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CERTIFICACION La Infrascrita Secretaria General de la Corte Suprema de Justicia, CERTIFICA la sentencia que literalmente dice: “EN NOMBRE DEL ESTADO DE HONDURAS LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, en la ciudad de Tegucigalpa, Municipio del Distrito Central, a los quince días del mes de mayo de dos mil doce, por medio de la Sala de lo Penal, integrada por los Magistrados RAUL A. HENRIQUEZ INTERIANO en su condición de Coordinador, JACOBO A. CALIX HERNANDEZ y CARLOS DAVID CALIX VALLECILLO, dicta sentencia conociendo de los Recursos de Casación por Infracción de Precepto Constitucional y Quebrantamiento de Forma, interpuestos contra la sentencia de fecha diecinueve de marzo de dos mil nueve, dictada por el Tribunal de Sentencia de Tegucigalpa, Departamento de Francisco Morazán, que CONDENO a los señores R. E. S. Z., a la pena principal de VEINTIUN (21) AÑOS de reclusión, C. D. E. A. a la pena principal de VEINTE (20) AÑOS y SEIS (6) MESES de reclusión, por el delito de ASESINATO en perjuicio de quien en vida fuera el señor D. D. G., más las penas accesorias de Inhabilitación Absoluta e Interdicción Civil, por el tiempo de duración de la condena principal; así como también a trabajar por el tiempo de la condena en obras públicas o en labores dentro del establecimiento carcelario, de conformidad con la ley que regula el sistema penitenciario nacional, declaró que no procede la condena en costas personales, ni procesales, como tampoco los gastos ocasionados por el juicio, declaró la responsabilidad civil de los acusados, como consecuencia de la responsabilidad penal de los condenados R. E. S. Z. y C. D. E. A..-Interpusieron el Recurso de Casación por Infracción de Precepto Constitucional y Quebrantamiento de Forma los Abogados J. M. V. y O. S. I., actuando en su condición de Apoderados Legales de los señores R. E. S. Z. y C. D. E. A., y el Recurso de Casación por Quebrantamiento de Forma la Abogada T. J. F.. CONSIDERANDO I.- Los Recursos de Casación interpuestos reúnen los requisitos exigidos por la ley, por lo que procede su admisibilidad, siendo procedente pronunciarse sobre la procedencia o improcedencia de los mismos. II.- “HECHOS PROBADOS: Valorando las pruebas practicadas en el acto del juicio oral, de acuerdo a los criterios de la sana crítica, este Tribunal declara expresa y terminantemente probados los hechos siguientes: PRIMERO: El día lunes cuatro de Diciembre del 2006, entre las diez a diez y media de la mañana, el Abogado D. D. G., conducía su vehiculo por el Boulevard de las Fuerzas Armadas, con rumbo a la Corte Suprema de Justicia, cuando a la altura donde hoy se encuentra el interconector “El Dorado”, fue alcanzado por dos individuos que se conducían sin casco en una moto, C. D. A. E. quien la manejaba, y R. E. S. Z., sentado atrás del conductor, este ultimo, en forma sorpresiva, disparó en varias ocasiones contra la humanidad del profesional del Derecho, luego se bajó de la moto se acercó al automóvil donde este se encontraba, y nuevamente volvió a disparar contra D. D. G. a través de la ventana del conductor. SEGUNDO: Acto seguido R.

EN NOMBRE DEL ESTADO DE HONDURAS - poderjudicial.gob.hn · declaró que no procede la condena en costas personales, ni ... declaró la responsabilidad civil de los acusados, ... provocada

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CERTIFICACION

La Infrascrita Secretaria General de la Corte Suprema de

Justicia, CERTIFICA la sentencia que literalmente dice: “EN

NOMBRE DEL ESTADO DE HONDURAS LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA,

en la ciudad de Tegucigalpa, Municipio del Distrito Central,

a los quince días del mes de mayo de dos mil doce, por medio

de la Sala de lo Penal, integrada por los Magistrados RAUL A.

HENRIQUEZ INTERIANO en su condición de Coordinador, JACOBO A.

CALIX HERNANDEZ y CARLOS DAVID CALIX VALLECILLO, dicta

sentencia conociendo de los Recursos de Casación por

Infracción de Precepto Constitucional y Quebrantamiento de

Forma, interpuestos contra la sentencia de fecha diecinueve

de marzo de dos mil nueve, dictada por el Tribunal de

Sentencia de Tegucigalpa, Departamento de Francisco Morazán,

que CONDENO a los señores R. E. S. Z., a la pena principal

de VEINTIUN (21) AÑOS de reclusión, C. D. E. A. a la pena

principal de VEINTE (20) AÑOS y SEIS (6) MESES de reclusión,

por el delito de ASESINATO en perjuicio de quien en vida

fuera el señor D. D. G., más las penas accesorias de

Inhabilitación Absoluta e Interdicción Civil, por el tiempo

de duración de la condena principal; así como también a

trabajar por el tiempo de la condena en obras públicas o en

labores dentro del establecimiento carcelario, de conformidad

con la ley que regula el sistema penitenciario nacional,

declaró que no procede la condena en costas personales, ni

procesales, como tampoco los gastos ocasionados por el

juicio, declaró la responsabilidad civil de los acusados,

como consecuencia de la responsabilidad penal de los

condenados R. E. S. Z. y C. D. E. A..-Interpusieron el

Recurso de Casación por Infracción de Precepto Constitucional

y Quebrantamiento de Forma los Abogados J. M. V. y O. S. I.,

actuando en su condición de Apoderados Legales de los señores

R. E. S. Z. y C. D. E. A., y el Recurso de Casación por

Quebrantamiento de Forma la Abogada T. J. F.. CONSIDERANDO

I.- Los Recursos de Casación interpuestos reúnen los

requisitos exigidos por la ley, por lo que procede su

admisibilidad, siendo procedente pronunciarse sobre la

procedencia o improcedencia de los mismos. II.- “HECHOS

PROBADOS: Valorando las pruebas practicadas en el acto del

juicio oral, de acuerdo a los criterios de la sana crítica,

este Tribunal declara expresa y terminantemente probados los

hechos siguientes: PRIMERO: El día lunes cuatro de Diciembre

del 2006, entre las diez a diez y media de la mañana, el

Abogado D. D. G., conducía su vehiculo por el Boulevard de

las Fuerzas Armadas, con rumbo a la Corte Suprema de

Justicia, cuando a la altura donde hoy se encuentra el

interconector “El Dorado”, fue alcanzado por dos individuos

que se conducían sin casco en una moto, C. D. A. E. quien la

manejaba, y R. E. S. Z., sentado atrás del conductor, este

ultimo, en forma sorpresiva, disparó en varias ocasiones

contra la humanidad del profesional del Derecho, luego se

bajó de la moto se acercó al automóvil donde este se

encontraba, y nuevamente volvió a disparar contra D. D. G. a

través de la ventana del conductor. SEGUNDO: Acto seguido R.

E. S. Z. se subió a la moto mientras C. D. A. E., en su

función de conductor de la misma, se saltaba la mediana para

el carril contrario y huir rumbo a la salida de la ciudad de

Danlí, mientras el Abogado D. D. G. expiraba a consecuencia

de una laceración cerebral, provocada por las lesiones

sufridas.” III.- Los Abogados J. M. V. y O. S. I.,

formalizaron su Recurso de Casación de la manera siguiente:”

MOTIVOS DE CASACIÓN Motivo Primero: Infracción de precepto

constitucional al violarse el principio fundamental de

presunción de inocencia consagrado en el artículo 89 de la

Constitución de la República. Explicación del concepto de la

infracción. Tal como queda expresado, el Tribunal

sentenciador en el fallo relacionado resuelve condenar a

nuestros defendidos por el delito de asesinato en perjuicio

de quien en vida fuere D. D. G., esto sin que

razonablemente, en base a la prueba evacuada en juicio, se

pueda alcanzar el grado conviccional de certeza con respecto

a su eventual participación en el hecho atribuido. Lo único

que resulta debidamente acreditado en la causa es el “cuerpo

del delito”, o lo que es lo mismo, la plena prueba de su

existencia, dado que el cadáver mostraba signos de violencia

(disparos de arma de fuego) que hicieron calificar el hecho

como homicida desde el punto de vista médico-legal. En ese

orden de ideas, el Tribunal de mérito en el apartado de

“HECHOS PROBADOS” deja expresado que, según las pruebas

practicadas en el juicio oral, y de acuerdo a los criterios

de la sana crítica, tiene o declara por probados los hechos

siguientes: PRIMERO: “El día lunes cuatro de Diciembre del

2006, entre las diez a diez y media de la mañana, el Abogado

D. D. G., conducía su vehículo por el Boulevard de las

Fuerzas Armadas, con rumbo a la Corte Suprema de Justicia,

cuando a la altura donde hoy se encuentra el interconector

“El Dorado”, fue alcanzado por dos individuos que se

conducían sin casco en una moto, C. D. A. E. quien la

manejaba, y R. E. S. Z., siendo atrás del conductor, este

último, en forma sorpresiva, disparo en varias ocasiones

contra la humanidad del profesional del derecho, luego se

bajo de la moto se acerco al automóvil donde este se

encontraba, y nuevamente volvió a disparar contra D. D. G. a

través de la ventana del conductor”, y; SEGUNDO: “Acto

seguido R. E. S. se subió a la moto, mientras C. D. A. E., en

su función de conductor de la misma, se saltaba la mediana

para el carril contrario y huir rumbo a la salida de la

ciudad de Danlí, mientras el Abogado D. D. G. expiraba a

consecuencia de una laceración cerebral, provocada por las

lesiones sufridas”. Para sustentar la referida declaración de

hechos probados, el Tribunal a quo, en el correspondiente

apartado de “VALORACIÓN DE LA PRUEBA” hace, si se quiere una

aproximada motivación descriptiva de la Prueba practicada en

juicio pero no así una motivación intelectiva o valorativa de

la misma, veamos en lo que se refiere a la prueba pericial,

luego de transcribir en parte el contenido de la misma, dice

atribuírsele o concedérsele valor probatorio tanto a las

deposiciones de los peritos como a los dictámenes respectivos

ratificados por ellos. Aspecto sobre lo que toca decir que la

prueba pericial relacionada con el dictamen de autopsia

efectivamente acredita la muerte del señor D. D. G. y la

forma cómo se produjo la misma, hecho este que no ha sido

objeto de controversia en la medida que por si solo resulta

evidente y en cierta medida hasta notorio. En cuanto a la

pericia balística efectuada por el Laboratorio Balístico de

la Dirección de Medicina Forense a la pistola marca

SPRINGFIELD, modelo XP-9, calibre (9) mm, decomisada al señor

R. E. S. al momento de su captura, ésta no constituye una

prueba de cargo sino, muy por el contrario, de descargo, dado

que el peritaje, ratificado por el señor Nicolás Lanza Reyes,

reveló que no fue el arma que percutió los casquillos

recogidos como evidencia en la escena del crimen. Tampoco el

dictamen del Laboratorio de Documentología No. 2008-153-DOC

de fecha 03 de julio de 2008, ratificado en juicio por el

perito J. A. T. G., puede servir para sustentar la

declaración de hechos probados tenidos como tales por el

Tribunal a quo, fundamentalmente en lo relacionado con la

participación criminal de nuestros representados, ya que del

dictamen en referencia confirma que la letra correspondiente

a la novedad del Libro de Novedades Diarias de la DGIC,

contenida el 04 de diciembre de 2006, específicamente a las

09:32 de la mañana y 15:20 p.m. en la que se indica que:

“Salen los Agentes 792 y Kl1 asía (sic) a los juzgado de

Comayagüela”, (f125) y, “Regresa el agente 792 y Kl1 de

declarar de los juzgados” (f126) corresponde a la letra del

señor C. D. A. E., por lo que al ser identificado éste con el

No. 792, según constancia presentada en juicio, este medio de

prueba, se reitera, no puede sustentar en lo pertinente los

referidos hechos probados, en razón de que minutos antes de

que se produjera el hecho criminal objeto del juicio, el

señor A. E. estaba saliendo de la sede de la DGIC con unos

testigos protegidos con dirección al Juzgado de Letras Penal

de esta Jurisdicción. Medio de prueba al cual el Tribunal le

atribuye pleno valor probatorio, tanto el peritaje en sí como

a su ratificación por el perito en referencia. En lo que

respecta a la Prueba Documental, el Tribunal la describe y

valora en pequeños bloques, empezando con Acta de

Allanamiento a la vivienda o morada del señor C. A., en la

que se describe la incautación de una cantidad de documentos

y prendas personales de éste, que según valoración del

Tribunal prueba que el señor A. E. trabajó en la empresa ...,

así como para ..., que fue despedido y reintegrado a la DGIC,

que estaba informado de la existencia del Abogado D. D. G. y

de las actividades profesionales que éste realizaba;

circunstancias o hechos éstos que en principio son correctos

porque efectivamente nuestro representado laboró en las

empresas en referencia en el espacio que medié entre su

despido en la DGIC y su reintegro por orden judicial a dicha

institución. En cuanto a que conocía de la existencia del

Abogado D. G. y de las actividades de éste, lo que se afirma

por haberse encontrado dentro de sus pertenencias un pedazo

de papel que describe el expediente No ... del Juzgado

Primero de Letras del Trabajo, con algunos detalles más, a

ello no puede atribuírsele ninguna conexión con la muerte del

abogado D. G., dado que esa es una simple información acerca

de un caso laboral que necesariamente se obtuvo del propio

juzgado y que, por tratarse de un expediente relacionado con

la empresa en que trabajaba en ese entonces el señor A. E.,

su posesión estaba legítimamente justificada por habérsele

ordenado en aquel entonces que investigara en tal judicatura

lo relativo a esa demanda. También hace alusión el Tribunal a

un depósito por L. 50,000.00 a una cuenta del señor C. A., lo

que califica como sospechoso según los términos de la

valoración que se hace a esta prueba, algo absolutamente

inapropiado, pues no se probé en juicio que los fondos

tuvieran un origen ilegítimo, y esto porque la propia

fiscalía, aunque no lo expresó, corroboró en su momento que

ese dinero provenía de los salarios caídos que le cancelaron

al ser reintegrado a la DGIC. Con otra prueba documental el

Tribunal tiene por acreditado que tanto el señor C. A. E.

como E. S. Z. trabajaron para la empresa ..., y que

presumiblemente se conocían, algo que de por sí carece de

mayor relevancia o trascendencia para los efectos de la

imputación. Con el Acta de levantamiento de cadáver y su

correspondiente plano planimétrico, así con un álbum de la

escena del crimen, el Tribunal tiene por acreditado que esta

diligencia, conducida por el agente R. M., proporciona una

“recreación gráfica de la escena del crimen, empleando

medidas en relación a las evidencias encontradas en la

misma”; sin embargo, hay que decir que en lo referente a su

correspondiente valoración, indebidamente y cambiando incluso

la versión de los hechos, se deja dicho que: “La presente

prueba hace una descripción de cómo los técnicos de

Inspecciones Oculares encontraron la escena del crimen, así

como los indicios encontrados en la misma, haciendo la

observación que el indicio número 1, ya que de la lógica se

deriva, no se encontró a 17.70 mts del vehículo, sino a 1

.70, puesto que como se puede ver con las distancias de los

indicios 2 y 3 estos se encontraron a 1.78 mts y 2.65 mts del

automóvil del occiso...” Decimos que se cambia la versión de

los hechos, que suponemos es cara acomodar la declaración del

testigo protegido Z, porque en el plano planimétrico lo que

se deja descrito es que el casquillo o más próximo se

encuentra a 17.70 mts de donde quedó el vehículo, el segundo

a 1.78 mts del anterior, y el tercero a 2.75 mts de éste, lo

que indica que el casquillo más alejado quedó a 22.23 mts del

vehículo. Con una constancia emitida por la Secretaría del

Juzgado Primero de Letras del Trabajo, el Tribunal tiene por

acreditado así como por valorado que el occiso, D. D. G.

llevaba varias demandas laborales contra la empresa Delta

Security Services, mientras que con el trozo de papel a que

ya hemos hecho referencia, que fue incautado en la morada del

señor C. A., y el que tiene la siguiente información, según

la propia trascripción que se hace: “...... Juzgado Primero

de Letras del Trabajo..- no existe acta de embargo, no

existe aceptación de juez..- no está registrado en el

expediente la ejecución de embargo..- D. D. ASJ teléfono …

Col. …, bloque …, casa …..- Juez Ejecutor O. A. T. A. de

fecha 23 de Agosto del 2006”, el Tribunal en su valoración,

que más se asemeja a una especulación, deja dicho que:...”su

hallazgo resulta interesante ya que, cuál es el objetivo de

tener información del occiso así de como sus actividades, si

dicho imputado no se encuentra involucrado en ningún pleito

laboral, que constituya el área de litigio de la víctima,

como tampoco trabajaba para una empresa de seguridad en el

tiempo en que se efectuó el allanamiento...” Sobre este

aspecto resulta pertinente decir nuevamente que la

información a que se hace referencia y que estaba en la

referida vivienda del señor A. E. no es relativa al señor D.

D. G. sino al expediente No. ... del Juzgado de Letras del

Trabajo, y que si estaba en su posesión la justificación

radica en que para ese entonces, es decir agosto de 2006,

éste laboraba para la empresa de seguridad a que se contraía

el expediente de mérito, no importando si laboraba o no en la

misma cuando se efectué el allanamiento, que habiéndose

efectuado el primero de febrero de 2008, para ese entonces ya

nuestro representado había sido privado de su libertad por la

imputación que se la ha venido haciendo. Al continuar con la

valoración de este elemento de prueba, el Tribunal,

apartándose nuevamente de lo que debe ser un juicio

valorativo, a renglón seguido arguye que: “La respuesta a

dichas inquietudes es el hecho de que el abogado D. D. G.

era objeto de un interés especial por parte del acusado,

además hay que recordar que a la demanda laboral No. ... se

le habían acumulado alrededor de otras diez demandas

laborales para el pago de derechos adquiridos, lo que vendría

a constituir, en caso de perder el juicio laboral la empresa

de seguridad, una cantidad considerable de dinero que estaría

condenada a pagar.” Razonamiento éste que carece de sustento,

ya que, como queda expresado, la información a que se alude

no es referente al abogado D. D. G. sino al expediente No.

..., y por otra parte, si se le habían acumulado otras

demandas a la misma, y por tal circunstancia eventualmente se

hubiere tenido que pagar una mayor cantidad de dinero, tal

circunstancia no afectaba o podía afectar a nuestro

representado, a más de que el imputado en la causa no lo es

ninguna empresa de seguridad sino dos personas

individualmente consideradas, que si bien en algún momento

laboraron o prestaron sus servicios en una de ellas, derecho

que no se puede censurar, desarrollaron labores propias de su

rubro o finalidad social. Con un pedazo de papel, también

incautado en el acto de allanamiento a la vivienda del señor

C. E., en el cual, entre otras cosas se lee: “OSO R. E. S.

Celaya”, en su valoración el Tribunal, nuevamente

conjeturando y prejuzgando deja dicho que: .. .“Es

interesante que el nombre que figura en este pedazo de papel,

es el de la persona, quien lo acompaño a ejecutar el hecho,

por el cual ambos fueron acusados y sometidos a Juicio Oral”.

En lo tocante a la prueba testifical, se describe en

principio las deposiciones rendidas por los señores C. A.

H. M., O. A. T. A. y el testigo protegido como “H-1”.

Testigos éstos que en general sólo hicieron referencia a

algunas dificultades que había enfrentado el difunto por

razones de trabajo, como supuestos seguimientos y algunas

amenazas, sin identificarse específicamente el origen de las

mismas pero relacionándolas con algunas empresas de seguridad

por razón de que el difunto representaba en juicio laboral a

ex empleados de las mismas, aspecto por el cual la valoración

del Tribunal va orientada en ese sentido. En cuanto a la

declaración del testigo protegido identificado como “Z”,

quien es el que insólitamente después de mucho tiempo de

acontecido el hecho, afirma haber identificado a nuestros

representados como los autores materiales del hecho, al hacer

la correspondiente descripción de su deposición, el Tribunal

introduce una observación en el sentido de que: “atrás del

testigo protegido se encuentran los dos acusados, junto con

sus apoderados defensores”, lo que aparte de indebido es

falso, pues estando el testigo de frente al Tribunal, lo que

queda atrás de él es el público que asiste a la audiencia,

aparte de que no se estaba ante una diligencia probatoria de

reconocimiento, para cuya ejecución la ley establece los

correspondientes requisitos, y que por su naturaleza es un

medio de prueba irreproductible. Luego en lo que respecta a

la motivación intelectiva o valoración de este elemento de

prueba, el Tribunal deja dicho que la misma fue confirmada

con la reconstrucción de hechos llevada a cabo, aspecto que

también carece de veracidad en la medida de que tal testigo

no supo ubicar el vehículo en el lugar en donde quedo luego

de los disparos que recibió la víctima, lo que en la propia

sentencia se acepta al describirse lo correspondiente a la

“RECONSTRUCCIÓN DE HECHOS”, específicamente cuando se hace

alusión a la participación en la diligencia probatoria del

señor R. M., persona que realizó las primeras diligencias y

ordenó el levantamiento del plano planimétrico inmediatamente

después de ocurrido el hecho. Por otra parte, el testigo dijo

haber escuchado en un primer momento como dos o tres

disparos, y que luego escuchó otros más, sin embargo la

evidencia médico-forense y el acta del levantamiento del

cadáver acreditan que únicamente se realizaron cuatro

disparos, tres de los cuales por la zona de ahumamiento que

dejaron en el cadáver fueron hechos a corta distancia,

mientras que el cuarto disparo se realizó a larga distancia;

de igual manera el plano planimétrico levantado al efecto

indica que los primeros disparos fueron realizados mientras

el vehículo iba en marcha, pues no de otra forma se puede

explicar la distancia entre los diferentes casquillos y la

colisión que sufrió el vehículo con otro que también

circulaba en el mismo sentido, y éste a la vez con un tercer

vehículo. En el mismo orden de ideas, el Tribunal,

pretendiendo calificar dicho testimonio como una “prueba

toral”, pretende justificar las otras inconsistencias de su

declaración, y en tal sentido, entre otras cosas dice que: .

. “al ver la profesión del declarante, es del criterio que la

misma exige que’ la persona sea observadora de lo que pasa a

su alrededor, que esté atento, vigilante de lo que sucede

cerca del lugar donde se encuentra, y también permite

flexibilidad de su horario”. Aunque no sabemos de qué

profesión se trata, no estimamos, y así lo determinan las

reglas de la psicología del testimonio, que ese sea un

criterio para que se pueda calificar a una persona como buena

observadora, tampoco el asunto de la profesión es

determinante para determinar si tiene flexibilidad o no en un

horario de trabajo, además de que el testigo no debe ser un

ejecutivo si tomamos en cuenta el medio de transporte en que

dijo que se conducía (transporte público). En otro párrafo

del apartado que nos ocupa el Tribunal acepta que ante el

interrogatorio de la defensa “hubieron ciertas

contradicciones (sic)” las que hace atenuar con algunos

razonamientos relacionados con el supuesto temor por su vida

ante la eventual identificación de su persona;

contradicciones éstas que, sin embargo, no pueden ser

superadas con tales argumentos, dado que con sus respuestas

en ningún momento pusieron en evidencia su identidad, tales

como decir que para desplazarse a Plaza Miraflores, lugar muy

próximo a donde ocurrió el hecho y que por tal razón

cualquiera iría a pie, tomó un bus del Carrizal, cuando

además, expresó que iba para el aeropuerto, y sabido es que

en la zona nunca ha existido una ruta de buses para ese

lugar. En la parte final de la valoración de este testimonio

el Tribunal introduce elementos extraños a lo que es una

motivación intelectiva de la prueba, y en tal sentido hace

valoraciones acerca de lo que puede ser o no un buen

interrogatorio, desconociendo que el propio Tribunal, en los

casos que tenga duda sobre algún aspecto de la deposición de

un testigo, está obligado a plantear sus propias preguntas en

aras del descubrimiento de la verdad, que debe ser la

finalidad de todo proceso penal, y de lo cual el propio

Tribunal debe ser su principal garante. De igual manera, saca

colación eventuales puntos de vista o valoraciones que

podrían hacer la organización civil “Asociación para una

Sociedad más Justa”, en la cual laboraba el abogado D. D.

G., si se estuviera juzgando a personas diferentes de los

verdaderos autores de la muerte de éste; así como si la

Fiscalía de Derechos Humanos, por quedar bien con dicha

asociación, podría acusar a personas que no han tenido

ninguna intervención en el delito investigado. Aunque esto no

merece mayor consideración por estar fuera de contexto, toca

decir que al proceso el imputado llega como inocente y se

mantiene en tal condición hasta tanto no exista una sentencia

condenatoria firme en su contra, y que tampoco corresponde al

Ministerio Público determinar si alguien es o no responsable

de un determinado hecho delictivo, esa es función de la

Jurisdicción Penal, por lo que el ente acusador cuando

plantea la acción penal lo que expone es una hipótesis, de no

ser así habría que prescindir entonces de la Jurisdicción

Penal y dejar que sea el Ministerio Público el que, además de

ser el titular de la acción penal pública, sea el encargado

del juzgamiento de los imputados, lo que, naturalmente, sería

una absoluta aberración. En lo que tiene que ver con la

declaración del testigo protegido identificado como “H-3”,

tal como lo expresa en un principio el Tribunal, su aporte

sólo está relacionado directamente con la existencia del

hecho en si, pues dijo haber escuchado los disparos, no

obstante, no es cierto lo que se afirma en el sentido de que

con su dicho pueda reforzar en alguna medida lo declarado por

el testigo “Z”. Con la prueba de “INSPECCIONES”, en principio

a un Libro de Radio Operadores de la empresa ..., se constató

que a folio 61 se encuentra descrito precisamente el mismo

texto de un trozo de papel encontrado en la casa del señor C.

A. E., el que hace referencia al expediente laboral No. ...;

por su parte, en el Libro de Testigos Protegidos de la DGIC,

en lo que corresponde a las fechas 01 al 04 de diciembre de

2006, relacionado con una constancia extendida por la

Secretaría del Juzgado de Ejecución Penal, se alude a un caso

en el cual resulta como perjudicada la empresa ..., cuya

audiencia inicial se celebró el 01 de diciembre de 2006,

mencionándose de igual manera los imputados en la causa;

aspectos sobre el cual es necesario decir que nadie refirió

en juicio la indicada causa, aunque si resulta ser correcto

que, tal lo inspeccionado, a esa audiencia también acudió el

señor E. O. dando protección a testigos protegidos. Con la

inspección al Libro de Novedades Diarias del Departamento de

Asaltos de la DGIC se corrobora, aparte de que el señor C. E.

salió con destino al Juzgado Penal el día 01 de diciembre de

2006, según lo confirmado en la inspección anterior, también

salió de la DGIC con destino al mismo Juzgado junto con el

agente identificado como “Kl 1” a las 0:32 de la mañana, para

regresar a las 15:20 de la tarde. Es del caso que este

aspecto, estando confirmado por la pericia documentológica,

en el sentido de que la letra de esas novedades corresponden

al señor C. A., en la valoración se pone en duda su veracidad

sólo porque la misma, es decir la novedad, no aparece también

registrada en el Libro de Testigos Protegidos, lo que merece

el mayor grado de reproche dado que el libro oficial lo es el

de Novedades, y por otra parte, no se puede razonablemente

poner en duda tal hecho estando confirmado científicamente

que la letra o grafía de la novedad corresponde al señor C.

A.. En cuanto a la inspección al Libro de Novedades de la

Oficina de Operaciones de la DGIC, se confirmó nuevamente la

salida del señor C. A. en fecha 01 de diciembre de 2006, en

compañía de otros agentes con dirección al Juzgado Penal,

dando protección a unos testigos. Aquí se aduce por parte del

Tribunal que para el 04 de diciembre en este libro no se

encuentra ninguna novedad relacionada con el caso de la

empresa …, evidenciando por ello falta de credibilidad en

dicho libro. Aspecto sobre el cual reiteramos que nadie ha

mencionado que ese día 04 de diciembre se realizó alguna

audiencia en la que figuraba como perjudicada la referida

empresa, que como ya quedó especificado, ello se dio el 01 de

diciembre, a mas de que, según lo dejó expresado el oficial

M. H. F. A. en su correspondiente deposición, en ese libro

solamente se anotan los agentes que salen de la base cuando

están en servicio, aspecto fácilmente corroborable en el Acta

del Juicio, lo que no era el caso del señor A. para ese 04 de

diciembre. Al hacerse referencia a la “RECONSTRUCCIÓN DE

HECHOS”, luego de describirse quiénes participaron en ella,

se acepta que la versión del señor R. M., persona que, como

ya dijimos, dirigió la investigación desde su inicio, difiere

con la del testigo protegido “Z” en cuanto a la ubicación del

vehículo, minimizando tal aspecto sólo porque, se dice, . .

.“que ambos colocaron dicho automotor en dirección a la

Colonia Las Brisas, por lo que el cuadro fáctico no cambia en

nada...” Argumento poco sustancial, pues resulta ilógico

pensar que pudiere ubicar la posición del vehículo en forma

diferente teniendo en cuenta que ese carril del boulevard

tiene un solo sentido en cuanto a la circulación de tránsito

automotor refiere. Al describir y valorar la prueba que fue

propuesta por la defensa, el Tribunal empieza por las

deposiciones rendidas por los señores M. A. P. y F. T. G.,

personas estas que ubican al señor R. E. S. en la ciudad de

La Ceiba para la fecha del 04 de diciembre de 2006, el

primero porque asegura que desde finales de noviembre de ese

año a finales de diciembre del mismo el señor S. lo asistió

como ayudante en la construcción de una obra anexa que

realizara en casa de la señora N. S., tiempo durante el cual

éste no faltó un tan solo día a sus labores; mientras que el

segundo deponente también lo ubica en aquella ciudad en razón

de que el señor S. e! fin de semana previo a ese 04 de

diciembre, que fue día lunes, aseveró haberlo visto porque

aquél asistió a la celebración del cumpleaños de su padre que

se celebró el día sábado 02 de diciembre en horas de la

noche, y que en alguna medida se extendió al día domingo 03

al haber sido invitado el Señor S. a una sopa siempre a casa

de su padre. Asevera además el testigo en referencia haber

visto al señor S. el día lunes 04 de diciembre a eso de las

07 de la mañana cuando éste se dirigía a trabajar a la

construcción que dirigía el señor A. P., así como a eso de

las 05:30 de la tarde cuando regresaba de sus labores. Al

valorar estas dos declaraciones testificales el Tribunal

aduce que sus testimonios “...va encaminado a forjar una

coartada a favor del acusado R. E. S. Z., en el sentido de

que éste se encontraba en la ciudad de la Ceiba el día 4 de

Diciembre del 2006”, y al analizar, se dice, el último de los

testimonios, prácticamente otorgándole una credibilidad

implícita a tal deposición, se argumenta que “...el acusado,

gracias a los modernos medios de transporte que existen hoy

en día, estando a las 7:00 en la ciudad de la Ceiba, puede

también presente a las 9:30 en la ciudad de Tegucigalpa, y

volver al puerto en horas de la tarde...”. Aspecto que, tal

como sucede en otros apartados de la sentencia, resulta ser

una absoluta especulación, a más de que si se tiene por

acreditado que el señor S. estaba en la ciudad de la Ceiba a

las 07 de la mañana ese día 04 de diciembre así como a las

5:30 de la tarde, por una elemental regla lógica relacionada

con las probabilidades, debe presumirse que también lo estuvo

en el tiempo que medié entre ambos espacios de tiempo, esto

naturalmente si no se probare lo contrario, lo que

precisamente no sucedió en el caso. En cambio, al valorar la

segunda declaración, el Tribunal arguye no otorgarle el valor

correspondiente porque el testigo no hace referencia a la

fecha en que dio comienzo la obra y la fecha que finalizó

dicha construcción, sino que la ubica dentro de un rango que

va de finales de noviembre a finales de diciembre, algo que

resulta en extremo exigente, dado que la capacidad humana

tiene-limitaciones para evocar acontecimientos pretéritos,

aparte de que nadie puede negar que entre finales de

noviembre y diciembre queda comprendida la fecha 04 de

diciembre, que es lo que resulta relevante para el caso en

análisis. Concluye el Tribunal su supuesta valoración

asumiendo una postura que según sus propias palabras “puede

resultar temeraria”, que en el fondo lo que hace es

introducir un elemento extraño a los criterios que deben

seguirse para la valoración de la prueba al sobrevalorar su

capacidad de actuación por los años de experiencia en el

ejercicio de la judicatura, desconociendo que eso no es más

que un auténtico prejuicio que afecta la objetividad y que

inexorablemente conduce a crasos errores judiciales. Al

describir y valorar la declaración testifical del señor H. J.

D. N. , quien expresó que ese día 04 de diciembre de 2006 en

horas de la mañana condujo el vehiculo de la DGIC, en el cual

se desplazó el señor C. A. E. con unos testigos protegidos

con dirección al Juzgado Penal de esta jurisdicción, habiendo

ingresado al mismo un poco antes de las 10 de la mañana, el

Tribunal arguye que tal testigo se mostró confuso, inseguro y

hasta nervioso, además de que “ha quedado claro con la

evacuación de otras pruebas, que el día 4 de Diciembre del

2006 no hubo testigos protegidos ni se celebró ninguna

audiencia inicial relacionada con la Empresa …”. Argumento

sobre lo que toca expresar que en ningún momento el deponente

expresó que condujo testigos protegidos relacionados con la

causa en la cual figuraba como víctima la referida empresa …,

claramente el testigo dejó dicho que el caso correspondía “al

robo de un queso” y que no recordaba si el 01 de diciembre

llevó testigos protegidos en un juicio relacionado con la

empresa .... En cuanto a la afirmación del testigo de que el

señor C. A. E. estuvo en el Juzgado Penal ese 04 de diciembre

desde antes de las 10 de la mañana, el Tribunal, sin restarle

entonces veracidad a esa parte de la deposición, deja dicho

que ello es probable “pero dicha coartada no suprime a dicho

imputado de la escena del crimen, puesto que fue visto por el

testigo “Z” en dicho lugar, conduciendo una moto, vehiculo de

transporte que ofrece una movilización rápida, incluso en

calles congestionadas, por tanto el presente testimonio

resulta inútil para reforzar el estado de inocencia del

mencionado acusado”. Razonamiento este al que le caben varios

reproches, pues si se le ubica al señor A. E. en el Juzgado

Penal a la hora aproximada en que sucedió el hecho de la

muerte del señor D. D. G., es necesario probar y no

conjeturar sobre un eventual desplazamiento de ese lugar

hasta la escena del delito, mientras que, no corresponde al

imputado “reforzar su estado de inocencia, ya que el mismo se

debe presumir hasta tanto no se pruebe lo contrario. En lo

relativo a la declaración testifical del señor J. R. M. R.

, persona que estaba de turno en la DGIC ese día 04 de

diciembre de 2006, y que por consiguiente fue el que dirigió

las operaciones encaminadas al levantamiento del cadáver y

protección de la escena del crimen, así como a iniciar las

pesquisas relacionadas con la investigación del hecho

criminal, tarea en la cual logró ubicar una testigo

conocedora a primera mano del hecho ocurrido y quien mediante

retratos hablados logró identificar a dos personas como

ejecutoras del hecho, totalmente distintas a las personas que

figuran como imputadas en la causa, el Tribunal en su

apartado de valoración empieza haciendo unas apreciaciones

subjetivas sobre la supuesta capacidad investigativa del

agente y de las causas del porqué fue relevado de la

investigación. Apreciaciones en sí que carecen de

correspondencia con lo declarado por el testigo, ya que este,

tal como se describe en la propia sentencia, expresó entre

otras cosas que: “comenzó la investigación el día del hecho,

que el informe final lo mandó a la Fiscalía, y que después

fue trasladado a la Unidad de Respuesta Inmediata, que tal

informe lo remitió el 25 de enero de 2007, el cual iba

completo sólo faltando un sospechoso por identificar”. Nos

preguntamos entonces, ¿de qué incapacidad se puede estar

hablando cuando ya a finales de enero de 2007 se tenía

plenamente identificado a uno de los supuestos autores y la

del otro quedaba por hacerse partiendo de un retrato hablado

que se había elaborado de acuerdo a la versión de la testigo

referida? Continuando con su falta de objetividad en la

apreciación de este elemento de prueba, a renglón seguido el

Tribunal deja expresado que “esto es suficiente para que el

testimonio de este testigo quede descartado como veraz, ya

que con su investigación y con el testimonio brindado durante

la audiencia de debate, trató de dirigir la atención del

Tribunal en otro sentido, deposición que da la pauta de la

altura moral de dicho agente, cuya deposición es falsa, y por

tanto no merece ningún tipo de credibilidad probatoria”. Como

se puede apreciar, la exclusión de credibilidad a este

testimonio está amparada en criterios eminentemente

subjetivos y no en reglas de la psicología del testimonio,

pudiendo decirse incluso que al hacer alusión a una supuesta

falta de moralidad del testigo, sin conocerse siquiera algún

antecedente sobre su personalidad, se entra en el plano de lo

injurioso y ofensivo a la dignidad de esta persona, que no

hizo sino proporcionar un aporte a la administración de

justicia para que pudiere dar una solución justa y legítima

en un caso penal. Con respecto a la declaración del señor M.

H. F. A., oficial de la DGIC, con el cargo en ese entonces de

SubDirector Operativo Centro-Sur-Oriente, quien en lo

pertinente, según lo confirma la correspondiente acta y la

propia sentencia, dejó expresado que ese día 04 de diciembre

de 2006, faltando unos minutos para las 10 de la mañana llegó

al Juzgado Penal a rendir una declaración, habiendo

encontrado en el lugar al señor C. A., al otro testigo en

esta causa, señor J. N. y a E. F. Que estando en el lugar,

es decir en el Juzgado, recibió una llamada de la Unidad de

Operaciones informándole de la muerte de un abogado, por lo

que se contactó luego con el personal del departamento de

delitos contra la vida para que fueran al lugar a investigar

lo sucedido. Sobre la valoración de este testimonio el

Tribunal apunta que el mismo fue “muy puntual, preciso y

concreto tanto en su deposición como en las respuestas que

dio a las interrogantes planteadas”, sin embargo, luego de

afirmar que “no se duda del hecho que efectivamente el

acusado C. D. A. E. si estuvo el día 4 de Diciembre del 2006,

antes de las 10:00 en el Juzgado Penal Unificado, ubicado en

el barrio La Granja de Comayagüela”, se afirma a continuación

que “sobre este punto no hay discusión, y por ende esta es la

coartada de dicho imputado, es más, pudiendo inclusive

después de efectuado el hecho, regresar a dicho tribunal”. Es

así entonces que el Tribunal da por sentado nuevamente que

ese día el señor C. A. estuvo en el Juzgado Penal desde antes

de las 10 de la mañana, pero igualmente introduce una

conjetura acerca de la posibilidad de que éste haya salido

del lugar, supuestamente a ejecutar el hecho, para regresar

nuevamente al lugar. En el mismo orden de ideas, el Tribunal

a continuación aprecia que el testigo no mintió en su

deposición, pero enreda en cambio su valoración con

consideraciones acerca de la hora que sucedió el hecho y la

expresada por el deponente, arguyendo por varias

circunstancias que el hecho sucedió cerca de las 10:30 de la

mañana, esto no obstante que previamente le da pleno valor a

otras deposiciones que ubican el acontecimiento antes de las

10, incluso la de su testigo estrella identificado como “Z”,

quien expresó que el mismo se produjo entre las 09 y 10 de la

mañana, aparte de que en la propia declaración de “HECHOS

PROBADOS” deja sentado que el hecho se dio “entre las diez a

diez y media de la mañana”. Con este acomodamiento de horas

el Tribunal vuelve indebidamente a teorizar acerca de que el

señor C. A. E. “tuvo tiempo suficiente de recoger una moto,

juntarse con R. E. S. Z., y perpetrar el hecho contra dicho

profesional del derecho”, aspectos estos que, tal como lo

dejamos planteado en un análisis anterior, no pueden dejarse

a la libre imaginación sino que debieron ser materia de

prueba en el proceso. En relación con la declaración del

señor S. L. P. G., persona esta que además de víctima en el

caso de robo de un queso en una bodega llamada “La

Preferida”, ubicada en el Mercado San Isidro, era uno de los

testigos protegidos que condujo el señor C. A. desde la

oficina de la DGIC al Juzgado Penal ese día 04 de diciembre

de 2006 en horas de la mañana el Tribunal dice concederle

credibilidad a su deposición, y congruente con ello que “no

tuvo ningún ánimo de querer perjudicar o favorecer al acusado

C. D. A. E., únicamente manifestó lo que el 4 de Diciembre

vio”. No obstante, al continuar con su valoración se matiza

su declaración exponiendo puntos de vista acerca de la forma

en que se desarrolla la mecánica para declaración a un

testigo protegido, equiparando lo que sucede al respecto en

los Tribunales de Sentencia con los Juzgados de Letras de lo

Penal, lo que es del todo incorrecto, pues en los Juzgados de

lo Penal el testigo no es “encerrado en un cuarto”, con la

puerta cerrada hasta esperar ser llamado, tampoco hay

alguaciles que asumen su protección y que por tanto los

agentes de la DGIC se marchan del lugar dejando los testigos

bajo el cuidado de éstos. Esta digresión la utiliza el

Tribunal para afirmar luego que: “Con esto se quiere decir

que efectivamente el acusado C. D. A. E. condujo el día 4 de

diciembre del 2006 al testigo S. Leandro Pastrana Gateas, a

rendir declaración al Juzgado Unificado de la Granja,

Comayagüela, M.D.C., llegaron a dicho Tribunal alrededor de

las 9:30 y como a las 15:00 lo llevó de vuelta”. Afirmación

esta que en sí no merece reproche alguno pues se aproxima a

lo declarado por el testigo, sin embargo, a continuación el

Tribunal reitera su especulación en el sentido de que el

señor C. A. en el espacio que medié entre la hora de llegada

al Juzgado y el regreso a la sede de la DGIC, salió del

lugar, “recogió una motocicleta, se reunió con R. E. S. Z., y

alrededor de las 10:30 interceptaron al abogado D. D. G.,

quien se conducta en su vehículo por el Boulevard de las

Fuerzas Armadas con rumbo a la Corte Suprema de Justicia”, a

quien, según su versión, dieron muerte. Sobre esta

elucubración es necesarioio decir que el testigo afirmó

categóricamente que el señor C. A. E. y el otro agente que lo

acompañaba estuvo todo el día con él mientras se desarrollaba

la audiencia en referencia, reafirmándolo ante la pregunta

del juez Echenique en el sentido de: “,puede dar fe en un

100% que este muchacho C. el que les llevaba el caso estuvo

todo ese tiempo ahí en el juzgado cuidándolos a ustedes como

testigos protegidos?” a lo que sin titubeo alguno, levantando

la mano en señal de juramento dijo “sí, doy fe” (véase el

acta de juicio porque ese fragmento de la declaración no lo

transcribe la sentencia). Con la inspección al Libro de

Novedades Diarias del Departamento de Asaltos de la DGIC, el

Tribunal, como no puede ser de esta forma, expresa que se

verificó que nuestro representado C. A. E., identificado con

la placa 792, salió en compañía del agente kl1 a los Juzgados

de Comayagüela, regresando a las 15:20 de la tarde, omitiendo

sin embargo, la hora de salida que está registrada a las

09:32 de la mañana. Con respecto a la inspección del Libro de

Control de Testigos Protegidos, erróneamente dice acreditar

que ese día 04 de diciembre de 2006 salió nuestro

representado con destino al Juzgado Penal en compañía del

también agente identificado con placa 728, dando protección a

los testigos J. Roberto Soriano y Josué Adonis López, quienes

declararían en una audiencia inicial, acontecimiento que, tal

como ya ha quedado señalado y que resulta constatable en el

libro en referencia, se realizó el 01 de diciembre del mismo

2006. Finalmente, con la constancia emitida por el Jefe de

Bienes Inventarios de la DGIC se tiene acreditado que nuestro

representado C. A. E. tenía asignada la placa de

investigación con el número 792. Con las anteriores

consideraciones que se han hecho sobre la prueba ejecutada en

juicio resulta más que evidente la imposibilidad de que

razonablemente se pueda alcanzar una convicción de certeza

positiva en cuanto a la participación criminal que se

atribuye a nuestro representado, con lo que se vulnera sin

duda alguna la presunción de inocencia como garantía

constitucional que protege a todo ciudadano, sometido o no a

proceso, partiendo de hecho de que su estado natural es la

libertad, y la que no puede ser restringida o limitada sino

en los supuestos que prescribe la ley, y que tratándose de un

proceso penal debe ser en razón de una declaratoria de

culpabilidad fundada en prueba que sea capaz de enervar o

destruir ese estado connatural al ser humano, no con

conjeturas o especulaciones, tal como sucede en el caso que

nos ocupa, pues no cabe construir certezas sobre la base de

simples o imaginarias probabilidades, para ello se requiere

de una actividad probatoria de cargo suficiente, lo que sólo

se logra con prueba objetivamente conducente en cuanto a los

extremos objetivos (acreditación del hecho delictuoso y

subjetivo), (acreditación de la participación criminal).

Adicional a esta argumentación es del caso agregar que, no

basta con alguna relativa prueba de cargo, es decir que no

sea suficiente, pues en tal supuesto opera el principio in

dubio pro reo, como otra expresión del principio favor rei,

que opera fundamentalmente en el momento de la valoración de

la prueba; de ahí que solamente la certeza positiva absoluta,

pero obtenida en base a prueba, puede destruir la presunción

de inocencia. Se trata, según una expresión lógica acuñada

por Kant de una exigencia de “certeza apodíctica”, es decir

que la conclusión de certeza es así y no puede ser de otro

modo, pues el juicio es necesariamente verdadero. Tampoco se

trata de valorar como deficiente o débil una determinada

coartada, pues ello implicaría invertir los principios

procesales y exigir en consecuencia que sea el imputado quien

pruebe su inocencia; de ser así se puede afirmar que nada

quedaría de la certeza y seguridad jurídica como principios

funcionales del valor justicia, que es la finalidad última a

que debe aspirar el derecho. Ilustrativas resultan las

reflexiones del ilustre Framarino Dei Malatesta, Lógica de

las Pruebas en Materia Criminal, Editorial Temis, tomo I,

Bogota, P.5. quien deja dicho: “El que una pena recaiga sobre

un inocente Turba la tranquilidad social más de lo que la

puede turbar el delito que se trata de castigar, ya que

cualquiera piensa que puede ser, en un caso dado, víctima de

un error judicial. Si en mínima parte despertamos en la

conciencia social dudas acerca de la injusticia de la pena,

esta no será ya seguridad para los hombres honrados, sino

fuente de perturbación de esa misma tranquilidad que ella

está obligada a restablecer; no será ya una defensora del

derecho, sino una fuerza espantable, que a su vez puede

abatir al derecho inerme. Si se pudiese imponer aun a quien

no es verdaderamente culpable, más que la agresión a nuestros

derechos por parte del individuo, nos llenaría de temor la

agresión por parte de la ley”. No hacemos reproche a la

fundamentación o calificación jurídica del hecho en razón de

que el reclamo que se plantea tiene que ver fundamentalmente

con la inclusión de nuestros representados como participes a

título de autores directos o materiales en el hecho objeto de

la causa. Motivo de casación que se encuentra autorizado en

al artículo 361 del Código Procesal Penal. RECURSO DE

CASACION POR INFRACCION DE PRECEPTO CONSTITUCIONAL

INTERPUESTO POR LA DEFENSA DE LOS IMPUTADOS C. D. E. A. Y R.

E. S. Z., ARGUYENDO QUE EL TRIBUNAL DE INSTANCIA AL DICTAR

SENTENCIA CONDENATORIA HA VULNERADO EL PRINCIPIO-DERECHO A LA

PRESUNCIÓN DE INOCENCIA QUE CONSAGRA EL ARTÍCULO 89 DE LA

CARTA MAGNA.- PRECEPTO AUTORIZANTE: ARTICULO 361 DEL CODIGO

PROCESAL PENAL.- El Censor cuestiona la valoración de varias

pruebas realizada por el Tribunal de Instancia, en las que se

ha basado para dictar sentencia condenatoria en contra de los

imputados C. D. E. A. y R. E. S. Z., arguyendo que un

análisis sistemático y armónico de las mismas no permite

arribar a un veredicto condenatorio, sino que a otro de

carácter absolutorio, de ahí que en su opinión el Juzgador ha

vulnerado en perjuicio de los acusados, el principio-derecho

a la presunción de inocencia que consagra el artículo 89 de

la Constitución de la República, donde se establece que “toda

persona es inocente mientras no se haya declarado su

responsabilidad por autoridad competente” . En este sentido,

el recurrente expone en esencia lo siguiente: 1) Que la

autopsia practicada el occiso revela que éste falleció a

consecuencia de las heridas causadas por varios proyectiles

percutidos con un arma de fuego, sin embargo, el Tribunal de

Instancia soslayó el hecho de que las pericias evacuadas en

el proceso descartan que el arma incautada al procesado R. E.

S. Z. al momento de su detención, fuera la utilizada para

dar muerte al Profesional del Derecho D. D. G., 2) El

Juzgador ha ignorado que el dictamen caligráfico evacuado en

juicio establece que pocos minutos antes de que se hicieran

los disparos que causaron la muerte al occiso, el imputado C.

D. E. R., quien a la sazón fungía como Agente de la DGIC,

escribió en el Libro de Novedades de dicha entidad policial

que salía a las 9:32 de la mañana junto con varios testigos

protegidos rumbo al Juzgado de Letras Penal de Tegucigalpa,

retornando a la sede policial a las 3:20 de la tarde de ese

mismo día, con lo cual no tiene sustento la declaración del

hecho probado que sitúa a dicho procesado en la escena del

crimen cuando este se perpetró; 3) Si bien es cierto que en

el allanamiento practicado a la vivienda del imputado C. D.

E. R. se encontró un trozo de papel en el que se consignaba

datos referentes al Abogado D. G. e información sobre un

expediente laboral identificado bajo el número ..., promovido

contra la empresa de prestación de servicios de seguridad

denominada ... ante el Juzgado de Letras Primero del Trabajo,

tal documento no constituye un indicio de participación del

acusado antes referido en el hecho criminal objeto de

juzgamiento, toda vez que resultó acreditado en juicio que

aquel laboraba como empleado de la referida empresa, y por

tanto la obtención de tal información la hizo dentro del

marco del trabajo que se le asignó en ese entonces. Por otro

lado, el Censor considera que en un manuscrito con letra del

señor E. A. encontrado en el allanamiento de mérito en el que

se hace referencia al coimputado R. E. S. como “OSO” y

mediante el cual se acreditaría que ambos encartados se

conocían al momento en que se cometió el delito, tampoco

comporta un indicio de su participación en los hechos pues

ambos coincidieron cuando trabajaban en la empresa antes

referida. 4) El Tribunal A Quo califica como sospechoso que

en una cuenta de tarjeta de ahorros perteneciente al

procesado C. D. E. A. aparezca un ingreso por cincuenta mil

lempiras, soslayando que tal cantidad de dinero fue producto

de los salarios caídos que le fueron reconocidos al ordenarse

judicialmente su reintegro a la DGIC, transcurrido un tiempo

desde que fuera despedido, y que por otro lado, no se

acreditó en el proceso que tales fondos tuvieran un origen

ilícito, 5) El recurrente cuestiona que el Juzgador haga una

valoración errónea del plano milímetrico levantado poco

después de perpetrarse el delito, con la finalidad de

acomodar los datos consignados en el mismo a la declaración

rendida por el testigo protegido e identificado como Z,

concretamente en lo que se refiere a la distancia en que se

encontraban los casquillos recopilados en la escena del

crimen respecto al vehículo en que se conducía la víctima,:

6) El Tribunal de Instancia valora como un indicio

incriminatorio que a la demanda que hace referencia el trozo

de papel encontrado en el allanamiento practicado a la

vivienda del procesado C. D. E. A., se acumularon diez más

para el reclamo de derechos adquiridos, acciones que de

prosperar comportarían la condena a pagar una fuerte suma de

dinero en contra de la empresa para la cual laboraban los

encartados. El Censor cuestiona tal valoración arguyendo que

ninguno de los imputados era titular de empresa de seguridad

alguna sino que simplemente empleados, de tal manera que ante

una eventual condena no resultarían afectados en sus

patrimonios, por lo que tal elemento circunstancial no puede

servir para sustentar la hipótesis acusatoria formulada por

el Ministerio Público; 7) El Censor señala que de las

declaraciones rendidas por los señores C. A. H. M., O. A.

T. A. y el testigo protegido como “H-1 solamente se

desprende que la víctima había enfrentado algunos problemas

en su ejercicio profesional, tales como supuestos

seguimientos y amenazas, pero sin identificar concretamente

el origen de las mismas, y a lo sumo vinculándolos con la

representación que había asumido el señor D. D. G. de

personas que habían laborado para empresas que brindan

servicios de seguridad, 8) La declaración rendida por el

testigo protegido identificado como Z no es creíble en razón

de las siguientes consideraciones: a) Resulta insólito que

después de transcurrido tanto tiempo desde que se causó la

muerte a la víctima hasta el momento en que el testigo

declaró, este haya podido identificar a los imputados como

los autores materiales del hecho, b) El Tribunal expresa que

al momento de que el testigo referido rindiera su

declaración, detrás de este se encontraban los dos acusados

junto con sus apoderados defensores, dato que resulta falso,

pues detrás de él quien se ubicaba era el público asistente a

la audiencia, de tal manera que no puede considerarse que en

tales circunstancias se haya practicado un reconocimiento en

rueda para lo cual la ley establece determinados requisitos,

c) Al contrario de lo aseverado por el Juzgador la

declaración del testigo Z no es armónica o coherente con los

resultados de la reconstrucción de hechos practicada en el

juicio, concretamente sobre el lugar donde quedó ubicado el

vehículo que conducía el occiso tras el ataque mortal que

sufrió, posición que resultó acreditada en el plano

milímetrico levantado por el agente de investigación R. M.,

inmediatamente después de ocurridos los hechos, d) El testigo

dijo haber escuchado inicialmente dos o tres disparos y luego

otros más, lo que no resulta coherente con los resultados de

la las pericias médico forenses y el acta de levantamiento

del cadáver que indican que se efectuaron cuatro disparos, e)

El Juzgador da por sentado que el testigo Z en razón de su

profesión es un buen observador, y que por otro lado goza de

un horario flexible, conclusión que no es lógica, puesto que

la cualidad de ser un buen observador no se puede inferirse

en función de la profesión que una persona ejerce, y por otro

lado, tampoco depende de la profesión del deponente que este

tuviera un horario flexible como es el caso de los

ejecutivos, que por razones obvias no es el caso, siendo que

de acuerdo a su testimonio se movilizaba al momento de

ocurrir los hechos en un medio de transporte público, f) El

Juzgador intenta justificar varias contradicciones en las que

incurrió el testigo Z, aduciendo que las mismas eran

razonables teniendo en cuenta que trataba de preservar su

identidad, cuando en realidad las preguntas de la Defensa no

iban dirigidas a revelar esta última. De esta manera no

resulta lógico que diciendo que se dirigía hacia el Centro

Comercial Plaza Miraflores y además hacia el aeropuerto,

abordara un autobús cuando dicho establecimiento está muy

cerca donde ocurrieron los hechos y podía perfectamente

desplazarse a pie. Por otro lado el deponente afirmó que

había tomado un autobús de la ruta El Carrizal cuando en el

lugar donde se perpetraron los hechos no circula ninguna

línea de autobuses que cubran la ruta antes mencionada. A

esto hay que añadir que en su motivación intelectiva el

Tribunal apela a lo que considera deben ser los criterios

para formular un buen interrogatorio, cuando lo pertinente

hubiese sido que en la búsqueda de la verdad material, el

Juzgador hiciera las preguntas por sí mismo a los efectos de

disipar las dudas que generaba la declaración del testigo; 9)

EL Tribunal realiza una serie de consideraciones en torno a

lo que podría hacer la Asociación para una Sociedad más

Justa, entidad para la cual laboraba la víctima, dado el caso

de que se estuviere juzgando a personas distintas a los

verdaderos responsables de la muerte de aquella, así como

también si ese fuere el caso, de la Fiscalía Especial de

Derechos Humanos, que tuviera que congraciarse en las mismas

circunstancias con la Asociación antes mencionada, soslayando

el A Quo que la función de juzgar le corresponde

exclusivamente a los Juzgados y Tribunales de la República;

10) No es cierto que la declaración del testigo protegido

identificado como H-3 refuerce lo declarado por el testigo Z,

ya que se limitó a expresar datos sobre la ocurrencia del

hecho indicando que escuchó varios disparos; 11) A favor del

procesado C. D. E. A., se logró acreditar que la información

referente al Expediente Laboral No. ..., en el que era

Apoderado Demandante la víctima, también aparece consignada

en el libro de Radio Operadores de la empresa ...; 12) De

manera injustificada el Tribunal resta credibilidad a lo

consignado en el Libro de Novedades de la DGIC donde se

establece que el mismo día en que se perpetraron los hechos

el imputado C. D. E. A., abandonó la sede judicial a las 9:32

de la mañana acompañado de varios testigos protegidos rumbo

al Juzgado de Letras Penal de Tegucigalpa, retornando a la

sede policial a las 3:20 de la tarde del mismo día, elemento

probatorio que resulta debidamente acreditado con la

experticia caligráfica correspondiente. Para el Censor no es

razonable que el Juzgador reste crédito a este elemento

exculpatorio aduciendo que tal desplazamiento no aparece

recogido en el Libro de Testigos Protegidos, olvidando con

ello que el Libro Oficial es el de Novedades de la DGIC. Por

otro lado considera que no es un argumento lógico para

desvirtuar la prueba antes relacionada, el hecho de que en el

Libro de Novedades no aparezca que el encartado E. A. se haya

desplazado con testigos protegidos al Juzgado de Letras para

acudir a una audiencia judicial en la que era parte la

Empresa ..., toda vez que de la documentación respectiva se

constata que dicho encausado si acudió a tal acto procesal

pero en fecha 1 de diciembre de ese mismo año, con lo cual lo

esgrimido por el Tribunal no tiene la virtualidad neC.ia para

desechar la prueba de descargo antes mencionada; 12) El

Juzgador pasa por alto que al practicarse la diligencia de

reconstrucción de hechos afloraran contradicciones

sustanciales entre la versión del Agente de Investigación R.

M. quien se presentó al lugar de los hechos poco después de

que estos tuvieran lugar, y la declaración del testigo Z en

torno a la ubicación exacta que tenía el vehículo del occiso,

expresando el A Quo que ambos colocaron dicho automotor en

dirección a la Colonia Las Brisas, cuando es lógico que

constando de un solo carril, esa era y no otra la situación

en que se encontró aquel tras la perpetración del delito; 13)

El Juzgador expresa que la declaración de los testigos M. A.

P. y L. F. T. G. van dirigidos a fabricar una coartada a

favor del imputado R. E. S. Z., de tal manera que se le

sitúe el día en que se perpetró el delito, es decir, el 4 de

diciembre de 2006, en la ciudad de La Ceiba; sin embargo al

mismo tiempo el Tribunal implícitamente les concede

credibilidad cuando sostiene que es posible que con los

modernos medios de transporte actualmente existentes el

mencionado encartado se haya desplazado por la mañana a

Tegucigalpa y retornado a La Ceiba por la tarde después de

participar en la ejecución del hecho delictivo que se le

atribuye, pasando por alto que si tal encausado estuvo en La

Ceiba a las 7 de la mañana y luego por la tarde del mismo día

en la misma ciudad, resulta lógico que haya permanecido en el

tiempo intermedio, correspondiendo al ente acusador probar lo

contrario, lo cual no ha sucedido en el caso bajo examen. Por

otro lado, el Tribunal no le da crédito a la declaración del

señor M. A. P., cuando este dice que el imputado S. Z.

trabajó como su ayudante en una construcción desde finales

del mes de noviembre a finales del mes de diciembre de 2006

sin faltar un solo día a sus labores, simplemente porque no

señalo puntualmente cuales fueron las fechas de inicio y

finalización de la obra, obviando el Juzgador que resulta de

ordinario muy difícil que en este tipo de actividades, el

deponente haya registrado en su mente con total exactitud

tales fechas; empero al señalar claramente la presencia

ininterrumpida del encausado S. Z. realizando labores en una

construcción bajo su dirección desde finales del mes de

noviembre a finales del mes de diciembre, se acredita que en

la fecha que se cometió el delito, aquel se encontraba

trabajando en la ciudad de La Ceiba. Por otro lado, sin una

razón válida, el Tribunal no da crédito a la declaración

rendida por el testigo L. F. T. G. cuando este afirma que vio

al imputado S. Z. los días 2 y 3 de diciembre de 2006 en

ocasión de celebrarse el cumpleaños de su padre, así como

también que le vio a las siete de la mañana del día 4 de

diciembre del mismo año cuando se dirigía a trabajar en una

obra dirigida por el señor M. A. P., 14) El testigo H. J. N.

aseveró que condujo el vehículo en que se transportó el

imputado C. D. E. A. junto con varios testigos protegidos

desde las instalaciones de la DGIC al Juzgado de Letras Penal

de Tegucigalpa, saliendo de la sede policial un poco antes de

las diez de la mañana, sin embargo, el Juzgador no le concede

eficacia exculpatoria a dicho testimonio aduciendo que el

deponente se mostró nervioso e inseguro al expresarse, y que

por otro lado es perfectamente posible que poco después de

haber arribado al Juzgado en el momento señalado, se

desplazara en una motocicleta hasta el lugar en donde junto

al coimputado S. Z. habrían ejecutado el hecho criminoso que

se les atribuye, lo cual resultaría corroborado con la

declaración del testigo protegido Z, olvidando el Juzgador

que es inadmisible conjeturar sobre tal desplazamiento, de

tal manera que el mismo debió ser acreditado, lo cual no ha

sucedido en el caso bajo examen. Por otro lado el Tribunal

arguye que no da crédito al testimonio del conductor H. J. D.

N. , porque el día 4 de diciembre de 2006 no tuvo lugar

audiencia alguna en un procedimiento judicial donde la

Empresa ... era parte, extremo que en ningún momento fue

afirmado por el testigo ni fue objeto de discusión por la

Defensa; 15) El testigo R. M. R. , quien fue el agente que se

trasladó poco tiempo después de que la víctima fuera

acribillada hasta el lugar de los hechos para iniciar las

primeras diligencias de investigación y acordonar la escena

del crimen, expresó que como producto de su trabajo recogió

el testimonio de una testigo protegida que a su vez sirvió

para elaborar dos retratos hablados, y logró la

identificación plena de uno de los autores de la comisión del

delito, llegando a la conclusión de que entre esos dos no se

encuentran los ahora procesados D. E. A. y R. E. S. Z., sin

embargo el Tribunal no dio crédito al deponente, basándose

para ello en criterios subjetivos, como el de que “trató de

dirigir la atención del Tribunal en otro sentido”, y que por

su falta de capacidad fue relevado de seguir trabajando en la

investigación, extremo que no es cierto a juicio del Censor

puesto que al 27 de enero de 2007, el agente en mención ya

había realizado las averiguaciones antes señaladas.

Finalmente el recurrente reprocha al Juzgador cuando éste

afirma que el testigo referido falta a la verdad y que ello

da pie para calibrar su estatura moral, expresiones que no se

sustentan en parámetros objetivos como los que proporciona la

psicología del testimonio; 16) El Tribunal le da crédito a lo

declarado por el Oficial de la DGIC M. H. F. A., cuando

expresó que pocos minutos antes de las diez de la mañana

coincidió en el Juzgado de Letras Penal de Tegucigalpa, con

el imputado C. D. E. A., el testigo J. N. y el señor E. F.,

pero luego conjetura cuando afirma que ello no impidió a

dicho procesado disponer del tiempo suficiente para

trasladarse en una motocicleta hasta el lugar donde fue

interceptada la víctima y participar en la ejecución de su

muerte junto con el procesado E. S. Z.. Reprocha el Censor

que tal extremo no ha resultado acreditado en juicio,

incurriendo en contradicciones cuando afirma que el hecho

sucedió cerca de las diez y treinta de la mañana frente a lo

expresado inclusive por el testigo protegido Z que sitúa

temporalmente los hechos entre las nueve y diez de la mañana;

17) El Tribunal le da crédito a lo declarado por el testigo

S. L. P. G., cuando este declara que el ahora encartado y

entonces agente de investigación C. D. E. A. le acompañó al

Juzgado de Letras Penal de Tegucigalpa, en horas de la mañana

del día 4 de diciembre de 2006, sin embargo persiste sin base

probatoria alguna, en sostener que el señor E. A. se desplazó

desde el Juzgado hasta el lugar donde junto con el coimputado

R. E. S. Z. contribuyeron a dar muerte al occiso, basándose

por otro lado en un procedimiento que no se aplica en los

Juzgados de Letras, sino en los Tribunales de Sentencia,

cuando afirma que los testigos protegidos son encerrados en

un cuarto bajo la protección de los alguaciles, lo que

permite a los Agentes de Investigación abandonar el Juzgado y

retornar hasta el momento en que el deponente ha finalizado

su declaración, obviando por otro lado que el testigo

PASTRANA GALEAS afirmó categóricamente que el imputado E. A.

junto con otro agente le acompañaron desde que llegaron al

Juzgado hasta que concluyó la audiencia y salieron de la sede

judicial por la tarde, extremo que se ve corroborado con lo

consignado en el libro de Novedades del Departamento de

Asaltos de la DGIC; 18) El Tribunal erróneamente da por

acreditado que el imputado C. D. E. A. condujo al Juzgado de

Letras Penal de Tegucigalpa a los testigos J. R. S. y J. A.

L. en fecha 4 de diciembre de 2006, pese a que en el Libro de

Testigos protegidos se consigna que tal actuación tuvo lugar

el día 1 del mismo mes y año. Concluye el Censor que con las

pruebas evacuadas en el debate no se ha logrado acreditar la

participación de los imputados C. D. E. A. y R. E. S. Z. en

la comisión del delito que se les atribuye, de ahí que al

proferir un fallo condenatorio en su contra, el Juzgador de

Instancia ha vulnerado el principio-derecho a la presunción

de inocencia, misma que solamente puede ser enervada cuando

se tiene certeza sobre la responsabilidad de los acusados,

debiendo mantenerse la misma y dictarse un fallo absolutorio

cuando se aprecie una duda razonable en aplicación del

principio in dubio pro reo. Esta Sala de lo Penal considera

importante recordar que para el examen del motivo de casación

por Infracción de Precepto Constitucional, fundado en

vulneración del principio- derecho a la presunción de

inocencia, debe comprobarse lo siguiente: a) si hay prueba en

sentido material (prueba personal o real); b) si estas

pruebas son de contenido incriminatorio; c) si ha sido

constitucionalmente obtenida, esto es, si fue incorporada

lícitamente al juicio oral; d) si ha sido practicada con

regularidad procesal; e) si es suficiente para enervar la

presunción de inocencia; y f) si ha sido racionalmente

valorada por el Tribunal sentenciador. Por tanto, cuando en

esta vía casacional se alega infracción de ese derecho

fundamental, la función de esta Sala no puede consistir en

realizar una nueva valoración de las pruebas practicadas ante

la presencia del juzgador de instancia, porque sólo a éste

corresponde esa función valorativa, pero sí puede esta Sala

verificar que, efectivamente, el tribunal "a quo" contó con

suficiente prueba de signo acusatorio sobre la comisión del

hecho y la participación en él de los acusados, para dictar

un fallo de condena, cerciorándose también de que esa prueba

fue obtenida sin violar derechos o libertades fundamentales y

en correctas condiciones de oralidad, publicidad, inmediación

y contradicción y comprobando también que en la preceptiva

motivación de la sentencia se ha expresado por el juzgador el

proceso de su raciocinio, al menos en sus aspectos

fundamentales, que le han llevado a decidir el fallo sin

infringir en ellos los criterios de la lógica y de la

experiencia. Pero no acaba aquí la función casacional de las

impugnaciones referidas a la vulneración de este derecho

fundamental a la presunción de inocencia, pues la ausencia en

nuestro ordenamiento de una segunda instancia revisora de la

condena impuesta en la sentencia obliga al Tribunal de

casación a realizar una función valorativa de la actividad

probatoria, actividad que se desarrolla en los aspectos no

comprometidos con la inmediación de la que carece, pero que

se extiende a los aspectos referidos a la racionalidad de la

injerencia realizada y a la suficiencia de la actividad

probatoria. Es decir, el control casacional de la presunción

de inocencia se extenderá a la constatación de la existencia

de una actividad probatoria sobre todos y cada uno de los

elementos del tipo penal, con examen de la denominada

disciplina de garantía de la prueba y del proceso de

formación de la prueba, por su obtención de acuerdo a los

principios de inmediación, oralidad, contradicción efectiva y

publicidad. Además, el proceso racional, expresado en la

sentencia a través del que de la prueba practicada resulta la

acreditación de un hecho y la participación en el mismo de

una persona a la que se imputa la comisión de un hecho

delictivo. La presunción de inocencia supone, que, como se

parte de la inocencia, quien afirma la culpabilidad ha de

demostrarla y es a la acusación a quien corresponde

suministrar la prueba de la culpa del ciudadano presumido

inocente; no demostrándose la culpa, procede la absolución

aunque tampoco se haya demostrado claramente la inocencia,

pues es el acusador quien tiene que probar los hechos y la

culpabilidad del acusado y no es éste quien tiene que probar

su inocencia. Constitucionalmente se presume y se afirma la

inocencia del acusado, para llegar a la condena es necesario

que, mediante una adecuada actividad probatoria de cargo,

realizada con todas las garantías- practicada en el juicio

para hacer posible la contradicción, y sin que los medios

probatorios traídos al proceso se hayan obtenido violentando

derechos o libertades fundamentales, quede desvirtuada esa

inocencia y que el órgano jurisdiccional pueda obtener de

esas pruebas la convicción jurídica de la existencia de los

elementos fácticos que constituyen el deli Si no han quedado

probados esos elementos fácticos, el Tribunal no puede

entender sustituida la inicial inocencia por la culpabilidad

y debe absolver al enjuiciado. La presunción de inocencia

como verdad interinamente afirmada y mantenida, exige se

demuestre lo contrario, la culpabilidad, o sea, que la

desplace una prueba adecuada exigible en todo caso para que

el tribunal pueda condenar. En el caso que ahora nos ocupa se

atribuye a los acusados C. D. E. A. y E. S. Z. la comisión

del delito de ASESINATO calificado por la alevosía, en

perjuicio de quien en vida fuera, el Abogado D. D. G.. En

síntesis podemos afirmar que la hipótesis acusatoria

formulada por la Representación del Ministerio Público

consiste en señalar al encartado C. D. E. A. como la persona

que conducía la motocicleta en la que también se transportaba

el coimputado E. S. Z., quien de común acuerdo con el

primero se habría aproximado hasta el vehículo conducido por

el hoy occiso, a quien le habría disparado en varias

ocasiones causándole con ello la muerte. En frontal

oposición, la Defensa aduce que ninguno de los encartados es

responsable de haber dado muerte a la víctima, en tanto que

al momento en que se perpetró el hecho criminoso, el

procesado C. D. E. A. se encontraba acompañando a unos

testigos que rendían declaración en el Juzgado de Letras

Penal de la Sección Judicial de Tegucigalpa, ubicado en el

Barrio La Granja de esta capital, en tanto que el encausado

E. S. Z. laboraba como ayudante en la edificación de unas

mejoras realizadas en una vivienda ubicada en la ciudad de La

Ceiba, Departamento de Atlántida. En cuanto a la prueba de

cargo aportada por el Ministerio Público destaca

fundamentalmente la declaración del testigo protegido “Z”

quien afirma haber visto a los ahora procesados cuando en un

reparto de funciones procedieron a la ejecución del delito

que se les imputa, igualmente a un manuscrito encontrado en

el allanamiento practicado a la vivienda del acusado C. D. E.

A., que con letra de éste último consigna datos personales

del Abogado D. D. G. y otros referentes a un expediente

laboral en el que este actuaba como Apoderado Demandante en

una acción promovida contra la empresa a la que en su momento

prestaron sus servicios los ahora encartados. Por otro lado,

el Juzgador consideró enervada la presunción de inocencia del

encausado E. S. Z. por la identificación que el testigo

protegido Z habría hecho de éste como el individuo que

efectuó los disparos que segaron la vida del occiso, y al

considerar que no le merecían crédito las declaraciones de

testigos que afirmaban haberle visto en la ciudad de La

Ceiba, al momento en que se ejecutaba el hecho delictivo

perpetrado en perjuicio del Abogado D. D. G., así como

también que no resulta improbable que con los medios modernos

de transporte existentes en la actualidad, el reo S. Z.

hubiera sido visto en horas de la mañana del día lunes día 4

de diciembre de 2006 en la Ciudad de La Ceiba, y tras la

comisión del hecho retornar a dicha ciudad procedente de

Tegucigalpa, y por lo tanto ser observado en horas de la

tarde en esa ciudad puer En lo que concierne a la prueba de

descargo, la Defensa se apoya esencialmente en las

declaraciones conforme a las cuales se afirma que al momento

en que se cometió el delito objeto de enjuiciamiento, el

señor C. D. E. A. se encontraba con unos testigos que rendían

declaración en el Juzgado de Letras Penal de la Sección

Judicial de Tegucigalpa, lo que sería avalado por anotaciones

realizadas por dicho encartado en un libro de novedades

llevado en la DGIC, entidad policial en la que prestaba sus

servicios, en donde se dice que a las 9:32 de la mañana del

día lunes 4 de diciembre de 2006 salió de las instalaciones

policiales para acompañar a testigos que rendirían

declaración ante el Juzgado de Letras Penal de la Sección

Judicial de Tegucigalpa, retornando a la sede policial, a las

3:20 de la tarde de ese mismo día. En lo que se refiere al

acusado E. S. Z., la Defensa funda sus pretensiones

exculpatorias en declaraciones que le sitúan en la ciudad de

la Ceiba, cuando se perpetró el delito cometido en perjuicio

del Abogado D. D. G.. En el caso que ahora nos ocupa, es

importante señalar que tanto la Representación del Ministerio

Público como la Defensa de los imputados han recurrido a la

prueba testimonial como parte importante del arsenal

probatorio del que se han valido para sustentar la hipótesis

acusatoria como las pretensiones de absolución

respectivamente. De ahí que resulte oportuno recordar que

para la valoración del testimonio han de analizarse elementos

de carácter objetivos y subjetivos. El examen objetivo del

declarante sirve fundamentalmente para percatarse de la

existencia y funcionamiento de sus sentidos, de este modo, el

funcionario encargado de recibir el testimonio debe procurar

establecer no sólo la existencia sino las condiciones de

funcionamiento de los sentidos del testigo, tanto al momento

de realizarse la percepción como cuando rinde la declaración.

Cuando se trata de pérdida total del órgano o de su función,

debe establecerse el momento en que la atrofia ocurrió, pues

de haber sido posterior la percepción de los hechos, ésta no

habrá sido afectada; asimismo tratándose de pérdidas

parciales o temporales de la función del respectivo órgano,

resulta conveniente indagar la incidencia que pueda tener en

la percepción de los hechos y su posterior transmisión.

Dentro del examen objetivo del testigo conviene precisar si

al momento de la percepción de los hechos o al transmitirlos

estaba bajo los efectos del alcohol o de alguna droga que

pueda producir trastornos intelectuales pasajeros o

permanentes1. En lo que concierne al análisis de los

elementos subjetivos del testimonio, el mismo comporta el

estudio de la forma en que el testigo percibió los hechos, de

su capacidad para conservarlos en el memoria, de las

facilidades que posea para la evocación de sus recuerdos y

finalmente de la manera como puede y quiere transmitirlos al

Juzgador encargado de la recepción de la prueba2. Es

importante señalar que al momento de valorar si una persona

ha faltado o no a la verdad es necesario distinguir dos

conceptos que aunque puedan parecer equivalentes presentan

grandes diferencias: la sinceridad y la veracidad. Un testigo

es sincero cuando narra lo que él percibió o creyó percibir,

1 Vid. REYES ALVARADO, YESID, en La Prueba Testimonial, Ediciones “Reyes

Echandía Abogados Ltda”, Bogotá, 1988, págs. 165-167. 2 Vid. REYES ALVARADO, YESID, en La Prueba Testimonial, Ediciones “Reyes

Echandía Abogados Ltda”, Bogotá, 1988, pág. 171 y ss.

independientemente de sí esos hechos por él transmitidos

tuvieron o no real ocurrencia en la forma como él los

aprehendió. Lo que importa para que exista sinceridad no es

que el relato coincida exactamente con la forma como los

hechos ocurrieron, sino que el testigo los relate convencido

de que realmente acaecieron en la forma como él los

transmite. Por el contrario, un testigo es veraz ( y su

testimonio verídico) cuando la narración que hace de los

hechos coincide exactamente con la forma en que aquellos

realmente ocurrieron. En consecuencia, cuando el declarante

no sea veraz, su inexactitud puede deberse a simples errores

o a mentiras dichas bien sea en forma voluntaria o de manera

incontrolada debido a problemas sicológicos3. En el caso bajo

examen, y después de un minucioso examen del razonamiento

externado por el Tribunal de Instancia para valorar el haz

probatorio aportado al juicio, esta Sala considera que no

existe la actividad probatoria de cargo suficiente para

enervar la presunción de inocencia que existe a favor de los

acusados C. D. E. A. y E. S. Z., conclusión a la que arriba

este Tribunal de Casación por las siguientes razones: I.- El

testigo protegido Z al ser interrogado en el debate en cuanto

al procedimiento que se había seguido para el reconocimiento

de los sospechosos, indicó que había sido a través de

fotografías que le fueron mostradas por unos policías (vid.

Folio No. 408). Como lo apunta el jurista español DE DIEGO

DIEZ, es relativamente frecuente que la primera

identificación del presunto autor de un hecho delictivo se

realice en las dependencias policiales a partir de la

exhibición a los testigos de álbumes fotográficos de

delincuentes. A veces, porque no existen datos para

identificar al delincuente y, por tanto, no ha podido ser

detenido, es imprescindible acudir a la exhibición de

fotografías, procedimiento válido desde luego, pero tan sólo

como medio policial de investigación que puede servir para

ulteriores diligencias, que sean base de verdaderas pruebas

posteriores. En las dependencias policiales, a los testigos

deben mostrárseles álbumes con una pluralidad de fotografías,

y permitirles que los examinen sin sugerir la posible

identificación de algunas de ellas, refiriendo el citado

autor, que el Tribunal Supremo de su país en sentencia de

fecha 1 de diciembre de 1995 entendió que mostrar solo una

fotografía revela falta de neutralidad del investigador,

añadiendo que la necesidad de que sean varias las fotografías

que se exhiban al testigo recognoscente se deriva del propio

texto legal toda vez que la identificación fotográfica puede

servir de punto de partida para la práctica ulterior de la

diligencia de un reconocimiento en rueda o con eficacia

probatoria propia a través de la introducción de otro medio

de prueba en el debate como lo es la comparecencia del

identificante o de los policías ante los cuales se practicó

el reconocimiento4. Un examen detenido de las actas

contentivas del reconocimiento fotográfico practicado en sede

policial, en la ciudad de San Pedro Sula, Departamento de

3 Vid. REYES ALVARADO, YESID, en La Prueba Testimonial, Ediciones “Reyes

Echandía Abogados Ltda”, Bogotá, 1988, Págs. 164-165. 4 Vid. DE DIEGO DIEZ, ALFREDO, en Los Medios de Prueba, Cuadernos de

Estudios Judiciales “RAFAEL ALVARADO MANZANO”, LITICOM, Tegucigalpa,

M.D.C., 2001, págs. 44-46.

Cortés, un año y días después de haberse perpetrado el

delito, revela que las mismas establecen de manera muy

escueta y siguiendo un formato preestablecido que el testigo

protegido Z “mediante observación de nuestros albunes

fotográficos procedió a identificar a: C. D. A. E. con

Identidad No. … como la persona que conducía la motocicleta

el día que dieron muerte al señor D. D. G., reconociéndolo en

un 100%), de igual manera se expresa que el mismo testigo

..procedió a identificar a: R. E. S. Z., Identidad No. …,

como la persona que disparó contra la humanidad del Sr. D. D.

G., reconociéndolo en un 100%). La circunstancia de que del

contenido de las actas antes relacionadas no se desprenda de

manera clara y sin lugar a dudas que tal reconocimiento en

sede policial se efectuó mediante la exhibición al testigo de

una pluralidad de fotografías, y que tal diligencia se haya

practicado cuando había transcurrido un año y días desde que

se diera muerte al occiso5, son motivos racionales para dudar

que tal testimonio sea veraz, es decir que coincida con la

forma en que los hechos se produjeron como afirma el

deponente, es decir, que los sujetos que observó sean

indudablemente los que posteriormente han resultado acusados

por el delito de asesinato en perjuicio del Abogado D. D. G..

5 Sobre los inconvenientes que presenta el transcurso del tiempo para la

evocación de los recuerdos, ALVARADO REYES expone que “la capacidad de

evocación de los recuerdos disminuye con el transcurso del tiempo, pues

salvo casos excepcionales las percepciones recientes son más fáciles de

evocar en cuanto las tenemos más frescas y no hay necesidad de forzar

tanto la memoria para evocar muchos detalles. Normalmente los procesos en

nuestro país se prologan excesivamente en el tiempo, trayendo como lógica

consecuencia que los testigos sean llamados a declarar muchos meses (y a

veces años) después de que han percibido determinados hechos, los cuales

la mayoría de las veces no revestían especial interés para él, porque

probablemente nunca imaginó que fueran relevantes dentro de una

investigación. Este testigo, que hace muchos meses percibió la firma de

una escritura o que vio a una persona abandonar precipitadamente una casa

o salir apresuradamente en un vehículo, se encuentra de repente que esos

hechos son importantes dentro de una investigación que tiene que

recordarlos como testigo. Como capacidad de evocación, el declarante sólo

tiene dos opciones: o acepta sus limitaciones o decide transmitir aquello

que logró evocar pero complementándolo de acuerdo con lo que su juicio

debió de ocurrir, así, el testigo no recuerda si el vehículo en que huyó

una persona estaba o no prendido, podrá optar por decir que vio cuando el

sujeto lo encendió y posteriormente partió, no porque en realidad lo haya

percibido así sino porque su lógica le hace suponer que fue el mismo

sujeto quien dio arranque al vehículo. Esa frecuente tendencia del

testigo a llenar lógicamente las lagunas que encuentra en su evocación,

es desde luego muy perjudicial para la investigación porque supone una

distorsión de la realidad, aunque normalmente sea de buena fe. Por eso

suele afirmarse que las declaraciones rendidas mucho tiempo después de

percibidos los hechos ofrecen menos credibilidad que las que se han

decepcionado poco tiempo después de ocurridos aquéllos; esa afirmación

que como regla general puede considerarse válida depende desde luego de

las personales condiciones de cada declarante, para quien los hechos

pudieron ser fácilmente evocables debido al notable interés que tenía en

ellos, o debido a que con frecuencia los recuerda, o porque ha demostrado

dentro de su declaración poseer una excelente capacidad de evocación

frente a preguntas de control que le hayan sido formuladas y por eso está

en capacidad de evocar con facilidad a pesar del transcurso del tiempo.

Lo ideal para evitar estos inconvenientes en la evocación de recuerdos

sería que los testimonios fueran recibidos lo más rápidamente posibles,

cuando los hechos aún están frescos en la memoria de quien los percibió y

la capacidad de evocación es mayor….”, Vid. REYES ALVARADO, YESID, en La

Prueba Testimonial, Ediciones “Reyes Echandía Abogados Ltda.”, Bogotá,

1988, págs. 205-206.

II) La duda razonable que se surge en torno la comisión del

delito de asesinato que se atribuye a los encartados, resulta

apoyada también por las siguientes circunstancias: a) El

señor S. L. P. G., al rendir su testimonio afirma que el día

4 de diciembre de 2006 fue llevado por el acusado C. D. A.

desde las instalaciones de la DGIC rumbo al Juzgado de Letras

Penal de la Sección Judicial de Tegucigalpa, del Barrio La

Granja, a donde llegaron a eso de las 9:30 minutos de la

mañana con el objetivo de que rindiera una declaración ante

dicho órgano jurisdiccional, retornando junto con dicho

encartado a la sede policial aproximadamente a las tres de la

tarde de ese mismo día. El Juzgador en su motivación

intelectiva de la prueba le concede credibilidad a tal

declaración señalando que el deponente se mostró además

sincero, sin que se advirtiera que tuviera ánimo alguno de

perjudicar o favorecer al acusado C. D. A. E., sin embargo,

un examen del testimonio rendido por el señor S. l. p. al ser

preguntado por uno de los Jueces del mismo Tribunal sí daba

fe de que el procesado antes mencionado estuvo con él durante

todo el tiempo en que permaneció en el Juzgado de Letras

Penal de Tegucigalpa, contestó que sí en un cien por ciento

(vid. Folio NO. 413); así las cosas el Tribunal no explica ni

tampoco esta Sala encuentra motivos racionales para dudar del

testimonio exculpatorio rendido por el deponente relacionado,

mismo que resulta reforzado en sus aspectos esenciales con

las declaraciones rendidas por el conductor del vehículo

policial H. J. D. N. y el Oficial de Policía M. H. F. A.

(vid. Folios No. 410, 411, 414-416), así como también por las

anotaciones manuscritas hechas en el Libro de Novedades de la

DGIC por el procesado C. D. A. E. en torno a las horas en que

abandonó las instalaciones de la policía de investigación

rumbo al Juzgado de Letras y la de retorno (vid. Folios 312-

317); b) En cuanto a los testigos M. A. P. y L. F. T. G.,

que sitúan espacial y temporalmente al imputado R. E. S. Z.

en la ciudad de La Ceiba cuando se causó la muerte del

Abogado D. D. G., el Juzgador no indica por un lado ni esta

Sala encuentra por el otro, cuales son los motivos racionales

para dudar de tales declaraciones, limitándose a señalar el

Tribunal A Quo que por la experiencia adquirida durante

varios años concluye que los testimonios antes señalados no

son lo suficientemente convincentes ni veraces, para

desvirtuar la credibilidad del testigo protegido “Z” (vid.

Folio No. 443); c) El Tribunal de Instancia al valorar el

testimonio del señor L. F. T. expresa que no obsta a lo

indicado por éste, que el acusado R. E. S. estando a las

7:00 de la mañana del día 4 de diciembre de 2006 en la ciudad

de La Ceiba pueda estar presente a las 9:30 de la mañana en

Tegucigalpa, y disparar como lo observó el testigo protegido

Z, a eso de las diez de la mañana contra el occiso,

retornando a esa ciudad puerto en horas de la tarde del mismo

día. Contra tal razonamiento cabe decir que las máximas de la

experiencia indican que los dos medios de transporte más

rápidos para desplazarse actualmente desde la ciudad de La

Ceiba a Tegucigalpa y viceversa, son los terrestres y aéreos,

y que dada la gran distancia que separa los centros urbanos

antes mencionados y el estado de las carreteras, se excluye

la posibilidad de que de ser cierta tal hipótesis el

encausado E. S. Z. se haya desplazado por la vía terrestre,

de ahí que por exclusión solamente ha podido hacerlo por la

vía aérea. No existiendo en el proceso ningún elemento

probatorio que acredite la movilización del encartado

utilizando un medio de transporte aéreo el día en que se

diera muerte al Abogado D. D. M., el razonamiento expuesto

por el Tribunal de Instancia para restarle credibilidad a la

declaración rendida por el señor L. F. T., resulta contrario

a las máximas de la experiencia; d) Si bien es cierto que en

el allanamiento practicado a la vivienda del procesado C. D.

A. E. se encontraron hojas manuscritas, contentivas de

información relativa al embargo trabado en un expediente

laboral y datos concernientes al Abogado D. D. G., así como

también al nombre y clave del coimputado S. E. S. Z., no es

menos cierto que si bien tales elementos indiciarios, pueden

ser interpretados como sospechosos, no permiten en

concatenación con otros concluir con certeza y más allá de

toda duda razonable que los encartados son responsables de

haber dado muerte al occiso, tomando en cuenta que tal y como

consta en el proceso, ambos prestaron sus servicios para la

empresa demandada en los Juzgados del Trabajo por el Abogado

D. D. G. , de tal manera que no pueda descartarse que en

función de su cargo, el señor A. E. pudiera haber recopilado

tal información, sin que le animara algún propósito de

carácter criminal (vid. Folios No 364-365); e) La hipótesis

acusatoria que se apoya fundamentalmente en la declaración

rendida por el testigo protegido “Z” no encuentra una

corroboración con otros elementos probatorios como pudieran

haber sido por ejemplo la incautación del arma con que se

causó la muerte a la víctima, la incautación o como menos la

identificación puntual de la motocicleta en la que se

transportaban los delincuentes, de ahí que en el caso bajo

examen esta Sala considera que si bien es cierto que el caso

bajo examen tiene por objeto el juzgamiento de un crimen

execrable, acreedor de la mayor repulsa social y mediática,

tanto a nivel nacional como internacional tomando en cuenta

el importante y trascendental trabajo que venía desempeñando

el Abogado D. D. G. en la defensa de los intereses de

trabajadores que en vía administrativa y judicial denunciaban

la violación de sus derechos laborales; no es menos cierto

que ante la debilidad probatoria en que se basa la acusación

pública, tal y como queda explicado líneas arriba, esta Sala

considera que la presunción de inocencia que el artículo 89

de la Constitución de la República y diversos instrumentos

jurídicos internacionales6 consagran a favor de los señores

C. D. A. E. y R. E. S. Z. no ha resultado enervada y que por

6 Vid los artículos 11.1 de la Declaración Universal de los Derechos

Humanos del 10 de diciembre de 1948: “toda persona acusada de delito

tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su

culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se hayan

asegurado todas las garantías necesarias para su defensa”, 8.2 de la

Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José) del 22 de

noviembre de 1969: “Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que

se presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su

culpabilidad”, 26 de la Declaración Americana de los derechos y deberes

del hombre, Bogotá (1948): “Se presume que todo acusado es inocente,

hasta que se pruebe que es culpable.”; 14.2 del Pacto Internacional de

Derechos Civiles y Políticos del 19 de diciembre de 1966: “toda persona

acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras

no se pruebe su culpabilidad conforme a la ley.”

lo tanto el presente motivo debe prosperar. Motivo Segundo:

Violación a las reglas de la sana crítica en la valoración de

la prueba, con infracción, por falta de aplicación, de los

artículos 202, 336, párrafo 1ro y 338, regla cuarta, del

Código Procesal Penal. Explicación del concepto de la

violación. La sentencia definitiva en materia penal, al tenor

de lo que dispone el artículo 338, regla cuarta, del Código

Procesal Penal, debe contener en su fundamentación lo

siguiente: motivación fáctica, motivación probatoria y

motivación jurídica que, en los términos del citado precepto

procesal equivale a la declaración de hechos probados,

fundamentación probatoria, dividida en descriptiva e

intelectiva, y fundamentación jurídica. Es así entonces que

la estructura de la sentencia, en tanto que juicio de valor

emitido por el a quo, debe contener una relación clara,

precisa y circunstanciada de los hechos acreditados, que es

sobre lo cual se realiza aquel ejercicio valorativo. Cuadro

fáctico que debe sustentarse en el acervo probatorio

ejecutado en el juicio y no en cualquier otra consideración

extraña al mismo, debiéndose valorar dicha prueba en forma

conjunta y de acuerdo a las reglas de la sana crítica, que no

siendo jurídicas tales reglas se encargan de regular o

disciplinar el recto pensamiento y razonamiento humano, como

son la lógica, la psicología y la experiencia. La sentencia

recurrida, en la cual se tiene a nuestros representados como

partícipes en la muerte de quien en vida fuera D. D. G.,

hecho ocurrido aproximadamente entre las 10 y 10:30 de la

mañana del 04 de diciembre de 2006, proclama que para arribar

a tal conclusión se ha valorado la prueba en forma conjunta

y de acuerdo con las reglas de la sana crítica., lo que

resulta bastante alejado de la verdad, pues en tal

valoración, aparte de lo fragmentado que resulta, han

imperado criterios eminentemente subjetivos, carentes en

consecuencia de un objetivo respaldo probatorio, veamos: no

genera reproche alguno lo que tiene que ver con la forma como

se tiene por acreditado la existencia del hecho delictivo o

cuerpo del delito, dado que la muerte del señor D. D. G.

(Q.DD.G.) evidentemente resulta ser ocasionada o producida

por otra u otras personas en circunstancias que hacen

calificar el hecho como un delito contra la vida, por lo que

el reclamo se sustenta en la errónea atribución a nuestros

representados del hecho indicado; en tal sentido, si

examinamos la prueba de cargo, según criterio del Tribunal,

dentro de la prueba documental se considera un trozo o

fragmento de papel incautado en el allanamiento realizado en

la casa de nuestro representado C. A. E., en el cual se

contiene información acerca del expediente laboral ..., y

dentro de ella una referencia al finado D. D. G., en el

entendido que era el abogado que llevaba la causa, así como

un documento (báucher de depósito) con el que se acredita un

depósito por la cantidad de L. 50,000.00 a nombre del señor

A. E.. Con esta prueba el Tribunal en su correspondiente

valoración arguye que el señor A. E. estaba informado de la

existencia del abogado D. G. y de las actividades

profesionales que éste realizaba, para luego soltar una

especulación acerca del depósito en referencia, en el sentido

que la cantidad de dinero no es nada despreciable y que a

veces resulta difícil de ahorrar. Como se puede apreciar,

nada de lo dicho tiene objetivo respaldo probatorio, y por

consiguiente no puede tener un componente incriminatorio,

porque el documento a que se alude no refiere específicamente

al abogado D. G. sino a un expediente laboral, y por otra

parte, el depósito a que se indicado provino del pago de

salarios caldos que le fueron cancelados al señor A. E. una

vez que fue reintegrado a la DGIC por orden judicial, y en

todo caso la procedencia ilícita, de haber sido así, debió

probarse en el juicio. Con otro documento incautado se dice

tener por probada la presunción de que el imputado C. A. E.

se conocía con el otro procesado R. E. S., aspecto que

tampoco abona algo a la incriminación en el hecho

relacionado. Con la prueba testifical de los señores C. A.

H. M., O. A. T. y testigo protegido identificado como “H-

1”, nada se prueba con relación a la imputación que se hace a

nuestros representados, lo que así se reconoce en la

valoración que hace el Tribunal. Es prácticamente con la

declaración del testigo protegido “Z” con lo que puede

decirse que el Tribunal sustenta impropiamente su fallo de

culpabilidad, esto al sobredimensionar una deposición carente

de corroboración por otro elemento de prueba y sumamente

sospechosa por el momento en que aparece el testigo, que lo

es mucho tiempo después de ocurrido el hecho, así como por

otras circunstancias que es preciso relacionar: el testigo

dijo haber reconocido algún tiempo después a nuestros

representados como los autores del hecho a través de unas

fotografías que les fueron mostradas por unos policías, que

ese día 04 de diciembre de 2006 se conducía en transporte

público (bus) hacia el aeropuerto a trabajar, pero como era

tarde decidió bajarse del autobús, cruzar la mediana para

regresarse nuevamente a otro bus o autobús para dirigirse a

Plaza Miraflores, y que fue en ese momento cuando cruzaba la

mediana que observó el hecho. Vulnerando en principio las

reglas de la psicología, el Tribunal concede pleno valor

probatorio a tal deposición porque dice, entre otras cosas,

que “la distancia que medié entre él y los agresores era

mínima, que sin ninguna dificultad cualquier persona pudo

reconocer a los atacantes, máxime que no portaban ningún tipo

de casco, gorra, anteojos o algo por el estilo”; decimos que

se vulnera tal principio porque desconoce el Tribunal que

situaciones perturbadoras o traumáticas, como ver la

ejecución de un hecho criminal, afectan notablemente la

percepción de cualquier ser humano y que la evocación de

cualquier acontecimiento se desvanece con el transcurso del

tiempo, aspecto sobre el que Luigi Batitstelli, La Mentira

ante los Tribunales, Editorial Temis, Bogotá, pág. 47,

expresa: “El juez que valora la declaración testifical debe

siempre tener presente que incluso la memoria más sólida y

tenaz, con el tiempo se debilita; y tanto más fácilmente los

recuerdos se desvanecen, se desmenuzan y se dispersan, cuanto

menos reciente es el hecho sobre el cual el testigo declara,

especialmente si aquel hecho no suscitó en él un particular

interés”, además de que, no es razonable pensar, asilo

demuestra la experiencia, que una persona no se queda parada

y atenta viendo la ejecución de un hecho criminal con arma de

fuego, si no sale corriendo es por impavidez que le produjo

el miedo o temor, y por lo tanto en uno u otro supuesto la

percepción eventual resultará seriamente afectada. De igual

manera, dice el Tribunal que atribuye valor probatorio al

testigo en referencia porque su declaración coincide o es

confirmada por la reconstrucción de hechos, no obstante que

al describir la referida diligencia probatoria expresa que el

señor R. M., agente de la DGIC que dirigió la investigación

desde el momento mismo en que aconteció el hecho, puso el

vehículo en un lugar diferente a como lo hizo el testigo “Z”,

aunque en la misma dirección a la colonia Las Brisas, lo que

en el fondo implica entonces que no hubo tal coincidencia.

Tampoco es coincidente la versión de tal testigo con el

informe y conclusiones del perito en balística, dado que el

mismo expresó que primero escuchó como dos o tres disparos

para luego escuchar otros, mientras que el informe balístico

y el dictamen de autopsia dan cuenta de que sólo se

efectuaron cuatro disparos, tres a corta distancia y uno a

larga distancia; de igual forma, el plano planimétrico

elaborado sobre la escena del crimen deja evidenciado que los

disparos se hicieron mientras el vehiculo iba en marcha, pues

no de otra forma se explica la colisión con otra vehículo que

le precedía y la distancia en que quedaron los casquillos con

relación al vehículo, algo que arbitrariamente se pretende

alterar apreciando una distancia diferente a la que refiere

el indicado plano. Se aparta también el Tribunal de las

máximas de la experiencia cuando argumenta que: “al ver la

profesión del declarante, es del criterio que la misma exige

que la persona sea observadora de lo que pasa a su alrededor,

que esté atento, vigilante de lo que sucede cerca del lugar

donde se encuentre, y también le permite flexibilidad en su

horario de trabajo”, pues la experiencia no enseña que

determinada profesión permita ser más o menos observador, son

otras circunstancias las que pueden servir de parámetro para

determinar si una persona pudo haber percibido de buena forma

un determinado acontecimiento, tampoco se puede decir que el

poseer determinada profesión necesariamente le permita mayor

flexibilidad en un horario de trabajo, a menos que se tenga

la condición de ejecutivo, lo que no puede ser en el caso

particular teniendo en cuenta el medio de transporte en que

dijo conducirse a su trabajo el testigo “Z”. Carece de

sentido igualmente lo relatado por el testigo “Z” en el

sentido de que se bajó del autobús y que cruzó la mediana

para un bus del Carrizal que lo llevaría a Plaza Miraflores,

esto porque del lugar del acontecimiento al referido centro

comercial la distancia es muy corta y por lo tanto cualquiera

se iría a pie, y no entendemos tampoco por qué una ruta que

va hacia el Carrizal, que es un lugar distante del aeropuerto

y de Plaza Miraflores. Aparte de lo anterior, la deposición

de este testigo resulta contradicha por el testigo J. R. M.,

persona que dirigió la investigación desde el momento que

aconteció el hecho, y quien expresó claramente en juicio que

en su investigación nunca aparecieron como sospechosos

nuestros representados, ya que la testigo que él logró ubicar

mientras realizaba las primeras diligencias investigativas, a

través de retratos hablados le permitió identificar a un

sospechoso con el nombre de J. G. S. y a otra persona que

quedó pendiente de identificación, pero sobre el cual se

tenía el retrato hablado, que tampoco coincidía con alguno de

los imputados. Deposición esta que en forma arbitraria niega

validez el Tribunal, dado que no da razones suficientes para

descartarla sino que hace apreciaciones subjetivas como lo

relacionado con el supuesto relevo de la investigación, que

no fue cierto porque él claramente dejó dicho que el

expediente investigativo lo pasó a la Fiscalía con los

elementos de prueba ya que había recavado, que supuestamente

el expediente se Perdió o extravió y que cuando se reinició

de nuevo la investigación él ya había sido pues Con la

prueba de descargo, el propio Tribunal tiene por acreditado

que nuestro representado C. A. E., ese día 04 de diciembre de

2006 a las 9:32 de la mañana salió de las oficinas de las

DGIC con destino al Juzgado Penal Unificado de Tegucigalpa,

acompañando a unos testigos protegidos que depondrían en un

caso relacionado con el robo de un queso perpetrado en el

mercado San Isidro, sin embargo, al tener el hecho como

producido entre las 10 y 10:30 de la mañana, especula con el

supuesto de que el señor éste pudo ir en ese lapso de tiempo

a recoger una motocicleta, hacerse acompañar del señor E. S.,

para luego dar muerte al señor D. D. G. en el Boulevard

Fuerzas Armadas mientras se conducía a la Corte Suprema de

Justicia. Extremo este, es decir el relacionado con la

presencia del señor C. A. en el Juzgado Penal, que se

acredité con las deposiciones de H. J. D., M. H. F. A. y S.

L. P. G., así como con la inspección al Libro de Novedades

del Departamento de Asaltos de la DGIC. Con relación al señor

R. E. S., el Tribunal tampoco niega o deja sin valor lo

correspondiente a la deposición de los señores M. A. P. y L.

F. T. G., en el sentido de que el mismo se encontraba o fue

visto ese día 04 de diciembre de 2006 aproximadamente a las

07 de la mañana y 5:30 de la tarde, no obstante se especula

nuevamente con la posibilidad, se dice, de que “el acusado,

gracias a los modernos medios de transporte que existen hoy

en día, estando a las 7:00 en la ciudad de la Ceiba, puede

también estar presente a las 9:30 en la ciudad de

Tegucigalpa, y volver al puerto en horas de la tarde”,

entrando con ello en una absoluta contradicción, pues no

puede afirmarse lo anterior, que en el fondo es un

reconocimiento de valor probatorio a las deposiciones, para

luego afirmar que “su testimonio no es digno de confiabilidad

probatoria, además de que los testimonios de estos testigos

de descargo, no son lo suficientemente convincentes ni

veraces, para desvirtuar la credibilidad del testigo

protegido “Z”. Razonamiento que afecta el principio

fundamental de la lógica denominado de “contradicción”, o más

bien “no contradicción”, el cual postula que no pueden ser

válidos dos juicios, de los cuales uno expresa que alguien o

algo es y el otro dice que ese alguien o ese algo no es, o

que dos juicios opuestos entre sí contradictoriamente no

pueden ser ambos verdaderos, y que al excluirse mutuamente no

queda nada de lo que se quiso decir o afirmar. En el numeral

quinto del apartado “FUNDAMENTOS JURÍDICOS”, el Tribunal

reconociendo la debilidad del testimonio del testigo “Z”.

pretende completar su convicción de culpabilidad con supuesta

prueba indiciaria, transcribiendo en principio algunas

definiciones doctrinarias y jurisprudenciales, para luego

traer a colación los documentos ya citados que se incautaron

en el allanamiento realizado a la casa del señor C. A. E.,

sacando como conclusión que: “Cada uno de los aspectos arriba

mencionados, analizados en forma individual no nos dice nada,

pero al valorarlos en forma conjunta y con lógica, vemos que

sirven para demostrar que R. E. S. Z. y C. D. A. E., formaban

un equipo perfecto para ejecutar el hecho delictivo sometido

a Juicio Oral y Público”. Razonamiento acerca del cual es

pertinente decir que la prueba indiciaria no es cualquier

cosa ni se sustenta en juicios de valor o criterios

particulares, y que la misma tener una estructura silogística

requiere la concurrencia de una premisa menor, que lo

constituye el llamado hecho indicador, que al conectarlo con

una máxima de la experiencia o ley científica (premisa

mayor), a través de una inferencia deductiva se obtiene el

hecho indicado, que lo constituye la conclusión que se

obtiene del razonamiento Nos preguntarnos entonces, ¿qué

máxima de la experiencia indica que el estar en posesión de

un papel en el cual, entre otros datos, esté comprendido el

nombre de una persona, significa que su poseedor en el caso

de muerte de éste el causante o responsable de la misma?, en

el mismo orden de ideas, ¿qué máxima de la experiencia puede

servir de sustento para afirmar que por el hecho de que dos

personas que se conozcan entre sí implica que a ambas se les

deba tener como partícipes en un hecho criminal? La

conclusión es sencilla, la experiencia no tiene por cierto

acontecimientos como los que aduce el Tribunal, por

consiguiente no existe posibilidad de invocar ninguna prueba

indiciaria para conectar a nuestros representados con el

hecho sometido a proceso, ya que al pretenderse operar al

margen de máximas de la experiencia que puedan dar respaldo a

los supuestos hechos indiciarios, el razonamiento y

necesariamente la conclusión devienen falaces, por lo que

igualmente resulta violentada una regla de la sana crítica

con el fallo recurrido. Motivo de casación que se encuentra

autorizado en el artículo 362, numeral 3, del Código Procesal

Penal como supuesto de quebrantamiento de forma o vicio in

procedendo, y respecto del cual no se hizo reclamo formal

para su subsanación en razón de que el vicio se produce en la

sentencia misma.” IV.- La Abogada T. J. F., en su condición

de Fiscal del Ministerio Público, formalizó su Recurso de

Casación por Quebrantamiento de Forma de la manera siguiente:

“EXPOSICIÓN DE LOS MOTIVOS DE CASACIÓN.- I. POR

QUEBRANTAMIENTO DE FORMA: MOTIVO UNICO: “Falta de Congruencia

entre la sentencia y las pretensiones de las partes”.

PRECEPTO AUTORIZANTE: El presente motivo de casación se

encuentra comprendido en el Artículo 362 numeral 6 del Código

Procesal Penal. EXPLICACIÓN DEL MOTIVO: La acusación ha de

ser precisa respecto del hecho delictivo por el que se

formula la pretensión punitiva, por ende la sentencia tiene

que ser congruente con tal calificación, de ahí que la

eficacia delimitadora del proceso resulta de la correlación

acusación-condena y en definitiva de la congruencia de la

sentencia penal. El sentenciador, tras la valoración de la

prueba y la subsunción del hecho probado en las normas

penales, declara que calidad y cantidad de pena impone dentro

del marco legal, ejercitando una función jurisdiccional

(arbitrio Judicial) en la que ha de observar la legalidad que

disponen los preceptos penales que la regulan. Para tal

efecto el juzgador debe realizar la importante misión de

atribuir al hecho punible, la sanción que el Código Penal

prevé en la medida que considera justa, es decir la

legalmente aplicable al caso concreto enjuiciado, haciendo

uso de la razonabilidad. El Código penal en su articulo 69

provee al sentenciador las reglas de individualización en los

cuales fundamentará la aplicación de dicha sanción, norma

legal que establece lo siguiente: “El juez determinará en la

sentencia la pena aplicable al indiciado dentro del máximo y

el mínimo señalado por la ley para cada delito y las

circunstancias en que el mismo se haya cometido. Para ello

tendrá en cuenta sus antecedentes personales, su mayor o

menor peligrosidad, las circunstancias atenuantes y

agravantes que hayan concurrido en el hecho apreciadas tanto

por su número como, sobre todo, por su magnitud e

importancia, y la mayor o menor extensión de los males

producidos por el delito, en particular de naturaleza

económica”. El Ministerio Público tomando como fundamento la

norma legal precitada solicitó al tribunal de Sentencia se

impusiera a los imputados C. D. A. y R. E. Z. la pena máxima

de treinta años de reclusión, sustentando su petitoria

considerando la peligrosidad de los imputados, así como las

circunstancias en que se cometió el hecho criminoso. En el

caso que nos ocupa el Juzgador, al momento de emitir

sentencia definitiva, condenó a los imputados C. D. A. y R.

E. S. a una pena de veinte años seis meses y veintiún años de

reclusión respectivamente, al estimar que en el presente caso

los acusados actuaron por motivos fútiles o abyectos,

agravante contenida en el articulo 27 numeral 1 de la norma

legal precitada, estableciendo asimismo que en el caso del

imputado R. E. S. considera que al haberse acreditado la

existencia de un expediente criminal abierto en su contra por

un delito contra la vida deja entrever cierto grado de

peligrosidad para el entorno en que se encuentra. Sobre el

particular debemos referir que en el proceso de determinación

de la pena, el sentenciador, cuando concurren circunstancias

agravantes en el hecho debe apreciarlas principalmente por su

relativa importancia; por lo que a pesar que el Juzgador

estimó su concurrencia al establecer que ambos imputados al

realizar su acción obraron “por motivos abyectos” el cual es

definido por el Diccionario Jurídico Cabanelas como:

“Despreciable, vil, ruin”; en base a la relevancia que ésta

representa considerando que su actuar se realizó con ruindad

y humillación al dirigir su acción hacía un bien jurídico

protegido como lo es la vida, instituido como fin supremo de

la sociedad, habiendo sido además el occiso un activista de

los Derechos Humanos quien realizaba una labor social en

defensa de trabajadores de sectores vulnerables de nuestra

sociedad tales como vigilantes, aseadoras, etc, la aplicación

de dicha agravante en relación a la sanción punitiva resulta

desproporcional a la pena impuesta. También resulta de suma

importancia acotar sobre las circunstancias personales del

delincuente, que no son mas que aquellos rasgos de la

personalidad delictiva del imputado que configuran igualmente

esos elementos diferenciales para efectuar la

individualización penológica. En otras palabras, la

peligrosidad como dato de naturaleza personal que, aunque no

se desarrolle, se infiere claramente de la CONDUCTA

desplegada por aquel, y que en el caso sub judice encuentra

su claro pilar en el relato de los hechos probados

estructurados por el Juzgador; aunado a lo anterior y en

relación al procesado R. E. S., el Ministerio Público,

acreditó a través de prueba documental que éste tiene juicio

pendiente en la ciudad de la Ceiba, por el delito de

Homicidio, estando pendiente la causa para proposición de

pruebas, desprendiéndose de lo anterior una inclinación

delictiva por parte de dicho imputado a cometer éste tipo de

delitos (contra la vida), de lo que deriva indefectiblemente

que el imputado no presenta cierto grado de peligrosidad,

sino por el contrario que es una persona altamente peligrosa.

En cuanto al criterio legal consistente en “la menor o mayor

gravedad del hecho”, de la cual debemos recordar que no nos

referimos a la gravedad del delito, considerando que ésta

gravedad ya ha sido contemplada por el legislador para fijar

la banda cuantitativa penal que atribuye a tal delito, sino

que se refiere la ley a aquellas circunstancias fácticas que

el juzgador ha de valorar para determinar la pena y que sean

concomitantes del supuesto concreto que esta juzgando; y en

el presente proceso a pesar que el Juzgador ha expresado de

manera amplia en la sentencia cual fue la intervención tanto

de C. D. A. como de R. E. S., en los hechos, realizando un

análisis de cómo tuvieron lugar los acontecimientos traídos a

juicio oral, dicha circunstancia tampoco se ve reflejada en

la extensión de la pena impuesta.7 A manera de ilustración el

autor español Santiago Mir Puig en su libro Derecho Penal,

parte general, pag. 707 y 710, sobre éste punto establece que

la legislación ha basado tradicionalmente la determinación de

la pena en sentido estricto en base a la gravedad del hecho y

en la valoración de la cuantía y entidad de las

circunstancias modificativas eventualmente concurrentes. La

determinación legal de la pena no se detiene en la fijación

del marco penal, sino que comprende además la extensión en la

que debe imponerse. El código Actual distingue dos partes: la

mitad superior y la mitad inferior de la pena correspondiente

al marco legal. …, dependiendo de la concurrencia de

circunstancias modificativas. En caso de que concurran una o

varias agravantes, corresponderá acudir a la mitad superior

de la pena. De igual forma del Tribunal Supremo Español, ha

emanado la posición jurisprudencial que sirve de

consolidación en lo atinente al Derecho Comparado, a la tesis

que sirve de sustratum a ésta vía impugnativa, para tal

efecto veamos: la sentencia 63-2004, a través de la cual se

ha establecido que el arbitrio judicial deberá referirse a

las circunstancias personales del delincuente, la gravedad

del hecho, así como la capacidad de resocializaciòn y de

reeducación atendiendo la prevención especial, extremos que

el legislador no puede prever y que por ende delega en el

juez.8 Asimismo la Sala de lo penal de la Corte Suprema de

Justicia ha establecido jurisprudencia nacional al respecto,

en sentencias N0s. 1765-04 y 864-04 estableciendo en ésta

última lo siguiente”…, en reiteradas sentencias esta sala ha

determinado que en el caso de no existir circunstancias

modificativas de la responsabilidad, es decir agravantes y

atenuantes, la pena se aplica en su término medio, y que en

caso de la existencia de las mismas el Juzgador deberá

7 http:// books.google.com/vista del libro Jurisprudencia Sistematizada,

Uriarte Valiente, Luis Maria y Farto Piay, Tomas. El Proceso Penal

Español, pag. 740 8 Idem. pag. 738

ponderar en su caso entre el mínimo y el máximo, tomando en

cuenta el grado de peligrosidad del imputado y los otros

elementos establecidos legalmente, pudiendo ponderar según el

caso entre el mínimo y el máximo del término medio”. Al tenor

de lo anterior, si la Jurisprudencia se ha pronunciado en que

se deberá aplicar el termino medio de la pena aplicable al

delito, cuando no existan circunstancias atenuantes y

agravantes; resulta por lo tanto lógico que en el caso sub

judice ante la concurrencia de una agravante de relevancia

como lo es haber actuado los imputados por motivos abyectos,

atendiendo también las circunstancias en que se cometió el

hecho (gravedad del hecho), y los antecedentes personales que

concurren en el caso del imputado R. E. S., la sanción

punitiva no puede considerarse proporcional a los seis meses

y un año de extensión, finalmente impuesto a los enjuiciados

mas allá del mínimo punitivo del delito en cuestión, por lo

que en fundamento a lo anteriormente expuesto, solicitamos

Honorables Magistrados se aplique la extensión de la pena

proporcional a los elementos establecidos, en su pena máxima.

Por haberse producido el vicio in procedendo denunciado en el

presente motivo, en el acto mismo de sentenciar, no ha podido

efectuarse reclamación alguna para la subsanación del vicio.”

RECURSO DE CASACION POR QUEBRANTAMIENTO DE FORMA INTERPUESTO

POR LA DEFENSA DE LOS IMPUTADOS C. D. A. E. Y R. E. S. Z.,

ARGUYENDO QUE EL TRIBUNAL DE INSTANCIA AL DICTAR SENTENCIA

CONDENATORIA EN CONTRA DE LOS ENCARTADOS INOBSERVO LAS REGLAS

DE LA SANA CRÍTICA EN LA VALORACION DE LA PRUEBA.- PRECEPTO

AUTORIZANTE: ARTICULO 362 No. 3) PARRAFO IN FINE DEL CODIGO

PROCESAL PENAL.- Esta Sala no se pronuncia sobre el presente

motivo, por haber prosperado el que por infracción de

precepto constitucional formuló la Defensa de los encausados.

POR TANTO: La Corte Suprema de Justicia, en nombre del Estado

de Honduras por UNANIMIDAD DE VOTOS DE LA SALA DE LO PENAL y

en aplicación de los artículos 16 párrafo segundo, 89, 90,

303, 304, 313 atribución 5), 316 párrafo segundo reformados

de la Constitución de la República, 11.1 de la Declaración

Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre de

1948, 8.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos

(Pacto de San J.) del 22 de noviembre de 1969, XXVI de la

Declaración Americana de los derechos y deberes del hombre,

Bogotá (1948; 14.2 del Pacto Internacional de Derechos

Civiles y Políticos del 19 de diciembre de 1966, 1 de la Ley

de Organización y Atribuciones de los Tribunales, 2 párrafo

primero, 198, 202, 339 párrafo primero, 361, 362 numeral 3) y

369 del Código Procesal Penal.- FALLA: I.- Declarando CON

LUGAR el recurso de casación por infracción de precepto

constitucional interpuesto contra la sentencia condenatoria

dictada por el Tribunal de Sentencia de Tegucigalpa en fecha

diecinueve de marzo de dos mil nueve; II.- Anulando la

sentencia recurrida y absolviendo de responsabilidad criminal

a los señores C. D. A. E. y R. E. S. Z., por el delito de

ASESINATO, en perjuicio de quien en vida fuera el señor D. D.

G., Y MANDA: Que con certificación del presente fallo, se

remitan los antecedentes al Tribunal de origen, para que

proceda conforme a Derecho.- REDACTO EL MAGISTRADO CALIX

VALLECILLO.- NOTIFIQUESE.- FIRMAS Y SELLO.- RAUL A. HENRIQUEZ

INTERIANO.- COORDINADOR.- JACOBO A. CALIX HERNANDEZ .- CARLOS

DAVID CALIX VALLECILLO.- FIRMA Y SELLO.- LUCILA CRUZ

MENENDEZ.- SECRETARIA GENERAL”.

Extendida en la ciudad de Tegucigalpa, Municipio del Distrito

Central, a los doce días del mes de junio del año dos mil

doce.- Certificación de la sentencia de fecha quince de mayo

del año dos mil doce, recaída en el Recurso de Casación Penal

con orden de ingreso en este Tribunal No. SP-255-2009.

LUCILA CRUZ MENENDEZ

SECRETARIA GENERAL