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ELENA DE TROYA

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NOVELA LITERARIA

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  • Annotation

    Esta es la historia de Helena de Troya, la mujer ms bella del mundo. Una mujer premiada y castigada por los dioses con un don tan nico yvirtuoso como maldito y terrible: una belleza incomparable, capaz de provocar la mejor locura de los hombres, pero tambin la peor cordura.

    Hija de un dios, esposa de reyes, amada y odiada por todos, Helena vivir desde pequea y para siempre sometida a la mirada escrutadorade amigos y enemigos, slo por ser quien es, por ser como es, por poseer el rostro que provocar una de las guerras ms famosas y legendariasde la historia de la humanidad: la Guerra de Troya.

    De la mano y la voz de la misma Helena, en esta novela conocemos su verdadera historia; su punto de vista sobre la leyenda; su niez,marcada por las funestas profecas cernidas sobre su familia, que la obligan a vivir oculta del resto del mundo; su temprano matrimonio conMenelao, tras la competencia entre cientos de pretendientes; su historia de amor y traicin con Paris; el asedio de Troya; su encuentro conpersonajes inolvidables: Aquiles, Agamenn, Pramo, Odiseo, Hctor, entre otros.

  • MARGARET GEORGE

    HELENAde

    TROYA

    Traduccin de Ana Herrera

  • ACERCA DE LA OBRA

    La venganza, el deseo, la ira, los celos, el amor, la muerte y la soledad plagan la vida de Helena, y Margaret George, maestra en estas lides,plasma en este fascinante libro todas las contradicciones de un personaje de leyenda.

    La autora de Memorias de Cleopatra consigue acercarnos a la vida de un personaje que, en una terrible paradoja, encarna en su belleza ladesdicha del monstruo: la soledad de un ser sin par y nico.

  • Ttulo original: Helen of Troy 2006 Margaret George

    Primera edicin: noviembre de 2011 de la traduccin: Ana Herrera

    de esta edicin: Roca Editorial de Libros, S.L.Av. Marqus de lArgentera 17, principal

    08003 [email protected]

    Diseo de cubierta: OPALWORRKSImagen de portada: Corbis

    ISBN: 978-84-9918-391-6

  • Para mi hija Alison Rachel, querida amiga y compaera.Y para su abuela, mi madre, Margaret Dean, una de las ltimas grandes bellezas sureas.

  • ... Troya, cuyos muros todava no eran antiguos haba sido destruida, esa ciudad noble, regia, y muchos hombres de gran valor yrenombre perdieron su vida, algo que nadie puede negar, y todo por Helena, la esposa de Menelao.Cuando algo est hecho, no puede ser de otro modo.

    Libro de Troya, circa 1412-1420.JOHN LYDGATE

  • Prlogo

    Volaba de vuelta a Troya. No, era ms bien como si flotase, porque era un vuelo fijo, sin caer ni planear. No tena alas, aunque llevaba los brazosextendidos, pero stos parecan servirme ms bien para orientarme, y no para propulsarme. Notaba el viento que se deslizaba entre mis dedos.Me sent sumergida en la maravilla de poder volver a Troya, y sin esfuerzo alguno.

    Vea el azul brillante del mar, pasaba por encima de sus destellos y sus olas cubiertas de blanca espuma, por encima de las islas que seerguan como ridos lomos de animales, despojados de su pelaje. Eran marrones, y sus huesos, que se mostraban en las colinas, eran su espinadorsal.

    Dnde estaban aquellos que habamos visitado Paris y yo en nuestro camino hacia Troya, nuestros peldaos en el camino? Desde tanarriba era imposible decirlo.

    Una gaviota se arroj en picado junto a m, y el viento que proceda de sus alas batientes alter mi vuelo. Durante un instante not que caa, yluego me enderec y segu flotando serenamente. Mi traje se agitaba, flotando como el humo a mi alrededor.

    Lejos vea unos barcos. Adnde se dirigiran? Quin ira en ellos? Imposible saberlo, y adems, realmente, no me importaba. As nosvean los dioses: como diversiones insignificantes. Ahora lo comprenda. Al final, lo comprenda.

    Apareci la costa de Troya..., qu pronto! Slo tena una preocupacin, un impulso ardiente: contemplar de nuevo Troya. Entrar de nuevo porsus puertas, caminar por sus calles, tocar los edificios, s, hasta los edificios que nunca me haban importado nada. Ahora todos eran preciosos.Me situ bien y fui bajando lentamente justo hasta el exterior de la puerta del sur, la mayor. Cuando la contempl la primera vez que entraba enTroya, su parte superior pareca alcanzar el cielo, pero ahora que la vea desde abajo saba que se detena mucho antes de las nubes.

    Cosa extraa: cuando mis pies tocaron la tierra, no levantaron polvo. Pero me senta aturdida por la alegra embriagadora de saber queestaba de vuelta en Troya. Oa a los pjaros en la pradera que me rodeaba, notaba el aroma somnoliento de los campos al medioda. A miderecha vi rebaos de caballos pardos pastando, los famosos caballos de la llanura troyana. Todo era pacfico y ordenado. A distancia se veauna pequea granja de piedra con el tejado de tejas, junto a un bosquecillo. Quise acercarme all, llamar a la puerta. Pero estaba muy lejos, asque me volv hacia Troya.

    Troya! La magia de Troya se alzaba ante mis ojos, bailando ante el azul del cielo. Sus torres eran las ms altas que poda construir hombrealguno, sus murallas las ms recias y las ms hermosas, y en su interior..., ah, en el interior se encontraban todas las maravillas del mundo! Troyareverberaba como un espejismo, vibraba en el aire, seductora, susurrando sus secretos, atrayndome hacia ella.

    Camin hacia la puerta. Para mi sorpresa, estaba abierta. Las gruesas hojas forradas de bronce estaban de par en par, y detrs de ellas seabra el camino que conduca a la ciudadela, ancho e invitador. Pas a travs del portn que normalmente tena guardias y no me pregunt a mmisma por qu entonces no haba guardia alguna ni soldados. Una vez dentro, haba silencio..., ni el sonido de las carretas chirriantes, ni risas nivoz alguna.

    Segu andando hacia la ciudadela, aquel grupo de palacios y templos que coronaba la parte superior de Troya. Vea su brillo en la distancia,y su piedra blanca me saludaba, como si fuese una diosa.

    La ciudad estaba completamente desierta, y empec a or ecos en las casas vacas al pasar. Adnde haba ido toda la gente?Busqu en la ciudadela, donde deba de estar toda mi gente. Pramo y Hcuba estaran en su palacio. Hctor y Andrmaca en el suyo, y los

    muchos hijos e hijas de Pramo y Hcuba en sus propios aposentos, detrs del palacio real... Cincuenta hijos y doce hijas, cada uno de ellos consu propio hogar. Y entre el templo de Atenea y el palacio de Hctor, estara el mo y de Paris, en pie, alto y orgulloso.

    Y estaba all. Perfecto, tan perfecto como cuando Paris y yo lo imaginamos, mucho antes de que se hubiese colocado una sola piedra.Cuando yacamos juntos en nuestro fragante lecho y nos divertamos imaginando nuestro palacio perfecto. All estaba.

    Como nunca fue. Las piedras no eran exactamente as; no, no pudimos conseguir las rojas de Frigia y tuvieron que usar otras ms oscurasde Lesbos. Pero all eran rojas, y estaban unidas con argamasa y colocadas en su sitio. Durante un instante me sent sorprendida por aquelhecho, y me qued mirndolas. No, no era as, excepto en nuestra mente, murmur, como si las piedras pudieran temblar un poco y cambiarsea s mismas al or mis palabras. Pero siguieron tal y como estaban, obstinadas.

    Me encog de hombros. No importaba. Entr en el palacio y me abr camino por el amplio mgaron y luego sub las escaleras hacia la partems privada de nuestros aposentos, las habitaciones adonde Paris y yo nos retirbamos cuando los asuntos del da concluan al fin y podamosestar solos.

    Mis pisadas hacan eco. Por qu estaba todo tan vaco? Era como si un hechizo lo hubiese atrapado todo. Nada se mova, no se oa unasola voz.

    Me qued de pie en el umbral de la cmara. Paris tena que estar all. Me estaba esperando. Haba vuelto de los campos, de hacer ejerciciocon los caballos salvajes, como tanto le gustaba, y ahora estara tomndose una copa de vino y frotndose algn hematoma sufrido por lostrabajos del da. Levantara la vista y me dira: Helena, el caballo blanco del que te habl....

    Resueltamente abr la puerta. La habitacin estaba mortalmente silenciosa. Tambin pareca oscura.Entr, y el susurro de mi tnica rozando mis pies era el ruido ms intenso que se oa.Paris? dije, la primera palabra que pronunciaba.En los cuentos, la gente se convierte en piedra. Pero all haban desaparecido. Me volv hacia un lado y otro, buscando a alguien en las

    habitaciones, pero no haba nada. El cascarn de Troya permaneca, sus palacios, sus muros y calles, pero la haban despojado de lo querealmente la haca grande: su gente.

    Y Paris..., dnde ests, Paris? Si no ests aqu en nuestro hogar, dnde ests?Vi la luz del sol, y agradec que alguien hubiese abierto los postigos. Ahora Troya poda volver a vivir de nuevo; ahora la luz del sol podra

    inundarla. Las calles se llenaran de nuevo de gente, y la ciudad recobrara la vida. No haba desaparecido, slo estaba durmiendo. Y entoncespodra despertar.

    Seora, ya es hora. Alguien me tocaba el hombro. Has dormido demasiado.Todava aferrada a Troya, de pie en el dormitorio de mi palacio. Paris estara all ahora mismo. Seguro! Tena que venir!Ya s que es difcil, pero tienes que levantarte. Era la voz de mi dama de compaa. Menelao slo ser sepultado una vez. Y hoy es el

    da. Mis condolencias, seora. S fuerte.Menelao! Abr los ojos y mir a mi alrededor, desconcertada. Aquella habitacin... no era mi habitacin de Troya. Ah, dioses! Estaba en

    Esparta, y Menelao haba muerto.

  • Mi marido espartano, Menelao, haba muerto. El troyano Paris no estaba all. No estaba conmigo desde haca treinta aos. Troya habadesaparecido. Ni siquiera poda considerar que era una ruina humeante, porque su humo se haba esfumado en el cielo haca muchsimo tiempo.Troya estaba tan muerta que hasta sus cenizas se haban dispersado.

    Todo haba sido un sueo, mi visita a Troya. Incluso lo que quedaba en mi amable sueo, los muros, las torres, las calles, los edificios; todohaba desaparecido. No quedaba nada. Me ech a llorar.

    Una mano suave en mi hombro:Ya s que sientes pena por l me dijo. Pero, aun as, deberas...Pas los pies por encima del borde de la cama.Ya lo s. Debo asistir al funeral. No, es mucho ms que eso: debo presidirlo. Me ergu, ligeramente mareada. S cul es mi deber.Seora, yo no quera...Claro que no. Elige mi ropa. As me librara de ella.Me apret las sienes con los dedos. Menelao haba muerto. Las cosas estaban as. Su confesin, su ruego..., todo haba desaparecido.

    Haba pasado mucho tiempo atrs. Y Paris: La gente que todava no ha nacido har canciones sobre nosotros, le haba dicho yo. Qu joven yqu idiota era. l se haba desvanecido. No estaba por ninguna parte, en mi sueo..., y yo lo saba ahora por un sueo. Paris y yo ya noexistamos.

    No importaba. El sueo me haba mostrado el camino. Volvera a Troya despus del funeral, despus de arreglar las cosas en Esparta.Deba volver a ver aquello de nuevo, por vaco y arruinado que estuviese. All fue donde viv, donde viv con mayor plenitud, donde Helenarealmente tom forma como Helena, y se convirti en Helena de Troya.

    En mi vida, yo me haba remontado muy alto, aunque fuese por un breve tiempo: en eso el sueo tena razn. Una vez hubo una Helena, yvivi con plenitud en Troya. Pensad lo que queris. En mis tiempos provoqu odios, guerras y muerte. Se deca que yo era la mujer con unacorona de espadas de bronce enmarcando su rostro en lugar de flores.

    Sin embargo, yo no hice nada, no fue mi intencin. Arrojo esas culpas a los pies de los hombres que me persiguieron.Hablo de Helena como si la conocierais, pero quin es Helena?Escuchad, y os lo contar. Contened el aliento, y la oiris hablar.

  • PARTE I

    Esparta

  • I

    Helena. Antes de saber hablar ya o mi nombre y supe que era Helena. Mi madre lo susurraba, pero no dulcemente. Lo susurraba como si fuera unfeo secreto. A veces incluso lo siseaba junto a mi odo, y yo notaba su aliento clido cosquilleando mi piel. Nunca lo murmur, y nunca lo grittampoco. Los murmullos son para las ternezas, y los gritos para advertir a los dems. Ella no quera atraer la atencin hacia m de esa manera.

    Tena otro nombre familiar para m, Polluelo, y cuando lo usaba sonrea, como si aquello le complaciese. Era algo privado, nuestropequeo secreto, porque nunca lo usaba ante nadie ms.

    Igual que las nieblas que se cien a las colinas gradualmente van clareando y desaparecen, y la forma slida de las rocas y los bosquesaparece, igual la vida toma forma en nuestros recuerdos ms tempranos, que desaparecen despus. Entre el remolino de memorias ysentimientos mezclados de mi niez, recuerdo estar en un palacio donde viva la familia de mi madre, y donde ella haba crecido. Mi abuela y miabuelo todava vivan, pero cuando intento recordar sus rostros no puedo. Todos habamos ido all, huido all ms bien, a causa de los problemascon el trono de mi padre en Esparta. Lo haban expulsado de all y ahora era un rey en el exilio, viviendo con la familia de su esposa.

    Ahora s que todo eso fue en Etolia, aunque por supuesto yo no saba nada de emplazamientos, lugares, nombres. Slo saba que nuestropalacio en Esparta, all arriba en la colina, estaba ms abierto al sol y al viento que el otro, que era oscuro y cerrado como una caja. No megustaba estar all y deseaba volver a mi antigua habitacin. Le pregunt a mi madre cundo sera aquello, cundo podramos volver a casa.

    A casa? me dijo ella. sta es nuestra casa!Yo no lo entenda y sacuda la cabeza.sta era mi casa, donde yo crec. Esparta nunca fue mi casa.Pero es la ma dije yo. Intent no llorar al pensar que quiz no pudiera regresar nunca all. Pens que haba detenido las lgrimas en los

    rabillos del ojo, pero mi labio tembloroso me delat.No llores, nia! dijo ella, cogindome el brazo. Las princesas no lloran, ni siquiera delante de sus madres! Cuando se inclin y su

    cara se acerc a la ma, tena un aspecto odioso. Era larga y estrecha, y al fruncir el ceo pareca alargarse ms an, estirndose hasta parecer elhocico de un animal. Pronto sabremos el tiempo que tenemos que estar aqu, y adnde iremos. Delfos nos lo dir. El orculo nos lo revelar.

    bamos dando sacudidas en una carreta por una tierra que era salvaje y boscosa. No se pareca en nada a la tierra en torno a Esparta,recogida en su suave valle verdeante. All las colinas speras, cubiertas de matorrales y rboles esculidos, dificultaban nuestro viaje. A medidaque nos aproximbamos a la montaa donde se esconda el lugar sagrado de Delfos, tuvimos que abandonar las carretas e ir caminando por unsendero con rodadas en un empinado ascenso. A cada lado de nosotros, unos rboles delgados y altos, con troncos como agujas, buscaban elcielo pero no producan sombra alguna, y tenamos que ir rodeando grandes peascos y trepar por encima de los obstculos.

    As cuando llegas es ms especial dijo uno de mis hermanos, Cstor. Tena unos cinco aos ms que yo, y el pelo oscuro como el denuestra madre, pero con un carcter amistoso y alegre. Era mi mejor amigo entre mis hermanos, animoso y alentador, divertido, aunque siemprecuidadoso y vigilante conmigo, la menor. Si fuera fcil de encontrar, no sera una recompensa tan grande.

    Recompensa? Subiendo con nosotros, resoplando y dando tumbos, vena el gemelo de Cstor, Polideuces. Era tan rubio como Cstormoreno, pero viva en las sombras de la precaucin y el peligro, que empaaban su bello aspecto. No veo ninguna recompensa, slo unascenso seco y polvoriento por el monte Parnaso. Y para qu? Para que una vidente nos diga lo que debemos hacer? Sabes que si a nuestramadre no le gusta lo que oye, simplemente, lo ignorar. De modo que, por qu nos molestamos en subir, cuando ella poda quedarse en suhabitacin, llamar a una adivina y que hiciera el rito de adivinacin all mismo?

    Es nuestro padre quien debe saberlo dijo Cstor. l dar mucho valor a lo que diga el orculo, aunque nuestra madre no lo haga. Essu trono, despus de todo, sa es la cuestin.

    Y es su hermano el que le ha expulsado de l. Y ahora, querido hermano, estrechemos las manos y juremos evitar luchas semejantes.Podemos gobernar juntos. No veo nada que lo impida se rio Cstor.Si nuestro padre no recupera su trono, difcilmente podremos seguirle dijo Polideuces.Bueno, entonces nos ganaremos la vida boxeando y luchando, ganaremos todos los premios y tendremos mucho ganado y mujeres...Siempre os las arreglaris, de eso estoy seguro. De pronto la mayor estaba junto a nosotros, nuestra hermana Clitemnestra. Es un

    gran don. Se volvi hacia m. Ests cansada?Lo estaba, pero no pensaba admitirlo.No, no, qu va! Y me apresur, para demostrarlo.Al anochecer llegamos a Delfos al fin. Habamos subido y subido hasta que finalmente pasamos junto a una fuente donde otros, que

    parecieron salir de repente de la nada, se refrescaban y salpicaban agua en los rostros, y llenaban sus odres. La fuente desaguaba en unestanque, sombreado por unos rboles que se cernan por encima del borde, y el sol moteaba la superficie, jugando con ella. Era un lugar muytranquilo y pacfico, y yo sumerg las manos en el agua sorprendentemente fra, dejando que me refrescase.

    Era demasiado tarde para acudir al orculo, y por lo tanto pasamos la noche en los campos que haba justo debajo de los edificiossagrados. All tambin haba otros muchos que dorman al raso. Las estrellas sobre nosotros eran brillantes y fras. Las mir y me promet a mmisma pedirles a mis hermanos que me contaran todas las historias sobre ellas. Pero aquella noche estaba tan cansada que me qued dormidaal instante.

    El sol me hera los ojos y me despert muy temprano. No tena que asomarse por encima de una montaa, como en Esparta, sino queinundaba el cielo con su luz en el instante en que apareca. A mi alrededor otros se removan y doblaban sus mantas, enderezndose, ansiosospor descubrir los secretos de Delfos.

    Mi padre no era l mismo. Lo saba por la forma que tena de saludar a los peregrinos que nos rodeaban. Hablaba con ellos, pero no parecaor sus respuestas. Y reaccionaba de una manera vaga, inconsecuente.

    Debemos apresurarnos para llegar los primeros al orculo. Mir a su alrededor a todos los dems, examinndolos. Suspreocupaciones son corrientes, no el futuro de un trono. Nos empuj hacia el camino.

    El orculo. El futuro. Augurios. Profecas. Hasta entonces, yo era libre. Era una nia sin importancia... o eso crea al menos. Despus,gobernaron mi vida, los adivinos, los lmites fijados por los dioses, los parmetros que me definan.

    Mi padre corra hacia el orculo, inclinndose en contra del viento en su prisa por llegar el primero, cuando de repente reson un chillidoprocedente de una roca en el camino. Encaramada a ella estaba una vieja, una mujer que, con sus ropajes oscuros y su capucha, pareca ms unbuitre o un cuervo que una persona.

  • T! T! grazn, lo juro.Mi padre se detuvo. Todos nos detuvimos. l se acerc a ella, se puso de puntillas para orla, mientras ella se inclinaba desde su roca y le

    hablaba. l frunci el ceo, luego mene la cabeza. Estaba discutiendo con ella! Le vi hacer gestos. Luego vino hacia m y me arrastr hacia ella.Yo no quera ir. Por qu me obligaba? Me retorc e intent soltarme.Nia, nia! chillaba ella, con su espantosa y aguda voz.Mi padre me levant, mientras yo me retorca e intentaba escapar, y me sujet fuerte. Me subi hacia ella. Ella se inclin hacia delante y me

    cogi la cabeza, y su voz cambi. Empez a proferir unos gritos extraos, sobrenaturales. Sus manos eran como garras, me sujetaban tan fuerteque yo tema que me reventara la cabeza.

    Crala en Esparta, pues! Su voz era un sonido como el del agua en la poza que habamos pasado junto a la entrada a Delfos, distante yoscura. Pero ella ser la ruina de Asia, la ruina de Europa, a causa de ella se librar una gran guerra, y muchos griegos morirn!

    Sultame, sultame! gritaba yo.Pero mi padre me sujetaba fuerte, y la mujer aspiraba y espiraba con aspereza emitiendo un sonido espantoso, medio jadeo medio rugido.

    Mi madre estaba de pie, clavada en el suelo, inmvil. La indefensin de mis padres me asust ms que nada. Era como si ella, mediante algnextrao poder, los hubiese paralizado.

    Troya murmur ella entonces. Troya...Luego, repentinamente, el hechizo se rompi. Dej de respirar laboriosamente y me solt la cabeza. Me cosquilleaba el cuero cabelludo, y

    ca en los brazos de mi padre.Continuamos la marcha por el sendero arriba hacia el orculo, el famoso orculo que se situaba en un lugar secreto y aspiraba los humos o

    conversaba con el dios Apolo, y mi padre la busc. Pero no s qu fue lo que le dijo. Yo todava estaba temblando por el ataque de aquella mujer.La sibila corrigi Clitemnestra. Es la sibila Herfila, y va vagando por ah haciendo profecas. Es mucho ms vieja que el orculo, ms

    importante. Clitemnestra saba esas cosas. Era seis aos mayor que yo, y se haba preocupado de enterarse de esas cosas. Lo que dicesiempre es verdad. Diga lo que diga el orculo... Bueno, hay algunos trucos. No siempre ocurre como piensa la gente.

    Por qu ha cogido a Helena? pregunt Polideuces.Clitemnestra le mir.Ya sabes por qu dijo.No, no lo s! exclam l. Por favor, cuntamelo!No soy yo quien tengo que decrtelo. Pregntale a nuestra madre! dijo, y lanz una risotada casi tan espantosa como la de la sibila.Corrimos (o as me lo pareci) de vuelta al palacio de mis abuelos. Mi madre y mi padre se encerraron a conferenciar con el viejo rey y con la

    Reina, y a m slo me qued vagar por mis desiertas habitaciones. Ah, no, a m no me gustaban, y todava me dola la cabeza por las garras de lasibila. Me toqu con delicadeza y not el bulto de las costras.

    Gran guerra..., muchos griegos morirn... Troya... No saba qu significaba todo aquello, pero s que haba alarmado a madre y padre... yhasta a Clitemnestra, que normalmente no tena miedo a nada, y era la primera en conducir un carro con caballos rebeldes y en romper las reglas.

    Cog un espejo e intent ver las heridas que tena en la cabeza. Volv el espejo de un lado y otro, pero la herida estaba demasiado atrs parapoder vrmela. Entonces, Clitemnestra me quit el espejo de la mano.

    No! grit. Haba autntica alarma en su voz.Me puedes ver la coronilla? dije yo. Yo no. Eso es lo que quera hacer.Ella me separ el pelo.Tienes unos araazos, pero no son profundos. Tena el espejo agarrado con firmeza en la mano.

  • II

    Yas fue como supe que tena prohibido usar un espejo. Era una cosa tan sencilla, una superficie de bronce pulido que reflejaba una imagen muypobre, en cualquier caso. Yo haba visto poca cosa cuando sujetaba el espejo arriba para mirarme la cabeza. El rostro que vi, fugazmente, no erael que haba imaginado.

    Podemos imaginar nuestro propio rostro? Creo que no. Creo que nos imaginamos como si fusemos invisibles, sin rostro en absoluto,capaces de mezclarnos perfectamente con todo lo que nos rodea.

    Mi madre se miraba bastante a menudo al espejo. Pareca que cada vez que yo entraba en su habitacin ella se estaba mirando al espejo,levantando las cejas, volviendo la cabeza para mirarse las mejillas a un lado y otro, o humedecindose los labios. A veces, lo que haca le llevabauna sonrisa a los labios, pero ms a menudo, lo que haca era fruncir el ceo y lanzar un suspiro. Siempre dejaba a un lado el espejo cuando mevea, e incluso llegaba a sentarse encima para evitar que yo lo cogiera.

    Era guapa mi madre? Atractiva? Seductora? Encantadora? Bella? Tenemos tantas palabras para describir el grado exacto en el cualuna persona complace nuestros sentidos... S, yo dira que era todas esas cosas. Ella tena, como ya he dicho, un rostro delgado y largo, que ledaba un aspecto inusual; en nuestra familia, las caras eran redondas u ovaladas.

    Su nariz era una perfecta hoja fina y afilada, que separaba sus ojos grandes y oblicuos, y eso era lo que ms llamaba la atencin cuando lamirabas: sus enormes ojos oblicuos que nunca te miraban directamente, y que dominaban su rostro. La cualidad ms seductora que posea erasu vvido colorido. Tena la piel muy blanca, el cabello muy oscuro, y unas mejillas que siempre parecan sonrojadas y encendidas. Tena tambinel cuello largo y esbelto, muy elegante. A m me pareca que poda estar orgullosa de l, pero una vez, cuando alguien le dijo que tena un cuello decisne, ella le hizo salir de la habitacin.

    Se llamaba Leda, un nombre que yo encontraba muy bonito. Significaba dama, y ella siempre haba sido menuda y graciosa, de modo queal elegir aquel nombre para ella, mis abuelos le haban dado un marco en el que crecer.

    Mi nombre, Helena, era menos claro. Le pregunt a mi madre una vez, cuando la encontr mirndose al espejo y ella lo escondi a todaprisa, por qu me haba puesto aquel nombre y qu significaba.

    Ya s que Clitemnestra significa cortejo loable, y como es tu primognita, yo pensaba que significaba que el cortejo de mi padre tehaba conquistado.

    Ella ech atrs la cabeza y lanz una risa ronca, divertida.El cortejo de tu padre fue como l, poltico. Viendo el asombro en mi rostro, ella dijo: Quiero decir que estaba en el exilio (una vez

    ms!) y se refugi en la casa de mi madre y mi padre. Y ellos tenan una hija casadera, y l estaba ansioso por casarse, tan ansioso que lesprometi grandes obsequios si me entregaban, y eso fue lo que hicieron.

    Pero qu pensaste de l cuando le viste por primera vez?Ella se encogi de hombros.Que no era desagradable y que podra soportarle.Y eso es todo lo que puede buscar una mujer? pregunt, vacilante y tambin un poco conmocionada.S. Ella me mir con dureza. Aunque en tu caso, creo que podremos pedir algo ms. Conseguir un trato mejor. Y en cuanto a los

    dems nombres: Cstor recibi su nombre por el animal, y realmente ha crecido muy industrioso, y Polideuces significa mucho vino dulce. Tuhermano podra beber ms vino, si eso sirviera para aligerar su humor.

    Pero y mi nombre? Mi nombre!Los nios estn ms interesados en s mismos. Yo estaba impaciente por or mi propia historia, la historia especial de m misma desde

    antes de lo que poda recordar, un misterio del cual slo mi madre y mi padre tenan la clave.Helena. Ella inspir aire con fuerza. Era difcil elegir tu nombre. Tena que ser..., tena que reflejar... Ella, nerviosamente, empez a

    retorcerse un rizo de pelo, un hbito al que volva en tiempos de incertidumbre o agitacin; yo lo saba muy bien. Significa muchas cosas.Luna, porque parecas tocada por la diosa; antorcha, porque desprendas luz.

    Era un beb. Cmo poda desprender luz?Tu pelo era muy claro, y brillaba como el sol dijo ella.Luna, sol... No puedo ser las dos cosas! Por qu es tan complicado?Bueno, t eres as dijo ella. Su luz es distinta, pero es posible ser ambas cosas. Tener atributos de las dos.Pero t tambin me llamas polluelo. Qu significa eso? Yo quera que me lo explicara tambin, que me explicara todos mis nombres.Polluelo es la cra del cisne..., un cisne muy pequeito, recin salido del huevo.Pero por qu te recuerdo a un polluelo? Ni siquiera te gustan los cisnes!Un da bamos caminando junto al lago en casa de mis abuelos y una bandada de cisnes se acerc a nosotros. Mi madre se volvi de

    espaldas a ellos y sali corriendo, y mi padre chill y les arroj piedras. Su rostro se haba puesto rojo, y chillaba: Apartaos de aqu, monstruosasquerosos!.

    Ah, s, a m me gustaban mucho antes dijo ella. Eran mis aves favoritas cuando era pequea, y viva aqu con mis padres. Sala al lagoy les daba de comer. Me gustaba mirarlos flotando en el agua, con sus encantadores cuellos curvados y sus plumas blancas.

    Y por qu cambiaste de opinin acerca de ellos?Supe ms cosas de ellos cuando crec. El encanto que me inspiraban desapareci. De repente se inclin hacia abajo y me cogi las

    manos entre sus largas y delgadas manos. No mires algo demasiado de cerca, no te acerques demasiado, porque entonces el encantodesaparece. Eso es lo que diferencia a los nios de los adultos. Me acarici la mejilla. Ahora puedes creer en todas las cosas. Ms tarde, yano podrs. Me dedic una de sus deslumbrantes sonrisas. Pero yo los am en tiempos, y todava amo el cisne que hay en ti.

    Entonces ir a ver a los cisnes todos los das dije, tozuda. Ahora que todava puedo quererlos, antes de averiguar... lo que te hizocambiar de opinin.

    Pues ve, corre. Pronto nos iremos de aqu. Tu padre recuperar su trono y volveremos a Esparta. Los cisnes slo acuden all raramente.No viven all, no bajan a tierra a menudo.

    Ah, qu maravilla poder volver! De vuelta en nuestro palacio maravilloso y grande, arriba en la colina, por encima del valle del ro Eurotas,mirando desde lo alto la ciudad de Esparta, en la llanura. Lo echaba tanto de menos. Me encantaba mi habitacin, con sus pinturas de pjaros yflores en los muros blancos, y el viejo peral que estaba justo en el exterior de mi ventana. Y todos mis juguetes a salvo en el bal, donde los haba

  • dejado cuando tuvimos que huir tan deprisa.Por supuesto, nadie se llevara unos juguetes, pero mi padre estaba ms preocupado por comprobar sus almacenes y ver lo que se haba

    saqueado mientras su hermano usurp su trono y vivi en su palacio. Mi padre haba vaciado la sala del tesoro con sus propias manos y habaescondido sus artculos, para enterrarlos al pie de las colinas, en las montaas colindantes.

    Pero no puede uno protegerse contra todo! deca. Y considero cada teja rota como un ultraje, cada manto robado como una violacin.l vivi aqu, se atrevi a invadir mi palacio! De nuevo tena la cara roja y mi madre intentaba calmarlo.

    Tndaro, eso no son ms que menudencias. Lo nico importante es tu trono, y est aqu. Lo has recuperado.Mi hermano..., ese cerdo...!Tu hermano est muerto dijo mi madre, cansinamente.Aun as le odio!Al or a escondidas estas cosas, yo me preguntaba cmo un hermano puede perjudicar tanto a otro hermano para que ste sienta esas

    cosas. Pero, ah!, todava tena que aprender las cosas infames que un miembro de una familia puede causar a otro. Yo no lo comprenda porqueamaba a mis hermanos y a mi hermana, y ellos me amaban a m, y no vea que las cosas pudieran ser de otra manera.

    Mi vida all estaba llena de sol, de viento y de risas. Corra por todo el palacio, poda tener todo aquello que desease. Cantaba, jugaba yaprenda mis lecciones del amistoso y viejo tutor que trajeron para m. No me faltaba nada, no deseaba nada que no tuviera al alcance de lamano. Recuerdo aquellos tiempos como los ms inocentes y ms felices..., si la felicidad consiste en no tener deseos en absoluto, nipreocupaciones, como si vivieras flotando y sin soar.

    Pero, como tena que ocurrir, un da levant la vista, cuando mis ojos y mi corazn tuvieron ms edad y ms capacidad para discernir, y vi laalta muralla que rodeaba nuestro palacio, separndome de todo lo que haba detrs. Empec a pedir que me llevasen afuera, para ver lo quehaba en las praderas, las montaas y la ciudad. Y me encontr con una negativa rotunda.

    Debes permanecer siempre aqu, dentro de los muros del recinto del palacio me dijo mi padre con un tono de voz que desaconsejaba ladiscusin.

    Por supuesto, los nios siempre preguntan por qu, pero l no quiso decrmelo.Tienes que hacer lo que te diga. sas fueron sus ltimas palabras.Se lo pregunt a mis hermanos, pero ellos pusieron reparos, cosa muy rara en ellos. Cstor, que normalmente era intrpido, dijo que deba

    respetar los deseos de nuestro padre, y Polideuces afirm oscuramente que l tena sus motivos.Cmo detestaba ser la pequea! Los otros podan ir y venir a su antojo, pero Helena tena que quedarse siempre dentro, como una

    prisionera! Nunca me dejaran salir, nunca sera liberada?Me decid a exigir que me permitieran salir fuera. Tenan que ensearme a cazar; tena que ser capaz de salir a las montaas con un arco,

    porque era muy embarazoso que ya tuviera siete aos y todava no hubiese sujetado uno siquiera. Me dirig a los aposentos de mi padre, trasapartar a un lado a los guardias que haba a cada lado del mgaron. Me senta rara empujndolos de aquella manera, teniendo yo una terceraparte de tamao que ellos, pero yo era una princesa y tenan que obedecerme.

    Aquel da, el mgaron (la gran cmara con su hogar abierto y sus columnas pulidas, donde se reciba a los huspedes importantes) estabaoscuro y vaco. Las cmaras privadas del Rey, separadas de las de la Reina, que estaban escaleras arriba, junto al mgaron, se encontraban aun lado del palacio, al otro lado de las habitaciones de los nios. Aparecieron ms guardias a medida que me acercaba a las salas interiores, yyo los fui apartando tambin.

    O la voz de mi padre. Estaba all! Ahora era el momento de hablar con l! Le dira que deseaba muchsimo salir fuera del recinto delpalacio. Pero entonces o mi nombre. Me detuve y escuch.

    Helena dijo. Podemos hacerlo?Hacer qu? Not que mi corazn se detena y luego se pona en marcha a toda velocidad.Eso implicar que tendrs que reconocerlo. Era la voz de mi madre. Sers capaz de hacerlo? Porque ella valdr mucho ms si...Ya lo s, ya lo s! ladr mi padre. Me doy cuenta. Y ahora notaba el dolor en su voz. Pero... podemos..., puedes acaso...

    probarlo sin duda alguna? Querrn pruebas...Mrala! La voz de mi madre sonaba triunfante.Pero no es nada definitivo, quiero decir, la belleza, s, pero t, querida ma, t eres tambin muy hermosa...O que ella profera un ruido despreciativo.El cabello dijo ella. El color del cabello.Qu tena de raro? No lo entenda.Tiene que haber algo ms dijo mi padre. No tienes nada ms?El silencio me dijo que la respuesta era no.Cmo pudiste ser tan idiota? grit l entonces. Tenas que haber pedido algo!Si hubieras tenido una experiencia como sa, sabras lo estpido que es lo que ests diciendo!Ah, as que soy un estpido!Y entonces la cosa sigui por los mismos canales que sus disputas habituales, y supe que ya no poda enterarme de nada ms. Entr

    rpidamente en la habitacin e hice mi peticin de salir del palacio, ver lo que haba fuera. Ambos fruncieron el ceo y se negaron. Mi padre dijoque se deba a que yo era demasiado joven. Mi madre dijo que era porque yo ya tena all todo lo que necesitaba.

    Fui creciendo. Cumpl los ocho aos, luego los nueve. Segua detrs de la muralla, pero me haba acostumbrado a arrastrar un grueso troncojunto a la base del muro y, ponindome de pie encima, espirar hacia fuera, hacia el valle que yaca a los pies del palacio, en la montaa.

    Al cabo del tiempo obtuve una pequea victoria: persuad a mis padres de que me dejaran ir con mis hermanos a cazar. Me permitieron ir alos terrenos de caza reales privados en el monte Taigeto, que estaban detrs, adonde no poda pasar ningn extrao.

    Te dejaremos que empieces con liebres dijo Cstor. No se pueden volver contra ti, pero corren muy rpido y es un gran reto darlescon un arco y una flecha.

    Los claros y las caadas del bosque se convirtieron en mi mundo. Me importaba menos la caza que la persecucin de la presa. Meencantaba correr por los bosques. Era ligera de pies, tanto que mis hermanos me llamaban Atalanta, por la mujer a quien nadie poda superarcorriendo. En la leyenda, muchos pretendientes compitieron con ella, pero los derrot a todos; slo una trampa de Afrodita permiti a un hombreacabar antes que ella.

    Esa Afrodita haba dicho Cstor, metindose conmigo en broma por mi rapidez. Ella har tu viaje seguro.Pero, mi querida hermana, quizs una carrera de pretendientes no sea mala idea dijo Polideuces. Seguro que ganars las primeras

    vueltas, y as podrs ir posponiendo lo inevitable.

  • Suspir, apoyando la espalda en el tronco de un roble y dejando que su corteza se clavase en mi piel. Mi padre haba empezado a hablar delmatrimonio de Clitemnestra; dijo que pronto sera el momento de casarla. Todos los jvenes casaderos de las tierras que nos rodeaban, e inclusode lugares tan lejanos como Creta o Rodas, competiran por ella. Porque con la mano de Clitemnestra vena una corona; su marido sera rey deEsparta despus de mi padre..., a menos que fuese ya rey por derecho propio, y que se llevase a Clitemnestra a su propio reino.

    En los tiempos antiguos, no tenan que morir los perdedores? pregunt.sas son las leyendas dijo Polideuces. En realidad, creo que los hombres son mucho ms precavidos.Entonces, si lo pongo como condicin para mi competicin..., desanimara a muchos hombres? dije, en broma, pero de repente las

    palabras de la sibila (morirn muchos griegos) volvieron a mi mente. No, no, no quera decir eso aad, rpidamente.A medida que iba teniendo ms habilidad, mis hermanos me dejaban cada vez ms sola y no me acompaaban a todas partes. A menudo,

    cuando iba persiguiendo alguna presa, la dejaba escapar y me quedaba echada entre las verdes hojas de hierba, al pie del elevado monteTaigeto. Haba caadas neblinosas con alfombras de musgo donde el sol se reduca a plidos rayos que buscaban la tierra. Me encantaba estarall, donde me senta en un lugar tan privado que ni siquiera el sol poda penetrar.

    Entonces olvidaba las discusiones que cada vez oa ms y ms cuando llegaba inesperadamente a ver al Rey y la Reina, sus speras vocescuando se peleaban. En el bosque, los animales no se burlaban, ni los rboles hacan que me sintiera inquieta. Uno saba qu animales eranpeligrosos, y cules era probable que te atacaran. En el bosque no haba enemigos secretos.

  • III

    Nueve inviernos haban pasado desde que nac y ya casi era tan alta como mi madre. ltimamente ella haba insistido en que nos pusiramos lasdos espalda con espalda cuando iba a verla a su cmara, para que pudiera ver cunto haba crecido. Haca que colocaran un bastn encima delas cabezas de ambas, y preguntaba a su dama de compaa: Todava soy la ms alta, verdad?, y la dama asenta diligentemente. Mepreguntaba qu ocurrira el da que el bastn se inclinase y yo fuera ms alta. Deseaba que aquel da no llegase nunca, porque saba que aquellole desagradara, aunque no saba por qu.

    Cuando me llamaba a sus aposentos, a menudo era con el pretexto de preguntarme qu me estaba enseando mi tutor. Si le deca queestbamos aprendiendo la familia de los dioses, ella me haca preguntas. Al principio eran fciles: Dime los nombres de los dioses olmpicos me deca. Slo de los doce que viven en el monte Olimpo, no de los dems. Y yo se los recitaba. Pero luego me haca preguntas mucho msdifciles. Un da me pidi el nombre de todos los descendientes de Zeus.

    Quieres decir los inmortales o todos ellos?Ella esboz una extraa sonrisa.Empieza con los inmortales.Empec a enumerarlos: Atenea y Persfone, Apolo y Artemisa, Ares y Hermes. Aad que Hera era su hermana, y que Afrodita no era hija de

    Zeus, sino de su abuelo, Urano.Afrodita no naci, estrictamente hablando dijo mi madre, con una risita seca. Pero Zeus se ha asegurado de que todo el monte

    Olimpo est repleto de hijos suyos. Como nunca morir ni abandonar su trono, no tiene que preocuparse por el hecho de que quieran sucederle.Pueden pelearse y discutir a placer, que no supone diferencia alguna. Ninguno de ellos morir, ninguno tendr que ir al exilio. Hizo una pausa,recostndose en un banco y extendiendo sus largas piernas debajo de su ligera tnica de lino. Se podan ver debajo de la tela, la carne volva lafina tela blanca de un color rosado.

    Ella me vio mirndola y se alis la tela por encima de los muslos.La mejor, de Egipto dijo. Habra preferido el azul, pero aqu somos los ltimos en recibir nada. Primero va a Micenas, despus pasa

    por Troya y Creta, y los dioses saben dnde ms.Estaba a punto de iniciar sus tpicos lamentos por el aislamiento de Esparta.Pero, aun as, es preciosa le asegur.Ahora los hijos mortales! dijo ella, de pronto. Dime sus nombres!Aquellos que ha tenido Zeus con mujeres terrenales? Ah, madre, cmo podra contarlos todos? Me ech a rer.El tutor me haba hablado de los ms importantes, como Perseo y Minos, y, por supuesto, de Heracles, pero algunos eran desconocidos.Alguien los ha contado a todos; Zeus ha significado a ciento quince mujeres mortales para prestarles su... atencin.Y, por supuesto, todas ellas han tenido hijos dije yo. Los dioses nunca pueden tomar a alguien, dios o mortal, sin dejar pruebas.S, siempre afirm ella.Pero es tan... peculiar que las mujeres no puedan mirar al dios, al menos en su forma divina... Pero cuando va disfrazado de toro o de

    ducha de oro...Lo hace para protegerlas! Ya sabes lo que le ocurri a la idiota de Semele, que quiso contemplar su divinidad.S, nada menos que la madre de Dionisos haba visto a Zeus en su envoltorio divino, e instantneamente haba quedado convertida en

    cenizas.Fue muy triste acced. Ella pareca agitada, como si fuera muy importante lo que me haba enseado el tutor. Quise tranquilizarla. As

    que parece que la curiosidad es peligrosa dije.Ella aspir aire con fuerza.S, as es. Bueno, quin ms hay, aparte de Heracles y Dionisos?Intent recordar.Son los ms famosos porque se convirtieron en dioses, cosa bastante inusual. El resto murieron de la forma habitual. Est Perseo, que

    vivi cerca de aqu, en Argo, y luego est Nobe, la primera mujer mortal de Zeus, y su hijo Argos, y... ah, madre, hay tantos! Zeus est en todaspartes, al parecer, y... no, no puedo recordar todos los nombres. Era imposible. Seguramente, ni el propio tutor poda. Alcmene, la madre deHeracles, fue la ltima dije. Zeus no viene ya entre nosotros. Cosa por la que doy gracias..., no tengo que memorizar ms nombres.

    Ella lanz entonces aquella risotada que yo odiaba.Eso es lo que te ha dicho?S, eso es. Retroced un paso o dos. Me asustaba cuando se rea de aquella manera. Me ha dicho que Zeus..., que esos tiempos ya

    pasaron.No del todo dijo ella. Abri la boca como si fuera a decir algo ms, pero lanz un hondo suspiro de resignacin. Ahora, s. Ahora. Pero

    no fue Heracles el ltimo. Hay hijos de Zeus de menor edad. Y dime, tu tutor, no te ha sealado algo curioso acerca de la progenie de Zeus?No saba qu era lo que quera decir.No confes al final. Por supuesto, son todos muy bellos, y todos fuertes, y tienen todos..., cmo es el dicho..., una belleza ms que

    mortal? Pero aparte de eso, no lo s. Son todos muy distintos.Y son todos hombres! grit ella, saltando del sof con tanta rapidez que mis ojos apenas podan seguirla. Hombres! Todos

    hombres!Quiz tuviese hijas tambin y no las reconociera dije. Quiz senta que no era adecuado engendrar hijas, y por eso no las ha

    aceptado. Me pareca que Zeus poda creer aquello.Bobadas! Ella temblaba. Claro que tiene hijas, divinas, en el monte Olimpo, y est orgulloso de ellas. Quiz las mujeres humanas no

    le dieron hijas que fueran dignas de l. Si lo hubieran hecho, puedes estar segura de que l se sentira orgulloso de ellas. Si las conociera. Sisupiera que existen!

    Crea que l lo saba todo.Y entonces reson de nuevo aquella risa espantosa.Ah, Hera le engaa siempre! No, es muy posible que haya pasado por alto a su hija mortal, si ella ha permanecido escondida en un lugar

    adonde no va nadie y donde nadie la ve.

  • De pronto tuve una sensacin espantosa, mientras sus palabras resonaban en mis odos. Escondida en un lugar adonde no va nadie,donde nadie la ve. Ellos me haban mantenido escondida, y pocos visitantes venan a Esparta, y todos aquellos cuchicheos sobre m entre mimadre y mi padre..., y los espejos prohibidos..., y mi madre, que estaba tan orgullosa de Zeus, tan inflexible sobre l. Pero no, era una fantasaabsurda. A todos los nios les gusta creer que son especiales o incluso nicos.

    De repente record algo. Quiz fuese aquello lo que ella haba estado insinuando.Yo desciendo de Zeus! grit. S, me dijo que Zeus y una ninfa de la montaa, Taigete, tuvieron un hijo llamado Lacedemn, y que ese

    hijo es antepasado de mi padre. Esperaba que ella me recompensara, que diese una palmada y dijese: S, s!.Pero ella mene la cabeza.Eso fue hace muchsimo tiempo, y no veo nada divino en tu padre. La sangre se ha aclarado muchsimo, si es que en realidad alguna vez

    se remont al monte Olimpo.Ella temblaba. Yo le toqu el hombro, deseando poder abrazarla, pero sabiendo que ella me rechazara.Bueno, es igual, no importa dije. No veo que eso nos afecte a nosotros en ningn sentido. Lo que haba ocurrido haca muchsimo

    tiempo, en una poca histrica, no importaba.Ella me mir con dureza.Es hora de que vayamos a los misterios dijo. Las diosas Demter y Persfone estn ligadas a nuestra familia. Ya eres lo bastante

    mayor. Iremos al santuario en la montaa, y all aprenders cosas de tu diosa guardiana. Y ella puede revelar muchas cosas, si as lo decide.Estaba decidido que iramos en el momento de la celebracin de los grandes misterios, en otoo. Yo poda empezar entonces ya mi

    iniciacin, para que cuando llegase al santuario pudiera experimentar los ritos secretos de una forma completa. Slo aquellos que se habanpreparado y haban sido aceptados por la diosa podan contemplar su naturaleza secreta.

    Una mujer anciana que haba servido a mi madre desde la niez me instruy en privado. Se nos prohbe incluso revelar lo que aprendemos,pero puedo hablar de las cosas que sabe todo el mundo. La amiga de mi madre, Agave, empez llevndome a pasear entre los campos recinplantados, mientras me contaba la historia con una voz cantarina. Yo tena que llevar un velo que me cubriese el rostro, para que los trabajadoresde los campos no me viesen. As, el da, que era muy claro, pareca nublado. Andando detrs de nosotras venan dos guardias, armados conrecias espadas. Tambin eran iniciados.

    Aunque mi visin estaba menguada, poda or bien, y las aves y los gritos de voces humanas me indicaban que era aquella poca exultantedel ao en que la tierra se regocija mientras se calienta de nuevo. Ola el aroma mohoso de la tierra recin revuelta y oa los ronquidos y losprofundos mugidos de los bueyes que tiraban de los arados. Detrs del arado curvo vena el granjero esparciendo las semillas, echndolas en lossurcos, y tras l, un nio con un azadn para cubrirlas de nuevo. Graznando y dando vueltas en torno a su cabeza, los cuervos buscaban alimento.Hasta el sonido ronco de sus gritos me pareca alegre. El chico chill y los espant con su sombrero, riendo mientras tanto.

    La tierra se regocija. Y por qu? Agave se detuvo de repente, tan abruptamente que tropec con ella. Se volvi y me mir, pero nopude verla a travs del velo.

    Porque Persfone ha vuelto del averno recit, diligente. Eso lo saba todo el mundo; no haba que ser un iniciado.Y?Y ahora su desconsolada madre, Demter, que blanque todas las cosas que florecan y crecan, las devolver de nuevo a la vida. Y por

    eso se planta ahora, y los frutales florecen.Ella asinti.Bien. S. Y veremos y oiremos a Demter? Caminando entre nosotros?Yo estaba sorprendida.Pues no estoy segura. Si lo hiciramos, creo que la veramos disfrazada. Ella se disfrazaba cuando iba en busca de Persfone, verdad?S. Agave me cogi la mano y nos pusimos a caminar de nuevo, bordeando dos campos, uno de cebada, otro de trigo. Ahora los surcos

    eran como cabellos verdes y pequeos, muy frgiles. Mientras la hija est con ella, la madre se muestra magnnima con todos nosotros dijo. Pero cuando ella parte de nuevo, entonces nos castiga a nosotros. Las parras se marchitan y el fro mata a las flores, y a eso lo llamamosinvierno.

    Y lo odiamos! murmur uno de los guardias. Los pies azules, los dedos tiesos, y aun as, tenemos que luchar como si fuera verano.Los campos descansan, los osos duermen, pero un soldado espartano debe seguir siempre.

    Agave se ech a rer.No se combate en ninguna guerra en invierno, as que no podis quejaros de eso.Hay que salvaguardar a los reyes, en invierno. Y tambin a las princesas. Me gui un ojo. S, y dnde estaban los guardias de

    Persfone, aquel da que Hades se la llev? Si Demter hubiese sido una buena madre, no la habra dejado desprotegida de esa manera.No la ataques o destruir estos campos, y t, mi querido amigo, no tendrs comida dijo Agave.No hay peligro de que nadie venga a llevarse a Helena mientras est aqu. El Rey mantiene la guardia a su alrededor en todo momento,

    aunque est encerrada en el recinto. Me pregunto por qu estar tan preocupado.Es mejor que no te preguntes nada dijo Agave. Su voz cambi de tono. Demter puede estar en estos mismos campos, as que

    cuidado con lo que decs nos amonest a todos. Luego me dijo a m: Pero la respuesta correcta a mi pregunta es justamente sa. Podramosverla aqu. Pero seguramente la vers en los grandes misterios. Te lo prometo.

    Not un estremecimiento de emocin al pensarlo. Pero a quien quera ver ms que nada era a Persfone. Ella era joven, como yo.Persfone elega el momento del ao en que los das y las noches son iguales para ir y venir, desde una caverna especial a un lugar llamado

    Eleusis. Pero aquello estaba lejos de Esparta, cerca de Atenas, al otro lado de las montaas de nuestra ciudad. Como nadie en nuestra familiaproceda de all, yo me preguntaba por qu la diosa y su madre nos haban elegido para protegernos.

    Mi madre me dijo que era debido a que Demter era la diosa de las cosechas y de la plenitud, y que era natural que favoreciese a Esparta,ya que nuestro valle era muy rico y frtil. Estbamos protegidos a ambos lados por altas montaas, y a travs de nuestro valle plano y verde corrael ro Eurotas, amplio y rpido, regando nuestras cosechas. Campos de grano, rboles cargados de manzanas, granadas, olivas e higos, videsretorcidas en torno a los robles y repletas de racimos de uva, todo aquello complaca a Demter y proclamaba su poder sobre nuestras vidas.

    Ya vimos lo rida que es Etolia dijo. O a lo mejor no te acuerdas, porque eras muy pequea. Pero no hay lugar tan lozano comoEsparta y nuestro valle, no, en todos los aires de Argos, Tirinto o Micenas. Ni siquiera Pilos puede igualarnos. El inconfundible tonillo del orgullollenaba su voz. Por eso nos ama Demter.

    O somos as nosotros porque nos ama Demter? pregunt. Qu fue primero?Ella frunci el ceo.Realmente, Helena, eres muy discutidora y llevas siempre la contraria.

  • No quera que fuese as.Pero lo parece. No s por qu el valle del Eurotas es tan rico, o qu fue lo que vino primero, y no creo que importe. Lo que importa es que

    Demter es nuestra diosa. Ella ha colmado de bendiciones esta tierra sobre la cual gobernamos, y, por lo tanto, nos ha otorgado sus bendicionestambin a nosotros.

    Pero y si nosotros no hubisemos tenido la tierra? Nos habra bendecido a pesar de todo? Despus de todo, si yo me casaba yabandonaba Esparta, ya no estara en aquella frtil tierra. Me abandonara entonces Demter?

    Ella inclin la cabeza y cerr los ojos. Estara enfadada? La habra ofendido? Respiraba con fuerza, casi como si se hubiese quedadodormida. Pero cuando habl, su voz era serena y casi dubitativa.

    Has dicho algo cierto dijo. A menudo los reyes son expulsados de sus tronos, pierden sus reinos. Tu padre casi ha perdido el suyodos veces. Hubo reyes que se ahogaron en el Eurotas. En Micenas, una maldicin recae sobre la familia por las luchas fratricidas por el trono. Sehicieron cosas terribles... Se estremeci. Quizs entonces los dioses nos abandonen dijo. A ellos no les gusta involucrarse en nuestrosproblemas.

    Habamos estado sentadas en el luminoso patio del palacio, acariciadas por el sol diurno. En verano, la zona abierta era un susurro de hojasde los rboles ornamentales repartidos por all, y las aves, esperando comida, saltaban de rama en rama. Eran tan mansas que caminaban anuestros pies, picoteando nuestros dedos para coger una miga o dos. Luego piaban, saltaban hacia atrs y se alejaban volando con rapidez,suban por encima del techo del palacio y se iban. Cuando les vio volar, mi madre se rio con una risa profunda y llena de emocin, y yo la mir y vique era muy hermosa. Sus ojos oscuros seguan el vuelo de las aves y yo poda seguirlo tambin mirndola a ella.

    Ven conmigo, Helena dijo, de pronto. Tengo que ensearte una cosa. Se puso de pie y me tendi su esbelta mano, cargada deanillos. Cuando apret mi mano, los anillos se me clavaron, dolorosamente. Obediente, la segu de vuelta a las habitaciones.

    Ahora que me estaba haciendo mayor, era consciente de que sus habitaciones estaban amuebladas mucho ms ricamente que el resto delpalacio. Normalmente haba unos pocos taburetes y las mesas eran sencillas, con tres patas, de tablero liso. Pero en las habitaciones de mimadre haba sillas con brazos, divanes para tenderse de da, cubiertos de suaves colchas, mesas con incrustaciones de marfil, cajas con tallasornamentales y cuencos de alabastro encima. Unas cortinas muy finas protegan la habitacin del hiriente sol de medioda, suavizndolo mientrasondeaban con la brisa. Al estar tan altos, siempre disfrutbamos de las mejores brisas, y las habitaciones de mi madre eran un refugio fresco yoscuro.

    En una de las mesas, apoyada contra una pared, guardaba sus objetos ms preciados y favoritos: siempre vi all varios recipientes y cajasredondas de oro puro, y su espejo con mango de marfil, boca abajo. Varias horquillas largas de bronce, con las puntas rematadas de cristal,estaban colocadas unas junto a otras entre ellas. Tuve el deseo de coger aquel espejo y mirarme la cara largamente.

    Ella vio que mis ojos iban en aquella direccin y mene negativamente la cabeza.Ya s lo que ests pensando dijo. Deseas ver por ti misma cul es el objeto de la curiosidad de tantos. Bueno, el da que ests

    prometida y que sepamos que ests a salvo, entonces podrs mirarte. Hasta entonces... tengo algo para ti.Abri una caja oblonga y sac una tela tan brillante que pareca una nube. Pero estaba unida a un aro de oro. La agit a un lado y otro, de

    modo que la tela bailaba ante la luz del sol, que se filtraba a su travs. Pequeos arcoris se formaban en ella y desaparecan en un parpadeo. Mela coloc en la cabeza, presionando el aro hacia abajo.

    Es el momento de que tengas un velo adecuado dijo, mientras mi visin se emborronaba.Tir de la tela y me lo quit.No pienso llevarlo! No hay necesidad aqu en palacio, todo el mundo me conoce, no puedo soportarlo! Retorc la tela entre mis manos,

    intentando estropearla. Pero por muy fuerte que la estrujara, se negaba a arrugarse, tal era la maravillosa calidad de aquella tela.Cmo te atreves? dijo ella, arrancndome el velo. Esto cuesta una fortuna. Lo hice tejer especialmente para ti, y el aro de oro podra

    haber sido una copa preciosa!Pues no lo har nunca ms, no pienso esconderme detrs de un velo. Debe de haber algo malo en m. T dices que soy bella, pero debo

    de ser un monstruo, para que me ocultes de la vista. Por eso no dejas que me mire en el espejo. Bueno, pues ahora voy a hacerlo!Antes de que pudiera detenerme, salt al otro lado de la habitacin y agarr el espejo. Corr entre las columnas y ms all de las cortinas y

    durante un instante, antes de que ella me agarrase el brazo, vi mi rostro en la superficie brillante y pulida del bronce, lo vi a la luz del sol. O msbien vi parte de l..., los ojos, medio ocultos por unas espesas pestaas negras, y la boca y las mejillas. En aquel breve instante vi mi rostrosonrojado, el luminoso castao verdoso de mis ojos. Y eso fue todo, porque me arrancaron el espejo de la mano y mi madre se qued de pie antem. Esperaba que me golpease o me sacudiese, pero no lo hizo. Durante un instante me cruz por la mente que ella me tena miedo, en lugar delo que sabra ms tarde: que tena miedo de hacerme dao si lo haca, y que cuidaba muy bien de sus posesiones.

    No, no eres un monstruo dijo, aunque a veces te comportas como si lo fueras. Y entonces se echo a rer y, de pronto, el feomomento pas. Bueno, no tienes que llevar el velo aqu, pero debes prometerme que nunca abandonars el recinto del palacio ni saldrs sin unguardia o sin tu instructor, y que, en ese caso, te cubrirs siempre. Ah, Helena..., hay mucha gente que nos desea todos los males, que seracapaz de raptar a una princesa con bastante facilidad. Y no queremos que pase eso, verdad?

    Yo negu con la cabeza. Pero saba que haba algo ms. Pareca que le preocupaba ms que me raptaran a m que a ninguno de los otrosnios.

  • IV

    Los das se fueron alargando, el crepsculo se demoraba y el ardiente verano cay sobre nosotros. Casi poda notar a Helios en su carrodirectamente sobre nuestras cabezas, el calor irradiando a su paso, resecando la tierra que tena debajo. Bajo sus manos, las hojas, sucias depolvo, colgaban flcidas de las ramas, y en el palacio nos abanicbamos para crear nuestra propia brisa. En la quietud del medioda, hasta lasmariposas blancas estaban escondidas, y pareca que no se mova nada.

    Mientras tanto yo iba aprendiendo los ritos y secretos de los misterios de Demter, y eso me cost todo el verano. Haba tantos... Estaba lahistoria de su vagabundeo en busca de su hija, que fue raptada por Hades mientras coga flores en primavera, que haba que representar. Lassacerdotisas incluso saban qu flores recoga: un narciso amarillo muy raro. Su madre, al buscarla, se haba mezclado brevemente con losmortales y haba adoptado el disfraz de una anciana que cuidaba a un prncipe nio. Quera acaso llevrselo para que fuera su propio hijo?Intent hacerlo inmortal pasndolo por encima de una llama, pero la madre lo descubri y acab con aquel intento de una forma histrica.

    Ella no comprenda que aquello matara al nio, en lugar de hacerlo inmortal deca la vieja Agave.Esos dioses parecan tener poca consideracin por nosotros, pens, y comprender muy poco lo frgiles que somos. Realmente, dan miedo.

    Yo estaba muy agradecida de que Demter fuese nuestra patrona, pero esperaba que no nos pidiera nada. Poda ser algo espantoso.Aprend a preparar y a repartir la bebida especial que se usaba en los ritos, unas gachas de cebada perfumadas con menta que Demter

    beba en su triste viaje. Tambin tenamos una cesta sagrada, la cista mystica, que contena objetos rituales. Nos daban unas largas antorchasque haba que llevar en procesin al lugar, y usar en una danza sagrada para imitar a Demter, buscando en la oscuridad a su hija perdida. Yotena que practicar para andar con aquella antorcha, sujetarla bien alta y luego aprender a bailar con ella slo en una mano.

    Pero luego haba una cosa al final, quiz la ms importante. Sin ella no poda proceder a la iniciacin.Debes tener un carcter moral intachable dijo Agave, solemnemente. Tus manos deben estar absolutamente limpias, y tu corazn

    inmaculadamente puro.Tembl ante aquella orden, imaginando que me vea manchada y deslucida por todos mis defectos infantiles. Ahora s que lo nico que

    impide la iniciacin es ser un asesino, pero supongo que es bueno para los nios que empiecen a mostrarse vigilantes con sus propios fallos. Nisiquiera ser un asesino te aparta para siempre de los misterios, porque si expas el crimen y te purificas, puedes acercarte a ellos de nuevo.

    Si ser un asesino lo hubiese mantenido a uno permanentemente apartado de los ritos, entonces mi padre no habra podido ir, y se estabapreparando para ellos de una forma entusiasta. Yo haba sabido, escuchando y haciendo preguntas, que mi padre se haba detenido ante pocascosas (iba a decir ante nada, pero eso no sera cierto) para recuperar su trono y mantenerlo. Con enemigos como los que tena, deba ser tanduro como ellos. Y la tierra estaba llena de guerreros con asesinos y rivales y gente mala. Sonro al decir lo de gente mala, porque se convirtien una broma con mis hermanos. Hay gente mala all, decan, cuando hablaban de cualquier lugar que mencionaba yo. Creta. Egipto. Atenas.Tesalia. Tracia. Siria. Chipre.

    Quieres decir todo el mundo en Egipto? Todo el mundo en Tracia? deca yo. No creo que sea as!Oh, eso es lo que siempre dice Polideuces deca entonces Cstor, riendo. Pero yo..., yo slo digo que hay un gran nmero de gente

    mala por todas partes, mezclada con la buena. Nosotros comerciamos con todos esos pueblos, y sin ellos nuestro palacio estara desnudo,realmente. Desnudo, al menos, de todos los lujos que le gustan a nuestra madre.

    As que ten cuidado, hermanita, con toda esa gente tan mala, mala! ruga el vozarrn de Polideuces. Y luego l se echaba a rer.Muchos extranjeros llegan para asistir a los misterios, aunque tienden a preferir Eleusis. Pero se requiere estrictamente que hablen griego, demodo que eso elimina a los incivilizados, pero no a los que son realmente malos.

    Los das se empezaban a acortar. Al principio no se notaba apenas en nada, slo en que podamos ver las estrellas un poco antes. Luego laluz de la maana se inclinaba de forma distinta en mi habitacin, y los vientos que soplaban en el palacio cambiaron. Susurraban por el ladooeste, trayendo noches ms frescas para poder dormir. Al fin era ya el momento de acudir al santuario de los misterios y reunirnos con nuestradiosa.

    Partimos al amanecer, y nos levantamos antes incluso para compartir, en silencio, los granos de la nueva cosecha, y probar los nuevos vinos.Luego nos ataviamos con las tnicas de color verde oro y los mantos que llevbamos en su honor, ya que era el color de las cosas que crecen, ycogimos las antorchas. Una carreta chirriante, con nuestras ofrendas de los campos y los rboles, estaba ya dispuesta para seguir el camino connosotros. Cuando el sol irrumpi por encima del horizonte, ya estbamos dispuestos en las suaves colinas que conducan hacia el santuario.

    Yo llevaba el odioso velo, tal y como haba prometido, y entonaba los himnos a la diosa que me haban enseado. Se supona que nodebamos hablar, pero oa a mi madre y mi padre hablando en voz baja entre s. Clitemnestra caminaba tras ellos, con la cabeza dcilmenteinclinada, pero lo ms probable es que se estuviera esforzando por or lo que decan. El aire era fresco y lo perfumaba el aroma de los camposcosechados. De repente me sent abrumada por la belleza y la plenitud del otoo.

    Mientras bamos avanzando, los caminos eran ms empinados, y pronto la carreta no pudo trepar con nosotros. Los sirvientes cogieron lasofrendas y las cargaron en cabestrillos; las gruesas jarras de grano, las cestas de fruta, oscilando. La cesta sagrada con los objetos rituales ibaaparte, en una plataforma para ella sola. A medida que ascendamos se unan a nosotros riadas de personas que procedan de las chozas y delas casas al pie de las colinas. Mi madre se volvi para asegurarse de que yo llevaba el velo.

    Todos ramos iguales en los ritos, de modo que la gente poda empujarnos y disputar un lugar junto a nosotros, caminando libremente comocompaeros nuestros. Nuestros guardias, que tambin eran iniciados, evitaban que se apiaran a nuestro lado, y mis hermanos, aunque con suslabios formaban las palabras del himno, en realidad miraban agudamente a su alrededor para protegernos. No se permita llevar armas en elrecinto sagrado, pero por el momento podan llevar las espadas dispuestas.

    El camino empez a subir muy empinado, cada vez ms estrecho al mismo tiempo. Los peregrinos tuvimos que comprimirnos en unaestrecha fila, y de repente dar un giro muy cerrado en torno a una enorme piedra gris que nos bloqueaba el camino. Not un escalofro querecorra todo mi cuerpo sin saber por qu, y luego lo vi todo otra vez en mi mente: la roca con la sibila encima, chillando su espantosa profeca.Haba algo tambin en aquella roca, ahora, y yo me encog, protegindome por la cosa que acechaba all.

    Apiados en torno a la roca, gente vestida con harapos nos insultaba y abucheaba:Tndaro! No te hemos visto en el mercado! Por qu no? Siempre ests intentando vender a tus hijas, no? chill uno.Slo al polluelo de cisne! grit otro.Cmo se atrevan a llamarme por mi nombre secreto? Cmo lo saban?Vigila a tu esposa! Vigila a tu esposa! gritaban a coro. Splale las plumas de los muslos!

  • Qu ser lo siguiente? Ahora atacaban a mi madre. Un toro, como la reina de Creta? Intntalo con un puercoespn!Uno se encaram en la roca y levant los brazos, agitando su manto:Vuela! Vuela! El gran pjaro ha volado!Mi padre y mi madre mantenan la cabeza baja, cosa muy impropia de ellos, y no hicieron ningn comentario.Clitemnestra pas junto a ellos y slo oy insultos por ser baja y fornida, y por sus grandes manos, y luego me toc a m el turno. Empezaron

    a gemir y a gorjear y uno de ellos intent cogerme el velo, arrullndome:Tiene pico sta? Tiene pico?Ahora que alguien intentaba quitrmelo, luch por proteger mi velo. Me agarr el aro de oro y lo sujet contra mi cabeza, haciendo una

    mueca.Ah, es una luchadora! grit uno. Su cara debe de necesitar proteccin.Dnde est la cscara del huevo? Era muy grande?Hubo ms cosas, pero no las recuerdo. Pas junto a ellos lo ms rpido que pude sin correr, porque no quera demostrar que tena miedo,

    pero estaba temblando. Cuando salimos por el otro lado y las pullas empezaron a dirigirse hacia los que iban detrs de nosotros, corr hacia mimadre.

    Todo ha terminado dijo ella. No podamos decrtelo, pero forma parte de la iniciacin pasar a travs de un muro de insultos. Pero lohas hecho muy bien. Haba orgullo en su voz.

    Por qu es necesario? Me pareca cruel e intil.Para que todos seamos iguales dijo mi padre. Reyes y reinas deben soportar los insultos como todo el mundo, y no importa lo que

    digan, nunca podemos castigarlos por ello. Es la norma. Se rio como si no importara, pero yo saba que ira rumiando todo aquello.Nos ensea humildad dijo mi madre. Todo el mundo necesita saber lo peor que se cuenta de ellos, y mucho ms an si est siempre

    rodeado de halagadores.Nos detuvimos, esperando que Polideuces y Cstor salieran del tumulto.Dicen que de esto se aprenden lecciones dijo mi padre, moviendo la boca de aquella forma extraa, como siempre que estaba

    pensando. Acabo de aprender una: lo que debemos llamar a Helena a partir de ahora. Diremos que es la mujer ms bella del mundo. S. Esodiremos de ella. Debe seguir llevando el velo, y eso aumentar la curiosidad y har subir su precio como novia.

    Me falta todava mucho para casarme... Ah, esperaba que fuera as. Slo tena diez aos, demasiado pronto para hablar de ello siquiera. El velo...

    Lo que la gente no puede ver fcilmente, lo imagina. Lo desea. Se consume por ello. Y las cosas que uno desea son muy caras, y la gentepaga sumas elevadas por ellas. Si hubiese arcoris cada maana, seran ignorados. Si tenemos un arcoris aqu, en ti, entonces, proclammoslo,pero permitamos que muy pocos lo vean.

    Mi madre entrecerr los ojos.La mujer ms bella del mundo. Nos atreveremos? Nos atreveremos a afirmarlo?Justo entonces mis hermanos vinieron a todo correr, riendo y tambalendose.Saben demasiado! dijo Cstor. Parece que lo saben todo de nosotros!Saben lo que nos puede hacer ms dao dije yo. No estoy segura de que sepan nada ms. Es fcil saber lo que puede herir a una

    persona.Clitemnestra me mir aprobadoramente.Helena tiene razn. Insultar a alguien es una tarea fcil. Elevarse por encima del insulto no es tan sencillo. Lo recordamos mucho ms

    tiempo que las alabanzas. As es como estamos hechos.Entonces, debe de ser as como estn hechos los dioses tambin, porque parecen dar por sentados nuestros costosos sacrificios y

    nuestras alabanzas, pero nos guardan rencor por nuestras omisiones y deslices para siempre. Mi padre dijo aquello con un gruido. Mir haciael sendero. Vamos, estamos perdiendo tiempo.

    Ya en paz despus de pasar por las escandalosas provocaciones, dejamos que el fino aire de la montaa enfriase nuestras mejillassonrojadas. Yo pensaba extraada en las palabras airadas, en las extraas referencias. Picos? Cscaras de huevo?

    Todava seguamos ascendiendo. El monte Taigeto era tan alto que la nieve duraba an en su cumbre recortada, mucho despus de que lasflores de los manzanos y los membrillos en el valle hubiesen desaparecido, y llegaba muy pronto, antes de que se recogieran las cosechas. Dehecho no era un monte, sino varios, que formaban un gran valle en el centro de nuestro pas. A un lado de ellos se encontraba el aterrador lagoEstnfalo, donde Heracles haba matado a los pjaros malvados; en el otro se encontraba Nemea, donde haba matado al len con el pellejoimpenetrable. Un enorme deseo de ver esas cosas me invadi.

    Has salido del palacio me dije a m misma. Es un principio, no? El sombro lago Estnfalo, los dems lugares donde Heracles llev acabo sus trabajos deban esperar. Pero los vers, desde luego, algn da los vers.

    La luz del da ya se desvaneca cuando nos aproximamos al lugar sagrado, tal y como deba ser. Un bosquecillo de lamos negros aparecia la vista, como fondo de los otros rboles, oscilando en la brisa nocturna y susurrando sus misterios. Fuimos andando entre el estrecho pasilloque creaban, y luego, de repente, aparecimos en un terreno llano, donde ardan centenares de antorchas.

    Las diosas os saludan. A mi lado, una sacerdotisa con un manto me tenda un vaso alto y esbelto y me invitaba a beber.Lo llev hasta mis labios y reconoc la pocin con sabor a menta de cebada blanca cosechada en el campo sagrado de Demter. Ella me

    hizo un gesto hacia un hombre que estaba de pie con una antorcha llameante, de la cual deba prender la ma. La obedec.Una vez encendida mi antorcha, me indicaron que me uniera a las luces remolineantes en el campo que tena ante m, que transformaban

    todo aquel terreno en un cielo repleto de estrellas. Centenares de devotos bailaban all, daban vueltas y tejan motivos intrincados y cadenas demovimientos en la creciente oscuridad, levantando sus antorchas.

    Danzamos por las diosas susurr una sacerdotisa a mi odo. No te asustes, no retrocedas. Ofrcete a ellas.Rodeada por los adoradores, sent como si volviera a nacer, ya fuese verdad o no. El terreno oscuro era irregular y resultaba difcil evitar

    tropezar, pero los bailarines parecan flotar por encima del suelo, y al unirme a ellos, yo tambin. Perd a mis padres, perd a mis hermanos y a mihermana; dej la Helena que tena que llevar un velo y mantenerse oculta y obedecer, y me alc, libre. Not que Persfone me tomaba de la mano.La o murmurarme: Cuando te lleven lejos, no ser el cautiverio, sino la libertad. Poda notar el roce de su mano dulce y suave, aspirar el aromaprofundo de su cabello. Aunque no lo vea, de alguna manera saba que era color oro rojizo.

    De repente, todo se qued muy quieto. La danza ces, y las sacerdotisas levantaron las manos. Apenas vea en la luz desfalleciente.Ya habis bebido el brebaje sagrado dijo entonces. Habis dejado entrar a la diosa en vosotros mismos. Ahora, debis recitar la

    promesa secreta.

  • El murmullo de cientos de voces se mezcl, imposible de descifrar. Pero el juramento era ste: He ayunado. He llegado a la cesta sagraday, habiendo actuado all, he dejado un residuo en la cesta ritual. Entonces, retirndome de la cesta ritual, he vuelto a la sagrada. Lo puedo recitarahora mismo, sabiendo que resulta incomprensible para aquellos que estn fuera de los misterios. No traiciono nada.

    Satisfecha, ella nos hizo la seal de que formsemos una gran espiral en el terreno sagrado de danza. Su punta entrara primero en la salade iniciacin, y luego el resto se ira desenrollando detrs. A medida que entrbamos, tenamos que sofocar las antorchas en un enormeabrevadero de piedra que estaba justo en el exterior del edificio. Cada antorcha sumergida en el agua entonaba una ltima y chamuscadaprotesta.

    En el interior estaba terriblemente oscuro. Una oscuridad profunda, tenebrosa, como la oscuridad de la tumba, como la oscuridad que haycuando nos despertamos y no sabemos si todava estamos vivos. Slo la presin de otros cuerpos a mi alrededor me tranquiliz y me dijo que nohaba muerto y que no estaba perdida.

    Feliz es aquel entre los hombres de la Tierra que ha contemplado estos misterios; pero el que no est iniciado y no ha tomado parte enellos nunca tiene un buen destino cuando ha muerto, all abajo, en la oscuridad y la melancola. Una voz lejana y resonante lloraba.

    Inclinaos ante las diosas nos dijeron.Not, ms que vi, un movimiento en una direccin, y segu. Ante m, o suspiros y quejidos, y mientras me aproximaba, apenas pude

    vislumbrar las oscuras sombras de unas estatuas de Demter y Persfone. La madre, vestida de colores radiantes, estaba enfrente, y ante ella,en la sombra, y negra, la hija. Pasamos ante ellas rpidamente, sin que se nos permitiera quedarnos, y nos condujeron a otra sala ms pequea.

    Un perfume abrumador a flores llenaba el aire. No estaba segura de cules eran, pareca que se haban mezclado varias. Eran lirios,jacintos, narcisos, dulcsimos y estrujados? Pero no era la estacin de tales flores, de modo que, cmo era posible que las imgenes de lasdiosas las hubieran conseguido?

    stas fueron las ltimas flores que recog antes de que me raptaran dijo una voz fantasmal, flotando en el aire espeso y perfumado.Podis sentir lo que yo sent, oler lo que ol... Y la voz qued flotando en el aire, tristemente.

    Nos sumergimos mucho ms profundamente en la oscuridad, como si hubisemos bajado con ella al abismo. Not que caa.Al fondo, donde aterric despus de resbalar largo rato, me encontr sola. Me puse en pie y quise averiguar dnde estaba. A mi alrededor

    slo haba oscuridad y negrura, una noche sofocante.A esto tendrn que enfrentarse todos los que estn arriba susurr una leve voz contra mi mejilla. Pero t..., t nunca tendrs que venir a

    este lugar de oscuridad. ste es el destino de los mortales.Yo soy mortal. Al final pude articular las palabras.S, de alguna manera. Un suave suspiro y una risa. Depende de ti lo mortal que seas.La voz..., la presencia... Yo haba acudido para los misterios, y ellos me haban prometido que la divina epifana se manifestara por s sola. Y

    haba ocurrido entonces.No s qu quieres decir dije.Tu madre no te ha hecho ningn favor. Ella (porque saba que era una mujer) dijo entonces: Tena que haberte contado la verdad sobre

    tu engendramiento.Si lo sabes, te ruego que me lo digas grit. Al parecer estaba sola con ella; me haba concedido una audiencia privada. No haba nadie

    a nuestro alrededor. Habra cado en un pozo secreto?T y yo somos hermanas dijo ella. Es todo lo que puedo decir.Si lograba saber quin era ella, sabra tambin qu preguntar.Quin eres? murmur.Qu santuario es ste? Pareca disgustada.Ah, no, que no se disgustara!El de Demter y Persfone.Justamente. Y quin soy yo?Tena que ser la hija.Persfone?Entonces sent un calor que se extenda y me rodeaba.Has dicho la verdad. Una gran pausa. Pero mi madre es tambin digna de alabanza me dijo. Y t sers muy inteligente si le

    haces caso. Aunque la hija crezca, eso no significa que su madre deje de requerir su homenaje.Aquella vez no saba qu quera decir. Ms tarde lo sabra demasiado bien.Ella se acerc a m. La senta a mi lado.Hermana murmur. Puedes confiar en m. Siempre estar contigo. Ten cuidado con las dems diosas.Cmo poda ella pensar en otras diosas, o imaginar que yo era capaz de hacerlo? Su resplandor, un resplandor que penetraba en la

    oscuridad y brillaba en mi mente, me invadi.S murmur.Y ahora, espero a otros dijo.Por supuesto: la diosa siempre est dispuesta a atender al siguiente, mientras nosotros, los mortales, miramos hacia atrs, a lo que acaba

    de pasar, a lo que acabamos de ver. En eso yo era enteramente mortal. Mis ojos quedaron cegados con la radiante visin de ella, aunque, enrealidad, nunca llegu a contemplar su rostro. Y eso era lo que ella pretenda.

    En la gran sala nos amontonamos esperando. Haba pasado mucho rato, en plena noche, aunque no tena modo alguno de saberexactamente cunto tiempo haba transcurrido. El tiempo haba volado como un cuervo de negras alas. Todo se haba desvanecido, y yo estabaall de pie, despojada de todo lo que conoca, de todo lo que era, de todo lo que haba sentido. Estaba desnuda ante la deidad, esperando surevelacin.

    Una luz resplandeci; la respuesta lleg en el ritual final representado para nosotros. Vi el milagro, el centro ms profundo del secreto. Apartir de aquel momento, la muerte no me dio miedo. La conoca en todo lo que representaba. Poda trascenderla.

  • V

    Durante un tiempo, lo que haba visto en la cmara interior me consuma, y me regodeaba en el esplendor de aquella visin mucho tiempodespus de volver a casa. Me contentaba con mis lecciones, practicaba la lira (que ya era lo bastante mayor para aprender), y me sent muyorgullosa cuando crec tanto que el pequeo arco de madera de olmo que me haba hecho Cstor se me qued pequeo y pude empuar otromayor, y perseguir unas presas de caza mayores tambin. Ya no cazara liebres; ahora podra dedicarme a las cabras salvajes.

    El otoo se desvaneca entre un hermoso resplandor, alejndose, su bronce se converta en pardo, una vez recogidos sus frutos y los camposen barbecho, dormidos. Permanecamos en el interior, frotndonos las manos, tiesas de fro, frente al fuego del hogar de la sala grande,soportando las aburridas canciones y los poemas de los bardos que nos visitaban. No todos los cantores estaban bien dotados, y los que loestaban no parecan especialmente atrados hacia el palacio de mi padre.

    Yo pensaba que la experiencia del santuario durara mucho ms, y aquietara mi deseo de ver ms cosas, pero hacia la primavera ya estabams irritada que nunca por mi reclusin. Escapar durante un breve tiempo no haba conseguido ms que empeorar las cosas. No importaba quenuestro palacio estuviese abierto a las brisas que soplaban a travs de l, acaricindolo como las cuerdas de una lira. El verde valle y la pequeaciudad de abajo murmuraban seductoramente a mis odos, como siempre har lo desconocido.

    Clitemnestra se me acerc mientras yo estaba de puntillas, atisbando por encima del muro subida en una piedra, y me cogi por lasespinillas y me sacudi. Casi me caigo.

    Deja ya de sacar el cuello que no conseguirs alargarlo. Se rio, y me tendi los brazos y yo salt hacia ellos. Era tan fuerte que nisiquiera se movi cuando el peso de mi cuerpo cay sobre ella.

    Llvame all! dije, de pronto. Por favor, por favor!Ella mir a su alrededor para ver si alguien estaba escuchando. Pero nos encontrbamos solas.Ahora?S, ahora! exclam. Nadie nos hace caso, podemos volver antes de que nos echen de menos. Oh, por favor, por favor, t puedes ir

    cuando quieras, pero a m me tienen aqu atada, como a una esclava. No, ni siquiera como una esclava, porque las esclavas no estn atadas.Vi que se lo estaba pensando. A Clitemnestra siempre le haban gustado los desafos.A menos que tengas miedo... dije, sabiendo que ella entonces tendra que probar que no lo tena.Ella pic.Yo? Cogi aire con fuerza. Vamos, corre!Mirando a nuestro alrededor nerviosamente, salimos sigilosamente por la poterna y bajamos por la falda de la colina a toda velocidad. La

    sombra de los olivos y de los cipreses de la colina dieron paso al sol brillante en cuanto salimos de entre los rboles, y los prados verdesresplandecan.

    Es ms bonito que las joyas! dije. Corr hacia campo abierto, sintiendo la fra hierba que azotaba mis piernas y sorprendida por lasflores ocultas entre la hierba: algunas color morado, otras blancas como de encaje, racimos de capullitos rosa...

    Helena! La habitual voz autoritaria de Clitemnestra tena una nota de preocupacin. Helena!Mi cabeza apenas sobresala de las hierbas ms altas, y agit los brazos para que me viera.Aqu estoy.Sal ahora antes de que te pierda dijo. Aqu la hierba es demasiado alta.Seguimos el camino que conduca al ro, bajando por las orillas. All, una vez ms, encontramos la sombra, bajo los tamariscos y los sauces

    que crecan cerca del agua, con sus ramas repletas de yemas arrojando sombras sobre las orillas y la corriente. El agua fangosa pasabasaltarina, removiendo y levantando pequeos copos blancos.

    La ninfa del agua nos saluda dijo Clitemnestra. Pareca recordar algo que la hizo sonrer.Cul es la que vive aqu? me preguntaba yo.No s su nombre dijo Clitemnestra. Pero de alguna manera comprend que s lo saba. Simplemente, no quera decrmelo. Quiz fuese

    algo sagrado.Me acerqu ms al borde del agua, hasta un lugar donde crecan los juncos.Me gustara verla. Tuve que hablar en voz alta para superar el murmullo del agua entre los juncos. Met la punta de un pie y encontr el

    agua helada. Las nieves del monte Taigeto todava se estaban fundiendo.Clitemnestra vino y se coloc a mi lado. Nuestros reflejos ondulaban en el agua que tenamos debajo. Yo me inclin para verme mejor, pero

    Clitemnestra me ech hacia atrs.No lo hagas dijo.Yo crea que deba saber el aspecto que tena. Encontr una sorprendente fuerza para empujar a Clitemnestra, que era mucho mayor que yo.

    Su presa se afloj un instante, y en aquel momento me inclin hacia delante y vi un rostro que me miraba con los ojos muy abiertos, tansobresaltado como yo estaba al contemplarlo.

    No era como haba imaginado, aunque ya saba, por mi mirada furtiva al espejo de mi madre, que tena los ojos de un castao verdoso, yunas pestaas muy espesas, y que tena los labios gruesos y curvados. Ahora lo vea todo, vea mi rostro como lo vean los que estaban a mialrededor.

    Me inclin un poco ms, casi hasta tocar el agua, y luego mi nariz la toc y la imagen se rompi formando ondas y fragmentos, sin dejar debailotear. Contuve el aliento y esper a que se aquietara de nuevo, de modo que una vez ms pudiese ver mi propia imagen y ver lo que otroshaban visto y me haban negado a m, y poder estudiarla y memorizarla. Aquello dictaba mi vida, me mantena prisionera, de modo que, nodeba saber cmo era?

    No. Clitemnestra me tir del brazo. Para, o si no acabars como Narciso. Tom aliento. El hombre que se enamor de su propioreflejo en el agua y a quien Apolo convirti en flor. Es eso lo que quieres? Su voz sonaba ligera, pero no poda ocultar ante m el temor quesenta. De qu tendra miedo?

    No dije yo, retrocediendo, obediente, porque ella haba conseguido asustarme. No me gustara echar races en un solo lugar, nisiquiera en un lugar tan bonito como la orilla de este ro.

    Pero una vez volvimos al soleado camino que conduca a la ciudad, mi aprensin se desvaneci. Despus de todo no haba visto nadaexcepto un reflejo, y un rostro no tena ningn poder en s mismo, al menos ningn rostro humano.

  • El camino serpenteaba, a veces alejndose y adentrndose entre las praderas, discurriendo hacia la ciudad, y a veces volviendo a abrazarde nuevo la orilla del ro. Por entonces el sol estaba lo bastante alto, aun en aquella poca, a principios de la primavera, para que la sombra fuesemuy bienvenida cuando caminbamos bajo los rboles de nuevo, junto al agua. En un momento dado, el ro se ampliaba, formando una oscurapoza. Nadando serenamente en su superficie se encontraban tres grandes cisnes, dando vueltas el uno en torno al otro majestuosamente, consus curvados cuellos muy altos y su resplandeciente plumaje de una blancura imposible y pura, en contraste con la oscuridad del agua.

    Me detuve y contuve el aliento. Junto a m, Clitemnestra se detuvo tambin.Qu hermosos son susurr, como si no existieran realmente y hasta el sonido ms pequeo pudiera hacerlos desaparecer.Nunca haba visto cisnes tan de cerca, pero me qued petrificada por su gracia imperiosa y seductora. Yo miraba y miraba, y ellos se

    deslizaron y pasaron como si fueran espritus, sin acusar la presencia de ninguna otra criatura en el ro.Uno de ellos haba vuelto la cabeza y fue girando suavemente, fij sus ojos sorprendentemente pequeos en m y luego fue nadando en

    nuestra direccin. Se diriga hacia una zona herbosa de la orilla que pareca muy invitadora, con lirios y violetas como destellos de luz entre elverdor.

    Pareca tener un objetivo, venir deliberadamente hacia nosotras. Halagada y emocionada, retroced un poco y cog la mano de Clitemnestra.El cisne, que era el mayor de los tres, ahora lo vea, no se detuvo por el pequeo movimiento que yo haba hecho.

    Sus ojos me contemplaban con una mirada oscura.En palacio tenamos perros, perros de caza, y mi padre y mis hermanos me haban dicho: Un animal siempre retira la mirada cuando le

    miras directamente; es siempre el primero en apartar los ojos. Y eso es porque el hombre siempre domina a los animales. A menos, porsupuesto, que no sea un animal en absoluto, sino un dios disfrazado....

    Los dioses eran muy aficionados a disfrazarse de animales, o al menos as era en los tiempos antiguos, cuando nacieron las historias que anosotros nos gustaban tanto, pero aquel cisne era de mi propia poca. Y era muy osado.

    Casi haba llegado hasta nosotras; ahora se diriga hacia la orilla donde estbamos de pie. Su rostro estaba vuelto hacia nosotras, y porencima de su pico negro y anaranjado, los ojos estaban ms prximos, insondables.

    No! grit Clitemnestra, y corri hacia delante, agitando un palo. No, otra vez no! No vuelvas aqu, criatura violadora y cruel!El cisne se detuvo y luego nad furiosamente hacia nosotras, elevando las alas y trepando por el barro, y emitiendo un spero sonido.Era muy grande. Con las alas extendidas dejaba pequea a Clitemnestra, que retrocedi y busc una piedra para arrojrsela. Le dio en el

    pico y le hizo volver la cabeza.Cualquier otra criatura habra huido, pero el cisne la atac. Siseando, vol hacia Clitemnestra y, moviendo su cuello hacia un lado y otro, le

    lanz una serie de golpes y picotazos. Ella cay de cara en el barro y se protegi la cabeza con los brazos. El cisne se acerc y sigui picndoleen la nuca y en los brazos, emitiendo siempre un siseo horrible y entrecortado como el vapor que se escapa de una olla hirviendo. Los otros doscisnes siguieron dando vueltas serenamente en el agua.

    Corr hacia delante y me arroj al lomo del cisne. Qu otra cosa poda hacer sino salvar a Clitemnestra? Agarr con fuerza sus plumas. Erangruesas, brillantes y suaves, y not la fuerza y los msculos debajo de ellas. No haba ningn cojn, ninguna nube, slo fuerza, intensidadimplacable bajo la engaosa belleza de las plumas blancas y la grcil forma.

    Djala! Djala! grit, y luego agarr el cuello del cisne, un tubo movible que pareca una serpiente que se retorca.Como si mis manos no tuviesen fuerza alguna, el animal movi aquel cuello a pesar de ellas y me mir directamente. Sus pequeos ojos

    negros parecieron ampliarse hasta llenar toda mi visin, sujetndome en su poder.Para susurr, casi tocando con mis labios el duro pico.El pico se abri y me roz la mejilla. Haba unos diminutos relieves en su interior, como puntitas, y not que pellizcaban mi carne. l sujet la

    piel con suavidad, moviendo un poco la cabeza a un lado como si me estuviera acariciando... o besando. Luego se solt y se ech hacia atrspara mirarme de nuevo. Ahuec las plumas, haciendo que se levantaran y me sorprendieran, de modo que me solt. Se irgui un momento,contemplndome. Luego arque el cuello una vez ms y me acarici el pelo con el pico. Despus se volvi y se introdujo de nuevo en el agua, yse alej flotando serenamente hacia sus compaeros.

    Clitemnestra se incorpor y se sent, jadeando y resoplando. Tena los brazos cubiertos de barro y el rostro embadurnado en la suciedad dela orilla.

    Te maldigo! grit al cisne.No! Le cog el brazo. Es peligroso. No... Puede vengarse! Aqul no era un cisne corriente.Entonces ella pronunci unas palabras misteriosas.Qu ms podra hacer? pregunt con amargura. Lo hecho, hecho est. Se levant y grit hacia el agua: Yo te maldigo! Yo te

    maldigo!El cisne se haba alejado nadando hacia la oscuridad del agua sombreada.El resto del camino hacia la ciudad lo hicimos en silencio, conmocionadas por lo que haba ocurrido a la orilla del ro. Durante un momento

    pens en volver al palacio, pero una vez volvisemos, resultara difcil para m volver a salir de nuevo..., me custodiaran ms de cerca que nunca.Con los labios apretados, Clitemnestra segua adelante, llevndome de la mano. Tena la mejilla sucia en el lugar donde se haba manchado

    con barro del ro. En la parte de atrs de su manto tambin vea las huellas fangosas de las patas palmeadas del agresivo cisne.Le tir de la mano.Por favor, podemos ir un poco ms despacio? Y no podras sonrer? Creo que as asustars a la gente de la ciudad.Ella mene la cabeza y una pequea sonrisa ilumin las comisuras de sus labios. Yo siempre poda hacer que sonriera, cuando otros no

    podan. Luego se rio, con una risa algo estridente.Tienes razn dijo. Tenemos que rernos de esto. Las dos. Nadie ms nos creera. Se agach y dobl una rodilla, y me mir

    directamente a los ojos. No debes contrselo a nadie.Pero por qu? Ha sido tan... Las palabras murieron en mis labios al ver su expresin. No, no lo har dije.Bien. Nadie debe saberlo. Ser nuestro secreto.

    La ciudad apareci tras un recodo del camino, que se haba ido ensanchando y se hizo lo bastante grande para que por l transitaran lascarretas. En un momento estbamos ya en lo que pareca un camino rural, rodeado por prados, ganado que pastaba y jardines, y luego entramosen la ciudad de Esparta.

    No era una ciudad muy grande, lo s ahora, pero entonces me pareca enorme, con tantos edificios tan juntos entre s, y tanta gente.Pasamos a travs de las puertas, pequeas en comparacin con las que despus vi en Troya, y luego entramos en las calles.

  • De repente haba gente por todas partes, movindose como una colmena enorme. Corran en todas direcciones como si las acabaran dellamar en aquel preciso momento para realizar un trabajo vital. Casi esperaba or el zumbido, pero los sonidos eran mucho ms intensos: gritos,golpes, chasquidos de ltigos.

    Unos cuantos asnos cargados iban caminando lenta y pesadamente por la calle, dndose golpes con las paredes de las casas y avanzandocon dificultad bajo el peso de odres de vino o tinajas de barro; pero sobre todo haba gente, g