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El Perfume de la Dama de Negro Por Gaston Leroux

El Perfume de la Dama de Negro - En construcción

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ElPerfumedelaDamadeNegro

Por

GastonLeroux

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I.Quecomienzadondelasnovelasacaban

La boda de Robert Darzac y Mathilde Stangerson se celebró en Saint-Nicolas-du-Chardonnet, París, el 6 de abril de 1895, en la más estrictaintimidad. Habían transcurrido, por tanto, algo más de dos años desde losacontecimientos que relaté en la obra anterior, acontecimientos tansensacionales,quenoesaventuradoafirmarquetanbreveperíododetiempono había podido borrar de la memoria el famoso «misterio del cuartoamarillo».Elcaso seguía tanpresenteen todos losánimos,quedenohabersidoporquelabodasecelebróconlamayordiscreción—cosaporotrapartebastante fácil en aquella alejada parroquia del barrio de las escuelas—, lapequeñaiglesiahabríasidoinvadidaseguramenteporunamuchedumbreávidade contemplar a los héroes de un drama que había apasionado a todo elmundo.SólofueroninvitadosalgunosamigosdelseñorDarzacydelprofesorStangerson,concuyadiscreciónsepodíacontar.Yoeraunodeellos.Lleguétempranoalaiglesiay,naturalmente,loprimeroquehicefuebuscaraJosephRouletabille.Al principio,me sentí un poco decepcionado al no verle, peroestaba seguro de que vendría. Por hacer tiempo, me junté con los letradosHenri-Robert yAndréHesse, que en la paz y recogimiento de la acogedoracapilladeSaint-Charles,rememorabanenvozbajalosincidentesmáscuriososdelprocesodeVersalles,quelainminentebodalestraíaalamemoria.Yolosescuchabadistraídamente,mientrasobservabaamialrededor.

¡Dios mío, qué triste es la iglesia de Saint-Nicolas-du-Chardonnet!Decrépita,cuarteada,congrietasysucia;peronoconesasuciedadvetustaquedaeltiempo,queeselmásbelloadornodelapiedra,sinoconesainmundiciagrosera y polvorienta tan peculiar en los barrios de Saint-Victor y losBernardinos, en cuya intersección se halla enclavada la iglesia, tan sombríapor fueracomo lúgubrepordentro.Elcielo,queparecemásalejadodeestesantositioquedecualquierotrodelosalrededores,derramaunaluztanpálidaque a duras penas llega hasta los fieles a través del secular polvo de lasvidrieras.¿HanleídoustedeslosRecuerdosdeinfanciayjuventud,deRenan?EmpujenlapuertadeSaint-Nicolas-du-ChardonnetycomprenderánporquéelautordelaVidadeJesús,quienvivíaencerradoenelpequeñoseminariodelpadreDupanloupyquesólosalíaparairarezarallí,llegóadesearlamuerte.Y precisamente en aquella fúnebre oscuridad, en un marco que parecíaconcebido sólo para la tristeza, para el duelo y los ritos de difuntos, ¡iba acelebrarse la boda de Robert Darzac yMathilde Stangerson! Sentí un granpesary,tristementeimpresionado,tuveunmalpresagio.

Los letradosHenri-RobertyAndréHessecontinuabanmurmurandoamilado. El primero le confesaba a su colega que, incluso después del feliz

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desenlace del proceso deVersalles, no se sintió tranquilo respecto a RobertDarzac y Mathilde Stangerson hasta que no se enteró de la muerte,oficialmente certificada, del despiadado enemigo de éstos: Frédéric Larsan.Quizá recuerden ustedes que, unos meses después de la absolución delprofesor de la Sorbona, se produjo la terrible catástrofe deLaDordogne, elbuque transatlántico que cubría el trayecto deElHavre aNuevaYork.Unanochedeniebla,LaDordognefueembestidoenlosbancosdeTerranovaporun velero de tresmástiles, cuya proa se incrustó en la sala demáquinas.Ymientraselbarcoasaltanteflotabaaladeriva,elbuquesefueapiquesólodiezminutosmástarde.Apenastuvierontiempodesaltaralaslanchassalvavidasunostreintapasajeros,cuyoscamarotessehallabanmáscercadelpuente.Losnáufragosfueronrecogidosaldíasiguienteporunbarcopesquero,queregresóde inmediatoaSaint John’s.En losdías siguienteselmarestuvovomitandocentenaresdecadáveres,entreelloseldeLarsan.¡Losdocumentospersonalesque encontraron, cuidadosamente cosidos y disimulados entre sus ropas,atestiguabanqueLarsanhabíadejadoporfindeexistir!MathildeStangersonse veía finalmente libre de un extraño esposo con el que, gracias a lapermisividad de las leyes americanas, se casó en su confiada e inocentejuventud. Aquel terrible bandido, cuyo nombre verdadero, muy ilustre porciertoenlosanales judiciales,eraBallmeyer,yquesehabíacasadoconellabajoelfalsonombredeJeanRoussel,yanovolveríaainterponerseentreellayelhombrequellevabatantosañosqueriéndoladeformasilenciosayheroica.En El misterio del cuarto amarillo referí todos los detalles de aquellaformidablehistoria,unade lasmáscuriosasdequese tengamemoriaen losanales de la audiencia, y que habría tenido el más trágico desenlace de nohaber sido por la intervención genial del joven reportero de dieciocho añosJosephRouletabille,elúnicoquefuecapazdedescubrir,bajolaidentidaddeFrédéric Larsan, célebre agente de la Sûreté, ¡al mismísimo Ballmeyer! Lamuerte casual y —bien podemos decirlo— providencial de ese miserableparecíaponerpuntofinala tantoacontecimientodramático,y fue—tambiénhay que decirlo— uno de los principales motivos de la rápida curación deMathildeStangerson, cuyamente se había visto fuertemente trastornada porlosmisteriososhorroresdelcastillodelGlandier.

—Ya ve usted —decía Henri-Robert a André Hesse, que no paraba demirar hacia atrás—, decididamente, en la vida hay que ser optimista. ¡Todoacabaarreglándose!InclusolasdesgraciasdelaseñoritaStangerson.Pero¿porqué mira usted hacia atrás a cada momento? ¿A quién busca? ¿Espera aalguien?

—Sí…—respondióAndréHesse—.¡EstoyesperandoaFrédéricLarsan!

Henri-Robert se echó a reír—dentro de lo que permitía la santidad dellugar—,peroyono,puesmefaltabapocoparasentirlomismoqueelletrado

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Hesse. ¡Y eso que estabamuy lejos de prever la espantosa amenaza que secernía sobre nosotros!Cuando viene amimente aquella época y pienso entodo lo que he sabido desde entonces—lo que explicaré puntualmente a lolargode este relato,mostrando la verdad tal y como senos fue revelando anosotros—,recuerdomuybienlacuriosaemociónquemeagitabaentoncesalpensarenLarsan.

—¡Vamos, Sainclair! —dijo Henri-Robert al percatarse de mi singularexpresión—.¿NovequeHesseestábromeando?

—Nosé,nosé…—farfullé.

Y otra vez me sorprendí mirando alrededor, como el letrado Hesse. ALarsanlohabíandadopormuertotantasvecescuandosellamabaBallmeyer,quebienpodíaresucitarunavezmás.

—¡Mire!Ahí vieneRouletabille—dijoHenri-Robert—.Seguro que estámástranquiloqueustedes.

—¡Oh,quépálidoestá!—observóHesse.

El joven reportero se acercó a nosotros y nos dio la mano con airedistraído.

—Hola,Sainclair.Hola,señores.¿Llegotarde?

Meparecióqueletemblabalavoz.Sindecirmás,sefueaunreclinatorioquehabíaenunrincónysearrodilló.Luegohundióelrostroentrelasmanosysepusoarezar.

No sabía que Rouletabille fuera tan piadoso, y su ferviente plegariameextrañó. Cuando volvió a levantar la cabeza, sus ojos estaban arrasados delágrimas. Ajeno a lo que sucedía a su alrededor, no las disimulaba. Estabaentregadoasuoraciónyasupena.Pero¿quépena?¿Nodebíasentirsefelizporasistiraunaunióntandeseadaportodos?¿NoeraelartíficedelafelicidaddeRobertDarzacyMathildeStangerson?Quiénpodíasaberlo,quizánuestrojovenllorabadefelicidad.Selevantóyfueaocultarsetrasunacolumna.Yomeguardédeirtrasél,pueseraobvioquedeseabaestarsolo.

Además, en ese momento Mathilde Stangerson entraba en la iglesia,cogida del brazo de su padre. Robert Darzac iba detrás de ellos. ¡Quécambiadosestabanlostres!¡EldramadelGlandierhabíamarcadodedoloraaquellostresseres!Sinembargo,¡cosaextraordinaria!,laseñoritaStangersonparecía más hermosa aún. Desde luego ya no era aquella magnífica mujer,aquelmármolvivo,aquellaantiguadivinidad,aquellafríabellezapaganaqueen las fiestas oficiales de laTerceraRepública, a las que se veía obligaba aasistirpor lasituaciónrelevantedesupadre,suscitabaasupasoundiscretomurmullo de admiración extasiada; por el contrario, parecía como si la

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fatalidad, al hacerle expiar tardíamente una imprudencia cometida en sujuventud,lahubieraarrojadoaunacrisispuntualdedesesperaciónylocuratansólo para que abandonara aquellamáscara de piedra tras la que ocultaba unalma tierna y delicada. Y esa alma, aún desconocida, me pareció queresplandecióaqueldía,conelbrillomássuaveyencantador,enelóvalopurodesurostro,ensusojosllenosdeunatristezafeliz,ensufrentelisacomoelmarfil,dondesepodíaleerelamoratodolobelloyatodolobuenodelavida.

Por lo que respecta a su vestido de novia, he de confesar que no lorecuerdoyqueinclusomeresultaríaimposibledecirdequécolorera.Peroloquesírecuerdoeslaextrañaexpresiónquedeprontoadquiriósumiradaalnodescubrirentrenosotrosalapersonaquebuscaba.SólocuandoporfindivisóaRouletabilledetrásdelacolumna,pareciótranquilizarseyvolvióaserdueñadesímisma.Lesonrióytambiénnossonrióanosotros.

—¿Loven?¡Sigueteniendolosmismosojosdeloca!

Volví rápidamente la cabeza para ver quién había pronunciado aquellaterrible frase. Era un pobre tipo al queRobertDarzac, en su bondad, habíatomadocomoayudanteensulaboratoriodelaSorbona.SellamabaBrignollesyeraprimolejanosuyo.NoconocíamosmásparientesdelseñorDarzac.SufamiliaeraoriundadelaProvenza,yhacíamuchotiempoquehabíaperdidoasuspadres.Noteníahermanos,yparecíahaberrototodarelaciónconsutierranatal, de la que sólo había traído consigoun ardiente deseode triunfar, unacapacidad de trabajo excepcional, una inteligencia sólida y una necesidadnatural de afecto y de entrega, que había encontrado al lado del profesorStangersonydesuhija.TambiéntrajoconsigodelaProvenza,sutierranatal,unsuaveacento,quealprincipiohacíasonreírasusalumnosdelaSorbona,pero que pronto apreciaron como una música agradable y discreta queatenuabalainevitablearidezdelasclasesdesujovenyyacélebreprofesor.

Unbuendíadelaprimaveraanterior—hacíadeestounaño,másomenos—, Darzac les había presentado a Brignolles. Venía directamente de Aix,donde había sido ayudante en un laboratorio de física; seguramente habíacometido alguna falta de disciplina, porque de pronto lo echaron a la calle;peromuyoportunamenterecordóqueeraparientedelseñorDarzac,cogióeltrendeParísysupoingeniárselastanbienparaablandarasuprimo,queéstesecompadeciódeélyencontrólaformadeincorporarloasulaboratorio.Poraquella época la salud de Darzac estaba lejos de ser buena. Aún sufría lassecuelasdelastremendasemocionesquehabíavividoenelGlandieryenlaaudiencia;parecíaquelacuración,yasegura,deMathildeylaperspectivadesu próximo himeneo influirían beneficiosamente en su estado moral y, portanto,ensuestadofísico.Sinembargo,desdeeldíaenquese leunióaquelhombre—cuyaayuda,segúndecíaél,ibaaproporcionarleunpreciosoalivio—, su debilidad no hizo más que acrecentarse. Y en fin, todos pudimos

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comprobar que Brignolles no traía suerte: en efecto, durante unosexperimentos que no parecían ofrecer ningún peligro, se produjeron dosinoportunos accidentes, uno tras otro: el primero resultó del inesperadoestallido de un tubo de Gessler, cuyas esquirlas habrían podido herirseriamentealseñorDarzac,peroquesólohirióaBrignolles,quienconservabaaún algunas cicatrices en las manos. El segundo, que pudo haber sidosumamente grave, ocurrió a consecuencia de la estúpida explosión de unapequeña lámpara de gasolina, justamente cuando el señor Darzac estabainclinado sobre ella. La llamarada estuvo a punto de quemarle la cara; porsuerte no fue así, pero le abrasó las cejas y durante algún tiempo tuvoproblemas de visión, hasta el punto de que apenas soportaba la luz solardirecta.

DesdequesucedieronlosmisteriosdelGlandier,yomeencontrabaentalestado de ánimo, que tenía cierta tendencia a considerar extraños losacontecimientosmásnaturales.Cuando sucedió este último accidente estabayopresente,pueshabíaidoabuscaralseñorDarzacalaSorbona.Yomismolollevéaunafarmacia,yluegoaunmédico;ycuandoBrignollesmanifestósu deseo de acompañarnos, le rogué con bastante brusquedad quepermaneciera en su puesto de trabajo. Por el camino, el señor Darzac mepreguntóporquélohabíatratadoasí,ylerespondíquesentíaciertorechazohacia él, que nome gustaban susmodales, y además sospechaba que era elresponsabledelaccidente.ElseñorDarzacquisosaberlaverdaderarazóndemiaversiónhaciasupariente,peronosupequéresponder,yseechóareír.Sinembargo, ya no se rio cuando elmédico le dijo que podía haber perdido lavistayqueeraunmilagroquehubierasalidotanbienparado.

La desazón que me causaba Brignolles era, obviamente, ridícula, y losaccidentesnovolvierona repetirse.Apesarde todo,miopiniónsobreélnomejoró, pues enmi interior le culpaba de que la salud del señorDarzac nomejorase. A principios del invierno empezó a toser de tal modo, que lesupliqué,ytodoslesuplicamos,quepidieraunpermisoyfueraadescansarala Provenza. Los médicos le aconsejaron San Remo. Fue allí, y ocho díasdespuésnosescribíadiciendoquesesentíamuchomejor,quedesdequehabíallegadoaaquellastierrasleparecíaquelehabíanquitado¡unpesodeencima!«¡Ahorarespiro!¡Respiro!¡EnParís,meahogaba!».Aquellacartamedioquépensar y no dudé en hacer partícipe de mis inquietudes a Rouletabille.También a él le extrañó que el señor Darzac se sintiera tanmal cuando seencontrabaalladodeBrignollesytanbiencuandoseencontrabalejos…Estaimpresión estaba tan arraigada enmí, que no habría permitido a BrignollesausentarsedeParís,¡palabraqueno!,pueshabríasidocapazdeseguiralbuenDarzac. Pero no se fue; a cambio, eso sí, los Stangerson lo tuvieronconstantemente cerca de ellos. Con el pretexto de pedir noticias del señorDarzac, no salía de casa del profesor. Una vez incluso consiguió ver a la

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señoritaStangerson,peroyolehabíahechoaéstatalretratodeél,quelogréqueleresultaraodioso,deloquemealegréenmifuerointerno.

Tras cuatro meses de estancia en San Remo, el señor Darzac volviórestablecido. Únicamente sus ojos seguían delicados y debía prestarles unaatenciónespecial.RouletabilleyyodecidimosvigilaraBrignolles,hastaquetuvimosnoticia—querecibimoscongransatisfacción—dequelabodaibaacelebrarsemuyprontoyqueelseñorDarzacsellevaríaasumujeraunlargoviaje,lejosdeParísy…¡tambiéndeBrignolles!

AlvolverdeSanRemo,elseñorDarzacmepreguntó:

—Bueno, ¿cómo va con el pobre Brignolles? ¿Ha mudado usted suopinión?

—¡Francamente,no!—lerespondí.

Y una vez más se burló de mí, dirigiéndome algunas de esas bromasprovenzales a las que era aficionado —cuando los acontecimientos lepermitían estar alegre—y que habían adquirido en su boca un nuevo sabordesdequesuestanciaenlaProvenzadevolvieraasuacentotodosuhermosoyoriginalcolorido.

¡Parecía feliz!Peronopudimoshacernosuna ideaexactade su felicidad—desde su regreso a París tuvimos pocas ocasiones de verle— hasta queapareciócomo transformadoenelumbraldeaquella iglesia.Conunorgullomuycomprensibleerguíasutalleligeramenteencorvado.¡Lafelicidadlehacíamásaltoyapuesto!

—¡Parecequeeljefevadeboda,ynuncamejordicho!—rioBrignolles.

MeapartédeaquelhombrequemerepugnabayfuiatomarasientodetrásdelpobreseñorStangerson,quepermaneciódebrazoscruzadosdurantetodalaceremonia,ausente,sinvernioírnada.Cuandoterminótodo,tuvequedarleunapalmadaenelhombroparasacarlodesuensimismamiento.

Cuando entramos en la sacristía, el letrado Hesse lanzó un profundosuspiro.

—¡Bueno,yaestá!—dijo—.Porfinrespiro…

—¿Yquéleimpedíarespirar,amigomío?—lepreguntósucolegaHenri-Robert.

Hesse manifestó de nuevo que hasta el último minuto había estadotemiendoelregresodelmuerto.Alverqueelotroseburlaba,replicó:

—¡Qué quiere! ¡No puedo hacerme a la idea de que Frédéric Larsan seconformeconestarrealmentemuerto!

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Estábamostodos—unasdiezpersonasalosumo—enlasacristía.

Lostestigosfirmaronenellibroderegistro,yelrestodiocariñosamentelaenhorabuenaalosreciéncasados.Lasacristíaesaúnmásoscuraquelaiglesiay, de no haber sido de dimensiones tan reducidas, habría pensado que elmotivodequenovieraaRouletabilleporallísedebíaalaoscuridad.Perolociertoesquenoestabaallí.¿Quésignificabaeso?Mathildehabíapreguntadoyadosvecesporél,yRobertDarzacmerogóquefueraabuscarle,cosaquehice,perovolvíalasacristíasinél:nopudeencontrarlo.

—¡Estosíqueesextraño—dijoelseñorDarzac—,inexplicable,másbien!¿Estásegurodehabermiradobien?Estarádistraídoenalgúnrincón.

—Lo he buscado por todas partes, incluso le he llamado a voces —repliqué.

PeroelseñorDarzacnoseconformóconmirespuestayélmismoregistrólaiglesia.Tuvomássuertequeyo,puesunmendigoqueseencontrabaenelpórtico con su platillo le dijo que un joven, que efectivamente no podía sermásqueRouletabille,habíasalidodelaiglesiaunosminutosantesysehabíaalejado en un carruaje. Cuando se lo dijo a su mujer, ella se afligióvisiblemente.Mellamóymedijo:

—QueridoSainclair,usted sabequevamosacogerel trendentrodedoshorasen laestacióndeLyon;busqueanuestro jovenamigoy tráigamelo;ycomuníquelequesuextrañaconductamepreocupamucho…

—Puedecontarconmigo…—ledije.

De inmediato salí a buscarlo. Pero volví a la estación de Lyon con lasmanosvacías.Noloencontréniensucasanienelperiódiconienelbardeltribunal,dondelasexigenciasdesuoficioleobligabanfrecuentementeaestaraesashorasdeldía.Ningunodesuscompañerossupodecirmedóndepodríaencontrarlo.Esfácilimaginarconcuántatristezafuirecibidoenelandéndelaestación.ElseñorDarzaclosintióenelalma,ymerogóqueanunciaralamalanueva a sumujer,mientras él seocupabade ayudar a instalarse al profesor.(ÉsteibaaMentonaveralosRance,yacompañaríaalosreciéncasadoshastaDijon,desdedondeellosproseguiríansuviajeporCulozyMont-Cenis).Asíque comuniqué el triste recado, añadiendo que Rouletabille seguramentellegaría antes de la salida del tren.Mathilde comenzó a sollozar y dijo, conaireabatido:

—¡Novendrá!¡Losé!

Ysubióalvagón.

Fueentoncescuandoel insoportableBrignolles,alver laexpresiónde larecién casada, no tuvo empacho en repetir, dirigiéndose al letrado André

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Hesse,quienleordenócallardeinmediato:

—¿Lo ve? ¡Sigue teniendo los mismos ojos de loca! ¡Robert se haequivocado!¡Robertsehaprecipitado!

Aún veo a Brignolles pronunciando estas palabras, y recuerdo elsentimiento de horror queme inspiró.Hacía tiempo que yo no albergaba lamenor duda de que ese Brignolles era un hombre perverso, y sobre todoceloso,quenoperdonabaasuparienteelfavorquelehabíahechoalcolocarloenunpuestosubalterno.Teníalacaraamarillaylasfaccioneslargas,trazadasdearribaabajo.Todoenéltransmitíaamargura,ytodoenéleralargo:eltalle,losbrazos,laspiernas,lacabeza…Loúnicoqueseescapabaaaquellareglade excesiva longitud eran las manos y los pies. Sus extremidades eranpequeñas y casi elegantes. Al verse reprendido de modo tan brusco por eljovenabogado,dio laenhorabuenaa losespososyabandonóairadamente laestación.Oalmenoscreíquelaabandonaba,porquenovolvíaverlo.

Faltaban todavía tres minutos para la salida del tren, y seguíamosconfiando en ver llegar a Rouletabille. Todos inspeccionábamos el andén,esperandoversurgirentrelamultitudapresuradadeviajeroslacarasimpáticade nuestro joven amigo. ¿A qué se debía que no apareciera, según sucostumbre,atropellándolotodoyatodos,sinhacercasodelasprotestasylosgritos que señalaban ordinariamente su paso entre el gentío, donde siempreparecía tenermásprisaque losdemás? ¿Dónde sehabíametido?Seoyeronviolentos golpes de puertas de vagón que se cerraban… y en seguida lasbrevesinvitacionesdelosempleados:«¡Altren…!¡Viajeros,al tren…!»;lasúltimascarreras,elagudosilbidoqueanunciaba lasalida,el roncoresoplidode la locomotora…, y el convoy se puso en marcha. ¡Pero ni rastro deRouletabille! Todos permanecíamos quietos en el andén, mirando conexpresióntristealaseñoraDarzac,sinquesenosocurrierasiquieradesearleunbuenviaje.Ellaechóunaúltimamiradaalandény,enelmomentoenqueeltrencomenzabaaacelerar,segurayadequenoveríaasujovenamigo,metendióunsobreporlapuerta…

—¡Paraél!—dijo.

Ydepronto,conelrostroinvadidoporunrepentinoespanto,yenuntonotan extraño que no pude evitar pensar en los nefastos comentarios deBrignolles,añadió:

—¡Hastalavista,amigos…,oadiós!

II.DelhumorcambiantedeJosephRouletabille

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Mientrasvolvíasolodelaestación,nopudemenosqueextrañarmedelasingular e inexplicable tristeza que se había apoderado de mí. A raíz delproceso de Versalles, en cuyas peripeciasme vi tan íntimamentemezclado,llegué a sentir un gran aprecio por el profesor Stangerson, su hija yRobertDarzac. Se suponía que debía estar alegre por aquel acontecimiento queparecía satisfacer a todos.Penséque la extrañaausenciadel joven reporterotendría algo que ver con aquella especie de triste postración. Rouletabillehabíasidoconsideradocomounsalvador,tantoporlosStangersoncomoporel señor Darzac. Consideración que aumentó cuando Mathilde salió delsanatorio—dondesumenteperturbadanecesitócuidadosconstantesdurantevariosmeses—,porquefueentoncescuandoellacomprendióelextraordinariopapelquehabíajugadoelmuchachoenaqueldrama;puessinsuintervención,ella sehubierahundido irremisiblemente junto a losqueamaba; cuandoporfin recobró la razónypudo leer laversiónmecanografiadade los legajosenqueRouletabilleaparecíacomounjovenhéroemilagroso,nohuboatenciones,casimaternales,quenoleprodigara.Seinteresóportodoloconcernienteaél,provocósusconfidencias,quisosabersobreélmásdeloqueyasabíayquizámásdeloqueélmismosabía.Mostróunacuriosidaddiscretaperoinsistenterespecto a sus orígenes, que todos desconocíamos, y que el joven seguíarodeandodesilencioconunaespeciedesalvajeorgullo.Sibienerasensibleala tierna amistad que le brindaba aquellamujer,Rouletabille no cedía en sureserva,aunqueensusrelacionesconellamostrabaunaemocionadacortesía,que no dejaba de sorprenderme en un joven que yo tenía por impulsivo,apasionadoytanfirmeensussimpatíascomoensusaversiones.Másdeunavezselohicenotar,perosiempremerespondíaconevasivas,alardeando,sinembargo,del profundoafectoque sentíapor aquellapersona, a laquedecíaestimar más que a nada en este mundo y por la que estaba dispuesto asacrificarlotodo,silasuerteolafortunaledieranlaoportunidaddesacrificaralgo por alguien. También tenía momentos de un humor cambiante. Porejemplo,despuésderegocijarseantemíporquenoshabíaninvitadoaundíade descanso en casa de los Stangerson, que habían alquilado una hermosafincaparapasar losveranosaorillasdelMarne,enChennevières—puesnoquerían volver a vivir en el Glandier—, y tras haber mostrado una alegríainfantil ante la perspectiva de tan feliz asueto, de pronto se negaba aacompañarme, sinmotivo aparente. Y tenía que ir yo solo, dejándolo en lapequeña habitación que seguía ocupando en la esquina del bulevar Saint-Michel con la calleMonsieur-le-Prince.Yome enfadaba con él por la penaqueibaacausaralaseñoritaStangerson.Undomingo,ella,indignadaporlaactituddemi amigo,decidióvolver conmigoaParísparahacerleunavisitaporsorpresa.

Cuando entramos en su habitación del hotel, Rouletabille, que habíarespondido con un enérgico «¡Pase!» a los golpes con los que llamé a su

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puerta,selevantódelamesaenlaqueestabatrabajandoysepusomuypálido,tantoquecreímosqueibaadesmayarse.

—¡Oh,Diosmío!—gritóMathilde,corriendoasulado.

Con un enérgicomovimiento, Rouletabille arrojó una carpeta de tafiletesobrelospapelesquehabíaesparcidossobrelamesaparaocultarlos.

Mathilde,queadvirtióelhecho,sequedómuysorprendida.

—¿Molestamos?—dijoconuntonodedulcereproche.

—¡No,no!—respondió—.Yaheacabadomitrabajo.Seloenseñaréotrodía.Esunaobradeteatro,unapiezaencincoactos,peronoconsigodarconeldesenlace.

Luego sonrió, se recompuso por completo y nos contó un montón dechistes, agradeciéndonos que hubiéramos ido a sacarlo de su soledad. Seempeñó en invitarnos a cenar y fuimos al Foyot, un restaurante del BarrioLatino. ¡Qué noche más hermosa! Rouletabille telefoneó a Robert Darzac,quiensereunióconnosotrosalospostres.Poraquellaépoca,elseñorDarzacno estaba muy enfermo y el inquietante Brignolles aún no había hecho suapariciónenlacapital.Nosdivertimoscomoniños.EraunanochedeveranotanbellaytansuaveenlossolitariosjardinesdeLuxemburgo…

AntesdedejaralaseñoritaStangerson,Rouletabillelepidióperdónporelhumortanextrañoquegastabaavecesyconfesótenermalcarácter.Mathildelediounbesoy tambiénRobertDarzac.Loacompañéhasta lapuertadesuhotel,peroélestabatanemocionado,queentodoeltrayectonomedijounapalabra; sin embargo, en el momento de separarnos, me dio un apretón demanoscomonuncalohabíahechohastaentonces.¡Extrañomuchacho!¡Ah,siyohubierasabido…!Cómomereprochoahorahaberlojuzgadodemaneratanprecipitada.

Ydeesamanera,triste,muytriste,yasaltadoporpresentimientosqueenvano intentaba ahuyentar, volvía de la estación de Lyon, rememorando lasinnumerables fantasías, rarezas y, a veces, hasta detestables caprichos deRouletabilleenelcursode losdosúltimosaños.Sinembargo,nadade todoaquello podía hacerme sospechar lo que acababa de suceder y menos aúnexplicármelo. ¿Dónde estabaRouletabille? Fui a su hotel del bulevar Saint-Michel,diciéndomeque,sitampocoallíloencontraba,almenospodríadejarlelacartadelaseñoraDarzac.¡Cuálnoseríamiestupefaccióncuando,alentrarenelhotel,meencontréamicriadoconmimaleta!Leroguéquemeexplicaraqué significaba aquello, y me respondió que no sabía nada: que se lopreguntaraaRouletabille.

Éste, efectivamente, mientras yo andaba buscándolo por todas partes,

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exceptoenmipropiacasa,naturalmente,habíaidoamidomiciliodelacalleRivoli, le pidió a mi criado que lo llevase a mi habitación y que leproporcionara una maleta. La llenó cuidadosamente con toda la ropa quepuedenecesitarunhombredecenteparahacerunviajedecuatroocincodíasyluego le ordenó al torpe de mi criado que, una hora más tarde, llevara elreducidoequipajeasuhotel,enelbulevarSaint-Michel.Subíendoszancadasa lahabitacióndemiamigo,yallí loencontré llenandometiculosamenteunbolsodeviajeconutensiliosdeaseo,prendasdevestiryunpijama.Hastaqueno terminó lo que estaba haciendo, no pude sonsacarle nada, pues en laspequeñas cosas cotidianasRouletabille es terriblementemaniático y, a pesarde sus modestos recursos, ponía mucho empeño en vestir con pulcritud ydetestaba todo lo que pudiera parecerse de cerca o de lejos a lo bohemio.Finalmentesedignóanunciarmeque«iríamosapasarafueralasvacacionesdeSemanaSanta»,yque,yaqueyoestabalibreyquesuperiódico,L’Époque,leconcedíatresdíasdeasueto,lomejorquepodíamoshacererairadescansar«aorillasdelmar».NisiquieramedignéaresponderledelofuriosoqueestabaporsuformadeactuaryporloestúpidaquemeparecíaaquellapropuestadeiracontemplarelocéanooelCanaldelaManchaconeltiempotanabominablequehace enprimavera, que todos los años, durantedoso tres semanas, noshace añorar el invierno.Perono le impresionó excesivamentemi silencioy,cogiendomimaletaconunamanoysubolsoconlaotra,meempujóescalerasabajoyantesdequemedieracuentaestábamosmontandoenuncarruajequenosesperabaalaspuertasdesuhotel.MediahoradespuésnosencontrábamosviajandoenunvagóndeprimeraclasedelalíneadelNorte,endirecciónaLeTréport,porAmiens.CuandoentrábamosenlaestacióndeCreil,medijo:

—¿Quieredarmelacartaqueleentregaronparamí?

Lomirédearribaabajo.HabíaadivinadoquelaseñoraDarzacsellevaríaunbuendisgustoalnoverloenelmomentodesumarchayqueleescribiría.Tampocohabíaquesermuylistoparaadivinarlo.Entonceslerespondí.

—Nomerecequeseladé.

Y me puse a hacerle amargos reproches, a los que no prestó ningunaatención. Ni siquiera intentó disculparse, lo que me irritó sobremanera.Finalmenteledi lacarta.Lacogió, lamiróyaspirósudulceperfume.Yoleobservaba con curiosidad, y él frunció el ceño, disimulando bajo aquellafingidahosquedadunagranemoción,quesólopudoocultarapoyandolafrenteenelcristalyquedándoseabsortoenlacontemplacióndelpaisaje.

—¿Esquenovaaleerla?—pregunté.

—No—merespondió—,aquíno.¡Allí…!

YaeranochecerradacuandollegamosaLeTréport,despuésdeseishoras

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de un viaje interminable y con un tiempo de perros. El viento delmar noshelabaybarríaelandéndesierto.Sóloencontramosaunaduanero,envueltoensucapoteysucapucha,queibayveníaporelpuentedelcanal.Nohabíaunsolocarruaje,porsupuesto.Lallamadelosfarolesdegas,temblorosaensujauladecristal,reflejabasuluzpálidaenloscharcosdelluvia,porlosqueavanzábamoschapoteando,conlafrenteinclinadabajolasráfagasdelviento.Alolejosseoíaelapresuradochacoloteodeloszuecosdeunamujersobreeladoquinado. No caímos por el oscuro borde del malecón porque el frescorsaladoquesubíadelfondoyelrumordelamareanosadvertíandelpeligro.YoibarefunfuñandodetrásdeRouletabille,queseorientabaaduraspenasenaquellaoscuridad.Sinembargo,élparecíaconocerbienel lugar,y logramosllegar—aunque a trancas y a barrancas y odiosamente abofeteados por lassalpicadurasdelasolas—alapuertadelúnicohotelqueseguíaabiertoenlaplayadurante la temporadabaja.Rouletabilleordenóde inmediato lacenayunbuenfuego,puesteníamostantahambrecomofrío.

—Veamos—ledije—,¿sedignaráporfinacontarmequéhemosvenidoabuscar aquí, aparte de un ataque de reúma o de una más que probablepulmonía?

Rouletabilleestabatiritandoytosíasinparar.

—¡De acuerdo! —repuso—. Se lo diré. ¡Hemos venido a buscar elperfumedelaDamadeNegro!

Aquellafamosafrasemesacudiódetalmanera,queapenaspudepegarojoentodalanoche.Fuera,elvientomarinoseguíaululandoylanzandoalaplayasu largo quejido, que se colaba por las callejuelas de la ciudad y por lospasillosdelascasas.Meparecióoírruidoenlahabitacióndeallado,lademiamigo,yme levantédeunsaltoyempujé lapuerta.Apesardel frío,estabacon la ventana abierta y vi claramente que enviaba besos a las sombras.¡Parecíaqueestababesandoalanoche!

Cerrélapuertacondiscreciónyvolvíametermeenlacama.Alamañanasiguientemedespertóél,espantado.Surostrodenotabaunaangustiaextremamientras me tendía un telegrama procedente de Bourg, que le habíanreexpedidodesdeParís siguiendosus indicaciones.Elcomunicadodecíaasí:«Venga inmediatamente sin perder unminuto. Hemos renunciado a nuestroviaje por el este y vamos a reunirnos con el señor Stangerson enMenton.EstaremosencasadelosRance,enlasRochersRouges.Queestecomunicadosea un secreto entre nosotros. No conviene asustar a nadie. Ponga comopretextounasvacaciones,cualquiercosa,¡perovengapronto!TelegrafíemealalistadecorreosdeMenton.Vengapronto.Leespero.Contodaimpaciencia,quedadeusted,DARZAC».

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III.Elperfume

—¡Bueno,bueno!—gritésaltandodelacama—.¡Laverdadesquenomeextraña…!

—Nunca creyó en su muerte, ¿verdad?—me preguntó Rouletabille conunaemociónqueyonopodíaexplicarme,apesardelhorrorquesedesprendíade la situación, admitiendo que tuviéramos que tomar al pie de la letra eltelegramadelseñorDarzac.

—Nodeltodo—dije—.Élteníatantanecesidaddepasarpormuerto,quebien pudo sacrificar unos cuantos papeles en la catástrofe de LaDordogne.Pero¿quéleocurre?Tieneustedmalaspecto.¿Noseencuentrabien?

Rouletabille sedesplomó sobreuna silla.Convoz temblorosameconfióque él tampoco se había creído aquella muerte hasta que hubo acabado laceremoniade laboda.No lecabíaen lacabezaqueLarsan,dehaberestadovivo, hubiera permitido que se celebrara aquella unión entre MathildeStangerson y el señorDarzac. ¡ALarsan le hubiera bastado con presentarseparaimpedirlaboda,y,porpeligrosaquehubierapodidoserlasituaciónparaél, no habría dudado en hacerlo! Conociendo los sentimientos religiosos deMathilde,sabíaqueellanuncaconsentiríaenunirsusuerteconotrohombremientrasvivierasuprimermarido,pormásquelaleyhumanalaliberaradeél.En vano hubieran invocado ante ella la nulidad de la primera boda para lasleyesfrancesas:¡paraellaseguíaprevaleciendoelhechodequeunsacerdotelahabíaconvertidoparasiempreenlamujerdeunmiserable!

Y Rouletabille, mientras enjugaba el sudor que le corría por la frente,añadió:

—¡Ay,amigomío!¡NoolvidequealosojosdeLarsan«larectoríanohaperdidosuencantonieljardínsuesplendor»!

Pusemimanosobrelasuya.Teníafiebre.Quisetranquilizarle,peronomeescuchaba.

—¡Y vaya sorpresa! ¡Ha esperado hasta después de la boda, sólo unashoras,parahacersuaparición!—gritó—.Porque,Sainclair,¿noesciertoqueeltelegramadelseñorDarzacsignificaqueelotrohavuelto?

—¡Sí,claro!¡PeroelseñorDarzacpodríaestarequivocado!

—¡Oh, no!, el señorDarzac no es un niño asustadizo.De todosmodos,habráqueesperar,¿verdad,Sainclair?¡Quizásetratedeunerror!¡No,noesposible! ¡Sería horrible, espantoso! ¡Oh, Sainclair, amigo mío, sí, seríaespantoso!

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Jamás, ni siquiera en los peores momentos del Glandier, había visto aRouletabille tan alterado. Se levantó y comenzó a pasear por la habitacióncambiando los objetos de sitio sin motivo aparente. De vez en cuando memirabayrepetía:

—¡Seríaespantoso,espantoso!

Ledijequenoerarazonabledesesperarseporuntelegramaquenoprobabanadayquepodíaserelresultadodeunerrorounaalucinación.Luegoañadíqueenesemomento,másquenunca, íbamosanecesitarmantener lasangrefría. No era cosa de dejarse llevar por semejantes horrores, que eso eraimperdonableenunjovendesutemple.

—¡Imperdonable!Asíqueimperdonable,¿eh,Sainclair?

—¡Pero,hombre,esqueamítambiénmeestáasustando!¿Quélepasa?

—Pronto lo sabrá.La situación es terrible. ¿Por qué no estará realmentemuerto?

—Bueno,¿yquélehaceaustedpensarquenoloestá?

—Sainclair,cállese,porfavor.Fíjeseustedloqueledigo:¡Siélestávivo,yopreferiríaestarmuerto!

—¡Estáustedloco,locoderemate!¡Siélestávivoesprecisamentecuandomásfaltahacequeustedtambiénloesté,almenosparadefenderlaaella!

—¡Oh,esoesunagranverdad,Sainclair!¡Esoqueacabadedeciresunagran verdad! ¡Muchas gracias, amigo mío! Ha pronunciado usted la únicapalabraquemealientaavivir:«¡Ella!».Tienerazón.Nopensabamásqueenmí.¡Sóloenmí!

Rouletabillesoltó talcarcajada,quemeasusté,yestrechándoloentremisbrazos,leroguéquemedijeraporquéestabatanespantado,porquéhablabadesupropiamuerte,porquésereíadeesamanera.

—¡Dígamelo como a un amigo, como a su mejor amigo, Rouletabille!¡Habledeunavez!¡Desahóguese!¡Liberesusecreto!¡Dígamequéesloquetantoleagobia!Yoleabromicorazón…

Rouletabillemepusolamanoenelhombro,memiróhastaelfondodelosojos,hastaelfondodelcorazón,ymedijo:

—Se lo contaré todo, querido Sainclair, sabrá tanto como yo, y tambiénustedquedarátanespantadocomoyo,mibuenamigo,porqueesustedbuenoyséquemeestima…

Y,unavezdichoesto,cuandoyopensabaqueibaaconfesarse,selimitóapedirmeelhorariodeferrocarriles.

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—Salimosa launa—medijo—.En inviernonohayningún trendirectoentre Eu y París. No llegaremos a París hasta las siete. Así que tendremostiempodesobraparahacerlasmaletasycogerenlaestacióndeLyoneltrendelasnueveparaMarsellayMenton.

Ni siquierapidiómiparecer;me llevabaaMentoncomoantesmehabíallevadoaLeTréport;biensabíaélqueen talcoyunturayonopodíanegarlenada.Por lodemás, le veía enun estado tan agitado, que, aunquenome lohubiera pedido, no le habría dejado ir solo. Además entrábamos en plenoperíododevacacionesymisasuntosdelPalaciomedejabancompletalibertad.

—¿AsíquevamosaEu?—pregunté.

—Sí.Allícogeremoseltren.DeLeTréportaEuapenashaymediahoraencarruaje…

—Finalmentenohemosestadomuchotiempoaquí…—ledije.

—Esperoquelosuficiente…,almenoslosuficienteparaloquehevenidoabuscar,¡Diosmío!

Pensé en el perfume de laDama deNegro yme callé. ¿No acababa dedecirmequeprontoibaasaberlotodo?Mellevóhastaelmalecón.Elvientoseguía soplando con fuerza y tuvimos que resguardarnos detrás del faro. Sequedóunratopensativoycerrólosojosfrentealmar.

—Aquí—dijoporfin—,aquífuedondelaviporúltimavez.

Miróelbancodepiedra.

—Nossentamosaquí;ellameestrechócontrasupecho.Yonoeramásqueunchiquillodenueveaños.Medijoquemequedaraenelbanco;luegosefue,ynovolvíaverla…Eradenoche,unanochesuavedeverano,lanochedelaentregadepremios.¡Oh!,ellanohabíaasistidoalaentrega,peroyosabíaquevendríapor la noche…,unanoche llenade estrellas, y tan claraqueporunmomento creí distinguir su rostro. Sin embargo, se cubrió con el velosuspirando.Luegosefue.Ynovolvíaverla…

—¿Yusted,amigomío?

—¿Yoqué?

—Sí,¿quéhizousted?¿Sequedómuchotiempoenestebanco?

—Mehubieragustado…Perovinoelcocheroabuscarmeyvolví…

—¿Adónde?

—Puesalcolegio.

—Pero¿hayuncolegioenLeTréport?

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—No,perosíenEu.VolvíalcolegiodeEu.

Mehizounaseñaparaquelosiguiera.

—Vamosallá—dijo—.¡Hapasadotantotiempo!…

Media hora más tarde estábamos en Eu. Al final de la calle de losMarronniers, las ruedas del carruaje traquetearon ruidosamente por el duropavimentodelaplazamayor,queestabafríaydesierta.Elcocheroanunciólallegada haciendo restallar la fusta con su mejor arte, llenando la pequeñaciudadmuertaconlamúsicadesgarradoradesulátigoatronador.

De pronto oímos sonar un reloj por encima de los tejados—el reloj delcolegio,me dijoRouletabille—, y todo enmudeció. El caballo y el carruajepermanecieron inmóviles en mitad de la plaza, mientras el cocherodesaparecía en una taberna.Nos adentramos en la sombra helada de la altaiglesiagótica,que flanqueabaporun lado laplazamayor.Rouletabille echóuna ojeada al castillo: desde allí se divisaba su arquitectura de ladrillo rosacoronadapor amplios tejados estiloLuisXIII: taciturna fachadaqueparecíallorar por sus príncipes exiliados; contempló con melancolía el cuadradoedificiodelayuntamiento,quedirigíahacianosotrosconaparentehostilidadelastadesusuciabandera;loslocalessilenciosos,elCafédeParís—elbardelosoficiales—,lapeluquería,lalibrería.¿Nohabíacompradoallísusprimeroslibrosescolares,losmismoslibrosquepagabalaDamadeNegro?

—¡Nohacambiadonada!

Un perro viejo, descolorido, estiraba el hocico perezoso sobre sus patasheladasenelportaldelalibrería.

—¡Dios mío, pero si es Cham! —dijo Rouletabille—. ¡Lo reconozcoperfectamente!¡EsCham,mibuenCham!—Ylollamó—:¡Cham!¡Cham!

El perro se levantó y volvió la cabeza hacia la voz que lo llamaba.Diounos pasos con dificultad, nos rozó con el lomo e, indiferente, volvió atumbarseenelportal.

—¡Diosmío!—dijoRouletabille—.¡Esél!Peroyanomereconoce.

Luego me condujo por una callejuela empedrada que descendíaabruptamente.Mellevabadelamanoyyoseguíasintiendosufiebre.Prontonosdetuvimosanteuntemplopequeñodeestilojesuítico,queseerguíaantenosotrosconsupórticoadornadoporesossemicírculosdepiedra—especiede«consolasinvertidas»—,tantípicosdeesaarquitecturaquenohacontribuidoen nada a la gloria del siglo XVII. Tras empujar la hoja del portón,Rouletabillemehizopasar bajounaperfecta bóveda.Al fondo, arrodilladossobre sus tumbas vacías, se hallaban lasmagníficas estatuas deCatalina deClèvesydeEnriqueelAcuchillado.

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—Éstaeslacapilladelcolegio—medijoenvozbaja.

Nohabíanadieenlacapilla.

La atravesamos con premura. A la izquierda, Rouletabille empujósuavementeunapuertagiratoriaquedabaaunaespeciedeterraza.

—Venga,vamos—dijoenvozbaja—.Porahora todovabien.Podemosentrarenelcolegiosinquemeveaelbedel.¡Seguroquemereconocería!

—¿Yquétieneesodemalo?

Enesemomentounhombrepocoabrigado,conunmanojodellavesenlamano,pasódelantedelaterraza.Rouletabilleseechóhaciaatráshundiéndoseenlasombra.

—¡EspapáSimón!¡Quéviejoestá!Sehaquedadosinpelo.¡Cuidado!Aestashorasvaabarrerelestudiodelosmáspequeños.Ahoratodosestánenclase. ¡Bien, podremosmovernos a nuestras anchas! Sólo nos quedamamáSimónenlaportería,anoserquehayamuerto.Entodocaso,desdeaquínonosverá.¡Unmomento!¡AhívuelvepapáSimón!

¿Por qué Rouletabille mostraba tanto interés en esconderse? ¿Por qué?¡Decididamente,yono sabíanadadeaquelmuchachoaquiencreíaconocertanbien!Cadahoraquepasabaasuladomereservabaunasorpresa.Mientrasesperábamos que papá Simón nos dejara el campo libre, Rouletabille y yologramossalirdelaterrazasinservistosy,escondidosdetrásdeunosárbolesdel jardín, asomándonos por encimade una barandilla de ladrillos, pudimoscontemplar a gusto los amplios patios que había debajo de nosotros y eledificiodel colegio,quedominábamosdesdenuestro escondite.Rouletabillemecogíaelbrazocomosituvieramiedodecaerse.

—¡Dios mío! —dijo con voz ronca—. ¡Qué cambiado está todo! Handerribado el viejo estudio «donde encontré el cuchillo», y han corrido elcobertizodóndeél«escondióeldinero».Perolasparedesdelacapilla,¡ésassíquenohancambiadodelugar!Mire,Sainclair,asómese:esapuertaquedaalosbajosdelacapillaeslapuertadelaclasedepárvulos.¡Diosmío,cuántasveceshabrépasadoporelladepequeño!Peronunca,nuncasalíadeahíalegre,¡nisiquieraalahoradelrecreo,cuandopapáSimónveníaabuscarmeparairallocutorio,dondemeesperabalaDamadeNegro!¡PorDios,esperoquenohayantocadoellocutorio!

Y,aventurandounaojeadahaciaatrás,avanzólacabeza.

—¡No, no lo han derribado! ¡Mire, ahí está! Al lado de la bóveda, laprimera puerta a la derecha. Ahí venía ella, y ahí iremos dentro de unmomento,cuandopapáSimónvuelvaabajar.

Lecastañeteabanlosdientes.

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—Creoquevoyavolvermeloco—dijo—.Essuperioramisfuerzas.Sólodepensarquevoyavolveraverellocutorio,dondeellameesperaba…Sólovivíaconlaesperanzadeverla,yencuantoseiba,apesardequesiempreleprometíaquesabríacomportarme,mesumíaenunadesazóntanprofunda,quecada vez temían más por mi salud. Únicamente conseguían sacarme de mipostraciónamenazándomeconque, sicaíaenfermo,novolveríaaverla.Mequedabaconsu recuerdoy superfumehasta lavisita siguiente.Nuncapudeverclaramentesuqueridorostroy,cuandomeestrechabaentresusbrazos,mesentíaembriagadoconsuperfumehastadesfallecer;asíquevivíamásconsuolor que con su imagen. Los días siguientes a su visita me escapaba allocutorio durante el recreo, y cuando estaba vacío como hoy, aspiraba confervorreligiosoelairequehabíarespiradoella,aspirabalaatmósferaenqueellahabíaestadoysalíadeallíconelcorazónperfumado.Eraelmásdelicado,el más sutil y, seguramente, el más natural y dulce perfume del mundo, eimaginabaquenovolveríaasentirlonuncamás,hastaaqueldíadelqueyalehablé,Sainclair,¿recuerda?,eldíadelarecepciónenelElíseo.

—Aqueldía,amigomío,seencontróustedconMathildeStangerson.

—¡Cierto!—respondióconvoztemblorosa.

¡Ah, si hubiera sabido yo entonces que la hija del profesor StangersonhabíatenidounhijodesuprimermatrimonioenAmérica,unhijoque,deviviraún,tendríalaedaddeRouletabille!¡Quizáentonces,despuésdelviajequemiamigohizoaAmérica,dondecontodaseguridadseenteródeello,quizá,digo,habríaalfincomprendidosuemoción,supena,laextrañaturbaciónquesentíaal pronunciar el nombre deMathilde Stangerson en aquel colegio donde enotrotiempolovisitabalaDamadeNegro!

Hubounsilencioquenomeatrevíaturbar.

—¿YnuncahasabidoporquénovolviólaDamadeNegro?

—¡Oh! —dijo Rouletabille—. Estoy seguro que la Dama de Negro sívolvió.¡Fuiyoquiensemarchó!

—¿Quiénvinoabuscarlo?

—¡Nadie!¡Meescapé!

—¿Paraqué?¿Quizáparabuscarla?

—¡No, no, Sainclair! ¡Para huir de ella! Tal como lo oye. ¡Para huir deella!¡Peroellavolvió!¡Estoysegurodequevolvió!

—¡Pueslapobredebiódesentirsedesesperadaalnoencontrarloaquí!

Rouletabillealzólosbrazosalcielomeneandolacabeza.

—¡No lo sé! ¿Quién puede saberlo? ¡Dios mío, qué desgraciado soy!

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¡Silencio!AhíestápapáSimón.Seva.¡Porfin!¡Venga,deprisaamigomío!¡Allocutorio!

De tres zancadas nos plantamos allí.Era una estancia corriente, bastantegrande, con pobres cortinas blancas en las ventanas. Sumobiliario consistíasóloenseissillasdepajaalineadascontralasparedes,unespejoencimadelachimeneayunrelojdepared.Estababastanteoscura.

Cuando entramos, Rouletabille hizo uno de esos gestos de respeto yrecogimientoquesóloseempleanalentrarenunlugarsagrado.Sepusocomountomate,avanzóapasitoscortos,muyconfuso,sindejardedarvueltasalaviseraentresusdedos.Sevolvióhaciamíy,envozbaja,muybaja,másbajaaúnquelaquehabíaempleadoalhablarmeenlacapilla,medijo:

—¡Oh,queridoSainclair! ¡Ahíestá el locutorio!Mire, toquemismanos,estoy ardiendo, estoy rojo, ¿verdad? ¡Siempre que venía aquí paraencontrarme con ella me sucedía esto! He corrido, y estoy jadeando. ¡Quéimpaciencia,Diosmío!El corazónme late comocuandoeraniño.Mire, yoentraba por ahí, por esa puerta, yme quedaba quieto, avergonzado.Veía sunegra sombra en el rincón, y entonces ella me tendía silenciosamente losbrazos,yomearrojabaaellos,yluegonosabrazábamos…yllorábamos.¡Oh,quédelicia!¡Eramimadre,Sainclair!Yolosabía.Ellamedecíaquemimadrehabía muerto, que sólo era una amiga suya… Pero como me pedía que lallamara «¡madre!», y lloraba cuando la besaba… Sé muy bien que era mimadre.Mire,siempresesentabaahí,eneserincónoscuro,yveníaalacaídadelatarde,cuandoaúnnohabíanencendidolaluzenellocutorio.Alllegar,dejaba en el alféizar de la ventana un gran paquete blanco atado con unacuerdarosa.Eraunbollo.¡Cómomegustabanlosbollos,Sainclair!

Rouletabillenopudocontenersemás.Apoyó loscodosen lachimeneaylloróy lloró…Cuando se sintiómás aliviado, levantó la cabeza,memiróysonrió tristemente. Luego se sentó, agotado. No me atrevía a dirigirle lapalabra. Yo comprendía que no estaba hablando conmigo, sino con susrecuerdos.

Vicómosacabadelpecho lacartaqueyo lehabíaentregado,ycómo laabríaconmanostemblorosas.Laleyódespacio.Deprontodejócaersumanoy lanzó un gemido. Él, tan colorado hacía un momento, se había puestoterriblemente pálido; parecía que toda la sangre se le hubiera salido delcorazón.Quiseacercarme,peromeloimpidióconungesto.Luegocerrólosojos.

Me hice a la idea de que dormía. Entonces me alejé suavemente, depuntillas,comosiestuvieraenlahabitacióndeunenfermo.Meapoyéenunaventana que daba a un pequeño patio, cuyo único habitante era un gruesocastaño. ¿Cuánto tiempo permanecí allí mirando aquel castaño? ¡No lo sé!

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Como tampoco sé qué habríamos respondido a cualquiera de la casa quehubiera entradoenel locutorio enesemomento.Pensabaoscuramente en elextrañoymisteriosodestinodemiamigo,enaquellamujerquequizáfuerasumadre. Era entonces tan joven Rouletabille… Tenía tanta necesidad de unamadre, que quizá se había fabricado una en su imaginación. ¡Rouletabille!¿Quéapellidosuyoconocíamos?JosephJoséphin.Sinduda,bajoesenombrehabía hecho sus primeros estudios allí… Joseph Joséphin. Como decía elredactor jefe de L’Époque, «¡eso no es un nombre!». Y ahora, ¿qué habíavenidoahaceraquí?¡Sóloabuscarelrastrodeunperfume!¿Aresucitarunrecuerdo,unailusión?

Hizo un poco de ruido yme di la vuelta. Él estaba de pie; parecíamuytranquilo;teníaesaexpresiónrepentinamenteserenadequienacabadeobtenerunagranvictoriainterior.

—Sainclair,tenemosqueirnos.¡Vámonos,amigomío!¡Vámonosya!

Abandonóellocutoriosinmirarsiquieraatrás.Yloseguí.

Yaenlacalledesierta,adondellegamossinquenadienosviera,lodetuveylepregunté,angustiado:

—Y bien, amigo mío. ¿Ha encontrado ya el perfume de la Dama deNegro?

Indudablemente comprendió que en la pregunta había puesto todo micorazón, con el ferviente deseo de que aquella visita a los lugares de suinfanciadevolvieraunpocodepazasualma.

—Sí—contestóconmuchagravedad—.Sí,Sainclair,loheencontrado.

YmemostrólacartadeMathildeStangerson.

Yolomiraba,aturdido,sincomprender,puesaúnignorabamuchascosas.Entonces,cogiéndomelasmanosyconsusojosclavadosenlosmíos,dijo:

—Voyaconfiarleungransecreto,Sainclair,elsecretodemividayquizáun día el secreto demimuerte. ¡Suceda lo que suceda,morirá con usted yconmigo!MathildeStangersonteníaunhijo…Peroesehijoestámuerto,¡estámuertoparatodos,exceptoparaustedyparamí!

Retrocedí, lleno de estupor, aturdido ante semejante revelación.¡Rouletabille, hijo de Mathilde Stangerson! Y luego, de pronto, sufrí unaviolentaconvulsión.Porqueentonces…,entonces…,¡RouletabilleerahijodeLarsan!

¡Dios mío! Ahora comprendía todas las vacilaciones de Rouletabille.Ahoracomprendíaporquéaquellamismamañanamiamigo,presintiendolaverdad,habíadicho:«¿Porquénoestarárealmentemuerto?¡Siélestávivo,

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yopreferiríaestarmuerto!».

Rouletabilleleyómipensamientoenmisojosehizosimplementeungestoquesignificaba:«Enefecto,Sainclair.¡Porfinhacaídousted!».

Luegoexpresóenvozalta:

—¡Nohablemosmásdeello!

EncuantollegamosaParísnosseparamosparavolvernosaencontrarenlaestación. Allí Rouletabille me tendió un nuevo telegrama procedente deValence,firmadoporelprofesorStangerson,quedecía:«ElseñorDarzacmehacomentadoque tieneustedunosdíasdevacaciones.Nosalegraríamuchoquevinieraadisfrutarlosconnosotros.LeesperamosenlasRochersRouges,encasadeArthurRance,queestaráencantadodepresentarleasumujer.Mihija se alegrará también mucho de verle. Une sus ruegos a los míos.Recuerdos».

Cuandosubíamosaltren,elconserjedelhoteldeRouletabilleseprecipitóenelandénconunnuevotelegrama.ÉsteveníadeMentonyestabafirmadoporMathilde.Enélfigurabaunasolapalabra:«¡Socorro!».

IV.Encamino

Ahoralosétodo.Rouletabilleacabadecontarmesuinfanciaextraordinariay aventurera, y sé por qué no hay nada que le atemorice tanto como laposibilidaddeque la señoraDarzacdescubraelmisterioque los separa.Nomeatrevoadecirniaaconsejarnadaamiamigo.¡Diosmío,pobremuchacho!Cuando leyóel telegramaquedecía:«¡Socorro!», se lo llevóa los labios, yestrujándomelamano,dijo:

—Sillegamosdemasiadotarde,¡yovengaréalosdos!

¡Con qué energía fría y salvaje lo dijo! De cuando en cuando un gestodemasiado brusco traiciona la pasión de su alma, pero por lo general semuestra tranquilo. ¡Qué terriblemente tranquilo está ahora! ¿Qué resoluciónhabrátomadoenelsilenciodellocutorio,mientraspermanecíainmóvilyconlosojoscerradosenelrincóndondesesentabalaDamadeNegro?

MientraseltrenavanzahaciaLyonyRouletabillesueñaensulitera,dondesehaechadovestido,lesdirécómoyporquécuandoeraniñoseescapódelcolegiodeEu,yloquelesucediódespués.

¡Rouletabille huyó del colegio tildado de ladrón! No hay por qué andarbuscandootrapalabra,puestoquelehabíanacusadoderobar.Veamosloque

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sucedió:

Con sólo nueve años, Rouletabille poseía ya una inteligenciaextraordinariamenteprecozypropensaa la resoluciónde losproblemasmásextraños y difíciles. Con una lógica sorprendente, incomparable por susencillezyporlaclaridaddesusrazonamientos,asombrabaasuprofesordematemáticasconsusistemafilosóficodetrabajo.Incapazdeaprenderlatablade multiplicar—contaba con los dedos—, mandaba a sus compañeros quehicieran lasoperacionesporél,delmismomodoqueseencargaauncriadorealizaruna tareavulgar,nosinanteshaberles indicadoelplanteamientodelproblema. Aunque ignoraba aún los principios del álgebra clásica, habíainventadoparasuusopersonalunálgebracompuestadesignosextrañosquerecordabanlaescrituracuneiformeyque leservíaparamarcar lasdiferentesetapas de su razonamiento matemático, llegando así a enunciar fórmulasgeneralesquesóloélcomprendía.Cuando,sinayudadenadie,descubrióengeometríalasprimerasproposicionesdeEuclides,suprofesorlocomparóconorgullo a Pascal. Aplicaba a la vida cotidiana su admirable capacidad derazonamiento,tantoenlomaterialcomoenlomoral.Esdecir,siporejemploalguien de entre diez compañeros cometía cualquier acción reprobable, yafuera una burla de estudiante, una fechoría o un chivatazo, despejaba laincógnitaimplacablemente,descubriendoalautorapartirdelosdatosmoralesquelehabíanproporcionadoodelosdatosquesusobservacionespersonaleslehabíanprocurado.Estoporloquerespectaalomoral;enlomaterial,nadale resultaba tan sencillo como encontrar un objeto escondido, perdido… orobado.Enesecamposíquedesplegabaunainventivainigualable;eracomosilanaturaleza,ensuincreíbleafándeequilibrio,despuésdehabercreadoaun padre que era el geniomalo del robo, hubiera querido darle por hijo ungeniobuenoquesalvaraasusvíctimas.

Aquella extraña aptitud le valió algunos éxitos entre el personal delcolegio, en varias circunstancias divertidas a propósito de objetos birlados;peroundía supropiahabilidad le resultó fatal.Descubriódeuna forma tananormalunapequeñasumadedineroquelehabíanrobadoaljefedeestudios,quenadiecreyóqueeldescubrimientosedebierasolamenteasuinteligenciayperspicacia. La hipótesis les resultó a todos increíble, y gracias a unadesgraciada coincidencia de hora y lugar, acabó él acusado de ladrón.Quisieronqueconfesarasuculpa,perosedefendióconenérgicaindignación,loquelevalióunseverocastigo;eldirectorhizounaencuestaentrelosniños,queperjudicóaJosephJoséphin:conesacruelcobardíaquelosniñossuelenmostrar hacia sus compañeros, algunos denunciaron que desde hacía algúntiempo les faltaban librosymaterial escolar, y acusaron formalmente alquevieron ya estigmatizado. En aquel pequeño mundo consideraron más quenunca como un crimen el hecho de que no tuviera padres conocidos y quenadiesupiera«dedóndevenía».Ahoralollamaban«elladrón».Élsedefendió

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ypeleó,perosellevólapeorparte,porqueeraeldébil.Estabadesesperado.Sequeríamorir.Eldirector, aunqueeraunbuenhombre, estabaconvencidodequeteníaantesíaunapequeñafieraviciadaalaqueeraprecisoreconducir,haciéndolecomprenderlobochornosodesusactos.Asípues,ledijoque,sinoconfesaba el robo, lo expulsaría del centro y que además escribiría aquelmismodíaalapersonaquetantoseinteresabaporél,laseñoraDarbel—eraelnombrequeellahabíadado—,paraquevinieraabuscarlo.Elniñosenegóyse dejó llevar al cuartucho donde lo tenían confinado. Al día siguiente lobuscaronenvano.Habíahuido.Comprendióquesieldirector,quesiemprelohabía tratado bien y que se había hecho cargo de él desde su más tiernainfancia—hastaelpuntodequenorecordabaotroambienteensuvidaquenofueraeldelcolegio—,lo tratabadeaquellamanera,eraporquedeverdadlocreía culpable. Así las cosas, cabía pensar que la Dama de Negro tambiéncreeríaqueeraunladrón.¡AntesmorirquepasarporladrónantelosojosdelaDamadeNegro!Yaquellamismanocheseescapósaltandoelmurodeljardín.Fuecorriendohastaelcanal,donde,aúnsollozandoy trasdedicarsuúltimopensamiento a la Dama de Negro, se arrojó al agua. Por suerte, en sudesesperación,elpobreniñosehabíaolvidadodequesabíanadar.

Meheextendidosobreestesucesode la infanciadeRouletabille,porqueestoysegurodequeasísecomprenderásuimportanciaenlasituaciónactual.MientrasnosupoqueerahijodeLarsan,Rouletabillenopodíarecordaraqueltriste episodio sin sentirse desgarrado por la idea de que laDamadeNegropudiera haber creído que en efecto era un ladrón; pero desde que empezó asospechar—¡sospechahartofundadapordesgracia!—dellazolegalynaturalque louníaconLarsan, ¡sudolorysu tristezaaumentaron terriblemente!Alenterarsedelosucedido,sumadredebiódepensarquelosinstintoscriminalesdelpadreseperpetuabanenelhijo,ytalvez…—pensamientomáscruelquelamuertemisma—,¡talvezsehabíaalegradodesudesaparición!

Porquealniño lodieronpormuerto.Encontraron lashuellasdesuhuidahasta el canal y sacaron su gorra del agua. ¿Cómo se las arregló él?De laformamás singular.Al salir del agua, decidido a huir de aquellas tierras, elmozalbetealqueandabanbuscandoportodaspartes,dentroyfueradelcanal,encontróunamaneramuyoriginaldeatravesarlaregiónsinllamarlaatencióndenadie.YesoqueaúnnohabíaleídoLacartarobada.Sesirviósólodesugenio.Comosiempre,recurrióasucapacidadderazonamiento.Conocía,porhaberlas oído contar amenudo, esas historias de chiquillos traviesos que seescapandecasaenbuscadeaventuras,escondiéndosededíaenelcampoyenlosbosques,ycaminandoahurtadillasporlanoche,peroqueenseguidalosencontrabalapolicíaoseveíanobligadosavolveralhogarporquecarecíandelo más elemental y no se atrevían a pedir de comer por los caminos querecorrían porque estaban muy vigilados. Nuestro pequeño Rouletabille, encambio,dormíacomotodoelmundoporlanoche,ycaminabaaplenaluzdel

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díasinocultarsedenadie.Sóloque,encuantoselesecólaropa—porsuerteempezabaelbuentiempoynopasófrío—,lahizojironesyalavistadetodossededicóamendigar;alargabalamano,yjurabaalostranseúntesque,sinollevabadineroacasa,suspadreslepegarían.Lagentelotomabaporunhijode esas familias gitanas que viven en carromatos por los alrededores de lasciudades. Pronto llegó la época de las fresas silvestres. Las recogía y lasvendíaenpequeñascestasdepajaqueconfeccionabaélmismo.Meconfesóque,denohabersidoporqueleobsesionabaelterriblepensamientodequelaDama de Negro pudiera creerle un ladrón, habría conservado el más felizrecuerdodeaquellaépocadesuvida.Suastuciaynaturalvalor leayudaronduranteaquellaaventuraquedurómeses.¿Adóndeiría?¡AMarsella!Ésaerasuidea.

Habíavistoenun librodegeografía imágenesde laProvenza,ysiemprehabía soñado con conocer aquella tierra encantada. En su vida demendigo,habíaentabladorelaciónconunapequeñacaravanadegitanosqueseguíanelmismo camino que él, y que se dirigían a Saintes-Maries-de-la-Mer—en elCrau—,dondeelegiríanasurey.Leshizoalgunosfavores,supoganárselos,ylos gitanos, que no suelen pedir papeles a los pasajeros, no quisieron sabermás. Pensaron que, víctima de los malos tratos, el niño había huido decualquierbarracade saltimbanquis,y se lo llevaronconellos.Deesa formallegóalMediodíafrancés.LosdejóenlosalrededoresdeArlesyporfinllegóa Marsella. Aquello era el paraíso, un eterno verano…, ¡y qué puerto! Elpuertoeraunrecursoinagotableparalospilluelosdelaciudad,yfueuntesoroparaRouletabille.De allí sacaba todo lo que quería, a su antojo, según susnecesidades,quenoerantantas.Porejemplo,sehizo«pescadordenaranjas».Fue precisamente en el ejercicio de aquella lucrativa profesión, cuando unabuenamañanaconocióenlosmuellesaunperiodistadeParís,GastonLeroux,y aquel encuentro con el tiempo tendría tal influencia en el destino deRouletabille, que nome parece superfluo ofrecer aquí el artículo en que elredactordeLeMatinrelatóaquelmemorableencuentro:

Elniñoquepescabanaranjas

Cuando el astro rey, atravesando un cielo de nubes, hería con sus rayosoblicuos el traje de oro de Notre-Dame-de-la-Garde, bajé a los muelles.Todavía húmedas las grandes losas, devolvían nuestra imagen bajo nuestrospasos.Unamultituddemarineros,estibadoresymozosdecuerdaseagitabaentornoalasvigasllegadasdelosbosquesdelnorte,accionandopoleasytirandode cables. El áspero viento de alta mar, deslizándose furtivamente entre latorredeSanJuanyelfuertedeSanNicolás,extendíasurudacariciaporlasaguasestremecidasdelviejopuerto.Costadoconcostado,aletaconaleta,lasbarcassetendíanlosremosoenrollabanlavelalatina,danzandoalcompás.Asu lado, cansadosde tantos balanceos lejanos, fatigadosdehaber cabeceado

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durante días y noches por mares desconocidos, los pesados barcosdescansaban penosamente, mostrando al cielo como harapos sus grandesmástiles inmóviles. A través de ese bosque de mástiles y cofas, mi miradallegóhastalatorrequeatestiguaque,haceveinticincosiglos,unoshijosdelamítica Focea, que venían desde Sonia por los senderos de agua, echaron elanclaenestafelizcosta.Despuésmiatenciónsevolvióalmuelle,yentoncesdescubríalniñoquepescabanaranjas.

Estabadepie,embutidoenunachaquetahechajironesquelellegabahastalostalones,conlacabezaylospiesdesnudos,elpelorubioylosojosnegros;tendríatansólounosnueveaños.Desuhombrocolgabaunsacodetela,sujetoa una cuerda que hacía de asa. Tenía el puño izquierdo en el talle y con lamano derecha se apoyaba en un palo, tres veces más alto que él, en cuyoextremohabíaclavadaunapequeñarodajadecorcho.Elniñoestabainmóvilycontemplativo.Meacerquéaélylepreguntéquéhacía.Merespondióqueerapescadordenaranjas.

Parecíamuyorgulloso de ser pescador de naranjas y no intentó pedirmeunoscéntimos,comohacenlospilluelosenlospuertos.Volvíahablarle;peroesta vez no me prestó atención, pues estaba mirando al agua con muchaatención.NoshallábamosentreelfinotalledelFides,llegadodeCastellamare,yelbauprésdeunagoletadetrespalosprocedentedeGénova.Unpocomáslejos,dostartanasquehabíanllegadopor lamañanadesdelas islasBalearesmostraban susvientres redondos, llenosdenaranjas,que ibanperdiendoportodaspartes.Lasnaranjasflotabanenelagua,yelsuaveoleajelastraíahacianosotrossobrepequeñasondas.Mipescadorsaltóaunacanoa,corrióalaproay,armadoconsupalocoronadodecorcho,esperó.Yluegopescó.Elcorchodel palo atrajo una naranja, dos, tres, cuatro, que desaparecieron dentro delsaco. Pescó otra más, saltó al muelle y abrió la dorada fruta. Hundió supequeñabocaenlacáscaraabiertaydevoróladulcepulpa.

—¡Queaproveche!—ledije.

—Gracias, señor —me respondió, embadurnado por completo delencarnadozumo—,nohaynadaquemegustemásquelasnaranjas.

—Hoy tienes suerte —le repliqué—. Pero ¿qué haces cuando no haynaranjas?

—Trabajoenelcarbón.

Hundió su pequeñamano en el saco, y la sacó con un enorme trozo decarbón.

El zumo de la naranja le había corrido por los andrajos de la chaqueta.Aquellos andrajos tenían bolsillos. El pequeño sacó de un bolsillo algoparecido a un pañuelo, secó cuidadosamente sus andrajos, y con un gesto

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elegantelovolvióaguardarenelbolsillo.

—¿Aquésededicatupadre?—lepregunté.

—Espobre.

—Ya,pero¿aquésededica?

Elpescadordenaranjasseencogiódehombros.

—¡Nopuedehacernada,porqueespobre!

Miinterrogatorioacercadesugenealogíanoparecíaserdesugusto.

Echó a andar por el muelle y lo seguí; llegamos hasta el «embarcaderovigilado»,unrecuadrodemardondegozabandevigilancialosyatesdelujo,los veleros relucientes de caoba encerada, barcos de una limpiezairreprochable. El chaval los contemplaba con ojo de entendido yexperimentaba un vivo placer con aquella inspección. Una hermosaembarcación atracaba en aquelmomento con su única vela desplegada. Eraunavela inmaculada,yhenchía sublanco triángulo,brillando luminosabajolosrayosdelsol.

—¡Ésasíqueesbuenatela!—dijonuestromozalbete.

En ese momento pisó un charco, y su chaqueta, que le preocupaba porencimadetodo,quedótodasalpicada.¡Quédesastre!Pocolefaltóparallorar.Sacó de nuevo el pañuelo y limpió y limpió; luego me miró con ojosanhelantesymepreguntó:

—¿Estásuciapordetrás?

Ledimipalabradehonordequeestabalimpia.Entonces,mástranquilo,volvióaguardarelpañueloenelbolsillo.

Apocospasosdeallí, en laaceraquebordea lasviejascasasdeparedesrojas,azulesyamarillas,yencuyosbalconesseveíantrapostendidosdetodoslos colores, había unas vendedoras de mejillones detrás de unas mesas.Encima de lasmesas estaban dispuestos losmejillones, junto a un cuchillooxidadoyunabotelladevinagre.

Nos acercamos a los tenderetesy, como losmejillones estaban frescosytentadores,ledijealpescadordenaranjas:

—Sitegustanotrascosas,ademásdelasnaranjas,teinvitoaunadocenademejillones.

Susnegrosojosardierondedeseoynospusimosacomermejillones.Lavendedoralosabríaynosotroslosdevorábamos.Quisoponernosvinagre,peromicompañeroladetuvocongestoimperioso.Abrióelsaco,rebuscódentroysacótriunfanteunlimón,negroporhaberestadoencontactoconelcarbón.Su

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dueño sacó el famoso pañuelo y lo limpió. Luego lo partió yme ofreció lamitad,perocomoamímegustanlosmejillonessolos,rechacésuinvitaciónyledilasgracias.

Tras el refrigerio regresamos por el muelle. Entonces el pescador denaranjasmepidióuncigarrilloy loencendióconunacerillaque teníaenelotrobolsillodesuchaqueta.

Conelcigarrilloentre los labios,y lanzandoalcielobocanadasdehumocomounhombre,elchiquilloseplantósobreunalosaalbordedelmuelley,con la mirada fija en lo alto de Notre-Dame-de-la-Garde, se colocó en laposicióndel célebreniñoque constituye lamás famosa estatuadeBruselas.Noperdióniunapulgadadesuestatura,estabamuyorgullosodesímismo,yparecíaquereranegarelpuerto.

GASTONLEROUX

DosdíasmástardeJosephJoséphinvolvióaencontrarseenelpuertoconGaston Leroux, quien se le acercó poniéndole el periódico en la mano. Elmozalbete leyó el artículo, y el periodista le dio una reluciente moneda decinco francos. Rouletabille la aceptó sin reparos. Incluso le pareció natural.«Recibo estamoneda—le dijo aGastonLeroux—como los honorarios delcolaborador».Invirtióesoscincofrancosenunamagníficacajadelimpiabotascon todos sus accesoriosy fuea instalarse frente alBrégaillon.Durantedosañosseapoderódeloszapatosdetodoslosqueibanallíacomerlatradicionalbullabesa.Entre limpiezay limpieza se sentabaen la cajay leía.El sentirsepropietariodesucajadezapatos ledespertólasaspiraciones.Habíarecibidouna educación y una enseñanza escolar lo bastante buena para comprenderque, si no acababa por sí mismo los estudios en los que otros le habíaniniciado,severíaprivadodelaoportunidaddelabrarseunfuturoyunabuenaposiciónenelmundo.

Losclientesnotardaroneninteresarseporaquellimpiabotasquesiempretenía en su caja algún libro de historia o dematemáticas, y al fin hizo tanbuenas migas con un armador, que éste lo contrató como botones para susoficinas.

Rouletabille fue ascendido en poco tiempo al puesto de secretario yconsiguióreuniralgunosahorros.Alosdieciséisaños,conalgodedineroenelbolsillo,cogióeltrenaParís.¿Paraqué?ParairabuscaralaDamadeNegro.Niunsolodíahabíadejadodepensarenlamisteriosavisitantedellocutorioy,aunque ella jamás le dijo que vivía en la capital, estaba convencido de queningunaotraciudaddelmundoeradignadeteneraunadamaqueutilizabaunperfume tan agradable. Es más, incluso los compañeros del colegio quelograronversuelegantefiguracuandosedeslizabahaciaellocutorio,decían:«¡Mira,mira,havenidolaparisina!».Hubierasidodifícilprecisarlaideaque

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rondabaporlacabezadeRouletabille,yquizáhastaélmismolaignoraba.Suúnicodeseoera«ver»a laDamadeNegro, aunque fuerade lejos, comoundevotocontemplaelpasodeunaimagensagrada.¿Seatreveríaaacercarseaella?Lafeahistoriadelrobo,cuyaimportancianohabíahechosinocrecerenlaimaginacióndeRouletabille,¿noseinterponíaentreelloscomounabarreraqueélnopodíafranquear?Eraposible,eraposiblequeasífuera,peroapesardetodoélqueríaverla:deesosíestabacompletamenteseguro.

Al llegar a la capital fue a ver a Gaston Leroux, y en cuanto éste loreconoció, el muchacho le dijo que, no sintiendo preferencia por ningúntrabajo en particular —cosa bastante chocante en un joven tan deseoso detrabajarcomoél—,habíadecididohacerseperiodista,ydegolpeyporrazolepidióunempleodereportero.GastonLerouxintentódisuadirlodetanfunestapretensión, pero fue en vano. Y por fin, cansado de luchar contra suinsistencia,ledijo:

—Muy bien, amigo mío, si no tiene nada mejor que hacer, intenteencontrar«elpieizquierdodelacalleOberkampf».

Ytrasdecirleestosefue, loquehizopensaralpobreRouletabillequeelpícaro periodista se estaba burlando de él. Sin embargo, compró y leyó unejemplar de L’Époque, diario que ofrecía una buena recompensa a quienencontraraeldespojohumanoquefaltabaalamujerdescuartizadadelacalleOberkampf.Elrestoyaloconocemos.

En El misterio del cuarto amarillo conté cómo Rouletabille se dio aconocer al gran público en aquella ocasión y de quémodo tuvo, al mismotiempo, la revelación de su singular profesión, que iba a convertir en partefundamental de su vida, y que consistía en comenzar a razonar cuando losdemáscreíanhaberterminado.

También he relatado qué azar le llevó una tarde al Elíseo, donde sintiópasarelperfumedelaDamadeNegro.FueentoncescuandosediocuentadequeestabasiguiendoalaseñoritaStangerson.¿Quémássepuedeañadir?Esfácil adivinar las consideraciones sobre las emociones que asaltaron aRouletabilleapropósitodelfamosoperfumedurante losacontecimientosdelGlandier, ¡y sobre todo después de su viaje a América! ¿Quién nocomprendería ahora sus vacilaciones, sus «cambios» de humor? LainformaciónqueobtuvoenCincinnatisobreelhijodelaquehabíasidoesposade Jean Roussel debió de ser bastante explícita para que sospechara que élpodríaseraquelniño,aunquenolosuficienteparaestarseguro.Sinembargo,su instinto loempujabacon tantavehemenciahacia lahijadelprofesor,quemuchas veces hubo de contenerse para no arrojarse a su cuello, estrecharlaentresusbrazosygritarle:«¡Túeresmimadre!¡Túeresmimadre!».Ysalíahuyendo,comohuyóde lasacristíaparanodejarescapar,enunsegundode

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tristeza,elsecretoqueveníaquemándolepordentrodesdehacíatantotiempo.¡Perotambiénteníamiedo!¿Ysiellalorechazaba…,siseapartabadeélconhorror…, de él, el ladronzuelo del colegio de Eu, el hijo de Roussel-Ballmeyer, el heredero de los crímenes de Larsan? ¿Y si no podía volver averla,nivivirasulado,nirespirarla,aellayasuqueridoperfume,elperfumede laDamadeNegro?¡Diosmío,cuántohabía tenidoque lucharcontraesaespantosavisión,contraeseimpulsoqueleempujabaapreguntarlecadavezque la veía: «¿Eres tú? ¿Eres tú laDama deNegro?»! En cuanto a ella, lehabía querido de inmediato, aunque, sin duda, por su extraordinariocomportamientoenelGlandier…Sieraellarealmente,¡debíadepensarquesuhijohabíamuerto!Ysinoeraella,siunafatalidadhubieradesencaminadosu instinto y su razonamiento…, si no era ella… ¿podía arriesgarse acomentarlequehabíahuidodelcolegiodeEuporqueleacusabandeladrón?¡No,noymilvecesno!Másdeunavezellalehabíapreguntado:

—¿Dónde se ha educado usted, mi joven amigo? ¿Dónde hizo susprimerosestudios?

Yélrespondía:

—¡EnBurdeos!

Aunquehubieraqueridoresponder:«¡EnPekín!».

Sin embargo, aquel suplicio no podía durar. Porque, si en realidad era«ella»,sabríaquécosasdecirleparaablandarleelcorazón.

Cualquiercosaporverseestrechadoentresusbrazos.Avecesrazonabaasí.¡Pero tenía que estar seguro, seguro por encima de la razón, seguro deencontrarsefrentealaDamadeNegro,comoestáseguroelperrotrasolfatearasudueño!Estafiguraretóricatanpocoafortunadaqueleveníademodotannatural a la cabeza debía conducirlo a la idea de «seguir la pista».Ella nosllevó, en las condiciones que ya ustedes conocen, a LeTréport y a Eu. Sinembargo,meatreveríaadecirqueaquellaexpediciónquizánohabríapodidoaportarresultadosdecisivosalosojosdeunterceroque,comoyo,noestabainfluidoporelaroma,silacartadeMathildequeentreguéaRouletabilleeneltren no hubiera venido de golpe a proporcionarle la seguridad de lo quehabíamosidoabuscar.Yonoheleídoesacarta.Esundocumentotansagradoa los ojos demi amigo, que jamás lo verán otros ojos, pero yo sé que losdulces reproches que ella le hacía por su carácter huraño y su hermetismoestabantancargadosdedolor,queRouletabillenohabríapodidoequivocarsealrespecto,aunquelahijadelprofesorStangersonnolehubieraconfiado,enunafrasefinalenlaquedabariendasueltaasudesesperacióndemadre,que«elinterésqueellasentíaporélprocedía,notantodelosfavoresquelehabíahecho,sinodelrecuerdoqueguardabadeunniño,hijodeunaamigasuya,aquien ella había querido mucho, y que se había suicidado, “como un

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hombrecito”,alatiernaedaddenueveaños.¡YRouletabilleseparecíatantoaél!…».

V.Pánico

Dijon… Mâcon… Lyon… Él está en la litera de arriba, encima de micabeza,peroestoysegurodequenoduerme.Lohellamadoenvozbajaynome ha contestado, pero no duerme. ¡Pondría lamano en el fuego! ¿En quéestarápensando?Selevemuytranquilo.¿Quéleproporcionaesacalma?Aúnloveoenellocutorio,levantándosederepenteydiciendo:«¡Vámonos!»,conunavozsosegada,tranquila,decidida…Vámonos,¿haciaqué?¿Haciadóndehabíadecididoir?Haciaella,evidentemente,porqueestabaenpeligroysóloélpodíasalvarla;haciaella,queerasumadre¡peroquenolosabríanunca!

«Esunsecretoquehadequedarentreustedyyo. ¡Eseniñoestámuertoparatodos,exceptoparaustedyparamí!».

Ésa era su decisión: el firme y súbito propósito de no decirle nada. ¡Ypensar que el pobremuchacho había ido en busca de esa certeza sólo parasentirseconderechoahablarconella!…Desdeelmismomomentoenquelosuposeobligóaolvidar,secondenóalsilencio.Pequeñagranalmaheroica,había comprendido que la Dama de Negro, que necesitaba su ayuda, noquerríauna salvacióncompradaa costade la luchadelhijo contra el padre.¿Hastadóndepodríallegaresalucha?¿Hastaquésangrientoconflicto?Habíaque preverlo todo, era preciso tener las manos libres y la mente fría paradefenderalaDamadeNegro,¿verdad,queridoamigo?

Rouletabille está tan tranquilo que ni siquiera oigo su respiración. Meinclinosobreél…,tienelosojosabiertos.

—¿Sabeenquépensaba?—medijo—.EnesetelegramadeBourgenviadoporDarzac,yenelotro,elquehaenviadoStangersondesdeValence.

—Tambiénhepensadoenello,yenefecto, resultaextraño.EnBourg,elseñorylaseñoraDarzacyanoestánconelseñorStangersonporqueésteloshadejadoenDijon.Porlodemás,el telegramalodicebienclaro:«Vamosareunirnos con el señorStangerson».Ahorabien, el telegramadeStangersondemuestra que éste, que había continuado su camino hasta Marsella, seencuentra otra vez con los Darzac. Así, pues, los Darzac deberían habersereunido con el señor Stangerson en la línea de Marsella; pero entonces,debemossuponerqueelprofesorhahechounaparadaenelcamino.¿Conquémotivo? Él no tenía previsto realizar ninguna parada. En la estación dijo:«Mañana a las diez estaré en Menton». Vea la hora de expedición del

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telegramaenValenceycomprobemosenelhorariodetreneslahoraalaqueelseñorStangersondebíapasarporValence,anoserquehubierahechounaparadaeneltrayecto.

Revisamosloshorarios.ElseñorStangersondebíapasarporValencealas00.44de lanoche;el telegramahabíasidoexpedidoa las«00.47»,demodoqueelseñorStangersonpusoeltelegramaenValenceenelcursodesuviajenormal. En ese momento se reunirían con él el señor y la señora Darzac.Siempre con los horarios en la mano, logramos comprender el misterio dedicho encuentro. El señor Stangerson había dejado a los Darzac en Dijon,dondetodoshabíanllegadoalas18.27delatardeycogidoeltrenquesalíaalas19.08yquellegabaaLyonalas22.04yaValencealas00.47.Entretanto,losDarzac,trashabersalidodeDijonalas19.00,continuaronsucaminoporModane y Saint-Amour, y llegaron a Bourg a las 21.03, en el tren quenormalmente debía proseguir sumarcha a las 21.08.En el telegramaque elseñorDarzacpusodesdeBourgfigurabacomohoradeexpediciónlas21.28.Lo que significaba que los Darzac habían abandonado el tren y se habíanquedadoenBourg.Tambiénpodíahaberocurridoqueeltrenhubierasufridoalgúnretraso.Entodocaso,teníamosquebuscarlarazóndeserdeltelegramadel señor Darzac entre Dijon y Bourg, después de la partida del señorStangerson.Inclusosepodíaprecisarmás:entreLouhansyBourg.Enefecto,el tren se detiene en Louhans y, si el problema que motivó el telegramahubiera sucedido antes de Louhans (donde habían llegado a las 20.00), esposiblequeelseñorDarzachubieratelegrafiadodesdeallí.

A continuación buscamos la correspondencia entre Bourg y Lyon,comprobamos que el señor Darzac había puesto su telegrama en Bourg unminutoantesdelasalidahaciaLyondeltrendelas21.29.DichotrenllegaaLyonalas22.33,mientrasqueeltrendelseñorStangersonllegabaaLyonalas22.34.DespuésdelrodeoporBourgysuparadaallí,elseñorylaseñoraDarzac habían podido o habían debido reunirse con el señor Stangerson enLyon,adondehabíanllegado¡sólounminutoantesqueél!Ahorabien,¿quésucesoleshabíaempujadofueradesuruta?Nonosquedabamásquepensarenlasmástristeshipótesis,ytodas,¡Diosmío!,apuntabanalareaparicióndeLarsan.Loqueestabaclaroeraeldeseodecadaunodenuestrosamigosdenoasustar a nadie. El matrimonio Darzac, cada uno por su parte, debieron dehacer todo lo posible por disimular la gravedad de la situación. En lo querespecta al señor Stangerson, cabía preguntarnos si le habían puesto alcorrientedelaposibletragedia.

Despuéshaberdesentrañado, aproximadamente, losmisteriosadistancia,RouletabillemeinvitóadisfrutardelaslujosasinstalacionesquelaCompañíaInternacionaldeCochesCamasponeadisposicióndelosviajerosquegustantanto del descanso comodel viaje, y él dio ejemplo entregándose a un aseo

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nocturnotanmeticulosocomohubierapodidohacerloenlahabitacióndeunhotel.Uncuartodehoradespués,estabaroncando;peroyonodidemasiadocréditoasusronquidos.Entodocaso,yonodormí.EnAviñón,Rouletabillesaltó de la cama, se puso un pantalón y una chaqueta y corrió al bar de laestación a tomarse un chocolate caliente.Yo no tenía hambre.DeAviñón aMarsella, atenazados por la ansiedad, el viaje transcurrió prácticamente ensilencio;después,alavistadeaquellaciudaddondeRouletabillehabíavividouna época de su infancia tan extraña, y seguramente para alejar la angustiacreciente que sentía a medida que nos acercábamos a nuestro destino,rememoróalgunasviejasanécdotas,quemecontósinqueparecieraencontrarelmenorplacer enello.Tampocoyoponíademasiadaatencióna loquemedecía.YasíllegamosaToulon.

¡Vayaviaje!¡Conlohermosoquepudohabersido!Porlogeneral,siempreme invade un gran entusiasmo cuando vengo a esta hermosa región de laCosta Azul, que se antoja un rincón del Paraíso, sobre todo después de lahorrible salida de París, entre nieve, lluvia o barro, humedad, oscuridad,suciedad. Con qué alegría ponía los pies por la noche en los andenes de laprestigiosaP.L.M., seguro de encontrarme, a lamañana siguiente, con esegranamigoquemeesperabaalfinaldelosraíles:¡elsol!

Ya en Toulon, nuestra ansiedad desbordaba. Al llegar a Cannes no nossorprendióverenelandéndelaestaciónalseñorDarzac,puesRouletabillelehabía enviado un telegrama desde Dijon anunciándole la hora de nuestrallegadaaMenton.Élhabíallegadoallílavíspera,alasdiezdelamañana,encompañía de Mathilde y del señor Stangerson. Era evidente que habíamadrugadoparapoder llegar aCannes antesquenosotros.Su expresión eratansombría,quenosespantamosalverlo.

—¿Algunadesgracia?—preguntóRouletabille.

—¡Aúnno…!—respondió.

—¡GraciasaDios!—suspiróRouletabille—.Hemosllegadoatiempo.

ElseñorDarzacsencillamentedijo:

—¡Graciasalosdosporhabervenido!

Nosestrechólamanoynoscondujohastanuestrocompartimento;unavezdentro,cerrólapuertaconllaveycorriólascortinas.Cuandoestuvimostanasolascomoennuestracasayeltrensepusoenmarchadenuevo,comenzóahablar.Estabatanemocionado,queletemblabalavoz.

—¡Resultaquenoestámuerto!

—Es lo que nos imaginábamos —dijo Rouletabille—. Pero ¿está ustedseguro?

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—Lohevistotalycomolosveoaustedesahora.

—¿Tambiénlohavistosuesposa?

—¡Pordesgracia!¡Perohayquehacerloimposibleparaquecreaquefueuna ilusión! ¡Si no, se volverá loca! ¡Ay, amigosmíos, quémal agüero nospersigue!¿Quépretendedenosotrosestehombre?

Miró aRouletabille, cuyo aspecto era aúnmás sombrío que el del señorDarzac.Elgolpe,pormásqueloesperaba,lohirióprofundamente.Sequedódesplomadoenun rincón,yhubounpesado silencio entre los tres; luegoelseñorDarzaccontinuó:

—¡Prestenatención! ¡Esprecisoqueesehombredesaparezcadenuestrasvidas! Iremos a verlo, le preguntaremos qué quiere… y le daremos todo eldineroquenospida.Ysinoaccede, ¡lemataré! ¡Asídesencillo!¿Nocreenustedes?

No respondimos. Aquel hombre era digno de compasión. Rouletabille,haciendounvisibleesfuerzoporcontrolarsuemoción,lepidióquesecalmarayquenoscontarapuntoporpuntotodoloquehabíapasadodesdequesalierondeParís.

Entonces nos confirmóque el suceso había ocurrido enBourg, tal comohabíamosimaginado.ElseñorDarzachabíareservadodoscompartimentosdecoches camas, comunicados entre sí por un cuarto de baño. En el primerohabían dejado el bolso de viaje y el neceser de la señora Darzac, y en elsegundolosbultospequeños.Enéstehabíanviajadolos tresdesdeParís.EnDijon bajaron del tren y cenaron en el restaurante de la estación. Teníantiempo,puestoquehabíanllegadoalas18.27,yelseñorStangersonnosalíadeDijonhastalas19.08,ylosDarzacalas19.00enpunto.

Despuésde cenar, el profesor sedespidióde suhija yde suyerno en elandén. Éstos subieron a su compartimento (el de los bultos pequeños) y sedespidieron del profesor desde la ventanilla. El profesor Stangerson seguíasaludándoles con la mano cuando el tren ya estaba enmarcha. De Dijon aBourgningunode losdosentróenelcompartimentodondeseencontrabaelbolso de viaje de la señora Darzac. La puerta del pasillo de dichocompartimentohabíasidocerradaenParísnadamáscolocarelequipaje.Peroni el empleado la había cerrado por fuera con llave ni los Darzac habíanechadoel cerrojopordentro.El señorDarzachabía tenido laprecaucióndecorrerpordentrolacortinadelcristaldedichapuerta,demodoquedesdeelpasillo no se podía ver nada de lo que pasaba en el interior.En cambio, nohabíancorrido lacortinade lapuertadel compartimentoenelqueviajaban.Todo esto fue descubierto por Rouletabille gracias a un rigurosointerrogatorio, cuyos detalles no voy a referir; ofrezco simplemente el

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resultadoparaestablecerlascondicionesexternasdelviajedelosDarzachastaBourg,ydelseñorStangersonhastaDijon.

Cuando llegaron a Bourg, les notificaron que, a consecuencia de unaccidente ocurrido en la línea de Culoz, el tren permanecería inmovilizadoduranteunahoraymedia.Asíquelaparejabajódeltrenconideadedarunpaseo.ElseñorDarzacrecordódeprontoqueteníaqueescribiralgunascartasurgentesyledijoasumujerqueaprovecharíalaparadaparahacerlo.Entraronenelrestauranteypidióqueletrajeranlonecesarioparaescribir.Mathildesesentóasulado,peroenseguidaselevantóydijoqueibaadarunavueltaporlaestaciónmientraséldespachabasucorrespondencia.

—Muy bien —respondió el señor Darzac—. En cuanto acabe iré abuscarte.

YahoradejoelrelatoenlabocadelseñorDarzac:

—Cuandoacabédeescribir—nosdijo—ymedisponíaasalirenbuscadeMathilde, lavientrarenloquecidaenelrestaurante.Searrojóamisbrazosygritó: «¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío!». Era incapaz de decir otra cosa.Temblabaespantosamente.Latranquilicé,ledijequenoteníanadaquetemerestando yo a su lado, y, con dulzura ymucho tacto, le pregunté cuál era elmotivo de tan súbito horror. La obligué a sentarse, pues las piernas no lasostenían,y lesugeríquetomaraalgo,peroellarepusoqueenesemomentonopodríatragarniunagotadeagua.Lecastañeteabanlosdientes.Alfinpudohablar, aunque interrumpiéndose a cada frase y mirando con espanto a sualrededor.Mecontóquehabía idoadarunavueltapor losalrededoresde laestación,sinalejarsedemasiado,pensandoqueyonotardaríamuchoconmiscartas.Cuandovolvíaalrestauranteporelandén,vioquevariosempleadosdelos coches camas estaban preparando las literas en un vagón contiguo alnuestro.Deprontorecordóquehabíadejadoabiertoelbolsodondeguardabalasjoyas,yfueacerrarlo,noporquedudaradelahonradezdelosempleados,sinoporsimpleprudencia.Asíquesubióalvagón,sedeslizóporelpasilloyllegó a la puerta del compartimento reservado para ella y en el que nohabíamosentradodesdenuestrasalidadeParís.Abriólapuertay,depronto,no pudo evitar lanzar un grito horrible.Nadie la oyó, pues el vagón estabadesiertoyenesemomentopasabauntreninundandolaestaciónconelsonidoatronador de la locomotora. ¿Qué había sucedido? Algo inusitado,monstruoso,enloquecedor.Lapuertadelcompartimentoquedabaalcuartodebaño estaba ligeramente abierta hacia el interior del compartimento. Dichapuertaestabadecoradaconunespejo.Puesbien,¡MathildeacababadeatisbarlafiguradeLarsanenelespejo!Saltóhaciaatrás,pidiendosocorroyhuyendotanprecipitadamentequeal saltardelvagóncayódebrucesenel andén.Selevantóy,porfin, llegóal restauranteenelestadoque leshedicho.Cuandomelocontó,miprimerareacciónfuenodarcréditoasuspalabras,enprimer

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lugar porque el suceso era tan espantoso que me negaba a creerlo, y ensegundolugarporque,paraevitarquesevolvieraloca,¡debíaaparentarquenolacreía!¿EsquenoestabaLarsanmuertoybienmuerto?Adecirverdad,noacababa de creerme la historia, y lo atribuía a un efecto del espejo y a suimaginación. Naturalmente quise cerciorarme y le propuse ir juntos alcompartimento para demostrarle que había sido víctima de una especie dealucinación. No la convencí, y me dijo que jamás volveríamos a aquelcompartimentoyquesenegabaacontinuarelviajeenesetren.Todoestolofarfullabaconfrasesrotasyentrecortadas.Apenaspodíarespirar…,medabaunapenainfinita…¡Cuantomásintentabaconvencerladequeaquellavisióneraficticia,másinsistíaellaenqueerareal!Yoledijeque,durantelossucesosdelGlandier,ellahabíavistomuypocoaLarsan,locualeracierto,yquenoconocía suficientemente aquella cara para estar segura de no haberlaconfundido con la de algún otro que se le pareciera. Me respondió querecordaba perfectamente la cara de Larsan, por habérsele aparecido en doscircunstancias tales que no olvidaría nunca aunque viviera cien años. Laprimera vez, cuando el caso de la galería inexplicable, y la segunda en elmomentoquefueronadetenermeamihabitación.Yademás,ahoraquesabíaque era Larsan, no sólo había reconocido los rasgos del policía: ¡detrás deelloshabía reconocido también la figuradelhombrequenohabíadejadodeperseguirladurantetantosaños!Diosmío,jurabaporsuvidayporlamíaqueacababadeveraBallmeyer,queBallmeyerestabavivo…,vivoenelespejo,con la cara afeitada, comoLarsan, completamente afeitada, y su frente y sucabeza con amplias entradas… ¡Se aferraba a mí como si temiera unaseparación aúnmás horrible que las otras!Me arrastró hasta el andén…Deprontomesoltóy,tapándoselosojosconlamano,corrióhacialaoficinadeljefedeestación,quesequedótanespantadocomoyoalverla.Yomedecía:«¡Vaaenloquecer!».Leexpliquéalhombrequemimujersehabíaasustadomuchoalencontrarsesolaenelcompartimento,yleroguéquepermanecieracon ellamientras yo trataba de averiguar qué la había espantado tanto…Yentonces, amigos míos, entonces… —continuó Robert Darzac—, no habíaacabado de traspasar la puerta de la oficina, cuandome volví hacia atrás ycerrédeunportazo.Miexpresióndebiódeserterrible,pueseljefedeestaciónmemiróconojosdeasombro. ¡Yesqueyo…yo tambiénacababadeveraLarsan!¡No,mimujernoalucinaba!Larsanestabaallí,enlaestación…,enelandén,detrásdeesapuerta.

Robert Darzac calló un instante, como si el recuerdo de aquella terriblevisiónlehubieraarrebatadolafuerzaparapodercontinuarsurelato.Sepasólamanoporlafrente,exhalóunsuspiroycontinuó:

—Frentealapuertadelaoficinadeljefedeestaciónhabíaunafaroladegas, y bajo la farola estaba Larsan. Era evidente que estaba esperándonos,acechándonos…Y,aunqueparezca increíble, ¡noseescondía! ¡Alcontrario,

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parecíaestarallíparaqueloviéramos!Yohabíavueltoaentrarenlaoficinaycerrado lapuerta instintivamente.Cuandovolvíaabrirla,decididoa irhaciaesemiserable, ¡ya había desaparecido! El jefe de estación creyó que estabaante dos locos. Mathilde me miraba, sin pronunciar palabra, con los ojosabiertos,comosonámbula.VolvióalarealidadparapreguntarsihabíamuchadistanciaentreBourgyLyonycuáleraelpróximotrenquesedirigíaallí.Mepidióqueordenaratraernuestroequipaje,ymerogóquelejuraraqueiríamosareunirnosconsupadrecuantoantes.Comonoveíaotraformadecalmarla,lejos de oponerme, acepté de inmediato su propuesta. Además, ahora quehabía visto a Larsan con mis propios ojos, sí, sí, con mis propios ojos,comprendía que nuestro viaje de bodas era imposible y, debo confesárselo,amigomío—añadióDarzacmirando aRouletabille—, empecé a sentir quecorríamosunpeligroreal,unodeesosmisteriososyfantásticospeligrosdelosque sólo usted podría librarnos, si es que aún había tiempo. Mathilde meagradeció la presteza con que lo dispuse todo para reunirnos sin pérdida detiempoconsupadre,ysealegrómuchocuandosupoqueunosminutosmástarde (pues todo aquel suceso apenas había durado un cuarto de hora)podríamos coger el tren de las 21.29, que llegaba a Lyon alrededor de las22.00. Luego, tras haber consultado el horario de trenes y comprobado quepodríamos reunirnos en el mismo Lyon con el señor Stangerson, Mathildevolvió a mostrarme una vez más su gratitud, como si yo hubiera sido elresponsabledeaquellafelizcoincidencia.Secalmóunpococuandoeltrendelas21.00horasllegóalaestación;peroenelmomentoenqueíbamosasubir,cuandoatravesábamosrápidamenteelandénypasábamosbajolafaroladondeyo había visto a Larsan, la sentí desfallecer de nuevo bajo mi brazo. Lepreguntésihabíavistoalgo,peronorespondió.Suturbaciónaumentaba,ymesuplicó que no viajáramos solos, sino en un compartimento junto a otrospasajeros.Conelpretextodeiravigilarmiequipaje,ladejéuninstanteentrelosotrospasajerosy fuicorriendoaponerel telegramaqueustedrecibió.Aellanoledijenadadeltelegrama,porqueyoseguíapretendiendoquecreyeraquesusojoslahabíanengañado.Nodebíapensarniporunmomentoqueyocreíaentalresurrección.Cuandoabríelbolsodemimujer,comprobéquenohabíantocadolasjoyas.Lasescasaspalabrasqueintercambiamosserefirierona la discreción que debíamos guardar en presencia del señor Stangerson,quien,desaberlo,sehundiríaenunatristezafatal.DejodeladolasorpresadeéstecuandonosvioenelandéndelaestacióndeLyon.MathildelecontóqueaconsecuenciadeungraveaccidenteferroviariosehabíacortadolalíneadeCuloz,yque,comonosveíamosobligadosadarunrodeo,habíamosdecididopasarunosdíasconélencasadeArthurRanceysujovenesposa,aceptandoaúltimahoraelamableofrecimientoqueéstosnoshabíanhecho.

Quizá sea hora de informar al lector, aunque interrumpamos por uninstante el relato del señorDarzac, queArthurWilliamRance, quien, como

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relatéenElmisteriodelcuartoamarillo,durantetantosañoshabíaalimentadounamorsinesperanzaporlaseñoritaStangerson,renunciódefinitivamenteasuspretensionesamorosasyacabócasándoseconunajovenamericanaquenoseparecíaennadaalamisteriosahijadesuilustreprofesor.

Después de los sucesos del Glandier, y mientras la señorita StangersonestabaaúningresadaenunsanatoriodelosalrededoresdeParís,supimosqueWilliamArthurRanceibaacasarseconlasobrinadeunviejogeólogodelaAcademia de Ciencias de Filadelfia. Aquellos que conocían su desgraciadapasiónporMathildeylosexcesosalosquelecondujo—dehombresobrioysensato se había convertido en un alcohólico— creían que Rance se habíacasadopordespechoynoaugurabannadabuenodeunaunióntanrepentina.Opinaban que esa unión, provechosa para Arthur Rance porque miss EdithPrescotterarica,sehabíacelebradoencircunstanciasuntantoraras.Perotodoeso son rumoresque aclararé cuando tenga tiempo.Entonces sabránustedesporquéseriedecircunstanciaslosRancefijaronsuresidenciaenlasRochersRouges, en el antiguo castillo de la península de Hércules, que habíancompradoelotoñoanterior.

PerodejemosdenuevoalseñorDarzacenposesióndelapalabraparaquecontinúecontándonossuextrañoviaje.

—Una vez dadas las explicaciones pertinentes al señor Stangerson —siguióconsurelatonuestroamigo—,mimujeryyonosdimosperfectacuentade que el profesor no comprendía nada de lo que le contábamos y que, enlugardealegrarseporvolveravernos,estabatriste.Élintuíaquehabíapasadoalgo raroyque se lo estábamosocultando.Mathildedesvió la conversaciónhacia la ceremonia que se realizaría por lamañana.De esta forma aparecióusted en la conversación, amigo mío —el señor Darzac se dirigió aRouletabille—, y entonces aproveché la ocasión para comentarle al señorStangersonquepuestoqueíbamosaencontrarnostodosenMentonyustednosabía dónde pasar las vacaciones, estaría muy contento si lo invitábamos areunirseconnosotros.EnlasRochersRougessobrasitio,yArthurRanceysujoven mujer están encantados de recibirle. Mientras yo hablaba, Mathildeaprobaba con la mirada, y mi mano, que ella oprimió con ternura, mecomunicólaalegríaquemiproposiciónlecausaba.Deestemodo,alllegaraValence,pudeponerel telegramaqueelseñorStangerson,a instanciasmías,acababa de escribir y que seguramente habrá recibido usted. Como podráimaginarse,nopegamosojoentodalanoche.Mientrassupadredescansabaenel compartimentocontiguoalnuestro,Mathildeabriómiequipajey sacóunrevólver. Lo cargó,me lometió en el bolsillo del pantalón, yme dijo: «¡Sialguien nos ataca, defiéndenos!». ¡Dios mío, qué noche horrible hemospasado, amigo mío, qué noche! Permanecíamos en silencio, fingiendo quedormíamos, con los párpados cerrados y la luz encendida, porque no nos

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atrevíamosaquelaoscuridadseposaraanuestroalrededor.Teníamosechadoel cerrojo de la puerta, y aun así temíamos que él apareciera. Si oíamos elmenor ruido en el pasillo, el corazón nos saltaba dentro del pecho. ¡Ellainclusocubrióelcristaldelaventanaconunpañopormiedodeversurgirsucara de la nada! ¿Nos habría seguido? ¿Habíamos conseguido engañarlo?¿Habíamosescapadodeél?¿OhabríavueltoasubireneltrendeCuloz?Yonolocreía.Yella,ella…¡Diosmío, lasentía,allí,ensuasiento,silenciosa,comomuerta;lapobreestabadesesperada,másdecaídainclusoqueyo,porlafatalidad que arrastraba! Quise consolarla, reconfortarla, pero no hallé laspalabras, y cuando intenté decirle algo, ellame hizo una señal tan desoladaquecomprendíquelomejoreracallarme.Asíque,comoella,cerrélosojos.

DeestamaneranoshablóRobertDarzac,ypuedoasegurarlesquenoesuna transcripciónaproximada.Rouletabilleyyo juzgamos tan importante surelatoque,anuestrallegadaaMenton,nospusimosaescribirloconlamayorfidelidad posible, y poco después, cuando lo tuvimos todo bien ligado, losometimosalcriteriodeRobertDarzac,queintrodujoalgunasmodificacionessinimportancia,hastaquedartalcomolohabéisleído.

LanochedelviajedelseñorStangersonylosDarzacnopresentóningúnincidente digno de ser anotado. En la estación de Menton-Garavan seencontraronconArthurRance,quien también se sorprendiómuchodever alosreciéncasados;pero,encuantosupoquehabíandecididopasarunosdíasen su casa, aceptando finalmente la invitación que hasta entonces habíanrechazadocondiferentespretextos,sesintiómuysatisfechoydeclaróquesumujerestaríaencantada.TambiénsealegróalenterarsedelapróximallegadadeRouletabille.ArthurRancehabía sufridopor la extrema reservaconque,incluso después de sumatrimonio conmiss Edith Prescott, lo había tratadoRobertDarzac.En su última estancia enSanRemo, el joven profesor de laSorbona se había limitado a hacer una breve y escueta visita al castillo deHércules.Sinembargo,cuandovolvióaFrancia,advertidoslosRanceporlosStangersonde lavueltadeDarzac,seapresuraronaencontrarseconélen laestacióndeMenton-Garavan, laprimerapoblacióndespuésde la frontera, losaludaroncon todacordialidadyalabaronamablementesubuenaspecto.Enunapalabra,noeraculpadeArthurRancequesusrelacionesconlosDarzacnofueranmejores.

HemosvistocómolareaparicióndeLarsanenlaestacióndeBourghabíaestropeadoelplandeviajede losDarzacyhabía transformadosuestadodeánimo, haciéndolesmudar sus sentimientos de reserva y circunspección conrespectoaRance,yllevándoloshastaelseñorStangerson—quenosabíanadaperocomenzabaasospecharalgo—,encasadeunaspersonasque,sino leseran simpáticas del todo, sí les parecían honradas, leales y susceptibles dedefenderlos.Almismo tiempo le solicitaronaRouletabille suayuda.Robert

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Darzac sintió auténticopánico cuando, al llegar a la estacióndeNiza, vio aArthurRance.Pero antes de que él apareciera ocurrió unpequeño incidentequenoquieropasarporalto.NadamásllegaraNiza,saltéalandénycorríalaoficina de la estación para preguntar si había llegado algún telegrama aminombre. Me dieron el papel azul y, sin abrirlo, volví al encuentro deRouletabilleydelseñorDarzac.

—Tenga,lea—dijealjoven.

Rouletabilleabrióeltelegramayleyó:

—«BrignollesnohasalidodeParísdesdeel6deabril;contodacerteza».—Rouletabilleseechóareíracarcajadas—.¿Hasidoustedquienhapedidoestainformación?¿Quéideaselehabíapasadoporlacabeza?

—Fue en Dijon —respondí, bastante humillado por la actitud deRouletabille—dondemevinolaideadequeBrignollespodíaestarmetidoenlasdesgraciasquehacenpreverlostelegramasqueustedrecibió.Ylepedíaun amigo que me informara acerca de los actos y movimientos de eseindividuo.TeníamuchacuriosidadporsabersihabíasalidodeParís.

—Bueno —respondió Rouletabille—, pues ya está usted informado.¿PensabaquelosrasgospaliduchosdesuBrignollespodíanocultaraLarsanresucitado?

—¡No, no, de ningunamanera!—mentí, pues temía queRouletabille seburlarademí.

Laverdaderaquesílohabíapensado.

—¿Todavía no ha terminado usted con Brignolles? —me preguntótristementeelseñorDarzac—.Esunpobrediablo,peronoesmaltipo.

—Puesyonolocreoasí—protesté.

Ymehundí enmi asiento.En general, no estabamuy satisfecho demispesquisas personales anteRouletabille, porque con frecuencia se burlaba deellas.Peroaquellavezíbamosatenerlaprueba,unosdíasmástarde,dequesibienBrignollesnoocultabaunanuevatransformacióndeLarsan,noporellodejabadeserunmiserable.Yaesterespecto,RouletabilleyelseñorDarzactuvieronquereconocerloacertadodemiintuiciónyexcusarseconmigo.Peronoprecipitemoslosacontecimientos.Sihehabladodeesteincidente,esparadar una idea de cuán obsesionadome tenía el temor de encontrar a Larsanocultobajoalgunamáscarapresenteanuestroalrededor.¡Noeraparamenos!Ballmeyerhabíademostradocon tanta frecuencia su talento, sugenio, sobretodo en este aspecto, que no creía andar demasiado errado al desconfiar detodoelmundo.Pronto ibaacomprender—y la llegada inopinadadeArthurRance contribuyó a ello— que Larsan esta vez había cambiado de táctica.

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Lejosdeocultarse,ahoraseexhibía,almenosaalgunodenosotros,conunaaudacia sin igual. ¿Qué tenía que temer en esta región? ¡No serían el señorDarzacnisumujerquienesfueranadenunciarlo!Y,porconsiguiente,tampocosusamigos. ¡Suexhibiciónostentosaparecía tenercomoobjetivoarruinar lafelicidadde los esposos, que creíanhabersedesembarazadopara siempredeél!Perosurgíaunaobjeción.¿Porquéaquellavenganza?¿Nohabríasidomáseficazmostrarse antesde laboda? ¡Así lahabría impedido! ¡Sí, perohabríatenido que mostrarse en París! ¿Era eso lo que había hecho reflexionar aLarsan?¿Quiénpodíaasegurarlo?

En fin, escuchemos ahora a Arthur Rance, que acaba de reunirse connosotrosenelcompartimento.Porsupuesto,élnosabenadadelahistoriadeBourg ni de la aparición de Larsan, pero ha venido a darnos una terriblenoticia. Si aún nos quedaba alguna esperanza de haber perdido de vista aLarsan en la línea deCuloz, vamos a tener que abandonarla. ¡ArthurRanceacaba de encontrarse frente a él! Y ha venido a advertirnos para que nospongamosdeacuerdosobrecómoactuar.

—Fue después de llevarlo a usted a la estación. —Rance se dirigió aDarzac—. Una vez que partió el tren, su mujer, el señor Stangerson y yovolvimos paseando por el malecón de Menton. Ellos dos iban del brazo,charlando,yyocaminabaaladerechadelseñorStangerson.Alasalidadeunjardínpúblico,nosdetuvimosparadejarpasarauntranvía,ymechoquéconun individuo, que me dijo: «¡Perdón!». Al instante me sobresalté porqueaquellavozmeresultóextrañamentefamiliar;levantélacabeza,y¡eraLarsan!¡Eralavozquehabíaoídoenlaaudiencia!Nosmirabafijamentealostresyparecíatantranquilo.¡Nosécómopudecontenermeynogritarelnombredeesemiserable!Me llevé rápidamentedeallí al señorStangersonya suhija,que no habían visto nada; les hice dar la vuelta al quiosco demúsica y loscondujeaunaparadadecarruajes.Enlaacera,depie,estabaotravezél.¡Noentiendocómoelprofesorysuhijanolovieron!

—¿Estáustedseguro?—interrogóansiosamenteRobertDarzac.

—¡Completamente!Entoncesfingíunligeromalestar,subimosalcarruajey ledijeal cocheroquepartieraa todaprisa.Elhombre seguíadepieen laacera,observándonosconsufríamirada.

—¿Estásegurodequemimujerno lovio?—volvióapreguntarDarzac,cadavezmásagitado.

—¡Segurísimo!

—¡Diosmío!—interrumpióRouletabille—.Sipiensausted,señorDarzac,quevaapoderengañarmuchotiempoasumujeraeserespecto,creoqueestáhaciéndosedemasiadasilusiones.

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—Sinembargo—replicóDarzac—,pocoapocolaideadelaalucinaciónfueganandoterrenoensuánimoy,alllegaraGaravan,parecíacasitranquila.

—¿AlllegaraGaravan?—dijoRouletabille—.Puesaquítiene,miqueridoseñorDarzac,eltelegramaquemeenviódesdeallísumujer.

Elreporteroletendióaqueltelegramaquenoconteníamásquelapalabra:«¡Socorro!».

ElpobreseñorDarzacsehundiómástodavía.

—¡Pobre,sevolveráloca!—dijo,sacudiendoabatidolacabeza.

Eso era lo que todos temíamos y, cosa curiosa, cuando llegamos a laestacióndeMenton-GaravanynosencontramosconelseñorStangersonylaseñoraDarzac,quehabíanvenidoabuscarnosapesarde lapromesa formalqueelprofesorhicieraaArthurRancedequedarseconsuhijaenlasRochersRougeshastasuvuelta,porrazonesquelediríamástardeyqueaúnnohabíatenidotiempodeinventar,laseñoraDarzacacogióaJosephRouletabilleconuna frase que no era sino el eco de nuestro terror. Tan pronto como vio aljoven corrió hacia él, y tuvimos la impresión de que se contenía para noestrecharloentresusbrazosdelantedetodosnosotros.Viqueseaferrabaaélcomounnáufragoalaúnicamanoquepuedesalvarlodelnaufragio.Entonceslaoímurmurar:

—¡Definitivamentecreoquevoyavolvermeloca!

Rouletabille palideció.Ya le había visto así otras veces, pero nunca conunaexpresióntanfría.

VI.LafortalezadeHércules

El viajero que se apea en la estación deGaravan, cualquiera que sea laépocadelañoenquevisiteeselugarencantado,tendrálasensacióndehaberllegadoaljardíndelasHespérides,cuyasmanzanasdeoroexcitaronlacodiciadel vencedor del león de Nemea. Sin embargo —a propósito de losinnumerables naranjos y limoneros que, a lo largo de los senderos y porencima de las tapias, ofrecen sus racimos al sol en medio de ese aireperfumado—,quizánohabríaevocadoyoelrecuerdotrasnochadodelhijodeJúpiteryAlcmena,siaquelpaseofabulosoporlamásdulcedelasriberasnomerecordaratodasugloriamitológica.Cuentanquelosfenicios,alllevarsuspenateshastalasombradelarocaqueundíahabitaríanlosGrimaldi,dieronelnombredeHérculesalpequeñopuertoquelarocaabriga,enhonorasudios,lo mismo que a la costa, a un monte, a un cabo y a una península; pero

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imaginoyoquedichonombreseloencontraronyapuestoyque,sirealmentelosdioses,cansadosdelpolvoblancodeloscaminosdelaHélade,sefueronabuscar a otro sitio una residencia maravillosa, tibia y perfumada paradescansardesusaventuras,nopudieronencontrarotromáshermosoqueéste.Los dioses fueron los primeros turistas de la Riviera. El jardín de lasHespéridesnoestabaenotrolugar,yHérculeshizositioasuscompañerosdelOlimpo librándoles de aquel malvado dragón de cien cabezas que queríaconservarlaCostaAzulsóloparaél.¡AsíquenoestoymuysegurodequeloshuesosdelElephasantiquus,descubiertoshaceunosañosenel fondode lasRochersRouges,noseanlosdeaqueldragón!

Salimosdelaestacióny,al llegarensilencioalaribera,nuestrosojossevieronsorprendidospor ladeslumbrantesiluetadelcastillo,erguidosobre lapenínsula de Hércules, que las obras realizadas en la frontera hicierondesaparecer, por desgracia, hace unos diez años. Los oblicuos rayos del solqueherían losmurosde laviejaTorreCuadrada lahacíandestellar sobre elmarcomounacoraza.Viejacentinela,rejuvenecidaporlaluz,parecíaaúnserlaguardadelabahíadeGaravan,curvadacomounahozazul.Pocoapoco,amedida que nos acercábamos, su brillo se extinguió. Detrás de nosotros, elastroseibaponiendotraslacrestadelosmontes;aloeste,lospromontorios,con lacercaníade lanoche, searropabanyaensusmantosdepúrpura,yelcastillo, cuando franqueamos su umbral, se mostraba como una sombraamenazadorayhostil.

Unasiluetapálidayencantadoraaparecióenlosprimerosescalonesdelaestrechaescaleraqueconducíaaunadelastorresdelcastillo.EralamujerdeArthurRance, lahermosaydeslumbranteEdith.Osaseguroquenoeramásblanca la novia de Lammermoor el día en que el joven viajero de los ojosnegroslasalvódelimpetuosotoro;¡peroLucíateníalosojosazules,Lucíaerarubia! ¡OhEdith…!¡Oh,eraperfectapara interpretarunpapel románticoenun marco medieval, para hacer de princesa incierta, lejana, quejumbrosa ymelancólica!¡Nosepuedenteneresosojos,mylady!Suscabelloseranmásnegrosqueelaladeuncuervo.Uncolor,elnegro,quenosueleperteneceralaraza angelical. Sin embargo, ¿es usted un ángel, Edith? ¿Es natural esalanguidez? ¿No miente la dulzura de sus rasgos? Perdón por hacerle todasestas preguntas, Edith; pero cuando la vi por primera vez, tras haber sidoseducidopor ladelicadaarmoníadelconjuntodesublanca imagen, inmóvilenaquellaescalinatadepiedra,seguílamiradanegradesusojos,queseposóen la hija del profesor Stangerson, y vi un destello duro que contrastabaextrañamente con el timbre amistoso de su voz y la sonrisa indolente de suboca.

La voz de esta joven tiene un indiscutible encanto; su figura, susmovimientos,todoenellaesarmonioso.Alaspresentacionesformales,delas

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que obviamente se encarga Arthur Rance, ella responde de forma sencilla,acogedora y hospitalaria. Rouletabille y yo, deseosos de tener libertad demovimientos, planteamos cortésmente la posibilidad de alojarnos fuera delcastillo. Ella compone una mueca deliciosa, se encoge de hombros con ungestoinfantil,nosdicequenuestrashabitacionesestányapreparadasypasaaotrotema.

—¡Acompáñenme! Ustedes aún no conocen el castillo. ¡Vengan! ¡Lesenseñaré«laLoba»…Eselúnicorincónmisteriosoquehayaquí!¡Eslúgubre,sombrío y frío! ¡Da miedo! ¡Y a mí me encanta tener miedo! ¡Oh, señorRouletabille!Prométamequemecontaráhistoriasdemiedo.¿Querráusted…?

Luegoechaaandar,haciendoflotarsuvestidoblancodelantedenosotros.Caminacomounaactriz.Hayqueconfesarqueresultasingularmentebellaenmediodeestejardínoriental,entrelaviejatorreamenazadoraylospequeñosarcosfloridosdelacapillaenruinas.Elampliopatioqueatravesamosestátanornamentadopor todaspartesdeplantascarnosas,hierbasy follaje,cactosyáloes, laureles, escaramujos y margaritas, que se diría que la primavera haelegido como domicilio permanente este recinto, que antiguamente fue labaille del castillo, donde se reunían los guerreros. Este patio, gracias a laacción del viento y a la negligencia de los hombres, se convirtióespontáneamente en jardín, un hermoso y lujurioso jardín que crece a suantojo. La actual dueña del castillo ha mandado que lo arreglen lo menosposibleparanodevolverlebruscamentesuviejoorden.Detrásdeesteverdoryesta fragancia, se veía la cosa más curiosa que se pueda imaginar enarquitecturamuerta.Imaginenunosarcosgóticoscolocadossobrelosprimeroscimientos de la antigua capilla románica; los pilares, revestidos de plantastrepadoras,hiedrayverbena,seelevandesdesupedestalperfumadoycurvansobreelazuldelcielosuarcoroto,alquenadaparecesostener.Lacapillahaperdido el tejado. Tampoco tiene paredes… Sólo quedan de ella esosfrontispiciosdepiedra,queunmilagrodeequilibriosostienesuspendidosantelabrisadelatardecer…

Anuestraizquierdaselevantalatorreenorme,maciza,delsigloXII,quelasgentesdeesta tierra llaman laLoba, segúnnoscuentaMrs.Edith,yquenada, ni el tiempo ni los hombres, ni la paz ni la guerra, ni el cañón ni latempestad han podido destruir. Aún permanece tal como la vieron lossaqueadores sarracenos en 1107, los que se apoderaron de las islas Lérins,peroquenadapudieroncontraelcastillodeHércules;talcomosemostróanteSalageriysuscorsariosgenoveses,quetomaronlafortaleza,inclusolaTorreCuadrada, incluso el Castillo Viejo, pero ella resistió, aislada, pues susdefensoreshabíanvoladolastapiasquelauníanalasotrasdefensas,yesperóenhiestalallegadadelospríncipesdelaProvenzaparaserliberada.PuesallíeligióMrs.Edithsudomicilio.

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Perodejemosdecontemplarlosobjetosparaobservaralossujetos.ArthurRance, por ejemplo, está mirando a la señora Darzac. Ésta y Rouletabilleparecenencontrarse lejos,muy lejosdenosotros.ElseñorDarzacyelseñorStangerson intercambian cualquier palabra. En el fondo, el mismopensamientoocupalasmentesdeestaspersonasquenosedicennada,oque,cuandodicenalgo,semienten.Asíllegamosaunapoterna.

—Aéstalallamamos—diceEdith,siempreconsusmodosinfantiles—laTorredelJardinero.Desdeestapoternasepuedevertodalafortaleza,todoelcastillo,elladonorteyelladosur.¡Miren!

Ysubrazo,ondeandoelchal,nosvaseñalandolascosas…

—Todasestaspiedrastienensuhistoria.Yaselasirécontandosiseportanbien…

—¡Qué alegre está Edith! —murmura Arthur Rance—. Creo que es laúnicaqueestáalegreaquí.

Hemos traspasado lapoternaynoshallamosenunnuevopatio.Frenteanosotros se alza el viejo torreón.Su aspecto es realmente impresionante.Esalto y cuadrado; por eso lo designan a veces con este nombre: la TorreCuadrada. Y como esta torre ocupa la esquina más importante de lafortificación, la llaman también la Torre de la Esquina… Es la másextraordinaria e importante de toda esa aglomeración de construccionesdefensivas. Losmuros son allímás gruesos ymás altos que en el resto delcastillo.Amediaalturaaúnsepuedenapreciarloscimientosromanosquelossustentan…lasmismaspiedrasqueapilaronloscolonosdeCésar.

—Miren ahí abajo, en la esquina opuesta—continúa Edith—, ésa es laTorre deCarlos el Temerario, llamado así porque fue quien ideó los planosparareforzarlasdefensasdelcastillodemodoquepudieranresistirlosataquesdelaartillería.¡Oh,quésabiasoy!ElviejoBobhaconvertidoesatorreensugabinete de estudio. Es una lástima, porque podríamos haber puesto ahí unmagníficocomedor.¡PeronuncahepodidonegarnadaalviejoBob!ElviejoBob—añade—esmitío; legustaquele llameasí.SefuehacecincodíasaParís,perovuelvemañana.Ha idoacompararunos fósileshumanosquehaencontradoenlasRochersRougesconotrosdelmuseodeHistoriaNaturaldeParís.¡Bien!,estoesunamazmorra…

Enmediodelsegundopationosenseñaunpozo,queellallamamazmorraporpuro romanticismo,porencimadelcualseasomaa la fuente,comounadama,uneucaliptodecarnelisaybrazosdesnudos.

Despuésdeverelsegundopatio,entendimosmejor—almenosyo,porqueRouletabille parecía cada vezmás indiferente a todo— la disposición de lafortalezadeHércules.Comotaldisposiciónesdeunaimportanciacapitalen

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los increíbles acontecimientos que van a producirse tras nuestra llegada,empezaréporponerantelosojosdellectorelplanogeneraldelafortaleza,talcomolodibujómástardeelmismoRouletabille…

El castillo fue construido en 1140 por los señores de la Mortola. Paraaislarlocompletamentedetierrafirme,novacilaronenconvertirlapenínsulaenislacortandoelminúsculoistmoquelauníaalaribera.Enlariberamismainstalaron una barbacana, elemental fortificación de forma semicircular,destinadaaproteger las cercaníasdelpuente levadizoyde lasdos torresdeentrada.De la barbacana no quedaba rastro.Y el istmo, con el paso de lossiglos, había recobrado su forma primitiva; el puente levadizo había sidoretirado y el foso cegado. Los muros del castillo de Hércules adoptaron laforma de la península, que era la de un hexágono irregular. Los muros seerguíanarasderoca,yenalgunoslugareselpeñascosecortabaaplomosobrelas aguas, que excavaban en él incansablemente, de modo que en susoquedades podía refugiarse perfectamente una barca pequeña, siempre queestuviera el mar en calma y que no hubiera peligro de que la marea laempujase y la estrellase contra aquel techo natural. Tal disposición era unbaluartepara ladefensa,pues resultaba imposibleescalar la rocaporningúnlado.

Se entraba en la fortaleza por la puerta norte, custodiada por las dos torresA y A’, que estaban unidas por una bóveda. Dichas torres, que durante losasedios de los genoveses sufrieron muchos desperfectos, habían sidorestauradas,ainstanciasdeMrs.Rance,yconvertidasenzonashabitablesparaloscriados.LaplantabajadelatorreAservíadeviviendaalosporteros.Enel

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flancodelatorreA,bajolabóveda,habíaunapuertaquepermitíaalvigilanteobservartodaslasentradasysalidas.Unapesadapuertadeencinaforradadehierro, cuyas dos hojas llevaban incontables años replegadas contra elmurointeriordelasdostorres,yanoservíaparanadaporqueresultabamuydifícilmanejarla,ylaúnicaentradadelcastilloeraunapequeñaverjadehierroquecadacual,dueñooproveedor,abríacuandolonecesitaba.Comoyahedicho,pasada esta puerta se accedía al primer patio, o baille, que las paredes delrecinto amurallado y las torres—o lo que quedaba de ellas— cerraban portodaspartes.Dichasparedesestabanlejosdeconservarsualturaprimitiva.Lasantiguas tapias que unían las torres entre sí habían sido arrasadas yreemplazadas por una especie de galería circular, a la que se subía desde elinteriordelabailleporunasrampas.Lasgaleríasestabanaúncoronadasporunparapetohoradadodeaspillerasparalaspiezaspequeñasdeartillería.Estatransformaciónhabía tenido lugar en el sigloXV,desde elmomento enquetodos los señores tuvieronqueempezara contar seriamentecon la artillería.LastorresB,B’yB’’conservarondurantemuchotiemposuhomogeneidadyaltura primitiva, y por aquella época se limitaron a suprimir su tejadopuntiagudo, que fue sustituido por una plataforma destinada a soportar laartillería;mástardefueronrebajadasalaalturadelparapetodelasgaleríasehicieronconellasunaespeciedemedialuna.Estaoperaciónfuerealizadaenel siglo XVII, durante la construcción de un castillo moderno —llamadotodavíaCastilloNuevo,aunqueyaestabaenruinas—,conelfindedespejarlavistadedichocastillo.ElCastilloNuevoestabasituadoenCC’.

Sobre elmacizode tierra de las antiguas torres, rodeado tambiénpor unparapeto, habían plantado palmeras, que crecían con dificultad a causa delvientoabrasadoryel aguadelmar.Cuandouno seasomabapor encimadelparapetocircularquerodeabatodalapropiedadyqueformabaunsolocuerpocon la roca que caía a plomo sobre el mar, se comprobaba que el castilloseguíaestandotancerradocomoenlostiemposenquelosmurosalcanzabanlosdosterciosdealturadelasviejastorres.HabíanrespetadolaLoba,comoyahedicho,einclusosugarita—restaurada,naturalmente—erguíasuextrañayanticuadasiluetaporencimadelazulmediterráneo.Hehabladotambiéndelasruinasdelacapilla.Losantiguosretretes,W,adosadosalparapetoentreByB’,habíansidotransformadosencuadrasycocinas.

Así ha quedado descrita la parte delantera del castillo deHércules. ParaentrarenelsegundorecintoeraprecisopasarporlapoternaN,quelaseñoradeArthurRancellamabalaTorredelJardineroyqueconsistíasimplementeenunanchopabellóndefendidoenotrotiempoporla torreB’’yporotratorre,situada en C, que había desaparecido por completo en el momento de laconstruccióndelCastilloNuevo,CC’.UnfosoyunmuropartíanentoncesdeB’’paradesembocarenI,enlaTorredeCarloselTemerario,avanzandoenCen forma de contrafuerte enmedio de la baille y cerrando por completo el

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primerpatio.Elfoso,anchoyprofundo,existíaaún,peroelmurohabíasidosuprimidoalolargodelCastilloNuevoyreemplazadoporlapareddelpropiocastillo.Una puerta central enD, actualmente condenada, se abría sobre unpuentequehabíasidoechadosobreel fosoyqueenotro tiempopermitía lacomunicacióndirectaconlabaille.Peroaquelpuentehabíasidodestruidoosehabíahundidoy,comolasventanasdelcastillo,muyelevadasporencimadelfoso, seguían estando protegidas por gruesos barrotes de hierro, se podíaafirmarcontodacertezaqueelsegundopatioseguíasiendotanimpenetrablecomo cuando estuvo defendido por el circuito entero de la muralla, en lostiemposenqueelCastilloNuevoaúnnoexistía.

El nivel del suelo del segundo patio—o patio de Carlos el Temerario,comosiguefigurandoenlasantiguasguíasdelaregión—estabaunpocomáselevadoqueeldelprimero.Larocaformabaallíunabasemásalta,pedestalnatural de aquella columna colosal, prodigiosa y negra que era el CastilloViejo, completamente cuadrado, recto, de un solo bloque, que alargaba susombraformidablesobrelasclarasaguasdelmar.AlCastilloViejo,F,sólosepodía entrarpor lapuertaK.Losviejosde la región la llamaban siempre laTorreCuadrada,paradistinguirladelaTorreRedonda,conocidaporlaTorredeCarloselTemerario.UnparapetoparecidoalquecerrabaelprimerpatiouníaentresílastorresB’’,FyL,cerrandodelamismamaneraalsegundo.

Yaheseñaladoque laTorreRedondahabíasidoderribadahasta lamitaddesualtura,retocadayreconstruidaporunMortola,siguiendolosplanosdelpropioCarloselTemerario,aquienlehabíaprestadoalgunosserviciosenlaguerrahelvética.Latorreteníaquincetoesas(unostreintametros)dediámetroexteriorysecomponíadeunaplantabaja,conelsuelosituadoaunatoesapordebajodelnivelsuperiordelaplataforma.Sedescendíaaestaplantabajaporuna pendiente, desembocando a una sala octogonal, cuyas bóvedas seapoyabanen cuatrogruesospilares cilíndricos.Enestahabitaciónhabía tresenormestronerasparatresgruesoscañones.EraenestasalaoctogonaldondeaMrs.Edithlehubieragustadohacerunampliocomedor,pues,ademásdesergratamente fresca a causa del formidable espesor de susmuros, la luz de laroca y la deslumbrante claridad del mar penetraban a raudales por lasclaraboyas,quehabíansidoagrandadasenformadecuadrado,constituyendoahoraventanasguarnecidasdepoderososbarrotesdehierro.EstatorreL,delaquesehabíaapoderadoeltíodeMrs.Edithparatrabajaryordenarenellasusnuevascolecciones,teníaunmacizodetierramaravillosoalqueladueñadelcastillo había traído tierra cultivable, plantas y flores, creando así el másasombrosojardíncolgantequesepuedaimaginar.Hemarcadoenelplanoconun grueso trazo negro todos los edificios, o partes de edificios, que poriniciativadeMrs.Edithhabíansidodispuestos,preparadosyrestauradosparaquepudieranserhabitadosinmediatamente.

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Del castillo del sigloXVII, llamadoCastilloNuevo, no habían reparadomásquedoshabitacionesyunpequeñosalón,enlaprimeraplantadeC,paraloshuéspedesdepaso.AhífuimosapararRouletabilleyyo.RobertDarzacysumujer se alojaban en laTorreCuadrada, de la que tendremos ocasión dehablardeunaformamáspuntual.

En la planta baja de la misma Torre Cuadrada había dos habitacionesreservadas para el viejo Bob, que dormía allí. El señor Stangerson estabainstaladoen laprimeraplantade laLoba,encimadelcuartodelmatrimonioRance.

Mrs.Edithseempeñóenmostrarnosellamismanuestrashabitaciones.Noshizoatravesarsalasconlostechoshundidos,lossuelossocavados,losmurosenmohecidos; pero, aquí y allá, un artesonado, un entrepaño, una pinturacuarteada, una tapicería deshilachada atestiguaban el antiguo esplendor delCastillo Nuevo, nacido de la fantasía de un Mortola del gran siglo. Encompensación, nuestras pequeñas habitaciones no recordaban en nada aquelpasado magnífico. Habían sido acondicionadas con un esmero que meconmovió.Limpias,encaladas,barnizadasdecolorclaroyconunmobiliariomoderno,nosresultaronsumamenteagradables.Yaheseñaladoquenuestrashabitacionesestabanseparadasporunsalón.

Mientras me hacía el nudo de la corbata, llamé a Rouletabille parapreguntarle si ya estaba preparado, pero no obtuve respuesta. Fui a suhabitación y comprobé con sorpresa que ya se había ido. Me asomé a suventana, que daba, como la mía, al patio de Carlos el Temerario. El patioestabavacío,ocupadosolamenteporelgraneucalipto,cuyofuerteolorsubíaenaquellahorahastamí.Porencimadelparapetodelagaleríaveíalainmensaextensión de las aguas silenciosas. Elmar había adquirido un tono azul unpocosombríoalacaídadelatarde,ylassombrasdelanocheeranvisiblesenelhorizontedelacostaitaliana,cercadelapuntadeOspedaletti.Niunruido,ni un estremecimiento en la tierra o en el cielo. Sólo en ese instante queprecede a las más violentas tempestades y al desencadenamiento del rayo,habíaobservadoyotalsilencioy tal inmovilidaddelanaturaleza.Peronadadeesohabíaquetemer,yaquelanocheseanunciabaclaramenteserena…

Pero¿quésombraesésa?¿Dedóndevieneeseespectroquesedeslizaporlasaguas?¡Depie,enlaproadeunabarcaqueunpescadorhaceavanzarconellentoritmodesusremos,hereconocidolasiluetadeLarsan!¿Quiénpuedeengañarse,quién intentaríaengañarse? ¡Oh,esperfectamente reconocible!Ypor si aquellos ante quienes se mostró esta misma tarde albergaran algunaduda de que se trataba de él, no tiene empacho enmostrarse con elmismoaspectodeotro tiempo.Sólopodríaanunciarmásclaramentesu identidadsilesgritara:«¡Soyyo!».

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¡Diosmío, sí, es él, es él! Es el gran Fred. La barca silenciosa, con suestatua inmóvil, da la vuelta al castillo.Ahora pasa bajo las ventanas de laTorreCuadrada,yluegodirigelaproadelladodelcabodeGaribaldi,hacialascanterasdelasRochersRouges.Yélsiguedepie,conlosbrazoscruzados,lacabeza vuelta hacia la torre, aparición diabólica en el umbral de la nochenegra,que,lentaysolapadamente,seacercaaélpordetrás,loenvuelveconsuoscuragasaylohacedesaparecer.

AhoramirohaciaabajoyveodossombrasenelpatiodelTemerario;estánenlaesquinadelparapeto,juntoalapuertadelaTorreCuadrada.Unadeesassombras,lamayor,sujetaalaotraysuplica.Lamáspequeñadesearíaescapar;se diría que está dispuesta a tomar impulso para arrojarse almar. EntoncesescuchoclaramentelavozdelaseñoraDarzac,quedice:

—¡Tenga cuidado! Le está tendiendo una trampa. ¡Le prohíbo que meabandoneestanoche!

YlavozdeRouletabille:

—Tendráqueatracarenlaorilla.¡Déjemeirhastalaorilla!

—¿Yquévaahacer?—gimelavozdeMathilde.

—Loqueseanecesario.

Yunavezmás,lavozdeMathilde,unavozespantada:

—¡Leprohíboquetoqueaesehombre!

Yyanooigonadamás.

CorríabajoyencontréaRouletabillesolo,sentadoenelbrocaldelpozo.Lehablé,peronomerespondió,comohaceaveces.FuialabailleyallímeencontréconelseñorDarzac,quecorríahaciamímuyagitado.

—¿Qué?¿Lohavistousted?—megritódesdelejos:

—Sí,lohevisto—respondí.

—Yella,ella,¿sabesiellalohavisto?

—Sí, lo ha visto. ¡Estaba con Rouletabille cuando ha pasado! ¡Quéaudacia!

Traslaterriblevisión,Darzacaúntemblaba.Medijoquenadamásverlohabíacorridocomounlocoalaorilla,peroquenohabíallegadoatiempoalcabodeGaribaldiyquelabarcahabíadesaparecidocomoporartedemagia.YalinstantesiguientecorríaabuscaraMathilde,ansiosoporverelestadodeánimoenqueseencontraba.Volvióalpocotiempo,tristeyabatido.Lapuertadesuapartamentoestabacerrada,porqueellaqueríaestarasolas.

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—¿YRouletabille?—pregunté.

—¡Nolehevisto!

Nosquedamosjuntoalparapeto,mirandolanochequesehabíallevadoaLarsan. Darzac estaba infinitamente triste. Para desviar el curso de suspensamientos,lehicealgunaspreguntassobreelmatrimonioRance,alasqueacabórespondiendo.

Pocoapocofuienterándomedecómo,traselprocesodeVersalles,ArthurRanceregresóaFiladelfia,yunabuenanocheseencontróenunbanquetedefamiliaalladodeunajovenrománticaquelosedujoinmediatamenteporsusaficionesliterarias,untipodemujerqueraramentepodíaencontrarentresusbellas compatriotas.No tenía nada de ese aire desenvuelto, independiente yaudazqueesdeesperarenunajovenyquetantosealabaennuestrotiempo.Untantoetérea,dulceymelancólica,deunapalidezatrayente,recordabamásbien a las tiernas heroínas deWalter Scott, curiosamente su autor favorito.¡Ah, indudablemente era un poco anticuada, pero de una forma deliciosa!¿Cómo era posible que aquella figura delicada hubiera impresionado tanvivamenteaArthurRance,quehabíaqueridotantoalamajestuosaMathilde?Secretosdelcorazón.Lociertoesque,cayendoenamoradodeellaalinstante,Arthur Rance aprovechó aquella noche para coger una borrachera terrible.Debió de cometer alguna torpeza o decir algún despropósito imperdonable,puesmissEdithlerogódepronto,yenvozalta,quenovolvieraadirigirlelapalabraensuvida.Aldíasiguiente,ArthurRancelepresentabaformalmentesusexcusasylejurabaquenovolveríaabeberotracosaquenofueraagua.Ymantuvosupalabra.

Ya hacía tiempo que Arthur Rance conocía a su tío, ese buen viejo deMunder —el viejo Bob, como le llamaban en la universidad—, un tipoextraordinario, tan célebre por sus aventuras de explorador como por susdescubrimientosgeológicos.Eradulcecomouncordero,peronosemostrabaigualcuandosetratabadecazaraltigredelaspampas.Habíapasadolamitadde su vida de profesor al sur de Río Negro, en la Patagonia, en busca delhombre terciario, o al menos de su esqueleto, no del australopitecus ni decualquierotropitecántropomásomenosparientedelmono,sinodelhombre,másfuerteypoderosoqueelquehabitaelplanetaennuestrosdías,enfin,delhombre contemporáneo de aquellos prodigiososmamíferos que habitaron laTierraantesde laeracuaternaria.Generalmentevolvíade talesexpedicionescon algunas cajas llenas de piedras y un respetable equipaje de tibias yfémures sobre los que los sabios discutían, pero también con una ricacolecciónde«pielesdeconejo»,comoéldecía,queatestiguabanqueelviejosabiocongafassabíatambiénusararmasmenosprehistóricasqueelhachadesílice o el punzón del troglodita. Tan pronto como volvía a su cátedra deFiladelfia, se inclinaba sobre sus libros y cuadernos, y, maníaco como un

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«contable»,dabasusclases,mientrassedivertíahaciendosaltarantelosojosdesusalumnosmáspróximoslasvirutasdesuslargoslapiceros,quenousabajamás, pero que afilaba interminablemente. Y cuando había alcanzado suobjetivo,seveíaaparecer,porencimadelpupitre,sucabezacana,partidaendos,bajosusgafasdeoro,porlaampliaysilenciosasonrisadesubocajovial.

Estos detalles me los confirmó más tarde el mismo Arthur Rance, quehabía sido alumno del viejo Bob, pero que llevaba varios años sin verlocuando conoció a miss Edith. Si los he traído a colación aquí tancumplidamente es porque, por una serie de circunstancias muy normales,volveremosaencontrarnosconelviejoBobenlasRochersRouges.

EnlafamosaveladaenqueArthurRancefuepresentadoamissEdithyenla que se condujo de forma tan incoherente, quizá se mostró ella tanmelancólica porque acababa de recibir noticias poco gratas de su tío. Éste,despuésdecuatroaños,nosedecidíaavolverdelaPatagonia.Ensuúltimacartaleexplicabaqueestabamuyenfermoyquenoteníaesperanzasdevolvera verla con vida. Podría pensarse que, en tales condiciones, una sobrina decorazón tierno habría podido abstenerse de aparecer en un banquete, porfamiliar que fuese, peromissEdith, en el transcursode los viajes de su tío,habíarecibidomuchasotrasmalasnoticias,yalfinalélsiemprevolvía,yenperfectoestado;poresonodebemosdeserrigurososconellaporelhechodequesutristezanolaretuvieraencasaaquellanoche.Sinembargo,tresmesesmástarde,araízdeunanuevacarta,decidióirabuscar,enpersona,asutíoalos confines de la Araucania. Durante esos tres meses ocurrieronacontecimientos memorables. Miss Edith estaba conmovida por losremordimientos deArthurRanceypor supersistencia ennobebermásqueagua.Supoquehabíacontraídoelmalhábitodelabebidaacausadeunamordesesperado,yesoleagradóporencimadetodo.Elcarácterrománticodequehe hablado hace un momento iba a servir rápidamente a los designios deArthurRance;y,enelmomentodelapartidademissEdithalaAraucania,anadieleextrañóqueelantiguoalumnodelviejoBobacompañaraasusobrina.El noviazgo no era aún oficial tan sólo porque esperaban la bendición delgeólogo. Miss Edith y Arthur Rance encontraron al tío Bob en San Luis.Estabadeunhumorexcelenteyenperfectasalud.Rance,quenoloveíadesdehacíamucho tiempo, tuvo la audacia de decirle que había rejuvenecido, uncumplidoquefuemuybienacogidoporelviejoBob.Demodoque,cuandosusobrinaleanuncióqueeranoviadeaquelencantadormuchacho,laalegríadeltíofueenorme.VolvieronlostresaFiladelfiaysecelebrólaboda.MissEdithnoconocíaFrancia,yArthurRancedecidióirallíenviajedenovios.Fueasícomo, según veremos de inmediato, encontraron una ocasión de caráctercientíficoparaquedarseen losalrededoresdeMenton,noenFrancia,sinoacienmetrosdelafrontera,dentrodeItalia,antelasRochersRouges.

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Alsonarlacampana,ArthurRancenoscondujoalaLoba;aquellanochesirvieronlacenaenlaplantabaja.Cuandoestuvimostodosreunidos,exceptoelviejoBob,queseencontrabaausentedelafortalezadeHércules,Mrs.Edithnos preguntó si algunode nosotros había visto unabarca quehabía dado lavuelta al castillo con un hombre de pie en la proa, cuya singular actitud lehabíachocado.Comonadierespondía,prosiguió:

—¡Oh!, ya sabré quién es, porque conozco almarinero que conducía labarca.EsunbuenamigodelviejoBob.

—¿Deverdad?—dijoRouletabille—.¿Conoceustedalmarinero,señora?

—Viene de tanto en tanto al castillo a vender pescado.La gente de estatierra le ha puesto un nombre extraño, que sería incapaz de repetir en suimposible dialecto, y por eso pedí que me lo tradujeran. ¡Quiere decir«verdugodelmar»!Bonitonombre,¿ono?

VII.DealgunasprecaucionesquetomóJosephRouletabilleparadefenderlafortalezadeHérculescontraunataqueenemigo

ARouletabillenoseleocurriósiquierapreguntarleporelorigendeaquelsorprendenteapodo.Parecíasumidoenlasmássombríasreflexiones.¡Extrañacena!¡Extrañocastillo!¡Extrañagente!LalánguidasimpatíadeMrs.Edithnobastó para tranquilizarnos. Había allí dos parejas de recién casados, cuatroenamoradosquehabríandebidocontagiarnossualegríadevivir.Sinembargo,lacenafuedelomástriste.ElespectrodeLarsansecerníasobrelosinvitados,inclusosobrenuestraanfitriona,quenolosentíatanpróximo.

EsjustodecirqueelprofesorStangerson,desdequeseenteródelacruelydolorosaverdad,nopudoquitarsedeencimaaquelespectro.NocreoexagerarsiafirmoquelaprimeravíctimadeldramadelGlandier,ylamásdesgraciada,eraelprofesorStangerson.Lohabíaperdidotodo:sufeenlaciencia,elamoraltrabajoy—laruinamáshorribledetodas—laciegadevociónporsuhija,enquientantohabíacreído,quehabíasidomotivodeorgulloparaélyquelehabía acompañado en su búsqueda de lo desconocido. ¡Siempre le habíadeslumbradosuférreavoluntaddenoentregarsubellezaanadiequepudieraalejarla de él y de la ciencia! Y cuando aún seguía extasiado ante tamañosacrificio, se enteró de que su hija renunciaba a casarse ¡porque ya estabacasada con un tal Ballmeyer! El día en que Mathilde decidió confesárselotodo, revelándoleunpasadoque,a losojosdelprofesor,yaadvertidoporelmisteriodelGlandier,proyectaríasobresupresenteysufuturounaluzhartotrágica;eldíaenque,cayendoasuspiesyabrazadaasusrodillas,lecontóel

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dramadesucorazónydesujuventud,elprofesorStangersonlaestrechóentresusbrazos temblorosos,depositóelbesodelperdónsobresufrenteadorada,mezclósuslágrimasconlossollozosdelaquehabíaexpiadosufaltahastalalocuraylejuróquenuncahabíasidomáspreciosaparaélqueahoraquesabíacuántohabíasufrido.Ellasesintióuntantoaliviada.Peroélsequedósolo,selevantósiendootrohombre…,unhombresolitario…,¡elhombreensoledad!¡Porque el profesor Stangerson había perdido tanto a su hija como a susdioses!

Sintió indiferencia cuando la vio casarse con Robert Darzac, que habíasidosualumnomásquerido.EnvanoMathildeseesforzabaporreanimarasupadreconunaternuramásardiente.Sedabaperfectacuentadequesupadreyanolepertenecía,quesumiradasedesviabadeella,quesusojosvagos,fijosenelpasado,contemplabanunaimagenqueyanoeralasuya,aunquelohabíasido,¡ay!,yque,sisevolvíanaella,alaseñoraDarzac,eraparaverasuladonoyaelrostrorespetabledeunhombrehonrado,¡sinolasiluetaeternamenteviva, eternamente infamedel otro, del quehabía sido suprimermarido, delquelehabíarobadoasuhija!¡Habíadejadodetrabajar!ElgransecretodelaDisociación de la materia que se había prometido desvelar a los hombres,volveríaalanada,dedondeporuninstanteéllohabíasacado,yloshombresseguiríanrepitiendodurantesiglosaquelestúpidoestribillo:¡Exnihilonihil!

Lacenaresultóaúnmáslúgubreporelambientequenosenvolvía.Eraunaestancia sombría, iluminada por una lámpara gótica y viejos candelabros dehierro forjado. Las paredes estaban cubiertas de tapices orientales, y elmobiliario consistía en viejos armarios que databan de la primera invasiónsarracenaysillasestiloDagoberto.

Fui examinando a los invitados uno a uno, y así fui descubriendo lascausasparticularesde la tristezageneral.RobertDarzacy su señoraestabanunoalladodelotro.Evidentemente,ladueñadelacasanoquisosepararaunapareja que sólo hacía dos días que se había casado.Debo decir que elmásdesoladode los dos era sin dudanuestro amigoRobert, que nodespegó loslabiosentodalacena.LaseñoraDarzac,encambio,seunióalaconversacióne intercambióalgunoscomentarios triviales conArthurRance.Ydebodeciraquí que, después de la escena entre Rouletabille yMathilde, que yo habíapresenciadodesdemiventana,esperabaverlamásaterrada…,aniquiladaporlavisiónamenazadoradeLarsan,surgidodelasaguas.¡Perono!Alcontrario,constatéunanotablediferenciaentreelaspectoextraviadoconque lavimosanteriormenteenlaestación,porejemplo,yeldeahora,queeradeunasangrefría absoluta. Se hubiera dicho que aquella aparición la había aliviado, ycuando por la noche compartí esta reflexión con Rouletabille, el jovenreportero se mostró de acuerdo conmigo y me explicó aquella aparenteanomalíadelamaneramássencilla.LoquemástemíaMathildeeravolverse

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loca,y lacruelcertidumbrequeahora teníadenohabersidovíctimadeunaalucinación creada por su turbado cerebro, sin duda había servido paradevolverle un poco de tranquilidad. ¡Prefería defenderse de un Larsan vivoquede su fantasma!Durante la primera entrevista quehabíamantenido conRouletabille en la Torre Cuadrada, mi joven amigo la había encontradoobsesionadaconlaideadequeibaavolverseloca,ymeconfesóqueélhabíaobrado de manera contraria a la de Robert Darzac; es decir, ¡no intentarconvencerladequesusojos lehabíanengañadocuandovieronaLarsan!Alsaber queDarzac le había ocultado aquella realidad para no asustarla y quehabía sido el primero en telegrafiar a Rouletabille para que viniera en suayuda, exhaló un suspiro quepareció confundirse conun sollozo.Cogió lasmanosdeRouletabilleydeprontolascubriódebesos,comohaceunamadrecon las manos de su hijito en un arrebato de cariño. Evidentemente estabaagradecidaal joven—haciaquiense sentíaatraídacon todas lasmisteriosasfuerzas de su ser maternal—, porque con una sola palabra había sabidorechazarlalocuraquerondabaentornoaellayquedetantoentantollamabaa su puerta. Fue en esemomento cuando, los dos a la vez, divisaron por laventanadelatorreaFrédéricLarsanensubarca.Alprincipiolomiraronconestupor,inmóvilesymudos.¡LuegoungritoderabiaseescapódelagargantaangustiadadeRouletabille,quequisoecharseacorrertrasél!YahemosvistocómoMathilde lo retuvo en el mismo parapeto… Ciertamente era horribleaquella resurrección antinatural de Larsan, ¡pero menos horrible que laresurreccióncontinuaysobrenaturaldeunLarsanquenoexistieramásqueensucerebroenfermo!¡EllanoveíaaLarsanentodaspartes!

¡Loveíasólodondeestaba!

Unasvecesdulceypaciente,otrasnerviosayllenadeansiedad,Mathilde,sindejarderesponderaArthurRance,prodigabaalseñorDarzactodotipodeatenciones, ofreciéndose solícitay cuidandodequeno le fatigara lavista laproximidaddelaluz.Robertseloagradecíaconunasonrisa,peroseleveíamuy triste. El malvado Larsan se había presentado allí para recordarle aMathildeque,antesdeserseñoraDarzac,habíasidoseñoradeJeanRoussel-Ballmeyer-Larsan ante Dios e incluso—para ciertas leyes transatlánticas—anteloshombres.

SiLarsanpretendíaasestarungolpeterribleaunafelicidadaúnenciernes,¡lo había conseguido!Y quizá, si hemos de ser fieles a la verdad, debamosdecirquenofuesóloelestadodeconfusiónenquesehallabasuespírituporlareaparicióndeLarsanloquelaincitóahacercomprenderaRobertDarzac,laprimera noche en que se encontraron solos en sus aposentos de la TorreCuadrada, que aquel apartamento era lo bastante grande para albergar porseparadosusdosdesesperanzas;fuetambiénelsentimientodeldeber,esdecir,deloquesedebíanelunoalotro,loqueledictólamásnobleyaugustadesus

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decisiones.YahedichoqueMathildehabíasidoeducadaenlafereligiosa,nopor su padre, que en estamateria era absolutamente permisivo, sino por lasmujeres,sobre todoporsuvieja tíadeCincinnati.Losestudiosrealizadosallado del profesor no habían quebrantado su fe, y éste se guardómucho deinfluirenesteaspectosobresuhija.Ella,inclusoenelmomentomástemibledelacreacióndelanada—teoríasurgidadelcerebrodesupadre, lomismoqueladeladisociacióndelamateria—,habíaconservadolafedelosPasteurylosNewton.Decíaque,aunquesedemostrasequetodoveníadelanada,esdecir, del éter imponderable, y que a la nada volvía, para resurgir de ellaeternamente gracias a un sistema parecido al de los famosos átomosindivisibles de los antiguos, aún faltaba por probar que esa nada, origen detodo, no había sido creada por Dios. Y, como buena católica, ese Dios eraevidentementeelsuyo,elúnicoqueteníaunvicarioaquíenlaTierra,llamadoPapa.QuizáyohabríapodidopasarporaltolasteoríasreligiosasdeMathilde,si no hubiera significado un apoyo seguro en la postura que hubo de tomarfrente a su nuevo esposo ante los hombres cuando le fue revelado que sumaridoanteDiosaúnestabaenestemundo.AldarseporseguralamuertedeLarsan,ellapudorecibirunanuevabendiciónnupcialencalidaddeviuda,conelconsentimientodesuconfesor.¡Peroresultaquenoeraviuda,sinobígamaanteDios!Sinembargo,talcatástrofenoerairremediable,yellamismadebióhacerbrillarantelosojosentristecidosdelpobreDarzaclaperspectivadeunasuerte mejor, que arreglaría como Dios manda el tribunal de Roma, al quehabríaquesometerellitigiocuantoantes.Enunapalabra,ycomoconclusiónde todo loqueantecede, el señory la señoraDarzac, cuarentayochohorasdespués de su matrimonio en Saint-Nicolas-du-Chardonnet, teníanhabitacionesseparadasalfondodelaTorreCuadrada.EllectorcomprenderáquenohacenfaltamásrazonesparaexplicarlacontinuamelancolíadeRobertylosmelososcuidadosdeMathilde.

Sibienesciertoqueaquellanocheyonoestabaalcorrientedetodosestosdetalles con exactitud, sí sospechaba lo más importante. Del señor y de laseñora Darzacmis ojos fueron a posarse al vecino de ésta, ArthurWilliamRance, y ya mi pensamiento empezaba a apoderarse del nuevo tema deobservación,cuandoelmayordomovinoaanunciarnosqueBernier,elportero,queríahablarconRouletabille.Ésteselevantódeinmediato,seexcusóysalió.

—¡Cómo!—dije—.¿YanoestánlosBernierenelGlandier?

Caberecordar,enefecto,queelmatrimonioBerniereranlosporterosdelseñorStangersonenSainte-Geneviève-des-Bois.YahecontadoenElmisteriodelcuartoamarillocómoRouletabilleconsiguióponerlosen libertadcuandoestabanacusadosdecomplicidadenelatentadodelpabellóndelencinar.Suagradecimientohaciael joven reportero fueextraordinario,ydesdeentoncesRouletabillepudocontarconsuentregatotal.ElseñorStangersonrespondióa

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mi interpelación, informándome de que todos sus criados habían dejado elGlandier porque él lo había abandonado para siempre. Como los Rancenecesitabanporterospara la fortalezadeHércules, el profesor se sintiómuycomplacidodecederlesasuslealesservidores,delosquenuncahabíatenidolamenorqueja,apartedeunapequeñahistoriadecazafurtivaquetanmalgiropudohabertomadoparaellos.Ahoravivíanenunadelastorresdelapoternade entrada, que ellos habían convertido en portería y desde donde vigilabancualquiermovimientodeentradaysalidaalafortaleza.

RouletabillenopareciósorprendidocuandoelmayordomoleanuncióqueBernierdeseabaverlo,ycomprendíquemijovenamigoyaestabaaltantodesu presencia en lasRochersRouges.En suma, descubrí—sin sorprendermedemasiado—queRouletabillehabíaempleadobienlospocosminutosdurantelos cuales yo le creía en su habitación y que yo había dedicado a mi aseopersonalyaunacharlatrivialconelseñorDarzac.

LainesperadaausenciadeRouletabilleprodujociertomalestar,ytodossepreguntaban sino tendría algoquever conalgúnacontecimiento importanterelacionadoconelregresodeLarsan.HastaRobertDarzacestabainquieto.YenvistadequeMathildesemostrabaincómodaeimpresionada,ArthurRancemanifestótambiénunadiscretainquietud.HallegadoelmomentodedecirqueArthurRanceysumujernoestabanalcorrientede todas lasdesgraciasquehabían acaecido a la hija del profesor. Naturalmente no habían juzgadoconveniente hacerles partícipes del matrimonio secreto de Mathilde y JeanRoussel, convertido ahora enLarsan.Eraun secretode familia.Pero sabíantan bien como cualquiera—Arthur Rance por haber estadomezclado en eldramadelGlandier,ysumujerporquese lohabíacontadosumarido—conquéensañamientohabíaperseguidoelcélebreagentedelaSûretéalaqueundíaseríaseñoraDarzac.LoscrímenesdeLarsanseexplicabannaturalmentealosojosdeArthurRanceporunapasióndesordenada,ynohayqueextrañarsede que un hombre como el frenólogo americano, que había estado tantotiempo enamorado de Mathilde, no buscara en la actitud de Larsan másexplicaciónqueladeunamorfuriosoysinesperanza.EncuantoaMrs.Edith,pronto advertí que las razones del drama del Glandier no le parecían tansencillascomopretendíasumarido.Paraqueellapensasecomoél,habríasidoprecisoqueexperimentaseporMathildeunentusiasmoparecidoaldeArthurRance, cuando su actitud, que yo observaba a placer sin que ella lo notase,parecíagritaravivavoz:«¡Puesvaya!¿Quétieneesamujerdeextraordinariopara haber inspirado sentimientos tan caballerescos como criminales en elcorazón de los hombres durante tantos años? ¡Vamos! ¿Así que ésta es lamujerpor laqueunpolicíamata,unsobrio seemborrachayun inocente sedeja condenar? ¿Qué tiene ella que no tenga yo para haberme casado tanprosaicamenteconunmaridoquenuncahabríasidomíosiellanolohubierarechazado?Aver,¿quétiene?¡Nisiquieraesjoven!¡Ysinembargo,todavía

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mimaridoseolvidademícuando lamiraaella!».Estoes loque leíen losojos de Mrs. Edith, que no dejaba de observar cómo su marido miraba aMathilde.¡Ah,losvivosojosnegrosdeladulceylánguidaMrs.Edith!

Mefelicitoporestasaclaracionesnecesariasqueacabodehacerallector,puesconvienequeconozcalossentimientosqueanidanenelcorazóndetodoslos personajes en el momento en que cada uno va a jugar un papeldeterminadoenelextrañoeinusitadodramaqueseurdeenlasombra,enlasombraqueenvuelvealafortalezadeHércules.YaúnnohedichonadadelviejoBobnidelpríncipeGalitch,peroya les llegará su turno,no lesquepaduda.Enuncasotannotablecomoéstehetomadopornormapintarlascosasy las personas sólo amedidaquevayan apareciendo en el transcursode losacontecimientos.Así, el lectorpasarápor todas las alternativasquenosotrosconocimos,deangustiaydepaz,demisterioydeclaridad,decomprensiónydeincomprensión.Ysilaluzdefinitivasehaceenlamentedellectorantesdelahoraenqueamímesobrevino,tantomejor.Siesosucede,yconsiderandoquedispondrá,nimásnimenos,de lamismainformaciónquenosotrosparaver con claridad, podrá concluir que goza de un cerebro comparable al deRouletabille. Terminamos aquella primera comida sin haber vuelto a ver anuestroamigoynos levantamosde lamesa sindecir loquepensábamosenrealidad, quizá porque era de lo más turbio. Mathilde preguntó porRouletabillecuandosaliódelaLoba,yyolaacompañéhastalaentradadelafortaleza.El señorDarzacyMrs.Edithnos seguían.El señorStangerson sehabía despedido de nosotros. Arthur Rance, que había desaparecido unmomento, se unió a nosotros cuando llegábamos bajo la bóveda. La nocheestaba clara, iluminada por la luna, pero habían encendido linternas bajo labóveda, en la que retumbaban fuertes golpes sordos. Y oímos la voz deRouletabille, que animaba a los que le rodeaban: «¡Vamos, un últimoesfuerzo!», decía, y otras voces, tras la suya, jadeaban como las de losmarineros cuando tiran de las barcas en las escolleras de los puertos.Finalmente, un gran tumulto llenó nuestros oídos. Parecía que estuviéramosdentrodeunacampana.Eranlasdoshojasdelaenormepuertadehierroqueacababandeunirse,trascienañosdehaberestadoseparadas.

La hermosa Edith se asombró de aquella maniobra de última hora ypreguntó qué había sido de la verja que hacía las veces de puerta hastaentonces. Arthur Rance la cogió del brazo y ella comprendió que no debíainterferir, lo que no le impidió murmurar: «¡Ni que fuéramos a sufrir unasedio!».PeroRouletabillenosllevóatodosalabailleyanuncióriendoque,sialguienqueríairalaciudad,tendríaquerenunciaraelloporesanoche,pueshabíadadoórdenesdequenadieentraranisalieradelcastillo.Yañadió,sinabandonar el tono de broma, que había encargado a papá Jacques hacercumplir la consigna, y todos sabían que era imposible sobornar al viejoservidor.Asímeenterédequepapá Jacques, aquienconocíenelGlandier,

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había acompañado al señor Stangerson en calidad de ayuda de cámara. LavísperahabíadormidoenungabinetedelaLobacontiguoalahabitacióndesuamo,peroRouletabilledispusolascosasdeotromodo,yahoraocupabaellugardelosporterosenlatorreA.

—¿YadóndehanidolosBernier?—preguntóMrs.Edith,intrigada.

—EstánenlaTorreCuadrada,enlahabitacióndeentrada,alaizquierda.¡HarándeporterosdelaTorreCuadrada!—respondióRouletabille.

—¡La Torre Cuadrada no necesita porteros! —exclamó Mrs. Edith,sorprendida.

—Nuncasesabe,señora—replicóelreporterosindarmásexplicaciones.

AcontinuaciónsellevóaparteaArthurRanceylepidióquepusieraasumujer al corriente de la reaparición de Larsan. Si pretendíamos seguirocultando la verdad al señor Stangerson, necesitaríamos de la inteligenteayudadeMrs.Edith.Porúltimo,noestabademásque todoelmundoen lafortaleza deHércules estuviera preparado para todo, o dicho de otromodo,¡queanadielesorprendieranada!

TrasestonoshizoatravesarlabailleynosencontramosenlapoternadelaTorredel Jardinero.Yahedichoqueestapoterna,N,presidía la entradadelsegundopatio;perohacíamucho tiempoqueel fosoestabacegadoenaquellugar. En otro tiempo hubo allí un puente levadizo. ¡Rouletabille nos dejóestupefactos cuando nos comunicó que al día siguientemandaría limpiar elfosoyvolveríaainstalarelpuentelevadizo!

Enesemomentoelpersonaldelcastilloestabacerrandolapoternaconunaespeciedepuertaimprovisada,enesperadealgomejor,hechadetablasydearconesviejosquehabíansacadodelaTorredelJardinero.Mientraselcastilloseatrincherabadeesemodo,Rouletabilleeraelúnicoquesereía;puesMrs.Edith, a quien su marido había puesto rápidamente al corriente de lo quepasaba,yanodecíanada,contentándoseconburlarsepordentrodeaquellosvisitantes que estaban transformando su viejo castillo en una plazainexpugnablepormiedoalaproximidaddeunhombre,¡deunsolohombre!¡SóloqueMrs.Edithnoconocíaaesehombrenihabíapasadoporel«misteriodel cuarto amarillo»!Los demás—ArthurRance entre ellos— ¡encontrabandelomásnormalqueRouletabillelosfortificaracontralodesconocido,contraelmisterio,contraloinvisible,contraloquefueraquerondabaenmediodelanochealrededordelafortalezadeHércules!

Rouletabillenoapostóanadieenesapoternaporqueibaapasarlanocheél allí. Era un punto estratégico, desde el que se dominaba todo el castillo.Nadiepodría llegardesde el exteriorhasta losDarzac sinpasarprimeroporpapáJacquesenA,porRouletabilleenN,yporelmatrimonioBernier,que

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vigilabaenlapuertaKdelaTorreCuadrada.El jovenreporterodecidióquelosvigilantesdesignadosnoseacostaran.Alpasaralladodelpozodelpatiodel Temerario, vi, a la luz de la luna, que habían levantado la tapa que locerraba,ysobreelbrocalhabíauncuboatadoaunacuerda.Rouletabillemeexplicóquehabíaqueridocerciorarsedesielviejopozosecomunicabaconelmaryquehabíasacadoaguadulcedeél,esdecir,quenoteníarelaciónalgunacon el elemento salado. Acompañó unos pasos a la señora Darzac, que sedespidió de todos y entró en la Torre Cuadrada. Rouletabille pidió al señorDarzac y a Arthur Rance que se quedaran con nosotros. Unas palabras deexcusa dirigidas aMrs.Edith le hicieron comprender a ésta que conmuchacortesíalerogabaquefueraaacostarse,cosaquehizoconunagraciauntantoindolente, despidiéndose de Rouletabille con un irónico «¡Buenas noches,señorcapitán!».

Al quedarnos solos los hombres, el reportero nos llevó hacia la poterna,hasta lapequeñahabitacióndel Jardinero,uncuartooscuroyde techobajo,muybuenlugarparaesconderseyversinservisto.AllíArthurRance,RobertDarzac,Rouletabilleyyo,enmediode lanocheysinencendersiquieraunalinterna,tuvimosnuestroprimerconsejodeguerra.Losiento,peronoaciertoadarotronombreaaquellareunióndehombresasustados,queserefugiabantraslaspiedrasdeaquelviejocastilloguerrero.

—Aquí podremos deliberar tranquilamente —empezó Rouletabille—.Nadie nos oirá ni podrá sorprendernos. Si alguien consiguiera franquear laprimera puerta guardada por papá Jacques sin que éste lo viera, seríamosadvertidosporlaavanzadilla,quehesituadoenmitaddelabaille,escondidaentrelasruinasdelacapilla.Sí,señorRance,hecolocadoahíasujardinero,Mattoni.Porloqueheoídodecir,creoquepodemosconfiarenél.Porfavor,dígamesuopinión.

YoescuchabaaRouletabilleconadmiración.Mrs.Edith tenía razón.Eraciertoquesehabíaconvertidoennuestrocapitán,yahíloteníamostomandosin pausa todas las precauciones necesarias para asegurar la defensa de laplaza.Imaginoquenoteníalamenorintenciónderendirlaaningúnprecio,yque estaba dispuesto a saltar por los aires en nuestra compañía antes quecapitular.¡Ah,québravogobernadorteníamosconnosotros!Y,adecirverdad,eraprecisoserbravoparadefenderaquellafortalezacontraLarsan,másferozquemil sitiadores, como le sucedió a unode los condes de laMortola, queparadespejarlaplazanotuvomásquecolocarunascuantaspiezasdegruesocalibre,bombardasyculebrinas,yluegocargarcontraelenemigo,diezmadoporelfuegodeunaartilleríadelomásavanzadodesuépoca.Peronosotros,¿aquiéníbamosacombatir?¡Alastinieblas!¿Dóndeestabaelenemigo?¡Entodas partes y en ninguna! ¡No podíamos apuntar sin saber dónde estaba elblanco,niemprenderunataqueignorandodóndedirigirlosgolpes!¡Sólonos

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quedabaresguardarnos,encerrarnos,vigilary,sobretodo,esperar!

ArthurRanceledijoaRouletabillequerespondíadesujardineroMattoni,y nuestro joven, seguro ya de estar a cubierto por ese lado, se entretuvo enexplicarnos la situacióndeunamanerageneral.Encendió lapipa, dio tresocuatrobocanadasrápidasydijo:

—¡Bueno!¿PodemosesperarqueLarsan,despuésdehabersemostradoanosotros con tanta insolencia bajo nuestros muros, como desafiándonos, secontentaráconesamanifestaciónplatónica?¿Seconformaráconunavictoriamoralquienhallevadolaturbación,elterroryeldesánimoaunapartedelaguarnición?¿Abandonaráporeso?Adecirverdad,nolocreo.Primero,porqueno está en su carácter, esencialmente combativo y que no se satisface conéxitos parciales, y en segundo lugar ¡porque nada le obliga a desaparecer!¡Piensen que él lo puede todo contra nosotros, mientras que nosotros nopodemosnadacontraél,salvodefendernosygolpear,sipodemos,cuandosepongaatiro!Enefecto,nopodemosesperarningunaayudadelexterior.Yéllosabe.¡Poresosemuestratanaudazytranquilo!¿Aquiénpodemosrecurrir?

—¡Alprocurador!—dijoconciertavacilaciónArthurRance,puessuponíaquesiRouletabilleaúnnohabíaapuntadoesahipótesisesporquedebíahaberalgunaoscurarazónparaello.

Rouletabillecontemplóasuanfitriónconunairedepiedadnoexentodereproche.Yenuntonoglacial,quemanifestódefinitivamenteaArthurRancelatorpezadesuproposición,dijo:

—Deberíaustedcomprenderque,sisalvéaLarsandelajusticiafrancesaenVersalles,nofueconelpropósitodeentregarloalajusticiaitalianaenlasRochersRouges.

Arthur Rance, que ignoraba, como ya he dicho, lo referente al primermatrimonio de la hija del profesor Stangerson, no podía entender que nosresultaba imposible revelar la existencia de Larsan sin desencadenar, sobretododespuésdelaceremonianupcialdeSaint-Nicolas-du-Chardonnet,elpeordelosescándalos;sinembargo,ciertosincidentesinexplicadosdelprocesodeVersalles debieron de chocarle lo suficiente para hallarse en condiciones decomprenderqueloquetemíamos,porencimadetodo,erainteresarotravezalpúblico en lo que se había dado en llamar El misterio de la señoritaStangerson.

AquellanochesupoqueLarsannosteníacogidosporunodeesosterriblessecretosqueamenazanelhonorolavidadelagente,porencimadetodaslasleyesdelatierra.

AsíqueinclinólevementelacabezaanteRobertDarzacsindecirpalabra;peroaquelgestosignificabaqueestabadispuestoacombatirpor lacausade

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Mathildecomounnoblecaballeroqueofrecesuvidaparadefenderasudamasin preocuparse por las razones de la batalla.Almenos así lo interpreté yo,convencidodeque el norteamericano,pese a su recientematrimonio, estabamuylejosdehaberolvidadosuantiguapasión.

ElseñorDarzacdijo:

—Ese hombre debe desaparecer, pero en silencio, ya tengamos quereducirlo, firmar con él un tratado de paz… ¡o matarlo! Pero debemosmantener el secreto de su reaparición. ¡Sobre todo (y considérenme ahoracomo el portavoz de la señoraDarzac) les ruego que hagan todo lo posibleparaqueelseñorStangersonnoseenteredequeestamosamenazadosotravezporlosgolpesdeesemalvado!

—Los deseos de la señoraDarzac son órdenes—replicóRouletabille—.¡ElseñorStangersonnosabránada!

Deinmediatonosocupamosdeloscriados,ydeloquepodíamosesperardeellos.Porsuerte,papáJacquesylosBernierestabanyacasienteradosdelsecretodelasuntoynoseasombraríandenada.MattonieralosuficientementefielparaobedeceraMrs.Edith«sincuestionamientos».Losotrosnocontaban.Es verdad que aún faltaba Walter, el criado del viejo Bob, pero habíaacompañadoasuamoaParísyyavolveríaconél.

Rouletabillesepusodepie,intercambióunaseñaconBernier,queseguíadepieenelumbraldelaTorreCuadrada,yvolvióasentarseentrenosotros.

—Larsan no debe de estar lejos —dijo—. Durante la cena hice unreconocimientodelaplaza.Alotroladodelapuertanorte,disponemosdeunadefensanaturalyhumanainmejorable,quereemplazaconventajaalaantiguabarbacanadelcastillo.Tenemosallí,acincuentapasosdelacostaoccidental,los dos puestos fronterizos de los aduaneros franceses e italianos, cuyainexorablevigilanciapuedesernosdegranayuda.Bernierestáenexcelentesrelaciones con esa buena gente y yo he ido allí para hablar con ellos. Eladuanero italianosólohabla su lengua,peroel francéshabla lasdos,máseldialecto regional, y ha sido este aduanero (quien, según Bernier, se llamaMichel)elquenoshaservidodeintérprete.Pormediodeélhemossabidoquelos dos aduaneros se han interesado por la insólita maniobra en torno a lapenínsula de Hércules de la barca de Tullio, pormal nombre «verdugo delmar». El viejo Tullio es un antiguo conocido de nuestros aduaneros. Es elcontrabandista más hábil de la costa. Esta tarde llevaba en su barca a unindividuo que los aduaneros no habían visto nunca. La barca, Tullio y eseindividuohandesaparecidoenelcabodeGaribaldi.HeidoallíconBerniery,lomismo que el señorDarzac, que había estado allí antes que nosotros, nohemosvistonada.Sinembargo,Larsanhatenidoquedesembarcar,tengoesepresentimiento. En todo caso, estoy seguro de que la barca de Tullio ha

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atracadomuycercadelcabo…

—¿Diceustedqueestáseguro?…—preguntóelseñorDarzac.

—¿Porquéestátanseguro?—insistíyo.

—Porquehadejadolahuelladelaproaenlaspiedrasmenudasdelaorillay, al atracar, se le ha caído por la borda el hornillo de piñas, que yo heencontradoyquelosaduaneroshanreconocido,hornilloquelesirveaTullioparailuminarlasaguascuandosaleapescarpulposenlasnochestranquilas.

—¡Indudablemente Larsan ha bajado! —prosiguió el señor Darzac—.¡EstáenlasRochersRouges!

—En todo caso, si la barca lo ha dejado en las Rochers Rouges, no havuelto—dijo Rouletabille—. Las dos aduanas están situadas en el estrechocamino que conduce desde las Rochers Rouges a Francia, de talmodo quenadiepuedepasarnidedíanidenochesinservisto.Porotraparte,yasabenustedesque lasRochersRouges formanuna especiede callejón sin salidayque el sendero se interrumpe ante las rocas a unos trescientosmetros de lafrontera.El senderopasaentre las rocasyelmar.Las rocas tienen salientesafiladosyformanunacantiladodeunossesentametrosdealtura.

—¡Enefecto!—corroboróArthurRance,queaúnnohabíadichonadayqueparecíamuyintrigado—.Nohapodidoescalarelacantilado.

—Sehabráescondidoenlascuevas—opinóDarzac—.Eneseacantiladohayentrantesmuyprofundos.

—¡Yahepensadoenello!—dijoRouletabille—.Poreso,despuésdehabermandadoveniraBernier,hevueltosoloallí.

—Hasidounaimprudencia—observé.

—¡Ha sido por prudencia! —me corrigió Rouletabille—. Tenía algunascosas que decirle a Larsan, y no quería que las oyera un tercero…En unapalabra,hevueltoa lasRochersRougeyhellamadoaLarsandelantedelascuevas.

—¡Lohallamadousted!—gritóArthurRance.

—¡Sí!Lohellamadoenmediodelanoche,queyaempezaba,yheagitadomipañuelo,comohacenlosparlamentariosconlabanderablanca.Pero,onomehaoído,onohavistomibandera…Elcasoesquenoharespondido.

—Talveznoestabaallí—aventuré.

—Esposible…Peroheoídoruidodentrodeunadelascuevas.

—¿Ynohaentradousted?—preguntóvivamenteArthurRance.

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—¡No! —respondió sin más Rouletabille—. Pero supongo que nopensaránquehasidopormiedo,¿verdad?

—¡Vayamos allá —gritamos todos, levantándonos a un tiempo—, yacabemosconesteasuntodeunavez!

—Es una ocasión magnífica para atrapar a ese hombre —dijo ArthurRance—.¡EnlasRochersRougesnotieneescapatoria!

DarzacyArthurRanceestabanpreparadosparasalir,peroRouletabilleloscalmóconungestoylesrogóquevolvieranasentarse.

—Hayquepensar—dijo—queLarsannohabríaactuadodeotromodosihubieraqueridoatraernosestanochealascuevasdelasRochersRouges.SenosmuestraydesembarcacasibajonuestrosojosenelcabodeGaribaldi.Sinos hubiera gritado al pasar bajo nuestras ventanas: «¡Estoy en lasRochersRouges!¡Osespero!¡Venid!»,nohubierasidotanexplícito.

—Ustedhaidoallí—replicóArthurRance—,yélnohaaparecido.Debedeestarescondido,meditandoalgúncrimenabominableparaestanoche.¡Hayquesacarlodeallí!

—Por supuesto —respondió Rouletabille—, mi paseo a las RochersRouges no ha producido ningún resultado, porque he ido solo…, pero sivamostodos,alomejornosencontramosconunasorpresadesagradablealavuelta…

—¿Alavuelta?—interrogóDarzacsincomprender.

—¡Sí —explicó Rouletabille—, al volver al castillo, donde habríamosdejadoalaseñoraDarzaccompletamentesolaydondequizánovolveríamosaencontrarla! ¡Por favor, entiéndanme bien!—añadió, en medio del silenciogeneral—,noesmásqueunahipótesis.Enestemomentonopodemosemitirmásquehipótesis.

Nos miramos los unos a los otros, consternados. Sin Rouletabille,habríamoscometidounagrantontería,untremendoerror…

Eljovenreporteroselevantó,pensativo.

—Desgraciadamente —acabó diciendo—, por esta noche lo mejor quepodemoshaceresunabarricada.Unabarricadaprovisional,claro,peroquieroquemañanalaplazasehalleencondicionesdeofrecerunadefensaabsoluta.HemandadocerrarlapuertadehierroyhepuestoallíapapáJacquesparaquela guarde. He colocado a Mattoni de centinela en la capilla. Aquí, bajo lapoterna, he dispuesto una barrera, el único punto vulnerable del segundorecinto,yyomismolaguardaré.Berniervigilarátodalanocheenlapuertadela Torre Cuadrada, y su mujer, que tiene buenos ojos, se apostará en laplataformade la torre conun catalejo que le he proporcionado.Sainclair se

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instalaráenelpequeñopabellón,eldelashojasdepalmera,enlaterrazadelaTorreRedonda.Desdeloaltodedichaterrazavigilará,juntoconmigo,todoelsegundopatio,asícomolasgaleríasylosparapetos.ElseñorArthurRanceyelseñorRobertDarzacsequedaránenlabaille,unoenlagaleríadelOesteyelotroenladelEste,lasdosgaleríasquelimitanelpatioporelladodelmar.Esta noche nos resultará duro, porque aún no estamos organizados.Mañanaharemos un análisis de nuestra pequeña guarnición y de los criados con losquepodemoscontarsinriesgo.Sihayalgúncriadoquenosofrezcadudas,loharemos salir de la plaza. Juntaremos todas las armas de las que podamosdisponer,fusilesyrevólveres,ylasrepartiremossiguiendolasnecesidadesdelserviciodeguardia.Laconsignaesdispararcontratodoaquelquenorespondaal ¿quién vive? y que no se identifique.No hace falta contraseña, es inútil.Para pasar bastará gritar el nombre y mostrar el rostro. Por lo demás, sólonosotrospodremospasar.Mañanaporlamañanavolveréaponerenlaentradainterior de la puerta norte la verja que cerraba hasta esta noche la entradaexterior—entradaqueenlosucesivoquedarácerradaconlapuertadehierro—,yduranteeldíalosproveedoresnopodránpasarporlabóvedamásalládela verja: dejarán sumercancía en el pequeño cuarto de la torre, donde estápapáJacques.Todaslastardes,alassiete,secerrarálapuerta.Mañanaporlamañana, el señor Arthur Rance dará órdenes para que vengan albañiles ycarpinteros.Loscontaremos,ynadie,bajoningúnpretexto,cruzarálapoternadelsegundorecinto;a lassiete,volveremosacontarlosyse irán.Durante lajornada,losobrerostendránqueacabarenteramentesutrabajo,queconsistiráenhacermeunapuertaparalapoterna,repararunaligerabrechadelmuroqueuneelCastilloNuevoconlaTorredelTemerario,yotrabrechamáspequeñaquehaycercadelaantiguaTorreRedondadelaesquina(Benelplano)quedefiendeel ángulonoroestede labaille.Cuandohayan terminado, estaréunpocomás tranquilo; a la señoraDarzac se le prohíbe dejar el castillo hastanuevaorden;asíestarásegura,yyopodréhacerunasalidadereconocimientoserio por el campo en busca deLarsan. ¡Vamos,místerArthurRance, a lasarmas! Vaya a buscar las armas de que disponga para esta noche. Yo heprestado mi revólver a Bernier, que estará de guardia ante la puerta delapartamentodelaseñoraDarzac.

¡CualquieraqueignoraselosacontecimientosdelGlandieryhubieraoídohablar con ese lenguaje a Rouletabille habría tratado de locos tanto al quehablaba como a los que lo escuchaban! Pero vuelvo a repetir que, si esapersona hubiera vivido la noche de la galería inexplicable y la del cadáverincreíble,habríahecholoqueyo:¡cargarelrevólveryesperar la luzdeldíasindárselasdelisto!

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VIII.PáginashistóricassobreJeanRoussel-Larsan-Ballmeyer

Una hora más tarde, todos estábamos en nuestros puestos e íbamos yveníamosalolargodelosparapetos,escrutandolatierra,elcieloylasaguas,yescuchandoconansiedadlosmásimperceptiblesruidosdelanoche,labrisayelvientodealtamarquecomenzóaaullarhacia las tresde lamadrugada.Mrs. Edith se levantó y acudió a reunirse con Rouletabille bajo la poterna.Ésteme llamó,me confió la guardia de la poternaydeMrs.Edith, y fue ahacerunaronda.Mrs.Edithestabadelmejorhumordelmundo.Elsueño lehabíahechobienyparecíadivertirsecomounalocaconlafiguralívidadesumarido,¡alquehabíallevadounvasodewhisky!

—¡Oh,quédivertido!—medecíaaplaudiendoconsuspequeñasmanos—.Pero¡quédivertido!¡CómomegustaríaconoceraltalLarsan!

No pudemenos que estremecerme al oír aquel desatino.Decididamente,hay almas románticas que no vacilan ante nada y que, en su inconsciencia,provocanaldestino.¡Diosmío,silaingenuasupiera…!

PasédosdeliciosashorasconMrs.EdithcontándolerelatoshorriblessobreLarsan,todoshistóricos.Y,yaquesepresentalaocasión,mepermitirédaraconocerallectorhistóricamente,simeeslícitoservirmeaquídeunaexpresiónquetraducemipensamientoalaperfección,aLarsan-Ballmeyer,esetipocuyaexistenciaalguienhapodidoponerendudaconocasióndelpapelinauditoquele atribuí en Elmisterio del cuarto amarillo. Como ese papel alcanza en Elperfume de la Dama de Negro cotas que algunos podrían considerarinaccesibles,estimoquetengoeldeberdeprepararelespíritudellectorparaadmitirafindecuentasqueyonosoymásqueelvulgarcronistadeunsucesoúnicoenelmundoyquenoinventonada.Además,enelcasodequetuvieralaneciapretensióndeañadiraestahistoria,alaveztannaturalcomoprodigiosa,algún adorno imaginario, Rouletabille me lo impediría y me pondría enridículosincontemplaciones.Hayconsiderablesinteresesenjuegocomoparaquenomeconstriñaaunanarraciónsevera,yhastaunpocosecaymetódica.Remitiré,pues,atodoslosquepuedancreerseanteunanovelapolicíaca—porfinhasalidolapalabraabominable—alprocesodeVersalles.Henri-RobertyAndré Hesse, los letrados que defendieron a Robert Darzac, hicieron unaadmirable defensa, que fue mecanografiada y de la que ciertamente habránconservadoalgunacopia.Finalmentenohayqueolvidarque,muchoantesdeque el destino pusiera frente a frente a Larsan-Ballmeyer y JosephRouletabille, el refinado bandido había dado no poco trabajo a los cronistasjudiciales.BastaconabrirlaGazzetedesTribunauxyrepasarlasnoticiasdelosgrandesdiarioseldíaenqueBallmeyerfuecondenadoporeltribunaldelSenaadiezañosdetrabajosforzados,parahacerseunaideaacercadeesetipo.Entonces se comprenderá que no hay necesidad de inventar nada sobre un

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hombre cuando se puede contar una historia semejante; y de este modo ellector, conociendo ya «la clase» a la que pertenece, es decir, su forma deactuar y su audacia sinmedida, bien se guardará de sonreír cuando JosephRouletabille, obrando con la debida prudencia, levante un puente levadizoentreLarsan-BallmeyerylaseñoraDarzac.

AlbertBataille, redactordeLeFigaro,quehapublicadounasadmirablesCausascriminalesymundanas,dedicapáginasmuyinteresantesaBallmeyer.

Sepuededecir queBallmeyer tuvouna infancia feliz.No llegó a ser unestafador,comoatantosotroslesocurre,porhaberrecorridolasdurasetapasde lamiseria.Hijodeun ricocomisionistade la calleMolay,habríapodidosoñarconotrodestino;perosuvocaciónconsistíaenapoderarsedeldinerodelosdemás.Desdemuyjovendecidiódedicarsealaestafacomootrosdecideniraestudiara laEscueladeMinasdeParís.Debutóconungolpegenial.Lahistoriaesincreíble:Ballmeyerseapoderódeunchequedirigidoasupadre,se fue en tren a Lyon con el dinero robado y escribió al autor de sus días:«Muy señormío: Soy un ancianomilitar retirado y condecorado. Tengo unhijoempleadoencorreosque,parapagarunadeudadejuego,hasustraídodelaestafetaunchequedirigidoausted.Hereunidoalafamiliaafinderesolverelproblema,yenbrevetiempopodremosdevolverleeldinero.Ustedtambiénes padre: ¡compadézcase de otro padre! ¡No destroce todo un pasado dehonor!».

ElpadredeBallmeyerconcediónoblementeelplazoqueselepedía,yaúnsigueesperandoeldinero,omejordicho,yano lo espera, porquediez añosdespuésseenteródequiéneraelverdaderoculpable.

Ballmeyer —escribe Albert Bataille— parece haber recibido de lanaturalezatodoslosatributosdelestafadornato:ungraningenio,eldondelapersuasión,esmeroparalaescenificaciónylosdetalles,elgeniodeldisfrazyunaprevisióninfinita,hastaelpuntodehacermarcarsuropaconlasinicialesapropiadas cada vez que juzgaba útil cambiar de nombre. Pero lo que lecaracteriza,sobretodo,apartedesusasombrosasaptitudesparalaevasión,esla combinaciónde fraude, cinismoydesafío a la justicia: sienteunmalignoplacer en denunciar ante el tribunal a falsos culpables, sabiendo cuánto seretrasanlospobresmagistradossiguiendosuspistasfalsas.

Este placer por confundir a los jueces es el común denominador de losactosdelictivosdesuvida.

Estandoenelejército,Ballmeyerrobólacajadecaudalesdesuregimientoyacusóalcapitántesorero.

Cometióun robode cuarentamil francos enperjuiciode la casaFuretydeclaró ante el juez de instrucción que el señor Furet se había robado a sí

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mismo.

ElcasoFuret seguirásiendocélebredurantemucho tiempoen losanalesjudicialesbajoestetítulo:«Eltelefonazo»,todounclásico.Lacienciaaplicadaalaestafaaúnnohaproporcionadonadamejor.

El señorBallmeyer sustrae un cheque por valor demil seiscientas librasesterlinas de la correspondencia de los hermanos Furet, de profesióncomisionistas,callePoissonnière,quelehandejadoinstalarseensusoficinas.

Ballmeyer, imitando la voz de Edmond Furet, pregunta por teléfono alseñor Cohen, banquero, si puede abonarle el importe del cheque. El señorCohen responde afirmativamente, y diezminutos más tarde Ballmeyer, trashaber cortado el hilo telefónico para evitar una constatación por parte delbanco o que alguien pida explicaciones, cobra el dinero por medio de uncompinche, un tal Rivard, que ha conocido no hace mucho en losdestacamentos deÁfrica, de donde habían sido expulsados a causa de unasenojosashistoriasocurridasensuregimiento.

Sellevaelbotínlimpiamente;yluegocorreadenunciaraRivardy,comoyahedicho,asuvíctima,¡elpropioEdmondFuret!

En el bufete del señor Espierre, juez de instrucción encargado del caso,tienelugarunaépicaconfrontación:

—Veamos,miqueridoFuret—diceBallmeyeralestupefactocomisionista—,sientomuchotenerqueacusarle,perodebeconfesarlaverdadalajusticia.Es un asunto que no tendrá mayores consecuencias para usted…, ¡así queconfiese! Necesitaba usted cuarenta mil francos para liquidar una pequeñadeudaenlascarrerasyse lahahechopagarasunegocio.Estáclaroquehasidoustedquienhatelefoneado.

—¿Yo,telefoneado?¿Yo?—balbuceabaEdmondFuret.

—Esmejorqueconfiese.Hanreconocidosuvoz.

HuelgadecirquelapobrevíctimadurmióochodíasenlaprisióndeMazasyque lapolicíaelaboróun informeespantososobreél;queelseñorCruppi,entonces fiscal y hoy ministro de Comercio, al final tuvo que presentar alseñorFuretsusexcusas.EncuantoaRivard,¡fuecondenadoporcontumaciaaveinteañosdetrabajosforzados!

Podríamoscontarotrasveinteanécdotasdeeste tiposobreBallmeyer.Enrealidad,enaquelmomento,antesdeconsagrarsealcrimen,eraintérpretedecomedias,¡yquécomedias!Hayqueconocercondetallelahistoriadeunadesus evasiones. Nada más prodigiosamente cómico que la aventura delprisionero Ballmeyer redactando un largo e insípidomemorial con el únicoobjeto de poder llegar hasta lamesa del juezVillers y, una vez allí, tirando

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comopordescuidoalsuelolos impresos,echarunaojeadaa losformulariosdelasórdenesdepuestaenlibertad.

VueltoaMazas,elgranujaescribióunacarta«firmadaporeljuezVillers»,enlacual,siguiendoelformulario,rogabaaldirectordelaprisiónquepusieraalinstanteenlibertadaldetenidoBallmeyer.Sóloquealacartalefaltabaelsellodeljuez.

Ballmeyernosedetuvoportanpocacosa.Aldíasiguientereaparecióeneljuzgado con la carta escondida en lamanga, reivindicó su inocencia, fingióunagrancóleray,gesticulandoparaacercarsealsellocolocadosobrelamesa,tiróeltinterosobreelpantalónazuldelguardiaqueloacompañaba.

Mientras el pobre hombre, rodeado del magistrado y del escribano,limpiaba tristemente su «número uno», Ballmeyer aprovechaba el descuidogeneralparaestamparelselloenlaordendepuestaenlibertad,altiempoquesedeshacíaenexcusas.

Unajugadamaestra.Actoseguido,elestafadorsaliódeljuzgadoyarrojóelpapelfirmadoyselladoalosguardiasdelcalabozo.

—¡PeroquiénsehacreídoqueeselseñorVillers—dijo—paramandarmeamítraersuspapeles!¡Comosiyofuerasucriado!

Losguardiasrecogieronelimpreso,yelsargentodeservicioseencargódequelollevaranasudestinatario.AquellamismanocheBallmeyerestabalibre.

Era su segunda evasión. Porque cuando fue detenido finalmente por elrobo aFuret, ya se había escapadoponiendo la zancadilla al guardia que lollevaba a la prisión provisional y echándole pimienta en los ojos. Aquellamismanoche,decorbatablanca,asistíaaunestrenoenlaComédie-Française.Ya en la época en que un consejo de guerra lo condenó a cinco años detrabajos forzados por haber robado la caja de caudales de su regimiento,estuvo a punto de evadirse haciendo que sus compañeros lometieran en unsaco de papeles de desecho. Pero una segunda comprobación hecha deimprovisohizofracasarunplantanbientramado.

ElrelatodelassorprendentesaventurasdeBallmeyerseríainterminable…

UnasveceseraelcondedeMaupas,otraselvizcondedeDrouetd’Erlon,elcondedeMottevilleoeldeBonneville,elegante,buenjugador,siemprealamodayhabitualdelasplayasylosbalneariosdelujo:Biarritz,Aix-les-Bains,Luchon,quepodíaperder en el casinohastadiezmil francos enunanoche,siemprerodeadodehermosasmujeresquesedisputabansussonrisas;porqueeste egregio estafador también era un seductor. En el regimiento hizo unabuena conquista, afortunadamente platónica: ¡la hija del coronel! ¿Se dancuentaahoradequiéneseste«tipo»?

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Puesbien,¡contraesehombreteníaquecombatirJosephRouletabille!

SupongoqueaquellanochealeccionébastantebienaMrs.Edithacercadela personalidad del célebre bandido. Ella me escuchaba en un profundosilencio que acabó por impresionarme, y entonces, inclinándome sobre ella,me di cuenta de que estaba dormida. Aquella actitud habría debidoproporcionarmeunaideabastanteaproximadadesupersonalidad.Pero,comograciasaellopudecontemplarlaaplacer,enlugardeenfadarmeengendróenmísentimientosqueenvanointentéecharfuerademicorazón.

Lanoche transcurrió sinproblemas.Cuandoamaneció, saludé el día conun gran suspiro de alivio. No obstante, Rouletabille no me permitió ir aacostarme hasta las ocho de lamañana, cuando hubo acabado de planificartodas las tareas del día siguiente. Los obreros que había mandado venirtrabajaronactivamenteenlareparacióndelabrechadelatorreB.Lasobrassehicieron tan bien y con tal rapidez, que aquellamisma noche el castillo deHércules se encontró tan herméticamente cerrado como lo está, mediantelíneas, en el plano. Aquella mañana, sentado en una piedra, Rouletabillecomenzóadibujarelplanoqueheofrecidoallector,mientrasqueyo,cansadodelavigilianocturna,hacíaridículosesfuerzosparaquenosemecerraranlosojos,yparaescucharloqueélmedecía:

—Los cortos de inteligencia, Sainclair, creerán que me fortifico paradefenderme.Yesoessólounapartedelaverdad:mefortificosobretodopararazonar.Ysihetapadolasbrechas,nohasidotantoparaqueLarsannopuedaentrar, ¡sino para evitarle a mi razón la ocasión de «huir» por ellas! ¡Porejemplo,yonopodríarazonarenunbosque!¿Cómosepuederazonarenunbosque?¡Enunbosquelarazónseescapaportodaspartes!¡Encambioenuncastillobiencerrado…!Amigomío,escomounacajafuertebiencerrada:¡siestásdentroynoestásloco,turazónhadedarconlarespuesta!

—¡Seguro, seguro!—repetía yo moviendo adormilado la cabeza—. ¡Surazóntienequedarconlarespuesta!

—Estábien,vayaadescansar,amigomío:¡seestáusteddurmiendodepie!

IX.LallegadainesperadadelviejoBob

Hacia las once de la mañana, cuando la voz de la señora Bernier metransmitíadesdeelpasillolaordendeRouletabilledelevantarme,meprecipitéalaventana.Labahíaestabaesplendorosa;elmarteníataltransparencia,quelaluzdelsolloatravesabacomosifuerauncristal,detalsuertequesepodíanver las rocas, lasalgas, laespumayel fondomarítimo,comosielelemento

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acuático hubiera dejado de cubrirlos. La curva armoniosa de la orillamentonesa encerraba el agua en unmarco florido. Los chalets de Garavan,blancosyrosa,parecíanreciénsalidosdelcapulloaquellanoche.LapenínsuladeHérculeserauncomounramilletedefloresqueflotabasobrelasaguasyhastalasviejaspiedrasdelcastilloaromatizabanelaire.

Lanaturalezanuncamepareció tandulce, tanacogedora, tanamorosa,ysobretodotandignadeseramada.Elairesereno,lariberaindolente,elmarparalizado, lasmontañasvioletas, todo aquel cuadro, al quemis sentidosdehombredelnorteestabantanpocoacostumbrados,evocabaideasdecaricias.Entoncesviaunhombrequeestabagolpeandoelmar.¡Logolpeabacontodassusfuerzas!Habríalloradodehabersidopoeta.Elmiserableparecíaposeídodeunarabiaespantosa.Yonocomprendíaquépodíahaberexcitadosufurorcontra las tranquilasolas;pero indudablementeéstasdebíandehaberledadoalgún serio motivo de disgusto, pues no cesaba de golpear, armado de unenorme garrote y de pie en la pequeña embarcación, que un niño empujabaconelremo,temblandodemiedo.Elhombreleestabaadministrandoalmar«una buena manta de palos», que provocaba la muda indignación de unosextranjeros parados en la orilla. Pero, como suele suceder en tales casos, lagentetienemiedodemeterseenloquenole importa,yledejaronhacersinprotestar.¿Quépodíahaberirritadoaaquelhombresalvaje?¿Quizálapropiacalma del mar que, tras haber sido turbada un momento por aquel loco,recobrabasurostroinmóvil?

Entoncesoí lavozamigadeRouletabilleanunciándomequeelalmuerzoseríaalasdoce.Elreporteroparecíaunalbañil;suropaatestiguabaquehabíaestadocontrolandolasobras.Conunamanoseapoyabaenunmetroyconlaotra jugaba con una plomada. Le pregunté si había visto al hombre quegolpeabalasaguas,ymerespondióqueeraTullio,ejerciendosuoficio:deesemodo asustaba a los peces para que fueran a parar a sus redes. Entoncescomprendíporquéenlaregiónlollamabanel«verdugodelmar».

Rouletabille también me dijo que había interrogado al pescador por lamañanasobreelhombrealquehabíatransportadoensubarcaeldíaanterior.Tulliorespondióquenoloconocía,queerauntiporaroquehabíaembarcadoenMentonyquelehabíadadocincofrancosporllevarlohastalapuntadelasRochersRouges.

MevestírápidamenteymereuníconRouletabille,quienmecomunicóquetendríamos un nuevo huésped a la hora de comer: se trataba del viejoBob.Esperamos a que llegara para sentarnos a la mesa, pero en vista de que seretrasaba,empezamosacomersinél,enelfloridomarcodelaterrazaredondadelTemerario.

TrajeronunaexquisitabullabesahumeantedelrestaurantedelasGrutas—

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dondesirvenlosmejoresberberechosysalmonetesderocadetodoel litoral—,regadaconunvinitodelpaese;y,¡loquesonlascosas!,aquellacomidaaplena luz del día contribuyó a serenarnos tanto omás que las precaucionestomadasporRouletabille.Adecirverdad,¡Larsannosdabamenosmiedobajoelhermososoldeuncieloresplandecientequealapálidaclaridaddelalunaylas estrellas! ¡Oh, cuán olvidadiza es la naturaleza humana, qué fácilmenteimpresionable!Medavergüenzadecirlo,peronossentíamosmuycontentos,¡oh,sí,completamentedichosos!(almenoshablopormí,porArthurRancey,naturalmente, también por Mrs. Edith, cuya naturaleza romántica ymelancólica es sólo superficial). Estábamos riéndonos de nuestras angustiasnocturnas y de nuestra guardia armada por los rincones de la ciudadela,cuandoelviejoBobhizosuaparición.Ynoibaasersupresencialaquenosencaminaraapensamientoslúgubres.Pocasveceshevistoanadiemáscómicoque el viejoBob, paseándose bajo el sol primaveral de la Provenza, con susombrerodecopanegro,sulevitanegra,suchaleconegro,supantalónnegro,sus gafas negras, sus cabellos blancos y susmejillas sonrosadas. Sí, sí, nosreímosmuchobajo labóvedade laTorredeCarloselTemerario.YelviejoBobreíaconnosotros.PorqueelviejoBoberalaalegríapersonificada.

Pero¿quéhacíaelviejosabioenelcastillodeHércules?Quizáhallegadoelmomentodedecirlo.¿PorquéhabíadecididoabandonarsuscoleccionesdeAmérica, sus trabajos, sus proyectos y sumuseo de Filadelfia?Veamos porqué:nosehabráolvidadoqueArthurRanceerayaconsideradoensupatriacomounfrenólogoconfuturocuandosudesventuraamorosaconlaseñoritaStangerson lo alejó de golpe de sus estudios, que llegaron a asquearlo.Despuésdesumatrimonioconmiss.Edith,éstaloanimóyélsintióquevolvíaa entrarle el gusto por la ciencia de Gall y Lavater. Pues bien, justo en elmomento en que se hallaban visitando la Costa Azul, durante el otoño queprecedióalosacontecimientosactuales,tuvogranrepercusiónlanoticiadelosrecientesdescubrimientosqueelseñorAbboacababadehacerenlasRochersRouges,aúnllamadasBaoussé-Rousséeneldialectomentonés.Hacíamuchosaños—desde 1874— que los geólogos y los que se dedican a los estudiosprehistóricos estaban sumamente interesados en los restos humanosencontradosenlascuevasycavernasdelasRochersRouges.Julien,Rivière,Girardin, Delesot, fueron allí a trabajar y consiguieron que el Instituto y elministeriodeInstrucciónPúblicaseinteresaranporsusdescubrimientos.Éstosprontocausaronsensación,puesatestiguaban,sinlugaradudas,queenaquellugar habían vivido hombres primitivos anteriores a la época glaciar.Desdeluego hacía ya mucho tiempo que se había demostrado la existencia delhombre en la época cuaternaria; pero, teniendo en cuenta que dicha épocaabarca, según algunos, doscientos mil años, resultaba interesante fijar laexistencia humana en una época determinada dentro de esos doscientosmilaños. Siguieron excavando en las Rochers Rouges, y fueron de sorpresa en

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sorpresa. Sin embargo, la cueva más hermosa de todas, la Barma Grande,comolallamabanenlaregión,aúnestabaintacta,pueserapropiedadprivadadelseñorAbbo,dueñodelrestaurantedelasGrutas,queseencontrabanomuylejosdeallí,albordedelmar.ElseñorAbbohabíadecididoexcavartambiénensucueva,ylaopiniónpública(pueselacontecimientohabíarebasadoloslímitesdelmundocientífico)comenzóadifundirelrumordequeseacababandehallarenlaBarmaGrandeextraordinariasosamentashumanas,esqueletosmuy bien conservados en una tierra ferruginosa, ¡contemporánea de losmamuts,delaépocacuaternaria,einclusodelfinaldelaépocaterciaria!

ArthurRanceysumujercorrieronainstalarseenMenton,y,mientrasélsepasabalosdíasremoviendo«losrestosdelcrisol»,comosediceentérminoscientíficos,dehacedoscientosmilaños,excavandoélmismoelhumusdelaBarma Grande y midiendo los cráneos de nuestros antepasados, la jovenesposahallabaunenormeplacerenestirarsenolejosdeallí,sobrelasalmenasmedievalesdeunviejocastilloqueerguíasusiluetamacizasobreunapequeñapenínsula,unidaalasRochersRougesporunascuantaspiedrasdesprendidasdelgranpeñón.Lasmásrománticasleyendasestabanrelacionadasconaquelvestigiode lasviejasguerrasgenovesas;yaEdith,quemelancólicamenteseasomaba desde lo alto de las terrazas sobre el más hermoso decorado delmundo,leparecíaserunadeaquellasnoblesdamasdelostiemposantiguos,cuyasdramáticasaventurastantolehabíanentusiasmadoenlasnovelasdesusautores favoritos. El castillo estaba en venta, a un precio muy razonable.Arthur Rance lo compró, para enorme alegría de su mujer, que hizo veniralbañilesytapiceros,yentresmesestransformóaquellaantiguaconstrucciónenundeliciosonidodeamorparaunajovenquesoñabaconLaDamadellagoyLanoviadeLammermoor.

CuandoArthurRanceseencontrófrentealúltimoesqueletodescubiertoenlaBarmaGrande,asícomolos fémuresdelElephasantiquus,salidosambosde la misma capa de terreno, se sintió transportado al cielo y su primerpensamiento fue telegrafiar al viejoBobpara comunicarle que quizá habíanhallado, aunoskilómetrosdeMontecarlo, loqueél llevababuscando tantosañosacostademilpeligrosenlosconfinesdelaPatagonia.Peroeltelegramano llegó a sudestino, pues el viejoBob, quehabía prometido ir a ver a losreciéncasadosalcabodeunosmeses, sehabíaembarcadoparaEuropa.Sinduda, la fama de los tesoros de las Baoussé-Roussé había llegado ya a susoídos. Unos días más tarde desembarcaba en Marsella y se trasladaba aMenton. En compañía de Arthur Rance y de su sobrina, se instaló en lafortalezadeHércules,llenandoaquellugarconsusbromasyalegría.

Enunprincipio,laalegríadelviejoBobnosparecióunpocoteatral,perosindudaeraunefectodenuestro tristehumordeldíaanterior.ElviejoBobtiene alma de niño; es coqueto como una vieja, es decir, que su coquetería

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rarasvecescambiadeobjeto:haadoptadodeunavezportodasunaformadevestirsevera,preferentementecorrecta (levitanegra,chaleconegro,pantalónnegro,cabellosblancos,mejillassonrosadas),ysehaconsagradoaperpetuarsuimpresionantearmonía.Conesteuniformedoctoral,elviejoBobcazabaeltigrede laspampasyexcavaahoraen lascuevasde lasRochersRouges,enbuscadelasúltimasosamentasdelElephasantiquus.

CuandoMrs.Edithnoslopresentó,élnosobsequióconunapícarasonrisayseechóareírcontodasuampliaboca,queibadeunaaotradesuspatillasentrecanas cuidadosamente cortadas en forma de triángulo. El viejo Bobestaba rebosante y pronto supimos la razón.De su visita alMuseo de Parístraía la certidumbre de que el esqueleto de la Barma Grande no era másantiguoqueelqueélhabíatraídodesuúltimaexpediciónaTierradelFuego.TodoelInstitutoeradeeseparecer,fundandosusrazonamientosenelhechode que el hueso del Elephas que el viejo Bob llevó a París —y que elpropietariodelaBarmaGrandelehabíaprestado,trashaberleaseguradoquelohabíaencontradoenlamismacapadeterrenoqueelfamosoesqueleto—,dicho hueso, decimos, pertenecía a un Elephas antiquus de mediados delperíodocuaternario. ¡Ah,habíaqueoírconquégozosodespreciohablabaelviejoBobdeesaépoca! ¡Ante la ideadeunhuesodemediadosdelperíodocuaternario,rompióareírcomosilehubierancontadounbuenchiste!¡Comosiennuestraépocaunsabio,unauténticosabio,verdaderamentedignodeserllamado así, pudiera seguir interesándose por un esqueleto demediados delperíodo cuaternario! El suyo—su esqueleto, o por lo menos el que habíatraído de Tierra del Fuego— databa de principios de aquel período, y, enconsecuencia, era cienmil añosmás viejo…, ¿lo oyen?, ¡cienmil años! Yestabasegurodeellograciasaaquelomóplatoquehabíapertenecidoalosodelascavernas,omóplatoqueél,elviejoBob,habíaencontradoentrelosbrazosde su propio esqueleto. (Decía:mi propio esqueleto, sin establecer ningunadiferencia,ensuentusiasmo,entresuesqueletovivo,elquevestía todos losdías con su levita negra, su chaleco negro, su pantalón negro, sus cabellosblancos y sus mejillas sonrosadas, y un esqueleto prehistórico traído desdeTierradelFuego).

—¡Sí, sí, mi esqueleto data de la época del oso de las cavernas! ¡Encambio,eldelasBaoussé-Roussé,nosé,nosé…!¡Hijosmíos,ésealosumoesdelaépocadelmamut!¡Nisiquieraeso,quéva!¡Odelrinocerontedenariztabicada! ¡Así que… no queda nada por descubrir, señoras y señores, en elperíododelrinocerontedenariztabicada!¡Selojuro,palabradelviejoBob!Mi esqueleto procede de la época chelense, como dicen ustedes en Francia.¡De qué se ríen, panda de ignorantes! ¡Ni siquiera estoy seguro de que elElephasantiquusdelasRochersRougesdatesiquieradelaépocamusteriense!¿Y por qué no de la época solutrense, y hasta, hasta de la épocamagdaleniense? ¡No, no, ya está bien! ¡Un Elephas antiquus de la época

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magdaleniense es imposible, lo sé! ¡Ese Elephasme va a volver loco! ¡Eseantiquusmeponeenfermo! ¡Oh,Diosmío,mevoyamorirde risa! ¡PobresBaoussé-Roussé!

Mrs. Edith cometió la imprudente crueldad de interrumpir el júbilo delviejo Bob para anunciarle que el príncipe Galitch, que había adquirido lacueva deRomeo y Julieta en lasRochersRouges, debía de haber hecho undescubrimiento realmente sensacional, pues al día siguiente demarcharse elviejoBobaParís,ellalohabíavistopasardelantedelafortalezadeHérculesconunapequeñacajabajoelbrazoyselahabíamostradodiciéndole:«¡Mire,mistressRance,aquí llevountesoro,unverdaderotesoro!».Ella lepreguntóen qué consistía aquel tesoro, pero el otro semostró esquivo y le dijo quepreferíadarleunasorpresaalviejoBobasuvuelta.Sinembargo,elpríncipeGalitchacabóconfesándolequeacababadedescubrir¡«elcráneomásviejodelahumanidad»!

Aún no había acabadoMrs. Edith de pronunciar estas palabras, cuandotoda la alegríadel viejoBobya sehabíaderrumbado; un tremendo furor seextendióporlosrasgosdesurostrodesfiguradoygritó:

—¡Nopuedeserverdad! ¡Elcráneomásviejode lahumanidadeseldelviejoBob,eselcráneodelviejoBob!

Ychilló:

—¡Mattoni,Mattoni!¡Tráemelamaleta!

MattoniatravesabaenesemomentoelpatiodeCarloselTemerarioconelequipaje del viejoBob al hombro, y llevó lamaleta hasta donde estábamosnosotros.ElviejoBobsacóunmanojode llaves,searrodillóy laabrió.Delinterior, donde había ropa blanca y efectos personales, todomuy ordenado,sacóunasombrereradecartón,ydeellauncráneo,quedepositóenlamesaentrenuestrastazasdecafé.

—¡Éstesíeselcráneomásviejodelahumanidad!—dijo—.¡ElcráneodelviejoBob!¡Mírenlo!¡ElviejoBobnosalenuncasinsucráneo!

Lo acarició suavemente, con los ojos brillantes y sus labios gruesosseparadosdenuevoporlarisa.SiustedeshacenunesfuerzoyseimaginanalviejoBob hablando en un francés plagado de incorrecciones, con un acentoentre inglés y español —hablaba español perfectamente—, estarán ustedesviendoyoyendolaescena.Rouletabilleyyonopudimosaguantarmásynosechamosareír.Devezencuando,elviejoBobinterrumpíasudiscursoparapreguntarnos qué nos hacía tanta gracia, y aún nos reíamos más. Hasta laseñora Darzac tuvo que secarse los ojos, pues la imagen del viejo Bobsujetandoentrelasmanoselcráneomásviejodelahumanidaderarealmentedesternillante. Allí descubrí que un cráneo de doscientos mil años no es

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horripilanteenabsoluto,sobretodosi,comoaquél,conservatodoslosdientes.

De pronto, el viejo Bob se puso serio. Levantó el cráneo en la manoderechay,apoyandoelíndicedelaotramanoenlafrentedelantepasado,dijo:

—¡Siobservamoslapartesuperiordelcráneo,seveunaformapentagonalmuyclara,debidoalnotabledesarrollodelasprominenciasparietalesydelalámina del occipital! ¡La gran anchura de la cara se debe en buena parte alexageradodesarrollodelasproporcionescigomáticas!Encambio,¿quéseveenlacabezadelostrogloditasdelasBaoussé-Roussé?

Yono sabríadecirquéveía elviejoBoben la cabezade los trogloditas,puesnoloescuchabanimirabaelcráneo,sinoquelomirabaaél.Yalverlobien,semequitaronlasganasdereír.ElviejoBobmeparecióhorrible,feroz,maliciosocomounviejocómicode la legua,consualegríadehojalataysuciencia de pacotilla.No le quitaba los ojos de encima. ¡Me parecía que suscabellos se movían! Sí, como se mueve una peluca. Un pensamiento, elpensamiento de Larsan, que nuncame abandonaba del todo, me atenazó elcerebro;ibayoquizáadeciralgo,cuandounbrazosedeslizóbajoelmíoymesentíarrastradoporRouletabille.

—¿Le ocurre algo, Sainclair? —me preguntó el joven con un tonoafectuoso.

—Amigomío—respondí—,nopiensodecírselo.Seburlaríausteddemí.

MellevóhacialagaleríadelOeste,miróalrededorparaasegurarsedequeestábamossolosymedijo:

—No, Sainclair, no me burlaré de usted, pues está usted en lo ciertocuandoloveportodaspartes.Sinoestabahacepoco,quizáestéahora.¡Ah,es más fuerte que las piedras! ¡Es más fuerte que todo! ¡Pero yo le temomenos fuera que dentro! Y me sentiría muy feliz si estas piedras que hellamadoenmiayudaparaimpedirsuentradameayudanaretenerlo.Porque,queridoSainclair,¡losientoaquí!

Estreché la mano de Rouletabille, pues yo también tenía esa impresión.Sentía sobre mí los ojos de Larsan, lo oía respirar… ¿Cuándo habíacomenzadoaquellasensación?Nohabríasabidodecirlo.PeromeparecíaquemehabíallegadoconelviejoBob.

LepreguntéaRouletabillecondesazón:

—¿QuélepareceelviejoBob?

Trasunmomentodesilencio,dijo:

—Esté atento y cójase cada cinco minutos la mano izquierda con laderechaypregúntese:«¿ErestúLarsan?».¡Cuandosehayarespondido,nose

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conformedeltodo,puesquizálehayamentido,yestéyadentrodesupielsinqueustedsehayadadocuenta!

TrasestoRouletabillemedejó soloen lagaleríadelOeste,yen seguidavinoabuscarmepapáJacquestrayéndomeuntelegrama.Aunque,aligualquetodos nosotros, había pasado la noche en blanco, tenía buen aspecto, y lefelicitéporello.Élmedijoqueelplacerdeveralfinasuamareír lohabíarejuvenecido diez años. Luego intentó sonsacarme sobre los motivos de laextraña vela que le habíamos impuesto y el porqué de las precaucionesexcepcionales que se habían tomado para prohibir la entrada a cualquierextraño.Inclusodijoque,sielterribleLarsannoestuvieramuerto,creeríaquetemíamossuregreso.Lerespondíquenoeramomentoparahacerconjeturasyque,sieraunhombredeverdad,debía,lomismoquelosdemás,observarlaconsigna como un soldado, sin intentar comprender nada y menos aúndiscutirla.Sedespidióysefue,evidentementeintrigado;mejor,penséyo,pueseraelencargadodevigilarlapuertanorte,ynoestabademásquepensaraenLarsan. También él había estado a punto de ser su víctima, y no lo habíaolvidado.

Nome dimucha prisa en abrir el telegrama queme trajo papá Jacques,puesnocreíaque fueranada importante;peromeequivocaba.MiamigodeParís, que a petición mía había seguido los pasos de Brignolles, mecomunicaba que éste había salido de París en dirección a la Provenza, lavíspera por la noche, en el tren de las 22.35.Mi amigome decía que teníabuenasrazonesparacreerquehabíasacadobilleteparaNiza.

¿QuéveníaahacerBrignollesaNiza?Fueunacuestiónquemeplanteédeinmediatoyque,enunestúpidoaccesodeamorpropio,nosometíaljuiciodeRouletabille.ÉstesehabíaburladodemícuandoleenseñéelprimertelegramaquemeanunciabaqueBrignollesnohabíasalidodeParís,yresolvínohacerlepartícipe de este otro que confirmaba su marcha. ¡Puesto que Brignollesparecía tener poca importancia para él, no le «importunaría» más con mispesquisas!¡YmeguardéaBrignollessóloparamí!Demodoque,adoptandoel aire más indiferente, me reuní con Rouletabille en el patio de Carlos elTemerario.Mijovenamigoestabaasegurandoconbarrasdehierrolapesadatabla de encina circular que cerraba la boca del pozo y me demostró que,aunqueelpozosecomunicaseconelmar,nadiepodríaaccederalcastilloporallí.Estaba con los brazos desnudos, tenía un pesadomartillo en lamanoysudaba profusamente. Me pareció que se afanaba en exceso por un trabajorelativamentesencillo;¡ynopudeevitardecírselo,comounidiotaquenovemás allá de sus narices! ¿No hubiera debido yo adivinar que mi amigo seextenuaba voluntariamente para apartar de sí la tristeza que abrasaba suanimoso espíritu? ¡Pues no! No lo comprendí hasta media hora más tarde,cuando lo sorprendí tendido sobre las piedras ruinosas de la capilla,

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exhalando,enmediodelsueñoquehabíaidoaderribarloenaquelrudolecho,unapalabra,unasimplepalabraquemedesvelódegolpesuestadodeánimo:¡Mamá! ¡Rouletabille estaba soñando con laDamadeNegro!Quizá soñabaqueestabaabrazándolacomoantaño,cuandollegaba,rojode tantocorrer,allocutorio del colegio de Eu. Esperé un instante, preguntándome si dejarlodormir,ysienmediodelsueñonodejaríaescaparsusecreto.Pero,trashaberaliviadosucorazónconaquellapalabra,yanodejóoírmásqueunamúsicasonora.Estabaroncando.CreoqueeralaprimeravezqueRouletabilledormíaapiernasueltadesdequeabandonamosParís.

Aprovechéparasalirdelcastillosindecirnadaanadie,yconmitelegramaenelbolsillo,cogíuntrenparaNiza.Prontotuveocasióndeleerestanoticiade primera página en el Petit Niçois: «El profesor Stangerson ha llegado aGaravan, donde pasará unas semanas en casa deMr. Arthur Rance, que hacomprado la fortaleza de Hércules, y quien, con ayuda de la atenta Mrs.Rance,secomplaceenofrecerlamásexquisitahospitalidadasusamigosenesemarcopintorescoymedieval.AúltimahorahemossabidoquelahijadelprofesorStangerson,queacabadecontraermatrimonioenParísconelseñorRobertDarzac,hallegadotambiénalafortalezadeHérculesencompañíadeljovenycélebreprofesordelaSorbona.Estosnuevoshuéspedesnosvienendelnorteenelmomentoenquetodoslosextranjerosnosdejan.¡Hacenbien!¡Nohay nada comparable en el mundo a una hermosa primavera en la CostaAzul!».

En Niza, escondido tras la vidriera del bar de la estación, acechaba lallegada del tren de París en el que podía venirBrignolles. ¡Y justamente vibajaraBrignolles!¡Diosmío,micorazónempezabaalatirconfuerza,porqueaquelviaje,delqueélnohabíainformadoalseñorDarzac,meparecíalacosamenosnaturaldelmundo!Además,mivistanomeengañaba:Brignolles,conlacabezagacha,seescurríaentrelosviajeros,rápidocomounladrón,hacialasalida.Peroyofuitrasél.Saltóauncarruajecerradoyyomeprecipitéaotronomenos cerrado. Se apeó en la plazaMasséna, fue al paseo y cogió otrocarruaje; yo lo seguí. Aquellas maniobras me parecían cada vez mássospechosas.TomólacarreteradelaCorniche,yyotambién.Lasnumerosascurvas de la carreteramepermitían ver sin ser visto.Le prometí una buenapropina al cochero si no perdía de vista al carruaje que seguíamos, y él seempleóafondo.AsíllegamosalaestacióndeBeaulieu,dondeBrignollesseapeó,pagóalcocheroyentróenlasaladeespera.Ibaacogeruntren.¿Quéhacer?Siyotomabatambiénesetren,¿nomeveríaélenaquellaestacióntanpequeñayconelandéndesierto?Peroteníaquehacerlo.Simeveía,siemprepodríasalirdelpasofingiendosorpresa.PerolacosasalióbienyBrignollesnomevio.Subióaunpequeño trenquesedirigíahacia la frontera italiana.Enuna palabra, todos los pasos de Brignolles le acercaban a la fortaleza deHércules. Subí al vagón siguiente al suyo y vigilé las subidas y bajadas de

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viajerosentodaslasestaciones.

BrignollesseapeóenMenton.IndudablementehabíaqueridollegarenuntrendistintodeldeParísyenunmomentoenquehabíapocasposibilidadesdeencontrarrostrosconocidosenlaestación.Lovibajar,conelcuellodelabrigosubido y el sombrero de fieltro calado hasta los ojos. Echó una ojeada alandén, y se apresuró hacia la salida. Una vez fuera se subió a una vieja ysórdidadiligenciaqueesperabajuntoalaacera.Desdelasaladeesperayoloobservaba. ¿Qué estaba haciendo Brignolles allí? ¿Y adónde se dirigía enaquellaviejatartanapolvorienta?UnempleadomeinformóqueaquelcarruajeeraladiligenciadeSospel.

Sospel es una ciudad pequeña y pintoresca perdida entre las últimasestribaciones de losAlpes, a dos horas ymedia deMenton en carruaje.Notiene ferrocarril. Es uno de los rincones más apartados y desconocidos deFrancia,ydelosmástemidosporlosfuncionariosyporloscazadoresalpinosqueestánallídeguarnición.Encambio,elcaminoqueconduceallíesunodelos más hermosos que puedan existir, pues para descubrir Sospel hay querodear no sé cuántas montañas, bordear altos precipicios y seguir hastaCastillon,el estrechoyprofundovalledelCareï, aveces tanáridoy salvajecomounpaisajedeJudea,yotrasverdeoflorido,fecundo,suavealosojos,conelestremecimientoplateadodesusinnumerablesolivos,quebajandesdeelcielohastaellechoclarodeltorrenteporunaescaleradegigantes.Yohabíaestado en Sospel unos años antes con un grupo de turistas ingleses, en uninmenso carro tirado por ocho caballos, y conservaba de aquel viaje unasensacióndevértigo,quevolvíaencontrarintactaencuantopronunciaronelnombre. ¿Qué iba a hacer Brignolles a Sospel? Era preciso saberlo. Ladiligenciaestabayacompletayempezabaaponerseenmarchaenmediodeungranruidodechatarraydecristalesquebailabanenlosaperos.Contratéuncarruajedealquiler,y tambiényomepuseaescalarelvalledelCareï. ¡Ah,cuántolamentabaahoranohaberadvertidoaRouletabille!LaextrañaactituddeBrignolles le hubiera proporcionado ideas, ideas útiles, ideas razonables,mientrasqueyonosabía«razonar»,sólosabíaseguiraBrignollescomosigueunperroasuamoounpolicíaasupresa:siguiendolashuellas,lapista.¡Ysial menos hubiera seguido bien la pista! ¡Pero la perdí precisamente en elmomento en que no habría debido perderla por nada del mundo, en elmomento en que acababa de hacer un descubrimiento formidable! Habíadejado tomar a la diligencia cierta delantera, precaución que estimabanecesaria, y llegué a Castillon unos diez minutos después que Brignolles.Castillon se encuentra en la cima de la carretera entreMenton y Sospel. Elcocheromepidiópermisoparadejarrespirarunpocoasucaballoydarledebeber.Bajédelcarruaje,¿yquéesloquevijustoalaentradadeuntúnelbajo,elquehabíaquepasarparaalcanzarlavertienteopuestadelamontaña?

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¡ABrignollesyaFrédéricLarsan!

¡Mequedéclavadoenelsitiocomosideprontohubieraechadoraícesenel suelo! No grité, no hice el menor movimiento. ¡Les juro que estabafulminadoporaquellarevelación!Luegorecobrémiánimoy,almismotiempoquemeinvadíaunsentimientodehorrorhaciaBrignolles,meinvadióotrodeadmiraciónhaciamímismo. ¡Ah,missuposicioneshabíansidoexactas! ¡Yoera el único que había adivinado que ese Brignolles del demonio era unpeligro terrible para Robert Darzac! ¡Si me hubieran escuchado, haría yamucho tiempo que el profesor de la Sorbona se habría separado de él!¡Brignolles, criatura de Larsan, cómplice suyo! ¡Qué descubrimiento! ¡Yadecíayoquelosaccidentesdellaboratorionoerannormales…!¿Mecreeríanahora?¡Ensuma,habíavistoperfectamenteaBrignollesyaLarsanhablando,discutiendo a la entrada del túnel de Castillon! Los había visto…, pero¿adóndehabíanido?Yanolosveía.Poreltúnel,evidentemente.Apresuréelpaso,dejandoallíalcochero,ylleguéhastaeltúnel,palpandoelrevólverenmibolsillo. ¡Mehallabaenunestado…! ¡Diosmío!,¿quédiríaRouletabillecuando le contara lo que había visto? ¡Yo, sólo yo, había descubierto aBrignollesyaLarsan!

Pero¿dóndesehanmetido?Atraviesoeltúnelcompletamenteoscuro.Nirastro de Larsan, ni rastro de Brignolles. Miro la carretera que baja haciaSospel.Nadieenlacarretera.Amiizquierda,haciaelviejoCastillon,mehaparecidoverdossombraspresurosas.Desaparecen…Corro…Llegoalcentrodelasruinas…Medetengo.Pero¿quiénmedicequelasdossombrasnomeestánpreparandounaemboscada?

ElviejoCastillonnoestabahabitado,yconrazón.Elterremotode1887lohabíaarruinadoydestruidoporcompleto.Sóloquedaban,aquíyallá,algunoslienzos de muralla acabando de derrumbarse lentamente, restos de casasdecapitadas y ennegrecidas por el incendio, columnas aisladas que habíanquedado de pie, perdonadas por la catástrofe, que se inclinabanmelancólicamentehaciaelsuelo,tristespornoteneryanadaquesostener.

¡Qué silencio había a mi alrededor! Con mil precauciones recorrí lasruinas,observandoconespantolaprofundidaddelasgrietasquecercadeallíhabían abierto en la roca los temblores de tierra de 1887. Había unaparticularmentequeparecíaunpozosinfondoy,segúnmeasomabaaella,unaletazoestuvoapuntodetirarme.Sentíelvientoenlacaraymeechéhaciaatráslanzandoungrito.Rápidacomounaflecha,unáguilaacababadesalirdeaquel abismo. Subió recta hacia el sol y luego volvió a bajar, describiendocírculosamenazadoresalrededordemicabeza,lanzandogritossalvajescomopara reprocharme que hubiera ido a turbarla a aquel reino de soledad y demuertequelehabíaotorgadoelfuegodelatierra.

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¿Había sido víctima de una ilusión? No volví a ver las dos sombras.¿Seguíasiendounjuguetedemiimaginacióncuandorecogíporelcaminountrozo de papel de carta que me pareció singularmente semejante al queempleabaRobertDarzacenlaSorbona?

En aquel trozo de papel descifré dos sílabas que yo creí trazadas porBrignolles. Aquellas sílabas debían terminar una palabra, cuyo principiofaltaba.Acausadelarotura,nopodíaleersemásqueunapalabra:«bonnet».

DoshorasmástardeentrabaenlafortalezadeHérculesylecontabatodoaRouletabille, el cual se limitó a guardar el trozo de papel en su cartera y arogarmequeguardaraelsecretodemiexpediciónparamísolo.

Asombradodeprovocarunefectotanleveconundescubrimientoqueamíme parecía de vital importancia, miré a Rouletabille, que volvió la cabeza,pero no lo bastante rápido como para poder ocultarme sus ojos llenos delágrimas.

—¡Rouletabille!—grité.

Perounavezmásmecerrólaboca:

—¡Calle,calle,Sainclair!

Le cogí la mano. ¡Tenía fiebre! Y comprendí que aquella agitación noprocedía solamente de las preocupaciones relacionadas con Larsan. LereprochéquemeocultaraloquesucedíaentreélylaDamadeNegro,peronomerespondió,segúnsucostumbre,yunavezmássealejóemitiendotansólounprofundosuspiro.

Yameesperabanparacenar.Eratarde.Lacenafuelúgubre,apesardelosaccesos de buen humor del viejo Bob. Ni siquiera intentamos disimular laatrozangustiaquenoshelabaelcorazón.Sehubieradichoquetodoséramosconscientes del golpe que nos amenazaba y que el drama pesaba ya sobrenuestras cabezas. El señor y la señora Darzac no comían. Mrs. Edith memirabadeunmodosingular.Alasdiez,conalivio,fuiamontarguardiabajola poterna del Jardinero.Mientras estaba en la pequeña sala del consejo, laDamadeNegroyRouletabillepasaronbajolabóveda.Unfarollosiluminaba.LaseñoraDarzacmeparecióqueestabaenunnotableestadodeexcitación.SuplicabaaRouletabilleconpalabrasqueyonocaptaba.DeaquellaespeciedediscusiónsólooíunapalabrapronunciadaporRouletabille:«¡Ladrón…!».LosdosentraronenelpatiodelTemerario.LaDamadeNegrotendióhaciaeljovenlosbrazos,peroélnolosvio,puessealejódeellayfueaencerrarseensuhabitación.Ellasequedósolauninstanteenelpatio,seapoyóeneltroncodeleucaliptovisiblementeafectadaporundolorindecibleyluegoentróenlaTorreCuadradaarrastrandolospies.

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Estábamosa10deabril.Enlanochedel11al12seprodujoelesperadoataquealaTorreCuadrada.

X.Eldía11

El esperado ataque tuvo lugar en condiciones tan misteriosas y,aparentemente,tanalejadodelarazónhumana,que,conelfindequeellectorcaptemejortodoloqueaquelacontecimientotuvodetrágicamenteirracional,meperdonaráqueinsistaenalgunospormenoresacercadelempleodenuestrotiempodurantelajornadadeldía11.

Lamañana

Ese día hizo un calor bochornoso y las horas de guardia fueronparticularmente penosas. Hacía un sol tórrido y nos hubiera resultadoinsoportablevigilarelmar,queardíacomounaplanchadeaceroalrojovivo,denohabernosprotegidoconanteojosdecristalesahumados, sin losqueesdifícilestarenestastierrasencuantoacabaelinvierno.

A las nueve bajé de mi habitación y fui hasta la poterna, a la sala quedimos en llamar del consejo de guerra, para relevar de su guardia aRouletabille.Notuvetiempodehacerlelamenorpregunta,puesenestollegóelseñorDarzac,anunciándonosqueteníacosasmuyimportantesquedecirnos.Lepreguntamosconansiedaddequésetrataba,ynosrespondióquedeseabadejarlafortalezadeHérculesjuntoconlaseñoraDarzac.Alprincipio,aquelladeclaraciónnosdejómudosdesorpresa, tantoal jovenreporterocomoamí.Yo fui el primero en disuadir al señor Darzac de que cometiera tamañaimprudencia.Rouletabillelepreguntófríamenteporquérazónhabíadecididomarcharse. El señor Darzac nos refirió una escena que había sucedido lavíspera por la noche en el castillo, y entendimos cuán difícil se hacía lasituaciónde losDarzacen la fortalezadeHércules.Elasunto se resumíaenunafrase:«¡Mrs.Edithhabíasufridounataquedenervios!».Inmediatamentecomprendimosporqué,puesaRouletabilleyamínonoscabíalamenordudadeque los celosdeMrs.Edith aumentabandehora enhorayque cadavezsoportabaconmenospaciencialasatencionesquesumaridoledispensabaalaseñora Darzac. Las voces de la última discusión que había tenido conMr.RancelanochepasadahabíanatravesadolasgruesasparedesdelaLoba,yelseñorDarzac,quepasabatranquilamenteporlabaillecumpliendoconsuturnode vigilancia, se sintió afectado por algunas palabras de aquel desagradablegriterío.

Como de costumbre, Rouletabille condujo también en aquella

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circunstanciaalseñorDarzacallenguajedelarazón.EmpezóconcediéndolequehabíaqueabreviarlomásposiblesuestanciayladelaseñoraDarzacenlafortalezadeHércules;perotambiénlehizocomprenderquelaseguridaddeambosdependíadequesumarchanofueraprecipitada.EntreellosyLarsansehabíaentabladounanuevalucha.Siseiban,Larsansabríacómoencontrarlos.Aquí estaban prevenidos y sobre aviso, porque sabían lo que pasaba. Encualquier otro lugar se encontrarían indefensos ante él, pues no tendrían lasmurallas de la fortaleza de Hércules para defenderlos. Ciertamente, aquellasituaciónnopodíaprolongarse,peroRouletabille lepidióotrosochodías,niuno más ni uno menos. «Ocho días —les dijo Colón— y os entregaré unmundo».Rouletabillehabríaauguradoconmuchogusto:«Ochodías,ydentrode ocho días le entregaré a Larsan». No lo dijo, aunque era obvio que lopensaba.

ElseñorDarzacsealejó,encogiéndosedehombros.Parecíafurioso.Eralaprimeravezqueloveíamosdetanmalhumor.

Rouletabilleanunció:

—LaseñoraDarzacnonosdejará,yelseñorDarzacsequedará.

Ytambiénélsefue.

Unos instantes más tarde vi llegar a Mrs. Edith. Llevaba un peinadoencantador,deunasencillezquelesentabamaravillosamente.Deinmediatosepuso a coquetear conmigo, mostrando una alegría un poco forzada yburlándosegraciosamentedelcometidoqueyodesempeñabaallí.Lerespondíconciertavivezaquenoteníacaridad,puesnoignorabaquetodoaqueltrabajoyaquellasprecaucionesquetomábamosquizásalvaríanensumomentoaunamujerexcepcional.Entonces,rompiendoareír,exclamó:

—¡LaseñoraDarzac!¡Parecequelostieneembrujadosatodos!

¡Dios mío, qué risa más bonita! En condiciones normales no hubierapermitidoquenadiehablara tana la ligerade la señoraDarzac,peroenesemomento no tuve valor para enfadarme. Por el contrario, también yo reíencantadoconMrs.Edith.

—Algohaydeciertoenello—admití.

—¡Yalocreo!¡Ymimaridotodavíaestálocoporella!¡Nuncalehubieracreído tan romántico! Pero yo también soy romántica… —añadió de unaformamuycuriosa.

Ymemiróconesamiradaquetantometurbaba.

—¡Ah…!

Fuetodoloquesemeocurriódecir.

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—Poresome resulta tanplacentera—continuó—laconversaciónconelpríncipeGalitch,quesindudaalgunaesmásrománticoquetodosustedes.

Debídeponerunacaraunpocoextraña,porqueellaseechóareír. ¡Quémujermásrara!

EntonceslepreguntéquiéneraesepríncipeGalitch,dequiennoshablabatanamenudoyaquiennuncaveíamos.

Merespondióqueloveríamosenelalmuerzo,pueslohabíainvitadoparaanimarnos;ymeexplicóalgunosdetallessobreél.

AsísupequeelpríncipeGalitcheraunodelosmásricosboyardosdeesapartedeRusiaquellaman«TierraNegra»,fecundaentre todas,situadaentrelosbosquesdelnorteylasestepasmeridionales.

Heredero, desde los veinte años, de uno de los más vastos patrimoniosmoscovitas, supo acrecentarlo por medio de una gestión económicainteligente, de la que no hubiera creído capaz a un hombre cuya principalocupaciónhabíasidohastaentonceslacazayloslibros.Decíandeélqueerasobrio, avaroypoeta.De supadreheredóunaaltaposiciónen la corte.ErachambelándeSuMajestadelZar,ysesuponíaqueelemperador,acausadelos inmensos servicios que le había prestado su padre, sentía por el hijo unafectomuyparticular.Apartedeesto,eraalavezdelicadocomounamujeryfuertecomounturco.Enunapalabra,aquelgentilhombrerusoloteníatodo.Sin conocerlo, ya me caía antipático. En cuanto a sus relaciones con losRance,erandebuenavecindad.Hacíadosañosquehabíacompradounafincamagnífica, que debido a sus jardines colgantes, sus terrazas floridas y susbalcones perfumados llamaban en Garavan «los Jardines de Babilonia», yhabía tenido ocasión de hacer algunos favores a Mrs. Edith cuando éstaacababa de transformar la baille del castillo en un jardín exótico. Le habíaregaladociertasplantasquehabíanhechoreviviralgunosdelosrinconesdelafortalezadeHércules,conunavegetaciónhastaentoncescasiexclusivadelasriberas del Tigris y el Éufrates. Mr. Rance había invitado alguna vez alpríncipeacenar,araízdelocualelpríncipelesenviaba,comosifueranramosdeflores,unapalmeradeNíniveouncactodeSemíramis.Esonolecostabanada.Él teníamuchos, leestorbabanypreferíaquedarsecon las rosas.Mrs.Edithhabíasentidocierto interésporel jovenboyardoacausade losversosque le recitaba. Después de decírselos en ruso, se los traducía al inglés, einclusoseloshabíaescritoeninglésparaella,paraellasola.¡Versos,versosauténticosdeunpoeta,dedicadosaMrs.Edith!Sesintiótanhalagada,quelepidióqueselostradujeraalruso.AquellosjuegosliterariosquetantodivertíanaMrs. Edith, no le gustabanmucho aArthurRance. Por lo demás, éste noocultabaqueelpríncipeGalitchsólolegustabaamedias;perolamitadqueledisgustabaaMr.Rancenoeralamitadqueleinteresabaasumujer,esdecir,

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«lamitad poeta»; no, era la «mitad avara». No comprendía cómo un poetapodíaseravaro.Yyotambiéneradesuopinión.Elpríncipenoteníaservicio.Cogíael tranvíayconfrecuenciahacía lacompraélmismo,ayudadoporsuúnicocriado,Iván,quele llevabalacestadelasprovisiones.Yregateaba—mecontabalajoven,queconocíaesedetalleporsupropiacocinera—conlospescadores por diez céntimos en la compra de una escarpina.Cosa extraña,aquella avaricia extremada no le repugnaba a Mrs. Edith, que veía en ellaciertaoriginalidad.Finalmente,nadiehabíaentradonuncaensucasa.NuncahabíainvitadoalosRanceaadmirarsusjardines.

—¿Y es guapo? —pregunté a Mrs. Edith cuando hubo acabado supanegírico.

—¡Muyguapo!—contestó—.Yaloverá.

Nosabríadecirporqué,peroaquellarespuestameresultóparticularmentedesagradable.Nohicemásquepensarenellodespuésde lamarchadeMrs.Edith, yhasta el final demi turnodeguardia, que terminó sobre lasonceymedia.

Acababadesonarlaprimeracampanadaqueanunciabalahoradecomer.Corrí a lavarme las manos y a atusarme el pelo, y subí rápidamente lasescaleras de laLoba, creyendoque el almuerzo estaría servido en esa torre;peromedetuveenelvestíbulo,muysorprendidodeoírmúsica.¿Quiénenlafortaleza deHércules se atrevía a tocar el piano en aquellas circunstancias?¡Caramba,perosiestabancantando!Sí,unavozsuave,suaveymasculinaalavez, estaba cantando en sordina. Era una canción extraña, unamelopea tanprontoquejumbrosacomoamenazadora.Ahorame la sédememoria: ¡laheoídotantasvecesdesdeentonces!¡Ah!,quizátambiénlaconozcanustedes,sihancruzadolasfronterasde lafríaLituania,sihanentradoalgunavezenelvastoimperiodelnorte.Eselcantodelasvírgenessemidesnudasquearrastranal viajero a las aguas y lo ahogan sinmisericordia; es el canto delLago deWillis,queSienkiewiczhizoescucharundíainmortalaMichelVereszezaka.Escúchenloustedes:

Si te acercas al Switez durante las horas de la noche y vuelves la frentehaciaellago,conestrellassobretucabeza,conestrellasatuspies,doslunasigualesseofreceránatusojos…¿Vesesasplantasqueacaricianlaorilla?SonlasesposasylashijasdeSwitez,queDioshaconvertidoenflores.Balanceansobreelabismosuscabezasblancascomoazaleas;sushojassonverdescomolaagujadelarceplateadaporlaescarcha.

Imagen de la inocencia durante la vida, han conservado su vestiduravirginaldespuésde lamuerte;vivenen la sombrayno sonmancilladas; lasmanosmortalesnoseatrevenatocarlas.

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Un día, el zar y sus hordas hicieron la experiencia, cuando tras habercortadoesasbellasfloresquisieronadornarconellassussienesysuscascosdeacero.

Todos los que extendieron susmanos sobre las aguas (¡tan terrible es elpoderdeesasflores!)sevieronatacadosdeepilepsiaofulminadosdemuertesúbita.

Cuando el tiempo hubo borrado todas estas cosas de lamemoria de loshombres, sóloquedóel recuerdodel castigo, conservadopor el pueblo, y elpueblo, perpetuándolo en sus relatos, ¡llama hoy zares a las flores delSwitez…!

Y, diciendo esto, la Dama del lago se alejó lentamente; el lago seentreabrióhastalomásprofundodesusentrañas;lamiradabuscabaenvanoalabelladesconocida,quecubriósucabezaconunaola,ynuncamássevolvióa hablar de ella… Ésta es la letra traducida de la canción que canturreabaaquella voz a la vez suave y masculina, mientras el piano dejaba oír unacompañamiento melancólico. Empujé la puerta de la sala y me encontréfrente a un joven, que se levantó.Al instante, detrás demí, oí los pasos deMrs.Edith.Nospresentó.AntemíteníaalpríncipeGalitch.

Elpríncipeera,comosehaconvenidoenllamarenlasnovelasrománticas,«unjovenhermosoypensativo»;superfilrectoyunpocodurohabríadadoasufisonomíaunaspectoespecialmentesevero,sisusojos,deunaclaridad,unadulzurayuncandorturbadores,nodejarantransparentarunalmacasiinfantil.Estabanrodeadosdelargaspestañasnegras,másnegrasquesihubieransidopintadasconcarbón;y,cuandosehabíanotadoaquellaparticularidaddesuspestañas,secaptabadegolpelarazóndelaextrañezadesufisonomía.Lapieldelrostroerademasiadofresca,comoladeunamujersabiamentemaquilladao, con perdón, como la de una tísica. Tal fue mi impresión; pero estabademasiadoprevenidocontraaquelpríncipeGalitchcomoparaconcedermayorimportancia a estas observaciones. Me pareció demasiado joven, sin dudaporqueyoyanoloeratanto.

Nosupequédeciraaqueljoventanhermosoquecantabapoemasexóticos;Mrs.Edithsonrióantemiconfusión,mecogiódelbrazo—loquemecausógranplacer—ynosllevóatravésdelosmatorralesperfumadosdelabaille,enesperade la segundacampanadapara el almuerzo, que sería servidobajo lacabañadelaspalmassecas,enelmacizodetierradelaTorredelTemerario.

Lacomidayloquesucediódespués.

Unterrorcontagiososeapoderadenosotros

Justo al mediodía nos sentamos a la mesa en el macizo de tierra delTemerario,desdedonde lavistaera incomparable.Lashojasdepalmeranos

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cubríanconunasombrapropicia;pero,fueradeaquellasombra,laluzeratandeslumbrante, que nuestros ojos no habrían podido soportarlo si nohubiéramostomadolaprecaucióndeponernoslosanteojosahumadosdequehehabladoalprincipiodelcapítulo.

NoshallábamosalamesaelseñorStangerson,Mathilde,elviejoBob,elseñorDarzac,Mr.ArthurRance,Mrs.Edith,Rouletabille,elpríncipeGalitchyyo.Rouletabilleestabadeespaldasalmar,preocupándosemuypocodelosinvitados, y situado de tal suerte que podía vigilar lo que pasaba en toda laextensión del castillo. Los criados se encontraban en sus puestos: papáJacques, en la verja de la entrada; Mattoni, en la poterna de la Torre delJardinero, y los Bernier, en la Torre Cuadrada, delante de la puerta de lashabitacionesdelseñorylaseñoraDarzac.

Alprincipio,lacomidatranscurrióenunprofundosilencio.Casiresultabainquietante contemplarnos en torno a aquella mesa, mudos, inclinando losunos hacia los otros nuestros cristales negros, detrás de los cuales era tanimposiblepercibirnuestraspupilascomonuestrospropiospensamientos.

ElpríncipeGalitchrompióelsilencio.

FuemuyamableconRouletabilleyvertiótantoselogiossobreél,queéstetuvoquefrenarlo.Elpríncipenoparecióofenderse.ExplicóqueseinteresabaparticularmenteenlasactividadesdemiamigoensucondicióndesúbditodelZar, porque sabía que Rouletabille iría próximamente a Rusia. Pero elreportero replicó riendo que aún no había nada decidido al respecto y queesperabaórdenesdesuperiódico;elpríncipesemostrósorprendidoysacóundiario del bolsillo. Era de su país, del que nos tradujo unas líneas queanunciabanlapróximallegadadeRouletabilleaSanPetersburgo.Segúnnoscontó el príncipe, estaban sucediendo allí acontecimientos tan increíbles yaparentemente tan faltos de lógica en la alta esfera gubernamental, que, porconsejomismodel jefe de laSûreté deParís, el director de la policía habíadecidido rogar al periódico L’Époque que le prestase a su joven reportero.Rouletabille enrojeció hasta las orejas y replicó secamente que nunca en sucortavidahabíahechountrabajopolicial,yqueeljefedelaSûretédeParísyeldirectordelapolicíadeSanPetersburgoeran,sinduda,unpardeimbéciles.Elpríncipeseechóareírenseñandotodossusdientes,quelosteníaperfectos,pero,sinceramente,viquesurisanoerahermosa,sinoferozytonta;palabra,comounarisadeniñoenunabocadepersonamayor.SesumóalcomentariodeRouletabille,y,parademostrarlo,añadió:

—Deverdadquemesientodichosodeoírlehablarasí,puesahorapidenalosperiodistastareasquenotienennadaqueverconloshombresdeletras.

Rouletabille,indiferente,dejóquelanguidecieralaconversación.

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Mrs.Edithvolvióaanimarlasobremesahablandoextasiadadelesplendordelanaturaleza.ParaellanohabíanadamáshermosoentodalacostaquelosjardinesdeBabilonia,yasílodijo,añadiendoconmalicia:

—Nosparecentantomáshermososporquesólopodemosverlosdelejos.

Elataqueeratandirecto,quecreíqueelpríncipeibaaresponderconunainvitación.

Pero no fue así. Mrs. Edith manifestó un ligero despecho, y de prontodeclaró:

—Nodebomentir,príncipe.Yoyahevistosusjardines.

—¿Ycómoeseso?—interrogóGalitchconsingularsangrefría.

—Sí,loshevisitado,yfuedelasiguientemanera…

Ymientraselpríncipeadoptabaunaactitudglacial,contócómohabíavistolosjardinesdeBabilonia.

Habíaentradoporlapartedeatrás,empujandounaverjaquecomunicabalos jardines con la montaña. Iba de maravilla en maravilla, aunque sinsorprenderse, pues lo que se veía de los jardines desde la orilla del mar lahabía preparado para ese subyugante secreto que estaba violando con tantaaudacia.Habíallegadoaunestanquepequeño,muypequeño,negrocomolatinta, albordedelcualhabíaunaviejecillamuyarrugada,con labarbillaenformadecandil,yungrannenúfar.Alverla,laviejecillahuyó,apoyándoseenelnenúfarcomosifueraunbastón.Mrs.Edithseriolosuyo.Inclusolallamó:

—¡Señora!¡Señora!

PerolaviejecillaseasustóaúnmásydesaparecióconsunenúfardetrásdeunahigueradeBerbería.Mrs.Edithcontinuósucamino,peroahoraconmáscautela.Deprontooyóunfuertemovimientodehojasyeseruidopeculiarquehacen los pájaros salvajes cuando, sorprendidos por el cazador, huyen de laverduraenquesehabíanacurrucado.Eraotraviejecilla,másarrugadaaúnquelaprimera, peromenos ligera, yque se apoyabaenunauténticobastónconempuñadura en forma de pico de cuervo. Se desvaneció, es decir, queMrs.Edithlaperdiódevistaalavueltadelsendero.Todavíasurgiódelmisteriosojardínunaterceraviejecillaapoyadaendosbastonesidénticos;saliódeltroncodeuneucaliptogiganteeibatantomásdeprisacuantoqueteníaparacorrercuatro patas, y era realmente asombroso cómo se las ingeniaba para notropezar.Mrs.Edith siguió avanzandohasta llegar al pie de la escalinata demármoldelavilla.Yallí,alineadasenelescalónsuperior,comocornejasenuna rama, estaban las tres ancianas, que abrieron sus picos amenazadores ylanzaron graznidos de guerra. Entonces a la que le tocó correr fue a Mrs.Edith.

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Mrs.Edithcontósuaventuradeunamanera tandelicadaygraciosa,queparecíasacadadealgúncuentoinfantil.Mequedémuyturbadoycomprendíporquéciertasmujeres,quenogozandelfavordelanaturaleza,puedenganarelcorazóndeunhombreantesqueotrasquesólocuentanconsubelleza.

Elpríncipenopareciómolestarseenabsolutoporaquellahistoria.Pero,sinsonreír,dijo:

—Sonmis tres hadas. Nunca me han abandonado desde que nací en latierradeGalitch.Nopuedotrabajarnivivirsinellas.Sólosalgocuandomelopermitenyvelanpormitrabajopoéticoconunceloferoz.

Nohabíaterminadoelpríncipededarnosaquellafantásticaexplicacióndelapresenciadelas tresviejasenlos jardinesdeBabilonia,cuandoWalter,elcriadodelviejoBob,trajountelegramaaRouletabille.Éstenospidiópermisoparaabrirloyleyóenvozalta:

—«Venga lomás rápidamentequepueda; le esperamoscon impaciencia.MagníficoreportajepararealizarenSanPetersburgo».

EltelegramaestabadebidamentefirmadoporelredactorjefedeL’Époque.

—¿Quémediceusted,señorRouletabille?—preguntóelpríncipe—.¿Nolepareceahoraqueyoestababieninformado?

LaDamadeNegronopudocontenerunsuspiro.

—NoiréaSanPetersburgo—declaróRouletabille.

—Lo sentirán mucho en la corte —dijo el príncipe—, estoy seguro, ypermítameque lediga, joven,queestáperdiendounagranocasióndehacerfortuna.

Aquel «joven» disgustó singularmente a Rouletabille, que abrió la bocapara responder, pero, para gran sorpresa mía, volvió a cerrarla. El príncipecontinuó:

—Allá,sinduda,ustedencontraríaunterrenodeexperienciasdignodesualtura. ¡Cabe esperarlo todo de alguien que ha sido lo bastante hábil paradesenmascararauntipocomoLarsan!

Lamencióndeesenombrecayóentrenosotroscomounmazazo,ytodosnos refugiamos simultáneamente detrás de nuestros cristales negros. Elsilencio que siguió fue horrible. Nos quedamos inmóviles como estatuas.¡Larsan…!

¿Porqué?¿Porquéesenombre,quetanamenudohabíamospronunciadodurante las últimas cuarenta y ocho horas? ¿Por qué ese nombre, querepresentabaunpeligro conel queya empezábamosa familiarizarnos? ¿Porqué, precisamente en aquel momento, ese nombre producía en nosotros un

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efectotandevastador,almenosenmicaso?Meparecíaestarbajolainfluenciade una fuerza magnética. Un malestar indefinible circulaba por mis venas.Hubiera querido huir, y me pareció que si me levantaba no habría tenidofuerzasparacontenerme…Elsilencioqueseguíamosguardandocontribuíaaaumentaraquelincreíbleestadodehipnosis.¿Porquénohablábamos?¿Dóndeestaba la alegría del viejo Bob? ¿No le habíamos oído bromear durante lacomida?Ylosotros,¿porquéseguíanmudosdetrásdesuscristalesnegros?De pronto volví la cabeza y miré detrás de mí. Entonces, por aquelmovimiento instintivo, comprendí que yo era presa de un fenómenocompletamente natural. Alguienme estabamirando…, sentía dos ojos fijossobremí,mepesaban.Noviesosojosynosupededóndemeveníaaquellamirada, pero estaba allí, la sentía, y era sumirada…Sin embargo, nohabíanadiedetrásdemí,niaderecha,niaizquierda,nienfrente;amialrededornohabíanadiemásque laspersonasqueestabansentadasa lamesa, inmóvilesdetrás de sus gafas negras. Entonces… ¡tuve la certeza de que los ojos deLarsan me estaban mirando detrás de algunos de aquellos anteojos negros!¡Diosmío, los cristales negros, los cristales negros tras los que se escondíaLarsan!

De pronto, dejé de sentir la mirada. Sin duda, había dejado de mirar.Respiré.Undoblesuspirorespondióalmío.¿AcasoRouletabille,o laDamadeNegro, habían sentido también ese peso…, el peso de sus ojos?El viejoBob,ajenoatodo,dijo:

—Oiga,príncipe,nocreoquesuúltimohuesoseanidemediadosdelaeracuaternaria.

Ytodaslasgafasnegrassemovieronporlassonrisas.Rouletabillesepusode pie y me hizo una señal. Me apresuré a reunirme con él en la sala delconsejo.Encuantollegué,cerrólapuertaymedijo:

—¿Tambiénlohasentidousted?

Meahogaba.Murmuré:

—¡Estáaquí,estáaquí!¡Ysino,esquedeverdadestamosvolviéndonoslocos!

Unsilencio,yproseguíconcalma:

—¿Quiere saber algo? Es muy posible que todos estemos volviéndonoslocos. ¡Esta obsesión por Larsan va a acabar conduciéndonos a una celda,amigomío!Nohacenidosdíasqueestamosencerradosenestecastillo,yveayaenquéestadonosencontramos.

Rouletabillemeinterrumpió:

—¡No,nosiga!¡Sientoqueestáaquí!¡Casipuedotocarlo!Pero¿dónde?

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¿Desdecuándo?¡Desdequeentréaquí,sientoquenotengoquealejarmeparaencontrarle!¡Nocaeréenlatrampa!¡Noiréabuscarlofuera,aunquelohayavistofuera,aunquetambiénustedlohayavistofuera!

Luegosecalmó,frunciólascejas,encendiólapipay,comoenlosbuenosdías,enaquellosbuenosdíasenquesurazón,queignorabaaúnelvínculoquelouníaa laDamadeNegro,nosesentía turbadapor lossentimientosdesucorazón,dijo:

—Razonemos.

Yvolvióde inmediatoaaquelargumentoqueyanoshabía servidootrasvecesyqueserepetíasincesarasímismoparanodejarseseducirporelladoexteriordelascosas.

—NohayquebuscaraLarsandondesemuestra;hayquebuscarlodondeseesconde.

Aestoañadióelsiguienteargumento:

—Si se muestra tan a las claras donde parece estar es para que no loveamosdonderealmenteestá.

Yprosiguió:

—¡Éseeselladoexteriordelascosas!¿Sabe,Sainclair?Haymomentosenque desearía arrancarme los ojos para razonar. Arranquémonos los ojos,Sainclair;cincominutos,sólocincominutos…,yquizáveamosconclaridad.

Sesentó,dejólapipaenlamesaysecogiólacabezaentrelasmanos.

—Bueno, ya no tengo ojos—dijo—. Dígame, Sainclair, ¿qué hay entreestaspiedras?

—¿Quequéveoentreestaspiedras?—preguntécomountonto.

—¡No,yanotieneojos,novenada!¡Enumeresinver!

—En principio estamos usted y yo—dije, comprendiendo al fin adóndequeríairaparar.

—Muybien.

—Yniustedniyo—continué—somosLarsan.

—¿Por qué? Sí, dígame por qué. Admito que yo no soy Larsan, estoyseguro, porque soy Rouletabille; pero ¿quiere decirme por qué no es ustedLarsan?

—¡Porquelohabríadescubiertousted!…

—¡Maldito!—gritóRouletabille, hundiéndose conmás fuerza los puños

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enlosojos—.¡Nopuedoverlo!¡SiJarry,eldelabrigadadejuego,nohubieravistosentarseenlabancadeTrouvillealcondedeMaupas,habríajuradoenvirtuddesusolorazonamientoqueelhombrequecogíaentonceslascartaseraBallmeyer!¡SiNoblet,delabrigadadelvicio,nosehubieraencontradounanocheencasade laTroyoncaraacaraconunhombrequeconocíacomoelvizcondeDrouetd’Erlon,habríajuradoqueelhombrequeacababadedetener,yquenodetuvoporhaberlovisto,eraBallmeyer!¡SielinspectorGiraud,queconocía al conde deMotteville comome conoce usted amí, no lo hubieravisto una tarde en las carreras de Longchamp charlando con dos amigossuyos…,sinohubieravisto,digo,alcondedeMotteville,habríadetenidoaBallmeyer! ¡Oh!, ¿se da cuenta, Sainclair? —añadió el joven con voztemblorosa—.¡Mipadrehanacidoantesqueyo,yhayquesermuyhábilpara«atrapar»amipadre!

Lodijocontaldesesperación,quelaspocasfuerzasqueteníapararazonarsedesvanecieronenelacto.Melimitéaelevarlasmanosalcielo,gestoqueRouletabillenovio,porquenoqueríavernada.

—¡No,no,amigomío!—repetía—.Nohayquevernada,niausted,nialseñorStangerson,nialseñorDarzac,niaArthurRance,nialviejoBob,nialpríncipe Galitch. ¡Pero hay que saber por qué ninguno de ellos puede serLarsan!Entonces,sóloentonces,podrérespirarentreestaspiedras.

Yoyanorespiraba.SólooíabajolabóvedadelapoternaelpasoregulardeMattonihaciendoguardia.

—Bueno, ¿y los criados? —pregunté, haciendo un esfuerzo—. ¿YMattoni?¿Ylosotros?

—Yalohepensado,peroestoysegurodequenoabandonaronlafortalezadeHérculesmientrasLarsan seaparecíaal señorya la señoraDarzacen laestacióndeBourg.

—Digatambién,queridoamigo—dije—,quesinosepreocupadeellosesporquehaceunrato¡noestabandetrásdelosanteojosnegros!

Rouletabillediounapatadaenelsueloyexclamó:

—¡Cállese,Sainclair!¡Vaaacabarustedporponermemásnerviosoquemimadre!

Aquellas palabras, pronunciadas en medio de la cólera, me chocaronprofundamente. Quise preguntarle por el estado de ánimo de la Dama deNegro,peroélprosiguióconlosuyososegadamente:

—Primero:SainclairnoesLarsanporqueSainclairestabaconmigoenLeTréportmientrasLarsanestabaenBourg.

»Segundo:elprofesorStangersonnoesLarsan,puestoquesehallabaentre

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DijonyLyonmientrasLarsanestabaenBourg.Enefecto,alllegaraLyon,unminutoantesqueél,elseñorylaseñoraDarzaclovieronbajardeltren.

»Pero, si para ser Larsan basta haber podido estar en Bourg en aquelmomento, todos los demáspueden serLarsan, porque todos podían estar enBourg.

»Enprimer lugar, allí sehallabael señorDarzac;después,ArthurRanceestuvo ausente los dos días anteriores a la llegada del profesor y el señorDarzac. Llegó a Menton justamente para salir a recibirlos. La propia Mrs.Edith, a unas preguntas que le hice intencionadamente, me confesó que sumaridotuvoqueausentarseesosdosdíasporcuestionesdenegocios.ElviejoBobestabahaciendosuviajeaParís.Yfinalmente,alpríncipeGalitchnoselehavistonienlascuevasnifueradelosjardinesdeBabilonia.EmpecemosporelseñorDarzac.

—Pero…¡esoesunsacrilegio!—exclamé.

—¡Losé!

—¡Yunaestupidez!

—Tambiénlosé…Pero¿porquéloes?

—Porque, pormás genio que tenga Larsan—dije fuera demí—, podráquizá engañar a un policía, a un periodista, a un reportero e, incluso, voy adecirlo,aunRouletabille…;quizápodráengañaraunahijahastaelpuntodehacersepasarpor supadre (yestopara tranquilizarlo,por loque respectaalseñor Stangerson), pero jamás podrá engañar a unamujer hasta el punto dehacersepasarporsunovio.¡Vamos,amigomío,MathildeStangersonconocíaalseñorDarzacantesdecruzardesubrazolafortalezadeHércules!

—¡PerotambiénconocíaaLarsan!—añadiófríamenteRouletabille—.Sí,sus razones sonpoderosas,perocomono sé, ¡oh, ironía!, exactamentehastadónde llega el genio de mi padre, para devolverle al señor Darzac unapersonalidad que jamás he pensado en quitarle, prefiero basarme en unargumentounpocomássólido:SiRobertDarzacfueraLarsan,LarsannosehabríaaparecidotantasvecesaMathildeStangerson,¡puesesprecisamentelareaparicióndeLarsanloqueprivaaRobertDarzacdeMathildeStangerson!

—¡Vamos, vamos! —exclamé—. ¿A qué vienen tantos razonamientosvanos,cuandonohaymásqueabrirlosojos?¡Ábralos,Rouletabille!

Losabrió.

—¿Y sobre quién?—preguntó con una amargura sin igual—. ¿Sobre elpríncipeGalitch?

—¿Yporquéno?¿Legusta austedesepríncipede laTierraNegraque

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cantacancioneslituanas?

—¡Nomucho!—respondióRouletabille—.PerolegustaaMrs.Edith.

Yriosocarronamente.Yocerrélospuños.Éllovio,perohizocomosinosedieracuenta.

—ElpríncipeGalitchesunnihilistaquenomepreocupaenabsoluto—dijotranquilamente.

—¿Estáustedseguro?¿Quiénselohadicho?

—LamujerdeBernierconoceaunadelastresviejecitasdequenoshablóen lacomidaMrs.Edith.Heestado investigando.Es lamadredeunode lostresahorcadosdeKazánquequisieronhacervolaralemperador.Hevisto lafotografíadelosdesgraciados.Lasotrasdosviejassonlasotrasdosmadres…Nadadeinterésparanuestrocaso—dijobruscamenteRouletabille.

Nopudecontenerungestodeadmiración.

—¡Nopierdeustedeltiempo!

—Elotrotampocolopierde—gruñó.

Crucélosbrazos.

—¿YquémedicedelviejoBob?

—¡No,no,amigomío—resoplóRouletabillecasiconrabia—,éseno!Hanotadoustedquellevapeluca,¿noesasí?Bueno,puescréamesiledigoque,cuandomipadreseponeunapeluca,noselenota.

Medijoestocontanmalaintención,quemedispuseaabandonarlo.Peromedetuvo.

—AúnnosquedaArthurRance…

—¡Oh,ésenohacambiadonada!

—¡Siempreusandolosojos!¡Tengacuidadoconlosojos,Sainclair…!

Meestrechólamano,ysentíquelateníahúmedayardiendo.Sealejó.Mequedé un instante allí, pensando en que… en que me había equivocado alpretender que Arthur Rance no había cambiado. En primer lugar, habíaempezadoadejarseunconatodebigote,cosacompletamenteanormalenunnorteamericanorutinariodesutemple.Además,llevabaelpelomáslargo,conungranmechónpegadoalafrente.Claroquehacíadosañosquenoleveía…ysiempresecambiaendosaños…Ybebíaalcohol,yahorasólobebeagua.Pero entonces… ¿quién esMrs. Edith? ¡Ah!, ¿yo también voy a volvermeloco?¿Porquédigo«yotambién»?¿Como…laDamadeNegro?¿Ocomo…Rouletabille? ¿Es que no parece que Rouletabille está volviéndose un poco

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loco?¡Ah,laDamadeNegronoshaembrujadoatodos!LaDamadeNegrovive en un perpetuo estremecimiento por su recuerdo, y todos nosotrostemblamos con elmismo estremecimiento que ella. Elmiedo se contagia…comoelcólera.

Decómoempleéeltiempohastalascincodelatarde

Aproveché que no me tocaba hacer guardia para descansar en mihabitación;peronodormíbien,porqueempecéasoñarqueelviejoBob,Mr.RanceyMrs.Edithformabanunahorribleasociacióndebandidosquehabíanjurado perdernos aRouletabille y amí.Y cuandome desperté bajo aquellafúnebreimpresiónyvolvíaverlasviejastorresyelCastilloViejo,laspiedrasamenazadoras,noanduvelejosdedarlarazónamipesadillaymedijeenvozalta:«¿Aquéguaridahemosvenidoarefugiarnos?».Measoméalaventana.Mrs. Edith pasaba por el patio del Temerario, conversandodespreocupadamente con Rouletabille y dando vueltas a una rosadeslumbranteentre susdelicadosdedos.Bajéde inmediato.Peroal llegaralpatio ya no la vi. Seguí aRouletabille, que se disponía a dar una vuelta dereconocimientoporlaTorreCuadrada.

Le vi muy tranquilo y muy dueño de su pensamiento; y muy dueñotambiéndesusojos,queyanocerraba.¡Ah!,siempreeraunespectáculovercómomirabalascosasasualrededor.Nadaseleescapaba.LaTorreCuadradaylahabitacióndelaDamadeNegro,objetodesumásaltapreocupación.

Sobre este propósito, y unas horas antes del momento en que se produzcatanmisteriosoataque,creoqueseráoportunoofreceraquíelplanointeriordelaplantahabitadadelatorre,queseencontrabaalniveldelpatiodeCarloselTemerario.

AlentrarenlaTorreCuadradaporlaúnicapuertaK,habíaunlargopasillo

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que en otro tiempo había formado parte de la sala de guardia. La sala deguardia ocupaba entonces todo el espacio O, O1, O2, O3, y estaba cerradaentremurosdepiedra,queseguíanexistiendo,consuspuertasquedabanalasotras estancias del Castillo Viejo. Mr. Rance había mandado levantar unasparedesdetablasenlasaladeguardia,demodoqueformaranunahabitaciónbastanteespaciosa,conlaideadetransformarlaenunútilcuartodebaño.

EstahabitaciónestabaahoradelimitadaporlosdospasillosenángulorectoO,O1,yO1,O2.Lapuertadeestecuarto,queservíadeporteríaalosBernier,estaba situada en S. Para llegar a R, donde se hallaba la única puerta quepermitía entrar en las habitaciones de los Darzac, era necesario pasar pordelantedelapuertaS.UnodelosespososBernierdebíaestarsiempredentro.Ysolamenteellospodíanentrarensuportería.Desdelaportería,atravésdeunaventanapracticadaenY,sevigilabaigualmentelapuertaV,quedabaalashabitacionesdelviejoBob.CuandoelseñorylaseñoraDarzacnoestabanensushabitaciones,laúnicallavequeabríalapuertaRestabasiempredondelosBernier; y era una llave especial y completamente nueva, fabricada el díaanterior en un lugar que sólo Rouletabille conocía. El joven reportero, porseguridad,habíacolocadolacerradurapersonalmente.

RouletabillehabríadeseadoqueelmismosistemaquehabíaimpuestoparalashabitacionesdelosDarzacfueraaplicadoalashabitacionesdelviejoBob,pero éste se opuso con un argumento tan cómico, que fue preciso ceder. ElviejoBobnoestabadispuestoasertratadocomounprisioneroyqueríapoderentrarysalirdesushabitacionescuandolevinieraenganasintenerquepedirla llave al portero.Supuertapermanecería abiertay así podría, tantasvecescomoquisiera,dirigirsedesuhabitaciónosusalónasudespacho,instaladoenlaTorredeCarloselTemerario,sinmolestaranadieysinverseatormentadopornadie.ParaellohabíaquedejarabiertatambiénlapuertaK.Élloexigióasí,yMrs.Edithdiolarazónasutíocontaltonodeironía—ironíadirigidaalapretensióndeRouletabilledetrataralviejoBobasemejanzadelahijadelprofesorStangerson—,queeljovenreporteronoinsistió.Mrs.Edithlehabíadichoconsusfinoslabios:«¡SeñorRouletabille,mitíonotienemiedodequelo rapten!». Y mi amigo comprendió que no le quedaba más remedio quereírseconelviejoBobanteladescabelladaideadequenadiepudieraraptar,comosifueraunamujerbonita,aunhombrecuyoprincipalatractivoconsistíaenposeerelcráneomásviejodelahumanidad.Yseechóareír…,rioinclusomásfuertequeelviejoBob,peroacondicióndequelapuertaKsecerrasealas diez de la noche y que la llave estuviera siempre en posesión de losBernier, que irían a abrirle si fuera necesario. También esto lemolestaba alviejoBob,queavecessequedabatrabajandohastamuytardeensudespacho.Perotampocodeseabaéldarlasensacióndequererllevarlacontrariaentodoal buenodel señorRouletabille, que, decía él, ¡teníamiedode los ladrones!Porque es preciso decir de inmediato, en descargo del viejo Bob, que si se

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prestabadetanmalaganaalasconsignasdefensivasdenuestrojovenamigo,esporquenohabíamosjuzgadoútilponerlealcorrientedelaresurreccióndeLarsan Ballmeyer. Desde luego él había oído hablar de las extraordinariasdesgraciasquetiempoatráslehabíanacaecidoalapobreseñoritaStangerson,pero estaba a cien leguas de pensar que aún no hubiera roto con aquellasdesgraciasdesdequesellamabaseñoraDarzac.Además,elviejoBob,comocasi todos los sabios, era un egoísta.Muy dichoso, porque poseía el cráneomásviejodelahumanidad,nopodíaconcebirquenolofueratodoelmundoasualrededor.

Rouletabille,despuésdehaberpreguntadoamablementeporlasaluddelaportera—queestabapelandopatatas,deesasque llaman«saucisses»,deungran saco que tenía a su lado, lleno—, le rogó aBernier que nos abriera lapuertadelashabitacionesdelosDarzac.

EralaprimeravezqueyoentrabaenlahabitacióndelseñorDarzac.Teníaun aspecto glacial. Me pareció fría y sombría. Muy amplia, estabasencillamente amueblada con una cama de roble, una mesa de tocadorempotradaenunadelasdosaberturasJpracticadasenelmuro,entornoaloque antaño habían sido aspilleras. Era tan grueso el muro y tan grande laabertura,quetodaaquellatroneraformabaunaespeciedepequeñahabitacióndentro de la grande, y el señor Darzac la había convertido en su cuarto deaseo. La segunda ventana era más pequeña. Ambas estaban provistas degruesos barrotes, entre los que apenas se podía pasar el brazo.La cama, depatasaltas,estabaadosadaalmuroexterioryarrimadaaltabique(depiedra)queseparabalahabitacióndelseñorDarzacdeladesumujer.Enfrente,enelángulodelatorre,habíaunarmario.Enelcentrodelahabitación,unamesavelador, en la que había algunos libros científicos y todo lo necesario paraescribir. Y, además, un sillón y tres sillas. Eso era todo. Era imposibleesconderseenaquellahabitación,anoser,naturalmente,dentrodelarmario.DemodoquelosBernierhabíanrecibidolaordenderegistraresearmario,enel que el señor Darzac guardaba su ropa, cada vez que arreglaban lashabitaciones;yelmismoRouletabilleque,enausenciadelosDarzac, ibadecuandoencuandoaecharunaojeadaalashabitacionesdelaTorreCuadrada,nuncadejabadeinspeccionarlo.

También lo hizo delante de mí. Cuando pasamos a la habitación de laseñora Darzac, estábamos seguros de que no dejábamos a nadie detrás denosotrosenladelseñorDarzac.Nadamásentrarenelapartamento,Bernier,queveníaconnosotros,tuvolaprecaución,comohacíasiempre,deecharloscerrojos que cerraban por dentro la única puerta que comunicaba con elpasillo.

Lahabitaciónde laseñoraDarzaceramáspequeñaque ladesumarido,pero estabamejor iluminadaa causade ladisposiciónde lasventanasy era

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másalegre.TanprontocomoRouletabillepusolospiesenella,lovipalideceryvolverhaciamísubondadosoy(entonces)melancólicorostro.

—¿Qué,Sainclair?¿HueleustedelperfumedelaDamadeNegro?

¡A femía que no!Yo no olía nada en absoluto. La ventana, provista debarrotescomotodaslasquedabanalmar,estabaabiertadeparenpar,yunabrisa ligera hacía revolotear la tela que, sujeta a una varilla, cubría un«guardarropa» adosado a una de las paredes. La otra estaba ocupada por lacama.

Dichoguardarropaeratanaltoquelasropasybatasquedeélpendían,asícomo la telaque lo recubría,no llegabanhastael suelo,de talmodoque, sialguienhubieraqueridoesconderseallí,lehabríasidoimposibledisimularsuspiesylaparteinferiordelaspiernas.Porotraparte,comolavarillasobrelaque sedeslizaban lasperchaseramuy ligera, tampocohubierapodidonadiecolgarsedeella.Rouletabilleexaminóconsumocuidadoelguardarropa.Enlahabitaciónnohabíaningúnarmario.Mesadetocador,escritorio,unsillón,dossillasylascuatroparedes,entrelascualespuedojurarporlomássagradoquenohabíanadie,apartedenosotros.

Rouletabille,trashabermiradodebajodelacama,noshizounaseñalparaquesaliésemos.Éllohizoenúltimolugar.Berniercerrólapuertaconlallaveyselaguardóenelbolsillointeriordelachaqueta,quecerróabrochándoseelbotón.DimosunavueltaporlospasillosasícomoporelapartamentodelviejoBob,compuestodeunsalónyunahabitacióntanfácilesderegistrarcomolasdelosDarzac.Nohabíanadieenelapartamento,someramenteamuebladoconun armario y una biblioteca casi vacíos y con las puertas abiertas. Cuandosalimosdeallí,laseñoraBernieracababadecolocarunasillaenelpasodesupuerta,loquelepermitíavermejorsutarea,queseguíaconsistiendoenpelar«saucisses».

Entramos en la habitación ocupada por los Bernier y también lainspeccionamos. Las otras plantas, deshabitadas, comunicaban con la plantabajaporunaescalerainteriorquearrancabadelánguloO3paradesembocarenloaltodelatorre.UnatrampaeneltechodelcuartodelosBerniercerrabalaescalera. Rouletabille pidió unmartillo y clavos, y la clausuró. La escalerahabíaquedadoinútil.

Asípues,sepodíaafirmarquenadaselehabíaescapadoaRouletabilleyque, cuando salimos de la Torre Cuadrada, no había nadie, aparte de losBernier.Igualmentepodíaasegurarsequeningúnserhumanosehallabaenelapartamento de los Darzac antes de que Bernier, unos minutos más tarde,abrierapersonalmentealseñorDarzac,talcomovoyacontaracontinuación.

Seríanlascincomenoscincocuando,trasdejaraBernierantelapuertadel

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apartamentodelosDarzac,RouletabilleyyonosencontramosenelpatiodelTemerario.

Fuimosa sentarnos en el parapetode la antigua torreB’’yvolvimos losojos hacia lasRochersRouges, atraídos por su reverberación sangrienta.EnlascercaníasdelaBarmaGrande,queabresumisteriosabocaenmediodelafaz resplandeciente de las Baoussé-Roussé, divisamos la silueta agitada yfunerariadelviejoBob.Eslaúnicacosanegraenlanaturaleza.Elacantiladorojosurgedelasaguasenmediodeunimpulsotanradiante,queselopodríaimaginaraúncalienteyhumeantedelfuegointeriordelaTierraquelotrajoalmundo. ¿Por qué prodigioso anacronismo ese moderno enterrador, con sulevitaysusombrerodecopa,seagita,grotescoymacabro,anteesacavernatrescientasvecesmilenaria,excavadaenla lavaardienteparaquesirvieradeprimertechoalaprimerafamiliaenlosprimerosdíasdelatierra?¿Quéhaceese sepulturero siniestro en ese decorado abrasado? Lo vemos blandir sucráneoy le oímos reír…, reír…, reír… ¡Ah, cuántodañonoshace ahora surisa,cómonosdesgarralosoídosyelcorazón!

Del viejoBob nuestra atención se dirige aRobertDarzac, que acaba depasarpor lapoternadelJardineroyqueatraviesaelpatiodelTemerario.Nonoshavisto. ¡Ah, élno se ríe!Rouletabille locompadeceycomprendequeesté al límite de su paciencia. Después de comer le ha vuelto a decir a miamigo:

—¡Ocho días esmucho!No sé si podré soportar este suplicio ocho díasmás.

—¿Yadóndeiránustedes?—lehapreguntadoRouletabille.

—¡ARoma!—harespondidoél.

Evidentemente,lahijadelprofesorStangersonahoranoloseguirámásqueallí,yRouletabillecreequelaideadequeelPapapodráarreglarsuasuntolehametidoalpobreseñorDarzacesteviajeen lacabeza.No loperdemosdevistahastaque llegaa lapuertade laTorreCuadrada. ¡Esciertoque«yanopuedemás»!Aún sigue encorvado.Lleva lasmanos en los bolsillos y tieneaspecto de estar asqueado de todo, ¡de todo! ¡Sí, con las manos en losbolsillos,tieneaspectodeestarasqueadodetodo!Pero,paciencia,quecuandosaquelasmanosdelosbolsillosnoseguiremossonriendo.Yyo,loconfieso,he sonreído. ¡Pues bien, el señor Darzac, gracias a la genial idea deRouletabille, me proporcionó el estremecimiento más espantoso que hayapodidosacudirlaméduladeunhombre!¡Quiénlohubieraimaginado!

El señorDarzac fuea laTorreCuadrada,dondenaturalmenteencontróaBernier,quienleabriósuapartamento.DadoqueBernierhabíapermanecidoallí todo el tiempo, que tenía la llave en el bolsillo y que, como pudimos

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comprobardespués,nohabíaningúnbarroteserradoenlasventanas,podemosafirmarquecuandoelseñorDarzacentróensuhabitaciónnohabíanadieallí.Yésaeslaverdad.

Evidentemente,cadaunodenosotrospudoprecisarestodespués;pero sileshablodeelloantesesporqueyaestoyobsesionadopor«lo inexplicable»quesepreparaenlasombrayqueestálistoparaestallar.

Enaquelmomentoeranlascinco.

DesdelascincodelatardehastaelminutoenqueseprodujoelataquealaTorreCuadrada

Rouletabilleyyonosquedamoscharlandounahoraaproximadamente,o,dichodeotromodo,«comiéndonoselcoco»,enelmacizodetierradelatorreB’’.DeprontoRouletabillemediounlevegolpeenelhombroydijo:

—Ahoraquelopienso…

Ysedirigió a laTorreCuadrada, hasta donde lo seguí.Yo estaba a cienleguas de adivinar qué pensaba. Y era en el saco de patatas de la señoraBernier,quevacióporcompletoenelsuelo,conlaconsiguientesorpresadelabuenamujer;luego,satisfechodesuacción,querespondíaaunapreocupacióndesumente,volvióconmigoalpatiodelTemerario,mientraselseñorBerniersereíaanuestrasespaldasantelavisióndelaspatatasdesparramadas.

La señora Darzac apareció un instante en la ventana de la habitaciónocupadaporsupadre,enlaprimeraplantadelaLoba.

Hacía un calor insoportable, y todos deseábamos que la tormenta queamenazabaestallaradeinmediato.

¡Ah,latormentanoshabríaaliviadounpoco!Elmartienelatranquilidadpesadayespesadelaceite.¡Ah,cómopesaelmar,yelaire,ycómonospesaelpecho!LaúnicacosaligeraquehayenlatierrayenelcieloeselviejoBob,que ha vuelto a aparecer al borde de la Barma Grande y sigue agitándosetodavía. Parece que está bailando.No; está soltando un discurso. ¿A quién?Nos asomamos por el parapeto para ver. Evidentemente hay en la playaalguienaquienelviejoBobendilgasusrazonesprehistóricas.Perolashojasde la palmeranosocultan el auditorio del viejoBob.Por fin el auditorio semueveyavanza;seacercaalprofesornegro,comolo llamaRouletabille.Elauditorioestácompuestopordospersonas:Mrs.Edith,puessindudaesella,consugracialánguidaysumaneradeapoyarseensumarido…¡enelbrazodesumarido!¡Peroésenoessumarido!Entonces¿quiénesesehombre,esejoven,encuyobrazoseapoyaMrs.Edithconsugracialánguida?

Rouletabillesevuelve,buscandoalrededoralguienquepuedainformarnos:Mattoni o Bernier. Precisamente Bernier está en el umbral de la Torre

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Cuadrada.Rouletabille le hace una señal.Bernier se acerca y sigue con susojosladirecciónqueseñalaelíndicedemiamigo.

—¿SabeustedquiénestáconMrs.Edith?

—EselpríncipeGalitch—respondesinvacilarBernier.

Rouletabilleyyonosmiramos.Esverdadquenuncahabíamosvistoandarde lejosalpríncipeGalitch,peronuncamehubiera imaginadoesa formadeandar…Además,nomeparecíatanalto.Rouletabilleentiendemisdudasyseencogedehombros.

—Estábien—lediceaBernier—.Gracias.

YseguimosmirandoaMrs.Edithyasupríncipe.

—Sólopuedo afirmaruna cosa—diceBernier antesdedejarnos—,y esque es un príncipe que no me convence. Es demasiado suave, demasiadorubio,y tiene losojosdemasiadoazules.Dicenqueesruso.Saleyentradelpaíssindecirnipío.Lapenúltimavezqueloinvitaronacomerelseñorylaseñora, loesperarondurantehoras sinatreverseaempezar sinél.Puesbien,recibimos un telegrama en el que rogaba que le excusaran porque habíaperdidoeltren.EltelegramaveníadeMoscú.

YBernier,riendodeunmodoextraño,vuelvealumbraldelatorre.

Nuestrosojossiguenfijosenlaplaya.Mrs.Edithyelpríncipeprosiguensupaseohacia lacuevadeRomeoyJulieta.DeprontoelviejoBobdejadegesticular y baja de la Barma Grande; se dirige hacia el castillo, entra,atraviesa labailleyvemosperfectamente (desdenuestraposiciónen la torreB’’) que ha dejadode reírse.El viejoBob se ha transformado en la tristezamisma.Estásilencioso.Ahorapasabajolapoterna.Lollamamos;nonosoye.Antesí,conelbrazoextendido,llevaelcráneomásviejodelahumanidad;deprontoseponefuriosoydedicalaspeoresinjuriasalcráneo.BajaalaTorreRedondayduranteciertotiemposeguimosoyendolosestallidosdesucólerahasta el fondode la planta baja.Resuenanunos golpes sordos.Se diría queestádándosecontralasparedes.

En ese momento dieron las seis en el reloj del Castillo Nuevo. Casi almismo tiemposeoyóun truenoen lamar lejana,y la líneadelhorizontesevolviócompletamentenegra.

Walter,unmozodecuadraalgobrutoperobuenchicoyquedesdehacíavariosañoshabíamostradounafidelidadanimalhaciasuamo,elviejoBob,pasóbajolapoternadelJardinero,entróenelpatiodeCarloselTemerarioyllegó hasta donde estábamos nosotros. Me tendió una carta, dio otra aRouletabilleyprosiguiósucaminohacialaTorreCuadrada.

Rouletabille le preguntó qué iba a hacer a laTorreCuadrada, y el chico

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respondió que iba a llevarle a Bernier la correspondencia de los señoresDarzac; todoestoen inglés,puesWalternohablamásqueesta lengua;peronosotros lahablamos losuficienteparaentendernos.Waltereraelencargadode repartir el correo desde que a papá Jacques se le prohibió alejarse de suportería.Rouletabillelecogiólacorrespondenciadelasmanosyledijoqueélmismoseencargaríadellevarla.

Enesemomentocomenzabanacaerunasgotasdeagua.

NosdirigimoshacialapuertadelseñorDarzac.Enelpasillo,ahorcajadassobreunasilla,elseñorBernierfumabaunapipa.

—¿SigueahíelseñorDarzac?—preguntóRouletabille.

—Nosehamovido—respondióelportero.

Llamamosyoímosquedescorren los cerrojos. (Los cerrojosdebenestarsiempreechadospordentro.ReglamentoRouletabille).

ElseñorDarzacestáordenandosucorrespondenciacuandoentramosensuhabitación.Paraescribirsesentabaantelamesitavelador,frentealapuertaR,decaraadichapuerta.

Perosiganbientodosnuestrosmovimientos.Rouletabillerefunfuñaporquelacartaqueestáleyendoconfirmaeltelegramaqueharecibidoporlamañanainstándolo a volver a París: su periódico quiere indudablemente enviarlo aRusia.

ElseñorDarzacleeconindiferencialasdosotrescartasqueacabamosdellevarle y se lasmete en el bolsillo.Yo tiendo aRouletabille lamisiva queacaboderecibir;esdemiamigodeParís,que,trasdarmealgunosdetallessinimportancia sobre la marcha de Brignolles, me notifica que el susodichoBrignolleshadejadodichoqueleenvíenlacorrespondenciaaSospel,alhoteldelosAlpes.Estoessumamenteinteresante,yelseñorDarzacyRouletabillese alegran de la información. Quedamos en ir a Sospel lo antes posible, ysalimosdelapartamentodelosDarzac.LapuertadelahabitacióndelaseñoraDarzacnoestabacerrada:loobservéalsalir.Porlodemás,yahedichoquelaseñoraDarzacnoseencontrabaallí.Encuantosalimos,elseñorBerniercerróconllavelapuertadelapartamento;lacerróinmediatamente,inmediatamente.Yolovi,loviylovi…,inmediatamente…,ysemetiólallaveenelbolsillo,en el bolsillo interior de la chaqueta ¡Ah, todavía estoy viéndolo guardar lallave en el bolsillo interior de la chaqueta! ¡Lo juro!Y luego se abrochó elbotón.

Después salimos los tres de la Torre Cuadrada, dejando al portero en elpasillo, como buen perro guardián que era y que no dejó de serlo hasta elúltimodía.Noporquesehubieradedicadoeventualmentealacazafurtivaiba

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adejardeserunbuenperroguardián.Alcontrario,esosperrossiempresonunpocofurtivos.Ydigoabiertamenteque,enmediodetodoloquevaaseguir,elseñorBerniercumpliósiempreconsudeberynuncadijomásquelaverdad.También su mujer era una excelente portera, inteligente y además pococharlatana.Hoyqueestáviuda,latengoamiservicio.Ellasesentirácontentade leer aquí el elogio que hagode ella y también el homenaje rendido a sumarido.Losdosselohanmerecido.

Eran sobre las seis y media cuando, al salir de la Torre Cuadrada,Rouletabille,elseñorDarzacyyofuimosahacerunavisitaalviejoBobasuTorreRedonda.Nadamásentraren laplantabaja,el señorDarzac lanzóungritoalverelestadoenquehabíandejadounaaguadaenquetrabajabadesdeel día anterior para distraerse y que representaba el plano a gran escala delcastillodeHérculestalcomoestabaenelsigloXV,segúnlosdocumentosquenos había enseñado Arthur Rance. La aguada estaba toda emborronada. EnvanointentópedirexplicacionesalviejoBob:estabaarrodilladoalladodeunacajaqueconteníaunesqueleto,ytanpreocupadoporunomóplatosuelto,quenisiquieralecontestó.

Abriré aquí un pequeño paréntesis para pedir perdón al lector por lameticulosidad con la que, desde hace algunas páginas, vengo reproduciendonuestroshechosymovimientos;perodebodecirquelosacontecimientosmásfútiles tienen una importancia realmente considerable, pues cada paso quedamosenestemomentoloestamosdandoenplenodrama,¡ay!,ysindarnosverdaderacuentadeello.

ComoelviejoBobsehallabadeunhumordeperros,lodejamos,almenosRouletabille y yo. El señor Darzac se quedó ante su maltrecha aguada, sindudapensandoenotracosa.

Al salir de la Torre Redonda, Rouletabille y yo levantamos los ojos alcielo, que estaba cubriéndose de gruesas nubes negras. La tormenta estabapróxima. Mientras esperábamos, la lluvia empezó a caer. No podíamosrespirar.

—Voyaecharmeen la camaun rato—declaré—.Nopuedomás.Quizáalláarriba,conlasventanasabiertas,hagaunpocodefresco.

Rouletabille me siguió hasta el Castillo Nuevo. De pronto, cuandollegábamosalprimerrellanodelaanchaescaleraoscilante,medetuvo:

—¡Oh,oh!—dijoenvozbaja—.Estáaquí.

—¿Quién?

—¡La Dama de Negro! ¿No huele usted el perfume que inunda toda laescalera?

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Seescondiódetrásdeunapuerta,rogándomequecontinuaramicaminosinpreocuparsemásdeél.Yasílohice.

¡Cuálnoseríamiasombrocuando,alempujarlapuertademihabitación,meencontrécaraacaraconMathilde!

Lanzóun ligerogritoydesapareció entre las sombras, volando comounpájarosorprendido.Corría laescaleraymeasomépor labarandilla.Ellasedeslizaba a lo largode los peldaños comoun fantasma.Pronto estuvo en laplantabaja,ydebajodemíviaRouletabille,que,asomadoalabarandilladelprimerrellano,estabamirandotambién.

Subióhastadondeestabayo.

—¡Ay!—exclamó—.¿Quélehabíadicho?¡Pobremujer!

Otravezparecíamuyagitado.

—He pedido ocho días al señor Darzac. ¡Pero es preciso que todo estoacabeenveinticuatrohorasonotendréfuerzasparanada!

Ydegolpesedesplomóenunasilla.

—¡Meahogo,meahogo!—gemía.Yseaflojólacorbata—.¡Agua,agua!

Fuiabuscarleunagarrafa,peromedetuvo:

—¡No!¡Loquenecesitoesaguadelcielo!

Y con el puño me señalaba el cielo negro, que no acababa nunca dereventar.

Diezminutosestuvosentadoenlasilla,pensativo.LoasombrosoesquenomepreguntarasobreloquelaDamadeNegropudierahabervenidoahaceramihabitación.Mehabríaresultadodifícilresponderle.Alfinselevantó:

—¿Adóndeva?

—Metocahacerlaguardiaenlapoterna.

Nisiquieraquisocenaralamesa;pidióquelellevaranlasopaasupuesto,comoaunsoldado.LacenafueservidaenlaLobaalasochoymedia.RobertDarzac,queacababadedejaralviejoBob,dijoqueéstenoqueríacenar.Mrs.Edith,temiendoquelepasaraalgo,fuedeinmediatoalaTorreRedonda.Noquiso que Mr. Arthur Rance la acompañara. Parecía estar en muy malostérminos con su marido. En esto llegó la Dama de Negro con el profesorStangerson.Mathildememirócondoloryunairedereprochequemeturbóprofundamente.Susojosnoseapartabandemí.Nadiecomió.ArthurRancenodejabademiraralaDamadeNegro.Todaslasventanasestabanabiertas.Nos sofocábamos. Un relámpago y un trueno violento se sucedieron y, degolpe,eldiluvio.Unsuspirodealivioserenónuestrospechosoprimidos.Mrs.

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Edithvolviójustoatiempodequenolaahogaralalluviafuriosa,queparecíaquerertragarselapenínsulaentera.

Contó animadamente que había encontrado al viejo Bob con la espaldacurvada sobre la mesa y la cabeza entre las manos. No respondió a suspreguntas. Ella lo sacudió con suavidad, pero como él continuara con lasmanos en las orejas, le pinchó con el alfiler de cabeza de rubí con el quesujetabalaligeramantillaqueseechabaporlasnochessobreloshombros.Élrefunfuñó, le quitó el alfiler y lo arrojó con rabia sobre la mesa. Luego sedirigióaellaconunarudezainsólitaenél:«Señorasobrina,déjemeenpaz».Mrs.Edithsesintiótandolidaquesaliósinañadirunapalabra,prometiéndosenovolver aponer aquellanoche lospies en laTorreRedonda.Enel últimoinstante, volvió la cabeza para ver una vez más a su viejo tío y se quedóestupefactade loquevio.Elcráneomásviejode lahumanidadestabaen lamesa de su tío, boca arriba, con lamandíbula embadurnada de sangre, y elviejoBob,quesiemprehabíasidotancuidadosoconél,¡leestabaescupiendoasucráneo!Ellasefueunpocoasustada.

RobertDarzactranquilizóaMrs.Edithdiciéndolequeloquehabíatomadoporsangreerapintura.ElcráneodelviejoBobestabateñidoconlapinturadeRobertDarzac.

Encuantoterminamosdecenar,corríhastadondeestabaRouletabille,enpartetambiénparaescaparalamiradadeMathilde.¿QuéhabíaidoahaceramihabitaciónlaDamadeNegro?Prontoibaasaberlo.

Cuando salí, los rayos se cernían sobre nuestras cabezas y la lluviaredoblabasufuerza.Deunsaltolleguéalapoterna.¡NoestabaRouletabille!Lo encontré en la terraza B’’, vigilando la entrada de la Torre Cuadrada yrecibiendoalaveztodalatempestadsobrelaespalda.

Losacudíparaarrastrarlohastalapoterna.

—Déjeme,déjeme—medecía—. ¡Estoeseldiluvio! ¡Ah,québuenoesesto,estacóleradelcielo!¿Noleentranganasdeaullarconeltrueno?¡Puesamí sí, escuche! ¡Aúllo, aúllo! ¡Auu, auu, auu…! ¡Más fuerte que el trueno!¡Escuche,yanoseleoye!

Y enmedio de la noche retumbante, por encima de las olas, lanzó unosalaridosdesalvaje.Aquellavezcreírealmentequesehabíavueltoloco.¡Ay!,eldesgraciadoexhalabaagritoseldoloratrozque loabrasabaycuya llamaintentaba en vano ahogar dentro de su heroico pecho: ¡el dolor del hijo deLarsan!

Ydeprontomevolví,puesunamanoacababadecogermeelpuñoyunaformanegraseagarrabaamíenmediodelatempestad:

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—¿Dóndeestá?Dígamedóndeestá.

EralaseñoraDarzac,quebuscabatambiénaRouletabille.

El brillo de un nuevo rayo nos envolvió. Rouletabille, en un espantosodelirio,aullabaaltruenohastadesgarrarselagarganta.Ellalooyó.Ellalovio.Estábamoscubiertosdeagua,empapadospor la lluviadelcieloy laespumadelmar.LafaldadelaseñoraDarzacrestallabaenlanochecomounabanderanegra y me envolvía las piernas. Sostuve a la desgraciada, pues la sentídesfallecer, y entonces sucedió aquello: en medio de aquel inmensodesencadenamientode loselementos, enel cursodeaquella tempestad,bajoaquella ducha terrible, en el seno de la mar rugiente, percibí de pronto superfume,¡elsuave,penetranteymelancólicoperfumedelaDamadeNegro!¡Ah,ahoracomprendo!ComprendoporquéRouletabillehapodidorecordarloa travésde los años.Sí, sí, esunolor llenodemelancolía,unperfumeparatristezasíntimas.Algoasícomoelperfumeaislado,discretoyabsolutamentepersonaldeunaflorabandonada,quehubierasidocondenadaabrotarporsímisma, sola, completamente sola… En fin, es un perfume que me sugiriómuchas ideas, y que más tarde intenté analizar…, porque Rouletabille nodejabadehablarmedeél.Peroeraunperfume tansuavecomotiránico,quemesumióenunaespeciedeembriaguez,allí,enmediodeaquellabatalladeagua, viento y rayos. ¡Perfume extraordinario! Extraordinario, sí, pues yohabíapasadoveintevecesal ladode laDamadeNegrosindescubrir loqueaquelperfumeteníadeextraordinario,ysemeaparecíaenunmomentoenquelosmáspersistentesperfumesdelatierra—inclusoaquellosquedetanfuertesproducen dolor de cabeza— eran barridos como el aroma de la rosa por elvientodelmar.Comprendoquecuandounohabíanosimplementeolido,sinocaptado (no es por alabarme amímismo, pero estoy convencido de que notodoelmundopodríacomprenderelaromadelperfumedelaDamadeNegro,y que para ello era preciso ser muy inteligente, y es probable que aquellanoche yo lo fuera más que las otras noches, aunque aquella noche nocomprendiera nada de lo que estaba pasando ami alrededor), sí, cuando sehabía captado una vez aquel melancólico, cautivador y adorablementedesesperanteolor, ¡erapara siempre!Yel corazónseempapabaenél, sobretodosierauncorazóndehijocomoeldeRouletabille;oseabrasaba,sierauncorazón de amante, como el del señor Darzac; o se envenenaba, si era uncorazóndebandidocomoeldeLarsan.¡No,yanopodríapasarjamássinél!¡YahoracomprendoaRouletabilleyaDarzacyaLarsan,einclusotodaslasdesgraciasdelahijadelprofesorStangerson!

Asípues, agarrándoseamibrazoenmediode la tempestad, laDamadeNegrollamabaaRouletabille,yunavezmáséstesenosescapó,saltó,huyóatravésdelanochegritando:

—¡ElperfumedelaDamadeNegro!¡ElperfumedelaDamadeNegro!

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Ladesdichadanoparabadesollozar.Me llevóa la torreygolpeóconelpuño la puerta de entrada, que Bernier nos abrió. Yo le dije cosas banales,suplicándole que se calmara, y, sin embargo, habría dado mi fortuna porencontrar las palabras que, sin traicionar a nadie, tal vez le hubiesen hechocomprender el papel que yo jugaba en el drama que estaba desarrollándoseentremadreehijo.

Bruscamente, me arrastró hacia la derecha, al salón que precedía a lahabitación del viejo Bob, sin duda porque la puerta estaba abierta. Allíestaríamostanasolascomoensuhabitación,puessabíamosqueelviejoBobtrabajabahastatardeenlaTorredelTemerario.

¡Diosmío!Enaquellanochehorrible,el recuerdodelmomentoquepaséfrentea laDamadeNegronofueelmenosdoloroso.Allímevisometidoauna prueba que no me esperaba en absoluto; a quemarropa, sin molestarsesiquieraenlamentarseporeltratoqueacababandedarnosloselementos—yochorreaba agua como un paraguas viejo—, me preguntó: «Señor Sainclair,¿hace mucho tiempo que estuvo usted en Le Tréport?». Eso me dejó másaturdido que todos los rayos de la tormenta. Y comprendí que, en esemomentoenquelanaturalezacomenzabaaapaciguarsefuera,yoibaasufrir,ahoraquemecreíaalabrigo,unacosomásviolentoqueelqueejercenlasolasdesde hace siglos sobre la roca deHércules.Me quedé desconcertado y nopude disimular toda la emoción que me provocaba aquella preguntainesperada. Al principio no respondí; balbuceé y ciertamente me mostréridículo. Hace años que pasaron estas cosas. Y, sin embargo, sigocontemplándolas como si yo fuerami propio espectador. Hay personas quepueden estar mojadas y no parecer ridículas. La Dama de Negro, aunquecalada y recién salida de la tormenta, estaba admirable, con sus cabellosdespeinados, su cuello desnudo, sus magníficos hombros moldeados por laligera seda de un vestido que aparecía amis ojos extasiados como un jirónsublime lanzado por algún heredero de Fidias sobre el barro inmortal queacabadetomarlaformadelabelleza.Séperfectamentequemiemoción,aundespuésdetantosaños,cuandopiensoenestascosas,mehaceescribirfrasesquecarecendesencillez.Nomeextenderémásaesterespecto.PeroaquellosquesehanacercadoalahijadelprofesorStangersonquizámecomprenderán,yaquí,frenteaRouletabille,sóloquieroafirmarelsentimientoderespetuosaconsternaciónquemeinundóelcorazónanteaquellamadredivinamentebella,que, en medio del desorden armonioso a que la había arrojado la horribletempestad—física ymoral—en que se debatía, acababa de suplicarmequequebrantasemi juramento.Porquehabía juradoaRouletabillecallar,yhabíaquever,¡aydemí!,cómomipropiosilencioeramáselocuentequecualquieradelosalegatosquehubierapronunciadoyoalolargodemicarrera.

Mecogiólasmanos,yconuntonoquenoolvidaréenmivida,mesuplicó:

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—Ustedessuamigo.¡Porfavor,dígalequeyahemossufridobastantelosdos!

Yañadióenunsentidosollozo:

—¿Porquéseguirmintiendo?

No respondí nada. ¿Qué habría podido responder? Aquella mujer habíasido siempre tan «distante», como se dice ahora, frente a todo elmundo engeneralyfrenteamíenparticular…Nuncahabíaexistidoparaella,ymirapordónde, tras haberme hecho aspirar su perfume, el perfume de la Dama deNegro,llorabaantedemícomounaviejaamiga.

Asíes,comounaviejaamiga.Ellamelocontótodo.Enunaspocasfrases,piadosasysencillascomoelamordeunamadre,meenterédetodo,detodoloquemeocultabaelsocarróndeRouletabille.Eraevidentequeaqueljuegodelescondite no podía durar, y ambos se habían adivinado. Empujada por uncerteroinstinto,quisosaberdefinitivamentequiéneraaquelRouletabillequelahabíasalvadoyqueteníalaedaddelotro…yqueseparecíatantoalotro.Una carta le había traído al mismo Menton la prueba reciente de queRouletabille le había mentido y no había puesto nunca los pies en ningúncentro escolar deBurdeos. Le exigió una explicación al joven, pero éste seexcusóásperamente.Sinembargo,seturbócuandoellalehablódeLeTréport,delcolegiodeEuydelviajequehabíamoshechoalláantesdeiraMenton.

—Pero ¿cómo se ha enterado usted? —pregunté, traicionándome alinstante.

Nisiquierasealegróconmi inocenteconfesión,yenunafrasemedioaconocertodasuestratagema.Aquellamismanocheyolahabíasorprendidoennuestrashabitaciones,peronoeralaprimeravezquehabíaido…MiequipajellevabaaúnlaetiquetadelaconsignadeEu.

—¿Porquénosehaarrojadoamisbrazoscuandoyoselosheabierto?—gimió—. ¡Ay, ay!, ya que se niega a ser el hijo de Larsan, ¿por qué noconsienteenserelmío?

Rouletabille se había comportado de una forma atroz con aquellamujerque había creído a su hijo muerto, que lo había llorado desesperadamente,como supe más tarde, y que al fin saboreaba, en medio de desgraciasincomparables,laalegríamortaldeverasuhijoresucitado.¡Ah,desgraciado!¡Lanocheanteriorélsehabíareídoensusnaricescuandoellalegritó,enellímitedesusfuerzas,queellahabíatenidounhijoyqueesehijoeraél!¡Sehabíareídoensusnaricesllorando!¡Imagínenselaescenacomopuedan!Fueellaquienme lodijo,ynuncahubieracreídoaRouletabille tancruel,ni tansocarrón,nitanmaleducado.

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¡Cierto!¡Sehabíacomportadodeunaformaabominable!¡Llegóinclusoadecirlequenoestabasegurodeserhijodenadie,nisiquieradeunladrón!Fueentonces cuando ella entró en la Torre Cuadrada deseando morir. ¡Pero nohabíaencontradoa suhijoparaperderlo tanpronto,yaúnvivía! ¡Yoestabafuerademí!LebesélasmanosylepedíperdónporRouletabille.Así,pues,vean cuál era el resultadode la estrategia demi amigo. ¡Con el pretextodedefenderla de Larsan, la estaba matando! ¡No quise saber más! ¡Llamé aBernier, y me abrió la puerta! Salí de la Torre Cuadrada maldiciendo aRouletabille.Creíque loencontraríaenelpatiodelTemerario,peroelpatioestabadesierto.

Arribaenlapoterna,Mattoniacababadeiniciarelturnodeguardiadelasdiez.Había luz en la habitación demi amigo. Subí la oscilante escalera delCastilloNuevo.¡Porfin!Ahíestásupuerta:laabro.Rouletabilleestáfrenteamí.

—¿Quéquiere,Sainclair?

Confrasesentrecortadas,selocuentotodoyéladivinamiirritación.

—Ellanoselohadichotodo,amigomío—replicaconunavozglacial—.¡Nolehadichoquemeprohíbetocaraesehombre!

—Símelohadicho.

—Entonces ¿qué quiere usted?—continúa brutalmente—. ¿Sabe quémedijo ayer? ¡Meordenóqueme fuera! ¡Quepreferiríamorir antesquevermeluchandocontramipadre!

Yluegorio,riosocarronamente.

—¡Contramipadre!¡Sindudacreequeélesmáshábilqueyo!

Suaspectoerahorriblemientrashablabaasí.

Perodeprontosetransformóeirradióunabellezafulgurante.

—¡Sí, ella teme pormí! Bueno, ¡pues yo también temo por ella! ¡Y noconozcoamipadre…ytampococonozcoamimadre!

¡Enesemomentountirodesgarróelsilenciodelanoche,seguidodelgritodelamuerte!¡Ah,otravezelgrito,elgritodelagaleríainexplicable!¡Semeerizan loscabellos,yRouletabillevacilacomosiacabarandedispararleaélmismo!

Luegoechaacorrerhacialaventanaabiertayunclamordesesperadollenalafortaleza:

—¡Madre!¡Madre!¡Madre!

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XI.ElataquealaTorreCuadrada

Corrítrasélylocogíporlacintura,temiendocualquiercosadesulocura.Desusgritosde«¡Madre! ¡Madre! ¡Madre!»emergía taldesesperación,unallamada o más bien un anuncio de ayuda tan por encima de las fuerzashumanas,que lleguéa temerqueolvidasequeera sólounhombre, esdecir,incapazdevolardirectamentedesde laventanaa la torre,deatravesarcomounpájaroounaflechaaquelespacionegroqueloseparabadelcrimenyqueélrellenaba con su pavoroso clamor. ¡De pronto se volvió, me derribó, seprecipitóescalerasabajocomounatromba,rodó,selanzóatravésdepasillos,habitaciones, escaleras, patio, hasta aquella torre maldita que acababa dearrojarenmediodelanocheelgritomortaldelagaleríainexplicable!

Yyonohabíapodidohacerotracosaquequedarmeclavadoenelsitioporelhorrordeaquelgrito.AúnseguíaallícuandoseabriólapuertadelaTorreCuadraday,ensumarco luminoso,apareció laformade laDamadeNegro.Estaba erguida y bien viva, pese al gritomortal, aunque su rostro pálido yespectral reflejabaun terror indecible.Tendió losbrazoshacia lanoche,y lanochelearrojóaRouletabille,yyanooímásquesuspirosygemidos,yotravez aquellas dos sílabas que la noche repetía indefinidamente: «¡Madre!¡Madre!».

Yo también bajé al patio, con las sienes martilleándome, el corazónalterado y los riñones rotos. Lo que había visto en el umbral de la TorreCuadrada no me tranquilizaba en modo alguno. En vano intentaba razonardiciéndome: «Vamos a ver, en elmismomomento en que lo creíamos todoperdido, todo, ¿no resultaba por el contrario que todo era encontrado? ¿Nohabíaencontradoelhijoalamadre?¿Nohabíaencontrado,alfin,lamadrealhijo?».Entonces…¿porquéaquelgritodemuerteestandoellatanviva?¿Porquéaquelgritodeangustiaantesdequeaparecieradepieenelumbraldelatorre?

Cosa extraordinaria, no había nadie en el patio del Temerario cuando loatravesé.¿Esquenadiehabíaoídoeldisparo?¿Nadiehabíaoído losgritos?¿Dónde estaba el señor Darzac? ¿Dónde estaba el viejo Bob? ¿Seguíantrabajandoen laplantabajade laTorreRedonda?Podíacreerseasí,puesseveía luzalniveldel suelode la torre.¿YMattoni?¿TampocoMattonihabíaoídonada?¿Mattoni,queestabavigilandobajo lapoternadel Jardinero?¿YBernier?¿Ysuesposa?Nolosveíaporningúnsitio.¡YlapuertadelaTorreCuadrada seguía abierta! ¡Ah!, el suave murmullo: «¡Madre! ¡Madre!¡Madre!». Y la oí a ella, que no paraba de sollozar: «¡Mi pequeño! ¡Mipequeño!¡Mipequeño!».Nisiquierahabíantenidolaprecaucióndecerrarla

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puertadelsalóndelviejoBob.¡Tambiénestavezellahabíallevadoallíasuhijo!

Y allí estaban, solos en medio de aquella habitación, estrechándose,repitiéndose:«¡Madre!¡Mipequeño!».Luegosedijeronfrasesentrecortadas,incoherentes,estupidecesdivinas:«¡Entoncesnoestásmuerto…!».Claroqueno,yempezabanallorarotravez.¡Ah,cómodebíandebesarse,recuperareltiempoperdido!¡CómodebíaéldeaspirarelperfumedelaDamadeNegro!Aún le oí decir: «¿Sabes, madre? ¡Yo no robé nada!». Y oyéndole deciraquellas cosas, con aquel tono de voz, parecía que el pobre Rouletabilletuvieranueveañostodavía.«¡Claroqueno,mipequeño,túnorobastenada!¡Mipequeño! ¡Mipequeño!». ¡Ah,nofueculpamíaoírlos,peroaquellometrastornó el alma! ¡Compréndalo, era unamadre que había encontrado a supequeño!Pero¿dóndeestabaBernier?Entréalaportería,puesqueríasaberelmotivodeaquelgritoyquiénhabíadisparado.

LaseñoraBernierseencontrabaalfondodelaportería,iluminadoporunalamparilla.Parecíaunpaquetenegroenunsillón.Debíadeestaren lacamacuando sonó el disparo, y se había echado apresuradamente encima algunaropa.Acerquélalamparillaasurostro.Susrasgosestabandescompuestosporelmiedo.

—¿DóndeestáelseñorBernier?—pregunté.

—Ahí—respondió,temblando.

—¿Ahí?¿Dóndeesahí?

Peronocontestó.

Diunospasospor laporteríay tropecéconalgo.Meagaché, lámparaenmano, y vi patatas esparcidas por el suelo. ¿Aún no las había recogido laseñoraBernierdesdequeRouletabillevacióelsaco?

Melevantéymevolvíhaciaella.

—Veamos—dije—.¡Alguienhadisparado!¿Quéhapasadoaquí?

—Nolosé—respondió.

En esemomento oí que alguien cerraba la puerta de la torre, y el señorBernieraparecióenelumbraldelaportería.

—¡Ah,esusted,señorSainclair!

—¡Bernier!¿Quéhasucedido?

—¡Oh!,nadagrave,señorSainclair,tranquilícese,nadagrave…—Suvozsonaba demasiado firme, demasiado animosa para ser tan tranquila como élquería aparentar—.Un accidente sin importancia. Al señorDarzac se le ha

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disparado el revólver al dejarlo en lamesilla.Naturalmente, la señora se haasustadoyhagritado;ycomolaventanadesuapartamentoestabaabierta,haimaginadoqueelseñorRouletabilleyustedhabríanoídoalgoyhasalidodeinmediatoparatranquilizarlos.

—Entonces¿habíavueltoyaelseñorDarzac?

—Llegóaquíalpocodemarcharseusteddelatorre,señorSainclair.Yeltiro ha sonado en seguida de entrar él en su habitación. Como puedenimaginar,¡yotambiénmeheasustado!

MehaabiertoelseñorDarzacenpersona.Afortunadamentenohabíanadieherido.

—¿Así que nadamás salir yo de la torre, la señora Darzac entró en suhabitación?

—Nadamás salir usted.Oyóque llegaba el señorDarzac a la torre y losiguióalapartamento.Entraronjuntos.

—¿YelseñorDarzac?¿Sehaquedadoensuhabitación?

—Mire,ahílotiene.

Mevolví.Apesar de la escasa luz, vi que estaba atrozmentepálido.Mehizounaseña.Meacerquéaélymedijo:

—Escuche,Sainclair.SupongoqueBernieryalehapuestoalcorrientedelo sucedido. No merece la pena comentarlo con nadie, si nadie pregunta.Quizá los demás no han oído el disparo.Es inútil asustar a la gente, ¿no leparece?Ah,unacosa.Quieropedirleunfavorpersonal.

—Dígame, amigo mío —dije—, ya sabe usted que estoyincondicionalmenteasudisposición.

—Gracias. En realidad sólo se trata de convencer a Rouletabille de quevayaaacostarse;encuantosevaya,mimujersetranquilizarátambiéneiráadescansar. Todo elmundo necesita descanso. ¡Paz y tranquilidad, Sainclair!Todostenemosnecesidaddepazydetranquilidad.

—Deacuerdo,cuenteconmigo.

Leestrechélamanoconunanaturalidadyunafuerzaqueatestiguabamiafectoporél.¡Estabasegurodequeaquellagentenosocultabaalgo,algomuygrave!

EntróensuhabitaciónyyonodudéenirabuscaraRouletabillealsalóndelviejoBob.

Cuandollegué,laDamadeNegroysuhijoyasalían.Suabsolutosilencioy su actitud circunspecta me resultaron incomprensibles, pues teniendo en

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cuentaloqueacababadesuceder,meesperabaencontraralhijoenlosbrazosdelamadre;mequedéfrenteaellossindecirunapalabra,sinhacerungesto.La prisa que la señora Darzac tenía por dejar a Rouletabille en unacircunstanciatanexcepcionalmeintrigósobremanera,ylasumisiónconqueRouletabilleaceptabasudespedidamedejóestupefacto.Ellaseinclinósobrelafrentedesuhijo,lobesóyledijo:«Hastaluego,hijomío».Suvozeratanblanca, tan triste y al mismo tiempo tan solemne, que creí estar oyendo eladiós lejano de unamoribunda. Rouletabille, sin responder a sumadre,mecondujofueradelatorre.Temblabacomounahoja.

LaDamadeNegro enpersona cerró la puerta de laTorreCuadrada trasnosotros.Estabasegurodequeenlatorrepasabaalgoinaudito.Lahistoriadelaccidente no me satisfacía en absoluto; y estaba convencido de queRouletabille habría pensado comoyo, si su razón y su corazón no hubieranestadoaúnaturdidosporloqueacababadesucederentrelaDamadeNegroyél…Además,¿quiénmeasegurabaqueRouletabillenopensabacomoyo?

Encuantosalimosde laTorreCuadrada loarrastréhastaelparapetoqueuníalaTorreCuadradaconlaTorreRedonda,enelángulosalientequedaalpatio.

Rouletabille se dejó conducir dócilmente, como un niño, y dijo en vozbaja:

—Sainclair, lehejuradoamimadrequenoveríanioiríanadadeloquepudiesepasarestanocheenlaTorreCuadrada.Eselprimerjuramentoquelehagoamimadre,pero,porloquesientoporella,tengoqueveryoír…

Allíestábamos,nolejosdeunaventanaaúniluminadaqueseabríaenelsalón del viejoBob y daba almar. La ventana estaba entreabierta, y oímosclaramente el disparo y el grito, a pesar del grosor de losmuros. Desde ellugarenquenosencontrábamosnopodíamosvernadaatravésdelaventana,pero¿noerayaalgopoderoír?Latormentasehabíaextinguido,perolasolasaún se estrellaban contra las rocas de la península de Hércules con unaviolencia que imposibilitaba acercarse a cualquier embarcación. Tuve estepensamientoporqueporunsegundocreíverentre lassombras lasombradeunabarca.¡Quéidea!Evidentementehabíasidoproductodemiimaginación,queveíasombrashostilespor todaspartes;mi imaginación,ciertamentemásagitadaquelasolas.

Llevábamos allí cincominutos, cuando un suspiro—¡ah, qué largo, quéhorrible suspiro!—, un gemido profundo como una expiración, como unestertordeagonía,unlamentosordo,lejanocomolavidaqueseva,próximocomolamuertequeseacerca,nos llegóa travésde laventanaypasósobrenuestras frentes bañadas de sudor. Y luego nada más, sólo el mugidointermitente del mar. De pronto la luz de la ventana se apagó. La Torre

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Cuadrada,completamentenegra,sesumergióenlanoche.Miamigoyyonoscogimosdelamanoy,medianteaquellacomunicaciónmuda,nosimponíamosla inmovilidad y el silencio. ¡Alguien estabamuriéndose dentro de la torre!¡Alguienquenosocultaban!¿Porqué?¿Yquién?¿Quién?Alguienquenoerani la señora Darzac, ni el señor Darzac, ni el señor Bernier, ni la señoraBernier,niporsupuestoelviejoBob:alguienquenopodíaestardentrodelatorre.

Inclinadossobreelparapeto,hastacasicaernos,conelcuellotendidohaciala ventana que había dejado pasar aquel suspiro agonizante, seguíamosescuchando. Así transcurrió un cuarto de hora…, un siglo. Rouletabille meseñaló entonces la ventana de su habitación, que seguía iluminada.Comprendí. Había que ir a apagar la luz y bajar otra vez. Tomé milprecauciones; al cabo de cinco minutos, estaba otra vez al lado deRouletabille. En todo el patio del Temerario ya no quedabamás luz que eldébil resplandor que denunciaba el trabajo tardío del viejoBob en la plantabajadelaTorreRedonda,yelcabodeveladelapoternadelJardinero,dondevigilaba Mattoni. Considerando la posición que ocupaban, podía explicarseperfectamente que ni el viejoBob niMattoni hubieran oído nada de lo quehabía pasado en la TorreCuadrada, ni siquiera, debido a la explosión de latormenta, los gritos que Rouletabille lanzó por encima de sus cabezas. Losmuros de la poterna eran gruesos y el viejo Bob estaba hundido en unauténticosubterráneo.

ApenashabíallegadojuntoaRouletabille,enlainterseccióndelatorreyelparapeto,puestodeobservaciónqueélnohabíaabandonado,cuandooímosclaramentelapuertadelaTorreCuadradaquegirabasobresusgoznes.Intentéasomarlacabezaporlaesquinadelatorre,peroRouletabilletiródemíhaciaatrásparaimpedírmelo,ylaasomóél;peroyonoestabadispuestoaperdermeaquello, y contraviniendo el propósito demi amigo,miré por encima de sucabeza.Yvilosiguiente:

Enprimer lugar,al señorBernier, reconocibleapesarde laoscuridad,elcual, saliendo de la torre, se encaminó sin hacer ruido hacia la poterna delJardinero.Sedetuvoenmediodelpatioymiróhacianuestrasventanas;luegose volvió hacia la torre e hizo una señal, que interpretamos como que todoestaba en orden. ¿A quién iba dirigida la señal? Rouletabille se asomó aúnmás;perobruscamenteseechóhaciaatrás,empujándomeamí.

Cuandonosarriesgamosamirarotravezalpatio,nohabíanadie.Porfinvimos volver al señor Bernier, o mejor dicho, lo oímos primero, porquesostuvo una breve conversación con Mattoni, cuyo eco sordo llegó hastanosotros. Luego oímos que algo subía bajo la bóveda de la poterna delJardinero,yelseñorBernieraparecióllevandoasuladolamasanegradeuncarruaje que rodaba suavemente. Pronto distinguimos la calesa, tirada por

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Toby,elponideArthurRance.ElpatiodelTemerarioeradetierra,ylacalesanohacíamásruidoquesisehubieradeslizadosobreunaalfombra.Porúltimo,TobyestabatanmansoytranquiloqueparecíahaberrecibidoinstruccionesdelseñorBernier.Éste,alllegaralladodelpozo,volvióalevantarlacabezahacianuestrasventanasydespués,sindejardesujetaraTobyporlabrida,llegósindificultad a la puerta de la Torre Cuadrada; finalmente, dejando la calesadelantedelapuerta,entróenlatorre.Pasaronunosinstantesque,comosueledecirse,nosparecieronsiglos, sobre todoamiamigo,quesehabíapuestoatemblarotravez,sinqueyopudieraadivinarlarazóndesusúbitoespasmo.

ReaparecióelseñorBernier.Volvióaatravesarelpatiosoloyregresóalapoterna.Fueentoncescuandomásdebimosdeasomarnos,ysilosqueenesemomento estaban en el umbral de laTorreCuadrada hubieranmirado haciadondeestábamos, sindudanoshabríanvisto,peronopensabanennosotros.UnrayodelunaquedibujóunalargarayabrillanteenelmariluminólanocheyextendiósuclaridadazulporelpatiodelTemerario.Losdospersonajesquehabían salido de la torre se acercaron al carruaje y de pronto se quedaronparados. Pero oímos a la Dama de Negro, que susurró: «¡Vamos, Robert,ánimo, hay que hacerlo!».Más tarde, Rouletabille y yo discutimos sobre sihabíadicho«hayquehacerlo»o«hayquedetenerlo»,peronopudimosllegaraningunaconclusión.

Robert Darzac dijo, con un tono exasperado: «Sólo me faltaba esto».Estabainclinadosobrealgoquearrastrabayquelevantócongranesfuerzoeintentódeslizarlobajoelasientodelacalesa.Rouletabillesehabíaquitadolavisera,y losdientes lecastañeteaban.Por loquepudimosdistinguir,aquelloeraunsaco.ElseñorDarzachacíagrandesesfuerzosparamoverlo,yoímosunsuspiro.Apoyadacontraelmurodelatorre,laDamadeNegrolomirabasinprestarleayuda.Ydepronto,cuandoelseñorDarzacconsiguiófinalmentesubirelsacoalcarruaje,Mathildeexclamó,espantada:«Todavíasemueve».«¡Eselfin!»,dijoelseñorDarzac,enjugándoselafrente.

Luegosepusoelabrigo,cogió labridadeTobyy sealejóhaciendounaseñalalaDamadeNegro;peroésta,queseguíaapoyadaenlaparedcomosila hubieran puesto allí para infligirle algún castigo, no respondió. El señorDarzacnosparecióque estaba tranquilo.Sehabía enderezadoy andaba conpaso firme…,comounhombrehonradoquehacumplido sudeber.Siemprecongransigilo,desaparecióconelcarruajebajolapoternadelJardinero,ylaDamadeNegrovolvióaentrarenlaTorreCuadrada.

Me disponía a salir de nuestro escondite, pero Rouletabille me sujetóenérgicamente.Ehizomuybien,puesenesemomentoBernieratravesabaelpatio,endirecciónhacialaTorreCuadrada.Cuandoestabaaunosdosmetrosdelapuerta,quehabíavueltoacerrarse,Rouletabillefuehaciaélyleagarródeunamuñeca.

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—Vengaconmigo—ledijoalasustadoportero.

Tambiényosalídemiescondrijo.Elpobrehombrenosmirabaatónito,elrostrobañadoporelrayoazuldelaluna;susojossemovíaninquietosysuslabiosmurmuraban:

—¡Diosmío,quédesgraciamásgrande!

XII.Elcuerpoimposible

—Sí, será una gran desgracia si no me dice la verdad —mascullóRouletabille—. Pero no habrá desgracia alguna si no me oculta nada.¡Acompáñeme!

YsindejardesujetarloporlamuñecaloarrastróhaciaelCastilloNuevo.Yo los seguí. Desde aquelmomento, Rouletabille volvió a ser Rouletabille.Ahoraquesehabíadesembarazadofelizmentedeunproblemasentimentalquetantoleafectaba,ahoraquehabíavueltoaencontrarelperfumedelaDamadeNegro,recuperabatodalafuerzadesuespírituparacontinuarsuluchacontraaquelmisterio. Y hasta el día en que todo haya concluido, hasta el minutosupremo —el más dramático que yo haya vivido, incluso al lado deRouletabille—enquelavidaylamuertehablenyseexpliquenporsuboca,ya no volverá a tener un gesto de vacilación; no dirá una palabra que nocontribuyaasalvarnosdelaespantosasituaciónquesedesencadenóaraízdelataquealaTorreCuadradaenlanochedel11al12deabril.

Bernierno se le resistió.Otros lo intentarán,peroél losdestrozaráhastaquepidanclemencia.

Bernier va por delante de nosotros, con la frente baja, comoun acusadoque va a rendir cuentas ante el juez.Y cuando llegamos a la habitación deRouletabille, le hacemos sentarse frente a nosotros. Yo he encendido lalámpara.

El joven reporteronodiceunapalabra;miraaBernier,mientrascarga lapipa;evidentemente,estáintentandoleerenaquelrostrotodalahonradezqueen él puede encontrarse. Luego su ceño fruncido se distiende, sumirada seaclaray,trasarrojarunasnubesdehumohaciaeltecho,dice:

—Veamos,Bernier,¿cómolohanmatado?

Berniersacudiósurudacabezota.

—Hejuradonodecirnada.¡Yonosénada,señor!

Rouletabille:

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—Ya.Puescuéntemeahoramismoesoquenosabe.Porque, sinome locuenta,Bernier,norespondo…

—¿Dequénorespondeusted?

—¡Desuseguridad,Bernier!

—¿Demiseguridad?¡Perosiyonohehechonada!

—¡Delaseguridaddetodos,denuestrasvidas!—Rouletabilleselevantóyse puso a dar vueltas por la habitación, concediéndose tiempo para realizarmentalmentealgunaoperaciónalgebraica—.Entonces—prosiguió—,¿estabaenlaTorreCuadrada?

—Sí—respondiólacabezadeBernier.

—¿Dónde?¿EnlahabitacióndelviejoBob?

—¡No!—respondiólacabezadeBernier.

—¿Escondidoenlasuya,enlaportería?

—No—respondiólacabezadeBernier.

—Entonces ¿dónde estaba? Porque no me dirá que estaba en elapartamentodelosseñoresDarzac…

—Sí—respondiólacabezadeBernier.

—¡Miserable!—gritóRouletabille.

Diounsaltoylocogióporlagarganta.YocorríenayudadelporteroyloarranquédelasgarrasdeRouletabille.

Cuandopudorespirar,dijo:

—Peroseñor…¿Porquéquiereustedestrangularme?

—¿Queporquéquieroestrangularlo,dice,despuésdehaberconfesadoqueél estaba enel apartamentode los señoresDarzac? ¿Yquién, sinousted,hapodido introducirlo en el apartamento? ¡Usted es quien guarda la llave delapartamentodelosseñoresDarzaccuandoellosnoestánallí!

Bernierselevantómuypálido:

—¿MeestáacusandodesercómplicedeLarsan?

—¡Leprohíbopronunciar ese nombre!—exclamóel reportero—. ¡UstedsabeperfectamentequeLarsanmurió…hacemuchotiempo!

—¡Hacemucho tiempo!…—repitióBerniercon ironía—.Esverdad.Nodebería haberlo olvidado. Cuando uno se entrega a sus amos, cuando unopeleaporsusamos,debeignorarinclusocontraquiénpelea.¡Lepidoperdón!

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—Escúcheme bien, Bernier: le conozco y le aprecio. Es usted un buenhombre.Nolereprochosubuenafe,sinosudescuido.

—¡Mi descuido! —El rostro de Bernier pasó del tono pálido al colorescarlata—.¿Quédescuido?¡Nomehemovidoniunsegundodemisitio!¡Hetenido siempre la llave en el bolsillo y le juro que nadie ha entrado en eseapartamentodesdequeustedlovisitóalascinco,exceptoelseñorRobertylaseñoraDarzac!SincontarlavisitaquehicieronhacialasseisustedyelseñorSainclair.

—¡Veamos!—dijoRouletabille—.¡Nointentaráhacermecreerqueaeseindividuo…hemosolvidado sunombre, ¿verdad,Bernier?, llamémoslo sólohombre…, que a ese hombre lomataron en las habitaciones de los señoresDarzacsinoestabaallí!

—¡No!¡Tambiénpuedoafirmarqueestabaallí!

—¿Y cómo es que estaba allí? Ésa esmi pregunta, Bernier. ¡Sólo ustedpuededecirlo,porquesóloustedteníalallaveenausenciadelseñorDarzac,yelseñorDarzacnohasalidodesuhabitacióncuandoélteníalallave,ynadiepodíaesconderseensuhabitaciónmientrasélestabaallí!

—¡Ah, ése es el misterio, señor! ¡Y es lo que intriga también al señorDarzac!Peroyonopuedo responderlemásque loque le he respondidoya:¡éseeselmisterio!

—CuandoelseñorSainclairyyosalimosdelahabitacióndelseñorDarzacconél,hacialasseisycuarto,¿cerróustedinmediatamentelapuerta?

—Sí,señor.

—¿Ycuándovolvióaabrirla?

—Puesestanoche,unasolavez,paradejarentraralosseñoresDarzac.ÉlacababadellegaryellaestabadesdehacíaunratoenelsalóndelviejoBob,dedondeacababadesalirelseñorSainclair.Seencontraronenelpasilloylesabrí la puerta de su apartamento. ¡Eso es todo! En cuanto entraron, oí queechabanloscerrojos.

—¿Asíquedesdelasseisycuartonoabriólapuerta?

—Niunasolavez.

—¿Ydóndeestuvodurantetodoesetiempo?

—En el pasillo, vigilando la puerta del apartamento; mi mujer y yosacamosunamesa y cenamos allí, porque como la puerta de la torre estabaabiertahabíamásluzyseestabamejor.Despuésdecenar,mequedécharlandoconmimujeryfumandounoscigarros.Estábamossentadosfrentealapuertadel apartamento. ¡Ah, es un misterio más increíble aún que el del cuarto

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amarillo!Porqueallínosabíamos loquehabíapasadoantes.Peroaquísí losabemos, porque usted mismo ha visitado el apartamento a las cinco y nohabíanadiedentro;sabemosloquehapasadodurante,porqueobienteníayolallaveenelbolsillooelseñorDarzacestabaensuhabitación,encuyocasohabríavisto al hombreque entrabapara asesinarlo; pero esque, además, yoestaba en el pasillo y lo habría visto pasar. Y también sabemos lo que hapasadodespués.Después…nohahabidoundespués.Despuéshaocurridolamuerte del hombre, lo que demuestra que el hombre estaba allí. ¡Todo unmisterio!

—¿Yafirmaustedquenohaabandonadoelpasillodesdelascincohastaelmomentodelsuceso?

—¡Desdeluego!

—¿Estáustedseguro?—insistióRouletabille.

—Ahoraque lopienso…,hahabido sólounmomento, cuandoustedmellamó.

—Está bien, Bernier. Sólo quería saber si se acordaba usted de esemomento.

—Peroesonohaduradomásdeunminutoodos,yelseñorDarzacestabaensuhabitación.Nohasalidodeella.

—¿Ycómosabeustedquenohasalidoduranteesosdosminutos?

—¡Mimujer lo habría visto!Además, eso lo explicaría todo, y el señorDarzacnoestaríatanintrigadonilaseñoratampoco.Selorepito:nadiemáshaentrado,apartedeél,alascinco,yusted,alasseis,hastaqueélvolvióporlanocheconlaseñoraDarzac…Él,comousted,tampocoqueríacreerme.¡Selohejuradosobreelcadáverquehabíaallí!

—¿Dóndeestabaelcadáver?

—Ensuhabitación.

—¿Erarealmenteuncadáver?

—¡Oh,respirabatodavía!¡Yolooí!

—Entoncesnoerauncadáver.

—¡Oh,señorRouletabille,comosilofuera!¡Imagínese!¡Teníauntiroenelcorazón!

Por fin,el señorBernier ibaahablarnosdelcadáver.¿Lohabíavistoél?¿Cómoera?ParecíaqueparaRouletabilleestofuerasecundarioyquesóloleimportarasabercómoaquelhombrehabíallegadohastaallí.¡Cómohabíaidoadejarsematar!

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Pero de esto el señor Bernier sabíamuy poco. Todo había sucedido tanrápido comoun disparo, según sus propias palabras.Nos contó que estabanrecogiendo las cosas de la cena para irse a la cama, cuando su mujer y éloyeronunfuerteestruendodemueblesderribadosygolpesenelapartamentodelosDarzac.«¿Quépasaahí?»,preguntóella,ydeinmediatooyeronlavozde la señora Darzac que gritaba: «¡Socorro!», un grito que no oímos niRouletabille ni yo desde el Castillo Nuevo. El señor Bernier, mientras sumujer sedesplomabadel susto, corrió a la puertade la habitacióndel señorDarzac,gritandoenvanoqueabrieran.Alotrolado,laluchacontinuabaenelsuelo. Oyó respiraciones agitadas, y reconoció la voz de Larsan cuandopronuncióestaspalabras:«¡Estaveztevoyaarrancarlapiel!».Luegooyóalseñor Darzac, que llamaba a su mujer con una voz ahogada, agotada:«¡Mathilde! ¡Mathilde!». Evidentemente, llevaba la peor parte en su luchacuerpo a cuerpo con Larsan, cuando se oyó el disparo salvador. Al señorBerniernoleasustótantoeldisparocomoelgritoqueloacompañó,proferidoporlaseñoraDarzac.Berniernopodíaexplicarselaactituddeella.¿Porquéno abría la puerta? Por último, casi nada más sonar el disparo, se abrió lapuerta,queBerniernohabíadejadodegolpear.Lahabitaciónestabasumidaenlaoscuridad,cosaquenolesorprendió,pueslaluzdelavelaquesecolabapordebajodelapuertasehabíaapagadobruscamentealcaerselapalmatoriaal suelo. Era la señoraDarzac quien había abierto la puerta, dejando ver lasiluetadelseñorDarzacinclinadasobrealguienqueagonizaba.Bernierllamóasumujerparaquetrajeraluz,perolaseñoraDarzacexclamó:«¡No!¡Nadadeluz!¡Ysobretodoqueélnosepanada!».Ydeinmediatocorrióalapuertadelatorregritando:«¡Viene,looigo!¡Abralapuerta,Bernier!¡Yosaldréasuencuentro!». Y el señor Bernier le abrió la puerta, mientras ella repetíagimiendo:«¡Escóndase!¡Váyase!¡Queélnosepanada!».

Elporterocontinuó:

—Entonces llegó usted como una tromba, señor Rouletabille. Y ella lellevó al salóndel viejoBobparaquenovieranada.Yo estaba con el señorDarzac,mientraselhombreagonizabaenelsuelo.ElseñorDarzac,queseguíaagachado sobre él,medijo: «¡Un saco,Bernier, traigaun sacoyunapiedragrande!¡Loarrojaremosalmarynoseoiráhablarmásdeél!».

»Entonces—continuóBernier—meacordédelsacodondemimujerhabíametidolaspatatas;fuiaporél,lovaciéyselollevé.¡Ah,hacíamostodoconelmayor sigilo!Entretanto, la señora estaba con usted en el salón del viejoBobyelseñorSainclair interrogabaamimujerenlaportería.Rápidamente,metimoselcadáverenelsaco,yyoleadvertíalseñorDarzac:

»—Serámejorquenolotirealagua.Espocoprofunda,yhaydíasenqueestátanclaraqueseveelfondo.

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»—¿Quésugierequehagaentonces?—preguntóél.

»—Nolosé,señor—lerespondí—.Todoloqueyopodíahacerporusted,porlaseñorayporlahumanidadcontraunbandidocomoFrédéricLarsanyalohehecho.Pero,porfavor,nomepidamásyqueDiosleproteja.

»Entoncessalíde lahabitaciónymeencontréconusted, señorSainclair,enlaportería.Luego,siguiendoelruegodelseñorDarzac,quehabíasalidodesuhabitación,fueustedabuscaralseñorRouletabille.Encuantoamimujer,casi se desmaya al ver el señor Darzac lleno de sangre… ¡y yo también!¡Miren, señores,mismanosestán rojas! ¡Esperoque todoestononos traigaunadesgracia!¡Enfin,hemoscumplidoconnuestrodeber!¡Yeraunbandidotemible!Pero¿quéquiereque lediga?Nuncapodremosocultarunahistoriacomo ésta.Más valdría que se lo contáramos de inmediato a la justicia.Heprometido callar y callaré mientras pueda, pero me alegra haber podidodescargarunpesoasíanteustedes,quesonamigosdelosseñoresyquequizápuedanhacerlesentrarenrazón.¿Porquéseocultan?¿NoesunhonormatarauntipocomoLarsan?Perdónporhaberpronunciadoesenombre…yasé,esalgo sucio…pero ¿noesunhonorhaber librado a lahumanidaddeun tipocomoél?¡LaseñoraDarzacmehaprometidounafortunasimecallaba!Pero¿no es lamejor fortuna servir a esa pobre señora que ha sufrido tanto? ¡Loúnicoqueyoquieroesquehable!¿Quéteme?SelopreguntécuandoustedessefueronynosquedamossolosenlaTorreCuadradaconelcadáver.

»—Proclamealoscuatrovientosquelohamatado—ledije—.¡Todosleaplaudirán!

»—Yahahabidodemasiadoescándalo,Bernier—merespondió—;¡enloquedemídependa,siesposible,ocultaremosestenuevoasunto!¡Mipadresemoriría!

»Debuenagana lehabríadicho:“Sielasuntoacabaporsalira la luz, lajusticiacreeráloquenoes,yserámuchopeor”,peromecallé.¡Quélevamosahacer,ellaprefierequecallemos!¡Bueno,puescallaremos!

Berniersedirigióalapuertaynosenseñólasmanos:

—¡Voyalimpiarmelasangredeesecerdo!

Rouletabillelodetuvo:

—¿YquédecíaelseñorDarzacdurantetodoesetiempo?

—Élrepetía:«Todoloquehaga laseñoraDarzacestarábienhecho.Hayqueobedecer,Bernier».Sehabíaquitadolachaquetayteníaunaligeraheridaen lagarganta,peronosepreocupabadeella; loúnicoque le interesabaerasabercómoelmiserablehabíapodidoentrarensuhabitación.Selorepito,nole cabía en la cabeza y tuve que darle todavía algunas explicaciones. Sus

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primeraspalabrasaesterespectofueronparadecir:«Y,sinembargo,cuandoentréhacepocoenmihabitaciónnohabíanadie,yhecerrado lapuertaconcerrojo».

—¿Dóndeocurríaeso?

—Enlaportería,delantedemimujer,queestabacomoatontada.

—¿Yelcadáver?¿Dóndeestaba?

—EnlahabitacióndelseñorDarzac.

—¿Yquéhabíandecididoparadeshacersedeél?

—No sé mucho más, pero, con toda seguridad, su resolución estabatomada,pueslaseñoraDarzacmedijo:

»—Bernier,lepediréunúltimofavor;vayaabuscarlacalesaalacuadrayengancheaToby.ProcurenodespertaraWalter.Perosisedespiertaylepideexplicaciones,dígalequeesparaelseñorDarzac,quetienequeestarmañanaa las cuatro enCastelar para preparar el viaje a losAlpes.Y si se topa conMattonienlapoterna,lecuentalamismahistoria.

»LaseñoraDarzacmedijotambién:

»—Si se encuentra conel señorSainclair, dígale sóloquevenga;y si seencuentraconelseñorRouletabille,¡nolediganadanihaganada!

»La señora no quiso que saliera hasta que la ventana de su habitaciónestuvieracerradaylaluzapagada.Sinembargo,aúnnoestábamostranquilosconelcadáverquecreíamosmuertoyqueunavezmássepusoasuspirar,¡yquésuspiro!Elrestoyalohavistousted,yahorayasabetantocomoyo.¡QuéDiosnosproteja!

CuandoBernieracabódecontarasíeldramaimposible,Rouletabillelediolas gracias por su entrega total hacia sus amos, le recomendó la mayordiscreción,lerogóqueleexcusaraporsubrutalidadyleordenóquenodijeranadaalaseñoraDarzacacercadelinterrogatorioalqueacababadesometerlo.Bernier, antes de irse, quiso estrecharle lamano, pero Rouletabille retiró lasuya.

—¡No,Bernier!Todavíaestállenodesangre.

ElporteronosdejóparairaveralaDamadeNegro.

—Bueno —dije en cuanto estuvimos solos—. ¿Así que Larsan estámuerto?

—Sí.Esometemo.

—¿Yporquétemeustedeso?

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—Porque —dijo con una voz tan blanca como nunca le había oído—,PORQUE LAMUERTEDE LARSAN, QUEHA SALIDOMUERTO SINHABERENTRADONIMUERTONIVIVO,MEASUSTAMÁSQUESUVIDA.

XIII.EnqueelespantodeRouletabilleadquiereproporcionesinquietantes

Deverdadqueeljovenreporteroestabavisibleyliteralmenteespantado,yyo también:másde lo que sería capazde expresar.Nunca le había visto ensemejanteestadodedesazónmental.Andabapor lahabitaciónazancadas,avecessedeteníaanteelespejo,semirabaextrañamente,pasándoseunamanopor la frente como si quisierapreguntar a supropia imagen: «¿Eres tú, eresrealmente tú, Rouletabille, el que está pensando eso? ¿Quién se atreve apensarlo?».Pero¿pensarqué?Parecíamásbienestarapuntodepensar,onoquerer pensar. Sacudió ferozmente la cabeza y fue a acuclillarse junto a laventana, asomándose a la noche, escuchando el menor rumor en la lejanaorilla, esperando quizá oír el rodar de la calesa y el ruido de los cascos deToby.Parecíaunanimalalacecho.

La resaca sehabía callado; elmar sehabía calmadocompletamente.Pororiente,unfulgorblancoibaposándosesobrelasaguasnegras.Eralaaurora.Ycasi de repente elCastilloViejo surgióde la noche, pálido, lívido, con lamismacaraquenosotros,lacaradelquenohadormido.

—Rouletabille—le pregunté casi temblando, consciente de mi increíbleaudacia—, la entrevista con su madre ha sido muy corta. ¡Y quésilenciosamente se han separado! Me gustaría saber, amigo mío, si le hacontado«lahistoriadelaccidentedelrevólverenlamesilla».

—¡No!—merespondiósinvolverse.

—¿Nolehadichonadadeeso?

—¡No!

—¿Ynolehapedidoustedningunaexplicaciónacercadeldisparonidelgritodelamuerte«delagaleríainexplicable»?¡Porquehagritadocomoaqueldía!

—¡Qué curioso es usted, Sainclair! Aún más que yo… ¡No le hepreguntadonada!

—¿Y ha jurado usted no ver nada ni oír nada antes de que ella le hayacontadocualquiercosaapropósitodeldisparoyelgrito?

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—Tienequecreerme,Sainclair,deverdad…YorespetolossecretosdelaDamadeNegro.Lehabastadocondecirme, sinqueyo lepreguntasenada,¡sí!, lehabastadocondecirme:«Yapodemossepararnos,amigomío,PUESNADANOSSEPARAya»,paraqueyoladejase.

—Ah,¿lehadichoeso?«¡Yanadanossepara!».

—Sí,amigomío…,yteníasangreenlasmanos.

Noscallamos.Yoestabayaenlaventana,asulado.Deprontosumanoseposósobrelamía.Luegomeseñalólafarolaqueardíaaúnalaentradadelapuerta subterránea que conducía al gabinete del viejo Bob en la Torre delTemerario.

—¡Ahí está la aurora! —dijo Rouletabille—. ¡Y el viejo Bob siguetrabajando!Esrealmenteanimosoeseviejo.¿Ysifuéramosaverlotrabajar?Quizáesonosdistraigayyodejedepensarenmicírculo,quemeestrangula,quemeagarrota,quemeagota.

Ylanzóungransuspiro:

—Pero ¿es que Darzac no va a volver nunca?—dijo hablando consigomismo.

Un minuto más tarde atravesábamos el patio y bajábamos a la salaoctogonaldelTemerario.¡Estabavacía!Lalámparaseguíaardiendosobrelamesa.¡PeronohabíanirastrodelviejoBob!

—¡Oh,oh!—exclamóRouletabille.

Y levantó la lámpara, examinándolo todo a su alrededor.Dio una vueltapor laspequeñasvitrinasquecubríanlasparedesdelaplantabaja.Allí todoestaba en su sitio, relativamente en orden y científicamente etiquetado.Cuandohubimosmiradodetenidamentelasosamentas,conchasycuernosdelasprimerasedades,«colgantesdeconcha»,«anillosserradosenladiáfisisdeunhuesolargo»,«pendientes»,«raspadoresdeltipomagdaleniense»y«polvoraspadodesíliceenelestratodelelefante»,volvimosalamesa.Allísehallaba«el cráneomás antiguo», y era cierto que aún tenía lamandíbula roja de laaguadaqueelseñorDarzachabíapuestoasecarjuntoalaventana.Revisélaventana,todaslasventanas,ycomprobélasolidezdelosbarrotes,quenadiehabíatocado.

Rouletabillemedijo:

—Pero¿quéestáhaciendo?Antesdemirarsihasalidoporalgunaventanahabríaquesabersinohasalidoporlapuerta.

Depositólalámparaenelsueloysepusoaexaminarlashuellasdepasos.

—VayaalaTorreCuadrada—dijo—ypregunteaBerniersihavueltoel

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viejoBob;interrogueaMattonibajolapoternayapapáJacquesenlapuertadehierro.¡Vaya,Sainclair,vaya…!

Cincominutosdespuésvolvíaconlasinformacionespedidas.¡NadiehabíavistoalviejoBobenningúnsitio!¡Nohabíapasadoporningunaparte!

Rouletabilleseguíaconlanarizpegadaalsuelo.Medijo:

—Ha dejado la lámpara encendida para que pensáramos que seguíatrabajando.

Yluego,preocupado,añadió:

—NohayhuelladeluchadeningúntipoyenelsuelononotomásquelospasosdeArthurRanceydeRobertDarzac,quellegaronayerporlanocheaestahabitacióndurante la tormentay se trajeronen las suelasunpocode latierramojadadelpatiodelTemerarioytambiéndelpolvoligeramenteferrosodelabaille.NohayhuellasdelviejoBob.ElviejoBobllegóaquíantesdelatormentayquizásalieradurantelamisma,peroentodocaso¡novolviómástarde!

Rouletabillesehapuestodepie.Havueltoaponerlalámparaencimadelamesay su luz iluminadenuevo el cráneo, cuyamandíbula rojanoha reídonunca de una forma tan horrenda. A nuestro alrededor no hay más queesqueletos,perociertamentemedanmenosmiedoqueelviejoBobausente.

Rouletabillesequedaun instante frentealcráneoensangrentado, locogecon lasmanosyhunde susojos enel fondode susórbitasvacías.Luego loalejadesí,conlosbrazosextendidosalmáximo,yloobservaconatención,deun ladoy de otro; despuésme lo pasa amí, pidiéndomeque lo levante porencimadelacabeza,comosifueraalgosagrado,yéllevantalalámpara.

Deprontouna ideameatraviesaelcerebro.Dejoelcráneoen lamesaysalgo corriendo hacia el pozo del patio.Compruebo que los herrajes que locerrabansiguenintactos.Sialguienhubierahuidoporallí,osehubieracaído,osehubieraarrojadoaél,losherrajeshabríansidoabiertos.

Regreso,másansiosoquenunca:

—¡Rouletabille! ¡Rouletabille! ¡Al viejoBob ya no le quedamás que elsacoparahaberpodidosalir!

Repetí la frase, pero él no me escuchaba, y me sorprendió encontrarloocupadoenunatareacuyointerésmefueimposibleadivinar.¿Cómoesqueenunmomentotantrágico,cuandosóloesperábamoselregresodelseñorDarzacparacerrarelcírculoenelqueestabamuertoelcuerpodemás,cuandoenlavieja torre de al lado, en elCastilloViejo de la esquina, laDamadeNegrodebíadeestarocupadaenborrardesusmanos,comootraLadyMacbeth, lahuella del crimen imposible, cómo Rouletabille podía divertirse haciendo

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dibujosconunaregla,unaescuadra,untiralíneasyuncompás?Peroasíera.Sentado en el sillón del geólogo, se había acercado el tablero de dibujo deRobert Darzac, y también él hacia un plano con toda parsimonia,horriblemente tranquilo, como si fuera un pacífico y amable ayudante dearquitecto.

Había clavado una de las puntas del compás en el papel y con la otratrazaba el círculo que podía representar el espacio ocupadopor laTorre delTemerario,comopodíamosversobreeldibujodelseñorDarzac.

Eljovensededicóahaceralgunostrazosmás.Luego,mojandounpincelenunpequeñorecipientequeestabamediollenodelapinturarojaquelehabíaservido al señor Darzac, extendió con sumo cuidado la pintura por todo elespacio del círculo, demanera que lo cubriera uniformemente. Inclinaba lacabeza a derecha e izquierda para apreciar el efecto y sacaba un poco lalengua,comounescolaraplicado.Luegosequedóinmóvil.Volvíahablarle,peroélseguíacallado.Susojosestabanfijos,clavadoseneldibujo,mirandocómo se secaba la pintura.De pronto su boca se crispó y dejó escapar unaexclamación de horror indecible. Se volvió tan bruscamente hacia mí, quederribóelanchosillón.

—¡Sainclair!¡Sainclair!¡Mirelapinturaroja!¡Mirelapinturaroja!

Me incliné sobre el dibujo jadeando, asustado por aquella exaltaciónsalvaje.Peroyonoveíaallímásqueunaaguadabastantecuriosa…

—¡Mirelapinturaroja!¡Mirelapinturaroja!—continuabagimiendo,conlosojosdesorbitadoscomosiasistieraaunhorribleespectáculo.

Nopudedejardepreguntarle:

—Pero¿quétiene?

—¿Cómoque qué tiene? ¿Nove usted que ya está seca? ¿Nove que essangre?

¡No!No lo veía, pues estaba seguro que no era sangre. Era pintura rojacompletamentenatural.

Pero no quise contrariarlo, y fingí interesarme por aquella idea de lasangre.

—¿Sangre de quién?—dije—. ¿Lo sabe usted? ¿De quién? ¿Sangre deLarsan?

—¡Oh,oh!—exclamó—.¡SangredeLarsan!¿QuiénconocelasangredeLarsan? ¿Quién ha visto alguna vez su color? ¡Para conocer el color de lasangre deLarsan habría que abrirme amí las venas, Sainclair! ¡Es el únicomedio!

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Yoestabaasombrado,completayabsolutamenteasombrado.

—¡Mipadrenosedejaríasacarlasangreasícomoasí!

Otra vez volvía a hablar de su padre, con aquel singular orgullodesesperado. «¡Cuandomi padre se pone una peluca no se le nota!». «¡Mipadrenosedejaríasacarlasangreasícomoasí!»,¡Diosmío!

—¡LasmanosdeBernierestabanllenasdeella,yustedmismolahavistoenlasdelaDamadeNegro!—repliquéyo.

—¡Sí, sí! ¡Eso dicen, eso dicen! ¡Pero a mi padre no se le mata tanfácilmente!

Parecía cada vez más agitado y no dejaba de mirar la aguada. Con lagargantaoprimidaporungransollozo,dijo:

—¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Ten piedad de nosotros! Seríademasiadohorrible…

Yañadió:

—¡Mipobremadrenosemereceesto!¡Niyo!¡Ninadie!

Unagruesalágrimaseledeslizóporlamejillaycayóenelbotedepintura.

—¡Oh!—exclamó—.Noconvieneaclararlapintura…

Ydiciendoestoconvoztemblorosa,cogióelboteconuncuidadoinfinitoyloguardóenunpequeñoarmario.

Luego me cogió de la mano y me arrastró, mientras yo lo miraba,preguntándomesinosehabíavueltoloco.

—¡Ya es hora, vamos! ¡Vamos! ¡Ha llegado el momento, Sainclair! Nopodemosretrocederantenada.EsprecisoquelaDamadeNegronoslocuentetodo, toda la historia del saco. ¡Ah, si el señor Darzac pudiera volver deinmediato, de inmediato…, seríamenos penoso! ¡Pero ya no puedo esperarmás!

¿Esperarqué?¿Esperarqué?¿Yporquéseasustabadeesemodootravez?¿Quépensamientotraslucíaaquellamiradafija?¿Porquélecastañeteabanlosdientes?

Nopudeevitarpreguntarleotravez:

—¿Quéleespantadeesemodo?¿AcasoLarsannoestámuerto?

Yapretándomenerviosamenteelbrazomerepitió:

—¡Yaselohedicho,yalehedichoquesumuertemeespantamásquesuvida!

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Llamóa lapuertade laTorreCuadrada,ante lacualnoshallábamos.Lepreguntésinodeseabaquelodejasesoloenpresenciadesumadre.Pero,paramigransorpresa,merespondióqueenesemomentonodebíadejarlesolopornadadelmundo,no«mientraselcírculonoestuvieracerrado».

Yañadióentonolúgubre:

—¿Podráestarloalgunavez?

La puerta de la torre seguía cerrada y volvió a llamar; entonces seentreabrióyvimosreaparecer lacaradescompuestadeBernier.Pareciómuymolestoalvernos.

—¿Qué quieren? ¿Qué quieren ahora? —dijo—. Hablen bajo, que laseñoraestáenelsalóndelviejoBob.Yelviejoaúnnohavuelto.

—Tienequedejarnosentrar,Bernier—ordenóRouletabille.

Yempujólapuerta.

—Sobretodonolediganalaseñora…

—¡Porsupuestoqueno!¡Porsupuestoqueno!

Estábamos en el vestíbulo de la torre. La oscuridad era prácticamentecompleta.

—¿Quéestáhaciendo laseñoraenelsalóndelviejoBob?—preguntóelreporteroenvozbaja.

—Esperando que vuelva el señor Darzac… No se atreve a entrar en lahabitación,yyotampoco.

—¡Bueno, Bernier, pues entre en la portería—ordenó Rouletabille—, yespereaqueyolellame!

Rouletabille empujó la puerta del salón del viejo Bob. De inmediatodivisamosa laDamadeNegro,omejordicho,susilueta,pues lahabitaciónestaba todavía muy oscura, herida apenas por los primeros rayos del sol.Mathildeestabadepie,apoyadaenlaventanaquedabaalpatiodelTemerario.No hizo ningún movimiento al vernos, pero con una voz tan terriblementealteradaquenopudereconocer,nosespetó:

—¿Porquéhanvenido?Loshevistoenelpatio.Yalosabentodo.¿Quéquieren?

Yañadió,conuntonodedolorinfinito:

—Ustedmejuróquenoveríanada.

Rouletabille se acercó a la Dama de Negro y le cogió la mano con unrespetomáximo:

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—Ven,madre, ven…—dijo, y aquellas sencillas palabras sonaron en subocacomounruegodulceyapremiante—.¡Venconmigo!¡Ven!¡Ven!

La condujo sin que ella se resistiera. En cuanto la cogió de la mano,parecióquepodíadirigirlaasuantojo.Sinembargo,cuandoestuvieronantelapuertadelahabitaciónfatal,ellaretrocedióconfirmeza.

—¡Aquíno!—gimió.

Y se apoyó contra la pared para no desplomarse.Rouletabille empujó lapuerta.Estabacerrada.LlamóaBernier,quienporordensuyalaabrióysefuedeinmediato,omejordicho,huyó.

Empujamos la puerta y asomamos la cabeza. ¡Qué espectáculo! Lahabitación estaba en un desorden inaudito. Y la sangrienta aurora quepenetraba por los amplios vanos daba a aquel desorden un aspecto mássiniestroaún.¡Quéiluminaciónparaunahabitaciónenlaquesehacometidounasesinato!¡Cuántasangreenlasparedes,enelsueloyenlosmuebles!¡Lasangre del sol naciente y la del hombre queTobyhabía llevado nadie sabíaadónde…metidoenunsacodepatatas!Lasmesas,lossillones,lassillas,todoestabavolcado.Lassábanasdelacama,alasqueelhombreensuagoníasehabíaaferradodesesperadamente,estabandesparramadasporelsueloyenlatelaseveía lamarcadeunamanoroja.Entramosenmediode todoaquello,sosteniendoalaDamadeNegro,queestabaapuntodedesmayarse,mientrasRouletabilleledecíaconsuvozmásdulceysuplicante:

—¡Espreciso,madre!¡Espreciso!

Ydespuésdehaberlahechosentarenunaespeciedesillónqueyoacababade poner de pie, la interrogó. Ella le respondía con monosílabos, conmovimientosdecabezaoseñalandoconlamano.Yoveíaque,amedidaqueellaibacontestando,Rouletabilleestabacadavezmásturbado,másinquieto,visiblementeespantado;intentabarecobrartodalacalmaqueseleescapabaydelaqueteníamásnecesidadquenunca,peroapenasloconseguía.Latuteabaylallamabatodoeltiempo:«¡Madre!¡Madre!»,paradarleánimo…peroellano lo tenía; le tendió los brazos y él se arrojó en ellos; se besaron hastaahogarseyeso la reanimó;derepente rompióa llorar,yaquello laalivióunpocodelterriblehorrorquesentía.Dimediavueltaparairme,peroambosmedetuvieron y comprendí que no querían quedarse solos en el cuarto rojo.Entoncesellaledijoenvozbaja:

—Somoslibres…

Rouletabillesedeslizóasuspies,yentonoderuego,ledijo:

—Paraestarseguros,madre,esprecisoquemelodigastodo,todoloquepasó,todoloqueviste.

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Entoncespudoalfinhablar.Trasmirarhacialapuerta,queestabacerrada,susojossefijaronconnuevoespantoenlosobjetosesparcidosporelsuelo,enlasangrequemanchabaelsueloylasparedes,ycontólaatrozescenaenvoztanbaja,quetuvequeacercarmeeinclinarmeparaoírla.Desusbrevesfrasesentrecortadas se deducía que, tan pronto como llegaron a la habitación, elseñorDarzac echó los cerrojosy fuehacia lamesa, de suerteque estaba enmediodelcuartocuandoaquellosucedió.LaDamadeNegroestabaunpocohacia la izquierda, disponiéndose ya a pasar a su habitación. La únicailuminacióneraunavela,colocadaenlamesilla,alaizquierda,alalcancedeMathilde.Ydeprontoocurrió.Enmediodelsilenciodelaposentoseoyóuncrujido,elcrujidobruscodeunmueble,queleshizolevantarlacabezaymirarhacia el lugar de donde provenía el ruido,mientras unamisma angustia leshacía latir el corazón.El crujidovenía del armario.Luego todo se calló.Semiraronsinatreverseadecirunapalabra,sinpoderdecirla.Aquelcrujidonoleshabíaparecidonatural;nuncahabíanoídocrujirasíelarmario.Darzachizoademándedirigirsealarmario,queseencontrabaalfondo,aladerecha,peroun segundo crujido,más fuerte que el primero, lo dejó como clavado en elsuelo,yaquellavezaMathildeleparecióqueelarmariosemovía.LaDamade Negro se preguntó si no era víctima de una alucinación, si había vistorealmente moverse el armario. Pero también Darzac había tenido la mismasensación,puesalpuntoseseparódelamesayvalerosamentediounpasoalfrente.Fueenesemomentocuandolapuertadelarmarioseabrióanteellos.Sí, empujada por unamano invisible, empezó a girar sobre sus goznes. LaDamadeNegroquisogritar,ynopudo.Aterrorizada,tirólavelaalsueloenelmismo momento en que salía una sombra del armario, y Robert Darzac,lanzandoungritoderabia,seabalanzócontralasombra.

—Pero aquella sombra…, ¡aquella sombra tenía rostro! —interrumpióRouletabille—.¡Madre!¿Porquénovistelacaradelasombra?Matasteislasombra,pero¿quiénmedicequeesasombraeraLarsansinovistesucara?¡QuizánisiquieramatasteislasombradeLarsan!

—¡Porsupuestoquesí!—aseguróella,sencillamente—:¡Estámuerto!

Yyanodijonadamás.

Yo me preguntaba, mirando a Rouletabille: «¿A quién podrían habermatado, sino a él? Si bienMathilde no había visto el rostro de la sombra,¡había oído su voz perfectamente! Todavía se estremecía…, todavía estabaoyéndola.YtambiénBernierhabíaoídoyreconocidosuvoz,lavozterribledeLarsan,lavozdeBallmeyer,queenelcursodelaabominablelucha,enmediodelanoche,anunciabalamuerteaRobertDarzac.“¡Estaveztevoyaarrancarla piel!”, mientras que el otro sólo podía gemir con voz moribunda:“¡Mathilde… Mathilde…!”. ¡Ah, cómo la había llamado! ¡Cómo la habíallamadodesdeelfondodelanocheenqueagonizaba,yavencido!Yella,ella,

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con un grito de horror, no había hechomás quemezclar su sombra con lasotras dos sombras, agarrarse a ellas al azar de las tinieblas, pidiendo unsocorroqueellanopodíadaryquenopodíallegar.Luego,depronto,sonóeltiroquelehabíahecholanzaraquelalaridoatroz,comosilahubieranheridoaella…¿Quiénhabíamuerto?¿Quiénestabavivo?¿Quiénibaahablar?¿Quévozibaaescucharella?».

¡YelquehablófueRobert!

Rouletabille cogió una vez más en sus brazos a la Dama de Negro, lalevantó,yellasedejóllevarhastalapuertadesuhabitación.

—Ahora,madre, déjame, tengo que trabajar, ¡tengo que trabajarmucho!¡Porti,porelseñorDarzacypormí!

—¡Nomedejes!¡NoquieroquemedejeshastaquevuelvaRobert!—rogóellallenadeespanto.

Rouletabille se lo prometió, le suplicó que intentase descansar, y sedisponía a cerrar la puerta de la habitación cuando llamaron a la puerta delpasillo.Rouletabillepreguntóquiénera,yrespondiólavozdeDarzac.

—¡Porfin!—dijo,yabrió.

Creímosver entrar a unmuerto.Nuncahubo rostro humanomáspálido,más exangüe, más despojado de vida. Lo habían desfigurado tantasemociones,queyanoexpresabaninguna.

—¡Ah,estáustedaquí!—dijo—.Bueno,¿seacabó…?

Y se dejó caer en el sillón que hacía unmomento ocupaba la Dama deNegro.Levantólosojoshaciaella:

—Sehacumplidotuvoluntad.¡Yaestádondequerías!

Rouletabillepreguntó:

—¿Lehavistoustedlacara?

—¡No!—dijo—.¡Noselahevisto!¿Creeustedqueyoibaaabrirelsaco?

Pensé que Rouletabille iba a explotar de indignación; sin embargo, seacercóalseñorDarzacyledijo:

—¡Asíquenolehavistolacara!…¡Vaya,esoestámuybien!

Yleestrechólamanoefusivamente.

—Esonotieneimportancia—dijo—.Ahoratenemosquecerrarelcírculo.Yustedvaaayudarnosmucho,señorDarzac.¡Espéreme!

Ycasijubiloso,sepusoacuatropatas.AhoraRouletabillesemefiguraba

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concabezadeperro.Saltabaportodaspartesacuatropatas,bajolosmuebles,bajo la cama, como le había visto hacer en el cuarto amarillo. A veceslevantabaelhocicoparadecir:

—¡Ah,yaveráncómoencuentroalgo!¡Sí,sí,algoquenossalve!

Lepregunté,mirandoalseñorDarzac:

—¿Esquenoestamosyasalvados?

—Elcerebro,lamente,larazón…nossalvará—prosiguióRouletabille.

—Tiene razón—dijo el señorDarzac—.Es absolutamente preciso sabercómoentróesehombreaquí…

Rouletabilleselevantó,sujetandoenlamanounrevólverqueacababadeencontrarbajoelarmario.

—¡Ah,haencontradoustedsurevólver!—dijoelseñorDarzac—.Menosmal que no tuvo tiempo de utilizarlo.—Sacó del bolsillo de la chaqueta supropiorevólver,elrevólversalvador,yselotendió—.¡Aquítieneunabuenaarma!

RouletabillehizogirareltambordelrevólverdeDarzac,sacóelcasquillodelcartuchoquehabíacausado lamuerte,y luegocomparóesaarmacon laquehabíaencontradobajoelarmarioyquesehabíaescapadodelasmanosdelasesino.ÉstaeraunaBulldogyllevabaunamarcadeLondres;parecíanueva,teníatodosloscartuchosyRouletabilleafirmóquenuncahabíasidoutilizada.

—Larsannoutilizaarmasdefuegosinocomoúltimorecurso—dijo—.Lerepugna hacer ruido.No le quepa duda de que sólo quería asustarlo con surevólver;delocontrario,hubieradisparadodeinmediato.

A continuación, devolvió el revólver al señor Darzac y se metió el deLarsanenelbolsillo.

—¡Para qué llevar armas ahora! —dijo el señor Darzac moviendo lacabeza—.¡Yanotienesentido!

—¿Creeusted?—preguntóRouletabille.

—Estoyseguro.

Rouletabilleselevantó,diounospasosporlahabitaciónydijo:

—ConLarsannosepuedeestarsegurodenada.¿Adóndehan llevadoelcadáver?

—PregúnteseloalaseñoraDarzac.Yoprefieroolvidarlo.Yonosénadadeesteespantosoasunto.Cadavezquemevengaelrecuerdodeesteviajeatrozcon ese hombre en agonía traqueteando en mis piernas, diré: «¡Es una

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pesadilla!». ¡Y loexpulsaré…!Novuelvaahablarmedeeso.Sólo laseñoraDarzacsabedóndeestáelcadáver.Ellaselodirá…,siquiere.

—Yotambiénloheolvidado—dijolaseñoraDarzac—.Espreciso.

—Sin embargo—insistióRouletabillemeneando la cabeza—, usted dijoqueaúnagonizaba.¿Estásegurodequehamuerto?

—Loestoy—respondiósimplementeelseñorDarzac.

—¡Oh, se acabó, se acabó! ¿No es verdad que todo ha terminado? —imploróMathilde. Se acercó a la ventana—. ¡Miren, ha salido el sol! ¡Estanocheatrozestámuerta,muertaparasiempre!¡Seacabó!

¡PobreDamadeNegro!Todosuespíritusehabíavaciadoenesaspalabras:«¡Se acabó!», dejando atrás todo el horror que acababa de vivir en aquellahabitación. ¡Se acabó Larsan! ¡Larsan enterrado! ¡Enterrado en el saco depatatas!

Todos nos erguimos, vueltos hacia ella, porque de pronto se echó a reír,unarisafrenéticaquesedetuvosúbitamente,seguidadeunsilenciohorrible.Nonosatrevíamosamirarnosniamirarla;fueellalaprimeraquehabló:

—Yahapasado todo—dijo—.¡Por finseacabó! ¡Seacabó,yyanomereirémásdeestemodo!

EntoncesoímoslavozdeRouletabille,quedecíamuybajo:

—¡Habráacabadocuandosepamoscómoentró!

—¿Paraqué?—replicólaDamadeNegro—.Esunmisterioqueélsehallevadoconsigo.Sóloélpodíaaclarárnosloyahoraestámuerto.

—¡Noestaráverdaderamentemuertohastaqueno lo sepamos!—repusoRouletabille.

—Sí—asintióelseñorDarzac—.Hastaquenolosepamos…,querremossaberlo; y él seguirá vivo en nuestramente. ¡Hay que expulsarlo! ¡Hay queexpulsarlo!

—Puesexpulsémoslo—sentencióRouletabille.

EntoncesselevantóycogiódelicadamentelamanodelaDamadeNegrocon intención de conducirla una vez más a la habitación vecina para quedescansara,peroellasenegó.

—¡CómoquierenustedesexpulsaraLarsan,siyonoestaréaquí…!

Creíamos que iba a echarse a reír otra vez, e hicimos una seña aRouletabilleparaquenoinsistiera.

Ésteabriólapuertadelapartamentoyllamóalosporteros.

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Vinieron a regañadientes y se produjo una confrontación general entretodosnosotros,dedonderesultaronlasconclusionessiguientes:

1.o) Rouletabille visitó el apartamento a las cinco y lo registró todo sinencontraranadie;

2.o) desde esa hora, el señorBernier, el único que tenía llave, abrió dosveceslapuertadelapartamento:alascincoyunosminutos,paradejarentraralseñorDarzac,yalasonceymedia,paradejarentraralseñoryalaseñoraDarzac;

3.o) Bernier volvió a cerrar la puerta cuando el señor Darzac salió connosotrosentrelasseisycuartoylasseisymedia;

4.o) el señor Darzac cerró la puerta con cerrojo nada más entrar en lahabitación,lasdosveces:porlatardeyporlanoche;

5.o)Bernierestuvoantelapuertadelapartamentodesdelascincohastalasonceymedia,conunabreveinterrupcióndedosminutosalasseis.

Cuandotodoestoquedóestablecido,Rouletabille,quesehabíasentadoalamesadelseñorDarzacparatomarunasnotas,sepusodepieydijo:

—Elasuntoesmuysimple.Sólohayunaposibilidad,asaber:enesosdosminutosdeausenciadelseñorBernier.Enesemomentonohaynadiedelantedelapuerta.Perohayalguiendetrás.Yesusted,señorDarzac.¿Puedeustedrepetir, después de haber hurgado en los recovecos de su memoria, puederepetir que cuando usted entró en la habitación cerró la puerta y echó loscerrojos?

ElseñorDarzac,sinvacilar,respondiósolemnemente:

—¡Lorepito!—yañadió—:YnovolvíadescorrerloscerrojoshastaqueustedysuamigoSainclairllamaronalapuerta.¡Lorepito!

Ycomosedemostrómástarde,aquelhombredecíalaverdad.

DimoslasgraciasalosBernier,yéstosvolvieronalaportería.

EntoncesRouletabille,convoztemblorosa,dijo:

—Muy bien, señor Darzac, HA CERRADO USTED EL CÍRCULO. Elapartamento de la Torre Cuadrada está ahora tan cerrado como lo estaba elcuartoamarillo,ycomoloestabalagaleríainexplicable,comounacajafuerte.

—En todo esto se reconoce la mano de Larsan —dije yo—. Sonexactamentelosmismosprocedimientos.

—Sí—observó la señora Darzac—, sí, señor Sainclair, son susmismosprocedimientos.

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Yalzólacorbataqueocultabalasheridasdelcuellodesumarido.

—Vean,vean—añadió—, es elmismo sistemade estrangulamiento. ¡Loconozcobien…!

Huboundolorososilencio.

ElseñorDarzacnodejabadedarlevueltasaaquelextrañoproblema,unanuevaversióndelcrimendelGlandier,peromásagudoaún.Yrepitióloqueyasehabíadichocuandoelcuartoamarillo.

—Tienequehaberalgúnagujeroenelsuelo,eneltechooenlasparedespordondepoderentrar.

—Nolohay—respondióRouletabille.

—Entoncesno…—empezóadecirDarzac.

—Tampocohabíaningúnagujeroen lasparedesdel cuartoamarillo—leinterrumpióRouletabille.

—¡Oh,peroestoesdiferente!—intervineyo—.LahabitacióndelaTorreCuadrada está aún más cerrada que el cuarto amarillo, puesto que no hapodidointroducirsenadieniantesnidespués.

—Sí, esdiferente—concluyóRouletabille—.Es justamente locontrario:¡Enelcuartoamarillohabíauncuerpodemenos,yenlahabitacióndelaTorreCuadradahayuncuerpodemás!

Setambaleóyseapoyóenmibrazoparanocaerse.LaDamadeNegroseprecipitóhaciaél…Perosacófuerzasparaerguirsedenuevo.

—¡Noesnada,noesnada!Sólounpocodecansancio…

XIV.Elsacodepatatas

ElseñorDarzac,siguiendolasinstruccionesdeRouletabille,sededicóconBernier ahacerdesaparecer lashuellasdeldrama,mientrasque laDamadeNegro, que se había cambiado apresuradamente, se dirigió a toda prisa alapartamentodesupadreantesdecorrerelriesgodeencontrarseconalgunodeloshuéspedesdelaLoba.Suúltimapalabrafuepararecomendarnosprudenciaysilencio.Rouletabillesedespidiódenosotros.

Eranyalassieteylavidarenacíaenelcastilloyenlosalrededores.Seoíaelcantodelospescadoresensusbarcas.Yometumbéenlacama,yestavez,sí, vencido por el cansancio físico, más pesado que nunca, me dormíprofundamente.Cuandodesperté,mequedéunosinstantesenellecho,sumido

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enundulceanonadamiento;alpoco,meerguí,recordandolosacontecimientosdelanochepasada.

—¡Diosmío!—dijeenvozalta—.¡Ese«cuerpodemás»esimposible!

Así,pues,esoeraloquesobrevolabaporencimadelasimasombríademipensamiento, por encima del abismo de mi memoria: ¡la imposibilidad del«cuerpo de más»! Y ese sentimiento mío no era especial en absoluto, ¡nimuchomenos!Todos losque intervinierondecercaode lejosenelextrañodramadelaTorreCuadradalocompartían;ycuandolasensacióndehorror—elhorrordelcuerpoagonizantemetidoenaquelsacoqueunhombrellevabaen medio de la noche para tirarlo a quién sabe qué lejana, profunda ymisteriosatumba,dondeacabaríademorir—seapaciguaba,sedesvanecíaennuestrasmentes,laimposibilidaddeaquello—del«cuerpodemás»—subía,crecía, se erguía ante nosotros, cada vez más amenazadora, másenloquecedora.Algunos,comoMrs.Edith,quenegaronporsistemaloquenocomprendían—quenegaron los términosdelproblemaquenosplanteabaeldestino, tal como lo establecimos en el capítulo anterior—, tuvieron querendirse a la evidencia de los acontecimientos que tuvieronpor escenario lafortalezadeHércules.

En primer lugar, ¿cómo se produjo el ataque? ¿En qué momento? ¿Pormediodequéestrategiasmoralesdeaproximación?¿Quéminas,contraminas,trincheras, caminos cubiertos, defensas —en el terreno de la fortificaciónintelectual—empleóelasaltanteparaqueleentregaranelcastillo?Sí,enestascondiciones,¿dóndeestáelataque?¡Ah,cuántosilencio!Y,sinembargo,¡hayque saber! Rouletabille lo ha dicho: ¡Es preciso saber! En un asedio tanmisterioso,¡elataquedebiódeestarentodoyennada!Elasaltantesecallayactúaensilencio,acercándosealosmurosdepuntillas.¡Elataque!Quizáestáentodoloquesecalla,¡peroquizátambiénestáentodoloquehabla!Estáenunapalabra, enun suspiro, enun soplo, enungesto,pues sipuedeestar entodoloqueseoculta,puedeestarigualmenteentodoloqueseve…¡entodoloqueseveyquenoseve!

¡Lasonce!¿DóndeestáRouletabille?Sucamanoestádeshecha.Mevistoa toda prisa y me encuentro con él en la baille. Me coge del brazo y meconduce a la sala grande de la Loba. Me sorprende ver allí a tanta gentereunida,cuandotodavíanoeslahoradecomer.AllíestánelseñorylaseñoraDarzac.LaactituddeArthurRancesemeantojaextraordinariamentefría.Suapretóndemanosesglacial.Encuantollegamos,Mrs.Edith,desdeelrincónsombríoenqueestáechadaconindolencia,nossaludaconestaspalabras:

—¡Ah!,yaestáaquíelseñorRouletabilleconsuamigoSainclair.Veamosquéquiere.

Rouletabille seexcusaporhabernoshechovenira laLobaaestashoras;

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pero —asegura— tiene que decirnos algo tan grave, que no ha queridoretrasarloniunsegundo.Estanserioel tonoquehaempleadoparadecirnosesto, que Mrs. Edith afecta estremecerse y simula un miedo infantil. PeroRouletabille,aquiennadaledesarma,dice:

—Señora,esperepara temblarasaberdequése trata. ¡Levoyadarunanoticiaquenoesprecisamentealegre!

Todosnosmiramos.IntentoleerenlosrostrosdelseñorylaseñoraDarzacsu «expresión» de día. ¿Cómo se mantiene su rostro después de la nochepasada?Muybien,palabraquemuybien.Yanoestá«cerrado».Bueno,¿quétienesquedecirnos,Rouletabille?¡Habla!Lesruegaalosqueestándepiequesesienten,yfinalmenteempiezaahablar.SedirigeaMrs.Edith:

—Para empezar, señora, permítame decirle que he decidido suprimir la«guardia» que rodeaba al castillo deHércules como una segundamuralla yque usted, aunque lemolestase,me permitiómontar amimanera con tantagentileza,yenocasiones,porquénodecirlo,contanbuenhumor.

Esta alusión directa a las pequeñas burlas con que nos gratificabaMrs.Edith cuando estábamosdeguardia, hace sonreír aMr.ArthurRancey a lapropia Mrs. Edith. Pero ni los señores Darzac ni yo sonreímos, pues nospreguntamos con un principio de ansiedad adónde quiere ir a parar nuestroamigo.

—¿De verdad va a suprimir la guardia del castillo, señor Rouletabille?Bueno,puesmealegro,¡ynoporquemehayamolestadonunca!—diceMrs.Edith con afectada alegría. (Sea alegría omiedo,Mrs. Edith está realmenteafectaday,cosacuriosa,megustamásasí)—.Alcontrario,mehacomplacido,supongo que debido a mis gustos románticos… Si me alegro de sudesaparición,esporqueesodemuestraqueelseñorylaseñoraDarzacyanocorrenningúnpeligro.

—Yasíes,señora,desdeestanoche—replicaRouletabille.

La señora Darzac no puede contener un movimiento brusco que soy elúnicoenpercibir.

—¡Tanto mejor! —exclama Mrs. Edith—. ¡Y bendito sea Dios! Pero¿cómoesquemimaridoyyosomoslosúltimosenenterarnosdeunanoticiaasí? Al parecer esta noche han pasado cosas interesantes…, como el viajenocturnodelseñorDarzac.¿NohaidoelseñorDarzacaCastelar?

Mientrasellahablaba,yoveíaacrecentarselaconfusióndelosDarzac.Él,tras haber mirado a su mujer, fue a decir algo, pero Rouletabille no se lopermitió.

—Señora, yono sédóndeha estado esta noche el señorDarzac, pero es

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preciso,esnecesarioqueustedsepaunacosa:larazónporlaqueelseñorylaseñoraDarzacyanocorrenningúnpeligro.Sumarido,señora,lehabrápuestoalcorrientedeloshorriblesdramasdelGlandierydelosactoscriminalesde…

—FrédéricLarsan…Sí,señor,losétodoalrespecto.

—También sabe usted, por consiguiente, que si hemos puesto tantavigilanciaentornoalosseñoresDarzacesporquehabíamosvistoreapareceralpersonaje.

—Enefecto.

—Bueno, pues el señor y la señoraDarzac ya no corren ningún peligroporqueesepersonajenovolveráaaparecer.

—¿Quéhasidodeél?

—¡Hamuerto!

—¿Cuándo?

—Estanoche.

—¿Ycómohasidoeso?

—Lohanmatado,señora.

—¿Dóndelohanmatado?

—¡EnlaTorreCuadrada!

Ante esa declaración todos nos levantamos con una agitaciónperfectamente comprensible. Mr. y Mrs. Rance, estupefactos por lo queacababandeoír,ylosseñoresDarzacyyo,espantadosporloqueRouletabillenohabíavaciladoendecirles.

—¡En la Torre Cuadrada! —exclamó Mrs. Edith—. ¿Y quién lo hamatado?

—¡ElseñorRobertDarzac!—dijoRouletabille,rogandoatodoelmundoquevolvieraasentarse.

Y,cosaasombrosa,volvimosa sentarnoscomosi enunmomentoasínotuviéramosotracosaquehacerqueobedeceraaquelmuchacho.

Pero casi al instante, Mrs. Edith volvió a levantarse y, cogiéndole lasmanos al señor Darzac, le dijo con una fuerza y una exaltación, esta vezverdaderas (decididamente, ¿habría juzgadomal aMrs. Edith al encontrarlaafectada?):

—¡Bravo,bravo,señorRobert!Allright!Youareagentleman!

Ysevolvióhaciasumaridoexclamando:

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—¡Oh,ésteesunhombredignodeseramado!

Luego felicitó desmesuradamente a la señora Darzac (después de todo,quizá estaba en su naturaleza ser exagerada); le prometió una amistadindestructible;declaróqueellay sumarido, enunacircunstancia tandifícil,estabandispuestosasecundarlosaellayal señorDarzac,quepodíancontarconsuceloysuafecto,yqueestabandispuestosaatestiguarantelosjuecestodoloquequisieran.

—Justamente,señora—interrumpióRouletabille—,nosetratadejuecesynolosqueremos.Nonoshacenfalta.Larsanestabamuertoparatodoelmundoantesdequelomataranestanoche;bueno,puessigueestandomuerto,¡esoestodo! Hemos pensado que sería inútil reavivar un escándalo del que losseñoresDarzacyelseñorStangersonhansidoyamásquedesobravíctimasinocentes, y para ello hemos contado con su complicidad. El drama haocurridodeunaformatanmisteriosa,quenisiquieraustedeshubieranpodidosospecharlo nunca, si no hubiéramos tenido la precaución de dárselo aconocer.Peroelseñory laseñoraDarzac tienensentimientoshartoelevadosparaolvidarloquedebíanasushuéspedesenunacircunstanciacomoésta.¡Lacortesía más elemental les ordenaba informarles de que esta noche habíanmatadoaalguienensucasa!Enefecto,cualquieraqueseanuestracertezacasitotal de poder ocultar esta enojosa historia a la justicia italiana, convienesiemprepreverelcasodequeunincidenteimprevistolapongaalcorrientedelasunto; y los señores Darzac han tenido el suficiente tacto como para noquerer hacerles correr el riesgo de que se enterasen un día, por rumorespúblicosoporunadiligenciapolicial,dequeunacontecimientotandelicadocomoimportantehabíasucedidojustamentebajosutecho.

Mr.ArthurRance,queaúnnohabíadichonada,selevantócompletamentepálido.

—¡Frédéric Larsan ha muerto! —dijo—. ¡Pues tanto mejor! Nadie sealegrarámásqueyo;ysiharecibidoelcastigodesuscrímenesdelamanodelseñorDarzac,nadie lefelicitaráporellomásqueyo. ¡Peroante todoestimoque es un acto glorioso, del que el señor Darzac no debería ocultarse! Lomejor sería advertir a la justicia sin pérdida de tiempo. Si se entera de esteasunto por alguien distinto de nosotros, ¡imagínense nuestra situación! Sidenunciamos, colaboramos con la justicia; ¡pero si nos escondemos, somosmalhechores!Yentoncespodránsuponercualquiercosa…

OyendoaMr.Rance,quehablabatartamudeandodetanemocionadocomoestaba por la trágica revelación, se hubiera dicho que era él quien habíamatadoaFrédéricLarsan…,élquieneraacusadoyaporlajusticia…,élquieneraconducidoalasmazmorras.

—¡Hayquedecirlotodo!Señores,hayquedecirloabsolutamentetodo…

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Mrs.Edithañadió:

—Creoquemimaridotienerazón.Pero,antesdetomarunadecisióntandelicada,convendríasabercómosucedieronloshechos.

Sedirigió directamente a los señoresDarzac.Pero éstos se hallaban aúnbajo el golpe de la sorpresa que les había supuesto la intervención deRouletabille,elmismoRouletabillequeaquellamismamañana,delantedemí,leshabíaprometidosilencioynoslohabíapedidoatodos;asíquenodijeronunapalabra.Estabancomopetrificadosensusillón.Mr.ArthurRancerepetía:

—¿Porquéocultarnada?¡Hayquedecirlotodo!

Deprontoelreporteropareciótomarunasúbitadecisión;comprendíporelbrusco resplandor que atravesó sus ojos que alguna idea extraordinariaacababadecruzarporsucerebro.YseinclinósobreArthurRance.Ésteteníala mano derecha apoyada en un bastón con el puño en forma de pico decuervo.Elpicoerademarfil,bellamentetrabajadoporunilustreartesanodeDieppe.Rouletabillelecogióelbastón.

—¿Me permite?—dijo—. Soy un entusiasta del trabajo delmarfil ymiamigo Sainclair me ha hablado de su bastón. No lo había observado hastaahora.Es,enefecto,muybonito.EsunafiguradeLambesse.Nohayartesanomejorentodalacostanormanda.

Eljovenmirabaelbastón,muyconcentrado.Lomanoseótanto,queseleescapódelasmanosyfueacaerdelantedelaseñoraDarzac.MeprecipitéarecogerloyselodevolvíaMr.ArthurRance.Rouletabillemediolasgraciascon una mirada que me fulminó. Y antes de ser fulminado ¡leí en aquellamiradaqueyoeraunperfectoimbécil!

Mrs. Edith se levantó, muy nerviosa por la insoportable actitud de«suficiencia»deRouletabilleyporelsilenciodelosDarzac.

—Querida—ledijoalaseñoraDarzac—,veoqueestáustedmuycansada.Las emociones de la noche pasada la han extenuado. Por favor, venga anuestrashabitaciones.Allípodrádescansar.

—Le pido perdón por retenerla un momento más, Mrs. Edith —interrumpió Rouletabille—, pero estoy seguro de que lo queme queda pordecirleinteresaparticularmente.

—Bueno,puesdígaloynonoshagapadecermás.

Tenía razón. ¿Lo comprendió Rouletabille? Lo cierto es que redimió lalentitud de sus prolegómenos con la rapidez, la nitidez y el sobrecogedorrelieve con que expuso los acontecimientos de la noche anterior. ¡Jamás elenigmadel«cuerpodemás»enlaTorreCuadradaibaapresentársenoscontanmisteriosohorror!Mrs.Edithestabarealmente(ydigo«realmente»,palabra)

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estremecida.EncuantoaArthurRance,sehabíametidolapuntadelpicodesu bastón en la boca y repetía con una flemamuy americana, pero con unaconvicciónimpresionante:

—¡Esunahistoriadeldiablo!¡Esunahistoriadeldiablo!¡Lahistoriadelcuerpodemásesunahistoriadeldiablo!

Peromientras lodecíamiraba lapunterade labotade la señoraDarzac,que sobresalía un poco por debajo del vestido. Sólo en ese momento laconversaciónsehizocasigeneral;peronoeratantounaconversacióncuantounasecuenciaounamezcladeinterjecciones,indignaciones,quejas,suspirosycondolencias,asícomopreguntaspidiendoexplicacionessobrelaapariciónde ese «cuerpo de más», explicaciones que no explicaban nada y que nohacíanmásqueaumentarlaconfusióngeneral.Sehablótambiéndelahorriblesalida del «cuerpo de más» en el saco de patatas, yMrs. Edith renovó lasexpresionesdeadmiraciónhaciaelheroicogentlemanqueeraRobertDarzac.Rouletabille no se dignó pronunciar palabra en medio de aquel barullo.Despreciabaaquellamanifestaciónverbaldeldesconciertodesusmentes,quesoportabaconelairedelprofesorqueconcedeunosminutosderecreoasusalumnos por su buen comportamiento. Era una de sus actitudes que nomegustaban,yquelereprochéaveces,porlodemássinéxito,puesRouletabillehaadoptadosiemprelaactitudquelehadadolagana.

Por fin debió de juzgar que el recreo había durado ya bastante, puespreguntóbruscamenteaMrs.Edith:

—¡Bueno,Mrs.Edith!¿Siguepensandoquehayqueavisaralajusticia?

—Másquenunca—respondióella—.Loquenosotrossomosincapacesdedescubrir, ¡ella lo descubrirá sin duda! —Aquella alusión voluntaria a laincapacidadintelectualdemiamigoledejóindiferente—.Ledirémás,señorRouletabille —añadió—, ¡creo que deberíamos haber avisado antes a lajusticia! Eso hubiera evitado las largas horas de guardia y las noches deinsomnio,queendefinitivanohanservidoparanada,puesnohanimpedidoloqueustedtantotemía:queentraranenlaplaza.

Rouletabille, dominando una viva emoción que casi le hacía temblar, sesentóy,conungestoquequeríapareceratodaslucesinconsciente,seapoderóotravezdelbastónqueMr.ArthurRanceacababadeapoyarcontraelbrazodesu sillón.Yomepreguntaba: «¿Aquéviene ese interés por el bastón? ¡Estaveznolotocaré!¡Meguardarébiendehacerlo!».

Jugandoconelbastón,respondióaMrs.Edith,queacababadeatacarledeunaformatanviva,casicruel:

—Mrs. Edith, está ustedmuy equivocada si piensa que las precaucionesque tomépara la seguridadde los señoresDarzachansido inútiles.Nosólo

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me han permitido constatar la presencia inexplicable de un cuerpo demás,sino que también me han permitido constatar la ausencia quizá no taninexplicabledeuncuerpodemenos.

Todos nos miramos, unos intentando comprender, otros temiendo habercomprendido.

—Bueno,bueno—replicóMrs.Edith—,enesecasoyaveráustedcómonovaahabermásmisteriosytodovaaarreglarse—yañadió,enlaextrañalenguademiamigo,conelfindeburlarsedeél—:¡Uncuerpodemásporunlado,uncuerpodemenosporotro!¡Todohasalidoapedirdeboca!¡Lasumaesperfecta!

—Sí,perfecta—dijoRouletabille—,yesoesloterrible,pueselcuerpodemenos llega a tiempo para explicarnos el cuerpo demás, señora. ¡Y ahora,señora,sepaustedqueelcuerpodemenoseselcuerpodesutío,elseñorBob!

—¡El viejo Bob! —exclamó ella—. ¡No me diga que el viejo Bob hadesaparecido!

Ytodosexclamamosconella:

—¡ElviejoBob!¡ElviejoBobhadesaparecido!

—¡Desgraciadamente!—dijoRouletabille.

Ydejócaerelbastón.

PerolanoticiadeladesaparicióndelviejoBob«atrapó»detalmodoalaconcurrencia,quelacaídadelbastónpasódesapercibida.

—MiqueridoSainclair,¿seríaustedtanamablederecogeresebastón?—mepidióRouletabille.

Lo recogí, peroRouletabilleni siquiera sedignódarme lasgracias.Mrs.EdithsaltócomounaleonasobreRobertDarzac,queseechóhaciaatrásparaesquivarla.

—¡Ustedhamatadoamitío!—gritó.

Noscostótrabajoasumaridoyamísujetarlaycalmarla.Porunlado,leasegurábamos que, si su tío había desaparecido, no tenía por qué haberlohecho en el trágico saco, y por otra, le reprochábamos a Rouletabille labrutalidadconqueacababademanifestarunaopiniónquenopodía serotracosaqueunapococonsistentehipótesis.Yañadimos,suplicandoaMrs.Edithquenosescuchara,que talhipótesisnopodía ser consideradapor ella comounainjuria,todavezquesóloeraposibleadmitiendolasupercheríadeLarsan,quehabríaocupadoelpuestodesurespetabletío.Peroellaordenóasumaridoquesecallara,yamí,mirándomedearribaabajo,medijo:

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—Señor Sainclair, espero firmemente quemi tío haya desaparecido paraaparecer pronto otra vez; porque si fuera de otro modo, le acusaría de sercómplice del crimen más cobarde. En cuanto a usted, señor —añadióvolviéndosehaciaRouletabille—,lasolaideadequehayapodidoconfundiraese Larsan con el viejo Bobme impide estrecharle la mano nuncamás, ¡yesperoquetengaeltactodelibrarmemuyprontodesupresencia!

—¡Señora!—replicó Rouletabille, inclinando la cabeza—, precisamenteiba a pedirle permiso para despedirme. Tengo que hacer un viaje deveinticuatrohoras.Dentrodeveinticuatrohorasestarédevueltaydispuestoaayudarla en las dificultades que pudieran surgir a consecuencia de ladesaparicióndesurespetabletío.

—Si dentro de veinticuatro horas no está aquí mi tío, iré a la justiciaitalianaapresentarunadenuncia.

—Esunabuenajusticia,señora;peroantesderecurriraellaleaconsejaríaque preguntara a todos los criados en quienes tenga confianza, yparticularmenteaMattoni.¿TieneustedconfianzaenMattoni,señora?

—Sí,señor,tengoconfianzaenMattoni.

—¡Puespregúntele!¡Pregúntele!Ah,porcierto,antesdeirme,permítamequeledejeesteexcelenteehistóricolibro.

Rouletabillesacóunpequeñovolumendelbolsillo.

—¿Quélibroesése?—preguntóMrs.Edith,soberbiamentedesdeñosa.

—Es una obra de Albert Bataille, señora, un ejemplar de sus Causascriminales y mundanas, y le aconsejo que lea las aventuras, disfraces,mascaradas, disimulos y engaños de un ilustre bandido cuyo verdaderonombreesBallmeyer.

RouletabilleignorabaqueyolehabíacontadoyaaMrs.RancedurantedoshoraslasextraordinariashistoriasdeBallmeyer.

—Después de su lectura —prosiguió—, le será lícito preguntarse si laastuciacriminaldeeseindividuohabríahalladodificultadesinsuperablesparapresentarseantelosojosdeustedbajoelaspectodeuntíoalquesusojosnohabíanvistodesdehacíacuatroaños,pueshacíacuatroaños,señora,quesusojosnohabíanvistoalviejoBobcuandoencontróustedaeserespetabletíoenlaspampasaraucanas.EncuantoalosrecuerdosdeMr.ArthurRance,quelaacompañaba, eran mucho más lejanos y susceptibles de engaño que susrecuerdosy sucorazónde sobrina…¡Lepidode rodillas, señora,queno seenoje! Nunca ha sido la situación tan grave para nosotros como ahora.Sigamosunidos.Mediceustedquemevaya:mevoy,perovolveré;pues,siapesardetodohubieraquedetenerseenlaabominablehipótesisdequeLarsan

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hubiera ocupado el puesto del viejo Bob, aún tendríamos que buscar alverdaderoBob;entalcaso,señora,yoestaríaasudisposiciónyseríasiempresumáshumildeyobedienteservidor,seloaseguro.

Como Mrs. Edith adoptara una actitud de reina de comedia ultrajada,RouletabillesevolvióhaciaArthurRanceyledijo:

—SeñorRance,leruegoqueaceptemisexcusasportodoloqueacabadepasar, y cuento conel lealgentlemanqueesustedparahacérselas aceptar aMrs. Rance. En definitiva, me está reprochando la rapidez con que heexpuestomihipótesis,¡perorecuerdequeMrs.Edith,hacesólounmomento,mereprochabamilentitud!

PeroArthurRancenoleescuchabaya.Habíacogidodelbrazoasumujeryambossedisponíanairse,cuandoseabriólapuerta,yWalter,elcaballerizo,el fiel criado del viejoBob, irrumpió en la sala. Estaba en un sorprendenteestado de suciedad, cubierto de barro y con la ropa desgarrada. Su rostrosudoroso, al que se le pegaban losmechones de sus cabellos desordenados,reflejabaunacóleramezcladadeespanto,quealprontonoshizotemeratodosunanuevadesgracia.Porúltimoarrojóenlamesauninfameharapoquetraíaen la mano. Aquella tela repulsiva, salpicada de grandes manchas de colorpardorojizo,noeraotracosa—loadivinamosde inmediatoy retrocediendode horror—que elmismo saco que había servido para llevar el «cuerpo demás».

Con voz ronca y gestos feroces, Walter farfullaba mil cosas en suincomprensibleinglés,ytodos,aexcepcióndeArthurRanceyMrs.Edith,nospreguntábamos:«¿Quédice?¿Quédice?».

Arthur Rance lo interrumpía de cuando en cuando,mientras el otro nosmostraba sus puños amenazadores y miraba a Robert Darzac con ojos defuego.Poruninstantecreímosinclusoqueibaaabalanzarsesobreél,peroungestodeMrs.Edithlodetuvoenseco.ArthurRancetradujoparanosotros:

—Dice que estamañana ha vistomanchas de sangre en la calesa y queTobyestabamuycansadoporsucarreranocturna.Lehaintrigadotanto,queha decidido decírselo al viejo Bob; pero lo ha buscado en vano. Entonces,llevadodeunsiniestropresentimiento,haseguidolapistadelviajenocturnodelacalesa,cosaquelehasidofácildebidoalahumedaddelcaminoyalaexcepcionalseparacióndelasruedas;así llegóhastaunahendiduradelviejoCastillon,ybajóaellaconvencidodequeencontraríaallíelcuerpodesuamo;peronohatraídomásqueestesacovacío,quequizáhacontenidoelcadáverdel viejoBob.Acaba de volver a toda prisa en la carreta de un labrador, ybusca a su amo, lo reclama, y está dispuesto a acusar a Robert Darzac deasesinatosinoledecimosdóndeseencuentra.

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Todos estábamos consternados. Pero, para gran sorpresa nuestra, Mrs.Edith recobró el temple y tranquilizó a Walter con unas palabras,prometiéndolequelemostraríadeinmediatoasuamoenexcelenteestadodesalud.Trasdespedirlo,ledijoaRouletabille:

—Tieneustedveinticuatrohorasparaqueaparezcamitío.

—Gracias,señora—dijoRouletabille—;¡perosinoaparece,seráseñaldequeyoteníarazón!

—¿Ydóndepuedeestar?—preguntóella.

—¡Nosabríadecírselo,señora;sóloséqueyanoestáenelsaco!

Mrs.Edithlelanzóunamiradafulminanteysalió,seguidaporsumarido.Al punto Robert Darzac nosmanifestó su estupefacción ante la historia delsaco.HabíaarrojadoelsacoalabismoconLarsan,yahoraelsacovolvíasolo.

—¡Larsan no está muerto —dijo Rouletabille—, de eso pueden estarseguros! Nunca la situación ha sido tan espantosa…, pero ahora tengo queirme. ¡No puedo perder un solo minuto! ¡Veinticuatro horas! Dentro deveinticuatrohorasestaréaquí,pero júrenme, júrenmelosdosquenosaldrándelcastillo.¡Júreme,señorDarzac,quevelaráporsuseñora,queleprohibirá,porlafuerzasiesnecesario,todasalida!¡Ah!,ynoconvienequevuelvanalaTorre Cuadrada. ¡No, no conviene! En la planta donde vive el señorStangersonhaydoshabitacioneslibres.Alójenseallí.Sainclair,encárguesedeesamudanza.QuenadievuelvaaponerlospiesenlaTorreCuadradadurantemiausencia,¿entendido?¡Nadie!¡Adiós!¡Losiento,esperen!Dejenque losabrace…¡alostres!

Nos estrechó entre sus brazos: primero al señor Darzac, luego a mí; yfinalmente, refugiándose en los brazos de la Dama de Negro, estalló ensollozos. Aquella actitud de Rouletabille, pese a la gravedad de losacontecimientos, me parecía incomprensible. ¡Ay, cuán natural me iba aparecermástarde!

XV.Lossuspirosdelanoche

Lasdosdelamadrugada.Todoparecedormirenelcastillo.¡Quésilencioenlatierrayenloscielos!Mientrasestoyenlaventana,conlafrenteardiendoy el corazón helado, el mar rinde su último suspiro y al punto la luna sedetieneenuncielosinnubes.Lassombrasdejandegirarentornoalastrodelanoche.Entonces,enmediodelprofundosueñoinmóvildeestemundo,oigola letra de la canción lituana: «Pero la mirada buscaba en vano a la bella

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desconocida,quecubriósucabezaconunaola,ynuncamássevolvióahablarde ella». Las palabras me llegan claras y distintas, en medio de la nocheinmóvilysonora.¿Quiénlaspronuncia?¿Labocadeél?¿Labocadeella?¿Omirecuerdoalucinado?¡Perobueno!¿QuéhavenidoahaceralaCostaAzulese príncipe de la Tierra Negra con sus canciones lituanas? ¿Y por qué suimagenysuscancionesmepersiguendeestemodo?

¿Por qué lo soporta ella? ¡Resulta ridículo, con sus ojos tan tiernos, suslargaspestañas cargadasde sombray sus canciones lituanas! ¡Yyo tambiénresultoridículo!¿Tendréuncorazóndecolegial?No,prefierocreerqueloquemeagitadelapersonalidaddelpríncipeGalitch¡noestantoelinterésqueporél muestra Mrs. Edith cuanto el pensamiento del otro! Sí, eso es; en miimaginación, elpríncipeyLarsanvienena inquietarme juntos.No lohemosvistoenelcastillodesdelafamosacomidaenquenoslopresentaron,esdecir,desdelaantevíspera.

LatardequehaseguidoalamarchadeRouletabillenonoshatraídonadanuevo.Notenemosnoticiassuyas,ytampocodelviejoBob.Mrs.Edithsehaencerrado en sus habitaciones, después de haber interrogado a los criados yvisitado los aposentos del viejoBob y de la TorreRedonda.No ha queridoentrar en el apartamento deDarzac. «Eso es cosa de la justicia», ha dicho.ArthurRancehaestadopaseándoseunahoraporlagaleríadelOesteyparecíamuyimpaciente.Nadiehahabladoconmigo.LosseñoresDarzacnohansalidodelaLoba.Todoshancenadosolos.NohemosvistoalprofesorStangerson.

Y ahora todo parece dormir en el castillo. Pero las sombras se ponen agirarotravezentornoalastrodelanoche.¿Quéesesosinolasombradeunbote que se desprende de la sombra de la fortaleza y se desliza por lasuperficieplateadadelasaguas?¿Quésiluetaesesaqueseyergueorgullosaen la proa,mientras otra sombra se inclina silenciosa sobre el remo? ¡Es latuya, Feodor Feodórovitch! ¡He ahí un misterio, oh Rouletabille, que serámuchomásfácildedescifrarqueeldelaTorreCuadrada!CreoqueelcerebrodeMrs.Edithbastaría…

¡Noche hipócrita! Todo parece dormir, pero nada ni nadie duerme. ¿YquiénpuedevanagloriarsedepoderdormirenelcastillodeHércules?¿CreenqueMrs.Edithduerme?¿Duermen losseñoresDarzac?¿Yporquéel señorStangerson, que de día parece dormir estando despierto, iba a dormirprecisamenteestanoche,élque,comosueledecirse,nohadejadoderecibirlavisita del pálido insomnio desde la revelación del Glandier? Y yo, ¿acasoduermoyo?

HesalidodemihabitaciónyhebajadoalpatiodelTemerario;mispasosme han llevado a toda prisa hasta la galería de la Torre Redonda. Tanoportunamente, que he llegado a tiempo para ver, a la claridad de la luna,

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cómo la barca del príncipeGalitch arribaba a la playa, ante los jardines deBabilonia.Élsaltóalaplayallenadeguijarros,ydetrásdeél,trascolocarlosremos,saltóunhombre.Reconocíalamoyalcriado:FeodorFeodórovitchysuesclavoJean.Unossegundosmástardesehundíanenlasombraprotectoradelaspalmerascentenariasylosgigantescoseucaliptos.

HeatravesadoelpatiodelTemerario,yluego,conelcorazónlatiéndomeenelpecho,mehedirigidoa labaille.Las losasde lapoternahanresonadobajomipasosolitarioymehaparecidoverqueunasombraseerguía,atenta,bajolaojivasemiderruidadelporchedelacapilla.Mehedetenidoenmediode lanocheespesade laTorredel Jardineroyhepalpadoel revólver enmibolsillo.Lasombranosehamovido.¿Esrealmenteunasombrahumanaqueestá escuchando?Me deslizo tras un seto de verbena que bordea el senderoqueconducealaLobaatravésdematorralesyeldesbordamientoperfumadodelaprimaveraenflor.Nohehechoruido,ylasombra,confiadasinduda,sehamovido.¡EslaDamadeNegro!Laluna,bajolaojivasemiderruida,melamuestracompletamenteblanca.Yluegolaformadesaparecedeprontocomoporensalmo.Prosigohacialacapilla,yamedidaqueacortoladistanciaquemeseparadelasruinas,percibounligeromurmullo,palabrasentrecortadasysuspirostanhúmedosdelágrimas,quehastamispropiosojossehumedecen.LaDamadeNegroestaba llorando,allí,detrásdealgúnpilar. ¿Estaba sola?¿Nohabíaelegido, enaquellanocheangustiosa, aquel altar invadidopor lasfloresparairapresentarenabsolutapazsuplegariaperfumada?

Depronto,alladodelaDamadeNegro,percibootrasombrayreconozcoa Robert Darzac. Desde el lugar en que me encontraba podía oírlos. Miindiscreciónerapocoelegante,vergonzosa,perocreíqueeramideberoír loque decían. Ahora no pensaba en absoluto enMrs. Edith ni en el príncipeGalitch,pero sí enLarsan. ¿Porqué?¿Porquéquería saber loquedecíanacausa de Larsan? Comprendí queMathilde había bajado furtivamente de laLobaparapasearsuangustiaporel jardín,yquesumaridosehabíareunidocon ella. La Dama de Negro lloraba. Había cogido las manos de RobertDarzacyledecía:

—Yasé,yaséquesufres;nohacefaltaquemelodigas,viéndotecomoteveotancambiado,tandesgraciado.Yotengolaculpadetudolor,peronomedigasqueyanoteamo.¡Oh,Robert,seguiréamándote…comosiempre,teloprometo…!

Yparecíareflexionar,mientrasél,incrédulo,continuabaescuchándola.

Ellaprosiguió,deunmodoextraño,peroconenérgicaconvicción:

—Naturalmentequeteloprometo…

Leestrechólamanounavezmásysefue,dirigiéndoleunadivinaperotan

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desdichadasonrisa,quemepreguntécómoaquellamujerhabíapodidohablardefelicidadaaquelhombre.Merozósinverme.Pasóconsuperfume,ydejédepercibirelolordeloslaurelestraslosquemehabíaescondido.

ElseñorDarzacpermanecióensusitio.Seguíamirándola.Ydijoenvozalta,conunaviolenciaquemehizoreflexionar:

—¡Sí,hayqueserfeliz!¡Hayqueserlo!

Indudablemente estaba agotando su paciencia. Y antes de alejarse éltambién,hizoungestodeprotestacontralamalasuerte,dearrebatocoléricocontra el destino, un gesto que, a través del espacio, raptaba a la Dama deNegroylaarrojabaensupecho,convirtiéndoloaélensudueño.

No había terminado de hacer aquel gesto, cuando mi pensamiento sedetuvo,mipensamiento,queerrabaentornoaLarsan,¡sedetuvoenDarzac!¡Oh,lorecuerdomuybien!Desdeaquelsegundoenquehizoelgestoderaptoen medio de la noche lunar, me atreví a preguntarme lo que ya me habíapreguntadodetantosotros,detodoslosotros…«¿YsifueraLarsan?».

Y rebuscando en el fondo de mi memoria, me percato de que mipensamientofuemásdirectoaún.Anteaquelgestodelhombre,deinmediatogritó:«¡EsLarsan!».

Mequedétanespantado,quealverlodirigirsehaciamí,nopudecontenerunmovimientodehuidaquelerevelómipresencia.Mevio,meconoció,meagarródelbrazoymedijo:

—¡Ah!,estáustedaquí,Sainclair,vigilando…Sí,todosvigilamos,amigomío. ¡Ya lahaoído!Ya love,Sainclair,demasiadosufrimiento…Nopuedomás.Íbamosaserfelices;hastaellacreíaqueeldestinolahabíaolvidado…,¡yahora reapareceelotro!Pero todoha terminado,yano tiene fuerzasparanuestro amor. Se ha doblegado bajo el peso de la fatalidad, que la persiguecomo un castigo eterno. Ha sido preciso el espantoso drama de la nochepasada para convencerme a mí mismo de que esa mujer me ha amadorealmente… antes… Sí, por un momento ha temido por mí, y yo, ¡ay!, hematadoporella.Peroahílatiene,havueltoasuindiferenciamortal.Yasólopiensa,siesquepiensaalgotodavía,enpasearaunviejoensilencio.

Suspirótantristemente,tansinceramente,queapartédemíelabominablepensamiento.Yasólopensabaqueenloqueélmedecía,eneldolordeaquelhombrequeparecíahaberperdidodefinitivamentealamujerqueamabaenelmismo momento en que ella encontraba un hijo cuya existencia él seguíaignorando.DehechoélnohabíadebidodecomprenderlaactituddelaDamadeNegro,lafacilidadconqueparecíahabersedesprendidodeél…,ysóloenelamor,exasperadoporelremordimiento,queellaprofesabaasupadre,podíahallarélunaexplicaciónparatancruelmetamorfosis.

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ElseñorDarzaccontinuógimiendo:

—¿Dequémesirvehaberleheridodemuerte?¿Porquémeimpone,comoauncriminal,estehorriblesilencio,sinoquiererecompensarmeconsuamor?¿Teme que caiga otra vez en manos de los jueces? ¡Ay!, Sainclair, nisiquiera…,no,no,nisiquieraeso.Ellatemequeelpensamientoagonizantede su padre sucumba ante el estallido de un nuevo escándalo. ¡Su padre!¡Siempresupadre!¡Yyo,yonoexisto!¡Laheesperadoveinteaños,ycuandoalfincreíaquelatenía,supadremelaarrebataotravez!

Yomedecía:«Supadre…¡ysuhijo!».

Sesentóenunaviejapiedradesprendidadelacapillaysiguióhablándoseasímismo:

—¡Peroyo laarrancarédeentreestosmuros! ¡Nopuedoverlavagarporahídelbrazodesupadrecomosiyonoexistiera!

Mientrasdecíaestascosas,yoveíaladobleylamentablesiluetadelpadrey de la hija, pasando y volviendo a pasar a la hora del crepúsculo por lasombra colosal de la Torre del Norte, alargada por los rayos de la tarde, eimaginéquenodebierondesermásabrumadosporlosgolpesdelcieloaquelEdipo y aquella Antígona que, desde nuestra más tierna edad, nos pintanarrastrandobajolosmurosdeColonaelpesodeuninfortuniosobrehumano:latragedia.

Ydepronto,sinsaberporqué,quizádebidoaungestodeDarzac,volvióaasaltarmeelterriblepensamiento…ylepreguntéaquemarropa:

—¿Cómoesposiblequeelsacoestuvieravacío?

Comprobéquenoseturbabaenabsoluto.Merespondiósencillamente:

—QuizáRouletabillepuedadecírnoslo.

Luegomeestrechó lamanoy, cabizbajo, sehundióen losmacizosde labaille.

Yolomirabaandary…

…Ycreoqueestoyloco.

XVI.Eldescubrimientode«Australia»

La luna le ha golpeado el rostro de pleno. Se cree solo enmedio de lanoche,yciertamenteesésteunodeesosmomentosenquedebedequitarselamáscaradeldía.Enprincipio,loscristalesnegrosnohandejadodeprotegersu

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miradaincierta.Ysisucuerpo,durantelashorasdelacomedia,sehacansadodeinclinarsemásdelonatural,sisushombrossehanredondeadohábilmente,éste es el minuto en que el corpachón de Larsan, ya fuera de escena, va adelatarse. ¡Que se delate, pues! Lo espío entre bastidores… Detrás de lashiguerasdeBerbería,nosemeescapaniunosolodesusmovimientos.

AhoraestádepieenlagaleríadelOeste,quelesirvedepedestal;losrayoslunaresloenvuelvenconunresplandorfríoyfúnebre.¿Erestú,Darzac?¿Otuespectro?¿OlasombradeLarsanresucitadodeentrelosmuertos?

Estoy loco…A decir verdad, hay que tener piedad de nosotros, porqueestamos todos locos. Vemos a Larsan por todas partes, y quizá el propioDarzacme habrámirado algún día amí, Sainclair, diciéndose: «¿Y si fueraLarsan?».¡Algúndía…!Hablocomosihicieraañosquellevamosencerradosenestecastilloynohacemásquecuatrodías…Llegamosaquíel8deabrilporlanoche.

Sinduda,peronuncaelcorazónmehabíalatidoasícuandomeplanteabala terrible cuestión apropósitode losotros; quizá tambiénporque esmenosterribletratándosedelosotros.Además,meocurrealgosingular.Mimente,envezde retrocederespantadaanteelabismodeunahipótesis tan increíble, sesienteatraída,arrastrada,horriblementeseducida.Eselvértigoynosepuedehacernadaporevitarlo.Meempujaanoperderdevistaalespectroqueestádepie en la galería del Oeste, a encontrarle actitudes, gestos, un parecido pordetrás…,ytambiénelperfil…,ylacara…Vistoasí…separecetotalmenteaLarsan…Sí,perovistodeestaotramanera,separecetotalmenteaDarzac.

¿Cómoesqueestaideameasaltaestanocheporprimeravez?Ahoraquelo pienso… ¡hubiera debido ser nuestra primera idea! ¿Acaso, cuando el«misteriodelcuartoamarillo»,noaparecíalasiluetadeLarsanconfundidaconladeDarzacenelmomentodelcrimen?¿NoeraLarsanenpersonaelDarzacqueibaabuscarlarespuestadelaseñoritaStangersonalaoficinadecorreos40?¿AcasoaquelreydelcamuflajenohabíayaemprendidoconéxitoelserDarzac,hastaelpuntodeconseguiracusarlodesuspropioscrímenes?

Sinduda,sinduda,pero,apesardetodo,siordenoamicorazóninquietoque se calle para poder oír ami razón, sabré quemi hipótesis es insensata.¿Insensata? ¿Por qué?Miren, ahí está el espectro de Larsan, que estira laslargas tijeras de sus piernas, que anda como Larsan… sí, pero tiene loshombrosdeDarzac.

Digoinsensatoporque,sinoesDarzac,puedeintentarserloenlasombra,en elmisterio, de lejos, comocuando losdramasdelGlandier.Pero aquí…,¡estamostocandoalhombre!¡Estamosviviendoconél!

¿Estamosviviendoconél?¡No!

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Para empezar, raras veces sale. Casi siempre esta encerrado en suhabitaciónoinclinadosobreeseinútiltrabajodelaTorredelTemerario.Afeque es unbuenpretexto esedepintar para queno le veamos la cara y pararesponderalagentesintenerquevolverlacabeza.

Peronosiempreestápintando.Sí,perofuera,siempre,exceptoestanoche,llevasusgafasnegras.¡Ah!,eseaccidentedellaboratoriohasidounaastuciamuyinteligente.Biensabíalalamparillaquehizoexplosión—siemprelohepensado—elservicioqueibaaprestarleaLarsancuandoocuparaelsitiodeDarzac.Ellalepermitiríaevitarlaplenaluzdeldía…,acausadeladebilidaddesusojos.¡HastalaseñoritaStangersonyRouletabillebuscabanlosrinconesdesombraparaquelosojosdelseñorDarzacnotuvieranquetemerlaluzdeldía!Además,sisereflexiona,resultaquesumáximapreocupacióndesdequellegamosaquíes lasombra.Lehemosvistopocoysiemprea lasombra.Lasaladelconsejoesmuysombría,laLobaessombría,ydelasdoshabitacionesde la Torre Cuadrada él ha elegido la que está casi siempre sumida en lapenumbra.

Peroaunasí…¡Vamosaver!ARouletabillenose leengaña fácilmente,aunque sólo sean tres días. Sin embargo, comodiceRouletabille,Larsan hanacidoantesqueél,puestoqueessupadre.

¡Ah!, vuelvo a ver el primer gesto de Darzac cuando fue a nuestroencuentroenCannesy subióanuestrocompartimento.Loprimeroquehizofuecorrerlacortina.¡Siempresombra!…

Ahora, el espectrode la galería delOeste se havuelto haciamí.Loveoperfectamente,defrente,singafas.Estáinmóvil,colocadoallícomosifuerana fotografiarlo. ¡No semueva! ¡Ya está! ¡Bueno, pues esRobertDarzac, esRobertDarzac!

Seponeenmarcha.Yanosé…HayalgoquemefaltaenlaformadeandardeDarzacparaquereconozcalaformadeandardeLarsan;pero¿qué?

Sí, Rouletabille lo habría visto todo. ¿Eh? Rouletabille razona más quemira.Además,¿hatenidotiempoparamirar?

¡No!¡NoolvidemosqueDarzacsefueapasartresmesesalMediodía!¡Esverdad!Podemosrazonarasí:tresmesesduranteloscualesnadielohavisto.Semarchóenfermo,yhavueltoconbuenasalud.Nadieseasombradequelacaradeunhombrehayacambiadounpococuando,trasmarcharseconcarademuerto,reaparececoncaradevivo.

Y en seguida tuvo lugar la boda. Con cuánta parsimonia se mostró anosotros antes y después. Y de todo eso apenas hace una semana. Un tipocomoLarsanbienpuedemantenereltipoduranteseisdías.

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Elhombre(¿Darzac?¿Larsan?)bajadesupedestaldelagaleríadelOesteyvienederechoamí.¿Mehavisto?MeencojoaúnmásdetrásdemihigueradeBerbería.

Tresmeses de ausencia durante los cualesLarsanha podido estudiar losticsdeDarzac,luegoloelimina,ocupasupuestoysellevaasumujer.¡Jugadaperfecta!

¿La voz? ¿Hay algo más fácil que imitar el tono de la Provenza? Escuestióndeunpocomásomenosdeacento.Perocreoqueéllotieneunpocomásacentuado.Sí,elDarzacdehoytieneunpocomásdeacento,creo,queeldeantesdelaboda.

Estácasiencimademí,pasaamilado…,nomehavisto.

¡EsLarsan!¡LesdigoqueesLarsan!

Perosedetieneunsegundo,miradelirante todas lascosasdormidasa sualrededor, y él, cuyo dolor vigila solitario, gime como el pobre hombredesdichadoquees.

¡EsDarzac!

Luegoseva,¡yyomequedoallí,detrásdeunahiguera,sorprendidoporlaaudaciademispropiospensamientos!

¿Cuánto tiempo estuve así, postrado? ¿Una hora? ¿Dos? Cuando melevantémedolíanlosriñonesyteníalacabezacomounbombo.¡Enelcursodemisvertiginosashipótesis lleguéapreguntarmesiporazar(¡porazar!)elLarsanqueestabaenelsacodepatatasnohabríasidosustituidoporelDarzacque, en la calesa tirada por Toby, lo conducía a las simas del pozo deCastillon!VeíaperfectamentecómoelcuerpoagonizanteresucitabaderepenteyrogabaalseñorDarzacquefueraaocuparsusitio.Paraarrojarlejosdemíaquellaestúpidasuposiciónmehabíahechofaltanadamenosqueelrecuerdode la prueba absoluta de su imposibilidad, que aquella misma mañana mehabía proporcionado una conversación muy íntima que tuve con el señorDarzacalsalirdenuestracruelsesiónenlaTorreCuadrada,sesióndurantelacualhabíanestablecidotodoslostérminosdelproblemadelcuerpodemás.Enaquelmomento,yapropósitodelpríncipeGalitch,cuyagrotesca imagennodejabadeperseguirme, leplanteéalgunaspreguntas,a lasquemerespondióde inmediato aludiendo a otra conversaciónmuy científica queDarzac y yotuvimoseldíaanteriorrespectoalmismopríncipeGalitchyquenadiesalvonosotrosdospodíahaberoído.Sóloélconocíaaquellaconversación,yporesomismonocabíalamenordudadequeelDarzacquetantomepreocupabahoyeraelmismoqueeldelavíspera.

Porinsensataquefueralaideadeaquellasuplantación,esperoqueseme

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perdoneelhaberlatenido.¡Rouletabilleteníaunpocodeculpa,porsumaneradehablarmedesupadrecomoelreydelametamorfosis!Yasívolvíalaúnicahipótesisposible—posibleparaunLarsanquehubieraocupadoelpuestodeunDarzac—,aladelasuplantaciónenelmomentodelaboda,traslavueltadel novio de la señorita Stangerson a París, después de los tres meses deestanciaenlaProvenza…

LaquejadesgarradoraqueRobertDarzac, creyéndose solo,habíadejadoescaparhacíaunmomentoamiladonolograbaalejarcompletamenteaquellaidea…Loveía entrando en la iglesiadeSaint-Nicolas-du-Chardonnet, lugarelegido por él para celebrar elmatrimonio…, quizá, pensaba yo, porque nohabíaotraiglesiamásoscuraentodoParís.

¡Ah,quéestúpidopuederesultarunocuandoseencuentraenunanochedeluna, detrás de una higuera de Berbería, a la greña con el pensamiento deLarsan!

¡Estúpido,muy estúpido!,me decía yomientras volvíamuy despacio, atravésdelosmacizosdelabaille,alacamaquemeestabaesperandoenunapequeñahabitaciónsolitariadelCastilloNuevo.Muyestúpido,pues,comoyamehabíahechoverRouletabille,sientoncesLarsanhubierasidoDarzac,nohabríatenidomásquellevarseasubellapresaynohubierareaparecidocomoLarsanparaespantaraMathilde,nilahubierallevadoalcastillodeHércules,enmediode lossuyos,nihubiera tomado laprecaución,desastrosaparasusdesignios,demostrarotravezenlabarcadeTulliolafiguraamenazadoradeRoussel-Ballmeyer.

En aquel momento Mathilde le pertenecía, y fue desde ese momentocuandoellaserecogió.LareaparicióndeLarsanlearrebatabadefinitivamentelaDamadeNegroaDarzac, ¡luegoDarzacnoeraLarsan! ¡Diosmío,cómome duele la cabeza! La luna deslumbrante, allá arriba, me ha dañado elcerebro.Padezcouna«inlunación».

Además,¿nosehabíaaparecidoélalpropioArthurRanceenlosjardinesdeMenton,cuandoDarzacacababade«subiraltren»quelollevaríaaCannesantes que a nosotros? Si Arthur Rance había dicho la verdad, podía ir aacostarmetranquilo.¿YporquéibaamentirArthurRance?ArthurRance,quetodavía está enamorado de la Dama de Negro, que nunca ha dejado deestarlo…Mrs.Edithnoesidiota:¡Mrs.Edithlohavistotodo!¡Vamos,vamosaacostarnos!

Estaba todavíabajo lapoternadel Jardineroymedisponíaaentrarenelpatio del Temerario, cuando me pareció oír algo. Parecía como si alguienhubieracerradounapuerta;habíasidounruidocomodemaderayhierro,decerradura.PasérápidamentelacabezafueradelapoternaymepareciódivisarunavagasiluetahumanaalladodelapuertamismadelCastilloNuevo;monté

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elrevólvery,detressaltos,entréyotambiénenlasombra.Peronovimásquesombra. La puerta del Castillo Nuevo estaba cerrada, y yo recordabaperfectamente que la había dejado entreabierta. Estaba muy emocionado yansioso. Sentía que no estaba solo. ¿Quién podía andar por allí?Evidentemente, si la silueta existía fuera demi visión y demi imaginaciónturbadas,nopodíaestarmásquedentrodelCastilloNuevo,pueselpatiodelTemerarioestabadesierto.

Empujé con precaución la puerta y entré en el Castillo Nuevo. Durantecinco minutos por lo menos escuché atentamente sin hacer el menormovimiento. ¡Nada! Debía de haberme equivocado. Sin embargo no quiseencender una cerilla y, lomás silenciosamente que pude, subí la escalera yentréenmihabitación.Meencerréenellaysóloentoncesrespiréagusto.

Sin embargo, aquella visión seguía inquietándome más de lo que meatrevíaaadmitir,yaunqueyamehabíaacostado,noconseguíadormirme.Porfin, sin saber por qué, la visión de la silueta y el pensamiento de Darzac-Larsansemezclaronextrañamenteenmidesequilibradoentendimiento.

Tantoesasí,quelleguéadecirme:¡NoestarétranquilohastanohabermeaseguradodequeelseñorDarzacnoesLarsan!Ynodejarédehacerloenlapróximaocasión.

Sí,pero¿cómo?¿Tirándolede labarba?Simeequivoco,me tomaráporlocooadivinarámipensamiento,quenoserviráprecisamenteparaconsolarlodelasdesgraciasquesufre.

¡NolefaltaríamásasuinfortunioqueresultarsospechosodeserLarsan!

Deprontoarrojélasmantas,mesentéenlacamayexclamé:

—¡Australia!

Acababadeacordarmedeunepisodiodelqueyahehabladoalcomienzode este relato.Como recordará el lector, cuando el accidente del laboratorioacompañé a la farmacia aRobertDarzac. Pues bien, en elmomento en queestabancurándolo,comohabíatenidoquequitarselachaqueta,lamangadelacamisa, en un falso movimiento, se le levantó hasta el codo, lo que mepermitióverqueelseñorDarzactenía,cercadelasangríadelbrazoderecho,un ancho antojo cuyos contornos parecían seguir el dibujo geográfico deAustralia.Mentalmente,mientraselfarmacéuticolecuraba,nopudedejardesituarensubrazo,enlosmismoslugaresqueocupanenelmapa,Melbourne,Sydney, Adelaida; y debajo de ese gran antojo, aún había otro muchomáspequeñosituadoquerepresentabaaTasmania.

Más tarde,cadavezquemeacordabadelaccidente,veíaaquellamanchaenelbrazoy,porunaasociaciónde ideas fácilmentecomprensible, siempre

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meveníaelmapadeAustraliaalacabeza.

¡Yaquellanochedeinsomnio,mirapordónde,Australiameveníaotravezalamemoria!

Estabasentadoenlacama,felicitándomeporhaberpensadoenunapruebatandecisivade la identidaddeRobertDarzac, cuandoun ruido singularmehizoaguzareloído.Elruidoserepitió.Parecíacomosilosescalonescrujieranbajounospasoslentosyprecavidos.

Jadeando, me acerqué a la puerta y escuché con la oreja pegada a lacerradura.Primero, sólo silencio, pero luego lospeldañosvolvieron a crujir.Alguienestabaenlaescalera,nomecabía lamenorduda,yeraalguienqueteníamuchointerésendisimularsupresencia.PenséenlasombraquehabíacreídoverhacíapocoalentrarenelpatiodelTemerario.¿Quiénpodíaseresasombrayquéhacíaenlaescalera?¿Subía?¿Bajaba?

Unnuevosilencio.Aprovechéparaponermeelpantalóny,armadoconmirevólver, conseguí abrir la puerta sin que chirriara. Conteniendo el aliento,avancéhastalabarandilladelaescalerayesperé.YahemencionadoelestadodedeterioroenqueseencontrabaelCastilloNuevo.Losfúnebresrayosdelaluna entraban oblicuamente por las altas ventanas que se abrían en cadadescansillo y recortaban con precisión dos cuadrados de luz blanca en laoscuridad de aquella enorme caja de la escalera. La miseria del castillo,iluminadaa trozos,parecíaaúnmásruinosa.Ladestartaladabarandillade laescalera,losbarrotesrotos,losmurosresquebrajados,delosquependíanaquíy allá vastos jirones de tapicería, todo aquello, que de día me habíaimpresionadomuypoco,mechocabaahoraextrañamente,ymi imaginaciónestaba preparada para representar aquel decorado lúgubre como un lugarpropicioparalaaparicióndealgúnfantasma.Realmenteteníamiedo.Hacíaunmomento,lasombrasemehabíaescurridoentrelosdedos…,puescasihabíapodido tocarla.De todosmodos,un fantasmapuedepasearseporuncastilloviejosinhacercrujirlospeldañosdelaescalera.Perohabíandejadodecrujir.

Derepente,asomadoporencimadelabarandilla,¡volvíaverlasombra!Estaba iluminadadeuna formadeslumbrante…,de suertequede sombra sehabía convertido en resplandor. La luna la había iluminado como unaantorcha.¡YreconocíaRobertDarzac!

Había llegado a la planta baja y atravesaba el vestíbulo levantando lacabeza hacia mí, como si sintiera el peso de mi mirada sobre él.Instintivamentemeechéatrás.Luegovolvíamipuestodeobservaciónjustoatiempoparaverlodesaparecerenunpasilloqueconducíaaotraescaleraquecomunicaba con la otra parte del edificio. ¿Qué significaba aquello? ¿QuéhacíaRobertDarzacdenocheenelCastilloNuevo?¿Porqué tomabatantasprecaucionesparaquenolovieran?Milsospechascruzaronpormimente,o

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mejordicho,todoslosmalospensamientosdehacíaunmomentovolvieronaapoderarsedemí conuna fuerza extraordinaria, y siguiendo sushuellas,melancéaldescubrimientodeAustralia.

Llegué al pasillo en el momento que él lo abandonaba y comenzaba asubir, siempreconmuchaprudencia, lospeldañoscarcomidosde la segundaescalera.Ocultoenelpasillo, lovidetenerseenelprimer rellanoyempujaruna puerta. Luego no vi más: él había entrado en la sombra y quizá en lahabitación. Trepé hasta la puerta, que estaba cerrada, y, seguro de que sehallabadentro,ditresgolpes.Esperé.Micorazónlatíahastaromperse.Todasaquellas habitaciones estaban deshabitadas, abandonadas. ¿Qué había ido ahacerallíRobertDarzac?

Esperé dos minutos, que me parecieron interminables, y como nadierespondía, volví a llamar y esperé otra vez. Entonces se abrió la puerta yRobertDarzacmedijo,conlavozmásnaturaldelmundo:

—¿Esusted,Sainclair?¿Quéquiereusted,amigomío?

—Quiero saber—dije, con la voz estrangulada por elmiedoymimanoapretando el revólver en el fondodel bolsillo—quéhaceusted aquí a estashoras.

Tranquilamenteencendióunacerillaydijo:

—¡Yalove!Ibaaacostarme.

Y encendió una vela, que habían colocado encima de una silla, pues enaquellahabitacióndesvencijadanisiquierahabíaunapobremesilla.Unacamaenunrincónyunacamadehierroquedebíandehaberllevadoallíduranteeldíacomponíantodoelmobiliario.

—CreíaqueusteddormiríaestanocheenelprimerpisodelaLoba,alladodelaseñoraDarzacydelprofesor.

—El apartamento es demasiado pequeño y podría molestar a la señoraDarzac—dijo amargamente el desgraciado—.He pedido a Bernier quemepusieraunacamaaquí.Además,poco importadóndemeacueste,porquenopodrédormir.

Nosquedamosuninstanteensilencio.Yoestabaavergonzadodemíydemis descabelladas «elucubraciones». Y, sinceramente, era tal miremordimiento, que no pude evitar expresárselo. Se lo confesé todo: misinfamessospechas,ycómo,alverloerrartanmisteriosamenteydenocheporel Castillo Nuevo, había creído realmente que me las estaba viendo con elmismísimoLarsan,ycómohabíadecididoiradescubrirAustralia.Puesnoleoculté ni siquiera que por un instante había puesto todami esperanza en suAustralia.

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Meescuchabaconlaexpresiónmásdolorosadelmundoy,tranquilamente,se levantó lamanga y, acercando su brazo desnudo a la vela,me enseñó elantojo quemedevolvería la cordura.Yonoquería verlo, pero él insistió enquelotocara,ypudeconstatarqueeraunamanchacompletamentenaturalyen la que se hubieran podido colocar unos puntos con los nombres de lasciudades: Sydney, Melbourne, Adelaida. Debajo había otra mancha querepresentabaaTasmania.

—Puede usted frotar—me dijo aún con un tono de voz absolutamentedesilusionado—.¡Leaseguroquenoseva!

Volvíapedirleperdónconlágrimasenlosojos,peronoquisoperdonarmehastaquemeobligóatirarledelabarba,que,desdeluego,nosemequedóenlamano.

Sóloentoncesmepermitióvolveraacostarme,cosaquehicetratándomeamímismodelmásgrandedelosimbéciles.

XVII.LaterribleaventuradelviejoBob

Encuantodesperté,miprimerpensamientovolóotravezhaciaLarsan.Adecir verdad, yano sabía quépensar—niyoni nadie—sobre sumuerte nisobresuvida.¿Estabamenosheridode loquehabíamoscreído? ¡Quédigo!¿Estabamenosmuertodeloquehabíamosimaginado?¿HabíapodidohuirdelsacoqueDarzacarrojóa la simadeCastillon?Despuésde todo, lacosaeramuyposible,omejor, lahipótesisnoeradescabellada, tratándosedeLarsan,sobre todo desde queWalter explicara que había encontrado el saco a tresmetrosdelorificiodelahendidura,enunsalientecuyaexistenciaciertamenteelseñorDarzacnosospechabacuandocreyóarrojaralabismolosdespojosdeLarsan.

Mi segundo pensamiento fue para Rouletabille. ¿Qué estaba haciendodurante todo ese tiempo? ¿Por qué se había ido? ¡Nunca había sido tannecesaria su presencia en la fortaleza deHércules! ¡Si tardaba en llegar, nopasaríaaquellajornadasinqueocurrieraalgúnenfrentamientoentrelosRanceylosDarzac!

Enesemomento llamaronamipuerta.PrecisamenteelseñorBerniermetraía una esquela de mi amigo, que un pilluelo de la ciudad acababa dedepositarenlasmanosdepapáJacques.Rouletabillemedecíaenella:«Estaréde vuelta esta mañana. Levántese de inmediato, y si es tan amable vaya apescarparamíesasexcelentesalmejasqueabundanenlasrocaspróximasalcabodeGaribaldi.Nopierdaunmomento.Unsaludoygracias.Rouletabille».

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Aquella carta me hizo reflexionar, pues sabía por experiencia que, cuandoRouletabilleparecíapreocupadoporbagatelas,enrealidadestabaocupadoentemasimportantes.

Me vestí a toda prisa y, armado con un viejo cuchillo queme prestó elseñor Bernier, me dispuse a satisfacer el capricho de mi amigo. Cuandofranqueaba la puerta del norte sin haber visto a nadie a aquella hora de lamañana —serían las siete—, me encontré con Mrs. Edith y le hablé delmensajedeRouletabille.Mrs.Edith,aquienlaprolongadaausenciadelviejoBoblateníaenloquecida,loencontró«extrañoeinquietante»ymeacompañóapescar.Porelcaminomeconfióquesutíoeraamigodehacerdecuandoencuandounaescapada,yquehastaesemomentohabíaconservadolaesperanzadequesuvueltaloexplicaratodo;peroahoravolvíaainflamarleelcerebrolaidea de una espantosa equivocación, que habría hecho caer al viejo BobvíctimadelavenganzadelosDarzac.

Entonces profirió entre sus bellos dientes una sorda amenaza contra laDama deNegro, añadiendo que su paciencia duraría sólo hastamediodía, yluegonodijonadamás.

NospusimosapescarlasalmejasquetantoqueríaRouletabille.Mrs.Edithtenía los pies desnudos; yo también, pero poníamuchamás atención en lospiesdeMrs.Edithqueenlosmíos.ElhechoesquelospiesdeMrs.Edith,quedescubríenelmardeHércules,sonlasconchasmásdelicadasdelmundo,yme hicieron olvidar tan pronto las almejas, que el pobre Rouletabille sehubieraquedadosinsucomidadenohabersidoporelceloquedemostrólajoven.Chapoteabaenelaguasaladaymetíasucuchillobajolasrocasconunagraciaqueyonosabríaexplicar.Deprontonoserguimosambos,yaguzamosel oído al unísono. Se oían gritos por la parte de las cuevas. En el umbralmismodeladeRomeoyJulietadistinguimosungruporeducidoquenoshacíaseñales.Empujadosporelmismopresentimiento, llegamosa laorillaa todaprisa. Pronto supimos que dos pescadores, atraídos por unos quejidos,acababan de descubrir en un agujero de la cueva de Romeo y Julieta a undesgraciado que se había caído y que había debido de permanecer allídesmayadodurantemuchotiempo.

Nonoshabíamosequivocado.EraelviejoBobelqueestabaenelfondodel agujero.Cuando lo sacamos hasta la boca de la cueva, a la luz del día,ciertamenteparecíadignodecompasión,de tan sucia, rotayarrugadacomoestaba su hermosa levita negra. Mrs. Edith no pudo contener las lágrimas,sobretodocuandoadvirtióqueelviejoteníaunaclavículadislocadayunpietorcido,yestabatanpálidoqueparecíaapuntodemorir.

Por fortuna no fue así. Diezminutosmás tarde, conducido por nosotrossiguiendosuspropiasórdenes,estabatendidoenlacamadesuhabitaciónde

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la Torre Cuadrada. Pero ¿quieren creer que aquel cabezota se negó adesnudarseyquitarselalevitaantesdelallegadadelosmédicos?Mrs.Edith,cada vez más inquieta, se instaló a su cabecera; pero, cuando llegaron losdoctores, el viejoBob exigió a su sobrina que lo dejara y que saliera de laTorreCuadrada.Inclusomandócerrarlapuerta.

Aquellaúltimaprecauciónnossorprendiómucho.LosseñoresDarzac,Mr.ArthurRanceyyoestábamosreunidosenelpatiodelTemerario,asícomoelseñorBernier,quemeobservabadeunmodoraro,esperandonoticias.CuandoMrs.EdithsaliódelaTorreCuadradadespuésdelallegadadelosmédicos,seacercóanosotrosynosdijo:

—Esperemosquenoseanadagrave.ElviejoBobesfuerte.¿Quéleshabíadicho yo? Es un viejo comediante. ¡Pretendía robar el cráneo del príncipeGalitch!Celosprofesionales.¡Cómovamosareírnoscuandosecure!

EntoncesseabriólapuertadelaTorreCuadradayaparecióWalter,elfielcriadodelviejoBob.Estabapálidoeinquieto.

—¡Oh, señorita!—dijo—. Está lleno de sangre. No quiere que lo sepanadie…,¡perohayquesalvarlo!

Mrs.Edithhabíadesaparecidoyaen laTorreCuadrada.Nosotrosnonosatrevíamosaacercarnos.Prontoreaparecióella.

—¡Oh!—nosdijo—.¡Eshorrible!Tienetodoelpechodesgarrado.

Fui a ofrecerle mi brazo para que se apoyara, pues, cosa singular, Mr.ArthurRancesehabíaalejadodenosotrosysepaseabaporlagaleríasilbandocon lasmanosa laespalda. Intenté reconfortaraMrs.Edithy leexpresémicondolencia,cosaquenielseñornilaseñoraDarzachicieron.

Rouletabille llegó al castillo una hora después. Yo esperaba su regresodesdeloaltodelagaleríadelOesteyencuantolovienlaorilladelmarcorríhacia él.Me cortó la palabra a mi primera petición de explicaciones y mepreguntósi semehabíadadobien lapesca,peronomedejéengañarpor laexpresióndesumiradainquisidora.Quisemostrarmetandespabiladocomoélylerespondí:

—¡Oh,demaravilla!¡HepescadoalviejoBob!

Se sobresaltó. Me encogí de hombros, pues creía que estaba haciendoteatroyledije:

—¡Vamos,hombre!¡Desobrasabíaustedloqueíbamosapescar!

Memiróconairesorprendido:

—Indudablemente no se da usted cuenta del alcancede sus palabras,miqueridoSainclair,puesestálanzandocontramíunagraveacusación.

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—¿Unaacusación?

—LadehaberabandonadoalviejoBobenelfondodelacuevadeRomeoyJulietasabiendoqueestabaallíagonizando.

—¡Oh,no!—exclamé—.ElviejoBobnoestá agonizando.Tieneunpietorcidoyunhombrodislocado,nadagrave,ysuhistoriaeslamásinocentedelmundo:¡dicequequeríarobarelcráneodelpríncipeGalitch!

—¡Menudaocurrencia!—rioburlónRouletabille.

Seinclinóhaciamíy,clavandosusojosenlosmíos,mepreguntó:

—¿Esoestodo?¿Notienemásheridas?

—Sí—dije—.Tieneotraherida,perolosdoctoresacabandedecirquenorevistegravedadalguna.Tieneelpechodesgarrado.

—¡El pecho desgarrado! —repitió Rouletabille, apretándomenerviosamentelamano—.¿Ycómosehadesgarradoelpecho?

—Puesnolosabemos;nolohemosvisto.ElviejoBobesmuypudoroso.Nohaqueridoquitarselalevitadelantedenosotros;denohabervenidoWaltera hablarnos de la herida, asustado como estaba por la sangre que habíaperdido,nuncahubiéramossabidodesuexistencia.

Tan pronto como llegamos al castillo nos topamos conMrs. Edith, queparecíaestarbuscándonos.

—Mitíonoquierevermeasucabecera—dijomirandoaRouletabilleconunairedeansiedadquenuncalehabíavisto—.¡Esincomprensible!

—¡Losiento, señora!—repusoel reporterodirigiendoanuestraadorableanfitrionaelmásceremoniosodesussaludos—.¡Peroleaseguroqueenestemundonohaynadaincomprensible,cuandoquiereunotomarselamolestiadecomprender!—Y la felicitó por haber encontrado a su agraciado tío en elmomentoenqueyalocreíaperdido.

Mrs. Edith iba a responderle, cuando se presentó el príncipeGalitch. Sehabíaenteradodelaccidenteyveníaapreguntarpor suamigoelviejoBob.Mrs.Edithlotranquilizó,asegurándolequelacalaveradadesuexcéntricotíono tendríaconsecuencias,y le rogóqueperdonasea supariente suexcesivoamor por los cráneos más viejos de la humanidad. El príncipe sonrió congraciaycortesíacuandoellalecontóqueelviejoBobhabíaqueridorobarle.

—Encontraráustedsucráneoenelfondodelacuevadondesecayó.Melohadichoélmismo.Asípues,príncipe,notemaporsucolección.

Elpríncipesiguiópidiendodetalles.Parecíasentirmuchacuriosidadporelasunto.Mrs.Edithlecontóquesutíolehabíadichoquehabíaabandonadola

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fortaleza deHércules por el camino del pozo que comunica con elmar.Yorecordaba la experiencia del cubo de agua de Rouletabille y también losherrajes cerrados, así que, cuando oí aquello, las mentiras del viejo Bobadquirieronenmi imaginaciónproporcionesgigantescas;y estaba segurodequedebía de ocurrirles lomismo a todos los quenos rodeaban.Por último,Mrs. Edith dijo que Tullio le había esperado con su barca en la boca de lagaleríaquedesembocaenelpozoparaconducirlohastalacuevadeRomeoyJulieta.

—¡Cuántacomplicación—nopudemenosdeexclamar—,conlosencilloquehubierasidosalirporlapuerta!

Mrs.Edithmemiróapesadumbradaydeinmediatolamentéhabertomadotanmanifiestamentepartidocontraella.

—¡Perohayalgotodavíamásextraño!—intervinoelpríncipe—.Anteayerpor lamañanael «verdugodelmar»vinoadespedirsedemíporquedejabaestastierras,yestoysegurodequecogióeltrendelascincodelatardeparaVenecia,sutierranatal.¿Cómoesposible,entonces,quecondujeraensubarcaalseñorviejoBobalanochesiguiente?Enprimerlugar,porquesehabíaido,y en segundo, porque, segúnmedijo, habíavendido la barca, puesno teníaintencióndevolveraquíjamás.

HubounsilencioyelpríncipeGalitchprosiguió:

—Peronadadeesto importaahora.Loúnico importanteesquesu tíosecure rápidamentedesusheridas.Ysiustedquiere,señora—añadióconunanueva sonrisa aún más encantadora que las anteriores—, tal vez puedaayudarme a encontrar una piedra de poco valor que ha desaparecido de lacueva y cuya descripción le voy a dar: piedra puntiaguda de veinticincocentímetrosdelargoygastadaporunodesusextremos,enformaderaspador;enunapalabra,elraspadormásviejodelahumanidad…Tengomuchointerésenél—subrayóelpríncipe—,yquizálogreustedsaber,señora,porsutío,quéhasidodemiraspador.

Mrs.Edithleprometióalpríncipe,conunaciertaaltivezquemeencantó,queharíatodoloposibleparaquenoseperdieraunraspadortanprecioso.Elpríncipesedespidióynosdejó.Cuandonosvolvimos,Mr.ArthurRanceyaestaba ante nosotros. Debía de haber oído toda la conversación y parecíareflexionar.Llevabaelbastónconelpuñoenformadepicodecuervo,silbabacomodecostumbreymirabaaMrs.Edithconunainsistenciatanraraqueéstaacabóporirritarse.

—¡Yalosé!—explotólajoven—,yaséloqueestáspensando…¡ynomesorprendenada,créeme!

Ysevolvió,singularmentenerviosa,haciaRouletabille:

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—Encualquiercaso…—dijo—¿nopodríaustedexplicarmecómo, si élestabafueradelaTorreCuadrada,pudosalirdedentrodelarmario?

—Señora…—dijoRouletabille,mirandoaMrs.Edithalosojos,comosiquisierahipnotizarla—,¡tengapacienciaysobretodoánimo!¡Porqueantesdeestanoche,siDiosquiere,podréexplicarletodoloquemepregunta!

XVIII.Mediodía,reydelespanto

Poco despuésme encontraba en la planta baja de la Loba frente aMrs.Edith.Yointentétranquilizarlaalverlatanimpacienteeinquieta,peroellasellevó las manos a los ojos, y sus labios temblorosos dejaron escapar laconfesióndesuinquietud:

—Tengomuchomiedo—dijo.

Lepreguntédequéteníamiedoymerespondió:

—¿Ustednotienemiedo?

Entoncesguardésilencio.Porqueeracierto:yotambiénteníamiedo.Ellasiguiódiciendo:

—¿Nosienteustedcomosiestuvierapasandoalgo?

—¿Dónde?

—¡Dónde,dónde!¡Anuestroalrededor!—Seencogiódehombros—:¡Ah,estoytansola,tansola!¡Tengomiedo!

Sedirigióhacialapuerta:

—¿Adóndeva?

—Voyabuscaraalguien,porquenoquieroestartansola,tansola.

—¿Aquiénvaabuscar?

—¡AlpríncipeGalitch!

—¡SuFeodorFeodórovitch!—exclamé—.¿Quénecesidadtieneusteddeél?¿Noestoyyoaquí?

Desgraciadamente su desazón crecía amedida que yome esforzaba porhacerladesaparecer,ynomecostótrabajocomprenderqueleveníasobretodode la horrible duda que se le había metido en el alma respecto a lapersonalidaddesutío,elviejoBob.

—¡Salgamos de aquí! —me dijo, y me condujo fuera de la Loba. Se

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acercabaelmediodíaytodalabailleresplandecíaenmediodeunaperfumadareverberación. No nos habíamos puesto las gafas negras y tuvimos quellevarnos las manos a los ojos para protegerlos del color excesivamentebrillante de las flores; pero los geranios gigantes continuaban sangrando ennuestras pupilas heridas. Cuando nos repusimos un poco de aqueldeslumbramiento,avanzamosporelsuelocalcinado,anduvimoscogidosdelamanoporlaarenaardiente.Peronuestrasmanosestabantodavíamásardientesquetodoloquetocaban,másquetodoelfulgorquenosrodeaba.Mirábamosanuestrospiesparanoverelespejoinfinitodelasaguas,yquizátambiénparanoadivinarnadadeloqueocurríaenlasprofundidadesdelaluz.Mrs.Edithrepetía:«¡Tengomiedo!».Yo también teníamiedo,aleccionadocomoestabaporlosmisteriosdelanoche,¡miedodeaquelprofundosilencio,aplastanteyluminoso de la Provenza! La claridad, cuando se sabe que en ella sucedencosas que no se ven, es más temible que las tinieblas. ¡Mediodía! Tododescansaytodovive;todoenmudeceytodosusurra.Escucheenelinteriordesu oído: resuenan comouna caracolamarina, con un sonidomásmisteriosoquelosqueseelevandelatierraalatardecer.Cierresuspupilasymiredentrode sus propios ojos: encontrará en ellos una muchedumbre de visionesplateadasmásturbadorasquelosfantasmasdelanoche.

Yomiraba aMrs. Edith. Por su frente pálida corría el sudor en arroyoshelados.Yotambiénmepuseatemblar,puesdesgraciadamentesabíaquenopodíahacernadaporella,yqueloqueibaaconsumarseanuestroalrededorseconsumaríasinquepudiéramosdetenerlonipreverlo.EllameconducíaahorahacialapoternaquedabaalpatiodelTemerario.Labóvedadeaquellapoternaformabaunarconegroenmediodelaluz,yalotroextremodelfrescotúnel,vueltos hacia nosotros, divisamos a Rouletabille y al señor Darzac, de piesobre el umbral del patio del Temerario, como dos estatuas blancas.RouletabilleteníaenlamanoelbastóndeArthurRance.Nosabríadecirporqué aquel detalle me inquietó. Con la punta del bastón enseñaba a RobertDarzac,en lomásaltode labóveda,algoquenosotrosnoveíamos,y luegonosseñalóanosotrosconlamismapuntadelbastón.Nooímosloquedecían.Sehablabancasisindespegarloslabios,comodoscómplicesquecompartenunsecreto.Mrs.Edithsedetuvo,peroRouletabillelehizounaseñaparaqueseacercarayrepitiólaseñaconelbastón.

—¡Oh!—exclamó ella—. ¿Para qué me querrá ahora? Señor Sainclair,¡palabraquetengomuchomiedo!Voyadecírselotodoamitío,yveremosquépasa.

Entramos en la bóvedamientras los otros nosmiraban aproximarnos sindar un paso. Su inmovilidad era sorprendente, y con una voz que resonóextrañamenteenmisoídosbajolabóveda,pregunté:

—Pero¿quéhacenustedesaquí?

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Cuandollegamosasulado,noshicieronvolverlaespaldaalpatioparaquepudiéramosver loqueellosestabanmirando.Eraunescudoquehabíaenelcentro del arco, el blasón de LaMortola, cruzado por el laurel de la ramamenor.Elescudohabíasidoesculpidoenunapiedra,ahoracasidesprendidaya punto de caer sobre la cabeza de cualquiera que pasara por debajo.Rouletabillehabíaadvertidosindudadelpeligrodeaquelblasónsuspendidosobrenuestrascabezas,ylepreguntóaMrs.Edithsiveíaalgúninconvenienteenquitarlodeallíprovisionalmenteparavolveracolocarloenotromomentocomoeradebido.

—Estoy seguro —dijo— de que si tocara esa piedra con la punta delbastónsecaería.

YpasóelbastónaMrs.Edith.

—Ustedesmásaltaqueyo—dijo—.Inténteloustedmisma.

En vano probamos unos y otros alcanzar la piedra. Estaba yopreguntándomequésignificadopodíateneraquelsingularejercicio,¡cuandoamiespaldaresonóelgritodelamuerte!

Nos volvimos todos a un tiempo lanzando una exclamación de horror.¡Diosmío,aquelgrito!¡Elgritodelamuertequeatravesabaelespaciobajoelsoldelmediodíadespuésdehabersurcadonuestrasnoches!¿Cuándocesaría?¿Cuándo, este horrible aullido que oí por primera vez en las noches delGlandier, dejará de anunciarnos que a nuestro alrededor hay una nuevavíctima,queunodenosotrosacabadeseralcanzadoporelcrimen,tansúbita,solapada y misteriosamente como por la peste? ¡Aunque el avance de laepidemia no es tan invisible como esta mano que mata! ¡Y allí estamosnosotros, los cuatro, estremecidos, con los ojos desorbitados de espanto,intentandohoradarlaprofundidaddelaluztodavíavibranteporelgritodelamuerte! ¿Quién hamuerto? ¿O quién va amorir? ¿Qué boca agonizante hadejadoescaparahoraesegemidosupremo?¿Cómoorientarseenmediodelaluz?Sediríaqueeslapropiaclaridaddeldíalaquesequejaysuspira.

ElmáshorrorizadoesRouletabille.Lehevisto,enlascircunstanciasmásextremas,conservar susangre fríaporencimade las fuerzashumanas; lehevisto, ante la llamada del grito de la muerte, lanzarse al peligro oscuro yarrojarsecomounhéroealmardelastinieblas;¿porquétiemblaasí,enmediodelesplendordeldía?Estáahí,antenosotros,pusilánimecomoelniñoquees,él,queotrasvecessecomportacomosifueraeldueñodeltiempo.¿Nohabíaprevisto este instante? ¿Este instante en que alguien expira a la luz delmediodía?Mattoni,quepasabaenesemomentoporlabaille,yquetambiénlohaoído,haechadoacorrer.UngestodeRouletabilleloclavaenelsitio,bajola poterna, como un inmutable centinela, y el joven avanza ahora hacia ellamento, o mejor, camina hacia el centro del lamento, pues el lamento nos

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rodea, forma círculos a nuestro alrededor enmedio del espacio abrasado.Ynosotros vamos detrás de él, conteniendo la respiración, con los brazosextendidoscomocuandosevaatientasenplenanochetemiendochocarconalgoquenove.¡Ah!,nosacercamosalespasmo,ynadamáspasarlasombradel eucalipto, nos encontramos el espasmo al final de la sombra.Vemos lassacudidasdeuncuerpoagonizante.Reconocemosesecuerpo.¡EsBernier!EsBernier,queentreestertoresintentalevantarse,peronoloconsigue,seahoga;Bernier,decuyopechomanauntorrentedesangre;Bernier,sobreelcualnosinclinamosyque,antesdemorir,aún tienefuerzasparaarrojarnosestasdosúltimaspalabras:¡FrédéricLarsan!

Ysucabezavuelveacaer.¡FrédéricLarsan!¡FrédéricLarsan!¡Élentodaspartesyenningúnsitio! ¡Siempreél,enningúnsitio!¡Ahí tenemosunavezmássuhuella!¡Uncadáver,ynadie,razonablemente,entornoaesecadáver!Porquelaúnicasalidadeestoslugaresdondelohanasesinadoesestapoternadonde estamos nosotros cuatro. ¡Y los cuatro nos hemos vuelto al unísononadamásoírelgritodelamuerte, tandeprisa, tandeprisa,quetendríamosque haber visto el gesto de la muerte! ¡Y no hemos visto más que la luz!Enmudecidosporelmismosentimiento,entramosenlaTorreCuadrada,cuyapuertahaquedadoabierta;entramossinvacilaciónenlosaposentosdelviejoBob,enelsalónvacío;abrimoslapuertadelahabitación.ElviejoBobestabatranquilamentetendidoensucama,conelsombrerodecopaenlacabeza,yasuladounamujer:¡laseñoraBernier!¡Verdaderamente,quétranquilosestán!¡Perolamujerdeldesgraciadohavistonuestrosrostrosyhalanzadoungritodeespantoconelpresentimientoinmediatodealgunacatástrofe!¡Nohaoídonada! ¡No sabe nada! ¡Pero quiere salir, quiere ver, quiere saber no sé qué!¡Intentamossujetarla!Envano.Saledelatorre,yveelcadáver.¡Ahoraesellalaquegimeagritossobreelcadáversangrante,enmediodelardorterribledelmediodía! Arrancamos la camisa del hombre tendido y descubrimos unaheridadebajodelcorazón.RouletabilleselevantaconeseairequelevienelGlandiertrasexaminarlaheridadelcadáverincreíble.

—¡Parece que se trata de la misma arma! —dice—. ¡Es de la mismamedida!Pero¿dóndeestáelcuchillo?

Buscamoselcuchilloportodaspartessinencontrarlo.Elhombrequelohausadoselohallevado.¿Dóndeestáelhombre?¿Quéhombre?¡Nosotrosnosabemosnada,peroBerniersílohasabidoantesdemorir,yquizáhamuertoporhaberlo sabido! ¡FrédéricLarsan!Repetimos temblando lasdospalabrasdelamuerte.

Depronto,enelumbraldelapoterna,vemosapareceralpríncipeGalitchconunperiódicoenlamano.ElpríncipeGalitchvienehacianosotrosleyendoelperiódico.Tieneunaireburlón.PeroMrs.Edithcorrehaciaél,learrancaelperiódicodelasmanos,lemuestraelcadáveryledice:

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—Acabandeasesinaraunhombre.Corraallamaralapolicía.

ElpríncipeGalitchmiraelcadáver,nosmiraanosotros,ysinpronunciarpalabrasealejaatodaprisa;vaabuscaralapolicía.LaseñoraBerniersiguegimiendo.Rouletabille se sienta en el pozo. Parece haber perdido todas susfuerzas.YamediavozlediceaMrs.Edith:

—¡Puesquevengalapolicía,señora!¡Ustedlohaquerido!

Mrs.Edithlofulminaconunrelámpagodesusojosnegros.Séloqueellaestápensando.PiensaqueodiaaRouletabille,queporuninstantehapodidohacerladudardelviejoBob.¿AcasonoestabaelviejoBobensuhabitaciónmientrasasesinabanaBernier,yveladoporlaseñoraBernierenpersona?

Rouletabille, que acaba de examinar cansinamente la tapa del pozo, quesigueintacta,setiendesobreelbrocalcomoenunacamadondequisiera,porfin,saborearalgúndescanso,yañadeentonomásbajo:

—¿Yquévaadecirleustedalapolicía?

—¡Absolutamentetodo!

Mrs. Edith ha pronunciado esas palabras con los dientes apretados,rabiosamente. Rouletabille menea la cabeza con desesperación y cierra losojos. Se le ve aplastado, vencido. Robert Darzac quiere registrar la TorreCuadrada,laTorredelTemerario,elCastilloNuevo,todaslasdependenciasdeestepatio,dedondenadiehapodidoescaparseydonde,lógicamente,debedeencontrarse aún al asesino. El reportero intenta disuadirlo tristemente, y loconsigue. ¿Estamos buscando algo Rouletabille y yo? ¿Buscamos en elGlandier,despuésdelfenómenodeladisociacióndelamateria,alhombrequedesaparecióde lagalería inexplicablemente? ¡No,no! ¡Ahora séquenohayque buscar a Larsan con los ojos!Acaban dematar a un hombre detrás denosotros. Lo hemos oído gritar bajo el golpe asesino. Nos volvemos, ¡y novemosnadamásqueluz!Paraverhayquecerrarlosojos,comoRouletabillehaceenestemomento.Pero¿nolosestáabriendootravez?Unanuevaenergíaloendereza.Seponedepie,levantaelpuñocerradohaciaelcielo.

—¡Noesposible!—exclama—.¡Sino,esquenoexisteelladobuenodelarazón!

Ysearrojaalsuelo,yahílotenemosotravezacuatropatas,conlanarizpegada a la tierra, husmeando cada piedra, dando vueltas alrededor delcadáverydelaseñoraBernier—aquienenvanohemosintentadoalejardelcuerpodesumarido—,dandovueltasalrededordelpozo,alrededordecadaunodenosotros.Ah,ahílotenemosotravez,igualqueuncerdoquebuscaenelfangosupitanza—ynuncamejordicho—,mientrasnosotrosnosquedamosmirándole, observándole curiosa, estúpida, siniestramente. De pronto se

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levanta,cogeunpocodepolvoyloarrojaalaireconungritodetriunfo,comosi fuera ahacer renacerde aquella ceniza ladesvanecida imagendeLarsan.¿Quénuevavictoriaacabadeganarlealmisterio?¿Quélehahechoadquirirenuninstanteunamiradatansegura?¿Quéesloquelehadevueltoelsonidodesuvoz?Sí,véanlocómohavueltoasudiapasónordinariocuandodiceaRobertDarzac:

—Tranquilícese,señor.¡Nadahacambiado!

YvolviéndosehaciaMrs.Edith:

—Señora,ahorasólotenemosqueesperaralapolicía.¡Esperemosquenotarde!

Ladesgraciadasesobresalta.Rouletabilledenuevolahaasustado.

—¡Ah, sí, pues que venga! ¡Qué se encargue de todo! ¡Que piense pornosotros, y que sea lo que Dios quiera!—diceMrs. Edith cogiéndome delbrazo.

Depronto,bajo lapoterna,vemos llegar apapá Jacques, seguidode trespolicías.EselsargentodelaMortolaydosdesushombres,que,avisadosporelpríncipeGalitch,acudenallugardelcrimen.

—¡La policía! ¡La policía! ¡Dicen que ha habido un crimen!—exclamapapáJacques,queaúnnosabenada.

—¡Calma,papáJacques!—legritaRouletabille.

Ycuandoelhombre,sinaliento,llegajuntoaél,elreporterolediceenvozbaja:

—Nadahacambiado,papáJacques.

PeropapáJacqueshavistoelcadáverdeBernier.

—Sólouncadávermás—suspira—.¡EsLarsan!

—¡Eslafatalidad!—replicaRouletabille.

Larsan y la fatalidad son todo uno. Pero ¿qué significa ese nada hacambiado deRouletabille, sino que a nuestro alrededor, a pesar del cadáverincidentaldeBernier,sigueexistiendotodoloquetemíamos,todoloquenosestremecíaaMrs.Edithyamíyquenosabemosquées?

Lospolicíasestánmuyocupadosyvanparloteandoportodaspartesenunajerga incomprensible. El sargento nos anuncia que ha telefoneado al hostalGaribaldi,adospasosdeallí,dondeprecisamenteestácomiendoeldelegatoocomisario especial de la estación de Vintimille. Éste comenzará lainvestigación y la proseguirá el juez de instrucción, que también ha sidoavisado.

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Yllegaeldelegato.Estáencantado,apesardequenohatenidotiempodeterminar de comer. ¡Un crimen! ¡Un verdadero crimen! ¡En el castillo deHércules!¡Estáradiante!Susojosbrillan.Semuestrasumamenteocupado,sehaceel«importante».Ordenaalsargentoquepongaaunodesushombresalapuertadelcastilloconlaconsignadenodejarsaliranadie.Luegosearrodillaal lado del cadáver. Un policía se lleva a la señora Bernier, que gimemásfuertequenunca.Eldelegatoexaminalaheridaydice,enexcelentefrancés:

—¡Estoesunaseñoracuchillada!

El hombre está encantado. Si tuviera al asesino delante, sin duda lofelicitaríaporlaestocada.Nosmira.Nosobservadehitoenhito.Quizábuscaentre nosotros al autor del crimen para expresarle su admiración. Luego selevanta.

—¿Ycómohaocurridoesto?—dice,animándoseysaboreandoelplacerde tenerunaauténticahistoriacriminal—.¡Es increíble, increíble! ¡Encincoañosquellevodedelegatonohabíanasesinadoanadie!Creoqueelseñorjuezdeinstrucción…

Alllegaraquísedetiene,peronosotrosacabamoslafrase:

—¡Sepondrámuycontento!

Selimpiaconlamanoelpolvoblancodelasrodillas,sesecalafrentey,conunacentodelaProvenzaqueduplicasujúbilo,repite:

—¡Esincreíble!

Enesemomentoentraunnuevopersonajeenelpatio,enelquereconoceaundoctordeMentonquellegaparavisitarasupaciente,elviejoBob.

—¡Ah, doctor! ¡Llega usted a tiempo! ¡Examine esa herida y dígame loquepiensadesemejantecuchillada!Pero,siesposible,convendríanomoverelcadáverhastaquellegueelseñorjuezdeinstrucción.

El doctor examina la herida y nos da todos los detalles técnicos quepodamosdesear.Nocabelamenorduda.Esunacuchilladaentodaregla,quepenetra de abajo hacia arriba en la región cardíaca y que, certeramente, hadestrozado un ventrículo. Durante la charla entre el delegato y el doctor,Rouletabille no ha dejado de mirar a Mrs. Edith, que decididamente se hacogido de mi brazo, buscando refugio a mi lado. Sus ojos evitan los deRouletabille,quelahipnotizan,queleordenanquesecalle.Yyoséqueellaseestámuriendodeganasdehablar.

Apeticióndeldelegatohemosentradoen laTorreCuadrada.Noshemosinstaladoenel salóndelviejoBob,dondevaacomenzarel interrogatorioydondecadaunovamosacontarporturnoloquehemosvistoyoído.LaseñoraBerniereslaprimeraenserinterrogada.Peronolesacannada.Declaraqueno

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sabenada.Estaba en lahabitacióndelviejoBob,velandoal herido, cuandoentramos nosotros como locos. ¡Llevaba allí más de una hora dedicada atrenzarunacuerdayhabíadejadoasumaridoenlaportería!Curiosamente,amínomeinteresatantoloquepasaantemisojosyloquesedicecuantoloquenoveoyespero…¿VaahablarMrs.Edith?Ellamiraobstinadamenteporlaventanaabierta.Unpolicíasehaquedadoal ladodelcadáver,cuyorostroha sido tapado con un pañuelo.Mrs. Edith, como yo, sólo presta una vagaatención a lo que pasa en el salón. Sumirada continúa girando en torno alcadáver.

Losgritosdeldelegatonoshacendañoenlosoídos.Amedidaquevamosexplicándole el suceso, el asombro del comisario italiano aumenta enproporciones inquietantesy, naturalmente, el crimen leparece cadavezmásincreíble. Está a punto de encontrarlo imposible, cuando le toca serinterrogadaaMrs.Edith.

Ellatieneyalabocaabiertapararesponder,cuandoseoyelavoztranquiladeRouletabille:

—Mirenalfinaldelasombradeleucalipto.

—¿Quéhayalfinaldelasombradeleucalipto?—preguntaeldelegato.

—¡Elarmadelcrimen!—replicaRouletabille.

Salta al patio por la ventana y, de entre otras piedras ensangrentadas,recogeunobjetobrillanteyagudo.Yloblandeantenuestrosojos.

Loreconocemos:¡Es«elraspadormásviejodelahumanidad»!

XIX.Rouletabillehacecerrarlaspuertasdehierro

El arma del crimen pertenecía al príncipeGalitch, pero a nadie le cabíadudadequeselohabíarobadoelviejoBob,ynopodíamosolvidarque,antesdeexpirar,BernierhabíaacusadoaLarsandeserelasesino.Nuncalaimagendel viejo Bob y la de Larsan se hallaron tan bien mezcladas en nuestrosánimos inquietos comodesde elmomento enqueRouletabille recogió en lasangre de Bernier el raspador más viejo de la humanidad. Mrs. EdithcomprendióquelasuertedelviejoBobestabaahoraenmanosdeRouletabille.Le bastaba con decir unas palabras al delegato respecto a los singularesincidentesqueacompañaron lacaídadelviejoBoben lacuevadeRomeoyJulieta,enumerarlasrazonesquehabíaparatemerqueelviejoBobyLarsanfueranlamismapersonay,enfin,repetirlaacusacióndelaúltimavíctimadeLarsan, para que las sospechas de la justicia recayesen sobre la cabeza con

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pelucadelgeólogo.Ahorabien,aunqueMrs.EdithnohabíadejadodecreerenlomáshondodesualmadesobrinaqueelviejoBobpresenteerarealmentesutío,imaginándosecomprenderdegolpe,graciasalraspadorasesino,queelinvisibleLarsanestabaacumulandoentornoalviejoBobtodosloselementosde su perdición para hacerle cargar con su culpa y también con el pesopeligrosodesupersonalidad,Mrs.Edith,digo, temióporelviejoBobyporellamisma;temblódeespantoenelcentrodeaquellatrama,comouninsectoenmedio de la tela donde acababa de caer preso, telamisteriosa tejida porLarsanconunoshilosinvisiblesprendidosenlosviejosmurosdelcastillodeHércules.Intuyódealgúnmodoquesihacíaunmovimiento—unmovimientode labios—,estabanperdidos losdos,yqueel inmundoanimaldepresanoesperabamásque esemovimientoparadevorarlos.Entonces ella, quehabíadecididohablar,secalló,yahoraletocóaellatemerqueRouletabillehablara.Mástardemecontósuestadodeánimoenaquelmomento,ymeconfesóquesintiótalpavordeLarsancomoquizánohubiéramossentidonuncanisiquieranosotros mismos. Aquel fantasma, del que ella había oído hablar con unespanto que al principio la hizo sonreír, la interesó de inmediato cuandoescuchóel episodiodel cuartoamarillo,debidoa la imposibilidadenque sevio la justicia para explicar su salida; luego la apasionó, cuando conoció eldrama de la TorreCuadrada, debido a la imposibilidad en que nos veíamospara explicar su entrada; pero allí, a plena luz del día,Larsanhabíamatadoantesuspropiosojosenunespacioenquenohabíanadiemásqueella,RobertDarzac, Rouletabille, Sainclair, el viejo Bob y la señora Bernier, todosdemasiadolejosdelseñorBernierparahaberlopodidoherir.¡YBernierhabíaacusadoaLarsan!¿DóndeestabaLarsan?O,para razonarcomoyo lehabíaenseñadoalcontarle lode la«galería inexplicable»,¿enelcuerpodequién?Ella estaba bajo la bóveda entre Darzac y yo, y Rouletabille enfrente denosotros, cuando el grito de la muerte resonó al final de la sombra deleucalipto, es decir, ¡amenos de sietemetros de allí! Por lo que respecta alviejoBobyalaseñoraBernier,¡nosehabíanseparado!Silosdescartabadesuargumentación,nolequedabanadieparamataraBernier.Estaveznosólose ignoraba cómo sehabía ido él y cómohabía llegado, sino también cómohabía estado presente. ¡Ah, por fin ella comprendía que, sólo de pensar enLarsan,habíamomentosenqueunoseponíaatemblarhastalamédula!

¡Nada!Alrededor del cadáver, sólo aquel cuchillo de piedra que el viejoBob había robado. Era horrible, y suficiente para hacernos pensar cualquiercosa,imaginarcualquiercosa…

Ella leía la certidumbre de esta convicción tanto en los ojos como en laactitud de Rouletabille y de Robert Darzac. Sin embargo, a las primeraspalabras del reportero, comprendió que el objetivo de éste no era otro quesalvaralviejoBobdelassospechasdelajusticia.

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Rouletabille se hallaba entre el delegato y el juez de instrucción, queacababadellegar,yrazonaba,sosteniendoelraspadormásviejodelmundoenlamano.Parecíadefinitivamenteestablecidoqueentornoalmuertonopodíahaber más culpables que los vivos que ya he enumerado unas líneas másarriba, cuandoRouletabille demostró, con una rapidezmental que colmódegozoaljuezdeinstrucciónydesesperóaldelegato,queelverdaderoculpable,el único culpable, había sido elmuertomismo.Los cuatro seresvivosde lapoternay losdosde la habitacióndel viejoBob estabanvigilándoseunos aotros y no se perdieron de vista mientras alguien mataba a Bernier a unospasosdeallí,dedonde sededucíanecesariamentequeesealguien teníaqueser el propio Bernier. El juez de instrucción, muy interesado, replicópreguntándonossialgunodenosotrossospechabalasrazonesdeunprobablesuicidio de Bernier; a lo que Rouletabille respondió que para morir podíaprescindirsedelcrimenyelsuicidioyquebastabaunaccidenteparaello.Elarma del crimen, como irónicamente se llamaba al raspador más viejo delmundo, atestiguaba con su sola presencia el accidente. Rouletabille no seimaginaba a un asesinopremeditando tan gravedelito con ayudade aquellavieja piedra. Y era menos comprensible aún que Bernier, si había decididosuicidarse,nohubierahalladomejorarmapara sumuertequeel cuchillodelostrogloditas.Porelcontrario,siaquellapiedra,quepodíahaberatraídosuatención por su forma extraña, hubiera sido recogida por el señorBernier yéstelatuvieraenlamanoenelmomentodeunacaída,eldramaseexplicaríacon toda sencillez. El señor Bernier había caído con tan mala suerte sobreaquelpedruscoterriblementetriangular,queleatravesóelcorazón.Anteestollamarondenuevoalmédico,volvieronadescubrirlaherida,confrontándolacon el objeto fatal, y se impuso la conclusión científica de que la herida lahabíaocasionadodichoobjeto.Deahíalaccidente, tras laargumentacióndeRouletabille,nohabíamásqueunpaso.Los juecesemplearonseishorasendarlo. Seis horas durante las cuales nos interrogaron sin cansancio y sinresultado.

EnloquerespectaaMrs.Edithyaunservidor,despuésdeinútilesajetreosy vanas inquisiciones, mientras los médicos curaban al viejo Bob, nossentamosenelsalónqueestabadelantedesuhabitaciónydelqueacababande salir losmagistrados.Lapuertaquedabaalpasillode laTorreCuadradaestaba abierta. A través de ella oíamos los gemidos de la señora Berniermientrasvelabaelcuerpodesumarido,alquehabíantrasladadoalaportería.Entre aquel cadáver y aquel herido, tan inexplicables el uno como el otro apesardelosesfuerzosdeRouletabille,nuestrasituación—ladeMrs.Edithylamía—era,porquénoconfesarlo,hartocomplicada,ytodoelespantodeloque habíamos visto se duplicaba en el trasfondo de nosotrosmismos con elhorrordeloqueaúnnosquedabaporver.Depronto,Mrs.Edithmecogiólamano:

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—¡Nome deje, nome deje!—me rogó—.No tengo a nadiemás que austed.NosédóndeestáelpríncipeGalitchynotengonoticiasdemimarido.¡Eso síqueeshorrible!Mehaescritocuatro letrasdiciéndomeque se ibaabuscaraTullio.Aestashoras,nosabesiquieraquehanasesinadoaBernier.¿Habrá encontrado al «verdugo del mar»? ¡Ahora sólo espero la verdad deTullio,del«verdugodelmar»!¡Yniuntelegrama!…¡Esatroz!

Desde ese instante en que Mrs. Edith me cogió la mano con tantaconfianzay laconservóunos instantesentre las suyas, fui suyocon todamialmaynoleocultéquepodíacontarconmitotaldedicación.Intercambiamosaquellasrazonesenvozbaja,mientrasporelpatiopasabanyvolvíanapasarlassombrasrápidasdeloshombresdelajusticia,avecesprecedidosyavecesseguidos deRouletabille y el señorDarzac.Rouletabille no dejaba de echarunaojeadahacianosotroscadavezque teníaoportunidad.Laventanahabíaquedadoabierta.

—¡Oh, está vigilándonos! —dijo Mrs. Edith—. Tal vez le molestemosquedándonosaquí.Peronodejaremosestesitiosucedaloquesuceda,¿verdad,señorSainclair?

—TenemosqueestaragradecidosaRouletabille—meatrevíadecir—porsuintervenciónysusilenciorespectoalraspadormásviejodelahumanidad.Silosjuecessupieranqueesepuñaldepiedraesdesutío,elviejoBob,¿quiénsabehastadóndellegarían?YsisupieranqueBernier,almorir,haacusadoaLarsan,¡todosecomplicaríaterriblemente!

Ysubrayélasúltimaspalabras.

—¡Oh!—replicó ella vivamente—. ¡Su amigo tiene tan buenas razonesparacallarsecomoyo!Sólotemounacosa,sí,unasolacosa.

—¿Qué?

Selevantó,febril.

—¡Loúnicoquetemoesquehayasalvadoamitíodelajusticiasóloparaperderlomejor!

—¿Cómopuedeustedpensareso?—lepreguntésinmuchointerés.

—Mehaparecidoleerlohaceunmomentoenlosojosdesusamigos.¡Siestuvieraseguradenoequivocarme,preferiríavérmelasconlajusticia!

Secalmóunpoco,pareciórechazarunahipótesisabsurdayluegomedijo:

—Enfin,hayqueestarpreparadosparatodo,¡yyosabrédefenderlohastalamuerte!

Tras estomemostró un pequeño revólver que llevaba escondido bajo laropa.

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—¡Ah!—exclamó—.¿PorquénoestáaquíelpríncipeGalitch?

—¡Otravez!—exclaméencolerizado.

—¿Es verdad que está usted dispuesto a defenderme? —me preguntó,hundiendoenmisojossumiradaturbadora.

—Estoydispuesto.

—¿Contratodoelmundo?

Vacilé.Ellarepitió:

—¿Contratodoelmundo?

—Sí.

—¿Contrasuamigo?

—¡Si es preciso! —dije, suspirando, y me pasé la mano por la frentebañadaensudor.

—¡Está bien! Le creo —dijo—. En ese caso voy a dejarle aquí unosminutos.Vigileestapuerta,pormí.

SeñalólapuertatraslaquedescansabaelviejoBobysefue.¿Adóndeiba?¡Más tardeme lo confesó! ¡Corrió a buscar al príncipeGalitch! ¡Ah,mujerteníaqueser!…

No bien desapareció bajo la poterna, Rouletabille y el señor Darzacentraronenelsalón.Lohabíanoídotodo.Rouletabilleavanzóhaciamíynomeocultóqueestabaenteradodemitraición.

—Ésaesunapalabraunpoco fuerte,Rouletabille—ledije—.Biensabeusted que no tengo por costumbre traicionar a nadie. Pero Mrs. Edith esrealmentedignadelástima,yustednolacompadecebastante,amigomío.

—¡Yustedlacompadecedemasiado!

Enrojecí hasta la punta del cabello. Estaba a punto de estallar. PeroRouletabillemecortólapalabraconungestobrusco:

—Sólo lepidounacosa,unasola,¿meoye?Yesque,pase loquepase,paseloquepase…,¡novuelvaadirigirnoslapalabranialseñorDarzacniamí!

—¡Seráunplacer!—repliquéestúpidamenteirritado,ylevolvílaespalda.

Meparecióquehizounesfuerzoparacontenersucólera.

Enaquelmomento,losjueces,quesalíandelCastilloNuevo,nosllamaron.Lainvestigaciónhabíaterminado.Asusojos,ydespuésdeladeclaracióndelmédico,elaccidenteyanoofrecíaduda,ytalfuelaconclusiónquedieronal

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caso. Abandonaron, pues, el castillo. El señor Darzac y Rouletabille losacompañaronhastalasalida.Yestabayoasí,acodadoenlaventanaquedabaal patio, asaltado pormil siniestros pensamientos y esperando con angustiacreciente el regreso de Mrs. Edith, mientras en la portería, donde habíaencendidodosvelasmortuorias,mamáBerniergemíayrezabaporelalmadesu difuntomarido, cuando oí surcar el aire de la tarde una especie de gongformidable, como un clamor de bronce; ¡y comprendí que era Rouletabille,quemandabacerrarlaspuertasdehierro!

Transcurridounminuto,vi llegarenalocadacarreraaMrs.Edith,queseprecipitóhaciamícomohaciasuúnicorefugio.

LuegoviapareceralseñorDarzac.

YluegoaRouletabille,y,cogidadesubrazo,alaDamadeNegro.

XX.¡Demostracióncorporaldelaposibilidaddel«cuerpodemás»!

Rouletabille y laDama deNegro entraron en la Torre Cuadrada.Nuncahabía visto yo a Rouletabille caminar de una manera tan solemne. Encualquier otro momento menos trágico que aquél, sin duda me habríaarrancadounasonrisa.Nuncamagistradooprocuradoralguno,arrastrandolapúrpuraoel armiño, entróenel tribunal,dondeel reo le esperaba, conmásamenazadoramajestad.Pero creo tambiénquenunca juez algunoestuvo tanpálido.

EncuantoalaDamadeNegro,eranotorioquehacíaesfuerzosinauditospor disimular el espanto que reflejaba su mirada turbada, por ocultarnos laemoción que la hacía apretar febrilmente el brazo de su joven compañero.También Robert Darzac tenía el aspecto sombrío y decidido de un hombrejusticiero. Pero lo que por encima de todo contribuyó a aumentar nuestratensión fue la aparición de papá Jacques,Walter yMattoni en el patio delTemerario. Los tres venían armados con fusiles y fueron a colocarse ensilencio ante la puerta de la Torre Cuadrada, donde recibieron de boca deRouletabille, y con una pasividad absolutamente militar, la consigna de nodejar salir a nadie del Castillo Viejo. Mrs. Edith, en el colmo del terror,preguntó a Mattoni y a Walter, que le eran particularmente fieles, quésignificaba todo aquel dispositivo y a quién iba dirigido, pero no lerespondieron.EntoncesellaseinterpusovalerosamenteentreellosylapuertadelviejoBob,yextendiendolosbrazoscomoparacortarelpaso,exclamóconvozronca:

—¿Quévanahacer?Esperoquenoiránamatarlo…

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—No, señora—replicó sordamenteRouletabille—.Vamos a juzgarlo.Yparaestarmássegurosdequelosjuecesnoseránverdugos,juraremossobreelcadáverdelseñorBernier,despuésdehaberdepositadonuestrasarmas,quenollevamosningunaencimadenosotros.

Y nos condujo a la cámara mortuoria, donde la señora Bernier seguíagimiendo a la cabecera del lecho de su esposo,muerto por el raspadormásviejodelahumanidad.Allínosdesembarazamostodosdenuestrosrevólveresy prestamos el juramento que Rouletabille nos exigía. Sólo Mrs. Edith seresistió a deshacerse del arma queRouletabille sabía que escondía bajo susvestidos. Pero a instancias del reportero, que le hizo comprender laconvenienciadeaquellamedida,acabóporconsentir.

RouletabillevolvióacogerdelbrazoalaDamadeNegroysalióalpasillo,seguidodetodosnosotros;peroenlugardedirigirsehaciaelapartamentodelviejoBob,comotodosesperábamos,fuederechoalapuertadelahabitacióndelcuerpodemás.Ysacandolallaveespecialdelaqueyahehablado,abriólapuerta.

EntramosenelantiguoapartamentodelosseñoresDarzacynosquedamossorprendidos al ver sobre lamesa del señor Darzac el tablero de dibujo, laaguada en que estuvo trabajando, al lado del viejo Bob, en su gabinete delpatiodelTemerario,ytambiénelbotedepinturaroja;ydentrodeél,elpincel.Porúltimo,enelcentrodelamesasehallaba,muyoportunamente,elcráneomásviejodelahumanidad.

Rouletabille cerró lapuerta concerrojoy, bastante emocionado,nosdijomientraslomirábamosconestupor:

—Señorasyseñores,siéntenseporfavor.

Tomamos asiento en las sillas que había dispuestas en torno a la mesa,presasdeuncrecientemalestareinclusodiríadeunasumadesconfianza.Unsecretopresentimientonosadvertíaque todosaquellosobjetos tanfamiliarespara los dibujantes podían ocultar bajo su tranquila banalidad aparente lasrazonesfulminantesdeldramamás temible.Yparacolmo,elcráneoparecíareírsecomoelviejoBob.

—Comprobaránustedes—dijoRouletabille—quehayunasillademásy,en consecuencia, un cuerpo demenos: es el deMr. Arthur Rance, pero nopodemosesperarmás.

—¡QuizáenestemomentoposeelapruebadelainocenciadelviejoBob!—observóMrs.Edith,aquientodosaquellospreparativoshabíanturbadomásqueanadie—.¡RuegoalaseñoraDarzacqueseunaamíparasuplicaraestosseñoresquenotomenningunadecisiónantesdequelleguemimarido!

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LaDamadeNegrono tuvo tiempode intervenir, puesMrs.Edith siguióhablandoyenesemomentooímosunosgolpesenlapuertaylavozdeArthurRance,quegritaba:

—¡Traigoelpequeñoalfilerconcabezaderubí!

Rouletabillefueaabrirle:

—¡ArthurRance!—dijo—.¡Porfin!

Elhombreparecíadesesperado:

—Pero¿quéesesto?¿Quéocurre?¿Otradesgracia? ¡Yamehaparecidoquellegabademasiadotardecuandohevistolaspuertasdehierrocerradasyhe oído en la torre el oficio de difuntos! ¡Sí, he imaginado que habíanejecutadoalviejoBob!

Entretanto,Rouletabillehabíavueltoacerrarlapuertaconcerrojo.

—¡El viejo Bob está vivo y el señor Bernier estámuerto! Siéntese, porfavor—lepidiócortésmenteRouletabille.

Arthur Rance, observando con sorpresa el tablero de dibujo, el bote depinturayelcráneoensangrentado,preguntó:

—¿Quiénlohamatado?

Entoncessedignóadvertirquesumujerestabaallíyleestrechólamano,peromirandoalaDamadeNegro.

—¡Antesdemorir,BernieracusóaFrédéricLarsan!—respondióelseñorDarzac.

—¿Quiereusteddecirconeso—interrumpióvivamenteMr.ArthurRance—quehaacusadoalviejoBob?Nolosufrirémás.Esposiblequeyotambiénhaya dudado de la personalidad de nuestro querido tío, ¡pero repito que lestraigoelpequeñoalfilerconcabezaderubí!

¿Qué significado encerraba aquel pequeño alfiler con cabeza de rubí?Recordé que Mrs. Edith nos había contado que el viejo Bob se lo habíaquitadodelasmanoscuandoellasedivertíapinchándololanochedeldramadel «cuerpo de más». Pero ¿qué relación podía haber entre el alfiler y laaventuradelviejoBob?ArthurRancenoesperóaquelepreguntáramosynosdijoqueaquelalfilerhabíadesaparecidoalmismotiempoqueelviejoBobyqueacababadeencontrarloenmanosdel«verdugodelmar»,atandounfajode billetes con que su tío había pagado aquella noche la complicidad y elsilencio de Tullio, el cual lo había conducido en su barca ante la cueva deRomeoyJulietaysehabíaalejadoalamanecermuyinquietoalnohabervistoregresarasupasajero.

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YArthurRanceconcluyó,triunfante:

—¡Unhombrequeledaaotrohombreensubarcaunalfilerconcabezaderubí nopuede estar, a lamismahora, encerrado enun sacodepatatas en laTorreCuadrada!

AloquedijoMrs.Edith:

—¿YcómoseteocurrióiraSanRemo?¿SabíasqueTullioestabaallí?

—Recibíunacartaanónimacomunicándomesudirección.

—Fui yo quien se la envié—dijo tranquilamente Rouletabille, y añadióconuntonoglacial—:Señores,mefelicitoporelprontoregresodeMr.ArthurRance.Ahorayaestamos reunidosen tornoaestamesa todos loshabitantesdel castillo de Hércules… todos aquellos para quienes mi demostracióncorporalde laposibilidaddel cuerpodemáspuede teneralgún interés. ¡Lesruegoqueprestenmuchaatención!

PeroArthurRanceleinterrumpióotravez:

—¿Quéquieredecirconesodeque«yaestamosreunidosentornoaestamesa todos loshabitantesdelcastilloparaquienesmidemostracióncorporaldelaposibilidaddelcuerpodemáspuedeteneralgúninterés»?

—Quierodecir—declaróRouletabille—¡paratodosaquellosentrelosquepodemosencontraraLarsan!

LaDamadeNegro,queaúnnohabíadichonada,selevantótemblando:

—¡Cómo! —gimió en un suspiro—. Entonces… ¿Larsan está entrenosotros?

—¡Estoyseguro!—dijoRouletabille.

Hubounsilencioespantosoduranteelcualnonosatrevimosamirarnos.

Elreporteroprosiguióconsutonoglacial:

—Estoyseguro…yesalgoquenodeberíasorprenderla,señora,¡puesenrealidadnuncalahaabandonadoausted!Encuantoanosotros,señores,¿noesverdadqueesepensamientonosabrumóatodoseldíadelacomidaconlasgafasnegrasenlaterrazadelTemerario?SiexceptuamosaMrs.Edith,¿quiéndenosotrosnosintióenaquelmomentolapresenciadeLarsan?

—EsunapreguntaquetambiénpodríamoshaceralprofesorStangerson—replicóArthur Rance—. Puestos a razonar de esemodo, no veo por qué elprofesor, que estaba en aquella comida, no se encuentra también en estapequeñareunión.

—¡Mr.Rance!…—exclamóindignadalaDamadeNegro.

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—Lepidoperdón—repusounpocoavergonzadoelmaridodeMrs.Edith—.PeroRouletabillehadicho«todosloshabitantesdelcastillodeHércules».

—El profesor Stangerson tiene su pensamiento tan lejos de nosotros—explicóRouletabilleconsuhermosasolemnidadinfantil—,quenonecesitosucuerpo. Aunque el profesor Stangerson haya vivido a nuestro lado en elcastillo, nunca ha estado «con nosotros». ¡Larsan, en cambio, nunca nos hadejado!

Estaveznosmiramosahurtadillas,yla ideadequeLarsanpudieraestarrealmente entre nosotros me pareció tan disparatada que, olvidando que nodebíadirigirlapalabraaRouletabille,meatrevíadecir:

—Peroenaquellacomidadelasgafasnegrashabíaotraspersonasquenoveoaquí…

Rouletabillegruñó,echándomeunamiradamaliciosa:

—¡Otravez elpríncipeGalitch!Ya lehedicho,Sainclair, aqué tarea sededicaelpríncipeenestastierras…¡ylejuroquenoleinteresanenabsolutolasdesgraciasdelahijadelprofesorStangerson!DejealpríncipeGalitchconsutareahumanitaria…

—Eso —observé con bastante mala intención—, eso no es unrazonamiento.

—Justamente,Sainclair,sucharlataneríameimpiderazonar.

Peroyoestabayaestúpidamentelanzadoy,olvidandoquehabíaprometidoaMrs.EdithdefenderalviejoBob,mepuseaatacarleporelpuroplacerdepillaraRouletabilleenunrenuncio;ydebodecirqueMrs.Edithmeguardórencorporellodurantemuchotiempo.

—ElviejoBob—afirméconseguridad—estabatambiénenlacomidadelasgafasnegras,yustedlodescartadeentradadesusrazonamientosporcausadel alfiler con cabezade rubí.Pero ese alfiler, que está aquí paraprobarnosqueelviejoBobsereunióconTullio,elcualseencontrabaconsubarcaenlabocadeunagaleríaquecomunicaelmarconelpozo,esealfiler,repito,nonosexplica cómo el viejo Bob pudo, según nos ha dicho, tomar el camino delpozo,siendoasíquenosotrosencontramoselpozocerradoporfuera.

—¡Usted! —dijo Rouletabille, mirándome con una severidad que memolestó—.¡Fueustedquienloencontrócerrado!¡Peroyolohabíaencontradoabierto!LeenviéapedirnoticiasaMattoniyapapáJacques,ycuandoustedvolvió,me encontró en elmismo sitio, en la Torre del Temerario, peromehabíadadotiempodeircorriendoalpozoycomprobarqueestabaabierto.

—¡Yde cerrarlo otra vez!—exclamé—. ¿Por qué volvió a cerrarlo? ¿Aquiénqueríaengañar?

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—¡Austed,señormío!

Pronuncióaquellascuatropalabrasconundespreciotanaplastante,queloscoloressemesubieronalrostro.Melevanté.Todoslosojossehabíanvueltohaciamí, ymientras recordaba la brutalidad con queRouletabilleme habíatratadohacíaunmomentoanteelseñorDarzac,¡tuvelahorriblesensacióndeque todos aquellos ojos sospechaban de mí y me acusaban! ¡Sí, me sentíenvueltoenelatrozpensamientogeneraldequeyopodíaserLarsan!

¡Yo,Larsan!

Losmiréunoporuno.PeroRouletabillenobajólosojoscuandolosmíosleexpresaronlaferozprotestadetodomiserymiindignaciónfuribunda.Lacóleragalopabapormisvenas.

—¡Estábien!—exclamé—.Hayqueacabarconesto.SielviejoBobestádescartado, si el príncipe Galitch está descartado, si el profesor Stangersonestádescartado,noquedamosmásquenosotros, losqueestamosencerradosen esta sala. ¡Y si Larsan está entre nosotros, muéstrenoslo de una vez,Rouletabille!

Y repetí con rabia,puesel jovenzuelo, con susojosqueme traspasaban,meestabasacandodemiscasillasyhaciéndomeportarcomounmaleducado.

—¡Muéstrelo,muéstrelo de una vez! ¡Ya se está demorando como en eljuicio!

—¿Yno tenía yo razones en el juicio para demorarme?—respondió sinconmoverse.

—Entonces¿piensadejarleescaparotravez?

—¡No,juroqueestaveznoseescapará!

¿Porqué su tono seguía siendo tan amenazador? ¿Deverdad, deverdad,creíaqueLarsanestabaenmí?MisojosseencontraronconlosdelaDamadeNegro.¡Ellameobservabaconespanto!

—Rouletabille… —dije con la voz estrangulada—, no estará ustedpensando,noestarásospechando…

EnesemomentosonóuntirodefusilcercadelaTorreCuadrada,ytodosnossobresaltamos, recordando laconsignaqueel reporterohabíadadoa lostres hombres de disparar contra cualquiera que intentara salir de la TorreCuadrada. Mrs. Edith lanzó un grito y quiso arrojarse afuera, peroRouletabille,quenohabíahechoelmenormovimiento,laapaciguó.

—Si hubieran disparado contra él —dijo—, habrían disparado los tres.¡Esetironoesmásqueunaseñal,laquemedicequeyapuedo«comenzar»!

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Yvolviéndosehaciamí:

—¡SeñorSainclair,deberíaustedsaberqueyonosospechonuncadenadanidenadiesinhabermeapoyadopreviamenteen«elladobuenodelarazón»!¡Esunresistentebastónquenuncamehafalladoenelcamino,ylesinvitoatodosustedesaqueseapoyenconmigoenél!Larsanestáaquí,entrenosotros,yel ladobuenodelarazónselovaamostrar;vuelvanasentarsetodos,porfavor,ynomequitenlosojosdeencima,¡puesvoyacomenzaraplasmarenestepapelmidemostracióncorporaldelaposibilidaddelcuerpodemás!

Fue a comprobar otra vez que los cerrojos de la puerta estaban bienechadosy,volviendoalamesa,cogióuncompás.

—Hequeridohacermidemostración—dijo—enelmismolugarenqueseprodujoelcuerpodemás.Asíserámásirrefutable.

Midió con el compás el radio del círculo que representaba el espacioocupadoporlaTorredelTemerarioeneldibujodelseñorDarzac,ytrazóesemismocírculoenuntrozodepapelblancoquehabíafijadoconchinchetasdecobreeneltablerodedibujo.

Luego dejó el compás, cogió el bote de pintura roja y preguntó al señorDarzacsi reconocíasupintura.ElseñorDarzac,quenocomprendíade todoaquellomás que nosotros, respondió que, efectivamente, él había preparadoaquellapinturaparasuaguada.

La mitad de la pintura se había secado en el fondo del bote pero, enopinión del señor Darzac, la mitad que quedaba daría sobre el papelprácticamente elmismocolorquehabíadadoen la acuareladelplanode lapenínsuladeHércules.

—¡Nadielahatocado!—prosiguióconmuchagravedadRouletabille—.Aestapinturanoselehaañadidomásqueunalágrima.Porlodemás,veránqueuna lágrima más o menos en este bote no perjudicará para nada midemostración.

Y diciendo esto, mojó el pincel en la pintura y pintó todo el espacioocupado por el círculo que había trazado de antemano. Lo hizo con esameticulosidadqueyamehabíasorprendidocuando,enlaTorredelTemerario,antemiabsolutaestupefacción,nopensabamásqueenpintarmientrasocurríaelasesinato.

Cuandoterminó,mirólahoraensuenormerelojdebolsilloydijo:

—Comopuedenver,señorasyseñores,lacapadepinturaquerecubremicírculonoesnimásnimenosespesaquelaquecoloreaelcírculodelseñorDarzac.Esprácticamenteelmismocolor.

—Sinduda—respondióelseñorDarzac—,pero¿quésignificaeso?

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—¡Yaloverá!—replicóel reportero—.¡Bueno,doyporsupuestoqueelautordeesteplano,deestapintura,esusted!

—¡Pues no del todo! ¡Y no fue poco el disgusto que me llevé alencontrarloentandeplorableestadocuandoentréconustedesenelgabinetedel viejo Bob a nuestra salida de la Torre Cuadrada! ¡El viejo Bob habíaemborronadoeldibujoalhacerrodarsucráneosobreél!

—¡Ahíestá!—subrayóRouletabille.

Ycogiódeencimadelamesaelcráneomásviejodelahumanidad.Lediolavueltay,mostrándolealseñorDarzaclamandíbulacompletamenteroja,lepreguntóaún:

—Tambiénopinaustedqueelrojoqueseencuentraenestamandíbulaeselmismoconquesehaimpregnadodesuplano,¿noesasí?

—¡No cabe lamenor duda!El cráneo estaba boca arriba sobremi planocuandoentramosenlaTorredelTemerario.

—¡Bien,seguimossiendodelmismoparecer!—dijoelreportero.

Entoncesselevantó,conelcráneoenelhuecodelbrazo,yentróenaquellahendidura delmuro provista de una amplia ventana guarnecida de barrotes,queenotraépocahabíasidotroneraparacañonesyqueelseñorDarzachabíaconvertidoencuartodeaseo.Encendióconunacerillaunquinquédealcoholque había en una mesilla y colocó sobre él una cacerola llena de agua. Elcráneocontinuótodoeltiempoenelhuecodesubrazo.

Durante todaaquellaextrañarepresentaciónno lequitábamoslosojosdeencima. Nunca la actitud de Rouletabille nos había parecido tanincomprensible,nitanextraña,nitaninquietante.Cuantasmásexplicacionesnosdabaymás actuaba,menos le entendíamos. ¡Y teníamosmiedo, porquesentíamosquealgunodelosqueestábamosallíteníamásmiedoqueelresto!¿Quiénpodríaser?¡Talvezquienparecíamástranquilo!

ElmástranquiloeraRouletabille,consucráneoysucacerola.

Pero¡cómo!¿Porquéretrocedemostodosrepentinamentealunísono?¿PorquéelseñorDarzac,conlosojosdesorbitadosporunespantonuevo,porquélaDamadeNegro,porquéMr.ArthurRance,porquéyomismoreprimimosungrito,unnombrequeexpiraennuestroslabios?¡Larsan!

Pero ¿dónde lo hemos visto? ¿Dónde lo hemos descubierto esta vez,estandocomoestamosmirandoaRouletabille?¡Ah,eseperfilenmediodelasombra rojade lanochequeempiezaacaer sobrenosotros, esa frenteenelfondodelatroneraquevieneaensangrentarelcrepúsculo,comoenlamañanadel crimen la sangrienta aurora vino a enrojecer estas paredes! ¡Oh, esamandíbula dura y voluntariosa, que se redondeaba hace un rato como una

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figurasuave,unpocoamarga,peroencantadora,enmediode la luzdeldía,ahora se recorta malvada y amenazadora sobre la pantalla del anochecer!¡CómosepareceRouletabilleaLarsan!¡Cómoenesemomentosepareceasupadre!¡EsLarsan!

Otravezemocionadoaloír elgemidode sumadre,Rouletabille saledelmarcofúnebreenquesenoshaaparecidoconfiguradebandidoyvienehastanosotrosconvertidootravezenRouletabille.Aúnseguimostemblando.Mrs.Edith,quenohavistonuncaaLarsan,nopuedecomprenderlo.Mepregunta:

—¿Quéestápasando?

Rouletabille está ahí, delante de nosotros, con el agua caliente en lacacerola,unatoallayelcráneo.Ylimpiaelcráneo.

Ya está. La pintura ha desaparecido. Nos lo hace comprobar. Entonces,situándose delante de lamesa, queda enmuda contemplación delante de supropiaacuarela.Esolehabrállevadoporlomenosdiezminutos,duranteloscuales nos ha ordenado con una seña que guardáramos silencio…, diezminutosrealmenteimpresionantes…¿Quéestáesperando?Deprontocogeelcráneoconlamanoderechay,conelgestofamiliardelosjugadoresdebolos,lohacerodarvariasvecessobresuaguada;luegonosenseñaelcráneoynosinvitaacomprobarqueno tieneningunahuelladepintura roja.Rouletabillesacadenuevosureloj.

—Lapinturaestásecayaenelplano—dice—.Sehasecadoenuncuartodehora.Eldía11vimosentrarenlaTorreCuadrada,ALASCINCO,alseñorDarzac, que venía de fuera. Pues bien, el señor Darzac nos ha dicho quedespuésdehaberentradoenlaTorreCuadradaydehaberechadoloscerrojosde suhabitación, novolvió a salir hastaquevinimos abuscarlopasadas lasseis.PorloquerespectaalviejoBob,lovimosentrarenlaTorreRedondaALASSEIS,¡conelcráneovirgendepintura!

»Entonces,¿cómoesposiblequeestapintura,quesólotardauncuartodehoraensecarse,estuvieraaqueldíalosuficientementefresca,másdeunahoradespués de que el señorDarzac la dejase, paramanchar el cráneo del viejoBob, que en un arrebato de cólera lo había hecho rodar sobre la aguada alentrarenlaTorreRedonda?Nohaymásqueunaexplicación,ylesdesafíoaqueencuentrenotra,yesqueelseñorDarzacqueentróenlaTorreCuadradaA LASCINCO, y al que nadie vio salir, no es el mismo que el que habíaestadopintandoenlaTorreRedonda,antesdelallegadadelviejoBob,ALASSEIS, con el cual nos encontramos nosotros en la habitación de la TorreCuadrada sin haberlo visto entrar y con el que salimos después… En unapalabra:¡quenoeselmismoqueelseñorDarzacqueestáaquí,presenteantenosotros!ELLADOBUENODELARAZÓNNOSDICEQUEHAYDOSMANIFESTACIONESDEDARZAC.

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YRouletabillemiróalseñorDarzac.

Éste, como todos nosotros, estaba aún bajo el golpe de la luminosademostración del joven reportero. Nos encontrábamos divididos entre unespanto nuevo y una admiración sin límites. ¡Qué claro estaba todo lo quedecíaRouletabille! ¡Claro y espeluznante!Una vezmás encontramos allí lamarcadesuprodigiosa,lógicaymatemáticainteligencia.

ElseñorDarzacexclamó:

—AsíseexplicaqueélpudieraentrarenlaTorreCuadradaconundisfrazque le daba sin dudamimisma apariencia, y que pudiera esconderse en elarmario, de suerte que yo no lo viera cuando poco después vine aquí adespacharmicorrespondenciatrassalirdelaTorredelTemerario,dondehabíadejadolaaguada.Pero¿cómoleabrióelseñorBernier?

—¡De la formamássencilla!—replicóRouletabille,quehabíacogido lamanode laDamadeNegroentre las suyascomosiquisieradarle ánimo—.¡PorqueelseñorBerniercreyóqueerausted!

—Claro, así se explica que cuando yo llegué ami puerta sólo tuve queempujarla.ElseñorBerniercreíaqueyoestabadentro.

—¡Exacto! ¡Magistralmente razonado! —concedió Rouletabille—. Y elseñorBernier, quehabía abierto a la primeramanifestaciónDarzac, no tuvoque ocuparse de la segunda, porque no la vio, como tampoco la vimosnosotros.UstedllegóciertamentealaTorreCuadradaenelmomentoenqueelseñorBerniersehallabaconnosotrosenelparapeto,examinandolasextrañasgesticulaciones del viejo Bob, que estaba hablando con Mrs. Edith y elpríncipeGalitchalaentradadelaBarmaGrande.

—Pero entonces—preguntó el señorDarzac—, ¿cómo es que la señoraBernier,queestabaenlaportería,nomevioynoseextrañódeverentrarporsegundavezalseñorDarzacsinhaberlovistosalir?

—Imagínese —repuso el reportero con una triste sonrisa—, imagínese,señorDarzac,quelaseñoraBernierenaquelmomentoenqueustedpasaba…,esdecir,enquelasegundamanifestaciónDarzacpasaba,estabarecogiendounsacodepatatasqueyohabíavaciadoenelsuelo…yestaráustedenlocierto.

—¡Bueno,puespuedofelicitarmedehallarmetodavíaenestemundo!

—¡Felicítese,señorDarzac,felicítese!

—¡Tiemblosólodepensarqueencuantoentréechéloscerrojos,comoledije, y que me puse a trabajar con aquel bandido a la espalda! ¡Dios mío,hubierapodidomatarmesinresistencia!

RouletabilleavanzóhaciaelseñorDarzac.

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—¿Porquénolohizo?—lepreguntó,mirándolealosojos.

—¡Sabeustedperfectamentequeestabaesperandoaalguien!

YelseñorDarzacvolviósucaradolorosahacialaDamadeNegro.

RouletabilleestabaahorajuntoalseñorDarzac.Lepusolasmanosenloshombros.

—Señor Darzac—dijo con una voz que había vuelto a hacerse clara yllenadebravura—, tengoqueconfesarleunacosa.Cuandocomprendícómosehabía introducidoel«cuerpodemás»yconstatéqueustednohacíanadapor desengañarnos en lo referente a la hora de las cinco, la hora en quecreíamos,enquetodoelmundo,menosyo,creíaqueustedhabíaentradoenlaTorreCuadrada, ¡estabaenmiperfectoderechodesospecharqueelbandidonoeraelquehabíaentradoalascincoenlaTorreCuadradabajoeldisfrazdeDarzac!¡Porelcontrario,penséqueaquelDarzacbienpodíaserelverdaderoy que el falso era usted! ¡Ah,mi querido señor Darzac, cómo sospeché deusted!

—¡Pero eso es una locura!—exclamó el señorDarzac—. ¡Si no dije lahoraexactaenqueentréenlaTorreCuadradaesporqueaquellahoraestabaalgoconfusaenmimemoriaynoleconcedíningunaimportancia!

—Detalsuerte,señorDarzac—continuóRouletabillesinhacercasodelasinterrupciones de su interlocutor, ni de la emoción de laDama deNegro ytampocodelaactituddetodosnosotros,máshorrorizadaquenunca—,detalsuertequeelverdaderoDarzac,queveníadefuerapararecobrarelsitioqueustedlehabíarobado(¡enmiimaginación,señorDarzac,enmiimaginación,tranquilícese!),¡habríasidoreducido,graciasalososcuroscuidadosdeustedyconlaayudahartofieldelaDamadeNegro,habríasidoreducido,digo,alperfecto estado de no volver a perjudicar su audaz empresa! ¡De tal suerte,señor Darzac, que pude pensar que usted era Larsan y el hombre que fuemetido en el saco era Darzac! ¡Vaya imaginación la mía, señores! ¡Quéinauditasospecha!

—¡Bah!—replicó sordamenteDarzac—. ¡Aquí todos hemos sospechadodetodos!

Rouletabille le dio la espalda, se metió las manos en los bolsillos y,dirigiéndoseaMathilde,queparecíaapuntodedesmayarseanteelhorrordelaimaginacióndeRouletabille,dijo:

—¡Ánimo,señora,sólounpocomás!

Yentonces,conaquellavoz«subidadetono»quetanbienleconocíayo,aquellavozdeprofesordematemáticasexponiendooresolviendounteorema,continuó:

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—Veausted,señorDarzac:habíadosmanifestacionesDarzac…Parasabercuálera laverdaderaycuál laqueescondíaaLarsan…mideber,elquemeindicaba el lado bueno demi razón, consistía en examinar sin escrúpulo nireproche,unatrasotra,esasdosmanifestaciones…¡contotalimparcialidad!Ycomencéporusted.

ElseñorDarzacperdiólapaciencia:

—Bueno,yaestábien.¡Puestoqueyanosospechademí,dígamedeunavezquiénesLarsan!¡Seloexijo!

—¡Sí,dígalodeunavez!—leexigimostodos,rodeándolo.

Mathilde se precipitó sobre su hijo y lo cubrió con su cuerpo como siestuviera amenazado.Pero aquella escena había duradoya demasiado y nosteníaexasperados.

—¡Silosabe,quelodiga!¡Yacabemosdeunavez!—gritóArthurRance.

De pronto, mientras recordaba haber oído ya los mismos gritos deimpaciencia en la sala de audiencia, un nuevo disparo resonó fuera, y nosquedamostodostansobrecogidos,quenuestracólerasederrumbódegolpeyrogamos a Rouletabille que pusiera fin lo antes posible a aquella situaciónintolerable.Adecir verdad, en aquelmomento todos le suplicábamos a cuálmás, ¡como si quisiéramos probar a los demás, y quizá también a nosotrosmismos,quenoéramosLarsan!

Cuando se oyó el segundo disparo, a Rouletabille se le transformó elrostro;todosuserparecíavibrarconunaenergíaferoz.AbandonandoeltonosocarrónconquelehabíahabladoalseñorDarzacyquenoshabíaminadoelánimoa todos, apartó suavementea laDamadeNegro,que seobstinabaenquererprotegerlo,seapoyóenlapuertaconlosbrazoscruzadosydijo:

—Verán,enuncasocomoéstenohayquedescuidarningúndetalle.¡DosmanifestacionesDarzacentrandoydosmanifestacionesDarzacsaliendo,unadeellasenelsaco!¡Unasuntorealmenteembrollado!Yahora,señorDarzac,permítamedecirleque¡teníacienrazonesparasospechardeusted!

Entoncespenséyo:«¡Quémalasuertequenohubieraconfiadoenmí!¡Lehabríaahorradoeltrabajoylehabríahecho“descubrirAustralia”!».

El señor Darzac se plantó ante el reportero y le espetó con una rabiacreciente:

—¡Dígamequérazones!¡Quérazones!

—Selasdiré,amigomío—dijoelreporteroconunacalmasuprema—.Loprimero que pensé cuando analicé las peculiaridades de la manifestaciónDarzacque le tocaaustedfue:«¡Bah!¡Si fueraLarsan, laseñoraDarzacse

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habría dado cuenta!». Evidente, ¿no le parece? Pues bien, tras observarconcienzudamente el comportamiento de la que, del brazo de usted, seconvirtióenseñoraDarzac,acabéporconvencermedequeellasospechótodoeltiempoqueustederaLarsan.

Mathilde, que había vuelto a desplomarse en una silla, encontró fuerzasparalevantarseyprotestar.

EncuantoalseñorDarzac,surostroparecíamásdevastadoquenuncaporelsufrimiento.Sesentó,diciendoamediavoz:

—¿Esposiblequehayaspensadoeso,Mathilde?

Mathildebajólacabezaynorespondió.

Rouletabille, con una crueldad implacable, y a mi juicio inexcusable,continuó:

—AlrecordartodoslosgestosdelaseñoraDarzac,despuésdesuretornodeSanRemo, veo en cada unode ellos la expresión del terror que sentía adejar escapar el secreto de sumiedo, de su perpetua angustia. ¡Ah, déjemehablar, señor Darzac…, tengo que explicarme, para que todo el mundo seexplique!¡Estamos«despejandolasituación»!Nadaeraentoncesnaturalenlaforma de ser de la señorita Stangerson. La misma precipitación con queaccedió a apresurar la ceremonia nupcial demostraba su deseo de arrojar eltormentodesuespíritu.¡Cuánclaramentedecíanentoncessusojos,delosquetodavíameacuerdo:«¿EsposiblequesigaviendoaLarsanpor todaspartes,incluso en el que está a mi lado, que me conduce al altar, que me llevaconsigo?»!

»Ya en la estación lanzó un adiós desgarrador. Ya gritaba: “¡Socorro!”.¡Socorrocontraella,contrasupensamiento!¿Yacaso tambiéncontrausted?Peronoseatrevíaaexponersupensamientoanadie,porque teníamiedodequeledijeran…

RouletabilleseinclinóaloídodelseñorDarzacyledijomurmurando,notanbajocomoparaqueyonolooyera,perosílosuficienteparaqueMathildenocaptaralaspalabrasquesalíandesuboca:

—¡Queestabavolviéndoseloca!

Yretrocediendounpocoprosiguió:

—¡Asíqueahorayadebeustedde comprenderlo todo,miquerido señorDarzac! Aquella extrema frialdad con que le trataba a usted; y también, aveces, la culpabilidad y los remordimientos que le acometían por haberdudadodeusted,queensuincesantevacilaciónlaempujabanaprodigarlepormomentos de lasmás delicadas atenciones…En fin, permítameque le digaqueyomismo lehevisto aveces tan sombrío, quehe llegadoapensarque

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usted había descubierto que la señora Darzac, cuando lomiraba, cuando lehablaba,cuandosecallaba,¡enelfondoteníasiemprepresenteelpensamientodeLarsan!Porconsiguiente,entendámonosbien,noeralaideade«quelahijadelprofesorStangersonsehabíadadocuentadeello»laquepodíaalejarmissospechas,puestoque,muya supesar, ¡igualmente sedabacuenta! ¡No,nofueporeso!¡Missospechassealejaronporotromotivo!

—Podríanhaberlohecho—replicóirónicoydesesperadoelseñorDarzac—, podrían haberlo hecho por la sencilla razón de que, si yo hubiera sidoLarsan,poseyendoa laseñoritaStangerson,convertidaenmimujer, ¡tendríatodoelinterésenqueellasiguieracreyendoenlamuertedeLarsan!¡YyonomehabríaresucitadoamímismocomoLarsan!¿NoestabaclaroqueeldíaenqueLarsanvolvieraalmundoyohabríaperdidoaMathildeparasiempre?

—¡Perdón,señor,perdón!—sedisculpóRouletabille,quesehabíapuestomásblancoque lacal—.Otravezabandonausted,simees lícitodecirlo,elladobuenodelarazón.¡Porqueélnosindicalocontrariodeloqueustedcreever!Loqueyoveoesesto:¡siustedtieneunamujerquecreeoestácercadecreer queusted esLarsan, todo el interés deusted residirá enmostrarle queLarsanexistefueradeusted!

Aloír esto, laDamadeNegro sedeslizócontra lapared, llegó jadeandohasta Rouletabille y devoró con lamirada la cara del señor Darzac, que sehabíapuestopétrea.Por loque respectaanosotros, estábamos tanafectadospor la novedad e irrefutabilidad del razonamiento de Rouletabille, quedeseábamosardientementeconocerlacontinuaciónysaberhastadóndepodíallegarunahipótesistanformidable.Eljovencontinuó,imperturbable.

—PerositeníainterésenmostrarlequeLarsanexistíafueradeusted,hayun caso en que ese interés se transformaba en una necesidad inmediata.Imagínese…,ydigo«imagínese»,miqueridoseñorDarzac,queustedhubieraresucitadorealmenteaLarsan,unavez,unasola,sinquerer,dentrodeusted,alosojosdelahijadelprofesorStangerson,¡yasíseencuentradeprontoenlanecesidad, digo bien, en la necesidad de resucitarlo de nuevo, pero siemprefuera de usted…, para probar a su mujer que el Larsan resucitado no estádentrodeusted!¡Ah,cálmese,seloruego!¡Yalehedichoquemissospechashan desaparecido definitivamente! Lo menos que podemos hacer esdivertirnos razonando un poco, después de las angustias pasadas, en queparecíanohaber lugarparaningúnrazonamiento.Vea,pues,adóndemeveoobligado a llegar al considerar como realizada la hipótesis (son losprocedimientosmatemáticosqueustedconocemejorqueyo,ustedqueesunsabio), al considerar, repito, como realizada la hipótesis de lamanifestaciónDarzacqueesustedocultandoaLarsan.¡Asípues,enmirazonamientoustedesLarsan!YahoramepreguntoyoquépudosucederenlaestacióndeBourgpara que usted apareciera en el estado deLarsan a los ojos de sumujer. El

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hecho de la resurrección es innegable. Existe. ¡En ese momento no puedeexplicarsemásqueporsuvoluntaddeserLarsan!

ElseñorDarzacpermanecíamudo.

—Comodiceusted—prosiguióRouletabille—,debidoaesaresurrección,lafelicidadseleescapa.Entonces,siesaresurrecciónnopuedeservoluntaria,notienemásqueunarazóndeser,unarazón¡accidental!Esoloaclaratodo.Oh,lehedadomuchasvueltasalincidentedeBourg…Sigorazonando,noseasuste.EstáustedenBourg,enelrestaurante.Ustedcreequesumujer,comoella le ha dicho, le espera fuera de la estación. Después de terminar sucorrespondencia,sientelanecesidaddeirasucompartimentoaarreglarseunpoco, a echar la ojeada del maestro en camuflajes sobre su disfraz. Ustedpiensa:unaspocashorasmásdecomediay,unavezpasadalafrontera,enunlugar donde ella será completamente mía, definitivamente mía…, abajo lamáscara, pues, pese a todo, lamáscara le pesa; tanto es así, que al llegar alcompartimento decide tomarse unos minutos de descanso. Se alivia de esabarba mentirosa y de las gafas, y en ese momento se abre la puerta delcompartimento…Sumujer, horrorizada, al ver aquella cara sin barba en elespejo,lacaradeLarsan,huyedespavoridalanzandoungritodeespanto.¡Ah,ustedcomprendeelpeligro!Sabequeestáperdidosiinmediatamentesumujerno ve aDarzac, sumarido, en otra parte. ¡Se pone rápidamente lamáscara,bajaporlaventanadelcompartimento,cruzalavíaporelladoopuestoaldelandényllegaalrestauranteantesquesumujer,quecorreabuscarlo!Ellaleencuentra de pie. Ni siquiera ha tenido tiempo de sentarse. ¿Todo estásalvado?¡Desgraciadamenteno!Sudesgracianohahechomásquecomenzar.PueselatrozpensamientodequeustedpuedaseralavezDarzacyLarsannolaabandona.Enelandéndelaestación,alpasarbajounafaroladegas,ellalemira, le suelta la mano y se lanza como una loca a la oficina del jefe deestación. ¡Ah, ya ha comprendido usted! Hay que alejar de inmediato esepensamientoabominable.Saleusteddelaoficinaycierraprecipitadamentelapuerta, ¡y también finge que acaba de ver a Larsan! Para tranquilizarla, ytambiénparaengañarnos,enelcasodequeellaseatrevieraadesvelarnossupensamiento, ¡es usted el primero en avisarme, en enviarme un telegrama!¡Quénítidasepresentaahorasuconducta!Nopuedeustednegarleeldeseodereunirse con su padre. ¡Ella se iría sin usted!Y como todavía no hay nadaperdido,tieneustedlaesperanzaderecobrarlotodo.Duranteelviajesumujercontinúadebatiéndoseentrelafeyelterror.Ellaleentregasurevólver,enunaespeciededeliriodesuimaginación,quepodríaresumirseenestafrase:«¡SiesDarzac,quemedefienda!¡SiesLarsan,quememate!¡Porqueasídejarédeno saber a qué atenerme!». En las Rochers Rouges la siente otra vez tanalejadadeusted,queparareprochárselovolveráamostrarleaLarsan.¡Yaveusted,miqueridoseñorDarzac,lobienqueencajabatodoenmipensamiento!Y hasta su aparición de Larsan en Menton, durante su viaje de Darzac a

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Cannesmientras iba a nuestro encuentro, podía explicarse todo de la formamássencilla.UstedhabríacogidoeltrenantesusamigosenMenton-Garavan,perosebajóenlaestaciónsiguiente,queesladeMenton,yallí,trasunacortaestancia necesaria en su guardarropa urbano, se apareció en el estado deLarsanasusmismosamigosquehabíanidopaseándosehastaMenton.Eltrensiguiente le llevaría a Cannes, donde nos encontraríamos. Sólo que, comoaqueldíatuvoustedeldisgustodeoírdebocadeArthurRance,quetambiénhabía ido a Niza a nuestro encuentro, que aquella vez la señora Darzac nohabía visto aLarsan y que su exhibición de lamañana no había servido denada, ¡se vio obligado a mostrarle aquella misma tarde a Larsan, bajo laspropiasventanasdelaTorreCuadrada,antelasquepasabalabarcadeTullio!¡Ya ve usted, mi querido señor Darzac, cómo las cosas aparentemente máscomplicadasseconvertiríandegolpeensencillasylógicamenteexplicables,siporcasualidadmissospechasllegaranaconfirmarse!

Al oír aquellas palabras yo, que, sin embargo, había visto y tocado aAustralia,nopudemenosdeestremecermealmiraraRobertDarzaccomosemiraaunpobrehombreapuntodeconvertirseenvíctimadealgúnhorribleerrorjudicial.Y,amialrededor,todoslosdemásseestremecieronigualmentepor él, pues los argumentos deRouletabille eran tan terriblemente posibles,quetodosnospreguntábamoscómo,despuésdehaberestablecidotanbienlaposibilidad de su culpabilidad, se las arreglaría para poder demostrar suinocencia. Robert Darzac, después de haber mostrado la más sombríaagitación,secalmóunpocoalescucharaljoven,ymeparecióqueabríaesosojos asombrados, extravagantes, demirada perturbada, peromuy interesada,que tienen los acusados en el banco de la audiencia cuando oyen al fiscalpronunciar una de esas formidables requisitorias ¡que los convencen a ellosmismosdeuncrimenqueavecesnohancometido!Lavozconqueconsiguiópronunciarlaspalabrassiguientesnoerayaunavozdecólera,sinodecuriosoespanto, la voz de un hombre que se dice: «¡SantoDios, de qué peligro helogradolibrarmesinsaberlo!».

—Perosiyanotieneustedesassospechas—dijo,recobrandolacalma—,megustaría saber, despuésde todo loqueacabadedecirme,qué fue loquepudoalejarlas.

—¡Paraalejarlassólomehacíafaltaunacerteza!¡Unapruebasimple,peroabsoluta, que me indicara de una forma deslumbrante cuál de las dosmanifestacionesDarzaceraLarsan!Porsuerte,esapruebamelaaportóustedalamismahoraenquecerróelcírculo,¡elcírculoenelquesehabíahallado«elcuerpodemás»!,eldíaenque,trashaberafirmado(cosaqueeraverdad)que había echado los cerrojos del apartamento nada más entrar en lahabitación, ¡nos mintió usted al no desvelarnos que había entrado en estahabitaciónhacialasseisynoalascinco,comoelseñorBernierdecíaycomo

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nosotrosmismoshabíamospodidocomprobar! ¡Entonces éramosustedyyolosúnicosquesabíamosqueelDarzacdelascinco,delquetodoshablábamoscomodeustedmismo,noerausted!¡Yustednodijonada!¡Ynofinjaquenoconcedía ninguna importancia a ese detalle, puesto que esa hora se loexplicaba todo a usted, esa hora decía que un Darzac distinto de usted, elverdadero,habíavenidoalaTorreCuadradaaesahora!Deesemodo,despuésdesufalsoasombro,¡cómosecallabausted!¡Susilencionosmintió!¡YquéinteréshabríatenidoelverdaderoDarzacenocultarqueotroDarzac,quebienpodía ser Larsan, había venido antes que usted a esconderse en la TorreCuadrada! ¡Sólo Larsan tenía interés en ocultarnos que había otro Darzacdistinto de él!DELASDOSMANIFESTACIONESDARZAC,LAFALSAERANECESARIAMENTELAQUEMENTÍA.¡Esacertidumbrefuelaquealejó definitivamente mis sospechas! ¡LARSAN ERA USTED, Y ELHOMBREQUEESTABAENELARMARIOERADARZAC!

—¡Miente! —aulló, saltando sobre Rouletabille aquel que yo no podíacreeraúnquefueraLarsan.

Pero nos interpusimos, y Rouletabille, que no había perdido la calma,extendióelbrazoydijo:

—¡Ytodavíaestá!

¡Escenaindescriptible!¡Momentoinolvidable!AlgestodeRouletabille,lapuerta del armario fue empujada por una mano invisible, como sucedió laterriblenochequehabíavistoelmisteriodel«cuerpodemás».

¡Y apareció el «cuerpo de más» en persona! Clamores de sorpresa, deentusiasmoydehorrorllenaronlaTorreCuadrada.LaDamadeNegrolanzóungritodesgarrador:

—¡Robert!¡Robert!¡Robert!

Eraungritodealegría.AntenosotroshabíadosDarzac, tanparecidoseluno al otro, que cualquiera que no fuera laDama deNegro hubiera podidoequivocarse. Pero su corazón no la engañó, aun admitiendo que su razón,después de la curiosa y triunfante argumentación de Rouletabille, hubierapodido vacilar todavía. Con los brazos extendidos iba hacia la segundamanifestaciónDarzacquedescendíadelarmariofatal.¡ElrostrodeMathildeirradiaba una vida nueva! Sus ojos, sus tristes ojos, cuyamirada extraviadahabíavistoyotantasvecesentornoalotro,mirabanfijamenteaésteconunaalegría magnífica, pero tranquila y segura. ¡Era él! ¡Era el que ella creíaperdido, y que había intentado buscar en el rostro del otro, pero sin poderencontrarlo,yqueellaachacódurantedíasynochesasupropiaymiserablelocura!

Por lo que respecta al hombre que hasta el último minuto yo no había

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podido creer culpable, el hombre feroz que, desenmascarado y acorralado,veíadeprontoerguirsefrenteaéllapruebavivientedesucrimen,intentóaúnunodeesosgestosquecon tanta frecuencia lehabían salvado.Rodeadoportodaspartes, intentólahuida.Entoncescomprendimoslaaudazcomediaqueveníarepresentandodesdehacíaunosminutos.NoteniendoyaningunadudasobreeldesenlacedeladiscusiónquemanteníaconRouletabille,habíatenidoese increíble dominio de sí mismo para no dejar traslucir nada, y de ahíaquellahabilidadúltimaparaestiraraplacerunaargumentación,alfinaldelacualsabíaqueencontraríasuperdición,perodurantelacualquizádescubriríalos medios para huir. Y maniobró tan bien, que en el momento en queavanzábamoshaciael«otro»Darzac,¡nopudimosimpedirquesearrojaradeun salto al cuarto quehabía servidodehabitación a la señoraDarzacyquecerraraviolentamentelapuertaconunarapidezfulminante!Nosdimoscuentade que había desaparecido cuando era demasiado tarde para desbaratar sutreta.Rouletabille,durantelaescenaprecedente,nohabíapensadomásqueenguardarlapuertadelpasilloynosehabíafijadoenquecadamovimientoquehacíael falsoDarzac, amedidaque ibaquedandoconvictode impostura, loacercabaalahabitacióndelaseñoraDarzac.Elreporteronoconcedíaningunaimportanciaa talesmovimientos, sabiendoqueaquellahabitaciónnoofrecíaninguna salida para la huida de Larsan. Sin embargo, cuando el bandidoestuvo detrás de la puerta que cerraba su último refugio, nuestra confusiónaumentó. Parecía como si de pronto nos hubiéramos vuelto todos locos.¡Golpeábamos, gritábamos y pensábamos en todas las genialidades de susinexplicablesevasiones!

—¡Sevaaescapar!¡Senosvaaescaparotravez!

Arthur Rance era el más desesperado de todos. Mrs. Edith estabatriturándome el brazo con mano nerviosa, excitada e impresionada por laescena.NadieprestabaatenciónalaDamadeNegroniaRobertDarzac,que,enmedio de aquella tempestad, parecían haber olvidado hasta el ruido quehacíamos a su alrededor. No decían palabra, pero se miraban como sidescubrieran un mundo nuevo, el mundo del amor. Y es que, gracias aRouletabille,acababandeencontrarlo.

Ésteabriólapuertadelpasilloyllamóalostrescriados,quellegaronconsusfusiles.Perohacíanfaltahachas.Lapuertaerasólidayestabacerradacongruesoscerrojos.PapáJacquesfueabuscarunavigaquenossirviódeariete.Todos nos pusimos a ello y, finalmente, vimos que la puerta cedía.Nuestraansiedadllegabaalcolmo.Envanonosrepetíamosqueíbamosaentrarenunahabitación donde no habíamás que paredes y barrotes.Nos lo esperábamostodo, o mejor dicho, nada, obsesionados por la idea de la escapada, ladesaparición,elvuelo,oladisociacióndelamateriadeLarsan.

Encuantolapuertacomenzóaceder,Rouletabilleordenóaloscriadosque

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volvieranacoger los fusiles,con laconsigna, sinembargo,denoutilizarlosmás que en el caso extremo de que fuera imposible apoderarse de él vivo.Luegodiounúltimogolpeconelhombro,ylapuertafinalmentecedió.Élfueelprimeroenentraralaestancia.

Nosotros le seguimos.Yenelumbral,detrásdeél, todosnosdetuvimosllenosdeestupefacción.¡Paraempezar,Larsanestabaallí!¡Diosmío,ahorasíeravisible!Estabatranquilamentesentadoenunsillón,ynosmirabaconsusgrandesojostranquilosyfijos.Teníalosbrazosapoyadosenlosdelsillónylacabeza en el respaldo. Parecía que nos concediera audiencia, dispuesto aescucharnuestraspeticiones.Inclusocreídistinguirunaligerasonrisairónicaensuslabios.

Rouletabilleavanzóunpocomás:

—Larsan…—dijo—,¿serinde?

PeroLarsannorespondió.

EntoncesRouletabille le tocó lamanoy el rostroynosdimoscuentadequeestabamuerto.

Rouletabille nos señaló entonces con su dedo el chatón abierto de unasortijaquedebíadehabercontenidoensuinteriorunvenenofulminante.

ArthurRanceescuchólos latidosdesucorazónydeclaróque todohabíaterminado.

Trasesto,RouletabillenosrogóquesaliéramosdelaTorreCuadradayquenosolvidáramosdelmuerto.

—Yomeencargarédetodo—dijogravemente—.¡Erauncuerpodemásynadienotarásudesaparición!

YdioaWalterunaordenquetradujoArthurRance:

—¡Walter,tráigame«elsacodelcuerpodemás»!

Luego hizo un gesto que todos comprendimos y le dejamos solo con elcadáverdesupadre.

El señorDarzac se sintiómal deprontoy lo llevamos al salóndel viejoBob.Peroerasólounadebilidadpasajera,yencuantoabriólosojossonrióaMathilde,que inclinabasobreélsubellorostro,enelquese leíaelmiedoaperder un esposo en el mismo momento en que, por un concurso decircunstanciasqueaúnseguíansiendomisteriosas,acababadeencontrarlo.LaconvenciódequenocorríaningúnpeligroylerogóquesalieradelcuartounmomentojuntoaMrs.Edith.Cuandolasdosmujeresnoshubierondejado,Mr.Arthur Rance y yo intentamos reanimarlo para que nos revelara lospormenoresdesucuriosoestadodesalud.Pues,cabíapreguntarse,¿cómoun

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hombrequetodoshabíamoscreídomuertoyquehabíasidoencerradoenunsaco,agonizante,podíasurgirvivootravezdelarmario?Cuandoleabrimoslaropaylequitamoselvendajequeocultabalaheridadesupecho,paravolveraponérselobien, supimosque la herida, por una casualidadno tan rara comopudieracreerse,trashaberprovocadouncomacasiinmediato,nopresentabaninguna gravedad.La bala que había herido aDarzac en la lucha feroz quesostuvo con Larsan le había dado en el esternón, causando una fuertehemorragia externay sacudiendodolorosamente todoelorganismo,pero sinsuspenderningunadelasfuncionesvitales.

Se han visto heridos de este tipo paseándose entre los vivos unas horasdespuésdehabercreídoasistirasusúltimosmomentos.Yyomismorecordé—cosaqueacabóde tranquilizarme—laaventuradeunbuenamigomío,elperiodistaL.,elcualnadamásacabardebatirseendueloconelmúsicoV.,semaldecíaasímismoporhabermatadoasuadversariodeuntiroenelpecho,sinhaberledadotiemposiquieraadisparar.Depronto,elmuertoselevantóyalojóunabalaenelmuslodemiamigo,aconsecuenciadelacualestuvieronapuntodeamputarlelapiernayqueloretuvolargosmesesencama.Encuantoalmúsico,quehabíavueltoacaerencoma,aldíasiguientesalióapasearporelbulevar.Tambiénél,comoDarzac,habíasidoheridoenelesternón.

TrasterminardevendaraDarzac,papáJacquesfueacerrar lapuertadelsalón,quesehabíaquedadoentreabierta,ymepreguntabalarazónquehabríaempujado al buen hombre a tomar aquella precaución, cuando oímos en elpasillounruidocomodeuncuerpoarrastradoporelsuelo.¡PenséenLarsan,enelsacodel«cuerpodemás»,yenRouletabille!

DejéaArthurRancealladodelseñorDarzacycorríalaventana.Nomehabíaequivocado;viaparecerenelpatioelsiniestrocortejo.

Eracasidenoche.Unaoscuridadpropicialoenvolvíatodo.Sinembargo,distinguíaWalterdecentinelabajolapoternadelJardinero.Mirabahacia labaille,dispuestoevidentementeacerrarelpasoatodoelqueintentaseentrarenelpatiodelTemerario…

Vi a Rouletabille y a papá Jacques, que se dirigían hacia el pozo, dossombras inclinadas sobre otra sombra, que yo conocía perfectamente y queunanochedehorrorhabíacontenidootrocuerpo.Elsacoparecíapesado.Lolevantaronhastaelbrocaldelpozo.Latapaquelocerrabahabíasidoechadaaunlado.Rouletabillesaltóalbrocalyentróenelpozosinvacilar…,parecíaconocerelcamino.Pocodespuéssehundióydesapareciósucabeza.EntoncespapáJacques levantóelsacoyse inclinósobreelbrocal,sosteniendoaúnelsacoqueyoyanoveía.Luegoseenderezóyvolvióacerrarelpozo,poniendocuidadosamentelatapayfijandolosherrajes:éstoshicieronunruidoquemerecordó al que tanto me había intrigado la noche en que, antes del

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descubrimientodeAustralia,me lancésobreunasombraquedesaparecióderepente,yenquemedidenaricescontralapuertacerradadelCastilloNuevo.

Quiero ver… hasta el último minuto, quiero saber… ¡Aún hay muchascosasinexplicablesquemeinquietan!Tengolaparcelamásimportantedelaverdad,peronolaverdadcompletao,mejordicho,mefaltaalgunacosaqueexplicaríalaverdad…

He salido de laTorreCuadrada y he vuelto ami habitación delCastilloNuevo,meheacercadoalaventanaymimiradasehahundidoprofundamenteenlassombrasquecubrenelmar.Nochecerrada,tinieblascelosas.Nada.Meesfuerzoporoír,peronisiquieraperciboelruidodelosremosenelagua.

Depronto,lejos,muylejos…,entodocasomeparecequeaquelloocurríamuy lejos en elmar, en el horizonte…, omejor, frente al horizonte, quierodecir,enesaestrechabandarojaquedecorabalanoche,elúnicorecuerdoquenosquedabadelsol…

Algo entró en aquella estrecha banda roja, algo oscuro y pequeño, perocomo yo no veíamás que aquello,me pareció enorme y formidable. Era lasombra de una barca que se deslizaba con un movimiento casi automáticosobreelagua,luegosedetuvo,yvilevantarselasombradeRouletabille.Lodistinguí,loreconocícomosihubieraestadoadiezmetrosdemí.Susmenoresgestosserecortabanconunaprecisiónfantásticasobrelabandaroja…¡Oh,nofuelargo!Seinclinóyvolvióalevantarsedeinmediatoelevandounfardoqueseconfundíaconél…Luego,el fardosedeslizódentrode laoscuridady lapequeñasombradelhombrereaparecióyasola,volvióainclinarse,securvó,sequedóasíuninstanteinmóvil,yluegosedesplomóenlabarca,querecobrósudeslizarseautomático,hastaquesaliócompletamentedelabandaroja,ylabandarojadesapareciótambién…

Rouletabille acababa de confiar a las aguas de Hércules el cadáver deLarsan.

Epílogo

¡Niza, Cannes, Saint Raphaël, Toulon…!Antemí veo desfilar sin pesartodas las etapas de mi viaje de regreso. A la mañana siguiente de tantoshorrores,sientoprisaporabandonar laProvenza,volveraParís,sumergirmeenmistareas,ytambién,ysobretodo,sientoprisaporencontrarmecaraacaracon Rouletabille, que se ha encerrado a dos pasos de mí con la Dama deNegro.Hastaelúltimominuto;esdecir,hastaMarsella,dondesesepararán,noquieroturbarsusdulces,tiernasodesesperadasconfidencias,susproyectos

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para el futuro, sus últimos adioses. Pese a todos los ruegos de Mathilde,Rouletabille ha preferido marcharse, emprender el camino a París y a superiódico. Él tiene la facultad de saber desaparecer. La Dama de Negro nopuedeconvenceraRouletabille;élhadictadosuscondiciones.Quierequeelseñory la señoraDarzacprosigansuviajedebodascomosien lasRochersRougesnohubierapasadonadaextraordinario.NoeselmismoDarzacquelocomenzó; otro Darzac terminará ese feliz viaje, pero para todo el mundoDarzachabrásidoelmismosinsolucióndecontinuidad.ElseñorylaseñoraDarzac están casados. La ley civil los une. En cuanto a la ley religiosa,siempresepodrállegaraunarregloconelPapa,comodiceRouletabille,yenRomahallaránlosmediosderegularizarsusituaciónsisedemuestraqueellalosnecesitaparaapaciguarlosescrúpulosdesuconciencia.¡QuelosseñoresDarzacseanfelices,definitivamentefelices:selotienenbienganado…!

Y quizá nadie habría sospechado nunca la horrible tragedia del saco delcuerpodemás, sihoy,cuandoescriboestas líneas,variosañosdespués,queporlodemásnoshantraídolaprescripciónynoshanlibradodelosriesgosdeunprocesoescandaloso,nonosviéramosenlanecesidaddedaraconoceralpúblicotodoelmisteriodelasRochersRouges,comoenotraocasióntuvequelevantarlosvelosquerecubríanlossecretosdelGlandier.LaculpahasidodeeseabominableBrignolles,queestáalcorrientedemuchascosas,yquedesdeelfondodeAmérica,endondeseharefugiado,quierehacernos«cantar».Nosamenaza con un horrible libelo, y como ahora el profesor Stangerson hadescendidoyaaesanada,endonde,segúnsuteoría,todovaaperdersecadadía, pero que cada día lo recrea todo, hemos pensado que era preferible«ganarleporlamano»ycontartodalaverdad.

¡Brignolles! ¿Qué papel había jugado en este segundo y terrible asunto?¡EneltrenquemellevabaaParís—eralamañanasiguientealdesenlacefinal—,adospasosdelaDamadeNegroydeRouletabille,quesebesabanentrelloros,aúnseguíapreguntándomelo!Cuántascuestionesmeplanteaba,conlafrenteapoyadacontralaventanademicochecama.Unapalabra,unafrasedeRouletabillemelohubieraexplicadotodo,peroélnopensabaenmídesdeeldíaanterior;laDamadeNegroyélnosehabíanseparado.

Dijimosadiós,enlaLobamisma,alprofesorStangerson.RobertDarzacsemarchódeinmediatoaBordighera,dondeMathildesereuniríaconél.ArthurRanceyMrs.Edithnosacompañaronalaestación.Mrs.Edith,contrariamentea lo que yo esperaba, no mostró ninguna tristeza por mi partida. AtribuíaquellaindiferenciaaqueelpríncipeGalitchfueconnosotroshastaelandén.EllaledionoticiasdelviejoBob,queeranexcelentes,ynoseocupómásdemí.Yosentíaunapenareal.Ycreoqueyaeshoradequehagaunaconfesiónallector.Nuncalehabríadejadoadivinarlossentimientosqueexperimentabahaciaella,siunosañosmástarde,despuésde lamuertedeArthurRance—

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que llegó acompañada de verdaderas tragedias, de las que tal vez hablaréalgúndía—,nomehubieracasadoconlarubia,melancólicayterribleEdith.

NosacercábamosaMarsella.

¡Marsella!

Losadiosesfuerondesgarradores.Nosedijeronnada.

Cuandoeltrensepusoenmovimiento,ellasequedóenelandén,sinhacerun gesto, con los brazos colgando, de pie tras sus velos oscuros, como unaestatuadedueloydedolor.

Antemí,loshombrosdeRouletabillesollozaban.

¡Lyon!Nopodemosdormir.Hemosbajado al andén, recordandonuestropasoporaquíhaceunosdías,cuandocorríamosenayudadeladesdichada…Volvemos a sumergirnos en el drama. Rouletabille ahora habla y habla.Evidentementeestáintentandoaturdirse,nopensarenlapenaquelehahechollorarcomounniñodurantehoras.

—¡Ay,amigomío,eseBrignolleserauncerdo!—mediceenuntonodereprocheque casimehace creerqueyoalgunavezhabía consideradoa esebandidocomounhombredebien.

Yentoncesmelocuentatodo,todoaquelenormesucesoquecabeentanpocaslíneas.¡LarsannecesitabaaunparientedeDarzacparapoderencerrarloenunmanicomio!¡YdescubrióaBrignolles!Nopodíahaberdadoconnadiemejor.Losdoshombresseentendierondeinmediato.Yasesabelofácilquees,inclusohoy,encerraracualquierserentrelascuatroparedesdeunacelda.La voluntad de un pariente y la firma de un médico siguen bastando enFrancia,porinverosímilqueparezca,pararealizaresasiniestrayrápidatarea.UnafirmanuncahasidounproblemaparaLarsan.FalsificóunayBrignolles,generosamentepagado,seencargóde todo.CuandoBrignolles llegóaParís,yaformabapartedelplan.LarsanpretendíaocuparelsitiodeDarzacantesdelmatrimonio. El accidente de los ojos, como por lo demás yo nunca habíadejado de pensar, fue provocado.Brignolles tenía lamisión de arreglárselasparaquelosojosdeDarzacsufrieraneldañosuficienteparaqueLarsan,quelo reemplazaría, pudiera contar ya con ese triunfo formidable: ¡las gafasnegras!Ya faltadegafas, queno siemprepueden llevarse, ¡el derechoa lasombra!

LamarchadeDarzacalMediodíaibaafacilitarextrañamenteeldesigniodelosdosbandidos.FuealfinaldesuestanciaenSanRemocuandoLarsan,quenohabíadejadodevigilaraDarzac,lo«empaquetó»rumboalmanicomio.Naturalmente, enaquella circunstancia lo ayudóesapolicíaespecial,quenotienenadaqueverconlapolicíaoficial,yqueenloscasosmásdesagradables

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seponeadisposicióndelasfamiliasquepidentantadiscrecióncomorapidezdeejecución.

Y un día en que daba un paseo al pie de lamontaña…Precisamente elmanicomioseencontrabaenlamontaña,adospasosdelafronteraitaliana…Todoestabapreparadodesdehacíamuchotiempopararecibiraldesgraciado.Brignolles,antesdesalirparaParís,seentendióconeldirectorypresentóasuapoderado, Larsan. Hay directores de manicomios que no piden muchasexplicaciones,siemprequeesténenreglaconlaley…yquelespaguenbien.Ysehizorápidamente.Soncosasquepasantodoslosdías.

—Pero¿cómosehaenteradousteddetodoeso?—preguntéaRouletabille.

—¿Seacuerda,amigomío,deaqueltrozodepapelquemellevóalCastillodeHérculeseldíaenque,sinavisarme,siguiólapistadelinefableBrignolles,quehabíavenidoadarunavueltaporlaProvenza?Aqueltrozodepapel,conelmembretedelaSorbonaylapalabrabonnet…meibaaserdegranayuda.Para empezar, las circunstancias en que usted lo descubrió, dado que lorecogió después del paso de Larsan y de Brignolles, lo convertían en algoprecioso. Y luego, el lugar en que lo habían tirado fue para mí como unarevelación cuandome puse a buscar al verdaderoDarzac, después de haberllegadoa laconclusióndequeeraélel«cuerpodemás»quehabíansacadodentrodelsaco.

YRouletabille, de la formamás nítida,me hizo pasar por las diferentesfases de su comprensión del misterio, que hasta el final seguiría siendoincomprensibleparanosotros.¡PrimerofuelarevelaciónbrutaldelsecadodelapinturayluegolaotrarevelaciónformidablequeleproporcionólamentiradeunadelasdosmanifestacionesDarzac!¡Bernier,enelinterrogatorioaqueRouletabillelosometióantesdequevolvieraelhombrequesellevóelsaco,refirió laspalabrasde lamentiradelque todoelmundo tomabaporDarzac!ÉsteseasombródelantedeBernier;¡peronoledijoaBernierqueelDarzacalque había abierto la puerta a las cinco no era él! Éste oculta ya esa falsamanifestación de Darzac, ¡y sólo puede tener interés en ocultarla si esamanifestaciónes laverdadera! ¡QuieredisimularquehayohahabidoporelmundootroDarzacqueeselverdadero!¡Esoestáclarocomolaluzdeldía!Rouletabille se siente deslumbrado, vacila, se sientemal, le castañetean losdientes… Pero quizá, espera él, quizá Bernier se ha equivocado, quizá hacomprendidomallaspalabrasyelasombrodelseñorDarzac.¡Rouletabillelepreguntará al propio señorDarzac y entonces verá perfectamente! ¡Ah, quevuelva pronto! ¡Es el señorDarzac en persona quien va a cerrar el círculo!¡Conqué impaciencia le espera!Y, cuando éste vuelve, cómo se aferra a lamás débil esperanza… «¿Ha mirado la cara del hombre?», le pregunta, ycuandoDarzac le responde: «¡No, no la hemirado!»,Rouletabille nopuededisimularsualegría.LehubierasidotanfácilaLarsanresponder:«¡Sí,lahe

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visto!¡EralacaradeLarsan!»…Eljovennohabíacomprendidoqueésaeralaúltima malicia del bandido, una negligencia buscada y que encajaba en supapel: ¡el verdadero Darzac no hubiera actuado de otro modo! Se habríalibrado del horrible despojo sin querer mirarlo otra vez. Pero ¿qué podíantodos los artificios de un Larsan contra los razonamientos, contra un solorazonamientodeRouletabille?ElfalsoDarzac,antelapreguntaclaraynetadeRouletabille,cierraelcírculo.¡Miente!

Rouletabilleahorasabe.Y,susojos,quevansiempredetrásdesu razón,ahoraven.

Pero¿quéhará?¿DescubriraLarsandegolpe,corriendoelpeligrodequeescape? ¡No, no! ¡Necesita reflexionar, arreglar las cosas! ¡Quiere ir a tiroseguro!¡Pideveinticuatrohoras!GarantizalaseguridaddelaDamadeNegroobligándola a alojarse en el apartamento del señor Stangerson y haciéndolejurarensecretoquenosaldráparanadadelcastillo.EngañaaLarsan,dándoleaentenderquecree«literalmente»en laculpabilidaddelviejoBob.YcomoWaltervuelvealcastilloconelsacovacío,lequedaunaesperanza…,¡queelverdadero Darzac no esté muerto! Finalmente, muerto o vivo, corre en subúsqueda.TieneunrevólverdeDarzac,elqueencontróenlaTorreCuadrada,unrevólvernuevoigualaotroquehavistoencasadeunarmerodeMenton.Vaenbuscadelarmero,leenseñaelrevólveryseenteradequeesaarmalacompróeldíaanteriorpor lamañanaunhombrequerespondea lasiguientedescripción:sombreroflexible,abrigogrisamplioyflotante,gransotabarba.Y en seguida pierde esa pista… ¡pero no se entretiene en recuperarla!Encuentraunanuevapistao,mejordicho,prosiguelaquehabíaconducidoaWalteralpozodeCastillon.AllíhaceloquenohahechoWalter.Éste,unavezque ha encontrado el saco, no se ha preocupado de nadamás y ha vuelto abajaralafortalezadeHércules.PeroRouletabillecontinúaconsuspesquisasysedacuentadequeesapista(constituidaporlaexcepcionalseparacióndelasdosruedasdelacalesa),enlugardebajarhaciaMenton,despuésdehabertocado el pozo de Castillon, bajaba por el otro lado de la vertiente de lamontaña hacia Sospel. ¡Sospel! ¿No había sido visto Brignolles apeándosejustamenteenSospel? ¡Brignolles!Rouletabille se acordódemi expedición.¿Qué venía a hacer Brignolles a estos parajes? Su presencia debía de estarestrechamenteligadaaldrama.Porotrolado,ladesapariciónyreaparicióndelverdadero Darzac atestiguaban que había habido secuestro. Pero ¿dónde?¡Brignolles,quehabíapartidoenconnivenciaconLarsan,nohabríahechoelviajedesdeParísparanada!¡Quizáhabíaido,enaquelpeligrosomomento,avigilar al secuestrado! Prosiguiendo su pensamiento lógico, RouletabilleinterrogóaldueñodelaposadadeltúneldeCastillon,elcualleconfesóquelavíspera le había intrigadomucho ver pasar a un hombre que respondía a ladescripcióndelclientedelarmero.Elhombrehabíaentradoaecharuntragoensucasayleparecióqueestabamuyalteradoyqueteníaunasreaccionestan

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extrañas, que se le hubiera podido tomar por un evadido del sanatoriomental… Rouletabille tuvo la sensación de que «se quemaba» por dentro,pero,convozindiferente,preguntó:

—¡Ah,hayunsanatoriomentalporaquí!

—¡Por supuesto!—respondió el dueñode laposada—. ¡El sanatoriodelmonteBarbonnet!

Ahíadquiríantodosusignificadoaquellasdosfamosassílabas:bonnet.Yano le cabía duda a Rouletabille de que el falso Darzac había encerrado alverdaderocomolocoenelsanatoriodelmonteBarbonnet.SaltóalcarruajeypidióquelocondujeranaSospel,queestáalpiedelamontaña.¿YsituvieralasuertedeencontrarseconBrignolles?Peronolovio,ycogióelcaminodelmonte Barbonnet, rumbo al sanatorio. Estaba decidido a saberlo todo, aintentarlo todo. Amparado en su condición de reportero del periódicoL’Époque, ¡ya sabría él hacer hablar al director de aquel manicomio paraprofesores de la Sorbona! ¡Y quizá…, quizá sabría definitivamente lo quehabíapasadoconRobertDarzac,puesdesdequesehabíaencontradoelsacosinelcadáver,desdequeLarsannohabíaqueridodesembarazarsedeDarzacarrojándoloalpozodeCastillon,cabíapensarquehabíajuzgadomásútilparasuspropósitosllevarlo,vivotodavía,alsanatorio!YasíRouletabilleempezóaextraer conclusiones bastante razonables: ¡en efecto, a Larsan, elmarido deMathilde le eramuchomásútil vivoquemuerto! ¡Qué rehénpara eldía enqueellasedieracuentadesuimpostura!Aquelrehénleconvertíaendueñodetodos los tratados que pudieran seguirse entre la desgraciada mujer y elbandido.¡MuertoDarzac,lamismaMathildemataríaaLarsanconsuspropiasmanosoloentregaríaalajusticia!

Rouletabille había acertado. A la puerta del sanatorio se topó conBrignolles.Sindudarlounmomento, lesaltóalcuello,amenazándoleconelrevólver.Brignolleserauncobarde.¡Lesuplicóalreporteroqueleperdonara,queDarzacestabavivo!Uncuartodehoradespués,Rouletabillelosabíatodo.Peroel revólvernohabíabastado,puesBrignolles, quedetestaba lamuerte,amaba la vida y todo lo que la hacía amable, en particular el dinero. ARouletabilleno lecostómucho trabajoconvencerledequeestabaperdidosino traicionaba a Larsan, y que podía salir ganando mucho si ayudaba a lafamiliaDarzacasalirdeaqueldramasinescándalo.Seentendieronyambosentraronalsanatorio,dondeeldirectorlosrecibióyescuchósusdiscursosconcierto estupor, que pronto se transformó en pavor, y finalmente en unainmensa amabilidad, que se tradujo en la liberación inmediata de RobertDarzac, quien, por una suerte milagrosa que ya he explicado, sólo habíaresultadoherido.Rouletabille,locodealegría,lollevóaMenton.Pasóporaltolas efusiones emotivas y «plantaron» a Brignolles, citándolo en París paraajustar cuentas. Por el camino, Rouletabille supo, de boca de Darzac, que,

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unosdíasantes,estandoencerrado,habíacaídoensusmanosunperiódicodela región, ¡en el que se decía que el señor y la señora Darzac, cuya bodaacababadecelebrarseenParís,estabandepasoenlafortalezadeHércules!ElDarzac original no necesitó más para saber de dónde venían todas susdesgracias,yparaadivinarquiénhabíatenidolafantásticaaudaciadeocuparsu sitio al lado de unamujer desgraciada, cuyamente, aún vacilante, hacíaposible la más loca de las empresas. Aquel descubrimiento le proporcionófuerzas desconocidas. Después de haber robado el abrigo del director paraesconder a la vista el uniforme del sanatorio y de cogerle un centenar defrancosdelabolsa,consiguió,ariesgoderomperselacabeza,escalarunmuroque enotra circunstancia le hubiera parecido infranqueable.Bajó aMenton,corrióalafortalezadeHércules,¡yvioconsuspropiosojosaDarzac!¡Sevioasímismo!¡Setomóunashorasparaparecersetanbienasímismo,quehastael otro Darzac se hubiera equivocado! Su plan era sencillo. ¡Entrar en lafortalezadeHérculescomoquienentraensucasa,colarseenelapartamentodeMathildeymostrarsealotroparaconfundirlodelantedeella!Interrogóalagentedelacostayseenteródóndesealojabaelmatrimonio.EnelfondodelaTorre Cuadrada. ¡El matrimonio! Todo lo que Darzac había sufrido hastaentoncesnoeranadaalladodeloquelehacíansufriraquellasdospalabras:¡elmatrimonio!¡SusufrimientonocesóhastaquevolvióaveralaDamadeNegro, cuando la demostración corporal de la posibilidad del «cuerpo demás»! Entonces comprendió. Ella nunca se hubiera atrevido a mirarle así.¡Nunca habría lanzado tal grito de alegría, nunca le habría reconocido tanvictoriosamentesi,víctimadelosmaleficiosdelotro,hubierasidoencuerpoyalma la mujer del otro, aunque sólo fuera por un segundo! ¡Habían estadoseparados,sí…,peronuncasehabíanperdidodeltodo!

Antesdeponerenprácticasuplan,fueacomprarunrevólveraMenton,sedesembarazódesuabrigo,quehubierapodidoperderleporpocoquesalieranensubusca,compróunachaquetaqueporelcoloryelcortepudierarecordareltrajedelotroDarzac,yesperóalascincoparaactuar.SeescondiódetrásdelavillaLucie, en lo altodel bulevardeGaravan, en la cimadeunpequeñocerro desde donde se veía todo lo que pasaba en el castillo.A las cinco searriesgó, sabiendo queDarzac estaba en la Torre del Temerario, y que, porconsiguiente, demomento no se encontraría con él en el fondo de la TorreCuadrada,queerasuobjetivo.Cuandopasóanuestroladoynosreconocióalos dos, tuvo un fuerte deseo de gritarnos que era él, pero logró contenersepeseatodo,¡porquequeríaserreconocidoúnicamenteporlaDamadeNegro!Sóloaquellaesperanzalomanteníaenpie.Sóloporesovalíalapenaviviry,unahoramástarde,cuandotuvoasudisposiciónlavidadeLarsan,queenlamisma habitación, dándole la espalda, contestaba la correspondencia, nisiquierasesintiótentadoporlavenganza.¡Despuésdetantaspruebas,aúnnohabíasitioensucorazónparaelodiofatalhaciaLarsan,detanllenocomolo

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teníasiempredelamorporlaDamadeNegro!¡Pobre,queridoydesgraciadoseñorDarzac,notuvoalmaparahacerlo!

Conocemosyaelrestodelaaventura.Loquesemeescapabaeracómoelverdadero señor Darzac había entrado por segunda vez en la fortaleza deHércules y llegado hasta el armario. Entonces me enteré de que la nochemismaenquellevóaDarzachastaMenton,Rouletabille,queconocíapor lahuidadelviejoBoblaexistenciadeunasalidaalcastilloatravésdelpozo,conayudadeunabarcahizoentraralcastilloalseñorDarzacporelmismocaminoquehabíavistosaliralviejoBob.RouletabillequeríaserdueñodelasituaciónyhastadelahoraenqueibaaconfundiryadarelgolpedegraciaaLarsan.Aquella noche era ya demasiado tarde para actuar, pero contaba con poderterminarconLarsanlanochesiguiente.Elplanconsistíaenocultarduranteundía al señor Darzac en la península. Ayudado por Bernier, le encontró unrincónabandonadoytranquiloenelCastilloNuevo.

AlllegaraestepuntonopudemenosqueinterrumpiraRouletabilleconungrito,quetuvolavirtuddehacerleemitirunafrancacarcajada.

—¡Entonces,eraeso!—exclamé.

—Enefecto.

—¡PoresoaquellanochepudedescubrirAustralia!¡AquellanocheeraelverdaderoDarzacelque tenía frenteamí!Yyosin sabernadade todaestahistoria.Y claro, allí estabaAustralia, y también la barba, que aguantaba yaguantaba…¡Diosmío,ahoralocomprendotodo!

—Lehallevadosutiempo—replicójocosamenteRouletabille—.Aquellanoche,amigomío,nospusoustedenunbuenaprieto.CuandoaparecióenelpatiodelTemerario, el señorDarzac acababade llevarmehasta el pozo.Notuvetiempomásqueparadejarcaerlatapasobremí,mientraselseñorDarzaccorríaalCastilloNuevo.Pero,cuandoustedseacostó,traselincidentedelabarba,élvinoavermeymelocontótodo.Aquellocomplicabalascosas.Sipor casualidad hablaba usted a la mañana siguiente con el otro Darzac,creyendohacerloconeldelCastilloNuevo,hubierasucedidounacatástrofe.Apesarde todo,noquiseceder a los ruegosdel señorDarzac,quequería ir adecirletodalaverdad.Yoteníamiedodeque,alsaberla,nofueraustedcapazde disimularla durante todo el día siguiente. Tiene usted una naturaleza unpoco impulsiva, Sainclair, y la vista de unmalvado le causa ordinariamenteuna loable irritación, que por desgracia en ese momento habría podidoperjudicarnos.¡Además,elotroDarzaceramuyastuto!Decidí,pues,arriesgarel golpe sin decirle nada. Al día siguiente yo tenía que entrar de maneraostensible en el castillo por la mañana, y hasta ese momento había quearreglárselas para que usted no se encontrara con Darzac. ¡Por eso se meocurrióenviarleapescaralmejasaprimerahora!

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—Ahoracomprendo…

—¡Siempreacabaustedcomprendiendo,Sainclair!Esperoquenolehayamolestadolodelapesca,porquesindudaleproporcionóunaencantadorahoraalladodeMrs.Edith.

—YhablandodeMrs.Edith, ¿porqué sediousted elmalignoplacerdedespertarmicóleradeaquellamaneratantonta?

—Sólo para poder desencadenar la mía y prohibirle que volviera adirigirnos la palabra a mí y al señor Darzac. Le repito que, después de suaventuranocturna,yonoqueríaqueustedhablaseconelseñorDarzac.Deberáseguircomprendiendo,queridoSainclair.

—Losigohaciendo,amigomío.

—Lefelicito.

—Sinembargo…,hayalgoqueaúnnocomprendo.¡LamuertedelseñorBernier!¿QuiénmatóaBernier?

—¡El bastón! —dijo Rouletabille con aire sombrío—. Fue ese malditobastón.

—Creíaquehabíasidoelraspadormásviejodela…

—Fueronambos:elbastónyelraspador.Perofueelbastónquienprovocósumuerte.Elraspadornohizomásqueejecutarla.

MiréaRouletabillepreguntándomesiaquellaveznoestabaasistiendoalfinaldesupreclarainteligencia.

—Usted,Sainclair,nohacomprendidonunca,entreotrascosas,porquéalamañanasiguientedeldíaenqueyo loentendí tododejécaerelbastóndeArthur Rance ante los señores Darzac. Yo esperaba que el señor Darzac lorecogiera.¿Recuerda,Sainclair,elbastóndeLarsanyelgestoquehacíaconélenelGlandier?Teníaunaformadecogerlotansuya…quequeríacomprobaryver…,veraaquelfalsoDarzaccogerelbastónconelpuñoenformadepicodecuervocomolocogíaLarsan.Mirazonamientoeraseguro,peroqueríaverconmispropiosojosaDarzacconelgestodeLarsan.Yaquellaideafijamepersiguió hasta el día siguiente, incluso después demi visita almanicomio.Incluso después de haber estrechado entre mis brazos al verdadero Darzac,quiseveralfalsoconlosgestosdeLarsan.¡Ah,poderverlodeprontoblandirelbastóncomoelbandido…olvidarsugrandisfrazporunsegundo,erguirsushombrosfalsamentecurvados!Entonces¡golpea!,pensé.¡GolpeaenelblasóndelosMortola!¡Confuertesbastonazos,miqueridoyfalsoseñorDarzac!¡Ygolpeó!¡Yvitodasuimpostura, toda!Perotambiénlaviootro,ymurióporello.¡FueelpobreBernier,quesequedótansobrecogidoalverlo,quetropezóycayósobreelraspador,contanmalasuerte,quemurióaconsecuenciadela

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caída!Estámuertoporhaberrecogidoelraspador,quehabríacaídosindudade la levitadelviejoBob,yqueél ibaa llevaralestudiodelprofesor,en laTorreRedonda.¡EstámuertoporhabervistoenelmismomomentoelbastóndeLarsan!Todaslasbatallas,Sainclair,todas,dejanvíctimasinocentes.

Nos callamos un instante. Pero después no pude evitar decirle que leguardabarencorporhabertenidotanpocaconfianzaenmí.NoleperdonabaquehubieraqueridoengañarmecomoatodoelmundoconelcuentodelviejoBob.

Sonrió.

—¡Ésenomepreocupaba!Estabasegurodequeélnoeraquienestabaenel saco. Sin embargo, la noche que precedió a su pesca, en cuanto hubeescondidoenelCastilloNuevoalverdaderoDarzac,conlacomplicidaddelosBernier,ypudeabandonarlagaleríadelpozodespuésdehaberdejadoallímibarcaparamisproyectosdeldíasiguiente…,unabarcaquemehabíaprestadoel pescador Paolo, amigo del «verdugo del mar», llegué a la orilla a nado.Naturalmentemehabíadesnudadoy llevabami ropaenunpaquete sobre lacabeza. Cuando llegué a la orilla, me topé en la sombra con Paolo, que sesorprendió al verme tomarunbaño a aquella horayme invitó a ir a pescarpulpos con él. Aquellome permitía dar vueltas toda la noche alrededor delcastillodeHérculesyvigilarlo.Asíqueacepté.YentoncesmeenterédequelabarcaquemehabíaprestadoeraladeTullio.El«verdugodelmar»sehabíahecho repentinamente rico y anunció a todo el mundo que se retiraba a sutierra natal. Contaba que había vendido a un precio extraordinario unaspreciosasconchasalviejosabio…,dehecho,hacíavariosdíasqueleveíanatodashorasconél.Paolosabíaque,antesdeiraVenecia,TulliosedetendríaenSanRemo.La aventuradelviejoBobme resultaba clara: lehabíahechofaltaunabarcaparaabandonarelcastillo,yaquellabarcaerajustamenteladel«verdugo del mar»; pregunté la dirección de Tullio en San Remo y,utilizándolocomointérpretedeunacartaanónima,enviéallíaArthurRance,convencido de que Tullio nos informaría sobre la suerte del viejo Bob. Enefecto, el viejo Bob había pagado a Tullio para que lo acompañara aquellanoche a la cueva y desapareciera de inmediato. Me daba lástima el viejoprofesor, así quedecidí avisar aArthurRance; efectivamente, podía haberleocurridoalgúnaccidentealviejo.Porloqueamírespecta,yosólopedíaunacosa: que aquel exquisito personaje no volviera antes de que yo hubieraacabado con Larsan, haciendo creer al falso Darzac que el viejo Bob mepreocupabapor encimade todo.Así, cuandome enteré de que acababandeencontrarlo,sólomealegréamedias,perodeboconfesarquelanoticiadesuheridaenelpechomeconveníaparamispropósitos,yaquecoincidíaconlaheridaenelpechodelhombredelsaco.Graciasaesedetallepodíaproseguirunashorasmásconmiestrategia.

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—¿Yporquénoterminóconéldeinmediato?

—¿No comprende queme era imposible hacer desaparecer el cuerpo demás de Larsan en pleno día? ¡Necesitaba todo el día para preparar sudesaparicióndurantelanoche!¡PeroocurrióladesgraciadamuertedeBernier!La llegadade lapolicíano ibaa simplificar las cosasprecisamente. ¡Esperépara actuar a que hubieran desaparecido! El primer tiro que oyeron ustedescuando estábamos en laTorreCuadrada fue para avisarmede que el últimopolicía acababa de salir del mesón de Albo, en el cabo de Garibaldi, y elsegundoparaindicarmequelosaduanerossehabíanidoacenarasusbarracasyqueelmarestabalibre…

—Perodígame,Rouletabille—dije,mirándolefijamenteasusojosclaros—,cuandodejó labarcadeTullio,parasusplanes,al finalde lagaleríadelpozo,¿sabíaustedyaloquellevaríalabarcaaldíasiguiente?

Rouletabillebajólacabeza:

—No…—respondiópausadamente—,no losabía,Sainclair.Nopensabaquellevaríauncadáver.¡Alfinyalcaboeramipadre!¡Pensabaquellevaríaun cuerpodemáspara elmanicomio!Ya love,Sainclair, yo sólopretendíacondenarloalencierro,aunqueparasiempre…Peroélsequitólavida.¡Diosloquisoasí!¡QueDioslehayaperdonado!

Nodijimosunapalabramásentodalanoche.

En Laroche quise hacerle tomar algo caliente, pero rechazó la comida.Compró todos los periódicos de la mañana y se empapó de losacontecimientosdeldía.Laspáginasestaban llenasdenoticiasdeRusia.EnSanPetersburgoacababandedescubrirunavastaconspiracióncontraelZar.Loshechosrelatadoserantansorprendentes,quedifícilmenteselespodíadarcrédito.

AbríL’Époqueyenlaprimeracolumnadelaprimerapáginaleíengruesasletrascapitales:

JOSEPHROULETABILLEPARTEPARARUSIA

Ydebajo:

ELZARLERECLAMA

Le enseñé el periódico a Rouletabille, que se limitó a encogerse dehombrosydijo:

—¡Vaya!¡Ysinpedirmiopinión!¿Quéquerrámiseñordirectorquevayaahacerallí?Nome interesaelZar,ni los revolucionarios. ¡Esoesproblemasuyo,nomío! ¡Quese lasapañencomopuedanenRusia!Porqueyopiensotomarmeunasvacaciones.Sí,señor,necesitodescansar.Apropósito,Sainclair,

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amigomío, ¿querría usted acompañarme?Podríamos ir juntos a descansar aalgúnsitio.

—¡No,no,gracias!—meapresuréadecir—.¡Deverdadseloagradezco!¡Peroyaestoyhartodedescansarconusted!Tengoundeseoincontenibledetrabajar.

—Comoustedquiera,amigomío.Yonuncaobligoanadie.

ComoyanosacercábamosaParís,seatusóelpelo,vaciólosbolsillosysesorprendiódeencontrarenunodeellosunsobrerojoquenosabíacómohabíaidoapararallí.

—¡Vaya,vaya!—dijo,yloabrió.

Ydeprontorompióareíracarcajadas.Volvíaaencontrarmeconmialegreamigo Rouletabille, y quise conocer la causa de aquella extraordinariahilaridad.

—¡Mevoy de viaje, querido amigo!—dijo—. ¡Sí,me voy! Si se ponenasí…,puesiré.Estamismanochecogeréeltren.

—¿Adónde?

—¡ASanPetersburgo!

Ymetendiólacarta,enlaquepudeleer:

«Señor, nos hemos enterado de que su periódico ha decidido enviarle aRusiadebidoa los incidentesqueenestosmomentos tienen trastornadaa lacorte deZarkoïe-Selo…Por tanto, nos vemos obligados a advertirle que nollegarávivoaSanPetersburgo».

Firmado:COMITÉCENTRALREVOLUCIONARIO

MiréaRouletabille,cadavezmásdesbordadodealegría.

—Me parece que el príncipe Galitch estaba en la estación —apuntésimplemente.

Meentendióenseguida,seencogiódehombrosconindiferenciayrepuso:

—¡Puesmuybien,amigomío!¡Vamosadivertirnos!

Yesofuetodoloquepudesacarle,apesardemisprotestas.Porlanoche,cuandoenlaestacióndelNorteleestrechéentremisbrazossuplicándolequenonosabandonara,yapesardequelemostrémismássentidas lágrimasdeamigo,élsiguióriéndosemientrasrepetía:

—¡Puesmuybien,amigomío!¡Vamosadivertirnos!

Ésafuesudespedida.

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AldíasiguienteretoméelcursodemisasuntosenelPalaciodeJusticia.LosprimeroscolegasquevifueronlosletradosHenri-RobertyAndréHesse.

—¿Cómohanidosusvacaciones?—mepreguntaron.

—¡Muybien,excelentes!—respondí.

Peroteníatanmalacara,quenodudaronenllevarmedeinmediatoalbar.