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El color pierde su color, el cielo su cielo, el mito su destello ADEMÁS: Efecto del Cam- bio Climático en Campos de Hielo norte. -Resultados de “Catastro en sistemas de información ge- ográfica de la unidad vecinal A-37” - Junta de vecinos Informa: Entrega de proyecto del For- talecimiento de la sociedad civil. EDITORIAL: El Viaje ENTREVISTA: Póstuma a Edmundo Manzano Catalán SENTADO EN EL W.C.: Roger Waters en Chile ¡QUÉ DIABLOS PASA EN AYSÉN! AÑO I Edición 4, Abril, 2012, distribución gratuita, 2.000 EN ESTA EDICIÓN: A ti que estás bajándote de una F-12, o tal vez estás en un vagón del Metro, con la mirada extraviada o paladeas el primer café y recorres distraído las páginas de esta revista, buscando algo que no sabes qué es. A ti, que llevas a tus hijos al cole- gio y acabas de no escuchar una pregunta que te hizo tu hija mayor, porque estabas pensando en otra cosa. A ti, que acabas de salir de la ducha y te ves un instante en el espejo. A ti, que pasas rápido por mi lado y casi me empujas y no me ves. A ti, que con apenas 16 años, te levantas con el tedio pegado al alma y te enchufas al computador para no abrir la ventana de tu pieza y mirar el jardín. A ti, que miras a tu marido todavía dormir a tu lado, y ves su nuca y su piel gastada, y sientes en tu pe- cho un hueco, un cansancio y ganas de salir corriendo. A ti, que entraste en un cajero y tu saldo era en contra y sientes rabia y angustia. Mira, date cuenta que estás vivo. ¡Que eres feliz y no lo sabes! LA MEDIDA DEL CUERPO SON LOS AZOTES

En lo Alto 4

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Revista Ecologica y cultural

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El color pierde su color, el cielo su cielo, el mito su destello

ADEMÁS: Efecto del Cam-

bio Climático en Campos de Hielo norte.

-Resultados de “Catastro en sistemas de información ge-ográfica de la unidad vecinal A-37”

- Junta de vecinos Informa: Entrega de proyecto del For-talecimiento de la sociedad civil.

EDITORIAL: El Viaje

ENTREVISTA: Póstuma a Edmundo Manzano Catalán

SENTADO EN EL W.C.: Roger Waters en Chile

¡QUÉ DIABLOS PASA EN AYSÉN! A

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EN ESTA EDICIÓN:

A ti que estás bajándote de una F-12, o tal vez estás en un vagón del Metro, con la mirada extraviada o paladeas el primer café y recorres distraído las páginas de esta revista, buscando algo que no sabes qué es. A ti, que llevas a tus hijos al cole-gio y acabas de no escuchar una pregunta que te hizo tu hija mayor, porque estabas pensando en otra cosa. A ti, que acabas de salir de la ducha y te ves un instante en el espejo. A ti, que pasas rápido por mi lado y casi me empujas y no me ves. A ti, que con apenas 16 años, te levantas con el tedio pegado al alma y te enchufas al computador para no abrir la ventana de tu pieza y mirar el jardín. A ti, que miras a tu marido todavía dormir a tu lado, y ves su nuca y su piel gastada, y sientes en tu pe-cho un hueco, un cansancio y ganas de salir corriendo. A ti, que entraste en un cajero y tu saldo era en contra y sientes rabia y angustia. Mira, date cuenta que estás vivo. ¡Que eres feliz y no lo sabes!

LA MEDIDA DEL CUERPO SON LOS AZOTES

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EDITORIAL

Ausp i c i an DIRECCIÓN Y EDICIÓN Patricio Aguilar Ferma [email protected] DIRECCIÓN EJECUTIVA María José Manzano S. [email protected] AGRADECIMIENTOS Carmen Castro. Sergio Catalán. COLABORARON Tilson Labbé. Claudia Tzanis. Felipe Sepúlveda. Miguel Ángel Ávila.

El tema de este número es el viaje. Una acción que rima con el viento y que nos llena de interrogantes hermosas, como por ejemplo: ¿por qué salimos a lugares desconocidos? ¿Qué busca-mos en un viaje? Hay viajes que se emprenden con la imagina-ción sin siquiera salir de la pieza. Y pareciera que todos los viajes se hacen para volver. Pero, ¿a partir de qué momento comenza-mos a sentirnos realmente lejos?

Sólo sé que estos movimientos, a veces vistos como inútiles, embellecen la vida y dan felicidad. Es un derecho humano tras-pasar nuestras propias fronteras. Pero ¿por qué salir otra vez a la carretera, cuando ya nadie lee las señales?

Creo que muy pocas personas nacemos con el destino amarrado al ombligo y volvemos a la ruta. Por eso nuestro jinete sigue hacia adelante sin nostalgias ni derrotas. Cruzando la cordillera de Vilches, como también, cruzando la frontera al Ecuador, Perú y Bolivia. Podríamos con el tiempo llegar más allá, recorrer toda América y dejar nuestra huella. Porque somos un gran continen-te. Somos desde Alaska hasta Tierra del Fuego, un suelo sujeto a las tormentas, al desborde de los ríos. Náufragos, de vez en cuando levantamos la cabeza entre los maizales y construimos casas, encuentros, visiones, carreteras y posiciones diversas. Porque estamos seguros de que el símbolo del continente es vivir sin dirección bajo el sol y las estrellas.

Y dejamos nuestra revista en cada puerto, en cada pueblo, en cada aldea. Muchos la ven con un dejo de sorpresa o con un desprecio. Otros la ojean y después comentan. Para muchos es un respiro. Un gesto. A veces, quisiera que EN LO ALTO la leyera todo el mundo, pero ojalá eso nunca resulte. Sería un buen síntoma. Mejor seguir siendo un loco, mientras todos trabajan, y seguir silbando esa vieja canción que nos soplaron los dioses.

De momento, nuestro jinete seguirá en un eterno viaje hasta que vuelva a sentar cabeza.

Después de haber recorrido parajes cordilleranos, playas norti-nas, después de habitar en el litoral y en la ciudad, de aguantar

el invierno boliviano; seguiremos buscando el símbolo de nuestro Chile, la palabra o acción que revela mejor lo que somos, lo que nos distingue de los demás pueblos del continente. La cordillera de los Andes. La pobreza. El abandono. La mezcla de razas. Un cierto exotismo. Un tiempo para perder.

Ninguna de estas apuestas ha dado en el blanco. Y lo digo por-que todavía continuamos buscando. En esta dirección, durante un tiempo, yo creí que aquel símbolo que buscábamos estaba verdaderamente representado en los poemas de Neruda, en las canciones de Los Jaivas, en las rimas de Violeta, en la tradición de Víctor Jara o que la columna vertebral de América, era la voz imponente de la cordillera de los Andes. Y aunque todo eso vale, no es suficiente; porque ahora el cansado jinete, decidió salir a recorrer los caminos de América.

Y aunque lo dijimos en nuestro primer número: en los viajes, como en la vida; se observa, se inventa, se sufre, se ama y se gana de una forma única, por el sólo hecho, de estar ahí.

Patricio Aguilar Ferma

Director.

Pat roc ina

JUNTA DE VECINOS

VICENTE PÉREZ ROSALES

www.enloalto.cl

[email protected]

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“LA MEDIDA DEL CUERPO SON LOS AZOTES” Había una vieja deuda que saldar. EN LO ALTO, la revista, debía viajar a lo alto de Vilches, lugar que hace cinco años inspiró nuestra revista. Unos varios kilómetros al interior de la cor-dillera de los Andes, donde amanecen los guayes, el coigue y el canelo. Ahí donde el arriero descansa tomando agüita con harina tostada. Allí donde el viento sopla sin dejar rastro de huellas y la nieve en el invierno cubre las pisadas. Cuando en el verano el sol es fuerte, alto y doloroso y nacen las flores de todos colores en medio de las piedras volcánicas. Allí se plantó nuestro cansado jinete. En un lugar que sólo recorren los arrieros y los baquianos.

Todo está inmóvil bajo el sol de la maña-na. Siempre es así en Vilches, un caserío al interior de Talca en la séptima región. Cada vez que pasa un camión o una 4x4 por el camino, el polvo cae lentamente sobre las hojas de los coigües, robles o cipreses. Más tarde será levantado de nuevo por algún vehículo, pero también por las pisadas de los caballos de los arrie-ros que viven todavía en ese lugar donde el pasto huele a cielo y las abejas riegan de oro el valle.

Partimos seis: el arriero y su mujer, Miguel Ángel Ávila, dueño del fundo hasta donde recorreríamos, dos turistas ecuatorianas y el cansado jinete de EN LO ALTO. Luego de cruzar el terreno de la Conaf, plagado de guayes (roble chileno) seguimos la huella hasta dar con un arroyo que cruza-mos, entonces nos internamos en un bos-que reserva de lengas.

Cinco horas después, por fin llegamos al primer refugio donde hicimos campamen-to. A orillas del río Claro, saltan aves lla-madas por los arrieros correntinas (parecidas a los patos silvestres, pero más pequeñas) que, llaman la atención de las turistas ecuatorianas. “También están las taguas y las pollollas,” les comenta María Antonieta, la mujer del arriero. “Se mue-ven igual que los peces, y pueden estar hasta cinco minutos bajo el agua. Luego salen a la superficie y se vuelven a meter hasta pescar lo que necesitan.”

Pero ya no hay truchas arcoíris en el río Claro. “Es el efecto del cambio climático,” comenta don Nelson, experimentado arrie-ro, mientras calienta agua para su mate. “Hace más de cuarenta años que subo a estas montañas. Y le aseguro. Se lo ase-guro por estas quebradas, que hace siete años, que no he podido pescar ni una sola. Y es porque ya no hay. Las tormentas que cada vez son más fuertes y engañosas, no

han dejado que se reproduzcan.”

Más de algo irá a pescar si anda con esa red, le digo. “De que todavía hay truchas, las hay, pero son cada vez más escasas.” Reconoce luego de sorbetear su tacho con mate. “O sino, ya no habría pollollas tra-tando de pescar algo. Pero bueno, mañana intentaremos con esta red atrapar una.”

El asado de cordero al palo ya está listo. Miguel Ángel sirve vino tinto en los tachos y comenzamos a comer la primera merien-da del día después del desayuno. Las tu-ristas ecuatorianas llegan del baño en el río. Don Nelson sostiene el palo con ambas manos y Miguel Ángel, corta trozos de carne con su cuchillo. Comentan que en Ecuador los corderos, las vacas y los caba-llos, son muy flacos en relación a los de acá. Una de las chicas había cabalgado anteriormente a la finca que posee su abuelo en la sierra, “pero nunca había sido como esto. Recorrer un país que se ve tan angosto en el mapa y tan profundo en el paisaje es potentísimo.” Luego se sientan a comer y comparan la carne de cordero de aquí con la de Ecuador. “Es que es tan sabrosa que me arrebata.” Comenta una de ellas mientras se relaja hasta dormirse sobre su saco bajo la sombra de un cane-lo.

“Eso es lo que pasa cuando uno se baña en el río después de una cabalgata de tantas horas.” Reconoce don Nelson. “Lo mejor para que no duela el cuerpo es dar-se un buen baño.” Dice sonriente su mu-jer, mientras echa mate en su tacho y revuelve con la bombilla.

Considero que ya es muy tarde para dar-me un baño y me voy a estirar las piernas con una caminata colina arriba. Miro los árboles frondosos y me encuentro una enorme cascada. Penetro en el paisaje. Siento que me aborda, que las montañas me atrapan y se vienen encima. Otra vez me dan ganas zambullirme en el río. Pero estoy bien alto. Entonces, descubro que para un escritor, es más importante des-cubrir su mito personal que relatar hechos reales y, desde el punto de vista de un periodista que se limita a los hechos, yo tenía que jugar con los propios aconteci-mientos.

LA MEDIDA DEL CUERPO SON LOS AZOTES

Por la mañana, por fin dejó de martillarme el corazón. Junto a don Nelson, fuimos a ver la red y no había ni una trucha. Miguel Ángel decide que dejemos la red donde estaba y la saquemos al regreso. Me de-volví a Rocillo, mi caballo. Antes de mon-tarlo, sabiendo que se nos venía la parte más difícil del viaje, lo tomé desde el cor-del, le acaricié el pelaje, y le recordé que el primer día no nos habíamos llevado muy bien, entonces llegamos al acuerdo de mantenernos unidos para enfrentar la inmensidad del paisaje.

Los primeros en cruzar el río fuimos noso-tros con Miguel Ángel. Encendió un cigarro de campo y tomando él la delantera, se aproximó en subir la montaña. Tal como el día anterior, llevaba su estiloso sombrero que de noche guardaba en una maleta especial de terciado. Iba ajustado en sus

“Don Nelson, un hombre que vuela con el viento, que despierta con la mañana y rima con la noche.”

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jeans, las polainas de cuero y las espue-las… “No te creas, estos zapatos se los mandé hacer a un viejito allá en Paillaco. Me costaron 180 lucas. Son ideales para montar.”

Fue en los años cuarenta cuando el abuelo de Miguel Ángel Ávila compró el fundo de Vilches. Desde entonces subían su propio ganado, actividad que sólo él, de sus tres hermanos, adoptó. Pero hace muchos años que su familia no posee ganado, y el fundo ha quedado echado al viento y las últimas tormentas. A que arrieros y baquianos lo recorran libremente. “Cada tres o cuatro años me da el cuerpo para subir hasta allá arriba. No es fácil. Ya tengo mi edad. Pero es necesario. Es como si algo me lo pidie-ra… Ya sabes, la medida del cuerpo son los azotes…”

“Hace cuatro años conocí a don Nelson. A él le arrendamos a un precio muy módico el fundo para que arree sus animales.” Dijo mientras hicimos un alto para beber agua y amarrar los aparejos de nuestras monturas. Uno de los caballos provocó al mulero que nos lleva-ba los bultos y arrancó colina arriba. Don Nelson, galopó tratando de agarrar-lo, pero fue finalmen-te su mujer quien lo alcanzó; y como si fuera un chiquillo de veinte, don Nelson saltó de su caballo pintado, y volvió a enderezar la charna (carga completa del animal).

“Ese aparato al que las niñas ecuatorianas le dicen sándwich, se llama ‘chiwas’” me dijo Miguel Ángel. “Creo que don Nelson lo hizo justo para este viaje…” Me explican que la ´chiwas’ trata de un par de guale-tas de coigue armadas con pequeñas so-gas y aprietan la carga como esas bolsas que vende Falabella y que se aspiran para achicar el bulto.

Una vez resuelto el problema de la carga, y que las chicas bebieran agua de las ver-tientes, me contaron que en Ecuador no se puede llegar y beber agua de los ríos como lo hacemos en Chile. “Allá se debe tener mucho cuidado con el agua porque trae muchas bacterias nocivas,” comentó Nan-cy. “Incluso, el agua potable de Ecuador es muy mala, no está fluorizada. Debemos comprarla embotellada.” agregó Álex, su amiga.

Luego de cruzar bosques, quebradas, hue-

llas que sólo leen los caballos, despeñade-ros y otra vez, otros bosques, cruzamos tres brazos del río Claro y aparecieron flores en medio de las piedras volcánicas. Entonces, ya habían pasado cinco horas de viaje y llegamos hasta una vega donde don Nelson, arreó sus vaquillas. Más abajo en un plan, cruzando llanuras de piedras pómez molidas como si fuera arena de playa, hicimos el nuevo campamento a tres mil 800 metros de altura.

“En el Ecuador es muy difícil encontrarse con nieve, y mucho menos con un paisaje como éste,” comenta Nancy, la mayor de las dos chicas. “Si, la verdad es que es muy alucinante la geografía en esta parte del mundo.” Dice Álex, la menor. Ellas viven en Quito, y aunque habían tenido alguna experiencia en algunas fincas, nun-ca habían montado como lo habían hecho los últimos días. “Es que allá no son mu-

chas las distancias y los caminos están hechos para que los crucen carros… Aquí sólo hay una huella. Y eso…”

“Lo más peligroso fue cruzar los desfilade-ros donde no hay huellas. Teníamos que sujetarnos al caballo y entregarnos por enteritas.” Dijo Nancy. “Yo no sé qué le voy a llegar contando a mi madre y a mi enamorado en Quito; es que no me van a creer,” comentó la otra chica, mientras abría su saco de dormir. Para ellas, la dife-rencia de horario, que es de dos horas, aun les afecta el sueño.

Sobre la arenilla, instalamos los sacos y la fogata para cocinar lo que restaba del cordero. Luego de un baño en una cascada próxima, almorzamos. Después de un breve reposo, don Nelson y su mujer, montaron otra vez sus caballos, y partie-ron a arrear más vaquillas extraviadas. Junto a Miguel Ángel y Nancy, partimos a ver las lagunillas formadas por los deshie-

los al final de las quebradas.

Fueron dos horas más de cabalgata para llegar a los primeros deshielos. Cruzamos dos animitas de arrieros, donde encontra-mos algunas velas y monedas que dejan los jinetes como pago a los favores conce-didos. Cruzamos unos tramos con nieve y encontramos la primera de las dos laguni-llas. Un color turquesa nos atrapó la mira-da, pero seguimos adelante. La segunda lagunilla, era aun más grande y tenía sen-das rocas de grafito en un extremo que nos invitaba a lanzarnos de piquero, pero el viento frío que corría montaña abajo, lo impidió.

Miguel Ángel nos dio a probar helado del arriero: leche condensada, harina tostada y nieve. Nos sentamos a contemplar cómo se nos iba la tarde. Los colores se combi-nanban en las rocas. El viento silbaba por los desfiladeros. Si nuestro planeta fuese

la correspondencia del cuerpo huma-no, el desierto andino ocuparía el alma, una amplia zona inmaterial y errabunda como los sueños.

Todavía quedaba sol, pero hacía mucho frío. Miguel Ángel, sacó una petaca con whisky y nos convidó en un tacho que traía en una de sus al-forjas. Le echamos

hielo de la monta-ña y, otra vez, nos sentamos a obser-var desde lejos una

serie de cuevas hechas en medio de las rocas. Nos adentramos en ellas, y luego, cada uno apareció por una cueva distinta. Fue un encuentro casual, casi fortuito. “Creo que me volveré a Quito con una maleta de espiritualidad.” Agregó Nancy con una sonrisa.

“¿Qué efecto produce este aire nuevo de la montaña? Es difícil pensar que puede que sea la última vez que venga a ver esto. Los años ya no me aguantan otra tirada.” Comenta Miguel Ángel, “ahora quiero que mis hijos se encarguen.” Y se le perdió la mirada en el horizonte. “Lo otro sería ven-derlo a una de estas empresas que más contaminan en el mundo, para que retri-buyan al planeta con un área reservada a la naturaleza.” Eso fue lo último que dijo Miguel Ángel. Parecía que eso fuera todo. Que aquel maravilloso lugar, quedara nada más que como una larga frontera de com-pensación ecológica.

“Hemos sido demasiado razonables, y por eso alguna vez, perdimos a Dios.”

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Silencio y sólo silencio. Nos devolvíamos mirando los últimos rayos del sol en medio de las rocas. Poco antes que llegara la noche, y apareciera una luna inmensa, llegamos al campamento.

La cena fue preparada por las turistas ecuatorianas que, nos presentaron su estilo particular de preparar arroz con frijoles negros para dar paso a una fogata. Una vez entrados en el vino, sentado fren-te al fuego, sobre mi saco buscando algu-nas reflexiones; escarbando en la arena mientras las chicas bailaban cantando sus propias canciones, y mientras Miguel Ángel, las animaba con sus palmas, en-contré dos herraduras, una a cada lado de mi saco de dormir. Cuando se las mostré a todos, Miguel Ángel se levantó de donde animaba a las chicas, y me dio la mano. “No sabes la suerte que te espera… A na-die le pasa eso en la cordillera… Si, vamos a celebrarlo.” Entonces, sacó de su alforja, la botella de whisky. Pocos minutos después, el frío se fue hilando por entre los coigues. La luna se enfiló entre las montañas y, comenzó a correr el Puelche, un viento cordillerano poco común en la zona, pero tan místico como tibio, semejante al fenómeno del Raco en la zona del Cajón del Maipo. Y la fiesta continúo, allí donde brinda la vida.

REFLEXIÓN DE UN REGRESO APURADO

Dos mañanas más tarde, luego de haber recorrido otras quebradas, bañarnos en cascadas de agua muy fría, emprendimos el viaje de regreso. Las nubes se posaron en el cielo amenazando con una tormenta de las que hablaba don Nelson. Por eso

fue que el viaje de regreso fue hecho en un solo día.

Cuando al atardecer, cruzamos el bosque de la Conaf, las chicas comenzaron a pedir cerveza. El cielo aún estaba amenazándo-nos y estábamos llenos de polvo. Seguro que cuando cayera la lluvia, lo removería todo.

Paramos en la primera quinta de recreo que encontramos abierta en Vilches. Y pedimos cerveza fría. La señora Inés mandó a su hijo por las cervezas mientras nos contaba un par de chistes que ella misma no entendía, pero que se los conta-ron mientras estudió en las monjas. Y entre risas y fotos, se largó la lluvia. Sali-mos los seis corriendo a los caballos. Mon-tamos en la oscuridad y continuamos la marcha hasta el próximo refugio.

Sin querer, Rocillo y yo, nos quedamos de los últimos en aquel oscuro camino. Quizás necesitaba ese aguacero sobre nuestras cabezas. ¿Por qué correr ante una lluvia furiosa? Quizás necesitaba re-flexionar un poco más antes de regresar. Quizás debía hacerme algunas preguntas sobre el paisaje para complementar el reportaje. Era de noche y apenas notaba el corcoveo de mi caballo y el suave movi-miento de algunos pinos llenos de agua. La sensación de felicidad ante el desafío me sobrepuso. Muchas veces, el hombre, está prisionero de impurezas y de verda-des hipócritas que le impiden acceder a la belleza de las cosas, en este caso, la belle-za enorme del paisaje chileno. Patricio Aguilar Ferma Director de EN LO ALTO.

“el caballo nunca va a caerse ni se va en contra tuya. Aquí en la cordillera, es más seguro andar a caballo que a pie.”

“NOS SENTÍAMOS LA ENVI-DIA DE DIOS.

USÁBAMOS EL PELO LARGO,

ESCUCHÁBAMOS PEARL JAM Y A PIXIES.

NUNCA NOS GANAMOS EL PAN,

SÓLO NUESTRA PROPIA VI-DA.

HICIMOS EL AMOR FRENTE A LAS VIÑAS Y LA CORDILLE-

RA.

VIBRAMOS CON EL RACO.

LUCHAMOS POR EL SUEÑO DE LOS JUSTOS.

MONTAMOS ESCARABAJOS, COMIMOS Y BEBIMOS.

TUVIMOS HIJOS Y ENFREN-TAMOS EL FUTURO.

ESTUVIMOS PERDIDOS EN NUESTRAS PROPIAS MAREAS

Y ENCUENTROS.

HASTA QUE UN DÍA LO PER-DIMOS TODO...

LOS SUEÑOS, LAS PALA-BRAS, LA CONCIENCIA, EL

RESPETO, LA RAZÓN, EL FRE-NO DE MANO, LOS COLORES, LA INOCENCIA, LAS IDEAS; LA IDA Y LA VUELTA Y HAS-

TA LA JUVENTUD.”

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Vecino del mes. ENTREVISTA A EDMUNDO MANZANO

“ME CUESTA ACEPTAR QUE LA FUERZA DE LA VIDA SE IMPONGA A LA PRUDENCIA” Esta entrevista fue hecha hace al-gunos años, cuando Edmundo Man-zano quiso que escribiera una rese-ña sobre él. Fue poco después que se le declarara un severo cáncer a la vesícula. Decidimos publicarla en este número cuando evocamos el viaje. Un viaje que don Edmundo, comenzó hace ya tres años.

Estábamos caminando por calle Uruguay, parecía de buen humor. Hacía pocas horas se había entera-do que sería abuelo otra vez, y la huella del cáncer parecía no afec-tarle. Pocos minutos antes, se le ocurrió hacer un asado. Veníamos con la bolsa de carbón en la mano, cuando comenzó a contarme sus inicios como profesor. Primero en Casa Blanca, Valdivia; pasando por la escuelita número 44 que hoy es la sede de la Junta de Vecinos, has-ta que llegó a ser Director Provin-cial de Educación de la Zona Cordi-llera.

Entonces, ¿qué año llegó exacta-mente a Santiago, o mejor dicho a la Vicente Pérez Rosales?

Fue en 1962, ya no lo recuerdo bien. Pero después de trabajar unos años en Valdivia, nos vinimos para acá.

¿Dónde nació usted?

Yo soy de Lago Ranco. Allí nací; y viví después en Victoria donde me formé como boxeador mientras hice mi servi-cio militar.

¿Usted es profesor normalista?

Fue allí también donde me formé como profesor normalista. Desde Victoria me fui a trabajar como profesor a Casa Blanca, al interior de Valdivia.

¿Fue allí donde conoció a su seño-ra?

Claro. Ella llegó con un grupo de cabros que estudiaban para profesores. Eran todos de Santiago y fueron a ayudar en la construcción de la escuelita que yo iba a dirigir…

¿Entonces ella se quedó trabajando con usted…?

Noooo. Ella se devolvió a Santiago como correspondía… Yo, la vine a buscar des-

pués porque por el medio de las cartas no se decidía nunca.

¿Y cuándo la fue a buscar se queda-ron en Puente Alto…?

Tampoco.

Entramos en su casa. Preparamos la parrilla a un costado del horno de barro. Servimos unas copas de vino. Encendí un cigarrillo y me quedé en la imagen de don Edmundo que, mientras le echaba viento al fuego, se mantenía fiel a su estado des-afectado, parco y natural.

“Tiene cara de juez rural,” me dijo Zu-lema, su mujer, mientras me pedía fuego para encender su cigarrillo; se tomó un trago y volvió a entrar en su casa donde estaba gran parte de la familia.

Entonces, don Edmundo, ¿qué pasó con su novia…?

Es que como a ella no le daban permiso para que estuviera conmigo, me la tuve que llevar…

Chuuu, ¿cómo fue eso? ¿Estamos hablando de rapto?

Algo parecido, pero con su consenti-miento. Así que partimos a escondidas en tren para el sur…

¿Y qué dijo la familia de su señora?

Tenía un hermano carabinero, y un cu-ñado muy serio, más otro hermano de ella, partieron detrás de nosotros. Pero cuando nos encontraron en Casa Blan-ca, ya nos habíamos casado.

¿Y se devolvieron con las manos vacías?

Es que regresaron sin la Zulema, pero con la guatita bien llena… Se lo comie-ron y tomaron todo antes de regresar a Santiago.

¿Y qué pasó con la familia de su señora?

Poco tiempo después, vinimos a Santia-go y mi mujer se reconcilió finalmente con su familia y a mí me aceptaron. Compramos en la Cooperativa Huertos y Jardines este terreno y echamos raíces. El primero de mis hijos en nacer fue Rodrigo, luego Soledad y un año más tarde, Carolina. Y años después, nació María José.

¿Fue en esa época que abrieron la escuelita número 44?

Fue don Hernán Reyes que pertenecía al Club de Leones de Puente Alto el primer director. Bajo el alero del club fue que se creó la escuela el año 1963. Y en 1967, fui electo yo como director y la pudimos agrandar con la ayuda de los vecinos;

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entonces pasamos de tener cursos di-versificados a tener 300 alumnos repar-tidos de 1° a 6° básico.

También participó activamente en el Club de Leones, ¿no?

Fue a mediados de los años setenta cuando nos integramos al Club de Leo-nes de Puente Alto. Hasta el momento soy uno de los más antiguos con vida…

…Y que ha recibido todos los galar-dones que podría recibir en la vida un León…

Sí. Acabo de recibir el galardón que se entrega a los máximos Leones… el gal-vano de Melvin Jones. Es un honor para mí ser uno de los pocos Leones en Chile que ha recibido todos los galardones.

Bueno, se los ganó por su labor ayudando a la comunidad…

No me gusta hablar mucho de eso.

Es que sería bueno que sepa la gen-te…

Prefiero hablar de mi trayectoria como profesor…

El apostolado del profesorado en Chile, es lo mismo que servir a la comunidad en una organización no gubernamental...

Por lo mismo. Mi trayectoria como pro-fesor me llevó a la Dirección de Educa-ción de Adultos de Puente Alto y a pa-santías en Educación de Adultos en México y Paraguay.

¿Cómo fue esa experiencia laboral en el extranjero?

Es que estuvo lleno de simposios, reu-niones, textos que debíamos leer, para luego debatir. Fue como ir a estudiar de nuevo. Allá uno se da cuenta de la im-portancia que tenía una figura docente como Gabriela Mistral. El reconocimien-to y el respeto que se le tiene por haber hecho cambios magníficos en la educa-ción azteca junto a Vasconcellos es tre-mendo.

Bueno, Chile es un país muy ingra-to, si Gabriela Mistral se hubiera quedado en Chile le hubieran termi-nado diciendo “Gaby.”

Claro. Nunca se le quiso mucho.

Pero usted, ¿en qué se desempeñó al volver a Chile?

Fue ahí donde entré a trabajar en la Provincial… Luego pude seguir mi carre-

ra como director en diversos colegios… Hasta este último, donde terminé, el colegio Juan de Dios Aldea de la Pinta-na, que en su momento fue el más grande de la comuna.

Luego de comer el asado; se celebró y se cantó. Don Edmundo, tocó la guitarra. Era común en él tocar la guitarra de doce cuerdas. El Sapo Cancionero y Soledad, son los favo-ritos de la familia. Finalmente, la mayoría de los comensales se fue-ron a acostar. Don Edmundo sigue en la cabecera de la mesa jun-to a su copa de vino. Parece reflexivo. Lo cierto es que está emociona-do de haber jun-tado a sus hijos y sus respecti-vas familias en su casa.

Está bueno el vino…

Es una buena sepa…

¿Es cierto que un salón del colegio Juan de Dios Aldea, lleva su nombre…?

(Hace un movi-miento de cejas, mueve un tanto

la boca, y me responde): parece que sí. No pude ir a la ceremonia porque me estaba dializando…Pero es un orgullo para mí. No esperaba reconocimientos en vida. Me cuesta aceptar que la fuer-za de la vida se imponga a la prudencia. Quizás uno no los espera, pero se es-fuerza por ir tratando de hacer cosas que valgan la pena, que realmente im-porten, de velar por tu familia. Ese fue mi compromiso.

PAF

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Existen investigaciones realiza-das a los anillos de crecimiento de los árboles que dan cuenta del aumento paulatino de la temperatura en la Patagonia desde los últimos 400 años.

Y desde el verano del 2008 a la fecha se han registrado las temperaturas más altas de la historia, produciendo intensas precipitaciones, deshielo, au-mentos en los caudales, plagas en los bosques, aumento de incendios, por nombrar algunos efectos. Bajo este escenario la comuna de Cochrane (Provincia del Capitán Prat, región de Aysén), se ha visto afectada por las repentinas inundaciones del río Baker, que desde 2008 y a la fecha triplica de golpe su caudal provocando un “tsunami” fluvial. En menos de 48 horas, caminos, puentes y granjas sufren enormes daños con docena de animales ahoga-dos.

Estos eventos se relacionan con la “inundación por desbordamiento de un lago glaciar” o GLOF (Siglas en Inglés “Glacial lake outburst flood”) y consiste en el desagüe repentino de lagos conte-nidos por paredes de hielo, la creciente tasa de descongelación del glaciar Colo-nia y las precipitaciones en forma de lluvia, forman el lago Cachet 2, este genera tal presión que formó un túnel por debajo la superficie del hielo adya-cente, por donde corrieron las aguas río abajo por el Colonia que tributa final-mente al Baker.

Los GLOF no son necesariamente pro-ducidos por el calentamiento global, sin

embargo estudios sobre los glaciares de todo el mundo, están dando cuenta de que este fenómeno está aumentando su frecuencia e intensidad. Y según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente PNUMA, los glaciares de la Patagonia Argentina como la Chi-lena están perdiendo masa más rápida-mente y durante más tiempo que los glaciares de otras regiones del planeta.

En Campo de Hielo Norte son varios los lagos que cumplen con características similares a las del lago Cachet 2, pero no existe catastro de ellos, ni menos los efectos en la población que provocaría

su eventual desagüe.

El ultimo GLOF ocurrido por el vacia-miento del lago Cachet 2 fue por la no-che del 27 de enero donde en pocas horas el río Baker aumento su volumen de agua de 1300 m2*S a 3700 m2*S, y dicen los gauchos del sector, que las bollas de medición en algunos sectores, se las llevó el agua, por lo que no hay registros de la máxima y por ende se concluye que fue el peak de volumen de agua. Este vaciamiento del Cachet 2 que contiene 200 millones de metros cúbicos de agua bajan por el rio Colonia que desemboca en el río Baker hacién-dolo correr rio arriba, o sea en sentido contrario, unos cuantos kilómetros, inundando grandes extensiones de tie-rra, cortando el paso de la carretera austral dejando completamente aislada a Caleta Tortel, ubicada en la desembo-cadura del río Baker.

Se concluye que los GLOF son cada vez más frecuentes y absolutamente impre-decibles. Llevando esta gran masa de agua a su desembocadura 120 kilóme-tros más abajo a Caleta Tortel donde el agua subió dos metros llegando casi a tocar las pasarelas, estos eventos por suerte han ocurrido en situación de ma-reas bajas ya que en otro escenario la acción de un GLOF seria catastrófica. Muchos expertos dicen que las mega represas que están proyectadas en la zona no serian capaces de resistir esta gran cantidad de masa de agua que en cuestión de horas se sumarian a los embalses y existe gran temor en las localidades si estas represas no son capaces de resistir, las que provocarían grabes e irreversibles daños.

Efecto del Cambio Climático en Campos de Hielo Norte

Rio Baker

Caleta Tortel, Ubicada en la desembocadura del rio Baker

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A continuación, algunos de los muchos análisis de las encuestas realizadas en el proyecto

“Catastro en sistema de información geográfica de la unidad vecinal A-37”

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Sentado en el W.C. ROGERS WATERS EN CHILE

En 1972, el bajista de Pink Floyd, Roger Wa-ters, cumplió 28 años. Al descubrirse tan cerca de los 30, de pronto se dio cuenta de algo: su madre le había dicho: “tienes que querer un trabajo decente y querer formar una familia, así que tienes que prepararte: necesitas una educación buena, de calidad, y hacer esto y esto otro.”

Todo tenía que ver con prepararse para la vida real, algo que sucedería en algún punto, al final del camino. Fueron los primeros indi-cios para componer una de sus mayores obras: The Wall.

Pero todavía faltaba. Pink Floyd y Waters se mantenían en el lado oscuro de la luna. Y no fue sino hasta 1979, cuando Waters volvió a replantearse el tema de la educación, (un concepto muy en boga en estos momentos en nuestro país, de hecho fue tema en su reu-nión con el presidente Piñera en La Moneda). Para aquel entonces, el punk no había acaba-do con Pink Floyd. Led Zeppelin y Yes tenían los días contados. Genesis se redujo a trío para sobrevivir. Pero los treintones de Pink Floyd, hacían lo que querían.

Siempre apartados de los contemporáneos (exceptuando a The Who), esta vez se propu-sieron expresar su alineación respecto a su público. El resultado: un álbum conceptual sobre una estrella del pop desilusionada, que enloquece y se imagina ahí mismo como un dictador fascista. Hasta aquí igual que “Tommy” o “Ziggy Stardust”. Y la metáfora central (los ladrillos del muro), no hacen que a uno se le acelere el pulso del entusiasmo.

Sin embargo, la emoción se encuentra en los detalles: una producción muy elaborada in-cluso para el pomposo nivel de Pink Floyd, la aparición de unos émulos de los Beach Boys cantando sobre gusanos y ratas que aparecen como mascotas, y unas canciones insólita-mente concisas; en particular el tema del disco protesta “Another Brick in The Wall parte 2” y “Comfortably Numb.”

El disco fue todo un fenómeno de ventas que rivalizó con “Dark Side Of The Moon,” estuvo seis meses entre los primeros puestos de Billboard, y encabezó la lista durante quince semanas. Dos décadas después, sigue produ-ciendo hasta cuatro millones al año.

Adorado por otros artistas británicos como Noel Gallagher, de Oasis, y Robbie Williams, “The Wall” tiene también legiones de discípu-los en Estados Unidos. Los álbumes dobles de Smashing Pumpkins y Nine Inche Nails no existirían sin él; incluso “Antichrist Super-star,” de Marilyn Manson, es su hermano perverso (conceptual). Está tan arraigado en la cultura popular que ha resistido una ver-sión disco de “Comfortably Numb” de Scissor Sisters, y amenaza con tener su adaptación en Broadway. Lo recomiendo. Si no pudo asistir al enorme show montado en Santiago. Compre el disco.

¡¿QÉ DIABLOS PASA EN AYSÉN?!

En pleno tiempo de revueltas, el servi-cio de Inteligencia de Carabineros inter-ceptó un extraño mensaje desde Aysén:

“Desde la Patagonia te saludo América.

Y te digo que se acabó el tiem-po de los patios traseros.

Hay que cultivar un inmenso jardín para que el desierto re-troceda.

Te regalo mi viento y este hori-zonte abierto, y te abrazo si vienes a mí y botamos nuestros estúpidos miedos al fondo del mar.”

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EN LO ALTO AVISOS

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NUMEROS TELEFONICOS IMPORTANTES

BOMBEROS 132 8501211 AMBULANCIA 4854911 SAMU 131 SOTERO DEL RIO 3536000 MUNICIPALIDAD 8101700 CEMENTERIO 8513695 CARABINEROS 133 SAN GERONIMO 9223285 PLAN CUADRANTE P. Vicente P. Rosales 92586915

Junta de Vecinos Vicente P. Rosales: INFORMA

Se dio termino el día Sábado 10 de marzo al Proyecto del Fortalecimiento de la sociedad civil llamado “Catastro en sistemas de información geográfica de la unidad vecinal A-37” otorgado por el Ministerio Secretaria General de Gobier-no, se contó con la presencia de representantes del Ministerio, Carabineros de San Gerónimo, representante del diputado Osvaldo Andrade, el diputado Leopoldo Pérez, el Concejal Fernando Madrid, la directiva de la JJVV Vicente P. Rosa-les y nuestros vecinos.

Se agradece en esta oportunidad a todas aque-llas personas que hicieron posible este trabajo como Carmen Castro Presidenta de la JJVV, Miguel Ángel Ávila, Ángel Ávila, Exequiel Barre-ra, Esteban Valenzuela, Carolina González, Mar-ía Quiroga, Sonia Ulloa, Teresa Donoso, Ana Carrasco y a todos nuestros vecinos que fueron encuestados, a todos ustedes muchas gracias.

El día Lunes 12 se realizó una reunión con la directiva de la JJVV y Carabineros de San Geró-nimo donde se expusieron las problemáticas de nuestra población de manera de lograr una me-jor coordinación ante la delincuencia y proble-mas de tránsito.

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CELULAR: 082101493

LA RADIO PARA NUESTROS NIÑOS WWW.RADIOEDUCA.CL