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EL OTRO OCARANZA de Pierre Herrera

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Obra ganadora de los Premios Michoacán de Literatura 2014 en la categoría Ensayo "María Zambrano"

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GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN DE OCAMPO

Salvador Jara Guerrero

Gobernador de Michoacán

Marco antonio aGuilar cortéS

Secretario de Cultura

Paula criStina Silva torreS

Secretaria Técnica

María catalina Patricia díaz veGa

Delegada Administrativa

raúl olMoS torreS

Director de Promoción y Fomento Cultural

arGelia Martínez Gutiérrez

Directora de Vinculación e Integración Cultural

eréndira HerreJón rentería

Directora de Formación y Educación

JaiMe Bravo déctor

Director de Producción Artística y Desarrollo Cultural

Héctor García Moreno

Director de Patrimonio, Protección y Conservaciónde Monumentos y Sitios Históricos

Miguel Salmon Del RealDirector Artístico de la Orquesta Sinfónica de Michoacán

BiSMarck izquierdo rodríGuez

Secretario Particular

Héctor BorGeS PalacioS

Jefe del Departamento de Literatura y Fomento a la Lectura

conSeJo nacional Para la cultura Y laS arteS

rafael tovar Y de tereSa

Presidente

Saúl Juárez veGa

Secretario Cultural y Artístico

franciSco corneJo rodríGuez

Secretario Ejecutivo

ricardo caYuela GallY

Director General de Publicaciones

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El otro Ocaranza

Gobierno del Estado de MichoacánSecretaría de Cultura

Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

Pierre Herrera

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El otro OcaranzaPrimera edición, 2014

dr © Pierre Herrera dr © Secretaría de Cultura de Michoacán

ColecciónPremios Michoacán de Literatura 2014Categoría Ensayo “María Zambrano”

JuradosLeticia Romero Chumacero, Ramón Méndez Estrada y Edgar Omar Avilés.

Coordinación editorial:Héctor Borges Palacios

Diseño de Colección:Jorge Arriola Padilla

Revisión de textos:Elena Medina PinedaRamón Lara Gómez

Secretaría de Cultura de MichoacánIsidro Huarte 545, Col. Cuauhtémoc,C.P. 58020, Morelia, MichoacánTels. (443) 322-89-00 www.cultura.michoacan.gob.mx

ISBN Volumen: 978-607-8201-ISBN Colección: 978-607-8201-85-3

Impreso y hecho en México

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Índice

Presentación 9

Prólogo: La voluntad y el olvido 17

Contexto: Los veinte perros amarillos 21

Tierra de perros 25

Elegía de los Triángulos: Día de muertos 29

Elegía de la estatua 43

De la ventana enloquecida 46

Contralenguaje: Un redactor de sombras 50

Elegías de los símbolos 53

Piedra del tiempo 61

Jeroglífico: desgarradura 63

Memoria: Elegía de las últimas palabras 64

Extensiones memorables 67

Olvido: Nubes de junio 71

Las columnas de las palabras 75

Declaración poética 78

Descontexto: Cementerio de Morelia 86

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Elegía del águila cautiva 90

Neocántico: Las Erinias 95

Viaje de luz 99

A la orilla del tiempo 101

El maldito retorno 103

Vacío: Definiendo la muerte 105

Paranoia 106

Notas para una poética 109

Epílogo: El último salmo 111

Nota del autor 115

Agradecimientos 117

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Presentación

Y es que morir es uninmenso anhelo

de asirnos a las formasde la infinita soledad del mundo.

Efraín Huerta

Al pan pan y al vino vino escribió Ramón Martínez Ocaranza en 1941, iniciando su prolífica carrera literaria. Hoy se vislum-bra el centenario de su nacimiento (5 de abril) y, el año pasado, conmemoramos el centenario del nacimiento de José Revuel-tas, su amigo y camarada de literatura. Ocaranza, Revueltas y Neruda torbelli-nos de una misma generación, dramáti-ca, productiva, contestataria, rebelde y, sobre todo, poética.

La obra de Gustavo Pierrre Herrera López es un homenaje apasionado de la obra de Ocaranza, galardonada en 2014 por el Premio de Ensayo María Zambra-no, otorgado por el Gobierno del Estado de Michoacán a través de la Secretaría

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de Cultura y el CONACULTA. Como el mismo autor ha señalado se trata de una recomposición de textos sobre Ramón Martínez Ocaranza, señalado como RMO, repensados, repoetizados, reescritos, com-puestos en 2012.

Unas palabras previas antes de co-mentar brevemente la obra de Gustavo.

El Estado Moderno vigila y castiga conforme a las leyes y a las conductas so-ciales a los ciudadanos (Michel Focault). En la Edad Media era el Rey, el monarca absoluto, que sin muchas leyes castigaba a los súbditos. En la edad moderna exis-ten ciudadanos no súbditos. Pero, en esta ocasión, el Estado no sólo tiene la facultad de vigilar y castigar a los que no se rigen por las leyes ni por las normas socialmen-te establecidas. También premia a los ciu-dadanos por sus actitudes positivas, como es la obra literaria de Gustavo Pierrre Herrera López.

La obra premiada es compleja, univer-so literario, conjeturas cuánticas, nebu-

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losas indefinidas, estrellas en explosión, rebeldía crítica de la realidad actual, sin alabanzas al poder ni a los gobernantes… un homenaje al poeta moreliano y, poco recordado, Ramón Martínez Ocaranza.

El autor oscila en el péndulo de los datos biográficos elementales a la profun-didad de la poesía y la obra literaria de Ocaranza, reflexionando sobre la muerte y la existencia, jugando con las palabras y las profundidades de la ciencia moderna que busca entender el vacío del Universo; criticando el olvido al que ha sometido la poesía de Ramón y la venta de su casa, el destino de su biblioteca y su archivo.

Para el autor escribir sobre el poeta es colocar delante de él la figuración de sí mismo: convertirse en el otro (Ocaranza), el que habita el texto, el que realmente es-cribe. Transformarse, dejar de ser, saltar la realidad, por ello, el autor no sabe cuándo es él y cuándo es el poeta. Se compenetra en su obra, trata de encontrar sus huellas en el Parque Nacional de Uruapan o en lo

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que quiso decir y, hasta lo traduce al siste-ma binario del poema Declaración poética.

Los libros como ha dicho Borges son una extensión de la memoria… en éste caso de la memoria de un poeta morelia-no con las alas abiertas en su vuelo por la literatura mundial. Este libro sirva para repensarlo, para que estando muerto… viva en la infinita soledad del mundo.

Eréndira Herrejón

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A mis padres y a mi hermana,porque hemos llorado juntos.

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Lo poético está en la búsqueda, no en su objeto.andréS neuMan, El equilibrista

Así mi vida es una fuga y todo lo pierdoy todo es del olvido, o de él.

No sé cuál de los dos escribe esta página.Agustín Fernández Mallo,

El hacedor (de Borges), Remake

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Prólogo:

La voluntad y el olvido

Hace tiempo tenía el proyecto de escribir un libro sobre el poeta michoacano Ra-món Martínez Ocaranza. El problema de la escritura radica en ese sobre: el tono, la forma, la distancia que se debe tomar para mirar e involucrarse.

Para Heriberto Yépez cuando se es-cribe sobre la obra de otro o sobre otro, lo conveniente no es hacerlo a través de una ciencia (un método rígido de análisis, una teoría específica) y esperar a que entre los dos textos se establezca una red de code-pendencia que ilumine a ambas. Nada de eso. Octavio Paz vislumbró el mismo pro-blema cuando escribió que la mayor parte del tiempo la teoría sólo oculta la vida. Ya bastante se transforma la mirada de los otros con la escritura como para opacarla con más teoría. Ya bastante se usan los textos de otros para exponer más teorías.

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Para escribir sobre la vida de otro, so-bre la obra de otro, valdría más oponer a esa ficción otra ficción: otra escritura. Del choque de esas dos materias de diferen-te naturaleza, que me implican a mí y lo implican a él, como si fuésemos materia y antimateria en el espacio, se podría gene-rar una mirada distinta.

De la contrametáfora de su lenguaje proviene la forma de mis palabras.

La forma de escribir sobre/contra/ver-sus Ocaranza será revisitando su poética desde la incertidumbre que conlleva la pro-pia escritura.1 Trazando una realidad pa-ralela a la de él: este presente desgarrado que es tan mío como de otros, y que de for-ma virtual ya estaba presente hace 73 años cuando él nació. Como todo ya estaba pre-sente en el instante que siguió al Big Bang.

Volver sobre sus palabras, intentar comprender por un momento el presente de la obra ocaranziana: Rescribir sus textos.

1 La máquina de escritura que intento oponer a la obra de Ocaranza es posible funcione como un espejo que posibilitará un mayor desenvolvimiento de sus palabras, de sus imágenes, de sus metáforas, de sus silencios. Pero nada es seguro.

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La escritura es distanciamiento, des-ubicación, de los otros, del mundo, del lenguaje, de uno mismo. Escribir es llegar a ser otro. Es perderse, desaparecer para todos menos para uno: salir del encuadre y hablar en off para un auditorio que se desconoce si escucha, o siquiera está pre-sente. Como una voz que habla para sí, que se crea hablando de nada, balbucean-do o hablando del movimiento browniano de las partículas.

En uno de sus artefactos Nicanor Pa-rra escribió:

El mundo es lo que esY no lo que un hijo de puta llamado EinsteinDice que es.

O tal vez sí. Tal vez todo se pueda ex-presar en una fórmula, en un teorema, y todo pueda contenerse en una sola figura geométrica. (¿La pirámide con la que soñó Sor Juana Inés de la Cruz, y escribió al-rededor de 1685 revisitando a Góngora? 2)

2 “Piramidal, funesta, de la tierra / nacida sombra, al Cielo

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Acaso sólo seamos un teorema del tiempo; resonancias sonoras del comienzo del uni-verso. Una contradicción infinita y vacía, imposible de conceptualizar: la gran me-táfora de la negación, el infinito negati-vo, que es como decir que el no-valor, el 0, puede tener una contraparte negativa.

¿Cómo acercarse a la metáfora del lenguaje, a lo que rehúye ser nombrado? Imposible sortear el vacío desde las pala-bras. Absurdo intentar trazar límites a la poesía. Es mejor saber, desde el comien-zo, que se fracasará. Que las palabras nos distancian de los otros, de nosotros mis-mos, de toda la materia existente y que existirá en algún tiempo: los significados de las palabras siguen el cauce expansivo del universo. Alejándose hacia la nada.

Al final todo será consumido por el ol-vido. Los textos serán espejos en los que resonarán otros textos; y los autores, la parte posterior de ellos. Escribir es un irreparable fracaso.

encaminaba / de vanos obeliscos punta altiva, / escalar preten-diendo las Estrellas” ▲

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Contexto:

Los veinte perros amarillos

I

Hoy en Michoacán, como antaño, los ataúdes y las tumbas congregan a las per-sonas y a sus familias. En las inmediacio-nes del lago de Pátzcuaro, desde tiempos prehispánicos, existe la tradición de visi-tar y llenar los cementerios para celebrar el regreso de los difuntos en la noche de Día de muertos. En casa de mis padres montamos un altar dedicado a nuestros muertos: adornamos con flores amarillas, servimos los platillos que les gustaban, colocamos un poco de agua y sal, un es-pejo, y por esa noche, sabemos que nadie está solo.

Nuestras maneras de asumir la muerte están en continuo cambio. Ahora en Morelia, como en muchas partes del

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país, la muerte se ha convertido en un hecho diario: la bandera de una época. En gran parte por la guerra que mantie-ne el gobierno contra el narco, o el narco contra el narco, o la ciudadanía contra el narco, o la ciudadanía contra la ciudada-nía, aunque esta guerra no sea más que un movimiento de dinero en el que no pierden los accionistas, sólo la sociedad que aporta su trabajo, su esperanza y a los muertos. Qué signo tan funesto para estos tiempos abanderados por los pro-gresos éticos y legales en la convivencia y respeto a las minorías, a la democracia; pero así se vive cada vez con más frecuen-cia en Michoacán y en México: viendo como nuestros familiares y conocidos se suman a la cifra de muertos diarios por la Guerra del Narco.

El mismo grupo de personas que se reúne para bailar, festejar, jugar y estudiar se congrega para llorar y compartir la incredulidad ante una violencia que acribilla a la sociedad desde su interior:

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desde las filas del narco o desde las mismas instituciones públicas creadas para servir.

Escribe Iván Thays: “lo peor que podría pasarnos era acostumbrarnos a la muerte, a la impunidad, al horror, al Mal”; porque después vendrá la indife-rencia: un tiempo en el que ya nadie llo-rará los días y semanas de mutilación; sólo se verá pasar la muerte como un he-cho enmarcado por la comodidad y el so-por de lo cotidiano.

II

La muerte revelada como una eternidad, como la única eternidad en el universo; no como un fin, sino como un motor de mo-vimiento: una explosión de materia que pone todo a circular, un comienzo donde el caos impera hasta a nivel subatómico: la entropía máxima.

Vivir y morir son actos inseparables e infinitos; así como sumar y restar son hechos indistintos para la materia, según

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Newton. La muerte como símbolo de crea-ción marca la pauta de la obra poética de Ramón Martínez Ocarnaza; es su centro imaginario. Para él la única forma de es-cribir sobre el dolor y la incredulidad, que ocasiona la muerte, es partir del dolor mismo.

En la obra ocaranziana la muerte nunca se asume con indiferencia; el dolor al escribir, es el dolor que se siente al leer. Ocaranza escribe desde la muerte, contra ella. Cada palabra un dolor, como si la poesía fuera el dolor de lo desbordante. Hablar de lo mortuorio fue su manera de exponer todas las represiones y muertes que le tocó vivir. Y que ahora, a nosotros, nos toca vivir tan cerca. Que nos ha toca-do sufrir tan cerca. La vida, esa bala que no está dirigida a nosotros, pero nos que-ma la mejilla.

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Tierra de perros

Van 150 mil muertos en México por la narcoviolencia: Panetta

• El secretario de Defensa estadunidense dijo lo anterior tras una reunión trilateral en Ottawa• La cifra mencionada corresponde a todo el continente en un año, precisan Sedena y Marina

(DE LA REDACCIÓN)

El secretario de Defensa de Estados Uni-dos, Leon Panetta, afirmó ayer que “150 mil personas han fallecido” por la vio-lencia entre los cárteles en México. Tras reunirse con los titulares de Defensa y Marina, señaló: “Yo pienso que el número que los oficiales mexicanos mencionaron fue de 150 mil”.

Las declaraciones de Panetta, que no precisó a qué periodo se refería, se conocie-ron en el contexto de la primera reunión de titulares de Defensa de Canadá, Estados

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Unidos y México, realizada en Ottawa, con el objetivo de intensificar la cooperación de los tres países para combatir el tráfico de drogas y coordinar las ayudas necesarias en caso de desastres naturales.

Medios canadienses reportaron que Galván dijo a sus contrapartes que su país está enfrentando una “amenaza co-losal” de los cárteles, y que éstos se están peleando entre sí por el control de rutas de contrabando usadas para trasladar drogas al norte del continente.

Galván expresó que la guerra contra las drogas “ha costado la vida a 50 mil mexicanos” y advirtió que los cárteles que operan en su país tienen nexos tanto en Canadá como en Estados Unidos. Asimis-mo, precisó que las más recientes cifras oficiales dadas a conocer en enero de este año en México, indican que desde 2006 han muerto 47 mil 500 personas a conse-cuencia de la violencia del narcotráfico.

En la reunión de Ottawa, los gobiernos de México, Estados Unidos y

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Canadá formalizaron un mecanismo de diálogo permanente para forjar “alianzas clave” contra las amenazas a la seguridad de Norteamérica.

En conferencia de prensa conjunta, en que participaron los dos funcionarios mexicanos, el estadunidense Panetta y el ministro de Defensa de Canadá, Peter MacKay, el general Galván resaltó: “No venimos a mencionar quiénes son los cul-pables del problema, es obvio que todos los gobiernos hemos dejado de hacer algo para que el narcotráfico se encuentre en la dimensión que observamos ahora”.

El canadiense MacKay dijo: “Lo que estamos viendo hoy es el reflejo de un muy fuerte deseo por parte de los tres países de entrar de lleno a la solución de estos problemas”.

Por la noche, las secretarías de la De-fensa y de Marina desmintieron haber re-ferido la existencia de 150 mil muertos en México, derivados de la violencia entre or-ganizaciones criminales, como afirmara el

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secretario de Defensa de Estados Unidos, Leon Panneta, en la Reunión Trilateral de Ministros de Defensa de Norteaméri-ca. Esa cifra, aseguraron, corresponde “a todo el continente americano al año”.

El comunicado señala: “En cuanto a los homicidios presuntamente ocurridos por la violencia entre organizaciones cri-minales, los participantes en esta reu-nión conversaron sobre alrededor de los 150 mil casos registrados en el continente americano al año, y no sólo los observados en México”.

[Nota en periódico La Jornada, México, miércoles 28 de marzo de 2012, p. 5]

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Elegía de los triángulos:

Día de muertos

1. Oquedad. f. Insustancialidad en lo que se habla o se escribe. Espacio que en un cuerpo queda vacío. La propia letra O presenta una oquedad en su forma, ape-la a un vacío interior que nunca se llega a tocar o aprehender, sólo a especular a través de su sustancia. La O circunda el vacío (la muerte). Sólo en la circunferen-cia no existe el azar, escribió José Emilio Pacheco; dentro y fuera de ella el caos im-pera.

Como sólo es posible conocer el vacío por lo que está a su alrededor, para ha-blar de la oquedad es necesario pensar en todo lo que existe fuera de ella: en el ta-maño del universo; es decir, en el propio concepto de «infinito».

Lo «infinito» apela a la existencia de una agrupación sin fin de objetos; y como

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conjunto, éste puede incluirse en otra se-rie infinita, dentro de otra serie, etc. (Un infinito sumado a otro infinito siempre re-sulta infinito.3) Lo que nos regresa al co-mienzo: al 0, al no-número, al no-objeto, al no-valor, de donde todo comienza, ha-cia donde toda va: al vacío, a la oquedad.

Me he preguntado varias veces, ¿ha-brá algo más vacío que ser humano?: siem-pre buscando un sentido a la realidad que se percibe; aun cuando la realidad es un concepto que nosotros mismos construi-mos a nuestro alrededor. Una ilusión in-tangible que da forma a la existencia, o le da un cauce.

¿Para qué dotar de otra capa de ficción a la realidad, que ya es impostura?

Acaso para encontrar un sentido a través de las conjeturas de la escritura; para unir hechos en apariencia inconexos entre sí; para saltear la oquedad del ser. Las tres hipótesis, igual de admisibles.4

3 ∞+∞=∞ / Angustia + Angustia = Angustia

4 Igual de inaceptables.

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Se me ocurre que el signo con el que se representa el infinito son dos oquedades conectadas: dos vidas sin sentido tratan-do de dárselo acoplándose en un mismo movimiento.

Escribir para saltar dentro del vacío que circunda los pensamientos, para no quedarse sumergido en los fragmentos rotos del espejo sobre el camino. (“El pen-samiento humano parece aborrecer el va-cío,” dijo George Steiner.) Se escribe como se vive: desde una posición diferente cada vez. Einstein no nos mintió: el universo no ha dejado, ni dejará, de cambiar un solo instante. Pero dependemos demasia-do de la percepción, cuando tal vez lo real5 está más allá de todo. La verdad: el vacío está sobre nosotros.

5 Es necesario suspender la realidad y tratar de formular nuevas reglas para percibir las cosas ordinarias. Girar sobre sí mismo e instaurar otro orden a la mirada, volver a girar para modificarla y extrañarla todas las veces que un modelo comience a arraigarse.

Mantener lo irreal en el mundo es una constante lucha contra lo ordinario de la vida.

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Bienvenidos a los no-días, a la oque-dad del ser: a la escritura.

Bienvenidos al desierto de lo real.

2. Ramón Martínez Ocaranza. (RMO.)Escritor michoacano, luchador social,

opositor político, poeta del caos.RMO nació el 5 de abril de 1915 en

el pueblo de Jiquilpan (o como él escribía: Xiquilpan) en el estado de Michoacán, muy cerca de la frontera con Jalisco, a mitad de la guerra civil revolucionaria y sus interminables cambios de dirigentes. De ese mismo lugar fue oriundo el expre-sidente Lázaro Cárdenas del Río (1895-1970), quien fue gobernador del estado, y en su mandato presidencial materializó la reforma agraria y expropió las plantas petroleras en 1938. Donde también fue originario el poeta y filósofo novohispano, Diego José Abad (1727-1779).

El día del natalicio de RMO hubo ru-mores en el pueblo de que llegaría al pue-blo el señor de la guerra don Francisco

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Murguía, un carrancista que tenía asolado a toda la región; así que sus padres, An-tonio Martínez Godínez y María Ocaranza Gálvez, junto con varias familias de Jiquil-pan, huyeron buscando refugio al cerro de San Francisco. En una barranca de ese ce-rro nació Ramón Martínez Ocaranza.

La casa de sus padres estaba muy cerca de la plaza principal del pue-blo; desde esa casa, en su niñez, RMO fue testigo de la violencia de la guerra revolucionaria,6 expresada en los comba-tes entre las tropas de Enrique Estrada y las del bandolero Inés Chávez García. En su autobiografía Ocaranza recuerda a varios estradistas colgados en los fresnos

6 Hoy, a comienzos del siglo XXI, en México, en especial en Michoacán y sus alrededores, la historia parece volver sobre su antiguo trayecto. La violencia impera; los muertos vuelven a tener el control del imaginario del pueblo. Vuelve a haber col-gados. Cuerpos suspendidos de puentes, para ser vistos, para prenderse de la memoria de los vivos. Hay gente que mira los cuerpos en el aire como péndulos que oscilan sobre la cabeza de todos; cuerpos que seguirán oscilando en nuestra memoria. Hay mantas. Y las mantas tuercen el lenguaje, tuercen la len-gua, y nos tuercen un poco a todos cada vez. Hay bloqueos en los caminos, automóviles quemados, gente quemada, gente de-capitada, gente desaparecida, y hay cadáveres.

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de la plaza principal, “pelaban los ojos, sacaban la lengua, enchuecaban la boca, y danzaban la danza de la muerte con un siniestro ritmo de pavorosa arquitectura.” A la edad de doce años, el 24 de octubre de 1927, Ramón Martínez Ocaranza presen-ció el violento choque entre un grupo de cristeros frente a un grupo de personas que defendieron Jiquilpan del saqueo. Esta exposición temprana ante la muerte y ante la impunidad de los crímenes polí-ticos sería una constante a lo largo de su vida: hechos que marcarían la línea temá-tica que trazó con su poesía.

RMO fue Bachiller por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) en Morelia donde tiempo des-pués dio clases de Literatura Mexicana por alrededor de veinticinco años. Su do-cencia se vio interrumpida en el periodo de 1966 a 1968 debido a su intervención en las luchas estudiantiles en Michoacán (antecedentes directos del movimiento es-tudiantil del 68): Ocaranza impidió una

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masacre de estudiantes en 1963 y otra en 1966 como presidente de la Federación de Maestros Universitario, por lo que fue encarcelado con su familia. Su familia sa-lió en poco tiempo y el 28 de diciembre de 1966 él fue puesto en libertad ante la pre-sión hecha por estudiantes e intelectuales del país.7

Desde 1932 se enroló en las filas del Partido Comunista Mexicano, cuando los poetas surrealistas André Breton, Paul Éluard y Louis Aragon también estaban enrolados, cuando la Revolución Cubana aún no se planeaba, ni esta pertenencia estuviera ligada después a movimientos literarios de moda como el Boom. Llegó a fungir como presidente en Michoacán de la Sociedad de amigos de la URSS, e ir a Moscú como su representante.

Ocaranza se caracterizó por apoyar a las víctimas de agresiones dictatoriales

7 Carlos Pellicer, David Alfaro Siqueiros, Efraín Huerta, En-rique González Rojo, Eugenio Arriaga, Gastón García Cantú, Henrique González Casanova, José Emilio Pacheco, José Re-vueltas, Thelma Nava, entre otros.

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y extranjeras como a la gente de España, Cuba, Guatemala y Nicaragua.

La obra poética de Martínez Ocaranza se puede dividir en tres periodos:

El primero de estos momentos inicia con la publicación de su primer libro: Al pan pan y al vino vino en 1951 y termina en 1968 con Otoño encarcelado. Se suma a este periodo su libro póstumo Vocación de Job de 1992 escrito a principios de 1961 en diversos sanatorios de México y Mos-cú. Esta etapa se caracteriza por el uso de las formas vanguardistas del siglo XX y la constante reflexión acerca de la soledad y el destino de la humanidad.

En su segunda etapa, Ocaranza pu-blica sus libros de ensayo sobre literatura mexicana mas no publica nada de poesía. En este periodo prevalece el silencio so-bre la poesía (o prevalece como otro tipo de poesía): para Marguerite Duras escri-bir también es no hablar, es callarse, es aullar sin ruido. Dolerse en silencio. Oca-

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ranza calló, y en esos aullidos sin ruido permitió que la afonía, tan perjudicial para tantos poetas y escritores, lo llevara a encontrar en su propio dolor su voz poé-tica. Fueron cinco años imprescindibles en los que encontró la hierofanía tan bus-cada desde sus primeros poemas gracias a las lecturas de mitología prehispánica, autores culteranistas y la Biblia.

La última etapa se compone por la publicación de los libros: Elegía de los triángulos (1974), Elegías en la muerte de Pablo Neruda (1977), Patología del ser (1981) y La edad del tiempo (1984). Te-tralogía de la agonía, la lobreguez y la po-dredumbre que carcome la existencia del ser humano. Para Enrique González Rojo estos libros representan “la colección de llagas más impresionante en lo que va de la poesía mexicana.” En estos libros Oca-ranza consigue llegar a la cima estética de su poética (y al fondo de la enferme-dad de la que se nutre la realidad del ser, la carcoma: la otra sima): la forma de la

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enferma realidad. Esa patología no podía ser expresada de forma clásica, románti-ca o moderna, no después de haber vivido los horrores de la Guerra Civil mexicana, la española y dos Guerras Mundiales, no después del silencio que ponderaba Theodor W. Adorno a la poesía después del Holocausto; por eso la expresión de Ocaranza al dolor y la muerte tenía que ser violenta, paradójica y contradictoria. RMO escribió: “El Ser es una disciplina del No-Ser”, y: “Morir es no morir para que nadie nos hable de la muerte”.

Su obra sólo tiene par, si es que la narrativa y la poesía pueden ser compa-radas, con la del escritor duranguense José Revueltas (1914-1976), a quien cono-ció a temprana edad en alguna cárcel y de quien fue gran amigo y camarada. Sus obras comparten una asimilación y tergi-versación de las formas vanguardistas de entreguerras, una representación cruda de la problemática social y política que vi-vía México en sus tiempos, y la presencia

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de temas mitológicos prehispánicos. Hoy en día la obra José Revueltas es reconoci-da y es leída; contrario a lo que pasó con la obra de Ocaranza. que fue ninguneada por casi todo el gremio literario posterior; su exclusión de todas las antologías de poesía mexicana del siglo XX es muestra de ello.

Pocos poetas lo conocen, una cantidad menor de éstos lo han leído y sólo pocos lo aprecian; entre ellos Efraín Huerta, Enri-que González Rojo y los poetas infrarrea-listas Ramón Méndez Estrada y Mario Santiago Papasquiaro; este último quien escribió:

Este verso se cae de brindar a la salud de Lilia PradoLo estoy viendo ¡otra vez! cagarse de risa–A la manera del dragón Martínez [Ocaranza–

Un brindis por el dragón Martínez Oca-ranza quien murió en Morelia el 21 de septiembre de 1982, después de haber vi-vido dos guerras civiles en México, la II

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Guerra Mundial, la Crisis de los misiles, la Guerra Fría; y sabiendo que, a pesar de no haber estallado una III Guerra Mun-dial, la amenaza nuclear nunca se difumi-naría del horizonte de la humanidad.

La primera vez que leí a RMO fue en el verano de 2008, en Morelia, en donde cursaba estudios universitarios de lite-ratura hispanoamericana en la UMSNH. El libro en cuestión fue Patología del ser. Ignoraba que ese poemario pertenecía a la última etapa poética de Ocaranza, pero esa ignorancia o ese vacío o esa dejadez bibliográfica, que sólo podía ser achacada a mi extrema juventud, no restó un ápice a mi deslumbramiento.

Gracias a que el auditorio de la facul-tad de letras lleva el nombre del vate mi-choacano, fue que me interese por leerlo. Me preguntaba por qué se había deter-minado esto si Martínez Ocaranza es un poeta desconocido en México.

Uno nunca sale indemne de ningu-na lectura, menos de un enfrentamiento

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como ése, en donde se pone en duda y re-bate la existencia a cada página.

Nadie se pierde. Todo participa en la terri-ble perfección. // Nacemos por morir. // Y es la muerte la que nos lleva por la muer-te. // ¡Camino de lo eterno! // ¿Qué sería del hombre sin su muerte? // Fenomenología de conciencias // Que se deshace en la circun-ferencia. // Dadme un morir. Y moveré la tierra.

¿Por qué la literatura mexicana se obstina en olvidar a un autor como Ocaranza? ¿Será por su desapego a los valores canó-nicos? ¿A que siempre fue considerado un poeta de provincia, y por lo tanto periféri-co? ¿A que no perteneció a ningún grupo literario? ¿Fue debido a su marcado com-promiso social o por su radical postura ideológica? ¿Porque le escupió al sistema en la cara, y se mofó?

3. Odradek. m. Objeto inútil. Objeto roto. Objeto vacío. Objetivación de la memoria.

Para Franz Kafka su odradek era un

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carrete de hilo plano con forma de estre-lla que nunca llegó a atrapar, que perdió en su imaginación, o que nunca existió; es decir, su odradek era su propia sombra: el fantasma (palabra que en su raíz grie-ga se emparenta más con la imaginación que con lo paranormal) que lo acechaba a cada paso. Su odradek era la sombra de su imaginación que guiaba su mano para seguir una dirección en sus textos, y no otra, o para perderlo.

Enrique Vila-Matas utiliza el nombre odradek para designar a los inquilinos negros, los dobles (Doppelgänger o Kage-musha, según la lengua desde donde se piense) de escritores y artistas. Sus som-bras inaprensibles, su imaginación repre-sentada; sus fantasmas hechos presente. Objetos minúsculos que encarnan a aque-llas sombras espectrales que ofuscan la imaginación. Objetos fútiles que hacen tener presente que: “lo inútil es bello por-que es menos real que lo útil, que se con-tinúa y prolonga”, en palabras del propio

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Vila-Matas. Objetos que ponen en abismo la relación del poeta con la poesía: el poe-ta en un extremo del lenguaje / la poesía como el centro vacío de gran lenguaje me-tafórico, inaccesible por completo al mis-mo / poeta que siempre lo busca.

Elegía de la estatua

I

Pensaba que tu estatua era inmaculada; fui a desengañarme.

Al comienzo (o al final, depende de dónde se vea) de la calzada que Morelia ha dedicado a sus cronistas y poetas, en-tre el orquidario de la ciudad y el Centro de Convenciones, está tu rostro lleno de polvo, tu rostro de cobre ennegrecido por el smog de una avenida que fue superada en capacidad desde hace años, por el trá-fico de una ciudad estancada en sí, que ya no crece: se aglutina en el espacio y dis-tiende el tiempo a su alrededor.

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Yo no veo ninguna orquídea de las que tanto nombras en tus poemas; estan-do parado junto a tu estatua, todas las que pudieran verse están detrás de gran-des vidrios opacos. No hay geranios o gi-rasoles a la vista, sólo camelinas. Estar cerca del orquidario sin poder ver lo que hay dentro es una mala broma de la ciu-dad. O tu última broma a Morelia: no mi-rarla, y en su lugar, ver la maleza crecer desde su interior.

Sólo te acompañan las palomas, que me imagino, ahora son tus profetas devo-tas y discuten tus salmos que carcomen la ciudad entre sus versos, de la misma for-ma que su freza terminará por consumir casi toda la cantera que hay en la ciudad. Y Morelia será un rumor más. Ruinas que alguien caminará en el futuro buscando vestigios de vida.

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II

Así que fui a ver tu estatua para decirte que:

Las escrituras se mancharonde odio negrocuando llevábamos la ofrenda.

Esta ofrenda: estas palabras. No me ve-rás de pie ahí, inmóvil, esperando una se-ñal que nunca llegó, y que nunca pensé llegaría.

No te conocí en persona, mucho me-nos te escuché. Nunca compartimos una botella de charanda o de vodka, o de lo que fuera; sólo fotografías y libros. Dema-siadas palabras.8 Palabras como ecos. De-masiada poesía.

Algún día, acaso dirán que viví en la misma ciudad que tú. Y por un capricho del tiempo o debido a que nuestras vidas

8 “Las palabras, esas distancias de algo / palabras, manos que quieren sujetar un tiempo que es un rostro / o el sonido de otra palabra”, escribió José Carlos Becerra.

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estén en un punto tan remoto del pasado que cincuenta años no sean nada, o sea una cantidad tan insignificante que se pasará por alto, nos hagan coincidir en tiempo, en la misma ciudad. Tal vez es-criban, o cuenten, que hasta nos llegamos a conocer. Que contigo bebí licores fuer-tes, como metal fundido, y me enseñaste la forma correcta de nombrar al pan pan y al vino vino, para hablar de otras cosa menos serias.

Acaso estaremos juntos en el olvido, y por fin imagine tu estatua inmaculada.

De la ventana enloquecida

Colocar delante de uno la figuración de sí: convertirse en el otro, el que habita el texto. Saltar de la realidad: a) al blanco-y-negro de las hojas y la tinta; b) a los 0 y 1 de la hoja digital binaria. Escribir es el arte de la imprecisión, de las emociones abstrac-tas: la frágil geometría de las sensaciones.

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Es el trabajo incesante de hacer embonar la realidad dentro en un modelo gramáti-co. Sabiendo que la realidad (sea lo que sea eso), por supuesto, no tiene sintaxis; al con-trario, es como el movimiento caótico del cáncer a través del cuerpo humano.

Al escribir presiento al mundo más artificial, distinto de sí; aunque sólo por-que un objeto, una persona o una acción dentro de ese otro mundo, ha sido cam-biado. La realidad escrita es una copia disímil del mundo: una mímesis mutante que trasmutará de forma cada vez más radical en cuanto se reflexione en su na-turaleza, o se quiera seguir d-escribien-do. La realidad es una multiplicidad ina-barcable, infinita.

Escribir es la incesante búsqueda de todos los momentos que se han ido. Es nuestro vago intento de restituir algo de nuestra vida, de la vida de los otros.

Mucho de lo que era se ha perdido.Todo lo que fue se perdió.

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Se trata de engañar al tiempo; mas éste abandona: no vuelve. Como no vuel-ven las oportunidades perdidas, ni las flechas lanzadas, ni las palabras dichas, ni los poetas, ni los muertos por mucho altares o notas en la prensa que hagamos en su nombre. Nada vuelve.9

Rescribir es una suerte de restitución de las palabras perdidas, o que creímos per-didas. Arqueología de la memoria y los deseos. Volver a escribir lo que ya fue ya escrito es hacer evidente que cuando se escribe siempre se reinventa el pasado. Rescribir es, para Cristina Rivera Garza, “un trabajo sobre todo con y en el tiempo […] implica volver atrás y volver adelan-te al mismo tiempo: actualizar: producir presente.” Estar y no estar a la vez.

Cuando se intenta rescribir obras de otros autores se explicita el eterno proble-ma de la influencia. De la que nadie es-

9 No vuelve la confianza, no vuelve el amor, no vuelvo yo. (Ni las oscuras golondrinas, no te engañes, Bécquer.)

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capa, aunque no escriba. Volver sobre las palabras ya dichas conlleva un deseo de insatisfacción por lo escrito y por la cir-cunstancia de donde nacieron. Angustia de volver a caer en las mismas trampas del lenguaje. “Todo está dicho y llegamos demasiado tarde”, dijo Jean de la Bruyère en el siglo XVII. Rescribir pone en entredi-cho la idea de originalidad.10

Miren cómo hace el otro al escribir y trata de dar un salto para alcanzar ese inasible puerto:

Yo sólo soy yo; no soy quien escribe estas páginas, ese es el otro, el otro sien-do RMO, que a su vez era otro cuando escribía. Yo soy RMO. Y ninguno de los dos escribió nada original. Nada. Fraca-samos, y en nuestro fracaso está nuestro posible triunfo: nuestro apego por seguir escribiendo que alguien rescribe mientras lee esto.

10 Este libro lo escribo yo y RMO. Porque ya no sé dónde terminan sus palabras y comienzan las mías. No sé cuál de los dos escribe esta página.

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Contralenjuage:

Un redactor de sombras

Entre las palabras y la realidad existe una relación de interdependencia que la humanidad ha ido modificando a través del tiempo. El género humano, se dice, fue ideado para nombrar todo lo que había sido creado. (“En el principio era la pala-bra.”) Para tal encomienda se inventó un Lenguaje único que revelaba la esencia de las cosas al momento de nombrarlas. Concepto y materia unidos. Después vino la destrucción de la torre de Babel y con ello la dispersión de la humanidad por toda la tierra: la Lengua rota.

Ahora las lenguas usan conceptos arbitrarios, producto de aquella alianza quebrantada entre concepto y mundo. ¿Qué hacer con las palabras rotas que la humanidad legó de la fractura consigo misma?

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La poesía recorre el lenguaje a los espa-cios que las palabras no logran conceptua-lizar, volviendo así a restituir su esencia perdida durante pocos instantes. La poe-sía es la contrametáfora de la fragmen-tación del lenguaje: restituye todos los significados que han tenido las palabras antes de ser nombradas, mueve el centro de los significados hacia el reflejo de su forma.

La poesía, oblicua sombra de los conceptos.

La poesía es abandono, escribió Oc-tavio Paz; abandono de la intuición que se tiene de la realidad. Pensar de forma poética implica pensar al margen11 de los

11 Pensar aquí y allá: desde dos o más lugares al mismo tiem-po. Pensar desde los límites de los textos y más allá; desde estas palabras que son sombra de otras. Pensar sin la línea (sin ninguna frontera) que divida y separe el allá del acá, del más allá del aquí (de los muertos y de los vivos). En un espacio sin denominación ni tiempo. Pensar sin ningún puerto; al con-trario, quemando todas las naves. Escribir desde una escalera que esté a punto de quebrarse y de hundirse con un ruido sor-do. Escribir sin destino ni futuro, como quien corre, motivado por el único gusto de correr, a través de un territorio amplio pero finito, y quien, al llegar a su límite, da media vuelta y sigue corriendo. Porque todo territorio puede ser recorrido de formas infinitas con tantas variaciones que harán que nunca

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textos, de todo lo dicho, de todo lo repre-sentado, todo lo conceptualizado, para volver a proferir las palabras imaginan-do que nunca antes se hubiese articula-do. Dar una forma única a lo inasible y al terminar quebrantar esa forma. Mas nombrar implica repetir la carga simbóli-ca de todas las veces que las palabras han sido escritas y dichas: todos sus conceptos descontextualizados.

Incertidumbre y desasosiego ante las pa-labras; voluntad de nombrarlas, de resig-narse ante ellas12:

Hay poetas que van al frente del campo de batalla solos con sus palabras, enardecidas en el deseo de lo nuevo, como

sea el mismo territorio el que se re-corre. Escribir con la vida de por medio, sin que importen los límites; con honestidad, sin mentirse a sí mismo. Y volver a pensar desde varios lugares a la vez, como varias personas a la vez, porque la literatura es pensar de nuevo el mundo, llevando a los de allá, a los de acá, a todos, sobre las palabras.

12 “Escribo sonriendo con las palabras, pero mi corazón está como si pudiese partir, partir como las cosas que se rompen, en fragmentos, en trozos, en basura”, escribió Fernando Pessoa como Bernardo Soares.

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únicas defensas contra el olvido. Hay poetas nacidos bajo el signo del sol negro, autores malditos expulsados por una sociedad que no los logró asimilar, poetas que desdeñan esa realidad de negación y la cambian con sus palabras. Ramón Martínez Ocaranza es de estos últimos, un (monstruoso) redactor de sombras; un profeta de la muerte, un dragón de la podredumbre ontológica, un poeta de salmos para desengañarse de la falsedad de las cosas:

Palabras. Sólo palabras. Y al carajo.

Elegías de los símbolos

1ra elegía

En 1998 el físico y cosmólogo Michael S. Turner creo el término para nombrar lo que desde 1915 Einstein ya había con-siderado para que su teoría de la relati-vidad fuera viable: la existencia de una energía que sólo reaccionara a la fuerza

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de gravedad, que ocupara la mayor parte del universo y de esta forma permitiera la expansión de la materia después del Big Bang: la energía oscura.

La energía oscura es un tipo de quin-taesencia, un tipo de energía del vacío, una energía repulsiva constante en el universo.

Desde Aristóteles, pasando por Leu-cipo de Mileto y Pitágoras, el vacío era considerado necesario para que todo mo-vimiento fuera posible. Más tarde el fi-lósofo, astrónomo y matemático Pierre Gassendi demostró,13 en 1649, en su Syn-tagma Philosophiae la necesidad del va-cío para que el universo fuera posible.

13 “Siendo todo lleno, no queda espacio alguno para llenar. Ahora bien, un cuerpo determinado (a) o sería rechazado o po-dría ocupar el lugar de otro (b), cosa que sobrepasa la fuerza de la naturaleza, desde el momento en que aquellos cuerpos ocuparían un mismo lugar y se compenetrarían totalmente. Se comprenderá que ningún cuerpo colocado en esta masa es capaz de abandonar su lugar por ocupar el lugar de otro. En efecto, el cuerpo (a) que ha de moverse, chocando con un lugar lleno, tendrá que echar de él al cuerpo (b) que lo ocupa, pero ¿a dónde se retirará este (b), si el resto de la masa está lleno? Y si se admite que este cuerpo (b) a otro cuerpo (c), la dificultad será siempre la misma. En conclusión, si el primer cuerpo no puede salir de su lugar, no es posible que empiece nunca el movimiento.”

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Hoy se sabe que la energía oscura re-presenta más del 70% del total de ener-gía-materia de todo el universo.Fuera de los muros de nuestros símbolos se extiende una inescrutable nada. Mile-nios y milenios de vacío, y una fuerza que hace que todo se esté separando: galaxias, estrellas, planetas, naciones, personas…

2da elegía

Si el universo comenzó a existir en el ins-tante posterior a la gran singularidad es-paciotemporal, de densidad infinita, como muchos científicos sostienen; significaría que todo lo existente en el universo, todo lo que ha sido y será, todo lo que ha sido soñado e imaginado, llegó a existir, como un conjunto de densidad crítica, en una sola partícula antes de que ésta colapsa-ra. En ese caso el pronunciamiento «todo es todo» de los alquímicos es verdad.

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En la fracción 1/10-35 de segundo des-pués de la explosión de la gran fluctua-ción cuántica, el universo se expandió con violencia y de manera exponencial, dispersando toda la materia y la antima-teria originada. Sin embargo, en el ins-tante de mayor expansión del universo, la cantidad de materia existente superó a la de la antimateria, produciendo con esto una asimetría llamada bariogénesis que terminó con la antimateria del universo. Así, la dualidad primigenia se perdió.14, 15

El universo que experimentamos se basa en las estructuras que se genera-ron con la materia resultante; de la anti-materia sólo hay suposiciones y experi-mentos de los que se obtiene muy pocos miligramos a la vez, ya que de la poca

14 Yo y tú, fueron separados desde entonces.

15 “La teoría sostiene que millones de años fueron incuba-dos / como segundos mientras la existencia de las partículas / cuánticas dio origen a la muerte / La muerte se desprendió por fuerza gravitacional […] // La teoría sostiene […] que las emes no son sino ecos lejanos de otras emes invertidas / La letra O es el negativo de una letra que a su vez es un agujero en el pecho / La O se hizo con una flecha”, escribió Yaxkin Melchy.

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que se obtiene sólo es posible almacenar el 1% total.

¿Qué sería de nosotros si en aquel primer instante, donde surgió el espacio-tiempo, la antimateria hubiese existido en mayor cantidad y hubiese doblegado a la materia? Nuestro universo, con todas las partículas que lo conforman, sería un antiuniverso.

Nadie niega que pueda existir ese otro frágil universo opuesto a éste en es-tos instantes.

3ra elegía

Cerca de la ciudad de Ginebra, bajo tie-rra, trabaja el acelerador de partículas más grande (27 km de circunferencia) y potente del mundo. El LHC, por sus siglas en inglés (Large Hadron Collider), o Gran Colisionador de Hadrones, se encuentra creando antimateria.

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El Colisionador trabaja acelerando a altísimas velocidades electrones (e-) y positrones (e+) en direcciones contrarias hasta que se estrellan unos con otros. El choque simula el remoto Big Bang, el momento de la creación, y por instantes se crean brotes de materia y antimateria que vuelven a colapsar.

Uno de los temores de estos experi-mentos es que en algún momento se pue-den crear agujeros negros estables, y toda la materia existente sea absorbida en uno de ellos; sólo sería necesario que el aguje-ro tenga el diámetro de una pequeña ca-nica para que esto sucediera.

Recuerdo la máquina inventada por un francés en un texto de Salvador Elizondo para obtener energía de las palabras: el anapoyetrón y la consola de lectura que lo hace posible. Grosso modo la máquina funciona extrayendo la energía contenida en los versos de los poemas; mientras me-nos veces haya sido leído y pronunciado el verso, más energía se podrá obtener de él.

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Imagino, siguiendo los lineamientos establecidos por el inventor francés, una máquina que haga colisionar palabras; es decir, una máquina que haga chocar conceptos, signos: fragmentos de realidad chocando unos con otros para que se anu-len entre sí y como resultado se obtengan nuevos fragmentos de realidades en pa-res: conceptos y anticonceptos; es decir, antipalabras.

(La hora de los signos no llegará jamás.)

4ta elegía

Uno de los temores de estos experimentos es que en algún momento se pueden crear palabras negras estables, y toda la rea-lidad existente sea absorbida en una de ellas; sólo es necesario que la palabra ne-gra tenga cuatro letras para que suceda: un contra-Tetragrámaton que invoque al vacío, al no-ser.

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Pero no es necesaria máquina algu-na para que esto acontezca: las palabras están en una pugna constante con los conceptos que representan. La poesía de RMO habla de, y desde, esa tención a la que están destinados todos los signos. Ocaranza escribe en su “Elegía de la Ra-zón Pura”:

Las palabrastienen violentos choquesen sus núcleos.

Es posible que de esos choques, y no de una máquina, provengan los agujeros ne-gros más peligrosos, y con ellos el fin de todo. Un fin inevitable, si se piensa en ello, así como es inevitable que los astros giren por efecto de la gravedad (o la antigra-vedad) alrededor de una estrella y pasa-dos algunos millones de años esa estrella crezca tanto que los absorba y los astros se trasformen en material de combustión que hagan crecer aún más la estrella, hasta que ésta, por falta de combustible,

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reduzca su tamaño de tan forma que la densidad sea tanta que colapse en sí y se convierta en un agujero negro: un vacío que atraiga hacia esa antigua estrella toda la materia y antimateria a su alrede-dor; tal como la muerte hace con la vida.

Piedra del tiempo

Visité el Parque Nacional de Uruapan.Desconozco cuántas veces RMO visitó

este parque, cuántas horas trascurrieron mientras él observaba el movimiento del agua: su interminable fluir, su perpetua caída. Quisiera haberme perdido por los senderos que él transitó pero desconozco cuál fue su ruta privada dentro del par-que. Aún si la conociera, el parque ya no es el mismo: los caminos han sido remo-delados varias veces; se han vuelto irreco-nocibles a los de hace treinta años. Conje-turo. El universo ha cambiado tanto.

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Me detuve frente a la Cascada del Arcoíris (Xupakata) y absorto miré el agua subir, dibujar una parábola en el aire, sostener-se durante un instante, 4 mts encima de mí, una molécula a la vez, y cómo su ma-teria era atraída por la gravedad para cho-car con las piedras y desaparecer por unos agujeros en la tierra. A cada instante que observaba el agua en su trayectoria, me en-simismaba más en mi papel de personaje.16

Estando ahí me pareció que en cual-quier momento la realidad se podía desplo-mar sobre sí, como el agua cayendo hacia no sé qué dirección después de estar flotando.

De alguna forma todos creemos ser cen-tros de gravedad del algo, aunque esto sea mentira. Se cree que todo en algún mo-mento gira a nuestro alrededor, hasta el

16 En ese instante aparece a mi lado Ramón Martínez Oca-ranza, y me pregunta que hago ahí, y yo le respondo que la caída siempre es más lenta mientras más materia involucra. Él piensa un poco en lo que le dije, me ve a través de sus lentes octagonales, y me pregunta si de verdad creo que lo que crea una parábola ante mis ojos es agua, lo que me desconcentra. No alcanzo a responder porque RMO ya no está ahí.

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momento en el que comenzamos a olvidar y cambiamos nuestro estado de grávido a ingrávido, o de levedad (estado que para Italo Calvino es preciso para la literatu-ra del nuevo milenio. Para alcanzar este estado es necesario pasar al terreno de la existencia en lugar de seguir en el terreno del conocimiento), y ya nada se mueve, ya nada cae, el tiempo se detiene, y se puede vislumbrar el infinito en una gota de agua suspendida frente a nosotros.

Jeroglífico: desgarradura

¿De qué otra forma puedo pensar en la escritura, sino como ese espacio cuántico para la reflexión y el reflejo? ¿Y de qué otra forma puedo pensar el reflejo, sino como una fuente de sombra, una fuente para dejar de ser yo, dejar de asumirme como el centro de todo?

La desgarrada forma del espejo: pirá-mide de oscuro mausoleo.

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Memoria:

Elegía de las últimas palabras

I

Tomás Segovia apunta que hay poetas para quienes la poesía es una cuestión es-tética, y otros para quienes es una cuestión vital, como RMO. Nicanor Parra lo sinteti-zó en un verso: “Se escribe para vivir.”

En su obra poética, Ocaranza conje-tura sobre el destino de una sociedad cer-cada por el dolor, al tiempo que danza con la muerte. Su poesía es la lepra, desam-paro y podredumbre, que (des)compone la vida. Ocaranza blasfema contra la inta-chable poesía escribiendo cantos de una arquitectura de gritos17 y elegías. Resta versos al silencio, y presenta ese vacío a su lector. La certidumbre ante la vida muta en canto a la muerte; porque por

17 Santa Virgen de la Poesía, dónde estás.

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todas partes hay preguntas… y ninguna respuesta que nos diga qué hay más allá. Los límites de la vida son los límites del lenguaje, parece decirnos RMO.

Sólo el canto de podridas certidum-bres nos acerca a la realidad.

¿Hay algo más real que la muerte?(Silencio.)

II

Los epitafios de los poetas.En París, escrito en francés por

Georgette, su esposa, sobre la tumba de César Vallejo: “He nevado tanto / para que duermas”.

En Cartagena de Chile, se lee el epita-fio de Vicente Huidobro: “Abrid la tumba / al fondo / de esta tumba / se ve el mar”.

En Ginebra, Suiza, la tumba de Jorge Luis Borges, una extensión de su obra: en inglés antiguo está escrito un verso de un poema épico anglosajón: “Y que no temieran.” En la parte posterior de la

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lápida está grabado el mismo epígrafe que usó Borges para su texto “Ulrica”, verso perteneciente a la saga de Völsunga: “Él tomo su espada, Gram, y colocó el metal desnudo entre los dos”. Más abajo se lee “De Ulrica a Javier Otárola”. El juego ficcional que se emprende con su cuento se apodera desde su tumba de la realidad. En el texto, el narrador, Javier Otárola, cuenta cómo compartió el lecho con la bella Ulrica por una sola noche, y después lo único que le quedó de ella fue su imagen en su memoria endeble. Tras la muerte Borges pasa a ser parte de la memoria de Ulrica y es ella quien escribe sus últimas palabras en la tumba.

De las palabras nacen extensiones que nadie alcanza a vislumbrar.18 Lo que no tiene sentido, como un valor determinado por el azar (Una mariposa bate sus alas

18 Como dos líneas paralelas que sólo logran unirse en el in-finito. Un lugar imposible que nos gusta imaginar, porque nos gusta imaginar que todo puede tener alguna relación: algún punto de contacto.

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en Moscú→), termina formando, en algún punto del tiempo, un orden secreto con otros valores también determinados por la casualidad. Valores + valores, en canti-dades infinitas, que sumados forman toda una red de situaciones que acaban tenien-do sentido para aquel que se detenga a observar por un momento. Como una red, esas armonías hilan vacíos. La literatura es una lluvia que no cae al azar. (←y en Morelia estalla una guerra.)

[Video de la tumba de Borges: «http://www.

youtube.com/watch?v=Kx9YfTEqHNQ»]

Extensiones memorables

El día 27 de septiembre de 2011 fue presentado el segundo volumen de la Poesía Reunida de Ocaranza en la que fue su casa hasta su muerte. Ese mismo día, después de la presentación del escritor Martín Dozal Jottar, se anunció que la

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casa del poeta se convertía en una casa-museo de residencia para escritores e investigadores. La casa contaría con la biblioteca personal de RMO y todos sus archivos para su consulta. El nombre oficial que se le dio a esta instalación fue Casa del Escritor Michoacano Ramón Martínez Ocaranza. Su ubicación: la calle Río Mayo #367, a media cuadra de la casa en donde vivió el escritor venezolano Rómulo Gallegos de 1952 a 1955 en su estancia en Morelia, y en donde escribió gran parte de su única novela ambientada en México: Tierra bajo los pies (1971).

Poder consultar los archivos de algún escritor permite conocer aspectos de su obra y vida que de otra forma sería impo-sible conocer; se abre la posibilidad de in-vestigaciones sobre sus papeles no publi-cados: notas, borradores, textos inéditos, etc. Mas, tener a disposición la biblioteca personal de ese mismo escritor permite darse una idea, tras revisar lo que leía y consultaba, de cómo fue conformando

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su estilo; cuál era su posición respecto a las obras literarias que se estaban pro-duciendo en su tiempo, qué subraya y ta-chaba, cuáles eran sus notas al margen de sus libros.

En las bibliotecas personales hay una dosis de caos y azar; puede que haya un plan de lecturas subyacente, pero siem-pre es posible que llegue un libro inespe-rado que cambie la perspectiva (el cómo se mira y asume la vida) del lector. Sólo es necesario haber leído un libro, o no haberlo hecho, para que toda la escritu-ra de cualquier autor tome un rumbo de-terminado, o para que el escritor deje por completo de escribir por considerar que la vida está más allá de la literatura.

El estilo es una conjetura cuántica, lo que implica una nebulosa de infinitas posibilidades que sin embargo se concre-tizan en una sola forma de todas las posi-bles. El estilo literario es lo más parecido a una biografía.

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Tenía planeado hacer una visita a la casa de RMO, consultar su biblioteca y su archivo, conocer las instalaciones; sin embargo, desde el 24 de abril de 2012 la casa está en venta. El proyecto para que se convirtiera en un museo-aforo cultural y centro de investigación literaria se vino abajo por falta de presupuesto del gobier-no estatal de Michoacán, que era la ins-titución que iba adquirir el inmueble y a mantenerlo en funcionamiento. Mala ad-ministración presupuestaria, nulo interés en el proyecto, desfalco por elecciones pre-sidenciales, se pueden conjeturar varias hipótesis del porqué de la cancelación.

La biblioteca de Ocaranza y su archi-vo fueron resguardados por su hija. No se sabe cuándo ese material vuelva a ser puesto a disposición general. Tal vez nun-ca. Son más ausencias las que conforman la imagen de RMO que concreciones.

Quebramos el corno de los sueños por la soledad de las palabras.

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Olvido:

Nubes de junio

Recorro el centro de Morelia, tratando de verlo tal como la percibiría Ocaranza (mis ojos19 están tan deteriorados como los de él;20 será por tanta lectura, tantos desvelos).

La ciudad que transito está ubicada en un tiempo que no es más el de RMO pero que sigue padeciendo el mismo

19 Desde años uso lentes. Estos se han convertido de a poco en parte de mí. No puedo imaginarme sin ellos. Puedo mirar-me en un espejo sin mis lentes, y verme como una mancha de colores, y no reconocerme sin los cristales graduados ante mis ojos. Miopía y astigmatismo. Como mi madre, como su padre, como la madre de su padre.

Al mirar sin anteojos veo todo como lo que no es. Como un imprevisto movimiento de haz de luz, como una equívoco de colores, como luces que se difuminan para crear más colores, como objetos sin contorno, como si todo en realidad sólo fuera un único objeto que veo a través de un microscopio roto. Tra-to de ver las luces de la ciudad y sólo veo círculos luminosos que se contraponen unos a otros. Trato de ver el rostro de las personas en las calles y sólo veo las luces de la ciudad detrás de éstos, tratando de disipar los rasgos de su cara entre sus circunferencias.

20 Ramón Martínez Ocaranza, en todos sus retratos, siempre aparece con lentes.

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azogue de dolor. Veo la deriva de la ciudad. Estamos en el siglo XV y todo parece a punto de caer por el borde de la tierra, con dirección hacia la nada, para alejarse flotando hasta la más próxima galaxia a años luz de distancia. Pero la nada no es un destino, no es un puerto donde asegurar las naves, sino un no-espacio, acaso el tiempo informe. Lo que veo es la propia existencia que se consume a sí misma con millones de bocas. Me siento como un viajero del tiempo que olvidó en qué tiempo vivía antes de comenzar su travesía; como un viajero del siglo XXI recorriendo la senda que Matsuo Bashō recorrió a finales del siglo XVII, en el que pudo bosquejar un universo sustentado en pocos versos (en pocos trazos), dejando en la incertidumbre del lenguaje el resto de los paisajes. Voy por ese camino sin encontrar los paisajes añorados.

Camino solo. Extraviado entre todas las notas de periódicos y los programas de televisión que le enseñan a sufrir a una

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ciudad sin piel, con los músculos expues-tos y las luces siempre prendidas. Las lu-ces son verdes, son rojas, son el recuerdo que tengo de mi infancia. Son caramelos de colores. Y son las noches donde nos jun-tamos todos a llorar una muerte. Son mi memoria. Es aquella noche en la que re-cibí la noticia de que mi padre había sido secuestrado. Cómo no dolerme la ciudad. Cómo no doblarme ante esta realidad.

Siento que persigo una sombra con este proyecto de rescritura. Sin darme cuenta busco algo que no sigue la conti-nuidad de sistemas lógicos, quebrantado y vacío: la objetivación de una forma de entender la vida y la muerte; el otro que habita estas palabras: mi odradek, el otro Ocaranza.

Experimento el desasosiego al sen-tir que RMO aparece y desaparece de las calles por las que transito. Mis pasos po-drían resonar como los de él y yo los escu-charía venir de la calle paralela a la que voy. Aunque puede que sólo sea el eco de

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mis pasos que rebotan en las paredes y regresa a mí para angustiarme.

(La poesía no está en el objeto que se escribe, sino en las palabras que lo bus-can. No está en el fin, sino en el medio. No está aquí. No está aquí.)

Recorro una senda olvidada, leo una poesía desdeñada sin haber sido leída. Rescribiendo el malestar y el dolor / mi miedo ante el olvido y la muerte. Omito los cisnes para invocar a las tarántulas y a los murciélagos, cambio los paraísos ar-tificiales al sufrir el infierno presente. Y estas nubes de junio presagian el desam-parado de estar persiguiendo al fantasma de Ocaranza; quien me ha hecho creer que todas las cosas tienen una forma más exacta cuando se les nombra. Y aun así yo sigo pensado en el séptimo punto del Tractatus de Wittgenstein mientras ca-mino por la ciudad.

(Tan cerca de la tierra, tan lejos de Ocaranza.)

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Las columnas de las palabras

1. No es la memoria, sino el olvido, lo que posibilita la distancia necesaria para la reflexión.

1.1 Una persona incapaz de olvi-dar no podría concebir conceptos abstrac-tos, como palabra o poesía.

1.1.1 La realidad se le pre-sentaría como un continuum intermina-ble, único e irrepetible. (Lo cual es verdad.)

1.2 Es necesario olvidar todas las rosas, despojarlas de todas sus diferen-cias, que dejen de ser rosas para poder hacerlas propias por un instante. Todas las rosas no están en la palabra rosa, pero sólo así es posible pensarlas.

1.3 El mundo es todo lo que acae-ce, fuera y dentro de las palabras.

2. Las palabras son la abstracción de la realidad.

2.1 Son cajas que se abren de forma diferente en la memoria de cada persona.

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2.2 Su significado se difumina en el mismo acto de pensarlo, más cuando se trata de reconstruir lo que dicen otros.

3. Nada que ha sido escuchado se puede repetir con las mismas palabras

3.1 Ni siquiera las mismas palabras.

3.2 El orden, los términos, su exac-ta combinación: si alguien pudiera repe-tirlos tal como otra persona, escribirlos tal como otra persona ¿qué los diferenciaría?

3.3 Apropiarnos de las palabras de otro en algún punto nos terminará convir-tiendo en extraños para nosotros mismos.

4. Existe una barrera infranqueable entre las personas: las palabras.

4.1 Nos moriremos sin saber lo que los otros piensan.

4.2 Conocer los secretos de otro implica acercarse a su dolor, a una parte de sí que es incomunicable por cualquier arte, ciencia o por las mismas palabras.

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4.3 Pero sólo el dolor une a las personas.

4.3.1 Porque el dolor es lo úl-timo que olvidamos.

4.3.2 El dolor y las palabras son lo único que nos define.

5. Escribir es imaginar cómo sufre la rea-lidad el otro.

5.1 Escribir es sufrir las palabras del otro.

5.2 Escribir es trazar las figuras geométricas inexactas de la percepción y los sueños. (Sueños en forma de triángu-los amarillos.)

5.3 Escribir es tratar de trastocar la realidad con las palabras.

6. Todo lo que no se puede pensar a través de las palabras, se piensa a través de la poesía.

6.1 La poesía es un tipo de pensa-miento que va más allá de la realidad y se antepone al dolor.

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6.2 La poesía es el aliento de lo indecible, es la espesura del pensamiento, son las aristas que sostienen lo abstracto dentro de la memoria.

7. La poesía es olvido del yo.

Declaración poética

Los nuevos medios digitales han cambia-do la forma de apreciar el arte, de crearlo y de conceptualizarlo. El mayor cambio se ha dado en lo que se refiere a la circula-ción de la información.

Hace cincuenta años la información, digamos un libro de poesía, pasaba por un centenar de manos (nodos informáti-cos) para transitar la distancia que exis-tía entre el creador y un lector; lo cual implicaba bastante tiempo. Ahora, po-demos ver en tiempo-real el salto de un hombre desde la estratósfera y al mismo tiempo podemos leer un libro el mismo

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día que es presentado a miles de kilóme-tros de distancia.

Agustín Fernández Mallo sostiene que la información en internet se mueve en una red «libre de escala» en donde en menos de 6 nodos informáticos se puede trazar una conexión con cualquier perso-na del globo. La forma rizomática en esta red abierta se asemeja a un plano semi-infinito, sin interior ni exterior, en donde, trasladado el espacio poético, ya no hay una linealidad en la estructura de com-posición y lectura. Y en donde ya no hay más temas nuevos de los cuales escribir; todo se vuelve en sí, todo sucede en un tiempo múltiple, el pasado trascurre y el futuro retrocede.

Todo es un continuo feedback de for-mas. La poesía (el pasado) y a la ciencia (el futuro) chocan en la hoja en blanco (el presente).21

Andrés Neuman se pregunta: “¿Cien-cias o letras? –y responde– Yo pensaría

21 Poesía → ∞ ← Ciencia.

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en la o.” Mientras Fernández Malló escri-be un haiku igual de preciso que los de Bashō:

E2=m2c4+p2c2,si p=0 (masa en reposo) →E=mc2.

En cuanto al cómo se escribe hoy, princi-pios del tercer milenio, impera el uso de procesadores de texto; ya sea en pc, en laptop, o en tablet. Qué lejos está Ocaran-za, quien nunca escribió haciendo uso de medios electrónicos, como hago yo ahora, y nunca pudo mirar en vivo a un hombre cruzar la estratósfera una y otra vez ca-yendo a la tierra como caen los cuerpos muertos sobre su sombra.

Me pregunto qué escribiría al respec-to RMO:

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[Versión binaria-fragmentaria del poema

“Declaración poética” de RMO. Transcripción

gráfica: Despedacé los ritmos, / las palabras,

/ el feroz contrapunto del concepto, / y tumul-

tuariamente hice un mitin / en contra de lo

bello. // Si quise decir luna, / dije perros mu-

riéndose de hambre. // Si quise decir árboles,

/ predije la lucha de los hombres. // ¡Muera la

luz! / graznaron los cuervos. // Y quemaron la

casa de los libros. // ¡Que se vayan al diablo las

estrellas! / Yo me dedico a ser un tumultuario

/ contra la horrenda estatua / de la poesía que

oculta / la belleza del odio contra el odio.]

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Descontexto:

Cementerio de Morelia

Mañana es día del padre; hoy acompañé al cementerio al mío a visitar al suyo.

Antes de salir, un noticiero del esta-do estaba dando la noticia de que fueron hallados varios cuerpos22 a las afueras de la ciudad. Marcas de tortura. Las cabe-zas se encontraron a 200 metros de los cuerpos. Después de la autopsia seguro se les cremará, o se les enterrará en una fosa común. Cuerpo y cuerpos apilados, que se sumaran a la gran suma infinita de muertos del país.

Al llegar al cementerio compramos algunas flores y recorrimos el camino que tan bien conocemos los dos. Limpiamos la tumba, colocamos las flores y vimos en si-lencio el grabado sobre ella.

22 Cuerpos decapitados y sin ropa, en posiciones tan complica-das, que se asemejaban a las extrañas posiciones de los cuerpos que pintó Miguel Ángel en la Capilla Sixtina a petición del Papa.

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Yo pensé en una honda zanja sin fon-do, y después pensé que mi padre se lla-ma igual que su padre, del mismo modo que mi padre y yo compartimos el mismo nombre. Pensé que este hecho nos une de una manera secreta e íntima porque yo nunca me presento con el nombre de mi padre sino con mi segundo nombre; mi padre también pensó en algo en esos mo-mentos por la mirada que hizo.

Antes de irnos le dije a mi papá que nos diéramos un tiempo para buscar la tumba de Ocaranza. Me preguntó si sabía dónde estaba. Le dije que no con exacti-tud, que lo único que sabía era que estaba a la izquierda de la entrada principal.

Fuimos a las oficinas del cemente-rio a preguntar si sabían la ubicación de la tumba del poeta. Nada. Les repetí el nombre, y añadí: era de Jiquilpan, mu-rió en el ochenta y dos. Su entierro fue todo un suceso en la ciudad. Nada. Des-pués reflexioné en que saber dónde na-ció alguien no ayuda en nada para saber

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dónde murió, y menos a saber dónde está ubicada su tumba.

Caminamos hasta la entrada prin-cipal del panteón y dimos vuelta a la iz-quierda. Comenzamos a buscar la tumba. Pensé en una fotografía de Alfaro Siquei-ros en donde a través de varios barrotes extiende su brazo y mano izquierda. Se-guimos buscando. Pensé en cómo podría ser la tumba de Ocaranza, qué estará escrito sobre ella. Seguimos buscando. Pensé en todos los desaparecidos por el gobierno de los cuales no quedó nada para enterrar: ni cadáveres, ni cenizas: los desaparecidos en el abismo de lo real. Pensé en cómo es que perdemos a quie-nes más queremos.

La tumba no apareció; sólo árboles rotos, flores de condición abandonada, tum-bas sin nombre, el crujir de hojas caídas, muertos que desde la profundidad de la tierra emitían gritos que me hicieron pensar que también desde los reinos de la

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muerte la ciudad se mira terrible y sola. Llena de soledades. Como la de muchas personas que día a día sienten como se van separando del mundo y ven cómo, a pesar de tanta gente, no hay nadie a su lado.

La tumba perdida de Ocaranza se es-cabulló; como se me escabulle un poco de él, y como tal vez a él se le escaparon va-rias tumbas de amigos o familiares. Hay unos versos de sus “Elegías de las tumbas perdidas” que hablan sobre eso:

Las tumbas están llenas de pensamientos abandonados.Y el tiempo duerme en brazos de la muerte.Porque las tumbas están llenas demaldiciones amarillas.

La muerte no es lo otro al final de la vida; es la vida misma: “Nacemos por mo-rir”, escribió Ocaranza en otro poema. El tiempo es relativo y sólo la vida merece ser contada.

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Antes de irnos del cementerio pasa-mos cerca de la tumba de mi abuelo, así que caminamos la poca distancia que nos separaba y nos volvimos a parar frente a ella. Pensé que ante mí, a mí alrededor, en el futuro, había una «nada» próxima: la muerte anónima que se cernirá sobre mí, sobre los dos, sobre todos, y de algu-na forma nos volvería a acercar. Mi padre miró la tumba de su padre, y sonrió. Me miró y me dijo: Volvamos a casa.

Elegía del águila cautiva

I

Jiquilpan de Juárez es un pueblo michoa-cano situado cerca del lago de Chapala. Donde, después de haber pintado sus fa-mosos murales en Guadalajara, José Cle-mente Orozco pintó por encargo del presi-dente Lázaro Cárdenas, en su último año de mandato, una serie de murales de 1940

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a 1941. En ese mismo año, en Morelia, RMO publicó su primer libro de poemas bajo el pseudónimo Anónimo Picaresco.

II

Los míticos murales, ya casi olvidados, que Orozco pintó en Jiquilpan se encuen-tran en la biblioteca pública del pueblo: una antigua iglesia reacondicionada con un acervo muy básico.

Los murales de Orozco parecen más esbozos que una obra terminada. Predo-minan los trazos fuertes hechos con pin-tura negra sobre blanco. El color en los murales laterales de la iglesia se reduce al rojo23 de las banderas que ondean unos seres humanoides en un mitin o una huel-ga. Los otros cuadros laterales son esce-nas en blancos y negros de la Revolución Mexicana; escenas de violencia, de muer-

23 A diferencia de Orozco y Ocaranza, nací en una época en la que Dios no había existido nunca, en la que Nietzsche y Marx ya habían muerto y en la que la Guerra Fría no acabó con el mundo.

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te, de cuerpos hechos jirones que se con-funden con los cuerpos deshechos de ca-ballos, de injusticia, de fusilamientos, de mujeres buscando entre cadáveres a sus muertos, de fantasmas.

No hay ninguna victoria que pon-derar en esos murales, no hay ninguna reivindicación de la lucha armada revo-lucionaria, ni de lo mexicano (sea lo que eso sea) como sí lo hay en los murales pintados por Orozco en Guadalajara. En Jiquilpan sólo hay muerte. En Michoacán sólo hay cadáveres. Un atroz fracaso. Un sentimiento de inutilidad por las tantas muertes que ocasionó la guerra, ya que éstas no mejoraron la situación de la gen-te que luchó, mató y fue asesinada. Esas muertes sólo lograron cambiar el nombre del gobierno, la cúpula gobernante, no la estructura.

Al fondo de la iglesia, en donde estu-vo el atrio tiempo atrás, ahora está el mu-ral de mayor tamaño, el mejor logrado y el único policromático:

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En la parte baja del mural hay una siembra de nopales, encima de ésta un águila real trata de extender sus alas ya que una enorme serpiente color olivo la as-fixia para devorarla. Brincando de derecha a izquierda por detrás de esta escena, un ja-guar. También por encima de la siembra de nopales y un poco delante del águila, otro jaguar traslada sobre su lomo a una mujer envuelta en un rebozo. A la derecha de la serpiente y el águila una pareja que osten-ta en sus cabezas sendas coronas miran la escena de muerte frente a ellos sin hacer nada para impedirla, sus rostros están im-pávidos. Pareciera que no les importa.

III

En los murales de Jiquilpan, José Cle-mente Orozco invirtió los símbolos de la patria mexicana; o mejor, los reacomodó en una forma más visceral. Más real. Ese cambio de papeles del águila y la serpien-te hace evidente que el escudo nacional es una escena de muerte, de sometimiento.

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México no puede ser simbolizado, ni representado, con una escena de muerte; da igual si es un águila matando una ser-piente o una serpiente matando un águi-la, en su esencia “es la muerte la que nos lleva por la muerte”, como escribió RMO.

Creo que si por algo México sigue exis-tiendo, si sigue aguantando una estructu-ra gubernamental que lo daña y desgas-ta, con el fin de beneficiar a la clase alta, no es por sus constantes pugnas internas sino por las acciones que resguardan la vida llevándola por mejores lugares entre sus lomos: esa mujer con reboso que con-virtió la derrota en una nota de esperanza y reconciliación con la vida; esa mujer que es madre.24

En 1950, la primera vez que vio los murales, RMO entendió que tenía que construirse otro camino para la vida. Un año después comenzó su labor como pro-fesor en Literatura Mexicana en Morelia.

24 Cuando pienso en mi madre me gusta recordar un verso de Carlos Oquendo de Amat: “Un cielo muere en tus brazos y otro nace en tu ternura.”

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Neocántico:

Las Erinias

I

Cuenta Ofelia Cervantes Villalón, esposa de Ramón Martínez Ocaranza, en uno de los estudios preliminares a su Obra Reu-nida, que, a su parecer, el proceso de crea-ción de Ocaranza se podía dividir en tres etapas: la inspiración, el oficio y la acu-mulación de materiales. Que bien podrían plantearse como: la necesidad vital de es-cribir, la escritura-rescritura y la vivencia de lo escrito.

Una de las anécdotas más íntimas al respecto fue el cómo escribió RMO las Ele-gías en la muerte de Pablo Neruda en no-viembre de 1973, después de enterarse de la muerte del vate chileno, que más que el poeta con más renombre en ese momen-to (acababa de recibir en 1971 el Premio

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Nobel de Literatura) era uno de sus mejor amigos; hecho que se sumó al golpe de es-tado en contra del gobierno de izquierda de Salvador Allende en septiembre de ese mismo año.

Ocaranza perdió en una corta tem-porada al amigo que más admiraba y su esperanza en la política; se vio así mismo huérfano en los dos aspectos que rigieron su vida hasta esa fecha.

Algo hizo implosión dentro de él, de la misma forma que implotan las estrellas cuando su combustible se agota y de su muerte se generan, cuando la masa y la energía son suficientes, agujeros negros que absorben todo, incluso a la luz que no dejan escapar de su centro. RMO se ence-rró por varios días en su estudio; sin nada más que su biblioteca, su dolor, su rabia, su impotencia, sus palabras, a escribir.

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II

¿Y si todo ya estuviera destinado? ¿Todo ya escrito?

Si transitáramos sobre una cinta de Moebius sin darnos cuenta, y la muerte sólo fuera la aparente parte vedada de la cinta y la vida fuera el tránsito por ella para darnos cuenta que la cinta sólo posee una cara. Si muriéramos de nosotros mis-mos, de la propia vida. Si las que ocasiona-ran la entropía máxima fueran las estruc-turas de la conciencia. Si fuera verdad que:

El Binomio de Newton nada valejunto a la maldición de las estrellas.

Entonces, tanta ciencia, tanta poesía, tan-to tratar de tirar las escaleras del lengua-je, tanta relatividad, tanta incertidum-bre, tanta angustia, tanta física cuántica, tantas palabras, tanto (a + b)2 = a2 + 2ab + b2 ¿para qué?

Si sólo la podredumbre y el tormento son reales.

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III

De su encierro RMO salió siendo otro. Más sombrío, más blasfemo. Más cons-ciente de la sutileza y fragilidad que im-plica la vida; más humano. Consciente de que la vida es algo más que un sistema impredecible que tiene un inherente por-centaje de caos entre sus elementos; sino que es el caos mismo.

Al salir de encierro Ocaranza dio el paso que necesitaba para escribir su Pa-tología del ser: su suma estética. Y de esa forma se convirtió en el poeta para quien las tres etapas de la creación implican el mismo movimiento:

Hacia adelante y restando. Sufrien-do la vida como se sufre la escritura, la verdadera escritura, aquella que no deja a nadie indiferente, ni a las mismas pa-labras. La que a veces nos hace llorar. La que hace que nos replanteemos todo y nos deja con una sensación de que tantos es-tudios, tantas reglas del arte, tanta teo-

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ría literaria, tanto tratar de entender de forma científica el mundo de nada sirve frente a la vida. Que se nos escapa. Que evade cualquier tipo de aprehensión. Que nos deja solos. Y nos vuelve otros.

Viaje de luz

Piensen por un momento en la luz de la estrella, cinco mil millones de años des-pués, mostrando todavía que ella fue, to-davía siendo –si a la luz de este ejemplo podemos intuir lo que realmente significa acontecer– en aquél su «haber mostrado», en aquél su mostrar por siempre. Luz pura, flotando infinita entre las líneas del tiempo.

Es ella, la luz, la que en su expan-sión, en su viaje, viene a producir el espa-cio. No es entonces extraño que para las grandes distancias se utilice como me-dida patrón justamente el tiempo de su errancia: tanto tiempo-luz –tantos años,

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tantos milenios, tantos miles o millones de milenios. La medida del universo es justamente la de la distancia recorrida por la luz desde el comienzo.

Lo que, en el fondo, la teoría de la re-latividad desvela es que tal afirmación, en todo caso, no acaba de decirnos nada: pues también el tiempo se produce a la ve-locidad de ese viaje. Cierto que ella no es inmensurable: tanto que justamente pode-mos postularla absoluta. Pero para sí mis-ma, y precisamente por ello, ella no es más que velocidad cero: instantaneidad, simul-tánea e inmóvil no sucesividad. Dicho de otra forma: que para el universo entero que la luz recorre, el tiempo transcurrido no ha excedido el instante –y la distancia recorrida sigue siendo una distancia cero.

Por lo que a la luz se refiere, cierta-mente, y aun habiendo ocurrido ya todo, y aún una escalofriante infinidad de veces –aquí no ha pasado nada.

[José Luis Brea. El ruido secreto. El arte

en la era póstuma de la cultura, 1996]

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A la orilla del tiempo

IA

El tiempo es una realidad abstracta:El pasado y el futuro son inasibles, o

si quiera pensables (sólo se presentan de manera fragmentaria), ya que el presente se extiende en un horizonte sin fin.

Albert Einstein estableció en su teo-ría de la relatividad que todo lo existente necesita de cuerpos o espacios de referen-cia para poder ubicarse en el universo. Aún en los sistemas de medición o cua-dración es necesario encontrar el inicio, el no-valor, el 0, para empezar a contar, para poner el primer valor confrontando ese vacío para en un segundo momento agregar las demás unidades, 1, 2, 3, 4, hasta el infinito (∞). Y cuando deje de ser suficiente el agregar, comenzar a restar, -1, -2, -3, -4, hasta el infinito negativo (-∞). Y cuando vuelva a ser insuficiente, volver al inicio y agregar otra variante: Z. Pero

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sin nunca olvidar que el 0, es el punto que nos ubica en todo momento.

Paradójico: que el vacío sea necesario para ubicar toda la energía y la materia del universo.

IB

El tiempo es una realidad humana:El pasado y el futuro son inaccesibles,

o si quiera pensables (sólo se presentan de manera fragmentaria en la memoria), ya que el presente se extiende en un hori-zonte sin fin.

Albert Einstein establece en su teoría de la relatividad que todo lo existente ne-cesita de cuerpos o espacios de referencia para poder ubicarse en el universo. Aún para la humanidad fue necesario encon-trar el no-valor, la oquedad que lo refleje, para empezar a ser, para oponer sus va-lores a sí mismo. El reflejo del ser: Tú: el vacío donde todo comienza.

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Paradójico: que cuando se mira por largo tiempo a un abismo, también éste mire dentro de uno.

II

Todo lo humano es abstracto.El tiempo / La memoria / La ciencia.La muerte / El olvido / La poesía.

El maldito retorno

La humanidad siempre vuelve sobre sí misma (así como los escritores siempre vuelven sobre los mismos temas para escribirlos y rescribirlos de una y otra forma), del mismo modo que el universo deberá extinguirse en algún punto para volver a crearse y repetir de nuevo todo desde el principio, pensó Nietzsche el día que ideó su teoría25 del eterno retorno en un peñasco mirando el Danubio.

25 Aunque más que una teoría como tal, fue un presentimiento.

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Escribir es tratar de redimir algo, lo que sea. Lo que perdimos y volveremos a perder otra vez. Lo que arruinamos y volveremos a arruinar, y nos hará caer de nuevo, hasta tocar fondo algunas ve-ces y lo mismo que nos hará levantarnos para volver a tropezar y arruinarlo todo de nuevo.

Escribir es tratar de redimir algo, lo que sea. Lo que perderemos en algún mo-mento, una y otra vez. Lo que arruinare-mos, pero todavía no lo sabemos. La vida es frágil. La escritura trata de mantener esa sutileza. Aunque el Ouroborous siga girando, o tal vez gracias a eso.

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Vacío:

Definiendo la muerte

La poesía expresa lo indecible. Ambrose Bierce citó unos versos del poeta Squa-tol Johnes (que nadie sabe si en verdad existió o sólo fue una invención de Bier-ce) para tratar de dar una definición de «muerte» en su Diccionario del Diablo:

Terminado el acto de respirar; acabadotodo el mundo; la loca carrera continuahasta el fin; al llegar a la añorada metase encuentra que ésta es una oquedad.

Trato de nombrar algo sin nombre; acaso, la muerte, el infinito, la nada, o mi propio fracaso como escritor. Todas estas pala-bras, toda la poesía, el propio proyecto de rescritura de RMO, sólo son la posibilidad de una parábola sobre la vida. Tal vez ahora no tengan un sentido claro estas palabras (o ningún sentido en absoluto),

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pero en algún tiempo acaso lo tendrán; y hasta puede que sean una buena metáfo-ra de algo.

Ahora lo único claro es contra quién escribo, versus quién. “Se escribe contra uno mismo / por culpa de los demás,” es-cribió Nicanor Parra.

Paranoia

Es necesario desvanecerse, desaparecer sin dejar rastro tras de sí, para encontrar la voz que haga par a la del escritor que se intenta duplicar en la rescritura. Por-que estamos dos veces entre las palabras, entres estas letras, pero sólo una vez en el mundo.26

26 Antón Chéjov escribió que la vida es una cosa horrible y prodigiosa. Las dos cosas a la vez, conviviendo juntas, sin anularse. Como dos caras de una hoja de papel, que puesta a contraluz permite ver en una misma página lo escrito en los dos lados al mismo tiempo, en una superposición de letras y espacios vacíos que formarían algo parecido a una mancha sin forma al centro de la página, o un abismo imperfecto lleno de ruido blanco dentro de él.

En alguna ocasión mi padre, gran jugador de póker, gran contador de historias, me dijo que uno de joven siempre tiene

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El objetivo: anularse para asimilar los valores del otro (que al final, me he dado cuenta, ese otro es uno mismo) y después re-presentar su obra en otro tiempo (y es-pacio) con una voz ajena; como un espejo en medio de la carretera que refleja un ca-mino que no va a ninguna parte.

La meta: la repoetización de lo otro: la escritura detrás del espejo. Pero no; lo más seguro es que mi escritura se con-traponga de tal forma a la de Ocaranza que entre las dos se extienda un vacío re-flectante que sólo se asemeje a sí, como dos espejos contrapuestos en donde la luz atrapada entre sus superficies se multi-plica sin fin volviendo esa luz a lo más pa-recido que hay de la nada.

el deseo de acabarse rápido al mundo, aquí, recuerdo, hizo una pausa y me miró como recordando a su padre y continuó: pero la única verdad es que el mundo es el que termina acabándose a uno.

En todo caso la vida, sea lo que sea, debe de ser vivida, y debe de dársele tiempo al tiempo.

Horrible y prodigiosa, dijo Chéjov.Como las palabras.

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Mi odradek, mi sombra literaria, me ha conducido para escribir sobre las pa-labras y los pasos de otro, de Ocaranza. Creo haber llegado a un punto en el que la máscara que construí de él para usar mientras escribo me es difícil quitármela de encima: constante me pregunto: ¿qué pensaría, qué diría, qué escribiría Oca-ranza sobre esto? O: ¿cómo vería él lo que pasa hoy en Michoacán, en México?; le do-lería, estoy seguro.

Al comenzar este proyecto pensaba que la sombra que me asechaba era de RMO, pero puede que sea al contrario: que yo me convertí de a poco en esa som-bra que va detrás de Ocaranza: tal vez yo sea su odradek: el objeto inútil en una ecuación que no alcanzo a comprender. Porque me reinventé a mí mismo como una copia de un fantasma.

Trato de desaparecer tras la escritu-ra de Ocaranza. Lo que creo es mi iden-tidad se desperdiga en las imágenes que va creando él en sus poemas. En sus tro-

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pos y metáforas voy dejando una parte de mí. Trato de desvanecerme pero a la vez debo de ser yo el foco re-poetizador de su obra; me tengo que dividir: en un extremo tratar de ser él, en el otro extremo seguir siendo yo.

Es desgastante estar cambiando de máscaras para escribir. Lo mejor sería desaparecer, volverme nada, un vacío que increpe a todo aquel que lo mire por largo rato como advirtió Nietzsche. Ser ese va-cío, ese infinito 0. Del que no hay escape.

Notas para una poética

Y creo que me muevo como un explorador que avanza en el vacío. No sé, trabajo en tinieblas y todo es misterioso. Sólo sé que me fascina escribir sobre el misterio de que exista el misterio de la existencia del mundo, porque adoro la aventura que hay en todo texto que uno pone en marcha,

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porque adoro el abismo, el misterio mis-mo, y adoro, además, esa línea de sombra que, al cruzarla, va a parar al territorio de lo desconocido, un espacio en el que de pronto todo nos resulta muy extraño, sobre todo cuando vemos que, como si es-tuviéramos en el estadio infantil del len-guaje, nos toca volver a aprenderlo todo, aunque con la diferencia de que, de niños, todo nos parecía que podíamos estudiarlo y entenderlo, mientras que en la edad de la línea de sombra vemos que el bosque de nuestras dudas no se aclarará nunca y que, además, lo que a partir de entonces vamos a encontrar sólo serán sombras y tiniebla y muchas preguntas.

Entonces, cuando nos pasa algo así, yo creo que lo mejor que podemos hacer es seguir adelante, aunque sólo sea para tener la impresión de ser empujados ha-cia delante por nuestra propia renuncia a avanzar.

[Enrique Vila-Matas. Doctor Pasavento, 2005]

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Epílogo:

El último salmo

Debería estar confiado ya que cuando se habla de otros, de las obras de otros, la es-critura se basa en las certidumbres que se vislumbran en eso textos. Esa es la base de la crítica literaria, tener de dónde asir-se y avanzar por ese camino para tratar de iluminar algún aspecto del otro texto. Mas yo no estoy confiado, ni un poco. Lo que comenzó como lejanas certidumbres al leer la obra poética de Martínez Oca-ranza se ha convertido, durante el proce-so de escritura, rescritura y corrección, en infinidad de dudas, en titubeos, en incer-tidumbres sobre todo lo que fue Ocaranza, lo que escribió, sobre mi propia escritura y sobre mi manera de entender lo que he vivido en Michoacán estos años.

Yo estoy en cada uno de los textos de este libro, más presente comparado a otros

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libros que se podrán denominar «propios»; siento más propias estas palabras por to-dos los reflejos de mí en él y porque parece que durante algunos instantes reconozco mi vida en mi escritura. Al hablar del Mi-choacán de hoy siento que habló del Mi-choacán de Ocaranza, que el tiempo no ha pasado; y, de alguna manera, que se me escapa pero intuyo, esa relación soterrada de los tiempos le da vitalidad a su obra poética.

La escritura sobre la vida se hace desde un espacio imaginario, ficticio, más allá de la vida pero anterior a la muerte; ese espacio implica un tiempo que puede reunir a todos los demás tiempos en él: una ciudad habitada de fantasmas / un cementerio de citas.

El hablar sobre la vida de otro implica salvar a esa persona, llevarla junto a uno de regreso al presente desde donde uno lee. Siento que yo no salvo a nadie con es-tas páginas. Escribo de la muerte en un estado dónde la muerte anula los tiempos

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y deja sólo un páramo de añoranzas; aca-so la literatura existe sólo para justificar esas añoranzas, esos deseos irrealizados, y la crítica literaria no exista y sea sólo el deseo de continuar con una búsqueda que desde principio se sabe inútil. Lo poético está en la búsqueda.

Cómo asignarle una interpretación única (e irrefutable) a los poemas de RMO si, por desgracia, yo sólo soy yo. Y la ver-dadera pregunta, me doy cuenta muy tar-de, es: qué estoy diciendo cuando digo yo. No lo sabré aquí.

Pienso que detrás de todo texto sólo está la podredumbre. La carcoma. Mi le-pra, la de RMO. La de toda la realidad cir-cundante: O.

Tantas palabras en torno a Ocaranza para regresar al principio (¿a la muerte?) a los no-días, a la oquedad del ser, a la escritura misma: a saber que la vida debe de ser escrita para que, en algún momen-to, lo que no tuvo sentido lo tenga. Porque

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por sí misma, la vida no tiene sentido. Ese podría ser un buen final. (Aunque nada tiene un final.)

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Nota del autor:

Este libro es una recomposición de textos de Ramón Martínez Ocaranza: repensa-dos, repoetizados, rescritos, compuesto del 27 de marzo al 6 de junio de 2012. Lo único que se mantiene intacto del texto original es el título. En cada texto hay pa-sajes de la obra poética de Ocaranza; unos como verdaderas citas, otros incorporados a la narración.

Se tomaron como base los dos tomos de la Poesía Reunida de Martínez Oca-ranza:

Poesía Reunida 1941-1968. Morelia, SE-CUM / Fundación Cultural RMO, 2009.Poesía Reunida 1969-1982. Morelia, SE-CUM / Fundación Cultural RMO, 2010.

A continuación se explicita la ubicación de los textos originales:

“La voluntad y el olvido” (A 209-211), “Los veinte perros amarillos” (B 85), “Tierra de perros” (A 317-319), “ELEGÍA

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DE LOS TRIÁNGULOS”: “Día de muertos”, “Elegía de la estatua”, “De la ventana en-loquecida” (B 131-138), “Un redactor de sombras” (A 277-278), “Elegías de los sím-bolos” (A 253-256), “Piedra del tiempo” (B 170), “Jeroglífico” (B 312), “Desgarradura” (B 313), “Elegía de las últimas palabras” (B 102-104), “Extensiones memorables” (A 333-334), “Nubes de junio” (A 155-158), “Las columnas de las palabras” (B 147), “Declaración poética” (B 290-292), “Cementerio de Morelia” (A 342), “Elegía del águila cautiva” (A 337-338), “NEOCÁN-

TICO”: “Las Erinias”, “Viaje de luz”, “A la orilla del tiempo”, “El maldito retorno” (B 361-365), “Definiendo la muerte” (B 144), “Paranoia” (B 346-347), “Notas para una poética” (A 293-294), “El último salmo” (A 350-352).

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Agradecimientos:

A todos los que leyeron y me aconsejaron en el largo proceso de escritura y rescri-tura del libro: Edgar Robles, Gerardo de la Rosa, Giancarlo Santano, Humberto Rubín, José Agustín Solórzano y Moisés Ramírez.

A mis primos, Arturo Barajas, Iván López y Oliver López, por el viaje a Jiquilpan.

Y de nuevo a mis padres y hermana: Gus-tavo Herrera, Luz Elena López y Valeria Herrera, quienes me han enseñado que la vida sigue, no a pesar de las derrotas y el dolor, sino gracias a ellas.

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Se terminó de imprimir en diciembre de 2014en los talleres gráficos de Impresora Gospaubicados en Jesús Romero Flores no.1063,

colonia Oviedo Mota, C.P.58060en Morelia, Michoacán, México

La edición consta de 1,000 ejemplaresy estuvo al cuidado del Departamento de

Literatura y Fomento a la Lectura.

El otro Ocaranza

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