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La severa prueba con la que Elías se enfrentaba al comparecer ante Acab y pronunciar tal mensaje requería una fuerza moral poco común. Esta verdad se hace más evidente si prestamos atención a un detalle que parece haber escapado a los comentaristas y que sólo es evidente por medio de la comparación cuidadosa de las diversas partes de las Escrituras. Elías dijo al rey: «No habrá lluvia ni rocío en estos años», mientras que en I Reyes 18:1, la secuela de ello es que «pasados muchos días, fue palabra de Jehová a Elías en el tercer a1o, diciendo: Ve, muéstrate a Acab, y yo daré lluvia sobre la haz de la tierra». Por otra parte, Cristo declaró que "muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, que hubo una grande hambre en toda la tierra» (Lucas 4:25). ¿Cómo podemos dar cuenta de esos seis meses? De la forma siguiente: cuando Elias visitó a Acab ya hacía seis meses que la sequía había comenzado; podemos imaginarnos perfectamente la furia del rey al anunciársele que la terrible plaga había de durar tres años más. Si la desagradable tarea que Elías tenla ante sí requería resolución y valentía sin igual; y bien podemos preguntar: ¿Cuál era el secreto de su gran coraje, y cómo podemos explicarnos su fortaleza? Algunos rabíes judíos han mantenido que era un ángel, pero esto no es posible porque en el Nuevo Testamento se nos dice claramente que "Elías era hombre sujeto a semejantes pasiones que nosotros» (Santiago 5:17). Sí, era sólo «un hombre»; sin embargo, no tembló en presencia de un monarca. Aunque hombre, tenía poder para cerrar las ventanas del cielo y secar los arroyos de la tierra. Pero la pregunta surge de nuevo ante nosotros: ¿Cómo explicar la plena certidumbre con que predijo la prolongada sequía, y su confianza en que todo sería según su palabra? ¿Cómo fue que alguien tan débil en sí mismo vino a ser poderoso en Dios para la destrucción de fortalezas? Puede haber tres razones del secreto del poder de Elías. Primera, la oración. "Elías era hombre sujeto a semejantes pasiones que nosotros, y rogó con oración que no lloviese, y no llovió sobre la tierra en tres años y seis meses" (Santiago 5:17). Obsérvese que el profeta no comenzó sus fervientes súplicas después de comparecer ante Acab, sino ¡seis meses antes! Ahí está la explicación de su

Elias 11

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La severa prueba con la que Elías se enfrentaba al comparecer ante Acab y pronunciar tal mensaje requería una fuerza moral poco común. Esta verdad se hace más evidente si prestamos atención a un detalle que parece haber escapado a los comentaristas y que sólo es evidente por medio de la comparación cuidadosa de las diversas partes de las Escrituras. Elías dijo al rey: «No habrá lluvia ni rocío en estos años», mientras que en I Reyes 18:1, la secuela de ello es que «pasados muchos días, fue palabra de Jehová a Elías en el tercer a1o, diciendo: Ve, muéstrate a Acab, y yo daré lluvia sobre la haz de la tierra». Por otra parte, Cristo declaró que "muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, que hubo una grande hambre en toda la tierra» (Lucas 4:25). ¿Cómo podemos dar cuenta de esos seis meses? De la forma siguiente: cuando Elias visitó a Acab ya hacía seis meses que la sequía había comenzado; podemos imaginarnos perfectamente la furia del rey al anunciársele que la terrible plaga había de durar tres años más.Si la desagradable tarea que Elías tenla ante sí requería resolución y valentía sin igual; y bien podemos preguntar: ¿Cuál era el secreto de su gran coraje, y cómo podemos explicarnos su fortaleza? Algunos rabíes judíos han mantenido que era un ángel, pero esto no es posible porque en el Nuevo Testamento se nos dice claramente que "Elías era hombre sujeto a semejantes pasiones que nosotros» (Santiago 5:17). Sí, era sólo «un hombre»; sin embargo, no tembló en presencia de un monarca. Aunque hombre, tenía poder para cerrar las ventanas del cielo y secar los arroyos de la tierra. Pero la pregunta surge de nuevo ante nosotros: ¿Cómo explicar la plena certidumbre con que predijo la prolongada sequía, y su confianza en que todo sería según su palabra? ¿Cómo fue que alguien tan débil en sí mismo vino a ser poderoso en Dios para la destrucción de fortalezas?Puede haber tres razones del secreto del poder de Elías. Primera, la oración. "Elías era hombre sujeto a semejantes pasiones que nosotros, y rogó con oración que no lloviese, y no llovió sobre la tierra en tres años y seis meses" (Santiago 5:17). Obsérvese que el profeta no comenzó sus fervientes súplicas después de comparecer ante Acab, sino ¡seis meses antes! Ahí está la explicación de su certidumbre y resolución ante el rey. La oración en privado era el manantial de su poder en público podía mantenerse con audacia en la presencia del monarca impío porque se habla arrodillado humildemente ante Dios.Pero obsérvese también que el profeta "rogó con oración» (fervientemente); la suya no era una devoción formal y carente de espíritu que nada conseguía, sino de todo corazón, ferviente y eficaz.Segunda, su conocimiento de Dios. Ello se adivina claramente en sus palabras a Acab: "Vive Jehová Dios de Israel". Para él, Jehová era una realidad viva. El abierto reconocimiento de Dios habla desaparecido en todas partes: por lo que se refiere a las apariencias externas, no habla un alma en Israel que creyese en su existencia. Pero ni la opinión pública ni la práctica general podían influir en el ánimo de Elías. No podía ser de otro modo, cuando en su propio pecho tenía la experiencia que le permitía decir con Job: "Yo sé que mi redentor vive». La infidelidad y el ateísmo de los demás no pueden hacer vacilar la fe del que ha comprendido por sí mismo a Dios. Ello explica el valor de Elías, como en una ocasión posterior explicó la fidelidad insobornable de Daniel y sus tres compañeros hebreos. El que conoce de verdad a Dios se esforzará, (Daniel 11:32), y no temerá al hombre.Tercera, su conocimiento de la presencia divina. "Vive Jehová Dios de Israel, delante del cual estoy».Elías no sólo estaba segura de la realidad de la existencia de Jehová, sino que también era consciente de estar en su presencia. El profeta sabía que, aunque aparecía ante la

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persona de Acab, estaba en la presencia de Uno infinitamente mayor que todos los monarcas de la tierra; Aquel delante del cual aún los más ilustres ángeles se inclinan en adoraci6n. El mismo Gabriel no podía hacer una confesión más grande (Lucas 1:19). ¡Ah, lector!; tal certeza bendita nos eleva por encima de todo temor. Si el Todopoderoso estaba con él, ¿cómo podía el profeta temer ante un gusano de la tierra? "Vive el SeñorDios de Israel, delante del cual estoy» revela claramente el fundamento sobre el que su alma reposaba mientras llevaba a cabo su desagradable tarea.