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EFRAIN BARQUERO EL VIEJO N Y EL NINO Editorial Andris Bello

EL VIEJO Y NINO - memoriachilena.cl · E 1 viejo pasea con el niiio y es como ... mente su boca fascinado por este ojo re- ... oscura sin0 del color de mi pelo. Se ha

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EFRAIN BARQUERO

EL VIEJO N

Y EL NINO

Editorial Andris Bello

EL VIEJO Y EL NINO

Ninguna parte de esta publicaci6n, incluido el disefio de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningiin nedio, ya sea electrico, quimico, mecinico, 6ptico, de

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0 EFRAIN BARQUERO Derechos exclusivos en espaiiol

8 EDITORIAL ANDRES BELLO Av. Ricardo Lyon 946, Santiago de Chile

Inscripci6n N." 84.762

Se termin6 de reimprimir esta primera edici6n de 2.000 ejernplares en el mes de noviembre de 1992

ILUSTRACIONES: Thomas Gerber

IMPRESORES: Alfabeta

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE

ISBN: 956-13-10414

EFRAIN BARQUERO

EL VIEJO Y EL NINO

EDITORIAL ANDRES BELLO

I

1 viejo pasea con el niiio y es como E si uno condujera a1 otro, como si uno abriera 10s ojos y el otro 10s cerrara.

Parece canturrear el viejo y el niiio dor- mitar.

Son corn0 dos ciegos que a1 mirarse recobraran la vista.

Cuando uno habla, el otro mira fija- mente su boca fascinado por este ojo re- cikn abierto, por este ojo que habla.

El niiio nunca toca la cabeza del ancia- no per0 si su boca, como para decirle a

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esta que hable siempre, que jam& se duer- ma.

Y el anciano, de boca m5s vieja que todas las cosas, se sonrie, dudoso, sin saber con que parte de la cara se rie.

Y son idhticos cuando sonrien, cuan- do se miran y se escuchan sonreir, por- que entonces tienen 10s ojos del mismo color y el rostro del mismo porte.

Se agranda el rostro del niiio y se em- pequeiiece el del anciano, porque uno se sonrie hacia afuera y el otro hacia aden- tro.

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I1

1 viejo y el nifio comparan sus ma- E nos. -La tuya es m5s grande -dice el nifio,

per0 el anciano no lo escucha. Est5 con- templando la de su compafiero, que pa- rece un caracol sobre la palma de su mano abierta.

-Si, la mia es m5s grande que tres de las tuyas.

Y se queda pensando, como si estuvie- ra lleno de viejas manos y no cupiera ninguna miis.

El chic0 sigue jugando con la mano del

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anciano, per0 kste s610 mira en su interior, donde brillan las manos de todos sus ami- gos como palomas en la oscuridad.

-2Quien dices que llama? -pregunta el nifio.

-Las manos -contesta simplemente.

Y el pequeiio pone incredulo la oreja sobre la mano abierta del viejo, per0 no escucha sin0 el aleteo de 10s piijaros en- tre las ramas.

El anciano observa que la cara del niiio

Y escucha pensativo el largo arrullo de

es del porte de su mano abierta.

las palomas.

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I11

scriben sus signos en donde est&, E adentro, afuera, en todas partes.

El nifio con su dedo de rascar el lomo de todas las cosas o de romper 10s pa- quetes, y el viejo con su silencio, con la sombra de su boca, con las sombras que pasan por sus ojos.

Y hacen pequefios ruidos mientras dibu- jan, ruido de arena, de silencio, de hojas.

El chico con sus manos que parecen gomas de borrar y el viejo con su nariz pensativa que parece un buril de acen- tuar todas las cosas.

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Se dan miradas en la mesa de trabajo para darse valor.

Los dos tienen 10s dedos manchados: el nifio, de tierra fresca, y el anciano, del tabaco profundo de la edad, del vino des- tefiido del tiempo.

Y uno y otro se miran a hurtadillas la tarea terminada, con cierta sospecha, como 10s compafieros de banco en la escuela.

-?De d6nde has salido tfi? -pregunta el viejo de repente.

-2Y tfi, qu6 escondes? -contesta el niiio con calma.

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IV

os dos se detienen casi a1 mismo L tiempo, a1 descubrir la fruta en 10s iirboles, uno con la dulzura de la edad y el otro con la premura de 10s aiios.

Y las frutas maduran.

El viejo toma una, la huele largamente y se la da a1 niiio, quien se la come con gusto y se mira las manos que huelen a fruta acabada.

Hay que verlos en esta ocupaci6n de recolectores.

-Est5n buenas como en otros aiios,

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4 i c e el anciano, ponii.ndose algo triste, del color de las frutas recordadas.

El chico lo mira y no sabe qui. decir, porque sus ojos y su boca tienen siempre la edad de todas las frutas.

El anciano le indica que 6sta es mis dulce, que &ita tiene mis sol y que itsa otra mis luna, per0 no las prueba.

Las muestra solamente con el dedo como si tuvieran nombres de personas desconocidas para su pequeiio amigo.

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1 viejo y el nifio se quedan estupefac- E tos muchas veces a1 anochecer y di- cen cada uno para si: ipero quikn es este sefior, per0 quikn es este sefiorito?

Y se sueltan de la mano. Se alejan algunos pasos.

Est0 dura sblo el instante de atravesar el corredor, ya que el primer0 que en- ciende la luz le da a1 otro una gran mira- da de reproche.

Y en sueiios les ocurre lo mismo, s610 que entonces no pueden ver sus caras por mucho rato.

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El viejo, contempliindolo dormir, co- mienza a recordar lo que decia antes de la llegada de su pequeiio amigo:

“iC6mo voy a morirme sin conocer el comienzo de una cara?”

“La cara de mis hijos me ha parecido

“Y las caras de 10s animales eran s610

siempre tan grande como la mia.”

perfiles o pedazos de caras.”

Hasta que un dia vino el nifio como si saliera del interior de una montaiia estre- mecida.

Era una piedra del porte de un niiio donde estaba grabada la efigie de una moneda muy antigua.

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VI

uando se detienen de pronto en un C camino, les parece escuchar el eco de sus propios pasos y se ponen a recordar 10s pasos de todas las personas conocidas.

Vuelven a caminar y a detenerse, y 10s escuchan de nuevo.

-A mi nadie puede seguirme sin0 tii.

-A mi nadie puede seguirme sin0 mi perro.

Y se ponen a conversar de 10s pasos de 10s pasos como empieza la gente a imaginar alguna historia.

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El viejo, cuando espera la llegada de su compaiiero de andanzas, se mira la suela de 10s zapatos y kste aparece de inmediato.

El nifio corre y se aleja bajo la arbole- da, y cuando no escucha a1 anciano mira 10s pittalos caidos y a1 momento le res- ponden 10s pasos de su abuelo desde 10s confines.

“Est5 triste hoy, sus pasos se oyen bajo la tierra.”

“Que contento est5, sus pasos crujen como la luz entre 10s 5rboles.”

El anciano se sienta para escuchar 10s

“Yo caminaba solo antes y no tenia

“Y ahora tengo tantos porque todos han

En est0 aparece el niiio feliz de encon-

correteos de su pequeiio acompafiante.

pasos. ’’

vuelto de 10s lugares donde estuve.”

trarlo sentado en su asiento preferido.

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-Ah, no te has movido de aqui, eres el mismo de siempre.

-Es que soy el m5s viejo de la familia." mi cara contiene todas las caras, t ambih la tuya. iNo la ves en un rinc6n de la mia?

-Si, porque cuando te ries, haces reir mi cara sin querer, como si tu barba me hiciera cosquillas.

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VI1

1 viejo y el nifio se han quedado in- E m6viles frente' a1 blanco cerezo florido, y como tapfindose o descubriitndose la cara.

Ambos con la mano tendida hacia 61, per0 sin desear tocarlo.

Y ambos ausentes, como si nunca se hubieran conocido.

Despuits de un momento se vuelven uno a otro: el anciano con el rostro oscu- recido y el chico algo turbado y confuso.

Siguen su marcha y el pequefio vuelve la cabeza varias veces para mirar hacia atrfis.

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El anciano sonrie silencioso y el nifio quiere decir algo, pronunciar cualquier nombre de calle, de animal, de p5jaro, de persona.

Y a1 hacerlo, sabe que su lengua que antes jugaba con todos 10s nombres, aho- ra sufre a1 pronunciarlos.

Tiene curiosidad de ver su lengua: est5 roja como siempre.

Pero siente un gusto desconocido en la boca, dulce y amargo a la vez.

Y vuelve a mirar hacia atr5s varias ve- ces.

Cuando regresan, come sin apetito y en silencio, sin levantar 10s ojos de la mesa.

Siente, mientras come, el sabor de su propia boca, de su primer recuerdo, de su primer olvido.

21

VI11

entados junto a la ventana son como S la distancia misma. ?Que leen sin0 viejas historias, pareci-

das unas a otras, unas que empiezan por el final y otras por el principio?

Y mientras su compafiero lee, el nifio mira el hum0 azul de la lejania.

Parecen tener la misma edad cuando estiin frente a la ventana abierta: la edad de la distancia.

-All5 viene alguien -exclama el nifio, y toca el punto movible del horizonte con el dedo.

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El anciano dice, cuando escucha 10s

-Ya estsn jugando 10s niiios. A1 final de la lectura 10s dos caminan-

tes se encuentran, cansado el viejo de ver convertirse las letras en tantos persona- jes, y contento el chico de haber escu- chado la voz de la distancia.

Cansados y contentos como son 10s ca- minos a1 anochecer.

El viejo deja el libro y se restriega 10s ojos.

El nifio cierra la ventana y tambiitn se restriega 10s ojos.

murmullos de la tarde apagsndose:

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os dos se contemplan el porte de sus L afios y el niiio ve el rostro del ancia- no rodeado de nubes grises.

Y este mira a su compaiiero, como mi- ran los viejos, con ojos nudosos de haber visto brotar de la tierra tantas cosas, y le acaricia la cabeza.

-Es suave -murmurs-, m5s suave que el plumaje de algunos p5jaros.

-&u5ntos afios tienes? -le pregunta el chico.

-Cuhtalos -responde, mostr5ndole las nubes, las piedras del camino-. Tengo

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muchos y se curvan para contemplar 10s tuyos: que pocos son, como un suspiro de 10s mios.

Y suspira. El pequeiio siente que el suspiro del

anciano es suave como el pelaje de las nubes y el dorso de las manos.

El viejo mira a su amigo desde lo alto de sus afios y le dice:

-Yo me olvide de 10s mios para empe- zar a contar 10s tuyos.

Y empieza a contar con 10s dedos, como hacen 10s niiios, sonriendo y suspirando, que es como contar de adelante para atriis.

. ,-- e--..

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X

os dos paseantes eternos sienten lle- L gar la noche, uno de frente y el otro desde atris.

-iPor que me asustas poniendo tus ma- nos heladas en mi cuello?

-No soy yo, es nuestra madre la noche que nos llama.

Y ambos vuelven a casa, per0 el niiio marcha delante de su compaiiero: asi ha- lla mis pequeiia la noche.

-Que grande es y surge de todas par- tes.

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Y cuando el anciano toca el aldab6n de la puerta, su acompaiiante se estreme- ce con ese sonido nocturno.

Ya en el interior, el niiio se sienta fren- te al rostro bien visible del viejo, y por nada del mundo permite que 6ste se le- vante y le d6 la espalda.

-Es que la noche no tiene cara. Cuan- do la miro, veo una persona desconocida a1 final del corredor.

-No tengas miedo, para mi ya no es oscura sin0 del color de mi pelo. Se ha vuelto blanca y a veces es m5s Clara que el dia. Tiene la edad de la luna, ese dul- ce sol pensativo y sin memoria.

-Es que la noche sangra -dice el chi- co-, y eso da mucho susto. El otro dia me cort6 un dedo y la noche brotaba de mi.

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XI

mbos se dan nombres solemnes: mi A seiior Recuerdo, mi seiior Olvido, haciitndose grandes reverencias.

El viejo espera sentado, como un viejo rey, que entre su regio visitante y lo pri- mer0 que le dice es:

-2Me compraste cigarros?

El niiio se da una palmada en la frente fingiendo gran consternacibn.

-Me olvidi: -dice, per0 el paquete se le nota en el bolsillo.

El anciano no puede ocultar su satis-

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faccibn, porque el medico ha prohibido que le traigan tabaco.

-Ah, mi querido Principe Justiciero, hay una gran conspiracih contra mi -y echa mano de inmediato a las cerillas.

-$or quit est& siempre rodeado de hum0 como un mago?

-Para recordar. iNo ves las figuras azu- les que entran y salen por mi boca?

-Si, las he visto y tc pareces un drag6n de fuego.

El viejo enciende por fin su cigarro y desaparece con la primera bocanada de humo.

-Recupero toda mi vida, per0 converti- da en hum0 verde o azul, y a veces es- carlata. Y ya empiezo a quemar todos mis recuerdos. ?No sientes, desde hace un tiempo, un aroma desconocido cuan- do fumo?

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XI1

uando comienzan a bostezar se di- C cen uno a otro: iya te est& ponien- do la mgscara, amiguito?

Y es que cambian de repente de cara: a1 niiio le crece la boca y se le oscurece el pelo, le nacen dos manchas rojas en las mejillas. Y a1 viejo le crece la nariz y su pie1 se vuelve quebradiza como papel de pergamino.

Los dos se rien de sus figuras. -Tienes la mitad del cuerpo dormido y

la otra despierta -dice el anc iane , y co- leteas como 10s peces.

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-Y tfi te pareces a las lechuzas que duermen de pie.

Y bostezan a un mismo tiempo, como si gustaran largamente el sabor salado o lechoso de la noche.

Y vuelven a bostezar repetidas veces. -2Por qui. dormir? -se queja el peque-

170, mirando sus dibujos a medio hacer y sus dedos manchados de tinta.

-Tienes mucho suefio, tus ojos est5n

-Per0 est5 despierta la punta de mis

-iAh!, eres entonces como 10s pktalos

-Y tii eres como el ojo abierto de 10s

completamente cerrados.

dedos.

de 10s girasoles.

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os dos grandes conversadores se ca- L llan de repente y se vuelven a todas partes para ver quiitn les impide hablar.

-Es esa nube cargada de lluvia -dice el chico.

Despuits de un momento prosiguen con sus relatos, no menos largo uno que otro.

-iCu5nto dura tu historia? -le pregunta el viejo, mirando su pequefio porte.

-Much0 -dice &e, d5ndose importan- cia-. Es mis larga que contar 10s pelos de tu barba. M5s larga que este camino donde estamos sentados.

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-Es imposible, mi barba la he tenido siempre y es blanca como una leyenda.

-Mi historia es tan vieja como la barba de la tierra.

-Imposible, hijo mio, porque tus dien- tes son recientes y las historias nacen con cada diente que uno va perdiendo. Las historias son las historias y las palabras salen del hueso de 10s frutos.

-Por eso 15 las saboreas tanto como cuando bebes un sorb0 de vino.

-Y t6 te chupas 10s dedos de puros

-Las palabras son como 10s frutos a1

deseos de hablar.

caer.

<orno el salto de 10s peces en el rio -dice el chico, saltando de un lado para otro.

El anciano calla y se queda inm6vil por un largo instante. El niiio le toca el brazo con inquietud.

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-Estoy pensando. -2Qui3 estiis haciendo? -Estaba mirando el centelleo del sol en

el rio -dice el viejo, frothdose 10s ojos.

-- L

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os dos eternos vagabundos, cansa- L dos de tantos viajes, est5n sentados en el corredor en una silla grande y otra pequeiia.

El viejo puede abarcar con sus ojos toda la lejania, per0 le cuesta ver lo mi- nfisculo, que su compaiiero le explica con lujo de detalles.

Asi que uno lee las letras grandes y el otro las letras pequefias.

El anciano se levanta y da unos pasos. El chico tiene que correr para alcanzarlo y dice:

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-La tierra y el cielo se alargan cuando caminas. Pero no hay nada que 10s haga tan grandes como mi volantin por 10s aires.

El anciano le pide que eche a volar su volantin.

El niiio corre con sus piernas menudas en direcci6n contraria a1 viento y envia su mensaje.

Cuando atardece, el volantin color de amapola regresa con una gran rasgadura.

-Es la noche que se acerca -dice el niiio, examinando el araiiazo de gato.

-Es el tiempo que devuelve, en peque- iios pedazos, 10s mensajes perdidos -dice el viejo.

Y 10s dos charlando como buenos ve- cinos regresan al interior.

. .. .* ’, I . . ‘I -- 1. I ..

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ada uno de 10s dos ausentes busca C la casa, a1 volver, en el rostro de su acompafiante, aunque est6 oscureciendo y la oculten 10s 5rboles.

Los dos se limpian 10s pies mientras empujan la puerta, como cerrando la casa de afuera y abriendo la casa de adentro.

Encienden fuego y el chico sale a mi- rarlo a traves de la ventana. Hace lo mis- mo cuando llegan invitados. Le gusta ver, desde afuera, la mesa puesta y su silla vacia.

Cuando salen y se alejan, se vuelven a

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cada momento para verla de frente, de costado o desde atr5s.

-Es m5s bonita entre 10s 5rboles. -Es m5s bonita con las luces encendi-

das. Y cuando no la ven, se miran el rostro

oscurecido o miran el camino que se vuel- ve blanco, blanco, a1 regresar.

Pero lo que m5s les gusta es ir a mirar- la desde lejos, desde la otra orilla del rio, como si no vivieran en ella.

Pero lo que m5s les gusta es pasar frente a ella como si fueran dos desconocidos.

-Nos est5 mirando, bajemos la vista -dicen ambos.

Y pasan de largo, per0 el niiio vuelve la cabeza muchas veces con temor de que desaparezca para siempre.

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os dos amigos se quedan pensando L cuando ven un 5rbol demasiado car- gado.

-Es como una mesa de Navidad o Aiio Nuevo.

-Per0 es una mesa sin comensales -dice el viejo.

-Te equivocas, yo veo muchas personas. -iD6nde? -Entre 10s huecos de las ramas. Y pasan a elogiar 10s frutos redondos y

perfectos.

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-Todos con un regalo adentro -dice el nifio.

El viejo 10s queda mirando como su pequeiio amigo, per0 piensa en el inte- rior de 10s hombres.

-Todos con su secret0 adentro. El chico no lo escucha porque sigue

contemplando con 10s ojos redondos de entusiasmo.

-Dkjame tocar uno solo con la mano. -Per0 no lo arranques, seria como abrir

Los dos amigos acarician, sin tocar, 10s

-2Por qui. llegan 10s frutos todos juntos

-Asi son 10s frutos cuando maduran y

una carta ajena.

frutos que no han madurado del todo.

y a la misma hora?

10s niiios cuando son niiios.

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iven con el tiempo justo, aunque les V falten o les sobren muchos afios, y tienen 10s dos la misma cara de espera.

Y se adelantan a1 dia, se atrasan a la noche, como si envejecieran la espera de tanto aguardar 10s primeros brotes de to- das las cosas.

-Me gusta tu m5scara de espera -dice

Y ambos contienen el aliento para lle-

Y ambos se vuelven hacia adelante, ha-

el viejo-, tiene tres ojos como la mia.

nar su pecho de espera.

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cia atr5s, per0 sin arrugar 10s pliegues de la espera.

-Est5 llegando -anuncia el niiio. -iQuien? -pregunta el viejo, estreme-

cihdose. -La espera, la espera tuya y la mia, y

tienen el mismo porte, la misma cara. Los dos salen de su escondite para ob-

servar mejor. iQue ven sin0 10s primeros petalos de

todas las cosas que llegan antes o des- pues de todas las esperas?

“Que 15stima -dicen ambos-, ya esta- ban aqui 10s invitados”.

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uestros amigos hablan en clave cuan- N do est5n 10s demiis, y cuando est5n solos siguen tratando de descifrar el mis- mo mensaje.

-2Puedes decirme q u i h trajo esa misiva?

-Alguien muy parecido a ti.

Para el niiio, su viejo compaiiero se convierte en otro cuando duerme o no est5 en casa. Asi que lo mira con mucha atenci6n cada maiiana.

-En la maiiana eres el mismo, per0 la luz te va cambiando a1 llegar la tarde. iA

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q u i h esperas cuando empieza a oscure- cer y se borra tu cara?

-Espero a1 que nos trae esos mensajes. iY tfi a q u i h buscas, cuando entras a1 comedor o a 10s dormitorios y miras por todos lados?

-Busco a esa persona parecida a ti que nos trae esos rnensajes.

-iAh!, mi hermano, el dormido -dice el viejo sonriendo.

-Si, es igual a ti, per0 de cara m5s grande, como reflejada en el agua.

-iDe quit agua hablas? -De esa agua que mira dentro de mi.

-7-

44

XIX

6mo son 10s ojos del nifio y del anciano? Como un reflejo sorpren-

dido de su propio reflejo.

El viejo pestaiiea como si hubiera siem- pre mucha luz y a veces 10s cierra larga- mente.

El nifio 10s abre como el panorama circundante.

Enrojecidos 10s del anciano con el hum0

Los del pequeiio, fijos, como una raya

y la ausencia de las cosas.

negra, como una fecha del calendario.

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Y vuelven la cara a otro lado, como si tuvieran pudor de sus ojos, esos dos re- pentinos visitantes.

Y esquivan su mirada durante todo el dia para escuchar su voz, que es la mira- da ciega de sus ojos.

Su propia voz tambien 10s sorprende. Cada uno Cree escucharla en la gargan-

ta del otro. Y el viejo se queda at6nito muchas

veces a1 oir la voz de su pequeiio amigo. -Per0 si son mi padre y mi abuelo

-dice-, unidos por el canto de un piijaro.

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ada uno pesa a su manera las cosas C con la mirada.

-Tiene mi edad -dice el viejo, mostrando una gran vasija-, per0 ya no puedo levan- tarla. Est5 llena de mis afios oscuros.

-Puedo ocultarme en ella.

-Es increible, tenemos la misma edad, tti por dentro y yo por fuera.

Cuando estfin en la mesa, ambos se llevan el mismo bocado, el mismo sorb0 a la boca, y el viejo dice:

-Tenemos el mismo porte de la boca,

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de 10s ojos. Son nuestras medidas geme- las en la vastedad del tiempo, nuestras copas, nuestras frutas identicas.

-iY 10s brazos, y las piernas? -No pensemos en 10s huesos, veamos

tus ojos y 10s mios. Ah, 10s ojos, por ellos entramos y salimos. Y cuando ya no esta- mos, otros siguen entrando y saliendo por ellos como por una puerta abierta. iNo has visto volar a 10s hombres?

-Si, siempre contemplo volar 10s avio- nes.

-No, me refiero a esto -dice el viejo, tocgndole 10s psrpados a1 nifio-. Abrelos, y es como si volara toda la tierra por el aire. Y 10s ojos tambien se van, se van como la luz, porque son el vuelo mismo del dia.

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cerca la rama del buen &-bo1 -pide - A u n o .

-Sirveme la copa del buen vino -pide

Y se alejan muy contentos de ese pun-

A1 viejo ya no le importa que transcu-

-De th un poco tus aguas de estero

el otro.

to marcado en el calendario.

rra tan luego el tiempo y dice sonriendo:

crecido. -No puede ser, estoy muy ocupado. Pero aguarda a su compaiiero y 10s

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dos se ponen uno frente a otro como cuando se conocieron.

Ya no se miran a la cara sin0 que bus- can detr5s de ellos, y el chico dice:

-Ag5chate, para verte mejor.

El anciano lo levanta en sus brazos y el chico mira por sobre 10s hombros de su compaiiero.

-Ahora te veo.

Y se alejan mirando uno hacia adelan- te y el otro hacia atr5s como si de esa manera se sintieran m5s juntos.

El anciano recuerda la escena en que se conocieron.

-2Por que hacias visajes contemplando mis zapatos y mi sombrero?

El niiio recuerda la misma escena. El viejo lo contemplaba fijamente y buscaba tambien a1 lado suyo.

50

-2Por quit movias la cabeza como di-

-Era primera vez que estaba frente a1

ciendo si, como diciendo no?

fantasma de un niiio.

51

1 viejo y el nifio conternplan caer la E nieve tan fijamente que se quedan sin memoria por mucho rato.

-Lo blanco da m5s sueiio que lo oscuro.

Y retienen la respiracih para ver me- jor las plumillas de nieve.

Los dos observan la nieve caida y es- t5n de acuerdo que es como el papel antes de escribir una carta.

-Uno no sabe qui. pensar, qui. decir, con la pluma en la mano y 10s ojos ce- rr5ndose de sueiio -exclama el viejo.

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-iPor que da tanto suefio escribir? -Porque evocamos el rostro de alguien

que se ha marchado, y todos 10s rostros en la distancia parecen dormir.

-2Los que se van no regresan? -Si, vuelven, per0 nunca encuentran el

instante perfecto, la estaci6n preferida. Si, regresan, per0 son como las sombras de un dia muy antiguo, interminable. ?No has visto a 10s que caminan sobre la nie- ve? Miralos, caminan sin direccibn, como sobre blancos afios enteros.

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1 nifio toca a hurtadillas la imagen E de su compafiero en las aguas. -2Qui: haces? -pregunta el anciano en-

tretenido. -Estoy averiguando de qui: est5n he-

chos 10s espejos. -jAh!, est5n hechos de ti y de mi con

un poco de suefio y mucha paz en todas las cosas que nos rodean. Son puertas, son ventanas que se abren una sola vez y quedan abiertas para siempre.

-2Cuando te afeitas, est5s delante o de- tr5s del espejo?

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-Estoy frente a mi mismo con temor de

-2Amanece o atardece en 10s espejos? -No aclara ni oscurece, porque es th

siempre esperando a alguien con todas las luces encendidas,

A1 nifio le inquieta esta doble cara de todas las cosas.

-T6, muchas veces, estas por un lado y no est& por el otro.

-Per0 puedes tocarme y saber que es- toy aqui.

Los dos guardan silencio un largo ins- tante.

que sea ya muy tarde.

-Est5s aqui, est& aqui -dice el chico-, per0 cuando me alejo un poco ya no est5s. Es como si estuvieras hecho del buen olor de las lilas.

-2Del olor de las lilas? -Porque se sienten de un lado y a ve-

ces del otro, y a veces de ninguna parte.

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-iAh!, las lilas -dice el viejo-, en su perfume enterre a todos mis amigos. Y es distinto el canto de 10s pgjaros desde en- tonces.

-Es que imitan la voz de tus amigos muertos.

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uando 10s dos amigos conversan de C 10s animales, itstos escuchan ladean- do c6micamente la cabeza.

-Parecen dos antenas de radio -dice el chico, acariciando las orejas de un perro o de un gato.

-Y c6mo nos miran, guardando tu cara y la mia con todos 10s alrededores.

Ambos 10s van nombrando uno por uno: 10s animales dan saltos o mueven la cola.

-Hay que nombrarlos como a 10s 5rbo- les -dice el viejo-, cuando empezamos o

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terminamos la jornada, para que no se olvide nada en su raza ni en la nuestra.

-Este me habla -dice el chico-. Me habla con mi voz, per0 lejos, en un lugar desconocido.

Y despues de haberlos nombrado a to- dos, les dan de comer.

-Dale su racidn con un poco m5s y en tu propia mano para que Sean buenos 10s frutos este aiio.

-Siempre nos acompaiian estos amigos -dice el niiio, contemplando a 10s anima- les y a 10s irboles frutales.

-Siempre nos acompaiian, porque esta- mos solos la mayor parte del tiempo.

Y 10s dos miran hacia la lejania donde se oyen quedamente toda suerte de ca- rreras y gritos de animales.

-Ellos nos nombran -dice el viejo-, per0 a la distancia y antes de escogernos. An-

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tes de venir, nos escogen, y cuando mue- ren, nos van a buscar a otra parte.

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110s discuten de la muerte, per0 en E otro lenguaje, ya que no les gustan las historias repetidas.

Cuando alguien muere, dicen ambos: “ya se quebr6” y sienten como el golpe seco de un vas0 roto en las baldosas.

Y cuando alguien nace, vuelven a re- petir: “ya se quebrb”, per0 esta vez no piensan en vasos sin0 en la rama muy cargada de un 5rbol.

-Parece que uno empuj6 a1 otro d i c e el viejo-. Todo cae del 5rbo1, las buenas y las malas noticias.

60

Y nunca entran en 10s cuartos de 10s muer- tos, porque cada uno teme ver el rostro de su propio amigo en el lecho mortuorio.

-No es la gente la que llora o rie -dice el niiio-, sino esas dos mujeres, la de blanco, la de negro.

-No las veo por ninguna parte. -Es que las tienen encerradas en la

pieza del fondo. -iPor qui. habr5 muerto? -exclama el

chico de repente, cogiendo un puiiado de tierra hiimeda del jardin.

-1Qu ii. n? -La tierra, amigo mio. iNunca la has

tocado, nunca has hecho muiiecos de ba- rro?

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os dos aventureros, a1 escuchar las L campanas lejanas, se detienen y se vuel- ven cada uno hacia un punto distinto como si alguien 10s llamara por sus nombres.

-Me gustan m5s las de la tarde, se pa- recen a ciertas voces escuchadas.

-Son tristes, tienen cara de personas grandes. En cambio las mias suenan s610 por la maiiana, cuando todos est5n con- tentos.

-iY las que oigo ahora te gustan? -dice el viejo, con el dedo en alto.

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-No oigo nada -dice el niiio, mirando a todas partes.

-Es la hora de las campanas enterra- das, de las campanas rotas en mil peda-

El chico trata de escuchar, por agradar

-%lo escucho el viento entre 10s 5rbo-

-Y tambih la luna en la oscuridad

El nifio mira la luna y escucha 10s lati-

20s.

a su amigo, per0 no oye nada.

les y el mar a lo lejos.

-dice el anciano.

dos de su viejo compaiiero.

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1 viejo y el niiio estiin siempre pre- E sentes cuando parte alguien y son 10s liltimos en despedirlo, en verlo alejar- se .

Y cuando desaparece, vuelven a casa conversando con una sombra blanca en- tre 10s dos.

Y les describen a 10s demiis la partida del viajero por muchos dias, quienes tam- bien lo vieron cuando se iba, per0 es como si el viejo y el nifio, por tener tanta diferencia de edad, lo hubieran visto par- tir y regresar a1 mismo tiempo.

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Y en las ausencias, en las largas ausen- cias, suceden tambiitn muchas cosas.

El anciano parece esconderse en si mis- mo y el pequeiio parece hacerse mfis vi- sible.

“iCufindo volverfi?”, dicen 10s dos a la vez, el viejo con voz mfis ditbil y el niiio con voz mfis ronca.

Y en ese mismo momento llega un men- saje anunciando su vuelta.

Ellos comienzan entonces a esperar, a esperar, acortando, alargando el tiempo.

Y el viajero reaparece de pronto cami- nando nuevamente entre el viejo y el nifio.

Los tres se miran con gran benevolen- cia, como guardando un secreto.

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on las mejillas caidas de aburrimien- C to, pasan a la espera de aconteci- mientos inusuales a1 oir cualquier ruido, a1 ver cualquiera sombra movible.

-Lo extraordinario lo hace a uno sen- tirse vivo.

-El miedo da m5s hambre que llorar o reir. C6mo afillan 10s perros, como si to- maran un agua muy amarga.

-2Tij sabias -dice el viejo- que 10s pe- rros se ponen el rostro de sus amos en la noche para nunca olvidarlos?

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-Per0 el rostro no se puede sacar como el bigote o la barba.

-Si, cuando dormimos, o estamos lejos y dormimos en lecho extraiio. Entonces el pe- rro se pone la cara de su amigo ausente.

-Quit raros son 10s perros, siempre an- dan olfateando nuestras huellas.

-Quieren saber quiitnes somos, si 10s

-Y tambiitn nos lamen las manos. -Para que no perdamos las llaves de la

casa. El nifio silba a su perro y lo observa

con detenci6n cuando aparece, per0 itste tiene la cara m5s perruna que nunca.

Lo Cnico curioso que presenta esta vez es que cojea del mismo lado que su pequeiio dueiio, quien se ha roto una rodilla.

nuevos o 10s anteriores amos.

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os dos eternos curiosos van a ver L cada dia si 10s cerezos han brotado o no.

-Est5n igual que ayer -dice el viejo, acariciando su tronco lustroso.

El niiio pone el oido en las arrugas de la corteza y dice con una mueca:

-No hay nadie en el taller, no se oye la menor herramienta.

Una abeja viene tambih a saber si hay novedades y 10s dos se ponen a imitar su zumbido, contemplando las nubes de co- mienzos de primavera.

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-Las nubes tienen el color de todas las flores antes de brotar. Hay que amar las nubes: entonces ellas se disuelven y su- ben por el tronco de 10s cerezos.

-&6mo se aman las nubes? -Con nuestra mano m5s pura y desnu-

da: la mirada. -2Hay que estar todo el invierno mi-

rando para arriba? -No, s610 a ciertas horas, cuando 10s

hombres descansan de su trabajo. A me- diodia, al atardecer, cuando el trabajador come de su trabajo y tiene el derecho de mirar hacia arriba.

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uegan a 10s rasgufios como 10s gatos -J y a 10s mordiscos como 10s perros. 0 se acerca uno a la oreja del otro como a un telefono.

El viejo, con 10s cambios de Gpoca, se asombra de que haya tantos enamorados en 10s parques a la luz del dia y no sabe quit explicarle a su pequeiio amigo.

El chico parece hipnotizado y describe, como en suefios, lo que est5 viendo.

-Ahora se frotan las manos como si tuvieran mucho frio.

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El anciano se toca las manos con pu- dor y bajando 10s ojos le dice a su com- pafiero:

-Las manos han llegado a su pais, a1 pais de las manos, y se reconocen entre otros mil pares de manos.

-iY ellos por quit se rien como p5ja- ros?

-Porque les divierte verlas moverse so- las como cuando tG haces actuar a tus personajes invisibles,

El nifio 10s sigue mirando intrigado y empieza a recordar tambiitn sus juegos.

-Es un juego muy lento -dice, a mane- ra de entendido.

El viejo vuelve en si y dice, mirando a otro lado:

-Es un juego muy lento, sin fin. Un juego del cuerpo con el alma.

-iCuil de ellos es el cuerpo y c u d es el alma?

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-Ambos son por temporadas el cuerpo

-2Y por qui. se miran tanto, como si

-No se miran: e s t h esperando que el

-iY por qui. juntan las bocas? El viejo se toca 10s labios y despues las

mejillas. -Se dan aliento como a 10s ahogados

en las playas. -Es verdad -dice el chic-, uno tiene

10s ojos cerrados y el otro 10s tiene abier- tos. iY hasta cugndo dura este juego?

-Este juego comenz6 con el primer des- tello del sol en las aguas.

o el alma.

estuvieran muy lejos?

dia muera y amanezca en sus rostros.

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ue hacen? iD6nde estiin? Sentados en el jardin, recordando

este mismo dia, preparando el siguiente.

Estiin tan satisfechos de la jornada que guardan silencio.

-Ha comenzado la primavera -dice el viejo, mirando sin ver a su compafiero en la oscuridad.

-iC6mo lo sabes? -dice el chico, como si hablara la oscuridad.

-2No escuchas un murmullo muy que-

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do, muy lejano, como de una estrella ha- blando con otra?

-Yo siempre oigo lo que tfi quieres.

-Si, es una voz, una voz perfumada.

-?Hay voces perfumadas para ti?

-Las que calman como la voz de esta

-Hermosa noche de primavera -dice el

-No, de un momento antes de la pri-

gran noche estrellada.

niiio, imitando el tono del anciano.

mavera.

-Per0 si tli mismo has dicho que ya estaba aqui.

-Es ella, per0 es mejor decir “ya viene la primavera”. Tli la buscas por todas par- tes y tfi mismo te transformas en ella.

-2Te gusta mucho?

-Me gustan todas las estaciones, per0 siento que su llegada es siempre como el

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iiltimo dia de mi vida, aunque siga vi- viendo algunos aiios m&.

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E 1 viejo agradece el pan a su modo. Nunca ha perdido el goce del pan:

su aroma, su aparicibn, su vaho, aunque apenas ya lo prueba, s610 para saber c6mo ser5 la jornada. Pero lo queda mirando de una cierta manera.

Lo mira para hacerlo crecer.

Y el niiio, que es la unidad miis pe- queiia de la casa, cu5nto ama esta otra unidad que se multiplica sin termino y que siempre es la misma.

-Es de la misma masa, de la misma

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mano, per0 su gusto es distinto de un pan a otro.

-Son cuentos tuyos -dice el viejo, quien acn se maravilla de que el pan ande ro- dando de boca en boca-. Es un andarie- go, polvoriento de harina y ceniza.

El nifio, mientras come, juega con el pan como con ninguna fruta conocida. Lo hace rodar y le da pellizcos como a 10s animales. Lo desmenuza para 10s pe- rros, lo desmigaja para 10s piijaros. Y al propio trigo se lo muestra desde lejos. No permite que nadie se lo de, se lo compre o se lo traiga.

El se lo muestra y se lo da a si mismo. El viejo se extasia a1 ver a su compafie-

ro comiendo pan. -Se convierte en pan cuando lo come

-dice-, y esta casa nunca pasarii hambre.

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ntes de emprender pequeiias faenas, A se frotan las manos como 10s traba- jadores, y empufian juntos una tijera po- dadora.

Y no s610 la empuiian sin0 que se convierten en tijeras podadoras, una mis mohosa que la otra, per0 las dos podan- do a1 mismo ritmo.

{Que podan? Rosales. Y uno hace de herramienta y el otro

&6mo lo hacen? Uno silba y a su com- de guias de rosal.

pafiero se le vuelve el pel0 rosado.

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El nifio toca la flauta y el viejo se trans- forma en rosal, y las rosas salen inmedia- tamente.

“Que hermosas son y c6mo huelen”, dicen ambos, mirando 10s orificios de la flauta.

Para ellos el deseo de podar es ya la rosa.

Tijera, flauta y escarcha de invierno ha- cen la rosa, que se abre cuando se acer- can y se cierra cuando se van.

Ellos se llevan las rosas y dejan su flau- ta deshojada por el suelo.

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oy d6nde se han escondido? Ante 10s llamados insistentes de 10s de-

miis ni siquiera responden o vuelven la cabeza.

Y es que son 10s mejores espectadores, porque se convierten en aquello que es- t%n presenciando.

-Mira el nuevo planeta que se est5 for- mando -dice el viejo, mostrando hacia arri- ba el vertiginoso enjambre a su pequeiio amigw. Toma todas las formas de la tierra antes de venir a posarse como una gran fruta desconocida en la rama de un Arbol.

-Hoy es el esperado matrimonio -ex- clama el nifio-, per0 id6nde est5 la reina?

-Est5 en el punto mAs alto de la espi- ral. iNo ves que el sol empieza a oscure- cerse?

-iY cu5nto dura el eclipse? -El instante de una mirada. Y las col-

menas vuelven a estar de nuevo colma- das como vasos llenos de sombra hasta la mitad y de luz hasta 10s bordes.

-Huele a miel -exclama el nifio-, todo huele a miel. iNo podriamos cosechar mu- cha miel y hacernos ricos?

-Somos ricos, per0 s610 un momento, mientras dura el vuelo nupcial. Y se abren todas las flores de arriba y de abajo.

-iY la miel guardada en 10s frascos qui. es?

-Es el p5lido recuerdo de esta fiesta. El viejo y el nifio est5n ese dia y 10s

siguientes mirando hacia arriba, hasta que

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les dan a probar la miel nueva, que es del color de un verano muy antiguo.

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uscaron por muchos dias a1 gat0 per- B dido, poniendo en revuelo toda la regi6n.

El niiio no se conforma, lo siente esti- rarse dentro de 61, hacerse anillos de or0 y plata.

El viejo no halla c6mo consolarlo y ha tornado ciertas maneras de gat0 grande para acercarse a su compafiero.

Ambos escuchan todos 10s ruidos de la casa, de la calle y la lejania: todos ellos se parecen a 10s maullidos del hermoso gat0 tigrefio.

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-Esccchalo c6mo llora, c6mo pide su comida.

El anciano no dice nada per0 asiente con la cabeza. Est5 recordando 10s ojos del animal.

-Eran de un color dorado -murmurs-, del color de la ausencia. Siempre las per- sonas cuando mueren nos mandan un animal para que nos acompaiie.

-2Qui. est& diciendo? Q u e he tenido tantos animales como

deudos desaparecidos. Buscar a un gat0 es como hallar a otro, identic0 a1 primero.

-No quiero otro sino el mio -dice el niiio, recordAndolo con tristeza-. La noche se en- rollaba toda entera en su interior. Nev6 mu- cho a1 otro dia que se perdi6.

-Entonces volver5 cuando nieve de nue-

El chco evoca la nieve cayendo y las vo .

pisadas de su gato. El viejo lo interrumpe.

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-Tenia tantas actitudes como rincones existen.

El niiio lo recuerda en una sola posi- ci6n: echado entre sus Gtiles escolares y mir5ndolo fijamente.

Y se levanta en silencio para no espan- tar esa imagen, mientras dice, seiialiindo- lo con el dedo:

-Este es 61, este es 61, hasta que se vuelva para otro lado y cambie de color.

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cada uno su relleno -dice el niiio, -A observando a la gente-. Ese es de aserrin, ese otro de alambre y aquitl de cascabeles.

-Vamos con calma, amiguito, esa casa es

-Dan ganas de ponerlos boca abajo para

-2Para que? Basta s610 que abran la

-Mis muiiecos tambien hablan.

-Me he fijado que no tienen boca.

muy oscura y tiene muchos escondrijos.

conocerlos -dice el chico.

boca y que hablen.

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-Per0 yo tengo y adem5s puedo hablar con la boca cerrada.

-Como el ventrilocuo que vimos una vez, jte acuerdas?

-Si, me acuerdo. Era un sefior muy flaco por fuera y muy gordo por dentro, y estaba siempre sonriendo.

-2Por qui. tan flaco y tan gordo a1 mis- mo tiempo?

-Porque parecia tener el est6mago lle- no de mufiecos, todos iguales a1 que te- nia sentado en sus rodillas.

El viejo mira a su pequeiio amigo y se pregunta, por primera vez, qui. guarda en su interior.

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os dos discuten d6nde ir cada mafia- L na, per0 hace rat0 que caminan en direcci6n a todas partes.

Cuando se acercan a1 rio, sienten nos- talgia del mar.

Cuando se pierden en las vegas, sien- ten nostalgia del sonido de sus pasos en el pavimento.

-2A d6nde me llevas? -dice el viejo-. A mi me gusta partir y llegar a un sitio.

-A mi me gusta andar y conocer en el viento todos 10s lugares. 0 sentarme en

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una piedra y trasladarme a ellos sin mo- verme.

-A mi me gusta soiiar mientras camino, y cuando llego, sentarme a contemplar, declara el anciano-. Per0 tti eres un so- iiador antes de partir y despues de llegar. No s6 como ves tantas cosas con 10s ojos cerrados.

4 0 s tengo abiertos, per0 se trasladan a mis orejas o a la punta de mis dedos.

-iAh!, ya es th soiiando y zumbas como las abejas. -No estoy sofiando, estoy mirando y

escuchando a 10s insectos, que est6n en todos 10s lugares a la vez.

a9

1 viejo y el nifio van a1 encuentro del E mar o vuelven de encontrarlo. C6mo les gusta descubrirlo de repente

a la vuelta de un camino, detr5s de una colina.

0 sentirlo en la luz, en el aire, en la humedad de algunos objetos de la casa.

-Quit viejo es, que nifio es. Y a1 decir esto, uno siente la alegria de

ser viejo y el otro la alegria de ser nifio. -A mi me gusta ya s610 recordarlo. Pero el chico no sabe qu6 decir, por-

que no se parece a1 que imagin6 esta maiiana, antes de salir, a1 hallar en el jardin una Have mohosa que olia como el mar en invierno.

-Toda vista de mar es un encuentro

-Cuando voy hacia el mar el camino es

-Yo s610 me contento con que el mar

-Yo doy saltos y gritos cuando lo veo. -A mi me gusta oir su rumor a mis espal-

das, per0 sin dar vuelta la cabeza. Pasearme por la orilla, per0 sin mirarlo. A mi me gusta sentirlo existir simplemente.

con alguien.

diferente.

exista en alguna parte.

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1 viejo y el niiio ponen comida para E 10s piijaros hambrientos. “Coman, coman”, dicen, mirando el cielo

oscuro y silencioso. -La tierra tiene hambre, todos tienen

hambre. -Un puiiado m5s para las sombras de

la tierra. -Hambre, hambre -repite el niiio-. Me

gustaria sentir hambre para conocer a to- dos 10s hambrientos. Cuando dig0 ham- bre es como si hablara con una familia muy grande.

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-Asi es. Es una familia muy grande y muy triste.

-iY todos se parecen, el padre, la ma- dre, 10s hermanos?

-Todos se parecen cuando tienen ham- bre. Hasta 10s piijaros y 10s animales tie- nen cara de personas cuando no encuen- tran que comer.

-Yo nunca he visto una cara sedienta y hambrienta.

-Es miis grande que el cuerpo de hom- bres, animales y piijaros.

-iY la tierra, y el cielo, tambiitn sienten hambre?

-TambGn, y esconden la cara en el pecho, en las manos del hombre.

-iY que hace el hombre? -Se quita el filtimo pan de la boca y se

lo da a la tierra.

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st% muy poblado el mundo. -E -Y todos 10s habitantes viajan de un lugar a otro.

-Es un picaflor. iD6nde se ocultaria con tanto frio?

-Dentro de alguna flor -dice el chico-. Los pgjaros del mar se ocultan dentro de 10s peces durante el invierno.

-Todos nos abrigamos en invierno -dice el viejo-, menos la tierra, el cielo y el mar.

-Yo tampoco me abrigo.

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-Es que tli te ries mucho y eso hace

-$or qui. la risa hace cosquillas en la

-Y en todas las cosas -dice el vieje. La

volar hasta 10s aviones.

garganta como una pluma?

risa es como la desintegraci6n del 5tomo.

-Por eso el gallo se rie a carcajadas todas las maiianas.

-Y 10s caballos relinchan, 10s perros ladran sin raz6n para contagiar a1 sol, ese cohete que pesa tantas toneladas.

-El sol -dice el niiio- muestra todos 10s dientes a1 reirse, mientras que la tierra se rie con la boca cerrada.

-La tierra es un poco taciturna y se rie

-0 mucha cosquilla -dice el chico, a1 s610 cuando algo le hace mucha gracia.

acordarse de abejas, cigarras y grillos.

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XLI

ue una vez en el jardm -dice el niiio-. -F Senti que me acariciaban la cabeza. Y escuche mi nombre, per0 dicho con mucho sueiio y tristeza.

-Es la nostalgia de 10s dias azules. De esos dias perfectos vividos con alguien que ya no recordamos.

-Cuando veo a mis padres y hermanos en silencio -dice el nifio-, siento un gran deseo de tocarles la cabeza. iY tti cu5ndo la sientes mgs?

Xuando recuerdo comer a un familiar

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en el pasado. Cuando lo veo ahi, solita- rio, mirando sin tocar el plato servido.

-2Por que mi mano es un ram0 florid0 algunos dias? -dice el niiio.

-iY por quit la mia llora a veces por todas sus hermanas? C6mo es la mano del hombre: castiga y es castigada. Y cuan- do perdona quiere araiiar la tierra porque siempre es tarde: no est5 el hermano ros- tro, no est5 el rostro amigo.

-iY quiitnes est5n entonces? -Est5n 10s dias azules, tan bellos y tan

azules.

c L

Strasbouq 19 79/Aix-en-Provence 1982

97

lrdjo y e l niiio, Editorial An&& Bellii, Chile, 1992.

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