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Elementos para una teoría del Estado desde el psicoanálisis

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Ensayo Licenciatura en SociologíaElaboración: Noviembre 2014

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Page 1: Elementos para una teoría del Estado desde el psicoanálisis

Moisés Alberto Olvera AntonioPsicoanálisis y Sociedad

Dra. Laura Páez Díaz de León

Elementos para una “teoría del Estado” y del “contrato social” desde el

psicoanálisis

Nos parece pertinente, con el objetivo de comprender, más profundamente, la

configuración del Estado contemporáneo, inferir algunos elementos desde el

psicoanálisis que pudieran esbozar supuestos teóricos de dicha configuración.

Para cumplir con este objetivo nos acercaremos principalmente al texto Psicología

de las masas y análisis del yo, escrito por Sigmund Freud en 1921, en donde

describe la composición libidinal tanto de “masas provisionales” como de “masas

artificiales”, ambas con estructuras libidinales que, suponemos, pudieran contribuir

a explicar la configuración del Estado contemporáneo.

En primer lugar, debemos entender que toda masa está, sea eventual (como la

que se forma en una manifestación) o artificial (como las instituciones) construida

libidinalmente, esto quiere decir que los lazos que se tienden entre los sujetos que

la componen tienen un origen en la libido de cada uno de éstos. La libido, la define

Freud, como un concepto (o lugar de la psique) que hace referencia a la energía

liberada que proviene de las de las pulsiones sexuales y que se halla ligada

indefectiblemente a lo que comúnmente conocemos como “amor”1. De cierta

manera, podemos interpretar que es éste el principio de cohesión al interior de las

masas: el amor (o las pulsiones sexuales de meta inhibida).

Ahora bien, la cuestión del amor no debe limitarse a una situación que competa

únicamente a dos personas de diferente sexo que buscan “materializar” dicho

amor en una unión sexual (sin omitir que todo escenario amoroso obligadamente

tiene como objetivo la unión sexual, considera Freud). El amor no debe restringirse

al que surge entre dos personas de cierta especificidad de parentesco (como el

del hijo hacia la madre), él puede surgir para con uno mismo (narcisismo), hacia

otros en los que no se guarda una línea directa de parentesco o para las nociones

o ideas abstractas.2

1 Sigmund Freud, Psicología de las masas y análisis del yo, Obras completas vol. XVIII, Buenos Aires, Amorrortu, 1984, p. 86.2 Ibid., p. 86.

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Precisamente el último argumento (el amor como vínculo de unión entre los

sujetos y las ideas) es clave para comenzar a esbozar y señalar la importancia

que tiene “el amor” para entender el funcionamiento del Estado moderno ya que el

vínculo primero (“vínculo de amor” o “lazo sentimental”) con el que se

comprometen los individuos en la formación de un Estado es justamente, según

indican las teorías clásicas del contrato social, la idea del “contrato social” y, este

último, parece que es posible abordarlo como una construcción libidinal de los

sujetos que forman parte de una masa que tenderá a adquirir cualidades

artificiales (que señalaremos más adelante considerando a dicho vínculo como el

inicio del contrato social).

Sin embargo hace falta aclarar una situación capital en la definición de la

importancia del “lazo amoroso” o "sentimental” en la masa: el amor como energía

que parte de las pulsiones sexuales puede tener un “núcleo” de pulsiones

sexuales “directas” o de pulsiones sexuales de “meta inhibida” (característica

pulsional, esta última, que se relaciona con la “sublimación”); esta “división”, sin

embargo, no indica que literalmente existan dos tipos de pulsiones sexuales,

significa que las pulsiones sexuales pueden ser, o no, reprimidas, pero

necesariamente tienen que satisfacerse. Cabe señalar que las pulsiones de meta

inhibida, las cuales son resultado de la represión primitiva de las pulsiones

sexuales directas, además de configurar el inconsciente, se satisfacen a través de

circunstancias no directas (así se puede entender su carácter inhibitorio y

reprimido).

Es importante señalar estas “diferencias” dado que, en la estructura libidinal de la

masa, las pulsiones de meta inhibida, serán las únicas que generen los lazos

libidinales para la formación de dicha masa debido a que estos lazos son los

únicos con la capacidad de permanecer y no desvanecerse en su satisfacción

inmediata como las pulsiones sexuales directas; es importantísimo señalar esta

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característica de las pulsiones de meta inhibida por el siguiente elemento que

define a la masa: el padre (o la ilusión de él y de que ama a todos sus hijos por

igual).

Una masa, constituida por lazos libidinales de pulsiones de meta inhibida, tiende a

generar lazos duraderos, no sólo con los otros sujetos de la masa, sino con el jefe

o padre mismo. Esta “doble ligazón libidinosa”3, tanto con los “hermanos” de la

masa como con el padre de ella, señala Freud, es fundamental en la conformación

libidinal de la masa dado que se encuentra relacionada de manera directa con la

“horda primordial”4 por la importancia del padre en su configuración (situación que

Le bon y McDougall pasan por alto al no reconocer la importancia del líder en la

formación y desarrollo de la masa).

La “horda primordial” en donde Freud sitúa la “más antigua psicología del ser

humano”5 es también el lugar de desarrollo del “padre primordial”. Aquel que

“impedía a sus hijos la satisfacción de sus aspiraciones sexuales directas”6 y que,

por el contrario, él satisfacía totalmente. Situación que generó las condiciones

para que los hijos se sublevaran contra él y lo asesinaran preservando, sin

embargo, su figura “idealmente” (aunque con un vacío que será permanente, lo

que lleva a la búsqueda y construcción de un nuevo padre) con el fin de mantener

el orden, sentando de esta manera “las bases de la organización social, la cual

lleva implicada en su propia constitución la prohibición de ciertas relaciones en su

interior”7 lo que en consecuencia resulta en “el origen de la religión, la eticidad, la

estratificación social y los mecanismos de alianza y parentesco”8. De esta forma,

la estructura libidinal de la masa, se conforma en torno del “complejo totémico”

(que surge con el asesinato del padre), que se convierte en el “ideal del yo”, o sea,

en la “suma de todas las restricciones que el yo debe obedecer”9.

3 Ibid., p. 91.4 Ibid., p. 117.5 Ibid., p.117.6 Ibíd., p. 118.7 Laura Páez Díaz de León, “Prol(egó)menos al sujeto en la teoría psicoanalítica”, en Laura Páez Díaz de León (coord.), Entorno al sujeto, contribuciones al debate, México, UNAM, 1995, p. 86. 8 Ibíd., p. 88.9 Sigmund Freud, Psicología de las masas y análisis del yo… op. cit., p. 124.

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Ahora bien, estos últimos argumentos planteados en torno de la formación libidinal

de la masa, ya pueden sugerirnos elementos para esbozar, desde el psicoanálisis

(elementos que pensamos ya se encuentran, de hecho, en él), una teoría del

estado que tenga como fundamento un “contrato social”. En primer lugar el

supuesto del contrato social, desde las afirmaciones de los pensadores clásicos

que sospechan componen el “contrato social”, parte de la idea de un orden

anterior a él, en donde la “sociedad” se hallaba en un “estado de naturaleza”, el

cual podía caracterizarse por la violencia de unos contra otros, como lo cree

Hobbes o, como lo suponen Locke y Rousseau, los hombres que viven en esa

“sociedad” son libres, iguales e independientes (sin embargo para Rousseau este

estado de libertad e igualdad se ha descompuesto, es decir, dejó de ser lo que en

un primero momento fue resultado de la naturaleza bondadosa del hombre).

El objetivo principal del contrato social era, pues, hacer frente a las amenazas que

pudieran poner en riesgo ese estado de libertad e igualdad del que todos los

hombres gozaban por naturaleza (Locke) y que otros hombres, por su naturaleza

violenta, eran capaces de amenazar (Hobbes). Por su parte, no muy alejado de

Locke y Hobbes, Rousseau suponía que la necesidad de generar un contrato

social obedecía a la obligación de hacer frente al estado de desigualdad y

esclavitud que la sociedad de su tiempo se había encargado de generar, situación

que hacía necesario regresar al estadio que por naturaleza tenían derecho de

gozar todos los hombres.

Cabe señalar que estos pensadores consideraban que para poner en marcha el

contrato social era necesario limitar la libertad de cada individuo y ceder a un

soberano (Hobbes), a un parlamento (Locke) o a la “voluntad general” (Rousseau)

una parte de esa “libertad” natural de la que gozaban todos los hombres. Esta

autoridad generada por delegación de la sociedad se encargaría de procurar (o

restaurar, según sea el caso) el estado de libertad e igualdad con el que

naturalmente se nacía, por lo que todos los individuos de la sociedad debían

obedecerla (a la voluntad general).

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Ahora bien, abordando las consideraciones señaladas (el contrato social como

fundamento del Estado moderno) desde la hipótesis de la “horda primitiva” como

antecedente de la construcción libidinal de las masas artificiales en donde el líder

es el “ideal del yo” para todos los sujetos que componen dicha masa y que es, al

mismo tiempo, condición que determina su vinculación libidinal entre unos y otros,

podemos observar que el contrato social está generado por las metas inhibidas

(considerando que Freud afirma que una masa artificial sólo es posible a través de

las pulsiones de meta inhibida que permiten generar lazos más duraderos tanto

como con el padre como con los “hermanos”) realizadas en la “voluntad general”

(que es una especie de padre al cual todos los “firmantes” del contrato deben

someterse) que, innegablemente, se convierte en el “ideal del yo” que dicta la

normatividad (el sometimiento a la autoridad y la delegación de la libertad

individual) bajo la que debe conducirse el yo. Esta hipótesis, indudablemente,

puede fundamentarse bajo la siguiente descripción sobre el concepto freudiano de

“exogamia” como “voluntad prolongada del padre”:

La renuncia al deseo y la instalación de la ley como un solo movimiento promueve que

el sujeto busque en el grupo las soluciones (sintomáticas) a su imposibilidad de gozar.

Dice Freud, el mandamiento de la exogamia (cuya expresión negativa es el horror al

incesto) responde a la voluntad del padre y la prolonga tras la eliminación de él, de

ahí su carácter sagrado, que explica que en el origen lo sagrado no es otra cosa que

la voluntad prolongada del padre primordial. Es decir, al quedar la fraternidad

plenamente constituida y sellado el pacto de renuncia, el contrato social así

establecido no sólo consistirá en el establecimiento de los derechos y obligaciones

mutuas, 10sino que será el garante de la vacuidad, por la que cada una renunciará al

ideal de conquistar la posición del padre. 11

Es preciso, sin embargo, hacer notar una característica fundamental del contrato

social que podemos observar desde la noción de la “horda primitiva”, a saber, que

10 El subrayado es mío.11 Laura Páez Díaz de León… op. cit., p. 90.

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la masa careció de líder hasta que decidió crearlo (o sea que la “falta” o el “vacío”

fueron antes del padre, según parece se puede interpretar si consideramos que

antes del contrato social, o sea del padre, no había más que la “libertad” de la que

gozaban todos los hombres, cuestión que el psicoanálisis sólo pudiera situar en la

realización del narcisismo primario, momento en que la represión aún no se

efectúa y por lo tanto se puede hablar de una cierta “libertad”); por el contrario, en

la horda primitiva, el padre (o líder), es condición sine qua non la masa sería

imposible. En otras palabras, si nos atenemos al argumento del psicoanálisis, el

Estado no sería posible sin un padre (real o simbólico) ya que no habría un vínculo

que en un primer momento convoque a los individuos del contrato social a ceder

un fragmento de su libertad y estar dispuesto a subordinarse al “leviatán” supuesto

por Hobbes.

Para problematizar un poco más la cuestión, supongamos el rompimiento del

contrato social y, por ende, la disolución del fundamento principal del Estado. En la

horda primitiva se supone que dicho “desconocimiento” del padre se realiza al ser

asesinado éste por los hijos, lo que genera un vacío (o “falta del objeto”) por lo que

se ven en la necesidad, los hijos, de generar permanentemente la misma función,

a través del tótem, que cumplía el padre y llenar, de esta manera, la falta (del

padre), que por cierto no será exitosa ya que la operación de sustitución del padre

tendrá que realizarse incesantemente; problema que denomina Freud como

“repetición del fracaso”12. El contrato social y el Estado, planteado desde esta

perspectiva psicoanalítica, sólo sería posible si antes del contrato social existió un

padre (entendido como función) como ser o como noción, que fue negado y

sustituido, posteriormente, por el contrato social.

Pensada de esta manera, la idea de libertad, en el contrato social, sería el padre

que los convoca ante su posible asesinato (esta interpretación quedaría más justa

en la posición de Rousseau donde la “libertad” ya ha sido asesinada, lo que

genera una situación de esclavitud y desigualdad, por lo que es necesario generar

un padre que pueda restituirla; la “voluntad general” sería convocada para realizar

12 Ibid., p. 89.

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tal empresa). En síntesis, en ambos casos, tanto el riesgo de perder al padre

(divinizado en la libertad) como el haberlo ya perdido, requieren crear un ideal del

yo que impida su pérdida o restablezca la que un momento fue perdida.

Ahora bien, una de las preguntas que surgirían para considerar el asesinato del

padre, bajo los argumentos que da el contrato social, que podría ser la libertad (el

padre divinizado) ya que es en aras de recuperarla o resguardarla por lo que surge

dicho contrato, es qué la puso en riesgo o quién la mató en ese primer momento a

la libertad entendida como padre primordial. Quizá el que más se acerca a definir

claramente, entre los tres pensadores del “contrato social”, al “asesino de la

libertad”, sea Hobbes al sentenciar que “el hombre es el lobo del hombre”, homo

homini lupus, lo que mostraría cierta relación con la situación sucedida en la horda

primitiva cuando los hijos ultiman al padre por negarles la libertad de satisfacer sus

aspiraciones sexuales directas (lo que nos lleva a pensar en la represión del padre

para con la libertad de sus hijos para realizar dichas aspiraciones).

Todo lo anterior nos lleva, entonces, al problema de la libertad y el Estado que,

desde la perspectiva de los tres teóricos citados, el “contrato social”, sería el

elemento mediador para preservarla pero, al mismo tiempo, restringirla. Desde el

psicoanálisis Freud es claro, “el principal fenómeno de la psicología de las masas

[es] la falta de libertad del individuo dentro de ellas”.13 Lo que en conclusión nos

hace pensar, y afirmar que la libertad es la gran ilusión (padre primordial) que llevó

a justificar y generar un contrato social (porque o fue asesinada, como lo supone

Rousseau, o está en riesgo de ser asesinada, como lo creen Locke y Hobbes),

situación que por demás implica la sustitución del padre primordial (la libertad) por

la del contrato social (ideal del yo); lo que comprueba la repetición del fracaso por

fallar en la sustitución de ese primer padre perdido que en pos de conservarse fue

asesinado y sustituido hasta llegar a la figura del Estado y el soberano

(repeticiones fracasadas que buscan cubrir el vacío de la falta primera).

Bibliografía

13 Sigmund Freud, Psicología de las masas y análisis del yo, op. cit., p. 91.

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Freud, Sigmund, Psicología de las masas y análisis del yo, Obras completas vol.

XVIII, Buenos Aires, Amorrortu, 1984.

Páez Díaz de León, Laura (coord.), Entorno al sujeto. Contribuciones al debate,

México, UNAM, 1995.

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