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Posdata al caso Lavezzi: deseemos pero… ¿qué deseamos? /C. Acosta @cjacostao El “Pocho” Lavezzi se quitó la camiseta y en medio del mundial de fútbol transformó la mirada de todes. Como lo intentaron explicar Carolina Spataro y Carolina Justo von Lurzer ( http://revistaanfibia.com/nueva/ensayo/sacate-la- camiseta ), del “fenómeno Lavezzi” se desprendía no sólo la expresión del deseo femenino frente a un cuerpo masculino –si se quiere− “cosificado” sino una reacción agresiva de hombres heterosexuales respecto a los comentarios que en las redes sociales el cuerpo de Lavezzi suscitó, comentarios de deseo, humor, lujuria. Dentro de un debate más amplio, el artículo escrito publicado en la Revista Anfibia de la UNSAM (Argentina) llamó mi atención en cuanto parecía abogar por una libra expresión del deseo femenino y, según las autoras, de una distribución más equitativa de la cosificación, como si transgresor fuera la expresión abierta del deseo femenino. Sin embargo, el artículo sugiere implícitamente un juego tramposo para validar su réplica. Lo que ellas denominan una inversión de roles “hombre cosificador/mujer cosificada”, supone que los argumentos en contra de la “fascinación” por Lavezzi buscaban restringir la cosificación exclusiva del cuerpo de la mujer: para las autoras la crítica masculina heterosexual del deseo femenino es una apología soterrada a la cosificación del cuerpo femenino, una especie de “si ustedes pueden, ¿por qué nosotros no?”. Esa es la trampa argumentativa de un artículo que, por interesante que sea, se queda en la mezcolanza de argumentos inconexos. Ese comodín de “la inversión de roles” parece sólo pretender una igualación de la superficialidad. Es así que creo que la discusión de fondo no depende de la dirección de la cosificación –si es de mujer hacia hombre o de hombre a mujer– sino la cosificación en sí misma (término que hace ruidos

El Pocho Lavezzi y Lo Que Deseamos Todes

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Page 1: El Pocho Lavezzi y Lo Que Deseamos Todes

Posdata al caso Lavezzi: deseemos pero… ¿qué deseamos? /C. Acosta @cjacostao

El “Pocho” Lavezzi se quitó la camiseta y en medio del mundial de fútbol transformó la mirada de todes. Como lo intentaron explicar Carolina Spataro y Carolina Justo von Lurzer ( http://revistaanfibia.com/nueva/ensayo/sacate-la-camiseta ), del “fenómeno Lavezzi” se desprendía no sólo la expresión del deseo femenino frente a un cuerpo masculino –si se quiere− “cosificado” sino una reacción agresiva de hombres heterosexuales respecto a los comentarios que en las redes sociales el cuerpo de Lavezzi suscitó, comentarios de deseo, humor, lujuria.

Dentro de un debate más amplio, el artículo escrito publicado en la Revista Anfibia de la UNSAM (Argentina) llamó mi atención en cuanto parecía abogar por una libra expresión del deseo femenino y, según las autoras, de una distribución más equitativa de la cosificación, como si transgresor fuera la expresión abierta del deseo femenino.

Sin embargo, el artículo sugiere implícitamente un juego tramposo para validar su réplica. Lo que ellas denominan una inversión de roles “hombre cosificador/mujer cosificada”, supone que los argumentos en contra de la “fascinación” por Lavezzi buscaban restringir la cosificación exclusiva del cuerpo de la mujer: para las autoras la crítica masculina heterosexual del deseo femenino es una apología soterrada a la cosificación del cuerpo femenino, una especie de “si ustedes pueden, ¿por qué nosotros no?”.

Esa es la trampa argumentativa de un artículo que, por interesante que sea, se queda en la mezcolanza de argumentos inconexos. Ese comodín de “la inversión de roles” parece sólo pretender una igualación de la superficialidad. Es así que creo que la discusión de fondo no depende de la dirección de la cosificación –si es de mujer hacia hombre o de hombre a mujer– sino la cosificación en sí misma (término que hace ruidos pero no encuentro por ahora uno mejor, uno que evoque mejor lo que quiero decir).

Sin duda: puede que la queja venga del resentimiento –que creo válido− frente a los modelos hegemónicos de belleza, tal vez por no ser parte de los mismos. Empero, lo que me causa curiosidad es haber leído cómo muchas mujeres se enorgullecían de estar “rompiendo desde su cotidianidad” las imposiciones del patriarcado al mismo tiempo que estaban haciéndole juego a modelos reafirmados por el patriarcado mismo; es decir, pusieron en cuestión todo menos ese “deber ser” de masculinidad que se nos ha impuesto, porque un entorno que nos exige modelos de belleza estandarizados, medidas precisas y comportamientos normalizados no deja de ser violento, sin importar el género.

Así que si vamos a romper los moldes, si vamos a luchar el patriarcado, si queremos una revolución coherente, tenemos que minar nuestra cotidianidad y reflexionar acerca de lo que deseamos. No es una búsqueda por el deseo genuino o verdadero, más allá de las formas. Es más bien, caer en cuenta que la mayoría de veces nuestros deseos son re-direccionados a fortalecer un poder que se ríe en silencio de nuestros debates pusilánimes.En fin: un poco de autocrítica nunca nos viene mal, menos si ya pasó el mundial y Lavezzi quedó ligeramente en el olvido (como jugador y no como cuerpo).