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IV EN BUSCA DE LA PAZ A lo largo de la historia del hombre , uno de los objetivos principales de la investigación en el campo de las relaciones internacionales ha sido el descubrir un medio que propi- cie la paz . Los capítulos 10 al 12 presentan enfoques en torno a la paz que han llamado la atención incluso en nuestros días : la balanza del poder, la disuasión o el control nu- clear, la ley internacional, el gobierno mundial, la comunidad mundial y el estableci- miento de una economía política a nivel mundial. Cada uno de estos enfoques conlleva una propuesta o una serie de propuestas con respecto a la paz, mismas que es posible evaluar en función de su viabilidad y factibilidad . Se dice que una propuesta es viable si, una vez puesta en marcha, realmente produce el efecto deseado de paz. En otras pala- bras, una propuesta es viable si, en principio, se considera que funcionará. Por otra parte , se dice que una propuesta es factible si es posible llevarla a cabo -en otras palabras, si resulta 10 suficientemente práctica sin que implique costos exagerados. De- safortunadamente, soluciones que suelen parecer más viables -como un gobierno mundial- no son precisamente las más factibles ; y aquéllas que pueden llevarse a cabo -tales como la disuasión- quizá no sean viables. Pese a innumerables tentativas nobles , es obvio que la guerra no ha sido eliminada de la faz de la tierra. En cons e cuencia, muchas propuestas de paz no pretenden abolir la guerra , sino mitigar sus efectos . Intentan lograrlo limitando las capacidades de cada bando (balanza del poder y disuasión o control nuclear), circunscribiendo las condicio- nes bajo las cuales se puede emplear la guerra como un instrumento político y los méto- dos que se utilizarán para librarla (control nuclear y guerra limitada), o planteando medios alternativos de resolución de conflicto, así como una atmósfera que aliente el cambio pacífico (por ejemplo, un gobierno mundial, o lineamientos que rijan una eco- nomía política mundial estable). Probablemente, el mecanismo más antiguo de preservación de la paz, ha sido el mante- nimiento de un equilibrio del poder. Ya en la remota época de Tucídides, el quebranta- miento de una condición de equilibrio de poder se consideraba como causa de guerra: Lo que hizo de la guerra algo inevitable fue la expansión del poderío ateniense, y el temor que ello provocó en Es parta. 1 1 Tucídides, (History o/ tbe Peloponnesian War , traducida al inglés por Rex Warner (Harmond- sworth: Penguin Books, 1954), página 25 . 31 7

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IV EN BUSCA DE LA PAZ

A lo largo de la historia del hombre, uno de los objetivos principales de la investigación en el campo de las relaciones internacionales ha sido el descubrir un medio que propi­cie la paz. Los capítulos 10 al 12 presentan enfoques en torno a la paz que han llamado la atención incluso en nuestros días: la balanza del poder, la disuasión o el control nu­clear, la ley internacional, el gobierno mundial, la comunidad mundial y el estableci­miento de una economía política a nivel mundial. Cada uno de estos enfoques conlleva una propuesta o una serie de propuestas con respecto a la paz, mismas que es posible evaluar en función de su viabilidad y factibilidad. Se dice que una propuesta es viable si, una vez puesta en marcha, realmente produce el efecto deseado de paz. En otras pala­bras, una propuesta es viable si, en principio, se considera que funcionará. Por otra parte, se dice que una propuesta es factible si es posible llevarla a cabo -en otras palabras, si resulta 10 suficientemente práctica sin que implique costos exagerados. De­safortunadamente, soluciones que suelen parecer más viables -como un gobierno mundial- no son precisamente las más factibles ; y aquéllas que pueden llevarse a cabo -tales como la disuasión- quizá no sean viables.

Pese a innumerables tentativas nobles, es obvio que la guerra no ha sido eliminada de la faz de la tierra. En consecuencia, muchas propuestas de paz no pretenden abolir la guerra, sino mitigar sus efectos. Intentan lograrlo limitando las capacidades de cada bando (balanza del poder y disuasión o control nuclear), circunscribiendo las condicio­nes bajo las cuales se puede emplear la guerra como un instrumento político y los méto­dos que se utilizarán para librarla (control nuclear y guerra limitada), o planteando medios alternativos de resolución de conflicto, así como una atmósfera que aliente el cambio pacífico (por ejemplo, un gobierno mundial, o lineamientos que rijan una eco­nomía política mundial estable).

Probablemente, el mecanismo más antiguo de preservación de la paz, ha sido el mante­nimiento de un equilibrio del poder. Ya en la remota época de Tucídides, el quebranta­miento de una condición de equilibrio de poder se consideraba como causa de guerra:

Lo que hizo de la guerra algo inevitable fue la expansión del poderío ateniense, y el temor que ello provocó en Esparta. 1

1 Tucídides, (History o/ tbe Peloponnesian War, traducida al inglés por Rex Warner (Harmond­sworth: Penguin Books, 1954), página 25 .

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A lo largo de la historia de Europa, y especialmente en el transcurso de los cuatro últi­mos siglos, se ha citado al equilibrio de poder como una justificación política, y algunos han llegado a alabarlo como única propuesta realista para preservación de la paz. Sin embargo, la propuesta está materialmente llena de problemas. En el nivel práctico, no ha logrado ofrecer una solución realmente permanente; las guerras han hecho acto d~ presencia a lo largo de los últimos cuatro siglos. Quienes defienden la viabilidad de la balanza del poder, argumentan que estas guerras surgieron cuando el equilibrio se rom­pió. Esre punto de vista no parece muy persuasivo, dado que reconoce la dificultad de poner en práctica un equilibrio justo en el momento en que se le necesita con mayor apremio -cuando hay amenaza de guerra. Por ende, dicho argumento salva la viabili­dad de la propuesta, pero sacrifica su factibilidad. Por el contrario, otros manifiestan que el equilibrio puede lograrse, pero que eso no evitará la guerra de ninguna manera; los estados contenderán entre sí, sin importar si sus capacidades son equiparables o no.

Además, en el nivel conceptual, la propuesta presenta dificultades por sus distintos significados. Algunos estudiosos, tales como Kenneth Waltz (1979), la consideran como un fenómeno automático y natural, como la mano invisible de Adam Smith; si una na­ción aumenta su poderío, una u otras más realizarán los movimientos necesarios para equipararlo, y para hacerle frente. Otros la ven como una política consciente que los creadores de decisiones deben observar meticulosamente para que produzca los resul­tados deseados. Inclusive hay quienes la consideran como un símbolo popular mediante el cual pueden ordenar apoyo y racionalizar una postura que se ha adopt:tdo por otras razones. Bajo tal apariencia, la balanza del poder constituye una forma de propaganda. 2

Independientemente de si se trata -parafraseando a Ernst Haas (1953)- de una pres­cripción, de un concepto empírico o de mera propaganda, aún es poco claro el motivo por el cual el equilibrio de poder debe funcionar. Tucídides y otros autores clásicos seña­laron que si un estado adquiría un poder exagerado, no habría nada que le impidiera someter a todos los demás. Por supuesto, de aquí surge un peligro potencial, mas no se puede decir que un estado de equilibrio produzca la paz. Lo único que puede hacer un equilibrio es evitar una victoria "fácil". La guerra puede -y de hecho se da el caso con frecuencia- ocurrir entre iguales relativos. Lo anterior ha provocado que muchos eruditos argumenten que la seguridad se puede obtener únicamente mediante' una preponderancia de poder, y no mediante un equilibrio del mismo. Lo único que puede disuadir al bando contrario de atacar es el hecho de saber que perderá la guerra. Dicho argumento tiene sentido, ciertamente, pero entonces ¿qué va a evitar que el poder preponderante ataque?

Este tipo de problemas conceptuales y teóricos, aunados al limitado éxito histórico que ha tenido la balanza del poder, han socavado la confianza de los eruditos en esta propuesta de paz. De hecho, se puede argumentar que ni el equilibrio de poder ni la preponderancia de poder se encuentran asociados al estado de paz; por el contrario, ¡cada uno está vinculado con distintos tipos de guerra! Desde esta perspectiva, la balanza del poder se ha asociado a guerras totales, como las Guerras del Peloponeso, las Guerras Púnicas, la Guerra de los Treinta Años, las Guerras Napoleónicas y la Primera y Segunda Guerras Mundiales. Todas ellas fueron guerras de rivalidad entre iguales relativos. Por

2 Ernst Haas menciona estos puntos en "The Balance of Power: Prescription, Concept, or Propaganda?" World Politics 5 (1953), pp. 442-477. Durante el siglo dieciocho, ]ohann Heinrich Gottlob von ]usti realizó comentarios críticos parecidos; véase Per Maurseth, "Balance of Power Thinking from the Renaissance to the French Revolution" ,journal 01 Peace Research, No. 2, (1964), pp. 131-132.

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otra parte, la preponderancia de poder se asocia con guerras de conquista imperiales. A corto plazo, un equilibrio del poder puede evitar este último tipo de conflagraciones, pero al hacerlo suele producir condiciones que propician guerras totales entre rivales.

Los ensayos contenidos en el capítulo 10 analizan algunos de estos temas en detalle. David Hume (1752), en un célebre ensayo, realiza una reseña de estudiosos de la Antigüe­dad con el fin de dilucidar el principio de equilibrio del poder, e ilustra el modo en que se percibía dicho concepto en la Inglaterra del siglo dieciocho. Hume consideró que la tentativa británica por equilibrar poderes era susceptible de abusos, además de que lanzó críticas contra el gobierno inglés por su hostilidad excesiva y por sus guerras innecesarias. Morton Kaplan, en un artículo que nos ofrece una perspectiva general de su importante obra (1957) System and Process in Internatíonal Politics, emplea el lenguaje de sistemas para analizar la balanza del poder. Describe la forma. en que los elementos básicos de la balanza del poder europeo pueden verse como un sistema de conducta apoyado por una estructura específica, y el modo en que un cambio en la estructura puede producir distin­tos sistemas. La principal contribución de Kaplan consiste en que brinda a los científicos políticos un conjunto de propuestas que explican de manera sistemática la función del poder en la configuración de la política mundial. Puesto que algunos de sus seis sistemas son de índole más pacífica que otros, su obra resulta también válida para quienes preten­den evitar o limitar la guerra mediante un cambio en el sistema. Enseguida, A. F. K. Or­ganski (1958) explica, en un convincente análisis, el motivo por el cual el equilibrio de poder generalmente no produce la paz. Luego expone su tesis de transición del poder, en la que afirma que las posibilidades de guerra aumentan cuando la nación predominan­te o más poderosa es superada por otra pujante. Si esta tesis es válida, resulta evidente que el equilibrio de poder se emplea frecuentemente como medida provisional ante la amenaza de una gran conflagración. Como reacción contra las críticas al concepto de la balanza del poder, Kenneth Waltz (1979) intenta colocarlo sobre un nuevo basamente teórico, valiéndose de algunas de las perspectivas de la economía moderna. El análisis de Waltz anunció el surgimiento de un movimiento neorrealista dentro de la disciplina de. las relaciones internacionales, mismo que procuró revivir una serie de idea clásica realistas confiriéndoles una nueva forma sobre la base de una lógica económica capitalista. Por ejemplo, en la selección de Waltz, las analogías con el mercado desempeñan una función importante. Sin embargo, Waltz realmente no ofrece nuevos hallazgos empíricos sobre la forma en que opera la balanza del poder, o sobre la noción de que ésta evita la guerra. Además, la defensa que realiza en torno al equilibrio del poder no es precisamente típica de los realistas tradicionales como Morgenthau, que erm muy críticos del concepto. Pese a todo, Waltz contribuye de manera fundamental al debate gracias a su énfasis en la fun­ción que desempeña la estructura en la configuración de la conducta.

Con el advenimiento de las armas nucleares, el pensamiento sobre el equilibrio del poder se vio suplantado por el concepto de controlo disuasión nuclear. La balanza del terror nuclear, con toda su carga de espeluznante presión, pareció sumar los aspec­tos positivos del equilibrio del poder y de la preponderancia del poder, pero sin sus aspectos negativos. En la medida en que cada bando tenga la capacidad de absorber un ataque inicial y de ejercer represalias, el poder es relativamente igual, tal como en la balanza del poder. Así, es posible evitar las guerras de conquista derivadas de la desi­gualdad. Por el contrario, la enorme capacidad destructiva de las armas nucleares garan­tiza que ambos bandos perderán una guerra nuclear. En tanto que prevaleciera esa mutua destrucción garantizada, efectivamente cada bando contaría con una preponderancia de poder y, en consecuencia, se evitarían las guerras de rivalidad.

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El capítulo 11 reproduce el pensamiento de mayor influencia y relevancia en torno a este tema. El capítulo inicia con artículo de Clausewitz, el teórico militar del siglo die­ciocho, dado que su obra ha sido de especial importancia en el dilema nuclear. Ahora que la guerra puede cobrar dimensiones tan catastróficas y aniquiladoras, conviene re­cordar con exactitud la esencia misma de la guerra, la forma en que ésta se relaciona con la política, ya qué intereses sirve. Clausewitz abordó estos temas de acuerdo con su época; su persistente comentario de que "la guerra no es sino la continuación de la política por otro medios" ha causado especial impacto entre los teóricos nucleares, dado que esclarece contundente mente que el objetivo del uso de la fuerza es ganar un conjunto de decisiones políticas.

A fines de las décadas de 1950 y 1960, un grupo de estudiosos norteamericanos analizó algunos temas vinculados con las armas nucleares, y creó lo que, eíectivamen­te, se convertiría en una doctrina norteamericana de la disuasión. La obra de Bernard Brodie, Herman Kahn, Thomas Schelling y Henry Kissinger es de vital importancia. Bro­die fue uno de los primeros en percibir que las armas nucleares transformarían las añejas nociones de la balanza del poder, y harían recaer aún mayor importancia en la estrategia. Herman Kahn, durante el periodo en que trabajó para la RAND Corpora­tion, fue uno de los principales arquitectos del control nuclear. En la selección que se reproduce en estas páginas, define tres tipos de disuasión, y la lógica que sustenta a cada uno de los tres. Uno de los problemas que Kahn (1960) señala tanto en este análisis como en su obra On Tbermonuclear War, más voluminosa, plantea que si la disuasión contra el ataque directo realmente funciona, entonces resulta difícil creer que los Estados Unidos arriesgaran una aniql;i!ación nuclear para proteger a Berlín, por no mencionar a Taiwan.

Lo anterior llegó a conocerse como el problema de credibilidad, y se convirtió en centro de atención de gran parte de la obra de Thomas ScheJling, asociado también con la RAND. Schelling expuso que es más sencillo disuadir a alguien de emprender una acción que obligarlo a hacer algo. Su discernimiento de tal distinción entre disuasión e "imposición", aunado a su obra en torno a la credibilidad, hacen de Schelling una figura de la talla del propio Herman Kahn.

Pese a que, aparentemente, los Estados Unidos lograron disuadir tanto las amenazas soviéticas contra Berlín como los ataques chinos sobre Taiwan mediante amenazas de represalia masiva, el problema de la credibilidad y los riesgos que conlleva dicha estra­tegia fueron gravosos. En dos obras principales, Nuclear Weapons and Foreign Policy y The Necessity!or Choice, Henry Kissinger define los problemas relacionados con la represalia masiva, y trata de solucionarlos brindando a los Estados Unidos una opción entre guerra nuclear y rendición: una fuerza militar convencional. En la selección que aquí reproducimos, Kissinger traza el perfil de cómo librar una guerra limitada para evi­tar una intensificación de hostilidades que desemboque en confrontación nuclear.

Los argumentos deductivos de Brodie, Kahn y Schelling, aunados a los pronuncia­mientos públicos de John Foster Dulles y, posteriormente, de Robert McNamara, trans­formaron paulatinamente al control nuclear de (eoría y política en dogma y doctrina. No obstante, las pruebas empíricas que lo sustentaban eran escasas. Bruce Russett (1963) emprendió el primer análisis de envergadura, mismo que se reimprime en estas pági­nas.3 Russett examina las condiciones bajo las cuales la disuasión alcanzó éxito tanto

3 Para información actualizada, léase de Paul Huth y Bruce Russett, " What Makes Deterrence Work? Cases from 1900 to 1980", World Politics 36 Oulio de 1984), pp. 496-526.

En busca de la paz 321

en el periodo nuclear como en el prenuclear. Pese a su naturaleza fundamentalmente sugerente, el artículo cobró importancia por su insistencia en que las afirmaciones em­píricas debían ser sometidas a una verificación sistemática, en vez de aceptarlas llana­mente a través de su repetición; también es notable su hallazgo en torno a que algunos aspectos de la teoría de la disuasión eran incorrectos.

Los estudios de casos comparativos realizados once años más tarde por Alexander George y Richard Smoke (1974) repercutieron incluso con mayor fuerza. En medio de un entorno político modificado, sus análisis provocaron serias dudas en torno a la pre­cisión empírica de gran parte de la doctrina de disuasión. Su análisis de los actos nortea­mericanos demuestra que la teoría de la disuasión ofrece una guía insuficiente a los creadores de decisiones, y que éstos suelen desviarse de la guía disponible. Si la teoría de la disuasión no puede describir y explicar con exactitud los actos de los creadores de decisiones norteamericanos, entonces es dudoso que pueda predecir la reacción de rusos o de chinos ante una confrontación nuclear. No obstante, su pwpósito es el de brindar precisamente este tipo de información. La selección que aquí se reproduce es parte de su conclusión.

Las implicaciones que arroja el análisis de George y de Smoke son por demás per­turbadoras, dado que la disuasión nuclear se ha constituido en la base que ha empleado el Occidente para evitar la guerra nuclear. Los críticos de la estrategia nuclear, como Anatol Rapoport, han señalado frecuentemente los riesgos que conlleva una política diplomática al filo de la navaja; pero si los líderes de decisión ni siquiera realizan los tipos de cálculo de costo y beneficio sobre los cuales se fundamenta la disuasión, en­tonces los riesgos son mucho mayores. Es por demás factible que la ausencia de una guerra nuclear entre los EE.UU. y la U.R.S.S. no sea simplemente consecuencia de la disuasión nuclear, sino de la suma de otros factores conciliadores, como el hecho de que los EE.UU. y la U.R.S.S. no son vecinos geográficos, que no pelean por territorio, que están dispuestos a aceptar un reparto defacto de Europa, que el uno no pretende derrocar al gobierno del otro y que se encuentran preparados para perder guerras limi­tadas en la periferia con tal de evitar una escalada hacia la guerra total. Si tal es el caso, la proliferación nuclear es, pues, mucho más peligrosa de lo que habíamos imagi­nado, porque no es probable que estos factores de conciliación se hallen presentes entre otras naciones.

Según la historia, la propuesta más generalizada para poner un fin a las guerras ha sido la creación de un gobierno mundial y el establecimiento de una ley internacional. Dante, Hobbes, Rousseau y Kant, todos ellos discutieron dicha propuesta de manera enérgica. El meollo del argumento estriba en la suposición de que, en un estado de anar­quía (ausencia de gobierno y de ley), la guerra surge de forma natural puesto que no existe nada que la evite (véase Waltz, artículo 38 de este libro); ocurre cada vez que uno de los bandos prefiere luchar que perder. Por ende, en un estado anárquico, la guerra ofrece la misma función que el gobierno -un medio para tomar decisiones autoritarias. De acuerdo con este argumento, tanto el gobierno mundial como la ley internacional se puede convertir en sustitutos de guerra, siempre y cuando las naciones estén dispuestas a aceptarlos como bases no violentas y obligatorias para llegar a un acuerdo político. Con el fin de dar sustento empírico a este argumento, quienes proponen el gobierno mundial suelen señalar la relativa ausencia de violencia interna dentro de aquellas na­ciones que cuentan con gobiernos legítimos. Afirman que, del mismo modo en que el gobierno interno ha puesto fin al estado natural dentro de un territorio dado, así tam­bién el gobierno mundial puede poner fin a la anarquía mundial.

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El problema de dicha propuesta parece estribar no tanto en su viabilidád ,~probable_ mente funcionaría si se pudiera crear un gobierno mundial cuyas decisiones se respeta­ran- sino en su factibilidad - ¿cómo se puede crear un gobierno ~undi~l?, ~DS críticos contemporáneos del gobierno mundial y de la ley internacion~l han' calificadq"a esta pro­puesta de utópica, dada la inexistencia absoluta de las condiciones nece$arjas"'para crear un gobierno mundial eficaz o imponer una ley internacional. Álguriós 'CrlÜc(Js realistas

• • ' r S ", , _ ~ J

corno Reinhold Niebuhr y Hans Morgenthau han afirmado qu'e¡ rula qga';de~las Naciones ni las Naciones Unidas podrían erigirse en gobiernos protomimi;liáIes;' püéstd~que el go­bierno presupone una comunidad, Corno no hubo ni hay cOrl1~riÍd~~ tritlriqfal,; tampoco puede integrarse un gobierno mundial. Tanto los realistas coind'otroscríticól(señalan que la sola existencia de un gobierno no evitará la violencia ~éomO' flagraritemeijte han de­mostrado las guerras c'iviles' y las revoluciones, Es preciso descu¡)iii"1~ :E6hdiCiones que propician un gobierno eJícdz.' En años recientes, tales críticas han~í:5rby6'catlb"q~e algunos estudiosos investigue? las causas de form~ción de icomunida~~s·¡i:sj~'~6~i.~~~encias en cuanto a las expectativas de crear un gobIerno, Algunos abngaoarrla' esperanza de que esos conocimientos se pudieran utilizar para contribuir a la cr~ac,ióni .ae\iQá :t.omunidad mundiai, que a su vez sirviera de base para lacreaeión de \}n go?ie,r'no'I#un~tal. De he­cho, cuando se integró la UNESCO se le asig1l:~aesta tnisiÓri. fl,~c:iU~59; '~a, Querra Fría aniquiló este soberbio objetivo y otros 'similares a' cargo de 'las"NaciOnes Uhidas,

La factibilidad de un gobierno mundíal plantea un piobleih~ PQi id¿lji~~Jabvio , pero hay quitnes también han propuesto en tela ~e ' duda,su conveni~i1(:ia: E~i~t.en indivi­duos que no desean la paz a cambio'dé'la justieia; !~o ,deJa iguaIOad;' 'ü de~ f~'!ibertad, o de cualquier otra garantía o valor que aprecien pOf'encim\J:de tooo. De'!m:U1:é'ra similar, pueden mostrarse titubeantes eón respecto 'a\uiirse a un gobiernd '({iesp;da~r una ley que beneficie a~mos más que a' eilo§,' o ,qué i~stitúciqnalice-'e~ si:Ú,ü:qu'ü 'i~~bstacu1ice el cambio, o que merme su áutonorilHl y confiera aun'cuerpo interriacional-el derecho de tornar decisiones p()r' e,ll~s, Toda's, eS~,as ~azOnes expÍica?':#~,a~i raü~~fl?¡lf~de apoyo e~ pro de un gobierno ' munqia~entrelos est,~dos del muhdo"actua!':\ J:>" <~

No obstante, ,se suel~:adopta:~ de'ds,~9~e~ autoritarias a nivel inuricl~al ,·.I,p~~,i¿,ularmente en'el terreno econótnico- que afectan~; auilque indirectamente, la'vida 'diaria de millo­nes deseres humanos. ¿Qué pfodiiCit ~é6coa para el meiddo muñdial,ü'cü'sechas bá­sicas para el consumo local? ¿Cuánto. cobrar por ellas? ¿Es precisO 'instituIr medidas de austeridad? Los e1ementosfueriHe la;pfopia nación -el mercad{) mundial, las corpora­ciones mu1tinádonales;' el BaricoMundial-,influyen cada vez más, 'cuan'db po determi­nan, en la respuéstaatalts ,irlteir6g;lOtes~ Los :esta(Íospueden'set' sObe,rahos desde un

' punto de vista Iegal,rri~scasi 'riun<a 'desde una perspectiva económicá. 'Estoha suscita­do un álnplio cOrisehsod~ que iJI).peia una economía política mupdial ~nica, dispuesta en torno a prá~tícaS' capicilistas,q'ue propicia unniayor grado 'dé orden y de coopera­ción que el que se puede apreciar' en la noción realist<). delaanarquía. Laeconomía polí­tica mund,ial sirVe 'de prueba de \a posibilidad de establecer institucionesrpundialcs y un orden mundial que perrnitan al sistema internacional desplaZarse de Un estado natu­ral (véase Hobbes, selección'28) hacia una sociedad mundial (véase Burton, selección 15), pese a'encontrarnos tan alejados de la realidad de una comúnidíld y,gobierno mun­diales. ¿Ofrecerá la economía política mundial la base material para unriitindo más pací­fico? He aquí una interrogante abierta al debate; sin embargo, cabe recordar que el propio sistema capitalista mundial fue establecido mediante, la violencia y la domina­ción, y que no representa necesariamente el tipo de sistema,más i\1sto, dado que reparte beneficios y costos de modo tal que permite a los acaudalados engrandecer fácilmente

En busca de la paz

sus arcas, en tanto que impide que los pobres pongan fin a la explotación de que ~on objeto (véase Glatung, artículo 33 de este libro).

El capítulo 12 presenta tres ensayos acerca de la ley internacional y del gobierno mundial. El primero de ellos es de Rugo Grocio, ampliamente reconocido como el pa­dre de la ley internacional. Grocio, holandés por nacionalidad y jurista del siglo dieci­siete, cobró celebridad al promulgar el principio de libertad de los mares, así como por establecer las bases de la ley internacional moderna. El artículo que aquí se reproduce, pertenece a su prolegómeno a Tbe Law of War and Peace publicada por vez primera en 1625. En dicha obra, expone su defensa de que la ley internacional, como reflejo de la ley natural, favorece los mejores intereses de todos los estados. El segundo artícu­lo de la pluma de Grenville Clark y Louis Sohn, fue publicada iIÚcialmente en 1958; en ella, plantean la propuesta de convertir a las Naciones UIÚdas en un gobierno cuasi mun­dial. En el tercer artículo, lnis Claude esboza algunas de las dificultades que surgen al trazar una analogía entre gobierno interno y gobierno mundial. En especial, señala que los defensores del gobierno mundial,como Clark y Sohn, suelen ignorar el hecho de que el gobierno no se fundamenta tanto en el "precepto de ley" como en el "precepto de política" . Dos de las obras de Claude, Swords into Plowsbares (1956) y Power and International Relatíons (1962) -de esta últL'lla se extrajo la selección aquí reimpresa­se consideraron como estudios primordiales de la organización internacional en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial.

El capítulo 12 incluye también un ensayo de Karl Deutsch en torno a la integración entre naciones -es decir, e! proceso mediante el cual dos o más naciones establecen sutrcientes vínculos culturales, sociales, económicos y políticos como para crear un sen­ti do de comunidad. David Mitrany vislumbró dicho proceso como un paso trascenden­tal para la creación de un estado de paz. Él planteó el argumento funcionalista que dicta que la cooperación en un área -especialmente en un área no política- "derramaría" cooperación en otra área. La creación de la Comunidad Europea de Carbón y Acero (European Coal and Stee! Community - ,ECSC) y, posteriormente, del Mercado Común Europeo, como mecanismos destinados a poner: fin a la .guerra en EuropaOccidental, impulsó la investigación empírica en torno al proceso de integración y la relación que éste guarda con la. paz. Karl Deutsch se colocó a la vanguardia de dicho esfuerzo; este erudito ha cobrado amplia reputación por su empleo del enfoque cibernético en e! estu­dio de la integración -es decir, un enfoque que versa acerca de! modo en que la infor­mación se comunica y transfiere para dar surgimiento, a una comunidad. En e! ensayo que aquí presentamos define tanto la integración como los otros conceptos principa-les que componen la base de su perspectiva. ....• . . . .

El capítulo 12 concluye con una discusión en torno a la economía política mundial, un rubro donde, recientemente, el conflicto se ha negociado y se ha esquivado fre~uen­temente la violencia. Se presentan dos artículos: una suscrita por lmmanuel Wallerstein, y la otra por Robert Keohane. Dichos artículos ofrecen perspectivas distintas con respec­to a la economía política mundial de la actualidad, además de que hacer un seguimiento de su desarrollo histórico desde sus orígenes, en el siglo dieciséis, hasta su dominación por parte de los Estados Unidos. Immanuel Wallers.tein (1974) enarbola la responsabili­dad, por encima de cualquier otro erudito, de! concepto que dicta que la economía de cualquier nación individual sólo se puede comprender en términos de la economía mun­dial. Dicho autor brinda una extensa explicación histórica de la evolución de esta. eco­nomía mundial, así como un análisis ele las causas por las cuales la disposición actual

324 En busca de la paz

de sus elementos ha evitado el surgimiento de un imperio de dimensiones mundiales. Al igual que muchas otras obras clásicas de las relaciones internacionales, la de Waller­stein procede de ámbitos ajenos a la disciplina. Ante la decadencia de la hegemonía económica norteamericana, marcada por el abandono del patrón oro y posteriormente, por el embargo petrolero árabe, la obra de Wallerstein se hizo acreedora de un alto gra­do de atención, y contribuyó a promover un énfasis renovado en la economía política dentro de la disciplina. Su análisis representa un enfoque de economía política que abreva en la historia social y en el tratado marxista. El artículo de Robert Keohane (1984) aborda el tema de la economía política mundial a partir de la interrogante de aquello que obliga a los estados egocéntricos sedientos de poder a cooperar en medida suficien­te para crear tal economía. Concibe a la cooperación como derivado de un sistema de normas y de instituciones creadas y preservadas por un poder hegemónico. En esta etapa de decadencia de la hegemonía norteamericana, ¿sobrevivirán la cooperación y el sistema mismo? Keohane afirma que sí, por múltiples razones. El análisis de Keohane representa una tentativa de reformular el realismo tomando en cuenta la importancia de los valores, las normas y las instituciones para moderar la lucha por el poder explicar el surgimiento de la cooperación. En este sentido, se le puede poner en contraste con el planteamiento de Wallerstein y de Cox (véase el artículo 17), más impregnado del pen­samiento marxista.

Las propuestas de paz que se analizan en esta parte del libro, han sido seleccionadas en función de su importancia con respecto a la interrogante que ha eclipsado a la políti­ca plUndial desde mediados del siglo veinte: ¿es factible evitar la aniquilación nuclear? La mayoría del trabajo erudito sugiere que la balanza del poder no es un mecanismo viable ni factible para evitar la guerra convencional. Al nivel nuclear, la propuesta del equilibrio del poder ha sido sustituida por la noción de disuasión o control nuclear, a la que se le ha otorgado amplio crédito en la prevención de un conflicto bélico entre los Estados Unidos y la U.R.S .S. Actualmente se pone en tela de duda el grado de efica­cia real del control nuclear. El hecho de que ambas naciones hayan esquivado hasta ahora una conflagración nuclear puede no tener nada que ver con los principios de la disuasión. Si tal es el caso, entonces la proliferación nuclear resulta por demás ominosa, puesto que no es posible confiar en la disuasión. Esto ha provocado que algunos busquen el desarme nuclear y el gobierno mUndial. Sin embargo, como ya hemos visto, aparentemente no han madurado las condiciones políticas favorables para esto. Todo lo anterior sugiere que la teoría de las relaciones internacionales no puede ofrecer nin­guna solución de tipo permanente. ¿Puede acaso brindar algunas pautas?

En este punto se puede ser más optimista. La teoría de las relaciones internacionales nos ofrece dos enfoques fundamentales que pueden servir como guía de conducta. El . primero de ellos, que parte de la literatura acerca de la balanza del poder y la disuasión nuclear, manifiesta que tanto naciones como otros actores políticos tienen la obliga­ción, por lo menos, de prepararse para defender militarmente sus intereses, si abrigan la esperanza de cristalizarlos. En el campo de la política internacional, la virtud -o la razón- no puede sustituir al poder. El segundo enfoque, que se origina en las nociones idealistas de gobierno mundial y de ley internacional, así como en el análisis de la eco­nomía política mundial, postula que las reglas y las normas pueden brindar un medio de escape del estado natural y su guerra intermitente. Mediante la institucionalización de la ley y los procedimientos para crear decisiones políticas, es posible mitigar la lucha por el poder, y limitar el uso de la violencia.

En busca de la paz 325

Al amalgamar ambos enfoques, se deduce la siguiente estrategia de dos pasos. Prime­ro, para evitar una guerra nuclear y alcanzar un estado de paz aceptable, cada una de las partes debe estar preparada para combatir y no para rendirse; ambas partes deben mostrar buena disposición a tolerar la postura del rival con respecto a ciertos asuntos fundamentales, para poder llegar a un acuerdo en torno a otros.

Una vez integrada esta fase, será posible ingresar a una segunda, que consiste en el establecimiento de regímenes mundiales fundamentados en la aceptación de ciertos li­neamientos y normas con relación a la forma en que las naciones pueden competir y, de ser necesario, contender entre sí. El objetivo de dichos regímenes sería el de resolver problemas políticos ingentes. Un régimen mundial único que abarcara todos los proble­mas equivaldría a un gobierno mundial, y este no es factible. Es más la probabilidad de poder crear una variedad de regímenes mundiales, cada uno con distintos lineamien­tos y participantes, pero también limitado a un conjunto identificable de asuntos. La conducción de la economía política mundial ofrece un descollante ejemplo de la forma en que un régimen internacional eficiente puede tomar decisiones trascendentales.

El régimen crítico sería el que se ocupara del conflicto nuclear y los asuntos vincu­lados al mismo. Los esfuerzos de Nixon, Kissinger y Brezhnev por lograr un relajamien­to de tensiones fueron una clara manifestación incipiente de dicho tipo de régimen. Si este último fuese exitoso, se le podría prolongar y extender hasta que cobrara la forma de un concierto de poder tendiente a evitar o a limitar guerras convencionales entre potencias menores. Un concierto de esta especie podría operar siguiendo casi fielmente el ejemplo sentado por el Concierto de Europa en 1815, yen algún momento podría incluir a los estados europeos más importantes, aJapón, China y, quizá, a las potencias regionales del Tercer Mundo. Los demás regímenes se ocuparían exclusivamente de los océanos, las cuestiones económicas, los energéticos, el desarrollo, los alimentos, las telecomunicaciones, etc. De hecho, en algunas de estas áreas -como la de los océanos­actualmente se está creando un nuevo cuerpo de legislación internacional; en otras, tales como las de economía, energéticos y alimentos, se crean nuevas normas y estructuras. Los procedimientos mediante los cuales se resuelvan estos problemas más funcionalis­tas, así como la forma en que los Estados Unidos y la Unión Soviética solucionen la Guerra Fría, se constituirán en precedentes primordiales para la futura prevención de una guerra nuclear. El punto clave, para hacer eco de la insistencia de Claude y de otros filósofos como Edmund Burke, estriba en que la creación de dichos regímenes se debe llevar a cabo en la práctica y con base en la experiencia, y no mediante la imposición de esquemas racionalistas; sólo entonces tendrán la oportunidad real de ser factibles. Esta breve exposición debe ser indicativa de que la teoría de las relaciones internacio­nales puede ofrecer enfoques y lineamientos en torno a problemas tan pertinaces. La posibilidad de que tales enfoques se empleen con sabiduría o en forma perniciosa de­penderá de los actos de los líderes mundiales, de sus seguidores y de los movimientos políticos en masa.

LECTURAS RECOMENDADAS

Equilibrio de Poder:

ERNsrB. HAAS. 1953. El Equilibrio del Poder: ¿Prescripción, Concepto o Propagan­da? World Politics 5: 442-477.

326 En busca de la paz

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UNIDAD

10

LA BALANZA DEL PODER

35. De la balanza del poder

DAVID HUME

Cabe preguntarse si la idea de la balanza del poder se debe atribuir por completo a la política moderna, o si es sólo lafrase la que se ha inven­tado en épocas recientes. Lo cierto es queJENO­FONTE, en sus Instituciones de CIRO, describe la unión de potencias ASIÁTICAS movidas por la envidia de la credente fuerza de MEDOS y PERSAS; Y aunque esa elegante obra debería suponerse por completo un romance, dicho sentimiento, atri­buido por el citado autor a los príncipes orien­tales, prueba -al menos- que la noción era ya común en tiempos antiguos. '

En.toda la política de GR.ECIA, la angustia con relación al equilibrio del poder se halla, patente y se nos ha señalado expresamente, incluso desde los historiadores antiguos. TUCIDIDES describe la liga formada contra ATENAS, que produjo la gUe­rra del PELOPONESO, como una unión atribui­ble por completo a este principio. Y luego de la caída de ATENAS, cuando TEBANOS y LA-, CEDEMONES se disputaban la soberanía, nos

De Essays: Moral, Polítical, and Lite¡-ary, Parte n, Ensayo 7. Publicado por primera vez en 1752 . Notas al calce suprimidas .

encontramos con que los ATENIENSES (tanto co­mo los habitantes de otras repúblicas) se Ianzaban siempre en menor escaIa y se esforzaban por pre­servar el equilibrio. Ellos apoyaron a TEBAS con­tra ESPARTA, hasta la gran victoria lograda por EP AMINONDAS en LEUCTRA, después de la cual se pasaron al lado de los conquistados, sólo por generosidad, según aparentaron, pero en reali­dad por su envidia hacia los conquistadores.

Quienquiera que leyere la oración de DE-' MOSTENES a los MEGALOPOLITANOS puede advertir los extremos refInamientos sobre este principio, que -incluso- penetrarían la men­te de un VENECIANO o de un teórico INGLÉS. y a raíz de la primera ascensión dei poder MACE­DONIO, el mencionado orador descubrió de in­medi:¡to el peligro, sonó 'la alarma a través de toda GRECIA y, fInalmente, congregó a aquella confederación bajo los estandartes de ATENAS, para llevar a cabo la magna y decisiva batalla de QUERONEA,

Es verdad, las guerras GRIEGAS fueron vistas por los historiadores como guerras de emulación ' más que de política, y cada estado parece haber tenido más en consideración el honor de diri­gir al resto que todas las bien fincadas esperanzas

327

328 La balanza del poder

de autoridad y dominio. Si consideramos, en realidad, el escaso número de habitantes de cual­quier república, en comparación con el todo, la gran dificultad de instaurar sitios en aquellos tiempos y la extraordinaria bravura y disciplina de cada ciudadano de aquel noble pueblo, lle­garemos a la conclusión de que la balanza del poder estaba, de hecho, suficientemente asegu­rado en GRECIA, y que qp necesitaba custodiar­se con la cautela que quizá sea necesaria en otras épocas. Pero así atribuyamos el cambio de ban­dos en todas las repúblicas GRIEGAS a envidio­sa emulación o a política de cautela, los efectos fueron idénticos, y cada poder predominante tuvo que hacer frente a una confederación en su contra que, a menudo, se hallaba integrada por sus examigos y aliados.

Ese mismo principio, llamémosle envidia o prudencia, que dio lugar al ostracismo de A TE­NAS, Y al petalismo [destierro] de SIRACUSA, que expulsó a todo aquel ciudadano cuya fama y poder sobrepasaban al resto; ese mismo prin­cipio, digo, se descubrió -en forma muy natu­ral- en la política exterior, y pronto engendró enemigos para el estado líder, aunque modera­do en el ejercicio de su autoridad.

El monarca PERSA era, en verdad, por el ni­vel de su fuerza, un príncipe insignificante, si se le compara con las repúblicas GRIEGAS; y, por ende, le correspondía, más por seguridad que por emulación, interesarse en las disputas de aquéllas y apoyar a la racción más débil en cada contiendad. Tal fue el consejo de ALCI­BIADES dio a TISSAFERNES, y que promulgó cerca de un siglo la duración del imperio PER­SA, hasta que su descuido, por un momento, luego de la primera aparición del genio aspirante de FILIPO, echó por tierra el descollante pero frágil edificio, con una rapidez poco común en la historia de la humanidad.

Los sucesores de ALEJANDRO demostraron profunda envidia del equilibrio del poder; una envidia fundada en la verdadera política y la prudencia, y que mantuvo bien clara duran­te varias épocas la partición hecha después de la muerte del gran,conquistador. La fortuna y la ambición de ANTIGONO los amenazaron nue­vamente con una monarquía universal, pero la

combinación de sus fuerzas y su victoria en IPSO los salvaron. Y en épocas subsecuentes encon­tramos que, como los príncipes orientales Con­sideraban a GRIEGOS y MACEDONIOS como las únicas fuerzas militares reales con las que guardaban alguna relación, conservaron siem­pre un ojo avizor sobre esa parte del mundo. En particular, los PTOLOMEOS apoyaron prime­ro a ARA TO ya los AQUEOS, y luego a CLEO­MENES, rey de ESPARTA, sin más propósito que el de contrabalancear el poder de los mo­narcas MACEDONIOS. En relación a esto es el informe que da POLIBIO sobre la política EGIPCIA.

La razón para suponer que los antiguos fue­ron completamente ignorantes de la balanza del poder al parecer proviene de la historia RO­MANA más que de la GRIEGA; y como las tran­sacciones de la primera por lo general nos son más familiares hemos formado a ese tenor todas nuestras conclusiones. Quizá esto se deba a que los ROMANOS nunca se enfrentaron a ninguna alianza general o confederación contraria a ellos, como naturalmente pudiera haberse esperado en razón de las rápidas conquistas y la declarada ambición, sino que tranquilamente libres sub­yugaron a sus vecinos, uno después de otro, hasta que extendieron sus dominios a todo el mundo conocido. Sin mencionar la fabulosa his­toria de sus guerras ITÁLICAS, hubo, luego de la invasión realizada por ANIBAL contra el estado ROMANO, una notable crisis que debió haber llamado la atención de todas las naciones civili­zadas. Más tarde pareció (ya que era difícil de observar en ese tiempo) que se había tratado de una batalla por instaurar un imperio univer­sal; sin embargo, ningún príncipe o estado pa­rece haberse alarmado en lo más mínimo ante el hecho o la materia de disputa. FILIPO DE MA­CEDONIA perman<;.ció neutral hasta que palpó las victorias de ANIBAL; y después formó im­prudentemente una alianza con el conquista­dor, en términos aún más imprudentes. FILIPO estipuló que iba a ayudar a los CARTAGINE­SES en su conquista contra ITALIA, después de la cual aquéllos se comprometieron a introdu­cir fuerzas en GRECIA, para ayudarlo a someter a sus estados mancomunados.

RHODAS y ACAYA son las repúblicas más celebradas, por los historiadores antiguos, por su sabiduría y su firme política; sin embargo, ambas ayudaron a los ROMANOS en su guerra contra FILIPO y ANTIOCO. y lo que puede esti­marse como prueba más contundente de que es­ta máxima no era generalmente conocida en esas épocas es que ningún autor antiguo ha destaca­do la imprudencia de tales medidas, ni tampoco ha censurado ese absurdo tratado menciona­do antes, concertado por FILIPO con los CAR­TAGINESES. Príncipes y estadistas de todas las épocas pueden, de antemano, quedar ciegos en sus razonamientos con respecto a los aconteci­mientos; pero es en cierta forma extraordinario que, .mucho tiempo después, los historiadores no integren un juicio más exacto de los hechos.

MA~INISA, ATALO y PRUSIAS, al satisfacer sus pasiones personales fueron, sin excepción, instrumentos de la grandeza ROMANA, y nunca parecieron sospechar que estaban forjando sus propias cadenas, al llevar adelante las conquistas de sus aliados. [Más tarde] Un simple tratado y un acuerdo entre MASINISA y los CARTAGINE­SES -tan requeridos por el interés de ambas partes- impidieron a los ROMANOS la entrada en ÁFRICA y preservaron la libertad del mundo.

El único príncipe que encontramos en la his­toria de ROMA que parece haber comprendido la balanza del poder, es HIERO, rey de SIRACU­SAo Aunque aliado de ROMA, envió ayuda a los CARTAGINESES, durante la guerra de los auxi­liares: "Estimando necesario", dice POLIBIO, "para conservar sus dominios en Sicilia y pre­servar la amistad de Roma, el que CARTAGO quedara segura, y que no por su caída el poder restante dejara de sentirse capaz -sin contras­te ni oposición- de ejecutar sus propósitos y contiendas. Y, aquí, él actuó con gran sabidu­ría y prudencia. Y esto, nunca, por ningún mo­tivo, debe pasarse por alto, ni debe tal fuerza dejarse en una sola mano, incapacitando así a los estados vecinos para defender contra ella sus derechos" . Y aquí tenéis el propósito de la po­lítica moderna, delineado en términos precisos.

En resumen, la máxima de preservar el equili­brio del poder se funda a tal grado en el sentido común y en el razonamiento obvio que es impo-

De la balanza del poder 329

sible que se le haya escapado de la Antigüedad, en donde hallamos -entre otros particulares- tan­tas y tantas huellas de penetración y monamiento profundos. Si no tan conocida y admitida como lo es actualmente, es innegable que tuvo cierta influencia en todos aquellos príncipes y políti­cos más sabios y experimentados. Y de hecho, incluso en nuestros días, aunque es generalmen­te conocida y admitida entre quienes razonan especulativamente, carece -en la práctica- de una más amplia autoridad entre quienes gobier­nan al mundo.

Después de la caída del imperio ROMANO, la forma de gobierno establecida por los conquis­tadores del Norte los incapacitó, en gran medi­da, para realizar más conquistas, a la vez que mantuvo a cada estado por largo tiempo dentro de sus propios límites . Pero cuando el vasalla­je y la milicia feudal fueron abolidos, el mundo cayó de nuevo en la angustia por el peligro de la monarquía universal con base en la unión de tantos reinos y principados en la persona del emperador CARLOS. Mas el poder de la casa de AUSTRIA, fundamentado en sus extensos aun­que divididos dominios, y sus riquezas -que derivaban de las minas de oro y plata- resulta­ron con más probabilidades de decadencia, por sus defectos internos, que de echar abajo todos los impedimentos levantados contra ellos. En menos de un siglo, la fuerza de la altiva y vio­lenta estirpe quedó hecha añicos, esfumóse su opulencia y cayó la noche sobre su esplendor: triunfaba un nuevo poder, formidable para todas las libertades de EUROPA y poseedor de todas las ventajas del anterior, pero que actuaba libre de sus defectos, excepto por una porción de aquel espíritu de intolerancia y persecución que tan­to tiempo vivió -y aún pervive- en la casa de AUSTRIA.

En las guerras generales, sostenidas ~ontra este ambicioso poder, la GRAN BRETANA ha permanecido a la delantera, y aún mantiene su posición. Además de sus ventajas -riquezas y situación-, su pueblo está animado por tal espí­ritu nacional, y es tan profundamente sensible a la protección de su gobierno que confiamos en que su vigor jamás habrá de desfallecer en tan ne­cesaria y justa causa. Por el contrario, si podemos

330 La balanza del poder

juzgar por el pasado, el apasionado ardor po­pular parece, más bien, requerir alguna mode­ración, ya que -a menudo- este pueblo ha pecado de laudable exceso más que de vergon­zosa deficiencia.

El primer lugar, al parecer hemos estado más poseídos por el espíritu GRIEGO en envidiosa emulación, en lugar de haber actuado guiados por las prudentes perspectivas de la política mo­derna. Nuestras guerras con FRANCIA se inicia­ron con justicia; incluso -tal vez- por nece­sidad, pero siempre han estado impulsadas por la obstinación y la pasión. La misma paz con­certada tiempo después en RYSWICK, en 1697, fue ofrecida ya desde el año noventa y dos; la guerra que concluyó en UTRECH en 1712 pudo haber dado fin en buenas condiciones en GER­TRUYTENBERG, en el octavo año; yen 1743 pudimos haber concedido en FRANKFURT los mismos términos que tuvimos el gusto de acep­tar en AIX-LA-CHAPELLE en el año cuarenta y ocho. Vemos aquí, pues, que más de la mitad de nuestras guerras con FRANCIA y todas nues­tras deudas públicas se deben más a nuestra imprudente vehemencia que a la ambición de nuestros vecinos.

En segundo lugar, es tan abierta nuestra opo­sición al poder de FRANCIA y nos hallamos tan alerta en defensa de nuestros aliados que éstos cuentan con nuestra fuerza tanto como con la suya; y, al confiar en llevar adelante la guerra a nuestra costa, rechazan todos los términos ra­zonables de arreglo. Habent subjectos, tanquam suos: vi/es, ut alienos. Todo el mundo sabe que el voto de las facciones de la Casa de los Co­munes, a principios del anterior Parlamento, y con el sentimiento declarado de la nación, hizo que la reina de HUNGRÍA permaneciera infle­xible en sus propios términos, y obstaculizó ese acuerdo con PRUSIA que habría restaurado de inmediato la tranquilidad general de EUROPA.

En tercer lugar, somos tan de verdad com­batientes que, una vez comprometidos, perde­mos todo interés por nosotros mismos y por nuestra posteridad, y sólo consideramos líl me­jor forma de fastidiar al enemigo. El hecho de hipotecar nuestras rentas públicas en niveles tan profundos en las guerras, en las que resultamos

sólo accesorios, fue -sin duda- el error más catastrófico del que alguna vez haya sido culpa­ble una nación con pretensiones hacia la política y la prudencia. El remedio áel financiamiento, si remedio pudiésemos llamarle, y no más bien un veneno, debe -con toda razón- reservarse para un último extremo, ya que ningún mal, excepto el más grave y perentorio, debe inducirnos a la adopción de un recurso tan peligroso.

Estos excesos hacia loS que hemos sido lleva­dos son lesivos y pudieran -con el tiempo-lle­gar a serlo en mayor grado al provocar, como es usual, el extremo opuesto, y dejarnos totalmente despreocupados e ignorantes por negligencia respecto a los destinos de EUROPA. Los ATE­NIENSES, uno de los pueblos más agitadores, intrigantes y belicosos de GRECIA, al encontrar erróneo lanzarse en todas las batallas, abando­naron toda atención sobre los asuntos exteriores e, incluso, en ninguna contienda tomaban par­te, en ninguno de los bandos, como no fuese adulando y complaciendo al vencedor.

Las grandes monarquías son, sin duda, destruc­tivas para la naturaleza humana: en su desarrollo, en su prolongación y aun en su desplome, que nunca se halla muy distante de su surgimiento. El genio militar que engrandece la monarquía, pronto deja la corte, la capital y el centro de tal gobierno, en tanto que las guerras continúan a gran distancia, e interesan sólo a una muy pequeña parte del estado. Los miembros de la antigua nobleza, cuyos afectos los unen a su so­berano, viven todos en la corte y nunca acep­tarán cargos militares que puedan desplazarlos hacia remotas fronteras bárbaras, en las que es­tarían distantes de sus placeres y fortuna . Las armas del estado deben, por tanto, confiarse a desconocidos mercenarios, sin celo, sin afecto, sin honor y listos siempre a volverse en contra del príncipe y a unirse a todo descontento apa­sionado que les ofrezca paga y botín. He aquí la marcha necesaria de los asuntos humanos: la naturaleza del hombre se constata a sí misma en su frívola elevación; así trabaja ciegamente la ambición para la destrucción del conquistador y su familia, de cada cosa querida y cercana a él. Los BORBONES, confiados en el apoyo de su valerosa, amante y fiel nobleza, impulsaron sin

reservas ni limitaciones su preponderancia. És­tos, en tanto inflamados de gloria y emulación, pueden soportar las fatigas y los peligros inhe­rentes a la guerra, pero jamás se someterían a languidecer en las guarniciones de HUNGRÍA o de LITUANIA, olvidados por la corte y sacri­ficados ante las intrigas de cada favorito o de cada amante que rodea al príncipe. Los ejércitos

De la balanza del poder 331

están llenos de CROATAS y de TÁRTAROS, de HUSARES y de COSACOS, entremezclados qui­zá con algunos soldados de fortuna de las me­jores provincias; y el melancólico sino de los emperadores ROMANOS, por esta misma causa, se renueva incesantemente, hasta la disolución final de la monarquía.

.36. Algunos obstáculos en la investigación de sistemas internacionales

MORTON A. KAPLAN

Este ensayo intentará ofrecer una explicación breve y no técnica de algunos de los modelos teóricos empleados en System ·and Process in International Potities . . . Hay una serie de con­sideraciones teóricas que sustentan este ensayo. Una de ellas se refiere a que efectivamente se presenta cierto patrón de conducta repetible o característica dentro del sistema internacional. Otra señala que este comportamiento correspon­de a un patrón porque los elementos del patrón son congruentes internamente y porque además satisfacen necesidades de cobertura tanto inter­nacional como nacional. U na tercera conside­ración expone que los patrones internacionales de conducta se encuentran interrelacionados, de maneras que es factible especificar, con las ca­racterísticas de las entidades que participan en la política internacional, y con las funciones que realizan ...

Condensado de "Sorne Problems of Interna­tional Systems Research", de Morton A. Kaplan, publicado por vez primera en International Political Communities: An Antbology (Garden City, N.Y.: Anchor, 1966), pp. 469-486. Reim­preso con autorización del autor . Notas al cal­ce suprimidas.

Del mismo modo en que es posible construir modelos alternativos de sistemas políticos -por ejemplo, democráticos o totalitarios- así como de sistemas familiares -por ejemplo familias nu­cleares, familias extensas, monógamas o políga­mas-, así también es posible construir distintos modelos de sistemas internacionales ... En esta sección se presentan seis modelos alternativos de sistemas internacionales que, por supuesto, no agotan las posibilidades. Sin embargo, se pre­tende que exploren precisamente el continuo de posibilidades. Estos modelos, en su actual estado de desarrollo, son de índole heurística; ahora que, si poseen cierto grado de conveniencia, pueden dar acceso a una organización más sig­nificativa del conocimiento existente, así como a una organización más productiva de la futura investigación. Sólo dos de los modelos -el siste­ma de "la balanza del poder" y el sistema bipolar disgregado- poseen contrapartes históricas.

Sistema de "la balanza del poder"

... El sistema internacional de "la balanza del poder" constituye un sistema social internacio­nal que no integra entre sus componentes a un

Algunos obstáculos en la investigación de sistemas internacionales 333

subsistema político. Los actores que pertenecen al sistema son exclusivamente de índole nacio­nal, tales como Francia, Alemania, Italia, etc. Son cinco los actores nacionales -como mínimo­que deben ajustarse a la clasificación de "actor nacional esencial" a efecto de que el sistema funcione.

El sistema internacional de "la balanza del poder" se caracteriza por la operación de las si­guientes normas esenciales, mismas que cons­tituyen la conducta característica del sistema: 1) incrementar las capacidades, pero negociar an­tes que pelear; 2) pelear antes que dejar de in­crementar las capacidades; 3) dejar de pelear antes que eliminar a un actor esencial; 4) opo­nerse a toda coalición o actor individual que propenda a asumir una postura predominante dentro del sistema; 5) limitar o imponer restric­ciones a aquellos actores que acepten principios organizacionales supranacionales; y 6) permitir que aquellos actores nacionales esenciales que hayan sido derrotados o limitados reingresen al sistema como socios de funciones aceptables, o tomar las medidas necesarias para que un ac­tor antes prescindible, ingrese a la clasificación de actor esencial. Tratar a todo actor esencial como socio de funciones aceptable.

Las dos primeras reglas del sistema interna­cional de "la balanza del poder" reflejan que no existe ningún subsistema político dentro del sistema social internacional. Por ende, los ac­tores nacionales esenciales deben depender de sí mismos o de sus aliados para conseguir pro­tección. Ahora bien, si muestran debilidad, sus aliados pueden abandonarlos. En consecuencia, un actor nacional esencial debe ser capaz, bajo circunstancias extremas, de proteger sus propios valores nacionales. La tercera norma esencial ilus­tra el hecho de que otras naciones son valiosas como aliados potenciales. Además, la nacio­nalidad puede fijar límites a la expansión po­tencial.

Las reglas cuarta y quinta reconocen que una coalición predominante, o un actor nacional de tales características, puede constituir un riesgo a los intereses de otros actores nacionales. Por otra parte, si una coalición adquiriera prepon­derancia, sería muy probable que el miembro

mayor de la coalición cobrara predominio por encima de los miembros menores de su propia coalición. He aquí una de las razones por las cua­les los miembros de una exitosa co::lición pue­den enemistarse entre sí; también es posible que negocien con los perdedores para obtener ma­yores beneficios de éstos que de sus propios aliados.

La sexta regla declara que la membresía den­tro del sistema depende exclusivamente del comportamiento que corresponda a las normas o reglas esenciales del sistema de "la balanza del poder". Ante una reducción del número de ac­tores esenciales, el sistema internacional de "la balanza del poder" perderá estabilidad. Por tan­to, el mantener un número de actores naciona­les esenciales por encima de un límite mínimo crítico se erige en condición necesaria para la estabilidad del sistema. La mejor manera de lo­grarlo es restituir la membresía plena dentro del sistema a los actores derrotados o a los rebel­des reformados.

Pese a que toda acción o alineación en par­ticular puede ser resultado de "accidentes" -es decir, del conjunto de condiciones específicas que producen la acción o la alineación, inclui­dos elementos tales como golpes de suerte o factores de personalidad- una elevada correla­ción entre el patrón de comportamiento nacional y las reglas esenciales del sistema internacional representaría una confirmación de las prediccio­nes que arroja la teoría .. .

No es posible reducir el número de reglas esenciales. El fracaso operativo de cualquier regla resultará en el fracaso de, por los menos, otra regla ... Las reglas del sistema son inter­dependientes. Por ejemplo, la incapacidad de reincorporar o de reemplazar actores naciona­les esenciales derrotados finalmente interferirá con la formación de coaliciones capaces de im­poner restricciones a actores nacionales rebeldes o a coaliciones potencialmente predominan­tes . ..

En resumen, las reglas constituyen normas de equilibrio para el sistema. Sin embargo, esto no implica que los actores se apeguen a ellas sólo porque son normas de equilibrio, a menos que un actor tenga un interés especial en preservar el

334 La balanza del poder

equilibrio del sistema. Las restricciones impues­tas al actor deben motivarlo a conducirse en consonancia con las reglas; o, si uno o más ac­tores no sienten tal motivación, los demás de­ben ser motivados a actuar de tal modo que obliguen a los actores rebeldes a apegarse nue­vamente a una conducta congruente con las re­glas. Así pues, 1".5 reglas se consideran desde una perspectiva de normatividad -es decir, como descriptoras del comportamiento que preserva­rá el equilibrio del sistema- o de predicción -como predictoras de que los actores se com­portarán de tal manera si las otras variables pre­sentes en el sistema y el entorno se encuentran en sus puntos de equilibrio. Si, por el contra­rio, las demás variables del sistema y del entor­no no se encuentran en equilibrio, se espera el surgimiento de un comportamiento rebelde.

Es relativamente sencillo encontrar ejemplos históricos que ilustren eL funcionamiento del sis­tema de "la balanza del poder". Los estados europeos habrían aceptado a Napoleón si éste hubiera estado dispuesto a seguir las reglas del juego. La restauración de los Borbones al po­der permitió la aplicación de la regla 3. De no haber sido esto posible, el sistema internacio­nal se habría desestabilizado de inmediato. La readmisión de Francia al sistema internacional después d.e la restauración cumplió lo estipula­do por la regla 6.

. El concierto europeo, magistralmeme descrito por Mowat, ilustra la primera regla. La regla 4 queda ejemplificada por la entente cordiale, y la segunda por la historia general de los siglos dieciocho y diecinueve. Ahora bien, es probable que el mejor ejemplo de la regla 3 lo constituya la diplomacia que dirigió Bismarck hacia Sadowa, aunque sus motivaCiones fueron mucho más complejas que lo que la simple regla pudiera indi­car. Este ensayo no se propone barajear referen­cias históricas. El lector puede realizar su propia investigación para determinar si el comporta­miento internacional efectivamente tendió a ape­garse a estas reglas durante dichos siglos.

Los cambios de condiciones que pueden pro­piciar la desestabilización del sistema internacio­nal de "la balanza del poder" son: la existencia de un actor nacional esencial que no siga las

reglas del juego, por ejemplo, alguien que ac­túe contrariamente a las reglas esenciales del siso' tema; en el ejemplo analizado, un participante que busque la hegemonía; fallas en el flujo de información que impidan que un actor nacional adopte las medidas necesarias para proteger su propia posición en el plano internacional; cam­bios de capacidad que se tornen acumulativos y, al hacerlo, incrementen la disparidad inicial entre las capacidades de los actores nacionales esenciales; conflictos entre las prescripciones de diferentes reglas bajo ciertas condiciones; dificul­tades que se originen en la logística del proceso "balanceador", el reducido número de actores esenciales o una falta de flexibilidad del meca­nismo "balanceador" ...

La inestabilidad puede darse, aun cuando ninguno de los diversos actores nacionales tenga la intención de derrocar al sistema de "la balanza del poder" . .. Incluso el esfuerzo por derrotar a Napoleón y por constreñir al territorio galo a sus límites históricos tuvo algunos efectos de esta especie. Dicho esfuerzo, aun cuando se ape­gó a las reglas cuarta, quinta y sexta, contribuyó también al engrandecimiento de Prusia, trastor­nando en consecuencia el equilibrio int~rno en­tre los actores germanos. Es probable que dicho episodio desencadenara el proceso que, poste­riormente, produjo la hegemonía prusa dentro de Alemania y la hegemonía alemana dentro de Europa. Así pues, se movilizó un proceso dinámi­co que no se pudo compensar mediant~canibios dentro de las alineaciones o de las coaliciones.

El sistema de "la balanza del poder" da lu­gar a las siguientes consecuencias: l~s alianzas tienden a ser específicas, de corta duración, y a variar de acuerdo con el factor ventaja y no con la ideología (incluso bajo condiciones de guerra). Las guerras tienden a ser limitadas en sus objetivos. Existe una amplia gama de legis­lación internacional de aplicación universal den­tro del sistema. Entre las reglas más significativas de ley aplicable destacan aquellas que se ocu­pan de los reglamentos de guerra y de la doc­trina de no intervención.

En su forma ideal, el sistema de "la balanza del poder" es un sistema que permite cualquier combinación de actores dentro de las alianzas,

Algunos obstáculos en la investigación de sistemasinternadorzales"335

siempre y cuando ninguna de las alianzas cobre una marcada preponderancia en cuanto a capa­cidades. El sistema tiende a preservarse porque aun cuando una nación en particular intente pre­dominar sobre las demás, ésta debe actuar de modo tal que evite que cualquier otra nación logre tal objetivo, con el fin de proteger sus in­tereses. Al igual que la "mano invisible" de la competencia descrita por Adam Smith, el siste­ma internacional posee una vigilancia informal constituida por el propio interés, por lo que no hay necesidad de un subsistema político.

El surgimiento de poderosos actores rebeldes, las contramedidas inadecuadas por parte de ac­tores fieles, las nuevaS ideologías internacionales y el crecimiento de sistemas supranacionales como el bloque comunista, con sus organiza­ciones internacionaleS de partidos políticos, ta­ñeron la campana de la muerte para el sistema internacional de "la balanza del poder".

Sistema bipolar libre

En lugar del sistema anterior -luego de un periodo inicial de inestabilidad- hizo su apari­ción el sistema bipolar libre . Éste difiere en mu­chos aspectos de importancia del sistema de "la balanza del poder". Los actores supra nacionales participan dentro del sistema internacional. Pue­den ser actores en bloque, tales como la OTAN o el bloque Comunista, o actores universales, como las Naciones Unidas. Casi todos los acto­res nacionales pertenecen a la organización de actores universales, y muchos de ellos,-incluida la mayoría de los principales actores nacionales­pertenecen a uno u otro de los bloques predomi­nantes. No obstante, algunos actores nacionales puede no pertenecer a ninguna de las organiza­ciones en bloque.

A diferencia del sistema internacional de "la balanza del poder", donde las reglas se aplican de manera uniforme a todo actor nacional , las reglas esenciales del sistema bipolar libre trazan distinciones, por ejemplo, entre las funciones que desempeñan aquellos actores que sí son miembros de bloques y aquellos que no lo son.

En el sistema de "la balanza del poder", la función del "balanceador" era de integración,

puesto que evitaba que cualquier alianza adqui­riera predominio. Según la forma ideal del sis­tema, cualquier actor nacional esta calificado para desempeñar esa fundón. En el sistema bi­polar libre, sin embargo, la función de integra­ción consiste realmente en una mediación. El act:>r que la desempeña no se une a ninguno de los dos bandos, sino que funge como mediador entre las partes contendientes. Por ende, sólo aquellos que no son miembros de ningún blo­que, o las organizaciones de actores universa­les, pueden desempeñar la función integradora f'O el sistema bipolar libre. . . '

Al haber sólo dos agrupamientos princip,ales en el sistem~ bipolar, todbcambio vertiginoso en las capacidades militares tiende a desest:lbilizar al sistema. Por esta razón, el hecho de. que los bloques principales posean sistemas nucleares de segundo ataque, se constituye en factor ne­cesario para la estabilidad dentro del sistema.

A continuación citamos las reglas del siste­ma bipolar libre:

l . Todos los bloques suscritos a los principios in­tegradores de jerarquía plena o mixta tienen la obligación de eliminar al bloque rival.

2. Todos los bloques suscritos a los principios in­tegradores de jerarquía plena o mixta deben ne­gociar antes que combatir; librarguerras menores antes que enfrascarse en grandes conflagraciones; y participar en estas últimas ~bajo conocimiento pleno del riesgo y de los costos que implican­antes que fracasar en,la eliminación,del bloque rival. . . .

3. Todós los actores de los bloques deben incremen­tar sus capacidades en la medida que lo hagan los

. del bloque opuesto. .. 4. Todos los actores de los bloques suscritos a los

principios organizativos no jerárquicos, deben ne­gociar antes que combatir para incrementar ca­pacidades; librar guerras menores antes que dejar de incrementar capacidades, pero a la vez refre­narse de iniciar grandes conflagraciones por esa causa.

5. Todos los actores de los bloques deben partici­par en grandes conflagraciones antes que permi­tir que el bloque rival alcance una posiCión de fuerza preponderante. .

6. Todos los miembros de los bloques deben subordi­nar los objetivos del actor uni\'ersal a los objeti\'Os

336 La balanza del poder

de su propio bloque, ante la eventualidad de que surja un grave conflicto entre ambos objetivos, pero deben subordinar los objetivos del bloque rival a aquéllos del actor universal.

7. Todos los actores nacionales no miembros del bloque deben coordinar sus objetivos naciona­les con aquéllos del actor universal, así como tra­tar de subordinar los objetivos de los actores del bloque a los del actor universal.

8. Los actores del bloque deben esforzarse por aumentar la membresía de su bloque, pero tole­rar la posición de no miembro de un actor na­cional dado si la única alternativa es obligar a ese actor nacional a integrarse al bloque rival o apo­yar sus objetivos.

9. Los actores nacionales no miembros del bloque deben proceder de modo tal que reduzcan el pe­ligro de guerra entre los actores del bloque.

10. Los no miembros del bloque deben rehusarse a apoyar las políticas que emprenda un actor del bloque contra otro, salvo en sus funciones co­mo miembros de un actor universal.

11. Los actores universales deben reducir la incom­patibilidad entre los bloques.

12. Los actores universales deben convocar a la mo­vilización de actores nacionales no miembros del bloque contra casos de flagrante rebeldía, por ejemplo, si un actor del bloque recurre a la fuer­za. Esta regla, a menos que fuera contrabalanceada por las demás, permitiría que el actor universal se convirtiera en el prototipo de un sistema in­ternacional universal.

.. . Ahora expondremos las consecuencias del sistema bipolar libre. Las alianzas tienden a ser a largo plazo, a fundamentarse en intereses per­manentes y no cambiantes, y a incluir compo­nentes ideológicos. Las guerras, si no fuera por el temor a las de índole nuclear, tenderían a ser ilimitadas. No obstante, repito, el temor a la es­calada nuclear cobra tales dimensiones que, de hecho, existe una mayor moderación en cuan­to a las guerras que en el sistema de "la balanza del poder" . Por ende, las guerras tienden a ser muy limitadas, e incluso son escasas. En lo to­cante al campo legislativo, existen menos res­tricciones hacia la intervención que en el sistema de "la balanza del poder", y aquellas limitantes que efectivamente se presentan, se desprenden en gran medida del temor a una escalada. Se em­plea la organización universal principalmente

para fmes de mediación y, hasta cierto punto, pa­ra desalentar la guerra.

Sistema bipolar cerrado

El sistema internacional bipolar cerrado re­presenta una modificación del sistema bipolar libre, donde tanto los actores no miembros del bloque como lus actores universales desapare­cen por completo, o dejan de ser significativos. Sin embargo, a menos que ambos bloques se organicen de acuerdo con un orden jerárquico, el sistema propenderá a la inestabilidad.

No existe función integradora o mediadora dentro del sistema bipolar cerrado. Por tanto, habrá una tendencia hacia un grado elevado de tensión disfuncional dentro del sistema, razón por la cual el sistema bipolar cerrado no cons­tituirá un organismo altamente estable o bien integrado.

Sistema Universal

El sistema internacional universal podría crearse como consecuencia del funcionamien­to de una organización de actores universales dentro de un sistema bipolar libre. El sistema universal, en contraste con los sistemas inter­nacionales previamente descritos, contaría con un sistema político en calidad de subsistema del sistema social internacional. No obstante, es po­sible que este sistema político fuera del tipo con­federado, es decir, que operara con base en gobiernos territoriales y no en seres humanos de manera directa.

El sistema internacional universal sería un sis­tema integrado y solidario. Pese a la eventuali­dad del surgimiento de agrupaciones políticas informales dentro del sistema, los conflictos de intereses se resolverían de acuerdo con las re­glas políticas del sistema. Por otra parte, se con­formaría un cuerpo de funcionarios políticos y de administradores que guardaran lealtad pri­mordial al sistema internacional, antes que a cualquier subsistema territorial del sistema in­ternacional.

El hecho de que el sistema internacional uni­versal sea estable o no depende de la medida

Algunos obstáculos en la investigación de sistemas internacionales 337

en que tenga acceso directo a los recursos y a las instalaciones, así como de la proporción que prive entre sus capacidades y las de los actores nacionales miembros del sistema.

Sistema jerárquico

El sistema internacional de jerarquías puede ser democrático o autoritario en cuanto a la for­ma. Si evoluciona a partir de un sistema !'1ter­nacional universal -quizá en razón de que las satisfacciones provocadas por la exitosa opera­ción de dicho sistema internacional universal exaltan el deseo de lograr un sistema internacio­nal más integrado y solidario- es probable que cobre la forma de sistema democrático. Si, por el contrario, un bloque victorioso o poderoso impone el sistema de jerarquías sobre actores nacionales dispuestos, entonces cabe la proba­bilidad de que el sistema internacional sea auto­ritario.

El sistema de jerarquías contiene a otro, de índole política. Dentro de éste, las líneas funcio­nales de organización ejercen mayor fuerza que las geográficas. Dicha característica ampliamente integrada del sistema internacional de jerarquías propicia una mayor estabilidad. La intersección funcional impide enormemente una eficiente or­ganización contra el sistema internacional, o el retiro del mismo. Aun cuando la constitución del sistema permitiese dicho retiro, la integra­ción de los recursos elevaría los costos del mis­mo hasta niveles exagerados.

Sistema de veto unitario

Imaginemos un mundo en el que aproxima­damente veinte naciones al azar posean sistemas nucleares capaces de lanzar un primer ataque, nada increíble, por cierto. Es decir, cada una de estas naciones contaría con un sistema nuclear que no eliminaría por completo las fuerzas ene­migas en un primer ataque, pero que -si todo funciona de acuerdo con los planes- merma­ría a tal grado las fuerzas enemigas que se pu­diera contemplar la posibilidad de una guerra a partir de un primer ataque. Sin embargo, incluso un primer ataque exitoso dejaría a la nación que

lo lanzara en una posición vulnerable -por ia merma en su arsenal- al ataque de una tercera nación -un ataque nada improbable si el que aquella lanzó en primera instancia no fue pro­vocado, o si la tercera nación tuviera intencio­nes perversas-o En todo caso, esa posición de vulnerabilidad del atacante a un ataque subse­cuente por parte de un tercer estado tendería a inhibir al primero, salvo en circunstancias de provocación extrema.

En este mundo, sería escasa la necesidad de integrar alianzas específicas. Si dichas alianzas llegaran a darse, cabría pensar que su naturale­za fuera no ideológica. Las naciones podrían aliarse mediante pactos que establecieran la obli­gación de ejercer represalias contra cualquier "agresor" que lanzara un ataque nuclear, o que rebasara ciertas proporciones previamente es­pecificadas, en contra de algún miembro de la alianza.

En este sistema, no surgen expectativas de guerras prolongadas de contravalores o de con­trafuerza. Si acaso se emplearan armas nuclea­res, esto sería en actos limitados de represalia para efectos de advertencia, o en otras formas es­trictamente limitadas también. Las guerras que efectivamente ocurrieran no presentarían una tendencia nuclear, y serían limitadas tanto en área geográfica como en métodos de combate. Las contiendas sublimitadas se darían con ma­yor frecuencia que las guerras reales.

No obstante, el sistema contaría aparente­mente con cierto potencial para desencadenar guerras, o conflictos catalíticos. Es decir, si una nación se involucrara en un ataque de contra­fuerza, de acuerdo con algunás opiniones, es­to desencadenaría probablemente un ataque contra la misma por parte de un tercer estado. Asimismo, un ataque anónimo o un accidente catalizaría una serie de guerras. No es posible negar tales posibilidades, especialmente si se exacerban las tensiones dentro del sistema. Pese a todo, resultan improbables tanto los primeros ataques como las guerras accidentales, dada la inexistencia de fuerzas creíbles de primer ataque, así como la disponibilidad de sistemas adecuados de mando y control. .. Aquellas naciones equi­padas con fuerzas nucleares dentro del sistema

338 La balanza del poder

de veto unitario mostrarán una inclinación a la autosuficiencia, y al rechazo de presiones ex­ternas, aun cuando éstas provengan de organi­zaciones universales. De manera particular, las funciones de la organización universal que se ocupan del cambio político tenderán a reducir­se. Lo anterior quedará reforzado por la desa­parición del problema del colonialismo como asunto fundamental de la política mundial.

Las políticas exteriores de las grandes poten­cias nucleares propenderían a ser aislacionistas. Las alianzas, como ya hemos especificado, re-

trocederían en importancia, y se contendrían las ambiciones hegemónicas -primordialmente por la obvia incapacidad para cristalizarlas. An­te la presencia real de una agresión, las funcio­nes de protección tenderían a desplazarse a las espaldas de "otros", dada la imposibilidad de una asignación "natural" de dicha función . (Es decir, casi cualquier potencia nuclear podría de­sempeñar esta función; no existiría una presión específica sobre una nación en especial para que la asumiera.) . . .

37. La transición del poder

A. F. K. ORGANSKI

.. . Se proclama que la balanza del poder pro­duce paz. Ya hemos observado que realmente hubo periodos en los que hubo una distribución equitativa del poder entre contendientes, o en que las partes involucradas así lo creyeron, pero el análisis revela que tales periodos fueron más la excepción que la regla. El estudio aún más me­ticuloso revela que efectivamente se trató de periodos de guerra, y no de paz.

En e! transcurso de! siglo dieciocho, último siglo de! periodo bautizado como la edad de oro de la balanza del poder, se sucedieron constan­tes guerras. Durante e! siglo diecinueve, después de las Guerras Napoleónicas, privó una paz ca­si continua. Generalmente a la balanza de! poder se le confiere amplio crédito por ese siglo de paz pero, según nuestra observación preliminar, no hubo equilibrio en absoluto, sino una excesiva preponderancia de poder en manos de Ingla-

Condensado de World Politics, de A. F. K. Organski (New York: Knopf, 1958), pp. 292-293, 325-333, 338. Copyright © 1958, A. F. K . Or­ganski. Reimpreso con autorización de Alfred A. Knopf, Inc, y del autor.

terra y de Francia. El equilibrio local de poder entre Francia y Alemania desembocó en la Gue­rra Franco-Prusa, y los cálculos erróneos de Ale­mania en cuanto a que su poderío balanceaba e! de sus probables enemigos causaron la Pri­mera Guerra Mundial, que puso fin al siglo de paz.

En el intervalo de las dos Guerras Mundia­les, nuevamente gozamos de paz y de una pre­ponderancia de poder por parte de los Aliados. Cuando Alemania volvió a levantarse hasta el grado en que e! poder de las naciones del Eje se aproximó de hecho al de los aliados Euro­peos, la guerra hizo inevitable acto de presen­cia, y el ataque se fundamentó en la equívoca suposición de que e! poderío de los Estados Uni­dos no se encontraba involucrado. Actualmen­te priva dr. nuevo un estado de paz, en el que los Estados Unidos enarbolan la preponderan­cia de poder.

Aparentemente, la relación existente entre la paz y la balanza del poder es exactamente opues­ta a lo que hasta ahora se ha proclamado. Los periodos de equilibrio, real o imaginario, son

):W

340 La balanza del poder

periodos de guerra, en tanto que aquéllos de consabida preponderancia son periodos de paz. Si tal aseveración es correcta, no debemos preo­cuparnos en estos momentos por el riesgo de una terc~ra conflagración mundial, dada la ob­viedad de la predominancia occidental; dejemos la preocupación para e! futuro, cuando la indus­trialización permita que el mundo comunista nos equipare en poder.

La afirmación de que el equilibrio de! poder conduce a la paz no es congruente. De hecho, ni siquiera es lógica. La razón dicta que las nacio­nes no se enfrascarán en un conflicto bélico a menos que crean que cuentan con una amplia probabilidad de vencer, pero esto se aplica a am­bos bandos sólo cuando los dos son realmente equiparables o, como mínimo, cuando así lo con­sideran. Por ende, un equilibrio de poder aumen­ta las posibilidades de guerra. La preponderancia de poder de uno de los bandos, por e! contra­rio, incrementa las posibilidades de paz, dado que el más poderoso no necesita combatir pa­ra conseguir todo lo que desea ... [Una del las condiciones que propician la paz internacio­nal. .. no estriba en la distribución equitativa del poder.

Cabe plantear un último punto con relación a la balanza del poder. En apego a la teoría, im­pera la expectativa de que el peligro de agre­sión provenga de la nación más poderosa. La intención de esta última de aumentar al máxi­mo su poder la induce a valerse de sus ventajas y a confrontar bélicamente a sus vecinos si lle­ga a alcanzar una clara preponderancia de po­der. Tampoco en este caso los hechos respaldan a la teoría. CiF.rtamente, las naciones que gozan de un poder preponderante han subyugado a sus vecr~Os, pero no han sido las que han .dado inicio a las grandes conflagraciones que han marcado la historia moderna. Casi sin excepción, esta función ha quedado en manos del bando más débil. La teoría de la balanza de! poder no ofrece explicación factible alguna para los actos de Ale­mania en las dos Guerras Mundiales, ni tampoco para e! ataque japonés contra los Estados Unidos.

En pocas palabras, no explica las dos conflagra­ciones supremas de la historia reciente ...

Ahora nos encontramos en la posición ade­cuada para comprender más cabalmente la razón por la cual la distribución habitual de! poder en e! mundo no ha constituido un equilibrio, sino más bien una preponderancia de! poder en ma­nos de una nación y de sus aliadas. Asimismo, podemos entender por qué la paz mundial ha coincidido con periodos de supremacía indispu­table de poder, en tanto que los periodos de equilibrio aproximado han sido realmente de gue­rra. Tal como hemos observado, las guerras se suscitan cuando una gran potencia que ocupa un lugar secundario desafía a la nación superior y a sus aliadas para conseguir el control. Así pues, el gran connicto habitual se registra en­tre la nación suprema (y sus aliadas) y aquélla que la desafía y que, por cierto, se encuentra a punto de equiparar a la primera en poder.

En algunos aspectos, el orden internacional presenta asombrosas semejanzas con el de la so­ciedad a nivel nacional ; dicho orden queda le­gitimizado por una ideología, y se arraiga en el diferencial de poder de los grupos que lo com­ponen. La paz es posible únicamente cuando aquellos que detentan el poder prepoderante ejercen un firme control y se encuentran satis­fechos con e! statu quo, o con la forma en que éste promete evolucionar dentro de un contex­to pacífico. La paz se ve amenazada siempre que una nación poderosa se siente insatisfecha con e! statu quo y cuenta con e! poder necesario para tratar de cambiar la situación pese a la oposi­ción de aquellos que controlan e! orden inter­nacional prevaleciente.

El grado de poder y e! grado de satisfacción, pues, se convierten en características nacionales de importancia que se deben tomar en con­sideración al tratar de ubicar a las naciones con mayores probabilidades de perturbar la paz mun­dial. Es posible clasificar a todas las naciones de! mundo en función de las dos características men­cionadas, logrando así cuatro categorías que re­sultan trascendentales en el ámbito de la política internacional.

CLASIFICACiÓN DE LAS NACIONES: 1. LAS PODEROSAS Y SATISFECHAS

La mejor forma de visualizar el orden interna­cional consiste en concebir una pirámide con una nación en la cúspide y muchas naciones en la base. Aquellas que ocupan la parte superior de la pirámide son las que detentan un poder su­perior y, por e! contrario, las de! basamento, son menos poderosas. A medida que descendemos en términos de poder, e! número de naciones er. cada estrato de la pirámide va siendo más nu­trido que e! de los estratos superiores ...

En conjunto, tanto la nación predominante como las grandes potencias aliadas a la misma integran nuestro primer grupo de naciones: las poderosas y satisfechas. En la actualidad, este grupo incluye a los Estados Unidos, Gran Breta­ña, Francia (pese a que esta última se esté desli­zando a una posición de potencia media) y, desde su derrota en la Segunda Guerra Mundial, Ale­mania Occidental, Italia y Japón. La satisfacción, por supuesto, es un término relativo. Quizá no exista nación alguna que en un momento dado se encuentre totalmente satisfecha pero, en térmi­nos generales, se puede decir que estas naciones están satisfechas con el orden internacional de! momento y con sus normas de operación, pues­to que sienten que dicho orden les ofrece las mejores oportunidades de obtener las metas que ambicionan. Naturalmente, la nación predomi­nante-está más satisfecha con el orden interna­cional existente que con cualquier otro, dado que en gran medida se trata de su proPio or­den internacional. Otras naciones (tales como Inglaterra y Francia, hoy en día pueden mostrar­se complacidas puesto que alcanzaron su pleno potencial de poder antes de que el orden actual quedara afincado y, en consecuencia, su poderío les garantizó carta blanca en cuanto a lo que consideraban como su participación de bene­ficios por derecho. Incluso otras grandes po­tencias (como los poderes derrotados de! Eje) pueden considerarse naciones satisfechas por que ya no pueden abrigar la esperanza de alcan­zar e! nivel de predominio que otrora procura-

La transición del poder 341

ron y, por tanto, se conforman con aceptar un lugar en e! orden internacional que al parecer les brindará beneficios substanciales.

2. LAS PODEROSAS E INSATISFECHAS

Algunas de las grandes potencias, empero, no se encuentran satisfechas con la forma en que se llevan los asuntos en el escenario internacional, e integran nuestra segunda categoría: la de las naciones poderosas e insatisfechas. De este grupo provienen las naciones que desafían y preten­den trastornar al orden internacional existente para sustituirlo por un nuevo orden. Cuando las naciones están insatisfechas y, a la vez, son tan poderosas que poseen los medios para tratar de remediarla, sobreviene el fantasma de! conflicto.

Como ya hemos observado en nuestro breve bosquejo histórico, aquellas naciones poderosas e insatisfechas han logrado su pleno potencial después del establecimiento del orden internacio­nal existente y de la repartición de beneficios. Estos arribistas no participaron en la creación del mencionado orden y, por lo general, ni la nación predominante ni sus seguidores están dispuestos a conceder a los recién llegados las ventajas de que ellos gozan, como no sea en una mínima proporción. Por supuesto, lo que me­nos están dispuestos a compartir es la fuente de todos los privilegios: e! dominio de la sociedad internacional. Proceder así, equivaldría a ceder su baluarte al arribista. Por lo que respecta a la nación predominante y -con especial énfasis­a las grandes potencias que apoyap. a la prime­ra, es preciso mantener en su lugar a los países desafiantes.

Las naciones desafiantes, por su parte, pro­curan establecer una nueva posición para sí den­tro del marco de la sociedad internacional , una posición a la que, según su sentir, su crecien­te poder les da derecho. A menudo este tipo de naciones han tenido un vertiginoso incremen­to de poder, mismo que esperan continúe al mismo ritmo. Tienen razones suficientes para creer que pueden rivalizar o incluso superar el

342 La balanza del poder

poder de la nación predominante, y no están dispuestas a aceptar un postura subordinada en los asuntos internacionales, cuando una posi­ción de predominio les haría acreedores a be­neficios y privilegios ilimitados.

Así pues, un rápido aumento de poder engen­dra insatisfacción. Al mismo tiempo, es probable que un rápido aumento de poder se acompañe de insatisfacción de distinta índole. En la actua­lidad, la industrialización es responsable en gran medida de estas situaciones de ascenso. Sin em­bargo, la industralización vertiginosa produce muchas tensiones y resentimientos internos, y los gobiernos de las naciones que padecen los trastornos de dichos cambios tienen que hacer frente a la casi irresistible tentación de canali­zar parte de dicha insatisfacción mediante ac­titudes y actos de agresión hacia el exterior, con el fin de desviar las críticas de las que tanto el gobierno como otros grupos poderosos dentro de la nación son objeto. La industrialización ha sido el manantial del que ha brotado gran par­te de la "agitación" internacional de la actuali­dad, puesto que expande las aspiraciones del hombre y lo obliga a abrigar insatisfacción por su fortuna, al mismo tiempo que le brinda la oportunidad de tratar de remediar su insatisfac­ción -es decir, de arrebatar una porción ma­yor de las buenas cosas de la vida, de manos de aquellos que las controlan en ese momento.

Por supuesto, la función de nación desafiante no es permanente, ni tampoco la ejercen ab­solutamente todas y cada una de las grandes potencias. De hecho, algunas de ellas jamás lo toman en consideración: se trata de aquellas que aceptan una función de soporte en el orden in­ternacional prevaleciente, de las naciones que ya hemos clasificado bajo el rubro de "pode­rosas y satisfechas". Las naciones poderosas e insatisfechas, por el contrario, tienen mayores probabilidades de ejercer la función ele desafian­tes, al' menos en una ocasión. Las naciones de este tipo que logran su objetivo finalmente co­bran predominio (y quedan así satisfechas). Por deducción, aquellas que fracasan pueden re­troceder y aceptar una función secundaria de soporte en ese orden internacional que inten­taron derrocar -como parece ser el caso ele

Alemania después de dos derrotas- , sumándo­se así a las filas de los satisfechos y poderosos por un sendero distinto. Sin embargo, mientras permanezcan fuera del orden internacional pre­dominante y abriguen esperanzas de acabar con él o de apoderarse de su liderazgo mediante el combate, dichas naciones constituyen una se­ria amenaza a la paz mundial. Son precisamente las naciones poderosas e insatisfechas las que dan inicio a las grandes conflagraciones ...

En consecuencia, es más factible preservar la paz, cuando las naciones poderosas y satisfe­chas, junto con sus aliadas, gozan de una enor­me proponderancia de poder por encima de las naciones desafiantes y de sus seguidoras, es de­cir, cuando el poderío de aquellos que sustentan el statu qua es tan superior que ningún desafío militar contra ellos puede concebir la idea de triunfo. Imperan las probabilidades de guerras cuando el poderío de la nación desafiante insa­tisfecha y de sus aliados comienza a aproximarse al de las naciones que respaldan el statu qua.

Cabe recalcar con especial énfasis que una paz bajo tales condiciones no es necesariamen­te una paz aunada a la justicia. Pese a todo ar­gumento en contra, las naciones predominantes se interesan en su propio bienestar por encima de todo, y no en el del resto del mundo; ambos intereses no siempre resultan compatibles. Asi­mismo, las naciones desafiantes no necesaria­mente enarbolan la bandera de la justicia. Éstas suelen proclamar que se erigen en representa­ción de la humanidad oprimida, de todos los parias que padecen el flagelo del orden inter­nacional existente; sin embargo, también ellas se interesan primordialmente en su propio bie· nestar y, una vez que se establece efectivamente el nuevo orden internacional, los parias sueler descubrir que su condición no ha variado Uf

ápice, y que únicamente han contribuido al in tercambio de un grupo de líderes mundiales pOI otro nuevo.

La paz tampoco resulta sinónimo exacto dI la preservación del statu qua . .. [E]l cambio e: un factor constante. La distribución internacio nal del poder se modifica continuamente y, COI

ella, un sinnúmero de avenencias dependiente del poder. No se deben subestimar las posibi

lidades en favor de un cambio pacífico, pero tampoco la frecuencia con que las guerras pro­pician cambios contundentes. A medida que la nación desafiante acumula mayor poderío, co­mienza a exigir nuevos arreglos y cambios dentro del orden internacional, tendientes a proporcio­narle una mayor tajada de los beneficios que ambiciona. En teoría, aquellos que ejercen el predominio del orden internacional existente podrían acomodar al recién llegado y ofrecerle la bienvenida a los estratos superiores, median­te la cesión de algunos de sus privilegios. En la práctica, sin embargo, esto no se suele dar: la nación desafiante exige un lugar en la cúspide y es desairada. Ante su sed de cambio y la incapa­cidad de provocarlo por medios pacíficos, con suma frecuencia recurre al conflicto bélico.

Cabe esperar que una nación desafiante pe­ro prudente, en tanto que incrementa su poder mediante el desarrollo interno, se abstenga de amenazar al orden internacional existente has­ta alcanzar un grado de poderío equiparable al de la nación predominante y de sus aliadas, puesto que se antoja insensato atacar siendo más débil que el enemigo. Si dicha expectativa fue­ra correcta, el riesgo de guerra se incrementa­ría enormemente en el momento en que los dos bandos contrarios detentaran un nivel casi igual de poder; si la guerra estallara antes de ese mo­mento, adoptaría la forma de una guerra pre­ventiva emprendida por la nación predominante para noquear a su rival antes de que cobre la fuerza suficiente para alterar el orden interna­cional existente.

La transición del poder 343

Sin embargo, no es esto lo que realmente ha sucedido en la historia reciente: Alemania, Ita­lia y Japón atacaron a la nación predominante ya sus aliadas mucho antes de igualarlas en po­der, y fueron las naciones desafiantes las que lanzaron el ataque, no el campo predominante. Si efectivamcntela historia se repite, la próxima guerra mundial la iniciará la Unión Soviética, y estallará antes de que el bloque soviético iguale en poderío a los Estados Unidos y a sus alia­dos, lo cual disminuirá las oportunidades de una victoria comunista. Sin embargo, es probable que la historia no se repita, dado que la Unión Soviética no es Alemania; además, intervienen otros factores además del poder relativo de los dos campos ...

En conclusión, es mayor la probabilidad de guerra cuando hay un equilibrio aproximado de poder entre la nación predominante y otra poderosa y desafiante. No obstante, existen otros factores que también contribuyen a aumentar o disminuir las probabilidades de guerra. De ma­nera específica, la guerra tiende a estallar cuan­do: la nación desafiante posee tales dimensiones que, al llegar a su climax, tendrá un poder apro­ximado al de la nación predominante; el ascenso de la nación desafiante es vertiginoso; la nación predominante muestra inflexibilidad en sus po­líticas; no priva una tradición de cordialidad en­tre la nacjón predominante y la desafiante; y cuando la nación desafiante se fija el propósito de sustituir el orden internacional existente y fincar un orden competitivo propio.