el rey pico de loro

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  • Tesoro de la Juventud

    EL REY "PICO DE LORO"

    2003 - Reservados todos los derechos

    Permitido el uso sin fines comerciales

  • Tesoro de la juventud

    EL REY "PICO DE LORO" Del libro de las narraciones interesantes

    UN rey tena una hija maravillosamente bella, pero al mismo tiempo altanera y llena de orgullo. A todos los pretendientes que se presentaron los rechaz con desprecio. Entonces su padre dispuso una gran fiesta y reuni en la sala ms grande del Palacio a todos aquellos que, atrados por un anuncio que haba hecho publicar, tenan an atrevimiento para aspirar a la mano de una princesa tan altiva. Los pretendientes estaban colocados segn su categora: primero los reyes, despus los prncipes, duques, condes y por ltimo los gentiles hombres. El rey hizo llamar a su hija para que escogiera marido entre ellos, y ella les pas revista a todos, rechazndolos con desdn: ni uno siquiera fue de su agrado. -Qu tonel!-exclam a la vista de un prncipe que era muy corpulento.-Vaya una espingarda!-dijo al mirar a un duque alto y delgado.-Parece usted un ladrillo!-dijo a un bravo conde que tena los colores algo fuertes; y as con los dems. Pero del que ms se burl y ms despiadadamente, fue de un rey que tena la barba algo saliente. -Qu cara tan horrible!-dijo ella riendo.-Tiene la barbilla como el pico de un loro! Y al joven rey le qued el mote de Pico de loro. El padre de la princesa, cuando vio que su hija desdeaba a todos los pretendientes, mont en clera y jur que la casara con el primer mendigo que se presentara a las puertas de Palacio. Dos das despus un infeliz tocador de guitarra fue a la puerta de Palacio a pedir limosna. El rey le hizo conducir a su presencia, al mismo tiempo que mandaba llamar a su hija. El mendigo, que vesta un traje hecho jirones, toc dos o tres piezas. Tu msica me ha gustado tanto -dijo el rey,-que te caso con mi hija. Intil fue que la princesa llorase y gritase; el rey permaneci inflexible. Lo he jurado-dijo. -Al ver que despreciabas a los reyes ms poderosos, jur que te casara con el primer mendigo que llegase. Y, en efecto, se llam al cura y se celebr el matrimonio en el acto. Despus de la ceremonia, el rey dijo a su hija: -Aqu no tienes nada que hacer, t deber es seguir a tu marido; conque, buen viaje. El mendigo se llev a su mujer, que triste y desolada iba detrs de su marido. Atravesaron un gran bosque y la princesa pregunt: -De quin es esto? -Del rey Pico de loro. -Ay de mi! Por qu no me habr casado con l?-murmur tristemente. Despus llegaron a una inmensa llanura en donde los campos cubiertos de mieses se extendan hasta perderse de vista.

  • -De quin es esta hermosa posesin?-volvi a preguntar la princesa. -Del rey Pico de loro. -Ay de m! Por qu no me habr casado con l? Pasaron luego junto a una grande y hermosa ciudad. -A quin pertenece esta hermosa poblacin?-pregunt ella. -Al rey Pico de loro. -Ay de m! Por qu no ser yo su mujer? -Oye-dijo el mendigo,-ya has acabado de lamentarte. Tu marido soy yo ahora, y esas quejas me molestan soberanamente; que no vuelva a ortelas. Por ltimo, llegaron junto a una cabaa de miserable apariencia y el mendigo se detuvo. -Dnde estamos? - pregunt la princesa. -En nuestra casa-contest l;-sta es mi habitacin. -Pero no veo tus criados. . -Criados! No tengo ninguno. Hasta aqu me serva yo mismo; pero ahora te encargars t de hacerlo. Vamos, enciende la lumbre y pon agua para hacer la comida, porque tengo una hambre espantosa. Pero la princesa, que no haba hecho en su vida ms que algunos bordados, no saba cmo arreglarse, y el mendigo tuvo que decirle lo que tena que hacer, y aun con eso se di tan mala maa, que el pobre hombre tuvo que hacer la comida. Despus, rendidos por la fatiga se acostaron. Al amanecer despert a la princesa, que habra dormido con mucho gusto medio da ms, y le dije: -Vamos, levntate pronto y limpia la casa! Despus le ense a encender la lumbre y algo de cocina. Al cabo de unos cuantos das, cuando las provisiones se iban agotando, dijo el mendigo: -No podemos llevar esta vida de holgazanes. Yo volver a pedir limosna y t hars cestas. El mismo fue a buscar varillas de mimbre y se las di para que trabajase; pero al cabo de un rato la finsima piel de sus manos delicadas se le desgarr por completo. -Vamos!-dijo.Veo que este trabajo es muy duro para ti; pero quizs sepas ganarte la vida hilando. Y fue a buscar una rueca y camo. La princesa trat de hilar; pero al cabo de un cuarto de hora tena los dedos llenos de sangre. - Verdaderamente - exclam el marido no sabes hacer nada. Valiente negocio he hecho casndome contigo! En fin, quiz sirvas para comerciante: voy a comprar unos cuantos cacharros y a instalarte en el mercado. -Cmo?-pens ella.-Yo, la hija del rey, voy a vender loza en pblico, exponindome a que me reconozcan los sbditos de mi padre y se burlen de m? Pero no se atrevi a oponerse, porque su marido le advirti de una vez para siempre que, como no le obedeciera sin murmurar, la apaleara hasta que hiciera lo que le mandase. Y hete a nuestra princesa sentada en una mala silla y ofreciendo a los transentes su pobre mercanca. Al principie estuvo bien, porque nadie la reconoci tanto la haban cambiado los disgustos. Sin embargo, estaba an hermosa, y puesta entre otros traficantes de figura vulgar, ella atraa todas las miradas. Venda rpidamente su mercanca, y hasta muchas personas caritativas le daban dinero y dejaban los cacharros. Cuando lo hubo vendido todo, ella y su marido vivieron algn tiempo con la ganancia obtenida. Despus fue preciso volver al trabajo, y la princesa se instal de nuevo en una de las calles de la ciudad con una porcin de objetos de loza. De pronto lleg un hsar a

  • caballo, y como estaba borracho, lanz su cabalgadura sobre los cacharros y los hizo mil pedazos. Ella se ech a llorar amargamente, y temblorosa volvi al lado de su marido a contarle la ocurrencia. -T has tenido la culpa- le dijo por haberte colocado en la esquina de la calle en vez de buscar un sitio ms resguardado. En fin, djate de lgrimas, y puesto que no sirves ni aun para vender, vete al Palacio, donde precisamente falta una ayudante de cocina y me han ofrecido darte la plaza. Al principio no ganars nada ms que la comida; pero como las raciones son abundantes, podrs apartarme la ma. As se hizo. La princesa tuvo que ocuparse hasta en los ms humildes menesteres de Palacio, y llevaba a la cintura dos pucheros donde pona lo que quitaba de su racin para que comiera su marido. Algunas semanas despus hubo gran fiesta en Palacio para celebrar el santo del rey. Impulsada por la curiosidad de contemplar los lugares donde en otro tiempo fue reina y seora, se permiti colocarse delante de las puertas del saln, que estaba resplandeciente de luces y donde se vea a la corte vestida de gala. La infortunada princesa contemplaba aquel espectculo con indecible angustia, y maldeca su funesto orgullo, al cual deba su desgracia. De pronto un prncipe de dorados vestidos sali de entre los invitados, y dirigindose hacia ella, la cogi de la mano invitndola a bailar. Cul no sera su sorpresa al reconocer en l al rey Pico de loro, del cual tan descaradamente se haba burlado! Quiso huir, pero l la retuvo: hizo un esfuerzo para escapar, se rompi el cinturn, y los dos pucheros donde se encontraba la. sopa, la carne y las legumbres que haba apartado para su marido, cayeron al suelo con estrpito y su contenido se derram sobre la alfombra. Los asistentes soltaron la carcajada. La princesa habra preferido encontrarse a mil varas bajo el suelo, antes que sufrir aquella afrenta. El rey Pico de loro le dijo entonces sonriendo: -Consolaos, princesa, no lloris, y miradme atentamente. No veis que el mendigo con el cual os habis casado y yo somos la misma persona? Yo haba odo a vuestro padre hacer el juramento de que os casara con el primer mendigo que llegase a Palacio, y por eso me disfrac de mendigo. Primero con una barba postiza y despus con la ma, que he dejado crecer, he tapado la barba de loro de que tanto os resteis. Tambin era yo el que vestido de hsar rompi vuestra loza. Pero hoy que vuestro orgullo ha desaparecido y habis lamentado vuestra falta, vais a dejar de sufrir, presentndonos como la esposa del poderoso rey Pico de loro. En esto el padre de la princesa y toda la corte se aproxim, y al enterarse de lo que ocurra, abraz tiernamente a su hija, la cual lloraba de alegra, y marchndose con sus doncellas, volvi a salir despus con uno de sus ms bellos trajes a tomar parte en la fiesta. Al da siguiente se celebraron las bodas con grande ostentacin.

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    W. M. JACKSON, INC., Editores

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