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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros A DV I E N TO-N A V I DAD

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros · Carta del Arzobispo 5 “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14) La Vicaría de Acción Caritativa y Social

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El Verbo se hizo carney habitó entre nosotros

A D VI E NT O - NA V ID A D

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El Verbo se hizo carney habitó entre nosotros

Cuaderno Pastoral

A D Vi E Nt o - NA V iD A D

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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Carta del Arzobispo .......................................................... 04

Presentación de materiales .............................................. 07

El tiempo de Adviento ....................................................... 13

EN lA liturgiA ................................................................ 19

EN El ColEgio ................................................................. 51

oración para cada día/semana .................................. 52

Nadalenques al carrer ................................................ 56

EN lA fAmiliA .................................................................. 57

Bendición de la mesa .................................................. 58

Bendición del Belén familiar ....................................... 64

Bendición del árbol ..................................................... 68

EN lA PArroquiA ............................................................ 73

recursos Hoja Parroquial ........................................... 74

Celebración penitencial del Adviento .......................... 78

Comisión diocesana de misiones ................................ 84

Comisión diocesana de los mayores ........................... 88

Pastoral de la Salud .................................................... 92

Comisión diocesana de Catequesis ............................. 97

Comisión diocesana de infancia y Juventud ................ 100

Cáritas diocesana ........................................................ 103

lA lECtio DiViNA ............................................................. 113

CAlENDArio DE ADViENto .............................................. 125

í n d i c e

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Carta del Arzobispo

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Carta del Arzobispo

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“El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14)

La Vicaría de Acción Caritativa y Social y la Vicaría de Evangelización han preparado, para este tiempo de Adviento y Navidad que nos disponemos a celebrar, unos materiales que, teniendo como trasfondo el Itinerario Diocesano de Renovación, quieren ayudar a las Parroquias, Comunidades Religiosas, Colegios y otras instituciones Diocesanas, a vivir este tiempo en un espíritu de vigilancia y alegría, de esperanza y cumplimiento.

Son muchos los acontecimientos que hemos vivido en los últimos meses. Desde la Jornada Mundial de la Juventud, hasta el inicio del nuevo ciclo del Itinerario con el lema “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, tomado del prólogo del evangelio de San Juan, además de la convocatoria, por parte del Papa Benedicto XVI del Año de la Fe. Todas estas iniciativas, unidas a la vida diaria y cotidiana de nuestras parroquias y comunidades cristianas, son la “tierra buena” en la que el Verbo puede “habitar”, acampar entre nosotros.

El lema que se nos propone este año, tanto para el Itinerario como para los materiales de Adviento y Navidad y todas las demás acciones evangelizadoras de nuestra archidiócesis, quiere ayudarnos a centrarnos en la importancia de la presencia del Hijo de Dios en medio de nosotros. Si el Itinerario Diocesano de Renovación quiere poner en el centro de nuestras vidas el misterio y la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios, los materiales que os presento quieren ofreceros pistas y recursos en esta dirección. En una carta que os dirigí con motivo del inicio del nuevo ciclo del Itinerario os decía que es urgente hacernos una pregunta: ¿conoce el mundo el Amor, es decir, a Jesucristo? Y continuaba diciéndoos: Sin esta noticia, sin la presencia de Dios en esta historia, el drama del ser humano es terrible. Es más, el drama aumenta y no se da explicación a las grandes cuestiones que nos rodean: la muerte, el terrorismo, la injusticia, la infi delidad, la cultura de la muerte, la pobreza extrema de muchos. Se está entretejiendo el entramado de la vida del hombre malamente. Y todo, porque

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no se ha enterado el hombre que Dios está de su parte, que ha venido a este mundo a darle noticia de quién es él de verdad y de cómo tienen que vivir y actuar.

Los materiales que os ofrecen las Vicarías de Evangelización y Acción Caritativa y Social buscan respuesta a esta pregunta, y ofrecen pistas y recursos para ir configurando un nuevo modo de presencia de nuestra Iglesia Diocesana en medio de este mundo, de esta sociedad; son, también, una respuesta responsable ante el reto que supone la nueva evangelización en los nuevos escenarios en los que nos encontramos.

El Papa Benedicto XVI, en la carta apostólica “Porta fidei” con la que convoca el Año de la fe nos recuerda: “«La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida”. Los materiales que tienes en tus manos quieren responder a esta llamada del Santo Padre: anunciar la palabra de Dios y llevarla al corazón de los hombres y mujeres que viven en esta tierra. Los materiales son una pequeña ayuda a la gran tarea de la evangelización que se realiza en nuestras comunidades cristianas.

“El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Ésta es la auténtica Navidad. Y el Adviento es el Itinerario que nos hará llegar a la auténtica Navidad.

Que Nuestra Señora de los Desamparados que prestó su vida para dar rostro a Jesucristo, interceda por nosotros para que con nuestra vida podamos decir con el mismo testimonio de María: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.

Con gran afecto, os bendice

+ Carlos, Arzobispo de Valencia

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Presentación de materiales

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La Palabra

En el principio ya existía el Verbo, el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.

Éste estaba en el principio junto a Dios.

Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan:

éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.

“Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros”.

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Presentación de materiales

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.

En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.

Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.

Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder para ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.

Éstos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros,* y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Jn 1, 1-14

De la catequesis del beato Papa Juan Pablo II el 3 de junio de 1987.

El Evangelio de San Juan contiene una síntesis singu-lar que expresa la fe de la Iglesia apostólica.

“El Evangelio de Juan (que, de los cuatro Evangelios, fue el último escrito), constituye en cierto sentido el testi-monio más completo sobre Cristo como Hijo de Dios, Hijo “consubstancial” al Padre. El Espíritu Santo prome-tido por Jesús a los Apóstoles, y que debía “enseñarles todo” (cf. Jn 14, 16), permite realmente al Evangelista “escrutar las profundidades de Dios” (cf. 1 Cor 2, 10) y expresarlas en el texto inspirado del prólogo.

El prólogo de Juan es ciertamente el texto clave, en el que la verdad sobre la filiación divina de Cristo ha-lla expresión plena. Él que “se hizo carne”, es decir, hombre en el tiempo, es desde la eternidad el Verbo mismo, es decir, el Hijo unigénito: el Dios “que está en el seno del Padre”. Es el Hijo “de la misma natura-leza que el Padre”, es “Dios de Dios”. Del Padre recibe la plenitud de la gloria. Es el Verbo por quien “todas las cosas fueron hechas”. Y por ello todo cuanto existe le debe a Él aquel “principio” del que habla el libro del Génesis (cf. Gén 1, 1), el principio de la obra de la creación. El mismo Hijo eterno, cuando viene al mundo como “Verbo que se hizo carne”, trae consigo a la humanidad la plenitud “de gracia y de verdad”. Trae la plenitud de la verdad porque instruye acer-ca del Dios verdadero a quien “nadie a visto jamás”.

*A modo de comentario del lema

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bres” (Jn 1, 4). Ésta es “la luz verdadera que... ilumina a todo hombre” (Jn 1, 9). La luz que “luce en las tinie-blas, pero las tinieblas no la acogieron” (Jn 1, 5).

Así, pues, según el prólogo del Evangelio de Juan, Jesucristo es Dios porque es Hijo unigénito de Dios Padre. El Verbo. Él viene al mundo como fuente de vida y de santidad. Verdaderamente nos encontra-mos aquí en el punto central y decisivo de nuestra profesión de fe: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.

Y trae la plenitud de la gracia, porque a cuantos le acogen les da la fuerza para renacer de Dios: para lle-gar a ser hijos de Dios. Desgraciadamente, constata el Evangelista, “el mundo no lo conoció”, y, aunque “vino a los suyos”, muchos “no le recibieron”.

El prólogo del Evangelio de Juan (lo mismo que, de otro modo, la Carta a los Hebreos), expresa, pues, bajo la forma de alusiones bíblicas, el cumplimiento en Cristo de todo cuanto se había dicho en la Antigua Alianza, comenzando por el libro del Génesis, pasan-do por la ley de Moisés (cf. Jn 1, 17) y los Profetas, hasta los libros sapienciales. La expresión “el Verbo” (que “estaba en el principio en Dios”), corresponde a la palabra hebrea “dabar”. Aunque en griego encon-tramos el término “logos”, el patrón es, con todo, vé-tero-testamentario. Del Antiguo Testamento toma simultáneamente dos dimensiones: la de “hochma”, es decir, la sabiduría, entendida como “designio” de Dios sobre la creación, y la de “dabar” (Logos), en-tendida como realización de ese designio. La coinci-dencia con la palabra “Logos”, tomada de la filosofía griega, facilitó a su vez la aproximación de estas ver-dades a las mentes formadas en esa filosofía.

Precisamente este Hijo, el Verbo que se hizo carne, es Aquel de quien Juan da testimonio en el Jordán. De Juan Bautista leemos en el prólogo: “Hubo un hombre enviado por Dios de nombre Juan. Vino éste a dar testimonio de la luz..”. (Jn 1, 6-7). Esa luz es Cristo, como Verbo. Efectivamente, en el prólogo leemos: “En Él estaba la vida y la vida era la luz de los hom-

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Presentación de materiales

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

El cartel

El cartel para este tiempo de Adviento y Navidad re-produce la imagen que sirve de portada a los mate-riales del Itinerario Diocesano de Renovación. Ade-más de mostrar la continuidad de ambas acciones, la imagen, “La Anunciación” de Fra Angélico, muestra el itinerario del Adviento y la Navidad. El Adviento, visto desde esta imagen, se convierte en “el camino hacia la Navidad”.

EL AUTOR Y EL TEMA

Este magnífi co retablo con “predela”, sobre tabla, fue pintado por Guido de Pietro, más conocido como Fra Angélico, para el convento de Santo Domingo de Fiésole entre 1426 y 1428, representando en su tabla central el tema de la Anunciación narrado por San Lu-cas en su evangelio (Lc 1,26ss). En el banco o predela se encuentran otras escenas de la vida de la Virgen María: Nacimiento y desposorios de la Virgen, Visita-ción, Epifanía, Purifi cación, Tránsito de la Virgen.

Destacamos algunos elementos que pueden servir-nos en este Tiempo de Adviento y Navidad.

LA CASA

La escena principal se sitúa en un pórtico de estilo renacentista con arcos de medio punto y bóvedas de aristas sobre esbeltas, frágiles e irreales columnas de orden compuesto. Es una casa abierta a la luz y la presencia de Dios, a su mensajero.

LA VIRGEN MARÍA

La Virgen María, sentada e interrumpiendo la lectura de un pasaje de la Biblia, recibe la aparición del ar-cángel Gabriel que le anuncia que ha sido escogida como Madre de Jesús. Recibe el mensaje del ángel con las manos cruzadas sobre el pecho en señal de aceptación incondicional de la misión que Dios le ha encomendado, y de acogida a su voluntad: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra”.

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LAS MANOS DE DIOS Y EL RAYO DE LUZ

Al mismo tiempo las manos de Dios asoman desde el cielo, para enviar en un rayo de luz divino al Espíri-tu Santo hasta el oído de María, siendo el momento de la concepción de Jesús. Este rayo de luz atraviesa la escena, rememorando el inicio y el fin de la histo-ria: el Hijo de Dios viene a morar entre los hombres, la luz habita en la tierra y reaviva la esperanza, toma casa en cada corazón que está en vela, que prepara un camino abriendo puertas y ventanas, que acoge al mensajero del Señor.

EL ARCÁNGEL GABRIEL

En la actitud respetuosa del arcángel Gabriel –men-sajero divino, representado por la figura de un joven lleno de vitalidad que desciende a la presencia de María, y que reverentemente inicia la genuflexión– se simboliza el momento de la Encarnación.

LA CELDA DE MARÍA

En segundo término, la celda o dormitorio de la Vir-gen se abre al fondo del pórtico para ofrecer una am-pliación del espacio mediante la perspectiva.

LA EXPULSIÓN DEL PARAÍSO

En la tabla principal se puede contemplar junto a la Anunciación una escena secundaria, que muestra el momento de la expulsión de Adán y Eva del paraíso: aparecen vestidos con pieles para tapar su desnudez, y Adán está replegado sobre sí mismo, con la mano sobre la cara en señal de sufrimiento por su pecado.

Al no acoger en la casa de su corazón el amor de Dios y haberse fiado más de la serpiente, son expulsados

de la Casa del Padre. Por el contrario, María, nueva Eva, es la que acoge en su Casa al Señor, en su seno, y al tiempo es acogida por el Padre en la suya.

Las dos escenas se conjugan mostrando que Adán y Eva se encuentran en el exterior del mismo ámbito, en el jardín al que se abre el pórtico donde la Virgen recibe al arcángel. Esto es un recurso que utiliza el autor para simbolizar el pecado original cometido por Adán y Eva, y su redención en la tierra que es la Encarnación de Cristo, nuevo Adán, en María, nueva Eva. Así nos cuenta simultáneamente el principio y el final del Antiguo Testamento, que abre las puertas al tiempo nuevo; el Nuevo Testamento con la venida del Salvador a los hombres. Se establece una jerar-quía de tamaños para establecer un orden temporal: las figuras más pequeñas –Adán y Eva– son las más remotas en el tiempo; las mayores son las más cer-canas, así como las más importantes en la acción.

EL COLORIDO

En la obra destaca el sentido lineal y la belleza del colorido, dominando los tonos de azul, junto a las bellas encarnaciones de la Virgen y el ángel que re-saltan sobre fondos dorados.

La luminosidad clara, la perfección de las armonías tonales, el empleo de los oros y los gestos conteni-dos y reverentes, son expresivos de la tradición tre-centista que todavía perduraba en las maneras de Fra Angélico.

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El tiempo de Adviento

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Un tiempo diferente

Una de las primeras preocupaciones que debemos tener al empezar el tiempo del Adviento es lograr una clara conciencia que empieza un tiempo distin-to a las semanas que lo han precedido. Por tanto, subrayar el cambio de tonalidad de estos días dará vitalidad a las celebraciones, ayudará a redescubrir matices importantes y quizá un tanto olvidados de la vida cristiana e incluso podrá servir para alejar la ru-tina de unas celebraciones siempre idénticas, o por lo menos, muy parecidas. Para despertar la novedad del Adviento será muy importante:

• Cuidar los detalles externos (ambientación del lu-gar, cantos, etc.).

• Recalcar los diferentes enfoques de las lecturas (en estos días prácticamente no hay lectura con-tinua).

• Y subrayar los contenidos de los textos eucológi-cos (oraciones presidenciales, prefacios).

Sentido del Adviento

El Adviento es fundamentalmente el tiempo de la venida del Señor. Eso significa la palabra latina “ad-ventus”: venida, advenimiento. Una palabra que se aplicaba especialmente a la llegada de algún perso-naje importante, y que ahora nosotros dedicamos al Señor Jesús, el único Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre; principio y fin de la historia.

El tiempo de Adviento

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El tiempo de Adviento

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El Papa Benedicto XVI explica muy bien el sentido cristiano y la exigencia espiritual de la palabra “ad-ventus” al decirnos: “la palabra latina «adventus» se refiere a la venida de Cristo y pone en primer plano el movimiento de Dios hacia la humanidad, al que cada uno está llamado a responder con la apertura, la es-pera, la búsqueda y la adhesión. Y al igual que Dios es soberanamente libre al revelarse y entregarse, porque sólo lo mueve el amor, también la persona humana es libre al dar su asentimiento, aunque tenga la obliga-ción de darlo: Dios espera una respuesta de amor. Du-rante estos días la liturgia nos presenta como modelo perfecto de esa respuesta a la Virgen María (Ángelus, 4-XII-05).

El tiempo litúrgico del Adviento es pues el tiempo de la espera de la acción divina, la espera del gesto de Dios que viene hacia nosotros y que reclama nuestra acogida de fe y amor. Es con el Antiguo Testamento, San Juan el Bautista, San José, y Santa María, la pre-paración de la venida del Señor Jesús.

Nuestra espera en el Adviento no es la espera de los hombres y mujeres de la Antigua Alianza que no ha-bían recibido aún al Salvador. Nosotros ya hemos conocido su venida hace dos mil años en Belén. Pero la venida histórica del Señor Jesús en la humildad de nuestra carne, deja en nosotros el anhelo de una venida más plena. Por eso decimos que el Adviento celebra una triple venida del Señor:

• En primer lugar, la histórica, cuando asumió nues-tra carne y nació de Santa María siempre Virgen.

• En segundo lugar, la que se realiza en nuestra existencia personal, iniciada por el Bautismo y continuada en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, donde está real y sustancialmen-te presente. También el Señor viene a nosotros en los sucesos de cada día, en los acontecimien-tos de la historia y manifiesta así que la vida cris-tiana es permanente Adviento o venida suya a nuestras vidas, lo que exige nuestra acogida de fe y nuestra cooperación activa desde nuestra li-bertad.

• Y en tercer lugar, la venida definitiva o escatológi-ca, al final de los tiempos, cuando el Señor Jesús instaure definitivamente el Reino de Dios.

El Adviento: tiempo de austeridad

Para que se haga sensible el triple sentido del Ad-viento (sentido escatológico, de venida continua y de preparación a la Navidad), durante el Adviento la liturgia suprime algunos signos festivos, entre ellos el canto del Gloria.

Es una manera de expresar que sólo cuando el Se-ñor Jesús esté con nosotros al final de los tiempos e instaure definitivamente su Reino, la Iglesia podrá hacer su fiesta con todo esplendor. El tiempo del Ad-viento es por tanto un tiempo marcado por la auste-ridad, lo cual es muy distinto al carácter penitencial de la Cuaresma. Por eso aunque en el Adviento se emplean vestiduras moradas, se omite el canto del Gloria, y la ambientación es sobria, con todo se con-

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servan algunos signos festivos, como por ejemplo el canto del Aleluya.

Las lecturas de los Domingos de Adviento

Los domingos marcan con mayor fuerza el sentido de este tiempo litúrgico, con la distribución de sus lecturas en tres ciclos:

Cada Evangelioel primer domingo de los tres ciclos está centrado en la venida definitiva del Señor al final de los tiempos, para realizar la plenitud de su Reino; el segundo y el tercer domingo, el protagonista es San Juan Bautista, que nos invita a preparar la veni-da del Señor Jesús; y el cuarto domingo, el Evangelio nos presenta las escenas preparatorias del nacimien-to del Señor Jesús: el sueño de San José –también llamado la Anunciación a San José–, la Anunciación a Santa María y la Visitación.

En la primera lectura leemos cada domingo textos de Isaías y de los demás profetas, que nos anuncian el Plan Salvador de Dios y la venida de su Mesías. Los tres primeros domingos estas profecías evocan las grandes esperanzas de Israel, mientras que el cuarto domingo, en sintonía con el Evangelio, presentan las promesas más directas del nacimiento del Hijo de Dios.

Y finalmente los textos de la segunda lectura, toma-dos de San Pablo o de otras cartas apostólicas, nos exhortan a preparar la venida del Señor y a estar en vigilancia, porque el Señor Jesús está cerca y no tar-dará en llegar.

Presentación de Isaías, San Juan Bautista y San José

El Adviento se presenta también como un tiempo propicio para una catequesis sobre estas tres gran-des figuras religiosas.

Isaías es el profeta que experimentó la presencia abrasadora de Dios en su vida, a quien veía intervenir constantemente en la historia. Pero para Isaías estas intervenciones constantes de Dios en la historia eran como un preanuncio de una intervención más pode-rosa, que se daría con la llegada del Mesías (ver Is 7,14; 11,1-2). Incluso para Isaías la llegada del Mesías sería a su vez preanuncio del día de Yahvé, día definitivo y terrible, pues en él serían juzgados los hombres con una justicia insobornable. Isaías nos habla de expe-riencia de Dios, de apertura a la esperanza y de anun-cio ardiente de los planes salvadores del Señor.

San Juan el Bautista es el hombre que exulta de gozo por la presencia salvadora de Dios ya desde el seno materno (ver Lc 1,41). Por ello, el Bautista será siempre el ejemplo más hermoso de la alegría que experimenta el corazón humano cuando encuentra al Señor.

Pero Juan es también el precursor que prepara efi-cazmente los caminos del Señor. Consciente de que su misión es dar “testimonio de la luz, para que todos creyeran por él” (Jn 1,7), el Bautista se acerca a los hombres apartados de las cosas de Dios para susci-tar en ellos nuevas inquietudes y cambiar sus idea-

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El tiempo de Adviento

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les. Sacude a las personas de su indiferencia religio-sa, los despierta al amor de Dios, forma la conciencia moral, mueva a las personas a la conversión y a la justicia (ver Lc 3,11-14). Consciente también de que su misión consiste tan sólo en preparar el camino al Señor, cuando Éste llega, Juan desaparece para de-jar a los demás con Él.

San Juan el Bautista se nos presenta como modelo de humildad y de sencillez apostólica, de no vivir afe-rrados a los frutos de nuestra acción evangelizado-ra, sabedores de que nosotros no nos predicamos a nosotros mismos sino al Señor Jesús: “Es preciso que el crezca y que yo disminuya” (Jn 3,30). Su humildad heroica le lleva a ser una flecha que indica a los de-más el camino que lleva al Señor Jesús. Su figura nos muestra la necesidad del desierto (ver Lc 1,80) para descubrir la auténtica alegría, y la exigencia de ser testigos de esa alegría en el mundo de hoy, en el que las personas están enfrascadas en la búsqueda de goces pasajeros.

Celebramos también a San José, esposo de la Vir-gen María, cuya función la explica de manera clara y hermosa el Papa Benedicto XVI con las siguientes palabras: “Es modelo del hombre ‘justo’ (Mt 1, 19), que en perfecta sintonía con su esposa acoge al Hijo de Dios hecho hombre y vela por su crecimiento humano. Por eso, en los días que preceden a la Navidad, es muy oportuno entablar una especie de coloquio espiritual con San José, para que él nos ayude a vivir en plenitud este gran misterio de la fe”.

“El amado Papa Juan Pablo II, que era muy devoto de San José, nos ha dejado una admirable meditación dedicada a él en la exhortación apostólica ‘Redempto-ris Custos’, ‘Custodio del Redentor’. Entre los muchos aspectos que pone de relieve, pondera en especial el silencio de San José. Su silencio estaba impregnado de contemplación del misterio de Dios, con una actitud de total disponibilidad a la voluntad divina. En otras pa-labras, el silencio de San José no manifiesta un vacío interior, sino al contrario, la plenitud de fe que lleva en su corazón y que guía todos sus pensamientos y todos sus actos. Un silencio gracias al cual San José, al uní-sono con María, guarda la palabra de Dios conocida a través de las Sagradas Escrituras, confrontándola continuamente con los acontecimientos de la vida de Jesús; un silencio entretejido de oración constante, oración de bendición del Señor, de adoración de su santísima voluntad y de confianza sin reservas en su providencia”.

“No se exagera si se piensa que, precisamente de su ‘padre’ José, Jesús aprendió, en el plano humano, la fuerte interioridad que es presupuesto de la auténtica justicia, la ‘justicia superior’, que él un día enseñará a sus discípulos (cf. Mt 5, 20). Dejémonos ‘contagiar’ por el silencio de San José, nos es muy necesario, en un mundo a menudo demasiado ruidoso, que no favorece el recogimiento y la escucha de la voz de Dios. En este tiempo de preparación para la Navidad cultivemos el recogimiento interior, para acoger y tener siempre a Jesús en nuestra vida” (Ángelus, 18-XII-06).

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En la liturgiA

En la LITURGIA

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Ciclo B

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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

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Cada domingo de Adviento se encienden las luces que anuncian las etapas del itinerario hasta la Na-vidad. Como en años anteriores, colocaremos en el centro de la corona una vela blanca especial para en-cenderla en Nochebuena y el tiempo navideño. En el primer domingo de Adviento se bendice la corona y, al comenzar cada misa, después del saludo inicial, el celebrante dice la invocación que aquí se propone y, él mismo u otra persona, enciende la vela correspon-diente. Entretanto se puede cantar otra estrofa del canto de entrada, con su estribillo.

En este segundo ciclo del Itinerario Diocesano de Renovación el lema es “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14) y estamos precisa-mente reviviendo “el tiempo de las promesas”. Cada vela que encendamos es una etapa hacia el pleno cumplimiento de estas promesas en el nacimiento de Jesucristo.

LOS DOMINGOS Y FIESTAS DE ADVIENTO Y NAVIDAD-EPIFANÍA

El rito de la corona de Adviento

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En la liturgiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Oración para bendecir la corona del Adviento y encender el primer cirio

Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el sacerdote, (desde la sede) en lugar del acto penitencial dice:

Hermanas y hermanos: Al comenzar este nuevo año litúrgico vamos a bendecir esta corona con la que in-auguramos también el tiempo de Adviento que nos llevará hasta la Navidad. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo; su color verde sig-nifica la vida y la esperanza. La corona de Adviento es, pues, un símbolo de que la luz y la vida triunfa-rán sobre las tinieblas y la muerte, porque el Hijo de Dios se ha hecho hombre y nos ha dado la verdadera Vida.

Encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona debe significar nuestra gradual preparación para recibir la luz de la Navidad. Por eso hoy, primer domingo de Adviento, bendecimos esta corona y en-cendemos su primer cirio. En este primer año del Iti-nerario Diocesano de Renovación, el lema de este curso es “El Verbo se hizo carne y habitó entre noso-tros” y estamos precisamente reviviendo “el tiempo

27 de noviembre Primer domingo de Adviento

En camino...¿hacia dónde vamos?

de las promesas”. Cada vela que encendamos es una etapa hacia el pleno cumplimiento de estas prome-sas en el nacimiento de Jesucristo.

A continuación el sacerdote, con las manos extendi-das, dice la oración de bendición:

Oremos.

La tierra, Señor, se alegra en estos días, y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo, el Señor, que se acer-ca como luz esplendorosa, para iluminar a los que yacemos en las tinieblas de la ignorancia, del dolor y del pecado.

Lleno de esperanza en tu venida, tu pueblo ha prepa-rado esta corona con ramos del bosque y la ha ador-nado con luces.

Ahora, pues, que vamos a empezar el tiempo de preparación para la venida de tu Hijo, ocurrida hace poco más de dos mil años, te pedimos Señor que mientras se acrecienta cada día el esplendor de esta corona con nuevas luces, a nosotros nos ilumines con el esplendor de aquel que, por ser la luz del mundo, iluminará todas las oscuridades. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

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Para la homilía

Empezando de nuevo, pero no desde el mismo sitio

El comienzo del año litúrgico, en el Adviento, nos re-cuerda una vez más que los cristianos entendemos el tiempo como un espacio donde Dios actúa y donde se realiza la salvación de los hombres. Por ello cele-bramos y participamos en todos los acontecimientos que han ido jalonando la historia de la salvación. Aho-ra comenzamos de nuevo el círculo litúrgico, pero no estamos en el mismo lugar que hace un año; nuestro camino espiritual es como una espiral que nos invita a avanzar hacia el Adviento definitivo del Señor, que vendrá glorioso al final de los tiempos como vino un día en la humildad de nuestra carne desde el seno de la Virgen María.

Un grito profético atrevido

Cuando nos damos cuenta de lo lejos que está el mundo de aquel reinado de Dios que Cristo vino a establecer para siempre, hacemos nuestra una vez más la plegaria de Isaías que hemos escuchado en la primera lectura: ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, de-rritiendo los montes con tu presencia! (Is 63, 14). Como el profeta, nosotros vemos reinar juntos la injusticia y la corrupción, de forma que la suerte de los justos clama al cielo, pero los cristianos somos testigos de que Dios no se ha quedado en la lejanía de su tras-cendencia , “en las alturas”, sino que envió a su hijo al mundo para compartir el destino de los hombres

R/. Amén.

Y el mismo celebrante o un fiel, enciende el cirio que corresponde a la primera semana del Adviento, mientras puede cantarse otra estrofa del canto de entrada. Sigue la oración colecta.

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Isaías 63, 16b-17.19b; 64, 2b-7:

El profeta, contemplando el poder del mal y la injus-ticia, eleva a Dios la súplica más atrevida del Antiguo Testamento: ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!

Segunda lectura. 1 Corintios 1, 3-9:

El encuentro definitivo con el Señor al final de nuestra vida y al término de la historia no debe angustiarnos, porque Dios es fiel a sus promesas y nos da los auxilios necesarios para que podamos hacer el bien y perma-nezcamos fieles hasta el final.

Evangelio. Marcos 13, 33-37:

Jesús concluye su enseñanza en Jerusalén con una consigna: ¡Velad!. No conocemos el momento de la venida del Señor, por eso debemos mantenernos en continua vigilancia, sin descuidar la presencia sacra-mental e invisible de Cristo entre nosotros.

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En la liturgiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

y marcarles una senda de esperanza. En su prime-ra venida, Cristo nos preparó suficientemente para la obra de su reino: De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nues-tro Señor Jesucristo. El os mantendrá firmes hasta el final (1 Cor 1, 7-8a; Segunda lectura).

Esperamos sin temor

Del mismo modo, no debemos vivir preocupados por calcular el tiempo de la Parusía, cuya duración es un misterio escondido en Dios, ni desmoralizarnos por no lograr unos objetivos que sólo se alcanzarán ple-namente cuando vuelva el Señor: más bien hemos de estar abiertos al Evangelio y al gran cúmulo de gracias que nos son dirigidas, preparándonos para anunciarlas y difundirlas como Buena Noticia, de modo que esperemos confiadamente el encuentro con el Señor al final de nuestra vida, momento tam-bién desconocido y para el que nos advierte la con-signa final de Jesús en el Evangelio: Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad! (Mc 13, 37).

La primera Navidad fue esperada por un pequeño grupo, el resto de Israel, pero ahora, gracias al Evan-gelio, Jesús y su reino –aparecidos un momento en la historia– deben ser esperados y reclamados por toda la humanidad. Como dice un autor contemporáneo: “El Señor Jesús no vendrá rápidamente mas que si lo esperamos mucho. Lo que hará estallar la Parusía es una acumulación de deseos”, por ello debemos su-plicar constantemente: Venga a nosotros tu reino.

Oración de los fieles

Alegres por el anuncio de la venida del Señor, ore-mos, hermanos, a Dios nuestro Padre, en la esperan-za de encontrarle ya ahora y en el tiempo de nuestra total liberación.

Para que visite su sana Iglesia, que camina a la luz de las promesas, le conceda la unidad y la libertad y la gobierne con su asistencia, roguemos al Señor.

Por todos los pueblos del mundo, para que reco-nociendo el bien precioso de la dignidad de las personas, puedan dar un rostro verdaderamente humano a la sociedad roguemos al Señor.

Para que con su venida cure los dolores de los enfermos, dé paz y alegría a cuantos carecen de ellas y libre al mundo de todos los males, rogue-mos al Señor.

Para que cuentos recordamos con piedad su primera venida merezcamos llegar, unidos en un mismo Itinerario de Renovación, con senti-mientos de fiesta, a su gloriosa aparición al fin de los tiempos, roguemos al Señor.

Te pedimos, Padre todopoderoso, que escuche nues-tras oraciones y derrames sobre nosotros los dones de tu piedad; para que cuantos confían en la venida de tu Hijo, no pierdan la esperanza y se vean libres de todo mal. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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4 de diciembre Segundo domingo de Adviento

¿Estamos enel buen camino?

Oración para encender el segundo cirio de la corona de Adviento

Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el sacerdote, desde la sede, dice:

Un año más llena la Iglesia el potente pregón de Juan el Bautista que renueva el de los antiguos profetas: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”.

En el Itinerario de Renovación que estamos siguien-do, todo nos lleva hacia el Señor que desea llegar a nuestras vidas; por eso le invocamos diciendo:

Señor Jesús, esta segunda luz que vamos a en-cender nos avisa que debemos preparar tu veni-da en nuestros corazones, en nuestras familias y lugares de trabajo, y también en esta comunidad cristiana que visitas sin cesar cuando te celebra en la Eucaristía.

Concédenos que este aumento de la luz que po-demos ver, signifique en cada uno de nosotros la expulsión de las tinieblas del pecado que no nos dejan ver el buen camino. Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

Y el mismo celebrante o un fiel, enciende dos cirios de la corona del Adviento, mientras puede cantarse otra estrofa del canto de entrada. Sigue el acto penitencial.

Moniciones a las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Isaías 40, 1-5. 9-11 y Marcos 1, 1-8:

En el libro de la consolación del profeta Isaías, encon-tramos las palabras más significativas del Adviento: Preparad el camino al Señor; un camino que debe abrirse tanto en el mundo y en la Iglesia como en el corazón de cada creyente. Juan el Bautista retomó la palabra de Isaías y urgió a los hombres de su tiempo a preparar el camino del Señor. Ahora su voz resuena en la Iglesia con el mismo motivo.

Segunda lectura. 2 Pedro 3, 8-14:

El apóstol Pedro anuncia la vuelta del Señor junto con un cielo nuevo y una tierra nueva en la que habite la justicia. No debemos hacer cálculos sobre el fin del mundo; antes bien, de cara a esta perspectiva, nuestra esperanza descubre que el Señor está cerca y que podemos apresurar la venida última del Señor.

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En la liturgiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Para la homilía

La voz del Precursor

Juan nos llama al Desierto, a salir de las ocupaciones que no nos dejan escuchar a Dios, para emprender un camino de conversión exigente y radical, en vis-tas a recibir al esperado de las naciones y ser dignos de él. En el libro de la consolación del profeta Isaías, encontramos las palabras más significativas del Ad-viento que se proclaman este domingo: En el desier-to preparadle un camino al Señor (Is 40, 3); un camino que debe abrirse tanto en el mundo y en la Iglesia como en el corazón de cada creyente. Juan el Bautis-ta retomó la palabra de Isaías y urgió a los hombres de su tiempo a preparar el camino del Señor. Ahora su voz resuena en la Iglesia con el mismo motivo.

La impresionante figura de Juan el Bautista y su men-saje de conversión para preparar el pueblo de Israel a recibir al Mesías, domina los domingos segundo y tercero de Adviento. En la voz del Bautista vuelve a resonar el pregón de Isaías: Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos (Mc 1, 3).

Como nos dice el Papa en su convocatoria para el próximo “Año de la fe”: “La Iglesia en su conjunto, así como sus Pastores, han de ponerse en camino como Cristo para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud”.

Los cielos nuevos y la nueva tierra

La segunda lectura de este domingo de Adviento, san Pedro nos invita a esperar y apresurar la venida del Señor (2 Pe 3, 12), pero no por medio de accio-nes revolucionarias, sino a partir de una conversión de cada persona que amplíe el ámbito del reinado de Dios. María fue el primer territorio ganado y preser-vado para este Reino; hoy nos toca a nosotros llevar una vida como la de ella: santa y piadosa (3, 11), es decir, llena del amor de Dios y su justicia.

Esta justicia es Jesús, que plantó su tienda en medio de nosotros, y así, este nombre del Salvador “Justi-cia de Dios”, debe impulsar a los cristianos a ampliar esta casa en el mundo a partir de los corazones de los creyentes y animadores a volver a colonizar y ha-cer fértil el desierto de las almas, para que el mayor número de personas deseen la salvación eterna al sentir la alegría de la salvación en la pureza, la liber-tad, la alegría, la fe y la caridad.

Puede parecer que el Señor tarda en cumplir su pro-mesa pero no es así, porque su tiempo no es como el nuestro; Él está viniendo constantemente y saca como un pescador la gigantesca red de la historia del mundo sobre la playa. El fin del mundo –que es vis-to como una catástrofe– no turba ni el plan de Dios ni la confianza de los cristianos, que lo hemos de considerar como una feliz y tranquila vuelta a casa. Nosotros simplemente debemos procurar que Dios nos encuentre inmaculados y en paz con él cuando vuelva. El Adviento prepara esta paz.

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Oración de los fieles

Mientras esperamos la llegada gloriosa de nuestro Señor Jesucristo, que vino para evangelizar a los po-bres y curar a los contritos de corazón, imploremos, amados hermanos, con fe viva, la misericordia de Dios nuestro Padre.

Para que cuando venga y llame el Señor, no en-cuentre a su Iglesia adormecida en la tibieza o el pecado, sino velando gozosa en la alabanza divina y fiel en la celebración de la Eucaristía, ro-guemos al Señor.

Para que la voz del Santo Padre Benedicto XVI, junto con la de nuestro Arzobispo Carlos y los de-más pastores que cooperan con ellos, encuentre oyentes abiertos a la palabra de Dios, roguemos al Señor.

Para que ilumine y fortalezca con su Gracia a los que rigen los destinos de los pueblos, roguemos al Señor.

Para que todos nosotros, los jóvenes y los ma-yores, preparemos el camino del Señor, y nos unamos al Itinerario de Renovación para poder manifestar mejor en nuestros hogares y en todas partes el amor que Cristo vino a traer a la tierra, roguemos al Señor.

Para que cuantos se encuentran lejos de sus hogares o en países extranjeros escuchen una palabra de esperanza, se sientan peregrinos del

reino eterno y encuentren consuelo y acogida fraternal, roguemos al Señor.

Te pedimos, Dios de bondad, que tu bendición des-cienda abundante sobre esta familia tuya, para que se alegre con la venida de tu Hijo y escuche y trans-mita tu palabra renovadora. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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En la liturgiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

8 de diciembre La Inmaculada Concepción

Con Maríaen nuestro itinerario

Oración para encender el segundo cirio de la corona de Adviento

Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el sacerdote, desde la sede, dice:

En el ambiente del tiempo de Adviento hemos lle-gado a la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Celebramos a la mujer purí-sima y libre de todo pecado, que acogió en su seno al Redentor cuya venida en la carne recordamos y cuya manifestación en la gloria esperamos con alegría.

Señor Jesús, que el resplandor de esta nueva luz avi-ve nuestra fe esperanzada, y nos descubra que el itinerario que inauguraste entre nosotros por medio de la Virgen María, sea el camino que podamos reco-rrer hasta el día gozoso de tu advenimiento. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

Y el mismo celebrante o un fiel, enciende el cirio de la corona del Adviento, mientras puede cantarse otra estrofa del canto de entrada, como “Estrella y camino” o “Ave María purísima, sin pecado concebida”. Sigue el acto penitencial.

Moniciones a las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Génesis 3, 9-15.20 y Lucas 1, 26-38:

La primera lectura y el Evangelio presentan en pri-mer lugar la contraposición entre la desobediencia de los primeros padres en el paraíso y la perfecta obediencia de María, la nueva Eva, a la voluntad de Dios. Luego escuchamos la promesa del Salvador, que se encarnará en la Madre inmaculada y llena de gracia que es la Virgen María.

Segunda lectura. Efesios 1, 3-6. 11-12:

San Pablo resume todo el plan salvífico de Dios en este texto: Dios nos eligió en la persona de Cristo antes de la creación del mundo para que fuésemos santos e hijos suyos, irreprochables por una vida de amor. En María se hace presente de manera especial la bendición de Dios. Ella es la única santa y pura, sin mancha alguna de pecado.

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Para la homilía

La mujer nueva

Este adviento vamos a leer dos veces el episodio de la Anunciación a María en esta fiesta y en el domin-go cuarto. En la fiesta de la Virgen atenderemos so-bre todo a la admirable Concepción Inmaculada de la que estaba llamada a ser la Madre del Salvador, mientras que en el domingo nos fijaremos más en el que va a nacer, el Mesías prometido.

La liturgia nos presenta a María en la historia de la salvación: la desobediencia de nuestros primeros padres nos dejó la herencia del pecado original; la madre de todos los vivientes pecadores tuvo su ré-plica en la perfecta sierva del Señor, que aceptó su Palabra hasta el final. Por eso María es la mujer nue-va, concebida sin pecado, y madre de la humanidad redimida.

También para María todo viene de Jesucristo, como centro de la historia de la salvación. La lectura de la carta a los Efesios proclama el designio salvador de Dios, dentro del cual la Virgen María fue preservada del pecado original en previsión de los méritos de Je-sucristo. Ella fue elegida y predestinada para su gran misión, del mismo modo que nosotros estamos des-tinados por Dios a participar de su gloria.

En el tiempo de las promesas

Debemos celebrar esta gran solemnidad de Nuestra Señora, enmarcándola en el contexto de este Ad-

viento. No es difícil comprender cómo la Concepción Inmaculada de quien iba a ser Madre del Salvador del mundo es la primera intervención divina que inaugu-ra la venida en la carne del Mesías prometido. ¡En su seno el Verbo se hizo carne! Las promesas empiezan a cumplirse y despunta ya la aurora de la salvación.

María, dedicada constantemente a su divino Hijo, se propone a todos los cristianos como modelo de fe vivida. La Iglesia, meditando sobre ella con amor y contemplándola a la luz del Verbo hecho hombre, llena de veneración, penetra más íntimamente en el misterio supremo de la Encarnación y se identifica cada vez más con su Esposo.

María, creyente y libre para responder al Señor

Los primeros hombres fueron creados sin mancha de pecado, y en ellos la imagen de Dios brillaba por la gracia sobrenatural que habían recibido; pero usa-ron mal de su libertad y condujeron a la humanidad por un camino de pecado y desventura.

Sin embargo, Dios prometió un Salvador desde el principio, para restaurar en él la imagen perfecta del Padre. Su entrada en el mundo debía ser de alguna manera “concertado” con el resto fiel de la humani-dad y del pueblo elegido; por ello, y en previsión de la obra redentora del Hijo, Dios comenzó a preparar el cielo y la tierra nuevos del Reino de los cielos, y lo hizo preservando del pecado original y llenando de gracia a una doncella de Nazaret, hija de Israel.

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En la liturgiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Esta plenitud de Gracia hizo a María totalmente libre, de modo que su respuesta a Dios fue tan responsa-ble como la de los primeros padres de la humanidad, y mucho más transcendente para el futuro. Como escribió san Bernardo, la respuesta de María al men-saje angélico fue clara: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra (Lc 1, 38). “Nunca en la historia del hombre tanto dependió, como entonces, del consentimiento de la criatura humana”.

Oración de los fieles

Oremos, amados hermanos y hermanas, a Dios Pa-dre todopoderoso, fuente de todo bien y origen de toda santidad.

Por la santa Iglesia católica y apostólica, familia de Dios, para que el Señor la vivifique, la renueve y la haga pura, a fin de que pueda alabarle con María en el cielo, roguemos al Señor.

Para que todos los miembros de la comunidad cristiana, con sus medios y posibilidades, cami-nen junto con María, fieles al Evangelio. Rogue-mos al Señor.

Por los gobernantes de todo el mundo, para que amen siempre la verdad, la justicia y la paz, ro-guemos al Señor.

Por los que son víctimas de la debilidad humana y viven en pecado: para que reciban sin temor ni prevenciones la gracia de la conversión, rogue-mos al Señor.

Por los niños y jóvenes cristianos, para que imi-tando la santidad de María conserven puras sus costumbres, roguemos al Señor.

Escucha, Padre, la oración de tu Iglesia, para que si-guiendo el ejemplo de la gloriosa siempre Virgen Ma-ría, Madre de tu Hijo Jesucristo, te sirva siempre con entera libertad, libre de temor y purificada de todo pecado. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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11 de diciembre Tercer domingo de Adviento

En el itinerario,nuestro camino es Cristo

Oración para encender el tercer cirio de la corona de Adviento

Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el sacerdote, desde la sede, dice:

Hermanos: San Pablo nos invita a estar alegres en el Señor, ya que nuestro Redentor está cerca. Hacia Él dirigimos nuestra súplica antes de encender la terce-ra vela de la corona del Adviento.

Cristo aparece como la respuesta a nuestras búsque-das, la respuesta perfecta. Juan dice que él no es el Mesías, y nos muestra a Aquél que es el hombre per-fecto. El encuentro con el Señor hace brotar la ale-gría en el corazón.

Avanzando hacia tu encuentro, Cristo Jesús, nos pre-paramos animados por la palabra profética del santo Precursor, Juan el Bautista. Cuando estamos muy cer-ca de la fiesta de tu Nacimiento, Señor Jesús, crece nuestra alegría porque sigues con nosotros y no has dejado de hacerte presente a tu Iglesia para cumplir la obra inmensa de la salvación del mundo. Te recibi-mos, sacerdote eterno, en nuestra asamblea eucarís-tica, Jesucristo, nuestro camino en la verdad y hacia la vida. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

Y el mismo celebrante o un fiel, enciende tres cirios de la corona del Adviento, mientras puede cantarse otra estrofa del canto de entrada o “Vamos, cantando al señor; él es nuestra alegría”. Sigue el acto penitencial.

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Isaías 61, 1-2a.10-11:

El título de Mesías, como el de Cristo, significa “un-gido”. El profeta nos anuncia al que viene ungido por el Espíritu Santo y lleno de alegría, como un joven esposo, para transmitirla a su pueblo.

Salmo responsorial. Lc 1, 46-50.53-54:

Hacemos nuestro el cántico de María, que proclama el Gran Jubileo que comenzó con Jesucristo: “Me alegro con mi Dios. Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador”.

Segunda lectura. 1 Tesalonicenses 5, 16-24:

Éste es el “domingo de la alegría”, y la carta de san Pablo nos anima a estar alegres y a orar en la espe-ranza de la “Parusía”, venida definitiva del Señor.

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En la liturgiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Evangelio Juan 1, 6-8.19-28:

Juan el Bautista da testimonio de que se han cum-plido las promesas divinas y de que el Mesías está ya entre su pueblo. El gran profeta confiesa humilde-mente la grandeza de aquél a quien debe preparar el camino.

Para la homilía

Caminando con alegría

La antífona de entrada (Gaudete) marca la tónica do-minante de este “domingo de la alegría”, que es el gozo por la cercanía del Señor. El texto de san Pablo: Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca (Filipenses 4,4-5) se con-vierte en una consigna repetida a lo largo de todo el Adviento: si el Señor está cerca, su proximidad no debe ser motivo de tristeza, sino de gozo. Isaías nos anuncia un Mesías que llega ungido con el óleo de alegría que es el Espíritu Santo, y con la ilusión de quien va a contraer las nupcias con la humanidad, y dice: Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona... (1ª Lectura). Y la voz de la Espo-sa —nuestra propia voz en la liturgia— hace suyo el cántico de María en el salmo responsorial: Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador (Lc 1, 46).

De igual modo, san Pablo animaba a las primeras co-munidades cristianas a estar alegres y a celebrar la Eucaristía con este mismo sentimiento (2ª Lectura). Aquellas primeras comunidades fueron enormemen-te misioneras porque irradiaban caridad y alegría.

Sin embargo, la alegría cristiana no es un estado de ánimo cándido o inconsciente que olvide los sufri-mientos del mundo, sino que nace precisamente de la confianza en que esos males serán superados y asumidos con la venida del Señor, la cual dará sentido a este mundo tantas veces injusto y desorientado.

La alegría de la salvación

No se trata de alegría superficial de las fiestas mun-danas, tampoco se trata de algo pasajero, sino que se anuncia lo que debe ser un estado permanente para el cristiano, que se sabe salvado por la gracia de Cristo.

Pero esta alegría no se nos debe quedar dentro, hay que celebrarla y comunicarla, porque toda expre-sión de júbilo por la venida del Señor –que fue algo real, tangible y visible– debe tener su manifestación exterior. la Iglesia se alegra por la salvación, invita a todos a la alegría, y se esfuerza por crear las con-diciones para que las energías salvíficas puedan ser comunicadas a cada uno.

Conocer mejor a Jesús

En el Evangelio de este domingo, Juan el Bautista da solemne testimonio de que la llegada del Mesías

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ya se ha producido: En medio de vosotros hay uno a quien no conocéis, el que viene detrás de mí, que exis-tía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia (Jn 1, 26-27).

Hoy en día, Juan el Bautista vuelve a advertirnos a los cristianos, porque podría ser que cada uno se haya hecho una imagen cómoda de Cristo, la que mejor le conviene a cada uno, y no conozcamos al verda-dero Jesús. Es como si todo terminase en la pregun-ta: Para ti, ¿quién es Jesús?, pero sin seguir con otra cuestión: ¿Has hecho lo posible por conocerlo bien, aunque contradiga tu forma de pensar o de vivir?

Para conocer mejor a Jesús, nuestra Iglesia en Valen-cia propone a todos el Itinerario Diocesano de Re-novación; todavía están a tiempo de incorporarse a él, porque no hay puertas cuando Jesús pasa.

La corona se va iluminando, las flores y la música y el propio color rosado de los ornamentos en la Misa son signos y estímulos de la alegría cristiana. Se acercan ya las fiestas del Nacimiento del Salvador, y el Ad-viento debe prepararnos para aquellas tal como que-ría hacerlo el Bautista con su pueblo, purificándonos de todo pecado (Oración después de la comunión).

Oración de los fieles

Oremos, hermanos y hermanas, a Dios Padre todo-poderoso, que tanto amó al mundo que le dio a su Hijo único.

Para que prepare el corazón de los fieles a reci-bir con gozo la venida de su Hijo, roguemos al Señor.

Por todos los que están comprometidos en el Iti-nerario Diocesano de Renovación y los que se han incorporado este curso, para que conocien-do mejor a Jesús lo anuncien en el mundo con alegría y convicción, roguemos al Señor.

Para que el Señor libere a los oprimidos, conce-da pan a los hambrientos y cuide con amor a los enfermos, huérfanos y desamparados, rogue-mos al Señor.

Para que al preparar la venida del Señor celebre-mos unidos el Día del Señor, y nos veamos libres de la esclavitud de las malas costumbres y peca-dos que entristecen nuestras vidas, roguemos al Señor.

Para que cuando caminemos con Cristo sinta-mos y manifestemos en el mundo la alegría de la salvación, roguemos al Señor.

Dios todopoderoso y eterno, que nos mandas pre-parar el camino a Cristo, el Señor, concédenos mise-ricordiosamente que no nos dejemos vencer por la tristeza o el desánimo los que esperamos con alegría la venida de tu Hijo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

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En la liturgiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

18 de diciembre Cuarto domingo de Adviento

“Hágase en mísegún tu palabra”

Oración para encender el cuarto cirio de la corona de Adviento

Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el sacerdote, desde la sede, dice:

El cuarto domingo de Adviento está dedicado a la Madre del Señor y al misterio de la encarnación que se realizó en ella para la salvación del mundo.

En nuestro Itinerario de Renovación, se nos invita a hacer nuestra la respuesta de María: “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”; y el Señor habitará con nosotros. Por eso decimos:

Alégrate, Iglesia, porque hoy recibes, como María, a Jesucristo, que se hace presente en el sacramen-to del altar por obra del Espíritu Santo. Bendita tu entre todos los pueblos de la tierra, porque caminas con Cristo en tu seno al encuentro de todas las gen-tes necesitadas de luz. Que el Señor nos conceda ca-minar junto con él, luz de luz, que vive y reina por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

Y el mismo celebrante o un fiel, enciende cuatro cirios de la corona del Adviento, mientras puede cantarse

otra estrofa del canto de entrada o “Madre de todos los hombres, enséñanos a decir: Amén”. Sigue el acto penitencial.

Moniciones a las lecturas

Primera lectura y Evangelio. 2 Samuel 7, 1-5. 8b-12.14a.16 y Lucas 1, 26-38:

David recibió la promesa de que un descendiente suyo reinaría para siempre. En la anunciación a Ma-ría el ángel Gabriel le manifiesta que en su Hijo se iba a cumplir esa promesa, pero de forma mucho más sublime que lo revelado en el Antiguo Testamento.

Segunda lectura. Romanos 16, 25-27:

La conclusión de la carta de san Pablo a los Romanos es una alabanza a Dios, especialmente por haber re-velado su voluntad de salvación por medio del anun-cio de Jesucristo.

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Para la homilía

María, la mujer que acoge y engendra la Palabra como hombre.

El cuarto domingo de Adviento, en los tres ciclos de lecturas, está consagrado a proclamar el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. En este domingo, la atención recae en la descripción del que va a nacer. La palabra de Dios, tanto en la profecía como en el anun-cio evangélico, va diseñando la naturaleza y la misión del Salvador, sobre todo en las palabras del ángel, que lo presentan como el Hijo de David, el soberano espe-rado cuyo reino no tendrá fin (Lucas 1, 32-33).

El cumplimiento de las promesas

Durante siglos Israel esperó la llegada del Salvador, pero el anunciado por los profetas era imaginado de diversas maneras: unos esperaban a un Mesías espi-ritual, religioso, y otros, la mayoría, a un libertador que superaría las gestas del rey David y llevaría a Is-rael a su mayor esplendor. Las palabras de la anun-ciación a María proclaman que Jesús es, desde su na-cimiento, Siervo-Hijo de Dios e Hijo de David, Dios y hombre verdadero nacido desde la eternidad del Padre y heredero de una larga tradición que culmina en su persona.

Durante toda su vida el Señor tuvo que soportar la tensión entre esos dos títulos mesiánicos, que acabó llevándolo a la cruz. Como Mesías regio, sacerdotal y profético, fue bautizado y ungido por el Espíritu San-

to, aceptando entonces también la misión de Siervo paciente de Yahwéh; pero fue en la resurrección-cuando se mostró que él es el Señor de todos.

La misma tensión se da ahora, cuando los cristianos no siempre sabemos conjugar bien la esperanza en la salvación eterna y transcendente que nos trae Jesús con las salvaciones concretas, históricas, que Dios desea obrar por medio de los cristianos para testi-ficar su amor y el cuidado por los más necesitados, como signo de la salvación definitiva.

Jesús, el anunciado por los profetas

Estos días resuena con más fuerza el eco de la voz de los profetas: Dios es fiel a sus promesas, pero éstas no siempre se realizan como nosotros, desde nues-tra limitación, las comprendemos. Por ello leemos hoy en la segunda lectura que la correcta predicación acerca de Jesús, anunciado en las Escrituras antiguas y conocido ya en el Nuevo Testamento, es el anuncio de aquél que es la revelación del misterio (plan divi-no de salvación) mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora en la Sagrada Escritura, dado a conocer por decreto del Dios eterno, para traer a todas las naciones a la obediencia de la fe (Romanos 16, 25-26). Ninguno más puede salvarnos.

En vísperas de la Navidad

La Navidad es una de las fiestas que más se preparan. En estos días todo nos habla de ella, pero los cris-tianos comprometidos hemos de disponernos para

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En la liturgiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

celebrarla bien, teniendo en cuanta lo que se olvida a menudo: la persona cuyo nacimiento se celebra y las actitudes que tuvieron quienes lo recibieron ade-cuadamente.

Como José, hemos de acrecentar la obediencia de la fe y el asombro ante la grandeza de los planes de Dios, que tanto superan a los nuestros; como María deberemos tener el alma pura, para poder obedecer a Dios completamente, con todo nuestro ser. Res-pondiendo a las llamadas de los profetas, y especial-mente del Bautista, habremos de hacer penitencia, recibiendo la gracia del perdón para poder comulgar en Aquél que colmó las esperanzas del resto de Israel y que viene a salvarnos.

Oración de los fieles

En estas vísperas de la Navidad, dirijamos, herma-nos, nuestras súplicas a Dios Padre que nos envía al Salvador.

Para que despierte el corazón de los fieles y los prepare para acoger con alegría la santa visita-ción del Salvador, roguemos al Señor.

Por todas las instituciones sociales, para que el Señor les conceda saber defender y transmitir el verdadero sentido de la vida humana, roguemos al Señor.

Para que la venida del Príncipe de la paz apague los odios y las violencias, ponga fin a la injusticia

y establezca su reino en medio de la humanidad, roguemos al Señor.

Para que el señor conforte a los oprimidos, pro-porcione a las familias los medios para cumplir su misión y vele con su providencia por las viudas y los huérfanos, roguemos al Señor.

Para que la venida de Cristo sea vivida en todos los hogares como fuente de paz, de gracia y de alegría, roguemos al Señor.

Dios todopoderoso y eterno, que nos has mandado durante este Adviento preparar el camino a Cristo Salvador, te suplicamos que aquel que se dignó ba-jar al seno de una Virgen encuentre digna acogida en nuestras vidas, y nos conceda seguirle con fidelidad. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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24 de diciembre Misas de Nochebuena y Navidad

Belén, cumplimientode las promesas

Dios, partiera de su patria sin saber a dónde iba; unos mil doscientos años después de que Moisés conduje-ra por el desierto hacia la tierra prometida al pueblo hebreo, esclavo de Egipto; unos mil años después de que David fuera ungido rey de Israel por el profeta Samuel; unos quinientos años después de que los ju-díos, cautivos en Babilonia, retornaran a la patria por decreto de Ciro, rey de los persas.

En la ciento noventa y cuatro Olimpíada de los grie-gos; el año setecientos cincuenta y dos de la funda-ción de Roma; el año cuarenta y dos del reinado del emperador Octavio César Augusto, estando el mun-do entero en paz: El Hijo de Dios Padre, habiendo de-cidido a salvar a la humanidad con su vida, concebido por obra del Espíritu Santo, transcurridos los nueve meses de su gestación en el seno materno, hace aho-ra poco más de dos mil años, en Belén de Judá, hecho hombre, nació de la Virgen María, Jesús, el Cristo.

La solemnidad de esta noche nos lleva al final de una etapa en nuestro itinerario al encuentro del Sal-vador y encamina hacia aquella otra festividad, la más importante del año: la Vigilia pascual. Como en todo domingo, es también la Pascua del Señor Jesús –nuestra Pascua ¡Felices Pascuas!– que en verdad

Estas fiestas navideñas del paso del 2011 al 2012 tienen una motivación especial, cuando estamos siguiendo en el IDR el año que tiene como lema “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” y estamos acabando los temas que tratan del cumplimiento de las promesas de Dios, anunciando la llegada del Salvador. Toda esta actividad formativa, estudiando y rezando juntos, desemboca ahora en esta solemnidad que podemos celebrar con mayor conciencia y profundidad.

Pregón de la solemnidad y oración para encender la vela de Navidad en la corona del Adviento

Las cuatro primeras velas están ya encendidas. Des-pués de venerar el altar y saludar a la asamblea, el ce-lebrante u otro ministro puede proclamar el siguiente pregón de Navidad desde el ambón u otro lugar:

Millones de años después de la creación, cuando la tie-rra era materia incandescente, girando sobre sí misma.

Millones de años después de brotar la vida sobre la faz de la tierra; miles y miles de años después de que aparecieran los primeros humanos, capaces de re-cibir el Espíritu de Dios; unos mil novecientos años después de que Abrahán, obediente a la llamada de

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En la liturgiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

y Aleluya). La lectura más significativa de esta Misa es la del principio del Evangelio de san Mateo que trae la genealogía de Jesús desde Abrahán hasta José, “el esposo de María, de la cual nació Jesús, lla-mado Cristo”. Sigue luego la narración (propia tam-bién del domingo IV de Adviento) de la anunciación a José y, de forma muy breve, del nacimiento de Je-sús; todo ello quiere demostrar que Jesús es por una parte de la estirpe regia de David, por parte de José, e Hijo de Dios gracias a su generación y nacimiento virginal por medio de María.

Moniciones a las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Isaías 62, 1-5 y Mateo 1, 1-25:

El profeta Isaías anuncia la llegada del Salvador, que será la Buena Noticia, en primer lugar, para la tierra de Israel y para el resto de verdaderos creyentes que lo esperaban; entre éstos, el Evangelio nos muestra a José y a María, descendientes de Abrahán y de la familia real israelita, en la tribu de Judá y de David.

Segunda lectura. Hechos de los Apóstoles 13, 16-17.22-25:

San Pablo resume el mensaje del Adviento que aho-ra termina, proclamando a Jesucristo Salvador, de la estirpe de David, esperado por los profetas de Israel y anunciado por Juan el Bautista.

celebramos en esta celebración de la Eucaristía que inaugura el tiempo de la Navidad y Epifanía del Sal-vador.

A continuación, el celebrante, desde la sede, dice:

El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz gran-de, y a los que habitaban en las sombras, una luz les brilló. Que esta nueva luz que ahora encendemos signifique el comienzo de una Navidad que se re-nueva, después de la primera, en Belén. El Verbo se ha hecho carne y habita entre nosotros. ¡No tengáis miedo!: Hoy, en nuestra Iglesia, nace el Salvador, la gran alegría para todo el mundo, aquel que vive y rei-na, inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

Y el mismo celebrante o un fiel, enciende la vela central de la corona, mientras puede cantarse otra estrofa del canto de entrada o del “Adeste, fideles”. Sigue el acto penitencial. Podemos mantener encendida la corona del Adviento, con la vela blanca en el centro, durante cada una de las fiestas del tiempo de Navidad-Epifanía, como signo del cumplimiento de las promesas

Para la homilía

Misa vespertina de la vigiliaEl 24 por la tarde, con un mensaje que sitúa a los participantes en esta celebración en un ambiente in-termedio entre el final del Adviento y el pórtico de la Navidad: “Mañana quedará borrada la maldad de la tierra, y será nuestro rey el Salvador del mundo”, “Mañana contemplaréis su gloria” (Canto de entrada

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Misa de medianocheTodo en esta noche nos habla de actualidad, de pre-sencia del acontecimiento salvador de la Navidad. Hoy, esta noche, en efecto, viene Jesús a su Iglesia reunida en asamblea festiva, y llega trayendo todas las gracias de su Nacimiento: el Evangelio de la Gra-cia, el anuncio de la buena voluntad y la paz de Dios hacia los hombres, la incorporación de éstos a la vida divina, la adopción como hijos por el Espíritu Santo... “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”, procla-ma Isaías, “Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres”, declara san Pablo. Pero el momento más importante de esta liturgia de la Palabra es el Evangelio de la Natividad: “Hoy os ha nacido un Salvador”, en el que san Lucas describe el escenario del portal de Belén que permanecerá para siempre en la memoria de todos los cristianos.

¿Qué sentido tiene decir, como hace repetidamente la liturgia, que “Hoy nos ha nacido el Salvador?

Más allá de estos datos históricos está la vivencia del “Hoy” litúrgico del “día de la salvación”, cuando Jesucristo viene a nosotros con sus misterios, que se proclaman en la Palabra y se actualizan en el sa-cramento. Esto es así porque todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiem-pos (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1085). En la sagrada liturgia recibimos a Cristo en el Hoy eterno de Dios.

Moniciones a las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Isaías 9, 1-3.5-6 y Lucas 2, 1-14:

El profeta Isaías anuncia el nacimiento del Salvador, que llegará al mundo como un niño más, para cum-plir la misión que le asignan los numerosos títulos que le adornan, entre los que destaca el de “Príncipe de la paz”. En el Evangelio se proclama el cumpli-miento de esta profecía, confirmada por el canto de los ángeles en el portal de Belén: “Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor”.

Segunda lectura. Tito 2, 11-14:

Las lecturas de san Pablo en este tiempo de Navi-dad abundan en la descripción de la venida de Jesús al mundo como una “aparición” o “manifestación” del Mesías como portador de la gracia salvadora de Dios. Es el tema del Gran Jubileo: “Jesucristo, único Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre”.

Misa de la auroraEl Evangelio de esta Misa es la continuación del de medianoche, y si entonces se proclamaba a los pas-tores la paz que Dios otorgaba al nacer su Hijo, ahora se recuerda la visita de los mismos pastores al lugar del Nacimiento. La hora del amanecer, cuando se celebra esta Misa, sugiere la semejanza Cristo-Luz, “el sol que nace de lo alto”, “Hoy brillará una luz sobre

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En la liturgiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

nosotros”, “la luz de tu Palabra hecha carne” (Cántico de Laudes, Canto de entrada, Colecta).

Moniciones a las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Isaías 62, 11-12 y Lucas 2, 15-20:

La lectura profética anuncia la llegada del Salvador, para comenzar a reunir el Pueblo de Dios a partir del humilde resto de Israel. Los primeros llamados fue-ron los pastores de Belén, como lo narra el Evange-lio, que es continuación del proclamado en la misa de Nochebuena.

Segunda lectura. Tito 3, 4-7:

Las lecturas de san Pablo en este tiempo de Navidad abundan en la descripción de la venida de Jesús al mundo como una “aparición” o “manifestación” del Mesías como portador de la gracia salvadora de Dios. Es el tema del Gran Jubileo: “Jesucristo, único Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre”. En esta misa de la au-rora se refiere especialmente a la gratuidad del amor de Dios que se nos ofrece por medio de Jesucristo.

Misa del díaSi en las misas de medianoche y de la aurora se con-templaba sobre todo el acontecimiento mismo del nacimiento de Jesús, en esta Misa del día se leen tex-tos que nos acercan a lo profundo del misterio, a lo invisible de la obra de Dios que aquella historia ma-

nifiesta y vela a la vez. De este modo, la profecía y el salmo responsorial proclaman la finalidad universal de la Encarnación, cuyos beneficios no se restringen a un solo pueblo. En el mismo tono elevado, los pró-logos de la carta a los Hebreos y del Evangelio de san Juan anuncian solemnemente las etapas de la sal-vación, que llegan hasta el misterio del Verbo divino que “se hizo carne, y acampó entre nosotros”.

Moniciones a las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Isaías 52, 7-10 y Juan 1, 1-18:

El profeta Isaías anuncia que el Salvador debía venir en favor de todas las naciones, hasta los confines de la tie-rra. Del mismo modo, el comienzo del Evangelio de san Juan nos dice quien es Jesús: la Palabra eterna del Padre hecha hombre para salvar a todo el género humano.

Segunda lectura. Hebreos 1, 1-6:

La carta a los Hebreos insiste en el tema general de esta Misa de Navidad, y así explica que Dios ha ha-blado a los hombres de muchas maneras, pero desde el nacimiento de Jesucristo, éste ha sido su Palabra definitiva para el mundo.

Oración de los fieles

Celebrando el glorioso nacimiento de Cristo, el Señor, oremos hermanos, en la unidad del Espíritu Santo, al Padre que lo ha enviado para nuestra salvación.

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30 de diciembre Sagrada familia: Jesús, María y José

“Estar enlas cosas del Padre”

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Eclesiástico 3, 2-6.12-14 y Lucas 2, 41-52:

La sabiduría del Antiguo Testamento sigue dándo-nos una buena lección, al explicarnos cómo debe-mos cumplir el mandamiento de honrar a los padres; del mismo modo, Jesús creció y fue educado en el seno de una familia fiel a la ley de Dios, y se sometió a sus padres terrenos sin olvidar su misión como hijo de Dios.

Salmo responsorial 127:

Dichosos los que temen al Señor y siguen sus cami-nos.

O bien el Salmo 104.

También pueden proclamarse estas otras primeras lecturas:

Colosenses 3, 12-21:

La lectura de san Pablo enseña cómo debe ser la vida de familia vivida en el Señor. Para los cristianos, el amor debe ser la ley suprema tanto en el hogar como en todas sus relaciones sociales.

Para que el Señor bendiga a la Iglesia, su familia santa, le conceda la unidad, la libertad y la paz y venga en ayuda de sus pastores, roguemos al Señor.

Para que toda la familia humana reciba el don de la paz y se reúna en torno de quien vino a buscar y salvar a los que estaban perdidos, roguemos al Señor.

Para que las familias y las comunidades cristia-nas vivan la Navidad de forma que transmitan a los jóvenes la fe íntegra en Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que vino al mundo para redi-mirlo con su sacrificio, roguemos al Señor.

Para que vayamos al encuentro del Señor, pre-sente en quienes sufren en estos días la falta de trabajo, la soledad, la enfermedad o la fatiga, ro-guemos al Señor.

Por todos los que en otros años celebraban con nosotros estas santas fiestas y han partido de este mundo: para que en el Reino eterno con-templen el rostro de Cristo, roguemos al Señor.

Escucha complacido, Padre todopoderoso, la ora-ción del pueblo que te invoca al celebrar el nacimien-to de tu Unigénito: y concédele cuanto te pide. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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En la liturgiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Hebreos 11, 8. 11-12. 17-19:

Los patriarcas del Antiguo Testamento destacaron por su fe, que cultivaron en sus hijos y permaneció en Israel hasta llegar a los creyentes del Nuevo Tes-tamento, como José y María.

Evangelio. Lucas 2, 22-40:

Jesús es una gracia de para la humanidad y su madre María, junto con José, fieles a la Ley del Señor, lo pre-sentaron al Señor en Jerusalén porque toda su exis-tencia iba a ser una ofrenda de obediencia al Padre.

Para la homilía

La vida oculta de Jesús

Dentro del ambiente de la Navidad, recordamos hoy a la Sagrada Familia de Nazaret, Jesús, María y José. Dios dispuso que los primeros pasos de Jesús se die-ran dentro de una familia con personajes como José y María, Zacarías e Isabel, y fuera acogido por personas mayores consagradas al Señor, como Simeón y Ana.

La gran familia que formamos toda la humanidad debe aprender de las virtudes de las humildes fami-lias que luchan por ejercer dignamente su misión, contemplando el ejemplo de Nazaret.

Hoy pedimos al Señor Jesús que brille en nuestras fa-milias con el fuego de su amor y la luz de su palabra, para que caminemos juntos y crezca nuestra unión en esta Eucaristía.

Oración de los fieles

Oremos al Señor nuestro Dios, Padre de la gran fa-milia humana.

Por el Santo Padre el Papa Benedicto y nuestro Obispo Carlos, con su Obispo auxiliar, los pres-bíteros y diáconos, para que crezcan en santi-dad y se sientan cada vez más apoyados por la comunión y el afecto de sus fieles, roguemos al Señor.

Por todos nosotros: para que, mirando a la Sa-grada Familia, hagamos de nuestros hogares una imagen viva y luminosa del hogar de Naza-ret y nuestras familias se transformen en focos de fe, esperanza y amor para el mundo. Rogue-mos al Señor.

Por los padres: para que sepan educar a sus hijos en la fe, respetando su personalidad y haciéndo-se dignos de su confianza, roguemos al Señor.

Para que las familias cristianas acojan con ale-gría las señales de la vocación al sacerdocio o a la vida consagrada que descubran en sus hijos e hijas, roguemos al Señor.

Por los gobernantes: para que procuren la solu-ción de los problemas que impiden a las familias cumplir dignamente con su misión y se difunda la cultura de la vida, amándola y protegiéndola des-de sus primeros momentos, roguemos al Señor.

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1 de enero de 2012 Santa María, Madre de Dios

Santa María,Madre de Dios

Moniciones a las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Números 6, 22-27 y Lucas 2, 16-21:

La bendición sacerdotal del Antiguo Testamen-to tenía como petición fundamental la paz. En este día pedimos este gran don al Príncipe de la paz, que recibió en su circuncisión el nom-bre de Jesús, que quiere decir “Dios salva”.

Segunda lectura. Gálatas 4, 4-7:

Dios envió a su Hijo nacido de una mujer, como to-dos los humanos. Por ello, María debe ser llamada verdaderamente “Madre de Dios”, como lo celebra-mos en esta Solemnidad.

Para la homilía

Comenzamos el año civil poniéndolo bajo la protec-ción de María, la Madre del Salvador nacido en Be-lén. Iniciamos 2012 pidiendo por la paz del mundo, en esta jornada mundial de oración por el acuerdo y la amistad entre las naciones.

Un año nuevo con la perspectiva de que nuestro Iti-

Por las familias desunidas o rotas, por las fami-lias que sufren: para que reciban ayuda y consue-lo, fruto de la solidaridad cristiana, roguemos al Señor.

Escucha, Padre, la plegaria de tu Iglesia, que pone su confianza en tu amor, y su mirada en el hogar de Nazaret. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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En la liturgiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

nerario Diocesano de Renovación entronque en el “Año de la fe” convocado por el Papa y que comen-zará el próximo 11 de octubre.

Con toda nuestra confianza en Dios y en la interce-sión de María, pedimos la bendición de la paz, cuyo texto se proclama como primera lectura (Números 6,22-27). Podemos confiar en el Padre, pues nos ha adoptado como Hijos mediante el don del Espíritu, de modo que podemos llamarle “¡Abba!” como hacía el mismo Jesús (Segunda lectura, Gálatas 4,4-7).

Este es un día de inicios, Inicio del año civil pero, so-bre todo, celebración del comienzo de nuestra salva-ción. Tal como dice la antigua oración romana sobre las ofrendas propia de este día.

Oración de los fieles

Oremos al Señor nuestro Dios, que con su mirada abarca los tiempos y el universo.

Por la Iglesia, que peregrina por este mundo en el transcurso de los siglos hasta el gran Día de Jesucristo; para que realice fielmente su misión, roguemos al Señor.

Por todas las naciones: para que superando las guerras y toda clase de violencia, pongan sus ri-quezas al servicio de la gran familia humana, ro-guemos al Señor.

Para que en este nuevo año avancemos en el Iti-nerario Diocesano de Renovación y crezcamos

unidos en el conocimiento de Jesucristo, rogue-mos al Señor.

Para que las familias cristianas se pongan bajo la protección de María, Madre de Dios y Madre nuestra, para vivir en unidad, amor, paz y liber-tad, roguemos al Señor.

Por nosotros y todos nuestros familiares y ami-gos: para que dediquemos al Señor las primicias de este año, vivamos en paz todos sus días y, llenos de méritos, veamos con gozo su fin, ro-guemos al Señor.

Dios todopoderoso, cuyo trono permanece siempre y cuyos años no se acaban, escucha nuestras plega-rias y bendice el año que hoy empieza, para que, en su decurso, no nos falte el pan de cada día y encon-tremos en tu palabra el camino hacia ti. Por Jesucris-to nuestro Señor.

R/. Amén.

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6 de enero de 2012 La Epifanía del Señor

“Hemos vistosalir su estrella”

Moniciones a las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Isaías 60, 1-6 y Mateo 2, 1-12:

El profeta anuncia el misterio que hoy se celebra: la vocación de todas las gentes para que reconozcan en Jesús al Salvador. El Evangelio proclama el cumpli-miento de esta profecía, pero de modo más humil-de, cuando los magos de oriente vinieron a adorar a Jesús, recién nacido en Belén.

Segunda lectura. Efesios 3, 2-3a.5-6:

San Pablo nos dice que ahora se ha revelado el plan eterno de Dios, que tiene como final la manifesta-ción del Salvador a todos los pueblos, representa-dos en este día por los magos de los que nos habla el Evangelio.

Para la homilía

Jesús nace para todos y le encuentran los que le buscan

El profeta anuncia la novedad de la vida que llega a la ciudad santa, a la Esposa. Ésta debe levantarse e

iluminarse, porque en adelante el Señor la alumbra-rá con su gracia. Esta luz atraerá a los pueblos paga-nos a la Ciudad de Dios, y ésa será la Madre de los vivientes, la Madre de los pueblos, con hijos e hijas sin número. El corazón maternal de la Ciudad santa se conmoverá, los pueblos llegan, y traen ofrendas preciosas: el oro de la realeza, el incienso del culto divino, y desde ahora se hacen misioneros ellos mis-mos, para anunciar al mundo la alabanza divina (Pri-mera lectura, Isaías 60,1-6).

Pero, en la visión del profeta, la luz del Señor brilla sólo sobre Jerusalén y el pueblo elegido. Sin embar-go, san Pablo proclama la manifestación de la gra-cia de Dios y de su voluntad salvadora universal re-velada ahora directamente a todos los pueblos por el Evangelio de Jesucristo (Segunda lectura, Efesios 3,2-3a.5-6). Este es el gran tema de la solemnidad de la Epifanía, que encuentra su mejor signo en la llega-da de los Magos de oriente.

El Señor se nos muestra

Nosotros, ahora, admirados por la grandeza y la cer-canía del misterio, no debemos envidiar a los Magos. También nosotros entramos ahora en la casa, en la

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En la liturgiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

escucha de la Palabra y en la comunión tocamos las manos y los pies del Señor, sentimos su voz, su ter-nura y su calor, más profundamente que ellos, y por eso, antes que nada, damos gracias porque la revela-ción del misterio escondido de Dios se ha hecho rea-lidad en nosotros, nacidos en la gentilidad, nacidos del agua y del Espíritu.

Los pastores y los magos reconocieron a Jesús por los signos que les habían revelado los ángeles y la inspiración divina: el niño en el pesebre, la estrella… y a nosotros nos ha dicho Jesús cuales son los signos por los que lo podemos reconocer, en la Palabra de Dios, en la Eucaristía y los demás sacramentos, y en nuestros hermanos más necesitados: los hambrien-tos, los sedientos de agua y de justicia, en los necesi-tados de salvación, en los encarcelados y enfermos… En todos ellos nos espera el Niño de Belén que es el Señor y Salvador.

La urgencia de evangelizar

La Epifanía despierta en nosotros la urgencia por dar a conocer a todos la dicha de este misterio revelado. Para esto nos debe ayudar el Itinerario Diocesano de Renovación, que no es sólo un curso de formación cristiana. En efecto: de nada nos sirve profundizar en el conocimiento y en la vivencia de Jesucristo si nos lo guardamos para nosotros. Hoy es un día misione-ro, de ayuda espiritual y material a los catequistas de los países de misión. ¿Cómo les vamos a ayudar? ¿Cómo vamos a ser nosotros mismos, aquí mismo,

misioneros? Que el Señor nos conceda su Espíritu de sabiduría y discernimiento para ser fieles a su gracia, difusores de su Palabra e imitadores de su amor.

Oración de los fieles

Oremos, hermanos y hermanas, a Dios Padre todo-poderoso que ha manifestado a los pueblos su poder, a las naciones su salvación y a nosotros la radiante luz de su nacimiento.

Para que la santa Iglesia de Dios alcance la tan deseada unidad, reciba con abundancia los do-nes y frutos del Espíritu Santo, y, llena de gozo, paz y amor, revele a todos los hombres la salva-ción de Dios, roguemos al Señor.

Para que las gentes de todas las religiones y pue-blos lleguen a conocer a Cristo y encuentren la plenitud de la verdad en él, roguemos al Señor.

Para que todos los pueblos acojan al Rey de las naciones y edifiquen su convivencia sobre las bases del mensaje de verdad, unidad, justicia, amor y libertad que él nos enseñó, roguemos al Señor.

Para que las comunidades cristianas, fieles en el seguimiento de Cristo, mantengan y trasmitan la fe, para que Cristo habite en ellas y puedan acoger a los que buscan al Salvador, como los Magos de Oriente, roguemos al Señor.

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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

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Para que toda la Iglesia sienta la urgencia de la misión universal y las familias acojan y fomenten la vocación misionera y apostólica de sus hijos e hijas, roguemos al Señor.

Para que el Señor, con su manifestación, nos confirme en la verdad, nos revele lo que igno-ramos, afiance lo que conocemos y supla lo que nos falta, roguemos al Señor.

Dios todopoderoso y eterno, humildemente te pe-dimos que escuches nuestras oraciones, para que tu luz radiante habite siempre en nosotros y se mani-fiesta también a toda la humanidad. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

8 de enero de 2012 El Bautismo del Señor

“Mirad a mi siervo,a quien sostengo”

Moniciones a las lecturas

Primera lectura y evangelio. Isaías 55, 1-11 y Marcos 1, 7-11:

El agua es un símbolo utilizado frecuentemente por los profetas para anunciar la gracia de Dios que de-bía llegar por medio del Mesías; cumpliendo estas profecías, Jesús descendió a las aguas del Jordán para que, desde entonces, los que sean bañados en el Bautismo renazcan a la nueva vida de los hijos de Dios por medio del sacramento del agua y con el don del Espíritu Santo.

Salmo responsorial 28:

El Señor bendice a su pueblo con la paz.

Segunda lectura. Hechos de los apóstoles 10, 34-38:

La predicación de los apóstoles anunciaba la obra de salvación realizada por Jesucristo, cuya vida pública comenzó en el bautismo que recibió en el Jordán de manos de Juan el Precursor.

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En la liturgiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

O bien:

Primera lectura. Isaías 55, 1-11:

Venid a las aguas: escuchad, pera que tengáis vida. El profeta Isaías anuncia una intervención salvadora de Dios mediante el signo del agua como fuente de vida y renovación.

Salmo responsorial. Isaías 12, 2-3. 4bcd. 5-6: Saca-réis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.

Segunda lectura. 1 Juan 5, 1-9: Cristo vino con el agua y la sangre; su obra le comprometió totalmente, de modo que el bautismo que nos salva recibe el fruto de su sacrificio y nos incorpora a su muerte y resu-rrección.

Para la homilía

El comienzo de la vida pública de Jesús

Desde esta festividad acompañaremos a Jesús a lo largo de su “vida pública”, desde su comienzo al ser bautizado por Juan en el Jordán hasta la víspera del comienzo de la Pasión en Jerusalén. En este año - B - nuestro guía será el Evangelio según san Marcos, el cual, como lo hacen también los otros dos sinópticos Mateo y Lucas, presenta el ministerio público de Je-sús a través de una primera etapa en Galilea, seguida de un largo viaje o “subida” a Jerusalén, para concluir su obra.

El bautismo del Señor en el Jordán.

Los primeros mensajeros del Evangelio de Jesús comprendían e interpretaban el bautismo del Se-ñor como un momento esencial para comprender el Evangelio, porque fue la unción mesiánica del que sería llamado por eso “el Ungido” (Cristo) por el Espí-ritu Santo, consagrado para una misión predicha fre-cuentemente en los profetas, sobre todo los cantos del Siervo de Yahwé de Isaías, como el que se procla-ma en esta fiesta, cuando se aplican a Jesús estas pa-labras: Mirad a mi siervo, a quien sostengo, mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu (Is 42, 1; Primera lectura).

Los cuatro evangelios relatan este momento carga-do de misterio, con pequeñas variantes que destacan aspectos particulares del acontecimiento. Cada año leemos este pasaje en el evangelio sinóptico corres-pondiente, y así lo hacemos este año B, siguiendo a san Marcos: Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto” (Mc 1, 9-11). Empezamos así a familiarizarnos con el estilo de Marcos, conciso, directo, destacando ante todo el anuncio de Jesucristo como Hijo de Dios y Salvador universal.

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La epifanía de la Trinidad

Mientras que la Encarnación del Hijo de Dios es una obra trinitaria que tiene su iniciativa en el Padre, y es realizada en la intimidad y el silencio de María por la fuerza creadora del Espíritu Santo, el bautismo de Jesús es una manifestación (epifanía) del misterio santísimo del Padre que muestra al Hijo hecho hom-bre ante el mundo y lo consagra con el Espíritu.

La renovación bautismal de nuestra vida cristiana

Este es un día para hacer memoria de nuestro propio bautismo. Aquél fue el día más importante de nuestra vida, pues los efectos de aquella gracia durarán para siempre, cualquiera que sea nuestra historia; todo lo que nos ocurra es pasajero, pero la elevación a la dig-nidad de hijos de Dios, injertados en Cristo y hechos miembros de la Iglesia con la inhabitación del Espíritu Santo, destinados a la vida eterna, es para siempre.

Todo el interés y esfuerzo que podamos poner en nues-tra renovación, tan sólo será auténtico si lo hacemos con humildad, dejándonos “ungir” de nuevo por el Es-píritu y estando dispuestos a morir de nuevo a la histo-ria de pecado, como ocurrió en nuestro bautismo.

El bautismo del Señor es un misterio de salvación, pues cuando lo celebramos hacemos presente aquel momento de la vida de Cristo, el “Hoy de la salva-ción”, nos encontramos con el Salvador lleno del Es-píritu Santo y revivimos nuestro propio nacimiento del agua y del Espíritu.

Oración de los fieles

Oremos a Dios Padre, que en el bautismo nos reco-noció como hijos amados suyos.

Por el Papa Benedicto y por nuestro Arzobispo Carlos, con todo el orden episcopal, los presbíte-ros y diáconos, para que acompañen en el creci-miento en la fe y en el amor a quienes iniciaron en la vida cristiana, roguemos al Señor.

Por todas las comunidades cristianas, para que con eficacia anuncien y transmitan la fe, que im-plica la entrega a Jesucristo, muerto y resucita-do, y la inserción en la comunidad eclesial. Ro-guemos al Señor.

Para que todos los bautizados, amados y elegi-dos de Dios, ungidos por el Espíritu Santo, pase-mos, como Cristo, haciendo el bien y curando a los oprimidos por las consecuencias del pecado, roguemos al Señor.

Por los gobernantes de todas las naciones, para que las guien con la verdad y la justicia, y respe-ten la misión evangelizadora y social de la Igle-sia, roguemos al Señor.

Para que en nuestras familias y en nuestros tra-bajos y cargos, imitemos a Cristo, Hijo obediente del Padre, que no vino a ser servido sino a servir, roguemos al Señor.

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En la liturgiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Confírmanos, Señor, en la vida que iniciamos unidos a tu Hijo Jesucristo, para que tu Espíritu permanezca en nosotros y lleguemos a la gloria de la resurrec-ción. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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En el COLEGIO

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El tiempo de Adviento

Desde este curso, los Colegios Diocesanos cuentan con un nuevo proyecto, un LEMA PASTORAL en el que enmarcar la acción pastoral del colegio para todo el curso. De entrada ya contamos con el trabajo de las agendas. Durante este curso en las agendas trabajamos diferentes pasajes de los evangelios donde aparece Jesucristo con el objetivo de abor-dar aspectos concretos de las enseñanzas de Jesús para la vida de cada alumno, actitudes de Jesús ¿Qué hace Jesús? ¿Qué hago y qué puedo hacer yo?; también contamos con el del Proyecto EDUCACIÓN – TRANSMISIÓN DE LA FE. MISIÓN COMPARTIDA IGLESIA – FAMILIA – COLEGIO; pancartas para el colegio y posters para las aulas.

Disponemos de un folleto Power Point en el que se presenta la propuesta de acciones a realizar a lo lar-go del curso.

Propuesta de acciones a realizar a lo largo del todo el curso:

• Introducir en las oraciones ordinarias del cole-gio, al menos un día a la semana, por ejemplo los lunes, una petición para que el Señor nos abra el oído a su Palabra.

• Que cada alumno disponga de un pequeño cuaderno donde poder escribir las cosas im-portantes, las frases de los evangelios, las ayu-das recibidas como fruto de la oración. Se trata de una especie de diario donde anotamos pa-labras, acciones, pensamientos, oraciones,…

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En el ColEgio

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

que nos han ayudado, impactado, inquietado, iluminado, etc., Es importante recordarles a los alumnos esta actividad y buscar un momento durante la semana para, de forma personal, re-visar esta acción.

• Proyecto EDUCACIÓN – TRANSMISIÓN DE LA FE. MISIÓN COMPARTIDA IGLESIA – FAMILIA – COLEGIO. Contiene información pastoral, aglutina el sentido cristiano de las fiestas, así como información de las acciones más desta-cadas a realizar durante el mes, y todo ello en-marcado en el lema anual y el tema del mes, el de las agendas de los alumnos.

• Ofreceremos, con la colaboración del secreta-riado de Padres de la Comisión de Enseñanza, una charla para los padres, sobre la importan-cia, para el desarrollo integral de los hijos ,de abrirles el oído a Jesús.

• Boletín interfides.

En septiembre y octubre, hemos ubicado los posters y las pancartas en el colegio, se ha entregado el dos-sier con la propuesta de acciones a realizar durante el curso y presentación al claustro de profesores, por parte del Equipo directivo, del lema, posters y pro-puesta de acciones, para lo que entregamos un Power Point que podía servir como ayuda. En los Colegios se están adaptando las acciones propuestas desde la Fundación a la realidad del centro. Además, hemos recibido como regalo una canción del lema pastoral.

Ahora, en el tiempo de Adviento, como preparación a la Navidad, proponemos las siguientes acciones:

• Celebración de la Palabra Adviento.

• Concurso de postales navideñas, tomando como tema: “¿Qué nos dice Jesús con su naci-miento?”.

• Adaptación/creación de letras de los villanci-cos en relación al lema.

• Oraciones semanales relacionadas con el evan-gelio del domingo.

• Celebración litúrgica de Navidad.

• Hoja de reflexión del proyecto Proyecto EDU-CACIÓN – TRANSMISIÓN DE LA FE. MISIÓN COMPARTIDA IGLESIA – FAMILIA – COLEGIO del mes de noviembre y del mes de diciembre.

• Seguimos escribiendo en el cuaderno personal.

1. Para la oración de la Mañana

Se propone una actividad para realizar durante el tiempo litúrgico de Adviento en los centros educati-vos, pero que también puede ser utilizada en familia.

Se trata de cuatro elementos, uno para cada semana de Adviento. Cada uno de ellos consta de:

• Evangelio: frase central del evangelio de cada uno de los Domingos de Adviento.

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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

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• Imagen ilustrativa: Sacada de alguna película conocida por todos cuya escena evoca/recuer-da el mensaje del Evangelio.

• Oración: inspirada en las oraciones de la litúr-gica de adviento, con un lenguaje adaptado a los niños.

La actividad se desarrolla de la siguiente manera:

La imagen junto con el Evangelio se podría impri-mir y ampliar hasta un tamaño A3 y colgar en el tablón. Ésta irá cambiando cada semana.

Además, se imprime tamaño A5 (cuartilla) con la imagen por delante y la oración por detrás para cada alumno. Así podrán usarla cada día de la se-mana para orar en la mañana.

2. Celebración de la Palabra

Oración inicial

Te damos gracias Padre porque nos regalas poder escuchar Tu Palabra, ábrenos el oído y el corazón para poder acogerla, creerla y ponerla en práctica.

Proclamación de la Palabra:

Se proclama la Palabra, es mejor leerla de la Biblia, se hace con unción, dando importancia al libro y al contenido. Jesús nos habla por medio de la Palabra.

Lc 1, 26-38 (La Anunciación)

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entran-do, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y dis-curría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delan-te de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará so-bre la casa de Jacob por los siglos y su reino no ten-drá fin”. María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respon-dió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es impo-sible para Dios”. Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

Palabra del Señor

Después de proclamar la Palabra, es muy impor-tante poder explicar, repetir, adaptar, encarnar la Palabra escuchada a la realidad de los alumnos que están en esa celebración. Es necesario haber prepa-

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En el ColEgio

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

rado previamente lo que vamos a decir, también el Espíritu Santo inspirará lo que considere.

Algunas cuestiones que podemos destacar:

Las palabras del ángel hoy nos las dice a noso-tros:

¡Alégrate! Muchas veces estás triste, y ¿por qué? Es realmente importante lo que te entristece, es consecuencia de algo que haces, dices, piensas,… ¿Cómo solucionarlo?

¡Lleno de gracia! Tú te sientes desgraciado, tris-te,… pero el ángel te dice que estás lleno de gra-cia. ¿Qué falla? ¿Quién está equivocado?

!El Señor está contigo! Tú crees que estás solo y eso NO es así.

¡No temas! No quieres mostrarlo pero muchas cosas te dan miedo.

¡Has hallado gracia delante de Dios! Aunque te resulte difícil creerlo Dios piensa en ti y te “ve gracioso” le gustas a Dios, Dios te ama profun-damente

María, llena del Espíritu Santo pudo decir ¡ADE-LANTE! ¡AMÉN! Sola NO hubiese podido.

Intervención de los alumnos: Podemos dejar un tiempo donde ellos expresen lo que han enten-dido, lo que les ha gustado, ayudado, lo que les inquieta,…

Oraciones preparadas

Te pedimos por cada uno de nosotros ayúdanos a vivir como la Virgen María alegres y llenos de tu Espíritu, ayúdanos a decirte SÍ.

Te pedimos por nuestras familias, por nuestros padres y, hermanos por nuestros abuelos, tíos y primos, ayúdanos a vivir como hijos de Dios, des-cansando en nuestro Padre que lo puede todo.

Te pedimos por el colegio, por los profesores, por la parroquia , haz que podamos con su ayuda conocerte a Ti y crecer en estatura, sabiduría y gracia.

Te damos gracias por esta Palabra que hoy nos has regalado, ayúdanos a creerla y a ponerla en práctica en nuestra vida.

Oraciones personales libres.

Animamos a los alumnos a pedir en voz alta (o en silencio).

Oración final. Padre Nuestro

Saludo a la Virgen

Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios. No desoigas la oración de tus hijos necesi-tados y líbranos de todo peligro. Virgen gloriosa y bendita defiende siempre a tus hijos.

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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

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Se celebrará el viernes 16 de diciembre de 2011 en las calles de la ciudad de Valencia.

El objetivo es cantar villancicos por las calles circun-dantes a la Catedral.

Va dirigido a coros ya existentes en los Centros o improvisados para el momento (alumnos de una o varias aulas) pues no es concurso.

Podéis haceros una idea visitando la dirección: http://www.youtube.com/watch?v=I8UdryDU4kc donde hay un video resumen de Nadalenques al ca-rrer 2009.

Los que estéis interesados poneos en contacto con nosotros a través de [email protected] cuanto antes para poder enviaros más información, consignando en ASUNTO: Nadalenques.

Nadalenques al carrer

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En la fAmiliA

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En la FAMILIA

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Oraciones para bendecir la mesa

en el tiempo de Adviento-Navidad

Las familias se reúnen en torno a la mesa como un momento de encuentro, lleno de alegría por ver a aquellos familiares y amigos a los que habían perdi-do de vista durante cierto tiempo.

Se reúnen para compartir juntos tiempo, espacio y noticias de todos. Todo se comenta y hasta las noti-cias tristes, parecen menos tristes ya que son com-partidas por todos.

Con estas reuniones familiares alrededor de la mesa, se amplía el diálogo, se unen lazos que están un poco sueltos y se comparte la emoción de los recuerdos.

Invitamos a las familias cristianas a cuidar este mo-mento y hacer que todos compartan además de los alimentos, la oración de gratitud a Dios por los mis-mos.

Sobre la mesa, o en algún lugar destacado del lugar en el que comemos, colocamos la Corona de Ad-viento de nuestra familia. Cada domingo, cada ce-lebración importante de estos días, se nos invita a encender uno de los cirios como recuerdo de nuestri itinerario hacia la Luz de Belén.

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En la fAmiliA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

1ª semana de AdvientoPrimer domingo de Adviento

2ª semana de AdvientoSegundo domingo de Adviento

Señor hermano y amigo nuestro, te abrimos hoy las puertas de nuestro hogar, queremos que Tú comas con nosotros

(el padre reparte el pan y la madre el agua)

y que tu palabra nos inspire cada día

(uno de los presentes, si están los abuelos, puede ser uno de ellos, enciende el cirio).

bendice el pan que vamos a comer. Amén.

Señor y Dios nuestro, dueño del tiempo y la vida: bendícenos la comida y siéntate a nuestra mesa.

Pon condimento y sorpresa, sabor de divinidad en nuestro humano camino.

Sacia de tu pan y vino nuestra hambre de eternidad. Amén.

(el hijo menor enciende la segunda vela)

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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

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8 de diciembreInmaculada Concepción

3ª semana de AdvientoTercer domingo de Adviento

Gracias María, por haber aceptado ser la madre de Jesús.

Vivimos contigo disfrutamos contigo, comemos contigo, María madre de Dios y madre nuestra, rodéanos con tu espíritu y enséñanos a contagiar tu amor.

Gracias María.

Señor que cerca estás ya, estás llamando a nuestra puerta si la abrimos, Tú entrarás en nuestra casa y comeremos junto a Ti Señor.

Te conoceremos al partir el pan, y nos dirás que da más alegría el dar que el recibir.

Los niños encienden la tercera vela y adornan la mesa.

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En la fAmiliA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

4ª semana de AdvientoCuarto domingo de Adviento

25 de diciembreNatividad del Señor

Señor Jesús, Tú viniste a decirnos que Dios nos ama y que nosotros debemos amar a los demás.

Te bendecimos, Señor, que das el alma y la vida.

Gracias por los alimentos y la buena compañía.

Siéntate aquí con nosotros, que está la mesa servida.

Al hambriento dale pan y al que está triste alegría.

Gracias por ser el mejor Padre de nuestra familia.

Amén.

La madre enciende la cuarta vela.

Celebramos el nacimiento del Hijo de Dios, preparemos nuestros corazones para recibirlo:

Tú, que naciste en belén, bendícenos la comida y danos tu gracia.

Te damos gracias por los frutos de la tierra, y te pedimos que nos hagas conscientes del sufrimiento de aquellos que son pobres o están en necesidad.

Colma de amor y de pan a los pobres de la tierra.

Amén.

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6 de eneroDía de Reyes

1 de eneroSta. María, Madre de Dios

Hoy es día de adorarte, de buscarte, y sobre todo de sentir la grandeza de dar y de darse, y de interiorizar el regalo de recibir tu presencia, tu compañía…

Gracias, Padre porque hoy, en el día de los regalos, nos muestras la alegría que viene del “ser” y del dar, y que un niño rodeado de amor, enviado en amor, y entregado en amor… bendiga los alimentos que fortalecen nuestro cuerpo.

Danos fortaleza para disfrutar del regalo de los alimentos que nos das y que aprendamos a compartirlos con los demás.

Amén.

María lo recibió todo de Dios, Ella acompañó al Señor a lo largo de su vida pública; como hizo la Madre, así queremos vivir unidos al Señor, y como María hizo en las Bodas de Cana, queremos que INTERCEDA ante el Señor, y bendiga estos alimentos que vamos a tomar.

Amén.

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En la fAmiliA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

8 de eneroBautismo del Señor

Ayúdanos a hacer de la casa un sitio de tu reino donde los miembros de esta familia encontremos lo que nos manifestaste en el Bautismo de Jesús:

Bendice esta mesa que hemos preparado con mucho amor y que aprendamos a llamarte Padre desde nuestra imagen de familia cristiana, que nos abramos a la fraternidad cristiana desde el amor de los hermanos y que podamos entender el mundo como lugar de la convivencia humana desde el acogimiento y la paz de nuestra casa.

Amén.

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Bendición del Belén

Jesús nació en nuestro hogar, la Tierra. Se hizo hom-bre como nosotros, entre las montañas de Judea, a más de 700 metros de altitud. Belén es ahora una ciudad rodeada con muros de hormigón –con sus 8 metros de altura–, para controlar y dificultar tanto las entradas como las salidas de sus habitantes (sal-vo si eres turista, en cuyo caso te lo ponen un poqui-to menos difícil). Tantas barreras… que podrían des-aparecer si, como dijo Benedicto XVI, unos y otros rompiésemos los muros de nuestros corazones.

Si la ciudad de Belén no es hoy justamente el lugar donde reina la paz entre los hombres de buena volun-tad, deben serlo los belenes de nuestros hogares para revivir el canto de ángeles durante aquella noche del nacimiento del Salvador: “Gloria a Dios en el cielo, y en la Tierra paz a los hombre que ama el Señor”.

Nuestros belenes siempre han sido diversos y llenos de originalidad. Algunos quieren imitar un pesebre y un pueblo de hace poco más de dos mil años, otros pretenden reproducir escenarios más cercanos a no-sotros, pues también ahora, y aquí, nace Jesús. Y por descontado otros belenes son el producto de una buena imaginación.

La ciudad de Belén y sus alrededores recuerdan un apartheid, una prisión entre secarrales sucios y conta-minados. Pero aún así, todavía los cristianos que allí resisten y los hombres de buena voluntad, mantienen la esperanza, sobre todo estos días a las puertas de la Navidad, de que otro mundo, mejor, es posible.

La representación del nacimiento ha de ser para no-sotros como el deseo de que Jesús nazca en una Tie-rra más limpia, más justa y más solidaria.

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En la fAmiliA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Rito de laBendición del Belén

Oración

Reunida la familia, el padre o la madre dice:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos hacen la señal de la cruz y responden:

Amén.

Quien dirige la celebración continúa:

Alabemos y demos gracias al Señor que tanto nos ha amado que nos ha enviado su Hijo.

Todos responden:

Benditos seas por siempre, Señor.

Oh Dios, creador de todo el universo y Padre nuestro, que lo hiciste todo bueno y hermoso pues lo hiciste por amor, y que un día, por ese amor tan grande, quisiste que naciera entre nosotros, en familia, tu Hijo Jesús, mantente siempre en el centro de nuestra familia para que no le falte amor.

Te pedimos que nos ayudes a mantener la alegría en estas fechas de Navidad, y a construir una Tierra, un pueblo, un hogar, más dignos para que, quienes nos rodean, puedan reconocer mejor tu voz.

Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo amado, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.

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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

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Benedicció del Betlem

El Nostre Senyor va nàixer a la nostra llar, la Terra. Es va fer home com nosaltres, entre les muntanyes de Judea, a més de 700 metres d’altitud. Ara Betlem és una ciutat envoltada de muralles de formigó, d’on amb dificultat es pot eixir, i on amb dificultat s’entra, tot i que si ets turista... “sempre és més fàcil”. Betlem està envoltada amb murs de 8 metres d‘alçada. Però eixes barreres podrien desaparéixer si, com diu Benet XVI... uns i altres enderroquem els murs dels cors.

Si la ciutat de Betlem hui no és lloc on es visca la pau entre els hòmens de bona voluntat, han de ser-ho les llars on, cada any, muntem els Betlems recordant el cant dels àngels el dia de nadal: “Glòria a Déu a dalt del cel, i a la terra pau als homes que estima el Senyor”.

Els nostres betlems són molt diversos i originals. De vegades són com imaginem que seria el poble de Betlem en temps de Jesús, de vegades se semblen al nostre voltant on també naix Jesús, i en ocasions, com no, són el producte d’una gran imaginació.

La ciutat de Betlem i el seu voltant sembla hui una presó, un desert brut i contaminat, on la gent viu com pot. Amb tot, hi viuen cristians i gent de bona voluntat que, aquests dies, tan propers al Nadal, per-severen en l’esperança d’un món millor.

La representació del nostre Betlem és també el de-sig que Jesús nasca en una Terra més neta, més justa, més solidària.

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En la fAmiliA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Ritus de laBenedicció del Betlem

Oració

Reunida la família, el pare o la mare diu:

En el nom del Pare, i del Fill, i de l’Esperit Sant.

Tots fan la senyal de la creu i responen:

Amén.

El qui dirigeix la celebració pot dir:

Lloem i donem gràcies al Senyor, que tant ens ha estimat que ens ha enviat el seu Fill.

Tots responen:

Beneït sigues per sempre, Senyor.

Oh Déu, creador de tot l’univers i Pare nostre, que ho heu fet tot bo i bonic perquè ho heu fet per amor, i que un dia, per eixe amor tan gran, vau fer nàixer entre nosaltres, en família, el vostre Fill Jesús, estigueu sempre enmig de la família nostra, que és la vostra, per què mai hi falte l’amor.

Vos demanem que ens ajudeu a mantindre l’alegria aquestes festes de Nadal, i a construir una Terra, un poble, una llar, més dignes per què els qui nasquen com el vostre Fill, entre nosaltres, puguen reconéixer millor la vostra veu.

Vos ho demanem per Jesús, el vostre Fill estimat, que viu i regna pels segles dels segles.

Amén.

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Bendición del Árbol de Navidad

Con el salmo 96, la Iglesia alaba la grandeza de Dios que se manifiesta en la creación. Todas las criaturas están llamadas a unirse a este canto de alabanza, y en él se encuentra también una invitación: «Acla-men los árboles del bosque delante del Señor, que ya llega».

Este salmo lo proclamamos como una profecía: Dios viene, y viene continuamente, silencioso a través de los siglos. El canto de los ángeles se convierte en canto de los hombres cuando “escuchan” al Dios que nace y acuden hacia él. Y también los árboles del bosque van hacia Él y exultan.

El árbol de navidad habla de Él; quiere transmitir su esplendor y decir: Sí, Él ha venido y los árboles del bosque lo aclaman.

Los árboles en las ciudades y en las casas deberían ser algo más que una costumbre festiva: ellos seña-lan a Aquél que es la razón de nuestra alegría, al Dios que viene, el Dios que por nosotros se ha hecho niño y “árbol de la vida”.

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En la fAmiliA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Recitamos juntos:

¡Cantad a Yahvé un nuevo canto, canta a Yahvé, tierra entera, cantad a Yahvé, bendecid su nombre!

Anunciad su salvación día a día, contad su gloria a las naciones, sus maravillas a todos los pueblos.

¡Alégrense los cielos y, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto encierra; exulte el campo y cuanto hay en él, griten de gozo los árboles del bosque,

delante de Yahvé que ya viene, viene, sí, para juzgar la tierra! Juzgará al mundo con justicia, a los pueblos con su lealtad.

Alguien de la familia:

Bendice, Señor este árbol y haz que nos unamos al canto de alabanza de la creación.

Que no acallemos la voz de los bosques con su destrucción, que aprendamos a escuchar, en ellos, tu voz.

Que este árbol, siempre despierto, recuerde en nuestra familia que hay que despertar para descubrir a Dios.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

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Benedicció de l’Arbre de Nadal

Amb el salm 96, l’Església lloa la grandesa de Déu que es manifesta en la creació. Totes les criatures estan cridades a unir-se a aquest cant de lloança, i en ell es troba també una invitació: “Arbres del bosc, aclameu davant el Senyor, que ja arriba”.

Aquest salm el proclamem com una profecia: Déu ve, i ho fa d’una manera continuada i silenciosa, durant tots els segles. Així, el cant dels Àngels es converteix en cant d’hòmens i dones quan escolten el Déu que naix i s’acosten a Ell. També els arbres del bosc van cap a Ell i exulten.

L’arbre de nadal parla d’Ell; vol transmetre el ser es-plendor i cridar: Sí, Ell ha vingut i els arbres del bosc l’aclamen.

Els arbres, a les ciutats i a les cases, deurien ser més que un costum festiu: ells senyalen a Aquell qui és la raó de la nostra alegria, el Déu que ve, el Déu que per nosaltres s’ha fet infant i “arbre de vida”.

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En la fAmiliA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Diem tots junts:

Canteu al Senyor un càntic nou, canteu al Senyor per tota la terra, canteu al Senyor, beneïu el seu nom. anuncieu de dia en dia que ens ha salvat. Conteu a les nacions la seua glòria, conteu a tots els pobles els seus prodigis.

El cel se n’alegra, la terra ho celebra, bramula el mar amb tot el que s’hi mou, jubilen els camps amb tot el que hi ha, criden de goig els arbres del bosc,

en veure que ve el Senyor, que ve a judicar la terra. Judicarà tot el món amb justícia, tots els pobles amb la seua veritat.

Algú de la família:

Beneïu, Senyor, aquest arbre i feu que ens unim al cant de lloança de la creació.

Que no fem callar la veu dels boscos destruint-los, que aprenem a escoltar, en ells, la vostra veu.

Que aquest arbre, sempre despert, recorde a casa nostra que cal despertar per descobrir-vos.

Per Jesucrist, Senyor nostre.

Amén.

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En la PArroquiA

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En la PARROQUIA

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Cinco reflexiones para los domingos de Adviento y el día de Navidad

1. El misterio de la Navidad

Cuando llegan las fiestas de Navidad solemos sentir cierto desagrado e incluso disgusto por la forma en que la sociedad del consumo ha vaciado casi de contenidos religiosos el misterio que motiva todas las celebraciones. Las cosas son ciertamente así. Pero hemos de procurar porque no lo sean; y sobre todo, porque no lo sean en nuestros hogares y comunidades cristianas. En orden a ello es importante que tomemos conciencia renovada del misterio que se celebra en Navidad: el Hijo de Dios, Salvador del mundo, nace en Belén de Judea de María la Virgen y el misterio de su nacimiento es anunciado a unos pastores. Se trata de un misterio que supera nuestra capacidad de percepción, de comprensión: en primer lugar, porque desde una visión teórica de la realidad divina, nos parece imposible que el Dios grande, trascendente, inabarcable se haga pequeño, cercano, accesible, tangible; por otra parte; y en segundo lugar porque esta forma de actuar de Dios va en contra de una tendencia casi innata a nuestra condición humana que es parecer más de lo que realmente somos, sobresalir frente a los otros. Sin embargo, ha sido así como Dios se ha manifestado, como que querido realizar la salvación del género humano, enviando a su Hijo en la plenitud del tiempo y queriendo que ese Hijo suyo naciera de mujer.

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Recursos para la Hoja Parroquial

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En la PArroquiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

2. Un admirable intercambioEse actuar de Dios es referencia irrenunciable en nuestra vida de fe. El Catecismo de la Iglesia Católi-ca dice, en efecto: “El misterio de Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo ‘toma forma’ en nosotros. Navidad es el misterio de este ‘admirable intercam-bio’:… ‘El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de la Virgen, y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad’ (Ca-tecismo de la Iglesia Católica nº 526). Es decir, el mis-terio de la Navidad nos afecta personalmente porque nos ha abierto, a la humanidad entera, y a cada uno de nosotros, no sólo el camino de la reconciliación con Dios, de la vuelta hacia él tras el pecado, sino in-cluso poder participar de la divinidad. Y si el miste-rio del Dios hecho hombre era admirable, no menos lo es este intercambio: mediante la fe en el Hijo de Dios, que se ha hecho hombre y ha nacido en Belén, nacemos “de lo alto” (Jn 3,7), somos hechos “hijos de Dios” (cf. Jn 1,12). Jamás pudo imaginar el género hu-mano que podría ser elevado a tal dignidad.

3. Hacerse pequeñoLa incidencia del misterio del nacimiento del Hijo eterno de Dios en Belén tiene otra dimensión, que, podríamos considerar, más personal y que el mismo Catecismo de la Iglesia Católica expresa de la manera siguiente, precisamente después de haber resumido el misterio de la Navidad: “’Hacerse niño’ en relación con Dios es la condición para entrar en el Reino; para eso es necesario abajarse, hacerse pequeño” (Cate-cismo de la Iglesia Católica nº 526). Así, pues, no se trata sólo de contemplar el misterio, de aceptar-lo, sino de sumergirse en él de tal modo que, por la fuerza de la gracia, quedemos transformados por él; transformados en nuestra manera de pensar a Dios, de entender la vida, de vivir las relaciones interperso-nales. Estas no pueden concebirse, de ningún modo, en términos de dominio, ni tan siquiera de ser o apa-recer más que los otros; en esta línea S. Pablo dirigía a los cristianos de Efeso la siguiente invitación: “No obréis por rivalidad ni por ostentación, considerando por la humildad a los demás superiores a vosotros”. (Fil 2,3); y lo hacía precisamente antes de describir ante sus ojos el misterio del abajamiento del que, siendo de condición divina… se despojó de sí mis-mo” y se hizo uno de nosotros (cf. Fil 2,5-7).

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4. Ser pobres ante DiosEl “hacerse pequeños” que se sigue de la pequeñez asumida por Hijo de Dios nacido en Belén afecta directamente a otro aspecto de nuestra existencia: la actitud hacia los bienes de este mundo, hacia las riquezas. No cabe duda de que el bienestar es algo positivo, pues concreta de algún modo la llamada a la felicidad que supone el mismo hecho de vivir. Pero también es cierto que los bienes de este mundo, las riquezas y el propio bienestar pueden convertirse en un obstáculo para la relación con el Dios que nos ha creado, que nos ha redimido, que nos santifica; Je-sús contó una parábola sobre un hombre que “ate-soró para sí” y no fue “rico ante Dios” (cf. Lc 12,21). Quienes recibieron el anuncio sobre el nacimiento del Salvador no fueron los ricos y poderosos de este mundo, sino “unos pastores”, de los que se dice que “pasaban la noche al aire libre”; es verdad que tal cir-cunstancia tenía que ver con la actividad a la que se dedicaban aquellos hombres, pero también lo es que constituye un signo de una actitud vital profunda, fuertemente subrayada en el evangelio de S. Lucas: el desasimiento interior que nos dispone mejor a la acogida del misterio del Dios que nos salva. Tener un corazón de pobres, ser pobres ante Dios es condición indispensable para poder alegrarse con el anuncio del Dios grande que se hace pequeño y cercano.

5. Contar lo que hemos escuchadoConocer el misterio del Salvador, Mesías y Señor que ha nacido en Belén; vivir el misterio o, más bien, de-jar que el misterio nos transforme, que el “admira-ble intercambio” determine nuestros pensamientos, palabras y acciones en todos los ámbitos de nuestra existencia. Pero hay todavía más: el relato lucano que ha centrado este tema del IDR nos muestra cla-ramente que del conocimiento del misterio nace con toda naturalidad el deseo de comunicarlo, de com-partirlo con otros; los pastores, se dice, “contaron lo que se les había dicho de aquel niño”. En los Hechos de los Apóstoles, que es el segundo libro de S. Lucas (Hech 1,1), S. Lucas nos dice que, antes de subir al cielo, Jesús encomendó a sus discípulos la misión de ser testigos suyos; de acuerdo con ello, los discípu-los de Jesús aparecen a lo largo de los Hechos anun-ciando a Jesús, hablando de él. El Evangelista deja muy claro que, en el caso de los primeros discípulos, ese testimonio no se limitó a las palabras, sino que afectaba a toda la existencia; por eso alude en varias ocasiones a la vida de la comunidad (Hech 2,42-47; 4,32-37; 5,12-16). Pero la primera forma del testimo-nio era la palabra; se era testigo de Jesús, antes que nada, hablando de él. Y en este sentido, contando lo que se les había dicho del niño recién nacido, los pastores anticiparon la figura de los futuros testigos; los que aparecen en los Hechos de los Apóstoles, los que se han ido sucediendo a través de los siglos y los que, también en nuestros días, somos llamados a dar testimonio de Jesús, viviendo como él vivió y nos enseñó a vivir, sin duda; pero también hablando de Jesús, del misterio del amor de Dios que en él se ha hecho visible, cercano.

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En la PArroquiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Pablo VI

Marialis CultusExhortación apostólica de su santidad Pablo VI para la recta ordenación y desarrollo del culto a la santísima Virgen María

3. Así, durante el tiempo de Adviento la Liturgia recuerda frecuentemente a la Santísima Virgen –aparte la solemnidad del día 8 de diciembre, en que se celebran conjuntamente la Inmaculada Concepción de María, la preparación radical (cf. Is 11, 1.10) a la venida del Salvador y el feliz exordio de la Iglesia sin mancha ni arruga–, sobre todos los días feriales del 17 al 24 de diciembre y, más concretamente, el domingo anterior a la Navidad, en que hace resonar antiguas voces proféticas sobre la Virgen Madre y el Mesías y se leen episodios evangélicos relativos al nacimiento inminente de Cristo y del Precursor.

4. De este modo, los fieles que viven con la Liturgia el espíritu del Adviento, al considerar el inefable amor con que la Virgen Madre esperó al Hijo , se sentirán animados a tomarla como modelos y a prepararse, “vigilantes en la oración y... jubilosos en la alabanza”, para salir al encuentro del Salvador que viene. Queremos, además, observar cómo en la Liturgia de Adviento, uniendo la espera mesiánica y la espera del glorioso retorno de Cristo al admirable recuerdo de la Madre, presenta un feliz equilibrio cultual, que puede ser tomado como norma para impedir toda tendencia a separar, como ha ocurrido a veces en algunas formas de piedad popular el culto a la Virgen de su necesario punto de referencia: Cristo. Resulta así que este periodo, como han observado los especialistas en liturgia, debe ser considerado

como un tiempo particularmente apto para el culto de la Madre del Señor: orientación que confirmamos y deseamos ver acogida y seguida en todas partes.

5. El tiempo de Navidad constituye una prolongada memoria de la maternidad divina, virginal, salvífica de Aquella “cuya virginidad intacta dio a este mundo un Salvador”: efectivamente, en la solemnidad de la Natividad del Señor, la Iglesia, al adorar al divino Salvador, venera a su Madre gloriosa: en la Epifanía del Señor, al celebrar la llamada universal a la salvación, contempla a la Virgen, verdadera Sede de la Sabiduría y verdadera Madre del Rey, que ofrece a la adoración de los Magos el Redentor de todas las gentes (cf. Mt 2, 11); y en la fiesta de la Sagrada Familia (domingo dentro de la octava de Navidad), escudriña venerante la vida santa que llevan la casa de Nazaret Jesús, Hijo de Dios e Hijo del Hombre, María, su Madre, y José, el hombre justo (cf. Mt 1,19).

En la nueva ordenación del periodo natalicio, Nos parece que la atención común se debe dirigir a la renovada solemnidad de la Maternidad de María; ésta, fijada en el día primero de enero, según la antigua sugerencia de la Liturgia de Roma, está destinada a celebrar la parte que tuvo María en el misterio de la salvación y a exaltar la singular dignidad de que goza la Madre Santa, por la cual merecimos recibir al Autor de la vida; y es así mismo, ocasión propicia para renovar la adoración al recién nacido Príncipe de la paz, para escuchar de nuevo el jubiloso anuncio angélico (cf. Lc 2, 14), para implorar de Dios, por mediación de la Reina de la paz, el don supremo de la paz. Por eso, en la feliz coincidencia de la octava de Navidad con el principio del nuevo año hemos instituido la “Jornada mundial de la Paz”, que goza de creciente adhesión y que está haciendo madurar frutos de paz en el corazón de tantos hombres.

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Ambientación

Podemos preparar, para entregar a cada uno de los participantes, una velita. Ésta, permanecerá apagada, como signo de nuestro pecado que oscurece la luz, que no la deja llegar al mundo. También la iglesia, el lugar en el que hagamos la celebración, no estará comple-tamente iluminado. Habrá suficiente luz para que no sea difícil transitar por aquel lugar y para poder leer. Proponemos encender las luces en dos tramos. Prime-ro al concluir la lectura del Evangelio. La escucha de la Palabra de Dios ilumina nuestras vidas. La segunda en el momento de las confesiones individuales.

Las velitas se entregan al principio de la celebración, se encienden tras la confesión y pueden depositarse en algún lugar del presbiterio, al pie del altar, forman-do algún dibujo… Al finalizar la celebración, cada uno puede llevarse a casa una de esas velitas.

“El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros”

“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único”

Celebración Penitencial de

Adviento

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En la PArroquiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Ritos iniciales

Canto de entrada

Palabra que fue luz el primer día y en boca de profetas fue clamor, denuncia compromiso y fuerza viva; eterno resplandor.

Palabra como zarza siempre ardiente, Palabra como lluvia en pedregal. Palabra como sol en nuestra frente,impulso hasta el final.

Palabra que en la tierra habitaría, cuando el tiempo llegó a la plenitud. Palabra que en el seno de María,nos trajo la salud.

Palabra que, sin ser palabra vana, es carne y sangre de nuestro existir, y ríe y llora, y se hace voz humana, y sabe compartir.

Palabra que es el sí definitivo, amén y conclusión de nuestra fe. El día en que veremos al Dios vivo, viviendo siempre en Él.

Saludo del presidente

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

R/. Amén.

Monición de entrada

El Señor está cerca. El grito de los profetas debe alentar nuestro esfuerzo de conversión: «Preparad el camino al Señor». No se trata de que si no nos preparamos, el Señor no vaya a venir. Sabemos que Jesús, el Señor, viene indudablemente, su venida es inminente; se trata de que quien no prepare sus caminos, no se encontrará con Él. Nuestro esfuerzo se debe ajustar a la certeza de la proximidad del Señor. Queremos que el Señor nos encuentre preparados. Queremos preparar nuestra mirada para poder reconocerle. Y que nuestro arrepentimiento sea ya un lugar de encuentro con Él. Estaremos así preparados para el perdón.

Oración

Oremos:

Oh, Dios, que iluminas el mundo con la venida gloriosa de tu Hijo Jesucristo, concédenos inteligencia para conocer tu voluntad y la fuerza necesaria para cumplirla. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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Liturgia de la PalabraCelebrante: Dispongámonos ahora a escuchar la Palabra del Señor. Acojamos con un corazón abierto esta Palabra de vida, para poder recono-cer nuestro pecado y volver a encontrar el camino de regreso a la casa del Padre.

Del Evangelio según san Juan ( Jn 3,16-21)

Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna.

Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. Ésta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente, detesta la luz y no se acer-ca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Palabra del Señor.

Ideas para la homilía

a) El amor, fuente de creatividad. Dios, porque ama, envía a su Hijo para salvarnos. Nosotros, si ama-mos, descubriremos que el amor nos hace tener iniciativa, superar dificultades y afrontar pro-yectos nuevos. “El verbo se hizo carne…” como culminación de la historia del amor de Dios con nosotros.

b) El Hijo no viene a condenar, sino a salvar. Con frecuencia, nosotros nos condenamos a noso-tros mismos: no vemos salidas a nuestra situa-ción, pensamos que ya no se puede hacer nada, nos hundimos, nos rendimos… Pero si Dios nos mira y nos salva, podemos confiar en que es posi-ble levantarse, es posible salvarse… Dios nos ha creado por amor y nos llama a vivir en ese amor. La celebración de la Penitencia, como todo sa-cramento, es un encuentro con el amor de Dios que perdona y reconcilia, que nos devuelve nues-tra dignidad.

c) La condición necesaria es la fe: dejarse iluminar por Dios, creernos que nos ama. El sacramento de la Penitencia es un reclamo a nuestra fe, es la fe puesta en práctica. No se confiesa quien más peca, sino quien más cree. Confesarse es “volver a ser luz”. Pero no una luz cualquiera, sino la luz de Dios.

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En la PArroquiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Examen de conciencia

«Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único»

– ¿Cómo miro yo al mundo? ¿Me acomodo a una forma de vida que me cierra a Dios? ¿Soy capaz de mirar este mundo como Dios lo mira?

– ¿Cómo miro a los que tengo cerca: a mi fami-lia, mis amigos, mis compañeros de trabajo, de clase, personas con las que me relaciono? ¿Les amo? ¿Qué estoy dispuesto a hacer por aquellos a los que amo?

– ¿A quién no amo? ¿Por qué lo excluyo, si Dios no nos excluye a ninguno de nosotros? ¿En qué se nota que yo trato de amar como Dios me ama?

«El que cree no será condenado»

– ¿En qué se nota que soy creyente? ¿A qué me lle-va mi fe?

– ¿Qué hago yo por conservar y alimentar la fe? ¿Cómo profundizo en la fe (encuentros en la parroquia, lecturas, oración, dirección espiri-tual…)?

– ¿Me lleva la fe a rezar cada día, a celebrar los sa-cramentos, en particular la Eucaristía, a partici-par en la comunidad cristiana, a comprometer-me en algo…?

«Los hombres prefirieron las tinieblas a la luz»

– ¿Prefiero las obras de las tinieblas a las de la luz? ¿Hay en mi vida mentira, hipocresía, infideli-dad, heridas al otro, rechazo del perdón, falta de transparencia en mis negocios, egoísmo que me impide pensar en los demás?

– ¿Qué uso hago de mi dinero? ¿Soy honrado con-migo mismo? ¿Respeto la vida? ¿Respeto mi cuerpo?

«Todo el que obra el mal, detesta la luz, y no se acerca a ella para no verse acusado por sus malas obras»

– ¿Quiero, de verdad, acercarme al Señor, que es la Luz? ¿Quiero ser verdaderamente hijo de la Luz y caminar a la Luz del Señor?

– Ora al Señor, manifestándole tu deseo de luz, y tu rechazo de las tinieblas.

Después de leer el examen de conciencia, se debe dejar un breve tiempo de silencio.

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Rito de reconciliaciónConfesión general de los pecadosA continuación se recita la confesión general.

Presidente:Hermanos: confesad vuestros pecados Y orad unos por otros para que os salvéis.

Y juntos dicen:Yo confieso ante Dios todopoderoso…

Presidente:Con las palabras y los sentimientos de Cristo, oremos juntos como él mismo nos enseñó:

Padre nuestro…

El sacerdote concluye diciendo:Oh Dios, que al crear en el principio la luz disipaste las tinieblas del mundo, te pedimos que venga el creador de la luz, preparado antes de los siglos, para que el pueblo, libre de la esclavitud del error, pueda salir al encuentro de tu Hijo con el fruto de las buenas obras.Por Jesucristo nuestro Señor.R/. Amén.

Confesión y absolución individual

A continuación los fieles se acercan a los sacerdotes que se hallan en lugares adecuados y confiesan sus pecados, de los que son absueltos cada penitente individualmente una vez impuesta y aceptada la correspondiente satisfacción.

Ritos finales

Acción de gracias

La acción de gracias que hemos preparado es un canto de Adviento, que entona toda la comunidad. Este canto, recoge el texto bíblico que hemos utili-zado para el examen de conciencia. Quien preside lo introduce con estas palabras:

Queridos hermanos: Demos ahora gracias a Dios que nos ha dado la palabra de su perdón y nos permite descubrir la gloria de su Palabra, hecha carne en medio de nosotros. Cantamos juntos:

Palabra que fue luz (CLN 18)

Palabra que fue luz el primer día, y en boca de profetas fue clamor, denuncia, compromiso y fuerza viva, eterno resplandor.

Palabra como zarza siempre ardiente, palabra como lluvia en pedregal, palabra como el sol en nuestra frente, impulso hasta el final.

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En la PArroquiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Palabra que en la tierra habitaría cuando el tiempo llegó a la plenitud. Palabra que en el seno de María nos trajo la salud.

Palabra que sin ser palabra vana es carne y sangre de nuestro existir, y ríe y llora y se hace voz humana y sabe compartir.

Palabra que es el «sí» definitivo, «amén» y conclusión de nuestra fe, el día en que veremos al Dios vivo, viviendo siempre en Él.

Rito de despedida

A continuación, el sacerdote concluye la oración con la oración final y la bendición.

A continuación, el sacerdote concluye la ora-ción con la oración final y la bendición.

Sacerdote:

Oremos.

Señor Jesucristo, generoso para el perdón, que quisiste aceptar la debilidad de la carne, para que nosotros siguiéramos tu ejemplo de humildad y fuésemos fuertes en la prueba: haz que conservemos siempre los bienes que hemos recibido de ti,

y que, por la penitencia, nos levantemos cada vez que caemos en el pecado.

Tú que vives y reinas…

R/. Amén.

Bendición final

El Señor dirija vuestros corazones en la caridad de Dios y en la espera de Cristo.

R/. Amén.

Para que podáis caminar con una vida nueva y agradar a Dios en todas las cosas.

R/. Amén.

Y que os bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

R/. Amén.

El Señor ha perdonado vuestros pecados. Podéis ir en paz.

R/. Demos gracias a Dios.

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Comisión Diocesana de

de Misiones

La Navidad en “misiones”

Es bonito ver el cambio que las calles, por lo menos en las grandes poblaciones, dan cuando ya está próxima la Navidad.

Hay que reconocer que ya, para la gran mayoría de la po-blación, es una “Navidad Comercial”, la celebración del “Nuevo Año”... y poco más. Pero esa transformación ex-terna hay que aprovecharla. Es evidente que es un “tiem-po distinto”.

En muchos países el final de diciembre no se diferencia en nada del final de cualquier mes del año. Incluso hay parroquias de pueblos escondidos en países que a algu-nos les costaría encontrar en el mapa que no tienen una iglesia cerca, un sencillo pesebre con el que “ambientar” su hogar...

Y no es cuestión de ponerse dramáticos. Es cuestión de intentar ser realistas y agradecidos y ver la riqueza que tenemos en Europa, España, Valencia...

Evidentemente que lo externo no tiene mucho sentido si no se tiene claro lo interior (y es el drama de los países de la “vieja cristiandad”) pero intentemos ser apóstoles, misioneros, allí donde estamos.

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En la PArroquiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Nos pueden parecer tonterías, pero la alegría en muchos países por poder tener un pesebre (¡uno!) en el pueblo, por tener una Misa del Gallo aunque sea cada cinco años o aunque sea un día o dos antes o después del 25 de di-ciembre (imposible cada año y el día que toca cuando un cura tiene decenas de parroquias).

Las bolitas de colores no están de más. Los arbolitos tam-poco. Pero vamos también a evangelizar con la Navidad: regalar al Niño Jesús (por lo menos), invitar a las Misas “importantes” a nuestros familiares y amigos, bendecir la mesa (aunque sea una noche al año)...

No somos conscientes de la riqueza que supone tener una parroquia en cada barrio (en Valencia) y una en casi todos los pueblos. Hay países que ni sueñan lo que noso-tros tenemos.

“El Verbo se encarnó y habitó entro nosotros”: muchos no se han enterado (o no nos hemos enterado). ¡Y no será aquí por falta de medios, de parroquias, de misas, de sig-nos externos! Faltan misioneros, sí también en Valencia, que lo anuncien.

Primero en sus familias y después donde se tercie.

Propuesta de animación para la siembra de estrellas

¿No has salido tú ninguna Navidad a repartir estrellas por las calles?

Este Año nos proponen como “estribillo” unas palabras de la Biblia que dicen: “el Verbo habitó entre nosotros..”.. Es decir, que Dios mismo (Jesús), vino a la tierra para que cada hombre y cada mujer, para que cada niño y cada niña, le conocieran y aprendieran de Él (de Dios) cómo se puede ser feliz y ¡después de 2000 años muchos no se han enterado!

La Navidad es una bonita fecha para recordar a mucha gente que Dios está más cerca de lo que se piensan. Y los niños pueden ser (podemos ser) esos misioneros que abran los ojos de mucha gente: de nuestros amigos pero también de los mayores.

Una forma es la siembra de estrellas. ¿Qué es eso?

Pues lo hacen en España cerca de 100.000 niños. Propon-lo a los niños de tu parroquia, de tu grupo juniors, scouts, de catequesis...

Es una experiencia bonita. Distinta. No estoy hablando de eso de pedir el aguinaldo; no. En esta ocasión no se trata de pedir dinero. Al que quiera darlo se le invita a que lo haga, lo más generosamente posible, en la próxima Misa a la que vaya. Estamos hablando de salir a regalar estre-llas a las personas que pasean en vísperas de Navidad sin pedir a cambio nada. Es formidable. Los que pasan por la calle no se lo creen, pero son gratis.

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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

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Jesús está deseando llenar de alegría este mundo triste. ¿De quién se puede valer para alegrar a las personas que lo habitan? Pues de los niños y niñas cristianos.

Y se le ha ocurrido este invento de que salgáis cantando por las calles, felicitando a los que pasan con la cara larga, o con la cara corta, y que les regaléis, de Su parte (con mayúscula el Su), una estrella adhesiva que sea como una sonrisa en la solapa o en el abrigo de todos. Ya veréis cómo la mayoría cambia la cara sólo con ponerle la es-trellita... La gente necesita saber que hay alguien (por lo menos Dios) que le quiere.

Decidme si no es esto muy parecido a convertiros en án-geles que anuncian con cantos y estrellas que Jesús vive entre nosotros, como lo hicieron aquellos de Belén. Y decidme si no es estupendo que la gente escuche este mensaje a través de los nuevos mensajeros de la Nueva Navidad, o sea, vosotros: los niños.

Ponte de acuerdo con tus amigos, con el cura de tu pa-rroquia, con tus catequistas, con los monitores de tu mo-vimiento (¡nunca hay que salir solos!) y sal a cambiar las caras tristes en caras alegres; sal a repartir estrellas. Tú también te sentirás como nuevo, como mensajero de una noticia importante; «Jesús ha nacido». Y es que tú y yo lo sabemos, pero a otros muchos hay que recordárselo.

¿Te apuntamos ya para la Campaña Sembradores de Es-trellas?

Enfermos misioneros

“Pues bien saben que una enfermedad me dio ocasión para evangelizaros por primera vez” (Gal 4,12-14).

La Iglesia nos dice que también el enfermo tiene una mi-sión por cumplir y un testimonio que dar. A la enferme-dad se le suele añadir el sufrimiento de pensar que uno ya es inútil, una carga para los demás. La Sagrada Escritura, la vida misma de Jesús, nos viene a recordar que esto no es cierto.

La comunidad cristiana debe aprender a descubrir que el enfermo no es un miembro pasivo de la misma, sino que nos ayuda a mejorar, y nos evangeliza:

– Ayudándonos a ser realista en un mundo que vive de apariencias, de espaldas a la enfermedad, el su-frimiento y la muerte.

– Siendo testigos que enseñan a relativizar lo que es secundario y a afi anzarse en lo importante: la fami-lia, las verdaderas amistades, la alegría que aporta la relación con Dios...

– Llamándonos a vivir y recuperar valores fundamen-tales del Evangelio: gratuidad, servicio, amor...

– Invitándonos a la solidaridad, el amor y al sacrifi -cio: nos llama a ser sensible ante las necesidades, solidarios, no ser egoístas (mi tiempo, mis gustos, mi, mi mi...) nos llama al amor desinteresado.

– El enfermo nos evangeliza mostrando el rostro de Jesús. El Padre no deja de amar con locura a su Hijo cuando está en la Cruz ni al enfermo cuando está en su particular Cruz.

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En la PArroquiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

– Nos evangeliza siendo un testigo vivo, cuando vive con sentido cristiano (con serenidad y ¡hasta con alegría!) cada una de las etapas de su enfermedad.

Muchos enfermos, además, ofrecen sus sufrimientos, su soledad, su incomprensión por las MISIONES. Fue una de las grandes intuiciones de la Beata Madre Teresa de Calcu-ta. Una muchacha, con una extraordinaria valía humana e intelectual, quería ser monja de su Congregación pero su salud le impedía llevar el tremendo ritmo de trabajo de estas monjas. ¿Fracaso? ¿Jarro de agua fría por parte de Dios? No, en absoluto. Aunque tuvo que retirarse a su casa para poder seguir adecuadamente sus cuidados médicos, se entregó por completo a las Misiones. La Madre Teresa empezó a llamar a estos enfermos “el otro yo” de alguna monja, de alguna casa de ancianos, niños, enfermos... Al-guien que, desde su enfermedad, desde su ¡aparente! in-actividad estaba tan “en Misiones” como la monja, cura, seglar... que está “en primer fila de la batalla”.

Es importante extender esta idea del “enfermo misionero” en los hospitales, en los asilos, entre los enfermos que visi-tamos... en nuestra familia. Enfermo o anciano no es sinó-nimo de inútil. Y eso cambia la vida del que lo descubre.

Aprovechando este tiempo de Adviento-Navidad, des-de nuestras parroquias, hospitales, asilos..., podemos ir proponiendo a los enfermos, y sobre todo, a quienes los atienden, la idea del “ apadrinamiento” o “ hermana-miento” entre enfermos o impedidos y misiones, misio-neros, parroquias de territorios de misión, etc.

El Señor cuenta también con el enfermo para “habitar en el mundo”, para darse a conocer a toda la humanidad.

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Comisión Diocesana de

de los Mayores

Los mayores, testigos del «Verbo se hizo carne y habi-tó entre nosotros» (Jn 1,14)

Nosotros, los mayores, que un día recibimos con gozo la noticia de que Dios se ha hecho hombre y que ha veni-do a habitar entre nosotros, somos presencia viva de que nuestro Dios es un Dios que no está lejano: está cerca, más aún, es el «Emmanuel», el Dios-con-nosotros. No es un desconocido: tiene un rostro, el de Jesús.

Es un mensaje siempre nuevo, siempre sorprendente, porque supera nuestras más audaces esperanzas. Espe-cialmente porque no es sólo un anuncio: es un aconteci-miento, un suceso, del cual, nosotros, en nuestra historia, somos testigos de lo que Él ha hecho en nosotros.

Y somos testigos porque Dios nos ha hecho experimen-tar en nuestra propia carne el misterio que en estos días celebramos: el Amor. El que ama quiere compartir con el amado (y nadie ama más que el Amor en persona), quiere estar unido a él, y la Sagrada Escritura nos presenta preci-samente la gran historia del amor de Dios por su pueblo, que culmina en Jesucristo, la gran historia del amor con cada uno de nosotros, su pueblo.

En realidad, Dios no cambia: es fiel a sí mismo. El que ha creado el mundo [cf. IDR 2011-2012 Tema 1] es el mismo que nos ha creado [cf. IDR 2011-2012 Tema 2], que ha llamado a Abraham [cf. IDR 2011-2012 Tema 3] y que ha revelado el propio Nombre a Moisés [cf. IDR 2011-2012

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En la PArroquiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Tema 4]: Yo soy el que soy… el Dios de Abraham, Isaac y Jacob… Dios misericordioso y piadoso, rico en amor y fidelidad (cf. Ex 3,14-15; 34,6).

Dios no cambia, desde siempre y por siempre es Amor. Es en sí mismo comunión, unidad en la Trinidad, y cada una de sus obras y palabras tienden a la comunión. Por eso mismo, todos nosotros tendemos a la comunión con todos los hombres, transmitiéndoles esta Buena Noticia.

La luz de esta verdad se manifiesta a todos los que la aco-gemos con fe, porque es un misterio de amor. Sólo los que se abren al amor son cubiertos por la luz de la Navi-dad. Así fue en la noche de Belén, y así también es hoy. La encarnación del Hijo de Dios es un acontecimiento que ha ocurrido en la historia, pero que al mismo tiempo la supe-ra. En la noche del mundo se enciende una nueva luz, que se deja ver por los ojos sencillos de la fe, del corazón man-so y humilde de quien espera al Salvador, ya que la Verdad es Amor, pide la fe, pide el «sí» de nuestro corazón.

Así es, ¿qué busca nuestro corazón si no una Verdad que sea Amor? Desde nuestra infancia la buscamos: la busca el niño, con sus preguntas tan profundas y estimulantes; la busca el joven, necesitado de encontrar el sentido pro-fundo de la propia vida; la busca el hombre y la mujer en su madurez, para orientar y apoyar el compromiso en la familia y en el trabajo; y la busca, ¡cómo no!, la persona mayor, para dar cumplimiento a su existencia terrenal.

«El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros». Es tam-bién luz para todos los hombres, para toda la humanidad. Es como la levadura de la humanidad: si faltara, desapa-recería la fuerza que lleva adelante el verdadero desarro-llo, el impulso a colaborar por el bien común, al servicio

desinteresado del prójimo. Creer en el Dios que ha que-rido compartir nuestra historia es un constante estímulo a comprometerse en ella, incluso entre sus contradiccio-nes. Es motivo de esperanza para todos nosotros y nos lleva a los mayores a comprometernos en la tarea evan-gelizadora, siendo luz del mundo y sal de la tierra para cuantos nos contemplen.

Por eso los mayores somos testigos: no sólo porque lo he-mos escuchado, sino porque lo hemos experimentado en nuestras vidas, en nuestra historia y estamos deseosos de continuar transmitiéndolo a los demás.

Por ello mismo, permitidnos colaborar en la Liturgia pa-rroquial de estos días (y los de todo el año):

• Que junto a los jóvenes y adultos que proclaman la Palabra de Dios, haya también siempre un anciano que lo haga con alegría.

• Que en las Oraciones de los Fieles, se haga siempre una intención por nuestros mayores, nuestros enfer-mos, nuestros dependientes, por los que sufren en su cuerpo y en su alma.

• Que en todas las Eucaristías, los mayores ofrezcan, junto a los jóvenes, los dones para el altar del Señor.

• Que no se olviden los cantos litúrgicos tradiciona-les, los que en nuestra juventud vivimos y que son un tesoro que deseamos transmitir también a las nuevas generaciones.

Pero nuestra colaboración no termina ahí. Cuando nues-tros agentes de pastoral (cuya mayoría son también ma-yores) van a visitar a nuestros ancianos y enfermos que se encuentran recluidos en sus domicilios, transmitiéndoles

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la alegría de este Verbo que se hizo carne, recordar cuatro cosas verdaderamente importantes:

• Primero: ¡qué mejor forma hay de hacerlo que junto a una pequeña liturgia especial de estos días, que podéis descargar de la página web del Arzobispado, que les haga presente este misterio de fe.

• Segundo: haced que recuerden su niñez y que os cuenten cómo eran estos días cuando ellos eran pe-queños. El recuerdo de la historia personal es siempre muy gratificante para nuestros hermanos más ma-yores: ¡con qué deleite recuerdan sus primeras Na-vidades! Es un gran bien que les podéis hacer y que ellos os agradecerán. Y, si pueden, que os canten, así mismo, un villancico de esos que ya nadie, sino sólo ellos, recuerdan, ¡con qué gozo lo cantarán uniéndo-se al coro de los Ángeles en alabanza al Niño Dios!

• Tercero: en el tiempo de Adviento, también les he-mos de llevar un pequeño obsequio muy importan-te: el libro del Evangelio del año que entra, para que todos los días puedan unirse a la Palabra de Dios proclamada y hecha carne en todo el mundo. Eso sí: recordar que ha de ser siempre en letra grande, pues si es en letra normal (que suele ser más bien pequeña) nuestros mayores no podrán leerlo con fa-cilidad (no lo leerán) y el Evangelio no podrá hacerse debidamente carne en ellos.

• Cuarto: otro día diferente, en el tiempo de Navidad, les haremos un segundo regalo, también muy grati-ficante: una pequeña figura, como, por ejemplo, un Niño Jesús, que les haga presente la carne en la que el Verbo se hizo hombre. ¡Ya veréis con qué alegría lo

reciben y lo ponen en sitio preferente en sus mesas o en las mesillas de sus camas!

Ciertamente, en estos días de comunión, tampoco nos olvidaremos de nuestros hermanos que residen en las re-sidencias de ancianos. Os invitamos a que las parroquias os hagáis presentes en nuestros centros socio-sanitarios de diversas maneras:

• Mediante dos celebraciones eucarísticas especia-les. La primera en Adviento, para preparar nuestros corazones en la vivencia de la Encarnación del Verbo. La segunda, en Navidad, para celebrar gozosamen-te al mismo Verbo que se ha hecho carne. Podéis des-cargaros los subsidios litúrgicos para ambas celebra-ciones de la página web del Arzobispado. Ambas con sus oraciones, preces y orientaciones litúrgicas.

• Nuestros niños y jóvenes también desean hacerse presentes y llevar la alegría del nacimiento de Nues-tro Señor a sus abuelos que ya no viven con ellos en sus casas. ¡Qué más hermoso que, siguiendo una an-tigua y venerable costumbre, nuestros jóvenes (los de las catequesis, el junior, los scouts o los del coro parroquial) visiten nuestras residencias cantándoles a nuestros ancianos villancicos y llevándoles, del mismo modo, esa pequeña figurita del Niño Jesús, u otra del belén, que les haga participar de nuestro belén familiar.

• Mas tampoco podemos olvidar el libro del Evange-lio del año que entra, para que puedan leer todos los días la Palabra de Dios que nos trae la esperanza en la Vida Eterna, que ellos ya están viendo muy de cerca. Por supuesto, siempre en letra grande.

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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

De este modo, todos nosotros, jóvenes y mayores, uni-dos en la misma fe en el «el Verbo que se hizo carne», que ha venido a habitar entre nosotros, que es el Emmanuel, el Dios que se nos ha hecho cercano, contemplaremos juntos este gran misterio de amor, dejémonos iluminar el corazón por la luz que brilla en la gruta de Belén. ¡Feliz Adviento y Navidad a todos!

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Comisión Diocesana de

Pastoral de la Salud

Mirar el tiempo de Adviento-Navidad a la luz de la Pasto-ral de la Salud nos permite descubrir los signos de vida y de muerte que se revelan en nuestra práctica cotidiana y nos interpelan para definirnos como generadores de vida o de muerte.

Desde la perspectiva de la fe descubrimos que el compro-miso y la solidaridad de la Iglesia en la afirmación de la vida es un signo de la acción liberadora y salvífica de Dios en la historia: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).

El Dios de la Biblia es un Dios de amor y nos hace partí-cipes de ese amor a través de la creación. Todas las co-sas han sido creadas para el bien y para la felicidad de los hombres.

Creado a imagen y semejanza de Dios, el hombre recibe de Él la vida y el llamado a comunicarla, a cuidarla, a de-fenderla, a protegerla, a promoverla desde su concepción hasta su fin natural (Gen 1, 26-28; Sal 8).

En el Misterio de la Encarnación, expresión visible del amor del Padre, el Hijo de Dios asume nuestra condición y se solidariza con toda situación humana (Flp 2, 6-8). Je-sús no sólo es sensible a todo dolor humano sino que se identifica con el que tiene hambre, frío, está enfermo…y hace del compromiso con el necesitado criterio de salva-ción o condenación: “Venid benditos de mi Padre… Apar-

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taos de mí, malditos…” (Mt 25, 31ss.). Jesús sufrió pasión y muerte de cruz para liberarnos del pecado y de la muerte; por eso brilla como Palabra de Vida (Flp 2, 16).

Al contemplar la vida y la misión de Jesús, descubrimos que anuncia el Reino de Dios con gestos y palabras: “Re-corría Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas, pro-clamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfer-medad y toda dolencia en el pueblo” (Mt 4, 23).

La salud que llega a los enfermos en los gestos y palabras de Jesús es signo visible del amor de Dios y de su poder para perdonar los pecados (Mc 2, 3-11).

Cuando Juan Bautista envía mensajeros para preguntar a Jesús por su identidad, Jesús les responde: “Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído; los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen y se anuncia a los pobres la Buena Noticia” (Lc 4, 16-21).

Jesús es el Ungido por el Espíritu y realiza el proyecto de Dios.

Jesús se acercó a los enfermos, a los pobres, a las mujeres y a todos los excluidos, a los marginados de las institu-ciones religiosas y políticas de su época, no para reforzar su situación de exclusión, de marginación, de dolor, sino para hacerlos sentir dignos, valorarlos, acompañarlos, para invitarlos a levantarse de su postración, para sacar-los de su condición de sufrientes (Lc 5, 16-26; 6, 6-11; 7, 36-50; 8, 43-48; 13, 10-17; 17, 11-19; 18, 35-43).

Por eso los pobres, los necesitados, todos los que tienen su vida en peligro lo buscan porque Él tiene palabras de salud, de vida eterna (Jn 6, 54-63).

La pasión y la muerte de Jesús son consecuencia del con-flicto entre el anuncio del reino y los poderes de muerte

que se oponen. Con su pasión y muerte Jesús asume la identidad del Siervo de Yahvé: en medio de la enferme-dad, del dolor y del sufrimiento, Jesús anuncia esperanza y es fuente de vida (Lc 22, 2; 23, 2; Is 42, 1-9; 45, 1,7; 50, 4-11). Para los pobres, los olvidados, los enfermos no son solamente objeto de compasión o de curación, sino pro-tagonistas del reino, anunciadores del Evangelio.

Como Jesús, la Iglesia apostólica continúa el anuncio de la Buena Noticia liberadora del Evangelio y ese anuncio la compromete radical e integralmente.

El mandato de Jesús a sus seguidores y a la Iglesia incluye una atención preferencial a los enfermos y afligidos. En el envío misionero y apostólico a los discípulos, les dice, expre-samente: “Id proclamando que el Reino de los Cielos está cer-ca. Curad enfermos…” (Mt 10, 7-8; Lc 9, 1-2; Mc 16, 15-18).

Los apóstoles y la primera comunidad cristiana son fieles a la misión de Jesús en el servicio y el anuncio del Reino: “No tengo plata ni oro…, en nombre de Jesús, el Nazareno, ponte a andar” (Hch 3, 1-11; 9, 32 ss.; 14, 8 ss.; 19, 11 ss.).

El poder de curar, de restablecer la salud es un carisma y un ministerio dentro de la comunidad y es un signo de la proclamación de la Buena Nueva de vida y salvación en Cristo, que encuentra en la parroquia su vehículo más idoneo a través de sus agentes de pastoral de la salud.

En la celebración de los sacramentos y en el anuncio de la Palabra, la Iglesia continúa la obra salvífica de Cristo, que puede experimentarse ya desde ahora como fuerza sanante en medio del sufrimiento y la debilidad de la con-dición humana, primicia y esperanza de vida eterna.

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Cristo vino al mundo para que los hombres tengan vida y la tengan en abundancia. Todo anuncio del Evangelio de salvación, como la acción sanante de Jesús, encuentra en el amor hacia quien sufre su forma privilegiada de mani-festación y realización.

Jesús no separa su actividad terapéutica de la proclama-ción del reino. Las curaciones que realiza son el signo más evidente de la salvación que ofrece (Mt 10, 7-8; Lc 9, 1-2; Mc 16, 15-18). Esto quiere decir que la evangelización del mundo de la salud por parte de la comunidad eclesial debe integrarse en los gestos de atención y curación, has-ta el punto de que estos mismos gestos deben ser evan-gelio, anuncio gozoso de que Dios es un Dios presente, que ama, que cura y que consuela.

Los agentes de pastoral de la salud están llamados a ser la imagen viva de Cristo y de su Iglesia con su amor a los enfermos y a los que sufren. Ellos son los que, de modo diverso, actualizan, revelan y comunican al enfermo no sólo el amor de la curación y de consuelo de Jesucristo, sino que expresan, de forma continuada y con frecuencia silenciosa, los milagros de curación que la Iglesia ha reci-bido de Cristo y que tiene el poder de realizar.

En sus gestos terapéuticos y en su compromiso con los enfermos, la Iglesia se juega en el campo de la salud su propia credibilidad. Trabajando en comunión los agentes de pastoral expresan la totalidad del acercamiento tera-péutico del buen samaritano, que cuando cura anuncia la preciosa noticia del Padre.

El modelo de servicio, de diaconía, que la Iglesia está lla-mada a expresar hoy en el mundo de la salud, como signo del Reino, es la comunión eclesial, que tiende a la plena in-serción del enfermo en la comunidad, así como del ancia-

no, del discapacitado, del débil y vulnerable, que son aco-gidos no por lo que tienen sino por lo que son, sin barreras ni prejuicios, valorando el aporte original que pueden dar. La dimensión comunitaria constituye una dimensión muy importante de la misión sanante de la Iglesia.

En la comunión con Cristo, La Iglesia se convierte en lu-gar de acogida, donde la vida es respetada, defendida, amada y servida; lugar de esperanza, donde todo pere-grino cansado o enfermo, que busca sentido a lo que está viviendo, puede vivir de manera saludable y salvífica su sufrimiento y su muerte.

Son muchas las peticiones de salud y las necesidades que piden una atención y una respuesta. Son muchos los en-fermos y los que sufren en los centros hospitalarios, en nuestras familias, en nuestras comunidades. Nos resulta imposible inclinarnos a lavar fraternalmente tantos pies y curar tantas heridas.

La Iglesia es una comunidad con diversos carismas y mi-nisterios y lo es también junto al enfermo, tanto en la parroquia como en el hospital. Es la capacidad de actuar todos juntos, en comunión, la que puede transformarla en comunidad sanante.

Lo que falta no son personas, ni la buena voluntad o la capacidad profesional para responder a las diversas ne-cesidades; lo que frecuentemente suele faltar es una presencia que sepa ver, que interceda y sepa tejer con paciencia relaciones que lleven a cada uno a dar su res-puesta sanante.

Desde la Comisión de Pastoral de la Salud, os ofrecemos algunos recursos para vivir y poner en práctica esto que os hemos contado, en el tiempo de Adviento y Navidad.

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Adviento

Parroquias:

En uno de los Domingos del tiempo, la Comunidad Parroquial recuerda y pide por sus Enfermos y fami-liares en la Celebración de la Eucaristía.

Hospitales:

En la Eucaristía diaria se pedirá por los Enfermos con una Oración:

Señor, Tú me conoces, ayúdame, yo confío en ti.

Te doy gracias por las personas que atienden a los enfermos, son una prueba de tu amor.

Ahora, más que nunca, necesito sentir la cercanía de mi familia, de los amigos, de mi comunidad cristiana.

Dales, Señor, sensibilidad para acompañarnos y celebrar con nosotros la Vida que nos regalas, el Perdón que nos ofreces y la unción que alivia y fortalece.

Que la Comunión contigo nos ayude a superar la enfermedad y a vivirla serenamente y con esperanza. Amén.

Centros Socio-Sanitarios:

Los grupos de Agentes de la Pastoral de la Salud de las Parroquias visitarán a los Enfermos que se en-cuentren en Centros de Día y Residencias de su de-marcación, para preparar la inminente venida del Hijo de Dios.

Navidad

Parroquias:

En los días del Tiempo de la Navidad, visita a los En-fermos de la Parroquia en sus domicilios y anuncio de que Jesús se ha manifestado a todos en el portal de Belén desde la pequeñez y debilidad del Niño Dios.

Aprovechar la visita, si se cree oportuno, para entregar un detalle al Enfermo.

Hospitales:

Celebración de la Eucaristía, con participación de Enfermos, familiares y Profesionales Sanitarios.

En la visita que el Equipo del Servicio Religioso rea-liza a los Enfermos y familiares, podrá entregar una felicitación.

“Os ha nacido hoy en la ciudad de David un Salvador, que es el Cristo Señor”

Lc 2,11

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El Equipo del Servicio Religioso de este Hospital desea a todos los Enfermos, a sus Familiares y al Personal Sanitario una Santa y Feliz Navidad.

25 de diciembre de 2011

Centros Socio-Sanitarios:

En los Centros donde sea posible, el grupo de Agen-tes de Pastoral de la Salud preparará la celebración de la Eucaristía de Navidad de acuerdo con su Párro-co o Sacerdote encargado.

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Comisión Diocesana de

de Catequesis

97El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Esquema para el retiro de adviento con los catequistas.

(El texto completo se puede descargar en www.comisioncatequesisvalencia.org)

La Palabra se hace carne

Introducción

Mt 13,33 Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es seme-jante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo”.

Reflexión: La Palabra, la carne, el pan

El catecismo “Jesús es el Señor” nos señala que en Navi-dad lo más importante es celebrar la Eucaristía: “Dios con nosotros”.

En este año, podemos dirigir una mirada a la Eucaristía, para contemplar en ella el misterio de la Palabra encar-nada. “En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y por consiguiente Cristo entero”. Esta pre-sencia de Cristo se realiza por el poder de la Palabra y del Espíritu Santo. ¿No nos suena esta melodía como un eco del evangelio de la Anunciación?

En la PArroquiA

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La debilidad de la carne

“El termino bíblico “carne” designa al hombre en su con-dición de debilidad y de mortalidad. Pero Dios no con-templa la carne humana como algo de escaso valor. En Jesús, él mismo tomó “carne” para salvar al hombre. Dios no sólo salva el espíritu del hombre, salva al hombre todo entero, en cuerpo y alma”.

La Eucaristía: actualización del misterio para nosotros

Se habla en los documentos magisteriales de la Eucaristía como “fuente y culmen de la vida cristiana”. ¿Podremos encontrar en ella algún signo que nos muestre cómo la Palabra se hace carne? Es más, ¿encontraremos la clave para vivir este “admirable intercambio”?

El pan sin levadura: el pan que comieron nuestros padres en Egipto

El pan ácimo es el pan más antiguo de la humanidad, sólo más adelante se aprende a fermentar para que quede más jugoso y más comestible.

El pan ácimo es un pan duro, correoso, seco y también frágil. Para hacerlo no hay más remedio que cocerlo en tortas finas, pues de otra manera resultaría prácticamen-te incomestible. Cuando se cuece completamente queda rígido y se quiebra con facilidad.

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¡Oh admirable intercambio! “El creador del género humano tomando cuerpo y alma nace de una virgen y hecho hombre sin concurso de varón nos da parte en su divinidad”.

En torno a este admirable intercambio centraremos nues-tra reflexión, el Hijo de Dios asumió nuestra pobreza para comunicarnos su riqueza.

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En la PArroquiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Invitación a la oración ante el Santísimo

(Puede hacerse a continuación, si hubiera tiempo, o bien para otro momento, en todo caso es interesante acabar ofreciendo este tiempo de adoración).

Después de la misa Jesús se queda en el pan como la le-vadura, pero no para la masa, sino para nosotros. Cuando recibimos la comunión dejamos que Jesús entre en noso-tros, se haga uno en nosotros, para que nosotros vaya-mos creciendo como él, tengamos su vida y vivamos con su amor.

Es como cuando mezclamos la levadura con la masa: Je-sús viene a nosotros para transformarnos, se mezcla con nosotros, como la levadura con la masa.

Tenemos la oportunidad de hacer un tiempo de adora-ción y estar con él, pedirle que él toque y se mezcle con toda nuestra vida, no sólo con una parte.

En este contexto, leer el relato de la Anunciación (Lc 1,30-31.38).

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Comisión Diocesana de

Infancia y Juventud

Deseamos resaltar que el desarrollo de todas las propues-tas que vamos a presentar va a estar colgado en nues-tra web www.redjoven.org. El motivo de esto es doble: poder llegar a todos los públicos de una manera rápida y práctica y abaratar los costes del cuaderno Adviento Na-vidad.

1. Bendición del Niño Jesús

Al igual que el año pasado, el Sr. Arzobispo va a reunir a to-dos los niños de la Archidiócesis el próximo domingo 18 de diciembre (IV de Adviento) para poder darles un mensaje de Navidad y bendecir las imágenes del Niño Jesús que colocarán el día de Navidad en sus respectivos belenes.

Esta celebración es de relevante importancia puesto que da pleno sentido a la Navidad cristiana y al que realmente la inaugura. Se invita encarecidamente que ese día pueda ser un día de convivencia y encuentro, que pueda ser pro-movido para su asistencia. En el momento oportuno se les enviará la cartelería publicitaria. Aún así, suponemos que por motivos de distancia u otros puede realizarse en la Parroquia en dicha misa dominical. Adjuntamos la fór-mula de la bendición que debe realizarse después de la oración de después de la Comunión.

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En la PArroquiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Salmo 1.

C/. Nuestro auxilio es el Nombre del Señor.P/. Que hizo el cielo y la tierra.C/. El Señor esté con vosotros.P/. Y con tu espíritu.C/. Oremos.

Se hace un momento de oración silenciosa.

Dios todopoderoso y eterno, tú permites que cada año podamos celebrar con gozo la fiesta de la Navidad. Mira a estos niños que hoy te presentan la imagen de tu Hijo Jesús que va a estar presente durante estos días en sus casas a fin de que al contemplarla y orar ante ella, medi-temos y pidamos la gracia de parecernos cada vez más a Él: sencillo, pobre e indefenso. Por eso, ahora Padre, te pedimos que santifiques y bendigas + a estos hijos tuyos y las imágenes que portan en sus manos. Que siempre re-cuerden dónde reside el verdadero amor hecho hombre y que se hace uno por nosotros.

Te rogamos que a quienes contemplen y oren delante de sus belenes les concedas la gracia de vivir una verdadera Navidad y que sean de vivirla cada día de este año que pronto vamos a empezar. Por el mismo Jesucristo nues-tro Señor.

P/. Amén.

Para mayor extensión y explicación de este acto visite www.redjoven.org.

2. Montar el Belén

Una de las experiencias que todo niño y joven guarda para siempre es el montaje del Belén y el Árbol de Na-vidad. Desde la Comisión Diocesana para la Infancia y la Juventud queremos invitar a que continúe esta tradición tan catequética y necesaria en nuestros pequeños. Para ello, proponemos una secuencia programada de cómo se puede hacer. Un domingo o día de fiesta puede ser un momento especial para ir al monte más cercano a recoger el material que necesitemos para empezar nuestra tarea: musgo, piñas, cortezas, piedras… siempre cuidando y respetando la naturaleza. En otra ocasión podemos ins-talar la mesa con el mantel que va a tener. Y poco a poco, en un momento del día en el que la familia esté reunida, se puede empezar a trabajar en esta tarea. La imagen del Niño Jesús se guardará en un lugar especial para ser lleva-do a su bendición el IV Domingo de Adviento y colocado en el pesebre la Noche Santa de la Navidad. Cada figura del Belén puede ir acompañada de una sencilla explica-ción o cuento para su reflexión. El material más extenso lo podréis encontrar en www.redjoven.org.

3. Proyecto navideño

Durante el tiempo de Navidad, los niños y los jóvenes suelen tener más tiempo libre debido a las vacaciones. Os proponemos una actividad de acompañar y ayudar una tarde, un día… según posibilidades, a gente que pase estos días en soledad. En diferentes parroquias y colegios existen los programas de Infancia que coordina Cáritas Diocesana. En www.redjoven.org podrás encontrar re-cursos para esta experiencia.

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4. Vigilias de los viernes

Tanto el 2 como el 9 de diciembre y el 6 y 13 de enero, va-mos a tener las Vigilias de Oración con Jóvenes a las que os invitamos de una manera especial. Estos encuentros nos preparan y nos ayudan a vivir la Navidad. En www.redjoven.org podréis encontrar el horario, dónde se rea-lizan y su desarrollo.

5. Vigilia de la Inmaculada

En nuestra Archidiócesis tiene hondo calado la Vigilia de la Inmaculada. Como en años anteriores se realizará en la Iglesia de Santa Catalina el día 7 de diciembre. Su de-sarrollo consistirá en una liturgia de la Palabra en la que la Imagen de la Virgen Peregrina cobra su importancia y protagonismo, pero ante todo el encuentro del joven con su presencia maternal y provocadora: “Hágase”. En www.redjoven.org puedes encontrar la carcelería que se enviará a cada parroquia, colegio y movimiento y el desa-rrollo de la misma.

6. Materiales didácticos pastorales

Este año la idea predominante del Adviento es la “pues-ta en marcha”, el “ponte en camino”, “muévete”, “no te quedes parado”. Queremos ofrecer un itinerario de cua-tro semanas para que tanto el niño de infantil y prima-ria como el adolescente en secundaria, puedan preparar desde su situación el significado de este movimiento: en-contrar a Jesús. Para ello hemos preparado unos materia-les que podéis adquirir a partir del lunes 14 de noviembre en la Comisión Diocesana para la Infancia y la Juven-tud, calle Avellanas 12, Valencia, previo aviso al e-mail: [email protected].

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En la PArroquiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Cáritas Diocesana

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros para ser mano tendida en la dificultad, palabra de aliento en el do-lor, cálida presencia en la soledad, pan compartido en la necesidad, buena noticia en la desesperanza.

El Verbo se hizo carne en Belén, excluido en un lugar para animales, porque José y María no encontraron acogida entre los vecinos del lugar. Nació un niño desnudo de pri-vilegios y honores pero lleno de sueños y proyectos para hacer posible un mundo mejor. No vino a deslumbrar ni a conquistar nada, sólo vino a contagiar corazones. Vino a devolver a las personas su dignidad y su grandeza, la grandeza de ser hijos de Dios.

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros para que también nosotros ENCARNÁRAMOS la Palabra con nues-tras vidas y con nuestro testimonio comprometido; sólo así el Reino que él vino a iniciar podrá hacerse realidad, podrá encarnarse. Sólo viviendo así, con esta entrega y compromiso gratuito, demostraremos cada día que otro estilo de vivir es posible, que otro mundo sí es posible.

Son muchos los que en nuestro mundo viven sumidos en el pozo del desamparo, la marginación y la exclusión. La pobreza, el paro, la falta de futuro y esperanza, las grandes desigualdades y el hambre es algo que clama al cielo. Una de las experiencias más dramáticas que puede tener un ser humano es descubrir que la sociedad en la que vive no le necesita, no cuenta con él, y por tanto, prescinde de él.

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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

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El Dios Encarnado es el Dios de los que SOBRAN, de los que no cuentan, de los excluidos. Es el Dios que busca hacerles JUSTICIA, rescatarles y darles lo que necesitan para vivir, lo que les es propio, la dignidad humana. Qui-zás por ello este Dios también está excluido en esta “civi-lización” en la que vivimos.

Desde Cáritas queremos ENCARNAR la Palabra para hacer palpable y visible el calor del Reino allí donde hay sufrimiento y pobreza, allí donde hay exclusión y desam-paro, allí donde hay desesperanza y abatimiento, espe-cialmente en estos tiempos de crisis.

Hoy más que nunca, queremos invitar a la comunidad cristiana, y a cada cristiano en particular, a seguir encar-nando la Palabra con más empeño, porque hacen falta manos con corazón, hacen falta personas que se compro-metan a fondo, que amen con algo más que palabras, ha-cen falta personas que entreguen su vida de verdad. Ha-cen falta personas dispuestas a experimentar la vivencia de todo creyente comprometido: que hay más alegría en dar que en recibir.

11 de diciembre Tercer domingo de AdvientoGuión litúrgico para la eucaristía del segundo domingo de mes cuya colec-ta se destina a Cáritas Parroquial

Material para que los miembros de cada Cáritas Pa-rroquial puedan animar la Eucaristía dominical, con el fin de sensibilizar e implicar a la comunidad en el compromiso sociocaritativo.

Ambientación

En el altar, o sobre una pared visible a todos, se pon-drá este cartel:

“Eres enviado por Dios para ENCARNAR el EVANGELIO”

Monición de entrada

Ahora mismo, a cada uno de los que hemos venido a esta eucaristía, Dios nos está diciendo: Gracias por estar aquí; gracias por haberlo dejado todo para ve-nir a participar juntos en la mesa de la Fraternidad, en la mesa que anticipa y hace posible la presencia del Reino entre nosotros.

En este tercer domingo de Adviento, tenemos una nueva oportunidad de celebrar y dar gracias por ha-ber sido alcanzados por el Amor de Dios. Desde Cá-ritas os invitamos en este tiempo de Adviento a vi-

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En la PArroquiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

vir la sencillez evangélica para ser testigos de la luz. Que la eucaristía que vamos a compartir juntos, nos ayude a encarnar el Evangelio a nuestro alrededor haciendo crecer el Reino de Dios.

Palabra de Dios

Monición a la 1ª lectura: Is 61,1-2ª.10-11

En esta primera lectura vamos a escuchar unas pala-bras del profeta Isaías que Jesús hizo suyas al inicio de su misión. Son su programa de vida, su opción de vida. Son las palabras que marcan el camino para ha-cer posible el Reino.

Escuchémoslas con atención para también hacerlas nuestras, porque nosotros también hemos sido un-gidos por Dios, el Espíritu está sobre nosotros.

Monición a la 2ª lectura: 1Ts 5,16-24

El apóstol Pablo, en esta segunda lectura, nos va a dar una serie de consejos prácticos que nos ayuda-rán a ser buena noticia para los demás, especialmen-te a los que sufren.

Monición al Evangelio: Jn 1, 6-8.19-28

Juan el Bautista no pasó desapercibido. Llevó adelan-te su llamada, su vocación. Al igual que Juan, nosotros también somos enviados por Dios para dar testimo-nio de la luz que nos ha alcanzado. ¿De qué manera

estamos allanando el camino del Señor para facili-tar que otros se encuentren con él, como hizo Juan? ¿Hasta qué punto vivimos la sencillez evangélica que nos hace ser profetas de un nuevo estilo de vivir?

Peticiones

1. Señor de la Vida, te pedimos por cada uno de no-sotros. Ayúdanos a ser buena noticia para los que sufren, a vendar los corazones desgarrados, a li-berar a los oprimidos, a dar esperanza a los aba-tidos. Roguemos al Señor.

2. Señor de la Vida, ayúdanos en este tiempo de Ad-viento a vivir la sencillez evangélica como opción de vida, para ser testigos de que es posible vivir de otra manera más humanizadora y constructo-ra de un mundo nuevo. Roguemos al Señor.

3. Señor de la Vida, te pedimos por las personas que son víctimas de la violencia, del odio, de la gue-rra. Que encuentren en ti su apoyo y fortaleza, y a nosotros ayúdanos a ser personas de paz en el entorno donde estamos. Roguemos al Señor.

4. Señor de la Vida, te pedimos por la Iglesia, por todos los que la componemos, para que seamos fieles a la vocación a la que cada uno de nosotros hemos sido llamados. Roguemos al Señor.

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Oración para después de la comunión

Feliz el hombre que hace el bien y practica la justicia.

Feliz el hombre que no sigue los caminos impuestos por el poder y el consumo.

Feliz el hombre que no hace del dinero un dios, sino que confía y se apoya en su Creador.

Feliz el hombre que emprende el camino de su existencia sin querer conocer previamente todas las etapas, sino que espera en cada instante la Palabra de su Dios.

Feliz el hombre que no sigue el camino del mal, aunque se le presente más atractivo, sino que se deja llevar por la bondad de su corazón que no le traiciona.

Feliz el hombre que hace el bien y practica la justicia: el gozo y la alegría brotan de su corazón, como de su manantial. Su vida será fructífera cual árbol que crece junto al cauce del río.

Feliz el hombre que elige a Dios por herencia, porque no quedará defraudado: el Señor mismo se hará su recompensa perpetua.

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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

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Querido Dios,abre nuestros ojos y nuestros corazones

para que podamos verte en cada uno de tus hijos.Que aceptemos que hay vínculos que nos unen,

y reconozcamos que nos has creado para ser una familia.

Nos necesitamos mutuamente.Desde que nacemos, dependemos de que otros nos alimenten,nos protejan, nos enseñen y nos amen en el camino de la vida.

Abre nuestros corazones a las necesidades de tus hijosque sufren la constante afl icción del hambre,

y moviliza nuestro espíritu para brindarles una respuesta.

Contraresta con amor la indignaciónla ira que sentimos contra la injusticia.

Conviértenos para que,inspirados en la visión de la solidaridad humana,

invirtamos nuestros recursos materiales para redimirla angustia de la pobreza y devolver a tus hijos la esperanza.

Mueve nuestros corazones a la acción compasivaque transforme el sufrimiento en amor redentor,

por los siglos de los siglos..

Amén.

Oración: P. Ignatius Ikunza, Kakimani, Centro Jesuita, Kenia.Foto: Un mercado en Ruanda. Gary Moore/ Trócaire.

OBJETIVO DE DESARROLLO DEL MILENIO NO. 1Reducir a la mitad el porcentaje de personas que vivencon menos de 1 dólar al día

La pobreza en el mundo mata: antes 2015actua.com

Sembramos las semillas que un día crecerán.

Regamos las semillas sembradas,

sabiendo que guardan futuras promesas.

Echamos los cimientos para construir el futuro.

Suministramos la levadura fructífera

más allá de nuestra capacidad.

Hacemos todo lo que podemos.

Puede que sea incompleto, pero es un comienzo,

un paso en el camino, una oportunidad para que

la gracia del Señor haga el resto.

Quizá nunca veamos el resultado fi nal,

pero ésa es la diferencia entre el maestro de obras y el albañil.

Somos albañiles, no maestros de obras; ministros, no mesías.

somos profetas de un futuro que no es el nuestro.

Amén.

Oración: Basada en las palabras del Arzobispo Óscar Romero (1917-1980).Foto: Programa de educación en Australia. May Haviland / Cáritas Australia.

OBJETIVO DE DESARROLLO DEL MILENIO NO. 2Proporcionar enseñanza primariapara todos los niños y niñas del mundo

La pobreza en el mundo mata: antes 2015actua.com

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En la PArroquiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

En mi oración,

hazme una niña que, al nacer,

sepa lo que es sentirse no deseada

porque su familia la considera una carga o una maldición.

En mi oración,

hazme una niña, cuyos hermanos varones son los únicos

que van a la escuela.

En mi oración,

hazme una joven soltera que sabes

que no tener bienes, puede limitar mis opciones de matrimonio.

Ante nuestro Creador todos somos iguales;

mas algunos siguen marginados.

En mi ayuno, hazme un cuenco vacío,

para que Tú llenes con amor el espacio vacío de mí.

Amén.

Señor Jesús, te traemos

a todos los niños del mundo,

cuando los abrazas en tu regazo.

Especialmente te confi amos

a aquellos que todavía no han nacido y

a aquellos que sufren abandono y abusos.

Que todos los niños estén protegidos y sean amados.

Que por Tu gracia, nosotros, tu familia,

abramos nuestros corazones y nuestros hogares

a los niños necesitados de amor

Que seamos canales de

Tu preferencia por ellos

Amén.

Oración: Attique Swati, oración sin Fronteras, pakistán, Catholic Relief Services.Foto: Una nueva escuela para niñas en Sri Lanka. David Snyder/Cáritas.

OBJETIVO DE DESARROLLO DEL MILENIO NO. 3Eliminar las desigualdes entre hombres y mujeresen la enseñanza primaria y secundaria

La pobreza en el mundo mata: antes 2015actua.com

Oración: A la atención de Cáritas Aotearoa, nueva Zelanda.Foto: Niños en Tanzania. stefania Di Maria / Cáritas.

OBJETIVO DE DESARROLLO DEL MILENIO NO. 4Reducir en dos terceras partes la mortalidadde los niños memores de 5 años

La pobreza en el mundo mata: antes 2015actua.com

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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

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El sida es tan devastador, pero

no puede paralizar el amor,

no puede destrozar la esperanza,

no puede destruir la fe,

no puede arrebatar la paz,

no puede matar la amistad,

no puede acallar la valentía

no puede invadir el alma,

no puede mermar la vida eterna,

no puede apgar el espíritu.

Nuestra mayor enemiga no es la enfermedad

sino la esperanza.

Dios mío:Oramos por la salud de las mujeres,

sus hijos y sus familias.

Oramos especialmente por las mujeres embarazadas,para que den a luz de forma segura.

Oramos por las parteras y matronas tradicionales,fortalécelas en su labor.

Oramos por quienes trabajan para combatirla mortalidad materna e infantil;

que se llenen de inspiración y fuerza para mejorarla situación de las madres, que nos dan la vida.

Que nos fortalezcamos todos parahacer Tu voluntad en la Tierra

hasta que nos llames a formar partede la familia del Cielo.

Dios de amor, en Tu merced, escucha nuestra oración.

Oración: Mujeres africanas, VIH/Sida y Comunidades de fe.Foto: Vacunación contra la tuberculosis en Corea del Norte. Gerstner / Cáritas.

OBJETIVO DE DESARROLLO DEL MILENIO NO. 6Reducir el impacto del VIH y el sida, la malariay otras enfermedades prevenibles

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Oración: Nicholson / Cáritas.Foto: Clínica de Cáritas en Gaza. Katie Orlinsky / Cáritas.

OBJETIVO DE DESARROLLO DEL MILENIO NO. 5Reducir el riesgo de muertedurante el embarazo o el parto

La pobreza en el mundo mata: antes 2015actua.com

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En la PArroquiA

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Dios de amor, Tu Creación te alaba.

Tu espíritu marca el universo con vida y misterio.

Sí, toda la Creación proclama Tu Amor.

Nos unimos a este coro de albanza.

Dios de amor, en Tu llamada a la salvación,

guíanos con Tu Espíritu para que no seamos

sólo peregrinos en la Tierra,

sino peregrinos con la Tierra, en nuestro viaje a casa contigo.

Abre nuestros corazones para que entendamos

tu presencia en toda la Creación.

Sólo con esta fe podemos tener esperanza

y voluntad de cuidar la Tierra para el mañana.

¡Aleluya!

Señor ayúdanos a cambiar.

A cambiar nosotros mismos y

a cambiar nuestro mundo.

A saber que lo necesitamos y

sentir el gozo de hacerlo.

A entender el viaje,

entendiendo el destino.

El arte de la revolución de la ternura.

Oración: National Catholic Rural Life Bulletin, EE.UU.Foto: El invernadero de una escuela de Bolivia. David Stephenson/Trócaire.

OBJETIVO DE DESARROLLO DEL MILENIO NO. 7Promover el desarrollo sostenible y disminuir la pérdidade recursos ambientales, aumentar el acceso al agualimpia y reducir la pérdida de biodiversidad

La pobreza en el mundo mata: antes 2015actua.com

Oración: Leuning. Una oración común. (Atención de Cáritas Australia)Foto: Defensores de la justicia climática en Copenhague. Cáritas Dinamarca.

OBJETIVO DE DESARROLLO DEL MILENIO NO. 8Desarrolar un sistema comercial y fi nanciero más justo,basadoen normas, no discriminatorio

La pobreza en el mundo mata: antes 2015actua.com

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La lectio divina

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El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

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La lectio divina, el método del IDR

(Artículo publicado en PARAULA el 23/01/2011)Cómo se celebra: su estructura

Más que un método de lectura y oración con la Biblia, la ‘lectio divina’ es una experiencia de encuentro con el Se-ñor, donde lo más importante no es la dimensión inte-lectual, sino la búsqueda del Señor. Partiendo del texto escrito, la ‘lectio divina’ lo profundiza, lo medita, lo reza, teniendo siempre la perspectiva de la vida, tratando de aplicar esa palabra a mi vida, al día a día.

La ‘lectio divina’ es la lectura creyente y orante de la pa-labra de Dios, hecha a partir de la fe en Jesús, que dice: “El Espíritu os recordará lo que yo os he enseñado y os in-troducirá en la verdad plena” (Jn 14,26; 16,13). La ‘lectio divina’ por excelencia es la proclamación de la palabra de Dios en la liturgia; y la práctica de la ‘lectio divina’, personal o comunitaria, debe ser una anticipación o una prolongación de esa proclamación litúrgica.

Por otra parte, para que se produzca el encuentro con Dios a través de la lectura del texto sagrado, esta debe realizarse:

1) con un gran respeto de los textos; 2) partiendo desde la vida y orientándose a la vida; 3) sintiéndose en comunión estrecha con la Iglesia; y 4) sintiéndose iluminados y animados por la fe.

En un terreno más práctico, antes de comenzar la ‘lectio’ es preciso prepararlo todo: buscar el texto que voy a leer y que puede ser el evangelio que corresponde al día, o bien pasajes sucesivos de un mismo libro de la Biblia, Antiguo o Nuevo Testamento. Es importante buscar un lugar tranquilo y en silencio, ponerse en una postura có-moda, intentando serenarse interiormente, olvidándose por un momento de los problemas y preocupaciones,

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la lectio divina

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

pidiéndole al Señor su ayuda para aprovechar al máximo este momento de oración que se va a vivir, escuchando su Palabra para vivirla intensamente. En este ambiente de silencio, exterior e interior, sabiéndose en las manos de Dios, se invoca al Espíritu Santo, recitando el Veni Crea-tor o cualquier otro himno u oración dirigida al Espíritu.

Una vez “preparado” comienza la ‘lectio’ propiamente di-cha, la cual se desarrolla según los siguientes pasos:

1. Lectura (‘lectio’), orientada a descubrir lo que dice el texto bíblico en sí mismo

Se trata de una lectura atenta, pausada y creyente de la Palabra del Dios, con corazón abierto y disponible, buscando conocer y profundizar en el texto. Esta lectu-ra es imprescindible, aun cuando se tenga la sensación de que es un texto conocido o escuchado muchas veces. Tras la lectura, conviene reconstruir mentalmente lo que he leído, tratando de recordarlo. Si no se recuerda bien, se vuelve a leer. Si es una historia o una parábola, se iden-tifican los personajes, precisando qué hace y dice cada uno, intentando descubrir por qué hacen y dicen lo que cuenta el texto. Las notas a pie de página, los lugares pa-ralelos indicados en nuestras Biblias o que se recuerden espontáneamente pueden ayudar a comprender mejor. No leemos para “conocer” el acontecimiento que narra el texto, sino para hacer presente el misterio de Dios, la presencia del Señor en su Palabra.

2. Meditación (‘meditatio’), intentando descubrir lo que Dios quiere decirme a mí en este texto concreto

Con la meditación nos adentramos en el texto, profun-dizándolo, yendo más allá de la lectura mediante una re-

lectura atenta, tratando de descubrir el sentido del pasa-je, el mensaje que transmite, recordando y leyendo otros textos del Antiguo y del Nuevo Testamento que nos evo-que el texto que hemos leído, actualizando ese mensaje a nuestra realidad personal, familiar, comunitaria, parro-quial, social... Se trata de ponerse en la presencia de Dios que quiere hablarme hoy a mí, tratando de descubrir qué quiere decirme el Señor con ese texto. Si se trata de un relato, a ese objetivo puede ayudar identificarse con alguno de los personajes del mismo, precisando por qué me siento identificado con él, en qué se parece mi vida a la suya, mis actitudes a las suyas.

Se puede elegir además alguna frase que haya llamado la atención de manera especial y detenerse en ella. Luego en la actitud de silencio de que hablábamos al principio y que se habrá ido identificando, dejamos que Dios hable en nuestro interior.

3. Oración (‘oratio’): nuestra respuesta personal al Señor, que nos habla con su Palabra

Ahora se pretende iluminar nuestra vida personal o co-munitaria a la luz de esa Palabra pidiendo la gracia nece-saria para vivirla, dando gracias por el don que ella signifi-ca, o alabando al Señor.

Nos dirigimos a Dios con sencillez, dejando aflorar nuestros sentimientos, diciéndoselos a Dios: dolor, pena, deseo de cambiar, alegría, paz, gozo, etc. Se puede pedir perdón, fuerza, valor, ayuda para afrontar alguna situa-ción de nuestra vida sobre la que el texto nos ha hecho reflexionar; podemos prometer cambiar algo en la vida, según nos haya inspirado el texto, o a hacer algo concre-to: pedir perdón a alguien, hacer algo por otros, dejar de hacer algo que nos daña o daña a otros… Podemos poner

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Cuaderno Pastoral A D V i E N t o - N A V i D A D 2 0 1 1

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

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1. Lectioa) Oración inicial

Habla, Señor, que tu siervo escucha. Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero. Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón. Hágase en mí según tu Palabra.

b) Lectura del texto bíblico

+ Lectura del santo Evangelio según San Marcos 13, 33-37

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:

—Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el mo-mento. Es igual que un hombre que se fue de via-je, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡velad!

27 de noviembre Primer domingo

de Adviento

Para una lectio divina en los domingos de Adviento

en manos de Dios alguna situación difícil que no pode-mos cambiar. Hablamos con Dios como lo haría con un amigo cercano con quien tengo plena confianza. Y escu-chamos a Dios…

4. Contemplación (‘contemplatio’), orientada a descubrir la conversión de la mente, del corazón y de la vida que nos pide el Señor

Dejamos que el corazón se aquiete, callamos y, simple-mente, “estamos” con Dios. Sentimos, como diría san Pablo: “Vivo, pero no yo; es Cristo quien vive en mí”. O ex-perimentamos como el salmista: “Señor, tú me sondeas y me conoces, / me conoces cuando y me levanto […] Aún no ha llegado la palabra a mi lengua, / y tú, Señor, ya la conoces por entero” (Salmo 138).

El Señor hace llegar a nuestros labios, las palabras que él ya conoce, nos las da para que se las digamos a él y, en lugar de escuchar nuestra oración, la pronuncia para que nosotros podamos oírla.

5. Acción (‘actio’): mi vida continúa... ¿Qué va a cambiar en mí? ¿A qué me compromete esta Palabra que he proclamado?

En este último paso, vuelvo a mi realidad, a mi vida. La pa-labra de Dios es una propuesta de vida, es Buena Noticia para ser asumida y vivida. ¿Cómo me identifico y asumo ese nuevo estilo de vida evangélico? ¿Qué cambio o ac-ción concreta me pide Dios en este día? ¿Por dónde tengo que comenzar, qué puedo hacer? La ‘lectio divina’ termi-na asumiendo un compromiso concreto ante el Señor.

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la lectio divina

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

2. Meditatioa) Claves de lectura

“¡Vigilad!”. Ésta es la palabra clave en el corto pasaje que la Iglesia reserva para la liturgia del primer do-mingo de Adviento. Vigilar, estar atentos, esperar al dueño de la casa que debe regresar, no adormilarse, es esto lo que Jesús pide a todo cristiano. Estos cuatro versículos del evangelio de San Marcos forman parte del discurso escatológico del capítulo trece.

Se necesita estar siempre despiertos y no adormilar-se, sino vigilar y orar para no ser engañados, acercán-dose así a la propia perdición (Mc 13, 22, Jn 1, 6). Por eso “despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo te iluminará” (Ef 5, 14).

b) Preguntas para orientar la meditación y actualización

a) ¿Qué significado tiene para ti la vigilancia? b) ¿Estás adormecido? ¿En qué? c) ¿Vives siempre a la espera del Señor que viene? d) ¿Te recuerda el tiempo el Adviento que la

vigilancia es esencial en la vida cristiana?

3. Oratioa) Salmo 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19

Pastor de Israel, escucha, tú que te sientas sobre querubines, resplandece. Despierta tu poder y ven a salvarnos. Dios de los ejércitos, vuélvete:

mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó y que tú hiciste vigorosa. Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti; danos vida, para que invoquemos tu nombre.

b) Momentos dedicados al silencio orante

4. Contemplatio¡Oh Dios Padre!, te damos gracias, por tu Hijo Jesu-cristo que ha venido al mundo para levantarnos y colocarnos en el camino justo. Cuando despiertas en nuestros corazones la sed de orar y de amor, tú nos preparas a la aurora de aquel nuevo día en el que nuestra gloria se manifestará junto a todos los santos en la presencia del Hijo del Hombre.

5. ActioEn este último paso, vuelvo a mi realidad, a mi vida. La palabra de Dios es una propuesta de vida, es Buena Noticia para ser asumida y vivida. ¿Cómo me identifi-co y asumo ese nuevo estilo de vida evangélico? ¿Qué cambio o acción concreta me pide Dios en este día? ¿Por dónde tengo que comenzar, qué puedo hacer? La ‘lectio divina’ termina asumiendo un compromiso concreto ante el Señor.

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1. Lectioa) Oración inicial

Habla, Señor, que tu siervo escucha. Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero. Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón. Hágase en mí según tu Palabra.

b) Lectura del texto bíblico

+Lectura del santo Evangelio según San Marcos 1, 1-8

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

Está escrito en el Profeta Isaías: Yo envío mi men-sajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: Preparadle el cami-no al Señor, allanad sus senderos. Juan bautizaba en el desierto: predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pe-cados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamon-tes y miel silvestre. Y proclamaba: —Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Es-píritu Santo.

2. Meditatioa) Claves de lectura

El texto que nos proponemos meditar nos muestra cómo Marcos buscó un comienzo. Cita a los profetas Isaías y Malaquías y menciona a Juan Bautista, que preparó la venida de Jesús. Marcos nos muestra así que la Buena Noticia de Dios, revelada por Jesús, no ha caído del cielo, sino que viene de lejos, a través de la Historia. Y tiene un precursor, uno que ha prepara-do la venida de Jesús.

También para nosotros, la Buena Noticia nos llega a través de las personas y los acontecimientos bien concretos que nos indican el camino que lleva a Jesús. En nuestra meditación de hoy, se nos propone identi-ficarnos con Juan, el Bautista, el Precursor.

b) Preguntas para orientar la meditación y actualización

a) A lo largo de la historia de mi vida, ¿quién me ha indicado el camino hacia Jesús?

b) ¿He ayudado a alguien a descubrir la Buena Noti-cia de Dios en su vida?

c) ¿He sido el precursor para alguien?

3. OratioSalmo 84, 9ab-10. 11-12. 13-14

Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos».

4 de diciembre Segundo domingo

de Adviento

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la lectio divina

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

La salvación está ya cerca de sus fieles y la gloria habitará en nuestra tierra. La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo. El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos.

4. ContemplatioSeñor Jesús, te damos gracias por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Pa-labra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

5. ActioConfrontado con la vida, con tu vida, pide al Señor luz para descubrir lo que tienes que cambiar en ella, lo que tienes que intensificar en ella, para integrar cuan-to él te ha dicho en su Palabra…

11 de diciembre Tercer domingo

de Adviento

1. Lectioa) Oración inicial

Habla, Señor, que tu siervo escucha. Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero. Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón. Hágase en mí según tu Palabra.

b) Lectura del texto bíblico

+ Lectura del santo Evangelio según San Juan 1, 6-8. 19-28.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se lla-maba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinie-ran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. Los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran:

—¿Tú quién eres? El confesó sin reservas: —Yo no soy el Mesías. Le preguntaron: —Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías? Él dijo: —No lo soy. —¿Eres tú el Profeta? Respondió: —No.

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porque no podemos vivir sin Dios por mucho tiempo. La búsqueda de Dios, siempre de nuevo, renace en el cora-zón humano. Juan Bautista viene para ayudar al pueblo a descubrir esta presencia luminosa de la Palabra de Dios en la vida. Su testimonio fue tan importante, que muchas gentes pensaban que él era el Cristo (Mesías) (At 19,3; Jn 1,20). Por esto el Prólogo aclara: “Juan no era la luz. Vino para dar testimonio de la Luz”.

Juan 1,19-21: El testimonio negativo de Juan sobre sí mismo: él no es lo que los otros piensan de él. Los judíos envían sacerdotes y fariseos para saber quién es este Juan que bautizaba al pueblo en el desierto y que atraía a tantas gentes de todas partes. Y envia-ron para preguntarle: “¿Quién eres?”. La respuesta de Juan es curiosa. En vez de decir quién es, responde lo que no es:” ¡No soy el Mesías!”. Añade después otras dos respuestas negativas: él no es ni Elías, ni el Profe-ta. Se trata de aspectos diferentes de la misma espe-ranza mesiánica. En los tiempos mesiánicos, Elías de-bería volver para llevar el corazón de los padres hacia los hijos y el de los hijos hacia los padres.

b) Preguntas para orientar la meditación y actualización

a) ¿Qué actitud te ha llamado más la atención y te ha gustado más en la conducta de Juan Bautista?

b) Tres veces se define Juan Bautista con definiciones negativas: no soy el Mesías, no soy Elías, no soy el Profeta. Estas tres negaciones, ¿qué afirman sobre la persona de Juan?

c) ¿Cómo puede todo esto ayudarnos a celebrar la Navidad?

Y le dijeron:

—¿Quién eres? Para que podamos dar una res-puesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?

Él contestó:

—Yo soy «la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor» (como dijo el Profeta Isaías).

Entre los enviados había fariseos y le pregunta-ron:

—Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Me-sías, ni Elías, ni el Profeta?

Juan les respondió:

—Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.

Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jor-dán, donde estaba Juan bautizando.

2. Meditatioa) Claves de lectura

Juan 1,6-8: El puesto de Juan en el plan de Dios; dar testimonio de la luz. El Prólogo del cuarto Evangelio afirma que la Palabra viva de Dios está presente en to-das las cosas y brilla en las tinieblas como una luz para cada hombre. Las tinieblas intentan apagarla, pero no lo consiguen (Jn 1,15). Ninguno consigue esconderla,

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la lectio divina

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

3. OratioLc 1, 46-48. 49-50. 53-54

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel su siervo, acordándose de la misericordia.

4. ContemplatioSeñor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Pa-labra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

5. ActioEn este último paso, vuelvo a mi realidad, a mi vida. La palabra de Dios es una propuesta de vida, es Buena

Noticia para ser asumida y vivida. ¿Cómo me identifi-co y asumo ese nuevo estilo de vida evangélico? ¿Qué cambio o acción concreta me pide Dios en este día? ¿Por dónde tengo que comenzar, qué puedo hacer? La ‘lectio divina’ termina asumiendo un compromiso concreto ante el Señor.

1. Lectioa) Oración inicial

Habla, Señor, que tu siervo escucha. Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero. Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón. Hágase en mí según tu Palabra.

b) Lectura del texto bíblico

+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas 1, 26-38.

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.

18 de diciembre Cuarto domingo

de Adviento

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2. Meditatioa) Claves de lectura

“Al sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María”. En el sexto mes. Un tiempo definido para el que ha leído la página prece-dente, el encuentro del ángel Gabriel con Zacarías en el templo. Pero, para María, que no lo sabe, este sexto mes es su “hoy”. Como para ella, también para noso-tros es un hoy que es único. El lugar de la invitación a entrar en un proyecto pensado para nosotros. Pero este “hoy” no está aislado, está ligado a los tiempos de otros, cada uno único e irrepetible, un hoy para en-garzarlo junto a otros hoy hasta que no se cumpla la Palabra de Dios.

“¡He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra!”. He aquí... ¿Qué palabra puede ser más esencial y llena de vida? No hay palabras que obliguen más al hombre que este estar ahí, vigilante. Suceda... la elección de Dios es digna de acogida, pero requiere el silencio profundo de todo el propio ser: suceda en mí. María sabe que no es la protagonista, sino sierva de la voluntad divina; pertenece a aquellos a los que Jesús llamará amigos: un siervo no sabe lo que hace su señor. Pero quien es amigo, sí. Todo lo que he oído del Padre os lo hecho conocer. La sombra del Espíritu que extiende la tienda de la presencia sobre una cria-tura tan bella por su disponibilidad, oirá los secretos arcanos del Eterno. Y el tiempo que seguirá andan-do para trazar siempre nuevos recorridos de gracia se llenará hasta derramarse cuando el Hijo de Dios

El ángel, entrando a su presencia, dijo:

—Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres.

Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél.

El ángel le dijo:

—No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será gran-de, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.

Y María dijo al ángel:

—¿Cómo será eso, pues no conozco varón?

El ángel le contestó:

—El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el san-to que va a nacer se llamará Hijo de Dios.

Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis me-ses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.

María contestó:

—Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí se-gún tu palabra.

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la lectio divina

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

vea la luz de un espacio infinitamente pequeño para su poder, el espacio del límite y de la contingencia. María la primera cuna de la Palabra inefable, primer abrazo de la luz que llega, no posee otro tesoro que su humildad: cavidad que recoge la plenitud, pequeñez que reclama lo infinito, límite amado que requiere un abrazo de infinito.

b) Preguntas para orientar la meditación y actualización

a) “En el sexto mes”: ¿Ven mis ojos a los ángeles con los que Dios quiere visitarme?

b) “No temas”: ¿Nacen nuestros temores del miedo o de la angustia o más bien de la percepción de un miste-rio que nos sobrepasa y envuelve personalmente?

c) “Para Dios nada hay imposible”: Crear es obra de Dios; acoger, deber del hombre. ¿Hago posible en mi vida la concepción de una vida que viene del Es-píritu de Dios?

3. OratioSalmo 88, 2-3. 4-5. 27 y 29

Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dije: «tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad».

Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David mi siervo: «Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades”.

Él me invocará : «Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora”. Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable.

4. ContemplatioVen, Espíritu Divino manda tu luz desde el cielo. Pa-dre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consue-lo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

5. ActioConfrontado con la vida, con tu vida, pide al Señor luz para descubrir lo que tienes que cambiar en ella, lo que tienes que intensificar en ella, para integrar cuan-to él te ha dicho en su Palabra…

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CALENDARIO de Adviento

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El calendario de adviento se ha preparado para que esté activo a partir del día 27 de noviembre. Se trata de una ilus-tración que a través de distintos personajes y situaciones nos propondrán diariamente acciones, textos, reflexio-nes, actividades, lecturas, etc.. que nos ayuden a recorrer el camino hacia la Navidad de una forma auténtica.

El calendario, que se recorrerá semana a semana de manera virtual, estará disponible a través de la página web del Arzo-bispado de Valencia (www.archivalencia.org) y del Itine-rario Diocesano de Renovación (www.idrvalencia.org).

Se trata de una propuesta interesante y novedosa –al me-nos en este formato–, para trabajar tanto en la parroquia a través de la catequesis, como en el colegio, o en la pro-pia familia. Una actividad que nos ayudará a vivir paso a paso de forma breve pero intensa el “itinerario” hacia el nacimiento de Jesús.

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