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Título: El secreto de aita

Edita: Emakunde-Emakumearen Euskal Erakundea Manuel Iradier, 36 01005 VITORIA-GASTEIZ www.emakunde.es Telefonoa: 945-016700

Textos: Karmele Jaio

Ilustraciones: Alexander Jaio

Diseño y maquetación: EPS, Eusko Printing Service

Fotomecánica: EPS, Eusko Printing Service

Imprenta: Grafilur,S.A.

D.L..: BI-2472/08

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–Aitaaa…

–¿Qué pasa, Julen?

–No puedo dormir….

–Tienes que dormir, cariño, mañana tienes que madrugar para ir a clase.

–Pero no tengo sueño, aita.

–¿Quieres que te cuente un cuento?

– ¡Vale! ¿Cuál?

–¿Los tres cerditos?

–No, aita. Ese me lo has contado mil veces… ¿No sabes otro?

–Pues… la verdad es que no.

– ¿No?

–Bueno… igual sí, igual sé uno…

– ¿Uno nuevo?

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–Sí, nuevo, y muy especial. Es como uno de esos caramelos que tienen chicle dentro. ¿Sabes por qué? Porque éste también guarda algo dentro… un secreto.

–¿Un secreto? ¿Cuál?

–Hasta comer el caramelo no aparece el chicle, ¿verdad?

–No.

–Bueno, pues aquí igual. Hasta terminar el cuento no aparece el secreto.

–Aitaaa, ¡pero yo quiero saber el secreto!

–Pues entonces tienes que estar atento y escuchar el cuento con los ojos cerrados. Y no puedes abrirlos hasta terminar ¿eh?

–Vale, aita, venga, ya he cerrado los ojos… ¡Empieza yaaa!

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Érase una vez un hombre que se llamaba… Fidel. Fidel vivía con Marga y un día, cuando Marga volvió a casa del trabajo, Fidel le notó algo raro. Parecía como si tuviese los ojos más grandes que nunca y como si escondiera entre los labios una sonrisa. –Fidel… estoy embarazada. Vamos a tener un hijo… o, tal vez, una hija –le dijo Marga, y Fidel se emocionó tanto, que se mareó y cayó al suelo. –¿Estás bien, Fidel? –le preguntó Marga, arrodillada junto a él en el suelo. –Sí, Marga… Es que no me lo puedo creer, voy a ser padre…–Yo creía que ahora me tenía que crecer a mí la tripa, y no a ti la cabeza… -dijo Marga, mirando al chichón que le salió a Fidel en la cabeza. Y los dos empezaron a reír sin parar.

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Mes a mes, la tripa de Marga iba creciendo. Allí dentro había una criatura cada vez más grande. El médico les dijo que era un chico y decidieron que le llamarían Aitor.

Muchas veces, en casa, Fidel abrazaba a Marga y ponía la mano sobre su tripa, para que así, decía, el niño conociese la mano de su padre antes de nacer. Y al oír a Aitor moverse sentía un cosquilleo especial en el estómago. Como si alguien estuviese tocando el tambor allí dentro.

–Mira, Marga, esto no lo voy a poder hacer luego. Con una sola caricia, acaricio a la vez a dos personas. ¡A Aitor y a ti! ¡Es como hacer magia!

Marga se reía siempre con las ocurrencias de Fidel.

–Yo tampoco podré sentir esto luego –le respondió Marga. –Ahora mismo hay dos corazones latiendo dentro de mi cuerpo. ¡Esto sí que es magia!

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Fidel y Marga estaban muy contentos. Pasaban el día soñando cómo iba a ser Aitor, preparando todo para cuando él llegara, yendo juntos a las clases gimnasia... Pero también estaban nerviosos. Fidel a veces se imaginaba a sí mismo como si fuese un explorador ante una gran aventura. Cuántas cosas nuevas tenían por descubrir… Se hacía mil preguntas: ¿Qué podría hacer él mientras naciera Aitor? ¿Y una vez que naciera? ¿Ya sabría como coger al niño? Y ¿qué era ese cosquilleo tan raro que sentía en la tripa últimamente?

Quería ser el mejor padre del mundo, pero ¿qué tenía que hacer para serlo? ¿Quién le iba a enseñar a ser un buen padre?

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Entonces pensó en su aita, al que su hermana ya había hecho abuelo. Seguro que le daría algún consejo.

–Fidel, te tengo que decir la verdad. En nuestra época no pudimos ser padres del todo. Me he dado cuenta de eso ahora que soy abuelo –le dijo su padre.

– ¿Por qué dices eso, aita?

–Pasábamos poco tiempo con vosotros. Y ¿sabes? Ahora me da pena. Pasábamos el día fuera de casa, y ahora, todo el tiempo que no pasé con tu hermana y contigo lo estoy pasando con mi nieto. Mi consejo es éste: Cuida a tu hijo, porque es tu tesoro.

–Y no sólo eso –dijo la madre de Fidel. –Enséñale a él también a cuidar a las personas, porque algún día tendrá que hacerlo.

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Alfinal,llegóelgrandía.Enelhospital,Margatuvoquehacermuchos esfuerzos para poder traer a Aitor al mundo.

–Luego dirán que las mujeres son débiles… –pensó Fidel, mientras secaba las gotas de sudor de la frente de Marga.

Y en el momento en el que se escuchó el llanto de Aitor, Fidel sintió un calor tan intenso que se imaginó a sí mismo cociéndose dentro de una cazuela.

Fidel cogió a Aitor en brazos y lo puso luego sobre Marga. Y nada más ponerlo allí el niño empezó a buscarle el pecho a su madre.

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Mientras Marga estaba en la cama del hospital, las enfermeras le enseñaron a Fidel a bañar a Aitor, a cambiarle los pañales. Primeroanduvounpocotorpe,pero,alfinal,aprendióycuando llegaron a casa le enseñó a Marga todo lo que le habían enseñado a él en el hospital.

Marga seguía cansada. Ya tenía bastante con dar de comer al niño y recuperarse del esfuerzo que había hecho. Durante varias semanas, Fidel se hizo cargo de todos los trabajos de la casa y pidió para ello un permiso en el trabajo.

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Tras algunos meses, un día pasó algo maravilloso. Fidel y Aitor estaban solos en el dormitorio y de repente, Aitor le miró fijamentealosojosyledijo:

–¡A..i..t..a!

Entonces Fidel sintió el cosquilleo en el estómago más fuerte que había sentido nunca.

–¿Qué es esto? –se preguntó, con las manos en la tripa.

Y no acertó a saber qué era. Todavía no sabe muy bien lo que es. Pero cada vez que Aitor le dice «A..i..t..a», un cosquilleo le recorre el estómago y se pone a reír. Si le preguntan por qué se ríe, él no contesta nada, porque lo del cosquilleo en la tripa es un secreto. Todavía no se lo ha contado a nadie, y ha pensado que sólo se lo va a contar a Aitor, pero más tarde, cuando crezca un poco.

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–¿Julen? ¿Te has dormido?... Vaya, yo también quería contarte un secreto ¿Sabes? Cada vez que me llamas aita yo también siento un cosquilleo extraño en la tripa. Qué cosa más rara, ¿verdad? Esto también es como magia… ¿Qué será?

–El chicle.

–Pero, bueno, ¿no estabas dormido?

–No, sólo tenía los ojos cerrados.

–¿Cómo que el chicle?

–Sí, como el caramelo que tiene dentro chicle. Igual tú también tienes un chicle dentro que te hace cosquillas.

–Sí, tal vez todas las personas tengamos un chicle dentro, escondido como si fuera un pequeño tesoro, y cuando lo descubrimos, nos hace cosquillas.

–Pues yo no tengo cosquillas.

–¿No? Ya verás cómo sí…

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fin

–Ay, ¡Aita! ¡No me hagas cosquillas! ¡Nooo!

– ¿Tienes cosquillas o no?

–Sí, sí, déjame, por favor…

–Bueno, ahora tienes que dormir.

–¿Me vas a contar mañana el cuento?

–¿Cuál? ¿El de los tres cerditos?

– ¡No! El del chicle…

–Bueno, está bien. Pero ahora tienes que dormir. Gabon.

-Vale. Gabon… ¡A..i..t..a!

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La paternidad es una buena oportunidad para aprender a cuidar y a compartir

las tareas diarias desde la igualdad. «El secreto de Aita» es un cuento publicado

porEmakunde-InstitutoVascodelaMujerconelfindepromoverunmodelo

de paternidad corresponsable y de destacar la necesidad de un cambio hacia

posiciones más igualitarias en la vida cotidiana.