diálogo un pedazo de nuestra humanidad.
Benjamín de la Pava: Las lecciones de países como Irlanda es que se tiene que cerrar la
brecha socioeconómica. Son cambios generacionales, se hace con programas de intercambio
social. Colombia es un país que separa demasiado y esas divisiones no se van a acabar, pero
se deben suavizar, si se puede, enmarcadas en la construcción de paz. Las teorías dicen que
del odio pasamos a la tristeza porque hay una resignación, pero se puede resignificar. El
rencor es lo que sí se mantiene en el tiempo y para resignificarlo, se debe generar en la
persona el amor, la aspiración.
27
Ingrid Bolívar: Una manera de transformar las emociones es comprender cuáles son los
antecedentes cognitivos que las sostienen. Necesitamos aprender a no juzgarlas:
comprendiendo su historia, qué prácticas, qué experiencias, qué discursos fueron acuñando
esa emoción. Me imagino a un constructor de paz apasionado y beligerante, pero con la
capacidad de dejar que el otro también lo sea. La democracia exige un repertorio emocional
en el que uno aprenda a cultivar la sensación de que las cosas puedan ser de otro modo. Las
personas sí pueden cambiar de ideas si entienden por qué tenían otra idea. La sociedad nos
invita expresar y luchar por nuestras ideas, pero muy poco a transformarlas.
3. ¿Sería conveniente limitar la libertad de expresión para facilitar la construcción de
paz?
Andrei Gómez-Suárez: Eso podría exacerbar el sentimiento de injusticia entre aquellos que
recurren a dispositivos retóricos o a lenguajes que niegan al otro. Además, se incrementarían
las vías de información informal, lo cual dificulta el poder controvertirla. Cuando se limita
la libertad de expresión no se está atacando el problema de fondo, y la única solución es a
través del sistema educativo, de decisiones autoconscientes de los individuos de desatar unas
transformaciones en sus vidas personales. Debemos transformar las estructuras que han
permitido que los discursos de odio se arraiguen en los ciudadanos, trabajar en políticas de
mediano y largo plazo para que tengamos sujetos políticos que tengan pensamiento crítico.
Cuando yo me expongo al otro, a oír a alguien que piensa distinto, quizás ese alguien me
pone a pensar en una lógica diferente, y ahí es donde está la gran oportunidad de
reinventarnos en la sociedad.
Benjamín de la Pava: Una parte de mi dice que sí. Creo que es posible, si se logra crear un
marco normativo mucho más riguroso. Limitar la libertad de expresión se puede lograr, pero
solo en los canales que puedes controlar, o sea, en los oficiales. Es peor aun cuando no puedes
controlar y la realidad es que el control siempre será incompleto. Sería un cuello de botella
porque no le das cómo expresar a la gente sus frustraciones, cómo hacer catarsis. Ese es uno
de los grandes problemas de limitar la libertad de expresión, aparte de que infringiría uno de
los grandes valores democráticos, uno de los pilares de la sociedad liberal.
Ingrid Bolívar: Preferiría que los desprecios se pudieran expresar en público. Cuando a uno
le limitan su posibilidad de disentir, se agranda la rabia y el temor. ¿Qué pasa con ese no
decir, en qué tipo de acciones se traduce, y qué genera para esa persona? No sé si lo que me
inquieta sea el límite jurídico a la libertad de expresión, o la manera como se pone en marcha
una estrategia que pluralice esa expresión y nos deje construir un espectro que nos exponga
con posiciones muy diferentes frente a un tema. La regulación jurídica de alguna práctica me
parece muy complicada, si me tocara sacar una política pública ya, teniendo en cuenta lo
ocurrido en países como Ruanda, ciertamente limitaría la libertad de expresión.
6. Análisis
De los memes se puede deducir que los principales estereotipos asignados a las personas
según la postura que apoyaran en la campaña del plebiscito eran: ser castrochavistas para los
del SÍ, y ser guerreristas para los del NO. El castrochavismo hace referencia a que se
adoptaría el comunismo como modelo económico y terminaríamos enfrentando importantes
28
crisis económicas como las de Venezuela o Cuba. Por su parte, el etiquetar a quienes estaban
a favor del NO como guerreristas, las asume como ciudadanos que querían mantener la guerra
por no haberla vivido, gracias a los privilegios de su nivel económico alto.
Llama la atención que ambas campañas utilizaron las redes sociales para reproducir
masivamente memes que representaran estos estereotipos. Los abanderados de la paz
participaron de la propagación de memes con contenido ofensivo, lo cual resulta paradójico,
teniendo en cuenta el propósito de esta campaña. Si lo que estaba en discusión era la paz, lo
coherente hubiera sido que la campaña fuera pacífica.
Los memes ofensivos no solo reprodujeron prejuicios sino que impusieron etiquetas claras
en las personas que no compartían la postura propia, utilizando adjetivos tales como
“ordinario”, “estúpido” o “pendejo”. Esto genera una pérdida de empatía que aumenta la
polarización como forma de violencia.
También circularon memes con montajes de personajes públicos, por parte de ambas
campañas. Esto demuestra la ausencia de control sobre el contenido en las redes sociales. A
pesar de que el objeto de este trabajo no son los discursos mendaces, este tema se incluyó
por considerar que fue una dinámica que valía la pena documentar en un trabajo de este estilo,
además, muchos de estos memes reproducían los estereotipos asignados en las campañas del
plebiscito.
Temas como la religión, que no necesariamente correspondían con la realidad, fueron
involucrados dentro de las campañas, generando estereotipos adicionales. Es interesante que
en pleno siglo XXI, en un Estado laico, esta clase de situaciones ocurran. Para muchos, los
votos de los cristianos fueron decisivos en el triunfo del NO, teniendo en cuenta la polémica
de la “ideología de género”.
Fue tan evidente la dinámica de conflicto instaurada en las redes sociales, que incluso se
encontraron memes reflexivos. Estos memes son los más interesantes porque revelan una
consciencia sobre el fenómeno de polarización y una reflexión tendiente a procurar su
desaparición.
Por su parte, de los resultados del informe de Acceso Intelligence to Shine, se concluye que
los ciudadanos (incluidos funcionarios públicos y políticos) estuvieron muy activos en redes
sociales frente al tema del plebiscito y que los diferentes medios aprovecharon estos canales
para difundir información al respecto y manifestar sus sesgos frente al tema. Es claro además
que existieron una cantidad importante de mentiras, tergiversaciones y exageraciones, que
seguramente tuvieron un impacto en los resultados de la votación. Las emociones negativas
expresadas frente al plebiscito fueron mucho mayores que las positivas, pero la intención del
voto por el SÍ fue mayor que la del NO.
Sobre los resultados de la encuesta virtual, debe aclararse que esta fue circulada por los
estudiantes de la maestría en construcción de paz en sus redes sociales, por lo que los
participantes no son un grupo representativo plural y diverso, lo cual puede generar múltiples
sesgos, que reducen en gran medida la validez de sus resultados. Con respecto a la intención
de voto, la mayoría de los participantes tenían su voto claro. De estos, 83% indicó que
votarían a favor del SÍ, aunque solo el 54% de los participantes señaló haber leído los
acuerdos. Es decir, la decisión sobre el voto de aproximadamente la mitad de los participantes
no se basaba en los acuerdos. En cualquier caso, el 96% reconoció estar dispuesto a consultar
en una fuente adicional sobre el tema. No podemos establecer una correlación entre estas
29
respuestas, pero parece existir un teléfono roto entre los votantes y el mensaje original, ya
que sus decisiones están basadas en interpretaciones o en información imparcial pero
descontextualizada sobre los acuerdos.
60% de los participantes reconoció haber manifestado su opinión sobre los acuerdos en redes
sociales. Frente a los comentarios ofensivos, el 27% de los participantes considera haberlos
recibido, pero esta es una cifra alta ya que equivale al 45% de los que indicaron que han
opinado en redes sociales sobre el tema. Es decir, casi la mitad de las personas que
manifestaron su opinión recibieron comentarios ofensivos al respecto. Solo un 10% de los
participantes reconoce haberlos realizado. Esta cifra resulta demasiado baja para ser real,
toda vez que el 82% de los participantes señaló haber percibido comentarios ofensivos en
redes sociales contra otras personas por sus opiniones frente al proceso de paz. Es decir, si
bien las personas que manifestaron su opinión correspondían al 60% de los participantes, lo
cierto es que el involucramiento político fue aún más amplio, ya que un 82% percibió la
dinámica de comentarios ofensivos contra personas que opinaban sobre el tema.
Es probable que solo un 10% reconozca haber realizado esta clase de comentarios, por existir
un desentendimiento moral. Según Bandura, el desentendimiento moral puede centrarse en
la reestructuración cognitiva de la conducta inhumana en una conducta benigna o una
conducta con una justificación moral, lo cual puede ocurrir ignorando o minimizando los
efectos perjudiciales de las acciones de uno (Bandura, 2002, p. 1). Es probable que los
participantes hayan identificado con facilidad los comentarios ofensivos de otros, pero al
tratarse de los propios, no los hayan considerado ofensivos.
Se realizaron preguntas sobre los prejuicios más reiterados en los memes observados. En
primer lugar, 41% de los participantes consideró que quienes no tuvieran su postura frente
al proceso de paz estaban equivocados. Esto por sí solo no es revelador, pero a esta pregunta
le seguían dos cuestionamientos frente a los prejuicios. El 8% de los participantes
consideraron que las personas que votarían por el SÍ querían entregar el país a las FARC.
Esta cifra es alarmante, ya que el número de personas que respondieron que votarían por el
NO fue de 36, de las cuales 27 tienen un prejuicio frente a los del SÍ, es decir, el prejuicio es
del 75%. Por su parte, 24% de los participantes consideró que las personas que votarían por
el NO, no querían la paz. Esto equivale a un 29.5% de prejuicio, toda vez que 264 personas
contestaron que votarían por el SÍ, de las cuales 78 indicaron estar de acuerdo con la
afirmación mencionada.
Aunque la muestra de participantes no necesariamente responde a una población diversa, la
polarización sí se vio reflejada en los resultados. No se pudo anticipar el resultado del
plebiscito en la intención de voto, pero las preguntas relacionadas con los prejuicios y el
comportamiento en redes sociales sí permitieron inferir que existía un alto nivel de
polarización y de estigmatización del “otro”. De la encuesta no pueden concluirse resultados
contundentes, pero dada la sorpresa que generaron los resultados del plebiscito, la
consideramos como un insumo muy útil para intentar aproximarnos a una mejor comprensión
de los mismos.
De las entrevistas realizadas a los expertos, podríamos concluir varias cosas:
(i) Las emociones tuvieron un rol fundamental en el plebiscito.
(ii) Si bien hubo discursos de odio, esta no fue la única emoción presente en la
campaña del plebiscito, ni fue utilizado únicamente por los del NO.
30
(iii) Los del NO sacaron provecho del rol de las emociones, mientras que los del SÍ lo
subestimaron.
(iv) Los del NO utilizaron discursos retóricos engañosos, que no pudieron ser
desvirtuados por los del SÍ.
(v) Existe una tensión entre los discursos de odio y la libertad de expresión, de modo
que una respuesta contundente sobre los alcances de cada uno de ellos es muy
difícil.
(vi) La única forma de eliminar la polarización y estigmatización del “otro” es
promoviendo el diálogo entre los opuestos.
(vii) Es fundamental cuestionarse sobre el origen de las emociones que acompañan las
posturas políticas.
7. Reflexiones finales
Es claro que las emociones jugaron un rol fundamental en las campañas del plebiscito por la
paz, que se vio potencializado por la campaña del NO, ya que apeló a discursos retóricos que
lograron impactar de manera directa a la ciudadanía.
Ambas campañas estaban basadas en emociones, pero la manera de comunicarlas fue más
eficiente en los del NO porque lograron vincularlas a los dispositivos retóricos claros.
Las principales emociones detrás del NO fueron la rabia y el miedo, y las del SÍ fueron la
esperanza y la solidaridad. La cuestión no consiste en eliminarlas del debate político, sino
lograr que los ciudadanos desarrollen un pensamiento crítico que les permita tomar
decisiones pasadas por el tamiz emocional pero de manera reflexiva.
En sentido amplio, podría decirse que sí existió un discurso de odio en las campañas del
plebiscito por la paz, ya que se promovió la discriminación o exclusión de quienes pensaban
diferente, por medio de la asignación de estereotipos que ahondaran las brechas existentes en
la ciudadanía, basadas en los prejuicios que se han ido reproduciendo en virtud de las
dinámicas sociales propias del conflicto armado.
Los principales estereotipos fueron el castrochavismo y el guerrerismo. Así se logró dividir
a la población en dos grupos aparentemente irreconciliables, lo que generó la paradoja de que
mientras el gobierno y las FARC lograban un acuerdo de paz, las familias y amistades
entraron en una dinámica de conflicto por causa de la paz. Los principales sorprendidos por
los resultados del plebiscito fueron los del SÍ, por asumir que aquellos que no compartían su
postura, no querían la paz. Esto deja claro que la paz no se puede construir separando, sino
uniendo.
Aunque existe una prohibición internacional sobre los discursos de odio, los test de
proporcionalidad deben demostrar que se trata de un discurso que incita al odio contra un
grupo determinado, y que su contenido tiene vocación efectiva de fomentar la violencia en
contra de ese grupo. Este ejercicio caso a caso escapa del objeto de este trabajo. Lo que es de
nuestro interés es determinar si los discursos encaminados a estigmatizar a quienes tenían
una postura diferente tuvieron algún impacto en la construcción de paz. De cualquier forma,
de manera genérica se podría decir que los discursos de odio de las campañas no denotaban
de manera clara e inequívoca la intención de causar un daño a las personas incluidas dentro
31
de los estereotipos, ni de ellos se podía deducir un riesgo concreto, claro y presente en contra
de las mismas. Es decir, no habría un discurso de odio en estricto sentido.
Sin embargo, si asumimos el discurso de odio e un sentido más amplio, como aquel que
promueve la discriminación, sí podríamos decir que las campañas se basaron en esta clase de
retóricas, por medio de la estigmatización del otro. Esto es, se asignó un estereotipo que
identificaba al “otro”, lo separara del “nosotros”, y se le asignaban unas consecuencias
negativas que iban desde deslegitimar su opinión, hasta la generación de conflictos
interpersonales que terminaban en rupturas de relaciones afectivas y familiares.
La estigmatización del otro afecta la construcción de paz, ya que es una dinámica que divide,
despersonaliza y deshumaniza. En eso consiste justamente la polarización. Aunque no sea
necesario que la polarización conlleve la discriminación, lo cierto es que los prejuicios detrás
de los estereotipos asignados en las campañas del plebiscito coinciden con uno de los posibles
orígenes del conflicto.
Independientemente de que el NO haya ganado el plebiscito por la paz, la dificultad para la
construcción de paz sería muy similar si hubiera ganado el SÍ con los mismos porcentajes.
Es obvio que al ganar el NO se presentó como dificultad adicional el tener que modificar los
acuerdos, pero esto fue superado, por lo menos formalmente. Como este esfuerzo no estuvo
dirigido a solucionar el problema de fondo que era la alta polarización, no se reconoció con
contundencia la legitimidad de los nuevos acuerdos. Esto evidencia la necesidad urgente de
direccionar la construcción de paz hacia la reconciliación, pero no de los actores armados
con la sociedad civil, sino de los ciudadanos entre sí.
Es imposible la consecución de una paz estable y duradera en una sociedad que tiene una
larga historia de homicidios basados en la ideología política, que cuando por fin logra un
acuerdo de paz, se encuentra con una ciudadanía dividida, en la que en vez de dejar a un lado
los viejos prejuicios, estos se reafirman y se renuevan. No existe forma de reforzar y mantener
la paz alcanzada mediante un acuerdo si se sigue fomentando la desigualdad en la
distribución del poder y los recursos, por medio de discursos que promueven la separación
de los distintos grupos que conforman la sociedad.
Ante ese impacto de los discursos de odio -en sentido amplio- en la construcción de paz, no
sería recomendable limitarlos como tal, sino poderlos analizar críticamente. Lo óptimo sería
poder establecer un diálogo abierto entre quienes tienen posturas contradictorias, pues las
emociones son saludables, pero debemos ser capaces de comprenderlas. Si se quiere
contribuir a la construcción de paz en una sociedad polarizada, debemos aceptar el rol
fundamental de las emociones y sacar provecho de él. Ese provecho no se refiere a la
validación de cualquier estrategia comunicativa. Ante la inconveniencia de limitar los
discursos políticos, se debe fomentar en los ciudadanos una curiosidad o alerta sobre los
discursos que promueven el odio, de modo que puedan identificarlos y, sobre todo,
cuestionarlos. Este cuestionamiento debería ser un ejercicio reflexivo y respetuoso, que
requiere del despojo del prejuicio de superioridad sobre las ideas del otro.
32
Referencias
Acceso Intelligence to Shine & MOE (2016) Digital Industry. Plebiscito.
Bandura, A. (2002) “Selective moral disengagement in the excercise of moral agency”,
Journal of Moral Education, Vol. 31, No. 2, Taylor and Francis Group.
Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, Recomendación general No. 35 del
26 de septiembre de 2013.
Convención Americana de Derechos Humanos del 22 de noviembre de 1969.
Convención Europea de Derechos Humanos del 4 de noviembre de 1950.
Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial
del 21 de diciembre de 1965.
Corte Constitucional, Sentencia C-045 de 1996.
Corte Constitucional, Sentencia C-091 de 2017.
Corte Constitucional, Sentencia SU-626 de 2015.
Corte Constitucional, Sentencia T-1319 de 2001.
Corte Constitucional, Sentencia T-391 de 2007.
Corte Constitucional, Sentencia T-500 de 2016.
Corte Europea de Derechos Humanos, Ceylan v. Turquía, 1999.
Corte Europea de Derechos Humanos, Günüz v. Turquía, 2004.
Corte Europea de Derechos Humanos, Jersild v. Dinamarca.
Descartes, R. (1649), Tratado de las Pasiones del Alma, recuperado en:
http://23118.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/informacion_adicional/obliga
torias/034_historia_2/Archivos/Descartes_pasiones.pdf
El Colombiano, ““Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca”: Juan C. Vélez”,
recuperado en http://www.elcolombiano.com/colombia/acuerdos-de-gobierno-y-
farc/entrevista-a-juan-carlos-velez-sobre-la-estrategia-de-la-campana-del-no-en-el-
plebiscito-CE5116400
Emcke, C. (2017) Contra el odio. Bogotá: Penguin Random House Grupo Editorial.
Estados Unidos de América, Constitución con enmiendas del 15 de diciembre de 1791.
33
Estados Unidos de América, Ley de Prevención del Crimen de Odio del 28 de octubre de
2009.
Galtung, J. (1969) “Violence, peace and peace research”. Journal of Peace Research. Oslo:
International Peace Research Institute.
Gaylin, W. (2003) Hatred -The psychological descent into violence-. New York: public
affairs.
Gelber, K. (2002) Speaking back: The free speech versus hate speech debate. Amsterdam:
John Benjamins Publishing Co.
Gómez-Suárez, A. (2016) El triunfo del No: la paradoja emocional dentrás del plebiscito.
Bogotá: Ícono Editorial.
Ha-Ash, “Odio amarte”, recuperado en https://www.youtube.com/watch?v=NHXFo_QtZtQ
Jaramillo, J. “Ódiame”, recuperado en https://www.youtube.com/watch?v=3kvEKW6bSwI
Jaramillo, J. “Te odio y te quiero”, recuperado en
https://www.youtube.com/watch?v=PuYPEEhryrE
Jurado, L. (2016). “El No ha sido la campaña más barata y más efectiva de la historia”.
Entrevista a Juan Carlos Vélez. Diario La República. Recuperado en:
http://www.larepublica.co/el-no-ha-sido-la-campa%C3%B1a-m%C3%A1s-barata-y-
m%C3%A1s-efectiva-de-la-historia_427891
Libra, “Te odio”, recuperado en
https://www.youtube.com/watch?v=DXrQMk2jlKQ&feature=youtu.be
Manny, J. “Odio”, recuperado en https://www.youtube.com/watch?v=LM2wYbl2Iqs
Marcy La Melodía Feat. Zafiro, “Te odio”, recuperado en
https://www.youtube.com/watch?v=6rG23MlTmWU
Mayen, S. “Te odio”, recuperado en https://www.youtube.com/watch?v=MA70kuqoLLc
Montero, P. “Te odio”, recuperado en https://www.youtube.com/watch?v=yiN56wQwgIU
Moss, D. (2003) “Introduction: On Hating in the First Person Plural: Thinking
Psychoanalytically about Racism, Homophobia, and Misogyny”. Hating in the first person
pural –psychoanalytic essays on racism, homophobia, misogyny, and terror. New York:
Other press.
Nach, “Odio”, recuperado en https://www.youtube.com/watch?v=Rcp2Cuc5OFg
34
Nussbaum, M. (2014) Emociones políticas ¿por qué el amor es importante para la justicia?
Bogotá: Editorial Planeta Colombiana S.A.
Organización de las Naciones Unidas (1996) Una Agenda para la Paz. Resolución A/47/277.
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos del 16 de diciembre de 1966.
Peláez, F. y Celedón, J. “Te odio y te amo”, recuperado en
https://www.youtube.com/watch?v=2VkM9yZ2r9U
Rasta, B y Gringo Feat. Ñengo Flow, Tego Calderón y Arcángel, “Odio”, recuperado en
https://www.youtube.com/watch?v=57RQZK0NXXY
Registraduría Nacional del Estado Civil (2016) Resultados del plebiscito. Recuperado en:
http://plebiscito.registraduria.gov.co/99PL/DPLZZZZZZZZZZZZZZZZZ_L1.htm
República de Alemania, Código Penal Alemán, 15 de mayo de 1871.
República de Colombia, Constitución de 1991.
República de Colombia, Ley 1482 del 30 de noviembre de 2011.
República Francesa, Ley 75.542 del 1 de julio de 1972.
Revólver, “Odio”, recuperado en https://www.youtube.com/watch?v=b8MPCizj9M4
Rincón, O. & Rodríguez, C. (2015) How can we tell the story of the Colombian war?:
Bastardized narratives and Citizen Celebrities, The International Journal of Media and
Culture, vol 13:2. Routledge Taylor & Francis Group.
Salgado, E. (1969) Radiografía del odio. Madrid: Ediciones Guadarrama.
Sánchez, G. (1969) Amor, Odio y Perversión. Bogotá: Ediciones Tercer Mundo.
Santiago, E. “Odiándote y sin entender”, recuperado en
https://www.youtube.com/watch?v=RIp_WOQpxWw
Santos, R. Feat. Drake, “Odio”, recuperado en https://www.youtube.com/watch?v=W8r-
eIhp4j0
Tsesis, A. (2002) Destructive Messages: How Hate Speech Paves the Way for Harmful Social
Movements. Critical America. New York: NYU Press.
Waldron, J. (2012) The Harm in Hate Speech. The Oliver Wendell Holmes Lectures.
Cambridge, Mass: Harvard University Press.