Upload
red-tu-espacio-joven
View
214
Download
0
Embed Size (px)
DESCRIPTION
El pecado de acan
Citation preview
Palabras introductorias
Desde el mes pasado comencé a escribir un
cuaderno de reflexión para líderes juveniles. Esto
con el fin de edificar las vidas de ustedes mis
queridos líderes y lideresas que visitan la página
web oficial de RED Tu Espacio Joven.
En esta ocasión, es un placer presentarles la
reflexión para el mes de Junio titulada: “El
pecado de Acán (I Parte)”
Estén pendientes porque el próximo mes
publicaré la segunda parte de esta reflexión. ¡Dios
bendiga sus vidas y sus ministerios juveniles!
Me encantaría saber sus opiniones y comentarios
sobre esta publicación a través de la página oficial
de RED o en facebook.
Con amor y cariño, su amigo y
compañero en la obra de Dios:
Ezequiel Barrera.
Dedicatoria
Esta publicación está dedicada a Daniel Torres
por ayudarme siempre con el diseño de todo lo
que necesito. A Emerson Flores, Juan Rivas,
Linda Stefanita, Fabricio Carrillo, Emely García,
Zuleyma Echeverría, Mario Mendoza ,Dani
Cortez y kevin Ernesto; por estar sirviendo a Dios
a través de RED TU ESPACIO JOVEN.
También dedico este documento a todos los
líderes y lideresas juveniles, porque el trabajo que
ustedes hacen es importante.
Recuerdos de una batalla
l crepúsculo era de lo más hermoso. Allá,
a lo lejos, el sol jugaba a esconderse entre
las montañas. El cielo estaba pintado de
un naranja majestuoso. La luna, cual
elegante señora se dejaba ver en lo alto. Las
primeras estrellas, envidiosas, no se quedaban atrás
y adornando el cielo, daban espectáculo de luz y
belleza.
Las sombras de los niños que corrían, jugando
a las escondidas entre los escombros de una ciudad
llamada Jericó, estaban a tono con el júbilo de todo
el pueblo que celebraba la victoria que el Señor les
había entregado en sus manos.
El Señor les había dicho que por siete días
consecutivos, dieran una vuelta alrededor de la
cuidad, y que al séptimo día, dieran siete vueltas y
al final sonaran trompetas. Si hacían eso, él les iba a
dar la victoria. Y en efecto, obedecieron y el Señor
les dio el triunfo en la batalla contra Jericó, de tal
manera que la conquistaron.
También les ordenó claramente que todo lo
que había en esa ciudad debía ser eliminado. Y
cuando les dijo “todo”, en realidad se refería a
TODO.
El único que no estaba celebrando junto a los
demás en honor a la victoria, era Acán.
Él estaba sentado sobre un enorme tumulto de
escombros. En sus manos tenía un pesado y
codiciable lingote de oro. Lo acariciaba. Con su
túnica lo pulía hasta que su imagen se reflejara
nítidamente en el lingote. A un lado, tenía un
manto babilónico bordado con finos hilos de oro
puro.
Mientras el cielo se volvía más oscuro porque
la noche asaltaba aquel lugar, Acán recordaba todo
lo que ese día histórico y victorioso había vivido
junto a los demás hombres valientes de Israel.
E
Hacía remembranza que muy temprano por la
mañana, todos se alistaron para dar las respectivas
siete vueltas alrededor de los muros de Jericó,
siguiendo al pie de la letra las instrucciones del
Señor.
De repente, mientras los sacerdotes sonaban
las trompetas, algo increíble sucedió. Algo que ni el
mismo Acán se explicaba. Los muros
de la ciudad comenzaron a
derrumbarse. Todos quedaron
atónitos.
Los habitantes de Jericó
quedaron aterrorizados. Los niños
lloraban. Las ancianas caían al suelo
porque el corazón les dejó de
funcionar. Las mujeres corrían
cargando a sus hijitos. Los gritos eran
ensordecedores. El pánico se notaba
en el rostro de los residentes de
aquella cuidad.
Josué, el líder de Israel, dio la señal, y todos los
valientes de Israel irrumpieron en la ciudad que ya
estaba prácticamente destruida.
Acán y sus compañeros comenzaron a matar
cuanto ganado se les cruzara enfrente. También
mataban a todo ser humano que se les atravesara.
Algunos se escondían, pero Acán los buscaba y los
mataba.
Un hombre corrió a buscar refugio a su casa.
Acán lo vio y se fue tras él. Entró en la casa y lo
decapitó. Mientras la cabeza rodaba por el suelo,
Acán se dio cuenta que este hombre era uno de los
más ricos de la ciudad, pues tenía muchas cosas
valiosas y lujosas.
Entre todas esas cosas, Acán
observó un lingote de oro, sus
ojos se llenaron de brillo, y sin
premeditarlo lo escondió en su
túnica. Asimismo tomó unas
cuantas monedas de plata que
estaban sobre una mesa de
noche y se dispuso a salir de la
casa, pero al salir se percató que
un lindísimo manto babilónico,
bordado con delicados hilos de
oro, estaba sobre la cama de aquel adinerado
Jeriquense1, lo tomó, lo apreció por un breve
minuto y se lo guardó.
Luego salió de la casa. Pero algo en su
conciencia le decía que no estaba bien lo que había
hecho. El Señor había sido explícito en decirles que
1 Jeriquense, Gentilicio de alguien que vivió en Jericó.
“Acán observó un
lingote de oro, sus ojos
se llenaron de brillo, y
sin premeditarlo lo
escondió en su túnica”
nada debían tomar, pero él había tomado del
anatema. Así que por un momento titubeó. Por un
instante pensó en reivindicarse y despojarse de lo
que había tomado.
En ese momento, mientras estaba parado
pensando, como inerte y perdido en su mente, un
compañero le grita:
-Acán ¿qué haces ahí parado?
Al oír el llamado de su compañero, volvió en sí
y moviendo la cabeza velozmente de izquierda a
derecha dijo: -¡Mmm! Este… nada, nada.
-Entonces ven y ayúdame- le dijo su
compañero.
Acán, decidió entonces llevarse consigo las
cosas que había tomado y se reincorporó a la batalla
hasta que todo fue eliminado y destruido. Excepto,
claro, lo que Acán había tomado.
Ese pecado era su secreto.
Así que ahí estaba Acán, sobre el tumulto de
escombros, recordando y reflexionando en el
pecado que había cometido, pero por alguna razón
no lo podía dejar. Sabía que era incorrecto, pero a
escondidas pulía el lingote de oro. Sabía que estaba
mal, pero le resultaba imposible abandonarlo.
Lo prohibido nos atrae Al igual que Acán, a nosotros los líderes, y
también a todos los creyentes, se nos han dado
instrucciones claras de qué es lo que debemos hacer
con nuestra vida. La Biblia es la guía de
instrucciones, es el mapa a seguir, el libro que nos
consuela y nos exhorta, la voz escrita de Dios.
Pero por alguna curiosa razón, siempre nos
pasa como Acán, hacemos exactamente lo contrario
a lo que se nos dijo.
Nos atrae lo prohibido, nos encanta desafiar lo
establecido. La curiosidad nos mata y terminamos
cediendo a la seducción del pecado.
A Adán y Eva se les dijo claramente: “No
coman del fruto prohibido” y fue exactamente lo
que hicieron… ¡Comieron del fruto prohibido!
A Sansón se le dijo: “Entre las cosas que no
debes hacer por tu condición de nazareo, es no
tomar mujer de entre las gentiles” y puedes
adivinar… ¡Tomó por esposa a una Filistea!... pero
eso no fue todo, se divorció y comenzó una vida
libertina con prostitutas filisteas, y por eso fuera
poco, cayó en las redes del amor de una filistea muy
conocida llamada Dalila.
David sabía que Betsabé era mujer casada y
que él, aunque muy rey podía ser, no tenía la
potestad de tomarla para sí y tener relaciones
sexuales con ella, pero como ya te lo imaginas,
desde que la vio bañándose desnudita y hermosa, la
codició y la trajo al palacio para desahogar sus
impulsos sexuales. Actuando exactamente de la
forma en que no tenía que
hacerlo.
Así nos pasa, lo prohibido
nos llama muchísimo la
atención. La palabra nos indica
el sendero por el que debemos
caminar, pero nos vamos por
atajos inventados.
Y no es que quiera poner el
dedo en la llaga, pero
reflexionemos por un instante,
como supongo lo hizo Acán.
Solamente que al reflexionar
como Acán, deberíamos dar el paso que él no dio,
despojarnos del lingote de oro, el manto babilónico
y las monedas de plata.
¿Cuáles serán los lingotes de oro que hemos
tomado?
No es necesario hacer un examen de
conciencia, pues tú y yo sabemos el pecado que
estamos cometiendo.
Reconozcámoslo, lo prohibido nos atrae y no
hemos podido soportar la tentación de envolvernos
en ese pecado.
El hecho de que nadie lo sepa, no significa que
debamos ignorarlo nosotros
también. Al contrario,
sintámonos miserables por lo
que hemos hecho.
Deberíamos sentir
vergüenza por esa mentira que
pronunciamos, por esa relación
de noviazgo con incrédulos, esa
vez en la que no soportamos la
tentación y caímos en el sexo
antes del matrimonio, ese
pensamiento pervertido, esa
grosería que le dijimos a esa
persona, ese irrespeto y desobediencia a nuestras
autoridades…
En vez de estar puliendo nuestro lingote de oro
como Acán, lo correcto sería despojarnos de él para
siempre. De lo contrario seremos unos hipócritas
predicando en nuestro grupo juvenil, teniendo un
pecado secreto.
“Si no nos despojamos del
pecado, seremos unos
hipócritas predicando en
nuestro grupo juvenil,
teniendo un pecado
secreto…”
Déjame confesarte que yo también sé lo que es
acceder a lo prohibido. Sé lo que es probarlo. He
estado ahí, envuelto en lo prohibido, y
sinceramente entiendo si me dices que es deleitante
y adictivo, pero te suplico que salgas de ahí lo más
pronto posible. Huye, corre, no lo pienses y
renuncia al pecado de una vez por todas, porque de
no hacerlo así, el liderazgo se te va a venir abajo y
créeme que levantarlo otra vez es una misión
verdaderamente imposible.
Cuando la integridad se pierde, el liderazgo
también se pierde.
No sé cuánto estimas el liderazgo, pero en mi
caso, el liderazgo es mi razón de ser y si pierdo la
integridad, prácticamente pierdo la razón de mi
existencia. No estoy para darme el lujo de pecar y
perder mi liderazgo. No estoy para dejarme
influenciar por lo prohibido. No estoy para tomar el
lingote de oro aunque lo desee, porque si lo hago
perdería la motivación de levantarme cada mañana
para vivir un día más sirviendo como líder.
¿Estás dispuesto a darte el lujo de pecar y
perder la integridad? ¿Estás dispuesto a perder tu
liderazgo por un par de monedas de plata?
No te lo voy a negar, el pecado te dará
satisfacción. Pero al final lamentarás haberlo
cometido. Al final te arrepentirás de haber tomado
lo prohibido.
Esaú tenía mucha hambre, había tenido un día
muy pesado en el campo. Al llegar a casa encontró a
Jacob, su hermano, preparando un rico plato de
lentejas. El aroma lo sedujo. Su estómago se
impacientó. En su boca casi podía saborear la
comida. Jacob se percató de eso y le hizo un trato
malicioso.
Jacob le dijo: -Dame tu primogenitura y yo te
doy este plato de comida.
La comida calentita, aun echando humo,
llamaba a gritos a Esaú. Él sin pensarlo, accedió y
comió.
Disfrutó la comida, lo sació, lo contentó y le dio
satisfacción… ¡Pero luego lo lamentó por el resto de
su vida!
Un plato de lentejas le costó los privilegios de
su primogenitura.
¿Eso quieres tú, un plato de placer, que te dé
satisfacción, pero que luego lo lamentes por el resto
de tu vida?
Nadie te lo impide, ve y toma lo que quieras.
Escóndelo en tu túnica. Sigue puliendo el lingote de
oro… ¡Después lo lamentarás!
Y al final si quieres puedes llorar todo lo que
quieras. Tus ojos se quedarán sin lágrimas. Darás
gritos y harás mil cosas. Pero nada de eso te
devolverá la integridad y el liderazgo que perdiste.
Es hoy cuando tienes que ser fuerte y no
dejarte seducir por lo prohibido.
Es hoy cuando tienes que ser valiente y no
dejarte doblegar por un lindo lingote de oro.
Es hoy cuando tienes que ser como Jesús, que
teniendo hambre no cedió a la tentación de
convertir las piedras en pan. ¡No te dejes
impresionar por un rico plato de lentejas, porque
después lo lamentarás para siempre!
Continuará…
www.tuespaciojoven.org