El Sueño Del Hijo Del Carpintero

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    A ti padre, porque siempre estarás… 

    Mi eterno agradecimiento a Bertha Rojas, Ma´Lourdes de Lima, Etherline Mikeska,Patricia Torres, Adalinda Arrese, Gloria Enríquez, Ieda Vilas Boas y CarolinaPardo.

     A través de este libro quiero que sepan lo importante que fue su aliento para minuevo accionar … 

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    PRÓLOGO

    “La memoria no es lo que recordamos, sino lo que nos recuerda. La

    memoria es un presente que nunca acaba de pasar.” Octavio Paz

    El prólogo sin ser imprescindible, se convierte en parte primordial de una obra; poreso, me siento honrada con el autor, por tan importante encargo. Hacerlo implicadiálogo con el escritor, conocimiento y disfrute por lo escrito, el recibir de ese hijo,que es un libro, que enlaza para siempre ese apadrinamiento, que en mi caso seconvierte en amadrinamiento.

    Edgar Huamán Gallegos nos presenta El su eño d el hi jo d el carp int ero y con suobra nos conduce a diversos escenarios que permiten conocer a Edhú, personaje

    que nos revela al hombre frente a las circunstancias; pero de manera esencial, alviajero, metáfora de sus aspiraciones, de su búsqueda, de la insatisfacción; porquesiempre busca algo o a alguien para complementarse, acompañarse, inspirarse.

    El escritor dedica la obra a su padre y agradece a quienes le brindaron su aliento;pero ahora con su obra devuelve a todas ellas, mujeres, colegas, coidearias, untrabajo inspirador; porque envuelto en su realismo nos lleva desde la primerahistoria a modo de introducción So lo sécam inar , el gusto por partir, por viajar,endosado a una niñez entre escapadas, un sentido de no ser “de aquí…ni de

    allá” ; también de continuar porque su hada le habló “de nuevos mundos aúndesconocidos”. 

    Tok, Tok, Tok , nos revela su amor protector que cuando niño se vuelca en unapava, a quien costó perderla; pero su esperanza se vería realizada en el huevoque, por los esmerados cuidados, llegó a eclosionar para otorgarle la alegría dever al animal a quien cuidaría. Historia deliciosa matizada de un humor ensituación, de expresiones cotidianas del campo; pero a la vez, de hechos realespropios de los personajes que intervienen.

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    Mi gran cometa pava roja,  nos envuelve en el triste recuerdo del juguetedestruido en manos de un ser irascible. Triste y bella descripción a la vez: “Aúnrecuerdo su mirada terrible. Esa mirada de ira malsana, de cólera irracional, quese fijó en mi querido juguete, compañero de muchos viajes a la luna, a las estrellas

    y a otros continentes…”  

    El séptimo h ij o  guarda conexión a las creencias populares: “Dicen las historias populares que todo séptimo hijo sufre mucho durante su vida.” Pero a la vez elnarrador sustituye la expresión despojándola de la maldición popular y afirma:“Dios lo compensaría bien, le daría mucha, pero mucha suerte. De hecho pareceque San Martín de Porras, el santo moreno, empezó a cuidarlo desde el primer díade su vida.”  

    El amor y la admiración al padre se revela en Cosas de Niños , porque “además

    de un buen carpintero fue un gran maestro de matemática y yo sigo tratando deser un carpintero tan grande como él…”; revelación que evidencia la conexión de

    su iniciativa, aprendizajes y creatividad con toda la herencia paternal. Sin duda,el padre es quien hace de Edhú, un verdadero matemático.

    El narrador nos presenta a un Edhú solidario, tierno, capaz de acoger a un perroherido, de domesticarlo de cierta forma; de establecer una amistad leal. Y meperdonó, demuestra esa lealtad que rebasa todo.

    Si no hub iera s ido hum ano, seguro que perro hub iera s ido mi dest ino, títuloextenso de una narración fluida que establece de forma discreta una amistad entreEdhú y su maestra; que deja en suspenso al lector con un final novedoso: “¿Cómoterminó mi amistad con mi querida maestra?, nunca nadie lo sabrá. Los perros nohablan…” 

    El personaje principal nos lleva a distintos escenarios, ciudad, costa, oficina, calles,aulas, selva…; en tanto el narrador , que es múltiple (primera y tercera persona),nos presenta a personajes diversos, con características especiales, vinculados alprotagonista quien se muestra y revela a partir de los otros, sin exclusión alguna;así cuando habla de su madre no deja de describirse, de ubicarse en un camino,en una circunstancia y si habla del hada de blancos cabellos, por ella cumplió susueño y regresó a la niñez para correr entre dinosaurios. Primavera y Verano, enforma de metonimia reflejan a dos niñas, que nacieron para robarle el alma,convirtiendo al lobo feroz en bueno “ cuando vivió su primera primavera y su primerverano juntos”. 

    Tal emoción y orgullo generan los niños del pueblo que permanecen alegres apesar de las vicisitudes, esos niños que bien nos aclara: “No te confundas que mis

    niños no son tontos, también pelean por la niña de gigantes ojos negros que lessonrió a ambos durante el recreo. (…) A estos pequeños les gusta mirar por las

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    ventanas de su aula cuando están en la escuela, porque criados en libertad añoranla amplitud del campo”. Niños que son su reflejo, ellos añoran la amplitud delcampo; él, la libertad de viajar.

    Cuando nos habla de su amigo Heraclio nos presenta una interesantecomparación: “Éramos tan diferentes. Yo era un blanquito más bien esmirriado yél un Hércules broncíneo de brazos descomunales para su edad. Él era taciturnoy melancólico; yo, un badulaque hablador. Él era fiel y yo trataba de serlo. Yo erael buscapleitos y él, más bien el que me sacaba de ellos. Nunca lo vi pelear sinrazón. Yo peleaba cada vez que me miraban mal. Él sacaba muy buenas notas yyo, bueno, hacía lo que podía”. 

    Y este retrato conjunto nos lleva a conocer cada vez más a ese Edhú que tambiénteme, que al final se descubre, que siente los cambios, que nos cuenta pormenores

    y a veces nos deja con las dudas; que se descubre y se cubre; que describe yomite; que consuela, pero que comprende que las palabras no son suficientes; quedesafía a la muerte pero que al final lo atrapa porque nos conduce de su niñez asu adolescencia, de su adolescencia a su juventud, de su juventud a su madurez;para hablarnos que El otoño es tá cerca; entonces, debe recordar, comprender ycuando habla parece “soltar pedazos de su vida”, porque requiere hallarse con esetiempo suspendido, ese fragmento de vida que surgió de un bellísimo poema, deunos ojos cafés, de una coincidencia, que luego sería continuidad…

    “De pronto un día perdió a un amigo, por quien lloró mucho tiempo.Luego perdió una amiga, por quien también lloró. Otro día perdió a suhermano y lloró menos. Hasta que un día perdió a su madre y ya no lloró.Había descubierto que todos partimos algún día y que el problema no es part ir , sino hacerlo con va lent ía, sin miedo, sin vergüenza.”  

    Y entonces, él partió…

    Genoveva Ponce NaranjoRiobamba - Ecuador

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    CARTA DE UN ASESINO

    Querido Edhú, espero logres comprenderme y me perdones algún día, por todo loque te hice. Te hice más bello, más bueno, más noble y hasta más inocente; paraal final obligarme a liquidarte, de lo contrario hubiera perdido la cordura o hastamuerto de la pena.

    Perdón, mil veces perdón.

     Atentamente,

    Edhú

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    SOLO SÉ CAMINAR

    No sé exactamente cuándo se inició todo. Tampoco sé quién fue el culpable, si mipadre o mi madre. Él, que me llevaba de paseo por La Parada, el Mercado Centraly esos lugares que eran ya desde niño, familiares para mí, pero que resultan tanpeligrosos y hasta ofensivos para muchos. Tal vez fueron los largos viajes a lasierra central, a bordo de buses que casi siempre se malograban en Tíclio, paravisitar a las primas de mi padre. O quizá fue mamá con sus escapadas hacia elinmenso desierto donde llegábamos muy de noche y tomados de la mano , 

    avanzando por la oscuridad casi a tientas, buscábamos la vieja casa sobre lahuaca.

    Quizá fueron los dos, con sus amores diferenciados por sus raíces, lo queconfundió mi orientación y me imposibilitó desarrollar el sentido de pertenencia,haciendo que desde muy pequeño sintiera que no era de aquí… ni de allá.

    Nunca lloré una casa, como cuando dejé a los 6 años la pequeña casita de laquinta donde nací. Porque entonces se nacía en casa, en las manos de lacomadrona, la precursora de las actuales obstetras.

    No miraba hacia atrás cuando salimos del barrio donde vivíamos. Mi miradaestaba enfocada en la distancia, en el sitio adonde íbamos, donde solo Dios sabeque aventuras viviríamos, montado en el camión de la mudanza.

     Asentarnos y desempacar los bultos, fue inmediato y ya estaba yo jugando en elviejo desierto. Tengo muy claro que lo que más me gustaba era mirar losgigantescos cerros, que a la distancia me retaban. Preguntábame: ¿Qué mundoshabrá detrás? No me tomó mucho tiempo saberlo. Más y más cerros. Por aquel

    entonces la gente no vivía como hoy, tan cerca al cielo.

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    Cumpliría los 11 años coronando también aquellas lejanas alturas que mis ojosañoraban, pensando - ¿Qué mundos ocultarían? - En eso contribuyó, y mucho, lapandilla, cuando armados de palos y hondas nos dirigíamos a buscar camorra alos chicos de otros barrios. La verdad es que nunca peleamos ninguna guerra, solo

    imaginábamos que conquistábamos nuevos territorios. Luego fue Duque, el granperro del barrio quien nos dejó avanzar hasta el peligroso mercado de Ciudad deDios, centro de acopio del cono sur de la capital, cuna de peligrosos delincuentes,como mi compañero de la escuela primaria, mi gran amigo “el cholo Abanto”, esesecuestrador que fuera leyenda por esos años, conocido como el terror de los ricosy de sus defensores los policías que no lograban dar con su huella.

     Adolescentes ya, el cholo solía defenderme de los otros chicos de su barrio, jóvenes delincuentes que a corta edad se emborrachaban y drogaban para robar- Al cabezón no le den, él debe estudiar; este huevón será algún día abogado y

    entonces tendremos quien nos saque de cana.

    Sentencia que nunca se cumplió. Dos veces tenté el ingreso a la carrera y nopude. Mal abogado hubiera sido, con la mala memoria que tengo. Mi hija si lo logró,gracias a Dios y al apoyo de su madre. Bruto hasta el final, yo quería unamatemática en la familia.

    Luego vendría mi primer campamento a los 16 años. Campamento donde mequemé el rostro, con el agua hirviente del desayuno, al día siguiente de llegados

    al lugar. A pesar del dolor, nunca pasó por mi cabeza el regresar a casa. - Volvery encima vencido, ¡ni de vainas!

    Una semana después cuando la infección había avanzado, llegué a casa dándolea mi madre el susto de su vida  –  ¡Muchacho de miércoles! Irse al monte, paradormir en el suelo y a la intemperie. ¡Indio tenías que ser como tu padre!

    Mientras mi hermano, el estudiante de medicina, curaba mis heridas, yo sonreíahinchando el pecho y lleno de orgullo me repetía - Sí, indio vagabundo,trashumante, caminero, viajero empedernido, así soy.

    Luego de ese primer campamento ya nunca dejé de caminar, siemprepreguntándome qué había allá arriba, en las cumbres o detrás de esta o aquellacordillera. Siempre caminando, trotando, corriendo, volando.

    No faltaron los peligros, las heridas, los huesos rotos, o el asma, mi antiguaenemiga, por dormir bajo la lluvia a temperaturas bajísimas. Extraño es que nuncatuviera miedo en esas soledades; mis amigos lo saben, es la ciudad la que mellena de temor.

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    Pero ese era el derrotero, conocer, olfatear, vivir libre, sin muros ni puertas,mirando las estrellas. Así conocí a mi primer amor, esa muchachita de ojossoñadores y blanquísimos dientes, un par de años mayor que yo, que me amó, apesar que su padre me odiaba, hasta que, como siempre, un día me fui. ¿Qué

    podía hacer?, siempre había un nuevo lugar por conocer.

    En la universidad ocurrió lo mismo, nuevos amigos, nuevos amores, otrosconocimientos y luchas, pero siempre la fiebre de volar. Cinco años, encerradoentre los muros del claustro eran muchos para mi alma. Cuando acababa el 4toaño, mi camarada Heraclio fue quien me dio el escape, podía cambiarme demodalidad y estudiar en el verano.

    Vete mejor Edhú, si te quedas te matan –Tiempos difíciles aquellos - No lo penséy ya estaba volando rumbo a las palúdicas selvas del río Madre de Dios – Además,

    en esas selvas el oro brilla en las orillas de los ríos.

    No duré mucho como minero, la realidad era terrible, hombres enfermosconsumidos por el paludismo, las enfermedades venéreas, la tuberculosis y elalcohol. Pero tenía mis estudios de educación. Entonces a enseñar se ha dicho.El monte es lindísimo, pero peligroso, el infierno verde le dicen. Así debía ser parael que no supiera vivir en él.

    Luego de unos meses conviviendo con nativos hechos en esa vida, ya estaba

    caminando a media noche por la selva durante dos o tres horas, tan solo para vera la chica de ojos negros como la malicia, que alguna vez me invitó a encontrarnosa la luz de la luna, bajo el gran castaño.

    El colegio donde enseñé no tenía muros y el monte lo rodeaba totalmente. Demodo que con solo pararme en la puerta del aula, ya estaba otra vez soñando connuevos mundos. Un año después regresaba a casa, flaco como un perro,avejentado por las fiebres, fumando como un chino y sin un centavo en losbolsillos. El sueldo de maestro de entonces no servía para viajar. Aun hoy lossueldos del maestro no sirven para mucho. Los vuelos consumieron mi precariaeconomía.

    - A ver si esta vez, te quedas tranquilo en Lima y trabajas cerca para que meayudes en la casa  –  renegaba mi madre. La pobre soñaba con hacerme unhombre de casa, con familia y eso.

    Pero esto es una enfermedad. Meses después, ya estaba otra vez lejos de casa,de la universidad y de mi esposa. Sí, ya me había casado; y lo hice lleno de amor,pero aún recuerdo que el día de la boda, parado a un costado de la ventana del

    segundo piso del municipio, en el despacho del alcalde, esperando el inicio de laceremonia, miraba por la ventana añorando mis limpios cielos y el frío, ese frío

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    inmenso de las cumbres. Susana parecía entenderme, era tanto su amor que medejaba ser. Al poco tiempo ya era padre, había llegado la primavera a mi vida, bella, rosada,frágil, hermosísima. - Su hija lo cambiará - decían algunos y claro que lo hizo, me

    volví más gente. Pero mientras enseñaba en algún colegio, de los muchos por losque pasé, siempre la misma nostalgia, las mismas ansias de volar. El aula meahogaba – debería enseñar turismo – pensaba.

    Tiempo después ejecutivo de una gran empresa, llegó mi verano, ese pedacito decielo que hoy sigue calentando mis noches de invierno. Un año soporté el trabajode oficina, juro que lo intenté, Dios es mi testigo. Pero no pude y volé de nuevo.Me convertí en agente viajero solo para poder seguir caminado y fue así comoconocí este bello e inmenso país.

    Todo iba bien, con ellas a mi lado, bueno casi…, hasta que en uno de mis viajesescuché a un experimentado vendedor hablar sobre estar hoy en Perú, para lapróxima semana estar en otro país. Y entonces ese virus que vive en mi sangredesde niño, se activó nuevamente - ¿Y que habrá más allá? – me volví a preguntarpor centésima vez.

    Y ya estaba nuevamente gastando mis humildes ingresos, buscando calmar misansias de conocer, de beber aguas nuevas, oler nuevas fragancias, tocar nuevastexturas y oír nuevas voces. Hoy puedo viajar con más calma y seguramente

    cometí algunos excesos en este recorrido, pero como me enseñó la vieja - Tratade no dañar a nadie.

    Ya estaba más tranquilo, cuando un día escuché, a quien se convertiría en una demis amigas más queridas, yo le digo mi Hada, hablar de nuevos mundos aúndesconocidos por mí, mundos de ensueño, de pasión, de fulgurantes amores, depaz y su verso me encerró en esta burbuja que me obliga a querer volarnuevamente.

     Ahora ya no necesito ni correr, ni caminar mucho; ahora todo el esfuerzo lo hacenmis manos, mi memoria, mi imaginación… 

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    TOK, TOK, TOK

    Después de 28 días de espera, mi esperanza se reavivaba - hoy será - me dije a

    mi mismo. Tirado en el suelo del gigantesco corral de la antigua casa, ensuciabami viejo uniforme de escuela, con plumas y tierra, pero no estaba para minucias,hoy sería el día. Hoy, después de 28 largos días.

    Esa tarde, ya lejana, llegó papá bastante alterado, vociferaba que vinieran todos aver lo que había traído - Justina, trae a los chicos para que vean esta belleza  – Pero, ¿de qué belleza, habla este hombre? - decía mamá, mientras nos llamaba atodos los que estaban en casa.

    En realidad a esa hora solo estábamos, además de mi madre, la tía Rosita y yo,de modo que pronto estábamos todos juntos frente al corral admirando la “belleza”de la que nos hablaba mi padre. Era nada menos que una hermosa pava negra,que liberada de sus ataduras caminaba ya con mucha gracia y soltura. Tanto garboy belleza, originó el consabido coro de viejas chismosas de las gallinas quienescon sus vecinas, las patas, llenaron el ambiente de sonoro bullicio.

    Desde el fondo del corral y aparentemente despreocupado el gruñón don patomiraba desde su roja cara a la nueva inquilina del corral. Todos conocíamos alviejo padre de la camada de patitos que corrían por el jardín o que se refrescaban

    en la poza de turbias aguas. Por eso le llamábamos gruñón. Malo, abusivo,

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    buscapleitos y pendenciero, todo eso junto era el gruñón, el constante dolor decabeza de mis 11 años.

    Debo decir en mi defensa, que la belleza de la pava muy pronto me cautivó, el

    color de sus plumas, entre negro y plomo, su cabeza roja y sus bellos ojossaltones, la convirtieron en mi engreída en muy poco tiempo. De modo que no fuedifícil aceptar la carga de la nueva habitante del corral, ya que mi labor era limpiary dar de comer a gallinas, patos, conejos y cuyes, ahora el darle de comer a lapresuntuosa pava, era para mí, un tremendo placer. Maíz, nicovita, alfalfa,zanahorias, panca de choclo y ahora mucha cebolla china - Así me ha dicho micompadre, que me regaló la pava, mucha cebolla china, para darle sabor a sucarne – decía mi padre, sentado en la terraza.

    Demasiado pronto se acercó la fiesta de Navidad y el destino de la bella pava ya

    estaba marcado. La tarde del 24 de diciembre, estaba jugando en mi habitación,cuando mi madre me llamó desde el corral - Edhú, corre agarra a la pava. Debocontarles, sin empacho, que a esa edad ya estaba acostumbrado a estasmatanzas de los animales del corral. Cada vez que venía la familia u ocurría uncumpleaños – Edhú, anda chápate unos cuantos cuyes, los machos más gordosque sean.

     Así que sin mayor miramiento atrapé al ave y tomándola de las alas yo y de laspatas mi tía, procedió mi madre a sacrificarla, para satisfacer el hambre de una

    bárbara costumbre que celebraba el nacimiento del hijo de Dios, con la matanzade tantísimos pavos en el mundo entero.

    Debo confesar sin embargo que aquella muerte, no fue como las otras, las gallinaseran chillonas y bullangueras y las patas también, los cuyes y conejos erantremendos destructores del jardín de mamá y el viejo gruñón, ya lo saben, nuncafue mi amigo. En cambio la joven pava era muy callada, nunca elevaba la voz,siempre caminaba con mucha gracia y nunca llamaba la atención más de lonecesario, contraria a los inacabables cacareos de las gallinas.

    Esa Navidad fue algo triste para mí, no quise comer la rica pava que todoselogiaron a mamá, jugué un par de horas con los cohetecillos, que por aquelentonces todos los chicos usábamos sin que le volaran la mano nadie. ¡Oh,tiempos aquellos!

    Como siempre, aquella noche buena, se tomó mucho en casa, y hasta muyavanzada la madrugada. Vinieron muchos vecinos trayendo sus botellas dechampán y a cambio mi madre dispensaba buenas porciones de la deliciosa pava – No lo sé, eso decían todos – con sus papas doradas y mucha ensalada fresca.

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     Al día siguiente muy temprano ya estaba dándoles de comer a los animales,mientras en la casa reinaba el más absoluto silencio solo roto por los reclamos delos animales, que al fin y al cabo ellos no entienden de noches buenas y cosas porel estilo, tenían hambre y era mi deber darles su comida. Cuando las gallinas salían

    de sus nidos a comer era cuando yo ingresaba a robarles sus huevos, todos losdías tenía que cumplir con esa labor.

    Grande fue mi sorpresa al hallar entre la espesa paja del fondo del corral, un nidode ave mucho más grande de lo normal, en él siete huevos de extraño color canelay tamaño considerablemente más grande que lo normal, descansaban esperandoel regreso de quien ya nunca más los calentaría.

    - Son los huevos de mi pava – deduje de inmediato - Seguro que ya vino preñada.

    - ¿Qué hago ahora? No contarle a mamá lo que ocurría en el corral era un delitoy se pagaba con sangre.

    Pero era tanto mi resentimiento por el asesinato de mi amiga que maquinando unplan, decidí guardar el secreto – Mamá nunca entra aquí y no se dará cuenta delo que pasó.

    Entre tantos huevos de gallinas y patas, algunos eran dejados en sus nidos paraque las madres los empollaran y pudieran así multiplicarse. Así que con mucho

    cuidado evitando maltratarlos tomé uno a uno los huevos de la difunta pavita y fuicolocándolos en distintos nidos, tanto de gallinas como de patas, esperaba queéstas no notaran la diferencia y empollaran los tremendos huevos como suyos.

    De ese modo comenzaron a correr los 28 días que debía esperar para elnacimiento de mis pavitos. Tremenda espera fue aquella, sobre todo porquealgunas gallinas, resabias las más viejas, separaron a los huevos de pava de lossuyos, mucho más pequeños por supuesto. Otros fueron dejados de lado comohueros porque los demás huevos eclosionaron y los pollitos o patitos correteabandesde hacía varios días y estos no. Sin embargo hubo uno de los huevos quecentraba todas mis esperanzas, la mamá pata que lo cobijaba, era muy buenapata, y salía muy poco a comer, solo se preocupaba por empollar.

    Un día de pronto encontré que varios patitos ya habían nacido. Durante la nochemás de la mitad habían roto el cascaron, pero mi huevo, nada, parecía que eldestino le jugaba la misma pasada que a sus hermanos, no nacería. Pero la pataera buena madre, siguió empollando un día más.

    Esa mañana no daban las 6 de la mañana y ya estaba metido en el corral,

    levantando las faldas a mi amiga la pata (éramos cómplices ahora) para revisar elhuevo de pava. Lo miré al trasluz como veía a mi madre hacer con los huevos de

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    gallina, pero nada pude ver, lo pegue a mi oído para escuchar algo, silencioabsoluto. Me ganaba el desencanto cuando decidí nuevamente pegarme el tibiohuevo al oído y de pronto lo sentí - Tok, tok, tok  –  clarito se escuchaba. Salícorriendo del corral con el huevo en mis manos, buscando a mamá.

    - Mamá, mamá mira, está naciendo un pavito – Nunca supe si mi mamá sabía loque pasaba o no desde antes, pero tomando el huevo en sus manos comprobócon su tremenda sabiduría que el pavo estaba naciendo.

    - Muy bien, llévalo donde su madre postiza y esperemos que tenga las fuerzaspara romper el cascarón.

    La verdad es que no le hice caso, porque no esperé que demostrara sus fuerzas,era mío y por supuesto que nacería, entonces con muchísimo cuidado comencé a

    descascarar el huevo desde el punto donde unas horas después asomaba unpequeño y oscuro pico. Casi de noche ya, con la ayuda de una linterna pudecomprobar que mi pavo había nacido.

     Aún recuerdo que esa noche soñé que montaba un gran pavo de arrogante pechohinchado y que juntos volamos sobre un hermoso valle de verdes eucaliptos.

    La mañana siguiente fue una fiesta, el gallinero entero celebraba el nacimiento demi pavo...oh, más bien, ¿miraban extrañados a este nuevo habitante del corral?

    Me imagino lo que  Andersen sentía mientras escribía la tierna historia de miscuentos de niño.

    Pero lo que pensaran los demás poco me importaba, aquí estaba yo para cuidar aese jovencito que sería mi protegido, era casi mi hijo. Imagínense, casi 28 días sindormir bien, preocupado por la suerte de este último vestigio de mi recordadaamiga.

    Esa mañana les di de comer a todos los animales, hasta a don gruñón le di dobleración - Llénate el buche para que no vayas a pegarle a mi amigo - ese día seríasu presentación en sociedad.

    La pata salió por fin de su nido, seguida por la camada de diez dorados patitos ymás atrás, aun caminando con dificultad, apareció el polluelo de pavo, con susplumas carmelitas, su aspecto desgarbado y el tremendo pico que difiere muchode los picos de pato. Como lo ordena la naturaleza, la pata fue directa a la poza asacarse de encima los días de espera y polvo, seguida de sus patitos y delimprudente pavito que sin pensarlo se lanzó, como los demás, a nadar.

    Desde prudente distancia yo observaba todo sin intervenir, más preocupado de larecepción que le diera a mi amiguito el malvado don gruñón. Cuál sería la sorpresa

    https://www.google.com.pe/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=0CCcQFjAA&url=http%3A%2F%2Fwww.biografiasyvidas.com%2Fbiografia%2Fa%2Fandersen.htm&ei=fQBgU6CzDvLQsQTGjoCIBw&usg=AFQjCNHNp_3OxwwrvOb_XHPbIVjBEwzmiw&bvm=bv.65397613,d.b2Ihttps://www.google.com.pe/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=0CCcQFjAA&url=http%3A%2F%2Fwww.biografiasyvidas.com%2Fbiografia%2Fa%2Fandersen.htm&ei=fQBgU6CzDvLQsQTGjoCIBw&usg=AFQjCNHNp_3OxwwrvOb_XHPbIVjBEwzmiw&bvm=bv.65397613,d.b2I

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    del pequeño pavo al comprobar que el mundo no está hecho de intenciones sinode posibilidades.

    Mientras sus pequeños hermanos retozaban en el agua haciendo uso de las

    herramientas que les dio la naturaleza, como la grasa que cubre sus plumas y quelos aísla del frio y la humedad, el pobre pavo comprobó que su cuerpo no estabahecho para el agua, parado hasta los muslos rodeado de agua, todas sus plumasmojadas, mi joven amigo se quedó quieto esperando alguna ayuda que nuncallegó. Mamá pata sabía que si el recién nacido no nadaba no sería aceptado porel viejo papá pato.

     Así que me lancé en su ayuda, lo sequé con ayuda de una vieja toalla, lo calentéen mi pecho durante un buen rato y luego lo devolví a su madre adoptiva para quecomiera con ella.

    Su pequeña vida había empezado con un traspié, pero no importaba, allí estabayo para ayudarlo. Así que desde ese día me convertí en su amigo y protector,llegué a protegerlo tanto que dejó de creerse pato y comenzó a sentirse niño,andaba por la casa siguiéndome a todas partes y era el único animal que se dabael lujo de llegar hasta mi cuarto, ubicado en la segunda planta de la casa de mispadres.

     Algunas veces se cagaba en medio de la sala y ya estaba mi madre, persiguiendo

    al pavo y a mí, con la escoba en la mano.

    - Me sacas a ese animal de la casa y te pones a limpiar todo lo que ha ensuciado. Animal de miércoles carajo - Ya má, no reniegue – trataba de calmarla.

    Entonces pensaba que mi madre se parecía a una pava. Se hinchaba de cólerainflamando su rostro de rojo, cuando tenía cóleras, pero nunca pasaba de eso.Claro que algunas veces me dio una que otra tunda para luego ponerse a llorarabrazada a mí, pidiéndome perdón por haberlo hecho.

    Un día creció mi pavo, el pato cada vez más viejo, ya no intimidaba a nadie, sushijos mayores luchaban por tomar la batuta del padre, pero ninguno se atrevía adesafiar a mi joven amigo, era mucho más grande que los demás. Y aunque muypacífico algunas veces hacía alarde de su sexo, y como la naturaleza manda,hinchábase coloreando su hermosa cabeza de ese hermoso color rojo-morado quesiempre me encantó.

    Mala suerte, un día me di cuenta que el año se acababa y por lo tanto la navidad,se acercaba. Yo había cumplido los 12 años, y mi pavo casi cumplía un año. De

    pronto uno de esos días de diciembre me dieron la noticia  – Pasaremos la nochebuena en Ica  – ¿Qué te parece, Edhú?  –  ¡Qué bien mamá!, ¿podré montar el

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    Durante un tiempo no me importó darles de comer a los animales. Parecía que micorazón se había endurecido con la muerte de mi amigo. Hasta que un día deesos, mi madre me llamó agitada desde el portal de la calle.

    - Que pasa má?

    - Mira, no se quien ha tirado aquí a este cachorrito  – Entre sus manos lloraba unpequeño cachorro negro de grandes orejas - Y está que se muere de hambre.Corre, anda a la tienda y compra un biberón para darle su leche, que a este lo handestetado a destiempo.

     Así que, ese día mi buena madre me enseñó a darle de lactar a un recién nacidoy pronto tuve otro amigo con quien conversar en mis tardes de soledad. El buen“chino”, como lo llamé, me acompaño durante muchos años, aún hasta después

    que mi padre muriera. Desde entonces prefiero comer chancho en la noche buena.

    MI GRAN COMETA PAVA ROJA

    -1-

    Casi veinte años después, nuestros caminos se cruzarían nuevamente, la silla deruedas de la que pendía su humanidad, encerraba ahora toda su fuerza. Le faltaba

    una pierna – terrible diabetes – pensé. Su cabello era ahora muy blanco y de laboca semiabierta de sapo, se asomaban tan solo un par de dientes que semejabana los del vampiro de una película de terror, su mirada torva habíase trocado en lamirada vacía del senil. No se odiar, quise acercarme a él y darle la mano, saludarlo,olvidar lo que hizo y hacerle entender que yo, ya no era el niño que habíase idohace mucho.

    Quise perdonar, pero no pude. Un par de férreas manos brotaron del piso y mesujetaron, no podía moverme, mis pies no eran mis pies, mis manos tampoco eran

    mis manos. Un instante después y casi sin pensarlo, le di la espalda y comencé acaminar despreciando la voz del amigo, hijo de aquel abyecto ser, y solo caminé,

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    no huía, no le temía ahora, una mano me hubiera bastado para…pero miento, sihuía, huía de los recuerdos. Casi corriendo escapé de mi antiguo barrio, huía deldolor.

    -2-

    Un par de años después de aquel día, barría la portada de la vieja casa de mispadres, era un trabajo que asumí desde la muerte de mamá. Cada que podía ibaa limpiarla, esperando que se vendiera pronto – Para dejar de barrer la mierdade los perros que se ocupan justo aquí, en el viejo jardín.

    - Hola Edhú – Escuché a mi espalda – ¿Limpiando la casa? – Estúpida preguntapensé, sin intención de responder - tan solo sonreí al recuerdo vago del amigo

    envejecido que tenía ante mí - ¿Sabes que Duque murió? – El viejo perro guardiánque protegía mis correrías de niño - Dicen que vivió como 20 años, ¿tú que dices?,fue tu perro – Gracias a ese cariñoso monstruo los rateros no pisaban la cuadra,temían a Duque, el gran perro guardián del barrio.

    - También debes saber que murió el papá de tu amigo Raúl - Otra vez quise huir,tirar la escoba y correr, pero no pude - El pobre viejo murió medio loco, dicen quela diabetes le comió no solo la pierna sino también la cordura  –  mis manoscomenzaron a parecerme viejas, se adormecían aferradas de la escoba. De

    pronto, casi sin darme cuenta, sentí que un par de rebeldes lágrimas corrían pormi rostro. ¡Estaba llorando!

     – No llores amigo, ya sabes cómo era, medio loco, pero así y todo era el padre denuestro buen Raúl – y sentí su mano cálida posarse en mi hombro. Aunque máslento ahora, yo seguía empecinadamente barriendo la vereda.

     – ¡Ya hombre, tranquilo!, ahora solo queda rezar por su alma y darle el pésame aRaulito.

    Por fin, dejé de barrer el portal, miré el cielo celeste de esa mañana de primavera,hacía algo de calor, saque el arrugado pañuelo que siempre llevó en el bolsillotrasero del pantalón, sequé mis ojos, limpié mi nariz, volví a mirar el cielo alegre,hasta que al fin, un pensamiento logró escapar de mis labios:

    - Pobre Duque, pobre amigo, compañero de mil andanzas por el viejo arenal – Miréel suelo y aún había algo de tierra a una esquina del portal. Di un leve suspiro ycontinué barriendo – Pobre mi viejo y bondadoso perro - me escuché a mí mismodecir.

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    Corría con mis amigos por el viejo arenal y de pronto los vimos, mucho más grandeen número que la nuestra, la pandilla de los chicos del barrio “Las Viudas”, corríadelante de sus cometas. Grandes cometas de largas colas, de bellos adornos, depapel cometa unas y de plástico otras. Bien tensas como deben ser las buenascometas - ¡Qué envidia la de nosotros!

    Horas después me presentaba ante mi padre: Papá dame un billete pe´  – ¿paraqué quieres plata tú?  – P a´ hacerme una cometa. Los de “Las Viudas”, tienencometas repajas papá, hay aviones, hay barriletes y uno hasta tiene una con formade águila, dicen que le compró su viejo ya hecha. Son repajas pa´.

    Mi viejo que era un tipo duro, grueso y pequeño, de piel curtida por el sol y escasopelo, me miró con desconfianza – ¿Estás seguro que quieres una cometa?

     – Claro que sí, todos los chicos vamos a hacer cada uno la suya, hasta Raúl seconsiguió unas cañas de bambú bien flexibles que le servirán para hacerse unavión.

    - Y para que gastar en bambú, si ahí tienes las flechas que traje de la selva y quetu mamá ha tirado al almacén como si fuera basura.

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    - Esa caña es muy gruesa,  no sirve pa´ cometa - ¿Cómo que no sirven paracometa?, ¿tú sabes que cuando los indios disparan esas flechas, estas recorrenlargas distancias y matan con ellas monos y jabalíes, solo por lo livianas que son?

     Anda busca esas flechas y yo te enseñaré como hacer esa cometa que quieres.

    De mala gana fui al almacén. Detrás del cajón de ropa sucia, entre los trastos dela limpieza, mi mamá había confinado al olvido a las hermosas flechas que mi papáquería tanto y que ella odiaba porque le recordaban a la amante india que hizo quemi padre se quedara más tiempo del necesario en la selva de Tingo María.

    Esas flechas fueron el motivo por el que mi madre siguiendo el consejo de laabuela paterna, se aventurara a buscar a su marido en esas selvas palúdicas hastaque dio con el embobado amante, trayéndolo directo a Lima sujeto de las mismas

    narices.

    - Chamico será, decían, lo que dieron.

    Mi viejo era un experto constructor de cometas, no lo sabía. Tomó dos flechas muylargas, retiró el dardo de ambas y mirándome a los ojos, me dijo: ¿Quieres tenercometa?, pues tendrás una gran cometa - y cortando una de las cañas por la mitad,armó una cruz casi tan alta como yo, luego uniendo las puntas de la misma con unhilo muy fino pero resistente, la puso en mis manos y me dijo con seriedad – Ahora

    es tu trabajo forrarla – y me dio unos centavos para comprar el papel cometa. Colasintética no necesitaba, mi padre era carpintero y pegamento había a montonesen casa.

    Elegí el color adecuado por varios motivos. De niño vi en una foto de una viejarevista, una imagen que me marcaría para siempre, un niño chino que cargabauna gran bandera del mismo color. Además, cada vez que me trompeaba en elcolegio veía todo rojo, así que como mi cometa serviría para hacerles la guerra alos muchachos del otro barrio decidí sin dudas que sería roja, el rojo siempre megustó. Para mí, roja debía ser la guerra.

    Dos horas después, ya estaba listo para salir con ella a ganar mi pedazo de cielo,cuando el vozarrón del padre me sacudió - ¿Dónde crees que vas?  –  A volar pe´- Nada de eso, la vas a dejar secar bien. Mañana cuando la cola sintética se sequeverás que queda como las alas de una mariposa.

    El día siguiente era domingo y a las 6 de la mañana, ya había dejado la cama,buscando mi nueva cometa. Como dijera mi padre, durante la noche se habíaconvertido en un ala de mariposa tensa y dura, por acción del pegamento estaba

    lista para guerrear. Otra vez la voz del padre me sorprendió - Antes de sacarla a

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    la calle tienes que comprar el pabilo y ponerle una larga y vistosa cola, de otromodo solo va a dar vueltas y vueltas.

    Era casi medio día, cuando por fin pude salir a la calle a exhibirme con mi cometa.

     Aquella tarde de setiembre, el viento furioso azotaba la cara de los niños hastahacerlos llorar, no llovía y había mucho viento, por eso era el día propicio. Mi papáme observaba a lo lejos y yo, haciendo uso de la escasa fuerza de mis 11 años,intenté volarla por primera vez. Efectivamente como dijera mi padre la cometa seelevó rápidamente sobre las pocas casas que por entonces poblaban nuestrobarrio, pero era tan fuerte el viento que poco después la gigantesca cometa, sevino abajo porque el pabilo se rompió antes que tomara más altura.

    Mi padre se acercó con una sonrisa en los labios - Ahora vamos a ver si tu cometarompe esta guaraca - Me mostró entre sus manos un gran cono de un cordel muy

    grueso, de esos que usan los albañiles como lineada.

     Amarramos nuevamente los tirantes, arreglamos la cola y reparamos una pequeñarotura del papel y ya estaba yo volando mi gigantesca cometa, roja brillante. Esafría tarde, mi juguete fue la envidia de mis amigos, todos querían “pulsearla” ymejor aún, de inmediato despertó la desconfianza en los rivales del otro barrio.

    Desde ese día todas las tardes, luego del colegio guerreábamos con nuestrascometas. Raúl había hecho su cometa avión, cuidando que sobre el cabezal se

    prolongara una de las cañas de la estructura como una larga lanza con la queatacaba a sus contrincantes. Luisón había pegado trozos de vidrio a las cuatrocortas colas que tenía su barrilete, con lo que suplantó la larga cola que se usabapor entonces. Temible arma para cortar cometas.

    Mi cometa pava, solo tenía su gran tamaño y la rigidez de su estructura, un choquecon cualquier cometa rival, significaba la muerte de la atrevida. Nos hicimostemidos. Mucho tiempo me acompañó mi cometa roja en esas batallas; mi padreen cambio, ya no me acompañó más.

    Un día así nomás, murió de pronto durante ese frío invierno. Pero allí estaba migran amiga, mi pava roja. Victoriosa, nunca cayó en garras enemigas, nunca nadiela logró tumbar, nunca me hizo sentir el agrio sabor de la derrota, ya no estabael viejo mirando desde la puerta de la hoy vieja casa, ya no había quien me cuidará,solo estaba mi gran cometa.

    Hasta ese maldito día en que de pronto empezó a garuar y mi cometa muy en loalto, se había llevado tras de sí casi toda mi lineada, se ocultaba entre la nubes,toda la pandilla miraba asombrada como la pava roja se enfrentaba a las nubes de

    ese invierno de mi niñez. De pronto cayó, quizá el papel se mojó.

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    Y precisamente, el destino creo yo, cayó en el techo de la casa de Raúl, enredandosu larga cola en la recién comprada antena, de la novísima televisión a color deRaúl. Todos corrimos, estábamos como a cien metros del terrible accidente,bordeamos la última casa de la esquina corriendo para tratar de recuperarla.

    Cuando vimos a su padre salir de la casa y tomando la cola de la cometa tiró deella con todas sus fuerzas.

    De nada valieron nuestras súplicas y lágrimas, ni nuestros grito de auxilio, mi viejoya no estaba para agarrar al indeseable y romperle la cara de un solo bofetón. Abusó el malvado y lo hizo bien, con saña y con maña, cuidando que viéramoscomo mi adorada amiga era destrozada de a pocos.

     Aún recuerdo su mirada terrible, esa mirada de ira malsana, de cólera irracionalque se fijó en mi querido juguete, compañero de muchos viajes a la luna, a las

    estrellas y a otros continentes; para, sin ninguna compasión, tomarla por la cola ytirar de ella. A cada tirón, un pedazo de la pobre, caía a mi lado. Mi corazóntambién se desgarraba a cada tirón, mi amiga moría en manos del demente, delasesino, del maldito.

    Minutos después, cuando el abusivo volvió a meterse en su cubil, recogimos lospedazos de la vencedora de mil lides y en silencio nos internamos en el desierto.Quisimos enterrarla como se hace con los amigos, con los valientes, para quenadie dañe más su recuerdo ni su destrozado cuerpo.

    Regresamos al barrio muy callados, del bolsillo de mi pantalón sobresalía unpedazo de la vistosa cola que algún día luciera mi gigantesca y hermosa cometa. A mis cortos 11 años aprendí a odiar.

    -4-

    Hoy, que observo desde mi ventana en este invierno de agosto al que voyentrando, en que ya nadie vuela cometas, recuerdo a mi victoriosa cometa volandoen mis grises cielos; a mi gran perro Duque, terror de delincuentes y de otraspandillas; y a mi padre, ese pequeño gigante que con sus toscas manos construyómi gran cometa pava roja.

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    EL SÉPTIMO HIJO

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    Esa fría mañana de otoño a las 11 en punto de un día lunes, la pobre mujerbatallaba contra la muerte que quería arrebatarle a su hijo. Ya había parido 6 hijosantes, de modo que no era nueva en estas lides. Pero algo ocurría con ese

    pequeño, que no quería nacer. Quizá sospechaba lo que vería en un futurodistante o estaba preocupado por las cosas que aprendería en ese mundo queterrible y hostil lo esperaba allá afuera. Dicen que son ángeles todos antes denacer.

    Mientras atendía el parto la comadrona, sudorosa y cansada por la trasnochada,movió la cabeza de un lado al otro, mientras la tía Clotilde, hermana del padrelloraba a mares en el cuarto contiguo rogándole a Dios y a todos los santos que elpequeño naciera por fin. Si después de la noche de dolor supremo que la madrehabía aguantado seguía haciéndolo, era porque el miedo y la cobardía nunca la

    habían acompañado.

    - Pero, ¿Y si se moría alguno?, ¿O los dos? Entonces, ¿Qué hacer?

    Ya había gastado cinco velas a sus santos favoritos, pero nada. Casi de reojo, latía reparó en la imagen llena de polvo que la dueña de casa conservaba en unpequeño altar, al lado de unas flores de plástico.

     – Bueno al menos haremos el intento. Pensó. Y tomando la última de las velas

    compradas la noche anterior, se la prendió al santito. Tomó la mano de la pequeñaBeatriz, hija mayor de la parturienta, y arrodillándose ambas frente a la imagen,rogaron – Negrito lindo, San Martincito de Porras, te rogamos humildemente, queayudes a mi cuñada y a su bebé, haz que nazca sano y que no sufra más. Mirami negrito que ya son muchas horas, ¡Que se me muere la mujer!

    - Te juro que si me los salvas, Él será tu devoto y yo misma le enseñaré a llevar tuhábito.

    Cuando terminó de orar, sus ojos anegados por las lágrimas, miraron a la pequeñaa su lado, al santo de yeso y a la puerta de la habitación donde la parturientapujaba.

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    Minutos después un grito desgarrador se escuchó en toda la quinta. La tía seprecipitó en la habitación dejando a Beatriz llorando aún de rodillas.

    El cuadro era terrible, sangre por todos lados. La vieja cama donde fueengendrado el pequeño, estaba regada en sudor y sangre. La madre respirabacon dificultad y la partera trataba de reanimar al recién nacido de cuatro kilos ymedio, que por su color azulado, acusaba lo difícil del parto.

    - ¡Se muere por Dios! – gritó Clotilde.

    - No, si él lo quiere vivirá. Aún tiene signos de vida – Esta vez hablaba la calma através de la partera. Colocó al niño al lado de un pequeño calefactor, sobre unasábanas limpias y procedió a aspirar boca y nariz del recién nacido y continuómasajeándolo durante unos instantes hasta que por fin el pequeño soltó su primerllanto.

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    -Este pobre tendrá muchos problemas, nació casi muerto y mire el color de su piel,sufrirá de los pulmones, escúchelo, apenas si llora. Quizá lo mejor hubiera sidoque muriera - Sentenció la experta mujer.

    - ¿Cómo que mejor se hubiera muerto? No ve todo lo que han luchado los dos,encima es un gigante. ¡No, no, no, este bebe vivirá y será grande y sano, ya loverá!

    Cuando salió la tía Clotilde, la vela hacía mucho se había consumido. Detrás delos seis hermanos apareció la cabezota del padre preguntado – Y, ¿Qué fue?

    -¡Ay cholo, tu mujer casi se muere y tú solo preguntas, ¿qué fue?, fue un varoncito,grande y hermoso, pesó más de 4 kilos.

    -¿Y ella? –preguntó desde sus ojos enrojecidos, esperando lo peor.

    - Está bien. Ya le está dando de lactar al bebe. Tienes suerte Cholo, tu mujer esmás dura que una piedra.

     Así fue que un día a mediados de otoño, nació el séptimo hijo de la familia delcarpintero. Dicen las historias populares que todo séptimo hijo sufre muchodurante su vida. Pero Dios lo compensaría bien, le daría mucha, pero muchasuerte. De hecho parece que San Martín de Porras, el santo moreno empezó a

    cuidarlo desde el primer día de su vida.

    Por otro lado, nacer después del sexto no tenía por qué ser mal agüero, si dicenque Dios creó al mundo en siete días, siete son los colores del arco iris y sietefueron las maravillas del mundo antiguo, quizá las viejas exageraran y no fuera tanmalo nacer séptimo.

    La vida no siempre es tan rígida en sus ocurrencias, desde niño siempre tuvomucha suerte, aunque siempre ocurrieran cosas tristes a su lado, se diría que teníatanta suerte para sí, que terminaba quitándosela a quienes lo rodeaban. Comocuando dos años después de su nacimiento, se cayera desde el andador sobre lapista rompiéndose el labio superior de forma tal, que tuvieron que coserlo a pesarde ser tan pequeño. Él se salvó, pero no el bebé que llevará en el vientre su madre,quien dé la impresión, abortó al nonato de cinco meses.

    Su padre lo sobreprotegió desde muy pequeño, dejando de lado incluso a supreferido, al “gringo” que era el único que había heredado el bello rostro de la

    madre y su piel blanca. Cada domingo, el aún joven carpintero tomaba al niño dela mano y se lo llevaba a pasear por el centro de Lima, por el mercado central o

    por la parada. Las tías del niño nunca entendieron porque su hermano mayor, eseel que debió dejar de estudiar para ayudar a su padre carpintero para mantener la

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    casa y pudieran ellas ser profesionales, gustaba tanto de pasear por esos lugaresllenos de provincianos. Quizá caminar entre ellos lo hacía sentirse menos lejos desus pampas heladas.

    En otra oportunidad mientras el pequeño crecía, cayó de cabeza desde el techode la casa que el padre construía para los suyos. Sintiendo el golpe seco seguidodel llanto del niño, el hombre soltó el tablón que llevaba en hombros, para revisarla tremenda herida de la que manaba la sangre con profusión. Con tranquilidadtomó del bolsillo trasero del pantalón un viejo y arrugado pañuelo y empapándoloen kerosene, procedió a colocarlo sobre la herida. En esos tiempos las cosas searreglaban así...

    Esa noche, cuando el carpintero llegó a casa con el pequeño profundamentedormido entre sus grandes brazos, la madre casi se desmaya. Presa de la

    indignación, tomó a su bebe herido y empujando al padre, le grito:

    -¡Indio tenías que ser!

    Pronto el pequeño se convirtió en adolescente y consciente de su inmensa suerte,abusaba de ella, aunque casi siempre alguien saliera lastimado, pero, ¿era suculpa? Así como la suma de las caras opuestas de todo dado siempre es igual asiete, las notas musicales son siete, siete los días de la semana y siete las bellasartes, que culpa tenía él de ser el séptimo hijo.

     Aunque la sentencia de la comadrona se cumplía casi al pie de la letra, sufriómuchos ataques de bronquitis que lo llevaron al asma. No tenía el equilibrio de suscompañeros en la escuela por lo que siempre terminaba en el suelo en medio decualquier juego. No podía escribir como los demás ya que su motricidad fina eramuy limitada. Nunca pudo practicar juegos de precisión como las canicas lo queno le impidió jugar al trompo.

     – Total, aquí no hay que embocar en ningún hoyo, solo enrollar y tirar con fuerza,luego el trompo baila solito.

    Sin embargo sus maestros comenzaron a observar en sus respuestas un atisbode inteligencia precoz que se reflejaba en sus notas. Claro, nunca notaron queprefería sacar notas bajas a ser despreciado por sus amigos.

    - Estudiar para volverme un chancón y que me tomen por tonto. ¡Ni de vainas!

    Después que su padre murió y desde aquel día en que observó cómo su cuerpodesnudo y sin vida, era vestido con su mejor terno por su madre y su tía,

    precisamente desde ese día, abusó aún más de su suerte. Cada vez que cruzabafrente al santo moreno que lo observaba al lado de sus flores de plástico, le tocaba

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    los pies, se hacía la señal de la cruz y salía corriendo para sumergirse en esemundo lleno de peligros del cual ya no habría padre que lo cuidara, ni madre quelo sacará. Ese mundo que lo hizo envejecer tanto, en tan poco tiempo.

    Creía tener las siete vidas de un gato y parecía calzar las botas de las siete leguas,ya que nunca se cansaba de caminar y en medio de todo, la suerte le seguíasonriendo. Pronto se casó con la madre de sus hijas y estas nacieron libres de lastaras que él cargara desde su nacimiento. ¿Gracias a San Martín de Porras?

    De pronto un día perdió a un amigo, por quien lloró mucho tiempo. Luego perdióuna amiga, por quien también lloró. Otro día perdió a su hermano y lloró menos.Hasta que un día perdió a su madre y ya no lloró. Había descubierto que todospartimos algún día y que el problema no es partir, sino hacerlo con valentía, sinmiedo, sin vergüenza.

    Un día sintió que también se iría, entonces pensó en el primer libro que escribiera,en los días de felicidad al lado de las hijas que tuvo, en los muchos árboles quesembrará allá en la selva, recordó con una sonrisa a sus cientos de estudiantes,hizo un recuento de sus amores y de sus amigos, concluyendo que fueron lomismo. Y entonces con absoluta calma se sentó frente a la computadora ycomenzó a escribir: Ven nomás que no te corro… 

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    COSAS DE NIÑOS

     Aquella Noche Buena y como siempre desde que recuerdo, mis padres habíanentregado casi todos los regalos a mis hermanos. Claro, éramos ocho, no podían

    comprar mucho, había que contentarse con lo que te dieran. Como siempre miscalzoncillos, una camisa y pantalón nuevos, la “ropa chachá” como  decían antes. Además, alguien se había acordado que por entonces en la televisión en blanco ynegro la serie de moda era “Combate”, con el sargento Sanders, Cage y LittleJohn; y me habían comprado una cajita con soldaditos de plástico verde quesemejaban a los héroes de la serie.

    Grande fue mi sorpresa al salir a la calle con mis cohetecillos y mi caja desoldaditos, encontrarme con los chicos del barrio, que con sendas metralletas de

    plástico color negro, que botaban luces por el cañón, igualitas a las de la serie,hacían la guerra contra los “malvados” alemanes. Ni siquiera prestaron atención albulto que llevaba bajo el brazo. Entonces, ¿para qué mostrar mis soldaditos?, eranmuy chiquitos, eran tan poca cosa al lado de sus bellas armas, igualitas a la delsargento.

    Mientras regresaba a casa quería llorar, pero ¿para qué? no había plata pues - Aguanta nomás Edhú, ya tendrás algún día tu propia plata y te comprarás todaslas metralletas que quieras y tus hijos también tendrán las metralletas más grandesdel mundo, más grandes que la del mismo sargento Sanders.

    Ya metido en la cama no podía conciliar el sueño. La metralleta del sargento memolestaba a cada ratito - Todos tenían la suya y yo ¿por qué no? no es justo, ¿porqué yo no? - No recuerdo si aquella noche dormí, solo recuerdo mis lágrimas ensilencio, mi cólera, mi envidia - ¿por qué yo no? - recién lo entendería de adulto.

    Esa madrugada, mientras todos dormían, me levanté antes que nadie y luego dedar de comer a las aves del corral, decidido me dirigí al taller de papá. Teníaprohibido ingresar a ese taller, más que por peligro creo para que no me

    acostumbrara a ese mundo. Mi padre nunca quiso que sus hijos fueran obreroscomo él. Quizá no entendía que yo solo deseaba ser tan grande y fuerte como él.

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    Ya a mi corta edad manejaba muy bien el serrucho, el martillo, el birbiquí, losclavos, dedos chancados y todo lo que se usa en un taller de carpintería. Busquéla madera necesaria y toda la mañana corté, perforé, serruché y pegué. A

    mediodía cuando ya todos estaban de pie, el pequeño Edhú salió con su nuevacreación.

    Mi padre que leía su periódico, sentado en la sala, no dijo nada al verme pasar, éltenía esas cosas, algunas veces solo callaba. Y salí a la calle, armado hasta losdientes con mi “nueva ametralladora” hecha de retazos de madera de su taller. Misamigos que jugaban muy contentos en medio de la calle con sus nuevos regalos,no pudieron evitar mirar con envidia mi nuevo juguete.

    Los que más, se acercaron para contemplar mi creación y hasta alguno me pidió

    cambiar su arma con la mía. Tenía mi propia metralleta que era la envidia de todosy además podía, si quería, tener cualquiera de las suyas.

     Ahora, ya adulto, pienso que gran parte de mis capacidades matemáticas me lasdesarrolló él, casi sin darse cuenta, cuando me enviaba luego de terminado sutrabajo y apagadas las maquinas cortadoras, a ordenar y limpiar el taller.

    - Edhú, recoge los clavos grandes y los colocas en esta caja, los medianos en estaotra y los pequeños, en aquella. Lo mismo harás con los tornillos y tachuelas.

    Luego ordenas los retazos de madera en estas cajas. Los maderos largos aquí,los medianos acá y los pequeños por aquí.

    De modo que además de un buen carpintero fue un gran maestro de matemáticay yo sigo tratando de ser un carpintero tan grande como él… 

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     Y ME PERDONÓ

    Hasta hoy, no logró comprender porque hago migas con seres así. Solitarios,abandonados, desconfiados y hasta uno que otro loco terminan siempre siendoamigos míos. Buenos y fieles amigos. Algo extraño, siempre que he hecho algoque me asustaba mucho, lo hice acompañado de alguien así.

    Tenía entonces 25 años menos, Susana la mujer de mis sueños, esperaba a miprimavera. Sus 6 o 7 meses de embarazo le impedían desenvolverse comosiempre, pero así íbamos por el mundo, avanzando. Habíamos alquilado unapequeña casa con varias habitaciones más de las que necesitábamos. Teníamosun pequeño televisor blanco y negro, una cocinita prestada, una cama, una mesa,dos sillas y un par de platos para comer lo que preparábamos. No necesitábamosmás. Peleábamos mucho igual amistábamos mucho, eso era lo mejor.

    Uno de aquellos días en que retornaba de trabajar, abriendo la oxidada reja delportal, percibo en medio de la penumbra de la calle, un cuerpo extraño extendidosobre la vereda que colindaba con la casa.

    - ¡Un muerto! – Me dije - Pero más bien parece un animal.

    Me acerqué con sumo cuidado al cuerpo y logré percibir que aún respiraba,aunque lo hacía con bastante dificultad. Me incline para mirar mejor y me di cuentaque era un perro, aunque bastante grande para ser un chusco común. Traté deacercarme más para revisarlo y noté que sangraba, quise levantarle una patadelantera y el gruñido, que lanzó me paralizó. Las orejas se habían endurecido yme mostraba los colmillos. Estaba herido, pero no confiaba en nadie, aunagonizando luchaba.

    Entré corriendo a la casa. Susana que miraba la televisión, me recibió asustada – ¿Qué pasó? ¿Por qué corres?  – Un perro, está tirado en la calle, alguien lo ha

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    querido matar y está sangrando. Voy a curarlo, calienta leche, mientras yo buscógasas para limpiarlo.

    Cuando regresamos a su lado parecía haber muerto. La boca abierta y la larga

    lengua saliendo de ella, me decían eso. Casi sin pensarlo lo tomé en mis brazos ylo llevé al calor de mi hogar. Necesitaba más luz, sentía que se le iba la vida ydebía hacer algo. Tomé el vaso con leche tibia que Susana llevaba en sus manosy usando las gasas con las que quería limpiarlo, empecé a mojarle la boca con elmaravilloso líquido.

    No creo que fuera confianza, pienso que fue miedo, quizá el también temía a lamuerte tanto como yo. Se dejó hacer, le lavé poco a poco las heridas y luego lascuré con violeta genciana, era lo único que tenía en casa, mi magro bolsillo no mepermitía tener más, pero fue suficiente.

    Recuerdo con claridad que no lloraba, su pecho roncaba y se notaba que el solomoverse le producía muchísimo dolor pero no lloraba. En eso, era más valienteque yo. Lo dejamos dormir envuelto en una vieja frazada, debajo de la mesa de lacocina. No era mucho, pero siquiera tenía un lugar seco para dormir.

     Al día siguiente, despertamos y el herido seguía sin mostrar la más leve mejoría.Como debíamos ir a trabajar, nuevamente le di leche tibia y limpie sus heridas.Como no podía dejar al extraño dentro de la casa, no sin dificultad, lo colocamos

    sobre una manta en el jardín exterior, entre la casa y las rejas de la calle. Al menosnadie lo atacaría allí.

    Esa tarde al regresar del trabajo ingresé al patio con mucho cuidado, mi esposaaun tardaba. El perro yacía tirado sobre la manta, aunque esta vez volteó la cabezapara observarme. Aun así, cuando traté de tocarlo me gruñó y mostró lostremendos colmillos.

    Estaba bastante más repuesto que la noche anterior, pero no podía levantarse. Lomiré con detenimiento, era un perro de verdad muy grande, parecía perdigueropero su musculatura hablaba más bien de un bóxer extra grande, además el colorindefinido entre atigrado y gris con manchas marrones y blancas, hablaban deesas razas híbridas que pululaban por las calles de mi viejo barrio. Por otro lado,tenía muchas cicatrices producto de quien sabe cuántas luchas ganadas para vivir.Quizá a eso se debía su mal carácter. No era joven, le calculé unos 5 años.

    - Aún tiene para mucho - me dije.

    Le di de beber nuevamente leche, ya que los pedazos de carne o pan apenas si

    los olisqueaba. Luego como si nada se dejó lavar las heridas y pude observar estavez que todas ellas semejaban profundos tajos hechos con afiladas cuchillas. Esa

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    noche durmió en el patio. Preferimos dejarlo solo y respetar su forma de curarse,se lamía las heridas una y otra vez limpiándolas de esa aguadija que brota de lasllagas infectadas, hasta ese momento no dudaba que moriría.

    El día siguiente fue sábado, no había trabajo y el sol salió orondo y cálido, así quenuestro nuevo amigo al menos no tendría frío. Esa mañana, aun no se podíalevantar y noté que durante la noche había defecado a escasos metros de suactual cama. De modo que limpiando todo, me fui a investigar por el barrio lasrazones de su extraña visita. Los chicos del barrio que andan en todas, meaclararon el panorama.

    Por aquel entonces, repartía leche en las pocas tiendas cercanas un tipo quemanejaba una camioneta, donde además de las botellas de leche, cargabasiempre a dos grandes Doberman. El repartidor usaba a estos peligrosos animales

    para amedrentar a los delincuentes que por aquel entonces paseaban por esoslares, tanto e igual que perros callejeros. Decían que mi herido, se había acercadoa la camioneta oliendo la mercadería sin sospechar que de pronto los dos canesde presa acometerían contra él. El tipo simplemente terminó su trabajo dedespacho ordenó a sus perros subir a la camioneta y se fue dejándolo muy malherido, casi al borde de la muerte.

    El lunes me levanté muy temprano para ir a trabajar y recordando la nueva rutinade curar a mi invitado, salí llevando la leche y unos pedazos de pan, pero el perro

    ya no estaba. La reja que cercaba la casa tenía aproximadamente un metro ymedio de altura. Supuse que ya bastante repuesto, había extrañado sus lares yhabía huido sin despedirse.

    - Otro más, que se va sin despedirse – pensé.

    Nos fuimos a trabajar como siempre y el día pasó como cualquier lunes, volando.Esa tarde me demoré bastante, una conversación con los amigos, unos cuantoscigarrillos que no se podían fumar en casa (por el embarazo de Susana), habíanalargado la despedida.

    Entrada la noche, caminaba por la oscura acera, cuando observé que en mi puerta,un robusto perro, tatuado de cicatrices en rostro y cuerpo, bastante grande paraser perro, esperaba sentado. Me miró desde el pórtico, casi con desgano. Parecíaquerer ignorarme, solo esperaba.

    Yo conozco mucho de eso, algunos gustamos hacernos los duros, aunque en elfondo deseemos algo más. Así que respetando su orgullo, abrí la puerta con sumocuidado y lo dejé pasar conmigo. Conocía su sitio, fue directo a la manta que no

    había retirado aún y acostándose como si pagara arriendo el extraño se acomodóy quedó dormido.

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    Hasta ese día no había pensado en adoptarlo y mucho menos en ponerle unnombre. Decidí que mientras siguiera con nosotros (no podía retenerlo si él no loquería) se llamaría “Chino”, como el perro que de niño me regaló mi madre. Por

    otro lado tener un animal así en casa me dejaba tranquilo, Susana estaría muybien cuidada.

    Desde ese día, Chino convirtiéndose en mi sombra, me acompañaba al paraderoy esperaba que tomara el bus al trabajo. Ya de tarde cuando regresaba estaba porallí escondido, esperando un buen jalón de orejas o la ruda caricia que le prodigabami mano amiga.

    Sus afectos crecían cada día, llegando alguna vez a mandarme al trabajo con labasta de los pantalones hechos jirones, porque se me prendía del pie sin apretar

    mucho claro, para no dejarme ir.

    Desde luego yo creo que algunos perros, no los comunes sino los callejeros, noaceptan un amo, sino adoptan un humano. Él me adoptó. Mi joven esposa por otrolado, lo odiaba – No me respeta, se me lanza cuando llego – siempre se quejaba,sin embargo, cuando alguna vez tuvo que salir a esperarme desde lejos observabaa su lado al perro, que fielmente la cuidaba.

    - Déjala amigo, es por el embarazo, dice el médico  –  le hablaba mientras

    escapábamos juntos a jugar al gigantesco parque que dominaba el barrio. Losfumones desaparecieron de la zona, porque mientras yo trotaba, Chino losahuyentaba. Disminuyeron los robos, que los había y muchos. En casa de pobretambién hay cosas que los ladrones aprecian.

    Nadie supo de donde vino y ya nunca se fue. Cuando nos cambiamos a la casade mis padres, él migro con nosotros. Y aun cuando lo tuve que dejar porque nosmudamos muy lejos se quedó viviendo en ella, ahora rompiéndoles los pantalonesa mis sobrinos. Cada retorno a mi antigua casa significaban nuevos abrazos,nuevas carreras por el parque, nuevos pantalones que remendar, nunca le pudequitar esa maldita costumbre.

    Todo el barrio se llenó de grandes cachorros, atigrados unos, manchados losdemás. ¿Se entiende verdad?, la ley de la naturaleza, la del más fuerte. Con susincontables cicatrices debía ser todo un galán mi amigo.

    Un mal día lo hallaron muerto en la calle. El viejo guerrero no se había percatadode la trampa, quizá algún nuevo veneno que su experiencia no conocía. Quizá losdelincuentes que luego atacaron la zona a mansalva. Cobardes que nunca se

    atrevieron a enfrentarlo de frente y necesitaron refugiarse en el traicionero platode comida que reconforta al abandonado.

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    Me gusta recordarlo porque, aunque era un verdadero salvaje solitario, lamía mismanos con placer cada vez que le quitaba las pulgas del profuso pelaje. Jamásme mordió, nunca me traicionó y siempre esperó paciente mi retorno. Nunca me

    pidió comida, se la buscaba solo. En ese entonces hubiera deseado tener másperros.

    Era libre, nunca nadie fue su dueño, yo solo fui su amigo, aquel que le salvó lavida. Lamento haber tenido que dejarlo, esa vez lo traicioné, pero quizácomprendió, porque donde yo iba él nunca hubiera podido ir. Será por eso que mishijas gustan tanto de engreír a cada perro que tiene la suerte de caer en nuestrasmanos o quizá debiera decir, cada vez que tenemos la suerte de caer entre laspatas de un perro.

    Mi mejor amigo durante muchos años:ATILA

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    SI NO HUBIERA SIDO HUMANO, SEGURO QUE PERROHUBIERA SIDO MI DESTINO

     Andaba ya hace un buen rato caminando por los parques de mi querida

    Universidad, husmeando, olfateando, enamorando a cuanta muchacha pasaba.

    - Buenos días compañerita - Buenas Edhú, ¿cómo le va?

    Todas me conocían, con todas me hablaba, con algunas más, claro. Contento ibarumbo a mis clases, uno de aquellos días en que faltaban los profesores o queandaban de huelga (estatal pues, era mi universidad), caminando iba, hasta quela vi…Frondosa cabellera, gigantescos (y tristes) ojos cafés, pequeños pies yblanca piel como mi conciencia de niño. Hermosa, exuberante, caminabapresurosa dando saltitos entre los charcos que dejara la lluvia de ese 8 de octubre.

    Bah, es blanca - me dije – Yo, ese muchachón de incipientes bigotes que amabatan solo a las muchachas de su raza. Jovencitas de oscuros cabellos lacios, bocapequeña, estrechas caderas y amplias espaldas, que estudiaban conmigo lacarrera.

    La ignoré casi con desprecio, ya que solo su piel representaba al imperio, alcapitalismo opresor, a la derecha recalcitrante, ¡que muera el imperio!, ¡abajo susmujeres!

    Continué mi camino y ya sumergido en el aula donde llevaríamos el nuevo taller

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    de Comunicación II, me olvidé al instante de la visión odiosa de la hermosísimamujer blanca. Minutos después, yo de espaldas a la puerta jugueteando con laschicas y peleando con los amigos sentí una melodiosa voz saludando al grupo -Buenos días jóvenes, por favor, tomen asiento.

    Enfrentar la voz y reconocer a su dueña, me dejó aturdido. ¿Por qué?, ¿acaso megustaba? ¡Jamás!, era blanca y mis gustos eran otros, ella era más bien baja y yoprefería las de mi talla y aunque siempre tuve debilidad por las mujeres mayores,ésta más bien parecía tener mi edad. Un día supe que tan solo me llevaba 10 años.Entonces si no me gustó, ¿por qué me confundía tanto?, supuse que era por elodio de clase. No lo supe en realidad, porque apenas empezó a hablar igualcomenzó a caerme bien. Apreciar su cátedra suavizó mi desconfianza y paracuando terminó su clase supe que la extrañaría para siempre.

     Así como el perro sin dueño anda por la vida robando comida, ganando operdiendo batallas, tras la conquista de alguna perrita dispuesta. Ese mismo quecae seducido por el hueso que le brinda algún ser compasivo. Del mismo modo suclase, fue el mendrugo que mi alma necesitaba. Hablar de la poesía, que hastahoy mi torpe cabeza entiende con dificultad o de los cuentos que me gustan tanto,porque permiten decir lo que no es como si lo fuera, en fin, de la narrativa engeneral, me permitieron entender que había algo más allá y que yo podíaalcanzarlo.

    Fue mi hermano Toto quien me enderezó el camino, me dio la luz con la que lleguéa estudiar, a mis avanzados 23 años, la carrera que hoy amo más que a mi vida.Pero mi alma estaba enferma aún. Mis pensamientos se estaban curando, ya queahora pensaba, pero mi alma desconfiaba todavía, siempre esperando la patadatraidora que me echara a la calle, la misma que algunos infames dan al cachorrocuando llega a viejo.

    Ella vino a curarme. No la amaba aún, solo la admiraba, cuando me enseñaba queuna misma palabra tiene diferente significado, dependiendo de quien la diga ysegún la intencionalidad. “Perro”  siempre significará lo mismo, el mamífero amigofiel del hombre, el que no traiciona jamás. Pero la palabra cobra diferentesignificado según lo diga alguna mujer despechada o los viejos camaradas.

    ¡Este Edhú, es un perro…! – decía Heraclio cada vez que relatábamos algunaconquista y reíamos todos mientras tomábamos café, hablando de lascompañeras, discutiendo sobre política, estudiando para los exámenes ocompartiendo algún libro de Marx o Lenin, prohibidos por aquel entonces.

     Así que la narrativa fue la que unió mi lógica y su verso. Recuerdo las largas horas

    de conversación en clase, luego en los patios, después en los talleres donde podíasentarme muy cerca de ella y emborracharme del fuerte perfume que su cabello

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    rubio emanaba. Pero este perro sabía su lugar, además tenía la certeza de que,como todos en su vida, algún día ella también se iría y yo tendría que volver a lasandanzas con la jauría, siempre buscando liberar a los oprimidos del mundo,siempre olfateando la noche buscando su aroma.

    Hoy perro viejo, algo rengo y sordo, cuando deambulo por las calles buscando unhueso, algunas veces me parece percibir en el aire su aroma y nuevamenteaparece el instinto que la busca, y corro olfateando hasta que descubro que tansolo se trata de esa pequeña flor llamada alegría, que pugna por vivir en algún jardín olvidado.

    En esas noches me doy cuenta que hoy, tan solo hoy, la vuelvo a amar. ¿Cómoterminó mi amistad con mi querida maestra?, nunca nadie lo sabrá. Los perros nohablan… 

    El malgeniado amigo de hoy:ATHAN

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    ESCONDIDO EN LA SELVA

    Por fin llegamos, habían sido casi 10 horas de viaje montados sobre un camiónbolillero, esos que transportan madera, tan solo sujetos de las mismas cadenascon las que aseguraban los troncos. Ya caía la noche y el camionero sacando la

    cabeza por la ventana gritó:

    -¡Aquí se baja profe, esto es Manila!

    Salté del camión, bajé mi maletín y me quedé plantado en medio del canchónrectangular por cuyo centro cruzaba la carretera rodeado por todos lados tan solopor selva y más selva. Estaba en la plaza mayor del poblado donde trabajaría lospróximos doce meses.

    “Plaza mayor” es ya de por sí un título ostentoso. El canchón estaba rodeado nadamás que por selva cerrada. Entraba la noche y nadie me recibía, es más no veíaa humano alguno venir por mí.

    Esperé un poco para tomar una decisión, mientras meditaba sobre mi situación, elpor qué decidí venir a este lugar tan lejano, el estar enamorado como un loco y misalida tan rápida de la universidad.

     – Mi papá lo primero que te va a preguntar es: Y usted jovencito, ¿qué tiene para

    darle a mi hija, para querer casarse? - Repetía su rostro de niña, mientras

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    conversábamos en el parque, donde nos refugiábamos para besarnos aescondidas.

     –  Que si no te largas te matan Edhú - Resonaba la voz de Heraclio en mi

    pensamiento.

    - Pucha cabezón, allá en la selva de Madre de Dios el oro está a flor de tierra, site vas allá, seguro que regresas con plata, mira que con solo meter tu plato en elrío las pepitas salen solas – Me convencía ese amigo que, yo no reparaba en ello,había regresado hacía poco de esa selva y sin embargo esperaba le invitara lascervezas.

    Pero ya saben, tenía el virus metido hasta la médula, bastaba que me hablaran deun nuevo lugar misterioso y ya estaba preguntándome: - ¿Y, qué habrá por allá?,

    además esta vez, el amor me movía.

    Un par de meses me costó juntar el dinero para viajar, dictaba clases particularesde matemática con las que me mantenía muy bien, pero en ese entonces se creíaque la cima era trabajar para el estado, así que para casarme debía estarnombrado, no había otra. Un día sin previo aviso me despedía de mi madre, de miamada y volaba rumbo al gran Río Madre de Dios.

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    Trabajar de minero no era fácil, desde entonces siempre lo repito, a ese lugar solollegaban los parias del mundo. De modo que muy pronto presentaba misdocumentos de la universidad en la Departamental de Educación y tan solo unosdías después viajaba, nombramiento en mano, rumbo a ese lugar que jamásolvidaré, tan terriblemente hermoso, donde conocí a tanta gente buena e inclusoal mismísimo demonio.

    El demonio existe y caminaba entre nosotros, hablo en pasado porque espero queya se haya muerto, si puede hacerlo.

    Cavilaba sobre mi situación cuando de entre los arbustos apareció un hombredescalzo, con machete al cinto y una gran mochila armada de lianas del monte.Era un nativo de la zona, que aunque ya vestían ropa de cristiano por aquelentonces, eran fácilmente reconocidos por la costumbre de andar descalzos, enesa selva terrible, poblada de mil y un insectos asesinos y más de una víboramortal.

    - ¿Busca el colegio, señor?

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    - Sí claro, eso le digo, ¿dónde vive el director del colegio secundario?

    - Pues el director no está. Se fue al otro lado (así le llamaban a cruzar la frontera)

    hace un par de días. Pero está el profesor Yupanqui, el subdirector.

    La conversación me hizo entender que hablaba con una persona culta. Las ropasy sus pies descalzos, no me engañaban, como comprobé unos días después, miinterlocutor era un profesor del centro educativo donde enseñaría yo, igual semostraba distante y desconfiado.

    - Y, ¿cómo llego donde él?

    - Fácil maestro, siga el camino nomás – dijo señalando hacia el monte – ¿No trae

    linterna? venga, mejor lo llevo yo mismo.

    Y como si fuera cuestión de magia, entramos a la selva por un estrecho camino detrocha, que instantes antes no lograba percibir; minutos después el profesorSangama se despedía y yo hablaba con el profesor Yupanqui, un tipo que me cayómuy bien apenas nos conocimos. Lástima, era un sirviente más del demonio.

    Esa noche dormí en su cabaña, recién al día siguiente luego del desayunoconsistente en frejoles cocidos y un magro café, conocería mi nueva casa, una

    cabañita donde apenas entraba una cama de una plaza, hecha de palos demadera de pona, elevada un metro del suelo.

    Mi primera noche en esa cabañita fue un desastre, al parecer fui objeto de unamala broma, alguien se había olvidado de sacar de debajo de mi cama una olorosacabeza de plátanos. Y aunque traté de dormir bajo el espeso mosquitero,soportando las altas temperaturas, muy pronto descubrí la visita de los ansiososmurciélagos que comen esta exquisita fruta. Imagínense, yo el citadino, habitandoen un palomar, apenas cubierto de los cientos de millones de mosquitos por el tuldel mosquitero y enfrentado a estos extraños visitantes.

    - Así es pues hermano, te aguantas – me dije a mi mismo.

    Pocos días después, ya ubicado en otra casita, donde debía pagar alquiler,trabajaba afanoso con mis chicos de secundaria álgebra, geometría del espacio ytrigonometría, pero como no me alcanzaban las horas, debí además ocuparme delas asignaturas de economía política y filosofía. Es decir estaba en mi salsa.

    Tres meses después recibía mi primer sueldo, grande fue mi decepción al notar

    que lo que recibía en el cheque, virtud a la inflación galopante, a la que nos sometiócierto mandatario incompetente. No me alcanzó ni siquiera para pagar los tres

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    meses de comidas de la buena ayacuchana que cocinaba para los maestros hafiado.

    Debí entonces pensar en maneras alternas de solucionar mi problema, de modo

    que con algo de lo que escondí antes de declararme en la indigencia ante la buenacasera, compré unos metros de hilo de pescar y anzuelos casi tan grandes comouno de mis dedos.

     – El más grueso tiene que ser para pescar Zúngaros profe - me recomendó unode mis estudiantes, el mismo que me enseñó a pescar ya que en mi vida habíahecho algo así.

    Semanas después ya era un consumado pescador de sardinitas, lisas, Zúngarosy boquichicos. Mi primer Zúngaro, pesaba más de 8 kilos y se lo vendí a mi casera,

    aminoré mi deuda y compré con lo restante el otro mal que acompañó mi vidadurante 30 años, cigarrillos.

    Un mes después estábamos en huelga regional, el sindicato llamó a sus bases ala ciudad y había que acudir. Muchos de mis colegas ni pensaban en salir a laciudad, pero ya saben, cuando no me siguen los problemas, yo los busco.

    Gritando consignas, pintando de amarillo a los rompehuelgas y escapando,aunque no siempre, de la policía y sus gases lacrimógenos, acabábamos al final

    en la olla común, pero antes había que bajar a los mercados pidiendo alimentospara nuestra olla e informando a la gente sobre la justicia de nuestro reclamo. EnPerú todo reclamo es justo, cuando los gobiernos de turno tienen problemas conla inflación y todo eso, ¿quién paga los platos rotos? los más pobres y entre ellosnosotros.

    - Ajusta nomás hermanito, el pueblo aguanta.

    No había ya nada de dinero en los bolsillos y la solución a nuestra plataforma nollegaba, pasaban los días, superábamos el mes y nada se arreglaba. Algunasveces no había olla común y los foráneos teníamos que poner cara de santos paraque algún compañero nos llevara a su casa a almorzar siquiera  – No hay queabusar hermanito, p´al almuerzo nomas. 

    Más un golpe de suerte hizo que una de esas noches cantando y arengando a lahuelga, conociera una linda profesorita, que como dice la canción, me salvó ensus brazos de las aguas turbulentas del hambre y la desesperación.

    Resulta que la bella maestra, hija de un militar, vivía tan solo con su padre en una

    linda casita dentro de la villa y este no estaba en casa por aquellas fechas, así quecasi a escondidas llegué a visitarla al día siguiente invitado a desayunar.

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     Avergonzado, estaba entrando a la casa, cuando reparé que el jardín que rodeabala entrada, estaba muy maltratado y una vez dentro observé que el jardín interiorestaba en igual estado. Se me prendió el foquito e instantes después, con lampa

    y pico en mano, me estaba ganando dignamente el sustento, volteando la tierra deambos jardines y procediendo a darle vida a esos lindos espacios.

    Esta vez el almuerzo que comí fue el más delicioso en mucho tiempo. El sudor yel cansancio fruto del honesto trabajo me devolvió la vida y la autoestima. El viejomilitar nunca supo que esa noche hasta dormí en su cama.

    Uno de esos días de lucha, un tipo de esos que siempre se cuelan en la huelgas,se dirigió a nosotros, al grupo de los más jóvenes y nos informó que en vista queel sindicato había tomado hacía un par de meses el local del consejo provincial

    para acelerar la solución a nuestros reclamos y esta no se daba, esa noche seproduciría la recuperación de la municipalidad por un grupo de matonescontratados por el acalde, él nos ofrecía armas para repeler el ataque.

    Cuando vi una de las armas que aquel personaje nos ofrecía, vinieron a mimemoria imágenes de mucho tiempo antes, cuando yo, estudiante de secundaria,criado en un barrio bravo, me acerqué a mi amigo el cholo Abanto y le mostréorgulloso el arma que uno de los malosos del barrio me había “prestado” –  Solopara que te cuides la espalda, Edhú.

    El cholo, acostumbrado a esas cosas desde muy niño, su padre murió asaltandoun banco de la nación, me miró con tranquilidad y lo que dijo hasta hoy lo recuerdo:

    - Causita, te voy a hablar como mi pata que eres, de otro modo te quitaría el fierroy te lo metería en el culo.

    - Cabezón, tú eres un buen muchacho huevón, tú no sirves pa´ choro y si cargasese fierro, prepárate para usarlo. Porque si un tombo te ve con eso, de frente tequema.

    -Tú tienes la inteligencia que nosotros no. Sigue estudiando nomás para que seasabogado y nos ayudes cuando te necesitemos.

    Luego de ello me pidió el arma y fue él quien se la devolvió al malandrín que mela dio. Después me enteré que le había pegado un tiro en la pierna al tipo. Nuncaregresó por el colegio, luego de terminada la secundaria su nombre apareció porprimera vez en los periódicos. Ya se empezaba a hablar del temible secuestradorEusebio “cholo” Abanto con solo 19 años a cuestas. 

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    Medí, calculé y concluí – No mano, yo pasó. Seguiré en la lucha, pero con palos opiedras. Me levanté del grupo y algunos me siguieron, solo dos quedaron con eltipo aquel.

    Gracias a Dios, esa misma noche se levantó la huelga, el gobierno regional y lasautoridades del gobierno habían accedido a nuestros reclamos. A la buenadejamos el local municipal y hubo fiesta, del miedo pasamos a la algarabía. Envista que toda la vecindad de mi amiguita me pidió que arreglara sus jardines, eldinero que gané en mi experiencia de jardinero, se usó muy bien, mucha cervezahubo esa noche.

    Días después mientras regresaba a mi escuela a trabajar de nuevo, montado enun viejo camión, me enteré que dos compañeritos que lucharon codo a codo connosotros, estaban presos acusados de terrorismo por habérseles encontrado

    armas.

    Y, ¿qué fue del demonio? A ese mejor no lo nombramos por ahora.

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    FELIZ DÍA A MI MADRE

    Hoy quiero hablar de mi madre, ya que mañana es el día de todas ellas. Mi viejase fue hace unos años, la verdad no cuento porque ella siempre está presente.Cada vez que hago algo bueno, antes recuerdo sus consejos. Y cuando cometoalguna tontería, luego recuerdo sus reprimendas. De modo que nunca se ha ido.Ella vive en mí.

    Era, sin duda, una mujer singular. Alguna vez escribí que en sus últimos años dejóde ser mi madre para convertirse en mi amiga, pero, ¿qué madre no lo

    es? Entonces hablaré de lo que era único en ella.

    Mi vieja, era el mejor médico. Cuando me dolía la muela conocía el secreto delclavo de olor o si me dolía la oreja, ya saben, una gota de mi propia orina o elhumo de su cigarro, y adiós dolor.

    La mejor de las Chef, cuando se trataba de preparar mis platos favoritos. El arrozcon pollo (porque el pato no me gusta), un buen tacu-tacu, con los frijoles del díaanterior, un rico cau-cau y muchas delicias más. Ni que decir de los dulces,

    mazamorras, arroz con leche y sus insuperables picarones que todos misamiguitos saborearon alguna vez.

    Era un temible guardaespaldas, nunca nadie se atrevió a tocarme estando ellapresente; y tremenda investigadora fue, cuando se trataba de averigu