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Elisa Mújica: El recuerdo de Catalina Montserrat Ordóñez * * Ph.D . en Literatura comparada de la Universidad de Wisconsin, Madison,en 1976, con especialización en teoría literaria y literatura latinoamericana de la misma universidad. Profesora y Coordinadora de la Sección de Literatura del Departamento de Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes, en la cual había obtenido su licenciatura en Lenguas Modernas. Profesora de cátedra en la Universidad Nacional. En 1985 fue profesora visitante Fulbright en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh. Actualmente profesora visitante en la Universidad de Amherst, Massachusetts. Ha publicado numerosos ensayos, reseñas, entrevistas y tra- ducciones en revistas nacionales e internacionales sobre literatura latinoame- ricana. Procultura incluyó parte de su obra poética en "Panorama inédito de la nueva poesía en Colombia", publicado en el año de 1986; contribuirá con una investigación sobre La Vorágine para un título próximo de Procultura "Manual de Literatura Colombiana".

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Elisa Mújica: El recuerdo de Catalina

Montserrat Ordóñez *

* Ph.D. en Literatura comparada de la Universidad de Wisconsin, Madison,en 1976, con especialización en teoría literaria y literatura latinoamericana de la misma universidad. Profesora y Coordinadora de la Sección de Literatura del Departamento de Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes, en la cual había obtenido su licenciatura en Lenguas Modernas. Profesora de cátedra en la Universidad Nacional. En 1985 fue profesora visitante Fulbright en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh. Actualmente profesora visitante en la Universidad de Amherst, Massachusetts. Ha publicado numerosos ensayos, reseñas, entrevistas y tra­ducciones en revistas nacionales e internacionales sobre literatura latinoame­ricana. Procultura incluyó parte de su obra poética en "Panorama inédito de la nueva poesía en Colombia", publicado en el año de 1986; contribuirá con una investigación sobre La Vorágine para un título próximo de Procultura "Manual de Literatura Colombiana".

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BEATRIZ GONZALEZ "Hotel del Edén"

Oleo sobre Lienzo

0.92 x 1.07 m

1967

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La producción y la crítica 1 iterarías, en Colombia, han pertenecido al espacio del hombre, con pocas excepciones significativas. Se en­cuentran más nombres de escritoras en la poesla que en la narrativa y en la crítica, un fenómeno que en otros países se ha tratado de expli­car por posibles razones extraliterarias, tales como la imprescindible necesidad de más dinero, más tiempo y más espacio para poder pro­ducir obras si no de más valor, por lo menos de más longitud. Los motivos de la falta de participación de la mujer en la producción literaria del país son mucho más complejos y están estrechamente relacionados, también, con la historia de la misoginia en la literatura, con la ubicación de la mujer como audiencia, consumidora o a lo más administradora de cultura y literatura, con el desprecio de la critica que ha subvalorado los mundos y temas a los que ella estaba antes re­ducida, con la falta de un lenguaje propio y la ausencia de modelos, con las exigencias sociales y familiares que poco valoran una activi­dad que si está bien hecha, es esencialmente critica y subversiva, casi siempre poco productiva y con frecuencia termina aislándola de su medio .

En comparación con otros paises de América Latina como México, Chile, Argentina o Brasil, no hay en Colombia una participación tan consistente de la mujer en la literatura o, si la hay, está por identifi­car y evaluar. Podrlamos ver en ésto un valor relativamente positivo, en su aparente negatividad: las mujeres colombianas, tan hábiles para ser lo que Rafael Humberto Moreno Durán llama mandarinas, no han demostrado un interés coherente en comprometerse con una cultura tan conservadora, aislada e inflada de retórica como tradicionalmente ha sido la colombiana. Ahora que hasta la ruptura se ha convertido en tradición y que desde hace unos veinte años escribir puede ser, in­cluso, una actividad válida y de prestigio, las mujeres colombianas nos encontramos aún en el vado, en comparación con otros pa lses.

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No se ha hecho un m lnimo trabajo de recopilación bibliográfica y critica, sobre las obras escritas por colombianas. En la Bibliografía de la novela en Colombia 1

, un libro básico de consulta, Ernesto Porras Collantes menciona como una de las bibliograflas consultadas La no­vela femenina en Colombia, de Luda Luque Valderrama2

, e incluye en su volumen unos sesenta nombres de escritoras (muchos de ellos seudónimos). nombres que en su mayorla son desconocidos hasta para los especialistas y de los cuales sólo nueve3

, hasta 1974, mues­tran una obra que haya tenido respuesta critica o que haya pasado de uno o dos libros. La producción reducida es una categorla que, por otra parte, no deben'a ser peyorativa, como lo demuestran tantos es­critores famosos en la historia de la literatura, pero que influye mu­cho, desde la perspectiva de la recepción, en la desaparición de un autor o autora en una historia literaria.

Si la falta de una bibliografla critica dificulta el uso de las fuentes primarias, el acceso a las fuentes secundarias es aún más dificil. Se di­ce que la critica sobre las obras de escritoras colombianas es mínima, pero no se ha hecho una exploración sistemática ni en el pals ni en el exterior: aparece algún artl"culo citado en la MLA BibliofFaphy, pu­blicado en una revista aún más imposible de conseguir, hay una re­ciente tesis de doctorado sobre la Madre Castillo, una tesis sobre escritoras colombianas de la Universidad de Toulouse, también inaccesible, un documentado artículo escrito en-inglés sobre Soledad Acosta de Samper, reseñas y artículos desperdigados y cada vez en mayor cantidad sobre Alba Luda Angel (Gabriela Mora, Sharon Ugalde), Helena Araújo, Marvel Moreno, Fanny Buitrago. Sin embar­go, en este momento, decidir trabajar sobre alguna escritora colom­biana es casi escoger al azar. Entre las escritoras más reconocidas y de carrera, para seguir hablando de narrativa, están sin duda Fanny Bui­trago y Alba Luda Angel. Esta última, sobre todo en su último libro Las andariegas4

, se ubica en un deslumbrante mundo de poesía, fic­ción y viaje por la historia. Pero fuera de escritoras de vanguardia y ya consagradas o en período seguro de canonización, hay muchas

1 PORRAS COLLANTES, Ernesto. Bibliograf/a de la novela en Colombia (Bogotá, lns· t.ltuto Caro y Cuervo, 1976).

2 LUQUE VALDER RAMA, Lucia. La novela femenina en Colombia (Bogotá, Coopera· tlva de Artes Gráficas, 1g54). Tesis de grado, Universidad Católica Javerlana. La autora pre· senta cortas notas bibliográficas sobre once escritoras del siglo XI X y veinte del siglo XX,

3 ACEVEDO DE GOMEZ, Josefa. (1803·1861), Soledad A costa de Samper (1833·1g13), Waldina Dávlla de Ponce de Léon (-1900), Hermlnla Gómez Jaime de Abadía (1862·1925), Maria Cárdenas Roa, Ellsa Mújlca, Flor Romero de Nohra, Rocío Vélez de Piedrahíta, Fanny Bultrago. Ante la solemnidad de los nombres habda que anotar que cualquier novato en mercadeo de libros sabe lo dificil que es vender un autor cuyo nombre tenga más de tres palabras Impresas y no se pueda Identificar oralmente sólo con una o dos.

4 ANGEL, Alba Lucia, Las andariegas (Barcelona: Argos Vergara, 1984).

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otras posibilidades de trabajo en este campo, incluyendo muy espe­cialmente géneros no tradicionales, diarios, cartas, literatura oral, testimonios, documentos, novela sentimental y folletines. Si una de las preocupaciones actuales es la recuperación de la historia y la memoria, las versiones e interpretaciones escritas por mujeres se vuelven imprescindibles.

El campo de trabajo es tan amplio y tan relacionado con la reescri­tura de nuestra historia de la literatura, que es difícil encontrar lineas coherentes de trabajo e investigación. No sólo está por discutir el marco teórico, sino que tampoco existe una mínima recolección y disponibilidad de materiales de estudio. Una vez más, la narradora y crítica colombiana Helena Araújo plantea en dos ensayos recientes 5

interesantes criterios y lineas de trabajp sobre la literatura escrita por mujeres en Colombia. En su artículo "Mujeres novelistas", analiza obras de Elisa Mújica, Roclo Vélez de Piedrahlta, Alba Lucía Angel, Flor Romero y Fanny Buitrago, situándolas en el contexto de la lite­ratura femenina contemporánea en América Latina. Su reflexión hace evidente la necesidad de ampliar y profundizar en esta 1 ínea crí­tica: sólo multiplicando y contrastando las lecturas estas autoras se integrarán a nuestra historia literaria y dejarán de ser anomalías o producciones marginales.

En otro artículo reciente, Jacques Gilard analiza a cuatro escrito­ras de la Costa Atlántica: Amira de la Rosa, Oiga Salcedo de Medina, Judith Porto de González y Marvel Moreno6

. Con gran acierto, iden­tifica "los vínculos que allí mantiene la producción literaria femeni­na con su entorno y con la ideología dominante"7

• Vista así, la pro­ducción literaria que critica duramente corresponde a las tres prime­ras auto ras, 1 as de "palabra resignada", y 1 a produce ión 1 iteraria vá 1 i­da sería la de Marvel Moreno, "palabra rebelde". Su crítica es convin­cente y certera, y las destroza por su falsificación de la realidad, su negación del mundo tropical y mestizo, su defensa de las normas morales de la sociedad patriarcal, su aceptación del papel de adorno de la escritora, su disfrute de la lagartería, su defensa de una mujer burguesa, blanca, aliada con el poder y dependiente de la clase diri­gente. Sin embargo, considero que les exige a estas tres escritoras una actitud ética y crítica a la que no tuvieron la más mínima posibilidad de acceso. Pocos hombres en el mismo momento escribían o se com-

5 ARAUJO, Helena, "Algunas post-nadaistas", Revista Iberoamericana 128-129 (Julio­diciembre 1984) 821-837; y "Mujeres novelistas" Panorama de literatura colombiana, (Bo­gotá: Procultura). En preparación.

6 GILARD, Jacques, "Ser escritora en Colombia: Cuatro casos de la Costa Atlántica", Femmes des Ameriques, (Toulouse: Unlverslté de Tolouse-Le Mirall, 1986), 209-230.

7 GILARO,Jacques,210.

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portaban mejor que ellas ante la ideología dominante: es, pues, otra forma de doble moral exigirles más a ellas o esperar que las famosas fuerzas cósmicas femeninas las libraran de su historia. Habría que ver­las precisamente como representantes delatoras de ese mundo que las sostenía y que ellas ayudaban a sostener, un mundo que las próximas generaciones podrán entender y rechazar más fácilmente gracias a lo que escribieron, igual que ahora podemos cuestionar, con otras lectu­ras, a La María y a La Vorágine. Por otra parte, estamos en la actuali­dad tan seducidos por la literatura de la modernidad, y por nuestra propia habilidad de receptores conscientes y cómplices, que no acep­tamos otro tipo de escritura y tendemos a confundir ruptura, rebel­día y posiciones críticas con un concepto tan relativo históricamente como buena 1 iteratu ra 8

.

Elisa Mújica, obra y crítica

¿Qué hacer, pues, ante esta situación que metodológicamente pa­rece algo caótica pero teóricamente es un gran reto? He tratado de aproximarme a estos problemas con un trabajo muy concreto de lectura y análisis de una de las escritoras colombianas que más se ha distinguido en este siglo, y que a la vez está menos integrada a nues­tra historia literaria. Su nombre es ampliamente conocido en los círculos culturales del país, pero su obra no se consigue o lo que exis­te no es fácil de clasificar por géneros, lo que complica su evaluación. Nacida en Bucaramanga, Elisa Mújica (1918-) reside en Bogotá des­de pequeña. Vivió varios años en Quito, en los años cuarenta, y otra larga época en Madrid, en la década del cincuenta 9

. Durante treinta años colaboró en las "Lecturas Dominicales" de "El Tiempo", cuando las dirigía Eduardo Mendoza Varela, y es la primera y única mujer que pertenece como miembro de número a la Academia Colombiana de la Lengua. Además de su obra narrativa, a la que me referiré más adelante, ha publicado la edición prolongada y anotada de las Remi­niscencias de Santa Fe y Bogotá de José María Cordovez Maure (Madrid: Aguilar, 1962); La aventura demorada. EnsayosobreSanta Teresa de Jesús (Bogotá: Presencia, 1964); lascrónicasycuadrosLa Candelaria (Bogotá: 1 nstituto Colombiano de Cultura, 1974); La expedición botánica contada a los niños (Bogotá: En ka- Colcultura,

8 ver VIDAL, Hernán, Literatura hispanoamericana e ideo/og(a liberal: surgimiento Y crisis (Buenos Aires: Hispanoamérica, 1976).

9 Para una ampllacióFl de los datos biográficos, ver la entrevista de Aída Calero de Ko· nletzko, "Entrevista con Ellsa Mújlca", La cábala, 6 (Junlo·septlembre 1984), 20·23. Aun· que las preguntas son bastante discriminatorias e Insisten en las relaciones afectivas Y en la soledad de la mujer escritora, E lisa Mújlca proporciona Interesantes datos, plenos de dobles sentidos y mensajes, sobre su trabajo, su vida, su "conversión" al catolicismo en su edad adulta, después de su compromiso revolucionarlo.

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1978; Bogotá: Carlos Valencia, 1981; Premio 1983 de la Dirección Cultural del Distrito al mejor relato infantil); Bestiario o, como ella quería titularlo, Pequeño bestiario (Bogotá: Carlos Valencia, 1981); Introducción a Santa Teresa (Bogotá: 1 nstituto Colombiano de Cul­tura Hispánica, 1981); el cuento "José Celestino y el dragón"en Pasado y porvenir de la Expedición Botánica (Bogotá: 1 nstituto Co­lombiano de Cultura Hispánica, 1985); la edición prolongada de Novelas y cuadros de costumbres de Eugenio Dlaz Castro (Bogotá: Procultura, 1985. Dos tomos); y el estudio y recopilación de cuentos populares colombianos, Las altas torres del humo (Bogotá: Procultu­ra, 1985). Sólo esta producción muestra su interés por diversas épo­cas de la historia de Colombia y de España, su conocimiento de la crónica y su manejo, incluso, del relato infantil.

Su obra de ficción abarca casi cuarenta años de la historia literaria colombiana. Ha publicado tres novelas, muy espaciadas entre sí: Los dos tiempos (Bogotá: Editorial lqueima, 1949); Catalina (Madrid: Aguilar, 1963; Premio Literario Esso, 1962); y Bogotá de las nubes (Bogotá: Tercer Mundo, 1984). 1 ntercalados con las novelas aparecen dos volúmer1es de cuentos: Angela y el diablo (Bogotá: Aguilar, 1953) y Arbol de ruedas (Bogotá: Editorial Revista Colombiana, 1972). Un tercer volumen de cuentos, La tienda de las imágenes, y una cuarta novela están en preparación. No es mi propósito en este trabajo hacer el recuento ni la paráfrasis de todos sus temas, trata­mientos y enfoques, que han variado significativamente en este largo período de producción. En esta rápida revisión, sin embargo, resaltan sus preocupaciones por la historia social de Colombia, por la dificul­tad de la mujer en pasar de objeto a sujeto de su historia y por la pre­sencia de una capital devoradora. Sus exploraciones narrativas la conducen a interesantes soluciones que merecen una cuidadosa lectu­ra de su obra y un trabajo más amplio que éste.

Los más reconocidos críticos del país opinaron y se sorprendieron con la narrativa de Elisa Mújica. Algunos de ellos, en estos treinta y siete años, han sido Ernesto Volkening, Hernando Téllez, Eduardo Carranza, Eduardo Zalamea Borda, Juan Cristóbal Martínez, Helena Araújo, Eduardo Camacho, Jorge Gaitán Durán, Roberto Herrera So­to, Próspero Morales Pradilla, Alvaro Pachón de la Torre, Agustín Rodríguez Garavito, Juan Gustavo Cabo Borda, Policarpo Varón. Er­nesto Volkening escribió en 1950 un ensayo sobre la primera novela de Elisa Mújica, Los dos tiempos 10

• Hoy, su autora la considera "apenas un balbuceo". Hernando Téllez la llamó "un indeciso tanteo,

10 VOLKENING, Ernesto, MLos dos tiempos de E lisa Mújica" (1950) Ensayos 1. ((Bogo·

tá: 1 nst ltuto Colombiano de Cultura 1975), 215-220 .

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un proyecto frustado, casi una gentil nadería" 11 , frase desafortunada y discriminatoria. Sin embargo, en un momento Volkening, con el característico "anacronismo" que Cobo Borda le elogió 12 , la juzga como "uno de los libros más importantes que se hayan publicado re­cientemente13. Subraya sus cualidades de "documento humano", y percibe en la historia de Celina "un ritmo muy peculiar de rebeldla y fuga, de afirmación de la propia personalidad y acomodación a un cuadro de vida preexistente, de anhelos vitales y frustraciones nacidas del miedo de perder la batalla" 14 . Historia social, política, emigra­ción a la ciudad, viaje a Quito, trabajo, revolución, amores y muertes se combinan por medio de la protagonista, Celina. Sin omitir criticas, Volkening señala, también, episodios y retratos de personajes que considera "pequeñas obras maestras" e "insuperables".

Catalina llegó acompañada de la publicidad del Premio Esso. En realidad, el premio de ese año no fue para esta novela. Según la nota introductoria de la edición, el jurado calificador del Premio Literario Esso 1962, compuesto por Isabel Lleras de uspina, Gerardo Valencia y Manuel José Forero, otorgó el premio a la novela Detrás del rostro de Manuel Zapata Olivella y además recomendó la impresión de la novela Catalina de Elisa Mújica. Añade la nota que la Esso Colombia­na S.A. "ordenó la impresión de las dos obras, como tributo de admi­ración a la mujer colombiana y con el fin de estimular aún más a todos los escritores colombianos" 15 . (El subrayado es mío). La frase "como tributo de admiración a la mujer colombiana" indica la prime­ra reacción crítica y la 1 ínea de recepción típica ante la literatura es­crita por mujeres: inmediatamente se ignora a la autora, se hace abs­tracción del valor literario de la obra y se ubica dentro de una pro­ducción marginal, de un grupo humano al que hay que "admirar" en general (no estimular como a los escritores). sobre todo si hace proe­zas tales como escribir coherentemente. La admiración del jurado de la Esso iba dirigida a Elisa Mújica (esperemos que no a Catalina). por ser mujer y no por ser escritora.

11 TELLEZ, Hernando, Catalina, la novela de Elisa Mújlca. "Lecturas Dominicales", "El Tiempo", 10 de mayo de 1964. Reproducido en Hernando Téllez, Textos no recogidos en libro 2 (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1979) 633-638. La autora recuerda, sin embargo, una primera cdtlca positiva de Téllez en Semana, poco después de publicada la novela Los dos tiempos.

12 VOLKENING, Ernesto, 323.

13VOLKENING, Ernesto, 215.

14vOLKEN ING, Ernesto, 216.

15Eiisa Mújica, Catalina (Madrid: Agullar, 1g63), 9. Las citas del texto Que aparecen en

este trabajo pertenecen a la misma edición.

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Voces Insurgentes _____________________ 57

En una crítica básicamente positiva sobre Catalina, Hernando Té­llez parte en 1964 del supuesto de la falta de novelas latinoamerica­nas que puedan igualarse a las clásicas decimonónicas. As( y todo, como buen lector, entra en la seducción del texto, capta la compleji­dad de la voz narrativa de la protagonista e identifica la denuncia de un mundo "mediocre, vulgar y común" 16 . Debido a su propio traba­jo antirretórico, Hernando Téllez reconoce la dificultad de escribir como lo hace Elisa Mújica.

"Parece cosa excepcional en una literatura casi siempre descortés con el lector, es decir, una literatura que gesticula, reitera y subra­ya pedantescamente suponiendo siempre la estolidez de quien la lee. O lo que es igual: una literatura cuya caracter/stica más co­mún y desastrosa es la de la inflación retórica y la pérdida endé­mica del sentido literal de las palabras, y de las proporciones y las categorías"17

Por desgracia, la claridad y la pos1c1on antirretórica se perciben como femeninas : "finura, buen tono, sencillez, sutileza", que enume­ra en esta secuencia, no se podría decir del lenguaje de tantos buenos escritores latinoamericanos que como Elisa Mújica han tratado de su­primir en vez de añadir palabras. Sin embargo, como dije anterior­mente, la crítica es positiva en general y le reconoce la mayor y única destreza que un novelista puede desear: "La de saber contar una his­t0ria"1 8.

En sus ensayos de 1 iteratu ra colombiana, Eduardo Ca macho Guizado le dedica una página, señalando que la presentación de la condición de la mujer colombiana de esa época parece ser el blanco final de la autora 19 . Aunque da la impresión de sentirse incómodo ante una obra que no define si lo importante es "la historia del pa(s o la petite histoire de Catalina", y que considera transcurre en la peligrosa "sen­da que oscila entre lo cursi y lo realista"20

, la valoración final es bas­tante positiva: "Con todo, para m ( no ofrece dudas el hecho de que Catalina es una obra de consideración en la literatura colombiana

16TELLEZ, Hernando, 6.

l 7TELLEZ, Hernando, 7 .

ISTELLEZ, Hernando, 7

19 CAMACHO GUI ZADO, Eduardo . Sobre literatura colombiana e hispanoamericana

(Bogota : Instituto Colombiano de Cultura. 1978). 105.

20cAMACHO GUIZADO, Eduardo, 106.

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contemporánea" 21 . Si tenemos en cuenta que la vida de una mujer ha

dejado de llamarse, porque nunca ha sido, petite histoire, y que lo cursi es una categorla demasiado relacionada con actitudes de clases y de sexo, y que después de Manuel Puig ya no se la considera peyo­rativamente ni en literatura, Catalina queda definitivamente bien librada.

Helena Araújo, en 1966, vio en Catalina la prolongación de lfige­nía (1922) de Teresa de la Parra. En Caracas o en Bucaramanga, las dos protagonistas comparten una monotonia que en Maria Eugenia se plasma hasta en el subtitulo de la obra, "Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba", y en Catalina en su conciencia de no poder ser como las otras22

• conciencia que será el motor que le permttirá sobrevivir. A pesar de criticar en la obra "una tendencia al diario sentimental", "su apego por lo circunstancial" y "su carencia de análisis" (c¡:¡racterlsticas que podrian molestar en Elisa Mújica, pero no en la narradora y protagonista, Catalina Aguirre), Helena Araújo identificó ya hace veinte años la linea que une a Catalina con lfigenia y que se leyeron sólo como petites histoires, negándoles el valor social que su suma produce. Por otra parte, aunque no lo desa­rrolla, Helena Araújo identifica también uno de los ejes claves de la obra: "El camino que ha de recorrer toda mujer para transformarse de objeto en sujeto de cualquier conglomerado"23

.

Veintidós años después de Catalina, Bogotá de las nubes explora un espacio y una historia muy distintos aunque una vez más la prota­gonista, Mirza, es testigo de un momento histórico que sólo puede presentar a través de su experiencia personal. El recuerdo desde un momento presente y el entrelazamiento de épocas y espacios se plas­man con exactitud. Cabo Borda, aunque critica el deseo de la autora de ser moderna, le reconoce su concienzudo profesionalismo24

. Hele­na Araújo considera que en Bogotá de las nubes Elisa Mújica ofrece una "versión de la personalidad femenina sufriente y doblegada" y que Mirza, la protagonista, "conlleva una ética, una simbólica de lo reprimido" 25

• El envejecimiento de Mirza la lunareja, su mundo oscu-

21cAMACHO GUIZADO, Eduardo, 106. En relación a lo cursi, Hernando Téllez resu·

me el pensamiento misógino y clasista de los intelectuales del momento (1g66), en dos notas recopiladas en Textos no recogidos en libro 2: "Respuesta a una dama que se cree cursi", (829-832) y "Consideraciones sobre lo cursi", (832·837).

22 ARAUJO, Helena. "Dos novelas de dos mujeres", Signos y mensajes (Bogotá' lnstitu·

to Colombiano de Cultura, 1976), 125·128.

23 ARAUJO, Helena. "Dos novelas de dos mujeres", 126.

24coBO BORDA, Juan Gustavo. "Bogotá visto con ojos de mujer", Correo de LosAn·

des, 34-35 (octubre-diciembre 1985), 145·147.

2 5 ARAUJO, Helena. "Mujeres novelistas".

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Voces lnsurgentes _______________________ 59

ro y oprimido, transcurre en una Bogotá gris e inhóspita, ya ficcionali­zada con frecuencia en la narrativa actual. El viaje de Mirza a Madrid no es liberación sino reproducción de la derrota. Los espacios exter­nos son imágenes especulares de los mundos internos, una solución metafórica común en el tratamiento tanto de la ciudad como de la selva en la literatura. De sus tres novelas, Catalina, hasta cierto punto, es la protagonista con más rasgos de sobreviviente.

Catalina: cómo pasar de ol.Jjeto a sujeto de la historia

Varias excelentes decisiones narrativas apoyan un lenguaje de apa­rente simplicidad. Una narradora en primera persona filtra la historia y, al relatarse relatando, da un tono de verosimilitud a sus versiones, la verosimilitud del testigo, del oidor, cuyas interpretaciones son in­completas y parciales pero que no dejan por eso de conservar un ma­tiz de verdad ajena. En segundo lugar, la obra está construida a partir de una mise en abyme: es decir, como Crónica de una muerte anun­ciada, y tantas otras narrativas de éxito e impacto en la historia de la literatura, el final se nos presenta en las primeras páginas y la lectura es una forma de desenredar esos enigmas. A la concentración de esta información significativa me referiré más adelante.

En tercer lugar, la velocidad de acontecimientos, y por lo tanto de lectura, guarda una interesante relación inversa con la falta de movi­miento de la protagonista : su tiempo y sus espacios son muy limita­dos en relación con los muchos tiempos y espacios que maneja en su conocimiento e imaginación y que la convierten en intérprete y trans­misora de historia. Como veremos, su conciencia de espacios prueba la amplitud de su mundo.

En cuarto lugar, entre los muchos temas y motivos recurrentes que tejen la obra (como por ejemplo el jazmln y el lenguaje de las flores), hay uno que se convierte en un eje temático y estructural que explica y justifica el texto: la lucha de la palabra y el silencio. Vencer el silencio se convierte, como en tantas obras contemporáneas, en un claro objetivo que permitirá la recuperación de la historia, propia y ajena 26

. El silencio es la fuente de todas las soledades y todas las incomprensiones, pero para Catalina no es una cualidad intrlnseca sino aprendida, y es el rasgo de una actitud de sobreviviente: cuando trata de hablar, o no la oyen o traicionan su confianza. Con los hom­bres se da una especial forma de silencio, porque ya le han enseñado que a ellos no se les puede decir sino lo que quieren olr: "sonrela y deda lo que pensaba que le gustarla, como mi madre y las otras mu-

26 AGOSI N, Marjorle, Silencio e imaginación. Metáforas de la escritura femenina, (Méxi­

co: Katún, 1986).

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r

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jeres de mi casa me hablan enseñado que debla hacer" (p. 20) . En una escena de reconciliación con su marido, usa su cuerpo, su vesti­do, hasta el lenguaje de las flores que él no conoce, para comun icarse: "Antes que saliera debt'a hablarle" (p. 55). Pero ante su impaciencia por volver a su amante, Catalina vuelve a cerrarse: "le grité en vez de las palabras que habla preparado" (p. 56) .

El silencio es fuente de incomprensión, pero es el arma contra la falta de solidaridad, especialmente entre mujeres. Catalina por moti­vos que le darán la razón, no confla en sus amigas: "Podr(a contarle muchas cosas a Domitila si lo quisiera. Pero no lo hart'a" (p. 41). "No haber dicho una palabra a nadie y ni siquiera a mi marido, me habt'a vuelto más tlmida y cohibida ante él" (p . 44). "Cuando la vela le hablaba de cualquier tema, menos del que me interesaba" (p. 44). di­ce respecto a Maria. Cuando confla en Rebeca, ésta la traiciona : "no tenia inconveniente en regar a los cuatro vientos lo que yo le contaba" (p. 64). Como consecuencia, Catalina sigue otras tácticas, respondien­do con mentiras a la traición: "habla resuelto tratar de conducirla por falsas pistas, porque tampoco me conven (a retirarle sin explica­ciones mi amistad. Por ningún motivo deseaba convertirla en enemi­ga" (p . 65). Es muy amplio el campo semántico respecto al silencio y a la incomunicación, y se podrlan seguir citando ejemplos. Dos son especialmente significativos, uno respecto a su relación con su madre y el otro a su conciencia de ser portadora de historias y vidas :

"Cuando la veía me costaba trabajo quedarme callada. En el silen­cio se formaban las palabras que ambas necesitábamos. Yo casi las tocaba_ Precisamente entonces comprobaba en su frente, su nariz y su mentón que yo había heredado, el molde de los mios. Un deseo violento de ternura filial, como una planta salvaje que rom­pe capas geológicas para abrirse paso, me laceraba la piel. Pero nos ponfamos a conversar de platos de cocina y de las criadas" (p. 106).

Pero yo no podfa consolarme como otras mujeres, que se dedica­ban a contar a los demás sus propias vidas, lo mismo que si fueran historias imaginadas por ellas. Mis secretos no eran únicamente mios, sino también de Samuel, mi madre y María Amalia. Debía guardarlos para mí sola: amantes que no faltaban ninguna noche a mi cama para desvelarme, pero que de dia ocultaba cuidadosa­mente a las miradas extrañas" (p. 119).

La palabra de Catalina, su recuerdo y la entrega de esas historias, amantes secretos, será la superación de su larqo silencio.

En quinto lugar, y muy relacionada con el silencio, en ia obra do­mina la violencia. Esta afirmación puede sorprender, porque en Cata-

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Voces lnsurgentes _______________________ 61

lina se han percibido como más evidentes la monotont'a y la medio­cridad . Hernando Téllez, por ejemplo, vio en ella: "Una novela para relatar el curso de unas vidas en una pequeña ciudad de provincia, donde la única novedad es el adulterio, la única entretención el chis­me y la única certidumbre el tedio"27

• Sin embargo, la violencia en la obra se muestra de muy diversas maneras, desde las más explÍcitas a las más reprimidas, desde. las del cuerpo a las de la mente, desde las individuales a las sociales. La más expl1'cita es la violencia de las gue­rras, desde las de Bolívar que le trajeron y le quitaron el marido a la abuela de Catalina, hasta la guerra de los Mil Días y sus muertos inútiles. Catalina cuenta la versión de Samuel y su propio recuerdo de testigo de la batalla de Palonegro, que tuvo lugar en mayo de 1900:

"Mientras los hombres ca(an heridos y mor(an en el cerro, las se­ñoras y señoritas de Bucaramanga, desde las ventanas de las casas y armadas con anteojos de larga vista, los contemplábamos. Se perfilaban las siluetas de las mujeres que se acercaban a los heri­dos, llevando cantimploras de agua fresca. Sus figuras eran dimi· nutas y negras, pero brillaban como si las rodeara un halo sobre el fondo de humo y montaña. El ruido de los cañones se habla vuel­to tan natural que, cuando cesó por fin, nos volvimos a mirar unos a otros como si nos buscáramos" (p. 26).

Los recorridos de Samuel por el campo de batalla traen reminis­cencias de La guerra y la paz:

"Llevaban un farol y a su luz contemplaban los cadáveres. Unos ten(an una expresión plácida en la cara, aunque una cuchillada les hubiera sacado los intestinos como un racimo. No se velan tan misteriosos en su inmovilidad como los otros, a los que les hab(a sonado la hora en medio de un cruel espasmo de dolor y rabia. Estos llegaban a la eternidad con una rebe/dfa y una pregunta sin respuesta" (pp. 24-25).

Después de eso, la paz es un objetivo estrechamente relacionado con la vida cotidiana: "Solo querían vivir tranquilos, hacer negocios y engendrar hijos" (p . 21). La violencia de la paz, sin embargo, sigue dirigiendo la historia : muertos, crímenes y suicidios, enfermedad y locura, resultado de dramas familiares; la violencia de familias divi­didas en liberales y conservadores; la violencia de la explotación; la violencia de odios y de miedos; la violencia de los deseos reprimidos, en miradas y gestos; la de los deseos expresados y vividos a costa de los demás; la violencia de la ambición y el poder . En resumen, co-

2 7TELLEZ, Hernando, P. 7.

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rrientes eléctricas cruzan las relaciones entre los personajes, que mu­tuamente se manipulan con violencias y silencios.

Me referiré brevemente al primer capitulo, porque en él se pueden encontrar todos los elementos que he mencionado: las caracterlsticas básicas de la narradora y su evolución como personaje, el efecto de la mise en abyme, los tiempos y los espacios que aparecen en el texto, el silencio como eje temático y estructural y la violencia que relacio­na todo lo anterior :

La novela comienza con un primer capitulo que funciona más que como predicción o prolepsis, como revelación súbita de lo que el tex­to nos irá descubriendo. Es as( un ejemplo de mise en abyme, que como recurso hermenéutico contribuye al análisis critico de la narra­ción y a la confrontación del lector con el juego especular, desata­do por la recepción anticipada de todos los núcleos y personajes cla­ves de la obra . A partir de las profeclas de Edipo Rey y del inicio de "La caída de la casa de Usher", Ann Jefferson encuentra que este recurso es mucho más frecuente y efectivo de lo que la critica con­temporánea ha señalado: "La fuerza del desenlace no reside en el simple suministro de conocimiento o en la revelación de una eviden­cia previamente retenida; reside más bien en la confirmación (o des­confirmación) que aporta respecto a lo ya sabido o a lo ya supues­to"2s .

En las primeras cinco páginas sabemos que la voz narrativa es de Catalina, que está viva y embarazada, en Bogotá, en donde se entera de la muerte de su marido Samuel y de su amante Giorgio . Al llorar ante la doble noticia, lo hace por muchos motivos, entre ellos pér­dida y culpa, pero especialmente por lo que ella hab la sido , "una muchacha borrosa y desprevenida" (p. 13). tan desaparecida como los mismos muertos. Sin entenderlas aún, tenemos todas las claves de la obra: su matrimonio, los consejos y relación con su madre, las ha­ciendas, los administradores, el nombre de la amante de su marido, el contraste entre su padre y su madre, Bucaramanga, el médico de la familia, la abuela y la media hermana de ojos verdes, la ambición de su marido, el escritorio de la tía Catalina que tuvo marido y amante y parece que se suicidó. Para Catalina Aguirre viuda de Figueroa "de­jaron de ser inofensivas no sólo las personas, sino las cosas" (p. 17) y nombrar es recordar. El deseo de contar y no poder hacerlo se con­vierte así en un eje importante de la trama narrativa. "Sin embargo, me habría gustado contárselo" (p. 18). dice pensando en su cuñado, cuando llora en lugar de hablar. La prohibición o incapacidad de ha­blar de ciertos temas, que domina toda la obra, deja en la amb igüe-

28 JEFFERSON, Ann. "Mise en abyme and the Prophectlc", Sty/e 17,2 (Sprlng 1983),

196·208. La traducción es mt'a.

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dad la situación narrativa concreta de Catalina. No se sabe si escribe o recuerda, no se sabe para quién deja en palabras su experiencia de vida. Esta falta de narratario dentro del texto hace que la voz de Ca­talina transmita un tono de asombrada introspección, como si al contemplarse en la distancia oscilara entre la integración y la diso­ciación. Como la Catalina de Arráncame la vida (1985) de la mexica­na María Angeles Mastretta, como la Celie de The Color Purple (1982) de la estadounidense Alice Walker, como la Colometa de La plaza del Diamante (1962) de la catalana Mercé Rodoreda, el recep­tor del texto parece ser en primer lugar la propia protagonista, y de ahí provienen tal vez los comentarios de 1 acrítica que ven en estas obras versiones de diarios íntimos o de literatura epistolar. Catalina Agui­rre, como narradora, muchas veces asume la distancia de la narración omnisciente, del Yo que no se nombra, y se aleja de su objeto . El efecto es una dolorosa lucidez, unida a una necesidad de disociarse como personaje del mundo que nos narra: "En las semanas que si­guieron, me vestía, comía, bordaba, caminaba. Lo único curioso consistía en que me miraba hacer esas cosas" (p. 137) . "Me había convertido en una espectadora de mi propia suerte" (p. 155) . Catali­na, como personaje, ve, vive y registra para la otra Catalina, la narra­dora .

Hay también mucho que explorar en los espacios que crea Elisa Mújica. Ya en 1949 mostraba en Los dos tiempos una conciencia la­tinoamericana, con personajes vinculados con acontecimientos poi í­ticos y sociales que suceden más allá de las fronteras colombianas. Sus conocimientos históricos están estrechamente relacionados con su exploración de espacios, que seguramente pudo ejercitar con la edición de las Reminiscencias ·de Santa Fe y Bogotá, o los textos sobre el antiguo barrio bogotano de La Candelaria. Catalina es un excelente ejemplo del manejo sugerente y concentrado de múltiples espacios significativos, narrados, que contrastan con el reducido espa­cio que Catalina recorre. dentro de la narración: fuera de la apertura que implican las haciendas (Las Hojas, su infancia y la época feliz de su relación conyugal; Madroñal, la relación con el mundo prohibido y culpable de la media hermana) y de la huida final a Bogotá, la vida de Catalina transcurre en casas-rincones: "Pero era en el rincón de mi cuarto donde bordaba manteles de punto de filtiré, que los objetos conocidos de cada día me transmitían la única sensación de seguridad que me quedaba" (p. 119). Sus espacios limitados, no le impiden, sin embargo, ser portadora de historias y secretos: as( nos transmite el espacio de la guerra y de la poi ítica; el espacio del poder y la ambi­ción económica, a través especialmente de la apropiación de la tierra mediante el engaño, el robo o el matrimonio; el espacio de la pro­ducción, que en la región de Santander tiene que ver con caña de azú­car, tabaco, sombreros tejidos, comercio y, en un momento climáti­co, con el descubrimiento de petróleo; el espacio de la naturaleza, del

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mundo mestizo y de lo que la cultura occidental llama superstición; el espacio del ocio femenino y sus bordados, el lenguaje de las flores, las colecciones de postales, las lecturas de novelas románticas, las visitas y los chismes; el espacio del deseo y sus dolorosos cortocircui­tos; el espacio de las relaciones conyugales y la familia; el espacio de las historias familiares y las vinculaciones de diversos miembros con momentos claves de la historia del país. En fin, a partir de esta lec­tura habría que reconsiderar lo que se ha llamado el mundo limitado de la conciencia de la mujer. Con Catalina, Elisa Mújica demuestra en nuestra literatura que lo que se ha considerado ese mundo limitado implica, si no el análisis, por lo menos el acceso de la muJer a todo el conocimiento de su momento histórico, por tradición oral .

El espacio que más claramente articula y desarticula la obra es el de la. relación conyugal, que coincide con el tiempo de la narración : Catalina y Samuel son novios en 1902 (p. 28) y la conspiración con­tra Reyes (1906) tiene lugar poco antes de empezar la relación con Giorgio (pp. 136-137). La vida conyugal de Catalina sigue todos los patrones conocidos, manteniendo . . sin embargo, rasgos individuales que subvierten esos patrones: la balanza se inclina, sin regreso, de la ilusión a la desilusión. Cuando se casa, ya todo está anunciado: "de las palabras de mamá se desprendía que el papel de las esposas se hallaba previsto hasta en los menores detalles. No cabía ninguna alar­ma. Y, en fin, después de todo, cada día mi marido se marcharía a sus ocupaciones y yo quedaría sola, con los niños, dueña y señora de mi gran casa" (p. 15). Llega al matrimonio sin pasado, o con un pasa­do de tres palabras: "modestia, virginidad y sumisión" (p. 30). Se casa con el hombre que su familia considera buen partido y buen ad­ministrador de sus bienes, aunque luego descubre que la motivación de él fue precisamente el interés económico (motivación que se en­cuentra en la mayoría de los matrimonios del texto). Como muchas otras protagonistas de novelas (por ejemplo, Don Casmurro, La amor­tajada, Arráncame la vida). la luna de miel en la hacienda le despierta una profunda dependencia sexual de su marido y a la vez una inquie­tud e insatisfacción que resuelve con fugas periódicas: "Aprovechaba cualquier momento y saltaba a mi caballo, rápida como un animalillo. Galopaba durante horas" (p. 20). La sensualidad de esa época, sin embargo, queda ligada a los jazmines, extensión de su propio cuerpo (p. 69). que planta en su casa de Bucaramanga, y a la gata Mireya, testigo que la incomoda (p. 69). El despojo de Catalina es lento y to­tal: un aborto la aparta de su marido, de la hacienda y del grupo de mujeres que sólo se comunican a través de sus hijos. Cuando descubre que su marido le es infiel con la mujer del administrador, el mundo de la hacienda, que es también el mundo de su infancia, adolescencia y luna de miel, se le cierra . Nunca regresará y su casa de Bucaraman­ga será un lugar de encierro, de ausencia y de espera. Samuel se apro­pia de su fortuna y deja un espía rencoroso para que la vigile. Catali-

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na queda cortada del mundo: "El también debía querer que nuestra historia volviera a su punto de partida, la noche de los jazmines en la hacienda. De lo contrario, yo perderla el medio de comunicarme con los seres y las cosas. Sólo pod la hacerlo a través de Samuel" (p. 54). Su aislamiento es una caída en el vado: "Al cabo de muchas punta­das consegu la sal ir de mí . misma como si tomara un narcótico. Pero alejarme de la realidad sin crear otra para reemplazarla, no me daba ningún apoyo" (p. 52). Sus amistades no le ampllan el mundo. Su amiga Domitila la persigue desde la casa de enfrente. Rebeca, la viuda rica que al principio la atrae, representa la t !pica mujer de doble moral, que exige de las otras mujeres lo que ella no está dispuesta a hacPr. La tertulia que organiza es otro vacío que, entre otras, cumple la función de presentar un excelente retrato de Ricardo, el pseudo­intelectual mediocre, de mal aliento, desagradable y autosuficiente, que en algo recuerda al Charles Tansley de To the Lighthouse de Virginia Woolf. Para Ricardo, Catalina es su musa e inspiración, y la desea mientras sea inalcanzable. Su lenguaje progresista se convierte en parodia ante las contradicciones de su conducta. Por fin, Giorgio es otra trampa, otro hombre interesado en hacer fortuna en la región, que como actuante produce el desenlace de la relación conyugal de Catalina y de la obra como texto. La relación con Giorgio es tan veloz como el deseo de Catalina, y tan insatisfactoria como el am­biente que los oprime.

A diferencia de Madame Bovary, de tantas protagonistas de nove­las de adulterio de siglo XI X 29

, de su tia Catalina Torres, Catalina Aguirre piensa en el suicidio pero no lo lleva a cabo y se va de Buca­ramanga a Bogotá. Con las palabras de Maria, la antigua nodriza, con­cluye crlpticamente la obra: "Ha pasado ya lo peor. Aunque lleguen otras desgracias, lo peor ha pasado" (p. 164). Con un rasgo muy tra­dicional de la región, los personajes se hablan de usted dentro de la familia, con la excepción de Mar1'a al final de la obra, cuando acepta a la Catalina niña, que tendrá que desaparecer. Como última profecla y nueva mise en abyme del futuro de Catalina, que no conoceremos, las palabras de Maria se convierten ya en Bogotá en el apoyo de esta sobreviviente: "Era terrible. Pero, aunque lo fuera, yo debla recordar las palabras de Maria la antevlspera de mi viaje. No pod la olvidarlas" (p. 18). Dos mujeres que estuvieron unidas sin palabras, que se adi­vinaron y se malinterpretaron por falta de lenguaje, al fin logran esa transmisión de vida. En el último capitulo, Catalina logra sus últimas

29oRD0ÑEZ, Montserrat . "Machado de Assis : los adulterios dec imonónicos de Virgilia

y Capltú", Cuadernos de Filosoft"a y Letras, VIl, 3-4 (julio-diciembre 1984), 29-83. Dos li· bros importantes sobre el tema son el de Tony Tanner, Adultery in the Novel: Contract and Transgression (Baltimore and London: The Johns Hopkins Unlversity Press, 1979) Y el de Birute Ciplijauskaité. La mujer insatisfecha: El adulterio en la novela realista (Barcelona: Edha>a, 1984).

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percepciones y transgresiones: entender el paralelo entre la relación con su padre y su marido, olr mencionar a Dios como interrogación, devolverle a su media hermana l.a tierra que le pertenece, en contra de los deseos de su marido, y decidir subvertir el castigo social impuesto a la mujer públicamente adúltera y no suicidarse. Oye a María, pero no puede contestarle: "Sentía en la boca, como si lo tocara, el deseo de confiarme a ella. Lo peor consistla en el silencio. Pero a mi las pa­labras se me helaban en los labios sin pronunciarlas. Siempre me habla sucedido lo mismo" (p. 163). Queda una Catalina confusa y llorosa, pero viva, lista a encontrar la palabra que producirá su texto y su recuerdo.

Una edición agotada

He querido plantear en este trabajo la necesidad de la recuperación de la obra de Elisa Mújica, a partir de esta relectura de Catalina, su segunda novela, Premio Literario Esso 1962 . Como he dicho en un reciente trabajo sobre escritoras latinoamericanas30

, estamos en una etapa de identificación, evaluación y reconocimiento de nuestra his­toria 1 iteraría, una historia con muchas versiones que en el fondo sub­rayan una sola: la exaltación de una literatura de y para un mundo de valores masculinos. Una de las formas de aproximación a la reescritu­ra de esta h istoria literaria es el encuentro o reencuentro con escrito­ras de más o menos "importancia", categorla que también requiere redefinición porque, como ya hab1'a mencionado, generalmente sólo se admite como válida una escritura que pueda reconocerse como perteneciente a la modernidad, y todas las demás expresiones litera­rias y culturales han sido excluidas. Por otra parte, dentro de mis reencuentros con escritoras latinoamericanas, he señalado la existen­cia de obras escritas por mujeres, que participan en el proceso de la !iteratura latinoamericana desde antes de su éxito tan divulgado y y que escogen participar en la historia con la palabra escrita en mo­mentos de mucho más aislamiento y dificultad que los actuales.

En este marco, Catalina es sin duda el aporte de Colombia a la li­teratura latinoamericana. Como también he dicho respecto a otras obras de la misma época 31

, no propongo una lectura de nostalgia, como si Catalina fuera un mundo perdido , sino una lectura que nos ayude a entender nuestros procesos, porque recuperar esa escritura es recuperarnos. Con frecuencia tratamos de hablar todos a la vez, bus­camos voces que nos ayuden a reconocer nuestra historia degollada,

300RDOK4EZ, Montserrat. "Escritoras latinoamericanas : Encuentros tras desencuen·

tras" , Texto y Contexto, 7 (enero-abril 1986) , 119-145 .

3 1 O RDOKlEZ, Montserrat. "Escritoras", 140 .

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Voces lnsurgentes _______________________ 67

individual y social, y sin embargo estamos sordas y sordos a trabajos que nos proporcionan toda clase de claves sobre nuestro entorno.

Elisa Mújica decla, hace pocos dt'as, que hubiera querido haber es­crito cosas buenas sobre gente buena, y no una narrativa que muchos de sus amigos rechazaron porque les parecla que expresaba un mun­do de perfidia. Por el contrario, considero que a pesar de sus conoci­mientos históricos, su habilidad de escritora, la aparente sencillez de su frase, su rico vocabulario, no habrt'a obtenido el resultado que lo­gra si no fuera por su capacidad de seducir con sus autopsias malignas y poéticas.Para ser sobreviviente de la escritura, como Elisa Mújica, se requiere esa ironía que perfora superficies y maneja indefiniciones y contradicciones sin quedar atrapada. La bondad, sola, no explica nada

Como conclusión, quiero mencionar que he tenido que leer Catali­na en fotocopia porque la edición original está agotada y no hay en Colombia una edición disponible, ni nunca se ha impreso en el pat's. Veintitrés años sin una reedición es un injusto balance para una obra que aporta tanto a la historia de Colombia, de sus mujeres y de sus hombres.

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