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1 El problema del aprendizaje en Psicología María Elena Colombo Editorial Educando 2014 Buenos Aires

El problema del aprendizaje en Psicología - Bibliopsi · epigenética define el estado de expresión de los genes, ... y no como eventos independientes interpretando el comportamiento

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El problema del aprendizaje en

Psicología

María Elena Colombo

Editorial Educando

2014 Buenos Aires

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Figura de tapa: Catástrofe cúspide

Refiere a una clase particular de cambio discontinuo. La superficie plegada

representa diferentes transiciones posibles (líneas grises). La transición es tanto

continua (flecha parte superior) como discontinua (flechas parte inferior). Qué tipo

de transición ocurrirá dependerá de los valores de los parámetros de control que

gobiernan el proceso en cuestión. Tomado de van Geert, P. (2003). Dynamic

systems approaches and modeling of developmental processes. In J. Valsiner & K.

J. Conolly (Eds.), Handbook of Developmental Psychology (pp. 640-672). London:

Sage.

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A Jeremías

Cuando nos acercamos al estudio del aprendizaje se nos presentan

algunos interrogantes que es necesario afrontar. Por una parte tenemos el mismo

concepto de aprendizaje que podemos entender, en una primera aproximación, a

la que más adelante analizaremos, como cambio del comportamiento. Cuando

entendemos de este modo el aprendizaje se nos presenta la necesidad de

comprender el concepto de cambio, a qué cambio remite el concepto de

aprendizaje y qué diferencia se plantea respecto del concepto de desarrollo que

también implica cambio. Así tenemos dos interrogantes, el concepto de

aprendizaje y desarrollo, por una parte, y el concepto de cambio en el aprendizaje

y en el desarrollo, por otra parte. A estos problemas se agrega la necesidad de

entender las particulares relaciones entre biología y ambiente en el proceso de

cambio, o si se quiere, entre herencia y ambiente, pues sabemos que nuestra

naturaleza es biológica y social; el problema es comprender cómo se entiende

esta relación en la actualidad.

Para abordar estos problemas comenzaremos por analizar las particulares

relaciones entre la herencia y el ambiente, seguiremos con el problema del

aprendizaje en las teorías psicológicas y finalmente abordaremos las relaciones

entre aprendizaje y desarrollo y los conceptos de cambio de acuerdo con las

concepciones más recientes en este dominio.

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La compleja relación entre herencia y ambiente

Las creencias habituales que aparecen cuando nos referimos a la herencia

corresponden a un conjunto de rasgos almacenados en nuestra biología que son

trasmitidos de padres a hijos de manera lineal, lo que vamos a llegar a ser ya está

definido en nuestro potencial biológico; ésta es la idea de preformación.

Contrariamente, cuando pensamos en el ambiente aparece, también de manera

determinista, la idea de modelación del organismo por “influencia” de los “factores

o estímulos” provenientes del “mundo exterior”. Así, estos dos términos aparecen,

en el sentido cotidiano, como antitéticos, opuestos, y difícilmente desde estas

perspectivas podamos explicarlos de manera integrada dado que, o bien, tenemos

una explicación de los cambios en la ontogenia debido a nuestras potencialidades

heredadas o bien somos producto de un infinito moldeamiento de nuestro

comportamiento por el medio ambiente; palabras tales como influencia y

estimulación son utilizadas de manera espontánea para hacer referencia a la

producción de cambios en el comportamiento como si hubiera un mundo exterior

poblado de estímulos que afecta a un organismo de manera unilineal.

Desde hace ya algunas décadas, estas ideas han sido abandonadas. En la

explicación científica, la idea de preformación o explicación causal lineal de las

novedades que aparecen en la ontogenia ha cedido frente a las explicaciones

sistémico-dinámicas, de causalidades complejas. Históricamente, estas ideas

fueron el producto de la importancia que adquirió en biología la perspectiva neo-

darwinista o síntesis evolutiva. La teoría sintética de la evolución elaborada en las

décadas de 1930-1940, integró las ideas de Darwin sobre selección natural y

evolución con las de Mendel y mendelianos sobre herencia, y fue, sin lugar a

dudas, un hito fundamental de la biología, al posibilitar, entre otras cosas, una

visión unificada del cambio genético, a nivel micro y macro-evolutivo. Tal teoría se

impuso rápidamente como el modelo biológico predominante, originando el neo-

darwinismo, que sigue siendo en la actualidad la corriente ortodoxa en biología.

Pero a pesar de su innegable relevancia, algunas de las consecuencias de esta

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teoría fueron muy negativas, la principal de ellas consiste en que dio lugar al

gencentrismo, una explicación exclusivamente centrada en los genes.

La explicación gencentrista de cualquier rasgo, fisiológico o cognitivo,

perteneciente a la dotación natural de una especie se remitía de manera

automática y directa al programa genético del organismo correspondiente,

concebido como el director estricto del desarrollo del organismo, dicho programa

contenía los aspectos esenciales para la emergencia de ese rasgo. De este modo,

tal perspectiva supuso la férrea identificación entre los planos genético e innato,

entendiendo que la única justificación para el carácter innato de un rasgo residía

en el nivel puramente genético. Tal concepción impregnó toda disciplina que

apelara en alguna medida a la noción de innato.

A pesar de que la noción de programa genético sigue siendo ampliamente

aceptada en la actualidad, tal noción está siendo cuestionada por diferentes

marcos, algunos de ellos provenientes de la biología del desarrollo. Esta

procedencia no es casual: de hecho, los embriólogos fueron tradicionalmente el

grupo científico más insatisfecho respecto de los presupuestos de la síntesis

evolutiva (Longa, 2008).

La identificación entre lo genético y lo innato ha sido cuestionada también

por diferentes corrientes psicológicas. Así, se introdujo en la psicología el

concepto de epigénesis, proveniente de la biología, que entiende que el organismo

emerge progresivamente en la embriogénesis a partir de una célula inicial

indiferenciada y las sucesivas diferenciaciones de partes u órganos cada vez más

complejos. Las condiciones genéticas configuran la estructura inicial del

organismo o cigoto, pero no determinan el curso posterior del desarrollo sino que

este resulta de las complejas e incesantes interacciones entre las disposiciones

del organismo y los factores del medio ambiente (Lenzi, Borzi & Tau, 2010).

El término epigenética fue acuñando por Conrad Waddington (1905-1975)

en 1939 que lo definió como el complejo proceso que media entre el genotipo y el

fenotipo, es decir, el estudio de todos los eventos que llevan al desenvolvimiento

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del programa genético del desarrollo. La regulación epigenética mediaría la

adaptación al medio ambiente, mediante la plasticidad del genoma, para generar

distintos fenotipos ante las diferentes condiciones ambientales (Kaminker, 2007).

Este es un campo de gran desarrollo y da cuenta de los cambios heredables en la

expresión génica no determinados estrictamente por la secuencia de bases de

ADN descripta por Watson y Crick en 1953.

Con anterioridad al surgimiento de la epigenética, la relación entre genes y

ambiente se entendía por determinismo genético, es decir, el desarrollo y el

fenotipo se explicaban casi exclusivamente por los genes de acuerdo con la teoría

sintética. A comienzos del siglo XX la genética se consideraba la ciencia de la

herencia y la embriología la ciencia del desarrollo. Waddington trató de demostrar

que ambas disciplinas estaban muy vinculadas entre sí y con la evolución, por lo

cual el proceso que va desde el genotipo al fenotipo tendría que integrar el

conocimiento de ambas ciencias (Bedregal, Shand, Santos & Ventura-Juncá,

2010).

En la actualidad se reconoce el papel fundamental que juega el ambiente

extra nuclear, extracelular y social en la modulación de la actividad genética. Los

modelos acumulativos lineales que entienden que el fenotipo es la suma de los

efectos de los genes no se adecuan a la realidad. Por ello han surgido modelos

que entienden los procesos genéticos como sistemas dinámicos.

Un avance importante en la comprensión de la relación entre genes y

ambiente se produjo con el descubrimiento de los mecanismos que controlan la

activación y silenciamiento de los genes. En 1987 con los trabajos de Holliday, se

planteó por primera vez el papel de la epigenética en la herencia de enfermedades

(Bedregal, Shand, Santos & Ventura-Juncá, 2010). Este investigador diferenció las

funciones de los genes en dos niveles: 1) en la transmisión del material genético

de generación en generación que corresponde al campo de la genética y 2) cómo

los genes funcionan durante el desarrollo de un organismo, en interacción con el

ambiente, desde la fertilización del óvulo hasta el adulto que corresponde al

campo de la epigenética. Las modificaciones epigenéticas establecerían qué

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genes se activarían y cuáles no, y por lo tanto los genes activados se

manifestarían en el fenotipo de un organismo. Las mutaciones corresponden a las

modificaciones en la secuencias del ADN y las epimutaciones corresponden a las

modificaciones epigenéticas. Entonces, se entiende que la programación

epigenética define el estado de expresión de los genes, éste puede ser modificado

por diversas condiciones ambientales que se manifestarán en el fenotipo y en el

comportamiento de un individuo.

Esta concepción epigenética penetra en la psicología científica del

desarrollo durante el siglo XX a partir de Baldwin, Vygotsky, Piaget y Werner

(Lenzi, Borzi & Tau, 2010). El psico-biólogo Gilbert Gottlieb (1929-2006) considera

que una interpretación de la psicología desde el desarrollo hace que la idea de

genes versus ambiente sea una alternativa demasiado simple para entender el

comportamiento. Propone el concepto de epigénesis probabilística que es un

concepto que se encuentra en la misma dirección que el de auto-organización de

von Bertanlanfy, o el de autopoiesis de Maturana. Por epigénesis probabilística

Gottlieb entiende las influencias entre genes y ambiente como un evento unificado

y no como eventos independientes interpretando el comportamiento como el

resultado de una continua transacción, a lo largo del tiempo, entre las bases

genéticas del organismo individual y su interacción con múltiples eventos

ambientales. Desde el punto de vista epigenético, se considera que el desarrollo

se produce por las interacciones activas, co-acciones, entre los componentes que

forman parte de él, entendiendo tales componentes en términos de distintos

sistemas como el ambiente, el comportamiento, la actividad neural y la actividad

genética (Gottlieb, 2007; Gottlieb. & Tucker Halpern, 2007).

La investigación de las epimutaciones es un área de amplio desarrollo en la

actualidad, sobre todo para la comprensión de la herencia de enfermedades y

también, dado que ellas son reversibles, para la intervención preventiva y el

tratamiento.

Estudios epidemiológicos longitudinales mostraron que existe una

asociación importante entre la condición nutricional materna y la presencia a corto

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plazo de retardo en el crecimiento intrauterino y a más largo plazo, de

enfermedades crónicas del adulto como enfermedades cardiovasculares, obesidad

y diabetes (Bedregal, Shand, Santos & Ventura-Juncá, 2010). También se estudió

la asociación entre el maltrato sufrido por la madre durante el embarazo y el

retardo de crecimiento intrauterino. Se ha demostrado que a largo plazo estos

niños tienen una respuesta alterada al estrés por fallas en la regulación del eje

hipotálamo-hipófisis-adrenal (HHA). Más recientemente se ha estudiado la

asociación entre depresión materna prenatal y las alternaciones en el eje HHA.

También hay evidencias en estudios epidemiológicos en animales y en humanos

que asocian eventos en el periodo post-natal precoz con patologías y

comportamientos en la vida adulta como, por ejemplo, la asociación entre calidad

de vida familiar (vínculo materno en especial) y el desarrollo de diferencias

individuales en el comportamiento y en la presencia de enfermedades en la vida

adulta. La propuesta explicativa afirma que las enfermedades crónicas emergen

como respuestas alteradas al estrés. Un vínculo materno débil o insuficiente se

asocia en la descendencia a un incremento de las respuestas autonómicas y

endocrinas en la vida adulta, y también a alteraciones en el procesamiento de

estímulos amenazantes. Las enfermedades que pueden aparecer por este

mecanismo son: obesidad, hipertensión arterial, depresión, trastornos ansiosos,

adicciones y enfermedad coronaria. En todos los estudios mencionados se han

encontrado los mecanismos que explican las alteraciones epigenéticas

mencionadas (Bedregal, Shand, Santos & Ventura-Juncá, 2010).

El concepto de epigenética y la investigación asociada a ésta, han instalado

un paradigma nuevo que supera la dicotomía genética - ambiente a favor de

modelos de desarrollo humano más holísticos y bioecológicos. Factores genéticos

y ambientales se vinculan de manera probabilística y dinámica a lo largo de la

vida; y es fundamental conocer cómo se da esta relación en diferentes contextos.

El avance en estas investigaciones permitirá comprender mejor los problemas de

salud y las diferencias en las trayectorias de desarrollo humano. Este nuevo

paradigma nos plantea desafíos epistemológicos y metodológicos para capturar

esta relación en modelos explicativos de carácter dinámico no lineales.

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El concepto de aprendizaje en las teorías psicológicas

Overton (2006) cita a Wittgenstein cuando menciona que en psicología hay

métodos empíricos y confusiones conceptuales. Tomaré esta expresión como

inspiradora para intentar arrojar alguna luz sobre el concepto de aprendizaje en las

teorías psicológicas.

Las teorías del aprendizaje propiamente dichas aparecen centradas en la

explicación del cambio conductual a comienzos del siglo XX en Estados Unidos.

Dichas explicaciones tuvieron como fundamento de su teoría y de sus métodos

una concepción de realidad ingenua del siglo XVII, una base epistemológica

empirista del siglo XIX y positivista del siglo XX. Así se formularon principios

generales para todos los aprendizajes, de carácter universal, y por lo tanto, a-

históricos y descontextualizados.

A lo largo de su corta historia, la psicología ha permanecido cautiva de

numerosas posiciones contradictorias o dualismos básicos herederas del dualismo

ontológico, del empirismo y del positivismo; ellas son: innato-adquirido, biología-

cultura, sujeto-objeto, cuerpo-mente, estabilidad-cambio, idea-materia, estructura-

función, intrapsíquico-interpersonal, continuidad-cambio, observación-razón,

universal-particular, unidad-diversidad e individuo-sociedad. Como señala Overton

(2006), la psicología inicia la solución de estas antinomias con un enfoque

ortodoxo estándar que eleva uno de los términos del par antitético a una posición

privilegiada y construye un programa de investigación sobre la base del concepto

jerarquizado, y luego se esfuerza por demostrar que el concepto sin privilegio

puede ser negado o marginado. Tal es el caso del conductismo como también su

continuación en el cognitivismo. El concepto suprimido pasa a ser tomado por otro

programa de investigación y se convierte en privilegiado. Como ejemplo podemos

citar las batallas entre innato y adquirido que han ocupado buena parte de la

literatura del siglo XX; en ellas, las teorías psicológicas tomaban partido por uno u

otro de los polos. En la actualidad la pregunta acerca de cuánto hay de innato o de

adquirido en el comportamiento parece una insensatez y los científicos han cedido

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a una comprensión más o menos interaccionista, o en el mejor de los casos, a un

entendimiento de procesos recíprocos y complementarios.

A mediados del siglo XX la psicología hegemónica abandona los modelos

conductistas en favor de los de flujo de información derivados de la cibernética. En

la literatura se puede observar que el término aprendizaje es sustituido por el de

adquisición de conocimiento. El modelo computacional quiere dar cuenta de los

procesos subyacentes a la regularidad conductual y para lograrlo construye

programas de investigación centrados en el procesamiento de la información y en

las estructuras y sistemas de memoria, en sus inicios. El giro cognitivista investiga

la adquisición, almacenamiento y recuperación de información. En este

procesamiento, el primer escalón es ocupado por la adquisición de información, el

input, que equivale al aprendizaje; el almacenamiento y la recuperación

corresponden a los problemas de la memoria.

Una de las cuestiones que inicialmente critica el cognitivismo al

conductismo es la falta de especificidad. Chomsky, en particular, cuestiona a

Skinner al sostener que si una teoría explica todos los aprendizajes no es una

teoría pues no diferencia entre aprender una conducta simple y otra compleja, una

actividad que requiere esfuerzo como aprender física no puede ser explicada de la

misma manera que el aprendizaje de procedimiento como puede ser una habilidad

motriz. Así Chomsky sostiene que una teoría debe ser específica del dominio de

conocimiento que quiere dar cuenta.

Los programas de investigación del cognitivismo fueron produciendo

nuevas dicotomías que se sucedieron en cascada en diferentes dominios. La

investigación de los procesos subyacentes a las regularidades conductuales hizo

aparecer las dualidades entre los procesos automáticos y controlados, implícitos y

explícitos, conscientes e inconscientes, representaciones proposicionales y en

imágenes, sistemas de memoria declarativa y procedimental, entre otros. El déficit

del cognitivismo fue no ofrecer una teoría unificada del funcionamiento mental

manteniéndose en una gran productividad de investigaciones en micro-dominios

sin poder realizar integraciones de todas las conclusiones de las mismas.

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Jerome Bruner (1991) realiza una breve historización del concepto de

aprendizaje queriendo “demostrar cómo este concepto terminó por ser absorbido

por una cultura más amplia de ideas cuando llegó a ser definido como el estudio

de la ʹadquisición del conocimientoʹ. […] Señala que

“Tenemos que comenzar con el aprendizaje animal porque ese fue el

anfiteatro paradigmático en el que, durante al menos medio siglo, se

libraron las principales batallas relativas a los problemas de la teoría del

aprendizaje. Dentro de esta esfera, las teorías beligerantes construían sus

modelos del proceso de aprendizaje sobre procedimientos paradigmáticos

concretos para el estudio del aprendizaje. […] C. Hull y sus discípulos, por

ejemplo, eligieron los laberintos en T múltiple como su instrumento favorito.

Era un artilugio que se adaptaba muy bien a la rata y a la medición de los

efectos acumulativos del refuerzo terminal en la reducción de errores. […]

Uno vivía de acuerdo con su propio paradigma! Edward Tolman, más

cognitivo ʹpropositivistaʹ en su enfoque, también utilizó ratas y laberintos

(casi como si pretendiese llevar el juego a la cancha de Hull), pero él y sus

discípulos preferían los laberintos abiertos de varios brazos situados en un

ambiente visual rico, en lugar de los laberintos simples y cerrados que Hull

usaba en Yale. Los californianos querían que sus animales tuvieran acceso

a un abanico más amplio de claves, sobre todo espaciales situadas fuera

del laberinto. No tiene nada de extraño, por consiguiente, que la teoría de

Tolman terminase por asimilar el aprendizaje con la construcción de un

mapa, un ʹmapa cognitivoʹ que representaba el mundo de las posibles

ʹrelaciones medios-finesʹ. Hull terminó por desarrollar una teoría que trataba

los efectos acumulativos del refuerzo que ʹfortalecíaʹ las respuestas a los

estímulos. En el lenguaje de aquella época, la de Tolman era una teoría de

ʹhabitación con mapaʹ, en tanto que la de Hull era una teoría de ʹtablero de

interruptoresʹ.

“Obviamente, sea lo que sea lo que investiguemos, nuestros resultados

reflejarán los procedimientos de observación y medición que usemos. La

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ciencia siempre inventa una realidad acorde de esa manera. Cuando

ʹconfirmamosʹ nuestra teoría mediante ʹobservacionesʹ, diseñamos

procedimientos que favorezcan la plausibilidad de la teoría. Cualquiera que

tenga una objeción contra ella puede echárnosla a perder diseñando

variantes de nuestros propios procedimientos para demostrar que existen

excepciones y pruebas en contra. Y así fue como se libraron las batallas de

la teoría del aprendizaje. […] Pero en la medida en que el locus classicus

de la disputa era el laberinto de las ratas, abierto o cerrado, no fue más que

un precursor sin consecuencias.

“Finalmente la ʹteoría del aprendizajeʹ murió, o quizá sería mejor decir

que se marchitó […]. Pero dos movimientos históricos se encontraban ya

en marcha, los cuales en una década o dos, habrían de relegar a un papel

marginal la teoría clásica del aprendizaje. Uno era la revolución cognitiva;

el otro, el transaccionalismo. La revolución cognitiva se limitó a absorber el

concepto de aprendizaje dentro del concepto más amplio de ʹadquisición de

conocimientoʹ.

[…] “El segundo movimiento histórico […] no había llegado aún a la

psicología: el nuevo contextualismo transaccional se expresaba en la

sociología y la antropología con doctrinas tales como la ʹetnometodologíaʹ.

Se trataba de la idea de que la acción humana no podía explicarse por

completo ni de forma adecuada en la dirección de dentro a afuera, es decir,

refiriéndonos sólo a factores intrapsíquicos: disposiciones, rasgos,

capacidades de aprendizaje, motivos, o cualquier otra cosa semejante.

Para poder ser explicada, la acción necesitaba estar situada, ser concebida

en un continuo en un mundo cultural. Las realidades que la gente construía

eran realidades sociales, negociadas con otros, distribuidas entre ellos. El

mundo social en el que vivíamos no estaba, ni ʹen la cabezaʹ ni ʹen el

exteriorʹ de algún primitivo modo positivista. Y tanto la mente como el Yo

formaban parte de ese mundo social. Si la revolución cognitiva apareció en

1956, la revolución contextual (al menos en psicología) se está

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produciendo ahora. […] Pasar por alto la naturaleza situada y distribuida

del conocimiento y del conocer supone perder de vista no sólo la

naturaleza cultural del conocimiento sino también la correspondiente

naturaleza cultural de la adquisición del conocimiento” (pp. 104-107).

De acuerdo con la perspectiva contextualista transaccional que defiende

Bruner (1991), la palabra aprender tiene que estar entre comillas pues lo que

hace una persona es participar en una especie de geografía cultural que sostiene

y conforma lo que hace y sin la cual no habría ningún aprendizaje.

Imitación, aprendizaje y zona de desarrollo próximo

La propuesta de Bruner es fiel a la concepción vigotskyana. Vigotsky (1988)

proponía entender el aprendizaje de manera contextuada e históricamente

determinada. Él utilizó la palabra obuchenie que remite a un sentido doble,

diferentes procesos que están entrelazados dialécticamente: enseñanza y

aprendizaje. Siempre que estamos aprendiendo lo hacemos en una situación de

interacción con otros humanos en un contexto determinado, mediados por

instrumentos culturales específicos y propios de un determinado momento

histórico. Así construyó el concepto de Zona de Desarrollo Próximo, inicialmente,

en el marco de sus intereses educativos, entendiendo que la escuela debe

preocuparse por el futuro del alumno, es decir que, en oposición al avance de las

técnicas psicométricas que miden el estado actual del desarrollo del niño, la

escuela debe promover por medio de la interacción mediada un buen aprendizaje

que produzca desarrollo psicológico. Desde esta perspectiva, la educación no es

el estudio del desarrollo artificial del niño, sino el dominio artificial de los procesos

naturales del desarrollo, afirma Vigotsky.

Para Vigotsky, el análisis psicológico de obuchenie no puede resolverse de

modo correcto si no se comprende la relación entre el aprendizaje y el desarrollo

en el niño. Tempranamente señaló la falta de claridad teórica y la confusión

metodológica de los constructos explicativos. Para el autor, el aprendizaje de los

niños comienza mucho antes de que lleguen a la escuela; se pregunta “¿podemos

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dudar de que el niño aprende el lenguaje a partir de los adultos; de que a través

de sus preguntas y respuestas adquiere gran variedad de información, o de que, al

imitar a los adultos y ser instruido acerca de cómo actuar, los niños desarrollan un

verdadero almacén de habilidades? El aprendizaje y el desarrollo están

interrelacionados desde los primeros días de vida del niño” (Vigotsky, 1988,

pp.130-131)

Vigotsky señaló que las investigaciones de su época sobre desarrollo

mental de los niños sólo consideraban lo que el niño podía realizar por sí solo,

este sería el nivel indicativo de su nivel mental; pero lo que nunca pensaron era

considerar lo que el niño podía hacer siendo ayudado por otro. Para Vigotsky esta

segunda opción es más indicativa del nivel de desarrollo mental y es la que hay

que investigar y profundizar en su estudio. Así formula el concepto de Zona de

Desarrollo Próximo que “no es otra cosa que la distancia entre el nivel real de

desarrollo, determinado por la capacidad de resolver independientemente un

problema, y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través de la resolución

de un problema bajo la guía de un adulto o en colaboración con otro compañero

más capaz” (Vigotsky, 1988, p.133). El autor aclara que la resolución

independiente de un problema evidencia el producto final del desarrollo de esa

función pero aquellos problemas que pueden ser resueltos con ayuda,

corresponden a funciones que se encuentran en estado embrionario; “estas

funciones podrían denominarse ʹcapullosʹ o ʹfloresʹ del desarrollo, en lugar de

ʹfrutosʹ del desarrollo. El nivel de desarrollo real caracteriza el desarrollo mental

retrospectivamente, mientras que la zona de desarrollo próximo caracteriza el

desarrollo mental prospectivamente” (pp. 134). Por esto es necesario conocer

ambos niveles de desarrollo y no sólo en el nivel real.

Esta forma de pensar el problema lleva a Vigotsky a plantear la necesidad

de estudiar el papel de la imitación en el aprendizaje. Las técnicas psicométricas,

por aquel entonces, no consideraban la actividad imitativa como parte de la

evaluación del nivel mental; Vigotsky señala que la imitación y el aprendizaje eran

considerados procesos independientes y mecánicos. Sin embargo, él encontró

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investigaciones que demostraron que “una persona puede imitar solamente

aquello que está presente en el interior de su nivel evolutivo” (p.135). En el análisis

de los experimentos que hace Köhler en Tenerife con primates no humanos,

Vigotsky señala que el objetivo principal que perseguía Köhler era averiguar si los

primates resolvían los problemas que se les planteaban de manera independiente

y sin ayuda, o si lo hacían por imitación de las soluciones que habían visto realizar

a otros con la utilización de palos y otros instrumentos. “Así pues, los estudios de

Köhler, destinados a determinar exactamente lo que los primates eran capaces de

imitar, pusieron de manifiesto que los simios pueden servirse de la imitación para

resolver únicamente aquellos problemas cuyo grado de dificultad es el mismo que

el de los que pueden resolver por sí solos. Sin embargo, Köhler no tuvo en cuenta

un hecho sumamente importante, que los primates no son capaces de aprender

(en el sentido humano de la palabra) a través de la imitación, ni tampoco puede

desarrollarse su intelecto, ya que carecen de la citada zona de desarrollo próximo.

[…] El aprendizaje humano presupone una naturaleza social específica y un

proceso, mediante el cual los niños acceden a la vida intelectual de aquellos que

les rodean” (p.136).

Para Vigotsky, esta particularidad del aprendizaje humano, este aprendizaje

social imitativo que amplifica las posibilidades de lo que los niños pueden hacer

solos, tiene tal importancia que exige un replanteo y una modificación radical de

todas las teorizaciones sobre las relaciones entre aprendizaje y desarrollo. En

continuidad con esta línea de pensamiento, Vigotsky entiende que lo que crea la

zona de desarrollo próximo es un rasgo esencial del aprendizaje, éste “despierta

una serie de procesos evolutivos internos capaces de operar sólo cuando el niño

está en interacción con las personas de su entorno y en cooperación con algún

semejante. Una vez que se han internalizado estos procesos, se convierten en

parte de los logros evolutivos independientes del niño” (pp.138-139). Así es que

para este autor, este aprendizaje, que precede al desarrollo, es definido como

“buen aprendizaje”. De este modo los procesos de desarrollo y de aprendizaje no

coinciden, es necesario primero un buen aprendizaje en la zona de desarrollo

próximo para producir desarrollo. La hipótesis de Vigotsky sostiene la unidad pero

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no la identidad de ambos procesos y es por esto que se vuelve fundamental poder

investigar los procesos de interiorización que producen desarrollo.

Discusiones en torno a los procesos de aprendizaje

Engeström y Sannino (2012) realizaron un estudio de las teorías de los

procesos de aprendizaje y señalaron que si bien siempre se hace referencia a

procesos de aprendizaje, los mismos se utilizan sin un contenido teórico claro y

sustantivo. De acuerdo con sus observaciones, los estudios basados en procesos

implicados en el aprendizaje han desaparecido de las principales revistas

científicas; estos fueron reemplazados por estudios que buscan profundizar en la

esencia del aprendizaje, como, por ejemplo, la investigación de la situación de

aprendizaje, la relación entre aprendizaje y ambiente, el diálogo en el aprendizaje.

Así se advierte que se tomó una dirección más especializada y contextual,

señalan.

Las teorías de procesos clásicas definían secuencias de acciones que

tenían cierta generalidad para distintos dominios de conocimientos aunque no

especificaban de manera convincente el principio general que explicaba por qué

las acciones se sucedían en un cierto orden y no en otro, ni tampoco su

mecanismo causal según advierten Engeström y Sannino (2012). La suposición de

la generalidad de la secuencia o serie de acciones de aprendizaje creaba la idea

de que estas secuencias eran óptimas en algún sentido y, por lo tanto, promovía la

idea universalista de que esta secuencia era la única posible o deseable.

Engeström y Sannino (2012) citan los trabajos de investigación de

Tomasello (1999) y Kruger & Tomasello1 que demuestran que la fuerza del

aprendizaje humano es en gran medida dependiente de la instrucción intencional,

como tempranamente lo había advertido Vigotsky. Estos investigadores han

identificado tres tipos de instrucciones intencionales del aprendizaje a lo largo de

un continuo que va desde la instrucción informal a la formal (“expected learning”, 1 Kruger, A. C. & Tomasello, M. (1998). Cultural learning and learning culture. In D. R. Olson, & N.

Torrance (Eds.). The handbook of education and human development (pp. 369–387). Malden: Blackwell.

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“guided learning” and “designed learning”). Desde el punto de vista de Engeström

y Sannino (2012), la importancia del argumento de Kruger & Tomasello es que el

aprendizaje humano se forma según las expectativas culturales normativas. Tales

expectativas son muy diversas y cambian históricamente. Por lo tanto, los

procesos de aprendizaje humanos también son muy diversos y continuamente

cambiantes. No hay una sola manera de aprender determinada biológicamente y

universal, adecuada o buena para aprender. Por esto, los autores concluyen que

una teoría de procesos de aprendizaje debe cuestionar el universalismo y también

debe especificar qué tipo de aprendizaje quiere dar cuenta y en qué razones

históricas y culturales se basa. De este modo, dicha teoría no caería en una

posición universalista según Engeström y Sannino (2012). Otra conclusión que

realizan los autores se deriva de la comprensión del entrelazamiento entre

aprendizaje e instrucción intencional como una particularidad específica del

aprendizaje humano; ésta es la necesidad de volver a vincular el aprendizaje y la

instrucción, como inicialmente lo consideraba Vigotsky, y no estudiarlos por

separado. El hecho de volver a estudiar estos procesos de manera conjunta

permitirá avanzar en la comprensión de las relaciones entre aprendizaje y

desarrollo psicológico. Lamentablemente, señalan los autores, el cognitivismo fue

responsable de esta separación, manteniéndose en sus desarrollos posteriores.

También advierten, citando a Lave y Wenger2 (p.40) que “tomar en serio el

carácter intencional de las instrucciones del aprendizaje humano no significa que

debemos volver a la noción del control completo de la instrucción sobre el

aprendizaje”. Engeström y Sannino (2012) plantean que hay que cuidarse de la

profecía auto-cumplida; cuando se tiene una teoría universalista de los procesos

de aprendizaje, se tiende a imponer a los datos y a los ejemplos para que estos

concuerden con la teoría y demuestren que ella funciona en la práctica y si se

plantea un proceso óptimo de aprendizaje, entonces se tenderá a imponerlo en la

intervención (en coincidencia con el planteo de Bruner). De las dos formas se

2 Lave, J. & Wenger, E. (1991). Situated learning: Legitimate peripheral participation. Cambridge:

Cambridge University Press.

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busca obtener que la realidad coincida con la teoría. Para los autores el control

completo de la instrucción sobre el aprendizaje es una falacia; ambos procesos

deben ser abordados como dialécticamente entrelazados pero ellos nunca

coincidirán.

Engeström y Sannino (2012) proponen cinco principios que debe cumplir

una teoría de procesos de aprendizaje (como la teoría del aprendizaje expansivo

cumple). Ellos son: 1) secuencia de eventos o acciones, 2) justificación de la

secuencia, 3) mecanismo de transición, 4) universalidad versus pluralidad de

aprendizaje, y 5) relación entre aprendizaje y enseñanza.

De acuerdo con Engeström y Sannino (2012) la investigación de procesos

de aprendizaje debe aceptar la especificidad histórica y cultural de dichos

procesos, como también se debe renunciar a todo universalismo. Asimismo se

debe aceptar la multiplicidad de procesos de aprendizaje y su relación dialéctica

con la enseñanza.

El aprendizaje y el desarrollo

Durante todo el siglo XX, la psicología se ha interesado por buscar

respuestas a interrogantes referidos al cambio, qué cambia y cómo lo hace en la

ontogenia, así buscó clarificar cuáles son los procesos y las estructuras posibles

en los cambios y continuidades de las dinámicas de los individuos (Castro

Martínez, Sierra Mejía & Flórez Romero, 2013). En este período se produjeron

múltiples conceptualizaciones, teorías y metodologías que introdujeron diversos

términos para dar cuenta de ese cambio como evolución, variabilidad, maduración,

construcción, transición, avance, aumento o crecimiento, entre otros, para aludir,

en definitiva, a desarrollo psicológico. Todas estas producciones buscaron

confrontar puntos de vista para comprender el concepto de desarrollo; gran parte

de la diversidad de concepciones del desarrollo surgieron en continuidad y por

influencia de teorías biológicas.

19

El interés por la comprensión del desarrollo aparece cuando se constituye el

objeto de estudio “infancia” y deja de verse a este como un pequeño adulto. A

partir del siglo XVII comienzan las preocupaciones respecto de las prácticas de

crianza, de educación y de socialización del infante. Estas concepciones

emergentes se vinculan con la idea de preformismo biológico, es decir, se

entiende que el embrión humano contiene al hombre en miniatura totalmente

formado. En este momento histórico el desarrollo se entiende como un simple

aumento gradual y cuantitativo de las proporciones físicas de ese pequeño

hombrecito. Entre los siglos XVIII y fines del XIX se realizan observaciones

sistemáticas de infantes y niños; a partir de ellas y de los estudios de Charles

Darwin sobre evolución de las especies se concibe que tanto la adaptación como

la evolución son dos procesos inherentes a la vida humana. Por lo tanto, se

entiende al infante, en contraste con las ideas preformistas previas, como un

organismo que se adapta y evoluciona; la evolución del niño resulta de la

acumulación de cambios aislados, lentos, graduales y lineales, es decir, se hace

énfasis en la observación de cambios de una forma, unidireccional e irreversible, y

se estima que éstos están dirigidos hacia ciertos estados finales, considerados

como la adultez o madurez (Lenzi, Borzi & Tau, 2010; López, 2011).

Estas ideas evolucionistas lineales no han desaparecido de la psicología,

aún perviven, aunque transformadas, en algunas explicaciones del desarrollo

psicológico como despliegue de condiciones puramente endógenas

predeterminadas. Lenzi, Borzi & Tau (2010) afirman que la noción de

predeterminismo se vincula con el preformismo biológico y con el determinismo

genético; así se entiende que una condición inicial determina el curso del

desarrollo debido a un programa genético. De este modo el desarrollo radica en

una progresión preordenada de sucesivos estadios diferentes. La secuencia está

explicada por el programa genético aunque no queda claro el mecanismo de tal

desarrollo.

A fines del siglo XIX y comienzos del XX, adquiere un estatus

independiente, y así la psicología comienza a ofrecer estudios descriptivos de

20

desarrollo en diferentes áreas como la inteligencia, el aprendizaje, el lenguaje, la

psicomotricidad y otras (por ejemplo Arnold Gesell, entre otros). Estos estudios

hacen aparecer nuevas preguntas en la dirección del desempeño en cada una de

las áreas y cómo incrementarlo; entre estas preguntas se encuentra la clásica

pregunta referida al origen innato o adquirido de esos desempeños. En este

momento podemos ubicar una de las posiciones teóricas que explicaron el

desempeño disolviendo el desarrollo en una explicación general de todos los

cambios comportamentales por medio de una teoría general del aprendizaje, el

conductismo; esta teoría se ubica en el viejo debate entre el cuánto de innato y

cuánto de ambiente, en el polo del ambiente. Así se realiza una explicación del

cambio comportamental por la modelación del ambiente, la crianza y la educación,

en especial, por medio de una teoría general del aprendizaje.

Las primeras décadas del siglo XX ven aparecer nuevos conceptos para

explicar el cambio en la ontogenia. Autores clásicos como Vigotsky, Piaget y

Wallon, entre otros, hacen surgir nuevos constructos explicativos que complejizan

la comprensión del desarrollo psicológico, ofreciendo un campo fructífero de

discusión y críticas. De este modo, emergen multiplicidad de teorías que se van

diferenciando entre ellas y muestran, sus posiciones divergentes en diversos

puntos como los factores intervinientes en el desarrollo, la manera en que el

desarrollo se lleva a cabo y el método utilizado en la investigación; todos estos

temas son puntos álgidos de la discusión entre los autores.

La biología del siglo XX aporta el concepto de epigénesis que entra en la

psicología y favorece la comprensión del desarrollo psicológico, ya desde los

autores clásicos mencionados más arriba. De manera sintética, estos autores

(Lenzi, Borzi & Tau, 2010) no aceptan la idea de que el desarrollo sea una mera

acumulación de cambios o que esté preformado; con distintos matices, señalan la

emergencia de organizaciones, estructuras, o funciones durante el desarrollo que

no están contenidas en niveles anteriores. Frente a la discusión entre lo innato y el

ambiente, se posicionan en la dirección de concepciones sistémicas, donde las

interacciones entre sujeto y ambiente son estructurantes del desarrollo,

21

reconociendo algún tipo de condición inicial biológica y destacando la importancia

del ambiente social y cultural.

En las últimas tres décadas del siglo XX, con el avance en las metodologías

para la investigación de las competencias tempranas en bebés, aparece una

nueva imagen del infante que obliga a replantear algunos aspectos de las teorías

vigentes hasta ese momento. Las investigaciones en áreas como la percepción,

memoria, atención, intersubjetividad, apego, llevaron a realizar esfuerzos por

integrar los descubrimientos recientes con las teorías existentes; tal es el caso de

Tomasello, Stern, Trevarthen, Meltzoff, entre otros.

En lo que va del siglo XXI, según Lenzi, Borzi & Tau (2010), estamos

asistiendo a un movimiento de avanzada dirigido a establecer un marco explicativo

de convergencia con principios básicos del desarrollo más allá de las diferentes

formas de conceptualización que adopten las teorías explicativas. Este marco es

llamado por algunos autores ciencia del desarrollo, y otro es el de sistemas

dinámicos. Los principios, dialécticos y relacionales, en que se asienta este marco

integrador quieren superar las clásicas antinomias, que señalé en otro apartado,

en que se ha visto sumergida la psicología y que privilegian un polo en detrimento

del otro de la dicotomía. Un primer acuerdo al que han arribado los interesados en

el desarrollo es el estudio de los cambios a través del tiempo, entendido como la

emergencia de novedades en las funciones psicológicas o en los conocimientos

de las personas a partir de organizaciones previas que no las contienen. Estos

cambios siempre suponen un proceso temporal.

El problema de la explicación del cambio y la novedad

Al abordar el estudio de los cambios a través del tiempo, la primera

pregunta que se nos plantea es a qué tipo de cambio nos estamos refiriendo.

Overton (2006) examina el problema, dentro de su análisis de los supuestos

metateóricos y metametodológicos que subyacen a los distintos modelos de

desarrollo psicológico, buscando dar cuenta de la naturaleza de lo que cambia en

el mismo, cómo se producen esos cambios, y en qué términos conceptualizan la

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acción. Así parte, para el análisis, de la definición más difundida de desarrollo

psicológico: cambios en el comportamiento observados con la edad. El primer

problema que se plantea en esta definición es la utilización de la edad como índice

de tiempo. Overton (2006) afirma que el tiempo en sí mismo no es un factor de

cambio, el tiempo no hace nada; el tiempo es una dimensión a lo largo del cual

operan los procesos del desarrollo. El segundo problema que se plantea es de qué

tipo de cambio hablamos; ¿todo cambio implica desarrollo? se pregunta Overton.

Así distingue entre dos tipos de cambios posibles, el que se produce debido a una

transformación o cambio transformacional, y el que se produce por la variación o

cambio variacional. El primero se refiere a la modificación en la organización de un

sistema dando lugar a la emergencia de la novedad y la complejización del mismo,

es decir, son formas de cambio que se vuelven cada vez más complejas. Este

aumento de complejidad no corresponde a la acumulación lineal de modificaciones

de los elementos del sistema, sino a las modificaciones en sus relaciones y

dinámicas; por esto, los nuevos patrones de cambio que muestran las novedades

no pueden ser explicados por sus componentes. La emergencia de la novedad, en

esta perspectiva, se llama cambio cualitativo o discontinuo. A diferencia del primer

tipo de cambio, el cambio variacional se refiere a la acumulación cuantitativa y

lineal de cambios en una habilidad o estrategia, es decir, el grado o medida en que

un cambio varía de una norma o promedio, como por ejemplo el incremento del

vocabulario, mejoras del niño en la precisión al caminar, el aumento y precisión del

picoteo de una paloma.

Para Overton (2006), el desarrollo debe ser abordado desde una

perspectiva más amplia e integradora que implique el reconocimiento y la

incorporación de los dos tipos de cambios; esto no ha ocurrido en la psicología la

cual ha mostrado la polarización en alguno de los dos cambios en detrimento del

otro. Tres han sido las soluciones metateóricas que señala Overton: algunas

teorías conceptualizaron el desarrollo de forma descriptiva más que explicativa,

como una sucesión discontinua de estadios o etapas; otras teorías optaron por

una explicación aditiva y lineal, por sumatoria de conductas, en la cual el

desarrollo es pensado como una acumulación continua de cambios expresivos en

23

el comportamiento desestimando los cambios transformacionales; finalmente,

otros corpus conceptuales adoptaron posiciones relacionales que integran ambos

tipos de cambios como interdependientes entre sí, de forma que en los sistemas

transformacionales acontecen cambios variacionales que llevan a nuevos cambios

transformaciones de manera dialéctica; tal es el caso de las teorías pioneras de

Piaget y Vigotsky. En la concepción vigotskyana, que presenté en otro apartado, la

relación entre el buen aprendizaje y la zona de desarrollo próximo ejemplifica

claramente esta última posición.

La definición inicial de desarrollo, ofrecida por Overton (2006) para su

análisis, como cambios en el comportamiento observados con la edad ofrece un

segundo resultado problemático como para seguir utilizando esta definición según

el autor; este es el significado problemático de definir el desarrollo como cambio

del comportamiento observado. Indudablemente, la unidad de observación de las

investigaciones parte del comportamiento observado pero el problema es si la

interpretación de las observaciones introduce la distinción reflexiva necesaria para

comprender los comportamientos más allá de su dimensión puramente

observacional, y considerarlos, en cambio, como expresiones de la actividad

sistémica subyacente. Overton señala que cualquier nivel de análisis, desde el

neuronal hasta el comportamental, puede considerarse de esta manera. Por este

motivo, el autor introduce una discriminación respecto del papel del

comportamiento en la producción de cambios. En un sentido, la acción es

entendida como una función expresiva y constitutiva; función expresiva significa

que es un indicador o expresión de alguna organización o sistema dinámico

subyacente que permite la creación de nuevos comportamientos, y por esto es

también, constitutivo. Por ejemplo, la verbalización de un niño puede reflejar la

naturaleza del sistema de su pensamiento; un grito, en un contexto particular,

puede reflejar el estado del sistema de apego. En otro sentido, el comportamiento

se entiende como una función instrumental y comunicativa. Una acción

instrumental es un comportamiento que sirve de medio para lograr algún

resultado, señala Overton; es la dimensión pragmática de la acción, como por

ejemplo, una acción expresiva del pensamiento del niño puede también ser el

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medio para resolver un problema, una acción emotiva como llorar, sin dejar de ser

expresiva de un sistema subyacente, puede conducir instrumentalmente al

acercamiento de un cuidador, y la acción de caminar, que puede ser expresión de

un sistema dinámico subyacente de locomoción, también puede estar al servicio

de la obtención de alimento. La acción en su dimensión comunicativa corresponde

al dominio de la intersubjetividad. Overton (2006) advierte que si no se deja claro

el foco de la investigación empírica, se producen confusiones conceptuales que

afectan a la misma investigación. Las soluciones metateóricas resultantes, según

Overton, han sido, por una parte, enfatizar sólo la función expresiva-constitutiva y

no dar importancia a la función instrumental y comunicativa; por otra parte, su

inversa, aquellas que privilegian la función instrumental-comunicativa y

desestiman totalmente las funciones estructurales o sistémicas de la acción; y

finalmente, las soluciones metateóricas que consideran ambas funciones de la

acción operando dentro de una matriz relacional con procesos dialécticamente

interdependientes. Los modelos ofrecidos por el conductismo y el cognitivismo del

procesamiento de la información pueden comprenderse desde una visión

metateórica que considera al cambio de manera acumulativa, continua y lineal, es

decir, como cambio variacional solamente, y la acción es entendida sólo en su

función instrumental. Según Lenzi, Borzi & Tau (2010), las teorías genéticas de

Vigotsky y Piaget, en su última formulación funcionalista, son representantes de

esta tercera opción que plantea Overton.

Las discusiones en torno al concepto de desarrollo durante el siglo XX

pueden disolverse a la luz de una concepción sistémica y dinámica como la que

propone Overton (2006); las clásicas preguntas: ¿el desarrollo es universal o

particular?, ¿el desarrollo es direccional o su dirección es contingente?, ¿el

desarrollo es irreversible o reversible?, ¿el desarrollo es continuo (lineal, es decir,

susceptible de representación aditiva) o discontinuo con novedad emergente (no

lineal, es decir, aparecen formas nuevas no contenidas previamente)? ¿el

desarrollo depende de la cultura o se explica desde la biología? Cada una de

estas preguntas sólo puede hacerse cuando se parte de una concepción

antinómica, es decir, como polos enfrentados; pero cuando se asume una posición

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sistémica dinámica relacional y dialéctica, la antinomia se disuelve pues lo pares

se convierten en co-iguales, indisociables y complementarios. Desde esta

perspectiva relacional puede afirmarse que, por ejemplo, las estrategias de

memoria como también los estilos de pensamiento (cambios variacionales), entre

otros, son adquisiciones de la ontogenia humana (cambios transformacionales).

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