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263 Revista Colombiana de Psiquiatría, vol. XXXIII / No. 3 / 2004 El tejido de un nosotros: hilando nuevos significados entre terapeuta y consultante José Antonio Garciandía 1 Jeannette Samper 2 Resumen En el presente artículo se pretende esbozar algunos de los aspectos que los autores conside- ran de importancia en la psicoterapia. Hacer visible lo invisible en la conversación facilita que los significados de lo hablado se constituyan en los hilos que construyen la estructura de lo que definimos como la etnia terapéutica. Entendemos lo étnico (género, clase social, raza y cultura) como una forma de estar en el mundo que da sentido al “sí mismo” y que nos articula con los otros. Terapeuta y consultante, integrados en un nosotros, desarrollan una responsabilidad relacional en el proceso terapéutico y ello permite el acceso a nuevas di- mensiones mentales (entendiendo lo mental como un epifenómeno relacional). En conse- cuencia, aumenta el grado de autonomía de los individuos. Palabras clave: entrevista, lenguaje, cultura, ética, responsabilidad social. Title: The Texture of “Togetherness”: Weaving Ideas to Create New Meanings between Patient and Therapist. Abstract In this article the authors develop some of the important aspects that must be considered in therapy. In their conversation, therapist and consultant bring forth invisible meanings that become visible threads that are woven together building what they describe as an Ethnic System of Meanings. Ethnicity is understood to include gender, race, social class and cultu- ral characteristics that gives meaning to the individual “selfs” and also helps people connect with others. Through their interactions, therapist and consultants generate a relational responsibility, where the “mind” can create new meanings; facilitating the development of individual autonomy and growth. Key words: Interview, language, culture, ethical, social responsibility. 1 Psiquiatra de la Pontificia Universidad Javeriana, Departamento de Psiquiatría y Departa- mento de Medicina Preventiva y Social, Bogotá, Colombia. 2 Terapeuta sistémica, directora de formación en terapia sistémica, Sistemas Humanos, Bogotá, Colombia.

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El tejido de un nosotros: hilando nuevos significadosentre terapeuta y consultante

José Antonio Garciandía1

Jeannette Samper2

Resumen

En el presente artículo se pretende esbozar algunos de los aspectos que los autores conside-ran de importancia en la psicoterapia. Hacer visible lo invisible en la conversación facilitaque los significados de lo hablado se constituyan en los hilos que construyen la estructurade lo que definimos como la etnia terapéutica. Entendemos lo étnico (género, clase social,raza y cultura) como una forma de estar en el mundo que da sentido al “sí mismo” y que nosarticula con los otros. Terapeuta y consultante, integrados en un nosotros, desarrollan unaresponsabilidad relacional en el proceso terapéutico y ello permite el acceso a nuevas di-mensiones mentales (entendiendo lo mental como un epifenómeno relacional). En conse-cuencia, aumenta el grado de autonomía de los individuos.

Palabras clave: entrevista, lenguaje, cultura, ética, responsabilidad social.

Title: The Texture of “Togetherness”: Weaving Ideas to Create New Meanings between Patientand Therapist.

Abstract

In this article the authors develop some of the important aspects that must be considered intherapy. In their conversation, therapist and consultant bring forth invisible meanings thatbecome visible threads that are woven together building what they describe as an EthnicSystem of Meanings. Ethnicity is understood to include gender, race, social class and cultu-ral characteristics that gives meaning to the individual “selfs” and also helps people connectwith others. Through their interactions, therapist and consultants generate a relationalresponsibility, where the “mind” can create new meanings; facilitating the development ofindividual autonomy and growth.

Key words: Interview, language, culture, ethical, social responsibility.

1 Psiquiatra de la Pontificia Universidad Javeriana, Departamento de Psiquiatría y Departa-mento de Medicina Preventiva y Social, Bogotá, Colombia.

2 Terapeuta sistémica, directora de formación en terapia sistémica, Sistemas Humanos,Bogotá, Colombia.

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Haciendo visible lo invisible

En artículos anteriores nos he-mos referido al sistema terapéuticocomo una comunidad conversacio-nal sagrada (utilizamos esta expre-sión como referencia a un espacio ytiempo que rompen la cotidianei-dad), que integra las particularida-des del terapeuta y sus consultantescon algunas voces provenientes delos contextos socioculturales dondese han vivido las historias. Éstasconjuntamente van entrelazando ydescifrando las reflexiones sobre lasacciones y significados que hacenparte de las historias compartidas.

Paso a paso, en la conversaciónse tejen nuevas historias que inclu-yen creencias y prácticas de género,raza, edad y clase social, que hacenparte del trasfondo personal y cul-tural de cada uno de los participan-tes. Con el tiempo nos hemos dadocuenta de que estos elementos dis-tintivos, que llamamos étnicos (yque son fácilmente mimetizados enel relato y por éste), expresan la ma-nera como las personas viven, pien-san, sienten y celebran sus vidas enla creación de nuevos significados,y por ello son indispensables parala comprensión del todo que repre-senta el proceso terapéutico. En esteterreno de complejidad biopsicoso-cial presente, pero no siempre visi-ble, se encuentran desde el primerinstante el consultante y su tera-peuta, para construir un espacioconversacional terapéutico tejido

con sus características y propósi-tos exclusivos. Con un ejemplo pre-tendemos ilustrar lo anterior.

A la consulta de uno de los au-tores llega un hombre con la peti-ción explícita de ayuda para prepa-rar una próxima reunión con sushermanos, donde el tema central se-rá la herencia familiar, debido a lareciente muerte del padre. Siendoel hijo mayor, explica que nunca hatenido buena relación con sus her-manos y siente gran rabia haciaellos. Dado el fallecimiento del pa-dre, ahora debe asumir un rol deliderazgo como jefe de su familia deorigen y pide ayuda para manejarsus emociones, pues teme que si nohace algo para controlar su rabia,se va a desencadenar un gran con-flicto en una próxima reunión de fa-milia. Todo va cobrando mayor sen-tido cuando en la conversación sur-ge que él, una persona de origeneuropeo, residente en un país lati-noamericano, pertenece a una delas más antiguas familias nobles delpaís de origen, cuya historia se re-monta a las cruzadas. Este dato hamoldeado las relaciones con sushermanos a lo largo de su vida, alser determinado como hijo mayorpara ser heredero del título familiar.Sin embargo, la nobleza ha sido unarealidad invisible para las personasque los conocen en el medio dondehan vivido. Es significativo para lacomprensión del dilema lo que su-cedió con el fallecimiento del padremientras estaba en un viaje en su

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país de origen. Las notas necroló-gicas en el país de origen resalta-ban el título nobiliario antes delnombre; sin embargo, en el país deresidencia las notas necrológicassólo incluyen su nombre.

Al llegar a Colombia, relata elconsultante, sus padres creyeron queen el Nuevo Mundo, dado que los tí-tulos nobiliarios no tienen sentidosocial, éste era un aspecto de interésintrafamiliar. En su deseo de adap-tarse y mimetizarse con el entornoconsideraron que la historia familiarse circunscribiría solamente al espa-cio de la familia. Sin embargo, con lamuerte del padre, el consultante debeconvertirse en el nuevo pater familiasde su familia de origen, de la cual sehabía independizado hacía veinteaños. Como pater familias, adquiereun poder de decisión que lo lleva aun conflicto con respecto a la distri-bución de la herencia.

El pedir ayuda “para manejarmis emociones pues si no hago algotemo producir un gran conflicto ennuestra reunión familiar” despiertaen el terapeuta la necesidad de co-nocer de manera más amplia algu-nos aspectos de los sucesos y laspersonas que hacen parte de dichadificultad. Los detalles sobre los orí-genes familiares y las característi-cas que deben ser ocultadas en elNuevo Mundo son algunos de loselementos étnicos que dan unamagnitud apropiada a la delicadareunión familiar que se avecina. Con

preguntas, el terapeuta va trayen-do al presente los actores, las his-torias, los continentes y las creen-cias familiares que pueden dispa-rar el conflicto. Sólo cuando se com-prende que desde la identidad y lascreencias nobiliarias de su padre ysus antepasados el consultante ten-dría el derecho de quedarse con to-das las propiedades familiares, lascuales ya estaban a su nombre, sehace posible que terapeuta y con-sultante puedan conversar sobre lascreencias particulares del consul-tante e ir más allá de lo conflictivaque puede ser la reunión.

En este punto, el terapeuta co-mienza a visualizar el doble libretoal que está sometido el consultante,un libreto social colombiano conec-tado con su vida pública en un con-texto donde vive con su esposa e hi-jos y donde tiene sus negocios. Porotro lado, emerge el libreto silencia-do, que lo articula con su origeneuropeo y su pertenencia a la aris-tocracia de su país de origen. El li-breto silenciado incluye una partede su pasado, en la que para reali-zar sus estudios de bachillerato fueenviado a un colegio de nobles alpaís europeo de sus orígenes, así co-mo para aprender a ser un aristó-crata, privilegio que sólo podría ejer-cer cuando muriera el padre, quienademás le dijo en alguna ocasión:“No sabes lo que te espera”, expre-sión llena de ambigüedad que parael consultante siempre tuvo un ca-rácter amenazante.

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En la conversación terapéuticase visibilizan simultáneamente doslibretos familiares contradictorios, locual permite que durante varias se-siones terapeuta y consultante vayanprecisando sus entendimientos so-bre la identidad familiar y los signifi-cados críticos. Desde el punto de vis-ta de la etnia terapéutica, las preci-siones que se hacen no estaban nien el consultante ni en el terapeuta,sino que emergen como consecuen-cia de la creación de un espacio con-versacional sagrado, donde es posi-ble mirar y hablar sincrónicamentede ideas y sucesos que no estabanconectados, y que en la etnia tera-péutica comienzan a entrecruzarsepara articularse como un entrama-do que permitirá nuevas acciones.

La muerte del padre acarreaconflictos inesperados. Primero consus hermanos, pues como hijo ma-yor en el contexto de la nobleza tie-ne la obligación de dirigir el procesode repartición de la herencia fami-liar, al recibir el poder para decidirsi se divide de manera equitativa.Adicionalmente, en relación con suvida y con su hijo, se enfrenta con lacoyuntura de optar sobre la transmi-sión de la historia y la tradición nobi-liaria, privada, familiar; además dela resolución de la ambivalencia decontinuar viviendo los dos libretostal y como estaban. Desde su viven-cia lo más justo es repartir equitati-vamente los bienes, sin embargo,prevé dificultades debido a la tensarelación que ha tenido con sus her-

manos. Las palabras del padre re-cobran valor y se convierten en unapremonición al no saber qué esperar.

Si en el espacio terapéutico nose establece una intimidad que faci-lite la indagación de lo invisible, lasconversaciones no dejan de ser ba-nales. Para nosotros, un elementoimportante del relato anterior se en-cuentra en el hacer visibles aspec-tos de la vida y de la historia delconsultante, que hasta el momentohan sido invisibles. Estas caracte-rísticas que van apareciendo en eldiálogo entre terapeuta y consultan-te se convierten en hilos que al en-trelazarse forman el tejido de lo quehemos llamado etnia terapéutica. Alser exclusivas de la historia vividay relatada por el consultante, es elterapeuta quien evidencia los ele-mentos circundantes en su deseode comprender el relato de “necesi-to ayuda para manejar una situa-ción familiar potencialmente explo-siva”. El dilema adquiere mayor ynuevo sentido en el interior del sis-tema terapéutico, al elaborar unahistoria familiar donde los herma-nos están complejamente conecta-dos por acciones y significados queal no ser vividos socialmente, estan-can las relaciones filiales.

El contexto y la relación terapéu-tica ofrecen al consultante un espa-cio conversacional donde de mane-ra única se crea una cultura dialogalque permite y hace evidente lo queen otros lugares no es ni permitido

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ni evidente. Aquí se puede hablar dehistorias vividas y no escuchadas porotros o de historias obligantes perono deseadas. Es en esta cultura te-rapéutica dialogal y enriquecedora,considerada como etnia, donde seconocen e integran elementos invi-sibles que amplían las posibilidadesdel consultante y que permaneceninefables diacrónicamente. Pero su-cede que también estos aspectos in-visibles pueden estar presentes sin-crónicamente, como puede apreciar-se en el siguiente apartado.

Los significados de lo habladoson hilos que construyen la

estructura de la etnia terapéutica

En nuestra labor terapéuticahemos atendido a personas cuyomotivo de consulta está directamen-te relacionado con la violencia socio-política colombiana. Sin embargo,el consultante no relaciona su pro-blema ni su sintomatología con elcontexto social externo, sino que escompartido como producto de défi-cits y fallas psicológicas individua-les. En estos casos particulares, laetnia terapéutica debe incluir las vo-ces de los actores del contexto socio-político y sus creencias en las con-versaciones que pretenden dar sen-tido a las experiencias vividas. Nossentimos aún en proceso de apren-dizaje para desarrollar formas deevaluación y conversación sobre lacompleja dinámica entre el contex-to sociopolítico y los síntomas indi-viduales, pero creemos que para ello

es indispensable pasar de la “inte-ligibilidad individual” a una “inteligi-bilidad relacional”. Si el significadohumano es generado por nuestraparticipación en relaciones, la etniaterapéutica debe estudiar todos losprocesos relacionales de nuestrarealidad social que pueden desarro-llar o robarnos nuestra autonomíay libertad (1).

En una sesión de terapia con unafamilia en la cual el padre fue secues-trado año y medio antes de la prime-ra sesión, llega la madre sin su hijode nueve años, quien rehusó asistira esta cuarta sesión. Elena, avergon-zada, menciona su necesidad de ha-blar sobre las enormes dificultadesque está teniendo con su hijo. Segúnsu descripción, Camilo la ofende físi-ca y verbalmente, y a menudo le gritaque “cuando papá sea liberado va-mos a vivir solos”. Le asusta no podercontenerlo y no saber cómo manejarla rabia, el dolor y la rebeldía de suhijo. Su relato concluye con una dra-mática descripción de ella misma“…soy una mala madre” y la acepta-ción exclusiva de la responsabilidadde lo que está sucediendo.

Oyendo este relato saturado deemociones y comprensiones negati-vas centradas en la sintomatologíao problema de ser “una mala madre”,la terapeuta amplía la conversacióny hace preguntas que ayudan a ex-plorar detalladamente la experienciacotidiana del secuestro, pues creeque en esa situación está el trasfondo

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de las peleas entre madre e hijo, peroque aún no hace parte de la red designificados. En la medida en que laspreguntas la invitan a reflexionarsobre la experiencia cotidiana delsecuestro y la ausencia de su maridoy padre de Camilo, juntas van dibu-jando con palabras un paisaje dolo-roso donde aparecen unos actores yunas acciones que están fuera de sucontrol y contribuyen a la impoten-cia y minusvalía, pero que la ayudana repensar las dificultades entre ellay su hijo.

Las palabras de Elena, “soy unamala madre”, podrían fácilmente fa-vorecer un entendimiento individualsobre las falencias de la madre, sus-tentadas en la descripción negativaque ella hace de sí misma. Sin em-bargo, la terapeuta piensa en la ne-cesidad de generar conexiones en-tre las creencias y experiencias indi-viduales, familiares, culturales y so-ciales para crear con Elena una nue-va red de significados sobre el motivode consulta. El intercambio entre te-rapeuta y consultante trae al presen-te conversacional no sólo a su hijoCamilo, quien está visiblementeinvolucrado en el conflicto, sino loque Elena se imagina que cada unotiene en su interior sobre cómo estáviviendo la experiencia de secuestropapá-esposo.

Aparecen también las políticasdel gobierno frente a las acciones yconversaciones que una familia pue-de realizar con los secuestradores (lo

legal frente a lo no legal); las vocesde varios amigos, funcionarios delgobierno y de organizaciones inter-nacionales con quienes han habladoen busca de alternativas, y las creen-cias y acciones disciplinarias de losprofesores que culpan a la madre por“no ejercer la autoridad adecuada so-bre Camilo para que no falte tantoal colegio y no sea tan agresivo consus compañeros”. A esto se sumanlas palabras ofensivas y peleas deCamilo hacia sus compañeros decolegio y de ellos con él y, finalmente,las explicaciones que todos se ha-cen sobre los motivos y objetivos delgrupo que tiene secuestrado a papá.Elena comenta que ha permitido queCamilo participe en muchas de estasconversaciones, pensando que el es-tar informados les producirá paz; sinembargo, no ha sido así. En la con-versación el equipo terapéutico en-tiende que Camilo ha desarrolladosu propia opinión sobre “el secues-tro y quién es bueno y nos va a ayu-dar y quién no se interesó mucho y,por lo tanto, es malo”. Las reflexionesgeneradas entre la terapeuta y laconsultante ayudan a entender quemuchos conflictos ocurren cuandomadre e hijo no comparten ideassobre qué hacer para liberar a papá.

Terapeuta: Elena, cuéntameuno de esos momentos en que tesientes como una ‘mala madre’.

Elena: El otro día peleamos fuer-temente… Estábamos viendo televi-sión… En las noticias mostraron una

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de las personas con las que hemoshablado… Con quien comparto políti-camente… Pero a Camilo no le gustómucho… Cuando hablamos con ella,respaldó las políticas del gobierno…

Terapeuta: Y ¿qué pasó entreustedes dos cuando miraban la te-levisión?

Elena: Que Camilo empezó agritarme y a decirme que por culpamía… y de ella (señalando la ima-gen en la pantalla) su papá estabasecuestrado.

Terapeuta: Y ¿qué te descon-cierta?

Elena: Pues que no supe qué de-cirle ni cómo controlarlo… Si le digoque se tranquilice y que yo sí quierola liberación de papá… Él me dice quemiento porque estoy de acuerdo con“esa señora”. Lo que él no sabe es quepor motivos de seguridad de todos nopuedo compartir algunas cosas…

Elena cedió su puesto y le per-mitió a Camilo liderar una marchacomunitaria donde se reclamaba laliberación de Alberto. Frecuente-mente, cuenta mamá, Camilo no ha-ce tareas ni duerme cuando en laradio o en la televisión puede habernoticias del padre o sobre los se-cuestrados en Colombia, y al día si-guiente no va al colegio. Entre am-bas analizan el efecto que laexperiencia del secuestro vivido porsu familia y su participación en te-

mas y acciones de justicia social hatenido en el manejo de la autoridady las diferencias de opinión entreella y su pequeño hijo. La terapeu-ta invita a Elena a reflexionar sobrela imagen de “un niño que a losnueve años conoce más del tema desecuestro que muchos de sus pro-fesores y otros adultos... Y por su-puesto una comprensión y vivenciano compartida con sus pares”.

La etnia terapéutica analiza lainfluencia que los múltiples contex-tos sociales ejercen sobre la dinámi-ca familiar y produce nuevas com-prensiones capaces de desplazar laculpa individual y la impotencia per-sonal para sumar otros elementosexplicativos. Sus viejos entendimien-tos individuales (“Camilo se ha vueltoirrespetuoso, yo soy mala madre”) ylos significados que se les dan a lasacciones del entorno social (el secues-tro es una situación que nos afectaen cada momento, Camilo es un niñoque escucha e interpreta las noticiasde manera diferente de la de otrosniños de su edad, el dolor y el miedode no volver a ver a Alberto nos afectaa ambos) se constituyen en hilostransformadores que se van entrela-zando para crear una nueva ‘realidad’.

En sus diálogos, Terapeuta yconsultante han posibilitado laemergencia de una terapia justa, alestilo de la desarrollada por el grupode The Family Center en NuevaZelanda. Una conversación queintegra lo individual y lo social, una

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terapia que es justa precisamenteporque tiene en cuenta el entorno so-cial y político como generador de pro-blemas y va reinterpretando lo an-teriormente invisible y desarticulan-do en lo particular para producirnuevos entendimientos y posibilida-des de acción que liberan al indivi-duo y le dan poder frente a las in-justicias sociales (2). La presencia delsecuestro, que ha estado silenciosa-mente presente en todo momento,genera asombro en la madre a unanueva forma de mirar lo que ocurreentre ella y su hijo. Elena va soltan-do la culpa y la vergüenza para co-nectarse con el interés de la terapeu-ta, manifestado en preguntas queayudan a la madre a reflexionar so-bre episodios familiares que ambasvan nombrando y renombrando has-ta dibujar en un tablero, con lápicesde colores, tres escenarios y mapasrelacionales diferentes que ofrecennuevos significados de las dificulta-des madre-hijo. Ya no es Elena “lamala madre”, ni Camilo el hijo pro-blemático. Son una madre y un hijoafectados por el secuestro de su sermás querido, quienes en su cotidia-nidad pueden desarrollar accionespara rebelarse ante el poder ejerci-do por los actores sociales sin dejar-se robar su libertad. Elena dice:

No podemos dejar que los secues-tradores me dominen a mí también,si encuentro formas para no alte-rarme frente a las opiniones deCamilo, si él comprende que al iral colegio está mostrando que no

le secuestran su libertad, si trata-mos de vivir en la cotidianidad lashistorias que queremos contarle aAlberto cuando él vuelva, no nosestaremos dejando dominar.

Una terapia justa ocurre cuan-do los terapeutas aprecian sensible-mente las experiencias vividas porsus consultantes, se interesan porcrear conexiones entre lo individualy lo social, conocen la cultura refle-jada en las creencias de las perso-nas y grupos que dan sentido a loseventos y facilitan una nueva com-prensión que integra los contextosen una nueva inteligibilidad más am-plia y compleja. La terapia justa paraCamilo y su madre ocurre cuandoen la etnia terapéutica se comprendeque con el secuestro de papá:

…lo social se agota en sus formas,se congela una estructura reitera-tiva que de modo paulatino se con-solida como restrictivo y el secues-tro, como expresión aniquilante,invasiva y desintegradora, irrum-pe como un “síntoma” de ese males-tar creciente. El acontecimiento delsecuestro pone en “crisis” las apa-rentes relaciones que se dan en laactualidad, atenta contra la preten-dida armonía social, los valores eideales que se han establecidocomo “adecuados”, pero sobre todoatenta contra la fe y la creencia delas personas; aquello que se creíapropio, continuo e inalterable, per-manente y normal aparece en es-cena con la etiqueta de la duda ycrea otro orden imaginario.

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La terapia que pretende ser jus-ta entiende que los eventos que indu-cen la aparición del síntoma prove-niente de un grupo o de un sistemapolítico represivo son radicalmenteopuestos a las interacciones quehacen parte de las que se dan en elcontexto terapéutico y de los proce-sos de sanación. La terapia justa nopermite que se responsabilice al in-dividuo y que se le quite responsabi-lidad a la sociedad; promueve, encambio, la autonomía, el empodera-miento y la rebelión ante creenciasy prácticas opresivas. El secuestro ylos problemas de justicia social sonproblemas para los cuales aún notenemos los medios para medir la co-nexión que se crea entre el contextosocial y los síntomas individualesque las personas traen a la consul-ta. Es difícil medir el impacto de esteproblema (el secuestro) en el desarro-llo de la autonomía y la libertad indi-vidual. Sin embargo, la terapia nece-sita crear con el paciente, consultan-te o cliente un diálogo en el que seespecifiquen “cuáles son las opresio-nes sociales y mentales en los queestá envuelto, qué circularidad se es-tablece entre ellos...”. Así la terapiapuede ser “entendida como una for-ma de conversación destinada a pro-ducir en el paciente y el terapeutaespacios de mayor concienciación”(4). Es posible de esta manera recrearun paisaje en el cual puede visuali-zarse cómo el individuo se insertaen el cruce de las relaciones de do-minación y significación, provenien-tes del contexto social.

De esta forma es posible quesus padecimientos, llámense sínto-mas, disfunción u otros calificati-vos, y su mundo relacional puedanpercibirse desde una perspectivamás global, y a partir de ella poderorganizar un proyecto más autóno-mo de sí mismo. En este sentido,una terapia justa necesita plantear-se como una forma de develar elimpacto aniquilante de la violenciaen sus diversas manifestaciones (fa-miliar, social, política, etc.) para fa-cilitar la gestación de maneras deestar y de ser en el mundo, diferen-tes a las que permiten las formassocio-económicas-políticas vigentesque están involucradas.

Una forma de estar en el mundo

Partiendo desde el valor esen-cial que Gregory Bateson (5) le dioa los conceptos de contexto y causa-lidad circular, nos hemos concen-trado en traer a la mano los hilosconectores invisibles en el relato queel consultante hace de su problemay su forma de estar en el mundo,para así construir una relación quepermita generar una forma de en-tender y estar diferentes.

Al profundizar un poco más enla idea del contexto enunciada porBateson, ya Ortega y Gassett habíaenunciado con su frase “Yo soy yo ymis circunstancias” la trascenden-cia de lo que el filósofo estadouni-dense John Searle (6) llama “el tras-fondo que acompaña todas nuestras

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acciones”. Desde el primer encuen-tro entre terapeuta y consultante,en el trasfondo está presente esecúmulo de circunstancias particu-lares que dan sentido al “estar en elmundo para cada uno”. Esa combi-nación de circunstancias es únicay va delimitando lo que es posiblecompartir momento a momento.

Nuestra existencia sucede en untrasfondo, en contextos y en circuns-tancias que son interpretados de ma-nera individual por cada uno de losactores participantes. Como lo expre-sa Barnett Pearce, nuestro devenirestá influenciado por múltiples redesde obligatoriedad y prohibición quedeterminan nuestro actuar y le dansentido a las historias que contamos.Estas fuerzas, que él llama lógicas,provienen del pasado (fuerza prefigu-rativa), del entorno (fuerza contextual),de nosotros (fuerzas reflexivas) y delfuturo que anhelamos (fuerzasprácticas) (7).

¿Dónde confluyen la circuns-tancia (el momento), el contexto (elgenerador de momentos) y el tras-fondo (el generador de contextos) enla comunidad terapéutica? En nues-tro entender, el concepto de etniaagrupa e integra todo lo esencial delser humano que necesita tenerse encuenta para crear una nueva orga-nización con sentido orientado ha-cia el cambio. Los universos de sig-nificados cercanos y alejados, losinternos y externos, los inferiores ysuperiores del terapeuta y su con-

sultante se conectan en conversa-ciones que integran lo étnico. Así,podemos decir que en el espacio te-rapéutico se congregan los indivi-duos, sus contextos y sus circuns-tancias con el valor que cada unoha asignado a lo vivido; la lengua yla construcción de significados úni-cos, propios de sus experiencias; losgrupos que delimitan las posibilida-des, y las creencias y prácticasculturales que tiñen todo lo anterior.

Lo étnico es el resumen y la sín-tesis misma de lo que compone alser humano y expresa el conceptocomplejo de la unitas multiplex. Cual-quier ser humano que haya llegadoa comprender las complejidades desu ser no se referiría a sí mismo comoyo, sino como nosotros. Así, el senti-do de “sí mismo” del individuo pasapor ser el punto de confluencia e in-tegración de múltiples relaciones quelo conforman a lo largo de la vida.Como dice Carl Whitaker: “Somosfragmentos familiares, colectivos quetransitan por el mundo” (8). En rea-lidad, uno es uno mismo sólo con-tra el telón de fondo de las identida-des, de las expectativas y de las prác-ticas que la presencia y las accionesde otros sostienen. El yo y los otrosfungen como las dos caras de la mis-ma moneda, y el lenguaje —comoreservorio de significados— se cons-tituye en un rol importante para laconstitución y la reproducción de esanecesidad para incluir al yo y a losotros en una misma representaciónsimbólica. El nosotros (yo y los otros)

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incluye al individuo (a mí y a losotros) en un todo coherente de signi-ficado y sentido. Nosotros es la únicapersona que incluye a todos, es untodo (yo y los otros), y es un fenóme-no que no sucede con las personasde yo, tú, él, ustedes o vosotros,ellos. En éstas, existe una división ofisura entre el yo y los otros. Un yosiempre observante. En el nosotros,el yo está incluido e integrado a losotros, nos (yo) y otros (los demás).

Lo étnico incorpora el mundo,el universo y el cosmos al individuo.Desde lo étnico éste se relaciona conlos otros. Por ello, para nosotros, enla reflexión que venimos haciendosobre la relación que se elabora enel espacio terapéutico, las circuns-tancias históricas conforman lo ét-nico prefigurativo, anterior a nues-tro encuentro (7), es decir, en el tras-fondo del relato del consultante, desu motivo de consulta, existen unascreencias y acciones que a travésdel tiempo se han conectado paradar sentido al problema vivido y queejercen una influencia generadoray homeostática en la creación delsíntoma. Un aspecto fundamentaldel intercambio entre el consultantey el terapeuta es el poder generaren tiempo presente una conversa-ción que permita la deconstruccióndel relato traído para luego cons-truir nuevas posibilidades de signi-ficado y acción. Solamente si se es-tablece la posibilidad de conversaren busca de nuevos significados, te-rapeuta y consultante podrán crear

una nueva cultura generadora de supropia historia común, la historiade la transformación desde el pre-sente hacia el futuro.

Lo étnico representa un univer-so simbólico particular. Cada en-cuentro entre seres humanos puedeconstituirse en el momento inicialde un nuevo universo simbólico. Lasconversaciones terapéuticas sonuna forma de encuentro y, en esesentido, mantienen la posibilidad degenerar un mundo simbólico y so-cial diferente al que sostiene el sín-toma, la disfunción o la patología.“No existen las personas, o másbien, no existe una persona que ha-ble exactamente igual en épocas dis-tintas”(9). De esta manera, terapeu-ta y consultante provienen de épo-cas distintas, épocas personalesdiferentes. En el encuentro terapéu-tico se construye una época de tiem-po y espacio compartidos, donde segenerará un lenguaje común y coo-perativo, de identidad mítica y ex-clusiva, con su propia dinámica ge-neradora. Nace una comunidad dehabla, gente que se considera a símisma hablante de la misma lengua(10). Una comunidad de habla, se-gún Gunperz, tiene el espectro queva desde “pequeños grupos vincu-lados por un contacto cara a cara opuede abarcar grandes regiones”(11). El contexto terapéutico, al or-ganizarse como etnia terapéutica,con una identidad puesta en el no-sotros, tendrá nuevas opciones parasuscitar transformaciones.

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La construcción de un nosotrostransformador

Hemos hablado en otros artícu-los del concepto de etnia terapéuti-ca como una idea que nos ayuda aestablecer una relación colaborativay transformadora en un mundo ex-clusivo y compartido. En una comu-nidad con estas características, te-rapeuta y consultante (individuo, pa-reja o familia) evolucionan en unaconversación que les permitirá inte-grar y transformar significados demanera conjunta. Comprender eltránsito que va de las individualida-des del terapeuta y del consultantea la pluralidad no es fácil en princi-pio, puesto que existe el temor de lafusión, con sus características dedesconocimiento y ambigüedad. Alentender lo que ocurre entre terapeu-ta y consultante como un conversartransformador, ninguno renuncia ala individualidad, sino que se la su-pera para dar paso a su evoluciónhacia una individualidad conectadacon el otro, que es el verdadero sen-tido de lo que llamamos el nosotros.

En este camino, el terapeutanecesita hacer un gran esfuerzo deinterés hacia la interpretación queel otro (consultante) puede dar de suconducta. El nosotros introduce unaspecto nuevo en la relación, que so-brepasa la posición ética del terapeu-ta hacia una perspectiva émica. Loshechos, cuando son descritos desdeuna perspectiva ética o interpretadosdesde ésta, son vistos por el terapeu-

ta utilizando unos rasgos o elemen-tos de juicio establecidos por él (olas teorías), lo cual hace que su apre-ciación sea independiente de la cul-tura del consultante. Esta compren-sión implica una gran brecha y rup-tura. No tiene en cuenta su perspec-tiva y los entendimientos que éstagenera. ¿Qué es lo que podría hacersobrepasar esta postura ética del te-rapeuta (coherente con sus propiospresupuestos) hacia una coherenciacon los presupuestos del consul-tante? La posición émica.

Desde una posición émica, laperspectiva del terapeuta es sus-pendida (no desplazada ni elimina-da) frente al punto de vista del con-sultante y, por lo tanto, trata de des-cribir cómo éste otorga determinadosignificado y sentido a un acto o alas diferencias y distinciones querealiza. Así sucede una mayor com-penetración y la posibilidad de en-contrar coherencia en el diálogo quemantienen terapeuta y consultante.A través de lo émico es factible ac-ceder al mundo mental y represen-tacional del consultante, más de loque permite lo ético que se remite alos actos. Se sobrepasan así los he-chos que son el aspecto visible y mo-tivo de interés de lo ético, cuya ra-zón de ser es el comportamiento, pa-ra acceder a lo ideacional, a aquelloa lo cual no es posible acceder deforma directa porque es invisible.

Cuando se posibilita el accesoal mundo invisible del otro y se pue-

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de conectar con el propio interac-tuando en esa dimensión simbólica,se puede trascender hacia los hechose influir en ellos. En este sentido, loémico exige una corresponsabilidady obliga al terapeuta a situarse enun mundo que no da por conocido yque tratará de conocer y compren-der desde el punto de vista del otro,del consultante, suspendiendo tran-sitoriamente sus prejuicios y cual-quier otro tipo de preconcepción (10).

Ilustramos este aspecto con elejemplo de Marta, una mujer blan-ca de 53 años, perteneciente a unestrato socioeconómico alto, sepa-rada hace nueve años, quien relataque desde los 19 años presenta epi-sodios depresivos, con múltiplestratamientos farmacológicos y múl-tiples psicoterapias (en largas tem-poradas estuvo en psicoterapia concinco terapeutas sucesivamente). Seinició un trabajo de psicoterapia ytratamiento con antidepresivos ora-les, por cuanto se realizó un diag-nóstico de una depresión agudaenmarcada en un proceso distímicode larga data. Desde un principio,Marta afirma: “Nadie ha podido cu-rarme de mi enfermedad”, “todos losintentos han sido fracasados” y queespera que el terapeuta se apropiede su problema. El proceso se ini-cia con poca mejoría y persistentesfluctuaciones de su estado de áni-mo, pero siempre manteniendo unestado depresivo.

Pasado un tiempo, la mujer in-siste en que el terapeuta no ha podi-

do resolver su problema y en que“pago para que usted me resuelva elproblema”. El terapeuta le dice, si-guiendo ingenuamente un libretoclásico, que no está para resolverleel problema, sino para ayudarla a en-contrar soluciones. Sin embargo,Marta recalca que ella espera que seael terapeuta quien lo resuelva, por-que el problema es de los dos. A lospocos días de este “diálogo de sor-dos” la mujer, que hace hincapié ensu incapacidad para encontrarlesentido a su vida, llamada por ellacomo una “falta de voluntad”, le pideal terapeuta hacer algo con “mi vo-luntad atrofiada y disminuida”. Denuevo se inicia un diálogo de sor-dos, donde el terapeuta le repite que“su voluntad es suya y deberá asu-mirla”, a lo que ella responde: “Deacuerdo, pero no sé qué hacer conella, así que dígame usted qué hago”.El terapeuta le responde (en tonohumorístico) que “puede hacer lo quequiera”. Luego de un zigzaguearconversacional alrededor del tema,agotados, llegan a la siguiente com-prensión: “Está bien, estamos am-bos en un problema, pues no sabe-mos qué hacer con su voluntad (am-bos se ríen a carcajadas)”.

La secuencia interaccional des-crita en el párrafo anterior, que ini-cia con el “diálogo de sordos”, mues-tra la posición ética del terapeuta,puesto que ha calificado desde superspectiva teórica el problema de“falta de voluntad” como una difi-cultad en el actuar de la consultan-

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te. El segundo “diálogo de sordos”continúa ejemplificando la posturaética del terapeuta y su centralidaden el actuar y en la responsabilidadque la consultante tiene con las ac-ciones de su vida. La insistencia dela consultante sobre la corresponsa-bilidad sobre algo que era aparen-temente exclusivo, lleva al terapeu-ta a escuchar el pedido como unamanera de evitar una escalada sinfin. La petición de la consultante,“dígame qué hago”, despierta unareflexión interna en el terapeuta,que lo lleva a concluir que todo loque ocurre en el espacio terapéuti-co tiene que ver con él y, por lo tan-to, la escalada simétrica va a serdestructiva para ambos. Al permi-tir un intercambio conversacional,los lleva finalmente a aceptar demanera conjunta que aún no es cla-ro cómo se va a resolver el proble-ma de la “falta de voluntad”, perolas carcajadas del trasfondo indicanun cambio hacia una posición émi-ca, hasta el momento no vista.

En este punto es preciso haceruna reflexión teórica que involucrala conversación entre el terapeutay la consultante. Asistimos a unproceso de cambio en la breve con-versación o diálogo de sordos, deuna perspectiva constructivista auna posición construccionista delterapeuta y consultante. En la pri-mera actitud, el terapeuta parte delpresupuesto de que los individuosconfieren sentido a sus experien-cias, y de este modo opera la cons-

trucción de la realidad. Es un pro-ceso de orden individual. Sin em-bargo, desde una posición construc-cionista el presupuesto postula queel proceso de construcción de reali-dades es de naturaleza social.

Naturalmente, este doble nivelde construcción de realidades puedeplantearse como una dicotomía ex-cluyente en la que opera uno u otro,pero no ambos al tiempo. Tambiénpuede plantearse como un procesorecursivo donde uno y otro confor-man y se articulan simultáneamen-te. Lo individual y lo social, lo cons-tructivista y lo construccionista,funcionando en un juego común, setraduce en un proceso interactivoen el que los individuos participan,lo cual da sentido a lo que pretende-mos mostrar del nosotros en la etniaterapéutica.

En el caso que ilustramos pode-mos hacer presente lo que expresaLaura Fruggeri: “la interacción esalgo más que la secuencia de accio-nes que la componen” (12), se produ-ce como parte de la danza de lo indi-vidual y lo social de la conversación.De ésta surge un nuevo contextorelacional, inclusor de ambas reali-dades existenciales, para constituir-se como una realidad emergente, enun tiempo y espacios concretos, fue-ra de lo cotidiano. La etnia terapéu-tica es un grupo social dedicado a labúsqueda e instauración de nuevossignificados que a su vez posibilitennuevos sentidos. Por ello la cocons-

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trucción se instituye como fenóme-no organizador de la etnia terapéu-tica, la cual no se puede entenderfuera de un actuar colaborativo.

Cuando la consultante dice que“el problema es de los dos”, en suingenua intuición, pero no por ellomenos profundamente ligada anuestra reflexión, está planteandode manera tácita el debate entre unaposición constructivista y una cons-truccionista. En un principio, el te-rapeuta se niega a aceptar la invi-tación a una interacción construc-cionista, donde operaría el actuarcomo un nosotros. El terapeuta semantiene en su pretensión cons-tructivista, “ el problema es suyo, yyo la ayudaré a encontrar solucio-nes”, y ahí no existe una pretensiónde que emerja la solución desde lainteracción de ambos. El terapeutapretende que la consultante adoptesu posición constructivista y asu-ma la construcción de una nuevarealidad desde la búsqueda y el en-cuentro de soluciones personalespor medio de la ayuda que él puedeinstilar en la consultante, infiltran-do su identidad. Pero no tiene con-ciencia de su responsabilidad comotejedor del entramado iniciado porla consultante con su petición.

No obstante, la consultante in-siste en plantear el problema comoalgo de los dos, ligado a la interac-ción que mantienen desde un largotiempo de terapia. El planteamien-to de “falta de voluntad” no es la pe-

tición del primer encuentro terapéu-tico, es la petición que emerge des-pués de un buen trecho de conver-saciones terapéuticas. Luego ha deser entendida como un fenómenoemergente en la interacción de am-bos, no es algo individual, es algosocial. Un contenido propiciado porla etnia terapéutica, producto delentramado de conversación previaque ha desembocado naturalmenteen la petición de la consultante. Eneste sentido, la posición de la con-sultante es construccionista frenteal constructivismo del terapeuta.Sin embargo es la reiteración de laconsultante, en pasar a un ámbitode compromiso mutuo, lo que lograun cambio en el terapeuta.

Éste comprende que no es suconocimiento y la posibilidad de ayu-da que posee lo que suscita el inte-rés de la consultante, sino la nece-sidad de ésta de compartir el pesode su problema (compartir: partir-con) la que la lleva a hacer una invi-tación a superar “mi problema” paralograr un “nuestro problema”. El es-tancamiento al que había llegado elproceso terapéutico es roto desde elinterés de la consultante frente a lainercia paralizadora del terapeuta.La consultante da intuitivamente unsalto al vacío relacional, “es un pro-blema también suyo”, aspecto queel terapeuta no parecía haber com-prendido hasta ese momento. Final-mente, éste entiende que la consul-tante está proponiendo la cocons-trucción de una trama interaccional

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que lo involucra a él también. Es unhilo que lanza al vacío que mediaentre los dos y que necesita articu-larse con otros para generar una di-mensión espacio-temporal, es decir,un tejido que también incluya loshilos del terapeuta.

La declaración final del terapeu-ta, “está bien, estamos ambos en unproblema, pues no sabemos qué ha-cer con su voluntad”, imbrica la po-sición constructivista y construccio-nista, los coloca ante un tejer de rea-lidades que produce un nuevo y máscomplejo ámbito de comprensiónrelacional colaborativa. En el zigza-gueo de la conversación, el terapeu-ta llega a comprender algo. La peti-ción de la consultante no está en elorden de la idea que el terapeutatiene de lo que es un proceso tera-péutico. No es el bagaje del terapeu-ta lo que espera en este punto, sinosu compromiso en un proceso desolución que también lo involucrea él. Por ello esta petición es unainvitación al cambio del terapeuta,quien debe también curarse de suposición de poder, de su terapia, ydescender a la arena para compar-tir el riesgo con la consultante.

Teniendo en cuenta nuestro en-tendimiento de la interacción tera-péutica como un proceso de construc-ción de una comunidad étnica, cree-mos que es necesario explicitar queaquello que ocurre en el hablar deconsultante y terapeuta es vivido porambos como un intercambio de dife-

rentes creencias, comprensiones,necesidades que destacan las diferen-cias de género y cultura de ambos.

La responsabilidad relacional

En la siguiente sesión, y antesde sentarse, la mujer lanza al tera-peuta una bola de plastilina rosaday con tono airado dice: “Ahí le dejomi voluntad... ¡Usted verá qué hacecon ella!”. La plastilina informe, unavoluntad con un sentido de vacie-dad, no propicia para la acción, porello con un significado de atrofia yde disminución es arrojada a lasmanos del terapeuta. Ese pedazo deplastilina muestra de qué manerala consultante otorga sentido almundo, a los demás y a las situa-ciones que debe afrontar. Esa for-ma de ver su propia voluntad expre-sa la manera indefinida que vive,cómo siente, cómo se vinculan susconductas con sus sentimientos, yéstos con los significados, y éstos asu vez con los comportamientos co-nectados a objetivos generalmenteinmersos en procesos complejossimbólicos, conductuales, estraté-gicos, etc. (12). La consultante ac-túa en consonancia con el sentidoque confiere a todo ello, lo cual estáinmerso en la forma en que man-tiene el equilibrio entre los diferen-tes componentes de su realidad.

En silencio, el terapeuta recogela bola y la pone en su escritorio.Después de la sesión, no sabiendoqué hacer con la bola, piensa que

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para la consultante su falta de vo-luntad y dificultad de darle sentidoa la vida está ligada a una perma-nente repetición de situaciones de-presivas, psicoterapias frustradas yfracasos. Sin embargo, el terapeutapiensa que debe haber una fuerzaenorme en ella para volver despuésde treinta años de terapias y depre-siones a intentar una nueva solu-ción. Puede redefinirse como unejemplo de tenacidad, persistenciay voluntad. La gran pregunta estáen cómo encontrar algo que puedaexpresar para ambos ese recomen-zar permanente. El Uroboros, la ser-piente que se muerde la cola, setransforma en la mente del terapeu-ta en la representación del perma-nente reinicio, la persistencia mis-ma, la voluntad.

Para la siguiente sesión, el te-rapeuta elabora con la bola de plas-tilina un rudimentario Uroboros, decolor rosado, que ofrece a su consul-tante en busca de construir un sig-nificado común. Ésta lo recibesorprendida mientras escucha lassiguientes palabras en boca delterapeuta: “¡Ésta es su voluntad!”.“¿Qué es esto?”, pregunta la consul-tante. “¡Un Uroboros!”, responde elotro. “Y, ¿qué es?”.

El terapeuta le explica el signi-ficado simbólico y alquímico, a locual la consultante responde: “Nun-ca nadie me había hecho un regaloque tuviera un significado. Siempreque quise algo mi esposo me decía

que fuera a comprarlo y le pasaranla cuenta directamente a él”. (Elnacimiento de la primera palabra deuna nueva lengua. Surge aquí unacomunidad lingüística).

El Uroboros se instituye comoel primer cruce de unos hilos pro-venientes de la consultante y el te-rapeuta. Se trata del primer encajede hilos que formarán junto conotros el tejido típico de la etnia. Pasoa paso, terapeuta y consultante pa-san de un “diálogo de sordos” a laaceptación de una “responsabilidadcompartida”, seguida por una ac-ción donde la bola de plastilinaamorfa se transforma en una nue-va forma inesperada (un Uroboros),que es redefinida como un momen-to histórico de un “regalo con signi-ficado”. La acción conjunta entre te-rapeuta y consultante ha generadoalgo nuevo e inesperado que luegodenominan “mi voluntad Uroboros”.La consultante, al apropiarse de ellacomo “mi voluntad Uroboros”, arti-cula el mi (yo-consultante) y la vo-luntad (articulador e integrador) conel Uroboros (el otro-terapeuta). Lacomunidad lingüística genera unprimer paso de un nuevo universosimbólico. La etnia comienza a defi-nirse a partir de un nuevo símboloque incluye un relato mítico (un mi-to de renacimiento) en su trasfondoy, por lo tanto, fundacional.

El Uroboros tiene un sentido,un significado, un contenido con-ceptual que invita a un determinado

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tipo de acción: persistencia, tenaci-dad, repetición. La cadena hablada,entendida como una sucesión deelementos que se complementanunos a otros y que se utilizan paraconstruir unidades de significado demás alto nivel (10), adquiere aquíuna claridad. La voluntad (atrofia-da y disminuida) se transforma enuna voluntad Uroboros y se consti-tuye como un aspecto histórico paraambos, pues se erige como un nue-vo organizador del pasado, del pre-sente y del futuro. En este punto,terapeuta y consultante están enuna danza en la cual participannegociando y construyendo signifi-cados. El terapeuta toma la volun-tad (plastilina informe) y le añadeun sentido de su observacióndiacrónica, la tenacidad y la persis-tencia. Desde su experiencia y co-nocimientos personales, el terapeu-ta ofrece un símbolo que los contie-ne y que se materializa en una ima-gen concreta. El Uroboros integraelementos de ambos.

Muy emocionada, Marta se lle-va una nueva voluntad, “mi volun-tad Uroboros”, diferente a su anti-gua voluntad amorfa, y la guardacon esmero, porque quiere mandara hacer uno de oro. Se inicia la bús-queda de la permanencia diacrónicade un símbolo emergido en la sin-cronía de terapeuta y consultante.Hace todas las averiguaciones so-bre el significado del Uroboros ycada vez comenta: “Estoy más emo-cionada con mi nueva voluntad”.

Después de este evento, sorpren-dentemente comienza a darle unvuelco radical a su vida. Empieza asalir de su casa, atiende invitacio-nes, sale de la ciudad después dediez años de no hacerlo, reanudasus relaciones de amistad, su esta-do de ánimo mejora ostensiblemen-te y se sorprende de lo que las per-sonas que la conocen le dicen: “Nun-ca antes te habíamos visto tan bien”.

La aceptación del Uroboros cie-rra en un nivel la integración de lossignificados que ambos reconocencomo expresión de una nueva formade vivir y dar sentido a la vida. Hasurgido un símbolo nuevo, una pri-mera imagen, una primera palabraque abre un espacio diferente deconversaciones. Aquello provenientede la frustración de la consultante(atrofia y disminución) y lo prove-niente del terapeuta (persistencia ytenacidad) dan cabida a la emergen-cia integradora de ambos en elUroboros.

El símbolo, simbolum (syn-ballo) etimológicamente, arrojar oyacer conjuntamente dos cosas queembonan entre sí, expresa la ideade las partes de un todo más com-pleto, une dos cosas, elementos odimensiones. La voluntad Uroboroscontiene la plastilina amorfa, laatrofia y disminución provenientesdel sentido original de la consultan-te y el Uroboros, la forma concreta,proveniente del terapeuta. Con am-bas fuentes se construyó. Por ello

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se articula como mediador entre lavaciedad, la atrofia y el nuevo sen-tido; une a los miembros de la co-munidad terapéutica, y recrea elvínculo, lo cual permite introducirsosiego, quitar tensión, dejar ir a laangustia. Estos aspectos permitennuevas acciones en la consultante,salir, aceptar invitaciones, etc.

Al mismo tiempo, el símbolo—al formar parte esencial de la cul-tura— se articula en el espacio te-rapéutico como un constituyenteque ayuda a la etnia terapéutica, alconectar las culturas del terapeutay la consultante. El símbolo es unhíbrido donde confluyen lo irracio-nal inconsciente, lo tácito silenciosoy lo consciente racional de ambos.Es un puente y un límite, “puedeser más importante para el hombreque la realidad misma, así como laimaginación puede ser más fuerteque lo que existe” (13). Tiene un po-der de acción que posibilita nuevoscomportamientos. Por ello su valorproyectado hacia la acción no extra-ña en el caso de la consultante,puesto que “lo que la razón alcanzaa hacer, el símbolo y el icono lo po-tencian más allá de ella. Es por lotanto no un límite negativo, sino po-sitivo, que llega a señalar e inclusoa permitir el paso” (13), por dondeproseguirá el cambio del proceso.

En las interacciones socialesespontáneas los partícipes utilizane interpretan sus actos de habla co-mo aspectos de una unidad secuen-

cial más amplia. Los interlocutoresse ofrecen mutua y sinceramentemarcos para la interpretación de lossentidos, hasta que la conversacióngenera un contexto para la interpre-tación de sentido (10). Así se va hil-vanando paso a paso una realidadcomún que permite ciertas cosas,prohíbe otras, organiza la realidadde manera diferente al pasado. Hanencontrado un lugar en el que pue-den crearse significados. Al cocons-truir un símbolo se organiza untrasfondo que permite un tipo deconversación diferente, donde sonposibles fenómenos que antes nopodrían generarse:

Ya la misma palabra griega“symbolon” corresponde a la latina“coniectura” conjetura, pues el sím-bolo es vestigio, cifra y pista que hade seguirse para encontrar lo no vis-to, lo aún no ocurrido; es conjeturade lo que pasará, hipótesis de pordónde va el hombre, predicción dela historia futura a partir de la pa-sada, reconstrucción de la natura-leza humana a partir de sus efec-tos, sus obras, sus íconos. (13)

La creación de un simbolismodiferente es una de las virtudes dela etnia terapéutica. Incorpora alproceso terapéutico una maneradistinta de entender el universo per-sonal, ya no tienen sentido el sínto-ma, la disfunción o la patología, és-tos serán sustituidos por nuevas po-sibilidades de acción relacionalmen-te determinadas.

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En una sesión posterior, comoconsecuencia de un señalamientodel terapeuta, cuyo impacto le ha-bía producido una gran rabia, Mar-ta cuenta que ha destruido al Uro-boros. “¿Qué va a hacer usted conmi voluntad ahora que la destruí?”,pregunta con sarcasmo, como retan-do la capacidad de ambos para se-guir adelante. Para la siguiente se-sión, nuevamente, el terapeuta ela-bora en plastilina un Uroboros, peroahora más sofisticado. Se trata deun reptil con cuatro patas, más pa-recido a un dragón que se muerdela cola, al que le han crecido en loscostados, sendas alas. Cuando lamujer se lamenta de haber destrui-do el Uroboros, el terapeuta le diceque lo ha reconstruido y que se loentregará al final de la sesión y se-ñala a la consultante que su actodestructivo era un paso necesario,para él poder imaginar un Uroborosdiferente, más allá de su frustracióny su rabia. Esto le permite nuevasesperanzas. Sin su destrucción a élno se le habría ocurrido. Así se pro-duce un salto en el entramado.

“¡No me diga que le puso alas”,dice Marta. “¿Por qué lo dice?”, pre-gunta el terapeuta. “No sé, pero in-tuyo que usted le puso unas alas”.Al entregárselo y al ver al nuevo Uro-boros con alas se emociona y dice:“Supongo que ahora que reconstru-yó mi voluntad y le puso alas ten-dré que comenzar a volar” (se ríe).“Supongo que sí”, afirma el terapeu-ta. “Pero volar sola es muy difícil”,

añade ella. “Estoy seguro de quepuede hacerlo”. “¿Cómo puedeestarlo?”. “Su voluntad tiene alas”,responde él (ambos se ríen).

La consultante muestra unamejoría progresiva y cuenta que susallegados insisten en que nuncaantes la habían visto tan bien. Co-mienzan a llegarle invitaciones desus antiguas amistades. Retoma larelación distanciada hace años consu única hermana. Sobrelleva conuna sorprendente actitud la muer-te de su padre. Éste había protago-nizado incidentes de abuso sexualen el pasado reciente. Logra recon-ciliarse con él y acompañarlo en susúltimos momentos. Su hija, que ha-bía tenido dificultades para tenerrelaciones afectivas estables, iniciauna relación que se proyecta esta-ble en el tiempo, como si el estadode ánimo de la madre le permitierasuperar la lealtad invisible en lasoltería que la unía a ella, como unasutil manera de acompañarla en sudepresiva existencia.

Reflexión

La búsqueda para establecerdiagnósticos, causas, curas y expli-caciones objetivas ha separado losproblemas terapéuticos de los con-textos sociales y culturales dondeéstos se desarrollan. Las analogíasde “construir”, “tejer” y “narrar”,ofrecidas por el socioconstruccio-nismo, permiten al terapeuta ir másallá de las restricciones ofrecidas

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El tejido de un nosotros: hilando nuevos significados entre terapeuta y consultante

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por el lenguaje y las investigacionescientíficas, para conectar creenciasy mundos incompatibles en la gene-ración de nuevas comprensiones yposibilidades de acción. La culturade cada grupo social está compues-ta por historias, creencias, formasde actuar y procesos comunicacio-nales particulares. Los eventos im-portantes de la vida de todo ser hu-mano, en alguna medida, son inter-pretados y vividos a la luz de lascreencias que nos conectan con di-ferentes grupos que son parte denuestro entorno cultural. La macro-cultura, por lo tanto, aporta signifi-cados posibles a las experiencias vi-vidas más relevantes, que se entre-lazan con las creencias individua-les a fin de construir una realidadmanejable. Para esto es indispen-sable que el terapeuta tenga un co-nocimiento informado de la culturaparticular de su consultante y unaapreciación cualitativa de ésta paraser exitoso en el desarrollo de esosnuevos sentidos. De las historias fa-miliares y personales se extraen loshilos de significados actuales que seentrecruzan con las visiones y com-prensiones de la cultura del tera-peuta y del contexto socioculturalen la elaboración de un nuevo teji-do individual y social.

El encuentro terapéutico cons-tituye un tiempo, un espacio, unacomunidad lingüística particularcara a cara y, finalmente, un univer-so simbólico singular étnico. Porello, en nuestro entender, el tera-peuta está obligado a la construc-

ción de esa etnia singular y exclu-siva con el consultante, que permi-ta la emergencia de una comunidadsimbólica diferente al del consultan-te y al del terapeuta, a fin de quepropicie cambios en sus posibilida-des. En consecuencia:1. La etnia terapéutica establece

nuevos indicadores del contextorelacional que resignifican laspercepciones de lo racional e irra-cional. En este sentido, la etniaterapéutica abarca el trasfondoy resignifica todo el contextoexistencial de los individuos.

2. La etnia terapéutica reestructu-ra y reorganiza un todo (tera-peuta-consultante-contextos)para redefinir los aspectos esen-ciales de la existencia, los sig-nificados y los sentidos.

3. La variación lingüística (simbó-lica) es la norma en lugar de laexcepción. Todo consultante esuna variación, al igual que todoterapeuta. Ello obliga a cons-truir un lenguaje común, quizáno en las palabras, pero sí enlos sentidos.

4. La etnia terapéutica es unatransición circunscrita a untiempo y un espacio delimita-dos que genera una cultura dela organización de la diversidad.

5. La etnia terapéutica es una me-diadora cultural entre tradicio-nes, una proveniente del tera-peuta con su disciplina, teoría yvida; la otra, representada porel consultante, sus experiencias,sus creencias y su vida. En laetnia terapéutica el consultante

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Garciandía J., Samper J.

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no es un objeto de estudio, esun constituyente de un todo.

6. En la etnia terapéutica predo-mina el punto de vista émico.“La perspectiva émica que favo-rece el punto de vista de losmiembros de la comunidad quese estudia y, por lo tanto, tratade describir cómo ellos le otor-gan significado a un determina-do acto o a la diferencia entredos actos distintos” (10).

7. Terapeuta y consultantes en eldesarrollo de esta comunidadgeneradora de significadoscrean un nosotros, una dimen-sión mental nueva que generatambién una responsabilidadmás allá de lo individual, una“responsabilidad relacional”.Ambos se vuelven copartícipesen el diseño del proceso deagenciamiento o autonomía in-dividual, y traen como resulta-do el fin de la etnia.

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José Antonio GarciandíaCorrespondencia:

Departamento de Psiquiatría y Departamento de Medicina Preventiva ySocial, Facultad de Medicina, Pontificia Universidad Javeriana

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