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' ' ' LASZLO KÁLNOKY

El reverso de la luz: Cuatro poetas húngaros · Ronda que hiciera un pájaro en el aire, el pájaro ha escapado - no respondes. Te has hecho muda, te has hecho invisible ... yo,

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' ' ' LASZLO KÁLNOKY

EL FIASCO DE LA CREACIÓN

Aletas, piernas, élitros, tentáculos, brazos, pinzas, cabezas a granel, troncos humanos, perfectos o feos, en inmenso caldero se revuelven.

De pronto el agua turbia del caldero por una vara tosca es removida, y en un latir feroz los corazones desnudos con dolor se contorsionan.

El bodrio empieza a enfriarse muy despacio. Y el hacedor ahora ya no sabe qué hacer con él, su cara se oscurece

y ante la creación, fiasco inconfeso, quiere huir a través del laberinto de su espacialidad bizca y curvada.

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PARA UN MÉTODO DE TRABAJO

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Ensambla una con otra las palabras con el cuidado de quien habla movido apenas por su propia ausencia, con tanta precisión, con tanto esmero como pone la muerte en el proyecto de las arrugas que tras décadas habrá en las caras de los jóvenes.

Contempla los fenómenos como ve, con los ojos sin vendar, las plantas y los árboles el preso el momento anterior a la descarga.

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EN EL ALTAR DE LA PIEDAD

¿A dónde han ido las reliquias familiares, pastillas que han quedado en los estantes, alhucemas libadas en secreto, suspensorios y condones poco usados?

¿Y las cajas de música ya mudas, y los bacines de argentinas voces? ¿Y del sofá las testas de leones que se fueron haciendo a la familia?

¿Dónde la dentadura de Tío Enrique, que robaron de noche de su vaso de agua? ¿A dónde fue a parar la barba de la abuela, que se puso en sus tiempos de grumete?

¿El violoncello que enterró el abuelo - pero fue sorprendido - en aquel bosque? ¿Y el pote de rapé, bellísimo, olvidado por Tía Malí en lo alto del nogal?

¿Y los cálculos renales extraídos a navaja, y apéndices y próstatas guardados en alcohol, y la llave de tuercas horneada por error en una torta?

¿A dónde fue a parar el brindis onomástico que no se hizo por causa de un cólico? ¿Del piano Bósendorfer, dónde iría la siempre trastocada Para Elisa?

¿La verruga heredada por línea masculina que hacía enloquecer a más de una copera? ¿Dónde la fidedigna copia en cera de los gracejos más trascendentales?

En algún basurero están dispersos, o van flotando en nieblas por Andrómeda. Su imagen espectral e irreciclable está guardada por los vastagos.

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UN DIA DE VIENTO

"Las nubes de otoño son rollos de seda..."

Ju Sin

Imagínate en silla de ruedas y baldado, levantando los ojos hacia el cielo de Octubre. Te encuentras allí solo con islas tambaleantes en pleno mar de una mirada ¡límite.

Espera entonces a que el viento arranque, además de las barbas habanas de los árboles, también tus propios rasgos, y haga tierra erodada y estéril de tu rostro, donde cauces y abismos sean las huellas heladas de un demente al vadear lavas aún líquidas.

Y de rollos de seda, ¡ni palabra!

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LA CASA VIEJA

Se enrojece un jardín otoñal enmalezado, donde brillan opacos, a través de la niebla, los fuegos de hojarascas ardiendo, y la espesura cubre la estatua pétrea y tiene aspecto de una informe escultura enverdecida. Ni para qué entrar en los cuartos, donde en ventanas rotas y espejos herrumbrosos bailan sombras movidas por el viento, y el color ha escapado del papel de los muros. No puede absolver nadie al forastero a quien le concedieran un plazo más aún sobre la tierra; tampoco adentro habría de romperse el grillete que le aprieta la frente.

Mejor es huir lejos, atravesar el puente sin barandas, o ver abajo el agua color hierro, donde su rostro es óvalo deforme, y su boca un rectángulo crispado.

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EL REVERSO DE LA LUZ

Jirones azulosos de viento cansado, monotonía de ademanes rígidos. Roído de polillas, un rostro naufraga en los grises enjuagues del ocaso.

Un ruido casi imperceptible: la caída de un ramo en la memoria.

Una terraza; hierbas amarillas crecen sobre la gran mesa de piedra. Se cenó aquí una vez, quien lo creyera, se partieron los panes quejumbrosos.

Sombras enjutas, magras, aquí pasan, imágenes de muertos ha mucho se deslizan ignorando las manos que se tienden.

Si al fin llegara una de ellas, y en sus cabellos, estrellas fugaces y en su mirada ejércitos murieran, lo oscuro de su huella sería el reverso de la luz que escapa.

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LLAMA Y OSCURIDAD

Te encendiste de pronto, en azulada llama ardías, en vano el viento trató de llevarte, en vano hizo con polvo del camino una casi figura convocándote, tú nunca la seguiste.

Te detuvo tu brújula severa, ineluctable.

Yo, desde ahora, ¿qué seré sin ti? Ceniza que se escapa de un balde agujereado, piltrafa de papel, colgada de una barra, sombra animal perdiéndose en lo oscuro.

Vendrá un día en que tú y yo nos buscaremos. Como una ciega, cruzarás el cuarto. Palparás el sillón, el suelo, la pared. Tocarás los contornos helados de mi ser, no sabrás de mi abierta boca muda que intenta darte un grito. Luego renuncias. Estás sentada y sola. Con el estruendo de una tonelada, del cielo raso cae un trocito de yeso...

Por darte gusto pretendo creerme esa historia piadosa de que hay un asidero en lo inseguro.

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SIN TI

Me hace vibrar cual diapasón tu ausencia. Sentado, con la frente entre las manos, ya ni puedo aguantar tu muerte provisoria. Yo no soy si no eres. Como un cuarto vado solamente, donde los que se fueron dejaron arrugados periódicos dispersos. En las ventanas, desfilan faroles; y al sacar ellos sus espadas, la oscuridad inclina sus cabezas.

Que ya otros sintieran esto antes, que otros lo vayan a sentir, no importa. No es consuelo que pienses en mí: no lo percibo. No es consuelo que ya desde hace años tú recorras conmigo el laberinto sin esperanza del amor.

¡Date prisa! No has de hallarme cuando vuelvas. Estará en mi lugar un retrato vacío, en mi silla sentado, bebiendo de mi vaso. Cortará como acero su mirada. Reirá inanimado, pretendiendo alegría.

Yo, para entonces, estaré muy lejos, tropezando una piedra, un matojo de hierba. Vaciaré mis bolsillos, perderé todo lo que tengo, sentado sobre un tronco, ya sin pensar en nada, caminarán hormigas en mi rostro, sol y luna verán sin comprender mis ojos, y dejaré que corra el tiempo sin ti. También sin mí.

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EL QUE RECUERDA

Y los está mirando cara a cara al alzarse en los charcos de repente, golpearse con locura en las ventanas, desteñirse y formar manchas de lluvia.

Y no hay nada que impida su llegada, vienen vagabundeando con los vientos, sabe que no podrán dejar de oírse sus voces murmurando en las paredes,

y su compás creciendo hacia el estrépito penetra por su sien adolorida como al caer de golpe de la tapa del piano, y apagarse las nerviosas candelillas de música.

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SIMPLE CRUZ DE MADERA

A la memoria de mi madre

Rostro antes reflejado en el mar limpio, te destrozó una ola - no respondes.

Canto que habitas los humanos labios, has dejado tu casa - no respondes.

Frase escrita en el polvo de la tierra, te ha borrado una lluvia - no respondes.

Ronda que hiciera un pájaro en el aire, el pájaro ha escapado - no respondes.

Te has hecho muda, te has hecho invisible como quien no ha existido - no respondes.

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EL ENCUENTRO

Del cenagoso oscurecer surges a veces. Bajo el halo lunar amarillo de tu rostro van muriendo las plantas de sombrío. Entre nosotros una cerca invisible alza sus púas. Despacio se desangra en la mesa el vino tinto y una señal cruje en los muebles.

Me marcho, y una lluvia en olas verdemar me da en la cara, intento navegar al otro mundo, inepto marinero, siempre extraviado entre burlonas ráfagas de viento, luchando al cabo de las fuerzas con corrientes malignas. O como quien despierta en una alcoba oscura y a ciegas va por cualquier sitio, tropieza con las sillas y su mano, tanteando, desordena pequeños objetos en la mesa, al buscar esa puerta, ya hace tiempo tapiada...

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AL MARGEN DE UNA SENSACIÓN DE FALTA

¿Qué le ocurre al recuerdo en el laboratorio del olvido, al hervirlo y cocerlo hasta lo insulso y lo incoloro cocineros hipócritas de untuosos movimientos?

¿Qué nos volvemos, al consentir en esta malévola maniobra? Indiferentes, cómplices acaso? 6

En vano hemos mirado conmovidos tan insensato sufrimiento - al fin el cuerpo no era sino un montón de jirones oscuros en el suelo si una ventana opaca hoy nos lo vela, donde ni aún la sombra se distingue...

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EL VIAJERO SOLITARIO

Llegas a tierra, torpe pájaro, te sacudes la nieve de las alas, golpeas la ventana con el pico, pero no hay manos que la abran. Picoteas hambriento verbos que otros dejaron, y gestos familiares tirados en el día. Miras en torno y ves aún lo mismo: duerme la pétrea estatua informe. ¿Para qué reclinar la cabeza en tal hombro? Aquí no hay sino lo de antes, y no vale la pena que te quedes. Oyes un ruido. Dentro de ti cae algo pesado; no puede salvarte del limbo de estar solo la incapaz esperanza, que abre apenas las palmas pálidas de sus manos, como quien ya no puede responder de los hechos.

De nuevo alzas el vuelo. Tras de ti se dibujan en la luz amarilla los andamies de la obra inconclusa para siempre.

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VERGÜENZA

En la penumbra, carpas camufladas. Acá un patio alumbrado por bombillas. En el cuadrado de los barracones se ven, aún de pie. Sobre una puerta, un letrero de lata: DUCHAS. Luego, la turba polvorienta y sudorosa bajo los grifos secos, apiñada.

¿Para qué más detalles? La visión puede darse en sólo un punto: una gota de sangre por violencia brotada se cae de vergüenza.

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FIDELIDAD

En su estrechura lastimera parecen estar quietos los huesos, ya sus ojos no ven el loco hervir del tiempo germinando, sigue apagando el viento su recuerdo, van llevados sin rumbo por tormentas magnéticas, nunca hallarán de nuevo el camino hacia nosotros. En vano abro los brazos, no puedo protegerlos, rompe inútil mi sangre los muros de las venas, su luz roja no puede calentarlos, no llega hasta la noche de sus enfriadas visceras. No hay camino hacia ellos y no puedo alcanzarles, la luz y el mediodía les son tiniebla y media noche, son un manjar inerte en la mesa de un tirano. Pero no me resigno. Aún sin fuerzas peleo. ¡Hasta la muerte, en forma de corazón de fiera, ha de latir por ellos mi herida de combate!

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MEMORIA DE MI CARRERA

No imaginé que todos mis caminos estuvieran trazados y medidos, y que un querer ajeno resolviera todo el temblor de líneas de mi rostro, que tenga que saltar a cada latigazo al ver los aros incendiados, y sin pausa girar sobre la arena, yo, un animal indomeñable.

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MAR ADENTRO

Rozan mi hombro ramas en lo oscuro. Caigo como follaje entre los árboles. El clic de una linterna. Se me inclinan. Me esfumo. Lanzo a un muro mi silueta,

y otro me vuelvo. Me alzo y declino en noches y albas de letras de luces. Por barandas de puentes me deslizo, volcándome en parejo ronroneo.

Más veloz que la luna voy menguando, se me ahogan en nubes gajos gualda; tras mudas pacas de algodón, y al fondo de un almacén resueno, incomprensible grito.

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OSCURECIENDO

Antes de hundirse en el suelo, ves la luz levantarse de nuevo, débil como un cabello es su reclamo acusando a colosos insensibles.

Al avivar los minutos su baile, te penetra el grito de halcón del peligro. De la atalaya de un montón de troncos, acechas las lazadas pérfidas del camino.

Quien creíste a lo lejos un espectro, tu doble aproximándose, de luto riguroso, pasa a tu lado como en sueños, como sin verte.

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RECUERDO SOFOCANTE

La puerta desgonzada se está abriendo por mano estremecida ante lo ignoto. Arenas quietas, mínimo desierto en el reloj, son restos de años muertos. Mas como si estallaran en la creciente loca de un mar que devoró sus litorales.

Gira luego el cilindro de un fonógrafo desde lo más oscuro. Y se escucha, marchita, la voz, pero nos es ya casi ajena. No se encendió esa vela por nosotros, nuestros pies no han hollado esos umbrales, no estamos en la foto sobre el muro. ¡Si lo estamos, tenemos que olvidarlo!

Aunque huyamos, llevamos las atroces y viejas cicatrices, las huellas imborrables. Lo pasado nos toma brutalmente, a cualquier hora y como quiera, y en cuerpo y alma somos suyos. Nos palpa con caricias insinuantes, cual mano de sultán que ávida toca el vientre favorito, desnudo hasta los vellos.

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EL LABERINTO

donde cruzar la puerta del palacio ya es una derrota donde vagar por los pasillos es una empresa incierta donde penumbras insidiosas parecieran forzarte por una sola vía donde antorchas mortuorias de llamas amarillas titilan en rincones donde hay que proseguir en tambaleo de vértigo espiral donde cuando el camino se abre en atrio los pies se paran de repente donde te esperan los atroces retablos de un muro circular en tomo tuyo donde te miran de lo alto los rostros de !as víctimas y de los ofendidos donde rezuman de las órbitas aguas rojas de sangre en vez de lágrimas donde manos de piel de pergamino señalan acusando donde volverse pluma insecto o nada sería la salvación donde avisos te indican a la vez avance y retroceso donde sofocadores vientos subterráneos soplan en espiral donde las telarañas o unos dedos de espectro te están rozando el rostro donde al perdido ser humano le atacarán los miedos inhumanos donde giran cuchillos en el vientre y una hélice aulla en la cabeza donde el hedor asqueante y cálido de las bestias carnívoras te envuelve donde quien se extravía siente el fin y a un paso más está la muerte donde inmóvil observa para saber quién se estará acercando donde el monstruo de escamas está echado en el centro donde inmóvil observa para saber qué se estará acercando donde quien se extravía siente el fin y a un paso más está la muerte donde el hedor asqueante y cálido de las bestias carnívoras te envuelve donde giran cuchillos en el vientre y una hélice aulla en la cabeza donde al perdido ser humano le atacarán los miedos inhumanos donde las telarañas o unos dedos de espectro te están rozando el rostro donde sofocadores vientos subterráneos soplan en espiral donde avisos te indican a la vez avance y retroceso donde volverse pluma insecto o nada sería la salvación donde manos de piel de pergamino señalan acusando donde rezuman de las órbitas aguas rojas de sangre en vez de lágrimas donde te miran de lo alto los rostros de las víctimas y de los ofendidos donde te esperan los atroces retablos de un muro circular en tomo tuyo donde cuando el camino se abre en atrio los pies se paran de repente donde hay que proseguir en tambaleo de vértigo espiral donde antorchas mortuorias de llamas amarillas titilan en rincones donde penumbras insidiosas parecieran forzarte por una sola vía donde vagar por los pasillos es una empresa incierta donde cruzar la puerta del palacio ya es una derrota

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LOS LUCEROS SANGRANTES

Sediento, un inmenso pantano se ha bebido la sangre que goteaba desde los luceros. ¿Lo habré visto? ¿O acaso lo he soñado? Cirios tras las ventanas de colores; en la cama, susurros y promesas -Ha ocurrido hace tanto. Palidecían en la aurora, se desangraban las estrellas. Y nuestro amor de fuegos de bengala no pasó ya de aquella larga noche.

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AGUARDANDO

Aguardo que hacia mí camine el bosque. Aguardo que me dé sudor el frío. Aguardo el don del protector ignoto. Aguardo que me nombren cortesano. Aguardo el disco portentoso con cantares perdidos de los coros de Grecia. Aguardo a que mi cuerpo sea tan leve como el viento y el humo. Aguardo a que mi barba crezca larga y pueda convertirme en ermitaño. Aguardo aquella voz que ha de llamarme también a mí tarde o temprano. Aquella voz como la que no hay otra más seria, verdadera y majestuosa.

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EL ENCUENTRO QUE NO SERA

En vernos en el más allá no creas. Ni yo lo creo. En el tiempo infinito dos veces no se da la misma cosa. Nuestra oportunidad nula sería. Todavía puedo sostener tu mano. Te inclinas sobre mí por ver si duermo. Pero al final lo oscuro va a tragarse nuestros rasgos. Entonces ya seremos el uno para el otro como aquellos que vivieron en siglos diferentes. Más ajenos que imágenes de hombre y mujer, que se ignoran uno a otro mientras cuelgan en vano de la misma pared, en el salón de algún castillo antiguo, donde siempre más espesas sombras se van colando en la ventana.

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CUARTOS HACE MUCHO ABANDONADOS

Allí está en el cuarto sombrío desde donde antes escapara, y al que ya, por fatal torpeza, ha regresado. Se detiene en lo oscuro, pega el oído a la puerta cerrada. Escucha un jadear que conoce, un fiero acezar que quiere venganza. Le domina el pavor. Oprime el picaporte, sin embargo, como quien entra inerme a la jaula del tigre.

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VISITAS NO INVITADAS

Al ascender los días, sus oleadas se van hinchando en un estrecho cauce; arrastran a cualquiera con sus brazos de fango, es imposible resistir su empuje. Cogido en la carnada de un deformante espejo, en cubo de metal brillante enciende su agria faz el sol una y otra vez.

Se haría amigo el ocaso del enfermo que palea recordando trastos viejos, y aunque más de una vez la convocara, frente a la noche siente cobardía. Se pueblan sus ensueños con las plazas, transeúntes y calles de otros días. Velada está la faz de las muchachas al llegar y marcharse con el viento, en los muros del cuarto proyectadas.

Muy tarde y por sorpresa se descubre la apariencia escondida tras lo cierto, una milésima del todo y menos, la podredumbre oculta en el aroma de las rosas, el ser vivo prisionero de sí mismo y pudriéndose. La suma de las partes inconcientes contemplará la chispa que se inflama sobre la leña y no podrá extinguirla.

Y ve la hilera de seres alados, con sus formas ni humanas ni animales. Gruñen con labios que suben y bajan, le miran asombrados de su aspecto. Sus ojos son opacos, como ciegos. Se abren hojas de puertas y ventanas, mientras quienes habitan ese ambiente incógnito se animan poco a poco, le hacen señas aviesas con un dedo.

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