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En el último periodo de vida lúcida, · 2017-04-21 · el devenir; solo cree en el ser y niega el ... engaña sobre lo que es y lo que no es, ocultándonos la verdad, o mundo

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En el último periodo de vida lúcida,Nietzsche resume su lucha contralas falsas concepciones queconforman la tradición de la filosofía,la moral y la religión de Occidente.Para llevar a cabo tal ataque, elfilósofo decide auscultar aquellosídolos que han aparecido a lo largode esta tradición como valoressupremos que guían y regular untipo de comportamiento que secorresponde con un modo de vida.Esos ídolos, cuando se les toca conel martillo, suena a hueco, no sonnada más que fuegos fatuos que el

propio hombre ha introducido en larealidad y que se desvanecen antela sola mirada atenta de quien loscontempla con atención y sensatez.

El crepúsculo de los ídolos es elocaso de los grandes valores«eternos» que han dominado unacivilización y una forma de vida, unocaso que tal vez preceda a unanueva aurora llena de promesas, aun cambio de todos los valores.

Friedrich Nietzsche

El crepúsculo delos ídolos

Cómo se filosofa con el martillo

ePub r1.0ElCavernas 23.04.14

Título original: Götzen-Dämmerungoder: Wie man mit dem HammerphilosophirtFriedrich Nietzsche, 1889Traducción: José Carlos MardomingoSierraProloguista: Agustín IzquierdoDiseño de cubierta: Manuel Estrada

Editor digital: ElCavernasePub base r1.1

PRÓLOGO

E N EL ÚLTIMO PERIODO de su vidalúcida, Nietzsche resume su lucha

contra las falsas concepciones queconforman la tradición de la filosofía, lamoral y la religión de Occidente. Parallevar a cabo tal ataque, el filósofodecide auscultar todos los ídolos quehan aparecido a lo largo de toda esatradición como los valores supremosque guían y regulan un tipo decomportamiento que se corresponde conun tipo de vida.

Esos ídolos, cuando se les toca conel martillo, suenan a hueco, no son nadamás que fuegos fatuos que el propiohombre ha introducido en la realidad y

que se desvanecen ante la sola miradaatenta de quien los contempla con fijezay sensatez. El crepúsculo de los ídoloses el ocaso de los grandes valores«eternos» que han dominado unacivilización y un modo de vida, un ocasoque tal vez preceda a una nueva aurorallena de promesas, a una transvaloraciónde todos los valores.

Esta guerra organizada del pensadorcontra los ídolos comienza precisamentecon un ataque contra una figura clave ensu filosofía, que ya aparece en su primerlibro publicado, El nacimiento de latragedia[1] Allí se culpa de la muerte deesta forma artística al lugar preeminente

que llegó a ocupar la razón y ladialéctica en la sociedad griega a partirde la época de Sócrates, tanto en elterreno del arte como en el de lasabiduría. En la primera concepción delmundo y del arte, Nietzsche afirma quelas formas y todo lo que ingresa en laconciencia tiene un origen en loinconsciente. En el proceso de creaciónhay un movimiento que va desde unmayor grado de excitación a un estadoen el que aparecen las imágenes, una vezque la intensidad de la excitación hadescargado esas imágenes. De estemodo toda la conciencia y todo lo quetiene forma procede de un suelo común,

que es amorfo, oscuro, caótico, pero quees el suelo necesario de toda forma y detoda apariencia.

Ahora bien, con Sócrates, este suelooscuro y fértil del mundo de laspasiones y de las pulsiones quedaarrasado y baldío, debido a que da unapreponderancia excesiva y sin medida ala luz de la razón, «la razón a cualquierprecio». Nietzsche piensa que uno de losrasgos comunes que caracterizan a todoslos sabios es su juicio negativo sobre lavida, que en cierto modo inauguróSócrates, con su fórmula razón = virtud= felicidad. Este juicio negativo, sinembargo, no es más que un síntoma de

cansancio, de enfermedad, en definitiva,de decadencia. Esa decadencia consisteen una anarquía y desorden de laspulsiones. Durante ese periodo de lahistoria de la cultura griega, dichodesorden se generalizó y Sócratesapareció como un salvador o redentor,al ofrecer una solución a esta ruina de laorganización fisiológica. La fórmulasalvadora consistía en encontrar algoque dominase esa confusión de losinstintos, había que encontrar algo a todacosta que pudiese reinar sobre esamaraña convulsa. Y Sócrates lo encontróy lo ofreció a sus conciudadanos: si hayalgo que pueda dominar esos instintos en

rebeldía es la razón, la razón ejerciendocomo tirana con relación a las pulsionesera la salvación ofrecida por Sócratesque fue muy pronto aceptada pormuchos, pues esa decadencia era unfenómeno que se generalizó con mucharapidez entre los griegos de la época. Sino se era absurdamente racional, esdecir, si no se dominaban los instintospor completo, no había otro camino másque el del desastre, había que sucumbir.Así, Sócrates iluminó al hombre con lapotente luz de la razón, pero con elloquedaron destruidos los instintos, queson la base de toda acción adecuada.Con la poderosa luz de la razón quedó

destruido el suelo sobre el que seelevaba el grandioso edificio del artetrágico de los griegos, así como susabiduría también trágica.

Esa razón, que en el mundo deOccidente es el elemento predominanteen la concepción del hombre, fue puestapor Sócrates y Platón como el agenteque podía crear una nueva imagen delhombre. Maestro y discípuloconsiguieron establecer así una largatradición filosófica cuyas característicasvienen dadas precisamente por la razón.Por esto, en el capítulo titulado «La“razón” en la filosofía» de Elcrepúsculo de los ídolos, Nietzsche

señala lo que distingue a los filósofos,analizando y desvelando el uso quehacen de ella desde que surgió elsocratismo. Lo propio de la filosofíadominada por la razón es, segúnNietzsche, su aversión por el cambio yel devenir; solo cree en el ser y niega eldevenir precisamente por ser y no ser. Sialguien objeta que no percibe el ser, esdecir, algo que es inmutable, pues todolo que aparece ante los sentidos cambia,el filósofo de la razón responderá queno se puede percibir el ser debido a lasensibilidad, que incesantemente nosengaña sobre lo que es y lo que no es,ocultándonos la verdad, o mundo

verdadero, y mostrándonos un mundoengañoso, lleno de mentiras, un mundode errores cuyo origen solo está en lossentidos falaces. Por tanto, la primacíade la razón en la filosofía inauguradapor Sócrates implica una negación delos sentidos.

Una segunda característica de larazón es que toma lo último por loprimero. Los conceptos más generales yuniversales, que son el resultado de unlargo proceso que nace en lasensibilidad, aparecen ante la mirada delos filósofos como lo primero, debido aque, para ellos, lo superior, y estosconceptos son considerados como lo

más elevado, no puede provenir nuncade lo inferior. Por tanto, todo lo que losfilósofos, rendidos a la razón, tienen porlo superior —el ser, lo bueno, loverdadero— no puede tener un origendistinto a sí mismo, pues ello supondríaque lo más elevado está sometido alcambio. Ahora bien, el conjunto detodos esos conceptos, que forman loinmutable, es a lo que los filósofos de larazón llaman Dios.

Otra constante en estos pensadores,que beben de la concepción primordialde Sócrates, es expresar su aversión porla apariencia, puesto que ella estásometida al cambio, una prueba de que

es algo erróneo, de que solo puedellevar al engaño. El error, paraNietzsche, está, sin embargo, en lapropia razón, en sus presupuestos, queacepta sin un previo examen, es decir, ensus prejuicios, que fuerzan a poner launidad, la identidad en todos lo quevemos y percibimos, cuando en realidadno hay ni unidades, ni identidades: sonsolo proyecciones que el hombre poneen el mundo a partir de la concepciónque tiene de sí mismo, en tanto quesujeto pensante, idéntico a sí mismo,causa de sus acciones gracias a suvoluntad libre. Todo eso, sin embargo,no son más que ficciones nacidas de la

estructura del lenguaje de los hombres,que por necesidad sintáctica suponenque hay sujetos idénticos a sí mismos.La razón se reduce, entonces, a lospresupuestos del lenguaje, una formarudimentaria de psicología que ve portodas partes actores y acciones, el yocomo ser o sustancia, etcétera. Elfilósofo se preguntará entonces: ¿dedónde procede todo este mundo de larazón? Del mundo de la apariencia quese muestra a los sentidos no es posible,puesto que son contrarios; estosconceptos han de provenir, sin duda, deun mundo elevado, de un mundoespiritual, de un mundo divino, de Dios,

que a fin de cuentas se identifica con lagramática.

De estas posiciones se deriva laexistencia de un mundo verdadero, quese opone a este mundo aparente en elque vivimos de los sentidos. Sinembargo, este mundo del ser siguesiendo para Nietzsche lo que tienemenos realidad, pues es solo una ficciónque nace de una actitud negativa ante lavida, que sirve para vengarse de ella. Afin de cuentas, el producto más genuinode la razón, la división del mundo enuna parte aparente y otra «verdadera»,es también síntoma de decadencia, talcomo sucedía con el socratismo, que

optaba por la razón como tabla desalvación ante la disgregación de losinstintos.

La razón se muestra como elprincipal ídolo al que hay que hacersonar para ver qué esconde en suinterior. Otro de los ídolos, que con másfuria atacó Nietzsche a lo largo de suobra, fue la moral, que no es más que ladimensión práctica de haber adoptadocomo ideal un tipo de hombre que poneen lo más alto la razón, hasta el punto dehacer desaparecer los otros aspectos, enprincipio legítimos, que también formanel hombre. En tanto que la moral es unaforma de destrucción de lo inconsciente

supone también una forma dedecadencia. Así lo expresa Pessoa en elLibro del desasosiego cuando dice quetoda decadencia no es más que un uso dela razón que acaba por destruir loinconsciente, la base de toda creación,de toda la actividad de los hombres: «Ladecadencia es la pérdida total de lainconsciencia; porque la inconscienciaes el fundamento de la vida. El corazón,si pudiera pensar, se pararía»(Barcelona, 1985, p. 29). Así, siauscultamos el gran ídolo de la moral,se puede oír su tenebrosa labor deextirpar y matar la pasiones, arrancarlasde raíz. Del mismo modo que Sócrates

solo puede dominar los instintosaniquilándolos con la fuerza de la razón,cuando quiere luchar contra las pasionessolo lo puede hacer castrándolas, puesno es capaz de imponer una medidasobre ellas, debido a su debilidad. Es elremedio radical de los débiles que sevuelven de esta forma contra lasensualidad. La moral se convierte asíen una especie de contranaturaleza, al ircontra los instintos de la vida, contra losapetitos más bajos y más elevados. Es,en definitiva, una rebelión contra lavida, que termina por ser condenada. Sinembargo, piensa Nietzsche, esta condenase debe a la propia vida que valora: la

contranaturaleza de la moral quecondena la vida es un tipo de vida, unavida decadente, debilitada. La figura delsanto, aparece bajo esta luz como unapersona que ha logrado castrar todos susinstintos y el reino de Dios como unlugar yerto donde no hay nada de vida,pues imaginan ese reino fantástico comoel premio que se merecen los que hanlogrado arrancarse de raíz las pasiones,es decir, la vida misma.

Este instinto de decadencia tambiénse expresa en los cuatro grandes erroresde la filosofía, que al fin y al cabosuponen otras tantas inversiones conrelación a la vida misma. Así, la moral y

la religión confunden la causa y el efectocuando suponen que alguien se debilitapor el vicio y el lujo. Más bien sucedeal contrario, según la perspectivanietzscheana: es a partir de ladegeneración fisiológica de donde sederivan los vicios y el lujo, pues loprimigenio, en la visión Nietzsche, es elcuerpo, de manera que la enfermedad esla consecuencia de una vidaempobrecida y agotada, y no al revés.De esta manera, también se entiende quela virtud sea la consecuencia de lafelicidad. Otro de los grandes errores dela filosofía tradicional consiste enaceptar sin examen previo las grandes

presuposiciones ficticias con quedescribimos el mundo. Esa construccióndel mundo la llevamos a cabo medianteuna serie de categorías cuyaprocedencia es nuestro mundo interior,lleno de imágenes ilusorias. Así,creemos que somos sujetos, espíritus,voluntad que mueve el mundo, pero nilas voluntades ni los motivos muevennada, solo nos acompañan. Y ese mundointerior lo proyectamos hacia fuera. Elmundo, a partir del pensamiento de quetodo son acciones de alguna voluntad, sepuebla de numerosos agentes de todotipo.

Otra forma de error consiste en la

interpretación que damos de nuestrospropios estados y sensaciones. DiceNietzsche que cualquier presión otensión pone en marcha nuestratendencia psicológica a buscar causas,pues siempre estamos inclinados a tenerun motivo que nos explique el estado enel que nos encontramos. Pero esasrepresentaciones que aparecen antenosotros como las causas de nuestrosestados no lo son en absoluto; solocuando encontramos una motivaciónadmitimos el hecho de hallarnos en undeterminado estado. Para Nietzsche,esto encuentra su explicación en quecuando remitimos lo desconocido a lo

conocido, nuestro estado a una causa yaconocida, alcanzamos un mayor gradode tranquilidad. Y cuando asociamosuna representación conocida a eseestado que nos oprime produce talbienestar que siempre aceptamos esarepresentación como causa de nuestroestado.

Una vez que se ha oído el sonido delos ídolos, la conclusión es común atodos ellos, pues en realidad no son másque síntomas de una sola cosa: una vidadebilitada, una vida que ha decaído yque se ha vuelto contra la vida misma.Pero para comprender el significado deeste diagnóstico, es necesario conocer

lo que quiere decir la vida paraNietzsche. De este modo se puedeentender también la empresanietzscheana de la transvaloración detodos los valores, la inversión quepretende introducir en la filosofía de larazón, que, al poner en lo más alto larazón y la moral, no solo ha invertido laactividad propia de la vida, sino que hallegado a impedirla. Se trata entonces derestablecer el orden adecuado. Y paraello es necesario otorgar la primacía alcuerpo sobre la conciencia. Looriginario, según Nietzsche, es elcuerpo, desde el que se producen todoslos fenómenos de conciencia. En los

primeros escritos del filósofo se explicala formación de la conciencia como elresultado de diversas transposicionesmetafóricas. A partir de las primerasexcitaciones del cuerpo se vanproduciendo una serie de metáforas deun modo libre y sin presupuestos. Lainversión del platonismo otransvaloración significa una afirmaciónde lo inconsciente como posibilidad dela vida, de la fuerza y de la embriaguez.Es el retorno a la intensidad delsentimiento, a la excitación de losafectos, cuya descarga se traduce en lasimágenes y símbolos creados por elhombre. Dejando a un lado la idea como

el punto de partida, Nietzsche señala elsentido contrario: el afecto es anterior ala representación. Decir que la idea, loconsciente o la razón es lo primordial esalinearse con el idealismo inauguradopor Sócrates y Platón: es afirmar laantinaturaleza, pues supone destruir losinstintos, los afectos, las pasiones. Estoimplica admitir que el hombre noprocede de la naturaleza, cuyaconsecuencia es el nihilismo. Así pues,la inversión de la filosofía nietzscheanasignifica sobre todo pensar el espíritucomo traducción del cuerpo, por lo queaquel aparece como algo derivado ysecundario con relación al cuerpo; el

lugar por donde debe empezar laactividad del hombre es «el cuerpo, elademán, la dieta, la fisiología, el restoes consecuencia de ello… Por eso losgriegos continúan siendo el primeracontecimiento cultural de la historia»(KSA, 6, 149).

Frente al socratismo, que pone larazón como dueña de todos los instintosy que crea a partir del consciente,Nietzche expuso en El nacimiento de latragedia el modo auténtico de procederdel arte en su teoría de la tragedia quenarra su nacimiento y su muerte trágica.En todo este proceso hay un sentido queva desde un menor grado de apariencia a

un mayor grado de apariencia. Lamúsica es la esfera de donde surgennumerosas representaciones, pero de laimagen no puede surgir el primer textode la embriaguez. Invertir este ordensignifica producir un arte que no nace deuna necesidad estética, de la descargade la embriaguez; es, por tanto, un arteantiartístico. En el mundo de laapariencia, los sonidos, si se imita elacto de la creación del mundo, sonreflejo inmediato de la excitación delafecto, y los demás símbolos sonsiempre un reflejo mediato que pasapreviamente por el de la música. Elmundo figurativo es siempre, en el orden

de la producción artística, posterior alno figurativo, de modo que lo que tienemás grado de imagen es posterior yconsecuencia de lo que tiene un menorgrado de figuración, y una imagen puedesurgir de una imagen, pero lo que carecede imagen no puede proceder de laimagen, al menos en el proceso artísticogenuino.

En todo proceso artístico hay, pues,una dirección que va desde lo másinforme hacia lo que posee más forma,desde lo menos estético a lo másestético, desde el menor grado deapariencia hacia el mayor grado deapariencia. De este modo, pretender

poner música a un poema suponeinvertir el proceso artístico originario:«¡Una empresa parecida a la de un hijoque quisiera engendrar a su padre!»,[primavera 1871, 12 (1)]. La músicapuede engendrar imágenes, pero unarepresentación jamás tiene capacidad deproducir a partir de sí la música. «Tancierto es que un puente lleva desde elcastillo misterioso de la música alcampo abierto de la imágenes […] comoes imposible hacer el camino contrario»(ibídem). Y sin embargo, sí existe unmodo de hacer un arte antiartístico, unmodo de crear obras artísticas conelementos dionisíacos, como la música

o el drama, que no parten precisamentede los estados artísticos o dionisíacos.

Así explica Nietzsche, por ejemplo,la muerte de la tragedia, cuya causa hayque encontrarla en que dejó deconcebirse a partir de la música y enque todos sus símbolos, su crecientevisión, dejaran de nacer paulatinamentey de un modo inconsciente. Eurípides,que representa la actitud socrática en elarte de la tragedia, pensó que elintelecto era el estado estético de dondese generaba toda creación, cuando eseestado es precisamente antiartístico,dejando a un lado todo origen dionisíacoen la tragedia. La acción, la trama, no es

el resultado de un largo proceso devisualización creciente, sino que es elfruto de un plan minuciosamente trazado.Esta forma de componer tragedias, quese opone a la creación artística, en lacual los símbolos surgen de una maneraconstante e inconsciente, crea de unmodo consciente y parte de la sobriedaden lugar de la ebriedad. Esta manera noestética de hacer arte se basa en unprincipio al que Nietzsche llama elsocratismo estético: «Todo ha de serconsciente para ser bello» (Elnacimiento de la tragedia, 12). Aquí yano son los instintos los que producen laobra de arte, sino que en su lugar

aparece la conciencia, y el artista no secomporta como tal, sino como unhombre teórico o de conocimiento queno se interpreta como voluntad de podery cuya acción parte de la conciencia yno de la música, de lo dionisíaco, con loque la tragedia pierde su esencia: lamanifestación de los estados dionisíacoso simbolización de la música.

En El nacimiento de la tragedia, elarte dionisíaco es contrapuesto al artesocrático, este último concebido comouna negación del propio arte, pues,como ya se ha visto, resulta de unainversión del proceso artístico original,de un modo consciente de crear, por lo

que el efecto que se puede esperar delarte —que sea un tónico— ya no seproduce. En el capítulo titulado«Incursiones de un intempestivo» de Elcrepúsculo de los ídolos y otros escritosdel final de la década de los ochenta,esta oposición se transforma en la quemantienen el arte dionisíaco y el arteromántico, o también la que se da entrelo clásico y lo romántico, que es undesarrollo de la antítesis original entrelo dionisíaco y lo socrático. Estas dosformas radicales de concebir el arte secontraponen tanto por el modo del actode creación como por el estilo queconstituye la obra, el cual se deriva

precisamente de cada modo decomponer. El arte socrático, que nace delo consciente y no de lo instintivo, y elarte romántico tienen en común el hechode que su origen no son los instintos; nopueden ser algo artístico, pues eseestado es la condición de todo arte ensentido propio: hay que excitar toda lamáquina para que pueda comenzar elcamino del arte. La plenitud, el excesode fuerza, se encuentra en la base detodo arte, mientras que en la carencia, ladebilidad empuja a crear en todo arteromántico: «Es, en definitiva, unacuestión de fuerza: un artista riquísimo ycon fuerza de voluntad podría dar la

vuelta por completo a todo ese arteromántico y hacerlo antirromántico,dionisíaco, por usar mi fórmula» [otoño1885otoño 1886, 2 (101)]. Es eldescontento, la carencia, la escasez loque mueve a la creación en elromanticismo, en lugar de lasobreplenitud, la riqueza, propia delestado estético: «¿Es el arte unaconsecuencia de la insatisfacción por larealidad? ¿O una expresión delreconocimiento por la felicidadgozada?», [otoño 1885-otoño 1886, 2(114)].

Pero al mismo tiempo esta oposicióntambién se puede ver desde el punto de

vista de lo clásico —del gran estilo— yde lo romántico. El estilo clásico nacede la embriaguez y por lo tanto seorigina mediante el proceso por el queel arte ejerce su dominio sobre el caos,como expresión de la intensidad defuerza, de la potencia de lasimplificación, de la plenitud, de laperfección, del efecto idealizante. Elgran estilo es el producto delsentimiento de poder, frente alromanticismo, que lo es de la debilidad.En el dominio sobre el caos se tiendehacia el tipo, reina la gran quietud, laley se respeta y la excepción sedestierra: «Lo firme, lo poderoso, lo

sólido, la vida que descansa tendida ypoderosa y oculta su fuerza» [final1886-primavera 1887, 7 (7)]. Elromanticismo, en cambio, que nace delos estados no estéticos, como el de laobjetividad, no logra construir un estilo,más bien se da en la obra de arteromántica la disolución del estilo, unarenuncia al estilo, y en el caso deWagner también se piensa que hay algomás importante que la música: el drama.Además, lo que se expresa en el arte esla propia forma, el propio arte, y en elarte romántico se renuncia a imponeruna ley a la obra, de manera que la granvariedad de modos de expresión que ha

desarrollado el arte moderno estotalmente inútil, pues lo que se haperdido es justamente el arte: «¿Quéimporta toda la ampliación de losmedios de expresión, cuando lo que ahíse expresa, el arte mismo, ha perdidopara sí mismo la ley?», [primavera-verano 1888, 16 (30)]. Otracaracterística del romanticismo es laconfusión y la mezcla de las artes: conla pintura se quiere escribir; con lamúsica, pintar; se pasan losprocedimientos de un arte a otro arte[primavera-verano 1886, 16 (30)]. Elarte moderno o romántico tambiéntiraniza, se emplea la brutalidad y la

exageración para buscar el efecto,confundiendo a los sentidos, como en elcaso de Zola o Wagner. El efecto quepretende la música romántica es eladormecimiento, la hipnosis, elaturdimiento. Toda esta falta de estilo,que con la proliferación de medios deexpresión trata de crear un estadohipnótico en el oyente, se debe, sinduda, al estado de donde nace el arteromántico, a la «objetividad, la maníadel reflejo, neutralidad, […]consunción, empobrecimiento,agotamiento, voluntad de nada.Cristiano, budista, nihilista». El arteantidionisíaco es, en definitiva, un arte

que se niega a sí mismo, un arte que,contrariamente al efecto tónico queprovoca el gran estilo nacido de laembriaguez, llega a deprimir. Por tanto,no solo la voluntad de poder se niega así misma como actividad artística en lamoral o el conocimiento; en el artemismo conoce también una forma denegación en sí misma.

El crepúsculo de los ídolos resume,poco antes de su caída en la locura, elproyecto de Nietzsche de una nuevaevaluación de todos los valores. Por unlado, señala y describe las ficcionesmentales por las que se ha regulado lamayoría de los pensadores europeos;

por otro lado, desarrolla su teoríaestética, que es la clave paracomprender esta crítica a la filosofía dela razón.

Esta nueva posición de valores tieneuna dimensión práctica ineludible.Nietzsche siente la necesidad de unainversión en la visión de la vida paraque esta pueda ser afirmada. Y es en elamor fati, donde se da la únicaposibilidad de afirmación y defelicidad: pues no hay otro mundo másque el que vivimos, mundo en el que eldolor está presente de una formaineludible. La afirmación de laexistencia abre paso a la inocencia del

hombre, pues, desde este punto de vista,nadie es responsable de su existencia,de su modo de ser, y es imposible ponera un lado lo que uno es de lo que ha sidoo va a ser. Como el hombre no es elresultado de ninguna intención, no tieneni propósito ni fin, y como todo está enel todo y no está fuera del todo, «se esnecesariamente un fragmento detotalidad». Ahí está la gran liberación,por la que podemos separarnos de laculpa del mundo, de nuestra culpa, delpecado, del tormento y aceptar latotalidad del mundo, en tanto que es unaactividad inocente que solo encuentra suplacer en su propio movimiento. El

ataque a los ídolos aparece así comocondición necesaria para alcanzar lagran liberación, la gran felicidad.

AGUSTÍN IZQUIERDO

PREFACIO[2]

C ONSERVAR la propia jovialidad enmitad de un asunto tétrico y

gravado por una responsabilidad queexcede toda ponderación exige no pocahabilidad: y, sin embargo, ¿qué seríamás necesario que la jovialidad? Nosale como es debido cosa alguna en laque no participe la arrogancia. Solo elexceso de fuerza demuestra la fuerza.Una transvaloración de todos losvalores[3], este signo de interrogacióntan negro, tan enorme que arroja susombra sobre quien lo pone, una tareatan fatídica fuerza en cada instante acorrer para colocarse donde a uno le déel sol, a sacudir de sí una seriedad

pesada, que ha llegado a ser demasiadopesada. Todo medio que conduzca a elloestá justificado, todo «caso» será uncaso afortunado, un golpe de suerte.Sobre todo la guerra. La guerra erasiempre la gran prudencia de todos losespíritus que se habían vueltodemasiado interiores, demasiadoprofundos; incluso en la herida siguehabiendo fuerza curativa. Un dicho, cuyaprocedencia sustraigo a la curiosidaderudita, ha sido desde hace largo tiempomi divisa:

Increscunt animi, virescitvolnere virtus[4]

Otra curación, en determinadascircunstancias todavía más deseada paramí, es sonsacar a los ídolos… En elmundo hay más ídolos que realidades:ésta es mi forma de «mirar con malosojos» este mundo, ésta es también miforma de oírlo «con malos oídos»…Plantear preguntas aquí con el martilloy, quizá, oír como respuesta aquelfamoso sonido hueco que habla deentrañas flatulentas: qué delicia parauno que tiene oídos detrás de los oídos,para mí, viejo psicólogo y flautista deHamelín, ante el cual precisamenteaquello que desearía permanecer ensilencio tiene que empezar a hablar…

También este escrito —ya lo dejatraslucir el título— es sobre todo undescanso, un lugar en el que da el sol,una escapadita hacia los ocios de unpsicólogo. ¿Quizá también una nuevaguerra? ¿Y se sonsacará a nuevosídolos?… Este pequeño escrito es unagran declaración de guerra, y, en loque respecta a sonsacar a los ídolos,esta vez no es a ídolos contemporáneos,sino a ídolos eternos a los que se tocacon el martillo como con un diapasón:sencillamente no hay ídolos másantiguos, más convencidos, máshinchados… Tampoco más huecos… Locual no impide que sean aquellos en los

que más se cree; tampoco se dice enmodo alguno, sobre todo en el caso másnoble, que se trate de ídolos…

Turín, 30 de septiembre de1888,

el día en el que llegó a sutérmino

el primer libro de latransvaloración de todos losvalores.

FRIEDRICH NIETZSCHE

AFORISMOS YFLECHAS

1

La ociosidad es la madre de toda lapsicología. ¿Cómo?, ¿es que lapsicología es… un vicio?

2

Hasta el más valiente de nosotrossolo tiene rara vez la valentía para loque realmente sabe…

3

Para vivir solo hay que ser unanimal o un dios, dice Aristóteles. Faltael tercer caso: hay que ser las dos cosas,filósofo…

4

«Toda verdad es simple». ¿No esesto una mentira doble?

5

Quiero, de una vez por todas, nosaber muchas cosas. La sabiduría traza

límites también al conocimiento.

6

De lo que mejor se descansa en lanaturaleza salvaje de uno mismo es de lacontranaturaleza, de la espiritualidad deuno mismo…

7

¿Cómo?, ¿es el hombre solamente unyerro de Dios? ¿O Dios solamente unyerro del hombre?

8

De la escuela militar de la vida. Loque no me mata me hace más fuerte.

9

Ayúdate, y te ayudarán. Primerprincipio del amor al prójimo.

10

¡No cometer cobardía alguna contralas propias acciones! ¡No dejarlas en la

estacada una vez realizadas! Losremordimientos de conciencia son unaindecencia.

11

¿Puede un asno ser trágico? ¿Esposible sucumbir bajo una carga que nose puede llevar ni tampoco soltar?… Elcaso del filósofo.

12

Cuando tenemos el porqué de la

vida toleramos casi todo cómo. Elhombre no tiende a la felicidad; solo elinglés lo hace.

13

El varón ha creado a la mujer, pero¿a partir de qué? A partir de una costillade su dios, de su «ideal»…

14

¿Qué, buscas? ¿Querríasmultiplicarte por diez, por cien?

¿Buscas seguidores? ¡Busca ceros!

15

A las personas póstumas —a mí, porejemplo— se las entiende peor que a lasque son conformes a su tiempo, pero selas oye mejor. O, dicho con más rigor:no se nos entiende nunca, y de ahínuestra autoridad…

16

Entre mujeres.— «¿La verdad? ¡Oh,

usted, no la conoce! ¿No es un atentadoa todos nuestros pudeurs[5]?».

17

Es un artista como los que a mígustan, modesto en sus necesidades: enrealidad, solo quiere dos cosas, su pan ysu arte, panem et Circen[6]…

18

Quien no sabe poner su voluntad enlas cosas, introduce en ellas al menos un

sentido: es decir, cree que ya hay enellas una voluntad (principio de la«fe»).

19

¿Cómo?, ¿elegiríais la virtud y elpecho elevado, y al mismo tiempomiráis de reojo las ventajas de quienescarecen de escrúpulos? Pero con lavirtud se renuncia a las «ventajas»…(dicho a un antisemita a la puerta de sucasa).

20

La perfecta mujer comete literaturaigual que comete un pequeño pecado:para probar, de pasada, mirandoalrededor de ella para ver si alguien lonota y que alguien lo nota…

21

Ponerse continuamente ensituaciones en las que no es lícito tenervirtudes aparentes, en las que, antesbien, igual que el funámbulo en sucuerda, o nos precipitamos al vacío (sies que no permanecemos quietos y sinavanzar), o salimos bien librados…

22

«Las malas personas no tienencanciones». ¿Cómo es que los rusostienen canciones?

23

«Espíritu alemán»: desde hacedieciocho años una contradictio inadjecto[7].

24

A fuerza de buscar los comienzosuno se vuelve cangrejo. El historiadormira hacia atrás; al final cree tambiénhacia atrás.

25

La satisfacción protege incluso delos resfriados. ¿Se ha resfriado algunavez una mujer que se supiese bienvestida? Me refiero al caso de queapenas estuviese vestida.

26

Desconfío de todos los sistemáticosy evito cruzarme con ellos. La voluntadde sistema denota falta de honradez.

27

Se tiene a la mujer por profunda,¿por qué? Porque en ella nunca se llegaal fondo. La mujer, encima, ni siquieraes plana.

28

Cuando la mujer tiene virtudes

masculinas, es para salir corriendo, ycuando no tiene virtudes masculinas, esella misma quien sale corriendo.

29

«¿Cuánto que morder tenía antes laconciencia?, ¿qué buenos dientes tenía?¿Y hoy?, ¿qué es lo que falta?». Preguntade un dentista.

30

Rara vez se incurre en una sola

precipitación. En la primeraprecipitación se hace siempre más de lodebido. Precisamente por eso se incurrehabitualmente en una segunda, yentonces se hace menos de losuficiente…

31

El gusano al que se pisa se hace unovillo. Es prudente esa forma deproceder. Con ello reduce laprobabilidad de que lo pisen otra vez.En el lenguaje de la moral: humildad.

32

Existe un odio a la mentira y aldisimulo que procede de un conceptodel honor muy sensible; existe esemismo odio derivado de la cobardía,por cuanto la mentira, en virtud de unmandato divino, está prohibida.Demasiado cobarde para mentir…

33

¡Qué pocas cosas hacen falta paraser feliz! El son de una gaita. Sin músicala vida sería un error. El alemán se

imagina a Dios mismo cantandocanciones.

34

On ne peut penser et écrire qu’assis[8] (G. Flaubert). ¡Ya te tengo, nihilista!Desarrollar unas anchas posaderas esprecisamente el pecado contra elEspíritu Santo. Solo los pensamientosadquiridos a fuerza de andar tienenvalor.

35

Hay casos en los que somos comolos caballos, nosotros los psicólogos, ynos ponemos intranquilos: vemosdelante de nosotros a nuestra propiasombra agrandarse y empequeñecerse.El psicólogo tiene que apartar la vistade sí mismo para sencillamente poderver algo.

36

¿Si nosotros los inmoralistasperjudicamos a la virtud? Igual de pocoque los anarquistas a los príncipes. Solodesde que se les tirotea vuelven a estar

firmemente asentados en su trono.Moraleja: hay que tirotear a la moral.

37

¿Vas por delante? ¿Lo haces comopastor? ¿O como excepción? Un tercercaso sería que te hubieras escapado…Primera cuestión de conciencia.

38

¿Eres auténtico?, ¿o solo un actor?¿Un representante?, ¿o el representado

mismo? En último término no eres másque un actor imitado… Segundacuestión de conciencia.

39

Habla el desengañado. Busquégrandes hombres, nunca encontré otracosa que los monos de su ideal.

40

¿Eres uno que se limita a mirar?, ¿oque interviene?, ¿o que mira para otro

lado, o que se aparta?… Terceracuestión de conciencia.

41

¿Quieres ir con los demás?, ¿odelante de los demás?, ¿o solo y por tucuenta?… Hay que saber qué se quiere yque se quiere. Cuarta cuestión deconciencia.

42

Eran escalones para mí, los he

subido: para eso tuve que pasar porencima de ellos. Pero creían que queríasentarme a descansar en ellos…

43

¡Qué importa que yo tenga razón!Tengo demasiada razón. Y quien hoy ríemejor, ríe también el último.

44

Fórmula de mi felicidad: un sí, unno, una línea recta, una meta…

EL PROBLEMA DESÓCRATES

1

Sobre la vida los más sabios hanjuzgado igual en todas las épocas: nosirve para nada… Siempre y en todaspartes se ha oído de su boca el mismotono, un tono lleno de duda, lleno demelancolía, lleno de cansancio vital,lleno de resistencia contra la vida. HastaSócrates dijo cuando murió: «Vivirsignifica estar enfermo largo tiempo: ledebo un gallo a Esculapio elsalvador[9]». Hasta Sócrates estabaharto. ¿Qué demuestra esto? ¿Qué

muestra esto? Antes se habría dicho(¡oh, se ha dicho, y bastante alto, ynuestros pesimistas los primeros!):«¡Ahí tiene que haber en todo caso algode verdad! El consensus sapientium[10]

demuestra la verdad». ¿Seguiremoshablando así hoy en día?, ¿nos es lícito?«Ahí tiene que haber en todo caso algode enfermedad», damos nosotros porrespuesta: a ésos que son los más sabiosde todas las épocas, ¡se debería empezarmirándolos de cerca! ¿Podría sucederque a todos ellos ya no les sostuviesenbien las piernas?, ¿que fuesen tardíos?,¿tambaleantes?, ¿décadents? ¿Podría serque la sabiduría apareciese en este

mundo como un cuervo al queentusiasma un pequeño olor a carroña?…

2

Yo mismo me di cuenta por primeravez de esta irreverencia de que losgrandes sabios son tipos de ladecadencia precisamente en un caso enel que es donde con más fuerza se leopone el prejuicio docto e indocto:reconocí a Sócrates y a Platón comosíntomas de ruina, como instrumentos dela disolución griega, como

seudogriegos, como antigriegos(Nacimiento de la tragedia, 1872).Aquel consensus sapientium —lo fuicomprendiendo cada vez mejor— lo quemenos demuestra es que tuviesen razónen lo que concordaban: demuestra, antesbien, que ellos mismos, ésos que eranlos más sabios, concordaban en algofisiológicamente, a fin de adoptar, a finde tener que adoptar del mismo modouna actitud negativa ante la vida. Enúltimo término, los juicios, los juiciosde valor sobre la vida, a favor o encontra, nunca pueden ser verdaderos:tienen valor solamente como síntomas,se los debe tener en cuenta solamente

como síntomas, y en sí mismos talesjuicios son tonterías. Es absolutamentenecesario alargar la mano y hacer elintento de captar esta asombrosafinesse[11] de que el valor de la vida nopueda ser estimado. Por un vivo no, yaque sería parte, incluso objeto litigioso,y no juez; por un muerto no, por unarazón distinta. Así pues, que un filósofovea en el valor de la vida un problemano deja de ser, por tanto, incluso unaobjeción contra él, un signo deinterrogación puesto junto a susabiduría, una falta de sabiduría.¿Cómo?, ¿es que todos esos grandessabios no solo eran décadents, sino que

ni siquiera eran sabios? Vuelvo, empero,al problema de Sócrates.

3

Sócrates pertenecía, por suprocedencia, al pueblo más bajo:Sócrates era plebe. Se sabe, se veincluso todavía, qué feo era. Pero lafealdad, en sí misma una objeción, entrelos griegos es casi una refutación. ¿EraSócrates siquiera un griego? La fealdades no pocas veces expresión de unaevolución cruzada, inhibida porcruzamiento. En otro caso aparece como

evolución decadente. Los antropólogosentre los criminalistas nos dicen que elcriminal típico es feo: monstrum infronte, monstrum in animo[12]. Pero elcriminal es un décadent. ¿Era Sócratesun criminal típico? Al menos no locontradice aquel famoso juicio de unfisonomista que tan escandaloso sonó alos amigos de Sócrates. Un extranjero,que entendía de caras, cuando pasó porAtenas dijo a Sócrates en su cara queera un monstrum, que albergaba en sítodos los vicios y apetitos malos. YSócrates se limitó a responder: «¡Meconoce, señor mío!».

4

A décadence en Sócrates remite nosolo el confesado desorden y anarquíaen los instintos: a ella remite tambiénprecisamente la superfetación de lológico y aquella maldad de raquíticoque lo distingue. No olvidemos tampocoaquellas alucinaciones auditivas que,como «genio de Sócrates», han sidointerpretadas a lo religioso. Todo es enél exagerado, buffo[13], caricatura, todoes al mismo tiempo escondido, consegundas, subterráneo. Trato decomprender de qué idiosincrasia

procede aquella equiparación socráticade razón = virtud = felicidad, que es lamás extraña de las equiparaciones ytiene en su contra especialmente todoslos instintos del heleno antiguo.

5

Con Sócrates el gusto griego da unvuelco a favor de la dialéctica: ¿quésucede ahí en realidad? Con ello, sobretodo, es vencido un gusto noble; con ladialéctica sale ganando la plebe. Antesde Sócrates en la buena sociedad serechazaban las maneras dialécticas: se

las consideraba malas maneras, poníanen ridículo. Se advertía a la juventud encontra de ellas. También se desconfiabade tal forma de presentar las propiasrazones. Las cosas honorables, al igualque las personas honorables, no llevansus razones en la mano, así sin más. Espoco decoroso enseñar los cinco dedos.Lo que tiene que empezar dejándosedemostrar es poco valioso. Dondequieraque la autoridad siga formando parte dela buena educación, donde no se«fundamenta», sino que se manda, eldialéctico es una especie de bufón:mueve a risa, no se le toma en serio.Sócrates era el bufón que hizo que se le

tomase en serio: ¿qué sucedió ahí enrealidad?

6

Solamente se elige la dialécticacuando no se tiene ningún otro recurso.Se sabe que con ella se despiertadesconfianza, que persuade poco. Nadaes más fácil de borrar que el efecto quehizo un dialéctico: así lo demuestra laexperiencia de toda asamblea en la quese hable. Solo puede ser legítimadefensa, en las manos de quienes ya notienen otras armas. Hay que verse

obligado a pugnar por el propioderecho: antes no se hace uso de ella.Por eso eran dialécticos los judíos; elzorro Reinecke lo era: ¿cómo?, ¿ytambién Sócrates lo era?

7

¿Es la ironía de Sócrates unaexpresión de revuelta?, ¿deresentimiento plebeyo?, ¿disfruta, comooprimido, de su propia ferocidad en lascuchilladas del silogismo?, ¿se venga enlos nobles a los que fascina? Cuando sees dialéctico se tiene en la mano un

instrumento inmisericorde; con él sepuede hacer de tirano; se deja enridículo al otro cuando se le vence. Eldialéctico pone a su adversario en lanecesidad de demostrar que no es unidiota: hace que se enfurezca, y almismo tiempo le deja inerme. Eldialéctico depotencia el intelecto de suadversario. ¿Cómo?, ¿es que en Sócratesla dialéctica es solamente una forma devenganza?

8

He dado a entender con qué podía

repeler Sócrates: pero, con razón demás, queda por explicar que fascinó.Que descubrió un nuevo tipo decertamen, que fue el primer maestro deesgrima de él para los círculos noblesde Atenas: esto es lo primero que hayque decir al respecto. Fascinaba tocandola fibra sensible de la pulsión agonal delos helenos, trajo una variante a la luchalibre entre hombres jóvenes ymuchachos. Sócrates era también un granerótico.

9

Pero Sócrates adivinó todavía más.Vio detrás de sus nobles atenienses;comprendió que su propio caso, suidiosincrasia de caso, ya no era un casoexcepcional. El mismo tipo dedegeneración se preparaba por doquiercalladamente: la vieja Atenas tocaba asu fin. Y Sócrates entendió que todo elmundo lo necesitaba, que se necesitabansus remedios, su cura, su artimañapersonal de la autoconservación… Portodas partes estaban los instintos enanarquía; por todas partes se estaba acinco pasos de caer en grandes excesos:el monstrum in animo era el peligrogeneral. «Las pulsiones quieren hacer de

tiranas; hay que inventar un contratiranoque sea más fuerte»… Cuando aquelfisonomista desveló a Sócrates quién eraél, una cueva de todos los apetitosmalos, el gran irónico pronunció unafrase más que nos da la clave sobre él:«Es verdad, dijo, pero me enseñoreé detodos». ¿Cómo se enseñoréo Sócrates desí mismo? Su caso no era en el fondomás que el caso extremo, el que mássaltaba a la vista, de lo que entoncesempezó a convertirse en la necesidadgeneral: que ya nadie era señor de sí,que los instintos se volvían unos contraotros. Él fascinaba en calidad de casoextremo, su tremebunda fealdad le

expresaba a ojos de todos: fascinaba,según resulta fácil comprender, todavíamás como respuesta, como solución,como apariencia de la curación de esecaso.

10

Cuando se necesita convertir larazón en un tirano, como hizo Sócrates,tiene que ser no pequeño el peligro deque otra cosa distinta haga de tirana. Laracionalidad fue adivinada entoncescomo salvadora, ni Sócrates ni sus«enfermos» eran libres de ser o no

racionales: era de rigueur[14] era suúltimo recurso. El fanatismo con el quetoda la reflexión griega se lanza a laracionalidad deja traslucir un estado denecesidad: se estaba en peligro, se teníauna y solo una elección: o biensucumbir, o bien ser absurdamenteracional… El moralismo de losfilósofos griegos desde Platón tienecausas patológicas; lo mismo sucede consu estimación de la dialéctica. Razón =virtud = felicidad significa meramente:hay que hacer como Sócrates yestablecer contra los ape titos oscurosuna luz diurna permanente, la luz diurnade la razón. Hay que ser prudente, claro,

lúcido a cualquier precio: todaconcesión a los instintos, a loinconsciente, lleva hacia abajo…

11

He dado a entender con quéfascinaba Sócrates: parecía ser unmédico, un salvador[15]. ¿Es necesariomostrar además el error que había en sufe en la «racionalidad a cualquierprecio»? Es un autoengaño por parte delos filósofos y los moralistas salir de ladécadence con el sencillo expediente dehacerle la guerra. Salir de ella excede a

sus fuerzas: lo que eligen como recurso,como salvación, no es a su vez sinoexpresión de la décadence; modificansu expresión, pero no la eliminan.Sócrates fue un malentendido; toda lamoral de la mejora, también lacristiana, fue un malentendido… Lamás cegadora luz diurna, la racionalidada cualquier precio, la vida lúcida, fría,precavida, consciente, sin instinto, enresistencia contra los instintos, no eraella misma más que una enfermedad, unaenfermedad distinta, y de ningún modoun regreso a la «virtud», a la «salud», ala felicidad… Tener que combatir losinstintos, ésta es la fórmula de la

décadence: mientras la vida sube,felicidad es lo mismo que instinto.

12

¿Comprendió esto él mismo, el másinteligente de todos losautoembaucadores? ¿Se lo dijo a símismo en el último momento, en lasabiduría de su valentía para la muerte?… Sócrates quería morir: no Atenas, élse dio a sí mismo el vaso de veneno, élforzó a Atenas al vaso de veneno…«Sócrates no es un médico», dijo en vozbaja para sí, «solo la muerte es aquí el

médico… Lo único que sucede es que elpropio Sócrates llevaba largo tiempoenfermo…».

LA «RAZÓN» ENLA FILOSOFÍA

1

Me preguntan qué es idiosincrasia enlos filósofos… Por ejemplo, su falta desentido histórico, su odio a la ideamisma de devenir, su egipticismo. Creenestar haciendo un honor a una cosacuando la deshistorifican, sub specieaeterni[16], cuando hacen de ella unamomia. Cuanto los filósofos hanmanejado desde hace milenios eranmomias conceptuales; de sus manos noha salido vivo nada real. Matan,disecan, estos señores idólatras del

concepto, cuando adoran; son peligrosospara la vida de todo, cuando adoran. Lamuerte, el cambio, la vejez, igual que laprocreación y el crecimiento, son paraellos objeciones, refutaciones incluso.Lo que es, no deviene; lo que deviene,no es… Ahora bien, todos ellos creen,con desesperación incluso, en el ente.Pero como no logran hacerse con él,buscan razones de por qué se les sustrae.«Tiene que haber una apariencia, unaestafa, en el hecho de que no percibamosel ente: ¿dónde está el estafador?». «Yalo tenemos», gritan felices, «¡es lasensibilidad! Estos sentidos, que por lodemás son también tan inmorales, nos

engañan sobre el mundo verdadero.Moraleja: librarse del engaño de lossentidos, del devenir, de la cienciahistórica, de la mentira; la cienciahistórica no es más que fe en lossentidos, fe en la mentira. Moraleja:decir no a todo lo que presta fe a lossentidos, a todo el resto de lahumanidad: todo eso es “pueblo”. ¡Serfilósofo, ser momia, representar elmonótono-teísmo mediante una mímicade enterradores! ¡Y fuera sobre todo conel cuerpo, esa idée fixe de los sentidosdigna de conmiseración!, ¡lastrado contodos los errores de la lógica queexisten, refutado, imposible incluso, por

más que tenga la desfachatez de dárselasde real!»…

2

Aparto, con suma reverencia, elnombre de Heráclito. Si el otro hatajode filósofos rechazó el testimonio de lossentidos porque éstos mostrabanmultiplicidad y cambio, él rechazó sutestimonio porque mostraban las cosascomo si tuviesen persistencia y unidad.También Heráclito fue injusto con lossentidos. Éstos no mienten ni del modoque creían los eleáticos ni como él

creía: no mienten en modo alguno. Loque nosotros hacemos con su testimonio,esto y solo esto introduce la mentira enellos, por ejemplo la mentira de launidad, la mentira de la coseidad, de lasustancia, de la persistencia… La«razón» es la causa de que falseemos eltestimonio de los sentidos. Cuandomuestran el devenir, el pasar, el cambio,no mienten… Pero Heráclito tendrárazón eternamente con lo que dice deque el ser es una ficción vacía. Elmundo «aparente» es el único: el«mundo verdadero» es un mero añadidoobra de la mentira…

3

¡Y qué finos instrumentos deobservación tenemos en nuestrossentidos! La nariz, por ejemplo, de laque ningún filósofo ha hablado aún conveneración y agradecimiento, es inclusopor el momento el instrumento mássensible del que disponemos: puedeconstatar diferencias de movimientoincluso mínimas, que ni siquiera elespectroscopio constata. En laactualidad poseemos cienciaexactamente en la medida en que noshemos decidido a aceptar el testimonio

de los sentidos, en la medida en queaprendimos a aguzarlos más y aarmarlos, y a pensarlos hasta el final. Elresto es engendro y todavía no-ciencia:es decir, metafísica, teología,psicología, teoría del conocimiento. Obien ciencia formal, semiótica: como lalógica, y esa lógica aplicada, lasmatemáticas. En ellas la realidad nocomparece en modo alguno, ni siquieracomo problema; igual de poco que lacuestión de qué valor posee, si es queposee alguno, esa convención de signosen la que consiste la lógica.

4

La otra idiosincrasia de losfilósofos es no menos peligrosa:consiste en confundir lo último y loprimero. Ponen lo que viene al final —¡por desgracia!, pues ¡no debería veniren modo alguno!—, los «conceptos másaltos», es decir, los conceptos másuniversales, los más vacíos, el últimohumo de la realidad que se evapora, alcomienzo en calidad de comienzo. Denuevo esto no es más que expresión desu manera de venerar: lo más alto no eslícito que surja de lo más bajo, no es

lícito siquiera que haya surgido…Moraleja: todo lo que es de primerrango tiene que ser causa sui[17]. Laprocedencia desde otra cosa distinta seconsidera como objeción, como puestaen duda del valor. Todos los valoressupremos son de primer rango, todos losconceptos más altos, el ente, loincondicionado, lo bueno, lo verdadero,lo perfecto: todo esto no puede haberllegado a ser, y en consecuencia tieneque ser causa sui. Pero todas estascosas tampoco pueden ser desigualesentre sí, no pueden estar encontradicción consigo mismas… Conello tienen su pasmoso concepto de

«Dios»… Lo último, más flaco, másvacío, se coloca como lo primero, comocausa en sí, como ens realissimum…¡Que la humanidad haya tenido quetomar en serio las dolencias cerebralesde estos enfermos urdidores de telas dearaña! ¡Y lo ha pagado caro!…

5

Finalmente, contrapongamos de quédistinto modo abordamos nosotros (digo«nosotros» por cortesía…) el problemadel error y de la apariencia. Antes setomaba la modificación, el cambio, el

devenir en general, como prueba de laapariencia, como señal de que en ellostenía que haber algo que nos engaña.Hoy, a la inversa, exactamente en lamisma medida en que el prejuicio de larazón nos fuerza a poner unidad,identidad, persistencia, sustancia, causa,coseidad, ser, nos vemos en cierto modoenredados en el error, necesitados alerror, por seguros que estemos ennuestro interior, con base en unaconsideración rigurosa, de que el errorestá ahí. No sucede otra cosa con losmovimientos del astro rey: en su caso, elerror tiene a nuestros ojos comopermanente abogado, y aquí al lenguaje.

El lenguaje pertenece por su surgimientoa la época de la más rudimentaria formade psicología: entramos en un groserofetichismo cuando cobramos conscienciade los presupuestos básicos de lametafísica lingüística, o, dicho con másclaridad, de la razón. Esto ve por todaspartes actores y acciones: creesencillamente en la voluntad comocausa; cree en el «yo», en el yo comoser, en el yo como sustancia, y proyectala fe en el yo-sustancia en todas lascosas, y con ello crea el concepto de«cosa»… El pensamiento introduce elser por todas partes como causa, lointroduce subrepticiamente; de la

concepción «yo» se sigue, comoderivado de ella, el concepto de«ser»… Al principio está el gran yfatídico error de que la voluntad es algoque actúa, de que la voluntad es unafacultad… Hoy sabemos que esmeramente una palabra… Muchísimomás tarde, en un mundo mil veces másilustrado, los filósofos cobraronconsciencia con sorpresa de laseguridad, de la certidumbre subjetivaen el manejo de las categorías de larazón: concluyeron que estas últimas nopodían proceder de la experiencia, puesno en vano, pensaban, toda laexperiencia está en contradicción con

ellas. ¿Entonces, de dónde proceden? Ytanto en la India como en Grecia secometió el mismo yerro: «Es precisoque hayamos tenido alguna vez nuestracasa en un mundo más alto (¡en vez deen uno mucho más bajo, que es lo quehabría sido ver dad!), ¡tenemos quehaber sido divinos, puesto queposeemos la razón!»… De hecho, nadaha tenido hasta ahora una fuerzapersuasiva más ingenua que el error delser, tal y como fue formulado, porejemplo, por los eleáticos: ¡tiene a sufavor toda palabra, toda frase quepronunciemos! También los adversariosde los eleáticos sucumbieron a la

seducción de su concepto de ser:Demócrito entre otros, cuando inventósu átomo… La «razón» en el lenguaje:¡oh, qué vieja hembra estafadora! Metemo que no nos libraremos de Diosmientras sigamos creyendo en lagramática…

6

Se me agradecerá que comprima unconocimiento tan esencial, tan nuevo, encuatro tesis: con ello facilito lacomprensión, con ello provoco lacontradicción.

Primera tesis. Las razones que hanllevado a considerar «éste» mundocomo aparente fundamentan más bien surealidad: un tipo distinto de realidad esabsolutamente inacreditable.

Segunda tesis. Las característicasque se ha atribuido al «verdadero ser»de las cosas son las características delno ser, de la nada; se ha construido el«mundo verdadero» contradiciendo elmundo real: un mundo aparente, dehecho, por cuanto es meramente unailusión moral-óptica.

Tercera tesis. Fabular de «otro»mundo distinto de este carece porcompleto de sentido, suponiendo que no

despliegue su poder en nosotros uninstinto de la calumnia, de la detracción,de la sospecha de la vida: en el últimocaso nos vengamos de la vida con lafantasmagoría de «otra» vida, de unavida «mejor».

Cuarta tesis. Dividir el mundo en unmundo «verdadero» y en uno«aparente», sea al modo delcristianismo, sea al modo de Kant (almodo de un cristiano taimado, endefinitiva), no es más que una sugestiónde la décadence, un síntoma de vida quedecae… Que el artista estime más laapariencia que la realidad no esobjeción alguna contra esta tesis. Pues

«apariencia» significa aquí la realidaduna vez más, solo que en una selección,reforzamiento, corrección… El artistatrágico no es un pesimista, precisamentedice sí a todo lo cuestionable y terriblemismo, es dionisíaco…

COMO EL«MUNDO

VERDADERO»TERMINO POR

CONVERTIRSE ENUNA FÁBULA

HISTORIA DE UN ERROR

1. El mundo verdadero, alcanzablepara el sabio, el piadoso, el virtuoso:viven en él, son él.

(La forma más antigua de idea,relativamente inteligente, simple,convincente. Otra manera deexpresar la tesis «yo, Platón, soyla verdad»).

2. El mundo verdadero, inalcanzablepor ahora, pero prometido para el sabio,

el piadoso, el virtuoso («para elpecador que hace penitencia»).

(Progreso de la idea: se hacemás sutil, más capciosa, másinasible; se hace mujer, se hacecristiana…).

3. El mundo verdadero,inalcanzable, indemostrable,imprometible, pero ya como pensado, unconsuelo, una obligación, un imperativo.

(El viejo sol en el fondo, pero através de la niebla y el

escepticismo; la idea vueltasublime, pálida, nórdica,regiomontana).

4. El mundo verdadero,¿inalcanzable? En todo casoinalcanzado. Y en tanto que inalcanzadotambién desconocido. En consecuencia,tampoco consolador, redentor, obligante:¿a qué podría obligarnos algodesconocido?…

(Gris comienzo del día. Primerbostezo de la razón. Canto delgallo del positivismo).

5. El «mundo verdadero» —una ideaque ya no sirve para nada, que ya nisiquiera es obligante—, una idea que hallegado a ser inútil y superflua, enconsecuencia una idea refutada:¡decretemos su abolición!

(Pleno día; desayuno; vuelta delbon sens[18] y de la jovialidad;rubor de Platón; diabólicobullicio de todos los espírituslibres).

6. Hemos abolido el mundo

verdadero: ¿qué mundo queda?, ¿elaparente quizá?… ¡No!, ¡con el mundoverdadero hemos abolido también elaparente!

(Mediodía; instante de la sombramás corta; final de error máslargo; punto culminante de lahumanidad; INCIPIT ZARATHUSTRA[19]).

MORAL COMOCONTRANATURALEZA

1

Todas las pasiones tienen un tiempoen el que son meramente fatídicas, en elque tiran para abajo de su víctima con elpeso de la estupidez, y un tiempoposterior, muy posterior, en el que secasan con el espíritu, se«espiritualizan». Antes, a causa de laestupidez contenida en la pasión, sehacía la guerra a la pasión misma: setramaban conjuras para su aniquilación,y todos los viejos vestiglos de la moralestán unánimes en que «il faut fuer les

passions[20]». La fórmula más famosapara ello está en el Nuevo Testamento,en aquel Sermón de la Montaña en elque, dicho sea de paso, las cosas no secontemplan en modo alguno desde loalto. Por ejemplo, en él se dice,aplicándolo a la sexualidad, «si tu ojo teescandaliza, arráncatelo»:afortunadamente, ningún cristiano actúasegún esa norma. Aniquilar las pasionesy apetitos, meramente para prevenir suestupidez y las desagradablesconsecuencias de su estupidez, nosparece hoy que es a su vez meramenteuna forma aguda de estupidez. Ya noadmiramos a los dentistas que arrancan

las muelas para que dejen de doler…Por otro lado, espero que se tenga laobjetividad suficiente para reconocerque en el suelo del que ha surgido elcristianismo el concepto de«espiritualización de la pasión» nopuede ser concebido en modo alguno.No en vano la primera Iglesia luchaba,como es sabido, contra los«inteligentes» a favor de los «pobres deespíritu»: ¿cómo iba a ser licito esperarde ella una guerra inteligente contra lapasión? La Iglesia combate la pasióncon la amputación en todos los sentidos:su práctica médica, su «cura» es elcastracionismo. No pregunta nunca:

«¿cómo se espiritualiza, se embellece,se diviniza un apetito?»; en todas lasépocas ha puesto el énfasis de ladisciplina en la extirpación (de lasensualidad, del orgullo, de la sed dedominio, de la sed de posesiones, de lased de venganza). Pero atacar laspasiones en su raíz significa atacar lavida en su raíz: la praxis de la Iglesia esenemiga de la vida…

2

El mismo remedio, castración,extirpación, es elegido instintivamente

en la lucha con un apetito por quienestienen una voluntad demasiado débil yestán demasiado degenerados parapoder imponerse la mesura en el mismo:por aquellas naturalezas que necesitan laTrappe, dicho figuradamente (y nofiguradamente…), alguna declaracióndefinitiva de enemistad, un abismo entreellas y una pasión. Los remediosradicales solamente les sonindispensables a los degenerados; ladebilidad de la voluntad, o, dicho demodo más concreto, la incapacidad deno reaccionar a un estímulo, solo es a suvez otra forma de la degeneración. Laenemistad radical, la enemistad mortal

contra la sensualidad es siempre unsíntoma que da mucho que pensar:autoriza a hacer conjeturas sobre elestado global de quien parece ser tandado a los excesos. Por lo demás, esaenemistad, ese odio solo llega a suculmen cuando esas naturalezas ya notienen la fortaleza suficiente ni siquierapara una cura radical, para la renuncia asu «demonio». Échese una mirada deconjunto a toda la historia de lossacerdotes y filósofos, y también de losartistas: lo más venenoso contra lossentidos no está dicho por losimpotentes, tampoco por los ascetas,sino por los ascetas imposibles, por

aquéllos que hubiesen necesitado serascetas…

3

La espiritualización de lasensualidad se llama amor: es un grantriunfo sobre el cristianismo. Otrotriunfo es nuestra espiritualización de laenemistad. Consiste en comprenderprofundamente el valor que tiene tenerenemigos: dicho brevemente, en hacer ydeducir a la inversa de como se hacía ydeducía antes. La Iglesia quería en todaslas épocas la aniquilación de sus

enemigos: nosotros, nosotros losinmoralistas y anticristos, vemos quenos beneficia que la Iglesia subsista…También en lo político se ha vueltoahora la enemistad más espiritual,mucho más prudente, mucho másreflexiva, mucho más considerada. Casitodo partido comprende que va eninterés de su autoconservación que elpartido contrario no pierda fuerza; lomismo se puede decir de la granpolítica. Sobre todo una nueva creación,el nuevo Reich por ejemplo, tiene másnecesidad de enemigos que de amigos:solo en la contraposición se sientenecesario, solo en la contraposición

deviene necesario… No de otro modonos conducimos contra el «enemigointerior»: también ahí hemosespiritualizado la enemistad, también ahíhemos comprendido su valor. Solamentese es fecundo al precio de ser rico encontraposiciones; solamente sepermanece joven a condición de que elalma no se rinda, no apetezca la paz…Nada se nos ha vuelto más ajeno queaquella deseabilidad de antes, la de la«paz del alma», la deseabilidadcristiana; nada nos da menos envidiaque la vaca moral y la pingüe felicidadde la buena conciencia. Se harenunciado a la vida grande cuando se

renuncia a la guerra… Ciertamente, enmuchos casos la «paz del alma» esmeramente un malentendido, una cosadistinta que únicamente no sabedenominarse con más honradez. Sinrodeos ni prejuicios, un par de casos.«Paz del alma» puede ser, por ejemplo,la suave irradiación en lo moral (oreligioso) de una rica animalidad. O elcomienzo del cansancio, la primerasombra que arroja el atardecer, todo tipode atardecer. O una señal de que el aireestá cargado de humedad, de que seestán levantando vientos del sur. O elagradecimiento, en contra de lo que sesabe, por una feliz digestión (en

ocasiones denominado «filantropía»). Oel aquietarse del convaleciente, para elque todas las cosas tienen un sabornuevo, y que espera… O bien el estadoque sigue a una fuerte satisfacción denuestra pasión dominante, la sensaciónde bienestar de una rara hartura. O ladebilidad senil de nuestra voluntad, denuestros apetitos, de nuestros vicios. Ola pereza, persuadida por la vanidad amaquillarse moralmente. O la apariciónde una certidumbre, incluso de unaterrible certidumbre, tras una largatensión y un largo martirio por laincertidumbre. O la expresión de lamadurez y de la maestría en mitad del

obrar, hacer, producir, querer, larespiración tranquila, la «libertad de lavoluntad» alcanzada… Crepúsculo delos ídolos: ¿quién sabe?, quizá solo seauna especie de «paz del alma»…

4

Pongo un principio en una fórmula.Todo naturalismo en la moral, es decir,toda moral sana, está dominado por uninstinto de la vida; algún mandamientode la vida se cumple con un determinadocanon de «Debe» y «No debe», algunainhibición y hostilidad en el camino de

la vida se elimina con él. Y, a la inversa,la moral contranatural, es decir, casitoda moral que ha sido enseñada,venerada y predicada hasta ahora, sevuelve precisamente contra los instintosde la vida: es una condena de esosinstintos ora oculta, ora manifiesta ydescarada. Cuando dice «Dios ve loscorazones», está diciendo «no» a losapetitos más bajos y más elevados de lavida y toma a Dios como enemigo de lavida… El santo en el que Dios tiene sucomplacencia es el castrado ideal… Lavida termina allí donde empieza el«Reino de Dios»…

5

Suponiendo que se hayacomprendido lo criminal de una rebelióncontra la vida como la que ha llegado aser casi sacrosanta en la moral cristiana,también se habrá comprendido con ello,afortunadamente, otra cosa distinta: loinútil, aparente, absurdo, mendaz de talrebelión. Una condena de la vida porparte del que vive no es en últimotérmino otra cosa que el síntoma de untipo determinado de vida: la pregunta desi con derecho o sin él no quedaplanteada con ello en modo alguno.

Habría que tener una posición fuera dela vida, y por otra parte conocerla tanbien como uno, como muchos, comotodos los que la han vivido, para quefuese lícito siquiera tocar el problemadel valor de la vida: lo que es yasuficiente razón para comprender queese problema es un problemainaccesible para nosotros. Cuandohablamos de valores, hablamos bajo lainspiración, bajo la óptica de la vida: lavida misma nos fuerza a poner valores,la vida misma valora a través denosotros cuando ponemos valores… Deahí se sigue que también aquellacontranaturaleza de moral que

considera a Dios como elcontraconcepto y la condena de la vidaes solamente un juicio de valor de lavida: ¿de qué vida?, ¿de qué tipo devida? Pero ya he dado la respuesta: dela vida decadente, de la vida debilitada,de la vida cansada, de la vidacondenada. La moral, tal y como ha sidoentendida hasta ahora, tal y comoúltimamente ha sido formulada todavíapor Schopenhauer, como «negación de lavoluntad de vivir», es el instinto dedécadence mismo que hace de sí propioun imperativo: dice: «¡sucumbe!», es lacondena de condenados…

6

Consideremos, por último, qué graningenuidad implica decir «¡el hombredebería ser de tal y tal modo!». Larealidad nos muestra una arrebatadorariqueza de tipos, la exuberancia de unjuego y cambio de formas dilapidador:¿y un infeliz haragán cualquiera demoralista va a decirle a ella: «¡no!, elhombre debería ser de otro modo»?…Sabe incluso que debería ser como él,este pobre hombre mojigato, él se pintaen la pared y dice: «ecce homo!»[21]…Pero también cuando el moralista no se

dirige más que al individuo y le dice:«¡tú deberías ser de tal y tal modo!», nocesa de ponerse en ridículo. Elindividuo es un pedazo de fatum, de lacabeza a los pies, una ley más, unanecesidad más para todo lo que viene yserá. Decirle «cambia» significa exigirque todo cambie, hacia atrás incluso…Y, realmente, hubo moralistasconsecuentes que querían al hombredistinto, a saber, virtuoso, lo querían asu imagen, a saber, como mojigato: ¡paraello negaban el mundo! ¡Delirio nopequeño! ¡Poco modesto tipo deinmodestia!… La moral, en la medida enque condena, en sí, no desde puntos de

vista, miramientos, propósitos de lavida, es un error específico con el queno se debe tener compasión alguna, ¡unaidiosincrasia de degenerados que haproducido muchos daños,indeciblemente muchos!… Nosotros losdistintos, nosotros los inmoralistas,hemos ampliado nuestro corazón, a lainversa, para todo tipo de entender,comprender, aprobar. No negamosfácilmente, ponemos nuestro honor enser afirmativos. Cada vez más se noshan ido abriendo los ojos para aquellaeconomía que sigue utilizando y sabeaprovechar lo que rechaza la santademencia del sacerdote, de la razón

enferma en el sacerdote, para aquellaeconomía de la ley de la vida queobtiene beneficio incluso de la repelentespecies del mojigato, del sacerdote, delvirtuoso, ¿qué beneficio? Pero nosotrosmismos, nosotros los inmoralistas,somos aquí la respuesta…

LOS CUATROGRANDESERRORES

1

Error de la confusión de la causa yla consecuencia. No hay error máspeligroso que confundir laconsecuencia con la causa: lo llamo laauténtica corrupción de la razón. Noobstante, este error se cuenta entre lascostumbres más antiguas y másmodernas de la humanidad: entrenosotros está incluso santificado, llevael nombre de «religión», «moral». Todafrase que la religión y la moral formulanlo contiene; sacerdotes y legisladores

morales son los autores de esacorrupción de la razón. Tomaré unejemplo: todo el mundo conoce el librodel famoso Cornaro, en el que aconsejasu rigurosa dieta como receta para unavida larga y feliz, y también virtuosa.Pocos libros han sido leídos tanto,todavía ahora se imprime todos los añosen Inglaterra muchos miles deejemplares. No dudo de que difícilmenteotro libro (a excepción de la Biblia,como es justo) habrá causado tantodaño, habrá acortado tantas vidas comoeste bienintencionado curiosum. Razónde ello: la confusión de la consecuenciacon la causa. El cándido italiano veía en

su dieta la causa de su larga vida:mientras que la condición previa de lalarga vida, la extraordinaria lentitud delmetabolismo, el bajo consumo, era lacausa de su rigurosa dieta. No estaba ensu mano comer poco o comer mucho, sufrugalidad no era una «voluntad libre»:se ponía enfermo cuando comía más. Sinembargo, quien no es una carpa, no solohace bien en comer como es debido,sino que lo necesita. Un erudito denuestros días, con su rapidísimoconsumo de fuerza nerviosa, pereceríacon el régime de Cornaro. Credeexperto[22].

2

La fórmula más general que subyacea toda religión y moral reza así: «Haz talcosa y tal otra; omite tal cosa y tal otra,¡y serás feliz! De lo contrario…». Todamoral, toda religión es este imperativo;lo denomino el gran pecado original dela razón, la sinrazón inmortal. En miboca esa fórmula se transforma en lainversa; primer ejemplo de mi«transvaloración de todos los valores»:un hombre bien plantado, alguien«feliz», tiene que hacer ciertas accionesy retrocede temeroso instintivamente

ante otras acciones, introduce en susrelaciones con personas y cosas el ordenque él representa fisiológicamente. Enuna fórmula: su virtud es laconsecuencia de su felicidad… Largavida, una rica descendencia no es larecompensa de la virtud, la virtud esmás bien de suyo aquella ralentizacióndel metabolismo que, entre otras cosas,tiene en su séquito también una largavida, una rica descendencia, elcornarismo, en suma. La Iglesia y lamoral dicen: «un linaje, un puebloperece por obra del vicio y del lujo».Mi razón restablecida dice: cuando unpueblo perece o degenera

fisiológicamente, de ello se siguen elvicio y el lujo (es decir, la necesidad deestímulos cada vez más fuertes y másfrecuentes, como los que toda naturalezaagotada conoce). Este joven palidece yse marchita antes de tiempo. Sus amigosdicen: la culpa la tiene tal y talenfermedad. Yo digo: que hayaenfermado, que no haya resistido a laenfermedad, era ya la consecuencia deuna vida empobrecida, de unagotamiento hereditario. El lector deperiódicos dice: con tal error, esepartido se hunde a sí mismo. Mi políticasuperior dice: un partido que cometetales errores está acabado, ya no tiene su

seguridad instintiva. Todo error en todosentido es la consecuencia de ladegeneración del instinto, de ladisgregación de la voluntad: con estocasi estamos definiendo lo malo. Todolo bueno es instinto, y, en consecuencia,fácil, necesario, libre. La fatiga es unaobjeción, el dios es típicamentediferente del héroe (en mi lenguaje: lospies ligeros el primer atributo de ladivinidad).

3

Error de una causalidad falsa. En

todas las épocas se ha creído saber quées una causa: pero ¿de dónde hemostomado nuestro saber, o, dicho con másexactitud, nuestra creencia de que aquísabemos? Del ámbito de los famosos«hechos internos», de los que hastaahora ninguno se ha revelado como unhecho real. Nos creíamos a nosotrosmismos causales en el acto de lavoluntad; pensábamos al menos que ahíhabíamos pillado a la causalidad conlas manos en la masa. No se dudabatampoco de que todos los antecedentiade una acción, sus causas, debíanbuscarse en la consciencia, ni de que sise los buscase se encontrarían en ella, a

saber, como «motivos»: pues de otromodo no se sería libre para esa acción,responsable de ella. Finalmente, ¿quiénhabría negado que un pensamiento escausado, que el yo causa elpensamiento?… De estos tres «hechosinternos» que parecían avalar lacausalidad, el primero y másconvincente es el de la voluntad comocausa; la concepción de una consciencia(«espíritu») como causa y,posteriormente, además la del yo (la del«sujeto») como causa son meramentehijos tardíos, nacidos después de que lacausalidad constase como dada por lavoluntad, como experiencia… En el

entretanto nos lo hemos pensado mejor.Hoy en día ya no creemos ni una palabrade todo eso. El «mundo interior» estálleno de imágenes ilusorias y fuegosfatuos: la voluntad es uno de ellos. Lavoluntad ya no mueve nada, y enconsecuencia tampoco explica ya nada;meramente acompaña procesos, ytambién puede faltar. El denominado«motivo»: otro error. Meramente unfenómeno superficial de la consciencia,algo meramente paralelo a la acción,que antes oculta los antecedentia de unaacción que los muestra. ¡Y no digamosel yo! Se ha convertido en una fábula, enuna ficción, en un juego de palabras: ¡ha

cesado por completo de pensar, de sentiry de querer!… ¿Qué se sigue de ello?¡No hay causas espirituales de ningúntipo! ¡Toda la pretendida base empíricade las mismas se ha ido al diablo! ¡Estoes lo que se sigue de ello! Y habíamosabusado bonitamente de esa «baseempírica», habíamos creado el mundosobre ella como un mundo de causas,como un mundo de la voluntad, como unmundo de espíritus. La más vieja y máslarga psicología estaba actuando aquí,no ha hecho absolutamente nada más queeso: todo acontecer era para ella unobrar, todo obrar consecuencia de unavoluntad, el mundo se convirtió para

ella en una multiplicidad de agentes, unagente (un «sujeto») se pusosubrepticiamente por debajo de todoacontecer. El hombre ha proyectadohacia fuera de él sus tres «hechosinternos», aquello en lo que creía conmás firmeza, la voluntad, el espíritu, elyo: sacó el concepto de ser del conceptode yo; puso con arreglo a su imagen, conarreglo a su concepto del yo comocausa, las «cosas» como siendo. Nadatiene de extraño que más tarde soloencontrase en las cosas lo que él habíametido en ellas. La cosa misma,digámoslo otra vez, el concepto de cosa,un reflejo meramente de la fe en el yo

como causa… E incluso su átomo, misseñores mecanicistas y físicos, ¡cuántoerror, cuánta psicología rudimentariaqueda aún a modo de residuo en suátomo! ¡Y no digamos la «cosa en sí»,ese horrendum pudendum[23] de losmetafísicos! ¡El error del espíritu comocausa confundido con la realidad! ¡Yhecho medida de la realidad! ¡Ydenominado Dios!

4

Error de las causas imaginarias.Partamos de un sueño: a una

determinada sensación, por ejemplo aconsecuencia de un lejano cañonazo, sele pone después por debajosubrepticiamente una causa (confrecuencia, toda una pequeña novela, enla que precisamente el soñador es elprotagonista). Entre tanto, la sensaciónsigue durando, en una especie deresonancia: espera, por así decir, a quela pulsión de buscar causas le permitapasar a primer plano, ya no comocasualidad, sino como «sentido». Elcañonazo comparece de modo causal,en una patente inversión del tiempo. Loposterior, la motivación, se vivenciaprimero, frecuentemente con cien

detalles que pasan con la velocidad delrayo, el disparo viene a continuación…¿Qué ha sucedido? Las representacionesque un cierto estado generó han sidomalentendidas como causa del mismo.De hecho, en el estado de vigilia lohacemos también así. La mayor parte denuestras sensaciones generales, todotipo de inhibición, presión, tensión,explosión en el juego y resistencia delos órganos, como sucede especialmentecon el estado del nervus sympathicus,excitan nuestra pulsión de buscarcausas: queremos tener una razón de quenos encontremos de tal y tal modo, deque nos encontremos mal o de que nos

encontremos bien. Nunca nos bastalimitarnos a constatar sencillamente elhecho de que nos encontramos de tal ytal modo: no admitimos ese hecho —nonos hacemos conscientes de él— hastaque le hemos dado una especie demotivación. El recuerdo que en esecaso, sin que nosotros lo sepamos, entraen actividad, suscita estados anterioresdel mismo tipo y las interpretacionescausales con ello interpenetradas, no sucausalidad. Ciertamente, la fe en que lasrepresentaciones, las operaciones deconsciencia concomitantes han sido lascausas, es suscitada a la vez por elrecuerdo. Surge así un

acostumbramiento a una determinadainterpretación causal, que en verdadinhibe e incluso excluye unainvestigación de las causas.

5

Explicación psicológica de loanterior. Remitir algo desconocido aalgo conocido alivia, tranquiliza,satisface, da además una sensación depoder. Con lo desconocido vienen dadosel peligro, la intranquilidad, lapreocupación: el primer instinto sedirige a eliminar esos estados penosos.

Primer principio: cualquier explicaciónes mejor que ninguna. Dado que en elfondo se trata solamente de un quererlibrarse de representaciones queoprimen, no se aplican unos criteriosmuy rigurosos que digamos a los mediospara librarse de ellas: la primerarepresentación con la que lodesconocido se explica como conocidosienta tan bien que se la «tiene porverdadera». Demostración del placer(«de la fuerza») como criterio de laverdad. La pulsión de buscar causasestá, así pues, condicionada y excitadapor la sensación de miedo. En la medidaen que ello sea posible, el «¿por qué?»,

debe dar no tanto la causa por mor deella misma cuanto un tipo de causa, unacausa tranquilizadora, liberadora,aliviadora. Que algo ya conocido,vivenciado, inscrito en el recuerdo, seapuesto como causa es la primeraconsecuencia de esa necesidad. Lonuevo, lo no vivenciado, lo ajeno, esexcluido como causa. Así pues, se buscacomo causa no solo un tipo deexplicaciones, sino un tipo deexplicaciones escogido y preferido,aquéllas en las que la sensación de loajeno, nuevo, no vivenciado haya sidoeliminada con la mayor rapidez yfrecuencia posibles: las explicaciones

más acostumbradas. Consecuencia: untipo de posición de causas predominacada vez más, se concentra en forma desistema y termina por comparecer comodominante, es decir, sencillamente comoexcluyente de causas y explicacionesdistintas. El banquero piensa enseguidaen el «negocio», el cristiano en el«pecado», la muchacha en su amor.

6

Todo el ámbito de la moral y de lareligión cae bajo este concepto de lascausas imaginarias. «Explicación» de

las sensaciones generalesdesagradables. Están causadas porseres que nos son hostiles (malosespíritus: el caso más famoso, tomar alas histéricas por brujas). Estáncausadas por acciones que no se puedenaprobar (la sensación del «pecado», dela «pecaminosidad» puestasubrepticiamente en lugar de un malestarfisiológico: siempre se encuentranrazones para estar descontento consigomismo). Están causadas como castigos,como un pago por algo que nohabríamos debido hacer, que nohabríamos debido ser (lo que de modoimpúdico ha sido generalizado por

Schopenhauer en una frase en la que lamoral aparece como lo que es, como unaauténtica envenenadora y calumniadorade la vida: «Todo gran dolor, ya seacorporal o espiritual, expresa lo quemerecemos; pues no podría venirnos sino lo mereciéramos», Mundo comovoluntad y representación, 2, 666).Están causadas como consecuencias deacciones irreflexivas, que han salidomal (las emociones, los sentidos puestoscomo causa, como «culpables»; estadosde necesidad fisiológicos interpretadosmediante otros estados de necesidadcomo «merecidos»). «Explicación» delas sensaciones generales agradables.

Están causadas por la confianza en Dios.Están causadas por la consciencia debuenas acciones (la denominada «buenaconciencia», un estado fisiológico queen ocasiones tiene un aspecto tan similara una feliz digestión que casi seconfunde con ella). Están causadas porel resultado feliz de empresas (ingenuaconclusión errónea: a un hipocondríacoo a un Pascal el resultado feliz de unaempresa no le proporciona en modoalguno sensaciones generalesagradables). Están causadas por la fe, lacaridad, la esperanza: por las virtudescristianas. En verdad, todas estassupuestas explicaciones son estados que

son consecuencia y, por así decir,traducciones de sensaciones de placer ode displacer a un dialecto erróneo: seencuentra uno en un estado que lepermite tener esperanza, porque lasensación fisiológica básica vuelve aser fuerte y rica; se tiene confianza enDios, porque la sensación de plenitud yfuerza le da a uno calma. La moral y lareligión caen por completo yenteramente bajo la psicología delerror: en cada caso particular seconfunde la causa y el efecto, o bien seconfunde la verdad con el efecto de locreído como verdadero, o bien un estadode la consciencia se confunde con la

causalidad de ese estado.

7

Error de la voluntad libre. Hoy endía ya no tenemos compasión con elconcepto de «voluntad libre», puessabemos demasiado bien qué es: elmalabarismo teológico de más mala notaque existe, con el fin de hacer a lahumanidad «responsable» en el sentidode los teólogos, es decir, de hacerladependiente de ellos… Proporcionoaquí solamente la psicología de todohacer responsable a alguien de algo.

Dondequiera que se busquenresponsabilidades suele ser el instintode querer castigar y juzgar quien lasbusca. Se ha despojado al devenir de suinocencia cuando cualquier ser de tal ytal modo se remite a la voluntad, apropósitos, a actos de responsabilidad:la doctrina de la voluntad ha sidoinventada esencialmente con la finalidaddel castigo, es decir, del quererencontrar culpable. Toda la viejapsicología, la psicología de la voluntad,tiene su presupuesto en que sus autores,los sacerdotes que estaban a la cabezade las comunidades políticas antiguas,querían hacerse con un derecho a

imponer penas, o querían conceder aDios un derecho a ello… Los hombresfueron pensados «libres» para poder serjuzgados, para poder ser castigados,para poder llegar a ser culpables: enconsecuencia, toda acción tuvo que serpensada como querida, el origen de todaacción como radicado en la consciencia(con lo que la más fundamentalfalsificación de moneda inpsychologicis quedaba hecha elprincipio de la psicología misma…).Hoy en día, cuando hemos entrado en elmovimiento inverso, sobre todo cuandonosotros los inmoralistas tratamos contodas nuestras fuerzas de eliminar del

mundo el concepto de culpa y elconcepto de castigo y de limpiar deellos la psicología, la historia, lanaturaleza, las instituciones y sancionessociales, no hay a nuestros ojos unantagonismo más radical que el de losteólogos, quienes con el concepto del«orden moral del mundo» sigueninfestando la inocencia del devenirmediante el «castigo» y la «culpa». Elcristianismo es una metafísica delverdugo…

8

¿Qué es lo único que puede sernuestra doctrina? Que nadie da alhombre sus características, ni Dios, ni lasociedad, ni sus padres y antepasados,ni él mismo (el sinsentido de larepresentación aquí rechazada en últimolugar ha sido enseñado como «libertadinteligible» por Kant, quizá también yapor Platón). Nadie es responsable delmero hecho de existir, de estarconstituido de tal o de cual modo, dehallarse en estas circunstancias, en esteentorno. La fatalidad de la propia formade ser no se puede separar de lafatalidad de cuanto fue y de cuanto será.Él no es la consecuencia de un propósito

específico, de una voluntad, de unafinalidad, con él no se hace el intento dealcanzar un «ideal de hombre», o un«ideal de felicidad» o un «ideal demoralidad»; es absurdo querer achacarla propia forma de ser a algún fin.Nosotros hemos inventado el conceptode «fin»: en la realidad falta el fin… Sees necesariamente, se es un pedazo defatalidad, se pertenece al todo, se es enel todo; no hay nada que pueda juzgar,medir, comparar, condenar nuestro ser,pues tal cosa significaría juzgar, medir,comparar, condenar el todo… ¡Pero nohay nada fuera del todo! Que ya a nadiese le haga responsable, que no sea lícito

remitir la modalidad del ser a una causaprima, que el mundo no sea una unidadcomo sensorio ni como «espíritu», soloésta es la gran liberación, solo con ellaqueda restablecida la inocencia deldevenir… El concepto de «Dios» hasido hasta ahora la mayor objecióncontra la existencia… Nosotros negamosa Dios, nosotros negamos laresponsabilidad en Dios: solo con elloredimimos el mundo.

LOS«MEJORADORES»

DE LAHUMANIDAD

1

Es conocida mi exigencia al filósofode que se sitúe más allá del bien y delmal, de que tenga por debajo de sí lailusión del juicio moral. Esta exigenciase deriva de un conocimiento que yo hesido el primero en formular: no hay enmodo alguno hechos morales. Lo quetiene en común el juicio moral con elreligioso es que cree en realidades queno existen. La moral es solamente unainterpretación de ciertos fenómenos, o,dicho más concretamente, una mala

interpretación. Al igual que el religioso,el juicio moral corresponde a un nivelde ignorancia en el que todavía faltaincluso el concepto de lo real, ladiferenciación entre lo real y loimaginario, de tal manera que en esenivel «verdad» designa únicamentecosas que hoy en día denominamos«figuraciones». Por ello, el juicio moralnunca se debe tomar literalmente: comotal, no contiene nunca otra cosa quecontrasentidos. Pero no deja de serinestimable como semiótica: revela, almenos para el que sabe, las másvaliosas realidades de culturas einterioridades que no sabían lo

suficiente para «entenderse» a símismas. La moral es un mero lenguajepor señas, mera sintomatología: hay quesaber ya de qué se trata para sacarutilidad de ella.

2

Un primer ejemplo, y de modoenteramente provisional. En todas lasépocas se ha querido «mejorar» a loshombres: esto sobre todo es lo quesignificaba «moral». Pero bajo la mismapalabra está escondida la más diferentede las tendencias. Tanto la doma de la

bestia hombre como la cría selectiva deuna determinada especie de hombre seha denominado «mejora»: solo estostermini[24] zoológicos expresanrealidades; realidades, ciertamente, delas que el «mejorador» típico, elsacerdote, nada sabe, nada quieresaber… Denominar a la doma de unanimal su «mejora» es a nuestros oídoscasi una broma. Quien sabe lo quesucede en las casas de fieras duda deque en ellas la bestia sea «mejorada».Se la debilita, se la hace menos dañina,se convierte, mediante la emocióndepresiva del miedo, mediante el dolor,mediante las heridas, mediante el

hambre, en una bestia enfermiza. Nootra cosa sucede con el hombre domado,a quien el sacerdote ha «mejorado». Enla temprana Edad Media, cuandorealmente la Iglesia era sobre todo unacasa de fieras, se iba en todas partes a lacaza de los más bellos ejemplares de la«bestia rubia», se «mejoró», porejemplo, a los nobles germanos. Pero¿qué aspecto presentaba después ungermano así «mejorado», seducido alconvento? El de una caricatura delhombre, el de un engendro: se habíaconvertido en «pecador», estaba metidoen la jaula, se le había encarcelado entrepuros conceptos horribles… Allí estaba

ahora, enfermo, enclenque, malignohacia sí mismo: lleno de odio contra losimpulsos a la vida, lleno de sospechacontra todo lo que era aún fuerte y feliz.En suma, un «cristiano»… Dichofisiológicamente: en la lucha con labestia, hacerla enferma puede ser elúnico medio para hacerla débil. Esto loentendió la Iglesia: echó a perder alhombre, lo debilitó, pero pretendióhaberlo «mejorado»…

3

Tomemos el otro caso de la

denominada moral, el caso de la críaselectiva de una determinada raza yespecie. El más grandioso ejemplo deello nos lo da la moral india, sancionadacomo religión en tanto que «Ley deManú». Aquí se plantea la tarea de criarnada menos que cuatro razas a la vez:una sacerdotal, una guerrera, unacomerciante y agrícola y, finalmente, unaraza de servidores, los sudras. Comoresulta patente, aquí ya no estamos entredomadores de animales: un tipo dehombre cien veces más apacible yracional es el presupuesto para ya tansolo concebir el plan de una críaselectiva como ésa. Se respira aliviado

al pasar del aire cristiano, un aire deenfermos y de calabozo, a ese mundomás sano, más elevado, más ancho.¡Qué ruin es el «Nuevo Testamento»comparado con Manú, qué mal huele!Pero también esta organizaciónnecesitaba ser terrible; esta vez no enlucha con la bestia, sino con su conceptocontrario, con el hombre no mejoradopor cría selectiva, con el hombre de lamezcolanza, con el chandala. Y de nuevono tenía otro medio para hacerloinofensivo, para hacerlo débil, quehacerlo enfermo: era la lucha con el«gran número». Quizá no haya nada quecontradiga más a nuestro sentimiento que

estas medidas protectoras de la moralindia. El tercer edicto, por ejemplo(Avadana-Sastra I), el «de las verdurasimpuras», dispone que la únicaalimentación permitida a los chandalasdebe ser ajo y cebolla, toda vez que lasagrada escritura prohibe darles grano ofrutas que tengan granos, o agua o fuego.El mismo edicto establece que no les eslícito tomar de los ríos, de las fuentes ode los estanques el agua que necesiten,sino solo de los accesos a ciénagas y deagujeros que se hayan formado con laspisadas de los animales. Igualmente seles prohíbe lavar su ropa blanca y quese laven a sí mismos, dado que el agua

que se les concede a modo de graciasolo les es lícito utilizarla para apagarla sed. Finalmente, una prohibición a lasmujeres sudras de asistir a las mujereschandalas cuando den a luz, e igualmenteuna prohibición a estas últimas deasistirse unas a otras con esa mismaocasión… El resultado de semejantepolítica sanitaria no se hizo esperar:epidemias atroces, repulsivasenfermedades venéreas y después de esootra vez la «ley del cuchillo», quedispone la circuncisión para los niños,la ablación de los labios menores paralas niñas. Manú mismo dice: «Loschandalas son el fruto del adulterio, del

incesto y del crimen (ésa es laconsecuencia necesaria del concepto decría selectiva). Solamente deben tenercomo vestidos los harapos decadáveres, como vajilla cuencos rotos,para su adorno hierro viejo, comoobjeto de culto solamente los malosespíritus; deben vagar sin descanso deun lugar a otro. Les está prohibidoescribir de izquierda a derecha y valersede la mano derecha para escribir: el usode la mano derecha y de la escritura deizquierda a derecha está reservadosolamente a los virtuosos, a la gente deraza».

4

Estas disposiciones son no pocoinstructivas: en ellas tenemos a lahumanidad aria, enteramente pura,enteramente primigenia, y aprendemosque el concepto de «sangre pura» es locontrario de un concepto inocuo. Porotro lado, resulta claro en qué pueblo seha eternizado el odio, el odio dechandala contra esa «humanidad», dóndese ha convertido en religión, en genio…Desde este punto de vista, losEvangelios son un documento de primerrango; todavía más el libro de Enoch. El

cristianismo, procedente de una raízjudía y comprensible únicamente comouna planta crecida en ese suelo,constituye el movimiento contrario atoda moral de la cría selectiva, de laraza, del privilegio: es la religiónantiaria par excellence: el cristianismoes la transvaloración de todos losvalores arios, la victoria de los valoresde chandala, el evangelio predicado alos pobres, a los bajos, la sublevacióngeneral de todos los pisados, míseros,poco agraciados, de todos los que hansalido perdiendo, contra la «raza»; es lainmortal venganza chandala en calidadde religión del amor…

5

La moral de la cría selectiva y lamoral de la doma son enteramentedignas una de otra en los medios queemplean para imponerse: podemosestablecer como primera premisa quepara hacer moral hay que tener laincondicionada voluntad de lo contrario.Éste es el gran e inquietante problematras del cual más largamente he ido: lapsicología de los «mejoradores» de lahumanidad. Un hecho pequeño y, en elfondo, modesto, el de la denominada piafraus[25] 24, me proporcionó el primer

acceso a este problema: la pia fraus, laherencia de todos los filósofos ysacerdotes que han «mejorado» a lahumanidad. Ni Manú, ni Platón, niConfucio, ni los maestros judíos ycristianos han dudado jamás de suderecho a la mentira. No han dudado deotros derechos enteramente distintos…Para expresarlo con una fórmula, sepodría decir: todos los mediosempleados hasta ahora para hacer morala la humanidad eran, de raíz,inmorales…

LO QUE LES FALTAA LOS ALEMANES

1

Entre alemanes no es hoy suficientetener espíritu: además hay quetomárselo, hay que arrogarse espíritu…

Quizá conozca a los alemanes, quizáme sea lícito incluso decirles un par deverdades. La nueva Alemania representauna gran cantidad de eficiencia heredaday transmitida por la educación, demanera que le es lícito gastar e inclusoderrochar durante un cierto tiempo eltesoro acumulado de fuerza. No es unacultura elevada la que con ella ha

devenido señor, todavía menos un gustodelicado, una noble «belleza» de losinstintos, pero sí virtudes más virilesque las que puede mostrar cualquier otropaís de Europa. Mucho buen ánimo yrespeto por uno mismo, mucha seguridaden el trato, en la reciprocidad de losdeberes, mucha laboriosidad, muchatenacidad, y una mesura heredada másnecesitada de estímulo que de traba.Añadiré que aquí aún se obedece sinque obedecer humille… Y nadiedesprecia a su adversario…

Ya se ve que es mi deseo ser justocon los alemanes: pero con ello noquerría serme infiel a mí mismo, por lo

que también tengo que hacerles miobjeción. Sale caro llegar al poder: elpoder entontece… A los alemanes seles denominó en cierta ocasión el pueblode los pensadores, pero ¿siguenpensando hoy? Los alemanes se aburrenahora con el espíritu, los alemanesdesconfían ahora del espíritu, la políticaengulle toda seriedad para cosasrealmente espirituales: mucho me temoque lo de «Alemania, Alemania porencima de todo» ha sido el final de lafilosofía alemana… «¿Hay filósofosalemanes? ¿Hay literatos alemanes?¿Hay buenos libros alemanes?», se mepregunta en el extranjero. Me pongo

rojo, pero con la valentía que me espropia también en casos desesperadosrespondo: «¡Sí, Bismarck!». ¿Me seríalícito siquiera confesar qué libros se leehoy?… ¡Maldito instinto de la medianía!

2

Qué podría ser el espíritu alemán:¡quién no habrá tenido ya a este respectosus pensamientos melancólicos! Peroeste pueblo se ha entontecidovoluntariamente, desde hace casi unmilenio: en ningún otro lugar se haabusado de modo más vicioso de los

dos grandes narcóticos europeos, elalcohol y el cristianismo. Últimamenteincluso se les ha añadido un tercero, queya bastaría por sí solo para acabar porcompleto con toda movilidad delespíritu delicada y atrevida: la música,nuestra estreñida y astringente músicaalemana. ¡Cuánta enfadosa pesantez,parálisis, humedad, batín de estar porcasa, cuánta cerveza hay en laintelectualidad alemana! ¿Cómo esrealmente posible que hombres jóvenesque consagran su existencia a los finesmás espirituales no sientan en sí mismosel primer instinto de la espiritualidad, elinstinto de conservación del espíritu, y

beban cerveza?… El alcoholismo de lajuventud erudita quizá no sea aún unsigno de interrogación en lo referente asu erudición —sin espíritu se puede serincluso un gran erudito—, pero en todoslos demás aspectos no deja de ser unproblema. ¡Dónde no encontrarla, lasuave degeneración que la cervezaproduce en el espíritu! En ciertaocasión, en un caso que estuvo a puntode hacerse famoso, puse el dedo en unadegeneración de ese tipo: ladegeneración de nuestro primer espíritulibre, el inteligente David Strauss, quelo llevó a convertirse en autor de unevangelio de cervecería y de una «nueva

fe»… No en2 vano había hecho susolemne promesa en verso a la«maravillosa cerveza tostada»:fidelidad hasta la muerte…

3

He hablado del espíritu alemán: quese está haciendo más basto, que se estáaplanando. ¿Es suficiente? En el fondoes algo enteramente distinto lo que measusta: cómo la seriedad alemana, laprofundidad alemana, la pasión alemanaen las cosas del espíritu va para abajo.Ha cambiado el pathos, no solo la

intelectualidad. De vez en cuando tocoUniversidades alemanas: ¡qué airedomina entre sus eruditos, quéespiritualidad yerma, que se ha vueltoconformista y tibia! Sería un gravemalentendido si a este respecto se mequisiese objetar con la ciencia alemana,y además sería una demostración de queno se ha leído una palabra de misescritos. Llevo diecisiete años sincansarme de sacar a la luz ladesespiritualizadora influencia denuestro actual tejemaneje científico. Elduro ilotismo al que el enorme volumende las ciencias condena actualmente acada individuo particular es una razón

fundamental de que naturalezas másplenas, más ricas, más profundas, ya noencuentren educación y educadoresadecuados para ellas. De nada adolecemás nuestra cultura que de la sobra deholgazanes petulantes y humanidadesfragmentarias; nuestras universidadesson, contra su voluntad, auténticosinvernaderos de esta especie de atrofiade los instintos del espíritu. Y todaEuropa ya se ha dado cuenta, la granpolítica no engaña a nadie… Alemaniaestá considerada cada vez más como laplanicie de Europa. Aún sigo buscandoun alemán con el que yo pudiese serserio a mi manera, ¡y cuánto más uno

con el que me fuese lícito ser jovial!Crepúsculo de los ídolos: ¡ah, quiénsería capaz de comprender hoy de quéseriedad se recupera aquí un eremita! Lajovialidad es en nosotros lo másincomprensible…

4

Hágase un cálculo: no solo resultapalmario que la cultura alemana va paraabajo, sino que tampoco falta una razónsuficiente de ello. En último término,nadie puede gastar más de lo que tiene;esto es aplicable a los individuos, y no

menos aplicable a los pueblos. Si unogasta en poder, en gran política, eneconomía, comercio mundial,parlamentarismo, intereses militarestodo lo que tiene; si gasta por ése ladocuanto entendimiento, seriedad,voluntad, autosuperación él es, por elotro lado le faltará. La cultura y elEstado —que nadie se engañe— sonantagonistas: «Estado de cultura» no esmás que una idea moderna. Lo uno vivede lo otro, lo uno prospera a expensasde lo otro. Todas las grandes épocas dela cultura son políticamente épocas dedecadencia: lo que es grande en elsentido de la cultura era apolítico,

antipolítico incluso. A Goethe se lealegró el corazón con el fenómenoNapoleón, y se le entristeció con las«guerras de liberación»… En el mismoinstante en que Alemania surge comogran potencia, Francia gana comopotencia cultural una importanciadistinta. Ya hoy se ha trasladado a Parísmucha nueva seriedad, mucha nuevapasión del espíritu; la cuestión delpesimismo, por ejemplo, la cuestiónWagner, casi todas las cuestionespsicológicas y artísticas se consideranallí incomparablemente con más finura ymás a fondo que en Alemania: losalemanes son incluso incapaces de ese

tipo de seriedad. En la historia de lacultura europea el surgimiento del«Reich» significa sobe todo una cosa: undesplazamiento del centro de gravedad.Se sabe ya por doquier: en lo principal—que sigue siendo la cultura— losalemanes ya no entran en consideración.Se pregunta: ¿podéis mostrar aunquesolo sea un espíritu que cuente paraEuropa?, ¿que cuente como lo hacíanvuestro Goethe, vuestro Hegel, vuestroHeinrich Heine, vuestro Schopenhauer?De que ya no haya ni un solo filósofoalemán: de esto empezamos y noterminamos de asombrarnos.

5

Todo el sistema educativo superioren Alemania ha perdido lo principal: elfin tanto como el medio para el fin. Quela educación, la formación es un fin ensí mismo —y no «el Reich»— que paraese fin se necesita el educador, y no elprofesor de instituto de Bachillerato y elerudito de la Universidad: esto se haolvidado… Hacen falta educadores queestén educados ellos mismos, espíritussuperiores, nobles, probados encualquier instante, probados por lapalabra y el silencio, culturas maduras,

que se hayan puesto dulces, y no lospatanes eruditos que el instituto deBachillerato y la Universidad presentanhoy a la juventud como «amas de críasuperiores». Faltan los educadores,salvo las excepciones de lasexcepciones, la primera condiciónprevia de la educación: de ahí ladecadencia de la cultura alemana. Unade esas rarísimas excepciones es mivenerable amigo de Basilea JakobBurckhardt: a él es al primero al quedebe Basilea su primacía en humanidad.Lo que las «escuelas superiores» deAlemania consiguen realmente es unamaestramiento brutal destinado a hacer,

con la menor pérdida de tiempo posible,a un sinnúmero de hombres jóvenesútiles, utilizables para el servicio alEstado. «Educación superior» ysinnúmero: estas dos cosas secontradicen mutuamente de antemano.Toda educación superior pertenecesolamente a la excepción: hay que ser unprivilegiado para tener derecho a unprivilegio tan alto. Ninguna cosa grandey bella puede ser nunca un bien detodos: pulchrum est paucorumhominum[26]. ¿Cuál es la causa de ladecadencia de la cultura alemana? Quela «educación superior» ya no es unprivilegio, el democratismo de la

formación «generalizada» y por tantovulgar[27]… Y no se olvide que losprivilegios militares fuerzan literalmentea la excesiva matriculación en lasescuelas superiores, es decir, a suhundimiento. En la Alemania actual yanadie es libre de dar a sus hijos unaeducación noble: nuestras escuelas«superiores» están todas ellasorientadas a la más ambigua medianía,en profesores, en planes docentes, enobjetivos docentes. Y en todas partespredomina una indecente prisa, como sise estuviese perdiendo algo si el jovende 23 años todavía no hubiese«terminado», todavía no supiese dar una

respuesta a la «principal pregunta»:¿qué profesión? Un tipo superior dehombre, permítaseme decirlo, no amalas «profesiones», precisamente porquese sabe llamado[28]… Tiene tiempo, setoma su tiempo, no piensa en modoalguno en «terminar»: a los treinta añosse es, en el sentido de la alta cultura, unprincipiante, un niño. Nuestros institutosde Bachillerato llenos a rebosar,nuestros profesores de Institutodesbordados, obligados a entontecerse,son un escándalo: para proteger estasituación, como han hecho recientementelos catedráticos de Heidelberg, puedeque se tengan causas, pero para ello no

existen razones.

6

A fin de no abandonar mi modohabitual de proceder, que dice sí y quesolo indirectamente, solo en contra demi voluntad tiene que ver con lacontradicción y la crítica, voy a señalarahora mismo las tres tareas para las quese necesita educadores. Hay queaprender a ver, hay que aprender apensar, hay que aprender a hablar y aescribir: la meta en esas tres tareas esuna cultura noble. Aprender a ver:

acostumbrar el ojo a la calma, a lapaciencia, a dejar que las cosas se leacerquen; aprender a diferir el juicio, arodear y abarcar el caso particular portodas partes. Ésta es la primeraenseñanza preliminar para laespiritualidad: no reaccionar a unestímulo inmediatamente, sino dominarlos instintos inhibidores, los instintosque cierran. Aprender a ver, tal y comoyo lo entiendo, es casi lo que el modo dehablar no filosófico denomina voluntadfuerte: lo esencial de ella esprecisamente no «querer», podersuspender la decisión. Toda la falta deespiritualidad, toda la vulgaridad

descansa en la incapacidad de prestarresistencia a un estímulo: se tiene quereaccionar, se da seguimiento a todoimpulso. En muchos casos ese «tenerque» es ya algo enfermizo, decadencia,síntoma de agotamiento; casi todo lo quela rudeza no filosófica designa con elnombre de «vicio» es meramente esaincapacidad fisiológica de noreaccionar. Una aplicación práctica delhaber aprendido a ver: como discente engeneral se habrá hecho uno lento,desconfiado, reacio. A lo ajeno, a lonuevo de todo tipo solo se le dejará quese acerque con una calma hostil, seretirará la mano cuando se aproxime. El

tener todas las puertas abiertas, elsumiso echarse por tierra ante todohecho pequeño, el meterse dentro, ellanzarse de lleno hacia dentro de otros yde lo otro estando dispuesto a saltarhacia ahí en todo momento, la famosa«objetividad» moderna, en suma, es demal gusto, es innoble par excellence.

7

Aprender a pensar: en nuestrasescuelas ya no se sabe qué es eso.Incluso en las Universidades, inclusoentre los eruditos en filosofía

propiamente dichos, la lógica comienzaa extinguirse como teoría, comopráctica, como oficio artesano. Léaselibros alemanes: ya ni el más remotorecuerdo de que para pensar se necesitauna técnica, un plan docente, unavoluntad de maestría, de que para saberpensar hay que aprender a hacerlo, igualque para saber danzar, en calidad de unaespecie de danza… ¡Quién, entre losalemanes, conoce aún por propiaexperiencia ese fino estremecimientoque los pies ligeros en lo espiritualrebosan en todos sus músculos! La tiesatorpeza del gesto espiritual, la manotosca al coger: esto es alemán en tal

grado que en el extranjero se confundecon la forma de ser alemana sin más. Elalemán no tiene dedos para lasnuances[29]… Ya sencillamente que losalemanes hayan aguantado a susfilósofos, sobre todo a aquél que era elmás contrahecho de los tullidosconceptuales que ha habido, al granKant, da una idea no pequeña de lagracia alemana. Y es que el danzar entodas sus formas no se puede desgajarde la educación noble, saber bailar conlos pies, con los conceptos, con laspalabras; ¿tendré que decir además quehay que saber hacerlo también con lapluma, que hay que aprender a escribir?

Pero llegado a ese punto me convertiríapara los lectores alemanes en unperfecto enigma…

INCURSIONES DEUN

INTEMPESTIVO

1

Mis imposibles. Séneca: o eltoreador[30] de la virtud. Rousseau: o elregreso a la naturaleza in impurisnaturalibus[31]. Schiller: o eltrompetero moral de Säckingen. Dante:o la hiena que hace literatura en lastumbas. Kant: o cant[32] como carácterinteligible. Victor Hugo: o el faro en elmar del sinsentido. Liszt: o la escuela dela soltura… en la caza de hembras.George Sand: o lactea ubertas[33], o,más claramente aún, la vaca lechera con

«bello estilo». Michelet: o elentusiasmo que se quita la chaqueta…Carlyle: o pesimismo como almuerzoregurgitado. John Stuart Mill: o laclaridad insultante. Les frères deGoncourt[34]: o los dos Áyax en luchacon Homero. Música de Offenbach.Zola: o «la alegría de oler mal».

2

Renan. Teología, o la corrupción dela razón por el «pecado original» (elcristianismo). Me sirve de testigoRenan, quien, tan pronto arriesga un sí o

un no de tipo algo general, se equivocacon exacta regularidad. Por ejemplo, legustaría enlazar en una misma cosa lascience y la noblesse: pero la scienceforma parte de la democracia, esto essencillamente palmario. Desea, con nopoca ambición, representar unaristocratismo del espíritu: pero almismo tiempo se pone de rodillas, y nosolo de rodillas, delante de la doctrinacontraria, el évangile des humbles[35]…¡De qué sirve toda la libertad deespíritu, la modernidad, el talante burlóny la flexibilidad del que vuelve lacabeza continuamente en todasdirecciones, si en las propias entrañas

se sigue siendo cristiano, católico eincluso sacerdote! Exactamente igualque un jesuita y confesor, Renan tiene suinventiva en la seducción; a suespiritualidad no le falta la anchasonrisa benévola de cura; como todoslos sacerdotes, solo se torna peligrosocuando ama. Nadie se le iguala enadorar de modo mortalmentepeligroso… Este espíritu de Renan, unespíritu que enerva, es una fatalidad máspara la pobre Francia enferma, enfermade la voluntad.

3

Sainte-Beuve. Nada de varón; llenode una pequeña rabia contra todos losespíritus varoniles. Vaga por ahí, fino,curioso, aburrido, tratando de sonsacartodo lo que pueda; una mujer en elfondo, con una sed de venganza de mujery una sensualidad de mujer. Comopsicólogo, un genio de la médisance[36];inagotablemente rico en los medios paraello; nadie sabe mejor que él mezclarveneno con una alabanza. Plebeyo en losinstintos más bajos y emparentado con elressentiment de Rousseau: enconsecuencia, romántico, pues pordebajo de todo romantisme gruñe,ávido, el instinto vengativo de

Rousseau. Revolucionario, peromantenido a raya mal que bien por elmiedo. Sin libertad ante todo lo quetiene fuerza (opinión pública, Academia,Corte, Port Royal incluso). Airadocontra todo lo grande en hombres ycosas, contra todo lo que cree en símismo. Lo suficientemente literato ymedio hembra para sentir todavía logrande como poder; constantementehecho un ovillo, como aquel famosogusano, puesto que se sienteconstantemente pisoteado. Como crítico,sin criterio, sin apoyo ni columnavertebral, con la lengua del libertincosmopolita para cosas muy dispares,

pero sin valentía ni siquiera paraconfesar el libertinage. Comohistoriador, sin filosofía, sin el poder dela mirada filosófica, y por ellorechazando la tarea de juzgar en todoslos asuntos principales, utilizando la«objetividad» como máscara. Demanera distinta se comporta con todaslas cosas en las que un gusto refinado yarruinado es la instancia suprema: ahítiene realmente la valentía para élmismo, el placer en él mismo, ahí esmaestro. En algunos aspectos unapreformación de Baudelaire.

4

La imitatio Christi se cuenta entrelos libros que no puedo tener en la manosin una resistencia fisiológica: exhala unparfum del eterno femenino para el quehay que ser ya francés… owagneriano… Este santo tiene un modode hablar del amor que despierta lacuriosidad de incluso las parisinas. Medicen que aquel inteligentísimo jesuita,A. Comte, que quería llevar a susfranceses a Roma dando el rodeo de laciencia, se inspiró en ese libro. Lo creo:«la religión del corazón»…

5

G. Eliot. Se han librado del Dioscristiano, y creen que ahora han demantener tanto mejor asida la moralcristiana: ésta es una lógica inglesa, nose la tomemos a mal a las viejecillas dela moral à la Eliot. En Inglaterra, porcada pequeña emancipación de lateología hay que recuperar la reputación,de un modo que infunde miedo, comofanático de la moral. Ésa es allí la multaque hay que pagar. Para nosotros, quesomos distintos, las cosas son de otramanera. Cuando uno abandona la fe

cristiana, con ello se quita a sí mismo dedebajo de los pies el derecho a la moralcristiana. Esta última no se entiende enmodo alguno por sí sola: hay que sacar ala luz este punto una y otra vez, mal queles pese a los romos ingenios ingleses.El cristianismo es un sistema, una visiónde las cosas pensada en su conjunto y deuna pieza. Si se arranca de él unconcepto principal, la fe en Dios, conello se quiebra también el todo: ya no setiene nada necesario entre los dedos. Elcristianismo presupone que el hombreno sabe, no puede saber qué es bueno yqué es malo para él: cree en Dios, quienes el único que lo sabe. La moral

cristiana es un mandato; su origen estrascendente; está más allá de todacrítica, de todo derecho a la crítica:tiene verdad solo en el caso de que Diossea la verdad: se mantiene en pie y caecon la fe en Dios. Si realmente losingleses creen saber por ellos mismos,«intuitivamente», qué es bueno y malo,si en consecuencia piensan que ya nonecesitan el cristianismo como garantíade la moral, esto es a su vez meramentela consecuencia del dominio del juiciode valor cristiano y una expresión de lafortaleza y profundidad de ese dominio:de modo que el origen de la moralinglesa se ha olvidado, de modo que lo

muy condicionado de su derecho a laexistencia ya no se percibe. Para elinglés la moral todavía no es unproblema…

6

George Sand. He leído las primeraslettres d’un voyageur[37]: como todocuanto procede de Rousseau, erróneas,rebuscadas, fuelle, exageradas. Noaguanto este abigarrado estilo de papelpintado, igual de poco que la plebeyaambición de tener sentimientosgenerosos. Con todo, lo peor sigue

siendo la coquetería femenina conmasculinidades, con maneras de jóvenesmaleducados. ¡Qué fría tiene que habersido, a pesar de todo eso, estainsoportable artista! Se daba cuerda a símisma como a un reloj, y escribía…¡Fría, como Hugo, como Balzac, comotodos los románticos tan pronto se dabana la literatura! ¡Y con quéautocomplacencia puede que hayaestado tendida mientras lo hacía, estafecunda vaca escribiente, que tenía algoalemán en el mal sentido, igual que elpropio Rousseau, su maestro, y que entodo caso solo era posible cuando elgusto francés estaba en decadencia! Pero

Renan la venera…

7

Moraleja para psicólogos. ¡Nada dehacer psicología de pacotilla! Observarpor observar: ¡eso nunca! Tal cosa dauna óptica errónea, un mirar de reojo,algo de forzado y exagerador. Vivenciaren la forma de querer vivenciar: esto nosale bien. En la vivencia no es lícitomirarse a sí mismo, todo mirar se vuelveentonces «mirar con malos ojos». Unpsicólogo nato se guarda por instinto dever por ver; lo mismo se puede decir del

pintor nato. Nunca trabaja «del natural»,deja a su instinto, a su camera obscurael cernido y la expresión del «caso», dela «naturaleza», de lo «vivenciado»…Solo cobra consciencia de lo universal,de la conclusión, del resultado: noconoce aquel voluntario abstraer delcaso particular. ¿En qué parará la cosasi se hace de otro modo? ¿Por ejemplo,si, a la manera de los romanciers[38]

parisinos, grandes y chicos hacenpsicología de pacotilla? Esto acecha ala realidad, por así decir; esto se lleva acasa consigo todas las noches un puñadode curiosidades… Pero basta ver quésale en último término de todo ello: un

montón de borrones, un mosaico en elmejor de los casos, en todo caso algoconstituido por mera adición,intranquilo, de colores chillones. Lopeor en este género lo alcanzan losGoncourt: no juntan tres frases quesencillamente no hagan daño a la vista, ala vista de psicólogo. La naturaleza,estimada artísticamente, no es unmodelo. Exagera, tergiversa, dejalagunas. La naturaleza es la casualidad.El estudio «del natural» me parece unamala señal: deja traslucir sometimiento,debilidad, fatalismo; este postrarse antepetits faits[39] es indigno de un artista decuerpo entero. Ver lo que es: esto es

propio de otro género de espíritus, delos antiartísticos, de los fácticos. Hayque saber quién se es…

8

Acerca de la psicología del artista.Para que haya arte, para que haya algúnobrar y contemplar estético, esindispensable una condición fisiológicaprevia: la ebriedad. Es necesario que laebriedad haya incrementado primero laexcitabilidad de toda la máquina:mientras no se llegue ahí, no hay arte.Todas las modalidades de la ebriedad,

por distintas que sean sus causas, tienenla fuerza para ello: sobre todo laebriedad de la excitación sexual, que esla forma más antigua y primigenia de laebriedad. Lo mismo la ebriedad queviene en el séquito de todos los grandesapetitos, de todas las emociones fuertes;la ebriedad de la fiesta, de lacompetición, del do de pecho, de lavictoria, de todo movimiento extremo; laebriedad de la crueldad; la ebriedad enla destrucción; la ebriedad bajo ciertasinfluencias meteorológicas, por ejemplola ebriedad primaveral; o bajo lainfluencia de los narcóticos; finalmente,la ebriedad de la voluntad, la ebriedad

de una voluntad repleta e hinchada. Loesencial de la ebriedad es la sensaciónde incremento de fuerza, de plenitud. Deesta sensación se da también a las cosas,se las fuerza a que tomen de nosotros, selas viola: a esta operación se ladenomina idealizar. Librémonos aquí deun prejuicio: el idealizar no consiste,como se cree comúnmente, en retirar odescontar lo pequeño, lo accesorio. Unenorme resaltar los rasgos principaleses más bien lo decisivo, de modo queasí los demás desaparecen.

9

En este estado se enriquece todo conla propia plenitud: lo que se ve, lo quese quiere, se ve crecido, apretado,robusto, cargado de fuerza. El hombrede este estado transforma las cosas hastaque reflejan su poder, hasta que sonreflejos de su perfección. Este tener quetransformar en lo perfecto es… arte.Incluso todo lo que él no es se convierte,sin embargo, para él en un placer en élmismo; en el arte el hombre se disfrutacomo perfección. Estaría permitidopensar un estado contrapuesto, un estadoespecíficamente antiartístico delinstinto, una forma de ser queempobreciese todas las cosas, que las

diluyese, que las hiciese tuberculosas. Y,en verdad, la historia es rica en talesantiartistas, en tales hambrientos de lavida: los cuales, con necesidad, siguentomando para sí las cosas, las consumen,las hacen más delgadas. Éste es, porejemplo, el caso del cristiano auténtico,de Pascal por ejemplo: un cristiano queal mismo tiempo fuese artista no se da…Que nadie sea tan infantil que me vengacon Rafael o con cualquier cristianohomeopático del siglo XIX: Rafael decíasí, Rafael hacía sí, en consecuenciaRafael no era cristiano…

10

¿Qué significa la contraposición deconceptos, introducida por mí en laestética, entre lo apolíneo y lodionisíaco, ambos concebidos comotipos de ebriedad? La ebriedad apolíneamantiene excitado sobre todo el ojo, demodo que recibe la fuerza que le permitever visiones. El pintor, el escultor, elautor épico son visionarios parexcellence. En el estado dionisíaco, encambio, todo el sistema emocional estáexcitado e intensificado: de manera quedescarga de una vez todos sus medios de

expresión y al mismo tiempo saca fuerala fuerza de representar, de reproducir,de transfigurar, de transformar, todo tipode mímica y actuación teatral. Loesencial sigue siendo la facilidad de lametamorfosis, la incapacidad de noreaccionar (de modo parecido a lo queles sucede a ciertos histéricos, que a lamás ligera indicación entran encualquier papel). A la personadionisíaca le es imposible nocomprender una sugestión, no pasa poralto señal alguna de la emoción, poseeen su más alto grado el instinto quecomprende y adivina, al igual que poseeen su más alto grado el arte de la

comunicación. Se pone en toda piel, entoda emoción: se está transformandoconstantemente. La música, tal y como laentendemos hoy, es asimismo unaexcitación y descarga conjunta de lasemociones, y, sin embargo, es solo elsobrante de un mundo expresivo de laemoción mucho más pleno, un meroresiduum del histrionismo dionisíaco.Para posibilitar la música como un arteespecífico se ha desactivado ciertacantidad de sentidos, sobre todo elsentido muscular (cuando menos,relativamente: pues en cierto grado todoritmo sigue hablando a nuestrosmúsculos): de manera que el hombre ya

no imita y representa inmediatamentecon su cuerpo todo lo que siente. Sinembargo, éste es el estado normalpropiamente dionisíaco, en todo caso elestado primigenio; la música es laespecificación del mismo, lentamentealcanzada, a expensas de las facultadesmás estrechamente emparentadas con él.

11

El actor, el mimo, el bailarín, elmúsico, el lírico están hondamenteemparentados en sus instintos y sontodos uno, si bien paulatinamente se han

ido especializando y separando unos deotros, hasta llegar incluso a lacontradicción. Con quien permanecióunido más tiempo el lírico fue con elmúsico; el actor, con el bailarín. Elarquitecto no representa un estadodionisíaco ni un estado apolíneo: aquíestá el gran acto de voluntad, la voluntadque mueve montañas, la ebriedad de lagran voluntad que insta al arte. Loshombres más poderosos han inspiradosiempre a los arquitectos; el arquitectoestaba permanentemente bajo lasugestión del poder. En la obraarquitectónica aspira a visibilizarse elorgullo, la victoria sobre la pesantez, la

voluntad de poder; la arquitectura es unaespecie de elocuencia del poder enformas, ya persuasiva, inclusoaduladora, ya meramente imperativa. Lasuprema sensación de poder y seguridadse expresa en lo que tiene gran estilo.El poder que ya no necesitademostración, que rechaza gustar, quedifícilmente responde, que no notatestigos a su alrededor, que vive sinconsciencia de que hay contradiccióncontra él, que descansa en sí mismo,fatalistamente, una ley entre leyes: estepoder habla de sí en forma de un granestilo.

12

Leí la vida de Thomas Carlyle, esafarce[40] contra voluntad y mejor saber,esa interpretación heroico-moral deestados dispépticos. Carlyle, un hombrede palabras y actitudes fuertes, un rétorpor necesidad, a quien constantementeexcita el anhelo de una fe fuerte y elsentimiento de la incapacidad de ella(¡en eso un típico romántico!). El anhelode una fe fuerte no es la demostración deuna fe fuerte, más bien lo contrario. Aquien tiene esa fe le es lícito permitirseel bello lujo del escepticismo: está lo

suficientemente seguro, losuficientemente firme, lo suficientementeatado para ello. Carlyle narcotiza algode él mismo mediante el fortissimo desu veneración por los hombres de fefuerte y mediante su cólera contra losmenos tontos: necesita el ruido. Unaconstante y apasionada falta dehonradez hacia él mismo: esto es suproprium, con ello es y sigue siendointeresante. Bien es verdad que enInglaterra se le admira precisamente porsu honradez… Claro, esto es inglés, yteniendo en cuenta que los ingleses sonel pueblo de la perfecta cant, es inclusojusto que sea así, y no solo

comprensible. En el fondo, Carlyle es unateo inglés que tiene a gala no serlo.

13

Emerson. Mucho más ilustrado,errátil, múltiple, refinado que Carlyle,sobre todo más feliz… Alguien queinstintivamente se alimenta solo deambrosía, que deja lo indigerible de lascosas. Comparado con Carlyle, unhombre de gusto. Carlyle, que lo queríamucho, decía de él, sin embargo: «Nonos da a nosotros suficiente quemorder», y puede que tuviese razón al

decirlo, pero sin que eso vaya endesdoro de Emerson. Emerson poseeaquella jovialidad bondadosa eingeniosa que deja desarmada acualquier seriedad; absolutamente nosabe lo viejo que es ya y lo joven queserá aún; podría decir de él mismo, conuna frase de Lope de Vega, «yo mesucedo a mí mismo[41]». Su espírituencuentra siempre razones para estarsatisfecho e incluso agradecido, y enocasiones roza la jovial trascendenciade aquel probo ciudadano que volvía deuna cita amorosa tamquam re benegesta[42]. «Ut desint vires», decíaagradecido, «tamen est laudanda

voluptas[43]».

14

Anti-Darwin. En lo que respecta a lafamosa «lucha por la vida», me pareceque de momento está más afirmada quedemostrada. Se da, pero comoexcepción; el aspecto global de la vidano es el del estado de necesidad, el dela hambruna, sino más bien el de lariqueza, el de la exuberancia, incluso eldel absurdo derroche: donde se lucha, selucha por poder… No se debe confundira Malthus con la naturaleza. Ahora bien,

suponiendo que exista —y en verdad seda—, esa lucha transcurre, pordesgracia, de modo inverso al deseadopor la escuela de Darwin, al que quizásería lícito desear con dicha escuela: asaber, en contra de los fuertes, de losprivilegiados, de las excepcionesfelices. Las especies no crecen enperfección: los débiles se enseñoreansiempre de los fuertes, y esto es porqueson el mayor número, y son también máslistos… Darwin se ha olvidado delespíritu (¡qué inglés es esto!), losdébiles tienen más espíritu… Hay quenecesitar espíritu para obtener espíritu,y se pierde cuando ya no se necesita.

Quien tiene la fortaleza se desprende delespíritu («¡dejad que se pierda!», sepiensa hoy en Alemania, «lo importantees que nos quede el Reich»…). Como seve, entiendo por espíritu la precaución,la paciencia, la astucia, el disimulo, elgran autodominio y todo lo que esmimicry[44] (dentro de este último caeuna gran parte de la denominada virtud).

15

Casuística de psicólogo. Éste deaquí es un conocedor de los hombres:¿para qué estudia en realidad a los

hombres? Desea obtener pequeñasventajas sobre ellos, o también grandes,¡es todo un animal político!… Aquelotro es también un conocedor de loshombres: y decís que no quiere nadapara sí, que es un gran «impersonal».¡Miradlo más de cerca! Quizá deseeincluso una ventaja todavía peor:sentirse superior a los hombres, podermirarlos por encima del hombro, ya noconfundirse con ellos. Este«impersonal» es un despreciador de loshombres: y aquel primero es la especiemás humana, diga lo que diga el aspectoexterior. Al menos se equipara, se metedentro…

16

El tacto psicológico de losalemanes me parece que está puesto encuestión por toda una serie de casos; mimodestia me impide presentar la lista.Especialmente en uno de ellos no mefaltará una gran ocasión parafundamentar mi tesis: no perdono a losalemanes que se hayan equivocadosobre Kant y su «filosofía de las puertastraseras», como yo la llamo: eso no fueprecisamente el tipo de la honradezintelectual. Lo otro que no me gusta oíres un tristemente célebre «y»: los

alemanes dicen «Goethe y Schiller», yme temo que incluso dicen «Schiller yGoethe»… ¿Hay alguien que todavía noconozca a ese Schiller? Hay «y» todavíapeores; he oído con mis propios oídos,aunque solo entre catedráticos deUniversidad, «Schopenhauer yHartmann»…

17

Las personas más espirituales,presuponiendo que sean las másvalerosas, viven también, con mucho,las más dolorosas tragedias: pero

precisamente por eso honran la vida, yaque ésta les opone su mayor enemistad.

18

Sobre la «conciencia intelectual».Nada me parece hoy más raro que laauténtica hipocresía. Es grande misospecha de que a esa planta no le sientabien el suave aire de nuestra cultura. Lahipocresía es propia de las épocas de lafe fuerte: en las que ni siquiera bajo lacoacción de exhibir una fe distinta seabandonaba la fe que se tenía. Hoy laabandonamos, o, lo que todavía es más

usual, nos hacemos con una segunda fe:honrados seguimos siendo en todo caso.No cabe duda de que hoy es posible unnúmero mucho mayor de conviccionesque antes: posible, es decir, permitido,es decir, inocuo. De ahí surge latolerancia hacia uno mismo. Latolerancia hacia uno mismo permitevarias convicciones: estas mismascohabitan llevándose bien unas conotras, se guardan, igual que hoy hacetodo el mundo, de lo que pudieraponerlas en un compromiso. ¿Qué es loque le pone hoy a uno en uncompromiso? Ser consecuente. Ir enlínea recta. Admitir menos de cinco

interpretaciones. Ser auténtico… Esgrande mi temor de que para algunosvicios el hombre moderno essencillamente demasiado amante de lacomodidad, de modo que esos viciosliteralmente se extinguen. En nuestroaire tibio, todo lo malvado causado porla voluntad fuerte —y quizá no hayanada malvado sin fortaleza de voluntad— degenera en virtud… Los pocoshipócritas que he conocido imitaban lahipocresía: eran, como hoy en día casiun hombre de cada diez, actores.

19

Bello y feo. Nada está máscondicionado, o, digamos, limitado, quenuestro sentimiento de lo bello. Quiendesease pensarlo separado del placerdel hombre en el hombre perderíainmediatamente el suelo en que asientasus pies. Lo «bello en sí» es meramenteuna palabra, ni siquiera un concepto. Enlo bello el hombre se pone a sí mismocomo medida de la perfección; en casosescogidos se adora a sí mismo ahí. Unaespecie no puede menos de decir «sí»de esa manera a sí misma, y solo a símisma. Su instinto más bajo, el deautoconservación y autoampliación,sigue haciéndose sentir en esas

sublimidades. El hombre cree que elmundo mismo está repleto de belleza,pero se olvida a sí mismo como sucausa. Él y solo él le ha conferidobelleza, solo que, ¡ay!, una belleza muyhumana demasiado humana… En elfondo, el hombre se refleja en las cosas,tiene por bello cuanto le devuelvereflejada su imagen: el juicio «bello» essu vanidad de la especie… En efecto, alescéptico una pequeña desconfianzapuede lícitamente susurrarle al oído:¿está realmente embellecido el mundopor el hecho de que precisamente elhombre lo toma por bello? Lo hahumanizado: eso es todo. Pero nada,

absolutamente nada nos garantiza queprecisamente el hombre constituya elmodelo de lo bello. ¿Quién sabe quéaspecto presenta él a ojos de un juezmás alto en materia de gusto? ¿Quizáatrevido?, ¿quizá incluso hilarante?,¿quizá un poco arbitrario?… «Oh,Dioniso, divino, ¿por qué me tiras de lasorejas?», preguntó Ariadna una vez a sufilosófico amante, en uno de aquellosfamosos diálogos de Naxos. «Encuentroalgo humorístico en tus orejas, Ariadna:¿por qué no son todavía más largas?».

20

Nada es bello, solo el hombre esbello: en esta ingenuidad se basa toda laestética, es su verdad primera.Añadamos enseguida la segunda: nadaes feo, a no ser el hombre que degenera;con ello queda delimitado el reino deljuicio estético. Visto fisiológicamente,todo lo feo debilita y entristece alhombre. Le recuerda la ruina, el peligro,la impotencia; con eso pierde de hechofuerza. Se puede medir el efecto de lofeo con el dinamómetro. Dondequieraque el hombre esté de algún modoapesadumbrado, allí sospecha lacercanía de algo «feo». Su sensación depoder, su voluntad de poder, su valentía,

su orgullo: esto cae con lo feo, esto subecon lo bello… Tanto en uno como enotro caso hacemos una inferencia: laspremisas para ello están acumuladas conenorme abundancia en el instinto. Lo feoes entendido como un indicio y unsíntoma de la degeneración: lo querecuerda a degeneración, porremotamente que sea, produce ennosotros el juicio «feo». Toda vislumbrede agotamiento, de pesantez, de vejez,de cansancio, todo tipo de falta delibertad, como espasmo, como parálisis,sobre todo el olor, el color, la forma dela descomposición, de la putrefacción,aunque sea en su última dilución, como

símbolo: todo esto suscita la mismareacción, el juicio de valor «feo». Unodio[45] surge ahí: ¿a quién odia ahí elhombre? Pero no cabe duda: a ladecadencia de su tipo. Ahí odia desdeel más profundo instinto de la especie;en ese odio hay estremecimiento,precaución, profundidad, mirada que velejos: es el odio más profundo queexiste. Por su causa es profundo elarte…

21

Schopenhauer. Schopenhauer, el

último alemán que cuenta (que es unacontecimiento europeo, igual queGoethe, igual que Hegel, igual queHeinrich Heine, y no meramente unacontecimiento local, «nacional»), espara un psicólogo un caso de primerrango: a saber, en su calidad de intentomalvadamente genial de sacar a lapalestra, a favor de una depreciacióntotal nihilista de la vida, precisamentelas contra-instancias, las grandesautoafirmaciones de la «voluntad devivir», las formas exuberantes de lavida. Ha interpretado, uno detrás deotro, el arte, el heroísmo, el genio, labelleza, la gran condolencia, el

conocimiento, la voluntad de verdad, latragedia, como otros tantos fenómenosque son consecuencia de la «negación»o de la necesidad de negación de la«voluntad»: la mayor falsificación demoneda en el terreno psicológico que,descontando el cristianismo, hay en lahistoria. Vistas las cosas con másexactitud, ahí está siendo meramente elheredero de la interpretación cristiana:solo que él supo dar su aprobacióntambién a lo rechazado por elcristianismo, los grandes hechosculturales de la humanidad, todavía enun sentido cristiano, es decir, nihilista (asaber, como caminos hacia la

«redención», como formas previas de la«redención», como estimulantes de lanecesidad de «redención»…).

22

Voy a tomar un caso particular.Schopenhauer habla de la belleza con unardor melancólico, ¿por qué, en elfondo? Porque ve en ella un puente conel que se llega más lejos, o en el que auno le da sed de llegar más lejos… Espara él la redención de la «voluntad»durante unos instantes, y seduce hacia laredención para siempre… En especial la

ensalza como redentora del «foco en elque se concentra la voluntad», esto es,como redentora de la sexualidad: en labelleza ve negada la pulsión deprocrear… ¡Extraño santo! Hay alguienque te contradice, y me temo que es lanaturaleza. ¿Para qué hay en generalbelleza en la naturaleza, en sonido,color, aroma, movimiento rítmico?, ¿quésaca fuera la belleza? Afortunadamentele contradice también un filósofo. Nadamenos que una autoridad como la deldivino Platón (así lo llama el propioSchopenhauer) sostiene una tesisdistinta: que toda belleza estimula aprocrear, que esto es precisamente lo

proprium de su efecto, desde lo mássensual hasta las alturas de lo másespiritual…

23

Platón va más lejos. Dice, con unainocencia para la que hace falta sergriego y no «cristiano», que no habríafilosofía platónica alguna si no hubieseen Atenas muchachos tan bellos: verlos,nos dice, es lo primero que pone al almadel filósofo en un frenesí erótico y no ledeja reposo hasta que haya hundido lasemilla de todas las cosas elevadas en

una tierra tan bella. ¡También otroextraño santo! Uno no da crédito a susoídos, suponiendo incluso que décrédito a Platón. Al menos se adivinaque en Atenas se filosofó de otramanera, sobre todo en público. Nada esmenos griego que el gusto del anacoretapor tejer conceptos, igual que la arañasu tela, amor intellectualis dei[46] alestilo de Spinoza. La filosofía al estilode Platón se debería definir más biencomo una competición erótica, como unulterior desarrollo y una interiorizaciónde la vieja gimnástica agonal y de suspresupuestos… ¿Qué es lo que, enúltimo término, surgió de ese erotismo

filosófico de Platón? Una nueva formaartística del certamen griego, ladialéctica. Recuerdo aún, contraSchopenhauer y en honor de Platón, quetambién toda la cultura y literaturasuperior de la Francia clásica hacrecido en el suelo del interés sexual.En ella es lícito buscar por doquier lagalantería, los sentidos, la competiciónsexual, la «hembra»: no se buscará envano…

24

L’art pour l’art. La lucha contra la

finalidad en el arte es siempre la luchacontra la tendencia moralizante en elarte, contra su subordinación a la moral. L’art pour l’art significa: «¡que lamoral se vaya al diablo!». Pero inclusoen esta enemistad se sigue trasluciendola preponderancia del prejuicio. Cuandose ha excluido del arte la finalidad de laprédica moral y de la mejora delhombre, todavía no se deriva de ello, nide lejos, que el arte carezca de todafinalidad, meta o sentido, que sea, ensuma, l’art pour l’art (un gusano que semuerde la cola). «¡Mejor ningunafinalidad que una finalidad moral!»: asíhabla la mera pasión. En cambio, un

psicólogo pregunta: ¿qué hace todoarte?, ¿no elogia?, ¿no glorifica?, ¿noescoge?, ¿no hace pasar a primer plano?Con todo ello fortalece o debilitaciertas estimaciones de valor… ¿Es estosolamente algo accesorio?, ¿unacasualidad? ¿Algo en lo que noestuviese implicado en modo alguno elinstinto del artista? O, por el contrario,¿no es el presupuesto de que el artistapueda…? ¿Se dirige el más bajo instintode este último al arte, o no más bien alsentido del arte, a la vida?, ¿a unadeseabilidad de vida? El arte es el granestimulante para la vida: ¿cómo sepodría entender el arte como carente de

finalidad, como carente de meta, como l’art pour l’art? Una pregunta quedaaún: el arte hace que se manifiestentambién muchas cosas de la vida feas,duras, cuestionables, ¿no parece que conello quita el gusto por la vida? Y, enverdad, ha habido filósofos que le dabanese sentido: «librarse de la voluntad»enseñaba Schopenhauer que era elpropósito global del arte, «llevarnuestro ánimo a la resignación» era loque él veneraba como la gran utilidad dela tragedia. Pero esto —ya lo he dado aentender— es óptica de pesimista y«mirar con malos ojos»: hay que apelara los artistas mismos. ¿Qué comunica de

él mismo el artista trágico? ¿No esprecisamente el estado sin temor a lotemible y cuestionable lo que élmuestra? Ese estado mismo es una altadeseabilidad; quien lo conoce lo honracon los mayores honores. Lo comunica,tiene que comunicarlo, suponiendo quesea un artista, un genio de lacomunicación. La valentía y la libertaddel sentimiento ante un enemigopoderoso, ante una sublime adversidad,ante un problema que suscita horror:este victorioso estado es el que el artistatrágico escoge, el que él glorifica. Antela tragedia, lo que de guerrero hay ennuestra alma celebra sus saturnales;

quien está acostumbrado al sufrimiento,quien busca el sufrimiento, el hombreheroico, ensalza con la tragedia suexistencia: solo a él escancia el trágicola bebida de ésta que es la más dulce delas crueldades.

25

Darse por contento con los hombres,abrir el corazón de par en par: esto esliberal, pero es mera mente liberal. Sereconoce a los corazones capaces de lanoble hospitalidad en las muchasventanas que tienen las cortinas corridas

y las contraventanas cerradas: susmejores salas las mantienen vacías. Pero¿por qué? Porque esperan invitados conlos que uno no «se da por contento».

26

Dejamos de estimarnos lo suficientecuando nos comunicamos. Nuestrasauténticas vivencias no sonabsolutamente nada parleras. Nopodrían comunicarse a sí mismas aunquequisiesen. Esto es porque les falta lapalabra. Cuando tenemos palabras paraalgo, es que ya lo hemos dejado atrás.

En todo hablar hay su poco dedesprecio. El lenguaje, parece, se hainventado solo para el término medio,para lo mediano, para lo comunicativo.Con el lenguaje se vulgariza ya elhablante. De una moral para sordomudosy otros filósofos.

27

«¡Este retrato es encantadoramentebello!»… La mujer literaria,insatisfecha, excitada, aburrida y vacíaen su corazón y en sus entrañas,escuchando atentamente en todo

momento con dolorosa curiosidad elimperativo que desde las profundidadesde su organización susurra: «aut libenaut libri[47]»; la mujer literaria, losuficientemente cultivada para entenderla voz de la naturaleza, incluso cuandohable en latín, y, por otra parte, losuficientemente vanidosa y gansa paradecirse secretamente, y en francés: «jeme verrai, je me lirai, je m’extasieraiet je dirai: Possible, que j’aie eu tant d’esprit[48]?»…

28

Se concede la palabra a los«impersonales». «Nada nos resulta másfácil que ser sabios, pacientes, serenos.Rebosamos el aceite de la indulgencia yde la condolencia, somos justos de unaforma absurda, perdonamos todo.Precisamente por eso deberíamos seralgo más estrictos; precisamente por esodeberíamos criar en nosotros, de cuandoen cuando, una pequeña emoción, unpequeño vicio de emoción. Puede quenos resulte penoso, y, cuando estamossolos, quizá nos riamos del espectáculoque ofrecemos con ello. Pero ¡de quésirve! No nos queda ningún otro tipo deautosuperación: ésta es nuestra ascética,

nuestro espíritu penitencial»… Hacersepersonal: la virtud del «impersonal»…

29

De un examen de doctorado. «¿Cuáles la tarea de todo sistema educativosuperior?». Hacer del hombre unamáquina. «¿Cuál es el medio paraello?». Tiene que aprender a aburrirse.«¿Cómo se logra eso?». Mediante elconcepto de deber. «¿Quién es sumodelo para ello?». El filólogo: élenseña a ser un empollón. «¿Quién es elhombre perfecto?». El funcionario del

Estado. «¿Qué filosofía da la fórmulasuprema para el funcionario delEstado?». La de Kant: el funcionario delEstado como cosa en sí, puesto comojuez del funcionario del Estado comofenómeno.

30

El derecho a la estupidez. Eltrabajador cansado y que respiralentamente, que mira con bondad, quedeja que las cosas vayan como van: estafigura típica que ahora, en la época deltrabajo (¡y del «Reich»!), nos sale al

paso en todas las clases de la sociedad,reivindica hoy para sí precisamente elarte, incluido el libro, sobre todo ellibro diario, y cuánto más la naturalezabella, Italia… El hombre del atardecer,con las «pulsiones salvajes dormidas»,del que habla Fausto, necesita elveraneo, los baños de mar, el glaciar,Bayreuth… En tales épocas el arte tienederecho a la pura necedad, como unaespecie de vacaciones para espíritu,ingenio y ánimo. Esto lo entendíaWagner. La pura necedad esreparadora…

31

Un problema más de dieta. Losremedios con los que Julio César sedefendía contra los achaques y el dolorde cabeza: marchas enormes, la mássencilla forma de vida, ininterrumpidapermanencia al aire libre, constantesfatigas; éstas son, en términos generales,las medidas de conservación yprotección por excelencia contra laextrema vulnerabilidad de esa sutilmáquina que trabaja bajo la mayorpresión y que se llama genio.

32

Habla el inmoralista. No hay nadaque repugne más a un filósofo que elhombre en la medida en que desea…Cuando ve al hombre solamente en suobrar, cuando ve al más valiente, astutoy tenaz de los animales perdido inclusoen estados de necesidad laberínticos,¡qué digno de admiración le parece elhombre! Todavía le sabe bien… Pero elfilósofo desprecia al hombre deseante,también al hombre «deseable», y engeneral todas las cosas dotadas dedeseabilidad, todos los ideales del

hombre. Si un filósofo pudiese sernihilista, lo sería porque detrás de todoslos ideales del hombre encuentra lanada. O incluso ni siquiera la nada, sinosolamente lo indigno[49], lo absurdo, loenfermo, lo cobarde, lo cansado, todotipo de heces del vaso apurado de suvida… El hombre, que como realidad estan venerable, ¿cómo es que no merecerespeto en la medida en que desea?¿Tiene que pagar por ser tan eficientecomo realidad? ¿Tiene que compensarsu obrar, la tensión de la cabeza y de lavoluntad en todo obrar, con unestiramiento de sus miembros en loimaginario y absurdo? La historia de las

cosas que ha considerado deseables hasido hasta ahora la partie honteuse[50]

del hombre: debemos guardarnos de leerdemasiado tiempo en ella. Lo quejustifica al hombre es su realidad: lejustificará eternamente. ¿Cuánto másvalioso no es el hombre real comparadocon cualquiera meramente deseado,soñado, con un hombre que es unamentira apestosa?, ¿con cualquierhombre ideal?… Y solo el hombre idealrepugna al filósofo.

33

Valor natural del egoísmo. Elegoísmo vale lo que valgafisiológicamente quien lo tiene: puedevaler muchísimo, puede ser indigno ydespreciable. Cabe estimar a cadaindividuo con arreglo a si representa lalínea ascendente de la vida o ladescendente. Con una decisión a eserespecto se tiene también un canon paradeterminar qué vale el egoísmo de cadauno. Si representa el ascenso de la línea,su valor es en verdad extraordinario, y,con vistas a la vida total, que con él daun paso más, es lícito que sea inclusoextrema la preocupación por laconservación, por la creación del

optimum de condiciones para unomismo. El individuo, el «individuum»,tal y como pueblo y filósofo lo hanentendido hasta ahora, es, en efecto, unerror: no es nada por sí mismo, no es unátomo, no es un «eslabón de la cadena»,no es nada meramente heredado de loanterior: es la entera y única líneahombre hasta llegar a él mismo Sirepresenta la evolución descendente, laruina, la degeneración crónica,enfermedad (hablando en términosgenerales, las enfermedades son yafenómenos producidos a consecuenciade la ruina, no sus causas), posee pocovalor, y la más elemental equidad exige

que él quite a los bien plantados lomenos posible. Ya no es más que suparásito

34

Cristiano y anarquista. Cuando elanarquista, como vocero de capas de lasociedad que están en decadencia, exigecon una bella indignación «derecho»,«justicia», «igualdad de derechos», conello está meramente bajo la presión desu incultura, la cual no sabe comprenderpor qué realmente él sufre: en qué espobre él, en vida… Una pulsión de

buscar causas es poderosa en él: alguienha de tener la culpa de que él seencuentre mal… También le sienta bienla «bella indignación» misma, para todopobre diablo insultar es un placer: dauna pequeña ebriedad de poder. Ya laqueja, el quejarse[51], puedeproporcionar a la vida un aliciente convistas al cual se soporta esta última: entoda queja hay una delicada dosis devenganza, se reprocha a quienes son deotra manera el propio malestar, endeterminadas circunstancias incluso lapropia maldad, como si fuesen unainjusticia, como si fuesen un privilegioilícito. «Si yo soy un canaille[52] tú

también deberías serlo»: con esta lógicase hace revolución. El quejarse no sirvepara nada en ningún caso: procede de ladebilidad. Que se atribuya el propiomalestar a otros o a uno mismo —loprimero lo hace el socialista, losegundo, por ejemplo el cristiano— noes en realidad una diferencia. Lo comúna todo ello, digamos también lo que entodo ello hay de indigno, es que alguiendebe ser el culpable de que uno sufra:en suma, que el que sufre se receta a símismo contra su sufrimiento la miel dela venganza. Los objetos de estanecesidad de venganza como necesidadde placer son causas ocasionales: el que

sufre encuentra por doquier causas paraenfriar su pequeña venganza, y, si escristiano, digámoslo otra vez, lasencuentra en sí mismo… El cristiano yel anarquista: ambos son décadents.Pero también cuando el cristianocondena el «mundo», cuando localumnia, cuando lo infama, lo hacellevado del mismo instinto en virtud delcual el trabajador socialista condena,calumnia, infama a la sociedad: el«juicio final» mismo es aún el dulceconsuelo de la venganza, la revolución,tal y como el trabajador socialista laespera, solo que pensada como algo máslejana… El «más allá» mismo: ¿para

qué un más allá, si no fuese un mediopara infamar lo de aquí?…

35

Crítica de la moral de la«décadence». Una moral «altruista», unamoral en la que el egoísmo se atrofia,sigue siendo en toda circunstancia unamala señal. Esto se puede decir delindividuo, esto se puede decirespecialmente de los pueblos. Falta lomejor cuando empieza a faltar elegoísmo. Elegir instintivamente loautonocivo, sentirse seducido por

motivos «desinteresados», proporcionacasi la fórmula de la décadence. «Nobuscar la propia utilidad»: ésta esmeramente la hoja de higuera moral quetapa un hecho totalmente distinto, asaber, fisiológico: «ya no sé encontrarmi utilidad»… ¡Disgregación de losinstintos! El hombre está acabadocuando se hace altruista. En vez de deciringenuamente «yo ya no valgo nada», lamentira de la moral que está en boca deldécadent dice: «Nada vale nada, la vidano vale nada»… Tal juicio no deja deser en último término un gran peligro,resulta contagioso: en todo el malsanosuelo de la sociedad crece con

desmedida exuberancia, convirtiéndosepronto en toda una vegetaciónconceptual tropical, ya en forma dereligión (cristianismo), ya en forma defilosofía (schopenhauerismo). Endeterminadas circunstancias semejantevegetación de árboles venenosos surgidade la podredumbre envenena con susemanaciones, para milenios enteros, lavida…

36

Moral para médicos. El enfermo esun parásito de la sociedad. En un cierto

estado es indecente seguir viviendo.Continuar vegetando en cobardedependencia de médicos y prácticascurativas una vez que se ha perdido elsentido de la vida, el derecho a la vida,debería atraer sobre sí en la sociedad unprofundo desprecio. Los médicos, por suparte, tendrían que ser los transmisoresde ese desprecio: no recetas, sino cadadía una nueva dosis de repugnancia porsus pacientes… Crear una nuevaresponsabilidad, la del médico, portodos los casos en los que el supremointerés de la vida, de la vidaascendente, exige pisar y quitar de enmedio sin ningún tipo de

contemplaciones la vida que degenera:por ejemplo, por el derecho a laprocreación, por el derecho a nacer, porel derecho a vivir… Morir con orgullo,cuando ya no es posible vivir conorgullo. La muerte, elegidavoluntariamente, la muerte en elmomento justo, con mucha luz y conánimo alegre, practicada en medio deniños y testigos: de manera que todavíasea posible una despedida real, en laque todavía esté ahí el que se despide, ytambién una estimación real de loalcanzado y de lo querido, una suma dela vida. Todo ello en contraposición conla lastimosa y horrible comedia que el

cristianismo se ha traído con la hora dela muerte. ¡No se le debe perdonarnunca al cristianismo que haya abusadode la debilidad del moribundo paracometer estupro con su conciencia, deltipo de muerte mismo para hacer juiciosde valor sobre la persona y su pasado!Aquí es preciso, pese a todas lascobardías del prejuicio, establecersobre todo la valoración correcta, esdecir, fisiológica, de la denominadamuerte natural: que, en último término,tampoco es otra cosa que una muerte«innatural», que un suicidio. Nunca seperece por obra de nadie distinto de unomismo. Solo que ésa es la muerte en las

condiciones más despreciables, unamuerte carente de libertad, una muerteen el momento injusto, una muerte decobarde. Se debería, por amor a la vida,querer que la muerte fuese de otro modo,libre, consciente, sin casualidad, sinverse uno asaltado por ella…Finalmente, un consejo para los señorespesimistas y otros décadents. No está ennuestra mano impedir que se nos haganacer: pero podemos reparar ese error,pues en ocasiones es un error. Cuandouno hace abolición de sí mismo, estáhaciendo la cosa más digna de respetoque existe: por ella casi merece vivir…La sociedad, ¡qué digo!, la vida misma

saca más beneficio de eso que de una«vida» cualquiera en renuncia, clorosisy otras virtudes: se ha liberado a losdemás de la vista de uno, se ha liberadoa la vida de una objeción… Elpesimismo, puro, vert[53], se demuestrasolamente mediante la autorefutación delos señores pesimistas: hay que dar unpaso más en su lógica, no solo negar lavida con «voluntad y representación»como hizo Schopenhauer: hay que negarprimero a Schopenhauer… Elpesimismo, dicho sea de paso, porcontagioso que sea, no aumenta, sinembargo, la índole de enfermiza de unaépoca, de un linaje en su conjunto: es su

expresión. Se cae en él igual que se caeenfermo de cólera: hay que tener ya lasuficiente propensión para ello. Elpesimismo, de suyo, no hace ni un solodécadent más; recuérdese el resultadode la estadística según la cual los añosazotados por el cólera no se distinguende otros años por la cifra total defallecimientos.

37Si nos hemos vuelto más morales.

Contra mi concepto de «más allá delbien y del mal», y tal y como era deesperar, toda la ferocidad delentontecimiento moral —que, como essabido, en Alemania pasa por ser la

moral misma— se ha empleado a fondo:podría contar conmovedoras historias alrespecto. Se me dijo, sobre todo, quepensase bien en la «innegablesuperioridad» de nuestra época en eljuicio moral, que pensase en el progresoque realmente hemos hecho en estepunto: en comparación con nosotros, unCésar Borgia —dicen— no se debeponer en modo alguno, según yo hago,como un «hombre superior», como unaespecie de superhombre… Un redactorsuizo, del Bund, fue tan lejos, no sinexpresar su respeto por la valentíanecesaria para acometer empresa tanosada, que llegó a «entender» el sentido

de mi obra creyendo que con la mismayo solicitaba la abolición de todos lossentimientos decentes. ¡Le quedo muyreconocido! Me permito, comorespuesta, plantear la pregunta de sirealmente nos hemos vuelto másmorales. Que todo el mundo así lo cree,es ya una objeción en contra…Nosotros, hombres modernos, muydelicados, muy vulnerables y que nosandamos siempre con mil miramientos,nos figuramos en verdad que esa tiernahumanidad que representamos, esaalcanzada unanimidad en laconsideración, en la disposición aayudar, en la recíproca confianza, es un

progreso positivo, que con ello hemossuperado, y con creces, a los hombresdel Renacimiento. Pero así piensa todaépoca, así tiene que pensar. Lo que esseguro es que no nos sería lícitoponernos en estados propios delRenacimiento, ni siquiera pensarnos enellos: nuestros nervios no resistiríanaquella realidad, y no digamos nuestrosmúsculos. Pero con esa incapacidad nose ha demostrado progreso alguno, sinosolo una constitución distinta, mástardía, más débil, más tierna, másvulnerable, de la que se engendranecesariamente una moral llena demiramientos. Si abstraemos de nuestra

delicadeza y de nuestra índole detardíos, de nuestro envejecimientofisiológico, también nuestra moral de la«humanización» perdería enseguida suvalor —en sí misma ninguna moral tienevalor—, e incluso a nosotros mismosnos parecería despreciable. Por otraparte, no dudemos de que con nuestrahumanidad envuelta en gruesas capas dealgodón y que no quiere en modo algunochocar con una piedra, nosotros losmodernos habríamos proporcionado alos coetáneos de César Borgia unacomedia que les haría morirse de risa.En verdad, con nuestras «virtudes»modernas somos involuntariamente

divertidos por encima de todaponderación… El amenguamiento de losinstintos hostiles y que despiertandesconfianza —y esto sería en efectonuestro «progreso»— constituye solouna de la consecuencias dentro delgeneral amenguamiento de la vitalidad:cuesta cien veces más esfuerzo, másprecaución, sacar adelante unaexistencia tan condicionada, tan tardía.Ahí nos ayudamos unos a otros, ahítodos somos hasta cierto punto enfermosy enfermeros. Tal cosa recibe después elnombre de «virtud»: entre personas quetodavía conocían la vida de otro modo,más pleno, más dilapidador, más

desbordante, se le habría dado otronombre, «cobardía» quizá, «ruindad»,«moral de viejas»… Nuestrasuavización de las costumbres —ésta esmi tesis, ésta es, si se quiere, miinnovación— es una consecuencia de ladecadencia; la dureza y la terribilidadde la costumbre pueden ser, a la inversa,una consecuencia de la sobreabundanciade vida: en efecto, entonces es lícitotambién arriesgar mucho, desafiarmucho, dilapidar también mucho. Loque antes era la sal de la vida, paranosotros sería veneno… Para serindiferentes —también ésta es una formade fortaleza— somos asimismo

demasiado viejos, demasiado tardíos:nuestra moral de la condolencia, contrala que he sido el primero en avisar,aquello que se podría denominar l’impresionisme morale, es unaexpresión más de la sobreexcitabilidadfisiológica propia de todo lo que esdécadent. Aquel movimiento que con lamoral de la compasión deSchopenhauer trató de dárselas decientífico —¡un intento muy pocoafortunado!— es el auténticomovimiento de décadence en la moral,está como tal profundamenteemparentado con la moral cristiana. Lasépocas fuertes, las culturas nobles, ven

algo despreciable en el padecer conotros, en el «amor al prójimo», en lafalta de yo y de consciencia del valerdel propio yo. Las épocas se debenmedir con arreglo a sus fuerzaspositivas, y entonces aquella época tandilapidadora y fatídica delRenacimiento resulta ser la última granépoca, y nosotros, nosotros losmodernos, con nuestra miedosaautobeneficencia y nuestro miedosoamor al prójimo, con nuestras virtudesdel trabajo, de la parquedad, del respetoal derecho, de la cientificidad —colectoras, económicas, maquinales—,una época débil… Nuestras virtudes

están causadas, están suscitadas pornuestra debilidad… La «igualdad», unacierta nivelación efectiva que en lateoría de la «igualdad de derechos»sencillamente se está expresando,pertenece esencialmente a ladecadencia: el abismo entre hombre yhombre, estamento y estamento, lapluralidad de los tipos, la voluntad deser uno mismo, de distinguirse, lo que yodenomino pathos de la distancia, espropio de toda época fuerte. La tensión,la distancia entre los extremos se estáhaciendo hoy cada vez más pequeña: losextremos mismos se difuminanfinalmente hasta que llegan a ser

parecidos… Todas nuestras teoríaspolíticas y Constituciones estatales, sinexcluir en modo alguno el «Reichalemán», son corolario, consecuencianecesaria de la decadencia; el efectoinconsciente de la décadence ha llegadoa enseñorearse hasta de los ideales dealgunas ciencias. Mi objeción contratoda la sociología en Inglaterra yFrancia es y será siempre que soloconoce por experiencia las formacionesruinosas de la sociedad, y que, conentera inocencia, toma los propiosinstintos de ruina como norma del juiciosociológico de valor. La vida decadente,el amenguamiento de toda fuerza

organizadora, es decir, que separa, queabre abismos, que eleva o subordina, seformula en la sociología de hoy comoideal… Nuestros socialistas sondécadents, pero también el señorHerbert Spencer es un décadent: ¡ve enla victoria del altruismo algo deseable!…

38

Mi concepto de libertad. El valorde una cosa reside en ocasiones no en loque se alcanza con ella, sino en lo quese paga por ella, en lo que nos cuesta.

Voy a poner un ejemplo. Lasinstituciones liberales dejan de serliberales tan pronto han sido alcanzadas:después de ese momento no hay nadaque dañe más y más a fondo a la libertadque las instituciones liberales. Ya sesabe qué acarrean: minan la voluntad depoder, son la nivelación de montaña yvalle elevada a la categoría de moral,hacen pequeño, cobarde y voluptuoso,con ellas triunfa cada vez el animalgregario. Liberalismo: dicho con másclaridad, gregarización… Mientrastodavía se está luchando por ellas, esasmismas instituciones producen efectosenteramente distintos; en verdad,

fomentan entonces la libertad de formapoderosa. Vistas las cosas más de cerca,es la guerra la que produce esos efectos,la guerra por instituciones liberales,que, en su calidad de guerra, hace queduren los instintos no liberales. Y laguerra educa para la libertad. Pues ¡quées libertad! Tener la voluntad de lapropia responsabilidad. Mantener ladistancia que nos separa. Volverse másindiferente a la fatiga, a la dureza, a lasprivaciones, incluso a la vida. Estardispuesto a sacrificar personas a lapropia causa, sin descontarse unomismo. Libertad significa que losinstintos varoniles, los instintos que

disfrutan con la guerra y la victoria,tienen el dominio sobre otros instintos,por ejemplo sobre los de la «felicidad».El hombre que ha llegado a ser libre, ytanto más el espíritu que ha llegado aser libre, pisotea el despreciable tipo debienestar con el que sueñan tenderos,cristianos, vacas, mujeres, ingleses yotros demócratas. El hombre libre esguerrero. ¿Con arreglo a qué se mide lalibertad, tanto en los individuos como enlos pueblos? Con arreglo a la resistenciaque hay que superar, con arreglo alesfuerzo que cuesta mantenerse arriba.El más alto tipo de hombres libres setendría que buscar allí donde

constantemente se supere la más altaresistencia: a cinco pasos de la tiranía,justo al lado del umbral del peligro dela servidumbre. Esto espsicológicamente verdadero, si aquí seentiende por «tiranos» instintosinexorables y terribles que suscitan elmáximo de autoridad y rigor hacia unomismo: su más bello tipo es Julio César;esto es también políticamenteverdadero, con solo que se haga unrecorrido por la historia. Los pueblosque valieron algo, que llegaron a valeralgo, no lo llegaron a valer nunca bajoinstituciones liberales: el gran peligrohizo de ellos algo que merece

veneración, el peligro, que es lo primeroque nos hace conocer nuestros recursos,nuestras virtudes, nuestra defensa ynuestras armas, nuestro espíritu, que nosconstriñe a ser fuertes… Primerprincipio: hay que necesitar ser fuerte:de lo contrario, nunca se llegará a serlo.Aquellos grandes invernaderos para eltipo fuerte, para el más fuerte tipo dehombre que ha habido hasta ahora, lasrepúblicas aristocráticas del tipo deRoma y Venecia, entendían la libertadjusto en el sentido en que yo entiendo lapalabra libertad: como algo que se tieney que no se tiene, que se quiere, que seconquista…

39

Crítica de la modernidad. Nuestrasinstituciones ya no sirven: sobre estepunto hay unanimidad. Pero eso no sedebe a ellas, sino a nosotros. Despuésde haber perdido todos los instintos delos que surgen instituciones perdemoslas instituciones como tales, dado quenosotros ya no servimos para ellas. Eldemocratismo ha sido en todas lasépocas la forma de decadencia de lafuerza organizadora: en Humano,demasiado humano, I, 318, ya hecaracterizado la democracia moderna,

junto con sus medias tintas, por ejemplo«Reich alemán», como expresión de laruina del Estado. Para que hayainstituciones, tiene que haber unaespecie de voluntad, instinto,imperativo, antiliberal hasta la maldad:la voluntad de tradición, de autoridad,de responsabilidad por siglos enteros,de solidaridad de cadenas degeneraciones hacia delante y hacia atrásin infinitum. Si se da esa voluntad, sefunda algo como el imperium Romanum:o como Rusia, la única potencia quetiene actualmente duración en el cuerpo,que puede esperar, que todavía puedeprometer algo; Rusia, el concepto

contrario a la lastimosa división enpequeños Estados y a lasobreexcitabilidad nerviosa europeas,que con la fundación del Reich alemánhan entrado en una situación crítica…Occidente entero ya no tiene losinstintos de los que surgen instituciones,de los que surge futuro: no hay quizánada que vaya más a contrapelo de su«espíritu moderno». Se vive al día, sevive muy deprisa, se vive muyirresponsablemente: precisamente a estose le llama «libertad». Lo que haceinstituciones a las instituciones sedesprecia, se odia, se rechaza: se creeuno en peligro de una nueva esclavitud

tan pronto oye la palabra «autoridad». Atal punto llega la décadence en elinstinto de valor de nuestros políticos,de nuestros partidos políticos: prefiereninstintivamente lo que disuelve, lo queacelera el final… Testigo, elmatrimonio moderno. Es patente que elmatrimonio moderno ha dejado de tenera la razón de su lado: pero esto no esuna objeción contra el matrimonio, sinocontra la modernidad. La razón delmatrimonio: residía en laresponsabilidad jurídica exclusiva delvarón; con ella el matrimonio tenía uncentro de gravedad, mientras que hoycojea de las dos piernas. La razón del

matrimonio: residía en suindisolubilidad por principio; con ellaobtenía un acento que, frente al azar delsentimiento, la pasión y el instante, sabíahacerse oír. Residía asimismo en queeran las familias las responsables deelegir los esposos. Con la crecienteindulgencia a favor del matrimonio poramor se ha eliminado sencillamente elfundamento del matrimonio, lo que hacede él una institución. Nunca, nunca sefunda una institución sobre unaidiosincrasia, no se funda el matrimonio,como ya he dicho, sobre el «amor»: sefunda sobre la pulsión sexual, sobre lapulsión de propiedad (mujer e hijo como

propiedad), sobre la pulsión dedominio, que organiza para síconstantemente la más pequeñaestructura de dominio, la familia; quenecesita hijos y herederos paramantener también fisiológicamente unacierta cantidad alcanzada de poder,influencia, riqueza, para preparar tareaslargas, solidaridad del instinto entresiglos. El matrimonio como institucióncomprende ya en sí la afirmación de lamayor y más duradera forma deorganización: cuando la sociedad mismaya no puede responder de sí como untodo hasta en las más lejanasgeneraciones, el matrimonio carece por

completo de sentido. El matrimoniomoderno perdió su sentido, enconsecuencia se procede a su abolición.

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La cuestión obrera. La estupidez, enel fondo la degeneración del instinto,que hoy en día es la causa de todas lasestupideces, reside en que hay unacuestión obrera. De determinadas cosasno se hace cuestión: primer imperativodel instinto. No alcanzo a ver en modoalguno qué se pretende hacer con eltrabajador europeo una vez que se ha

hecho de él una cuestión. Él se encuentrademasiado bien para no ir planteando acada paso más cuestiones, y cada vezcon más inmodestia. En último término,tiene el mayor número a su favor. Hapasado por completo la esperanza deque aquí se forme como estamento unaespecie de hombre modesta y frugal, untipo de chino: y esto habría tenido larazón de su lado, esto habría sidosencillamente una necesidad. ¿Qué se hahecho? Todo lo necesario para ahogar engermen incluso el presupuesto de ello:mediante la más irresponsableirreflexividad se ha destruido de raíz losinstintos en virtud de los cuales un

trabajador llega a ser posible comomiembro de un estamento, posible paraél mismo. Se ha dado al trabajadorcapacitación militar, se le ha concedidoel derecho a coaligarse, el derechopolítico al voto: ¿a quién puede extrañarque hoy el trabajador ya experimente suexistencia como un estado de necesidad(expresado moralmente: comoinjusticia)? Pero ¿qué se quiere?,preguntémoslo otra vez. Si se quiere unfin, hay que querer también los medios:si se quiere esclavos, se es un insensatosi se los educa para señores.

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«La libertad a la que yo no merefiero…». En épocas como la de hoyestar entregado a los propios instintos esuna fatalidad más. Estos instintos secontradicen, se molestan, se destruyenunos a otros; he definido la modernidadya como la autocontradicciónfisiológica. La razón de la educaciónquerría que bajo una férrea presión separalizase al menos uno de esossistemas de instintos, a fin de permitir aotro distinto coger fuerza, robustecerse,llegar a ser señor. Hoy habría que

empezar por hacer posible al individuocircuncidándolo: posible, es decir,entero… Es lo contrario lo que sucede:la reivindicación de independencia, delibre desarrollo, de laisser aller[54] esplanteada con el mayor enardecimientoprecisamente por aquéllos para los queninguna rienda sería demasiadoestricta: esto es así in politicis, esto esasí en el arte. Pero esto es un síntoma dedécadence: nuestro moderno conceptode «libertad» es una demostración másde la degeneración de los instintos.

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Donde hace falta fe. Nada es másraro entre moralistas y santos que lahonradez; quizá digan lo contrario, quizáincluso lo crean. En efecto, cuando unafe es más útil que la hipocresíaconsciente, cuando produce más efectosy es más convincente que ella, lahipocresía se convierte pronto, porinstinto, en inocencia: primer principiopara comprender a los grandes santos.También en el caso de los filósofos, otrotipo de santos, todo su oficio comportaque solo admitan determinadasverdades, a saber, aquéllas con base enlas cuales su oficio tiene la sanciónpública: dicho kantianamente, verdades

de la razón práctica. Saben qué tienenque demostrar, en eso son prácticos: sereconocen unos a otros en que están deacuerdo sobre «las verdades». «Nomentirás», o, dicho más claramente:guárdese usted, mi señor filósofo, dedecir la verdad…

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Dicho al oído a los conservadores.Lo que no se sabía antes, lo que se sabe,se podría saber hoy: una retrogresión,una vuelta atrás en cualquier sentido yextensión, no es posible en modo alguno.

Lo sabemos al menos nosotros losfisiólogos. Pero todos los sacerdotes ymoralistas han creído en eso: queríandevolver a la humanidad a una anteriormedida de virtud, volver a atornillarlaa ella. La moral ha sido siempre unlecho de Procusto. Incluso los políticoshan imitado ahí a los predicadores de lavirtud: sigue habiendo también hoypartidos que sueñan como meta con lamarcha del cangrejo de todas las cosas.Pero no está en mano de nadie sercangrejo. No sirve de nada: hay que irhacia delante, esto es, continuar paso apaso en la «décadence» (ésta es midefinición del «progreso» moderno…).

Se puede inhibir esa evolución y,mediante la inhibición, retener,acumular, hacer más vehemente yrepentina la degeneración misma: másno se puede.

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Mi concepto de genio. Los grandeshombres son, igual que las grandesépocas, sustancias explosivas en las queestá acumulada una enorme fuerza; supresupuesto es siempre, histórica yfisiológicamente, que durante largotiempo se haya reunido, acopiado,

ahorrado y conservado para ellos: quedurante largo tiempo no se hayaproducido una explosión. Cuando latensión de la masa ha llegado a serdemasiado grande, basta el más casualestímulo para traer al mundo el «genio»,la «hazaña», el gran destino. ¡Quéimporta entonces el entorno, la época, el«espíritu de los tiempos», la «opiniónpública»! Tomemos el caso deNapoleón. La Francia de la Revolución,y todavía más la de la prerrevolución,habría suscitado por sí misma el tipoopuesto al de Napoleón: pero lo suscitóa él. Y porque Napoleón era distinto,heredero de una civilización más fuerte,

más larga, más vieja que la que enFrancia se hundió estrepitosamente,llegó a ser aquí señor, fue aquí el soloseñor. Los grandes hombres sonnecesarios, la época en la que aparecenes casual; que casi siempre los primeroslleguen a enseñorearse de ella se debesolamente a que son más fuertes, a queson más viejos, a que se ha guardadocon vistas a ellos durante más tiempo.Entre un genio y su época existe lamisma relación que entre lo fuerte y lodébil, también la misma que entre loviejo y lo joven: la época es siempre, enproporción, mucho más joven, másdelgada, más «menor de edad», más

insegura, más pueril. Que sobre esto enFrancia se piense hoy en día de modomuy distinto (en Alemania también:pero eso qué importa), que allí la teoríadel milieu[55], una verdadera teoría deneuróticos, haya llegado a ser sacrosantay casi científica y encuentre créditohasta entre los fisiólogos, esto «no huelebien», esto le da a uno tristespensamientos. Tampoco en Inglaterra seentiende esta cuestión de otro modo,pero de ello no se apesadumbrará nadie.Al inglés solo le están abiertos doscaminos para aceptar al genio y al «granhombre»: o bien democráticamente almodo de Buckle, o bien religiosamente

al modo de Carlyle. El peligro quereside en los grandes hombres y épocases extraordinario; el agotamiento detodo tipo, la esterilidad, les vienenpisando los talones. El gran hombre esun final; la gran época, el Renacimiento,por ejemplo, es un final. El genio —enlas obras, en los hechos— esnecesariamente un dilapidador: que segasta es su grandeza… El instinto deconservación queda por así decirsuspendido; la presión irresistible de lasfuerzas desbordantes le prohíbe todo esecuidado y precaución. A eso se le llama«sacrificio»; se alaba su «heroísmo» enello, su indiferencia al propio bien, su

entrega a una idea, a una gran causa, auna patria: todo malentendidos… Sedesborda, rebosa, se consume, no secuida: con fatalidad, fatídicamente,involuntariamente, igual deinvoluntariamente que un río irrumpefuera de su cauce. Ahora bien, dado quea tales explosivos se les debe muchascosas, a cambio se les ha regaladotambién muchas, por ejemplo unaespecie de moral superior… Ésta essiempre la modalidad delagradecimiento humano: malentiende asus bienhechores.

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El criminal y lo que le es afín. Eltipo del criminal: es el tipo del hombrefuerte en condiciones desfavorables, unhombre fuerte al que se ha hechoenfermar. Le falta el despoblado, unacierta naturaleza y forma de existenciamás libre y peligrosa, en la que todo loque es arma y defensa en el instinto delhombre fuerte está justificado. Susvirtudes han sido puestas fuera de la leypor la sociedad; las pulsiones más vivasque ha traído consigo se interpenetranenseguida con las emociones

deprimentes, con la sospecha, el temor,la deshonra. Pero eso es casi la recetade la degeneración fisiológica. Quientiene que hacer secretamente, con unalarga tensión, precaución, astucia, lo quemejor sabe hacer, lo que más le gustaríahacer, se vuelve anémico; y como nuncaobtiene de sus instintos otra cosecha quepeligro, persecución, fatalidad, tambiénsu sentimiento se vuelve contra esosinstintos: los siente de un modo fatalista.Es en la sociedad, en nuestra mansa,mediocre, castrada sociedad, en la queun hombre prístinamente natural, unhombre procedente de las montañas o delas aventuras del mar, degenera

necesariamente en criminal. O casinecesariamente: pues existen casos enlos que un hombre así se revela comomás fuerte que la sociedad: el corsoNapoleón es el caso más famoso. Parael problema que nos ocupa es deimportancia el testimonio deDostoyevski: el de Dostoyevski, elúnico psicólogo, dicho sea de paso, delque tenía algo que aprender, y que secuenta entre los más bellos golpes desuerte de mi vida, más aún, incluso, queel descubrimiento de Stendhal. Estehombre profundo, que tenía razón diezveces en estimar poco a lossuperficiales alemanes, percibió a los

presidiarios siberianos —en medio delos cuales vivió largo tiempo, todosellos grandes criminales, para los que yano había camino de retorno a lasociedad— de modo muy distinto acomo él mismo esperaba: más o menoscomo cortados de la mejor, más dura ymás valiosa madera que crece en toda latierra rusa. Generalicemos el caso delcriminal: pensemos naturalezas a lasque, por alguna razón, les falta laaprobación pública, que saben que no selas ve como benéficas, como útiles:aquel sentimiento de chandala de que nose es considerado como un igual, sinocomo alguien que está excluido, que es

indigno e impurifica. Todas esasnaturalezas tienen en pensamientos yacciones el color de lo subterráneo; enellas todo se hace más pálido que enaquellas otras sobre cuya existenciadescansa la luz del día. Pero casi todaslas formas de existencia que hoy en díaprivilegiamos han vivido anteriormentebajo este aire casi de tumba: el caráctercientífico, el artista, el genio, el espíritulibre, el actor, el comerciante, el grandescubridor… Mientras el sacerdote fueconsiderado como el tipo superior, todaespecie valiosa de hombre estabaprivada de su valor… Llega la época —lo prometo— en la que será considerado

como el más bajo, como nuestrochandala, como el más fementido, comola más indecente especie de hombre…Llamo la atención sobre el hecho de quetodavía ahora, bajo el más suaverégimen de costumbres que hayaimperado nunca en el mundo, al menosen Europa, toda extravagancia, todolargo, demasiado largo «por debajode», toda forma de existencia inusual,opaca, hace pensar en aquel tipo queculmina en el criminal. Todos losinnovadores del espíritu llevan en lafrente durante un tiempo la señal páliday fatalista del chandala: no porque selos perciba así, sino porque ellos

mismos notan el terrible abismo que lossepara de todo lo que es conforme a loestablecido y goza de buena reputación.Casi todo genio conoce como uno de susdesarrollos la «existencia catilinaria»,un sentimiento de odio, venganza yrebelión contra todo lo que ya es, lo queya no deviene… Catilina: la forma depreexistencia de todo César.

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Aquí hay una vista amplia. Puedeser elevación del alma cuando unfilósofo calla; puede ser amor, cuando

se contradice; es posible una cortesíadel que conoce que mienta. No sin finurase ha dicho: il est indigne des grandscoeurs de répandre le trouble, qu’ilsressentent[56]: solo hay que añadir queno tener miedo de lo más indigno puedeser también grande za de alma. Unamujer que ama sacrifica su honra; unconocedor que «ama» sacrifica quizá suhumanidad; un Dios que amaba se hizojudío…

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La belleza no es una casualidad.

También la belleza de una raza ofamilia, su gracia y bondad en todos losgestos, se obtiene esforzándose en suadquisición: es, al igual que el genio, elresultado final del trabajo acumulado degeneraciones. Es preciso haber ofrecidograndes sacrificios al buen gusto; espreciso haber hecho muchas cosas yhaber dejado de hacer muchas otras convistas a él —el siglo XVII de Francia esadmirable en ambas aspectos—; espreciso haber tenido en él un principiopara elegir sociedad, lugar, ropa,satisfacción sexual; es preciso haberpreferido la belleza a la utilidad, a lacostumbre, a la opinión, a la inercia.

Criterio supremo: es preciso no«dejarse ir» tampoco ante uno mismo.Las cosas buenas son costosas porencima de toda ponderación: y siemprees válida la ley de que quien las tiene espersona distinta de quien las adquiere.Todo lo bueno es herencia: lo que no esheredado, es imperfecto, es comienzo…En la época de Cicerón, quien expresasu sorpresa al respecto, los varones ylos muchachos eran en Atenas muysuperiores en belleza a las mujeres:pero ¡qué trabajo y esfuerzo al serviciode la belleza no había exigido de sí allímismo, desde hacía siglos, el sexomasculino! En efecto, no se debe

equivocar aquí el método: una mera críaselectiva de sentimientos y pensamientoses casi cero (aquí reside el granmalentendido de la formación alemana,que es enteramente ilusoria): hay quepersuadir primero al cuerpo. El estrictomantenimiento de gestos significativos yescogidos, una obligatoriedad de vivirsolo con personas que no se «dejen ir»,es perfectamente suficiente para llegar aser significativo y escogido; en dos, tresgeneraciones ya está todo interiorizado.Es decisivo para la suerte que corranpueblo y humanidad que se comience lacultura por el lugar correcto, no en el«alma» (tal y como era la fatídica

superstición de los sacerdotes ysemisacerdotes): el lugar correcto es elcuerpo, el gesto, la dieta, la fisiología,el resto se deriva de ello… Por esamisma razón los griegos siguen siendo elprimer acontecimiento cultural de lahistoria: supieron, hicieron lo que habíaque hacer; el cristianismo, quedespreciaba el cuerpo, ha sido hastaahora la mayor desgracia de lahumanidad.

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Progreso en mi sentido. También yo

hablo de «vuelta a la naturaleza»,aunque en realidad no es un volver, sinoun subir, subir a la alta, libre, inclusoterrible naturaleza y naturalidad, a unaque juega con grandes tareas, a la que lees lícito jugar con ellas… Para decirloalegóricamente: Napoleón era unejemplar de «vuelta a la naturaleza» taly como yo la entiendo (por ejemplo, inrebus tacticis[57], y todavía más, comosaben los militares, en lo estratégico).Pero Rousseau, ¿adónde quería volvereste realmente? Rousseau, este primerhombre moderno, idealista y canaille enuna misma persona; que necesitaba la«dignidad» moral para soportar el

espectáculo que ofrecía él mismo;enfermo de irrefrenable vanidad eirrefrenable autodesprecio. También esteengendro que se ha plantado en elumbral de la nueva época quería «vueltaa la naturaleza», ¿adónde,preguntémoslo otra vez, quería volverRousseau? Yo odio a Rousseau inclusoen la revolución: esta última es laexpresión en términos de historiauniversal de esa duplicidad de idealistay canaille. La sangrienta farce[58] con laque se desarrolló esta revolución, su«inmoralidad», me preocupa poco: loque odio es su moralidadrousseauniana, las denominadas

«verdades» de la revolución, con lasque sigue actuando todavía y persuadeen su favor a todo lo chato y mediocre.¡La doctrina de la igualdad!… Pero nohay absolutamente ningún veneno másvenenoso que ella: pues parecepredicada por la justicia misma,mientras que es el final de la justicia…«Igual a los iguales, desigual a losdesiguales, éste sería el verdaderodiscurso de la justicia: y, lo que se siguede ahí, no igualar nunca lo desigual». Elhecho de que alrededor de esa doctrinade la igualdad las cosas hayan marchadode forma tan horrible y sangrienta, hadado a esta «idea moderna» par

excellence una especie de gloria y dereflejo de fuego, de modo que larevolución como espectáculo haseducido incluso a los espíritus másnobles. En último término, ésta no es unarazón para respetarla más. Veo solo auno que la percibió tal y como tiene queser percibida, con repugnancia:Goethe…

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Goethe: no un acontecimientoalemán, sino un acontecimiento europeo;un grandioso intento de superar el siglo

XVIII mediante un regreso a lanaturaleza, mediante una subida a lanaturalidad del Renacimiento, unaespecie de autosuperación por parte deese siglo. Goethe llevaba en sí los másfuertes instintos del mismo: elsentimentalismo, la idolatría de lanaturaleza, lo antihistórico, lo idealista,lo irreal y revolucionario (esto último essolamente una forma de lo irreal). Seayudó de la historia, de la ciencianatural, de la Antigüedad, también deSpinoza, sobre todo de la actividadpráctica; se rodeó por todos lados dehorizontes cerrados; no se separó de lavida, se introdujo en ella; no era

timorato y tomaba para sí, sobre sí, ensí, tanto como era posible. Lo que queríaera totalidad; combatió la disgregaciónde razón, sensualidad, sentimiento,voluntad (predicada por Kant, elantípoda de Goethe, en la másespantable de las escolásticas), sesometió a disciplina por mor de latotalidad, se creó a sí mismo… Enmedio de una época de mentalidadirreal, Goethe era un realistaconvencido: decía sí a todo lo que le eraafín en eso; no tuvo otra vivencia mayorque la de aquel ens realissimumllamado Napoleón. Goethe concibió unhombre fuerte, sumamente culto, hábil en

todas las corporalidades, que se tiene araya a sí mismo, lleno de veneración porsí mismo, al que le es lícito atreverse aconcederse todo el volumen y riqueza dela naturalidad, que es lo suficientementefuerte para esa libertad; el hombre de latolerancia, no por debilidad, sino porfortaleza, porque sabe utilizar enbeneficio propio aquello en lo que lanaturaleza media perecería; el hombrepara el que ya no hay nada prohibido, ano ser la debilidad, llámese esta vicio ovirtud… Tal espíritu que ha llegado aser libre se sitúa en medio del universocon un alegre y confiado fatalismo, en lafe de que solo lo individual es

reprobable, de que en el conjunto globaltodo se redime y afirma: ya no niega…Pero tal fe es la más alta de todas lasposibles: la he bautizado con el nombrede Dioniso.

50

Se podría decir que en cierto sentidoel siglo XIX ha aspirado también a todoaquello a lo que Goethe aspiraba comopersona: una universalidad en elentender, en el aprobar, un dejar que sele acerquen a uno cosas de todo tipo, unosado realismo, una veneración por todo

lo fáctico. ¿Cómo es que el resultadoglobal no es un Goethe, sino un caos, unsuspiro nihilista, una total perplejidad,un instinto de cansancio, que in praxi[59]

impulsa constantemente a volver arecurrir al siglo XVIII?, (por ejemplo,como romanticismo del sentimiento,como altruismo e hiper-sentimentalismo,como feminismo en el gusto, comosocialismo en la política). ¿No es elsiglo XIX, sobre todo en su final,meramente un siglo XVIII reforzado yembrutecido, es decir, un siglo dedécadence? ¿De manera que Goethesería, no solo para Alemania, sino paratoda Europa, meramente un incidente, un

bello «en vano»? Pero se malentiende alos grandes hombres cuando se los vedesde la ruin perspectiva de una utilidadpública. Que no se sepa extraer de ellosutilidad alguna, esto incluso quizáforma parte de la grandeza…

51

Goethe es el último alemán por elque tengo veneración: él habría notadotres cosas que yo noto, y también nosentendemos sobre la «cruz»… Se mepregunta a menudo para qué escribo enalemán: en ningún lugar, me dicen, se

me lee tan mal como en mi patria. Pero¿quién sabe en último término si yosiquiera deseo ser leído hoy? Crearcosas en las que el tiempo pruebe susdientes en vano; en lo que hace a laforma, en lo que hace a la sustanciaesforzarse por una pequeñainmortalidad: nunca he sido losuficientemente modesto para exigirmenos de mí. El aforismo, la sentencia,en los que soy el primero que es maestroentre los alemanes, son las formas de la«eternidad»; mi ambición es decir endiez frases lo que todos los demás dicenen un libro, lo que todos los demás nodicen en un libro…

He dado a la humanidad el libro másprofundo que posee, mi Zaratustra: ledaré dentro de poco el másindependiente.

LO QUE DEBO ALOS ANTIGUOS

1

Para terminar, una palabra sobreaquel mundo al que he buscado accesos,al que quizá he encontrado un nuevoacceso: el mundo antiguo. Mi gusto, quepuede que sea lo contrario de un gustopaciente, está también aquí lejos dedecir sí indiscriminadamente: le gustamuy poco decir sí, prefiere decir no, ylo que más le gusta es no decirabsolutamente nada… Esto se aplica aculturas enteras, esto se aplica a libros,y se aplica también a lugares y paisajes.

En el fondo, es muy pequeño el númerode libros antiguos que cuentan en mivida; los más famosos no están entreellos. Mi sentido del estilo, delepigrama como estilo, despertó casiinstantáneamente al contacto conSalustio. No he olvidado el asombro demi venerado maestro Corssen cuandotuvo que dar a su peor alumno de latín lamejor nota: de repente yo ya habíaterminado. Apretado, estricto, con todala sustancia posible sobre el fondo, unafría maldad contra la «bella palabra»,también contra el «bello sentimiento»:ahí me adiviné a mí mismo. Sereconocerá en mí, hasta bien dentro de

mi Zaratustra, una muy seria ambiciónde estilo romano, del «aereperennius[60]» en el estilo. No de otromodo me fue en el primer contacto conHoracio. Hasta hoy no he tenido por otroautor el mismo entusiasmo artístico queme produjo desde el principio una odahoraciana. Lo que aquí se ha logrado, enciertas lenguas no se puede ni siquieraquerer. Este mosaico de palabras, en elque toda palabra irradia su fuerza, aderecha e izquierda y por todo elconjunto, como sonido, como lugar,como concepto, este minimum devolumen y número de signos, estemaximum que con ello se alcanza en la

energía de los signos: todo esto esromano y, si se me quiere creer, noblepar excellence. En comparación, toda lapoesía restante resulta demasiadopopular, una mera garrulería delsentimiento…

2

A los griegos no les deboimpresiones tan fuertes, ni de lejos, y,para decirlo derechamente, no puedenser para nosotros lo que son losromanos. No se aprende de los griegos;su modo de ser es demasiado ajeno, es

también demasiado fluido para actuarimperativamente, para actuar«clásicamente». ¡Quién habríaaprendido alguna vez a escribir de ungriego! ¡Quién habría aprendido algunavez sin los romanos!… Que nadie mevenga con Platón. En lo que a Platónrespecta soy un profundo escéptico y hesido siempre incapaz de sumarme a laadmiración del artista Platón que es yaconvencional entre los eruditos. Enúltimo término tengo aquí de mi lado alos más refinados jueces del gusto entrelos antiguos mismos. A mi parecer,Platón mezcla y confunde todas lasformas de estilo, es con ello un primer

décadent del estilo: tiene sobre suconciencia algo parecido a lo que tienenlos cínicos que inventaron la saturaMenippea[61]. Que el diálogo platónico,esta especie terriblementeautocomplaciente e infantil dedialéctica, pueda actuar como estímulo:para ello, es necesario no haber leídonunca a buenos franceses, a Fontenellepor ejemplo. Platón es aburrido. Enúltimo término, mi desconfianza va enPlatón a lo más hondo: lo encuentro tanextraviado de todos los instintos básicosde los helenos, tan moralizado, tanpreexistentemente cristiano —tiene ya elconcepto de «bien» como concepto

supremo—, que para todo el fenómenoPlatón quisiera usar más bien la durapalabra «engaño de alto nivel», o, sigusta más oírla, idealismo, quecualquier otra. Se ha pagado caro queeste ateniense fuese a la escuela de losegipcios (¿o de los judíos de Egipto?…). En el gran acontecimiento fatídicodel cristianismo Platón es aquellaambigüedad y fascinación denominada«ideal» que hizo posible a lasnaturalezas de la Antigüedad dotadas decierta nobleza malentenderse a símismas y poner los pies en el puenteque llevaba a la «cruz»… Y ¡cuántoPlatón sigue habiendo en el concepto de

«Iglesia», en el edificio, en el sistema,en la praxis de la Iglesia! Mi solaz, mipredilección, mi cura de todoplatonismo ha sido siempre Tucídides.En lo que Tucídides y, quizá, el príncipede Maquiavelo están más emparentadosconmigo es en la voluntadincondicionada de no engañarse a unomismo con figuración alguna y de ver larazón en la realidad: no en la «razón»,todavía menos en la «moral»… De lalamentable tendencia griega a pintarlotodo con los bellos colores del ideal,que el mozalbete dotado de «formaciónclásica» se lleva a la vida comorecompensa por su amaestramiento en el

Bachillerato, no hay nada que cure tan afondo como Tucídides. Hay que darlemuchas vueltas a cada línea que escribióy leer entre ellas, con tanta claridadcomo sus palabras, sus pensamientosocultos: hay pocos pensadores tan ricosen pensamientos ocultos. En él llega lacultura de los sofistas, es decir, lacultura de los realistas, a su perfectaexpresión: este inestimable movimientoen medio del engaño de la moral y delideal de las escuelas socráticas queestaba irrumpiendo en ese precisomomento por todas partes. La filosofíagriega como la décadence del instintogriego; Tucídides como la gran suma, la

última revelación de aquella facticidadfuerte, estricta, dura, que era un instintoen los helenos antiguos. La valentía antela realidad diferencia en último términoa naturalezas como Tucídides y Platón:Platón es un cobarde ante la realidad, y,en consecuencia, se refugia en el ideal;Tucídides se tiene a sí mismo bajo supoder, y, en consecuencia, mantienetambién las cosas bajo su poder…

3

Rastrear en los griegos «almasbellas», «áureas mediocridades» y otras

perfecciones, acaso admirar en ellos latranquilidad en la grandeza, la actitudinterior ideal, la elevada sencillez: deesta «elevada sencillez», una niaiserieallemande[62] en último término, meguardaba el psicólogo que yo llevabadentro. Vi su más fuerte instinto, lavoluntad de poder, los vi temblar porefecto del poder incontenible de esapulsión, vi surgir todas sus institucionesde medidas de seguridad destinadas aponerse a salvo unos de otros contra susustancia explosiva interior. La enormetensión de su interior se descargabadespués hacia fuera en enemistadterrible y sin miramientos: las ciudades

se despedazaban unas a otras para quelos ciudadanos de cada una de ellasencontrasen tranquilidad de sí mismos.Se necesitaba ser fuerte: el peligroestaba cerca, acechaba por doquier. Lacorporalidad magníficamente flexible, elosado realismo e inmoralismo propio delos helenos, era una necesidad, no una«naturaleza». Fue algo que vinodespués, no estaba ahí desde elprincipio. Y con fiestas y artes no sequería tampoco otra cosa que sentirseseguro de sí mismo, que mostrarseseguro de sí mismo: son medios paraglorificarse a sí mismo, y endeterminadas circunstancias para darse

miedo de sí mismo… Enjuiciar a losgriegos a la manera alemana por susfilósofos, ¡por ejemplo, utilizar lacandidez de las escuelas socráticas paraextraer conclusiones acerca de qué eshelénico en el fondo!… Y es que losfilósofos son los décadents de lo griego,el movimiento contrario al gusto antiguo,al gusto noble (contrario al instintoagonal, a la polis, al valor de la raza, ala autoridad de lo establecido). Lasvirtudes socráticas fueron predicadasporque los griegos las habían perdido:excitables, medrosos, inconstantes,comediantes todos, tenían un par derazones de más para dejarse predicar

moral. No es que hubiese servido dealgo: pero las grandes palabras yactitudes les sientan tan bien a losdécadents…

4

Yo fui el primero que, para entenderel instinto helénico antiguo, todavía ricoe incluso desbordante, tomé en serioaquel fenómeno maravilloso que lleva elnombre de Dioniso: es explicableúnicamente por un exceso de fuerza.Quien indaga en los griegos, como elmás profundo conocedor de su cultura

que vive hoy, como Jakob Burckhardt enBasilea, supo enseguida que ése era unlogro no pequeño: Burckhardt insertó ensu Cultura de los griegos un apartadoespecífico sobre el mencionadofenómeno. Si se quiere lo contrario,échese una mirada a la pobreza deinstinto de los filólogos alemanes, quecasi mueve a risa, cuando se acercan alo dionisíaco. El famoso Lobeck sobretodo, quien, con la honorable seguridadde un gusano seco entre libros, seadentró arrastrándose en este mundo demisteriosos estados y se persuadió deque era científico cuando lo que estabasiendo era atolondrado y pueril hasta la

repugnancia: Lobeck dio a entender congran aparato de erudición que enrealidad todas estas curiosidadescarecen por completo de importancia.De hecho —sostiene—, puede que lossacerdotes comunicasen a losparticipantes en esas orgías algo nocarente de valor, por ejemplo que elvino excita al placer, que el hombre, endeterminadas circunstancias, vive defrutas, que las plantas florecen enprimavera y que se marchitan en otoño.En lo que respecta a aquella riqueza tanextraña de ritos, símbolos y mitos deorigen orgiástico, que al modo de unaplanta enormemente exuberante —y

tómese esto en un sentido enteramenteliteral recubre y ahoga al mundo antiguo,a Lobeck le sirve de ocasión para llegara ser todavía un grado más ingenioso.«Los griegos», dice en Aglaophamus, I,672, «cuando no tenían otra cosa quehacer, reían, saltaban, daban vueltas a loloco, o, como el hombre a veces tieneganas también de eso, se sentaban,lloraban y se entregaban a grandeslamentaciones. Otros se sumaron mástarde y buscaron alguna razón de tanllamativo fenómeno, y así surgieroncomo explicación de aquellascostumbres aquellas innumerablesleyendas y mitos. Por otra parte, se

creyó que aquella bufa actividad que yade todas todas tenía lugar en los días defiesta pertenecía necesariamente a lacelebración de la fiesta, y se retuvocomo parte indispensable del servicioreligioso». Esto es chácharadespreciable, nadie tomará en serio a unLobeck ni por un instante. Muy distintaes la impresión que recibimos cuandoexaminamos el concepto de «griego»que Winckelmann y Goethe se formaron,y lo encontramos incompatible con elelemento del que surge el artedionisíaco, con la celebraciónorgiástica. No dudo, en verdad, de queGoethe habría excluido por principio de

las posibilidades del alma griega algode ese tipo. En consecuencia, Goetheno entendió a los griegos. Pues solo enlos misterios dionisíacos, en lapsicología del estado dionisíaco, seexpresa el hecho fundamental delinstinto helénico: su «voluntad devivir». ¿Qué se garantizaba el helenocon esos misterios? La vida eterna, eleterno retorno de la vida; el futuroprometido y consagrado en el pasado; eltriunfante sí a la vida por encima de lamuerte y del cambio; la verdadera vidacomo la pervivencia global mediante laprocreación, mediante los misterios dela sexualidad. Por eso el símbolo sexual

era para los griegos el símbolovenerable en sí, el auténtico sentidoprofundo que lleva dentro toda la piedadantigua. Todos y cada uno de loselementos del acto de la procreación,del embarazo, del nacimiento,despertaban los sentimientos máselevados y más solemnes. En la doctrinade los misterios el dolor estácanonizado: los «dolores de parto»sacralizan el dolor en general: tododevenir y crecer, todo lo que garantiza elfuturo causa dolor… Para que haya eleterno placer de la creación, para que lavoluntad de vivir se afirme eternamentea sí misma, tiene que haber también

eternamente la «tortura de laparturienta»… Todo esto significa lapalabra Dioniso: no conozco unsimbolismo más alto que estesimbolismo griego, que el de las fiestasen honor de Dioniso. En él estáexperimentado religiosamente el másprofundo instinto de la vida, el delfuturo de la vida, de la eternidad de lavida: el camino mismo hacia la vida, laprocreación, como el camino santo…Solo el cristianismo, con elresentimiento contra la vida que llevaen su fondo, hizo de la sexualidad algoimpuro: arrojó inmundicias sobre elcomienzo, sobre el presupuesto de

nuestra vida…

5

La psicología de la celebraciónorgiástica como un sentimientodesbordante de vida y de fuerza, dentrodel cual hasta el dolor actúa comoestimulante, me dio la clave para elconcepto del sentimiento trágico, que hasido malentendido tanto por Aristótelescomo en especial por nuestrospesimistas. La tragedia está tan lejos dedemostrar algo a favor del pesimismo delos helenos en el sentido de

Schopenhauer, que más bien hay queconsiderarla como su rechazo y contra-instancia decisiva. El decir sí a la vidaincluso en sus problemas más extraños ymás duros; la voluntad de vivir, que enel sacrificio de sus más altos tipos sealegra de su propia inagotabilidad: aesto es a lo que yo llamaba dionisíaco,esto es lo que adiviné como el puentehacia la psicología del poeta trágico.No para librarse del horror y lacompasión, no para purificarse de unaemoción peligrosa mediante su descargavehemente —así lo comprendíaAristóteles—: Sino, por encima delhorror y la compasión, para ser el eterno

placer del devenir mismo, aquel placerque encierra además en sí mismo elplacer por aniquilar… Y con ellovuelvo a tocar el punto del que otrorapartí —el Nacimiento de la tragedia fuemi primera transvaloración de todos losvalores—, con ello vuelvo al ponermeen el suelo del que surge mi querer, mipoder: yo, el último discípulo delfilósofo Dioniso, yo, el maestro deleterno retorno…

HABLA ELMARTILLO

Así hablaba Zaratustra, 3, 90

«¡Por qué tan duro!, dijo aldiamante en cierta ocasión el carbónde cocina, ¿no somos acaso parientescercanos?».

¿Por qué tan blandos? Oh,hermanos míos, así pues, os pregunto,¿o no sois acaso mis hermanos?

¿Por qué tan blandos, por qué tanprestos a doblegaros y a ceder? ¿Porqué tanto negar, renegar en vuestrocorazón?, ¿por qué tan poco destino envuestra mirada?

Y si no queréis ser destinos einexorables: ¿cómo podríais, algúndía, vencer conmigo?

Y si vuestra dureza no quiererelampaguear y cortar y tajar: ¿cómopodríais, algún día, crear conmigo?

Y es que todos los que crean sonduros. Y bienaventuranza tiene quepareceros imprimir vuestra mano sobremilenios como sobre cera.

EL CREPÚSCULO DE LOS ÍDOLOS

Bienaventuranza escribir sobre lavoluntad de milenios como sobrebronce, más duros que el bronce, másnobles que el bronce. Durísimo solo loes lo más noble.

Esta nueva tabla, oh, hermanosmíos, pongo sobre vosotros:¡endureceos!

FRIEDRICH WILHELM NIETZSCHEfue un filósofo, poeta, músico y filólogoalemán, considerado uno de lospensadores contemporáneos másinfluyentes del siglo XIX.

Realizó una crítica exhaustiva de lacultura, la religión y la filosofía

occidental, mediante la deconstrucciónde los conceptos que las integran,basada en el análisis de las actitudesmorales (positivas y negativas) hacia lavida. Este trabajo afectó profundamentea generaciones posteriores de teólogos,antropólogos, filósofos, sociólogos,psicólogos, poetas, novelistas ydramaturgos.

Meditó sobre las consecuencias deltriunfo del secularismo de la Ilustración,expresada en su observación «Dios hamuerto», de una manera que determinóla agenda de muchos de los intelectualesmás célebres después de su muerte.

Si bien hay quienes sostienen que lacaracterística definitoria de Nietzscheno es tanto la temática que trataba sinoel estilo y la sutileza con que lo hacía,fue un autor que introdujo, como ningúnotro, una cosmovisión que hareorganizado el pensamiento del sigloXX, en autores tales como MartinHeidegger, Michel Foucault, JacquesDerrida, Gilles Deleuze, Gianni Vattimoo Michel Onfray, entre otros.

Nietzsche recibió amplioreconocimiento durante la segunda mitaddel siglo XX como una figurasignificativa en la filosofía moderna. Suinfluencia fue particularmente notoria en

los filósofos existencialistas, críticos,fenomenológicos, postestructuralistas ypostmodernos, y en la sociología deMax Weber. Es considerado uno de lostres «Maestros de la sospecha» (segúnla conocida expresión de Paul Ricoeur),junto a Karl Marx y Sigmund Freud.

El 3 de enero de 1889 Nietzsche sufrióun colapso mental. Ese día fue detenidotras, al parecer, haber provocado algúntipo de desorden público, por las callesde Turín. Lo que pasó exactamente esdesconocido. La versión más extendidasobre lo sucedido dice que Nietzschecaminaba por la Piazza Carlo Alberto,un repentino alboroto que causó un

cochero al castigar a su caballo llamó suatención, Nietzsche corrió hacia él ylanzó sus brazos rodeando el cuello delcaballo para protegerlo,desvaneciéndose acto seguido contra elsuelo. En los días siguientes, escribióbreves cartas para algunos amigos,incluidos Cósima Wagner y JacobBurckhardt, en las que mostraba signosde demencia y megalomanía.

El 25 de agosto de 1900, Nietzschemurió después de contraer neumonía.Por deseo de Elisabeth, su hermana, fueinhumado como su padre en la iglesia deRöcken.

Notas

[1] Con el número 223 de esta colecciónpuede verse una versión de esta obratraducida por Eduardo Knörr y FermínNavascués. (N. del P.). <<

[2] El texto de El crepúsculo de losídolos aquí traducido es el que recoge laedición más reputada de las obrascompletas de Nietzsche: Götzen-Dämmerung oder: Wie man mit demHammer philosophirt in FriedrichNietzsche: Sämtliche Werke, kritischeStudienausgabe in 15 B anden,herausgegeben von Giorgio Colli undMazzino Montinari, DeutscherTaschenbuch Verlag-de Gruyter,München-Berlin/New York, 1988, 2.,durchgesehene Auflage, v. VI, pp. 55-163. (Ésta y todas las siguientes

notas son del traductor). <<

[3] Este término ha sido forjadoacertadamente por A. Sánchez Pascualpara traducir la expresión nietzscheana«Umwertung» [cfr. la nota 2 de SánchezPascual a su excelente traducción denuestra obra: Crepúsculo de los ídolos,Alianza, Madrid, 1973 (con numerosasreediciones posteriores), p. 148]. <<

[4] «Crecen los ánimos, cobra bríos lafuerza con la herida». <<

[5] «Pudores». <<

[6] «Pan y Circe». <<

[7] «Contradicción en los términos». <<

[8] «Solo se puede pensar y escribirestando sentado». <<

[9] Es posible que Nietzsche juegue aquícon el hecho de que el término alemán«Heiland», «salvador» en sentidoreligioso o asimilado al religioso, porsu etimología podría significar también«sanador, el que sana, el que cura». Lomismo sucede más adelante en elapartado 11 de este mismo capítulo. <<

[10] «El consenso de los que saben». <<

[11] «Agudeza». <<

[12] «Semblante monstruoso, almamonstruosa». <<

[13] «Bufo». <<

[14] «De rigor, ineludible». <<

[15] Ver nota 9. <<

[16] «Desde el punto de vista de laeternidad». <<

[17] «Causa de sí mismo». <<

[18] «Buen sentido, sensatez». <<

[19] «COMIENZA ZARATUSTRA». <<

[20] «Hay que matar las pasiones». <<

[21] «Éste es el hombre». <<

[22] «Da crédito a quien tieneexperiencia». <<

[23] «Horror y vergüenza». <<

[24] «Términos técnicos». <<

[25] «Mentira piadosa». <<

[26] «Lo bello es cosa de pocos». <<

[27] Nietzsche hace un juego de palabrasbasado en la similitud de los adjetivosalemanes «allgemein» («de todos»,«general», «universal») y «gemein»(aquí en su sentido de «vulgar, de bajaestofa»). <<

[28] Nietzsche juega con la raíz común delos términos alemanes que significan«profesión» («beruf») y «estar llamado,haber recibido una vocación» («berufensein»). <<

[29] «Matices». <<

[30] En español en el original. <<

[31] «En su impuro estado primigenio»:Nietzsche altera muy intencionadamentela expresión «in puris naturalibus»,utilizada en sentido recto para referirsea los dones y características que segúnla teología cristiana poseía el hombre enel estado de «naturaleza pura» o depureza inicial previo a la comisión delpecado original, y en sentido figuradomás o menos jocoso para indicar ladesnudez del cuerpo humano. <<

[32] «Hipocresía». <<

[33] «Abundancia de leche». <<

[34] «Los hermanos Goncourt». <<

[35] «Evangelio de los humildes». <<

[36] «Maledicencia». <<

[37] Cartas de un viajero. <<

[38] «Novelistas». <<

[39] «Pequeños hechos». <<

[40] «Farsa». <<

[41] En español en el original. <<

[42] Como de un asunto felizmentecoronado. <<

[43] «Aunque falten las fuerzas, sinembargo es de alabar la pasión que sepone». <<

[44] «Mimetismo». <<

[45] Nietzsche hace aquí un juego depalabras basado en que «feo»(«hasslich») y «odio» («hass») tienen lamisma raíz en alemán. <<

[46] «Amor de Dios intelectual». <<

[47] «O hijos o libros». <<

[48] «Yo me veré, yo me leeré, yo meextasiaré y diré: ¿es posible que yo hayatenido tanto espíritu?». <<

[49] Es posible que en esta fraseNietzsche desee hacer un juego depalabras entre «nada», «Nichts» enalemán, e «indigno», que en alemán sedice «nichtswürdig», esto es,literalmente «digno de nada». <<

[50] «Parte vergonzosa». <<

[51] Nietzsche probablemente estájugando con los dos sentidos que puedentener los términos alemanes que haempleado aquí («die Klage, das Sich-Beklagen») y otros de la misma raíz:«queja, lamento», pero también«acusación, imputación a otros de lapropia desgracia o malestar». <<

[52] «Canalla». <<

[53] «Verde». <<

[54] «Dejar ir», «dejar a cada uno quesiga el camino que prefiera». <<

[55] «Medio ambiente social», «entornosocial». <<

[56] «Es indigno de los grandescorazones difundir a su alrededor laturbación que ellos experimentan». <<

[57] «En asuntos tácticos». <<

[58] «Farsa». <<

[59] «En la práctica». <<

[60] «Más duradero que el bronce». <<

[61] «Sátira menipea», «sátira al estilode Menipo». <<

[62] «Necedad alemana». <<