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, EL PROBLEMA DE . LA SUJECiÓN DEL VIOLíN COMO CONDICIONANTE DE LA DIGITACIÓN EN LA MÚSICA DEL SIGLO XVIII Emilio Moreno * La pureza de la afinación en el violín depende en gran parte de la digitación: un mal digitado es con frecuencia motivo de una afinación insegura e imprecisa incluso en los pasajes más sencillos, de la misma manera que obliga a realizar movimientos inadecuados de mano y dedos, tan contraproducendentes en la calidad de la afinación en particular y en la expresión musical en general ... 1. M. Yampolski, The Principles ofviolinfingering Decía no sin gracia el vienés ]oseph Hellmesberger (1828-1893) que hay tres clases de digitados: los prácticos, los artísticos y los que se usan en casos de emergencia. Es cierto que todos los violinistas hemos podido observar en nosotros mismos -quien más, quien menos- una paulatina evolución en nues- tro concepto del digitado que da la razón al eminente violinista: en un primer estadio tocamos despreocupadamente y sin "complicamos la vida ", valorando la primera posición y buscando soluciones "prácticas" en nuestros digitados, hasta que entramos en contacto con estudios más avanzados Oos exhaustivos ejercicios de cambios de posición de Sevcik o el sistema de las escalas de F1esch, por ejemplo). Después de trabajar atenta y cuidadosamente nos encon- tramos con un lógico y gratificante dominio de nuestras posibilidades a lo ancho y largo del diapasón, y es en este momento en el que se produce el esta- llido "artístico": nuestras soluciones se hacen cada vez más complicadas e ima- ginativas, evitamos la primera posición y la cuerda al aire como síntoma de "diletantismo" o pobreza técnica, y nuestra digitación acaba por alcanzar gra- dos de evidente exhuberancia y refmamiento. Sin embargo, la gran crisis llega cuando descubrimos horrorizados que todo lo que estudiando parecía inteli- gente y brillante, en la vida real, en un escenario y con público no funciona, desembocando las más sagaces soluciones en pasajes impensablemente desafi- nados y de tortuosa ejecución. ¿Qué violinista no recuerda esos momentos de pavor, ese jurarse no volver a meterse en camisas de once varas, ese añorar la seguridad de la primera posición, de la salvadora cuerda al aire, y esa promesa de dejarse en el futuro de soluciones rebuscadas y volver al redil de la lógica práctica, mientras batallamos completamente desarbolados en el pasaje "artísti- • Emilio Moreno ha sido profesor de los Cursos de Especialización Musical del Aula de Música de la Universidad de Alcalá. 84 I.)uodlód

EL PROBLEMA DE. LA SUJECiÓN DEL VIOLíN COMO …

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EL PROBLEMA DE. LA SUJECiÓN DEL VIOLíN

COMO CONDICIONANTE DE LA DIGITACIÓN EN

LA MÚSICA DEL SIGLO XVIII

Emilio Moreno * La pureza de la afinación en el violín depende en gran parte de la digitación: un

mal digitado es con frecuencia motivo de una afinación insegura e imprecisa incluso en los pasajes más sencillos, de la misma manera que obliga a realizar movimientos inadecuados de mano y dedos, tan contraproducendentes en la calidad de la afinación en particular y en la expresión musical en general ...

1. M. Yampolski, The Principles ofviolinfingering

Decía no sin gracia el vienés ]oseph Hellmesberger (1828-1893) que hay

tres clases de digitados: los prácticos, los artísticos y los que se usan en casos

de emergencia. Es cierto que todos los violinistas hemos podido observar en

nosotros mismos -quien más, quien menos- una paulatina evolución en nues­

tro concepto del digitado que da la razón al eminente violinista: en un primer

estadio tocamos despreocupadamente y sin "complicamos la vida", valorando

la primera posición y buscando soluciones "prácticas" en nuestros digitados,

hasta que entramos en contacto con estudios más avanzados Oos exhaustivos

ejercicios de cambios de posición de Sevcik o el sistema de las escalas de

F1esch, por ejemplo). Después de trabajar atenta y cuidadosamente nos encon­

tramos con un lógico y gratificante dominio de nuestras posibilidades a lo

ancho y largo del diapasón, y es en este momento en el que se produce el esta­

llido "artístico": nuestras soluciones se hacen cada vez más complicadas e ima­

ginativas, evitamos la primera posición y la cuerda al aire como síntoma de

"diletantismo" o pobreza técnica, y nuestra digitación acaba por alcanzar gra­

dos de evidente exhuberancia y refmamiento. Sin embargo, la gran crisis llega

cuando descubrimos horrorizados que todo lo que estudiando parecía inteli­

gente y brillante, en la vida real, en un escenario y con público no funciona,

desembocando las más sagaces soluciones en pasajes impensablemente desafi­

nados y de tortuosa ejecución. ¿Qué violinista no recuerda esos momentos de

pavor, ese jurarse no volver a meterse en camisas de once varas, ese añorar la

seguridad de la primera posición, de la salvadora cuerda al aire, y esa promesa

de dejarse en el futuro de soluciones rebuscadas y volver al redil de la lógica

práctica, mientras batallamos completamente desarbolados en el pasaje "artísti-

• Emilio Moreno ha sido profesor de los Cursos de Especialización Musical del Aula de Música de la Universidad de Alcalá.

84 I.)uodlód

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EL PROBLEMA DE LA SUJECIÓN DEL VIOLíN

con aplicando un digitado de emergencia, el tercer supuesto de Hellmesberger. La digitación,

tan íntimamente ligada a conceptos como afinación, color y expresión, desprovista de lógica

y razón no es sino un elemento extraño en la interpretación violinística y, lejos de ser vehícu­

lo natural del discurso musical, no es sino un obstáculo para el desarrollo de ese mismo dis­

curso, objetivo fundamental del violinista, siempre que partamos de la base -y seguramente

habrá quien, posiblemente con toda la razón y el derecho del mundo, no piense como el

redactor de estas líneas- que el violín es un medio para la expresión musical, y no la música

excusa para la expresión violinística.

Todo esto viene a cuento porque uno de los problemas que plantea al violinista actual la

interpretación de la música del pasado, y concretamente la tan mal llamada "barroca", es sin

duda la elección de un digitado que se adecúe de tal manera a la música que ni ésta sufra

menoscabo en su expresión natural, ni el violinista se sienta alicortado o frustrado. Porque a

nadie se le escapa que la dificultad reside en que ni el instrumento de hoyes como elllos de

entonces, ni tampoco lo son las técnicas, gustos y maneras interpretativas. El violinista actual,

sin renunciar a los avances (no necesariamente mejores cualitativamente) del violín de nues­

tros días, debe al menos conocer y reconocer los estadios anteriores, sin cuya comprensión

difícilmente podrá entender el verdadero sentido de una música que fue escrita por unos auto­

res que generalmente eran instrumentistas ellos mismos, que conociendo perfectamente lo

que tenían en sus manos escribían con un lenguaje hecho a la medida y posibilidades de los

violines. ¡Con qué.frecuencia obras maestras son consideradas insufribles y malas por el hecho

de no haber sido interpretadas y entendidas de una manera históricamente apropiada! Piénse­

se, sin ir más lejos, en la producción de Antonio Vivaldi -jamás tomada realmente en serio

exceptuando unas pocas obras como las Estaciones,- arrinconada a los grados elementales de

los conservatorios y vituperada sin piedad por Stravinsky, mientras se obvian sonatas y concier­

tos de enorme dificultad y valor que nadie conoce y que brillan en su genialidad cuando se

interpretan en condiciones adecuadas. No olvidemos que la digitación de una pieza violinísti­

ca, además de ser considerada como un elemento que ha de facilitar su ejecución (recordemos

lo que decíamos de los digitados demasiado complicados o inapropiados que no son sino musi­

cales lanzamientos de piedras contra el propio tejado), está íntimamente ligada al propio len­

guaje del instrumento y a la articulación, por lo que la elección de una digitación inadecuada o

extemporánea, si bien puede contribuir a una interpretación técnicamente limpia, sin embargo

a veces se convierte en una rémora importante a la verdadera comprensión de la obra.

El problema de la digitación en la música violinística del siglo XVIII está muy relaciona­

do con un aspecto aparentemente alieno a ella, y que sin embargo la conforma de una manera

vital y hasta dramática: nos referimos a la sujeción del instrumento. Cualquier movimiento de

85 \. l' J 1 ,~.

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MONOGRÁFICO

la mano izquierda a lo largo del diapasón en el violín actual no supone ningún problema para

el violinista, pues con el instrumento sólidamente sujeto por el mentón que se apoya en la

barbada, la estabilidad del violín está asegurada y la mano tiene la más absoluta libertad para

moverse de un lado a otro, e incluso girar las hojas de la música que tenemos en el atril de

enfrente sin el menor menoscabo de la estabilidad del intrumento. Si ello implica que los digi­

tados se hagan en función de la búsqueda de colores y efectos o, por el contrario, pueden

tener lugar de una manera casual (porque hágase lo que se haga resultará imperceptible o

inaudible el cambio de posición y el movimiento de los dedos), sin embargo en el violín

"barroco" , sujetado de otra manera, el digitado tiene una función mucho más práctica, condi­

cionada por la menor libertad de la mano izquierda para desplazarse libremente por el diapa­

són. Porque, efectivamente, el violín no se ha sujetado siempre, como algunos ingenuos aún

pretenden, apoyando la mandíbula sobre una mentonera colocada a la izquierda del cordal.

En el año 1756 sale a la luz el importantísimo tratado de Leopold Mozart I en el que el

padre de Wolfgang marca un hito fundamental en la historia del violín con su exhaustivo tra­

bajo sobre el estado real de su instrumento en los años centrales del siglo XVIII alemán. Muy

moderno en su factura y concepción, fuertemente influenciado por el violín italiano de Tarti­

ni, informadísimo, bien entructurado y minucioso en sus explicaciones, Leopold Mozart

muestra, con dos planchas distintas, que por aquel entonces coexistían dos maneras diferen­

tes de sujetar el violín: una, postura cómoda y relajada, agradable a los ojos del que escucha

por su elegante y aparente falta de esfuerzo, sería la consistente en sujetar libre y sencillamen­

te ("ganz ungezwungen") el instrumento con la mano izquierda, sin bajar la cabeza, y asegu­

rándolo contra la parte alta del pecho encima de la clavícula (véase la figura 1); es ésta sin

embargo, dice Mozart padre, una posición más difícil e incómoda para el ejecutante que la

siguiente a causa de la inestabilidad del instrumento en movimientos bruscos y rápidos y en

cambios de posición; esta segunda postura (véase la figura 2) en la que el equilibrio del violín

no está encomendado solamente a la mano izquierda, a sus dedos pulgar e índice, sino que al

estar apoyado ya contra el cuello, cae debajo de la mandíbula, entre la cual y el hombro se

estabiliza el instrumento, es sujeción sin duda mucho más cómoda al permitir sostener el vio­

lín en los cambios de posición cuando la mano no está en las mejores condiciones para ocu­

parse de ello. No se decide claramente Mozart por una u otra, aunque la más estética, la pri­

mera de ellas y "antigua", es la que él elige como retrato oficial para encabezar su libro.

Estamos en un momento en el que el violín no está unificado en su construcción hasta

el extremo que lo está hoy, coexistiendo sin problemas y en completa armonía instrumentos

de diferentes medidas, longitudes, tiros, forma y calidad de almas, barras armónicas y puen-

1. L. Mozart, Gründliche Violinscbule; Augsburgo (1756).

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EL PROBLEMA DE LA SUJECIÓN DEL VIOLíN

Figura 1 Figura 2

Portada de la VioLinschuLe, de Leopold Mozart (1756) VioLinschuLe, de Leopold Mozart

tes, o distinta inclinación y grosor de mangos, a la vez que el arco aún navega en un mar de

modelos diferentes sin haber adquirido una fonna flnal. Por la misma razón son múltiples las

maneras de tocar esos instrumentos, pocas veces iguales, llegando a veces a diferir unas

escuelas de otras hasta grados hoy impensables: ¿quién no ha visto instrumentos antiguos con

el barniz desgastado a uno y otro lado del cordal, indicando que esos violines han sido toca­

dos no sólo diacrónica sino también sincrónicamente por instrumentistas que -en una época

que desconocía la barbada, invento proclamado por Spohr como suyo- 2 10 hacían apoyando

sea a ratos, sea constantemente su barbilla sobre el instrumento?

De la misma manera que hoy, mucho más unifonnes entre sí las diversas escuelas violi­

nísticas, no existen diferencias abismales entre ellas, estas diferencias sí que fueron notorias

en el siglo XVIII. Por 10 que respecta al hecho físico de sujetar el violín, a la vista de la icono­

grafía y de la documentación conservada (fundamentalmente tratados y métodos), podríamos

considerar tres maneras bien diferentes que convivieron simultáneamente a 10 largo de aque­

llos años centrales dieciochescos:

2. L. Spohr, Violinschule; Viena (1832) . Es aquí donde se explica por vez primera el uso de una mentonera, muy pequeña aún, que iba fijada justo encima del cordal. Spohr se atribuye el invento del artilugio y afirma orgullosa­mente que se viene usando con éxito desde años atrás.

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MONOGRÁFICO

a) Geminiani 3 propone una primera posición del violín casi horizontal y paralela

al suelo, en la que no interviene en absoluto la barbilla en su equilibrio, encomendán­

dose éste al pulgar e índice izquierdos, apoyado el violín sobre la clavícula. Posible­

mente la posición del violinista Francesco Maria Veracini (véase la figura 3) es la más

adecuada a la descripción de Geminiani en su libro.

b) Otra sostenida por Mozart (su segunda opción) y el español Joseph Herran­

do 4 entre otros, propone que el violín, apoyado contra el cuello y encima de la claví­

cula, sea sujetado prácticamente siempre y de manera constante por la barbilla, ayuda­

do por el poco espacio que queda entre instrumento y mandíbula el reposar el violín

en una zona superior a la de Geminiani.

c) Una tercera, término medio entre las dos anteriores, en la propuesta por

Michel Corrette, quien en su libro de 1738 5 recomienda sujetar el violín con los dedos

índice y pulgar de la mano izquierda, pero también apoyar el mentón sobre el violín

cuando se quiere cambiar de posición ("il faut necessairement") para tener libertad en

la mano, sobre todo bajando de posiciones.

Figura 3

Portada de la Sonale accademiche op. 2 (1744), de F. M. Veracini

3. F. Geminiani, Tbe Art Playing on lhe Violin op. 9, Londres (1751). 4.]. Herrando, Arte y puntual explicación del modelo de tocar el violín con perfección y facilidad ... París

(1756). 5. M. Correne, L'Ecole D'Orpbee op. 18; París (1738). Corrette es autor también de L'Arl de se perfectioner

dans le Violon ... ; París (1782).

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EL PROBLEMA DE LA SUJECiÓN DEL VIOLíN

Algunos trabajos posteriores a Mozart y Herrando no se deftnirán aún tan claramente

como lo hacen ellos con respecto al dilema de la sujeción: L'Abbe Le Fi/s, en su interesante libro

6 tan representativo de la escuela francesa de su época, no clarifica si el mentón se ha de usar o

no apoyándolo cuando recomienda que éste esté a la altura de la cuarta cuerda. Además el pro­

blema de la sujeción no estará ni mucho menos resuelto aún al comenzar el siglo XIX, cuando

Cambini 7 avisa que sólo hay una manera buena para sujetar el violín, siendo todas las demás

"vicieuses", como lo han demostrado suftcientemente las lecciones de los buenos maestros: hay

que colocar el instrumento sobre la clavícula de manera que se puede apoyar el mentón vis a vis

de la cuarta cuerda cuando los cambios de posición exigen que sea sostenido el violín con

mayor fuerza. En otras palabras, Cambini aún excluye la sujeción constante del mentón.

De todas maneras la cuestión del dilema entre la historicidad del uso o no del mentón por

parte de los violinistas del xvrn no es el problema fundamental, como se cree en fácil generaliza­

ción: obviamente, tanto con su ayuda como sin ella se las podían arreglar perfectamente para

desarrollar técnicas inmaculadas que permitían ejecuciones de piezas de extrema dificultad sin

apuros técnicos, como podían ser las sonatas y conciertos de autores como Tartini, Leclair, Loca­

telli, Pisendel o, sin ir más lejos, las sonatas y partitas para violín solo de Johann Sebastian Bach.

La diferencia entre una manera u otra de sostener el violín podía deberse nada más que a la dife­

rencia -lógica y nanlral por otra parte- entre escuelas y maestros y, sobre todo, a las necesidades

técnicas de cada uno de los repertorios: pensar que Geminiani estaría a inferior nivel que otros

violinistas por no sujetar el violín con ayuda del mentón no tiene ningún sentido, entre otras

cosas, porque si Geminiani pasó a la historia de su instrumento no sólo fue por el grandísimo

valor de su legado pedagógico y compositivo, sino por la reconocida, admirada y extraordinaria

facilidad y virtuosismo que alcanzó como violinista práctico. Hemos de conceder, eso sí, que un

virtuosismo de altura implica la mayor libertad posible de movinlÍentos en la mano izquierda y,

por lo tanto, contar con el mentón para aseguramos esa independencia de la mano y poder libe­

rar a la izquierda de la tiranía de la sujeción del instrumento no es sino una ventaja adicional.

Visto lo anterior no nos queda sino, generalizando, entresacar de forma muy general y en

brevísimos trazos las características más señaladas del digitado "barroco" a partir de una típica

sujeción "precaria" del instrumento. Leopold Mozart dio en su método tres razones fundamenta­

les para acceder a las posiciones elevadas: necesidad, comodidad y belleza de timbre; necesidad

de facilitar la ejecución de cuerdas dobles, acordes y arpegios -comodidad para realizar determi­

nados pasos-; y potenciamiento del carácter tímbrico de cada cuerda. El uso de la primera posi­

ción es prácticamente general durante todo el siglo XVII Y XVIII para aftcionados y principian­

tes, considerándose el uso de las posiciones altas sólo reservado para los profesionales. Aunque

6. L'Abbe Le Fils Ooseph Barnabe Saint-Sevin), Príncipes du Violon; París (1761). 7. G. G. Cambini, Nouvelle Métbode 7beorique et Practique pour le Violon ... , París (ca. 1800).

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e

MONOGRÁFICO

no se ve prácticamente apenas repertorio que supere el ámbito natural de la primera posición

durante el siglo xvn (si se necesitaba alguna nota más aguda -como el do- por encima del pen­

tagrama, la manera de acceder a ella era por medio de la extensión del cuarto dedo y raramente

subiendo a la segunda posición) sí que se aprecia en un tipo de literatura más virtuosística y

"profesional" la necesidad de ampliar ese estrecho margen de la primera posición, llegando a

alcanzar Monteverdi la 4", la 6" la música de Marco Ucellini, y con frecuencia hasta la 7" las

obras de F. l. von Biber o J. J. Walther, verdaderos exponentes de virtuosismo italiano y alemán

del xvn (Corelli, siendo el representante ideal del violín italiano de finales del xvn y principios

del XVllI, no pasa sino en contadas ocasiones de la 3" posición). Hacia 1750 cualquier buen vio­

linista tenía su frontera en la 7" posición, pero con frecuencia virtuosos excepcionales como

Locatelli podían llegar hasta la 14", siendo usadas las posiciones altas casi sólo en la primera

cuerda, mucho más raramente en la 2" y 3", en la 4" únicamente como un "color".

Dificil es establecer una regla general para los digitados en los cambios de posición a

partir de los métodos, pues todos ellos pueden diferir enormemente entre sí según estilos y

naciones. Sin embargo las normas de Leopold Mozart, ancladas en la experiencia, la tradición

tartiniana y la sensatez germánica de su autor, se pueden considerar como básicas y a tener

presentes en la mayoría de los casos del repertorio "standard" barroco en los que se plantee

un cambio de posición: se ha de buscar la digitación siempre en función a la articulación y sin

que suponga obstáculo alguno a la línea musical; los cambios, de posición sólo se han de

hacer cuando no quede otro remedio y sea absolutamente necesario, sin la mínima concesión

a la gratitud de movimientos de la mano izquierda, aprovechándose las cuerdas al aire, y a ser

posible sobre notas repetidas o de articulación corta, y jamás dentro de una ligadura por rom­

per tan torpe y lastimosamente la unidad de la articulación como cuando un instrumentista de

viento se ve obligado a respirar en mitad de una frase.

Figura 4

L. Mozar!. Ejemplos de cambios de posición descendente (Gründliche violinschule. Cap. 8.

Sección 2', págs. 166-167)

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_. EL PROBLEMA DE LA SUJECIÓN DEL VIOLíN

La amplitud y magnitud de tantos y tan diversos digitados en los tratados del siglo XVIII

no ha de engañamos: las más de las veces son simplemente un exhaustivo muestrario de posi­

bilidades (con frecuencia pedante y ostentoso), conteniendo a veces soluciones tan complica­

das como inútiles o irrealizables. La norma general para los cambios de posición, por razones

de estabilidad, es la del mínimo esfuerzo, por lo que los cambios que con más frecuencia se

dan son aquellos en los que el primer dedo funciona como motor (también a veces el segun­

do, apenas el tercero), procurando que los saltos no sean demasiado grandes: 1212, menos

frecuentemente 2323, aún menos 123123 ó 12341, etc.

Dos casos puntuales pero significativos del espíritu del digitado "barroco" merecerían

la pena ser comentados por lo poco que se adaptan a las normas "generales". El primero de

ellos es un ejercicio, concretamente el "Essempio D " de la primera página del tratado de

Figura 5

Geminiani. The arl 01 playing on Ihe violin. Pág. 1

"El pulgar debe quedarse siempre más atrás que el dedo índice, y cuanto más se suba de posición, más atrasado paulatinamente ha de quedar, hasta que casi esté debajo del mango ( oo. ); descendiendo de posi­ción hacia la primera, el pulgar no ha de volver inmediatamente, sino en la nota siguiente" (Geminiani, Tbe

Art 01 P/aying on the Violin op. 9; pág. [2]).

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MONOGRÁFICO

Dicho de otra manera, los dedos que pisan las cuerdas, por un lado, y el pulgar, por

otro, actúan en la técnica de Geminiani de manera independiente; según se sube de posición

el pulgar se va quedando rezagado, y al volver tampoco es el bloque de la mano el que des­

ciende sino primero el dedo que pisa y luego el pulgar. ¿Por qué? Por la sencilla razón que el

violin, teóricamente inestable en su sujeción al no intervenir en ella el mentón, necesita de la

estabilidad que le proporciona la pinza de los dedos índice y pulgar de la mano izquierda para

sujetarlo. De ahí la importancia máxima de estos ejercicios en los que lo que se estudia no es

el cambio de posición en sí, sino la actitud de un pulgar prácticamente fijo. Ni que decir tiene

que el concepto de "posición", tan evidente en prácticamente todos los violinistas del XVIII

como desplazamiento global de la mano izquierda, en Geminiani no es sino puramente geo­

gráfico, porque no es la mano la que se mueve por el diapasón sino es el dedo el que va de

una nota a otra. Si Geminiani, y con él Veracini, tocaban de esta manera, este sistema no es,

sin embargo, aplicable nada más que a sus obras y las de su escuela; pero malo no puede ser

tenerlo en cuenta a la hora de interpretar sus hermosas sonatas y concerti grossi (por mucho

que no nos planteemos su sistema a la hora de tocar nosotros), pues no cabe duda de que una

digitación coherente con la técnica original de los autores nos ayudará a rendir con mucha

más exactitud el espíritu de esas piezas, quizás distorsionada su articulación y expresión por

digitados más "tradicionales".

El segundo caso que quisiéramos no dejamos en el tintero, mucho más liberal y una

especie de "todo vale", es el contenido de la famosa carta, 8 posiblemente apócrifa, que Tartini

dirigiera a su discípula Maddalena Lombardini, gran virtuosa y también aceptable compositora.

En ella Tartini, posiblemente el pedagogo más reputado de su época, responde a una pregunta

de su antigua discípula sobre el objeto principal del estudio del violin, el arco, (para el autor

paduano sin duda el alma del violin) dedicando a éste la mayor parte de la carta. Para la mano

izquierda Tartini ve indispensable el estudio del trino como escuela de velocidad de dedos y,

sobre todo,

"una cosa que encierra a todas las demás: tornad una parte cualquiera de violín, sea primero o segun­do, un concierto, misa o motete, pues todo vale. Poned la mano no en el lugar ordinario [la l ' posición), sino en la media posición del diapasón [la 2' posición), esto es, teniendo el primer dedo en el sol de la primera cuerda; y teniendo la mano siempre en esta posición, ejecutad vuestra parte sin cambiar jamás la mano de lugar a no ser que tengáis que tocar ella sobre la cuarta cuerda o el re en la primera: en este caso volved ine­mediatamente a la media posición [2'] y nunca a la natural [1 ' ]. Ejercitaos en ella hasta que estéis segura de poder tocar así a primera vista cualquier cosa que os presenten (excepto solos). A continuación la posición entera [3'] ... " [y así sucesivamente, porque] "cuando os hayais familiarizado con esta escala de posiciones diferentes, es entonces que podréis decir que sois dueña de vuestro instrumento": "¡Queslo estudio e necessa­rio e glie la raccomandor

8. G. Tartini , Lettera del defonto Signor G. Tartini a la Signora Maddalena Lombardini, insirviente ad una importante lezione per i sonatori di violino; Venecia (1770).

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-EL PROBLEMA DE LA SUJECiÓN DEL VIOLíN

Está claro que Tartini es un representante de la más alta escuela, que su técnica era

eminentemente virtuosa como lo demuestra su obra, y que en su nivel, como decíamos más

arriba, todo vale y las normas son sólo para el que necesita cumplirlas. Tartini propugna una

técnica de mano izquierda en la que el digitado, seguramente sujeto a las normas tradicionales

de comodidad, musicalidad y colorido, en determinados momentos de capacidad virtuosa

puede y debe estar por encima de ellas. La recomendación de un estudio como el que acaba­

mos de ver, y en el que con frecuencia nos encontramos con pasos absurdos y obtusos por la

obligación de no movemos de una posición fija, no es sino la prueba de la búsqueda de una

ductilidad técnica que todo virtuoso ha de tener al momento de enfrentarse a cualquier obra,

independientemente de los conceptos más tradicionales del digitado.

Como curiosidad y para acabar, no quisiera dejar de mencionar el curioso uso del pul­

gar en determinados acordes -tan escabrosos en su forma que sólo el uso de este dedo puede

permitir realizarlos- en un par de obras del XVIII, francesas las dos (figuras 6 y 7).

Figura 6

L. Francoeur, Sonata VII. 22 movimiento

(1 er Libro de sonatas, 1715)

Figura 7

J. M. Lec1air, Sonata XII. 22 movimiento

(1 er Libro de sonatas, 1723)

AJlegro

AJlegro ma non troppo

ft,#II~" p$~ ~~ ~~Bl~~~ ," (arpegio) r ~ .

De gran ingeniosidad, se trata sin embargo de digitados muy localizados y que no pre­

suponen un uso más generalizado que el de ellos mismos y, quizás, algunos pocos ejemplos

más que por el momento desconocemos.

De gran ayuda para desentrañar un aspecto tan disperso como el que nos ocupa, y en

el que es tan dificil generalizar, nos podría ser el análisis de las pocas fuentes dieciochescas

(excepto métodos y tratados) que incluyen digitados originales, que los mismos músicos de

entonces eran tan reacios a poner en sus papeles y partituras de uso cotidiano, seguramente

porque no tenían lápices y gomas con los que borrar las anotaciones escritas sobre algo tan

caro como eran los libros, manuscritos e impresos, en el siglo XVIII. Como apéndice fmal

añado una breve lista de obras prácticas -sonatas- (algunos métodos importantes han sido

93 vuodlibd

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MONOGRÁFICO

nombrados ya en estas páginas) que contienen digitados originales de sus autores, hecho

infrecuente en la época, cada uno bien diferente de los otros, pero que son interesantísimo

ejemplo de la particular psicología de los autores "barrocos" y de la necesidad de abordar a

cada uno por separado según escuelas, países o estilos.

Las líneas anteriores no pretenden solucionar el de por sí inarbordable problema de la

digitación del siglo XVIII, para cuyo análisis faltaría espacio incluso en el ámbito de una tesis

doctoral. El autor de ellas, músico práctico que no musicólogo, ha buscado simplemente plan­

tear tan sólo hechos puntuales y, en el mejor de los casos, despertar la curiosidad del lector

violinista, alertándole de las condiciones en que sus colegas hace un par de siglos se desenvol­

vían, para que, poniéndose en el lugar de aquellos a la hora de abordar tan magnífico reperto­

rio, tenga en cuenta las particularidades y peculiaridades de sus características y condicionan­

tes en un aspecto tan aparentemente banal como el que nos ha ocupado. Sólo la experiencia

que da el estudio y el contraste de las fuentes nos puede ayudar a obtener una visión apropia­

da y amplia de un campo en el que las generalizaciones resultan utopías tan peligrosas como

inútiles, por lo que invito a mis amigos violinistas a que olviden cuanto antes mis palabras y se

lancen por ellos mismos a la maravillosa experimentación de la música del pasado. _

Lista (no exhaustiva) de sonatas para violín y bajo continuo del siglo XVIII que incluyen

digitados impresos, por orden cronológico.

G. A. Piani, Sonale a violino solo e violoncello col címbalo op. 1; París (1712).

L. Francoeur, Premier livre de sonales a violon seul el la basse; París (1715).

F. Duval, Les idees musicíennes. Sonales a violon seul avec la basse; París (1720).

J. M. Leclair, Premier livre de Sonales a violon seul avec la basse continue; París (1723).

P. Castrucci, XlI Solos for a Violín with a ThoroughbiJ.ss op. 1; Londres ca. (1725).

P. Castrucci, Sonale a Violino e Violone o Cimba lo op. 2; Londres (1734).

J. M. Leclair, Troisieme livre de sonales a violon seul avec la basse conlinue op. 5; París

(1734).

J. Aubert, Sonales a violon seul el basse continuo op. 3 (nouvelle edition augmenlée el

corrigée); París (1735).

J. B. Cupis, Sonales a violon seul avec la basse continue op. 1, París (1738).

J. J. Mondonville, Les sons harmoniques. Sonales a violon seul avec la basse conlinue op. 4;

París (1738).

F. Geminiani, Le prime sonale a vio lino e basso ... con diligenza corrette aggiunlovi ancora

per maggior facilita le grazie per agli adagi ed i numeri per la lransposizione della mano; Londres

(1739).

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Page 12: EL PROBLEMA DE. LA SUJECiÓN DEL VIOLíN COMO …

EL PROBLEMA DE LA SUJECiÓN DEL VIOLíN ...

G. Kennis, VI Sonate a violino e vioLonceLlo op 1; Lieja (ca.1740).

F. Veracini, Sonate Accademiche a violino soLo e basso op. 2; Londres/Florencia (1744).

F. Geminiani, Sonates pour Le vioLen avec un vioLonceLle op. 5; La Haya (1746).

L'Abbe le Fils, Sonates a vioLan seuL et basse op. 1; París (1748).

P. Gavinies, Six sonates a vioLon seuL et basse op. 1; París (ca. 1760).

J. Stamitz, Sei sonate da camera a violino soLo coL basso; París (ca 1762).

1"'\ SOCIEDAD DIDACTICO LJ.:;; MUSICAL

PIANO

EL LENGUAJE ;

DE LA MUSICA

José Luis H".''' ...... Manuel Carra (cursos I y 11)

Ana Mª Navarrete Porta Manuel Moreno Buendía

(cursos 1-2-3y4) Miguel Ángel

Nuevos textos realizados de acuerdo con los contenidos y obietivos de la LOGSE

Sociedad Didáctico Musical el Fuentes, 6 28013 - MADRID ~/FAX 5416280

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