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- 33 - El suicidio como problema - Isabel Martín Otero Micro espacios de investigación, ISSN 2444-9245 Nº 6, Enero-Junio 2018, pp. 33-50. Micro espacios investigación 6 (2018): 33-50 El suicidio como problema humano: factores sanitarios y sociodemográficos Suicide as a Human Problem: Health and Sociodemographic Factors Isabel Martín Otero Estudiante de Educación Social [email protected] Resumen: el presente estudio tiene por objetivo descubrir la incidencia que tienen so- bre las altas cifras de suicidio en la actualidad, variables como el gasto sanitario en sa- lud mental y los factores sociodemográficos. Hemos señalado estos dos factores debido a que los consideramos una causa principal del aumento del fenómeno. Tras un recorri- do histórico-sistemático por las algunas prácticas culturales y teorías acerca del suicidio, se llevaba acabo un análisis de los datos de suicidio en España y la posible incidencia de esos dos factores. Palabras clave: suicidio, Durkheim, salud mental, sistema de salud, Comunidad de Madrid Recibido: 1/06/2018 Aceptado: 15/06/2018 Abstract: The present study aims to discover the incidence that variables such as health expenditure in mental health and sociodemographic factors have on the high sui- cide figures at present. We have pointed out these two factors because we consider them a main cause of the increase in the phenomenon. After a historical-systematic ap- proach through some cultural practices and theories about suicide, an analysis of the suicide data in Spain and the possible incidence of these two factors is carried out. Keywords: suicide, Durkheim, mental health, health system, Community of Madrid Cómo citar este artículo: Martín Otero, Isabel (2018) “El suicidio como problema hu- mano: factores sanitarios y sociodemográficos”, Micro espacios de investigación 6: 33 -50.

El suicidio como problema humano: factores sanitarios … · Resumen: el presente estudio tiene por objetivo descubrir la incidencia que tienen so- ... Keywords: suicide, Durkheim,

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- 33 - El suicidio como problema - Isabel Martín Otero

Micro espacios de investigación, ISSN 2444-9245 Nº 6, Enero-Junio 2018, pp. 33-50.

Micro espacios investigación 6 (2018): 33-50

El suicidio como problema humano: factores sanitarios y sociodemográficos

Suicide as a Human Problem: Health and Sociodemographic Factors

Isabel Martín Otero Estudiante de Educación Social

[email protected]

Resumen: el presente estudio tiene por objetivo descubrir la incidencia que tienen so-bre las altas cifras de suicidio en la actualidad, variables como el gasto sanitario en sa-lud mental y los factores sociodemográficos. Hemos señalado estos dos factores debido a que los consideramos una causa principal del aumento del fenómeno. Tras un recorri-do histórico-sistemático por las algunas prácticas culturales y teorías acerca del suicidio, se llevaba acabo un análisis de los datos de suicidio en España y la posible incidencia de esos dos factores.

Palabras clave: suicidio, Durkheim, salud mental, sistema de salud, Comunidad de Madrid

Recibido: 1/06/2018 Aceptado: 15/06/2018

Abstract: The present study aims to discover the incidence that variables such as health expenditure in mental health and sociodemographic factors have on the high sui-cide figures at present. We have pointed out these two factors because we consider them a main cause of the increase in the phenomenon. After a historical-systematic ap-proach through some cultural practices and theories about suicide, an analysis of the suicide data in Spain and the possible incidence of these two factors is carried out.

Keywords: suicide, Durkheim, mental health, health system, Community of Madrid

Cómo citar este artículo: Martín Otero, Isabel (2018) “El suicidio como problema hu-mano: factores sanitarios y sociodemográficos”, Micro espacios de investigación 6: 33-50.

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Micro espacios de investigación, ISSN 2444-9245 Nº 6, Enero-Junio 2018, pp. 33-50.

INTRODUCCIÓN(*)

El presente estudio tiene por obje-tivo descubrir la incidencia que tienen sobre las altas cifras de sui-cidio en la actualidad, variables como el gasto sanitario en salud mental y los factores sociodemo-gráficos. Hemos señalado estos dos factores debido a que los con-sideramos una causa principal del aumento del fenómeno.

En primer lugar, se lleva a cabo una evolución histórica del suici-dio. El suicidio tiene una aparición y desarrollo paralelo al de la hu-manidad, por lo que aunque di-chos factores contextuales puedan o no incidir de manera positiva, negativa o neutra en el número de los mismos, deja de ser una difi-cultad propia de la persona. Ade-más, en ese breve recorrido histó-rico veremos los factores desenca-denantes del suicidio en épocas pasadas. No obstante, especial-mente nos interesa sobre todo co-nocer las motivaciones que impul-san a las personas a tomar dicha decisión hoy en día y por qué las cifras siguen en aumento o se mantienen, convirtiéndose en una tendencia social estable e incluso de crecimiento.

JUSTIFICACIÓN En la actualidad, entre las prime-ras causas de mortalidad que afectan a una amplia mayoría de la población, encontramos aque-llas relacionadas con enfermeda-des relativas al sistema circulato-rio, respiratorio y presencia de tumores, que se engloban dentro del término causas naturales (INE, 2017: 1). Dichas enfermeda-des, calificadas como tal según los criterios establecidos por la OMS en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE), ostentan ci-fras diferentes según estemos refi-riéndonos a hombre o mujeres, elevándose en algunos casos y disminuyendo en otros.

Estas primeras causas no son las únicas encargadas de cobrarse la vida de millones de personas cada día en nuestro país. Encon-tramos un segundo apartado que hace referencia a las causas exter-nas. Entre estas el suicidio es la primera causa de muerte externa en este último año; por detrás de este, las caídas accidentales, los ahogamientos, sofocamientos y la sumersión; por último, la tercera causa externa a destacar, ya que la lista prosigue, son los acciden-tes de tráfico, aunque no es posi-ble precisar cuántos de estos últi-mos sin embargo son también sui-cidios, es decir, accidentes inten-cionados. Finalmente, hay causas múltiples de defunción, que hacen referencia a un conjunto de pato-

(*) Para quienes han creído, creen y no dejan de creer en mí. A Roberto G.H. y Silvia B.E., por su apoyo durante la ela-boración de este estudio.

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logías que tienen como fatal e inevitable desenlace la muerte de la persona (ibíd. p.5).

Por lo tanto, es importante in-dagar con mayor precisión, si las altas tasas de suicidio se tratan de un hecho puntual, o por el contra-rio vienen dándose a lo largo de los años. Debemos poder obser-var, en caso de que efectivamente se apreciara un claro manteni-miento u aumento de los suicidios en nuestro territorio nacional, có-mo afectan variables como el gas-to sanitario y los factores sociode-mográficos en dicha elevación o estabi l idad de las c ifras. EVOLUCIÓN HISTÓRICA Muy en contra de lo que podamos pensar, el suicidio no es única-mente algo propio de las socieda-des modernas. Existía también en las poblaciones antiguas y a largo de las diferentes etapas históricas que se han venido sucediendo. Esto índica que aunque no deja de tener un estrecho vínculo con dife-rentes aspectos del contexto y las circunstancias personales del indi-viduo, no deja de ser en esencia una decisión personal. De esta manera podría decirse que: “nació con la consciencia misma y acompaña desde entonces a la huma-nidad…” (Amador, 2015, p.1)

A lo largo de la historia y el paso de diferentes culturas, han ido va-

riando notablemente las razones así como el significado y las con-secuencias que trascendían tras su puesta en práctica, más allá de la muerte o muertes de las personas que lo llevaban a cabo. Estas bien podían ser la exaltación, o por lo general el castigo de las mismas, aspecto que dependía de la época, religión, clase social, entre otras variables como veremos más ade-lante.

Situándonos en los periodos an-tes de Cristo, los motivos por los cuales algunas civilizaciones se suicidaban estaban guiados en su mayoría por rituales-religiosos. En los antiguos pueblos tanto de Asia como Japón, advertimos que en el primer caso se trataba de la bús-queda de un estado liberado de todos los males denominado nir-vana (“nada absoluto”), y en el segundo caso era un método lle-vado a cabo por lo nobles japone-ses como manera de acercarse a las divinidades; además, estaban forzados a realizar el harakiri du-rante el culto. Observamos en es-tas dos civilizaciones que acabar con la propia vida es visto como una manera de alcanzar un estado pleno de la persona (Moron, 2003, pp. 5-6).

Si miramos otras civilizaciones y pueblos de oriente medio y occi-dente, ya empezamos a vislum-brar los primeros signos claros de castigo tras la práctica del suicidio. Así pues, en la capital de Grecia,

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los atenienses se dedicaron a no enterrar a aquellos que morían por suicidio y, además, cortaban su mano derecha y la sepultaban en otro lugar. No obstante, mu-chos filósofos y pensadores de la época eran más que partidarios del suicidio, tales como los estoi-cos entre otros.

El suicidio en Roma nos permite ser conscientes de la influencia de la clase social a la hora de aplicar o no un castigo, pues mientras que fueron grandes cantidades de personas las que se suicidaron du-rante la caída del imperio Ro-mano, tanto sólo había represalias posteriores para aquellos que, fra-casando en su intento, ostentaban la condición de esclavos, mientras que por el contrario los soldados, propiedad del Estado, solo tenían derecho a hacerlo en caso de do-lor insufrible (ibíd. 7).

Los visigodos fueron un claro ejemplo de cómo tirarse desde una roca, más concretamente la que ellos denominaban roca de los Ancestros, era una manera de en-trar en el paraíso, como recom-pensa a su valentía.

El cristianismo fue tajante y prohibió el suicidio. Creó las reglas de su propia prohibición, concreta-mente que aquellos que lo pusie-ran en práctica no serían dados en sepultura (p.7). Un castigo hacia dicha acción que estuvo vigente hasta el renacimiento, momento en el que con la llegada de perso-

najes como Lutero, entre otros, protestaron por su legitimidad, diciendo que se trataba de la vo-luntad de Dios. Aun a pesar de los esfuerzos de algunos personajes, durante el siglo XVII se volvió a perseguir con insistencia y repre-sión. Pero durante el siglo XVIII, “el siglo de la razón”, se argumen-tó que el suicidio no era nada más que una mera forma de expresión individual.

En el siglo XIX la cifra de suici-dios aumentó y se empezó a pen-sar que la práctica del suicidio es-taba relacionada con los diferentes cambios económicos, sociales etc. que se producían en el contexto (pp.8-9). Finalmente, con la llega-da de la época contemporánea, el suicidio pasó a ser un aspecto a estudiar, entre otras disciplinas, por la medicina, alejándose así de voluntades divinas y diferentes teorías religiosas que iban interca-lándose según fuesen unas u otras las ideas defendidas por la época. Esos modernos estudios hacían hincapié, bien en los diversos fac-tores que rodeaban a la persona, o bien en las características perso-nales que la persona poseía y que le habían llevado a tomar dicha opción.

Este primer y breve repaso his-tórico, nos induce a pensar que el suicidio es una práctica que siem-pre ha existido y sobre la cual se han ofrecido multitud de interpre-taciones. Recorrerlo históricamen-

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te no es fruto de la curiosidad o el entretenimiento, sino más bien una manera de que podamos pos-teriormente comprender por qué es considerado y tratado cómo tal en la actualidad de una sociedad y cultura como la europea en la que nos hayamos inmersos. Además, España posee en sus raíces y aun corre por sus venas, la influencia de la religión católica que la ha mantenido constreñida y atrasada en muchos aspectos, como el que nos ocupa, cuyo desdén y perse-cución de aquellos que intentaban poner fin a sus vidas o la tortura de los cadáveres de quienes final-mente conseguían su propósito, eran mortificados para desgracia de sus almas y sus familias. Tras esto podremos, al menos en cierta manera, entender por qué se to-man más o menos medidas al res-pecto en nuestra actualidad y el porqué del estigma que acecha a la enfermedad mental y la creen-cia ante dicha acción.

PRIMEROS ESTUDIOS SOBRE EL SUICIDIO Poco a poco fueron aparecieron las primeras investigaciones que comenzaron a alejarse de las creencias religiosas y supersticio-nes, y se dio paso a su estudio buscando los diferentes factores que lo precipitaban, desde discipli-nas y perspectivas más científicas, como la medicina, y otros ámbitos tales como la sociología, la psico-

logía etc., no sólo con la finalidad de entenderlo, sino de utilizar to-dos los recursos disponibles para su prevención.

Una de las primeras teorías da-ta de 1820, cuando el médico J.P. Falret llegó a la conclusión de que el suicidio se producía como con-secuencia de un trastorno mental. En 1838, Esquirol tuvo a bien ar-gumentar que el suicidio era el efecto consecuente de una crisis afectiva. También en 1958, Sten-gel, estableció una importante dis-tinción entre: intentos de suicidio y suicidio consumado (Stengel cit. en Barcia, 2012, p.117). Posterior-mente, y con enfoques más procli-ves a resaltar la multicausalidad que ya se venía pronosticando a finales del siglo XIX, aparecieron las ideas y pensamientos de los sociólogos Durkheim y Morselli, quienes en 1879, (Corona, Her-nández y García, 2016, pp. 91-92) señalaron lo que ellos considera-ron eran los diferentes factores sociales que impulsaban a tomar semejante decisión.

Durkheim trato de mostrar la influencia de las diversas variables que consideraban indispensables en el desarrollo del suicidio. Para ello, confeccionó una estadística con diferentes países, cuyas cifras pretenden demostrar, que su au-mento o disminución están influi-das por las circunstancias en las que se encuentra el país o el terri-torio europeo en ese determinado

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momento, algo que termina por afectar de una manera u otra al estado social (Durkheim, 1897, p.26). Por ello se observa cómo afecta socialmente la crisis del año 1848 en todos los territorios, con un claro aumento de los suicidios.

“allí donde hay más locos e idiotas también hay más suicidios y vicever-sa. Pero entre ambas escalas no exis-te una correspondencia continuada que manifieste la existencia de un vínculo causal entre ambos fenóme-nos.” (Durkheim, 1897, p.41).

El tercer factor que Durkeim se encargó de estudiar fue el alcoho-lismo, pero de nuevo llegó a con-cluir que no guardaba ninguna re-lación evidente de causa y efecto entre las variables. Estos dos pri-meros factores fueron calificados como “anormales” por el autor. Llama notablemente la atención la ausencia de importancia que otor-gó a ambos factores por no existir en las estadísticas una relación continuada entre ambas, lo que quizás ha influido en la atención que se prestó en la época y se presta en la actualidad a dichas variables, así como el estigma creado hacia las mismas. Peque-ños detalles que marcan la dife-rencia y que han llegado a la reali-dad de nuestros días. Sin embar-go, si las características del en-torno eran exactamente las mis-mas para todas las personas, algo debía estar pasando de manera

personal o interna en el individuo para que algunos llegasen a tomar la determinación de suicidarse. Por otra parte, si damos tanta in-fluencia a las circunstancias del contexto, deja de tener sentido la existencia del suicidio en épocas distintas, por razones y motivos diferentes, como ya hemos visto más arriba.

Tras estos primeros factores que denomina extrasociales o “anormales”, da paso a otros que bien podríamos denominar como “normales”, tales como la raza-herencia, factores cósmicos y la imitación. De entre todos ellos, se hace especial hincapié en la po-tente afectación que ejerce en un primer lugar, dentro de los facto-res cósmicos: las estaciones. Muy al contrario de lo que en un pri-mer momento podía señalarnos nuestro tantas veces errado senti-do común, es la primavera y no el otoño o el invierno, por tratarse de aquella en la que comienzan a alargar los días y que trae consigo una vida social más intensa, en la que se aprecia un claro aumento del número de suicidios (p.68).

Otros factores realmente influ-yentes son la raza, la herencia, y especialmente la religión, obser-vándose altas cifras en los protes-tantes respecto del resto.

Por el contrario la imitación, un factor psicológico relevante, seña-la dicho autor que se trata de un factor que revela cifras numero-

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sas, en el que sin embargo influ-yen muchas más variables que el de la mera imitación.

“El suicidio, es una acción que tiene como objetivo final la muerte de la persona que la desempeña, siendo esta plenamente consciente del re-sultado final que conlleva su puesta en práctica desde el inicio de la mis-ma” (Durkheim, 1992, p.7).

Tras estos primeros estudios, he aquí una primera definición acorde con los conocimientos que se tenían hasta el momento. Se siguió indagando, no sólo acerca de las múltiples razones que in-fluían en el mismo, sino en los di-ferentes tipos de suicidios existen-tes, a ello dedicó Durkheim algu-nas investigaciones. Tras él, se continuó intentando demostrar con insistencia que no se trataba únicamente de un hecho aislado fruto de la decisión del individuo, sino que coexistían una serie de factores de diversa índole, que fa-vorecían que la persona terminará acabando finalmente con su vida. Esto, a nivel tanto práctico como teórico podría suponer un mayor estudio e implicación hacia esa decisión por la que muchos indivi-duos terminaban optando.

Años después, la siguiente refe-rencia con la que nos encontra-mos es de 1975. La OMS señalaba que los suicidios se situaban entre las diez primeras causas de muer-te. La cosa no pareció mejorar y

en el año 2000, se señaló que ca-da 40 segundos tenía lugar una muerte por suicidio (OMS/OPM cit. en Lucena, y otros, 2005). Este último párrafo nos indica que los estudios de estos primeros auto-res, a pesar de que aportaron quizás una mayor nitidez respecto a dicha problemática, no hicieron hincapié en cómo erradicar o re-ducir el aumento de las miles de personas que decidían poner fin al sufrimiento que les causaba su existencia. Por otro lado, la falta de unanimidad respecto de la cau-sa o causas que lo precipitan, no hacen sino aportar cierto vacío y complicaciones a su tratamiento, pues cada uno de ellos pone el foco de atención en un aspecto, desechando otros que quizás son igual de cruciales.

EVOLUCIÓN DE LAS CIFRAS EN ESPAÑA Los números que se muestran en esta primera tabla, divididos en provincias y capitales, cuya suma permite obtener un total que hace referencia a todo el territorio na-cional, son concernientes a los sui-cidios y los intentos del mismo, desde 1989 hasta 1998. No se ob-serva ninguna tendencia clara a lo largo de los diez años a los que se refieren las cifras. De 1989 a 1997 estas experimentan un aumento, mientras que durante el año res-tante de 1997 a 1998, se produce un pequeño descenso. La cifra

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más baja la encontramos en 1989 mientras que la más alta la encon-tramos en 1996, con una cifra de 3502. Lo que cabría esperar, qui-zás de una manera muy optimista por nuestra parte, es que un ade-cuado progreso positivo, como consecuencia del estudio e incre-mento del empleo, de diferentes recursos y avances, algo que se puede observar sin el más mínimo atisbo de duda en campos de la tecnología, el tráfico, y diferentes ámbitos de la ciencia etc. hayan afectado de igual manera a las ci-fras de los suicidios de años pos-teriores; de lo contrario, estare-mos hablando y de hecho habla-mos de un verdadero problema de salud pública dado su dificultad para atajarlo.

La siguiente tabla muestra las cifras comprendidas entre 1995 y

2004. Lo primero que apreciamos es que no sólo no son muy dife-rentes a las del periodo anterior. El suicidio no termina de ser abor-dado de la manera adecuada, puesto que aunque en un primer momento estas experimentan un descenso hasta el 2000, volvemos a observar un crecimiento, desde este año hasta el 2004.

En el año 2016 la FSME señala un total de 3596 personas, lo que significa 10 personas al día las que finalmente consiguieron acabar con sus vidas. Esto nos demuestra la estabilidad del fenómeno del suicidio: a pesar de toda la infor-mación con la que parece contar-se, el número de fallecimientos por esta causa sigue viviendo eta-pas de aumento y estabilidad res-pecto a otras causas de mortali-dad externa, que sin embargo son

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noticia de última hora en nuestros tan avanzadas tecnologías de la información y comunicación del siglo XXI en el que nos hallamos, bajo la argumentación del proble-ma de la imitación.

Pero donde se encuentra o en-cuentran las fuentes de ese creci-miento: ¿Se debe a la falta de re-cursos médicos en salud mental?, o ¿a factores sociodemográficos? Pero ¿y si las dos variables citadas son sólo un pequeño condicionan-te, de lo que es en realidad una decisión personal, puesto que for-ma parte de la condición humana? Ahora centraremos la atención en estas dos variables.

GASTO SANITARIO EN SALUD MENTAL

El primer aspecto en el que inda-gar corresponde a los recursos médicos actuales en Salud Mental. Dentro de este podemos destacar, no únicamente el número de psi-cólogos y psiquiatras con que se cuenta, sino a la cantidad de los mismos que se encuentran en for-mación, así como los diferentes proyectos destinados a la mejora y progreso positivo de dicho ámbi-to de la salud. A la hora de ahon-dar en dicho aspecto, nos referire-mos por cercanía, facilidad y por la dificultad que supone abarcar todas las comunidades autónomas que conforman nuestro territorio nacional, a los recursos existentes en la Comunidad de Madrid, que es, a su vez, la comunidad a la que se destinan más recursos en

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el ámbito de la salud mental. Vea-mos los recursos. Además, el pri-mer dato de la falta de competen-cia de nuestra sanidad, la encon-tramos en que a pesar de que los enfermos por trastornos mentales no constituyen los datos más altos de hospitalización, sí que se en-cuentran entre una mayor propor-ción de causas de defunción.

En primer lugar, localizamos un Programa de Atención Psiquiátrica a Enfermos Mentales Sin Hogar. Dicho programa, cuyo nacimiento tuvo lugar en el año 2003, parece continuarse durante el año si-guiente.

Esta tabla, pretende reflejar las características de la población des-tinataria del proyecto desarrollado en 2004. Aunque se trata de una gran medida, no sé nos añade en dicho informe si los recursos con los que se contaban fueron sufi-cientes para abordar dicha necesi-

dad, aunque se reconoce que ter-minó provocando la existencia cierta “lista de espera” (INS, 2004, p.51). Por otro lado, vemos que se trata de una medida reactiva, que atiende una situación ciertamente marginal. Sin embargo, recorde-mos en primer lugar que no sólo debemos atender a personas en situaciones extremas, ni esperar a que estas se encuentren en seme-jante situación para prestarles la atención necesaria. Este es el úni-co aspecto relevante respecto a lo que a la Salud Mental se refiere, que se cita en el Informe anual del sistema Nacional de Salud de la Comunidad de Madrid a largo del 2004.

En el año 2005 se pueden se-ñalar diversas mejoras que ya se anunciaron en 2003, con la puesta en marcha del Plan de Salud Men-tal de la Comunidad de Madrid. Entre las medidas que cabe desta-

Elaboración propia a partir de los datos aportados por el Informe Anual de Sistema Nacional

de Salud de la Comunidad de la Comunidad de Madrid de 2004, p. 50.

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car, nos topamos en primer lugar, con un aumento del número de camas en dos hospitales de Ma-drid, como son el Severo Ochoa y el Hospital de Fuenlabrada. Así como la existencia de Unidades de Hospitalización Psiquiátrica en to-dos los Hospitales de la región, además de que los nuevos centros hospitalarios de cualquier parte del territorio nacional que tengan prevista su construcción, habrán de contar con dichas Unidades con la que ya cuentan todos los hos-pitales de Madrid. Es lógico pensar que si ha habido aumento de los recursos psiquiátricos, será nece-sario un incremento de los profe-sionales (INS, 2005, p. 12). Así pues el INS, reconoce el creci-miento de profesionales en dicho ámbito, de un 2% o 3% en 2002 a un 18% en este último tiempo. Han sido un total de 15 psiquia-tras los que se han sumado al ejercicio de la profesión.

En 2007, se mejoran los servi-cios de Salud Mental, en el Hospi-tal Universitario Gregorio Marañón para personas sordas, que entra dentro del Plan de Acción para personas con Discapacidad 2003-2008 (INS, 2008, p.19).

Durante el año 2008, la Salud Mental fue tenida en cuenta para la Intervención en Población ex-cluida, como la zona de la “El Ga-llinero” de la Cañada Real. Sin em-bargo, la considero una medida reactiva, olvidando, a nuestro cri-

terio, el aumento de programas y proyectos de prevención y trata-miento.

En 2009 y 2010 no se hace re-ferencia en el Sistema Nacional de Salud de la Comunidad de Madrid, a la Salud Mental y por tanto tam-poco al suicidio.

Respecto a la formación de pro-fesionales en Salud Mental esta advierte un acrecentamiento en el 2011, año en el que el programa formativo oficial de la especialidad de Enfermería de Salud Mental que se observa a través de la Or-den SPI/1356/2011, de 11 de ma-yo. 90 INFORMES, ESTUDIOS E INVESTIGACIÓN sufre la amplia-ción del periodo formativo de la especialidad de 1 a 2 años. (INS, 2011, pp.89-90).

Por su parte, respecto a la evo-lución en el número de profesio-nales especializados en salud mental desde 2008, hasta el 2011, se percibe un claro un aumento del número de psicólogos, siendo un total del 11, 9%. Sin embargo, desde 2013 hasta 2015 vemos que las cifras van poco a poco en descenso.

Durante el año 2012 se lleva-ron a cabo diferentes estrategias contra el cáncer, cardiopatía is-quémica, diabetes, salud mental, cuidados paliativos, ictus, EPOC y enfermedades raras, que se man-tenía aprobada y actualizada en las diferentes estrategias de 2009 (INS, 2009, p. 132). Esto repre-

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senta una manera de volver a prestar atención a la salud mental, mezclándola con problemas consi-derados realmente graves, tal vez, porque representa un verdadero problema para la población.

Finalmente, nos situamos en 2016. En este último año conta-mos con información de lo más novedosa y trascendental, que nos indican desde luego que las cosas avanzan, aunque no dejan de indi-car cierta lentitud en muchos ám-bitos, precisamente en aquellos en los que se ha mantenido cierto tabú y estigma a lo largo de la his-toria. Es en este único Informe de 2016 donde por primera vez se considera importante la preven-ción del suicidio y se nos ofrecen, por tanto, las primeras cifras rela-tivas al mismo.

“En el marco del Programa de Salud Mental se participa en el proyecto europeo, European Regions Enforcing A c t i o n s A g a i n s t S u i c i d e (EUREGENAS), para la elaboración de las guías para la prevención de la conducta suicida e intervenciones tras el suicidio en el ámbito escolar y en el ámbito laboral” (INS, 2016, p.47).

Otros proyectos citados, también relacionados con la salud mental con los que se colabora y partici-pa, es el proyecto europeo Peer to Peer sobre apoyo mutuo en Salud Mental, con la participación de la Federación En Primera Persona de la Federación Andaluza de Asocia-

ciones de Salud Mental). Además, se ha elaborado y publicado la Guía de Planificación Anticipada de Decisiones en Salud Mental. Por último, se menciona la participa-ción en el proyecto europeo Salud Mental en Todas las Políticas, en el marco de la Joint Action on Mental Health and Well-being (2013-2016), a través de la Euro-pean Social Network (p.47).

No podemos acabar este apar-tado, sin hacer referencia a las crecientes medidas sobre salud mental que las diversas Comuni-dades Autónomas que conforma el territorio nacional están poniendo en práctica. Podemos señalar a modo de ejemplo el Grupo Regio-nal de Salud Mental–Educación implementado en Asturias; así co-mo la atención precoz de la psico-sis en la Comunidad Valenciana entre otros (INS, 2016, p.10).

Con todos los datos aportados acerca del gasto sanitario, consi-deramos que hay cierto descenso de las cifras, aun a pesar de la es-casez de estos recursos, y por tan-to, podría considerase que el au-mento y la estabilidad de los datos que observamos en ocasiones puede estar está relacionada con la insuficiencia de medidas pre-ventivas y tratamiento. Las cifras demuestran que efectivamente con la implementación desde 2003 hasta el 2008 del Plan de Salud Mental en la Comunidad de Ma-drid, los números experimentan

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un nimio descenso, con una caída brutal en 2012. Sin embargo, en momentos de escasez de los mis-mos, los trastornos mentales y los suicidios comienzan de nuevo a crecer, teniendo como últimos da-tos en 2016, un total de 305, más aún que en 1998, tanto a nivel regional, como a nivel nacional. Esto indica que se trata de una variable con una clara incidencia, a la que sin embargo por desgra-cia no se presta la atención nece-saria, ni se dota económica como debiera, para poder acabar con este verdadero problema que aso-la a la totalidad de nuestra socie-dad.

A modo de conclusión de este primer apartado, podemos decir que los recursos y el gasto sanita-rio empleado —aspecto en el que se encuentra la formación de los profesionales de Salud Mental, la oferta de plazas de dicho ámbito, entre otros aspectos—, parecen obrar de un modo crucial en la prevención y tratamiento de dicha práctica y de los diferentes tras-tornos mentales. De modo que su inexistencia y escasez no hace sino que el número de los mismos se mantenga como la primera causa externa de mortalidad, mientras que dicha práctica y di-chas enfermedades se mantienen en el anonimato y el oscurantis-mo, por considerar el suicidio, en-tre otras cosas, una práctica sus-ceptible de imitación. ¿Acaso no

salen escenas violentas de todo tipo en la televisión o nos infor-mas sobre el número de muertes por otras muchas causas? ¿Por qué no del número de suicidios? Finalmente, hacemos alusión a los trastornos mentales junto con la práctica del suicidio, por la nula presencia que hemos visto de este último, salvo en el Informe anual del sistema Nacional de Salud Mental en 2016, lo que nos hace pensar que este puede estar in-cluido dentro de los trastornos mentales, de lo contrario, se ob-serva una clara carencia de medi-das y referencias al mismo de un modo considerable.

FACTORES SOCIODEMOGRÁFICOS Junto a la notable insuficiencia de recursos en salud mental que he-mos señalado, es conveniente enumerar los diversos factores so-ciodemográficos que la terminan por convertir en una de las causas principales de muerte entre los países.

Cuando hacemos hincapié en estos factores nos estamos refi-riendo a variables tales como la etnia, la edad, el sexo, el estado civil y el nivel socioeconómico, que no son otra cosa que circunstan-cias que inevitablemente rodean o forman parte de las personas, y que por suerte, en algunos casos, o por desgracia en otros muchos, son su manera de presentarse a la

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sociedad. Decimos desgraciada-mente, puesto que cada sociedad tiene una serie de imaginarios y prejuicios acerca de por ejemplo ciertas etnias, etc. lo que hace por ejemplo que las personas de piel blanca, mejor vista por el ima-ginario social, tengan menor ca-pacidad de enfrentarse a los obs-táculos de la vida y los fracasos, que las negras, ya que estas últi-mas lo han pasado peor a lo largo de la historia de la humanidad por su color de piel. Por tanto esta puede ser una de las razones por las cuales nos encontramos con que se suicidan más personas blancas que negras (Rodríguez, Pedraza y Burunate, 2004).

Con respecto a la influencia del resto de variables, estas pueden incidir hasta puntos insospecha-dos. Para ello podemos (Nizama, 2011, p.1) señalar, por ejemplo, que poseer un núcleo familiar es un factor protector. También lo es, más específicamente para la mujer, tener un hijo menor de dos años. Por el contrario la soltería, en ambos casos, así como el des-empleo y el bajo nivel cultural y económico, son dos factores de riesgo bastante importantes, que afectan de un modo mayor a los hombres que a las mujeres, pero… ¿por qué? De entre las muchas teorías y conjeturas que se pue-den elaborar, podemos señalar que quizás estos no pueden so-portar tan fácilmente la pérdida de

esa imagen de hombre triunfador, viril y poderoso que todavía le otorga nuestra cultura machista, de modo que se siente señalado, juzgado e inferior por el resto de hombres, generalizando y conside-rándose despreciado por la socie-dad entera, lo que le lleva final-mente a sentirse fuera de lugar, vacío y tomar una drástica solu-ción, como poner fin a su vida (Kimmel, S. p.12). Considero que está visión se está extendiendo también a la mujer, a la que en la actualidad la sociedad le está si-tuando el listón cada vez más alto, mientras que quizás antes le bas-taba con ser buena esposa y ma-dre. Por el momento, sin embar-go, las mujeres no poseen las ci-fras más altas de suicidio consu-mado pero sí de intentos del mis-mo.

Pero de entre todos estos facto-res, hay dos de ellos que siguen siendo efectivamente esenciales por encima de los demás, como bien podemos señalar el estado civil y la presencia de un núcleo familiar. Y es que en muchos ca-sos, aun presentado altos factores de riesgo, como al aspecto genéti-co, graves cuadros clínico o labo-rales, un adecuado soporte afecti-vo y/o familiar reduce la vía del suicidio (Nizama, 2011, p. 2). Los sentimientos de soledad, vacío y falta de apoyo, son cruciales en el desencadenamiento del proceso suicida.

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Este último que hemos señala-do en el párrafo anterior, se con-vierte en un aspecto clave del au-mento de la tasa del suicidio, tan-to en nuestro territorio, como en la totalidad del área occidental, así como en el resto de países desa-rrollados. Debido probablemente entre las muchas causas posibles, al creciente individualismo resul-tante del aumento de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información; avances que se han agolpado deprisa a un ritmo imparable y vertiginoso en la ac-tualidad y que ha condicionado la cotidianeidad de nuestras vidas, modificando de esta manera el modo en el que nos relacionamos, puesto que aunque en la actuali-dad la comunicación es más glo-bal, resulta mucho menos perso-nal que en la sociedades tradicio-nales propias del Antiguo Régi-men.

Otro aspecto influyente, es la religión, una variable a destacar. El propio Durkheim señalaba un mayor número de suicidios entre los protestantes, en comparación con aquellos que profesaban la religión católica. A día de hoy y en esa búsqueda de rellenar esa sole-dad que conduce al acto del suici-dio, está surgiendo una nueva “religiosidad” lejos del sistema e institucionalización de la religión e Iglesia católica, que está llevando a muchos a dejar de acudir con regularidad a la Iglesia como en

épocas pasados, y a miles de fie-les dirigir su devoción a otras reli-giones e iglesias como la Iglesia evangélica, o la religión budista entre otras.

También es una idea común la de insistir en el riesgo que supone un nivel socioeconómico bajo, co-mo factor potencialmente precipi-tante para la puesta en práctica del suicidio. Sin embargo, y para-dójicamente, aquellos países de notable crecimiento económico, como bien pueden ser Bélgica o Suecia, ostentan altas tasas de suicidio, mientras que por el con-trario, Sudáfrica muestra una cifra ínfima, cuando probablemente las cifras de pobreza por el contrario sean bastante altas, así como las de salubridad, higiene, etc. ¿Qué es lo que ocurre entonces?, ¿son acaso sus cifras menos relevantes o tenidas en cuenta respecto a las de otros conjuntos de países? Pro-bablemente, una de las razones de esta paradoja sea el hecho de que en esos países predominan las familias extensas y unidas, aun a pesar de las duras condiciones en las que se encuentran y a las que por otra parte de algún modo, ya están habituados.

Antes de terminar, sabemos también que hay ciertas etapas evolutivas así como cuadros clíni-cos que se convierten en claros factores de riesgo para el suicidio, como pueden ser la adolescencia y la depresión, entre otras. Esta últi-

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ma causa destacada acompaña a las personas de sentimientos tales como la desesperanza, la desola-ción, junto a una baja autoestima (Guibert, y R. del Cueto Inastrilla, 2003).

Todos estos factores predispo-nen a la persona en el momento en el que estos se entremezclan con el complejo material orgánico o genético innato. Si tiene la fortu-na de contar con una de las varia-bles más influyentes de todas las que hemos citado, como son un núcleo familiar estructurado de apoyo y armónico, las posibilida-des de que, en caso de que posea factores genéticos de riesgo, estos sean tratados de la manera ade-cuada, serán muy altos. Y en caso de que se trate de una persona prácticamente sana, no desarrolle ninguna enfermedad mental o conducta suicida o auto lesiva se-rán más que probables. En ocasio-nes sin embargo, la gran carga genética hace que sea cual sea el contexto o entorno de crianza del niño durante la infancia, estos fac-tores innatos tengan mayor in-fluencia.

CONCLUSIÓN Llegados a este punto podemos concluir que probablemente el gasto sanitario escaso hace que no sea posible abarcar las necesi-dades existentes en el ámbito de la enfermedad mental en la que se engloba y encuentra el suicidio. En

el momento en el que se activan planes y proyectos, y crece el nú-mero de plazas y profesionales de la salud mental, comienza a dejar-se entrever un leve descenso, pe-ro no es suficiente. Sumado a la escasez de los recursos, hemos visto como factores sociodemográ-ficos como la soltería, el desem-pleo, la viudedad, la edad, el sexo, la etnia y la religión juegan un pa-pel importante, tanto en cómo se ve la propia persona, como en la manera en la que esta cree estar siendo vista desde fuera según la idea se tiene en el imaginario so-cial de sus características, lo que dependiendo de un caso u otro, pueden actuar en favor o en con-tra de la persona.

En el caso del suicidio la pre-vención es crucial. Además, en su desarrollo, no sufre únicamente la víctima de la misma sino todo el entorno de la persona. Quizás en cierta manera este trabajo proacti-vo podría comenzar en las escue-las y familias, dándose importan-cia al tan necesario ámbito emo-cional que forma parte inevitable de nosotros, continuando con los medios de comunicación . Nin-guno recurso empleado habrá de parecernos excesivo o demasiado en la que es la primera causa ex-terna de mortalidad en la actuali-dad, por encima incluso de los accidentes de tráfico.

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NOTA AUTOBIOGRÁFICA ISABEL MARTÍN OTERO nació el 15 de Noviembre de 1996 en Jaran-dilla de la Vera (Extremadura). Estudiante de la Universidad Complutense de Madrid desde 2015. Interesada en la mitología griega y en la filosofía. Actualmente sigue aprendiendo, pensando y dibujando. Simplemente mantiene curiosidad por las cosas que le rodean.