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EL SABER FILOSÓFICO, EL CONOCIMIENTO Y LA REALIDAD. Asignatura: Filosofía (1º BACH.) El Tao que puede ser expresado no es el verdadero Tao. El nombre que se le puede dar no es su verdadero nombre. Sin nombre es el principio del universo; y con nombre, es la madre de todas las cosas. Desde el no-ser comprendemos su esencia; y desde el ser, sólo vemos su apariencia. Ambas cosas, ser y no-ser, tienen el mismo origen, aunque distinto nombre. Su identidad es el misterio. Y en este misterio se halla la puerta de toda maravilla. Lǎo Zǐ; Dào Dé Jīng , libro primero.

EL SABER FILOSÓFICO, EL CONOCIMIENTO Y LA REALIDAD. · “SOBRE VERDAD Y MENTIRA EN SENTIDO EXTRAMORAL” DE FRIEDRICH NIETZSCHE En algún apartado rincón del universo centelleante,

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EL SABERFILOSÓFICO,

EL CONOCIMIENTO

Y LA REALIDAD.

Asignatura: Filosofía (1º BACH.)

El Tao que puede ser expresadono es el verdadero Tao.

El nombre que se le puede darno es su verdadero nombre.

Sin nombre es el principio del universo;y con nombre, es la madre de todas las cosas.

Desde el no-ser comprendemos su esencia;y desde el ser, sólo vemos su apariencia.

Ambas cosas, ser y no-ser, tienen el mismoorigen, aunque distinto nombre.

Su identidad es el misterio.Y en este misterio

se halla la puerta de toda maravilla.

Lǎo Zǐ; Dào Dé Jīng, libro primero.

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FILOSOFÍA DE TRES A CUATRO MENOS CUARTO

JOSÉ SÁNCHEZ TORTOSA

publicado originalmente:

http://www.elmundo.es/cultura/2015/11/05/563b0fe2268e3e81598b4689.html

"Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva, ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve ni al Estado, ni a la Iglesia, que tiene otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene éste uso: denunciar la bajeza del pensamientoen todas sus formas".

Gilles Deleuze, Nietzsche y la filosofía.

¿Nació vieja la filosofía? ¿Nació herida de muerte ya en el siglo IV a. C.? Si bien se erigió institucionalmente como crítica de los mitos fundantes, fue muy pronto reducida a arcaísmo o extravagancia por la arrebatadora fuerza innovadora y demagógica de la sofística, que en no pocas ocasiones llegaba a ridiculizarla hasta apagar sus ascuas, por ejemplo, con la condena de Sócrates por la vía de presentar como sofista la batalla contra la sofística. Esa pregunta parece repetirse cíclicamente. No es nueva. Pero, ¿en qué consiste esa pintoresca manía por interrogarse sobre lo dado que atraviesa los siglos? ¿Quién puede erigirse en su encarnación? Empecemos por lo que no es:

La filosofía no es la pureza cristalina de una disciplina libre de los influjos maléficos del mercado, pues nació gracias a la incorporación de los rudimentos de la negociación del comercio marítimo griego y su crecimiento, lo que pomposamente se llama diálogo, que, en realidad, es enfrentamiento, negociación, trifulca, combate. Tampoco es la prostituta entregada a los vicios y tiranías del Estado, pues arraiga en escuelas privadas ajenas a la gestión estatal. No cabe suponerla fruto de la virginidad redentora de una fuerza enfrentada al Estado, pues nació también de la mano de los hábitos litigantes de los atenienses, inviables fuera de una estructura jurídica y política suficientemente desarrollada como las de las ciudades-Estado griegas. Y tampoco está limpia de relaciones con las iglesias pues nada impide que una doctrina religiosa incorpore ideas filosóficas, de mayor o menor rigor, como cualquier otro cuerpo doctrinal e ideológico. Son esas instituciones en sus diferentes fases de desarrollo histórico las que propician el nacimiento y vigencia dialéctica yprecaria, siempre conflictiva, de la filosofía. Consolarse con una imagen inmaculada de la filosofía, ajustada a los prejuicios propios no es el modo más saludable de defenderla. Es un modo amable de traicionarla por medio de ensoñaciones idealistas que ocultan la mostrenca realidad histórica. La que nos dice que la Historia de la Filosofía no se distingue esencialmente de las grandezas y mezquindades de otras ciencias e instituciones. Prevenir esa tentación consoladora, no engañarse, esempezar a filosofar.

En buena medida, la filosofía nace de una paradoja lingüística, de una aporía lógica. En buena medida, la filosofía es esa paradoja. Se atribuye a Epiménides el cretense la afirmación de que todos los cretenses mienten siempre. Foucault da una versión más económica: "Yo miento". Al

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decir la verdad miento. Al mentir digo verdad. El yo miente siempre, vendría a sostener aproximadamente Pascal. Hablar es mentir, salvo que el discurso quede desconectado, desvinculadodel sujeto que habla, que miente. Miente el sujeto pero el mensaje puede darse en un plano capaz deabrir un código común, objetivo, en el que los sujetos hablantes sean cantidad despreciable, irrelevantes en la ecuación, en la búsqueda de la verdad, que es independiente de ese artificio ilusorio que es la identidad, quién habla. Ahí es donde Sócrates se jugó desenmascarar las arguciassofísticas, en esa rendija de apertura a la posibilidad de conocer, de decir lo verdadero, precaria, frágil, aproximadamente, porque yo miento pero el lenguaje, sin mí, es capaz de verdad. Eric A. Havelock, en La musa aprende a escribir, explica con gran elegancia el tránsito de la oralidad a laescritura, cuando el emisor empieza a desaparecer ante la presencia independiente del mensaje escrito. Agitarse en esa paradoja esencial sin pretender solventarla definitivamente es el combustible de todo pensamiento crítico, que no tiene descanso. Hoy, la sofística no niega a la filosofía. Se apropia de su nombre vaciándola bajo lemas tan solemnes como huecos, tan eficacescomo tramposos, como parte de una campaña de marketing publicitario.

Por eso, lo que mata la filosofía no es su reclusión o su prohibición. Llegar a esos extremos le inyectaría la fuerza política de lo clandestino, como estéril pero necesario discurso crítico contra el poder de la ignorancia. Y acaso se vería vivificada por la persecución y la marginalidad explícitas, materiales, institucionales. Lo que la mata, en consecuencia, es su trivialización, su banalización, suvulgarización, la violación que de su nombre hace la estupidez, el fanatismo, la ceguera.

La filosofía es de todos y de nadie (Nietzsche) y no sirve a nadie en particular ni sirve a todos de facto. Con la pregunta servil y burocrática "¿para qué sirve la filosofía?", se está buscando implícitamente su servidumbre. No importa para qué sirve la filosofía, sino a quién o a qué sirve su invocación, a qué servidumbre se ve sometida bajo el pretexto de su democratización, de su masificación, pues, recordemos: "la masa no puede filosofar" (Platón). La filosofía se levanta en defensa propia contra los mitos heredados y contra los que generan las nuevas tecnologías y ciencias. Por eso, no irrumpe de la nada, ni de la meditación con uno mismo, ni de la inspiración divina, ni de la comunión con la naturaleza, ni de la superioridad del genio. Es un trabajo de destrucción dialéctica contra toda la distorsión de la realidad, que moldea la mentalidad de los sujetos según los códigos de esas mitologías. Es un trabajo solitario que no se puede hacer más que en discusión con otros, contra los demás y contra uno mismo, contra el peso de la pereza intelectual que dicta lemas apresurados, consignas simplistas, dogmas que no se discuten, banalidades que parecen sublimes, generalidades inertes, imprecisas, tramposas, homicidas. La filosofía es una peculiar aristocracia contra las masas al alcance de cualquiera. Por eso no está reservado de antemano a elites de sabios o profetas, de líderes o iluminados. Necesita rigor, precisión, paciencia. El trabajo que cualquiera puede realizar, pero que muy pocos realizan. Justo lo que la escuela pública postmoderna ha barrido de los centros de enseñanza, convertidos en guarderías para sujetos infantilizados hasta la ciudadanía administrativa.

Es preciso impugnar la pregunta misma, de la que uno es preso en el acto mismo de tratar de responderla. "¿De qué sirve? ¿De qué sirve?...". Esa pregunta no es pregunta, como exige el pensar filosófico, es ya una respuesta, un supuesto que se dispara al que se pregunta y que éste se traga si se relaja, si se duerme, como la hipnosis del discurso sofista, en la que temía caer el mismo Sócratesa poco que se relajara. La filosofía es tensión, un estado permanente de alerta. El vicio del

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decir la verdad miento. Al mentir digo verdad. El yo miente siempre, vendría a sostener aproximadamente Pascal. Hablar es mentir, salvo que el discurso quede desconectado, desvinculadodel sujeto que habla, que miente. Miente el sujeto pero el mensaje puede darse en un plano capaz deabrir un código común, objetivo, en el que los sujetos hablantes sean cantidad despreciable, irrelevantes en la ecuación, en la búsqueda de la verdad, que es independiente de ese artificio ilusorio que es la identidad, quién habla. Ahí es donde Sócrates se jugó desenmascarar las arguciassofísticas, en esa rendija de apertura a la posibilidad de conocer, de decir lo verdadero, precaria, frágil, aproximadamente, porque yo miento pero el lenguaje, sin mí, es capaz de verdad. Eric A. Havelock, en La musa aprende a escribir, explica con gran elegancia el tránsito de la oralidad a laescritura, cuando el emisor empieza a desaparecer ante la presencia independiente del mensaje escrito. Agitarse en esa paradoja esencial sin pretender solventarla definitivamente es el combustible de todo pensamiento crítico, que no tiene descanso. Hoy, la sofística no niega a la filosofía. Se apropia de su nombre vaciándola bajo lemas tan solemnes como huecos, tan eficacescomo tramposos, como parte de una campaña de marketing publicitario.

Por eso, lo que mata la filosofía no es su reclusión o su prohibición. Llegar a esos extremos le inyectaría la fuerza política de lo clandestino, como estéril pero necesario discurso crítico contra el poder de la ignorancia. Y acaso se vería vivificada por la persecución y la marginalidad explícitas, materiales, institucionales. Lo que la mata, en consecuencia, es su trivialización, su banalización, suvulgarización, la violación que de su nombre hace la estupidez, el fanatismo, la ceguera.

La filosofía es de todos y de nadie (Nietzsche) y no sirve a nadie en particular ni sirve a todos de facto. Con la pregunta servil y burocrática "¿para qué sirve la filosofía?", se está buscando implícitamente su servidumbre. No importa para qué sirve la filosofía, sino a quién o a qué sirve su invocación, a qué servidumbre se ve sometida bajo el pretexto de su democratización, de su masificación, pues, recordemos: "la masa no puede filosofar" (Platón). La filosofía se levanta en defensa propia contra los mitos heredados y contra los que generan las nuevas tecnologías y ciencias. Por eso, no irrumpe de la nada, ni de la meditación con uno mismo, ni de la inspiración divina, ni de la comunión con la naturaleza, ni de la superioridad del genio. Es un trabajo de destrucción dialéctica contra toda la distorsión de la realidad, que moldea la mentalidad de los sujetos según los códigos de esas mitologías. Es un trabajo solitario que no se puede hacer más que en discusión con otros, contra los demás y contra uno mismo, contra el peso de la pereza intelectual que dicta lemas apresurados, consignas simplistas, dogmas que no se discuten, banalidades que parecen sublimes, generalidades inertes, imprecisas, tramposas, homicidas. La filosofía es una peculiar aristocracia contra las masas al alcance de cualquiera. Por eso no está reservado de antemano a elites de sabios o profetas, de líderes o iluminados. Necesita rigor, precisión, paciencia. El trabajo que cualquiera puede realizar, pero que muy pocos realizan. Justo lo que la escuela pública postmoderna ha barrido de los centros de enseñanza, convertidos en guarderías para sujetos infantilizados hasta la ciudadanía administrativa.

Es preciso impugnar la pregunta misma, de la que uno es preso en el acto mismo de tratar de responderla. "¿De qué sirve? ¿De qué sirve?...". Esa pregunta no es pregunta, como exige el pensar filosófico, es ya una respuesta, un supuesto que se dispara al que se pregunta y que éste se traga si se relaja, si se duerme, como la hipnosis del discurso sofista, en la que temía caer el mismo Sócratesa poco que se relajara. La filosofía es tensión, un estado permanente de alerta. El vicio del

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FRAGMENTO DE

“SOBRE VERDAD Y MENTIRA EN SENTIDO EXTRAMORAL”

DE FRIEDRICH NIETZSCHE

En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la “Historia Universal”: pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves

respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer. Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente cuán lastimoso, cuán sombrío y caduco, cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza. Hubo eternidades en las que no existía; cuando de nuevo se acabe todo para él no habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay ninguna misión ulterior que conduzca más allá de la vida humana. No es sino humano, y solamente su poseedor y creador lo toma tan patéticamente como si en él girasen los goznes del mundo. Pero, si pudiéramos comunicarnos con la mosca, llegaríamos a saber que también ella navega por el aire poseída de ese mismo pathos, y se siente el centro volante de este mundo. Nada hay en la naturaleza, por despreciable e insignificante que sea, que, al más pequeño soplo de aquel poder del conocimiento, no se infle inmediatamente como un odre; y del mismo modo que cualquier mozo de cuerda quiere tener su admirador, el más soberbio de los hombres, el filósofo, está completamente convencido de que, desde todas partes, los ojos del universo tienen telescópicamente puesta su mirada en sus obras y pensamientos.

Es digno de nota que sea el intelecto quien así obre, él que, sin embargo, sólo ha sido añadido precisamente como un recurso de los seres más infelices, delicados y efímeros, para conservarlos un minuto en la existencia, de la cual, por el contrario, sin ese aditamento tendrían toda clase de motivos para huir [...]. Ese orgullo, ligado al conocimiento y a la sensación, niebla cegadora colocada sobre los ojos y los sentidos de los hombres, los hace engañarse sobre el valor de la existencia, puesto que aquél proporciona la más aduladora valoración sobre el conocimiento mismo. Su efecto más general es el engaño —pero también los efectos más particulares llevan consigo algo del mismo carácter—.

El intelecto, como medio de conservación del individuo, desarrolla sus fuerzas principales fingiendo, puesto que éste es el medio, merced al cual sobreviven los individuos débiles y poco robustos, como aquellos a quienes les ha sido negado servirse, en la lucha por la existencia, de cuernos, o de la afilada dentadura del animal de rapiña. En los hombres alcanza su punto culminante este arte de fingir; aquí el engaño, la adulación, la mentira y el fraude, la murmuración, la farsa, el vivir del brillo ajeno, el enmascaramiento,

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el convencionalismo encubridor, la escenificación ante los demás y ante uno mismo, en una palabra, el revoloteo incesante alrededor de la llama de la vanidad es hasta tal punto regla y ley, que apenas hay nada tan inconcebible como el hecho de que haya podido surgir entre los hombres una inclinación sincera y pura hacia la verdad. Se encuentran profundamente sumergidos en ilusiones y ensueños; su mirada se limita a deslizarse sobre la superficie de las cosas y percibe “formas”, su sensación no conduce en ningún caso a la verdad, sino que se contenta con recibir estímulos, como si jugase a tantear el dorso de las cosas. Además, durante toda una vida, el hombre se deja engañar por la noche en el sueño, sin que su sentido moral haya tratado nunca de impedirlo, mientras que parece que ha habido hombres que, a fuerza de voluntad, han conseguido eliminar los ronquidos. En realidad, ¿qué sabe el hombre de sí mismo? ¿Sería capaz de percibirse a sí mismo, aunque sólo fuese por una vez, como si estuviese tendido en una vitrina iluminada? ¿Acaso no le oculta la naturaleza la mayor parte de las cosas, incluso su propio cuerpo, de modo que, al margen de las circunvoluciones de sus intestinos, del rápido flujo de su circulación sanguínea, de las complejas vibraciones de sus fibras, quede desterrado y enredado en una conciencia soberbia e ilusa? Ella ha tirado la llave, y ¡ay de la funesta curiosidad que pudiese mirar fuera a través de una hendidura del cuarto de la conciencia y vislumbrase entonces que el hombre descansa sobre la crueldad, la codicia, la insaciabilidad, el asesinato, en la indiferencia de su ignorancia y, por así decirlo, pendiente en sus sueños del lomo de un tigre! ¿De dónde procede en el mundo entero, en esta constelación, el impulso hacia la verdad?

En un estado natural de las cosas, el individuo, en la medida en que se quiere mantener frente a los demás individuos, utiliza el intelecto y la mayor parte de las veces solamente para fingir, pero, puesto que el hombre, tanto por la necesidad como por hastío, desea existir en sociedad y gregariamente, precisa de un tratado de paz y, de acuerdo con este, procura que, al menos, desaparezca de su mundo la más grande “guerra de todos contra todos”. Este tratado de paz conlleva algo que promete ser el primer paso para la consecución de ese misterioso impulso hacia la verdad. En este mismo momento se fija lo que a partir de entonces ha de ser “verdad”, es decir, se ha inventado una designación de las cosas uniformemente válida y obligatoria, y el poder legislativo del lenguaje proporciona también las primeras leyes de verdad, pues aquí se origina por primera vez el contraste entre verdad y mentira. El mentiroso utiliza las designaciones válidas, las palabras, para hacer aparecer lo irreal como real; dice, por ejemplo, “soy rico” cuando la designación correcta para su estado sería justamente “pobre”. Abusa de las convenciones consolidadas haciendo cambios discrecionales, cuando no invirtiendo los nombres. Si hace esto de manera interesada y que además ocasione perjuicios, la sociedad no confiará ya más en él y, por este motivo, lo expulsará de su seno. Por eso los hombres no huyen tanto de ser engañados como de ser perjudicados mediante el engaño; en este estadio tampoco detestan en rigor el embuste, sino las consecuencias perniciosas, hostiles, de ciertas clases de embustes. El hombre nada más que desea la verdad en un sentido análogamente limitado: ansía las consecuencias agradables de la verdad, aquellas que mantienen la vida; es indiferente al conocimiento puro y sin consecuencias e incluso hostil frente a las verdades susceptibles de efectos perjudiciales o destructivos. Y, además, ¿qué sucede con esas convenciones del lenguaje? ¿Son quizá productos del conocimiento, del sentido de la verdad?

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¿Concuerdan las designaciones y las cosas? ¿Es el lenguaje la expresión adecuada de todas las realidades?

Solamente mediante el olvido puede el hombre alguna vez llegar a imaginarse que está en posesión de una “verdad” en el grado que se acaba de señalar. Si no se contenta con la verdad en forma de tautología, es decir, con conchas vacías, entonces trocará continuamente ilusiones por verdades. ¿Qué es una palabra? La reproducción en sonidos de un impulso nervioso. Pero inferir además a partir del impulso nervioso la existencia de una causa fuera de nosotros, es ya el resultado de un uso falso e injustificado del principio de razón. ¡Cómo podríamos decir legítimamente, si la verdad fuese lo único decisivo en la génesis del lenguaje, si el punto de vista de la certeza lo fuese también respecto a las designaciones, cómo, no obstante, podríamos decir legítimamente: la piedra es dura, como si además captásemos lo “duro” de otra manera y no solamente como una excitación completamente subjetiva! Dividimos las cosas en géneros, caracterizamos el árbol como masculino y la planta como femenino: ¡qué extrapolación tan arbitraria! ¡A qué altura volamos por encima del canon de la certeza! Hablamos de una “serpiente”: la designación cubre solamente el hecho de retorcerse; podría, por tanto, atribuírsele también al gusano. ¡Qué arbitrariedad en las delimitaciones! ¡Qué parcialidad en las preferencias, unas veces de una propiedad de una cosa, otras veces de otra! Los diferentes lenguajes, comparados unos con otros, ponen en evidencia que con las palabras jamás se llega a la verdad ni a una expresión adecuada pues, en caso contrario, no habría tantos lenguajes. La “cosa en sí” (esto sería justamente la verdad pura, sin consecuencias) es totalmente inalcanzable y no es deseable en absoluto para el creador del lenguaje. Éste se limita a designar las relaciones de las cosas con respecto a los hombres y para expresarlas apela a las metáforas más audaces. ¡En primer lugar, un impulso nervioso extrapolado en una imagen! Primera metáfora. ¡La imagen transformada de nuevo en un sonido! Segunda metáfora. Y, en cada caso, un salto total desde una esfera a otra completamente distinta. Se podría pensar en un hombre que fuese completamente sordo y jamás hubiera tenido ninguna sensación sonora ni musical; del mismo modo que un hombre de estas características se queda atónito ante las figuras acústicas de Chladni en la arena, descubre su causa en las vibraciones de la cuerda y jurará entonces que, en adelante, no se puede ignorar lo que los hombres llaman “sonido”, así nos sucede a todos nosotros con el lenguaje. Creemos saber algo de las cosas mismas cuando hablamos de árboles, colores, nieve y flores y no poseemos, sin embargo, más que metáforas de las cosas que no corresponden en absoluto a las esencias primitivas. Del mismo modo que el sonido configurado en la arena, la enigmática x de la cosa en sí se presenta en principio como impulso nervioso, después como figura, finalmente como sonido. Por tanto, en cualquier caso, el origen del lenguaje no sigue un proceso lógico, y todo el material sobre el que, y a partir del cual, trabaja y construye el hombre de la verdad, el investigador, el filósofo, procede, si no de las nubes, en ningún caso de la esencia de las cosas.

Pero pensemos especialmente en la formación de los conceptos. Toda palabra se convierte de manera inmediata en concepto en tanto que justamente no ha de servir para la experiencia singular y completamente individualizada a la que debe su origen, por ejemplo, como recuerdo, sino que debe encajar al mismo tiempo con innumerables experiencias, por así decirlo, más o menos similares, jamás idénticas estrictamente hablando; en suma, con

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Fragmentos de las “meditaciones metafísicas” de Rene Descartes.

Meditación primeraDe las cosas que pueden ponerse en duda.

He advertido hace ya algún tiempo que, desde mi más temprana edad, había admitido como verdaderas muchas opiniones falsas, y que lo edificado después sobre cimientos tan poco sólidos tenía que ser por fuerza muy dudoso e incierto; de suerte que me era preciso emprender seriamente, una vez en la vida, la tarea de deshacerme de todas las opiniones a las que hasta entonces había dado crédito, y empezar todo de nuevo desde los fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias. Mas pareciéndome ardua dicha empresa, he aguardado hasta alcanzar una edad lo bastante madura como para no poder esperar que haya otra, tras ella, más apta para la ejecución de mi propósito; y por ello lo he diferido tanto, que a partir de ahora me sentiría culpable si gastase en deliberaciones el tiempo que me queda para obrar. Así pues, ahora que mi espíritu está libre de todo cuidado, habiéndome procurado reposo seguro en una apacible soledad, me aplicaré seriamente y con libertad a destruir en general todas mis antiguas opiniones. Ahora bien, para cumplir tal designio, no me será necesario probar que son todas falsas, lo que acaso no conseguiría nunca; sino que, por cuanto la razón me persuade desde el principio para que no dé más crédito a las cosas no enteramente ciertas e indudables que a las manifiestamente falsas, me bastará para rechazarlas todas con encontrar en cada una el más pequeño motivo de duda. Y para eso tampoco hará falta que examine todas y cada una en particular, pues sería un trabajo infinito; sino que, por cuanto la ruina de los cimientos lleva necesariamente consigo la de todo el edificio, me dirigiré en principio contra los fundamentos mismos en que se apoyaban todas mis opiniones antiguas.

Todo lo que he admitido hasta el presente como más seguro y verdadero, lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos; ahora bien, he experimentado a veces que tales sentidos me engañaban, y es prudente no fiarse nunca por entero de quienes nos han engañado una vez. Pero, aun dado que los sentidos nos engañan a veces, tocante a cosas mal perceptibles o muy remotas, acaso hallemos otras muchas de las que no podamos razonablemente dudar, aunque las conozcamos por su medio; como, por ejemplo, que estoy aquí, sentado junto al fuego, con una bata puesta y este papel en mis manos, o cosas por el estilo. Y ¿cómo negar que estas manos y este cuerpo sean míos, si no es poniéndome a la altura de esos insensatos, cuyo cerebro está tan turbio y ofuscado por los negros vapores de la bilis, que aseguran constantemente ser reyes siendo muy pobres, ir vestidos de oro y púrpura estando desnudos, o que se imaginan ser cacharros o tener el cuerpo de vidrio? Mas los tales son locos, y yo no lo sería menos si me rigiera por su ejemplo.

Con todo, debo considerar aquí que soy hombre y, por consiguiente, que tengo costumbre de dormir y de representarme en sueños las mismas cosas, y a veces cosas menos verosímiles, que esos insensatos cuando están despiertos. ¡Cuántas veces no me habrá ocurrido soñar, por la noche, que estaba aquí mismo, vestido, junto al fuego, estando en realidad desnudo y en la cama! En este momento, estoy seguro de que yo miro este papel con los

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ojos de la vigilia, de que esta cabeza que muevo no está soñolienta, de que alargo esta mano y la siento de propósito y con plena conciencia: lo que acaece en sueños no me resulta tan claro y distinto como todo esto. Pero, pensándolo mejor, recuerdo haber sido engañado, mientras dormía, por ilusiones semejantes. Y fijándome en este pensamiento, veo de un modo tan manifiesto que no hay indicios concluyentes ni señales que basten a distinguir con claridad el sueño de la vigilia, que acabo atónito, y mi estupor es tal que casi puede persuadirme de que estoy durmiendo. Así, pues, supongamos ahora que estamos dormidos, y que todas estas particularidades, a saber: que abrimos los ojos, movemos la cabeza, alargamos las manos, no son sino mentirosas ilusiones; y pensemos que, acaso, ni nuestras manos ni todo nuestro cuerpo son tal y como los vemos.

Con todo, hay que confesar al menos que las cosas que nos representamos en sueños son como cuadros y pinturas que deben formarse a semejanza de algo real y verdadero; de manera que por lo menos esas cosas generales a saber: ojos, cabeza, manos, cuerpo entero no son imaginarias, sino que en verdad existen. Pues los pintores, incluso cuando usan del mayor artificio para representar sirenas y sátiros mediante figuras caprichosas y fuera de lo común, no pueden, sin embargo, atribuirles formas y naturalezas del todo nuevas, y lo que hacen es sólo mezclar y componer partes de diversos animales; y, si llega el caso de que su imaginación sea lo bastante extravagante como para inventar algo tan nuevo que nunca haya sido visto, representándonos así su obra una cosa puramente fingida y absolutamente falsa, con todo, al menos los colores que usan deben ser verdaderos. Y por igual razón, aun pudiendo ser imaginarias esas cosas generales a saber: ojos, cabeza, manos y otras semejantes es preciso confesar, de todos modos, que hay cosas aún más simples y universales realmente existentes, por cuya mezcla, ni más ni menos que por la de algunos colores verdaderos, se forman todas las imágenes de las cosas que residen en nuestro pensamiento, ya sean verdaderas y reales, ya fingidas y fantásticas. De ese género es la naturaleza corpórea en general, y su extensión, así como la figura de las cosas extensas, su cantidad o magnitud, su número, y también el lugar en que están, el tiempo que mide su duración y otras por el estilo. Por lo cual, acaso no sería mala conclusión si dijésemos que la física, la astronomía, la medicina y todas las demás ciencias que dependen de la consideración de cosas compuestas, son muy dudosas e inciertas; pero que la aritmética, la geometría y demás ciencias de este género, que no tratan sino de cosas muy simples y generales, sin ocuparse mucho de si tales cosas existen o no en la naturaleza, contienen algo cierto e indudable. Pues, duerma yo o esté despierto, dos más tres serán siempre cinco, y el cuadrado no tendrá más de cuatro lados; no pareciendo posible que verdades tan patentes puedan ser sospechosas de falsedad o incertidumbre alguna.

Y, sin embargo, hace tiempo que tengo en mi espíritu cierta opinión, según la cual hay un Dios que todo lo puede, por quien he sido creado tal como soy. Pues bien: ¿quién me asegura que el tal Dios no haya procedido de manera que no exista figura, ni magnitud, ni lugar, pero a la vez de modo que yo, no obstante, sí tenga la impresión de que todo eso existe tal y como lo veo? Y más aún: así como yo pienso, a veces, que los demás se engañan, hasta en las cosas que creen saber con más certeza, podría ocurrir que Dios haya querido que me engañe cuantas veces sumo dos más tres, o cuando enumero los lados de un cuadrado, o cuando juzgo de cosas aún más fáciles que ésas, si es que son siquiera imaginables. Es posible que Dios no haya querido que yo

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sea burlado así, pues se dice de Él que es la suprema bondad. Con todo, si el crearme de tal modo que yo siempre me engañase repugnaría a su bondad, también parecería del todo contrario a esa bondad el que permita que me engañe alguna vez, y esto último lo ha permitido, sin duda. Habrá personas que quizá prefieran, llegados a este punto, negar la existencia de un Dios tan poderoso, a creer que todas las demás cosas son inciertas; no les objetemos nada por el momento, y supongamos, en favor suyo, que todo cuanto se ha dicho aquí de Dios es pura fábula; con todo, de cualquier manera que supongan haber llegado yo al estado y ser que poseo ya lo atribuyan al destino o la fatalidad, ya al azar, ya en una enlazada secuencia de las cosas será en cualquier caso cierto que, pues errar y equivocarse es una imperfección, cuanto menos poderoso sea el autor que atribuyan a mi origen, tanto más probable será que yo sea tan imperfecto, que siempre me engañe.

A tales razonamientos nada en absoluto tengo que oponer, sino que me constriñen a confesar que, de todas las opiniones a las que había dado crédito en otro tiempo como verdaderas, no hay una sola de la que no pueda dudar ahora, y ello no por descuido o ligereza, sino en virtud de argumentos muy fuertes y maduramente meditados; de tal suerte que, en adelante, debo suspender mi juicio acerca de dichos pensamientos, y no concederles más crédito del que daría a cosas manifiestamente falsas, si es que quiero hallar algo constante y seguro en las ciencias. Pero no basta con haber hecho esas observaciones, sino que debo procurar recordarlas, pues aquellas viejas y ordinarias opiniones vuelven con frecuencia a invadir mis pensamientos, arrogándose sobre mi espíritu el derecho de ocupación que les confiere el largo y familiar uso que han hecho de él, de modo que, aun sin mi permiso, son ya casi dueñas de mis creencias. Y nunca perderé la costumbre de otorgarles mi aquiescencia y confianza, mientras las considere tal como en efecto son, a saber: en cierto modo dudosas, como acabo de mostrar, y con todo muy probables, de suerte que hay más razón para creer en ellas que para negarlas. Por ello pienso que sería conveniente seguir deliberadamente un proceder contrario, y emplear todas mis fuerzas en engañarme a mí mismo, fingiendo que todas esas opiniones son falsas e imaginarias; hasta que, habiendo equilibrado el peso de mis prejuicios de suerte que no puedan inclinar mi opinión de un lado ni de otro, ya no sean dueños de mi juicio los malos hábitos que lo desvían del camino recto que puede conducirlo al conocimiento de la verdad. Pues estoy seguro de que, entretanto, no puede haber peligro ni error en ese modo de proceder, y de que nunca será demasiada mi presente desconfianza, puesto que ahora no se trata de obrar, sino sólo de meditar y conocer.

Así pues, supondré que hay, no un verdadero Dios (que es fuente suprema de verdad), sino cierto genio maligno, no menos artero y engañador que poderoso, el cual ha usado de toda su industria para engañarme. Pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y las demás cosas exteriores, no son sino ilusiones y ensueños, de los que él se sirve para atrapar mi credulidad. Me consideraré a mí mismo como sin manos, sin ojos, sin carne, ni sangre, sin sentido alguno, y creyendo falsamente que tengo todo eso. Permaneceré obstinadamente fijo en ese pensamiento, y, si, por dicho medio, no me es posible llegar al conocimiento de alguna verdad, al menos está en mi mano suspender el juicio. Por ello, tendré sumo cuidado en no dar crédito a ninguna falsedad, y dispondré tan bien mi espíritu contra las malas artes de ese gran engañador que, por muy poderoso y astuto que sea, nunca podrá imponerme nada. Pero un designio tal es arduo y penoso, y cierta desidia

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me arrastra insensiblemente hacia mi manera ordinaria de vivir; y, como un esclavo que goza en sueños de una libertad imaginaria, en cuanto empieza a sospechar que su libertad no es sino un sueño, teme despertar y conspira con esas gratas ilusiones para gozar más largamente de su engaño, así yo recaigo insensiblemente en mis antiguas opiniones, y temo salir de mi modorra, por miedo a que las trabajosas vigilias que habrían de suceder a la tranquilidad de mi reposo, en vez de procurarme alguna luz para conocer la verdad, no sean bastantes a iluminar por entero las tinieblas de las dificultades que acabo de promover.

Meditación segunda

De la naturaleza del espíritu humano; y que es más fácil de conocer que el cuerpo.

Mi meditación de ayer ha llenado mi espíritu de tantas dudas, que ya no está en mi mano olvidarlas. Y, sin embargo, no veo en qué manera podré resolverlas; y, como si de repente hubiera caído en aguas muy profundas, tan turbado me hallo que ni puedo apoyar mis pies en el fondo ni nadar para sostenerme en la superficie. Haré un esfuerzo, pese a todo, y tomaré de nuevo la misma vía que ayer, alejándome de todo aquello en que pueda imaginar la más mínima duda, del mismo modo que si supiera que es completamente falso; y seguiré siempre por ese camino, hasta haber encontrado algo cierto, o al menos, si otra cosa no puedo, hasta saber de cierto que nada cierto hay en el mundo. Arquímedes, para trasladar la tierra de lugar, sólo pedía un punto de apoyo firme e inmóvil; así yo también tendré derecho a concebir grandes esperanzas, si por ventura hallo tan sólo una cosa que sea cierta e indubitable.

Así pues, supongo que todo lo que veo es falso; estoy persuadido de que nada de cuanto mi mendaz memoria me representa ha existido jamás; pienso que carezco de sentidos; creo que cuerpo, figura, extensión, movimiento, lugar, no son sino quimeras de mi espíritu. ¿Qué podré, entonces, tener por verdadero? Acaso esto solo: que nada cierto hay en el mundo.

Pero ¿qué sé yo si no habrá otra cosa, distinta de las que acabo de reputar inciertas, y que sea absolutamente indudable? ¿No habrá un Dios, o algún otro poder, que me ponga en el espíritu estos pensamientos? Ello no es necesario: tal vez soy capaz de producirlos por mí mismo. Y yo mismo, al menos, ¿no soy algo? Ya he negado que yo tenga sentidos ni cuerpo. Con todo, titubeo, pues ¿qué se sigue de eso? ¿Soy tan dependiente del cuerpo y de los sentidos que, sin ellos, no puedo ser? Ya estoy persuadido de que nada hay en el mundo; ni cielo, ni tierra, ni espíritus, ni cuerpos, ¿y no estoy asimismo persuadido de que yo tampoco existo? Pues no: si yo estoy persuadido de algo, o meramente si pienso algo, es porque yo soy. Cierto que hay no sé qué engañador todopoderoso y astutísimo, que emplea toda su industria en burlarme. Pero entonces no cabe duda de que, si me engaña, es que yo soy; y, engáñeme cuanto quiera, nunca podrá hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que soy algo. De manera que, tras pensarlo bien y examinarlo todo cuidadosamente, resulta que es preciso concluir y dar como cosa cierta que esta proposición: “yo soy, yo existo”, es necesariamente verdadera,cuantas veces la pronuncio o la concibo en mi espíritu.

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Problemas fundamentales de teoría del conocimiento:

Podemos decir que el conocimiento es la relación dinámica que se establece entre el sujeto cognoscente y el objeto-cosa conocido.

Los filósofos han discutido desde los inicios de la filosofía la naturaleza exacta de esta relación entre sujeto y objeto que hemos denominado conocimiento. Aunque existen muchos problemas asociados al conocer los tres principales son: ¿en el acto del conocimiento qué elemento tiene el papel preponderante, el sujeto o el objeto?; ¿es posible un conocimiento cierto e indubitable en algún grado?; y ¿con qué facultad conocemos la realidad prioritariamente, con el intelecto o con los sentidos? Hoy en día estos mismos problemas preocupan a los epistemólogos o filósofos de la ciencia que investigan el funcionamiento y la realidad del conocimiento científico.

Por cada uno de los tres problemas enunciados se han dado dos respuestas fundamentales que han constituido, a su vez, a escuelas filosóficas confrontadas. Estas respuestas y las propuestas de sus diversas escuelas es lo que veremos a continuación.

¿Objetividad o Subjetividad? En la filosofía moderna se entiende por realismo aquella perspectiva filosófica que considera

que las cosas comunes son en mayor o menor grado “tal cual” se nos presentan a los sentidos y, además, tienen la propiedad de existir fuera del acto de conocimiento. Para el realismo el sujeto actúa como foco pasivo en el conocer pudiéndosele considerar incluso como un mero espejo que refleja la realidad exterior a sí mismo con bastante fidelidad.

El idealismo, por el contrario, sostiene que la realidad de las cosas externas al sujeto dependen del sujeto mismo y que por lo tanto el polo positivo y activo del conocer es el sujeto mismo y no el objeto. Un idealista tenderá a no considerar que los objetos existan fuera del acto cognitivo sino que sólo adquieren realidad cuando son conocidos. Un idealista se preguntaría ¿cómo es posible conocer un objeto que no está siendo conocido? La respuesta sería que esto no es posible por lo que no podemos estar seguro que el objeto exista independientemente del sujeto que lo conoce; este rasgo de “existir fuera del sujeto” no se percibe en ningún objeto por lo tanto es una propiedad que atribuimos nosotros gratuitamente a la realidad.

Podemos ver lo que querían decir tanto idealistas como realistas gracias al famoso dibujo de el Cubo de Necker que aparece a continuación:

Intentemos ver este cubo con el cuadradito que está en el centro en la esquina izquierda posterior del cubo; después veámoslo en la esquina izquierda superior como si la cara que antes estaba delante ahora estuviese abajo sosteniendo el cubo. ¿Qué es lo que ha cambiado la posición del cuadradito? Nuestra percepción es lo único que ha cambiado aunque pensemos que ha cambiado el objeto la transformación es sólo fruto de nuestra mente. Este ejemplo mostraría para el idealista la importancia del sujeto en el acto cognitivo: el individuo es el que impone categorías a una realidad amorfa y designificada. El realista vería este hecho de modo distinto: lo único objetivo y real son rallas y cuadrados en el papel, eso es “lo objetivo”, todo lo demás (el cubo de un lado o de otro, el cuadradito etc.) son insignificantes juegos de nuestro intelecto. Estas elucubraciones sobre donde está el cuadrado pueden tener mayor o menor importancia pero no se refieren a “lo real”.

Generalmente en los autores más relevantes se dan posiciones intermedias o muy matizadas; una excepción a esta tendencia a la conciliación es el idealismo radical que tuvo bastante éxito en el romanticismo alemán del XIX, conocido como solipsismo. Para el filósofo solipsista lo únicamente real es la conciencia del propio sujeto entendiendo como “el propio sujeto” a sí mismo.

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Comprobamos que la realidad del mundo externo es muy controvertida y que en innumerables ocasiones lo que hemos creído más cierto se convirtió en falso; no podemos creer en la objetividad del mundo que, por otra parte, sólo es percibido cuando es percibido por el sujeto (¿quién nos garantiza que el mundo no es más que una mera recreación de la imaginación personal?). Pero tampoco podemos creer en la realidad de las otras conciencias, nada nos garantiza que las otras personas que vemos en el mundo posean pensamientos, sentimientos o sensaciones ¿por qué no podrían ser meros autómatas o meros constructos de mi fantasía? Ante esto el filósofo solipsista concluye que sólo sabe que existe el flujo de la conciencia que el denomina Yo pero que más allá de ese Yo solipsista no existe nada más que la incertidumbre.

¿Qué es la verdad? El segundo problema del conocimiento que expusimos más arriba era el que se planteaba si

era posible establecer verdades ciertas sobre algo. Para el dogmatismo la respuesta es que sí, el conocimiento cierto e indubitable es algo posible y alcanzable con mayor o menor dificultad. La palabra “dogmático” tiene hoy en día un matiz peyorativo en el lenguaje vulgar que no tiene en la filosofía. Un filósofo dogmático es aquel que cree que no absolutamente todo depende de la opinión sino que existen verdades absolutas.

En el polo contrario del dogmatismo está el escepticismo. Para el escéptico el conocimiento cierto e indubitable de la realidad no es posible, nada de lo que conozcamos o podamos conocer es absolutamente fiable sin ningún género de dudas. Desde los orígenes de la filosofía han existido corrientes escépticas en su seno que, por lo general, han sido fuertemente criticadas desde las posturas dogmáticas. Una crítica usual al escepticismo es que es autocontradictorio: si un escéptico afirma que nada se puede conocer con certeza ¿no está admitiendo que, al menos, se puede conocer que “no se puede conocer nada con certeza”? Por lo tanto, argumentan los dogmáticos, sólo hay dos posibilidades: que el escéptico sea en realidad un dogmático sobre la imposibilidad de conocer o que sencillamente se contradiga. La respuesta escéptica suele ser que ellos cuando afirman que nada se puede conocer están diciendo que no se puede conocer ni siquiera que nada se pueda conocer, puede que sí o puede que no pero no lo podemos saber.

En el escepticismo radical, denominado nihilismo (del latín nihil = nada), se sostiene la imposibilidad de conocer con certeza cualquier cosa. Como dijo Nagarjuna “Todo está vacío”, el bien, el mal, lo bello o lo feo son sólo construcciones personales o sociales que nada tienen que ver con el mundo real. Toda pretensión de conocer es fruto de la soberbia humana; los sistemas de valores, de códigos o de verdades no tienen mayor solidez que la de un castillo de arena a la orilla de un mar mientras sube la marea. La historia y la experiencia muestran que las ideas que creíamos más ciertas eran en realidad quimeras y las verdades ciertas y firmes de hoy no serán mañana más que ruinas y olvido. Como es obvio, los dogmáticos atacan ferozmente esta concepción nihilista y sobretodo sus consecuencias prácticas.

De todos modos, no es usual un escepticismo radical sino más bien una postura intermedia entre el dogmatismo y el escepticismo o sino, un escepticismo relativo. Ejemplo de esto es Carnéades (c. 214-129 a.C.), fundador de la Academia Nueva, que sostuvo que ningún conocimiento es totalmente cierto pero que sí existen grados de probabilidad entre unos conocimientos y otros.

¿Razón o experiencia? El tercer y último problema sobre el conocimiento que vamos a tratar es el de si conocemos

la realidad prioritariamente por los sentidos o por el intelecto. Por ejemplo, al ver una rosa y al identificarla como tal ¿qué es lo prioritario el concepto rosa en el que subsumimos la percepción o esa realidad-objeto a la que denominamos rosa?

El racionalismo responde que lo prioritario son los conceptos de la razón frente a los datos de los sentidos. El lenguaje es el instrumento básico de la supervivencia del hombre, este instrumento trabaja con conceptos o ideas: “rosa”, “mujer” o “caballo” son conceptos que engloban una pluralidad casi infinita de objetos dispares; gracias a estos conceptos podemos percibir esa realidad agrupada en conjuntos homogéneos. Ya que la realidad es un puro fluir de percepciones de objetos disímiles entre sí la razón es la herramienta fundamental que nos permite captar esa realidad en continuo cambio y comprenderla. La ciencia actual aprehende la realidad a través de un potente aparato matemático, es esta construcción matemática la que sustenta la realidad cambiante ya que sin este fundamento fijo la realidad sería un caos inasible por nuestro intelecto. El mundo de los sentidos es un mundo aparente pero gracias a la razón y a sus conceptos unificadores podemos comprender la verdadera esencia de lo real.

Frente al racionalismo se sitúa el empirismo como la escuela filosófica que pretende que todo el conocimiento que poseemos proviene de la experiencia. El hombre al nacer es una “tabula rasa”, es decir, como una pizarra en blanco sobre la que la experiencia lo escribe todo. Aunque no

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casos puramente diferentes. Todo concepto se forma por equiparación de casos no iguales. Del mismo modo que es cierto que una hoja no es igual a otra, también es cierto que el concepto hoja se ha formado al abandonar de manera arbitraria esas diferencias individuales, al olvidar las notas distintivas, con lo cual se suscita entonces la representación, como si en la naturaleza hubiese algo separado de las hojas que fuese la “hoja”, una especie de arquetipo primigenio a partir del cual todas las hojas habrían sido tejidas, diseñadas, calibradas, coloreadas, onduladas, pintadas, pero por manos tan torpes, que ningún ejemplar resultase ser correcto y fidedigno como copia fiel del arquetipo. Decimos que un hombre es “honesto”. ¿Por qué ha obrado hoy tan honestamente?, preguntamos. Nuestra respuesta suele ser así: a causa de su honestidad. ¡La honestidad! Esto significa a su vez: la hoja es la causa de las hojas. Ciertamente no sabemos nada en absoluto de una cualidad esencial, denominada “honestidad”, pero sí de una serie numerosa de acciones individuales, por lo tanto desemejantes, que igualamos olvidando las desemejanzas, y, entonces, las denominamos acciones honestas; al final formulamos a partir de ellas una qualitas occulta con el nombre de “honestidad”.

La omisión de lo individual y de lo real nos proporciona el concepto del mismo modo que también nos proporciona la forma, mientras que la naturaleza no conoce formas ni conceptos, así como tampoco ningún tipo de géneros, sino solamente una x que es para nosotros inaccesible e indefinible. También la oposición que hacemos entre individuo y especie es antropomórfica y no procede de la esencia de las cosas, aun cuando tampoco nos aventuramos a decir que no le corresponde: en efecto, sería una afirmación dogmática y, en cuanto tal, tan demostrable como su contraria.

¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal.

F. Nietzsche; Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (fragmento)

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todos los empiristas negaban absolutamente la existencia de ideas innatas sí se mostraban cautos en admitir su existencia, si es que lo hacían. Sólo la reiteración de las experiencias hace que nos formemos los conceptos en nuestra mente por lo tanto, los conceptos no son más que constructos de nuestra sensación. No existe “rosa” sino que sólo existe “esta rosa”; el objeto concreto que percibimos es el que posee realidad mientras que el nombre-concepto es sólo una construcción artificiosa de nuestro intelecto. Desde esta posición Hume llegó a plantear que los conceptos de sustancia o de causa-efecto no eran más que imposiciones de nuestra fértil imaginación a la realidad. ¿Percibimos por los sentidos que este folio tenga la propiedad de existir fuera de nuestra percepción? ¿Percibimos que si una bola de billar choca contra otra la mueve o más bien una serie de hechos concurrentes en el tiempo? Para Hume estaba clara la respuesta: observamos hechos que son reales y les endosamos etiquetas o relaciones que pertenecen a nuestra imaginación pero no a los objetos mismos.

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EL EFECTO PIGMALIÓN: CÓMO NUESTRAS EXPECTATIVAS ALTERAN LA REALIDAD

¿De qué manera pueden verse alterados nuestros comportamientos a partir de las creencias que tienen los demás sobre nosotros? ¿Las expectativas favorables que sobre nosotros tiene nuestro entorno de afectos y amistades pueden llevarnos a llegar más allá de lo que esperamos? O, por el contrario, ¿cuántas veces ni lo hemos intentado o nos ha salido mal, movidos por el miedo al fracaso que otros nos han transmitido, por su falta de confianza o por su invitación a la resignación y al abandono?

No es descabellado afirmar que en cada día de nuestras vidas suceden actos porque, consciente o inconscientemente, estamos respondiendo a lo que las personas que nos rodean esperan de nosotros, para lo bueno y para lo malo. Lo que los demás esperan de uno puede desencadenar un conjunto de acciones que nos lleven mucho más allá de lo que podemos imaginar, en lo mejor y en lo peor. Este principio de actuación a partir de las expectativas de los demás se conoce en psicología como el efecto Pigmalión.

El psicólogo americano R. Rosenthal observó en los años 60 que tendemos a vivir a la altura de lo que se espera de nosotros y mejoramos cuando se nos trata como si estuviéramos capacitados para el éxito.

Pigmalión, un escultor griego mítico, creó la estatua de una mujer tan hermosa y tan perfecta que se enamoró locamente de ella, imaginando que estaba viva. Ante tal determinación, los dioses, encabezados por Afrodita, le otorgaron su deseo y dieron a esta mujer de “mármol” una sonrisa, palabras… respiración. Sus creencias eran tan fuertes que permitieron a Pigmalión trascender las limitaciones de una realidad que parecía rígidamente fijada en mármol y conseguir lo que esperaba con tanto fervor.

Desde el innovador trabajo del psicólogo norteamericano R. Rosenthal en la década de los años 1960, esta profecía de autocumplimiento se ha conocido como “efecto Pigmalión”. Lo que este investigador de las ciencias sociales y pedagógicas descubrió es que podía ser una profecía aterradora o tranquilizadora, en función de nuestra perspectiva. Tendemos a vivir a la altura de lo que se espera de nosotros y mejoramos cuando se nos trata como si estuviéramos capacitados para el éxito. Es decir, el efecto Pigmalión se podría resumir así: "consigues lo que esperas conseguir".

Rosenthal realizó un experimentó con ratas y estudiantes. Tomó dos muestras aleatorias de animales, dio a seis estudiantes un primer grupo de seis ratas y les dijo que habían sido seleccionadas con rigor y podían mostrar resultados excepcionales en recorrer con éxito un laberinto.

Dejó otras seis ratas con otros seis estudiantes, y a ellos Rosenthal les dijo que sus ratas eran normales y que, genéticamente, podían tener algún problema para encontrar su camino en el laberinto.

Los estudiantes que creían que sus ratas eran excepcionales demostraron una cierta simpatía hacia ellas, calidez y estímulo. Por otra parte, los estudiantes que dudaban del potencial de sus ratas las descuidaron y olvidaron estimularlas. Pasados varios días de experimentos, los resultados de las ratas en ambos grupos confirmaron las predicciones de Rosenthal. Las ratas cumplieron las expectativas y fueron lo que se esperaba de ellas (algunas ratas del segundo grupo ni siquiera empezaron el recorrido del laberinto).

En 1964 Rosenthal realizó otro experimento en una escuela elemental al sur de San Francisco (California). La idea no podía ser más simple: ¿qué pasaría si se les dijese a los profesores que ciertos niños de su clase estaban destinados al éxito académico?

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Para conseguir que los profesores le creyeran, Rosenthal tomó un test de inteligencia estándar, el FTGA, pero en la cubierta de cada copia puso un nuevo nombre, algo más pretencioso, “Harvard Test of Inflicted Acquisition”. Rosenthal les dijo a los profesores que este especialísimo test de Harvard tenía la peculiaridad de ser capaz de predecir qué niños estaban a punto de ser muy especiales, es decir, qué niños estaban a punto de experimentar un aumento espectacular en su cociente intelectual (CI).

Una vez que los chavales hicieron el test, Rosenthal escogió de cada clase a varios niños completamente al azar. No había nada en absoluto que distinguiese a estos niños de los demás, pero les dijo a los profesores que los resultados del test indicaban que estaban apunto de florecer intelectualmente.

El seguimiento de los niños durante los dos años siguientes puso de manifiesto que las expectativas de los profesores realmente estaban afectando a los niños. Si los profesores esperaban que los niños tuviesen mayor CI, esos niños ganaron más CI.

¿Pero cómo pueden las expectativas influir en el CI?Investigaciones posteriores del mismo Rosenthal y otros pusieron de manifiesto

que las expectativas afectan a las interacciones cotidianas con los niños de mil formas diferentes. Las más consistentes alteraciones del comportamiento de los profesores que esperan mucho de un alumno serían, entre otras, que les dan:

· más tiempo para responder· retroalimentación mucho más específica· reconocimiento no verbal: los tocan (codo, hombro), asienten más con la cabeza

cuando los alumnos hablan y les sonríen más.

Vemos que no es magia ni telepatía. Son las herramientas con las que nos comunicamos sin palabras e inconscientemente, todos los días y con todo el mundo sin darnos cuenta. La cuestión es: sabiendo que esto es así, ¿puede un influenciador alterar sus expectativas de manera creíble? Dicho de otra manera, habida cuenta que el efecto actúa por vías inconscientes, ¿podemos llegar a simular creíblemente que “creemos en alguien” con objeto de alterar su rendimiento (para mejor o para peor)?

Muchos otros estudios similares han confirmado en los últimos años la existencia de este efecto que, por otro lado, es de puro sentido común. Sin duda, la predisposición a tratar a alguien de una determinada manera queda condicionada en mayor o menor grado por lo que te han contado sobre esa persona.

Otro llamativo caso tuvo lugar en una conocida empresa multinacional fabricante de productos de alta tecnología. Los responsables del departamento de personal convocaron a una persona de su servicio de limpieza, en el último escalafón de la jerarquía de la organización y sin el bachillerato finalizado, a quien dijeron que era, entre todos los miles de miembros de la empresa, el mejor capacitado para ocupar un altísimo cargo de responsabilidad técnica en el plazo de dos años. Las consideraciones éticas sobre este procedimiento darían mucho de sí, pero el caso es que esta persona no sólo llegó a desempeñar las funciones del alto cargo prometido en menos tiempo del previsto, sino que años después siguió prosperando en la organización. La profecía se cumplió de nuevo con un éxito extraordinario, más allá incluso de lo que los propios promotores del experimento imaginaban.

En efecto, la perspectiva de un suceso tiende a facilitar su cumplimiento. Y eso ocurre también en muchos otros ámbitos. En el terreno de la investigación científica o social, el investigador tiende muchas veces a confirmar sus hipótesis por descabelladas que parezcan; siempre existe el dato que todo lo confirma. En economía, un caso del cumplimiento del efecto Pigmalión a gran escala se vivió con la crisis económica de 1929.

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Si muchas personas están convencidas de que el sistema económico se hunde, se hundirá. Incluso hablando de nuestra propia salud, el efecto Pigmalión se manifiesta en el también conocido efecto placebo: hay quien cree obtener del medicamento lo que necesita obtener cuando en realidad se trata de una pastilla de almidón, sin principios activos. ¿Por qué cura entonces, en determinados casos, un caramelo inocuo? Simplemente porque el médico dice que así será; porque alguien en quien creemos asegura que nos hará bien y porque deseamos curarnos.

Incluso si analizamos las biografías de grandes genios, mujeres y hombres que a lo largo de la historia han hecho enormes aportaciones a la humanidad, veremos que en muchos casos hubo una persona que tuvo una fuerte esperanza depositada en ellos. Y es que Pigmalión tiene una explicación científica: hoy sabemos que cuando alguien confía en nosotros y nos contagia esa confianza, nuestro sistema límbico acelera la velocidad de nuestro pensamiento, incrementa nuestra lucidez y nuestra energía, y en consecuencia, nuestra atención, eficacia y eficiencia.

Las profecías tienden a realizarse cuando hay un fuerte deseo que las impulsa. Del mismo modo que el miedo tiende a provocar que se produzca lo que se teme, la confianza en uno mismo, aunque sea contagiada por un tercero, puede darnos alas.

Fuentes:

http://www.experientiadocet.com/2012/09/efecto-pigmalion-expectativas-lenguaje.html

http://www.krauthammer.com/es/articles/el-efecto-pygmalion

http://elpais.com/diario/2006/09/17/eps/1158474420_850215.html

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De igual manera, esta expresión también s igni f ica que sabemos contener yretener nuestros deseos y anhelos. Al n iño que quiere todo inmediatamen-te se le l lama poco razonable, a l que renuncia a sus deseos, en cambio, se lecal i f ica de razonable. Así , la razon actúa como un instrumento de integra-c ión socia l y de dominio de sí , a t ravés de la renuncia de sus impulsos pr i -meros. Destru i r en uno ni ismo los desecs, rechazar las puls iones que quieren,ahí está lo que dist ingue al indiv iduo razonable, y, por c ier tc, también res-ponsable, d igno de consjderación. Renunciar a uno mismo, a l mundo, d i fe-r i r sus ganas, inc luso ext inguir las: ¿se puede proponer proyecto más s in ies-t ro a los n ipos, los acjo lescentes, e inc luso a los adul tos?

N

Los aCul tos in tegran a l adolescente en su mundo s i este ha aprendido adesplazar sus deseos a un segundo p lano y a dar pr imacía a los imperat i -vos de la real idad. La razón funciona en ese caso, pr inc ipalmente, como uninst rumento normat ivo (product ivo de normas), una facul tad út i l parainver t i r la pr ior idad in fant i l que hace de la real idad i lus ión según nuestrodeseo. El adul tc se def ine a l contrar io : toma la real idad por su deseo, t ras-forma lo real en obteto c jeseable y termina por acornodarse a é1. La razónrazonable crea ei o i 'den socia l que rrp i 'oduce los mecanismos jerárquicosút i les para e l buen funcionamiento dei muncio ta l y como va. Al l í c londeimpera la v i ta l idad natura l , la razón opera con f recue nc ia una convers ióny reemplaza e l movimiento impuls ivo por una sumis ión cul tu i 'a l , un ordenciv i l izado.

lgualmente, la razón puede serv i r para just i f icar otra cosa dist inta a lorden socia l . A veces, s i rve también, desgraciadamente, para legi t imaropciones indefe ndib les, inmorales o pel igrosas. Su uso no ga rant iza laobtención de pensamie ntos sanos, e levados y del icados o moralmentedefendibles. En tanto que instrumento, s i rve a las más bel las tareas tantocomo a las más bajas faenas. Desconfiad, pues, del uso de la razón si escon-de una ideología perversa y pel igrosa. La razón t iene también su vert ientesombría, no s iempre se emplea para l iberar a los pueblos: es igualmente ut i -l izada por rétores, hábi les habladores, d ia léct icos retór icos (br . renos ora0orescapaces de arrasar en los sufragios por procesos deshonestos), t r ibunos hip-nÓi icos que envLielven la negat iv idad bajo formas especí f icas, racionales, yapa rentemenie lóq icas.

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Ls t l l i - r a c l c [ - cn in e r r \ i r l t ¿ r , Uc ran i i ' r ' l 99 r i [o togra t ía c le N lar t in Par r ) .

Los fasc isrnos, iaS t i ranías, los regí rnenes autor i tar ios, los cc lon ia l is rnos se

han c lesarro l lac lo con razones, argumentos, demostrac iones, teor ías, d ia léc-

t ica y , tambrén, c ienc ia . H i t i t r , Len in , s ta l in , Mao ' Péta in , todos han recur r i -

c lo a la raTan pai .a fasc inar a los pureblos y condr ;c i r los de l lado en e l qL le

t r iun fa la pu ls ion c le muer te , e l oc i io a l o t ro , la in to leranc ia y e l fanat ismo

cl rs t r r - rc ior c le hombres. Las c loct r inas c le l espac¡o v i ta l , Ia l i rcha de lcs rnás

f r - ter tes cont ra los menos aptos, e l oct io a los judíos, la gurerra i rnper ia l is ta

como sa l r - rc l c le la c iv i l izac ion, la c lest ru¡cc iÓn de la bu¡rguesía, la d ic tadura de l

pro le tar iac lo , la lurcha c le c lases, la revo luc iÓn nac ional , todas esas ideas-pro-

gran- ras sr han c lesar ro l iac lo ampl iarnente a go lpe de razonamientos ' de

razonsingr- r lar , Con ayLrc la c le las ar rnaS habi tua les de la re tÓr ica y la expost -

c ion c l t iCtas, antes c le t raer a l mr ' lnc lo las cárnaras de !JaS' los campos de

cxtermin io , los gur lag;s c lespurés; mas tarc le , s iempre con e l misnro fervor

rac iona l , la bornba a tomica, la pur r i f i cac ion é tn ica , la g lL ler ra c lu imlca ' La

r¿zon ian lb len Par t nronst ru¡os '

En e i o r rgcn c l t l c peor l ra l lannos pas iones naustabunc las , pr - r ls ionts ant -

i ; ta l rs v v io lentas , c ieseos c le honr ic lc i io , resent lmlcn ios recoc ldos, cc l lo a l

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i j t: r .; ij nal'i,¡ j ü l",tl. ] ¡: j-j

mLrndo en cant idad, vo luntad de venganza, ya qL ie todos los d ic tadores

const ruyen sLt poc le r esenc¡a lmente sobre esas pu ls iones fuer tes y best ia les.

Seguidame nte, r- lsan la razon para disirazar esos intereses primeros, y les dan

,n, for*a aceptable, presentable, a la cual una gran par te c le inc l iv ic iuos

tcrmina por asent i i - . Ser razonable cons is te en rendl rse a los argt lmenios de

la autor ic lad, de la mayor ía , de l je fe , de l d ic tador . ¿Pcco razonable e l ind iv i -

d , ;o que no se o l ie ga a esas rezones pe rn ic iosas?

5e ha encer rado, apr is ionado ba jo la acusac ión de locura , a los rebe ldes

c ie esta razón mayor i ta i ' ia y obediente, a los que prefer ían la razón cr í t ica y

res is tente . A menudo, los regí rnenes po l í t i cos l laman loco a l indrv idL lo que

conserva su razón cuando toc los la han perd ido o la usan de rnanera er rát i -

ca. Como un loco qr , re est imamos desprov is to de razón, e l opos i tor a los

lugares Comunes de su época pasa muchas VeCeS, inc luso s iempre, por L ln

or ig ina l , una c lase de ben igno cha lado, a l que se le concede moderadamen-

ie e l derecho de d ivagar , o a qu ien se le o f recen, de vez en cuando, estan-

c ias en e l hosp i ta l ps iqu iá t r ico .

!1i-' e 5 "r:i:,-rrrrrbi+

La razón no debe conver t i rse en ído lo , como fue e l caso durante la Revolu-

c ión Francesa, en la qr . re los Templos de ia Razon ( ig les ias t ransformacias en

lugai ' rs consagrados a la venerac ión de ia Razón, a veces personi f icada bajo

e l semblante de una ch ica joven l levada en proces ión) brotan a la sombra de

las gu i l lo t inas Conde se decap i taba a los hombres y rnu jeres que no parecían

razonables -porqLre no defendían las ideas de los proveedores de la V iuda

(e l sobrenombre dado a l aparato de la GLr i l lo t ina) . Cu l to de la razón también

en Lenin, amante de la d ia léct ica (e l ar te de exponer las ideas ba jo r - rna

forma c ient í f ica, r igurosa y aparentemente i r re fu l tab leJ e inventor de cam-

pos de depor tac ion en S iber ia . Desconf iad razonablemente de la razÓn,

sabie ndo que también se ap l ica para rea l izar f ines cr r lpables.

El r iesgo en la empresa rac ional izadora cons is te s iempre en qL lerer redu-

c i r lo rea l y la comple j idad del mundo a fórmLr las práct icas pero fa lsas. La

razón s i rve a menudo para reduc i r en Lrn pLrñac lo de ideas s imples Ltna rea-

l ic lad más compl icada de lo qLte se imagina o pr ior i . La rec lucc ión rac ional y

la p lan l f icac ión suponen c¡ue lo rea l es rac iona l y qr - re ' lo rac iona l puede

siempre conver t i rse en rea l . S in embargo, ex is te un munclo ent re esos dos

urn ivr rsos, que se cornLln ican bastante poco y mant iene n re lac iones c j i f íc i les .

Perdernos en in te l rgenc ia c lesde e l momento en c lLre apr is ionamos con la

razÓn, cn pocas pa labras, Lrn rnunc io d lverso, pro l i jo , resp landec i tn l r ; c l t

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igual manera, corremos e i r iesgo de la s impl i f icac ión excesiva s i .nos c l t t ic i i -

mos a hacer de lo rac ional , de lo que tenemos una idea, modelo qLle ha Ci t

ser encarnado para producir efectos en la h istor ia.

Los utopistas del s ig lo xtx anhe laron sociedades que les parecían raciona-

les, razonables. Todo en el las estaba decid ido: desde la forma de vest i r hasta

la organización de las comidas, pasando por la d imensión de las casas, t l

reparto c le las tareas, la estructura de la cuidad, e l estatuto de los niños, c l t

las mujeres, de los hombres, de las personas mayores, de los muler tcs, nacla

se c ie jaba al azar, todo estaba r igurosame nte plani f icaio según pr incip ios

racionaies. La razón, a l haber ocupado todo el espacio, r io dejaba luga¡

alguno para la fantas ia, la imaginación, la invención, la creación - la v ida.

Todas las exper ienc¡as que buscaban la real izaciÓn de esas microsociedadts

utóoicas se han t ransformado en f racasos. . .

A l l í donde lo razonable, lo rac ional y la razÓn t r iunfan por completo,

surge con f recuencia e l malestar , inc luso lo peor. Dejemos alarazón el podtr

exclusivo de dis ipar las i lus iones, de destru i r las creencias, de ser un instr r - l -

mento cr í t ico, de desmontar las f icc iones fa lsasy que cuestan sangre ht¡rna-

na. Desde e l momento en que e l la contr ibuye a crear nuevas i lus iones, a dar

a luz quimeras rac ionales, anuncia s iempre lo peor , mientras que, a l contra-

r io, deber ia ayudarnos a temer lúc idamente, y después a conjurar '

Proyecto de arquitectwra d.e una ciu.claclicleal (después de 1470), escuela de Pierc della

Francesca (hacia 1'+ I 6- I194).

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LAS FALACIAS MATERIALES

Una falacia en la argumentación es la aplicación incorrecta de un principio lógico válido, o la aplicación de un principio inexistente. Un razonamiento que contiene una falacia se denomina falaz y se considera erróneo. La presencia de una falacia en un razonamiento no implica necesariamente nada acerca de la veracidad de las premisas o de su conclusión: ambos pueden ser ciertos, pero el razonamiento no es válido porque la conclusión o no se deriva de las premisas usando principios de inferencia válidos, o se deriva pero forzando, tergiversando o, en general, haciendo mal uso de ellos. [artículo

“Falacia” de la Wikipedia]

Existen, básicamente, dos tipos de falacias: las falacias formales y las falacias informales. Las falacias formales son aquellas que violan una de las leyes de la deducción lógica aparentando cumplirla; las falacias informales o materiales son aquellas que elaboran una argumentación introduciendo elementos ilegítimos o extraños a la argumentación propiamente dicha. En una argumentación pueden darse estos dos tipos de falacias conjuntamente. Puede considerarse un tercer tipo de falacia las que interpretan erróneamente las relaciones causa-efecto, son las llamadas por algunos autores “falaciasinductivas”. En este trabajo las hemos incluido en las falacias materiales, lo que, por otro lado, hacen la mayoría de los manuales.

A continuación veremos los tipos más habituales de falacias materiales aunque no todas.

Argumentum ad hominem: es una falacia lógica muy usada que tiene como procedimiento argumentar sobre el que hace la afirmación y no sobre la afirmación misma. Este tipo de falacia trata de desacreditar una afirmación desacreditando a quién la afirma por lo que, en ocasiones, supone un ataque no a las ideas (cosa siempre respetable) sino a las personas (cosa no tan respetable).

Uno puede tener una duda legítima porque la fuente no le parezca fiable: si una persona que vende naranja nos dice que sus naranjas son las mejores podemos suponer que esa afirmación está cargada de intencionalidad; lo que no es legítimo hacer es rechazar de plano esa afirmación porque esa persona esté interesada en mantenerla.

Se identifican tres variedades de falacia ad hominem: ad hominem abusivo, ad hominem circunstancial, y ad hominem tu quoque.

– Ad hominem abusivo: consiste en proferir un insulto, fundado o no fundado, al que hace una afirmación para desprestigiar su tesis. Es doblemente falaz cuando la acusaciónno tiene ningún tipo de relación con lo que el sujeto víctima de ella sostiene.

“ Tu dices que soy un ladrón pero ¿quién eres tú para acusarme si todo el mundo sabe que eres un adúltero?”

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– Ad hominem circunstancial: consiste en sugerir que el interlocutor tiene intereses para mantener una determinada afirmación y que esos intereses invalidan la afirmación completamente. El hecho de que alguien tenga interés en mantener una posición cualquiera nos debe hacer precavido ante esa postura pero no se convierte, por ello, en una afirmación mentirosa.

“ Dices que la botánica es muy importante porque eres presidente de la asociación botánica. Luego tu afirmación es falsa”

– Ad hominem tu quoque: es la falacia que pretende mostrar la falsedad de una afirmación demostrando la incoherencia entre lo que el afirmante dice y hace. Que una persona no sea coherente con sus ideales no muestra que esos ideales sean falsos.

“ El médico me dijo que fumar era malo, hoy le he visto en el bar fumando. Si fuera malo el no fumaría, luego fumar no es malo”

El argumento de autoridad o magister dixit: es la falacia que mantiene que una cosa es verdadera o falsa porque sobre ella se ha pronunciado, en un sentido u otro, una personade autoridad. Es lógico que creamos más probables las afirmaciones sobre una materia que provengan de una persona experta en esa materia, pero caemos en una falacia cuando consideramos el juicio del experto una prueba irrefutable de la verdad o falsedadde una afirmación cualquiera. Puede ser entendida como un tipo de argumentum ad hominem.

“El Sol gira alrededor de la Tierra, lo dice Aristóteles”

Argumentum ad populum: falacia que pretende mostrar la verdad o falsedad de una afirmación fundándose en la opinión mayoritaria. Este argumento es similar al argumento de autoridad con la diferencia de que en esta falacia la autoridad no se sustenta en la calidad del afirmante sino en la cantidad. Es un tipo de falacia común en las argumentaciones populistas de los regímenes políticos que se basan en la manipulación de las masas.

“Si la gente quiere programas del corazón es que son programas positivos y de interés”

Argumentum ad antiquitatem: falacia que sostiene que un enunciado teórico o prácticoes correcto únicamente porque se cree desde hace tiempo en su validez. También se denomina “apelación a la tradición”. Posiciones ideológicas tradicionalistas y reaccionarias incurren con suma frecuencia en esta falacia.

“En ningún país del mundo votan las mujeres; sería una locura que en el nuestro votasen,nunca lo han hecho”

Argumentum ad novitatem: esta falacia es la contrapartida de la anterior y sostiene queuna afirmación es verdadera porque es novedosa, moderna o “está de moda”. Es planteada desde ideologías “progresistas” o como falacia en la que incurren los jóvenes al entrar en una discusión de “conflicto generacional”.

“El mejor sistema operativo es el más novedoso”

Argumentum ad cruneman: también denominada “apelación a la riqueza”. Es aquella

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falacia que usa la riqueza y la productividad económica de una idea, persona o producto como base para sustentar su valor. Es muy común en la crítica a productos de consumo como veremos en el ejemplo.

“Puede que no te guste Windows pero ha generado millones de dólares, por algo será”.

Argumentum ad lazarum: falacia contraria a la anterior, también denominada “apelacióna la pobreza”. Es aquella falacia que apela a la pobreza del hablante para fundamentar la verdad de sus afirmaciones. Es un modo de argumentación utilizado usualmente para validar las afirmaciones de algún gurú o maestro de turno.

“Fray Leopoldo era un hombre pobre y humilde, sus palabras debían ser sabias”.

Argumentum ad misericordiam: falacia que pretende la manipulación emotiva del auditorio. Pretende probar la verdad o falsedad de una afirmación basándose en el afecto o lástima hacia quien sostiene la afirmación o hacia al que le afecta las consecuencias de la afirmación.

“Raimundo me dijo que vio un fantasma, no creo que mienta con lo buena persona que es”.

Argumentum ad logicam: falacia que sostiene la falsedad de una conclusión porque deriva de una operación lógica errónea. La conclusión de un razonamiento puede ser verdadero aunque el razonamiento en sí sea falaz.

“- ¿Cuánto es dos multiplicado por dos?– Para multiplicar dos números se toma el primero y se le eleva a la potencia del segundo, luego 2×2 quiere decir 2 elevado a2 o lo que es lo mismo 4”.– Ese resultado es falso”.

Argumentum ad ignorantiam: esta falacia tiene una estrecha relación con el principio del onus probandi. Se produce esta falacia cuando alguien niega una afirmación con rotundidad porque esta no pueda ser probada fehacientemente. Aunque pueda parecer que contradice a la carga de la prueba no es así sino que sólo la complementa. Si alguien cree en Dios o cree que su pareja le aprecia no puede más que creer en ello, no hay una prueba científica para demostrar el amor de una persona hacia otra o la existencia de Dios. Estos conceptos son objetos de creencia o de fe y aunque no podamos demostrarlos podemos asumirlos como creencias verdaderas y ser, incluso, verdaderos. En otras palabras: que no podamos probar algo sólo significa que no podemos probarlo, no que sea falso.

“Tu dices que eres mi amigo pero no tienes ninguna prueba de ello, luego es falso que seas mi amigo”

Argumentum ad consecuentiam: es aquella falacia que niega la verdad de una afirmación por sus supuestas consecuencias negativas. En ocasiones esta falacia hace una exageración de esas consecuencias, en otras inventa esas consecuencias y por último, a veces, esas consecuencias son reales. Es preciso aclarar que podemos oponernos a una política o a una situación porque las consecuencias que creen sean

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negativas pero no podemos negar la verdad de un hecho porque sus consecuencias, a nuestro juicio, no sean “buenas”.

“Si todo el mundo se baja las películas de internet nadie iría al cine y los dueños de estos locales se arruinarían. Por lo tanto, bajarse películas de internet es malo”.

Falacia naturalista: falacia según la cual lo que ocurre es lo que debe ocurrir. Se suele emplear en argumentaciones éticas sobre lo que es “común” o “apropiado”.

“En la selva el más fuerte devora al más débil, así debe ser en la sociedad humana también”.

Post hoc ergo propter hoc: esta argumentación falaz ocurre cuando un hecho que antecede a otro es considerado la causa del segundo. Este tipo de razonamiento es la base del pensamiento mágico. En ocasiones es legítimo suponer una relación causa-efecto pero para establecer esta relación es necesario un reiterado proceso de corroboraciones.

“Llegaste a casa y se me incendió la cocina ese mismo día por la tarde, eres un gafe”.

Una variante de esta falacia es la falacia cum hoc ergo propter hoc que literalmente quiere decir “junto con esto luego antes que esto”. Se produce cuando dos hechos concurrentes son interpretados como causa uno del otro cuando esa relación causal no está probada ni mucho menos.

Petición de principios o petitio principii: esta falacia se produce cuando la tesis que se intenta probar está implícita o explícitamente en los principios de la argumentación. Estafalacia ya fue enunciada por Aristóteles en su obra “Primeros analíticos”.

“Teófilo nunca miente cuando habla estando ebrio, Teófilo está ebrio y ha hablado. Conclusión: lo que ha dicho es verdad.”

Páginas consultadas:

http://www.angelfire.com/az/ateismo/logica.html

http://es.wikipedia.org/wiki/Falacia

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la ciencia ¿una nueva verdad?

– ¿En que se fundamenta la verdad de la ciencia?– ¿Podemos imponer las cosmovisiones científicas a los no

convencidos?

Peligro en las ondas: wifi, altamente dañino

“Hace 12 años, junto a un refugio de perros y gatos, en medio del campo, instalaron una antena detelefonía móvil. Me llamaron porque los animales estaban muy nerviosos, se autolesionaban y queríanescapar”. Éste fue el primer impulso que llevó al abogado Agustín Bocos a especializarse en contaminaciónelectromagnética. Dos años después se diagnosticaron cinco casos de leucemia en un colegio cercano a unedificio plagado de antenas de telefonía en la azotea. Los padres de los afectados presentaron un escritoal ayuntamiento explicando que había estudios que vinculaban la leucemia infantil con la radiaciónelectromagnética. El alcalde del pueblo se negó a recibirlos, tachándolos de “padres histéricos”, por lo quepresentaron una querella contra las operadoras por contaminación ambiental. Ganaron, pero una niñamurió.

La electrosensibilidad o hipersensibilidad electromagnética es una enfermedad provocada por laexposición a campos electromagnéticos, y forma parte de las nuevas enfermedades surgidas en lassociedades modernas. Dolor de cabeza, cansancio crónico, dificultad para dormir o mareos, son algunos delos síntomas que, en su conjunto, padecen las personas con hipersensibilidad electromagnética. Estossíntomas aparecen al situarse cerca de aparatos eléctricos, transformadores, antenas de telefonía móvil oaparatos wifi. Aunque para cualquier edad supone un riesgo, los más vulnerables son los niños; en lamayoría de los colegios se accede a internet a través de wifi, y se estima que los niños están un mínimo de6 horas al día expuestos a estas radiaciones, 132 horas al mes, 1 mil 188 horas al año.

En Suecia la electrosensibilidad es reconocida como una enfermedad, y junto con otros países comoFrancia o Inglaterra están retirando el wifi de escuelas, museos, bibliotecas y otros lugares públicos comomedida de prevención ante las radiaciones electromagnéticas que éste genera a una potencia muyelevada. El experto Fernández Solá relaciona los síntomas de la hipersensibilidad a los de las alergias yexplica por qué sólo afecta a una parte de población: “Es la misma razón por la que hay gente que enfermaa causa del polen o el polvo. Porque no todo el mundo aguanta igual las cosas. Además, el número decampos electromagnéticos ha aumentado mucho en los últimos años, lo que ha propiciado que aparezcanmás casos de hipersensibilidad, cuyos síntomas son parecidos al resto de las alergias”.

Desde la Plataforma de Afectados buscan contribuir a que las administraciones públicas tomen concienciadel peligro que suponen estas radiaciones y que la legislación fije unos límites de exposición másrestrictivos. Pero también se pueden tomar medidas a nivel personal; desde la Plataforma recomiendanalgunas como desconectar el wifi cuando no se requiera su uso, reducir de forma general el uso delteléfono móvil y, cuando se utilice, hacerlo en zonas con buena cobertura, pues éste multiplica su potenciade radiación en zonas en la que ésta es baja. También es recomendable apagar el teléfono o mantenerloalejado durante las horas de sueño, ya que, como explica la coordinadora de la Clínica de Trastornos deSueño, Guadalupe Terán Pérez, “la luz se percibe a través de la retina y ésta viaja al núcleosupraquiasmático, estructura considerada nuestro reloj biológico, por lo que al estimular con luz artificiales alterado nuestro ciclo de sueño provocando retraso de fase y, en algunos casos, insomnio”.

A pesar de los estudios y los numerosos testimonios de afectados por esta enfermedad, algunos secuestionan su existencia y argumentan que no es demostrable la relación causa-efecto entre los síntomasque padecen las personas y la radiación electromagnética. La propia empresa Telefónica abordó el temaen su página de internet, tomando de referencia el artículo de la revista Journal of PsychosomaticResearch: “Existe una relación entre un aumento del porcentaje de personas supuestamente afectadas porel síndrome y la aparición de noticias sobre la hipersensibilidad electromagnética en prensa”.

Es esta desconfianza la principal protesta de Phil Inikey, quien debido a la hipersensibilidad abandonó suciudad y su entorno en busca de uno nuevo libre de aparatos electrónicos: “Mientras luchas por tu vida, lagente insiste en que todo se encuentra en tu cabeza”.

Miriam Robles Yáñez

Fuente

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Contralínea (México)

‘Electrosensibles': el periodismo gilipollas e irresponsable une a TVE y ‘Rebelión’

Medios tan distantes, ideológicamente hablando, como TVE y Rebelión han coincidido recientemente enalertar a su público del peligro de la denominada contaminación electromagnética. La cadena pública conuna información, emitida el sábado, protagonizada por Minerva Palomar, la mujer a quien en 2011 elJuzgado de lo Social número 24 de Madrid concedió la incapacidad permanente y absoluta por sufrir elsíndrome de fatiga crónica y de hipersensibilidad electromagnética y ambiental. La web de izquierdas, conuna entrevista a Ángel Martín, cuya madre se suicidó en su casa de Pinto (Madrid) el 28 de noviembrepasado porque no podía aguantar más el sufrimiento que, según ella, le causaban las ondas deradiofrecuencia. Ambos casos son desgraciados; ambos casos no tienen nada que ver con las ondas deradiofrecuencia, sino con la creencia de que éstas son el mal.

La hipersensibilidad electromagnética es una supuesta enfermedad que hace que algunas personaspadezcan una gran variedad de síntomas -dolores de cabeza, mareos, insomnio, erupciones…- debidos,según ellas, a la exposición a las ondas de telefonía y de instalaciones inalámbricas, líneas de alta tensión…Sin embargo, los autores de un metaanálisis titulado “Electromagnetic hypersensitivity: a systematicreview of provocation studies” (Hipersensibilidad electromagnética: una revisión sistemática de los estudiosde provocación), publicado en 2005 en Psychosomatic Medicine, revista de la Sociedad Americana deMedicina Psicosomática, concluyeron, tras examinar 31 estudios hechos a 725 afectados dehipersensibilidad electromagnética, que la presunta enfermedad “no está relacionada con la presencia decampos electromagnéticos”, aunque quienes dicen padecerla sufran efectos muy reales cuyas causastendrían un origen psicosomático. Y desde entonces no ha habido ningún estudio que apunte en otrosentido.

Los autores de la pieza de La 1 y la entrevista de Rebelión desprecian toda la evidencia científica paraponerse del lado de los supuestos afectados. Así, la reportera de TVE no duda en afirmar, por ejemplo, que“desde la plataforma de afectados calculan que pueden ser 300.000 en diferentes grados” quienespadecen en nuestro país hipersensibilidad electromagnética. Esa cantidad de electrosensibles es, porsupuesto, un invento de quienes hacen negocio del pánico a las ondas mediante la venta de pócimas,protectores mágicos y todo tipo de artilugios, y ofreciendo asesoría legal y medioambiental a incautos.“Hay estudios que avalan los efectos nocivos de las ondas; pero otros dicen que no se puede probar”,asegura la periodista de TVE. ¡Mentira! Por mucho que luego salga un médico corroborándolo -el mismofacultativo que siempre aparece en estos reportajes-, no existe ni un estudio científico que apoye lasafirmaciones de los afectados, de él y de otros expertos, en su mayoría zahorís que ahora se hacen llamargeobiólogos porque suena más respetable.

No hay pruebas

“Los resultados de estas investigaciones epidemiológicas (se refieren a las de los últimos veinte años) sonmuy consistentes y tranquilizadores, y han llevado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) yal Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos a decir que no hay evidencia concluyente o consistentede que la radiación no ionizante emitida por los teléfonos celulares esté asociada con un mayor riesgo decáncer”, sentenciaban en julio de 2011 John D. Boice y Robert E. Tarone, del Instituto Internacional deEpidemiología de Estados Unidos, en un editorial en el Journal of the National Cancer Institute, la revista deinvestigación contra el cáncer más importante del mundo. La publicación daba a conocer en ese númerolos resultados del primer estudio epidemiológico sobre móviles y cáncer cerebral en niños, según loscuales los pequeños que usan el celular habitualmente no corren un mayor riesgo de sufrir un tumor quelos que no lo hacen. Y Boice y Tarone añadían, sobre la decisión de la Organización Mundial de la Salud(OMS) de incluir los teléfonos móviles entre los posibles agentes cancerígenos, que se basaba en pruebaslimitadas e inadecuadas. Recordaban, además, que varios miembros del grupo de trabajo consideraban laevidencia insuficiente para incluir la radiación de los móviles en el grupo de carcinogenicidad 2B, el mismodel café, y concluían que, “visto en este contexto, «posiblemente cancerígenos» no es una señal paraabandonar los teléfonos móviles y volver a los fijos. Más bien, es una señal de que hay muy poca evidenciacientífica en cuanto a la carcinogenicidad del uso del celular”.

Minerva Palomar tiene, evidentemente, un problema muy serio, pero su causa no son las ondas deradiofrecuencia, sino su creencia en que estas son nocivas. Y lo mismo le ocurría a Ángela Jaén, la madredel entrevistado en Rebelión. Entiendo el dolor de este hombre; pero no hay ninguna prueba de lo quedice, barbaridades como que, además del “sangrado de nariz, dolores de cabeza, dificultades para conciliarel sueño o nerviosismo e irritabilidad”, la exposición a las ondas puede provocar “quemazones en garganta,oído y piel; leucemia y otro tipo de cáncer (esto se ve muy claro en los colegios ubicados cerca de antenasde telefonía móvil), así como tumores cerebrales”. Quienes se consideran electrosensibles creen

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sinceramente que las ondas son la fuente de sus padecimientos y, cuando los médicos y científicos lesdicen que no es así, que el origen del mal está en su mente, no lo admiten y acaban cayendo en las garrasde quienes han convertido una enfermedad imaginaria en un negocio y urdido una red de fundaciones yasociaciones para rentabilizar este miedo.

Era obligación de los periodistas de TVE y Rebelión informarse debidamente antes de entrevistar a susprotagonistas. No hay que ser ningún lumbreras para dar con expertos de verdad y acceder a toda lainformación aquí reseñada. Está todo a un clic. Obviamente, no pasará nada por dar pábulo a la mentira delas mujeres burka españolas. Si se tratara de un error en una información de fútbol o de cotilleos, otrogallo cantaría. A fin de cuentas, sólo están alimentando la tecnofobia y la anticiencia, porque lahipersensibilidad electromagnética es tan real como la licantropía y las posesiones demoniacas.

http://magonia.com/2013/01/18/electrosensibles-el-periodismo-gilipollas-e-irresponsable-une-a-tve-y-rebelion/

Qué podemos hacer para frenar a los antivacunas

Los riesgos de la antivacunación están ahí: un niño de 6 años murió el sábado por difteria en España, dondeno se había registrado ningún caso de la enfermedad desde 1987, simplemente porque sus padres nohabían querido vacunarle. El pequeño falleció después de pasar veinticinco días en la UCI del hospital Valld’Hebron; ocho personas -siete de ellos menores- resultaron contagiados, aunque ninguno desarrolló laenfermedad porque estaban vacunados; y hay que suponer que el cerco alrededor del patógeno supuso unimportante desembolso para las arcas públicas.

Lo peor es, sin duda, la muerte del pequeño. Fue consecuencia directa de la estupidez de quienes teníanque haberle protegido. Nunca habría ocurrido si sus padres hubieran actuado sensatamente. No lohicieron. Les engañaron los antivacunas, alguno de los cuales ahora culpa a la sanidad catalana deimprudencia. “Siempre serán posibles brotes de difteria, aunque la vacunación sea masiva como ocurrió enRusia la década de los 90. Por eso la imprudencia del Ministerio de Sanidad y de la Conselleria de Salut dela Generalitat de Catalunya de no tener en stock ni una sola dosis de antitoxina de la difteriaprobablemente haya provocado la muerte del niño de Olot”, escribía el lunes el ecoterrorista, vendedor deproductos milagro contra el cáncer y el sida, y antivacunas Josep Pàmies. Miente. El brote de difteriaregistrado en los años 90 en varios países de la antigua órbita soviética se debió a que la inestabilidadpolítica había hecho que se dejara de vacunar a la población contra la enfermedad. Fue la caída en losíndices de vacunación por lo que hubo cientos de muertos entonces. Y las autoridades sanitarias españolasno han cometido ninguna imprudencia en el caso del niño de Olot, que nunca se hubiera contagiado dehaber estado vacunado.

“Lamentable muerte del niño de Olot con difteria. Algo horrible que supongo que no esperábamos”,escribió en su página de Facebook el sábado el también antivacunas Miguel Jara, de cuyo libro Vacunas, lasjustas siguen haciendo publicidad algunas televisiones. ¿Cómo que no lo esperábamos? ¿En qué mundovive Jara? “Alrededor de una de cada diez personas que contraen difteria morirá como consecuencia de laenfermedad. En los niños menores de 5 años, hasta uno de cada cinco que contraen difteria morirá a causade la enfermedad”, explican en su web los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades deEstados Unidos. Pàmies, por su parte, aconseja a “todas las personas que se consideren en riesgo decontagio (que) tomen cloruro de magnesio y evidentemente en esta enfermedad valorar los pros y loscontras de revacunarse y hacerlo en consciencia, sabiendo a lo que nos arriesgamos en caso de vacunarse”.¿A qué nos arriesgamos?

Los efectos secundarios graves de la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina pueden ser“convulsión, espasmos o crisis de ausencia (alrededor de uno de cada 14.000 niños); llanto continuodurante tres horas o más (hasta alrededor de uno de cada 1.000 niños); y fiebre alta, 40º C o más(alrededor de uno de cada 16,000 niños)”, informa el Departamento de Salud de EE UU. La reacciónalérgica grave se da en menos de un caso por cada millón de inmunizados. Es decir, en cualquiercircunstancia, las complicaciones graves por vacunación son mucho menos frecuentes que losfallecimientos por difteria, que pueden llegar a un niño de cada cinco infectados. Todavía estamosesperando, por cierto, alguna reacción a la muerte del pequeño de Olot por parte de la llamada Liga parala Libertad de Vacunación, un grupo antivacunas que, cuando se conoció el caso, tuvo la desfachatez dedecir que “la difteria no es una enfermedad infecciosa inicialmente severa” y animar a las familias a novacunar a sus hijos.

¿Qué cabe hacer ante este panorama?

Educación y medidas coercitivas

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No les voy a ocultar lo que ya saben: soy partidario de la obligatoriedad de todas aquellas vacunas incuidasen el calendario de inmunizaciones. La Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que las vacunasevitan cada año en el mundo “entre 2 y 3 millones de defunciones por difteria, tétanos, tos ferina ysarampión”. Allí donde se han introducido masivamente la inmunización contra la difteria, el sarampión, latos ferina, la rubeola, y otras enfermedades, las muertes por esas dolencias han desaparecido. Si en lassociedades avanzadas no hay casos de esos males, no es porque los patógenos hayan decidido retirarse,sino porque, al estar la mayoría de la población vacunada, se produce lo que se conoce como inmunidad derebaño: el virus o bacteria no puede expandirse y contagiar a aquéllos que, por razones médicas, nopuedan vacunarse o tengan sus defensas bajas. Esa inmunidad de rebaño, basada en la solidaridadcolectiva, puede perderse por la actitud egoísta e insolidaria de los antivacunas, que hacen crecer elporcentaje de personas no protegidas y minarían la inmunidad de grupo. Es lo que sucedió en diciembreen Disneylandia, donde los bajos índices de vacunación dispararon un brote de sarampión en el que seregistraron más de cien casos.

Nuestros políticos son partidarios de invocar principios como la solidaridad para hacer que los antivacunasentren en razón. Lamentablemente, mientras haya grupos que fomenten la antivacunación -en algunoscasos, por intereses económicos; para vender sus productos milagro-, habrá padres engañados que ponganen peligro a sus hijos. De rebote, como digo en mi libro El peligro de creer, esos padres irresponsables,además de con la de sus hijos, juegan a la ruleta rusa con la salud de “los lactantes, de aquellos pequeñosque no pueden ser inmunizados por circunstancias particulares, de quienes nacieron antes de lascampañas de vacunación masivas y no pasaron la enfermedad, y de quienes han perdido o tienendebilitadas las defensas ante los agentes infecciosos, como los receptores de trasplantes de médula ósea,los diabéticos y los infectados por el VIH”. Si me obligan a ponerme el cinturón de seguridad en el coche -yahí sólo pongo en peligro mi vida-, ¿por qué me permiten no vacunarme por capricho?

California acaba de aprobar una ley que prohíbe la escolarización de los niños que no estén vacunados. Nopodrán acceder a la enseñanza pública ni privada, a no ser que medien razones médicas para su noinmunización. Se acaba así con la exención de no vacunar por creencias religiosas o personales. Es unamedida legítima para luchar contra un peligroso hábito que, si se extiende, puede se un peligro para todos.Jim Carrey, un actor tan histriónico como irracional, es culpable en parte del éxito del movimientoantivacunas en EE UU. En los programas de televisión de Oprah Winfrey, la Mariló Montero yanqui,difundió durante años junto con Jenny McCarthy, conejita Playboy y entonces su novia, la idea de que lasvacunas provocan autismo.

El movimiento antivacunación contemporáneo tiene su origen en una investigación fraudulenta el médicobritánico Andrew Wakefield publicada en 1998 en la revista The Lancet. Tras examinar a doce niñosautistas, él y sus colaboradores aseguraron que había una conexión entre la administración de la triplevírica –que protege contra el sarampión, la rubeola y la parotiditis (paperas)– y ese trastorno. Aunque lacomunidad científica recibió el hallazgo con escepticismo por lo pequeño de la muestra, el estudio tuvo ungran impacto mediático en el Reino Unido. Muchos padres empezaron a tener miedo de que la triple víricaconvirtiera a sus hijos en autistas y, en los diez años siguientes, el índice de vacunación país cayó del 92% al85%, y los casos de sarampión se dispararon. En febrero de 2010 The Lancet retiró el artículo de susarchivos. Oficialmente, es como si nunca hubiera existido. En mayo de ese mismo año, el Consejo GeneralMédico del Reino Unido prohibió a Wakefield ejercer en el país por su actitud deshonesta e irresponsableen ese estudio. Y, en enero de 2011, después de siete años de investigación, el periodista Brian Deerdesveló en The British Medical Journal que Wakefield había planeado una serie de negocios para obtenermillones de dólares aprovechándose del miedo hacia las vacunas que su fraudulenta investigación iba ainfundir al público. Nada de esto importa a Carrey, abanderado de la causa de Wakefield en EE UU.. El muyignorante ha tuiteado hace unas horas: “El gobernador de California dice sí a envenenar más a los niñoscon mercurio y aluminio en las vacunas obligatorias. Este fascismo corporativo tiene que parar“.

En Australia, el Gobierno ha decidido que quienes no inmunicen a sus hijos no tendrán derecho abeneficios fiscales que se aplican hasta que los menores cumplen cinco años. En España, podrían aplicarsetranquilamente esas dos medidas. Además, los colegios de médicos deberían sancionar a los profesionalesque fomenten la antivacunación. Y, por último, dado que la biología permite en la actualidad identificar elindividuo origen de un brote, también podría legislarse para que, si se trata de un niño que no ha sidovacunado por voluntad de sus padres, éstos hagan frente a todos los gastos ocasionados su decisión y nose detraiga ese dinero del de todos. ¿Van a hacer nuestros políticos algo en la línea de California yAustralia, o esperarán a que mueran más niños por enfermedades evitables? ¿Van a ser contundentes lassociedades científicas españolas y, como ha hecho la Asociación Médica Estadounidense, abogar por lavacunación obligatoria? La pelota está en los tejados de nuestros dirigentes y de la profesión médica.

Por su parte, los medios deberían dejar de promocionar a colectivos antivacunas como la Liga para laLibertad de Vacunación e individuos como Miguel Jara y Josep Pàmies. No hay dos bandos en el debatesobre la efectividad de las vacunas porque ese debate no existe en la comunidad científica. Esta el bando

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de la ciencia y el de los que maltratan a niños no vacunándoles al exponerles a graves enfermedadesprevenibles. Hace falta más y, sobre todo, mejor información médica y científica para que la gente de lacalle adquiera anticuerpos contra los charlatanes de la antivacunación. Las vacunas han erradicadoenfermedades mortales como la viruela y están a punto de acabar con otras como la poliomielitis. Susbeneficios se cuentan por millones de vidas salvadas cada año y muchas más personas que no quedaránmutiladas o, por ejemplo, atadas a pulmones de acero de por vida. Sus riesgos son mínimos. Sn embargo, sino te vacunan tus padres, puedes acabar como el pequeño de Olot. En un ataúd.

http://magonia.com/2015/07/01/que-podemos-hacer-para-frenar-a-los-antivacunas/

20 Razones para no vacunar

1. Aunque parezca increíble, realmente no se han realizado estudios científicos para determinar si lasvacunas realmente previenen enfermedades. De hecho, los estudios muestran que las vacunas se hanintroducido cuando las epidemias ya están acabando. Las vacunas están hechas de las enfermedades quepretenden prevenir, así que en ciertas ocasiones pueden causar brotes epidémicos en lugar deerradicarlos.

2. NO se han realizado estudios sobre el efecto a largo plazo de las vacunas. Los estudios se enfocan acorto plazo, en donde se compara a un grupo que ha recibido una vacuna con un grupo que ha recibidootro tipo de vacunas. Técnicamente, los estudios también deberían incluir a un grupo de personas que nohayan recibido vacunas.

3. Nunca se ha realizado un estudio oficial con la intención de comparar una población vacunada con unapoblación que no lo esté para determinar los efectos que tienen esas vacunas en los niños y la sociedad.Algunos estudios independientes indican que los niños vacunados son en promedio más propensas aenfermarse.

4. En diversos países, los niños no reciben sólo una vacuna, sino varias. Prácticamente no se han hechoestudios para determinar los efectos de múltiples vacunas en el cuerpo de un infante.

5. No hay razón para vacunar demasiado a los niños. Las vacunas efectivamente ayudan a prevenirenfermedades, pero los niños sufren en promedio de menos del 2% de las enfermedades que pueden serprevenidas con vacunas, pero se les aplica cerca del 98% de las vacunas. Vacunar no es siempre algodañino, pero los resultados son impredecibles y arriesgados.

6. Los niños son vacunados debido mayormente a que la falta de información sobre el tema hace que seamás fácil el inducir a las personas a vacunar a sus hijos.

7. Se recomienda que los infantes más pequeños consuman UNICAMENTE la leche materna hasta los 6meses de edad. Esto se debe a que sus frágiles cuerpos difícilmente toleran mucho más que eso. Sinembargo, esto no parece detener a la mayoría de la población, que vacuna a los niños aún sin saberclaramente cuáles son los efectos a largo plazo.

8. Realmente aquellos que reciben las vacunas no saben qué es lo que se inyectan. Desde hace años, lasvacunas contienen materiales dañinos a la salud: contienen metales pesados, cancerígenos, antibióticos,bacterias y demás. Estos ingredientes no deberían ser introducidos al cuerpo.

9. Las vacunas suelen ser útiles sólo por determinados períodos de tiempo. Es más lucrativo agregarleconservantes a las fórmulas, para hacerlas más duraderas, en lugar de hacer más vacunas. Estosconservantes pueden incluir metales pesados como aluminio y mercurio, entre otros. Los metales pesadoshacen daño en el organismo aún en dosis bajas. No se ha hecho nada para remediar esto ya que quitar elmercurio de las vacunas las haría más caras.

10. El mercurio usado como conservante en las vacunas es, además de ser un metal pesado, unaneurotoxina. Es tan tóxico que su nivel de peligro para la salud humana es comparable al uranio. Dentrodel cuerpo, funciona como una neurotoxina que puede dañar a todo el sistema nervioso, especialmente delos niños. El mercurio se acumula en las células de grasa, y ya que el cerebro es mayormente células grasas,es difícil sacarlo del organismo.

11. Entre las enfermedades y condiciones que están relacionadas con el uso de vacunas se encuentran:síndrome de inmunodeficiencia en simios, ictericia, leucemia, diversos tipos de cáncer, diabetes, autismo,entre otras.

12. Al sentir los síntomas de alguna enfermedad, usualmente creemos que la enfermedad los causa. Estoes falso, ya que el sistema inmunológico es el creador de los síntomas en respuesta a patógenos. Suprimirla habilidad del cuerpo de alarmar y luchar contra enfermedades causa que el sistema inmunológico seamás y más débil con el tiempo, lo que podría causar que las personas vacunadas se enfermen más que lasno-vacunadas.

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13. Al estimular ciertas inmunidades en el cuerpo, las vacunas han creado una alarmante alza enenfermedades autoinmunes.

14. Diversos gobiernos han debido pagar enormes sumas de dinero como compensación, luego de que lasvacunas suministradas a la población causaron diversas enfermedades y condiciones.

15. Las vacunas NO previenen enfermedades, sólo hacen al cuerpo más resistente, pero no totalmenteinmune a alguna enfermedad. Las vacunas estimulan un determinado tipo de inmunidad en el cuerpo, peronada impide que una enfermedad pueda mutar y luego entrar en el organismo. Las vacunas como métodode prevención de enfermedades sólo son útiles en casos muy específicos.

16. Si un niño resulta afectado por alguna condición relacionada al uso de vacunas, prácticamente nadiepuede ayudarlo, ya que no hay muchos sistemas de tratamiento ante este tipo de eventualidades. Laconexión entre las vacunas y ciertas condiciones es rechazada por las industrias que hacen las vacunas.

17. Diversos estudios independientes parecen sugerir que los niños vacunados son más propensos a sufrirde asma, dermatitis, alergias, retrasos en el desarrollo, trastornos de déficit de atención, hiperactividad,entre otras.

18. El mercurio usado en las vacunas puede provocar infertilidad tanto en hombres como en mujeres alalterar el sistema endocrino.

19. Varios tipos de vacunas han debido ser retiradas del mercado debido a los conservantes y otrosingredientes que llevan. Usualmente la población no sabe exactamente qué es lo que hay en las vacunas, yal no saberlo, corren el riesgo de ser alérgicos a estos ingredientes.

20. Hoy en día, para ahorrar tiempo y dinero se inyectan distintos tipos de vacunas al mismo tiempo. Estono le da tiempo al cuerpo a reaccionar adecuadamente y usualmente el sistema inmunológico no puederesponder adecuadamente, lo que hace a las personas más propensas a sufrir las enfermedades que lasvacunas intentaron prevenir.

Cada quien tiene derecho a tomar sus propias decisiones en cuanto a las intervenciones médicas yrespetamos ese derecho de las personas, pero queremos que los padres tengan la información necesaria yadecuada para poder tomar una decisión informada antes de vacunar. La verdad es que los padres solotienen una fuente de información al momento de vacunar, y esta proviene de los gobiernos, doctores yfabricantes de vacunas, los cuales todos tienen un conflicto de interés ya que se benefician directamentede las ganancias generadas por las ventas de estas vacunas.

http://www.saludcasera.com/salud-casera/50-razones-para-vacunar-tus-hijos/