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RESUMEN Los escritores ecuatorianos han creado un rico legado de imaginarios que apuntan a una identidad nacional que es, en el fondo, plurinacional e intercultural. Si bien los autores de la Generación del 30 plantearon con su narrativa un proyecto de nación que incluía a las dife- rentes culturas que la habitan –proyecto mestizo fallido, sin embargo, en tanto anulaba las diferencias y consagraba las desigualdades–, el protagonismo social de estas culturas en la década de los 90 complementa la propuesta surgida desde lo literario en los años 30. Adicionalmente, la auto-representación política actual de dichos grupos pone en tela de jui- cio criterios del ámbito cultural contemporáneo; uno de ellos es el del llamado «Síndrome de Falcón», que pretende ser una metáfora de la carga de representar a sectores sociales des- favorecidos, que ha pesado sobre los narradores ecuatorianos durante el siglo XX. Todo ello empuja el proceso de reconfiguración del panorama de la cultura ecuatoriana: la creciente participación de estas voces antes silenciadas, así como la emergencia de otras formas de contemplar al mundo natural, que suscitan nuevas lecturas de novelas clásicas como Don Goyo o La isla virgen de Demetrio Aguilera-Malta. PALABRAS CLAVE: Literatura ecuatoriana, Joaquín Gallegos Lara, Demetrio Aguilera-Malta, Generación del 30, vanguardias, «Síndrome de Falcón». SUMMARY Ecuadorian writers have created a rich legacy of characters who point towards a national identity that is, ultimately, multi-national and inter-cultural. Although the authors of the 1930’s generation proposed through their fiction a notion of nation that included all of the different cultures within it –it was a failed miscegenation project as it eliminated differences while rein- forcing inequalities–, the social role of these groups during the 90’s complements that pro- KIPUS / 165 25 / I semestre / 2009, Quito ISSN: 1390-0102 Joaquín Gallegos Lara y «El síndrome de Falcón»: literatura, mestizaje e interculturalidad en el Ecuador MICHAEL HANDELSMAN University of Tennessee, Knoxville

El Sindrome de Falcón Handelsman

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El síndrome de Falcón

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  • RESUMENLos escritores ecuatorianos han creado un rico legado de imaginarios que apuntan a unaidentidad nacional que es, en el fondo, plurinacional e intercultural. Si bien los autores de laGeneracin del 30 plantearon con su narrativa un proyecto de nacin que inclua a las dife-rentes culturas que la habitan proyecto mestizo fallido, sin embargo, en tanto anulaba lasdiferencias y consagraba las desigualdades, el protagonismo social de estas culturas en ladcada de los 90 complementa la propuesta surgida desde lo literario en los aos 30.Adicionalmente, la auto-representacin poltica actual de dichos grupos pone en tela de jui-cio criterios del mbito cultural contemporneo; uno de ellos es el del llamado Sndrome deFalcn, que pretende ser una metfora de la carga de representar a sectores sociales des-favorecidos, que ha pesado sobre los narradores ecuatorianos durante el siglo XX. Todo elloempuja el proceso de reconfiguracin del panorama de la cultura ecuatoriana: la crecienteparticipacin de estas voces antes silenciadas, as como la emergencia de otras formas decontemplar al mundo natural, que suscitan nuevas lecturas de novelas clsicas como DonGoyo o La isla virgen de Demetrio Aguilera-Malta.PALABRAS CLAVE: Literatura ecuatoriana, Joaqun Gallegos Lara, Demetrio Aguilera-Malta,Generacin del 30, vanguardias, Sndrome de Falcn.

    SUMMARYEcuadorian writers have created a rich legacy of characters who point towards a nationalidentity that is, ultimately, multi-national and inter-cultural. Although the authors of the 1930sgeneration proposed through their fiction a notion of nation that included all of the differentcultures within it it was a failed miscegenation project as it eliminated differences while rein-forcing inequalities, the social role of these groups during the 90s complements that pro-

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    Joaqun Gallegos Lara y El sndrome de Falcn:literatura, mestizaje e interculturalidad en el Ecuador

    MICHAEL HANDELSMANUniversity of Tennessee, Knoxville

  • posed by the literature of the 30s. Additionally, the political self representation of thesegroups calls into question the criteria of the contemporary cultural context exemplified by theThe Falcon Syndrome, which seeks to be a metaphor for the burden of representingsocially disadvantaged groups, which has weighed heavily over Ecuadorian writers throug-hout the 20th century. All of this propels the reconfiguration process within the panorama ofEcuadorian culture: the growing participation of the long-silenced voices, as well as the emer-gence of other ways to look upon the world, allows for new readings of classic novels suchas Don Goyo or La isla virgen, by Demetrio Aguilera-Malta. KEY WORDS: Ecuadorian Literature, Joaqun Gallegos Lara, Demetrio Aguilera-Malta, 1930sgeneration, vanguards, The Falcon Syndrome.

    [ ] el problema de la nacin no desaparece,tenemos que reflexionar sobre la nacin

    de una forma distinta [].John Beverley1

    PUBLICAR EN EL Ecuador es quedarse indito: as reza uno de los vie-jos lugares comunes del mbito cultural ecuatoriano. Por cierto, entre losmuchos factores que siguen siendo responsables de esta realidad, est la exis-tencia de un sistema ineficiente de distribucin de libros, tanto a nivel nacio-nal como internacional. Sin embargo, el desconocimiento de las letras nacio-nales no ha de sugerir una falta de creadores o de produccin y, aunque parez-ca una contradiccin, tampoco faltan lectores. Pero, lo que es an ms impor-tante destacar, es la medida en que esa literatura desconocida sigue partici-pando ora directa, ora indirectamente en la construccin asimtrica y asin-crnica de la nacin ecuatoriana, y en eso radica su actualidad permanente.

    Se recordar que la literatura [] ha sido y es un espacio alternativopara la reflexin y para la experimentacin,2 y esta afirmacin hemos decomprenderla en trminos de un continuo proceso colaborativo entre crea-dores y receptores. De hecho, si retomamos la idea de que en el siglo vein-tiuno el papel del intelectual es re-imaginar reinventar, diran algunos losfundamentos de nuestra humanidad,3 pues nos competer a todos asumir

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    1. Cfr. Alicia Ortega, Una conversacin con John Beverley, en Kipus, revista andina deletras, No. 5, Quito, II semestre 1996, pp. 63-82.

    2. Vctor Barrera Enderle, Sobre literatura, crtica y globalizacin en la Amrica Latina,en Casa de las Americas, No. 237, La Habana, octubre-diciembre de 2004, p. 89.

    3. Ratna Kapur, Dark Times for Liberal Intellectual Thought, en Profesin 2006, NewYork, Modern Language Association, 2006, p. 30.

  • nuestra responsabilidad social de lectores asiduos y creativos, ya que es lamirada y no el objeto mirado lo que implica genuinidad.4

    Aunque la literatura ecuatoriana consiste en mltiples contenidos yresiste cualquier intento de encasillarla en forma simplista, s existen impor-tantes vertientes que la definen y que constituyen su vitalidad y vigencia. Esas que la identidad como preocupacin u objeto de reflexin consta comoun eje transversal en toda la historia de la literatura ecuatoriana. Espejo,Olmedo, Mera, Carrin, Palacio, Carrera Andrade, Adoum, Ynez Cosso,Velasco Mackenzie, Carvajal, Pazos, Holst y muchos otros escritores delpasado y del presente han creado un rico legado de imaginarios que apun-tan a una identidad nacional que es, en el fondo, plurinacional e intercultu-ral. Esta ltima afirmacin es polmica, precisamente porque pone en debatelos conceptos mismos de la nacin y de la identidad, especialmente en nues-tros tiempos globalizados, y cuyos orgenes se encuentran en el colonialismo,quehoy en da se comprende en trminos de la colonialidad del saber y unamodernidad racializada que se disputa entre lo que Fernndez Retamar iden-tifica como los subdesarrollados y los subdesarrollantes.

    En lo que se refiere al tema de la identidad, el socilogo ManuelCastells ha puntualizado que debido al acelerado ritmo de los flujos de rique-za, poder e imgenes de la globalizacin, la bsqueda de identidad se ha vuel-to una fuente fundamental en la creacin de un sentido social (social mea-ning) ante una aparente desterritorializacin acompaada por la apropiacinde tradicionales estructuras, instituciones, movimientos sociales e imagina-rios. Por lo tanto, la gente tiende a formular el mentado sentido social no enbase a lo que se hace, sino a lo que se es, o a lo que se cree ser.5 Adems, elmismo Castells distingue dos tipos de identidad: una que es de la resistenciay la otra que nace de un proyecto o programa de transformacin. Estas dosmanifestaciones de la identidad forman dos columnas vertebrales a vecesparalelas, a veces cruzadas que sustentan la literatura ecuatoriana como unproceso de interaccin entre escritores y lectores. Segn mi punto de vista, elmestizaje y la interculturalidad son respuestas identitarias que nos ofrecen unaclave efectiva para contextualizar las letras nacionales y reconocer su sentido

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    4. Roberto Fernndez Retamar, Calibn quinientos aos ms tarde, conferencia pre-sentada en la Universidad de Nueva York, 1992, p. 1.

    5. Manuel Castells, The Rise of the Network Society, 3 vols., Oxford, Blackwell Publishers,2000, 2a. ed., vol. I, p. 3.

  • histrico, su coherencia social y su condicin de enlace dentro de un proce-so continuo de descolonizacin y decolonialidad. Para entender la estrecharelacin entre mestizaje e interculturalidad, las identidades de resistencia conlas de transformacin y, por ltimo, la descolonizacin y la decolonialidad,solamente hace falta reflexionar sobre la literatura del Ecuador a partir de dosmomentos histricos la poca dorada de los aos 30 del siglo veinte juntoal perodo que nace con el levantamiento indgena de 1990.

    Si bien es cierto que las propuestas estticas y ticas de la Generacin delos aos 30 ya se haban truncado (se haban desviado?) al entrar en los aos50, es necesario rescatarlas ahora, porque El concepto de Pachakuti (tiempoque vuelve) asociado a cataclismos y revoluciones indica que los tiempos pasa-dos no pasaron de manera irremediable sino que tienen la capacidad de volverde otra manera.6 Es decir, la radicalidad original del pensamiento de los inte-lectuales de los aos 30 vuelve a emerger al leerlo desde la interculturalidadactual, especialmente cuando a sta se la piensa desde lo indgena (y msrecientemente desde lo afro) puesto que su meta no es simplemente recono-cer, tolerar ni tampoco incorporar lo diferente dentro de la matriz y estructu-ras establecidas [], sino que es hacer reconceptualizar y re-fundar estruc-turas sociales, epistmicas y de existencias que ponen en escena y en relacinequitativa lgicas, prcticas y modos culturales diversos de pensar y vivir.7

    Recordemos que en plena poca de los discursos nacionales latinoa-mericanos cimentados en un mestizaje supuestamente democrtico e inclu-yente, como un rechazo de las estructuras oligrquicas del pasado, los jve-nes escritores del Ecuador reconstruyeron la nacin desde los mrgenes socia-les, incorporando a la literatura las mltiples caras y voces olvidadas que cons-tituan las mayoras del pas. De hecho, se ha comentado que, en el siglo vein-te, la revolucin cultural ms profunda que se ha realizado surgi cuando losmrgenes lograron ser representados en el arte, la pintura, el cine, la msica,la literatura, la poltica y la vida social, en general.8 Sin embargo, esta repre-

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    6. Nicolas, en Mario Yapu, comp., Modernidad y pensamiento descolonizador (Memoriadel Seminario Internacional), La Paz, UPIEB, 2006, p. 89.

    7. Catherine Walsh, en Hamilton Magalhaes Neto, edit., Desarrollo e interculturalidad,imaginario y diferencia. La nacin en el Mundo Andino, 14 Conferencia Internacional,Ro de Janeiro, Educam, 2006, pp. 34-35.

    8. Anthony D. King, edit., Culture, Globalization and the World-System. ContemporaryConditions for the Presentation of Identity, Minneapolis, University of Minnesota Press,1997, p. 34.

  • sentacin vista como una forma de liberacin mayor lleg a su mxima expre-sin y tuvo su mayor fuerza cuando los mrgenes mismos se responsabiliza-ron por su propia representacin en las ltimas dcadas del siglo veinte; esentonces cuando la actualidad y vigencia del proyecto de la Generacin de los30 se vislumbran, al leer que La Interculturalidad como proyecto tico-pol-tico es justamente eso: una manera de superar, en democracia, la violenciasimblica estructurada en el imaginario social.9 En efecto, al recuperar y visi-bilizar para la literatura y otras artes a los cholos, montuvios, negros e indios,la Generacin de los 30 dio expresin a una nueva modernidad que preten-da construir a un pas democrtico y libre de aquella violencia simblicaestructurada en el imaginario social.10

    Lamentablemente, este proyecto de reivindicacin y (re)construccinse perdi en un mestizaje latinoamericano que termin fusionando las dife-rencias y, en el camino, convirti la deseada inclusin social y cultural en unnuevo sistema blanco-mestizo de exclusiones y antagonismos, tan acertada-mente retratado por Jorge Icaza en su novela corta, Mama Pacha (1952), yen su ya clsico El chulla Romero y Flores (1958). Ser recin en los aos 70y, sobre todo, a partir de 1990, cuando el Ecuador se reencuentre con su plu-ralidad, pero ahora concebida desde la interculturalidad en vez de un mesti-zaje parcial(izado) y fallido.

    Esta diferencia de conceptos y prcticas que definen las dos pocasdestacadas aqu, por lo menos en lo que se refiere a las identidades naciona-les en el Ecuador, no deben interpretarse en trminos dualistas. Ms bien elproyecto descolonizador de los intelectuales de los aos 30 se complementay se completa con los recientes avances sociales realizados por los grupos mar-ginales anteriormente defendidos y representados por otros. Este agencia-miento o protagonismo social propio de aquellos objetos de diversas causasclebres de antao es precisamente lo que faltaba en los aos 30 y, por eso,

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    9. Tubino, en Milka Castro-Lucic, edit., Los desafos de la interculturalidad: identidad, pol-tica y derecho, Santiago, Universidad de Chile, 2004, p. 93.

    10. Con no poca razn, el escritor Leonardo Valencia ha observado: La innovacin se pre-senta cuando la literatura busca deshacerse o sabotear lo que se le quiere atribuir ysorprende a los lectores renovando sus formas (p. 190). Aunque el efecto casi inme-diato de sabotaje y renovacin que produjo Los que se van en 1930 ya ha sidocomentado muchas veces, no estar de ms volver a insistir que esta expresin delrealismo social naci de una propuesta netamente literaria que pretenda vincular loesttico con lo tico, pero sin dejar de ser literatura.

  • fue imposible llevar la descolonizacin a la decolonialidad. Catherine Walshnos recuerda que la decolonialidad no es algo necesariamente distinto de ladescolonizacin, pero su meta no es la incorporacin o la superacin (tam-poco simplemente la resistencia), sino la reconstruccin radical de seres, delpoder y saber, es decir, la creacin de condiciones radicalmente diferentes deexistencia, conocimiento y del poder que podran contribuir a la fabricacinde sociedades distintas.11

    Walsh tambin nos advierte que la construccin de nuevas condicio-nes sociales del poder, saber y ser no marcan el final del proyecto y procesoporque la eurocentricidad y la colonialidad no simplemente desaparecen. Poresta misma razn la interculturalidad y la decolonialidad tienen que ser enten-didas como procesos enlazados de una lucha continua.12 Pero esa lucha con-tinua tambin se remonta a los aos 30 y, por lo tanto, leer la literatura deaquella poca con una perspectiva intercultural de hoy, la misma que convo-ca a Pachakuti (tiempo que vuelve), nos permite resignificar un proyectoesttico y tico que estaba ms cerca de los movimientos decoloniales actua-les de lo que se pensaba.

    De modo que la interculturalidad activada en los aos 90 del siglo pasa-do, por las comunidades indgenas y afroecuatorianas est reconfigurando lascartografas fsicas y mentales de la nacin. De hecho, la Nueva Constitucin,aprobada ampliamente en septiembre de 2008, lleva un sello profundamentepluricultural por no decir plurinacional que abre, explcita e implcitamente,la posibilidad a nuevas lecturas de la nacin. Por supuesto, hay todava mucharesistencia a los saberes otros en la reconstruccin del Ecuador y en su llama-da Revolucin Ciudadana, y queda por verse hasta qu punto la nueva litera-tura se deje atravesar por las voces nuevas y sus imaginarios otros. Y qu decirde nosotros, los lectores? Sabremos leer la literatura ecuatoriana desde la

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    11. Catherine Walsh, edit., Pensamiento crtico y matriz (de)colonial (reflexiones latinoa-mericanas), Quito, Universidad Andina Simn Bolvar, Sede Ecuador / Ediciones Abya-Yala, 2005, p. 24.

    12. Con su acostumbrada elocuencia, Mart ya seal en su Nuestra Amrica de 1891: Eltigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. Muere echando lla-mas por los ojos y con las zarpas al aire. No se le oye venir, sino que viene con zarpasde terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre encima. La colonia continuviviendo en la repblica []. El tigre espera, detrs de cada rbol, acurrucado en cadaesquina, en Carlos Ripoll, Conciencia intelectual de Amrica. Antologa del ensayohispanoamericano (1836-1959), New York, Las Americas Publishing Company, 1970,2a. ed., p. 228.

  • interculturalidad? La respuesta a estas preguntas determinar en gran medidala verdadera actualidad y relevancia de la cultura ecuatoriana.13

    II

    Todo depende de cmo se lea la literatura hoy.O desde dnde se la lea.

    Josefina Ludmer14

    Despus de afirmar la vigencia de la produccin literaria de laGeneracin de los aos 30, en relacin a los procesos sociales actuales deinterculturalidad y decolonialidad, conviene detenernos en lo que LeonardoValencia ha acuado como El sndrome de Falcn, una suerte de metoni-mia que pretende encapsular la evolucin de las letras ecuatorianas desde1930. Concretamente, Valencia pone en tela de juicio el aspecto reivindicati-vo del legado de los escritores del realismo social, el mismo que l consideradesgastado y agotado a estas alturas del siglo XXI y, adems, advierte que laliteratura como tal no debe confundirse con la sociologa y las luchas polti-cas. Segn ha sealado: Ese sndrome de Falcn, lamentablemente, volver aaparecer cada vez que alguien homologue el mundo de la ficcin con el

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    13. Conviene recalcar aqu que el tema de la interculturalidad como proceso de transfor-macin general de la sociedad ecuatoriana (y de toda sociedad dentro de nuestromundo globalizado) no ha de considerarse un mero tema ocioso, descontextualizado ydestinado a perderse en generalidades retricas. Como ya se ha mencionado, la nuevaConstitucin del Ecuador contempla la interculturalidad como uno de sus principalespilares de construccin nacional y, en lo que respecta al sector cultural y su desarrollo,se est elaborando una nueva ley de cultura, cuya agenda ha puesto en debate lanecesidad de Fomentar valores y fortalecer espacios e instituciones que impulsen lainterculturalidad. Dos de las numerosas estrategias de implementacin que se estnconsiderando en la actualidad son la Incorporacin de la visin intercultural en la edu-cacin en todos sus niveles y la Inclusin de sectores histricamente excluidos enlos procesos de creacin, acceso y disfrute de bienes y servicios culturales (34) [Estainformacin viene de Adrin de la Torre Prez, miembro fundador de la CoordinadoraCultural Pas, que ha puesto en circulacin un documento titulado Agenda constitu-cional mnima para el sector cultural (40 pp.)].

    14. Josefina Ludmer, Literaturas posautnomas 2.0, en Kipus, revista andina de letras,No. 22, Quito, II semestre de 2007, pp. 71-78.

  • mundo real. O mejor dicho: que se someta la ficcin literaria a propsitos aje-nos a ella. As lo que se pierda son las posibilidades ficcionales de la novela.15

    Para los no iniciados, la referencia al sndrome de Falcn nos remi-te a Joaqun Gallegos Lara y a Juan Falcn Sandoval. Mientras que el prime-ro fue uno de los mayores guas intelectuales de la Generacin de los 30, quetambin era un discapacitado que no tena uso de las piernas, el otro era elcompaero fiel que cargaba a cuestas al amigo escritor. Para Valencia, aquellapareja que recorra las calles de Guayaquil simboliza(ba) esa carga explcitao velada por querer o deber representar al pas, que los escritores ecuatoria-nos llevan o llevaban en los hombros [].16 Por lo tanto, la destacadacarga poltica estaba destinada a conducir la literatura del Ecuador y detoda Amrica Latina a un inevitable reduccionismo que encerrara a losescritores en un localismo y un folklorismo mal entendido17 ya que deb-amos mantenernos en las zonas o en los retratos nostlgicos de mundos quetienen proyectos histricos y patriticos.18

    Esta preocupacin por la funcin de la literatura en la sociedad y ellugar que debe o no debe ocupar el compromiso social en la creacin lite-raria no es nueva, ni tampoco pertenece solamente a Amrica Latina. Es decir,el sndrome de Falcn tiene que comprenderse en un contexto mayor, aslo presenta el mismo Valencia que, tambin, puntualiza que Ahora noscorresponde leer y escribir desde distintos territorios.19 Sin duda, esta lti-ma referencia quiere resaltar la condicin globalizada (y supuestamente des-territorializada) de todos y, adems, evoca una masiva e incontenible migra-cin cuyos efectos se patentizan en todas partes. Segn entiendo de estasreflexiones, Valencia reclama la liberacin creativa de los escritores, puestoque la imaginacin [es su] verdadero territorio20 y, por consiguiente, notiene sentido esperar que ellos sean el vocero de algo superior como unanacin, que lo valida, y de la que se siente representante.

    Aunque ser evidente en el primer apartado de este ensayo que discre-po con la idea central de Valencia de que no le corresponde a la literatura

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    15. Leonardo Valencia, El sndrome de Falcn, Quito, Paradiso Editores, 2008, p. 199.16. Ibd.17. Ibd.18. Ibd., p. 186.19. Ibd., p. 188.20. Ibd., p. 201.

  • tanto en el Ecuador como en el resto de Amrica Latina representar sim-blicamente lo que se ha denominado como una cuestin de identidad,21 miobjetivo principal por recoger su interpretacin del sndrome de Falcn noes polemizar, sino ofrecer otra lectura de la evocacin de Gallegos Lara yFalcn, como un referente metonmico que ayuda a comprender la literaturaecuatoriana (y latinoamericana) desde el contexto de la colonialidad y desdeaquel proceso ya mentado arriba de descolonizacin y decolonialidad. Entrelos muchos conceptos que informarn mi lectura adems de los que ya heplanteado al comienzo de este anlisis destacar aqu los de Humberto E.Robles y Santiago Pez. De Robles, se lee que Los libros y los escritores,especialmente los libros, sirven para fundar y fomentar una cultura, para pro-mover valores;22 por su parte, Pez ha puntualizado (en referencia a unaponencia de Valencia titulada Cunta patria necesita un novelista?) que sibien es cierto que la patria de los escritores es el lenguaje, ste solo existe comohabla concreta, histrica y geogrficamente definida. Como una abstraccinintemporal solo est en las mentes tan complicadas de los lingistas.23

    Al pensar en el simbolismo de Gallegos Lara sobre los hombros deFalcn, lo primero que resaltar es el hecho de que no es el intelectual quienlleva al pueblo a cuestas, sino que es al revs. O sea, es el pueblo quien sus-tenta al escritor y, en el caso concreto de Gallegos Lara, es Falcn el hom-bre del pueblo quien lo hace caminar. Todo eso evocar, tal vez, al intelec-tual orgnico de Gramsci, y es precisamente lo que Valencia cuestiona cuan-do se trata del oficio de los escritores como tales.24 Pero, ms que ser esta

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    21. Ibd., p. 171.22. Humberto E. Robles, Vigencia de Jos de la Cuadra, clsico ecuatoriano, en

    Eskeletra, No. 10, Quito, junio 2004, p. 5.23. Cfr., el blog de Santiago Pez. El texto de Valencia se encuentra en El sndrome de

    Falcn, pp. 191-202.24. Aunque esta referencia a Joaqun Gallegos Lara ha de comprenderse en su sentido

    simblico y no como un perfil biogrfico, propiamente, es interesante recordar que elcaso histrico de Gallegos Lara es instructivo cuando se contempla la relacin complejaque muchos escritores comprometidos han tenido con el llamado pueblo a travs de losaos. Nela Martnez, que era escritora, activista poltica y compaera de Gallegos Lara,ha sealado que en lo que respecta a su capacidad de vivir de la literatura o de la pol-tica, las penurias econmicas fueron otra causa que tambin le impidi dedicar mstiempo a escribir, pues siempre deba buscarse un salario. Fue ayudante en camiones.Despus, incluso cuando ya era reconocido como un intelectual y haba publicado algu-nos libros, el nico puesto que le dieron en Guayaquil fue el de cuidador de la piscinamunicipal (Cfr. entrevista con Pablo Salgado J., Joaqun y Nela. Dos vidas en unamisma historia, en Eskeletra, No. 5, Quito, agosto 1996, p. 15).

  • relacin una carga, yo preferira insistir en su carcter simbitico. Es decir,los intelectuales y el pueblo se sustent(ab)an mutuamente. Mientras que laliteratura de la poca logr superar una tradicin de lites que giraba entre elcolonialismo espaol y un cosmopolitismo que pecaba a menudo de ser torre-marfilista para, as, resignificarse dentro de un proceso histrico de descolo-nizacin, el pueblo encontr en los escritores un medio capaz de visibilizarloy representar sus intereses. Alfonso Reyes lo entendi as cuando escribi ensu ensayo titulado Notas sobre la inteligencia americana de 1936: []entre nosotros no hay, no puede haber torres de marfil. Esta nueva disyunti-va de ventajas y desventajas admite tambin una sntesis, un equilibrio que seresuelve en una peculiar manera de entender el trabajo intelectual como ser-vicio pblico y como deber civilizador.25

    De nuevo surgen la preocupacin de Valencia y su invocacin al sn-drome de Falcn. Lo que deseamos destacar de esa imagen, sin embargo, esla posicin vertical del intelectual sentado sobre los hombros del pueblo,signo ejemplar de esa faceta de la descolonizacin de los aos 20, 30 y 40 delsiglo pasado. Ms que una relacin entre superiores e inferiores, se trata delintelectual que hablaba por el pueblo, en nombre del pueblo, precisamenteporque tena uso de la escritura y la educacin necesaria para la representa-cin, sea sta propia de la poltica o de la cultura. A pesar de las buenas inten-ciones, con el tiempo esa dinmica de representacin en las artes muchasveces se convirti en una suerte de ventrilocuismo que le restaba al pueblo unverdadero protagonismo social, ya que se lo consideraba un objeto ms queun sujeto dentro de las luchas sociales. Por eso, Maritegui en Siete ensayos deinterpretacin de la realidad peruana (1928) haba hecho la distincin entreuna literatura indigenista y una deseada literatura indgena.26

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    25. Cfr. C. Ripoll, Conciencia intelectual de Amrica, p. 417. Se recordar que ya en 1891Mart haba puntualizado que pensar es servir.

    26. La complejidad de la descolonizacin como proceso social y esttico para el intelectualcomprometido, pero siempre sujeto a contradicciones propias de la colonialidad, sepatentiza al leer a Guillermo Mariaca Iturri cuando se pregunta: Puede acaso salvar-se el intelectual orgnico de la tentacin prometeica del paternalismo y del don de laprofeca; puede acaso dejar de hablar en nombre de la revolucin como recurso deter-minante en ltima instancia de la legitimidad de su palabra; puede acaso pronunciarsiquiera una palabra incontaminada por la modernidad metropolitana, aunque su discur-so haya recurrido a todos y solo a los recursos de la negacin, de la crtica, de la sub-versin? (Guillermo Mariaca Iturri, El poder de la palabra: ensayos sobre la modernidadde la crtica literaria hispanoamericana, La Habana, Casa de las Amricas, 1993, p. 59).

  • Si bien esa verticalidad entre intelectuales y marginados tendr pocaaceptacin hoy da, la necesidad de seguir fomentando una relacin siguevigente, aunque transformada. Dicha verticalidad ha pasado a una horizonta-lidad, y la representacin ahora va acompaada por una autorrepresentacin,la misma que potencia verdaderos dilogos interculturales. De manera que, elllamado pueblo como entorno humano, geogrfico e histrico sigue consti-tuyendo una cantera fundamental de temas y experiencias dignas de la(re)creacin literaria. Por supuesto, no ser la nica fuente de materiales per-tinentes para la creacin, ni tampoco garantizar de por s una literaturalograda. Pero dentro de la literatura como un conjunto de posibilidades deexpresin e interpretacin, ms que una forzosa carga, lo nacional puedetrascender precisamente porque, en manos de buenos escritores, sirve de ven-tana a travs de la cual la humanidad aparecer con toda su complejidad, lamisma que espera nuestra imaginacin de lectores tan necesaria para comple-tar la creacin artstica.27

    De nuevo, volvemos a la lectura como prctica intercultural y comocamino hacia la decolonialidad. Ya que los Falcn tienen la palabra y que sucontribucin a la labor de los escritores es la creacin de un dilogo de tomay daca de diversas y mltiples ideas y propuestas, nos compete a los lectoresescuchar atentamente para, as, estar en mejores condiciones de interpretar loque ha estado enterrado o desfigurado en la literatura del pasado, por unaparte, y lo que espera una renovada y transformada capacidad de leer el pre-sente mientras se imagina el futuro, por otra. De ah vienen al caso las nue-vas interpretaciones de la representacin de la naturaleza en la literatura, porejemplo; en vez de una ptica arraigada en los innumerables y archiconoci-dos proyectos de modernizacin que han dado forma a gran parte de la his-toria de Amrica Latina, la emergencia del sumak kawsay como filosofa y arti-

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    27. Aunque rebasa el propsito de este ensayo, siento la necesidad de, por lo menos,hacer referencia al tema de lo nacional y el temor de algunos de que se convierta enun callejn sin salida de estrechos particularismos y localismos que puedan anular lacreacin artstica. Como reflexin personal, y debido a mi condicin de extranjero quese esfuerza por pensar y expresarse en una segunda lengua, siempre he tomado loecuatoriano (y lo latinoamericano en general) como una va capaz de conducirme msall de la estrechez y la miopa. Perogrulladas aparte, todo es relativo ya que lo local ylo global forman un palimpsesto inseparable cuyo sentido se encuentra en las palabrasde Josefina Ludmer citadas en el epgrafe que da inicio a esta seccin del ensayo:Todo depende de cmo se lea la literatura hoy. O desde dnde se la lea.

  • culacin de una manera otra de contemplar al mundo natural convoca nue-vas lecturas de novelas clsicas como Don Goyo o La isla virgen de DemetrioAguilera-Malta del Ecuador, o de La vorgine de Rivera, Doa Brbara deGallegos, El reino de este mundo de Carpentier y de tantas obras ms deAmrica.

    Leonardo Valencia tiene razn al sealar que leemos para ampliarnuestra percepcin y desconfiar de una sola realidad.28 Pero, tambin, valela pena recordar a Hans Bertens quien ha constatado que

    [] la literatura no refleja simplemente las relaciones de poder, sino queparticipa activamente en la consolidacin y/o construccin de discursos eideologas como, tambin, funciona como un instrumento en la construc-cin de identidades, no solamente en el nivel individual el del sujetosino, tambin, en el nivel del grupo, o hasta en el del Estado-nacin. Laliteratura no es simplemente un producto de la historia, sino que tambinla produce.29

    No hay duda de que, en sus mejores momentos, los escritores de laGeneracin de los 30 comprendieron que su proyecto literario era, tambin,una propuesta poltica que luchaba desde la literatura por (re)escribir la his-toria nacional, puesto que desconfiaban de una sola realidad oficial que secaracterizaba por silenciar e invisibilizar mltiples y conflictivas realidadesotras. Por consiguiente, al contemplar la referencia a Gallegos Lara sobre loshombros de Juan Falcn, por lo menos en su sentido semitico, se vislum-brar una relacin dinmica y fructfera y equilibrada entre la esttica y latica. De hecho, esta misma relacin complementaria evocada por la imagende Gallegos Lara y Falcn se encontraba en un momento histrico cuando,de una manera paralela, se complementaban las vanguardias artsticas y socio-polticas, una relacin que a menudo se ha tergiversado, relegndolas a unequivocado dualismo de polos intocables en vez de aprehenderlas en su sen-tido profundamente dialogal.30

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    28. L. Valencia, El sndrome de Falcn, pp. 200-201.29. Hans Bertans, Literary Theory (The Basics), London, Routledge, 2001, p. 177.

    Traduccin ma.30. En un ensayo incluido en esta edicin de Kipus, Humberto E. Robles demuestra clara-

    mente la medida en que Jos de la Cuadra y sus compaeros de generacin infundie-ron su realismo social con un profundo conocimiento de las literaturas de todas partesy de todas las pocas. Concretamente, al referirse a De la Cuadra, seala Robles: La

  • La interculturalidad como un proceso capaz de ampliar nuestrapercepcin pretende reconstruir este dilogo siempre tenso y conflictivoque atraviesa toda la pluralidad que es el Ecuador y, por extensin, el mundoglobalizado en que vivimos. Falcn sin Gallegos Lara, o Gallegos Lara sinFalcn, resulta ser una figura incompleta y esttica. Est claro que su relacinha evolucionado, como todo evoluciona a travs de la historia, incluyendo laliteratura y nuestras lecturas de la misma. Los debates implcitos en el sn-drome de Falcn no han de parar precisamente porque pertenecen al pro-ceso intercultural que promete transformar los saberes tradicionales, llevn-dolos de la colonialidad a la descolonizacin y, eventualmente, a la decolo-nialidad. Tanto el Ecuador como su literatura estn jugando un papel funda-mental en esta transformacin y, en palabras de Fernando Tinajero, La inter-culturalidad y la formacin artstica deben tener all [en una nueva ley de cul-tura] su tratamiento adecuado, porque es a travs de ellas como podemosalcanzar el desarrollo humano, que es el nico verdaderamente deseable, sindejarnos seducir por los cantos de sirenas del mercado.31

    III

    La respuesta del arte es el arte como respuesta.Vctor Jara32

    Para concluir estas reflexiones sobre literatura, mestizaje e intercultu-ralidad, volvamos a la pregunta que plante al final de la primera seccin delensayo: Sabremos leer la literatura ecuatoriana desde la interculturalidad?.Soy optimista al respecto precisamente porque los Falcn entendido comoun gran compuesto de marginalizacin y exclusin, sea cual fuere su raza,gnero, clase o preferencia sexual sienten cada da menos la necesidad dedepender de otros por su (auto)representacin. En lo que se refiere a esta

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    refundicin que De la Cuadra propuso del tema constituye un homenaje o tributo al his-torial de los textos que lo inspiraron; atestigua asimismo su rigor esttico y sus preocu-paciones sociales: literatura y compromiso, terrigenismo y universalismo, lo local y loplanetario marchan mano a mano en su relato (Humberto E. Robles, Honorarios(adaptaciones y refundiciones en De la Cuadra y Aguilera-Malta).

    31. Fernando Tinajero, Temas pendientes, en El Comercio, Quito, 27 de marzo de 2009,www.elcomercio.com

    32. Le agradezco a Adrin de la Torre Prez por recordarme este verso.

  • (auto)representacin de lo afro y la literatura escrita, existe desde hacemuchas dcadas en el Ecuador una tradicin notable con figuras luminariascomo Adalberto Ortiz, Nelson Estupin Bass, Antonio Preciado y, msrecientemente, Argentina Chiriboga y Juan Montao. Hay que insistir, sinembargo, que esta misma literatura gana an ms fuerza y profundidad cuan-do se la lee en dilogo con otras voces de las comunidades afroecuatorianasno identificadas con las letras tradicionales, pero s dedicadas a recuperar sumemoria colectiva mediante sus proyectos de etnoeducacin y la recopilacinde sus tradiciones orales. En efecto, el aporte a la cultura y al pensamiento engeneral de Juan Garca, Jos Chal y Pap Roncn, por ejemplo, ayudan aasentar las bases para aquella lectura intercultural que promete conducirnos aimaginarios ms incluyentes.33

    Por lo tanto, se espera que la emergencia de los Falcn, como unafuerza protagnica dentro de la creacin, produzca nuevas formas de com-prender lo que constituye dicha creacin y sus mltiples formas de expresin.As parece ser el caso del cine y video que se estn convirtiendo paulatina-mente en medios efectivos de autorrepresentacin para miembros de pueblosy comunidades indgenas. En un reportaje publicado en el diario El Telgrafodel 17 de mayo del 2009 titulado El cine que revela la cosmovisin indge-na, se informa de los avances que algunas comunidades estn realizando yque se evidencian gracias al segundo Festival de Cine y Video de los Pueblosy Comunidades Indgenas. Aunque el Ecuador tiene una larga y venerabletradicin indigenista dentro de las artes, Alberto Muenala asevera (con pala-bras de Javier Samano, maestro mexicano de cine), que La estructura men-tal de un realizador indio procede de otro ordenamiento espacial, temporal yconceptual, lo cual se refleja en su narrativa.34

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    33. Una interesante y necesaria investigacin comparativa sera estudiar el tipo de acepta-cin que estos escritores afroecuatorianos han tenido a travs de los aos, tomando encuenta la problemtica de lo racial y lo nacional como contexto de las lecturas e inter-pretaciones de ms persuasin tradicional pero sin conciencia de la dispora afrojunto a las lecturas e interpretaciones ms recientes realizadas desde una perspectivadiasprica.

    34. Segn el artculo de El Telgrafo, Alberto Muenala es director de Rupai, una corpora-cin organizadora del festival mencionado que, tambin, dirige talleres de comunica-cin para indgenas interesados en el video para dictarles cursos en los que a ms deltema audiovisual se estudia fotografa, radio e internet. El objetivo fundamental dedichos cursos es que se elabore un producto que, en el caso de cine, fue un corto-metraje. Este reportaje fue escrito por Ftima Crdenas.

  • Visibilizarse como son parece ser la consigna de la labor de Muenalay sus compaeros de Rupai. Hemos de sealar que esta propuesta no est ais-lada y, de hecho, refleja un amplio movimiento popular de rescate culturaldentro de las artes en todo el pas. En no poca medida, estos proyectos estnpotenciando nuevos conceptos de un Ecuador plurinacional, capaz de llevarlos logros descolonizadores del pasado hacia la deseada decolonialidad cuyamxima expresin ser, precisamente, la interculturalidad. As se ha de enten-der el sentido y el significado de la exposicin fotogrfica de Juan Garca yEdizon Len, titulada El color de la dispora. Frente a una historia oficialque distorsion cuando no borr por completo la presencia de sus afro-descendientes, Juan Garca y Edizon Len decidieron emplear la fotografacomo un medio de afirmacin y reconstruccin existencial. De la mismamanera que Alberto Muenala haba recurrido al cine para reescribir una his-toria que hasta entonces haba estado exclusivamente en manos de mestizos,Edizon Len constat:

    Al hacer un esfuerzo colectivo e histrico por construir(nos) nuestras pro-pias (re)presentaciones a partir de las fotografas, la muestra trabaja elproblema de la representacin, marcando una actitud decolonial desde laconciencia negra por dejar de mirarnos en y desde el espejo del otro.Efectivamente las imgenes son ms que imgenes; son rostros quenunca ms sern annimos, rostros que no estarn condenados al silen-cio, rostros con dignidad que ni siquiera la esclavitud logr arrebatarnos.35

    De manera que, el panorama total de la cultura ecuatoriana estcambiando gracias a la creciente participacin de estas nuevas voces que, enrealidad, no son nuevas, aunque su resonancia estuvo enmudecida por unlargo silenciamiento propio de la colonialidad. Segn Alberto Muenala, elindigenismo es cosa del pasado. Ahora cabe hablar del cine de los pueblos y

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    35. Esta cita (p. 11) viene del catlogo de la exposicin cuya curadura estuvo a cargo deEdizon Len y William J. Dewey. La exposicin tuvo lugar en la Universidad AndinaSimn Bolvar de Quito y en el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Catlica delEcuador de julio a agosto de 2006 y, de agosto a diciembre de 2006, se dio en laGalera de la Universidad de Tennessee, el Centro Cultural Negro y el CentroUniversitario de la misma universidad en Knoxville, Tennessee. Las cuarenta fotograf-as de El color de la dispora pusieron de relieve importantes aspectos de la vida coti-diana de varios lugares de la provincia de Esmeraldas en la Costa ecuatoriana y delValle del Chota en la Sierra.

  • las comunidades indgenas. Lo mismo dirn Juan Garca y Edizon Len res-pecto a los afrodescendientes y sus mltiples formas de expresin y autorre-presentacin. No me imagino todava qu implicaciones tendr la intercultu-ralidad para los que escriben y escribirn literatura ecuatoriana. Pero, desdemi condicin de lector y extranjero ecuatorianizado, la relacin entre Falcny Gallegos Lara ha cambiado, y esta transformacin desde la verticalidad a lahorizontalidad ha alterado mi manera de leer, imaginar y pensar los mundoscontenidos en la literatura. En busca de qu, se preguntar? Repitamos,pues, las palabras del cantautor, Vctor Jara: La respuesta del arte es el artecomo respuesta. b

    Fecha de recepcin: 10 marzo 2009Fecha de aceptacin: 02 abril 2009

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