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Breve resumen del marco normativo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, y su Protocolo de Kyoto - E. Kaltenmeier El presente trabajo forma parte del trabajo práctico realizado junto a Daiana Ricoy, y presentado a la cátedra de Recursos Naturales – Régimen Jurídico, Universidad Nacional de la Patagonia, el 19 de mayo de 2010. Más allá de la sugerencia de una determinada extensión de este punto, hemos decidido que, a los fines de un trabajo genuino, conviene apartarse de dicha recomendación y que, justamente, el libre desarrollo del mismo nos lleve a la extensión necesaria para su completa exposición, sin agregados superfluos o limitaciones forzadas. En este sentido, se impone un análisis de dos instrumentos internacionales, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, y su Protocolo de Kyoto, aprobado por sendas leyes del Congreso de la Nación, Leyes 24295 y 25438, respectivamente. La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático fue adoptada en Nueva York el 9 de mayo de 1992. Ya desde el Preámbulo de la misma se plantean cuatro cuestiones fundamentales, que van a determinar las bases de toda la regulación provista por la Convención. La primera de ellas es el reconocimiento del carácter global de la problemática del cambio climático, y, en consecuencia, el reconocimiento de la necesidad de que las medidas adoptadas para resolverlo sean coordinadas a nivel internacional, entre los diferentes países. Llevándonos hacia la segunda cuestión, esta coordinación

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Breve resumen del marco normativo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, y su Protocolo de Kyoto - E. Kaltenmeier El presente trabajo forma parte del trabajo práctico realizado junto a Daiana Ricoy, y presentado a la cátedra de Recursos Naturales – Régimen Jurídico, Universidad Nacional de la Patagonia, el 19 de mayo de 2010.

Más allá de la sugerencia de una determinada extensión de este punto, hemos decidido que, a los fines de un trabajo genuino, conviene apartarse de dicha recomendación y que, justamente, el libre desarrollo del mismo nos lleve a la extensión necesaria para su completa exposición, sin agregados superfluos o limitaciones forzadas.

En este sentido, se impone un análisis de dos instrumentos internacionales, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, y su Protocolo de Kyoto, aprobado por sendas leyes del Congreso de la Nación, Leyes 24295 y 25438, respectivamente.

La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático fue adoptada en Nueva York el 9 de mayo de 1992. Ya desde el Preámbulo de la misma se plantean cuatro cuestiones fundamentales, que van a determinar las bases de toda la regulación provista por la Convención.

La primera de ellas es el reconocimiento del carácter global de la problemática del cambio climático, y, en consecuencia, el reconocimiento de la necesidad de que las medidas adoptadas para resolverlo sean coordinadas a nivel internacional, entre los diferentes países.

Llevándonos hacia la segunda cuestión, esta coordinación internacional, y los compromisos que deben asumir los países, se basan en un principio fundamental, que informa tanto a la Convención como a su Protocolo adoptado en Kyoto, Japón, y que es enunciado como principio de responsabilidad común pero diferenciada (el destacado nos pertenece) de los diferentes países. Este principio implica que los países más desarrollados son los principales responsables de la contaminación que ha desencadenado el cambio climático, y, en consecuencia de ese hecho incontrastable y reconocido por ellos mismos a través de estos instrumentos, les compete un mayor compromiso en la adopción de

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medidas para la contención de los efectos del cambio climático, o lo que muchas veces se reitera en estos tratados, les corresponde la iniciativa en la adopción de estas medidas globales.

Ahora bien, por conducto de este fundamento del principio caemos en la tercera cuestión, que es el reconocimiento de que los países en vías de desarrollo deben adoptar medidas conforme a sus capacidades, esto en sentido de reconocer que la adopción por ellos de determinadas medidas contra la contaminación, los condenaría a no poder desarrollarse (por ejemplo, la necesidad de continuar con la explotación de combustibles fósiles), de modo que los compromisos asumidos por cada país deben ser compatibles con sus posibilidades de desarrollo. Esto ya parece una mella a la posibilidad de que estos instrumentos sean eficaces, porque se está asumiendo -esto lo decimos en términos sencillos y sin la profundidad que vislumbraremos a reglón seguido- que los países en vías de desarrollo seguirán contaminando hasta hacerse desarrollados.

En líneas generales esto es así, con una serie de salvedades referidas a que, por un lado, las emisiones de gases de efecto invernadero de estos países son ínfimas en comparación a las de los países desarrollados, de modo que no se las considera determinantes, y por otro lado, también es cierto que suprimir estas actividades los condena, en las circunstancias actuales, a renunciar a todo progreso económico y, por consecuencia, social. Además hay que reconocer que con el paso del tiempo, aparecerán alternativas tecnológicas al alcance de estos países para reducir la contaminación que genere su actividad económica. Es por eso que esta puerta que parece dejar abierta la Convención no supone un grave renunciamiento a la adopción de medidas destinadas a paliar los efectos acumulados de la actuación humana en los últimos 400 años.

La cuarta cuestión que es posible extraer del Preámbulo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático es que la adopción de medidas debe basarse en los estudios científicos, con especial atención a su evolución en base a la investigación del fenómeno a nivel mundial, imponiéndose en ese sentido determinados compromisos para los Estados.

Ya en su articulado, en su artículo 2º la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático expresa que su objetivo principal es estabilizar la emisión de gases de efecto invernadero a niveles que permitan, sin detener la producción mundial y el desarrollo económico, que los ecosistemas tengan el tiempo suficiente como para adaptarse al mismo y no sufrir un impacto desmedido. En suma, que las interferencias derivadas de las actividades humanas no tengan un

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impacto decisivo en la evolución del cambio climático. En su debido momento veremos una aparente profundización de estas expectativas en el Protocolo adoptado en Kyoto.

El artículo 3º trae la enunciación de varios principios que rigen la adopción por la Convención, en primera instancia, y por los Estados, de medidas relativas a la problemática del cambio climático. Sin hacer extensas citas de los párrafos pertinentes, no hemos reservado la función de denominar y enunciar estos principios en los siguientes párrafos.

Un primer principio es el de equidad. La equidad no solo hace referencia a la equidad entre generaciones (presentes y futuras), que también está presente, sino que presta especial atención al nivel de desarrollo de los diferentes países. Aquí creemos que se impone una cita textual del artículo 3º, en su primer párrafo, que nos exima -por su claridad y contundencia- de mayores consideraciones: “Las Partes deberían proteger el sistema climático en beneficio de las generaciones presentes y futuras, sobre la base de la equidad y de conformidad con sus responsabilidades comunes pero diferenciadas y sus respectivas capacidades. En consecuencia, las Partes que son países desarrollados deberían tomar la iniciativa en lo que respecta a combatir el cambio climático y sus efectos adversos” (el destacado nos pertenece).

En párrafos siguientes encontramos los ya conocidos principios de prevención y precautorio.

Otro principio recogido en este artículo es el de eficacia. De conformidad con el mismo, las medidas adoptadas por los Estados y por la Convención -a través de su Conferencia, que oportunamente tendrá mención en este trabajo práctico- deben basarse en la consideración de los contextos en que se han de aplicar (por ejemplo, el contexto socioeconómico, o las posibilidades de desarrollo sostenible de los Estados, esto en especial consideración de los casos de los países en vías de desarrollo y sus posibilidades y prioridades).

También encontramos el principio de cooperación internacional. Éste se basa en la necesidad de articular las acciones que se tomen a nivel internacional a los fines de obtener los resultados pretendidos, esa eficacia de las medidas, directamente vinculada con el contexto de cada país.

Por último, nos parece importante destacar el principio de no discriminación, que impone que las medidas a adoptar no constituyan un factor de discriminación entre países desarrollados y en vías de serlo,

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especialmente en lo que se refiere a sus posibilidades de desarrollo.

Luego, la Convención pasa a enunciar los compromisos que por la misma adoptan los Estados. Podemos distinguir entre compromisos generales y específicos.

Entre los primeros, nos encontramos con el compromiso de brindar información, esto es, la comunicación a las otras partes de datos sobre sus emisiones de gases de efecto invernadero, conforme a parámetros de medición comunes previamente acordados. Esto último hace a la posibilidad de evaluación de dichos datos conforme a criterios comunes a las partes.

Un segundo compromiso es el de adoptar medidas para mitigar el cambio climático, conservar y restaurar los ecosistemas afectados por el cambio climático, y para fomentar el desarrollo de alternativas técnicas que permitan el desarrollo de las actividades humanas con un progresivamente menor impacto ambiental. Ello implica para cada Estado parte el ajustar sus políticas internas a criterios de preservación ambiental compatibles con esta necesidad global. En conexión a ello, encontramos el compromiso de cooperación internacional, para que los otros Estados (especialmente los más pobres) puedan también desarrollar esas acciones necesarias para hacer frente a la problemática de marras.

Fomentar las actividades de investigación científica destinadas a la comprensión del fenómeno del cambio climático, y fomentar su intercambio y la cooperación internacional relativa a estas actividades (así como el desarrollo de la actividad de investigación por parte de organismos internacionales e intergubernamentales, artículo 5º) es otro de los compromisos generales que, en virtud de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, asumen los Estados.

Un último compromiso importante que asumen es el de informar al público sobre el problema del cambio climático, a los fines de alcanzar en él la conciencia necesaria para lograr su involucramiento en las acciones destinadas a abordar el problema. Esto también supone, a nuestro criterio, una pauta a la que se debe ajustar la política interna de cada país.

A su vez referíamos que, en virtud de esta Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, los Estados que sean parte de la misma asumen compromisos específicos.

El fundamental es el vinculado a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, cuidando que sean los países desarrollados los que

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tomen la iniciativa (a instancias de su mayor responsabilidad, todo esto ya visto con anterioridad), de que la contribución de todos los países sea equitativa, y de que las medidas adoptadas no influyan en el crecimiento mundial, y especialmente en las posibilidades de crecimiento de los países en vías de desarrollo.

Continuando con los compromisos específicos asumidos, otro es el de brindar información a los demás Estados sobre el progreso de las acciones adoptadas para la obtención de los objetivos de reducción trazados, conforme a los criterios que de común acuerdo se adopten para su evaluación. Esta evaluación periódica tiene como finalidad el estudio de eventuales modificaciones que puedan hacerse a los acuerdos internacionales a los fines de tornarlos más eficaces como marcos de regulación de las acciones de los Estados en busca de alcanzar los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

También, los países desarrollados asumen el compromiso de transferir fondos y tecnología a los fines de que los países en vías de desarrollo logren la adopción de medidas necesarias para la morigeración del cambio climático, así como de su adaptación a los efectos adversos del mismo, con una distribución adecuada de esta carga entre los países desarrollados.

El párrafo 7 del artículo 4º trae un compromiso que, a nuestro criterio tiene sus bemoles, y que son los referidos anteriormente al analizar el preámbulo de la Convención. Allí se sostiene que los países en vías de desarrollo adoptarán las medidas necesarias y comprometidas en esta Convención en relación a cómo lo vayan haciendo los desarrollados -especialmente en relación a la transferencia de recursos financieros y tecnológicos- quienes son los que deben tomar la iniciativa, y se considera que la prioridad de aquellos es el desarrollo económico y la erradicación de la pobreza, prioridades a las que quedan sujetas las medidas destinadas a paliar el cambio climático y sus efectos adversos.

Avanzando un poco más en el texto de la Convención, en el artículo 7º se regula la Conferencia de las Partes. La misma es el órgano del Convenio, encargado de evaluar por un lado el cumplimiento del mismo por parte de los Estados Partes, y por otro la evolución de la investigación científica, siempre en atención a los distintos compromisos asumidos por los Estados parte (no sólo relativos a las medidas respecto al cambio climático en sí, sino también -en un mismo plano de importancia- en cuanto a los compromisos relativos a la transferencia de recursos financieros y tecnológicos). Esta Conferencia asimismo efectuará recomendaciones sobre la aplicación de las medidas relativas al objeto de la Convención, y la divulgación de la información sobre el

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tema. En principio, la Conferencia se reúne anualmente. Y como dato importante, en la Conferencia pueden presentarse diferentes organismos internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas, con el carácter de observadores (salvo que haya oposición de alguna de las partes).

A los fines del funcionamiento específico de la Conferencia, se establece, en virtud del artículo 8º, una Secretaría de carácter permanente, que tiene la función de organizar las reuniones, de divulgar la información generada en su marco, brindar asistencia a los países -especialmente en vías de desarrollo- en la adopción de las medidas a las que se comprometieron, así como la coordinación de las diferentes medidas que los Estados adopten.

En el artículo 9º se establece un órgano subsidiario de asesoramiento científico y tecnológico, el cual es un órgano multidisciplinario encargado de monitorear tanto el progreso del conocimiento científico sobre el cambio climático, como el desarrollo de las innovaciones tecnológicas necesarias para adoptar medidas, así como de asesorar a las Partes en materia científica y de evaluar los efectos concretos de la aplicación de las disposiciones de la Convención.

Asimismo, en el artículo 10º reside el fundamento del órgano subsidiario de ejecución, el cual se encarga de evaluar el cumplimiento de los compromisos asumidos por los Estados, sus efectos, y de examinar la información girada por los Estados. También colabora con la Conferencia en la adopción de decisiones.

La Convención establece, a través del artículo 11, un mecanismo de financiación, que funcionará en el marco de la Conferencia. Se establece en consecuencia un mecanismo propio de transferencia de recursos financieros, tendiente principalmente a la transferencia de tecnología necesaria para la adopción de medidas comprometidas por los diferentes Estados Partes, encomendándolo (el funcionamiento del mecanismo) a entidades internacionales. Por otro lado, se contempla que los Estados desarrollados podrán también realizar transferencias de fondos mediante acuerdos bilaterales o multilaterales.

El artículo 12 precisa un poco más el contenido de la obligación de proveer información que recae en los Estados partes. La obligación de brindar información comprometida por las partes se refiere, en consecuencia, a la elaboración de un inventario de emisiones de gases de efecto invernadero, según los parámetros comunes adoptados por las partes, la comunicación y descripción de las medidas adoptadas por cada uno de los Estados en aplicación de la Convención, y el envío de cualquier otra información pertinente para lograr los objetivos de la

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Convención, mediante la comunicación a los demás estados. Sobre los países desarrollados recae una obligación de brindar una información más detallada sobre las medidas que adopte (como consecuencia de la iniciativa que recae en ellos).

Naturalmente, en el ámbito de este Convenio pueden producirse controversias entre los Estados partes del mismo. A tal efecto, la Convención deberá, por imposición del artículo 13, tener un órgano consultivo que se expida sobre cuestiones vinculadas a la aplicación de la Convención. En virtud a lo que dispone el artículo 14, la resolución de controversias relativas a la interpretación o aplicación de la Convención entre diferentes partes de la misma se resolverá por medios pacíficos, pudiendo las partes acudir para ello, o bien a un negociación entre ellas (en cuyo caso, de no arribarse a un acuerdo, pueden someter la disputa a una comisión de conciliación que se formará con la intervención de estados partes, que emitirán una propuesta de solución que será evaluada por las partes en conflicto), o llevar el caso a la Corte Internacional de Justicia, o a un procedimiento de arbitraje que la Convención oportunamente disponga. El reconocimiento de la competencia de la CIJ o del tribunal arbitral (y de la obligación de acudir a ellos por el Estado) será dado al incorporarse al Convenio, y puede ser revocado, conforme a las previsiones que detalladamente contempla la Convención.

Y como último dato relevante, cabe destacar que la Convención prevé la imposibilidad de que los Estados que la suscriban no puedan efectuar reservas a la misma.

La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático fue aprobada por el Congreso de la Nación Argentina por Ley 24295 del 7 de diciembre de 1993.

El 11 de diciembre de 1997, en Kyoto, Japón, se adoptó un Protocolo a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. El mismo fue aprobado por el Congreso de la Nación Argentina por Ley 25438, el 20 de junio de 2001.

No vamos a efectuar un nuevo resumen, esta vez del Protocolo de Kyoto, porque hay muchos aspectos en los que resulta reiterativo respecto a la Convención, sino que nos limitaremos a marcar algunos aspectos que consideramos relevantes.

Antes decíamos que el objetivo de la Convención era el de lograr la estabilización de las emisiones de gases de efecto invernadero con origen en la actividad humana en niveles que no afectaran de manera determinante el proceso de cambio climático y que ello permitiera que

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los ecosistemas (a esta altura debemos decir que tal noción incluye no solo los ecosistemas naturales sino también los ecosistemas artificiales propios de los establecimientos humanos, como por ejemplo los que se ubican en zonas costeras bajas) se puedan adaptar al proceso. En otras palabras, lo que se pretendía era que el proceso fuera lo suficientemente lento como para permitir tal adaptación.

Ahora bien, en el Protocolo de Kyoto parece que nos encontramos con otro objetivo, que ya no es la estabilización de las emisiones, sino la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero para una serie de países que podemos determinar como responsables de tomar la iniciativa a nivel global en cuanto al abordaje del problema del cambio climático (países desarrollados y ex integrantes de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas).

Ya dijimos que el Protocolo resulta un tanto reiterativo. En muchas ocasiones lo que hace es precisar un poco el contenido concreto de los compromisos que asumen los Estados. Por ejemplo, en lo atinente a las políticas y medidas que debe adoptar cada Estado, se establece que son políticas y medidas destinadas a la promoción del desarrollo sostenible, como por ejemplo las que tiendan al fomento de la eficiencia energética, la gestión forestal sostenible, el desarrollo de una actividad agrícola sostenible, la investigación y desarrollo de tecnología y de fuentes de energía renovable, la eliminación progresiva de las circunstancias que sean contrarias al logro de los objetivos de la Convención, entre otras que son precisiones de las obligaciones que asumen los países en virtud de la Convención, como por ejemplo, la necesidad de coordinar tareas con la Organización de la Aviación Civil Internacional (OACI) o la Organización Marítima Internacional (OMI), para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero generados por el transporte aéreo y marítimo internacionales.

En cuanto a la eliminación progresiva de circunstancias que sean contrarias al logro de los objetivos de la Convención, se hace necesario precisar un poco los términos en atención a lo que se dice en el Protocolo. Esto se refiere a, por ejemplo, que los Estados no pueden subvencionar a industrias que supongan una gran fuente de emisión de gases de efecto invernadero, o que supongan una reducción del potencial de absorción de los sumideros -conforme lo define la Convención- de gases de efecto invernadero.

En el artículo 3º nos encontramos ante una obligación concreta, que reside en que, habiéndose determinado los parámetros comunes a los que ajustar el cumplimiento de las metas establecidas, aquí ya se impone la obligación de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a un nivel que sea inferior en al menos un 5% al nivel de

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emisiones del año 1990, reducción que se debe verificar en el período que va de 2008 a 2012. Pero además, quedan obligadas las partes a demostrar avances concretos hacia esas metas para el año 2005.

Este artículo bajo análisis, en un principio, parece referirse a la unidad de medida de las emisiones de gases de efecto invernadero establecida en común a nivel internacional, que es el potencial de calentamiento atmosférico del dióxido de carbono. En síntesis, el dióxido de carbono es la unidad de medida para medir el potencial de calentamiento atmosférico de los distintos gases de efecto invernadero.

Ahora bien, en el final hace referencia a la posibilidad de que se transfieran las cuotas de reducción de emisiones, asignadas a ciertas partes en uno de los anexos del Protocolo, de un Estado a otro, incluso por venta, y que esa transferencia permita deducir lo adquirido del cupo al que deben reducir los adquirentes sus emisiones. Sobre esto nos vamos a referir más adelante.

Y, por último, en este artículo se reitera la necesidad de que las medidas a adoptar no afecten las posibilidades de desarrollo de los países en vías de desarrollo.

Por el artículo 4º, existe la posibilidad de que entre varios Estados intenten un acuerdo en virtud del cual asuman el compromiso de cumplir en forma conjunta sus obligaciones de reducción, limitando las emisiones de ambas al total que entre las dos tienen asignado por el Protocolo. Cumplen su obligación conjunta si el total de reducción de emisiones (o de incremento en la capacidad de absorción de los sumideros) coincide con el total fijado. La cantidad de cada uno de ellos se regula según el acuerdo que los vincula, especialmente a los fines del incumplimiento de la meta, caso en el que el Estado responde sólo por la cuota comprometida en el acuerdo, y no la fijada por la Convención. Esto es embarazoso, porque resulta que en virtud de este mecanismo, algún Estado puede drenar parte de su responsabilidad en la reducción de emisiones, aprovechando el exceso que resulte de las medidas adoptadas por su par obligado conjuntamente con él. Aquí ya ponemos en duda nosotros que un país responsable del cambio climático en atención a sus actividades esté tomando la “iniciativa” en paliar los efectos de sus propios actos.

En el artículo 5º, en cuanto a la metodología a utilizar para las mediciones de gases de efecto invernadero y sus equivalentes en dióxido de carbono, se dispone que sean las fijadas por la Conferencia de Partes, y aceptadas internacionalmente. Los ajustes de la metodología propuesta a la que se aplique en el ámbito nacional, de producirse, deben ser justificados, comunicados y aceptados. Asimismo,

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la relación entre gases de efecto invernadero y el dióxido de carbono -como unidad de medida- es la aceptada por los organismos internacionales.

En cuanto a la obligación de proveer de información, nos encontramos con el deber de los Estados de girar información a la Conferencia anualmente para demostrar el cumplimiento de los compromisos asumidos. La información que sea enviada por el Estado será evaluada por equipos examinadores formados por expertos propuestos por los distintos Estados partes, expertos que determinarán el cumplimiento de los compromisos como así también, para el supuesto de incumplimiento, los factores que hayan incidido en el mismo. Más adelante, el Protocolo requiere también que las partes informen a su vez sobre el progreso de las medidas que vayan adoptando para el cumplimiento de los compromisos adquiridos en virtud de la Convención Marco, y no sólo sobre los montos de emisión, información esta última tendiente a la demostración de su cumplimiento de las unidades de reducción.

El Protocolo también precisa el alcance de la obligación de los Estados partes que sean países desarrollados en cuanto a la transferencia de recursos tecnológicos y financieros necesarios como para que otros Estados puedan adoptar también medidas.

A continuación vamos a analizar en forma global los artículos 6º, 12 y 17 del Protocolo. En el artículo 6º se dispone que entre los Estados se puede realizar la transferencia de las unidades de reducción de emisiones resultantes de proyectos destinados a la reducción de emisiones o el incremento de la absorción de gases de efecto invernadero. Para ello deben cumplir con la obligación de respetar el establecimiento de la unidad de medida común y la de informar sobre sus emisiones en forma periódica. Y ya se menciona que pueden autorizar, bajo su responsabilidad, a personas jurídicas para que lo hagan.

El alcance de esta disposición no se puede vislumbrar sin tomar nota de los dos artículos restantes. Así, en el artículo 12 se habla de un mecanismo para un desarrollo limpio. Este es un mecanismo de asistencia para la realización de proyectos de reducción de emisiones o de incremento de absorción en países que no tengan asignada una cuota de reducción, siendo proyectos que hagan a su desarrollo sostenible. Estos países serán los beneficiarios de los proyectos, mientras que los Estados con cuota asignada que los realicen –o entidades públicas o privadas de los mismos que los desarrollen bajo la responsabilidad de dicho Estado- podrán computar esas reducciones adicionales (que sin el proyecto no se producirían) para el cumplimiento de sus cuotas. Y por último, se reconoce la posibilidad de hacer un uso

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comercial de las cuotas de reducción asignadas, aunque se coloca como impedimento el hecho de que tales transacciones con cuotas queden en un lugar suplementario a la adopción de medidas en lo que hace al cumplimiento de sus obligaciones que se imponen por el Protocolo.

Esto es un escándalo. Se decía en la Convención que los Estados partes que son países desarrollados tienen una responsabilidad diferenciada, principalmente por ser los principales emisores de gases de efecto invernadero (cabría incluir a China actualmente en esta noción). En el Protocolo, en efecto, se les asigna un porcentaje de reducción de emisiones en relación con un año base, que en principio es el año 1990. En cifras concretas, por ejemplo, la República Federal Alemana está obligada a que, entre los años 2008 y 2012, logre una reducción de sus emisiones anuales de gases de efecto invernadero a un máximo equivalente a un 92% del nivel de emisiones anuales del año que para Alemania se tome como base.

¿Qué implica esto? Si, por ejemplo, las emisiones se deben a la actividad económica o industrial del país, en condiciones actuales y sin que medie algún tipo de avance tecnológico revolucionario, o bien se tendría que reducir la producción, o se tendrían que aumentar los costos estableciendo algún proceso menos contaminante. Esos serían los posibles costos para el país de sujetarse a las obligaciones de reducir sus emisiones. Esta sería una consecuencia de toda justicia para aquellos países que nos han llevado como humanidad a esta situación, es decir, que ellos sean los que paguen, aunque sea, parte del costo.

Pero no. Aparece este mecanismo por el cual el Estado, mediante proyectos nacionales (públicos o privados) desarrollados en países que no tienen la obligación de reducir sus emisiones de conformidad a los anexos del Protocolo (es decir, países en vías de desarrollo, que además no son parte del problema grande de emisiones de gases de efecto invernadero), puede computar esos efectos en reducción, en la cuota propia a los fines del cumplimiento de su obligación. De este modo, cumplen su obligación internacional sin adoptar medidas de fondo como sería la reestructuración de sus economías, sino las medidas mínimas que les exige el Protocolo (bueno sería que esta adquisición de cuotas no fuera meramente suplementaria sino una forma directa y principal de que cubran su obligación).

Los países desarrollados lo son a expensas de todo el pasivo ambiental que han generado, y en lugar de reestructurarse para deconstruir un sistema basado en la especulación y la acumulación, y pasar a una estructura que tenga en su centro a la persona y la satisfacción de sus necesidades, cumplen su obligación sin perjuicio propio alguno. Naturalmente, este alegato no pretende ser una crítica destructiva al

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Protocolo, ya que es mejor tener estas obligaciones internacionales antes que la nada, sino plantear que la solución dada no es otra cosa que la manifestación de determinados intereses, que ha sido necesario contemplar para que ciertos Estados accedan a incorporarse a este sistema, aún a costo de lograr soluciones limitadas.

Y con esta incitación a reconocer las limitaciones de este sistema, cerramos el análisis de los convenios de marras.

TERMINOS DEL GLOSARIO Canasta básica energética:Consumo de energía estimado para satisfacer las necesidades básicas de una familia urbana o rural,según sea el caso. Para una familia urbana de cinco personas, la canasta básica energética seestimó para Brasil en:Electricidad: 220kwh/mes ó 2.640kwh/añoGLP: 13 kg/mes ó 156 kg/año (equivalente a 0,283 m3/año)Diesel: 380 litros/año

CLIMA: Es el comportamiento promedio del estado del tiempo incluyendo su variabilidad en unaregión geográfica, varias décadas es un período razonable de revisión comparativa.

Efecto invernadero:Es el calor atrapado por la retención y concentración de gases atmosféricos (vapor de agua, dióxidode carbono, oxido nitroso, metano y ozono) que mantienen a la tierra e una temperatura de 30°grados centígrados (60° F), más caliente de lo que estuviese en ausencia de estos gases.El que producen unos materiales y sustancias que tienen distinto comportamiento transmisivo enfunción de la longitud de onda de la radiación. Dejan pasar una parte importante de la radiación deonda corta (solar, por ejemplo) y reflejan la radiación de onda larga que emiten los cuerpos atemperaturas próximas a la del ambiente.

Efectos adversos del cambio climático:Son los cambios en el medio ambiente físico o en la biota, resultantes del cambio climático, quetienen efectos nocivos significativos en la composición, la capacidad de recuperación o laproductividad de los ecosistemas naturales o sujetos a ordenación, o en el funcionamiento de lossistemas socioeconómicos, o en la salud y bienestar humano.

Emisiones antropogenicas:Son las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas con las actividades humanas. Laacumulación de gases en la atmósfera comienza con la revolución industrial debido a la quema decombustible fósil para la producción de energía. La quema de cobertura vegetal para fines agrícolas,es también una actividad antropogénicas.

Energías alternativas:

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Se considera energías alternativas a las que pueden sustituir a la energía convencional (fósiles,grandes centrales hidroeléctricas, energía nuclear), y que no implican impactos negativossignificativos. Son consideradas como alternativas entre otras la energía solar, eólica, biomasa,pequeñas centrales hidroeléctricas.

Energías limpias:Una energía se considera limpia cuando su utilización no tiene riesgos potenciales añadidos, ysuponen un nulo o escaso impacto ambiental. Prácticamente no existe una energía limpia 100%. Laalteraciones que pueda provocar una energía limpia -considerando su ciclo de vida-, no sonrelevantes como para alterar ecosistemas, ciclos hidrológicos, o generar residuos que la naturalezano pueda asimilar previamente tratados. Con esta definición quedan excluídas por ejemplo, lasgrandes represas y la energía nuclear. La energías limpias, son en su mayoría renovables ycompatibles con sociedades sustentables.

Gases de efecto invernadero:Aquellos componentes gaseosos de la atmósfera, tanto naturales como antropógenos (generados porel hombre) que absorben y remiten radiación infrarroja proveniente del sol.