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BORS PASTERNAK
EL DOCTOR ZHIVAGO
Edicin de Natalia Ujanova
Traduccin de Fernando Gutirrez
Revisin del texto, traduccin de los poemas y notas de
Jos Mara Bravo
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 1
LIBRO PRIMERO
Primera parte
EL RPIDO DE LAS CINCO
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 2
1
Andaban, y al andar cantaban Eterna memoria. Los pies, los caballos y el soplo del
viento parecan continuar el cntico cuando se detenan. Los transentes abran paso al
cortejo, contaban las coronas y se santiguaban. Los curiosos, metindose entre las filas,
preguntaban:
Quin es el muerto? Y les respondan:
Zhivago. Ah! Entonces se comprende. Pero no l. Ella. Lo mismo da. Dios la haya perdonado! Lujoso entierro. Transcurrieron los ltimos minutos, contados e irreversibles.
El sacerdote, con el ademn de la bendicin, arroj un puado de tierra sobre Mara
Nikolievna. Se enton Por el alma de los justos. Despus comenz una terrible carrera.
Cerraron el atad, lo clavaron y lo bajaron a la fosa. Tamborile sobre la caja la lluvia
de las paletadas de tierra arrojada apresuradamente con cuatro palas, hasta que se form
un pequeo tmulo. Sobre l se encaram un nio de diez aos.
Slo en ese estado de necia insensibilidad que suele producirse en los entierros
solemnes puede parecer plausible que un chiquillo quiera pronunciar unas palabras
sobre la tumba de su propia madre.
Levant la cabeza y desde el tmulo abarc con mirada ausente los desiertos
campos otoales y las cpulas del monasterio. Contrajo levemente el achatado rostro y
alarg el cuello. Si hubiese sido un lobezno el que levantara la cabeza con aquel ceo,
hubirase dicho que estaba a punto de aullar. El chiquillo se tap la cara con las manos
y prorrumpi en sollozos. Una nube que acuda hacia l comenz a golpearlo sobre las
manos y la cara con los lquidos azotes de un helado chubasco. Un hombre se acerc a
la tumba; vesta de negro, y las mangas estrechas y ceidas formaban pliegues en sus
brazos. Era el hermano de la difunta y to del chiquillo que lloraba, el sacerdote Nikoli
Nikolevich Vedeniapin, fuera de su ministerio a peticin propia. Se acerc al chiquillo
y se lo llev.
2
Pasaran la noche en una celda que haba sido destinada a su to, antiguo conocido
del monasterio. Era la vspera de la Intercesin de la Virgen1. Al da siguiente partiran
hacia el sur, a una ciudad cabeza de partido de la provincia del Volga, donde el padre
Nikoli estaba empleado en una casa editorial que publicaba el diario avanzado de la
regin. Haba adquirido ya los billetes para el tren y reunido en la celda su equipaje.
Trados por el viento llegaban desde la estacin vecina los quejumbrosos silbidos de las
locomotoras que hacan maniobras en las lejanas vas.
1 1 de octubre.
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 3
Al atardecer refresc mucho. Dos ventanas al nivel del suelo daban al desolado
rincn de un huerto lleno de amarillos arbustos de acacia, a las heladas charcas de la
carretera y a ese lugar del cementerio donde por la maana haban enterrado a Mara
Nikolevna. Excepto algunos cuadros de coles azuladas por el fro, el huerto estaba
vaco. Cuando arreciaba el viento, las desnudas ramas de las acacias agitbanse como
posedos, curvndose sobre la carretera.
Un golpe dado en la puerta despert a Yura durante la noche. La oscura celda se
haba iluminado extraamente por una inmvil luz blanca. Yura corri en camisa hasta
la ventana y peg la cara al cristal helado.
Afuera no existan ya carretera, ni cementerio, ni huerto. En el patio arreciaba la
nevasca y el aire era un humo de nieve. Como si se hubiese dado cuenta de su presencia
y, sabiendo que le causaba espanto, gozaba con la impresin que le produca. La
tormenta silbaba y ululaba, buscando por todos los medios atraer su atencin. Como una
urdimbre que se desenrollara sin fin, una espesa trama blanca caa del cielo sobre la
tierra, cubrindola de fnebres lienzos. Solamente la tormenta permaneca en el mundo,
sin rival alguno.
La primera intencin de Yura al apartarse del alfizar fue vestirse y salir para hacer
algo. A veces le asaltaba la idea de que las coles del monasterio no se podran arrancar
antes de que la nieve las sepultase, y otras veces experimentaba el temor de que la nieve
cubriese en el cementerio el cuerpo de su madre y que, sin que pudiera defenderse ya,
fuese hundiendo se bajo tierra, cada vez ms profundamente y ms lejos de l.
Volvi a llorar. Su to se despert, le habl de Cristo y lo consol. Luego se acerc
bostezando a la ventana y se puso a mirar afuera, pensativo. Comenzaron a vestirse.
Amaneca ya.
3
Mientras su madre vivi, Yura ignor que su padre les haba abandonado haca
mucho tiempo. Viajaba por las ciudades de Siberia y por el extranjero, llevando una
vida disipada, y no tard en malbaratar un patrimonio de millones. A Yura le haban
dicho unas veces que estaba en Petersburgo, y otras en una feria, casi siempre en la feria
de Irbitsk.
Ms tarde, a su madre, que nunca estuvo muy bien de salud, se le declar la
tuberculosis. Para curarse comenz entonces a viajar por el sur de Francia e Italia
septentrional, adonde Yura la acompa en dos ocasiones. As haba transcurrido su
infancia, en medio del desorden y de continuos misterios, confiado a menudo a personas
extraas, siempre distintas. Pero se haba acostumbrado a tales cambios y, en una
situacin de constante interinidad, no le sorprenda la ausencia de su padre.
Era todava muy nio cuando el nombre que llevaba designaba un gran nmero de
cosas, cada una distinta de las dems.
Era la manufactura Zhivago, la banca Zhivago, las casas Zhivago, la manera de
anudarse la corbata y prendrsela con el alfiler Zhivago, incluso un pastel de forma
redonda, una especie de bizcocho al ron, tambin llamado Zhivago. Y en Mosc,
durante algn tiempo gritar a un cochero: A Zhivago!, equivala ni ms ni menos
decirle: A casa del diablo! Y, efectivamente, el cochero os habra llevado en su
trineo a un solitario lugar de ensueo. Os hubiese acogido un parque silencioso. En las
ramas de los abetos, haciendo caer la escarcha, se posaban los cuervos. Oanse en torno
sus graznidos speros y secos como el crepitar de un tronco. Desde la mansin recin
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 4
construida y atravesando la carretera que cortaba el bosque, acudan los perros de caza.
All abajo se encendan las luces, y empezaba a anochecer.
Luego todo esto se esfum de repente. Se haban empobrecido.
4
En el verano de 1903, Yura y su to, en un coche de dos caballos, diriganse a travs
de los campos a Duplianka, la finca de Kologrvov, propietario de hilaturas de seda y
mecenas, para hacer una visita a Ivn Ivnovich Voskobinikov, profesor y autor de
obras de divulgacin.
Era el da de la Virgen de Kazn1, momento culminante de la recoleccin. Como era
la hora del almuerzo, o acaso por ser da festivo, no haba un alma en los campos. Arda
el sol sobre las zonas no segadas todava, como cogotes de presos a medio afeitar.
Revoloteaban por los campos los pajarillos. Curvbanse las espigas, mientras el trigo
permaneca rgido en el aire inmvil, o, lejos de la carretera, levantbanse en gavillas
que, miradas fijamente, parecan adquirir el aspecto de figuras en movimiento, de
agrimensores que caminaran por la lnea del horizonte anotando algo.
Y aqullas?pregunt Nikoli Nikolevich a Pvel, pen y guarda de la editorial, que estaba sentado de lado en el pescante, encorvado y con las piernas
cruzadas, como para demostrar que no era el cochero y que guiaba excepcionalmente el
coche. Son de los seores o de los campesinos? De los seores respondi Pvel, y sigui fumando. En cambio, sas... y
tras una larga pausa seal, con el extremo de la fusta, en la direccin opuesta,
detenindose un instante para encender, sas son las nuestras. Arre! Estis dormidos?grit, como haca de vez en cuando, a los caballos, de cuyas colas y grupas no apartaba un momento los ojos, lo mismo que un maquinista observa los manmetros.
Pero los caballos tiraban como todos los caballos del mundo. Es decir, el delantero
corra con la innata honestidad de un carcter escrupuloso, mientras que, para un
observador superficial, el otro poda parecer un haragn redomado que, curvando el
cuello como un cisne, aparentase no saber otra cosa que bailar al tintineo de los
cascabeles sacudidos por los saltos de la carrera.
Nikoli Nikolevich llevaba a Voskobinikov las pruebas de un libro suyo sobre la
cuestin agraria, que la casa editorial le haba rogado revisara para precaverse contra la
creciente severidad de la censura.
El pueblo se agita en nuestro distrito dijo Nikoli Nikolevich. En el vlost2 de Pankovo han degollado a un comerciante y al zemski
3 le han incendiado el
acaballadero. Qu piensas t de todo esto? Qu se dice entre vosotros en el pueblo?
Pero Pvel vea las cosas an ms negras que el censor encargado de moderar las
pasiones agrarias de Voskobinikov.
Que qu dicen? que se han aflojado las riendas al pueblo. Dicen que son travesuras. Qu queris hacer con gente corno nosotros? Da la libertad a los
campesinos y se matarn entre ellos, como hay Dios. Arre! Estis dormidos?
Era el segundo viaje del to y el sobrino a Duplianka. Yura crea recordar el camino
y cada vez que los campos huan a su espalda engullidos por los bosques, le pareca
reconocer el lugar, pasado el cual la carretera torcera a la derecha y se mostrara en la
1 8 de julio.
2 Distrito rural de la Rusia Zarista.
3 Comisario de los distritos rurales. Elegido entre la nobleza local, gozaba de poderes administrativos y
judiciales.
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curva, para desaparecer, al cabo de un minuto, el panorama de Kologrvovka, en unas
diez verstas, con el ro que brillaba a lo lejos y la lnea del ferrocarril que lo atravesaba.
Pero se engaaba a cada vuelta. Sucedanse los campos unos a otros, y de nuevo eran
engullidos por los bosques. La sucesin de tales extensiones ensanchaba el nimo.
Experimentbase el deseo de soar, de perderse en el porvenir.
Ninguno de los libros que consagraran a Nikoli Nikolevich haba sido escrito
an. Pero sus ideas estaban ya definidas. No saban cun cercana se hallaba su hora.
Muy pronto, entre los representantes de la literatura de entonces, los profesores de
universidades y los filsofos de la revolucin, descollara este hombre que meditaba los
mismos problemas y que, sin embargo, salvo la terminologa, no tena nada de comn
con ellos. Todos los dems, en su dogmatismo, se contentaban con frases y apariencias.
Pero el padre Nikoli, que haba pasado por el tolstosmo y la revolucin, era un hombre
que avanzaba hacia el futuro. Tena puestas sus miras en un pensamiento elevado y, al
mismo tiempo, concreto, que pudiera sealar un camino preciso e inequvoco en su
proceder, que mejorase el mundo y fuese tan claro para un nio como para un ignorante,
con esa misma evidencia del relampagueo de un rayo o el retumbar del trueno que se
aleja. Era un hombre que anhelaba un cambio de las cosas.
Yura se senta a gusto con su to, tan parecido a su madre, libre como ella,
despojado de prevenciones contra todo lo que no es comn. Como ella, tena profunda
conciencia de la igualdad que existe entre toda cosa viva. Y lo mismo que ella, tambin
l lo comprenda todo a la primera mirada y saba expresar los pensamientos de la
misma forma en que surgen en la mente cuando estn llenos de vida y no se hallan
vacos de contenido.
Yura estaba contento de que su to se lo hubiese llevado a Duplianka. All todo era
hermoso y hasta la pintoresca belleza del paisaje le recordaba a su madre, que amaba la
naturaleza y sola llevrselo en sus paseos. Adems, a Yura le gustaba encontrarse de
nuevo con Nika Ddorov, un estudiante que viva cerca de Voskobinikov, aunque
tena dos aos ms que l y realmente lo despreciaba. Al saludar, bajaba con tal fuerza
la mano que estrechaba e inclinaba la cabeza de tal manera que los cabellos le caan
sobre la frente y le ocultaban la mitad del rostro.
5
El nervio vital del problema del pauperismo lea Nikoli Nikolevich en el manuscrito corregido.
Creo que ser mejor tachar eso dijo Ivn Ivnovich, y efectu la oportuna correccin en las pruebas.
Trabajaban en la penumbra de la terraza con vidrieras. Abandonadas en desorden
veanse las regaderas y los tiles de jardinera. Haba un impermeable sobre el respaldo
de una silla rota. En un rincn, un par de botas de agua cubiertas de barro endurecido,
cuyas caas caan hasta el suelo.
Adems, la estadstica de muertes y nacimientos demuestra... dictaba Nikoli Nikolevich.
Convendra aadir: para el ao en cuestin interrumpi Ivn Ivnovich, anotndolo en las pruebas.
Soplaba en la terraza una brisa leve. Con unas piedras sujetaron las pginas del
opsculo para evitar que volasen.
Cuando hubieron terminado, Nikoli Nikolevich quiso regresar enseguida a casa.
Est amenazando tormenta, y es cosa de ponerse en camino.
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 6
No se le ocurra pensarlo. No voy a dejarlo. Ahora vamos a tomar el t. Esta noche he de estar sin falta en la ciudad. Nada. No quiero or hablar de ello. Desde el jardn llegaba el olor del fuego del samovar, que sofocaba los del tabaco y
el heliotropo. De la casa haban trado crema de leche, fresas y pastelillos de requesn.
Cuando lleg la noticia de que Pvel haba ido a baarse al ro, y se haba llevado
tambin los caballos, Nikoli Nikolevich hubo de resignarse a quedarse.
Mientras preparan la mesa del t, vamos a sentarnos en el banco que est al borde del barranco propuso Ivn Ivnovich.
Por un derecho derivado de la amistad, Ivn Ivnovich ocupaba en la propiedad del
opulento Kologrvov dos habitaciones en el ala de la casa destinada al administrador. El
pabelln con el jardinillo contiguo estaba situado en una parte oscura y abandonada del
parque. La antigua avenida de entrada formaba un semicrculo y estaba enteramente
cubierta de hierba desde que haba dejado de ser transitada. Por ella se transportaba slo
la tierra, los escombros y detritos, para arrojarlos por el barranco que haca las veces de
vertedero. Hombre de ideas avanzadas y muy rico, simpatizante con la revolucin,
Kologrvov hallbase entonces en el extranjero con su mujer, y en la finca se
encontraban slo sus hijas Nadia y Lipa con la institutriz y algunos criados.
El jardinillo del administrador estaba separado del parque propiamente dicho, con
sus estanques, sus claros y la casa seorial, por un espeso y fuerte seto de viburno. Ivn
Ivnovich y Nikoli Nikolevich dieron una vuelta por el exterior del parque y, mientras
paseaban, los gorriones, que bullan en la espesura, alzaban el vuelo en bandadas iguales
y a iguales intervalos. Al acercarse Ivn Ivnovich y Nikoli Nikolevich llenaban los
matorrales de un rumor montono, como de agua que circula por una caera.
Dejaron atrs el invernadero, la vivienda del jardinero y los restos de piedra de una
construccin desconocida. Discurran sobre los jvenes valores de la literatura y la
ciencia.
Tambin hay gente de talento dijo Nikoli Nikolevich. Pero hoy se han puesto muy en boga crculos y asociaciones de toda clase y cualquier gregarismo es el
refugio de la mediocridad, aunque se trate de guardar fidelidad a Soloviov1, Kant o
Marx. Solamente los solitarios buscan la verdad y rompen con quien no la ame lo
bastante. Cules son en el mundo las cosas que merecen fidelidad? Bien pocas. Yo
creo que hay que ser fieles a la inmortalidad, ese otro nombre de la vida ms rico de
sentido. Ser fieles a la inmortalidad, fieles a Cristo! Ah, le estoy poniendo de mal
humor! Pobrecillo! Tampoco esta vez ha comprendido usted nada.
Ya refunfu Ivn Ivnovich, escurridizo hombrecillo rubio con una barbita maliciosa que lo asemejaba a un americano de los tiempos de Lincoln, barba que
apretaba continuamente en el hueco de la mano y cuya punta aferraba con los labios. Yo, naturalmente, no contesto. Usted mismo puede comprender que veo estas cosas de
un modo profundamente distinto. A propsito, dgame cmo se hizo usted seglar. Hace
tiempo que deseaba preguntrselo. Tuvo miedo? Le lanzaron el anatema, eh?
Por qu cambiar de conversacin? Pero, en fin, qu ms da! El anatema? No, ahora ya no maldicen. Te ponen por delante una montaa de impedimentos y has de
soportar las consecuencias. Por ejemplo: en mucho tiempo uno no puede desempear
cargos pblicos ni vivir en las capitales. Pero eso son tonteras. Volvamos al tema de
nuestra conversacin. Deca que hay que ser fieles a Cristo. Me explicar mejor. Usted
no comprende que se pueda ser ateo, no saber si Dios existe ni por qu, y al mismo
tiempo saber que el hombre no vive en la naturaleza, sino en la historia, y que, en el
1 Soloviov V.S. (1853-1900), filsofo, poeta y publicista religioso ruso. Ejerci gran influencia en el
idealismo y simbolismo rusos.
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concepto que se tiene hoy de ella, ha sido fundada por Cristo, que el Evangelio es su
fundamento. Pero qu es la historia? Es dar principio a trabajos seculares para llegar
poco a poco a resolver el misterio de la muerte y superarla en el porvenir. Por esto se
descubren el infinito matemtico y las ondas electromagnticas, y por eso se componen
sinfonas. Pero sin cierto impulso no se puede progresar en tal direccin. Para
descubrimientos de esta clase es preciso tener una preparacin espiritual y, en este
sentido, ya se hallan todos los datos en el Evangelio. Ah estn. En primer lugar, el
amor al prjimo, esa suprema forma de energa viva que llena el corazn del hombre y
exige expansionarse y ser gastada. Luego, las razones esenciales del hombre de hoy, sin
las cuales el hombre no puede ser imaginado, es decir, el ideal de la libre individualidad
y de la vida como sacrificio. Tenga usted en cuenta que todo esto es hoy sumamente
nuevo. En este sentido los antiguos no tenan historia. Haba entonces una infamia
sanguinaria de crueles Calgulas picados de viruela, que ni siquiera sospechaban cun
mediocre es todo acto de sometimiento. Era la pomposa y muerta eternidad de los
monumentos de bronce y de las columnas de mrmol. Solamente despus de Cristo los
siglos y las generaciones han respirado con libertad. Slo despus de El ha comenzado
la vida en la posteridad y el hombre no muere ya por la calle al pie de un muro
cualquiera, sino en su casa, en la historia, en el pice de una actividad dirigida a la
superacin de la muerte; el hombre muere dedicado por entero a esta bsqueda. Uf!
Estoy sudando a chorros! Bueno, esto era lo que quera decir. Pero es predicar en el
desierto.
Metafsica, amigo mo. Los mdicos me la han prohibido: mi estmago no la digiere.
No insisto. Dejmoslo. Dichoso usted! Realmente no tiene usted muy buen aspecto. Y pensar que ni siquiera se da cuenta!
Haca dao a los ojos mirar el ro. Cambiaba al sol, hacindose unas veces cncavo
y otras convexo, como una lmina de hierro. De pronto se enriz. Desde la orilla
opuesta avanzaba una pesada zatara con caballos, carros, mujeres y campesinos.
Fjese, slo son las cinco dijo Ivn lvnovich. El rpido de Syzran. Pasa por aqu a las cinco y minutos.
Lejos, en la llanura, corra de derecha a izquierda un resplandeciente tren amarillo y
turqu, empequeecido por la distancia. Poco despus observaron que se detena. De la
locomotora brotaron blancas nubes de vapor y luego se oyeron jadeantes silbidos.
Es raro dijo Voskobinikov. Hay algo que no marcha. No hay razn para que se detenga en la zona pantanosa. Algo ha ocurrido. Vayamos a tomar el t.
6
Nika no estaba en el jardn ni en la casa. Yura adivin que se esconda porque se
aburra con ellos y no gustaba de su compaa. Su to e Ivn Ivnovich haban ido a la
terraza a trabajar, dejndolo vagar sin objeto en torno a la casa.
El lugar era encantador. Cada minuto oase en tres tonos el puro gorjeo de las
oropndolas, y con pausas de espera para que sus penetrantes notas, que parecan
emitidas por un pfano, empapasen enteramente la atmsfera. El perfume de las flores,
persistente y suspenso en el aire, lo inmovilizaba el bochorno contra los macizos.
Cmo le recordaba todo esto a Antibes y Bordighera! Yura miraba a su alrededor.
Como una alucinacin del odo, pareca alentar sobre los prados la sombra de la voz
materna, que l crea reconocer en los melodiosos trinos de los pjaros y en el zumbido
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 8
de las abejas. Estremecase: a veces pareca que su madre lo llamaba y le haca seas
para que la siguiera.
Lleg hasta el barranco y, desde el bosque ralo y luminoso que se eleva sobre la
colina, comenz a descender hacia el pequeo alisar que cubra el fondo.
Reinaba all una oscuridad hmeda: ramas cadas, esqueletos de animales, algunas
flores; los tallos articulados de la cola de caballo parecan cetros y mazas con
decoraciones egipcias, como en las ilustraciones de su Historia Sagrada.
Sentase cada vez ms triste y tena deseos de llorar. Por ltimo, cay de rodillas y
prorrumpi en sollozos.
ngel de Dios, santo custodio mo implor, confirma mi entendimiento en el camino recto y dile a mam que estoy bien aqu y que no se preocupe. Seor, si hay una
vida ms all de la muerte, lleva a mam al cielo, donde brillan como astros las caras de
los santos y los justos. Mamita era tan buena que no puede haber sido una pecadora.
Slvala, Seor, haz que no sufra. Mamita! llam con desesperacin, como queriendo arrancarla del cielo adonde haca poco que haba subido, nueva santa, y de pronto le
faltaron las fuerzas, cay de bruces y perdi el sentido.
No permaneci mucho rato as. Cuando se recobr, oy a su to que lo llamaba
desde arriba. Respondi y comenz a subir. De improviso record que no haba rezado,
tal como le ense Mara Nikolevna, por su padre desaparecido.
Pero sentase tan bien despus del desvanecimiento que no quera perder esa
sensacin de ligereza, temiendo no volver a encontrarla nunca ms. Por eso pens que
no sucedera nada terrible si rezaba por su padre en otra ocasin.
Fue como si pensara:
Esperar. Que tenga paciencia.
No conservaba de l ningn recuerdo.
7
En un compartimiento de segunda clase viajaba con su padre, el abogado de
Orenburgo Gordn, el estudiante Misha Gordn, un chiquillo de once aos, de
semblante pensativo y grandes ojos negros. Su padre trasladbase a Mosc por
necesidades de su profesin y el nio frecuentara un liceo de la capital. Su madre y sus
hermanas estaban all haca tiempo, atareadas en la instalacin de la nueva casa.
El chiquillo y su padre llevaban ya tres das de viaje.
A uno y otro lado, en calientes nubes de polvo, blanqueada por el sol, como
calcinada, volaba Rusia, campos y estepas, aldeas y ciudades. Por los caminos
arrastrbanse convoyes de carros que se desviaban torpemente de la carretera hacia los
pasos a nivel. Desde el tren, que avanzaba a gran velocidad, pareca como si estuvieran
inmviles y los caballos levantasen y bajasen las patas sin caminar.
En las paradas importantes, los pasajeros se lanzaban como locos hacia la cantina, y
el sol del crepsculo, a travs de los rboles de las estaciones, iluminaba sus piernas y
reluca bajo las ruedas de los vagones.
Todos los movimientos de las cosas, considerados en s mismos, estaban
lcidamente calculados. En cambio, en conjunto resultaban como impulsados por la
corriente general de la vida. Agitbanse los hombres y se afanaban movidos por el
mecanismo de sus respectivas preocupaciones. Pero ningn mecanismo habra
funcionado si su regulador principal no hubiera sido un sentimiento de suprema y
fundamental indiferencia. Esa indiferencia dada por el sentimiento de la relacin que
une las existencias humanas, por la certidumbre de su comunicacin recproca, por la
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sensacin de felicidad que nace de la idea de que todo cuanto ocurre no se cumple slo
sobre la tierra donde se sepultan los muertos, sino tambin en otro lugar, en se que
algunos llaman reino de Dios, otros historia y otros de un modo distinto.
El chiquillo constitua una clara y amarga excepcin de la regla. Su principal resorte
era la conciencia de su obligacin de obrar. No le sonrea la idea de vivir por vivir, ms
bien lo mortificaba. Saba que haba heredado este carcter y con inquieta aprensin
reconoca en s mismo sus seales, y por ello sentase amargado y humillado.
Desde donde alcanzaban sus ms lejanos recuerdos no haba dejado de maravillarse
de que, a pesar de tener brazos y piernas, y la misma lengua y las mismas costumbres
que los dems, no pudiera ser igual que ellos, y ms bien ser de tal manera como para
agradar slo a pocos y no lograr hacerse querer. No poda comprender por qu si
alguien es peor que los otros no puede tratar de corregirse y hacerse mejor. Qu
significa ser judo? Por qu eso es posible? Con qu se compensa o justifica este reto
sin armas que no proporciona otra cosa que dolor?
Cuando interrogaba a su padre, ste le responda que sus ideas eran absurdas y que
se no era modo de razonar. Sin embargo, no replicaba con nada inteligente y profundo
que convenciera a Misha y lo obligase a callar ante la evidencia.
A excepcin de su padre y su madre, lleg poco a poco a concebir desprecio por los
adultos, que tantas castaas haban puesto al fuego y ya no saban cmo sacarlas de l.
Estaba convencido de que, cuando fuera mayor, sabra resolverlo todo.
Incluso en esos momentos nadie habra dicho que su padre haba obrado
equivocadamente saliendo en persecucin de aquel loco que se precipit a la
plataforma, y que no debi detener el tren cuando aquel hombre, rechazando con
violencia a Grigori sipovich, abri la puerta del vagn y se lanz de cabeza sobre el
terrapln, como quien se lanza al agua desde un trampoln.
Pero puesto que no haba sido cualquiera, sino precisamente Grigori sipovich
quien haba accionado el freno de alarma estaba claro que sa era la causa de que el tren
continuase tanto tiempo inexplicablemente detenido.
Nadie saba exactamente las razones de esa detencin. Algunos decan que la
repentina parada haba estropeado los frenos de aire comprimido; otros, que el tren se
encontraba en una cuesta demasiado pronunciada y que no podra superarla si la
locomotora no tomaba impulso. Tambin circul el rumor de que, siendo el suicida un
personaje importante, el abogado que viajaba con l haba pedido a la vecina estacin de
Kologrvovka que le enviasen testigos para redactar el atestado. Esto explicaba que el
ayudante del maquinista hubiese trepado por el poste de la lnea telefnica. Ya deba de
estar en camino la vagoneta automvil.
Los retretes trascendan un tufo que se trataba de sofocar con agua de colonia.
Percibase tambin un intenso olor a pollo asado envuelto en papel grasiento. En el
vagn, unas ancianas damas de San Petersburgo, a quienes el humo de la locomotora,
combinndose con sus cosmticos, haba convertido, enteramente, en morenas gitanas,
continuaban empolvndose, enjugndose las manos con sus pauelos y conversando con
voces estridentes. Cuando pasaban ante el compartimiento de los Gordn, envolviendo
con los chales sus angulosos hombros y convirtiendo la estrechez del pasillo en un
nuevo motivo de coquetera, a Misha le pareci que gruan, o que, a juzgar por sus
labios apretados, deban de gruir:
Oh, por favor! Qu tremenda sensibilidad! Nosotras somos muy distintas!
Somos intelectuales! No podemos soportarlo!
El cadver del suicida yaca sobre la hierba, junto al terrapln. Una lnea de sangre
coagulada destacbase negra, como un limpio trazo que cruzaba la frente y el ojo,
marcando el rostro como una tachadura. La sangre no pareca suya, derramada por l,
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 10
sino algo extrao que se le hubiese aplicado en el rostro, un emplasto, una salpicadura
de barro o una hmeda hoja de abedul.
El grupo de curiosos y de personas que ofrecan sus servicios cambiaba
continuamente en torno al cadver. Inclinado sobre l, sin ninguna expresin en el
semblante, estaba su amigo y compaero de viaje, un hombre robusto y altanero, un
animal de raza preso en una camisa empapada de sudor. A todas las preguntas responda
entre dientes, encogindose de hombros y sin volverse siquiera:
Un alcoholizado. Pero es posible que no se den cuenta? La ms tpica consecuencia del delirium tremens.
Dos o tres veces se acerc al cadver una mujer flaca vestida con un traje de lana y
paoleta bordada. Era una viuda, la madre de los dos maquinistas, la vieja Tivirzina,
que con billete especial viajaba gratuitamente en tercera clase, junto con dos jvenes
que, silenciosas, envueltas casi hasta los pies en sus chales, la seguan como dos monjas
a la superiora. El grupo infunda respeto y la gente les ceda el paso.
El marido de Tivirzina haba muerto abrasado vivo en un accidente ferroviario. La
mujer se detuvo a algunos pasos del cadver, de manera que se destacaba ms all del
grupo, y, suspirando, pareca hacer comparaciones:
Para unos es el destino pareca decir. Para otros es la voluntad de Dios. Este se la ha buscado... por su riqueza y su locura.
Todos los pasajeros se detenan un momento junto al cadver, luego regresaban a
sus vagones con el temor de que les robasen el equipaje.
Cuando saltaban al terrapln se desentumecan, cogan flores y estiraban un poco las
piernas. Se tena casi la impresin de que aquel lugar haba surgido por arte de
birlibirloque, gracias slo a la parada, y que, si no hubiese ocurrido la desgracia, aquel
prado cenagoso rodeado de pequeas colinas, el ancho ro y la hermosa casa y la iglesia
en la orilla opuesta, no hubieran existido en el mundo.
Hasta el sol, que pareca tambin un atributo del lugar, iluminaba la escena con
crepuscular moderacin, acercndose casi temeroso, como hubiera podido llegarse a la
va y observar a la gente una vaca del rebao que pastoreaba no lejos de all.
Misha sintise trastornado por todo lo que haba sucedido y los primeros minutos
llor de compasin y espanto. Durante el largo viaje, el suicida haba estado varias
veces en su compartimiento y hablado extensamente con su padre. Dijo que se senta
apaciguado en aquel silencio tranquilo y puro, cerca de su mundo, e hizo a Grigori
sipovich numerosas preguntas acerca de rentas, donaciones, quiebras y falsificaciones.
Ah! De manera que es as?haba dicho, asombrado, ante las explicaciones de Gordn. Los argumentos de usted son mucho ms humanos. Mi abogado piensa de otro modo: ve las cosas bajo un aspecto mucho ms pesimista.
Cuando pareca haber hallado un poco de calma, su abogado y compaero de viaje
vena a buscarlo desde primera clase y se lo llevaba al coche restaurante a beber
champaa. El abogado era aquel hombre robusto, seguro de s mismo, perfectamente
afeitado y acicalado, que se inclinaba ahora sobre el cadver, sin demostrar la menor
sorpresa. Era inevitable pensar que la morbosa excitacin de su cliente debi de
convenirle por la razn que fuera.
El padre de Misha dijo que se trataba de una persona muy conocida por su riqueza,
un hombre honrado, pero malgastador y ya medio irresponsable. Sin preocuparse de la
presencia de Misha, le haba hablado de su hijo, un chiquillo de la edad de aqul, y de
su esposa difunta. Le habl despus de su segunda familia, a la que tambin haba
abandonado. Al llegar a este punto, record algo, palideci y comenz a divagar y
rehuir las preguntas.
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 11
Demostr a Misha una extraa ternura, probablemente refleja y acaso no destinada a
l. Constantemente le regalaba alguna cosa, y en las estaciones ms importantes se
diriga a las salas de espera de primera clase, donde haba quioscos de libros, se vendan
juguetes y productos caractersticos de la comarca.
Beba continuamente y se lamentaba de no poder dormir desde haca tres meses,
mientras, en los raros momentos de lucidez, pasaba por sufrimientos de los que una
persona normal no poda tener idea.
Un minuto antes de morir estaba recostado en su butaca y de pronto agarr a Grigori
sipovich de un brazo, como si quisiera decirle algo, pero no dijo nada y de nuevo
corri hacia la plataforma, pero esta vez para lanzarse del tren.
Ahora Misha examinaba la pequea coleccin de minerales de los Urales, ordenados
en una cajita de madera, ltimo regalo del muerto, cuando de improviso algo llam su
atencin. Una vagoneta automvil se acercaba al tren por la otra va. De ella se apearon
el juez instructor, tocado con un birrete de escarapela, un mdico y dos policas.
Oyronse fras voces apresuradas. Empezaron a hacer preguntas y tomar notas. Arriba,
sobre el terrapln, los conductores y los policas transportaban fatigosamente el cadver,
detenindose continuamente y resbalando sobre la arena. Se rog a los viajeros que
subiera cada uno a su vagn, se dio la seal de partida y el tren se puso en marcha.
8
Otra vez ese piojo chinchoso!, pens Nika con rabia, movindose por la
habitacin.
Acercbanse las voces de los huspedes. Estaba cortada la retirada. En la habitacin
haba dos camas, la de Voskobinikov y la suya. Sin vacilar, Nika se meti debajo de la
segunda.
Oy que lo buscaban, que lo estaban llamando en las dems habitaciones,
sorprendidos de su desaparicin. Luego entraron en la alcoba.
Bueno, ten paciencia dijo Vedeniapin. Entra, Yura. Tal vez ms tarde encuentres a tu compaero y jugars con l.
Se pusieron a hablar de las agitaciones universitarias de San Petersburgo y Mosc,
con lo cual sitiaron a Nika, durante unos veinte minutos, en su estpido y humillante
escondrijo. Por ltimo, salieron a la terraza. Nika abri despacio la ventana, salt por
ella y desapareci en el parque.
Aquel da se senta raro. No haba dormido por la noche. Tena catorce aos y estaba
cansado de ser un nio. No peg el ojo en toda la noche y al alba sali de casa. Estaba
amaneciendo y el suelo del parque lo cubra la recortada sombra de los rboles, hmeda
de roco. La sombra no era negra, sino gris oscura, como un fieltro empapado de agua.
Pareca como si el perfume embriagador de la maana emanase precisamente de aquella
sombra hmeda extendida sobre la tierra, salpicada de sutiles hojas de luz, semejantes a
los dedos de una nia.
De pronto una cinta plateada de azogue, del mismo color que las gotas de roco
sobre la hierba, serpente a pocos pasos de l. Serpenteaba y serpenteaba sin que la
tierra la absorbiese. Repentinamente, con un sbito movimiento, se ech a un lado y
desapareci. Era un lucin. Nika se estremeci.
Era un muchacho extrao. Cuando estaba agitado hablaba consigo mismo y en voz
alta, y, como su madre, prefera los temas elevados y paradjicos.
Qu bello es el mundo! se dijo. Pero por qu est siempre lleno de dolor? Dios existe, es cierto. Pero, si existe, soy yo. S; yo mando pens, volviendo la
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 12
miraba a un chopo sacudido por un estremecimiento, cuyas hmedas hojas cambiantes
parecan recortadas en hojalata. S; yo ordeno y con una desesperada tensin de sus propias fuerzas no dijo, sino que con todo su ser, con toda su carne y su sangre, dese e
imagin: Inmovilzate!
Inmediatamente el rbol se sumi, obediente, en la inmovilidad. Nika se ech a rer
de alegra y corri a baarse en el ro.
Su padre, el terrorista Demienti Ddorov, estaba en presidio: por gracia soberana le
haba sido conmutada la pena de morir en la horca por la de crcel. Su madre, una
princesa georgiana, Nina Galaktinovna, de la familia ristov, era una mujer muy
hermosa, aturdida y joven an, siempre llena de entusiasmo por algo: por las luchas de
los rebeldes, por las teoras extremistas, los artistas clebres y los pobres fracasados.
Adoraba a Nika, y de su nombre, Innokienti, haba sacado numerosos diminutivos
tontos y absurdamente tiernos como Inchek o Nchenka1, y se lo llevaba a Tiflis
para que lo vieran los parientes. Lo que ms haba sorprendido all a Nika fue el
gigantesco rbol del patio de la casa donde pararon. Con sus hojas, que parecan orejas
de elefante, protega el patio del abrasador sol meridional, y l no poda hacerse a la
idea de que era una planta y no un animal.
Para el chiquillo resultaba peligroso llevar el infamante nombre de su padre, e Ivn
Ivnovich, con el consentimiento de Nina Galaktinovna, tena la intencin de presentar
al soberano una solicitud pidiendo que se le permitiese a Nika adoptar el apellido de su
madre.
Mientras se hallaba bajo la cama, indignado por la marcha de las cosas del mundo,
pensaba tambin en esto: Quin era el tal Voskobinikov para inmiscuirse en sus
cosas? Ya le ajustara las cuentas!
Ah! Y por si fuera poco, Nadia. La circunstancia de tener quince aos, le daba
derecho a fruncir la nariz y hablarle como a un nio? La tendra buena con ella!
La odio! repiti varias veces para s. La matar! La invitar a ir en mi barca y la ahogar.
Gran tipo tambin la madre! La verdad es que, al marcharse, le haba engaado a l
y a Voskobinikov. No haba ido al Cucaso: en la primera estacin haba cambiado de
rumbo, dirigindose simplemente hacia el norte y en aquellos momentos estaba
disparando contra la polica al lado de los estudiantes de San Petersburgo. El tena que
pudrirse vivo en aquella estpida fosa. Pero sera ms astuto que todos ellos. Hara que
Nadia se ahogase, abandonara el liceo y se largara para provocar una insurreccin en
Siberia, donde estaba su padre.
Las orillas del estanque estaban cubiertas de nenfares. La barca henda la densa
superficie levantando un seco murmullo. Entre las hojas se transparentaba el agua como
la pulpa de una sanda en el tringulo de la incisin.
El chiquillo y la muchacha comenzaron a arrancar nenfares. Agarraban los dos la
misma planta, dura y elstica como la goma, y esto les haca encontrarse uno junto al
otro y que sus cabezas chocasen. La barca pareca tirada por una cuerda hacia la orilla.
Las plantas se entrelazaban encogindose, y las flores blancas de claros tallos, como
yemas con sangre, desaparecan bajo el agua y de nuevo afloraban chorreantes.
Nadia y Nika continuaban arrancndolas, haciendo que la barca se inclinase cada
vez ms, tendidos uno junto a otro sobre el borde ladeado.
Estoy cansado de estudiar dijo Nika. Es hora de empezar a vivir, a ganar dinero e independizarme.
1 Frailecito o Nochecita.
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 13
Y yo que precisamente quera pedirte que me explicaras las ecuaciones de segundo grado... Ando tan pez en lgebra que voy a perder el curso.
A Nika le pareci que las palabras de ella encerraban una alusin. S, era verdad:
ella le tapaba la boca recordndole que era todava un nio. Las ecuaciones de segundo
grado! En su clase ni siquiera se haba mentado el nombre de lgebra.
Disimul su desagrado y con estudiada indiferencia, comprendiendo al mismo
tiempo la estupidez de lo que deca, le pregunt:
Con quin te casars cuando seas mayor? Oh, est todava muy lejos eso! Probablemente con nadie. An no he pensado en
eso.
Bah! No vayas a creer que me interesa mucho. Entonces por qu lo preguntas? Eres una estpida. Comenzaron a discutir. Nika volvi a recordar el odio que por la maana haba
concebido contra las mujeres. Amenaz a Nadia con ahogarla si no dejaba de decir
insolencias.
Prueba dijo ella. La agarr por la cintura. Lucharon hasta que perdieron el equilibrio y cayeron al
agua.
Los dos saban nadar, pero los lirios acuticos se les enredaban en los brazos y las
piernas e impedan que tocasen el fondo. Por ltimo, con los pies hundidos en el limo,
avanzaron hacia la orilla. De los zapatos y los bolsillos les caa el agua a chorros. Nika
estaba ms cansado que ella.
Si algn tiempo antes, a principio de la primavera, se hubiesen visto en esta
situacin, sentados ambos y calados hasta los huesos despus del bao, ciertamente lo
habran tomado a broma, se hubieran insultado o se hubiesen redo alegremente.
Pero ahora callaban y respiraban apenas, afligidos por la absurdidad de lo ocurrido.
Nadia estaba indignada y lo demostraba con su silencio. A Nika le dola todo el cuerpo,
como si le hubiesen aplastado las costillas y apaleado las piernas y los brazos.
Por ltimo, Nadia dijo suavemente, como una adulta:
Loco! No menos en persona mayor le respondi Nika:
Perdname. Emprendieron el regreso a casa, dejando detrs una huella hmeda, como dos cubas
que transportaran agua. El camino se empinaba en una cuesta polvorienta en la que
abundaban las serpientes, no lejos del lugar donde Nika haba encontrado el lucin.
Record entonces la mgica exaltacin de la noche, el alba y la omnipotencia de
aquella maana, cuando a su capricho daba rdenes a la naturaleza. Pens qu poda
ordenarle ahora. Cul era su mayor deseo? Le pareca que, ms que cualquier otra cosa
deseaba volver a caer con Nadia en el estanque. Y hubiese dado lo que fuera por saber si
aquello volvera a ocurrir un da.
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 14
Segunda parte
LA MUCHACHA DE OTRO MEDIO
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 15
1
La guerra con el Japn no haba terminado an, cuando otros acontecimientos la
hicieron pasar de pronto a segundo trmino. Oleadas revolucionarias, a cual ms
violenta y espantosa, recorrieron Rusia.
Por entonces lleg a Mosc desde los Urales la viuda de un ingeniero belga, una
francesa nacionalizada rusa, Amalia Krlovna Guichard, con dos hijos, Rodin y Larisa.
Inscribi a su hijo en la Academia de Cadetes y a su hija en un instituto femenino,
casualmente en el mismo y en la misma clase a que asista Nadia Kologrvova.
Madame Guichard haba invertido los ahorros de su marido en unas acciones que,
despus de una rpida subida, haban empezado a bajar. Para hacer frente a las
dificultades y tener al mismo tiempo una ocupacin, adquiri un pequeo negocio, el
taller de costura de Levtskaia, en las inmediaciones de la Puerta del Triunfo, que los
herederos de la modista le cedieron con el derecho de conservar el antiguo nombre de la
casa, con todas las ofcialas y aprendizas, y con la antigua clientela.
Madame Guichard haba sido aconsejada por el abogado Komarovski, viejo amigo
de su marido y ahora nico apoyo de la viuda, hombre framente prctico, que conoca
como los cinco dedos de su mano la vida comercial de toda Rusia. Estuvo en
correspondencia con l para todo cuanto se refera al traslado, y el abogado fue a
esperarla a la estacin y la acompa a travs de todo Mosc hasta las habitaciones
amuebladas del Chernogorie, en el callejn Oruzheini, donde haba reservado una
habitacin para ellos. Le aconsej que inscribiera a Rodia en la Academia de Cadetes y
a Lara en un liceo de su confianza, siempre bromeando distradamente con el muchacho
y mirando a la muchacha de una manera que la haca enrojecer.
2
Antes de trasladarse al piso de tres habitaciones contiguo al obrador, vivieron cerca
de un mes en el Chernogorie.
Era la zona ms horrible de Mosc: tipos de mala catadura, tabernas, calles
enteramente llenas de lugares de corrupcin y antros de mujeres perdidas.
A los dos muchachos no les sorprendi la suciedad de las habitaciones, ni las
chinches, ni la pobreza del mobiliario. Despus de la muerte de su padre, la madre haba
vivido en el constante terror de caer en la miseria y Rodia y Lara se haban habituado a
or que estaban al borde de la ruina. Saban que no eran hijos del arroyo, pero en ellos
estaba arraigando una profunda sumisin con respecto a los ricos, como si hubieran sido
criaturas salidas del orfelinato.
Su madre era para ellos el vivo ejemplo del terror. Rubia, metida en carnes, de unos
treinta y cinco aos, sus crisis cardacas alternaban con crisis de estupidez y tena un
pnico terrible a todo, especialmente a los hombres. Por ese motivo, confusa y
atemorizada, pasaba continuamente de los brazos de un hombre a los de otro.
En el Chernogorie ocupaban la habitacin veintitrs. En la veinticuatro viva,
desde el da en que naci la pensin, el violinista Tyszkiewicz, hombre afable,
sudoroso, con biso, que cuando quera convencer a alguien, juntaba las manos en
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 16
actitud de splica apretndolas contra el pecho; lanzaba la cabeza hacia atrs y pona los
ojos en blanco como un inspirado cuando tocaba en sociedad o en cualquier concierto.
Raras veces estaba en casa: a menudo pasaba todo el da en el Teatro Bolshi o en el
Conservatorio. Sus vecinos de habitacin no tardaron en conocerlo y los favores
recprocos hicieron ms ntimas sus relaciones.
Como la presencia de los muchachos estorbaba a veces a Amalia Krlovna durante
las visitas de Komarovski, Tyszkiewicz, al salir de casa, adopt la costumbre de dejarle
la llave de su habitacin para que pudiese recibir en ella a su amigo, y as muy pronto
madame Guichard se habitu de tal manera a la abnegacin de Tyszkiewicz que en
varias ocasiones llam a su puerta pidindole que la protegiera de su protector.
3
La casa, de una sola planta, no estaba lejos de la esquina de la Tverskaia, prxima a
la estacin del ferrocarril de Brest, y all, a poca distancia, surgan los edificios, las
cooperativas de los empleados, los hangares de las locomotoras y los almacenes.
All viva Olia Dimina, una joven inteligente, sobrina de un empleado de la
estacin de mercancas.
Era una buena muchacha. Ya haba llamado la atencin de la antigua patrona y la
nueva comenz tambin a interesarse por ella. A Olia Dimina le gust mucho Lara.
Todo segua igual que en los tiempos de la seora Levtskaia. Las mquinas de coser
giraban veloces movidas por los pies que bajaban y suban rtmicamente o por las
manos de las fatigadas oficialas. Alguna trabajaba en silencio, sentada ante la mesa,
moviendo la mano con la aguja y el hilo. El suelo estaba lleno de trozos de tela. Haba
que hablar en voz alta para ahogar el zumbido de las mquinas de coser y los frenticos
gorjeos modulados por Kirill Modstovich, el canario cuya jaula colgaba del marco
de la ventana, y cuyo nombre era un misterio que la antigua duea se haba llevado
consigo a la tumba.
En la antesala, las seoras, formando un grupo pintoresco, rodeaban la mesita llena
de revistas. Estaban de pie, o sentadas y apoyando los codos como haban visto en
determinada ilustracin, observaban los figurines y se consultaban sobre los modelos.
Detrs de otra mesa, en el puesto de directora, se sentaba la ayudanta de Amalia
Krlovna, Fana Silntievna Fetsova, elegida entre las oficialas de ms edad, una mujer
huesuda cuyas flccidas y hundidas mejillas estaban llenas de verrugas.
Apretaba entre sus amarillentos dedos una boquilla de hueso con el cigarrillo,
entornaba un ojo de amarilla crnea y expela por boca y nariz una amarillenta cinta de
humo, anotaba en un cuaderno las medidas, los nmeros de los recibos, las direcciones
y los deseos de las clientas que se agolpaban a su alrededor.
En el obrador, Amalia Krlovna era nueva e inexperta y no se senta duea del todo.
Pero el personal era honrado, y se poda contar con la seora Fetsova. No obstante,
aqul era un momento difcil, y si se le ocurra pensar en el futuro, se apoderaba de ella
la desesperacin y le pareca que todo iba a escaprsele de las manos.
Komarovski compareca con frecuencia y atravesaba todo el taller, dirigindose al
fondo y asustando a su paso, mientras se desnudaban, a las mujeres elegantes que, al
verlo, se ocultaban detrs de los biombos y desde all murmuraban maliciosamente sus
bromas descaradas. Las oficialas susurraban a sus espaldas con irnica desaprobacin:
Ah est. El amante. El amor de Amalia. El bfalo. El terror de las mujeres.
Objeto de antipata an ms violenta era el bulldog Jack, que a veces llevaba de la
correa, aunque ms bien pareca que era el perro quien arrastraba al amo, con saltos tan
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 17
impetuosos que hacan que ste tropezara y con los brazos extendidos, impulsado hacia
adelante, siguiera a su perro, como el ciego sigue al lazarillo.
Una vez, en primavera, Jack mordi a Lara en una pierna y le rompi una media.
Maldito! Es para matarlo! susurr Olia Dimina al odo de Lara. S; realmente es un monstruo. Pero cmo te las arreglaras para acabar con l? Calla, no grites. Te explicar cmo. Sabes esos huevos de Pascua hechos de
piedra? Tu madre tiene en la cmoda...
S, de mrmol, de cristal. S, eso. Acrcate, que te lo dir al odo. Toma uno de esos huevos y mtelo en
manteca fundida; la manteca se solidifica y ese puerco perro se lo traga. El maldito se
llena la barriga, y se acab. Patas arriba!
Lara se ech a rer. Luego se qued pensativa, experimentando casi una sensacin
de envidia. Aquella muchacha viva en la miseria, trabajando: los chicos de la calle
empiezan pronto a comprender. Sin embargo, cunto haba todava en ella de intacto e
infantil! El huevo, Jack..., cmo se le poda haber ocurrido aquello?
Por qu ha de ser ste mi destino pens, verlo todo y sufrir por todo?
4
Para l, mam es lo que se llama... l es con respecto a mam eso que se llama...
Son palabras feas y no quiero repetirlas. Pero entonces, por qu me mira con esos ojos?
Sin embargo, soy su hija.
Lara tena poco ms de diecisis aos, pero era ya una jovencita bastante
desarrollada que aparentaba dieciocho o ms. Tena una lcida inteligencia y un sereno
carcter. Y era muy graciosa.
Ella y Rodia comprendan que tendran que abrirse camino confiando solamente en
sus propias fuerzas. Contrariamente a los jvenes ricos y ociosos, no tenan tiempo de
permitirse fantasear y forjarse prematuras ilusiones sobre cosas que todava no les
ataan de cerca, y slo lo superfluo es impuro. Lara conservaba intacta an su pureza.
Hermano y hermana conocan el valor de todo y apreciaban lo que tenan. Para
triunfar era necesaria la estimacin. Lara estudiaba mucho, no por un abstracto deseo de
saber, sino porque, para beneficiarse con las matrculas gratuitas, deba ser una buena
alumna. Adems de estudiar, lavaba sin esfuerzo los platos, ayudaba en el taller y haca
los encargos de su madre. Trabajaba apaciblemente; todo en ella era armonioso: la
espontnea rapidez de sus movimientos, la estatura, la voz, los ojos grises y el color
dorado de sus cabellos.
Era un domingo de mediados de julio. Los das de fiesta poda levantarse un poco
ms tarde. Lara yaca de espaldas, con las manos cruzadas sobre la nuca.
En el obrador reinaba un silencio inslito. Estaba abierta la ventana que daba a la
calle. Oy lejano el rumor de un coche que pas del empedrado a los carriles del tranva
de caballos. Al violento estruendo anterior sucedi el suave y silencioso deslizamiento
de las ruedas.
Debera dormir un poco ms, pens.
Desde dos puntos adverta las dimensiones y la postura de su cuerpo en la cama:
desde el resalte del hombro izquierdo y desde el pulgar del pie derecho. Eran el hombro
y el pie, y todo lo dems: ms o menos ella misma, su alma y sustancia, en los lmites
trazados por una mano segura y que se proyectaba con confianza hacia el porvenir.
Debera dormir, pensaba.
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 18
Y recordaba la soleada zona de la calle Karietni riad a aquella hora, las tiendas de
coches, con los enormes carruajes seoriales expuestos sobre los pavimentos
relucientes, el cristal biselado de los faroles, los osos disecados, la vida de los ricos. Y
poco ms abajo lo vea en su imaginacin, los ejercicios de los dragones en el patio de los cuarteles de Znmenski, los giles y graciosos caballos que trotaban en crculo,
los saltos, el paso, el trote y el galope. Ante las verjas del patio agolpbanse arracimadas
las nieras y las amas de cra, mirndolo todo con la boca abierta.
Y pensaba que todava ms abajo estaba la calle Petrovka y las calles contiguas.
Pero qu ests diciendo, Lara? Cmo se te ocurren estos pensamientos? Slo
quiero mostrarte donde vivo. Tanto ms cuanto que est aqu, a dos pasos.
En la calle Karietni riad, en casa de unos conocidos, celebrbase la fiesta
onomstica de la pequea Olga. Con tal ocasin los mayores beban champaa y
bailaban. El haba invitado a la madre, pero la madre no poda, no se encontraba bien y
le haba dicho:
Llvate a Lara. No te cansas de repetirme: Amalia, ten cuidado con Lara. As ahora cuidars t de ella.
Y ni que decir tiene que l la haba vigilado de veras. Ja, ja, ja!
Qu locura el vals! Girar y girar sin pensar en nada. Mientras suena la msica pasa
una eternidad, como una vida en las novelas. Luego, cuando cesa, una sensacin de
incomodidad, como si a una le echaran encima un cubo de agua fra o la sorprendieran
desnuda. Sin embargo, se permite a los dems semejantes libertades slo para darse
tono y aparentar que ya se es mayor.
Nunca hubiera supuesto que l bailase tan bien. Qu manos tan delicadas las suyas,
con qu seguridad la sostena de la cintura! Pero jams permitira a nadie que la besara
de aquella manera. Nunca hubiese imaginado que en los labios de los hombres pudiera
concentrarse tanta impudicia cuando los aprietan largamente sobre los de una.
Basta ya de estas tonteras. De una vez para siempre. No te finjas ingenua, no te
hagas la melindrosa, no bajes pdicamente los ojos. Un da u otro acabar mal. Es un
lmite imperceptible y espantoso. Un paso ms y se cae en el precipicio. Hay que acabar
con los bailes. Todo es malo en ellos. No hay que tener miedo a decir que no. Di que no
sabes bailar o que te has hecho dao en un pie.
5
En otoo hubo agitacin en las lneas ferroviarias de la red de Mosc. Los
ferroviarios de la lnea Mosc-Kazn se declararon en huelga. Deban adherirse a ellos
los del ferrocarril de Mosc a Brest. La huelga estaba decidida, pero el comit no haba
conseguido ponerse de acuerdo en cuanto a la fecha en que deba comenzar. En la lnea
estaban todos advertidos. Slo se esperaba la ocasin para llevarla a cabo.
Era una fra y nubosa maana de principios de octubre. Aquel da haban de ser
pagados los jornales. Durante mucho tiempo no se tuvo noticias de la seccin de
contabilidad. Despus entr en las oficinas un muchacho con la nmina, la orden de caja
y un montn de libretas de trabajo que haban sido retiradas para anotar las multas.
Comenzaron a pagar. Maquinistas, guardagujas, obreros y peones, mujeres encargadas
de la limpieza de los coches, esperaban el momento de retirar su paga, puestos todos en
fila en la inmensa explanada desierta que separaba la estacin, las oficinas, los hangares
de las locomotoras, los tinglados y las vas, de los edificios de madera de la direccin.
Se perciba en el aire el olor del incipiente invierno, de las hojas de arce pisoteadas,
de la nieve fundida, del humo de las locomotoras y del caliente pan de centeno recin
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 19
sacado del horno en la cantina de la estacin. Llegaban y salan trenes. Formbanse o se
desenganchaban segn las seales: bandera plegada o desplegada. Resonaban en varios
tonos las trompetas de los guardavas, los silbatos de los que enganchaban los coches y
los silbidos de las locomotoras. Columnas de humo ascendan al cielo como escaleras
sin fin. Las locomotoras estaban a punto para la partida lanzando ardientes chorros de
vapor que derretan las fras nubes invernales.
A lo largo de las vas pasebanse de un lado a otro el jefe de seccin, Fuflyguin,
ingeniero de ferrocarriles, y el encargado del sector anejo a la estacin, Pvel
Ferapntovitch Antpov. Este estaba ya cansado del servicio de reparaciones: el material
que le entregaban para la renovacin del parque mvil le obligaba a continuas quejas. El
acero no era lo suficientemente elstico; los rales no resistan a las pruebas de flexin y
torsin y, segn sus previsiones, se quebraran con el hielo. La direccin se mostraba
indiferente a sus reclamaciones: cada uno deba arreglarse con su material.
Fuflyguin, bajo su costosa pelliza desabrochada, que luca los galones de su cargo,
vesta un traje de paisano, nuevo y de fina lana escocesa. Caminaba lentamente por el
terrapln, complacindose con el buen corte de su chaqueta, con la raya impecable de
sus pantalones y la elegante forma de sus zapatos.
Las palabras de Antpov le entraban por un odo y le salan por otro. Pensaba en sus
cosas. Constantemente sacaba el reloj y consultaba la hora, demostrando que tena prisa
por marcharse.
S, s, amigo mo lo interrumpa con impaciencia, pero esto slo se tiene en cuenta para las lneas principales, o los trayectos de empalme donde hay ms
movimiento. Pero piensa en lo que son tus lneas: lneas de reserva y vas muertas
locomotoras de juguete. Y te quejas! Te has vuelto loco? Aqu podramos poner
rales de madera en lugar de los que t pides!
Consult el reloj, lo cerr, y comenz a escrutar a lo lejos, hacia donde la carretera
se acercaba a la lnea frrea. En la curva de la carretera apareci un coche. Era el de
Fuflyguin. Su mujer acuda a buscarlo. El cochero detuvo los caballos casi ante el
terrapln, sostenindolos y dominndolos con voz suave, de mujer, como una niera que
se dirigiese a inquietos nios de pecho, pues los caballos se haban asustado al ver la
lnea frrea. En un rincn del coche una hermosa dama se recostaba perezosamente
sobre los cojines.
Bueno, amigo, ya hablaremos de esto en otra ocasin cort en seco el jefe de seccin, e hizo un vago ademn con la mano. Ahora no tengo tiempo de ocuparme de los rieles. He de hacer otras cosas.
Y marido y mujer desaparecieron.
6
Tres o cuatro horas despus, ya hacia el ocaso, en un campo que haba a lo largo de
la carretera, dos figuras parecieron surgir de la tierra y se alejaron, mirando
continuamente en torno suyo. Eran Antpov y Tivierzin.
Vamos dijo Tivierzin. Ya no me preocupan los esbirros que tenemos a los talones. Se acab ya. Saldrn de la barraca y nos darn alcance. Yo no puedo aguantarlo
ms. Es intil armar jaleo cuando todos le dan largas al asunto. Para qu sirve el
comit? Para hacernos jugar con fuego y meterse bajo tierra! Tambin t eres bueno:
mira que apoyar esa historia de la Nikolevskaia!
Daria tiene el tifus. Debera mandarla al hospital. Hasta que no resuelva este asunto no puedo pensar en otra cosa. Dicen que hoy pagan. Pasar por la oficina. Si
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 20
no fuera da de cobro, como hay Dios que os escupira a todos y no vacilara un instante
en acabar a mi modo esta faena.
Cmo? Y perdona que te lo pregunte. No es difcil. Bajara a la sala de calderas, dara la seal y a otra cosa. Se saludaron y partieron en direcciones opuestas.
Tivierzin sigui la lnea del ferrocarril hacia la ciudad. Cruzbase con el personal
que regresaba despus de haber cobrado su paga. Eran muchos. Calcul a bulto que la
administracin de la estacin haba pagado ya a casi todos.
Comenzaba a oscurecer. En la explanada que haba ante la oficina se agrupaban los
obreros en espera de su turno de trabajo, iluminados por las luces del interior. A la
entrada de esta explanada se haba detenido el carruaje de Fuflyguin. Su mujer, sentada
en la misma postura que antes, como si no se hubiese movido desde la maana,
esperaba que su marido cobrase.
A poco comenz a caer nieve mezclada con lluvia. El cochero se desliz del
pescante y empez a levantar la capota de cuero. Mientras tiraba de las varillas que
oponan resistencia, la mujer de Fuflyguin observaba los copos de aguanieve que a la
luz de las lmparas de la oficina brillaban como perlas de plata. Dirigi luego una
mirada firme y soadora a la masa de obreros, como si esta mirada pudiese atravesarlos
libremente, como a travs de la niebla o la llovizna.
Tivierzin advirti por casualidad esta expresin y le desagrad. Pas junto a la
seora de Fuflyguin, sin saludarla, y decidi entrar ms tarde en la oficina, para no
encontrarse con su marido. Sigui avanzando hasta una zona menos iluminada por las
oficinas, donde negreaba el disco de la placa giratoria para los cambios de las vas que
se alejaban hacia el depsito de mquinas.
Tivierzin! Kiprin! llamaron algunas voces desde la oscuridad. Ante las oficinas se haba reunido un grupo de personas. En el interior alguien
gritaba y se oa el llanto de un nio.
Kiprin Savilevich exclam una mujer entre la multitud, defiende al chico. De nuevo, como tena por costumbre, el viejo capataz Piotr Judoliev golpeaba a su
vctima, el joven aprendiz Yusupka.
Judoliev no haba sido siempre un tirano para los aprendices, colrico borrachn de
pesada mano. Hubo un tiempo en que las hijas de los comerciantes y de los sacerdotes
de los barrios obreros de la periferia de Mosc miraron con inters al apuesto capataz.
Pero la madre de Tivierzin, con quien estuvo prometido, cuando termin sus estudios en
la escuela provincial, lo dej plantado para casarse con un compaero suyo de trabajo,
el maquinista Savieli Niktich Tivierzin.
Al sexto ao de viudez, despus de la terrible muerte de Savieli Niktich, que
pereci entre llamas en 1888, en un choque de trenes que hizo poca, Piotr Petrvich
volvi a la carga y Marfa Tivirzina le respondi con una nueva negativa. Desde
entonces Judoliev comenz a beber y a buscar camorra, metindose con todo el mundo
que, segn l, era el causante de todas sus desgracias.
Yusupka era hijo de Himazeddn, portero de la casa donde viva Tivierzin, quien,
por proteger al muchacho en el taller, se haba ganado la antipata de Judoliev.
Pero qu modo es ese de agarrar la lima, asitico?chillaba Judoliev, tirando a Yusupka de los cabellos y golpendolo en el cuello. Es as como se lima el hierro colado? Te has propuesto reventarme el trabajo, condenado trtaro?
No, seor, no lo har ms. Ay, que me hace dao! Te he dicho mil veces que primero hay que fijar la pieza en el mandril y despus
atornillar el trinquete, pero t haces las cosas a tu modo, como te da la gana. Por poco
me estropeas el eje, hijo de perra.
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 21
Yo no he tocado el eje, seor, le juro por Dios que no lo he tocado. Por qu maltratas al chico?intervino Tivierzin, abrindose paso entre los
presentes.
Cuando se pelean dos perros, el que no interviene en la pelea que se quede aparte dijo Judoliev secamente. Te pregunto por qu maltratas al chico.
Y yo te digo que te vayas con Dios, procurador de pobres. Matarlo sera poco a ese canalla, que eso es lo que es. Casi me rompe el eje. Debera besarme las manos por
haberlo dejado con vida, pendejo del diablo. Le he dado un tirn de orejas y unos
repelones para darle una leccin.
De modo, to Judoliev, que crees que el chico merece que le rompan la cabeza? Debera darte vergenza. Un viejo obrero como t, con el pelo blanco, y no tener ni
pizca de juicio...
Lrgate, lrgate, te he dicho, hasta que ests en tus cabales. Ya te quitar yo las ganas de darme lecciones, culo de perro. Ante las narices de tu padre te hicieron sobre
las traviesas, sangre de esturin. Conozco bien a la buscona de tu madre, un pendn
desorejado patas al aire.
Todo lo que ocurri despus no dur ms de un minuto. Uno y otro agarraron lo
primero que les vino a las manos sobre las repisas de los bancos, donde se amontonaban
pesadas herramientas y barras de hierro, y se habran matado mutuamente si los
presentes no se hubiesen precipitado a separarlos. Judoliev y Tivierzin quedaron
cabizbajos, casi rozndose las frentes, plidos, con los ojos inyectados en sangre. A
causa de la agitacin no lograban decir palabra. Una y otra vez, haciendo acopio de sus
fuerzas, erguanse de nuevo dispuestos a irse a la grea, contorsionndose y arrastrando
en sus movimientos a los compaeros que se agarraban a ellos para sujetarlos. Los
corchetes y botones de sus ropas haban saltado, y las chaquetas y camisas se haban
escurrido de los hombros dejndolos al descubierto. A su alrededor se levantaba un
clamor confuso.
E1 formn! Qutale el formn o le abre la cabeza. Calma, calma, to Piotr, o te vamos a romper el brazo. Siempre andan a vueltas estos dos? Habr que ponerlos bien
lejos a uno del otro y bajo llave, a ver si terminan de una vez.
A poco, Tivierzin, con un esfuerzo sobrehumano, se sacudi de encima los cuerpos
que lo aprisionaban, se solt y del impulso fue a parar junto a la puerta. Se precipitaron
los dems para retenerlo, pero, al ver que no tena intenciones de reanudar la pelea, lo
dejaron en paz. Sali dando un portazo, y coment a andar sin mirar atrs. Senta en
torno suyo la humedad del otoo, la noche y la oscuridad.
Trata de hacerles bien y te clavarn el cuchillo en el costado, murmuraba sin
darse cuenta de adnde iba ni por qu.
Aquel mundo de infamia y falsedad, en el que una mujercilla metida en carnes se
atreva a mirar de esa manera a la gente que trabajaba, y en el que un alcoholizado
vctima de esos sistemas gozaba atormentando a sus compaeros de desventura, ese
mundo le era ahora ms odioso que nunca. Caminaba de prisa, como si la rapidez de su
paso pudiera acercar el momento en que todo sobre la tierra sera luz y armona, como
ahora lo supona en su imaginacin. Saba que sus propsitos de los ltimos das, los
desrdenes en la lnea, los discursos en los mtines y la decisin de ir a la huelga, no
llevada a cabo todava, pero tampoco desechada, todo eso formaba parte de ese gran
camino que empezaba ahora.
Pero en su agitacin hubiese querido cubrir de una carrera, de una sola vez, sin
tomar aliento, toda aquella distancia. Mientras se alejaba a grandes zancadas, no
pensaba adnde iba, pero sus pies saban adonde lo llevaban.
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 22
Cuando sali con Antpov de la barraca no tuvo la menor duda de que en la reunin
se decidira ir a la huelga aquella misma noche. Los miembros del comit haban
distribuido ya las tareas y sealado los puestos en los que a cada uno le correspondera
actuar. Cuando desde el taller de revisin de locomotoras, como desde lo ms hondo del
alma de Tivierzin, lleg una ronca seal, que gradualmente se hizo ms fuerte y aguda,
desde el semforo de entrada, una turba procedente del depsito y de la estacin de
mercancas dirigase ya hacia la ciudad mezclndose con otra multitud que, obedeciendo
al silbido de Tivierzin, haba abandonado el trabajo en la seccin de calderas.
Durante muchos aos Tivierzin tuvo la conviccin de que slo l fue quien paraliz
el trabajo y el movimiento en la lnea. Solamente los procesos en que ms tarde fue
juzgado por complicidad y la circunstancia de que entre los hechos que se le imputaron
no figurase la incitacin a la huelga, le revelaron la verdad.
La gente acuda y preguntaba:
Por qu silban? Adnde nos llaman? Desde la oscuridad llegaban las respuestas:
Caray! Ests sordo? No oyes la alarma? Ha habido un incendio. Dnde es el fuego? Cuando se ve que hay fuego, se hace sonar el silbato. Se abran y cerraban
puertas, sala ms gente y resonaban otras voces:
A m con esas? Qu va a ser un incendio! Ignorantes! No hagis caso a ese imbcil. Eso quiere decir que estamos en huelga, os enteris? Ah te dejo el yugo y la
albarda, yo no soy tu bestia de carga. A casa, muchachos!
La multitud aumentaba continuamente. El ferrocarril estaba en huelga.
7
Tres das despus, Tivierzin volvi a casa aterido, cayndose de sueo y con la
barba crecida. La noche anterior haba helado, cosa excepcional en aquella estacin, y
Tivierzin vesta todava de entretiempo. En el portal fue hacia l Himazeddn, el portero.
Gracias, seor Tivierzin le dijo ste. No permitiste que hicieron dao a Yusup. Nunca rezar a Dios bastante por ti.
Ests loco, Himazeddn? Desde cundo soy un seor? Djate de bobadas, por favor. Habla ya. No ves que est helando?
Y vaya helada! En tu casa estars caliente, Savilych. Ayer tu madre, Marfa Gavrlovna, recibi de la compaa una partida de lea toda de abedul. Lea buena y
seca.
Gracias, Himazeddn. Pero t quieres decirme algo. Date prisa, te lo ruego. Estoy helado, comprendes?
Quera decirte que no durmieras en casa, Savilevich. Tienes que esconderte. La polica ha preguntado, y el sargento tambin, quin viene por aqu. Yo he dicho que no
viene nadie. Dije: viene el ayudante, maquinistas, todos ferroviarios. Pero ningn
extrao, no, no!
La casa en la que el soltern Tivierzin viva con su madre y su hermano menor
casado perteneca a la vecina parroquia de la Trinidad. Estaba ocupada en parte por
clrigos, haba dos almacenes, uno de frutas y otro de carnes, de dos comerciantes que
ejercan la venta ambulante en la ciudad. El resto de la casa estaba ocupado sobre todo
por pequeos empleados del ferrocarril Mosc-Brest.
Era una casa de piedra, con galeras de madera, rodeada los cuatro costados por un
sucio patio de tierra apisonada. Mugrientas y resbaladizas escaleras de madera, que
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olan a gato y a col agria, conducan a las galeras. En los corredores estaban los retretes
y algunos trasteros cerrados con candado.
El hermano de Tivierzin llamado a filas con motivo de la guerra, fue herido en
Vafanghoa. Hallbase en el hospital de Krasnoiarsk y su mujer y sus dos hijas haban
ido a buscarlo para llevrselo a casa. A los Tivierzin, ferroviarios por tradicin, les
gustaba viajar y recorran Rusia de una punta a otra con gratuitos billetes de servicio.
Actualmente la casa estaba silenciosa y vaca, habitada slo por madre e hijo.
El cuarto se hallaba en el segundo piso. En la galera, ante la puerta de entrada,
haba una cuba de agua que llenaba poco a poco el aguador. Cuando Kiprin
Savilevich lleg al rellano, observ que la tapadera de la cuba estaba a un lado y sobre
la costra de hielo que aprisionaba el agua se haba pegado una jarra de hierro.
Slo puede haber sido Prov pens con una sonrisa. Bebe y no se sacia; es un pozo sin fondo; tiene fuego en las tripas.
El subdicono Prov Afansievich Sokolov, hombre de agradable aspecto y joven
todava, era un pariente lejano de Marfa Gavrlovna.
Kiprin Savilevich arranc la jarra de la costra de hielo, puso en su sitio la tapadera
de la cuba y tir de la campanilla. Un vaho de olores caseros y apetitoso sabor le dieron
en la cara.
Has calentado bien esto, madrecita. Menos mal que aqu hace calor. La madre le ech los brazos al cuello y lo abraz llorando. l le acarici la cabeza, y
al cabo de un momento la apart con suavidad.
Quien nada arriesga, nada tiene, madrecita dijo en voz baja. Mi camino va de Mosc a Varsovia.
Lo s. Por eso te lloro. Acabars mal. Deberas irte lejos por una temporada, Kuprinka.
Ha estado en un tris que tu querido amigo, tu gentil pastorcillo Piotr Petrov no me abriese la cabeza.
Crey que la hara rer, pero ella no comprendi la broma y le respondi con
seriedad:
No est bien que te ras de l, Kuprinka. Debera darte lstima. Es un desgraciado. Un alma perdida.
Han detenido a Pasha Antpov, es decir, a Pvel Ferapntovich. Llegaron de noche, hicieron un registro y lo pusieron todo patas arriba. Por la maana se lo llevaron.
Y Daria tiene el tifus y est en el hospital. El pobre Pavlushka, que estudia en una
escuela real1, se ha quedado solo con la ta sorda. Por si fuera poco los han desahuciado.
Creo que deberamos hacernos cargo del nio. Para qu ha venido Prov?
Cmo lo sabes? He visto la cuba destapada y la jarra, y me he dicho: ste ha sido el borracho
empedernido de Prov, que se ha atiborrado de agua.
Eres listo, Kuprinka. Es verdad, Prov, Prov, Prov Afansievich. Hizo una escapada para pedirme que le prestara un poco de lea y se la di. Pero qu lea!
Estpida de m! Se me haba ido de la cabeza la noticia que trajo. El zar, sabes?, ha
firmado un manifiesto diciendo que hay que transformarlo todo de otra manera, que no
se haga injusticia a nadie: las tierras para los campesinos y todos seremos iguales a los
nobles. Ha sido firmado ya el ucase y slo falta ponerlo en vigor. Desde el snodo han
mandado una nueva splica para aadirla a la oracin, o una nueva oracin augural, no
lo s exactamente. Lo dijo Provushka y he tratado de no olvidarlo.
1 Centros de enseanza media, organizados en 1872 en la Rusia zarista. En comparacin con los
gimnasios (colegios), predominantes en el pas, con su orientacin hacia las letras, dedicaban mayor
atencin a las ciencias matemticas y naturales.
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 24
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Patulia Antpov, hijo de Pvel Ferapntovich, el que haba sido detenido, y de Daria
Filimnovna, que tuvo que ingresar en el hospital, se fue a vivir con los Tivierzin. Era
un muchacho formal, de facciones regulares y cabellos rubios peinados a raya.
Constantemente se los alisaba con el cepillo y se ajustaba la chaqueta y el cinturn con
la hebilla de la escuela real. Tena un carcter alegre y posea un agudo espritu de
observacin. Con un gran sentido del humor y la precisin saba hacer la parodia de
todo lo que vea y oa.
Casi inmediatamente despus del manifiesto del 17 de octubre1, fue organizada una
gran manifestacin desde la Tvrskaia zastava2 hasta la carretera de Kaluga. Varias
organizaciones revolucionarias, despus de haberse adherido a la iniciativa, no llegaron
a ponerse de acuerdo y poco a poco se retiraron, pero cuando se enteraron de que en la
maana sealada la gente se haba echado a la calle, se apresuraron a enviar a sus
representantes.
A pesar de que Kiprin Savilevich trat de disuadirla, Marfa Gavrlovna acudi a la
manifestacin en compaa del alegre y simptico Patulia.
Era un da seco y helado de principios de noviembre, bajo un cielo de color gris
plomizo. Raros copos de nieve, tan escasos que podan contarse, revoloteaban largo rato
en el aire, como si evitaran la tierra, y perdanse luego, como un blando polvo gris, en
las rodadas llenas de agua.
La gente se haba echado a la calle. Era una verdadera aglomeracin. Caras, caras y
ms caras, forrados abrigos de invierno y gorros de piel de cordero, viejos, estudiantes y
nios, ferroviarios de uniforme, obreros del parque de tranvas y de la central telefnica,
calzando botas hasta ms arriba de la rodilla y vistiendo chaquetas de cuero, colegiales
y estudiantes universitarios.
Durante un rato estuvieron cantando la Varshavianka, Casteis como vctimas y La
Marsellesa, pero, de pronto, el hombre que al frente del cortejo caminaba hacia atrs y
diriga el coro agitando un gorro cosaco apretado fuertemente en el puo, se lo puso en
la cabeza, dejando de entonar la cancin y, volviendo la espalda al cortejo, comenz a
escuchar lo que decan los organizadores que caminaban a su lado. La cancin se
fraccion entonces, se interrumpi y se oy slo el crujiente paso de la multitud sobre el
helado empedrado.
Simpatizantes haban advertido a los organizadores de la marcha que ms lejos los
cosacos estaban aguardando a los manifestantes. Una llamada telefnica a la vecina
farmacia haba denunciado la emboscada.
Bueno dijeron los organizadores, lo principal es tener sangre fra y no perder la cabeza. Hay que ocupar enseguida el primer edificio pblico que encontremos en el
camino, comunicar a la gente el peligro que nos amenaza y dispersarnos
individualmente.
Discutieron cul sera el lugar ms apropiado como refugio. Unos propusieron la
Asociacin de Dependientes de Comercio, otros el Instituto Tcnico Superior, y otros el
Instituto de Corresponsales Extranjeros.
1 Manifiesto del 17 de octubre de 1905 (Sobre el perfeccionamiento del rgimen estatal). El zar Nicols
II, presionado por el creciente auge de la huelga poltica general que tuvo lugar en octubre en toda Rusia,
se vio obligado a firmarlo, proclamando las libertades cvicas e instituyendo la Duma (Asamblea) del
Estado. 2 Una de las puertas de entrada a Mosc.
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 25
Hallbanse discutiendo todava cuando se perfil la esquina de un edificio oficial.
En l estaba ubicado tambin un centro de enseanza y, como refugio, poda ser tan
bueno como cualquier otro.
Cuando llegaron ante l, los jefes se situaron en el espacio semicircular de la entrada
y con ademanes detuvieron la cabeza de la manifestacin. Abrironse las grandes
puertas del edificio y la muchedumbre comenz a invadir el vestbulo hasta que lo llen
por completo, pelliza tras pelliza, gorro tras gorro, y a subir por la escalera.
Al aula magna, al aula magna! gritaban desde el fondo algunas voces aisladas, pero la masa continuaba irrumpiendo, extendindose por los corredores y las clases.
Cuando, por ltimo, se logr hacerla retroceder y todos se hubieron sentado, los
dirigentes intentaron en varias ocasiones dar cuenta de la emboscada que les aguardaba
ms adelante. Pero nadie les prestaba odos. La detencin en aquel lugar cerrado fue
considerada como una invitacin a un mitin improvisado, que comenz
inmediatamente.
Despus de la larga marcha y de las canciones, todos tenan ganas de estar un rato
sentados y en silencio, y que ahora alguien se desgaitara y enronqueciera por ellos.
Entregados al placer del reposo, permanecan indiferentes a los vacos discursos en los
que cada orador declaraba estar de acuerdo con el precedente.
Por eso el xito mayor correspondi al orador menos feliz, que no cans al auditorio
reclamando su atencin. Cada una de sus palabras era subrayada con un rugido de
asentimiento y nadie lament que el discurso fuera ahogado por el estruendo de los
aplausos. La impaciencia les haca asentir en todo lo que deca, gritaban vergenza,
acordaron enviar un telegrama de protesta y luego, al cabo de un rato, aburridos de su
voz montona, se levantaron todos a la vez y, olvidndolo por completo, gorro tras
gorro, fila tras fila, descendieron tumultuosamente por la escalinata y volvieron a la
calle. Continuaba la manifestacin.
Durante el mitin haba comenzado a neviscar. El empedrado estaba blanco y la nieve
caa cada vez ms espesa.
Cuando los dragones cargaron sobre ellos, en las ltimas filas, al principio, no se
dieron cuenta de nada. Luego, de pronto, por encima de la masa se levant un clamor
creciente, como cuando una multitud grita hurra. Alaridos de socorro! y
asesinos! y muchos otros se oyeron indistintamente. Casi al mismo tiempo, sobre la
ola de aquel estruendo, en el estrecho pasaje formado por la multitud ondeante, pasaron
veloces y silenciosos los morros y las crines de los caballos y los jinetes con los sables
en alto.
El pelotn pas al galope, retrocedi, se reorganiz y lanz sobre la retaguardia de
la manifestacin. Se desencaden la violencia.
Minutos despus la calle estaba casi desierta. La gente corra dispersndose por los
callejones. Casi haba dejado de nevar. La tarde era clara como un dibujo al carboncillo.
Al cabo de un rato, el sol, que se pona detrs de las casas, pareca sealar cuanto de
rojo haba en la calle: los gorros escarlata de los dragones, la tela de una bandera roja
yacente en el suelo y las huellas de sangre que, en regueros y gotas rojizas, se extendan
sobre la nieve.
Por el borde de la calzada arrastrbase, apoyndose en los brazos y gimiendo, un
hombre con la cabeza abierta. Ms lejos iban al paso algunos dragones que retrocedan
despus de haber perseguido a los manifestantes hasta el fondo de la calle. Casi por
entre las patas de los caballos corra Marfa Gavrlovna, ladeado el pauelo sobre la
cabeza, y con voz que no pareca ya la suya, gritaba por toda la calle:
Pasha! Patulia!
BORS PASTERNAK - EL DOCTOR ZHIVAGO - 26
l haba caminado constantemente junto a ella divirtindola, imitando a la
perfeccin al ltimo orador. Luego, en el momento de la carga, desapareci
repentinamente en el tumulto.
En la confusin que se produjo, incluso Marfa Gavrlovna se gan un latigazo en la
espalda, y aunque su chaqueta bien forrada lo amortigu mucho, imprec y amenaz
con el puo a la caballera que se alejaba, indignada de que se hubiesen atrevido a
golpear ante el pueblo a una mujer como ella, una anciana.
Ansiosamente miraba a uno y otro lado de la calle. Poco despus descubri por
casualidad al chico en la acera opuesta, donde, en la esquina entre una tienda de
coloniales y el ngulo de un palacio de piedra, se apretujaba un grupo de ocasionales
curiosos.
Hasta all los haba empujado con la grupa y los flancos de su caballo un dragn que
subi a la acera para divertirse con su terror. Cortndoles toda salida, haba llevado a
cabo casi sobre ellos una serie de corvetas y piruetas de picadero, haciendo recular y
encabritando a su caballo, como si estuviera en un circo. Luego, al ver que sus
compaeros volvan al paso, espole a su caballo e instantes despus ocup de nuevo su
puesto entre ellos.
La gente apiada durante aquella exhibicin se dispers enseguida. Pasha, que antes
haba tenido miedo de gritar, se precipit al encuentro de Marfa Gavrlovna.
Pusironse en camino hacia casa, y la mujer no haca ms que murmurar:
Malditos asesinos, condenados verdugos! La gente es feliz porque el zar ha dado la libertad, pero ellos no la quieren. A ellos les gusta estropearlo todo, entender al revs
cada palabra.
Estaba furiosa contra los dragones, contra todo el mundo que la rodeaba y, en aquel
momento, incluso contra su hijo. Poseda por la excitacin, le pareca que todo cuanto
haba ocurrido era una baladronada de los confusionarios amigos de Kiprin, a los que
ella llamaba ilusos y sabihondos de mierda.
Culebras venenosas! Qu quieren esos malditos? Cualquiera lo sabe! Slo chillar y acarrear desgracias. Y qu me dices de ese bocazas? Cmo lo imitabas,
Pshenka? Vuelve a hacerlo, querido, vuelve a hacerlo. Me haces morir de risa!
Talmente como si lo estuviera viendo. Ah, to asqueroso, moscn de burra!
En casa llen de improperios a su hijo: a ver si ella estaba en edad de que un tipejo
a caballo la emprendiera a palos con su espalda!
Pero qu diantre ests diciendo, madrecita? Como si yo fuera el capitn de los cosacos o el jefe de los guardias!
9
Nikoli Nikolevich estaba asomado a la ventana cuando aparecieron los primeros
fugitivos. Comprendi que procedan de la manifestacin y durante unos momentos se
qued mirndolos, creyendo ver a Yura o a cualquier otro entre la gente que se
dispersaba. Pero no reconoci a nadie. Slo una vez le pareci ver pasar rpidamente a
aquel chico (Nikoli Nikolevich haba olvidado su nombre), el hijo de Ddorov, un
atolondrado, a quien no haca mucho tiempo le extrajeron del hombro derecho una bala
y que continuaba metindose otra vez donde no deba.
Nikoli Nikolevich haba llegado a San Petersburgo en otoo. No tena casa en
Mosc y no le gustaba vivir en el hotel. Por eso paraba en casa de los Svientitski,
lejanos parientes suyos, que pusieron a su disposicin un estudio en el entresuelo.
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Aquel casern de dos plantas, demasiado grande para los Svientitski, matrimonio sin
hijos, haba sido cedido en arriendo a los antepasados de la familia por los prncipes
Dolgoruki. La propiedad de los Dolgoruki con tres patios, un jardn y un gran nmero
de construcciones de diferentes estilos, dispuestas sin orden, daba a tres calles y todava,
como antiguamente, se llamaba Muchni Gorodok.
A pesar de sus cuatro ventanas, el estudio era ms bien oscuro, estaba atestado de
libros, papeles, grabados y alfombras. Tena un balcn que abarcaba en semicrculo toda
la esquina del edificio. La doble puerta de cristales que se abra sobre el balcn estaba
hermticamente cerrada en invierno.
Desde dos de las ventanas y a travs de la puerta vidriera que daba a la terraza
vease la calle en toda su longitud: una senda para trineos que se perda en la distancia,
con pequeas casas y empalizadas alineadas oblicuamente.
Desde el jardn los tilos proyectaban sus sombras, ojeando en la estancia como si
pretendieran posar sobre el suelo sus ramas cargadas de nieve: